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la pregunta: ¿Qué pasa cuando la razón nos abandona? Tristemente, los casos
abundan en la historia reciente y menos reciente. Incluso puede ser, como se
ha insistido repetidamente, que en el caso colombiano nunca se haya realizado
el imperio de la razón en nuestras relaciones colectivas e institucionales. ¿Qué
hacer ante una situación así?
En mi opinión, hay que volver al inicio sin volver en la historia. Cuando
de cultura política se trata, no podemos deshacer el humanismo. No podemos
regresar a la naturaleza; cuestiones fundamentales de nuestra misma naturaleza
biológica nos lo impiden. Tampoco podemos volver a un antropomorfismo tras-
cendental que nos permita pedir prestadas soluciones para nuestros conflictos
a un ámbito extraño a nuestra propia naturaleza humana. Entonces volver al
inicio sin devolvernos en la historia sólo puede significar que debemos explorar
las facetas de nuestra conciencia que no son racionales y encontrar en nuestra
condición humana fuentes adicionales de renovación social.
Un ejemplo de la historia reciente nos puede ilustrar el caso, y posiblemente
ningún ejemplo sea más adecuado que el de Camboya. El Khmer Rouge,
inicial-mente un grupo guerrillero de origen campesino y de ideología
supuestamente marxista, llevó a la sociedad camboyana a los mismos límites de
su existencia. Los niveles de barbarie y de destrucción que conoció el pueblo
camboyano superan ampliamente lo conocido en otras sociedades y superan
nuestra capacidad de entendimiento. El asesinato salvaje de millones de
personas, la eliminación sistemática de la clase educada y del mismo sistema de
educación, el retorno forzado a una economía de (in) subsistencia: todo esto es
difícil de imaginar y de entender. La película Killing fields, con todo su
dramatismo, sólo permite captar el horror de manera parcial e incompleta.
Mucho más elocuentes son las fotos de los monumentos conmemorativos que
se erigieron en todo el país: miles de calaveras humanas, apiladas en pirámides
bajo un rudimentario techo.
Sin embargo, y a pesar de las profundas heridas, Camboya pudo regresar a
una normalidad relativa. De acuerdo con los testimonios, la vida cotidiana depara
encuentros con el pasado ineludibles debido a la ubicuidad del horror. Con tantos
asesinos y con tantos muertos, el vecino puede ser el asesino del esposo, de la
esposa, de los hijos. Es el mismo vecino con el que se tienen que entablar
relaciones, el que se encuentra en el mercado y al que, tarde o temprano, hay
que perdonar.
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