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Ovnis

El término objeto volador no identificado, más conocido por el acrónimo ovni,2 se refiere a la
observación de un objeto volador, real o aparente, que no puede ser identificado por el
observador y cuyo origen sigue siendo desconocido después de una investigación.

El acrónimo fue creado para reemplazar al de «platillo volante», ya que a diferencia de este un
ovni no tiene por qué ser necesariamente un objeto tecnológico o tripulado (puede ser también
una estrella, un meteorito o un avión desconocido), y ha llegado a trascender más allá de las
simples observaciones aéreas. Aunque autores como Erich von Däniken 3 o Jacques Vallée 4 han
apuntado que los antiguos carros de los dioses o las apariciones y raptos en bosques y pantanos
podían ser el equivalente a los relatos ovni actuales, el fenómeno-mito comenzó en 1947,
íntimamente vinculado a los medios de comunicación.

Su interés para los gobiernos, si es que alguna vez lo tuvo, ha ido decreciendo al encontrarse
explicación a la mayoría de los casos y no apreciarse nada especialmente raro ni misterioso en los
no aclarados. Sin embargo, la tendencia parece opuesta en la literatura especializada en estos
temas, que ha ido creciendo en número de cabeceras y tirada, para pasar a recoger también
supuestos contactos telepáticos, pretendidos secuestros y declaraciones sobre experimentos
genéticos realizados por los tripulantes de dichos objetos. Todas estas afirmaciones
extraordinarias tienen en común la ausencia de pruebas extraordinarias que las demuestren. Pese
a la total ausencia de las mismas, la hipótesis extraterrestre sigue siendo tema de debate.

Contexto histórico

Autores como Luis Alfonso Gámez, Ricardo Campo1 o Neil deGrasse Tyson5 han insistido en la
gran importancia de los antecedentes históricos que rodeaban el nacimiento y la popularización
del término «ovni».

El astrónomo británico Percival Lowell, defensor de vivir cerca de otras civilizaciones


extraterrestres con gran inteligencia.

A finales del siglo XIX y principios del XX, Percival Lowell había publicado varias obras sobre Marte,
en las que postulaba que las líneas oscuras divisadas por Giovanni Schiaparelli en la superficie
marciana, constituían una red de canales creados por una civilización inteligente, para traer agua
desde los polos al ecuador del «planeta rojo».6 Pese a que las observaciones de Lowell se
revelarían erróneas, el público en general consideró la existencia de vida extraterrestre inteligente
y cercana a la Tierra como un hecho probado científicamente. El astrofísico y divulgador científico
Carl Sagan 7 indicó que la nave estadounidense Mariner 9 refutó esa posibilidad cuando fotografió
la superficie de Marte en 1971.
En 1944, la Luftwaffe había conseguido hacer operativo el Heinkel He 178. El motor de este avión
sorprendió por su sencillez al no necesitar bielas, pistones, cigüeñal, aceite y los demás elementos
utilizados hasta el momento.8 También su velocidad, cercana a los 700 km/h, dejaba bastante
atrás a los mejores aparatos de la época, caso del Supermarine Spitfire. Como tercera virtud se
puede destacar su maniobrabilidad. Además, el aparato en sí ya era sorprendente para personas
poco introducidas en el mundo aeronáutico por no tener hélices que lo impulsaran. Aparatos
como este y tantos otros que le siguieron comenzaron a implantar en el ciudadano corriente la
idea de que se investigaba sobre nuevos modelos aéreos, bastante diferentes de los anteriores y
con unas prestaciones muy superiores.

Un efecto más contundente si cabe para la opinión pública, lo causó el V2. Este misil balístico
dejaba muy atrás a lo que podían presentar naciones como la Unión Soviética o Estados Unidos. El
V2 era capaz de mover una carga útil de casi una tonelada, a varios cientos de kilómetros y a
velocidades que superaban con mucho la del sonido. Según Nigel Hawkes9 dicha velocidad se
consideraba una «barrera» infranqueable para un ingenio humano, pese a que las balas de fusil ya
viajaban a esa velocidad desde hacía décadas. Este portento de la ingeniería abrió nuevamente la
mentalidad del público en general e hizo ver como posible que un ingenio de origen inteligente
causara imágenes que antes se hubieran tomado por espejismos, resplandores, relámpagos o
cualquier otra explicación natural.

El 16 de julio de 1945 tuvo lugar en Álamo Gordo la Prueba Trinity, con la que culminaba el
Proyecto Manhattan. Dicha prueba, junto a la utilización posterior de una bomba de uranio y otra
de plutonio, demostró que se podía conseguir gran cantidad de energía con poca masa. Pero, al
mismo tiempo, se descubría un nuevo tipo de arma, con una capacidad destructiva incomparable,
lo cual supuso un salto cualitativo en el tipo de guerra que podría librarse. Igualmente se dio el
pistoletazo de salida para una carrera de armamentos entre los Estados Unidos y la Unión
Soviética junto a una carrera de información para conocer cada bando el nivel alcanzado por su
oponente.10 Aunque actualmente se sabe que la tecnología soviética estaba por detrás de la
estadounidense, había dos campos donde sí llevaban cierta ventaja: uno era el balístico, como se
verá más adelante, y el otro fue la capacidad de guardar sus secretos. El régimen de Iósif Stalin era
una dictadura férrea, con un control considerable de la información producida y difundida, por lo
que las apariencias eran más fáciles de guardar. Unido a esto, las inmensas proporciones del país
le concedían una profundidad estratégica sin igual, lo que hacía imposible observar todo su
territorio, aunque solo fuese indirectamente, desde ningún punto de su frontera, por muy alto que
se alzara el observador. Como ha recogido posteriormente John Lewis Gaddis,11 los soviéticos
podían amenazar con misiles que no tenían y esgrimir divisiones con las que no contaban, o al
menos en determinados momentos, porque las agencias de información, al principio, ignoraban lo
que sucedía en el interior del país enemigo. La recién creada CIA (Agencia Central de Inteligencia)
necesitaba información sobre lo que sucedía en la Unión Soviética y financió proyectos de todo
tipo para conseguir fotografías o mediciones atmosféricas que pudieran indicar los avances de la
otra superpotencia en campos como el de los misiles intercontinentales, los bombarderos
estratégicos o las pruebas nucleares atmosféricas.
Ante las prestaciones ofrecidas por el motor de reacción y el misil balístico, las potencias
vencedoras se disputaron a los técnicos implicados en los programas alemanes para desarrollar los
suyos propios. Sin embargo, por una serie de decisiones, los Estados Unidos mantuvieron relegado
a von Braun durante un tiempo, mientras los dirigentes soviéticos sacaron del Gulag a Serguéi
Koroliov para que retomase los programas de misiles abandonados años atrás. Al poco tiempo, los
segundos iban más adelantados que los primeros en misiles y cohetes. Carl Sagan 12 indica que
dicha ventaja fue inicial, cuando los soviéticos contaban con algunos prototipos de una potencia
superior y una tasa de éxitos también superior a la presentada por los estadounidenses, pero esa
situación se invertiría posteriormente.

Es nuevamente Sagan 13 quien recoge la sorpresa de los dirigentes de la Unión Soviética y los
Estados Unidos respecto al interés del público por el tema espacial cuando, unos años después de
comenzar las primeras pruebas con los nuevos misiles balísticos, los soviéticos demostraron que se
podía llegar al espacio exterior con el Sputnik 1. Más aún, los éxitos soviéticos crearon cierto
pánico en la población estadounidense al sentirse vulnerables y en inferioridad tecnológica frente
a su enemigo. El mismo Sagan 14 recogió ese sentimiento y la reacción inmediata de los políticos
en dar prioridad a los temas aeroespaciales. El astrobiólogo transcribe el interrogatorio mantenido
en 1958 entre Daniel J. Flood, presidente de la subcomisión para asignaciones de la defensa y
representante del partido demócrata por Pensilvania, y Richard E. Horner, secretario de la asesoría
para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Ante la petición de una partida considerable de fondos
para la investigación espacial, la subcomisión realizó tres preguntas a Horner y, tras responderlas,
Flood declaró:

Deberíamos darle todo el dinero, todo el hardware y todo el personal que precisen, sin importar lo
que otras personas puedan opinar o querer, y pedirles que se suban a una colina y que lo hagan
sin contemplaciones.

Con un vigor como el demostrado por las dos partes en los aspectos técnico, económico y de
comunicación, pronto comenzaron a ser familiares para las personas de toda clase y condición los
cohetes de gran tamaño, las imágenes de cápsulas reentrando en la atmósfera, los trajes
presurizados, las escafandras...

Terminología

Búmeran de madera a cuya forma se parecían los objetos declarados por Kenneth Arnold.

El primer nombre dado a luces o formas en el cielo desconocidas para el espectador fue el de
«platillo volante» o «platillo volador», del inglés flying saucer. El término «platillo volador» se
popularizó en 1947 debido a un error periodístico. El 24 de junio, el piloto civil estadounidense
Kenneth Arnold ―mientras volaba sobre la cordillera de las Cascadas (en el estado de
Washington)― vio una formación de nueve objetos con forma de búmeran que volaban a una
velocidad (estimada por él) superior a los 1500 km/h.1

Como se ha indicado, a finales de la Segunda Guerra Mundial se veía como posible la existencia de
prototipos rápidos y muy manejables, desarrollados por otros países y nunca vistos hasta el
momento. Ante la posibilidad de haber divisado una escuadrilla de dichos prototipos, Arnold se
dirigió a la oficina del FBI para informar, pero la encontró cerrada. Por lo tanto acudió a un
periodista llamado Bill Bequette para narrarle su observación. El piloto explicó la formación
indicando que los nueve objetos tenían forma de búmeran y describió sus movimientos como el
efectuado por las piedras cuando rebotan sobre una superficie líquida, en concreto sus palabras
pueden traducirse por «un platillo lanzado a través del agua». Bequette confundió la forma en la
que se movían los objetos con la forma de los objetos. El error de Bequette ha sido recogido
multitud de veces por científicos como Carl Sagan:15 «Dijeron que yo había dicho que eran “como
platillos”, cuando lo que yo dije fue que “volaban al estilo de un platillo”», declaró Arnold al
célebre locutor Edward R. Murrow en una entrevista para la CBS, transmitida el 7 de abril de 1950.

Nuevamente Sagan hizo hincapié sobre la relación entre la confusión y las observaciones
posteriores, incluso fotografías:

Mientras la explicación original se ha olvidado, el término «platillo volador» se ha convertido en


una palabra habitual. El aspecto y comportamiento de los platillos voladores de Kenneth Arnold
era bastante diferente de lo que solo unos años después se caracterizaría rígidamente en la
comprensión pública del término: algo como un frisbee muy grande y con gran capacidad de
maniobra.15

Autores como Ricardo Campo han recogido citas más elocuentes:

Muy probablemente, a partir de entonces, todas las razas alienígenas y extraterrestres que han
visitado la Tierra han tenido que rediseñar sus naves interplanetarias para adaptarse al error de un
periodista de un diario local de Estados Unidos del año 47.1

Pese al error, las declaraciones sobre ingenios aeronáuticos no identificados aumentaron


considerablemente. Ante la posibilidad de que la Unión Soviética dispusiera de aparatos
desconocidos hasta el momento o que se pudiera estar violando de alguna forma el espacio aéreo
estadounidense con gran impunidad, la administración de Harry S. Truman emprendió una serie
de investigaciones para esclarecer los hechos. Uno de los participantes en aquellas investigaciones
y director del posteriormente llamado Proyecto Libro Azul fue Joseph Allen Hynek.16 A este
astrónomo se le debe la decisión de cambiar el término «platillo volante» por el más genérico
«objeto volador no identificado», traducido del inglés «unidentified flying object» (UFO), término
que persiste hasta nuestros días y da nombre a la disciplina que estudia los casos de ovnis, la
ufología.nota

Historia

No existe acuerdo respecto al momento en que comenzó la historia de los ovnis. Para Ted Wilding-
White, J. J. Benítez, Erich von Däniken o Jacques Vallée los avistamientos de objetos sin identificar
se remontan tanto como historia tiene la Humanidad. Para autores como Ricardo Campo, Luis
Alfonso Gámez1 o Carl Sagan es un mito contemporáneo que comienza a finales de los años
cuarenta.

Ovnis en la Edad Antigua, Media y Moderna

Artículo principal: Hipótesis de los antiguos astronautas

Véase también: Fenómeno celeste en Núremberg de 1561

Véase también: Fenómeno celeste en Basilea de 1566

Los avistamientos de platillos volantes, como se ha explicado, comenzaron cuando la ingeniería


había logrado ya un nivel suficiente como para desarrollar motores de reacción, misiles con
alcances estratosféricos e ingenios nucleares. Lo que, para escritores como Luis Alfonso Gámez,
sugiere un origen humano producto de aquella época. La idea de estar ante un mito de la era
espacial.6

Pintura mural en Val Camonica (Italia). ¿Son humanoides portando escafandras o se trata de una
interpretación contemporánea?

El Pushpaka vimana volando en el cielo.

A esta relación causa-efecto se han opuesto autores como Erik von Däniken,3 Juan José Benítez20
o Jacques Vallée,4 quienes sostienen que, desde el pasado más remoto, el ser humano trató de
adaptar lo que veía a su intelecto, relacionando los distintos avistamientos con objetos conocidos,
cercanos a él. El primero de los escritores citados, planteó que muchas de estas referencias
antiguas serían registros de observaciones reales de supuestas naves alienígenas, que habrían
recibido distintas denominaciones en documentos antiguos: «vehículo de los dioses», «vimana»,
«carro pushpaka» y «marut» (todas ellas en el Ramayana hinduista, del siglo III a. C.); y también
«bórax resplandeciente», «carro de fuego», «disco solar», «escudo que vuela», «escudo yacente»,
«esfera transparente», «espada voladora», «flecha ígnea», «luz cósmica», «nube con ángeles»,
«nube de fuego», «perla luminosa», «serpiente de las nubes».

Asimismo señala que, si estos vehículos aéreos estuvieran tripulados, se produciría igualmente el
contacto con los eventuales seres extraterrestres, quienes transmitirían a los observadores
enseñanzas diversas. Según estas teorías, el origen de muchas de las civilizaciones del pasado
(Egipto, Babilonia, etc.) sería extraterrestre, o al menos, las tecnologías para realizar sus obras
serían de origen o inspiración extraterrestre.

Es necesario reseñar que personas expertas en Egipto y Asiria, como la egiptóloga de la


Universidad Complutense de Madrid Mara Castillo Mallén, advierten: los autores como von
Däniken no son egiptólogos ni asiriólogos, tampoco son arqueólogos y algunos, como el mismo
Däniken, no son licenciados; por lo tanto, afirmaciones como las anteriores deben ser tenidas
como meras especulaciones. No existen dudas sobre la procedencia del pueblo egipcio ni los
muchos que poblaron Mesopotamia, ni se aprecia un salto tecnológico en algún momento
comprendido entre la construcción de las primeras mastabas hasta los templos del Imperio Nuevo
que haga suponer una transferencia tecnológica, ni se ha encontrado ningún registro de contactos
con civilizaciones extraterrestres.21 Otros autores, como Luis Alfonso Gámez o Benjamin Radford,
mantienen que las conjeturas de Däniken y otros contienen, además de una gran ignorancia sobre
la historia antigua, una postura insultante y hasta racista contra esos pueblos, al no dudar de que
los romanos pudiesen construir el Coliseo y los griegos el Templo de Artemisa, pero sí hacerlo
cuando los ejecutores fueron otros humanos no europeos.22

Juan José Benítez20 propuso en su libro Los astronautas de Yavé que una serie de extraterrestres
entrenaron a Moisés en el monte Sinaí en distintas técnicas, se ocuparon de ofrecerle
asesoramiento, cuidaron y alimentaron a los padres de la Virgen María, se aparecieron a San José,
los Reyes Magos o fueron los encargados de realizar la Anunciación. Como en el caso de Däniken,
el autor español no aporta ninguna prueba documental o arqueológica de dichos supuestos.

Por su parte, Jacques Vallée4 mantenía que ha existido una vieja tradición de seres fantásticos
como las ninfas, sílfides, duendes o hadas, que cometían raptos de personas para llevarlas a
lugares que los relatos denominaban Magonia, pero también Ávalon y otras geografías míticas.
Según el autor francés, esos cuentos eran la forma que tenían aquellas personas para explicar
encuentros cercanos, raptos y abducciones llevados a cabo por seres extraterrestres. Como en el
caso de las conjeturas vertidas por Däniken, esta hipótesis no deja de ser una explicación ad hoc e
innecesaria, pues existe otra mucho más sencilla. Las nubes, las hadas o los carros de fuego
podrían ser metáforas empleadas en los relatos religiosos, sin ninguna evidencia de que dichos
relatos deban ser interpretados más que de una forma mítica. Así pues, dichas narraciones no
constituyen una prueba empírica para saber si ocurrieron los hechos así o no, es decir, sostener
que se trata de naves extraterrestres podría ser un argumento ad ignorantiam.
Durante la Edad Media aumentaron, si cabe, los problemas para realizar registros escritos de
sucesos cotidianos. Esto fue debido al ligero crecimiento del índice de analfabetismo y a los cortes
periódicos que los musulmanes practicaban al suministro de papiro con destino a Europa, por lo
que solo quedaban los pergaminos como soporte para escribir, de mejor calidad, pero mucho más
escasos. Para Ted Wilding-White23 los avistamientos no se pudieron recoger hasta la publicación
de los primeros periódicos. Antes, prosigue Wilding-White, las narraciones de sucesos aéreos
desconocidos solo podían ser preservadas para lecturas posteriores por personas que supieran y
pudieran escribirlas. En Europa Occidental esta facultad quedaba reservada a los monjes en los
monasterios, por lo que se reducía mucho el espacio observable. El autor recoge siete casos
acaecidos entre el 1 de enero de 1254 y el 13 de noviembre de 1833.

Ovnis contemporáneos

Dirigible misterioso, titular en The San Francisco Call. 23 de noviembre de 1896.

A finales del siglo XIX se produjo la denominada oleada de aeronaves de 1896-1897, también
referidas como dirigibles misteriosos o dirigibles fantasma, aludiéndose a la visión de una clase de
objetos voladores no identificados reportados a partir de una serie de informes periodísticos
originados en el oeste de Estados Unidos y que se extendieron hacia el este del país desde finales
de 1896 hasta principios de 1897. Se consideran la antesala y los predecesores culturales de los
modernos avistamientos de ovnis.2425

En el siglo XX y XXI el tema ovni vivió una curva similar a la Campana de Gauss, comenzando por el
ya relatado comentario del piloto Kennet Arnold en la Cordillera de las Cascadas el 24 de junio de
1947. Al mes siguiente se produjo el incidente ovni de Roswell, en Nuevo México. Siguiendo a
Donald Menzel, fuese cual fuese lo aparecido en Roswell debería quedar fuera del campo ovni,
pues no es nada que se viese volando. Pese a todo, y debido a la vinculación desde su inicio con
visitas extraterrestres, se tardó muy poco en reunir los dos sucesos en la misma categoría.

Es necesario volver a repetir las acuciantes necesidades de la CIA en particular y del gobierno
estadounidense en general para conseguir información de lo que sucedía en el interior de la Unión
Soviética. Según relata uno de los asesores de la investigación ovni, el ya citado Carl Sagan,26 esa
necesidad acuciante de información llevó a desarrollar multitud de globos aerostáticos con el
objetivo de captar indicios sobre los progresos soviéticos. Muchos fueron lanzados desde distintos
lugares con la esperanza de que cruzaran el país enemigo para ser rescatados después con algún
resultado. Uno de dichos intentos era el Proyecto Mogul que analizaba el aire para buscar
evidencias de pruebas nucleares soviéticas. El Mogul estaba catalogado como secreto y
actualmente se tiene por el responsable de lo que sucedió en el pueblo de Nuevo México, afirma
Sagan,27 incrementado también por la próspera industria turística local, como narra Ballester
Olmos.28 La posibilidad de tener guardado y en secreto un acontecimiento como ese, la evidencia
de haber sido visitados por una inteligencia extraterrestre, es considerado de todo punto
imposible por autores como Ricardo Campo, pues empequeñecería lo realizado por Colón o por el
Proyecto Manhattan del que ya tenían noticias los soviéticos antes de su culminación.1 El español
esgrime que ni la fabricación de las armas nucleares pudo mantenerse bajo secreto, pese a existir
un acuerdo previo de silencio, mucho menos ocultar durante décadas un descubrimiento de
capital importancia para toda la Humanidad como es la prueba irrefutable de otro tipo de vida
inteligente.

Documento sobre avistamiento de un OVNI ocurrido el 16 de diciembre de 1977, en el estado de


Bahía, Brasil.

Tras estos sucesos, la lista de avistamientos continuó aumentando hasta que su número fue
considerado preocupante por la administración Truman, que ordenó las primeras investigaciones
que desembocarían en el posterior Proyecto Libro Azul. Carl Sagan29 indica que, cuando él fue
asesor científico del proyecto, encontró un ambiente de malestar y desidia en las Fuerzas Aéreas,
tanto es así que la primera denominación fue "Proyecto Fastidio" o "Project Grudge" en inglés.

Otro suceso que terminaría repercutiendo en el tema ovni se produjo a principios de los cincuenta,
cuando Donald Keyhoe, ex oficial de la USAF y participante en el Proyecto Libro Azul, comenzó a
ser oído junto a su mensaje de advertencia sobre lo intrínsecamente peligroso de las armas
nucleares y el cuidado que debía tenerse con las mismas. A partir de aquellos avisos comenzó a
surgir gente y grupos que decían haber contactado con extraterrestres, quienes les transmitían el
mismo mensaje.1 Es en este punto, cuando los ovnis comienzan una deriva desde las
observaciones hacia una especie de religión, con su ética, sus mensajes y sus nuevos apóstoles,
como los describió Fernando Jiménez del Oso.

En 1961 Betty y Barney Hill afirmaron que la noche del 19 al 20 de septiembre habían sido
abducidos por un platillo volante. El matrimonio no se puso de acuerdo en varios detalles, pero los
dos coincidían en que al final los dejaron bajar, habiéndoles borrado los recuerdos de lo sucedido.
Pese a que el especialista que los trató definió el caso como una especie de sueño, testimonios
como el de los Hill comenzaron a reproducirse tiempo después en varios lugares del mundo,
aumentando progresivamente las acciones realizadas a los abducidos, siempre según los
testimonios de los propios abducidos. Así se han declarado casos en que los extraterrestres les
realizaban exploraciones internas, implantes de dispositivos intracutáneos e incluso
inseminaciones. Resulta necesario puntualizar que para psicólogas como Susan Clancy, de la
Universidad de Harvard, dichas acciones pertenecen a la esfera del sueño, la fantasía o el fraude,
pero "Las abducciones no suceden en el mundo real".30 Confirma las palabras de la psicóloga, el
hecho de que ninguno de los supuestos abducidos haya podido aportar pruebas fehacientes de lo
sucedido, los implantes nunca se han encontrado, las marcas en el cuerpo son compatibles con
muchas otras lesiones cotidianas y jamás se ha traído objeto alguno que poder analizar, ni
aparecen publicados, comenta Sagan,15 artículos en revistas científicas sobre nuevos materiales
desconocidos hasta el momento.

Esta deriva en el tema ovni hacia unos encuentros cada vez más cercanos es, para Luis Alfonso
Gámez, el ejemplo de que el mito ovni se ha destruido a sí mismo, "porque ya no le queda más por
inventar".6

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