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No hay duda que a nuestro estudiantes del siglo XXI les ha tocado vivenciar
una educación más competitiva y desafiante; por ello los maestro de esta
generación tenemos la obligación moral de actualizar nuestro estilos de
enseñanza y muy por sobre todas las cosas el estilo de evaluación dejando de
lado el estilo tradicional de evaluación de la que muchos de nosotros hemos
sido participes.
Por ello nuestro objetivo debe ser un equilibrio de una evaluación del aprendizaje
a una evaluación para el aprendizaje, porque ambos tipos son importantes. Se
trata de una evaluación formativa, centrada tanto en procesos como en productos,
que considera la complejidad del aprendizaje; por tanto, prevé distintos contenidos
y los valora empleando diversas técnicas e instrumentos: proyectos, resolución de
problemas, estudio de casos, ensayos, reportes de investigación, presentaciones
orales, portafolio de evidencias, rúbricas, exámenes, entre otros, así como
diversas modalidades de evaluación: auto-evaluación, coevaluación y
heteroevaluación.
Así que reflexionemos acerca del sistema de evaluación que se debe tener, por
ello se propone estos seis cuestionamientos: qué, cómo, cuándo, quién, para qué,
con qué y. El qué hace referencia a lo que vamos a evaluar, el para qué funciona
como los objetos de la evaluación, el cómo que se relaciona con la técnica de
evaluación, el con qué que se refiere a los instrumentos, el cuándo que se hace
mención a la serie de acciones de la evaluación, el quien que hace referencia al
agente evaluador.