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Director de la Colección

Carlos Eduardo Maldonado


Política + Tiempo
= Biopolítica
Complejizar la política

Carlos Eduardo Maldonado

Ediciones
Política+Tiempo=Biopolítica
Complejizar la política
Carlos Eduardo Maldonado

Abril de 2018

Ediciones desde abajo


www.desdeabajo.info
Bogotá, D.C. - Colombia

ISBN:978-958-8926-73-5

Diseño y diagramación: Difundir Ltda.


Cra. 20 N° 45A - 85, telf: 345 1808

Impresión:
Editorial Bolívar Impresos S.A.S.
Calle 19B Nº 33-38, Bogotá D.C., Colombia
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El conocimiento es un bien de la humanidad.


Todos los seres humanos deben acceder al saber.
Cultivarlo es responsabilidad de todos.

Se permite la copia, de uno o más artículos completos de esta obra o del conjunto de la
edición, en cualquier formato, mecánico o digital, siempre y cuando no se modifique el
contenido de los textos, se respete su autoría y esta nota se mantenga.
Índice

Prefacio............................................................................................ 7

Introducción .................................................................................15

1. La crítica de la política normal ........................................... 23


1.1. Trabajos en torno a las relaciones
entre política y complejidad ..................................................... 35
1.2. Complejizar la política .............................................................. 37

2. ¿Qué es la política?
Una crítica desde las ciencias de la complejidad ................ 43
2.1. Insuficiencia y vacuidad de la política en sentido tradicional ..... 49
2.2. Política y complejidad .............................................................. 55
2.3. La sociedad civil –y la vida .......................................................68
2.4. Biopolítica, naturaleza y cultura .............................................. 78
2.5. La política modo complejidad no es antropocéntrica..............84

3. Consecuencias políticas de la complejidad .................... 87


3.1. Las ciencias de la complejidad: origen y derivaciones ............. 92
3.2. Consecuencias políticas de la complejidad ..............................98
3.3. Complejidad: revolución científica y revolución política ...... 106
3.4. Complejidad y an-arché .......................................................... 111
4. Política y sistemas no lineales: la biopolítica
4.1. Política + tiempo = biopolítica ................................................ 115
4.2. De la ideología a los problemas ............................................... 117
4.3. B. Crick y la defensa de la política .......................................... 129
4.4. Sociología de las tres dictaduras .............................................137
4.4.1. Sector bancario y determinismo....................................141
4.4.2. El poder del sector bancario ........................................ 143
4.4.3. Significado político y cultural de los bancos, hoy ........ 144
4.5. Política y vida: el terreno de la biopolítica ............................. 146
4.6. Los diferentes y la anormalidad: un problema serio ............. 163
4.7. Z. Bauman: para pensar la política ........................................ 168
4.8. Política sobre las creencias y control del cerebro ...................177
4.9. La política en un mundo no-lineal .........................................179
4.10. La complejidad de la cooperación
y el aprovechamiento de la complejidad ...............................197
4.11. Campos, problemas y posibilidades de la biopolítica
4.11.1. Problemas de la biopolítica ......................................... 210
4.11.2. Campos y posibilidades de la biopolítica ....................215
4.12. Geopolítica y biopolítica ...................................................... 225
4.13. Política y episteme ................................................................230
4.14. Biopolítica o politeia .............................................................232
4.15. La lucha por la libertad en la sociedad del conocimiento .... 234

5. Simetría y sistemas dinámicos no-lineales ................... 243


5.1. ¿Política y matemáticas? .........................................................246
5.2. Simetría y teoría de grupos ....................................................249
5.3. Complejidad y flecha del tiempo ............................................ 252
5.4. Simetría y tiempo ................................................................... 254

Epílogo
Shakespeare: el poder es una enfermedad.................................... 257

Anexo 1 ......................................................................................... 261

Referencias
A. Referencias bibliográficas .........................................................263
B. Bibliografía páginas web ...........................................................270
Prefacio

La ciencia en Occidente nace dos veces. La primera, en la Grecia


antigua, bajo la forma de episteme, que era mucho más, y distinta, a
la simple filosofía o la sola ciencia –matemática (Pitágoras, Platón,
Euclides), o biología (Aristóteles)–. Esa ciencia nace con el título
de ta physiká –“Sobre la Naturaleza”–, título que todos los autores
griegos que escribieron pusieron a su obra. El supuesto básico de
los griegos era conocer bien a la naturaleza –physis–, sin reducirse
únicamente a los ámbitos naturales del planeta tierra. A partir de
dicho conocimiento, cualquier otro conocimiento o acción cobraban
sentido plenamente.

Para los griegos, el estudio de la naturaleza también involucraba, y de


forma necesaria, el universo entero –el cosmos–. El supuesto es que
sólo a partir del conocimiento de la naturaleza cabe resolver entonces
el lugar o la economía del ser humano en la naturaleza y el universo.
Dicho de otra forma: una “ciencia del hombre” sólo es posible a partir
de y sobre la base de un logos acerca de la física –la naturaleza. Con
el tiempo el conocimiento de la física, esto es, del espacio en general,
daría lugar con Euclides, a la geometría –euclidiana–, condensada
en Los trece libros de Euclides. Sin ambages, puede decirse que la
ciencia griega nace y se formaliza al mismo tiempo con los Elementos
de Euclides.

La segunda vez que nace la ciencia en Occidente es, después de los


diez siglos de oscuridad (literal) del medioevo, luego de, y gracias al,
Renacimiento, cuando Occidente se lanza a la modernidad. Nace la
ciencia como física en el sentido moderno de la palabra, y los epígonos
de la misma son nombres como Galileo, Kepler, Copérnico y Newton.
En cualquier caso, el supuesto de los griegos se mantiene, a saber:
una ciencia del espacio –física, naturaleza, filosofía natural–, es la
garantía para una ciencia de los seres humanos. A fortiori, la física es
condición para la política. Para ello basta con echar una mirada a esos
textos fundacionales de la teoría, el pensamiento y la filosofía política
modernos que son, por ejemplo, el Leviathan de Hobbes, el Ensayo

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Carlos Eduardo Maldonado

sobre el entendimiento humano de Locke, y el texto fundamental de


Monstesquieu: El espíritu de las leyes, por ejemplo, todos los cuales
o bien implican a una teoría del conocimiento, o bien se asumen,
implícita o explícitamente, como derivaciones o consecuencias de la
filosofía de la naturaleza.

Como se aprecia, en dos momentos perfectamente diferentes, subyace


un mismo supuesto, una misma asunción.

Posteriormente, en un caso como en otro –esto es, en los griegos,


tanto como en la modernidad–, la historia se transformó y terminó
perdiéndose por diversos vericuetos. De la corriente formidable del
río sólo quedaron aguas estancadas, corrientes subterráneas e hilos
acuáticos, todos los cuales terminaron en ninguna parte y el río jamás
cumplió con su función de conducirnos a las profundidades de los
océanos y al mar abierto. Dicho de manera franca, las ciencias sobre
el ser humano –la economía primero (con los fisiócratas y A. Smith,
posteriormente), la política con Montesquieu, la sociología con Comte,
la antropología con Morgan, la psicología con Wundt, y así sucesi-
vamente hasta la fecha, por ejemplo–, terminaron por abandonar
por completo la referencia que alguna vez se hizo a la naturaleza, a
la física, a la tierra o al universo. El logos del ser humano se impuso,
se superpuso al logos de naturaleza. Las consecuencias, todo parece
indicarlo, no pudieron ser peores: a través de este camino, Occiden-
te supo de su madurez y vejez, y se reconoció como una civilización
gravemente enferma.

Quisiera decirlo de manera abierta y directa. Por el mismo camino del


abandono y olvido de la physis, para decirlo en términos clásicos, la
historia de la política, en cualquier acepción, es la historia de asimetrías
y desigualdades, de impurezas e irregularidades, en fin, de errores y
fracasos, en una palabra, de un profundo distanciamiento de la natu-
raleza. Occidente terminó olvidándose de natura, y por ello mismo la
convirtió en medio, en simple instrumento. El sueño del Génesis en el
Libro de los libros terminó cumpliéndose, al cabo.

La ciencia de hoy presenta dos versiones paralelas pero distintas del


universo. De un lado, desde las matemáticas, se trata de la idea de

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Política+Tiempo=Biopolítica

simetría. De otra parte, gracias a las ciencias de la complejidad, se trata


de la idea de fluctuaciones, turbulencias, irregularidades, emergen-
cias y no-linealidad, entre otros atributos. En apariencia, se trata de
dos visiones diferentes. Sin embargo, como se verá posteriormente,
corresponden a las dos caras de una sola y misma moneda (de hecho,
el quinto capítulo se centra en este punto).

La idea de simetría permea, desde las matemáticas, a la física, a la


astronomía y a la cosmología. Al fin y al cabo, se ha asumido gene-
ralmente la idea de que la unificación de la teoría de la relatividad
y la cuántica sería posible a la manera de una teoría de simetrías.
Pues bien, la idea de simetrías conduce directamente a temas que los
politólogos normalmente desconocen, tales como la teoría de grupos
con la historia apasionante de sus desarrollos incluyendo los grupos
Monstruo y demás. La noción de belleza constituye quizás el más
sólido hilo conductor en este plano.

Por su parte, la idea de naturaleza que emerge desde las ciencias


de la complejidad, es perfectamente variable, cambiante, dinámica,
marcada radicalmente por el tiempo. La batería de herramientas, por
así decirlo, constitutivas de las ciencias de la complejidad se articula
en una variedad amplia de conceptos y aproximaciones, tales como
evolución y redes, inestabilidades y turbulencias, fluctuaciones y no-
linealidad, emergencias y sinergias, en fin, autoorganización, avatares,
sorpresas, impredecibilidad.

¿Son compatibles ambas visiones actuales sobre la naturaleza? En


este libro respondemos indirectamente a esta cuestión.

Dicho de manera general e introductoria, la vida, esto es, los sistemas


vivos, están sujetos, en numerosas ocasiones, a distintos avatares.
Las simetrías subyacen en un nivel fundamental del estudio de los
sistemas vivos, conjuntamente con la búsqueda e identificación de
patrones (un campo fundamental en matemáticas)–desde la propor-
ción áurea hasta las series de Fibonacci, por ejemplo. Así, resulta
bastante más evidente reconocer que los sistemas vivos responden
a rupturas de simetrías, equilibrios dinámicos, complejidades. Este
libro es un buen ejemplo al respecto, y es a la luz de estas considera-

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Carlos Eduardo Maldonado

ciones como se plantea el problema de las relaciones entre política


y complejidad.

***

Estando como profesor e investigador en la Universidad Externado


de Colombia, hace ya varios años, me propuse escribir un libro sobre
política y complejidad como parte de un proyecto de investigación
propuesto y formalmente aceptado. Un avance de dicho libro fue el
texto: “Política y sistemas no-lineales: la biopolítica”, que apareció
originalmente como capítulo de un libro en el año 20071. Sin embar-
go, diversos compromisos académicos y procesos de la vida misma se
interpusieron y no fue posible dar cumplimiento efectivo al proyecto
de investigación propiamente dicho. La ciencia en general, al igual
que la filosofía, se hacen posibles en la interface y como las tensiones
entre la historia interna y externa la ciencia, una idea cuyas simientes
conducen, todas, a la obra de I. Lakatos. Es imposible, en cualquier
caso, separar o distinguir ambas historias. El pensamiento y la inves-
tigación resultan de las tensiones entre ambas. Y entonces se mezclan
proyectos con oportunidades, planes con cambios sorpresivos, inves-
tigación y vida. Ex-ante, no existe nunca ninguna garantía de cómo
habrán de resolverse dichas tensiones; es solo ex-post, o también,
en el proceso (in-process) como se van resolviendo los tejidos de los
tipos de historia.

En efecto, en el año 2007 recibí una amable propuesta por parte de la


Universidad del Rosario para vincularme con ella. Entré originalmente
a la Facultad de Administración, yo, que nada sé de administración o
gestión. La motivación de la Universidad fue siempre clara y directa:
mi fortaleza consistía en mis conocimientos e investigaciones sobre
complejidad; más exactamente sobre las ciencias de la complejidad.
Posteriormente me vinculé a la Facultad de Ciencia Política y Go-
bierno del Rosario y, al cabo de un tiempo formulé el proyecto de
investigación que tenía en mente: sobre política y complejidad. Como
resultado, escribí un texto que presenté como ponencia gracias a

1 Cfr. Dilemas de la política, B. Vela Obregón (Coordinador); capítulo: “Políti-


ca y sistemas no-lineales: la biopolítica”, Bogotá, Universidad Externado de
Colombia, 2007, pp. 91-142.

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Política+Tiempo=Biopolítica

una amable invitación de la Universidad de Granada en el año 2010:


“¿Qué es la política? Una crítica desde las ciencias de la complejidad”.
Desafortunadamente ese texto y los demás del seminario sobre “Po-
lítica, paz y complejidad” organizado por el Instituto de la Paz y los
Conflictos, organizado y coordinado por Francisco A. Muñoz y Javier
Rodríguez no llegaron a publicarse nunca pues, como se recordará,
en el 2010 estalló la crisis económica y financiera española, que dura
hasta la fecha.

Más adelante en el tiempo, en el año 2014 escribí y se publicó: “Con-


secuencias políticas de la complejidad”2, un artículo dedicado a un
tema que para nada ha sido objeto de consideraciones por parte
de expertos en complejidad, a saber: las consecuencias políticas de
pensar a partir de fenómenos, sistemas y comportamientos caóticos,
no-lineales, emergentes, autoorganizados y demás. Como es sabido,
las ideas en general tienen consecuencias que, en muchas ocasiones,
no cabe obliterar. Pues bien, es lo que llevo a cabo en el artículo men-
cionado, y en los dos siguientes.

En efecto, posteriormente, sobre el tema de política y complejidad


escribí conjuntamente con N. Mezza-García dos artículos. Uno, “Crí-
tica al control jerárquico de los regímenes políticos: complejidad y
topología”, que salió publicado en abril del 2013. Y más recientemente,
fue publicado nuestro artículo “Anarchy and Complexity”4, sobre la
base de los textos ya publicados. Estos han sido, si cabe la expresión,
mojones preparatorios y referenciales inmediatos de este libro.

Al cabo, mientras este libro estaba en proceso de preperación editorial


me vinculé a la Facultad de Medicina de la Universidad El Bosque,
sin la menor duda, la mejor de las condiciones para pensar en la vida
y los sistemas vivos.
2 “Reflexión sobre las consecuencias políticas de la complejidad”, en: Revista
Alpha, Nº 38 (Junio-Diciembre), 2014, pp. 197-214.
3 Mezza-Garcia, N., & Maldonado, C. E. (2015). "Crítica al control jerárquico
de los regímenes políticos: complejidad y topología". Desafíos 27, pp. 121-
158. doi: dx.doi.org/10.12804/desafios27.01.2015.04.
4 Maldonado, C. E., Mezza-García, N., “Anarchy and Complexity”, Emergence:
Complexity and Organization, Vol. 18, Issue 1, disponible en: https://journal.
emergentpublications.com/article/anarchy-and-complexity-2/

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Carlos Eduardo Maldonado

Dicho de manera general, la investigación se define a partir de tres ejes


referenciales: la biografía, la situación social, y el momento histórico
del investigador. Existen puntos, líneas y dimensiones intermedias
entre cada una de ellas; así por ejemplo, experiencias religiosas o
afectivas, circunstancias familiares y de salud, eventos laborales y
dinámicas empresariales y organizaciones de distinto tipo, tareas,
encargos, compromisos, avatares de diversa índole, o también, desa-
rrollos políticos, viajes, noticias y eventos de orden macro, y demás.
Todos ellos determinan, en sus cruces, en su lógica de conjuntos, las
dinámicas, los procesos, los ritmos y los contenidos de la investigación.
Cierto, unos más que otros.

Sin embargo, en la base, siempre, se encuentra el trabajo –digámoslo


con los griegos: la capacidad de entusiasmo, la pasión o la hybris por el
propio trabajo, los sueños, los proyectos y planes en fin, los programas
que cada quien se ha impuesto libremente. Una manera de encarnar la
hybris es, por ejemplo en términos de disciplina propia, como la fró-
nesis –esa capacidad práctica de saber distinguir entre lo conveniente
y lo que no, entre la prudencia y el valor, entre al arrojo y el análisis de
las consecuencias de la acción, por decirlo de alguna manera.

¿Hybris? ¿Phrónesis? Vale recordar que hay tres maneras de ser


griego, no una sola, según si se mira al período arcaico, al clásico o
al helenístico. Aunque, naturalmente, también hay que decir que no
hay absolutamente ninguna necesidad de ser griegos, en cuyo caso
las referencias a la Grecia antigua son tan sólo una plataforma de
lanzamiento. Por lo menos en el espíritu mismo.

Como quiera que sea, este libro es el resultado de una investigación


que se caracteriza por estas líneas y trazos mencionados, y que sin
embargo, omitiré aquí en sus detalles. Sólo mencionaré los rasgos
generales de la siguiente manera:

Es perfectamente posible, e incluso necesaria, una política que no sea


indiferente del Estado, pero sí independiente del mismo. En toda la línea
de la palabra, y más allá de las distinciones entre teoría política, filosofía
política, o ideas políticas. Una política independiente del Estado es una
política de vida. Más exactamente, se trata de situar a la vida misma,

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Política+Tiempo=Biopolítica

en toda su complejidad, en el foco de las miradas. Pero si ello es así,


es entonces absolutamente imperativo tener una idea básica de lo que
son los sistemas vivos. Siendo los seres humanos, un caso particular
de los mismos. La expresión como una política de vida se entiende
aquí es como biopolítica con lo cual se pretende pensar dos cosas: o
bien, de una parte, a la política como politeia, en sentido griego, y no
precisamente como politiké; o bien, como la expresión consistente en
comprender a la política simplemente como un sufijo que pivota y se
define en torno a la vida.

Una política de vida no es simple y llanamente otra cosa que una política
que busca comprender, hacer posible y cada vez más posible exaltar,
dignificar y llenar de contenidos y calidad a la vida en toda la acepción
de la palabra. Dicho de forma simple y directa, la biopolítica implica
una concepción biocéntrica del universo y de la realidad, en marcado
contraste con la política habida en toda la historia de la humanidad
occidental, que es eminente y distintivamente antropocéntrica, antro-
pológica y antropomórfica. Son numerosas las justificaciones que se
pueden aportar a la tesis aquí enunciada, y este libro trata de reunirlas
y sintetizarlas lo mejor posible.

En la expresión “política y complejidad”, no se trata de comprender a


la política “en el marco de la complejidad”; por ejemplo, en este caso,
de las ciencias de la complejidad. Por el contrario, más exactamente, la
idea de base es que es posible y necesario complejizar a la política. Ahora
bien, en que consiste la complejidad y qué significa “complejizar” la
política” es el tema mismo que ocupa las páginas que integran esta obra.
Aquí, por lo pronto, se trata de entender que la política se comprende
y se define, en el marco de un mundo diferente de suma cero, por el
cuidado, la gratificación, la exaltación y el posibilitamiento de la vida.

Con una advertencia puntual: ni aquí ni en lo que sigue, se dará una


definición de complejidad, y tampoco de biopolítica. La razón es que
la buena ciencia de punta hoy no trabaja ya con, ni parte tampoco
de, definiciones. Por el contrario, la buena ciencia de punta trabaja
con problemas. Y el problema mismo en este libro no es otro que la
complejización de la política.
***

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Carlos Eduardo Maldonado

Excepto por las referencias a los artículos escritos conjuntamente con


Nathalie Mezza-García, los textos han sido profundamente transfor-
mados, ampliados, corregidos, actualizados e incluidos en versiones
perfectamente nuevas en este libro. De los textos primigenios queda,
si cabe decirlo, tan sólo el ADN. Todo el fenotipo ha cambiando radi-
calmente. Pero con el fenotipo, entonces también, el propio genotipo.
Una idea que resulta clara a la luz de las teoría de la epigénesis, una
de las hebras constitutivas de lo mejor de la biología actual.

Los textos mencionados aparecen aquí en un orden diferente. Al fin y


al cabo, una cosa es el orden de la investigación y otra muy distinta, el
orden de la exposición. Una idea primaria para cualquier investigador.

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Introducción

Existe una paradoja apasionante desde múltiples puntos de vista.


Mientras que en un plano se ve en el mundo un descreimiento ge-
neralizado acerca de la política como acerca de los partidos políticos
tradicionales, emergen en el mundo entero nuevos movimientos so-
ciales de todo orden, inmediatamente cargados de posturas laborales,
sociales, económicas, ambientales y culturales, pero no en última
instancia como fenómenos políticos (suponiendo que por la política
se entienda únicamente el sistema electoral). Los actores, los agentes,
los tiempos, las dinámicas y las estructuras mismas de la política están
cambiando y han cambiado de manera radical, sobre todo cuando
se las mira con los ojos del pasado. No en última instancia, las redes
sociales, internet y nuevas formas de comunicación, de educación y
de lenguajes están emergiendo provocando manifiestos malestares
en los círculos más tradicionales de la política, incluido el Estado.

Al mismo tiempo, mientras que es un hecho consumado la veleidad (de


hablar acerca de la soberanía) del Estado-nación dado el peso enorme
de las corporaciones transnacionales, las políticas administrativas de
orden nacional, regional y local parecen ser, aquí y allí, más importan-
tes que nunca. En numerosos países, el reconocimiento de la cultura, el
territorio y las poblaciones, prácticas y saberes tradicionales constituye
un tema que cada vez menos puede ser gratuitamente obliterado. Con
todo ello, sin embargo, al mismo tiempo, es evidente la búsqueda de
nuevos lenguajes, nuevas herramientas, nuevos contenidos, nuevas
acciones, en fin, una “nueva” política. Para decirlo de manera genérica,
tanto de parte de tirios como de troyanos.

En fin, en numerosos lugares, con intereses diversos, apuntando a hori-


zontes disímiles, emergen cuestionamientos acerca de “la vía” o “hacia
dónde” vamos, y demás5. En síntesis, mientras que en la superficie hay

5 E. Morin escribió en fechas recientes, de manera bien intencionada, dos


opúsculos que cumplen exactamente la función de lo que en el siglo XIX eran
los Feuilletons. Uno es justamente La vía, y el otro, Hacia el abismo. Entre
la comunidad de morinianos estos textos son altamente apreciados, y son de

15
Carlos Eduardo Maldonado

manifiestamente un movimiento de despolitización de la sociedad, por


debajo existen numerosos movimientos locales que propugnan por
nuevas concepciones, nuevos lenguajes, nuevos contenidos teóricos y
nuevas formas de entender la política y lo político6.

Este libro aboga a favor de una sola tesis: es indispensable com-


plejizar la política –y lo político. Esta complejización se entiende
exactamente en el sentido de las ciencias de la complejidad, pero
puede enunciarse de un modo sencillo y directo, de la siguiente ma-
nera. La complejidad de un sistema, fenómeno o comportamiento
es directamente proporcional a los grados de libertad que exhibe el
sistema. Esta es una idea de origen físico y matemático. Pues bien,
a mayores grados de libertad, mayor complejidad, y viceversa. De
suerte que lo que hacemos los complejólogos consiste en introdu-
cirle al mundo lo que el mundo no tiene: grados de libertad; o bien
en aumentar, tanto como sea posible, los grados de libertad de un
sistema determinado.

En física –notablemente en la mecánica clásica–, los grados de libertad


de un sistema consisten en el número de parámetros independientes
que definen la configuración del sistema considerado. En estadística,
el concepto alude al número de valores del cálculo final que son libres
de variar. En matemáticas, hace referencia a la dimensión de una mul-
tiplicidad o colector (manifold), reconociendo que una multiplicidad

amplio uso, junto con otros textos recientes, por diversos grupos sociales y
políticos en varios lugares de América Latina.
Dicho esto, cabe subrayar el artículo en el pensamiento de Morin: El método
(la méthode), la vía, como si en cada caso hubiera uno solo o fuera posible
tan sólo uno: el suyo propio.
6 Con respecto a la distinción entre la política y lo político, remito a Rancière:
“Si le politique s’est imposé comme objet philosophique de pensé c’est sans
doute que cet adjectif neutre signifiait commodément un écart avec le substantif
de la politique, dans son sens ordinaire de lutte des partis pour le pouvoir et
excercise de ce pouvoir. Parler du politique et nos de la politique, c’est indi-
quer qu’ on parle des príncipes de la loi, du pouvoir et de la communauté et
non de la cuisine gouvernementale. Mais il ne sert à rien de séparer l’adjectif
philosopique du nom vulgaire si c’est pour renforcer les equivoques du nom.
La politique a ou moins le mérite de désigner una activité. Le politique. Lui,
se donne comme objet l’ instance de la vie commune” (1998: 13).

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Política+Tiempo=Biopolítica

–o colector– es una espacio topológico que localmente se asimila a un


espacio euclidiano cercano a cada punto considerado.

En otras palabras, los grados de libertad hacen referencia, sencilla-


mente, al número de partes de la información en los datos que pueden
variar libremente cuando se consideran parámetros de definición o
de comprensión de un fenómeno determinado. Sin más: a mayores
grados de libertad, mayor complejidad, y al revés: a menores grados
de libertad, menor complejidad.

Pues bien, esta idea permite entrar en el terreno propio de este libro.
En verdad, el fenómeno de máxima complejidad conocida –concep-
tual, categorial o intuitivamente– en el mundo es la vida; esto es, los
sistemas vivos. Y en eso consiste exactamente la vida de los sistemas
vivos, a saber, en ganar, de tantas formas como quepa imaginar, ma-
yores grados de libertad pues así la vida misma se torna más posible.

Existen numerosos atributos, características o propiedades que permi-


ten comprender a un sistema, fenómeno o comportamiento complejo.
La lista es amplia y ha sido el objeto de numerosos trabajos. De hecho,
es lo habitual en los trabajos sobre complejidad presentar algunos de
los atributos más importantes de un sistema complejo. La razón para
ello es que no existe una definición de complejidad, y la comunidad
de complejólogos no trabaja con definiciones –de complejidad. Por
el contrario, la mejor forma de presentar en qué consiste la compleji-
dad es mediante algunas de sus propiedades, tales como emergencia,
autoorganización, no-linealidad, sinergias, caos, atractores extraños,
catástrofes, equilibrios dinámicos, bucles de retroalimentación posi-
tivos y negativos, entre muchas otras.

Pues bien, de todos los atributos que caracterizan a la complejidad,


quiero destacar en este libro uno central: los grados de libertad (cre-
cientes –o decrecientes), de un fenómeno político.

Esta idea implica un reconocimiento fundamental.

Los sistemas vivos se caracterizan por el hecho de que niegan perma-


nentemente la física. Vivir, es un acto mediante el cual la existencia

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Carlos Eduardo Maldonado

niega y se superpone constantemente a la física. Manifiestamente, a


la física clásica. Esto es lo que, recientemente, un autor como Schrö-
dinger (1942) comprende como “neguentropía”. Una palabra fea pero
que apunta en la buena dirección.

Dicho de manera directa y puntual, los sistemas vivos no son algorít-


micos; esto es, ni se comprenden ni se hacen posible en términos de
algoritmos. Los algoritmos los introduce en el mundo la física, pero
la biología se revela absolutamente contra ellos. Los algoritmos son
procedimientos, normas, leyes, restricciones, constricciones, manda-
mientos, recetas o estrategias –todas las cuales son eminentemente
negativas: “no matarás”, “no cruce la calle”, y así sucesivamente.

De suerte que la complejización de la política corre –como la corrien-


te de un río– en dirección a movimientos, actitudes, aprendizajes,
adaptaciones no-algorítmicos. En efecto, la historia de los sistemas
vivos es la historia misma de aprendizajes, adaptaciones, creativi-
dad, innovación, aprovechamiento de las oportunidades, creación de
contingencias, y demás, todos los cuales implican por definición la
capacidad para transformar continua, incesantemente el entorno. Los
sistemas vivos no se reducen al medioambiente, sino, que se adaptan
a él transformándolo radicalmente –tan radicalmente como sea ne-
cesario para que la vida se haga posible7. Dicho sin más, los sistema
vivos transforman la materia y la energía en vida y en más vida. Toda la
historia de la evolución, de la bioquímica, de la termodinámica y de la
biología de sistemas ponen suficientemente de manifiesto este hecho.

De esta manera, la complejización del mundo y la naturaleza es el


proceso mismo mediante el cual la vida –los sistemas vivos–, se tor-
nan posibles a sí mismos. Quisiera decirlo en el marco de la cultura
humana y de las ciencias sociales y humanas: los seres humanos son
fenómenos no-lineales, linealizados por obra de la cultura; más re-
ciente y puntualmente, tal es el resultado de la civilización occidental,

7 En el marco del planeta, se trata de aspectos determinantes como el balance del


oxígeno, la estructura dextrógira (o levógira) del ADN, fundamental, con base
en el carbono, y otros rasgos. Todo ello son circunstancias contingentes que
definen las oportunidades y posibilidades de vida. Pero no se trata de hechos
absolutos y necesarios, sin más.

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Política+Tiempo=Biopolítica

una civilización que se define ortogonalmente de cara al nomos. La


historia de la civilización puede ser vista como la historia de tensiones
entre mayor complejidad o mayor simplificación. Pero, como vector,
se trata de la historia de la ciencia considerada como proceso de com-
plejización de la cultura.

La linealidad o linealización coincide, plano por plano, de un extremo


al otro, con conceptos, prácticas y fenómenos como la parametrización,
los algoritmos, la normativización del mundo y de la sociedad, en fin,
la normalización de los seres humanos. Este libro es una exposición
y discusión de esta ideas, conceptos y sus tensiones.

Por consiguiente, la perspectiva de este libro difiere de la de toda la


tradición de la teoría política, la filosofía política y las ideas políticas.
Mientras que estas son, más allá de las diferencias de contenidos, de
las diferencias históricas, o de los matices geográficos, por ejemplo,
eminentemente antropológicas, antropomórficas y antropocéntricas
(“la política es una ciencia social”, tomando el concepto de “ciencia
social” en su acepción heredada, sin cuestionamientos, del siglo XIX),
el foco de la mirada de este libro es la vida, los sistemas vivos. Así, la
política se define no ya de cara a las preocupaciones y especificidades
de los seres humanos, sino, mucho mejor, de la vida en general; esto
es, de la vida conocida tanto de la vida tal-y-como-podría-ser-posible.

Este libro argumenta a favor de una complejización de la política, y


que significa exactamente una política de vida, una política para la
vida –y no ya simple y llanamente para el estado, el gobierno, el poder,
el cumplimiento de la ley, o el interés de la economía, por ejemplo.
Las razones que sostienen este tesis constituyen el objeto mismo de
las páginas que siguen a continuación. Con una precisión puntual:
para los seres humanos la primera y más inmediata expresión de
la naturaleza es su propio cuerpo. Cabe entonces decirlo de manera
rotunda: ello, con el reconocimiento explícito de que el cuerpo jamás
miente, no nos engaña jamás, mientras que la mente sí nos engaña
en numerosas ocasiones (estos engaños de la mente por parte de sí
misma ha sido el objeto de estudio de la psicología tanto como de la
filosofía o también la psiquiatría. A una mirada sensible no escapa aquí
este reconocimiento. Una política de la vida, como de la naturaleza,

19
Carlos Eduardo Maldonado

como del cuerpo. Sólo que el cuerpo es tan solo una interface entre el
mundo interior de cada quien y el resto de la sociedad y del mundo).

Existe, del lado de las ciencias sociales y humanas un error, por fa-
cilismo. Se trata de la creencia, a todas luces equivocada, según la
cual hablar de interdisciplinariedad significa, por ejemplo, hablar y
trabajar mancomunadamente entre políticos y sociólogos, filósofos
e historiadores, especialistas en geografía y en asuntos urbanos. Sin
embargo, este error no es exclusivo de este grupo de ciencias. En el
otro extremo, por ejemplo, en medicina y ciencias de la salud, existe
una creencia análoga; notablemente, que existe interdisciplinariedad
porque hay trabajo, e investigación, conjunto entre epidemiólogos,
bacteriólogos, terapeutas, ginecólogos y ortopedistas, por ejemplo.
Ulteriormente, para ser prolijos, en el otro costado, existe la creencia,
igualmente equivocada, de que hay interdisciplinariedad entre las
ciencias y las tecnologías porque hay trabajo horizontal entre físicos,
químicos, matemáticos, biólogos y expertos en sistemas computacio-
nales, por ejemplo. Nada de los anterior es, en el sentido preciso de
la palabra, interdisciplinariedad.

La verdadera interdisciplinariedad –para el caso, es aquí irrelevante


ocuparnos de las distinciones entre inter, trans y mltidisciplinarie-
dad– no es al interior de un mismo grupo o conjunto de disciplinas
o ciencias afines. Por el contrario, sucede entre grupos, familias o
conjuntos disímiles.

En otras palabras, la verdadera interdisciplinariedad es cuando po-


nemos al mismo tiempo, sobre la mesa, por así decirlo, la política y la
termodinámica, la sociología y la biología, la historia y la química, la
antropología y las matemáticas, en fin, la filosofía y las ciencias com-
putacionales, por ejemplo. O también, cuando sentamos en un mismo
grupo de trabajo e investigación a epidemiólogos con politólogos e
internacionalistas, a comunicadores y bacteriólogos, a ingenieros y a
psicólogos y lingüistas, por poner un ejemplo.

Esta observación de tipo metodológico y heurístico tiene la finalidad


de abrir la puerta de este libro. La tesis que, metodológicamente
sostiene este trabajo, es que la política es incapaz e insuficiente para

20
Política+Tiempo=Biopolítica

resolver los problemas del mundo y que por el contrario, se necesita


del concierto con otras ciencias y disciplinas.

Mejor aún, los problemas, verdaderamente complejos, del mundo


contemporáneo ponen de manifiesto las limitaciones, y en ocasiones
la inutilidad de enfoques disciplinares. Incluso al interior de una
misma familia o conjunto de ciencias y disciplinas. De esta suerte,
complejizar la política significa dos cosas: de un lado, introducirle lo
que ella de suyo no tiene: tiempo, tiempo de larga duración, el tiempo
de la vida o de la naturaleza. Los argumentos precisos se indican en
su momento. Y de otra parte, al mismo tiempo, introducirle interdis-
ciplinariedad; sólo que no única ni principalmente con las ciencias
sociales y humanas. Además, y principalmente, con otras dimensiones;
de manera puntual, la biología, la ecología, las ciencias de la salud,
las ciencias de la vida, la geología.

***

La vida es el tejido de innumerables contingencias, y cada quien


vive su vida, en ocasiones, con creencias de necesidad, pero con la
facticidad de contingencias que aparecen fugazmente, otras que
viven más tiempo, las que captamos y las que se nos escapan de las
manos, continuamente. No habría terminado este libro si no hubiera
recibido la invitación a escribirlo. Sin embargo, por así decirlo, este
libro es una exaptación. Nace a raíz de una invitación en un lugar y
momento, pero es aprovechado en otro instante y tiempo diferentes.
Todo parece indicar, en efecto, que la evolución, como sostenía F.
Jacob, opera no a la manera de la ingeniería, sino como bricolaje. El
resto, es aprovechar las oportunidades y superar los impedimentos
que el mundo nos impone. Este libro nace como los hijos, según los
ginecólogos: no cuando uno los espera, sino cuando ellos mismo lo
quieren, lo deciden. Este libro, no yo, ha decidido nacer aquí y ahora.
Agradezco a mis amigos de Desde Abajo, por esta oportunidad.

Dedico, sin embargo, este libro a mis tres vidas, como siempre: Lala,
Totis y Mona.

21
1. La crítica de la política normal

Gracias a Th. Kuhn hemos aprendido (a recordar) que existen dos clases
de ciencia –o de pensamiento. De un lado, como paradigma vigente, se
trata de la ciencia normal. Y de otra parte, está la ciencia revolucionaria.

Por nuestra parte, podemos decir que la ciencia normal es aquella que
elabora diagnósticos y hace predicciones retrospectivas, se erige como
apología directa o indirecta del estatus quo, haciéndose acreedora de
la historia oficial; esto es, la historia monumental, soportada sobre un
mito fundacional y que crea y recrea regularmente dicho mito, para lo
cual recurre a ritos, signos y símbolos precisos. La ciencia normal, en
síntesis, normaliza a la gente; es decir, la convierte en gente funcional,
idiotas útiles, repetidores sin más. Pues bien, existen muchas formas
de ciencia y de pensamiento normal –normalizantes. Aquí nos concen-
traremos en la política normal.

Existe la ciencia política normal –tomando ciencia en un sentido


preciso, a saber: la ciencia política cuyo modelo es la ciencia políti-
ca norteamericana. Se trata, notablemente, del tipo de ciencia que
trabaja en torno al Estado, que cree y afirma un institucionalismo
político –análogamente a como existe también el institucionalismo
económico, y el sociológico, por ejemplo (para no hablar de los
neoinstitucionalismos), que sienta los fundamentos científicos de
la política en la estadística y el estudio de vectores y matrices, en
fin, la política que distingue también entre temas y problemas de
gobierno y gobernanza, y que hace de las relaciones internacionales
su más preciada extensión. De suyo, es una ciencia observacional,
sin posibilidad de experimentos, y que nace a finales del siglo XIX.
La ciencia política cree en el método científico, y por consiguiente, se
despliega al respecto sobre el modelo físico o fisicalista de la ciencia.
Ph. Ball ha elaborado una excelente síntesis e historia de esta clase
lo que propiamente significa esta clase de ciencia (Ball, 2006).

No quisiera entrar aquí en una apología indirecta de la política normal;


por ejemplo, notablemente, de la ciencia política en el modo como

23
Carlos Eduardo Maldonado

se la entiende por parte de la American Political Science Association


(http://www.apsanet.org). Basta con referirnos a dos estupendos tra-
bajos, elaborados por autores mexicanos para hacer una crítica sólida
y bien argumentada de la política normal. En primer lugar, La muerte
de la ciencia política, de C. Cansino (2008), y luego también, más
recientemente (2013), La pequeña ciencia. Una crítica de la ciencia
política norteamericana, de J. L. Orozco. Dos trabajos que combinan
perfectamente la investigación, la reflexión crítica y la independencia
de criterios.

La ciencia política o acaso también las ideas políticas normales se


caracterizan por un definitivo sesgo antropológico, antropocéntrico
y antropomórfico. Así, la política es un asunto clara y distintivamen-
te humano. Los fundamentos de esta idea se remontan a Platón y a
Aristóteles, se sabe reconocedora del empirismo moderno, y desem-
boca en nuestros días en una variedad de temas, áreas y problemas
bien específicos: administración pública, gobierno y gobernabilidad,
centralismo y de-centralismo, marketing político, régimen político,
sistema de partidos, democracia, y varios más bien conocidos.

Digámoslo de forma clara y directa: la política es un asunto bastante


más antiguo que la humanidad. Es, por lo menos, lo que enseña,
de un lado, la etología (de Waals, 1993), y de otra parte, en un pla-
no perfectamente distinto, es lo que aprendemos del estudio de la
mirmecología (Holldobler y Wilson, 1996). Los temas y problemas
relativos a la política no son, en modo alguno, exclusivos de los seres
humanos. Esta idea puede extender e ilustrarse con otras especies sin
dificultad. Para una visión contraria, reactiva a este enfoque, véase
(Fernández-Armesto, 2005). De hecho, Fernández-Armesto puede
ser considerado como la antípoda o la contraparte de todas las tesis
y argumentos planteados y defendidos en este libro.

Existe un equívoco serio con respecto al discurso, el lenguaje, y los


métodos de la política. Se trata de la idea, errónea, según la cual,
la política al mismo tiempo permite y demanda “interdisciplinarie-
dad”, y entonces se hace referencia a la ciencias y disciplinas como
la filosofía, la sociología, la historia, el derecho, la geografía o la
economía, notablemente, entre otras (dicho entre paréntesis, es,

24
Política+Tiempo=Biopolítica

mutatis mutandi, la misma equivocación existente en medicina y


ciencias de la salud).

La verdadera interdisciplinariedad no sucede al interior de una misma


familia; así, por ejemplo, dentro de las ciencias sociales, o humanas:
Como tampoco, a título ilustrativo, entre las ciencias de la salud. Por
el contrario, puede hablarse con propiedad de interdisciplinariedad
cuando existen cruces de familias de ciencias; así, por ejemplo, cuando
un ingeniero trabaja con un filósofo, un biólogo y un medico; o bien
cuando un economista trabaja con un químico, un ingeniero y un
astrónomo, por mencionar ejemplos precisos, aunque extremos. De
suyo, la ciencia política normal es disciplinaria, y poco y nada sabe
de interdisciplinariedad en sentido preciso.

Los trabajos en complejidad y política incorporan métodos, lenguajes y


enfoques que la política normal desconoce. Así, por ejemplo, modela-
miento y simulación, redes complejas y leyes de potencia, criticalidad
autoorganizada, e inteligencia de enjambre, por mencionar tan sólo
algunas herramientas, disciplinas y métodos. De manera puntual,
mientras que la ciencia política normal pivota, abierta o tácitamente,
en torno a las nociones de poder, control y equilibrio –tres maneras
en realidad de referirse a un solo y mismo fenómeno–, la política
comprendida en modo complejidad sabe y se concentra en torno a
fenómenos y comportamientos tales como inestabilidades, turbulen-
cia, fluctuaciones, crisis y no-linealidad, entre otros atributos de los
sistemas de complejidad creciente.

Vivimos una época de una profunda crisis estructural; una crisis sisté-
mica y sistemática. Y sin embargo, la idea misma de crisis no es nueva.
Puede ser rastreada, con distintas lecturas, acentos y enfoques, por lo
menos, en tiempos recientes, desde finales del siglo XIX. Musil escribe
El hombre sin atributos, en donde realiza un estudio profundo acerca
del crisis del cambio de siglo, con énfasis en Viena, pero con horizonte
europeo. A su manera, Freud escribe El malestar de la cultura, respon-
diendo a la atmósfera de los tiempos. Husserl termina prácticamente su
vida y su obra escribiendo La crisis de las ciencias europeas y la filosofía
fenomenológica, en la que sitúa el origen de la crisis en el pensamiento
aristotélico. Nietzsche ya había hecho lo suyo, de forma magistral y única

25
Carlos Eduardo Maldonado

en diversos textos, desde el Anticristo, hasta Así hablaba Zaratustra,


para no mencionar esa obra fundamental para todos los tiempos y lu-
gares que es la Voluntad de poder. Heidegger acusa el olvido del ser y
escribe ese texto cimero que es El ser y el tiempo, que habrá de marcar
muchos de sus otros estudios dedicados a la crisis consistente en el olvi-
do del ser y la cosificación del mundo y la existencia. Ulteriormente, en
el reconocimiento del ser-para-la-muerte. Unos años antes, en una obra
singular, Spengler escribe La decadencia de Occidente, una obra que
marcó a toda una época, hasta nuestros días, en lo que genéricamente
designa como el combate entre lo apolíneo y lo dionisíaco. Occidente
está en decadencia. Unos años más tarde, mostrando el origen de la
crisis del pensamiento Occidental en ese fenómeno que fue la crisis de
Alemania que condujo al nacionalsocialismo, Lukacs escribe una obra
sin igual: El asalto a la razón, en la que rastrea los orígenes que con-
ducen al pensamiento nazi desde el idealismo alemán hasta los años
de la República de Weimar.

Para no mencionar ese clásico del pensamiento utópico que es el mar-


xismo, señalando leyes de la historia, leyes de la economía, y haciendo
de la historia una ciencia que apunta al final de la lucha de clases y el
advenimiento del comunismo. Desde la Ideología Alemana, pasando
por el Manifiesto del partido comunista, hasta El Capital.

Antes, durante y después puede hacerse un estudio pormenorizado


acerca de la crisis europea, la crisis del capitalismo, la crisis de la mo-
dernidad, la crisis de la humanidad occidental –según se prefiera–.
Recientemente, economistas connotados como Stiglitz han hablado
de Caída libre. Estados Unidos, el mercado libre y el hundimiento
de la economía mundial, para, tomando una imagen de la mecánica
clásica, señalar que la caída libre no la detiene nada ni nadie. En el
plano de la historia se han escrito numerosos libros mostrando desde
la decadencia como imperio de los Estados Unidos, hasta la crisis del
mundo en el siglo XX, el llamado siglo corto.

De forma sintomática y radical, ya no solamente hemos aprendido


el origen, auge y decadencia de los imperios, por ejemplo (Gibbon),
sino, peor aún, hemos hecho el aprendizaje de que hay pueblos, so-
ciedades y culturas enteras que colapsan (Diamond, 2006). La idea

26
Política+Tiempo=Biopolítica

de colapso, aplicada a la economía, la historia y la sociología tiene


un origen médico, a saber: el colapso sistémico de un paciente, y es
cuando muchos órganos o funciones entran en crisis, deja de haber
coordinación en el organismo, y todo se sale de control, conduciendo,
irremisiblemente, a la muerte. Ninguna especialidad médica puede
atender una situación antes o mejor que otra especialidad, y física-
mente no se puede hacer nada por el paciente.

Los estudios, los énfasis, los enfoques se multiplican y diversifican a


diversas disciplinas y con enfoques cruzados, transdisciplinarios. La
crisis no es un fenómeno nuevo, de una sola voz, o de una única luz.

Recientemente, numerosos informes hablan ya, con letras en mayús-


cula incluso, de la emergencia de la Tercera Guerra Mundial. Más de
setenta países –una tercera parte del mundo– están comprometidos
–directa o indirectamente– en conflictos regionales y de envergadura
mundial con diversos frentes (Siria, Irak, Yemen, Libia)8. El desaso-
siego impera por todas partes, la desazón y la desesperanza son el
pan de cada día. Así por ejemplo, en Europa, la más rica de todas las
civilizaciones que jamás halla habido en el planeta, se vive una crisis
humanitaria que ya desborda con mucho a la crisis humanitaria de
la Segunda Guerra Mundial. Y la razón por la que la Unión Europea
es incapaz de resolver la crisis es porque ella misma se encuentra en
una crisis demográfica, financiera, social y cultural sin precedentes.
Porque la Unión Europea no puede consigo misma, tampoco puede
con los inmigrantes y refugiados, por ejemplo.

Las desigualdades en el mundo se agudizan cada vez más, la corrup-


ción parece imparable, la impunidad reina en casi todas partes y la
violencia de los sistemas policiales y de seguridad no conoce límites en
prácticamente ningún país. Los ciudadanos han perdido la confianza
en sus instituciones, y el mundo, como un todo, parece no ir a ninguna
parte. Hay incluso quienes hablan del final de la historia.

Si en el plano de las noticias sobre el mundo el pesimismo ronda en


los temas económicos y financieros, en los asuntos militares, en cues-

8 Cfr. http://www.hispantv.com/noticias/opinion/327568/guerra-mundial-frentes-
siria-irak-eeuu-daesh-otan-rusia

27
Carlos Eduardo Maldonado

tiones de medioambiente, en aspectos políticos (como la corrupción


galopante), en el terreno jurídico con la impunidad hacia los grandes
ladrones de cuello blanco, o en informaciones policivas acerca de la
connivencia de ésta con el mundo del delito, por ejemplo, la verdad
en materia de ciencia es completamente diferente.

Existe mucha y muy buena investigación alrededor del mundo y los


avances son, o bien puntuales y minimalistas, o bien impresionantes
y de grandes saltos en numerosos campos. En medicina y ciencias
de la salud los progresos son vertiginosos en cuestiones de una sola
generación. Hay numerosas enfermedades ahora acorraladas y otras
derrotadas, permitiendo a los pacientes ganar enormemente en es-
peranzas y expectativas de vida.

En temas relacionados con bioquímica y nanotecnología, los avances


son consistentes permitiéndonos una mejor comprensión de todo el
universo bacterial y viral arrojando nuevas luces sobre sus estructuras
y procesos.

En matemáticas, un área acaso espesa, existen avances teóricos y


también experimentales que tienen y tendrán enormes repercusiones
positivas en el dominio práctico en un futuro previsible a mediano y
largo plazo, y hemos ampliado las fronteras de comprensión y cono-
cimiento acerca de las dimensiones de la realidad.

En el campo de la física, uno de los más consentidos de las ciencias,


existen avances que nos acercan, como nunca antes había sucedido,
al conocimiento del cerebro, a la estructura de la materia, en fin al
origen de este universo.

Con el reconocimiento explícito de que cada avance se enlaza a muchos


otros campos en otras ciencias y disciplinas con implicaciones que
en ocasiones aún no comprendemos muy bien pero que se antojan
prometedoras y manifiestamente no de tono desalentador.

Existen equipos de investigadores y científicos, y presupuestos de in-


vestigación como nunca antes los había en la historia de la humanidad,
y todo, ciertamente, en medio de penurias o de dificultades financieras.

28
Política+Tiempo=Biopolítica

Las redes de cooperación y de aprendizaje se fortalecen, y equipos de


naciones distintas y ajenas aprenden los progresos que suceden en
otras geografías gracias a la celebración de conferencias, congresos
y seminarios, o bien a las redes virtuales –en internet–, todas muy
activas, asimismo a la proliferación de las bases de datos.

Aunque no sea un fenómeno necesariamente de masas, nuevas ge-


neraciones de niños y jóvenes se van adentrando en la apropiación
de nuevos lenguajes, de nuevas interpretaciones, de nuevas herra-
mientas y técnicas de trabajo. Internet ha permitido que numerosos
textos estén al alcance de quienes buscan, leen y trabajan. Textos que
son en muchas ocasiones imposibles de conseguir en sus versiones
analógicas.

En materia de tecnología se producen avances sólidos y vertiginosos


que hacen la vida cada vez más cómoda, que apuntan hacia revolucio-
nes conceptuales, en fin, que contienen aristas de nuevas realidades
anteriormente inimaginables.

Las revistas se multiplican en todas las direcciones, y cada vez más


libros están disponibles en versiones digitales ampliando de forma
magnífica numerosas bibliotecas, muchas de las cuales caben en
USBs o en discos duros, y no son pocos quienes se van haciendo así a
bibliotecas que en términos físicos costarían una fortuna.

La verdad es que la humanidad en general está ganando en la adqui-


sición de más y mejor información, de más y mejor educación, de
más y mejor ciencia. Las épocas de poca luz en el conocimiento van
quedando atrás, y vamos ganando en luces, en matices, en gradientes,
en luminosidades plurales. La vida se va haciendo mejor y más rica.

La dificultad es que estos y otros avances en ciencia, en el sentido


más amplio y generoso de la palabra, no ocupan los primeros planos
y titulares en la gran prensa de todos los días. Los avances en ciencia
y conocimiento suceden, si se quiere, de forma subterránea o velada.
En la superficie prima el pesimismo y el desasosiego, pero en las aguas
más profundas hay mucha vitalidad.

29
Carlos Eduardo Maldonado

Toda la tarea, por así decirlo, es de divulgación de los avances en cien-


cia y tecnología, y de apropiación social de lo mejor del conocimiento.
Un asunto que ciertamente no es lineal ni mecánico.

A la base de la sociedad la dominan con incertidumbres y miedos.


Miedos e incertidumbres, acaso, estratégicamente producidos y gestio-
nados. Sin teorías de la conspiración. Al fin y al cabo la incertidumbre
y el miedo generan en numerosas ocasiones pasividad e inmovilismo.

Una mirada cuidadosa a los avances de las ciencias y disciplinas pone


en evidencia mucha vitalidad, lo cual es señal indudable de optimismo.
Es como si la consigna de David Hilbert –un prestigioso matemático
del siglo XIX-XX– renaciera de las cenizas: “Debemos conocer, vamos
a conocer” (wir müssen wissen, wir werden wissen), una consigna
enunciada en 1930 y que, al cabo, describe su epitafio.

La verdad es que la comunidad científica es cada vez más interdisci-


plinaria, lo cual significa, dispuesta a ver y aprender lo que sucede en
otras casas del vecindario. Ello sin que la interdisciplinariedad pueda
decirse que es una actitud ampliamente triunfante y dominante en la
educación y las disciplinas –a la fecha, aún.

Frente a los valles de pesimismo y descontrol, las colinas y montañas


del conocimiento contienen mucho optimismo, mucho aprendizaje,
mucho diálogo, y mucha buena investigación. Basta con un paseo por
las numerosas revistas, por los foros, presenciales y virtuales, por las
bases de datos cada vez más amplias y accesibles.

Contra todas las apariencias, vivimos tiempos de mucha vitalidad


en el conocimiento. Y encontramos entonces un motivo adicional de
esperanza. Sólo que hay que escalar, por así decirlo, esas montañas. Y
traer a los valles y a las orillas lo que allí sucede y se produce, a fin de
llenar de mayores contenidos la calidad y la dignidad de la existencia
de cientos, miles, millones de seres humanos.

El optimismo existe, pero hay que trabajarlo.

***

30
Política+Tiempo=Biopolítica

Asistimos, manifiestamente a una crisis estructural –por lo menos,


como queda dicho, en la epidermis–, y que, para decirlo rápidamen-
te, puede ser llamada como una crisis política. Lo cierto es que el
carácter sistémico y sistemático de la crisis significa que no es posi-
ble atender a un plano o una expresión de la crisis, sin encontrar o
cruzar crisis en otros contextos y niveles. Así, la crisis de confianza
implica una crisis de valores, ésta una crisis religiosa y espiritual, la
cual no está desligada de una crisis institucional y descrédito de ins-
tituciones como el ejército, la policía, el parlamento, la presidencia,
la economía o la iglesia, por ejemplo. La crisis económica es también
una crisis financiera, y esta no es ajena a los temas y asuntos rela-
tivos a la geopolítica y al manejo de los recursos naturales; la crisis
de identidades –personales, sexuales, imaginarias, y otras– no es
ajena a la crisis en el pensamiento, la crisis de la ciencia considerada
normal, en fin, la crisis de la corriente dominante de pensamiento
(mainstream science).

A nivel cotidiano, el maltrato infantil, el matoneo, el abuso sexual, el


feminicidio y la violencia intrafamiliar parecieran fenómenos gene-
ralizados. El estrés en el colegio, el trabajo y la universidad, el acoso
laboral, el desespero y la depresión son problemas reales e inoculta-
bles. La insatisfacción con el propio cuerpo, la bulimia, la anorexia, el
sobrepeso o la obesidad son males cada vez menos personales y sí más
sociales y públicos. Una crisis existencial, más aguda o más pasiva, y
acaso no precisamente filosófica como la náusea sartreana permea la
atmósfera de las ciudades, grandes o pequeñas.

En cualquier caso, los nexos y las aristas son múltiples, se diversifican,


se bifurcan y se implican de mil maneras con otras tantas ramifica-
ciones. Es exactamente esto lo que significa una crisis sistémica y
sistemática.

Como resultado de esta realidad, paradójicamente, aumentan los


suicidios –activos y pasivos–, la inseguridad ciudadana no mejora,
y cada quien termina refugiándose en su propio espacio esperando a
que pase lo peor, si pasa, y a que llegue lo mejor, si llega. La desespe-
ranza reina por todas partes, y por primera vez en la humanidad, el
futuro se descuenta: la gente trata de vivir el presente, lo mejor que

31
Carlos Eduardo Maldonado

puede, y ya mañana se verá. Los jóvenes no quieren tener hijos, el


mundo no merece la pena ser transmitido a las generaciones futuras.

En condiciones de crisis profundas, la política, que se ocupa de cómo


es posible la convivencia, es poco menos que posible. El convivio es
difícil y en ocasiones imposible con los demás; y para muchos indi-
viduos, incluso es casi imposible vivir consigo mismos. El resultado
existencial de las crisis de este tipo, sistémicas y sistemáticas, es que
muchos individuos y grupos humanos aprenden la desesperanza. En
consecuencia, aprenden los golpes y los dolores, antes que los éxitos
y las buenas oportunidades; aprenden los fracasos y las penas, por
encima del esfuerzo y los intentos por tener una vida buena.

Las crisis llenan de pesimismo la atmósfera que respiran los seres


humanos, y con ello, naturalmente, la menor de las preocupaciones
es la política. Cada quien se refugia en su terruño, hace lo que puede,
aguanta, resiste lo que le es posible. La mayoría sucumbe, de una
forma o de otra, y hay siempre razones muy reales para que ello sea
efectivo: las crisis económicas, los vacíos afectivos, el desempleo y la
pobreza, notablemente. La vida se vive y se lee en términos simples.
Con expresiones del tipo: “todo siempre ha sido lo mismo”, “las cosas
nunca cambian”, “hay que aprovechar el momento porque las cosas
no duran” y otras próximas y semejantes.

Ahora bien, es evidente que los fenómenos que se escoge ver de-
terminan los juicios mismos sobre el mundo. Así, es indudable que
una mirada escéptica –negacionista de las crisis en curso– podría
argumentar que ver crisis no es inevitable y que bien se pueden ver
otras expresiones del mundo, la naturaleza y la vida. Coincido con
una crítica semejante, y sin embargo, hay que señalar que las crisis
son el resultado de malas políticas. Malas políticas económicas o de
seguridad, educativas o internacionales, en fin, sociales o de salud.
La mala política se traduce como, y consiste en, el sufrimiento de
la gente.

Digámoslo de manera puntual: la mala política consiste en políticas


de vivienda deficientes, costosas, de mal gusto e inequitativas; o en
políticas de salud distribuidas, por ejemplo, en amplia cobertura so-

32
Política+Tiempo=Biopolítica

cial pero muy baja calidad, o salud para los ricos, pero a costos muy
elevados; o en políticas educativas pobres, sin apoyo a los profeso-
res, que favorece la privatización de la educación en desmedro de la
educación pública en todos los niveles; o en políticas energéticas que
se vuelcan aún hacia energías contaminantes, dándole la espalda a
tecnologías limpias y energías amables con la naturaleza; o en políticas
de ciencia y tecnología cuyo énfasis principal es la transferencia de
conocimientos y de tecnologías, desfavoreciendo sistemáticamente
el desarrollo de nuevo conocimiento y de saberes tradicionales; y
así sucesivamente; o en políticas salariales que no favorecen a los
trabajadores, sino que están entregadas, literalmente para beneficiar
al capital privado, impidiendo o anatematizando el derecho a la libre
asociación, la existencia de sindicatos, y otras prácticas democráticas;
o políticas de industrialización perfectamente entregadas a las grandes
corporaciones y transnacionales, dándole la espalda a la industria
nacional; entre otros ejemplos y casos.

La mala política se traduce en el sufrimiento de la gente; y un gobierno


que hace sufrir a las gentes no merece ningún respeto ni tiene derecho
a permanecer.

Pues bien, no puede haber peor sufrimiento que sentir que la existencia
es un fardo y que no tenemos futuro. El suicida es aquel (o aquella) que
en el momento más crítico de su vida estaba convencido que no había
salida alguna. Pero si se le conceden días, semanas, acaso incluso ho-
ras, el suicida logra ver esperanzas y salidas a su existencia. Pues eso:
una política constructora de esperanzas, luces, salidas y horizontes no
es otra cosa que la afirmación de un régimen y un sistema valederos,
democráticos y justos. Una política que afirme la vida, sus horizontes,
esperanzas y expectativas es una buena política: una política de vida.

La peor de las formas de violencia no es otra cosa que la claudicación


en la vida por parte de las gentes. Normalmente, esto es, en princi-
pio, nadie hace nada que no crea que tiene sentido. Si alguien hace
algo que carece de sentido, esta persona se enloquece, se enferma y
termina por morir. Acaso las más nimias e insignificantes tareas y
actividades humanas pueden cobrar un sentido. Esto es, instaurar
horizontes de vida, así sean pequeños y únicamente promisorios.

33
Carlos Eduardo Maldonado

Porque son alicientes de sentido y de significación que pueden abrir


puertas de futuro.

Pero si en su vida cotidiana, independientemente de si se trata del


trabajo o el estudio, de la situación en la familia o en el barrio, de si se
trata de nexos de amistad, de amor o de solidaridad y buen convivio,
por ejemplo, no se ve sentido a lo que se hace, todo ello implica una
atmósfera, una experiencia, una situación de profundo desasosiego,
pesimismo y pérdida de ganas de vivir –crisis. Lo cual es indicativo
de malas políticas en general. Allí se incuba el miedo y el sinsentido,
la angustia y la muerte.

Este libro aboga contra toda clase de políticas de muerte. Llamemos a


las cosas por su nombre. Las políticas de muerte son políticas del ca-
pitalismo (Sassen, 1998; Klein, 2009). Pues bien, el sistema capitalista
no mata a la gente; la política del sistema de libre mercado se ha vuelto
más “humanista”; simplemente la deja morir; y hay numerosas maneras
para ello, y acaso muchas de ellas pasan por ese eje denominado “políti-
cas de salud”, y cuyos espacios no comienzan ni terminan tampoco por
la clínica o el hospital. En esto consiste exactamente la necropolítica.
Dicho en términos francos y directos: la política normal es política del
sistema capitalista, y el capitalismo consiste en la desafección de los
seres humanos entre sí, en la desafección con la propia existencia, en
fin, en la desafección con el tiempo. Esta desafección es una de las llaves
de la muerte, en cualquiera de sus formas.

En contraste, una buena política es aquella que se expresa, en todos


los niveles de la vida y de la sociedad en el gusto de vivir, en el disfrute
de la vida, en la joie de vivre. Y en esto consiste esencialmente el saber
vivir, el vivir bien: en una experiencia de satisfacción de la existencia
consigo misma; como si al final del día se tuviera la conciencia y la
sensación de haber realizado bien las cosas.

La alegría de vivir no consiste en cosas materiales aunque puede


pasar por ellas; manifiestamente no se funda en el hiperconsumo y
en los excesos. Ejemplos de excesos e hiperconsumo existen, mu-
tatis mutandi, en todos los momentos decadentes de las culturas y
sociedades. La alegría de vivir no es distinta al amor a la naturaleza,

34
Política+Tiempo=Biopolítica

y ese amor es singular y único, diferente al amor adolescente, tanto


como, en el otro extremo, al amor otoñal, acaso las dos formas más
extremas del amor humano.

La alegría de vivir se expresa por ejemplo en la paz con la que se


acoge la noche, sin la angustia del día siguiente, o sin la zozobra del
instante siguiente, por ejemplo. La alegría de vivir pasa por el placer
de compartir las cosas que se tienen, el hogar, el tiempo propio con
los mas próximos y queridos, aunque también con algún extranjero
o forastero ocasional o permanente. La alegría de vivir es como esa
sabiduría que tienen las gentes, simples o más refinadas, consistente
en un acto de confianza en el mañana, tanto como en el presente
mismo.

Una política de vida es una política de la esperanza, el optimismo y


la alegría.

1.1. Trabajos en torno a las relaciones


entre política y complejidad

La crítica de la política normal tiene lugar, al mismo tiempo, por


lo menos en el marco de este trabajo, como un acercamiento, en
algunos casos tentativo, y en otros algo más sistemático, entre las
ciencias de la complejidad y la política. De manera general, hay
que decir que las ciencias de la complejidad nacen del lado de las
ciencias más prestigiosas existentes en su momento, la física, la
química, las matemáticas, la biología y las ciencias computaciona-
les. El nacimiento de las ciencias de la complejidad puede situarse,
convencionalmente, en 1984 cuando nace justamente el concepto:
“ciencias de la complejidad”, a raíz de la creación del Instituto Santa
Fe (SFI) en Nuevo México, E.U.

Sin embargo, muy rápidamente, el interés de los teóricos, científicos


e investigadores se vuelca hacia las ciencias sociales, latu sensu. Esta
historia ha sido narrada en (Maldonado, 2016). Los primeros trabajos
en torno a las relaciones entre complejidad y algunas de las ciencias
sociales tiene aproximadamente la siguiente historia:

35
Carlos Eduardo Maldonado

• El primer libro sobre complejidad y sociología lo publica B. Castella-


ni en el 2009: Sociology and Complexity Science (Springer Velag)
• El primer libro sobre complejidad antropología es de S. Helmreich,
publicado en 1998: Silicon Second Nature. Culturing Artificial
Life in a Digital Life
• El primer libro sobre complejidad y estética, editado conjuntamen-
te por J. Casti y A. Karlquist, lleva el título de Art and Complexity,
editado en el 2003
• El primer libro sobre complejidad y estudios culturales es de M. C.
Taylor, The momento of complexity. Emerging network culture,
publicado en el 20019.

En cualquier caso, los primeros trabajos sobre política y complejidad


en el mundo pivotan alrededor del prestigioso grupo BACH, de la
Universidad de Michigan: A. Burks, R. Axelrod, M. Cohen, y J. Ho-
lland. Con el tiempo, el grupo iría a incluir también a D. Hofstaedter,
R. Tanase, M. Savageau y M. Mitchell. Este grupo se formaliza en
1999 con la creación del Center for the Study of Complex Systems de
la Universidad de Michigan, y puede decirse que permanecerá en el
tiempo como uno de los referentes indispensables en las relaciones y
en los trabajos sobre política y complejidad.

Por lo demás, véase Anexo Nº 1.

De esta suerte, si cabe, el primer libro sobre complejidad y política


permanece hasta la fecha como un clásico, y a él nos remitiremos en
varias ocasiones en este libro. Se trata de The Complexity of Coope-
ration, de R. Axelrod (1997).

Hay que decirlo de manera expresa. Cabe distinguir tres grandes ten-
dencias, cuando se piensa y se trabaja en torno a las relaciones entre
política y complejidad. Estas son:

1. En primer término, existe una enorme bibliografía que confunde


a las ciencias de la complejidad con el pensamiento sistémico
o la ciencia de sistemas (systems science). De la misma forma,

9 Esta lista no quiere ser exhaustiva. Al respecto, mejor véase (Maldonado y


Gómez-Cruz, 211; Byrne and Callaghan, 2014; Maldonado, 2016).

36
Política+Tiempo=Biopolítica

aunque cuantitativamente menor, existe la confusión entre com-


plejidad y cibernética. Este error es muy común en la bibliografía,
y en varias ocasiones nos hemos dedicado a él. Se trata de lo
que podemos denominar genéricamente como a la elaboración
de criterios de demarcación al interior de la gran “familia” de
complejidad –una familia que abarca, indistintamente aquí,
al pensamiento complejo, a las ciencias de la complejidad, al
pensamiento sistémico, a la cibernética, en fin, incluso algunas
vertientes de la inter y transdisciplinariedad, tanto como de
los estudios críticos. À la lettre, hay que decir que en cada caso
se trata de cosas diferentes. Acaso sí próximas entre sí, pero
distintas. No es éste el lugar para entrar o profundizar en las
especificaciones.
2. En segundo término, buscando en las bases de datos, existe una
relativamente amplia bibliografía bajo las rúbricas: “política y
complejidad”, o en variaciones de la misma. Pues bien, en esos
casos, como por lo demás en la inmensa mayoría de la bibliografía
genérica sobre “complejidad”, el término aparece usado como un
adjetivo o un adverbio; en este sentido, como análogo o sinónimo
a “difícil”, “complicado”, “enrevesado”, y otros semejantes. Pues
bien, es necesario una depuración de la bibliografía al respecto.
Quienes entienden a la complejidad en el sentido de difícil o
complicado tienen una lectura muy superficial de las ciencias de
la complejidad. Más vale, por tanto, dejar esas referencias, abun-
dantes en libros y artículos, de lado.
3. Sobre la base de las dos observaciones anteriores, hay que decir
que la tercera tendencia se ajusta propiamente a los trabajos
sobre complejidad y política. En ese sentido, la mayoría de tra-
bajos, usualmente en la forma de artículos, se dedican a estudios
puntuales, por ejemplo, a las relaciones entre complejidad y ad-
ministración pública, o bien complejidad y el fenómeno Siria, o
la antigua Unión Soviética.

1.2. Complejizar la política

Pues bien, es exactamente en el marco, más o menos exacto o apro-


ximado de lo que precede, que la tesis de este libro consiste en que

37
Carlos Eduardo Maldonado

es preciso complejizar la política. Todas las páginas que siguen se


dedican a tratar de entender y de explicar esta idea.

Complejizar la política consiste, por ejemplo, en derrotar el fatalismo


y el determinismo, y por consiguiente el pesimismo que llena el aire
que se respira. El determinismo es la idea, equivalente a la de destino
entre los griegos, que afirma que el futuro está ya determinado por el
pasado y por la línea de tiempo que del pasado conduce al presente.
La forma que cobra el determinismo políticamente hablando conduce
a una concepción accidental de los individuos puesto que se enfoca
en los grandes agentes del mundo: los estados, los ejércitos, las eco-
nomías, y demás. Por este lado, se le abren las puertas de par en par
al institucionalismo y al neoinstitucionalismo –de todo tipo: político,
sociológico, económico–. El determinismo cree tácitamente o afirma
explícitamente que los grandes fenómenos acontecen debido a grandes
causas. Un error enorme si se lo ve con los ojos de las ciencias de la
complejidad; por ejemplo, a la luz de la ciencia de caos, gracias a la
cual podemos aprender –y descubrir– que causas pequeñas e insig-
nificantes pueden tener efectos colosales e imprevisibles.

Consecuentemente, el reduccionismo en política se expresa de varias


maneras. Así, por ejemplo, la creencia de que el actor principal es el
Estado y las fuerzas y organismos estatales. O bien, que la garantía
de validez y legitimidad es el bloque constitucional, en un país, en
un momento determinado. O bien, igualmente, que las acciones de
los seres humanas están ulteriormente determinadas por un o unos
pocos factores, que son determinantes para la acción y la organización
social. A lo largo de este libro veremos varias expresiones tanto del
determinismo como del reduccionismo.

Justamente, en contraste con el determinismo y el reduccionismo,


la idea de ganar en grados de libertad resulta altamente sensible, y
políticamente muy sugestiva. Digámoslo de manera fuerte, aunque con
el lenguaje de la revolución francesa. Si hay algo a lo que el Estado le
teme, a lo que le temen las Iglesias, y las Corporaciones y la Empresa
(así: con mayúscula) es a la libertad; por ejemplo, a la formación de
criterio propio, a la autonomía y la independencia de decisiones y
acciones. Cada vez más impera una moral mafiosa; esto es, lo impor-

38
Política+Tiempo=Biopolítica

tante es la lealtad y la fidelidad, sin importar las consecuencias. La


afiliación, el sentido de pertenencia, la interiorización de principios,
valores, criterios, misión, visión y objetivos además de táctica y estra-
tegia. Obediencia y acatamiento, son lo determinante. Todo lo demás,
es literalmente, todo lo de menos.

El mundo actual –el Estado, el Ejército, la Policía, la Iglesia, el Parti-


do, la Empresa, la Compañía, y demás– le tiene pánico a la libertad.
Por ello prefieren destacar mejor la igualdad y la fraternidad. Pero
la libertad es el auténtico anatema del mundo actual. Para ello existe
toda una ingeniería social, vehiculada con sus psicólogos, gestores
y policías de distinto tipo, para evitar la libertad, la autonomía, la
independencia.

Numerosas empresas llevan a cabo, periódica y sistemáticamente


actividades designadas de diversa manera para adoctrinar, vigilar,
estudiar y aprobar a los individuos que forman parte de las mismas;
con nombres diferentes como: “actualización”, “retiros (espirituales)”,
“inmersión” “evaluación”, “planeación” y muchos otros. La idea con
esta clase de actividades es, como se afirma cada vez en numerosos
lugares y ocasiones: “alinear” las actividades, los propósitos, las acti-
vidades. El “alineamiento” implica estandarización, parametrización,
normalización. En una palabra: política normal –y normalizadora.

El analogon al miedo a la libertad es el pánico al cambio, a las trans-


formaciones, a la innovación. A pesar de que el Sistema, se llena la
boca hablando de innovación. Dicho en una palabra, el Sistema le
tiene pánico a los outliers (no a los outsiders, lo cual es otra cosa
perfectamente distinta). En español, un outlier es justamente alguien
con criterio propio, capacidad de discernimiento, independencia de
carácter, alguien libre, en fin.

Nada más contrario al espíritu de la complejidad –que se ocupa de


fenómenos, sistemas, comportamientos no-lineales.

Pues bien, es justamente en contraste con la política normal y nor-


malizadora que sostenemos aquí la idea acerca de la necesidad de
complejizar la política. Lo fundamental no son las organizaciones –de

39
Carlos Eduardo Maldonado

cualquier tipo, su perdurabilidad, su extensión en el tiempo–. Esas


son instituciones enfermizas. Por el contrario, lo verdaderamente de-
terminante es que las organizaciones sirvan como medios para que los
individuos se puedan desarrollar, de tantas maneras como sea posible,
e incluso por fuera y en contra de ellas. No es la Iglesia, el Estado,
la Empresa, el Ejército y la Policía, la Corporación lo que es fin en sí
mismo. Esas son, literalmente, estructuras. Este libro sostiene que
lo único que es un fin en sí mismo es –dicho de varias maneras: los
individuos, las gentes, la vida misma, la gratificación de la existencia.
Un ejemplo puntual sirve para el caso. Estadísticamente hablando, la
mayoría de la gente se enferma y se muere: a) yendo al trabajo, b) en
el trabajo, c) después de o como consecuencia del trabajo. Un viejo
proverbio japonés afirma: “No llores por nada que no te llore”. Pues
bien, una vida centrada exclusiva o principalmente en torno al trabajo
no es vida. Tanto menos si ese trabajo enferma o mata; directa o in-
directamente. El capitalismo es la esclavitud del trabajo en la forma
asalariada. Como veremos más adelante a propósito de alguna idea
de N. Kardashev, la humanidad ha avanzado en este plano bastante
poco, desde la antigüedad hasta la fecha. La esclavitud simplemente
se ha vuelto más amable. Es lo que puede verificarse, en las grandes
urbes contemporáneas, cuando la gente gasta, entre el trabajo y el
desplazamiento hacia y desde su hogar, en total hasta cuatro y cinco
horas (si no más), aproximadamente.

Vivir para trabajar no es vida, si el trabajo no es redefinido como


un medio, un instrumento, una herramienta para la gratificación y
exaltación de la vida. Un secreto a voces: son numerosas las empresas
que a sus empleados les dicen ya desde la entrevista de trabajo: “¿Está
usted dispuesto a sacrificar su vida social?”.

Contra cualquier política normal y normalizadora –política educativa,


política laboral, política económica, y otras–, es preciso desplazar el
foco, por así decirlo, hacia la complejización de la política. Esto es, a
complejizar la vida misma. Una idea que aparentemente es contra-
intuitiva.

Pues bien, la complejización de la política es una tarea ardua, inmen-


samente difícil pues consiste en lograr que la gente, en condiciones

40
Política+Tiempo=Biopolítica

de desespero, de profundo sufrimiento, de desazón, vacío y muerte,


aprenda (nuevamente) el optimismo y la esperanza. La gente trabaja
faute de mieux. El trabajo no es una opción: es la única posibilidad de
supervivencia que tiene la mayoría de las gentes. La complejización
de la política apunta, por ejemplo, a otras formas de acción, a otras
formas de organización, en fin, a otras formas, estilos y estándares de
vida. En fin, otro tipo de relaciones para consigo mismos, para con
los demás y para con el conjunto de la naturaleza. La clave para ello
se llama: tiempo –densidad temporal. Frente al mundo del trabajo,
se trata de destacar y subrayar el ocio, el tiempo libre, el disfrute de
la existencia.

Aprender el optimismo y la esperanza, recobrar o alcanzar, según el


caso, la alegría de vivir (la joie de vivre), y cuyo fundamento no es
sencillamente otra cosa que la confianza –en la bondad de la vida, en
los otros, en la naturaleza misma–. Algo que no está muy lejano de la
inocencia, en el mejor y más espontáneo de los sentidos10.

Los más realistas sostienen que el disfrute de la existencia puede lo-


grarse, efectivamente, gracias al olvido de las penas y dejando atrás el
pasado; acaso en la generación siguiente. Y mientras tanto, se hace lo
que se puede. El realismo es una actitud de renuncia al optimismo, y
ya ha aprendido la desesperanza, que es lo peor que le puede suceder
a cualquier sistema vivo.

Si en numerosas ocasiones es el arte el que triunfa sobre la vida, la


política se trata de que sea la vida la que pueda triunfar sobre ella
misma. Una política modo compleja consiste en alcanzar que la vida
pueda superarse a sí misma, superar las capacidades que ella conocía
hasta la fecha y alcanzar límites hasta entonces desconocidos. En
planos específicos como la salud y el conocimiento, la dignidad y la

10 La inocencia se la vive, de manera puntual en dos momentos: a la entrada de la


existencia, y que pude durar tanto como puede durar. Y en la tarde de la exis-
tencia, bastante antes de la noche. Sólo que hay que haber vivido mucho para
poder alcanzar de nuevo la inocencia. Haber vivido, haber aprendido y haber
olvidado también. Y haber perdonado tantas cosas… Por otra parte, véase a
propósito de la joie de vivre, la interpretación reciente de un clásico de la can-
ción francesa de Barbara: https://www.youtube.com/watch?v=6P0iDjnHzM0

41
Carlos Eduardo Maldonado

calidad de vida, la integración, la naturaleza y el conocimiento que


cada quien tiene de sí mismo. Ver nuevas posibilidades y proponerse
alcanzarlas y lograr que, contra todas las apuestas, puedan ser alcan-
zadas. La política por fuera de la existencia misma es vacío y silencio.
O lo que es equivalente, artificios como “procesos”, “estructuras”, “le-
gitimidades”, “normas y leyes”, e “instituciones”, “poderes” y mucho
“realismo político”.

En fin, digamos que el lenguaje y el mindset de la política es físico o


fisicalista. Se trata de conceptos como: estado, poder, fuerza, movi-
miento, acción-reacción, poder-contrapoder, cultura-contracultura,
resistencia, aceleración, caída libre, masa, y muchos otros. Y ello
para no hablar de táctica, estrategia, procesos, correajes, dinámicas,
estructuras.

En contraste, debe ser posible una política de la vida, y entonces su


lenguaje debe cambiar por completo. La complejización de la política
pasa, medularmente, por la complejización misma del lenguaje.

42
2. ¿Qué es la política? Una crítica desde
las ciencias de la complejidad

La política, qué duda cabe, es una ciencia de la mayor importancia,


tanto por sus contenidos y lógica, como por sus consecuencias e
implicaciones. De entrada, de forma literal, se trata del estudio y la
gestión de la polis, que es el escenario natural de existencia de los
seres humanos, por lo menos a partir del mundo antiguo. Ahora, bien
entendida, la polis no es un espacio o un lugar, sino una relación, a
saber: el espacio de las relaciones entre los seres humanos, allí dón-
de y cómo se comunican, se encuentran, se diferencian, y se hacen
posibles mancomunadamente. Dicho en términos antropológicos y
sociológicos, la polis puede ser la maloca, la plaza pública, la ciudad,
el municipio o la vereda. Pero en la actualidad, puede ser compren-
dida igualmente mediante los espacios de las redes sociales y la web
2.0 o 3.0.

Históricamente hablando, la polis se sostenía sobre tres pilares: la


gimnasia, el teatro y la retórica. Dicho en términos elementales y
contemporáneos, al mismo tiempo, se trata de la sociedad del espec-
táculo basada en los deportistas, los actores y cantantes, y los polí-
ticos11. Algo que, según parece, no ha cambiado para nada en 2.500
años. En otras palabras, el dominio del lenguaje ha sido siempre la
esencia fundamental de la política. Sólo que, a diferencia de la Grecia
antigua, ha emergido el cuarto poder, que es el constituye y vehicula
lenguaje: signos, símbolos, mensajes, imágenes, significantes, sig-
nificados, y cumple una función eminentemente religiosa: religa la
conciencia pública. Y ello se traduce exactamente en el miedo, que
es el producto del discurso sobre la fuerza. Maquiavelo explica al
Príncipe que no es (necesariamente) con la fuerza sino con el miedo
como se debe gobernar. Más adelante, cuando hablemos de Bauman,
tendremos la ocasión de volver sobre esta idea. Bauman comprende
esta situación como la producción –sistémica y sistemática, cabe
decir–, de incertidumbre.

11 Cfr. L. Binet (2016).

43
Carlos Eduardo Maldonado

Sin embargo, la política puede ser entendida, prima facie, desde una
doble perspectiva. De un lado, se trata de la pasión por la acción, el
partidismo, las decisiones, acuerdos, y protagonismos que acompañan
a las dinámicas del convivio humano, digamos, en el día a día. Vivir con
otros, vivir al lado de otros es una de las empresas más complicadas, y
sin embargo, apasionantes y significativas que definen a la existencia
humana. No hay una única manera o un único modelo de convivio. Se
han ensayo a lo largo de la historia, desde el clan a la familia nuclear,
el vecindario y la familia extensa, la empresa y las diferentes formas de
organización religiosa, las cofradías de todo tipo, los clubes e incluso
las mafias y los partidos políticos, por ejemplo.

Se ha ensayado el convivio con base en la amistad o en el amor,


con base en normas e instituciones o bien organismos centrados en
creencias, o en prácticas bien definidas. Se ha ensayado el convivio
en las ciudades, pero también en el campo, e incluso en la forma
del nomadismo; en formas cerradas, marcadas acaso por vínculos
de sangre, la sexualidad y el credo, o bien en formas abiertas, laxas
y democráticas. Más recientemente, se ha ensayado vivir conjunta-
mente con un estado fuerte, o bien con un estado mínimo; con fuertes
sistemas de seguridad y vigilancia, o bien, con base en pequeñas
comunidades basadas en confianza y transparencia. Toda la historia
de la literatura tanto como de las ciencias sociales y humanas puede
ser comprendida como el esfuerzo de comprensión y resolución del
problema: vivir con otro(s).

Los seres humanos no han podido resolver por completo el proble-


ma, y todo ello, filosóficamente, define a la política como problema.
Las extensiones, traducciones, matices y casos pueden extenderse a
voluntad en un sentido o en otro, y conduciría a la casuística y a toda
clase de relatos. Platón sitúa el origen de la política en los problemas
de justicia; el contractualismo clásico lo ubica en el egoísmo, y Marx
lo encontraba en la producción de plusvalía (para Marx la política era
economía política).

Todo ello no obstante, lo específico de la política es el problema de


cómo vivir con otros que nos son indiferentes esto es, a quienes no nos
une un sentimiento especialmente familiar o fraterno. La indiferencia

44
Política+Tiempo=Biopolítica

–afectiva o emocional– constituye, así, las condiciones de posibilidad


de (el problema de) la política y de lo político.

Pues bien, independientemente, incluso, del color de la bandera o de


la insignia o estandarte que se enarbole, la política entendida como
el problema del convivio (tácitamente dicho: entre seres humanos)
es exactamente lo que los griegos designaban con el término politiké,
y que aparece notablemente en los textos de Demóstenes (siglo IV,
a.n.e.) , particularmente en las Filípicas (2011) y en los Discursos
(1990). Toda la ciencia, las ideas, y las teorías políticas normales
consisten exactamente en politiké, en el sentido griego de la palabra.
En una palabra, es la política como técnica –y todas las técnicas al
servicio de la política.

De otra parte, sin embargo, la política, para la cual los griegos, en par-
ticular Platón, destinan el término de politeia (que es el título original
de la “República”, o también de la “Política” de Aristóteles), comprende
toda la visión del mundo y de la sociedad que implica tanto a la filosofía
como la ciencia, la religión y la poesía, la antropología y la ética, o los
temas urbanos y sociales al igual que los referentes a la naturaleza y
al cosmos. De manera precisa, se trata del problema del convivio no
sola y no principalmente entre sí, unos con otros, sino, además y acaso
principalmente, la co-existencia en y con la naturaleza, en y con el pla-
neta, en fin, en y con otras especies vivas y con el universo como telón
de fondo, pero como actor participante. Esta es, en síntesis, la política
como concepción, ideal o reflexión que tiene que ver con nuestro lugar
en el mundo y en la sociedad, con el modo como llegamos a ser seres
civilizados (otra cosa es que tanto Platón como Aristóteles adopten como
hilos conductores de la politeia otros asuntos, temas o problemas).

Al fin y al cabo, la vida civilizada no tiene lugar de espaldas al entorno,


al medioambiente, a los horizontes –espaciales y temporales– de la
vida misma, en toda la acepción de la palabra.

Pues bien, aquella –la politiké– despierta pasiones e implica compro-


misos. Es a la política que es politiké a la que se hace generalmente
la referencia cuando se afirma que en política no hay amigos, sólo
aliados. La política, así, está vinculada al poder –en toda la extensión

45
Carlos Eduardo Maldonado

de la palabra (poder y contrapoder, hegemonía, dominio, soberanía,


fuerza, control, etc.). En contraste, la segunda es bastante más pura
por abstracta y teórica, pero al mismo tiempo más amplia e indeter-
minada, y no conoce de las traiciones y los juegos, las presiones y
los intereses, las oportunidades y las ocasiones que caracterizan a la
actividad política propiamente dicha. Sin embargo, desde el punto
de vista práctico ahí se encuentran justamente sus limitaciones. En
pocas palabras, una es la política como preocupación, la otra como el
universo de compromisos, intereses y, consiguientemente, traiciones.
Las escalas y las densidades temporales de las dos formas de política
son perfectamente disímiles y asimétricas. La polítike se caracteriza
por una muy baja densidad temporal; sus tiempos son de corto alcance,
generalmente. La unidad de tiempo básica de la politiké es el año, y se
expresa en los años del gobierno del rey o del príncipe, en los años del
período parlamentario o presidencialista, los años del gobernador o del
alcalde, por ejemplo. Por su parte, la politieia se comprende por una
escala y densidad temporal inmensamente más amplia y que puede
ser entendida como inter y transgeneracional, y cuyo referente último
son los tiempos de la naturaleza, que es el marco último o verdadero
en el que se inscriben las acciones y la decisiones humanas.

Si en un plano particular, sostiene una científica que la historia es


lo que acontece con el permiso de la geología (Kieffer, 2013), aná-
logamente podemos decir que la política es lo que sucede cuando la
naturaleza lo consiente (o lo impide). El más fundamental de todos los
tiempos es el tiempo, en el planeta, geológico; y en el espacio exterior,
el tiempo astronómico o el cosmológico. Algo de lo cual la politiké no
tiene la más mínima idea. La unidad de base de tiempo de la geología
es el millón de años, y de la cosmología o la astronomía, el año-luz; es
decir, la distancia que toma un rayo de luz para recorrer un espacio
durante un año (terrestre).

Ahora bien, el problema es que con el devenir del tiempo y de los


acontecimientos la politeia desapareció y quedó, con otros lenguajes
y modos, prevaleciente la politiké. El momento en el que ello sucede
es con la muerte de la Grecia antigua en el período helenístico, y el
surgimiento de la poderosa Roma, y la historia subsiguiente. Al cabo,
particularmente a partir del siglo XVI y XVII y gracias a la obra de

46
Política+Tiempo=Biopolítica

Montaigne, de un lado, y de otra parte, gracias a los trabajos de F.


Bacon, Hobbes y Locke, la política encontró las condiciones para con-
vertirse en ciencia –al margen, o independientemente de la filosofía
o la metafísica. Se configuró, después de la Guerra de los cien años,
de manera lenta, el estado-nación hasta llegar a definir mediante este
hecho a toda la historia del siglo XIX; nace la modernidad y el Estado
se definió en términos de la repartición o distribución de poderes; al
cabo, el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial. El resto es historia.

Pues bien, la política, conjuntamente con la economía, fueron las dos


primeras ciencias sociales que se independizaron de la metafísica y
adquirieron un estatuto propio: mayoría de edad, por así decirlo, al
mejor estilo de Kant. Esto es estatuto epistemológico y estatuto social,
al mismo tiempo. De manera puntual, nace la política sin metafísica.
Con anterioridad, la física había nacido independientemente de la
metafísica, gracias a la obra y la historia que va desde Galileo hasta
Newton. Ulteriormente, la política en cuanto ciencia habrá de dar
lugar, en especial en la segunda mitad del siglo XX, a la(s) política(s)
pública(s) –que es, en rigor, la política propiamente dicha, y que
se conoce desde sus orígenes en el mundo anglosajón como policy,
policies. Ahora bien, “política pública” designa “política de Estado o
de gobierno” –y la distinción entre ambos no es en este contexto re-
levante. Ésta es la política por antonomasia o par excellence. Frente
a ésta, cualquier otra es política derivada o, si cabe la expresión, con
apellido; notablemente, las políticas social, agraria, internacional in-
cluso, y otras semejantes –y que se designan en inglés como “politics”
y en francés como “politique”.

La política –una de las primeras ciencias sociales que nacen en la


modernidad– surge a la luz, a o la sombra, según se mire, de la física
newtoniana. Su lógica y su discurso están plenamente permeados por
la mecánica clásica, y entre sus conceptos y categorías más destaca-
dos se encuentran hasta la fecha: masa, poder, movimiento, fuerza,
aceleración, acción-reacción, caída libre (piénsese en el título de un
libro reciente de J. Stiglitz), inercia, y varios otros términos y concep-
tos próximos y semejantes. De hecho, este carácter se ve acentuado
a la luz de la transformación de la política en general hacia la política
pública. Otros conceptos adicionales fundamentales en la mecánica

47
Carlos Eduardo Maldonado

clásica que permean por completo a la política y contribuyen a defi-


nirla y configurarla son: control, estabilidad, equilibrio y causalidad.
Estos conceptos, aparentemente abstractos en la esfera metodológica
o epistemológica tienen, sin embargo, serias consecuencias en las
ciencias sociales en general y en la política en particular12. La política
es una hija putativa de la física.

Pues bien, este estado de cosas merece una consideración cuidadosa.


De un lado, no solamente asistimos a una erosión del capital que la
política demostraba tener hasta hace algunos lustros, y que en la teoría
constituía su verdadero baluarte o acervo. Pero, al mismo tiempo, de
otra parte, la política, tanto como teoría cuanto como práctica, re-
quiere de una reflexión crítica cuidadosa. Este es el dúplice objetivo
de este capítulo. Pero con ello, en realidad, me propongo elaborar
una reflexión acerca de lo que sea y pueda la política desde el punto
de vista de la complejidad; es decir, de las ciencias de la complejidad.
Oportunamente tendré la oportunidad de justificar este punto de vista.

La tesis que sostengo en este capítulo es la de que la política puede y


debe transformarse en biopolítica, lo cual, más que un giro semánti-
co, es en realidad, una modificación radical de concepción acerca del
objeto tanto como del sentido de la política misma. En la expresión
“biopolítica”, “bios” opera como el núcleo y “política” funge como su-
fijo, de tal suerte que, así, la política se define de cara a, y en función
de, el bios. Que no es sino la expresión abstracta que sostiene que la
biopolítica es política de gratificación, exaltación, cuidado, posibili-
tamiento y dignificación de la vida –de la vida humana y con ella, de
la vida en general sobre el planeta.

Los argumentos que sostienen esta tesis son cuatro y cada una de las
cuatro secciones que articulan este capítulo se dedica a explicar, res-
pectivamente, cada uno de los argumentos. El primero afirma que la
política en cuanto política pública no es ya ni necesaria ni suficiente. El
segundo argumento inscribe a la política en el marco de las ciencias de
la complejidad. En tercer lugar, el referente de la biopolítica no es, por
primera vez en la historia, el Estado, sino la sociedad civil, y más allá de
ella, al conjunto, a la trama de la vida. Finalmente, el cuarto argumento
12 Cfr. Maldonado, C. E., (2016b).

48
Política+Tiempo=Biopolítica

sostiene que, en consecuencia, la política puede y debe ser entendida


en una perspectiva más amplia que en la meramente antropomórfica,
antropocéntrica o antropológica.

2.1. Insuficiencia y vacuidad de la política


en sentido tradicional

La política es, por antonomasia, política pública, o también políticas


públicas –policy, policies–, que son políticas de Estado. Sin embargo,
las razones de Estado no son jamás, por definición, públicas; esto
es, no se discuten ni se comunican: por el contrario, se ordenan, se
cumplen, se ejecutan. Ulteriormente, las razones de Estado descan-
san en las fuerzas –¡de seguridad!– del Estado, y sus razones jamás
aparecen ante el público (= la sociedad civil) sino, en el mejor de los
casos, una vez que han sido ejecutadas: ex post, nunca ex ante. Y no
siempre es seguro que esas razones aparezcan inmediatamente al aire,
pues muchas veces están clasificadas y con limitaciones de control
durante muchos años. Cuando suceden, pues en la mayoría de países
los exabruptos de las fuerzas de seguridad no conocen límites. Así,
la democracia es si no una ilusión o apariencia, la verdad es que la
epidermis de fuerzas, controles y poderes del Estado nunca terminan
de hacerse enteramente públicos. Rozamos, así, rasguñamos, diga-
mos, los fundamentos de una teoría de la conspiración. Pero no es
ése nuestro interés con este texto.

En el mundo de la sociedad de la información, de la sociedad del co-


nocimiento o de la sociedad de redes –tres expresiones equivalentes
para designar un solo fenómeno y momento– los debates en torno a
información y conocimiento coinciden, plano por plano, con los de-
bates mismos acerca de la (esencia de la) democracia. Mientras que
de manera atávica las razones de Estado descansan ulteriormente en
razones de Estado y por tanto en fuerzas y poderes del Estado, una
nueva democracia consiste no tanto ya en mecanismos de represen-
tatividad y otros, sino en criterios como: transparencia, información,
conocimiento –sobre la base de criterios fundamentales como justicia,
equidad, libertad, transparencia (la sección 4.15 al final refuerza y
explica menor esta idea).

49
Carlos Eduardo Maldonado

La política en su sentido primero y más general es política de y para


las mayorías –en los marcos de las sociedades democráticas. Meca-
nismos tales como votación, participación, elección, y que se traducen
en democracia –participativa, representativa, radical, delegativa,
y otras– no hacen más que acentuar, delimitar y perfeccionar este
carácter. Al fin y al cabo, desde la Grecia antigua, no en otra cosa
consiste la democracia a secas (Rodríguez Adrados, 1998), que es la
forma por excelencia de organización de la vida social y política que
permite identificar y definir a la civilización occidental. Desde enton-
ces, los gobiernos se basan en las mayorías, se legitiman en ellas, y
recurren a ellas para aprobación de medidas y acciones. La discusión
sobre mayorías simples y mayorías calificadas resulta siendo un simple
eufemismo. En esta línea de análisis, no existe absolutamente ningu-
na diferencia entre el liberalismo político, la democracia ateniense,
la dictadura del proletariado y los gobiernos y regímenes fascistas
de todo tipo (fascismo, nacionalsocialismo, social-cooperativismo,
por ejemplo), pues se fundan en la misma lógica. Este es el rationale
político que define a la civilización occidental.

Como se aprecia, la clave consiste en la obtención y manejo o mani-


pulación de las mayorías; todo lo demás queda sujeto a discusiones
en torno a ideologías, credos, ideas y principios. Sin embargo, semio-
lógicamente todas las democracias son la misma cosa o descansan
en su definición de cara a las mayorías. El “control” de las mayorías
posee una lógica elemental: el fin justicia los medios, siendo el fin la
consecución de las mayorías, y el medio cualquier mecanismo para
conseguirlas y/o conservarlas.

La democracia para las mayorías implica, de una parte, el reconoci-


miento explícito de que eso justamente define a una sociedad abierta
–liberal, digamos– (al decir de K. Popper, 2006). Y de otro lado, al
mismo tiempo, siendo el juego de las mayorías, afirma la exclusión
del disenso y (¿acaso?) a pesar suyo, termina convirtiéndose (como es
efectivamente el caso) en un sistema cerrado, totalitario (Muguerza,
1998)– a pesar de todas las apariencias.

La política, así entendida y ejecutada se inscribe exactamente en


la explicación científica y filosófica de lo que son las distribuciones

50
Política+Tiempo=Biopolítica

normales, o la ley de grandes números, expresadas en la campana


de Gauss, la curva de Bell, distribuciones de Poisson, en estadística
(descriptiva o inferencial), (media, mediana, modo, etc.), promedios,
estándares, o en la ley de los grandes números.

El diagrama Nº1 ilustra en qué consisten las distribuciones normales.

Diagrama Nº1: Política y distribuciones normales

Distribuciones geométricas

Promedios
Estándares
Medias
Medianas
Curva de Bell
Matrices
Estadística
Análisis vectoriales

Fuente: Internet (pública), con modificaciones propias

La ecuación introducida en el diagrama 1 no tiene ninguna dificultad.


Sirve para comprender cómo es posible que la instantánea introdu-
cida –por ejemplo en un tiempo t1– se desplace en un tiempo t2, y
cómo la campana de Gauss se conserva con el paso del tiempo 1 al
tiempo 2. La curva se sostiene perfectamente igual. De acuerdo con
este diagrama, la política se inscribe perfectamente en los modos de
acción y explicación de las distribuciones normales.

La parte central de la campana, designada abajo entra las letras –s


y +s es exactamente el espacio que se designa como la parte gruesa
que contiene exactamente las proporciones que se explican en tér-
minos de promedios, estándares, medias, medianas y como la ley
de los grandes números. Los extremos de la campana de Gauss son

51
Carlos Eduardo Maldonado

dejados por fuera de las consideraciones, con distintos argumentos,


tales como: razonamiento por defecto, excepciones, parametrización,
y otros semejantes.

En otras palabras, la política es política normal, para sujetos nor-


males y que existen y piensan al interior de (la parte gruesa de)
una campana de Gauss. Una explicación semejante no es, simple
y llanamente, otra cosa que un trabajo con, por y para promedios.
Si cabe la expresión, es política para el hombre mediocre en el
sentido preciso que J. Ingenieros le asigna al término (2005). Es
decir, literalmente, el hombre de promedios, de estándares, en
toda la extensión de la palabra, el que está lejos de ser un outsider,
y mucho menos un outlier. Hombre mediocre, hombre estándar:
sujeto normal, sin extremos ni extravagancias, sujeto de control,
equilibrio, estabilidad, en fin, sujeto de predicciones; sin más, sujeto
funcional. Así las cosas, la política consiste en un ejercicio eminen-
temente conservador, pues los hombres normales –mediocres– tan
sólo se preocupan por mantener las cosas, por cuidar de las suyas
propias y en absoluto están interesados en transformar el orden de
la sociedad, del mundo o de la vida. Dicho de modo más directo, las
políticas públicas son política para hombres promedio, estándar, y
los modelos construidos toman como único estándar el de esta clase
de seres humanos. La gente normal piensa y vive en términos de
algoritmos y le es imposible concebir su vida o el mundo por fuera
de o al margen de algoritmos.

En efecto, las políticas públicas –que son, por definición, políticas de


estado o de gobierno– son políticas, planes y acciones para el favore-
cimiento de las mayorías que son, al fin y al cabo, las que sostienen
a los regímenes políticos y a un determinado sistema político en un
lugar específico. En otras palabras, las políticas públicas consisten
en procesos de normalización de los seres humanos. Como sabemos,
desde hace tiempo, lo peor que se le puede hacer a un ser humano no
es eliminarlo, callarlo o condenarlo al ostracismo. Por el contrario,
lo peor que se le puede hacer a alguien es normalizarlo. Y existen
numerosos mecanismos de normalización. Uno de ellos es la política
entendida ya sea como politiké, o bien como política pública, con
temas y problemas como gobernabilidad y demás.

52
Política+Tiempo=Biopolítica

Pues bien, otros mecanismos de normalización son la educación, la


ética, la religión y el derecho. Pero este es otro tema que debe quedar
aquí al margen. Así, para retomar la expresión clásica de Napoleón,
las personas normales son “idiotas útiles”; es decir, se trata de todos
aquellos que hacen las cosas bien, las saben hacer, son incluso (bien)
retribuidos por lo que hacen pero no saben qué es lo que hacen ni
para dónde van con lo que hacen.

Las matemáticas que sostienen y explican a la política de distribu-


ciones normales, esto es, a las políticas públicas, son matemáticas
de sistemas continuos, y que se expresan exactamente en funciones,
cálculo (integral y diferencial), límite, estadística, análisis matriciales,
vectores. Que son, como es sabido, matemáticas clásicas. Para decirlo
de manera más radical, matemáticas correspondientes a un mundo
clásico. Así, semánticamente hablando, una cosa está en función de
otra, lo cual esconde las semillas del utilitarismo y el pragmatismo.
Desde este punto de vista, se entiende fácilmente la correspondencia
entre matemáticas de sistemas continuos y la política como sistema
de preservación de poder, intereses y beneficios.

Ahora bien, análogamente a como en matemáticas existe por parte de


la ciencia normal (Th. Kuhn) un claro reconocimiento de los extremos
de una campana de Gauss –así, por ejemplo, de lo que se encuentra
y de lo que sucede allí– la ciencia normal los descarta con diversos
argumentos. Los más comunes son: desviaciones estándares, para-
metrización, razonamientos por defecto, y otros. Pues bien, asimismo
la política sabe lo que hay y lo que acontece en los extremos de una
curva de Bell, pero también los descarta. En términos políticos, por
lo general, se trata allí de temas tales como políticas sociales –gene-
ralmente consideradas como “remanentes”– y en general las políticas
que no son consideradas como “estratégicas”, sino simplemente ins-
trumentales o acaso “convenientes”. Grupos minoritarios, poblaciones
marginadas, excepciones a las reglas, regiones alejadas de los grandes
centros, por ejemplo.

Como quiera que sea, la principal crítica que cabe con respecto a
las políticas públicas (= politiké) es que las políticas de Estado no
implican ni garantizan necesariamente la defensa de la vida, y por

53
Carlos Eduardo Maldonado

lo general, como es sabido, sucede todo lo contrario. Las políticas


públicas son autorreferenciales, tautológicas: son afirmación del
Estado por parte de sí mismo, puesto que la sociedad es considerada
sólo como medio o instrumento para la legitimación y perpetuación
del Estado por parte de sí mismo. Todas las políticas públicas no
son otra cosa que la afirmación del institucionalismo y el neo-insti-
tucionalismo. Más exactamente, las políticas de Estado descansan,
ulteriormente, en razones de Estado, y tales razones, por definición,
no son públicas: no se informan ni se comparten, no se discuten, ni
se anuncian, simplemente se acatan y se ejecutan. Aquí, en las ra-
zones de Estado y, consiguientemente, en sus fuerzas de seguridad,
se encuentra exactamente la fuente de todas las limitaciones de la
democracia; de cualquier tipo de democracia, en el estado de cosas
del mundo actual.

Lo dicho: las políticas públicas son políticas autorreferenciales, polí-


ticas en las que el Estado –que es el poder, por antonomasia– se sabe
y se quiere (sólo) a sí mismo. Todo lo demás es literalmente conside-
rado como medio o instrumento para los fines y la supervivencia del
Estado. El Estado o el gobierno, aquí lo mismo da.

De esta suerte, apelando por ejemplo a la hipótesis del contractua-


lismo, si en una época el Estado fue concebido como un medio para
que los seres humanos pudieran salir del estado de naturaleza gra-
cias a un pacto en el que cada quien cedía una parte de su voluntad
a favor de la voluntad del Estado –el Leviatán, el contrato social–, lo
que originariamente era medio terminó, al cabo del tiempo, convir-
tiéndose en fin y reduciendo a todo lo demás a mera herramienta e
instrumento para sus propios fines. Esto último condujo, finalmente,
de acuerdo con la expresión de U. Beck a la consideración del Estado
como contenedor: es decir, todo es posible por dentro del Estado y
nada es posible por fuera del Estado. Y el estado, claro se escribe y se
designa con mayúscula –el Estado–, como una entidad o sustancia
suficiente y necesaria.

Una buena ilustración de este estado de cosas es el derecho, y más


exactamente el derecho positivo, el cual sostiene que la norma no
se puede modificar si la norma misma no lo permite. La razón o las

54
Política+Tiempo=Biopolítica

razones de Estado se cobijan o amparan con el derecho positivo. Ya


tendré la ocasión de volver sobre esta idea.

Ahora bien, ¿en qué consiste el principal de los problemas o preocu-


paciones del Estado –por ejemplo, de un gobierno o de las fuerzas
de seguridad del Estado, etc.? Análogamente a como es sabido ya
en física de materiales o en ingeniería de materiales, el punto más
fuerte de un sistema es su punto más débil, asimismo, la principal
preocupación del Estado es la de su legitimidad. Y, supuestas condi-
ciones normales en política, economía y sistemas militares en toda
la extensión de la palabra, por ejemplo, la legitimidad del Estado
(o de un gobierno) no se funda en sí mismo ni descansan en ellos
mismos, esto es, en los poderes mismos del Estado, o en las ramas
del Estado, como se prefiera.

Por el contrario, la legitimidad del Estado se la otorgan otros agentes


o actores: el sector privado, la sociedad civil, la comunidad interna-
cional, los organismos multilaterales, los organismos internacionales,
la sociedad civil mundial, notablemente. Esto se expresa, de manera
puntual, en el hecho de que la única garantía que tienen las fuerzas
de seguridad del Estado radica en la legitimidad del uso de la fuerza.
Si pierden o se les quita dicha legitimidad, aquellas fuerzas coinciden
con el paramilitarismo, fuerzas delincuenciales, mafias, organismos
criminales y otras fuerzas y poderes oscuros, falsos positivos, en fin,
en conductas dolosas, ilegales y violentas.

2.2. Política y complejidad

En contraste con el sujeto promedio, de estándares y mediocridades


que es, por tanto, eminentemente conservador del statu quo, existe,
en el marco mismo de las distribuciones normales, otra clase de seres
humanos. Se trata de aquellos que se encuentran en los extremos de
la campana de Gauss. La ciencia normal sabe de los extremos, desde
luego, pero no se interesa en ellos y los descarta. Las personas y las
políticas que se explican en términos de los extremos de la campana
de Gauss no son ya aquellas que buscan conservar o preservar el
estado de cosas, sino, por el contrario, más radicalmente, quienes

55
Carlos Eduardo Maldonado

buscan cambiarlo. Estos son los innovadores, los revolucionarios (Th.


Kuhn: ciencia revolucionaria o nuevos paradigmas), los diferentes,
por ejemplo.

Existen diversas traducciones y expresiones para comprender y de-


signar las realidades sociales y las dinámicas de este espacio externo
o extremo a las distribuciones normales: por ejemplo, los invisibles,
los diferentes, los no-integrados, los pobres, los débiles, los exclui-
dos, los sin-voz, los marginados, los enfermos, los intocables, los
no-alineados, los parias de la sociedad, y varios otros más. Como se
aprecia sin dificultad, la mirada se orienta aquí hacia otros atractores
que, políticamente hablando, son efectivamente “extraños”, para re-
tomar con propiedad uno de los conceptos centrales de la ciencia del
caos, una de las ciencias de la complejidad. Lo que emerge entonces
ante la mirada reflexiva son fenómenos, comportamientos y sistemas
caracterizados por inestabilidad, turbulencia, fluctuaciones, ausencia
de control, emergencias, autoorganización, caos, catástrofes, redes
libres de escala, fenómenos de percolación, lógicas no-clásicas, por
ejemplo. Pues bien, este es el lenguaje de la complejidad; es decir,
de las ciencias de la complejidad, que se ocupan de fenómenos, sis-
temas y comportamientos de complejidad creciente, no-lineales, no
deterministas.

Subrayemos esta idea. Mientras que de un lado, el lenguaje de las


ciencias de la complejidad está integrado por términos y conceptos
tales como transiciones de fase, autoorganización, irrupciones, leyes
de potencia, turbulencias, sincronicidad, incertidumbre y otras, de
otra parte, del lado de las lógicas no-clásicas encontramos equivalen-
tes tales como dinámica, modalidad y multi-modalidades, sistemas
multideductivos, paraconsistencia, no-monotonicidad, entre otros.
Pienso aquí sencillamente en términos de correlaciones.

Pues bien, en el marco preciso de una curva de Bell nada nuevo ni


distinto, nada raro ni imprevisto sucede. Por el contrario, la inno-
vación, la sorpresa, los cambios, las transformaciones y las emer-
gencias tienen lugar en los extremos mismos de una campana de
Gauss. Sólo que estadística, demográfica, sociológica, política, en
fin, social y culturalmente, quienes viven y piensan en los extremos

56
Política+Tiempo=Biopolítica

de una campana semejante son, por definición, minorías. Minorías


étnicas o religiosas, políticas o culturales, cognitivas o sociales, por
ejemplo. Literalmente, son outliers –esto es, personas aisladas, o
que no se identifican con las (amplias) mayorías. Es en los extremos
de una campana de Gauss en donde sucede exactamente la comple-
jidad, es decir, por fuera de las distribuciones normales y de la ley
de grandes números.

Estadísticamente, la distribución que caracteriza a los sistemas com-


plejos es una ley de potencia (power law). Las leyes de potencia se leen
logarítmicamente, lo cual significa que es posible acumular numerosos
casos u observaciones, gracias a los cuales es factible ver una cola larga
de caída, o también, en numerosos casos, una pendiente como la que
se observa a la derecha de los gráficos Nº 2 y Nº 3. Resumidamente,
una ley de potencia es una línea recta en un doble eje logarítmico. La
existencia de una distribución en términos de leyes de potencia cons-
tituye la marca indubitable de la existencia de fenómenos, sistemas o
comportamientos complejos.

Gráfico Nº 1: Contraste entre una distribución


aleatoria y una ley de potencia

Distribución aleatoria Distribución de la ley de potencia


(Número de tamaños de nodos k)

(Número de tamaños de nodos k)


p(k)

p(k)

k (Tamaño del nodo) k (Tamaño del nodo)

57
Carlos Eduardo Maldonado

Gráfico Nº 2: Contraste entre una distribución normal


y una de ley de potencia

Distribución
normal

Distribución
de la ley de potencia

Fuente: Internet (pública)

Es posible, para efectos pedagógicos, trazar aquí una analogía. Pen-


sar en términos de leyes de potencia equivale a pensar en términos
geológicos. Un capítulo importante en geología es la sismología. Pues
bien, existen dos tipos de mediciones de los movimientos sísmicos:
uno es la medición de temblores y terremotos en la escala de Richter
y el otro en la escala de Mercali. Para efectos prácticos, la medida más
habitual es la escala de Richter.

En esta escala, los movimientos sísmicos se sitúan en un rango entre


0 y 10, siendo 0 un movimiento sísmico nulo y 10 el más poderoso de
los terremotos posibles. Pues bien, estos rangos se clasifican en tres
grande grupos, así: los temblores de tierra entre 0 y 4, aquellos que se
sitúan entre 5 y 8, y los que entran en el grupo entre 9 y 10. La inmensa
mayoría de movimientos sísmicos alrededor del mundo, e incluso en
este preciso momento debajo nuestro se sitúan entre 0 y 4. Se trata de
movimientos pequeños, acaso incluso imperceptibles, en numerosas
ocasiones inclusive para los más sensibles detectores de temblores y
terremotos.

58
Política+Tiempo=Biopolítica

Existe un grupo de temblores que son bastante menos frecuentes,


pero que tienen un impacto mucho mayor. Son los del segundo gru-
po, entre 5 y 8. Estos terremotos pueden tener efectos catastróficos
e indeseables, pero afortunadamente no tienen lugar con frecuencia;
sólo raras veces.

Finalmente, a título ilustrativo, el gran terremoto que se espera en la


Falla de San Andrés (California, E.U.) –“the big one”, esto es, el te-
rremoto que se espera y se sabe que sucederá aunque no cuándo, que
afectará seriamente a California–, como dicen los norteamericanos,
será con seguridad de escala 10. Esta clase de terremotos casi nunca
ocurren, o bien tienen lugar cada cientos de años o incluso miles de
años. Y sin embargo, son los que tienen un impacto mayor a todos
los demás, en la escala de Richter (la escala de Mercali mide los mo-
vimientos en un rango entre 0 y 12).

Pues bien, la distribución de temblores y terremotos cumple exacta-


mente una ley de potencia. En el eje vertical arriba se sitúan la inmensa
mayoría de movimientos sísmicos, frecuentes pero de muy bajo o nulo
impacto. Aproximadamente en un sector intermedio entre el eje verti-
cal y el eje horizontal, en su cruce, se sitúan los movimientos sísmicos
del segundo grupo. Esto es, aquellos que no son tan frecuentes, pero
que tienen un impacto mayor a los del primer grupo. Finalmente,
prácticamente en el nivel inferior del eje vertical, pero muy extendido
en el eje horizontal se encuentran aquellos movimientos sísmicos que
son muy raros pero con las consecuencias más desastrosas de todos.
Esta es una buena ilustración de una ley de potencia.

Numerosos otros ejemplos podrían aportarse en campos como las


tecnologías, las empresas privadas, los equipos deportivos o las na-
ciones mismas.

Como quiera que sea, la analogía anterior puede también ser leída en
clave histórica con el siguiente ejemplo. Aproximadamente en el año
8 o en el 14 de la era cristiana, existía un pequeño grupo disidente y
opositor, anatematizado por los poderes vigentes de entonces: Roma,
de un lado, y el Sanedrín, de otro. Se trataba, si hemos de creer a la
historia, de un grupo pequeño que, hacia el año 22 o 30, aproxima-

59
Carlos Eduardo Maldonado

damente, ya reunía a doce miembros; entre ellos una mujer. Uno se


llamaba Juan, otro Mateo, otro más Pedro, y así sucesivamente. La
mujer tenía como nombre María Magdalena.

Parte de los misterios y pasiones históricos es cómo un pequeño


grupo de doce miembros, que se atrevieron a desafiar al poder más
grande de su época, llega al cabo de pocos años a ser un grupo de
varios cientos y varios miles de miembros, ya más allá de los años
40, 55 de la era cristiana. Al cabo, ese pequeño grupo insignificante
de doce miembros lograría que el cristianismo se convirtiera, gra-
cias al emperador Teodosio y, unos años antes, gracias al Concilio
de Nicea, en la religión oficial de Roma. Al cabo, el pequeño grupo
de doce miembros de esa secta llegaría a ser el poder más grande
sobre el planeta, en el medioevo, imponiendo reyes, emperadores y
papas, y determinando absolutamente el destino del planeta durante
cientos de años. El cristianismo llegaría a ser la religión y el poder
poderoso que conocemos, finalmente, hasta nuestros días.

La historia de la pequeña secta que se convierte en religión oficial de


Roma y llega a dominar prácticamente el mundo occidental entero,
y ser uno de los ejes determinantes de igual civilización, tiene una
historia que muy bien se expresa en una ley de potencia.

Sin la menor duda, allí en donde existe una ley de potencia, allí hay
complejidad. Las distribuciones de leyes de potencia constituyen una
de las marcas distintivas incuestionables de un fenómeno o sistema de
complejidad creciente. El tema de fondo es que las leyes de potencia
no trabajan con distribuciones normales o aleatorias, con campanas
de Gauss o curvas de Bell, ni tampoco con otras próximas y parecidas,
tales como distribuciones de Poisson. Por consiguiente, los promedios,
estándares, medias, medianas y demás no entran para nada en con-
sideración. Por el contrario, las leyes de potencia permiten reconocer
que no hay, en absoluto, que desconocer la importancia de eventos
raros, de grupos pequeños, en fin, de fenómenos episódicos, por ejem-
plo. Los fenómenos complejos son exactamente eso: fenómenos raros
(Maldonado, 2016a), eventos impredecibles, sistemas alejados del
equilibrio. Para el pensamiento político –en cualquier acepción de la
palabra-, este reconocimiento de lo que significa una ley de potencia

60
Política+Tiempo=Biopolítica

arroja luces sorprendentes. Digámoslo de forma franca: la política


normal –como teoría o como práctica- poco y nada sabe de distri-
buciones de leyes de potencia, que son uno de los rasgos distintivos
indudables de la presencia de complejidad. La complejidad trabaja
con esos espacios que la ciencia normal desecha o en los que no está
interesada: los extremos de una campana de Gauss –todo aquello que
se sale de la ley de grandes números.

Más exactamente, las leyes de potencia se encuentran en la base de


numerosas expresiones de un sistema complejo; así, por ejemplo, en
la base de las catástrofes tanto como de los fractales, y en las redes
libres de escala. Las leyes de potencia fundan de hecho una de las
disciplinas propias de las ciencias de la complejidad: la criticalidad
autoorganizada (self-organized criticality) (CAO).

Al respecto, cabe una precisión puntual. Anticipada por B. Mandel-


brot, quien recupera a su vez de Zipf, la llamada justamente Ley de
Zipf, la criticalidad autoorganizada se desarrolla propiamente con P.
Bak (1996). Un mérito destacado de la criticalidad autoorganizada,
y por consiguiente de las leyes de potencia, es que ponen de mani-
fiesto suficientemente que cuando se piensa en complejidad no es
necesario, en absoluto, pensar en términos de causalidad; tampoco
de multicausalidad.

Por el contrario, las leyes de potencia y la (CAO) destacan una visión


al mismo tiempo de conjunto y de emergencias organizativas que no
cabía anticipar en modo alguno. Ciertamente que la mayoría de los
ejemplos, aplicaciones e investigaciones de Bak son en la física, pero
una mirada atenta a su libro permite ver que hay también aplicaciones
al estudio del cerebro, la economía y el tráfico automotriz.

Sin embargo, hay un aspecto importante que destacar. El concepto


medular que permea y hace posible a las leyes de potencia tanto como
a la (CAO) se expresa de tres maneras distintas, así: puntos críticos,
estados críticos o transiciones de fase. Se trata esencialmente de
tres formas de designar un espacio construido en el que suceden los
fenómenos complejos, esto es, irreversibles. Desde el punto de vista
evolutivo, estos tres conceptos se corresponden perfectamente con el

61
Carlos Eduardo Maldonado

concepto de equilibrios puntuados, que es la forma como se entiende,


adecuadamente a la evolución.

Así, los sistemas complejos evolucionan, esto es, sufren inflexiones,


cambios bruscos, estructurales, súbitos e irreversibles. Estos cambios
se expresan como equilibrios puntuados, una idea introducida ori-
ginariamente por Gould y Eldridge en 1977. De esta suerte, las leyes
de potencia expresan estados críticos, puntos críticos, en fin, (CAO).

Las leyes de potencia y la (CAO) evidencian que los fenómenos comple-


jos, esto es, evolutivos, forman paisajes evolutivos, también conocidos
como paisajes rugosos. Un paisaje rugoso o un paisaje evolutivo no
es otra cosa que el hecho de que los fenómenos y sistemas no existen
en el tiempo o en el espacio, sino que modifican estructuralmente
el propio espacio y tiempo en el que se encuentran. Pues bien, un
descubrimiento importante de Bak es que es perfectamente posible
identificar paisajes rugosos adaptativos que interactúan unos con
otros. Dicho brevemente, la vida es un fenómeno crítico autoorgani-
zado (Bak, 1996).

Como veremos oportunamente, estas ideas tienen una impronta


significativa al entenderlas en el marco de los sistemas, fenómenos y
comportamientos propios de lo político y de la política.

***

De acuerdo con una afortunada comprensión de I. Wallerstein (2005)


las ciencias en general se caracterizan en función de una determinada
densidad temporal. Así, existen ciencias del pasado (la arqueología,
la historia, la paleontología, la paleobiología, por ejemplo) y existen
también ciencias del presente. Entre estas se encuentran el derecho,
la economía, la ingeniería, la administración, la medicina, y la política,
entre otras. Esto quiere decir, en el caso particular de la política, que
ésta existe y piensa sólo o esencialmente en el presente y se ocupa del
presente. Tiene una muy baja densidad temporal, tanto hacia adelante
como hacia atrás en el tiempo. Esto puede entenderse perfectamente
cuando se traslapa el pensamiento y la práctica política con los planes
de desarrollo, las políticas públicas, y demás. La unidad de tiempo

62
Política+Tiempo=Biopolítica

básica de la política es el año (365 días), y los planes de gobierno y de


Estado se miden en términos de años, y entonces se habla de planes
quinquenales, o decenales, por ejemplo.

En otras palabras, así, la política es una ciencia de muy baja compleji-


dad; a lo sumo se trata de una ciencia de sistemas y comportamientos
simples y complicados, aunque es verdad que existen numerosos
trabajos en los que se elabora una perspectiva compleja de la políti-
ca. Un sistema simple es aquél que puede ser entendido en términos
agregativos (= sumatorias) o bien, igualmente, por vía de análisis,
esto es, fragmentación, segmentación, división. No en vano, semán-
ticamente hablando, un campo propio de la ciencia y de los estudios
políticos es el análisis político. Analizar forma parte de la estructura
mental (mindset) propia de la ciencia normal. Entonces el mundo y
las políticas de estado y gobierno, las relaciones internacionales y la
política global son sujetos a análisis: esto es, desagregaciones, divi-
sión de planos, actores, contextos, tiempos, decisiones y acciones. El
mundo es entendido, tradicionalmente, en términos analíticos; y así,
la complejidad no es vista.

Por su parte, un sistema complicado es un conjunto de sistemas


simples, y por ello mismo herramientas idóneas para su explicación
son la estadística –descriptiva e inferencial–, los promedios, los es-
tándares, las matrices, los vectores y demás. En correspondencia con
su herencia, ya mencionada, de la tradición de la mecánica clásica
newtoniana, la política es consiguientemente, reduccionista; esto es,
toma un fenómeno determinado y lo explica y entiende descompo-
niendo el fenómeno del caso en elementos más simples, hasta llegar
ulteriormente a los elementos últimos constitutivos que permitirían
entender un sistema o una dinámica determinada.

Por ello mismo, entre los criterios e indicadores –de racionalidad– que
caracterizan a la política, como teoría o como práctica, se encuentran
la eficacia y la eficiencia, la maximización y la optimización.

Es posible e incluso necesario complejizar la política, lo que equivale


a introducirle lo que no tiene: tiempo, y en consecuencia, vida. Con
respecto al tiempo, se trata de llenar, por así decirlo, a la política de

63
Carlos Eduardo Maldonado

densidades temporales magníficas. Esto es posible ensanchando sus


horizontes temporales mediante otras ciencias y disciplinas. Pero ello
sólo es posible si desplazamos el foco de la mirada de la política misma.
Notablemente, de los temas, asuntos, fenómenos y comportamientos
habituales ya mencionados y suficientemente conocidos, hacia otros de
mayor envergadura y sensibilidad. De manera específica, complejizar
la política es introducirle tiempos que ella desconoce hasta la fecha,
y situar en el centro de todas las consideraciones a la vida. Algo de lo
cual, de suyo, la teoría política nada o demasiado poco sabe.

En verdad, como es sabido gracias al estudio de las ciencias de la com-


plejidad, en realidad no hay dos cosas –tiempo y vida–, pues ambas
son una sola y misma cosa. La distinción es puramente epistemoló-
gica. En efecto, como es sabido en general, y en particular gracias a
las ciencias de la complejidad, el fenómeno que hace complejos a las
cosas, los sistemas y comportamientos, es el tiempo, razón de la com-
plejidad misma del mundo, la sociedad y la naturaleza, de tal suerte
que si se hiciera una abstracción y se eliminara al tiempo del mundo
y el universo, las cosas, todas, serían simples. Más aún, el tiempo ge-
nera la complejidad, como complejidad creciente. Mientras que en la
ciencia normal el tiempo es apenas una variable, en complejidad es el
factor que coincide con la evolución y la no-linealidad. Literalmente, el
tiempo hace complejos al mundo, la naturaleza, la sociedad y la vida.

El tiempo, designa, más exactamente, la flecha de la irreversibilidad


que establece que entre el pasado y el futuro existen diferencias cua-
litativas, y que estas diferencias son fundamentales, es decir, inesca-
pables. El futuro es cualitativamente distinto al presente y al pasado
debido a la flecha del tiempo, que es esencialmente irreversible. En
otras palabras, los sistemas complejos no están condenados a repetir
su pasado, la historia jamás se repite, ni siquiera como comedia, y lo
más grande que le puede suceder a un sistema complejo, esto es, a
la vida, es tener futuro(s). En el lenguaje humano, el futuro es tanto
esperanzas como posibilidades, horizontes y expectativas. Estos son
los verdaderos nutrientes de la vida. Una política de vida no es sim-
ple y llanamente otra cosa que una política que ofrece esperanzas y
expectativas reales y factibles, realizables y con garantías (de vida),
a los seres humanos; pero con los seres humanos, también para el

64
Política+Tiempo=Biopolítica

conjunto del planeta. Las esperanzas humanas no son posibles sin


las esperanzas de vida misma de y en el planeta. Las esperanzas de
vida de cada quien no son posibles sin las esperanzas mismas de vida
de los demás. Y en los espacios posibles adyacentes. Las esperanzas
y expectativas de vida implican y cruzan a numerosos campos y
planos, tales como políticas de salud, políticas de educación, polí-
ticas urbanas y agrarias, políticas energéticas, y de investigación y
desarrollo, por ejemplo. Las esperanzas sin contenidos reales de vida
son ideología y engaño, manipulación y violencia. En este sentido,
la dignidad de la vida y la calidad de vida se implican recíproca y
necesariamente.

Para decirlo en otras palabras, en resumen, una medición de la com-


plejidad de un fenómeno consiste exactamente en la medición de los
modos, tipos y densidades de temporalidad que definen o constituyen
al fenómeno estudiado.

La complejización de la política corresponde, por consiguiente, a un


abandono de su estado tradicional y normal que se refiere a, y se define
por, el Estado y se expresa como políticas públicas para comprenderla
y convertirla en política de temporización, y por tanto, de vida. El
tiempo, como es sabido, se entiende como la flecha del tiempo, gracias
a la cual, el pasado es cualitativamente diferente del futuro. En otras
palabras, los futuros posibles de vida son los que le otorgan sentido,
bastante más allá de su pasado, su origen y sus antecedentes. Como
lo sostenía en lenguaje filosófico J. P. Sartre: la más grande creación
del ser humano es sí mismo. Pues bien, en términos más amplios, la
más grandiosa de todas las creaciones de la vida es sí misma. La vida
es, al fin y al cabo, la respuesta que el universo creó para resolver el
reto de la entropía.

Ahora bien, la irreversibilidad de la flecha del tiempo fue, casi pa-


ralelamente, descubierta, con acentos, enfoques y preocupaciones
disímiles, por dos ciencias en el curso del siglo XIX: la termodinámica
clásica –en especial gracias a los trabajos de L. Boltzmann– y la teoría
de evolución, de Ch. Darwin. La dificultad es que estas dos flechas del
tiempo son mutuamente excluyentes. Sería sólo gracias a los trabajos
de I. Prigogine ya en el siglo XX, y por tanto con el desarrollo de la

65
Carlos Eduardo Maldonado

termodinámica del no-equilibrio, como las dos flechas del tiempo


llegan a integrarse en un solo y mismo fenómeno de estudio. La
termodinámica del no-equilibrio sirve, así, de fundamento para una
política diferente de las políticas públicas y de gobierno (Maldonado,
2011b). Como tendré la ocasión de presentarlo en el tercer capítulo,
una política semejante la designo como biopolítica. Si se prefiere,
la biopolítica es política de complejidad o política con complejidad.

Complejizar la política, por tanto, significa introducirle lo que ella


no tiene: tiempo. Es decir, significa introducirle la dimensión de la
historia en el sentido de la longue durée de F. Braudel. La comple-
jización de la política implica, con total certeza, una transformación
de la política y de lo político, tanto en teoría cuanto en práctica.
Sin ambages ni ideologías, manifiestamente, el juicio último de
las acciones humanas no los otorga ni el derecho ni la política, ni
la economía, manifiestamente, sino la historia, cuya perspectiva
permite juzgar con distancia las pasiones y los tratos, las traiciones
y los juegos sucios, las utilizaciones de la gente y los ardides de las
decisiones, esos juegos de estrategia, táctica, conveniencias, frutos
y eficacia y eficiencia que caracteriza a la política modo politiké. El
juicio histórico, la dimensión de tiempo de larga duración transfor-
man a la polítiké en politieia. Y así, lo que salta entonces a la vista,
ante la mirada sensible, es la preocupación por la vida, el cuidado,
el posibilitamiento y la calidad y la dignidad de la vida –en otras
palabras, la naturaleza misma.

En efecto, en contraste con el Estado, que es eminentemente auto-


rreferencial –por lo tanto tautológico, como sabemos, gracias a K.
Gödel–, y que no sabe por tanto de otro tiempo que de sí mismo y
se asume y se despliega como presente continuo, la vida en general
es el fenómeno que sabe de temporalidad y que es tiempo, por anto-
nomasia. Los sistemas vivos son sistemas abiertos, y por ello mismo
saben del tiempo y de la flecha de su irreversibilidad. No existe en la
totalidad del universo conocido y por conocer ningún fenómeno de
mayor complejidad, en toda la acepción de la palabra, que la vida, los
sistemas vivos. Y la vida es tiempo, implica tiempo, necesita y crea
temporalidad. Esto es, posibilidades, espacios de fase, bifurcaciones,
transiciones de fase, en fin, emergencias y no-linealidad.

66
Política+Tiempo=Biopolítica

De esta suerte, el tiempo complejiza a la política en una dúplice di-


mensión. De un lado, se trata de la incorporación, por así decirlo, de
la naturaleza en las preocupaciones y contenidos de la política. La
naturaleza –una de cuyas primeras expresiones es el medioambiente–
constituye un motivo explícito y directo en las decisiones y acciones
políticas con una característica fundamental: los tiempos naturales son
de un alcance y profundidad inmensamente más vastos y ricos que la
temporalidad meramente humana. Y al mismo tiempo, de otra parte,
la política se abre a las dimensiones de la vida y lo vivo –por consi-
guiente de la vida humana, pero en general de la vida en el planeta;
de la vida conocida tanto como de la vida tal-y-como podría ser–, la
cual, por definición implica tiempo, temporalidad y temporización13.

Ahora bien, la distinción entre vida y naturaleza es en realidad mera-


mente epistemológica o metodológica puesto que ambas constituyen
una sola unidad que, si cabe, se expresa en la forma de organismos
y especies en un caso, o bien en cuanto ecosistema y biosfera, en el
otro. En cualquiera de los dos casos, el fundamento se encuentra en la
teoría de la evolución. Es ésta, en verdad, la que constituye y explica
el tiempo no solamente como un fenómeno de complejidad creciente,
sino, además, como un factor creador. El tiempo (= evolución) no es
un fenómeno que reste y conduzca al equilibrio (= termodinámica
clásica), sino, mejor aún, es la vida misma o la naturaleza misma que
es generadora de emergencias, horizontes y posibilidades. Decir,
sencillamente, que los organismos y las especies evolucionan signi-
fica que ganan tiempo, aprenden y logran adaptarse. Ganan tiempo
o crean tiempo.

En verdad, el mérito de la teoría de la evolución consiste en el re-


conocimiento –en marcado contraste con las física clásica– de que
introduce el tiempo como un fenómeno de series largas y creativas.

13 Esta triple distinción no es meramente semántica. Por el contrario se inspira en


la filosofía fenomenológica y en especial en la obra de Husserl y Heidegger.
Para una mayor comprensión de sus diferencias y matices remito sencillamente
a la obra de estos dos filósofos. En el contexto del escrito que nos ocupa, se
trata simple y llanamente de la comprensión del tiempo como verbo, como
adjetivo y como sustantivo, por tanto, en una relación de no-linealidad, en toda
la línea de la palabra.

67
Carlos Eduardo Maldonado

En el leguaje técnico de la teoría de la evolución, se trata tanto de


variación y mutación genética, como de epigénesis, selección natural
y autoorganización. Al fin y al cabo, la vida es un juego que se juega
a largo plazo, y ciertamente a largo plazo cuando se lo compara
con las escalas de tiempo estrictamente humanas o antropocén-
tricas. Las variaciones y mutaciones genéticas pueden apreciarse
en el transcurso de cientos o miles de generaciones, según el caso
(algo que logra aprenderse por primera vez con el estudio de la
Drosophila melanogaster, la mosca de la fruta). De este modo, la
flecha del tiempo adquiere una densidad magnífica, y tanto más al
compararla con la muy baja o nula densidad temporal de la política
en cuanto politiké.

En síntesis: los dos ejes, por así decirlo, de una política modo comple-
jidad son la geología –cuya unidad básica de tiempo es el millón de
años–, y la teoría de la evolución –que trabaja con cientos o miles de
generaciones–. La longue durée, por tanto, no es tanto de la historia,
cuanto que de la geología y la teoría de la evolución.

2.3. La sociedad civil –y la vida

El fundamento del Estado es doble, así: de un lado la religión y de


otra parte el derecho penal. Ambos se implican recíprocamente
aunque sus vínculos no siempre aparezcan claramente a plena luz
del día. Aquella afirma el carácter necesario e incuestionable de
la trascendencia y la divinidad como las razones más profundas y
justificativas de la última de las decisiones o de las acciones –de los
individuos, y por extensión del gobierno y el Estado–, si ello llega a
ser necesario y cuando lo es; por su parte, el derecho penal consiste
en el reconocimiento de que la sociedad y el poder descansan, ulte-
riormente en el derecho inalienable a la propiedad privada, el cual
garantiza, por lo demás, la calidad y la necesidad de la persona. De
esta suerte, el derecho –absoluto– a la propiedad privada es una sola
y misma cosa con la dignidad de la persona humana entendida en
el trasfondo religioso. Estos son el dúplice fundamento del Estado
y con él, de la política, la economía y la sociedad. Esto es, la base de
la Realpolitik.

68
Política+Tiempo=Biopolítica

Este dúplice fundamento no altera la posibilidad –a todas luces


plausible– de la existencia de un Estado no confesional y laico, hoy
en medio de una sociedad secular (Taylor, 2007) y, por consiguiente,
la separación entre el Estado y la iglesia. Esta separación constituye,
manifiestamente, un avance en las políticas protectoras de vida y es
un triunfo del liberalismo, en el sentido filosófico de la palabra. Así,
Dios, la religión, las iglesias y las confesiones de fe pertenecen al ám-
bito de la conciencia privada. La política debe permanecer al margen
de la religión, y viceversa.

Sin embargo, el derecho privado –derecho a la propiedad privada,


por antonomasia– no afirma, en absoluto, a la vida por sí misma. Por
el contrario, afirma la vida como derivada de, y concomitante con, la
dignidad que se sigue del derecho a la posesión de bienes. Más allá
de cualquier discusión de orden teórico –acaso filosófica– acerca
del derecho penal, lo cierto es que, una vez que en la historia de la
humanidad occidental el derecho civil fue sustituido por el derecho
constitucional y, concomitantemente, emergió el derecho penal, el
Estado-nación se constituyó a sí mismo como fin último, y la vida de
los seres humanos fue desplazada a un tener un papel subsidiario. Por
este camino se abrieron las puertas de par en par al institucionalismo
y al neoinstitucionalismo.

De manera puntual, hay que decir que los institucionalistas consi-


deran el conflicto, el poder y la política dentro o como un fenómeno
del cambio institucional. De manera específica, las instituciones son
creadas por parte del Estado a fin de solucionar todos los problemas
de acción colectiva. Por su parte, el neoinstitucionalismo sostiene
que las instituciones pueden manejar las preferencias y acciones de
los individuos y los cambios sociales sólo pueden tener lugar como
cambios institucionales. Institucionalismo y neoinstitucionalismo no
son otra cosa que la reafirmación a través de nuevos lenguajes y es-
trategias del neoliberalismo; que no es sino un nombre para designar
al sistema capitalista.

Ahora bien, con respecto a la religión, no huelga jamás recordar que las
peores guerras en la humanidad han estado motivadas o justificadas
por creencias religiosas (Walzer, 2001): Las guerra de la Inquisición,

69
Carlos Eduardo Maldonado

la guerra de Ulm en Irlanda, la Segunda Guerra Mundial, las guerras


de Irak, Afganistán y Siria, por mencionar sólo algunos de los casos
más palpables. Sería bueno mencionar, sin ánimo de ironía, que Jesús
de Nazareth no era judío católico, de la misma manera como Mahoma
no era shiita o sunita, o como Siddharta Gautama no era budista, por
ejemplo. Las iglesias y las religiones han sido vehículos de exterminio,
justificación de eliminaciones, legitimación de guerras (“guerras jus-
tas”). Todo ello en total contravía de una verdadera espiritualidad. La
espiritualidad de un lado, y las iglesias y las religiones de otra, parecen
hallarse en orillas distintas y cada vez más lejanas.

En cualquier caso, el concepto de Estado-nación se corresponde ple-


namente con la ciencia clásica, en especial con la mecánica clásica,
en el sentido de que ésta afirma que existen y son posibles sistemas
aislados tanto como sistemas cerrados. Así, la soberanía del Estado
coincide plano por plano con la afirmación de sistemas aislados y/o
cerrados. Sólo que, eufemísticamente, dicho sistema cerrado o aislado
se denomina a sí mismo como “soberano” o “soberanía”. De consuno,
las iglesias también han sido concebidas como sistemas aislados o
cerrados, avant la lettre.

Por ello mismo, para los Estados los argumentos acerca de problemas
medioambientales, de naturaleza, de conocimiento como un derecho
libre para todos (= que no pertenece a nadie), y los derechos huma-
nos (no hablo aquí de los derechos fundamentales)14, notablemente,
constituyen argumentos que violan la soberanía del Estado y son
generalmente rechazados, no suscritos o dejados de lado. Algunos
ejemplos pueden ilustrarse con el Tratado de Kyoto, la Corte Penal

14 La distinción entre derechos humanos y derechos fundamentales es de la máxima


importancia en esferas como la filosofía, la cultura y la política, por ejemplo.
Los derechos fundamentales son los mismos derechos humanos que existen en
cuando derechos sostenidos en el marco positivo, derechos escritos y suscritos.
Los derechos humanos, de un lado, sin desconocer, en manera alguna, el bloque
constitucional, se caracterizan por que, en ocasiones no están escritos y no nece-
sitan estar escritos para existir. Históricamente, el mejor ejemplo es el derecho
a la subversión, que aparece en los textos de Hobbes y de Locke. Pero, una vez
que tuvo lugar la revolución francesa, los autores modernos dejaron de esgrimir
el derecho a la subversión como un derecho natural –y que era el argumento en
contra de la nobleza y el claro, como es sabido.

70
Política+Tiempo=Biopolítica

Internacional, el Tratado de Roma, la Declaración Universal sobre


la Bioética y los Derechos Humanos, por ejemplo. El derecho inter-
nacional es visto por numerosos estados-nación como intromisores
a la soberanía del estado. Concepto político que le corresponde, en
otras palabras, a la idea de sistema cerrado o sistema aislado; lo cual
científicamente es bastante más que un exabrupto.

Quiero, aquí, sostener la idea según la cual es posible una política que
no sea indiferente al Estado pero sí independiente del Estado. Todas
las políticas habidas en la historia de la humanidad occidental han
sido definidas, han pivotado, dependido o se han fundado en la idea
del Estado y en su necesidad. Ya sea en la forma de la Polis, en la de
la República, el Shogunato o el Feudo, el Estado nacional, u otros
hasta la fecha (como es, notablemente, el caso de Califato, para los
grupos yihadistas más extremos). Este reconocimiento y esta idea
constituyen, con seguridad, el núcleo de la filosofía política, a saber el
tema del origen, la necesidad y el tamaño del Estado. Por ejemplo, si
se aboga por uno de carácter fuerte o por un Estado mínimo, y demás.

Es posible y deseable una política no indiferente, pero sí independiente


del Estado. Sin embargo, hoy por hoy, la política no puede ser indife-
rente del Estado por una serie de motivos, entre los cuales se destacan:

1. El Estado es hoy una realidad, y abogar por la inexistencia o la des-


aparición del Estado tiene todo el sentido filosófico y programático,
pero no se puede prescindir de él en estos tiempos. Ello no significa,
sin embargo, que sea inevitable la discusión acerca de una teoría
del Estado –por ejemplo si el Estado es necesario o no; si se aboga
por un Estado fuerte o por un Estado débil, etc.–. Creo que en el
estado actual de cosas este tema resulta en realidad subsidiario con
respecto al núcleo de lo que nos interesa con este texto: pensar la
vida y hacerla posible, políticamente hablando. La simple existencia
de otros Estados (aliados o enemigos –potenciales) hace imperiosa
la existencia de un Estado, faute de mieux. En un futuro previsible
a mediano plazo el Estado seguirá siendo una realidad: eso, un mal
necesario (argumento teológico).
2. El Estado se abrogó –o bien, apelando por ejemplo a la hipótesis
contractualista según la cual los seres humanos cedieron una

71
Carlos Eduardo Maldonado

parte de su voluntad y el Estado asumió la voluntad colectiva,


o bien por fuerza– la prerrogativa de la seguridad ciudadana, la
construcción de infraestructura, la defensa de las fronteras, la
provisión de garantías de educación, vivienda y salud, y demás.
Pues bien, el Estado debe poder cumplir, absolutamente con estos
derechos de los seres humanos, ciudadanos o no, de tal suerte que
la legitimidad del Estado pasa, de manera tajante e inevitable, por
el cumplimiento de estas obligaciones de parte suya. El incumpli-
miento de sus compromisos y obligaciones erosiona gravemente su
legitimidad, y por derivación, su necesidad y existencia actuales.
Dicho en términos inversos, la mejor de las condiciones que el
Estado puede encontrar para su propia existencia y legitimidad
estriba en el cumplimiento de todas y cada una de sus obligacio-
nes y prerrogativas en beneficio de la sociedad, los individuos y la
vida en general. El argumento de que el Estado le delega al sector
privado parte de sus responsabilidades no se justifica desde ningún
punto de vista. Como se aprecia, en cualquier caso, la carga de la
demostración acerca de la necesidad del Estado recae sobre él; y
por extensión sobre los tipos de gobierno existentes en cada caso.
En otras palabras, la prueba de la demostración de la existencia
del Estado ya no recae, para nada, del lado de la sociedad civil,
que fue en lo que consistió el argumento contractualista clásico
(Gauthier, Rawls, Kumar, Parfit).
3. Un reconocimiento fundamental de la existencia del Estado es que
absolutamente nadie puede proclamar estar al margen de la ley,
con lo cual principios fundamentales como justicia y equidad se
vuelven de mandato universal inequívoco. Lo contrario conduce
a la impunidad, a la inequidad y la injusticia, las cuales son ética,
social y políticamente indeseables. En un estado social de derecho
nadie dicta la ley, y todos se someten a ella y actúan en correspon-
dencia. Asimismo, nadie le concede derechos a nadie. Se tienen
derechos por el simple hecho de existir. Esta es una diferencia
sustancial con respecto a las formas de gobierno del medioevo en
donde sí había instancias –acaso la Corte Real, o la Iglesia– que
dictaban la ley pero no se ajustaban necesariamente a ella15. En
un Estado social de derecho, nadie ni tampoco ninguna instan-

15 Baste mencionar los nombres de Giordano Bruno o Galileo Galilei para en-
tender a qué me refiero con éste punto.

72
Política+Tiempo=Biopolítica

cia –religiosa, militar, política o económica– puede sustraerse a


la justicia. Dicho en términos inversos: la impunidad constituye
la más amplia de las puertas para el ingreso del cuestionamiento
acerca de la legitimidad del Estado o de un gobierno determinado.
Dicho de forma simple y directa: el referente en el Estado social de
derecho no es ya el Estado o la institucionalidad, sino el derecho
de las gentes, los derechos humanos, en fin, la sociedad civil. Dicho
en los términos de la tesis de este libro: la afirmación, el cuidado
y el posibilitamiento mismo de la vida.
4. En tiempos y en condiciones de globalización, la presencia del Esta-
do implica la defensa de los nacionales en otras regiones del mundo,
cualesquiera que sean y puedan ser sus situaciones. Así, por medio
de pactos, acuerdos y tratados internacionales, la soberanía del
Estado no va en desmedro, y por el contrario, demanda de manera
imperativa, cuidar de los nacionales incluso en otras geografías, en
otras fronteras, y ante otros Estados o poderes, pues cada uno de
los nacionales es un símbolo de la validez y la racionalidad política
de un sistema o régimen político. Si esto es razonable, entonces
el argumento acerca de las mayorías no erosiona, para nada, el
cuidado de todos y cada uno de los individuos en cualquier lugar y
momento. Así, un individuo vale tanto como las mayorías; o bien,
una mayorías no valen más que un individuo.

Sin embargo, es posible y necesaria una política independiente del


Estado. Una política semejante significa:

a. El Estado no es fin en sí mismo, en manera alguna, sino senci-


llamente un instrumento para que la vida se haga posible, más
grata, se llene de contenidos y dignidad y se exalte de todas las
maneras como sea posible, siempre en comunidad. Si esto tiene
sentido, entonces la praxis como la teoría política ni comienzan
ni terminan tampoco en el Estado –por ejemplo, en un gobierno,
en un sistema o régimen político determinados– aunque pase por
él, con lo cual la política misma se enriquece significativamente.
Más radicalmente, la política misma se transforma de raíz. Es más,
con este reconocimiento, la política y lo político se transforman
radicalmente –por lo menos si se tiene en cuenta la historia desde
la Modernidad hasta nuestros días. Una política de vida en toda

73
Carlos Eduardo Maldonado

la acepción de la palabra –eso es lo que no ha existido hasta la


fecha, ni dans l’esprit, ni tampoco à la lettre.
b. Los órganos y las fuerzas del Estado y del poder se encuentran,
absolutamente, al servicio no de sí mismas –el poder: todo poder
es siempre autorreferencial–, sino al servicio de la sociedad civil;
al servicio de las gentes. La fuente del poder y el sentido del mismo
lo otorga la sociedad civil en primera instancia, y luego también,
con ella y desde ella, otras instancias y espacios como la comu-
nidad internacional, otros Estados, la sociedad civil mundial, en
fin, organismos multilaterales de toda índole. Manifiestamente
que Internet constituye una red y un espacio mediante el cual la
sociedad civil –las gentes– ganan en información, ven otros ma-
tices y otras perspectivas, y pueden tomar distancia con respecto
al monopolio de la información por parte de los grande medios de
comunicación masivos. Internet constituye un canal mediante el
cual es posible y legítimo desplazar el foco del Estado y el gobierno
a las gentes y sus circunstancias. Necesitamos y es posible, así, a
la vez más y mejor información, más y mejor conocimiento, más
y mejor ciencia e investigación.
c. La democracia es ante todo una forma de vida, un estado existen-
cial en común, si se quiere, un tejido social y una trama de vida,
incluso antes y más allá de cualquier otra justificación o valida-
ción de orden jurídico, económico, religioso y demás. Desde este
punto de vista, la política es mucho más que institucionalidad y
normas, pues consiste en el espacio en el que la vida se esfuerza
por hacerse posible y en el que las mejores posibilidades de vida
pueden realizarse, o encontrarse. Un sistema político o un régimen
económico en el que los espacios de encuentro están cooptados
por el sector privado; o bien en el que el costo para los encuentros
es económico o de problemas de seguridad son un régimen y un
sistema ilegítimos.

Pues bien, una política no indiferente pero sí independiente del Es-


tado es una política que se define en términos de la sociedad civil, y
cuyo basamento es el cuidado y el posibilitamiento, la gratificación
y la exaltación de la vida en general. Así, mientras que el principal
problema del Estado es el de la legitimidad, la sociedad civil puede ser
identificada de otras maneras. Específicamente a partir de problemas

74
Política+Tiempo=Biopolítica

propios de la sociedad civil. La civilidad define la complejidad misma


de la política. O lo que es equivalente, la complejidad de la sociedad
estriba en su civilidad. Un tema que no en últimas instancias tiene
consonancias civilizatorias (Elias, 2016).

Es posible comprender a la sociedad civil a partir de determinados


problemas que le son propios; esto es, por ejemplo, que no son pro-
blemas específicos del sector privado o bien problemas específicos del
sector púbico o gubernamental. Problemas propios –constitutivos– de
la sociedad civil son: los derechos humanos y, más específicamente,
el derecho (absoluto –en el sentido literal de la palabra: ab, que
no– soluto, se disuelve en nada más sino, por el contrario, que es
fundamento de todo otro principio idea o valor) a la vida, el cuidado
del medio ambiente, la construcción y el fortalecimiento de la con-
fianza, el conocimiento en toda la acepción de la palabra, el respeto
del propio cuerpo, y otros semejantes. En fin, los bienes comunes, en
contraposición o contraste, como veremos en seguida, con los bienes
públicos o los privados.

En efecto, como se aprecia, más allá de la escisión –establecida a


partir de los Romanos– entre bienes públicos y bienes privados, y
consiguientemente, entre el derecho público y el derecho privado, los
tipos de problemas específicos de la sociedad civil pueden ser incluidos
en una tercera dimensión, la de los bienes comunes (commons, por
su designación en inglés). Esto es, se trata de bienes que atraviesan
a los bienes públicos y privados pero que los desbordan con mucho.

Así, mientras que, por definición (por lo menos en la teoría), los bienes
públicos y los privados son inconmensurables, los bienes comunes
cruzan parcialmente a los dos primeros pero los desbordan amplia-
mente. El diagrama Nº 2 ilustra estas relaciones.

75
Carlos Eduardo Maldonado

Diagrama Nº 2: Relaciones entre los bienes públicos,


los privados y los comunes

Bienes Bienes
públicos privados

Bienes
comunes

Fuente: Elaboración propia

La comprensión de la sociedad civil a partir de problemas que le son


propios o específicos permite tomar una distancia con respecto a las
comprensiones más habituales acerca de la misma que son, usualmen-
te, en términos estructuralistas o funcionalistas (Maldonado, 2002).
Así, por ejemplo, la comprensión estructuralista de la sociedad civil la
identifica por las organizaciones de la sociedad civil; la dificultad surge
en el momento en el que se reconoce, por ejemplo, que hoy existen
organizaciones de la sociedad civil que ayer no existían, y al revés:
ayer había unas organizaciones que ya no existen más hoy en día. De
la misma manera, tampoco se trata de hacer coincidir a la sociedad
civil con determinadas consignas, actividades o prácticas, o tareas
pues estas siempre son dependientes de los tiempos, las circunstancias
y los lugares, y así, el tema puede diluirse en otras consideraciones
que no vienen aquí al caso. Esta es la dificultad de la comprensión
funcionalista de la sociedad civil.

De esta suerte, el concepto de sociedad civil no es en realidad sino


la expresión política de un concepto más básico que le subyace y so-

76
Política+Tiempo=Biopolítica

porta, a saber: el concepto mismo de vida. Digámoslo en perspectiva


histórica: la sociedad civil es el concepto del siglo XIX y XX al que
hoy le corresponde el concepto de vida (siglo XXI). En otros términos,
una política independiente del Estado –¡entonces, por fin, escrito en
minúscula!– es una política que se define por, y pivota en torno a, la
sociedad civil, que no es sino la traducción puntual del reconocimiento
del valor de la vida como derecho absoluto: no se disuelve en ningu-
na otra cosa –por ejemplo en el Estado o en la Iglesia, en un credo o
en una filosofía de terminados, por ejemplo– sino, es la fuente y el
sentido mismo de cualquier otro principio, idea o valor, los cuales,
consiguientemente, son derivados de la vida misma. Así, la comple-
jización de la política consiste en el desplazamiento del estado –y por
derivación, el gobierno y demás–, del centro de la mirada para situar
a la vida en general, a los sistemas vivos, tal y como existen y tal-y-
como-podrían-ser-posibles en el foco. La posibilidad es el concepto
que mejor corresponde al cuidado y exaltación de la vida.

Una observación puntual se impone aquí: el derecho absoluto a la vida


no significa en modo alguno el derecho sagrado a la vida. En esta últi-
ma expresión se esconde una (pre)comprensión religiosa, teológica o
confesional de la vida, lo cual va a todas luces en contravía a la noción
de pluralidad, diversidad, alteridad, en fin, laicidad y secularidad que
son los rasgos definitorios de la civilidad de la sociedad.

En verdad, el derecho a la vida como un derecho absoluto exige una


puntualización adicional, dados algunos debates actuales que se definen
por temas como el aborto y la investigación sobre células madre –un
tema de debate en el que confluyen las posturas más conservadoras
porque rechazan ambos temas–. La defensa del derecho (absoluto) a la
vida implica abrir o crear espacios para que la gente (“las gentes” en esa
hermosa expresión de los mexicanos) pueda tomar por sí mismos las
decisiones que quieran en un momento determinado. En otras palabras,
el derecho a la vida implica aquí exactamente abrir o ampliarle espa-
cios a la vida misma para que sea la gente la que decida mottu propio
si los atraviesa o no. Pero lo que es inadmisible consiste en cerrarle a
priori el espacio de libertad (= derechos) sin permitirle a los individuos
que tomen por sí mismos sus propias decisiones. Incluso para que se
equivoquen o yerren. En acuerdos y acciones semejantes consiste una

77
Carlos Eduardo Maldonado

política fundada en la sociedad civil. Y por ello mismo, como se aprecia


a partir de los ejemplos mencionados, uno de los bienes o problemas
propios de la sociedad civil es el conocimiento en el sentido de que la
vida se afirma siempre con más y mejor conocimiento, con más y mejor
información, en fin, con más y mejor ciencia e investigación y no limi-
tándolas. Mientras que la historia de la humanidad ha consistido, casi
definitivamente en una logofobia –esto es, en el miedo al conocimiento,
el control del pensamiento, la constricción de la investigación, en fin, la
limitación de la libertad de pensamiento, de opinión y acción– la política
de la sociedad civil pasa por, y se nutre de, la crítica a la logofobia y la
afirmación de la vida como del conocimiento. Al fin y al cabo, la vida
se hace posible a través de más y mejor información, de más y mejor
conocimiento, en fin, de más y mejor investigación. Al fin y al cabo,
no hay dos cosas: vida y conocimiento, sino que ambas son una sola y
misma cosa, algo que ha sido puesto de manifiesto reiteradas veces en
tiempos recientes16.

Digámoslo de forma simple y directa: una política para la vida es


biopolítica.

2.4. Biopolítica, naturaleza y cultura

La biopolítica, por consiguiente, es política de vida, política para la


vida. En verdad, en la expresión biopolítica, “bios” funge como núcleo y
“política” como sufijo. Por primera vez desde la antigüedad cabe pensar
una política que no pivote en torno al Estado y al poder, alrededor de la
iglesia y de los estamentos, que no pivote en general alrededor del poder,
cualquiera que sea su naturaleza, su origen y su justificación; sino, por
el contrario, una política que se asuma a sí misma como instrumento
de la vida y, por lo tanto, de la naturaleza en el sentido al mismo tiempo
amplio e incluyente. En otras palabras, de manera más radical aún, la

16 Cfr. Maturana y Varela, El árbol del conocimiento; Goodwin y Solé, Signs


of Life, Kauffman, Investigations, entre otras fuentes. Como se aprecia estas
fuentes son las que permiten hablar hoy en día de “nueva biología” y, más
ampliamente, precisamente, de ciencias de la complejidad. Otros autores que
pueden ser mencionados en esta misma línea argumentativa son J. Lovelock
y L. Margulis.

78
Política+Tiempo=Biopolítica

biopolítica no es, en contraste con todas las políticas habidas hasta la


fecha, política antropológica, antropocéntrica o antropomórfica. Más
bien, la biopolítica es política ecocéntrica o biocéntrica; la diferencia
aquí no es sustancial. Ciertamente, el lenguaje juega aquí aún una mala
jugada puesto que el sufijo “céntrico” podría dar una idea errónea, como
si se tratara del desplazamiento de un centro a otro. A fin de aclarar
esta malinterpretación es necesaria una doble consideración cuidadosa.

De un lado, la biopolítica exige, de entrada, el reconocimiento explícito


de que, en el sentido más firme pero amplio del término, es imposible
hoy por hoy hacer política, y tener un cuadro del mundo sin tener una
idea básica de lo que es la vida. Epistemológicamente, asistimos aquí
a una magnifica complejización de la política. En consecuencia, de
otra parte, el concepto de biopolítica debe aquí desmarcarse por com-
pleto de los usos y compresiones que con el mismo término asumen
autores tan distintos como Foucault, Agamben, Negri, R. Esposito o
más recientemente Zizek, para nombrar los principales nombres de
quienes hablan de “biopolítica” y “biopoder”17.

En efecto, de un lado, la vida no es ninguna entidad, sustancia o


realidad que se diferencia en términos de naturaleza –por ejemplo,
una “metafísica de la naturaleza” a la manera de Aristóteles, o de la
modernidad–. Más exactamente, no existen diferencias de naturaleza
en el planeta, en ninguna acepción de la palabra. Antes bien, la vida
–los sistemas vivos– puede ser comprendida:

a. Como una forma de organización de la materia;


b. Como una diferencia cualitativa entre la vida y la no-vida; en
fin,
c. Como una diferencia de gradientes o de grados, con respecto a
la naturaleza inanimada.

17 Cada vez que, en este libro, hablamos de la biopolítica en sentido negativo,


como crítica a los dispositivos de poder, en la línea de Foucault y de los autores
que lo siguen o se inspiran en él, el término estará escrito entre comillas, para
designar expresamente que no es la clase de biopolítica –positiva, afirmativa–
que nos interesa en las relaciones entre política y complejidad. Más claramente:
biopolítica –política de y para la vida– estará escrita, y deberá entenderse en
consecuencia tal cual, sin una pre-cromprensión determinada.

79
Carlos Eduardo Maldonado

Me explico. No existe absolutamente ninguna diferencia entre la vida y


la no-vida. Las diferencias son justamente de organización, cualitativas
o de grados. En verdad, el alfabeto del universo conocido y por conocer
está plenamente identificado, o casi: se trata de la tabla de elementos
químicos (tabla periódica). Todos los componentes del universo y de la
realidad están escritos en combinaciones y proporciones de elementos
químicos. Toda la diferencia que hay entre unos y otros componentes
del universo son de grados o proporciones. Unos tienen más molibdeno,
otros menos polonio, unos tienen más ununoccio, otros menos potasio,
algunos más molibdeno y otros menos polonio, y así sucesivamente.

Más aún, desde el punto de vista químico, las relaciones y diferencias


entre los componentes del mundo y el universo consisten según si
tienen enlaces simples o dobles, fuertes o covalentes y demás.

De esta suerte, no existen, como lo enseñó Aristóteles y la tradición aris-


totélica, diferencias de naturaleza. La traducción social o política de la
idea metafísica según la cual existen diferencias de naturaleza se traduce
en la existencia de clases sociales, e incluso castas, que son impermeables
(= insensibles) a otras y en la que no existe ninguna comunicación ni
intercambio recíproco. Ulteriormente esta metafísica habrá de inculcar la
idea –a todas luces perniciosa y peligrosa desde el punto de vista social,
político, ético y cultural– según la cual existe una “naturaleza humana”.
Esto es, que los seres humanos son lo que son y son de ese modo sin
que la cultura o la historia intervengan para nada. La idea de naturaleza
humana es por completo a-histórica, y por consiguiente perfectamente
metafísica. Ulteriormente, se encuentran aquí todas las simientes para
la justificación de un régimen o sistema de exclusión, violencia y guerra.
Guerras justas, por ejemplo –un oxímoron, pues sólo se puede hablar
así desde el punto de vista de los victimarios, pero jamás de las víctimas.

En la comprensión más reciente de lo que es la vida, posible notable-


mente gracias a la bioquímica y los trabajos de C. Woese, ya no se habla
de reinos de la naturaleza, sino, mejor aún, de dominios de la vida.
Pues bien, los dominios de la vida son tres, a saber: archea, bacteria y
eukaria. Y lo verdaderamente significativo es que esta comprensión ya
no asume, en manera alguna, distinciones ontológicas, de naturaleza.
El concepto mismo de “dominios” deja significar que las diferencias

80
Política+Tiempo=Biopolítica

entre uno y otro no son ontológicas o materiales, sino de gradientes o


cualitativas.

El esquema Nº 3 suministra una idea de las divisiones y clasifica-


ciones de los dominios de la vida. Debe observarse que el lugar en el
que se encuentran los animales, y por derivación los seres humanos,
es el dominio de los eukaria. Sin embargo, es preciso decir que estas
divisiones y clasificaciones se hacen cada vez más variadas y sutiles.

Esquema Nº 3: Los dominios de la vida,


de acuerdo con la biología actual

Bacteria Archaea Eukarya

Daitomeas
Moho
Animales
mucilaginoso
Entamoeba
Chloroflexus Fungi
Methanothermus
Halófilos Plantas
Methanococcus Ciliados
Bacteria púrpura Thermoproteus
Cloroplasto Thermococcus
Cianobacteria Pyrodictiun Flagelados
Flavobacteria Tricomonadas
Thermotoga
Aquifex Microsporidias
Diplomonadas

Ancestro común
Fuente: Internet (dominio público)

Subrayemos esto: la traducción política de la idea de “naturaleza” –hu-


mana, por ejemplo– y consiguientemente, la tesis de que existen niveles
ontológicos de realidad se traduce como la justificación abierta de, o la
apología indirecta a, regímenes y prácticas violentos en toda la línea de
la palabra (sistemas y mentalidades paramilitares y demás).

En otras palabras, la idea aquí es que de la idea –precomprensión,


conocimiento, creencia, etc.– que se tenga acerca de lo que es la vida se
sigue, se corresponde, digamos, necesariamente una cierta concepción
de lo que sea la política y lo político; o al revés también. Ahora bien,

81
Carlos Eduardo Maldonado

no hablo aquí en términos de causalidad, sino de correspondencia, o


correlación. Una idea en un plano se corresponde con una idea en el
otro plano. Pero si ello es así, entonces:

1. Es imposible dedicarse y estudiar la política con seriedad si


no se tiene una idea sólida acorde a lo mejor del progreso
del conocimiento, con respecto a lo que es la vida en general
y los sistemas vivos; y, asimismo,
2. Es imposible –dado el avance del conocimiento en la histo-
ria–, ocuparse con rigor acerca de los fenómenos sociales y
humanos en general sin tener un idea bien fundada acerca
de la naturaleza y los sistemas vivos, en concordancia con
la investigación de punta en ciencia en general.

La biopolítica en el sentido de este libro permite y demanda a la vez


tener una idea sólida –básica– acerca de la vida y los sistema vivos18.

Pues bien, estas dos condiciones –en realidad: esta dúplice condición–
que implican el reconocimiento explícito de que toda la dimensión
de la política, en el sentido al mismo tiempo más amplio pero fuerte
de la palabra, implica, se nutre, atraviesa o está motivada –de alguna
manera, como se prefiera– por una determinada idea acerca de los
sistemas vivos. Por ejemplo los sistemas humanos, la concepción de
la naturaleza, el lugar del planeta en el universo y demás. Decir vida
no es, en realidad, sino una traducción de la idea misma de natura-
leza; pero si ello es así, el espectro antropocéntrico, antropomórfico
o antropológico se amplía y se enriquece con una comprensión bio o
ecocéntrica. La política en general se complejiza así, y con ello, gana
aún más en contenidos, planos y dimensiones.

De manera más puntual, recientemente la biología en general ha pues-


to de manifiesto que los seres humanos son en realidad holobiontes.

18 Esta es una diferencia sustancial con respecto a la biopolítica en el sentido de


Foucault, Negri, Agamben o Esposito, a saber: para estos autores no existe,
en absoluto, el problema de saber lo que son los sistemas vivos; de hecho los
conocimientos de biología y de ecología en ellos es demasiado pobre. Les
basta con los conocimientos de sociología, antropología y política que tienen.
Como queda dicho, son eminentemente antropocéntricos y antropomórficos.

82
Política+Tiempo=Biopolítica

Por cada célula del cuerpo humano existen por lo menos diez bacte-
rias, y si se tiene en cuenta que los seres humanos tienen alrededor
de treinta billones de células, el número de bacterias –en realidad
colonias bacteriales– es colosal. La proporción es de tal suerte que el
noventa por ciento de lo que son los seres humanos en realidad son
bacterias, con lo cual la idea misma de “lo específicamente humano”
se revela como un artificio ideológico, por decir lo menos, en marcada
ignorancia de lo que biológicamente son los seres humanos. Como
se aprecia sin dificultad, el bacterioma juega un papel crucial en la
composición, la estructura y el funcionamiento de los seres humanos.
Y ello para no mencionar escalas más sutiles como el viroma –esto
es, el conjunto de los virus–, e incluso los priones.

La complejidad de los seres humanos no se agota en la cultura y sí se


amplía magníficamente del lado de la biología, en el sentido amplio
de la palabra. Ulteriormente, la biología actual remite a la biología de
sistemas. La idea de base es que la biología está constituida por redes
–y no ya simplemente por componentes–, tales como la proteómica, la
lipidómica, la glucómica, la genómica, la interactómica, la fluxómica,
la transcriptómica, la interferómica, entre otras. De manera puntual la
biología de sistemas es el resultado de las interacciones entre biología,
computación y tecnología.

El resultado no puede ser más espectacular: una buena comprensión


de la vida pone de manifiesto que los sistemas vivos son simbióticos.
Recientemente, incluso, se ha planteado la idea de simbiogénesis,
para significar que la vida emerge ya compleja –con una grado básico
de complejidad– y no como acumulación de procesos o fenómenos
simples que se van acumulando (linealmente). La epigenética es
la forma como se conoce y se designa a la simbiosis entre organis-
mos huéspedes y simbiontes. Jablonka y Lamb (2005) elaboraron
un robusto estudio al respecto resaltando que legítimamente cabe
hablar de cuatro clases, perfectamente entrelazadas, de variaciones
en la historia de la vida, integrando así lo que tradicionalmente se
tomaba como disyunto: las dimensiones genética, la epigenética, la
comportamental, y la simbólica –todas tomando como base o polo
a tierra, por así decirlo, a los sistemas vivos; y no única y principal-
mente a los seres humanos.

83
Carlos Eduardo Maldonado

Subrayemos esto: la política no es posible ni suficiente únicamente con


una idea acerca de los seres humanos, suministrada habitualmente por
las ciencias sociales y humanas. La política requiere, absolutamente,
hoy por hoy, de un conocimiento más amplio acerca de los sistemas
vivos, algo que puede justificarse desde numerosas aristas, tales como
calentamiento global, deforestación, desertificación, acidificación de
los mares, la tectónica de placas, la biodiversidad, la importancia y la
naturaleza del agua (dulce), así como el conocimiento de lo que son, lo
que hacen, lo que pueden y lo que significan otras especies, animales y
vegetales; a estas justificaciones bien puede agregarse la importancia
de la nutrición y la soberanía alimentaria, el cuidado del aire y los
principios de una buena respiración, en fin, no en última instancia,
el saber vivir y el vivir bien –suma qamaña y sumak kawsay. Y con
estas, la noción misma de felicidad, por ejemplo.

Una política ignorante de una determinada razonable y bien fun-


dada idea acerca de la vida, se traduce en una política que abierta o
implícitamente se convierte en instrumento de dominio, violencia y
exclusión, guerra y muerte, finalmente. Una política semejante es,
notablemente, aquella que pivota en torno al poder y que se define
de cara al Estado y las discusiones acerca de su necesidad, su tama-
ño, y demás, todo lo cual no es, cuando se trata explícitamente de la
exaltación y el posibilitamiento de la vida, necesario. Es, en el mejor
de los casos, sólo contingente o provisoriamente necesario. La lógica
modal y la lógica multimodal se revelan aquí como altamente impor-
tantes por las luces que pueden brindar para entender el tema al que
nos referimos. Se trata de una política que depreda a la naturaleza, y
a través suyo, a numerosas especies y culturas. La depredación y los
depredadores: el epítome de la violencia.

2.5. La política modo complejidad


no es antropocéntrica

Toda política habida en la historia de la humanidad occidental ha sido


eminentemente antropocéntrica, antropomórfica o antropológica.
Esa política por ello mismo no ha reconocido que el tema primero

84
Política+Tiempo=Biopolítica

de trabajo e interés es la vida en general, la vida humana y la de los


demás sistemas en el planeta. Por consiguiente, nada sabe acerca de
las posibilidades de la vida, y por tanto nada acerca de las esperanzas
y las expectativas de la vida. Y no hace por tanto, en modo alguno,
planes, ni toma decisiones ni acciones al respecto.

Una política que logre el reconocimiento acerca de la urgencia y la


necesidad del cuidado y el posibilitamiento de la vida no es ya política
tradicional y se convierte en biopolítica.

La biopolítica es política de vida que sabe de la naturaleza, de biología,


de ecología tanto como de cultura y sociedad, y del tiempo, que es, en
primer lugar, el, o mejor, los tiempos de la naturaleza. La biopolítica,
así entendida, se diferencia de la “biopolítica” en el sentido habitual de
la bibliografía sobre el tema (notablemente Foucault, Agamben, Negri,
y demás)19, de tal suerte que antes que una crítica de los mecanismos
de control sobre el cuerpo, control biológico de la vida (los cordones
sanitarios, por ejemplo) –crítica enteramente válida, que adquiere al
final, sin embargo, un valor meramente negativo, pues se trata de una
comprensión negativa de la “biopolítica” y con un valor puramente
deconstructivo–, se hace imperativa una comprensión positiva o
constructiva de la biopolítica. Una comprensión semejante entiende
que la política es simplemente una herramienta o instrumento que se
define en función de la vida: de su calidad y dignidad.

En pocas palabras, una política de y para la vida es una política de


esperanzas de vida –reales, realizables, comprometida. No de otra
cosa se trata, al fin y al cabo, una política pública de salud. O de edu-
cación. O de vivienda. Y así varias más, si no todas. Se trata de ampliar
y enriquecer los horizontes de vida como horizontes de tiempo, tanto
como sea posible.

19 Omito aquí, deliberadamente la crítica y los criterios de demarcación entre


mi comprensión de la biopoltica y con un valor meramente bargo, un valor
meramente negativo, pues se trata de una comprensiargo, para una ampliaci
lugar enítica y la de los autores mencionados, pues ello constituye el objeto
de otro trabajo aparte. Sin embargo, para una ampliación de esta idea remito
a Maldonado (2006 y 2003).

85
Carlos Eduardo Maldonado

La biopolítica es política de vida que sabe de la naturaleza, de biología,


de ecología tanto como de cultura y sociedad

En otras palabras, la asunción de Aristóteles, según la cual los seres


humanos serían animales políticos –zoion politikón– pierde en el
marco de la biopolítica toda validez y su legitimidad queda reducida,
cuando más, al contexto de la cultura política tradicional. Que es,
justamente, la constituye el objeto de crítica gracias a las ciencias de
la complejidad, de acuerdo con lo desarrollado en este capítulo.

86
3. Consecuencias políticas
de la complejidad

Queda dicho a lo largo de las páginas precedentes: los estudios y tra-


bajos sobre complejidad son crecientes en el mundo. Sin embargo, no
existe ningún trabajo que de manera explícita considere las implicacio-
nes políticas del estudio sobre los fenómenos complejos no-lineales.
Este capítulo explora las más importantes consecuencias políticas de
las ciencias de la complejidad y se propone llenar parcialmente este
vacío. El texto argumenta que las consecuencias políticas de la comple-
jidad incluyen a las políticas públicas que incumben principalmente a
la política en sentido amplio y fuerte. Tres ejes articulan el argumento:
primero, una presentación de lo que son las ciencias de la complejidad
y sus derivaciones; luego, la consideración de las consecuencias polí-
ticas de la complejidad, que es el núcleo y, finalmente, se subrayan las
interrelaciones entre revoluciones científicas y revoluciones políticas.
Al final, se extraen algunas conclusiones provisionales.

La ciencia es también un fenómeno político. No solamente es el objeto


de (grandes y pequeñas) decisiones de orden eminentemente político
en el sentido más amplio e incluyente de la palabra, sino, adicional-
mente, la actividad científica tiene claras implicaciones políticas –di-
rectas e indirectas, de corto, de mediano y de largo alcance. Alrededor
suyo se tejen intereses y bandos, se concretan alianzas y traiciones, se
desvirtúa información, se conforman equipos, y el trabajo se define,
explícita o tácitamente, en términos de tácticas y estrategias. Al cabo,
ocasionalmente, existen también “bajas casuales” y “fuego amigo” en
la investigación científica, o en el mundo académico.

Numerosos ejemplos y casos pueden mencionarse acerca del carácter


político de la ciencia, y la bibliografía al respecto es abundante. Quisiera
destacar aquí tres ejemplos. En primer lugar, de acuerdo con varios
reportes, el ministro japonés de educación, cultura, deportes, ciencia
y tecnología, se reunió con los presidentes de las más importantes
universidades y centros de investigación japoneses con una preocupa-
ción: si bien Japón es el país de Asia que más ampliamente ha ganado

87
Carlos Eduardo Maldonado

premios Nobel, sus universidades no se encuentran bien situadas en


los rankings internacionales de tales instituciones. Estos rankings, al
igual que los premios Nobel, por ejemplo, constituyen un asunto del
máximo interés estratégico y de orgullo para Japón (cfr. http://www.
tut.ac.jp/english/docs/Science260328.pdf). Sin ambages: la ciencia es
un tema de competitividad de la máxima importancia. En consecuencia,
se hicieron planes de diverso tipo tendiente a que Japón incremente su
cuota de premios Nobel, y otros equivalentes. Es un asunto de interés
nacional.

Un segundo ejemplo es el interés científico y político en torno al estudio


del cerebro. De un lado, el presidente Obama (acto político) presentó
la Iniciativa BRAIN (Brain Research through Advanced Innovative
Neurotechnologies–Investigación del Cerebro a través de las Neuro-
tecnologías Innovativas Avanzadas) (https://www.braininitiative.nih.
gov). Por su parte, la Unión Europea lanzó en el mismo año el equiva-
lente Proyecto Cerebro Humano (https://www.humanbrainproject.
eu). Con una mirada atenta a ambos sitios web se puede ver la buena
mixtura entre política y ciencia en la investigación de uno de los más
apasionantes problemas de investigación. Ingentes presupuestos por
parte de algunas de la agencias estratégicas más determinantes en cada
caso, E.U. y la U.E., y la conformación de planes y fechas específicas
ponen de manifiesto que se trata de un proyecto científico de alcance
político fundamental, en toda la línea de la palabra. El conocimiento del
cerebro tiene, además, un interés eminentemente práctico: de salud,
militar, de control de creencias y los comportamientos humanos. De
consuno, se han desarrollado y fortalecido áreas como la neuroética, la
neuroeducación, el neuromarketing, el neuroderecho, entre otros, inte-
resados en conocer el funcionamiento del cerebro humano e incidir en
las creencias, decisiones y acciones de los seres humanos, a gran escala.

El tercer ejemplo por destacar es la carrera espacial. Clásicamente


centrada en la competencia-participación entre los Estados Unidos
y la antigua Unión Soviética, ahora cuenta con actores importantes
como la Unión Europea y China. Un actor emergente adicional es la
India, y no cabría descartar que a mediano plazo pueda surgir igual-
mente Irán. Es evidente que la conquista y la exploración del espacio
extra-terrestre, la eventual colonización de la luna o de Marte (por lo

88
Política+Tiempo=Biopolítica

pronto), por ejemplo, constituyen un asunto de orgullo y de interés


nacional al mismo tiempo con las ventajas y provechos eminentemente
científicos y tecnológicos que podrán obtenerse. La expresión puntual
en este caso es el carácter estratégico que esta empresa científica tiene
para cada estado, gobierno y nación, en cada caso. Ello no obstante, es
evidente que existen también procesos de cooperación e intercambio
de información y experiencias entre los actores comprometidos con
la exploración del espacio exterior a la Tierra.

Desde luego, la comunidad académica y científica no desconoce estos


aspectos en cada uno de los tres ejemplos mencionados, sus marcos
y sus implicaciones. Desde hace tiempo el tema ha sido el objeto de
aproximaciones distintas gracias a las políticas de ciencia y tecno-
logía, las discusiones sobre investigación y desarrollo, la sociología
de la ciencia, los estudios CTS, las reflexiones éticas sobre la inves-
tigación, la historia y la filosofía de la ciencia, en fin la psicología del
descubrimiento científico, para mencionar algunos de los principales
referentes y contextos de estudio. La distinción entre ética, política e
investigación científica es cada vez más un asunto ideológico que un
problema real.

De hecho, por ejemplo, toda la historia de la tecnología fue siempre,


hasta hace muy poco, la historia de la tecnología con fines militares:
seguridad y defensa. Tal es la historia desde la invención de la rueda
hasta el control del fuego, el hacha y las flechas hasta la invención y
desarrollo de Internet, el desarrollo de los sistemas de geoposiciona-
miento espacial (GPS), y otras tecnologías próximas y semejantes, por
ejemplo. No obstante, al mismo tiempo, es cada vez menos inevitable
que la historia de la tecnología siga necesariamente ese camino.

Existen diversos textos, con calidades diversas, acerca de las relaciones


entre complejidad y política (Cfr. Alberts and Czerwinski, Complexity,
Global Politics, and National Security, 1997; Jervis, System Effects:
Complexity in Politics and Social Life, 1998; Richards and Doyle,
Political Complexity: Nonlinear Models of Politics, 2000; Sanders y
McCabe, The Use of Complexity Science 2003; Heartny, Defending
Complexity: Art, Politics, and the New World Order, 2004; Boin, et
al., The Politics of Crisis Management, 2005; Harrison, Complexity

89
Carlos Eduardo Maldonado

in World Politics, 2006; Sotolongo y Delgado, La revolución contem-


poránea del saber, 2006; Morin, Para una política de la civilización,
2009; Geyer and Rihani, Complexity and Public Policy, 2010; Boulton,
“Complexity Theory and Implications for Policy Development”, 2011);
y ello para no mencionar los textos ya referidos en el capítulo primero
acerca de las relaciones entre política y complejidad.

Sin embargo, como sucede en general en la sociedad con los campos


nuevos de conocimiento en general, es más la jerga que el contenido,
algo que, por lo demás, es común también a las relaciones entre ad-
ministración (o gestión) (pública o privada) y complejidad: es decir,
existe una bibliografía creciente pero que mayoritariamente es jerga y
reflexión de muy baja calidad con respecto a la complejidad (Maldona-
do y Gómez, 2011a). “Complejo” y “complejidad” aparecen entendidos
o bien como equivalentes de “difícil”, “tenaz” o “complicado”, o bien
como sinónimo de enfoques sistémicos, de aproximaciones ciberné-
ticas, o del propio pensamiento complejo, por ejemplo. Son términos
con una carga más emocional, psicológica y lingüística, antes que con
un apropiado conocimiento de la historia, los marcos y contextos
científicos y los significados.

En cualquier caso, los textos existentes se ocupan básicamente de


estudios de política –politics o policies– en términos de complejidad.
De los textos mencionados, el único que considera las consecuencias
políticas de la complejidad es el de Boulton (2011), con la dificultad
de que:

a. Confunde la política (politics) con las políticas públicas (policy,


policies) –lo que de por sí ya es un serio problema que, sin em-
bargo, debe quedar aquí de lado puesto que ya hemos elaborado
las distinciones entre politiké y politeia–, y por tanto,
b. Se limita a las políticas públicas que son, como es sabido, políti-
cas de Estado o de gobierno, a partir de la formulación de planes y
programas de desarrollo (según cada país). Se deja así de lado, la
comprensión amplia, profunda y polivalente incluso de la política
misma, más allá de los referentes y fundamentos en el Estado y
en el gobierno, los cuales, en rigor, constituyen tan sólo una de
las aristas de la comprensión de la política y lo político.

90
Política+Tiempo=Biopolítica

La necesidad de este capítulo se funda: primero, en el reconocimiento


de que la política sí atraviesa a las policies pero se proyecta y compren-
de principalmente a la politics. Entre los griegos, un razonamiento
análogo hace referencia a las diferencias entre politieia y politiké; y
en segundo lugar, debido a que las ciencias de la complejidad evi-
dencian un crecimiento importante en la vida académica y científica
(evidenciado en el número de artículos, libros, y eventos alrededor
del mundo) y que, sin embargo, ninguna atención –o demasiado
poca– se ha prestado a sus implicaciones políticas. En el mejor de los
casos existen trabajos acerca de problemas específicamente políticos
o militares, o de salud, por ejemplo20.

En este capítulo me propongo estudiar las que considero son las


más importantes consecuencias de las ciencias de la complejidad, un
campo cruzado, interdisciplinario y cada vez más vital de trabajo e
investigación. No existen, hasta donde sabemos, reflexiones detalladas
acerca de este tema, aun cuando sí ha sido manifiesta la conciencia
de diversos planos acerca de la importancia y el significado de las
ciencias de la complejidad.

Para ello procederé inmediatamente a través de tres pasos, así: en


primer lugar mostraré que desde el origen de las ciencias de la comple-
jidad el tema ha estado en el ambiente. Este primer argumento exige
una breve presentación y caracterización de lo que son las ciencias de
la complejidad. En segundo lugar, a partir de la consideración de las
más importantes categorías o atributos de los sistemas y fenómenos
complejos se extraen algunas consecuencias políticas de la compleji-
dad. Este es el núcleo de este capítulo. Finalmente, se hace un contraste
entre las consecuencias políticas de la complejidad y el estado tanto
de la ciencia normal (Kuhn) como de la política en sentido normal.
Al final introduzco algunas conclusiones parciales).

20 Sin la menor duda, el mejor instituto en el mundo de complejidad aplicada es el


Instituto Necsi. En su página web pueden encontrarse numerosas publicaciones
y trabajos en la dirección mencionada. Cfr. http://necsi.edu.

91
Carlos Eduardo Maldonado

3.1. Las ciencias de la complejidad:


origen y derivaciones

Desde el punto de vista administrativo-organizacional, las ciencias de la


complejidad nacen con los primeros centros e institutos de investigación
creados específicamente para el estudio de las dinámicas no-lineales.

Los primeros institutos y centros fueron:

• El Center for Studies of Nonlinear Dynamics en el Instituto La


Jolla, creado en 1978
• El Santa Cruz Institute for Nonlinear Science que se formó a partir
del Santa Cruz Chaos Collective a comienzos de los años 1980
• El Center for Nonlinear Studies en el Laboratorio Nacional de los
Álamos, creado en 1980
• El Institute for Nonlinear Science en la UCSD, fundado en 1981, y
• El Santa Fe Institute, fundado en 1984 (Scott, 2007). Posteriormen-
te varios otros centros se han venido creando alrededor del mundo.

Con seguridad, puede decirse que no existe hoy por hoy ninguna
universidad de prestigio mundial que no tenga un centro o instituto
dedicado al estudio de la complejidad. A la fecha se han creado ya
varios programas de Doctorado dedicados al estudio e investigación
en ciencias de la complejidad, y ya existen alrededor del mundo va-
rios programas de Maestría en la misma dirección21. De consuno, de

21 En el momento de escribir este libro existen en América Latina, los siguien-


tes programas: a) de Doctorado: En la Universidad Iberoamericana de León
(México), Doctorado en Ciencias Sociales y Complejidad; b) de Maestría:
en Colombia, la Universidad Surcolombiana (Neiva) tiene una Maestría en
Complejidad y estudios Interdisciplinarios; en la Universidad Autónoma de
la Ciudad de México: Maestría en ciencias de la complejidad. Por otra parte,
en República Dominicana existe una Especialización en complejidad. Ahora
bien, en cuanto a Institutos y Centros de Investigación, cabe destacar: el C3
(Centro de Ciencias de la Complejidad) de la Unam (México), el Instituto
de Sistemas Complejos, de Valparaíso (Chile), y el Centro de Lógica de la
Universidad de Campinas (Brasil). Asimismo, existe el Instituto Ipcem en
Lima (Perú). De acuerdo con conversaciones personales, Enrique Luengo
me ha informado de la idea de crear un Centro o Instituto en el Iteso (Gua-
dalajara, México).

92
Política+Tiempo=Biopolítica

forma creciente, vienen creándose programas de estudio y trabajo en


complejidad desde los niveles superiores hasta los intermedios, lo cual
indica que existe una tendencia amplia y consolidada de normaliza-
ción del conocimiento en el ámbito de la complejidad, en el sentido
de ampliación, socialización y culturización de la complejidad en el
seno de la sociedad. No existe, sin embargo, hasta la fecha, ningún
programa de pregrado de o sobre complejidad en el mundo, pero no
es inverosímil pensar que puede ser creado en un futuro inmediato,
pues el ritmo de interés y crecimiento de la comunidad de complejó-
logos en general es sostenido y acelerado.

Ahora bien, desde el punto de vista teórico o conceptual, las cien-


cias de la complejidad pueden rastrearse, sin ninguna dificultad
hasta los trabajos pioneros de Gödel, Turing, Poincaré y, por lo
menos en su espíritu, hasta el desarrollo del cálculo infinitesimal
por parte de Leibniz y Newton. Entre los autores más destacados
se encuentran científicos, filósofos, artistas y académicos que tie-
nen una particularidad bien definida, a saber: la capacidad para
interactuar horizontalmente y trabajar con equipos inter, trans y
multidisciplinarios.

La historia del origen y desarrollo de las ciencias de la complejidad


ya ha sido narrada en numerosas ocasiones (Waldrop, 1992; Casti,
1994; Lewin, 2000; Maldonado, 2010, 2011).

Sin ninguna duda, el computador desempeñó un papel protagónico


en el surgimiento de las ciencias de la complejidad. Mejor aún, no
solamente la computación se encuentra en la base de la compleji-
dad sino que, a su vez, la complejidad ha contribuido activamente
al desarrollo de métodos y modelos de modelamiento y simulación
(Maldonado & Gómez, 2011b). De manera sintomática, puede decirse
con propiedad que existen cuatro clases de ciencia, así: la de corte
empírico, la de carácter deductivo, la ciencia como modelamiento y
simulación, y más recientemente la de grandes datos. Concomitan-
temente, existen cuatro clases de métodos así: inductivos (o empí-
ricos), deductivos (o racionales), el modelamiento y la simulación,
y el trabajo con grades bases de datos, que a la fecha se basa en dos
programas: R y Python. Pues bien, las ciencias de la complejidad for-

93
Carlos Eduardo Maldonado

man parte activa del tercer grupo de ciencias y, consiguientemente,


del tercer tipo de métodos de investigación científica.

Correspondientemente, podemos distinguir los métodos empíricos


y los deductivos (naturalmente lo híbridos), el modelamiento y la
simulación, y el trabajo con grandes bases de datos, como métodos
de las nuevas ciencias. Hablamos, naturalmente, de la importancia
del computador y de la computación para el desarrollo de la ciencia
en general. Pero esto es igualmente válido para las humanidades y
las artes (para una visión global del tema, véase Maldonado, 2016b).

El físico H. Pagels ya señalaba en los años 1980, con referencia a la


importancia e impacto de las nuevas ciencias y los nuevos métodos
(el libro se publica en inglés en 1988):

“Estoy convencido de que las naciones y pueblos que dominan


las nuevas ciencias de la complejidad serán las superpotencias
económicas, culturales y políticas del siglo que viene” (1991: 17).

Y más adelante, de manera aún más explícita:

“Estoy convencido de que las sociedades que dominen las


nuevas ciencias de la complejidad y puedan convertir ese
conocimiento en productos nuevos y formas de organización
social, se convertirán en las superpotencias culturales, eco-
nómicas y militares del próximo siglo. Aunque hay grandes
esperanzas de que así se desarrollen las cosas, existe también
el terrible peligro de que esta nueva proyección del cono-
cimiento agrave las diferencias entre quienes los poseen y
quienes no” (Ibíd: 54).

La manera genérica como puede también identificarse este proceso


es en términos de la cuarta revolución industrial en curso, y que bá-
sicamente consiste en la confluencia entre lenguajes, metodologías y
enfoques al mismo tiempo digitales, físicos y biológicos.

Pues bien, el estudio de los sistemas complejos se caracteriza por una


serie de rasgos que permiten, sin dificultad alguna, sostener que son
un tipo de revolución –científica, tecnológica y cultural–, en la línea

94
Política+Tiempo=Biopolítica

de los trabajos de Th. Kuhn. Por tanto, no cabe hablar simplemen-


te de avance o de progreso a raíz de las ciencias de la complejidad,
sino, mejor aún, de ruptura, bifurcación o revolución. Asistimos a un
auténtico salto en el conocimiento –y por tanto, en el ordenamiento
del mundo–, cuando miramos hacia delante, en la dirección a lo que
comportan las ciencias de la complejidad.

Así, por ejemplo, y de manera notable, las ciencias de la compleji-


dad constituyen un grupo de ciencias críticas –conjuntamente con
disciplinas, metodologías, enfoques y lenguajes– con respecto al
determinismo y al reduccionismo de la ciencia clásica; es decir, a
la idea de que el origen de un fenómeno y la línea de tiempo que
conduce hasta el presente determinan su futuro. Y también la idea
de que la complejidad de un fenómeno puede ser explicada y com-
prendida en términos agregativos o analíticos, identificando, ulte-
riormente, los componentes últimos constitutivos de un fenómeno a
fin de reconstruir desde ellos la historia o la “complejidad” del caso.

Por otra parte, adicionalmente, se trata del estudio de fenómenos


caracterizados por una gran cantidad de componentes y de interac-
ciones –cuya base mínima corresponde, en física al problema de los
tres cuerpos, inicialmente, y posteriormente también al problema
de los n-cuerpos–. Las redes complejas constituyen una de las me-
jores maneras de entender lo que es un sistema complejo, al mismo
tiempo que la existencia de fluctuaciones, incertidumbre, inesta-
bilidades y turbulencias, todas las cuales permiten caracterizar en
qué consiste un sistema complejo, a saber: la impredecibilidad del
sistema considerado. Más exactamente, a mayor impredecibilidad,
mayor complejidad.

Como ha sido señalado numerosas veces por parte de estudiosos e


investigadores de la complejidad, la ciencia clásica –esa que se ex-
presa de manera conspicua en Galileo, Descartes, Newton, Vesalius,
Leeuwenhoek, Pasteur, y demás, hasta bien entrada la segunda mitad
del siglo XX– es eminentemente reduccionista y determinista. Exac-
tamente por estas razones, cree en el principio de causalidad, y que
todas las cosas pueden y deben reducirse a conexiones de causa-efecto.
En este mismo sentido, se trata de una forma de pensamiento distinti-

95
Carlos Eduardo Maldonado

vamente analítico, esto es, que comprende y explica a, los fenómenos


y los sistemas descomponiéndolos, dividiéndolos, segmentándolos.

En contraste, las ciencias de la complejidad adquieren un carácter


eminentemente cruzado, inter, trans y multidisciplinar, fundadas
a partir de problemas de frontera. Entendido por tal aquel que
interesa no únicamente a una ciencia o disciplina sino, en el que
convergen o coinciden tradiciones disciplinares distintas, métodos y
metodologías diferentes, lenguajes y experticias plurales con el afán
de formular y resolver un problema de frontera. Ello no obstante,
hablar de complejidad es bastante diferente y bastante más que ha-
blar simple y llanamente de inter, multi y transdisciplinariedad. Más
exactamente, pensar en términos de complejidad significa pensar
en términos de síntesis.

Quisiera decirlo en términos más precisos y fuertes: mientras que


la ciencia clásica y normal se caracteriza(ba) por que tiene objeto,
campo y áreas de trabajo, la ciencia de punta (spearhead science y
large-scale research) se definen a partir de problemas. Más exac-
tamente: las ciencias de la complejidad no tienen objeto; por el
contrario, poseen problemas de trabajo plurales. Y de todos, el más
importante es el problema: ¿qué es (la) complejidad? ¿Por qué las
cosas son o se hacen complejas? En el esfuerzo por resolver estos
interrogantes emergieron las ciencias de la complejidad22.

Las razones de las observaciones de Pagels, introducidas en páginas


anteriores, se derivan estrictamente del corpus lógico, metodológico,
epistemológico y conceptual de las ciencias de la complejidad. Se trata,
por primera vez en la historia, de un grupo de ciencias que se dan a la
tarea de estudiar aquellos temas, retos, problemas y comportamientos
que la ciencia clásica –e incluso la filosofía– no quisieron estudiar o no
pudieron aceptar o explicar. Notablemente, se trata del devenir (“física
del devenir”, Prigogine, 1980), las turbulencias e inestabilidades, los
cambios súbitos, imprevistos e irreversibles (= teoría del caos, R. Thom,
1997; Zeeman, 1978), la impredecibilidad (= caos, Lorenz, 2000; Ruelle,

22 Por lo demás, este es el primer rasgo fuerte de contraste entre las ciencias
de la complejidad, el pensamiento complejo y los enfoques sistémicos, una
distinción que debe aqui quedar de lado.

96
Política+Tiempo=Biopolítica

1995), las sorpresas y la no-causalidad (= emergencia, Holland, 1998),


las adaptaciones y el aprendizaje (= Holland, 1995; de la vasta obra de
S. J. Gould remito a 1994), las sinergias y los bucles de retroalimenta-
ción positivos y negativos (= Hofstaedter, 1989; Arthur, 1994), en fin
la autoorganización (Kauffman, 1995, 2000), las cascadas de errores
(Barabasi, 2003), las sincronías en el tiempo y en el espacio (Strogatz,
2003), entre otros fenómenos y comportamientos.

Dicho por vía de contraste, las ciencias de la complejidad no se


ocupan de fenómenos causales ni multicausales, de explicaciones
en términos de promedios o estándares, matrices o vectores, distri-
buciones normales o estadística en un sentido propio o próximo a
la ley de grandes números. Manifiestamente, las ciencias de la com-
plejidad se sitúan en la antípoda, por así decirlo, de los paradigmas
de la ciencia clásica (Casti, 1989).

Como se aprecia claramente, una(s) ciencia(s) que estudie(n) estos


fenómenos tiene(n) clara(s) ventaja(s) frente a la ciencia que simpli-
fica, estandariza y reduce la complejidad a elementos fundamentales,
o a promedios, medias, medianas, vectores, matrices y estándares.
En complejidad no existe lo fundamental y la última vez que, con voz
alta, la ciencia normal hablará en esos términos será con S. Ashby, a
propósito de la teoría de los procesos fundamentales, una expresión
que, por lo demás, no es ajena a R. Feymann, naturalmente, en otro
plano, a saber, la física y en especial la integración o unificación entre
la teoría de la relatividad y la física cuántica.

Las explicaciones de las características o atributos de la complejidad


son suficientemente conocidas por parte de la comunidad de comple-
jólogos y caotólogos y la literatura al respecto es amplia y sólida. Sin
que sea exhaustiva, se trata de propiedades tales como emergencias,
turbulencias, fluctuaciones, inestabilidades, autoorganización, criti-
calidad (autoorganizada), redes libres de escala, la presencia de leyes
de potencia, no-linealidad, adaptación y aprendizaje, no-linealidad,
percolación, sincronía, irrupciones súbitas (bursts), entre otros. Más
bien, es necesario dirigir la mirada acerca de lo que estas propiedades
de los sistemas complejos no-lineales implican desde el punto de vista
político y para la política en general.

97
Carlos Eduardo Maldonado

En fin, desde numerosos puntos de vista, el estudio, comprensión y


eventual aprovechamiento de situaciones marcadas por turbulencias,
inestabilidades, cambios súbitos e imprevisibles, cascadas de errores,
atractores extraños, procesos autoorganizativos, y demás puede te-
ner numerosas ventajas que no escapan a una mirada reflexiva. Tal
es exactamente el significado de las ciencias de la complejidad: su
significado teórico, pero al mismo tiempo práctico.

3.2. Consecuencias políticas de la complejidad

En este texto, por razones de espacio, no pretendo ser exhaustivo en


cuanto a las características y consecuencias políticas de la compleji-
dad. Ya me he ocupado de estas caracterizaciones en otros lugares y
momentos (Maldonado, 2016b). Sin embargo, sí quiero de manera
puntual y precisa destacar las que, en este contexto, me parecen ser
claramente las consecuencias políticas más explícitas y al mismo
tiempo dramáticas de las ciencias de la complejidad.

De entrada, el rasgo más fuerte de las interrelaciones entre política y


complejidad tiene que ver con el reconocimiento de la no-linealidad
y que, de manera puntual, consiste en el hecho de que, en contraste
con toda la política en la historia de la humanidad, en un mundo
diferente de suma cero como el nuestro, la política sucede entre más
de tres cuerpos; es decir, la política del mundo contemporáneo es del
tipo n-body problem. En el lenguaje de las relaciones internaciona-
les (international affairs) es lo que habitualmente se conoce como
multilateralismo23.

23 Poincaré señaló de manera expresa que el problema de los tres cuerpos no podía
ser resuelto de forma numérica, e incluso tampoco analítica. Como es sabido, no
fue sino hasta los años 1970 cuando, prácticamente de forma simultanea, pudo
resolverse por vía de simulación el problema de los tres cuerpos y al mismo
tiempo emergió el problema de los n-cuerpos, que no ha podido ser resuelto en
física, hasta la fecha, sino por vía de simulaciones. Ahora bien, que el problema
de los n-cuerpos no pueda ser adecuadamente abordado más que por vía de si-
mulación arroja una importante lección para las ciencias sociales y humanas en
general, y para la política en particular. El capítulo de esta lección se denomina:
ciencias sociales computacionales, un enfoque que rompe radicalmente con la
política tal y como ha sido comprendida y como es manejada hasta la fecha.

98
Política+Tiempo=Biopolítica

En efecto, en la gran mayoría de la historia de la humanidad –que pue-


de expresarse adecuadamente como la historia de un mundo de suma
cero– la política fue maniquea, binaria y dualista. No sin ambages, el
concepto subterráneo más importante de la historia Occidental es el
de enemigo. “Quien no está conmigo está contra mí”, una expresión
que se remonta por lo demás a Santiago en El libro de los libros. La
forma normal de la política fue y ha sido la de: “o una cosa o la otra”.
La política –como praxis, como teoría, como ciencia–, responde per-
fectamente a la lógica formal clásica que es binaria o bivalente; y por
derivación maniquea y dualista.

La complejidad de la política en el mundo de hoy encuentra su polo a tie-


rra en el reconocimiento explícito de que vivimos en un mundo diferente
de suma cero. Ni desde Platón hasta Maquiavelo, o desde Aristóteles
hasta Hegel, por ejemplo, sabían nada de un mundo semejante. Así
las cosas, la historia de las ideas políticas tiene un interés meramente
intelectual, pero resulta altamente limitada a la hora de comprender,
explicar y actuar en el mundo de hoy. En otras palabras, a la hora de
identificar y resolver los problemas más sensibles de nuestra época. Una
idea en esta dirección puede apreciarse en (Rachman, 2010).

En efecto, en un mundo diferente de suma cero, los problemas se


refuerzan, positiva y negativamente, en bucles cuyo vector final no es
predecible. Y mejor aún, esta clase de problemas demandan de múlti-
ples actores con problemas magníficos de coordinación, sincronización
y estructuras multiniveles. La ciencia de redes complejas puede hacer
aquí magníficas contribuciones (Barrat et al., 2008). Los problemas,
retos y desafíos se tornan sistémicos y sistemáticos al mismo tiempo.
Pues bien, mi tesis aquí es que ante este carácter de las crisis de nuestro
tiempo –a saber, el carácter a la vez sistémico y sistemático–, la respues-
ta debe ser de mayor envergadura, de calibre superior y diferente. En
otras palabras, la respuesta debe ser compleja. Ahora bien, qué significa
esto es justamente el objeto de este libro.

En contextos en los que nuevos actores, nuevas tecnologías (= redes


sociales, grandes bases de datos) y nuevas acciones y formas de orga-
nización emergen –y que se expresan, por ejemplo, en el movimiento
Indignaos, la primavera árabe con todos sus matices, Occupy Wall

99
Carlos Eduardo Maldonado

Street, el movimiento de estudiantes en Chile, por mencionar solo al-


gunos– las formas de autoorganización cobran la mayor importancia.
Quiero sostener aquí la tesis que lo que emerge en estas condiciones
es, de un lado, liderazgo sin líderes y, de otra parte, estrategia sin
estrategas. Claramente, lo mejor de la teoría, la filosofía y los estudios
políticos clásicos y normales sobre la política poco y nada pueden decir
al respecto, particularmente cuando se mira a estos fenómenos con los
ojos del pasado. Sin dificultad alguna, la complejidad tiene aquí toda la
palabra. Más exactamente, se trata de estructuras, dinámicas y com-
portamientos análogos a los que constituyen el objeto de trabajo de la
inteligencia de enjambre (swarm intelligence): es decir, la inteligencia
que exhiben colectivos como los cardúmenes, las manadas ecuestres,
las abejas, hormigas y termitas, en fin, incluso los comportamientos
estudiados en dinámicas de criticalidad autoorganizada.

Tal y como mencionamos en el capítulo primero, la primatología, el


estudio de la mirmecología, en general el trabajo en torno a la inteligen-
cia de enjambre y otras formas de epistemología naturalizada (Quine)
arrojan luces mejores y más frescas acerca de los temas y problemas
relacionados con liderazgo y estrategia. Dicho de manera puntual, en
la naturaleza no existen liderazgos, y manifiestamente no en el sentido
como todo el siglo XX y lo que va del XXI han querido leerlo; por ejemplo
en torno a la psicología, a la administración, los trabajos sobre táctica
y estrategia, en fin, los propios asuntos militares y de seguridad. De
igual manera, en términos más generales, en la naturaleza no existen
estrategias –ni siquiera “estrategias de supervivencia”, un desafor-
tunado concepto cuyos orígenes se remontan al darwinismo social
de H. Spencer–. La naturaleza es una compleja red de cooperación y
aprendizaje mutuo y recíproco. La mejor comprensión alcanzada a la
fecha acerca de la naturaleza evidencia la importancia de la simbiosis.
Hemos alcanzado incluso una teoría correspondiente para entender el
origen de la vida, la simbiogénesis.

Vale decirlo de forma directa y llana: hablar de liderazgo y estrategia


corresponde, literalmente, sin ninguna carga ideológica o religiosa, a
pensar contra-natura. Como señalaremos en el capítulo siguiente, los
grandes errores humanos, culturales, toman forma cuando pensamos en
términos distintos u opuestos a la naturaleza. Esto es, a la vida misma.

100
Política+Tiempo=Biopolítica

De esta suerte, las discusiones, acaso atávicas, acerca de las relaciones


y tensiones entre el individualismo ontológico y el individualismo
metodológico sencillamente desaparecen, o pasan a lugares muy se-
cundarios. A nuevas formas de racionalidad le corresponden nuevas
formas de organización y de acción y nuevas formas de explicación de
las dinámicas y estructuras en curso. De un modo general, las ciencias
de la complejidad suministran conceptos, enfoques, lenguajes y teorías
apropiadas para los nuevos entornos y tiempos.

Como quiera que sea, el tema que aparece en la epidermis de los


estudios sobre el mundo actual se denomina “gestión del riesgo”,
“sociedad del riesgo”, “gestión de la(s) crisis” (Gilpin y Murphy,
2008). Se trata del estudio y tomas de decisión de situaciones
caracterizadas por turbulencias, fluctuaciones e inestabilidades
crecientes y no planificables (o planeables). En otras palabras, el
problema de base es, manifiestamente, el del manejo de situaciones
en las que la estrategia en el sentido tradicional de la palabra hace
agua. La política y la economía, las finanzas y los sistemas militares,
los procesos sociales y los fenómenos naturales, constituyen claros
ejemplos para quienes están bien informados acerca de los avatares
del mundo de hoy. Las ciencias de la complejidad son ciencias de
sorpresas, en el sentido preciso no que suponen de entrada –como
en el caso de los griegos– el asombro (qaumazein) como condición
para la reflexión y la vida, sino, mejor aún, hacen de la sorpresa su
tema mismo de trabajo.

Así, mientras que la noción de equilibrio caracteriza, más o menos,


a la mayor parte de la historia de Occidente –cuya contraparte es
el concepto matemático de simetría– a partir de la termodinámica
del no-equilibrio hemos logrado ver y entender, por primera vez, los
comportamientos, sistemas y fenómenos de equilibrio como casos
particulares de dinámicas más amplias y determinantes para el orden
de lo real, a saber: los sistemas alejados del equilibrio. De esta suerte,
el aprovechamiento de la complejidad consiste no en (re)conducir los
sistemas alejados del equilibrio (nuevamente) al equilibrio, sino, por
el contrario, en entender que en situaciones alejadas del equilibrio o
en el filo del caos nuevas estructuras y dimensiones emergen. Lite-
ralmente, unas posibilidades aparecen y pueden cumplirse. Y en el

101
Carlos Eduardo Maldonado

marco de las matemáticas de los sistemas complejos se ha logrado,


correspondientemente, el aprendizaje de simetrías dinámicas.

Así, el concepto de emergencia produce un desplazamiento funda-


mental con respecto al concepto más importante de toda la historia
de la humanidad occidental, a saber: el concepto de causa–causalidad
(aitia, i). En verdad, la causalidad sólo sirve: a) en escalas locales,
b) bajo condiciones controladas. Es decir, los fenómenos y sistemas
complejos no son controlados y no se explican ni suceden a escala
local. El concepto de emergencia es entonces acuñado o empleado para
entender y trabajar con esta clase de dinámicas y comportamientos.
Dicho sin más, en un mundo diferente de suma cero, toda política
(local, en cualquier escala o sentido) es ulteriormente geopolítica.

Más exactamente, los fenómenos, procesos y comportamientos carac-


terizados por complejidad creciente carecen de control –esto es, no son
susceptibles de ser reducidos a un único factor, o un pequeño grupo de
factores determinantes; que es justamente lo que significa el concepto
de “control”–, y los esquemas de explicación centrados en control –es
decir, control jerárquico, piramidal y centralizado– son ineficientes
para explicar las dinámicas no-lineales (Mezza-García y Maldonado,
2015). En los trabajos sobre ciencias de la complejidad –en especial
en las áreas de ingeniería, física y filosofía de la tecnología– el estu-
dio (¡crítico!) de los sistemas de control ha dirigido paulatinamente
la mirada hacia otras formas de control. Se trata, notablemente, del
control paralelo, el control difuso y el control distribuido. Las ciencias
sociales y humanas poco o nada se han acercado a estos conceptos que
tienen magnificas implicaciones en el estudio de los sistemas sociales
humanos (Maldonado, 2016b). Ulteriormente, la atención se ha diri-
gido hacia los sistemas y fenómenos carentes de control; esto es, en
los que éste, literalmente, sucede en cada particularidad en función
de caso. A fortiori, la política, en toda la acepción de la palabra, poco
y nada sabe al respecto. Por tanto, la expresión “sistemas carentes de
control” exige una observación.

Contra todas las apariencias, existen –¡muchos!– sistemas carentes de


control (= central, rígido, jerárquico o jerarquizado). El más inmediato
es el cuerpo humano, con una condición: siempre y cuando tengamos

102
Política+Tiempo=Biopolítica

un cuerpo sano o saludable. En efecto, el cuerpo humano es un sistema


de sistemas y, notablemente en contra de la tradición aristotélica, no es
cierto que el cerebro sea el sistema (u órgano o incluso glándula) más
importante. El cuerpo humano se compone de numerosos sistemas, así:
el sistema nervioso central, el sistema inmunológico, el sistema linfático,
el sistema digestivo, el sistema cardiovascular, el sistema muscular, el
sistema sanguíneo. Y el centro depende en cada caso de cada caso; así,
por ejemplo, cuando se estudia el centro lo ocupa el sistema nervioso
central en función de: atención, concentración, memoria, asociación,
etc. Pero si después del estudio se hace ejercicio, el centro se desplaza al
sistema muscular. Y si después se almuerza o se cena, el centro se des-
plaza, a su vez, al sistema digestivo. Y así sucesivamente. Quizás el único
sistema que nunca descansa y que es verdaderamente determinante
para la salud y la vida del organismo es el sistema inmunológico que es,
literalmente, ubicuo: no se encuentra ubicado en un único espacio como
los demás sistemas del organismo, y actúa, literalmente, en términos
de no-localidad. Sin exageraciones, el sistema inmunológico es ubicuo,
esto es, actúa a escala local con vistas al beneficio global del organismo.

De la misma manera, la propia naturaleza es un sistema carente de con-


trol. Así, por ejemplo, no es cierto que en la naturaleza existan jerarquías
–toda jerarquía ejerce una función de control y manipulación–, pues
ella consiste esencialmente en redes – redes de cooperación (Nowak,
2012). En verdad, es la cooperación y la ayuda recíproca, incluso la
existencia de actos gratuitos, antes que la lucha y la competencia la que
constituye y define a la naturaleza. El darwinismo social, en cualquier
interpretación que se quiera, es un sueño ya soñado y por eso mismo,
al cabo, ha devenido en simple ideología.

En el lenguaje de la ecología, no existen en la naturaleza especies


clave; por el contrario, existen especies sombrilla, y la cooperación y
la simbiosis constituyen la regla. La lectura según la cual existe “el rey
león”, la “reina entre las abejas” y otras semejantes no son sino malas
transposiciones de épocas, valores y creencias culturales al seno de la
naturaleza, de los ecosistemas o de los biomas.

Con seguridad, pensar, actuar y vivir en términos de sistema no


centralizados, jerárquicos ni rígidos tiene profundas implicaciones

103
Carlos Eduardo Maldonado

políticas frente a los cuales el régimen, el sistema político y en ge-


neral (para retomar un concepto de los años 1960) el establishment
no está preparado. Exactamente este es el sentido de las relaciones
entre complejidad y política. O bien, para decirlo de manera aun más
radical, en esto consiste, precisamente, complejizar la política, a saber:
en reducir los grados y modos de control o, lo que es equivalente, en
ampliar los grados de libertad –en toda la línea de la palabra.

La naturaleza es otro caso conspicuo de un sistema en el que no existe


control, y ciertamente no en los términos de la tradición occidental.
Por eso cuesta tanto trabajo entender la lógica de la naturaleza: de-
bido a los atavismos de los sistemas piramidales de la civilización de
Occidente. La naturaleza opera en sistemas en paralelo, con sistemas
distribuidos, difusos y por aprendizaje permanente. Sin desaparecer,
en la física hace rato que los conceptos de “ley” y de “constante(s)”
han quedado atrás.

Con seguridad, una de las ideas más radicales de la complejidad es la


de que la realidad, el mundo, la naturaleza o la sociedad no tienen una
única lógica. Por el contrario, lo real y lo posible admiten múltiples
lógicas. Así, el pluralismo lógico afirma que no existe una única ver-
dad (there is no one true logic) una idea que, manifiestamente, resulta
molesta para los círculos más conservadores de la política, la religión
y ciertos grupos sociales y de poder. En general, la marca de familia,
por así decirlo, de la complejidad es el pluralismo (Mitchell, 2004), la
diversidad (Page, 2011), la multiplicidad–irreductibles, por definición.

De acuerdo con un autor (Maldonado, 2016c) las lógicas no-clásicas son


una de las ciencias de la complejidad. Las lógicas no-clásicas incluyen,
entre otras, a la lógica modal y la multimodal, la lógica difusa y las
lógicas polivalentes, la lógica epistémica, la lógica del tiempo, la lógica
cuántica, la lógica de la relevancia, la lógica paraconsistente, la lógica
de contrafácticos, la lógica libre, la lógica de fábrica (fibring logic).

La idea de que haya más de un sistema de verdad no implica, sin


embargo, que cualquier verdad dé lo mismo. No es cierta por tanto
la derivación de un relativismo lógico –ni, por lo demás, de cual-
quier tipo– en complejidad. Esta es, sin duda, la idea más fuerte

104
Política+Tiempo=Biopolítica

que se sigue, directa, inmediata y necesariamente, de las lógicas


no-clásicas, pero ciertamente no es la única. Sólo que frente al
monismo de verdad, que se traduce como lógicas de la exclusión y
ulteriormente de la violencia (García, 2007), el reconocimiento de
lógicas polivalentes (= hasta infinitos valores de verdad), de verdades
incompletas y circunscritas (=no absolutas) resulta verdaderamente
molesta o escandalosa para la tradición y el presente normales de
la cultura y el poder.

En fin, finalmente, existe una idea filosófica en el núcleo mismo de la


complejidad que no cabe obliterar. Es la idea, el concepto, el problema
–según se prefiera– del devenir. En efecto, si “la historia oficial” (para
parafrasear una película argentina de 1985, de L. Puenzo) de Occidente
pivota alrededor de la idea del “ser”, las ciencias de la complejidad en
general, y la termodinámica del no-equilibrio en particular reclaman,
de manera abierta, por primera vez la importancia del devenir.

El “ser” es el concepto axial de toda la historia occidental, formulada


por primera vez por Parménides, Melisso de Samos y Zenón de Elea y
proyectada sobre el telón de toda la civilización durante cerca de 2.500
años por parte de Platón y Aristóteles. “Nada entra al ser que no sea el
ser, y nada sale del ser que no sea el ser”. “El ser es, y el no-ser no es. Si
el no ser fuera (posible) no se podría pensar, y si se pudiera pensar no
se podría decir” (Gorgias). Lo subsiguiente es historia conocida.

Heráclito nunca formó parte del guión principal en la historia de Occi-


dente –ni siquiera como actor de reparto o como antagonista, si cabe la
expresión. Ni siquiera cuando el marxismo, en especial cuando el joven
Marx escribe su tesis sobre Demócrito y Epicuro (el marxismo posterior
jamás habría de recuperar o de tomar en serio esa tesis).

La idea del “ser” traducida al poder implica la aceptación rasera del


realismo político (Realpolitik). Pensar algo distinto al ser es, en políti-
ca, simple y llanamente, la oposición, la alternatividad y la revolución,
principios inaceptables para la buena conciencia política.

I. Prigogine, escribe en 1980 From Being to Becoming. Time and


Complexity in the Physical Sciences en el que explícitamente afirma

105
Carlos Eduardo Maldonado

una física del devenir. Y por consiguiente, el reconocimiento de que


el tiempo es el factor mismo que hace complejos a los fenómenos y la
realidad. Esta idea no significa, empero, en absoluto, que la realidad
sea transitoria y pasajera; por el contrario, es el hecho de que la rea-
lidad (= estable, fija, permanente, inamovible) es incompatible con la
vida misma, que es el fenómeno de máxima complejidad conocida en
el universo. Así, las ciencias de la complejidad son ciencias de la vida
en tanto que la vida es, par excellence, el fenómeno de complejidad
creciente en el universo. Los sistemas vivos son evolutivos, y la evolu-
ción no consiste en paso, tránsito o desarrollo, sino, por el contrario,
en bifurcaciones, inflexiones, rupturas y quiebres. Los sistemas vivos
son el tiempo mismo, y no existe el tiempo por fuera de las estructuras,
dinámicas, fisionomía, fisiología y termodinámica de los sistemas vivos.
Más radicalmente, los sistemas vivos crean el tiempo mismo, que son
ellos mismos en su devenir. No existe tiempo antes ni por fuera de la
evolución de los sistemas vivos; desde la escala celular hasta la orgánica,
en los niveles homeostático o bien homeorético.

Pues bien, en relación directa con lo que precede, ulteriormente, puede


derivarse la idea de una política de vida –en contraste con cualquier
política de poder. La idea de una política de vida constituye el motivo
del siguiente capítulo. Por lo pronto, debe quedar descartada cualquier
asociación de la misma con la idea de “biopolítica”, particularmente
cuando se la interpreta a la luz de autores como Foucault, Zizek, Agam-
ben o Negri, por ejemplo. Esto es lo que abordamos en el capítulo cuarto.

3.3. Complejidad: revolución científica y


revolución política

Con seguridad, el motivo extracientífico que dio origen al nacimiento


del caos, conceptualmente una de las primeras ciencias de la com-
plejidad, surge de una cuestión política. Como es sabido, en 1889 el
rey Oscar II de Suecia, aficionado a temas científicos, formuló una
pregunta y quien lo lograra resolver ganaría un prestigioso premio.
La pregunta de Oscar II era: El universo, ¿es estable a largo plazo?
Dejaré aquí de lado por razones de espacio el contexto y los ante-
cedentes científicos del problema y que nos remiten sin dificultad a

106
Política+Tiempo=Biopolítica

la mecánica clásica newtoniana y con ella, a la ley de la gravitación


universal (Maldonado, 2016). Más bien haré explícito otro aspecto.

Las monarquías han sido siempre hereditarias. De suerte que la


posibilidad de que el universo sea estable a largo plazo implica,
impliciter por lo menos, la posibilidad de que su propio linaje –el
de Oscar II– puede seguir al frente de los destinos de Suecia. Así
pues, la pregunta tenía, además, una clara preocupación política.

Los mejores matemáticos de la época se dan a la tarea de responder


la pregunta (Weierstrass, Dedekind, Poincaré, Kronecker, Hilbert
mismo, y otros) pero sólo H. Poincaré lograría la respuesta. La ma-
ravilla es que la suya fue una respuesta por imposibilidad. Poincaré
simplificó el problema del universo a un modelo más elemental: el
problema de los tres cuerpos (el sol, la tierra y la luna) (que se cono-
cerá en lo sucesivo como the 3-Body Problem) (Valtonen, Karttunen,
2006) es de tal orden que la más mínima inestabilidad en cualquiera
de ellos afectará a los otros dos y así al conjunto de relaciones entre
los tres. La más mínima inestabilidad significa: los tres cuerpos son
inestables y se encuentran en el filo del caos. El problema se torna
magníficamente más complejo cuando se amplía a más de tres, a
cuatro, ocho, veinte, y más cuerpos. Es justamente lo que se conocerá
como the n-Body Problem (Meyer, 2000). Como ya se sabía hace
tiempo, el universo está compuesto por un sinnúmero de cuerpos.

A fortiori, el problema del convivio implica convivir –co-existir– con


n-cuerpos. Un problema de la máxima complejidad, particularmente
cuando atendemos al hecho de que cada cuerpo, por así decirlo, tiene
una historia propia, expectativas diferentes, gustos, estilos, estándares,
formas de vida, valores, creencias y actitudes en principio diferentes
a las de los demás.

Los cimientos de la ciencia del caos estaban sentados, pero sería


necesario el desarrollo del computador para que, décadas más tarde,
en 1962 E. Lorenz, en el contexto de la meteorología, hiciera explicito
el tema de que pequeñas perturbaciones tienen efectos inmensos a
largo plazo. Así, la ciencia habrá de descubrir la impredecibilidad –a
mediano y largo plazo. O bien, dicho inversamente, que los fenómenos

107
Carlos Eduardo Maldonado

y la realidad son predecibles tan sólo a corto plazo, y cuanto a más


corto plazo, tanto mejor la predicción. Sin exageraciones, en el me-
jor de los casos, tan solo podemos predecir con precisión el presente
inmediato. Aquí se encuentra exactamente el talón de Aquiles de la
planeación y la prospectiva.

Como se aprecia sin dificultad, particularmente de cara a las preocu-


paciones en torno a la predecibilidad del mundo y la naturaleza, las
ciencias de la complejidad implican, mejor son una revolución –cien-
tífica, conceptual, tecnológica, en fin, cultural y social. En las ciencias
de la complejidad no se trata ya de predecir. Por el contrario, la tarea
es de una envergadura e importancia inmensamente más amplia: se
trata de comprender y de explicar los fenómenos. Sólo que cuando
una comprensión o explicación están bien logradas entonces, como
valor agregado, cabe hacer predicciones. Pero estas ya no constituyen
el primer objetivo del trabajo de la ciencia –o de la filosofía.

La idea de revoluciones científicas se hizo popular gracias a Th. Kuhn,


pero Kuhn tan sólo expresa en forma sucinta una idea cuyos mejores
antecedentes son A. Koyré, G. Canguilhem y G. Bachelard, como ob-
serva, por lo demás, agudamente F. Varela (en el segundo prólogo a:
Maturana y Varela, 2004). O bien, dicho en términos de sociología del
conocimiento, Kuhn constituye una de las aristas más importantes de
la filosofía de la ciencia anglosajona. Pero al lado de esta existen otras
filosofías de la ciencia. En este caso, la filosofía de la ciencia francesa.

Es decir, el conocimiento avanza no por vía de acumulaciones, sino,


mejor aún, por vía de quiebres, rupturas y discontinuidades. Así, la
historia de la educación, de la ciencia y la filosofía, por ejemplo, no
sucede a la manera como si supiéramos más de lo anterior, sino, por
el contrario, sabemos distinto de otras cosas. A fortiori, de la misma
manera sucede con la historia política; cuando la historia tiene efec-
tivamente lugar.

Existen revoluciones científicas y estas pueden y deben ser tomadas


con seriedad en toda la extensión de la palabra. Y, por analogía, de
acuerdo con Kuhn, las revoluciones científicas se entienden a la
manera de las revoluciones políticas, y las revoluciones son modos

108
Política+Tiempo=Biopolítica

de progreso por vía de quiebres y discontinuidades (Kuhn, (1982)


capítulos XI y XII).

Hay que decir, por lo demás, que la idea de revoluciones en la ciencia


–y por consiguiente, en la cultura y la sociedad– ha sido trabajada
antes de Kuhn (cfr. A. R., Hall, The Scientific Revolution. 1500-1800
(1954); Hayek, The Counter-Revolution of Science (1955)), contem-
poráneamente con Kuhn –J. D. Bernal (1967), Historia social de
la ciencia– y después de Kuhn –R. Hall (1983), The Revolution in
Science. 1500-1750 B. Cohen (1988), Revolución en la ciencia, después
de Kuhn, M. Serres (1991), Historia de la ciencia, que la explica en
términos de bifurcaciones, J. Gribbin, Historia de la ciencia, 1543-
2001-. Esta lista, desde luego, no pretende ser exhaustiva.

Como quiera que sea, una revolución científica no es únicamente un


nuevo paradigma; esto es, una nueva teoría o comprensión o expli-
cación del mundo24. Una revolución científica consiste en una serie
de fenómenos y procesos que se destacan por lo siguientes rasgos:

• Organización social de la ciencia. La propia comunidad académica


y científica se organiza de otra forma que como lo hace en situa-
ciones de ciencia normal. Así, si el paradigma de la ciencia normal
fueron en la modernidad la constitución de las Academias –Royal
Academy of Sciences, Académie Française des Sciences, Preus-
sische Akademie der Wissenshaften, notablemente; esto es, la
organización disciplinar y cerrada de la ciencia–, las revoluciones
científicas implican, en particular en el contexto de las ciencias de
la complejidad, el surgimiento de nuevas asociaciones (coloquios,
seminarios, congresos, etc.), nuevos modos de expresión (revistas,
editoriales, colecciones). La ciencia interactúa de nuevas maneras
con la filosofía y el arte y se quiebran o disminuyen las barreras
entres las tres.

24 Este es el sentido preciso que el término tiene en Kuhn. En efecto, no obstante


que Kuhn mismo acuña el concepto, este autor debate en numerosos pasajes el
significado de “nuevos paradigmas” – en contraste con la ciencia normal, un
concepto que ya en vida de Kuhn se había vuelto muy popular. Finalmente, en
(1982) Kuhn precisa –ampliando– el concepto mismo de revolución científica.

109
Carlos Eduardo Maldonado

• Lenguaje. Nuevos conceptos, nuevos términos, nuevos tropos25


emergen en la ciencia que permiten ver mejor nuevos fenómenos.
Al mismo tiempo, viejos conceptos normales, se revelan ad hoc. En
la historia de la ciencia es lo que sucede a propósito de conceptos
como “flogisto”, “homúnculos”, “espíritus animales”, “éter” y nu-
merosos otros. Hay incluso ciencias y disciplinas que desaparecen.
• Nuevos métodos. De forma conspicua, en contraste con las dos
formas clásicas de ciencia –ciencia por inducción y por deducción–
aparece una dúplice nueva modalidad, a saber: un nuevo método
científico y, consiguientemente, una nueva ciencia: ciencia por
modelamiento y simulación (Axelrod, 1997; Maldonado y Gómez,
2010). Con los nuevos métodos emergen también, por tanto,
nuevas técnicas y tecnologías. Las ciencias de la complejidad no
lo son por inducción ni tampoco por deducción, sino por mode-
lamiento o simulación. Por derivación, con los nuevos métodos,
aparecen también nuevas técnicas que, por definición, terminan
superponiéndose o desplazando a las técnicas tradicionales. La
ciencia de grandes bases de datos (big-data science) pone de ma-
nifiesto que el ABC del trabajo en ciencia (como en cualquier otro
campo) se basa en el hecho cultural de la existencia de grandes
bases de datos. Pues bien, hay que saber trabajar con ellas, hoy
en día. Las ciencias de la información y la computación resultan
así medulares.
• Organización social del conocimiento. Con las revoluciones cien-
tíficas no solamente el conocimiento mismo se organiza de otras
formas, sino, mejor y más radicalmente aún, la propia sociedad se
organiza de nuevas maneras. Sin dificultad, el conjunto de estudios
CTS –Ciencia, Tecnología y Sociedad– es un buen ejemplo; pero
en general, se trata también del conjunto de estudios culturales.
Pero también puede mencionarse la creación de nuevos currícula,
carreras de estudio y niveles de postgrados al interior de la vida
académica, y nuevas formas de socialización y de participación de
la sociedad en las dinámicas del conocimiento. Por derivación, la
sociedad se organiza de otras formas en correspondencia con los
nuevos conocimientos alcanzados.
• Tipos de acción del conocimiento. En complejidad, la exigencia de
entrada es la capacidad para interlocutar y trabajar de manera cru-
25 No única y simplemente metáforas.

110
Política+Tiempo=Biopolítica

zada con otras ciencias y disciplinas, pero también con la filosofía


y el arte. Las fronteras clásicas en el conocimiento desaparecen o
se hacen por lo menos móviles y permeables. Más exactamente,
la vieja discusión de la epistemología de los años 1950 y 1960 des-
aparece en el contexto de complejidad, esto es: qué es “ciencia”,
qué es “disciplina”, que es “práctica” o “saber”. Lo determinante
son los problemas de frontera y las acciones desprendidas del
reconocimiento de este tipo de problemas. Se producen refuerzos
positivos entre nuevos conocimientos, nuevas tecnologías, nuevos
actores y nuevas formas de acción individual y social.

Pues bien, en correspondencia, una revolución política se caracteriza


por nuevas formas de organización social del conocimiento, nuevos
lenguajes y nuevas formas de organización y de acción colectiva, y
manifiestamente por la emergencia de nuevas ciencias y disciplinas,
nuevas epistemologías, prácticas y saberes. Ulteriormente, también por
nuevos –“nuevos-nuevos” movimientos sociales (Díaz Muñoz y Luengo
González, 2016)–. Mi tesis en este libro es que estas nuevas formas y
expresiones de una revolución política consisten exactamente en una
complejización de la política en general. Con todo y el reconocimiento
de que la política tiene como primer campo de trabajo a la polis; esto es,
esa forma de organización social colectiva en torno a prácticas, hábitos,
signos y símbolos comunes y compartidos. Supuesto que ya hoy la polis
no es un lugar, sino una relación, un modo de pensar, una forma de vida.

3.4. Complejidad y an-arché

Las ciencias de la complejidad nacen en los años 1980, desde el punto


de vista administrativo-organizacional, si bien sus orígenes teóricos
se remontan, sin dificultad a los trabajos pioneros de Gödel, Turing y
Poincaré, e incluso algo más atrás, hasta el propio Newton y Leibniz.
El nacimiento de las ciencias de la complejidad como tal coincide con
la formación alrededor del mundo de importantes Centros e Institutos
de investigación dedicados al tema. Sociológica y económicamente,
este surgimiento de las ciencias de la complejidad es contemporáneo
con la socialización generalizada del computador y la computación (los
primeros computadores aparecen en el mercado a mediados de los años

111
Carlos Eduardo Maldonado

1980), conjuntamente con la transición hacia un mundo diferente de


suma cero –el final de la Guerra Fría, si cabe la expresión–, y el trán-
sito de la tercera a la cuarta revolución industrial. En otro plano, se
trata del tránsito de la sociedad de la información hacia la sociedad del
conocimiento. Cada época desarrolla la ciencia que puede y al mismo
tiempo la ciencia que necesita. Pues bien las ciencias de la complejidad
corresponden, grosso modo, a este nuevo estadio del mundo y la so-
ciedad –al surgimiento, dicho de otra manera, de la sociedad de redes.

Sin embargo, las consecuencias políticas de la complejidad no depen-


derán necesariamente de estos Centros e Institutos, o de las nuevas
dinámicas sociales y económicas, por ejemplo. Con seguridad, las
consecuencias que aquí nos interesan no pueden tampoco, en toda la
acepción más fuerte de revolución científica, seguirse de estos u otros
centros académicos y de investigación. Las revoluciones científicas
son –pero no mecánicamente– revoluciones sociales y políticas. De
consuno, también revoluciones económicas y culturales. De manera
puntual y radical, nuevas estructuras mentales (mind-set) emergen
y se organizan. Nos encontramos, hoy en día, en los albores de una
revolución semejante.

He presentado en este capítulo algunos de los más significativos atri-


butos de la complejidad. Las consecuencias políticas de estas ideas
consisten en su “implementación” política: en el tipo de acción que se
sigue de ellas, por consiguiente también en los tipos de organización
que se siguen, y por tanto en su radicalidad. Y como se infiere, las
consecuencias políticas son las de una revolución –científica, por decir
lo menos. Sólo que, y esto debe quedar claro, no es una revolución a
la manera de las que han precedido en la historia de la humanidad.
Justamente: el pasado no determina ya, en los sistemas de com-
plejidad creciente, su futuro y sus posibilidades. Sencillamente: las
consecuencias, a pesar de las observaciones iniciales de H. Pagels, no
son previsibles. De consuno, el pasado es en los sistemas complejos,
cualitativamente diferente del pasado.

Digámoslo de manera franca: nos encontramos en medio de una revolu-


ción a gran escala. Un sociólogo como Castells sostiene que ha emergido
una clase social que produce la riqueza de la nueva sociedad pero que no

112
Política+Tiempo=Biopolítica

tiene y no necesita tener la propiedad sobre los medios de producción.


Sostiene de igual manera, que no posee un nombre para esta nueva
clase social a lo que responden, a su manera, sociólogos como Beck y
Bauman, cada uno por su lado, que coinciden con el diagnóstico, pero
que además sí le tienen un nombre a esta nueva clase social. S. Sassen
no se quedará atrás en esta conversación.

Sin embargo, no es enteramente claro que sepamos en qué consiste y


a dónde conduce la revolución en curso. Huelga decir que tampoco es
enteramente cierto que sepamos el valor de la misma. Pero sí cabe la
apuesta –eso: la apuesta– de que se trata de una revolución en la que
el valor supremo, por primera vez en la historia reciente –de 2.500
años–, no sean los seres humanos, sino, mucho mejor, la vida en su
trama y tejidos. Este es exactamente el objeto del capítulo siguiente.

Como quiera que sea, la implementación política de las ideas de la


complejidad tiene –esto es, también, puede tener– consecuencias de
gran impacto, pero su implementación no es un asunto que dependa
directamente de la comunidad académica y científica. Antes bien, es
el tema de la apropiación social del conocimiento, un tema sobre el
cual, con todo, los académicos y científicos no son indiferentes.

Las ciencias de la complejidad pueden ser comprendidas en sentido


filosófico como an-arché (an-arché); esto es, como ausencia de un
principio constitutivo último fundamental de la realidad, la sociedad
o la naturaleza. Esta idea ha sido elaborada en (Maldonado y Mezza-
García 2016). La idea de una arché (arch) fue la idea fundacional de
Occidente y condujo, ulteriormente a la postulación del “ser” como
idea fundamental. La ausencia de principio o fundamento –¡por de-
finición único!– es, si cabe la expresión, el motto de la complejidad.
Nos encontramos aquí con la derivación de su distanciamiento, por
decirlo de alguna manera, con respecto al “ser” a favor del “devenir”.
No solamente vivimos en un universo no-ergódico (= irrepetible), sino
también probabilístico y cargado de incertidumbre (= principio de la
física cuántica). No hay poder que dure para siempre, y la complejidad
es la vida misma.

113
Carlos Eduardo Maldonado

Sólo cuando carecemos –an– de principio o fundamento –arché–


podemos lanzarnos a la búsqueda de nuestras mejores oportunidades
y posibilidades. Es entonces cuando somos verdaderamente libres
–autarkós, autarkía–.

Pues bien, semánticamente, en complejidad no cabe ya la expresión “los


fundamentos de…” y otras semejantes. Después de todo, la búsqueda de
fundamentos y el trabajo con y a partir de ellos responde a una filosofía
reduccionista. Después de todo, los “fundamentos” explican la totalidad
de las dinámicas y las estructuras de que nos ocupamos. En otras pala-
bras, una filosofía, una teoría y unas ideas políticas modo complejidad
carecen de fundamentos y operan de otra manera perfectamente dis-
tinta. Esta es, sin la menor duda, la principal característica de nuestra
época. Los fundamentos terminan siendo ideologizados, en el sentido de
falsa conciencia, o discurso circulante y manipulador. Quisiera decirlo
de manera directa y fuerte: las ciencias de la complejidad implican el
final de la búsqueda de una teoría de procesos fundamentales, debido
justamente a su rechazo y crítica a cualquier forma de reduccionismo
y de determinismo.

La complejización de la política no es otra cosa que el proceso me-


diante el cual vamos ganando grados de libertad –en toda la acepción
de la palabra.

114
4. Política y sistemas no lineales:
la biopolítica

4.1. Política + tiempo = biopolítica

La política se enfrenta en la actualidad a múltiples y diversas transfor-


maciones, que han configurado nuevos contextos y objetos de acción
y de estudio. Sus campos tradicionales de aproximación como son el
Estado y las políticas públicas, hoy no son suficientes para compren-
der, explicar e intentar solucionar el desbordante reto que implica
pensar políticamente el mundo contemporáneo; es más, la profunda
transición por la que pasa la política ha llevado a pensar, incluso, en
la desaparición de lo que conocemos como el Estado moderno, el
Estado-nación.

Digámoslo de manera puntual: dada la complejidad del mundo, sus


problemas no pueden ser resueltos por el Estado, debido al carácter
analítico, compartimentado, administrativa y jurídicamente justifica-
do, pero tampoco pueden ser, en el estado actual de cosas, resueltos
sin él. Sin exageraciones, todo parece indicar que nos encontramos
ad portas del argumento teológico –medieval– del (Estado como el)
mal menor.

En esta serie de ideas, la política se configura hoy como una ciencia


que debe flexibilizar sus antiguos límites para dar paso a configu-
raciones inter, multi y transdisciplinarios26 –tanto en el orden del
conocimiento como de las acciones. La política debe poder responder
a este estado de cosas, para lo cual es indispensable comprenderla (=
redefinirla) entonces como un sistema abierto, o también en función

26 De hecho, el propio estatuto de cientificidad, o también, el estatuto episte-


mológico de la política es algo que se ha tornado ambiguo y ambivalente. El
objetivo de este texto no es, sin embargo, el de debatir y establecer tal estatuto
epistemológico o científico. Ese es el objeto de otro trabajo aparte. Aquí, por
lo pronto, baste con anticipar que la política no es una ciencia –y ciertamente
no en el sentido de la ciencia clásica–, sino, fundamentalmente, una práctica.

115
Carlos Eduardo Maldonado

de sistemas abiertos, dado que el mundo contemporáneo, en general,


está caracterizado por sensibilidades, entrecruzamientos, inestabili-
dades, fluctuaciones y desequilibrios de gran magnitud, a la vez que
por incertidumbres en diversos niveles, todo lo cual trasluce que
vivimos un mundo abierto, interdependiente en numerosas escalas
y modos. Estos atributos son algunos de los rasgos característicos
de los sistemas abiertos27. En una palabra, es imperativo pensar la
política y lo político en el contexto de los sistemas y dinámicas no-
lineales. El marco teórico, así es, forzosamente, el de las ciencias de
la complejidad.

Vivimos un mundo diferente de suma cero, con crecientes interde-


pendencias y sensibilidades, en escalas y contextos diferentes. Pues
bien, en un mundo semejante surgen nuevas lógicas de relaciones
y de dinámicas. En una palabra, vivimos un mundo marcado por
crecientes procesos y tendencias de no-linealidad. Es en este mundo
en donde debemos pensar la política y lo político. J. Rancière ya ha
adelantado algunos elementos importantes acerca de esta distinción
(Rancière, 1998).

Para pensar de tal manera la política, este capítulo plantea dos obje-
tivos: primero, establecer de qué manera la política puede ser com-
prendida en términos de dinámicas no lineales. Este objetivo implica
una consideración de orden teórico o epistemológico, y práctico o
político (práxico) a la vez. Y segundo, redefinir, consecuentemente, la
dimensión y el sentido de la política y de lo político. La tesis que me
propongo sostener es la de que en un mundo diferente de suma cero, en
el que la política debe ser entendida contemporánea y paralelamente
con la dinámica de los sistemas de complejidad creciente, la política
ya no puede decirse sin más de la misma manera, y debemos acudir
a otro concepto, puesto que el concepto tradicional está ya ajado y
maltratado, acaso incluso vacío de contenido. Pues bien, como se sigue
ya de los capítulos anteriores, el concepto que sugiero, en un sentido

27 Dejo aquí de lado una ampliación detallada de los sistemas abiertos, pues me
he ocupado más ampliamente de ellos en otros lugares; por ejemplo, véase
Maldonado, C. E., “Ciencias de la complejidad: ciencias de cambios súbitos”,
en: Odeón, No. 2, 2004/05, pp. 85-125.

116
Política+Tiempo=Biopolítica

bien preciso, es el de biopolítica (no el de biopoder) explorando sus


contenidos, posibilidades y articulaciones.

Para alimentar tal reflexión, en el curso del capítulo se toman como


referencias distintos autores. El tratamiento que hago de ellos no quie-
re ser exegético, sino, simplemente, valen como puntos de referencia
para avanzar en la construcción y la exposición de un tema: la relación
entre la política y los sistemas no-lineales y, consiguientemente, de un
concepto: la biopolítica. Cinco parágrafos estructuran el capítulo. La
importancia y la extensión de los mismos es desigual. Creo que esta
circunstancia no afecta a la estructura misma de este capítulo ni a la
tesis que se defiende a lo largo de los parágrafos.

4.2. De la ideología a los problemas

¿Cuál es la finalidad de la política? Este interrogante no tiene una


única respuesta. Tradicionalmente, el sentido de la misma conduce
al señalamiento de que la política busca hacer posible la conviven-
cia a través de relaciones medianamente armónicas y tratando de
evitar o de suprimir la violencia del seno mismo de la sociedad. En
un momento determinado de la historia se introdujo la necesidad
del Estado –polis (Grecia antigua), república (Roma), ecclesia (Me-
dioevo), Estado (Modernidad)–, como respuestas distintas para
alcanzar dicho fin –la convivencia–. De manera atávica, el sentido
del Estado consistía en hacer posible la justicia, que es la mejor de
las garantías para la convivencia. El nombre que adquirió dicho
estilo de convivencia se denominó desde la Grecia antigua “demo-
cracia”; en contra de la Tiranía de los Treinta, que caracterizó al
período de la Grecia arcaica, se pensó en el gobierno del pueblo.
Con una salvedad: la democracia griega es posible sobre la base de
la existencia de la esclavitud. El esclavismo es la cara oculta de los
“hombres libres y democráticos” de la Grecia antigua. Democracia
y esclavismo: un oxímoron.

Dicho en términos generales, en este sentido la finalidad del Estado


era hacer posible la vida.

117
Carlos Eduardo Maldonado

El problema surge cuando el Estado deja de ser un medio y se con-


vierte en un fin (y comienza a escribirse en mayúscula, justamente), y
se torna en un “gran contenedor” en el sentido de que todo es posible
dentro de él y nada por fuera suyo28. La traducción jurídica es acaso
más clara: todo es posible al interior de la ley, nada por fuera suyo.
Podía tratarse de las leyes del Senado, las leyes establecidas por el
Papa y garantizadas por el rey, las leyes encarnadas en los tribunos
del pueblo, o en el derecho civil a comienzos de la modernidad, o bien
el derecho fundado en la Constitución (Carta Magna).

De consuno, no es posible modificar la ley si ella misma no lo permite.


De esta suerte, lo que originariamente era un medio terminó con-
virtiéndose, con el tiempo, en un fin, al cual todo lo demás quedaba
supeditado y, a su vez, lo que antiguamente era un fin, termina siendo
un medio, un instrumento. A todas luces, hay una transvaloración de
todos los valores (Umwertung aller Werte), en el sentido de Nietzs-
che29; esto es, una inversión de valores; lo que en un momento fue
bueno y provechoso terminó haciéndose nocivo y perjudicial. Pues
bien, la transvaloración de todos los valores sienta, en Nietzsche,
las bases del nihilismo, con el cual asistimos a la superposición de
la voluntad de poder y al desplazamiento a lugares oscuros y muy
secundarios de la voluntad de vivir. Sin más, esta es la historia del
colapso de Occidente, de acuerdo con Nietzsche.

De esta forma, la política terminó girando usualmente alrededor del


Estado y de sus políticas, y así sigue siendo hasta hoy. Digámoslo
con giro semántico: la politique terminó siendo policies. En verdad,
la forma contemporánea como se expresa esta idea es en torno a las
políticas públicas bajo dos ejes de trabajo: la institucionalidad y la
gobernabilidad –y por extensión, procesos y estructuras, detrás de
lo cual se esconde toda una ingeniería social30. De este modo, toda
28 He trabajado esta idea más ampliamente en: Maldonado, C.E., Filosofía de la
sociedad civil, Bogotá, Siglo del Hombre, 2002.
29 La transvaloración de todos los valores es al mismo tiempo la génesis y el
resultado del nihilismo. El método para tender luz sobre esta transvaloración
es, en Nietzsche, la genealogía; y por caminos distintos, en Foucault, la ar-
queología (cuyo soporte es la archivística).
30 Pues bien, la episteme de esta ingeniería social es la cibernética y la ciencia
de sistemas (systems science).

118
Política+Tiempo=Biopolítica

la política queda asimilada a temas y problemas de gobernabilidad y


de institucionalidad.

Podemos compendiar lo anterior en la siguiente fórmula: la gramá-


tica de la política es el derecho. Pero el derecho no es otra cosa que la
legitimación de un sistema de propiedad, la economía. Así las cosas,
la economía, el derecho y la política emergen como un triángulo –
idealmente equilátero–, y como los fundamentos mismos del poder.
Al cabo, la política se comprende a sí misma como la legitimación de
la violencia –por parte del Estado, y con el tiempo, la toma del Estado
para su propios fines por parte del sector privado; en realidad, del
gran capital.

Ahora bien, como hemos mencionado en varios capítulos, en la Gre-


cia antigua existían dos formas para denominar la política: Politiké y
Politeia. La politiké era la política como técnica (techné), esto es, la as-
tucia, pericia o habilidad política (como la describiría tiempo después
Maquiavelo) que gira en torno a los problemas de institucionalidad
o gobernabilidad. En este contexto la politiké se asemeja de manera
precisa a política de Estado. Sólo como un eufemismo, acaso también,
a política de gobierno. Se trata de la política como técnica y que es el
tema de conseguir votos, adeptos o simpatizantes, y demás habilida-
des, que implican aspectos como el marketing político, el manejo de
medios, el campo legislativo, en fin, las simetrías o asimetrías entre
los diferentes actores políticos, por ejemplo. Ulteriormente, todos los
temas de gobierno y gobernanza quedan cobijadas bajo el concepto
de politiké. Se trata, por tanto, asimismo, del tema de cómo conducir
la política a fundamentos ideológicos, sobre soportes tecnológicos de
diversa índole, en fin, a la lucha por el poder –por conservarlo o por
alcanzarlo.

Por su parte, la politeia era la política vista como una cosmovisión que
implica al mismo tiempo aspectos, temas, problemas y dimensiones
sociológicas, administrativas, éticas, filosóficas, económicas, educa-
tivas, religiosas, científicas, estéticas y otras. Se trata de la política
que gira no en torno al Estado, sino alrededor de la construcción de
un mundo común para todos, y al panorama conjunto de problemas
existenciales, digamos; esto es, aquellos atinentes a lo estilos, los

119
Carlos Eduardo Maldonado

estándares y las formas de vida, al mismo tiempo. Huelga decir que


el título original de la “República” de Platón y de la “Política” de Aris-
tóteles es el mismo: Politeia.

En la historia del pensamiento, la filosofía y la ciencia políticas, la


politeia desapareció –en rigor, con el declive de la Grecia en el período
helenístico, y el ascenso de Roma; pero con Roma entonces también
la importancia de Jerusalén–, o fue relegada a lugares secundarios,
siendo desplazada por el protagonismo de la politiké. Sin ambages, la
modernidad hasta nuestros días ha sido el imperio de la politiké, por
así decirlo. Mejor aún, la política como Realpolitik funda y define la
política y lo político como politiké. La forma mediática de expresarla
ha sido en términos tales como: pax germanica, pax britannica,
pax sovietica, pax francesa o pax americana, y que hace referencia,
siempre, a los supuestos y las exigencias del realismo político. No en
última instancia, a la historia de los imperios y el (neo)colonialismo.

Mi propósito aquí es el de pensar la política en el proceso –alguien diría


“en la tarea”– de construcción de la sociedad del conocimiento, como la
expresión genérica de construcción de la sociedad actual hacia el futuro
inmediato y a mediano plazo, en marcado contraste con las sociedades
habidas hasta ahora en la historia de la humanidad occidental.

A fin de aclarar esta finalidad, es imperativa una precisión. Desde el


punto de vista al mimo tiempo económico, científico, social y político,
vivimos tres fases de un mismo momento. Estas tres fases son, prime-
ro, la sociedad de la información –que, históricamente, corresponde
al mundo de los años 1990–, luego la sociedad del conocimiento –que
corresponde aproximadamente a los primeros dos lustros del siglo
XXI– y, finalmente, la sociedad de redes –que es la etapa en la que hoy
nos encontramos–. La sociedad de redes se expresa y corresponde a la
emergencia y desarrollo de la ciencia de grandes datos (big-data science).

Los matices entre uno y otro momento no son fuertes ni marcados,


y sin embargo, sí encuentran expresiones puntuales en varios órde-
nes. La sociedad de la información puede decirse que corresponde al
desarrollo de la web 2.0; la sociedad del conocimiento a la web 3.0, y
la sociedad de redes corresponde a la etapa semántica de la internet

120
Política+Tiempo=Biopolítica

y a la internet de las cosas. Sin embargo, estas caracterizaciones no


encuentran una frontera rígida en todos los lugares; se trata de eta-
pas de un mismo proceso mediante el cual, integralmente, se vive el
tránsito de la tercera revolución industrial a la cuarta. En términos
geopolíticos, China y la India, Rusia e Irán emergen como nuevas
potencias exactamente en estas transiciones (más allá del grupo de
países Bric, o también, en otro plano, del grupo de países Civets).

La sociedad del conocimiento trabaja en dos esferas, el estudio y co-


nocimiento de la vida, y la producción de conocimiento31. La biología
de sistemas (systems biology) corresponde a esta fase de desarrollo; o
también, en otro plano, el enfoque Eco-Evo-Devo. Como lo han resal-
tado numerosos autores, entre los cuales quizás los primeros fueron
Maturana y Varela, ambas esferas constituyen una férrea unidad. No
hay dos cosas: vida y conocimiento; por el contrario, el conocimiento
encuentra sus raíces en la biología32. La biología, y las dimensiones
digital y computacional se entrelazan de forma magnífica para arrojar
nuevos programas de investigación.

Como es sabido, la condición material de la sociedad del conocimiento


es la economía basada en el conocimiento –o también, economía del
conocimiento–, y que marca una ruptura con todas las formas de so-
ciedad anteriores con los sectores tradicionales de la economía desde
el paleolítico: el sector primario (ganadería, agricultura), secundario
(manufactura, industria) y terciario (servicios). La ruptura consiste en
el hecho de que mientras que la economía tradicional está caracteri-
zada por rendimientos decrecientes con bucles de retroalimentación

31 He trabajado más ampliamente esta idea y las que inmediatamente siguen a


continuación en: Maldonado, C.E., CTS+P. Ciencia y tecnología como política
pública y sociales, Bogotá, Universidad Externado de Colombia-Observatorio
Colombiano de Ciencia y Tecnología, 2005.
32 Cfr. H. Maturana, y F. Varela, El árbol del conocimiento. Las bases biológicas
del conocimiento humano, Madrid, Debate, 1990. Asimismo, de otra parte,
véase H. Maturana, y F. Varela, De máquinas y seres vivos. Autopoiesis: la
organización de lo vivo, Buenos Aires, Lumen, 2004. Más recientemente,
véase además, A. Lowenhaupt Tsing, The mushroom at the end of the world:
on the possibility of life in capitalist ruins, Princeton University Press, 2015, y
D. J. Haraway, Stayinf with the trouble: making kin in the Chthulucene, Duke
University Press Books, 2016.

121
Carlos Eduardo Maldonado

negativa, la economía del conocimiento consiste en rendimientos


crecientes, con bucles de retroalimentación positiva33.

Como una fase ulterior, la sociedad de redes emerge e impulsa a la


vez como nunca antes a la inteligencia artificial, la vida artificial y la
robótica (notablemente, la robótica de enjambre).

Como ya anotamos, la sociedad del conocimiento da lugar a un cuarto


sector de la economía, que es la economía basada en el conocimiento,
caracterizada por rendimientos crecientes y bucles de retroalimentación
positiva. Es, literalmente, economía del conocimiento. Aquí, los recur-
sos son infinitos (o ilimitados) y generan riqueza común: información,
entretenimiento, cultura, conocimiento (investigación), educación, y
no en última instancia, tiempo libre (scholé). El estudio de la riqueza
de esta sociedad configura la economía política del conocimiento y ese
conocimiento se traduce en vida. Los bienes de la economía del cono-
cimiento también deben ser susceptibles de medición y la forma como
se procede es a través de la “cienciometría” que trabaja con diferentes
indicadores como de desarrollo humano, innovación, insumos, impacto
social, bibliométricos, patentes y otros34. Literalmente, la información
o el conocimiento son esa clase de bienes que cuando los compartimos
o los entregamos no quedamos menos ricos; todo lo contrario. Nunca
habían existido tantos científicos, académicos, investigadores e inge-
nieros como en hoy en día: vivimos, literalmente, una era de luz: hay
más y mejor ciencia, más y mejor información, más y mejor tecnologías.

Así las cosas existe un cuarto sector de la economía (del conocimiento)


que está siendo impulsado por la tecnociencia; el concepto designa el
hecho de que, por primera vez en la humanidad, no hay dos cosas: cien-
cia y tecnología, sino una sola; la tecnociencia, justamente. La ciencia

33 Con respecto a la idea de bucle, y por consiguiente, de recursividad, véase el


libro pionero fundamental de D. Hostadter, Gödel, Escher, Bach: An Eternal
Golden Braid, New York, Vintage Books, 1989.
34 Colombia no ha entrado aún en la sociedad del conocimiento, y cabe pensar que
se encuentra aún lejos. De acuerdo con estudios recientes, Colombia apenas,
en el año 2001 logró el ingreso efectivo, aunque incipiente, a la sociedad de
la información; cfr. Maldonado, C. E., y Mejía, J. A., “Ciencia versus guerra.
Un estudio de cienciometría y CTS en Colombia”, Cuadernos del CIPE, Nº
1, noviembre, 2004.

122
Política+Tiempo=Biopolítica

se implementa a través de la tecnología, y la propia tecnología genera


nuevos conocimientos. De esta manera y por otra parte, las fronteras
entre ciencia básica y ciencia experimental y aplicada se hacen más
borrosas y móviles. El aspecto relevante es aquí entonces: ¿qué tipo de
información circula, quién y cómo se produce el conocimiento, cuál es
el conocimiento acumulado y cuál su distribución en la sociedad, qué
conocimiento circula en los espacios amplios de la sociedad, por ejem-
plo, oficiales o públicos? Estos son algunos de los ejes temáticos de lo
que podemos denominar apropiadamente como la economía política
del conocimiento.

Pues bien, en el contexto de la sociedad del conocimiento el Estado como


contenedor no es ya posible, puesto que significaría, desde el punto de
vista cognitivo que el Estado determina las creencias (= conocimien-
tos, informaciones) que los individuos tienen o pueden tener; y desde
el punto de vista práctico, que controla sus acciones, movimientos y
relaciones. Más exactamente, en un contexto jurídico de construcción
y defensa del Estado social de derecho, el Estado ya no puede ser más
contenedor, en ninguna acepción de la palabra. Se trata del contexto
que se ocupa, particularmente, se trata de promover valores, princi-
pios, prácticas como la democracia, el respeto a la vida, los derechos
humanos, el pluralismo, el cuidado de la naturaleza, y otros semejan-
tes. En efecto, la traducción política del Estado como fundamento de
la vida social de los individuos y las comunidades se traduce como el
dominio, el control, la circunscripción de las creencias, puesto que, al
fin y al cabo, la forma genérica como el conocimiento se articula es en
la forma de creencias justificadas, algo suficientemente claro a la luz de
la teoría de las creencias racionales (TCR), uno de los componentes35 de
lo que filosóficamente se conoce como una teoría de la racionalidad36.

35 El otro componente es la teoría de la decisión racional (TDR), y que se ar-


ticula, en realidad, como la TDR, la teoría de las decisiones sociales (TDS),
la TJ y la TAC.
36 Al respecto, cfr. R. Nozick, The Nature of Rationality, Princeton University
Press, 1993; N. Rescher, Rationalität. Eine philosophische Untersuchung
über das Wesen und die Begründung der Vernunft, Königshausen & Neuman,
1993; Audi, The Structure of Justification, Cambridge University Press, 1993;
he trabajado esta idea en: Maldonado, C. E., “La necesidad de la razón: Notas
para un programa de investigación”, en: Estudos Leopoldenses – Série Ciencias
Humanas, Vol. 34, Nº 152, 1998, pp. 103-136.

123
Carlos Eduardo Maldonado

Y con el control de las creencias y de la expresión, el control entonces


también de las acciones.

En la vida de la sociedad hay, en efecto, tejidos, conjuntos y grupos


diversos de creencias, y el conocimiento se forma como una trama de
esas convicciones más o menos articuladas, lo cual implica que los
individuos tienen contenidos mentales a partir de los cuales actúan en
un momento dado de una forma particular, o dejan de hacerlo. Pero si
el Estado lo es todo, políticamente hablando –esto es, por ejemplo, se
erige como el canon de los principios supremos y los valores máximos;
o bien, de los estilos de vida permitidos y de los estándares valederos–,
y es el que determina los contenidos mentales de los miembros de la
sociedad, entonces estaríamos en presencia de un sistema totalitario,
cuya traducción filosófica es la del fundamentalismo. Entonces se
imponen criterios ideológicos, o bien doctrinarios, y desde el punto
de vista práctico no este ninguna diferencia. Al respecto, baste con
señalar que el fundamento último del Estado son las razones de Es-
tado, las cuales, por definición, no son públicas. Tales razones no se
discuten ni se comunican, simplemente se ejecutan. Toda Realpolitik
descansa ulteriormente, y se funda en las razones de Estado. Todo lo
demás es apariencia y juego, veleidad y palabrería.

Sin embargo, recientemente aprendimos que son posibles otras formas


de acción y de racionalidad políticas independientes, aunque nunca
indiferentes del Estado. Se trata, manifiestamente, de decisiones y
acciones que pueden estar en manos de la sociedad civil. Ahora bien,
las comprensiones de esta sociedad han sido tradicionalmente:

1. Estructuralistas: su preocupación central son la identificación de


los componentes de la sociedad civil;
2. Funcionalistas: centrados particularmente en los ejes articula-
dores, las tareas y los fines de la sociedad civil como instancia
contestataria del Estado.

Pues bien, son problemas propios de la sociedad civil: la cohesión social,


el cuidado del medio ambiente, el respeto por los derechos humanos, la
calidad y la dignidad de la vida, el tipo de conocimiento que se produce,
circula, se distribuye y se acumula en la sociedad, el respecto y la defensa

124
Política+Tiempo=Biopolítica

de los derechos humanos, el cuidado y el significado del propio cuerpo,


las formas y modos como puede ganar más grados de libertad, por ejem-
plo. El papel que debe jugar el Estado consiste simple y llanamente en
posibilitar el cumplimiento de estos (y otros) temas, y su inscripción en
la agenda nacional37. Abogo aquí por la función esencialmente garan-
tista del estado. Dado que existe muy escaso trabajo sobre la sociedad
civil entre nosotros, es preciso recalcar que bajo ningún contexto se
está pensando en una política indiferente del Estado, aunque sí inde-
pendiente de él. El Estado adquiere cada vez más, en este contexto, la
función, en el mejor de los casos, de facilitador. Jurídicamente dicho,
el Estado es garante de los acuerdos y acciones libres, por parte de la
sociedad civil, y que ella se plantea a si misma de forma autónoma.
Hay desde aquí elementos que apuntan hacia una teoría del Estado38,
pero no es ese aquí mi propósito. La política modo complejo no tiene
ninguna preocupación por el Estado; sólo por la vida.

Como quiera que sea, ante la pregunta acerca de la necesidad y el


carácter del Estado es importante hacer la precisión según la cual
en países como Colombia no hay Estado; más bien, cabe hablar de
formas estatales que funcionan, unas mejor que otras. Toda la his-
toria de países como Colombia es la trama por dirimir el sentido, las
funciones y la necesidad del Estado nacional. Precisamente por ello
toda la historia del conflicto colombiano y la búsqueda de la paz y los
acuerdos alcanzados, posibles o reales.

En términos generales cabe distinguir dos posturas claramente iden-


tificables:

1. Necesidad de un Estado fuerte. El problema que puede surgir es


que se llegue a extremos dictatoriales, totalitaristas o fascistas, y
sus traducciones a diferentes contextos (Pol Pot, Stalin, regímenes
militares en África y América Latina, etc.). La expresión contem-

37 Hay aquí un camino que puede conducir a un encuentro con el garantismo como
teoría jurídica y política. No es éste, sin embargo, mi interés aquí inmediatamente.
38 Por ejemplo, si cabe o se aboga por un Estado mínimo o bien por un Estado
fuerte. Alrededor de este eje se definen los estudios sobre centralización y des-
centralización. Hay numerosos y sólidos autores que se sitúan a un lado y otro
de la discusión.

125
Carlos Eduardo Maldonado

poránea de estos extremos es, sin lugar a dudas, el populismo–de


derecha y extrema derecha.
2. Necesidad de un Estado mínimo. En esta propuesta existen otras
instancias que por subsidiariedad trabajan. Distintas entre sí,
confluyen aquí posturas como la de Nozick, y el neoliberalismo.
Existe el riesgo de llegar a extremos como la anomia social o po-
lítica, y la entrega del Estado al sector privado.

La hipótesis que quiero adelantar inicialmente tiene que ver con el


reconocimiento de que, en el mundo actual, notablemente, en un
mundo diferente de suma cero, la política ya no se define única o
principalmente por el Estado o a partir de éste. El Estado-nación fue
una invención del siglo XIX –más o menos justificada–, pero que
resultó en una terrible enfermedad cuyas consecuencias son bien
conocidas. Se trata de la historia de todas las agresiones, guerras,
conflictos y sistemas violentos de todo tipo que marcan la historia
del siglo XX hasta la fecha; así por ejemplo, las agresiones y ataques
de E.U. en América Latina (“América para los Americanos”), la
Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial, las guerras
de Vietnam y de Corea, la primera y la segunda guerras de Irak, los
conflictos en Chechenia, los numerosos conflictos y guerras entre
vecinos alrededor del mundo (Colombia-Perú; Irlanda del Norte e
Irlanda del Sur; Israel-Palestina), hasta llegar a las guerras de Siria,
Irak, el Estado Islámico, Yemén y otras, actualmente. Todas estas
son consecuencias, encarnaciones y productos propios del Estado-
nación.

Pero si es así, surge, inmediatamente, ante la mirada reflexiva la pre-


gunta por el sentido mismo de la política. Mi tesis es que la finalidad
de la política no se reduce a temas y problemas de gobernabilidad
y de institucionalidad –incluso ni siquiera –¡tampoco!– de (neo-)
institucionalismo–, puesto que puede ser el caso que la defensa de
la institucionalidad o de la gobernabilidad no se traduzcan en, ni
se entiendan como, la defensa y el cuidado de la vida, como ha sido
efectivamente el caso en la historia nacional, del continente y en
términos generales en el mundo. En contraste, mi tesis es la de que
la finalidad de la política es o debe ser la de hacer posible la vida,
esto es, exaltarla, gratificarla, llenarla de sentido, dignidad y calidad,

126
Política+Tiempo=Biopolítica

ampliar y profundizar sus horizontes tanto como sea posible, en fin,


llenar la vida de tiempo. Y si es preciso, en contra de o a pesar del
Estado mismo.

Con una precisión puntual. La noción de tiempo en absoluto debe ser


entendida en un sentido lineal y productivista. Parte del tiempo es
el ocio –scholé en griego; leisure en inglés, loisir en francés; mucho
mejor, freizeit, en alemán–. Ya los griegos antiguos disponían de los
términos para designar al tiempo; chronos y kairós. El tiempo de la
vida es la mixtura de ambos: el tiempo cronológico y ese tiempo que
no está en el tiempo (el tiempo del alma misma, para decirlo con la
poesía medieval): el kairós, el tiempo de lo oportuno, si cabe –ese
tiempo que no existe en los calendarios ni las agendas.

Debemos poder pensar, primero, y luego gestionar, una política que


se defina no ya única ni principalmente en torno al Estado, sino ade-
más y fundamentalmente, por el cuidado, la protección, la exaltación
y el posibilitamiento de la vida; de la vida humana, pero también de
la vida en general; de la vida conocida, tanto como de la vida tal-y-
como-podría-ser-posible. Pues bien, esta política se dice, en el sentido
primero de la palabra biopolítica. En efecto, hasta ahora, en la historia
que corre particularmente desde el siglo XIX hasta la fecha, el cuida-
do y el posibilitamiento de la vida siempre estuvieron contenidos en
términos del Estado. En contraste, sin embargo, asistimos al hecho de
que el principal agente que amenaza y pone en peligro la vida misma
es el propio Estado, sus agentes, sus instancias, sus poderes; los te-
mas que se debaten desde el terrorismo estatal hasta el garantismo,
desde las responsabilidades extracontractuales hasta la omisión y la
indolencia, en fin, desde la legitimidad hasta el sentido mismo del
Estado, encuentran en este terreno todos los elementos de discusión y
cuestionamiento, usualmente álgidos y polifónicos. Pero, si la política
debe atender a la vida antes que y por encima de la institucionalidad,
entonces el llamado al concepto-problema de la sociedad civil –faute
de mieux– adquiere una importancia grande.

Una doble observación puntual se impone. De la misma manera que


sostenemos que hablar y defender la idea del Estado, del gobierno o
de la institucionalidad no necesariamente se traduce en una defensa,

127
Carlos Eduardo Maldonado

afirmación, exaltación y posibilitamiento de la vida, en este mismo


sentido, de cara al sector privado, la defensa sin más del libre mer-
cado, con los argumentos y justificaciones que se prefieran, tampoco
se traduce necesariamente en el cuidado y la defensa de la vida en
todas sus manifestaciones. Dejo aquí de lado, deliberadamente las
implicaciones fuertes, recíprocas, entre Estado y las fuerzas del
Estado, y el sector privado, con énfasis particular en las grandes
corporaciones y transnacionales. Se trata de relaciones que ya han
sido suficientemente estudiadas y son reconocidas por todos.

El concepto de “sociedad civil” designa simple y llanamente a (para


emplear la expresión castiza hermosa de origen mexicano) las gentes,
a los individuos y sus comunidades, los individuos y sus redes, en
toda la acepción de la palabra. Se trata, sin más, de los individuos y
los tejidos de relaciones reales y potenciales que establecen unos con
otros, y que constituyen el tema directo de la antropología, la socio-
logía y los estudios culturales.

Dicho esto, la Politeia fue el sueño de Platón y de Aristóteles, con


diferencias notables entre ambos, naturalmente, a partir del cual
cabría concebir la política precisamente en términos de (una con-
cepción y experiencia de la) vida. Sin embargo, con el triunfo de
los romanos sobre los griegos se impone la República y se genera
la división entre lo público y lo privado, el ágora y la polis sufren
un desplazamiento por parte de la idea de república, cuya noción
permanece casi inalterada hasta la actualidad. Con los romanos
nace y se consolida la división entre las esferas privada y pública.
La historia subsiguiente será la de las tensiones entre ambas. Por
adición el derecho funda dos dimensiones excluyentes: lo público
y lo privado, y la mayoría de los temas de la politeia quedan redu-
cidos a cuestiones normativas, instrumentales, en fin, estratégicas.
De esta suerte, la politeia queda simplemente como un referente
intelectual, pues el triunfo del modo político de pensar la políti-
ca, continuado por el medioevo y la modernidad significó, visto
inversamente, el triunfo de la politiké. Digámoslo en términos
clásicos, lo que había empezado a anunciarse en la Grecia clásica
se hace ley y costumbre con Roma: asistimos al imperio del no-

128
Política+Tiempo=Biopolítica

mos. La mejor comprensión de la libertad se da –tan sólo– como


autonomía –autós-nomos–39.

Frente a esta circunstancia, mi tesis es que una política modo


complejidad es biopolítica, aunque no en el sentido de Foucault
y otros autores próximos y semejantes; en otras palabras, literal-
mente, una política de vida. Biopolítica corresponde a una política
compleja debido a la ausencia –e incluso imposibilidad, hoy– de
una politeia.

4.3. B. Crick y la defensa de la política

De acuerdo con B. Crick (2000), la política es una de las soluciones


posibles a los problemas del mundo, y generalmente la menos pro-
bable –una idea que procede originariamente de Aristóteles. En ver-
dad, frente a los problemas del mundo, las soluciones más comunes
son: la fuerza, la coacción, el temor, y en otros planos, la educación,
la publicidad y la propaganda, y otras semejantes, todas las cuales
implican, por definición, una negación o exclusión de la política en
tanto que debate, construcción de argumentos, espacio de tensiones
y de disolución de conflictos. En cualquier caso, la supresión de todo
tipo de violencia. Ulteriormente, lo que queda es el acatamiento, la
doctrina y la ideología. Pues bien, quisiera extender esta idea de Crick
en el sentido de que frente a los temas y problemas de convivencia,
la política es una de las soluciones y entonces su sentido sería el de
hacer cada vez más posible la vida. Así, la defensa de la política es, en
realidad, la defensa de una de las soluciones que, aunque la menos
probable, es, sin embargo, de lejos, la más significativa y con mejores
resultados a largo plazo, de cara al cuidado, la protección, el posibi-
litamiento y la gratificación de la vida.

En efecto, la defensa de la política consiste, dicho negativamente, en


un trabajo –conceptual, por lo pronto–, consistente en establecer,
contrario sensu a las interpretaciones más comunes de la misma, qué

39 En la peor expresión de esta idea, se trata, en términos kantianos, de todos


aquellos sujetos que han interiorizado las normas. Interiorizar las normas:
¡horribile dictum!

129
Carlos Eduardo Maldonado

cosa no es la política. Según Crick, debemos distinguir la política de


la lucha por el poder, de la(s) ideología(s) (credos y doctrinas), de la
tecnología (por ejemplo en el sentido de mediciones estadísticas de
diversa índole, o de la ingeniería social en cualquier acepción de la
palabra), de la democracia misma (puesto que la democracia es un
proceso inacabado y en construcción permanente), en fin, también
del nacionalismo (esto es, de la tan manipulada noción de “patria”; ya
que la idea o la defensa misma del nacionalismo anquilosa o petrifica
la política). A esta defensa de la política, en palabras de Crick, consi-
guientemente hay que agregarle, positivamente entonces, la defensa
de la misma “contra los falsos amigos”: el conservador apolítico, el
liberal apolítico, el socialista antipolítico. Una “política” semejante
es politiké –esto es, gobierno, gobernanza, gobernabilidad, manipu-
lación, control, técnica.

Quiero apoyar la tesis de Crick con otro sentido y en otros términos.


El elogio de la política no es otra cosa que la defensa de una práctica
permanente, abierta, que se define por la defensa misma de la con-
vivencia, el pluralismo, la tolerancia y los derechos humanos. Si el
mérito del libro de Crick consiste en reivindicar la política en contra
de otros conceptos tales como ideología, nacionalismo, tecnología,
poder, democracia, república, es porque, aunque él no lo diga así,
estos conceptos han conducido a una despolitización de la sociedad
y del propio Estado, despolitización que se encuentra en la base mis-
ma de la actual crisis que afecta a la esfera de la política y en general
a cualquier consideración contemporánea en torno a la dimensión
política de la existencia. Las gentes están cansadas y descreídas de la
politiquería, esto es, de la política tradicional (normal, en el sentido
kuhniano de la palabra).

En verdad, el triunfo de la Realpolitik consiste en el descreimiento


de amplias bases de la sociedad en los políticos y los partidos po-
líticos; es decir, en la política modo tradicional y modo normal. El
cansancio de los partidos y de los estamentos, de las instituciones y
de los “procesos” y “mecanismos”. La política tradicional y normal
no permiten, en absoluto, distinguir entre la apariencia y la verdad,
y la mentira, el engaño y el oportunismo imperan por doquier. La
política, así las cosas, se encuentra en las antípodas de la ética –Sitt-

130
Política+Tiempo=Biopolítica

lichkeit–, de las nociones más elementales de transparencia, verdad,


honestidad –esto es, de una vida buena y de un buen vivir.

El descrédito, los sistemas de corrupción generalizados –todos prác-


ticamente ubicuos en la geografía mundial–, ha conducido a una
apolitización de amplios grupos humanos. Esta apolitización tiene
muchas expresiones, desde la abstención hasta la trivialización de la
vida y el cortoplacismo en los proyectos personales y sociales de mu-
chas gentes. Pues bien, la verdad es que esta apolitización le conviene
ampliamente a los detentores del poder. Nadie se beneficia tanto del
aburrimiento de la gente por la política como quienes ya ostentan el
poder y hacen uso del mismo en beneficio propio; en sentido militar,
político o económico, por ejemplo.

Frente a lo anterior, quiero sostener la idea según la cual la biopo-


lítica, como respuesta al vacío de identidad de la política contem-
poránea busca entonces hacer cada vez más posible una política de
la vida y para la vida, una política no indiferente del Estado, pero sí
independiente de él. De consuno, es política de optimismo y vita-
lidad. Incluso con Nietzsche, es política de voluntad de vivir –aun
cuando Nietzsche mismo jamás hizo del tema un asunto eminente-
mente político.

Como se aprecia, la biopolítica es, así, completamente diferente al


concepto de biopoder, que es la visión negativa o reactiva de la política
procedente originalmente de M. Foucault, y ampliamente difundida,
no siempre de manera correcta, por autores como A. Negri, Agamben,
Esposito y Hardt. Esto es, en otras palabras, biopoder y dispositivos
de poder, espíritu panóptico y control del cuerpo y de la vida, medica-
lización y terapeutización de la sociedad. La razón para esta diferencia
radical consiste en que el biopoder es poder disciplinario a través de
técnicas de vigilancia, sanciones normalizadoras y procedimientos pa-
nópticos. Dispositivos de micropoder sobre el cuerpo, medicalización
de la vida y de la sociedad, en fin, disciplinarización, vigilancia y control
panóptico, como lo enseño Foucault.

La biopolítica, por el contrario, en el sentido aquí planteado, es una


visión que puede ser calificada de positiva –o afirmativa, por ejemplo

131
Carlos Eduardo Maldonado

en el sentido de affirmative action, en inglés– en cuanto se trata de


toda acción, decisión y organización política definidas en función de
la exaltación, la gratificación, el posibilitamiento y el cuidado de la
vida. De la vida humana, tanto como de la vida en general sobre el
planeta (Gaia). Exactamente por esta razón, la biopolítica, en el con-
texto del mundo contemporáneo, se relaciona con el fin primordial
de la politeia griega (digamos, de pasada, que la affirmative action
es algo distinto del empoderamiento –empowerment).

Recabemos en la idea. Cabe una precisión bastante más puntual y


precisa. En la expresión “biopolítica”, “política” opera como sufijo,
frente al cual el núcleo es la noción o el concepto mismo de “vida”.
Así las cosas, la biopolítica es política en función de la vida y no como
finalidad por sí misma. Es la vida la que es –y debe ser– un fin en sí
mismo, y la política es tan solo una de las soluciones posibles para
ello (Crick); incluso aunque sea la solución menos probable.

Viviendo en un mundo altamente interrelacionado y con múltiples


sensibilidades –naturales, financieras, comerciales, étnicas, cul-
turales, etc.–, como resultado de fenómenos emergentes, y que se
autoorganiza, de esa manera la política adquiere –puede o debe ad-
quirir– un tono diferente. Viviendo en un mundo diferente de suma
cero, no existe una solución posible para los problemas y, adicional-
mente, esa solución no se agota manifiestamente en el Estado, que
era el pensamiento anteriormente reinante. Debemos pensar en la
política en el contexto de un mundo no lineal, un mundo complejo
en el que se debe estar abierto constantemente a múltiples posibi-
lidades. Para decirlo en términos sencillos: debemos poder salir de
las linealidades cuando nos ocupamos de la política y de lo político.

La política es una actividad (= una praxis) –que es lo que se colige, en


rigor, del concepto mismo de politeia–, y por consiguiente, no es una
teoría, un discurso, un conjunto de principios o valores, una cosmovi-
sión o nada semejante. En otras palabras, es fundamental evitar una
filosofía proclive al reduccionismo cuando nos ocupamos de fenómenos,
comportamientos y sistemas políticos, cuya característica central es que
son cambiantes, variables, en fin, en una palabra: evolutivos. La política
es vida, actividad y acción, y así, la pregunta que surge entonces es cómo

132
Política+Tiempo=Biopolítica

entender el mundo y cómo actuar en él si la vida es tan compleja –esto


es, marcada por incertidumbre, ausencia de información completa,
fluctuaciones, inestabilidades, turbulencias, equilibrios dinámicos, no-
linealidad, en fin, decisiones y acciones que se toman en un lugar y que
terminan afectando otras regiones y momentos–. Confundir la política
con el nacionalismo y la ideología, notoriamente, ha transfigurado la
realidad de la política, que realmente es una actividad humana. La po-
lítica tiene en cuenta la diferencia, es el espacio para que la palabra de
cada quien valga frente a la de los demás, así sean diferentes y tengan
objetivos e intereses diferentes.

Es cierto que la política se corresponde con una visión de la natura-


leza. Es la idea de base con la que se abre este libro. Pero si es así,
debe ser posible entonces lograr una correlación entre el tipo de
praxis que es la política con la visión de lo mejor de la ciencia acerca
del mundo y de la naturaleza. Esta idea desborda con mucho a la
política como ciencia normal positiva, nos lanza hacia la teoría y la
filosofía política, y nos pone de frente con el problema mismo de la
politieia. O lo que es equivalente, de la biopolítica propiamente dicha.

En pocas palabras, la biopolítica es política que sabe del multicultu-


ralismo, de la diversidad de valores y de formas y estilos de vida, que
reconoce un pluralismo axiológico, en fin, la multiplicidad y la alteri-
dad como fundamentos constitutivos de la existencia misma, y no en
última instancia, el dialogo entre culturas y civilizaciones. Vivimos,
en un mundo con una pluralidad de estilos, estándares y formas de
vida, y ello define exactamente la complejidad del mundo de la vida
(Lebenswelt). La idea de unidad y fundamentalmente de identidad,
quedan desplazadas, por así decirlo, a lugares muy secundarios. Los
colores, los matices, las camisetas que cabe identificar aquí son evi-
dentes para una mirada reflexiva y sensible.

La política es sólo una de las formas para llegar al orden, y sin em-
bargo sólo hay una forma en que el orden sucede y tiene lugar. En
verdad, mientras que el desorden puede suceder en un número casi
ilimitado de situaciones, el orden tan sólo tiene lugar de una manera
propia. El desorden es posible como n-1 posibilidades, en tanto que
el orden sólo tiene lugar como una posibilidad en cada caso, pero

133
Carlos Eduardo Maldonado

siempre de manera provisoria, cambiante, evolutiva. Como se aprecia


fácilmente, el orden es altamente improbable, pero es magnífica-
mente significativo; en cambio el desorden sí tiene ilimitadas –n-1–
formas de suceder. En esto consiste la complejidad del orden al que
se apunta con decisiones, acciones, organizaciones y movilizaciones
políticas. Es por ello que es más fácil pensar en desorden porque de
facto es lo que ocurre alrededor nuestro; pero si se piensa en orden,
debemos poder reconocer que éste debe ser dinámico y cambiante.
Desde este punto de vista, la política no consiste en cuestiones de
poder, nacionalismo, ideología o democracia, sino en tener en cuenta
los desequilibrio, o también los equilibrios dinámicos.

Ya sostenía Nietzsche, y se admiraba al mismo tiempo de ello: la vida


es altamente frágil; y sin embargo es apasionante y la mejor de todas
las experiencias posibles. Justamente en este sentido, la vida es un
acontecimiento contingente. Nada apunta, en ningún sentido, a que
la vida sea un fenómeno necesario. La contingencia apunta y afirma a
la vez al carácter histórico y evolutivo, cambiante y dinámico, en fin,
adaptativo de los seres y sistemas vivos. El más apasionante de todos
los fenómenos es al mismo tiempo el más impredecible y contingente.
Por ello mismo se impone la necesidad de cuidarla y afirmarla, hacerla
posible y cada vez más posible. Tanto como quepa imaginarlo.

Existe una triada importante de analizar y es la conformada por el Esta-


do, la sociedad civil y el sector privado y las interrelaciones entre unos
y otros. Es importante que la sociedad civil se politice, es decir que se
interese por la política, en toda la línea de la palabra, en fin, que actúe
políticamente. Sin ambages, que se ocupe de sus modos de existencia y
relaciones y que se atreva asumir por sí misma su propio destino. Tam-
bién en esto consiste el sentido y la carga de la biopolítica. Para decirlo
en términos filosóficos: el problema de fondo consiste en crear todas
las condiciones para que los individuos tomen el destino de su vida en
sus propias manos, y lo lleven a cabo. No en otra cosa consiste el juego
de la política que es, así, el juego mismo de la libertad (autarquía)40.

40 Quisiera subrayar esto: la noción que recupero para la libertad, procediendo


de la Grecia antigua no es la de eleuthería, sino, mucho mejor, la de archaía;
y más radicalmente, la de autós-archaia: esto es, poseer los fundamentos o
las raíces o las razones en sí mismo. No desconozco la etimología poética de

134
Política+Tiempo=Biopolítica

En otras palabras, la idea de base aquí es el reconocimiento mismo


de que la política se nutre de diferencias y desacuerdos, y los pro-
mueve y resuelve en términos de argumentos, acuerdos, pactos y
convenios. Sólo que éstos no constituyen la finalidad misma de la
política, que es la de alimentar la existencia de matices, gradientes,
pliegues, intersticios y comisuras que no se habían visto o conside-
rado previamente. La política, al mismo tiempo que promueve la
ciencia, las artes y el pensamiento, se alimenta de éstas para hacer
el proceso del convivio más amplio y posible. Simple: de la misma
manera que en ciencia o en artes los consensos y las mayorías son
difícilmente alcanzables y sensatos, asimismo, la política consiste
en la generación y nutrición de variedad de puntos de vista y pers-
pectivas, siempre bien fundamentadas y argumentadas. La política
no se funda en la doxa –opinión– sino, contribuye muy activamente
a transformarla en episteme –conocimiento.

La defensa de la política es una defensa de la praxis –inacabada, por


definición– que no se agota en una época o coyuntura. Al fin y al cabo,
en ello consiste en llevar una vida buena o en vivir bien: eupraxein,
una actividad esencialmente inacabada. Ahora bien, es cierto que la
política es una actividad que tiene referentes pero que no se agota en,
ni se reduce a, esos referentes –teóricos–. Pero si es así, es preciso,
entonces, distinguir el concepto de actividad de trayectoria, dado que
la primera no tiene ni comienzo ni fin, a diferencia de la segunda. En
este sentido, la política es una actividad que contribuye a un fin que es
la vida. En una palabra: es imperativo reconocer que la política no lo es
todo, que se trata de un esfuerzo continuado, tentativo en rigor, cuyo
sentido y significado le proviene de otra fuente: la vida misma. Pero la
vida carece de finalidad, no se agota en un thelos determinado, es un
acontecimiento esencialmente abierto e inacabado.

la eleuthería, consistente en llegar (eleu) a donde se ama, o donde se encuen-


tra a quien amamos (eran). Por derivación, puede extenderse esta idea en el
sentido de crecimiento o avance propio. Políticamente, la idea más adecuada,
en el contexto de la biopolítica y de la complejización de la política es el de
autarquía, que muestra la radicalidad de la independencia de cada quien; el
simple hecho de que cada quien tenga criterio propio, y actúe en consecuencia.

135
Carlos Eduardo Maldonado

Recordemos que la ética consiste, desde Sócrates, en la formulación de


un problema, a saber: cómo debemos vivir. Pues bien, toda ética tiene
una tendencia natural a que se cumpla en uno de los dos siguientes
extremos:

1. Toda ética conduce a la religión, entonces resuelve el problema


enunciado en torno a la conciencia propia o consigo mismo. Es
una salida personal e individual.
2. Toda ética conduce a la política, y entonces el problema no lo
resuelvo yo solamente (quien quiera que diga “yo), sino que se
resuelve entre todos, es decir a través de la acción colectiva.

Como se aprecia, se trata de dos opciones disyuntas, inconmensu-


rables.

Ahora bien, hay momentos y lugares en los que la religión y la política


coinciden y se refuerzan mutuamente. Tal es el fundamentalismo. Y
los hay de toda clase, a lo largo de la historia. Todo fundamentalismo
descansa siempre, ulteriormente, en la creación y re-creación de un
mito fundacional, se ritualiza y explica el presente y la historia a partir
del mito fundacional.

En general, el drama del creyente consiste en que no entiende por qué


los demás no entienden lo que él o ella sí logra comprender. Entonces
han surgido soluciones como “catequizarlos” por medio de la espada
y/o el cáliz. La ecumenización –catequización– es simple y llanamente
un problema religioso, no político, y apunta finalmente a un proceso
de adoctrinamiento. Pues bien, estas indicaciones generales tienen una
finalidad: argumentar, por vía de ejemplos, que no todo es política, y
ciertamente no en el sentido de la politiké. La defensa de la política es
también, de manera necesaria, el reconocimiento de sus capacidades
y, por tanto, la circunscripción de la misma.

En otras palabras, si de un lado acusamos el peligro de la apolitiza-


ción de la sociedad, en este mismo sentido cabe igualmente acusar
la creencia igualmente equivocada según la cual “todo es político”
(à la M. Kundera, por ejemplo). El reduccionismo es un sueño ya
soñado.

136
Política+Tiempo=Biopolítica

Ello no obstante, debe ser posible una metodología, una lógica, una
heurística y una filosofía del problema. En este sentido, se debe llegar
a pensar sin a priori, y entonces, consiguientemente, a relacionarse
con los demás. Descalificar a alguien, por ejemplo, por ser “populis-
ta”, no es la forma de aproximarse a la política, porque, siguiendo el
mismo ejemplo, el populismo per se no es ni bueno ni malo, incluso
en momentos ha sido útil o provechoso como en el caso de Perón en
Argentina, Uribe en Colombia, Trump en Estados Unidos, y así con
numerosos otros ejemplos alrededor del mundo. Por consiguiente,
una observación importante se impone.

4.4. Sociología de las tres dictaduras

La idea no es nueva ni tampoco difícil de entender. Sin embargo,


quisiera intentar una mayor profundidad en la misma.

Sociológicamente, existen tres dictaduras: i) para la aristocracia, se


trata de la monarquía; ii) para el pueblo, es la dictadura del proleta-
riado; y iii) para la clase media, se trata del populismo.

Con la desaparición de las aristocracias, la monarquía cayó en desu-


so, aunque ha sabido mutarse, cumpliendo los mismo roles, en otros
espacios. Hoy por hoy, con la excepción de un puñado de países, las
monarquías son arcaísmos desuetos, pero no por ello las aristocracias
han dejado de intentar su dictadura, con otros lenguajes, pero con las
mismas actitudes.

(Entre paréntesis: vale recordar, en nuestro caso particular, ese adagio


de López Michelsen, sin ser aún presidente (1974-1978), cuando sos-
tenía, no sin razón, que en Colombia la clase alta se asimila al modelo
y al ideal europeo, la clase media al norteamericano, y el pueblo se
quiere mexicano. Palabras más, palabras menos).

Por su parte, el pueblo tiene su modelo e ideal de dictadura, a saber:


la del proletariado. No cabe le menor duda de su eficacia, fuerza y
sentido. Ahí está la historia para mostrarnos la capacidad de adap-
tación, desde Corea del Norte hasta Vietnam, desde la ex–Unión

137
Carlos Eduardo Maldonado

Soviética hasta las expresiones de Europa central y oriental, y otras.


No sin razón decía Marx que las revoluciones son las fiestas de los
más pobres.

Ahora bien, el sistema de libre mercado tiene un sincero afán por


eliminar la pobreza, reducir la marginalidad y ampliar, tanto como
sea posible, a la clase media. Las clases medias constituyen el verda-
dero colchón y resorte del capitalismo, de lejos. La eliminación de la
pobreza y la ampliación de la clase media tiene un sentido al mismo
tiempo cultural, social y político. Pues bien, la dictadura de la clase
media es el populismo. Y sus expresiones tienen nombre propio: los
Rajoy en España, los Macri en Argentina, los Uribe en Colombia, y
más que Peña Nieto, el PRI en México, o también los Trump en E.U.,
por ejemplo.

Existe el populismo de derecha, el de centro-derecha, y también el


de izquierda. No sin ambages, detrás del populismo reviven las 11
tesis propagandísticas de Goebbels. El populismo, como el fascismo,
siempre ha sido un movimiento de masas, y logra calar muy fácilmente
en el imaginario social. Sus argumentos son planos, están llenos de
extremismos, adjetivos y adverbios, y se fundan en el maniqueísmo.
Con un muy eficiente control de los medios, del marketing político y
de la comunicación estratégica.

Ya sea de izquierda o de derecha, el populismo no exige grandes ela-


boraciones teóricas, y por eso mismo llega a las clases medias. Eso,
las clases de los hombres estándar, promedio, mediocre. Como les
encanta decir a los políticos norteamericanos: “gente como usted y
yo” (people just like you and me).

Es evidente que existen numerosos estudios sobre el populismo. Y


desde el punto de vista del cruce entre sociología e historia, América
Latina ha sido un crisol del populismo. Con los recurrentes llamados
de Tirios y Troyanos a reducir la pobreza y aumentar la formalización
de la ciudadanía, la institucionalización de los diferentes sectores
sociales y económicos. Aquí la banca cumple un papel absolutamente
determinante.

138
Política+Tiempo=Biopolítica

Los símbolos y signos del populismo son fáciles de identificar, aunque


son amplios: desde el fútbol hasta determinados cantantes, desde la
bandera hasta el himno nacional, desde la escuela hasta el clero, en
fin, desde los mitos fundacionales hasta la estandarización y simpli-
ficación de la información.

Y es que las dictaduras se caracterizan exactamente por eso: por el


rechazo a pensar, ya sea por pereza, por inutilidad, o por dificultad.
Pensar, en el mejor de los casos, queda para unos pocos: y el eufemis-
mo para ello es la distinción entre “políticos” y “técnicos”. Horribile
dictum.

Los aristócratas deberán reinventarse alguna vez si es que quieren


que su dictadura sea posible, de nuevo, en otra ocasión. De las tres
formas de dictadura, la de la aristocracia la tiene más difícil. La dicta-
dura del proletariado aún puede reinventarse a sí misma. Pero tiene
la dificultad de los Pol Pot, los Gulags, y las purgas estalinistas, por
ejemplo (la historia siempre ha sido y será políticamente incorrecta).

Pero las clases medias están en su cuarto de hora: el populismo está


a la orden del día, y si tiene que apelar a la violencia, en cualquiera
de sus formas, no le tiembla la mano. Al fin y al cabo, las dictaduras
constituyen la mejor expresión institucional de la violencia.

Con un par de salvedades. La dictadura de las clases medias trabaja


particularmente a partir de la violencia simbólica y pasiva. No es gra-
tuito, por tanto, que, sociológicamente, en diversos espacios, se hable
de bullying (matoneo), acoso sexual acoso laboral, y otras. Colombia
constituye un ejemplo magnífico al respecto, aunque no el único. En el
mundo, hoy en día, el principal problema de salud pública es la salud
mental. Depresiones, insatisfacciones con el propio cuerpo, bulimia
y anorexia, sobrepeso y sedentarismo, obesidad y empresas de spa y
ejercicios, depresión, ansiedad, altas tasas de suicidio sobre las cuales
nadie habla, psicosis, esquizofrenia y otras patologías severas, muchas
veces irreversibles.

Es el costo de la civilización, se ha dicho. En realidad, desde el punto


de vista sociológico, el costo de ser clase media y tratar de sostenerse

139
Carlos Eduardo Maldonado

en ella o acaso, incluso, intentar saltar hacia niveles superiores. La


salud mental es en la sociedad actual, el precio de la clase media, pues
lo pobres no pueden darse el lujo de deprimirse o aburrirse, por decir
lo menos, y los más ricos pueden desviar sus crisis o encubrirlas de
varias maneras.

El populismo es la dictadura de la clase media, y su expresión cotidiana


es la sociedad de plástico, y el mundo líquido de que habla Bauman.
Un mundo, la verdad sea dicha, feo. Pero que es ampliamente compar-
tido y vivido por todos; o mejor, por muchos. Cuando el experimento
funciona.

Ahora bien, ¿cómo funciona hoy por hoy el control de la sociedad?

Existen diferencias notables cuando se estudia el tránsito del capi-


talismo comercial (siglos XVI-XVII), al capitalismo industrial (siglo
XIX), y de éste al capitalismo pos-industrial (siglo XX). Se trata de
la forma como, para decirlo en lenguaje clásico, el capital controla
y domina al trabajo. Un estudio histórico arrojaría nuevas luces al
respecto.

Desde luego que los bancos existen desde mucho antes, acaso in-
cluso desde el final del Renacimiento o en los albores mismos de
la modernidad. Los italianos originariamente y luego también los
holandeses se destacaron por desarrollar un sistema bancario y, lo
que hoy llamaríamos “financiero”, que sentó ciertamente parte de las
bases del capitalismo posterior. Sin embargo si fuéramos rigurosos,
la génesis del sistema bancario se encuentra en los prestamistas, ese
género que se encuentra incluso en la antigüedad, desde la región de
Mesopotamia y Egipto hasta la Grecia clásica misma.; en Occidente,
tanto como en la India y la China.

De esta suerte, desde las primeras formas de acumulación origi-


naria, ya en la modernidad, el comercio estuvo al mismo tiempo
acompañado y posibilitado por el sistema de créditos. Las grandes
empresas de la conquista y exploración de los territorios de ultramar
es sencillamente inimaginable sin la idea misma de préstamos, y
con ellos, de bancos.

140
Política+Tiempo=Biopolítica

Sin embargo, tal y como los conocemos hoy, los bancos constituyen un
solo fenómeno con el desarrollo del capitalismo industrial. La industria
fue posible en numerosos casos gracias a empréstitos bancarios, y en
más de una ocasión hubo pequeñas, medianas y grandes empresas que,
por diferentes razones terminaron en manos de bancos y financiadores.

Sin embargo, la categoría misma de sector financiero es, como tal, el


resultado propio del tránsito del capitalismo industrial al capitalismo
post-industrial. Los vínculos que anteriormente existieron, más o
menos rígidos o flexibles, entre industria y finanzas, se independiza
en cada lado de la ecuación de suerte que, en propiedad, el sector
financiero se convierte en un capital eminentemente especulativo;
esto es, no productivo, en el sentido primero de la palabra. En paralelo
con esta ultima transición, la economía como disciplina científica se
articula en cuatro dominios fundamentales, así: la macro-economía,
la micro-economía, el comercio y las finanzas.

En realidad, la historia de las finanzas como un área propia de la


economía, y entonces también de la sociedad en general, se ve pro-
pulsada de manera fuerte con el desarrollo mismo de las nuevas
tecnologías; esto es, del sector informático, la microelectrónica, las
industria de las comunicaciones y la internet. El sector bursátil cobra
vida y estatuto epistemológico y social propio, y así, sin ambages, el
sector bancario se convierte, a todas luces, en un sector estratégico
de la vida del capitalismo.

Quisiera decirlo de manera puntual: el sector bancario es, hoy por


hoy, el quinto poder, en el sentido como se dice que, de acuerdo con
Montesquieu, los tres poderes primarios son el ejecutivo, el legisla-
tivo y el judicial, y el cuarto poder reposaría en los grandes medios
de comunicación. Concomitante con la noción misma de poder, el
sector bancario se ha convertido en un factor estratégico de control y
determinación de la vida de los individuos y de la sociedad.

4.4.1. Sector bancario y determinismo

Manifiestamente, en la génesis del sistema bancario en sentido am-


plio se encuentra al mismo tiempo el origen mismo del dinero, o de

141
Carlos Eduardo Maldonado

un equivalente “universal” de intercambio, la moneda. La noción de


acumulación y atesoramiento –tesoro– es connatural a lo que hoy
conocemos en propiedad como los bancos.

Más exactamente, dinero es el concepto de causalidad de la vida eco-


nómica y social, sin el cual no es posible ninguna empresa de largo
alcance. De esta suerte, el dinero, primero en su forma material y
tangible, y luego también en la forma inmaterial y del crédito, se va
a erigir como el determinante tanto de las posibilidades como de la
realidad de la vida de las sociedades y de los pueblos. Peor aún, el
estatuto de realidad estará determinado por la relación de dinero –y
no ya única y principalmente de propiedad– que alguien tiene. Como
consecuencia, la sociedad se estratifica y se clasifica, literalmente, en
órdenes sociales, socio-económicos, de hábitos y formas de vida, de
estándares y de calidad de vida.

Semánticamente, la historia del capitalismo ha estado vinculada,


primero con el comercio, luego con la industria, y posteriormente con
la importancia de los sectores de información y comunicación. Pero
siempre sobre la base del primado fundamental e incuestionable de la
propiedad. Hasta tal punto que el derecho a la dignidad de la persona
constituye una sola y misma cosa, en los cimientos del liberalismo,
con el derecho mismo a la propiedad, y ambos son, por definición,
absolutamente inalienables.

Cabe una observación puntual. Si bien en lo mejor de la historiografía


actual el problema de la datación histórica ha dejado de ser un tema
crucial, puede decirse sin dificultad alguna que, históricamente, el
capitalismo da lugar, primero, al cuarto poder –la llamada gran prensa
(radio, prensa escrita y televisión, originalmente)–, y sólo después, al
quinto poder, el sector bancario.

En efecto, baste con echar una mirada, desde la realidad a la prensa


escrita y su papel fundamental a finales del siglo XIX y comienzos
del siglo XX, su papel protagónico, por ejemplo, a raíz de la crisis
del Martes negro de 1929. Posteriormente, como así lo advirtiera en
su momento Ch. De Gaulle, sin la importancia de la radio la victoria
aliada habría sido muy difícil. En el campo de la ficción, bien vale la

142
Política+Tiempo=Biopolítica

pena recordar el experimento y los alcances de la serie La guerra de


los mundos de Orson Wells, en 1938. Después de la Segunda Guerra
Mundial, la televisión se erige como componente fundamental de la
vida de la sociedad y de los individuos, gracias a lo cual M. McLuhan
podrá establecer la distinción entre medios fríos y medios calientes
(o cálidos). Lo que nacía, así, era literalmente, el control de amplias
franjas de la población gracias a la industria del entrenamiento. El
cuarto poder ocupará un lugar propio a raíz del escándalo de Water-
gate en E.U. alrededor de 1972.

Sin embargo, la verdad es que en el siglo XXI, a gran escala, el ca-


pitalismo –conservando la misma esencia de siempre–, ha hecho el
tránsito a una etapa posterior, a saber, el capitalismo informacional.
Como sostiene M. Castells, el capitalismo hizo el tránsito de la fase
post-industrial a la informacional porque era la única opción que tenía
si quería seguir existiendo (la sociología, otra ciencia políticamente
incorrecta, hablando de Castells, por ejemplo).

4.4.2. El poder del sector bancario

Ayer, a los enemigos del capitalismo se los eliminaba físicamente;


literalmente. Hoy nada de eso es necesario. La mejor vía por la cual
se establece un control político a gran escala consiste en el proceso de
bancarización de la economía y bancarización de la sociedad. Es por
esta razón que existe un interés sincero por hacer que la clase media
crezca, como consecuencia de lo cual la pobreza tiende a disminuir.
Por lo menos en términos de los macroindicadores económicos. Como
se aprecia, todo sucede exactamente al revés.

Es decir, no existe ningún interés ético ni social por suprimir la po-


breza, sino, en realidad, por aumentar la clase media. La razón es
que su crecimiento se traduce inmediatamente en el crecimiento del
consumo. Y la forma más expedita para permitir y a la vez garantizar
el consumo consiste en bancarizar al máximo número posible de la
población.

Esta bancarización consiste en dos estrategias paralelas, así: de un


lado en facilitar ampliamente créditos de consumo; y de otra parte, al

143
Carlos Eduardo Maldonado

mismo tiempo, pero de manera independiente, otorgarle al máximo


número de personas tarjetas de crédito, con cupos pequeños o media-
nos en su gran mayoría. Cupos que, según los manejos, tienden por lo
general a aumentar, incluso en muchas ocasiones automáticamente;
esto es, sin que el tarjeta-habiente solicite el cupo de endeudamiento
de la tarjeta de crédito. Ambas estrategias garantizan que una amplia
franja de la población se endeudará a futuro –¡de eso se trata todo!–,
y así, el trabajo se convierte en la más importante preocupación de
esa creciente clase media.

Los sistemas de crédito –paga mañana lo que consumes hoy–, son


ubicuos, tanto como lo es el mercado mismo. Crédito para la ropa,
para el estudio, para la vivienda, o hasta para las vacaciones. La vida
entera de las personas está enteramente dominada por los analistas
de riesgo de los bancos y las entidades financieras, y esa información
se usa no únicamente con fines financieros o económicos sino: sor-
presa, además y principalmente, con fines políticos. En una palabra:
a la gente (= la oposición o las bases sociales de la oposición) no hay
que eliminarlas físicamente; basta con endeudarlas.

Paga mañana lo que consumes hoy tiene una clara expresión en la eco-
nomía, de acuerdo con J. M. Keynes: la deuda de hoy son los impuestos
del mañana (today’s debt is tomorrows’ taxes). Con las consecuencias
conocidas: inflación, deuda interna y externa, devaluación, etc.

4.4.3. Significado político y cultural


de los bancos, hoy

Que en la crisis económica y financiera alrededor del mundo los bancos


sean las entidades que los gobiernos se preocupan por salvar (Grecia,
Islandia, Portugal, España, Irlanda…), no es un acto gratuito. Es la
forma misma mediante la cual el Estado y el mercado controlan a la
población civil, en toda la extensión de la palabra.

Los mecanismos policivos y de seguridad pueden dedicarse a enemigos


internos y externos (mafias, terrorismo, etc.), y en numerosas ocasio-
nes también a “pinchar” a la propia sociedad civil. En cualquier caso,
el sistema bancario en general se dedica al control de la ciudadanía, y

144
Política+Tiempo=Biopolítica

en eso exactamente consisten: la sociedad del riesgo, los analistas de


riesgo, las centrales de riesgo, y demás. Hasta el punto de que incluso
hay embajadas que otorgan o niegan el visado con base en el cruce de
información con las bases del sistema bancario. Y esto sin teoría de
la conspiración ni nada semejante.

Quienes tienen deudas a futuro piensan menos en procesos como sin-


dicalización, militancia política y otras formas de acción colectiva. Su
vida se define principalmente en torno al trabajo, al mantenimiento
del empleo, y al pago seguro de las deudas presentes y futuras. Se tra-
ta de gente que, literalmente hipoteca su propia vida a muchos años
hacia delante. Esta gente cumple, en el mejor de los casos con votar,
pero es víctima fácil del cuarto poder, a saber: de los grandes medios
de comunicación masiva. Al fin y al cabo eso es la clase media: una
clase de promedios, estándares, medias y medianas, en fin, como lo
señalaba ya en los años 1940 el filósofo argentino J. Ingenieros, “El
hombre mediocre” (un libro bien escrito e inteligente).

De esta suerte, la acción colectiva, la protesta social y la oposición


quedan cooptadas a través de la bancarización y las deudas con el sec-
tor financiero. Con seguridad el mejor ejemplo lo constituye, grosso
modo, el contraste entre E.U. y Europa. En términos generales, E.U. es
un país con una deuda pública y privada, colectiva e individualmente
mucho mayor que en Europa. Y por ello mismo, entre otros factores,
las acciones sociales de protesta tienen lugar con mayor frecuencia y
vehemencia en Europa que en E.U. Sería interesante adelantar el estudio
del fenómeno en América Latina y llevar a cabo un proceso comparativo.
Ese es el objeto de otro texto aparte, por espacio y densidad.

La literatura lo tiene bien claro, desde Goethe hasta Thomas Mann,


por ejemplo. La banca es el diablo mismo al cual la gente le vende su
alma, literalmente. Al final del día el diablo se le aparece a la gente,
obligándola a recordar sus promesas. Y si no las han cumplido (deudas
crediticias), el diablo alza con sus almas. No es literatura ni poesía. Es
economía y política, algo que el propio Goethe o Mann no lograron
vislumbrar en su momento. La muerte del diablo se denomina en el
mundo del derecho y de la economía la muerte civil. Que no es menos
grave ni dramática que la muerte penal o física, por ejemplo.

145
Carlos Eduardo Maldonado

Digámoslo en términos éticos, filosóficos y políticos: la verdadera


libertad, autonomía e independencia de los individuos y la sociedad
consiste exactamente en la no-bancarización o, por lo menos, la menor
deuda con los bancos y entidades financieras. Un nuevo contexto y
nuevos marcos para las ciencias sociales, en verdad.

4.5. Política y vida: el terreno de la biopolítica

En contextos y momentos en los que el principal factor disociador


–esto es, que limita, impide y debilita la cohesión social y la gratifi-
cación de la existencia–, es el Estado; en los que el principal agente
violador de los derechos humanos –por acción o por omisión– es el
Estado; en los que las crisis se obliteran, lo público es cooptado por
intereses y beneficios privados, en los que el manejo de la cosa pú-
blica erosiona la acción, la práctica y el discurso políticos; en los que
el Estado y el gobierno no se distinguen de manera precisa, pues sus
relaciones se tornan al mismo tiempo ambiguas y ambivalentes; en
situaciones y momentos similares, la política se hace inviable, y con
ella, la gobernabilidad misma –la institucionalidad, por ejemplo– se
torna inviable. En situaciones semejantes se produce una erosión de
lo político, y la política es calificada negativamente (= politiquería),
los partidos políticos se des-institucionalizan, en fin, los problemas
políticos tienden a ser explicados y resueltos a través de acciones y
de explicaciones personales (o personalistas –caudillismo, y otras
expresiones parecidas), cuando pueden ser resueltos. En condicio-
nes semejantes, al mismo tiempo, los ciudadanos se vuelven pasivos
o permisivos, y generalmente se refugian en sus pequeñas cosas, su
pequeño mundo: “mientras mi jardín esté bien, no me importa el
destino del mundo”. Este es el fundamento psicológico y emocional
de todas las políticas conservadoras y reaccionarias.

Así, la política debe ceder su lugar a otras comprensiones y acciones.

Pues bien, a fin de que la política y lo político aún tengan cabida,


sentido y significado, asistimos al nacimiento de la biopolítica, esto
es, de la política que pivota alrededor de la vida, y no ya simple y
llanamente en torno al Estado, el gobierno y las instituciones po-

146
Política+Tiempo=Biopolítica

líticas, en el sentido amplio de la palabra (el congreso, las cortes,


y demás).

Los griegos disponían de dos palabras para hablar de “vida”:

1. Zoe: designa a la vida que vive a pesar de los individuos. Es la


vida como sustancia, entelequia o idea que subsiste por sí misma.
2. Bios: No es la vida de la especie sino también y fundamentalmente,
la de los individuos que pueden tomar el destino en sus propias
manos, así se equivoquen.

El concepto de zoe puede visualizarse en varios ejemplos. Se ilustra en


el desembarco de Normandía, durante la Segunda Guerra Mundial. Los
soldados pueden morir, pero pervive el ejército. Quizás el mejor estudio
sociológico de lo que esto significa es el de L. Coser, Las instituciones
voraces. Se trata de instituciones que utilizan a los individuos que las
componen como simples herramientas para que ellas puedan subsistir
y reproducirse; literalmente, perdurar. De otra parte, cabe mencionar
como ejemplo a la idea que afirma que la vida no depende de cada quien,
sino de otros y, à la limite, del entorno.

Pues bien, exactamente en contra de esta idea vale retomar la concep-


ción de H. Maturana, proseguida por otro camino por F. Varela, acerca
de la autonomía como uno de los rasgos fundamentales definitorios de
los seres vivos. Pero quizás el ejemplo más actual y común se encuen-
tra en la concepción generalizada de la ética del trabajo y la imagen
corporativa, en la que la vida de cada quien no tiene ningún valor,
salvo la del trabajo que desempeña, en bienestar de la corporación o
de la empresa. En fin, para decirlo con el Hegel de la Fenomenología
del espíritu, la zoe designa a la vida que vive a través de y gracias a los
vivientes. La primera expresión de esta concepción de vida se encuentra
en Hesíodo en el pasaje que narra cómo Chronos tiene hijos –que son
los seres humanos–, para devorarlos y así él poder vivir. Hasta que su
esposa se revela: Gaia.

Como se aprecia, la vida como zoe afirma un valor central: la lealtad


y la fidelidad –al partido, a la empresa, a la iglesia, a la institución,
a la organización, y así sucesivamente. Nada puede ser más impor-

147
Carlos Eduardo Maldonado

tante que dicha lealtad y fidelidad, en nombre de la cual, justamente


lo que prevalece es la Organización, y no la vida de cada individuo.
Sin ambages, se trata, manifiestamente, de actitudes, valores y com-
portamientos claramente mafiosos. Es propio de las mafias la lealtad
y la pertenencia, antes que el criterio propio y la independencia de
carácter.

Por su parte, el concepto de bios –que aparece como tal en la obra


de Aristóteles, específicamente en el De anima–, designa el tipo de
vida que, con criterios epistemológicos, o digamos cognitivos, decide
tomar el destino en sus propias manos y actúa en conformidad. Gra-
cias a estos criterios, adicionalmente, esta clase de vida se dice que
es digna. La dignidad se dice de la clase de vida que es bios, y no de
la que es zoe. Por extensión, el tipo de vida que es el bios puede ser
nombrada, en el contexto del mundo griego, como la buena vida o el
vivir bien –eupraxein–, que constituye el ideal práctico más elevado.
Al fin y al cabo, el más alto ideal cognitivo y ético consiste en saber
cómo vivir una vida buena. El más complejo de todos los problemas.

Pues bien, en la historia de la Antigüedad, la historia del espíritu hu-


mano relega a un lugar secundario el concepto de zoe por el de bios,
sólo que lo entiende con otros conceptos diferentes y, por consiguien-
te, también de manera ambivalente. Por lo demás, la buena vida o el
saber vivir o también el vivir bien se expresan de manera idónea en
el marco de las prácticas y las cosmogonías andinas, como el suma
qamaña y el sumak kawsay, particularmente en las cosmovisiones
y formas de vida quechua y aymará.

Como quiera que sea, la biopolítica es aquella instancia que reconoce


que lo humano forma parte de la preocupación, más amplia, por la
vida. De esta suerte, todo lo que el, o mejor aún, los humanismos han
sostenido acerca del ser humano, no se erosiona para nada, sino, queda
inscrito en un marco más comprehensivo que lo comprende y lo hace
posible. En otros términos, el antropologismo o antropocentrismo
quedan comprendidos al interior de una explicación que, en este
contexto, puede ser indistintamente denominado como geocéntrico
o biocéntrico. Preferiré en lo sucesivo el segundo de estos conceptos.
Tal y como lo hemos aprendido a partir de la obra de J. Lovelock, el

148
Política+Tiempo=Biopolítica

concepto de Gaia, nos permite reconocer que no hay vida en el pla-


neta, sino que el planeta mismo está vivo; es decir que lo humano no
se erosiona, por el contrario, se inscribe en un espectro más amplio
que lo contiene y lo hace posible: la vida misma del “planeta”. La
traducción y la vivencia Andina de Gaia es la Pachamama, y entre los
pueblos mexicanos y aztecas, se trata de la Tonanzin. Esta idea en-
cuentra también en una parte de lo mejor de la ciencia actual algunas
expresiones correspondientes (Stapp, 2011; Kauffman, 2016). La idea
de base aquí es altamente problemática para la corriente principal de
pensamiento (mainstream) y la ciencia normal, tanto como para el
status quo: se trata, dicho de una manera, de la afirmación del panpsi-
quismo; esto es, la idea de que todas las cosas tienen conciencia o que
la conciencia existe en todos los fenómenos de la naturaleza; y de otra
parte, análogamente, en otro plano, se trata de la idea del panteísmo;
es decir, la idea según la cual todas las cosas están vivas, o bien, que
la vida existe en diferentes grados y modos, en todas las cosas.

Vale la pena aquí hacer dos consideraciones puntuales. La primera


tiene ver con el esclarecimiento de si la vida misma posee algún fun-
damento. La respuesta es afirmativa y sorpresiva. La vida posee un
fundamento plural: a saber, la diversidad, y ésta se dice triple, como
diversidad genética, natural o biológica, y cultural. Para la inscripción
de la biopolítica en Colombia y en otros países del hemisferio, por
ejemplo, este reconocimiento es de una importancia sin igual: desde el
punto de vista de la biodiversidad. México, Brasil, Colombia, Ecuador,
Perú y Venezuela, en América Latina, forman parte del grupo B-17,
que son los 17 países megadiversos. De cara a la política económica
internacional, estos no son ni países consumidores ni tampoco países
productores. Mucho más radicalmente, son países reserva (Maldona-
do, 2003). Específicamente, el grupo B-17 conforma un reservorio,
por ejemplo, de diversidad genética y natural, de aguas dulces, de
cultivos e incluso de saberes y de prácticas autóctonas por parte de
los pueblos indígenas y raizales.

La segunda observación tiene que ver con el reconocimiento de que


la riqueza es directamente proporcional a la biodiversidad, un rasgo
que define de modo preciso a la sociedad del conocimiento (más que a
la sociedad de la información), y que, consiguientemente, tiene como

149
Carlos Eduardo Maldonado

pivote a las políticas de conocimiento –genéricamente llamadas como


políticas de ciencia y tecnología–. De manera específica, se trata aquí
del conocimiento mismo acerca del medioambiente, la ecología, los
sistemas vivos y su diversidad. Sin embargo la corriente de pensa-
miento (mainstream) no ha podido dar respuesta a esto41.

Nos encontramos inmersos en la cuarta revolución industrial, lo cual


implica un momento particular en la historia mas reciente de la hu-
manidad, desde el punto de vista económico y social. Hasta la fecha
ha habido cuatro revoluciones industriales, así: la primera fue la de la
máquina de vapor; la segunda, la de la electricidad, gracias a la cual se
llevó a cabo la producción en serie (fordismo y taylorismo). La tercera
fue la producción automática gracias a la electrónica y las tecnologías
de la información. La cuarta revolución industrial en curso consiste
en la fusión de las tecnologías que hace difusa la líneas demarcatoria
entre la física, la dimensión digital, es decir, computacional, y la di-
mensión biológica –en toda la acepción de la palabra.

Algunas de sus expresiones cotidianas son los drones, las impresoras


en 3D, las nanotecnologías y toda la inteligencia y la vida artificial, en
toda la línea de la palabra, o Netflix, o la incorporación cotidiana de la
energía solar (en empresas y hogares). En general, se trata de todos los
sistema ciberfísicos, computadoras que programan computadoras sin
la necesidad de programadores humanos, en fin, sistemas inteligentes
que aprenden y se corrigen y se reparan a sí mismos, o con la ayuda
de otros sistemas semejantes.

La tabla Nº1 sintetiza las revoluciones industriales habidas hasta la


fecha:

41 Para profundizar este tema, cfr. E. O. Wilson, La diversidad de la vida, Barce-


lona, Crítica, 1998; S. J. Gould, La vida maravillosa, Madrid, Crítica, 1998.

150
Política+Tiempo=Biopolítica

Tabla Nº 1: Tipos de Revoluciones Industriales, hasta la fecha

Primera Revolución Industrial La máquina de vapor


(siglo XIX)
(Automóvil, tren, grandes barcos
antiguos, etc.)
Segunda Revolución Industrial Revolución de la electricidad
(siglo XX, primera mitad)
Importancia de la electrónica y la
microelectrónica
Tercera Revolución Industrial Electrónica y tecnologías de la
(siglo XX, segunda mitad) información

Computadoras personales, clusters, redes


de información (criptografía)
Cuarta Revolución Industrial Simbiosis entre las dimensiones física,
(siglo XXI) la digital y la biológica en la ciencia y la
tecnología

Robótica de todos los tipos, aprendizaje de


máquinas, interface chip-célula
Fuente: Elaboración propia

Como quiera que sea, la vida como problema –por ejemplo, como
problema teórico o científico, o también, en otro espectro, como
problema político–, no existe en la historia de la humanidad42, hasta
la llegada de nuestra época, hoy en día. Esto quiere decir que las
cosas en sí (o por sí mismas) no son nada. Desde el punto de vista
científico, “en sí” nada existe; las cosas son las explicaciones, las
comprensiones, las interpretaciones, las problematizaciones mis-
mas, en fin, los modelos que tenemos de ellas. Desde luego que la

42 Esta es una circunstancia análoga a la presentada con la caída de los cuerpos,


o también, desde otro punto de vista, con la luz y los fenómenos de refracción
y difracción. Desde el punto de vista de la filosofía de la física, los cuerpos
empiezan a caer gracias al descubrimiento, por parte de Newton, de la ley de
la gravitación universal. Y dado que Newton es también el primero en explicar
la naturaleza de la luz, puede decirse que la luz nace, desde el punto de vista
del conocimiento, gracias a Newton. Al respecto, cabe recordar el famoso
epitafio en la tumba de Newton escrito por Pope. Cfr. I. Prigogine, I. Stengers,
La nueva alianza. Metamorfosis de la ciencia, Madrid, Alianza, (2ª ed), 1998.

151
Carlos Eduardo Maldonado

palabra “vida” existía, pero la existencia de la palabra no configura


al problema mismo. Más exactamente, nada existe que no posea
una explicación: tal es el fundamento de la racionalidad científica (=
episteme) en la historia de Occidente. Las cosas son la explicación
de ellas mismas, es el concepto de las cosas, por eso las ciencias no
son más que el conjunto de conceptos que nos permiten entender
lo que vemos.

Pues bien, como problema científico, la vida nace en el año 1942.


La palabra como tal sí existía, pero no el problema. En este año E.
Schrödinger escribe ¿Qué es la vida? en el que formula e identifica
un problema: partiendo de la termodinámica, y en particular del se-
gundo principio de la misma conocido como el principio de entropía,
que consiste en el hecho de que la flecha de tiempo transcurre hacia
el equilibrio que es la muerte, de la cual nadie escapa, Schrödinger
formula un problema; mucho mejor, concibe un programa de inves-
tigación: se trata de comprender, consiguientemente, lo que es/sea
la vida. Lo que Schrödinger no entiende y que da inicio justamente
a la formulación de la pregunta acerca de la naturaleza de la vida,
es cómo quepa establecer correspondencias entre la termodinámica
y la evolución, cuya flecha de tiempo es inversa a la de la entropía
y que conduce hacia la generación de formas, estructuras, sistemas
y fenómenos vivos.

En efecto, en contraste con la entropía, la evolución es creación y vida.


Al cabo, la respuesta de Schrödinger a la pregunta formulada es que
la vida, los sistemas vivos, se caracterizan por su neguentropía, una
palabra fea pero que apunta, sin embargo, en la dirección correcta
(Schrödinger mismo no estará al cabo del tiempo satisfecho con su
explicación –palabra). Lo que significa, sencillamente, la neguentro-
pía, es que la vida ni se reduce a, y mucho menos, obedece a la física.
Lo que hacen los sistemas vivos para vivir es, constantemente, negar
a la física; literalmente, negar la entropía.

Una observación importante pero puntual se impone.

Es imposible hacer ciencia sin una base material. De acuerdo con el


esquema clásico, la base material de las ciencias naturales era la física.

152
Política+Tiempo=Biopolítica

Y para la ciencias sociales, durante mucho tiempo, la base material


era la economía. Este esquema clásico está cambiando, sostengo, de
manera radical, en la investigación de punta.

La física le suministró al conjunto de las ciencias una creencia


fundamental, a saber: que en la base de la complejidad del mundo
subyacen leyes elementales, simples. Algún físico anota con humor
pero con certeza que el conjunto de las ecuaciones fundamentales
que explican la realidad y la naturaleza caben en el espaldar de una
camiseta –T-shirt– de adolescente. Así, extendiendo la idea, las
ecuaciones fundamentales y el conjunto de las constantes de la na-
turaleza (31 a la fecha) serían las piezas claves, ulteriormente, para
leer la mente de Dios.

No en vano, el esfuerzo de unificación de las fuerzas fundamentales de


la física –la fuerza fuerte, la débil, la gravitacional y la electromagné-
tica– no es sino una expresión cuya contraparte es, ulteriormente, el
afán por integrar la teoría de la relatividad y la teoría cuántica. Según
las mejores apuestas, la teoría de cuerdas, la gravitación universal o
los bucles gravitacionales serían los mejores candidatos. Al cabo, la
física soñó con una teoría de todas las cosas (theory-of-everything:
TOE, en inglés). Ese sueño ya fue soñado.

Por su parte, la economía –que nació a la luz o a la sombra (como


se prefiera) de la mecánica clásica– cumpliría las veces de la base
material de todas las ciencias sociales y humanas en la medida en
que los procesos, dinámicas y estructuras de la humanidad, en toda
la línea de la palabra, no pueden ser explicados sin atender a factores
tales como las preferencias de utilidad, la relación con respecto a los
medios de producción, las relaciones capital-trabajo, los aspectos
propios de la teoría de la decisión racional o de la teoría de juegos,
y todo ello descansaría, ulteriormente, en un aparato matemático
altamente sofisticado frente a cuya abstracción y formalización las
demás ciencias sociales y humanas poco podrían decir. Fue en rea-
lidad la luz –o la sombra, según– de la economía, antes que de la
física o las matemáticas, por ejemplo, la que creó entre las ciencias
sociales las clásicas divisiones entre métodos cuantitativos y métodos
cualitativos, y demás.

153
Carlos Eduardo Maldonado

Así las cosas, la física es a las ciencias naturales lo que la economía es


a las ciencias sociales y humanas. En toda la extensión de la palabra.
Este es el esquema clásico y, para ser sinceros, el modelo normal (ma-
instream) de la ciencia –en la sociedad y en la academia. Al cabo del
tiempo, una cosa derivó en el fisicalismo, y las críticas concomitantes,
y la otra cosa en el economicismo, y las críticas subsecuentes. Esto es,
la prevalencia de una y otra se convirtió, al cabo, en un reduccionismo
fisicalista y/o en un reduccionismo economicista. Dos caras de una
sola y misma moneda.

Ese modelo, bien miradas las cosas, resulta, frente a la investigación


de punta (spearhead science) demodé.

En consecuencia, quiero sostener aquí la idea que la nueva base de


las ciencias en general –y por derivación de las disciplinas, enfoques,
metodologías y lenguajes científicos y filosóficos– apunta en otra di-
rección y se mueve en un sentido perfectamente distinto.

El más apasionante, problemático, enigmático, atractivo –como se


quiera– de todos los temas y problemas ha resultado ser, por motivos
prácticos o bien por razones teóricas, el estudio, la comprensión,
el posibilitamiento, la gratificación (o como se lo quiera llamar o
abordar) del estudio de la vida: los sistemas vivos, su significado,
sus alcances, límites, dimensiones y posibilidades. En toda la línea
de la palabra.

Bien entendido, el estudio de los sistemas vivos comprende tres


grandes conjuntos de ciencias, cada uno de los cuales se compone a
su vez de una variedad de teorías, disciplinas, enfoques, métodos y
lenguajes. Estas son: la biología, la ecología y las ciencias de la vida.
Por consiguiente, inmediatamente, vale recabar en el hecho de que no
se aboga aquí, en manera alguna, por un biologismo, o un reduccio-
nismo biologista, análogo o correspondiente a los embelecos fisicalista
y economicista del pasado o de la ciencia normal.

En verdad, anexa al mismo tiempo y derivadas de la biología, la eco-


logía y las ciencias de la vida se encuentran –muy importantes en
cualquier sentido– las ciencias de la salud.

154
Política+Tiempo=Biopolítica

En consecuencia, la mirada que sugiero es al mismo tiempo cruzada


y transversal, tanto como sintética. Se trata del hecho de que la com-
prensión, el estudio, la explicación y la gestión misma de la vida y de
los sistemas vivos –los humanos tanto como todos los demás en el
planeta– no son en manera alguna posible sin atender a los cruces,
las implicaciones directas e indirectas, las complementariedades y las
referencias entre sí por parte de la biología, la ecología, las ciencias de
la vida y las ciencias de la salud. Una sana comprensión de los sistemas
vivos no es posible, en absoluto, sin poner, abiertamente, sobre la mesa,
a plena luz del día, a estos cuatro conjuntos.

Ello no obstante, vayamos por pasos. Se impone un breve desvío de


orden puramente descriptivo. Primero la biología.

Las ciencias biológicas comprenden una serie de teorías fundamen-


tales que contribuyen de diversas maneras al estudio y comprensión
de los sistemas vivos. Entre estas teorías se destacan la teoría de la
evolución (darwiniana y neo-darwiniana, tanto como la teoría de
Lamarck), la teoría celular, la mutagénesis, el mutacionismo, la epi-
génesis, la teoría de la herencia, la deriva genética, la autoorganiza-
ción, la genética desde luego, la sistemática y todas las teorías de la
clasificación (cladogramas, etc.), recientemente el metabolomoma, la
genómica, la proteómica y varias más, el saltacionismo y el equilibrio
puntuado, el dogma de Woese o la teoría holonómica del cerebro. Y
no en última instancia, la biología cuántica.

Desde luego que la lista no pretende ser exhaustiva. Desde el punto


de vista lógico, por definición, toda lista es incompleta.

En el caso de la ecología, cabe destacar las teorías sobre organismos


autótrofos, el teorema de valor marginal, las relaciones naturaleza-
sociedad, el efecto de acumulación, la teoría de la acumulación óptima
de alimentos, la hipótesis de Medea o la de Gaia, las diversas teorías
de sistemas, las teorías metabólicas, las ecuaciones presa-depredador,
la homeostasis y la homeorhesis, por ejemplo.

Con respecto a las ciencias de la vida, sin dificultad cabe mencionar la


teoría de juegos y la teoría de juegos evolutivos, las diversas teorías dedi-

155
Carlos Eduardo Maldonado

cadas al estudio del origen de la vida, la genética, biodinámica, biofísica,


etología, inmunología, parasitología, virología, zoología; el panorama
aquí es a la vez amplio y en proceso, y dada la novedad y vitalidad de
este conjunto, vale la pena apuntar al paisaje para no cometer injusticias.

Finalmente, las ciencias de la salud comprenden teorías, campos y ni-


veles como citología, histología, farmacia, implantología, hematología,
nefrología, citogenética, bioquímica clínica, salud pública y medicina
familiar, cirugía, y nutrición y dietética, entre varias otras.

Como quiera que sea, existen, a su vez, teorías o aproximaciones


transversales recientes que cruzan o integran a los cuatro conjuntos
mencionados. Quizás uno destacado y robusto es el enfoque Eco-
Evo-Devo que integra las perspectivas ecológica, evolutivas y las
del desarrollo; esto es, las de las relaciones de y entre las especies, y
aquellas propias a la biología del desarrollo (desde el embrión hasta
el organismo). El trabajo pionero de Waddington es inevitable que
pueda ser omitido en este contexto.

En fin, digámoslo de manera puntual: la salud es un fenómeno que


comienza en algún punto antes del ser humano, que atraviesa a la
especie, y termina en algún punto después o más allá de la misma.

(Como una breve paráfrasis: hablamos, con propiedad de enfermedad


en distintos niveles de la naturaleza, e incluso hablamos con funda-
mento de agotamiento de materiales, por ejemplo en la ingeniería o
la física de materiales).

En verdad, los sistemas vivos son sistemas físicos, pero que no sola-
mente no se reducen a la física, sino, mejor aún, niegan sus restric-
ciones y constricciones. Esto fue inicialmente descrito con el concepto
de “neguentropía” por parte de Schrödinger.

Los sistemas vivos son fenómenos materiales, pero lo apasionante es


que aún no sabemos lo que sea la materia. Hubo una época en que
la física estaba encargada de explicar qué es el mundo, la naturaleza
y la materia. Sin embargo, los desarrollos más apasionantes sobre
física cuántica han puesto de relieve que los físicos, en cambio, se

156
Política+Tiempo=Biopolítica

ocupan hoy en día en establecer cuánto sabemos de la naturaleza y


el mundo. Los esfuerzos integradores entre la teoría de la relatividad
y la teoría cuántica apuntan hacia ese capítulo apasionante pero aún
undívago que es la gravitación cuántica, gracias al cual, presumible-
mente podremos saber qué es la materia.

Para no hablar del hecho físico, cosmológico y astrofísico de acuerdo


con el cual el universo que observamos es tan sólo alrededor del 4%, y
que el 96% restante está compuesto de energía oscura y antimateria.
Y que en rigor, no sabemos bien lo que sea eso.

De acuerdo con las investigaciones más radicales y arriesgadas, cabe


sostener razonablemente que no existen tres cosas: materia, energía
e información. El mérito de Einstein consistió en demostrar que la
materia y la energía son una sola y misma cosa, supuesta la velocidad
de la luz. Zurek ha hecho estudios importantes en el mismo sentido
con respecto a la información. Sin embargo, es cierto igualmente que
la gran mayoría de físicos y científicos difícilmente estarían dispuestos
a reconocer abiertamente que información, energía y materia son una
sola cosa. Aquí se necesita un acto poético por parte de algún científico
para nominar de una sola y nueva forma lo que hasta ahora se dice
como tres: materia-energía-información. La biología cuántica –bio-
logía y física cuántica– constituye una de las recientes y promisorias
aristas en la dirección anotada.

Los fenómenos sociales se dirimen entre la flecha del tiempo de la


termodinámica –entropía– y la flecha del tiempo de la biología o la
evolución –creatividad, etc.–. Fue originalmente D’ Arcy Thompson el
primero en observar este fenómeno, designándolo de manera original
como autoorganización.

La economía, notablemente gracias a N. Georgescu-Roegen, abrió la


puerta para su integración con la economía y la termodinámica. El
resultado subsecuente condujo a la creación de nuevas áreas: la bioe-
conomía, la ecología política, y la economía ecológica, tres aristas de
un mismo prisma: la complejidad de las relaciones entre la función
de producción y la naturaleza. Frente a este panorama, los temas
referidos a la sostenibilidad resultan tímidos y demodés.

157
Carlos Eduardo Maldonado

Quisiera decirlo de manera radical. Las ciencias sociales y humanas


constituyen un sueño procedente del siglo XIX, y cuya cuna fue el
positivismo (“libertad y progreso”). Cabe recordar a los científicos
sociales y humanos algunos desarrollos recientes sugestivos, críticos
y eminentemente radicales: las ciencias sociales computacionales
(computational social sciences), las ciencias sociales del no-equilibrio
(non-equilibrium social sciences), el movimiento antiutilitarista en
las ciencias sociales (Mauss), así como las humanidades digitales
(Digital Humanities).

Los más reacios y conservadores ven en estas inflexiones reduccionis-


mos computacionales, físicos o matemáticos, o cosas (= fantasmas)
semejantes.

Estudios de áreas, estudios sociales, estudios culturales. Estas son


algunas de las expresiones de la vitalidad y movimientos que se llevan
a cabo en varios frentes alimentados por lo que otrora fuera el campo
de las ciencias sociales. Y los hay muy ricos y diversos, exploratorios
y de vanguardia. La simple descripción y clasificación de estos cam-
pos y estudios daría para un texto por sí mismo. Una expresión de la
vitalidad del conocimiento y la investigación que ya no obedece ni se
reduce a conceptos y clasificaciones antiguas.

En rigor, la ciencia en general, y a fortiori las ciencias sociales y hu-


manas ya no tienen objeto. La ciencia contemporánea se define por
los problemas que tiene, y a todas luces, los problemas fundamentales
son de frontera, los que dan lugar a ciencias de igual tenor, ciencia
que es cruzada, transversal, no-disciplinaria (no departamental, de
carrera o facultad) (¡sic!). Quizás el título de los problemas de frontera
sea justamente ese: el que pivota en torno a la vida, los sistemas vivos,
los temas planetarios (Gaia), las relaciones entre el planeta y nuestro
sistema solar, por ejemplo.

Los más apasionantes, difíciles y desafiantes de los problemas en


el mundo actual tienen que ver con la naturaleza, y muy específica-
mente con el estudio acerca de sus posibilidades. El hilo conductor
de esos problemas tiene que ver con la comprensión, la explicación,
el posibilitamiento y la gratificación misma de la vida, y los sistemas

158
Política+Tiempo=Biopolítica

vivos. De la vida conocida, tanto como de la vida por conocer; de la


vida tal cual la conocemos, y de la vida tal-y-como-podría ser. En el
orden teórico, o en el orden práctico. Y no en última instancia, pero
en toda la extensión de la palabra, considerar políticas de vida.

El progreso de la ciencia sucede, hoy por hoy, de un modo singular,


por vía de síntesis. Y hoy en día asistimos a un robusto nacimiento,
crecimiento y desarrollo de diversos campos de conocimiento de orden
eminentemente sintético. La forma clásica de denominarlos es como
inter-disciplinariedad. Un concepto, si bien afortunado, ya desueto,
al caer de la tarde.

Mil veces se ha dicho que el cerebro es el sistema de máxima com-


plejidad en la historia del universo: por lo menos en la historia cono-
cida. Falso. En realidad, el fenómeno de máxima complejidad es la
biosfera, uno de cuyos componentes es el cerebro, pero ciertamente
no el más determinante. La comprensión de la complejidad de la
biosfera atraviesa por temas cruciales tales como el conocimiento
sobre las posibilidades de la vida. Y entonces los organismos llama-
dos extremófilos pueden arrojar cada vez nuevas y sorprendentes
luces refrescantes.

O temas y problemas como la terraformación y la exobiología. O aca-


so el calentamiento global, la sexta extinción en curso, y como se ha
escrito en algunos espacios, “el mundo sin nosotros”.

Pues bien, la biología de sistemas, la ecología, las ciencias de la vida


y las ciencias de la salud se encuentran cada vez más estrechamente
entrelazadas, y sus avances son sólidos y recíprocamente cruzados.
Sistemas vivos, sistemas sociales, procesos físicos, todo parece en-
contrar una estructura fuertemente relacional.

Coda final: así las cosas, podemos aventurarlo sin mucha timidez: la
base material de las ciencias en la investigación y en el mundo de hoy
es la biología, en esa expresión amplia que acabamos de mencionar.
Ello no implica, en absoluto, un reduccionismo biologista. Por el con-
trario, significa, abrirnos al conjunto de problemas, retos y desafíos que
comporta ese título hermoso: la vida, los sistemas vivos.

159
Carlos Eduardo Maldonado

Históricamente, se trata de un giro (posible) muy reciente. Miramos


el horizonte.

A partir de lo que precede, lo que resulta interesante aquí es constatar


que ni los teólogos, ni los filósofos ni tampoco los biólogos fueron –ni
hubieran sido– capaces de formular el problema que descubre Schrö-
dinger puesto que en ese momento –alrededor de 1942– sus preocu-
paciones eran otras (por ejemplo a los biólogos les importaba más el
organismo, no el análisis con su entorno; los teólogos estaban envueltos
en un aire poco acorde con los desarrollos de la modernidad, y muy lejos
del Concilio Vaticano II; y los filósofos, por su parte, oscilaban entre las
consecuencias de la metafísica kantiana, el existencialismo y los retos
y problemas acerca de la estructura y usos del lenguaje).

Cabe recordar que en la Grecia antigua la vida tenía dos componentes:


la theorein (techné) y la praxis. Pues bien, la metafísica comienza
cuando se produce la separación entre la teoría y la acción y, consi-
guientemente, una superposición de la teoría sobre la práctica. Esta
separación se produce en, y da lugar justamente a, el período de la
Grecia clásica, cuando queda atrás la Grecia arcaica, y se sientan, con
Platón y Aristóteles, todos los fundamentos filosóficos de la civilización
occidental. Nace la era de los dualismos, del pensamiento binario,
de la lógica bivalente, la cual se prolonga, quisiera pensarlo, hasta el
pasado más reciente, que es cuando empezamos a superar esos estilos
de lógica y de pensamiento y, concomitantemente, aprendemos –como
un inicio– a pensar en la vida y en los sistemas vivos.

Pues bien, exactamente en este contexto, cabe preguntarse: ¿es la vida


misma una práctica? ¿Avanza la evolución sin finalidad? Quiero sos-
tener la idea aquí de que vivir no es obra de una concepción sino, por
el contrario, es esencialmente una actividad. Esto es, la vida misma no
depende de una cosmovisión, sino de experiencias, habilidades, destre-
zas y capacidades para vivir en correspondencia con lo que se sabe, se
piensa, se cree. La teoría sirve como referente para el camino y para el
proceso mismo. Así las cosas, la theorein se encuentra al servicio de la
praxis. Estas ideas son fundamentales para la adecuada comprensión
del concepto de “bios” en el término: biopolítica. Para decirlo de manera
puntual, marcando al mismo tiempo un contraste entre la política y la

160
Política+Tiempo=Biopolítica

biopolítica, es posible (¡y preciso!) decir que, en este sentido, el Estado


(theorein) –en toda la acepción más amplia, por ejemplo, la concepción
jurídica, o la política, o la sociológica del Estado– está –mejor, debe
estar– al servicio de la práctica (la vida).

Sin embargo, se impone una observación puntual. Se trata del reco-


nocimiento de que el saber no tiene –por qué tener– una finalidad
esencialmente práctica. Los seres humanos sabemos cosas inútiles, y lo
inútil desempeña una función selectiva en el proceso de la vida (Ordine,
2015). Formas de conocimiento esencialmente “inútiles” son la poesía,
las artes, la literatura, la música, la filosofía, por ejemplo. No sirven para
nada, y sin embargo, la vida es imposible sin ellas. “El saber constituye
por sí mismo un obstáculo contra el delirio de omnipotencia del dinero
y el utilitarismo”, sostiene Ordine (2015: 15). Y a fortiori, también contra
el poder qua poder, podemos añadir por parte nuestra. No en última
instancia, es preciso subrayar siempre que en la naturaleza nunca nada
es inútil. Y sin embargo, ello no implica ver a la naturaleza como una
red de utilidades y provechos comunes sin más43.

La vida, como el conocimiento, son acontecimientos esencialmente


gratuitos. Sin otra finalidad original que sí mismos. Aun cuando
después ser interpretados en función de otros fines y metas, lo cual
constituye absolutamente otro problema perfectamente distinto. El
gozo de la vida, como el gozo del conocimiento, no conocen parango-
nes, y sólo es posible entenderlos y vivir desde adentro, jamás desde
afuera. Con ello se abre una puerta colosal: asistimos al final de los
proyectos de trascendencia, y nos encontramos, después de muchas
noches, de cara con la inmanencia (Maldonado, 2016).

Como sucede en numerosas ocasiones, la praxis termina desbordando


con mucho a la theorein, pero la theorein ilumina a la praxis con luces
variadas y desconocidas hasta que acontecen. Volveremos posterior-
mente sobre esta idea.

El mundo es una representación y las relaciones entre los seres


humanos consisten y se resuelven en términos de representación:

43 Todo lo que es útil es feo, como las letrinas; y ello a pesar del ready-made de
M. Duchamp, y su trabajo en torno a La fuente (La Fontaine) (1917).

161
Carlos Eduardo Maldonado

tal era exactamente el presupuesto de la modernidad. La física lo


estableció de manera sólida con Newton; la filosofía con Kant; las
ciencias sociales le sucedieron, de manera automática en el sentido
de que no se cuestionó muchas otras disciplinas y prácticas. Na-
turalmente, así también lo hizo la política. Toda instancia política
de la modernidad fue siempre la de la representación y, por exten-
sión, la delegación –de compromisos, de decisiones, de acciones,
de responsabilidades. Pero, hoy en día aprendimos que podemos
actuar en el mundo y referirnos al mismo en términos distintos al
de representación. Por esta vía, podemos acceder al reconocimiento
de que la vida misma no requiere ser abordada en términos de re-
presentación. Por primera vez estamos en capacidad de comenzar a
superar el dualismo occidental y el pensamiento y acción binarios,
prevalecientes en toda la historia de Occidente.

En términos más específicos, se trata, pues, de pensar la política de


forma diferente a como tradicionalmente Occidente lo ha hecho, es
decir desde las dos esferas: pública y privada. Por ejemplo, debemos
poder incorporar una tercera dimensión, más comprehensiva y rica,
que es la de los bienes comunes (que son aquellos que les pertenecen
a los individuos pero a la vez los desbordan). El descubrimiento sobre
bienes comunes se dio recientemente y por diversos caminos, pero
quizás la puerta de ingreso a los mismos provino, originariamente, de
la ecología y los temas y problemas medioambientales. Ejemplos de
bienes comunes son: el cuerpo, el conocimiento, el medio ambiente,
la vida misma, la solidaridad, pues se trata de bienes que no son ni
públicos ni privados. Mi cuerpo, por ejemplo, es una interface entre
“yo” y el mundo, porque me pertenece pero me desborda a la vez, y no
es ni público ni privado; por ejemplo.

La política no puede agotarse en términos de las distinciones entre


lo público y lo privado; así tampoco en términos del Estado ni de lo
público, dado que hay preocupaciones independientes de él, aunque
no indiferentes al mismo.

Así las cosas, ¿cuál es, entonces, el sentido y la función de la política?


¿Y cuál es, hoy, su lugar específico dentro de la economía del cono-
cimiento?

162
Política+Tiempo=Biopolítica

Una de las posibilidades que existe es buscar el equilibrio, el orden,


la estabilidad, lo cual implicaría suprimir los factores desequilibran-
tes y la diferencia. En una mirada histórica, esto es de longue durée
(Braudel), el equilibrio y el orden son siempre episódicos, aunque
a primera vista y en aproximaciones del presente pueda parecer
estable y durable. El derecho, la religión, incluso la educación, con
seguridad la ética –notablemente– han pivotado siempre, abierta
o tácitamente, en torno a la noción de equilibrio y de control. Más
exactamente, son generalmente mecanismos de control.

La otra posibilidad consiste en permitir un equilibrio dinámico en


donde la diferencia no es sólo tolerada sino más bien deseable. Para
decirlo en pocas palabras: todo parece indicar que la opción consiste
en la búsqueda del desequilibrio, o bien en aprender a vivir, a pensar
y a decidir en términos de equilibrios dinámicos y, por lo tanto, de
incertidumbre. En un caso suprimimos la complejidad del mundo;
en el otro, la aprovechamos (Axelrod and Cohen, Harnessing Com-
plexity, 1999).

4.6. Los diferentes y la anormalidad:


un problema serio

Bernard Crick se declara como un socialista demócrata, considera que


cada quien puede ser lo que quiera. Ello no obstante, hay un capítulo
que tradicionalmente no ha sido atendido para nada por parte de la
política tradicional. Se trata de los “diferentes” y “anormales”. De
manera tradicional, los diferentes han sido excluidos y marginados.
Basta una mirada a la obra de Foucault –que es el primero acaso
que los recupera como tal, gracias a su crítica de los bipoderes–, por
ejemplo, para comprobar los modos como ello ha sucedido.

Ahora bien, ¿qué pasa si no se coopta a los diferentes? ¿Qué tal si se


asumen al interior de la sociedad, en toda la extensión de la palabra,
a los desequilibrios? Y aún más, ¿qué acontece si se trabaja en ellos,
los diferentes y marginados, esto es, si se trabaja en la diferencia,
en la diversidad, en la multiplicidad –en una palabra, en la comple-
jidad? Es decir, se trata de no emprender catequesis, ecumenismo,

163
Carlos Eduardo Maldonado

resocialización, asimilación, o bien eliminación del diferente. En otras


palabras, se trata de aprender a actuar en medio de los desequilibrios.
Para ello no se requiere una visión heroica de la política, y tampoco
es deseable que ello suceda. En contraste, la visión de cooptar al otro
(al diferente) requiere de la figura de un guardián del orden.

El tratamiento normal hacia los diferentes ha sido de exclusión y con-


finamiento o, en el mejor de los casos, su adaptación a la sociedad en
términos meramente funcionales. Mientras que la gama de los “nor-
males” está más bien circunscrita, la gama de los desadaptados, los
anormales y los diferentes es amplia, movediza y difusa. Existen, grosso
modo, los desadaptados físicos y la discapacidad intelectual; existen los
desadaptados políticos y los sociales, y muchas otras gamas y matices.
Si en un plano la historia ha sido escrita por los vencedores –y acaso
jamás alcancemos a recuperar las voces de vencidos, derrotados y eli-
minados–, en otro plano, el mundo ha sido constituido esencialmente
por los normales. Así las cosas, el tema que emerge entonces ante la
mirada sensible es: ¿cómo constituir un mundo común para todos con,
en medio de, y en ocasiones incluso a pesar de los anormales, los dife-
rentes? No existe, en absoluto, una respuesta simple y directa al asunto.

El problema real acerca de los anormales, los diferentes, los pobres,


los desadaptados, los discapacitados, los parias, no es simple y llana-
mente su diferencia, su exclusión o la ausencia de un logos acabado
y definitivo acerca de los mismos (algo que por lo demás, no existe ni
jamás ha existido), sino que lo escondido detrás suyo es el sufrimiento
y el dolor, incluso acaso ese sufrimiento que termina afirmándose
como aceptación y resignación. Ellos son los que sufren, una historia
siempre ocultada en la historia de la civilización humana, como si se
quisiera huir del dolor mismo. Se trata de un dolor que no llega en
numerosas ocasiones a expresarse adecuadamente, ni siquiera llega a
expresarse. Vemos tan sólo el llanto y la mirada triste –esas miradas
profunda, ontológicamente tristes que atraviesan el alma y la horadan.

Son cuerpos en muchas ocasiones contrahechos, por la enfermedad o


por alguna otra situación, o porque han dejado de ser cuerpos vivientes
(Leib) y resisten a la existencia apenas como cuerpos inanes (Körper).
La proxémica y la semiótica, la simbología y la lógica de los diferentes,

164
Política+Tiempo=Biopolítica

anormales, pobres y enfermos, aún está por escribirse. Es la historia


de los refugiados y de aquellos que lo han perdido todo –algo que está
muy lejos de ser una expresión; es una experiencia límite acaso como
ninguna otra–. Es la historia de quienes prefieren arriesgar la vida y
ganar la muerte porque ya han perdido a la vida y sus esperanzas. Y
se avientan, contra vientos y mares, contra tecnologías y técnicas a la
búsqueda de vaya-dios-a-saber-qué.

Muchos de estos son más que humanos y nos revelan facetas antes
perfectamente insospechadas de la humanidad, y de la vida misma.
Algunos se aferran a sus recuerdos, otros a un objeto sencillo que pro-
tegen como una reliquia, otros más a alguien de sus afectos, y quien
más al vacío mismo. Muchos ya han intentado el suicidio y varios lo
han alcanzado. Esa noche profunda y oscura sin salidas cuando se
siente o se cree que ya nada más es posible; nada.

Los diferentes, los anormales, los parias, los pobres, los sin-voz, los
excluidos, los intocables, los enfermos –quienes nos revelan que la
verdad no lo puede todo y que incluso la belleza conoce sus límites.
Todos ellos constituyen, si puedo decirlo, las estructuras –verticales
u horizontales, rígidas o articuladas– de la experiencia humana.
Esas estructuras que no vemos, que muchos se niegan a ver, pero
que subyacen a los logros y los éxitos, los alcances y los procesos
mismos que nos van haciendo humanos. Esta es la verdadera base
de una auténtica politeia – biopolítica = política + tiempo.

Fácticamente, en la historia de la humanidad siempre ha existido el


diferente, y por extensión el anormal. Algunas formas de anormalidad
fueron consideradas ya desde la antigüedad, tales como la melancolía.
Ahora bien, dado que Occidente es una civilización eminentemente
basada en la prioridad y supremacía del logos, relativamente a éste
existen numerosas formas de anormalidad. La locura tiene su propia
historia, y ha sido sacada a la luz gracias a la arqueología de los saberes,
de la oscuridad y de lugares secundarios y puesta de manifiesto a la luz
pública, gracias a la obra de M. Foucault. Pero existen y han existido,
los negros y los niños, las mujeres y los animales, los homosexuales y
los discapacitados, los físicos y mentales, los radicales y los diferentes
en cualquier acepción de la palabra.

165
Carlos Eduardo Maldonado

Exactamente en este sentido, toda la ciencia política y el manejo político


mismo han consistido en procesos de normalización; eufemísticamente
llamados, de adaptación, de socialización, de resocialización, de re-edu-
cación. Prácticamente todas las geografías y momentos, han conocido
procesos semejantes de normalización. Para ello, las distribuciones
normales –estadísticamente hablando–, son, de lejos, más idóneas.
Estándares, promedios, medias, medianas, ley de grandes números,
notablemente, son formas de trabajar con grandes mayorías normales y
normalizadas dejando de lado los extremos de una campana de Gauss.
Todo lo demás son razonamientos por defecto, desviaciones estándares,
parametrización, delimitaciones con tal o cual justificación y otras.

Y sin embargo, la gran contradicción radica en que, particularmente


cuando se habla de innovación –esto es, de cambio, de transformacio-
nes–, se reconoce la importancia de los outliers –es decir, justamente,
los diferentes y los que no se ajustan a las normas. Se habla de los
outliers, pero al sistema le es sumamente difícil reconocerlos, trabajar
con ellos e integrarlos. Existe, manifiestamente, una doble moral por
parte de todos los estamentos de la institucionalidad. La verdad es
que tradicionalmente los sistemas –Iglesia, Partido, Empresa, Estado,
Corporación, etc.–, le ha tenido y le tiene miedo a los outliers. Estos
son, literalmente, eventos raros y extremos (Maldonado, 2016a).

La creatividad y la innovación, los matices y las diferencias, por ejem-


plo, jamás emergen de la parte gruesa de una campana de Gauss. Por
el contrario, siempre proceden de los extremos de una curva de Bell.
Parte de la razón es que las gentes –una expresión mexicana castiza y
hermosa– que viven en la parte gruesa de la campana de Gauss viven,
piensan y siguen siempre absolutamente algoritmos. Así, por ejemplo,
normas, mandamientos, leyes, símbolos y signos socialmente aceptados
y comunes y vinculantes para todos, preceptos, recetas, manuales de
función y demás.

Esta idea me permite introducir la más radical y profunda de las


razones en los argumentos acerca de política y complejidad, a saber:
una política modo complejo no es algorítmica –en manera alguna.
Es decir, no se funda en, y por el contrario es radicalmente crítica,
de los algoritmos; esto es, las recetas, los idearios, los manuales, las

166
Política+Tiempo=Biopolítica

doctrinas, las normas, los catecismos de todo tipo, los procesos de


“educación”, y demás –todos los cuales son esencialmente normaliza-
dores. A fin de comprender el carácter no-algorítmico de los sistemas
complejos es imperativo considerar con cuidado en qué consiste un
sistema complejo. Dicho en términos directos y sucintos: la vida no
es algorítmica y no procesa información de manera algorítmica. Por
el contrario, análogamente a como los sistemas vivos no obedecen
a la física y no se reducen a ella, sino que la niegan constantemente
–particularmente a la física clásica–, asimismo los sistemas vivos
propiamente dichos no piensan ni existen algorítmicamente.

Los algoritmos se introducen en el mundo por una dúplice vía: a través


de la física clásica, la cual es un constructo cultural, manifiestamente,
o bien, igualmente, por medio de la cultura; particularmente en el caso
de la civilización occidental. Este será el objeto de una consideración
más adelante.

De manera genérica un algoritmo es cualquier clase de lenguaje o de


programa en el que el output se encuentra ya contenido, en cierta
forma, en el input. Es decir, aquello que se va a obtener ya está pre-
determinado por el input que se introduce. Así, no existen sorpresas,
sino, todo lo contrario, predecibilidad y control. La arquitectura de los
algoritmos es evidentemente direccional, vertical, jerárquica: esto es,
sucede de arriba hacia abajo: “arriba” se definen determinadas reglas
que son las que van a determinar el resultado final. Sin ambages, toda
la historia oficial de la civilización occidental ha sido eminentemente
algorítmica. La libertad, así, queda tan sólo como un deseo o un sueño,
un ideal o un horizonte –lejano.

Como quiera que sea, vivimos en un mundo diferente de suma cero


y el equilibrio no existe a nivel macro, aunque sí ocasionalmente
como fenómeno local, durante un tiempo (muy) breve. Pues bien,
una manera adecuada de analizar el mundo y las relaciones inter-
nacionales es desde la teoría de los conjuntos44. Mientras tanto, lo

44 Aquí sólo basta mencionar que la teoría de conjuntos es el lenguaje al que


virtualmente pueden traducirse todas las dinámicas y estructuras en mate-
máticas. Existe la teoría clásica de conjuntos, desarrollada originariamente
por autores como Cantor y Peano, por ejemplo, pero existe también la teoría

167
Carlos Eduardo Maldonado

verdaderamente relevante es el hecho de que en un mundo no lineal


una de las soluciones a los múltiples nuevos retos que se plantean es
la biopolítica. Y la política debe ser entendida como una actividad
humana.

En la Grecia antigua la política era claramente una praxis –un elemen-


to que debe ser retomado y contextualizado. Exactamente por ello,
es pertinente resaltar aquí la expresión, proveniente de Crick, de una
“defensa de la política”, que debe ser entendida, en sentido estricto,
como una defensa de la vida. La vida es un proceso incesante, inaca-
bado, en permanente y constante adaptación. La política en el sentido
usual de la palabra –notablemente, aquella que se entiende como, se
identifica con, o se reduce a, las políticas públicas, nada sabe de una
perspectiva evolutiva (o evolucionista), que implica flujos, procesos,
devenir. Y por consiguiente escalas de tiempo magnificas. Precisa-
mente por ello, con razón, la política normal sólo sabe del Estado:
Estado (con mayúscula o con minúscula), un concepto político que,
así las cosas, se asimila, plano por plano, con el concepto físico. Es en
franco contraste con esta concepción de historia que sugiero pensar
la política en modo de complejidad como biopolítica, situando en el
centro de todas las consideraciones a la vida, y en su base, de manera
necesaria, a la (teoría de la) evolución. Para la política (= pública), si
algo –o alguien– se sale de lo que el Estado establezca, desaparece
por selección natural (= política).

Mi tesis aquí consiste en abordar el problema de la política desde los


sistemas no lineales o complejos. Es por esta razón que la política
como complejidad debe poder decirse: biopolítica. Este es, en realidad,
tan sólo una consecuencia de la historia política, teórica, científica y
cultural del mundo contemporáneo.

4.7. Z. Bauman: para pensar la política

Con Z. Bauman (2004) asistimos a un problema. Es preciso pensar


la política, para lo cual, la clave radica en pensar el ágora. Dicho en

discreta de conjuntos, mucho más reciente, que forma parte de las matemá-
ticas de sistemas discretos.

168
Política+Tiempo=Biopolítica

lenguaje clásico, la relativa o casi total fractura entre el espacio público


y privado ocurre porque no se encuentra el oikos con la ecclesia (con
todo y el reconocimiento explícito de que se trata de dos conceptos,
uno de origen griego, y el otro, latino), pero en realidad, de espacios,
dimensiones y formas de relacionarse perfectamente distintas. Una
no tiene absolutamente nada que ver con la otra. Por esta razón, con
Bauman cabe pensar en la posibilidad de recuperar el ágora –si bien no
en un sentido histórico ni literal como en la Grecia antigua, sino como
problema o eje referencial. En el mundo del siglo XXI, el ágora no se
reduce a, ni se identifica tampoco, con la plaza pública, necesariamente.

Son varios los aspectos que quisiera resaltar del texto de Bauman.
En el tránsito de la modernidad al mundo contemporáneo –que
Bauman prefiere denominar como “postmodernidad”–, se producen
cambios significativos. Los más relevantes son los siguientes: ante-
riormente, asistíamos a una primacía de lo público sobre lo privado.
Hoy en día, sucede a la inversa. En varios sentidos, por ejemplo,
económico, cultural, financiero, comercial, urbanístico y otros. Hay
un alto costo al encerrar las ideologías, pero también un costo ele-
vado al dejarlas libres (este es un problema sobre el cual Crick logra
aportar soluciones más satisfactorias que el propio Bauman). En
consecuencia, asistimos a una falta casi total de referentes; o lo que
es perfectamente equivalente, en términos nietzschanos, asistimos a
una proliferación indiscriminada de referentes, en la que, finalmente,
da lo mismo un referente que otro, y ninguno es más fuerte que el
siguiente. Al respecto podemos recordar lo que decía Nietzsche: lo
propio del nihilismo no consiste en la negación de valores, sino en el
hecho de que todos los valores valen lo mismo, da igual por cuál se
opte o se elija. Al cabo, un valor acaba importando como cualquier
otro. Supuesta una proliferación del mercado de valores. El nihilismo
es consustancial al sistema del libre mercado.

Bauman es consciente, y crítico, al retiro de los intelectuales del dis-


curso y la acción política, algo que se expresa, de manera puntual, en
la importancia de la visibilización a través de la televisión, y en general
de los medios. No sin razón sostenía en los años 1960 A. Wharhol que
en el futuro cada quien tendrá sus quince minutos de fama. Esto es,
justamente, de visibilización. En este punto se encuentra la trampa

169
Carlos Eduardo Maldonado

de la sociedad del espectáculo y los quince minutos de fama45. Así


también, el papel de la tradición ya no es singular sino plural, es decir
que ya no hay una sola historia, sino múltiples historias, que se cruzan,
se refuerzan, se inhiben, se posibilitan o se coartan recíprocamente.
Bauman enfatiza de manera especial en la construcción de una agenda
confiable, tanto más cuanto que en la modernidad las agencias no
lograron el equilibrio entre lo público y lo privado. Lo político debe
elevarse al nivel de los nuevos poderes como el financiero, cosa que
no logra el concepto estricto de estado-nación. La mejor expresión de
esta contradicción es la imposibilidad de resolver la ecuación entre
capital e interés social, una ecuación que permanece irresoluta y cuyos
acentos se agravan con el pasar del tiempo, hasta el presente. En ello
consiste exactamente la mentira de la “responsabilidad social de la
empresa” y otras derivaciones de la misma expresión. La cuadratura
del círculo en el marco de la geometría euclidiana.

En síntesis, Bauman presenta la política alejada de la clásica visión de


la política pública, ampliando así la frontera a la cual los politólogos
–teóricos, filósofos y científicos– se han restringido. En una palabra,
no es posible analizar el problema de la política y de lo político desde
una sola ciencia, abriéndose así a la visión desde una comprensión
preferente o reductivamente panóptica, hacia un enfoque más sinóptico
e integrativo. Precisamente por ello, pensar la política, el ágora, no es
diferente a una reivindicación de la colectividad o las colectividades,
como a una voz polifónica para los asuntos que competen a la organi-
zación humana, a las decisiones y las acciones humanas. Este no es un
asunto menor.

De manera puntual, aunque sea redundante, una cosa es la política


entendida como policy –policies, y otra muy distinta como politics.
Pues bien, Bauman piensa esta última, no aquellas otras.

Es posible, entre otras razones, por una comunidad de espíritu entre


ambos, establecer vínculos sólidos entre Bauman (2004) y Castells
(1997), no obstante el hecho de que el primero hable, de manera ex-

45 Una nota puntual, no muy profunda, en realidad. En inglés se dice “one hour
upon the stage” (literalmente: una hora en el escenario). En español se habla
de “quince minutos de fama”. Es equivalente.

170
Política+Tiempo=Biopolítica

presa, de sociedad del conocimiento, mientras que el segundo acerca


de sociedad de la información. En cualquier caso, se trata de concep-
tos en los que es sumamente peligroso hablar de políticas de Estado,
como si fueran las únicas posibles, debido a las implicaciones que esto
tiene en contextos de conocimiento y/o de información. La razón es
que el Estado no puede determinar la información o el conocimiento
que se produce o circula en una sociedad bajo riesgo de convertirse
en un Estado totalitario –que les dice a sus ciudadanos qué pensar y
qué no pensar, qué creer y que no creer, por ejemplo. Pero, al mismo
tiempo, tampoco puede el Estado abandonar el tema y dejárselo (es-
tratégicamente) al sector privado –el cual, notablemente, a través de
la educación, la publicidad, la propaganda y los grandes medios de
comunicación– estaría determinando los contenidos y modos menta-
les de las gentes. El concepto de conocimiento contiene las simientes
para pensar una política independiente del Estado; y si éste no asume
sus obligaciones y garantías, para pensar entonces una política en su
contra. La idea de base aquí es que, por primera vez en la historia de
la humanidad, el conocimiento no pertenece a nadie (en particular).
Se trata de un acervo público y común para todos y cada uno.

Sin embargo, el Estado le cede la función de control de la informa-


ción y el conocimiento al sector privado; por ejemplo, a los medios
masivos de comunicación; o a la iglesia, o las instancias privadas de
la educación, primaria, secundaria o universitaria. Encontramos aquí
todo el basamento de la idea del “cuarto poder”. O también, le cede el
cuidado del conocimiento a las empresas, cuyo ápice entonces es la
psicología organizacional o laboral y todos los temas –eufemísticos–
de liderazgo46.

46 En efecto, en términos de información, asistimos hace ya un tiempo a una


canalización de la discusión pública. Una idea particularmente cierta en países
como Colombia y, más ampliamente, en buena parte de América Latina. Los
temas de interés de la sociedad son cada vez más “light” y en esto han jugado
un papel decisivo los medios de comunicación, cuyos directores, editores y
buena parte de los periodistas y comunicadores han sido cooptados por el
poder político, económico o militar. Entre tanto, los dueños de los grandes
medios de comunicación han reconocido que son, en realidad, el Cuarto Poder
(los tres poderes clásicos establecidos originariamente por Montesquieu, y el
poder de la Gran Prensa –radio, televisión, prensa escrita, principalmente). En
rigor, Existe, propiamente hablando, a la fecha cinco poderes. Los tres poderes

171
Carlos Eduardo Maldonado

En rigor, la información que consume el gran público, es información:


i) editada, ii) producida, y iii) post-producida por parte de los grande
medios de comunicación de masas. De la leche, por así decirlo, la
gente no conoce el queso y le queda algo menos que el agua. Y ello sin
mencionar los procesos, reales, de censura y autocensura por parte de
los propios medios y periodistas (o comunicadores sociales).

En varios sentidos, y con distintos tonos, vivimos en una sociedad en


crisis, lo cual se ve reflejado en miedo, incertidumbre, inseguridad,
desprotección. Los individuos entonces buscan salidas a las crisis, y
es por ello que se vuelven temas públicos, temas que tradicionalmente
son privados, desplazando a los realmente importantes en la discusión
social y política.

Algunos de los temas por recuperar en la vida pública son: la concep-


ción misma de la República como res publica, los ingresos básicos
para la sociedad, la idea misma de un salario básico universal, el
fortalecimiento de las instituciones, la construcción y fortalecimiento
de las redes de cohesión social, la defensa del capital humano, social
e intelectual de una nación, la ampliación y fortalecimiento de los
sistemas de salud pública, en fin, igualmente, la defensa del medioam-
biente como patrimonio nacional y mundial.

Ahora bien, como lo sostiene expresamente Bauman, el precio de la


mala política es el sufrimiento humano, y sin embargo, la ciencia polí-
tica –tanto como la teoría política o también, en otro plano, la filosofía
política–, no hablan de eso. Por el contrario, el lenguaje desvía las cosas
hacia temas secundarios como que el costo de la mala política consiste
en ilegitimidad, desintitucionalidad, pérdida de confianza inversionista,
bajas notas por parte de las calificadoras de riesgo internacionales, y
demás. La gente y sus circunstancias quedan siempre en el último lugar
de las consideraciones. Esa es la razón por la cual, con Bauman, cabe
acudir a la sociología política, que hoy más que nunca está relacionada
con la política. La sociología puede enseñarle a la política el trasfondo

tradicionales, el cuarto poder representado por los medios de comunicación


masivos, y el quinto poder que hace referencia a las fuerzas de opinión, las
redes sociales y la importancia de internet en general. Concomitantemente,
existen cinco formas de acción política y cinco formas de organización social.

172
Política+Tiempo=Biopolítica

humano de las decisiones, las razones, y las decisiones denominadas de


Estado, como las consecuencias últimas y verdaderas de los planes y las
acciones. En una palabra, la sociología puede enseñarle a la política algo
que ella, de suyo no tiene, ni ve, ni sabe: la vida de las gentes, su vida y sus
entornos naturales; esto es, la vida de los individuos, de las comunidades
en el seno de la naturaleza, en la acepción más amplia pero incluyente
de la palabra. La literatura misma es bastante más sensible e inteligente
al respecto que la (ciencia) política (politiké). Una vez más, el foco de
la biopolítica es el cuidado, la gratificación, la afirmación, el posibilita-
miento, la exaltación y la dignificación de las gentes. Para decirlo en un
lenguaje clásico: la humanización de la política le sucede a ésta por vía
de la sociología, acaso la más humana de las ciencias sociales, como le
gustaba afirmarlo a los padres de la sociología. Sociología y antropología:
eso es lo que le falta a la economía y a las políticas públicas.

En verdad, el problema fundamental, originario, digamos, de la po-


lítica es cómo hacer posible la convivencia, la vida humana, bajo el
hecho (no el supuesto) de que la vida humana consiste en diversidad,
complejidad de formas, estilos y estándares de pensamiento, y hoy en
día, en la búsqueda, construcción y afirmación de tiempos de vida. En
tiempos de desesperanza y pesimismo, de desazón y crisis, construir
horizontes reales de vida es acaso una de las formas más afirmativas
de cuidar y hacer posible la vida. Ninguna época había descontado el
tiempo tanto como la actual, específicamente después de la Segunda
Guerra Mundial hasta la fecha47.

El problema estructural del mundo moderno y contemporáneo, por


decir lo menos, es que se olvidó que la política estaba en función de
la vida (politeia), es decir que era un medio para llegar a un fin (la
vida). La política creó una herramienta que, al cabo, terminó con-
virtiéndose en un fin en sí mismo (politiké). El Leviatán se impuso
sobre la vida, sobre los individuos o los ciudadanos, digamos. Este es
un caso excelente de lo que Nietzsche acusa como la transvaloración
de todos los valores (die Umwertung aller Werte), esto es, el hecho
de que lo que ayer fuera herramienta, hoy es fin, lo que ayer fuera
débil, hoy es fuerte, en fin, que lo que ayer fuera negativo, hoy es una

47 Acerca del problema de cómo y por qué y qué se sigue de ello, los seres hu-
manos descuentan el tiempo, cfr. Loewenstein y Elster (1992).

173
Carlos Eduardo Maldonado

virtud (en alemán: la Um-wertung, es la inversión –de los valores:


lo que estaba arriba está abajo. Y al revés, lo que estaba adentro está
afuera, y así sucesivamente). La transvaloración de todos los valores
constituye uno de los rasgos distintivos más fuertes del nihilismo. El
inri de nuestros tiempos. El capitalismo y el nihilismo se refuerzan
mutuamente y terminan confundiéndose e identificándose.

Las personas actuamos de acuerdo a nuestras creencias, y en la


sociedad del conocimiento las políticas son políticas sobre las creen-
cias –en el sentido más amplio pero preciso de las palabras. Esto es,
políticas sobre informaciones, datos, conocimientos, y la gestión, en
el sentido amplio, de los mismos. Sobre este particular, es importante
tener siempre en cuenta que las creencias no necesitan ser coherentes
para ser creencias; o verdaderas; o consensuadas. Al respecto, cabe
recordar las dos grandes teorías acerca de la racionalidad humana:

1. De un lado, se encuentra la teoría de las creencias racionales, que


se ocupa de estudiar cuáles creencias son racionales y por qué, y
cuáles no. Esta teoría no es muy conocida ni ha sido muy estudia-
da entre nosotros, en América Latina. De hecho, en numerosas
ocasiones, los mismos datos o, digamos, la misma información,
puede ser explicada racionalmente de diversas maneras48.
2. De otra parte, al mismo tiempo, se halla la teoría de la elección
racional, la cual no afirma que los seres humanos sean racionales
sino que estudia las razones por las cuales los seres humanos ac-
túan en condiciones de opciones múltiples. Esta teoría se articula
en: la teoría de la decisión racional propiamente dicha y la teoría
de la decisión social, la teoría de los juegos, y la teoría de la acción
colectiva49. Esta otra sí ha sido más estudiada en diversos planos
y contextos.

Pues bien, en la sociedad del conocimiento hay unas políticas esta-


blecidas sobre las creencias humanas (no en vano se habla del cuarto

48 Cfr. http://www.jstor.org/stable/41624858?seq=1#page_scan_tab_contents
49 Cfr. Maldonado, C. E., (1998). “Teoría de la decisión racional. En diálogo con las
ciencias sociales”, en Cuadernos de Administración, Nº 20 (Abril), Facultad de
Ciencias Económicas y Administrativas, Universidad Javeriana, Colombia, pp.
101-118

174
Política+Tiempo=Biopolítica

poder). Las personas tienen creencias que son fabricadas. Se puede,


incluso, pensar en políticas de creación de creencias, sin que ello,
necesariamente, nos conduzca por el camino de los teóricos fuertes
de la conspiración. De manera puntual, con Bauman, cabe decir que
el poder político es poder sobre las creencias, y que en el mundo
actual la más significativa de las creencias para los ciudadanos es
la incertidumbre: Unsicherheit, que se traduce como inseguridad, e
incertidumbre.

Sin ambages, los productores y reproductores de creencias son la


religión, la educación, la publicidad y la propaganda, y los noticieros.
Más ampliamente, se trata del papel de los grande medios de comu-
nicación: la televisión, la radio, las redes sociales, internet misma.
Son generadoras de opinión, para decirlo en términos eufemísticos.
Pero con ello, al mismo tiempo que estandarizan, determinan com-
portamientos, y relaciones. Al mismo tiempo que generan opinión,
validan las opiniones generadas y vehiculadas. Esas cinco instancias
–repito: religión, educación, publicidad y propaganda, y noticieros–,
literalmente, establecen y vehiculan la moral y la axiología, y en última
instancia adquieren un estatuto ontológico; esto es, determinan qué
es realidad, y qué no lo es. Detrás de ese pentágono, como policías de
la buena conciencia, se erigen las fuerzas de policía y de seguridad y
el derecho penal, notablemente.

Precisamente por lo anterior es de una alta importancia tener en cuenta


la relación entre política, publicidad y propaganda, planteando entonces
cuestiones como las siguientes: ¿por qué razón alguien cree determi-
nada cosa? ¿Por qué razón alguien determinado sabe lo que sabe? Más
radicalmente, en directa herencia con el espíritu de la filosofía de L.
Wittgenstein, ¿cómo sabe alguien lo que sabe, o cómo cree alguien lo
que cree, y por qué cree en eso que cree? La gente, sencillamente, no
sabe por qué sabe lo que sabe y no hace de ello un problema, porque no
lo sabe completamente. Nos encontramos en el centro de un problema
eminentemente político. Esta situación adopta rasgos críticos y radi-
cales en el contexto de la sociedad de la información, y mucho más en
el de la sociedad del conocimiento. Tanto más cuanto que se trata de
sociedades en las que se genera un bien que produce riqueza, sea este
bien las creencias, la información o el conocimiento.

175
Carlos Eduardo Maldonado

En la esfera cotidiana, esto es, de modo más preciso, en el mundo


de la vida, el problema principal de los seres humanos es la insegu-
ridad –inseguridad afectiva, laboral, ciudadana, temor a terremotos
o maremotos, etc.–, y entonces el poder, sostiene Bauman, radica
en crear inseguridades y controlarlas. Inseguridades de tipo emo-
cional, psicológico, económico, sexual, y otros. Adicionalmente es
importante tener en cuenta que una cosa es el poder que realmente
se tiene y otra es el que hacen creer que se tiene, algo que resulta
particularmente claro en el juego que en inglés se denomina el
Chicken game: el juego de la gallina. En este contexto, resulta parti-
cularmente interesante el estudio de la política con la semiología (o
semiótica), es decir, de la política con aquella ciencia que se ocupa
del estudio de la producción, circulación y manipulación de símbo-
los y de signos. Esta es un área que no ha sido suficientemente vista
ni explorada y sobre la cual es preciso ahondar de manera crítica y
cautelosa. Como se aprecia sin dificultad, asistimos a un fenómeno
de complejización de la política.

Como quiera que sea, es fundamental atender al hecho de que el


concepto de incertidumbre juega en Bauman un papel simplemente
psicológico, esto es, emocional, y nada tiene que ver con el concepto
de incertidumbre que se maneja en las ciencias de la complejidad. En
éste último caso, la incertidumbre hace referencia al hecho de que el
futuro no está nunca dado de antemano y de una vez para siempre,
o también, en otro sentido, que no podemos conocer el mundo en
todos sus detalles50.

Bauman está en la búsqueda de lo político, porque lo que encuentra


es poder. Este es un punto en el que Bauman coincide con Crick, pero
este último autor es más sutil y sugestivo puesto que lo que encuentra
es poder, democracia, ideología, nacionalismo, tecnología, pero no
política. En un caso, se trata de una defensa de la política; en otro, en el
llamado a pensar la política. En ambos casos, sin embargo, asistimos a
la política y lo político como a una heurística, debido a que los hechos,
los conceptos, la historia y las teorías sobre la política no parecen ser

50 Cfr. Maldonado, C. E., Termodinámica y complejidad. Una introducción para


las ciencias sociales y humanas, Bogotá, Universidad Externado de Colombia,
2005, primera edición. Segunda edición, Ed. Desde Abajo, 2011.

176
Política+Tiempo=Biopolítica

claros ni, ya, necesarios. Con Crick o con Bauman, asistimos a una
búsqueda de lo que la teoría, la ciencia, la filosofía o la acción política
no permiten. Coincido con estos autores en la búsqueda.

4.8. Política sobre las creencias


y control del cerebro

La política, en la sociedad de la información, en la sociedad del cono-


cimiento y en la sociedad de redes –tres etapas distintas económicas,
sociológicas y culturales estrechamente entrelazadas–, es, mucho
más que en cualquier otra época, política de creencias –en el sentido
mencionado, por ejemplo, de la teoría de las creencias racionales
(TCR). Pues bien, existe un programa de investigación en el que se
cruzan y se refuerzan recíprocamente planes científicos, tecnológicos
y políticos. Se trata del estudio del cerebro, que en E.U. es conocido
como la Iniciativa Brain (Brain Research through Advanced Inno-
vative Neurotechnologies –Investigación del cerebro a través de
neurotecnologías innovativas avanzadas) (https://www.whitehouse.
gov/BRAIN), y en Europa, como el Human Brain Project (Proyecto
Cerebro Humano) (https://www.humanbrainproject.eu). Se trata
de dos proyectos dedicados a estudiar y desentrañar los secretos de
la estructura y funcionamiento del cerebro humano, tal y como ya
queda claro a partir del capítulo segundo, arriba. Por consiguiente,
al estudio de cómo emergen las creencias, cómo se mantienen o se
cambian, qué se sigue de un conjunto de creencias en un momento
determinado y qué en otro, y así sucesivamente. Creencias, fantasmas,
temores, inseguridades, imágenes, deseos, frustraciones, ideales,
valores, por ejemplo.

Concomitante con este proyecto, emergen varios campos de trabajo


e investigación centrados en el estudio del cerebro. Notablemente,
el neuro-marketing, la neuro-ética, el neuro-derecho, la neuro-
educación y la neuro-economía, entre otros, consistentes en el
reconocimiento de que las creencias determinan las acciones hu-
manas y entonces cabría predecir los comportamientos de grandes
grupos humanos a partir de los estudios sobre el cerebro. Política
y financieramente, los proyectos de investigación sobre esta parte

177
Carlos Eduardo Maldonado

del cuerpo, son inmensamente más importantes que lo que en su


momento se hizo en torno al genoma humano.

Conjuntamente con las neurociencias, la psicología y las ciencias del


comportamiento cobran una relevancia pocas veces alcanzada en la
historia, y todo apunta a un programa con resultados a corto plazo.
Para los años 2020-2025 se espera haber ganado tanta información
sobre el cerebro, que nuevas acciones en distintos planos irán a
determinar la organización misma de la sociedad y del mundo (Cfr.
Kaku, 2014).

Sin la menor duda, el conocimiento del cerebro es un programa am-


bicioso entre cuyas facetas está el estudio de las formas como surgen
las creencias en los seres humanos; por ejemplo, literalmente, cómo
implantar creencias en los cerebros, ya que éstas determinan las deci-
siones y los comportamientos humanos51. Toda una gama de derivacio-
nes de las neurociencias ha emergido con la finalidad de comprender
e incidir en planos específicos de la realidad: en el derecho tanto como
en el mercadeo, en la educación o en la ética, por ejemplo. La religión,
la educación, la propaganda y la publicidad y los noticieros implantan
ideas en la sociedad, contaminan a enormes capas de la sociedad, y
así se obtienen comportamientos, escalas de valores, formas de acción
bien determinadas. Pues bien, la forma como esas ideas se implantan
actualmente no es suficiente, y a ello apuntan, parcialmente, los dos
proyectos mencionados, Brain y HBP.

Las disputas sobre las ideas y creencias se torna hoy más importante
que nunca antes. Se habla de hackeo a importantes campañas elec-
torales para incidir en los resultados de los votantes, se habla de la
importancia de las grandes bases de datos (big data), para prevenir
comportamientos y elaborar patrones de comportamientos en pla-
nos específicos (compras, sexo, relaciones sociales, etc.). Existen ya
empresas dedicadas a estos fines, y los límites y las fronteras de la
privacidad quedan cada vez menos claros (Mayer-Schönberger and
Cukier, 2014). La psicología, las ciencias del comportamiento y las

51 Véase al respecto, la película Inception, traducida al español como “El origen”,


dirigida por Ch. Nolan, de 2010; disponible en: https://www.youtube.com/
watch?v=sl0ClzcJ3ow.

178
Política+Tiempo=Biopolítica

neurociencias constituyen tres aristas de un mismo triángulo que


habrá de determinar la vida política en el futuro inmediato, y a me-
diano y largo plazo.

La política de las ideas y las creencias se dirime exactamente en este


punto, a saber: de un lado, se trata de las estrategias conducentes a
implantar ideas en los seres humanos. La propaganda, la publicidad,
la educación, la religión son muy hábiles al respecto. Pero no son las
únicas, eso es claro. Y de otra parte, es el reconocimiento mismo de
las ideas y creencias como los espacios, por así decirlo, en los que se
dirimen las oportunidades, los éxitos, los fracasos y las relaciones de
los seres humanos.

Dicho de forma directa: el debate sobre las creencias y las ideas jamás
había sido tan agudo, o bien jamás había encontrado un escenario tan
determinante como el que vemos hoy en día. De manera puntual, las
redes sociales, la web semántica, e internet –tres expresiones de un
mismo fenómeno–, emergen como la interface en la que se encuentran
y se diferencian, según el caso, ideas, creencias, opiniones, y entonces,
comportamientos, individuales y colectivos.

Pues bien, todo ello pasa por el cerebro, el cual es fácilmente pro-
gramable, fácilmente reductible y manipulable. Exactamente en eso
consisten todos los algoritmos. Lo que la gente habitualmente consi-
dera como inteligencia no es, después de todo, más que inteligencia
algorítmica. La complejidad de la política radica exactamente en la po-
sibilidad de explorar y considerar entonces un pensar no-algorítmico.
La puerta de acceso a esta idea es el reconocimiento explícito de que
vivimos en un mundo no-lineal.

4.9. La política en un mundo no-lineal

Queda dicho: vivimos en un mundo diferente de suma cero, con ines-


tabilidades a pequeña y a gran escala, con múltiples interrelaciones y
sensibilidades de tipo inmediato, a mediano y a largo plazo, en fin, un
mundo marcado por sinergias, por no linealidades, por procesos en
marcha y cuyos decursos no son ciertos ni probables, en fin, un mundo

179
Carlos Eduardo Maldonado

caracterizado por una complejidad creciente, altamente interdepen-


diente y globalizado o incluso con múltiples y no siempre confluentes
procesos de globalización, varios o muchos de los cuales son incluso
contradictorios entre sí. Estamos, muy recientemente, aprendiendo
a pensar en términos fractales, y no ya simplemente en función de
sólidos perfectos –gracias a la geometría de fractales, desarrollada
originariamente por B. Mandelbrot–.

Extendiendo esta idea, podemos decir que, en el mundo contempo-


ráneo, pensar la política es más provechoso si se hace en términos
fractales, es decir, en términos de autosimilitud, de proliferación de
patrones, cambio de patrones, en fin, un mundo caracterizado por uno
o varios atractores extraños que es imperativo pensar, identificar y
trabajar. El mundo se ha vuelto amplia y crecientemente impredecible.
Todas las estrategias de planeación tradicionalmente concebidas han
resultado un fracaso; la verdad es que los planes y las acciones deben
cambiarse permanentemente con el transcurso de los acontecimientos
y los avatares del mundo. Quedan grandes lineamientos, es cierto,
pero sirven sólo como referentes o vectores (generales).

En un mundo de suma cero existe una solución óptima, y las soluciones


además son lineales y locales. El tipo de racionalidad maximizadora u
optimizadora corresponde en realidad a un mundo de suma cero, pero
en un mundo diferente de suma cero, estos tipos de racionalidad ya no
son suficientes (o necesarios). Dicho de manera puntual: por razones de
tipo financiero y tecnológico ya no vivimos en un mundo de suma cero
y las soluciones locales ya no corresponden a las necesidades reales.
Adicionalmente, las soluciones locales afectan el contexto internacio-
nal, así como las soluciones locales afectan otros espacios, geografía
y momentos. La no linealidad implica que hay más de una solución
posible y que además la sumatoria de las soluciones no constituye una
solución. En esto consiste la complejidad del mundo contemporáneo.

El concepto de no linealidad, de muy poco uso en el pensamiento


tradicional sobre la política, procede del álgebra. En ella existen
dos clases de ecuaciones (problemas): de un lado, se encuentran
aquellas que se grafican en una línea recta y que, por lo tanto, tienen
sólo una solución. Esa clase de ecuaciones se dice entonces que son

180
Política+Tiempo=Biopolítica

lineales, las cuales tienen una y solamente una solución. De otra


parte, al mismo tiempo, hay ecuaciones que se grafican en la forma
de curvas, y que tienen más de una solución posible. Esta clase de
ecuaciones se dice entonces que son no-lineales. De esta manera, la
no linealidad se refiere a aquella clase de problemas que tienen más
de una solución posible (justamente, como los problemas políticos),
y no es posible elegir una de las muchas soluciones posibles. Más
exactamente, cuando se trabaja con sistemas, comportamientos o
dinámicas no-lineales no es posible introducir estrategias del tipo:
maximización, optimización, elección de la segunda mejor opción
(second best), y otras semejantes. Por el contrario, es imperativo
trabajar simultáneamente con las n número de soluciones posibles al
problema. Pues bien, por extensión, hemos hecho el descubrimiento
hace poco tiempo de que vivimos en un mundo diferente de suma
cero, esto es, un mundo no lineal. Los problemas complejos son, por
definición, aquellos cuya característica central es la no linealidad. En
contraste, aquellos problemas en los que la no linealidad no entra
para nada, se dice, sin dificultad alguna, que son problemas simples,
o por lo menos de muy baja complejidad. También puede decirse que
se trata simplemente de sistemas complicados –pero no complejos
en el sentido preciso de la palabra.

Digámoslo de manera expresa: en un mundo diferente de suma cero,


los agentes se encuentran inextricablemente entrelazados, de tal suerte
que cuando uno gana, el otro también gana, así sea con diferencias, o
bien, cuando uno pierde, el otro también perderá, así haya diferencias
en las pérdidas. Esta situación se torna magníficamente más compleja
cuando se hace el reconocimiento expreso de que, luego de la Guerra
Fría, vivimos un mundo multipolar, lo cual quiere decir que existen más
de dos actores, con lo cual la reflexión anterior se torna más sensible y
fundamental. Para bien o para mal, vivimos un mundo multipolar, con
lo cual los referentes tradicionales del pensamiento político, desde la
Grecia antigua hasta el final de la Guerra Fría con la caída del Muro de
Berlín, se vuelven inocuos, inútiles. Los mejores analistas, politólogos
e investigadores, por ejemplo, no han terminado de comprender lo que
significa un mundo multipolar. Los acontecimientos en Siria, en Irak,
entorno al Estado Islámico, por ejemplo, resaltan la complicación de
los estudios y análisis sobre la multipolaridad del mundo actual.

181
Carlos Eduardo Maldonado

Por este mismo camino, asistimos a la crisis de los más importantes


y tradicionales modelos teóricos explicativos acerca del mundo y la
política. La crisis política es también una crisis de las teorías sobre
esa política.

Pues bien, de cara a la política, es posible decir, sin ambages, que la


no linealidad permite comprender la política ya no en términos de
Politiké sino de Politeia. La Politiké es la política de un mundo lineal,
y al mismo tiempo contribuye a linealizar el mundo y la realidad52.
Por el contrario, la Politeia corresponde a un pensamiento no lineal
del mundo y de la realidad.

Asistimos, hoy en día, a la emergencia de patrones y estructuras co-


munes en el mundo, independientemente de la escala que se adopte,
incluso con independencia de la historia o de la geografía. Tales es-
tructuras y patrones puede decirse que son complejos, en el sentido
de las ciencias de la complejidad. Patrones en el orden social, cultural,
militar, científico o artístico, por ejemplo. Nuevos lenguajes emergen,
y nuevas prácticas y formas de organización social. Buena parte de la
bibliografía reciente sobre complejidad está dedicada a la identifica-
ción y estudio de estos patrones y estructuras.

Ahora bien, es fundamental atender al hecho de que no es necesario


ni provechoso que los fenómenos sean complejos. Más exactamente,
no todas las cosas son complejas, y la complejidad no es ciencia de
todos los fenómenos. Por lo demás, una ciencia que lo explica todo,
no explica nada; y en eso exactamente consiste la pseudo-ciencia53.
Pero cuando hay fenómenos o dinámicas complejas es necesario ma-
nejarlas complejamente, para lo cual son de gran ayuda las ciencias de
la complejidad54. En este sentido, es importante, cuando se estudian

52 La Politiké aparece por primera vez en el pensamiento occidental en los Dis-


cursos de Demóstenes. Es allí en donde se observa el desplazamiento de la
politeia por parte de la politké. Después de Demóstenes, el resto es historia
conocida.
53 Esta es una de las más importantes diferencias con respecto al pensamiento
complejo de E. Morin, pues este autor sostiene que todas las cosas son comple-
jas, dependiendo del ángulo o la perspectiva en que se miren. Una afirmación
semejante oscila entre el relativismo y la tautología.
54 Cfr. Maldonado, C. E., “Ciencias de la complejidad: Ciencias de los cambios

182
Política+Tiempo=Biopolítica

fenómenos, sistemas o comportamientos complejos quitarle cualquier


carga adjetiva o adverbial a la complejidad. Ni es bueno, ni deseable,
que los fenómenos sean complejos o se tornen tal. Pero cuando ello
sucede, el estudio de la dinámica no lineal es de vital importancia.

Ahora bien, como hemos visto, el tema de reflexión del pensamiento


político contemporáneo es-debe ser el posibilitamiento, el cuidado,
la exaltación y la gratificación de la vida. Pero si es así, el tema de
los horizontes temporales, y en general de la escala del tiempo en
la vida humana se convierte en un problema fundamental para el
pensamiento político.

Pues bien, existen tres ideas de tiempo en la historia de Occidente:

1. El tiempo implica desgaste o erosión. Esta idea afirma que el tiem-


po, esto es, la flecha del tiempo, conduce a la muerte, es decir, a la
pérdida, al olvido, al equilibrio. De esta suerte, el tiempo, o mejor,
la noción del límite temporal, es interpretada como ineluctable e
inescapable para todos los seres vivos. Esta es la idea más común
en la historia de la humanidad Occidental, y con seguridad ha
sido reforzada por parte de la tradición judeo-cristiana. Los seres
vivos existen debatiéndose contra el tiempo, como si este fuera
una maldición. Lo que pueden y deben hacer los seres vivos, en el
mejor de los casos, es aprovechar el tiempo (esto es, el momento),
mientras dure.
Retrospectivamente, esta visión surge del segundo principio de la
termodinámica, la entropía. Desde este punto de vista, el tiempo es
visto como un fenómeno con el cual se baten todos los seres huma-
nos todos los días pero que, al cabo, terminará conduciendo todas las
cosas hacia el equilibrio. En otras palabras, sostiene una concepción
semejante, lo único seguro, lo único fijo, lo único que es inescapable
es la muerte, de la cual nadie ni nada se libran. Pues bien, dado que
la política es, en el sentido clásico de la palabra, ciencia del control,
del dominio, de la manipulación, por eso mismo tiende a confun-
dirse con poder. Y la lucha por el poder produce desgaste, y termina
eliminando todo y a todos. Dicho sin más, la política consiste en la

súbitos”, en: Odeón. Observatorio De Economía y Operaciones Numéricas,


Universidad Externado de Colombia, 2005, pp. 85-125.

183
Carlos Eduardo Maldonado

toma y/o en la defensa del poder, descontado el hecho de que éste


implica erosión y pérdida: el poder hay que aprovecharlo y hacer
uso de él. Una concepción absolutamente instrumental y maniquea.
En resumen, el tiempo y el poder son una sola y misma cosa, y hay
que aprovecharlo mientras se lo tiene; el gran temor de quienes
detentan y han detentado el poder es perderlo. Sin ambages, esto
termina en muchas ocasiones conduciendo a la paranoia, es decir,
a delirios de persecución, y es la semilla de la violencia.
2. El tiempo es una ilusión. Esta idea sostiene que no existe el pasado
ni el futuro, sino, tan sólo, en cada instante, el ahora. El pasado
ya se fue para siempre, y el futuro no ha llegado y no es seguro
que llegue. Por esta razón, lo que viven los seres humanos es cada
instante, y el tiempo, así visto, no es sencillamente otra cosa que
una sucesión de instantes, de momentos, de ahoras, en fin, de
presentes. Los principales exponentes de este pensamiento en
la historia de la humanidad occidental son Aristóteles y Husserl.
Esta concepción pretende afirmar una forma de vida consistente
en vivir el instante y en el ahora. Finalmente, ésta idea del tiempo
conduce a la in-acción o la pasividad o el fatalismo.
Sostener que el tiempo es una ilusión le abre las puertas a la
renuncia al futuro, a la construcción de horizontes, en fin, a la
capacidad misma de soñar. Sostenía, no sin un tinte de broma
Hegel, que el joven se siente naturalmente inclinado a cambiar el
mundo, pero cuando se da cuenta que no puede hacerlo, se vuelve
hipocondríaco. La renuncia al futuro, el abandono a la capacidad
de soñar, al deseo de cambiar el mundo, equivale a la vejez de
una sociedad, de una cultura o de un país. Entonces sólo se vive
el presente, mientras dura; mañana, ya se verá.
3. Digamos que en 197755 aparece una tercera concepción del tiempo
en la historia de la humanidad occidental. Por su aparición tardía,
es la idea con menor enraizamiento cultural. Esta idea afirma que
el tiempo, lejos de ser desgaste y erosión, y también lejos de con-
sistir en una ilusión, produce, crea, suma. El tiempo es un factor

55 En ese año, I. Prigogine recibió el Premio Nóbel de Química por sus con-
tribuciones a la termodinámica del no equilibrio. Cfr. Maldonado, C. E.,
Termodinámica y complejidad. Una introducción para las ciencias sociales y
humanas, Bogotá, op. cit., 2005.

184
Política+Tiempo=Biopolítica

creativo, o mejor, es la vida misma. Mejor aún, precisamente por


ello, el tiempo es un factor de vida.
Esta noción no es –aún– un acervo cultural, puesto que la mayoría
de las personas piensan en el tiempo bajo las ideas enunciadas en
los dos primeros numerales. No obstante, la verdad es que bajo esta
tercera comprensión, el tiempo implica ruptura de simetrías, un
equilibrio dinámico, alejamiento del equilibrio –tres expresiones
diferentes para designar un mismo fenómeno o situación. En este
tercer sentido, el tiempo crea estructuras, horizontes y posibilida-
des. Lo más maravilloso que le puede suceder a un ser vivo –y por
consiguiente, a fortiori, a un ser humano es tener futuro o futuros,
horizontes. Aquello que le da sentido a la existencia humana son
las cosas por hacer, las cosas por conocer, en fin, los horizontes
de vida que el tiempo abre, permite entrever o promete.
Sin ambages, lo que añora el anciano es tener tiempo aún, y lo
que desconoce el joven, por su parte, es que la mejor de todas
las bendiciones, por así decirlo, consiste en tener horizontes,
futuros, esperanzas, mañanas por cumplir. Una política de vida
debe ser efectivamente creadora de tiempos, mañanas, futuros,
horizontes. No es otro el fin de las políticas de vivienda, de edu-
cación, de salud, de energía, de ciencia y tecnología, y demás,
dependiendo de cada país y en cada momento. La legitimidad
del Estado, de la política y de una cultura entera descansa exac-
tamente en este punto. Cuando, por acción o por omisión, un
régimen político, un sistema político –o económico– reduce a
los seres humanos a las dos primeras comprensiones del tiempo,
allí hay negación de los derechos humanos, violencia –abierta o
simbólica–, negación de la vida misma.

Pues bien, exactamente en correspondencia con esta tercera noción


del tiempo, una política de vida no es diferente a una política de
conocimiento. Como lo pusieron originariamente de manifiesto, por
primera vez H. Maturana y F. Varela, conocer y vivir son una sola y
misma cosa, y accedemos, por primera vez en la historia de la hu-
manidad a una biología del conocimiento. Esto es, más exactamente,
el hecho de que el conocimiento tiene sus raíces no en entidades
de las que hablaban antiguamente los filósofos, los psicólogos y los
teólogos, tales como el alma, el entendimiento, la razón o la con-

185
Carlos Eduardo Maldonado

ciencia, por ejemplo. Las raíces del conocimiento se encuentran en


la biología, la que, como está dicho, sólo sabe, sólo quiere, sólo crea
y afirma tiempo y creatividad, variedad y multiplicidad, en fin, vida
y tiempo. Ambos esencialmente dinámicos y abiertos.

Pues bien, desde el punto de vista político, esta idea significa, sencilla-
mente, que una política que afirma, cuida y posibilita la vida es, con-
temporánea y necesariamente, una política cuidadosa y respetuosa del
conocimiento. Y el conocimiento más fundamental para la posibilidad
de la vida es el hecho de que para ella hay siempre aún tiempo: tiempo
por vivir, tiempo por conocer, tiempo por compartir. La vida es, en
una palabra, tiempo, temporización, temporalidad. Tal es, de manera
precisa, el lugar en el que hecha sus raíces la biopolítica, y con ella, por
tanto, la complejidad misma de la vida o la existencia.

Se encuentran aquí los cimientos para una comprensión –si se


quiere, definición– de lo que sea la vida misma, considerando que
la inmensa mayoría de definiciones de la vida se concentran simple-
mente en metabolización y replicación, por ejemplo.

Dicho de forma escueta: una política del tiempo es toda aquella polí-
tica que amplía, profundiza y llena de contenidos al mismo tiempo las
esperanzas de vida y las expectativas de vida. Aquello que acaso fuera
alguna vez un tema puramente subjetivo o personal se ha convertido,
así, en un tema publico y común. Una buena política es aquella que,
en toda la extensión de la palabra, contribuye para que la vida tenga
tantos horizontes y esperanzas como sea imaginable. El optimismo de
la vida tanto como la joie de vivre consisten en el reconocimiento de
que el tiempo es bueno y generoso, que el mañana no trae angustias
ni sufrimientos, en fin, que podemos abandonarnos a la existencia
a la manera de un lago, una flor, un árbol o una roca, por ejemplo.

Los hijos no nacen para los padres y la sociedad; los hijos nacen para
nacer, y después ya viene la confluencia entre cultura y biología. Pues
bien, esta confluencia se conoce como epigénesis: las ideas y las creen-
cias, el ambiente cultural y social incide sobre los genes y las neuronas,
de la misma manera que estos se adaptan y contribuyen a cambiar la
cultura, la sociedad y el mundo. No existen ya dos cosas: naturaleza y

186
Política+Tiempo=Biopolítica

cultura. Por primera vez, gracias a los más recientes descubrimientos de


la biología y la ecología, podemos reconocer efectivamente que ambas,
cultura y naturaleza conforman una sola unidad. Esa unidad es el tejido
o la trama misma de la vida.

La política –notablemente la Realpolitik (politiké)– sigue siendo de


escalas temporales pequeñas. Su dimensión temporal es baja. Más
exactamente, su racionalidad está dada en términos de eficacia y/o
eficiencia. Y su ámbito o perímetro es el del Estado y peor aún, el
del Estado-nación. Dicho en otras palabras, la política (hasta ahora
dominante) es el arte de la estrategia, y el objetivo de la política es la
formación de estrategias; por ejemplo, de estrategias de negociación,
comerciales, financieras, militares y otras. Ello configura un mundo
como escenario de confrontaciones y tiene una idea perfectamente
equivocada de en qué consiste la evolución (la ignorancia científica
de la política es supina, por decirlo de manera amable).

Frente a esta práctica de la política, bien vale recordar dos ideas distintas
pero paralelas. De un lado, el plan de desarrollo de Bután, formulado
en términos de felicidad, a un horizonte temporal de cien años hacia
adelante. Este es un ejemplo de que es posible pensar en positivo acer-
ca de la política y que puede no ser reducida a estrategias y medidas
en términos de eficiencia y/o eficacia. La experiencia de Bután es un
excelente ejemplo de las posibilidades y el significado como puede y
debe ser entendida la biopolítica. Y de otra parte, el descubrimiento
por parte de la London School of Economics de las cosmovisiones y
prácticas y saberes andinos fundados en el buen vivir y el saber vivir:
suma qamaña, y sumak kawsay. De manera sorprendente, budismo
y saberes andinos coinciden y se afirman recíprocamente –algo que
por lo demás no ha sido explícitamente puesto de manifiesto, sin que
se llegue a afirmar, jamás, que coinciden plano por plano.

Es importante, exactamente en este contexto, retomar el tema de la


incertidumbre, formulada inicialmente por W. Heisenberg; es decir, en
el sentido de que no es posible conocer al mundo en todos sus detalles
y que, a la vez, como lo expone, en otro sentido distinto I. Prigogine,
implica que el futuro no está dado de una vez y para siempre. Esta
reconsideración insiste en la necesidad de eliminar toda carga psico-

187
Carlos Eduardo Maldonado

logista o emocional a la noción de incertidumbre. Una condición de o


para vivir es la de no saberlo todo, no poderlo todo, no hacerlo todo,
por ejemplo. Precisamente por ello el mundo y el tiempo emergen como
sistemas abiertos y, por tanto, indeterminados. La vida es un sistema
esencialmente indeterminado que busca determinarse sin llegar a lo-
grarlo plenamente jamás.

Aunque vivimos en un mundo de incertidumbres, eso no necesariamen-


te implica la búsqueda de certezas, verdades y certidumbres. Quiero
decirlo de manera clara y directa: no hemos perdido las certezas, pero
sí hemos ganado las incertidumbres. Las certezas, las ganancias, los
acervos culturales obtenidos por la historia del espíritu humano son
conquistas a las que no cabe renunciar de manera alegre. Pero lo que
sí debemos agregar es que hemos aprendido, con el desarrollo de las
ciencias, que ya son ganancias. Lo que sucede, sencillamente, es que adi-
cionalmente hemos aprendido a pensar en términos de incertidumbres,
es decir de manera compleja. De la misma manera, hemos aprendido a
pensar en indeterminaciones, en grados de difusividad, en gradientes,
en sistemas abiertos, en sistemas inacabados.

Vale aquí retomar la implicación entre política y nuevas matemáticas.


¿Puede entonces pensarse matemáticamente a la política, pero si es así,
qué significan o implican entonces las matemáticas? La respuesta a la
primera parte de la pregunta es afirmativa. Más radicalmente, la tesis
que surge aquí es que pensar políticamente es igual a pensar matemá-
ticamente (particularmente a partir de la topología), puesto que de lo
que se trata es de pensar en estructuras según si estas permanecen o se
transforman, y si así sucede, si continúan siendo las mismas o no. Los
cambios de estructuras o formas en la topología son siempre posibles,
incluso deseables, con una sola condición: que en los cambios no haya
rupturas –aunque sí cambios. La topología puede y debe hacer aquí una
contribución esencial al estudio de la política, o lo que es equivalente, en
sentido inverso, la política en el mundo contemporáneo debe poder in-
corporar conceptos, estructuras y métodos provenientes de la topología56.
Queda así respondida, por lo demás, la segunda parte de la pregunta.

56 Reconozco, sin embargo, que esta es una idea que permanece como una tarea
abierta, hacia el futuro, particularmente de cara a la comunidad de quienes
piensan la política –politólogos, filósofos, etc.-.

188
Política+Tiempo=Biopolítica

Tan sólo a manera de ilustración, podemos pensar, igualmente, en


la teoría de conjuntos, como un ejemplo de la manera como la polí-
tica puede incorporar otras lógicas. En este contexto, 3 ya no sería
la sumatoria de 1+1+1, por ejemplo. En la teoría de conjuntos {3}=
{{1}, {2}, {3},{1,2},{1,3},{2,3},{1,2,3},{ǿ}}, y así, 3 = 8. Este ejemplo
sirve, tan sólo, para establecer que un todo no es la sumatoria de sus
partes, sino que las partes poseen múltiples relaciones y en cada rela-
ción cada elemento del todo es diferente a otra relación distinta. Si al
pensamiento sistémico le agrada sostener que el todo es mayor que la
sumatoria de las partes, desde el punto de vista de la complejidad es
preciso decir que cada elemento establece múltiples relaciones –más
de una siempre–, y que en este sentido, las relaciones que las partes
establecen entre sí son perfectamente diferentes a otras relaciones con
los componentes del conjunto. Pensar la política en modo complejo
equivale a pensar en términos de teoría de conjuntos.

En este contexto, cabe decir igualmente que lo importante de dos


elementos (A y B por ejemplo) no son ellos mismos, sino su relación,
según si es de conjunción, disyunción, intersección, complementa-
riedad, etc. Adicionalmente hay que tener en cuenta que los agentes
tienen interrelaciones y que además son móviles –en función del
tiempo, y en función de las relaciones que establecen con otros ele-
mentos o componentes de un sistema. El siguiente gráfico ilustra, de
manera estática, la idea sugerida:

Gráfico Nº 3: Ilustración del tipo de relaciones posibles


dentro de un conjunto

A B

C D

189
Carlos Eduardo Maldonado

En términos más prácticos, cabe preguntarse: En la teoría de la ac-


ción colectiva lo importante es la acción y no el agente, pero si es así
entonces, ¿puede pensarse una identidad cambiante? En un mundo
caracterizado por sinergias, lo que el agente sabe en las escalas micro
es insuficiente para explicar los fenómenos en las escalas meso y ma-
cro. Cada quien deja de ser “sí mismo(a)” cuando entra en relación
con otros y puede llegar a ser “yo+” – o “yo-“. Esto es válido en la
escala de los individuos, de las organizaciones de la sociedad civil, en
los niveles macro de las relaciones de la sociedad civil con otras en
el mundo, en fin, de un Estado determinado con el panorama de la
política internacional y de las relaciones internacionales.

Sin ninguna duda, el problema fundamental del mundo político con-


siste en elaborar las condiciones para una acción colectiva –a gran
escala, en el marco de un mundo diferente de suma cero. Mejor aún,
una acción colectiva, acción eficaz, y acción a largo plazo, en términos
al mismo tiempo intergeneracionales y transgeneracionales. Pero si
es así, ¿sigue siendo evidente o no y por qué que las acciones indivi-
duales sostienen el mundo? Las verdades adquiridas en la esfera o
escala local no desaparecen, pero no son ya suficientes para entender
las escalas o esferas meso y macro.

En otras palabras, debido a factores múltiples y determinantes, como


la importancia de los temas y problemas medioambientales, y por
tanto la importancia y la necesidad de la ecología, los mapas políticos
son ahora mapas de vida, dado que no hay fenómenos tan comple-
jos y tan adaptables como los seres vivos y toda la dinámica de los
seres y sistemas vivos. No cabe la menor duda: el más importante de
todos los problemas políticos actuales es el de garantizar el convivio
cuidando de la naturaleza, o también alcanzar niveles de armonía de
convivencia con la naturaleza.

A escala planetaria y civilizatoria, el cuidado del medioambiente


emerge como el mayor de los retos que jamás haya enfrentado el
pensamiento y la acción políticos. La bibliografía al respecto es am-
plia y creciente. Esta es, queremos decirlo, la justificación misma de
la complejidad de la política.

190
Política+Tiempo=Biopolítica

Hemos aprendido, en verdad, que la vida es un juego que se juega a largo


plazo, y que incluso, el largo plazo no existe de suyo ni está garantizado
por el pasado o por el presente, sino que debe ser construido, y que su
construcción no solamente depende de cada quien, sino también de las
relaciones –nodos y redes–, y las sinergias de los grupos y comunida-
des. Nunca hay que descontar el papel del azar y la aleatoriedad, esto
es, de los fenómenos emergentes e impredecibles. Todo lo contrario:
hay que contar con ellos. Incluso aunque ex-ante –por definición, la
contingencia nunca sea enteramente inteligible–. Por esta razón los
mapas complejos deben proyectarse en escalas temporales de largo
plazo, lo cual implica, de manera inevitable, pensar en sistemas, fenó-
menos y comportamientos complejos no-lineales. Pues el tiempo es la
complejidad misma.

Un mundo diferente de suma cero es aquel en el que cuando alguien


gana, alguien más gana –aún con diferencias– y si alguien pierde,
entonces también pierde alguien más –así sea con diferencias–. En
el mundo contemporáneo la política ya no consiste única ni princi-
palmente en fuerzas e intereses de(l) Estado, sino, además, en otros
agentes de gobierno, tales por ejemplo, como la comunidad interna-
cional, los grupos o comunidades, e incluso la propia naturaleza (=
medioambiente), por ejemplo. Esto es algo que resulta evidente para
una formación básica tanto en ciencia o en estudios políticos como
en relaciones internacionales; dos esferas perfectamente entrelaza-
das. Cuando acontecen, las turbulencias tienden a amplificarse, las
inestabilidades se hacen mayores, las fluctuaciones tienden al caos.
Vivimos, de manera creciente, literalmente, lejos del equilibrio, o
lo que es equivalente, en el filo del caos. Es entonces el momento de
aprovechar las oportunidades, de jugar creativamente con el azar,
en fin, de generar horizontes y comprender los puntos críticos y los
estados críticos. Este es todo el fundamento científico de la com-
plejidad, y estas son también sus propias oportunidades y sentido.

Los sistemas dinámicos no lineales son explicados, por ejemplo, por


las nuevas matemáticas, que son matemáticas de sistemas discretos
–no ya por la matemática clásica, que es de sistemas continuos. Pero
si es así, es importante entonces tener en cuenta que las matemáticas
no son una ciencia, son un lenguaje, que tiene un beneficio para la

191
Carlos Eduardo Maldonado

compresión de la información. Para los estudios políticos, la teoría


política y la ciencia política es imperativo conocer en qué consisten
las matemáticas de sistemas discretos. Una manera de vincular
ambos polos es entonces pensar o bien en las biomatemáticas, o
también, en la biología de sistemas.

La política es un sistema vivo, o puede ser pensado a la manera de un


sistema vivo. Esto es, le acaecen dinámicas y procesos propios de los
sistemas vivos: nacen, crecen, se reproducen, se enferman, mueren,
por ejemplo, para ponerlo en términos muy simples. Ello comporta
inmediatamente la idea de que los conceptos de la política pueden
ya, por primera vez no ser físicos o fisicalistas, sino, mucho mejor,
nutridos por las ciencias de la vida, la ecología, en fin, la biología en
el sentido amplio pero fuerte de la palabra que comporta el enfoque
eco-evo-devo, y la biología de sistemas. Una política nutrida por con-
ceptos provenientes de las ciencias de la vida, las ciencias de la salud,
la biología y la ecología no es una política robusta, sino, mucho mejor,
una política radicalmente transformada. Hay dos formas de entender
y de designar a esta política; se trata de la politeia –con referencia al
pasado-, o bien de la biopolítica, con referencia al presente y al futuro,
entendida como una política de vida.

Semánticamente, por ejemplo, debe ser posible pensar la política y lo


que acontece en ella no ya más con conceptos y términos provenientes
de la física, sino, por ejemplo, de la biología y la ecología. El trabajo
en torno al lenguaje es el trabajo en torno a las cosas mismas. Al fin
y al cabo, el primer objeto de trabajo en ciencia en general no es “la
cosa” –por ejemplo, el cuerpo, el Estado, el territorio, y demás–. Por
el contrario, siempre, el primer objeto de trabajo es el lenguaje mismo.
Por ejemplo cómo decir cosas nuevas, cómo decir cosas diferentes,
cómo traducir y expresar analogías y tropos, cómo decir fenómenos
perfectamente nuevos, cuando el lenguaje mismo en muchas ocasiones
parece haberse quedado atrás.

Pues bien, el trabajo con y en torno al lenguaje es un trabajo al mismo


tiempo literario y poético, lógico y filosófico. El lenguaje mismo de la
política y de lo político se hace, así, complejo.

192
Política+Tiempo=Biopolítica

Pero si ello es así, no es entonces inevitable una concepción sacrificial


de la vida; es decir, no es ya válida ni necesaria la idea de que los
seres humanos deben sufrir para cambiar, que fue, culturalmente,
una idea valedera durante mucho tiempo, sostenida por creencias
de tipo religioso y otras. En un mundo en el que el referente primero
e ineludible es la vida, los sistemas vivos o los sistemas que exhiben
vida, cualquier connotación sacrificial de la vida deja de tener validez.
La biopolítica es toda política de vida, esto es, política que cuida,
afirma, posibilita, gratifica y exalta al máximo y de tantas maneras
como quepa imaginar la vida, política que gratifica, dignifica y lle-
na de contenidos, esto es, con calidad, a la vida misma; es decir, el
foco se sitúa de manera precisa en los horizontes temporales del
vivir. Para decirlo en otros términos, la biopolítica es y afirma una
filosofía del cambio puesto que incorpora la (teoría de la) evolución
a la política.

Digámoslo de manera directa y radical. Una filosofía de la vida no


sabe de la muerte. De hecho, más exactamente, no existe absoluta-
mente ningún elemento o componente hylético o material que permita
distinguir la vida de la no-vida. Desde el punto de vista biológico y
evolutivo, la muerte es un producto derivado (by-product) de la vida,
y es lo que puede verse adecuadamente en el caso de la apoptosis. La
muerte es un fenómeno a través del cual la vida se hace posible y en
nuevas formas y expresiones.

Ahora bien, la filosofía del cambio tiene dos vertientes. La primera es


aquella que se refiere a, o que se puede entender y explicar por, los
cambios y sucesos ex post, después de que ocurren. Generalmente
esas explicaciones llegan (muy) tarde, pues “al cabo” puede ser que ya
sea irreversible. La segunda es aquella otra que atiende o explica los
fenómenos ex ante. Quiero sugerir que las ciencias de la complejidad
buscan explicar los fenómenos antes de que ocurran, incluso aunque
no sucedan.

Es perfectamente posible decir lo anterior desde otra perspectiva, a


saber: cabe distinguir los cambios graduales, imperceptibles, acumu-
lativos, periódicos o regulares. Esto es lo que políticamente puede
expresarse como reformas. Con acierto, se ha dicho que las reformas

193
Carlos Eduardo Maldonado

son cambios en las estructuras para que permanezcan iguales. Al


mismo tiempo, de otra parte, existen los cambios súbitos, imprevis-
tos, irreversibles. Estos son cambios catastróficos y, por consiguiente,
estructurales. “Catástrofe” es el concepto que se usa en complejidad
para designar justamente cambios súbitos, imprevistos, irreversibles.
Por tanto, existen catástrofes positivas y negativas. La comprensión
acerca del mundo y sus dinámicas depende de qué clase de filosofía
se adopta o se prefiere.

Pues bien, decir que cabe atender a los cambios antes de que ocurran
es lo que deben hacer los científicos –atendiendo, particularmente a
la posibilidad de que dichos cambios sean catastróficos. En este con-
texto realizar análisis de coyuntura no debería ser labor de la ciencia
política, sino, más bien, es una tarea del periodismo bien informado.
Sin darle la espalda a los análisis de coyuntura, la política debe ser
capaz de llevar a cabo análisis de tendencias, proyección del presente,
en fin, anticipación del (o de los) futuro(s). Ello es posible mediante
tres formas distintas pero complementarias.

En primer término, se trata de trabajar con la más fundamental de


todas las herramientas científicas: la imaginación, la fantasía. El uso
de experimentos mentales constituye la piedra angular sin la cual
absolutamente nadie puede ser llamado en propiedad “científico(a)”.
Las pompas de intuición contribuyen enormemente, y se trata esen-
cialmente de actos y procesos ideatorios fundados en y alimentados
de fantasía e imaginación. En rigor, nadie puede ser llamado con
propiedad un(a) científico(a) si no es capaz de llevar a cabo actos
ideatorios, imaginaciones, experimentos mentales, juegos de fantasía.

En segundo lugar, se trata del recurso al modelamiento y a la simu-


lación; y más exactamente, en el caso de los sistemas fenómenos y
comportamientos complejos, se trata del conocimiento, el aprovecha-
miento y el uso de la simulación. La distinción entre modelamiento
y simulación consiste básicamente en que en el primer caso se hace
uso de programas ya existentes, y los hay altamente idóneos; por el
contrario, en el segundo caso, se crean –se programan– nuevos len-
guajes a fin de comprender determinadas dinámicas y estructuras.
Esta forma de pensar y tematizar el futuro o los futuros posibles e (in)

194
Política+Tiempo=Biopolítica

imaginables requiere, sencillamente, del conocimiento de elementos


básicos de ingeniería de sistemas. Específicamente conocer códigos
y saber escribir códigos de programación. La buena ciencia de punta
pasa, atraviesa, por el modelamiento y la simulación. La simulación
es una herramienta específica de las ciencias de la complejidad.

La tercera forma como cabe anticipar el presente o proyectar el futuro


es más amplia, pero pasa por el conocimiento de matemáticas tanto
como de computación. Se trata del trabajo con redes complejas, con
series de tiempo, con estados críticos y puntos críticos, en especial,
con estados de fase y transiciones de fase. Matemáticamente estos
se denominan espacios de Hilbert –en referencia a David Hilbert
(1862-1943).

Como se aprecia, el trabajo con complejidad es el trabajo con cambios


posibles, y más genéricamente, las ciencias de la complejidad son
ciencias de posibilidades, antes que de realidades. Desde el punto
de vista político esta idea se torna altamente sugestiva y sensible. La
forma genérica como puede comprenderse esta idea es, en un sentido
preciso, la creación de y el trabajo con grupos de crisis, con una con-
dición: se trata de trabajar con crisis antes de que sucedan, e incluso
aunque jamás lleguen a tener lugar.

Como quiera que sea, es indispensable atender al hecho de que no


es necesariamente bueno que las cosas cambien, pero como pueden
cambiar, y hacerlo drásticamente, es importante tener la capacidad
de adaptarse y comprender las nuevas dinámicas. Las ciencias tradi-
cionales trabajan con espacios tridimensionales, y por consiguiente
con espacios reales. Sin embargo, las ciencias de la complejidad
trabajan con espacio en fases, es decir, con espacios imaginarios, y
por consiguiente con más de tres dimensiones. De cara al cuidado, a
la afirmación, el posibilitamiento, la gratificación y la exaltación de
la vida se debe trabajar con todos los espacios posibles, uno de los
cuales es el espacio real; pero queda claro que no es la única de las
posibilidades, ni necesariamente la mejor.

En síntesis, no es usual que se estudien las complejidades. Digámoslo


de manera precisa y puntual: lo habitual es que no se estudian los

195
Carlos Eduardo Maldonado

eventos raros y extremos, es decir, los eventos y acontecimientos


impredecibles. Lo que se estudia generalmente son las ciencias nor-
males –situaciones normales, condiciones normales–, y al cabo (ex
post) puede ser posible que nos encontremos con complejidades. En el
mejor de los casos, se estudian fenómenos en crisis, y para ello existe,
por ejemplo, la teoría del riesgo.

El siguiente esquema puede servir como ayuda para pensar la política


en términos teóricos o científicos de cara a un mundo de suma cero,
caracterizado por equilibrios dinámicos, sinergias y no linealidad:

Esquema Nº 4: Ejes articuladores de la Ciencia política

EducaciónPolítica
Educación política(3)(3) Antropología política(4)
Antropología Política (4)

“Ciencia”
"Ciencia"Política
política

SociologíaPolítica
Sociología política(1)(1) FilosofíaPolítica
Filosofía política(2)
(2)

1. La ciencia política sólo sabe de un agente político: el gobierno


–o el Estado; en cambio la sociología política aporta con análisis
e incorporación de nuevos agentes políticos (organizaciones de
la sociedad civil, los movimientos femeninos, los movimientos
de ambientalistas y ecologistas, las ONG, los movimientos anti-
sistema, entre otros), esto es, nuevos agentes y actores sociales.
El título genérico en el que se concentran y se expresan, al mismo
tiempo estos nuevos actores, es el de sociedad civil. En una pala-
bra, la sociología en general le aporta a la política lo que esta no
tiene o no ve: las gentes.
2. La filosofía política hace referencia sencillamente a la reflexión
acerca del propio estatuto epistemológico de la política. Este no
es un asunto menor. Los cambios de la política en general ponen
de manifiesto la crisis de los modelos, teorías, lenguajes y me-
todologías tradicionales o normales. La filosofía política puede
contribuir en este plano.

196
Política+Tiempo=Biopolítica

3. La educación concierne al agenciamiento de la educación cívica,


los medios formales e informales de educación política, en fin, a
la generación de actitudes y comportamientos políticos. Combi-
nando experiencias y estudios de carácter histórico, experiencias
en otras latitudes, grupos y culturas, y llevando a cabo un ejercicio
al mismo tiempo crítico y creativo, la educación política puede
contribuir a establecer que el tema de base consiste en que la
gente pueda tomar el destino en sus propias manos, sin esperar
falsos liderazgos, tomando distancia de los mecanismos políti-
cos habituales, en fin, tomando iniciativas de autoorganización
diferentes e innovadoras. Al fin y al cabo lo que está en juego
en la política en general es la vida misma de las gentes, y de sus
entornos naturales.
4. Por su parte, la antropología política hace referencia al carácter de
los agentes políticos, esto es, notablemente, al estudio del lugar y la
movilidad de los agentes políticos y su naturaleza. La idea de base
es aquí la de que lo político está constituido por múltiples agentes,
unos permanecen y otros no. El estudio de los tipos de gobierno
no es irrelevante, en manera alguna, pues al fin y al cabo, Huelga
subrayar las estrechas relaciones existentes entre la sociología
política y la antropología política.

Esta es, si cabe decirlo así, la familia nuclear de la política–ciencia, o


estudios. Fundamental como es, también lo es pensar, adicionalmente,
en la familia extensa de la política, particularmente de la política modo
complejo. Ello se logra, como hemos mencionado, introduciendo en
la política la idea misma de sistemas vivos, y por tanto, a la ecología
en toda la acepción de la palabra.

4.10. La complejidad de la cooperación


y el aprovechamiento de la complejidad

Vivimos un mundo con numerosos actores que se adaptan incesante-


mente unos a otros. Consiguientemente, unos hacen unos aprendiza-
jes de los otros, incluso en tiempos y en modos distintos, y ello incide
en las dinámicas, las redes, la topología misma de sus relaciones.
Pensamos y vivimos en redes, no ya en cadenas y en estructuras. Es

197
Carlos Eduardo Maldonado

más, en perspectiva histórica, hay actores que aparecen y otros que


desaparecen, variando así las correlaciones de fuerzas, por decirlo de
manera tradicional. En un mundo en el que unos agentes se adaptan
a otros, y éstos a su vez se adaptan a la adaptación de los primeros,
y así sucesivamente, predecir el futuro es prácticamente imposible.
Así, la razón de la complejidad del mundo resulta de los procesos
continuos y recíprocos de adaptación entre los actores, y ello en se-
ries de más, mucho más de dos, tres y cuatro agentes. A la vez que el
mundo diferente de suma cero es el resultado de la complejización
de numerosos procesos –sociedad, economía ciencia, tecnología,
lenguajes, etc.–, al mismo tiempo contribuye a hacer el mundo y la
naturaleza crecientemente complejos.

Las cosas no son planas ni simples, y cada vez dejan de serlo cada vez
más. En efecto, al mismo tiempo que hay adaptaciones, hay apren-
dizajes, más directos o más tardíos, y hay procesos de aprendizaje,
a la vez que, fácticamente, hay actores, fenómenos y sistemas que
aprenden más lentamente o que no aprenden. Al mismo tiempo hay
juego, engaño, simulaciones, ataques reales o virtuales, acercamientos
y alejamientos al mismo tiempo. El juego de la política es variable, y
carece de reglas claramente establecidas. Ni siquiera el derecho puede
normalizarlo, menos aún, desde luego, la religión, para mencionar los
dos ejes tradicionales de normatividad en la historia.

De este modo, visto desde la óptica de la teoría de juegos, el problema


natural que surge ante la mirada reflexiva es el de la cooperación. No
es ya la astucia de uno de los actores, o las pretensiones, abiertas o
veladas de otro(s). En verdad, la cooperación implica complejidad,
ésta ha evolucionado y a su vez implica tiempo, series de tiempo. Esto
significa que los temas y problemas de cooperación –“establecer si
juegos no cooperativos pueden dar lugar y cómo a juegos cooperati-
vos”–, es un fenómeno que debe verse en el marco de un largo plazo.
La complejidad de la cooperación no es otra que la complejidad de
series de tiempo marcadas por adaptaciones continuas y recíprocas.

Al mismo tiempo, de otra parte, Axelrod y Cohen (1999) plantean


esta situación en términos muy específicos: ¿cómo aprovechar la
complejidad? Harnessing es un término que se traduce haciendo

198
Política+Tiempo=Biopolítica

referencia no a control sino a aprovechamiento: la complejidad puede


ser aprovechada en un mundo diferente de suma cero en donde los
agentes tienen capacidad de adaptación en un mundo no lineal. No
puede ser manejada ni controlada, pero sí es posible sacar frutos de
la misma sin administrar, en modo alguno, la situación entera. En
efecto, los fenómenos de complejidad no pueden ser controlados
–este es un sello distintivo fuerte que marca de manera absoluta el
límite a toda forma de ciencia (= intervención) clásica. En ninguna
acepción de la palabra. Precisamente por ello, y de manera específica
en el marco del estudio de fenómenos y comportamientos políticos,
la preocupación se torna no por el control de la complejidad, sino
acerca de cómo aprovecharla. De manera subsidiaria, es posible
afirmar, por tanto, que la complejidad es un modo de pensar –y por
consiguiente, de vivir.

Como fue evidenciado mediante simulaciones llevadas a cabo con el


computador por parte de R. Axelrod (1997), la cooperación sucede
debido a una razón singular: cuando se practican juegos iterativos,
la mejor estrategia es cooperar. Esto es, no cooperar –la defección–,
es el resultado de la viveza, astucia, picardía o egoísmo por parte de
por lo menos uno de los actores. Cuando un juego se practica una
sola vez, o bien pocas veces, y existe por tanto la posibilidad de que
los jugadores no se vuelvan a encontrar nuevamente en el futuro, la
tendencia natural es a la defección. La cooperación, por el contra-
rio, es el resultado de tiempos y espacios, estrategias y situaciones
compartidas e iteradas. Más exactamente, cuando en el mundo se
viven situaciones que se repiten y se van a repetir indefinidamente,
la mejor estrategia para los agentes en el juego es la cooperación.
Precisamente: porque la vida es un juego que se juega a largo plazo,
y en esta temporalidad los roles, las situaciones, y demás factores,
hacen que, o bien los lugares de los actores cambien, o bien que dado
que van a encontrarse y van a tener que volver a encontrarse una y
otra vez, lo mejor es cooperar. Para la política esta enseñanza resulta
esencial. Pues bien, quiero sostener expresamente que el factor que
introduce verdaderamente la iteración no son los actores, sino el
escenario mismo donde se encuentran e interactúan: la naturaleza.
Es ésta la que introduce el juego a largo plazo, la escala de tiempo
más fundamental y sensible de todas cuantas pueda haber.

199
Carlos Eduardo Maldonado

En la dinámica política, es importante considerar cuestiones tales


como las siguientes: la variación en el balance entre diversidad y ho-
mogeneidad de las acciones, las opciones, las decisiones y las formas
de organización, así como entre la explotación (uso) y la exploración
(investigación) de los espacios de acción al igual que los órdenes tem-
porales (históricos, por ejemplo) que suponen y a los que tienden, la
interacción entre agentes (en sentido simple) y agentes estratégicos,
al igual que la definición de quiénes son y cuándo actúan. En última
instancia, el tema es el de la simetría o asimetría (teoría de la acción
colectiva) entre los grupos participantes y definitorios de una situación
que puede ser calificada claramente como política. Pues bien, el factor
que dirime, literalmente, el sentido de las simetrías y asimetrías es
el valor mismo de la naturaleza, expresado, por ejemplo, en los mal
llamados recursos naturales: tiempo, agua, aire, fauna, flora, etc.

Toda forma de acción política –acción en el sentido preciso que here-


damos de H. Arendt, y distinto a labor y trabajo– habida tradicional-
mente en la historia de la humanidad tuvo lugar o fue leída en cuanto
selección. Esto es, en otras palabras, como egoísmo y defección. Para
repetir la famosa idea de Clausewitz, la política fue siempre entendida
como la continuación de la guerra por otros medios; si no, en el peor de
los casos, como la preparación de la guerra (siguiente). De esta suerte,
política y guerra, o política y confrontación, o política y lucha –con
todo y la diferencia del segundo concepto en cada caso–, fue el modo
usual como los teóricos, científicos, filósofos e investigadores de la
política pensaron al bios politikón. Este fue al mismo tiempo el marco
y el rationale de la politiké. Pues bien, creo que no es inevitable seguir
pensando la política en estos términos. A ello apunta, justamente, el
concepto de biopolítica.

El problema de la cooperación implica, afirma y supone al mismo tiempo


una lógica perfectamente distinta a la de la selección. ¿Es posible pen-
sar la política no ya en términos de selección, sino de cooperación? Si
ello es así, el concepto mismo de “política” tal y como fue clásicamente
entendido ha entrado en un callejón sin salida y a la postre ya no será
más necesario. Para decirlo en una palabra, la historia del pensamiento
político ha sido tradicionalmente la historia del pollemos (en griego;
traducido, corresponde a guerra, conflicto, violencia, combate). No en

200
Política+Tiempo=Biopolítica

vano, el concepto, tácito o explícito, más importante en la historia de la


política –pero en realidad de toda la humanidad occidental habida hasta
ahora– es el concepto de “enemigo”. Y al enemigo, se dijo, se lo coopta,
se lo neutraliza, se lo asimila, se lo integra, o se lo elimina. Desde este
punto de vista, efectivamente, la partera de la historia fue siempre la
violencia –en cualquiera de sus formas. Sin embargo, a esta altura de
este libro resulta evidente que no es, en modo alguno necesario, que el
pasado determine el presente ni que contenga, por tanto, también al
futuro. La historia hacia delante no se corresponde entonces para nada
con la historia de la violencia. Mi tesis es que nos abrimos apenas, por
primera vez a escala planetaria, a la historia de la vida. Si ello es así,
nuevos eslóganes, nuevos enfoques, nuevos lenguajes, nuevas formas
de organización y de acción son absolutamente necesarias.

La política y lo político no se agotan en sistemas estáticos. Que es


exactamente lo que designa, en cada época, a la Iglesia, al Estado, al
Partido, y demás (así: literalmente escritos con mayúsculas). De manera
tradicional, no se han estudiado, de manera suficiente, los fenómenos
y los eventos, sino los principios, las teorías, los modelos, los valores
o las instituciones, o también la autoridad. Precisamente por ello, di-
fícilmente se ha incorporado una visión adaptativa o evolutiva –más
exactamente, una dinámica no-lineal– en el estudio o el análisis del bios
politikón. Y por ello mismo, tampoco se ha elaborado antes, para nada,
ningún nexo entre el bios politikón y el bios-sin-más, esto es, la trama
entera restante de la vida. El pensamiento político tradicional fue, en
este sentido, y precisamente por estas razones, un pensamiento lineal,
jerárquico, vertical, excluyente, binario o dualista en el que se excluye-
ron las bifurcaciones, las inconsistencias, en fin las fluctuaciones que
son las que imprimen dinámica, las redes, los nexos, los conjuntos, las
tramas –todas, características de los sistemas y las dinámicas propias
de los seres vivos. Una manera simple de ilustrar esto es el esquema de
la historia tradicional consistente en el estudio de los orígenes, apogeo y
decadencia de un fenómeno (sociedad, cultura, estado, civilización, etc.).

No obstante, podemos aprender a pensar en la complejidad y en la no


linealidad. Esto es, podemos dejar de pensar en forma fragmentada
y determinista, analítica y dual, en fin, reduccionista, que es la forma
en que tradicionalmente ciencias como la economía, la sociología

201
Carlos Eduardo Maldonado

y la política, o el derecho lo venían haciendo. En verdad, pensar en


sistemas complejos nos lleva a plantearnos múltiples escenarios inte-
ractuantes y cambiantes a la vez, y en el riesgo que se debe correr en
escoger uno(s) y trabajar sobre él (ellos). En otros términos, significa
incorporar la incertidumbre, reconocer las fluctuaciones e inestabili-
dades, las turbulencias y las catástrofes, el caos y los desequilibrios,
las redes complejas y la autoorganización.

De una manera puntual, y de cara a las relaciones entre complejidad y


cooperación, podemos volver a plantear la pregunta: ¿De qué se ocupa,
entonces, verdaderamente, la ciencia política? De manera usual, del
Estado y que comprende la política como políticas del Estado, es decir
como políticas públicas. El tema de una teoría del Estado es, en rigor,
el punto de encuentro o de cruce entre el derecho y la política. Esta es la
historia de la teoría política clásica desde Hobbes hasta Locke y Rous-
seau. Con Marx, se incorpora la economía y la historia. En un mundo
diferente de suma cero, seguir ocupándose de estos temas constituye
ya un error. Y al cabo del tiempo, un craso e irreversible error.

De manera clásica y puntual, el derecho es y ha sido la gramática de


la política, pero la política no es otra cosa que la legitimación de un
régimen de propiedad; esto es, de la economía. Por su parte, la filosofía
política se ocupa de lo que es un buen gobierno y cómo alcanzarlo. Sin
embargo, pensar el Estado no conduce ni coincide de manera necesaria
ni tampoco contingente con la necesidad de pensar la vida. La defensa
del Estado, o de la democracia, o del nacionalismo, o del poder, e incluso
de la institucionalidad no afirman en modo alguno a la vida, su calidad,
su dignidad. En contraste con esta tradición, debemos poder pensar la
política, sea desde la ciencia política o desde la filosofía política, de ma-
nera necesaria, en términos de la vida. Tal es la exigencia fundamental
que la complejidad misma del mundo le impone al pensamiento.

Pero entonces, la conditio sine qua non para pensar una política de
(la) vida, es el tener una idea básica pero sólida acerca de lo que son
los sistemas vivos. Y mientras que en la ciencia política no ha habido
mucho progreso teórico o conceptual, en biología, en ecología y en las
ciencias de la vida los ritmos de novedad e innovación son rápidos,
galopantes, sólidos.

202
Política+Tiempo=Biopolítica

En verdad, no es evidente ni necesario que el análisis del Estado


tienda siempre a la protección de la vida. De hecho, en países como
Colombia, por ejemplo, el principal factor denigrante de la vida, que
disminuye su calidad y enajena su dignidad, es el Estado. Otros ejem-
plos pueden citarse sin mucha dificultad, tales como, hoy por hoy,
México o Turquía, España o Libia, entre otros. Factores tales como
la impunidad, la corrupción, la entrega en fideicomiso de bienes,
razones y principios públicos por intereses privados, la inseguridad
ciudadana, por ejemplo, son elementos que muestran, sin dificultad,
que el Estado es el principal factor amenazador de la vida. Tan sólo
como un indicativo alarmante que merece situarse de manera perma-
nente y crítica bajo la mirada es el hecho de que Colombia haya sido
calificada ya en dos ocasiones como un país “gubernamentalmente
inviable”. Los teóricos de la política y los gestores, administradores
y gobernantes no se han pronunciado, de manera suficiente, acerca
del significado de este juicio. Por vía de reducción, la biopolítica sí
puede o podrá manifestarse al respecto. En este contexto la vida debe
ser entendida independientemente, aunque no indiferentemente, del
Estado, régimen, nacionalismo, entre otros.

La filosofía que subyace al pensamiento político de la modernidad, pero


por extensión también al de la Edad Media, es la del determinismo,
el reduccionismo o el fatalismo, todos los cuales implican una noción
negativa de la acción humana. En rigor, este tipo de pensamiento existe
ya desde las semillas mismas de la civilización occidental, cuando se
produce la fusión entre Grecia, Roma y Jerusalén. Ser occidentales
significa ser reduccionistas y deterministas. Como quiera que sea,
quisiera insistir en esta idea: la dignidad de la política consiste en la
dignidad misma de la acción humana (praxis; eupraxein), pero con
ella, más allá de ella, en el reconocimiento del valor absoluto (ab-soluto)
de la vida. La acción consiste, sencillamente, en la capacidad (más que
en la posibilidad) de tomar el destino en sus propias manos, esto es,
en la capacidad para hacer emerger situaciones, tiempos, momentos
que anteriormente no existían. Con una particularidad fundamental,
a saber: y es que si bien el imput (de la acción) siguen siendo los seres
humanos, por primera vez en la historia de la humanidad, el output ya
no son los propios seres humanos, sino la naturaleza en su conjunto. En
otras palabras, la acción humana se valida, se contrasta y se legitima, por

203
Carlos Eduardo Maldonado

primera vez, por y gracias a la naturaleza. Esto es, al cuidado de la vida


en general en el planeta, no sola y no ya principalmente la vida humana.

En este contexto cabe referirse al concepto de enacción de F. Varela,


que no es sino la traducción en el plano de la ética de lo que en el plano
de la biología ha identificado perfectamente como la autonomía. No
existe un equivalente en la física al concepto biológico de autonomía,
o al concepto filosófico de libertad como an-arché. La acción –o enac-
ción–, es el modo mismo de existencia de los seres y de los sistemas
vivos. En otras palabras, los sistemas vivos son tales en virtud de la
autonomía –con respecto al medioambiente, o más radicalmente, con
respecto a la física. Dicho negativamente, esta idea puede expresarse
de tres maneras distintas pero equivalentes, así:

• Los sistemas vivos desacatan a la física (neguentropía)


• Los sistemas vivos resisten a la física y al medioambiente (homeo-
resis y homestosis)
• Los sistemas vivos son no-algorítmicos

Estas tres expresiones negativas pero significativas pueden ser dichas


de forma positiva o afirmativa de forma simple y directa: la vida pro-
duce más vida y sólo quiere vivir más; más y mejor; y por eso mismo
crea el tiempo –es tiempo.

En fin, es preciso empezar a pensar en términos de vida, algo que la teoría


y la filosofía políticas normales o predominantes, ignoran por completo.
No en vano, la acción, la enacción, la cooperación o la adaptación supo-
nen un marco teórico muy específico: el estudio de la evolución –latu
sensu. Vale la pena, por tanto, detenerse en este punto un instante.

El concepto de evolución, como lo hemos visto, es clave para el análisis


de los fenómenos políticos; concepto que surge y se consolida en el
siglo XIX (Gould, 2004, La estructura de la teoría de la evolución),
cuando, en efecto, se piensa en un problema fundamental, que es el
cambio, debido a que, empíricamente, suceden acontecimientos como
los siguientes: nacen las nuevas ciencias sociales –como la sociología,
la psicología y la antropología–; se descubre el pensamiento oriental
gracias a las nuevas traducciones al alemán y al inglés de antiguos tex-

204
Política+Tiempo=Biopolítica

tos en palí y en sánscrito; tiene lugar el terremoto de Lisboa, que por


ejemplo tanto preocupó a Voltaire; nacen los nuevos estados europeos;
se produce la independencia de las colonias españolas; la geología ha
sido ratificada como una ciencia fundamental que amplía de manera
fundamental las escala de tiempo en la tierra; en fin, se consolida la
revolución industrial. En términos históricos, podemos decir que se
busca una explicación de esos procesos, y en general, de una naturaleza
o sociedad tan cambiante, lo cual implica una filosofía del movimiento.
De hecho, todo el siglo XIX está marcado por el debate, estructural
y determinante entre el gradualismo y el catastrofismo (dejo aquí de
lado, deliberadamente al fijismo, una posición que muere por la puerta
de atrás en la historia de la cultura y de las ideas).

La filosofía del cambio se expresa a través de estas dos vertientes


en debate, el catastrofismo –representado específicamente por G.
Cuvier– y gradualismo –representado por Darwin–; toda la ciencia,
la política, la cultura y la sociedad en el sentido más amplio e inclu-
yente del siglo XIX gira alrededor de ese debate. Hay que decir, por
lo demás, que la teoría de la evolución es una teoría catastrofista pero
que fue interpretada por Darwin y presentada en público como una
teoría gradualista por razones extra-científicas: Darwin vivió durante
la época Victoriana (exactamente la misma que, por otra parte, estudia
Foucault en el primer tomo de la Historia de la sexualidad). Darwin
vivía en la Inglaterra Victoriana, un período extremadamente conser-
vador, en toda la línea de la palabra, un período de control y vigilancia.

El gradualismo habla de cambios evolutivos de primera vía, cambios


cíclicos, periódicos, regulares. En otras palabras, pequeños cambios
acumulativos. Se trata de cambios imperceptibles, pues es a través de
la acumulación que se genera un gran movimiento. La teoría de Darwin
–que es en rigor la teoría de la evolución por medio de la selección
natural– se refiere a que el input de los cambios es la selección, y el
output es la adaptación, todo lo cual explica a la dinámica evolutiva.
Este esquema es el que explica por qué aquellas especies que son más
aptas son las que tienen más ventajas de permanecer y sobrevivir
al adaptarse. La teoría de Darwin57 termina por imponerse a otras

57 Ahora bien, claramente el origen de la selección natural no explica el origen


de la vida.

205
Carlos Eduardo Maldonado

teorías por razones extra científicas, precisamente porque acoge el


gradualismo. El catastrofismo será interpretado por el siglo XIX como
una filosofía radical y extremista, en cualquier acepción de la palabra.

El catastrofismo, por su parte, sostenía que hay cambios que pueden


ser pequeños o imperceptibles a partir de los cuales ocurren hechos o
cambios súbitos e inesperados en gran escala, tales como, por ejem-
plo, la desaparición de los dinosaurios hace sesenta y cinco millones
de años. El catastrofismo nace a partir del estudio de la geología, la
cual conoce esencialmente grandes cambios súbitos, estructurales;
justamente, geológicos (la unidad de tiempo básica de la geología
es el millón de años; de suerte que los geólogos comienzan a contar
a partir del millón de años; menos de un millón de años son escalas
temporales que no les incumben directamente). “Catástrofe” en este
caso no tiene carga negativa, sino que se refiere al cambio súbito e
inesperado de gran magnitud, independientemente de que se haya
incubado durante mucho tiempo a partir de pequeños e imperceptibles
procesos de acumulación. El principal representante del catastrofismo
fue G. Cuvier (1769-1832), trabajando en la geología.

A la postre, en este debate, la vertiente triunfadora fue la del gradua-


lismo y la esperanza entonces de “que las cosas cambien para que todo
siga igual”. Política y jurídicamente, el gradualismo corresponde al
reformismo –y ulteriormente al institucionalismo. Por el contrario, el
catastrofismo se corresponde con el llamado a revoluciones radicales
y estructurales. Políticamente, ejemplos del catastrofismo en el siglo
XIX fueron los socialistas franceses, el marxismo y el anarquismo, a
pesar de las diferencias entre ellos.

En un mundo crecientemente integrado y altamente sensible en varias


escalas, modos y esferas, como el actual, lo que suceda en un orden –
económico, político, social, etc.– afecta a los demás ordenes; de manera
directa o indirecta. Esto es lo que se conoce como efecto mariposa y
que da lugar a la teoría primero, y a la ciencia luego, del caos. una de
las ciencias constitutivas de las ciencias de la complejidad, la primera
que, de manera expresa, pone de manifiesto que carece de sentido
hacer predicciones, puesto que a mediano y a largo plazo los fenóme-
nos se vuelven crecientemente impredecibles. Toda la estructura de la

206
Política+Tiempo=Biopolítica

racionalidad epistémica y filosófica desde Platón y Aristóteles estalla


en mil pedazos, al respecto, gracias a la obra pionera de E. Lorenz, el
padre del caos. La buena ciencia de punta ya no busca predecir, sino
explicar, comprender los fenómenos. Lo que sucede es que cuando una
comprensión o explicación están bien logradas, entonces como valor
agregado, cabe elaborar predicciones. Pero se trata de predicciones que
se van corrigiendo permanentemente en el tiempo, de acuerdo con la
evolución de los acontecimientos. Los científicos elaboran entonces
escenarios para explicar los fenómenos que ocurren. En el caso de la
complejidad, estos escenarios se llevan a cabo mediante modelamientos
o simulaciones. El tema verdaderamente apasionante aquí es que no
hay una única explicación de aquello que hace a un fenómeno complejo.
Por el contrario, encontramos una explicación es a través de la adap-
tación, otra por la presencia de atractores extraños, otra en función de
las redes y conexiones que definen a un sistema, y otra más debido a la
importancia del tiempo, por ejemplo.

Pues bien, en la ciencia política tradicional y dominante hoy en día


(mainstream science) el Estado era/es monolítico, no se cuestionaba
su necesidad y adicionalmente era todopoderoso. Para decirlo con
Hegel, el Estado “es la razón en la tierra”. Ello se expresa, de manera
particular, por ejemplo, a partir de temas conocidos suficientemente
por politólogos y abogados, en el sentido de que el Estado es el único
que puede declarar una guerra, llamar a los ciudadanos a conformar
las filas de los militares, define soberanamente o en acuerdo con sus
vecinos los límites de sus fronteras, y demás.

De esta visión surgen y se arraigan conceptos tales como que el Estado


es intemporal, la corporación y la empresa permanecen, y en cambio
las personas pasan, son transitorias. Recientemente, gracias a la
sociología y la antropología llegamos a comprender que incluso –y
fundamentalmente– las instituciones piensan, las instituciones son
voraces. Lo son, notablemente, en aquellas decisiones –las llamadas
grandes decisiones–, que implican vida y muerte, y vida y muerte en
gran escala y sobre grandes conglomerados humanos. Una traducción
desde la sociología de la idea hegeliana anterior es la de U. Beck, y
que corresponde al Estado-contenedor: todo es posible dentro del
Estado, nada es posible por fuera suyo. Notoriamente, todo es posible

207
Carlos Eduardo Maldonado

en acuerdo con la ley, y nada es posible por fuera suyo. El Estado y


el derecho (positivo) –dos caras de una sola y misma moneda– son,
así, eminentemente autorreferenciales y tautológicos.

Ahora bien, el fenómeno temporal por excelencia son los seres vivos,
pero ¿posee la vida un fundamento? La respuesta es afirmativa: el
fundamento de la vida es la diversidad, que epistemológicamente
puede clasificarse como diversidad genética, biológica (natural) y
cultural. La biopolítica es política que se asienta gracias a la pers-
pectiva evolutiva (= filosofía del cambio), que tiene como pivote
determinante el cuidado y el posibilitamiento de la vida, y cuya
condición de posibilidad consiste, precisamente, en la diversidad
de ésta. Debe ser posible una politeia para el sistema más complejo
por excelencia: los sistemas vivos y su diversidad; es decir, debe ser
posible una defensa de la vida o una búsqueda de la vida con herra-
mientas políticas, en el marco del mundo, de la ciencia y de la acción
contemporáneos. Faute de mieux, esta política se dice biopolítica.
Y entonces, la biopolítica es política de tiempo, político con tiempo,
entendiendo la expresión como tiempo a largo plazo –a bastante
más largo plazo que lo que la propia historia pensaba, gracias a la
afortunada expresión de Braudel. Al fin y al cabo, la historia, en
el sentido primero de la palabra comienza y termina en la escala
humana; en cambio, la ecología, la geología y la biología tienen
tiempos inmensamente más amplios y profundos que sobrepasan
con mucho la escala estrictamente humana. La biopolítica aprende
la larga duración no tanto de la historia cuanto que de estas otras
tres ciencias: la biología, la ecología y la geología.

Aristóteles afirmaba que el logos del bios era el ethos; sin embargo,
dicho ethos no tiene connotación normativa. En el sentido griego an-
tiguo, el bios puede explicarse por medio de la política o de la retórica.
En cuanto al primero, se refiere a la politeia, en los términos tanto
de Aristóteles como de Platón; en cambio, justo después de Platón y
de Aristóteles, a partir de Demóstenes y los romanos, toda la ciencia
política tradicional se ha desarrollado como politiké dado que su
fundamento es la institucionalidad y la gobernabilidad. Digámoslo
en términos fuertes aunque con lenguaje filosófico: toda la política
pivota en torno a, y es fundada justamente a partir de, la idea del Ser

208
Política+Tiempo=Biopolítica

–no del devenir–, con lo cual se abren las puertas de par en par para
una concepción estática, conservadora de la vida social en general.

Por su parte, en la retórica, el bios no es objeto de demostraciones


sino del convencimiento; de allí la importancia de la teoría de la argu-
mentación, y los usos y artificiosidades del lenguaje. En este esquema,
no hay que olvidar un tercer elemento que oscila entre la retórica y
la politeia como logos del bios politikón: la poética. Pero esta es una
cuestión que debe quedar aquí simplemente enunciada pues sobrepasa
la finalidad de este estudio.

No en última instancia, es importante atender al hecho de que la vida


es un fenómeno que no se ve (con los ojos): por el contrario, se la
concibe, se la imagina. Nadie ha visto la vida como tal. La conocemos
experienciándola y a través de actos imaginativos o de ideación. El es-
tudio, el cuidado, el posibilitamiento, la gratificación y la exaltación de
la vida no se funda, por tanto, en el primado de la percepción natural.
He aquí un contraste colosal con respecto a la episteme y las relaciones
con el mundo de toda la historia anterior. Por el contrario, la vida es
aquel fenómeno que concebimos, o que acaso experienciamos desde
adentro (a través de entropatía, Einfühlung) es el bios griego el que nos
interesa, que implica que cada persona toma el destino en sus manos
y que consiste esencialmente en una historia que se hace bien o trata
de hacer bien (eupraxein). Pero también, que cada quien se reconoce
como una interface entre sí mismo(a) y el tejido o la trama entera de
la vida, la cual es esencialmente inacaba e indeterminada. Pensar la
vida consiste entonces en indeterminar –el mundo y la naturaleza, la
realidad y el universo–, puesto que los sistemas vivos son esencialmente
indeterminados, y es eso lo que define exactamente a la evolución, en
un plano, y a la historia, en el otro.

Digámoslo de manera puntual y precisa: la vida no existe como sus-


tancia independiente. El tipo de vida que supone, afirma o implica a
la percepción natural es la zoe, que es, simple y llanamente, la vida
como animalidad, ese tipo de vida que se expresa de manera acaso
más cósica o cosificada58. En otras palabras, el individuo que es el

58 En rigor, los más recientes estudios y descubrimientos ponen de manifiesto


que existe cada vez menos una diferencia u oposición entre el bios y la zoe,

209
Carlos Eduardo Maldonado

fundamento mismo de la vida social (= política) no es una circuns-


tancia. Parodiando a Sartre, “lo importante no es lo que han hecho
de mí, sino lo que yo hago de mí con lo que han hecho de mí”. El
punto de partida es la facticidad de la existencia, y esto se aplica
tanto para una persona como para un grupo. Los seres vivos crean
posibilidades, de allí la diferencia entre biología y física, porque la
segunda no tiene posibilidades, mientras que la primera sí. Entonces
una politeia del bios es una política en la que vemos cómo surgen
y se crean posibilidades, constituyéndose en un acto político (=
biológico, en el sentido ya elaborado en este libro). En esto consiste
el aprovechamiento de la complejidad y la posibilidad misma de la
cooperación.

Dicho en otras palabras: la función de la mente consiste en respon-


derle al mundo y a la naturaleza, abriendo nuevas posibilidades antes
inconcebibles o inimaginadas. La mente es creadora de realidades.

4.11. Campos, problemas


y posibilidades de la biopolítica

4.11.1. Problemas de la biopolítica

La bibliografía sobre biopolítica es cada vez más amplia. Sin em-


bargo, se trata, en todos los casos, de autores y textos que tienen
una comprensión perfectamente distinta de la que aquí y en otros

y que, en realidad, todo el conjunto de la vida comparte los mismos atributos,


rasgos o propiedades que tradicionalmente se pensó que eran exclusivamente
humanos. Así, desde los humanos hasta los primates, desde estos hasta los
cordados, desde los mandibulados hasta las hormigas, y ulteriormente en las
bacterias mismas, notablemente, existen menos diferencias que lo usualmente
considerado. La flora y la fauna, y también las bacterias, poseen conciencia y
autoconciencia, comportamientos (behaviours), y no ya simplemente conduc-
tas, y procesan información de manera parecida, y en algunos casos, incluido
de forma bastante mejor –evolutivamente hablando–, que los propios seres
humanos (la cultura). Algunas referencias al respecto pueden encontrarse en:
Mancuso, Viola (2015), Chamovitz (2012), Hart (2013), Gross and Vallely
(2012), Wohlleben (2016). He trabajado estos temas en (Maldonado, 2016d)
y Maldonado (2015).

210
Política+Tiempo=Biopolítica

textos hemos esbozado. Los autores más destacados son: Foucault,


quien es el padre del concepto, Agamben, Negri, Hardt, Esposito,
Zizek, Héller y Feher, y en cierto modo, gracias a los textos de estos
autores, retrospectivamente, también H. Arendt. No obstante, una
búsqueda cuidadosa en las bases de datos permite ver que existen
también una abundante literatura al respecto, y no únicamente con
base en los países tradicionales de la materia (Francia e Italia).

Quisiera detenerme por un momento, aquí, en Foucault. En rigor,


el concepto de “biopolítica” aparece en la obra del autor francés en
muy pocos lugares. Lo que él hace es, en cierto modo, elaborar una
teoría del biopoder. Pero sí existe un punto en el que coincido con
su obra: la defensa de la sociedad y la crítica a los lineamientos del
poder disciplinario. Lo que podemos designar como el desarrollo de
la teoría del biopoder lo logra Foucault a través de la genealogía del
poder a lo largo del siglo XIX. Para este autor, el poder no siempre
está atravesado por el Estado, sino que afecta todos los espacios de
la vida humana. En una palabra, el biopoder es el ejercicio del poder
sobre el cuerpo humano, los placeres, en fin, la vida, y se encarna
justamente en tanto que micropoderes –prácticamente ubicuos.

Desde esta visión, el Estado de guerra no implica necesariamente


acción de guerra, pero sí el montaje de dispositivos de control, panóp-
ticos, de vigilancia, disciplina y encerramiento (o confinamiento), de
exclusión y segregación. Un aspecto importante es la idea de que las
leyes son trampas de los vencedores en los conflictos de la historia y
en torno al poder. Pero si ello es así, el objetivo de la revolución debe
ser, en Foucault, el de la supresión de las leyes de los dominantes, lo
que significa que el poder puede provenir desde abajo. Es claro que
el autor quiere desentrañar una genealogía del poder. La historia
ha sido siempre la de quienes vencen, lo cual referencia sólo a una
parte de la realidad, indicando que la historia de los vencidos no
aparece por ninguna parte. Los historiadores mienten porque pre-
sentan sólo una cara de la moneda. Precisamente por ello sugiere
como herramienta para la comprensión de la historia la archivística
y el cruce entre los saberes oficiales y los saberes escondidos de la
sociedad y la historia.

211
Carlos Eduardo Maldonado

Como quiera que sea, la biopolítica de Foucault es una propuesta


negativa, en el sentido de que es una actitud reactiva frente al poder,
analizándolo como poder difuso, que si bien no es ya posible de loca-
lizar dentro del Estado, porque supera sus fronteras, debe y puede ser
analizado en términos de microfísica. El poder total no existe porque
está –siempre– fraccionado, así quiera aparecerse como sólido e in-
diviso. De este modo, más radicalmente, de lo que se trata de develar
no es una genealogía del poder, sino, mejor aún, una arqueología
del poder; una arqueología de las relaciones de poder, analizando la
historia de los vencidos –la historia de los anormales y diferentes,
finalmente, los parias de la sociedad.

Son dos las razones que fundan el poder: el imperio del Derecho y la
normatividad: Esto significa que en el mundo occidental la preocupa-
ción se centra en la existencia de la ley; es decir, el objetivo central es
la creación de leyes para vivir, en lugar de vivir. En términos griegos,
se trata de la imposición del nomos sobre el ethos, esto es, del control
externo (acaso finalmente interiorizado) sobre la propia capacidad del
individuo o de la sociedad para vivir acorde a su propia razón. En el
tránsito de la Grecia arcaica a la Grecia clásica, asistimos también a
la historia del autós-nomos dejando muy atrás, casi históricamente
irrecuperable, a la autos-arché. Existe un abismo semántico y vivencial
cuando se retrocede del arché al nomos, o cuando, inversamente, se
avanza del nomos a la arché. Vale decirlo de manera precisa: cuando
se vive en y bajo el dominio del nomos, la vida ha dejado de ser un
disfrute, un gozo (hybris; o acaso también, pathos). Los otros terminan
controlando mi propia vida –de mil modos distintos.

Pues bien, esta situación se origina en el tránsito entre el mundo grie-


go y el romano, y nace propiamente con la consolidación de Roma,
que es cuando se normaliza el ethos, produciéndose una clasificación
entre el mundo privado y el público. Roma es el triunfo de la politiké
y la derrota de la politeia. Esta tendencia se consolida y se despliega
con la Edad Media, y se proyecta, a través del liberalismo filosófico,
en la Modernidad –hasta nuestros días Frente a este estado de cosas,
la alternativa propuesta por Foucault consiste en el uso inteligente
de los placeres, el ejercicio de la arqueología, la crítica de la sociedad
panóptica; en fin, en una palabra, en la defensa de la sociedad.

212
Política+Tiempo=Biopolítica

Este es exactamente mi punto de divergencia con Foucault. La biopo-


lítica –política modo complejo–, se enfoca en la vida, no ya simple-
mente en la sociedad. Fundamental como es, la sociedad termina, en
ocasiones haciendo la vida invivible (L’enfer, c’est les autres –una idea
expresada en Sartre pero que en realidad se remonta a H. Barbusse).
La sombra de Luhmann, y con él, Habermas, ronda al pensamiento de
Foucault, a pesar de sí mismo. La de Foucault es, ulteriormente, una
filosofía del sujeto exactamente en la mejor tradición de toda la filo-
sofía francesa desde Descartes. En su obra, Foucault parte del estudio
del sujeto y al final retorna al mismo, a propósito de sus reflexiones
en torno a Kant y la Ilustración.

En efecto, los romanos fundan una racionalidad no tocada ni alte-


rada hasta hace muy poco, en la que se impone el valor de la norma
sobre el de la vida. A la luz de esta comprensión, el derecho penal se
erige como el núcleo de todo el sistema de derecho positivo, como la
instancia fiscalizadora, policiva de la vida y de la dignidad humana,
sobre el cuidado del derecho a la propiedad privada. Si antes existían
ya los policías del alma, ahora se explayan, adicionalmente, como
administradores del espíritu humano. Lo que sucede a través de esta
historia es que se produce una juridización de la vida en todas sus
escalas y dimensiones; de la vida, de la dignidad humana. Nada existe
sin la ley y nada existe por fuera de ella. Para muchos, un mundo al
margen de las leyes es simplemente inconcebible. Posteriormente
asistimos a la penalización de la acción social, que no es sino la
última etapa del encerramiento y proscripción del espacio público.
El poder, o mejor, el biopoder no se argumenta, ni se debate, sino
que se ejecuta, se ejerce. La historia del Derecho es la historia de la
legitimación del poder o de la guerra. Y toda esta es la historia de la
sociedad liberal, esto es, la historia del capitalismo –fundado en la
Res -la Cosa, literalmente; es decir, la propiedad–, y perfectamente
miope, tartamuda o paralítica frente a la vida misma, la vida plena,
la vida antes que la Cosa.

En la Modernidad, el papel del derecho penal oscilará a favor del de-


recho civil. Y en nuestros días, ulteriormente, alrededor del derecho
constitucional. Pero el derecho penal seguirá dominando, como el
sistema de cloacas, del biopoder.

213
Carlos Eduardo Maldonado

La juridización de la existencia humana trae como consecuencia


que la misma no puede modificarse si la norma misma no lo per-
mite, y queda supeditada a la normatividad y todos sus aparatos y
dispositivos. Sin embargo, los análisis de Foucault no se reducen
al derecho (positivo). El derecho, mejor, la juridización de la vida
se complementa con la medicina, y más exactamente, con la bio-
medicina. De esta suerte, la medicalización del cuerpo humano, de
las experiencias humanas implica, desde el punto de vista teórico,
el triunfo de los saberes experimentales; y desde el punto de vista
práctico, la contundencia del biopoder. La epidermis de este cuadro
general son todas las tecnologías aplicadas a la vida, tecnologías de
control y de medicalización de la vida humana. Como se aprecia,
sin dificultades, el diagnóstico es impecable. Pero, como muchas
veces en la vida, muchos critican al médico y le echan la culpa del
diagnóstico; usualmente en la primera de las fases de la crisis o la
enfermedad. La gran dificultad es que Foucault mismo no dispone
de ninguna receta, tratamiento o pronóstico. Su labor se limita a lo
que es en verdad, hoy por hoy, la medicina: un conjunto de saberes,
prácticas y técnicas –sostenidos, entre otros, por la enfermera, el
laboratorista, el experto en imágenes diagnósticas, el radiólogo, el
patólogo mismo, las diferentes terapistas, y en la que la última voz,
basada y posibilitada por aquellos, es la del propio médico.

La biomedicina y el derecho son, pues, las dos caras de la misma


moneda y lo humano no existe por fuera de esas dimensiones. El
nacimiento ya no es una experiencia humana sino clínica, al igual
que la muerte; la sexualidad o la enfermedad, la salud o el disfrute
del tiempo libre, notablemente, quedan circunscriptos a aquellas
dos disciplinas, y al cabo del tiempo, terminan echándole o bien la
culpa o bien la responsabilidad de la salud o de la libertad al propio
individuo, y ellas terminan pasando inmaculadas, como si nada. Pero,
exactamente en esa medida, la muerte y el nacimiento, la enfermedad
y la salud, la sexualidad y el disfrute del tiempo libre, particularmente,
son experiencias jurídicas, legales y médicas.

En síntesis, el biopoder es el poder sobre la vida y la muerte de las


personas –y sobre sus experiencias más personales, más íntimas, más
constitutivas. Los verdaderos vigilantes del poder y la vida son los

214
Política+Tiempo=Biopolítica

médicos (y en general toda la esfera médica) y los abogados (esfera


jurídica). El ejercicio del poder es guerra, lo cual define a la cultura
humana (= occidental) como una cultura enferma. Vivimos un estado
permanente de guerra, y el lenguaje mismo es de lucha (“derrota de
la enfermedad”, “la lucha por la existencia”, etc.).

Este es, grosso modo, el panorama de la “biopolítica” modo Foucault.

En la tradición liberal, los principales autores que se ocuparon


de la ética y la moral, o también de la filosofía moral, sostuvieron
siempre que el problema del ethos era de racionalidad discursiva.
Pero sostener algo semejante es olvidar que en la Grecia antigua el
dialoguein era un problema agónico. Lo agónico del ethos sufrió
una variación perjudicial cuando el ethos se redujo a normas. Como
quiera que sea, permanece constante un problema: el ethos hace
referencia al problema de la vida y la muerte. Y a través del ethos,
el tema de fondo es el bios –jamás el tanathos. En la Grecia antigua,
arcaica, el ethos era un asunto de vida o muerte, no simplemente
discursivo; por ejemplo, argumentativo. Con el tiempo, todo el
problema se dislocaría en el estudio de, y las estrategias en torno
a, las funciones del lenguaje. Por ejemplo, más recientemente, en
los actos del habla, los perlocutivos, ilocutorios, performativos, y
demás. Y en los grandes obispos de la sociedad liberal, los Rawls,
los Habermas, y esos otros.

Si la gente normal cree que la inteligencia es inteligencia algorítmica,


en este mismo sentido, la retórica se identifica con la propia inteligen-
cia. Terminamos haciendo cosas con palabras, y las palabras terminan
siendo las cosas mismas. Pues bien, “la cosa misma” en últimas, es
la vida misma.

4.11.2. Campos y posibilidades de la biopolítica

Dado que la biopolítica, esto es, la política modo complejidad, se


define no por los conceptos, temas y problemas tradicionales del pen-
samiento político, sino que, en el mejor de los casos supedita aquellos
al foco de todo su interés y trabajo –el cuidado, la gratificación, la
exaltación y el posibilitamiento de los sistemas vivos–, puede decirse

215
Carlos Eduardo Maldonado

sin dificultad alguna que la biopolítica se encuentra exactamente en


la misma longitud de onda que los derechos humanos. Mientras que
la política de suyo no sabe de derechos humanos –aunque sí puede
ocuparse de ellos–, la biopolítica hace de los temas y problema de
derechos humanos la base de todas sus elaboraciones. Así, por ejem-
plo, el estudio de los temas y problemas de corrupción, los de justicia,
injusticia y equidad, los de institucionalidad, soberanía y demás, se
supeditan a los de derechos humanos y son vistos y comprendidos a
la luz de estos59,60.

Quiero sostener una idea fuerte. La biopolítica es el tipo de “política”


que corresponde a una nueva fase histórica de la sociedad humana.
Me refiero, en el contexto de la globalización, al tránsito de la so-
ciedad tradicional, fundada en los sectores clásicos de la economía
–primario, secundario y terciario–, a la sociedad del conocimien-
to con su fundamento material, la economía del conocimiento, y
también a la sociedad de redes. El pensamiento normal en materia
económica y política afirma que los países se dividen en produc-
tores y en consumidores. Creo que esta clasificación no es precisa,
ya que, adicionalmente, existen los países reserva, que son los que
tienen una riqueza que les otorga una enorme importancia de cara
al futuro. Estos países son, fundamentalmente, aquellos reunidos
en lo que cabe designar como el grupo B-17 (los diecisiete países
megadiversos), gracias a su conformación natural, grupo integrado
por: de África, Madagascar, el Congo y Suráfrica; de América: Brasil,
Colombia, Ecuador, Estados Unidos, México, Perú y Venezuela; de
Asia: China, Filipinas, India, Indonesia y Malasia; finalmente, de
Oceanía: Australia y Papúa Nueva Guinea. Como puede observarse,
la totalidad de Europa queda por fuera, la inmensa mayoría de los
países de la Ocde, y Japón.

La sociedad del conocimiento surge a finales del siglo XX y comienzos


del XXI. De acuerdo con Castells, se trata de la transición del capi-
talismo pos-industrial al capitalismo informacional, transición que

59 Para un ejemplo de cómo los derechos humanos permiten nuevas luces sobre
los temas de corrupción, véase Maldonado, C. E., (2003).
60 Cfr. Maldonado, C. E., Hacia una fundamentación filosófica de los derechos
humanos, Bogotá, Ed. Universidad del Rosario, 2010 (3ª Ed.).

216
Política+Tiempo=Biopolítica

tiene lugar como la única alternativa que tenía el capitalismo si quería


seguir existiendo. Gracias a la economía del conocimiento se produce
una fuerte clasificación en la historia de la sociedad humana, así: de
un lado se encuentran las sociedades cuya existencia y desarrollo
se deriva de los sectores tradicionales de la economía (agricultura y
ganadería, manufacturas e industria, y el sector servicios) y, de otra
parte, aquellas sociedades que han comenzado el tránsito hacia la
sociedad del conocimiento, cuya economía depende esencialmente
de la producción de conocimiento, en toda la línea de la palabra. De
acuerdo con varios estudios e informes da la Unesco, las sociedades
más violentas en el mundo son aquellas que dependen de los sectores
más atrasados de la economía. Pues bien, los sectores industriales
más destacados de la sociedad de conocimiento son la educación, la
I & D, las tecnologías de punta, la informática, las telecomunicacio-
nes, la industria farmacéutica, la robótica y la industria aeroespacial,
principalmente. Naturalmente, estos sectores industriales tienen
subsectores y varias ramificaciones, que varían, hoy por hoy, de un
país a otro. Las economías más promisorias hacia futuro son aquellas
que dependen del conocimiento, que lo promueven y se fundan en el
mismo. Correspondientemente, sociedades que hacen del conocimien-
to su principal forma de vida y de relación, son las más promisorias
hacia futuro. La política internacional, las relaciones internacionales
y la propia economía clásica y neoclásica se ven aquí fuertemente
retadas frente a los nuevos desarrollos en curso.

El conocimiento es el único bien –o digamos, uno de esos muy pocos


bienes–, que si se entrega o se comparte no nos hace más pobres o con
menos posesiones. Por lo general sucede todo lo contrario: cuanto
más lo compartimos y lo distribuimos, más rico se hace cada quien.
Este rasgo desplaza radicalmente todo el énfasis tradicional de la
economía acerca de la posesión o no de los medios de producción, y
pone en evidencia, por lo demás, que la sociedad del conocimiento
no es ya, para nada, un rasgo exclusivo y eminente del sistema capi-
talista. El conocimiento, que es la vida misma, nos enriquece cuando
nos abrimos a otras formas del mismo, y cuando lo distribuimos, de
manera generosa. Al fin y al cabo, por primera vez, el conocimiento
no es de nadie ni de círculos exclusivos o privilegiados: Por primera
vez el conocimiento es de todos; es, si se quiere, un bien común.

217
Carlos Eduardo Maldonado

Pues bien, es exactamente en éste último contexto como cobra im-


portancia política, económica, cultural y científica el descubrimiento
de la biodiversidad.

En verdad, en la economía política del conocimiento a escala global,


lo que se encuentra en juego hacia el futuro es el dominio, o mucho
mejor aún, el conocimiento y la gestión sobre los recursos naturales.
La política en el mundo de hoy es geopolítica, es decir, dicho grosso
modo, relaciones internacionales y política internacional. Pero dado el
hecho de que la biodiversidad es un capital de reserva para la huma-
nidad que determina las acciones de los Estados, las transnacionales,
los pueblos y los ejércitos a nivel mundial o regional, lo que se produce
es una situación perfectamente apasionante. La complejidad de la
política no es, sencillamente, otra cosa que la conjunción entre geopo-
lítica y biopolítica. Esta circunstancia novedosa no ha sido apreciada
por parte de los politólogos tradicionales debido a que lo que se ha
hecho hasta ahora es un análisis a partir de la lógica clásica, lo cual,
como ya queda señalado, si bien nos permite evidenciar el mérito de
los análisis coyunturales, es un poco más defectuosa en el análisis de
tendencias que son las que nos permiten proyectar acontecimientos
o anticipar eventos. Y manifiestamente no ha sido considerada en
absoluto por parte de los teóricos de la “biopolítica” (modo Foucault
y sus seguidores y derivaciones).

La condición básica para hacer ciencia es material. Esta condición


es, en un caso, la física, y en otro caso, en el de las ciencias sociales
y humanas, la economía. Pues bien, quiero sugerir que la división
económica y política –es decir, la conjunción entre geopolítica y
biopolítica– está expresada en términos de recursos naturales. La
vida no sólo atañe al ser humano. Los temas acerca de los recursos
naturales, es decir, de la vida, conciernen por igual a toda forma de
vida posible en el planeta. Sólo que este lenguaje exige ser mejorado
y hecho más científico: no hay vida en el planeta, sino que el plane-
ta mismo está vivo, y esta vida se denomina, gracias a los trabajos
pioneros de Lovelock y de Margulis, Gaia. Y en la perspectiva de los
pueblos andinos, se trata de la Pachamama; en el caso de los pueblos
indígenas de México, Tonanzin. De Gaia depende nuestra subsis-
tencia. Tal es el más acuciante, fundamental y significativo de todos

218
Política+Tiempo=Biopolítica

los temas y problemas políticos. El pensamiento político clásico no


podía verlo. Pero ahora, una vez que lo hemos comenzado a obser-
var, ese pensamiento tradicional no es ya suficiente para formular
y abordar escenarios de acción, de pensamiento, de organización y
de decisiones centradas en torno a la vida. Una vez más: este es el
espacio propio de una política de complejidad que se designa como
política de vida: biopolítica.

Digámoslo de manera simple y directa: cualquier conflicto, cualquier


enfrentamiento con la naturaleza los llevan perdidos los seres huma-
nos; y por tanto los sistemas sociales, económicos o culturales que los
hacen posibles. La naturaleza no admite, en absoluto, una relación
de diferencia, como oposición o de contradicción. La naturaleza exige
y permite al mismo tiempo, en contraste, una relación de armonía e
integración. Eso, justamente: de vida.

Dada las interdependencias en gran escala, las sensibilidades en di-


versos órdenes, en fin, para decirlo de manera rápida, dado el efecto
mariposa, la división establecida por la economía entre países viables
y no viables sufre ahora una ruptura. La biopolítica afirma, gracias a la
ecología, que la suerte de unos será también la suerte de otros, y que
la salvación de unos habrá de implicar, necesariamente, la salvación
de otros. Es esto lo que significa el hecho que vivamos un mundo di-
ferente de suma cero. Los recursos pasan a ser un factor derivado de
la función, la economía, las políticas y la vitalidad del conocimiento
(= sociedad del conocimiento).

Ello no obstante, es imperativo atender al mismo tiempo al milenaris-


mo expresado desde diversas fuentes desde el llamado primer mundo.
De acuerdo con este llamado angustioso, trabajamos activamente en
contra del calentamiento global y a favor de la naturaleza o bien toda
la humanidad desaparecerá inevitablemente. De manera tradicional,
las élites de cada época siempre han identificado el final de su época
con el final del mundo mismo. Manifiestamente que vivimos un mundo
diferente de suma cero, pero ello no significa, en manera alguna, que
la historia de la humanidad coincida, plano por plano, con la historia
de los poderes industriales más destructivos del planeta. La crisis de
los países industrializados y su destino no coincide, para nada, con el

219
Carlos Eduardo Maldonado

destino entero de la humanidad. Creer lo contrario es una clara señal


de milenarismo61.

Colombia, como varios de los países de economía media y de relativo


desarrollo económico y social, entró en la sociedad de la información
muy recientemente (2001), pero Colombia y algunos de estos países se
encuentran aún lejos de la sociedad del conocimiento. Una ilustración
de estos países puede verse, por ejemplo, en el grupo de países Civets
–una clasificación que emerge en el año 2013–: Colombia, Indonesia,
Vietnam, Egipto, Turquía y Sudáfrica. A propósito del conflicto co-
lombiano, este tiene tres momentos: El primero que es el origen –La
tierra–, el segundo –la droga–, y el destino –los recursos naturales–.
Así, de lo que se trata es de integrar geopolítica con biopolítica en una
sociedad del conocimiento que gira en torno a la biodiversidad. No
puede haber paz verdadera de espaldas al cuidado de la naturaleza.
Una paz de espaldas a la naturaleza es una paz simplemente humana;
por el contrario, una paz que atienda, frontalmente, al medioambien-
te es paz, además, con la naturaleza misma, una idea bastante más
radical que los simples dispositivos jurídicos y militares del asunto.

Es cierto que la agenda internacional estaba compuesta, por lo menos


hasta el 11 de Septiembre del 2001, por los temas de narcotráfico, de dere-
chos humanos, de ética y de medioambiente. Pero después de los sucesos
del 9-11, la agenda se ha reducido a los temas relativos al terrorismo y el
narcotráfico, y permanece inalterada hasta la fecha. Más allá de los ava-
tares de E.U. y de Europa, más allá de los nuevos fenómenos y procesos
políticos alrededor del mundo. Al respecto, y notablemente de cara a la
complejidad de la política, no sobrará nunca recordar la distinción entre
la formulación de la agenda internacional y el control de la misma, hasta
la fecha. Estados Unidos siguen controlando la agenda internacional –a
pesar de China, Rusia, Irán o la Unión Europea, por ejemplo.

Gracias a los avances espectaculares de la ciencia y el conocimiento


en general, estamos pensando, por primera vez en muchos siglos, en
escalas temporales, y debemos siempre aprender a pensar en escalas
temporales, de alta densidad. Notablemente, la ciencia en general ha
comenzado a enseñarle al mundo a pensar en términos inter y transge-
61 Una mirada inteligente al milenarismo puede apreciarse en (Cohn, 2015).

220
Política+Tiempo=Biopolítica

neracionales. Pues bien, si pensamos en escalas temporales magníficas


podemos ver que la riqueza a futuro está en temas como el agua y la
diversidad genética, o la conquista del fondo submarino o la conquista
del espacio exterior, en la búsqueda de energías alternativas, o en
las posibilidades que la proteómica puede traer, para mencionar tan
sólo algunos ejemplos. Dicho de manera sucinta: podemos aprender
a pensar como la naturaleza. Existen evidencias sólidas de que este
modo de pensar –y de vivir– tiene hitos importantes e inescapables.

Es evidente que la guerra significa debilidad, en absoluto implica forta-


leza. Precisamente por ello, mientras que la política clásica, una de cuyas
expresiones más recientes es el biopoder, sólo sabe de guerra, la biopo-
lítica, es decir, la política modo complejidad, deja de ser polemología,
para trabajar de frente y en toda la línea los temas de vida y de paz. Así,
la biopolítica es pathología –política del pathos mismo de la vida, de la
existencia– el emocionar de la vida misma, que es el inicio de la joie de
vivre. Si anteriormente fuimos formados en la lógica de la guerra fue
porque pensamos tan sólo en el modo del indicativo. Esto, es por ejem-
plo, en la señalización del diferente o en la acusación del sospechoso,
todo lo cual se traduce en una atmosfera maniquea y delacionista que
cree ver enemigos en todas partes. No obstante, recientemente, hemos
aprendido que es posible pensar en las lógicas no clásicas, por ejemplo,
en lógicas del subjuntivo. Se trata, manifiestamente, del trabajo entorno
a las lógicas no-clásicas (Maldonado, 2003)62, y que sin embargo debe
quedar aquí al margen, por razones de espacio.

La idea de base de las lógicas no-clásicas, sin embargo, no es difícil:


existe un pluralismo lógico, y por consiguiente, un pluralismo de sis-
temas de verdad. Mejor aún, otros mundos son posibles, lógicamente
hablando. Antes que pensar en realidad, las lógicas no-clásicas nos
enseñan a pensar en posibilidades.

Ejemplos de las lógicas no-clásicas son la lógica modal y multimodal,


la lógica del tiempo, la lógica difusa y las lógicas polivalentes, la lógica

62 Cfr. Maldonado, C. E., “Por qué hay múltiples lógicas?, en: Zero. Quince,
Universidad Externado de Colombia, segundo semestre 2005, pp. 112-117, y
“Lógica de contrafácticos y relaciones internacionales”, en: Oasis, Universidad
Externado de Colombia, 2005, pp. 6-18. Cfr. (Maldonado, 2016c).

221
Carlos Eduardo Maldonado

paraconsistente y la lógica de la relevancia, la lógica libre, la lógica


intuicionista, la lógica cuántica, la lógica de la ficción, la lógica eroté-
tica, la lógica de contrafácticos, entre varias otras. Como se aprecia,
se trata de un panorama novedoso y sugestivo que se encuentra lejos
aún del conocimiento habitual acerca del mundo y del conocimiento63.

El ejercicio de pensar lo político en el contexto de un mundo complejo


implica, y al mismo tiempo se facilita con, el uso de las lógicas no clási-
cas. Pero esto es culturalmente difícil ya que la política en general no es
del dominio de lo obvio. Más exactamente, la lógica subyacente a todas
las teorías, la filosofía y los modelos política habidos hasta la fecha es
la lógica formal clásica, la cual es eminentemente binaria o dualista. O
una cosa, o lo otro. La eficacia y la eficiencia son expresiones del modo
indicativo de pensar y en este caso la vida se reduce a representaciones,
ya que sólo nos enseñaron a conocer pero no a pensar. Las capacidades
de pensar con la ayuda de la lógica formal clásica quedaron agotadas
hace mucho tiempo, cultural e históricamente hablando.

No obstante, cabe, adicionalmente, la posibilidad de pensar en otros


modos que en el indicativo; así, por ejemplo, en el subjuntivo, o en el
condicional –y ello equivale a pensar en mundos posibles, en mundos
probables. Entre pensar y conocer hay un abismo que tenemos que
vencer, pues de él depende la posibilidad de ver la vida, que no cabe
ser concebida, en absoluto, en términos perceptuales o representati-
vos64. El desarrollo de la biopolítica implica el uso de por lo menos una
lógica no clásica, lo cual implica introducirle al mundo posibilidades
de vida, de paz en medio del conflicto y la violencia. Pero la paz misma
tampoco debe ser una finalidad en sí misma, ya que acudiríamos al
llamado kantiano de la paz perpetua, que no garantiza la vida, sino, la
niega. La paz perpetua, cabe recordarlo, es la paz de los cementerios.
La paz es simple y llanamente la más idónea de las circunstancias
para que la vida misma se haga posible y cada vez más posible. Es el
mejor de los medios, pero no un fin en sí mismo. El fin, queda dicho,
es la afirmación y la exaltación de la vida.

63 Actualmente trabajo en un libro sobre sistemas sociales y lógicas no-clásicas, en


el que no solamente se presentan y discuten las lógicas no-clásicas, sino, además,
se estudia su relación para la explicación y comprensión de los sistemas sociales.
64 Cfr. Maldonado (2017).

222
Política+Tiempo=Biopolítica

En el pensamiento político contemporáneo se busca, no sin razón


desde diversos ángulos y/o con varias finalidades, repolitizar la so-
ciedad y despolitizar la política. Pensar lo político había sido pensar
la acción social local. La noción de biopolítica tiene, en contraste,
una carga liberadora. El principal desestabilizador de la política es
el mismo Estado, por acción u omisión. En contraste con el Estado,
han aparecido nuevos actores sociales, a escala local, nacional y
mundial. Estos grupos nacen de la noción de empoderamiento de
grupos minoritarios como fuerzas no indiferentes, pero sí indepen-
dientes del Estado. Categorialmente hablando estos nuevos actores
sociales son conocidos como nuevos movimientos sociales y nuevos-
nuevos movimientos sociales (Díaz Muñoz y Luengo González, 2016).
Los nuevos movimientos son aquellos que emergen entre los años
1960 hasta finales del siglo XX. Por su parte, los nuevos-nuevos
movimientos sociales aparecen entre finales el siglo XX y lo que va
corrido del siglo XXI.

Asistimos, hoy en día, a una desarticulación de la política, por ejemplo


en la forma de crisis de los partidos políticos, un fenómeno que es
universal. O bien en la forma de crisis del sistema electoral. Pero estas
crisis no son un problema sino un síntoma. Asistimos globalmente al
desmembramiento de la política. La política tradicional que conocía-
mos tiende a desaparecer porque no ha dado respuesta al problema del
sufrimiento humano. Dicho sin más, asistimos al ocaso de la politiké. Y
con ella, el final de todo el proyecto político de la civilización occiden-
tal, es decir, el proyecto del convivio y de la construcción de mundos
sociales –modo occidental.

La política se relaciona con la acción colectiva a gran escala, pero


de tal manera que no elimina la acción local; sin más, asistimos así
a la complejización de la política. Si somos bios politikón es porque
actuamos, nos relacionamos, y como sabemos que sólo quien actúa
es político porque toma el mundo en sus manos y lo hace posible,
lo que tenemos entonces entre manos es la idea no de un mundo
cualquiera, sino del mundo que hace posible la vida. Un mundo
común para todos, en y con diferencias, grados, matices, diversidad
y pluralidad. Si la política viene de la condición humana, ¿cómo
producir una acción a gran escala?

223
Carlos Eduardo Maldonado

Surge aquí una diferencia fundamental en la historia de la huma-


nidad. Anteriormente, el input de la acción es el ser humano y el
output es el propio ser humano. Hoy y hacia el futuro, el input es el
ser humano pero el output es la vida en general del planeta (Gaia, la
Pachamama). Por primera vez el output de la acción humana, ya no
es la acción humana misma. Lo determinante hoy es este output. La
acción colectiva, acción eficaz y acción a largo plazo adquiere, de esta
suerte, una connotación y un significado perfectamente novedoso y
sorprendente. Por decirlo en términos de Platón y de Aristóteles: la
política (politeia) adquiere así una alta dignidad, puesto que es la
forma de vida política la que nos distingue de los animales, dicho en
el lenguaje de los griegos antiguos, algo que, como queda visto arriba
en este libro, es en realidad una expresión ambigua y ambivalente a
la vez. De cara a la vida en general y sobre la base de la naturaleza, la
pregunta clásica acerca de lo específico de los seres humanos carece ya
de sentido. El tema ahora, por el contrario, es lo común que tienen los
seres humanos con el resto de la naturaleza. Así, por ejemplo, pensar
en términos genéticos pone en evidencia que es mucho más lo que
compartimos que aquello en lo que el ser humano difiera de otras es-
pecies animales, de las plantas o de otros sistemas vivos, por ejemplo.

La política en relación con dinámicas no-lineales puede acudir a la


teoría de la acción colectiva, como a un redireccionamiento de lo hu-
mano mismo a partir del reconocimiento de que lo que se encuentra
en juego ya no sólo es la vida humana, sino la vida en general sobre
el planeta. Desde este punto de vista, es posible una toma de distan-
cia fuerte con respecto al individualismo ontológico. Frente a este
individualismo, es posible una acción humana a gran escala. Para
decirlo en términos de las ciencias cognitivas: es posible que muchas
mentes individuales den lugar a una mente colectiva, sin que por ello
se supriman o se eliminen las mentes individuales. Este es un motivo
de reflexión magníficamente político. La acción colectiva de que aquí
hablamos no suprime la acción local, la supone.

Con una sorpresa total: en la economía de la naturaleza, el gorrón –


que define al problema mismo de la acción colectiva–, es el propio ser
humano. Pero ello se debe fundamentalmente al peso de la cultura, la
tradición y la civilización (occidental). Occidente convirtió a los seres

224
Política+Tiempo=Biopolítica

humanos en gorrones, a partir del momento mismo en que los situó


en la cúspide de la pirámide de la evolución –una creencia errónea con
consecuencias nefastas, al cabo, para la supervivencia de la especie
humana. Si cabe la expresión, si hay algo que la naturaleza aborrezca
es a los gorrones.

Sin metáforas, hemos aprendido la importancia de la inteligencia


de enjambre (swarm intelligence), una de las disciplinas o áreas de
las ciencias de la complejidad. Podemos aprender a pensar como la
naturaleza. La biopolítica, es decir, la política modo complejidad,
pone claramente en evidencia a plena luz el día, sobre la mesa, que
la preocupación principal consiste en descubrir lo común, y no ya lo
específico, que los seres humanos tienen con la naturaleza, y a través
suyo, con el cosmos o el universo entero.

En síntesis, tenemos dos órdenes temporales distintos. De un lado,


la escala temporal que los seres humanos tienen en el mundo de la
vida, cuyo alcance máximo es de veinte años (una generación). Esta
escala marca un tipo de acción bien determinada. De otra parte,
aparecen escalas temporales de gran envergadura; en el marco de la
sociedad del conocimiento se plantean programas inter y transgene-
racionales, a la manera, por ejemplo, como los aztecas y los mayas
construyeron su calendario solar, como los egipcios construyeron
las pirámides o los chinos la Gran Muralla, por ejemplo. La preocu-
pación por las posibilidades de la vida exigen, de entrada, proyectos
concebidos en términos ya no solamente inter y transpersonales,
sino, más radicalmente, transgeneracionales. La política se com-
plejiza en virtud misma del tiempo–natural, ecológico, geológico
(según se prefiera).

4.12. Geopolítica y biopolítica

El agua está en vías de extinción; el aire se hace un bien precioso en


númerosos lugares del mundo; desde Santiago de Chile a México, DF.;
desde Madrid hasta Pekín, por ejemplo; hay deforestación acelerada, y
el ecocidio es un hecho evidente, numerosas veces verificado. Al mismo
tiempo, se produce un calentamiento de la tierra. Los océanos se con-

225
Carlos Eduardo Maldonado

taminan cada vez más y las aguas dulces se privatizan o se polucionan.


Los polos se derriten a velocidades vertiginosas. Existen símbolos in-
equívocos que nos indican que lo que está en juego es la vida de Gaia, o
de la Pachamama. La política de gran escala se cruza y se refuerza con
las políticas de escala local; las escalas temporales de gran magnitud
suponen y afirman escalas inmediatas, eficientes y eficaces. Esta es una
novedosa circunstancia en la historia de la familia humana, y se precisan
políticas que correspondan a este estado de cosas y a otros semejantes
y conexos. En fin, al cabo del tiempo se ha acuñado ese término fácil y
mediático pero científicamente débil del antropoceno, para sintetizar
los fenómeno anteriores, y varios más. Dicho en lenguaje abstracto,
los seres humanos son asesinos de la naturaleza; pero, en términos
precisos, se trata de esa estructura mental y estilo de vida fundados en
el crecimiento económico, el desarrollo económico, el crecimiento del
mercado, la preocupación por una mayor productividad, la obsoles-
cencia programada, el hiperconsumo, en fin, la pérdida de la soberanía
alimentaria, por ejemplo. En términos precisos: el asesino de la natura-
leza es el capitalismo –cuya historia se remonta a los orígenes mismos
de la Modernidad, antes incluso que el Renacimiento (Klein, 2009).

Si en el plano de las noticias sobre el mundo el pesimismo ronda en


los temas económicos y financieros, en los asuntos militares, en cues-
tiones de medioambiente, en aspectos políticos (como la corrupción
galopante), en el terreno jurídico con la impunidad hacia los grandes
ladrones de cuello blanco, o en informaciones policivas acerca de la
connivencia de ésta con el mundo del delito, por ejemplo, la verdad
en materia de ciencia es completamente diferente.

Existe mucha y muy buena investigación alrededor del mundo y los


avances son, o bien puntuales y minimalistas, o bien impresionantes
y de grandes saltos en numerosos campos. En medicina y ciencias
de la salud se hacen progresos vertiginosos en cuestiones de una
sola generación. Hay numerosas enfermedades que vienen siendo
acorraladas y otras derrotadas, permitiendo a los pacientes ganar
enormemente en esperanzas y expectativas de vida.

En temas relacionados con bioquímica y nanotecnología, los avances


son consistentes y nos han permitido tener una mejor comprensión

226
Política+Tiempo=Biopolítica

de todo el universo bacterial y viral arrojando nuevas luces sobre sus


estructuras y procesos.

En matemáticas, un área acaso espesa, existen avances teóricos y


también experimentales que tienen y tendrán enormes repercusiones
positivas en el dominio práctico en un futuro previsible a mediano y
largo plazo, y hemos ampliado las fronteras de comprensión y cono-
cimiento acerca de las dimensiones de la realidad.

En el campo de la física, uno de los más consentidos de las ciencias,


ha habido avances que nos acercan, como nunca antes había sucedido,
al conocimiento del cerebro, a la estructura de la materia, en fin al
origen de este universo.

Con el reconocimiento explícito de que cada avance se enlaza a muchos


otros campos en otras ciencias y disciplinas con implicaciones que
en ocasiones aún no comprendemos muy bien pero que se antojan
prometedoras y manifiestamente no de tono desalentador.

Existen equipos de investigadores y científicos, y presupuestos de


investigación como nunca antes los había registrado la historia de la
humanidad, y todo, ciertamente, en medio de penurias o de dificultades
financieras.

Las redes de cooperación y de aprendizaje se fortalecen, y equipos de


naciones distintas y ajenas aprenden los progresos que suceden en
otras geografías gracias a la celebración de conferencias, congresos y
seminarios, o bien a las redes virtuales –en internet–, todas muy activas.

Aunque no sea un fenómeno necesariamente de masas, nuevas gene-


raciones de niños y jóvenes se van adentrando en la apropiación de
nuevos lenguajes, de nuevas interpretaciones, de nuevas herramientas
y técnicas de trabajo. Internet ha permitido que numerosos textos
estén al alcance de quienes buscan, leen y trabajan. Textos que son en
muchas ocasiones imposibles de conseguir en sus versiones análogas.

En materia de tecnología se producen avances sólidos y vertiginosos


que hacen la vida cada vez más cómoda, que apuntan hacia revolucio-

227
Carlos Eduardo Maldonado

nes conceptuales, en fin, que contienen aristas de nuevas realidades


anteriormente inimaginables.

Las revistas se multiplican en todas las direcciones, y cada vez más


libros están disponibles en versiones digitales ampliando de forma
magnífica numerosas bibliotecas, muchas de las cuales caben en
USBs o en discos duros, y no son pocos quienes se van haciendo así a
bibliotecas que en términos físicos costarían una fortuna.

La verdad es que la humanidad en general va ganando en la ad-


quisición de más y mejor información, de más y mejor educación,
de más y mejor ciencia. Las épocas de poca luz en el conocimiento
van quedando atrás, y vamos ganando en luces, en matices, en gra-
dientes, en luminosidades plurales. La vida se va haciendo mejor
y más rica.

La dificultad es que estos y otros avances en ciencia en el sentido


más amplio y generoso de la palabra no ocupan los primeros planos
y titulares en la gran prensa de todos los días. Los avances en ciencia
y conocimiento suceden, si se quiere, de forma subterránea o velada.
En la superficie prima el pesimismo y el desasosiego, pero en las aguas
más profundas hay mucha vitalidad.

Toda la tarea, por así decirlo, es de divulgación de los avances en ciencia


y tecnología, y de apropiación social del conocimiento. Un asunto que
ciertamente no es lineal ni mecánico.

A la base de la sociedad la dominan con incertidumbres y miedos.


Miedos e incertidumbres, acaso, estratégicamente producidos y ges-
tionados, y ello si apelar necesariamente a teorías de la conspiración.
Al fin y al cabo la incertidumbre y el miedo generan en numerosas
ocasiones pasividad e inmovilismo.

Una mirada cuidadosa a las ciencias y disciplinas evidencia mucha


vitalidad, lo cual es señal indudable de optimismo. Es como si la
consigna de David Hilbert –un prestigioso matemático del siglo XIX-
XX– renaciera de las cenizas: “Debemos conocer, vamos a conocer”,
una consigna enunciada en 1930 y que, al cabo, describe su epitafio.

228
Política+Tiempo=Biopolítica

La verdad es que la comunidad científica es cada vez más interdisci-


plinaria, lo cual significa, dispuesta a ver y aprender lo que sucede en
otras casas del vecindario. Ello sin que la interdisciplinariedad pueda
decirse que es una actitud ampliamente triunfante y dominante en la
educación y las disciplinas. Existen aún poderosas fuerzas en contra
de la interdisciplinariedad y enfoques próximos y semejantes.

Contra todas las apariencias, vivimos tiempos de mucha vitalidad


en el conocimiento. Y encontramos entonces un motivo adicional de
esperanza. Sólo que hay que escalar, por así decirlo, esas montañas. Y
traer a los valles y a las orillas lo que allí sucede y se produce, a fin de
llenar de mayores contenidos la calidad y la dignidad de la existencia
de cientos, miles, millones de seres humanos.

El optimismo existe, pero hay que trabajarlo. Justamente por ello,


vale la pena recordar la clasificación de las civilizaciones elaborada
por N. Kardashev.

De acuerdo con Kardashev todas las civilizaciones se dividen en tres.


Una civilización tipo I es aquella que ha logrado controlar la energía
de la estrella más cercana, ha logrado una unidad planetaria y se dis-
pone a conquistar una galaxia próxima. Una civilización de tipo II se
caracteriza porque ha logrado controlar la energía de la galaxia, han
alcanzado niveles de longevidad grandes y se apresta a conquistar
el resto del universo y las galaxias más cercanas. Una civilización de
tipo III controla el principio de la ecuación de Planck, la relatividad
de Einstein, utiliza la energía del universo y ha logrado un desarrollo
espiritual magnífico.

Pues bien, esta clasificación –presentada aquí de forma resumida y


simplificada deliberadamente–, sirve para hacernos caer en la cuenta
que somos una civilización de tipo 0. Somos una civilización fraccio-
nada, que vive de la energía de otros sujetos como nosotros, se nutre
de las demás eslabones en la cadena de la vida, no tiene noción de sí
misma como una unidad, y se enfrenta a un cuello de botella acerca
de las fuentes de energía reales, posibles, disponibles y los planes y
programas al respecto. La sociedad humana se hace posible al costo
del trabajo y explotación de otros seres humanos.

229
Carlos Eduardo Maldonado

Grosso modo, la nuestra es una civilización, si así se puede llamar,


que está estructurada en las siguientes grandes unidades, a partir
de lo que precede: El grupo del G-7 (+ 1), los miembros de la Ocde
(24), el B-17, y los demás.

A partir de una lectura crítica y creativa de Klare (2003), es perfecta-


mente posible que la biopolítica se imponga sobre la geopolítica, lo cual
significa una redefinición de la política en general (politiké y politeia).
Es cierto que el futuro de los conflictos globales y el problema de la se-
guridad estará relacionado con la guerra por los recursos, pudiendo ser
éstos renovables y no renovables. Pero, ¿la sociedad del conocimiento
no requiere del consumo excesivo de recursos? Parece contradictorio
debido a que si se aspira al potenciar una sociedad del conocimiento,
así mismo se tiende al consumo de mayores recursos. Pero si ello es así,
¿cómo potenciar a la sociedad para que se de cuenta que está en juego
la vida y que está en manos de los agentes distractores como los medios
de comunicación? Este el núcleo del problema de las relaciones entre
política y no-linealidad, un tema que apenas se abre, cuidadosamente,
ante la mirada reflexiva.

4.13. Política y episteme

De acuerdo con Castoriadis (2004), la política tiene una episteme.


Recordando el Político de Platón, la idea determinante que quiero
rescatar aquí es que el político como pastor y como tejedor no tienen
absolutamente ningún sentido, en el marco de la biopolítica; esto es,
en el marco de la sociedad del conocimiento y de la sociedad de redes.
Quizás, más bien, cabe la opción del político como aquel que tiene la
episteme. Sólo que esta episteme debe ser entendida en el horizonte
aristotélico que establece, por analogía, que la ética no existe; sólo exis-
ten hombres éticos. En otras palabras, antes que idealizar “la” política
y “lo” político –una idealización acaso platónica–, la idea aquí es que
ella no es distinta a quien se interesa por ella, la piensa, la lleva a cabo.
Dicho en lenguaje contemporáneo, lo contrario sería pura ideología.

Esto quiere decir que la preocupación por la política no es distinta a


la pregunta por quién es el político. El universo de la política coinci-

230
Política+Tiempo=Biopolítica

de con el cuidado del alma (epimeleia tes psyches). Por lo tanto, la


acción política no es causada, en ninguna acepción de la palabra; es
autárquica (arché), es decir, ella misma establece el fundamento y
la condición de sí misma. Con H. Arendt, por ejemplo, vale recordar
que la acción es un karma, lo cual significa que la existencia es el re-
sultado de las acciones que se llevan a cabo, tanto como que la acción
misma inaugura horizontes que son por definición impredecibles.
La inmensa mayoría de los seres humanos no actúan, reaccionan;
en el mejor de los casos, se comportan –están aconductados. Están
reducidos, así, a objetos físicos. Vivir, por el contrario, significa
construir horizontes nuevos, y lanzarse hacia ellos. Culturalmente
el concepto de vida no se ha involucrado, porque hasta la fecha sólo
se reduce a la supervivencia.

Una observación puntual importante se impone aquí. Quien se lanza


en la construcción se los horizontes que ve, con los que sueña o que
avizora, es el joven, independientemente de la edad cronológica. Así,
la biopolítica hace seres humanos jóvenes –cargados de optimismo,
ilusión y esperanzas.

Volviendo a Castoriadis, Platón define al político como el epistemón, lo


cual indica que no es un solo hombre el que debe gobernar la ciudad.
La noción del político como pastor es liberal, aunque puede remontarse
al pensamiento hebreo, y esto significa que quien gobierna es el que
prescribe la ley, la sigue y la cumple y también, la hace cumplir. Entre los
griegos gobernar consiste en dirigir una nave que va a la deriva y quien
la dirige la sostiene para que no se vaya a pique. Gobernar consiste en
llevar la nave a buen puerto evitando que haga agua. Incluso el puerto
carece de importancia; al fin y al cabo, una nave se debe a las aguas, no
a los puertos. Si quien gobierna es el pastor, ello significa que él es de
naturaleza diferente a los que dirige; en este caso el político es aquel
que obedece las leyes, lidera. Así las cosas, el político es el fundamento
mismo de la heteronomía.

El político también es quien teje, pero tejer es una buena praxis, por
lo tanto no es el que dirige. La praxein hace referencia al buen vivir,
qué hacer, qué decisiones tomar, cuándo callar y cuándo hablar. La
política no consiste en gobernar, en la búsqueda o conservación del

231
Carlos Eduardo Maldonado

poder, o en legitimar instituciones. Bien entendida, la política es


politeia, es la manera como la vida se hace posible, es decir cómo
cada quien se relaciona con el otro, con el mundo, consigo mismo y
en el marco amplio e indeterminado de la naturaleza. Es hacer de la
vida un problema común, lo cual significa que todo lo que le suceda
al otro es mi problema por que nadie se salva ni se condena solo, y
todos construimos conjuntamente el destino común.

Quiero insistir, para terminar, que es posible pensar la política y


lo político en otros términos, distintos a poder, potencia, fuerza,
estado, masa, estructura –conceptos eminentemente newtonianos
y fisicalistas.

La idea que puede extraerse de Castoriadis, pero que no se encuentra


de manera explícita en su obra, es que el político es, sencillamente,
aquel que sabe y puede gobernar (kybernein) su propia vida, en me-
dio de, y con los demás, a pesar incluso de los demás, en medio de la
naturaleza, una naturaleza que no puede controlar ni dominar pero
sin la cual no puede existir ni hacerse posible. El político es quien,
en la metáfora griega, puede mantener su barco a flote, aun cuando
ande a la deriva, pues en cada caso el puerto de partida es distinto y
no es necesario que coincida con el puerto de llegada. También los
barcos, como los propios seres humanos, andan a la deriva y yerran.
Una nave se debe a los mares, no a los puertos, análogamente a como
quien se debe a sus sueños, esperanzas, y horizontes. Un ser humano
libre no sabe de temores o miedos.

4.14. Biopolítica o politeia

La política no es un saber, no es un discurso, sino una actividad (pra-


xis) que implica en el contexto del mundo contemporáneo, diferente
de las épocas anteriores de la humanidad, una acción colectiva; en los
marcos de un mundo diferente de suma cero, altamente integrado e
interdependiente, se trata por tanto de una acción a gran escala.

El concepto de política pública nace después de 1945, luego del acuerdo


de Yalta, y mas exactamente en los años 1950. Se trata de la política

232
Política+Tiempo=Biopolítica

definida desde el Estado, en el marco de la Guerra Fría, y a partir del


concepto de enemigo. Su propósito era el de mostrar las fortalezas
propias y la debilidad del otro. Actualmente, sostengo, es un anacro-
nismo hablar de políticas públicas. Mejor, el concepto mismo debe
ser repensado, pero con él, se trata de repensar lo político mismo, el
hecho, por ejemplo, de que el Estado destruye, pero al mismo tiempo
conserva. En fin, lo que hoy se dice como políticas públicas es el en-
foque o la perspectiva ciencia, tecnología y sociedad (CTS). En otras
palabras, el conocimiento se sitúa en el vértice y el eje de todas las
reflexiones y (pre)ocupaciones es la sociedad, no ya el Estado.

La política es el medio para lograr un fin: engrandecer, exaltar, grati-


ficar, hacer cada vez más posible, y dignificar y llenar de contenidos
a la vida. El problema de la política es que ella y sus instrumentos
se convirtieron en un fin en sí mismos. La biopolítica trata de devol-
verlos, por así decirlo, a su condición como medios. Esto significa
una ruptura con la ciencia política tradicional –en toda la línea de la
palabra, y que define exactamente tanto a la teoría política como a la
filosofía política. Precisamente por ello, la política que toma distancia
de la ciencia clásica o de la ciencia normal, toma como referente a
las ciencias de la complejidad –ciencia revolucionaria (en el sentido
kuhniano de la palabra, a la fecha).

Lo único que es fin en sí mismo es la vida: el cuidado de su calidad,


su dignidad, en fin, igualmente, el entorno (medioambiente) de la
vida. De la vida humana, tanto como de la vida en general sobre el
planeta; de la vida conocida tanto como de la vida tal-y-como-podría-
ser-posible. De esta suerte, la biopolítica es aquella instancia que sitúa
en el centro a la sociedad civil, y la complejidad misma de la sociedad
civil radica en el concepto de civilidad.

Hay diversos campos que, hoy, intentan comprender y explicar la


política, pero hay una incongruencia en el sentido matemático de la
palabra, entre ellos. Estos campos son:

1. La ciencia política, nace a partir de las políticas públicas;


2. La filosofía política, que nace en la modernidad, como reflexión
de segundo orden sobre la política.

233
Carlos Eduardo Maldonado

3. La teoría política, que surge en el curso del siglo XX debido a la


preocupación por problemas que sobrepasan el espacio de una
sola disciplina.
4. Los estudios políticos, que se componen de múltiples disciplinas
que pretenden abordar problemas que no son posible resolver
desde un solo campo del conocimiento.

En los tres primeros casos, el tema, los enfoques, la metodología,


son de tipo reduccionista, lineal, determinista. En el cuarto cam-
po la política y lo político pueden ser abordados en relación con
sistemas, problemas, fenómenos y comportamientos no-lineales.
De allí la necesidad imperativa de elaborar aproximaciones inter y
transdisciplinarias.

La preocupación por el bios politikón exige, hoy, y de cara hacia el


futuro, pensar en términos de la vida humana y la vida en general
sobre el planeta, esto es, de diversidad. Tal es, en su sentido primero
y literal el sentido de la biopolítica: política modo complejo.

4.15. La lucha por la libertad


en la sociedad del conocimiento

El mundo de los datos invadió a la vida de los individuos, llenándolos


de información antes imprevista, o bien transformando para siempre
sus vidas. Lo que atávicamente se llamó el derecho a la intimidad parece
haber quedado en una mera declaración formal. La verdad es que, sin
que las personas lo sepan, sus teléfonos inteligentes, tablets o compu-
tadores les toman fotos en determinados momentos, en la búsqueda
de algunas páginas sin que ellos lo sepan; o existen sistemas de bases
de datos que saben exactamente dónde se encuentra alguien, cuáles
han sido sus recorridos, con quiénes se ha encontrado, y tienen todo
el historial disponible en cualquier momento, sin que los usuarios lo
sepan; o que existen sistemas inteligentes –por ejemplo “aprendizaje de
máquina” (machine learning)–, que conocen perfectamente el historial
de las búsquedas, acaso de las adquisiciones, las preferencias de todo
tipo, y por tanto los perfiles psicológicos, emocionales y comportamen-
tales de cada quien. La vida parece destino.

234
Política+Tiempo=Biopolítica

La intimidad parece un concepto arcaico, de antes de la era de los


datos. De antes de la inteligencia artificial, de la vida artificial, y de
la robótica en cualquiera de sus manifestaciones. De cuando apenas
había computadores, así, y antes de los clusters y los hubs informáti-
cos. En fin, de antes de cuando grandes empresas y el propio Estado
descubrieran y decidieran hacer uso de la computación y las bases
de datos colosales.

Los individuos se han convertido en conjuntos de datos, datos que no


pesan absolutamente nada, pueden acumularse fácilmente, pueden
compartirse y almacenarse, y cuyos fines no son generalmente públicos.
Gracias a las grandes bases de datos, cada quien es objeto de perfiles de
todo tipo que suelen ser analizados por psicólogos, expertos en com-
putación, analistas, ingenieros, expertos militares, estrategas y otros
campos afines y próximos. La conquista de Roma, de la división entre
el derecho privado y el derecho público ha desaparecido por la puerta
de atrás. Todos somos hoy virtualmente públicos.

Hay ocupaciones en las que es inevitable ser públicos; esto es, que
buena parte de la información esté disponible a la luz de cualquiera.
Los profesores, por ejemplo. O los periodistas y hasta los médicos,
por ejemplo. Basta con cruzar diferentes bases de datos –por ejemplo,
WhatsApp, Facebook, Google y otros –sencillamente con minería de
datos, o bien con otros procedimientos más sofisticados– y se tendrá
la información que virtualmente se desee sobre alguien. Nadie parece
escapar de este destino.

El crecimiento de los datos, y por tanto, de la información, es un


fenómeno sin igual, que jamás se había visto antes en la historia de
la humanidad. Literalmente, a través de los teléfonos inteligentes,
los computadores personales, las cámaras, los diferentes programas
de software, diariamente se crean 2.5 exabytes de información; esto
es, 2,5 x 1018 datos por día. Una cantidad impresionante. Correspon-
dientemente, se desarrollan grandes bases de datos, expertos en el
campo y nace un nuevo campo en la ciencia, con muchas extensio-
nes que permita gestionar, interpretar, manejar, predecir, etc., esos
conjuntos de datos. La propia ciencia cambió de manera drástica, y
con él, el mundo entero.

235
Carlos Eduardo Maldonado

De esta manera cabe distinguir cuatro clases de ciencia, así:

• Ciencia inductiva o empírica


• Ciencia deductiva o racional
• Ciencia computacional
• Ciencia basada en grandes conjuntos de datos

Las dos primeras formas corresponden a la ciencia clásica, la ciencia


de la modernidad. Correspondientemente, se hablaba de dos métodos
científicos: el método empírico o inductivo, y el método deductivo.
Ocasionalmente se habló de métodos mixtos, que son la combinación
de ambos. Esta es la ciencia de los siglos XVI al XX.

La ciencia computacional es ciencia que trabaja por modelamiento


y simulación. La importancia de los códigos y de la programación
es determinante. Se habla entonces, equivalentemente, de un tercer
método, que es justamente el modelamiento y la simulación. Cabe
decir, de manera puntual que los sistemas clásicos, simples y linea-
les pueden modelarse; pero sólo los sistemas complejos pueden ser
simulados. Esta es la ciencia de punta que abarca a los años 1980
hasta la fecha.

Finalmente, la ciencia basada en datos, es ciencia que recurre a pro-


gramas como Python, o R, para, sobre la base de la minería de datos,
manejar los conjuntos impresionantes de datos disponibles en cada
momento. No existe, absolutamente, ninguna clase de ciencia de punta
hoy que no esté implicada o bien que no atraviese por la ciencia de
grandes datos (big-data cience). Esta es la ciencia de los años 2000
hasta el presente.

El manejo de las grandes bases de datos requiere programas de procesa-


miento en paralelo que corren a través de decenas, cientos y hasta miles
de servidores simultáneamente. Mientras que en la escala cotidiana,
puede decirse que existe casi un computador por persona en países
desarrollados (grosso modo; sin ser exactos), en la misma escala, a
nivel médico, militar, financiero o científico se trabaja con decenas de
decenas de servidores en paralelo, al mismo tiempo.

236
Política+Tiempo=Biopolítica

Este panorama no es plano ni lineal. La verdad es que existe en el


mundo una profunda división digital, que implica inequidades de tipo
económico, educativo y social. La principal inequidad en el mundo
actual no es exactamente la del ingreso per cápita, sino la del acceso
a la información per cápita.

Al interior de Estados Unidos, al interior de la Unión Europea misma,


o al interior de la China, las divisiones digitales son enormes. Esto
es, el número de computadores por cada cien personas, de acuerdo
con datos de la ONU. A escala global, la división digital es enorme,
afectando principalmente a algunos países centroamericanos y del
Caribe, a Argentina y Bolivia en Suramérica, prácticamente toda el
África y el sur de Asia.

Así las cosas, es evidente que existe una correlación muy fuerte entre
quienes producen y/o manejan grandes bases de datos, y quienes
no logran hacerlo. Económica, política y socialmente existen fuertes
correlaciones al respecto. El poder aparece hoy por hoy cada vez más
centrado en el manejo de grandes bases de datos, y por tanto, en el
acceso a y el trabajo con grandes bases de datos.

Con una observación puntual: hoy por hoy nadie tiene problemas
con las bases de datos. Literalmente, las (grandes) bases de datos se
compran, se alquilan, se roban, se permutan. Lo determinante es el
manejo de las bases de datos. Existe un amplio y muy fuerte mercado
abierto y negro de bases de datos. Acceder a él es solo cuestión de
contactos y dinero. Punto.

La división digital hace referencia al uso de internet, al número de


computadores por cada cien habitantes, a la velocidad de navegabi-
lidad, a la capacidad de procesamiento de los computadores, en fin,
el libre acceso al internet. Mientras que hay países en los que se ha
declarado ya el uso de internet como un derecho fundamental –aná-
logo a la educación, al aire o al agua–, en muchos países cada quien
debe pagar por tener acceso a una cuenta propia, en algunos lugares
se debate acerca de la extensión del Wifi, y en algunas ciudades se
implanta el Wimax (internet gratuito a gran escala).

237
Carlos Eduardo Maldonado

No es ya suficiente, como en el esquema marxista tradicional, con


referirse a los medios de producción para establecer las relaciones
entre las clases sociales. Existen hoy por hoy, a nivel sociológico tres
clases de sociedades, y correspondientemente tres clases de econo-
mías; estas son:

• La sociedad de la información, cuya base material es la economía


basada en la información
• La sociedad del conocimiento, cuya base material es la economía
basada en el conocimiento
• La sociedad de redes, cuya base material son los tejidos infor-
macionales, computacionales y de datos disponibles en una
sociedad.

La era digital comienza, de manera puntual, en el año 2002, y entonces


los tres tipos de sociedades mencionadas se entrelazan en tres etapas
fuertemente entrelazadas que determinan factores sensibles como
calidad de vida, dignidad de la vida, democracia.

Las clases sociales se definen, hoy por hoy, en función del acceso
a, y el manejo de, las grandes bases de datos. Literalmente, lo que
define a una clase social con respecto a otras, es la información y el
conocimiento. Cabe hablar entonces de una economía política del
conocimiento que se ocuparía de la forma como la información o el
conocimiento en una sociedad: se produce, circula, se acumula, se
distribuye y se consume.

Ahora bien, lo que aparece a nivel micro como un destino individual


tiene sin embargo otros visos y alcances cuando se lo ve a nivel meso y
macro. Han emergido nuevos-nuevos movimientos sociales que saben
hacerle el juego a los controles políticos de la información.

Wikilieaks, Anonymous y numerosas otras organizaciones emergen


en el mundo en el contexto que precede. A nivel fenomenológico, cabe
hablar de la war-net.

Existen alrededor del mundo numerosos grupos pequeños perfecta-


mente entrelazados entre sí que participan de diversas maneras en

238
Política+Tiempo=Biopolítica

lo que políticamente puede llamarse como procesos de liberación de


información y con base en información. Se trata de grupos de perso-
nas a las que no los une ninguna ideología o religión en particular.
Mucho mejor, los une un conjunto de valores básicos que comparten
cabalmente; se trata de valores tales como verdad, transparencia,
igualdad, equidad, justicia, libertad, independencia, por ejemplo. Se
trata de equipos interdisciplinarios, conformados, sin embargo, con
base en ingenieros de sistemas, politólogos, juristas, economistas,
sociólogos, filósofos y periodistas.

La forma de trabajo es elemental. Casi siempre en casas –no en


apartamentos por razones evidentes–, se ubican varios servidores en
cadena y en paralelo, y dependiendo de las facilidades, los lugares y
los momentos, trabajan en hackeo. Hay que decir que el hackeo tiene
sólidos fundamentos éticos65. Técnicamente, se trata de la nética –que
estudia la relación del hacker con la red (internet).

Más allá de la apariencia de un juego digital que lleva el mismo


nombre, la war-net es un colectivo no formal de actores en la
sociedad de redes que trabaja con bases de datos, información y
conocimiento buscando diferentes finalidades: sacar a la luz públi-
ca información clasificada y vetada al gran público; ofrecer infor-
mación al público acerca de militares, políticos y gente del sector
económico y financiero; denunciar sistemas de corrupción; acusar
a dictadores y prófugos de la ley (delincuencia de cuello blanco);
develar mentiras y engaños por parte del sector gubernamental y
del Estado, por ejemplo.

Existen alrededor del mundo tres grandes válvulas de escape, perfec-


tamente diferentes entre sí; estas son:

• Juristas connotados. Es un principio de las democracias que los


juristas no deben revelar las fuentes de la información que dispo-
nen. Esto permite que determinados juristas de prestigio sirvan
como válvulas de escape para iniciar procesos jurídicos en países

65 P. Himanen, La ética hacker y el espíritu de la era de la información,


2001, Ed. Simbióticas; en Youtube, véase: https://www.youtube.com/
watch?v=y7dm7i4o0S4

239
Carlos Eduardo Maldonado

distintos a los de los delincuentes, dado que en los países de origen


no existen garantías suficientes para ello. El juez Baltazar Garzón
podría ser una válvula semejante.
• Periodistas bien identificados. Otro principio de las democracias
es que los periodistas no están obligados normalmente a revelas
sus fuentes de información. De esta suerte, algunos medios, al-
gunos periodistas críticos e independientes, por ejemplo, pueden
servir de válvulas de escape y como motores para la generación
de verdaderos movimientos sociales fundamentales en algunos
países.
• Profesores universitarios. Algunos académicos pueden ser de
importancia a la hora de revelar, o socializar alguna información.
Al fin y al cabo a los intelectuales no siempre les ponen atención,
y sin embargo, pueden contribuir a la socialización y clarificación
de determinados procesos, fenómenos y dinámicas.

La forma de organización y de trabajo varía en función de las capa-


cidades, los compromisos, las situaciones sociales o políticas en un
momentos determinado en un país dado. Lo cierto es que existen
encuentros, virtuales y personales, entre activistas de la war-net al-
rededor del mundo y los intercambios de información, aprendizajes
y experiencias son reales y fructíferos. Sin teorías de la conspiración,
y sin ánimos clandestinistas ni nada semejante. Pero con mucha
prudencia, inteligencia y sagacidad.

Alguna expresión estas dinámicas pueden verse también en: https://


war-net.org, una organización académica dedicada al estudio de los
imaginarios, lenguajes y representaciones de la guerra alrededor del
mundo, por ejemplo.

Técnica y políticamente el problema puede ser adecuadamente visto


como la lucha contra la encriptación. En el sentido más fuerte de la
palabra, el poder político consiste no simplemente en el manejo de
grandes bases de datos, sino, mejor aún, en la encriptación de la in-
formación. Esto es, el hecho de que hay una cantidad de información
codificada, cifrada –eso: encriptada–, de cuya encriptación justamente
dependen niveles de seguridad, tomas de decisión, acciones en una
dirección determinada.

240
Política+Tiempo=Biopolítica

La lucha por la libertad, contra los controles políticos de la información,


es exactamente lo que puede apreciarse en gente como J. Assange,
Wikileaks, los miembros de Anonymous, Chelsea Manning, E. Snow-
den, y tantos más, la mayoría de ellos anónimos, o de muy bajo perfil.
Deliberadamente.

El hackeo consiste en el rompimientos de los códigos que estructuran


el acceso a fuentes de información y el propio manejo de esas fuentes
y de esa información. Internet es un sistema que, a pesar de lo que
se diga, no puede ser (totalmente) controlado. No es inevitable, ni
tampoco es seguro que el encriptamiento sea el ganador definitivo
del juego. Cada vez más es evidente que los decriptadores toman la
iniciativa con mayor fortaleza. Científicamente hablando, la puerta
última del debate es la computación no tradicional, y en últimas la
computación cuántica.

Mientras tanto, nuevos movimientos sociales con aspiraciones políti-


cas fundamentales básicas, son posibles, se organizan y se fortalecen
alrededor del mundo. La plaza pública, que fue el lugar tradicional
de la política, se ha desplazado a internet: a lo que sucede allí, y a lo
que sucede a partir de la red.

La creatividad por parte de los nuevos partidos, movimientos y proce-


sos políticos y sociales alrededor del mundo es un imperativo. Pero con
ella, al mismo tiempo, el acceso a nuevos conocimientos, habilidades
y capacidades. La buena información y el buen conocimiento produ-
cen y/o potencian movimientos sociales y políticos, y nuevas formas
de organización social. Contra todas las apariencias, si bien es cierto
que el poder de los grandes medios de comunicación es ampliamente
dominante en la superficie, en las bases de los movimientos sociales
aparecen formas alternativas de comunicación que se traducen en
formas diferentes de organización. Esta es una historia que, en ver-
dad, apenas comienza. Pero apunta, como se aprecia sin dificultad, a
nuevas formas de implementar la política y de entenderla. De manera
implícita, existe una pre-comprensión de la vida y de los sistemas
vivos, aquí. Y es ella la que gatilla, por así decirlo a estos nuevos mo-
vimientos, más allá de cualquier pretensión de tipo ideológico.

241
5. Simetría y sistemas
dinámicos no-lineales

Como hemos apreciado y como es sabido por lo general, aunque no


de forma explícita y temática, toda la historia de la política, desde
la Grecia clásica hasta la fecha, ha sido la historia de profundas asi-
metrías. Asimetrías de información, asimetrías con respecto a los
medios de producción, asimetrías con respecto al gobierno y al poder,
asimetrías con relación a la economía en general, o con relación a los
sistemas de seguridad y de defensa, en fin, asimetrías con relación a
la definición de los más importantes espacios de y para la conviven-
cia, por ejemplo. Precisamente por ello, la historia de la civilización
occidental ha sido, literalmente, la historia de la fealdad; en la que
han existido momentos hermosos y belleza episódica, pero sólo como
eventos extraordinarios (esta no es sino una traducción de la idea de
Marx según la cual la violencia ha sido la partera de la historia; incluso
hasta la fecha, después de Marx mismo).

Tal y como sabemos desde el estudio de las matemáticas, la belleza se


encuentra perfectamente asociada a la idea de simetría. Y los temas
relativos a “verdad”, en lógica –particularmente en las lógicas no-
clásicas (LNCs) no suceden de una forma diferente.

El gran supuesto de toda la ciencia de la modernidad fue la física;


más exactamente, la mecánica clásica. Toda la ciencia, la cultura y
la filosofía de los siglos XVIII-XIX y comienzos del XX estuvieron
marcados por la impronta del modelo mecanicista de la naturaleza.
No es inevitable –ni tampoco deseable–, que esta situación de las
ciencias siga siendo así.

Cuando se desarrolla la mecánica clásica la noción de simetría no


ocupa, en absoluto los primeros lugares en el pensamiento ma-
temático. La mejor expresión al respecto es la obra de E. Galois
(1811-1832), pero los grupos de Galois deberán esperar varios años
más para ser perfectamente entendidos e inscritos en marcos más
sólidos que permitan comprender sus alcances. El título genérico de

243
Carlos Eduardo Maldonado

estos marcos es la teoría de grupos, la cual conocerá su nacimiento


efectivo y desarrollos en el curso del siglo XX.

Pues bien, el pensamiento y la ciencia están marcados y cruzados,


consciente o tácitamente, por la constelación de factores culturales,
en el más amplio sentido de la palabra. Un pensador en un campo
determinado incorpora en su obra los saberes circulantes, lo mejor
de lo que él o ella ha podido aprender en vida, y también los saberes
o conocimientos tácitos, esos que tanto apasionaban a M. Polanyi
(1891-1976), y que corresponde en general a la atmósfera de ciencia,
filosofía, literatura y artes de una sociedad o de una época. Esa cultura
que nos constituye y nos permea sin que seamos siempre enteramente
conscientes de la misma.

Existen actualmente, si puede decirse de manera resumida, dos


visiones fundamentales acerca de la naturaleza. En apariencia se
trata de dos visiones disyuntas. Una se concentra en o destaca la
importancia del espacio. La otra se concentra en la importancia y
el significado del tiempo. Análogamente a como todo el siglo XIX
estuvo enteramente marcado, tácita o explícitamente por las discu-
siones en torno al gradualismo, el catastrofismo y el fijismo, como
se vio en este trabajo, oportunamente; análogamente a como toda
la ciencia y el pensamiento en general están permeados, implícita-
mente, por los saberes o conocimientos tácitos que caracterizan a
una época determinada (Zeitgeist), asimismo, queremos decirlo de
manera expresa, lo que sea la política en el mundo actual y hacia
futuro, está atravesado por estas comprensiones, acerca del tiempo
y del espacio.

Hay un rasgo que quisiera destacar con respecto a la primera visión


acerca de la naturaleza, aquella que más directamente se ocupa del
espacio–latu sensu. Se trata del tipo de pensamiento que implica.
Pensar en simetrías equivale a pensar en términos de síntesis.

Por su parte, pensar el tiempo equivale exactamente a pensar en tér-


minos de sistemas dinámicos no-lineales, y ello significa reconocer
abiertamente que el pasado es cualitativamente distinto del futuro. Por
consiguiente, se trata de pensar en posibilidades antes que en realida-

244
Política+Tiempo=Biopolítica

des. Me he ocupado de estas ideas en varios lugares. La complejidad es


el tiempo mismo, tanto como, correspondientemente a las simetrías,
la complejidad es la belleza –un tema que en la propia comunidad de
complejólogos ha pasado bastante inadvertido.

Pero si es así, surge la pregunta: ¿son compatibles la simetría y los sis-


temas dinámicos no-lineales? Se trata de una pregunta cuya respuesta
no es fácil, ni inmediata. Pero de la misma depende la posibilidad de
complejizar la política hacia adelante, en el tiempo previsiblemente
futuro que podemos avizorar, que es el tiempo de nuestra vida. La
nuestra y la que nos siguen66.

La pregunta anterior puede ser parafraseada de la siguiente manera:


¿Es posible una política bella? La pregunta tiene todo menos un tono
intelectual(ista), y manifiestamente, tampoco, nada esteticista. La
fealdad del mundo se expresa, sin la menor duda, en los crímenes, la
corrupción, las mentiras, las apariencias y falsedades, en las imposturas
y las representaciones, las alianzas y las traiciones y en la instrumen-
talización misma de la vida. Dicho sucintamente, el mundo se vive hoy
por hoy como representación. Nos olvidamos de vivir, verdaderamente,
pues lo importante fue el juego de representaciones y apariencias.

En los orígenes de la civilización occidental Empédocles afirmaba


que el amor y el odio (o la discordia) son las fuerzas que definen al
cosmos como tal. Pero que hemos entrado, entonces, en una época en
la que el odio y la discordia dominan, puesto que todas las cosas están
separadas, divididas, aisladas. Esto es, dicho sin más, clasificadas y
compartimentadas. Desde entonces vivimos una época: la del odio y
el amor. Verosímilmente, esa es la historia de Occidente –el imperio
del análisis. Ya vendrá, en otra época, el dominio del amor, cuando
todas las cosas estén unidas e integradas; el modo de la síntesis, qui-
siéramos decirlo. Pues bien, retrospectivamente podríamos decirlo
sin ambages: la época en la que el odio y la discordia dominan, es una
época de fealdad y, a fortiori, de ausencia de simetrías.

66 El único trabajo que expresamente, en el marco de las ciencias de la comple-


jidad aborda la pregunta, es: (Mainzer, 2005). Sin embargo, el marco y los
alcances mismos de Meinzer, sugerentes y finos como son, se quedan cortos
en el marco de las consideraciones de este libro.

245
Carlos Eduardo Maldonado

Debe ser posible una política en la que el tiempo es lo primero –por


ejemplo, en contra de la obsolescencia programada, del efectismo y el
eficientismo, el productivismo y las mil caras del utilitarismo–, y en
la que, concomitantemente, la simetría aparezca también claramente,
ante la mirada, a plena luz del día. El conocimiento progresa gracias
a los problemas que sabemos contestar.

5.1. ¿Política y matemáticas?

Una mirada externa a las matemáticas sugiere que estas se dividen,


entre puras y aplicadas; o bien entre las de sistemas continuos y las
de sistemas discretos; o acaso también entre las matemáticas puras
(la teoría de números, notablemente) y aquellas más vinculadas a la
física (física matemática) o a la economía (matemáticas financieras),
por ejemplo. Y para muchos permanece aún la duda acerca de si las
matemáticas son de verdad una ciencia, o un lenguaje; a saber el
lenguaje de las ciencias.

Robert P. Langlands es un matemático canadiense que en 1967


inicialmente y luego también en 1970 lanzó lo que ya ha llegado a
conocerse como “El Programa Langlands”. Se trata de una ambicio-
sa propuesta –una serie de conjeturas– que vinculan los grupos de
Galois, la teoría de números algebraica con las formas automórficas
y la teoría de la representación de grupos algebraicos con campos
locales y anillos de adele. En un palabra: El programa Langlands
es la primera teoría que propone una Gran Teoría Unificada de las
matemáticas. Algo que hasta entonces jamás se había pensado ni
propuesto.

Los físicos nos han acostumbrado desde cuando se configuró el Mo-


delo Estándar a la idea de una Gran Teoría Unificada –un sueño que a
la fecha permanece más como un deseo. Hay varias versiones de esta
teoría, pero la forma más elemental consiste en decir que busca unificar
la teoría del macrocosmos –la teoría de la relatividad– con la teoría del
universo subatómico –la física cuántica. Existen varias propuestas que
buscan alcanzar una teoría semejante. Para usar una expresión cara a
los físicos, se trata, sin más ni más, de leer la mente de Dios.

246
Política+Tiempo=Biopolítica

Pues bien, en matemáticas algo análogo jamás se había propuesto


antes de Langlands –un matemático activo que actualmente trabaja,
como profesor emérito, en la oficina que alguna vez fue la de Einstein
en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. Langlands ha sido
reconocido con los más grandes premios y honores que un matemá-
tico puede alcanzar, con la excepción de la Medalla Fields (el Premio
Nobel en Matemáticas), por cuestiones de edad (sólo se puede recibir
la Medalla Fields cuando se tiene menos de cuarenta años de edad).

La idea de base del Programa Langlands es la simetría, sin duda uno


de los ejes verticales fundamentales del mundo y de la realidad. Lo
que busca el Programa Langlands es sencillamente construir puentes
en el numeroso archipiélago que son las matemáticas. Dicho escue-
tamente, este Programa se propone ordenar –matemáticamente– la
información. “Crear orden a partir del caos”, algo que no resuena muy
lejos para quienes conocen algo los trabajos de E. Lorenz sobre el caos,
o de I. Prigogine sobre termodinámica del no-equilibrio.

En matemáticas una conjetura tiene una connotación perfectamente


distinta a la que se usa en filosofía o en epistemología, por ejemplo.
Mientras que en estos campos tiene una acepción semejante a “verdad
provisoria”, en matemáticas es una afirmación que se supone cierta
pero que no ha sido demostrada ni refutada. Algunos ejemplos cons-
picuos de conjeturas matemáticas son el último teorema de Fermat,
la Conjetura de Goldbach, la hipótesis de Riemann, el Problema P
vs NP, la Conjetura de Birch y Swinnerton-Dyer, o la Conjetura de
Poincaré (demostrada hace poco por G. Perelman). Como se aprecia,
sin ambages, se trata, notablemente de los Problemas del Milenio
(planteados por el prestigioso Instituto Clay de matemáticas).

En matemáticas una conjetura es bastante más que una “hipótesis


de trabajo”. De entrada, es una afirmación cierta, pero que debe ser
confirmada o refutada. En contraste con el uso fácil con el que gene-
ralmente se procede en las ciencias sociales y humanas: “hipótesis”,
“conjetura”, “teoría”.

En el Programa de Langlands, la unidad básica no son ya los números


naturales. Estos son transformados en espacios vectoriales, con lo

247
Carlos Eduardo Maldonado

cual se ganan muchos grados de libertad. Los números cobran vida en


forma de espacios vectoriales. Por ejemplo, sólo es posible restar 2 a 3
de un modo preciso. Pero es posible inscribir una recta en un plano de
muchas formas diferentes. Mientras que los números naturales –N–,
forman un conjunto, los espacios vectoriales forman una estructura
más sofisticada: una categoría. Pues bien, la teoría matemática de
categorías se adapta muy bien a la informática, y a través suyo a las
ciencias de la computación. La computación del futuro se basará más
en la teoría de categorías que en la teoría de conjuntos.

En otras palabras, el Programa Langlands organiza información pre-


viamente inaccesible en la forma de patrones regulares, tejiendo así
un fino tapiz de números, simetrías y ecuaciones. El resultado es la
integración de campos, problemas y dimensiones que hasta la fecha
permanecían disyuntas. En términos elementales, análogamente a
lo que hacen las ciencias de la complejidad, el Programa Langlands
nos ayuda a pensar en términos de patrones –algo que no es difícil
de llevar a cabo.

En consecuencia, ya deja de ser cierto que los seres humanos –y los


matemáticos en particular– piensan o bien en términos geométricos o
bien en términos algebraicos; digamos en términos de mapas, cuadros
y figuras, o bien en función de signos y las relaciones entre estos. Más
auténtica y radicalmente, podemos aprender a pensar en la forma de
síntesis –algo perfectamente inopinado para una cultura y una civili-
zación acostumbrada a pensar en términos de análisis.

Un texto en donde se estudian éstos y otros temas próximos y afines


es el de E. Frank, con un título bizarro y profundo a la vez: Amor y
matemáticas (Bogotá, Ed. Ariel, 2015). Un documental de cerca de una
hora con el título Rites of Love and Math se encuentra disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=rU3QrRRpN3s, para aquellos
que tienen (o tenemos) una cultura más visual.

En resumen, el Programa Langlands es matemáticas de punta que nos


conduce y nos sitúa a la vez en la frontera del trabajo en matemáticas,
allí donde, sorpresivamente, nos encontramos con otros campos como
los grupos cuánticos, la criptografia, el grupo de gauge, la teoría de

248
Política+Tiempo=Biopolítica

branas, en fin, sin ambages, el punto de encuentro en las matemáticas


y la vida. Un punto nada trivial.

Pues bien, a comienzos de la modernidad Galileo sostenía que el len-


guaje de la naturaleza son las matemáticas. Ello no significa(ba) que la
naturaleza estuviera fundada en matemáticas, sino, exactamente, que
la forma como cabe entenderla es con ayuda de ese lenguaje singular
que se crea en cada momento y se va enriqueciendo, que son las mate-
máticas. Un par de siglos después, la ciencia crea, casi en paralelo, dos
lenguajes adicionales mediante los cuales cabía entender a la ciencia,
y comunicar los nuevos descubrimientos. Se trató del cálculo y de la
estadística. En realidad, se trató del refinamiento de la idea pionera
de Galileo. Al final de la modernidad y comienzos del mundo actual la
situación ha cambiado de forma radical.

Hoy en día, el lenguaje en el que cabe entender a la naturaleza, pero al


mismo tiempo, el lenguaje que emplean las ciencias y disciplinas para
comunicarse no es ya la matemática. Es la estadística67. Pero esta, a
su vez, se ha refinado alcanzado desarrollos inimaginables cuando fue
inicialmente formulada en el siglo XIX por parte de Grünewald y de A.
Quetelet.

Las matemáticas constituyen, junto a la lógica, los dos modos de pensar


el mundo, la naturaleza y la sociedad en términos sintéticos. Aunque
sin reduccionismos de tipo matematicista ni logicista. Ambas formas
de reduccionismo ya constituyen hoy por hoy un sueño ya soñado.

5.2. Simetría y teoría de grupos

Cada época desarrolla y aprende los lenguajes que necesita para


comprender y describir el mundo y la realidad. Las dinámicas de
la naturaleza coinciden plano por plano con las dinámicas mismas
mediante las cuales aprendemos nuevos lenguajes. Las matemáticas
constituyen un ejemplo magnífico al respecto.

67 En consecuencia, es importante reconocer que se trata de dos áreas perfecta-


mente específicas, distintas etre sí.

249
Carlos Eduardo Maldonado

Desde la antigüedad, la familia humana ha estado apasionada por la


simetría. De manera atávica, y no sin buenas razones, la simetría ha
sido vinculada a la belleza, y la ausencia de simetría a la fealdad. U.
Eco escribió dos libros al respecto: Historia de la belleza e Historia de
la fealdad, con la que literalmente, se puede ilustrar la idea de base.

En matemáticas, las simetrías minimizan energía y ahorran trabajo


e información. En dos palabras, la simetría es el estado más estable
y eficiente. Y sin embargo, son sumamente difíciles de alcanzar. En
la base de la idea sobre cómo crecen las cosas en la naturaleza se
encuentra la simetría, y así las matemáticas se extienden hacia la quí-
mica y la biología. La verdad es que la física fundamental, la química
y la biología dependen de una amplia variedad de objetos simétricos.
Desde el lenguaje hasta la adaptación, desde los virus hasta cada paso
del desarrollo evolutivo.

Específicamente, el trabajo sobre simetrías conduce a uno de los te-


rrenos más álgidos de las matemáticas: la teoría de números, la cual,
por ejemplo, descansa sobre los números primos, los que son, valga
la alusión, ladrillos de todos los otros tipos de números.

Pues bien, el estudio de las simetrías despega, por así decirlo, gracias
a los trabajos de E. Galois, en el siglo XIX, quien pone de manifiesto,
por primera vez en la historia, que la verdadera esencia de las sime-
trías de un objeto no se encuentran cuando nos fijamos en ellas, una
por una. Una simetría al lado de otra, una simetría con la siguiente.
Por el contrario, hay que estudiarlas en grupo. Y es exactamente en
esto en lo que consiste la teoría de grupos.

Esto significa, de manera exacta, que es preciso pensar la simetría


no como algo pasivo, sino como algo activo. Si bien es cierto que la
simetría es una propiedad del espacio, se trata de una propiedad
activa.

Gracias a la teoría de grupos, las matemáticas del siglo XIX y hasta


nosotros consisten, en una de sus principales avenidas, en el estudio
y comprensión de los grupos de simetrías que fundan y en los que
se expresa la realidad y la naturaleza. Es así como existen, hoy en

250
Política+Tiempo=Biopolítica

día, la tabla periódica de los grupos –en la teoría de grupos–, y el


Atlas de la simetría, dos obras colosales del pensamiento abstracto.

En efecto, el estudio de la simetría –que coincide, plano por plano,


con el estudio de la geometría–, pone de manifiesto que para com-
prender las simetrías debemos abandonar el espacio euclidiano de
tres dimensiones.

La teoría de grupos –por ejemplo, los grupos de Lie, o los grupos espo-
rádicos– consiste en el aprendizaje de un lenguaje, a saber: el lenguaje
de las simetrías de la naturaleza, que desbordan con mucho los ámbitos
inmediatos, aplicados, del pensamiento y la existencia.

Existen grupos y simetrías elementales, indivisibles y divisibles, y toda


una variedad que conduciendo a agrupaciones pares e impares, todas
las cuales justamente desembocan en la Tabla Periódica de Grupos,
que se compone de 24 grupos de simetrías, y en el Atlas de la Simetría,
alcanzados ya a finales del siglo XX.

De manera puntual, existe un grupo de simetrías magnífico que se


denomina técnicamente como el Monstruo. Pues bien, la dimensión
del espacio más pequeño en el que podemos representarnos a este
grupo es de 196.883. La dimensión siguiente en la que podemos re-
presentarnos al Monstruo es 842.609.326. Como se lee.

El Monstruo es el grupo de simetrías del universo. Un objeto que


cuando se aprecia aparece verdaderamente hermoso, y complejo.

Esto mientras que la inmensa mayoría de las ciencia sociales y hu-


manas permanecen en el espacio de tres dimensiones, y mientras un
campo de la física –la teoría de cuerdas, le apunta a espacios de once
dimensiones. El contraste es notable y apasionante.

Es el reto del pensamiento abstracto, algo que culturalmente, en


ocasiones, aparece subvalorado o despreciado.

En la vida común y corriente dos objetos pueden parecer muy dife-


rentes, y sin embargo tener las mismas simetrías subyacentes. Pues

251
Carlos Eduardo Maldonado

bien, la naturaleza de la simetría subyacente de un objeto empieza a


hacerse evidente sólo cuando se comienza a explorar qué pasa cuando
se combinan movimientos simétricos.

La historia de las matemáticas pone en evidencia cómo diferentes


culturas y momentos de la historia se han enfrentado con el descubri-
miento de nuevos tipos de números. La complejidad de la naturaleza
va de la mano con la complejización de los tipos de números. Los
números enteros, los racionales, los irracionales, los trascendentes
–todos los cuales quedan comprendidos como los números reales.

Adicionalmente, los números irreales, los números complejos, los


imaginarios, y las formas modulares. Pues bien, el estudio de las
simetrías, sobre la base de la teoría de grupos, ha dado lugar a un
nuevo tipo de números: los números surreales. Que son, al parecer,
los que caracterizan, en las matemáticas de punta, a nuestra época.
Aunque la mayoría de ciencias y disciplinas permanezcan ignorantes
de ello.

Sin embargo, en la esfera de la cultura las simetrías y la teoría de


grupos han logrado un anclaje sólido, aunque poco conocido, o de-
gustado por el gran público. Los dos ejemplos más conspicuos son la
música dodecafónica de A. Schönberg (Austria) y la música atonal de
I. Xenakis (Grecia).

No sin buenas razones, se ha dicho incluso que la teoría de grupos ha


llegado para salvar e impulsar a la complejidad. Muy notablemente
a la complejidad computacional. Pero ese ya es otro tema aparte. Di-
gamos, simplemente, que mientras que la simetría es una propiedad
del espacio, el tiempo es irreversible. En otras palabras, la flecha del
tiempo desvirtúa la simetría. Pero la complejidad computacional
merece su propio espacio para otro momento.

5.3. Complejidad y flecha del tiempo

Uno de los más apasionantes, aunque culturalmente más difíciles,


descubrimientos de la ciencia reciente es la flecha del tiempo, y más

252
Política+Tiempo=Biopolítica

exactamente, el tiempo como una flecha irreversible y que sin embargo


cumple un papel creativo. Este fue un logro originario de la termodi-
námica del no-equilibrio.

Para efectos pedagógicos, puede establecerse la siguiente analogía.


Sobre la base del rechazo y la crítica al determinismo, lo cierto es que
los sistemas complejos ponen permanentemente de manifiesto que el
pasado y el futuro son cualitativamente diferentes. En el budismo esta
idea puede interpretarse como la importancia del karma: esto es, la vida
es el resultado de una serie de acciones, y cada acción desencadena otra
cuyas consecuencias son impredecibles. Precisamente por ello debe
existir una conciencia vigilante, atenta, a las acciones de cada momento
y a sus consecuencias. El trabajo con el karma es, así, un trabajo con
posibilidades –un auténtico espacio de Hilbert.

Resaltando, permanentemente este aspecto: no existe un determi-


nismo en las acciones, y el futuro no está determinado por el pasado.
Es el resultado del presente; de aquello que Galileo designó en su
momento como “la sensibilidad a las condiciones iniciales”. Pues
bien, estas no son jamás las condiciones originarias. Es la sensibi-
lidad al presente; ese punto en el que se producen bifurcaciones.

Los sistemas complejos son todos aquellos que ganan grados de


libertad. Esto es, literalmente, que admiten más articulaciones,
dimensiones, nodos y relación es, en fin, espacios de fase –de ac-
ciones ulteriores. Esta idea de origen matemático debe ser tomada e
interpretada in a ternum venenum en el marco de la política y de lo
político. Más que una perspectiva emancipadora, lo que se anuncia
aquí es una perspectiva de libertad radical. Nada de determinismos
ni de reduccionismos en ninguna acepción de la palabra.

Quisiera decirlo de manera franca y directa: la naturaleza es,


en cualquier sentido de la palabra, el reino de la libertad, de la
ausencia de constricciones y restricciones. Si las ciencias de la
complejidad son ciencias de la vida –aunque lo contrario no pue-
da afirmarse con la misma legitimidad–, en este mismo sentido,
las ciencias de la complejidad son ciencias de modos y grados
crecientes de libertad.

253
Carlos Eduardo Maldonado

En otras palabras, lo que la termodinámica del no-equilibrio, tanto,


por lo demás, como la propia teoría de la evolución, ponen de mani-
fiesto es que el tiempo es al mismo tempo un factor liberador y creador.
No existe el tiempo por fuera de los avatares mismos del mundo, de
la vida y del universo. Por el contrario, el tiempo y los fenómenos son
una misma cosa en su devenir.

Digámoslo de manera directa: la flecha del tiempo, la teoría de


la evolución y la complejidad misma –tres maneras diferentes de
designar una sola y misma cosa–, implican –mejor aún: son, una
perspectiva del mundo, de la sociedad y de la vida en términos de
devenir. No ya, en absoluto, del ser (el cual es intrínsecamente in-
temporal, o atemporal).

La noción de devenir es creativa, generadora de nuevos espacios y


horizontes, en fin, es capaz de aprender y por tanto de adaptarse, y se
comprende en términos de un sistema abierto –en absoluto cerrado
o aislado. Pues bien, análogamente a como el tiempo no fue pensado
nunca antes en la historia de la humanidad –de la misma manera que
la vida tampoco fue una preocupación central, en manera alguna–,
asimismo el devenir tampoco constituyó un objeto de tematización y
problematización explícita. Este es el ABC de la complejidad.

Una política de vida es, por tanto, una política del devenir, en el sen-
tido anotado.

5.4. Simetría y tiempo

Las simetrías no significan, en manera alguna, fenómenos o estruc-


turas pasivas. Por el contrario, son distintivamente activas y explican
cómo crecen las cosas en la naturaleza. Son numerosos los tipos de
simetrías; así, existen simetría articular, con deslizamientos, de tras-
lación, especular, milagrosa, palindrómica, reflexiva, rotacional, de
orden (par e impar), y verticales, por ejemplo. Y en la base del estudio
de las simetrías se encuentra la importancia de los números primos,
los ladrillos de todos los números, como se habla con frecuencia en
matemáticas –uno de los ejes del capítulo más conspicuo en la teoría

254
Política+Tiempo=Biopolítica

de números, con seguridad la arista más impresionante de la mate-


mática pura.

Pues bien, existen diecisiete grupos de simetrías. De los grupos, trece


corresponden a grupos de Lie –fundamentales en el estudio de la física,
el análisis matemático y la geometría. En rigor, el trabajo alrededor de
las simetrías no es otra cosa que la búsqueda de patrones –en la socie-
dad, en el mundo, en la realidad. La ciencia de punta actual consiste
–aunque no se agota– en la búsqueda e identificación de patrones en
la realidad. Los patrones no son más que significados en/del mundo
y el universo. Con todo y el reconocimiento de que también existe el
azar, la contingencia, la casualidad. A través de estos caminos, queda
bien establecida la relación entre simetría, grupos y geometría –es
decir, la elaboración de cuadros o mapas de la realidad y del mundo.

El hecho significativo, en verdad, consiste en el reconocimiento de


que las simetrías no se estudian una por una, sino en grupos. Y así, la
teoría de grupos aparece como el lenguaje mismo para comprender
los significados encontrados en el mundo. Las matemáticas son uno
de los lenguajes –muy fundamental, por lo demás– mediante el cual
los seres humanos encuentran y discuten significados alrededor suyo.
Los problemas mimos relativos al orden y al caos.

Huelga decir que existen simetrías espaciales y simetrías sonoras,


pero también simetrías orgánicas, y la ausencia en cada caso, de las
mismas. La simetría proporciona a la naturaleza una dimensión que
minimiza la energía; en otras palabras, ahorra trabajo e información
(Du Sautoy, 2009).

La dificultad estriba en el hecho de que la flecha del tiempo desvirtúa


las simetrías.

En efecto, los términos y conceptos mismos con los que se designa a


los sistemas, fenómenos y comportamientos complejos es suficien-
temente ilustrativo de la dificultad que mencionamos: turbulencias,
inestabilidades, desequilibrios y equilibrios dinámicos, autooorgani-
zación, emergencias, percolación, irrupciones (bursts), catástrofes y
caos, no-linealidad, bucles de retroalimentación positiva y también

255
Carlos Eduardo Maldonado

negativa, y varios más. Y permeándolos a todos, atravesándolos me-


dularmente, la flecha de la irreversibilidad del tiempo.

Como si el universo transcurriera en una dirección bien determinada,


a saber: como un proceso de complejización creciente (Lineweaver
et al., 2013).

La complejidad, desde luego, sabe de simetrías. Pero la forma como


las designa es en términos de simetrías dinámicas. Es como recono-
cer que el espacio no es estable ni un receptáculo –à la Newton o à la
Kant–, sino una estructura dinámica, lo cual se ajusta perfectamente
a los mejor de la investigación de punta en varios dominios.

Es cierto que el tiempo rompe las simetrías: Pero es igualmente cierto que
el tiempo crea a su vez nuevas simetrías. En ningún ejemplo es esto más
cierto que en la biología en general, y en la física. De hecho, como ha sido
suficientemente resaltado en la literatura, las leyes de la física se fundan
en principios simétricos. Con todo y el reconocimiento de que las leyes de
la física no son, en absoluto, inmutables y eternas, sino, sufren variaciones
y cambios –justamente en función de la evolución del universo.

En síntesis, es imposible tener una idea básica sólida acerca de la


naturaleza hoy en día sin tener en cuenta, por lo menos, los trabajos
y avances sobre simetría tanto como, al mismo tiempo, los estudios
acerca del tiempo y los procesos de complejidad creciente. Son varias
las aristas de dos ejes referenciales; desde la cosmología y la astrono-
mía hasta la geología y la teoría de la evolución, desde la biología y la
ecología hasta la teoría de la información y las ciencias de la compu-
tación, desde la teoría cuántica y las escalas de tiempo macroscópicas
y microscópicas hasta la teoría de la evolución, en fin, desde el cruce
entre las ciencias sociales y humanas con las ciencias de la salud y
de la vida. Hemos ganado inmensamente en la comprensión acerca
de la naturaleza, y esta se aparece ante una mirada sensible de forma
magníficamente más compleja que en toda la historia junta de la
humanidad. Hoy sabemos sobre el mundo, la naturaleza y sobre la
vida infinitamente más y mejor que en toda la historia anterior junta.
Una reflexión sensible no puede dejar este panorama tan sugestivo,
provocador, amplio y profundo.

256
Epílogo

Shakespeare: el poder es una enfermedad

Nadie accede al poder sin las manos manchadas de sangre. Y nadie


tampoco conserva el poder sin mancharse las manos de sangre. El
fin justifica los medios, y el fin es el poder mismo. Ya sea en la figura
de Ricardo II, o bien en la de Bolinbroke. Independientemente de
los gustos que el lector tenga frente a cada uno. Esta es la base de la
tragedia Ricardo II, de Shakespeare.

Podemos decir, sin pretensiones ni tampoco reduccionismos, que en el


Ricardo II se encuentran ya implícitos todos los elementos de la tetralo-
gía histórica de Shakesperare –Ricardo II, Henrique IV, Henrique V y
Henrique VI, e incluso el Enrique VIII–. Asimismo, podemos sostener
sin ambages que es imposible un estudio y comprensión de la política
y lo político sin conocer el Ricardo II del autor isabelino.

El poder está necesariamente acompañado de sangre, de una manera


o de otra.

Todo comienza –¡todo!– con acusaciones recíprocas de traiciones y


deslealtades. Como indicando justamente que el poder es un asunto
de lealtades y de fidelidades –él no quiere nada más. El resto será el
resultado de las acusaciones, las deliberaciones, los juicios y los resul-
tados subsiguientes. Todo para demostrar quién es más leal al rey, todo
para establecer quién le debe mayor obediencia. Este es el comienzo
de Ricardo II. Los vínculos de sangre o la amistad no cuentan mucho,
cuando lo que está en juego es el destino mismo –el cual nadie maneja
y al que, según parece, en materia de política, cada quien está sometido.

El lenguaje usado es tan adulador como sugestivo, y lo que interesa


muy pronto ya no es la verdad, sino el uso mismo de las expresiones,
los improperios y las desviaciones de significación que usan los con-
tendientes para agraciarse ante el poder. Todo, finalmente, para ver
quién está más agachado que el otro, y quién logra por tanto ganar
simpatías.

257
Carlos Eduardo Maldonado

Al cabo, a ninguno de los contendientes les interesa su propia vida,


pues no hay vida si no es al servicio de los más poderosos –Ricardo II.

El tema de base es, a todo lo largo de la obra, la rebelión –eso: la rebelión


y la lealtad y fidelidad–, así como la propia legitimidad cuestionable de
quien(es) van a llegar a usurpar el poder. Porque el poder, así: no sim-
plemente se toma o se quita: se lo usurpa. Exactamente a la manera de
esa clase de vida que tienen los depredadores. Un depredador no tiene
ninguna consideración moral, humana o estética sobre el mundo, sobre
los demás ni sobre sí mismo: simplemente desea y ataca, punto. Sólo
sabe de sus placeres y deseos, la usurpación.

Al final, Ricardo II, en prisión, reconoce la vanidad de las cosas vividas:


“Desprecié el tiempo, y ahora el tiempo me desprecia, y me convierte
en su reloj de campanario” (Acto V, Escena 5). Es exactamente el tema
de quienes han ignorado el tiempo, quienes lo adoptaron en términos
de puro provecho, en fin, de quienes nada hicieron con la noción de que
el presente pasa, pero llega el futuro, el cual es esencialmente abierto e
indeterminado. Y que no dominamos en modo alguno, porque al tiempo
no se lo domina, se lo vive de manera agraciada.

Se ha dicho que el Ricardo II de Shakespeare presenta la visión conser-


vadora de la política y el poder. Pero al mismo tiempo, en numerosas
ocasiones se ha establecido que Shakespeare, Maquiavelo y Montaigne
sientan las bases en la modernidad de lo que es lo político y la política,
mucho antes y acaso incluso mucho mejor que los expertos propiamente
dichos: Hobbes y Locke. Una observación que no es, para nada, baladí.

Incluso quien está muriendo no deja de adular a quien detenta el


poder, y por tanto la fama y los honores. Pues cree que así, o bien
puede aún salvar la vida, o puede dejar un mensaje en el aire, como
si el aire mismo tuviera sentido.

Pues bien, resulta evidente luego de una lectura detenida del drama
de Shakespeare que la gran preocupación de la política es la de su le-
gitimidad. Y se desvive por ella, pues de perderla, la política quedará
desnuda: y se revelará su verdadera osamenta, que es el afán por el
poder.

258
Política+Tiempo=Biopolítica

El lenguaje en Ricardo II es perfectamente utilitario, convirtiendo


así a las cosas en efímeras, inseguras y arbitrarias. Y mientras que
pareciera que el lenguaje puede hacer cosas, en realidad se encuentra
al servicio de la voluntad de poder, la cual sólo sabe de sí misma, se
ve a sí misma y se quiere a sí misma. Usualmente en la forma de la
megalomanía –manifiestamente, una enfermedad de origen mental.

Digamos, a título de coda, que en la literatura encontramos reciente-


mente otra estupenda novela dedicada, mutatis mutandi, y como una
novela total, a los temas y motivos del Ricardo II de Shakespeare. Se
trata de Le Maréchal Absolu, de P. Jourde (2012). Una lectura en clave
de novela total de la enfermedad del poder; o lo que es equivalente,
de su carácter enfermizo. Quienes viven en función del poder están
severamente enfermos; y lo peor: es que también logran enfermar –
de mil maneras– a las gentes. Un acto que no merece absolutamente
ningún perdón en el único tiempo que existe, el tiempo de la vida y
de los sistemas vivos.

Hacia el final, habla Ricardo II, en un soliloquio que al leerlo suena


en realidad como un murmullo entre los dientes:

“Escucho música.
¡Ah, ah! ¡Seguid el ritmo! ¡Qué agria es la dulce música
cuando se rompe la armonía y no se guarda el compás.
Ocurre igual con la que rige la vida de los hombres
Y aquí [en prisión, C. E. M.] he adquirido un oído lo bastante fino
Para distinguir el tiempo falso de una cuerda destemplada.
Mas con el concierto de mi tiempo y mi gobierno
No tuve oído para escuchar que no llevaba el tiempo.
Desprecié el tiempo y ahora el tiempo me desprecia,
Y me convierte en su reloj de campanario.
Mis pensamientos son minutos, y con suspiros marcan
Los intervalos en mis ojos, ese cuadrante visible
A donde mi dedo, como una aguja puntual
Apunta una y otra vez para enjugar el llanto”.

Llorar, cuando ya el llanto es fútil, porque nunca se atendió a la más


rica de todas las experiencias humanas: la generosidad del tiempo,
que es el don mismo de la vida.

259
Anexo 1

Sin que el objetivo de este libro sea el de elaborar un estado del arte, la
siguiente lista constituye una buena muestra de los mejores trabajos,
sólidos en complejidad o que trabajan sobre la base de complejidad
aspectos de la ciencia política en el sentido amplio de la palabra:

Chandler, D., (2013). “Peacebuilding and the politics and non-lineari-


ty: re-thinking ‘hidden’ agency and ‘resistance’, en: Peacebuilding,
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Roderick, N. R., (2012). “Analogize this! The politics of scale and
the problem of substance in complexity-based composition”, en:
Composition Forum, Nº 25, Spring

Esta es una buena muestra parcial de algunos textos bien elaborados


y que hacen uso apropiado de las ciencias de la complejidad sin que,
por lo demás, haya que decir que los autores –salvo en un par de oca-
siones– sean complejólogos à la lettre. Huelga decir que este libro se
hace posible sobre las referencias anteriores, las cuales están de alguna
manera implícitas en varios pasajes, así no estén directamente citadas.

Por otra parte, como un indicativo de un buen entendimiento y uso


de la complejidad y de la política, el siguiente documento, elaborado
por la Ocde, brinda un buen panorama de temas, ejes, intereses e im-
portancia en la relación mencionada: https://www.oecd.org/science/
sci-tech/43891980.pdf.

262
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270
Para la diagramación se utilizaron
los caracteres Georgia y Frutiger
Abril de 2018

El conocimiento es un bien de la humanidad.


Todos los seres humanos deben acceder al saber.
Cultivarlo es responsabilidad de todos.

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