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A. 393. XXXIX.

RECURSO DE HECHO - Agüero, Luis Miguel y otros s/ homicidio calificado “Causa


”.

S u p r e m a C o r t e:

Las defensas de Luís Miguel Agüero, Jonathan Manuel Andrada, Víctor Cobacho,
Daniel Jesús Solohaga y José Antonio Mancini, interpusieron recurso de queja contra
la decisión que denegó los recursos extraordinarios, oportunamente articulados contra
el pronunciamiento del Superior Tribunal de Justicia de la provincia de Catamarca que
rechazó los recursos de casación local, a su vez impetrados por los nombrados contra
la sentencia condenatoria del tribunal oral. El tribunal oral resolvió, por mayoría: 1)
declarar culpable a Mancini como coautor penalmente responsable de los delitos de
robo, homicidio doblemente calificado por el concurso premeditado de dos o más
personas y criminis causa, en concurso real con lesiones leves, condenándolo a la
pena de reclusión perpetua con más la accesoria de reclusión por tiempo
indeterminado; 2) declarar culpable a Solohaga como coautor penalmente responsable
de los delitos de homicidio doblemente calificado por el concurso premeditado de dos
o más personas y criminis causa y lesiones leves en concurso real, condenándolo a la
pena de reclusión perpetua; 3) declarar culpable a Agüero como coautor penalmente
responsable del delito de homicidio doblemente calificado por el concurso premeditado
de dos o más personas y criminis causa, condenándolo a la pena de veinticinco (25)
años de prisión; 4) declarar culpable a Andrada como coautor penalmente responsable
de los delitos de robo, homicidio doblemente calificado por el concurso de dos o más
personas y criminis causa en concurso real, condenándolo a la pena de veinticinco
(25) años de prisión; 5) declarar culpable a Cobacho como coautor penalmente
responsable de los delitos de robo, homicidio doblemente calificado por el concurso
premeditado de dos o más personas y criminis causa en concurso real, condenándolo
a la pena de veinticinco (25) años de prisión. Para ello, tuvo por debidamente
acreditado que "El día martes 2 de enero del año 2001, alrededor de las 22:00 horas,
Ramón Edgardo Contrera llegó a su casa, sito en calle 9 de julio N1 192 del B1
Marcos Avellaneda a bordo de un automóvil marca Renault Clio color gris y al
estacionarlo sobre la vereda de dicho domicilio apareció por detrás el imputado Víctor
Abel Cobacho quien, momentos antes, junto a Mancini y Andrada habían estado
esperando a la víctima en cercanías de su domicilio, con el fin de tomar represalias a
raíz de los supuestos dichos vertidos por Contrera en contra de Cobacho, el día
anterior, con los que lo calificaba de "gay". Es entonces que el imputado Cobacho
increpó al conductor del rodado, haciendo éste caso omiso prosiguiendo con las
maniobras de estacionamiento, oportunidad en que aparece en escena el imputado
José Antonio Mancini, quien por delante del Renault Clío rodea al conductor del
vehículo. Bajo estas circunstancias Contrera extrae del interior de su auto un bate de
béisbol y se baja con éste. Al momento que Contrera cerraba el vehículo, Cobacho se
abalanza contra él juntamente con Manzini y comienzan a golpearlo, mientras que
Andrada, quien ya se había acercado al lugar, se ubica al frente de Contrera,
automóvil de por medio, y le arrojó a éste en dirección a la cabeza una botella de
vidrio, impactando la misma contra la pared del interior de la casa de la familia
Contrera. Ante tal situación Contrera pidió auxilio llamando a su hermano Guillermo,
por lo que el imputado Mancini despojó a la víctima del bate y juntamente con los otros
dos, Andrada y Cobacho corrieron hacia la esquina. Seguidamente Ramón y Guillermo
Contrera ascendieron al vehículo Renault Clío con la finalidad de ir en busca del bate
que le habían sacado, y se dirigen por calle 9 de julio hacia el sur. Cuando los
hermanos Contrera llegaron a la ochava donde está ubicado el Club Salta Central,
encontraron a los tres agresores, Cobacho, Mancini y Andrada, dos sentados en la
vereda y uno parado. Los hermanos Contrera estacionaron el automóvil a la altura del
domicilio de la familia Martínez sito en calle José Cubas n1 191 (prolongación 9 de
julio) del B1 Marcos Avellaneda, y descendieron del mismo a los fines de requerir el
bate a sus agresores, adelantándose Guillermo Contrera, oportunidad que el imputado
Mancini ante la orden de ataque de Cobacho se dirigió hacia Ramón Contrera y a una
distancia de aproximadamente tres o cuatro metros de éste desistió, porque los
imputados Andrada y Cobacho ya se encontraban pegándole. En ese momento
Mancini gritó a Agüero por ayuda, a los fines de ocuparse de Guillermo Contrera,
juntamente con Solohaga. Mancini que tenía en la mano el bate, le aplica un fuerte
golpe de derecha a izquierda a la altura de la cabeza a Guillermo Francisco Contrera
quien se desplomó cayendo al suelo, encontrándose en estas condiciones los
coimputados Agüero, Solohaga y Andrada siguieron golpeándolo, pegándole este
último con una piedra; luego se dirigen contra Ramón Contrera y continúan la agresión
contra éste. Por efecto de ello y tras seis días de agonía, Guillermo Francisco Contrera
murió por una falla multiorgánica, consecuencia de un traumatismo cráneo encefálico
grave..., y las lesiones de Ramón Contrera consistente en equimosis con escoriación
en región frontal izquierdo, traumatismo de brazo izquierdo... 25 días de curación con
5 días de incapacidad" (cfr. fs. 4/6vta. y 49 in fine, del incidente de queja). El fiscal de
juicio al formular la acusación solicitó la absolución de los encausados Agüero y
Solohaga, en relación a todos los delitos por los cuales habían sido imputados; la
absolución de los imputados Andrada, Cobacho y manzini por el delito de lesiones
leves y, la condena de éstos tres últimos por los delitos de homicidio agravado por el
concurso de dos o más personas y robo en poblado y en banda, en concurso real. Por
su parte, la querella adhirió a todos los pedidos de absolución efectuado por la fiscalía
y peticionó la condena de Andrada, Cobacho y Mancini, en orden al delito de homicidio
agravado. A) La defensa oficial de los imputados Agüero, Solohaga, Andrada y
Cobacho expresó en el recurso de queja obrante a fojas 217, entre otros, los
siguientes agravios: 1) Respecto de Agüero y Solohaga, la imposibilidad de condenar
sin que medie acusación en tal sentido. En apoyo de su postura citó la jurisprudencia
de V.E. que versa sobre el tópico. Así, sostuvo que el tribunal de mérito y el a quo al
condenar ante un pedido concreto de absolución del fiscal y la querella lesionaron las
garantías constitucionales del debido proceso y defensa en juicio (art. 18 de la
Constitución Nacional). 2) Se incorporó una hipótesis inexistente en el requerimiento
de elevación a juicio, cual es el robo del bate de béisbol (en poblado y en banda) que
derivó en la condena de Cobacho y Andrada por robo simple, sin haber sido
previamente conminados, que a su vez se utilizó como nueva agravante para el
homicidio -"criminis causae"- que extendió a todos los encausados. 3) Existió
arbitrariedad en la aplicación de la agravante del homicidio calificado por el concurso
de dos o más personas. Indicó, además, que la Corte local al eludir la atención de
agravios sustantivos correctamente introducidos por las defensas que precedieron,
estrictamente vinculados a la recta interpretación de la ley sustantiva, y al confirmar la
sentencia condenatoria, incurrió en manifiesta arbitrariedad. B) Por su lado, la defensa
oficial del imputado Mancini, expuso en el recurso de hecho obrante a fojas 192, su
interés los siguientes agravios: 1) Tanto el fiscal como la querella habían solicitado su
absolución respecto del delito de lesiones leves, e igualmente fue condenado por el
tribunal oral. 2) Ilegítima ampliación de la acusación durante el juicio por el delito de
robo en poblado y en banda. 3) Dar por válida una acusación sin defensa, seguida de
una falta de intimación por parte del tribunal al letrado defensor para que procediera a
la defensa técnica y posterior condena por robo simple. 4) Condena por un hecho que
dio lugar a la calificante de "criminis causae", que no había sido materia de
indagatoria, procesamiento, requerimiento de elevación, ni acusación, ya sea del fiscal
o la querella durante el debate. Asimismo, alegó arbitrariedad en la decisión que
confirmó las violaciones constitucionales de la sentencia condenatoria, al denegar la
casación local y rechazar el remedio extraordinario sobre la base de excesiva latitud.
Ahora bien, respecto de los agravios expuestos en el punto 1) de ambas defensas,
que se pretenden someter a consideración del Tribunal, vinculados con la
imposibilidad de dictar sentencia condenatoria en el supuesto que el fiscal y la
querella, al momento de alegar, hubiesen solicitado la absolución de los imputados,
estimo atinente mencionar que la cuestión fue motivo de análisis por parte de esta
Procuración General de la Nación al dictaminar en los autos "Ferreira, Julio s/recurso
casación", en los que entonces V.E. resolvió en igual sentido al propuesto con
remisión a la doctrina establecida a partir de la causa "Tarifeño, Francisco
s/encubrimiento en concurso ideal con abuso de autoridad" (Fallos: 318:2098).
Posteriormente, este Ministerio Público tuvo oportunidad de ampliar los argumentos a
favor de ese criterio al opinar, el 27 de abril de 2001, en los autos M.886, XXXVI
"Marcilese, Pedro Julio y otro s/homicidio calificado" y M. 528, XXXV "Mostaccio, Julio
Gabriel s/homicidio culposo", este último con remisión a los fundamentos del anterior.
Si bien no desconozco que en el primero de esos precedentes la Corte modificó -por
mayoría- esa jurisprudencia (Fallos: 325:2005), no es menos cierto que ésta recobró
su vigencia el 17 de febrero pasado al pronunciarse V.E., en su actual integración y
también por mayoría, en la última de las causas mencionadas, con remisión al criterio
establecido en Fallos: 320:1891 y de acuerdo con los argumentos del dictamen emitido
en la ocasión. Por lo tanto, al compartir los fundamentos que sustentaron la opinión de
esta Procuración General en los casos antes citados que, en beneficio de la brevedad,
doy aquí por reproducida en lo pertinente, considero que corresponde sobre este
punto declarar procedentes las quejas y hacer lugar a los recursos extraordinarios
interpuestos a favor de los imputados Manzini, Agüero y Solohaga, y dejar sin efecto el
pronunciamiento apelado para que, por intermedio de quien corresponda, se dicte uno
nuevo conforme a derecho. Tal solución se impone, si, además, se tiene en cuenta
que la sentencia que se impugna fue dictada el día 16 de mayo del 2002, fecha en la
que V.E. aún no se había pronunciado en el precedente "Marcilese" del 15 de agosto
del 2002 y en el cual se registró temporalmente un cambio del criterio hasta entonces
imperante, por lo que, a este respecto, resultan plenamente válidos los principios
sentados por el Tribunal relativos a que "carecen de fundamento las sentencias de los
tribunales inferiores que se apartan de los precedentes de la Corte sin aportar nuevos
argumentos que justifiquen modificar la posición sentada por el Tribunal, en su
carácter de intérprete supremo de la Constitución Nacional y de las leyes dictadas en
su consecuencia, especialmente en supuestos en los que dicha posición ha sido
expresamente invocada por el apelante" (Fallos: 307:1094). Con respecto a los demás
agravios argüidos por las defensas, relativos a la inclusión en el proceso de un hecho
por el cual los imputados no habían sido previamente intimados -robo del bate de
béisbol- y la utilización de éste para aplicar una calificante del homicidio -"criminis
causa"- que el tribunal de mérito extendió a todos los recurrentes, entiendo, debió ser
objeto de debate en la casación local ya que indudablemente se encuentra involucrada
una cuestión sustantiva vinculada directamente al principio de congruencia
consagrado por la garantía constitucional de la defensa en juicio y debido proceso
legal. Principio que el Tribunal incansablemente ha resguardado, también, al indicar
que "en materia criminal la garantía del artículo 18 de la Constitución Nacional exige la
observancia de las formas sustanciales del juicio relativas a la congruencia entre la
acusación, defensa, prueba y sentencia dictada por los jueces naturales (Fallos:
320:1891, entre muchos otros). Asimismo, desde el aspecto procesal, la cuestión fue
correctamente introducida en los recursos locales, en la errónea aplicación de la ley
sustantiva, competencia indiscutible del a quo, que desechó, a mi criterio en forma
dogmática, incurriendo en arbitrariedad. Sobre el particular, señala la defensa de
Manzini que durante el alegato del fiscal se acusó por el delito de robo en poblado y en
banda, siendo que el defensor del nombrado ante la instancia se negó a defenderlo
por este hecho, a su criterio, ilegítimamente introducido, circunstancia que no impidió
que igualmente fuera condenado por robo, cuando en rigor el tribunal de grado debió
intimarlo a proseguir con la defensa a este respecto. Así las cosas, y vista la respuesta
brindada por el a quo al agravio mencionado (v. apartado VI, fs. 119 vta. Del legajo del
recurso de queja), considero que aquél no satisface el criterio que V.E. tiene predicado
al respecto. Pues, debe tenerse presente que "en materia criminal, en la que se
encuentran en juego los derechos esenciales de la libertad y el honor, deben
extremarse los recaudos que garanticen plenamente el ejercicio del derecho de
defensa", "el ejercicio de la defensa debe ser cierto, de modo tal que quien sufre un
proceso penal ha de ser provisto de un adecuado asesoramiento legal, que asegure la
realidad sustancial de la defensa en juicio" (Fallos: 321:1424). En el mismo sentido
"los juzgadores están legalmente obligados a proveer lo necesario para que no se
produzcan situaciones de indefensión, incluso contra la voluntad de los procesados"
(Fallos: 310:1797). También, en referencia a estos agravios, la defensa técnica de
Agüero, Cobacho, Andrada y Solohaga, expone, a mi entender con acertado criterio,
las incongruencias en la línea de razonamiento que sustenta la condena en relación
con la agravante "criminis causae" del homicidio. Tal es que la figura exige otro delito,
ya que es sabido que el propósito de matar es para preparar, facilitar u ocultar otro
delito o asegurar la impunidad, es decir, el autor mata para lograr algo relacionado con
el otro hecho delictuoso. Ahora bien, según la sentencia, el otro delito estaría
conformado por el robo del bate de béisbol. Entonces, Mancini hirió de muerte al
occiso para procurar la impunidad por el robo del bate, en el medio de una gresca
presenciada por numerosas personas -según la plataforma fáctica probada para evadir
el reproche penal en orden a la sustracción de ese mismo elemento. O sea, el objetivo
central de los condenados habría sido el apoderarse del bate cuya existencia
ignoraban previo al primigenio encuentro con Ramón Contrera, que es quien lo
introduce en el suceso. De otro lado, el presidente del tribunal en su voto que
conforma la mayoría, tras afirmar la conexión final propia del homicidio "criminis
causae" sostiene que constituía una circunstancia agravante "el instinto de perversidad
brutal", que según la doctrina supone el "dar muerte sin causa" (ver fojas 245 in fine y
246 de la queja). Siguiendo este razonamiento) mataron a Guillermo Contrera sin
motivo alguno, poseídos por un instinto de perversidad brutal?) o lo hicieron por
venganza -como se sostiene en otro pasaje de la sentencia-?, )o, en definitiva, con el
fin de lograr la impunidad respecto a la sustracción del elemento deportivo?. Otra
incongruencia, y que verificaría una efectiva y manifiesta errónea aplicación de la ley
sustantiva en la sentencia, y que el a quo desechó dogmáticamente, estaría dada por
la atribución en forma separada e individual del delito de robo simple a Andrada,
Cobacho y Mancini, como coautores, cuando, si los tres resultaron responsabilizados
en calidad de coautores de una sustracción, la conducta debió subsumirse en el tipo
agravado del artículo 167, inc. 2 del C.P., esto es el robo en poblado y en banda.
Corresponde dejar salvado aquí que si bien esta última es una circunstancia que
agrava, lo cierto es que sobre el punto no existe agravio de la parte acusadora, pues
no hay recurso articulado en tal sentido. En mi opinión, el tribunal de la casación no
analizó suficientemente esta cuestión que hubiera servido, precisamente, para
responder acerca de la acertada o no aplicación de la ley de fondo, es decir, no hubo
un pronunciamiento de la alzada sobre la convergencia subjetiva y objetiva de los
nombrados en la realización del tipo que se les atribuye como responsables, y que fue
materia de recurso. Tampoco encuentro sustrato material en los hechos probados,
capaz de ampliar la imputación hasta incluir a Cobacho y Andrada, máxime cuando el
apoderamiento se atribuyó a título individual. Este pensamiento, conduciría a sostener
que la mera presencia física pueda generar, ipso facto, la atribución de una ilegítima
responsabilidad objetiva, siempre que se verifique la afectación de algún bien jurídico.
Desde este plano, aprecio, se habría afectado el principio de culpabilidad, lo que
ameritaba a su respecto el examen de la cuestión en la casación local. Por otra parte,
en relación a los agravios referidos a la aplicación de la agravante del homicidio por el
concurso premeditado de dos o más personas, las defensas alegan arbitrariedad en la
subsunción legal de los hechos tal como se tuvieron por probados. Aquí, he de
coincidir con el magistrado que votó en minoría, en cuanto ha quedado debidamente
probado que los imputados Cobacho y Andrada se encontraban impedidos física y
psicológicamente de contribuir a la conducta autónoma de Mancini, lo que descartaría
de plano cualquier idea de convergencia inherente a la figura agravada por el concurso
de dos o más personas, o de ultraintención (insita en el homicidio "criminis causae").
Asimismo, con acierto lo indica la defensa de Mancini, al referirse al plan premeditado)
Cómo sabían los encartados que los hermanos Contrera los iban a ir a buscar, si eso
dependía exclusivamente de la voluntad de éstos últimos? Además, si fue Ramón
Contrera el que, según el tribunal, despertó "un sentimiento de venganza irracional" en
Cobacho) cómo es que Ramón sólo recibió unas lesiones leves y Mancini que no tenía
interés directo en la reyerta en sí, en lugar de agredir a éste, se dirigió directamente a
matar a Guillermo Contrera, con quien no había confrontado previamente y a quien
tampoco pudo involucrar en el ataque verbal dirigido a Cobacho?. Es que, existió una
independencia de contexto autónoma y bien definida -más allá de compartir cierto
escenario-, en los que, por un lado, Ramón peleaba con Cobacho y Andrada y, por
otro, Mancini hacía lo propio con Guillermo Contrera. Esto resulta, en principio,
consecuente con el pedido del fiscal y la querella de absolución de Mancini por la
lesiones leves que sufriera Ramón Contrera. En todo lo hasta aquí enunciado, y en
particular en lo que se refiere a la recta aplicación de la ley penal, la corte local omitió
toda consideración, incurriendo, en consecuencia, en una arbitrariedad, por cuanto
confirmó dogmáticamente los lineamientos de la sentencia condenatoria que
desvirtuaba la ley aplicable a las contingencias comprobadas de la causa, al
considerar simplemente que los agravios traídos se vinculaban con cuestiones de
hecho y revalorización de la prueba producida. Ello así, en la medida que sin modificar
los hechos tal como se tuvieron por probados, admiten una solución diferente del
litigio, al tiempo que a todas luces más beneficiosa para los condenados. Por lo
expuesto, y en cuanto es materia de recurso, considero corresponde que V.E. haga
lugar a las quejas interpuestas, declarando procedentes los recursos extraordinarios,
para que, mediante quien corresponda, se revoque la sentencia en crisis, y se dicte
una nueva conforme a derecho.
Buenos Aires, 11 de mayo de 2004.
ES COPIA LUIS SANTIAGO GONZALEZ WARCALDE

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