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DE DERECHO FAMILIAR
I JORNADAS NACIONALES DE DERECHO FAMILIAR
CRISTIÁN LEPIN MOLINA - MARICRUZ GÓMEZ DE LA TORRE VARGAS
(COORDINADORES)
RESPONSABILIDAD CIVIL POR DAÑOS CAUSADOS POR UN TERCERO
A UNO DE LOS INTEGRANTES DE UNA UNIÓN CIVIL
INTRODUCCIÓN
1 Historia de la Ley Nº 20.830, crea el Acuerdo de Unión Civil, Biblioteca del Congreso Nacional,
3 Así, quien escribe este trabajo: HISTORIA, cit. (n. 1), pp. 689 y 755.
4 Así, el profesor Eduardo COURT: HISTORIA, cit. (n. 1), p. 755.
5 HISTORIA, cit. (n. 1), p. 755.
6 HISTORIA, cit. (n. 1), p. 756.
7Según se recoge en el primer Informe de la Comisión de Constitución, la profesora Carmen DO-
MÍNGUEZ, además, de impugnar como discriminatoria la norma ya que esta facultad ni siquiera la tienen
los cónyuges, expuso: “... cabe recordar que el daño moral tiene origen jurisprudencial y no legal. Al
ser su reconocimiento exclusivamente jurisprudencial, si se incluye en la ley se corren serios riesgos de
afectar con ello la comprensión que hasta ahora los tribunales han hecho de esta institución. Este no es
un tema soslayable, hay innumerable experiencia en derecho comparado al respecto que indica que no
es recomendable hacerlo y el proyecto yerra al introducir esta referencia”: HISTORIA, cit. (n. 1), p. 755.
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8 El nuevo texto fue aprobado por unanimidad por los integrantes de la Comisión Mixta, a saber,
senadores Araya, De Urresti, Espina, Harboe y Larraín; y diputados Ceroni, Monckeberg Bruner, Rincón,
Squella y Soto: HISTORIA, cit. (n. 1), p. 925.
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nizaciones a las que tendría derecho con arreglo a las prescripciones del derecho
común. Como sabemos, en estricto rigor, no era necesario establecer una norma
como esta porque, conforme al derecho común tal como estaba siendo aplicado
por los tribunales, el conviviente en una relación no matrimonial era considerado
víctima por repercusión sin necesidad de texto legal alguno que así lo dispusiera
(lo que sucede, por lo demás, en todos los otros supuestos de daño reflejo).9
Pero esa lectura de la norma debe rechazarse porque si fuera correcta se
estarían creando indemnizaciones extras que no tendrían ningún fundamento,
y que por ello conducirían a un enriquecimiento sin causa.
Hay que fijarse que la frase ocupa la expresión “las otras indemnizaciones...”, de
lo cual podemos deducir que también las que están establecidas en el art. 20 son in-
demnizaciones propias del derecho común, si bien aquí consagradas explícitamente.
Por eso, hemos de entender que la frase “sin perjuicio de las otras indemniza-
ciones a que tenga derecho, con arreglo a las prescripciones del derecho común”, no
se refiere al derecho que pueda corresponderle como víctima por repercusión en
caso de fallecimiento o imposibilidad física de su conviviente, sino justamente
a “otras indemnizaciones” a las que aquel podría tener derecho, además de las
que merezca como víctima por repercusión en tales supuestos.
Tendrían este carácter las indemnizaciones de responsabilidad civil que surjan
de otro tipo de hechos ilícitos que afecten a su compañero o compañera, por
ejemplo, hechos que no le provoquen la imposibilidad de reclamar la indemni-
zación de su propio daño. También serían “otras indemnizaciones” aquellas que
puedan exigirse en virtud de un contrato de seguros en el que sea beneficiario.
Despejada la inteligencia que cabe a dar a la frase final del precepto en
análisis, veamos el núcleo de lo que dispone que puede desglosarse en dos
supuestos de hecho ilícito del tercero: el que causa la muerte del conviviente
y el que causa su imposibilidad.
9 Como se sabe, después de una posición que negaba que el conviviente que sobrevivía a la víctima
directa pudiera obtener indemnización porque su interés no era legítimo, la doctrina, por diversas razones,
fue admitiendo esta posibilidad. También la jurisprudencia ha ido razonado en el mismo sentido, poniendo
el acento en la afectividad que se lesiona aun cuando se trate de uniones que no han sido formalizadas
por el matrimonio. Un panorama completo de esta evolución puede encontrarse en BARRIENTOS GRAN-
DON, Javier, De las uniones de hecho. Legislación, doctrina y jurisprudencia, Santiago, LexisNexis, 2008,
pp. 87-101. Posterior a esta obra, la jurisprudencia había seguido este mismo predicamento: véase, por
ejemplo, Corte Suprema, 31 de agosto de 2010, rol Nº 4099-2008, base de datos LegalPublishing CL/
JUR/6513/2010; Corte Suprema, 9 de diciembre de 2013, rol Nº 3865-2013, base de datos LegalPublis-
hing CL/JUR/2863/2013. Es efectivo que en todos estos casos se trataba de convivencias de personas de
sexo diferente, pero, con el mismo razonamiento, era probable que los tribunales, de nuevo tomando en
cuenta la lesión de la afectividad, concedieran también la indemnización (de hecho, no existen sentencias
que denieguen esta indemnización a convivencias entre personas del mismo sexo).
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2. SUPUESTO DE FALLECIMIENTO
10 La ley emplea la locución “legitimación activa” en el sentido de la legitimación ad causam con que
la doctrina procesal la distingue de la capacidad procesal o legitimación ad procesum. Es decir, se refiere a
la titularidad de un derecho subjetivo con el que se pretende no sólo iniciar un proceso sino obtener sen-
tencia favorable. La expresión ha sido utilizada en la doctrina nacional sobre responsabilidad civil: así, por
ejemplo, BARROS BOURIE, Enrique, Tratado de responsabilidad extracontractual, Santiago, Editorial Jurídica
de Chile, 2006, p. 937, señala “la legitimidad activa de la acción de responsabilidad civil pertenece a quien
alega haber sufrido un daño, sea inmediatamente como víctima directa, sea mediatamente como víctima
de un daño que sufre a consecuencia del inflingido a la víctima directa (daño reflejo o por repercusión)”.
Cfr. CORRAL TALCIANI, Hernán, Lecciones de responsabilidad civil extracontractual, Santiago, LegalPublishing,
2013, 2ª edición, pp. 351 y 392. Sobre el concepto procesal de legitimación activa como titularidad del
derecho, puede verse a ROMERO SEGUEL, Alejandro, Curso de Derecho Procesal Civil. La acción y la protección
de los derechos, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2006, tomo I, pp. 23-24 y 87-91.
11 Como señala BARROS, cit. (n. 10), p. 941, el daño reflejo o por repercusión “da lugar a una preten-
sión indemnizatoria originaria del actor, cuyo fundamento es su propio daño personal”. Se ha reconocido,
tanto doctrinal como jurisprudencialmente, la posibilidad de reclamar este daño, en su faceta patrimonial
y moral, cuando la muerte o las graves lesiones corporales de la víctima directa impactan a personas que
estaban patrimonial o afectivamente vinculadas a ella. Sobre el tema véase ELORRIAGA DE BONIS, Fabián,
“Del daño por repercusión o rebote”, Revista Chilena de Derecho, 1999, vol. 26, Nº 2, pp. 369-398.
12
Cfr. Corte Suprema, 29 de septiembre de 2011, rol Nº 2073-2009, base de datos LegalPublishing:
CL/JUR/7924/2011.
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3. SUPUESTO DE IMPOSIBILIDAD
En los dos casos en los que la ley concede legitimación activa al conviviente
civil para reclamar indemnización al tercero que causó la muerte o la imposi-
bilidad del otro, se deberán acreditar todos los requisitos de la responsabilidad
extracontractual y, por supuesto, el perjuicio y la relación de causalidad.
La cuestión tiene relevancia en materia de daño moral ya que en esta materia
la jurisprudencia a veces, por una inercia poco justificable, entiende que dicho
daño no debe ser probado y que puede ser presumido sólo por el vínculo familiar
o de parentesco que existe entre la víctima directa y la víctima por repercusión.
Nos parece que esto no es correcto ni siquiera respecto del matrimonio, de modo
que menos podrá sostenerse respecto de una figura, menos comprometida y de
estabilidad jurídicamente precaria, como la unión civil.13 El conviviente que
reclama indemnización como víctima indirecta debe probar su propio daño,
sea éste de carácter patrimonial o no patrimonial.
13 Aunque la ley Nº 20.830 define el acuerdo de unión civil haciendo referencia a la voluntad de regular
una vida afectiva en común “de carácter estable y permanente” (art. 1º) nada garantiza que ello se cumpla. La
ley no establece ningún deber para los convivientes de hacer vida común (sólo de solventar los gastos que se
generen de ella en caso de haberla: art. 14) y dispone que basta la voluntad unilateral de cualquiera de ellos
para poner término al acuerdo, sin necesidad de acreditar alguna causal ni someterla a un control judicial
(art. 26 letra e). Por esta razón, nos parece que debemos mantener para los convivientes civiles, la opinión
que habíamos manifestado en relación con las uniones de hecho no matrimoniales, en el sentido de que la
reclamación de daño moral exige la presentación de pruebas más contundentes: CORRAL, cit. (n. 10), p. 355.
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que, siguiendo las reglas generales, de los tribunales de letras con jurisdicción
en lo civil (cfr. art. 22 ley Nº 20.830).14
No habiendo normas especiales, se aplicará el procedimiento del juicio ordi-
nario, en virtud de lo dispuesto en el art. 3º del Código de Procedimiento Civil.
EVALUACIÓN GENERAL