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Índice

LA NUBE VIOLETA ...................................................................................... 1

JOHANNA: ERES UNA BRUJA...................................................................... 2

LOS PRINCIPES DE DIVINDEL ................................................................... 3

EL VIAJE DE LIDIA ..................................................................................... 4

LOS PODERES DE ELISA ............................................................................. 5

MONI SE HACE MAYOR .............................................................................. 6

GINNA Y LA BRUJA MALÉFICA ................................................................... 8

AYLEEN, LA CAPERUCITA ROJA ................................................................. 9

LA BELLA DURMIENTE.............................................................................. 11

EL ARCO IRIS DE RELMU ......................................................................... 12


LA NUBE VIOLETA

El niño cerró el libro y, entonces, sucedió. En las copas de los árboles se paró una
nube de color violeta y le habló. Estaba narrándoles con lujo de detalles lo sucedido
a sus amigos, necesitaba decírselo a alguien. Pero se detuvo; sabía lo que dirían o
incluso pensarían, así que suprimió la última parte de la historia.
Habló de la nube y dijo que le había parecido algo extraño e intentó averiguar si
alguno de ellos la habían visto. No, nadie había visto jamás una nube violeta y, como
al niño le encantaban las historias y sabía contarlas de maravilla, sus amigos no
dijeron nada, se quedaron observándolo con asombro y les pareció eso, una bonita
historia.
La nube le dijo que pidiera un deseo y el niño, que todavía se hallaba bañado de
inocencia y credulidad, rogó por un día de vuelta a esa playa junto a sus padres,
antes del derrumbe. Esa época en la que ellos lo miraban y él sabía que existía por
esa ternura que se posaba sobre su cabeza y lo adormecía.
La nube resultó ser un hada capaz de cumplir cualquier deseo; y el niño vio
realizados sus sueños. Tuvo su día, su ciudad, su playa y, después, de nuevo la
viudez; porque en su caso no era orfandad: sabía exactamente lo que había perdido
y por qué y podía contarlo. Un niño sin padre sólo sabe que no tienen lo que otros
sí.
No pudo contarles la verdad a sus amigos, porque en el fondo, sabía que no lo
entenderían. Así que, después de pasar la tarde con ellos regresó a su casa,
observando cada rincón del cielo, con la esperanza de que otra vez, la maravillosa
nube le arrebatara esa viudez.

1
JOHANNA: ERES UNA BRUJA
Johanna se consideraba de las personas más aburridas de su generación, no
resaltaba en ningún lugar, no encajaba ni en su colegio ni en sus clases de piano, ni
en sus clases de baile, en fin, no sentía que perteneciera a ninguna de esas cosas,
consideraba su vida como aburrida y tediosa, siempre lo mismo a la misma hora,
siempre las mismas preguntas y siempre las mismas respuestas.
Un día, como muchos, caminaba de regreso a su casa cuando su pie choco contra
una rama de algún viejo árbol, la rama la distrajo por un momento y decidió tomarla
con sus manos para divertirse un poco mientras caminaba. Cuando cogió la rama
entre sus dedos algo increíble pasó, una descarga de energía la invadió por completo
y de la rama salió una luz muy brillante. Su reacción inmediata fue soltar el pedazo
de madera y echarse a correr lo más rápido posible, sin embargo algo le decía que
su vida estaba a punto de cambiar por completo por lo que se regresó al lugar en
donde había soltado la rama.
Sin atreverse a tomarla de nuevo la observó, era una rama muy bien formada, no
tenia picos en el cuerpo ni puntas fuera de lugar, era como si la naturaleza la hubiera
formado para parecer una varita mágica, Johanna comenzó a reír por su
pensamiento sin sentido: La madre naturaleza haciendo varitas mágicas, ¡vaya
pasada! Tras tranquilizarse un poco se armó de valor y cogió de nuevo la rama,
esta vez no ocurrió nada, o al menos eso fue lo que pensó. A lo lejos escuchó unos
pasos pacíficos que se dirigían hacia ella: Un hombre de gran barba blanca y túnica
se acercaba cada vez más a ella.
Cuando tenia al señor en frente de ella se quedó sin palabras, tenía un gran parecido
a Merlín, el legendario mago. No podía ser, más su atuendo sugería que si: Su larga
túnica color azul con estrellas amarillas y su sombrero de punta alta la dejaron sin
argumentos mentales, el hombre sonrió, la miro a los ojos y le dijo: Johanna, eres
una bruja. Bienvenida a mi escuela de magia y hechicería…

2
LOS PRINCIPES DE DIVINDEL
Divindel era un prospero reino, gobernado por un rey a quien todo el pueblo amaba
por su bondad e interés para que su pueblo viviera en las mejores condiciones de
justicia. Parecería que su vida era perfecta pero había un problema en su vida,
bueno, de hecho eran dos: Sus hijos.
Ginna, la hija mayor, era una joven demasiado vanidosa, todos los trataba de hacer
estallar su autoestima elogiándose en el espejo por horas; si su padre contrataba a
alguien más joven que ella, la hacia despedir inmediatamente. No necesitaba ningún
recordatorio de su deseo de juventud eterna.
Marco, el segundo hijo, no podía ocultar su deseo por el poder, su mayor deseo era
que su padre muriera en poco tiempo, que su hermana no congeniara con ningún
príncipe para que no se casara y por ende no pudiera adjudicarse la corona. Había
momentos oscuros en los que deseaba aniquilarlos a los dos de una vez y que el
reino pasara a ser suyo por completo.
Cierto día un ángel disfrazado de mendigo vio la actitud que tenían los jóvenes hacia
su padre, que tenia un corazón bondadoso , era una injusticia. Tras mucho pensarlo
decidió que era momento de que Ginna y Marco pusieran los pies en la tierra y
sacaran lo todo lo bueno que sabia que tenían, decidió ponerlos a prueba: Logró
que el rey pareciera enfermo y les dijo a los jóvenes que solo ellos podían salvarlo.
La noticia tocó el corazón de ambos y el ángel les encomendó a cada uno una misión.
Marco fue de camino a la playa, su misión consistía en conseguir un alga marina con
poderes curativos, todo iba bien hasta que a lo lejos divisó un objeto con tres puntas:
Era un tridente. , conocía las leyendas, los tridentes daban poder absoluto a quien
lo encontrara. En seguida se olvidó de la misión que el ángel le había encomendado,
se olvidó de su padre enfermo y fue directo al tridente, cuando llegó se llevó la
desilusión de su vida, no era un tridente, sino un trozo de madera con picos, en un
gesto de frustración dio una patada en el suelo y resbaló sobre las piedras. No pudo
siquiera reaccionar, una ola lo cubrió por completo y fue lo ultimo que se supo de
el.
Ginna, por otro lado, tenia la misión de encontrar una flor amarilla del bosque, que
según el ángel también podría curar a su padre. Caminó varios días sin perder su
objetivo: Salvar a su padre, pero al tercer día su prueba llegó: A lo lejos divisó un
gran espejo en el que se reflejaba una pequeña pero asombrosa fuente, en ella
corría un liquido del color del oro; en seguida lo supo: Era la fuente de la eterna
juventud. Trató en vano de ignorarla, su vanidad pudo más que el amor a su padre
y se acercó al espejo, al momento de tocarlo quedó inmóvil de inmediato. Estaba
claro que la promesa de juventud eterna se había cumplido ya que quedó convertida
en piedra al instante, conservando su belleza y edad por toda la eternidad.

3
El ángel, muy triste por los destinos de Marcos y Ginna le dio la noticia a su padre,
quien en su profunda desgracia ofreció un funeral al que nadie asistió… Meses
después llegó una buena noticia: La reina esperaba un bebe…

EL VIAJE DE LIDIA
Lidia no había escogido ese viaje, pero no importaba. Su padre había planteado la
decisión y toda la familia se había embarcado en el inmenso trasatlántico rumbo a…
ella ni siquiera sabía hacia dónde iban. Pero obedeció, porque siempre supo que era
lo que mejor se le daba, o porque su madre siempre decía que los niños no deben
hacer preguntas porque no saben nada de la vida.
Horas y días más tarde continuaban en esa inmensa mole de acero que surcaba los
mares, cuando una terrible tormenta surgió del cielo, ¿o fue del horizonte? Ella no
lo sabía con certeza y tampoco le dijeron nada. Al atardecer, consiguió evadirse de
la mirada celosa de su madre y se fue a explorar el barco. Aunque su madre decía
que ella no entendía nada, se sorprendería si supiera de lo que era capaz, si la
conociera, si creyera en ella…
Mientras caminaba por cubierta una cosa diminuta cayó del cielo, en el preciso lugar
donde ella iba a apoyar su pie. Se asustó muchísimo y retrajo su pequeño cuerpecito
para que la cosa no la golpeara. Al observar el punto de aterrizaje, encontró una
pelota de plumas con dos puntitos a los lados que piaba con un sentir lastimero que
convulsionó su interior con torpeza. Instintivamente, Lidia se agachó y tomó al
pajarito entre sus manos: estaba frío y húmedo y tenía algo extraño en el ala.
Intentó entibiarlo y lo llenó de besos, acurrucándose junto a él en un rincón, donde
el viento no pudiera descubrirlos. Lentamente, el pájaro fue perdiendo el temblor y
su cuerpito se volvió menos frágil. Se fue durmiendo hasta que ya nada pudo
perturbarlo: estaba seguro en los brazos de una niña capaz de entender su tristeza
y su soledad en medio del inmenso y desconocido océano.
Cuando Lidia descubrió la frente arrugada de su madre (cuando se enfadaba se le
hacían unos surcos profundísimos en la sien) colocó al pajarito ya tieso en un rincón
y fue hacia ella. Después de regañarla, su madre escuchó la historia, pero ¡cómo iba
a haber un pajarito en medio del océano! ‘A veces se te ocurre cada cosa, hija.
¿Cómo va a hacer un pájaro para atravesar todo el océano? ¡Es imposible!’ No tenía
respuestas pero era verdad: allí estaba, podía verlo si quería. Cuando se acercaron
en ese rincón no había nada, sólo un frío invernal. ‘Lidia, estás helada’, le dijo su
madre, mientras la cogía en brazos y la llevaba al camarote.
La tormenta había pasado. Su madre la acostó con delicadeza en una de las
diminutas literas del barco y, después de cubrirla con una abrigada manta, le dio un
beso y se marchó. El ruido del agua golpeando las paredes del barco fue la mejor
canción de cuna para la niña, que soñó por primera vez con unas alas gigantes que
le permitían atravesar el océano.

4
LOS PODERES DE ELISA
Despierto por la mañana y observo la lámpara del techo balanceándose cosa
realmente rara ya que sé que esta perfectamente colocada en el techo; ¿Qué más
da?, doy vuelta sobre mi cama pensando en cepillarme el cabello y me asombra ver
mi cepillo favorito flotando sobre el tocador… seguramente estoy soñando, cierro
los ojos con fuerza y me doy un pellizco doloroso en el brazo esperando que esta
acción me despierte, pero nada pasa: Mi cepillo sigue flotando sobre el mueble en
espera de que lo sujete.
Ese fue el primer evento que me hizo darme cuenta de mi poder de mover los
objetos, con el tiempo me doy cuenta que los he ido desarrollando hasta tal punto
que puedo mover la piedra más pesada y hacerla flotar a mi antojo… todo va muy
bien y me siento feliz con ello… aunque no tan feliz, de cierta manera todos en el
pueblo se enteraron de mi poder y ahora huyen despavoridos en cuanto me ven,
seguramente piensan que soy una bruja o algo por el estilo.
La gente del pueblo es muy cerrada respecto a esas cosas, algunas veces me lanzan
piedras o me dicen cosas realmente ofensivas, yo camino como si nada,
concentrándome en esquivar las piedras y mover cosas con mis poderes…Con el
tiempo decido alejarme de ellos, si no quieren mi presencia no los obligaré a tenerla.
Cierto día la noticia se difunde: Gualtin, el pueblo al que tanto quería y el que tanto
me odiaba, se encuentra en sequía. Los pobres habitantes no tienen agua ni para
beber, las cosechas están muriendo a causa de la falta de agua, la gente se
deshidrata y los pueblos vecinos lo ignoran. Sé que regresar implicaría volver a
soportar las burlas, piedras y malas palabras, pero no me importa. Se que puedo
hacer algo para salvarlos.
Al llegar todo es peor de lo que me imaginaba, de no haber venido todo el pueblo
hubiera muerto. La gente me ve y parece reconocerme, pero están muy débiles
como para decirme algo. Me concentro en lo que quiero hacer, es fácil así que no
me sorprende mucho ver las nubes moviéndose y acercándose unas con otras, cierro
los ojos y visualizo el agua de algún lado subir hasta las nubes, escucho un fuerte
sonido proveniente del choque de las nubes y de pronto sucede: Una pequeña
llovizna se extiende sobre Gualtin y moja todo a su paso…
La gente me mira con una expresión de incredulidad y alegría y de pronto me abraza.
Escucho mi nombre una y otra vez, ¡el pueblo está a salvo y yo por fin soy aceptada!
Lágrimas de alegría recorren los ojos de todos, incluyendo los míos, los vítores y las
risas no paran… y entonces me despierto, supongo que no me pellizqué con la fuerza
suficiente.

5
MONI SE HACE MAYOR
—Ya va siendo hora de que guardes esa casita, Moni.
—No, mamá, los duendes la necesitan.
Habían tenido esa conversación muchas veces. Su madre le decía que ya no tenía
edad para esas cosas y que era necesario que madurara y Moni intentaba sin éxito
que ella la comprendiera. Después de un rato se quedaba en silencio y se escondía
en su habitación, donde sabía no podrían alcanzarla los mandatos que su madre
intentaba inculcarle.
Algunas veces Moni se preguntaba en qué rincón su madre había perdido la ilusión
por lo verdadero. Miraba de soslayo esa casita, con la puerta semiabierta y veía
cómo Lilit y Poe jugaban a las escondidas, y no entendía quién podía desear olvidarse
de esos seres diminutos e imperceptibles, que podían hacer que la tarde más triste
se llenara de luciérnagas.
Cuando regresó del colegio fue a saludar a sus amigos: ignorando cuál de ellos
habría venido aquella tarde. —Los duendes viajan por el mundo como los pájaros:
nunca sabes dónde se encuentra aquel que saludaste a la mañana y tampoco si
volverás a ver al que acaba de alegrarte el día—. Su habitación había sido reformada:
todos los muñecos y los afiches que ella dibujara con tanto esmero habían sido
quitados y, en su lugar, un empapelado serio de color amarillento hacía juego con
el nuevo velador. Sin detenerse a pensarlo, Moni bajó hecha una furia las escaleras.
—¿Qué has hecho? ¡No tienes derecho! ¡Devuélveme mi cuarto!
—No, hija. Si no tomabas tú la decisión de madurar, alguien tenía que hacerlo por
ti. Un día me lo agradecerás.
Después de mucho chillar y gritar, incluso de varios vasos rotos, Moni regresó
frustrada a su habitación. Espero varias horas. Cuando la casa fue sepultada por el
silencio, subió al altillo y recuperó su casita y sus tesoros. Después, vació el ropero
y colocó sus afiches forrando el pequeño habitáculo por dentro. En un costado puso
la casita y en el otro, un pequeño almohadón y algunos libros. Además, incluyó una
lámpara para poder disfrutar de ese nuevo mundo sin que nadie lo supiera.
A la mañana siguiente su madre la encontró sumamente feliz y esto la sorprendió
profundamente. Ni siquiera le había negado el saludo, como hacía cada vez que se
enojaba. Desayunaron riendo y después de despedirse, Moni salió rumbo al colegio.
Cuando su hija se hubo marchado, la madre subió al dormitorio. Todo estaba en
orden. Revisó cada rincón sin encontrar nada subversivo. Antes de marcharse quiso
comprobar el orden del ropero: al intentar abrirlo, la puerta no cedió. Cuando Moni
llegó del colegio la regañó por eso. La respuesta de Moni fue contundente:
—Mamá, dices que me hago mayor, y tienes razón. Pues bien, ya no soy una niña y
necesito mi privacidad.

6
Su madre no tuvo nada que decir. Como tampoco tuvo qué acotar cuando Moni puso
una cerradura en la puerta de su dormitorio y convirtió este lugar en un pequeño
mundo donde los seres diminutos se movían con suma libertad. Y, cuando unos años
más tarde decidió irse de casa, también su madre se quedó sin argumentos y le fue
imposible impedir que el nuevo hogar de su hija fuera una cabaña en medio del
bosque, rodeada de silencio y seres mágicos. Y en ese lugar perdido, Moni recuperó
su espacio, colocando junto a la chimenea aquella casita, que todavía albergaba a
esos diminutos huéspedes.

7
GINNA Y LA BRUJA MALÉFICA
Érase una vez en un pueblo muy lejano, una joven llamada Ginna, quien siempre
había deseado salir de ese pequeño pueblo. A Ginna no le importaba nada: ni su
familia, ni sus amigos y ni siquiera el colegio. Detestaba con todo su ser la idea de
no ser alguien más que una simple pueblerina.
Cierto día la gran noticia se extendió por todo el pueblo: El príncipe Harry recorrería
el país en busca de la joven ideal para unirse con ella en matrimonio; Cuando Ginna
escuchó la buena noticia se juró a si misma que se ganaría el corazón del príncipe,
no importaba lo que tendría que hacer ya que si lo lograba por fin podría salir de su
hogar y vivir rodeada de lujos.
El día en el que el príncipe llegaría a su Pueblo se acercaba a una velocidad
impresionante, y Ginna aun no tenia ninguna estrategia para enamorarlo, fue
entonces cuando recordó la historia de la bruja de la isla llamada Maléfica, quien
podría ayudarle a hacer un hechizo o poción para enamorarlo.
Un día antes de la llegada del príncipe, Ginna tomo todo el dinero que tenia y se
dirigió a la isla de la bruja y le explico su situación, se sorprendió mucho cuando la
bruja rechazó su dinero, preparó una poción que dijo que la tenia que beber minutos
antes de hablar con el príncipe, y que el caería rendido a sus pies del
enamoramiento. La joven cogió la poción, le agradeció a la bruja y se marchó… Lo
que Ginna no tomó en cuenta es que toda la magia tiene un precio.
El día de la presentación de las jóvenes, Ginna llevó la poción en el bolso, cuando
vio al príncipe en la lejanía se tomo la poción de un solo trago y se acercó a el. No
sabia de donde le estaban saliendo palabras tan encantadoras, que al príncipe lo
enamoraban cada vez más, Ginna se sentía diferente, se presentó al príncipe con el
nombre de Maléfica sin darse cuenta, sentía que su cuerpo no obedecía las ordenes
de su cerebro, sin embargo continuaba hablando con ese tono encantador que
enamoró al príncipe, quien no dudó en anunciar al pueblo que ya tenía a la mujer
indicada para ser su esposa.
Ginna no se encontraba bien, a pesar de la felicidad de ser la prometida del príncipe,
sentía que no era ella, se dirigió al baño y fue entonces cuando se dio cuenta, su
cara no parecía la suya, se parecía más a una versión joven de la bruja con la que
había hablado, se asusto tanto que se desmayó. Cuando abrió los ojos, se encontró
en la cabaña de Maléfica, justo en la isla de la bruja. En la puerta había un mensaje
para ella que decía: “Gracias por darme tu juventud al beber la poción, ahora tu
serás la bruja del pueblo y yo me casaré con el príncipe, la ambición exagerada no
te deja nada bueno” Al verse al espejo dio un grito horrorizada pues se había
convertido en una anciana.

8
AYLEEN, LA CAPERUCITA ROJA
Erase una vez un lejano pueblo llamado Fridom el cual se ubicaba en el corazón de
un gran bosque. La mayoría de los habitantes sentían un constante miedo por la
presencia de osos, felinos y perros salvajes, que siempre se alimentaban de las
cosechas y atacaban a las personas del pueblo; Pero el miedo que le tenían a los
animales del bosque no se comparaba con el terror que les producía un viejo y
enorme lobo, que pocos decían haber visto pero del que todos en Fridom sabían.
Ayleen que era una joven muy valiente, había vivido toda su vida en Fridom por lo
que la presencia de los animales ya no la espantaba. Su padre le había enseñado a
usar el arco desde pequeña, por lo que ahora tenia una puntería que nadie igualaba
y por las tardes se adentraba al bosque en busca de algún animal para cazarlo y
venderlo en el mercado. La joven había escuchado la historia del gran lobo, pero no
la creía para nada, ya que todos los días había visitado el bosque en busca de
animales para cazar pero nunca había visto rastros que indicaran que la criatura era
verdadera.
Una tarde, como siempre, tomó su arco y flechas y se adentró en el bosque. Llevaba
más de 3 horas buscando un presa, sin éxito, la noche comenzaba a caer y Ayleen
se debatía entre volver a Fridom con las manos vacías o ir a un lugar del bosque
que nunca había visitado… optó por lo segundo. Siguió un viejo camino que nunca
había tomado, un ruido entre la maleza la hizo detenerse y buscar a su alrededor en
busca del animal que seguramente sería su presa, y ahí fue cuando le vio… Una
criatura enorme y de pelaje color rojo, no era un lobo, pero se le parecía mucho,
tenia dientes enormes y afilados; la primera reacción de Ayleen fue correr, sin
embargo su valentía y orgullo no se lo permitieron por lo que la criatura se acercó a
ella y con una voz salvaje le dijo:
– No corras bella joven, no te haré daño.
– ¿Qué no me harás daño?, todos en el pueblo saben de ti, y dicen que eres una
criatura muy mala y seguramente me comerás.
– Nada de lo que sabes sobre mí es verdad, ninguna persona de Fridom me ha
dejado hablar con ella, de hecho, eres la primera que no huye cuando me ve. Eres
muy valiente.
– Vale, si no me harás daño ¿qué me harás?, ya que supongo que estas hablando
conmigo por una razón.
– Lo que quiero de ti es un favor. Yo solía ser un hombre muy malo por lo que una
vieja bruja me ha convertido en lo que ves, sin embargo el tiempo que he pasado
así me ha ayudado a recapacitar… Necesito que me mates y me liberes por fin de
esta maldición.
Ayleen se quedó perpleja, pues no se esperaba esa petición, sintió pena por la pobre
criatura, y con lagrimas en los ojos lo decidió: Liberaría al pobre hombre de aquella
terrible maldición. Tomó una flecha del carcaj, la colocó en su arco, apunto al pecho
de la criatura y disparó… La criatura murmuro un débil “gracias” antes de morir, y

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en el lugar en donde dio su ultimo respiro se desvaneció poco a poco, en su lugar
apareció una capa color roja y suave, como el pelaje de la criatura.
La noticia alegró a los habitantes de Fridom, quienes dieron una fiesta en su honor.
Sin embargo Ayleen, que había sentido mucha pena por la criatura, siempre andaba
con la caperuza roja puesta, por lo que ,después de un tiempo, todos en el pueblo
la apodaron Caperucita Roja.

10
LA BELLA DURMIENTE
Cuando Alex despertó de la siesta, el río continuaba en el mismo lugar pero todo el
bosque se había fundido en el más absoluto silencio. Se irguió con premura y,
mientras se acomodaba el yelmo y la armadura, escuchó atentamente: un ruido
sordo venía de la espesura del bosque.

Llamó a Mil y le preguntó qué ocurría. Mil, que era un cuervo muy charlatán y
siempre estaba al tanto de lo que pasaba a su alrededor, se lo explicó: unas
personas, precedidas por un hombre muy apuesto que tenía aspecto de príncipe,
habían pasado por allí e iban en busca de una princesa o algo así.

A hurtadillas, Alex se encaminó hacia el centro del bosque, abandonando el río y la


quietud de su siesta. Gracias a su entrenamiento se había vuelto sumamente
escurridizo y rápido, por lo que fue capaz de esquivar con presteza a la horda de
gente que regresaba enérgica derribando cuanto se ponía en su camino.

Siguiendo sus huellas, Alex llegó hasta el centro del mismísimo infierno: un punto
oscuro y maloliente, junto a una charca estancada donde deambulaban anfibios de
todas las especies y colores. En medio de ese asqueroso lugar había una cama hecha
de hojas en la que dormía una joven de aspecto angelical. Alex se acercó con
cautela, y le bastó una mirada para quedar prendado de ella. Cuando estaba a punto
de rozar con sus manos las de la joven, la voz del cuervo lo hizo detenerse en seco.
Había encontrado un largo pergamino donde se explicaban las razones por las que
esa joven se encontraba allí.

Se llamaba Diana y estaba privada de su consciencia por un encantamiento. Su


madre había quedado embarazada de ella a una edad madura gracias a la
intercesión del duende Gremilín, quien le había puesto por sola condición que si era
una niña, cuando cumpliera los quince años, debería cedérsela; de lo contrario,
caería sobre ella una maldición que la dejaría inconsciente durante todo el siguiente
ciclo lunar y, si al cabo del mismo no aparecía el verdadero amor de su vida, se
convertiría en un sapo y viviría para siempre en las profundidades de una charca. La
reina estaba tan desesperada y tan deseosa de tener un hijo que aceptó las
condiciones, con tanta mala suerte que nació una niña…

—¿Y cómo saber cuál es la persona indicada? —Alex fue al grano.

—Dice que despertará cuando esa persona bese sus labios.

Sin pensarlo dos veces, Alex la besó. Cuando sus cálidos labios tocaron el frío
témpano que cubría la boca de la princesa, ella movió levemente los párpados. Y
cuando sus miradas se encontraron, el tiempo se detuvo a su alrededor. Entonces,
Alex se quitó el yelmo pese a que conocía las consecuencias y no estaba preparada
para afrontarlas. Pero cuando Diana descubrió que el apuesto príncipe en realidad
era una joven, sus sentimientos no cambiaron, y el corazón de Alex saltó de felicidad.

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EL ARCO IRIS DE RELMU
Los tenía muy diversos: de colores intensos y bellas formas, en lápiz, en
acuarela…Todos sus cuadernos se hallaban repletos de arco iris. Y es que a Relmu
le fascinaba esta extraña forma colorida que llamaba la atención de todos,
atravesando las nubes y estableciendo un lazo entre el cielo y la tierra; y estaba
convencida de que era mucho más que un fenómeno óptico.

Pero había algo extraño en los arco iris que Relmu dibujaba: todos ellos carecían del
color violeta. Y por mucho que Relmu se esforzara, nunca conseguía incluir este
color en sus ilustraciones.

Relmu era una niña fea, de enormes ojos verdes, que casi no le servían si no llevaba
las enormes gafas, y un cuerpo que sobrepasaba cuatro veces el de cualquier otra
niña de su edad. En el colegio la pasaba realmente mal. No tenía amiguitos y el
pasatiempo favorito de sus compañeros de clase era tramar bromas y burlas contra
ella. Les resultaba muy divertida su cara roja bañada de lágrimas o su incapacidad
para contener la orina cuando se sentía angustiada. Sus cumpleaños los pasaba en
la más absoluta soledad, rodeada del cariño de dos padres que no sabían quererla
y una abuela malvada que ni siquiera cocinaba bien. No obstante, Relmu tenía un
secreto que nadie conocía. Por las noches, cuando todas las luces se apagaban, salía
volando por la ventana de su habitación y visitaba mundos maravillosos.

Una noche, su viaje la llevó hasta un gigantesco arco iris. Era la primera vez que
visitaba uno y se sentía realmente extasiada. Era una enorme cinta de colores que
comenzaba en la línea del horizonte y se perdía poco después de sus ojos, donde su
terrible vista no llegaba.

Una mujer de figura desaliñada y un pelo largo y canoso se le acercó. Le dijo que
era un hada y Relmu pensó que era el ser más hermoso del universo, siendo
técnicamente sumamente fea. Como sabía que el sueño no duraría mucho y quería
volver a la realidad con la mayor cantidad de respuestas posibles, decidió hacer
todas las preguntas que se le ocurrieran. A veces solo contamos con un sueño para
cambiar nuestra realidad.

—¿Por qué no eres hermosa?

—Lo soy.

—Sí, para mí sí, porque veo en tu interior, pero no te pareces…

—La belleza no está en el interior, Relmu. El verdadero secreto de la vida no consiste


en aceptarte como eres, sino en dejar de preocuparte de que los demás lo hagan.
Debes poder mirarte al espejo sin pensar si eres bonita o fea. Después de todo, la
belleza es solo un concepto, como tantos otros, y por lo tanto no tiene ninguna
importancia. Si comprendes esto también podrás entender por qué no pintas el color
violeta en tus arco iris. Hasta que no aceptes que no eres como las demás y te
centres en ser Relmu sin importar lo que te pese, las cosas no cambiarán.

12
Tardó algunos años en comprenderlo, pero un día lo hizo. Se supo hada: un hada
regordeta, de gafas y poco atractivo físico, pero con un inmenso arco iris solo para
ella, para cuidar. Y fue capaz de mostrarle a otras personas que un arco iris es
mucho más que un espectro producido por el encuentro de la luz con el agua.

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