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Recalcamos que anteriormente planteamos las dimensiones que pueden estimarse necesarias

para la reformulación del proceso desde la óptica publicística, a saber: la existencia de una relación
entre la justicia y la verdad en un contexto democrático; junto con la doble justificación sobre:
a) la posibilidad de alcance de la verdad dentro del contexto procesal; b) si resulta justificada
la reformulación de los principios procesales desde esta nueva comprensión del proceso.
Si bien, y aunque difícilmente podría justificarse que la verdad es alcanzable dentro del contexto procesal
a través de la aplicación de la teoría de la verdad relativa, se determinó que la inconveniencia en
la adopción de la ideología publicística viene entregada especialmente por la deformación de los
principios básicos con los que debe contar un proceso. Por esta razón, la relación entre verdad y
justicia, punto de partida del lineamiento lógico publicístico, se establecía como una opción vacía
en el contexto procesal.
Entendemos que el procedimiento laboral peruano es muestra tangible de ello; de hecho, el
abandono de las condiciones de aplicación de la búsqueda de la verdad muestran una desatención
legislativa indudable, que permite la deformación y desnaturalización del ámbito procesal como
herramienta para la obtención de la paz social desde su óptica garantista. No venimos en cuestionar
lo noble que puedan parecer los objetivos de una política social de Estado, como tampoco a
cuestionarnos si es beneficioso o no que éste opere bajo una óptica en donde la verdad sea condición
de justicia. La intención de este trabajo es analizar en que no puede pensarse que todos los
contextos serán propicios para ello. Si los cambios a aplicarse en un proceso conllevan la pérdida
de los derechos y garantías mínimas para que las partes se desenvuelvan en él, y es desnaturalizada
su finalidad como instrumento para la resolución de conflictos con el objetivo de obtener de la paz
social, entonces no es válido hablar de proceso propiamente tal.
Aunque a priori parezca una. La liviandad con la que normalmente se escucha hablar sobre verdad e
incluso sobre
justicia, conlleva precisamente a vaciar de todo contenido a estos vocablos. Por ello, es que el
examen constante de los valores democráticos se hace menester, puesto que con él se evita que la
verdad pueda ser utilizada muchas veces con el objetivo de escondernos otras verdades.

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