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INTERNACIONAL

La UE lanza una ofensiva para reducir la dependencia de


la OTAN
Más de medio centenar de ministros de Exteriores y Defensa se reúnen
este lunes para reforzar el despliegue de operaciones civiles y pactar las
bases de un fondo común
BERNARDO DE MIGUEL

Bruselas - 18 NOV 2018 - 21:39 CET

Un convoy europeo, tras sufrir un ataque terrorista, en octubre en Mogadiscio (Somalia). FEISAL OMAR (REUTERS)

Zafarrancho de combate (diplomático) en Bruselas. La UE prepara un impulso sin


precedentes de su “independencia estratégica” en el campo militar y de seguridad. Los
ministros de Exteriores y Defensa harán balance este lunes y mañana sobre una política
común que, de los balbuceos de hace un año, se propone elevar de 17 a 34 el número de
proyectos comunes (para acelerar el desarrollo, por ejemplo, del primer dron europeo),
reforzar el despliegue de operaciones civiles y a pactar las bases de un fondo común de
hasta 13.000 millones de euros.
El avance llega alentado por la inestabilidad de los aliados tradicionales, especialmente
EE UU. Y, sobre todo, por la necesidad de afrontar conflictos que desbordan la
capacidad individual de los socios europeos o que no encajan en la actividad habitual de
la OTAN. La cumbre ministerial en Bruselas, a las que por parte de España asistirán los
ministros Josep Borrell y Margarita Robles, coincide con el reciente revuelo provocado
por las declaraciones del presidente francés, Emmanuel Macron, a favor de un Ejército
europeo. Una iniciativa secundada por la canciller Angela Merkel, que tiene también
como objetivo ganar independencia de la alianza transatlántica encargada de la
seguridad de Europa desde la Guerra Fría.

Aunque todas las fuentes consultadas insisten en que el objetivo no es crear un Ejército
europeo al uso, sino potenciar la integración y colaboración de las políticas nacionales,
el plan de Macron ha soliviantado al presidente de EE UU, Donald Trump. El mandatario
llegó a la Casa Blanca amenazando con retirar la presencia militar de Europa y se alarma
ahora ante la posibilidad de que el Viejo Continente gestione con cierta independencia
su política de seguridad.

La ofensiva europea también levanta suspicacias en la OTAN, temerosa de que la UE


reproduzca una estructura paralela. La inquietud de la Alianza se visualiza en la creación
en 2017 de una suerte de cuartel general en Bruselas, encargado de coordinar las
operaciones militares de la UE en el exterior. La plantilla de ese cuartel apenas tiene 25
plazas y no están cubiertas del todo. Y las tres operaciones (en Malí, Somalia y
República Centroafricana) son no ejecutivas, es decir, solo prestan formación y
operación al ejército local.

Aun así, la creación de ese centro de operaciones (bautizado como Military Planning and
Conduct Capability o MPCC) provocó resquemor en la OTAN, celosa de ver surgir en la
capital europea una estructura que algún día podría llegar a rivalizar su potente cuartel
general en Mons (a unos 50 kilómetros de Bruselas), conocido como SHAPE.

El recelo puede ir a más tras la reunión de esta semana porque la UE


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va a multiplicar por dos la dotación de personal de su centro
Defensa de la
tolerancia neurálgico (hasta 60 plazas) y, sobre todo, tiene previsto autorizar
operaciones ejecutivas, es decir, con actuación militar sobre el
terreno. "Serán de un alcance modesto, solo para dirigir un batallón,
muy lejos de lo que supone todo un ejército", minimiza una fuente
europea.

Pero la OTAN es consciente de que en la UE casi todos los grandes


proyectos arrancan por un pequeño embrión que, una vez en
marcha, adquieren una dinámica de crecimiento diferente de frenar.
Y antes de que sea demasiado tarde, el secretario general de la
OTAN, Jens Stoltenberg, que asistirá el martes a la reunión de ministros europeos de
Defensa, ha empezado a levantar la voz. “Si se repiten demasiado frases como la de
independencia estratégica, suena como si fueras a hacer grandes cosas en solitario, y no
creo que eso sea sabio”, advirtió Stoltenberg el pasado lunes en Berlín.

La Comisión Europea y el Consejo insisten, sin embargo, en que no se trata de competir


con la OTAN, sino de coordinar una política europea “porque hay problemas que
debemos resolver solos e, incluso, nuestros aliados nos piden que los resolvamos
solos”. Desde el departamento de Federica Mogherini, alta representante de Política
Exterior de la UE, se apunta como señal de la buena convivencia el hecho de que “una de
las condiciones para la selección de los nuevos proyectos conjuntos de capacidades
[que abarcan desde logística a ciberdefensa o armamento tradicional] es que deben ser
coherentes con la planificación de la OTAN”.

Otras fuentes comunitarias reconocen, sin embargo, que la UE necesita “depender


menos de la OTAN” porque una buena parte de las necesidades de defensa del club
europeo ya no encajan con la operativa de la Alianza. Esas fuentes apuntan que los
países europeos han comprendido que la OTAN no puede afrontar problemas como el
yihadismo, la migración descontrolada o los ciberataques, que a pesar de no ser
conflictos bélicos al uso requieren en parte una actuación militar.

El salto tecnológico que está experimentando la industria militar también parece haber
convencido a los líderes europeos de que ningún país cuenta con la envergadura
necesaria para arrostrar en solitario la inversión necesaria, ni siquiera la mayor potencia
militar, que será Francia cuando Reino Unido abandone en marzo el club europeo. La
unión de todos esos factores (inestabilidad mundial, nuevas amenazas y revolución
tecnológica) da a Europa una oportunidad para un histórico salto en su política de
defensa. “Y si no se aprovecha, podemos perder el tren”, avisa un alto cargo europeo.
La magnitud del reto quedará patente también este mismo martes, cuando la Agencia
Europea de Defensa (AED), dirigida por Jorge Domecq, publique el resultado de su
primera revisión anual del gasto militar. Este novedoso ejercicio (CARD, según en inglés)
revela la ingente tarea que Europa tiene por delante para racionalizar y coordinar un
gasto militar que, según Bruselas, desperdicia unos 26.400 millones de euros al año por
duplicidad de recursos, sobrecapacidad y trabas en los sistemas de adjudicación.

Los datos de la Agencia, a los que ha tenido acceso EL PAÍS, muestran que el gasto en
investigación y desarrollo relacionado con defensa ha caído del 23,5% de la inversión
total en 2015 al 21% en 2017. Dentro del gasto militar, el porcentaje dedicado a
investigación y tecnología también sigue lejos del objetivo del 2% de la partida defensa
fijado por la AED.

La brecha resta más de 2.000 millones de euros al año a la investigación, esencial para
adaptar la defensa a una realidad tecnológica bastante alejada de un equipamiento
tradicional en el que los países europeos siguen gastando el 50% de su presupuesto
(frente a un tercio en EE UU). Para colmo, según la Agencia, buena parte del gasto en
investigación y tecnología está desperdigado y el porcentaje de inversión destinado a
proyectos compartidos sigue estancado desde 2015 en el 11%, con el agravante de que
en términos totales la cuantía destinada a la colaboración ha caído un 6%.

La reciente irrupción de la Comisión Europa en la política de Defensa parece llamada a


terminar con esa fragmentación. El actual presidente, Jean-Claude Juncker, ha
convertido esa área en una prioridad, acompañada por una cuantiosa partida
presupuestaria."En el terreno militar, la Comisión ha salido del armario con Juncker", se
felicitan fuentes del sector.

Desde la Comisión se recuerda que "antes de este mandato, el presupuesto europeo


destinaba cero euros al gasto en Defensa. Ahora vamos por los 500 millones de euros y
para el próximo marco presupuestario (2021-2027) proponemos 13.000 millones de
euros a través del nuevo fondo de defensa". El embrión de ese fondo arrancará en 2019
y 2020 con 500 millones, pero en su fase definitiva alcanzará una velocidad de crucero
mucho mayor (casi 1.800 millones al año).

Se espera que este lunes los ministros de Exteriores y Defensa pacten las bases de ese
fondo, que solo liberará recursos para proyectos de desarrollo en los que participen
compañías de al menos tres Estados miembros. El texto del acuerdo ya superó la
semana pasada la primera prueba a nivel de embajadores, con el respaldo inequívoco de
Francia, Alemania y España, entre otros países, y cierta resistencia de Holanda, Suecia o
Dinamarca, además del rechazo de Reino Unido.

El acceso a las partidas del fondo de empresas de países terceros (en particular, de EE
UU y Reino Unido) sigue siendo el punto más polémico de la negociación. La Comisión
propone que las empresas establecidas en suelo europeo pero controladas por
potencias extracomunitarias solo puedan acceder a los recursos del fondo si cumplen
unas condiciones muy estrictas, como que no puedan acceder a la información
confidencial del proyecto o garantizar que la propiedad intelectual del proyecto se quede
siempre en Europa. Algunos socios europeos quieren flexibilizar esas normas para
facilitar el acceso de empresas estadounidenses y británicas. El acuerdo definitivo se
espera para final de año.

EL FLANCO CIVIL TAMBIÉN SE REFUERZA


Aunque parezca lo contrario, la UE tiene mucha más dificultad en organizar las misiones
civiles que la parte militar de sus intervenciones en terceros países. Pero ese flanco civil,
que abarca desde magistrados a policías o funcionarios, resulta esencial "para garantizar
que un país es autosostenible y no vuelve a caer en una crisis o conflicto", explica uno de los
diplomáticos envuelto en su organización.

Los ministros de Exteriores y Defensa de la UE se comprometerán esta semana a reforzar la


capacidad de despliegue, marcándose el objetivo de lanzar una misión de al menos 200
personas en un plazo de 30 días. "Parece poco pero si se logra, será un gran avance",
aseguran en el Servicio europeo de Acción Exterior, encabezado por Federica Mogherini.

La movilización de personal civil resulta a menudo imposible por la falta disponibilidad de


personal de las administraciones nacionales o porque se trata de gremios que no están
acostumbrados a desplegarse fuera de sus países de origen y, menos aún, en zonas que
acaban de salir de un conflicto armado. Aun así, la UE mantiene en estos momentos 10
misiones civiles y ha lanzado 22 desde su estreno en 2003, en áreas como Kosovo, el Sahel,
Somalia o Irak.

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