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Tres de Malevich Tres
Tres de Malevich Tres
Alfredo Gurza
En tiempos de un cambio radical del viejo modo de vida, cuando todo lo que es nuevo y
joven se afana en hallar su forma y expresar su yo, los muertos reptan todavía e intentan
atenazar con sus manos heladas todo lo viviente.
Ahí están los sumos sacerdotes del gusto burgués, los reyes de la crítica: Benois,
Tugendhold y compañía.
Hasta ahora, ninguna obra de arte podía aspirar al derecho de ciudadanía y a la buena
vida sin el imprimátur de Benois.
Así ocurrió con Vrubel, Musatov, P. Kuznetsov, Goncharova, a quienes sólo aceptaron
luego de cubrirlos de fango. ¡Y cuánto queda aún sin ser reconocido!
Los jóvenes artistas e innovadores que se negaron a hacer concesiones tuvieron que
abrirse camino con grandes dificultades.
Era imposible esperar que sus productos fueran comprados sin la recomendación de los
“estranguladores”.
Pero vender un cuadro era la única manera en que un artista podía alimentarse y pagar
su habitación.
Todas las colecciones de arte privadas fueron reunidas al capricho de los dueños y los
galeristas.
Una vez más se alza una frontera oficial cerrada ante la vida del arte.
Una vez más, los muertos estiran sus manos huesudas para extinguir la lámpara.
Anarquía, número 25
Limpiemos la zona de todo viejo escombro. En marcha hacia los templos de nuestro
rostro.
Es imperativo dar un nuevo ritmo al tiempo. Evitemos las calzadas punteadas por las
cruces de los cementerios, pues sólo conducen a días extintos.
Tu rostro ha quedado liso como una moneda antigua, tallado con la jerga milenaria de
las autoridades hasta borrar tu rostro hermoso y alegre de antaño.
Y te convertiste en la piedra que Miguel Ángel mató en favor del pasado y del futuro.
Pero nosotros logramos emerger, dejando de lado a las autoridades, y creamos este
rostro.
De nuestro tiempo y nuestras formas creamos un rostro con la impronta de esta época,
para que sea reconocido en el torrente del tiempo.
Anarquía, número 28
A LA NUEVA FAZ
Por primera vez traspasamos el umbral del arte, abriendo un nuevo frente al Arte
laqueado.
Durante años nos desarrollamos por decenas. Bajo los techos de áticos helados nos
ocultamos del poder de las autoridades y fuimos horadando nuestro camino.
Una poderosa tormenta revolucionaria demolió el ático y nosotros, como una nube en el
espacio, navegamos hacia la libertad.
Ustedes, jóvenes y alegres, hagan a un lado cuanto antes los restos del naufragio.
Anarquía, número 31