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Canción de otoño

Paul Verlaine

Los sollozos más hondos


del violín del otoño
son igual
que una herida en el alma
de congojas extrañas
sin final.

Tembloroso recuerdo
esta huida del tiempo
que se fue.
Evocando el pasado
y los días lejanos
lloraré.

Este viento se lleva


el ayer de tiniebla
que pasó,
una mala borrasca
que levanta hojarasca
como yo.

Alquimia del verbo

Arthur Rimbaud

Es mi turno. La historia de una de mis locuras.


Llevaba mucho tiempo presumiendo de poseer todos los paisajes posibles, y encontraba
irrisorias a las celebridades de la pintura y la poesía moderna.
Me gustaban las pinturas tontas, dinteles, decorados, telones de trapecistas, emblemas,
estampas populares; la literatura pasada de moda, el latín de iglesia, libros eróticos sin
ortografía, novelas de nuestras abuelas, cuentos de hadas, libritos infantiles, viejas óperas,
estribillos bobos, ritmos ingenuos.
Yo soñaba con cruzadas, viajes de descubrimientos jamás narrados, repúblicas sin historia,
guerras de religión sofocadas, revoluciones de costumbres, desplazamientos de razas y de
continentes: creía en todos los hechizos.
¡Inventé el color de las vocales!— A, negro; E, blanco; I, rojo; O, azul; U, verde. Ajusté la
forma y el movimiento de cada consonante y, con ritmos instintivos, presumí de inventar
un verbo poético accesible —un día u otro— a todos los sentidos. Me reservaba su
traducción.
Al principio era un esbozo. Escribía silencios, noches, anotaba lo inexplicable. Precisaba los
vértigos.

Allá pájaros, rebaños, mujeres.


¿Y qué bebía yo entre arbustos inclinado?
¿Entre tibia bruma verde
Y tiernos bosques de avellanos?

¿Qué podía beber en ese río,


—Olmos mudos, prado seco, cielo vulgar—
Lejos de mi choza, chérie, en esos odres amarillos?
Algún licor de oro para sudar.

Insignia turbadora de posada parecía.


Tormenta anti-cielo. Crepúsculo de aguas
Espesas, que en vírgenes arenas se perdía.
Y el viento de Dios: su hierro contra las balsas.
Llorando, juro que vi el oro, pero beberlo no podía.

HIMNO A LA BELLEZA
Charles Baudelaire

¿Vienes del hondo cielo o sales del abismo,


Belleza? Tu mirada, infernal y divina,
vierte confusamente beneficios y crímenes,
por lo que compararte se puede con el vino.
Contienes en tus ojos el poniente y la aurora;
esparces los perfumes cual noche tormentosa;
tus besos son un filtro y un ánfora tu boca
que hace cobarde al héroe y al niño hace valiente.

¿Surges del negro abismo, desciendes de los astros?


El destino encantado, te sigue como un perro;
tú siembras al azar la dicha y los desastres,
y lo gobiernas todo sin responder de nada.

Marchas sobre los muertos y te burlas, Belleza;


el Horror, de tus joyas, es la más atractiva,
y el Crimen, entre todos tus más hermosos dijes,
en tu vientre orgulloso danza amorosamente.

El deslumbrado insecto vuela hacia ti, candela,


arde, crepita y dice: "Bendigamos la antorcha!"
El amante jadeando sobre su mujer bella
parece un moribundo que acaricia su tumba.

Que vengas del infierno, o del cielo, qué importa


Belleza! monstruo enorme, inocente y temible!
Si tus ojos, tu risa, tu pie, me abren la puerta
de un Infinito que amo y jamás conocí?

De Satán o de Dios, qué importa? Sirena o Ángel,


qué importa, si tú vuelves, –hada de ojos de seda,
ritmo, perfume, luz, mi única soberana!–
menos horrible el mundo, más ligero el instante?
EL ALBATROS
Charles Baudelaire

Frecuentemente, para divertirse, los tripulantes


Capturan albatros, enormes pájaros de los mares,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío deslizándose sobre los abismos amargos.

Apenas los han depositado sobre la cubierta,


Esos reyes del azur, torpes y temidos,
Dejan lastimosamente sus grandes alas blancas
Como remos arrastrar a sus costados.

Ese viajero alado, ¡cuan torpe y flojo es!


Él, no ha mucho tan bello, ¡qué cómico y feo!
¡Uno tortura su pico con una pipa,
El otro remeda, cojeando, del inválido el vuelo!

El Poeta se asemeja al príncipe de las nubes


Que frecuenta la tempestad y se ríe del arquero;
Exiliado sobre el suelo en medio de la grita,
Sus alas de gigante le impiden marchar.

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