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EL ESTATUTO SOCIOPOLITICO DEL COLONO EN LA GENESIS

DE LA SOCIEDAD BAJOIMPERIAL

G. BRAVO

I.—PARA LA CONCEPT'UALIZACION DEL PROBLEMA


La localización de un hecho históricamente determinado exige, como punto de
partida, un mínimo marco conceptual. Ello debería evitar que los contenidos de los
términos y categorías analíticas, utilizados en el discurso, sean interpretados en un
sentido diferente del que allí se les asigna. Convendría, por tanto, ponerse de acuerdo
en una serie de puntos-base, que sirven de plataforma a la investigación, propiamente
dicha. Esta, en realidad, no es más que la «verificación» —hasta el límite en que sea
posible a la historia social de los presupuestos iniciales, esto es, del sistema teórico
que le sirve de base.
Hablar de status sociopolítico significa admitir, como necesaria, una diferencia-
ción progresiva entre los grupos sociales caracteiísticos de una «economía» dada. La
diferencia de status crea intereses específicos que generan relaciones económicas de.
carácter permanente en la estructura social concreta. Ahora bien, la conceptualización
sociológica engloba dos consideraciones diferentes del status.
Desde una perspectiva jurídica, el status expresa la categorización de grupos
sociales, bien diferenciados, en torno a ,un sistema de privilegio. Pero esta visión no
refleja la situación social adyacente al marco jurídico l . Desde una perspectiva histó-
rica, en cambio, las connotaciones del status se sitŭan en torno a una serie de
variables como a) la organización social del trabajo; b) la estructura de la propiedad; c)
las formas de producción; d) el poder adquisitivo de los distintos grupos socioeconó-
micos; y e) la función de un grupo social concreto en el mantenimiento y reproducción
del sistema político vigente. En definitiva, la conceptualización histórica propugna la
objetivación del concepto jurídico-político de status, su cuantificación o posición en la
estructuración social, el mayor o menor grado de integración (de un individuo o grupo)
en el sistema establecido. Para nuestro objeto, esta cuantificación se mide en térn ŭnos
de opresión fiscal, detracción del excedente y/o formas restringidas de propiedad-po-
sesión del suelo. Este marco de relaciones «status-propiedad/producción-trabajo»
prefigura una situación coyuntural en un complejo de variables y relaciones m ŭltiples,
que superan la simple enmarcación poder/subyugación o cualquier otra de tipo estric-
tamente político. Sin embargo, estas «relaciones» configurarían sólo unilateralmente el

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status, que es producto de un conjunto complejo de variables, aunque son sus
condiciones esenciales, puesto que las variables socioeconómicas resultan ser funda-
mentales para tipificar los niveles de status, esto es, para sistematizar la gran diversi-
dad de situaciones «reales», además de las propiamente juridicas, que se observa
entre individuos o grupos cuyo estatuto juridico es similar e incluso idéntico en la
escala sociopolitica, como veremos después.
Por otra parte, la cualificación objetiva del status «en una época-de-transición»
puede no corresponder a las connotaciones habituales de éste en una sociedad estable.
La complejidad y continua transformación de los elementos que configuran una
sociedad-de-transición nos remite a la consideración de la génesis como un «proceso»
de afloración-periclitación de elementos, sin limites cronológicos precisos pero sus-
ceptible de «delimitaciones históricas» a nivel de estructuras concretas. Y la realidad
socioproductiva del Imperio de finales del s. III y comienzos del s. IV permite la
utilización de este tipo de análisis.
En una primera ojeada a la cuestión estatutiva del colonato imperial y reco-
giendo datos aportados por la historiografia tradicional podria establecerse una cen-
sura en la condición de los colonos con la ley de Constantino del a. 332 2 . Segŭn ésta,
los colonos habrian sido hasta entonces productores libres; desde ahora, adscritos a la
tierra y, por tanto, productores semilibres, conforme a un simple esquema que podria
representarse asi:

col. libre col. semilibre


332
(altoimperial) (bajoimperial)

Un segundo análisis, a nivel de coyuntura, revela que la evolución del colonato


no puede ser considerada en forma lineal puesto que, en la situación pre-332, la
tradicional estructura del colonato libre deja de ser nitida a partir de las reformas de
Diocleciano, esto es, hacia el 295-97. Por tanto, entre «A» y «B» encontramos otras
situaciones correlativas bien diferenciadas: «B,» o vinculación formal y «B 2 » o ads-
cripción juridica del colono a la tierra, cuya esquematización se aproximaria a:

ca. 295 332

B, B 21
(vinc. formal) (adscripción juridica)

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Porque lo que define a estas situaciones, a nivel histórico, no es su involución
progresiva, es decir, su desarrollo lineal sino su funcionalidad, esto es, su diferente
posición en la estructura socioproductiva, donde «A» se concibe como forma de
producción subsidiaria en una estructura social con un MP dominante; «B,» como
régimen de colonato en una estructura social sin MP dominante; «B 2 », en una estruc-
tura social de transición (= T); y «B» o colonato como forma de producción domi-
nante en T.
No obstante, la interpretación histórica se enfrenta con un primer obstáculo de
difícil superación. La historia legislativa del Bajo Imperio, de la que podría deducirse
el carácter estatutivo, no prestó más que una atención secundaria a la figura del
colono. Ante la notoria deficiencia de fuentes específicas que mencionen coloni o
categorías afines, los estudiosos recurren a argumentaciones a posteriori recogiendo
textos de finales del s. IV y V. Pero no podemos conceder fiabilidad a los resultados
de tales investigaciones si no es posible establecer un método que nos permita
comprender, por ejemplo, si lo que se interpreta de «C» es factible, real u objetivo en
«B» 3 o bien si la diferenciación observada entre «A» (= Digesto) y «C» (= constitu-
ciones tardías) no es simplemente un desarrollo de «B», lo que implica ya el admitir
otros argumentos que los puramente jurídicos. Dicho en términos históricos, se trata
de conocer si la situación «económica» pre-332 contiene ya algunos de los elementos
—es la génesis— luego manifiestos a mediados del s. IV. En definitiva, si, desde esta
perspectiva, lo que se ha llamado «época de transición bajoimperial» no es localizable
ya en los ŭltimos años del s. III a efectos del régimen de producción. Apoyamos esta
hipótesis en una serie de hechos de diversa naturaleza que integran lo que se conoce
como contexto reformista de la Tetrarquía y muy especialmente en la explicación que
proponemos de la reforma fiscal llevada a cabo por Diocleciano4.

Primeros datos
La ya extensa bibliografía sobre el colonato romano nos evita el trabajo de
historiar el desarrollo de esta institución agraria. En general, se admite una serie de
puntos convenclonales acerca de 1) su origen, evolución y desarrollo en el Imperio; 2)
la diferencia de status entre el colono alto y bajoimperial; 3) el paso de las formas de
explotación esclavista grecorromana a las formas de dependencia tardorromana, vía
feudalismo.
Desde la publicación en 1925 de la obra de R. Clausing 5 , que recogía todos los
trabajos conocidos que habían abordado explícita o marginalmente el tema del colo-
nato romano, las investigaciones posteriores adoptaron vías diferentes, de las que
recordamos sólo las más significativas: concretar el papel que otras instituciones
desemperiaron en la historia del colonato6 ; analizar la relación entre la parte oriental y
la occidental del Imperio7 ; establecer una evolución concreta en el desarrollo del
sistemag o del status personal del colonog . Una corriente interpretativa distinta, que se
remonta a los trabajos de E. Ciccotti y a ŭn pervive en nuestros días, ha intentado
delimitar la función del colono en el proceso económico general del Imperio lg . En
todos estos trabajos se asume como corolario el diferente estatuto del colono (de libre
a semilibre) en el sistema jurídico-político imperial. Si la estimación del cambio de
status social de un grupo correspondiera al momento de su legitimación jurídica como
tal en la estructura social, resultaría que hasta el 332 no existen colonos del nuevo
tipo. Nosotros, en cambio, intentamos mostrar con el aval documental correspon-
diente y razones históricas complementarias que la ley de referencia es sólo la

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ratificación de una realidad social de hecho anterior, surgida en torno al 300. No
ocultaremos, no obstante, que una parte de la historiografía entre los que destaca A.
H. M. Jones cree ver en la época de Diocleciano el origen de la vinculación formal del
colono a la tierra, pero allí la situación de éste es reflejo de una «supuesta» inmovili-
dad social general y de la hereditariedad de los cargos que se pretende para otros
sectores sociales, apoyándose en la existencia de una «supuesta» fuente, que no ha
llegado hasta nosotros.
En el terreno que nos ocupa es igualmente necesario tener presente la trayecto-
ria crítica que ha vinculado los estudios sobre el colonato con una determinada
modalidad de impuesto, desde Seeck y Deléage a los trabajos de A. Segré y la reciente
aportación al tema hecha por W. Goffart pasando por la escuela francesa representada
por Lot, Piganiol, Faure y M. Pallasse, entre otrosn.
Nuevas cuestiones
Así delimitado historiográficamente, las cuestiones esenciales que presenta
todavía su análisis se relacionan fundamentalmente con una serie de elementos (es-
tructurales) que configuran el proceso, sobre todo en torno a la estructura de propie-
dad de la tierra (formas de propiedad y explotación del suelo; organización de la
fuerza de trabajo e instituciones agrarias características) así como con otros (elemen-
tos dinámicos) que generan el contexto (formas de renta y apropiación del producto-
excedente; capacidad adquisitiva de los grupos sociales productores; niveles de pre-
cios y cuantificación del impuesto).
De las muchas cuestiones que todavía hoy plantea la formación del colonato
bajoimperial se puede estar fácilmente de acuerdo en que 1) la relación de status con
otros sectores de la producción y 2) la vinculación del colono al suelo son claves para
una interpretación coherente de la estructura social y productiva del imperio, al menos
durante el período que abarca los reinados de Diocleciano y Constantino. Pero ante la
inexistencia de una prueba documental precisa que informara sobre el status de los
productores se ha puesto el énfasis en la clarificación de la segunda interrogante.
Entre los que opinan que la vinculación del colono al suelo no es más que una
consecuencia de su adscripción jurídica, en pleno reinado de Constantino o mucho
después 12 y quienes como T. Frank y Jones la reconocen ya para finales del s. III, es
decŭ-, en la época de Diocleciano 13 , es preciso distinguir en el análisis dos formas de
vinculación: 1) vinculación formal; 2) adscripción jurídica, sin que éstas deban estar
necesariamente relacionadas primum... deinde. Es preciso investigar el hecho desde
otras perspectivas y, en ausencia de fuentes testimoniales que lo prueben expresa-
mente, considerar al colono como un elemento importante del sistema de producción.
Porque la lógica de la producción puede apoyar la explicación de simples constatacio-
nes de hechos que, de otro modo, deben ser aprehendidos como pura teoría histórica.
De ahí que sea importante, por ejemplo, no sólo localizar el excedente sino también
seguir su recorrido en el proceso productivo (producción-(distribución)-consumo) y
reproductor (explotaciones-niveles productivos-exacciones imponibles) del sistema
económico concreto. Para nosotros, en la convergencia de ambos procesos, es decir,
en las relaciones que ligan las reformas del Estado con los intereses de los particula-
res, subyace una razón histórica necesaria para comprender la génesis del colonato
bajoimperial como forma de producción dominante en la economía romana.

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IL—LA ESTRUCTURA SOCIOPRODUCTIVA DEL IMPERIO Y EL STATUS DE
SEMILIBRE
No obstante la heterogeneidad de situaciones que presenta la diversa geografía
del Imperio, la simultaneidad de elementos analíticos nos permite reconstruir la
estructura socioproductiva del Imperio a finales del s. III y comienzos del s. IV. En
este sentido, resulta parcial la elaboración de la historia del colonato seg ŭn provincias,
porque tal reconstrucción, en la práctica, adoptaría diferentes denominaciones forma-
les (locatio, enfiteusis, epibolé), expresión de los métodos ensayados por el Estado
romano a fin de recuperar la estructura económico-productiva del Imperio, aunque
algunas de estas formas de producción contenían ya algunos de los elementos luego
esencialmente constitutivos del régimen de colonato. Por ello, la figura del colono
bajoimperial se define en torno a dos marcos yuxtapuestos: el jurídico y el productivo.
El primero plantea básicamente el problema de la vinculación «real» del colono a la
tierra; el segundo exige delimitar el status del colono no sólo como campesino
dependiente sino también como fuerza de trabajo dominante, lo que equivale a
considerar al colono en las coordenadas propias del sistema económico imperial: como
elemento básico de la producción en las explotaciones imperiales y privadas; como
fuerza de trabajo organizada desde el aparato de Estado para garantizar la producción
y, por lo tanto, como una garantía de la principal fuente de ingresos debida al Estado
por las propiedades y/o cultivo de la tierra. Desde esta triple función del colono se
explica mejor la configuración del sistema de propiedad-explotación predominante a
comienzos del s. IV. La estructura de la gran propiedad territorial típica del Bajo
Imperio es en lo esencial el resultado de un complejo proceso de asimilación: las
explotaciones imperiales consideradas improductivas —agri deserti— y las pequerias
propiedades particulares de escasos rendimientos fueron progresivamente absorbidas
por las grandes explotaciones privadas o imperiales, seg ŭn que la propiedad senato-
rial, en las provincias, fuera o no predominante sobre la imperia1 14 . Este proceso
resume la tesis mantenida por la historiografía progresista, seg ŭn la cual, como
consecuencia de la crisis del s. III, las oligarquías municipales del Principado perdie-
ron progresivamente sus propiedades en beneficio de los grandes terratenientes rura-
les, cuyas propiedades constituían luego el «modelo» básico de explotación agraria
bajoimperial. Una afirmación de este tipo, que revela un cambio sustancial en la
organización de la «economía» imperial romana, no pasa de ser unapetitio principii si
no se precisa al menos algunos de los rasgos fundamentales del contexto en que se
inserta, es decir, si no explicamos éste desde la génesis del proceso de transición
analizando los «momentos» más significativos.

1.—Agri deserti y servi fugitivi


A lo largo del s. III una gran parte de las tierras cultivables fueron abandonadas
y se convirtieron en improductivas. Este problema amenazaba con desequilibrar la
economía del Imperio y perder su base financiera y tributaria. La propiedad privada se
incrementó a expensas de las tierras imperiales que el Estado fue incapaz de mantener
en cultivo ante la escasez de conductores que se responsabilizaran de la explotación
de estas tierras. La gran propiedad territorial se configurará en torno a ellas y a la
asimilación paralela que afectó a pequerias y medianas propiedades particulares, no
competitivas ni rentables ante la presión de los terratenientes y las exigencias del
Fisco.
La legislación agraria, desde Aureliano a Teodosio, acometió a menudo el

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problema de los agri deserti por vía coercitiva. Gracias a una constitución de Constan-
tino 15 sabemos que Aureliano distribuyó las tierras abandonadas, pertenecientes al
territorium del municipio, entre los decuriones de la civitas con la obligación de
ponerlas en cultivo; la exención fiscal alcanzó a un período de tres arios, pasados los
cuales, los curiales serían los ŭnicos responsables ante el fisco de los impuestos
debidos por estas propiedades. Como observó Seeck 16 , la medida debió arruinar a
muchos curiales puesto que Constantino dispuso luego que la carga recayera sobre los
grandes propietarios residentes en la ciudad. Y en el mismo sentido hay que interpre-
tar otra ley posterior de Constantino que exige al comprador de una hacienda el
hacerse cargo también de la tierra improductiva correspondiente al dominium 17 , san-
ción ratificada posteriormente por Valentiniano 18 al extender la obligación del im-
puesto fundiario sobre las tierras improductivas.
Desde una perspectiva diferente, esta situación está ilustrada por una profusa
legislación de época dioclecianea sobre fugitivi l3 que, en ocasiones, hace mención
expresa al abandono de cultivos 20 . Del mismo modo la legislación de la Tetrarquía
persiguió de forma continuada las arbitrariedades de los potentes «que se beneficiaban
del trabajo de un servum alienum 21 y se instruyeron órdenes a los praesides para la
localización de los «fugitivos» que no pagaban la capitatio en su lugar de origen ni en
la nueva residencia22 ; el censo, por otra parte, intentó reforzar los principios del origo
y del domicilium23.

2.—Locatio-conductio dioclecianea y bona fides


La situación del colono bajoimperial respecto del serior-propietario fue más una
consecuencia del derecho consuetudinario que de una especificación clara de sus
derechos y obligaciones en la legislación imperial. Mientras el colono altoimperial, a
través de las referencias del Digesto y de los tratados de los agrónomos romanos,
puede ser asumido como ingenuus por los términos que regulan la relación entre el
colono y el propietario en virtud de un contrato formal conocido como locatio-con-
ductio 24 , en cambio, la escasa referencia que se hace en los Códigos al colonato
bajoimperial sólo nos permite hablar de un colonus vel adscripticius semilibre, sin que
sea fácil precisar el momento en que el status del campesino-productor libre se
modificó en el de campesino-dependiente semilibre, en un proceso que agrupó a
sectores de origen social diferente en torno al com ŭn cultivo de la tierra: a) antiguos
pequerios propietarios; b) libertos de las ciudades, convertidos en colonos; c)
soldados-colonos, en las tierras productivas del limes; d) laeti y foederati bárbaros,
asentados en las posesiones imperiales.
La práctica de la locatio-conductio había sido ventajosa en el Alto Imperio para
mantenér en cultivo tanto las propiedades imperiales como las posesiones privadas. A
finales del s. III, las transformaciones habidas en torno a la estructura de propiedad de
la tierra no se debieron sólo, como ha sido justamente resaltado, al cambio de
mentalidad económica de los grandes propietarios 25 sino también a las particularidades
condiciones del suelo. La tierra tendió a ser ocupada a perpetuidad mediante distintas
formas de arrendamiento que garantizaran al campesino la «propiedad» del suelo
cultivado al término de la prescripción 28 . El contrato a corto plazo de cinco años
—estipulado en la fórmula general de la locatio-conductio altoimperial— fue sustituido
por otro más largo que permitiera al tenente la posesión perpetua del suelo culti-
vado27 . De hecho, la legislación tendía asimismo a considerar al tenente como «pro-
pietario» («... qui'rem propiam conduxit existimans alienam, dominium non transfert,

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sed inefficacem conductionis contractum facit» 28 , aun cuando bajo la forma contrac-
tual se intentaba reforzar la condición de «siervos» de los contrayentes libres 29 . Esta
ambigua condición jurídica no era más que la expresión compendiada de la coexisten-
cia entre los diversos métodos ensayados por el Estado para mantener en cultivo
tierras abandonadas y marginales de escasos rendimientos. De un lado mientras que la
enfiteusis" aseguraba la ocupación perpetua y hereditaria del suelo, otorgaba, sin
embargo, al posesor una forma restringida de propiedad, puesto que el arrendatario
quedaba obligado a la satisfacción de un canon —aunque moderado— una vez que
expirara el plazo de inmunidad fiscal acordado. De otro lado, el arrendamiento
forzoso o epibolé 31 , que obligaba al cultivo de tierras marginales, poco productivas,
menguó igualmente la capacidad económica de los productores-tenentes.
Si a esto se une la importancia que la legislación concede a la bona fides en las
relaciones entre rentistas y renteros 32 se puede tener una idea precisa sobre la relativa
objetividad de las formas de arrendarniento, que sólo parcialmente recuerdan la
fórmula de los contratos altoimperiales. Aunque el colono no ha perdido todavía el
carácter de arrendatario libre, algunos hechos indican que se ha producido una cierta
transformación en las tradicionales relaciones de colonato, como veremos a continua-
ción.

3.—La importancia del impuesto


Ante la presencia de estos elementos desintegradores la estructura económica
del Imperio no se hubiera mantenido sin la existencia de un sistema tributario cohe-
rente con la realidad socioproductiva. La llamada iugatio-capitatio, instaukiada por
Diocleciano, debió cumplir esta importante función. Pero sin duda el iugum-caput es
tan sólo el impuesto básico de un sistema impositivo más amplio, cuyas facetas más
salientes se consideran: 1) la unificación del impuesto para todo el Imperio; 2) el
impuesto como base de las Finanzas para el mantenimiento del ejército y de la
burocracia en continuo aumento; 3) impuesto equitativo sobre la tierra, considerada
como base esencial de la producción, mediante un cálculo que recogía la proporciona-
lidad entre el nŭmero de trabajadores y/o propietarios y la extensión de las explotacio-
nes (es decir, numerus hominumlmodus agrorum).
Sin que pretendamos simplificar una problemática tan compleja como la susci-
tada por el impuesto bajoimperial, parece conveniente reducir el campo teórico (cate-
goría de los elementos imponibles) e histórico (incidencia social del impuesto) de la
cuestión a una serie de puntos fundamentales. Por ejemplo, la consideración del
«impuesto» como una de las formas más usuales de detracción del excedente de
producción por parte del Estado, y que debió guardar cierta relación (equivalencia o
suma) con la «renta», que estableció el nexo de las relaciones de propiedad entre
particulares. Las cesiones de propiedad importaron poco al Estado cuando se inten-
taba recuperar los niveles productivos necesarios que harían eficaz un sistema tributa-
rio basado en la propiedad y/o cultivo de la tierra. Las exacciones fiscales, las requisas
con fines militares o monetarios, las contribuciones a la annona (en dinero o en
especie), institucionalizadas por Diocleciano como indictiones, y todas ellas impuestas
por el Estado, fueron otras tantas formas de detracción periódica que exigieron como
garantía la existencia de un excedente productivo.
Los esfuerzos del Estado por mantener agri deserti en cultivo, promocionar
tierras marginales o localizar servi fugitivi se vieron favorecidos por la propia estruc-
tura de la producción agrícola. Esta constituía la base de un sistema económico con

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predominio de intercambio (retribuciones, contribuciones, compra-venta, salarios
«reales») en natura, en la que el crecimiento de los precios se expresó por una
duplicación al menos del valor del producto en origen mientras que la capacidad
adquisitiva del salario «real» había descendido alrededor de un 40 % respecto del
percibido en el siglo primero del Imperio33 , lo que indujo a ciertos sectores sociales,
productivos y no-productivos, a integrarse en los cuadros de la producción agraria,
como ŭnica vía de salida para evitar las cargas (munera, honores) impuestas por el
Estado o el municipio a los ciudadanos libres. De esta forma, si no cuantitativamente,
el colonato llegó a convertirse en la forma de producción dominante.
Ahora conviene serialar la incidencia del impuesto en el sistema de propiedad-
dxplotación de la tierra, lo que equivale a concretizar la categoría de los elementos
imponibles en términos reales. W. Goffart ha puesto de manifiesto la fragilidad de un
sistema impositivo basado sobre todo en elementos mutables 34 . Algunas de las conse-
cuencias que se desprenden de esta tesis ayudan a comprender la determinación
histórica del impuesto.
En primer lugar, convendría precisar el grado de mutabilidad de los
elementos-base de la imposición: a) los menos mutables de la economía agraria
(superficie y cultivos-tipo de la tierra); b) los menos estables del marco productivo (n.°
de propietarios y de trabajadores; hombres y mujeres en edad «activa»; n.° de cabezas
de ganado; n.° de esclavos). Puede decirse, por tanto, que el sistema se asentó
esencialmente sobre el modus y sólo indirectamente sobre el numerus de hombres y
animales. En la época de Diocleciano la categoría de estos elementos no está bien
definidt; la potencial mutabilidad de la extensión de tierra cultivable aparece corregida
por la teórica uniformidad del impuesto fijo sobre la propiedad y/o trabajo de la tierra.
Por otra parte, la garantía en la detracción del excedente productivo por la
administración exigía la conversión del censo en unidades fiscales, deducidas del total
de elementos imponibles. A nivel formal, el cálculo de capita y de iuga significó la
existencia de un sistema combinado de dos cédulas impositivas: una, que gravaba la
propiedad «real» —tierras y bienes—; la otra, la propiedad «animada» —personas y
animales—, que cada contribuyente pagaba como una sola unidad combinada 35 . Si se
admite la equivalencia entre el caput y el iugum parece claro que el Estado dioclecia-
neo anuncia ya la estructuración tributaria de la sociedad romano-tardía. La realidad
económica exigió igualmente que el colono (un elemento de los capita) pasara a
convertirse en un elemento jurídico «inmutable», reforzando así su condición como
garante del cultivo de la tierra y, por lo tanto, del impuesto. Se hizo preciso controlar
el aumento de deserciones de los campesinos-productores, que hubiera desequilibrado
los «actuales» niveles productivos «necesarios» para que el aparato de Estado buro-
crático subsistiera.

111L—HACIA LA LEY DEL 332

Incluso a finales del s. IV, la estructura social del colonato no presenta homo-
geneidad en cuanto al status social y político de los campesinos-colonos. El trabajo ya
clásico de Ch. Saumagne reveló la existencia de dos tipos de colonos: a) los sometidos
a la condicio tributaria y, por tanto, a la capitatio humana, y b) los no sujetos al
sistema fiscal. Sin embargo ambos permanecieron ligados al suelo o al domicilium
mediante las prerrogativas del ius originarium 36 . Colonos tributarii o adscripticii y
colonos no-tributarios o ingenui representaron sin duda un estadio avanzado en la

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formación de las relaciones de servidumbre. Si se tiene en cuenta que las fuentes
jurídicas no mencionan colonos adscripticii hasta el s. V y que esta condición aparece
ligada a la propiedad o no de un peculium 37 , es razonable suponer que campesinos de
status similar existieron antes, pero bajo otras denominaciones. Sabemos que en
Occidente el término tributarii es sustituido por el de orighlarii y que estos coloni
desempeñaron un importante papel en el discontinuo proceso de feudalización occi-
denta1 39 . La misma denominación coloni a veces se arropa bajo la alusión servi en un
contexto impropio, por lo que es presumible que las formas rustici, inquilini, censiti
encubran una situación de colonato «real», no sancionada jurídicamente. La posibili-
dad de que esto fuera así se apoya también en el hecho de que los coloni del s. III, por
distintas vías, tanto en los dominios imperiales como en los privados, vieron compro-
metido su estatuto de libertad personal en el marco más general de las relaciones de
propiedad de la tierra.
En los dominios imperiales, el status personal del colono fue doblemente
restringido. Los colonos dependieron directamente del emperador a título de persona
pŭblica, pero también como propietario privado 39 . No obstante, la relación colono-
emperador (en la persona de un conductor, responsable del cultivo) proporcionaba a
los coloni de las tierras imperiales una cierta autonomía sobre el regular funciona-
miento del sistema de recaudación tributaria y les eximía en parte del control ejercido
sobre los tenentes por las autoridades administrativas provinciales, suplantadas en las
propiedades del emperador por un funcionario de la administración central: el rationa-
lis rei privatae.
En cambio, en las propiedades de los possessores privados, de ordinario resi-
dentes en la civitas, los cultivadores mantuvieron una relación más estrecha con el
serior-propietario y no sólo a nivel de renta —si se trataba de colonos— sino también,
sobre todo a partir de las reformas de Diocleciano, mediante la contribución imponible
estipulada por el Fisco. Esta precaria situación obligó a los pequeños propietarios de
tierras, campesinos libres y semilibres a buscar la protección de un personaje influ-
yente. Esta protección creó un lazo de dependencia personal y luego también econó-
mica por la naturaleza misma de la deuda contraída: los possessores respondían ante
las exigencias del Fisco defendiendo a los tenentes a cambio de que los «protegidos»
pusieran a su disposición los bienes y propiedades que poseían. Aunque el Estado
intentó corregir estos abusos, la situación llegó a generalizarse porque los intereses del
Estado y los de los grandes propietarios rurales convergieron en un punto comŭ n:
garantizar el cultivo ininterrumpido de la tierra.
El mantenimiento del cultivo revertía fundamentalmente en beneficio de los
grandes propietarios que veían así asegurada la «renta» que recibían de los colonos
que trabajaban sus tierras. Pero desde luego el primer beneficiario fue el Estado. La
presión ejercida por los terratenientes sobre sus tenentes originó efectos contrarios
como la huida de los esclavos y colonos, el abandono de tierras cultivadas por los
pequeños propietarios. Aquéllos asimilaron a sus propiedades las posesiones de éstos
y se beneficiaron a menudo de la huida de los cultivadores utilizando la «protección»
como método para asegurarse su fuerza de trabajo. Ante la magnitud de las desercio-
nes de campesinos-colonos, la eficacia del sistema tributario se hubiera visto minimi-
zada si las contribuciones imponibles hubieran recaído directamente sobre las
unidades-de-cultivo en vez de sobre las unidades-de-propiedad de la tierra". Esta
medida garantizaba la continuidad de la iugatio-capitatio dioclecianea puesto que
además de permitir el cálculo del monto imponible (provincial o diocesano) relativo a
las unidades-iuga, estimulaba por otra parte el interés de los propietarios por el

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rendimiento productivo de las unidades-capita, en sus tenencias. En términos absolu-
tos, el control del nivel de rendimientos no engrosaba los recursos del Fisco, puesto
que el impuesto sobre la tierra gravaba la productividad estable (segŭn medidas de
superficie y categorias de cultivos-tipo) y no la producción real variable del suelo
cultivado, pero contribuyó a sanear la estructura económica imperial, deficitaria, si se
tiene en cuenta la existencia de un fuerte aparato militar y burocrático, que reclamaba
bienes-en-especie como retribución por sus servicios al Estado.
Si la realidad socioproductiva del Imperio se mantenia básicamente segŭn el
mecanismo hasta aqui expuesto, no era necesario promulgar una ley de adscripción
del colono a la tierra mientras la objetividad del sistema tributario estuviera salvaguar-
dada. Pero, en una sociedad estructurada sobre una economia de signo centralista, la
violación de algunos de los derechos fundamentales (como origo o domicilium) signifi-
caba esencialmente marginación fiscal. Este es en realidad el objetivo ŭltimo de la ley
de Constantino (C. Th. V, 17, 1, a. 332) que, simplemente, venia a legitimar de iure,
desde la superestructura, la realidad social de facto pre-332. Por ello convendria
finalmente resaltar algunos de los rasgos no suficientemente destacados de este docu-
mento, que ha sido utilizado como prototipo del colono adscriptus bajoimperia141.
Una lectura de las prescripciones contenidas en dicha ley permite deducir por
lo menos que: 1) el colono pertenece a un serior determinado y no puede cambiarse a
otro; 2) el colono debe estar sujeto a origo a fin de que satisfaga su capitación donde
fue censado; 3) si el colono pretende huir, se autoriza al señor para que el presunto
desertor pueda ser reducido a la condición de esclavo, y 4) el colono puede ser
obligado por la fuerza a cumplir con las obligaciones correspondientes a un hombre
libre. Es claro que de la interpretación que se dé de los distintos nexos, aqui implici-
tos, depende en gran medida la determinación del status social y juridico-politico del
colono. Mientras que la relación «colono-serior», mediatizada por la capitatio, se
inscribe en el marco de las formas de dependencia entre hombres libres, es decir,
como una relación prescrita por conveniencia del Estado, en cambio, la sucesiva
asimilación del colono a la condición de «esclavo» —3— y de «libre» —4— indica, desde
una perspectiva diferente, que su estatuto juridico es ambiguo aun cuando su situación
social «real» no difiera demasiado de la correspondiente a un esclavo, en unos casos
—desde el punto de vista penal—, o a la propia de un libre, en otros casos -desde el
punto de vista fiscal. Pero esta ambig ŭedad del estatuto juridico desaparece en el
social si incluimos en el análisis la idea de que las categorias juridicas utilizadas en el
texto de la ley corresponden a dos ámbitos jurisdiccionales diferentes. La interferencia
del derecho privado —de hombres libres— y el derecho pŭ blico —compulsorio, fiscal-
explica el que en la ley se reconozca que el tenente es un hombre libre, pero ello no
impide que paradójicamente se autorice al serior-propietario para reducirlo a la condi-
ción de esclavo. Este entendimiento tácito entre los entes juridicos responsables de la
ley (Estado y propietarios) se rompe a favor del primero, puesto que el análisis del
texto revela una cierta contradicción entre «lo que la ley dice» y «lo que la ley
persigue», esto es, entre la prescripción concreta y el objeto formal.
En principio, el reconocimiento de la adscriptio del colono al suelo parece
beneficiar a terratenientes y gobernantes por igual: la vinculación del colono a la tierra
aseguraria a la vez la «renta» percibida por el propietario y los ingresos fiscales del
Estado. Sin embargo, en los términos en que está redactada la ley del 332, la
adscriptio sólo beneficiaba al Estado, porque, desde la reforma tributaria de Diocle-
ciano, el colono debió estar obligado a satisfacer el caput (= fuerza de trabajo),
detraido como renta o como impuesto; la huida de coloni significaba fundamental-

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mente la posibilidad de escapar a las exacciones directas de los funcionarios imperia-
les o de sus propios señores-propietarios. De ahí que en la ley se reclame su origo y su
capitación. Pero parece claro que la obligación «origo-capitatio» no pretendía resta-
blecer al colono en su tenencia sino trasladarlo al lugar de nacimiento o a la civitas o
vicus en que hubiera sido censado. Se salvaguardaba así su categoría fiscal y su
capacidad productiva, es decir los intereses primarios del Estado. Pero en el caso de
los coloni fugitivi —situación contemplada por la ley del 332— las prescripciones contra
ellos no apoyan los intereses de los propietarios «actuales» de las tierras en que
trabajan los colonos «huidos», objeto de la ley. La prioridad de la normativa fiscal
sobre las prerrogativas de la ley privada nos permite «verificar» la validez del princi-
pio básico que inspira este trabajo: el impuesto debido por un colono (y satisfecho por
su propietario) no es una consecuencia sino una condicio de la adscripción.

NOTAS
1 Cf. F. M. de Robertis, «'Locatio operarum e 'status' del lavoratore», Studia et Documenta
Historiae luris 27 (1961), pp. 19-21. Sobre las denominaciones de privilegio en el Imperio, P. Garnsey,
Social Status and Legal Privilege in the Roman Empire, Oxford, 1970, pp. 221 y ss., y sobre el vocabulario
de las relaciones de dependencia antiguas, cf. E. Sereni, «Recherches sur le vocabulaire des rapports de
dependance dans le monde antique», Actes du Colloque sur l'esclavage, 1973, Besançon-Paris, 1976, pp.
11-48. Cf. también las precisiones a las categorías utilizadas por M. I. Finley, La Economía de la
Antigŭedad (Madrid, 1974), hechas por M. W. Frederiksen, «Theory, Evidence and the Ancient Economy»,
Journ. of Rom. Stud. LXV (1975), pp. 164-71.
2 Corresponde a la ley V, 17, 1 del Codex Theodosianus, que es comentada ampliamente en este
trabajo, cf. infra.
3 Por razones de simplificación y estrictamente desde la perspectiva de las fuentes jurídicas Ilama-
mos «A» a la situación altoimperial; «B», a la dioclecianea y en todo caso pre-332, y «C», a la bajoimperial
o post-332.
4 Hemos tenido ocasión de estudiar todos estos aspectos en nuestra Tesis Doctoral: Coyuntura
sociopolítica y estructura social de la producción en la época de Diocleciano. Génesis de la sociedad
bajoimperial, Fac. de F. y Letras, Salamanca, 1977. Este trabajo, que se nutre de algunos resultados de
aquélla, desarrolla, no obstante, cuestiones concretas, allí abordadas de forma sumaria.
5 The Roman Colonate. The theories of its Origin, (1925), L'Erma, Roma, 1965, reprint. Esta obra
es todavía ŭ til por la exposición crítica que el autor hace de las distintas teorías.
Como la memoria de Ch. Saumagne, «De róle de l'origo et du'census' dans la formation du
colonat romain», Byzantion XII (1937), pp. 487-581.
7 Destacamos por su importancia historiográfica la obra de M. Pallasse, netamente, Orient et
Occident. A propos du Colonat romain au Bas-Empire, Lyon, 1950, y las sugerencias de «La capitation et le
probleme du Bas-Empire», Rév. Historique du Droit Français et étranger 36 (1958), pp. 67-77.
8 Entre todas destaca la sistematización de A. H. M. Jones, «The Roman Colonate», Past and
Present 13 (1958), 1-13, recogida ahora en The Roman Economy, P. A. Brunt (ed), Oxford, 1974, pp.
293-307.
9 Cf. F. L. Ganshof, «Le statut personnel du colon au Bas-Empire. Observations en marge d'une
théorie nouvelle», L'Antiquité Classique XIV (1945), pp. 261-277.
18 En el análisis marxista sobresalen las tesis de E. M. Schtajerman, cuyo origen se remonta a 1952
(cf. VDI, pp. 100-121), aunque muchos de sus argumentos se encontraban ya en la obra clásica de E.
Ciccotti, 11 tramonto de la Schiavit ŭ nel mondo antico (Udine, 1940), L'Erma, Roma, 1971, reprint., espec.
pp. 431 ss., e incluso en M. I. Rostovtzeff, Geschichte der alten Welt, 11. Rom., Wiesbaden, 1942, pp. 416 s.
Posteriormente, cf. la interpretación sumaria de D. Stoj 1 cevié, «De l'esclave romain au colon» en Resumes
des communications. Xle Congrés Int. des Sc. Hist. Stockolm-Upsala, 1960, pp. 70-71. La historiografía
reciente ha contestado a veces con éxito las argumentaciones básicas de la interpretación marxista, p. ej. N.
Brockmeyer, Arbeitorganisation und bkonomischen Denken in der Gutswirtschaft des rbmischen Reiches,
Bochum, 1968, y recientemente reasumiendo algunas de sus tesis G. Prachner, «Zur Bedeutung der antiken
Sklaven und Kolonenwirtschaft fiir Niedergang des rómisches Reiches», Historia XXII (1973), pp. 732-56.
11 Por su carácter revisionista recogemos los trabajos de A. Segré, «Studies in Byzantine Economy:
Iugatio and Capitatio», Traditio 3 (1945), pp. 101-27 y «The Byzantine Colonate», Traditio 5 (1947), pp.
103-33, y la importante aportación al tema hecha por W. Goffart, «From Roman Taxation to Mediaeval

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Seigneurie: Three Notes», Speculum XLVII (1972), pp. 165-87, y sobre todo, Caput and Colonate. Towards
a history of Late Roman Taxation, Univ. of Toronto, 1974.
12 Cf. Goffart, op. cit., pp. 79 ss., quien relega la adscripción hasta el 371.
13 T. Frank, An Economic History of Rome, N. York, 1962, p. 497, y A. H. M. Jones, «The Roman
Colonate» en The Roman Economy, 1974, cit., p. 306.
14 Cf. el trabajo de R. MaCmullen, «Two Notes on Imperial Properties», Athenaeum LIV (1976),
pp. 19-36 y el colectivo editado por M. I. Finley, Studies in Roman Property, Cambridge, 1976.
15 C. J. XI, 59, 1: «Cum divus Aurelianus parens noster civitatum ordines pro desertis possessioni-
bus iusserit conveniri et pro his fundis, qui invenire dominos non potuerunt quos praeceperamus, earundem
possessionum triennii immunitate percepta de sollemnibus satisfacere, servato hoc tenore praecipimus, ut,
si constiterit ad suscipiendas easdem possessiones ordines minus idoneos esse, eorumdem agrorum onera
possessionibus et territoriis dividantur.»
16 « 9 EILL P DX '1 » .R.E. VI, 1, col. 30.
17 Sobre las variantes del fundus, cf. A. Schulten, «Fundus» en Diz. Epigr. De Ruggiero, III,
L'Erma, Roma, 1962, pp. 338 ss. La constitución de referencia es C. J. XI, 59, 2.
18 C. J. XI, 59, 4, a. 371.
16 Cf. en C. Just.: VI, 1, 1 (a. 286); IX, 20, 6 (a. 287); IX, 20, 12 (a. 294).
26 Cf. C. J. VII, 32, 7 (a. 293).
21 C. J. a. 293: VII, 6, 7 y IX, 33, 4; II, 13, 1 (potentes).
22 Cf. C. J. IV, 1, 2, a. 294 y II, 13, 1 (a. 293).
23 Sobre origo, Ibid. X, 40, 7; sobre domicilium: ibid., X, 40, 4.
24 La situación del colono altoimperial está contenida en las prescripciones del libro XIX del
Digesto (cf. 2,25, 2-6 y 2, 54,1, sobre «contratos» y «rentas». En este sentido es imprescindible la obra de
Th. Mayer-Maly, Locatio conductio, Wien, 1956; cf. también J. A. C. Thomas, «Locatio and Operae», Bull.
dell'Istituto di Diritto Romano «Vittorio Scialoja», 64 (1961), pp. 231 ss.
25 Cf. la tesis de N. Brockmeyer, op. cit., pp. 267 s.
26 Cf. C. J.
VII, 32, 4 (a. 290); III, 33, 8 (a. 293); II, 36, 3 (1a. 294).
27 Sobre la locatio-conductio dioclecianea, cf. C. J. IV, 65, 17-28.
28 Ibidem, 20 (a. 293).
29 C. J. VII, 16, 10 (a. 293):
«liberos privatis pactis vel actus quacumque administrati ratione non
posse mutata condicione servos fieri certi iuris est». Cf. también ibid. 39 (a. 294): «... liberos velut servos
profitentes statum eorum mutare non posse constat».
36 Véase C. J. IV, 66, 2 y 3; XI, 59, 7, y en C. Th. V, 14, 30. El significado de la institución en N.
Brockmeyer, op. cit. p. 269.
31 O. Seeck, «'EnipoX», R. E., VI, 1, cols. 29-33. Cf. supra n. 16.
32 Sobre la importancia general de ésta en el derecho clásico romano cf. Aequitas und bona fides
(Festgabe z. 70 Geb. v. Aug. Simonius) Basel, 1955. Para época dioclecianea, en C. J. a. 293: VII, 6, 7 y IX,
33,4.
33 Cuestión desarrollada ampliamente en nuestra Tesis, «Coyuntura sociopolítica...», cit. Sección-
2: «Niveles de precios y salarios».
34 Cf. W. Goffart, op. cit. p. 97.
35 La cuestión del «iugokephalé» a la luz de los catastros de Asia Menor ha sido revisada reciente-
mente por A. Cérati, Caractére annonaire et d'assiette de limpôtfoncier au Bas-Empire (1968), Paris, 1975,
pp. 250-60 y 402.
36 Ch. Saumagne, art cit. p. 493.
37 Sobre estas categorías de colonos: A. Segré, «The byzantine Colonate», loc. cit. supra, pp. 107
ss.; A. H. M. Jones, «The Roman Colonate». loc. cit. pp. 303 s.
38 R. Gŭ nther, «Coloni liberi und coloni originarii, eine Bemerkunger zum spátantiken kolonat»,
Klio 49 (1967), pág. 270.
36 Especialmente M. Pallasse, O. cit., p. 25.
46 Cf. W. Goffart, art. cit. en Speculum (1972), p. 168.
41 He aquí el texto completo de la ley: «Imp. Constantinus A. ad provinciales: «Apud quemcumque
colonus iuris alieni fuerit inventus, is non solum eundem origini suae restituat, verum super eodem
capitationem temporis agnoscat. Ipsos etiam colonos, qui fugam meditantur, in servilem condicionem ferro
ligari conveniet, ut officia, quae liberis congruunt, merito servilis condemnationis compellantur implere».
Dat. 111. Kal. Novemb. Pacatianoo et Hilariano Conss. Cf. C. Dupont, Les Constitutions de Constantin et
le droit privé au début du IVe Siécle (1937), L'Erma, Roma, 1968; y la interpretación de W. Goffart, op. cit.,
pp. 68 ss. El significado histórico de esta ley es interpretado por Goffart en un sentido opuesto al nuestro,
puesto que él no admite la adscripción del colono hasta el 371, segŭn C. J. XI, 48, 7 (Cf. ibid. pp. 79 ss.).

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