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EVALUACIÓN Y

MANEJO CLÍNICO DE
LAS
COMPLICACIONES
EN CIRUGÍA GINECO-
OBSTÉTRICAS.
EVALUACIÓN Y MANEJO CLÍNICO DE LAS COMPLICACIONES EN
CIRUGÍA GINECO-OBSTÉTRICAS.

L as cirugías gineco-obstétricas además de tener las mismas complicaciones que


se presentan en cualquier cirugía abdomino-pélvica general, presentan aquellas
que le son propias y particulares a este tipo de intervenciones, relacionadas
muchas de ellas con las reiteración de procedimientos en el mismo campo
operatorio, los cambios gravídicos y del parto que producen modificaciones
anatómicas en el aparato reproductor femenino.
En la ESE Clínica Maternidad Rafael Calvo C, las complicaciones posoperatorias se
evalúan teniendo en cuenta, primero el momento en que ellas ocurren o se
presentan y segundo relacionándolas con el acto médico realizado en el quirófano
y la interrelación de éste con las morbilidades asociadas a la patología
ginecológica u obstétrica que primariamente padece la paciente.
 Con el momento en que se presentan:
 Intraoperatorias.
 Inmediatas (primeras 24 horas)
 Mediatas (del segundo a la 3ª semana posoperatoria)
 Tardías: después de los 21 días del posoperatorio.
 A su vez se pueden subdividir en:
 Complicaciones Anestésicas.
 Complicaciones quirúrgicas generales.
 Complicaciones específicas del procedimiento quirúrgico.
 Complicaciones generadas a patologías asociadas (Desnutrición,
HELLP, Diabetes, Hipertensión, Hepatopatías, etc.)

1. COMPLICACIONES QUIRÚRGICAS GENERALES.


Se enuncian a continuación y se describirán en el mismo orden,
advirtiendo el momento de su presentación.
1.1. Urológicas.
1.2. Hemorrágicas.
1.3. Gastrointestinales.
1.4. Hidroelectrolíticas.
1.5. Infecciosas.
1.6. De la Pared Abdominal.
1.7. Tromboembólicas.

1.1. Complicaciones Urológicas.


1.1-a. Retención urinaria: Se presenta en las primeras 24 horas por circunstancias
diversas y por causas diferentes.
En el posparto inmediato, sobre todo cuando este ha sido laborioso, por atonía
vesical o por ansiedad de la paciente a iniciar la fase voluntaria de la micción, ya
que, no está dispuesta a contraer los músculos abdominales para producir la
presión intraabdominal necesaria contra la bóveda de la vejiga, bien por dolor,
bien por miedo, o por espasmo del músculo pubococcígeo, cuando han ocurrido
laceraciones vulvovaginales. Su manejo inicial es conservador, aplicando
analgésicos suaves y tranquilizando a la paciente invitándola a la micción
espontanea en condiciones de comodidad. Si esto no da resultado se realiza
sondeo vesical que solo por una vez es necesario.
También se presenta en las pos cesáreadas a quienes se le aplicó morfina para
analgesia posquirúrgica, en cuyo caso debe dejarse a permanencia el tiempo
suficiente para que ocurra el metabolismo de este medicamento.
En los casos de una cirugía vaginal en donde se ha corregido el compartimiento
anterior del piso pélvico, como consecuencia de una plicatura forzada del ángulo
uretrovesical. En un principio se usarán medidas conservadoras, junto con un
sondaje vesical, drenando el contenido vesical con una sonda femenina
desechable, si a pesar de esto, el cuadro se hace recurrente se sondará a la
paciente con una sonda de Foley de forma permanente por lo menos entre 7 a 10
días, durante los cuales la paciente realizará ejercicios vesicales, para retirarla
cumplido el plazo con vejiga llena.
En todos los casos el cuadro clínico es parecido, la paciente manifiesta la
retención urinaria y dolor intenso en hipogastrio donde se hace evidente a la
exploración una tumoración renitente, en la línea media que desaparece una vez
se somete a la paciente al sondeo vesical.

1.1-b. Hematuria: De intensidad variable, desde una hematuria discreta, hasta un


sangrado franco, pudiendo aparecer en período inmediato o mediato, según la
causa que la haya producido.
La mayoría de las veces es leve y se debe a trauma sobre el trígono vesical,
situación que se controla con medidas conservadoras como lo son una buena
hidratación y lavados continuos.
Cuando con estas medidas no se controla y persiste o agrava, o bien desde el
inicio su intensidad es mayor y sobre todo si se asocia con síntomas de
compromiso sistémico o abdominopélvicos debe pensarse en lesiones
inadvertidas en el procedimiento que antecedió a su aparición y deberán
adelantarse los estudios pertinentes.

1.1-c. Fístulas Vesicales. Ocurre en el acto operatorio que puede ser obstétrico
como ginecológico. Las cirugías previas y los cambios que se suceden en el
segmento uterino durante el parto modifican su posición usual facilitando el que
se le lesione. Si el trauma es advertido durante la cirugía su corrección inmediata
no supone mayores riesgos posteriores. Se sutura en 3 planos, teniendo en cuenta
no obliterar los meatos ureterales y se fija sonda vesical permanente por los
siguientes 10 a 14 días.
Si la lesión no fue advertida, o bien ocurre una dehiscencia de la sutura
posoperatoria, se presentaran uno de dos cuadros clínicos:
 Una peritonitis urémica al drenar orina en cavidad abdominal, de
aparición mediata (entre el segundo y tercer día) con sensibilidad en
hipogastrio, distensión abdominal, fiebre con a sin escalofríos, hematuria y
oliguria.
 Fistula vesicovaginal: Complicación mediata (entre el 2º y 10º día del
posoperatorio). Además de los síntomas anteriores se hace manifiesto el
escurrimiento de orina por vagina.
1.1. d. Fistulas ureterales: Ocurren después de una histerectomía (más
frecuentemente en la abdominal total que en la vaginal), después de cirugías
oncológicas, o de intervenciones con alto grado de dificultad por la presencias de
tumores voluminosos y adheridos (Endometriosis, quistes intraligamentarios,
abscesos tuboováricos) casos en los cuales el uréter se encuentra con frecuencia
desplazado a la línea media, también en aquellos casos de anomalías de las vías
urinarias ej. Uréter doble, riñón pélvico.
Las lesiones ureterales pueden ser uní o bilaterales, e incluyen su ligadura total o
parcial, sección total o parcial, transfixión, lesiones térmicas, o resultar
seriamente comprometida su vascularización por una disección amplia, que su
pared pierda su vascularización y posteriormente llegue a necrosarse.
Si su lesión es advertida, se corrige en el mismo acto operatorio.
En caso contrario, se presenta como una complicación de aparición inmediata si
es bilateral y mediata siendo unilateral. Los síntomas iniciales corresponden a los
descritos en la peritonitis urémica, agregándole dolor y masa costovertebral al
lado de la lesión por obstrucción uretereral e hidronefrosis, acompañados de
hiperazoemia y signos de pielitis aguda. Si la lesión es unilateral y no es debida a
ligadura, el escurrimiento de orina por vagina ocurre entre el 4 y el 21º día
posoperatorio. La anuria es signo de lesión bilateral.
El manejo de la lesión no advertida y que se diagnóstica en las primeras 48 horas
es intentar primero cateterizar el uréter por ureteroscopia, que de ser exitosa
permitirá el drenaje de orina por el riñón afectado y la cicatrización del uréter
dejando el catéter por un mínimo de 14 días. Si no se consigue, la conducta es
laparotomizar y anastomosar el uréter.
Después de este tiempo las probabilidades de cateterizar con éxito disminuyen
grandemente y la mayoría de los autores conceptúan que debe realizarse una
nefrostomía percutánea, estabilizar a la paciente y posteriormente intentar la
anastomosis ureteral.
Si la lesión no es manejada a tiempo, conducirá a la atrofia renal.

1.2. Complicaciones Hemorrágicas.


1.2.a. Intraoperatorias. Pueden ocurrir en cirugías obstétricas o
ginecológicas, realizadas por vía abdominal o por vía vaginal. Su
manejo es en quirófano donde debe ser controlada por el cirujano con
apoyo del equipo quirúrgico e Institucional.
1.2.b. Inmediatas: Surgen como consecuencia de una hemostasia
inadecuada, problemas técnicos (una ligadura que se ha soltado, lesión
inadvertida de un vaso), u por diátesis hemorrágica preexistente pero
desconocida.
Su manejo dependerá de su origen y localización, así:
 Obstétricas: El 80% debida a Atonía uterina. Constituyen una
emergencia imponiéndose un manejo oportuno y agresivo dado el
alto riesgo de mortalidad asociada. El manejo puede ser médico
aplicando medicamentos uterotónicos según esquema de
Hemorragia Pos Parto, o bien manejo quirúrgico, para lo cual se
realizará la histerectomía.
 Hematoma de pared: Más frecuente en la cirugía laparoscópica que
en la abierta, y en éstas más probable cuando la incisión es
transversa que cuando es mediana. Según el grado de extensión, y
estado hemodinámico de la paciente, la conducta será expectante,
aplicando un vendaje compresivo sobre la herida, o bien, requerirá
una intervención quirúrgica inmediata para ligar el vaso sangrante.
 Hemorragia Vaginal: Se presenta asociada más a las cirugías
vaginales (conización, legrado, colpoperinorrafias, histerectomías)
debido a una hemostasia intraoperatoria inadecuada o bien a la
dehiscencia o una ligadura que se haya soltado o aflojado. El
taponamiento vaginal es útil solo en aquellos casos de sangrado
leve sin desestabilización hemodinámica: En todos los demás casos
se impone el manejo quirúrgico, para ligar el vaso sangrante.
Cuando se presenta posterior a una histerectomía abdominal, se
origina generalmente en uno de los ángulos de la cúpula vaginal, el
cual puede ser ligado por vía vaginal o por vía abdominal.
 Hemorragia Abdominal: Cuando ocurre es debido a una de las
causas citadas anteriormente. La paciente se presenta con dolor,
aumento del perímetro abdominal, anemia, masa pélvica y
hemodinámica inestable. La conducta es reintervenirla de
inmediato.

1.2-c. Mediatas: Se presentan entre el 7º y 21º día del posoperatorio.


La gran mayoría se trata de hemorragias del muñón vaginal tras una
histerectomía, se trata de un sangrado escaso sin otros signos o
síntomas de alarma asociados que ocurre debido a que la sutura de la
cúpula se remueve y ésta se “abre”. No se requiere instaurar ningún
manejo en especial salvo el de tranquilizar a la paciente.
Cuando es más abundante y se asocia a otros síntomas hay que pensar
en un hematoma de la cúpula vaginal, siendo necesario la
hospitalización de la paciente y el drenaje del hematoma.
Posterior a una Conización, debido a la caída de la escara. Es necesario
explorar a la paciente en quirófano, para valorar mejor las
circunstancias y de ser necesario realizar nueva hemostasia. En otras
ocasiones puede estar relacionada con la erosión vascular en la región
intervenida por infección. El tratamiento será el de la infección
causante, pero en todo momento puede ser necesario ligar el vaso
sangrante.
1.3. Complicaciones Gastrointestinales.
1.3-a. Nauseas y vómitos: Cuando se presentan en el posoperatorio
inmediato, de intensidad leve y que ceden rápidamente con la aplicación de
antieméticos son originados por la manipulación de asas durante el acto
quirúrgico o de causa medicamentosa.
En ocasiones pueden ser hemáticos asociados al esfuerzo con el vómito, a
enfermedad acido péptica previa a una ulcera por estrés. En estos casos se
prescribirán antiulcerosos y antiácidos vigilando la aparición de signos de
hemorragia interna.
Cuando los vómitos persisten por más de 24 horas, hay que pensar y
descartar las siguientes causas: íleo adinámico o a un íleo mecánico,
trastornos hidroelectrolíticos (hipopotasemia, uremia, etc.), lesión intestinal,
hematomas pélvicos y lesiones vesicoureterales.
1.3. b. Diarreas y estreñimiento: Posterior a una cirugía ginecológica y sobre
todo a una obstétrica, se restablece la función intestinal y las deposiciones
normalmente se dan entre el 2º y 4º día, ocurriendo siempre la expulsión de
flatos en las primeras 24 horas. La ausencia de flatos y deposiciones más allá
de este tiempo debe hacer pensar en un íleo mecánico o una impactación
fecal.
Eventualmente suelen ser diarreicas las primeras deposiciones debido a los
antibióticos suministrados, cuadro que debe evolucionar a la curación de
forma espontánea sin precisar tratamiento. De persistir o agravarse suelen
ser indicativas de irritación intestinal como sería el caso de una obstrucción.
Excepcionalmente se presenta el cuadro de colitis pseudo-membranosa cuyo
tratamiento es hospitalario.
El estreñimiento que aparece varios días después de la cirugía es el resultado
de la preparación intestinal con enemas y la inmovilización relativa del
paciente convaleciente asociado generalmente a una restricción alimentaria,
a una dieta pobres en fibras, y muchas veces a problemas preexistentes de
motilidad colónica.
1.3-c. íleo: Es una disminución o parálisis transitoria de la motilidad intestinal
normal que se presenta en el posoperatorio inmediato relacionada
comúnmente con las intervenciones en las que se produce la apertura de la
cavidad abdominal, y se agrava con la manipulación de las asas intestinales y
las cirugías prolongadas. Menos frecuentemente asociado con infecciones,
trastornos hidroelectrolíticos, hipoproteinemia, antiespasmódicos, agentes
anestésicos, lesiones viscerales y sangrados intraabdominales.
Normalmente, el peristaltismo y la defecación suelen establecerse de manera
espontánea entre el 2º y el 4º día después de la operación. Si al cuarto día no
se ha restaurado el peristaltismo o no se ha efectuado un vaciamiento
intestinal la paciente suele comenzar con clínica nauseas, vómitos,
intolerancia oral, distensión abdominal, a la auscultación abdominal se
pueden oír ruidos metálicos, a la palpación buscaremos signos de
hipersensibilidad o rebote, se practicara también una exploración pélvica para
valorar la posibilidad de un absceso o un hematoma pélvico.
El manejo es el siguiente:
 Suspender vía oral.
 Rx de Abdomen Simple: en bipedestación y en decúbito supino, en el
que se objetivaran asas dilatadas y niveles hidroaéreos, lo que a
menudo aclara el diagnóstico.
 SNG, para evacuación del contenido gastrointestinal.
 Reposición de líquidos y electrólitos.
 Tratamiento de los estados patológicos coexistentes.
 No suministrar antiespasmódicos ni antieméticos.
Si ante estas medidas la paciente no mejora en las primeras 24 horas, se debe
pensar y descartar: bridas, adherencias, atrapamiento de un asa intestinal
durante la cirugía, peritonitis, lesión ureteral, requiriéndose una laparotomía
para su resolución.
1.3-c. Pseudo y Obstrucción Intestinal: De presentación mediata o tardía. Se
debe generalmente a bandas o adherencias fibrosas localizadas a nivel de
cavidad abdominal, pueden aparecer como episodios aislados de crisis
obstructivas generalmente de intestino delgado e incluso como
estrangulación.
La mayoría de las veces el cuadro se resuelve espontáneamente con las
medidas conservadoras antes descritas, pero en otras ocasiones, si no hay
resolución o aparecen signos de estrangulamiento se requiere una
laparotomía como tratamiento definitivo.
En caso de que la obstrucción sea a nivel de intestino grueso se impone una
valoración inmediata y una descompresión quirúrgica, no está indicado el
manejo conservador ya que la perforación de éste es una complicación grave
e incluso mortal.
1.3-d. Fístulas: Pueden ocurrir en cirugías obstétricas o ginecológicas, realizadas
por vía abdominal o por vía vaginal. Son de manifestaciones inmediatas y más
severas y tórpidas en las cuales se ha lesionado el intestino grueso que el delgado,
en las que por su contenido estéril, el cuadro clínico inicial es más insidioso y
aparenta las molestias normales de un posoperatorio, ya para el segundo o tercer
día el cuadro es de una peritonitis clásica. Estas peritonitis se denominan
Secundarias para diferenciarlas de la Primaria, en la cual ésta se origina de
manera espontanea en el liquido ascítico.
En las cirugías abdominales suelen advertirse una vez ocurren y se procede a su
manejo inmediato, no ocurre así cuando la cirugía es por vía vaginal o
laparoscópica, sobre todo en los legrados uterinos.
En la cirugía laparoscópica las lesiones intestinales se producen en el momento de
introducir el trocar o por lesiones térmicas.
Se presentan cuando la lesión no fue advertida durante el acto quirúrgico previo o
se reparó incorrectamente, o bien se presentó dehiscencia de la sutura. Los signos
y síntomas dependen del nivel y del tamaño de la apertura intestinal, así, cuanto
más distal sea el origen de la fístula menos destructivas serán sus consecuencias.
Aunque como norma general, aparecerán signos de irritación peritoneal y sepsis.
1.3-e. Fístula entero-cutánea: Desde intestino delgado a herida cutánea.
Requieren: reposo intestinal total con nutrición parenteral total, sonda naso
gástrica y tratamiento antibiótico para tratar la infección polimicrobiana.
Si se consigue controlar la fiebre y se controla la infección puede ocurrir el cierre
espontáneo en unas semanas o meses, sino, el tratamiento será quirúrgico.
1.3-f. Fístula rectovaginal: Ocurre en cirugías de reparación del compartimiento
posterior del piso pélvico, en prolongaciones de la episiotomía o al intentar
evacuar un absceso o hematoma pélvico por vía vaginal. Son de presentación
mediata. La paciente manifiesta expulsar gases y heces por vagina.
El tratamiento será conservador, en caso de no-resolución se hará quirúrgico, que
se pospondrá cuando el trayecto fistuloso esté totalmente formado y fibrosado lo
cual ocurre entre 3 y 6 meses.

1.4. Complicaciones Hidroelectrolíticas.


La gran mayoría de las cirugías gineco-obstétricas son realizadas en pacientes con
antecedentes de un buen estado de salud y se ejecutan técnicamente de manera
rápida y con buena seguridad en su hemostasia, lo cual contribuye a un inicio de
la vía oral y una convalecencia precoz; por todo ello la ocurrencia de alteraciones
Hidroelectrolíticas es un evento relativamente poco probable.
Son de presentación inmediata, y cuando ocurren está asociada con casos en los
cuales se han presentado sangrados excesivos, intervenciones anestésicas y
quirúrgicas prolongadas, deshidratación, ayunos prolongados, exagerada limpieza
mecánica del colon, o la paciente tiene asociada una patología metabólica o de
órgano previa, obligan a ser muy cuidadosos en la planeación de los reemplazos
hídricos y electrolíticos.
En todos estos casos se impone una adecuada vigilancia del estado acido básico y
una monitorización permanente del balance de líquidos y electrolitos
suministrados para evitar déficits y/o sobrecargas que generen complicaciones
potencialmente severas.
El control frecuente del estado de conciencia, la toma frecuente de signos vitales,
el control horario de diuresis, los gases arteriales y el ionograma hacen parte de
los recursos con la cuales se debe vigilar el posoperatorio de este grupo de
pacientes especiales para evitar la ocurrencia de esta morbilidad.

1.5. Complicaciones Infecciosas.


Constituyen causa frecuente de complicación a pesar de los esquemas de
profilaxis y de antibióticoterapia actual.
La gran mayoría de los procedimientos quirúrgicos en gineco-obstetricia se
ubican en el grupo de “Limpias-Contaminadas”, donde los gérmenes hacen
presencia en el sitio operatorio en el curso mismo de la intervención.
Las medidas previas y la rigurosidad intraoperatoria son fundamentales para
disminuir su incidencia y su severidad.
1.5-a. Flebitis Periférica: La incidencia de infecciones secundarias a catéteres
endovenosos puede ser hasta del 30%. Es de aparición mediata. Cursa con dolor,
enrojecimiento o induración en la zona de entrada del catéter. El manejo es con
medios locales más el retiro del catéter. En caso de asociarse con fiebre y
síntomas de sepsis relacionada con catéteres, se instaurará tratamiento
antibiótico estafilococo y enviando la punta del catéter para cultivo
bacteriológico. Su prevención incluye su colocación estéril, bajo indicación
estricta, reemplazo cada tres días y retirada precoz.

1.5-b- Infección de la herida quirúrgica: De presentación mediata y la más


frecuente. De mayor incidencia en la cirugía abierta que en la endoscópica. Es una
infección superficial, focalizada que aparece en la primera semana de
postoperatorio, se manifiesta por eritema, dolor localizado y supuración leve. Los
organismos más frecuentes son los estreptococos y los estafilococos de la piel, y
en la mayoría de las ocasiones no precisa tratamiento antibiótico, sino manejo
con cuidados locales. Su manejo es ambulatorio.

1.5.-c. Celulitis de pared: Suele presentarse durante la primera semana del


postoperatorio, pero puede retrasarse hasta 3 semanas. Es una infección más
importante que la anterior y se acompaña con malestar general y fiebre. La herida
se muestra con eritema general, pero no hay evidencia de tumoración o de
colecciones. Su manejo es ambulatorio con biconjugado (cefradina +
gentamicina), medidas locales y control a 2 ó 3 días.

1.5-d. Absceso de pared: Es una progresión de la severidad de la celulitis, a la cual


frecuentemente se asocia. Su manejo es hospitalario con terapia biconjugada IV, o
según resultado obtenido tras cultivo y antibiograma. Su manejo consiste en
drenaje quirúrgico y la herida se deja abierta para que cierre por segunda
intención.
En la paciente postoperada con signos de sepsis hay que explorar la incisión
abdominal para excluir infección de la herida quirúrgica. Los gérmenes más
frecuentes son estafilococos y enterobacterias gramnegativas. Las producidas por
estafilococos tienen un periodo de incubación promedios de 4 días, supuración
espesa, cremosa, maloliente.
Habitualmente responden a drenaje local. No es necesario antibioticoterapia en
ausencia de celulitis perincisional o sepsis sistémica. Las infecciones por
gramnegativos resultan de una contaminación con contenido entérico durante la
cirugía y producen menos inflamación local y más septicemia. Puede haber
componente mixto con estreptococos anaerobios y Bacteroides fragilis. En este
caso, además del desbridamiento de tejido necrótico se amerita antibioticoterapia
sistémica. Las infecciones por estreptococos el grupo A o Clostridios, pueden
cursar con dolor incisional severo y fiebre alta en las primeras 48 horas. Ambos
organismos se cultivan en las heces, y su presencia en la infección de una herida
orienta a lesión de inadvertida de este órgano.
1.5-e. Fascitis necrotizante: Es poco frecuente y de presentación mediata. Es un
compromiso, rápidamente progresivo de los tejidos subcutáneos y de la fascia
producidos por estreptococo beta hemolítico en sinergismo bacteriano con otros
cocos grampositivos y bacilos gramnegativos. Usualmente el músculo subyacente
no se compromete. Se asocia con enfermedades intercurrentes tipo diabetes
mellitus, pacientes oncológicos, desnutridos o inmunodeprimidos.
Además de los signos locales la paciente presenta shock séptico. El dolor al inicio
pareciera desproporcionado para el grado de celulitis que presenta, pero
posteriormente la afectación de los nervios periféricos conduce a una “anestesia”
con una clínica totalmente opuesta a la inicial, pues ante la severidad de la
afección de la herida la paciente no acusa dolor.
1.5-f. Gangrena gaseosa: Producida por clostridios, suele comenzar a las pocas
horas que siguen a la contaminación. El dolor suele ser el signo cardinal y la
inspección no ofrece muchos datos, puede solo haber un edema moderado con
piel engrosada y fría. La crepitación puede estar ausente en las fases iniciales y es
inequívoco el olor pútrido. Puede extenderse en cuestión de horas y envolver
toda la pared abdominal.
Ambas, la gangrena gaseosa y la Fascitis necrotizante son consideradas
emergencias quirúrgicas y debe procederse al desbridamiento quirúrgico
inmediato.
1.5-g. Infección del sitio operatorio: Es la complicación más frecuente que sigue a
las cirugías obstétricas y ginecológicas, sobre todo a las vaginales.
 Celulitis pélvica: De presentación mediata. A nivel del muñón vaginal,
después de una histerectomía, es frecuente encontrar induración, eritema,
hipersensibilidad al tacto, sin colección localizada de pus. Generalmente no
requiere tratamiento. Pero en ocasiones, cuando se acompaña de fiebre,
leucocitosis con desviación izquierda y dolor a nivel pélvico, precisará de
manejo hospitalario con antibióticos endovenosos de amplio espectro.
 Absceso de cúpula vaginal: Complicación mediata y de manejo hospitalario.
Además de lo señalado para la celulitis pélvica hay presencia de material
purulento o hemático por vagina, y presencia de masa pélvica. El manejo es
quirúrgico, drenando el absceso y dejando la cúpula abierta que cierra por
granulación.
 Abscesos intraabdominales y pélvicos: Complicación mediata que se
desarrolla por contaminación de gérmenes provenientes de vagina, aunque
también del tubo digestivo, o como consecuencia de una peritonitis urémica
por lesión ureteral inadvertida. Los agentes patógenos suelen ser de
naturaleza polimicrobiana, tanto aerobios como anaerobios. Se puede
sospechar su existencia ante una paciente que evoluciona de forma insidiosa,
con retraso en su recuperación, con distensión abdominal, y signos de
irritación peritoneal, presencia de fiebre ondulante y persistente, de
presentación vespertina y precedida por escalofríos intensos más
leucocitosis. A la exploración, en caso de tratarse de un absceso localizado a
nivel de pelvis, se palpará como una tumoración que abomba el Douglas; en
caso de ser intraabominal (ej. subfrénico) estará indicado la realización de
una ecografía abdominal o un TAC para localizarlo y guiar la punción
aspiración si es posible. Sin embargo, en ocasiones, es necesario un drenaje
quirúrgico, bien sea por vía abdominal o vaginal. La paciente tendrá que estar
cubierta con tratamiento antibiótico IV de amplio espectro.
 Tromboflebitis séptica: Su presentación es muy parecida a la de una paciente
con absceso pélvico, afección a la cual continúa y complica, excepto que en
este caso no se evidencian masas abdominopélvicas, y no existen síntomas
abdominales ni genitales importantes, hallazgos que la sugieren fuertemente.
La ecografía y la TAC son útiles para orientar el diagnóstico. Su manejo es
médico y quirúrgico.
 Corioamnionitis: Infección que compromete al útero y su contenido durante
el embarazo. Presente en el 1% de las pacientes con embarazo a término y en
el 25% de las mujeres con trabajo de parto prematuro. La mayoría de los
casos son de origen ascendente y están relacionados con periodos
prolongados de ruptura de las membranas o en pacientes con numerosos
exámenes vaginales durante el trabajo de parto. Las provocadas por Listeria
monocytógenes son consecuencia de una diseminación hematógena
transplacentaria en madres con bacteriemia. Los factores de riesgo para una
Corioamnionitis comprenden la duración prolongada de trabajo de parto,
ruptura prolongada de membranas, múltiples exámenes vaginales,
antecedentes de vaginosis bacteriana, juventud, nuliparidad y bajo nivel
socioeconómico. En los casos de infección intraamniótica, del líquido
amniótico, se aislaron dos grupos de microorganismos. Uno de origen vaginal
que abarca: Gardnerella vaginalis, Mycoplasma hominis y bacterias
anaerobias. Uno segundo compuesto por enterococos, E. coli y otros bacilos
gramnegativos aerobios lo que sugiere un origen intestinal.
Las manifestaciones maternas consisten en fiebre, taquicardia y dolor a la
palpación uterina. El líquido amniótico fétido o purulento es un hallazgo
infrecuente. Un 5% a 10% de las mujeres con trabajo de parto prematuro y
membranas intactas padecen de corioamnionitis sintomática y otro 10%
presentan infección subclínica. En casos de ruptura prematura de
membranas en embarazo pretérmino, la frecuencia de la infección subclínica
puede llegar hasta un 25%. La corioamnionitis puede ser responsable de un
trabajo de parto disfuncional en embarazos a término. El diagnóstico se
fundamenta en los hallazgos clínicos. La tinción de Gram, la determinación de
la actividad esterasa leucocitaria y el nivel de glucosa del líquido amniótico
sirven para avalar la impresión diagnóstica.
El manejo de la corioamnionitis se basa en la instauración inmediata de
antibióticos y la inducción del parto con la mayor celeridad posible, una vez
establecido el diagnóstico y con la finalidad de reducir la neumonía y
bacteriemia neonatal y curar la infección materna. En vista de que las
bacterias aisladas con más frecuencia en neonatos infectados son
estreptococos del grupo B y E. coli, un régimen inicial razonable es el de
cefradina más gentamicina, considerado también suficiente para tratamiento
materno en caso de parto vaginal. En caso de cesárea, un 20 a 30% de
pacientes tratadas con este régimen no responden satisfactoriamente. Es
necesario en este caso ampliar cobertura agregando clindamicina. Otros
antibióticos de amplio espectro pueden ser igualmente eficaces.

 Endometritis posparto: La infección posparto del útero es la causa más


frecuente de fiebre puerperal. Se designa con el nombre de endometritis,
endomiometritis y endoparametritis según la magnitud de la enfermedad. Su
principal factor predictivo es el parto por cesárea sobre todo después del
trabajo de parto y ruptura de las membranas de cualquier duración. Los
factores predictivos secundarios de endometritis pos cesárea son la duración
del trabajo de parto y de la ruptura de las membranas, la presencia de
vaginosis bacteriana, la cantidad de exámenes vaginales y la utilización de
técnicas de monitoreo fetal interno.
Es causada por una amplia variedad de bacterias. Los gérmenes más
frecuentemente en aislamientos endometriales son: estreptococos del grupo
B, enterococos, E. Coli, G. Vaginalis, Prevotella bivia, especies de Bacteroides y
peptoestreptococos.
Los aislados más frecuentemente en sangre son estreptococos del grupo B y G.
vaginalis. La endometritis por estreptococos beta hemolíticos del grupo A es
rara, proviene de un foco exógeno (por lo general un profesional de la salud) y
es de instalación temprana y rápida progresión con escasos signos de
localización.
El diagnóstico se sugiere por la aparición de fiebre durante el primer o segundo
día después del parto, dolor en parte inferior del abdomen, sensibilidad
uterina a la palpación y leucocitosis. El cultivo de material uterino obtenido por
vía transvaginal es difícil de interpretar debido a la presencia de
contaminantes, pero puede ser útil ante fracaso de terapéutica inicial. Es
importante la realización de hemocultivos, un 10 a 20% de las pacientes cursan
con bacteriemia documentable. Los cultivos o las pruebas de detección de
antígenos rápidas para Chlamydia deben efectuarse en pacientes con una
endometritis posparto de instalación tardía y en las que tienen factores de
riesgo para infecciones por clamidias.
La endometritis es clasificada como severa en base a las manifestaciones de
toxicidad sistémica, patrones de pulso, temperatura corporal y evolución
clínica. En esta condición se recomienda terapia combinada con clindamicina y
gentamicina, sobre todo si la instalación fue después de un parto por cesárea.
La de severidad leve a moderada se puede tratar con una penicilina de amplio
espectro o una cefalosporina de segunda generación (ampicilina-sulbactam,
ticarcilina-ácido clavulánico, cefoxitina, cefotetán). Ante cultivos positivos para
Chlamydia se debe adicionar azitromicina o doxiciclina, aún cuando se haya
documentado una respuesta clínica a uno de los antibióticos citados.
El fracaso terapéutico suele deberse a una sobreinfección por enterococos a la
cobertura inadecuada de un microorganismo anaerobio multirresistente. La
sobreinfección por enterococos puede sospecharse ante fracasos terapéuticos
o recidivas ante esquemas ineficaces contra estos gérmenes como por
ejemplo: cefalosporinas, clindamicina más gentamicina. Ante esta sospecha
está indicado uno de los siguientes esquemas: clindamicina o metronidazol
más ampicilina más gentamicina; ampicilina-sulbactam; cefoxitina o cefotetán
más ampicilina; ticarcilina-ácido clavulánico; piperacilina o mezlocilina.
El fracaso terapéutico debido a cobertura insuficiente de anaerobios
multirresistentes puede corregirse con la administración de un régimen que
contenga metronidazol o clindamicina.

 Tromboflebitis de la vena ovárica durante el puerperio: Es un síndrome


secundario a la trombosis de una o ambas venas ováricas durante el periodo
puerperal. Suele asociarse con una endometritis pos cesárea, pero puede ocurrir
en ausencia de infección. Es más común después de un aborto o en asociación
con un parto pretérmino o resuelto por cesárea. Algunas veces puede ocurrir
después de una histerosalpingooferectomía o en el contexto de una neoplasia
ginecológica. Se ha reportado que ocurre en 1:500 a 1:2000 en mujeres en
posparto. Se desarrolla en 1 a 17 días posparto, en promedio a los 8 días.
La teoría actual de su patogénesis está basada en la tríada de Virchow para la
formación de trombos la cual implica: injuria epitelial, éstasis y
hipercoagulabilidad. La endometritis o la tromboflebitis promueven la injuria
epitelial. Durante el embarazo las venas ováricas incrementan al triple y la
capacidad de mantener sangre en 60 veces, unido a la disminución del flujo en el
periodo inmediato del posparto. Durante el embarazo existe un estado
hipercoagulable causada por la disminución de la proteína S; incremento del
fibrinógeno y de otros factores de la coagulación (I, II, VII, VIII, IX y X); aumento
de la actividad plaquetaria y disminución de la actividad fibrinolítica en las
siguientes 72 horas después del parto. La combinación de estos factores
incrementa el riesgo de formación de trombos venosos.
Las complicaciones más peligrosas de la trombosis de la vena ovárica son:
embolismo pulmonar, sepsis con riesgo de falla multiorgánica, extensión de los
trombos a la vena cava inferior, renal o ileofemorales e incremento del riesgo de
infarto ovárico. La cirugía era la opción terapéutica en el pasado. Hoy día
consiste en anticoagulación y antibioticoterapia, si es necesario. No existe un
protocolo estandarizado para determinar la duración con heparina o la
necesidad de rotar a warfarina sódica. Típicamente se da terapia continua
durante 7 a 10 días con heparina. La mejoría puede ocurrir 48 horas después de
inicio de la heparinización, sin embargo la respuesta clínica puede verse después
de 18 días. El tiempo de duración de la anticoagulación, continuada con la
warfarina, depende de la extensión del trombo, las circunstancias que rodean al
fenómeno trombótico y los hallazgos de los estudios sucesivos. La tomografía
computarizada y las ecografías seriadas se pueden utilizar para monitorizar la
regresión del coagulo y de ayuda terapéutica. En muchos casos hay un
antecedente de una endometritis posparto con fracaso terapéutico.
Puede haber taquicardia desproporcionada a la temperatura de la paciente. En
un tercio de los casos se encuentra, a la palpación, una masa abdominal
acordonada en forma de salchicha dolorosa que se origina en la parte central,
cerca del cuerno uterino derecho extendiéndose en direcciones lateral y cefálica
hacia la parte superior del abdomen, en la corredera paracólica. El 90% de los
casos involucra a la vena ovárica derecha. La vena ovárica derecha es
usualmente más larga que la izquierda y tiene múltiples válvulas incompetentes,
al igual que la izquierda tiene flujo anterógrado. Antes de los estudios
radiológicos el diagnóstico se hacía por laparotomía exploradora. Se puede
llegar al diagnóstico con la ayuda de la TAC contratada, la cual tiene una
sensibilidad y especificidad cercana al 100%. La resonancia magnética puede ser
útil, sin embargo su sensibilidad es menor del 92%. La ultrasonografía doppler
tiene una sensibilidad alrededor del 50 al 52%.

 Infección posaborto: Es un proceso ascendente y está relacionado con la


retención de restos fetales y placentarios o traumatismos quirúrgicos. Entre los
factores de riesgo están las dificultades técnicas y la presencia de patógenos de
transmisión sexual. La infección se instala en el transcurso de los 4 días posterior
al procedimiento. Los hallazgos físicos consisten en respuesta inflamatoria
sistémica, secreción sanguinopurulenta, sensibilidad uterina y de anexos a la
palpación. En los casos severos producidos por C. perfringens cursan con
hemólisis masiva. La evacuación quirúrgica del tejido infectado es esencial, salvo
en una infección posaborto muy leve.
Puede ser necesaria la laparoscopia concurrente para legrado de un útero
perforado en el momento del aborto.
Las indicaciones para realizar una laparotomía y/o una histerectomía
comprenden: falta de respuesta a la evacuación uterina y a tratamiento médico,
perforación e infección con probable lesión de intestino, abscesos pelvianos o
anexiales y miometritis necrotizante por clostridios.

 Sacroiliitis séptica: En una revisión de 166 casos, solo 4% de las pacientes


diagnosticadas con sacroiliitis séptica cursaban con una condición ginecológica
asociada. Las pacientes se quejan de dolor en caderas o glúteos. El dolor puede
referirse a la baja espalda, muslo o abdomen bajo porque la inervación es
común en las estructuras que rodean la articulación afectada. Se encuentra una
elevación de la velocidad de sedimentación con o sin elevación de la cuenta
blanca. Los hemocultivos pueden ser positivos en el 23% de los casos. Si los
cultivos son negativos, se puede tomar una muestra aspiración con aguja fina
dirigida por fluoroscopia. Una vez hecho el diagnóstico clínico debe iniciarse
tratamiento empírico con antibiótico a altas dosis, con duración de 4 a 6
semanas, con cobertura para Estafilococos especies de estreptococos, ya que
estos son los patógenos más comunes.

 SEPSIS POR ESTREPTOCOCO DEL GRUPO A: La sepsis puerperal por


estreptococo del grupo A es una infección del periparto caracterizada por una
rápida invasión tisular, linfática y del torrente sanguíneo con una progresión
hacia una potencial amenaza para la vida por un shock mediado por toxinas. Los
efectos titulares y la toxicidad sistémica están asociados con especies del
organismo que producen toxina A. Aún con la intervención terapéutica
temprana, las complicaciones severas pueden continuar como resultado de los
efectos mediados por toxinas los cuales no son modificados por los antibióticos.
Las infecciones por estreptococo del grupo A pueden cursar de manera
asintomática durante la corta estadía hospitalaria después de un parto de rutina.
Pueden tener un curso impredecible y progresar rápidamente a una infección
fulminante y a compromiso multiorgánico. Casos reportados en la década
pasada sugieren la reemergencia de variedades más virulentas de estreptococo
del grupo A que pueden causar severa invasión tisular, shock séptico y
coagulación intravascular diseminada.
La sepsis puerperal ocurre cuando el estreptococo que coloniza el tracto genital
o de adquisición nosocomial invade el endometrio, estructuras adyacentes,
linfáticos y el torrente sanguíneo. Varios días después del parto el canal vaginal
puede permanecer susceptible a la invasión. La intervención por cesárea es
considerada un factor de riesgo para serias infecciones puerperales. La elevación
de la temperatura es un signo clásico, sin embargo se puede reportar hasta 7
días después del parto. Es común la ausencia síntomas y signos pélvicos. La
sintomatología vaga, compatible con un cuadro gripal, puede ser previa al inicio
del shock séptico.
Las complicaciones de la invasión propia de la infección pueden ser: celulitis
pélvica, trombosis de las venas ováricas, peritonitis, absceso pélvico o artritis
séptica.
El síndrome del shock tóxico es atribuido a la toxina A, producido por los
serotipos M1 y M3 del microorganismo que poseen el gen que les permite
reproducir la exotoxina A. La exotoxina A actúa como superantígeno
estimulando en forma inespecífica la multiplicación de las células T que liberan
grandes cantidades de citoquinas, produce necrosis rápida de piel y tejidos
blandos, fiebre, shock séptico y falla orgánica múltiple con una tasa de
mortalidad reportada entre 20 a 25 %.
La acción de la exotoxina A del estreptococo es similar a exotoxina y
enterotoxina B del estafilococo que causa el shock tóxico no menstrual. El
tratamiento oportuno con antibióticos betalactámicos es crucial. Los antibióticos
no son efectivos contra las exotoxinas y el daño tisular puede progresar a pesar
de la antibioticoterapia.
El diagnóstico por imágenes incluye radiología de tórax y está indicado TAC o
resonancia magnética para descartar trombosis de las venas ováricas, absceso
pélvico o artritis séptica sacro iliaca. La cobertura con antibióticos de amplio
espectro debe iniciarse inmediatamente después de las tomas para cultivos. El
estreptococo es sumamente sensible a betalactámicos. La clindamicina mas
betalactámicos es de preferencia para síndrome de shock tóxico por
estreptococo. La pronta exploración y el desbridamiento de tejido necrótico es
importante. La histerectomía usualmente no es necesaria, sin embargo en casos
de severa inoculación bacteriana, extensión de la necrosis tisular o gangrena, la
histerectomía y la eliminación de tejido anexial podría estar indicada.
1.5-h. Infecciones del tracto urinario: Asociadas al cateterismo vesical practicado
durante la intervención ya sea por un procedimiento abdominal, vaginal o
endoscópico. Se presenta entre el 4ºy el 10º día después de la cirugía.
El tratamiento incluirá hidratación y antibioterapia.

1.5-i. Infecciones respiratorias: No suelen ser frecuentes en las pacientes


ginecológicas sometidas a cirugía, pero en caso de aparecer, el proceso más
habitual es la bronconeumonía. Suele ser secundaria a enfermedad pulmonar
crónica, bien a una aspiración, o consecutiva a una atelectasia.
Los gérmenes patógenos infectantes más comunes suelen ser el Haemofilus y el
Estreptococo pyogenes.
El diagnóstico se realizará con Radiografía de tórax, y el tratamiento consiste en
antibiótico de amplio espectro que sea eficaz frente a Gram positivos como a
Gram negativos, y medidas físicas para favorecer la tos y la expectoración.

1.6. Complicaciones de la Pared Abdominal. La mayoría de las heridas suelen


curar sin ningún tipo de problemas, pero pueden existir una serie de factores
que retrasan su cicatrización como pueden ser carencias nutricionales,
hipoproteinemia, carencias vitamínicas, otra serie de factores que podríamos
llamar físicos como son una tensión excesiva en la sutura, o bien suturas
excesivamente juntas en las que el aporte sanguíneo está comprometido por lo
que se produce una necrosis posterior y otra serie de factores mecánicos como
son la tos, la distensión abdominal, estreñimiento, obesidad, etc.

1.6-a. Seromas: Es una tumoración no dolorosa en el seno de la herida


quirúrgica, motivada por el acumulo de trasudado o líquido linfático. No se
acompaña de signos inflamatorios. Se asocia a una disección amplia de los
tejidos, a lesiones traumáticas o a resecciones de tejido linfático o adenopatías.
Debe evacuarse por punción o apertura de la herida quirúrgica, en medio estéril,
ya que la principal complicación es la propia infección del líquido almacenado,
auténtico medio de cultivo de gérmenes. En ocasiones, para evitar la
recurrencia, es útil colocar un drenaje temporal que se retirará a las 24 ó 48
horas.

1.6-b. Granulomas: Son reacciones a cuerpo extraño (el propio material de


sutura utilizado) o bien restos de la materia causante o contaminante de la
lesión. Se presentan tardíamente como tumoraciones dolorosas que aparecen
en la línea de sutura. Podemos prevenirlos con limpieza exhaustiva y utilizando
un material reabsorbible lo más fino posible, haciendo pocos nudos, y
enterrándolos profundamente. Su tratamiento consiste en la exéresis de la
cicatriz englobando esta reacción inflamatoria, procediendo al cierre primario.

1.6-c. Queloides: Representan una alteración de la cicatrización producida por


sobreestimulación de los fibroblastos y exceso de producción de fibras de
colágeno. Su aparición no depende ni de la técnica quirúrgica ni del médico.
Existen factores predisponentes: la raza (más frecuente en personas de raza
negra), la edad (mayor incidencia en niños) y la localización de la herida: los
hombros, el esternón y la espalda son zonas preferenciales. El paciente con un
queloide debe ser evaluado en un servicio de cirugía general o plástica para
establecer su tratamiento con medidas conservadoras (curas oclusivas, parches
de silicona, infiltraciones con corticoides) o mediante una exéresis de la cicatriz
patológica (lesiones en cara, manos, pies).
La pigmentación de la cicatriz ocurre preferentemente en las zonas expuestas al
sol y se previene con protección dérmica mediante factores de protección solar
altos, superiores al número 30, hasta pasados 6 meses de la intervención.
1.6-d.- Dehiscencia de la herida y evisceración:
 Dehiscencia: Es la separación sintomática o asintomática de los bordes de
los planos superficiales de la incisión quirúrgica antes que se consolide el
proceso de cicatrización, con o sin signos de infección. Su incidencia es del 1 al
3%.
Existen algunos síntomas y signos prodrómicos, especialmente un drenaje
seroso o serosanguinolento por la herida. Para la mayoría de los autores para
que se produzca una dehiscencia es preciso que exista una infección, junto con
factores mecánicos asociados a complicaciones abdominales y pulmonares. Los
factores son: tipo de incisión y técnica de sutura utilizada; demasiadas suturas
excesivamente juntas o con tensión excesiva; aumento de presión intraabominal
(tos, vómito, íleo), las complicaciones de la herida (seromas, hematomas,
abscesos) a), o la obesidad mórbida.
La edad, caquexia, déficit vitamínico, anemia y ciertos medicamentos tienen una
implicación más controvertida.
La dehiscencia se suele producir generalmente en el momento de retirar los
puntos de la sutura cutánea, tiene más incidencia en las heridas longitudinales
que en las transversales. Su tratamiento consiste en limpieza de la herida,
eliminación de los tejidos necróticos, y dejar cicatrizar por segunda intención.

 Evisceración Es un accidente mediato después de una laparotomía,


originada por alteración de alguna fase del proceso de cicatrización, y en la que
ocurre la salida de las vísceras abdominales a través de los bordes de la incisión,
tras una dehiscencia de todos los planos de la pared abdominal 8incluyendo el
peritoneo). La evisceración puede ser abdominal o vaginal, esta última se
relaciona con histerectomías vaginales, pero también puede ocurrir cuando el
abordaje se realizó por vía abdominal.

La abdominal a su vez puede ser total, con salida al exterior de contenido


abdominal, o parcial (evisceración contenida) cuando no se abre la piel. Es una
situación poco frecuente, se presenta entre el 5º y el 10 día postoperatorio, el
signo tradicional de una disrupción inminente de la herida es la presencia de un
drenaje serosanguinolento de la incisión, que puede aparecer varios días antes
de que se consume el cuadro. El tratamiento consiste en el cierre del defecto
abdominal bajo anestesia, tan pronto como sea posible, con lavado de las asas
con suero fisiológico, limpieza peritoneal, esto es lisis de adherencias y drenaje
de cualquier absceso. La pared se cerrara en bloque: peritoneo y fascia, la piel y
el subcutáneo pueden cerrarse primariamente, y en ocasiones es preciso dejar
un drenaje en el tejido subcutáneo.

La elección de la incisión y de la técnica de cierre apropiada ayuda a prevenir la


dehiscencia y eventración. Las características de las pacientes nos orientarán
para tomar medidas convenientes para prevenir la complicación

 La evisceración vaginal es una patología poco frecuente. Poco más de 50


casos fueron registrados en el correr del siglo pasado. Se presenta con mayor
frecuencia en mujeres posmenopáusicas, hipostrogénicas y con cirugías
vaginales previas. El intervalo de tiempo entre el acto quirúrgico y la
complicación es variable, desde poco días a años; se presenta habitualmente en
el contexto de un incremento brusco de la presión intraabominal (acceso de tos,
esfuerzo defecatorio, etc.). Es menos frecuente en la mujer premenopáusica, en
este caso se relaciona con el traumatismo del coito, trauma obstétrico, cuerpos
extraños.

El tratamiento de esta patología es quirúrgico y de urgencia, previas medidas de


protección de las asas delgadas para evitar traumas sobreagregados. Su objetivo
es la reducción intestinal y el cierre simple de la cúpula El abordaje puede ser
vaginal, abdominal o combinado, este último es considerado el más adecuado
por la mayoría de los autores, sobre todo ante la sospecha de isquemia
intestinal. No existe consenso en cuanto a la oportunidad de la reparación de la
disfunción del suelo pelviano, en el mismo acto o en diferido. La decisión
depende en parte de la viabilidad y calidad de los tejidos; algunos optan por la
reparación primaria y otros autores en diferido, argumentando entre otros
factores, menor índice de infecciones.

1.6-f. Hernia incisional-Eventración: Es una complicación tardía de la cirugía


abdominal, se manifiesta, por lo general, dentro del primer año del
postoperatorio. La hernia se produce por la separación de la fascia y la pared
muscular de la herida, mientras que el peritoneo y la piel permanecen intactos.
Como factores predisponentes encontramos: obesidad, un aumento de la
presión abdominal, que puede ser provocado por la tos, vómitos, una técnica de
cierre defectuosa y una mala calidad del músculo, infecciones de la herida y
múltiples intervenciones con un mismo abordaje.
Esta se manifiesta como una tumoración abdominal, cercana a una cicatriz
previa, que suele aparecer con la bipedestación y que regresa con el decúbito, la
hernia es más manifiesta con la tos y al realizar esfuerzos. Son generalmente
asintomáticas, aunque las de cuello estrecho pueden manifestarse con dolor y
estrangulamiento. Una vez que aparece, tiende a crecer con el tiempo, tanto por
el ensanchamiento del anillo herniario como la incorporación de segmentos
adicionales de intestino al saco herniario. El tratamiento consiste en su
reparación, esta está indicada por estrangulamiento, dolor o estética.
Especial mención requiere las hernias que ocurren después de una cirugía
laparoscópica, suelen localizarse en el punto de inserción de los trocares
accesorios sobre todo los localizados lateralmente con respecto a la línea media
y suele ocurrir cuando se han usado los trocares grandes (=10 mm), aunque
también se han descrito algunos casos de hernias con el uso de los trocares de
5mm en las mismas localizaciones; en la localización umbilical del trocar suelen
ser más raras que se produzcan. Generalmente es el epiplón el que se hernia a
través del defecto de la fascia, pero en ocasiones arrastra al intestino pudiendo
producir cuadros de obstrucción por incarceración.

1.7. Complicaciones Tromboembólicas:

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