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Las Brujas de Salem
Las Brujas de Salem
CAMPUS PICHUCALCO
GRADO: 1 GRUPO: B
La historia inicia en una austera habitación típica de los devotos puritanos, perteneciente
a Betty Parris, niña de diez años, quien desde la noche anterior está inmóvil, sin
reacciones, y su padre, pastor de la aldea, reza de rodillas junto a la cama de su hija. Su
esclava Títuba, procedente de la isla de Barbados, teme por los posibles castigos que
recaerán en ella al develarse que Betty no está enferma y el papel que ha jugado en el
estado de su pequeña ama.
La tensión aumenta cuando se sabe que varias infantas de Salem han sido descubiertas
bailando de noche en el bosque, alrededor de un caldero, en un ritual espiritista dirigido
por la esclava Títuba.
Tanto Betty como Abigail y Títuba se dejan llevar por el temor al castigo de aquel acto tan
contrario a las estrictas normas de la sociedad religiosa caracterizada por una férrea
vigilancia de unos con otros en cuanto al comportamiento devoto.
Abigail es encarada por los reverendos Hale y Parris, y delata a la esclava, iniciando con
ello una seguidilla de acusaciones hacia otros habitantes de Salem, involucrándolos en
una supuesta conspiración demoniaca. Los inculpados aumentan rápidamente, mientras
las adolescentes fingen histéricos actos de posesión y ataques protagonizados por
espíritus enlazados con Lucifer.
Gran parte del trastorno de Abigail se debe al despecho por el rechazo de Juan Proctor,
granjero con el que cometió adulterio cuando trabajaba al servicio de su casa. La esposa
de Proctor, Isabel, había descubierto la traición y expulsado a la joven, generando un
profundo resentimiento en ella.
Isabel, quien está embarazada, es tomada prisionera junto con otros respetables
ciudadanos, provocando la ira de Juan, que obliga a su criada María, una de las
adolescentes, a confesar el fraude ante el tribunal.
El drama finaliza en el otoño del mismo año, con la huida de Abigail junto con otra joven
del pueblo, tras robar las arcas del reverendo Parris. Las calles de Salem son transitadas
por rebaños de vacas abandonadas porque sus dueños han muerto, muchos huérfanos
se cuidan entre ellos y los vivos que quedan están al borde de la rebelión, pues los
últimos condenados son los pilares morales de la pequeña localidad que se niegan a
declararse culpables y arrepentidos de delitos que no cometieron.
En una hermosa escena de amor Juan e Isabel Proctor se sinceran poco antes de que
este sea conducido a la horca.
Los magistrados, en un último intento por salvar la situación, piden al reverendo Hale que
interceda con Proctor para que firme una confesión. La ira y el deseo de preservar la
honra de su nombre impiden a Juan firmar y, finalmente, se dirige al patíbulo junto a los
demás acusados.
Cuenta la leyenda que años más tarde, se vio a Abigail en Boston ejerciendo la
prostitución, que el Reverendo Parris fue depuesto y no se supo más de él y que Isabel
Proctor volvió a casarse cuatro años después de la muerte de Juan.
La comunidad de Salem anuló las excomuniones en 1712 y el jurado pidió perdón por
escrito a todas las víctimas de la cacería de brujas. Así se ponía fin a los juicios
teocráticos en la región.