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RENE LAURAU (El Estado Inconsciente, Ed.

Terramar, La Plata 2008)

(…) Si el intelectual “comprometido” (Sartre) se define por su lazo voluntario con una
causa, una tesis, una doctrina, y si el intelectual “orgánico” (Gramsci) se define
objetivamente por su adhesión pública a una organización política que le procura, real o
imaginariamente, la posibilidad de participar en una empresa histórica, cuya concepción
trasciende su intelecto individual, el intelectual “implicado” se define tanto por su voluntad
subjetiva de analizar hasta el final las implicaciones de sus afiliaciones y referencias
institucionales como por el carácter objetivo de este conjunto de delimitaciones. En efecto,
las implicaciones subjetivamente vividas como tales o reprimidas como tales no se
descubren sino a través del análisis colectivo, por el efecto de los analizadores, mediante el
criterio de la práctica, operaciones todas ellas de objetivación. No hay confusión posible
con las intenciones puras del intelectual comprometido, ni con la sumisión formal del
intelectual orgánico con respecto a un aparato político que significaría, mágicamente, una
transferencia hacia una posición de clase, “justa”.

El análisis de la implicación no constituye un privilegio, sino al contrario, una dura


coerción producida por el lugar que ocupa el intelectual en la división del trabajo, del cual
él es legitimador más o menos consciente. Estar implicado (hacer o aceptar el análisis de
mis propias implicaciones) es, en definitiva, admitir que soy objetivado por lo que pretendo
objetivar: fenómenos, acontecimientos, grupos, ideas, etc.

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