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En 1992, he publicado en la revista Análise, una traducción portuguesa de la Reflexión de Leninegrado.
(Análise, 16, 1992, pp.145-147).
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ser pensado: la relación misma de las cosas distintas unas de otras (y simultáneas) es
pensada a priori, no simplesmente percibida. Una vez más se refuerza la conclusión: toda
conciencia de mí mismo, en cuanto tengo una experiencia determinada en el tiempo,
exige mi aprehensión de objetos en el espacio. Puedo tener conciencia a priori de mi
relación con otras cosas externas a mí mismo, independientemente de toda percepción de
esas cosas mismas: por otras palabras es necesario que yo pueda tener conciencia de mí
mismo a priori como relación con otras cosas, antes de percibirlas. En suma, concluye
Kant: "mi intuición como una intuición externa, <debe pertenecer> a la conciencia misma
antes de la conciencia de mi impresión, porque el espacio es la conciencia de esta
relación real."
Si el exterior debe ser representado antes de la percepción de cualquier objeto
externo, cómo es posible comprender el sentido externo? Este es el problema con el que
se enfrenta Kant en los últimos párrafos de la Reflexión. El argumento tiene la forma de
una especie de reductio ad absurdum de la tesis segun la cual no habría ningun sentido
externo; sólo el sentido interno y, a partir de la experiencia interna, la inferencia de algo
externo a nosotros mismos. (…)"Si no tuviéramos ningun sentido externo - argumenta
Kant - tan poco tendríamos ningun concepto de la exterioridad." La representación de
algo externo exige un sentido genuíno de exterioridad, ya que toda la afección - incluso
la auto-afección - presupone algo externo a nosotros mismos. La conciencia de algo
externo a mí no es el resultado de cualquier percepción, pero se funda en la forma misma
del sentido externo, y esta forma no es derivable del sentido interno, pues falta algo de
permanente que haga posible la determinación de cualquier relación temporal que no sea
la sucesión de mis representaciones.
Es cierto que este argumento - el sentido interno presupone el sentido externo
para poder determinar mi existencia en el tiempo - ocurre ya en la Refutación del
Idealismo de la 2ª edición de la Crítica. Como es sabido, muchas de las alteraciones de
esta edición, estan motivadas por la necesidad de volver a los problemas del tiempo y
espacio en cuanto formas subjetivas de la intuición, de la relación entre sentido interno y
externo, entre tiempo y espacio, entre auto-conocimiento y conocimiento del mundo
externo, de la distinción entre conciencia intelectual (apercepción pura) y experiencia
interna (auto-conciencia empírica, o apercepción empírica). Kant no dejó de repensar
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estos tópicos hasta el final de su vida, como lo comprueban las Reflexiones fechadas por
Adickes entre los años 1785 y 17932.
En la Reflexión de Leninegrado, Kant es muy explícito en el carácter a priori de
la conciencia de la exterioridad, que se presenta como una aprehensión pura de la
exterioridad en mi subjetividad misma, como si dentro de mí se encontrara ya constituído
un fuera de mí.
Es la apercepción cosmológica la que me pone en relación con los objetos
existentes fuera de mi mismo, en el espacio, y constituye un mundo de relaciones
espacio-temporales dentro de la subjetividad misma. Por lo tanto, la conciencia
proporciona un horizonte mundano a nuestra experiencia interna, en el cual me conozco a
priori como coexistente, en simultáneo con todo lo que es exterior a mi. En cuanto
conciencia espacio-temporal del yo-en-el-mundo, la conciencia cosmológica es
originaria, es decir, a priori y constitutiva de la exterioridad del yo, con independencia de
las representaciones de los objetos externos. No son las percepciones externas, sino la
intuición misma del espacio que establece que existe alguna cosa en general exterior a
mí: la conciencia de la exterioridad se encuentra en la representación del espacio en
cuanto forma de la intuición, no derivada del sentido interno, en la cual es pensada esta
relación de las cosas distintas unas de otras. El «fuera de si» (extra se) y el «fuera de
nosotros» (extra nos) está, por eso, en nosotros mismos, no tiene su origen en
representaciones o percepciones de cosas externas.
En un artículo sobre la refutación kantiana del idealismo, Reinhard Brandt
presenta una visión diacrónica de los varios textos desde la 1ª edición de la Crítica hacia
esta Reflexión, señalando algunas nuevas perspectivas que se pueden detectar en este
último texto. La argumentación de Kant en la Crítica (1ª edición) puede producir un
efecto de boumerang, que no sólo falla en la refutación del idealismo, sino contribuye, de
cierto modo, para reforzarlo de una forma sutil: no hay duda que queda clara la
posibilidad de que los objetos materiales nos sean dados inmediatamente. Pero la realidad
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Cfr Akademie-Ausgabe (Kant's gesammelte Schriften), Berlin, 1920 XVIII 305-310 R 5653;
XVIII 312-316 R 5654; XVIII, 607-617 R 6311 a 6314; XVIII 618-623 R 6315; XVIII 627 R
7317.
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externa radica, en último análisis, como en el idealismo más estrito, en el sujeto mismo.
El idealismo, lejos de ser rechazado, parece ser la ultima ratio 3.
Cuales son las nuevas perspectivas de la Reflexión de Leninegrado?
Kant presenta aquí dos tópicos que no se encuentran en ninguna de sus obras:
1) la "serie modal del tiempo" (modale Zeitreihe), la determinación del
pasado, presente y futuro;
2) la tesis segun la cual la conciencia de objetos externos es una
conciencia a priori, es decir, independiente de percepciones reales del
sentido externo.
Cómo interpretar el orden modal del tiempo en esta Reflexión? Qué es lo que
interesa a Kant en el "yo fuí, yo soy y yo seré"? Leyendo a Reinhad Brandt en el citado
articulo, el carácter fragmentario de la nota nos permite una conyectura: la apercepción
que se refiere a lo permanente de las cosas en el pasado, presente y futuro, y permite
determinar el yo empírico que subsiste paralelamente como pasado, presente y futuro, es
la apercepción cosmológica: soy conciente de mí mismo como ser en el mundo. Mi
conciencia del ahora e la conciencia del pasado y del futuro, que se rigen por la primera,
sólo se hace posible por el orden simultáneo de las cosas, de todos los seres del mundo.
Al lugar del cuerpo (situs corporis) cosmológico corresponde um lugar del tiempo (situs
temporis), y este es el modo como mi existencia es determinada en cuanto ser espacio-
temporal del mundo en el aquí y ahora4.
No podemos dejar de recordar que la conciencia del tiempo modal será objeto de
los profundos análisis fenomenológicos de la conciencia interna del tiempo, en Husserl;
su dialéctica de la impresión (del presente), retención (del pasado) y protención (del
futuro) desarrollan el "yo fuí, yo soy y yo seré" de la aprehensión cosmológica kantiana.
Y las transposiciones entre espacio y tiempo, que constituyen como un «decalco», paso a
paso entre las dos series, la de la succesión y la de la simultaneidad, siempre presentes en
Husserl, hacen pensar en la interiorización del espacio que Kant propone en esta
Reflexión.
3
Cfr Brandt, R. - " Le Feuillet de Léninegrad et la réfutation kantienne de l'idéalisme", Revue de
Philosophie et de Théologie, 13, p. 455.
4
Cfr Brandt, R. art.cit., p. 469.
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5
Husserl, Lecciones sobre la conciencia intima del tiempo… §38.
6
Akademie - Ausgabe, XXI, 63; texto entre 1800-1803.
8
7
Akademie - Ausgabe, II, 199.
8
Cfr Baum, M. - "Kant on cosmological apperception", International Philosophical Quarterly, XXIX, n.3
(1989), p. 282.
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dedicada a la doctrina del sentido interno. A mi juício, este hecho justifica plenamente el
interés de una lectura atenta de esta Reflexión. Las dificultades fundamentales del
sistema kantiano permanecen sin solución, en concreto el problema del significado de su
postura de idealismo trasncendental. Pero emerge en este texto un horizonte nuevo para la
teoría de la subjetividad y su relación con el mundo: la auto-conciencia y la conciencia
del mundo no se pueden dar aisladamente. Elas se dan en el ser humano, en una estrecha
interconexión, porque, de hecho, su auto-conciencia es al mismo tiempo y
constitutivamente, conciencia del mundo, apercepción cosmológica.
En la conclusión final de esta Reflexión, Kant subraya la necesidad de la
existência de un sentido externo, y que sus contenidos puedan ser pensados «como
encontrandose en el espacio». Sin embargo, esta realidad, como Kant afirmara ya en la
Crítica, al contrario de un producto de la imaginación, se basa tan solo en el hecho de
encontrarse estrechamente conectada con la misma experiência interna, en cuanto
condición de su posibilidad. En el fondo, el horizonte «mundano» de la subjectividad
estaba ya en gérmen en las obras críticas de Kant. Los nuevos matizes de este autógrafo
expresan la continuidad de un problema, casi un enigma, que la filosofia transcendental
kantiana no acabará de elucidar.