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Introducción A La Historía de La Música - Capítulo II. La Monodia Cristiana
Introducción A La Historía de La Música - Capítulo II. La Monodia Cristiana
El Obispo de Hipona no excluye el hecho de que la música pueda originar placer a quien la escucha;
pero considera reprobable e indecoroso el placer y que la música es ciencia cuando se despoja de
todo aquello que no acomoda a una racionalidad absoluta. Jerarquiza la música empezando en el
peldaño más bajo por el canto de las aves, luego están los tañedores de instrumentos que, a
diferencia de las aves que se rigen por el instinto, han aprendido de otros por imitación. San Agustín
rechaza que el arte verdadero consista en imitar y aunque muchas artes se basen en la imitación, lo
distintivo del arte, y por supuesto de la música, es ser ciencia. En consecuencia en un peldaño más
alto están quienes se aproximan a la música como teoría.
En De Musica, escribe también el autor de las Confesiones: “Se puede decir que se mueve bien
cualquier cosa que dimana conforme a las leyes del número y que respeta las proporciones propias a
tiempos y a intervalos” El placer tiene un correlato numérico. El número se halla en relación con el
alma. La verdadera música es una operación del alma. “En realidad, una cosa es producirse un
sonido que es competencia de un cuerpo; otra es oír, que es efecto de una impresión del alma sobre
el cuerpo; otra es crear ritmos más lentos o más rápidos; otra es que recordemos; otra es expresar un
parecer sobre estos fenómenos, sea aprobándolos, sea desaprobándolos, como por obra del derecho
natural”. Los denominados números judiciales representan el más alto peldaño en el cual la música
va desde la sensibilidad hasta el juicio y la razón (N.E)
Siguiendo la herencia de San Agustín y de muchos de los santos de la antigüedad cristiana, la teoría
musical continuó en el terreno de la especulación y de la racionalidad. Según Boecio (siglo VII), la
música podía clasificarse en: Musica Mundana, la de las leyes cósmicas sustentada en la Armonía
de las Esferas. Descendiendo en la jerarquía estaría la Musica Humana, que descubre el hombre en
sí mismo expresándola en su voz, y finalmente la Musica Instrumental, que produce el hombre
artificialmente al tocar instrumentos.
No fue posible evitar ciertas modificaciones y transformaciones producidas por la transmisión oral
y por las transcripciones, no siempre fieles, de este canto a lo largo de los siglos. En 1908 se
introdujo en la Iglesia Católica la edición vaticana realizada por los monjes de Solesmes, sustentada
en un exhaustivo trabajo de investigación y de análisis de las fuentes más antiguas y confiables.
En la actualidad, la Iglesia Católica reconoce la dignidad de la música sagrada y la importancia de
la gran tradición musical cristiana, recomendando su cultivo según establece el Concilio Vaticano II
en la constitución Sacrosanctum Concilium dedicada a la liturgia, manifestando que concuerda con
lo expresado por la Sagrada Escritura, así como en varias oportunidades por los Santos Padres.
Precisamente el sexto capítulo de dicho documento conciliar se inicia afirmando: "La tradición
musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable, que sobresale entre las
demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado constituye una parte necesaria
e integral de la liturgia solemne" sin desestimar otras expresiones, sobre todo las que provienen de
las tradiciones de los pueblos. La citada constitución recomienda la conservación y el cultivo del
tesoro de la música sacra, especialmente de expresiones como el canto gregoriano, la polifonía
clásica y las obras sacras en general, así como a la formación musical en los seminarios y
noviciados de religiosos de ambos sexos. Es importante destacar que en la constitución
Sacrosanctum Concilium se recomienda también fomentar diligentemente las Scholae Cantorum,
sobre todo en las iglesias catedrales, y en las más importantes iglesias; el concilio planteó inclusive
la conveniencia de la creación de institutos superiores dedicados a la música sacra.
(N.E.) .....................................................................................................................................................
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Las disquisiciones teóricas después del Renacimiento Carolingio retomaron las ideas pitagóricas y
platónicas cristianizadas por San Agustín y Boecio. Entre los principales teóricos se tiene a San
Isidoro de Sevilla (579-636), Alcuino de York, el monje flamenco Hucbaldo de Saint Amand, San
Odón de Cluny que fue el primero en crear una nomenclatura de las notas y finalmente a Guido
d’Arezzo, que como ya se ha citado, estableció la nomenclatura definitiva de las notas (ver nota 3
de este capítulo).
Enrico Fubini, que ha expuesto de manera concisa la evolución de la estética musical desde la
Antigüedad hasta el siglo XX, da cuenta de algunos de los hitos más importantes durante el
medioevo, prosiguiendo esta tradición helénico- agustiniana. Se constata así que los conceptos de
Musica Mundana y Musica Humana siguieron vigentes y cobraron algún nivel de relación, como
por ejemplo en De Musica Enchiriadis con texto atribuido actualmente a San Odón de Cluny - como
antes a Hucbaldo de Saint Amand o a Ogier- en el cual se lee “ Sucede, además, que cuando
admiramos con alegría la suavidad de la melodía terrena, nos apresuramos con ardor hacia aquella
melodía propia de la patria celestial, que es tanto más suave cuanto más admiramos el cielo, tan
sublime en comparación con la tierra”.
Sin embargo, este tipo de concordancia no fue lo más frecuente, primando mas bien una actitud
intelectualmente hostil contra el placer musical sustentada en una concepción de fondo moral antes
que estético. La estética musical medieval aparece por lo general dependiente de la ética. Fubini cita
ejemplos que testifican la postura oficial. El Concilio de Tours en el año 813 declaró “Todo cuanto
ejerza seducción sobre los oídos y los ojos, y pueda corromper el vigor del espíritu, debe ser puesto
a la distancia por los sacerdotes de Dios; por regla general, mimando el oído y el ojo, todos los
vicios penetran en el alma” En 1528 aún, el Concilio de Lens insistía en que “Los histriones y los
mimos no deben entrar en la Iglesia para tocar el tímpano, la guitarra o cualquier otro instrumento
musical”.
Se puede percibir esta actitud hostil por parte de la Iglesia trasplantada a América; las disposiciones
de los concilios de Lima, por ejemplo, a lo largo del siglo XVI, e inclusive en los siguientes, así lo
atesiguan. Sin embargo, pese a la rigidez de lo establecido por dichos concilios, la utilización de los
instrumentos e inclusive las danzas de origen hispano, mestizo, criollo y negro, se infiltraron en los
templos y en particular en las fiestas religiosas acentuando el rico mestizaje cultural
(N.E.). ....................................................................................................................................................
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