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ESCUDO NACIONAL DE EL SALVADOR

El escudo nacional fue creado por el calígrafo salvadoreño Rafael Barraza


Rodríguez, quien triunfó sobre treinta competidores en un concurso
promovido por el entonces Ministerio de Guerra y Marina, en 1912; dicho
escudo ha sido motivo de inspiración para muchos escritores y poetas, que
han dado con el correr de los años distintas interpretaciones de su
simbología.
El triángulo equilátero, han dicho ellos, es el símbolo del viejo lema trinitario
de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. Los dos mares abiertos, el espíritu
de un pueblo en constante y solidaria comunión con las demás naciones
libres. Los cinco colosos volcanes, surgidos en una fragosa entraña, significa la
bravura de la raza, las disgregadas parcelas de la Patria Grande y el principio
de nuestra nacionalidad, enfatizado en la leyenda que circunda el dibujo.
El cielo lleno de luminosa transparencia, representa la gloria, el heroísmo y el
sacrificio por la Libertad. El gorro frigio coronado por la leyenda que consagró
nuestra soberanía, el símbolo de la liberación del yugo extranjero. El iris de
paz, el sendero por el cual debe marchar Centro América hacia la consecución
de su elevado destino. Las cinco banderas, en las que se conservan los colores
de la enseña federal, la herencia de nuestros próceres y el sueño de Morazán.
Los catorce gajos de los ramos de laurel representan a los 14 departamentos
de la República y son una exaltación de la gloria que aspiran por el camino de
la paz, el trabajo y el progreso. Sobre la base que une los ramos, aparece la
leyenda “DIOS, UNIÓN, LIBERTAD” que concreta nuestra creencia en un Poder
Superior que todo lo gobierna, la unidad y armonía que exige la marcha de la
familia salvadoreña hacia un destino mejor y el indomable espíritu libertario
del pueblo, que ha preferido la lucha desigual y la muerte, a la subyugación
extranjera
La bandera nacional

Fue adoptada el 17 de mayo de 1912 por el Poder Legislativo, la iniciativa fue


del Presidente de la República, doctor Manuel Enrique Araujo. Es la misma
Bandera de la Federación Centroamericana, decretada por la Asamblea
Nacional el 21 de agosto de 1823.
Sus colores fueron escogidos por Manuel José Arce cuando lo nombraron jefe
de los milicianos salvadoreños que combatieron la anexión de las Provincias
Unidas de Centroamérica a México en 1822.
El propio Presidente de la Republica, Manuel Enrique Araujo, izó la nueva
Bandera en el asta colocada frente a la Tribuna Presidencial del Campo de
Marte, en la mañana del 15 de Septiembre de 1912 para hacer oficial el
nuevo Símbolo de la Patria.
Bandera de la Federación Centroamericana o Provincias Unidas de
Centroamérica, adoptada en 1823.
Los colores azul y blanco de la Bandera de la Federación Centroamericana
fueron sugeridos por Manuel José Arce, cuando los milicianos salvadoreños lo
nombraron jefe de las fuerzas de El Salvador que se oponía a la anexión a
México, decretada en 1822.
Recordó Arce los colores de los próceres argentinos San Martín y Belgramo,
comunicó la idea a doña Felipa Aranzamendi, su esposa, y a su hermana
Antonia Manuela. Ambas mujeres confeccionaron con seda blanca y celeste
la Bandera de la Provincia de El Salvador.
En solemne ceremonia celebrada en la Iglesia, con asistencia del pueblo y las
tropas, fue bendecida el 20 de febrero de 1822. Con ella como símbolo
nacionalista se cubrieron de glorias los ejércitos salvadoreños, hasta caer
vencidos por la superioridad del adversario.
Para rendir homenaje a la enseña de Arce, la Asamblea Nacional
Constituyente decretó la azul y blanco como Bandera de la Federación
Centroamericana el 21 de agosto de 1823, con el escudo en el centro.
ORACIÓN A LA BANDERA
Dios te salve, Patria Sagrada,
en tu seno hemos nacido y amado;
eres el aire que respiramos,
la tierra que nos sustenta,
la familia que amamos,
la libertad que nos defiende,
la religión que nos consuela.
Tú tienes nuestros hogares queridos,
fértiles campiñas, ríos majestuosos,
Soberbios volcanes,
apacibles lagos, cielos de púrpura y oro.
En tus campos ondulan doradas espigas,
en tus talleres vibran los motores,
chisporrotean los yunques,
surgen las bellezas del arte.
Patria, en tu lengua armoniosa
pedimos a la providencia que te ampare,
que abra nuestra alma al resplandor del cielo,
grabe en ella, dulce afecto al maestro y la escuela y nos infunda tu
santo amor.
Patria, tu historia, blasón de héroes y mártires,
reseña virtudes y anhelos;
tú reverencias es el Acta que consagró la
soberanía nacional y marcas las senda florida
en que la Justicia y la Libertad nos llevan hacia
Dios.
¡Bandera de la Patria,
símbolo sagrado de El Salvador,
te saludan reverentes las nuevas generaciones!
Para ti, el sol vivificante de nuestras glorias,
los himnos del patriotismo,
los laureles de los héroes.
Para ti el respeto de los pueblos
y la corona de amor
que hoy ceñimos a tus inmortales sienes.
Historia del Himno Nacional de El
Salvador
El Himno Nacional de El Salvador, que se adoptó popularmente como la Canción
Nacional, el 15 de septiembre de 1879, no tuvo reconocimiento oficial sino hasta el
11 de septiembre de 1953, como consecuencia de una ruidosa polémica de
prensa que se suscitó por unas dudas al respecto, y después de la cual se
demostró que el Himno Nacional reconocido oficialmente era otro.

En efecto, el Himno fue compuesto y escrito por los artistas Juan Aberle,
compositor italiano que llegó al país a fines del siglo XIX dirigiendo una Compañía
de Opera y el General Juan José Cañas, inspirado poeta y militar distinguido que
hizo armas en la Compañía Nacional contra los filibusteros, allá por el año de
1856. Lo compusieron por recomendación del Presidente Doctor Rafael Zaldívar y
fue cantado por primera vez en el antiguo Palacio Nacional el 15 de septiembre de
1879, por los niños y jóvenes de las escuelas y colegios oficiales y particulares de
la ciudad capital. Tres meses habían estado los escolares estudiando el Himno, de
tal manera que cuando lo cantaron por primera vez, en aquella mañana de
septiembre, la impresión fue magnífica. Tanto el inspirado poeta, como el ilustre
compositor, habían triunfado.

Según cronistas de la época. Los espaciosos patios del Palacio Nacional se


llenaron con una abigarrada concurrencia, en la que sobresalían los altos
funcionarios del Estado, vestidos de gran gala y distinguidos elementos de la
sociedad, así como gente del pueblo. Estaban allí el Presidente de la República,
Doctor Rafael Zaldívar, el Secretario de Estado en el Despacho de Relaciones
Exteriores, Doctor Cruz Ulloa; el Secretario en el Despacho de Relaciones de
Educación y encargado de los Despachos de Hacienda y Guerra, Doctor Salvador
Gallegos; el Secretario en el Despacho del Interior, Doctor José C. López; los
Subsecretarios de Estado, altos jefes del Ejército, funcionarios civiles, altos
dignatarios del Clero, etc.

Este no fue, sin embargo, el Primer Himno Nacional que tuvo El Salvador. El
primero fue compuesto, entre septiembre y octubre de 1866, por el Doctor Tomas
M. Muñoz, quien hizo la letra, y por el compositor don Rafael Orozco, a la sazón
Director de la Banda Militar quien hizo la música. El Himno fue dedicado al
Presidente de aquel entonces, Doctor Francisco Dueñas, quien lo declaró, con
fecha 8 de octubre de aquel año, “Himno Nacional”, siendo cantado y ejecutado
oficialmente el 24 de enero de 1867, a la hora de la retreta, frente a la residencia
oficial del mandatario.

Pero este Himno, compuesto expresamente para adular a un gobernante, tuvo


vida efímera y al dejar la presidencia el Doctor Dueñas, no se volvió a cantar ni a
ejecutar en ninguna parte. Mas come se hacía necesario un canto patrio, fue así
como el Presidente Zaldívar pidió a los artistas Aberle y Cañas que compusieran el
canto patriótico que estaba.
HIMNO NACIONAL DE EL SALVADOR
CORO
Saludemos la patria orgullosos
de hijos suyos podernos llamar;
y juremos la vida animosos,
sin descanso a su bien consagrar.

PRIMERA ESTROFA
De la paz en la dicha suprema,
siempre noble sonó El Salvador;
fue obtenerla su eterno problema,
conservarla es su gloria mayor.
Y con fe inquebrantable el camino
del progreso se afana en seguir,
por llenar su grandioso destino,
conquistarse un feliz porvenir.
Le protege una férrea barrera
contra el choque de ruin deslealtad,
desde el día que en su alta bandera
con su sangre escribió: LIBERTAD!

SEGUNDA ESTROFA
Libertad es su dogma, es su guía
que mil veces logro defender;
y otras tantas, de audaz tiranía
rechazar el odioso poder.
Dolorosa y sangrienta es su historia,
pero excelsa y brillante a la vez;
manantial de legítima gloria,
gran lección de espartana altivez.
No desmaya en su innata bravura,
en cada hombre hay un héroe inmortal
que sabrá mantenerse a la altura
de su antiguo valor proverbial.

TERCERA ESTROFA
Todos son abnegados, y fieles
al prestigio del bélico ardor
con que siempre segaron laureles
de la patria salvando el honor.
Respetar los derechos extraños
y apoyarse en la recta razón
es para ella, sin torpes ámanos
su invariable, más firme ambición.
Y en seguir esta línea se aferra
dedicando su esfuerzo tenaz,
en hacer cruda guerra a la guerra;
su ventura se encuentra en la paz.

JUAN J. CANAS.

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