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campo visual y se armaba ante nuestra mirada cautivada, un “estudio” 2. Así se podía ver el
espacio solemne:
1
1 Esta investigación la hice en el marco de mi tesis de Maestría en Antropología en la Facultad de Filsoofía y
Humanidades de la Universidad Nacinal de Córdoba, titulada, “Las verdades etnológicas de Monseñor Pablo. Una
etnografía de Archivos”; y como parte del Proyecto de Investigación PICT/R 2008-2011 “Antropología Social e
historia del campo antropológico en la Argentina, 1940-1980” dirigido por Rosana Guber. Asimismo conté una beca
de la Secretaria de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Córdoba.
2
El trabajo de campo lo hice entre 2007-2008 antes de la inauguración del nuevo edificio de la biblioteca que
significó la unificación de la Sección Americanistas y de la Sección Antropología en un único espacio físico y con la
consecuente pérdida de este montaje expositivo.
1
¿A quién se le estaba rindiendo homenaje? Nada estaba por escrito al respecto, sólo que la viga
del techo estaba tapizada por títulos y retratos de Monseñor Pablo Cabrera. Ante esta evidencia
busqué la confirmación por parte de la bibliotecaria Silvia Fois, quién raudamente comenzó a
señalarme cada objeto y contarme algo de su histórica pertenencia y derrotero hasta llegar allí.
El sillón había pertenecido al Dean Gregorio Funes; esos dos libros fueron confeccionados con
motivo de sus Bodas sacerdotales y todo el resto del mobiliario hasta la lámpara fue de
Monseñor. El atril por supuesto que lo hemos puesto nosotros y es actual (Comunicación
separado de la sala de lectura por una soga bordo con un cartelito colgante que nos advertía
“Prohibido pasar”. Tal vez a alguien, alguna vez, se le ocurrió sentarte en ese sillón o abrir el
armario o sólo el cartelito nos indicaba que atrás había algo de “valor” histórico y económico.
Este espacio expositivo es pasible de varias lecturas, pero puesto en contexto, sólo
adelante UNC), dedicado a Dalmasio Vélez Sarsfield (1800-1875). La sala de exhibición está
separada de la de lectura, conservando allí los manuscritos originales del Código Civil argentino
de 1869, la biblioteca personal, una mesa y un busto de Vélez Sarsfield. A este lugar se ofrecen
nacional de la jurisprudencia, y el escenario era también una biblioteca, aunque sin sus libros,
documentos y manuscritos, y también sin las marcas que dieran cuenta de su adscripción
eclesiástica, exceptuando su fotografía. De todos modos, debía quedar claro que el escritorio del
homenajeado era su lugar más destacado, su fuente de ideas, su taller de conocimiento. Para el
biblia.
2
La Sección de Estudios Americanistas era el “vestigio” del pasado Instituto de nombre
homónimo, del cual sólo quedaba la colección de mapas, fotografía, documentos y libros. El
Instituto se había proyectado el 14 de agosto de 1936 por iniciativa del Rector de la UNC, el Dr.
investigaciones de carácter histórico”. Esta iniciativa surgió a partir de “los libros, documentos,
deceso de su dueño que había ocurrido el 29 de enero de dicho año (Requena, 2009).
Ante este espacio expositivo histórico surge preguntarnos qué hizo para el desarrollo de
la ciencia y más específicamente para el campo del Americanismo Monseñor Pablo Cabrera,
que mereció este homenaje en un espacio académico en la universidad que fue la cuna de la
Pero, un dato más, el otro Instituto que surgió en 1940, en el seno de la misma
el cual años más tarde pasó a llamarse Instituto de Antropología y hoy, parte de aquel Instituto
encontraba, hasta 2008, en la Sección Antropología de la Biblioteca. Será que para la época de
permanecido separadas hasta el año 2008 cuando fueron reunidas en un mismo espacio físico y
aún no está definido el nombre pero los usuarios seguimos llamándola “Americanistas”.
Buenos Aires, siendo ésta la categoría con que se designaba a las personas de conocimiento y
que pertenecían a la comunidad de científicos, esto es, a los cultores y promotores del saber
racional y empírico.
Un poco de su vida
3
Pablo nació el 12 de septiembre de 1857 en la provincia de San Juan, hijo de Pablo José
Cabrera, comerciante de mulas oriundo de Chile, y Melitona de Fesas Mercado 3. Era uno de los
seis hermanos, según me lo transmitió su sobrina nieta y biógrafa Delia: Arturo Rufino 4, Pablo,
Teresa, Mercedes, Virginia y Clara Rosa. Clara fue monja de la congregación de las Hijas de
Nuestra Señora, radicada en Godoy Cruz (Mendoza); Teresa y Virginia vivieron con Monseñor
Eleuterio alcanzó el cargo de vicerrector del Seminario Nuestra Señora del Loreto de Córdoba
en 1874, y fue él quien costeó y acompañó los estudios de Pablo hasta su ordenación que tuvo
Pablo fue estudiante del Seminario ocupando una beca de la diócesis de San Juan de
Cuyo6. Estas becas eran resultado de acuerdos entre diócesis que carecían de un centro formador
de sacerdotes, con una diócesis que contaba con un Seminario, como era el caso de Córdoba.
Eleuterio Mercado, quién para la fecha de formación de Pablo estando residiendo en Mendoza,
pagó sus estudios, pero su “padrinazgo” no fue sólo este. Además, lo vinculó con el mundo de la
Iglesia y con sus contactos personales, sobre todo a partir de haber ocupado el cargo en el
Seminario. Ello le permitió vincularse con la familia de los demás seminaristas, gente de clases
acomodadas de estas provincias viejas. Por su parte, y en tanto que comerciante de mulas, su
padre también lo vinculó con un amplio campo de relaciones sociales. Recordemos que hasta la
primera mitad del siglo XIX, Córdoba se especializaba en la producción mular para los
mercados mineros andinos, a lo que se suma que desde 1770 comenzó a exportarse ganado en
3
Según figura en su legado sacerdotal conservado en el Archivo del Arzobispado de Córdoba.
4
Él era el abuelo de Delia y padre de Arturo Cabrera Domínguez, quién trabajo como ayudante de Monseñor en el
Museo Histórico Colonial de la Provincia de Córdoba.
5
Para que se consumara la ordenación el tío debió iniciar el expediente solicitándole al Obispo Jerónimo de Clara de
la Diócesis de Córdoba la autorización. El obispo respondió afirmativamente por “la escasez de sacerdotes” que había
en las diócesis y sugería al Obispo que le otorgará la “Sagrada Orden del Presbiterado” a Pablo Cabrera pero antes
recomendaba que se le tomara un examen. Legajo de ordenación de Pablo Cabrera. Archivo de la Arquidiócesis de
Córdoba, legajo de ordenación de Pablo Cabrera.
6
Diócesis creada el 19 de septiembre de 1834 con la bula "Ineffabili Dei Providentia", de Gregorio XVI
4
pie hacia Chile. Las guerras de la independencia generaron “una crisis social de masas”, es decir
dedicaban al fructífero mercado mular, lo que probablemente afectó la fortuna del padre de
Pablo y que lo habría llevado a abandonar a su familia y emigrar a Chile, su tierra natal. Cuando
quise aclarar este punto, Delia me respondió con la ya sabida barrera: son secretos de familia
que nunca nos enteraremos (Comunicación personal del 24 de septiembre de 2008). Sin
embargo, puede inferirse que la carrera sacerdotal le ofrecía a uno de los dos hijos varones de
una familia del interior a cargo sólo de la madre, un futuro relativamente promisorio y de
prestigio.
diferencias entre quienes aspiraban al sacerdocio y quienes aspiraban a ser abogados, sus
materias entre 1872 y 1881, aunque no está asentado en ningún libro su egreso como licenciado.
serios conflictos que se generaron cuando el Poder Ejecutivo Nacional creó la Carrera de
Teología 1880. El rector de la universidad, Alejo Carmen Guzmán, decidió nombrar a los
docentes de la carrera de teología, pese a que el Obispo Fray Mamerto Esquiú apeló por
considerar que le cabía a él esta potestad según el Concilio de Trento. Tal diferencia condujo al
Nuestra Señora de Loreto del Obispado (Ansaldi 1997). Por esta decisión, los seminaristas
políticos cordobeses laicos. Pese a este corte, Pablo rindió el examen de Teología en la
y la Universidad debido a las tesis doctorales de José del Viso (aprobada en 1883) y Ramón J.
Cárcano (aprobada en 1884), respaldada por su “padrino” de tesis Miguel Juárez Celman. Del
Viso debatía la “libertad de testar” y Cárcano sostenía la igualdad de derechos civiles entre
5
“hijos naturales, adulterinos, incestuosos y sacrílegos”. Ambos afirmaban la defensa de la
libertad de pensamiento y conciencia, y dichas tesis fueron aprobadas por los docentes
universitarios pero condenadas por el Obispo Monseñor Jerónimo Emiliano Clara porque
La ordenación sacerdotal de Pablo fue aún más compleja, aunque dicha complejidad se
Eduardo”, autorizó a Cabrera a recibir la tonsura clerical y las cuatro órdenes menores, esto es,
el primer grado clerical de preparación para la ordenación sacerdotal final 7. Pablo escribió
entonces una carta al Obispo de Córdoba afirmando su deseo de “ser un sacerdote de Córdoba”.
1883. De modo que es factible que esta opción no fuera bien recibida por el Obispo cordobés
que siendo Pablo “un hombre de la Iglesia” de Córdoba había decidido ordenarse en otra
diócesis, cuando ya había manifestado su aspiración a pertenecer a esta diócesis habiendo allí
recibido la “Tonsura y cuatro órdenes menores”. Este desplazamiento a otra provincia, cierto
regreso como capellán en el Colegio Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús, al otro lado del
río Suquía que separaba a la Ciudad de los nuevos “pueblos” que surgían a la sazón de la
sede del noviciado de la congregación, fundada años antes en Pueblo Nuevo General Paz, en
terrenos donados por Augusto López. Luego, en dicho Pueblo, se fundó el Colegio Calasanciano
arribados como obreros del ferrocarril. Luego, el presbítero Cabrera fue asignado como párroco
7
Junto con Pablo Segundo Cabrera recibieron la Tonsura Clerical y las Cuatro Órdenes menores José Domingo
Martínez, Maximiliano Sindar Ferreira, Jacinto A. Correas, Juan José Purcell. Según Libro de Órdenes 1876-1905.
Archivo del Arzobispado de Córdoba.
6
en la Parroquia del Pilar ubicada a las márgenes de la ciudad colonial. Sobre un total de poco
más de 20.000 habitantes en dicha parroquia, según el presbítero Cabrera, a partir de los datos
que le ofreció la Oficina de Estadísticas de la Provincia, había unos 300 protestantes con dos
socialmente diversa llegada de la inmigración europea de fines del siglo XIX a la ciudad de
Córdoba. Toda su vida sacerdotal hasta su retiro, que fue el 31 de julio de 1929 9, permaneció en
la Parroquia del Pilar a pesar de haber recibido su distinción como “Monseñor” por parte de
pedido del Obispo Zenón Bustos al Papa, antes de 1910. Como no es un grado en la ordenación
1910 fue un año muy particular para la Argentina, y también para Monseñor. Como
la Plata dos reuniones científicas en las que él participó como “representante” de la Universidad
Nacional de Córdoba. Ambas reuniones tenían por temática convocante al “americanismo”: uno
Ciudad de La Plata, cumpliendo tres décadas como capital provincial, y otro, el Congreso
8
Información declarada por Monseñor Pablo Cabrera ante la Visita Canónica de 1905. Caja 2 Monseñor Pablo
Cabrera. Archivo del Arzobispado de Córdoba.
9
Carta dirigida por Monseñor Pablo Cabera al Obispo de Córdoba Dr. Fermin E. Lafitte. Biblioratos de
Monseñor Pablo Cabrera en la Sección de Estudios Americanista de la Biblioteca de la FFyH-UNC:
10
El Congreso Científico formó parte de las celebraciones que se sancionaron en el Congreso Nacional (ley
6286/8/2/1909), junto a otras medidas, como la realización de una plaza frente del edificio del congreso nacional, con
dos monumentos conmemorativos, uno de la asamblea nacional de 1813 y otro del congreso de 1816- Se decidió
erigir un monumento dedicado a España, un monumento a los ejércitos de la independencia en la Plaza General San
Martín, y un monumento a la marina de guerra argentina en la isla de Martín García y uno a la bandera nacional en la
ciudad de Rosario en la provincia de Santa Fe; en Córdoba se haría una estatua al Deán Funes, y en Salta una estatua
ecuestre al Gral. Martín M. de Güemes. Vale señalar que sólo en Córdoba se decidió conmemorar la revolución con
un monumento a un sacerdote que fuera obispo de Córdoba, rector de la universidad y protagonista en los hechos de
mayo, como fue el Deán Funes. El mismo al cual pertenecía el sillón del escritorio de Monseñor.
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Los asistentes llegaban a estas reuniones por previa invitación del comité organizador;
Auspiciaban estos trabajos y reuniones, instituciones públicas como la universidad, los museos
y las academias nacionales, y espacios privados como las sociedades eruditas (learned societies
se las llamaba en Europa y en los EE.UU.), a Sociedad Científica Argentina (1872) y la Junta de
Academia Nacional de Ciencias contaba con financiamiento para desarrollar viajes de campaña,
labor editorial para publicar los resultados de las investigaciones y una biblioteca especializada
que se enriquecía por medio del intercambio con instituciones del extranjero.
Veremos a continuación que los eventos de sabios de 1910 en La Plata y Buenos Aires,
deben haber puesto al presbítero Pablo Cabrera, título con el cual consta en las actas y
referencias a los congresales, ante un dilema entre la verdad racional y la verdad revelada.
Cabrera transitó entre ambas verdades con una maestría que difícilmente haya sido casual e
inocente.
El CIA era una “comunidad científica” internacional, que se estaba construyendo desde
de autoridad dentro del mismo campo disciplinar y la irradiara para diferenciarse de otros
Esta comunidad reunida en Viena, Austria, eje de la ciencia europea en 1908, eligió La
Plata como sede de la futura reunión del CIA. En 1910 sería la primera reunión organizada en
suelo americano. “El Americanista”, como se lo llama habitualmente, tendría como sede a una
el saber, con una flamante universidad que daría prueba del desarrollo de las ciencias en el nivel
más avanzado de la ciencia occidental. Allí estaba el gran laboratorio del naturalismo, el Museo
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de Ciencias Naturales, con las colecciones más diversas de objetos, materiales y culturas más
No sólo era ésta la primera reunión convocada en América sino que en Viena se les
habían encargado los trabajos preliminares para la organización a los representantes argentinos:
Esta sesión del Congreso estaba fechada para el mes de mayo, y se planificó
complementar con la que se efectuaría en el mes de septiembre de ese mismo año en México,
que también conmemoraba el centenario del “Grito de Dolores” del 16 de septiembre de 1810.
Aunque las reuniones de americanistas se hacían cada dos años, desde su creación en 1875 en el
Congreso que tuvo como sede Nancy (Francia), 1910 sería una excepción.
Los delegados del Congreso por Argentina y encargados de iniciar la organización del
próximo en 1910, fueron ratificados en sus tareas por el Ministro de Relaciones Exteriores el
decreto del 8 de julio de 1909 en Buenos Aires. La Comisión Organizadora del Congreso tuvo
por “Protectores” a dichos ministros y como “Presidente” al José Nicolás Matienzo, decano de
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Hasta aquí nada indicaba el
vínculo entre la especificidad del tema del Congreso con sus autoridades, pero entre los
Ciencias Exactas, Físicas y naturales de la Universidad de Buenos Aires; Ingeniero Otto Krause,
9
Aires; Samuel Lafone Quevedo, director del Museo de La Plata, y catedrático de Arqueología
adelante UBA) y de La Plata (en adelante UNLP), salvo Peña, y dedicados a distintas
disciplinas académicas como eran la arqueología, la botánica y la ingeniería pero con una raíz
en común como era su vínculo a las ciencias naturales. Otra recurrencia es que los dos museos
Aires y el de La Plata—estaban representados por sus máximas figuras, sus directores. Sin
embargo, no se cuentan hasta aquí representantes del interior del país los que sólo aparecieron
como parte de los 27 “vocales”. No consta cómo fueron elegidos, aunque es muy probable que
conformaran una red que venía tramada desde algún tiempo atrás.
Los vocales fueron Miguel Lillo, químico y naturalista tucumano; el Tomás Miguel
Arañarás, catedrático de Historia del Derecho; Santiago F. Díaz, catedrático de Historia de las
presbítero, los cuatro por la UNC; otro presbítero fue el salteño Julián Toscazo y el “vicario” de
las Posadas (Misiones) Federico Vogt; el Coronel Luis Jorge Fontana, director de la Escuela de
Así, no todas las provincias estaban representadas; Córdoba seguía a Buenos Aires y La Plata en
provincial? Si retomamos lo interpretado por López- Ocón (2002) acerca de los orígenes de los
disciplinares. Entonces, no nos debería sorprender que entre los “científicos americanistas”
existan “sacerdotes”.
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Pero volvamos al tema del provincialismo y la presencia de los sacerdotes en el
quehacer del americanismo. Córdoba era la sede de la primera universidad fundada por la
Compañía de Jesús y establecimiento escolar argentino. Salta era también una provincia vieja y
contenía a una tradicional sociedad hispana. Misiones, aún Territorio Nacional, limitaba con el
Paraguay y el Brasil y estaba sujeta a una masiva colonización agraria europea, después de ser
ligado a que se trataba de una antigua provincia jesuítica con misiones indígenas largamente
desaparecidas. Para la fecha Misiones, Salta, San Juan y Tucumán carecían de universidades.
San Juan, Salta y Tucumán eran viejas provincias marcadas por la presencia indígena,
durante el período colonial ruta de paso del comercio a Chile y al Alto Perú, respectivamente, y
para fines del siglo XIX pujantes productoras de materias primas para la exportación, como el
vino y la caña de azúcar. En el campo intelectual San Juan fue la cuna de Domingo Faustino
Estado moderno y laico, y Tucumán, de Juan Bautista Alberdi, redactor de las Bases y puntos de
partida para la organización política de la República Argentina en 1852. Tucumán y San Juan
proveían de dos nombres nodales para la conformación de las ideologías rectoras del Estado
Nacional Moderno.
Si este CIA fue trascendente porque por vez primera se reunían los científicos europeos
organización de su espacio de socialización más importante a los americanistas del sur. Pero ¿a
quién? Precisamente a los argentinos que durante el período histórico conocido como la
formación del Estado Nacional Argentino (1862-1880) había sido un momento de afianzamiento
1874), tuvo una decidida política para atraer maestros, profesores y científicos de los países del
norte europeo para que dirigieran el sistema escolar público y también las nuevas instituciones
residía una masa crítica de científicos del norte que se sumaba a un entusiasta plantel local 11. La
11
En el caso de Córdoba había recibido, como política del poder ejecutivo nacional, la creación de la Academia
Nacional de Ciencias, fundada el 8 de septiembre de 1869, y el Observatorio Astronómico, fundada el 24 de octubre
11
ciencia debería servir a la modernización, y por ende, a la secularización de la sociedad
varias especialidades disciplinares, y algunas de las personalidades que nos interesan rescatar
son Lehnmann Nitsche, Lafone Quevedo y Ambrosetti, a quienes José Imbelloni caracterizados
dejaron de hacer antropología exclusivamente en los museos para ampliar su radio de acción a
Córdoba participaba del evento desde otra posición, entre clerical y modernizada. Sede
de la universidad fundada por los padres jesuitas, sede de la Diócesis de Córdoba que albergaba
al Seminario Mayor de Córdoba Nuestra Señora de Loreto, y más tarde, hacía fines del siglo
XIX, sede de la Academia Nacional de Ciencias lo cual confirmaría una orientación secular. La
Para Alejandro Rosa (1854-1914), primer director del Museo Mitre y miembro fundador
Museo,
pasan por el prisma de colores del iris, y las conclusiones a las que
lleguéis, serán la luz blanca que disipará con su esplendor y brillo las
ámbitos de esclarecimiento e iluminación sobre períodos que aún estaban en el misterio, como
sabios se ponían en contacto “hombres de distintas patrias para realizar una tarea que interesaba
en común a toda la humanidad” con el objetivo, según los estatutos votados en el 1° Congreso
de 1871. Ambos espacios dirigidos por esos científicos inmigrantes, pero en el caso de la academia por el alemán
Carlos Germán Conrado Burmeister, y el observatorio por un estadounidense Benjamín Apthorp Gould (Tognetti
2000).
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de “contribuir al progreso de los estudios etnográficos, lingüísticos e históricos”. Allí se
los congresistas residía “la virtud de avivar el sentimiento de solidaridad que vinculaba entre sí
a los investigadores de todos los países del mundo, por encima de todas las fronteras
internacionales”. Los conocimientos que estos sabios generaban no servían sólo para escribir la
historia local y nacional sino también para la historia mundial que, en un mismo movimiento,
constituía a la comunidad científica del mundo. El saber cómo las verdades religiosas eran
discurso inaugural como presidente del CIA, valoraba los “criterios distintos” y “los punto de
vistas diferentes” porque impiden “la formación de opiniones y doctrinas unilaterales”. Con
más aún si no podía discurrirse en función de comprobaciones o evidencias, como era en el caso
de la doctrina cristiana.
Como todos aquéllos que se dedicaban a las ciencias naturales a comienzos del siglo
XX, los americanistas querían conocer el origen y la antigüedad del hombre pero, como su
nombre lo indica, sus esmeros se orientaban a los orígenes del hombre en el continente
americano desde disciplinas de las más diversas: arqueología, geografía, etnografía, lingüística,
prehistoria, historia y antropología física. Para Rosa era tarea de los americanistas
13
El XVII CIA de 1910 es recordado por la academia del mundo como el debate entre el
según la cual el hombre habría nacido en la región platense y más específicamente pampeana.
de la humanidad había sido el continente asiático, y que el hombre habría ingresado a América
por el Estrecho de Bering 10.000 años atrás. Esta discusión se mantiene hasta la actualidad en la
comunidad de arqueólogos; los del norte y los del sur siguen discutiendo el poblamiento y la
antigüedad del hombre americano, comparando los fechados más antiguos de los restos
orgánicos hallados en las exacciones, y analizados por el método del Carbono 14. Estas
discusiones se recrudecieron cuando los del sur pudieron tener sus propios laboratorios donde
realizar sus estudios de Carbono 14 dejando de depender de los laboratorios del norte 12.
de Córdoba enviaba como delegado al CIA a un “presbítero”, término que habitualmente usa la
Iglesia para designar a sus ministros ordenados 13. Tenemos pocos registros de su actuación en la
reunión, pues Cabrera no figuraba en las Actas del CIA que publicó Lehmann-Nistche en 1912.
¿Se debía esta omisión a que para un académico y eminente científico naturalista dedicado a la
científico?
12
Valga la paradoja, el primer laboratorio para hacer dataciones a través del método conocido como Carbono 14 en
territorio argentino se radicó en el Museo de Ciencia Naturales de la Ciudad de La Plata bajo el nombre de
Laboratorio de Tritio y Radiocarbono (LATYR), en 1964 y con el apoyo económico del Conicet (Ver Relaciones
XXXIV, 2009).
13
Para la religión Católica Apostólica y Romana existen siete sacramentos y uno de estos es “el sacramento del
orden”. Dicho sacramento actualmente se compone de tres grados jerárquicos, el más bajo es el de los diáconos
(personas que pueden celebrar el sacramento del bautismo y del casamiento además de predicar, pero no pueden
celebrar misa, ni confesar como tampoco administrar el sacramento de la unción a los enfermos), seguido por los
presbíteros (pueden administrar los siete sacramentos menos consagrar a sacerdotes u obispos) y el de los obispados
(con potestad para administrar todos los sacramentos). El título de Monseñor es honorífico, no es parte del
sacramento del orden. Comunicación personal con el Presbítero Nicolás Alessio 28 de septiembre de 2008.
14
Desde 1906 Cabrera era el responsable de “las investigaciones históricas de los archivos
personajes ilustres que fueron alumnos, profesores, rectores y protectores de la casa a lo largo
de su historia para publicar una galería biográfica, para 1914, el tercer centenario de la
Universidad. Era lógico que la Universidad lo enviara como uno de sus representantes. Pero esta
espacio donde se valoraba lo distinto y diferente, las voces en disonancia, la luz de la ciencia
creer que la otra autoridad que pendía sobre el presbítero Cabrera, el Obispo de Córdoba,
desconociera que un miembro de su clero participaba en estos espacios tan modernos y tan
laicos donde se discutían los últimos avances del saber científico. ¿Cómo creer que el presbítero
creacionista” cristiana formulada por parte un sabio argentino como Ameghino. Y sin embargo,
no sólo permaneció en la reunión sin conocerse queja sino que regresó al Congreso siguiente.
Lules”. Este hombre de la Iglesia cuya misión era predicar la verdad revelada en la biblia, fue
invitado a formar parte de un mundo intelectual nucleado en la universidad más antigua del
actual territorio argentino y cuyo prestigio alcanzó distintos medios académicos del país y de
1918 con una clara postula anticlerical y modernizadora (Vidal, 2005; Aguiar, 2008; Requena,
2008).
14
Este Congreso fue decidido por ley del Congreso Nacional nº 6286, en la sesión del 8 de febrero de 1909.
15
el marco de los festejos por el “Centenario de la Revolución de Mayo”. La organización
quedaba a cargo de la Sociedad Científica Argentina, “la institución científica nacional más
arraigada y difundida”. La Sociedad contaba con un espacio editorial Anales que en ese mismo
año ya había publicado el volumen 66 donde sus miembros “reflejan el movimiento científico
y costeado la primera expedición a los Andes de Patagonia en 1875”. Estos viajes eran
planificados como medio para la resolución de a uno o varios problemas científicos. Entre ellos
estaba la detección de riquezas minerales, las vías de comunicación por los Andes de la costa
pretensiones de Chile (Podgorny 1999). También inició y organizó “los congresos científicos
latinoamericanos que han tenido lugar en esta capital, en Montevideo, en Río de Janeiro y en
Santiago de Chile”. Así el Estado Argentino reconocía estos méritos, dejando en manos de dicha
Sociedad la organización de un Congreso acaso menor que el CIA, pero de una pretendida
magnitud comparable.
El Congreso tenía una notable “Comisión Honoraria” formada por su presidente, José
gabinete nacional y las principales asociaciones científicas y de educación superior 15. Nada aún
mostraba el recorte disciplinar del Congreso ni sus diferencias con respecto al CIA. Al analizar
15
José Gálvez, Ministro del Interior; Victoriano de la Plaza, Ministro de Relaciones Internacionales Exteriores y
Culto; Rómulo S. Naón, Ministro de Justicia e Instrucción Pública (estos últimos, los mismos que en el CIA);
Ezequiel Ramos Mejias, Ministro de Obras Públicas; Teniente gral. Eduardo Racedo, Ministro de Guerra;
Contralmirante Onofre Betbeder, Ministro de Marina; Ingeniero Pedro Ezcurra, Ministro de Agricultura; Manuel de
Iriondo, Ministro de Hacienda; Manuel J. Guiraldes, Intendente Municipal de la Capital Federal; Eufemio Uballes,
rector de la UBA; Joaquín V. Gonzalez, presidente de la UNLP; Julio Deheza, rector de la UNC; Doctor Doering,
presidente de la Academia Nacional de Ciencias; Estanislao S. Zeballos ex Ministro de Relaciones Exteriores y
Culto; Ingeniero Luis A. Huergo, académico, consejero y ex decano de la facultad de ciencias exactas, físicas y
naturales; Ameghino, director del Museo Nacional de Buenos Aires; Juan J.J. Kyle profesor jubilado de química
inorgánica en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; Pedro N. Arata, decano de la Facultad de
Agronomía y Veterinaria, profesor de química en la Facultad de Medicina; Coronel Ingeniero Luis J. Dellepiane,
consejero y profesor de geodesia en la facultad de ciencias exactas, físicas y naturales, inspector del arma de
ingenieros.
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representaba un área del saber instituida a nivel del estado argentino y esa misma persona
La comisión organizadora giró invitaciones a instituciones del país que desarrollan las
más diversas disciplinas. La UNC fue invitada en carta del 23 de enero de 1910, donde se
expresaba la importancia del acontecimiento como lugar donde “Evidenciar ante los países
civilizados de la tierra, el estado de desenvolvimiento científico que alcanzamos, más alto, por
individualizan”. Por tal motivo se le solicitaba al rector el envío “de uno o varios delegados que
Los delegados enviados por la UNC fueron el Virgilio Ducceschi, profesor de Fisiología
del Barco, diputado nacional. Cabrera no aparecía formalmente como representante de la UNC.
Sin embargo, sabemos por la portada de su libro Los Lules, que intervino con un
Etnología Argentina Tomo I Los Lules, y fue en el año 1911 en el “Establecimiento Tipográfico
Congreso.
17
A diferencia del CIA, asistieron a este congreso más miembros en representación de sus
mayor cantidad de campos disciplinares que el CIA, y a una gran diversidad de grados de
formación profesional y militar que se manifestaba en sus vocales. En tanto, la Iglesia Católica
Lo que sí queda claro es que el presbítero Cabrera se presentó en esta reunión de sabios
con un trabajo propio y de carácter científico, no teológico. Y si bien no constan los documentos
rápidamente capitalizó la investigación con la cual participó del cónclave al publicarla. Esta
decisión institucional quizás nos hable de cuán ponderada fue la intervención del presbítero
Cabrera en el Congreso.
normal y profesor de la UBA y la UNLP Rodolfo Senet (1872-1938) y el profesor del Museo de
La Plata y prehistoriador Luis María Torres. Por entonces, las Ciencias Antropologías
“Etnografía” y “Lingüística”.
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sin prejuicios busca la verdad, venga de donde viniere. Por el culto de
Con estos votos, Ameghino definía una comunidad que no estaba sujeta a países ni
regiones, ni siquiera a especialidades, sino que, yuxtapuesta con la humanidad toda, proclamaba
un culto a la verdad, pero una verdad que no parecía depender de un dogma o de un credo, sino
La Plata Samuel Lafone Quevedo, quien ya había participado en el CIA. Los “temas generales”
propuestos en esta sección se referían al estado actual de los estudios lingüísticos referidos a las
lenguas americanas; las relaciones entre éstas y las del antiguo continente, y entre las lenguas
indígenas de América del Norte y las de América del Sur; se agregaba la cuestión del lenguaje
sistemas mnemónicos.
a las de pueblos históricos como los calchaquíes, los charrúas y los querandíes.
había misionado en los antiguos pueblos de indios. Sin embargo, algún conocimiento tenía de
Córdoba en 1881, sobre los territorios ocupados por los pueblos de indios, que ordenó mensurar
y repartir una parcela de tierra a cada familia indígena y subastar la tierra restante en remate
público. En la ciudad de Córdoba estaba asentado el pueblo de indios conocido como “La
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Toma”, al oeste del ejido de la ciudad y junto al camino que conducía a las sierras 18. El lugar
que ocupaba este pueblo fue rebautizado el 6 de septiembre de 1910 como “Alberdi”, en
conmemoración del centenario del natalicio del constitucionalista Juan Bautista Alberdi (Gleser
2009). Presumiblemente, el presbítero también pudo conocer algo de ese modo de vida
indígena cuando fue designado miembro de la Comisión de Liturgia del Obispado en 1905, con
la tarea de “controlar el cumplimiento con exactitud de los ritos y ceremonias del culto externo
y público”, según el decreto del Obispo Zenón Bustos y Ferreira. El Pueblo de Indios de “La
Toma” tenía un “modo muy particular de vivir y expresar la fe”, tal como consta en el informe
de la visita del Obispo que se quejaba por “la irregularidad de sus costumbres”. En el caso de
los casamientos, se promovía que los novios contrajeran el sacramento en forma gratuita, pero
En esta sesión “El padre Cabrera lee su trabajo sobre los ‘Lules’ trayendo una
interesante prueba documental sobre las distintas regiones ocupadas por los indígenas del
antiguo Tucumán”. Al finalizar la exposición no recibió comentario alguno según consta en las
Actas.
trabajo sobre “El problema indígena. Necesidades de destinar territorios reservados a los
indígenas en Patagonia, Tierra del Fuego y Chaco según el proceder de los Estados Unidos de
Norte América”. Era éste un tema de gran preocupación para la época y que fue abordado desde
el campo jurídico por Joaquín V. González, quién elaboró un proyecto de Ley Nacional del
Trabajo en 1904 que no fue aprobado. Ese mismo año Juan Bialet Massé redactó su famoso
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aborígenes en los Territorios Nacionales que dependían del Ministerio del Interior. Esta postura
sería retomada tiempo después por el suizo Alfred Métraux desde su estadía temporaria en la
Universidad del Tucumán. Recordemos que la guerra contra el indio en el sur no tenía más que
tres décadas, y que aún no había concluido en el nordeste donde, en 1924, brotaría el
kilómetros de Resistencia, capital del entonces Territorio Nacional del Chaco (Brunatti,
indios estaban condenados a desaparecer por la codicia del blanco, el alcohol, la sífilis, la
viruela, el sarampión y en general, porque las enfermedades de los blancos hacían estragos en
los indígenas”. Finalizaba sugiriendo que “para salvar a los indígenas el progreso no debía
llegar a las regiones donde ellos vivían”. Evidentemente, era demasiado tarde, teniendo en
cuenta la enorme dependencia que generaba el reclutamiento de mano de obra para la zafra
azucarera. La condición indígena en el Gran Chaco era tan crítica que se buscó reglamentar su
trabajo a los indios. Según el informe de Bialet Masset “el estado del Chaco exigiría una
legislación obrera enérgica y previsora, que corta de raíz los abusos rayanos al crimen”
ingenios, ni a los militares fronterizos, sino a los frailes mercedarios. Estos “misioneros
rebajaban el nivel moral de los indios, los explotaban de una manera inicua con el fin de
sacarles dinero, llegaban a hacerles celebrar ceremonias como el casamiento, bautismo, etc.,
cuatro, seis y más veces”. Sabemos que ante estas afirmaciones, Cabrera replicó argumentando
que “desconocía tales cosas pero que no le extrañaba que hubiesen acaecido” ya que los
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clero regular y el presbítero pertenecía al secular. Los misioneros identificados con las órdenes
religiosas cuentan con organización interna y externa propia, aunque esta pauta se modificó
desde 1865 cuando la diócesis de Buenos Aires fue elevada a Arquidiócesis. La Iglesia se
clero, tanto regular como secular. Por eso la afirmación del presbítero era más que plausible y
no tanto una evasiva; quizás efectivamente existía un mayor control sobre los misioneros.
En esta sesión, entonces, el tema central de debate fue qué hacer y cómo tratar a los
de una mesa en que el lugar de la Iglesia sería necesariamente puesto en discusión, y más aún
cuando el presbítero tomó la palabra, no desmintió los dichos de Fritz, aunque se limitó a
señalar que la Iglesia se había vuelto más “cauta” con aquéllos a quienes enviaba a misionar;
Cristina Correa Morales, esposa del arqueólogo Francisco de Aparicio, disertó sobre el uso y
que objetivaban el grado de adelanto al que había llegado dicha tribu, puesto de manifiesto en
sus industrias, sus costumbres y sus indumentarias. Lehmann Nitsche tomó la palabra para
disentir con la “señora” porque agrupaba a los puelches y tehuelches como un mismo grupo, y
señaló que lo que ella llamaba tehuelches del norte eran en verdad puelches. Ante la
divergencia, Lafone Quevedo pidió al presbítero que “en virtud de conocer a fondo este asunto”
designaciones que se había dado a las “tribus”. Lehmann Nitsche concluyó acordando con el
presbítero y agregó que la cuestión “de designar a los tehuelches del norte no tenía razón de
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En la sesión del 20 de julio Ambrosetti leyó su “Relaciones de la civilización calchaquí
con las civilizaciones del Perú y con los pueblos de América del norte”. Al concluir, Lafone
Quevedo señaló que la influencia Inca había llegado hasta Córdoba, lo cual quedaba demostrado
“significaba sencillamente camino del jagüel”, lo cual, afirmaba, se traducía como “camino del
Inca”. Pero “capi” significaba “jagüel”. Sobre esta disquisición lingüística Lafone Quevedo
agregó que “capayana” quería decir ambas cosas: “camino real” y “camino del jagüel”
indistintamente, y subrayó que con estas palabras ocurría lo mismo que con muchas otras del
mismo idioma que, según el contexto podían tener distintas traducciones, derivando en dos o
más acepciones. Finalmente, el presbítero hizo un análisis lingüístico a propósito del vocablo
en cuestión, y añadió que muchas palabras usadas en esa reunión servían para indicar la
existencia de una denominación incásica. Ambrosetti retrucó afirmando que los nombres
que hacían falta “pruebas arqueológicas”. El presbítero estaba en verdad creyendo que las
poblaciones indígenas de Córdoba eran parte del antiguo imperio Inca, una de las altas culturas
americanas e imperiales.
Romero, Lafone Quevedo expuso sobre “provincias lingüísticas argentinas” y sobre “¿qué es lo
que se sabe de las lenguas que hablaban los calchaquíes, los charrúas y los querandíes?”.
Nuevamente Córdoba cobraba valor. Luego de su exposición, Romero preguntaba “qué posición
lingüística les corresponde a los indios matacos?” Lafone Quevedo respondió con sus
investigaciones y “alude además a los trabajos del Padre Cabrera”. Este agradeció “los
conceptos benévolos vertidos por el señor Lafone Quevedo”, y se extendió “respecto del uso de
los términos en los distintos idiomas y llega a ejemplificar con los documentos antiguos”. Para
concluir señaló que “no ha hecho otra cosa que formar vocabularios” aunque “no es un
lingüista”. Seguidamente Ambrosetti confirmó con ejemplos los aportes del Padre Cabrera, a lo
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En el debate sobre la localización de las comunidades indígenas en el territorio nacional
el presbítero aparecía como una persona versada en el tema, y además, reconocida por sabios de
de la institución a la cual pertenecía porque las parroquias, hasta fines del siglo XIX y
comienzos del siglo XX, eran las que registraban y conocían la población. Las secretarias
parroquiales eran los únicos lugares a donde se anotaban las personas al momento de recibir el
En la sesión del 23 de julio, el presbítero Cabrera expuso sobre los “vilellas”, un grupo
acaso marginal y extinto de indígenas de origen precolombino. Señaló que databan de épocas
revisar los conocimientos tradicionales sobre ellos porque a su entender “no constituían un
tronco principal sino una simple rama derivada” y agregó, “Estando estos indios a punto de
Americano fue decisivo en la incorporación pública del presbítero Cabrera al mundo académico
de la Americanística, no sólo porque fue allí donde presentó su propia investigación, y muy
confió Ameghino en Cabrera para dirigir la sesión de lingüística? ¿De dónde conocía Lafone la
competencia en estas cuestiones del sacerdote cordobés? Y por último, ¿cómo incidió el paso de
Cabrera por el CIA y el Congreso Científico para integrarse a una comunidad universal cuyo
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El Registro Civil surgió como una institución estatal más de la modernidad desbancando a la Iglesia de su poder de
“registrar a la población”. El 1 de enero 1881 comienza a funcionar el registro civil municipal de Córdoba, el más
antiguo del país.
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único culto era la verdad, pero una verdad que dudosamente procediera de un (solo) libro sino,
Conclusiones
participación y ubicación del presbítero en dos Congresos tan significativos que se dieron en
Argentina en 1910.
cordobesa tradicional surgida en el período colonial, tiempo en que el poder estatal y el religioso
la sociedad en las últimas dos décadas del siglo XIX cuando diversas medidas de orden nacional
Pero lo que queda claro del tránsito del presbítero por los dos Congresos de 1910 es que
fue la élite universitaria la que le abrió las puertas al mundo de los sabios y la ciencia universal.
humana. En el CIA se discutió un tema “sagrado” para la fe cristiana como es “el origen el
hombre” americano, verdad incuestionable, revelada por Dios a los hombres y redactada en las
Sagradas Escrituras.
“El origen del hombre” era uno de los temas que la Iglesia no estuvo nunca dispuesta a
reformular y sobre la cual los científicos modernos racionalistas se habían atrevido a discutir
desde la “Teoría evolucionista”. ¿Qué llevó a un hombre de la Iglesia, a “sentarse a comer” con
los sabios que negaban las verdades reveladas por Dios y creaban otras nuevas basadas en su
experiencia?
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En el segundo Congreso el presbítero discutió temas de política indígena y el rol de la
Iglesia. Para evangelizar era necesario conocer a la comunidad y algo de su lengua. Por eso su
interés en participar del debate sumado a que aún en la ciudad de Córdoba existían poblaciones
“uniformidad del culto divino” en la Diócesis de Córdoba como miembro de la Comisión. Esta
decisión se comprende desde la búsqueda de la Iglesia de unificar su poder y por ende sus
Reconociendo este rol histórico de la Iglesia los misioneros han sido “los más fieles”
cronistas sobre el modo de vida de otras comunidades, y por eso el presbítero no dudaba en
consultarlas para su investigación tratándolas como fuentes primarias. Luego pasó a analizar lo
que sobre ellas habían escrito los “historiógrafos” y finalmente, la obra de Lafone Quevedo
quien, en su obra de 1894, diferenciaba su labor de la que habían realizado los misioneros
Cabrera se ubicaba en el debate de los “sabios” científicos de La Plata y la UBA sin dejar de ser
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Archivo
Agradecimientos
A Silvia Fois, Delia Cabrera y Nicolás Alessio por su generosidad en cada comunicación.
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