El tiempo trascurre extremo e indolente como siempre. Un segundo y otro segundo, un
minuto y otro más. Hora tras hora, lo mismo de ayer y de mañana. Sola estoy aquí. Sola como siempre ha sido y como siempre será. Si pudiera hacer algo para cambiar esta situación, algo para cambiar mi existencia, algo para cambiar lo que soy... Mi vida es monótona. Pero no creas que lo digo porque carezca de eventos nuevos, ¡No! Más bien lo digo porque la historia siempre se repite y el final siempre es el mismo. Nada cambia nunca en mi vida, todo sigue igual. Es que siempre me he sentido de la misma manera: así de tonta, así de inútil, así de impotente, así de indefensa. Quisiera hacer algo, quisiera cambiar mi condición, quisiera querer hacerlo… Pero no es posible. Estoy atada a mi naturaleza, marcada por mi destino, juzgada y condenada por mi propia existencia. ¿Alguna vez has querido ser alguien o algo más que no seas tú? ¿Alguna vez has renegado de ti mismo? ¿Alguna vez has maldecido tu propia vida porque la consideras injusta, amarga y miserable? No, claro que no ¿verdad? Yo soy la única que piensa esas cosas, soy la única desdichada y miserable que piensa en ello. Inútil es pedirle a alguien más que trate de entenderme. Y así son siempre las cosas: cosas inútiles, cosas sin sentido, esfuerzos en vano, batallas que siempre pierdo, guerras en las que ya he sido vencida aún antes de empezar a pelearlas... El péndulo que oscila debajo de mí testimonia mi fracaso. Siempre en su oscilante vaivén, tan despreocupado, tan indiferente. Ese péndulo es quien ha sido testigo de que mi vida siempre ha sido y seguirá siendo la misma. Muchas veces quisiera despegarme de este mecanismo infernal que dicta el sentido y las consecuencias de mis acciones, pero todo es inútil. Estoy atada a él de manera perenne. Me ata su fuerza. Pero, sobre todo, me ata la fuerza de mi propia desesperanza, de mi aflicción, de mi derrota, de mi tragedia. Aunque ahora que lo pienso, ¿no está del todo mal o sí? Me refiero a que por lo menos tengo eso: mi desesperanza, mi angustia y mi dolor. Son míos, nadie me los puede quitar, yo los he parido, yo los he alimentado y cuidado, yo los... Ay, pero que idiota. A quien trato de engañar, no amo estas entidades; al contrario, las odio, las detesto. Pensar en ellas me provoca una aguda náusea Pero sí son mías, eso no lo puedo negar. ¿Quién será culpable de eso? Sí, ya sé que yo soy la única culpable. Como siempre la culpa es mía, mi imprudencia, mi ingenuidad, esa tonta esperanza que a veces quiere hacer nido en mi cabeza y yo que se lo permito. Ves como tenía razón. Mi vida es siempre igual: mismos desencantos, mismas decepciones, mismo vacío, mismo dolor. Hasta parece que ya he tenido esta misma conversación miles de veces y siempre llego a la misma conclusión: Mi vida es miserable Sí, mi vida es odiosa. No soy feliz. A veces cuando mi cuerpo marca la hora en punto me siento plena y creo que soy feliz. Sí, si justo en ese momento me preguntaras si soy feliz no dudaría en decirte que sí. Pero la realidad es que ese placer solo me dura un minuto pues, cuando mi cuerpo deja de marcar la hora en punto, me vuelvo a sentir inútil y vacía y tonta y sobrada en este mundo. Debería de ser feliz, debería de sentirme agradecida y consolada porque hay seres más desgraciados en este mundo. Bueno, debería pero no es así. Detesto esto: este sentir, estos pensamientos, estos sentimientos. Me siento desgarrada, rota, quebrada, asfixiada, aturdida, sola, triste, estúpida. Y haga lo que haga, siempre termino sintiéndome así. Me resulta inexplicable por qué te digo estas cosas. No espero que me consueles, ni que me entiendas, ni que te preocupes por mí, ni que me ayudes, ni que me tengas lástima. De hecho, no espero nada, ya no espero nada de nadie. Aun tengo un gran temor, más grande que todos los que he tenido hasta ahora. ¿Qué pasaría si algún día cuando mi cuerpo marque la hora en punto dejo de sentir esa felicidad que siento? ¿Se puede llegar a estar peor de como estoy ahora? No, no quiero pensar en eso. Hasta ahora mi vida es un poco soportable sólo por la idea de que ese momento llegue pero, si eso se va, ¿Qué me queda? Tal vez nada pero, eso es lo interesante, porque en este momento también siento que sólo tengo una nada vacía y dolorosa. Pero también tengo un deseo, una sola e insólita aspiración. Quisiera ser humano. Quisiera tener libertad, poder elegir mi destino, construir mi futuro, luchar contra todo, incluso contra mí. Sí fuera un ser humano seria libre, escogería mi felicidad, lucharía contra el fracaso y la derrota. Si fuera ser humano bajaría del maldito aparato de fríos engranes y resortes que me obliga a ser quien soy y a vivir como vivo...
Si fuera humano sería feliz. Eso es, simplemente sería feliz...
Pero para aumentar todavía más mi desgracia, ese deseo es imposible. Ya he dicho y repito que sólo he sido, soy y seré una simple aguja de reloj por toda la eternidad...