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LA DISOLUCIÓN

DE YUGOSLAVIA

R. B E R M E J O
&
C. G U T I É R R E Z
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La disolución de Yugoslavia
Serie: Ciencias Sociales
ROMUALDO BERMEJO GARCÍA
CESÁREO GUTIÉRREZ ESPADA

LA DISOLUCIÓN
DE YUGOSLAVIA

EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A.


PAMPLONA
Primera edición: Febrero 2007

© 2007. Romualdo Bermejo García y Cesáreo Gutiérrez Espada


Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)
Plaza de los Sauces, 1 y 2. 31010 Barañáin (Navarra) - España
Teléfono: +34 948 25 68 50 - Fax: +34 948 25 68 54
e-mail: info@eunsa.es

ISBN: 978-84-313-2439-1
Depósito legal: NA 309-2007

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución,
comunicación pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con autorización es-
crita de los titulares del Copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva
de delito contra la propiedad intelectual (Artículos 270 y ss. del Código Penal).

Tratamiento:
NOVATEXT. Plaza Idoi, 5 bajo. 31192 Mutilva Baja (Navarra)

Imprime:
GRÁFICAS ALZATE, S.L. Pol. Ipertegui II. Orcoyen (Navarra)

Printed in Spain - Impreso en España


Índice

I. INTRODUCCIÓN: ORÍGENES DE LA CRISIS EN LA ANTIGUA


YUGOSLAVIA ........................................................................ 11

II. HACIA LA DESMEMBRACIÓN DE LA ANTIGUA YUGOSLAVIA Y


LAS DISTINTAS REACCIONES EN EUROPA ............................... 15
1. La Comunidad Europea frente a la crisis yugoslava ....... 22
1.1. La guerra en Croacia y la Conferencia para la Paz
en Yugoslavia ........................................................ 28
1.2. La compleja cuestión del reconocimiento ............. 34
1.2.1. El reconocimiento y la Conferencia para la
Paz sobre Yugoslavia: las líneas directrices .. 39
1.2.2. El reconocimiento de Croacia y Eslovenia . 46
1.2.3. El reconocimiento de Bosnia y Herzegovina 50
1.2.4. El difícil reconocimiento de la «ex-Repúbli-
ca Yugoslava de Macedonia» ante las fuertes
reticencias griegas ...................................... 51
2. La CSCE/OSCE y la crisis yugoslava ............................ 66
2.1. La CSCE en los inicios de la crisis yugoslava: una
especie de diplomacia preventiva que no previene
nada ...................................................................... 69
2.2. Los intentos de la CSCE por ser operativa ........... 74

III. LAS NACIONES UNIDAS Y LA CRISIS YUGOSLAVA: LA CRÓNICA


DE UN FRACASO ANUNCIADO ............................................... 85
1. Las Naciones Unidas en los inicios de la crisis yugoslava:
la calificación general de la situación ............................. 87
8 La disolución de Yugoslavia

2. Del embargo de armas a las complejas sanciones econó-


micas ............................................................................. 93
3. El establecimiento de la Fuerza de Protección de las Na-
ciones Unidas (UNPROFOR) ...................................... 106
3.1. La UNPROFOR en Croacia y Macedonia ........... 109
3.2. La UNPROFOR en Bosnia-Herzegovina ............. 116
4. El fracaso de la UNPROFOR, la creación de la Fuerza
de Reacción Rápida y el Acuerdo de Dayton ................ 127
4.1. El fracaso de la UNPROFOR ............................... 129
4.2. La creación de la Fuerza de Reacción Rápida ........ 138
4.3. Los Estados Unidos empiezan a tomar las riendas
de la contienda por intermedio de la OTAN ........ 144
4.4. El Acuerdo de Dayton .......................................... 152

IV. EL PAPEL DE LA UEO Y DE LA OTAN EN LA CRISIS YUGOS-


LAVA: LA «GUERRA DE KOSOVO» (1999) ............................. 167
1. La UEO y la crisis yugoslava ......................................... 168
2. La OTAN y la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo»
(1999) ........................................................................... 175
2.1. Los orígenes del conflicto ..................................... 176
2.2. La respuesta de la comunidad internacional hasta
el inicio de los bombardeos ................................... 180
2.3. La intervención armada de la OTAN y el debate
sobre su legalidad .................................................. 191
2.4. La vuelta al Consejo de Seguridad de la crisis ko-
sovar después de la intervención de la OTAN ...... 205

V. LOS ÚLTIMOS COLETAZOS GENERAN SIN DUDA UNA REFLE-


XIÓN (SOBRE EL PRINCIPIO DE LIBRE DETERMINACIÓN DE LOS
PUEBLOS) ............................................................................. 213
1. Recordando el derecho de libre determinación de los
pueblos y su evolución .................................................. 213
1.1. Una «civilizada» ocupación de bárbaros y salvajes .. 213
1.1.1. Del principio de las nacionalidades (...) .... 213
1.1.2. A la Conferencia de Berlín (1884-1885) ... 215
1.1.3. El escaparate doctrinal ............................... 216
1.1.4. Recapitulación ........................................... 221
1.2. La transición tranquila .......................................... 225
Índice 9

1.2.1. Del Pacto de la Sociedad de Naciones (1919)


y el caso de las islas Aaland (1920) ............ 226
1.2.2. Al texto de la Carta de Naciones Unidas
(1945) ....................................................... 229
1.3. ¡La revolución colonial! ......................................... 230
1.3.1. La Resolución 1514 (XV) abre un proceso (...) 230
1.3.2. El derecho de libre determinación de los
pueblos, norma jurídica fundamental para
la comunidad internacional contemporá-
nea (¿que acaso pierde fuerza?) .................. 234
1.3.3. Derecho sí, pero de qué pueblos ............... 237
1.4. ¿Una revolución pendiente? .................................. 239
2. El estatuto acordado a Kosovo (1999). La independencia
de Montenego (2006). ¿Y después...? ............................ 242
2.1. El estatuto acordado a Kosovo (1999) .................. 242
2.2. La independencia de Montenegro ......................... 254
2.3. ¿Y ahora qué? ........................................................ 258
3. A modo de conclusión (sobre el derecho de libre deter-
minación de los pueblos tras el que parece ya último
acto del drama de Yugoslavia) ....................................... 261

ÍNDICE DE AUTORES ................................................................... 267

ÍNDICE ANALÍTICO DE MATERIAS ................................................. 273


I.
Introducción:
Orígenes de la crisis
en la antigua Yugoslavia

1. Siempre se ha dicho que la creación del Estado Yugoslavo


que hemos conocido a lo largo del siglo XX fue artificial y su uni-
dad sólo pudo mantenerse gracias a la dictadura impuesta por el
Mariscal Tito. Configurado al final de la Primera Guerra Mundial
sobre la base de un mosaico de etnias diferentes1, ese Estado sería
ocupado por las tropas alemanas durante la Segunda Guerra Mun-
dial, firmándose la capitulación el 17 de abril de 1941. La ocupa-
ción alemana fue atroz, perdiendo Yugoslavia aproximadamente
una décima parte de su población, pero mantuvo inmovilizadas a
quince divisiones alemanas. Los partisanos organizados por el par-
tido comunista, cuyo Secretario era Josip Broz Tito, también lle-
varon a cabo una feroz resistencia, consiguiendo liberar Belgrado
en octubre de 1944, mientras que Trieste y Zagreb lo eran en ma-
yo de 1945. Las desavenencias entre el gobierno popular y el ga-
binete de Pedro II, que se había refugiado en Londres, no se hi-
cieron esperar pese a los acuerdos Tito-Subasic de 16 de junio de
1944. En este estado de cosas, y como se esperaba, en las eleccio-
nes de noviembre de 1945, el 90% de los votos fueron para la coa-
lición del Frente Popular, dirigida por el partido comunista. El 29

1. La unión de los serbios, croatas y eslovenos del imperio austro-húngaro fue


proclamada en octubre de 1918, creándose después el Reino (de serbios, croatas
y eslovenos) el 1 de diciembre del mismo año con Pedro I Karagjorgjevic.
12 La disolución de Yugoslavia

de noviembre de 1945, la nueva asamblea proclamó la República


y elaboró la Constitución de la República Popular Federativa de
Yugoslavia que fue adoptada el 31 de enero de 1946.
La Federación estaba integrada por seis repúblicas (Serbia,
Croacia, Eslovenia, Bosnia y Herzegovina, Macedonia y Monte-
negro) y dos provincias autónomas incluidas en la República de
Serbia que son Kosovo y Voivodina.
Una vez en el poder, el Mariscal Tito se desembarazó de sus
adversarios políticos dedicándose tenazmente a conseguir, lo que
logró, que su país volviera a las fronteras de 1919, recuperando las
adquisiciones de Italia en 1920, disputando a ésta además Trieste.
En el plano de la política interna, se adoptaron medidas de na-
cionalización de la banca, el comercio y la industria, al mismo
tiempo que se llevaba a cabo una profunda reforma agraria. Pero
pronto comenzaron las tensiones con la URSS, y el Kominform
condenó las nuevas políticas adoptadas por los dirigentes yugosla-
vos, acusándoles de desviacionismo. Desde entonces, las relacio-
nes con la gran Potencia del Este nunca fueron cordiales y Tito
inició una política de no alineamiento, al tiempo que mejoraba
considerablemente las relaciones con los Estados vecinos. Procla-
mó su adhesión a la doctrina de la no injerencia, y rechazó la te-
sis soviética de la soberanía limitada, haciendo de Yugoslavia un
ejemplo a seguir en muchos países del Tercer Mundo.

2. Pero Yugoslavia entró en crisis después de la muerte de Ti-


to en mayo de 19802. El poder del partido se fue erosionando al
mismo tiempo que llegaban nuevos vientos liberalizadores de for-
ma que los tres principales problemas que hubo de afrontar el país

2. Durante el largo Gobierno del Mariscal Tito, la vida política del país pa-
recía ir en la misma dirección, al estar estructurada dentro de un sistema en el
que las diversas poblaciones estaban entrelazadas. Para más detalles sobre estos
aspectos, cfr. PESIC, V., Serbian Nationalism and the Origins of the Yugoslav Cri-
sis, U.S. Institute of Peace, Washington, D.C., 1996; SINGLETON, F.B., Short
History of the Yugoslav People, Cambridge University Press, Cambridge, 1985.
Introducción: Orígenes de la crisis en la antigua Yugoslavia 13

desde la desaparición del viejo líder fueron una aguda crisis eco-
nómica, la del sistema federal que había logrado mantener la in-
tegridad territorial del país y la democratización del régimen3. En
este contexto de crisis generalizada, empezaron a surgir diversos
movimientos nacionalistas desintegradores que comprometían la
estabilidad de la Federación4, respondiendo el poder central con
duras represiones, como la que tuvo lugar en Kosovo en 1981,
perdiendo esta provincia, junto con Voivodina, gran parte de su
autonomía en marzo de 1989, al mismo tiempo que se reforzaba
el poder central de Belgrado5. El movimiento desintegrador era
sin embargo más amplio tanto en Croacia, Eslovenia y Macedo-
nia, como en Bosnia y Herzegovina, república en donde se dio un
gran auge del islamismo. Cuando el entonces Presidente de la Re-
pública, Slovodan Milosevic (acusado después de graves crímenes
y entregado por su país al Tribunal Penal Internacional para la an-
tigua Yugoslavia y de los que evitó con su suicidio ser juzgado)
lanzó el ejército para aplastar los disturbios en Kosovo6, Yugosla-
via empezó a desangrarse y la hemorragia ya sería imparable.
No conviene, sin embargo, dejarse llevar sólo por el factor del
nacionalismo como la única causa de la crisis yugoslava. Como en
otros muchos conflictos, las causas son más complejas. En efecto,

3. Cfr. GOW, J., Legitimacy and the Military: The Yugoslav Crisis, Printer,
Londres, 1992, pp. 7-8. La crisis económica que se desató en la década de los
setenta afectó considerablemente al país, de ahí que al final de la década de los
ochenta, la calidad de vida pasó a estar por debajo de la que tenían en los se-
tenta. Respecto a la democratización, la principal reivindicación era el multi-
partidismo, y el principal problema para el sistema federal fue claramente el na-
cionalismo.
4. Cfr. RAMET, S.P., Nationalism and Federalism in Yugoslavia, 1962-1991,
Indiana University Press., Bloomington; ID., Balkan Babel: Politics, Culture and
Religion in Yugoslavia, Westview Press, Boulder, Colorado, 1992.
5. Precisamente fue el 23 de marzo de 1989 cuando el Gobierno de Bel-
grado revocó el estatuto de autonomía de Kosovo, reprimiendo brutalmente las
manifestaciones.
6. A este respecto, cfr. infra párrafos 80 ss. de este libro.
14 La disolución de Yugoslavia

es obvio que hubo elementos étnicos7 y religiosos que propiciaron


el conflicto, pero no conviene ignorar que hubo también otros
factores como la lucha por dominar los diversos centros de poder
que se habían creado durante décadas en Yugoslavia, así como las
tensiones que se fueron suscitando entre las regiones más ricas y
las más pobres, tensiones que se vieron favorecidas por el fracaso
del sistema «socialista», como ocurrió en otras zonas, aunque el
modelo yugoslavo tuviera sus propias peculiaridades8.

7. Según el censo de 1991, los serbios suponían el 36% de una población


total de 23,5 millones de habitantes, los croatas el 20% y los musulmanes el
10%. En la República de Serbia, los serbios constituían el 66% de la población,
los musulmanes el 2,5% y los croatas el 1,1%. Además, en Kosovo, el 81% de
la población era de origen albanés, y en la región de Voivodina existía una im-
portante minoría de origen húngaro. En Croacia, el 78% eran croatas, el 12%
serbios y en torno al 1% musulmanes. Por su parte, en la República de Bosnia
y Herzegovina la población estaba integrada por el 44% de musulmanes, el
31% de serbios y el 17% de croatas.
8. Cfr. SCHLOTTER, P., «The Yugoslav Lesson», Balkan Forum 2, 1994, n.
1, pp. 11-24 (p. 13).
II.
Hacia la desmembración
de la antigua Yugoslavia
y las distintas reacciones en Europa

3. Resulta difícil establecer con precisión el inicio de la aguda


crisis que llevaría a la desintegración de la antigua Yugoslavia9. No
obstante, el 21 de enero de 1990 cuando los delegados eslovenos,
seguidos sucesivamente por los croatas, abandonan la decimo-
cuarta Asamblea de la Federación de comunistas yugoslavos po-
dría ser una de las más significativas. A partir de entonces, el cli-
ma político en el país parece dar un giro copernicano, como se
puso de relieve con las primeras elecciones libres en 1990 que tu-
vieron lugar desde la Segunda Guerra Mundial en todas las repú-
blicas (Eslovenia, 8-22 de abril; Croacia, 22-23 de abril; Macedo-
nia, 11 de noviembre; Bosnia y Herzegovina, 18 de noviembre;
Serbia, 9 de diciembre; y Montenegro también en esta última fe-
cha)10. Y es que ya se atisba por esas fechas que algunas repúblicas,
como Croacia y Eslovenia, quieren hacer de Yugoslavia una con-
federación de Estados independientes11. Eslovenia lo deja claro el

9. Para un pormenorizado estudio al respecto, GOW, J., Legitimacy..., op.


cit. (nota 3).
10. Cfr. BOTHE, M. y SCHMIDT, Ch., «Sur quelques questions de succes-
sion posées par la dissolution de l’URSS et celle de la Yugoslavie», Revue Géné-
rale de Droit International Public, 96 (1992), n. 4, pp. 811-842 (p. 819).
11. Conviene resaltar que el paso de un sistema federal a una confederación
de Estados soberanos es raro y difícil. Lo normal es precisamente lo contrario,
como ocurrió en Suiza y en los Estados Unidos.
16 La disolución de Yugoslavia

2 de julio de 1990, cuando su Parlamento adopta una declaración


sobre la soberanía del Estado, y un poco más tarde, junto con
Croacia, adoptaría medidas con el fin de suspender el régimen de
cooperación previsto en el marco financiero. Serbia reacciona cla-
ro, adoptando 15 leyes de protección económica, al tiempo que
los serbios de Croacia demandan autonomía.
A partir de entonces los acontecimientos se precipitarían en
toda Yugoslavia, y nada ni nadie podría parar el caballo desboca-
do y desintegrador de esta República que había sido gobernada
con mano de hierro, en guante de seda, por el Mariscal Tito. Así,
el 23 de diciembre de 1990, Eslovenia celebra unilateralmente un
referéndum en el que una amplia mayoría de electores se pronun-
cia por la independencia, siendo esta proclamada poco después
por el Parlamento. Unos meses después, el 19 de mayo de 1991,
se celebra un referéndum similar en Croacia, ganando también los
partidarios de la independencia, a pesar de que fue boicoteado por
los serbios de Croacia12. En este estado de cosas, la lógica vendría
por su propio peso, ya que el 25 de junio de 1991 los Parlamen-
tos de las dos Repúblicas decidieron la independencia, decisiones
que fueron consideradas por el Gobierno federal de Belgrado
como ilegales, como no podía ser de otra manera. La crisis entra-
ba así en una fase de difícil control y de no retorno.
Las declaraciones de independencia de Eslovenia y de Croacia
constituían una auténtica declaración de guerra al Gobierno fede-
ral de Belgrado y así fueron consideradas. La llegada al poder del
nuevo Presidente Mesic no cambió un ápice los acontecimientos,
que se fueron precipitando a favor de las tesis de las repúblicas
secesionistas. Y es que sólo cabían dos alternativas: o una guerra
abierta por parte del Gobierno federal de Belgrado contra las re-
públicas secesionistas para defender la integridad territorial del Es-
tado yugoslavo, o aceptar la desintegración, reconociendo la inde-

12. Croacia ya se había proclamado Estado soberano el 22 de diciembre de


1990. Cfr. «Chronique des faits internationaux», Revue Générale de Droit
International Public, 95 (1991), n. 4, p. 751.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 17

pendencia de esas repúblicas13. Es obvio que Belgrado hubiera po-


dido optar, de conformidad con el Derecho internacional, por la
primera alternativa sin contemplaciones, pero ¿era ese camino el
políticamente correcto en esas circunstancias? Como en otros mu-
chos aspectos, lo jurídico estaba supeditado a lo político, y Bel-
grado dio una respuesta ambigua al decidir la retirada del ejército
federal de Eslovenia el 18 de julio de 1991, después de algunos en-
frentamientos con las fuerzas de policía eslovenas de la Defensa
Territorial14. Decimos que Belgrado dio una respuesta ambigua a
pesar de que su retirada de Eslovenia se hizo en aplicación de los
acuerdos de Brioni de 7 de julio, concluidos bajo la antigua CEE15,
acuerdos que preveían una moratoria de tres meses en las declara-
ciones de independencia de las dos repúblicas rebeldes para per-
mitir negociar una salida pacífica a la crisis, algo que evidente-
mente no se consiguió. Considerado como un conflicto interno
yugoslavo, y a causa de su corta duración, esta guerra no suscitó
casi interés en el seno de la comunidad internacional. Tres Estados
seguían, sin embargo de cerca los acontecimientos: Alemania,
Austria y el Estado Vaticano, que iban a tener un importante papel

13. Estas cuestiones estuvieron ya presentes en las reuniones de Split (26 de


marzo) y Belgrado (4 de abril) en las que participaron los dirigentes de las seis
repúblicas, sin llegar a ningún resultado. Y es que ya aquí las repúblicas estaban
divididas: Bosnia y Herzegovina y Macedonia apoyaban las tesis secesionistas,
mientras que Montenegro seguía apoyando la tesis centralista defendida por
Serbia.
14. El ejército yugoslavo, que en esos momentos se encontraba sin coman-
dante jefe en ausencia del Presidente federal, eligió como prioridad el impedir
que las fuerzas eslovenas controlaran los puestos fronterizos. Se trataba pues de
garantizar en ese momento la integridad territorial de Yugoslavia atacando a la
república más rebelde sobre la que los serbios no tenían en realidad ninguna
pretensión nacionalista. Este objetivo, sin embargo, fracasó debido por un lado
a la resistencia eslovena y por otro a la presión internacional que abogaba por
un cese del fuego. Es cierto que en Eslovenia los serbios eran una pequeña mi-
noría, pero la retirada fue interpretada como un signo de debilidad del poder
federal. El 29 de junio los combates se reiniciarían con fuerza en Croacia.
15. A este respecto vid. infra párrafo 7.
18 La disolución de Yugoslavia

en la crisis yugoslava. Por oposición al conflicto en Eslovenia, la


guerra sí que fue dura e intensa en Croacia. El conflicto tenía cier-
tos tintes internos croatas al oponer a la población croata, mayo-
ría en esta república, a la minoría serbia, beneficiándose esta últi-
ma de un apoyo directo del ejército federal yugoslavo. Guerra
cruel, como lo demuestra el famoso asedio serbio a la pequeña ciu-
dad croata de Vukovar; tuvo varias fases en su desarrollo, al prin-
cipio no muy favorables a los croatas, que llegaron a perder casi un
tercio de su territorio. Pero, en una segunda fase, que tuvo lugar
en los años 1993-1996, la victoria croata fue arrolladora.
Respecto a Bosnia-Herzegovina, los pasos iban a ser similares,
aunque aquí la guerra iba a desarrollarse de forma más cruel, in-
humana suscitando una serie de cuestiones que no siempre tuvie-
ron una respuesta digna por parte de las Naciones Unidas, y cuyas
consecuencias llegarían hasta la Guerra de Kosovo de 1999 e in-
cluso hasta nuestros días. Y es que la configuración étnica y reli-
giosa de esta república (44% de musulmanes, 31% de serbios y el
17% de croatas) añadía nuevos ingredientes a esta república que
estuvo bajo el Imperio Otomano durante largos siglos. Así pues, el
proceso desintegrador se inicia en Bosnia el 15 de octubre de
1991, fecha en la que el Parlamento adopta una declaración de so-
beranía. Sin embargo, la población serbia, partidaria de continuar
manteniendo sus lazos con el régimen federal de Belgrado, pro-
clama la República serbia en Bosnia el 9 de enero de 1992, po-
niendo así sobre la mesa uno de los problemas más agudos de todo
el conflicto yugoslavo, que desembocaría en la Guerra de Bosnia-
Herzegovina. El referéndum que se celebró entre el 29 de febrero
y el 1 de marzo de 1992, boicoteado por los serbios, dio un resul-
tado aplastante a los partidarios de la independencia. Bosnia pro-
clamó su independencia el 3 de marzo del mismo año16, adqui-
riendo después el estatuto de miembro de las Naciones Unidas, el
mismo día que Croacia y Eslovenia, el 22 de mayo de 1992.

16. Cfr. «Chronique des faits internationaux», Revue Générale de Droit In-
ternational Public, 96 (1992), n. 3, p. 651.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 19

Por último, tenemos el caso de Macedonia, en donde también


se fraguó un movimiento nacionalista, aunque distinto de los an-
teriores, ya que lo que se reivindicaba era una mayor cuota de po-
der y de autogobierno, sin romper los vínculos que les unía con el
resto de las repúblicas yugoslavas17. El referéndum que se celebró
el 8 de septiembre de 1991, boicoteado tanto por la población
serbia como la albanesa, dio la victoria a los partidarios de la crea-
ción de una entidad soberana en el marco de una confederación
de Estados yugoslavos. Así las cosas, la República de Macedonia
quería pasar de una federación a una confederación, algo que, co-
mo ya hemos apuntado, no suele ser habitual, y aquí también fa-
lló. Esto no impidió sin embargo que Macedonia proclamara su
independencia el 15 de septiembre, causando una auténtica cons-
ternación en Grecia, negándose a reconocerla por utilizar el nom-
bre de una región griega que linda precisamente con ella, aparte
de tener disputas territoriales en otros tiempos18.

4. En este estado de cosas, con los nuevos Estados emergidos


de la antigua Yugoslavia, reconocidos internacionalmente y ha-
biéndose convertido incluso en miembros de la ONU, la cuestión
que se suscitaba era la siguiente: ¿seguía existiendo la República
Federativa Socialista Yugoslava? Y esto fue lo que llevó precisa-
mente al nuevo Presidente Mesic a declarar el 20 de noviembre de
1991 que no se consideraba ya como Jefe del Estado Yugoslavo,
empezándose a hablar de la «Yugoslavia residual», para referirse a
la nueva «República federal de Yugoslavia» de la que seguían for-
mando parte Serbia y Montenegro. Esto fue en realidad lo que

17. Este territorio había suscitado anteriormente alguna disputa entre Bul-
garia, país que mantenía alguna reivindicación territorial, y Yugoslavia.
18. Es conocido que estas tierras fueron reivindicadas por los búlgaros, que
querían llegar al mar Egeo; por los serbios para ocupar Tesalónica; y por los
griegos para situar su frontera más al Norte. Macedonia estuvo en el centro de
las disputas territoriales de las dos guerras balcánicas (1912-1913 y 1913), es-
tableciéndose el reparto territorial entre Bulgaria, Grecia y Serbia en el Tratado
de Bucarest de 1913.
20 La disolución de Yugoslavia

proclamó el Parlamento residual yugoslavo, compuesto sólo por


diputados de esas dos repúblicas, el 27 de abril de 1992.
Esta cuestión también se plantearía en el ámbito de Naciones
Unidas, así como en otros organismos internacionales como la
CSCE y el GATT. La pretensión de la nueva «República federal
de Yugoslavia», es decir Serbia y Montenegro, de ejercer la suce-
sión de la antigua República Federativa Socialista de Yugoslavia en
la ONU no sería aceptado19, al reconocer la Resolución 777 del
Consejo de Seguridad, de 19 de septiembre de 1993, que la Re-
pública Federativa Socialista de Yugoslavia ya no existía, y por lo
tanto «considera que la República federativa de Yugoslavia no
puede asegurar automáticamente la continuidad de la calidad de
Miembro de la antigua República Federativa Socialista de Yugos-
lavia en las Naciones Unidas y por consiguiente recomienda a la
Asamblea general que decida que la República Federativa de Yu-
goslavia (Serbia y Montenegro) debería presentar una solicitud de
adhesión a las Naciones Unidas y que no participará en los traba-
jos de la Asamblea general». Se rechaza así la pretensión de que la
República Federativa de Yugoslavia fuera «continuadora» en la ca-
lidad de miembro de la Organización. Tres días más tarde, la
Asamblea General adopta la Resolución A/47/1 en la que decide
que los representantes de la nueva Yugoslavia no pueden partici-
par en sus trabajos. Esto no implicaba que la nueva República de
Yugoslavia dejaba de ser miembro de las Naciones Unidas, ni la
suspendía en su calidad de miembro, ya que las oficinas ocupadas
por la antigua Yugoslavia podían seguir estándolo y proseguir sus
actividades. Además, la bandera seguía estando izada y Yugoslavia
podía seguir participando en los trabajos del resto de órganos que
no fueran los de la Asamblea General. Dicho de otra forma, esta
cuestión revela el caos en el que en ocasiones parece vivir tan con-

19. Sobre esta cuestión, cfr. ANDRÉS SÁENZ DE SANTAMARÍA, P., «Problemas
actuales de la sucesión de Estados», Cursos de Derecho Internacional de Vitoria-
Gasteiz, 1993, pp. 157-214 (pp. 197 ss.); ORTEGA TEROL, J.M., El desmembra-
miento de Estados en la Europa de fin de siglo, Tirant lo Blanch, Valencia, 1999.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 21

fortablemente la Organización y que nadie entiende, pues desafía


la lógica jurídica mínimamente exigible20.
En el marco de la CSCE y del GATT, las cosas iban a ir por
los mismos derroteros. El Estado que abrió el fuego en la CSCE
fue Austria, al solicitar el 29 de abril de 1992 la exclusión de Yu-
goslavia, con el argumento de que este Estado había dejado de
existir. Esta antorcha sería cogida por otros Estados en la reunión
del Comité de Altos Funcionarios de la CSCE el 6 de mayo, y por
los Ministros de Asuntos Exteriores de los doce Estados miembros
de la CEE el 11 de mayo, que deciden además retirar sus embaja-
dores de Belgrado. Respecto al GATT, en teoría menos preocupa-
do por asuntos de esta índole, tampoco se anda por las ramas, ya
que el 14 de julio el Consejo decide suspender la participación de
Yugoslavia21.

20. Todo lo contrario ocurrió con la URSS, lo que no deja de ser una pa-
radoja. Como señala Bothe, la URSS fue formalmente disuelta; sin embargo,
la mayoría de la práctica estatal ha reconocido la identidad de la Federación de
Rusia con la URSS. En Yugoslavia, el proceso se plantea, al menos en teoría,
como una secesión de repúblicas que trae consigo una reducción territorial de
la antigua Yugoslavia, pero no su desaparición como persona jurídica; a pesar
de ello, la identidad de la nueva República Federativa de Yugoslavia no es re-
conocida ni por las nuevas Repúblicas surgidas de la división ni por la mayoría
de Estados de la comunidad internacional. Es obvio que esta diferencia se ex-
plica por razones políticas, aunque conviene preguntarse si se justifica desde un
punto de vista jurídico. Cfr. BOTHE y SCHMIDT, «Sur quelques questions de
succession...», op. cit. (nota 10), p. 825; la profesora Andrés Sáenz de Santa-
maría invoca al respecto una diferencia importante entre un caso y otro, y es
que en el de la URSS hubo consentimiento de las demás partes implicadas, lo
que no ocurrió en el de Yugoslavia, aunque en torno a la cuestión de la suce-
sión en las Naciones Unidas reconoce que ha habido una gran polémica y ha-
bla de «la esquizofrenia jurídica de una decisión política» («Problemas actuales
de la sucesión de Estados», op. cit. [nota 11], pp. 209-212; vid. asimismo
BLANC ALTEMIR, A., La herencia soviética. La Comunidad de Estados Indepen-
dientes y los problemas de sucesión, Tecnos, Madrid, 2004, pp. 173-181.
21. Sobre estos aspectos, cfr. BOTHE y SCHMIDT, «Sur quelques questions
de successions...», op. cit. (nota 10), p. 821.
22 La disolución de Yugoslavia

5. Todo esto ocurría después de que casi todos los Estados


europeos y la CE defendieran una Yugoslavia unida22, lo que sig-
nificaba en realidad defender las tesis centralistas defendidas por
Serbia. Ello acarreaba por pura coherencia dos cosas: el no reco-
nocimiento de la independencia de Croacia y de Eslovenia y el es-
tablecimiento de un procedimiento de arreglo de controversias
propio de una crisis interna.
En realidad no se hizo ni lo uno ni lo otro. Y es que, aparte de
que hubo Estados, como Austria y Alemania, que no jugaron del
todo limpio, lo cierto es que los hechos son muy tozudos y el Dere-
cho internacional sigue recorriendo la senda del principio de efectivi-
dad, o lo que es lo mismo proceder gustoso al reconocimiento de de-
terminadas realidades de las que no se puede hacer abstracción.

1. LA COMUNIDAD EUROPEA FRENTE A LA CRISIS YUGOSLAVA


6. La crisis yugoslava cogió a la todavía Comunidad Europea
enfrascada en sus propios asuntos23. Sin embargo, los retos que la

22. Por ejemplo, este llamamiento lo hizo la antigua CEE el 26 de marzo de


1991, y declaraciones similares fueron hechas por muchos Jefes de Estado y de
Gobierno europeos y por los Estados Unidos. La Declaración sobre Yugoslavia
adoptada por los Ministros de Asuntos Exteriores de la CSCE el 20 de junio de
1991 en Berlín traduce meridianamente este consenso en los términos siguientes:
«Les Ministres ont exprimé leur préoccupation amicale et leur soutien à un déve-
loppement démocratique, à l’unité et à l’intégrité territoriale de la Yougoslavie,
fondées sur les réformes économiques, la pleine application des droits de l’hom-
me dans toutes les parties de la Yougoslavie, y compris les droits des minorités, et
la solution pacifique de l’actuelle crise dans le pays». Por su parte, el Secretario de
Estado estadounidense, James Baker, era todavía más categórico al afirmar que «en
caso de secesión unilateral (de Croacia y Eslovenia) de Yugoslavia, los Estados Uni-
dos y sus aliados no les reconocerían; no podrían esperar pues ninguna asistencia
económica». Para más detalles sobre estas declaraciones, cfr. LUKIC, R., «Yougosla-
vie: Chronique d’une fin annoncée», Politique internationale, n. 53, París, p. 139.
23. Para un panorama de la crisis en sus inicios, así como para un estudio
de las primeras medidas adoptadas por la Comunidad, cfr. WYNAENDTS, H.,
L’engrenage. Chroniques yugoslaves, juillet 1991-août 1992, Denoël, París, 1993.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 23

misma planteaba eran cruciales, al encontrarse por primera vez en


su historia ante la posibilidad de poder establecer las bases de so-
lución de un conflicto armado, en un momento en el que se esta-
ba estudiando cómo dar los primeros pasos en materia de política
exterior y de seguridad común; más aún en unas fechas en las que
se procedía a analizar las consecuencias de la Guerra del Golfo, y
después de un primer intento para adoptar una posición común en
el marco de la ayuda humanitaria a los Kurdos de Iraq. Los Doce
de entonces tenían ante sí una ocasión de oro para demostrar al
mundo su capacidad como gran potencia a escala internacional.
Pronto se vio sin embargo que el test yugoslavo iba a resultar
de difícil digestión para la Comunidad24, ya que ninguna acción
diplomática digna de ese nombre sería adoptada antes del 25 de ju-
nio a pesar de los numerosos signos precursores que vinieron anun-
ciando la crisis25. Varias causas explican esta pasividad, entre las

24. Para un estudio general sobre las medidas adoptadas por la Comunidad
en los inicios de la crisis yugoslava, LOPANCIC, D., «The European Commu-
nity and the Yugoslav Crisis (1989-1992). Some Issues of International Law»,
Yugoslavenska Revija za Medunarodno Pravo, 1994, n. 3, pp. 311-349.
25. Esto se veía venir a la luz de cómo se trataba el tema yugoslavo en el
ámbito interno de algunos Estados europeos, que partían del respeto a la sobe-
ranía e integridad territorial de Yugoslavia sobre la base del principio de no in-
tervención en los asuntos internos. Así, por ejemplo, aunque en un primer mo-
mento Francia pensó, en los inicios de la crisis, en la conveniencia de enviar
fuerzas militares de interposición o de otro tipo a la zona; pronto cambió de
opinión, tal y como lo expuso el Ministro de Asuntos Exteriores en el Senado,
señalando que Francia «(...) s’en tient cependant également au principe de non-
ingérence dans les affaires intérieures des Etats concernés. Le cas de la Yougos-
lavie, s’il justifie effectivement la préoccupation du Gouvernement, n’en reste
pas moins celui d’une fédération souveraine, dont le Gouvernement est notre
interlocuteur au plan international», Journal officiel, Débats parlementaires,
Sénat, Questions écrites, 30 mai 1991, p. 1095. Respecto a España, el por
aquel entonces Ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordoñez,
explicó la posición del Gobierno español en los términos siguientes: «Nosotros
hemos sido contrarios a que la Comunidad envíe fuerzas militares a un país
europeo, si no hay garantías de aceptación por todas las partes. Eso nos parece
muy peligroso, y lo hemos dicho, y en este momento no lo defiende ningún
24 La disolución de Yugoslavia

cuales se pueden citar las siguientes: En primer lugar, el proceso de


reunificación de Alemania, al que hay que añadir a partir de agos-
to de 1990 la crisis del Golfo tras la invasión de Kuwait por Iraq,
la preocupación por los riesgos de descomposición en la URSS y la
transición de los países de Europa central y oriental; en segundo lu-
gar, se pensaba en Europa y en los Estados Unidos que Yugoslavia
se mantendría al fin y al cabo unida por los vínculos económicos
que tenían entre sí las diferentes repúblicas yugoslavas; un tercer
elemento consiste en reconocer que los Doce subestimaron el peso
creciente de los movimientos nacionalistas en los países que estu-
vieron bajo una ideología comunista, influenciados en esta cues-
tión por las ideas de Gorbachov en relación con la URSS; y, por úl-
timo, hay que reconocer algo que ya hemos apuntado, y que estuvo
siempre presente entre los países europeos, como es la extrema di-
versidad existente que caracterizaba las posiciones diplomáticas de
los distintos Estados, al existir al fin y al cabo un sistema abigarra-
do de intereses26. Y es que Yugoslavia ha sido considerada como
una especie de laboratorio de Europa a causa de las diversas y com-

país. Incluso Francia, que fue la que lo propuso, lo ha retirado», Diario de


Sesiones, Senado, Comisiones, IV Leg., n. 97, p. 13.
26. A este respecto, cfr. REMACLE, E., «La CSCE et la Communauté euro-
péenne face au conflit yougoslave», Le Trimestre du Monde, 1992-1, pp. 219-
233 (pp. 221-222). Según este autor, eran perceptibles en Europa tres clases de
posiciones: en primer lugar, estaban los que demostraron una simpatía más o
menos entusiasta con los eslovenos y croatas, como Alemania e Italia entre los
Doce, más Austria y Hungría. En segundo lugar, había un grupo de países que
se opusieron claramente a la división de Yugoslavia para evitar las eventuales
implicaciones del asunto respecto de sí mismos, como España, Francia o el Rei-
no Unido; a ellos se unía Grecia por otras razones, dado que no quería ver un
Estado macedonio independiente al tiempo que podía comprender, por
razones históricas y religiosas y hasta cierto punto, las tesis serbias. Por último,
había otros Estados, Bélgica y Dinamarca entre los Doce, que simpatizaban
con las tesis independentistas aunque sin estar de acuerdo con los métodos uti-
lizados; a esta postura podría sumarse las de Bulgaria y Albania que veían en la
situación una aportunidad para reducir la influencia serbia en Macedomina y
Kosovo respectivamente (ibíd., pp. 222-223).
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 25

plejas identidades nacionales existentes en su seno, con sus rivali-


dades e incluso odio entre los diferentes pueblos que la componen.
Desde esta perspectiva, la contradicción entre la inviolabilidad de
fronteras, norma básica del Derecho internacional, y las reivindi-
caciones nacionales es evidente; esto acarrea un gran problema
para España, pues dicha contradicción desdibuja la línea de divi-
sión entre fronteras internas e internacionales27.

7. En estas circunstancias, no es extraño que la primera ac-


ción de relieve que adoptó la Comunidad fuera el 28 de junio de
1991, tres días después de que Eslovenia y Croacia declararan
unilateralmente la independencia. Y es que en esa fecha, los Jefes
de Estado de los Doce, reunidos en Consejo europeo en Luxem-
burgo, decidieron enviar una «Troika» de mediación en la que
participaron28 los Ministros de Asuntos Exteriores italiano, lu-
xemburgués y neerlandés29, logrando que las partes suscribieran el

27. A este respecto, cfr. el interesante análisis de MOREAU DEFARGUES, P.,


«L’été des décompositions ou la misère des Nations», Défense nationale, no-
vembre 1991 (París), pp. 67-73. Este autor recoge sobre España una idea a la
que ya nos hemos referido, cuando señala lo siguiente: «La plupart des États
observent la Yougoslavie et l’Union Soviétique en songeant que cela pourvait
leur arriver, que peut-être il est déjà trop tard. Ainsi l’Espagne, qui a admira-
blement conduit sa transition démocratique et donné à chaque province un
statut spécifique, découvre-t-elle la fascination qu’exerce le mot “indépendan-
ce” au pays basque, en Catalogne, en Galicie...», ibíd., p. 70.
28. Al italiano, que participó sólo durante los primeros días, le sucedió el
portugués, debido a que el 30 de junio la presidencia rotatoria del Consejo
pasó de Luxemburgo a los Países Bajos. Como es sabido, la «Troika» comuni-
taria estaba compuesta por el Presidente en ejercicio (a partir del 30 de junio
los Países Bajos) el Presidente saliente (Luxemburgo) y el sucesor (al principio
Italia y desde el 30 de junio Portugal).
29. Cfr. Keesing’s 37, 1991(6), p. 38295. El envío de esta «Troika» comuni-
taria se hizo en el marco de la «cooperación política europea» de conformidad
con el «Acta Única Europea». Para más detalles, cfr. GOW, J. y FRIEDMANN, L.,
«Interventing in a Fragmenting State: The Case of Yugoslavia», en RODLEY,
N.S. (ed.), To Loose the Bands of Wickedness. International Intervention in
Defense of Human Rights, Brassey’s, Londres, 1992, pp. 93-132 (p. 102).
26 La disolución de Yugoslavia

7 de julio lo que se ha conocido como los acuerdos de Brioni30


(isla del Adriático) que fueron ratificados por el Parlamento eslo-
veno el 10 de julio y por la presidencia federal el 13 del mismo
mes31. Los puntos principales de estos acuerdos eran32: Reconoci-
miento a los pueblos de Yugoslavia del poder de decidir solos su
futuro; reconocimiento de una nueva realidad en Yugoslavia que
requiere un estrecho seguimiento (monitoring) y negociaciones
entre las partes, negociaciones que habrían de comenzar a más
tardar el primero de agosto de 1991, sin condiciones y sobre la
base de los principios del Acta Final de Helsinki y de la Carta de
París; la presidencia federal debe ejercer su autoridad política y
constitucional, controlando a las fuerzas armadas; y abstención
de todas las partes de recurrir a acciones unilaterales, particular-
mente de actos de violencia. Esto permitiría, pues, la retirada del
ejército yugoslavo33 y el envio de una misión de cincuenta obser-

30. Ver el texto completo de estos acuerdos en Europe Documents, n. 1725,


Agencia Europea, Bruselas, 16 de julio de 1991.
31. Dos días antes de los acuerdos de Brioni, es decir el 5 de julio, la
Comunidad decide el embargo de armas a Yugoslavia y suspende una ayuda
económica de cerca de 1.000 millones de dólares. En realidad, el embargo de
armas a Yugoslavia se debe a una propuesta que hizo James Baker el 3 de julio,
y como veremos más tarde la Comunidad se adelanta a la CSCE, que adopta
el embargo sólo el 9 de septiembre y a la ONU, que lo haría el 25 de septiem-
bre al adoptar la Resolución 713. El embargo de armas fue muy criticado, ya
que afectaría sobre todo a los croatas, y casi nada, a los serbios que disponían
de numerosas armas, y en cuyo territorio se encontraba casi toda la industria
de armamento.
32. Algunos de estos puntos se encuentran ya en la Declaración que adop-
tó el Consejo europeo de Luxemburgo el 28 de junio. A este respecto, cfr.
LUCRON, C.P., «L’Europe devant la crise yougoslave: mesures restrictives et me-
sures positives», Revue du marché commun et de l’Union européenne, 1992, n.
354, pp. 7-16 (p. 8).
33. El Presidente federal Mesic ordenaría la retirada de las fuerzas federales
el 19 de julio. Cfr. WELLER, M., «The international response to the dissolution
of the Socialist Federal Republic of Yugoslavia», American Journal of Interna-
tional Law, 86 (1992), n. 3, pp. 569-607 (p. 574).
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 27

vadores de la CSCE34, al tiempo que se suspendían las declara-


ciones de independencia por tres meses, aspectos recogidos en los
anexos I y II de los acuerdos.
Estos compromisos, que permitían una moderada esperanza
en que los problemas se resolverían por la senda de la paz, no fue-
ron sino un espejismo. Un paso desgraciado lo dio en nuestra opi-
nión el propio Parlamento Europeo al votar con una amplia ma-
yoría una resolución el 10 de julio, por lo tanto tres días después
de los acuerdos de Brioni, condenando el recurso a la fuerza y la
intervención del ejército yugoslavo en Eslovenia. Esto no impedi-
ría que, en cumplimiento de lo previsto el 13 de julio se adopta-
ra un Memorándum que se firmó en Belgrado por representantes
de la Comunidad y sus Estados miembros, las autoridades federa-
les de Yugoslavia, Croacia y Eslovenia, con el fin de desplegar una
misión de cincuenta observadores al mismo tiempo que se inicia-
ron negociaciones en Ohrid (antes Okhrida), en Macedonia, en-
tre el Gobierno federal y las autoridades de Croacia y Eslovenia.
Negociaciones estas, que se saldaron con un estrepitoso fracaso el
22 de julio, reanudándose las hostilidades en Croacia el 26 pese al
alto el fuego, sobre todo en las zonas pobladas por los serbios; y es
que los combatientes serbios de Croacia siempre contaron con el
apoyo activo de las fuerzas federales que acusaban a las autorida-
des croatas de armar a diversos grupos35.

34. Respecto a la misión de observadores, queda claro que no pueden llevar


armas, que no se trata de una operación de mantenimiento de la paz, y que su
acción depende exclusivamente de la CSCE, a quien hay que remitir un infor-
me cotidiano.
35. Las autoridades de Belgrado justificaban su apoyo a los serbios de Croa-
cia invocando las razones siguientes: «The Serbian people... demanded respect
and protection of their legitimate national and civil rights. When Croatia deci-
ded to secede from Yugoslavia and form its own independent State, the Serbs
inhabiting their ethnical territories in this republic decided to break away from
Croatia and remain within Yugoslavia... Faced with the serious danger of a more
widespread conflict, the Presidency of the SFRY instructed the Yogoslav People’s
Army to prevent such conflicts by standing as a neutral force between the par-
ties in conflict. However, the Croatian authorities, instead of accepting such a
28 La disolución de Yugoslavia

1.1. La guerra en Croacia y la Conferencia para la Paz


en Yugoslavia

8. Después de los acuerdos de Brioni y aunque en Croacia la


guerra se intensifica durante el mes de julio, la paz parece posible
en Yugoslavia. Pero se entra en el mes de agosto sin que ninguna
conferencia de paz sea convocada no obstante estar ésta prevista
expresamente en los citados acuerdos. La gravedad de la crisis, las
amenazas que en el corazón mismo de Europa se hacían sentir
sobre los principios fundamentales del Derecho internacional y
sobre el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales, así
como la codicia que algunos Estados vecinos empezaban a mani-
festar sobre esos territorios, llevaron a la Comunidad a intensifi-
car su acción. Así las cosas, el Consejo de Ministros de 6 de agos-
to dinamiza un proceso de paz prácticamente en estado comatoso
proponiendo una serie de medidas36 que serían después adoptadas
definitivamente el 27 del mismo mes en una reunión extraordi-
naria del Consejo en Bruselas, en lo que es conocido como «De-
claración sobre Yugoslavia».
En este texto la Comunidad y sus Estados miembros deplo-
ran el incremento de la violencia en Croacia, declaran estar de-
terminados a no aceptar cambios de fronteras por la fuerza y lla-
man a las partes a decretar un cese del fuego y al establecimiento
de negociaciones, negociaciones que deberían permitir la crea-
ción de un mecanismo institucional para hacer frente a la situa-
ción. Fue así como se creó la «Conferencia europea para la paz en

mission of the YPA [JNA], openly attacked not only the Serbian people which
it branded as a band of outlaws, but also... the Yugoslav People’s Army which it
termed an army of occupation. This is how war was thrust upon Yugoslavia. In
such a situation it was essential to protect the Serbian people from extermina-
tion...». Cfr. WELLER, «International Response...», op. cit. (nota 33), p. 574.
36. Entre las propuestas figuran la posibilidad de adoptar sanciones selecti-
vas, ampliar la misión de observadores de la CSCE, recurrir al Consejo de Se-
guridad de las Naciones Unidas y negociaciones entre las partes. Para más deta-
lles, REMACLE, E., «La CSCE et la Communauté...», op. cit. (nota 26), p. 227.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 29

Yugoslavia»37. Además, siguiendo una propuesta del Presidente


del Consejo constitucional francés, Robert Badinter, que la Co-
munidad hizo suya, se creó la «Comisión de arbitraje» (o «Comi-
sión Badinter») compuesta por cinco miembros elegidos entre los
Presidentes de los diferentes Tribunales constitucionales existen-
tes en la Comunidad. Esta Comisión se haría de la forma si-
guiente: dos miembros designados por unanimidad por la Presi-
dencia federal38 y tres por la Comunidad y sus Estados miembros.
La Comisión debía decidir en el plazo de dos meses39.

9. No puede decirse que estos pasos mitigaran la violencia de


los combates, por lo que la Conferencia de paz se abrió en La
Haya el 7 de septiembre bajo la presidencia de Lord Carrington,
mientras que la Comisión de arbitraje se constituía en París. La
Conferencia, que tantas esperanzas había suscitado, no tuvo el
éxito esperado. Los ceses del fuego se renovaban, pero los comba-
tes continuaban a paso agigantado en Croacia. En este contexto,
se empieza a atisbar la posibilidad de reconocer la desintegración
de Yugoslavia, al dejar caer Francia la posibilidad de aceptar la
independencia de Eslovenia40, mientras que el Canciller alemán

37. La Conferencia reunía por parte yugoslava a la Presidencia federal, al


Gobierno federal y a los Presidentes de las Repúblicas, y por parte de la Co-
munidad al Presidente del Consejo, a los representantes de los Estados miem-
bros y al de la Comisión. La Presidencia de la Conferencia fue confiada a Lord
Carrington, antiguo Secretario británico de Asuntos Exteriores.
38. La incapacidad para entenderse entre ellos a la hora de decidir los dos
representantes en la Comisión obligó a la Comunidad a nombrarlos entre los
constitucionalistas europeos occidentales.
39. Sobre esta Comisión, cfr. PELLET, A., «Note sur la Commission d’arbi-
trage de la Conférence européenne pour la paix en Yougoslavie», Annuaire
Français de Droit International, XXXVII (1991), pp. 324-338. Entre nosotros,
véase RODRÍGUEZ-PONGA y SALAMANCA, J., «La Comisión de Arbitraje de la
Comunidad Europea sobre Yugoslavia», Revista Española de Derecho Interna-
cional, XLIV (1992), n. 1, pp. 252-259, con resumen de algunos dictámenes.
40. Fue lo que dejó caer el Presidente francés François Mitterrad el 11 de
septiembre.
30 La disolución de Yugoslavia

H.-D. Genscher anuncia en la apertura de la Conferencia que si


esta fracasa, su país reconocería la independencia de Croacia y de
Eslovenia, algo que estaba a la vuelta de la esquina. En estas cir-
cunstancias, no resulta extraño constatar que la crisis se desplaza-
ba claramente al terreno del Derecho internacional al poner el
problema yugoslavo en manos del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas a instancia de varios países, dando así la posibi-
lidad de que el principal órgano encargado de mantener la paz y
la seguridad internacionales se pronunciara, cosa que hizo el 25 de
septiembre al adoptar por unanimidad la Resolución 713. En ella,
el Consejo decide41 poner en vigor de inmediato «un embargo ge-
neral y completo a todas las entregas de armamentos y pertrechos
militares a Yugoslavia», al mismo tiempo que expresa su pleno
apoyo, vía Capítulo VIII de la Carta, a los esfuerzos emprendidos
por los Estados miembros de la CE y los participantes en la CSCE
en pro de la paz y el diálogo en Yugoslavia42. Conviene destacar
también que en el preámbulo de esa resolución se dice expresa-
mente «que son inaceptables los cambios o la adquisición de te-
rritorios dentro de Yugoslavia obtenidos con violencia».
La entrada en la escena yugoslava del Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas no trajo consigo una mayor dosis de diálogo
a pesar de que el Secretario General de la ONU entrara en con-
tacto con el Presidente de la Conferencia para la Paz en Yugoslavia,
Lord Carrington43. Y es que el 7 de octubre expiraba el plazo de

41. Cfr. párrafo 6.


42. Cfr. párrafo 1. Sobre las Naciones Unidas y la crisis yugoslava, cfr. infra
párrafos 36 ss.
43. Conviene resaltar, no obstante, que a partir de entonces los esfuerzos por
solucionar la crisis se llevarían a cabo entre la ONU y determinados organismos
regionales, en particular la Comunidad Europea y la CSCE, no sólo de manera
coordinada, sino que en algunos casos se harían también de manera conjunta.
Obviamente, no faltaron las tensiones entre unos y otros, ya que en determina-
dos casos y circunstancias no quedaba claro quién estaba subordinado a quién,
lo que obligó al Secretario General a dejar las cosas claras en algunas situaciones.
Por otro lado, es cierto que en esta crisis yugoslava participan organismos no
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 31

tres meses por el que se suspendían las declaraciones de indepen-


dencia de Croacia y Eslovenia tal y como se había establecido en
los acuerdos de Brioni, recrudeciéndose los combates44. Al mismo
tiempo, en previsión de esa fecha, la Presidencia federal proclama
el 3 de octubre, a pesar de encontrarse ausentes cuatro represen-
tantes de los ocho miembros (los de Bosnia y Herzegovina, Croa-
cia, Eslovenia y Macedonia) el estado de emergencia, hecho que no
impidió que el 4 de octubre concluyeran un acuerdo en La Haya
para detener la violencia los Presidentes Tudjman (Croacia), Milo-
sevic y el General Kadijevic, en presencia del Presidente del Con-
sejo de la Comunidad y Lord Carrington, que ya sabemos que era
el Presidente de la Conferencia para Yugoslavia45. Pero a los Minis-

subsumibles con claridad en la definición de organismos o acuerdos regionales


que da el Capítulo VIII de la Carta, como podría ser el caso de la Comunidad
Europea. Sin embargo, no es esto lo que reflejan las actividades desplegadas por
la Comunidad, ya que no está actuando como mera ejecutora de las decisiones
del Consejo vía artículo 48 de la Carta, sino de forma autónoma. La referencia
expresa de la Resolución 713 al Capítulo VIII de la Carta parece plantear la
cuestión en ese terreno, adoptando una interpretación amplia del concepto de
organismo o acuerdo regional. Para más detalles sobre esta cuestión, cfr. DASTIS
QUECEDO, A., «La crisis de Yugoslavia en las Naciones Unidas», Revista Españo-
la de Derecho Internacional, XLIV (1992), n. 2, pp. 686-696 (pp. 691-692).
44. Conviene tener presente que por estas fechas tuvo lugar el primer gran
desplazamiento de población (después habría muchos más), al obligar el ejér-
cito federal a 5.000 croatas a abandonar la zona en la que vivían cerca de la que
sería más tarde la asediada ciudad de Vukovar. Las llamadas de las autoridades
croatas al Secretario de Estado de los Estados Unidos, Cyrus R. Vance, para
detener la evacuación fueron inútiles. Conviene igualmente recordar que por
estas fechas un informe del Secretario General de las Naciones Unidas hablaba
ya de unos 300.000 desplazados en toda Yugoslavia. Cfr. Report of the Secretary-
General Pursuant to paragrapt 3 of Security Council Resolution 713, Doc.
S/23169, p. 7. Esta cifra también fue avanzada por Cyrus Vance, antiguo Se-
cretario de Estado de los Estados Unidos y por aquel entonces enviado especial
del Secretario General de la ONU en la zona.
45. Aquí se conviene que hay que buscar una solución política a la crisis,
dejando entrever la posibilidad del reconocimiento de la independencia para
las repúblicas que lo desearan, en el marco de negociaciones entre todas las
partes, negociaciones que deberían llevarse de buena fe.
32 La disolución de Yugoslavia

tros de Asuntos Exteriores de los países comunitarios reunidos el 6


de octubre en Haarzuilens sólo les queda reconocer el fracaso de
cualquier iniciativa, al constatar que la violencia y el incumpli-
miento de los acuerdos de cese del fuego son una constante entre
todas las partes, al mismo tiempo que empiezan a surgir serias du-
das de que dichas partes quieran resolver sus diferencias de forma
pacífica46. Desconfían también de un hecho que era cada vez más
evidente, el ejército federal no es ya una institución imparcial47.
¿Qué qué se podía esperar, pues?: el 8 de octubre Croacia y Eslo-
venia proclamaron definitivamente su independencia con lo que la
desmembración de la antigua Yugoslavia era un hecho, abriéndose
con ello, por lo demás, otro problema, el de reconocimiento48.

10. En este estado de cosas, las intervenciones en las que se va


a centrar la Comunidad van a ir por los siguientes derroteros: en
primer lugar, se planteaba la cuestión de qué hacer, políticamente
hablando, con la federación yugoslava; por eso, los Doce presenta-
ron en La Haya el 18 de octubre un plan que consistía en que Yu-
goslavia se convirtiera en una «asociación libre de Repúblicas in-
dependientes y soberanas», en cuyo seno, aquellas que lo desearan
podrían crear un «Estado común», manteniéndose, empero, las an-
tiguas fronteras y debiendo adoptarse simultáneamente medidas
de protección de las minorías. Se proponía también la posibilidad

46. Cada vez era más claro que el ejército federal yugoslavo, dominado por
los serbios, no estaba interesado en resolver los problemas yugoslavos de forma
pacífica, exacerbando así el conflicto y dándole una dinámica que sería impa-
rable. Su confianza en el poder militar que detentaban, les llevaba a no hacer
reales concesiones y a no respetar los ceses del fuego firmados, llevando así al
país a un callejón sin salida. Y es que no se puede sustentar la paz sobre las
bayonetas. Por esas fechas se dijo que Yugoslavia era el décimo productor de
armas del mundo, producción que estaba concentrada en Serbia. Cfr. THORPE,
N.Ck., «Yugoslavia: Croatia Digs in for Long War», Observer, 13 de octubre de
1991, p. 13.
47. Para más detalles sobre la reunión de Haarzuilens, LUCRON, C.P.,
«L’Europe...», op. cit. (nota 32), pp. 8-9.
48. A este respecto, cfr. infra parágrafos 11 ss.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 33

de negociar un sistema de cooperación económica como un «mer-


cado único» o una unión aduanera. Otro aspecto en que insistie-
ron los Doce fue en adoptar sanciones contra Serbia y Montenegro,
que fueron expuestas por el Consejo de Ministros el 4 de noviem-
bre49. Y, por último, también se analizó la posibilidad de enviar tro-
pas de la UEO en el marco de la ONU como fuerza de interposi-
ción, así como determinadas acciones humanitarias.
Todas estas propuestas llegarían, con el tiempo, a plasmarse de
una forma o de otra en la realidad, algunas dentro del propio mar-
co comunitario y otras en el ámbito de Naciones Unidas a pro-
puesta de los Doce50. No obstante, en esos momentos el problema

49. Sanciones que se adoptarían de forma efectiva el 11 de noviembre,


abarcando la suspensión de varios acuerdos comerciales, la retirada de Yugosla-
via de los países beneficiarios del sistema comunitario de preferencias generali-
zadas, etc. No se adoptó no obstante ningún embargo petrolero, algo que sí que
fue debatido, y considerado incluso como posible. Ver estas sanciones en
DOCE L315, de 16 de noviembre de 1991, pp. 1-50. Para más detalles sobre
estas sanciones, cfr. LUCRON, C.P., «Europe...», op. cit., pp. 12-14.
50. No hay que olvidar que ya el 4 de octubre Lord Carrington se había reu-
nido con el Ministro holandés Van den Broek, cuyo país ejercía la Presidencia
del Consejo, en presencia de los Presidentes de Croacia y Serbia, así como del
Secretario federal para la defensa, en la que los participantes acordaron lo si-
guiente: «... agreed that the involvement of all parties concerned would be ne-
cessary to formulate a political solution on the basis of the prospective recogni-
tion of the independence of those republics wishing it, at the end of the
negotiating process conducted in good faith. The recognition would be gran-
ted in the framework of a general settlement and have the following compo-
nents: a) A loose association or alliance of sovereing or independent republics;
b) Adequate arrangements to be made for the protection of minorities, inclu-
ding human rights guarantees and possibly special status for certain areas; c) No
unilateral changes in borders». Esto no era muy diferente de lo que propondría
después, el 25 de octubre, el propio Lord Carrington a la conferencia, al reco-
ger los puntos siguientes para poder llegar a un acuerdo: a) Sovereign and in-
dependent republics with international personality for those that wish it; b) A
free association of the republics with an international personality as envisaged
in these arrangements; c) Comprehensive arrangements, including supervisory
mechanisms for the protection of human rights and special status for certain
34 La disolución de Yugoslavia

más acuciante era saber si había que reconocer o no a las nuevas


Repúblicas y, si la respuesta era positiva, ¿habría que establecer
unos determinados criterios para ello? Alemania presionaba y
Francia la siguió; se despejaba así el camino para que los Doce re-
conocieran a las nuevas Repúblicas.

1.2. La compleja cuestión del reconocimiento

11. Es sabido que en el orden jurídico internacional existen


situaciones que suscitan en los Estados reacciones de distinta na-
turaleza, que van a producir determinados efectos jurídicos. El re-
conocimiento de un Estado lo produce, en efecto51. Pero no que-
remos caer en la tentación de abordar las diferentes teorías que
sobre esta cuestión se han defendido por la doctrina, muchas de
las cuales parecen haber tenido más importancia teórica, e inclu-
so se podría decir «teológica», que práctica52.
Dicho esto, conviene resaltar sin embargo que el reconoci-
miento, a pesar de que se diga que es un acto unilateral facultati-
vo e irrevocable, no quiere decir en absoluto que la discreciona-

groups and areas; d) European involvement, where appropriate; e) In the fra-


mework of a general settlement, recognition of the independence, within exis-
ting borders, unless otherwise agreed, of those republics wishing it. Estos textos
figuran en el Doc S/23169, Anexos II y VI. Para más detalles, cfr. WELLER,
R.M., «The International response...», op. cit. (nota 33), pp. 581-582.
51. A este respecto, cfr. JACQUE, J.-P., «Acte et norme en droit internatio-
nal», Recuil des cours, 227 (1991-II), pp. 357-418 (pp. 382 ss.); rectificando así
su anterior pensamiento (p. 383, nota 25).
52. Para un resumen de esas tesis, cfr. BROWNLIE, I., «Recognition in Theo-
ry and Practice», British Yearbook of International Law, LIII (1982), pp. 197-
211; CHARPENTIER, J., La reconnaissance internationale et l’évolution du droit des
gens, Pedone, París, 1956; GRANT, Th.D., The Recognitions of States: Law and
Practice in Debate and Evolution, Paraeger, Wesport, 1999; SALMON, J.A., La
reconnaissance d’Etats, A. Colin, París, 1971; y VERHOEVEN, J., La reconnais-
sance internationale dans la pratique contemporaine, Pedone, París, 1975.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 35

lidad53 del Estado pueda llegar a ser arbitrariedad54, tanto para


reconocer Estados inexistentes en la realidad, como para no reco-
nocer Estados que cumplen con los requisitos exigidos por el De-
recho internacional. A este respecto, pensamos que es útil recor-
dar el dictamen número 10 de la Comisión de Arbitraje de la
Conferencia europea para la paz en Yugoslavia (Comisión Badin-
ter) de 4 de julio de 199255, en el que para responder a la cuestión
a que se le había sometido en torno al reconocimiento de Yugos-
lavia (Serbia y Montenegro), señala que, si este no supone un ele-
mento constitutivo del Estado y tiene efectos puramente declara-
tivos, es por el contrario «un acto discrecional que los Estados
pueden efectuar en el momento que estimen oportuno y en la for-
ma que libremente decidan, bajo la única reserva del debido res-
peto a las normas imperativas del Derecho internacional general,
particularmente aquellas que prohíben el uso de la fuerza en las
relaciones con otros Estados o que garantizan los derechos de las
minorías étnicas, religiosas o lingüísticas»56.

53. Sobre el carácter discrecional del reconocimiento, cfr. RICH, R., «Re-
cognition of States: The Collapse of Yugoslavia and the Soviet Union», Euro-
pean Journal of International Law, 4 (1993), n. 1, pp. 36-65.
54. Frase recogida por el Profesor VIRALLY, M., «Panorama du droit inter-
national contemporain», Recueil des Cours, 183 (1983-V), pp. 9-382 (p. 54);
en las pp. 52-57 del Curso, su autor lleva a cabo un análisis que nos parece de
sumo interés para comprender con rigor y sin pasiones el caso yugoslavo de la
pasada década.
55. Aunque no compartimos algunos de los puntos del dictamen de la Co-
misión, muy critidado por algunos por ser ambiguo y contradictorio. Por ejem-
plo, no se puede decir que «la República Socialista Federativa de Yugoslavia ha
conservado hasta hoy en día su personalidad internacional» (Punto 2.a) para
después señalar «que está inmersa en un proceso de disolución» (Punto 3, pri-
mera frase).
56. Cfr. el texto de este dictamen en Revue Générale de Droit International
Public, 97 (1993), n. 3, p. 595. Para un estudio de estos elementos desde una
perspectiva helvética, cfr. HELD, Ch.-E., «Quelques réflexions relatives à la
pratique récente de la Suisse concernant la reconnaissance de nouveaux États»,
Revus Suisse de Droit International et de Droit Européen, 1994, pp. 221-250.
36 La disolución de Yugoslavia

De este texto de la Comisión de Arbitraje conviene resaltar


algo que en nuestra opinión es importante. La Comisión habla de
las normas imperativas del Derecho internacional con una facili-
dad un poco desconcertante y sin dar ninguna explicación al res-
pecto. Desde esta perspectiva, resulta destacable que si hay con-
senso en la doctrina según la cual la norma que prohíbe el recurso
a la fuerza en las relaciones internacionales, cuando este no esté
justificado por otras causas como la legítima defensa, es imperati-
va, meter en su mismo saco los derechos de las minorías étnicas,
religiosas o lingüísticas sin dar ninguna argumentación, parece ex-
cesivo, pues como se ha señalado «semejante opinión nunca de-
fendida seriamente por la doctrina»57.

12. Sin embargo, de lo que al menos sí estamos convenci-


dos es de que reconocer Estados inexistentes constituye una

Para más detalles sobre esta cuestión, VERHOEVEN, J., «La reconnaissance in-
ternationale: déclin ou renouveau?», Annuaire Français de Droit International,
XXXIX (1993), pp. 7-40 (particularmente p. 21). La bibliografía sobre la cues-
tión de las minorías es muy considerable: Véase, entre otros, CASTELLA, S., La
protección internacional de las minorías, Silva Editorial, Tarragona, 2002; y más
específicamente, sobre las minorías linguísticas, cfr. FERNÁNDEZ LIESA, C., De-
rechos lingüísticos y Derecho internacional, Dykinson-Universidad Carlos III de
Madrid, Madrid, 1999. Para un comentario sobre esta cuestión en la actuali-
dad, cfr. RAMÓN CHORNET, C., «El Derecho internacional ante las reivindica-
ciones de las minorías lingüísticas», Anuario de Derecho Internacional, XIX
(2003), pp. 409-417 y bibliografía allí recogida. Sobre las minorías en Europa,
cfr. GONZÁLEZ ENRÍQUEZ, C. (dir.), Minorías nacionales y conflictos étnicos en
Europa del Este, UNED-Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado,
Madrid, 2004; GONZÁLEZ VEGA, J., «La protección internacional de las mino-
rías en Europa», Cursos de Derechos humanos de Donostia-San Sebastián, I, Uni-
versidad del País Vasco, 1999, pp. 49-104; y PIERRE-CAPS, S., «Peut-on parler
actuellement d’un Droit européen des minorités?», Annuaire Français de Droit
International, XL (1994), pp. 72-105.
57. Cfr. ECONOMIDES, C.P., «Actes et positions de la Grèce concernant des
questions de droit international (1992-1993)», Revue Hellénique de Droit in-
ternational, 1993, p. 292.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 37

violación del principio que prohíbe el abuso del derecho, uno


de los principios generales reconocidos por el Derecho inter-
nacional58.

58. Esto lo deja bien claro Alexander Kiss, para quien no cabe duda de que
el abuso del derecho es un principio general del Derecho internacional. Cfr.
L’abus de droit en droit international, París, 1952, p. 190; por estos derroteros
parece dirigirse también E. Ruiz Fabri, quien se plantea si el reconocimiento
es absolutamente discrecional o no y si existen ciertos límites legales. A este res-
pecto, señala: «... De telles limites ne sont pas indubitablement pas identifiées.
Néanmoins, on admettra qu’en fonction de leur nature, les conditions posées
peuvent paraître plus ou moins légitimes ou plus ou moins dangereuses et que
“cette pratique... dangereuse surtout lorsqu’elle est unilatérale et ne vise qu’à
protéger des intérêts particuliers” le paraît beaucoup moins quand elle vise à
obtenir le respect de principes du droit international» («Genèse et disparition
de l’Etat à l’époque contemporaine», Annuaire Français de Droit International,
XXXVIII [1992], pp. 153-178, en p. 172). Un caso llamativo de reconoci-
miento «prematuro» es, inter alia, el llevado a cabo por la misma Asamblea Ge-
neral de las Naciones Unidas, utilizando el voto de la mayoría automática, al
aceptar en la Resolución 43/177, de 15 de diciembre de 1988, la proclama-
ción de un Estado palestino independiente, justo un mes más tarde de que, el
por aquel entonces Consejo Nacional Palestino lo proclamara (texto en Inter-
national Legal Materials, 1988, pp. 1660 ss.); ¿o es que casi veinte años des-
pués contamos con un auténtico Estado palestino (...)? (vid. BERMEJO GARCÍA,
R., El conflicto árabe-israelí en la encrucijada. ¿Es posible la paz?, EUNSA, Pam-
plona, 2002, pp. 56-58). Como señala el Profesor Virally, «el reconocimiento
depende de la efectividad. Esto implica por un lado la efectividad del aparato
del Estado y por lo tanto el control del territorio que reivindica, o por lo me-
nos una parte importante de él, y por otro la efectividad de su independencia.
A falta de esta doble efectividad, el Estado no está constituido a la luz del De-
recho internacional y el estatuto internacional del Estado no puede ser válida-
mente aplicado. Desde ese momento, el reconocimiento es prematuro. Se va a
situar así en el campo de la ficción política y está desprovisto de valor jurídi-
co... Ese reconocimiento es también un acto ilícito si se lleva a cabo en viola-
ción de una regla o de un principio de Derecho internacional» («Panorama du
Droit international...», op. cit. [nota 54], p. 56). Todo esto es lo que ha hecho
la Asamblea General... ¿Por qué en esa misma resolución, para ahorrar papel y
trabajo, no se reconoce al Estado Saharaoui?; algunos autores han pretendido
que el reconocimiento del Estado palestino no sería ilegal al no atentar contra
el principio de no intervención ni iría contra la soberanía del Estado de Israel,
38 La disolución de Yugoslavia

El reconocimiento tiene unas consecuencias jurídicas claras


en el ámbito de las relaciones internacionales, pues el Estado
que reconoce está aceptando que el reconocido pueda oponerle
los actos realizados en el ejercicio de sus competencias. Por otro
lado, son conocidas las restricciones que impone el no reconoci-
miento, como la imposibilidad de tener relaciones diplomáticas
oficiales, dificultades para el Estado no reconocido a la hora de
participar y/o de acceder a determinadas organizaciones inter-
nacionales según los casos, etc. En el caso de la crisis yugoslava,
al someter la Comunidad Europea el reconocimiento de los Es-
tados nacidos de la antigua Yugoslavia al cumplimiento de de-
terminados requisitos o condiciones se ha planteado un intere-
sante debate acerca de los límites y contenido actual de esta
figura.

por ser éste el Estado ocupante (cfr. SALMON, J., «La proclamation de l’État pa-
lestinien», Annuaire Français de Droit International, 1988, pp. 37-62 [pp. 61-
64]; ver también BOYLE, F.A., «The Creation of the State of Palestine», Euro-
pean Journal of International Law, 1 (1990), n. 2, pp. 301-306. J. Verhoeven,
mucho más matizado al respecto, señala lo siguiente: «... d’aucuns la jugeront
hâtive. Il ne saurait toutefois, être interdit de proclamer l’Etat même s’il peut
être prématuré de le reconnaître, sachant que ni sa reconnaissance ni sa pro-
clamation se suffisent de toute manière pour qu’il soit» («La reconnaissance
internationale...», op. cit. [nota 56], p. 17); pero ¿no es ese el caso, todavía mu-
cho más claro, de la antigua colonia española? Quienes esperan con impacien-
cia la creación del futuro Estado palestino, por el momento deberán todavía
esperar, pura y simplemente porque actualmente Palestina no tiene los
elementos constitutivos de un Estado (a este respecto, cfr. LAPIDOTH, R. y
CALVO-GOLLER, N.K., «Les éléments constitutifs de l’État et la Déclaration du
Conseil National Palestinien du 15 novembre 1988», Revue Générale de Droit
International Public, 96 [1992], n. 4, pp. 811-842, en donde se rebaten les
tesis de Jean Salmon; también BERMEJO, R., El conflicto árabe-israelí..., op. cit.,
p. 52; CRAWFORD, J., «The Creation of the State of Palestine: Too Much too
Soon», European Journal of International Law, 1990, pp. 307-313). ¿O acaso
es el que se enfrenten con las armas (junio de 2006) Al-Fatah (Presidencia) y
Hammas (Gobierno) para resolver sus diferencias en el seno de la Autoridad
Nacional?
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 39

1.2.1. El reconocimiento y la Conferencia para la Paz


sobre Yugoslavia: las líneas directrices

13. Partiendo de las premisas que acabamos de comentar en


torno al reconocimiento, es fácil constatar que el reto al que los
Doce tenían que hacer frente era particularmente delicado en la
medida en que cualquiera que fuera la decisión iba a tener una in-
cidencia clara y directa sobre la crisis yugoslava. Este hecho, que
era evidente, suscitaba sin embargo divisiones en el seno de los Do-
ce, sobre todo entre Francia y Alemania. Para la primera, un reco-
nocimiento prematuro de las Repúblicas que habían proclamado
la independencia podía reforzar su intransigencia al encontrar ese
apoyo e impedir cualquier otra solución pacífica a la crisis; Alema-
nia, sin embargo, que como ya hemos apuntado se mostró muy
pronto partidaria de Eslovenia y de Croacia, y por lo tanto de la
desmembración de Yugoslavia, partía de una óptica completamen-
te contraria, al defender que sólo el reconocimiento de Croacia y
de Eslovenia serviría de aviso para que Serbia no intentara mante-
ner por la fuerza una federación que Alemania consideraba ya del
pasado. Pero a pesar de estas diferencias las dos partes compartían
un punto en común, evitar entre los Doce la dispersión y las con-
ductas contradictorias, pues ello agravaría considerablemente la
crisis59. Dicho de otra forma, había que encontrar un punto de en-
cuentro y adoptar entre los Doce una posición común60.

59. A este respecto, CHARPENTIER, J., «Les déclarations des Douze sur la
reconnaissance des nouveaux États», Revue Générale de Droit Internationale
Public, 96 (1992), n. 2, pp. 343-354 (pp. 343-344). Como señala este autor,
no hay que olvidar que la adopción de una política común de reconocimiento
era también muy importante para la cohesión de la propia Comunidad.
60. No cabe duda de que esto era muy importante en un momento en el
que se acababa de adoptar en el Consejo Europeo de Maastricht (9-10 de di-
ciembre de 1991) el Tratado de la Unión Europea, cuyo texto definitivo sería
firmado el 7 de febrero de 1992, y que había sido fruto, en todo lo relativo a
la Unión política, de una iniciativa franco-alemana, que pudo al final con las
trabas puestas por el Reino Unido. Sobre este Consejo Europeo de Maastricht,
cfr. Revista de Instituciones Europea, 1992, pp. 309-318.
40 La disolución de Yugoslavia

Finalmente, entre estos pocos puntos de encuentro y las nume-


rosas diferencias existentes en el seno de la Comunidad, triunfarían
los primeros, al adoptar el 16 de diciembre de 1991 los Ministros
de Asuntos Exteriores de los Doce una «Declaración sobre las líneas
directrices sobre el reconocimiento de nuevos Estados en Europa
del Este y en la Unión Soviética» y una «Declaración sobre Yugos-
lavia»61. Conviene ante todo dejar claro que estas Declaraciones no
son instrumentos jurídicos vinculantes sino sólo compromisos po-
líticos. Por tanto, sigue correspondiendo a los Estados la aprecia-
ción de las condiciones de su aplicación y de ellos seguirá siendo el
poder de establecer las condiciones del reconocimiento. Esto ilus-
tra con claridad los elementos políticos propios del acto de recono-
cimiento, lo cual no quiere decir, como hemos señalado anterior-
mente, que este pueda ignorar el Derecho internacional. Algo de
esto sin embargo ha ocurrido en el espíritu de la actitud comunita-
ria, ya que la presión ejercida para el reconocimiento de las nuevas
Repúblicas, per se no algo ilícito, sí podría haberlo sido de haber fa-
vorecido el desmembramiento de Yugoslavia62; mas ¿quién se atre-
verá a afirmar o negar tajantemente que ha sido así (...)?
Entre nosotros, J. Quel se ha mostrado muy crítico con estas
directrices comunitarias:
«En una línea clara de instrumentalización política del re-
conocimiento se ha entrado en una peligrosa dinámica donde el
cumplimiento de determinadas exigencias ajenas al ente objeto
de reconocimiento se convierte en el elemento determinante de
atribución de subjetividad internacional. Los defensores de la li-
citud de la actuación comunitaria sostienen la estricta separa-
ción entre los requisitos jurídicos de estatalidad, en cuya valora-

61. Esta Declaración sobre Yugoslavia es la segunda que adopta la Comu-


nidad, ya que la primera data de 27 de agosto de 1991, como ya hemos apun-
tado. Para el texto completo de estas Declaraciones, cfr. Revue Générale de Droit
International Public, 96 (1992), n. 1, pp. 261-263.
62. A este respecto, cfr. CHARPENTIER, «Les déclarations des Douze...», op.
cit. (nota 59), p. 353.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 41

ción no entran, y la subordinación del reconocimiento a la pro-


mesa de mantener en el futuro una determinada política. Cier-
tamente, el establecimiento de unos requisitos previos al reco-
nocimiento con unos fines precisos no es contrario al Derecho
internacional; lo que sí es discutible son los efectos alcanzados
con la introducción de las condiciones al atribuir a la promesa
de su cumplimiento un valor esencial en la consideración de las
nuevas entidades reconocidas como sujetos de Derecho»63.
Es cierto, sí, que las directrices adoptadas por el Consejo Eu-
ropeo sobre el reconocimiento de los nuevos Estados en Europa
del Este y en la Unión Soviética64 plantean serios problemas desde

63. Cfr. «La práctica reciente en materia de reconocimiento de Estados:


problemas en presencia», Cursos de Derecho Internacional de Vitoria-Gasteiz,
1992, pp. 41-81 (p. 55).
64. En estas directrices se declara lo siguiente: «... La Comunidad y sus Es-
tados miembros conforman su adhesión a los principios del Acta Final de Hel-
sinki y de la Carta de París, en particular al principio de autodeterminación. Afir-
man su voluntad de recononer, de conformidad con las normas aceptadas por la
práctica internacional y teniendo en cuenta las realidades políticas en cada caso
concreto, a estos nuevos Estados que, como consecuencia de las modificaciones
históricas ocurridas en la región, se constituyan sobre una base democrática,
acepten las obligaciones internacionales pertinentes y se comprometan de buena
fe en un proceso pacífico y negociado.
Por consiguiente, adoptan una posición común sobre el proceso de recono-
cimiento de estos nuevos Estados que implica:
– El respeto de las disposiciones de la Carta de Naciones Unidas y de los
compromisos suscritos en el Acta Final de Helsinki, y en la Carta de París,
en particular en lo que se refiere al Estado de Derecho, la Democracia y
los Derechos Humanos.
– La garantía de los derechos de los grupos étnicos y nacionales, así como
de las minorías, de conformidad con los compromisos suscritos en el
marco de la CSCE.
– El respeto de la inviolabilidad de los límites territoriales que sólo pueden
ser modificados por medios pacíficos y de común acuerdo.
– La reanudación de todos los compromisos pertinentes relativos al desar-
me y a la no proliferación nuclear, así como a la seguridad y a la estabili-
dad regional.
42 La disolución de Yugoslavia

diversos puntos de vista. Por ejemplo, se habla de que los nuevos


Estados deben constituirse sobre «una base democrática», mientras
que al mismo tiempo se hace alusión a que el reconocimiento se
hará según «las normas aceptadas por la práctica internacional»;
una cierta contradicción parece «enseñar la patita por debajo de la
puerta» ya que la práctica internacional no se ha basado precisa-
mente en el carácter democrático o no democrático de un Estado
para su eventual reconocimiento. Otro punto contradictorio lo
constituye el hecho de que la Declaración no menciona en abso-
luto el principio de no intervención, que forma parte «de las nor-
mas aceptadas por la práctica internacional» en la materia, y sin
embargo sí lo hace con el principio de autodeterminación65.
En estas circunstancias, es evidente que en los Doce han pre-
valecido tanto o más las consideraciones políticas (la estabilidad
de la región, la inviolabilidad de los límites territoriales66, etc.) que

– El compromiso de solucionar mediante acuerdo, en particular, recurrien-


do, en su caso, al arbitraje, todas las cuestiones relativas a la sucesión de
Estados y a las controversias regionales.
La Comunidad y sus Estados miembros no reconocerán a aquellas entida-
des que resultaran de una agresión. Tendrán en cuenta los efectos del recono-
cimiento sobre los Estados vecinos.
El compromiso a favor de estos principios abre la vía al reconocimiento por
parte de la Comunidad y sus Estados miembros y al establecimiento de rela-
ciones diplomáticas, lo que podría quedar consignado en acuerdos».
Para este texto, ibíd., p. 56. Ver también, Actividades, textos y documentos de
la política exterior española, OID, Madrid, 1991, pp. 915-916. Las condiciones
precitadas que los nuevos Estados debían cumplir para poder ser reconocidos
fueron propuestas por Francia.
65. Cfr. CHARPENTIER, J., «Les déclarations des Douze...», op. cit. (nota 59),
p. 354.
66. La precitada Comisión Badinter dejó esta cuestión clara cuando en el
dictamen n. 3, enuncia los cuatro principios siguientes: a) las fronteras exte-
riores (de la antigua Yugoslavia) deberán ser respetadas en todos los casos...; b)
las demarcaciones entre las Repúblicas que adquieran la independencia sólo
podrán ser modificadas por mutuo y libre acuerdo; c) salvo acuerdo en contra-
rio, los límites anteriores adquieren el carácter de fronteras protegidas por el
Derecho internacional; y d) ninguna modificación de las fronteras y de los lí-
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 43

las jurídicas. No hay que olvidar que en la Declaración se hace


alusión a la Carta de las Naciones Unidas, pero también al Acta
Final de Helsinki y a la Carta de París, cuando es sabido que estos
dos últimos están desprovistos de obligatoriedad jurídica67.

14. Pero la Comunidad no se limitó a adoptar estas directri-


ces en torno al reconocimiento de los nuevos Estados nacidos de
la antigua Yugoslavia, sino que fue más lejos al adoptar, el mismo
día 16 de diciembre de 1991, otra Declaración sobre Yugoslavia68
en la que se establece todo un proceso con plazos determinados,
así como los órganos encargados de apreciar si se cumplen o no
las condiciones previstas. La Declaración es pues clara al recoger
lo siguiente: «La Comunidad y sus Estados miembros han conve-
nido reconocer la independencia de todas las Repúblicas yugosla-
vas que cumplan con todas las condiciones aquí definidas. Esta
decisión se pondrá en práctica el 15 de enero de 1992».
Invitan por lo tanto a todas las Repúblicas yugoslavas a de-
clarar antes del 23 de diciembre si: Desean ser reconocidas como
Estados independientes, aceptan los compromisos que figuran en
las susodichas líneas directrices, aceptan las disposiciones recogi-

mites existentes establecidos por la fuerza podrá producir efectos jurídicos. Cfr.
Agence Europe, n. 5647, de 16 de enero de 1992, p. 5; igualmente Revue Géne-
rale de Droit International Public, 96 (1992), n. 1, pp. 267-269. Ver también
PELLET, A., «Note sur la Commission d’arbitrage...», op. cit. (nota 39), p. 341.
La Comisión transpone pues a los nuevos Estados europeos la doctrina del uti
possidetis. Para un estudio sobre el uti possidetis, cfr. entre los muchos existen-
tes, SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, L.I., «L’uti possidetis et les effectivités dans les con-
tentieux territoriaux et frontaliers», Recueil des cours, 263 (1997), pp. 149-382.
67. A este respecto, el profesor Fernando Mariño lo deja muy claro: «Co-
mo en general todos los instrumentos adoptados en el marco del proceso de
Helsinki, y en particular como la propia Acta Final, tampoco la Carta de París
tiene valor de acuerdo jurídico internacional» («La Carta de París para una nue-
va Europa», Revista de Instituciones Europeas, 18 [1991], n. 1, pp. 143-152).
68. Para el texto completo de esta Declaración, cfr. Revue Générale de Droit
International Public, 96 (1992), n. 1, p. 263.
44 La disolución de Yugoslavia

das en el proyecto de Convención que está siendo examinado por


la Conferencia sobre Yugoslavia, particularmente las disposicio-
nes del Capítulo II sobre los derechos humanos y los derechos de
los grupos étnicos y nacionales, y si continúan apoyando los es-
fuerzos del Secretario General y del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas y la continuidad de la Conferencia sobre Yu-
goslavia.
Hay además otras cuestiones novedosas en la Declaración,
como es el hecho de solicitar a un órgano jurisdiccional que eva-
lúe si se cumplen estas condiciones69, lo que plantea dudas a la
hora de saber si la instancia en cuestión es la más adecuada para
cumplir con dicha función70.
Por último, en la Declaración se recoge igualmente la de-
manda de la Comunidad y de sus Estados miembros de que el Se-
cretario General y el Consejo de Seguridad de las Naciones Uni-
das continúen sus esfuerzos con el fin de conseguir un cese del
fuego efectivo, y que continúen dando la máxima importancia al
despliegue de una fuerza de mantenimiento de la paz a la que se
refiere la Resolución 724 del Consejo de Seguridad71. Tampoco se
olvidan las eventuales pretensiones territoriales de una República
yugoslava (Macedonia, que no se menciona) sobre el territorio de
un Estado miembro de la Comunidad (Grecia que tampoco se
menciona), por lo que se exige a la primera a dar garantías cons-
titucionales de que no tiene ninguna reivindicación territorial al

69. La propia Declaración recoge que «las solicitudes de aquellas Repúbli-


cas que respondan de manera positiva serán sometidas por la Presidencia de la
Conferencia a la Comisión de Arbitraje para que esta emita un dictamen antes
de la fecha de su puesta en práctica».
70. Cfr. PELLET, «Note sur la Commission d’arbitrage...», op. cit. (nota 39),
pp. 344-345. Para un mayor desarrollo del papel y de las funciones desempe-
ñadas por la Comisión, cfr. QUEL LÓPEZ, J., «La práctica reciente...», op. cit.
(nota 63), pp. 59 ss.
71. Ya hemos señalado anteriormente que a partir de la Resolución 713 del
Consejo de Seguridad, la Comunidad y la ONU iban a coincidir en muchos
aspectos.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 45

respecto, y de que no llevará a cabo actividades hostiles de pro-


paganda72.

15. Así las cosas, lo que de estas Declaraciones se deduce des-


de el punto de vista jurídico es que en ellas se fijan ciertos crite-
rios adicionales al reconocimiento de Estados. Posiblemente, éstos
no hayan afectado gran cosa a la teoría del reconocimiento en De-
recho internacional, pues no se puede decir que los compromisos
políticos de la Comunidad hayan influido en los demás miembros
de la comunidad internacional en lo que concierne al menciona-
do concepto: ni la Comunidad Europea es el ombligo del Dere-
cho internacional actual (por mucho que algunos quieran con-
vencernos de lo contrario), algo que la evolución de la crisis
yugoslava lo iba a poner claramente de manifiesto, ni por lo de-
más, en los reconocimientos que se produjeron en Yugoslavia pri-
mó precisamente lo jurídico sobre lo político.
No obstante, sí podemos reconocer que sobre la base de estas
directrices comunitarias se está dibujando en Europa una nueva
tendencia en materia de reconocimiento, al exigir el respeto de los
derechos humanos, de las minorías, de la democracia y del Esta-
do de derecho. Tampoco conviene olvidar a este respecto que en
la Declaración sobre las directrices para el reconocimiento no se

72. Todo esto debía comprobarlo la Comisión de Arbitraje, lo que hizo en


su dictamen n. 6 de 11 de enero de 1991, relativo precisamente al reconoci-
miento de la República Socialista de Macedonia. A este respecto, la Comisión
señaló en el punto 5 del dictamen que «... la Republique de Macedoine a re-
noncé à toute revendication territoriale quelle qu’elle soit, dans des déclarations
sans ambiguité et ayant force obligatoire en droit international et que, dès lors,
l’utilisation du nom de “Macédoine” ne saurait impliquer acune revendication
territoriale à l’égard d’un autre État; que, d’autre part, la République de Macé-
doine s’est engagée, formellement selan le droit international, à s’interdire en
général, et notamment en application de l’article 49 de sa constitution, toute
propagande hostile à l’encontre d’un autre État...» (texto en Revue Générale de
Droit Inernational Public, 97 (1993), n. 3, p. 576. Para más detalles sobre esta
cuestión, cfr. infra parágrafos 19-21.
46 La disolución de Yugoslavia

encuentra plasmado el principio de efectividad, principio al que


han estado vinculados tradicionalmente los Estados europeos y
occidentales; cada vez más se empieza a exigir que la efectividad
sea conforme con la legalidad internacional. Queda por ver si es-
tos principios que se han aplicado para los Estados surgidos de la
antigua Yugoslavia, se aplican para los nuevos Estados que surjan
en otras zonas geográficas nuestra impresión es que eso no está
ocurriendo a la luz del comportamiento que muchos Estados eu-
ropeos están adoptando en el caso palestino. Si se exige para unos
respeto de los derechos humanos, democracia, Estado de derecho
y respeto de las minorías, también hay que exigirlo a los demás, y
no parece que sea ésta la gran preocupación de muchos líderes pa-
lestinos, ni tampoco europeos; ¿se imagina alguien una minoría
judía, tratada jurídicamente como tal, de un 20% en el futuro
«Estado» palestino?

1.2.2. El reconocimiento de Croacia y Eslovenia

16. Con estas «líneas directrices» bien marcadas, y después de


que la Comisión de arbitraje se pronunciara en sus dictámenes
nn. 4-7, de 11 de enero de 1992, sobre el reconocimiento de las
diferentes Repúblicas de forma favorable, al menos implícitamen-
te73, los Doce Estados miembros de la CE deciden reconocer el 15
de enero de 1992 a Croacia y Eslovenia, pero no a Bosnia-Herze-
govina ni a Macedonia, alejándose así sensiblemente de las opi-
niones expresadas por la Comisión74. Y es que ésta partió de dos
premisas importantes: la primera es la voluntad de independencia

73. De estos dictámenes el n. 4 afecta a Bosnia-Herzegovina, el 5 a Croa-


cia, el 6 a Macedonia y el 7 a Eslovenia (vid. en Revue Générale de Droit Inter-
national Public, 97 [1993], n. 3, pp. 564-583).
74. Esto no es nada extraño, ya que, como hemos apuntado, la Comisión
de arbitraje actuaba a título meramente consultivo y los Estados en ningún mo-
mento se comprometieron a respetar sus dictámenes.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 47

de las cuatro Repúblicas y la segunda que «la República Federati-


va Socialista de Yugoslavia se encuentra inmersa en un proceso de
disolución»75.
Como ha señalado con acierto el Profesor Pellet, la Comisión
no retiene los términos utilizados por Lord Carrington de «désin-
tegration» o «éclatement», pero sí retiene, sin embargo, el térmi-
no «dissolution» por ser el utilizado en el artículo 18 de la Con-
vención de Viena, de 8 de abril de 1993, sobre la sucesión de
Estados en materia de bienes, archivos y deudas76. A pesar de que
el término de «disolución» no sea muy preciso para los interna-
cionalistas, lo que se desprende para algunos del dictamen de la
Comisión es que quizás no haya sabido o querido calificar con
precisión el conflicto yugoslavo77. No obstante, hay que reconocer
que por aquellas fechas el contexto era realmente incierto, sin sa-
ber muy bien lo que iba a ocurrir con el Estado yugoslavo, por eso
la Comisión habla de que está «en proceso de disolución». ¿Lle-
garía la disolución a ser realidad? En nuestra opinión, en ese mo-
mento, no había certeza; las cosas cambiarían radicalmente, em-
pero, medio año más tarde, y esa evolución fue lo que permitió al

75. Dictamen emitido el 29 de noviembre de 1991 a iniciativa de Lord Ca-


rrington, Presidente de la Conferencia para la paz en Yugoslavia, para saber si
Serbia continuaba existiendo a pesar de que algunas Repúblicas se habían de-
clarado independientes. Además de esa respuesta, la Comisión señaló también
que pertenece a las Repúblicas arreglar los problemas de sucesión según los
principios de Derecho internacional, asegurando el respeto de los derechos hu-
manos, de los derechos de los pueblos y de las minorías, así como el derecho
de las Repúblicas que lo deseen de constituir juntas una nueva asociación de
Estados dotada de las instituciones democráticas que elijan. Cfr. Punto 3 del
dictamen, publicado al completo en Revue Générale de Droit International
Public, 96 (1992), n. 1, pp. 264-266.
76. Cfr. PELLET, A., «Note sur la Commission d’arbitrage...», op. cit. (nota
39), p. 336, nota 21.
77. Por ejemplo, cfr. KHÉRAD, R., «La reconnaissance des États issus de la dis-
solution de la République fédérative de Yugoslavie par les membres de l’Union
Européenne», Revue Générale de Droit International Public, 1997, p. 666.
48 La disolución de Yugoslavia

Consejo de Seguridad afirmar en la Resolución 777, de 19 de sep-


tiembre de 1992 que «el Estado formalmente conocido como Re-
pública Socialista Federativa de Yugoslavia ha dejado de existir».

17. Dicho esto, conviene insistir en que pese al reconoci-


miento tanto de Croacia como de Eslovenia había una cierta di-
ferencia entre ambos casos. Como señaló el Ministro de Asuntos
Exteriores británico en la Cámara de los Comunes, «los criterios
tradicionales que seguimos para el reconocimiento se aplicarían
probablemente para Eslovenia. No se aplican de la misma mane-
ra para Croacia, debido a que su territorio ha sido invadido por el
ejército federal yugoslavo y por tropas irregulares serbias»78. Tam-
bién existía un problema con Croacia sacado a colación por la
propia Comisión de Arbitraje, el relativo a las minorías. Para la
Comisión, la Ley Constitucional croata de 4 de diciembre de
1991, no respetaba las disposiciones del proyecto de Convención
de la Conferencia de Paz en esta materia, por lo que este país de-
bía completar la citada Ley constitucional y adaptarla a las dispo-
siciones del proyecto de Convención; el 13 de enero de 1992, el
Presidente de Croacia envió una carta a la Comisión comprome-
tiéndose a ello.
Y es que no conviene olvidar algo sobre el comportamiento de
Alemania, que ya hemos apuntado: este país no sólo fue «de llane-
ro solitario», sino que no ahorró persuasión y presión79 (más de lo
segundo que de lo primero) con el fin de afianzar su posición80.

78. Cfr. WARBRICK, C., «Recognition of States», International and Compa-


rative Law Quarterly, 1992, pp. 473-482 (p. 477). En este trabajo se explica
pormenorizadamente la posición británica al respecto.
79. A este respecto, cfr. HELD, Ch.-E., «Quelques réflexions relatives...»,
op. cit. (nota 56), p. 235.
80. Alemania veía la crisis yugoslava desde el ángulo de su propia historia,
basando su argumentación en el derecho de autodeterminación (a este respecto,
cfr. STARK, H., «Les dissonnances franco-allemandes sur fond et guerre serbo-
croate», n. 2, Politique Étrangère, été 1992, p. 340). Este argumento sin embar-
go no se sostiene, ya que las dos situaciones son muy distintas: el mosaico de
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 49

Con este objetivo no escatimó medios para hacer ver a sus socios
europeos (también se podría utilizar el término de «primos») que
o bien había una decisión colectiva, ésta siguiendo por supuesto el
paso alemán, o se exponían a una acción unilateral. En esta tesitu-
ra, y ante la imposibilidad por parte de Alemania de conseguir que
el resto de los socios europeos se avinieran a sus tesis, se apresuró a
reconocer a Croacia y a Eslovenia el 23 de diciembre de 1991, aun-
que, para respetar un poco las formas, no estableció relaciones di-
plomáticas hasta el 15 de enero de 199281. Y es que Alemania par-
tía de la tesis de que el conflicto yugoslavo era desde el principio
un conflicto internacional debido a la intervención federal, por lo
tanto de Serbia, en las nuevas Repúblicas, violando así el artículo
2.4 de la Carta de las Naciones Unidas. Francia sin embargo de-
fendió en esos momentos que el conflicto era interno, y por lo tan-
to había que respetar los principios de no intervención y de inte-
gridad territorial82. Entre estas dos tesis, no nos cabe ninguna duda
de que hasta julio de 1991 la francesa tenía más peso jurídico, aun-

pueblos, culturas y religiones de Yugoslavia choca con la homogeneidad y uni-


formidad alemana, por lo que en nuestra opinión una vez más el derecho de
autodeterminación se ha utilizado como coartada para otros fines, en este caso
políticos. Alemania, una vez reunificada, quería demostrar con fuerza su nueva
posición en la escena política europea, y hay que reconocer que esta nueva face-
ta ha resaltado desde entonces en su conducta, tanto para bien como para mal.
81. Alemania, con el apoyo de Bélgica y Dinamarca, defendía el reconoci-
miento, y lo antes posible, de las Repúblicas yugoslavas, nunca más allá del 23
de diciembre de 1991. Francia, sin embargo, con el apoyo de España, Gran
Bretaña, Irlanda y Luxemburgo, defendía que había que ampliar el plazo hasta
el 15 de enero de 1992, con el fin de dar tiempo a la Comisión de Arbitraje de
adoptar los dictámenes pertinentes.
82. Sobre estos aspectos, cfr. BERNER, M., «Les États-Unis et la crise you-
goslave», Politique étrangère, 1992, n. 3, pp. 335 ss.; STARK, H., «Dissonnances
franco-allemandes...», op. cit. (nota 80), pp. 339-347, en las que se cita (p.
240) la frase de François Mitterrand de que se trataba de una «guerra de
tribus». Sobre la calificación del conflicto, cfr. TANCA, A., «Sulla qualificazione
del conflicto nella ex-Iugoslavia», Rivista di Diritto Internazionale, LXXVI
(1993), n. 1, pp. 37-51.
50 La disolución de Yugoslavia

que pronto la evolución del conflicto derivaría hacia su interna-


cionalización, tal y como las diversas medidas adoptadas por la Co-
munidad, la CSCE y luego la propia ONU demostraron.
No puede negarse la insolidaridad del comportamiento ale-
mán, sobre todo después de que hubiera aceptado la propuesta
francesa de consultar a la Comisión. Sin embargo, como ha seña-
lado Alain Pellet, no había otra salida para los miembros comuni-
tarios que alinearse con ella, so pena de quebrar aparatosa y pú-
blicamente, justo después de la Cumbre de Maastricht, toda
apariencia de política exterior común, uno de los «pilares» de la
Unión que, precisamente, nace en esa ciudad holandesa83.

1.2.3. El reconocimiento de Bosnia y Herzegovina

18. Reconocidas Croacia y Eslovenia por los Doce y otros


veinte Estados84, quedaban todavía por reconocer Bosnia-Herze-
govina y Macedonia, dos Repúblicas que suscitaron grandes reti-
cencias al respecto, debido sobre todo a que algunos las conside-
raban «bastante artificiales»85.
Bosnia-Herzegovina no fue reconocida hasta el 6 de abril de
1992, pues la Comisión de Arbitraje estimó que las poblaciones
no habían expresado claramente su voluntad de constituirse en
Estado soberano e independiente; y es que los serbios de esta Re-
pública no se asociaron con las otras poblaciones en los deseos de

83. «Note sur la Commission d’arbitrage...», op. cit. (nota 39), pp. 346-347.
84. La Santa Sede reconoció a estas dos Repúblicas el 13 de enero de 1992,
por lo tanto antes que los Doce, pero había apoyado en general, las tesis
alemanas, no por ser alemanas, sino porque favorecían más a los católicos,
liberándoles así del comunismo. Suiza también reconoció estos dos nuevos
Estados, mientras que los Estados Unidos prefirieron esperar hasta el 7 de abril,
haciendo gala de mayor prudencia.
85. Cfr. ROUSSEAU, Ch., «Chronique des faits internationaux», Revue
Générale de Droit International Public, 96 (1992), n. 2, p. 402.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 51

independencia, declarándose partidarios de un Estado yugoslavo


común y, sucesivamente, de la creación de una República serbia
de Bosnia-Herzegovina86. La Comisión estimó que sólo un refe-
réndum, en el que pudieran participar todos los ciudadanos de esa
República sin distinción alguna y bajo control internacional, po-
dría despejar las dudas. Celebrado éste el 29 de febrero, el 1 de
marzo de 1992 se procedió al reconocimiento por los Doce a par-
tir de la fecha anteriormente señalada.

1.2.4. El difícil reconocimiento de la «ex-República yugoslava


de Macedonia» ante las fuertes reticencias griegas

19. Mucho más complicado fue el reconocimiento de Mace-


donia, pues Grecia bloqueó el proceso pese a haber modificado
ese país su Constitución el 6 de enero de 1992, para cumplir con
las exigencias impuestas por los Doce87. Conviene resaltar que el
dictamen de la Comisión de Arbitraje concluyó señalando que
Macedonia satisfacía todas las condiciones requeridas por las lí-
neas directrices, pero se opuso al mismo Grecia a causa del nom-

86. Con mucha más coherencia, los Estados Unidos reconocieron el 7 de


abril a Bosnia y Herzegovina, Croacia y Eslovenia.
87. La Constitución tuvo que ser modificada en sus artículos 3 y 49, al con-
tener estos elementos que no apaciguaban la desconfianza griega. El artículo 3
decía: «Las fronteras sólo podrían ser modificadas de conformidad con la cons-
titución», y el artículo 49, mucho más problemático, aludía al hecho de que la
FYROM «vela por la situación y por los derechos de los ciudadanos de los
países vecinos de origen macedonio y de los expatriados macedonios, presta
ayuda a su desarrollo cultural, etc.». El artículo 3 incluyó, a la postre, una men-
ción a la modificación de las fronteras «sobre la base de acuerdos entre Estados
y según las reglas generalmente aceptadas del Derecho internacional»; mientras
que en el artículo 49 se introduce una frase que recoge expresamente que la
FYROM «no se inmiscuirá en los asuntos internos de otros Estados». Cfr.
PAZARTZIS, Ph., «La reconnaissance d’une “République yougoslave”: la ques-
tion de l’anciennne République yougoslave de Macédoine (ARYM)», Annuai-
re Français de Droit International, XLI (1995), pp. 281-297 (p. 284, nota 15).
52 La disolución de Yugoslavia

bre pretendido por el nuevo Estado88; y es que la ex-República Yu-


goslava proclamó su independencia el 17 de septiembre de 1991
como «República de Macedonia».
Así pues, no es extraño que desde ese mismo momento Gre-
cia planteara al respecto dos problemas: uno, la denominación
elegida por la nueva República y el otro, la Constitución. Algunos
autores no han dudado en ironizar sobre la pretensión helénica,
«un derecho de autor sobre el nombre de Macedonia»89, algo por
cierto que justificaban las autoridades griegas, recurriendo a su pa-
trimonio histórico. Y es que como ya hemos apuntado, el territo-
rio de la FYROM (Former Yugoslav Republic of Macedonia) en
inglés, o ARYM (traducido como Antigua República Yugoslava de
Macedonia) en francés, nombre que se adoptó para la antigua
Macedonia, fue objeto de importantes controversias territoriales
entre Bulgaria, Grecia y Serbia durante las dos guerras balcánicas
(1912-1913), originando además desplazamientos significativos
de población. Si a esto añadimos que en agosto de 1992, el Parla-
mento de la FYROM adoptaba como emblema de su bandera el
sol con dieciseis ramas, denominado el Sol de Vergina, emblema
de la dinastía macedonia inaugurado por Filipo, padre de Alejan-
dro el Magno, es obvio que disgustara a Grecia, ya que veía en ello
la renovación de antiguas reivindicaciones expansionistas que tan-

88. El dictamen de la Comisión de Arbitraje fue muy mal recibido en Gre-


cia, quejándose de que no hubiera habido un grupo en la Comisión, y de que
ésta no hubiera estimado oportuno examinar la posición griega. El problema
había adquirido en Grecia una dimensión nacional y este hecho no lo estimó
suficientemente la Comisión. Para el Profesor Economidès, el dictamen era
manifiestamente contrario al Derecho internacional: primero, por constituir
un abuso de derecho evidente; segundo, iba en contra de las relaciones de bue-
na vecindad; y tercero por violar el principio del uti possidetis juris. A este res-
pecto, cfr. ECONOMIDES, C.P., «Actes et positions de la Grèce concernant des
questions de droit international (1992-1993)», Revue Hellénique de Droit
International, 1993, pp. 324-325.
89. Cfr. GARDE, P., «Le conflit dans l’ex-Yougoslavie en 1992», Politique
étrangère, 1992-2, p. 71.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 53

tas vidas habían costado al país90. Sólo desde esta perspectiva his-
tórica, tan compleja y agitada desde muchos puntos de vista, se
puede entender la cuestión91, y no hay que remontarse a 1912-
1913, sino a la creación por Tito de la Yugoslavia nacida tras la Se-
gunda Guerra Mundial92.

20. La actitud griega paralizaba la voluntad manifiesta del res-


to de Estados de la CE en reconocer a Macedonia. No obstante,
la diplomacia helénica, que «puso toda la carne en el asador», con-
siguió poco a poco que algunos Estados comunitarios compren-
dieran sus tesis. Dicho de otra forma, ¿puede un Estado elegir el
nombre que estime oportuno sin ninguna otra consideración?
A este respecto se ha sostenido tradicionalmente que este es
uno de los derechos de todo Estado, así como el de cambiarlo, sin
que ello afecte a su identidad93; la denominación de un Estado
sería, como señala J.P. Quéneudec, el «refugio de su soberanía»94.
Es cierto que en esta materia no ha habido excesivos problemas
ni respecto al nombre de los Estados ni en relación con sus emble-
mas o banderas, y cuando los ha habido, la controversia en cuestión
se ha resuelto por vía de acuerdo entre las partes interesadas95. Sin
embargo algo dependerá, suponemos, del significado del nombre

90. Cfr. PAZARTZIS, Ph., «La reconnaissance d’une “République yougosla-


ve”...», op. cit. (nota 87), pp. 282-283.
91. Cfr. PETIFFLER, J., «The New Macedonian Question», Internacional
Affairs, 1992, n. 3, pp. 475-485.
92. Cfr. PERRY, D., «Une crise en gestation? La Macédoine et ses voisins»,
Politique étrangère, 1992, n. 2, pp. 179-207 (p. 182).
93. Cfr. MAREK, K., Identity and Continuity of States in Public International
Law, Droz, Ginebra, 1954, p. 127.
94. «Conclusions», L’État souverain à l’aube du XXI siècle, SFDI (Colloque
de Nancy), Pedone, París, 1994, pp. 312 ss.
95. A este respecto Ph. Pazartzis cita en otros asuntos el caso de Austria que
proclamó su independencia en octubre de 1918 con el nombre de «Deutsche-
Österreich» (Austria-Alemania). Sin embargo, después de algunas presiones de
las Potencias aliadas, Austria cambió de nombre, pasando a denominarse «Re-
54 La disolución de Yugoslavia

elegido para los terceros Estados. Desde un enfoque así, no cabe


duda de que el caso de la FYROM reunió todos los ingredientes para
ser considerado por Grecia como un nombre polémico por todo lo
que significaba en la región, pero especialmente para ella96. Y si bien
muchos de estos ingredientes podrían considerarse como superados
en ciertos países de Europa Occidental, difícilmente tal conclusión
podría predicarse con carácter general. Pongamos la hipótesis si-
guiente: ¿qué clase de reacciones hubiera suscitado el Cantón helvé-
tico del Jura, creado en 1978, si se hubiera declarado independien-
te bajo el nombre de República francesa del Jura o República
helvética del Jura?; ¿no hubieran esas denominaciones suscitado los
movimientos de protesta pertinentes de Francia o de Suiza?
Sobre esta cuestión hay que añadir, además, que la voz «Ma-
cedonia» siempre ha sido utilizada para designar una zona geográ-
fica. Éste es un hecho indiscutible. Desde esta perspectiva, no es
extraño que cuando Tito crea la nueva Yugoslavia y decide llamar
al territorio que antes se había denominado Serbia del Sur como
República federativa de Macedonia, Grecia ya protestara, aunque
con un tono moderado tanto por razones políticas como por tra-
tarse de una entidad no estatal. Por tanto, aun cuando podemos
comprender que desde el exterior algunos hayan pensado que Gre-
cia era susceptible en exceso, también queremos dejar claro que ar-

pública de Austria». Un caso más reciente y que atañe a Eslovenia lo constituye


el hecho de que, cuando esta nueva República independiente puso en circula-
ción un billete con el trono de los duques de Carintia, que es un «Land» de Aus-
tria, este país protestó y el billete fue retirado de la circulación («La reconnais-
sance d’une “République yougoslave”...», op. cit. [nota 87], p. 286, nota 24).
96. El profesor S. Sur se ha mostrado sin embargo contrario a esta aprecia-
ción: «Ce pays prétend de façon assez étrange s’opposer à la dénomination d’un
autre État, parce que celle-ci, par un effet rhétorique inattendu, menacerait sa
sécurité. Or, jusqu’à présent, le choix de sa dénomination, comportant le cas
échéant le changement de cette dénomination, était considéré comme relevant
de la seule appréciation de l’État concerné» («Sur quelques tribulations de
l’État dans la société internationales», Revue Générale de Droit International
Public, 97 [1993], n. 4, pp. 881-900, p. 889).
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 55

gumentos no le faltaban para desconfiar de la FYROM, en un mo-


mento en el que el nacionalismo imperante en Yugoslavia enseña-
ba los dientes de un cierto expansionismo territorial, cultural y ét-
nico. Además, no se puede medir la cuestión de la identidad
nacional de pueblos o naciones con un mismo patrón, ya que lo
que puede ser esencial para algunos quizás no lo sea para otros.
Desde esta perspectiva, no es extraño, pues, que el Abogado Ge-
neral Jacobs señalara el 6 de abril de 1995 en el asunto del em-
bargo griego a la ARYM97, que «... La Grèce y voit, à tort ou à rai-
son, une usurpation d’une partie de l’identité nationale grecque».
21. Las tesis griegas iban, pues, a hacer mella en ciertos paí-
ses comunitarios98 y europeos, encontrando en algunos casos cier-

97. Cfr. Affaire C-120/94, párrafo 57. El origen de este asunto es el si-
guiente. Con la llegada al poder en Grecia del Primer Ministro A. Papandreu
en 1994, se rompen todas las negociaciones que se estaban llevando a cabo con
la FYROM, y decreta el 16 de febrero de 1994 un embargo unilateral contra
la nueva República. El embargo es condenado por el resto de Estados miem-
bros comunitarios, y por el entonces Presidente de la Comisión, Jacques De-
lors, que envió una carta al Primer Ministro griego para que justificara la me-
dida desde el punto de vista jurídico-comunitario. El Gobierno griego adoptó
entonces un Memorándum justificando la legalidad de las medidas en el anti-
guo artículo 224 TCE. La Comisión no lo entendió así y presentó un recurso
el 22 de abril de 1994, basado en el antiguo artículo 225 pár. 2 del TCE
pretendiendo que Grecia había abusado de los poderes previstos en el precita-
do artículo 224. La Comisión pide, además, que se adopten las medidas pro-
visionales pertinentes. El 29 de junio, el Tribunal comunitario adopta una or-
denanza rechazando las medidas provisionales solicitadas por la Comisión.
Sobre este asunto, cfr. Revue Trimestrielle de Droit Européen, 1994, pp. 477-
488; y Revue Hellénique de Droit International, 1995, pp. 409-412.
98. Ya el 3 de enero de 1992, el Presidente del Gobierno griego, Constan-
tin Karamanlis, envió una carta a todos los Primeros Ministros de los Estados
miembros comunitarios, en la que, después de señalar que la presunta «Repú-
blica de Macedonia» no tiene ningún derecho histórico ni etnológico a usar ese
nombre, insta a que no se proceda a su reconocimiento hasta que no se respe-
ten completamente todas las condiciones que fueron adoptadas por unanimi-
dad en la reunión del Consejo de cooperación política del 16 de diciembre de
1991. Cfr. Revue Hellénique de Droit International, 1993, p. 320.
56 La disolución de Yugoslavia

tos apoyos. Pero la solución no podía continuar así, por lo que


pronto surgieron iniciativas para buscar puntos de encuentro que
satisficieran a las Partes. En este contexto hay que situar la inicia-
tiva portuguesa en la reunión del Consejo de Ministros de 2 de
mayo de 1992, en Guimaraes, tendente a que los Estados miem-
bros reconocieran a la nueva República con una denominación
que fuera aceptada por todas las partes interesadas99. Para buscar
un punto de encuentro, el Ministro portugúes propone la adop-
ción del nombre «Nova Makedonija» (Nueva Macedonia), pro-
puesta que Grecia rechazó100.
Unas semanas más tarde, el Consejo Europeo de 26-27 de ju-
nio de 1992 adoptó la Declaración de Lisboa, en la que los Esta-
dos se mostraban dispuestos a reconocer esa República, con una
denominación en la que no figurase la palabra de «Macedonia»101.
Con el fin de conseguir un acuerdo, se envió a un representante es-
pecial de la Presidencia del Consejo, el embajador Robin O’Neil,
quien después de haberse entrevistado con todas las partes intere-
sadas presentó su Informe al Consejo Europeo de Edimburgo de
11-12 de diciembre de 1992. En él se recogía que la FYROM ha-
bía aceptado la denominación de «República de Macedonia», aña-
diendo entre paréntesis «Scopje» cuando tuviera que llevar a cabo
cualquier acción a nivel internacional. Al mismo tiempo, se decía
dispuesta a concluir con Grecia un tratado que reconociera la in-
violabilidad de las fronteras comunes, así como un Tratado de bue-
na vecindad. Sin embargo, esta propuesta se evaporó sin poder
plasmarse en acuerdo alguno, causando una gran decepción en el
ámbito comunitario y llevándose la cuestión a partir de entonces a
la ONU.

99. Cfr. ibíd., pp. 325-326.


100. Para más detalles, cfr. CHICLET, Ch., «La Macédoine en 1993, une
reconnaissance imparfaite», Notes et Etudes documentaires, 1995-1, p. 137.
101. A este respecto, cfr. Doc. A/47/311, de 30 de junio de 1992. Ver tam-
bién, ECONOMIDES, C.P., «Actes et positions de la Grèce...», op. cit. (nota 57),
p. 326.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 57

1.2.4.1. La «ex-República yugoslava de Macedonia»


es admitida en las Naciones Unidas

22. En las circunstancias que acabamos de describir, la FYROM


solicita su ingreso en la Organización de Naciones Unidas102, consi-
guiendo ser admitida el 8 de abril de 1993 provisionalmente, como
la «ex-República Yugoslava de Macedonia»103. Conviene destacar
que el Consejo de Seguridad había adoptado ya el 7 de abril la Re-
solución 817, en cuyo párrafo 2 «Recomienda a la Asamblea Gene-
ral que se admita como Miembro de las Naciones Unidas al Estado
cuya solicitud figura en el documento S/25147, Estado que a todos
los efectos, dentro de las Naciones Unidas, será denominado provi-
sionalmente “ex-República Yugoslava de Macedonia” hasta tanto se
llegue a un arreglo sobre la diferencia que ha surgido con respecto al
nombre del Estado». Y ese mismo día, la Asamblea General adopta
la decisión A/47/L. 54 en la que ya se decide la admisión.
Respecto al nombre retenido, objeto de la polémica, el Presi-
dente del Consejo de Seguridad había señalado el mismo 7 de
abril que «no implica de ninguna manera que el Estado en cues-
tión esté vinculado de una forma o de otra a la República federa-
tiva de Yugoslavia (es decir Serbia y Montenegro) y que se trata
solamente de un hecho histórico»104. Sin embargo, en esta misma
declaración, el Presidente del Consejo de Seguridad solicita al
Secretario General que se posponga para una fecha posterior la
ceremonia formal del izado de bandera del nuevo miembro105.

102. La solicitud de admisión databa del 30 de julio de 1992, aunque sólo


se empezó a distribuir oficialmente a principios de 1993 después de que el Pre-
sidente del Consejo de Seguridad llevara a cabo consultas oficiosas a instancia
del Secretario General. Para más información, cfr. TAVERNIER, P., «L’année des
Nations Unies 24 décembre 1992-23 décembre 1993», Annuaire Français de
Droit International, XXXIX (1993), pp. 684-685.
103. Cfr. A/R/225 de 8 de abril adoptada sin voto.
104. Cfr. Doc. S/25545.
105. El texto era el siguiente: «In view of the fourth preambular paragraph
and paragraphs 1 and 3 of Security Council Resolution 817 (1993) of 7 April
58 La disolución de Yugoslavia

23. Debe resaltarse, sin embargo, que la admisión en la ONU


de un Estado sin nombre definitivo nunca había ocurrido en la his-
toria de la Organización106. Y también resulta chocante la admisión
del nuevo Estado sin haber sido previamente reconocido por los
miembros permanentes del Consejo de Seguridad, exceptuando a
Rusia, ni por los Estados miembros de la Comunidad. Ya se sabe,
sin embargo, que en la ONU ocurren cosas extrañas, aunque no
sólo por su parte, pues Francia, que no lo reconocía por esas fechas
en cuestión (por solidaridad con Grecia), no tuvo empacho alguno
en estar en el origen de la precitada Resolución 817, del Consejo
de Seguridad, que recomienda precisamente su admisión107.
Este embrollo resulta difícil de entender, aunque conviene de-
jar muy claro que existe práctica unanimidad doctrinal en torno
al hecho de que la admisión de un Estado como miembro de Na-
ciones Unidas no implica su reconocimiento por los demás Esta-
dos miembros, salvo en lo que atañe al ejercicio de los derechos y
deberes como miembro de ella; ni trae consigo la obligación para
éstos de reconocer a ese Estado a título individual. Sin embargo,
como Michel Virally ha señalado, «el procedimiento de admisión,
que impone el estatuto de miembro, debilita considerablemente
la posición de los que rechazan el reconocimiento y traduce por
lo tanto un desarrollo considerable de las obligaciones que impo-
ne la interdependencia»108. Así las cosas, es obvio que Grecia, que

1993, I have been authorised by the Council to request that the hoisting cere-
mony and the flying of the flag of the state concerned may deferred until a later
day». Cfr. ECONOMIDES, C.P., «Actes et positions de la Grèce...», op. cit. (nota
57), p. 331. Para más comentarios, cfr. PAZARTZIS, «La reconnaissance “d’une
République yougoslave”...», op. cit. (nota 87), p. 291 y nota 53.
106. «Conclusions», L’État souverain à l’aube du XXI siècle., op. cit. (nota
94), p. 312.
107. Para R. Kherad esto es no poco paradójico («La reconnaissance des
Etats...», op. cit. [nota 77], p. 675).
108. «Panorama du droit international contemporain...», op. cit. (nota 54),
p. 56. Ver también DUGARD, J., Recognition and the United Nations, Grotius,
Cambridge, 1987, pp. 44 ss.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 59

no se opuso a que la FYROM llegara a ser miembro de Naciones


Unidas, ha reconocido implícitamente a esa República como una
entidad estatal independiente, sin que esto sea contradictorio con
su posición de rechazo al reconocimiento expreso en tanto en
cuanto el tema del nombre no esté resuelto del todo109.
En aplicación de la Resolución 817 del Consejo de Seguridad,
los Copresidentes110 del Comité Directivo de la Conferencia in-
ternacional sobre la ex-Yugoslavia presentaron el 14 de mayo de
1993 un proyecto de acuerdo entre Grecia y la «Nova Makedo-
nija», nombre que se proponía para la FYROM111. El texto, bien
elaborado y bastante completo, no suscitó grandes objeciones por
parte griega, salvo en lo tocante al nombre de «Nova Makedoni-
ja» recogido en el artículo 5, que Grecia proponía sustituir por el
de «Slavomakedonija» en una carta del 27 de mayo de 1993112.
Mucho más crítica fue la postura de la FYROM, cuyo Presidente
Gligorov, por carta de 29 de mayo, por tanto dos días después de
que Grecia se opusiera también al nombre retenido, formulaba
serias objeciones en relación con la prohibición de usar símbolos,
nombres, banderas, etc., pertenecientes al patrimonio cultural de
la otra parte, tal y como venía expresamente recogido en el ar-
tículo 7, párrafo 2 del proyecto; insistía además en que el mismo
se redactara en las lenguas oficiales de las partes113. Las reivindica-
ciones del Presidente macedonio hicieron que el proyecto de
acuerdo no prosperara, debiéndose optar por nuevas vías para so-
lucionar el conflicto, lo que llevó al Consejo de Seguridad a adop-

109. El profesor Virally, refiriéndose precisamente a la admisión en Nacio-


nes Unidas, señala que ésta tiene una importancia fundamental para la conso-
lidación de la independencia. Es tanto más significativa, cuanto que en una or-
ganización como la ONU sólo los Estados pueden ser admitidos (ibíd., p. 55).
110. Se trataba de Cyrus Vance y Lord Owen.
111. El texto completo del proyecto en ECONOMIDES, C.P., «Actes et posi-
tions de la Grèce...», op. cit. (nota 57), pp. 332-337.
112. Para el texto de la respuesta griega, cfr. ibíd., p. 338.
113. Cfr. Doc. S/25855/Add. 2.
60 La disolución de Yugoslavia

tar su Resolución 845 de 18 de junio de 1993, en la que se insta


a las partes a proseguir, bajo los auspicios del Secretario General,
sus esfuerzos para una rápida solución de las cuestiones en sus-
penso114.

24. A partir de entonces se abre un período de incertidum-


bre. Prueba de ello es que en octubre de 1993 se interrumpen pro-
visionalmente las negociaciones que las partes estaban llevando a
cabo, lo que provoca un cierto malestar en varios Estados euro-
peos. Esto trajo consigo que poco a poco la FYROM, a raíz de su
admisión en las Naciones Unidas, fuera afianzando sus relaciones
internacionales al incrementarse de forma importante el número
de Estados dispuestos a reconocerla115. Entre estos, por supuesto,
los europeos, con Bélgica abriendo el camino, al reconocerla ya el
21 de octubre de 1993, siendo así el primer país que rompe la so-
lidaridad comunitaria, lo que denuncia rápidamente la República
helénica116. Las cosas iban a seguir no obstante por este camino, ya
que el 16 de diciembre de 1993, seis Estados miembros (Alema-
nia, Dinamarca, Francia, Italia, los Países Bajos y el Reino Uni-
do)117 establecieron relaciones diplomáticas con la FYROM118, y el

114. Párrafo 2 de la resolución.


115. Antes de su admisión a la ONU, la FYROM ya había sido reconoci-
da, sin embargo, por algunos Estados como Bulgaria (15 de enero de 1992),
Turquía (6 de febrero de 1992), Croacia, Eslovenia, Lituania y Rusia (agosto
de 1992) y Bielorrusia (en septiembre de ese mismo año). Cfr. RICH, R.,
«Recognition of States: The Collapse...», op. cit. (nota 53), pp. 52-53.
116. Cfr. «Chronique des faits internationaux», Revue Générale de Droit
Internationale Public, 98 (1994), n. 1, p. 180; ver también KHERAD, R., «La
reconnaissance des États issus...», op. cit. (nota 77), p. 676.
117. Las razones que dieron estos Estados para reconocer a la FYROM
fueron varias, pero sobre todo, el mayor argumento de peso invocado era el de
la estabilidad de la región. Ver, por ejemplo, la posición francesa en Annuaire
Français de Droit International, XL (1994), pp. 1070-1071.
118. China, por su parte, ya había reconocido a la FYROM el 12 de octu-
bre de 1993.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 61

23 de julio de 2004 lo hizo España119; no corrió mucho nuestro


Gobierno, pues lo hizo incluso después de los Estados Unidos (8
de febrero de 1994) y de Australia (el 15 de febrero)120.
Estos reconocimientos traen consigo un cierto aislamiento de
Grecia, aunque esta no se atemoriza, manteniendo el embargo
contra la FYROM que había decretado a principios de 1994121. Es
más, da un paso adelante en la escalada del conflicto al bloquear el
18 de noviembre de 1994 la admisión de la FYROM a la OSCE122.

1.2.4.2. El Acuerdo interino de 13 de septiembre de 1995


y el reconocimiento de Grecia

25. Las tensiones entre las partes parece que se atenúan a par-
tir de 1995, al mismo tiempo que se redoblan los esfuerzos nego-
ciadores bajo los auspicios de las Naciones Unidas. Éstos, al final
dan sus frutos, propiciando la normalización de las relaciones en-
tre las Partes a partir de septiembre. En este nuevo marco de con-
fianza, patrocinado por Cyrus Vance, representante especial del
Secretario General, y con el apoyo, desde el 18 de marzo de 1994,
de Matthew Nimítz, enviado especial de los Estados Unidos, la
FYROM y Grecia concluyen el «Acuerdo interino» de 13 de sep-
tiembre de 1995, firmado en Nueva York por ambas Partes y por
Cyrus Vance como testigo123.

119. Sobre España, cfr. «Chronique des faits internationaux», Revue Géné-
rale de Droit International Public, 98 (1994), n. 4, p. 972.
120. A este respecto, PAZARTZIS, «La reconnaissance d’une “République
yougoslave”...», op. cit. (nota 87), p. 293 y nota 67.
121. Cfr. supra parágrafo 20 y nota 97.
122. La CSCE cambia de denominación en la Cumbre de Budapest (5-6
de diciembre de 1994) para denominarse Organización sobre Seguridad y
Cooperación en Europa (O.S.C.E.). Vid. «Chronique des faits internatio-
naux», Revue Générale Droit International Public, 99 (1995), n. 1, pp. 106-107.
123. La firma del Acuerdo por Cyrus Vance revela el compromiso de la
comunidad internacional, representada por las Naciones Unidas, con el fin de
que la FYROM y Grecia normalicen sus relaciones.
62 La disolución de Yugoslavia

Lo primero que conviene resaltar de este acuerdo124 es que no


resuelve la controversia en torno al nombre del nuevo Estado. Pre-
cisamente por esta razón los nombres de las Partes no figuran en
su texto, ya que sólo se hace alusión a la primera Parte y a la se-
gunda Parte125. No obstante, según su artículo 5, párrafo 1, éstas
se comprometen a continuar las negociaciones bajo los auspicios
del Secretario General de Naciones Unidas, con el fin de llegar a
un acuerdo para resolver la controversia en aplicación de las Re-
soluciones 817 y 845 (1993), del Consejo de Seguridad. Ello im-
plica que «el nombre» es una cuestión que debe negociarse pese a
las respectivas posiciones que cada una de las Partes tenga126. El
Acuerdo no establece un período de tiempo concreto, pero no
cabe duda de que dichas negociaciones deben llevarse a cabo de
buena fe e intentando llegar a una solución definitiva127.
La segunda cuestión en la que nos parece importante incidir,
es que se trata de un Acuerdo «interino», lo que implica que en teo-
ría deberá ser sustituido por otro definitivo. A este respecto, el ar-
tículo 23, párrafo 2 prevé un período de vigencia mínimo de siete

124. Véase el texto completo en inglés en ECONOMIDES, C.P., «Actes et


positions de la Grèce concernat des questions de droit international (1995)»,
Revue Hellénique de Droit International, 1996, pp. 256-285 (pp. 269-276).
125. Como señala Ph. Pazartzis, que analiza pormenorizadamente este acuer-
do, un Acuerdo bilateral en el que no figuran los nombres de las Partes no deja
de ser una innovación del derecho de los tratados («La reconnaissance d’une
“République yougoslave”...», op. cit. (nota 87), p. 294.
126. Article 5, párrafo 2.
127. Como señaló la Corte Internacional de Justicia en el Asunto de la pla-
taforma continental del Mar del Norte, «... les parties sont tenues d’engager
une négociation en vue de réaliser un accord et non pas simplement de procé-
der à une négociation formelle comme une sorte de conditión préalable à l’ap-
plication automatique d’une certaine méthode de délimitation faute d’accord;
les parties ont l’obligation de se comporter de telle manière que la négociation
ait un sens, ce qui n’est pas le cas lorsque l’une d’elles insiste sur sa propre po-
sition sans envisager aucune modification». Cfr. Affaire du plateau continental
de la mer du Nord, C.I.J., Recueil, 1969, párrafo 85 a.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 63

años128, plazo a partir del cual las Partes pueden retirarse mediante
notificación escrita, que producirá sus efectos doce meses después de
la comunicación a la otra Parte. Por último, estamos en presencia de
un Acuerdo marco que necesita para su aplicación la apertura de ne-
gociaciones para poder resolver, salvo el tema del nombre que que-
da suspendido, muchas de las cuestiones que en él se suscitan129.

26. Dicho esto, el contenido del Acuerdo es bastante comple-


to. Ya su preámbulo hace alusión al respeto de normas básicas del
Derecho internacional, como la inviolabilidad de las fronteras, la in-
tegridad territorial de los Estados, la prohibición del recurso al uso
de la fuerza, etc., y lo hace recurriendo a la Carta de las Naciones
Unidas y al Acta Final de Helsinki. Sin embargo, el elemento clave
es el reconocimiento por parte de Grecia de la FYROM como Es-
tado independiente y soberano130, comprometiéndose además a es-
tablecer lo antes posible («as promptly as possible») en Skojpi una
oficina de enlace, dejando la cuestión del establecimiento de las
relaciones diplomáticas para fecha próxima («an early date»). Como
señala Michel Virally, se trata de un reconocimiento negociado, in-
sertado en un texto convencional y firmado por el autor y el bene-
ficiario del reconocimiento131. Por lo tanto, estamos ante un reco-

128. Plazo que para algunos autores griegos parece ser demasiado largo,
preguntándose si un plazo más corto no hubiera sido mejor para resolver la
controversia. En este sentido, ECONOMIDES, C.P., «Actes et positions de la
Grèce...(1995)», op. cit. (nota 124), p. 270.
129. Sin más tardar, el 13 de octubre de 1995 se firmó un memorándum
sobre determinadas medidas en relación con el Acuerdo; el 20 del mismo mes
se firmó también un memorándum concerniente a los transportes y comuni-
caciones, y otro para el establecimiento de una oficina diplomática de enlace
en las capitales respectivas de las Partes. Esto ha proseguido posteriormente.
130. Cfr. artículo primero. El profesor Economidès piensa, sin embargo,
que Grecia quizás haya dado el reconocimiento prematuramente («Actes et
positions de la Grèce... 1995», op. cit., p. 270).
131. «Panorama du droit international contemporain», op. cit. (nota 54),
p. 52.
64 La disolución de Yugoslavia

nocimiento expreso e irrevocable, y no podría retirarse a pesar de la


naturaleza provisional del Acuerdo o si sus obligaciones no son res-
petadas por las partes132. Si, llegado el caso, la FYROM viola las obli-
gaciones asumidas, se le exigiría hacer frente a su responsabilidad in-
ternacional, y Grecia podría además romper sus relaciones
diplomáticas o denunciar el Acuerdo pasado el plazo de siete años,
etc. Esta tesis no parece ser compartida por algún autor griego que
sostiene, pese a lo previsto en el artículo primero del Acuerdo, que
Grecia no ha realizado estrictamente un reconocimiento de iure133.
Pero Grecia también ha hecho otras concesiones, como el le-
vantamiento del embargo, que se deduce implícitamente del ar-
tículo 8 del Acuerdo134, así como a no oponerse a la admisión de

132. Ibíd. Ver también PAZARTZIS, Ph., «La reconnaissance d’une “Répu-
blique yougoslave”...», op. cit. (nota 87), p. 295.
133. SIOUSSOURAS, P., «Recognition of FYROM by Greece through the In-
terim Accord in 1995», Revue Hellénique de Droit International, 2002, pp. 609-
623 (particularmente p. 620: «Do spite the fact that FYROM’s recognition as
presented in Article 1, par. 1 seems to have the character of a de jure recognition,
a more careful reading of the IA text can lead us to different conclusions, which
are not evident from the very beginning. The way the document is drafted...
does not allow us to support the view of a de jure recognition without, however,
ruling it out. According to he dominant view, a de jure recognition is firstly based
on the premise of its irrevocable nature and second on the establishment of a
high-level diplomatic representation since the term de jure is not explicitly men-
tioned in the documents that have to do with recognition by the recognising
state. In the IA case, the second condition of the de jure recognition is not fulfi-
lled, since the establishment of diplomatic relations would not be of ambassa-
dorial level. Furthermore, because the first condition is not fulfilled as well, as it
becomes clear by the following analysis, it is safe not to talk of a de jure recogni-
tion but rather of a recognition under an avoidance clause. This interpretation
is also strengthened by the fact that FYROM’s recognition took place without
definite name, a condition that is consistent with the de jure recognition, in the
sense that it constitutes the most formal and comprehensive recognition»).
134. Para un estudio sobre el embargo desde un punto de vista jurídico y
político, cfr. TOXOPEUS, R., «The Greek Embargo and articles 224 and 225
EEC. A Political Question Looked at from a Juridical Point of view», Revue
Hellénique de Droit International, 1996, pp. 187-206.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 65

la FYROM por oganizaciones internacionales, multilaterales y re-


gionales de las que Grecia sea miembro, salvo si la FYROM in-
tenta utilizar otro nombre diferente al dado en la Resolución 817
del Consejo de Seguridad135. Esto le ha permitido precisamente
adherirse a la OSCE el 12 de octubre de 1995 y al Consejo de
Europa el 9 de noviembre del mismo año.
Respecto a las obligaciones a las que se compromete la FYROM
hay que resaltar que, según el artículo 6 del Acuerdo, nada de lo
previsto en su Constitución, particularmente en el preámbulo o en
el artículo 3, podrá interpretarse como base de reivindicación terri-
torial alguna. También se compromete a no inmiscuirse en los asun-
tos internos de otro Estado, con el fin de proteger el estatuto o los
derechos de las personas que se encuentran en él y que no son sus
ciudadanos (párrafo 2)136. Además, en lo que atañe a la propaganda
y a los símbolos, aspectos importantes que habían estado en el cen-
tro de la controversia, las Partes se obligan a no emprender ningún
acto o propaganda hostil (artículo 7, párrafo 1); y en relación con
los símbolos la FYROM acepta retirar el desplegado en su bandera
(artículo 7, párrafo 2) y a no «utilizarlo» de ningún otro modo137.
En el Acuerdo no se recoge expresamente que se trata del símbolo
de Vergina, pero, en un intercambio de notas, el Gobierno griego
consiguió que así se reconociera. Sin embargo, nada se prevé expre-
samente respecto del uso de los otros símbolos, mencionándose
únicamente (artículo 7, párrafo 3) que si un símbolo, que una de
las Partes considera pertenece a su patrimonio cultural, es utilizado
por la otra, se lo haría saber, debiendo en este caso adoptar las me-
didas correctoras apropiadas o indicar por qué no considera necesa-

135. Cfr. artículo 11, párrafo 1.


136. Sobre la cuestión de las minorías en Grecia, cfr. PAZARTZIS, Ph., «Le
statut des minorités en Grèce», Annuaire Français de Droit International,
XXXVIII (1992), pp. 377-392 (particularmente pp. 383-384, en las que se
aborda la cuestión de los eslavófonos de la Macedonia griega).
137. Grecia veía en esta disposición algo esencial para la defensa de sus
tesis, de ahí su insistencia hasta conseguirla (vid. PAZARTZIS, «La reconnaissan-
ce “d’une République”...», op. cit. [nota 87], p. 297, nota 89).
66 La disolución de Yugoslavia

rio hacerlo. Nos parece que esta cuestión no ha quedado bien regu-
lada en el Acuerdo, lo que puede acarrear conflictos en el futuro.
El Acuerdo contiene además otras disposiciones relativas a re-
forzar la confianza y las relaciones amistosas, el respeto de los de-
rechos humanos y culturales, y a instaurar una cooperación en los
ámbitos económico, comercial y medioambiental. Una cuestión
que nos parece importante es la relativa al arreglo de controver-
sias. El Acuerdo trata esta cuestión de forma sucinta, pero clara y
precisa, al recoger en su artículo 21 la obligación para las Partes de
resolver las controversias de forma pacífica, de conformidad con
la Carta de las Naciones Unidas; desde esta perspectiva, si surgie-
ra alguna disputa en torno a la interpretación o aplicación del
Acuerdo, las Partes se comprometen a someterla a la Corte Inter-
nacional de Justicia.

27. El largo proceso de reconocimiento de la FYROM por


Grecia llega así a su fin138, aunque aún queda por solucionar el pro-
blema del nombre. Se tenía la esperanza de llegar pronto a un re-
sultado, pero el entramado cultural, político y étnico que envuel-
ve esta cuestión de aparente trivialidad no lo ha permitido aún. La
denominación «ex República Yugoslava de Macedonia» que con
carácter provisional figuraba en la Resolución A/47/225, del 8 de
abril de 1993, puede seguirse leyendo en la web de Naciones Uni-
das. Sólo cabe esperar pues, que la solución llegue pronto.

2. LA CSCE/OSCE Y LA CRISIS YUGOSLAVA

28. En las páginas anteriores, ya hemos señalado que la crisis


yugoslava iba a suscitar inmediatamente reacciones, tanto en el

138. El 17 de enero de 1996 la bandera de la FYROM se iza por primera


vez en Atenas y simultáneamente la bandera griega se iza en Skopje. Cfr.
«Chronique des faits internationaux», Revue Générale de Droit International
Public, 100 (1996), n. 2, p. 451.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 67

seno de la antigua Comunidad como en el de la CSCE, yendo in-


cluso en algunas ocasiones, por lo menos al principio, a la par. Y
es que un organismo como la CSCE139, creado en 1975 sobre la
base del Acta Final de Helsinki140 del 1 de agosto, difícilmente
podía escapar a la crisis yugoslava, al ser su principal función la
solución pacífica de las controversias141, el reforzamiento de la
cooperación en materia de seguridad, economía, ciencia y medio
ambiente, y la cooperación en el campo de los derechos huma-
nos. Es lo que se conoció con la expresión de los tres «cestos» de
la Conferencia. Posteriormente, su propia evolución y el fin de la
Guerra Fría en Europa, llevarían a la CSCE por unos derroteros
más activos142, lo que trajo consigo una mayor institucionaliza-

139. Uno de los primeros estudios que aparecieron entre nosotros para
analizar la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa, fue el del
Profesor MARIÑO MENÉNDEZ, F.Mª, «La Conferencia sobre la Seguridad y la
Cooperación en Europa», Revista de Instituciones Europeas, 1974.
140. Para el texto íntegro del Acta Final de Helsinki, en inglés, cfr.
International Legal Materials, 1975, pp. 1292 ss.; en francés, en ALETH, M.,
«La Conférence sur la sécurité et la coopération en Europe», Notes et Etudes
documentaires, nn. 4271-4279, Documentation Française, París, 1976, p.
50 y en español, Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa. Acta
Final de Helsinki 1975, Ministerio de Asuntos Exteriores, OID, Madrid,
1976.
141. Y es que la solución pacífica de las controversias internacionales
lleva mucho tiempo constituyendo un reto para el Derecho internacional. A
este respecto, cfr. CAFLISCH, L., «Cent ans de règlement pacifique des diffé-
rends internationaux», Recueil des cours, 288 (2001), pp. 245-468; ID., «Le
règlement pacifique des différends internationaux à la lumière des boule-
versements intervenus en Europe centrale et en Europe de l’Est», Anuario de
Derecho Internacional, 1993, pp. 27-39. En relación con el arreglo de con-
troversias en el seno de la CSCE, cfr. RUIZ FABRI, H., «La CSCE et le rè-
glement pacifique des différends: l’élaboration d’une méthode», Annuaire
Français de Droit International, XXXVII (1991), pp. 297-314 y bibliografía
citada.
142. Para un estudio sobre esta evolución, cfr. Beyond Process. The CSCE’s
Institutional Development, 1990-1992, Commission on Security and Coopera-
tion in Europe, Washington, 1992. Para una completa recopilación de textos
68 La disolución de Yugoslavia

ción, cuyo resultado ha sido la creación de la OSCE en la Cum-


bre de Budapest de 5-6 de diciembre de 1994, como ya hemos
apuntado143.
No es nuestra misión analizar aquí las características de la
CSCE ni las de la OSCE144, sino sólo tratar de las novedades que
se adoptaron en este marco de cooperación a raíz de la crisis yu-
goslava, y no sólo después de que las Naciones Unidas empezaran
a hacer frente a la situación tras la adopción de la Resolución 713
del Consejo de Seguridad, ya apuntada. Tampoco conviene olvi-
dar que hablar de la CSCE/OSCE es hablar de la antigua Europa
Central y del Este, incluyendo a Yugoslavia, de la Europa Occi-
dental, más Canadá y los Estados Unidos, lo que supone una
perspectiva más amplia que la que pudiera vislumbrarse de la
estrictamente comunitaria, ya que hoy son más de cincuenta los
Estados Partes.

referentes a la CSCE, cfr. DECAUX, E., Sécurité et cooperation en Europe. Les


textes officiels du processus d’Helsinki (1973-1992), La Documentation françai-
se, París, 1992.
143. Fue así como el 1 de enero de 1995 se configuró la OSCE sobre la base
de las decisiones adoptadas en la reunión de Budapest. Cfr. Declaración de la
Cumbre de Budapest: Hacia una Auténtica Asociación en una Nueva Era, de 6
de diciembre de 1994 (texto en http://www.osce.org/docs/spanish/empty.htm.).
144. Entre la numerosa doctrina sobre la CSCE, cfr. GHEBALI, V.-Y., La
diplomatie de la détente: la CSCE. D’Helsinki à Vienne (1973-1984), Bruy-
lant, Bruselas, 1999; y entre nosotros, cfr. FERNÁNDEZ SOLA, N., La dimen-
sión humana en la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa,
Civitas, Madrid, 1993. Sobre la OSCE, cfr. BERTRAND, Ch., «La nature
juridique de l’organisation pour la sécurité et la coopération en Europe
(OSCE)», Revue Générale de Droit International Public, 102 (1998), n. 2, pp.
365-406 y GHEBALI, V.-Y., La OSCE dans l’Europe post-communiste, Bruy-
lant, Bruselas, 1996. Y sobre la evolución de la CSCE y su conversión en la
OSCE también SAPIRO, M., «Changing the CSCE into the OSCE: Legal
Aspects of a Political Transformation», American Journal of International
Law, 89 (1995), n. 3, pp. 631-636; y entre nosotros SANTOS VARA, J., La
participación de la Unión Europea en las Organizaciones internacionales,
Colex, Madrid, 2002, pp. 180-192.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 69

2.1. La CSCE en los inicios de la crisis yugoslava: una especie


de diplomacia preventiva que no previene nada

29. Lo primero que hay que resaltar es que los inicios de la


crisis yugoslava ponen por primera vez a prueba los mecanismos
creados en el seno de la CSCE. Tal es el caso del relativo a la pro-
tección en materia de derechos humanos, que prevé procedimien-
tos de información, de consulta y de reuniones bilaterales, adop-
tado en enero de 1989 en Viena. Por otro lado, en noviembre de
1990, a las puertas de la Cumbre de París145, se establece un nue-
vo mecanismo de consulta y cooperación relativo a actividades mi-
litares dentro del marco del Documento de Viena de 1990, sobre
las medidas de confianza y de seguridad146. Además, con el fin de
asegurar un medio de consulta continuo, los Jefes de Estado y de
Gobierno participantes decidieron crear el Consejo de Ministros
de Asuntos Exteriores, que adoptaría las decisiones apropiadas, y
un Comité de Altos Funcionarios, encargado de llevar a cabo esas
decisiones. Con la creación de la Secretaría en Praga, del Centro
de Prevención de Conflictos en Viena147, de la Oficina pro-Elec-
ciones Libres en Varsovia y de la Asamblea Parlamentaria, que se
crearía posteriormente en Madrid, durante la reunión que tuvo

145. La Cumbre de París de la CSCE se desarrollaría del 19 al 21 de no-


viembre, y de ella saldría la «Carta de París para una Nueva Europa», ya men-
cionada. Sobre este período, cfr. FERNÁNDEZ SOLA, N., La dimensión huma-
na..., op. cit., pp. 120 ss.
146. Denominadas en general con las siglas MDCS. Sobre estas medidas,
cfr. GHEBALI, V.-Y., «Le Document de vienne sur les MDCS», Défense natio-
nale, juin 1991, pp. 113-123.
147. El Centro de Prevención de Conflictos que se instaló en la capital aus-
triaca a raíz de la Cumbre de París no tenía al principio competencia en mate-
ria de prevención de conflictos en el sentido político del término, ya que sólo
se trataba de un lugar en el que se intercambiaban informaciones de orden
militar, aunque sus funciones se reforzarían posteriormente en la Cumbre de
Berlín de 19-20 de junio de 1991, al designar los miembros de la CSCE para
el arreglo de controversias.
70 La disolución de Yugoslavia

lugar en esta capital los días 2-3 de abril de 1991, por las delega-
ciones de los Parlamentos de los Estados participantes por cierto
sin objetivos muy claros, todo parecía indicar que la CSCE refor-
zaba sus mecanismos institucionales para desempeñar sus funcio-
nes con mayores dosis de eficacia y confianza. Si a esto añadimos
el hecho de que la República Socialista Federativa de Yugoslavia
participaba como un Estado más en la CSCE, el papel que debía
desempeñar estaba más que justificado y las esperanzas eran altas.
En los inicios de la crisis, la CSCE sigue los pasos y las mismas
tesis que defendía la Comunidad Europea y la mayoría de sus Es-
tados, haciendo excepción de Alemania. Esto implicó que, en la
primera fase del conflicto, la CSCE se dedicara a prevenir su des-
bordamiento interno. Desde esta perspectiva, no es extraño que en
la reunión del Consejo de la Conferencia que tuvo lugar en Berlín
los días 19-20 de junio de 1991, los Ministros de Asuntos Exte-
riores148 adoptaran una «Declaración» sobre la situación en Yugos-
lavia «en la que expresan su apoyo a la unidad e integridad terri-
torial del Estado149, pronunciándose además sobre la necesidad de
respetar los derechos humanos en todo su territorio, incluyendo
los derechos de las minorías, y preconizando una solución pacífi-
ca a la crisis»150. Pero lo que los Ministros dejan también claro es
que «corresponde a los pueblos de Yugoslavia decidir sobre el fu-
turo del país», con lo que plantean un primer dilema: por un lado
se quiere prevenir el desbordamiento interno del conflicto, pero
por otro se dice que los pueblos que componen Yugoslavia son los
que deben decidir sobre su futuro; ¿cómo?, ¿pueden decidir su fu-
turo aplicando(se) el derecho de autodeterminación?

148. Esta reunión se celebra por tanto unos días antes de que Croacia y Es-
lovenia proclamaran el 25 de junio su independencia. Cfr. supra parágrafos 3 ss.
149. Conviene poner de relieve que en esta reunión de Berlín se trata la cri-
sis yugoslava a petición del Secretario Federal de Asuntos Exteriores de la
RSFY, Budimir Loncar.
150. Cfr. REMACLE, E., «La CSCE et la Communauté...», op. cit. (nota
26), p. 223.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 71

30. A la proclamación de independencia de Croacia y Eslo-


venia responde, sin embargo, el ejército federal yugoslavo con el
recurso a la fuerza para controlar sobre todo los puntos fronteri-
zos con Austria e Italia. En este contexto, estos dos países acuden
al mecanismo de consulta y cooperación relativo a actividades mi-
litares inhabituales anteriormente apuntado151, y piden explicacio-
nes a las autoridades de Belgrado. Los pasos dados por ambos pa-
íses traen consigo que en una reunión del Comité Consultivo del
Centro de Prevención de Conflictos, celebrado el 1 de julio, el
Presidente adopte una declaración en la que se recoge «la impor-
tancia de un cese completo e inmediato de las hostilidades por
todas las partes... y el regreso inmediato a los cuarteles tanto de las
unidades del ejército federal yugoslavo como de las fuerzas de de-
fensa territorial de Eslovenia»152. Se inicia así un camino, el de la
«diplomacia preventiva», que iba a ser una constante de la CSCE,
por oposición a la Comunidad, que se arrogaba casi el monopo-
lio para el establecimiento de la paz, en lo que (y de lamentar es)
fracasó estrepitosamente153.
En este contexto, el Ministro de Asuntos Exteriores alemán,
Hans-Dietrich Genscher, quiere llevar a cabo una misión de me-
diación e intenta desplazarse a Belgrado y Zagreb154, pero debe re-
nunciar a causa de los bombardeos. Mas Luxemburgo, que ejercía
la Presidencia de la Comunidad, invoca el artículo 2 del mecanis-

151. Esto ha sido considerado como la primera prueba para la CSCE. Cfr.
WISE, H. y HELM, «New Look CSCE’s Frist Test», The Independent, 28 de ju-
nio de 1991, p. 13.
152. A este respecto, cfr. Diario n. 6 del Centro de Prevención de Conflic-
tos, p. 2.
153. A este respecto, cfr. DAVID, D., «L’Europe des Douze et la Yougoslavie:
leçons d’une impuissance», Le Trimestre du Monde, 1993, n. 24, pp. 129-138.
154. El Canciller alemán decide llevar a cabo esta misión arrogándose el
título de Presidente en ejercicio del Consejo de la CSCE, a pesar de que el
mecanismo de urgencia no evoca esta figura, sino sólo la presidencia en ejerci-
cio del Comité de Altos Funcionarios. A este respecto, cfr. REMACLE, E., «La
CSCE et la Communauté...», op. cit. (nota 26), p. 224.
72 La disolución de Yugoslavia

mo de urgencia155, y solicita al Presidente en ejercicio del Comité de


Altos Funcionarios, el embajador alemán Höynck, la convocatoria
de una reunión urgente de dicho Comité. La petición es apoyada
por otros 15 Estados156, cuando el quorum previsto era de doce.
Convocado así por primera vez el Comité de Altos Funcionarios, se
reúne en Praga los días 3-4 de julio en la Secretaría de la CSCE, con
la presencia del Presidente de la República checa y eslovaca Vaclav
Havel. En esta reunión se alza el tono frente a las partes en el con-
flicto y se les recuerda que «cualquier recurso a la fuerza en la crisis
yugoslava es absolutamente inadmisible», por lo que el 3 de julio se
insta urgentemente a las partes a un cese del fuego y al cumpli-
miento de forma inmediata de los compromisos asumidos. Ade-
más, al día siguiente, el Comité, actuando conjuntamente con la
Comunidad, decide enviar una misión de buenos oficios de la
CSCE a Yugoslavia, cuya composición se definiría por el Presiden-
te del Comité, quien consultaría a las autoridades yugoslavas157. El
objetivo de la misión va a contribuir a establecer un diálogo políti-
co entre las partes. El Comité propuso además dos cosas importan-
tes: el cese del fuego debe ir acompañado del regreso de todas las
fuerzas armadas a sus cuarteles, y la proclamación de la indepen-
dencia por Croacia y Eslovenia debe suspenderse por un período de
tres meses158. Sobre estas bases se pudo obtener por parte de la CE,
que dominó la mediación, el ya analizado Acuerdo de Brioni.

155. Mecanismo creado en la reunión del Consejo de Ministros de la


CSCE en Berlín. Antes, Austria y Luxemburgo invocaron el artículo 1 del do-
cumento que crea este mecanismo de urgencia, solicitando a Yugoslavia que
diera todas las informaciones pertinentes para aclarar la situación. Al constatar
que Yugoslavia no cumple con ese requerimiento, es cuando se recurre al ar-
tículo 2 (fase dos) que permite solicitar una reunión urgente del Comité de
Altos Funcionarios.
156. Los Estados que le apoyan son los Estados comunitarios salvo Grecia,
Austria, Checoslovaquia, Suecia, Suiza y los Estados Unidos.
157. Cfr. Diario n. 2 de la primera reunión de urgencia del Comité.
158. Sobre estos aspectos, cfr. WELLER, M., «The International respon-
se...», op. cit. (nota 33), pp. 572-573.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 73

31. Posteriormente, el embajador alemán Höynck, como


Presidente del Comité, convocaría cuatro reuniones suplementa-
rias más, con el fin de seguir asegurándose de la situación:
– Durante la primera reunión, que tuvo lugar los días 8-9 de
agosto de 1991, se adoptaron tres textos en relación con Yu-
goslavia: uno que hacía una nueva llamada al cese del fue-
go, otro relativo al apoyo de las negociaciones sobre el fu-
turo de Yugoslavia; y el tercero sobre la misión de control
en Yugoslavia. En este último documento, el Comité se de-
clara favorable para ampliar la Misión de la CE, incluyen-
do miembros de Estados de la CSCE.
– Una segunda reunión tiene lugar los días 3-4 de septiem-
bre; en ella se elabora una nueva declaración de cese del fue-
go, y ya van muchas solicitudes de ceses del fuego. Se insta
además, a los Estados participantes, a que mientras dure la
crisis yugoslava, se abstengan de entregar armas y material
militar a las partes en conflicto, algo que ya se había adop-
tado en el seno de la Comunidad, como hemos visto159.
Además, se decide apoyar la futura Conferencia sobre Yu-
goslavia, bajo los auspicios de la Comunidad.
– El 10 de octubre tiene lugar la tercera reunión, en la que el
Comité se reafirma en las resoluciones anteriores, aunque se
inquieta por no verlas respetadas. En ésta, conscientes de
que se estaban llevando a cabo actos de violencia contra la
población, se señala además que aquellos a los que se les im-

159. Esta iniciativa del embargo sobre las armas y material militar se debe
a Polonia. Vid. Keesing’s 37, 1991(9), p. 38420. GHEBALI, V.-Y., «La crise you-
goslave devant la CSCE», Perspectives du droit international et européen, op. cit.,
supra nota 135, pp. 211-227, p. 218. ZAAGMAN, R.W., «The CSCE and the
Yugoslav Crisis», Helsinki Monitor 3, 1991 (1), pp. 43-50 (p. 48). Ya sabemos
que el Consejo de Seguridad de la ONU, por medio de la Resolución 713, de
25 de septiembre de 1991, hizo lo propio. El calendario sobre el embargo de
armas sería pues el siguiente: 5 de julio de 1991, la comunidad; 9 de septiem-
bre, lo hace efectivo la CSCE; y el 25 de septiembre, el Consejo de Seguridad.
74 La disolución de Yugoslavia

puten, serán responsables de conformidad con el Derecho


internacional.
– La cuarta reunión se desarrolló del 22 al 24 de octubre de
1991, decidiendo los Altos Funcionarios constituir una mi-
sión de relatores sobre los derechos humanos en Yugoslavia,
y compris los de las minorías.
– Por último, al final de una cuarta reunión suplementaria, que
tuvo lugar el 29 de octubre, la CSCE recuerda el apoyo dado
ya anteriormente a los esfuerzos del Secretario General de
Naciones Unidas, reconociendo por tanto implícitamente la
incapacidad de poder resolver la crisis en su propio seno160.
Partiendo de esta premisa, que no fue llevada a cabo ni con
firmeza ni con eficacia, la CSCE parece dar el salto al campo
operativo, aunque como veremos igualmente sin éxito.

2.2. Los intentos de la CSCE por ser operativa


32. Hay que reconocer que nunca fue fácil encontrar el me-
dicamento adecuado para tratar el cáncer yugoslavo. Es cierto que
no se pueden matar mosquitos a cañonazos, pero no lo es menos
que enarbolar el estandarte de la ingenuidad no es el mejor medio
de solucionar los conflictos, y de algo de esto sabe la CSCE. No
se puede instar una y otra vez a las partes en conflicto a establecer
y respetar el alto el fuego, cuando se ve claramente que basta con
hacer la recomendación para que las hostilidades se incrementen
(...). Si esto ocurre, un mínimo de sentido común nos reclama el
cambio de estrategia.
33. La CSCE decide pasar al campo operativo el 12 de di-
ciembre de 1991, con la misión que había aprobado durante la
cuarta reunión del Comité de Altos Funcionarios, anteriormente

160. Para más detalles sobre estas reuniones, con referencias a los diarios res-
pectivos de cada reunión, cfr. ALTERMAT, C., «La CSCE et le conflit yougoslave,
1991-1993», Le Trimestre du Monde, 1993, n. 24, pp. 139-151 (pp. 142-143).
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 75

comentada. Esta misión de relatores sobre los derechos humanos


está compuesta por seis miembros, bajo la dirección del profesor
de Derecho constitucional de las Universidades de Friburgo y de
Zurich, Thomas Fleiner. La misión va a visitar el conjunto de las
Repúblicas y provincias autónomas de Yugoslavia hasta el 20 de
diciembre de 1991, y luego del 8 al 10 de enero de 1992161, por
lo tanto un poco después de que la Comisión de Arbitraje dijera
el 29 de noviembre de 1991 que la República Socialista Federati-
va de Yugoslavia estaba inmersa en un proceso de disolución. En
el Informe que se redactó después de la visita162, conocido como
«Informe Fleiner», se solicita a la CSCE que adopte medidas para
detener la guerra y evitar que se desborde la situación explosiva
que se vivía en Bosnia-Herzegovina. Se señala igualmente que en
Kosovo la administración está paralizada y se denuncian los serios
problemas que se observan en ciertos centros de detención e in-
ternamiento a propósito del respeto de los derechos del hombre.
El Informe, pese a la gravedad de sus denuncias, no haría mella en
las autoridades de Belgrado, proclives a aplicar en esta materia una
concepción absoluta del principio de la no injerencia en las nego-
ciaciones que se llevaban a cabo en el seno de la CSCE163.

161. Esta segunda visita se efectúa un día después de que un helicóptero que
transportaba observadores de la Comunidad fuera derribado, el 7 de enero, por
el ejército federal, causando cinco muertos. Los Doce condenan la agresión y
Portugal invoca en nombre de la Comunidad el documento de Viena sobre las
Medidas de Confianza y de Seguridad, ya mencionadas, sin ningún éxito, mien-
tras que las autoridades de Belgrado se limitan a deplorar el incidente. Éste era
el ambiente cuando la misión dirigida por el Profesor Fleiner se dispone a efec-
tuar la segunda visita a las tierras yugoslavas. Sobre estas Medidas de Confianza
y de Seguridad, cfr. GHEBALI, V.-Y., «Le Document de Vienne...», op. cit. (nota
146), pp. 113-123. Sobre el incidente del helicóptero, cfr. ZAAGMAN, R., «The
CSCE and the Yugoslav Crisis», op. cit. (nota 159), p. 49.
162. Cfr. Report of the CSCE Human Riths Rapporteur Misión to Yugoslavia,
22 pp.
163. Vid. RUCZ, C., «Les mesures unilaterales de protection des droits de
l’homme devant l’Institut de Droit International», Annuaire Français de Droit
International, XXXVIII (1992), pp. 583-584.
76 La disolución de Yugoslavia

Pero la crisis yugoslava no se iba a apartar del punto de mira


de la CSCE. En la reunión del Consejo de Ministros en Praga, de
30-31 de enero de 1992, Croacia y Eslovenia obtienen el estatu-
to de observador164; también se adopta en ella el Documento sobre
el desarrollo ulterior de las instituciones y estructuras de la
CSCE165, que modifica la regla de la unanimidad en casos graves
y urgentes166, y se pone el acento sobre la capacidad de la Confe-
rencia en materia de arreglo de controversias y de prevención de
conflictos. En este ambiente, aparentemente propicio, los Minis-
tros tienen conocimiento del informe Fleiner, lo que les lleva a
afirmar que «la situación de los derechos humanos y de las mino-
rías en Yugoslavia debería ser objeto constante de examen por par-
te de la CSCE y hacer uso para ello de los diversos mecanismos de
los que dispone (...)». Lo cual quiere decir que la CSCE puede re-
currir a cualquier medida política contra el Estado acusado de no
respetar esos derechos sin su consentimiento, tal y como recoge el
párrafo 16 del Documento de Praga precitado.
Pero Yugoslavia continuaba su camino hacia el abismo, al ex-
tenderse como la pólvora la guerra civil en Bosnia-Herzegovina a
partir de mediados del mes de marzo de 1992, y así el 10 de abril
su Presidente, Alija Izetbegovic, lanza una llamada a la Comuni-
dad Europea, a la CSCE y a las Naciones Unidas para «prevenir

164. Estas dos Repúblicas serían admitidas posteriormente como Estados


participantes de pleno derecho el 24 de marzo de 1992, en la reunión de Hel-
sinki (cfr. Annuaire Français de Droit International, 1992, p. 1174), antes, por
lo tanto, de que se suspendiera a la nueva Yugoslavia (Serbia y Montenegro) el
9 de julio del mismo año (idem, p. 1186).
165. Ver un extracto del Documento, en FERNÁNDEZ SOLA, La dimensión
humana..., op. cit. (nota 144), pp. 224-232.
166. En el apartado IV, párrafo 16, se reconoce que con el fin de incre-
mentar la capacidad de la CSCE para garantizar los derechos humanos, la de-
mocracia y el estado de derecho por medios pacíficos, el Consejo o el Comité
de Altos Funcionarios podrán adoptar las medidas apropiadas, sin el consenti-
miento del Estado interesado, en caso de violación flagrante, grave y persisten-
te de los compromisos correspondientes de la CSCE.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 77

la agresión contra nuestro pacífico país»167. Un día antes de este


SOS, Austria y Hungría activan el mecanismo de la CSCE de
consulta y cooperación en situaciones de emergencia, alegando
que las fuerzas armadas de Belgrado violan la integridad territorial
de Bosnia-Herzegovina. A estas acusaciones, las autoridades de
Belgrado responden que no ha habido ataques aéreos ni de arti-
llería contra Sarajevo, sino que las operaciones de las fuerzas ar-
madas yugoslavas han sido siempre defensivas. Estas explicaciones
no convencieron a los Estados participantes de la CSCE que, reu-
nidos en Helsinki el 15 de abril, muestran su preocupación por el
continuado recurso al uso de la fuerza en la zona y hace un ur-
gente llamamiento a las partes para establecer un alto el fuego,
instándose al mismo tiempo al Gobierno serbio a que cese en su
apoyo a las fuerzas irregulares que atentan contra la independen-
cia y la integridad de Bosnia-Herzegovina, así como contra los de-
rechos humanos de su pueblo168.
En este contexto de guerra civil, Bosnia-Herzegovina fue ad-
mitida, el 29 de abril, como Estado participante a la CSCE, lo
que no dejaba de ser un acontecimiento sin precedentes en la his-
toria de la Conferencia. Y ese mismo día el Comité de Altos Fun-
cionarios adopta una «Declaración sobre Yugoslavia», en la que se
recoge la retórica habitual, como las llamadas al alto el fuego, las
condenas de los agresores, etc., que ponen de relieve el desasosie-
go y la impotencia de la CSCE en el desempeño de su importan-
te papel. Se admite por lo tanto, que «el mejor medio para llegar
a una solución pacífica es todavía el proceso de paz instituido por
la Comunidad Europea», y al mismo tiempo «los Estados partici-
pantes exhortan a todas las partes a cooperar con la misión del
Secretario General de las Naciones Unidas, a quien se le ha con-
fiado la tarea de estudiar la posibilidad de enviar una fuerza de

167. Para más detalles sobre esta crisis en Bosnia y Herzegovina, cfr.
WELLER, M., «The International response...» op. cit. (nota 33), pp. 596-600.
168. Cfr. Meeting in a Plenary Session of the Helsinki Follow-up Meeting
(April 15, 1992) CSCE Press office.
78 La disolución de Yugoslavia

mantenimiento de la paz en Bosnia y Herzegovina»169. Esta con-


fesión, a la postre de impotencia, firma la crónica de un fracaso
anunciado. El problema es que esa Declaración, tanto si se trata
de la Comunidad Europea como de Naciones Unidas, sacrifica a
la ingenuidad de la paloma toda la astucia de la serpiente; una y
otra, Comunidad y Organización, quedaron como es sabido atas-
cadas en el lodazal de los Balcanes.
Como la situación se degradaba cada vez más, ciertos Estados
de la CSCE, preocupados por la situación en Bosnia-Herzegovi-
na y con el ánimo de defenderla, piensan en la segunda fase del
Mecanismo de urgencia y solicitan una reunión de urgencia del
Comité de Altos Funcionarios170, que tiene lugar entre el 6 y 12
de mayo. En esta reunión parece llevar la voz cantante la delega-
ción de Estados Unidos, que endurece considerablemente el tono
frente a las autoridades de Belgrado. A este respecto, el delegado
estadounidense pide al Comité que confirme las claras y graves
violaciones por parte de Serbia de los compromisos de la CSCE,
al mismo tiempo que pide sanciones contra Belgrado y que se
suspenda su participación en la Conferencia171. Las propuestas
estadounidenses, apoyadas por otros Estados, encontraron una
oposición en quienes, como Rumanía, preferían tener a la nueva
Yugoslavia dentro de la CSCE. Como punto de encuentro y de

169. Cfr. ALTERMAT, C., «La CSCE et le conflit yougoslave 1991-1993»,


op. cit. (nota 160), p. 145. Este autor se muestra crítico con la CSCE.
170. Nada más y nada menos que 18 Estados apoyaron esta solicitud, entre
ellos Austria, los Estados Unidos, Finlandia, Turquía, Ucrania, y por supuesto
los nuevos Estados de la antigua Yugoslavia, es decir, Bosnia y Herzegovina y
la recién admitida, Croacia y Eslovenia.
171. El delegado estadounidense empezaba pues a tomar cartas en el asunto,
señalando lo siguiente: «The old Yugoslavia has disappeared, the State wich now
lays claim to its name and to its seat in the CSCE can in no way be described as
meeting CSCE standards or commitments... we should consider even more
drastic action». Cfr. Statement on the Situation in Bosnia y Herzegovina to the Ple-
nary Session of the Helsinki Follow up Meeting by the United States Representive,
ambassador John C. Kovnblum (May 6, 1992) CSCE Press office, Helsinki.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 79

compromiso se propone entonces suspender el voto a la nueva Yu-


goslavia, es decir a la República Federativa de Yugoslavia en el Co-
mité de Altos Funcionarios, sin bloquear su presencia en la CSCE
misma172. Al final de la reunión, el Comité adoptó una nueva De-
claración, en la que se reconoce el estado deplorable de la situa-
ción al constatar, por ejemplo, «que el conflicto ha ido tomando
progresivamente una dimensión sin precedentes, extendiéndose a
otros sectores del territorio de la antigua Yugoslavia... en el que el
ejército nacional yugoslavo ha utilizado sus fuerzas aéreas y arma-
mento pesado»173. Y al mismo tiempo, el tono se endurece frente
a Belgrado, al hablar de violaciones flagrantes, graves, constantes
y sistemáticas de los compromisos de la CSCE tanto por el ejér-
cito federal yugoslavo como por el Gobierno mismo. A este texto
se opone, claro, la delegación yugoslava, aunque en vano, ya que
se aplica el párrafo 16 del Documento de Praga174.

34. Esta era la situación en la que tiene que llevarse a cabo la


segunda misión de relatores sobre los derechos humanos, dirigida
también por el Profesor Thomas Fleiner, cuya visita tuvo lugar
durante los días 3 al 9 de mayo de 1992. Las conclusiones recogi-
das en el Informe175 son demoledoras, ya que en ellas los relatores
constatan no sólo graves y repetidas violaciones de los derechos
humanos, sino también el desmoronamiento de las estructuras
políticas federales. Dicho de otra forma, se confirma que la anti-
gua Yugoslavia se disuelve (...). Así las cosas, el Director de la
misión, Fleiner, recomienda a la CSCE que centre sus esfuerzos
sobre las elecciones que se debían celebrar el 31 de mayo en la

172. Esto por poco tiempo, ya que la suspensión de la CSCE se llevaría a


cabo en la Cumbre de Helsinki de 9-10 de julio de 1992. Cfr. Annuaire Fran-
çais de Droit International, 1992, p. 1186.
173. Cfr. Diario de la segunda reunión de urgencia del Comité de Altos
Funcionarios, Anexo.
174. Sobre este Documento, cfr. supra nota 166.
175. Cfr. Report of the CSCE Human Righs Rapporteur Mision to Yugoslavia,
Follow-up Mission, 3-9 May 1992.
80 La disolución de Yugoslavia

nueva «República Federativa de Yugoslavia», es decir Serbia y


Montenegro. Por otro lado, la misión, que se había propuesto vi-
sitar Bosnia-Herzegovina, no lo pudo hacer, al encontrarse ya el
país en plena guerra civil.
Y es que el conflicto yugoslavo se acercaba cada vez a la órbi-
ta de Naciones Unidas, como lo demuestra el hecho de que el 30
de mayo de 1992, el Consejo de Seguridad adopte la Resolución
757, por la que se imponen sanciones a gran escala sobre la nue-
va República Federativa de Yugoslavia, con el fin de intentar apa-
ciguar el conflicto y al mismo tiempo alentar los esfuerzos de la
Comunidad Europea y de sus Estados miembros. Siguiendo estos
objetivos, la CSCE continúa con su labor, y una semana después
de que las Naciones Unidas adoptaran las precitadas sanciones, el
Comité de Altos Funcionarios se reúne del 8 al 10 de junio, con
la asistencia del Ministro de Asuntos Exteriores de Bosnia-Herze-
govina, M. Silajdic. En el transcurso de la reunión se adoptan dos
decisiones, una concerniente a las sanciones adoptadas por la
ONU, por la que todos los Estados aceptan aplicarlas escrupulo-
samente176, y otra relativa al tema de la participación de la nueva
Yugoslavia en la CSCE durante la Cumbre de Helsinki del 9-10
de julio de 1992177, participación que quedaría suspendida como
ya hemos apuntado178. Pero en la cumbre de Helsinki, los Jefes de

176. En realidad, desde el punto de vista jurídico, esto es algo que no podía
ser de otra manera, ya que la Resolución 757 se adoptó en el seno del Capítu-
lo VII de la Carta, y es por tanto vinculante para todos los Estados miembros
de la ONU. Estamos pues ante un lenguaje tautológico que no lleva a ningún
sitio.
177. Sobre esta Cumbre de Helsinki, cfr. BOUVARD, L. y GEORGE, B., Rap-
port spécial sur le Sommet d’Helsinki de 1992, Assemblée de l’Atlantique Nord,
Bruselas, 1992; y FERNÁNDEZ SOLA, La dimensión humana..., op. cit. (nota
144), pp. 154 ss.
178. Esto era algo esperado por los representantes yugoslavos, ya que anti-
ciparon el 8 de julio que no participarían en las reuniones de la CSCE hasta el
14 de octubre. Cfr. ALTERMAT, C., «La CSCE et le conflit yougoslave, 1991-
1993», op. cit. (nota 165), p. 147.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 81

Estado o de Gobierno iban a adoptar además una Declaración so-


bre la crisis yugoslava, cuyo texto fue propuesto por el Presidente
de Bosnia-Herzegovina, Izetbegovic, en la que se recomienda el
envío de misiones para un corto o largo período, misiones que
serán enviadas a Kosovo, Sandjak y Voivodina, provincias serbias
en donde se estaban desarrollando acontecimientos que ponían en
peligro los derechos humanos y los derechos de las minorías.
Estas misiones pasarían a ser una realidad una vez que el Co-
mité de Altos Funcionarios decidiera el 13-14 de agosto enviar
una de ellas a cada provincia (Kosovo, Sandjak y Voivodina) con
el fin de: favorecer el diálogo entre las autoridades y los represen-
tantes de las poblaciones de las provincias, informar de todo lo
relativo a los derechos humanos y propiciar las soluciones apro-
piadas, establecer puntos de contacto, y dar las informaciones per-
tinentes sobre el derecho aplicable en materia de derechos huma-
nos, protección de las minorías, elecciones democráticas, etc.179
Las continuas violaciones de los derechos humanos son cada vez
más graves y sistemáticas: El 4 de agosto de 1992 se descubrieran
los primeros campos de detención en los que se puso en práctica
la «limpieza étnica», cuestión que se trataría de forma reiterada en
el ámbito de las Naciones Unidas180; ni qué decir tiene que estas
prácticas, similares a las utilizadas por el régimen nacionalsocialis-
ta alemán durante la Segunda Guerra Mundial, despertaban re-
cuerdos muy dolorosos que se creía nunca iban a volver a pade-
cerse (...).
En este contexto de suma preocupación, se presentaron por
las misiones de relatores sendos informes sobre Bosnia-Herzego-

179. Estas misiones fueron puestas bajo la dirección del diplomático no-
ruego, Tore Boegh.
180. Sobre la «limpieza étnica», cfr. Keesing’s 38, 1992 (8), pp. 39 o 35. Ver
también BELL-FIALKOFF, A., «A Brief History of Ethnic Cleansing», Foreing
Affairs 1993 (3), pp. 110-121; y KRESACK, D.M., «“Ethnic Cleansing” in the
Balkans “The Legal Foundations of Foreign Intervention”», Cornell Internatio-
nal Law Journal, 1994, pp. 203-239 (pp. 221-225).
82 La disolución de Yugoslavia

vina y sobre Croacia. El Informe sobre Bosnia, bajo la dirección


de John Thomson181, denuncia de una manera detallada las viola-
ciones de los derechos humanos en los lugares de detención, cons-
tatadas en su visita del 29 de agosto al 4 de septiembre. El Infor-
me sobre Croacia se basa en la visita que otra misión de relatores
de la CSCE llevó a cabo del 30 de septiembre al 5 de octubre de
1992, misión que se efectuó invocando el párrafo 12 del Docu-
mento final de la reunión de Moscú de 3 de octubre de 1991182;
en él se habla de violaciones sistemáticas de los derechos huma-
nos, hechos que llevan a los tres miembros de la Comisión a ins-
tar a la comunidad internacional a actuar, a fin de impedir que
esta horrible situación siga teniendo lugar183.

35. A partir de finales de 1992, la CSCE va a seguir ocupán-


dose del conflicto yugoslavo, sobre todo por parte del Comité de
Altos Funcionarios, pero lo va a hacer con plena conciencia de su
impotencia para detenerlo. La CSCE no arroja aún la toalla, pero
es consciente de sus limitaciones. Prueba de ello es el hecho de
que el Comité de Altos Funcionarios considera importante que
observadores de la CSCE vigilen el proceso electoral que se desa-
rrollaría en la nueva Yugoslavia (Serbia y Montenegro) el 20 de di-
ciembre de 1992, y pide a la Oficina de Instituciones Democráti-
cas y de Derechos Humanos (antigua Oficina de Elecciones
Libres) que coopere activamente con otros observadores interna-
cionales. Y es que durante todo el año 1993, esa nueva Yugoslavia

181. Cfr. Report of the CSCE Mision to Bosnia y Herzegovina.


182. Cfr. el texto de este Documento en FERNÁNDEZ SOLA, La dimensión
humana..., op. cit. (nota 149), pp. 207-232, cuyo párrafo 12 reza así: «Si un
État participant estime qu’il existe, dans un autre État participant un risque
particulièrement grave que les dispositions de la CSCE concernant la dimen-
sion humaine ne soient pas respectées, il peut, avec l’appui d’au moins neuf
autres États participants, engager la procédure énoncée au paragraphe 10. Les
dispositions du paragraphe 11 sont alors aplicables».
183. Cfr. Report of the Misión to Croatia established under the Human Di-
mension Mechanism according to paragraph 12 of the Moscow Document, p. 47.
Hacia la desmembración de la antigua Yugoslavia y las reacciones en Europa 83

va a ser objeto de atención de la CSCE, sobre todo a causa de Ko-


sovo. No obstante, todas las misiones enviadas a la zona chocaban
con la intransigencia serbia, que contaba con el apoyo de Rusia y
de otros Estados de la Europa Oriental. Con tono amenazador, las
autoridades de Belgrado dan un paso adelante en la confrontación
al ordenar que las misiones de la CSCE abandonen Serbia a pri-
meros de agosto, mientras que otra misión decidida por el Comi-
té en virtud del artículo 13 del precitado Documento de Moscú
no pudo desplazarse ante el rechazo serbio.
Todo revelaba que el conflicto yugoslavo se le iba de la manos
a la CSCE, a pesar de su esfuerzo en el desarrollo institucional y
de las misiones llevadas a cabo sobre el terreno. Ello se se vio cla-
ramente en el transcurso de 1992, durante el cual la voz cantante
la llevaban ya la Comunidad Europea ya la ONU (...). Esta con-
clusión no implica que la CSCE haya cometido sólo errores sino,
posiblemente, que el conflicto no encajaba en el modelo que la
misma encarnaba, como se pudo comprobar más tarde. Preconi-
zar sólo el diálogo, el arreglo pacífico de las controversias y el res-
peto de los derechos humanos no siempre da los resultados espe-
rados. Pretender que esto siempre es válido, supone en ocasiones
incurrir en una supina ingenuidad. Si a esto añadimos, los palos
en las ruedas que constantemente Rusia y algún que otro país
introducían, era obvio que la pequeña artillería de la CSCE no
podía llegar demasiado lejos.
III.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava:
La crónica de un fracaso anunciado

36. El conflicto yugoslavo estalla en las manos de Naciones


Unidas justo después de que se llevara a cabo la Guerra del Golfo
y cuando todavía coleaban sus consecuencias. La Organización se
encuentra, esta vez en Europa, con el primer conflicto armado del
post-comunismo, lo que, se quiera o no reconocer, no se espera-
ba por muchas cancillerías occidentales o de Estados miembros de
Naciones Unidas. Es cierto que se especulaba sobre el futuro de
Yugoslavia después de la muerte de Tito, pero nunca se esperó lo
que sucedería. Esto explica quizás que el Consejo de Seguridad
permaneciera mudo durante los tres meses transcurridos desde la
proclamación de independencia de Croacia y Eslovenia el 15 de
junio de 1991, aunque esto quizás no explique todo, ya que
¿cómo el Consejo pudo guardar silencio hasta el 25 de septiembre
de 1991, fecha en la que se adopta la ya mencionada Resolución
713, cuando había habido combates entre las fuerzas de las nue-
vas Repúblicas y el ejército yugoslavo?; ¿acaso consideraba el Con-
sejo que esa situación todavía no constituía una amenaza a la paz
y a la seguridad internacionales, según lo previsto en el artículo 39
de la Carta de las Naciones Unidas, pese a encontrarnos en una
región históricamente explosiva?
Queremos también dejar claro que la complejidad de la crisis
yugoslava iba a acarrear no sólo la actuación del Consejo de
Seguridad, sino también la del Secretario General, la Asamblea
86 La disolución de Yugoslavia

General y el Consejo Económico y Social en todo aquello rela-


cionado con los derechos humanos. Una mención especial mere-
ce sin embargo el papel del Secretario General, al ser responsable
de las operaciones de mantenimiento de la paz, sin olvidar además
que él puede llamar la atención del Consejo de Seguridad sobre
cualquier asunto que en su opinión pueda afectar al manteni-
miento de la paz y la seguridad internacionales184; el Secretario
General era además copresidente de la Conferencia Internacional
sobre la antigua Yugoslavia185, lo que incrementaba su responsabi-
lidad y sus funciones en el asunto yugoslavo.

37. Ya se sabe que la acción de las Naciones Unidas en la crisis


yugoslava ha sido objeto de severas críticas, algunas de las cuales
han sido asumidas por la propia Organización, como ha ocurrido
con la matanza de Srebrenica186. Intentaremos analizar en las pá-
ginas siguientes tanto los esfuerzos como las ausencias que la Or-
ganización ha llevado a cabo en este terrible drama de los Balca-
nes, lo que nos permitirá, eso deseamos los autores al menos,
alcanzar algunas conclusiones útiles.

184. Artículo 99 de la Carta.


185. Esto es lo que él mismo señala en el Informe S/24795 de 11 de no-
viembre de 1992, párrafo 4.
186. La matanza de Srebrenica, que tuvo lugar en julio de 1995, es uno de
esos acontecimientos que mancha la imagen de las Naciones Unidas. En efec-
to, mientras que el General francés Morillon, cansado y decepcionado de la
acción que la Organización llevaba a cabo en esa zona, se encerró en Srebreni-
ca, zona considerada como «segura» por las propias Naciones Unidas, con el fin
de proteger a niños, mujeres y ancianos allí refugiados, los representantes de la
citada Organización tenían al parecer estómagos menos delicados cuando se oía
hablar de los horrendos crímenes de todos conocidos. Su testimonio nos ayuda
a comprender todo lo que allí ocurrió, quedando plasmado en la obra que él
mismo dejó en Croire et oser. Chronique de Sarajevo, Grasset, París, 1995. Unos
años después, la ONU reconocería, como lo hizo con Ruanda, su debilidad y
su falta de savoir faire en el asunto: Report of the Secretary General pursuant to
General Assembly resolution 53/35. The fall of Srebrenica. Doc A/54/549 de 15
de noviembre de 1999.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 87

1. LAS NACIONES UNIDAS EN LOS INICIOS DE LA CRISIS


YUGOSLAVA: LA CALIFICACIÓN GENERAL DE LA SITUACIÓN

38. La implicación de las Naciones Unidas en el conflicto yu-


goslavo no sólo es tardía, sino que ésta no se decide hasta que la
Comunidad Europea fracasa en sus primeros intentos de media-
ción187. Todo parece indicar que las Naciones Unidas prefirieran
que el tema se resolviera a nivel regional; ello explicaría no sólo
por qué permaneció al margen en los meses inciales del conflicto,
sino también que una vez, en él diversas resoluciones del Conse-
jo (la 713 y 724 [1991] o la 727 y 740 [1992]) recuerdan en sus
respectivos Preámbuos el Capítulo VIII de la Carta. Item más, en
la Resolución 713, el Consejo se felicita de los esfuerzos desplega-
dos por la CE y sus Estados miembros, y por el apoyo de los Es-
tados participantes en la CSCE, lo que confirma que hubiera pre-
ferido no ocuparse del caso y que el asunto se hubiera resuelto
(Capítulo VIII de la Carta) en un ámbito regional. No obstante,
los conflictos siguen a veces derroteros inesperados, y esto obligó
al Consejo de Seguridad a cambiar de tercio en los inicios de la
primavera de 1992, cuando la guerra en Bosnia empezó a cobrar
tintes trágicos.
Hechas estas aclaraciones previas, conviene resaltar que el
Consejo de Seguridad empieza a ocuparse de la cuestión yugosla-
va a iniciativa de Austria, Canadá, Hungría y la propia Yugoslavia
a partir del 19 de septiembre de 1991, y el día 25 Austria, Bélgi-
ca, Francia, el Reino Unido y la URSS presentan ya un proyecto
de resolución188. En los debates subsiguientes, el representante yu-
goslavo sorprendió no poco al afirmar que «Yugoslavia can no
longer be simply repaired. It should be re-defined», y solicitó un
embargo general y completo de armas y otros pertrechos militares
a Yugoslavia, dejando al resto de representantes mudos de asom-

187. Cfr. GHEBALI, V.-Y., «La crise yougoslave devant la CSCE», op. cit.
(nota 159), p. 215.
188. Cfr. Doc. S/23067.
88 La disolución de Yugoslavia

bro189. No obstante, no faltaron Estados que mostraron su preo-


cupación a la hora de adoptar cualquier decisión por si se violaba
el principio de no intervención, como China e India; otros, como
Zimbabwe, dejaron claro que había que respetar las disposiciones
de la Carta, mientras que algunos calificaban la situación como
peligrosa por los movimientos separatistas (Cuba) o como autén-
tica guerra civil (el antiguo Zaire); por su parte el Reino Unido y
la antigua URSS se mostraron prudentes, insistiendo el primero,
en la dimensión internacional del conflicto, y en el peligro del se-
paratismo para toda la región, el segundo; los Estados Unidos, sin
embargo, se mostraron muy críticos con las autoridades de Bel-
grado. A pesar de estos diversos puntos de vista sobre el conflicto,
la Resolución 713 se adoptó por unanimidad, decretándose así el
«embargo general y completo a todas las entregas de armamentos
y pertrechos militares a Yugoslavia»190.
Llama la atención sin embargo, la calificación que el Consejo
de Seguridad otorga a la crisis yugoslava, ya que, como señalan
Drazen Petrovic y Luigi Condorelli, el Consejo no elige entre las
tres posibilidades del artículo 39 de la Carta191. En este caso, des-
pués de mostrarse por un lado «profundamente preocupado por
los combates en Yugoslavia, que están causando graves pérdidas de
vidas humanas y daños materiales, y por las consecuencias para los
países de la región»192, por otro afirma su desasosiego «por el
hecho de que la persistencia de esta situación constituye una ame-
naza a la paz y la seguridad internacionales»193. Dicho de otro
modo, para el Consejo la situación tal y como existía en ese mo-
mento no constituía todavía una auténtica amenaza a la paz y se-

189. Para estos y otros detalles, cfr. WELLER, M., «The International res-
ponse...», op. cit. (nota 33), p. 578.
190. Sobre el embargo de armas, cfr. infra parágrafos 41 ss.
191. «L’ONU et la crise yougoslave», Annuaire Fançais de Droit Internatio-
nal, XXXVIII (1992), pp. 32-60 (pp. 33-34).
192. Párrafo tercero del Preámbulo.
193. Párrafo cuarto del Preámbulo.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 89

guridad internacionales, pero sí lo sería de persistir la situación. El


razonamiento del Consejo no nos parece lógico pues decide
actuar en virtud del Capítulo VII de la Carta, cuando la califica-
ción que da a la situación parece más propia del Capítulo VI.
Sorprende también que el Consejo no corrigiera el «tiro» en la
Resolución 721, de 27 de noviembre de 1991, en cuyo preámbu-
lo utiliza todavía casi la misma frase, con la novedad de incluir la
voz (párrafo tercero). Ya no se recoge sólo que la persistencia de
esa situación constituiría una amenaza a la paz y a la seguridad in-
ternacionales, sino también su «agravamiento». Sin embargo, en
esta resolución se acepta que ha habido combates, violaciones del
alto el fuego que han acarreado «grandes pérdidas de vidas huma-
nas y extensos daños materiales», etc., por lo que parece ilógico
que el Consejo siga calificando así el conflicto en relación con la
situación que se vivía en la zona. Todo esto sólo parece explicarse
desde la consideración de que para el Consejo de Seguridad, el
conflicto en cuestión era de orden interno y no internacional.
No obstante, esta calificación tampoco parece adecuarse al
desarrollo de los acontecimientos a partir de diciembre de 1991 y
enero de 1992, ya que por esas fechas (15 de enero de 1992) los
Estados miembros de la Comunidad reconocen a Croacia y Eslo-
venia, como hemos ya apuntado. Por otro lado, las Naciones Uni-
das parecían haber dado prácticamente carta blanca para que la
Comunidad resolviera la situación desde una perspectiva regional.
No se entiende, por tanto, que mientras la CE admite la interna-
cionalización del conflicto, vía reconocimiento, el Consejo, en el
que hay dos miembros permanentes comunitarios, parezca enten-
der que este es de orden interno, porque esto muestra en realidad
lo que deja traslucir su posición194 cuando en sus resoluciones
sigue refiriéndose a «Yugoslavia», hasta la 752 (de 15 de mayo de
1992) en cuyo párrafo tercero del preámbulo, y para definir la si-

194. A este respecto, PETROVIC, D. y CONDORELLI, L., «L’ONU et la crise


yougoslave», op. cit. (nota 191), pp. 34-35.
90 La disolución de Yugoslavia

tuación reinante en Bosnia-Herzegovina, se habla por primera vez


de que el Consejo está preocupado por la grave situación en cier-
tas partes de la antigua República Federativa Socialista de Yugos-
lavia. Además, en el párrafo 3 de esta misma resolución el salto
cualitativo que se da es importante, al exigir que «cesen inmedia-
tamente todas las formas de injerencia externa en Bosnia-Herze-
govina, en particular por parte de unidades del Ejército Popular
Yugoslavo y de elementos del ejército croata... y respeten la inte-
gridad territorial de Bosnia-Herzegovina»; aquí ya se habla de
«ejércitos» como si lo fueran de Estados, y de injerencia exterior
de un Estado en otro. Pero hay más, ya que en las Resoluciones
753, 754 y 755, de 18 de mayo, las dos primeras, y del 20 la ter-
cera, el Consejo recomienda a la Asamblea General que admita a
Croacia, Eslovenia y a Bosnia-Herzegovina como Miembros de
las Naciones Unidas, por lo que le habría sido fácil ahora modifi-
car sus planteamientos. ¿Por qué no lo hizo?
La respuesta a esta cuestión no es fácil, pura y simplemente
porque el Consejo de Seguridad no adoptó un hilo conductor ló-
gico y racional. En efecto, no se puede decir en el párrafo segun-
do del preámbulo de la Resolución 757, de 30 de mayo de 1992,
«que en el contexto sumamente complejo de los sucesos que se
desarrollan en la antigua República Federativa Socialista de Yu-
goslavia todas las partes tienen alguna responsabilidad por la si-
tuación» y al mismo tiempo decidir graves sanciones sólo contra
la nueva República, tal y como se establece en los párrafos 4 y ss.;
si todos son responsables, lo lógico sería adoptar sanciones para
todos, salvo precisión de los grados de responsabilidad a partir de
los cuales se habían de establecer las sanciones. Pero si se han
adoptado sólo contra la nueva Yugoslavia (Serbia y Montene-
gro)195 eso quiere decir que ha sido este país el que ha violado la
Resolución 752 respecto de Bosnia.

195. No obstante, en varias ocasiones el Consejo ha reiterado que fuerzas


del ejército croata estaban presentes en Bosnia y Herzegovina, sin que el Con-
sejo haya adoptado medidas coercitivas contra Croacia.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 91

39. Conviene hacer notar, además, que la Asamblea General


había ya adoptado en la Resolución 46/242, de 21 de agosto, una
apreciación más acorde con la situación fáctica sobre el terreno en
Bosnia-Herzegovina. Y es que si la Asamblea piensa que hay una
«agresión contra el territorio de Bosnia-Herzegovina», que consti-
tuye una amenaza a la paz y seguridad internacionales196 y recha-
za cualquier intento cuyo fin sea modificar las fronteras de esa Re-
pública (párrafo 16 del preámbulo), eso quiere decir que algo
serio está ocurriendo, y no vale mirar hacia otro lado, porque si
ese fuera el caso se estaría cayendo en la arbitrariedad. La situación
que se vivía en Bosnia-Herzegovina era de guerra abierta, lo que
llevó al Gobierno de la nueva República a solicitar el 20 de junio
de 1992 a la ONU que usara la fuerza contra Serbia, «declarando
además el estado de guerra en toda la República»197. Unos días más
tarde, la situación era tan crítica ante la ofensiva desatada por los
serbios que los dirigentes bosnios, croatas y eslovenos solicitaron
conjuntamente la intervención de Naciones Unidas para detener
el conflicto198; petición de auxilio a la que el Consejo de Seguri-
dad hizo oídos sordos, lo que acarrearía una limpieza étnica sin
precedente desde la Segunda Guerra Mundial199.
Pero la Asamblea General fue incluso más lejos y reconoce la
justa lucha que lleva a cabo el Gobierno y el pueblo de la Repúbli-
ca de Bosnia-Herzegovina para salvaguardar la soberanía, la inde-
pendencia política, la integridad territorial y la unidad del país200.

196. Párrafo séptimo del preámbulo de la Resolución A/46/242.


197. Así lo abordaba en España la prensa nacional. Cfr. TECCO, S., «La Pre-
sidencia de Bosnia y Herzegovina opta por declarar el estado de guerra», ABC,
21 de junio de 1992, p. 40.
198. Cfr. Keesing’s 38, 1992 (7), p. 31013.
199. A este respecto, ver el desarrollo que sobre esta cuestión lleva a cabo
ESCUDERO ESPINOSA, J.F., Cuestiones en torno a la intervención humanitaria y el
Derecho internacional, Servicio de Publicaciones, Universidad de León, 2002,
pp. 141 ss.
200. En el párrafo 17 del preámbulo se reafirma «el derecho inmanente de
la República de Bosnia y Herzegovina a la legítima defensa individual o colec-
tiva, conforme al artículo 51 de la Carta».
92 La disolución de Yugoslavia

Ante esta situación crítica que se vive en la zona, la Asamblea Ge-


neral da su opinión política pese a los límites que tiene establecidos
en virtud del artículo 12 de la Carta201, y lo hace partiendo de la
premisa de que la Carta confiere a las Naciones Unidas la respon-
sabilidad primordial en el mantenimiento de la paz y seguridad
internacionales. Desde este prisma, es obvio que la Asamblea va a
invocar también los principios y fines establecidos en la Carta, así
como su deber de promocionar el respeto de la legalidad interna-
cional. Por todo ello, la Asamblea, en esta Resolución 46/242, ins-
ta al Consejo a que adopte urgentemente nuevas medidas en virtud
del Capítulo VII para hacer cesar los combates y restablecer la uni-
dad y la integridad territorial de Bosnia-Herzegovina202, para con-
denar después en su párrafo 6 «la práctica odiosa de depuración
étnica» así como otras violaciones de los derechos humanos203.
40. Todo esto demuestra, pues, que las concepciones que en
relación con la crisis en Bosnia-Herzegovina tenían el Consejo de
Seguridad y la Asamblea General no iban por el mismo camino.
¿Es esto normal?; no del todo ¿Es posible que esto ocurra?204; sí, y

201. El tenor de esta disposición es claro, al indicar lo siguiente: «Mientras


el Consejo de Seguridad esté desempeñando las funciones que le asigna esta
Carta con respecto a una controversia o situación, la Asamblea General no hará
recomendación alguna sobre tal controversia o situación, a no ser que lo solici-
te el Consejo de Seguridad».
202. Cfr. párrafo 5 de la resolución.
203. Este párrafo 6 no tiene desperdicio, al condenar «las violaciones de la
soberanía, la integridad territorial y la independencia política de la República
de Bosnia-Herzegovina, así como las violaciones masivas de los derechos hu-
manos y del derecho humanitario internacional, especialmente la práctica
odiosa de “depuración étnica”, y exige que se ponga fin de inmediato a esta
práctica y que se adopten otras medidas, con carácter urgente, para detener el
desplazamiento masivo y forzoso de la población hacia fuera de la República de
Bosnia y Herzegovina y dentro de su territorio, así como todas las demás for-
mas de violación de los derechos humanos en la antigua Yugoslavia».
204. Para un estudio pormenorizado sobre esta cuestión, con diferentes estu-
dios y debates al respecto, cfr. Le Chapitre VII de la Charte des Nations Unies,
SFDI, Colloque de Rennes, Pedone, París, 1995 (ver particularmente pp. 221 ss.).
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 93

este problema no sólo es exclusivo del asunto que nos ocupa, sino
también, por ejemplo, del actual conflicto israelo-palestino, y en
general israelo-árabe. En el caso de la crisis yugoslava es obvio que
había dos países miembros permanentes (Rusia y China) y algu-
nos otros no permanentes que, por cuestiones políticas, y también
por su forma de ver el Derecho internacional, impedían que el
Consejo de Seguridad fuera más allá para definir con precisión y
realismo la situación.
Por otro lado, no hay que olvidar que el grupo de países islá-
micos en la Asamblea General es muy numeroso e influyente en
los Estados del Tercer Mundo, y no cabe duda de que éstos,
asumiendo un papel protector de los musulmanes bosnios y por
ende de Bosnia-Herzegovina, influían donde podían, es decir en
la Asamblea General. Por lo tanto, lo que había detrás de esa
doble visión en torno al conflicto y a las medidas a adoptar, era un
tema político, algo no infrecuente como es sabido en los órganos
de Naciones Unidas. Y esto iba a ser así en realidad durante toda
la crisis, lo que acarrearía obviamente la intervención de la OTAN
en Kosovo sin contar con la Organización.

2. DEL EMBARGO DE ARMAS A LAS COMPLEJAS SANCIONES


ECONÓMICAS

41. Respecto al embargo de armas205 hay que recalcar que se


trata de una medida típica en esta clase de conflictos, como medio
para intentar llevar a las partes a solucionarlo de forma pacífica, por
lo que el Consejo actúa aquí en el ámbito del artículo 40 de la
Carta206. Una buena prueba de que se quiere resolver el problema

205. Para un estudio más desarrollado, MARTIN-BIDOU, P., «Les mesures


d’embargo prises à l’encontre de la Yougoslavie», Annuaire Français de Droit
International, XXXIX (1993), pp. 262-285.
206. Cfr. SIMON, D., «Commentaire de l’article 40», La Charte des Nations
Unies, commentaire article par article, bajo la dirección de Jean-Pierre Cot y
Alain Pellet, Bruylant, Bruselas, 1985, p. 680.
94 La disolución de Yugoslavia

de forma pacífica se deduce de la declaración del representante


francés quien, a este respecto, dejó claro que no se trataba «ni de
punir, ni d’isoler certaines parties, mais de favoriser, par l’exercice
des pressions, la poursuite des efforts de paix et la reprise du dialo-
gue intercommunautaire en Bosnie-Herzégovine»207. Ya hemos
apuntado que el embargo se adopta tardíamente, como casi todas
las medidas de las Naciones Unidas en este conflicto, ya que cuan-
do se aprueba la Resolución 713, lleva ya meses coleando la crisis.
El embargo se establece, pues, para todo el territorio de la antigua
Yugoslavia, también para Bosnia. Si decimos esto es por que el
mismo fue objeto de grandes polémicas, como ya hemos apunta-
do, intentándose en varias ocasiones que no se aplicara a esta Re-
pública con el fin de que los bosnios pudieran ejercer el derecho de
legítima defensa contra los serbios. Estos intentos nunca cuajaron.
Es más, se fue hacia un reforzamiento del embargo, por medio de
las Resoluciones 819 y 820, de 16 y 17 de abril de 1993. La pri-
mera de estas exige en su párrafo 1 que todas las partes consideren
a Srebrenica y sus alrededores como «zona segura», y en el párrafo
3 se exige a la República Federativa de Yugoslavia que deje inme-
diatamente de proveer armas, equipos y otros servicios de carácter
militar a las unidades paramilitares serbias en Bosnia-Herzegovina.
Sin embargo, a pesar de que en la Resolución 724, párrafo 5,
el Consejo crea un Comité, compuesto por todos los miembros
del mismo Consejo, encargado de vigilar la aplicación, y por tanto
la efectividad del embargo, este no siempre fue respetado, como
lo constata un Informe del Secretario General de 4 de febrero de
1992208, y de lo que se haría eco también el mismo Consejo de Se-
guridad en su Resolución 787, de 16 de noviembre de 1992, al
mostrarse «profundamente preocupado por la información sobre
constantes violaciones del embargo...»209, por lo que en el párrafo

207. Cfr. S/PV. 3082.


208. Cfr. S/23513, párrafo 21, en donde se hace eco de las evidencias de
que el embargo no se cumple.
209. Cfr. párrafo 11 del preámbulo.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 95

12 «pide a los Estados que, como naciones o por conducto de


organismos o acuerdos regionales, empleen todas las medidas
adoptadas a las circunstancias... para velar por el estricto cumpli-
miento de lo dispuesto en la Resolución 713». Además, como se
sospecha que el Danubio se utiliza para violar el embargo, «enco-
mia» en el párrafo 13 a que los Estados ribereños adopten las me-
didas necesarias para lograr que el transporte por ese río se efectúe
de conformidad con la citada resolución. Y es que ya se sabe que
una cosa es adoptar un embargo y otra más difícil obligar a los
Estados a cumplirlo estrictamente; si a esto añadimos el hecho de
que el comercio de armas va por unos derroteros especiales210,
como es bien sabido, no siempre el embargo va a poder cumplir
con sus fines, sobre todo cuando se sabía que las nuevas autorida-
des de Belgrado no se encontraban tan aisladas como el Consejo
de Seguridad pretendiera.
Por último, queremos hacer mención de un problema jurídi-
co suscitado por la Resolución 713. Cuando se adopta el embar-
go el 25 de septiembre de 1991 se menciona a «Yugoslavia», es
decir a la antigua República Socialista Federativa de Yugoslavia.
Después, la propia evolución de la crisis ha ido generando nuevos
Estados independientes, que incluso posteriormente fueron ad-
mitidos en la Organización de Naciones Unidas. Sin embargo, y
pese a que el Estado contra el que el embargo se adoptó se ha «di-
suelto» y ya no existe como tal, este se aplica a los Estados, dis-
tintos, que de él nacieron, tal y como dispone el párrafo 6 de la
Resolución 727, que se basa en un Informe del Secretario Gene-
ral211. Más áun, con el paso del tiempo, el embargo perjudicó con-
siderablemente a Bosnia-Herzegovina, pues como hemos ya ad-
vertido en otro lugar, el ejército federal de Belgrado (JNA) era el
que tenía el monopolio de las armas en la antigua Yugoslavia, y las
fábricas de armas y munición estaban situadas en tierras serbias.
Esto trajo consigo que cuando empezó la guerra en Bosnia, parte

210. Cfr. artículo XXI del GATT.


211. Cfr. Doc. S/23363.
96 La disolución de Yugoslavia

de las armas del ejército federal quedaron en manos de los serbo-


bosnios, población que no era precisamente controlada por las
autoridades de la nueva República y que contaba, además, con el
apoyo de las fuerzas de Belgrado. Esto precisamente llevó a la
Asamblea General a calificar esa situación como de «agresión», re-
conociendo el derecho de legítima defensa a Bosnia-Herzegovina
en el preámbulo de la mencionada Resolución 46/242, mientras
que el Consejo de Seguridad se mostraba distante, y así seguiría
durante todo el conflicto; actitud ésta, que desembocaría más tar-
de en la intervención de la OTAN.

42. En cuanto a las sanciones económicas, conviene recordar


que estas se adoptan porque las medidas de embargo anterior-
mente analizadas se revelaron insuficientes para restablecer la paz.
Es cierto que el Comité creado por la Resolución 724 (1991) con-
fesaba que tenía poca información al respecto, sin embargo los
medios de comunicación internacionales no dejaban de denun-
ciar continuas violaciones, sobre todo en las zonas de Bosnia-Her-
zegovina y de Croacia controladas por las fuerzas irregulares ser-
bias, apoyadas a su vez por el ejército de Belgrado.
Conviene también dejar claro que las sanciones se adoptan en
el marco del artículo 41 de la Carta, debido a que el Consejo de
Seguridad intenta en un principio llevar a cabo determinadas pre-
siones sobre la parte cuyo comportamiento contribuye a crear una
amenaza a la paz y seguridad internacionales212. Éste es el caso,

212. Para un estudio general sobre las sanciones y sus efectos, vid. inter alia
COMBACAU, J., Le pouvoir de sanction de l’ONU. Etude théorique de la coercion
non militaire, Préface de Paul Reuter, Pedone, París, 1974; CORTRICH, D. y
LÓPEZ, G.A. (eds.), Economic Sanctions: Panacea or Peacebuilding in a Post-Cold
War Wold?, Westriew Press, Boulder, 1995; GOWLLAND-DEBBAS, V., Collective
Responses to Illegal Acts in International Law. United Nations Action in the Ques-
tion of Southern Rhodesia. Nijhoff, Dordrecht, 1990; ID., «Security Council En-
forcement Action and Issues of State Responsibility», International and Compa-
rative Law Quarterly, 1994, pp. 55-98; y O’CONNELL, M.F., «Debating the Law
of Sanctions», European Journal of International Law, 13 (2002), n. 1, pp. 63-80.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 97

precisamente, de la nueva República Federativa de Yugoslavia. Así


las cosas, las diferentes medidas económicas que iba a adoptar el
Consejo fueron, como el embargo de armas, siguiendo la evolu-
ción del conflicto, distinguiéndose tres grandes etapas (Resolucio-
nes 757, 786 y 820 del Consejo de Seguridad) que comentaremos
por separado.

43. La primera se inicia con la Resolución 757, de 30 de


mayo de 1992, en la que el Consejo toma nota de la incapacidad
de la nueva Yugoslavia de hacer respetar lo previsto en la Resolu-
ción 752213, y decide en sus párrafos 4-10 un abanico de medidas

213. En esta Resolución 752 el Consejo exige en sus párrafos 3, 4 y 5 lo si-


guiente: a) que cesen inmediatamente todas las formas de injerencia externa en
Bosnia y Herzegovina, en particular por parte de unidades del Ejército Popu-
lar Yugoslavo y de elementos del ejército croata; b) que las unidades del Ejérci-
to Popular Yugoslavo y los elementos del ejército croata que se encuentren en
Bosnia y Herzegovina se retiren, o se sometan al Gobierno de dicha Repúbli-
ca; c) que todas las fuerzas irregulares que se encuentran en Bosnia y Herzego-
vina se dispersen y entreguen las armas. Y es que esta resolución se había adop-
tado después de que en el Informe del Secretario General S/23900, de 12 de
mayo de 1992, se hiciera eco en el párrafo 24 de que la nueva República Fe-
derativa de Yugoslavia había declarado el 27 de abril de ese mismo año que es-
taba evacuando de las Repúblicas que no fueran Serbia y Montenegro todos los
efectivos del Ejército Popular Yugoslavo, renunciando a ejercer cualquier auto-
ridad sobre los efectivos que se quedaran. Pero en el Informe que presentó el
Secretario General sobre la base del párrafo 4 de la Resolución 752 (doc.
S/24049), a pesar de que se señalaba no estar muy seguro de sus informacio-
nes, reconocía, sin embargo, que la mayoría de esos elementos armados del
Ejército Popular Yugoslavo se habían unido a la denominada «República Ser-
bia de Bosnia y Herzegovina» (pár. 5), que una gran incertidumbre reina a la
hora de saber quién controla, políticamente hablando, esas fuerzas serbias en
Bosnia y Herzegovina (pár. 8), y que era poco realista esperar que esas fuerzas
se pusieran bajo la autoridad del Gobierno de la República de Bosnia-Herze-
govina. Éstas eran, pues, las premisas que estaban detrás de la Resolución 757,
premisas que llevaron al Consejo a adoptar un tono más duro al mismo tiem-
po que se daba un paso más importante que revelaba el callejón sin salida en el
que se encontraba la crisis.
98 La disolución de Yugoslavia

que implican en la práctica la prohibición de toda relación de


índole económica, industrial comercial o financiera con la nueva
Yugoslavia, tanto por parte de los Estados como por las personas
físicas o jurídicas. Esta resolución prevé además (párrafo 7) el em-
bargo aéreo214. Se decide incluso, en el párrafo 8, que los Estados
reduzcan el nivel de sus misiones diplomáticas y puestos consula-
res, que tomen medidas para evitar que personas o grupos auspi-
ciados por la nueva República Federativa de Yugoslavia participen
en acontecimientos deportivos215, y que se suspenda la coopera-
ción científica y técnica así como los intercambios culturales. Se
dispone además (párrafo 13) que el Comité encargado de contro-
lar el embargo de armas se ocupe también de las sanciones. El ob-
jetivo de estas medidas es, pues, el de forzar a su destinatario a que
cumpla con los requisitos establecidos en la Resolución 752. Por
eso, el Consejo decide (párrafo 16) mantener un examen sobre las
medidas impuestas a fin de determinar su suspensión o finaliza-
ción definitiva, de cumplirse dichos requisitos216.
Por último, conviene recalcar que en la Resolución 757 se
«insta a todos los Estados, incluidos los que no son miembros de

214. Sobre esta cuestión, cfr. LÓPEZ MARTÍN, A.G., «Embargo y bloqueo
aéreo en la práctica reciente del Consejo de Seguridad: del Conflicto del Golfo
al caso de Libia», Revista Española de Derecho Internacional, LVI (1994), n. 1,
pp. 39-60 (especialmente pp. 47-51).
215. La cuestión de la participación en acontecimientos deportivos se plan-
teó por primera vez con los Juegos Olímpicos de Barcelona, durante el verano
de 1992. En esta ocasión, el Comité de sanciones consideró, el 21 de julio de
1992, que no prohibía la participación de atletas a título individual, siempre y
cuando se reunieran las siguientes condiciones: que los atletas participaran a
nivel individual y personal; que el Comité Olímpico se encargara de su selec-
ción; que fueran acompañados sólo por su entrenador; y d) que se abstuvieran
de cualquier declaración o gesto de índole política. Además, sólo participarían
en deportes individuales. Vid. ALABRUNE, F., «La pratique des comités des
sanctions du Conseil de sécurité depuis 1990», Annuaire Français de Droit
International, XLV (1999), pp. 226-279 (p. 265).
216. A este respecto, cfr. MARTIN-BIDOU, P., «Les mesures d’embargo...»,
op. cit. (nota 205), p. 263.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 99

las Naciones Unidas, y a todas las organizaciones internacionales


a que actúen estrictamente...» con lo previsto en su texto. La
mención de las organizaciones internacionales no deja de ser un
reconocimiento dirigido sobre todo a la Comunidad Europea,
que desempeñó un papel activo en esta materia al imponer, como
ya hemos apuntado217, un embargo de armas el 5 de julio de 1991
y diversas medidas económicas el 8 de noviembre del mismo
año218.
La Resolución 757, en fin, en su párrafo 4, letra c) excluía de
su ámbito de acción «los suministros destinados estrictamente a
fines médicos», pero nada más. Nada se decía por lo tanto de si-
tuaciones de emergencia humanitaria219, lo que no dejaba de ser
una grave laguna dado el cariz que iba adquiriendo la crisis. Y lo
extraño es que no se recogieran esas situaciones, a pesar de que en
el párrafo 17 se «exige que todas las partes y demás interesados es-
tablezcan de inmediato las condiciones necesarias para la entrega
sin trabas de suministros de carácter humanitario a Sarajevo y
otros lugares de Bosnia-Herzegovina, incluido el establecimiento
de una zona de seguridad que abarque a Sarajevo y otros lugares
de Bosnia». ¿No podrían darse situaciones similares en Serbia y
Montenegro si se aplicaba a rajatabla la Resolución 757?; esto se
corrigió, como no podía ser de otra manera, con la Resolución

217. Cfr. supra nota 31.


218. Ver también sobre esta cuestión, MARTIN-BIDOU, «Les mesures d’em-
bargo...», op. cit., pp. 276-278.
219. Vid. al respecto GASSER, H.P., «Collective Economic Sanctions and
International Humanitarian Law. An Enforcement Measures under the United
Nations Charter and the Right of Civilians to Immunity: An Unavoidable
Clash of Policy Goals?», Zeitschrift für ausländiches öffentliches Recht und Völke-
rrecht, 1996, pp. 871-904; GRAF SPONECK, H.C., «Sanctions and Humanita-
rian Exemptions: A Practitioner’s Commentary», European Journal of Interna-
tional Law, 2002, n. 1, pp. 81-88; REINISCH, A., «Developing Human Rights
and Humanitarian Law Accountability of the Security Council for the Im-
position of Economic Sanctions», American Journal of International Law, 95
(2001), n. 4, pp. 851-872.
100 La disolución de Yugoslavia

760 de 18 de junio220 en la que se decide que las restricciones im-


puestas en aquélla no se aplicarán «a los productos o bienes desti-
nados a subvenir a necesidades humanitarias esenciales».

44. Posteriormente, el Consejo decide en su Resolución 787


de 16 de noviembre de 1992, ocuparse nuevamente de las san-
ciones, reforzando el embargo en el párrafo 9 al extenderlo a pro-
ductos como el petróleo crudo, productos de petróleo, carbón,
equipo relacionado con la energía, hierro, acero, otros metales,
productos químicos, caucho, neumáticos, vehículos, aeronaves y
motores de todo tipo, para impedir que se desvíen en violación de
la Resolución 757 a la República Federativa de Yugoslavia cuan-
do sean transportados por su territorio; se trata, pues, de produc-
tos que tienen un alto interés estratégico. Además, según el pá-
rrafo 10, todo buque de una persona o empresa establecida en la
nueva Yugoslavia (Serbia y Montenegro) o que opere desde su
territorio, si tiene intereses mayoritarios o le otorgan su control,
será considerado como si fuera un buque de la República Federa-
tiva de Yugoslavia.
Pero la Resolución 787 da un paso más en el párrafo 12, al
pedir a los Estados, de conformidad con los Capítulos VII y VIII,
«que como naciones o por conducto de organismos o acuerdos re-
gionales, empleen todas las medidas adaptadas a las circunstancias
concretas que puedan ser necesarias... para detener todo transpor-
te marítimo hacia la región o desde esta con el fin de inspeccionar
y verificar las cargas y destinos y velar por el estricto cumplimien-
to de lo dispuesto en las Resoluciones 713 y 757». Estas medidas
son ampliables al transporte por el Danubio (párrafo 13)221.

220. Por tanto adoptada 19 días después de la Resolución 757, lo que re-
vela que el Consejo de Seguridad en algunas ocasiones también acierta cuando
se corrige...
221. Sobre esta cuestión, cfr. PAGNI, F., «Le misure di interdizione navale in
relazione alle sanzioni adottate dall’ONU», Rivista di Diritto Internazionale,
LXXVI (1993), n. 4, pp. 720-762.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 101

Ni que decir tiene que estas últimas medidas plantean la duda


de saber si se adoptan sobre la base del artículo 41 o estamos ya
en el 42 de la Carta, al representar un «bloqueo», término expre-
samente recogido en esta última disposición. La Resolución 787
no aclara la cuestión y algunos autores solamente la plantean pero
sin decantarse por una solución222; otros, sin embargo, consideran
que estamos ante un claro ejemplo de bloqueo, opinión que com-
partimos223, pues, aun siendo pacífico, de bloqueo hablamos; y no
sólo marítimo sino también fluvial, al afectar al Danubio.
No obstante, las cosas no fueron como se esperaba, pese a las
medidas adoptadas por la Resolución 787. Ni los serbios de
Bosnia ni los de Croacia estaban por la labor, aunque fueron sobre
todo los primeros los que adoptaban un comportamiento de
desprecio hacia el propio Consejo de Seguridad, contando para
ello con el apoyo de las autoridades de Belgrado. Esto exacerbó
los ánimos en el seno del Consejo, que pensó que había llegado
el momento de hablar claro a Belgrado224. Así, cuando el 25 de
marzo de 1993, el Gobierno de Bosnia-Herzegovina firma con los
representantes croatas unos acuerdos bastante completos para
estabilizar y pacificar la zona225, los serbios rechazan el plan y res-
ponden con nuevos ataques, como el cerco al enclave de Srebre-
nica, los bombardeos sobre la población civil, y el refuerzo de su
presión militar sobre Sarajevo. Estamos, por tanto, en un período
en el que se desarrollan duros combates ante los que la comuni-
dad internacional va comprendiendo que no se debe ceder más al

222. Cfr. PETROVIC, D. y CONDORELLI, L., «L’ONU et la crise yougosla-


ve», op. cit. (nota 191), p. 46.
223. Cfr. MARTIN-BIDOU, P., «Les mesures d’embargo...», op. cit. (nota
205), pp. 267 ss.; PAGNI, F., «Le misure di interdizione navale...», op. cit., pp.
760-762.
224. Por ejemplo, véase la declaración de Cyrus Vance en Doc. S/PV 3200,
de 17 de abril de 1993.
225. Estos acuerdos son fruto de un plan de paz presentado por Cyrus
Vance y Lord Owen para la región.
102 La disolución de Yugoslavia

chantaje226; se piensa que ya se ha cedido demasiado y perdido de-


masiado tiempo para encontrar del otro lado sólo incomprensión
y promesas incumplidas.
45. Éste era, pues, el trasfondo de la Resolución 820 de 17 de
abril de 1993, adoptada por 13 votos y dos abstenciones227. Es por

226. En teoría, ya hacía tiempo que el conflicto en Bosnia-Herzegovina era


crítico desde el punto de vista humanitario a causa de la denominada «depura-
ción étnica». Todo esto llevó precisamente a ese país a presentar por estas fechas,
el 20 de marzo de 1993, una demanda ante la Corte Internacional de Justicia
contra la República Federativa de Yugoslavia por la violación del Convenio para
la prevención y sanción del delito de genocidio, solicitando al mismo tiempo
medidas provisionales. La Corte, mediante Orden de 8 de abril de 1993, aten-
dió la demanda, adoptando como medidas provisionales la obligación, por par-
te de la República Federativa de Yugoslavia, de adoptar todas las medidas posi-
bles para prevenir la comisión del crimen de genocidio, velando por que ninguna
unidad armada, militar o paramilitar obtuviesen su apoyo, de cualquier otra
autoridad para la comisión de dicho crimen contra la población de Bosnia y
Herzegovina o cualquier otro grupo nacional, étnico, racial o religioso. Por otra
parte, pedía a los dos Estados que evitasen cualquier medida que impidiese o
agravase la situación. Para ver la demanda solicitando las medidas provisionales,
cfr. Application of the Consultation on the Prevention and Punishement of the Cri-
me of Genocide. Provisional Measures. Order of 8 April 1993. ICJ Reports 1993,
pp. 3-27. Para más detalles sobre esta cuestión, cfr. ESCUDERO ESPINOSA, J.,
Cuestiones en torno a la intervención humanitaria..., op. cit. (nota 199), pp. 144-
145. El 11 de julio de 1996, la Corte rechazó las excepciones preliminares plan-
teadas por Yugoslavia (Serbia-Montenegro); el 3 de febrero de 2003 consideró
inadmisible la demanda de Serbia solicitando la revisión de su sentencia de 1996;
finalmente, el 9 de mayo de 2006 la Corte comunicaba el fin de las audiencias
públicas y que se retiraba a deliberar su sentencia sobre el fondo del asunto (CIJ.
Communiqué de presse 2006/18, en http://www.icj-cij.org.), Bosnia pide que la
Corte declare que Serbia-Montenegro ha violado el Convenio sobre genocidio.
227. Los países que se abstuvieron fueron China y Rusia, que permanente-
mente habían ido «frenando» las ruedas del Consejo de Seguridad, como ya
hemos apuntado. China ya se había abstenido cuando se adoptaron las Reso-
luciones 757 y 787, junto con Zimbabwe, siempre invocando que había que
seguir negociando; argumento invocado también por Rusia para abstenerse
ahora, señalando que había que dar un plazo a los serbios y aplazar el voto de
la resolución hasta el 26 de abril.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 103

ello comprensible que su contenido sea complejo, constando de


tres secciones:
– En la sección A, se aprueba el plan de paz para Bosnia-Her-
zegovina aceptado ya por los croata-bosnios y los musulma-
nes, aunque se da un plazo de nueve días a la parte serbia
para firmarlo. Además, en el párrafo 6 de esta sección se
condena sin paliativos, porque era ya una evidencia, «las vio-
laciones del derecho internacional humanitario, incluidas,
en particular, la práctica de la “depuración étnica”228 y las de-
tenciones y violaciones masivas, organizadas y sistemáticas
de mujeres...»229, recordando que quienes cometan esos actos
serán considerados responsables. El paso dado en esta mate-
ria en relación con la Resolución 757 es pues importante.
– La sección B está dedicada a fortalecer las medidas impuestas
ya anteriormente sobre la base de las Resoluciones 757 y 787.
– Y la sección C, muy breve, se limita a recoger que se está dis-
puesto a revisar las medidas, una vez que las tres partes hayan
aceptado el plan de paz, y sobre la base de pruebas verifica-
das de que la parte serbia coopera de buena fe en la aplica-
ción del plan, con miras a irlas suprimiendo gradualmente.
La sección más importante para el tema que estamos tratando
es, sin duda, la B, y en ella se refuerzan las medidas adoptadas
anteriormente en las Resoluciones 757 y 787, con el fin de aislar
económicamente a la República Federativa de Yugoslavia. Para
ello, se establece en los párrafos 12-29 un auténtico bloqueo te-
rrestre, marítimo, aéreo y fluvial. En efecto, según el párrafo 23 el
bloqueo terrestre implica que todos los Estados de la República
Federativa de Yugoslavia impidan el paso de todo vehículo de
carga y material rodante hacia ella o desde ella, excepto en un nú-
mero estrictamente limitado de puestos de cruce de frontera por
carretera o ferrocarril, puestos que deben ser notificados al Comi-

228. Ya se condenaba también en la Resolución 787, párrafo 7.


229. La mención a estas violaciones es, sin embargo, nueva en esta resolución.
104 La disolución de Yugoslavia

té establecido por la Resolución 724 y aprobados por él. Para con-


trolar la situación sobre el terreno, la Resolución 838 de 10 de
junio de 1993 recomendaría el despliegue de observadores a lo
largo de la frontera entre Bosnia-Herzegovina y la República
Federativa de Yugoslavia230.
El bloqueo marítimo y aéreo obliga a los Estados a que de-
tengan cualquier navío mercante o aeronave que entre o que salga
de la República Federativa de Yugoslavia con el fin de inspeccio-
nar su carga. Si en la inspección se sospecha que han violado las
resoluciones adoptadas por el Consejo a estos efectos, podrá ésta
ser incautada, en virtud del párrafo 25. Además, no se permitirá
que ningún buque inscrito en la República Federativa de Yugos-
lavia en el que tengan intereses mayoritarios o de control personas
o empresas de Serbia y Montenegro, o que realicen sus operacio-
nes a partir de la nueva Yugoslavia, etc. pase por instalaciones si-
tuadas en territorio de Estados miembros, tal y como recoge el pá-
rrafo 16. Por otro lado, el párrafo 28 «decide prohibir la entrada
en el mar territorial de la República Federativa de Yugoslavia... de
todo el tráfico marítimo comercial, excepto cuando lo autorice,
caso por caso, el Comité... o en caso de fuerza mayor». Así pues,
estamos ante medidas drásticas, aunque por las condiciones geo-
gráficas de Serbia sus efectos no lo fueron tanto.
En cuanto al bloqueo fluvial ya hemos visto que el Danubio re-
presenta una vía de comunicación de suma importancia para todos
sus Estados ribereños, de ahí que ya la Resolución 787 adoptara
medidas para detener los navíos e inspeccionarlos. Éstas se refuer-
zan considerablemente en la Resolución 820 al decidir en el párra-
fo 15 «que los transbordos de mercancías y productos por el Da-
nubio a través de la República Federativa de Yugoslavia... sólo se
permitan cuando estén autorizados expresamente por el Comité».
También es aplicable al Danubio el párrafo 16 antes citado.

230. Desde el 5 de enero de 1992, ya se habían desplegado observadores de


la Comunidad Europea en la frontera entre Serbia y Hungría.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 105

Por lo demás, la Resolución 820 recoge también otras medi-


das, entre las que cabe citar: El párrafo 13 hace alusión a las «zonas
protegidas», estableciendo que los Estados deben impedir que
mercancías y productos destinados a estas zonas o a otros lugares
se desvíen hacia la República Federativa de Yugoslavia; otra medi-
da importante y novedosa es la del párrafo 21 que establece la
congelación de fondos, bien sean de las autoridades de Belgrado
o de empresas de la nueva Yugoslavia, o controlados directa o
indirectamente por tales autoridades o empresas; el párrafo 27 es-
tablece, por otro lado, la prohibición de que se presten servicios
tanto financieros como no financieros, excepto las telecomunica-
ciones y servicios postales. Por lo tanto, como se puede compro-
bar, todo un abanico de medidas destinadas esta vez a aislar a la
República Federativa de Yugoslavia del contexto económico in-
ternacional, aunque también político.

46. Cabe preguntarse ahora si las sanciones tuvieron o no el


resultado esperado. Evidentemente, no es posible medir con pre-
cisión y exactitud su alcance, aunque sí puede afirmarse, a pesar
de las violaciones por parte de algunos Estados y las reticencias de
otros a la hora de aplicarlas estrictamente, que debilitaron consi-
derablemente a un país, como Serbia y Montenegro, de economía
frágil como todos los que habían estado bajo un sistema de ges-
tión comunista casi medio siglo231. Pero los efectos nunca fueron
los esperados por tres razones principalmente:
– La primera es que dos miembros permanentes del Consejo,
Rusia y China, nunca negaron en los momentos difíciles
una cierta protección a los serbios. Rusia siempre intentó
atenuar las medidas coercitivas contra Belgrado, como lo
demuestra su abstención a la hora de adoptar la Resolución
820. Y es que todavía pesan los tradicionales vínculos his-
tóricos entre los dos pueblos eslavos. Respecto a China,

231. Cfr. COICOUD, J.-M., «L’ONU et l’ex Yougoslavie: Actions et ac-


teurs», Le Trimestre du Monde, 1993, n. 24, pp. 89-122 (pp. 92-93).
106 La disolución de Yugoslavia

aunque el conflicto estaba muy alejado de su esfera de


influencia, siempre estuvo vigilante a que el Consejo no
fuera demasiado lejos232, preocupándose sobre todo por el
principio de la soberanía nacional de la nueva Yugoslavia.
– La segunda se refiere al funcionamiento del Comité sobre
el embargo y sanciones, cuyas dificultades para funcionar
de forma transparente e investigar las eventuales violaciones
son bien conocidas. Si a esto añadimos que en algunos
casos Comités del tipo de este se las ven y se las desean para
conseguir una cooperación plena y leal de los Estados al
adoptar las medidas de reacción que se imponen, y que en
otros sus estatutos no siempre se adaptan a la nueva reali-
dad sobre el terreno233, es fácil comprender que haya «fugas»
de los productos y mercancías objeto de las sanciones.
– Y, en fin, al margen de todo esto no debe olvidarse que las
sanciones económicas no suelen ser comprendidas por la
población, ya que de ello se ocupan los líderes políticos que
se afanan en hacerle ver, como Slobodan Milosevic en este
caso, que la comunidad internacional quiere aniquilar a la
nación (...).

3. EL ESTABLECIMIENTO DE LA FUERZA DE PROTECCIÓN


DE LAS NACIONES UNIDAS (UNPROFOR)

47. El envío de una fuerza de mantenimiento de la paz al te-


rritorio de la antigua Yugoslavia fue una posibilidad ya presente en
la reunión mantenida en Ginebra, el 23 de noviembre de 1991, por

232. Prueba de que tiraba para atrás del Consejo es que sobre la primera
cuarentena de resoluciones que adoptó el Consejo, nueve fueron objeto de la
abstención China. Al final, el Consejo adoptaría unas 110 resoluciones duran-
te la crisis yugoslava.
233. A este respecto, cfr. ALABRUNE, F., «La pratique des Comités des sanc-
tions...», op. cit. (nota 215), p. 278.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 107

Cyrus Vance, Enviado personal del Secretario General de las Na-


ciones Unidas para Yugoslavia, los Presidentes de Yugoslavia y de
Croacia, el Ministro yugoslavo de Defensa y Lord Carrington, por
aquel entonces Presidente de la Conferencia de la Comunidad
Europea sobre Yugoslavia234. Esta idea continuaría su camino y se
adentraría en el ámbito de Naciones Unidas por medio del Secre-
tario General en un Informe que se presentó al consejo de Seguri-
dad cuando se estaba debatiendo la Resolución 724, ya señalada.
No obstante y aunque el párrafo 2 de la misma se hace eco de la
opinión expresada al respecto en el párrafo 21 del citado Informe
del Secretario General, el Consejo señala «que todavía no existen las
condiciones necesarias para establecer una operación...» de ese tipo.
Posteriormente, se llevaron a cabo negociaciones durante
varias semanas con el fin de llegar a un acuerdo con las partes en
conflicto sobre dicha eventualidad. Esto trajo consigo que el Se-
cretario General, contando con la aprobación de los países de la
CE, adoptara un Informe el 15 de febrero de 1992235 en el que re-
comendaba al Consejo la creación de una fuerza de Protección de
las Naciones Unidas (UNPROFOR)236. Días más tarde, la Reso-
lución 743, de 21 de febrero de 1992, decide en efecto «estable-
cer bajo su autoridad», una Fuerza de Protección de las Naciones
Unidas237 como «un mecanismo provisional que permita crear las
condiciones de paz y seguridad necesarias para la negociación de
un arreglo global de la crisis de Yugoslavia»238.

234. Cfr. GAU, J. y FRIEDMAN, L., «Intervention in a Fragmenting State:


The Case of Yugoslavia», en RODLEY, N.S. (ed.), To Loose de Bands of Wicked-
ness. Humanitarian Intervention in Defense of Human Rights, Brassey’s, Londres,
1992, pp. 93-132 (p. 102). Ver también COICOUD, J.M., «L’ONU et l’ex You-
goslavie...», op. cit. (nota 231), p. 93.
235. Cfr. Doc. S/23592.
236. La sigla de UNPROFOR proviene de «United Nations Protection
Force», mientras que en francés se habla de FORPRONU «Force de Protec-
tions des Nations Unies».
237. Cfr. párrafo 2.
238. Cfr. párrafo 5.
108 La disolución de Yugoslavia

48. La UNPROFOR se aprobó por un período provisional


de 12 meses y no sólo por recomendación del Secretario General,
sino a petición también de Yugoslavia, cursada el 26 de noviem-
bre de 1991. Esto quiere decir que hubo un cierto consenso en la
creación de esta Fuerza. Fue así como el 9 de marzo de 1992, el
Teniente General Satish Nambiar, de la India, condujo la prime-
ra avanzadilla de la UNPROFOR para misiones de reconoci-
miento en Eslovenia y la Krajina. Días más tarde, el Consejo
adopta la Resolución 749, de 7 de abril de 1992, en cuyo párrafo
2 «decide autorizar el pleno despliegue de la Fuerza a la mayor
brevedad posible», instando además a todos los Estados a aumen-
tar las contribuciones para sufragar los gastos239. Todo esto permi-
tió que el 24 de abril la UNPROFOR alcanzara 8.332 miembros,
de los cuales 7.975 eran militares, estableciendo su cuartel gene-
ral en Sarajevo, en el que se ubicaron unos 350 soldados240. Estas
cifras se incrementarían considerablemente con la evolución de la
crisis, llegando a contar UNPROFOR en septiembre de 1993 con
25.000 efectivos, de los cuales 12.458 estaban en Croacia, 10.091
en Bosnia-Herzegovina y 1.039 en Macedonia241.
A pesar del número de sus integrantes, se pidieron más efecti-
vos, sobre todo para proteger las denominadas «zonas seguras» crea-
das por la Resolución 824 del Consejo de Seguridad de 6 de mayo
de 1993, particularmente Sarajevo, Tuzla, Zepa, Gorazde, Bihac

239. Un problema importante que suscitó la UNPROFOR fue la financia-


ción. Si se estimó en 715 millones de dólares el coste de la financiación para el
período que va del 12 de enero de 1992 al 30 de junio de 1993, sólo se llega-
ron a recaudar, sin embargo, 500 millones, dejando así un déficit importante a
sufragar. Sobre esta cuestión, cfr. Doc. A/47/741/add. 1, de 17 de julio de
1993, p. 7.
240. Cfr. WELLER, M., «The International response...», op. cit. (nota 33).
241. Cfr. COICAUD, J.M., «L’ONU et l’ex Yougoslavie...», op. cit. (nota
231), p. 93. Las fuerzas provenían de 34 países, siendo los mayores proveedo-
res de soldados, Francia (6.284), Reino Unido y otros países de la Common-
wealt (2.559), Canadá (2.146), Dinamarca (1.191), España (1.155), Kenia
(1.024), Argentina (930) mientras los Estados Unidos sólo tenían 647.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 109

y Srebrenica242, zonas que nunca fueron seguras como se pudo


comprobar con el trágico episodio de la matanza de Srebrenica,
ya apuntada. Pero la antigua Yugoslavia era un hervidero de con-
flictos, cada uno de ellos sometido a unas condiciones distintas. A
esta situación tan compleja tuvo que adaptarse la UNPROFOR,
por lo que conviene analizar el papel que desempeñó durante el
conflicto, concretando sus misiones en las distintas zonas de des-
pliegue. Partiendo de esta perspectiva, nos ocuparemos en primer
lugar de su comportamiento en Croacia y Macedonia, para cen-
trarnos después en las misiones que llevó a cabo en Bosnia-Herze-
govina.

3.1. La UNPROFOR en Croacia y Macedonia

49. El despliegue de la UNPROFOR en las diferentes zonas


no fue fácil, debido sobre todo al mosaico de poblaciones en ellas
existentes243. Así pues, si nos centramos en el despliegue hecho en
Croacia, hay que distinguir dos clases de zonas: las «protegidas»244
y las «rosas»245. Las «zonas protegidas» estaban situadas en Eslove-
nia Oriental, Eslovenia Occidental y en la Krajina, correspon-
diendo a regiones en las que los serbios constituían o bien la ma-
yoría o bien una minoría sustancial de la población y en las que
hubo graves enfrentamientos armados. Por esta razón se pidió
precisamente la retirada del Ejército Nacional Yugoslavo así como
la desmovilización de las fuerzas irregulares serbias. Esto implica-

242. Cfr. párrafo 3.


243. Un estudio interesante que analiza la misión de la UNPROFOR en
las diferentes zonas, es el de COICAUD, «L’ONU et l’ex Yougoslavie...», op. cit.,
pp. 97 ss.
244. A este respecto, cfr. El Informe del Secretario General al Consejo de
Seguridad, doc. S/23280, de 11 de diciembre de 1991, p. 5. Este Informe se
adoptó en aplicación de la Resolución 721.
245. Cfr. el Informe del Secretario General adoptado de conformidad con la
Resolución 752 del Consejo, doc. S/24188, de 26 de junio de 1992, pp. 1-2.
110 La disolución de Yugoslavia

ba que las fuerzas de la UNPROFOR controlaran los accesos a las


zonas protegidas, siendo autorizada a ello, aunque también ayudó
a las autoridades locales en otras funciones con el fin de evitar dis-
criminaciones entre la población, sin olvidar la ayuda a los orga-
nismos de asistencia humanitaria. No obstante, a pesar del núme-
ro de efectivos relativamente importante, éstos no parecían
suficientes, por lo que el Secretario General recomendó246 que se
ampliara el mandato y se aumentara su personal, lo que el Con-
sejo hizo en su Resolución 769, de 7 de agosto de 1992.
Las «zonas rosas» eran áreas en las que existía una fuerte po-
blación serbia, controladas por las fuerzas armadas de Belgrado, y
que no habían sido incorporadas inicialmente a las «zonas prote-
gidas»; se denominaron así por el Secretario General en el infor-
me precitado que fue aprobado por el Consejo de Seguridad en la
Resolución 762, de 30 de junio de 1992. La tarea asignada a la
UNPROFOR en estas zonas consistió en verificar la retirada del
ejército croata, así como de las unidades restantes del ejército
popular yugoslavo y las fuerzas de defensa territorial serbias (pá-
rrafos 3 y 4); además, el párrafo 7 autoriza a que se refuerce la
UNPROFOR con sesenta observadores militares y ciento veinte
policías civiles. No obstante, la UNPROFOR tuvo graves dificul-
tades a la hora de aplicar esta resolución, debido a las constantes
violaciones del alto el fuego y al papel que desempeñaban las fuer-
zas paramilitares en las zonas protegidas. Todo ello llevó al Con-
sejo a adoptar el 6 de octubre de 1992 la Resolución 779, en la
que tras recordar el Capítulo VIII de la Carta, lo que tiene su im-
portancia, aprueba que la represa de Peruca, situada en una de las
zonas rosas de Croacia, pase a control de UNPROFOR y que esta
se asegure de la retirada total de Croacia del ejército yugoslavo, de
la desmilitarización de la península de Prevlaca; así como de la re-
tirada del armamento pesado de las zonas aledañas a Croacia y
Montenegro247.

246. Cfr. Doc. S/24353/Add. 1, de 27 de julio de 2002.


247. Cfr. párrafos 1 y 2.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 111

Un endurecimiento de la posición del Consejo se iba a dar


con la Resolución 871, de 4 de octubre de 1993, una vez que
constata que las Partes no sólo no cumplen con el plan de mante-
nimiento de la paz de las Naciones Unidas para Croacia248, sino
que se siguen violando sus resoluciones. Ante esta situación, y ac-
tuando en virtud del Capítulo VII, reitera su determinación a ga-
rantizar la libertad de movimiento de la UNPROFOR en todas
sus misiones, y aprueba lo propuesto por el Secretario General de
establecer tres altos mandos subordinados en el marco de la
UNPROFOR (UNPROFOR Croacia, otro para Bosnia-Herze-
govina y otro para la ex República Yugoslava de Macedonia). Por
lo demás, esta resolución sólo recoge un estado de decepción, al
quejarse y condenar los continuos ataques militares en las distin-
tas zonas, incidiendo al mismo tiempo en la necesidad de poner
en práctica el plan de mantenimiento de la paz de las Naciones
Unidas249. Llama a las partes a un alto el fuego inmediato entre el
Gobierno croata y las autoridades locales serbias en las zonas pro-
tegidas, así como al restablecimiento de la autoridad de la Repú-
blica de Croacia en las «zonas rosas»250. Y visto el peligro que em-
piezan a correr las fuerzas de la UNPROFOR, el párrafo 9 de la
resolución las autoriza a recurrir a todos los medios necesarios, in-
cluyendo el recurso a la fuerza, para proteger su seguridad y liber-
tad de movimiento. El Consejo, con todo, reforzaría la protección
de la UNPROFOR al decidir en la Resolución 908, de 31 de
marzo de 1994 «todas las medidas necesarias para proporcionar
apoyo aéreo a la UNPROFOR», e insta una vez más a serbios y
croatas a cumplir con el alto el fuego, lo que demuestra que la
zona todavía no estaba pacificada.
Partiendo de estas premisas, los resultados de la UNPROFOR
en Croacia son pobres. Y es que para que una fuerza de este tipo
funcione, es necesario que se dé la plena cooperación de las partes

248. Cfr. Doc. S/23280, Anexo III.


249. Cfr. párrafos 3 y 4.
250. Cfr. párrafos 6 y 7.
112 La disolución de Yugoslavia

en conflicto, y si esto falla, la fuerza en cuestión se verá enfrentada


a una serie de problemas que no podrá resolver con éxito y con la
mínima dignidad requerida. Precisamente, la falta de cooperación
entre croatas y serbios, así como sus diferentes interpretaciones del
mandato de la UNPROFOR, acarrearon graves situaciones de
crisis a las que la UNPROFOR no pudo ni supo hacer frente.
Dicho esto, hay que reconocer algún éxito, importante inclu-
so en ciertos casos, como la retirada de Croacia del ejército de Bel-
grado. Sin embargo, no pudo impedir que se reiniciaran los com-
bates en determinados lugares a iniciativa en unos de los croatas y
en otros de los serbios. Tal es el caso por ejemplo del ataque lan-
zado por el ejército croata en enero de 1993 en varios puntos del
sector sur de la UNPROFOR al que respondieron los serbios de
Croacia apoderándose del armamento pesado que estaba en parte
bajo custodia de la UNPROFOR. Las promesas que unos y otros
hicieron para firmar un acuerdo y conformarse a la Resolución
802, de 25 de enero de 1993, que pide la retirada de los croatas
de los territorios invadidos y la devolución de las armas pesadas
capturadas por los serbios, nunca llegó a aplicarse251. Tampoco se
consiguió que los serbios cooperaran con la UNPROFOR en los
controles fronterizos internacionales previstos que daban acceso a
las zonas protegidas. Y lo que es más grave, nunca se consiguió
una desmilitarización completa de los serbios ni en las «zonas pro-
tegidas» ni en las «rosas», lo que supuso la permanente pendencia
de nuestra vieja conocida espada de Damocles sobre esas zonas,
como se comprobó en no pocas ocasiones.
En relación con la cuestión de la desmilitarización, ya hemos
apuntado que aunque el ejército de Belgrado se retiró formal-
mente de los enclaves serbios de Croacia, parte de esas fuerzas en
realidad se quedaron, al pasar a formar parte de las unidades pa-
ramilitares serbias locales. Además, la retirada del ejército de Bel-

251. Cfr. párrafos1-3. Sobre esta cuestión, cfr. COICAUD, J.M., «L’ONU et
l’ex Yougoslavie...», op. cit. (nota 231), p. 99.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 113

grado se llevó a cabo sin que fuera acompañada del armamento


pesado, que se quedó en la zona para reforzar las ya bien equipa-
das unidades serbias, pese a que ese armamento estaba también
bajo custodia de la UNPROFOR. Esto permitió que determina-
das unidades de defensa territorial serbias, que en teoría debían ser
desmovilizadas, no lo hicieran, al reconvertir esas unidades en
unidades de policía, cambiando el uniforme verde oliva por el
azul de la policía. Si a esto añadimos el hecho de que los serbios
se las arreglaron para crear varias clases de policía (policía especial,
de fronteras, de múltiples usos, etc.), dotándolas además de blin-
dados ligeros, morteros, ametralladoras, etc., quedó muy claro
que se trataba de unidades a las que sólo se les había cambiado de
uniforme.
La UNPROFOR no sólo no lograba detener los combates en la
zona, sino que parecía cada vez más una fuerza rehén de los
caprichos serbios. Esto fue generando una profunda desconfianza
hacia la UNPROFOR por parte croata252, que no tardó en demostrar
su disposición a expulsarla de su territorio. Las amenazas croatas
tuvieron como consecuencia la recomposición de la UNPROFOR
y su transformación en unas fuerzas destinadas precisamente a res-
tablecer la confianza perdida. Pues bien, esto fue precisamente lo
que aprobó el Consejo de Seguridad en su Resolución 981, de 31 de
marzo de 1994. En ella, después de tomar nota de que el mandato
de la UNPROFOR en Bosnia-Herzegovina debía terminar el
mismo día 31 de marzo253, «decide establecer bajo su autoridad la

252. Los croatas reprochaban a la UNPROFOR, entre otras cosas, algo


grave para su integridad territorial, como era hacer creer a los serbios de Croa-
cia la falsa idea de que tenían un Estado, cuyas fronteras internacionales eran
precisamente las líneas ocupadas por la UNPROFOR. Sin embargo, nada
hacía la UNPROFOR para desmentir esa idea, lo que poco a poco empezó a
suscitar problemas con los croatas. Evidentemente, esto no sólo violaba el man-
dato de la UNPROFOR, sino que poco a poco iban a ser consideradas como
fuerzas simpatizantes de los serbios.
253. Cfr. párrafo 8 del preámbulo.
114 La disolución de Yugoslavia

Operación de las Naciones Unidas para el restablecimiento de la


Confianza en Croacia, que se denominará ONURC... durante un
período que terminará el 30 de noviembre de 1995»254. Se pone,
pues, fin al mandato de la UNPROFOR en Croacia, y se crea una
nueva fuerza con un mandato distinto con el fin de restablecer,
como su nombre lo indica, la confianza en la zona255.
Estos hechos no pudieron, sin embargo, impedir la reanuda-
ción de los combates. La impotencia de la nueva Operación de Na-
ciones Unidas quedó patente con la ofensiva relámpago de las fuer-
zas croatas contra los serbios de la Krajina que tuvo lugar del 2 al 4
de mayo de 1994. A partir de entonces la iniciativa militar en la zo-
na iba a estar en manos de las fuerzas croatas, bien entrenadas y
equipadas256, de forma que el 21 de mayo ya habían ocupado el en-
clave serbio de la Krajina257. Es más, dos meses más tarde, las fuer-
zas croatas lanzan una contraofensiva en ayuda de las de Bosnia que
defendían la zona de seguridad de Bihac, y conquistan del 4 al 7 de
agosto toda la Krajina a los serbios, mientras que más tarde se le-
vantaba el asedio serbio a la zona de Bihac, que había durado 1.201
días. Sin embargo, una prueba más del entramado incomprensible
del conflicto yugoslavo, esto no gustó al Consejo de Seguridad, que
condenó las ofensivas croatas en su Resolución 1009, de 10 de
agosto de 1995, al tiempo que hacía lo propio por sus ataques a las

254. Párrafo 2 del dispositivo.


255. El despliegue de la ONURC se decidió por la Resolución 990 de 28
de abril de 1995, aunque no estuvo exenta de problemas como se recoge en la
Resolución 994, de 12 de mayo de 1995.
256. Las fuerzas croatas disponían ya de armamento estadounidense y oficia-
les croatas eran entrenados por asesores americanos. A partir de entonces, los Es-
tados Unidos no encubren su apoyo al gobierno croata, lo que va a traer consigo
un giro importante desde el punto de vista político y militar para toda la zona.
257. El poco respeto que imponían las fuerzas onusianas hizo que se
planteara la cuestión de su retirada, cosa a la que no se oponía el mismo Presi-
dente de Bosnia. Es más, el 24 de mayo de 1994, el mando militar de la OTAN
presentó al Consejo de esta Organización el plan 40-104, que preveía el envío
de 30.000 soldados para sustituir a las fuerzas de la ONU.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 115

fuerzas de Naciones Unidas desplegadas en la zona, en los que mu-


rieron tres de sus integrantes, un danés y dos checos.
A partir de entonces, el conflicto ya no sería el mismo. Los ser-
bios empiezan a ceder en su intransigencia, y se abre paso la «Blitz-
diplomatie»258, que permitiría un acuerdo de alto el fuego en Eslo-
venia Oriental, entre las fuerzas croatas y los serbios, preludio de lo
que después se negociaría en los Acuerdos de Dayton. Al mismo
tiempo, se va vislumbrando el camino para la sustitución de las
fuerzas de la ONU por una fuerza multinacional de interposición
o incluso de algo más, de realización de la paz («implementation
force»), triunfando esta última y dando así lugar a la IFOR259.
50. Respecto a la UNPROFOR en la ex-República yugoslava
de Macedonia, hay que resaltar que este país se había mantenido
alejado de los graves conflictos que azotaban a Croacia o Bosnia-
Herzegovina. No obstante había tensiones en la zona, como ya
hemos visto, por lo que era prudente, en aras de mantenerla al
margen del conflicto, el despliegue de una fuerza preventiva. El
Consejo de Seguridad decide el 11 de diciembre de 1992 (Reso-
lución 795) desplegar un grupo260 de la UNPROFOR261 en los
límites entre Albania y la República Federativa de Yugoslavia262,

258. A este respecto, cfr. «Chronique des faits internationaux», Revue Gé-
nérale de Droit International Public, 99 (1995), n. 4, p. 1008.
259. Sobre esta fuerza, cfr. infra parágrafos 62 ss.
260. Cfr. párrafo 2.
261. En un principio, el grupo de despliegue se componía de alrededor de
700 personas en total, organizados a nivel de batallón, provenientes de Finlan-
dia, Noruega y Suecia. Posteriormente, en julio de 1993 se incorporó un con-
tingente de 350 soldados de los Estados Unidos, llegando a contar por esas
fechas unos 1.200 efectivos.
262. El Consejo se basa en el Informe del Secretario General (doc.
S/24923), enviado el 9 de diciembre de 1992, en el que se recoge que el des-
tacamento de la UNPROFOR estaría encargado de una acción preventiva que
consistiría en vigilar la evolución de la situación y señalar cualquier aconteci-
miento que se produjera en las zonas fronterizas que pudiera socavar la con-
fianza y la estabilidad en Macedonia o amenazar el territorio macedonio.
116 La disolución de Yugoslavia

integrado tanto por personal militar como civil, más un grupo de


inspectores de policía263. Para cumplir sus fines, el Consejo insta
además a este grupo de la UNPROFOR a que colabore estrecha-
mente con la misión de la CSCE que por aquel entonces ya se en-
contraba en esos lugares; por eso la resolución recuerda expresa-
mente el Capítulo VIII de la Carta.
De todos los componentes de la UNPROFOR que se desple-
garon en el territorio de la antigua Yugoslavia, y a la hora de las
críticas, quizás haya que hacer una excepción con el de la ex-
República de Macedonia, que supo imponer su autoridad y ser
respetado por las partes. El propio Consejo de Seguridad, cuando
tuvo que dar por terminada su misión y reconvertirla, así lo reco-
noció en su Resolución 983, de 31 de marzo de 1995264; por otro
lado, decide que esta UNPROFOR «se llame Fuerza de Desplie-
gue Preventivo de las Naciones Unidas (UNPREDEP)» con el
mandato establecido en el Informe del Secretario General de 22
de marzo de 1995265.

3.2. La UNPROFOR en Bosnia-Herzegovina

51. Ya hemos apuntado la complejidad del conflicto que se


desarrolló en la nueva República de Bosnia-Herzegovina habitada
por croatas, serbios y bosnios musulmanes. A la diversidad de
pueblos hay que añadir la cultural, lingüística y religiosa, lo que
dio al conflicto unas características muy particulares, destacando

263. Conviene resaltar que el despliegue de esta fuerza preventiva de cascos


azules es la primera en la historia a la que recurre las Naciones Unidas para
llevar a cabo una diplomacia preventiva en un país. Cfr. PETROVIC, D. y
CONDORELLI, L., «L’ONU et la crise yougoslave...», op. cit. (nota 191), p. 57.
264. Cfr. párrafo 5 del preámbulo. Conviene recordar que sólo en esta la
UNPROFOR había un contingente de soldados estadounidenses. ¿Ha consti-
tuido este hecho un elemento decisivo para que la UNPROFOR haya sido
creíble en esta República y no en las otras?
265. Párrafo 85 (doc. S/1995/222 y Corr. 1).
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 117

entre ellas la gravedad de los problemas humanitarios que se


suscitaron. Fueron éstos, sin duda, los que más ocuparon a la
UNPROFOR, sobre todo por el considerable número de refugia-
dos y desplazados que el conflicto originó.
Prueba de la importancia que la UNPROFOR dio a los acon-
tecimientos que se desarrollaban en esta República lo constituye
el hecho de haber establecido su cuartel general en Sarajevo, y
tener previsto para su base logística Banja Luka, aunque ésta
nunca llegara a instalarse por razones prácticas, operativas y de se-
guridad266. Fue la seguridad la causa de que se evacuara los días 16
y 17 de mayo de 1992 aproximadamente dos tercios del personal
ubicado en Sarajevo, así como los 41 observadores militares des-
plegados en la zona de Mostar267. Esto indica, pues, que el con-
flicto en esta zona adquiría una dimensión cada vez más trágica
desde el punto de vista humanitario, por lo que el Consejo de Se-
guridad intentó su desmilitarización.

52. Éste era el panorama con el que el Consejo de Seguridad


se enfrentaba cuando adoptó la Resolución 752, de 15 de mayo
de 1992, en la que se muestra profundamente preocupado «por
el rápido y violento empeoramiento de la situación en Bosnia-
Herzegovina... y por la seguridad del personal de las Naciones
Unidas». Recuerda el Capítulo VIII de la Carta de las Naciones
Unidas y agradece los esfuerzos que sigue haciendo la Comuni-
dad Europea para una solución pacífica del conflicto. Por todo
ello exige268 que cesen inmediatamente las injerencias externas,
tanto del ejército de Belgrado como de elementos del ejército
croata, y que aquellas unidades que se encuentren en Bosnia «se
retiren, se sometan a la autoridad del Gobierno... o se dispersen y
que sus armas queden bajo un control internacional efectivo».
Además, también se exige que hagan lo mismo todas las fuerzas

266. Cfr. Doc. S/23844.


267. Cfr. Doc. S/24000, párrafo 20.
268. Cfr. párrafos 3-5.
118 La disolución de Yugoslavia

irregulares presentes en la zona y que todas las partes cooperen


plenamente con la UNPROFOR269.
Pero la situación sobre el terreno se degradaba cada vez más, lo
que (valga como botón de muestra) obliga a la evacuación del
cuartel Mariscal Tito de Sarajevo por orden del Secretario General.
La situación llegó a ser tan crítica que se cerró el aeropuerto de la
ciudad, originando así graves problemas humanitarios y forzando
a la adopción de la Resolución 758, de 8 de junio de 1992, en la
que se recoge el acuerdo de todas las partes para reabrir el precita-
do aeropuerto con fines humanitarios, bajo la autoridad exclusiva
de Naciones Unidas y con la asistencia de UNPROFOR. Esto,
señala la resolución, «constituiría un primer paso en el estableci-
miento de una zona de seguridad que abarque a Sarajevo y su
aeropuerto». Y es que, durante todo el verano de 1992, dicha zona
se convertiría en una preocupación constante de la UNPROFOR;
además, en el transcurso de este verano, se descubrieron los
campos de detención en los que se llevaba a cabo la práctica de la
«depuración étnica», lo que condenó la Comisión de Derechos
Humanos270, pidiendo que se nombrase un Relator Especial que
investigara sobre el terreno271.
La «depuración étnica» también fue condenada en la Resolu-
ción 46/242, de 27 de agosto, que ya hemos mencionado. No
obstante, fue el primer Informe del Relator Especial, Tadeusz Ma-
zowiecki, del 28 de agosto272, el que causó mayor impacto al sos-

269. Cfr. párrafo 11.


270. E/CN.4/RES/1992/S-1/1, de 1 de agosto, párrafo 2.
271. Cfr. párrafo 12.
272. A este Informe, le seguirían después otros que periódicamente debía
preparar el Relator Especial, al decidir la Comisión prorrogar su mandato. Para
más información sobre estos informes, cfr. ESCUDERO ESPINOSA, J.F., Cuestio-
nes en torno a la intervención humanitaria..., op. cit. (nota 199), pp. 142-143.
Para un comentario sobre los Informes del Relator Especial, cfr. KENNY, K.E.,
«Formal and Informal Innovations in the United Nations Protections of
Human Rigths: The Special Rapporteur on the Former Yougoslavia», Austrian
Journal of Public and International Law, 1995, pp. 19-77.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 119

tener que dicha práctica era la causa de la mayoría de las masivas


y sistemáticas violaciones de los derechos humanos y de Derecho
internacional humanitario273, abarcando toda una amalgama de
métodos dirigidos a la expulsión del grupo étnico que se quería
hacer desaparecer, como su hostigamiento, discriminación, tortu-
ra, confiscación de propiedades, o destrucción de viviendas, luga-
res de culto e instituciones culturales274. Vista esta situación, en el
Informe se reivindicaba una acción concertada inmediata275. Lo
descrito en él suscitó una gran preocupación en la comunidad in-
ternacional, pero no generó reacción contundente alguna ni de la
ONU ni de la Comunidad Europea ni de la CSCE.

53. El Consejo de Seguridad adoptó la Resolución 776, de


14 de septiembre de 1992, en la que autoriza la ampliación del
mandato y el aumento del personal de la UNPROFOR en Bos-
nia-Herzegovina para poder cumplir las funciones descritas en el
Informe del Secretario General de 10 de septiembre276, entre
ellas, la de poner a disposición de los organismos humanitarios
el personal militar necesario para facilitar la distribución de la
asistencia humanitaria, así como la protección de los convoyes
de detenidos puestos en libertad, en este caso si se lo solicitara el
Comité Internacional de la Cruz Roja277. Este texto toma nota de
lo previsto en la Resolución 770, de 13 de agosto de 1992, en la
que el Consejo reconoce «que la situación en Bosnia-Herzegovi-
na representa una amenaza para la paz y la seguridad internacio-
nales y que el suministro de la asistencia humanitaria en Bosnia
y Herzegovina constituye una parte importante de los esfuerzos

273. Cfr. Informe sobre la situación de los derechos humanos en el territorio de


la antigua Yugoslavia, presentado por Tadeusz Mazowiecki, Relator Especial,
doc. E/CN.4/1992/S-1/9, de 28 de agosto de 1992.
274. Ibíd., párrafos 7-42.
275. Cfr. ibíd., párrafo 57.
276. Cfr. Doc. S/24540.
277. Cfr. párrafo 2.
120 La disolución de Yugoslavia

del Consejo por restablecer la paz y la seguridad internaciona-


les»278. En él se insta a los Estados a adoptar todas las medidas
necesarias para facilitar el suministro de asistencia humanitaria a
Sarajevo y otras partes de Bosnia-Herzegovina, exigiendo que se
dote al Comité Internacional de la Cruz Roja y a otros organis-
mos humanitarios de las competencias pertinentes para acceder
sin restricciones a todos los campamentos, prisiones y centros de
detención para ver si el trato humanitario es el adecuado279. La
cuestión humanitaria seguía, pues, ocupando al Consejo y a la
UNPROFOR280.

54. Fue precisamente el problema de la distribución de la


ayuda humanitaria y la protección de la población lo que llevó al
Consejo de Seguridad a dar un paso en la escalada del conflicto,
al prohibir los vuelos militares sobre Bosnia-Herzegovina (Reso-
lución 781, de 9 de octubre de 1992)281. Esta prohibición, que no
se aplica obviamente a los vuelos de la UNPROFOR a la que se

278. Cfr. párrafo 5 del preámbulo.


279. Cfr. párrafo 3.
280. En realidad, hay que insistir sobre el hecho de que aunque la cuestión
sobre la que se centra la Resolución 770 es la distribución de la ayuda huma-
nitaria, lo que se quería dar era un mandato más general que comprendiera una
autorización a los países occidentales para que emprendieran una auténtica
operación militar de envergadura mediante la aportación de fuertes contingen-
tes nacionales. Y esto era también la impresión que sacaban los medios de co-
municación de la época. Vid. al respecto MALANCZUK, P., Humanitarian Inter-
vention and the Legitimacy of the Use of Force, Nijhoff, Amsterdam, 1993, p. 21.
Ver también el diario ABC, del 11 de agosto de 1992, p. 23, en donde se re-
coge un artículo con el título «Delors: La intervención militar, única forma de
parar la estrategia mortal de Serbia». No obstante esa interpretación hay que re-
conocer que el mismo Consejo de Seguridad se apartó de ella al elegir una vía
menos intervencionista y decidir que esa misión de distribuir la ayuda huma-
nitaria se encomendara a la propia UNPROFOR, error grave que causaría des-
pués miles de víctimas para al final tener que terminar en Kosovo con la inter-
vención de la OTAN y sin autorización del Consejo de Seguridad.
281. Cfr. párrafo 1.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 121

encarga de velar por su cumplimiento282, fue violada sistemática-


mente por los serbios, ya que el año 1992 finalizaba con un fuer-
te incremento de la presión serbia sobre la región de Sarajevo, im-
pidiendo así todos los accesos de ayuda humanitaria. La situación
llegó a ser crítica, lo que llevó a la Organización de la Conferen-
cia Islámica a solicitar una intervención militar de la ONU de
conformidad con el Capítulo VII de la Carta, demanda que vol-
vería a plantear en enero de 1993283, aunque Cyrus Vance y Lord
David Owen vieron en ella más bien un instrumento perfecto
para comprometer el proceso de paz284.
Estas presiones y circunstancias no atemorizaron a los serbios,
que bombardearon Srebrenica el 16 de marzo de 1993. El Presi-
dente del Consejo de Seguridad condenó la acción y señaló que
desde el comienzo del control de los vuelos militares en noviem-
bre de 1992 se habían contabilizado más de 465 violaciones de la
zona de exclusión aérea establecida por la Resolución 781285. Este
bombardeo colmó el vaso de la paciencia onusiana; a los pocos
días, el Consejo volvió sobre esta cuestión, adoptando el 31 de
marzo de 1993 la Resolución 816, que refuerza las medidas ya

282. La idea de establecer una zona de exclusión aérea fue dada el 2 de oc-
tubre por el Presidente de los Estados Unidos, George Bush padre, quien fue
el que la solicitó al Consejo de Seguridad. Esta idea ya había sido tratada tam-
bién en una reunión de los Doce en Hatfield (Reino Unido) los días 12 y 13
de septiembre, sin que se propusiera a ningún organismo.
283. Cfr. Keesing’s 38, 1992 (12), p. 39251 y Keesing’s 39, 1993 (1), p.
39299.
284. En nuestra opinión, la solicitud de los países islámicos estaba más que
justificada, pero nos hubiera gustado ver también por parte de esos países la
utilización de la misma vara de medir siempre. Para estos países parece que no
es lo mismo que cristianos ortodoxos ataquen a musulmanes (Sarajevo) que
musulmanes ataquen a cristianos (Darfur) (vid. ad ex., CERVELL HORTAL, MªJ.,
«Darfur, otra crisis olvidada», Revista Española de Derecho Internacional, LVI
[2004], n. 2, pp. 1046-1051). ¡Ay, doble rasero, qué solicitado estás!; pues
ahora resulta que los cazadores que su uso y abuso por otros vigilan y conde-
nan han sido también cazados (...).
285. Cfr. Doc. S/25426, de 17 de marzo de 1993.
122 La disolución de Yugoslavia

adoptadas en este ámbito. Lo primero por destacar es que en ella,


el Consejo decide actuar en el marco de los Capítulos VII y VIII
de la Carta, algo muy importante, pues la cuestión clave consistía
en saber quién iba a garantizar la prohibición establecida de vue-
los militares sobre Bosnia-Herzegovina. La ONU no disponía de
capacidad para ello en el marco de UNPROFOR, por lo que todo
apuntaba a una organización regional, y esa sólo podía ser en la
práctica la OTAN286. Por eso, la resolución autoriza a los Estados
miembros a que en un plazo de siete días adopten, tanto indivi-
dualmente como en el seno de organizaciones regionales u otro
tipo de acuerdos, las medidas necesarias para asegurar el respeto
de la prohibición de sobrevolar el espacio aéreo bosnio287.
Al final, como veremos después, el espacio aéreo de Bosnia-
Herzegovina sería surcado no sólo por naves serbias sino también
de la OTAN. Y es que, como señaló el representante francés, la si-
tuación que se estaba generando requería la intervención de nue-
vos actores, Estados y Organizaciones regionales, no ya como sim-
ples mantenedores sino como artífices de la paz288. Siguiendo estas
premisas la respuesta no tardó en llegar y, a petición del Consejo
de Seguridad, el por aquel entonces Secretario General de la
OTAN, Manfred Wörner, comunicaba que el Consejo del Atlán-
tico Norte había decidido, en su sesión de 8 de abril de 1993,
actuar en cumplimiento de la Resolución 816, y que la primera
operación comenzaría el día 12 de abril289. Se abría así una vía que
poco a poco pondría a las fuerzas serbias en su sitio.

55. Otra cuestión importante que conviene mencionar en re-


lación con la UNPROFOR en Bosnia-Herzegovina atañe a las de-
nominadas «zonas de seguridad». En los primeros meses de 1993
la guerra continuaba imparable dejando tras de si ríos de refugia-

286. Sobre esta cuestión cfr. infra parágrafos 64 ss.


287. Cfr. párrafo 4.
288. Cfr. Doc. S/PV. 3191, de 31 de marzo de 1993, p. 4.
289. Cfr. Press Release (93) 29, de 12 de abril de 1993.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 123

dos y desplazados a los que había que dar lo que buscaban, una
zona segura. Las presiones que se venían haciendo por parte de las
Naciones Unidas no parecían dar resultado, mientras que la Co-
munidad Europea y la CSCE resultaban desbordaddas por el con-
flicto, y sobre el terreno la UNPROFOR hacía lo que podía, más
poco que mucho. Éste era el panorama en esos trágicos meses de
febrero-marzo de 1993, situación que, como ya hemos señalado,
llevó a la República de Bosnia-Herzegovina a presentar una de-
manda contra Yugoslavia (Serbia-Montenegro) ante la Corte In-
ternacional de Justicia por violación del Convenio para la preven-
ción y sanción del delito de genocidio290.
En el mes de marzo de 1993, unidades paramilitares serbo-
bosnias atacaron algunas ciudades de la zona, entre ellas Srebreni-
ca, ciudad en la que se habían refugiado miles de musulmanes que
huían de los combates y cuya situación humanitaria era dramáti-
ca. Estos ataques causaron estragos entre la población civil291. Éste
era el contexto que llevó al Consejo de Seguridad a adoptar la Re-
solución 819, de 16 de abril de 1993, en la que exige que todos
los interesados traten a Srebrenica y sus alrededores como una
zona segura al abrigo de cualquier ataque armado u otro tipo de
acto hostil292. Se exige, además293, el cese inmediato de los ataques
contra esa ciudad por las unidades paramilitares serbias y la reti-
rada inmediata de las mismas de los alrededores de Srebrenica, así
como que cese el apoyo de la República Federativa de Yugoslavia
a las unidades paramilitares serbias, tanto en armas, como en
equipo y otros servicios de carácter militar294. Pero esta resolución
también condena la limpieza étnica de los serbios en esa zona en
sus párrafos 7 y 8, y exige que se distribuya la ayuda humanitaria

290. Cfr. supra nota 226.


291. Cfr. Informe periódico del Relator Especial Tadeusz Mazowiecki, doc.
E/CN.4/1994/3, de 3 de mayo de 1993, párrafo 38.
292. Cfr. párrafo 1.
293. Cfr. párrafo 2.
294. Cfr. párrafo 3.
124 La disolución de Yugoslavia

sin trabas, así como que se deje a la UNPROFOR cumplir con su


misión. Un día después de su adopción, el Comandante de la
UNPROFOR, el de las fuerzas serbobosnias y el de las musulma-
nes bosnias firmaron un acuerdo para la desmilitarización de Sre-
brenica.
El 6 de mayo de 1993, el Consejo adopta la Resolución 824,
cuyo párrafo 3 amplía esas zonas seguras a Sarajevo, Tuzla, Zepa,
Gorazde y Bihac, además de Srebrenica. Ello implicaba, claro, que
cesaran los ataques armados y demás actos hostiles en dichas
zonas, y que se respetara el derecho de acceso a las mismas de la
UNPROFOR y organismos humanitarios, así como la seguridad
del personal encargado de las operaciones. El reforzamiento de la
UNPROFOR parecía inevitable, por lo que se pidió al Secretario
General la incorporación de un contingente de 50 observadores
militares con su material y apoyo logístico.

56. Esta batería de medidas se refuerza el 3 de junio con la


adopción por parte del Consejo de Seguridad de la Resolución
836, en la que después de reconocer en su extenso preámbulo «la
(...) intolerable situación imperante en la República de Bosnia-
Herzegovina como consecuencia de las graves violaciones del
Derecho internacional humanitario»295 incluidas las zonas seguras,
destaca que la solución duradera del conflicto pasa por: un cese in-
mediato y total de las hostilidades; retirada de los territorios que se
ocuparon mediante la utilización de la fuerza y la «depuración
étnica»; reversión de las consecuencias de la «depuración étnica» y
reconocimiento del derecho de todos los refugiados a regresar a sus
hogares; y respeto de la soberanía, la integridad territorial y la in-
dependencia política de la República de Bosnia-Herzegovina296.
Con esos fines, se decide en el párrafo 5 del dispositivo ampliar el
mandato de la UNPROFOR para que pueda prevenir los ataques
contra las zonas seguras, vigilar el alto el fuego, promover la retira-

295. Párrafo 5.
296. Párrafo 16 del preámbulo.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 125

da de las unidades militares o paramilitares, salvo las del Gobierno


de la República de Bosnia-Herzegovina, y ocupar algunos puntos
clave sobre el terreno. Pero además se le autoriza en el párrafo 9
para que, actuando en legítima defensa, adopte todas las medidas
necesarias, incluido el uso de la fuerza, en respuesta a los bombar-
deos contra las zonas seguras, en caso de que se impida deliberada-
mente la libertad de circulación de la UNPROFOR o de los con-
voyes humanitarios en dichas zonas o en sus inmediaciones. Se
decide también en el párrafo 10 que los Estados miembros, ac-
tuando con carácter nacional o por medio de organizaciones o
acuerdos regionales, puedan adoptar todas las medidas necesarias,
el empleo de la fuerza aérea en las zonas seguras si es preciso, aun-
que siempre bajo la autoridad del Consejo de Seguridad y en estre-
cha coordinación con el Secretario General y la UNPROFOR297.
Ni que decir tiene que estas últimas condiciones eliminaron
cualquier atisbo de eficacia en el uso de la fuerza aérea, ya que no
siempre había coincidencia en las apreciaciones entre el Consejo,
el Secretario General y los Estados u Organizaciones dispuestas a
llevar a cabo los ataques298; la descoordinación fue tan escandalo-
sa que el General francés Morillon se vio obligado a denunciarlo
públicamente y a abandonar su cargo el 12 de julio de 1993.
Entre los cómodos sillones del salón de los pasos perdidos de Na-
ciones Unidas y los militares sobre el terreno no había sólo una
distancia física, sino sobre todo mental299.

297. Estas medidas de protección aérea serían aprobadas también por el


Consejo de Cooperación Atlántico de la OTAN en su sesión de Atenas del 11
de junio de 1993.
298. A este respecto, cfr. BERMEJO GARCÍA, R., «La acción de las Naciones
Unidas ante los recientes conflictos internacionales: crisis y perspectivas», en
HERRERO DE LA FUENTE, A. (coord.), Reflexiones tras un año de crisis, Universi-
dad de Valladolid, 1996, pp. 105-158 (pp. 122-123).
299. El portazo del General Morillon dejó a la ONU en evidencia por su
ineficacia. Pero sus sucesores no salieron mejor parados. El General belga, Fran-
cis Briquemont, fue llamado a capítulo el 4 de enero de 1994, después de tener
varios problemas con el Secretario General y su representante Yasussi Akassi,
126 La disolución de Yugoslavia

57. Estas nuevas medidas adoptadas por el Consejo de Segu-


ridad exigían sin lugar a dudas un dispositivo importante para
asegurar la distribución de la ayuda humanitaria, pero revelaban
al mismo tiempo el drama que se estaba desarrollando en Bosnia-
Herzegovina. Y es que, a pesar de todas ellas, la situación sobre el
terreno no iba a mejorar a lo largo del verano de 1993, como lo
señalara el mismo Secretario General de las Naciones Unidas en
una carta dirigida al Presidente del Consejo de Seguridad el 8 de
julio de 1993300. En efecto, ya durante el mes de mayo, la situa-
ción se fue complicando por dos razones. La primera, se debe a los
enfrentamientos que surgieron entre las fuerzas croatobosnias y el
Gobierno de Bosnia-Herzegovina301; la segunda, la protagonizó el
Presidente de la República Federativa de Yugoslavia, Slobodan
Milosevic, al decretar el embargo contra los serbios de Bosnia,
como un medio de presión para llevarles a firmar el plan de paz.
Esto último sólo trajo consigo que los serbobosnios declarasen su
propia independencia, creando la República de Srpska.
Todo esto evidenciaba un agravamiento de la crisis, como lo
demostró el bombardeo de las zonas seguras de Gorazde, a princi-

siendo reemplazado el 24 de enero de 1994 por el General británico Michael


Rose. Por otro lado, el General Cot, Comandante en jefe de la UNPROFOR,
se indignó a causa de las humillaciones padecidas por sus soldados y por el es-
pejismo en el que vivían los funcionarios onusianos y la situación real existen-
te sobre el terreno; así las cosas, el General Cot tampoco duró demasiado, ya
que en marzo de 1994 fue sustituido por el General francés La Presle. A este
respecto, cfr. «Chronique des faits internationaux», Revue Générale de Droit
International Public, 98 (1994), n. 2, pp. 467-468. ¿Quién y cómo, visto lo
visto, iba a poner orden en la antigua Yugoslavia?
300. Cfr. Doc. S/26066 de 8 de julio de 1993, pp. 6-7.
301. Antes, el conflicto estaba focalizado al este de Bosnia-Herzegovina
entre los serbiobosnios y los musulmanes bosnios. Después, los nuevos enfren-
tamientos entre croatabosnios y musulmanes se extendieron por el centro y
oeste del país, particularmente en los alrededores de la ciudad de Mostar. Así
pues, las tres grandes poblaciones de la República se enfrentan, con el fin de
tomar el máximo territorio posible antes de que sean delimitadas las zonas res-
pectivas que se concederían a cada comunidad.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 127

pios del mes de julio, por los serbobosnios, y de Sarajevo, ciudad


esta última tan brutalmente atacada que motivó que el Presidente
Izetbegovic pidiera una vez más la intervención internacional.
Pero nada llegó del cielo, salvo las bombas serbias, por lo que sólo
le quedaba hacer lo que hizo, es decir recriminar a Naciones Uni-
das su incapacidad para proteger las zonas seguras creadas por ella
misma302. Evidentemente, esta situación no dejaba de agravar la
cuestión humanitaria, sobre todo de refugiados, llegándose a con-
tabilizar unos 2.280.000 refugiados y desplazados en Bosnia-Her-
zegovina, planteando serios problemas a los organismos humani-
tarios ya que los combates no les permitía distribuir la ayuda, de
ahí el recurso al lanzamiento de víveres en paracaídas303.

4. EL FRACASO DE LA UNPROFOR, LA CREACIÓN DE LA


FUERZA DE REACCIÓN RÁPIDA Y EL ACUERDO DE DAYTON

58. En las páginas precedentes, creemos haber demostrado


cómo poco a poco la situación en Bosnia y Herzegovina fue dege-
nerando de una forma tal que o se daba un cambio de ciento
ochenta grados en las actitudes frente al conflicto o este acabaría
enterrando a todos, incluyendo la UNPROFOR, bajo el fango.
Esto último fue precisamente lo que ocurrió a pesar de la creación
del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia y de
ciertos bombardeos aéreos de la OTAN a partir de 1994, siempre
bajo la autoridad del Consejo de Seguridad y en apoyo a la
UNPROFOR304. Respecto al Tribunal Penal Internacional para la

302. Como se comprobó con el duro bombardeo de Sarajevo del 26 de


julio de 1993 (ESCUDERO ESPINOSA, Cuestiones en torno a la intervención hu-
manitaria..., op. cit. [nota 199], pp. 154-155).
303. Cfr. COICOUD, «L’ONU et l’ex Yougoslavie...», op. cit. (nota 231), p.
103. Estas cifras coinciden básicamente con las recogidas por el Relator de la
Comisión de Derechos Humanos, T. Mazowiecki, en su Quinto Informe pe-
riódico. Cfr. E/CN.4/1994/47, 17 de noviembre de 2003, párrafo 13.
304. Sobre los ataques aéreos de la OTAN, cfr. infra parágrafos 64 ss.
128 La disolución de Yugoslavia

antigua Yugoslavia (TPIY) hay que resaltar que su causa y origen


se sitúa en las graves violaciones de los derechos humanos y del De-
recho internacional humanitario ocurridas desde los orígenes de la
crisis. Y no faltaron resoluciones que condenaban sistemáticamen-
te esas violaciones, entre ellas la escandalosa práctica de la «depu-
ración étnica», como ya hemos visto305, que generó la creación, vía
Consejo de Seguridad, de un Tribunal para juzgar a los responsa-
bles de los crímenes de guerra cometidos en el territorio de la ex
Yugoslavia desde 1991, tal y como establece el párrafo primero de
la Resolución 808 de 22 de febrero de 1993. Con este órgano ju-
dicial, el Consejo intenta poner fin a esos crímenes, hacer compa-
recer ante la justicia a los responsables y contribuir al restableci-
miento y mantenimiento de la paz. Posteriormente, el 25 de mayo
de 1993, el mismo Consejo, actuando en virtud del Capítulo VII
de la Carta, aprueba la Resolución 827, con el Estatuto del Tribu-
nal306 que había sido elaborado por el Secretario General307.
El Tribunal, que se constituyó el 17 de noviembre de 1993, re-
presenta un hito importante para la época, a pesar de que recibie-
ra ciertas críticas por ser un Tribunal ad hoc y crearse por medio

305. Resoluciones que ya hemos citado, como la 764, de 13 de julio de


1992, 771, de 13 de agosto de 1992, y la 779 y 780 de 6 de octubre del mis-
mo año. En todas ellas se condena las violaciones del Derecho internacional
humanitario, y en estas tres últimas se condena además la depuración étnica.
306. Esta resolución ha sido publicada en el BOE de 24 de noviembre de
1993, pp. 33001 ss.
307. A este respecto, cfr. Doc. S/25704 y Add. 1, de 3 de mayo de 1993.
El Tribunal ha sido instituido para juzgar los crímenes de guerra y los crímenes
contra la humanidad. Vid. ad ex., MERON, T., «The Case for War Crimes Trials
in Yugoslavia», Foreign Affairs, 1993, n. 3. Ver también CASTILLO, M., «La
compétence du Tribunal pénal pour la Yougoslavie», Revue Genérale de Droit
International Public (1994), n. 1, pp. 61-67; y PELLET, A., «Le Tribunal crimi-
nel international pour Yougoslavie. Poudre aux yeux ou avancée décisive?»,
Revue Générale de Droit International Public, 98 (1994), n. 1, pp. 7-60. Para un
estudio sobre las ventajas y problemas que plantean las diversas jurisdicciones
internacionales, cfr. La juridictionnalisation du droit international, Société fran-
çaise pour le droit international, Colloque de Lille, Pedone, París, 2003.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 129

de una resolución del Consejo de Seguridad, no por vía de un Tra-


tado, como ha sido el caso de la Corte Penal Internacional creada
sobre la base del Estatuto de Roma de julio de 1998. No obstan-
te, hay que reconocer que su funcionamiento ha sido eficaz, por
oposición al Tribunal Penal Internacional para Ruanda. Por él han
pasado ya varios de los acusados de esos crímenes (serbios, croatas
y musulmanes), la mayoría de ellos ya condenados, mientras que
otros, como Milosevic, acusado de genocidio, se suicidó (2006)
antes de que su caso fuera sentenciado. Y es que este Tribunal ha
desempeñado un papel importante en el ámbito de la aplicación
e interpretación del Derecho internacional humanitario, consti-
tuyendo su jurisprudencia una cita obligada.

4.1. El fracaso de la UNPROFOR

59. Difícilmente podría considerarse un éxito el papel desem-


peñado por la UNPROFOR en Yugoslavia cuando no pudo ni
supo evitar tantas y tales violaciones de los derechos humanos y del
Derecho internacional humanitario. Claro que ese reproche se
puede hacer también a las Naciones Unidas, a la Comunidad
Europea, que estaba cerca del conflicto, lo mismo que a la CSCE.
Pues sí, en nuestra opinión, todas estas Organizaciones fallaron y
también la misma opinión pública, tan rápida en algunos casos
para denunciar abusos en países occidentales y tan comprensiva
cuando se trata de condenar regímenes dictatoriales como el de Mi-
losevic. Y es que el fracaso de la UNPROFOR vino sobre todo por
su condescendencia cuando los contendientes no respetaban las ad-
vertencias que se les hacía, por no defender con ahínco y contun-
dencia las zonas consideradas como seguras. Así, el conflicto se pro-
longaba y no se veían rayos la luz de una eventual solución, sin que
el Representante Especial del Secretario General, el japonés Yasusi
Akassi, suscitara muchas esperanzas. Precisamente, pocos días des-
pués de ser el elegido para ese cargo, en el cual pasaría a la historia
con más pena que gloria, tuvo lugar un ataque de morteros sobre
el mercado central de la ciudad de Sarajevo, matando a 68 perso-
130 La disolución de Yugoslavia

nas e hiriendo a otras 200308. Esta acción quedó sin respuesta al de-
cidir finalmente el Consejo de Seguridad, el 20 de febrero de 1994,
la no ejecución de bombardeos ya programados por la OTAN.
Lo único positivo ocurrido en la zona por esas fechas tiene que
ver con el progreso en las negociaciones celebradas entre el Go-
bierno de Bosnia-Herzegovina y los croatobosnios, de las que
emanó la firma de un acuerdo de alto el fuego el 23 de febrero de
1994, que culminaría el 13 de marzo en una federación croato-
bosnia y una confederación entre Croacia y esa federación309. No
obstante, la guerra rugía en Bosnia-Herzegovina y así lo demues-
tra el ataque, a finales de marzo de 1994, por las fuerzas serbo-
bosnias a la zona de seguridad de Gorazde, produciéndose un nú-
mero importante de víctimas civiles. Ante la imposibilidad de la
UNPROFOR de lograr un alto el fuego, se solicitó apoyo aéreo a
la OTAN310; ésta respondió bombardeando las posiciones serbo-
bosnias los días 10 y 11 de abril, mientras que sobre el terreno, los
serbios detenían en represalia a 15 miembros canadienses de la
UNPROFOR y un poco más tarde a 130 miembros del personal
de Naciones Unidas. La amenazas de la OTAN de llevar a cabo
nuevos bombardeos y la adopción por parte del Consejo de Se-
guridad de la Resolución 913, de 22 de abril de 1994311, trajeron

308. Este ataque tuvo lugar el 5 de febrero de 1994. Cfr. Keesing’s 40, 1994
(2), p. 39870.
309. Para más detalles, cfr. STARK, H., «Bosnie: la guerre sans fin», Politi-
que Étrangère, 1995, n. 1, pp. 205-216 (p. 207). De estos acuerdos se hace eco
la Resolución 908 del Consejo de Seguridad, de 31 de marzo de 1994, en cuyo
párrafo quinto del preámbulo el Consejo acoge con beneplácito el acuerdo de
alto el fuego y el acuerdo político, considerándolo como un paso positivo para
el logro de arreglo general.
310. Las zonas declaradas seguras por el Consejo de Seguridad de las Na-
ciones Unidas no fueron en realidad tan seguras. De estos ataques sobre Go-
razde, se ocuparía también el Relator Especial Tadeusz Mazowiecki, en su Sép-
timo Informe Periódico. Cfr. Doc. E/CN.4/1995/4, de 10 de junio de 1994.
311. En esta resolución se condenan enérgicamente los ataques serbobos-
nios en la zona segura de Gorazde, así como por no negociar de buena fe ni
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 131

consigo el 23 de abril un acuerdo entre la UNPROFOR y las


fuerzas serbobosnias en el que estas se comprometían a respetar el
alto el fuego, al mismo tiempo que aceptaban el despliegue de un
batallón de la UNPROFOR alrededor de Gorazde312.

60. ¿Luz al fondo de un larguísimo túnel o espejismo? Des-


de el plano estrictamente político hacía ya tiempo que se venían
estableciendo unas estructuras de negociación para solucionar la
crisis, sin que esto tuviera resultados positivos. Ya sabemos que el
27 de agosto de 1991 se instituyó la Conferencia de Londres,
presidida por Lord Carrington, y que era puramente europea.
Posteriormente, esta Conferencia fue reemplazada el 3 de sep-
tiembre de 1992 por la Conferencia de Ginebra, bajo los dobles
auspicios de la CE y de Naciones Unidas, demostrando así un
cierto declive de la Comunidad para solventar la crisis. Esta Con-
ferencia estuvo copresidida por Cyrus Vance y M. Owen Vance,
siendo sustituido el primero de ellos en mayo de 1993 por Stol-
temberg. Después, en pleno asedio de la zona segura de Goraz-
de, Francia y Rusia proponen una Conferencia a cuatro bandas:
Estados Unidos, la ONU, Rusia y la Unión Europea, que quedó
configurada el 25 de abril de 1994 y sería el paso previo a la reu-
nión de una cumbre sobre Bosnia-Herzegovina en la que partici-
parían Alemania, los Estados Unidos, Francia, el Reino Unido y
Rusia: nace así el que se denominaría el «Grupo de Contacto»313,

cumplir los compromisos adquiridos. Exige, además, en el párrafo 1 del dispo-


sitivo, un acuerdo de cese el fuego en Gorazde y en todo el territorio de Bos-
nia-Herzegovina, así como la retirada de las fuerzas serbobosnias y sus armas a
una distancia convenida por la UNPROFOR, de modo que dejen de consti-
tuir una amenaza a la situación de Gorazde como zona segura (párrafo 3).
312. El contenido de este acuerdo parece acorde con lo previsto en la pre-
citada Resolución 913.
313. El «Grupo de Contacto» parecía pues como un mini-Consejo de Se-
guridad, aunque también asistían el Comisario de Relaciones Exteriores de la
Unión Europea, y los dos copresidentes de la Conferencia Internacional para
Yugoslavia.
132 La disolución de Yugoslavia

sobre el que tanto se habló y respecto del que España luchó, sin
éxito, por pertenecer pese a contar con considerable presencia en
la UNPROFOR.
A las divergencias entre el Secretario General de Naciones
Unidas y los Generales de la UNPROFOR, que defendían una
línea más dura, se añadió la ambigua posición de Rusia, país que
en general se mostraba muy reticente a emplear contra Belgrado
severidades de ningún tipo y que se inquietaba sobremanera cada
vez que la OTAN recurría a los ataques aéreos. Es más, Rusia
siempre dio prioridad a la ONU sobre cualquier otra alternativa,
lo que para algunos intérpretes, en general, objetivos implicaba en
realidad apoyar indirectamente a los serbios. Y de esta posición no
estuvo muy lejos el propio Secretario General, quien utilizó a la
UNPROFOR y a la OTAN en momentos oportunos para su po-
lítica cuando los serbios se salían de sus casillas, pero al mismo
tiempo impedía su humillación militar. Un ejemplo de esta situa-
ción lo tenemos en los hechos siguientes: el 5 de agosto de 1994,
aviones de la OTAN tuvieron que intervenir para neutralizar el
fuego de determinadas piezas de artillería pesada que habían sido
sustraídas a la UNPROFOR en vergonzosas condiciones y esta-
cionadas en una zona de exclusión de veinte kilómetros; sin em-
bargo, después de los bombardeos se constata que la retirada de
esas armas es ficticia, es decir no se lleva a la práctica, y ¿por qué?:
porque el representante del Secretario General, Yasussi Akassi, ne-
gocia con los serbios el paso de sus carros de combate sin infor-
mar de ello al Gobierno de Bosnia y bajo la mirada atónita de las
mismas fuerzas de la UNPROFOR (...)314.
Ejemplos de este tipo no faltan, y demuestran que a pesar de
los crímenes que se estaban cometiendo en esa contienda, como
la «depuración étnica», la ONU no parecía demasiado preocupa-
da, en particular su Secretario General. En estas circunstancias, no

314. A este respecto, cfr. «Chronique des faits internationaux», Revue


Générale de Droit International Public, 98 (1994), n. 4, p. 958.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 133

debe resultar extraño constatar que se pida en el seno del Con-


greso de los Estados Unidos el levantamiento del embargo de
armas instaurado por la Resolución 713, y que los Estados Uni-
dos, visto lo visto, entren cada vez más en acción, lo que traería
consigo una oposición, todavía encubierta pero importante, entre
los Estados Unidos y Rusia en torno al conflicto315, mientras que
el papel de la ya Unión Europea se eclipsaba por su incapacidad
para deterner el expansionismo serbio316, mostrando a todo aquel
con ojos para ver la extrema debilidad de la Unión en el ámbito
de su recién estrenada Política Exterior y de Seguridad ¡Común!
Por otro lado, la relativa calma que se vive en los inicios del
verano de 1994, permite un respiro a la diplomacia. El negocia-
dor ruso en el «Grupo de Contacto», Kozyrev, había presentado
un plan par resolver el conflicto en Bosnia-Herzegovina que pre-
veía una Unión en esa República en la que el 49% del territorio
sería para los serbios y el 51% restante para la ya mencionada fe-
deración croato-musulmana. El plan fue bien aceptado por Esta-
dos Unidos viendo en él una garantía para la integridad territorial
del país, y por todo el «Grupo de Contacto» también, que lo pro-
puso en forma de ultimátum a los contendientes el 5 de julio317.
Si el plan era aceptado por las partes, se levantaría el bloqueo es-
tablecido el 27 de abril de 1993. El plazo previsto para que las
partes dieran o no su aprobación expiraba el 19 de julio, y el 18
la federación croatomusulmana lo aceptó, mientras que los ser-
bios guardaron silencio, lo que implicaba el rechazo318; el referén-

315. Desde esta perspectiva, el conflicto de Bosnia y Herzegovina empieza


a situarse en un contexto de confrontación Este-Oeste, que no pararía hasta la
Guerra de Kosovo.
316. Ibíd.
317. La aplicación del plan obligaba a los serbios a devolver alrededor de
un 20% del territorio que había sido ocupado y a desplazar unas 400.000
personas.
318. Los serbios de Bosnia ya habían rechazado anteriormente el plan
Vance-Owen (mayo de 1993), que preveía la cantonalización de Bosnia-Her-
zegovina entre croatas, musulmanes y serbios, pero manteniendo un marco ins-
134 La disolución de Yugoslavia

dum que tuvo lugar a finales de agosto de 1993, confirmó el re-


chazo al plan en un 95% de los votos.
Sin embargo, todo esto ocurría a la vez que se producían ata-
ques sobre Sarajevo, o con el fin de impedir que se distribuyera la
ayuda humanitaria, como ocurrió en Gorazde, Srebrenica y Tuzla,
todas ellas zonas seguras. En este contexto, el Consejo de Seguri-
dad vuelve a ocuparse del problema, adoptando el 23 de septiem-
bre de 1993 la Resolución 941, en la que declara estar «profunda-
mente preocupado por la campaña persistente y sistemática de
terror perpetrado por fuerzas serbias de Bosnia en Banja Luka, Bi-
jeljina y otras zonas de la República de Bosnia-Herzegovina que
se encuentran en su poder», cuya terrible situación es descrita en
el Informe del Secretario General319. El Consejo sigue con la leta-
nía de condenar la práctica de «depuración étnica» que aplican las
fuerzas serbias de Bosnia, ya que representa una violación paten-
te del Derecho internacional humanitario320, exigiendo que se
ponga fin de inmediato a esa práctica321; la resolución también re-
coge las dificultades que siguen teniendo la UNPROFOR y los
organismos humanitarios para acceder a esas zonas. Pero si algo
podía esperarse a estas alturas del conflicto no era la pusilanimi-
dad manifiesta tan del gusto de algunos, sino la adopción de me-
didas decisivas para hacer respetar el Derecho internacional
humanitario, tal como el artículo primero común a los cuatro
Convenios de Ginebra manifiesta, disposición que obliga no sólo

titucional único. A este plan se refiere la Resolución 820 del Consejo de Segu-
ridad, de 17 de abril de 1993, que fija un ultimátum a los serbios para su acep-
tación. Por lo tanto, todos estos planes chocaban con la realidad sobre el terre-
no. Ya ocurrió esto con el Plan Carrington, de 27 de agosto de 1991, que, en
un afán de salvar a la antigua Yugoslavia, recogía la independencia de las dis-
tintas Repúblicas yugoslavas en el seno de una Unión que dispusiera de perso-
nalidad jurídica internacional.
319. Cfr. párrafo 4 del preámbulo. Para el Informe del Secretario General,
cfr. Doc. S/1994/265.
320. Cfr. párrafo 2 del dispositivo.
321. Párrafo 4.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 135

a todos los Estados, por ser una norma del Derecho internacional
general, incluso de naturaleza imperativa, sino también al Conse-
jo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas.

61. Desde esta perspectiva, cada vez estaba más claro que la
pléyade de resoluciones reiterativas, condenando siempre los mis-
mos hechos, desacreditaban al Consejo de Seguridad. Prueba de
ello es que el conflicto se centra a partir de octubre de 1994 en la
«zona segura» de Bihac, en el Noroeste de Bosnia, rayando con
Croacia. Y es que todo parece indicar que las denominadas «zonas
seguras» van una tras otra siendo objeto de grandes combates: si
antes eran Srebrenica, Zepa, Tuzla, Gorazde o el mismo Sarajevo,
ahora toca el turno a Bihac. Pero aquí los combates comienzan el
6 de octubre de 1994, no a iniciativa de los serbios sino de las
fuerzas musulmanas ayudadas por las unidades de defensa croatas,
conquistando unos 250 km2 de territorio poblado de unos
200.000 musulmanes322. Mientras esto ocurría en Bihac, las fuer-
zas musulmanas contraatacaban en el monte Giman, zona des-
militarizada cerca de Sarajevo y desde la que los serbios bombar-
deaban la ciudad; a su vez los serbobosnios, apoyados por los
serbocroatas de Krajina responden en noviembre bombardeando
el enclave de Bihac a pesar de ser zona de exclusión aérea. Algo si-
milar ocurrió con Sarajevo, con un incremento de las divergencias
entre Naciones Unidas y la OTAN como telón de fondo, a causa
de la incapacidad de la UNPROFOR para influir en la evolución
del conflicto, y apareciendo cada vez más como rehén de los ser-
bios323.
Esta situación planteó serios problemas en los diversos foros
de debate sobre la antigua Yugoslavia. El Estado que más se aleja
de las posiciones defendidas en algunos casos por el Secretario Ge-

322. Cfr. Keesing’s 40, 1994 (11), p. 40286, y «Chronique des faits interna-
tionaux», Revue Générale de Droit International Public, 99 (1995), n. 1, p. 100.
323. Este espíritu de pesimismo es palpable en la Resolución 958 del Con-
sejo de Seguridad, de 19 de noviembre de 1994.
136 La disolución de Yugoslavia

neral y, en otros, por China y sobre todo Rusia, es Estados Uni-


dos, que empieza a pensar una nueva estrategia, adoptando como
primera medida en esta dirección la de no participar en el control
del embargo de armas, decisión que adoptaron el 11 de noviem-
bre de 1994. Y es que, como ya hemos apuntado, la evolución del
conflicto y la actuación de las Naciones Unidas en él llevó a los
Estados Unidos a considerar la necesidad de que se levantara el
embargo, para que Bosnia-Herzegovina pudiera ejercer su dere-
cho de legítima defensa. Dicho de otra forma, pensaban que si la
UNPROFOR no podía cumplir con su mandato, lo mejor era su
retirada; y esto se vio claramente en noviembre de 1994, fechas en
las que la UNPROFOR solicitó en varias ocasiones que los avio-
nes de la OTAN les sacaran de apuros324.
El caos dominante llegó a que el Secretario General, en su
Informe de 1 de diciembre de 1994325, reconociera que la
UNPROFOR no estaba capacitada para hacer frente a los ata-
ques, considerando además que el apoyo aéreo era inapropiado326.
Afirmaba, asimismo, que el uso de la fuerza al que muy a menu-
do tenía que recurrir la UNPROFOR la convertía en una parte
más del conflicto, lo cual le impedía cumplir con su mandato. La
visita de Jimmy Carter a la zona haría el resto, convenciendo a los
serbobosnios para acordar un alto el fuego, que se llevó a cabo el
23 de diciembre de 1994 y entró en vigor el 31 del mismo mes327.
Este acuerdo trajo consigo una cierta calma en la zona duran-
te los primeros meses de 1995, excepto en Bihac328. No obstante,

324. Cfr. Keesing’s 40, 1994 (11), p. 40287.


325. Cfr. Doc. S/1994/1389.
326. Párrafo 45.
327. Cfr. Keesing’s 40, 1994 (12), p. 40327.
328. En la zona de Bihac, las fuerzas musulmanas estaban cercadas por una
coalición de fuerzas que comprendía fuerzas serbobosnias, fuerzas serbocroatas
y los rebeldes musulmanes de F. Abdic, que luchaban pues contra las fuerzas
musulmanas bosnias. Cfr. «Chronique des faits internationaux», Revue Généra-
le de Droit International Public, 99 (1995), n. 2, p. 418.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 137

los combates se reanudaron con la llegada de la primavera, aun-


que ya no siempre a iniciativa serbia, pues las fuerzas guberna-
mentales bosnias, como la ofensiva sobre Tuzla demostró, comen-
zaban a enseñar los dientes. Ésta era la situación sobre el terreno
cuando el Consejo de Seguridad adopta tres resoluciones el
mismo día 31 de marzo de 1995:
– La Resolución 981 atañe a Croacia; dando por terminado
el mandato de la UNPROFOR creó, como hemos visto, la
ONURC329 durante un período que terminará el 30 de
noviembre de 1995330. Nace así una nueva Fuerza con un
mandato distinto que pretende, básicamente, como su
nombre indica, restablecer la confianza en la zona.
– La Resolución 982, sobre Bosnia-Herzegovina, es más com-
pleja. Por un lado celebra los acuerdos entre todas las partes
de Bosnia sobre el cese el fuego de 23 de diciembre de 1994331,
pero decide prorrogar el mandato de la UNPROFOR hasta
el 30 de noviembre de 1995, siguiendo vigentes todas las
resoluciones anteriores en torno a la misma332. Y es que ahora
el Consejo parte de la premisa, avalada por el Secretario Ge-
neral en su Informe de 22 de marzo de 1995333, «de que la
UNPROFOR, desempeña una función esencial para prevenir
y contener las hostilidades, creando de este modo las condi-
ciones necesarias para alcanzar un acuerdo político...»334. Se
pasa, pues, de un análisis pesimista a un cierto optimismo,
pensando que a pesar de todo sigue siendo útil para alcanzar
la paz ¿Utopía o Realidad, a la luz de la situación que se esta-
ba desarrollando sobre el terreno?; en nuestra opinión, hay
mas de lo primero que de lo segundo.

329. Cfr. supra parágrafo 49.


330. Párrafo 2.
331. Cfr. párrafo 8 del preámbulo.
332. Cfr. párrafo 2 del dispositivo.
333. Cfr. Doc. S/1995/222 y Corr. 1.
334. Cfr. párrafo 12 del preámbulo.
138 La disolución de Yugoslavia

– Por último, la Resolución 983 se adoptó en relación con la


ex-República Yugoslava de Macedonia y, como vimos, sus-
tituye, como se hizo con Croacia, la UNPROFOR por la
UNPREDEP335.

4.2. La creación de la Fuerza de Reacción Rápida

62. Los combates, sin embargo, se iban a reiniciar de forma


intensa en abril y mayo de 1995, lo que propicia una nueva reso-
lución del Consejo de Seguridad, de 9 de abril336, en la que se mues-
tra gravemente preocupado por los ataques a la UNPROFOR. No
obstante estas advertencias, el 24 de mayo se desarrollan intensos
combates en torno a Sarajevo, bombardeando los serbios la ciudad
con armas pesadas. El comandante de la UNPROFOR acudió a
la OTAN para que bombardeara las posiciones serbias, lo que se
llevó a cabo los días 25 y 26 de mayo. Pero los serbobosnios
respondieron haciendo prisioneros cerca de 300 miembros de la
UNPROFOR, estando dispuestos a utilizarlos como escudos hu-
manos; algo similar ocurrió en Tuzla, haciendo aquí los serbios 167
prisioneros337. La situación es tan crítica que se empieza a barajar la
posibilidad de retirar la UNPROFOR y sustituirla por una fuerza
multinacional338.

335. Cfr. supra parágrafo 50.


336. Resolución 987.
337. La comunicación entre la UNPROFOR y la OTAN no estaba exenta
de problemas, como se pudo comprobar en este caso, debido a la ambigüedad
y a la incertidumbre de la UNPROFOR, que buscaba en algunos casos impe-
dir los bombardeos de la OTAN que teóricamente estaban destinados a prote-
gerles. Esto trajo consigo que el 19 de mayo de 1995, la OTAN pidiera a Na-
ciones Unidas que aclarara de una vez por todas su política de recurso a la
fuerza. Cfr. Le Monde, 21-22 de mayo de 1995.
338. El entonces Secretario General, Boutros-Ghali, que no demostró un
gran «savoir faire» en esta crisis, adoptó un Informe (Doc. S/1995/444, de 30
de mayo de 1995) en el que señalaba que había que adaptar la UNPROFOR
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 139

En este estado de crisis, tres Estados europeos (Alemania,


Francia y los Países Bajos) declaran estar dispuestos a proporcio-
nar refuerzos militares para la UNPROFOR con el fin de reducir
su vulnerabilidad, lo que comunican al Secretario General. Este
regalo del cielo es notificado el 9 de junio en una carta dirigida
por el Secretario General al Consejo de Seguridad339, configurán-
dose así la denominada Fuerza de Reacción Rápida (FRR). Su mi-
sión sería asistir a las fuerzas de la ONU cuando estas se encon-
traran en situación de peligro, facilitar su libertad de movimiento
y apoyarlas en cualquier redespliegue. La FRR no se configura
como fuerza autónoma, sino que forma parte de la UNPROFOR,
por tanto bajo mando de Naciones Unidas. Craso error, segura-
mente, pues la Operación de Naciones Unidas en la zona no ge-
neraba ya ninguna confianza entre las partes340.

a las realidades políticas y operativas que se vivían en la zona (párrafo 69), es


decir, nada nuevo bajo el sol. En realidad, en este Informe lo que se vislumbra
es la falta de ideas claras ya que por un lado, se muestra contrario a la retirada
porque esto implicaba abandonar al pueblo bosnio y, por otro, reconoce la in-
capacidad de las Naciones Unidas para resolver la crisis. Ni se mostraba parti-
dario de mantener el actual mandato de la UNPROFOR (párrafo 75) ni de
cambiarlo para reforzar su papel y poder recurrir más fácilmente al uso de la
fuerza (párrafo 77). Es decir, el Secretario General se debate entre el querer ser,
pero sin llegar a serlo, para no asumir las consecuencias.
339. Cfr. Doc. S/1995/470 y Add. 1.
340. A este respecto, cfr. TORRELLI, M., «Les zones de sécurité», Revue Gé-
nérale de Droit Internacional Public, 1995, pp. 831 ss. Por otro lado, la des-
confianza en la UNPROFOR y en Naciones Unidas en general, estaba ya más
que asumida hasta por el propio Ministro de Asuntos Exteriores de Bosnia y
Herzegovina, quien refiriéndose al papel que había desempeñado en el con-
flicto, llegó a decir: «Fundamentalmente un alivio sintomático y, en conjun-
to, ha sido un probre sustituto de un remedio auténtico a nuestra persecución
a manos de un agresor implacable. (...) Quizás si hubiésemos rechazado esas
medidas poco eficaces, exigido nuestros derechos plenos y pedido a las Poten-
cias mundiales que afrontaran sus claras responsabilidades ante la agresión y
el genocidio finalmente habríamos forzado un auténtico remedio» (Doc.
S/PV. 3542, p. 3).
140 La disolución de Yugoslavia

Sin embargo, es esta situación la que se recoge en la Resolución


998, de 16 de junio de 1995 del Consejo de Seguridad, en cuyo
párrafo 9 se habla del «establecimiento de una “capacidad de reac-
ción rápida” para que las fuerzas de Paz341 de las Naciones Unidas/
UNPROFOR puedan cumplir su mandato». Por otro lado, en el
párrafo 10 se decide autorizar un aumento de la UNPROFOR
de 12.500 soldados adicionales. Calificada como una resolución
de una «imprecisión total»342, lo cierto es que uno no entiende a
qué está jugando el Consejo de Seguridad, ya que al mismo tiem-
po que parece dar prioridad al aspecto militar de la UNPROFOR,
al decidir reforzarla, pone de relieve en el párrafo 2 «que no puede
haber una solución militar del conflicto». Y es que el Consejo se
ha movido constantemente, debido a las divergencias existentes
entre sus miembros, entre tres actitudes contradictoria: Ver en la
UNPROFOR una fuerza clásica de mantenimiento de la paz,
considerarla como fuerza de apoyo para la distribución humani-
taria en otros casos, y como una fuerza de imposición de la paz
capaz de llevar a cabo intervenciones militares disuasorias. En esta
tesitura, se ha pasado a ver a la UNPROFOR como una especie
de «armée du salut» au «salut par l’armée»343. ¿El resultado?: some-
ter a las Fuerzas de Naciones Unidas a los caprichos, cambiantes
con la evolución de la situación sobre el terreno, de los conten-
dientes.

63. Prueba de todo esto es que la creación de la FRR no ate-


morizó a los serbobosnios, que lanzaron el 6 de julio una ofen-
siva en toda regla contra la zona de seguridad de Srebrenica, cer-
cando al contingente neerlandés, de los cuales unos 30 fueron

341. El texto no habla de «fuerza de reacción rápida», sino de «capacidad


de reacción rápida».
342. Cfr. TORRELI, M., «Les zones de sécurité», op. cit. (nota 340), p. 837.
343. A este respecto, cfr. TORRELLI, M., «Les missions humanitaires de l’ar-
mée française», Défense Nationale, mars 1993, n. 3, pp. 65-78 (particularmen-
te pp. 68 ss).
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 141

hechos prisioneros, mientras que otros 400 negociaban la salida


del enclave con unos millares de civiles344. La situación era tan
crítica que la OTAN tuvo que recurrir a ataques aéreos para in-
tentar proteger al contingente de la UNPROFOR y evitar que
la zona cayera en manos serbias. En estos bombardeos partici-
paron aviones neerlandeses el 11 de julio. Sin embargo, un se-
gundo raid que estaba previsto se suspendió a causa de las
amenazas que los serbios lanzaron contra los soldados de la
UNPROFOR. Así cayó Srebrenica el mismo 11 de julio de
1995345, a pesar del mensaje que lanzó el General Morillon en
marzo de 1993, de que si caía, sería un crimen contra la hu-
manidad346. Un día más tarde de la caída de Srebrenica, el
Consejo de Seguridad celebra el funeral de la caída adoptando
la Resolución 1004, en la que, después de condenar la ofensiva
y los ataques contra la UNPROFOR, exige que se retiren las
fuerzas serbobosnias de Srebrenica, que se respete el estatuto de
dicha zona, que se respete la seguridad de los miembros de la
UNPROFOR, y que ponga en libertad ilesos, inmediata e in-
condicionalmente a todos los miembros de la misma.

344. A este respecto, ver todos estos hechos detallados en «Chronique de


faits internationaux», Revue Générale de Droit International Public, 99 (1995),
n. 4, pp. 1004-1006.
345. La caída de Srebrenica causó una gran conmoción en Francia, y el
mismo Presidente galo hizo saber públicamente «que está dispuesta a utilizar
todos sus medios para restablecer la zona de seguridad de Srebrenica, ya que, si
no, hay que esperar y tomar conciencia de que otros enclaves también caerían,
incluyendo Sarajevo». Francia apela a la solidaridad internacional, pero se
queda sola, al mismo tiempo que denuncia «l’impuissance congénitale des Na-
tions Unies». Sin embargo, cuando Francia se obstina y propone enviar mil sol-
dados de refuerzo a Gorazde, no puede llevar a cabo esta operación, pues ne-
cesitaba helicópteros de transporte estadounidenses que serían rechazados. Para
más detalles sobre estos aspectos, cfr. TORRELLI, M., «Les zones de sécurité»,
op. cit. (nota 340), pp. 537-538.
346. La caída no impidió sin embargo que, valientemente, el General se
instalara en la zona, cosa que llevó a cabo sin comunicarlo ni a París ni a la
ONU.
142 La disolución de Yugoslavia

Tras la caída de Srebrenica, los serbobosnios lanzan otra ofensi-


va sobre Zepa347, que caería el 25 de julio y al mismo tiempo un ul-
timátum a las fuerzas gubernamentales bosnias para que evacúen
Gorazde348. Además, Radovan Karadzic, hoy buscado por el Tribu-
nal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, acusado por crí-
menes de guerra, advirtió públicamente contra cualquier tentativa
de intervención extranjera para defender dicho enclave. En este cli-
ma de confrontación, tiene lugar el 21 de julio de 1995 la Confe-
rencia de Londres sobre Bosnia349 en la que se discute la cuestión de
las zonas seguras. No obstante, las divergencias entre los Estados
participantes son importantes350, y la declaración final es ambigua,
ya que condena los ataques contra Srebrenica, Zepa, Bihac y Go-
razde, aunque sólo esta última, se señala, desencadenaría una res-
puesta contundente351; y es que para los británicos, esta es la zona
que suscita mayor interés, mientras que los franceses sostienen que

347. En esta ofensiva perecen a causa de los ataques dos oficiales franceses
de la UNPROFOR.
348. Para un análisis detallado de todos estos acontecimientos, cfr. Doc.
S/1995/755, en el que se encuentra el Informe del Secretario General adopta-
do en cumplimiento de la Resolución 1010 del Consejo de Seguridad.
349. En la que participan los países del Grupo de Contacto sobre Bosnia,
Alemania, los Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia, a los que se unen
el Secretario General de la ONU, el de la OTAN, los dos mediadores interna-
cionales, el sueco Karl Bildt por la Unión Europea y el noruego Thorvald Stol-
tenberg por la ONU, así como los representantes militares de la UNPROFOR,
los miembros de la OTAN, todos los países con fuerzas en la UNPROFOR y
un representante de la Comisión Europea.
350. Por ejemplo, John Major declara al abrir la Conferencia que no hay
que interpretar mal el papel de la UNPROFOR, ya que esta no ha ido a Bos-
nia a imponer la paz o a hacer la guerra, sino a ayudar en los esfuerzos huma-
nitarios y a mantener la paz allí donde se haga. La perspectiva francesa, en nues-
tra opinión la correcta, era otra, ya que defendía la posibilidad de dar respuestas
contundentes en el caso de ataques a estas zonas.
351. Para Gorazde se decidió además una zona de exclusión (Killzone), una
especie de línea roja a partir de la cual se podrían decidir ataques aéreos. No
obstante, también esto fue objeto de interpretaciones divergentes.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 143

es sólo una entre las demás y todas deben beneficiarse de la protec-


ción de la FRR y de la OTAN; por su parte, los Estados Unidos no
estaban dispuestos a poner a disposición tropas sobre el terreno,
algo que hubiera cambiado considerablemente la situación. Si a
esto añadimos la declaración del Comandante de la UNPROFOR,
quien afirmó el 28 de julio «que las resoluciones del Consejo de Se-
guridad no han confiado nunca a las fuerzas de las Naciones Uni-
das defender las zonas de seguridad»352, es fácil comprender el caos
político, jurídico y humano que estaba generando la crisis. En este
contexto de falta de horizontes, el Relator Especial de la Comisión
de Derechos Humanos, Tadeusz Mazowiecki, presentó su dimisión
el 27 de julio353, figurando entre los motivos invocados el que Na-
ciones Unidas hubiese tolerado la caída de Srebrenica y Zepa, así
como la situación trágica en la que se encontraba la población de
las zonas seguras354; en tales condiciones, afirmó el político y diplo-
mático polaco, «no podía seguir participando en este simulacro de
protección de los derechos humanos»355.

352. Cfr. «Chronique des faits internationaux», Revue Générale de Droit


International Public, 99 (1995), n. 4, p. 1006.
353. Ver la carta de dimisión dirigida al Presidente de la Comisión de De-
rechos Humanos en Doc. E/CN.4/1996/9, de 22 de agosto de 1995, Anexo I.
354. También reprocha a las grandes potencias su falta de coraje ante lo que
considera una situación que pone en peligro la estabilidad del orden interna-
cional y los principios básicos de la civilización. Por aquel entonces no se vieron
manifestaciones en defensa de los perseguidos, torturados o mujeres violadas.
Se dice que Dios escribe a veces derecho con renglón torcido, mientras que
otros pretenden ir siempre derechos cuando en realidad van torcidos.
355. Cfr. MAZOWIECKI, T., «Bosnia: ¿drama de los Balcanes?», Política Ex-
terior, 1995, n. 47, pp. 47-55 (p. 48). La falta de ideas, de coraje y de entu-
siasmo por el respeto de los derechos humanos se refleja también en la inter-
vención del por aquel entonces Ministro español de Asuntos Exteriores en la
Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso, Javier Solana, el mismo día en
que dimitía Mazowiecki, al explicar las razones para no intentar dar una solu-
ción militar al conflicto. Nuestro Ministro apuntó los elementos siguientes: «El
primero de ellos, sin duda, es el de iniciar un proceso que acabe convirtiendo
a las fuerzas de Naciones Unidas en beligerantes, y esto no sería deseable para
144 La disolución de Yugoslavia

4.3. Los Estados Unidos empiezan a tomar las riendas


de la contienda por intermedio de la OTAN

64. Esta situación resultaba tan ilógica y poco comprensible


para muchos Estados y buena parte de la opinión pública inter-
nacional, que poco a poco se empezaron a ver atisbos de cambio.
Estados Unidos, y es uno de ellos, se declaró dispuesto a involu-
crarse más en el conflicto, conjugando la diplomacia y el recurso
a medios militares creíbles. El mensaje sostenido hasta la saciedad,
tanto por el Secretario General como por el Consejo de Seguri-
dad, de que no había una solución militar es, según el Gobierno
de Washinton, erróneo; ello va generar una mayor dosis de con-
fianza en los bosnios y croatas que poco a poco pasarían a tomar
determinadas iniciativas.
Otro elemento que también va en esta dirección consiste en
flexibilizar el mecanismo de toma de decisiones para intervenir
militarmente. Y es que desde hacía tiempo se venía denunciando
el sistema llamado de «doble llave» o de «doble mando», institui-
do en 1993, que consistía en que para poder responder a una de-
manda de intervención de la UNPROFOR era necesario el acuer-
do del Secretario General de la ONU y el de la OTAN356. La

Naciones Unidas ni entiendo que sería razonable desde el punto de vista mili-
tar, como tampoco sería justo para algunos países que han aportado sus tropas
para una misión de paz y no para luchar en una guerra. La segunda conse-
cuencia es el que pudieran reducirse las posibilidades de un arreglo pacífico
(...). En tercer lugar, están los riesgos y las dificultades militares en sentido es-
tricto. Una escalada militar puede suponer rehenes y puede suponer, sin duda
alguna, pérdida de vidas humanas (...). Finalmente existe el riesgo de que la si-
tuación humanitaria de miles de bosnios empeore. UNPROFOR, ACNUR y
las organizaciones no gubernamentales verían aún más dificultada su labor, y
ello, lógicamente, también puede tener consecuencias» (B.O.C.G., Congreso,
Comisiones, V Leg., n. 584, p. 16721).
356. En realidad, el sistema de la «doble llave» ya fue en parte modificado
durante la primavera de 1994, a causa de los ataques serbios sobre Gorazde y
Sarajevo. A partir de entonces, el Representante especial del Secretario Gene-
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 145

ONU comprendió al final357 que debía apoyarse sobre una fuerza


militar creíble con capacidad para reaccionar a tiempo. El esque-
ma de acción, ya complejo en la toma de la decisión, todavía lo
era más en sus aspectos técnicos358. Sin entrar en estos últimos,
baste decir que la adopción de una decisión implicaba varias po-
sibilidades, dependiendo de la acción que se deseaba llevar a cabo:
– Por ejemplo, para poder imponer una zona de exclusión
aérea, la OTAN, a pesar de contar con las decisiones del
Consejo de Seguridad y de ella misma, debe informar a la
ONU antes y después de la operación. Evidentemente, la
OTAN se encuentra en una posición delicada, que puede
desencadenar apreciaciones diferentes de la situación sobre el
terreno, como ocurrió con la primera acción que a comien-
zos de 1994 se llevó a cabo siguiendo este esquema y en la
que fueron abatidos cuatro cazabombarderos serbios Galeb.
– Otra situación es aquélla que tiene por objetivo una opera-
ción de apoyo aéreo a las tropas terrestres en dificultades.
Estas intervenciones, que han sido las más comunes dados
los problemas que ha tenido la UNPROFOR, partían de
una iniciativa de Naciones Unidas dirigida a la OTAN, y las
fuerzas de la UNPROFOR debían identificar los objetivos
que esta debía atacar. Aquí la OTAN acude en apoyo de la

ral, y no éste, tenía la posibilidad de autorizar el desencadenamiento de la que


se denominaba «close air support» al principio y de las «air strikes» después,
según los casos. Por su parte, la OTAN renunció a avalar la decisión política de
los «air strikes» y delegó ese poder directamente en el mando militar, con el fin
de reducir el tiempo de reacción. A este respecto, cfr. COICAUD, D., «L’ONU
peut-elle assurer la paix?», Le Trimestre du Monde, 1995, n. 4, pp. 39-44 (espe-
cialmente pp. 44-46). Para este autor no cabe duda de que este sistema que de-
fendió el propio Secretario General de la ONU, invocando razones no siempre
justificables en este conflicto, ha afectado a la credibilidad y a la eficacia de las
Naciones Unidas, pp. 45-46.
357. Es cierto que más tarde que pronto.
358. Sobre esta cuestión, cfr. GUERIN, X., «L’ONU, l’OTAN et le maintien
de la paix», Annuaire Français de Droit International, XL (1994), pp. 171-174.
146 La disolución de Yugoslavia

ONU, guardando su Secretario General y el Representante


especial de éste, el control total de las operaciones. Cuestión
distinta a la acabada de plantear es la de los «ataques» aéreos,
ataques que son distintos de aquellas operaciones de apoyo
aéreo359; en estos casos, los objetivos a atacar deben ser defi-
nidos previamente por la ONU y la OTAN. El ataque en sí,
también está sometido a un doble control. Los problemas
que plantea este dispositivo son, pues, muy importantes.
– Por último, había todavía otra situación, que era la de vigi-
lar el embargo de armas y la aplicación de las sanciones eco-
nómicas tanto a nivel marítimo como sobre el Danubio. En
estos casos, la ONU y su Comité de aplicación de las san-
ciones dan un mandato a la OTAN o a la UEO, quedando
el desarrollo de la operación casi completamente en manos
de éstas. Dicho de otra forma, la OTAN actúa en este
marco de manera autónoma.
Los problemas surgidos de la cooperación ONU/OTAN han
sido varios y diversos, y algunos de ellos ya los hemos apuntado. No
obstante, queremos resumirlos resaltando lo siguiente: es obvio que
la eficacia militar la pone la OTAN, mientras que la ONU en mu-
chos casos veía la cuestión desde una perspectiva de oportunidad
política, lejos, por tanto, de elementos de orden militar; si esto es
así, la pregunta es la siguiente: ¿por qué la ONU acude a la
OTAN?, ¿para que cuando su juego político ha fallado sea otro el
que en su caso se abrase las manos al sacar las castañas del fuego?
Por otro lado, había ya divergencias (en el seno mismo, pues, de la
Organización) entre el Secretario General y el Comandante de la
UNPROFOR, más pegado al terreno y a sus fuerzas. A este res-
pecto, la decepción del General Morillon es un botón de muestra.
Por último, estaba también como problema la preocupación que
sentía el Comandante de la UNPROFOR por la seguridad de sus

359. Aquí la iniciativa política surgió de la OTAN con el fin de prestar apo-
yo a la ONU para que las fuerzas serbias levantaran el asedio de Sarajevo.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 147

tropas cuando la OTAN llevaba a cabo operaciones aéreas y las re-


presalias que estas podían, como ocurrió de hecho, generar.

65. Estados Unidos quiere romper el sistema, burocrático e


ineficiente, otorgando al General Rupert Smith, Comandante de
la UNPROFOR en Bosnia, absoluta libertad de decidir, mientras
que los europeos se mostraban reticentes a hacerlo, temiendo re-
presalias sobre la Fuerza. No obstante, hay que reconocer que la
posición estadounidense parecía justificada, pues la actitud del re-
presentante del Secretario General, Yasussi Akassi, había sido en
muchos casos tergiversadora, acusándosele incluso de haber adop-
tado ciertas decisiones de mala fe360. La situación, ya conocida,
nunca se puso, sin embargo, de forma tan clara sobre el tapete
como hasta entonces, debatiéndose también en la ya citada Con-
ferencia de Londres de 21 de julio de 1995.
Los combates se iban a reiniciar a finales de agosto, aunque
ahora se iba a ver el conflicto desde una perspectiva distinta con
la mayor implicación de Estados Unidos. Así, cuando a finales de
agosto las perspectivas de un arreglo político para Bosnia patinan
a causa del rechazo serbio a aceptar el plan Kozyrev361, plan avala-
do por el Grupo de Contacto, los Estados Unidos empiezan a
comprender que éste es el obstáculo mayor para alcanzar un arre-
glo pacífico a la crisis. Esto permite a Richard Holbroooke lanzar
una advertencia: si no se consiguen logros importantes en las dos
próximas semanas, los serbios pagarán las consecuencias362.
Dicho y hecho. Cuando el 28 de agosto los serbios vuelven
a atacar Sarajevo, causando numerosos muertos y heridos363, la

360. Aquí entraba también el General francés, Janvier, a quien se le acusa-


ba de haber rechazado en el pasado solicitar ataques aéreos.
361. Cfr. supra parágrafo 60.
362. Cfr. «Chronique des faits internationaux», Revue Générale de Droit
International Public, 99 (1995), n. 4, p. 1007.
363. Cfr. «Nueva matanza en Sarajevo horas antes de que Estados Unidos
reanudase las negociaciones de paz», ABC, 29 de agosto de 1995, p. 25.
148 La disolución de Yugoslavia

OTAN y la FRR desencadenan la noche del 29 al 30 de agosto


una respuesta masiva. Es la primera vez que esta operación, deno-
minada «Deliberate Force», se lleva a cabo sin el sistema de la doble
llave, anteriormente mencionado364. La operación de la OTAN
generó confianza en las tropas bosnias que lanzan un ataque con-
tundente hacia el monte Ozren, en dirección a Sarajevo. Por otro
lado, las fuerzas croatas avanzan en el suroeste y ocupan territorios
serbobosnios365. Al mismo tiempo, mientras se llevan a cabo estas
operaciones militares que demuestran que la situación militar se
está volviendo en contra de los intereses serbios366, la OTAN con-
tinúa con ataques aéreos ampliando considerablemente el número
de objetivos militares (baterías antiaéreas, depósitos de munición,
de combustible, los centros de comunicaciones, etc.), tomándose
incluso como objetivo determinadas infraestructuras industriales
con el fin de minar el potencial económico serbio367. Es más, el 10
de septiembre se lanzan 13 misiles «Tomathwak» desde el crucero
«Normandy» sobre baterías antiaéreas serbias, justificando estos
lanzamientos por el mal tiempo que reinaba en la zona, lo que
hacía correr demasiados riesgos a los pilotos. No obstante, ahora
que los americanos habían decidido terminar con el drama que se

364. Evidentemente, esta operación no fue del agrado de los rusos.


365. En esta operación se calcula que unos 127.000 serbobosnios tuvieron
que desplazarse hacia Banja Luka a consecuencia del avance croata. Cfr. Doc.
S/1995/988, de 27 de noviembre de 1995, párrafo 43. Rusia, ante la nueva si-
tuación militar, propone al Consejo de Seguridad un comunicado, adoptado
por éste, en el que deplora la nueva escalada militar y se exhorta a las partes a
que no se aprovechen militarmente de la situación que se vive en ese momento.
366. Estos acontecimientos permitieron que se firmara el 30 de agosto el
llamado Acuerdo de los Patriarcas. En realidad, se trata de un Acuerdo en el
que estuvieran presentes todas las personalidades serbias importantes, que da al
Presidente de la nueva Yugoslavia, Milosevic, competencias para poder nego-
ciar en representación de los serbios de Bosnia con la comunidad international.
Es más, en el caso en que los serbios no estuvieran de acuerdo con las tesis de
Milosevic, prevalecería el punto de vista de éste.
367. Los ataques a esta clase de infraestructuras económicas seguían estan-
do, en teoría, bajo el sistema de la doble llave.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 149

representaba en Bosnia-Herzegovina, los europeos temían involu-


crarse en una guerra americana contra los serbios368. No se trataba
de eso, sin embargo, sino de presionar a las autoridades serbias de
Pale para llevarlas a la mesa de negociaciones; se trataba, en suma,
de conjugar la «Blitz diplomatie» con la presión militar, mientras
los rusos se iban quedando pasito a pasito fuera de juego.

66. Esta nueva situación daría sus frutos. Ya el 8 de septiembre


se concluyó en Ginebra un Acuerdo sobre Bosnia en el que se acep-
ta el plan Kozyrev de 49% del territorio para los serbios de la Re-
pública de Srpska y de 51% para la Federación croatomusulmana
de Bosnia-Herzegovina369. Este acuerdo de Ginebra sería completa-
do el 26 de septiembre por el Acuerdo de Nueva York, firmado por
los Ministros de Asuntos Exteriores de Bosnia-Herzegovina, de
Croacia y de la nueva Yugoslavia, con el objetivo de organizar elec-
ciones libres y democráticas tanto en el seno de la Federación croa-
tomusulmana, como en la entidad serbia de la República de Srpska.
Otro acuerdo importante es el firmado el 13 de septiembre entre
Holbrooke y Milosevic para desenclavar Sarajevo, por el que los ser-
bobosnios aceptan retirar las armas pesadas de la zona de exclusión
de Sarajevo mientras que la OTAN interrumpe los ataques aéreos
durante el tiempo previsto (seis días) para la retirada de las armas370.

368. Cfr. «Chronique des faits internationaux», Revue Générale de Droit


Internationsl Public, 99 (1995), n. 4, p. 1008.
369. Esto implicaba que los serbios debían devolver un 20% del territorio
que habían ocupado. Este acuerdo de Ginebra recibió el apoyo del Consejo de
Seguridad en la Resolución 1016, de 21 de septiembre de 1995 (párrafo 4 del
preámbulo) y exige a las partes (pár. 5 del dispositivo) que negocien de buena
fe sobre la base de esos principios con el fin de lograr una paz duradera en toda
la región. El Consejo también es consciente de la nueva situación militar que
se vive en la zona al reconocer, en el párrafo primero, las acciones ofensivas que
llevan a cabo los Gobiernos de la República de Bosnia y Herzegovina y de la
República de Croacia.
370. El 20 de septiembre, que era cuando expiraba el segundo plazo de tres
días dado por la OTAN, los serbios habían retirado 250 armas pesadas de la zo-
na de exclusión de Sarajevo. Sin embargo, la amenaza serbia en la zona prose-
150 La disolución de Yugoslavia

El negociador americano, por oposición a los antecedentes


mediadores en el conflicto, nunca solicitó a los beligerantes que
cesaran sus operaciones militares, debido sobre todo a que siem-
pre quiso conjugar la diplomacia activa y la presión militar371. Esto
tuvo por efecto que mientras todavía se estaba combatiendo372, se
logra el 5 de octubre un acuerdo total de alto el fuego que entró
en vigor el 12 del mismo mes373.
El alto el fuego, que es ya el trigésimo sexto en los cuatro años
de conflicto, se aplicó en sus inicios de forma caótica, debido
sobre todo a que la política de depuración étnica continuaba entre
las partes, así como otras violaciones del Derecho internacional
humanitario374. Pero lo que está claro es que el alcance de este

guía, ya que todavía mantenían en su poder cañones de menos de 100 mm,


morteros de menos de 81 mm. y ametralladoras pesadas. Precisamente fue esta
la razón que llevó al Presidente bosnio Izetbegovic a rechazar el Acuerdo el 15
de septiembre. Cfr. «Chronique des faits internationaux», Revue Générale de
Droit International Public, 99 (1995), n. 4, p. 1010.
371. Este enfoque del negociador americano parece hacer mella en el mis-
mo Secretario General de las Naciones Unidas, quien en una carta dirigida al
Consejo de Seguridad el 18 de septiembre deja claro que es partidario de sus-
tituir a la UNPROFOR de Bosnia por una fuerza multinacional. Aunque tar-
de, ahora comprende que las Naciones Unidas no tienen capacidad para llevar
a cabo operaciones de una cierta envergadura como lo estaba haciendo la
OTAN. La diplomacia debe disponer de tiempo necesario para cumplir con sus
fines, pero cuando ese tiempo no consigue los fines hay que dar paso a la otra
diplomacia, que es la acción militar, para ser creíbles. Cuando esto no se hace
así, la diplomacia pasa a ser retórica y la ONU «le “machin” qui ne sert à rien»,
por utilizar un término que gustó al General De Gaulle.
372. El 4 de octubre la OTAN bombardea baterías de defensa antiaérea ser-
bias, mientras que las fuerzas bosnias prosiguen su ofensiva.
373. Este acuerdo prevé la suspensión de las operaciones militares, el inter-
cambio de prisioneros y la apertura de dos rutas hacia el enclave de Gorazde
desde Sarajevo o desde Belgrado, enclave que deberá ser accesible no sólo para
los convoyes de la ONU, sino también para los convoyes bosnios no militares.
Para este acuerdo, cfr. Keesing’s 1995 (10), p. 40830.
374. Prueba de ello es que el 9 de noviembre, por lo tanto un mes más
tarde, el Consejo de Seguridad adopta la Resolución 1019, cuyo párrafo 1
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 151

acuerdo no es como el de los anteriores, pues los Presidentes de


Bosnia-Herzegovina, Croacia y de la nueva Yugoslavia se com-
prometen a encontrarse nada más y nada menos que en los Es-
tados Unidos, y más concretamente en la base aérea de Wright-
Patterson, en Dayton (Ohio), a finales de octubre. Y es que la
situación sobre el terreno ya no es como un año antes, puesto que
los serbios controlan sólo un 48% del territorio de Bosnia, por
oposición al 71% del año anterior, ajustándose así estrictamente
al acuerdo de Ginebra del 8 de septiembre. Otra cuestión que
conviene señalar, y que no ha sido suficientemente analizada por
los estudiosos europeos, es que deciden reunirse en los Estados
Unidos, y no en Londres, París o Ginebra (...)375. La recién estre-
nada Unión (Europea) era incapaz de ordenar el patio trasero de
su casa al quedarse su Política Exterior y de Seguridad Común en
papel mojado. Naciones Unidas se veía desbordada, tanto diplo-
mática como militarmente. Es más, a nuestro juicio, su desastro-
sa gestión de la crisis376 ha generado en muchos el convencimien-

«condena en los términos más enérgicos posibles todas las violaciones del De-
recho internacional humanitario y de los derechos humanos». Exige además
en el párrafo 5 «que se cierren de inmediato todos los campamentos de de-
tención ubicados en todo el territorio de la República de Bosnia y Herzego-
vina».
375. Como ha señalado una especialista en temas políticos relacionados
con la crisis yugoslava, Laura Silber, los responsables americanos querían de-
mostrar con toda contundencia que tenían la iniciativa y el dominio de las ope-
raciones que había que llevar a cabo, eliminando así a los otros miembros del
Grupo de Contacto. Cfr. SILBER, L., «Dayton: histoire d’une négociation», Le
Trimestre du Monde, 1996, n. 34, pp. 101-118 (p. 103).
376. A esto contribuyó de una manera muy especial el Representante de la
ONU para la antigua Yugoslavia, Yasussi Akassi. Evidentemente, en estas
nuevas circunstancias, parecía obvio que fuera defenestrado, cosa que se hizo ya
el 9 de octubre de 1995, descargándole de sus funciones a partir del 1 de no-
viembre y siendo sustituido temporalmente por el actual Secretario General,
Kofi Annan, por aquel entonces responsable de las operaciones de manteni-
miento de la paz. El precitado Representante onusiano no escondía sus simpa-
tías proserbias, paralizando las acciones militares cuando éstas se hacían más
152 La disolución de Yugoslavia

to de que es llegada la hora de un seria reforma de la Carta377.


Rusia, tradicional protectora de los serbios, carece de fuerzas eco-
nómicas y políticas para proponer otra alternativa. Así las cosas,
sólo el «Tío Sam» parece reunir todos los ingredientes (...).

4.4. El Acuerdo de Dayton

67. Pensamos haber demostrado en las páginas precedentes


que durante todo el conflicto yugoslavo la comunidad internacio-
nal buscó, por diferentes medios, una solución política negociada.
A lo largo de cuatro años, se dio preferencia absoluta a la nego-
ciación por oposición al recurso a la fuerza, sin lograr resultado al-
guno. Y es que los contendientes no estaban por esa labor nego-

que necesarias, aparte de oponerse sistemáticamente a los ataques aéreos de la


OTAN. Así las cosas, era obvio que no disfrutaba de las simpatías de los Esta-
dos Unidos.
377. En estas circunstancias, no es extraño que haya estudios como el de
Coicaud, que termina diciendo: «A cet égard, le conflit dans l’ex-Yougoslavie de-
meure exemplaire. Il illustre de manière toutes les contradictions et les problèmes
de l’ONU en matière de maintien de la paix. L’Organisation des Nations Unies
y a déployé la plus grande partie des moyens don’t elle dispose pour instaurer la
paix: Casques bleus, négociations, assistance humanitaire, sanctions. Finalement,
l’engagement des Nations Unies en ex-Yougoslavie a largement contribué à la
crise de crédibilité don’t souffre aujourd’hui le maintien de la paix et a introduit
un déséquilibre dans les activités de l’ONU: les cinq millions de dollars que l’Or-
ganisation dépense quotidiennement en ex-Yougoslavie le sont au détriment
d’autres régions du monde. C’est-a-dire que l’avenir du maintien de la paix dé-
pend de la capacité dont fera preuve la communauté internationale à éviter la
dérive à laquelle nous avons asiste ces dernières années. Cela n’implique évidem-
ment pas d’ignorer les crises qui éclatent. Mais la recherche de la paix doit se faire
dans une plus grande clarté conceptuelle et opérationnelle. Entre le maintien de
la paix et l’imposition de la paix, entre la non-intervention et est impératif qu’il
existe une división du travail et une répartition des responsabilités: l’expérience le
montre, l’Organisation des Nations Unies n’a pas, dans sa configuration actuelle,
les mohines de conduire des opérations d’imposition de la paix de grande enver-
gure» («L’ONU, peut-elle assurer la paix?», op. cit. [nota 356], p. 54).
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 153

ciadora. Todo esto empezó a cambiar al final del verano de 1995,


vislumbrándose entonces posibilidades reales de llegar a una solu-
ción del conflicto, una vez que se dieron una serie de circunstan-
cias, como las matanzas en Srebrenica, la ofensiva victoriosa croa-
ta, un reequilibrio de fuerzas que demostró a los serbios que no
podían conseguir sus objetivos por la vía militar, una nueva acti-
tud francesa y, sobre todo, la decisión de los Estados Unidos de
terminar con el conflicto378, después que los europeos se revelaron
impotentes para hacerlo.
Así las cosas, lo cierto es que el entonces Presidente de los Es-
tados Unidos, Bill Clinton, que estaba en plena campaña electoral,
dio un plazo a los líderes de Bosnia, Croacia y de la nueva Yugos-
lavia para que se entendieran de una vez por todas. Iniciadas las
negociaciones el 1 de noviembre, los Estados Unidos les invita a ir
terminando el día 19379, consiguiendo que el 22 de noviembre se
llegara a un Acuerdo, que fue rubricado ese mismo día, firmándo-
se posteriormente y de forma solemne en el Palacio del Elíseo en
París, el 14 de diciembre. Los firmantes del Acuerdo son los Presi-
dentes Bosnia-Herzegovina (Izetbegovic), Croacia (Tudjman) y
República Federativa de Yugoslavia (Milosevic). Este último repre-
senta, como ya vimos en virtud del denominado Acuerdo de los Pa-
triarcas, a los serbios de Bosnia, es decir a la República Srpska. Son
firmantes también del Acuerdo en tanto que testigos, los miembros
del Grupo de Contacto380. Se pone así fin a un conflicto en Bosnia-
Herzegovina que había causado cerca de 200.000 muertos381.

378. Cfr. COICAUD, J.M., «La communauté internationale et l’Accord de


Dayton», Le Trimestre du Monde, 1996, n. 34, pp. 73-92 (p. 73).
379. Las negociaciones se llevaron a cabo a puerta cerrada, bajo la égida de
Richard Holbrooke, Secretario de Estado adjunto de los Estados Unidos.
380. Firman Felipe González en tanto que ejerce la Presidencia de la UE,
Chirac por Francia, Kohl por Alemania, Tchernomyrdine por Rusia, Mayor
por el Reino Unido y Clinton por los Estados Unidos.
381. Han sido numerosos los trabajos destinados al estudio de este Acuer-
do. Sin ánimo de exhaustividad, véase entre otros: COX, M., «The Dayton
Agreement in Bosnia and Herzegovina: A Study of Implementation Strate-
154 La disolución de Yugoslavia

No pretendemos analizar aquí todos los detalles de los com-


promisos asumidos en Dayton, pero sí dar algunas pinceladas al
respecto. Lo primero que queremos resaltar es que el único texto
que hace fe es la versión inglesa, y que el tratado entró en vigor
inmediatamente. Esto se debe en parte a que los europeos fueron
marginados por los Estados Unidos en las negociaciones, tenien-
do muchas dificultades para que sus puntos de vista fueran toma-
dos en consideración. Atrás queda la pretensión francesa de que se
celebrara en París una especie de Conferencia de paz. Sin embar-
go, en señal de buena voluntad, los Estados Unidos aceptan que
la ceremonia final de la firma se celebre en París; de ahí que algu-
nos autores galos, sobre todo internacionalistas, se refieran a este
texto como el Tratado de París o del Elíseo, mientras que otros
mencionan Dayton-París, y otros sólo Dayton, aunque es de jus-
ticia reconocer que la expresión más utilizada en el mundo jurídi-
co y político ha sido la de Acuerdo de Dayton.
En torno a este Acuerdo, se ha señalado que es el resultado de
un conjunto de textos híbridos, lo que le otorga una naturaleza
particular, debido sobre todo a su carácter práctico. Todo ello im-
plica que su aplicación quede supeditada a una serie de situacio-

gies», British Yearbook of International Law, LXIX (1998), pp. 201-243;


MAZIAU, N., «Cinq ans après, le Traité de Dayton-Paris à la croisée des che-
mins: succès incertains et constat d’échec», Annuaire Français de Droit Inter-
national, XLV (1999), pp. 180-202; RANCHARAN, B., «The Bosnian Peace
Accord», Leiden Journal of International Law, 1996 (1), pp. 131-140; RAMÓN
CHORNET, C., «Balance provisional de la aplicación de los Acuerdos de Day-
ton», Anuario de Derecho internacional, XIII (1997), pp. 547-560; SOREL,
J.-M., «L’accord de paix sur la Bosnie-Herzégovine du 14 décember 1995: Un
traité sous bénéfice d’inventaire», Annuaire Français de Droit International, XLI
(1995), pp. 65-99; y TORRELLI, M., «Chronique des faits internationaux ex
Yougoslavie. La Guerre ou la paix?», Revue Générale de Droit International
Public, 100 (1996), pp. 256-274. Además, en la revista Trimestre du Monde,
1996, n. 34, pp. 73-118, autores como Jean-Marc Coicaud (ya citado), y en-
trevistas a Richard Holbrooke, Laura Silber y Don Snider, analizan el alcance
del Acuerdo desde un punto de vista político.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 155

nes que pueden ir variando con el tiempo, dándole así ese enfo-
que empírico típico de la cultura jurídica anglosajona. Dicho de
otro modo, el Acuerdo puede ir evolucionando con la práctica382.
En nuestra opinión, dado el contexto en el que debía de aplicar-
se, estas características son sumamente positivas. No hay que
olvidar que se trata de un Acuerdo de paz sin establecer las res-
ponsabilidades por la tragedia vivida; y como otros, parte de la
aceptación de los hechos consumados por las conquistas terri-
toriales y lo que es más, casi podría decirse que se han aceptado
también los hechos consumados por la práctica de la depuración
étnica. A este respecto, la partición de Bosnia-Herzegovina se ha
hecho precisamente sobre la base de criterios étnicos.

68. Los primeros efectos del Acuerdo no se hacen esperar: El


22 de noviembre de 1995, por lo tanto en una fecha que se sitúa
entre la rúbrica en Dayton y la firma solemne en París, el Conse-
jo de Seguridad adopta dos Resoluciones: la 1021 y la 1022. En
la primera, acoge con beneplácito la rúbrica del Acuerdo y decide
dejar sin efecto el embargo sobre las armas impuesto por la Reso-
lución 717 (1991); en la segunda, el Consejo decide suspender
por tiempo indefinido las sanciones impuestas por la Resolución
757 (1992) y otras posteriores. Nunca se había reaccionado en
esta crisis de una forma tan rápida. En realidad, esta diligencia se
debe a que algunos de sus miembros permanentes quieren salir de
una vez por todas del atolladero yugoslavo (Francia y Reino Uni-
do), mientras que otros se dan cuenta de que ya no pueden poner
más palos en las ruedas, y que, por lo tanto, están en un camino
sin retorno (China y Rusia). Hechas estas consideraciones, con-
viene señalar que el Acuerdo de paz se compone de dos partes
bien diferenciadas383: la primera recoge el Acuerdo Marco General

382. Cfr. SOREL, J.M., «L’ Accord de paix sur la Bosnie-Herzégovine...», op.
cit. (nota 381), p. 72.
383. Para el texto del Acuerdo, cfr. el documento de la Asamblea General y
del consejo de Seguridad A/50/790/S/1995/1999, de 30 de noviembre de 1995.
156 La disolución de Yugoslavia

para la Paz en Bosnia y Herzegovina; la segunda consta de 11


Anexos (a los que se denomina colectivamente como Acuerdo de
Paz) relacionados con temas concretos384. El Acuerdo General
recoge los principios en los que deben basarse las relaciones entre
las partes, como el respeto a los principios enunciados en la Carta
de las Naciones Unidas, en el Acta de Helsinki, o las disposiciones
de la OSCE; se señala, asimismo, el compromiso por las partes de
respetar la igualdad soberana de unas y otras y de solventar las
controversias por medios pacíficos.
Son los Anexos, sin embargo, los que tratan los temas priori-
tarios de forma inmediata, entre ellos evidentemente los militares
y los relacionados con el establecimiento de una estabilidad
regional. A este respecto, el papel de los Estados Unidos ha sido
clave, conscientes de que sólo una fuerza militar creíble en la zona
podría garantizar el Derecho. Así, mientras que los Estados Uni-
dos daban una prioridad absoluta a esta cuestión, los europeos se-
guían insistiendo sobre los aspectos políticos y civiles, intentando
todavía la necesaria reconciliación entre las partes.
En relación con los aspectos militares más inmediatos, el ar-
tículo primero del Anexo 1-A385 otorga a la OTAN un papel esen-
cial para el establecimiento de la paz. En este marco, se recogen
las tres obligaciones siguientes:
– Se pide al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ac-
tuando en virtud del Capítulo VII, que adopte una resolu-
ción en la que autorice a los Estados miembros, o a las or-
ganizaciones y otros acuerdos regionales, a crear una fuerza

384. Los temas que son objeto de los Anexos son los siguientes: militares y
de estabilidad regional, líneas de demarcación, elecciones, Constitución de
Bosnia y Herzegovina con capital en Sarajevo, arbitraje, derechos humanos, re-
fugiados y desplazados, preservación de los monumentos nacionales, constitu-
ción de empresas públicas en Bosnia y Herzegovina, aspectos civiles de la apli-
cación del Acuerdo y, por último, un acuerdo relativo a una fuerza de policía
internacional. A esto hay que añadir Cartas de acompañamiento, Cartas anexas
y 102 mapas, lo que hace un total de 150 páginas.
385. Acuerdo relativo a los aspectos militares.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 157

multinacional, denominada IFOR («Implementation For-


ce»)386. Ésta estará compuesta de unidades aéreas, navales y
terrestres de países miembros y no miembros de la OTAN,
desplegándose en Bosnia-Herzegovina para velar por el
cumplimiento del Acuerdo. Empezaría a funcionar una vez
que concluya el mandato de la UNPROFOR, y una vez
que el Comandante de ésta transfiera la responsabilidad del
mando a la IFOR.
– Será la OTAN la que creará la IFOR que operará bajo la su-
pervisión del Consejo del Atlántico Norte, vía la cadena de
mando de la OTAN.
– Otros Estados podrían ayudar a aplicar estos aspectos mili-
tares con el acuerdo de la OTAN. Con esto se pretende
conseguir el cese general y durable de las hostilidades. Para
ello se prevé la prohibición del recurso a la amenaza o al uso
de la fuerza entre las distintas entidades de Bosnia y Herze-
govina, una plena y activa cooperación con la IFOR y la
adopción de medidas que permitan llegar a establecer una
mayor seguridad. Si a esto añadimos una cierta limitación
del armamento, es obvio que todo ello favorecerá la con-
fianza y la reconciliación entre las partes.
Pero el Acuerdo relativo a los aspectos militares va más lejos,
previendo que la IFOR podrá recurrir a las medidas coercitivas
que estime necesarias para velar por su propia protección. Para
ello, se pide a las partes que respeten el alto el fuego de 5 de oc-
tubre de 1995387 y que todas las fuerzas extranjeras se retiren388.
Por otro lado, antes de efectuar el despliegue de la IFOR389, es ne-
cesario llevar a cabo un redespliegue de las fuerzas hasta ahora
enemigas en tres fases, con el fin de desmilitarizar la zona390.

386. Cfr. artículo VI.


387. Artículo 11. Sobre este acuerdo, cfr. supra parágrafo 66.
388. Artículo III.
389. Artículo VI.
390. Artículo IV.
158 La disolución de Yugoslavia

69. Un día después de la firma solemne en París del Acuerdo,


el Consejo de Seguridad adopta en virtud del Capítulo VII, y por
unanimidad, la Resolución 1031, en cuyo párrafo 14 «autoriza a
los Estados Miembros que actúen por conducto de la organiza-
ción mencionada en el Anexo 1-A del Acuerdo de Paz o en coo-
peración con ella, a establecer una fuerza de aplicación multina-
cional (IFOR) bajo mandato y control unificados...»391. Por lo
demás, estamos ante una resolución en la que el Consejo se mues-
tra extremadamente generoso con la IFOR, al autorizar a todos
«los Estados miembros a que a petición de la IFOR, tomen todas
las medidas necesarias en defensa de la IFOR o para ayudar a la
fuerza a cumplir su misión...»392, reconociendo a dicha fuerza el
derecho a defenderse de los ataques o amenazas de ataques393.
Muestra de que se inicia una nueva etapa, lo constituye el hecho
de que a partir del día en que el Secretario General comunique al
Consejo el traspaso de autoridad de la UNPROFOR a la IFOR394,
todas las resoluciones anteriores en la materia dejarán de producir
sus efectos395. Por lo demás, esta resolución exige que las partes res-
peten la seguridad y la libertad de movimiento del personal de la
IFOR y demás personal internacional396.
El traspaso de la UNPROFOR a la IFOR se efectuaría el 19
de diciembre, tan sólo cinco días después de la firma del Acuerdo
en París. Todo parecía indicar que todos querían que la nueva
fuerza empezara a cumplir su misión lo antes posible. La IFOR es

391. Se rompe, pues, con el sistema de «doble llave». Ya hemos comentado


que esta fuerza estaba ya en la mente de la OTAN en el llamado plan 40-103.
392. Párrafo 17.
393. Conviene resaltar aquí la cuestión de «las amenazas de los ataques»,
lo que demuestra el cambio de rumbo dado con la IFOR en relación con la
UNPROFOR.
394. El mandato de la UNPROFOR habría sido prudentemente ampliado
por la Resolución 1026, de 30 de noviembre de 1995, hasta el 31 de enero de
1996.
395. Párrafos 19 y 33.
396. Párrafo 18.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 159

una fuerza compuesta por 60.000 soldados397, repartidos en tres


divisiones multinacionales, con un Estado como guía en cada una
de ellas y teniendo asignadas una zona determinada398. El mando
único sobre el terreno fue asignado al almirante estadounidense
Smith, Comandante de las fuerzas de la OTAN para el sur de
Europa, y estaría asistido por el que fue Comandante de la
UNPROFOR, el General francés Janvier399. Hay que aclarar al
respecto que la IFOR está bajo control operativo de la OTAN, co-
mandado desde el Cuartel General en Mons (Bélgica), aunque los
contingentes quedan bajo mando nacional400.
La constitución de la IFOR trae consigo una serie de noveda-
des en esta materia dignas de mención. Por ejemplo, la operación
«Joint Endeavour» es la primera operación terrestre de la OTAN
que se lleva a cabo desde su creación en un marco completamen-

397. Entre ellos 20.000 estadounidenses, 12.000 británicos, 10.000 fran-


ceses, 5.000 alemanes, 4.000 rusos, 2.500 italianos, 1.500 españoles, etc. A este
respecto, cfr. SOREL, J.M., «L’accord de paix sur la Bosnie-Herzégovine...», op.
cit. (nota 381), p. 74 y nota 26, que califica a la IFOR de «fuerza impresio-
nante»...
398. Así, había un sector americano, uno británico y otro francés. Cfr. un
mapa de éstos en TORRELLI, M., «La guerre ou la paix?», op. cit. (nota 381), p.
267.
399. Este nombramiento se imponía debido a que la mayor parte de las
unidades que formaban la UNPROFOR se transfieren a la IFOR, lo mismo
que el material. Cfr. Doc. S/1995/1031, de 13 de diciembre de 1995, que re-
coge el Informe del Secretario General en aplicación de la Resolución 1026.
400. La participación rusa no dejó de plantear algunos problemas relacio-
nados con el papel central que desempeñaba la OTAN, rechazando que sus tro-
pas estuvieran bajo el mando de esta Organización. Al final, los rusos acepta-
ron el control operativo de la OTAN, pero sería un ruso el que mandara
directamente las tropas. Quedaba todavía el problema de determinar los obje-
tivos de base a la hora de llevar a cabo las operaciones sin que los rusos pudie-
ran bloquear las decisiones. Este problema se solucionó con un acuerdo con-
cluido en Bruselas el 28 de noviembre por el que se crea un comité consultivo.
Era evidente que el pequeño contingente ruso no podía paralizar o enturbiar la
labor de la IFOR, sobre todo cuando se quería dar carpetazo con algo que per-
judicó considerablemente a la UNPROFOR, como fue la cuestión del mando.
160 La disolución de Yugoslavia

te distinto de aquel para el que se había creado. Además, por pri-


mera vez, sale de su zona de intervención tal y como había sido
prevista en 1949. Es también la primera vez que coopera codo con
codo con sus antiguos enemigos potenciales, cuya estrella era
Rusia, y con otros países que se habían mantenido al margen de
los dos bloques como Austria y Suecia. Esto supuso evidentemen-
te la creación de nuevos conceptos como el del mantenimiento de
la paz «multifuncional», lo que forzosamente traería consigo cam-
bios en la OTAN, al mismo tiempo que se erigía como Organiza-
ción capaz de «imponer» la paz, por oposición a la ONU.

70. Junto a los militares, el Acuerdo también recoge una serie


de aspectos civiles, que no debemos olvidar, importantes para re-
solver un conflicto como el que estamos analizando. Se trata de
dar los pasos precisos con el fin de crear el clima idóneo que per-
mita establecer las bases para la reconstrucción de Bosnia-Herze-
govina. Desde este prisma, hemos visto que ciertos Anexos del
Acuerdo tratan temas como la reforma de las infraestructuras y la
reconstrucción económica, el retorno de los refugiados y despla-
zados, los derechos humanos, la policía internacional e, incluso, la
cuestión de los criminales de guerra401.
Se trata, sin duda, de cuestiones delicadas y estrechamente
inter-relacionadas. Uno de los primeros problemas por afrontar
era el de reconstruir económicamente la región, devastada por cua-
tro años de guerra. Reto asumido por la Unión Europea, que la
llevó a convocar una Conferencia en Londres los días 8 y 9 de
diciembre de 1995 para tratar el tema e intentar recaudar los
fondos necesarios. Por aquel entonces, se calculó en unos 5.000
millones de dólares los gastos de reconstrucción, cifra que rápida-

401. A este respecto, cfr. RAMÓN CHORNET, C., «Balance provisional...»,


op. cit. (nota 381), pp. 550-552. Ver también COICAUD, J.M., «La commu-
nauté internationale et l’Accord de Dayton», op. cit. (nota 378), pp. 80-82; y
SOREL, J.-M., «L’Accord de paix sur la Bosnie-Herzégovine...», op. cit. (nota
381), pp. 84-92.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 161

mente se demostró insuficiente. De un tercio de esta suma se res-


ponsabilizó la Unión europea, y de los otros dos tercios Estados
Unidos, Japón y la Conferencia Islámica, creándose al efecto una
Conferencia de donantes402. La ayuda estaría condicionada, como
es de rigor, al respeto de los derechos humanos, retorno de refu-
giados, desarme y todo aquello que implique la normalización de
las relaciones.
Otro aspecto importante era garantizar la seguridad en la zona.
Por eso, en el Anexo 11 se pide que el Consejo de Seguridad deci-
da crear una Fuerza de Policía Internacional de las Naciones Uni-
das en tanto que policía civil403, con el fin de controlar, observar y
vigilar las instalaciones y las actividades de policía, asesorar a las
fuerzas del orden y ocuparse de su formación404. Además, esta
Fuerza se ocupará también de ayudar al buen desarrollo de las elec-
ciones, asegurando la protección del personal internacional que se
encuentre en Bosnia-Herzegovina para las elecciones. Esta Fuerza
se crearía por la Resolución 1035 del Consejo de Seguridad, de 21
de diciembre de 1995, denominándola Grupo internacional de
Policía (GIP). La GIP estaría compuesta por unos 1.700 miem-
bros, y estaría bajo la autoridad del Secretario General y en con-
tacto directo con el Alto Representante, el sueco Carl Bildt.
Respecto a los refugiados y desplazados, calculados en unos dos
millones de personas405 (lo que implica que casi la mitad de la po-
blación ha tenido que abandonar su lugar de residencia), convie-
ne resaltar que es uno de los problemas más dramáticos que ha ge-
nerado este conflicto. Muchos de esos refugiados se encontraban

402. El artículo I del Anexo 10 indica que se solicitará ayuda a las organi-
zaciones e instituciones internacionales.
403. Cfr. RANCHARAN, B., «The Bosnian Peace Accord», op. cit. (nota
381), p. 139.
404. Artículo 111.
405. Cfr. COICAUD, J.-M., «La communauté internationale et l’Accord de
Dayton», op. cit. (nota 378), p. 81; y RAMÓN CHORNET, «Balance provisio-
nal...», op. cit. (nota 381), p. 551.
162 La disolución de Yugoslavia

en Alemania, Austria, Suiza, etc. Y el dilema al que se enfrentaba


el Alto Comisionado de las Naciones Unidas era evitar a un mis-
mo tiempo el reenvío brutal de los refugiados que se encontraban
en el exterior, es decir, en los países de acogida, y la creación de
campamentos permanentes que sólo generan problemas sanita-
rios, corrupción, etc. Para solucionar estos problemas se adoptó el
Anexo 7, cuyo artículo I recoge que cualquier refugiado o despla-
zado tiene el derecho de volver a su domicilio de origen con toda
seguridad, debiendo suprimirse toda práctica o legislación intimi-
datoria o de incitación al odio. Respecto a los bienes, éstos serán
restituidos, y si no es posible se deberá indemnizar. Para ello, la
parte segunda del Anexo crea una Comisión, compuesta por re-
presentantes de las entidades bosnias y de miembros (9) nombra-
dos por el Presidente del Tribunal Europeo de Derechos Huma-
nos, encargada de llevar a cabo la identificación de los propietarios
y, llegado el caso, proceder a la indemnización406.
En cuanto a los derechos humanos, sólo queremos mencionar
que el Anexo 6, después de establecer una serie de obligaciones
básicas para las partes en materia de libertades y de derechos fun-
damentales407, crea una Comisión de Derechos Humanos, com-
puesta de un Mediador (Ombudsman), con apoyo de la CSCE, y
de una Cámara de Derechos Humanos408. Esta Comisión tendrá
jurisdicción para instruir las eventuales violaciones de derechos
humanos, pudiendo el individuo acceder a ella. Respecto al Me-
diador, que será nombrado por un período de cinco años por el

406. Cfr. artículo XII, párrafo 5. A este respecto, cfr. COX, M., «The
Dayton Agreement in Bosnia...», op. cit. (nota 386), pp. 231-239.
407. Los derechos están sacados del Convenio Europeo de Derechos Hu-
manos y están recogidos en el artículo I del Anexo.
408. Cfr. artículo II-VII del Anexo 6. La Cámara estará compuesta por 14
miembros, 7 por Bosnia y Herzegovina (4 por la Federación Bosniocroata y 3
por la República de Srpska), y los otros 7 nombrados por el Comité ministe-
rial del Consejo de Europa, siempre y cuando no sean ciudadanos de Bosnia y
Herzegovina ni de un Estado vecino.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 163

Presidente de la OSCE409, colabora en la labor jurisdiccional con


la Cámara de Derechos Humanos. El procedimiento previsto,
salvo que haya un arreglo amistoso410, es de naturaleza jurisdiccio-
nal, al comprender fases escritas y avales en audiencia pública, y
obliga a las partes a ejecutar íntegramente las decisiones.
Desde esta misma perspectiva, cabe preguntarse por la cuestión
de los crímenes de guerra y por las violaciones del Derecho interna-
cional humanitario. Y es que, aunque no haya una parte específi-
ca consagrado al TPIY, este impregna en realidad el conjunto del
Acuerdo. En efecto, ya el artículo IX del Acuerdo marco estable-
ce que todas las partes deben cooperar en las investigaciones y per-
secuciones por crímenes de guerra y otras violaciones del Derecho
internacional humanitario. En distintos anexos, hay también re-
ferencias, algunas explícitas y otras implícitas, a la obligación de
cooperar con el precitado Tribunal. Los crímenes y las violaciones
han sido de tal magnitud que no se hubiera comprendido una la-
guna tan importante. No conviene ignorar que el artículo VIII,
apartado 3 del Anexo 1-A relativo a los aspectos militares, prevé
que la Comisión Militar Mixta no podría tener entre sus miem-
bros a personas acusadas o susceptibles de serlo, por el Tribunal,
mientras que el artículo IX, que atañe al intercambio de prisione-
ros, señala que no habrá liberación para aquellos sobre los que
haya determinadas sospechas de que tengan que ser consultados
por el Tribunal. Si nos trasladamos al Anexo 4, que recoge la
Constitución para Bosnia-Herzegovina, hay varias disposiciones
relacionadas con el Tribunal, como la del artículo II, referente a
los derechos humanos, en donde se establece en esta materia una
estrecha colaboración con el Tribunal411, y la del artículo IX, que
de una forma mucho más contundente establece que toda perso-

409. El Mediador no puede ser ni ciudadano de Bosnia y Herzegovina ni


de ningún Estado vecino.
410. Cfr. artículo IX.
411. No podía ser menos dada la estrecha interrelación entre los derechos
humanos y el Derecho internacional humanitario.
164 La disolución de Yugoslavia

na que cumpla una pena impuesta por el Tribunal, o haya sido in-
culpada y no ha comparecido ante él, no podrá ser candidato a las
elecciones ni ejercer ningún puesto o cargo público. Por otro lado,
el artículo VI del Anexo 7, relativo a los refugiados y desplazados
prevé una amnistía para los delitos comunes, pero no para los crí-
menes ni para las violaciones del Derecho internacional humani-
tario. Hasta la Fuerza Internacional de Policía debe transmitir
cualquier información que posea sobre estos aspectos al Tribunal.
Una sombra existe, sin embargo, a este respecto, y es que no te-
nemos una disposición que establezca claramente una estrecha co-
laboración entre la IFOR y el Tribunal. No obstante, el descubri-
miento de fosas comunes y la evolución de la situación traería
consigo una cooperación más estrecha, por no decir forzada. Y es
que la IFOR, a pesar de que no tuviera funciones de policía judi-
cial, difícilmente podría negarse a cooperar con el Tribunal, bien
ayudando a detener a los acusados o bien ayudando a todos aque-
llos que llevan a cabo las investigaciones pertinentes al respecto.
Todos hemos podido comprobar cómo en algunas ocasiones la
IFOR se ha movido para detener a algunos de los acusados, en al-
gunos casos con éxito y en otros no tanto.

71. Dicho esto, cabe preguntarse sobre si el Acuerdo de Day-


ton ha colmado las esperanzas suscitadas o no. Sobre el tema hay,
como no podía ser menos, opiniones diferentes, debido sobre
todo a que unos y otros parten de concepciones distintas. Aque-
llos que esperaban del mismo una paz auténtica y verdadera simi-
lar a la que podemos disfrutar en otros países europeos occiden-
tales pueden estar quizás decepcionados; es el caso de Nicolas
Maziau, quien a este respecto señala: «... La communauté inter-
nationale s’interroge sur l’avenir de l’accord de Dayton. Cinq ans
après la fin de la guerre en Bosnie-Herzégovine, rien ne semble vé-
ritablement règle»412, insistiendo además en el hecho de que la

412. De este autor, cfr. «Cinq ans après le Traité de Dayton-París...», op. cit.
(nota 381), p. 98.
Las Naciones Unidas y la crisis yugoslava: La crónica de un fracaso anunciado 165

paz, sí, está asegurada, pero esencialmente por la presencia de


tropas de la SFOR, es decir la fuerza que sustituiría a la IFOR a
partir del 21 de diciembre de 1996413, y que estaría en la zona
cuando se desarrolló la Guerra de Kosovo (1999)414; para J.M.
Sorel se constata claramente que en el Acuerdo de Dayton «L’ab-
sence de guerre fut préférée à une vraie paix»415; otras muchas crí-
ticas fueron apareciendo en los años posteriores a la firma del
Acuerdo, insistiendo en su incoherencia, al proclamar por un
lado, la unidad y por otro, la divisibilidad de Bosnia-Herzegovina
en zonas étnicas, consagrando así la práctica de depuración étni-
ca llevada a cabo durante el conflicto416.
Pese a todas estas críticas y análisis pesimistas, parece posible
afirmar que las cosas no han ido mal para Bosnia-Herzegovina,
como puso de relieve el Alto Representante en la zona, el sueco
Carl Bildt417. Y es que no se puede examinar con los mismos pa-
rámetros el desarrollo político de un país, como la antigua Yugos-
lavia, desmembrado y que ha padecido las guerras que aquí hemos
comentado, que el resto de países europeos occidentales e incluso
de Europa Oriental, por mucho que estos últimos hayan salido
también de dictaduras no precisamente «paternalistas». Ninguno
de ellos ha padecido una crisis interna como la que del análisis de
este libro se desprende. Pensar que hoy en día se puedan celebrar
elecciones en Bosnia y Herzegovina y contemplar una paz «relati-
va» en la zona parece demostrar que poco a poco este país resurge

413. Todo el dispositivo relativo a la IFOR se transpuso a la SFOR, en la


que participaban 15 Estados miembros de la OTAN y 16 Estados no miem-
bros.
414. Sobre esta guerra, cfr. infra parágrafos 78 ss.
415. «L’Accord de paix sur la Bosnie-Herzégovine...», op. cit. (nota 381),
p. 99.
416. Para un análisis sobre estas y otras cuestiones relacionadas con la pues-
ta en práctica del Acuerdo, cfr. RAMÓN CHORNET, C., «Balance provisional...»,
op. cit. (nota 381), pp. 552 ss.
417. A este respecto, cfr. «El Acuerdo de Dayton y la consolidación de la
paz en Bosnia y Herzegovina», Tiempo de Paz, 1996/97, n. 43, pp. 95-103.
166 La disolución de Yugoslavia

de las cenizas causadas por el terrible incendio bélico que la asoló


durante cuatro largos años. Esto es ya un hecho sumamente posi-
tivo, aunque haya sido con una fuerte presencia militar extranje-
ra. Lo que no se puede exigir es que en esa zona se instale de hoy
para mañana una paz y una sociedad similares a la de los países
realmente democráticos, porque para ello se necesita tiempo, y
probablemente algún cambio generacional. El éxito o el fracaso
del sistema de Dayton sólo puede verse a largo plazo pensando en
una reconciliación étnica mas que en una reintegración418.

418. Cfr. COX, M., «The Dayton Agreement in Bosnia and Herzegovi-
na...», op. cit. (nota 381), p. 242.
IV.
El papel de la UEO y de la OTAN
en la crisis yugoslava:
La «Guerra de Kosovo» (1999)

72. Creemos haber puesto de relieve en las páginas preceden-


tes la compleja imbricación que ha traído consigo el conflicto yu-
goslavo en el ámbito de acción de determinadas Organizaciones
internacionales como, inter alia, la UEO y la OTAN. En realidad,
hemos visto que no siempre es posible disociar claramente las ac-
ciones de unas y de las otras, ya que todas intentaban aunar es-
fuerzos con un objetivo común, aunque el resultado no siempre
fuera exitoso. Es cierto, sin embargo, que en determinados mo-
mentos algunas de estas Organizaciones quisieron monopolizar,
sin que formalmente excluyeran al resto, el tratamiento del asun-
to419, pero, como hemos comprobado, fue vana su pretensión.
Esta actitud creó tensiones, sin duda, en ciertos casos, y no
tanto o no sólo por sus distintas competencias, cuanto o también
porque la aproximación política de unas y otras al conflicto no
convergía. Éste ha sido el caso, como hemos comprobado, de la
ONU y de la OTAN pero también se ha dado en otros supuestos.
Desde este prisma, vamos a ver primero muy sucintamente el pa-
pel de la UEO, para luego centrarnos en la OTAN, cuyas acciones
hasta 1995 ya hemos desarrollado. Ello nos permitirá analizar más

419. En un principio este era el caso de la antigua Comunidad Económica


Europea, luego la Comunidad Europea y este papel lo desempeñó después las
Naciones Unidas, aunque como hemos visto sin éxito.
168 La disolución de Yugoslavia

profundamente la «Guerra de Kosovo» (1999) llevada a cabo, co-


mo se sabe, por aquélla sin autorización de las Naciones Unidas.

1. LA UEO Y LA CRISIS YUGOSLAVA

73. Como ya sabemos, la guerra en la antigua Yugoslavia em-


pezó seis meses antes de la Cumbre de Maastricht, por lo que la
crisis podía ser un test para que la pareja CE-UEO pusiera en
práctica sus deseos. Aunque la UEO sea, por su esencia, una alian-
za de defensa colectiva420 el párrafo tercero del artículo VIII de su
Tratado constitutivo permite al Consejo, a petición de cualquiera
de las Partes, poder «... celebrar consultas sobre cualquier situación
que constituya una amenaza contra la paz, sea cual fuere el lugar
donde se produzca o ponga en peligro la estabilidad económica».
Se acudió a esta disposición para poder llevar a cabo acciones
fuera de zona de la OTAN como el envío de dragaminas en 1987-
1988 al Golfo Pérsico durante la Guerra Irak-Irán, o a la misma
zona de navíos militares en el marco de las sanciones adoptadas
contra Iraq. Por tanto, y por oposición a la OTAN421, la UEO ya
se había dotado de la posibilidad de llevar a cabo acciones deno-
minadas fuera de zona («out of area»), antes del inicio de la crisis
yugoslava422.

74. Partiendo de esta posibilidad, era lógico que la Unión Eu-


ropea intentara utilizar la UEO como test de su nueva filosofía en

420. Artículo V del Tratado de Bruselas enmendado (BOE de 8 de mayo y


9 de octubre de 1990).
421. Esta organización tiene en el artículo 6 del Tratado del Atlántico Nor-
te, de 4 de abril de 1949, definido su ámbito de acción que está limitado al te-
rritorio de los Estados miembros y a las islas bajo su jurisdicción en la región
del Atlántico Norte al Norte del Trópico de Cáncer.
422. Cfr. REMACLE, E., «L’UEO et l’OTAN dans le conflit de l’(ex)-You-
goslavie», Le Trimestre du Monde, 1993, n. 4, pp. 153-165 (pp. 154-155).
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 169

materia de Política Exterior y de Seguridad Común423. Así surgió,


precisamente, la iniciativa francesa de principios de agosto de
1991, proponiendo el despliegue de una fuerza de interposición
de la UEO en Croacia entre serbios y croatas con el fin de poder
establecer un alto el fuego y posteriormente convocar una confe-
rencia de paz424. Esta propuesta, que se había hecho sobre todo
para superar las divergencias francoalemanas respecto a la crisis,
no obtuvo, en la reunión del Consejo de Bon (18 y 19 de sep-
tiembre de 1991), la unanimidad de los nueve miembros que
formaban por aquel entonces la UEO, por la firme oposición bri-
tánica425. El fracaso vendría a representar el último toque de cam-
pana del ambicioso proyecto del dúo CE-UEO de monopolizar la
gestión del conflicto yugoslavo426, abriendo así el paso al Consejo
de Seguridad, que adoptaría el embargo de armas el 25 de sep-
tiembre de 1991 al adoptar la Resolución 713427.
El fracaso de la iniciativa francesa, que se convertiría después
en propuesta francoalemana, no deja de ser paradójico, sobre todo
cuando después la UNPROFOR iba a estar en gran parte com-
puesta por tropas de los Estados miembros de la UEO428. Ello sólo

423. Cfr. MYERS, J.A., The Western European Union: Pilar of NATO or
Defence Arm of the EC?, Brusseys’s, Londres, 1992 (The Centre for Defence
Studies, n. 16).
424. Cfr. STARK, H., «Dissonances franco-allemandes...», op. cit. (nota
80), p. 344.
425. Son sabidas las reticencias del Reino Unido en esta materia, país que
ha dado siempre prioridad a sus relaciones trasatlánticas. Para más detalles
sobre esta posición británica, cfr. SALMON TREVOR, C., «Testing Times for Eu-
ropean Political Cooperation: the Gulf and Yugoslavia, 1990-1992», Interna-
tional Affairs, vol. 68, n. 2, pp. 245-262, Londres.
426. Cfr. REMACLE, E., «L’UEO et l’OTAN dans le conflit...», op. cit. (nota
422), pp. 156-157.
427. Cfr. supra parágrafos 41 ss.
428. Aproximadamente un 80% del contingente de la UNPROFOR en
Bosnia y Herzegovina y un 60% del contingente en Croacia pertenecían a los
Estados de la UEO.
170 La disolución de Yugoslavia

puede interpretarse en clave de desconfianza entre los países euro-


peos por varias razones que no podemos analizar aquí. Se baraja-
ron otras alternativas durante el verano de 1991 para un eventual
despliegue de tropas terrestres: Un apoyo logístico a la misión de
observación de la Comunidad Europea (European Community
Monitoring Mission-ECMM) de 2.000 a 3.000 soldados; escolta y
protección armada de esta misma misión, compuesta de unos
5.000 ó 6.000 soldados; una fuerza de mantenimiento de la paz
para la observación y el mantenimiento de un alto el fuego de
4.500 a 5.000 soldados, pudiendo recurrir además a un contin-
gente suplementario de unos 3.000 a 5.000; y una fuerza de man-
tenimiento de la paz de 20.000 soldados, más 10.000 como per-
sonal de apoyo para diversos menesteres como controlar un alto
el fuego, prevenir la extensión del conflicto, etc.429 Ninguna de
estas opciones llegó a cuajar, acabando así la UEO, contra su vo-
luntad manifiesta, como mera comparsa de otras organizaciones.

75. La participación de la UEO volvería a estar sobre el ta-


pete en agosto de 1992, cuando el Consejo de Seguridad adoptó
la Resolución 770430, en la que alude a la posibilidad de recurrir a
los organismos regionales para el establecimiento de corredores
humanitarios en Bosnia-Herzegovina. A este respecto, la respues-
ta del Consejo de la UEO, reunido el 28 de agosto de 1992, fue
la de ofrecer 5.000 soldados; pero el 1 de septiembre, el Consejo
del Atlántico Norte presentaba una propuesta similar (6.000 sol-
dados, en la que estaba incluido el contingente de la UEO)431, que

429. Éstas eran las alternativas propuestas en el informe presentado en


nombre de la Comisión de Defensa por De Hoop Scheffer a la Asamblea de la
UEO, 37ª sesión ordinaria, doc. 1294, París, 27 de noviembre de 1991, p. 11.
430. Cfr. supra parágrafo 13.
431. A este respecto, cfr. La politique européenne de sécurité. Réponse au tren-
te septième rapport annuel du Conseil. Deuxième partie. L’Europe devant les crises
de l’ancienne Yougoslavie, informe presentado por Charles Goerens, Asamblea
de la UEO, 38 sesión ordinaria, doc. 1342, segunda parte, París, 6 de noviem-
bre de 1992, p. 11.
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 171

revelaba una vez más la «complementariedad operativa» o la «ri-


validad competitiva» entre las dos Organizaciones a la hora de
actuar a nivel internacional, aunque en este caso sólo sirvió para
poner en evidencia esa situación, ya que el Secretario General de
Naciones Unidas, haciendo abstracción de ambas, prefirió refor-
zar el contingente de la UNPROFOR, algo que, como creemos
haber demostrado se revelaría poco consistente. Al fin y al cabo,
la UNPROFOR tuvo que recurrir posteriormente a la OTAN
(no a la UEO) para su despliegue en Bosnia-Herzegovina, con el
fin de poder cumplir con los planes de paz Vance-Owen (de fe-
brero de 1993) y Owen-Stoltenberg (20 de agosto); dos razones
principales explican la elección: una, los Estados Unidos sólo
quieren intervenir desde una estructura amén de eficaz y operati-
va que ellos «controlen» (la OTAN), y dos, la UEO era incapaz
de aportar una estructura militar operativa creíble, sobre todo si
se tiene en cuenta que Alemania tenía prohibido participar en
operaciones terrestres.

76. Las limitaciones operativas de la UEO llevaron a esta or-


ganización por derroteros más modestos, centrándose sobre todo
en el control de los embargos. El Consejo de la UEO decidió el
10 de julio de 1992 establecer un control marítimo en el Adriáti-
co para vigilar las medidas impuestas por las Resoluciones 713 y
757 del Consejo, ya analizadas. Seis navíos, escoltados por cuatro
aviones de patrulla marítima y helicópteros basados en tierra, lle-
varon a cabo esta misión, que comprendía las aguas internaciona-
les en el Canal de Otranto y otros puntos de la costa yugoslava
situados sobre todo a lo largo de la costa de Montenegro432. La
flotilla de la UEO se encargaría también, en colaboración con la

432. Para más detalles sobre esta operación, cfr. L’organisation opérationne-
lle de l’UEO et la crise yougoslave, Informe presentado por M. Marten, Asam-
blea de la UEO, doc. 1337, París, 5 de noviembre de 1992, pp. 10-11. La ope-
ración se llevó a cabo bajo el mando de un Almirante italiano, al desempeñar
este país por aquel entonces la Presidencia de la UEO.
172 La disolución de Yugoslavia

fuerza de la OTAN en el Mediterráneo STANAVFORMED433, de


vigilar el reforzamiento de las sanciones contra la nueva Yugos-
lavia decidido por el Consejo de Seguridad (Resolución 787). El
resultado de la colaboración entre ambas flotas fue en conjunto
positivo aunque, y a pesar de haberse repartido geográficamente
el control del Adriático, debió superar ciertas complicaciones sur-
gidas sobre el terreno.
Estas dificultades movieron a las dos Organizaciones a intro-
ducir una cadena única de mando en la reunión común de sus
Consejos el 8 de junio de 1993, decidiendo que el control opera-
tivo de la flota conjunto, de 19 navíos, más la aviación basada en
tierra, recayera en el Comandante de las fuerzas navales aliadas en
Europa meridional (COMNAVSOUTH), bautizando la opera-
ción con el nombre de «Sharp Guard». Iniciada el 15 de junio de
1993 y terminada el 12 de junio de 1996, una vez que se levan-
taron las sanciones económicas de las Naciones Unidas, la opera-
ción permitió controlar 74.000 barcos, 6.000 de los cuales fueron
inspeccionados, 1.400 desviados e inspeccionados en puerto y 6
interceptados en infracción. Este balance, que a primera vista pa-
rece impresionante, hay que matizarlo, ya que hubo numerosas
violaciones del embargo434. Si a esto añadimos que a partir de no-
viembre de 1994, como hemos apuntado ya, las divergencias em-
pezaron a surgir entre europeos y americanos sobre la continua-
ción o no del embargo, habrá que concluir que el balance de la
operación no arroja un gran superávit. Conviene resaltar, por úl-
timo, que España participó tanto en el contingente de la OTAN
como en el de la UEO.
Otra misión de la UEO en relación con el embargo fue desti-
nada a reforzar el control sobre el Danubio. Confiada ya, por la

433. Esta fuerza se convertiría en permanente desde abril de 1992.


434. Sobre estas cuestiones, cfr. DUMOULIN, A. y REMACLE, E., L’Union de
l’Europe occidentale. Phénix de la défense européenne, Bruylant, Bruselas, 1998,
pp. 239-241.
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 173

Conferencia de Londres sobre Yugoslavia el 27 de agosto de 1992,


a la CSCE la actuación de esta se reveló muy poco eficaz435. La ope-
ración consistía en reforzar la actuación de los países ribereños
(Bulgaria, Hungría y Rumanía), apoyándolos en el establecimien-
to de una operación de policía aduanera. Con este fin, el 20 de
mayo de 1993, se adoptó un memorándum entre estos tres Esta-
dos y los países europeos en el que se recogían las bases para un
despliegue de patrulleras de la UEO sobre el Danubio, para dar
cumplimiento a lo previsto en las Resoluciones 787 y 820 del
Consejo de Seguridad. La misión, compuesta de 260 policías y
agentes aduaneros, permitía el uso de la fuerza contra los infracto-
res del embargo, estando bajo la autoridad del país huésped. Espa-
ña participó en la misión con miembros de la Guardia Civil, y fue
la primera misión de la UEO abierta a los miembros asociados436.
Su fin llegó una vez puesto en marcha lo pactado en Dayton.

77. En el marco de las acciones de la UEO en la antigua Yu-


goslavia, hay que mencionar también la denominada misión en
apoyo de la administración europea de Mostar. Tanto la ciudad de
Mostar, como Sarajevo, según se había previsto por el plan Owen-
Stoltemberg de 20 de agosto de 1993, estarían bajo la adminis-
tración de Naciones Unidas y de la Unión Europea. Un mes más
tarde del citado plan, los Doce aceptan la proposición y más tarde
harían lo propio tanto los croatas como los musulmanes de Bos-
nia-Herzegovina. No obstante, las peripecias del conflicto dilata-
rían considerablemente cualquier acción al respecto, hasta que el
18 de marzo de 1994 las dos partes aceptan en Washington la pro-

435. No se entiende, pues, que una misión de este tipo sea confiada a un or-
ganismo como la CSCE... Éste es un ejemplo de los numerosos errores que se
cometieron y de la utopía con la que se abordó al principio la crisis yugoslava.
436. Cfr. MARQUES, J.L., «La Unión Europea Occidental (UEO) y la pre-
vención y resolución de conflictos», en GONZÁLEZ ENRÍQUEZ, C., Minorías na-
cionales y conflictos étnicos en Europa del Este, UNED, Instituto Universitario
General Gutiérrez Mellado, Madrid, 2004, pp. 223-234 (p. 231).
174 La disolución de Yugoslavia

posición de la Constitución de la Federación croatomusulmana,


en cuyas disposiciones transitorias se dispone la administración de
Mostar por la Unión Europea. Así las cosas, el 5 de julio de 1994
se firma el pertinente memorándum entre representantes de la
Unión Europea y de la UEO por una parte, y las autoridades fe-
derales y locales por la otra, en el que se recoge el marco de esa
Administración437.
La misión prevista era compleja, comprendiendo aspectos
humanitarios, de reconstrucción y políticos438, lo que la definiría
como de «peace building» (consolidación de la paz). En efecto,
el artículo 12 del memorándum decide instaurar una fuerza de
policía bajo la autoridad del Administrador, y prevé también que
en esta fuerza participe la UEO. Las funciones de la UEO están
recogidas en el artículo 13, y entre ellas que se encuentran la de
informar y asesorar al Administrador sobre todos los aspectos
relacionados con el orden público, la selección y formación de
la policía local, así como vigilar otras funciones. Se trata, por
tanto, de funciones relacionadas con el mantenimiento del orden
y de apoyo logístico al Administrador, no apareciendo com-
petencia alguna, estrictamente hablando, de «peace-Keeping» ni
de «peace-enforcement». En manos del Batallón español de la
UNPROFOR quedó la tarea de desarmar a los grupos militares
y paramilitares. El resultado de la misión fue la creación de una
Policía Unificada serbocroata para Mostar en febrero de 1996. El
15 de octubre del mismo año se transfirieron las competencias
de orden público a las autoridades locales, dándose por termina-
da la misión439.

437. Vid. DUMOULIN, A. y REMACLE, E., L’Union de l’Europe occidentale...,


op. cit. (nota 434), pp. 247-248.
438. La Administración contemplaba diversas áreas, como administración
local, derechos humanos, refugiados, sanidad, infraestructura, transporte y co-
municaciones, reorganización, instituciones cívicas y defensor del ciudadano.
439. MARQUES, J.L., «La Unión Europea Occidental (UEO)...», op. cit.
(nota 436), p. 231.
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 175

2. LA OTAN Y LA CRISIS YUGOSLAVA:


LA «GUERRA DE KOSOVO» (1999)

78. Ya hemos analizado en las páginas precedentes la partici-


pación activa de la OTAN en apoyo de la UNPROFOR y como
poco a poco sus acciones se fueron haciendo imprescindibles,
desde el punto de vista militar, para poder alcanzar determinados
objetivos. Pensamos, asimismo, haber dejado claro cómo la OTAN
ha sabido erigirse en una entidad creible y capaz de llevar a los con-
tendientes a la mesa de negociaciones. El Acuerdo de Dayton y la
creación de la IFOR luego la SFOR, son claro ejemplo de ello.

79. Dicho esto, conviene preguntarse ahora brevemente cómo


se fue desarrollando la situación en la zona posteriormente al
Acuerdo de Dayton. A este respecto, conviene dejar claro que
todos los observadores y analistas de la situación en esta zona re-
conocen que la puesta en marcha de la vertiente militar prevista en
el Acuerdo de Dayton ha tenido éxito, desarrolándose todo según
el calendario previsto bajo la constante vigilancia de la IFOR440.
Dicho Acuerdo ha permitido, por tanto, un reparto del poder po-
lítico en Bosnia-Herzegovina, favoreciendo un marco de relaciones
políticas ¿pacíficas? y un equilibrio no sólo en esta República, sino
también en el plano regional. El equilibrio entre la Federación
croatomusulmana y la República de Srpska ha sido algo en lo que
los Estados Unidos pusieron mucho empeño441, con el fin de llegar

440. Cfr. «Chronique des faits internationaux», Revue Générale de Droit


International Public, 100 (1996), n. 4, p. 858.
441. Un elemento distorsionador para conseguir este equilibrio lo consti-
tuía la existencia de una autoproclamada República de Herzeg-Bosna en 1993,
en el sur-oeste de Bosnia-Herzegovina. Esta república, apoyada por las autori-
dades de Zagreb, no dejaba de plantear serios problemas para el proceso de paz,
ya que al responder a una entidad étnica serbia, rechazaba la Federación croa-
tomusulmana. Todo esto llevó a que, a la luz de los últimos acontecimientos en
la zona, las autoridades croatas terminaran presionando a iniciativa de Estados
Unidos sobre la población herzegovina, propiciando que el 2 de agosto de 1996
176 La disolución de Yugoslavia

a una especie de paridad militar entre ambos. Esto supuso eviden-


temente un programa de asistencia militar por parte de los Estados
Unidos a la Federación croatomusulmana, con el fin de proteger-
se ella misma, así como para promover la seguridad y la estabilidad
en la región. Con todo esto, el camino político estaba abierto, y no
se encontraron demasiadas piedras en esta vertiente militar.
Hay que reconocer, empero, que no se puede decir lo mismo
en lo relacionado con los aspectos civiles, materia de la que se ocu-
paron en gran medida los europeos, y que generó no pocas difi-
cultades. Puede ser algo simplista considerar que los aspectos mi-
litares funcionaron por estar bajo control de Estados Unidos y que
los civiles no, porque de ellos se ocupaban los europeos442, pero sí
parece cierto que en el caso yugoslavo los serbios supieron hacer
con nosotros «faenas» que no cuajaron precisamente con los esta-
dounidenses. No es difícil alcanzar esta conclusión cuando se ana-
lizan los acontecimientos... Dicho esto, también es evidente que
establecer las bases de una sociedad civil democrática en casos
como el de la antigua Yugoslavia, muy alejados de una cultura de-
mocrática y con un mosaico de pueblos y culturas difícil de enca-
rrilar por las sendas de la convivencia y la tolerancia, resulta un
reto formidable. Precisamente fue esto lo que falló en la nueva Re-
pública Federativa de Yugoslavia, ya que los problemas bélicos se
iban a desplazar de Bosnia-Herzegovina a una de las provincias de
Serbia, desencadenando así la «Guerra de Kosovo» (1999).

2.1. Los orígenes del conflicto


80. El tornado yugoslavo prosiguió su asolador camino tras-
ladándose de Bosnia-Herzegovina y Croacia a la propia Serbia,

se disolviera dicha «república», tras la entrevista entre Tudjman y Clinton en


Washington.
442. Afirmación hecha por el ex-mediador estadounidense Richard Hol-
brooke en una carta enviada al Alto Representante para los aspectos civiles Carl
Bildt. Cfr. Le Monde, 15 de mayo de 1996.
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 177

para centrarse en Kosovo. Todo parece indicar que Serbia quería


resarcirse de las cesiones que tuvo que hacer en Bosnia-Herzego-
vina, castigando a la población musulmana. El problema kosovar
para Serbia no era sin embargo novedoso, ya que las causas eran
políticas.
Pero el problema que sangraba a la antigua Yugoslavia no iba
a terminar ahí, y el conflicto de «Kosovo» o «Kosova» iba a susti-
tuir al de Bosnia-Herzegovina y al de Croacia. Razones había,
pues la política serbia respecto a la mayoritaria población albanó-
fona de Kosovo era escandalosa. Las causas políticas del conflicto
se remontan a 1981, año en que la población albanokosovar,
única nacionalidad no eslava y no cristiana de la antigua Yugoslavia,
protesta contra un estatuto que consideran discriminatorio tal y
como se había recogido en la Constitución de 1974. Posterior-
mente, a raíz de las manifestaciones independentistas de enero y
febrero de 1989, el Gobierno de Belgrado respondió declarando
el 27 de febrero de ese año el «estado de emergencia» y enviando
tropas contra mineros y estudiantes en huelga. A partir de enton-
ces los acontecimientos iban a precipitarse el 23 de marzo de 1989
el Gobierno serbio revocó el estatuto de autonomía de Kosovo, re-
primiendo brutalmente las manifestaciones de protesta443.

81. En este contexto, Kosovo se fue convirtiendo poco a poco


en el epicentro de la batalla política de Serbia, pero sobre todo de
su Presidente Slobodan Milosevic. El 25 de junio de 1989 éste
consiguió reunir un millón de serbios para conmemorar el sexto

443. Para un análisis de estos acontecimientos, cfr. BAGGET, T., «Human


Rights Abuses in Yugoslavia: To Bring and End to Political Oppresion, the In-
ternational Community should assist in Establishing an Independent Kosovo»,
Georgia Journal of International Law and Comparative Law, pp. 457-476, espe-
cialmente p. 460. Para el Profesor Victor-Yves Ghebali, el asunto de Kosovo se
inició formalmente en 1989 a raíz de la revocación del estatuto de autonomía
por el Gobierno de Belgrado. Cfr. GHEBALI, V.-Y., «Le Kosovo entre la guerre
et la paix», Défense Nationale, agosto-septiembre 1999, pp. 62-79 (p. 63).
178 La disolución de Yugoslavia

centenario de la batalla de Kosovo Polje, de 15 de junio de 1389,


contra los turcos, reivindicando la Gran Serbia y enarbolando el
estandarte del movimiento nacionalista panserbio444.
En julio de 1990, el Parlamento serbio aprobó en un referén-
dum las reformas constitucionales referentes tanto a Kosovo,
como a la Voivodina, provincia que había visto, como Kosovo,
modificado su estatuto. El 8 de agosto del mismo año, fuerzas ser-
bias cerraron el diario albanés «Rilindja», y en los meses siguien-
tes las autoridades serbias iban a adoptar una serie de medidas
represivas, como la disolución del Parlamento Kosovar, la prohi-
bición de la enseñanza de la lengua albanesa y la adopción de una
auténtica ley marcial que otorgaba a las fuerzas de Belgrado ple-
nos poderes. Los numerosos actos de barbarie que éstas cometie-
ron sobre el terreno tenían por objetivo empujar a los albanoko-
sovares a emigrar445, de ahí la dinámica de «exclusión étnica» o de
«limpieza étnica» que se iba a instaurar en la región446.

82. El conflicto continuaría agravándose una vez que los líderes


políticos kosovares decidieron seguir adoptando nuevas medidas po-
líticas para contrarrestar las serbias. Así, el 7 de septiembre de 1991,
una mayoría importante de los representantes políticos de Kosovo
votó la «La Declaración Constitucional de la República del Kosovo», lo
cual constituía un acto de trascendental importancia, ya que impli-
caba la reivindicación del «derecho a la autodeterminación».
Conviene resaltar que la Declaración no propugnaba un «Es-
tado independiente», sino una «república» dentro de la Federa-
ción yugoslava. Fue el 19 de octubre de 1991 cuando la Asamblea

444. Cfr. BUZZI, A., L’intervention de l’OTAN en République fédérale de You-


goslavie, Préface de Pierre Michel Eisemann, CEDIN, París I, París, 2001, p. 4.
445. No en vano despidieron de sus trabajos a unas 75.000 personas, entre
los que se incluían médicos, profesores, policías, etc., al mismo tiempo que
abolieron los tribunales a nivel local.
446. Sobre los orígenes del conflicto kosovar, cfr. STRAZZARI, F., «De Ko-
sovo a Kosova, y vuelta a empezar», Meridiano Ceri, octubre 1998, pp. 4-11.
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 179

provincial declaró Kosovo como Estado independiente, reconoci-


do sólo por Albania, después de que se celebrara clandestinamen-
te un referéndum entre el 26 y el 30 de abril de ese mismo año en
el que el 87% de la población tomó parte, aprobando la secesión
el 99,87% de los votantes447. El poco éxito obtenido a nivel inter-
nacional no impidió que los kosovares continuaran con sus rei-
vindicaciones políticas basadas en el derecho a la autodetermina-
ción. Fue así como se llevaron a cabo unas elecciones el 24 de
mayo de 1992 para elegir un Parlamento y un Presidente, procla-
mándose la República de Kosovo, bajo la presidencia de Ibrahim
Rugova, lider de la Liga Democrática de Kosovo (LDK) y único
candidato en las elecciones presidenciales448.
No obstante, y a pesar de las simpatías con las que contaba a
nivel internacional, los éxitos obtenidos fueron más que modes-
tos, limitándose los Estados a declaraciones de apoyo, pero abste-
niéndose de reconocer a la «nueva República»449. El conflicto ko-
sovar, que se había mantenido hasta entonces como esencialmente
político e interno, iba a agravarse considerablemente a raíz del na-
cimiento del Ejército de Liberación de Kosovo (UÇK). Aunque
no se sabe exactamente cuándo se creó, se presume que fue a fi-
nales de 1992 o principios de 1993450.

447. El resultado es, pues, espectacular, aunque al participar el 87% de la


población, que corresponde con la población de origen albanés, se presume que
la población serbia no participó en tal plebiscito.
448. El respaldo popular que obtuvo Rugova fue de 99,56% de los votos,
creándose a partir de entonces una auténtica estructura estatal paralela que
implicaba un gobierno, una fiscalidad, un parlamento, así como partidos po-
líticos y elecciones propias. Cfr. VEIGA, F., «El conflicto de Kosovo», Política
Exterior, n. 64, 1998, pp. 45-59 (p. 47).
449. Este resultado parece extraño, sobre todo, si se toma en consideración
la estrategia adoptada por Rugova que fue la de prevenir la violencia apoyando
sólo una campaña de resistencia no violenta frente a las autoridades serbias.
Esta estrategia también era apoyada por los líderes religiosos.
450. Cfr. STRAZZARI, F., «De Kosovo a Kosova y...», op. cit. (nota 446), p.
9. Hay que resaltar, sin embargo, que antes del UÇK había habido otros mo-
vimientos, como el que se creó en Turquía en 1982 con el nombre de «Mo-
180 La disolución de Yugoslavia

83. A partir de entonces, y a raíz de ciertos actos terroristas


llevados a cabo por el UÇK451, el conflicto toma una nueva di-
mensión, al ir perdiendo la población albanokosovar su fe en el
dialogante Rugova en beneficio de las tesis más violentas de la
UÇK452. Los gérmenes de la internacionalización del conflicto
empiezan a vislumbrarse453. Pero, ¿qué respuesta dio la comunidad
internacional al conflicto kosovar antes de que la OTAN decidie-
ra intervenir militarmente?

2.2. La respuesta de la comunidad internacional


hasta el inicio de los bombardeos

84. Los orígenes del conflicto kosovar arrancan, pues, en la


época en que la antigua Yugoslavia empieza a desmembrarse, pero
este hecho, que se desarrolló entre 1990-1995, ocultó en gran me-
dida a la opinión pública la tormenta que estaba gestándose sobre
Kosovo. Por eso precisamente, la mayoría de los autores estiman
que el problema kosovar se agudizó considerablemente a partir de

vimiento para la República Albanesa de Yugoslavia», que se transformaría des-


pués en 1985 en el Movimiento para la República Popular de Kosovo. Sobre
estos aspectos vid. CHICLET, Ch., «Los orígenes del “Ejército de Liberación de
Kosovo”», Le Monde diplomatique, mayo de 1999, pp. 14-15.
451. El UÇK se comportó en muchas ocasiones como una auténtica orga-
nización terrorista, siendo utilizado en algunos casos por la CIA y por los ser-
vicios secretos alemanes (BND). En esos años nunca fue considerado como un
legítimo representante del pueblo kosovar. No obstante y a pesar de todo, su
ascenso fue irresistible, obteniendo muy pronto un trato de favor de la comu-
nidad internacional. Así pues, de un pequeño grupo de rebeldes se pasó rápi-
damente a 30.000 combatientes armados, entrenados por la CIA y el BND, así
como por instructores turcos y afganos.
452. Esto se ve con rotundidad sobre todo desde los comienzos de 1996.
453. Hay que reconocer, sin embargo, que esa internacionalización fue al
principio muy tímida, aunque ya se tenían pruebas fehacientes de graves viola-
ciones de derechos humanos, como lo demuestra el Informe de la Comisión de
Derechos Humanos sobre Kosovo. A este respecto, cfr. La question du Kosovo,
doc. E/CN.4/Sub. 2/1992/N60/14, de 4 de agosto de 1992.
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 181

la firma del ya analizado Acuerdo de Dayton, al permitir a las


autoridades de Belgrado centrarse en la provincia autónoma.
Desde esta perspectiva, no es extraño constatar que, aparte de
la resolución sobre Kosovo que adoptó la Subcomisión para la Pre-
vención de la Discriminación y Protección de las Minorías, en
agosto de 1993, en la que se achacaba al Gobierno de Belgrado de
discriminación contra la población albanesa de Kosovo y viola-
ciones de derechos humanos454, la comunidad internacional no se
preocupara demasiado del problema. Podría incluso decirse que
excepto algunos países tradicionalmente interesados en los con-
flictos que en la última década han tenido lugar en la antigua Yu-
goslavia, como Alemania455, el de Kosovo no dio quebraderos sig-
nificativos de cabeza a la comunidad internacional456 hasta que se
produce la explosión social que sacude a Albania en los meses de
marzo y abril de 1997457. Como se sabe, durante la revuelta popu-

454. Sobre esta cuestión, cfr. Doc. E/CN.h/Sub2/RES/1993/9, p. 35, que


trata la situación en Kosovo.
455. Como ya sabemos, Alemania se adelantó a los demás países de la
Unión Europea a la hora de reconocer la independencia de Eslovenia y Croa-
cia, haciendo «pasar por el rodillo» a los demás. En el conflicto de Kosovo, cier-
tas voces se han levantado para denunciar el apoyo que los servicios de inteli-
gencia alemanes han prestado al UÇK desde 1996, seleccionando y entrenando
sus mandos, así como suministrándoles «armas y material de transmisión saca-
dos de las reservas de la ex-Stasi». A este respecto, cfr. CHICLET, Ch., «Los orí-
genes del Ejército...», op. cit. (nota 450), p. 15.
456. Como ya vimos, fue la CSCE la primera en preocuparse por la situa-
ción reinante en Kosovo al decidir enviar en los comienzos del mes de agosto
de 1992 una misión a Kosovo, Voivodine y Sandjak, estando ya la República
Federativa de Yugoslavia suspendida de la CSCE. Vid. GHEBALI, V.-Y., «Le Ko-
sovo entre la guerre et la paix», op. cit. (nota 443), p. 68.
457. Ver, sin embargo, el análisis que lleva a cabo sobre esta materia GHE-
BALI, V.-Y., «Le Kosovo entre la guerre et la paix», op. cit., pp. 67-70. Un dato
a destacar antes de esas fechas es la toma de posición del Congreso de los Esta-
dos Unidos que en agosto de 1996 se pronunció por la autodeterminación de
Kosovo, preconizando al mismo tiempo el nombramiento de un enviado espe-
cial para esa provincia.
182 La disolución de Yugoslavia

lar, los amotinados saquearon los cuarteles del ejército y la policía


apoderándose de más de un millón de armas de todo tipo, muchas
de las cuales acabaron en manos del UÇK, permitiéndole reforzar
sus actividades de guerrilla, lo que acarrearía a su vez mayores re-
presalias por parte de las fuerzas de policía y paramilitares serbias.
De esta represión llegó a ocuparse la propia Asamblea General de
las Naciones Unidas que el 12 de diciembre de 1997 solicita de las
autoridades serbias que pongan fin a la represión de la población
de origen albanés de Kosovo (Resolución 52/139).
En realidad, durante todo este período, el tema crucial que
continuaba sin ser resuelto era que mientras la población de ori-
gen albanés de Kosovo quería ejercer el derecho de autodetermi-
nación, incluyendo la independencia, para las autoridades serbias
se trataba pura y simplemente de un asunto interno, considerán-
dose con el derecho de adoptar todas las medidas necesarias para
garantizar la integridad territorial del Estado458. Las diferentes pro-
puestas que se sucedieron para intentar que las partes llegaran a
un mínimo acuerdo fracasaron459, como ocurrió anteriormente en
los conflictos de la ex-Yugoslavia, lo que parecía demostrar que el
principio de la integridad territorial del Estado no es inamovible
en determinadas circunstancias.

85. La situación en la provincia de Kosovo adoptó tal cariz


que el conflicto sólo podía internacionalizarse, terminando en el
Grupo de Contacto (Alemania, Estados Unidos, Francia, Italia,
Reino Unido y Rusia), primero, y en el Consejo de Seguridad,
después. El Grupo se ocupó de Kosovo en dos reuniones que tu-
vieron lugar el 9 y 25 de marzo de 1998, proponiendo los Minis-
tros de Asuntos Exteriores de los países respectivos, entre otras

458. Vid. BERMEJO GARCÍA, R., «La Guerra de Kosovo y el Derecho Inter-
nacional Humanitario», en BLANC ALTEMIR, A. (coord.), La protección interna-
cional de los derechos humanos, Tecnos, Madrid, 2000, pp. 169-189.
459. A este respecto, BAGGETT, T., «Human Rights Abuses in Yugosla-
via...», op. cit. (nota 443), pp. 464-465.
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 183

medidas, un embargo de armas total contra la República Federa-


tiva de Yugoslavia, incluida Kosovo460. Conviene notar que en la
reunión del 9 de marzo, celebrada en Londres, el Grupo de
Contacto se mostró bastante dividido entre, por un lado, Estados
Unidos y el Reino Unido, partidarios de una reacción rápida y
contundente y, por otro, Francia e Italia mucho más comedidos,
mientras que Alemania, que ya había conseguido lo que quería,
defendía una eventual mediación. Con estos mimbres no se podía
urdir el cesto, y el resultado fue la adopción de una Declaración
en la que se condenaba tanto el uso excesivo de la fuerza contra
civiles por parte serbia como cualquier acción terrorista del
UÇK461; en ella, además, ni se apoyaba la independencia de Ko-
sovo ni el statu quo imperante462, aunque se aludia a la necesidad
de respetar los derechos humanos463.
Unos días más tarde, el 31 de marzo de 1998, el Consejo de
Seguridad, que se reunió a instancia de los Estados Unidos y del
Reino Unido, adoptó la Resolución 1160 en la que se decide el
embargo total de armas a la República Federativa de Yugoslavia
propuesta por el Grupo de Contacto. Además, el Consejo conde-
na sin paliativos «el uso de una fuerza excesiva por las fuerzas poli-
ciales serbias contra civiles y manifestantes pacíficos en Kosovo, así

460. La situación sobre el terreno era casi de guerra abierta. En febrero,


varias unidades serbias cercaron la ciudad de Likosan, respondiendo el UÇK
con una emboscada matando a cuatro policías serbios. Unos días más tarde, las
fuerzas serbias mataron a 16 guerrilleros, prosiguiendo sus ataques con la de-
nominada «masacre de Drenica», un ataque a las poblaciones de Prekaz y Lausa
que tuvo lugar entre los días 4 al 7 de marzo en el que murieron unos 80 ko-
sovares. Cfr. Keesing’s 44, 1998 (3), p. 42156. Después prosiguió una especie
de guerra abierta hasta el mes de octubre de 1998, en la que se calcula que hubo
unos 150 muertos entre soldados y policías serbios y en torno a 1.500 koso-
vares.
461. Para el texto de la Declaración, cfr. Doc. S/1998/223 Anexo, de 12 de
marzo de 1998.
462. Ibíd., párrafo 9.
463. Ibíd., párrafo 5.
184 La disolución de Yugoslavia

como todos los actos de terrorismo del Ejército de Liberación de


Kosovo o de cualquier otro grupo o persona, y todo el apoyo ex-
terno a las actividades terroristas en Kosovo, incluidas la financia-
ción, la provisión de armas y el adiestramiento». La importancia de
esta condena es esencial, ya que se parte de la premisa de que el
conflicto ha sobrepasado las fronteras de la República Yugoslava464,
como importante es también el hecho de que la resolución afirme
«el compromiso de todos los Estados Miembros de respetar la
soberanía y la integridad territorial de la República Federativa de
Yugoslavia». Conviene resaltar, sin embargo, que un lector avisado
dirá de esta resolución que no califica la situación como una ame-
naza a la paz y a la seguridad internacionales, tal y como está pre-
visto en el artículo 39 de la Carta de las Naciones Unidas.
No obstante, dando una de cal y otra de arena, el Consejo de
Seguridad resalta «que para poner fin a la violencia y al terrorismo
en Kosovo, las autoridades de Belgrado deben ofrecer a la comu-
nidad albanesa de Kosovo un proceso político auténtico» que debe
comprender «un grado sustancialmente mayor de autonomía y de
administración propia satisfactoria», aunque esta evolución debe-
ría basarse en la integridad territorial de la República Federativa de
Yugoslavia. Se insta además, en esta resolución, al diálogo político
entre las autoridades de Belgrado y la comunidad albanesa de Ko-
sovo, expresando su apoyo a las gestiones de la OSCE con el fin
de resolver de forma pacífica la crisis en Kosovo y solicitando in-
formes, entre otros, del Secretario General de la ONU, del Grupo
de Contacto, de la propia OSCE y de la UE. Por último, se insta
a la Oficina del Fiscal del Tribunal Penal Internacional para la ex-
Yugoslavia a recoger información sobre los actos de violencia que
se produjeron en Kosovo por si pudieran quedar comprendidos en
su jurisdicción465, resaltando que si no se progresa adecuadamente

464. Implícitamente, se condena pues el adiestramiento del UÇK en el


norte de Albania, la financiación por parte de Arabia Saudí o Turquía, etc.
465. Algo se atisbaba ya entonces en el horizonte.
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 185

hacia una «solución pacífica de la situación en Kosovo se conside-


rará la adopción de medidas adicionales».
Las premisas puestas por esta resolución no detuvieron los
actos de violencia en Kosovo ni se atisbaron los menores indicios
de solución. En este contexto, con una comunidad internacional
frustrada y cansada del conflicto, así como de las promesas del Sr.
Milosevic, papel mojado siempre466, se empezaron a adoptar al
margen de la comunidad internacional institucionalizada algunas
medidas. A últimos de mayo de 1998, la OTAN llevó a cabo unos
ejercicios militares en Albania y Macedonia con el fin de proteger
sus fronteras, lanzando una seria advertencia a las autoridades de
Belgrado; el 8 de junio de 1998, el Presidente en ejercicio de la
UE, Mr. Robin Cook, señaló que varios Estados europeos estaban
pidiendo acciones militares contra Yugoslavia, habiendo decidido
la mayoría imponer sanciones a Belgrado, a los que se unirían des-
pués los Estados Unidos. La acción armada institucional onusia-
na se vio paralizada porque ya en ese momento Rusia y China se
oponían a cualquier acción militar contra Milosevic467.

86. En estas difíciles circunstancias se volvería a reunir el


Consejo de Seguridad, adoptando, el 23 de septiembre, su im-

466. Una prueba de cómo las autoridades de Belgrado cumplían las pro-
mesas, se encuentra clara y meridianamente en el texto siguiente: «A dramatic
example of the ineffectiveness of the attempted talks occurred in late June
1998, when the U.S. negotiator, Richard Holbrooke, traveled through the
town of Decane. Holbrooke had been in Belgrade for a meeting with Serbian
authorities that had lasted for several hours, during which they assured him
that hostilities had ceased. As Holbrooke passed through Decane, he saw Ser-
bian soldiers standing in the shadows with rifles while ethnic Albanians sat on
the curb playing checkers. Holbrooke sent a telegram back to the U.S. State
Department, stating “we have just seen the Truman Show in Decane”» (BAG-
GETT, T., «Human Rights Abuses in Yugoslavia...», op. cit. [nota 443], p. 468).
467. Un interesante análisis a este respecto es el que lleva a cabo NOVOSSE-
LOFF, A., Le Conseil de sécurité des Nations Unies et la maîtrise de la force armée.
Dialectique du politique et du militaire en matière de paix et de sécurité interna-
tionales, Bruylant, Bruselas, 2003, pp. 403 ss.
186 La disolución de Yugoslavia

portante Resolución 1199; en ella, se reconoce que la situación en


Kosovo constituye un conflicto armado; también «el uso excesivo
e indiscriminado de la fuerza por las fuerzas de seguridad serbias
y por el ejército yugoslavo, lo que ha provocado numerosas bajas
entre la población civil... y el desplazamiento de más de 230.000
personas de sus hogares»; se considera que la afluencia de refugia-
dos a Albania, Bosnia-Herzegovina y a otros países europeos es
fruto del empleo de la fuerza en Kosovo; se describe la situación
humanitaria como catastrófica y se manifiesta una profunda preo-
cupación por las violaciones de los derechos humanos y del Dere-
cho internacional humanitario; y se afirma que el deterioro de la
situación en Kosovo constituye una amenaza a la paz y la seguri-
dad en la región. Aquí, sí se acepta dicha calificación, lo que acla-
ra considerablemente la cuestión, al situar el conflicto en el ámbi-
to del artículo 39 de la Carta de las Naciones Unidas468.
Sobre la base de estas constataciones, se pide tanto a las auto-
ridades de Belgrado como a los dirigentes albaneses de Kosovo
que entablen seriamente un diálogo con participación internacio-
nal y con un calendario claro. Pero las obligaciones principales re-
caen sobre Belgrado que debe «cesar toda acción por parte de las
fuerzas de seguridad que afecte a la población civil y ordenar la re-
tirada de las unidades de seguridad utilizadas para la represión
contra la población civil». Se exige además al Gobierno serbio que
permita «una supervisión internacional efectiva y continua en Ko-
sovo» por parte de la Misión de Observación de la CE y por las
misiones diplomáticas acreditadas ante la República Federativa de
Yugoslavia, así como facilitar el regreso a sus hogares de los refu-
giados y personas desplazadas en condiciones de seguridad. Por

468. Algunos autores, sin embargo, haciendo un análisis semántico del texto
de esta resolución han señalado que si habla de que es la deterioración de la si-
tuación la que constituye una amenaza a la paz, ¿significa esto que antes de esa de-
terioración la situación no constituía una amenaza? A este respecto, cfr. DESPRETZ,
P., «Le droit international et les menaces d’intervention de l’OTAN au Kosovo»,
Actualité et droit international, novembre 1998, nota 3 (http://www.ridi.org/adi).
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 187

último, se recuerda a las autoridades yugoslavas su responsabili-


dad primordial de velar por la protección y seguridad del personal
humanitario y se hace un llamamiento para que se adopten todas
las medidas apropiadas para velar por el personal de observación
con el fin de que puedan cumplir sus funciones sin la amenaza o
el uso de la fuerza ni ninguna otra injerencia.
Como se puede comprobar, esta resolución «penetra» ya la so-
beranía del Estado yugoslavo sobre Kosovo, puesto que en ella se
ordena la retirada de las unidades de seguridad (fuerzas policiales
y paramilitares) utilizadas contra la población civil a causa de los
abusos cometidos. Además, para hacer comprender mejor el men-
saje lanzado a Belgrado, la OTAN prepara el 24-25 de septiembre
la última fase de la planificación tendente a llevar a cabo acciones
de castigo contra los objetivos militares en Kosovo, solicitando de
los Estados miembros que indiquen las fuerzas que desean poner
a disposición para llevar a cabo la operación469. Esta amenaza de
uso de la fuerza por parte de la OTAN llevó a las autoridades de
Belgrado a anunciar el 28 de septiembre el cese de los combates
en Kosovo, lo que no fue considerado suficiente por la OTAN,
pues testimonios diversos parecían acreditar que las fuerzas serbias
continuaban perpetrando actos de violencia contra la población
civil. En este contexto entra en acción la diplomacia americana,
presentando R. Hoolbrooke, ex-Secretario de Estado adjunto y
mediador estadounidense en la antigua Yugoslavia, un plan de paz
a Milosevic el 5 de octubre, avalado por el Grupo de Contacto470.

469. Sobre estos aspectos, cfr. «Chronique des faits internationaux», Révue
Générale de Droit International Public., 103 (1999), n. 1, p. 222.
470. Este plan preveía una autonomía sustancial provisional para Kosovo,
mientras se elaborara el estatuto definitivo a negociar en tres años. El plan re-
cogía la creación de instituciones legislativas y ejecutivas Kosovares durante el
período provisional, estableciendo una serie de medidas para garantizar el plan,
como el cese del fuego, la retirada de las fuerzas serbias y el regreso de los refu-
giados. Cfr. ibíd. Hay que resaltar que desde la Resolución 1199 del Consejo
de Seguridad, la retirada de las fuerzas serbias de Kosovo va a ser una constan-
te, así como la verificación de la situación en Kosovo.
188 La disolución de Yugoslavia

Éste no obtuvo una respuesta clara de las autoridades de Belgra-


do, por lo que la OTAN decidió el 13 de octubre activar el ope-
rativo militar de la Alianza, que podía dar lugar a operaciones
aéreas de castigo en un plazo de cuatro días471. La amenaza de la
OTAN daría rápidamente sus frutos y dos días más tarde se con-
cluiría un acuerdo en el que ya se descartaban las operaciones de
castigo de la Alianza en Kosovo y que tenía como objetivo esen-
cial la verificación del cumplimiento de lo previsto en la Resolu-
ción 1199.

87. Este acuerdo sería después objeto de aprobación por la


Resolución 1203 del Consejo de Seguridad, de 24 de octubre,
que recoge además un programa de verificación sobre Kosovo,
para lo que la OSCE enviará para esta misión 2.000 observado-
res472. Uno de los elementos más importantes previsto por la re-
solución, lo constituye el hecho de que las autoridades de Bel-
grado aceptan iniciar negociaciones con los representantes
kosovares para debatir la autonomía del territorio. El contenido
de esas negociaciones comprendía además algo en lo que venían
insistiendo los países occidentales, la retirada de la mayoría de las
fuerzas de policía serbias, pudiendo permanecer, sin embargo, al-
gunas fuerzas reducidas con un componente del 90% de la co-
munidad albanesa473.

471. A este respecto, ver la carta de 9 de octubre de 1998, que el Secreta-


rio General de la Alianza envió a todos los representantes permanentes ante el
Consejo del Atlántico Norte, cuya argumentación está recogida en el Informe
de la OTAN Kosovo: un an après-Réalisations et défis, Oficina de información y
de prensa, Bruselas, 2000, p. 26.
472. El objetivo es controlar la retirada de las fuerzas serbias, el regreso de
los refugiados y las actividades del UÇK.
473. Hay que resaltar que este acuerdo no fue aceptado por el UÇK, cuyo
objetivo es la independencia, aunque fue considerado un paso importante por
los partidarios de Ibrahin Rugova, más moderados. A este respecto, cfr.
DINMORE, G., «Kosovo Plan Removes Serbia’s Authority», Financial Times, de
19 de noviembre de 1998, p. 2.
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 189

El acuerdo se puso en práctica y los miembros de la Misión de


verificación de la OSCE llegaron a Pristina. No obstante, existía
cierta desconfianza en relación con su seguridad, porque ¿quién
podía fiarse de las autoridades de Belgrado?; es por ello que la
OTAN decidió desplegar en Macedonia una fuerza de unos 2.000
soldados con el fin de venir en ayuda, llegado el caso, de los ob-
servadores de la OSCE.

88. En estas circunstancias, y a la luz de las garantías adopta-


das, todo parecía indicar, al menos formalmente, que el problema
de Kosovo se canalizaba hacia unas vías de solución. Sin embar-
go, una vez más, la confianza puesta en ello iba a tambalearse
cuando el 15 de enero de 1999 los miembros de la Misión de ob-
servación de la OSCE eran atacados, descubriéndose al mismo
tiempo la matanza de 45 Kosovares de la comunidad albanesa en
Racak. Estos hechos decepcionaron una vez más a los países occi-
dentales, lo que llevó a la OTAN a reforzar su presión sobre Bel-
grado sin olvidar la solución política. Finalmente, el Grupo de
Contacto, presionado por Estados Unidos, Francia y el Reino
Unido474, decidió dar el 29 de enero de 1999 un ultimátum a las
partes en conflicto intimándoles a iniciar las negociaciones para
llegar a una solución política en el plazo de 8 días475. El ultimátum
fue aceptado inmediatamente por el moderado Ibrahin Rugova,
mientras que las autoridades de Belgrado y los líderes del UÇK se
mostraron muy reticentes. Vencidas estas reticencias, las conver-
saciones se inician, tal y como estaba previsto, el 6 de febrero en
Rambouillet.

474. Estos dos últimos países se habían mostrado partidarios de recurrir a


acciones militares, y al envío de tropas por parte de la OTAN con el fin de
garantizar el acuerdo avalado en la Resolución 1203 del Consejo de Seguridad.
Cfr. «Chronique des faits internationaux», Révue Générale de Droit Internatio-
nal Public, 103 (1999), n. 2, p. 486.
475. A este respecto, cfr. el interesante estudio de DE LA GORCE, P.M., «La
historia secreta de las negociaciones de Rambouillet», Le Monde diplomatique,
mayo de 1999, p. 18.
190 La disolución de Yugoslavia

El texto que debía servir de base en las negociaciones era el pro-


yecto de acuerdo adoptado por el Grupo de Contacto, recogiendo
diez principios476 que contenían lo esencial de las tesis defendidas
por los países occidentales. Las negociaciones se desarrollan a puer-
ta cerrada y de manera indirecta de forma que las partes negocia-
doras utilizan a los tres mediadores americano, alemán y ruso para
dar a conocer sus posiciones, que permanecieron en general in-
conciliables e inalterables477, lo que provocaba una cierta extrañeza
en los países del Grupo de Contacto. Al llegar las negociaciones a
un callejón sin salida sobre la parte política del acuerdo referente al
estatuto de autonomía, a causa de su rechazo por parte kosovar,
sólo quedaba constatar el fracaso de las negociaciones, lo que se
hizo el 23 de febrero. Sin embargo, el fracaso478 en lo referente a la

476. Estos principios eran los siguientes: Necesidad de poner término a la


violencia y de respetar el alto el fuego; solución de la crisis con un diálogo entre
las partes en conflicto; transición, en principio de tres años, esperando poner a
punto una solución definitiva; prohibición de cualquier cambio unilateral del
estatuto provisional de la provincia; integridad territorial de Yugoslavia y de los
Estados vecinos; respeto al derecho de todas las comunidades, particularmente
en lo que se refiere a sus lenguas, a sus instituciones religiosas y a la enseñanza;
elecciones libres y bajo el control de la OSCE; no habría persecuciones judicia-
les para acciones cometidas durante el conflicto de Kosovo, salvo para crímenes
de guerra o contra la humanidad; amnistía y liberación de todos los prisioneros
políticos; participación internacional y cooperación de las dos partes en presen-
cia para el establecimiento de un futuro reglamentario de la crisis (cfr. ibíd.).
477. El UCK se mostró muy intransigente, rechazando cualquier acuerdo
que no previese claramente en un plazo determinado la independencia. Los re-
presentantes de Belgrado, por su parte, aceptaban las bases políticas del acuer-
do pero rechazaban la parte militar al oponerse al despliegue de una fuerza
multinacional en Kosovo para controlar el acuerdo invocando el principio de
su soberanía sobre ese territorio. Esa fuerza multinacional debía estar com-
puesta en gran parte por tropas de la OTAN.
478. Parece que en el fracaso de las negociaciones también influyó, según
el corresponsal de La Vanguardia en Moscú, Rafael Poch-de-Feliu, la introduc-
ción a última hora por parte de Madeleine Albright, del famoso Apéndice B de
los acuerdos, cuyos apartados 7, 8, 11 y 15 consagraban la ocupación por parte
de la OTAN, no ya de Kosovo sino de toda la Federación Yugoslava. De este
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 191

parte política del plan de paz, no debía paralizar la negociación


sobre los otros puntos que fueron reenviados a posteriores nego-
ciaciones que se deberían iniciar el 15 de marzo, esta vez en París.
Esta nueva reunión abrió algunas esperanzas, aunque todos
eran conscientes de las dificultades. En este contexto, las presio-
nes de algunos países del Grupo de Contacto, Estados Unidos
sobre todo, tanto sobre los kosovares como sobre los serbios no se
hicieron esperar. Aquéllos acaban aceptando el acuerdo de paz,
pero los serbios lo rechazaron, esta vez incluyendo el plan políti-
co aceptado en Rambouillet, por lo que las conversaciones se apla-
zan sine die el 19 de marzo. La retirada de los observadores de la
OSCE fue el preludio de lo que se avecinaba, iniciándose la ope-
ración de la OTAN el 23 de febrero479.

2.3. La intervención armada de la OTAN


y el debate sobre su legalidad
89. El inicio de las acciones armadas por parte de la OTAN,
al no contar con la autorización del Consejo de Seguridad480, sus-
citó agrios debates entre la numerosa doctrina que se ha ocupado
de la llamada «Guerra de Kosovo». Unos la han considerado no

autor, cfr. «Trompetas de victoria para una guerra sin sentido», Le Monde di-
plomatique, junio de 1999, p. 17. Ver también DE LA GORCE, P.M., «Historia
de unas negociaciones engañosas», ibíd., p. 16.
479. Fue el Secretario General de la Alianza, el español Javier Solana, el que
dio la orden de iniciar los bombardeos (Operación «Fuerza Decidida») al Co-
mandante supremo de las fuerzas aliadas en Europa («cosas veredes Mio Cid...»).
480. Algunos intentos se llevaron a cabo sin embargo para tratar de encon-
trar una base jurídica implícita en las resoluciones anteriores al inicio de los
bombardeos, pero ronto se abandonó por la contundente oposición de Rusia y
China. Como señala Ronzitti, las precedentes resoluciones que hemos comen-
tado anteriormente sólo ponen las «premisas» para autorizar posteriormente el
uso de la fuerza, autorización que nunca se consiguió. Vid. RONZITTI, N.,
«Raids aerei contro la Republica federale di Iugoslavia e Carta delle Nationi
Unite», Rivista di Diritto Internazionale, LXXXII (1999), n. 2, pp. 479-480.
192 La disolución de Yugoslavia

acorde con lo previsto en la Carta y por lo tanto ilegal481 mientras


que otros han enarbolado argumentos para justificar el uso de la
fuerza, entre ellos los humanitarios482.
Que los bombardeos de la OTAN se llevaron a cabo sin auto-
rización expresa del Consejo de Seguridad es evidente y, por lo
tanto, desde esta perspectiva, la intervención sería formal e inevi-
tablemente ilegal. Otra cuestión que se suscitó por algunos auto-
res que defendieron la ilegalidad de la intervención, es que el
Consejo no estaba paralizado, puesto que se habían adoptado
varias resoluciones en su seno y el tema kosovar continuaba figu-
rando en su agenda483; es decir que según esta tesis se hubiera te-
nido que seguir negociando a pesar de los graves crímenes que se
estaban cometiendo484, o eventualmente recurrir a la Asamblea
General armándose de la paciencia del Santo Job...

481. Para el Profesor Victor-Yves Ghebali, estas condenas no están en gene-


ral bien fundadas, surgiendo de sectores varios y diversos. A este respecto, el
autor citado señala lo siguiente: «... Les opposants les plus virulents forment un
camp hétérogène associant étonnamment l’extrême droite à l’extrême gauche:
les proSerbes de coeur (Grèce) ou de raison (Russie), les pavloviens de l’antia-
méricanisme (soit les nostalgiques du manichêisme de la guerre froide, les haïs-
seurs de la mondialisation, les antieuropèens “souverainiestes”...) ainsi que
certains tiersmondiestes naguère prompts à justifier les accrocs au droit inter-
national classique au profit des mouvements antioccidentaux de libèration na-
tionale». Cfr. «Le Kosovo entre la guerre et la paix», op. cit. (nota 443), p. 76.
482. Para un estudio de estas opiniones doctrinales, ver el estudio de DE
CASTRO SÁNCHEZ, C., Las acciones armadas humanitarias: ¿hacia una injerencia
humanitaria? Una aproximación teórico-práctica, Tesis de Doctorado, UNED,
Madrid, 2003, pp. 543-580.
483. Cfr. REMIRO BROTONS, A., «¿De la asistencia a la agresión humanita-
ria? OTAN versus Consejo de Seguridad», Política Exterior, n. 69, mayo/junio
1999, p. 24; ID., «Deslegitimación del Derecho internacional: Kosovo», en
RAMÓN CHORNET, C. (coord.), El Derecho internacional humanitario ante los
nuevos conflictos armados, Tirant lo Blanch, Valencia, 2002, pp. 371-398.
484. Sí, «crímenes» sin duda y muy «graves» se cometieron y hubieran segui-
do cometiéndose probablemente. en la antigua Yugoslavia. Desde esta perspecti-
va, no podemos compartir ciertas opiniones, como la que transcribimos a conti-
nuación: «Contrariamente a la representación mediática de la carnicería, cuyas
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 193

Entre nosotros, ciertos autores han defendido también la ile-


galidad de la intervención, como Andrés Sáenz de Santamaría o
Gutiérrez Espada, aunque este último no se da por satisfecho sólo
con decir que la intervención es ilegal, sino que analiza los pro-
blemas que plantea en la actualidad el sistema de seguridad colec-
tiva tal y como está recogido en la Carta, en particular la posibili-
dad de bloqueo del Consejo de Seguridad a causa del derecho de
veto485. Por su parte, Santiago Ripol señala que «existe unanimi-
dad en considerar que la acción de la OTAN es contraria a la
Carta de las Naciones Unidas. Sólo a partir de esta constatación
común se advierten diferencias»486; demasiado lejos, nos parece, ha

víctimas fueron largamente expuestas a las telecámaras, difícilmente se puede


hablar de “violencia serbia ciega e indiscriminada” contra los albaneses. Más bien,
las muertes perpetradas por las unidades de Belgrado parecen haberse limitado al
ámbito de los clanes considerados como el punto de apoyo del UÇK –entre los
cuales se encontraban por ejemplo los Jashari– echando leña de este modo al
fuego de las viejas divisiones intra-albanesas». Cfr. STRAZZARI, F., «De Kosovo a
Kosova...», op. cit. (nota 451), p. 10. ¿Acaso las fosas comunes, con decenas de
cadáveres de la comunidad albanesa son un invento de la prensa occidental o de
los países de la OTAN? ¿Acaso el procesamiento de Milosevic se debe pura y sim-
plemente a una manía persecutoria antiserbia del Fiscal del TPIY? Las matanzas
producidas en la denominada «zona segura de Srebrenica» ¿es un sueño del Ge-
neral Morillon? Estas tergiversaciones no ayudan evidentemente a hacer análisis
objetivos de la situación y crean una gran confusión en la opinión pública.
485. El título de Paz Andrés Sáenz de Santamaría es bastante sugestivo y
claro, dejando al respecto pocas dudas. Cfr. «Kosovo: todo por el Derecho inter-
nacional pero sin el Derecho internacional», Meridiano Ceri, n. 28, agosto 1999,
pp. 4-8. De GUTIÉRREZ ESPADA, C., cfr. «Uso de la fuerza, intervención huma-
nitaria y libre determinación (la “Guerra de Kosovo”)», Anuario de Derecho Inter-
nacional, XVI (2000), pp. 93-132. Para este último autor «... no debemos resig-
narnos a lo que hay. Porque ... si el Consejo no puede legitimar el empleo de la
fuerza en circunstancias como las de Kosovo, conceptos emergentes como los de
la “intervención humanitaria armada” que desde luego abren la vía... a una “con-
testación del sistema de seguridad colectiva” para la única salida digna», p. 127.
486. «El Consejo de Seguridad y la defensa de los derechos humanos. Re-
flexiones a partir del conflicto de Kosovo», Revista Española de Derecho Inter-
nacional, LI (1999), n. 1, pp. 59-87.
194 La disolución de Yugoslavia

ido en su afirmación el internacionalista catalán, pues unanimi-


dad, unanimidad, no parece (...)487.

90. Evidentemente, las razones invocadas por los gobiernos


de los Estados miembros de la OTAN no iban por los derroteros
de la ilegalidad, y justificaron la intervención en estrictas razones
humanitarias488. Un mes después de iniciarse los bombardeos, en
la reunión de los Jefes de Estado y de Gobierno del Consejo del
Atlántico Norte que tuvo lugar en Washington los días 23 y 24
de abril, se adoptó una «Declaración sobre Kosovo» en la que fi-
guran las razones de la intervención. En ella se deja claro que: La

487. Baste citar como botón de muestra el caso, inter alia, de Serge Sur: «La
question des conditions du recours à la force en droit international demeure
posée, et l’affaire du Kosovo l’a davantage obscurcie que clarifiée. On peut ici
en rappeler plusieurs aspects. D’abord, un recours à la force, même au nom du
droit international et dans un contexte apparemment institutionnel, celui de
l’OTAN, sans autorisation préalable du Conseil de sécurité et en dehors de la
légitime défense, ne peut qu’inquiéter. Inquiétante également est l’absence de
justification convaincante donnée par les intervenants, qui se sont situés sur
plusieurs terrains, c’est-à-dire sur acucun, laissant la question ouverte. On aurait
pu saisir cette occasion d’affirmer et de développer la doctrine de l’intervention
d’humanité, don’t on peut soutenir, avec de bons arguments à notre sens, qu’elle
n’est contraire ni à la Charte des Nations Unies ni au droit international. Sa re-
connaissance ne suppose pas une modification du droit existant, et pas davan-
tage la consécration d’une coutume nouvelle. Elle peut se dégager en creux de
la lecture de la Charte, qui n’interdit pas de façon complète le recours à la force
par les Etats, mais suivant ses propres termes, “(...) soit contre l’intégrité terri-
toriale ou l’indépendance politique de tout Etat, soit de toute autre manière in-
compatible avec les buts des Nations Unies”. Au nombre de ces incompatibili-
tés on ne saurait ranger la volonté de faire cesser les atteintes concertées et
massives au droit humanitaire». Cfr. «L’affaire du Kosovo et le droit internatio-
nal: points et contrepoints», Annuaire Français de Droit International, XLV
(1999), pp. 280-291 (p. 286). De este autor, ver además «Aspects juridiques de
l’intervention de pays membres de l’OTAN au Kosovo», Défense nationale, n.
12, décembre 1999, pp. 44-62, así como «Aspects de l’intervention au Koso-
vo», Annuaire Français de Relations Internationales, 2000, pp. 163-226.
488. Vid. infra en este mismo párrafo.
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 195

crisis de Kosovo pone en duda los valores que la OTAN defien-


de desde su fundación: democracia, derechos humanos y pri-
macía del derecho; se insiste en que las acciones militares van
dirigidas no contra el pueblo serbio, sino contra la política del ré-
gimen de Belgrado; se declara expresamente que las atrocidades
perpetradas contra el pueblo de Kosovo por las fuerzas militares,
paramilitares y de policía de Yugoslavia representan una violación
flagrante del Derecho internacional489. La acción de la OTAN fue
apoyada, además, por los países miembros de la UEO, cuyos Mi-
nistros de Asuntos Exteriores y de Defensa, al término de la reu-
nión celebrada en Bremen los días 10 y 11 de mayo, señalaron
que dicha acción es a la vez necesaria y justificada490. Si a esto aña-
dimos el apoyo dado a la intervención por países como Argenti-

489. Estas razones y principios se encuentran recogidos en los apartados 1,


3 y 11 de la Declaración, que transcribimos a continuación: «1. La crise du
Kosovo remet fondamentalement en cause les valeurs que l’OTAN défend
depuis sa fondation: démocratie, droits de l’homme et primauté du droit. C’est
l’aboutissement d’une politique délibérée d’oppression, de nettoyage ethnique
et de violence conduite par le régime de Belgrade sous la direction du président
Milosevic. Nous ne laisserons pas cette campagne de terreur réussir. L’OTAN
est résolue à l’emporter (...) 3. Nos actions militaires sont dirigées, non pas
contre le peuple serbe, mais contre la politique du régime de Belgrade, qui a
rejeté à plusieurs reprises tous les efforts visant à une résolution pacifique de la
crise (...) 11. Les atrocités perpétrées contre le peuple du Kosovo par les forces
militaires, paramilitaires et de police de la RFY représentent une violation
flagrante du droit international. Nos gouvernements coopéreront avec le
Tribunal pénal international (TPI) pour l’ex-Yugoslavia, en l’aidant à enquêter
sur tour les responsables, jusqu’aux plus hauts niveaux, de crimes de guerre et
de crimes contre l’humanité. L’OTAN appuiera le TPI dans ses efforts pour
obtenir des informations pertinentes. Il ne peut y avoir de paix durable sans
justice».
490. A este respecto, el ex-asesor de Asuntos de Seguridad Nacional del
Presidente de los Estados Unidos, Zbigniew Brzezinski, en un artículo publi-
cado en El País («¿Será la OTAN a sus 50 años, una víctima de la Guerra de
Kosovo?»), decía: «Es instructivo detenernos aquí y preguntarnos: ¿quién apo-
ya el uso de la fuerza para poner fin a la limpieza y matanzas étnicas en Koso-
vo y quién se opone a él? Las 19 democracias de la OTAN mantienen la mis-
196 La disolución de Yugoslavia

na, Brasil, Gabón, Gambia y Malasia491 nos encontramos con que


la acción armada no es obra exclusiva de un puñado de países
aislados492.
Las razones invocadas por los gobiernos de los Estados miem-
bros de la OTAN fueron diversas, en algunos casos no muy jurí-
dicas pero lo suficientemente claras. El Presidente de la Repúbli-
ca Francesa, Jacques Chirac, señalaba en un mensaje dirigido a la
nación que había llegado el momento de poner fin a las matanzas
que se estaban cometiendo en Kosovo, recordando al mismo
tiempo los largos doce meses de negociaciones diplomáticas sin
ningún éxito493. Por su parte, el Presidente del Gobierno español,

ma postura (aunque un par de ellas titubeen) y las demás democracias europeas


muestran en general su apoyo. Los que se oponen violentamente son el erráti-
co admirador de Hitler en Bielorrusia y el actual régimen ruso, que no logró
hacer en Chechenia lo que Milosevic pretende hacer ahora en Kosovo. Por con-
siguiente, hay dos visiones alternativas enfrentadas respecto al futuro de Euro-
pa: una que ve Europa como una comunidad genuinamente vinculada por un
respeto compartido a los derechos humanos, y otra que cree que las élites na-
cionales en el poder tienen el derecho soberano a incurrir en mini-genocidios
de sus minorías» (El País, 14 de abril de 1999, p. 12).
491. Apoyo dado el 26 de marzo a raíz del proyecto de resolución presen-
tado por Bielorrusia, Rusia y la India en el Consejo de Seguridad el 24 de
marzo en el que se solicitaba un cese inmediato del uso de la fuerza. Tres Esta-
dos relevantes votaron a favor: Rusia, China y la India. En este proyecto de
resolución se pedía el cese inmediato del uso de la fuerza contra la República
Federativa de Yugoslavia, que calificaba de ilícito, y la reiniciación urgente de
las negociaciones. Para más detalles, cfr. BUZZI, A., L’intervention armée de
l’OTAN..., op. cit. (nota 444), pp. 74-75.
492. La intervención también fue apoyada obviamente por otras persona-
lidades, entre las cuales sólo queremos destacar la del Presidente de la Confe-
rencia episcopal alemana, Karl Lehmann, quien dijo que la intervención de la
OTAN «no es una guerra de agresión sino que defiende los derechos humanos
que no pueden pisotearse en nombre del Derecho internacional. Pese al fuer-
te deseo de paz, no veo otra alternativa realista». Cfr. ABC, 2 de abril de 1999,
p. 31.
493. Cfr. ABC, 30 de marzo de 1999, p. 32.
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 197

José María Aznar, en su comparecencia ante el Congreso de los


Diputados manifestaba que España y sus aliados «no tenían nada
contra el pueblo yugoslavo, ni contra los serbios», aunque «no de-
bemos permanecer impasibles ante una campaña sistemática de
exterminio»494; como su homólogo francés, el Presidente del Go-
bierno español se refería también expresamente a todas las nego-
ciaciones infructuosas tendentes a solucionar el conflicto. Decla-
raciones similares fueron hechas por el Primer Ministro británico,
Tony Blair, por el Presidente B. Clinton de los Estados Unidos y
en general por la mayoría de los representantes gubernamentales
de los 19 países de la OTAN, aunque Italia y Grecia titubearon495.
Por otro lado, es obvio que tampoco podían faltar declaracio-
nes expresas del Secretario General de la Alianza Javier Solana,
como la del 23 de marzo de 1999:
«Permítanme que sea claro: la OTAN no está conducien-
do una guerra contra Yugoslavia. No estamos en conflicto con
el pueblo de Yugoslavia que durante tanto tiempo ha estado
aislado en Europa a causa de su gobierno. Nuestro objetivo es
impedir más sufrimiento humano y más represión y violencia

494. ABC, 31 de marzo de 1999, p. 18.


495. A este respecto, cfr. Le Monde, 12 de mayo de 1999, en el que se ana-
lizan estos aspectos así como el alcance de la limpieza étnica y las deportacio-
nes. Haciendo un repaso de lo que los derechos humanos representan para la
comunidad internacional, el Ministro de Defensa alemán, Rudolf Scharping,
en un artículo titulado «Alemania y la guerra fundada» (ABC, 10 de mayo de
1999, p. 38) señala lo siguiente: «En el acta final de Helsinki puede leerse des-
de 1975 que los derechos humanos ya no son asunto interno de un sólo país.
Los jefes de Gobierno de los países representados en el Consejo de Seguridad
de la ONU manifestaron unánimemente en 1992 que, para la implantación de
los derechos humanos, podría ser necesario limitar la soberanía nacional. Fi-
nalmente, el Parlamento Europeo advirtió en 1994 que había que desarrollar
el derecho internacional de gentes para, en casos extremos, permitir acciones
militares destinadas a proteger los derechos humanos. Si deseamos proteger
nuestros valores, debemos estar también dispuestos a defenderlos del asesinato
y del homicidio para que la Humanidad pueda tener un mejor futuro».
198 La disolución de Yugoslavia

contra la población civil de Kosovo. Debemos también actuar


para impedir que se extienda la inestabilidad en la región...
Tenemos el deber moral de hacerlo. La responsabilidad des-
cansa sobre nuestros hombros y la asumiremos»496.
En nuestra opinión, la sociedad internacional no podía tole-
rar lo que se estaba haciendo en Kosovo, como nunca se hubiera
debido tolerar lo que ocurrió en Ruanda y en Bosnia-Herzego-
vina497. La violación de ciertas normas fundamentales del Derecho
internacional en la mente de todos eran obvias: depuración étni-
ca, matanzas de personas civiles, deportaciones masivas (...).

91. En la crisis de Kosovo cada vez se ve con mayor claridad


la responsabilidad de Rusia al anunciar su veto a cualquier inter-
vención, ocurriera lo que ocurriera en la zona, y la de China, al
considerar que la crisis era un asunto meramente interno de Yu-
goslavia (Serbia-Montenegro) y por tanto fuera de la competencia
del Consejo. Además, China teme que una intervención de la co-
munidad internacional en Kosovo pueda ser utilizado como pre-
cedente en otras situaciones similares498. Y es que el derecho de
veto parece estar reñido con el tratamiento de crisis humanitarias
de esta naturaleza, al menos en determinados supuestos. De esta
cuestión se ha ocupado precisamente la Comisión Internacional
sobre Intervención y Soberanía (ICISS), en cuyo Informe titula-
do «la Responsabilidad de Proteger», la Comisión apoya la pro-
puesta echa por el alto representante de uno de los cinco Miem-

496. Vid. «Acción militar de la OTAN en Yugoslavia», Meridiano Ceri, n.


26, abril 1999, p. 26.
497. Como ha señalado Emma Bonino, en la antigua Yugoslavia se están
cometiendo matanzas desde hace diez años. «A mucha gente ya se le han olvi-
dado las matanzas de Srebrenica, Vukovar, Sarajevo, Raçak y tantos sitios, en
los que el causante ha sido siempre el mismo... Es como si hubiera una amne-
sia colectiva de lo que ha ocurrido en estos diez años» (ABC, 21 de abril de
1999, p. 34).
498. A este respecto, NOVOSSELOFF, A., Le Conseil de Sécurité...», op. cit.
(nota 467), p. 403.
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 199

bros permanentes de que éstos «deberían adoptar un “código de


conducta” sobre la utilización del derecho de veto cuando es pre-
ciso atajar o evitar una importante crisis humanitaria»499. Esta idea
implicaría que los Miembros permanentes, cuando sus intereses
vitales no se vieran comprometidos por un asunto, no harían uso
de su derecho de veto si una resolución fuera respaldada por la
mayoría. Es una especie de «abstención constructiva» que puede
significar ciertos atisbos de esperanza para solucionar en el futuro
esta clase de situaciones. Y es que si el Consejo ha asumido en al-
gunas ocasiones su responsabilidad, la Comisión recuerda que con
demasiada frecuencia no lo ha hecho así o no ha estado a la altu-
ra de las circunstancias. Las causas han sido varias y diversas, pero
lo cierto es que el Consejo ha estado en pocas ocasiones dispues-
to a asumir su responsabilidad de proteger cuando se han produ-
cido crisis con grandes pérdidas de vidas humanas y, sin embargo,
ha estado más dispuesto a abdicar de su responsabilidad incum-
pliendo así el artículo 24 de la Carta. Así las cosas, ¿qué puede
ocurrir cuando el Consejo de Seguridad se abstiene de actuar?
La precitada Comisión señala «que resulta difícil descartar por
completo otros medios alternativos para cumplir con la responsa-
bilidad de proteger si el Consejo de Seguridad rechaza expresa-
mente una propuesta de intervención cuando estén en juego cues-
tiones humanitarias o de derechos humanos o si no examina dicha
propuesta en un plazo razonable de tiempo»500. Desde este prisma,
la Comisión se pregunta sobre «qué es peor, si el perjuicio que el
orden internacional sufre cuando se deja de lado al Consejo de Se-
guridad o el que se le ocasiona cuando el Consejo asiste impasible
a una matanza de seres humanos»501 y lanza dos advertencias: la
primera es que si no cumple con su responsabilidad no cabrá es-

499. Cfr. La Responsabilidad de Proteger. Informe de la Comisión Interna-


cional sobre Intervención y Soberanía de los Estados, International Develop-
ment Research Centre, Ottawa, 2001, p. 56, punto 6.21.
500. Ibíd., p. 57, punto 6.28.
501. Cfr. ibíd., p. 59, punto 6.37.
200 La disolución de Yugoslavia

perar que los Estados interesados descarten otros medios para


hacer frente a la gravedad y urgencia de la situación; la segunda es
que si una coalición ad hoc o un Estado concreto intervienen res-
petando todos los criterios en este Informe recogidos, y lo hacen
con éxito, estimándolo también así la opinión pública mundial,
ello podría menoscabar de forma grave el prestigio y la credibili-
dad de la ONU502. ¿No ha pasado así en Kosovo?
En nuestra opinión, hay algo que no acaba de encajar cuando
se invoca, a veces con cierta ligereza, el principio de competencia
universal para poder juzgar por tribunales nacionales los crímenes
cometidos en el territorio de otros Estados y al mismo tiempo se
niega esa competencia universal para prevenirlos o impedir que se
sigan cometiendo. El Derecho internacional no debiera permitir
que la soberanía del Estado fuese un fortín inatacable (...) ocurra lo
que ocurra en su interior. Es el Consejo de Seguridad de la ONU
el que tiene en primer lugar la responsabilidad de impedirlo; pero
si él no actúa, o no puede actuar, ¿Por qué no puede otro hacerlo
con esos mismos objetivos y respetando todos los requisitos?503. Las
razones humanitarias eran claras en este asunto504. ¿Cómo se puede

502. Cfr. ibíd., p. 60.


503. De esta misma opinión es F. Pignatelli y Meca, quien clara y contun-
dentemente señala lo siguiente: «la justificación de que una intervención ar-
mada unilateral por razones humanitarias puede dar lugar a situaciones de abu-
so o incluso de una escalada en el conflicto, no parecen suficiente argumento,
frente a una flagrante y grave violación de los derechos humanos», y añade: «la
gravedad de la violación y la naturaleza erga omnes de la obligación incumpli-
da por el autor de tal violación, justificaría la actuación unilateral en defensa de
la protección universal de los derechos humanos» («La intervención armada
por razón de humanidad», Cuadernos de Estrategia, n. 16, Ministerio de De-
fensa, Madrid, 2002, pp. 95-141).
504. Para algunos incluso, como Michel Virally, hay determinadas interven-
ciones (entre las que expresamente cita las que se llevan a cabo estrictamente por
razones de humanidad) cuyas finalidades no son simplemente lícitas, sino que
además son susceptibles de hacer desaparecer la ilicitud de una intervención que
sin esa finalidad sería contraria al Derecho internacional. La posición de esta
autor, no citado por nuestra doctrina cuando se trata esta cuestión, es contun-
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 201

condenar una intervención llevada a cabo para proteger esos dere-


chos fundamentales? ¿cómo se puede condenar una intervención
llevada a cabo para impedir graves y odiosas injusticias?505

dente: «Entendons par là (les finalités justificatrices) des finalités qui ne sont pas
simplement licites –c’est le cas de toutes celles qui ne sont pas interdites– mais
seraient susceptibles de faire disparaître l’illicéité d’une intervention qui, en leur
absence, serait contraire au droit international. A cette catégorie appartiennent
les interventions dites d’humanité, c’est-à-dire justifiées par des raisons huma-
nitaires: empêcher un génocide ou des violations massives et flagrantes des droits
de l’homme. La place prise par les droits de l’homme dans le droit international
contemporain confère une force accrue à cet argument justificatif, sans cepen-
dant faire disparaître les risques qu’il comporte pour la souveraineté étrangère»
(«Panorama du droit international...», op. cit. [nota 54], p. 113).
505. Hace ya algunos años que nos pronunciamos en esta materia soste-
niendo que «una intervención armada en Yugoslavia sería legal y justa» (BER-
MEJO GARCÍA, R., «El derecho/deber de injerencia humanitaria en el Derecho
internacional actual», III Jornadas de Derecho internacional humanitario, Uni-
versidad de Sevilla, Sevilla, 1995, pp. 49-71 [pp. 70-71]). Para los «Padres» del
Derecho international, Vitoria, Suárez, Grocio, etc., la guerra justa es aquélla
que ha sido desencadenada a causa de una injuria recibida, para castigar a aquél
que ha violado un derecho o para la protección de inocentes. Para más detalles
sobre este concepto, ver el desarrollo que realizan HERRERO RUBIO, A., Derecho
de Gentes (Introducción histórica), Valladolid, 1987, 7ª ed., pp. 60 ss.; CALOGE-
ROPOULOS-STRATIS, S., Le recours à la force dans la societé internationale, LGDJ,
París-Lausana, 1986, pp. 31-34; FERNÁNDEZ FLORES, J.L., «El uso de la fuerza
y el orden internacional», Revista Española de Derecho Militar, n. 28, 1974, pp.
67-73; WEHBERG, H., «L’interdiction du recours à la force. Le principe et les
problèmes qui se posent», R.C.A.D.I., 1951-I, pp. 11 ss. Como señala el Infor-
me de la Comisión Internacional sobre intervención y Soberanía (ICISS), La
Responsabilidad de Proteger..., op. cit. (nota 499), «A partir de la interpretación
de la práctica de los Estados, de los precedentes sentados por el Consejo de Se-
guridad, de las normas establecidas, de los nuevos principios rectores y de la
evolución del derecho consuetudinario internacional, la Comisión estima que
la actitud claramente contraria a la intervención militar de la Carta de las Na-
ciones Unidas no puede considerarse en términos absolutos cuando haya que
emprender una acción decisiva por motivos de protección humana. Por lo ge-
neral, el grado de legitimidad de la intervención dependerá de la respuesta que
se dé a cuestiones como el propósito, los medios, el agotamiento de otras vías
de reparación de agravios, la proporción entre la reacción y la provocación ini-
202 La disolución de Yugoslavia

Nos parece muy significativo en este sentido que tanto el Gru-


po de Alto Nivel (2004), designado por el Secretario General para
hacer propuestas de reforma de la Carta en general y de su siste-
ma de seguridad colectiva en particular, como el propio Secreta-
rio General en su Informe (2005) a la Cumbre Mundial de Jefes
de Estado, hayan reconocido que, cuando el Estado directamente
interesado no quiera, no sepa o no pueda hacer frente a una si-
tuación de catástrofe humanitaria (genocidio, limpiezas etnicas,
violación genralizada de los derechos humanos fundamentales...),
la comunidad internacional en su conjunto tiene obligación de
proteger a esos seres humanos y adoptar para ello todas las medi-
das necesarias, incluso si preciso fuera el uso de la fuerza armada,
para lo que piden al Consejo de Seguridad que adopte una reso-
lución (que se comprometen a aplicar llegado el caso) incluyendo
los criterios de legitimidad que el Consejo debe ponderar a la hora
de autorizar incluso con carácter preventivo a un Estado o grupo
de Estados el uso de la fuerza para impedir los crímenes apunta-
dos; y también lo es que el Documento Final de la Cumbre,
aunque haya que reprocharle con firmeza su calculada (¿?) ambi-
güedad, haya endosado sucintamente que dicha obligación de
proteger existe (...)506. Por supuesto, esto no impide reconocer los

cial, y el organismo que concede la autorización. Todas estas cuestiones apare-


cerán de forma recurrente; por el momento baste con señalar que existe un am-
plio y creciente corpus de legislación y práctica que apoya la noción de que la
comunidad general de Estados tiene la responsabilidad de proteger tanto a sus
propios ciudadanos como a los de otros Estados, independientemente de la for-
ma en que se ejerza dicha responsabilidad». Cfr. p. 17, punto 2.27.
506. Sobre las propuestas al respecto del Grupo (2004), del Secretario Ge-
neral (2005) y sobre lo recogido finalmente por el Documento Final de la
Cumbre, vid. GUTIÉRREZ ESPADA, C., «El “uso de la fuerza” en los Informes del
Grupo de Alto Nivel (2004), del Secretario General (2005) y, a la postre, en el
Documento Final de la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno (Naciones
Unidas, Nueva York, septiembre de 2005)», Anuario de Derecho Internacional,
XXI (2005), pp. 13-49 (pp. 39 ss.); y GUTIÉRREZ ESPADA, C., BERMEJO GAR-
CÍA, R. y LÓPEZ-JACOISTE DÍAZ, E., «Apéndice. El Documento Final de la
Cumbre Mundial de 2005», Anuario..., op. cit., pp. 173-181 (pp. 178 ss.). Ma-
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 203

problemas que una intervención de estas características plantea y


que son de todos conocidos; problemas que a la postre, si se
tienen ojos para «ver», nos están lanzando un clarísimo mensaje
sobre las debilidades de nuestro sistema jurídico.

92. Una cuestión muy distinta, que no analizamos aquí, es la


de cómo se ha llevado a cabo la Guerra a la luz del Derecho In-
ternacional Humanitario507. ¿Era necesaria tanta destrucción por
parte de la OTAN? Luchar sólo desde el aire, lanzando misiles di-
rigidos por láser y sabiendo que uno es inalcanzable desde tierra y
desde el aire es realmente una guerra rara508. En los anales del arte
bélico no se encuentra rastro de que una victoria de este tipo se
haya alcanzado sin sufrir una baja en combate y, por lo tanto, los
expertos se apresuraron a sacar las lecciones militares pertinentes.

teriales éstos publicados también electrónicamente en UNISCI (Unidad de In-


vestigación sobre Seguridad y Cooperación Internacional, número especial,
vol. 10, enero 2006, www.ucm.es/info/unisci).
507. A este respecto, cfr. BERMEJO GARCÍA, R., «La Guerra de Kosovo y el
Derecho internacional humanitario», op. cit. (nota 458 supra).
508. Sobre esta cuestión, cfr. BUGNION, F., «Le droit international humani-
taire à l’épreure des conflits de notre temps», Révue Internationale de la Croix-
Rouge, 1999, pp. 487-497. Muy interesantes nos han parecido las reflexiones de
este autor, gran conocedor del DIH, al señalar, refiriéndose a la intervención de
la OTAN en Kosovo, lo siguiente: «Cette intervention a contraint le gouverne-
ment de Belgrade à retirer ses troupes du Kosovo et à accepter le déploiement des
forces de l’OTAN dans la province. Les régufiés albanais du Kosovo ont com-
mencé à rentrer chez eux. Ainsi, l’intervention des forces de l’OTAN a permis
d’atteindre les principaux objectifs qui lui étaient assignés. Ello n’en soulève pas
moins de délicates questions au regard du droit international humanitaire... En
dépit de la sophistication des armes et des précautions prises, les bombardements
aériens ont provoqué de grandes soufrances, des morts et des blessés, sans doute
plus nombreux parmi les populations civiles que parmi les combattants... Dès
lors, on ne peut manquer de s’interroger sur le rapport entre les souffrances que
cette intervention armée avait pour but de prévenir et celles que l’usage de la for-
me a engendrées... Inversement, il est incontestable que la possivité face à des vio-
lations graves et délibérées des loit et coutumes de la guerre ou des droits de
l’homme, face à des politiques qui visent à déraciner des populations, face au gé-
204 La disolución de Yugoslavia

2.4. La vuelta al Consejo de Seguridad de la crisis kosovar


después de la intervención de la OTAN

93. Algo evidente, que sigue siendo negado en todo caso por
algunos autores, es que el Consejo de Seguridad encuentra serias
dificultades para reafirmarse como un órgano capaz de gestionar
ciertas crisis internacionales. Las causas son varias y diversas, pero
en la de Kosovo ha quedado de manifiesto por un lado, la margi-
nación del Consejo a la hora de intervenir y por otro, la voluntad
de que fuera él precisamente el encargado de avalar (¿legitimar?) ex-
post la acción coercitiva de la OTAN, lo que no deja de plantear no
sólo problemas de calendario, sino una cierta contradicción stricto
sensu. Y es que con un Consejo de Seguridad dividido, resulta muy
difícil que pueda cumplir con las funciones encomendadas.
Pero si criticamos al Consejo, tampoco la Asamblea o el Se-
cretario General merecen librarse del todo, pues su impotencia
ha sido manifiesta. Conviene notar a este respecto que mientras
se desarrollaba la intervención, el Sr. Annan no levantó la voz pú-
blicamente por la marginación de la Organización ni criticó la
intervención de la OTAN, sino que sólo a posteriori lo hizo, al se-
ñalar la ilegalidad de la intervención a la luz de la Carta de las
Naciones Unidas en su Informe anual509. Parece, sin embargo,

nocide –et cela, où que ces faits se produisent– ne peut manquer de ruiner l’au-
torité du droit international humanitaire et celle du système international de pro-
tection des doits de l’homme. De façon plus générale, l’histoire a montré que la
passivité face à de telles atrocités ne peut que saper l’autorité du droit internatio-
nal, la stabilité des relations internationales et la paix. L’inaction est porteuse de
nouveaux drames, de nouveaux conflits et de nouvelles victimes» (pp. 493-495).
509. Para su informe, cfr. Doc. A/54/1, en cuyo párrafo 64 se recoge lo si-
guiente: «On put débattre à perte de vue des aspects moraux de cette question
complexe et controversée, mais une chose est certaine: des mesures de coercition
qui sont prises, sans l’autorisation du Conseil de sécurité portent atteinte à
l’existence même du système de sécurité internationales fondésur la Charte des
Nations Unies. Seule la Charte offre une base juridique universellement acceptée
pour le recours à la force».
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 205

que en el transcurso de una conversación telefónica con Made-


leine Albright, amenazó con dimitir de su cargo por haberse
apartado a la ONU del conflicto, a lo que aquélla le devolvió las
amenazas con la de dejarle sin apoyo en la próxima campaña de
reelección a Secretario General510.
En todo caso, en la declaración que llevó a cabo el 24 de
marzo de 1999 justo después de iniciarse los bombardeos, lamen-
tándose por la tragedia que el fracaso de la diplomacia suponía
pero reconociendo que había momentos en los que el uso de la
fuerza puede ser legítimo para conseguir la paz, el Secretario Ge-
neral parecía tácitamente no condenar la intervención; máxime
cuando, aun recordando que el Consejo de Seguridad debería
estar implicado en cualquier decisión relativa al uso de la fuerza,
no criticó a los países de la OTAN por actuar al margen del mis-
mo511. Más tarde, el propio Secretario General reconocería que la
ONU carece de la capacidad militar necesaria para gestionar una
crisis como la de Kosovo.

94. Actitud cautelosa en todo caso que contribuyó induda-


blemente a que se volviera a marginar a las Naciones Unidas a la

510. A este respecto, cfr. NOVOSSELOFF, A., Le Conseil de Sécurité..., op. cit.
(nota 467), p. 412, quien cita en la nota 640 al autor que relata este episodio,
Abolhassan Sobhani, en un artículo publicado en Teherán el 6 de abril de 1999.
511. Cfr. Comunicado de prensa, SG/SM/6938, de 24 de marzo de 1999.
Estas manifestaciones contradictorias del Secretario General continuarían pos-
teriormente. Así, el 7 de abril, decía que «... La campaña sistemática y viciosa
de limpieza étnica llevada a cabo por las autoridades serbias en Kosovo parece
tener un objetivo: expulsar o matar al mayor número posible de albaneses...
Emerge lentamente, pero creo que de forma imparable, una norma jurídica
contra la represión violenta de las minorías que debe preceder a los principios
de la soberanía estatal». Cfr. Comunicado de prensa, SG/SM/6949, de 7 de
abril de 1999. Pero un mes más tarde volvía a manifestar que «... a menos que
se devuelva al Consejo de Seguridad una posición preeminente como única
fuente de legitimidad en el uso de la fuerza, nos embarcaremos en el peligroso
camino de la anarquía».
206 La disolución de Yugoslavia

hora de decidir el plan de paz, elaborado fuera de la Organización


y posteriormente presentado a esta para su aprobación. Después
de 79 días de intensos bombardeos, el Presidente Milosevic acep-
ta el plan de paz propuesto por los Ministros de Asuntos Exte-
riores del G-8 en la reunión celebrada en el Centro Petersberg el
6 de mayo de 1999. En este plan, que figura en la Declaración
formulada por el Presidente al concluir la reunión, se recogen las
propuestas presentadas en Rambouille512, y rechazadas por Milo-
sevic. Pero este plan de paz necesitaba desde el punto de vista ju-
rídico-formal un marco institucional, lo que lleva al G-8 a recu-
rrir ahora a la ONU. Fue así como se adoptó la Resolución 1244,
de 10 de junio de 1999513, en cuyo Anexo 1 figura la Declaración
del G-8 (Declaración de Petesrsberg) formando así parte inte-
grante del texto de la resolución, mientras que en el Anexo 2 se
recogen una serie de principios que deben respetarse para lograr
una solución a la crisis kosovar. Esta forma de proceder ha sido
considerada por algunos como si el Consejo de Seguridad fuera
una especie de «chambre d’enregistrement»514 de lo que se nego-
cia y se aprueba fuera, reflejándose entonces el papel de «segun-
dón» que respecto del G-8 y la OTAN desempeña el órgano de
Naciones Unidas, que según el artículo 24 de la Carta tiene «la
responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad in-
ternacionales».
El contenido de la resolución es claro y contundente. Por un
lado, el párrafo 3 exige «que la República Federativa de Yugosla-
via ponga fin, de forma inmediata y verificable, a la violencia y a
la represión en Kosovo y emprenda y concluya el retiro gradual
verificable de Kosovo de todas las fuerzas militares, policiales y pa-
ramilitares con arreglo a un calendario rápido...», y por otro, el

512. Cfr. supra parágrafo 88.


513. Resolución que fue adoptada con la abstención de la China, después
de que este país presentara la vispera algunos cambios al texto del proyecto, que
fueron todos rechazados.
514. Cfr. SUR, S., «L’affaire du Kosovo...», op. cit. (nota 478), p. 290.
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 207

párrafo 5 «decide desplegar en Kosovo, bajo los auspicios de las


Naciones Unidas, presencias internacionales, una civil y otra de
seguridad, con el equipo y el personal que sea necesario...». Se se-
paran claramente por tanto los aspectos militares o de seguridad,
confiados de forma sustancial a la OTAN515, creándose para ello la
KFOR, de los civiles, para los que se establece la MINUK, con la
misión de establecer una organización administrativa y judicial en
el territorio kosovar, descartando así las instituciones y el sistema
administrativo anteriores. La OTAN queda reconocida así como
«organización regional» en el sentido del Capítulo VIII de la Car-
ta, lo que fue durante mucho tiempo sumamente controvertido.
95. Pero esta resolución suscitó también desconfianza, pues si
las acciones armadas de los países de la OTAN se llevaron a cabo
sin autorización del Consejo de Seguridad, ¿cómo es que después
todo el entramado post-bélico, negociado previamente por el
G-8, podía ser aprobado por éste? Con esta forma de proceder, la
polémica estaba servida entre aquellos que veían una especie de
reconocimiento tácito por parte del Consejo de la legalidad inter-
nacional violada, y otros que entendían que la Resolución 1244
no entra en esa cuestión, limitándose a establecer las bases para un
arreglo político de la situación516. La primera de estas tesis ha
tenido aceptación entre nosotros, como la opinión de la profeso-
ra Paz Andrés Sáenz de Santamaría demuestra:
«Pero como la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su
porquero, el hecho de que el acuerdo para poner fin a la gue-
rra haya incluido entre sus puntos la reunión del Consejo de

515. Cfr. párrafo 4 del Anexo 2.


516. Esta misma cuestión se iba a suscitar en el caso de la Guerra de Iraq
en torno a la Resolución 1483, de 22 de mayo de 2003, aunque en este caso
las premisas que estaban detrás de la intervención en Iraq eran distintas. A este
respecto, ver las opiniones diferentes expresadas por GUTIÉRREZ ESPADA, C. y
BERMEJO GARCÍA, R., en Anuario de Derecho Internacional, XIX (2003), pp.
71-88 y 41-69 respectivamente (especialmente pp. 81 ss. y 58-59).
208 La disolución de Yugoslavia

Seguridad para adoptar una resolución es un reconocimiento


tácito de la legalidad vulnerada»517.
Otros no comparten esta interpretación y pese a que tanto los
aspectos civiles como los de seguridad hayan sido avalados por el
Consejo (talón de Aquiles, podría pensarse, de quienes la mantie-
nen), piensan que en realidad la ONU se ha quedado al margen
de esa cuestión a la hora de adoptar la precitada resolución. Sig-
nificativas al respecto son las palabras de Serge Sur:
«Quant à l’ONU, dans l’affaire du Kosovo, ... Elle n’a ni
autorisé ni condammé l’intervention. Après son succès mili-
taire et l’acceptation des conditions de l’OTAN par la Répu-
blique yougoslave, le Conseil de sécurité a lui-même accepté
d’en organiser les conséquences par la résolution 1244 du 10
juin 1999. Contrairement à certaines analyses, celui-ci n’a,
avec cette résolution, nullement entériné l’opération militaire
elle-même. Il l’a plutôt mise entre parenthèses, ne se préoccu-
pant que de mettre en place, ou d’avaliser, la période de tran-
sition, avec présence militaire internationale et administration
civile provisoire du Kosovo. Le Conseil n’a pas non plus rée-
llement pesé sur le règlement politique. Le G-8 paraît avoir
joué à cet égard un rôle plus important, puisque la résolution
1244 reprend dans son annexe I les termes de la déclaration
de Petersberg, ámenant des ministres des Affaires étrangères
des pays participant au G-8. En pratique, il semble ainsi
accepter la primauté politique de cette institution, ce qui
parachève son dessaisissement dans cette affaire»518.
A nuestro juicio hay en todo este asunto dos verdades que no
pueden negarse: Una, el Consejo no quiso con y en su Resolución

517. «Kosovo: todo por el Derecho internacional...», op. cit. (nota 485), p. 6.
518. Cfr. SUR, S., «Aspects juridiques de l’intervention...», op. cit. (nota
485), p. 61. De la misma opinión, BUZZI, A., L’intervention armée de
l’OTAN..., op. cit. (nota 444), p. 76; y NOVOSSELOFF, A., Le Conseil de Sécuri-
té..., op. cit. (nota 467), p. 414.
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 209

1244 (1999) pronunciarse sobre la legalidad o ilegalidad de la in-


tervención; y dos, el Consejo no podía empero ignorar que su re-
solución «regulaba», facilitando su consolidación, una situación
conseguida con procedimientos que generaron muchas, muchas
dudas sobre su legalidad (formal) desde el punto de vista del or-
denamiento jurídico internacional; ¿puede esto interpretarse o no
como una asunción tácita de la acción?, ¿»nada es verdad (enton-

519. La doctrina se ha ocupado ampliamente de todas las cuestiones susci-


tadas por la intervención de la OTAN en Kosovo, aunque manteniendo diver-
sos puntos de vista. Sin ánimo exhaustivo, cfr. entre otros, ANDREANI, G., «For-
ce et diplomatie à propos de la guerre du Kosovo», Annuaire français de relations
internationales, 2000, pp. 165-178; ANTONOPOULOS, C., «The NATO military
action against the Federal Republic of Yugoslavia (Kosovo) and the internatio-
nal law on the use of force», Revue Hellénique de Droit International, 52 (1999),
n. 2, pp. 411-457; BEKKER, P.H.F., «“Legality of use of force” case», American
Journal of International Law, 93 (1999), n. 4, pp. 928-933; BOISSON DE CHA-
ZOURNES, L., «La Cour internationale de Justice aux prises avec la crise du Ko-
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émergente fondant une intervention militaire sur une “autorisation implicite”
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(2000), n. 4, pp. 873-910; DAADLER, I.H., «NATO, the UN, and the use of
force», International Peacekeeping, vol. 5, January-April 1999, pp. 27-35; ECO-
210 La disolución de Yugoslavia

ces) ni mentira...»? No obstante, al margen de todas las cuestiones


y polémicas suscitadas por la intervención, hay que reconocer que
los Estados hicieron un gran esfuerzo para recuperar una difícil
paz en la región. Y si la cooperación institucionalizada falló, se

NOMIDES, C.P., «La guerre de l’OTAN contre la Yougoslavie et le droit inter-


national», Revue Hellénique de Droit International, 52 (1999), n. 2, pp. 391-
409; FALK, R.A., «Kosovo, world order, and the future of international law»,
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Th.M., «Lessons of Kosovo», American Journal of International Law, 93
(1999), n. 4, pp. 857-860; GUTIÉRREZ ESPADA, C., «Uso de la fuerza, inter-
vención humanitaria y libre determinación...», op. cit. (nota 485), pp. 93-132;
HENKIN, L., «Kosovo and the Law of “Humanitarian Intervention”», American
Journal of International Law, 93 (1999), n. 4, pp. 824-828; KOHEN, M., «L’em-
ploi de la force et la crise du Kosovo: vers un nouveau désordre juridique in-
ternational», Revue Belge de Droit International, XXXI (1999), n. 1, pp. 122-
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tive Law Quarterly, 49, April 2000, pp. 330-359; LATTY, F., «Guerre et paix au
Kosovo: le droit international dans tous ses états», Revue internationale et
stratégique, n. 36, hiver 1999-2000, pp. 89-102; MCCOUBRAY, H., «Kosovo,
NATO and international law», International Relations, XIV (1999), n. 5, pp.
29-46; MOMTAZ, D., «L’intervention d’humanité de l’OTAN au Kosovo et la
règle du non-recours à la force», Revue internationale de la Croix-Rouge, n. 837,
mars 2000, pp. 89-101; MURPHY, S.D., «Humanitarian intervention in Koso-
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«Kosovo: air strikes against Serbia», American Journal of International Law, 93
(1999), n. 3, pp. 628-635; NOUVEL, Y., «La position du Conseil de sécurité
face à l’action militaire engagée par l’OTAN et ses Etats membres contre la Ré-
publique fédérale de Yougoslavie», Annuaire Français de Droit International,
XLV (1999), pp. 292-307; NOVOSSELOFF, A., «L’organisation politico-militai-
re de l’OTAN à l’épreuve de la crise du Kosovo», Annuaire Français de Relations
Internationales, 2000, pp. 179-196; O’CONNELL, M.E., «The UN, NATO and
international law after Kosovo», Human Rights Quarterly, 22 (2000), pp. 57-
89; OBRADOVIC, K., «International humanitarian law and the Kosovo crisis»,
Revue Internationale de la Croix-Rouge, n. 839, septembre 2000, pp. 699-731;
RAMÓN CHORNET, C., «La OTAN, vicaria de la ONU: reflexiones sobre el sis-
tema de seguridad colectiva a la luz del nuevo “concepto estratégico” acordado
en Washington», Anuario de Derecho internacional, XV (1999), pp. 363-383;
La UEO y la OTAN en la crisis yugoslava: La «Guerra de Kosovo» (1999) 211

desarrollaron sin embargo nuevas técnicas tanto para organizar la


cooperación entre los Estados intervinientes, como para estable-
cer el nuevo régimen jurídico post-bélico en la zona a partir de
una resolución del Consejo de Seguridad519.

REISMAN, W.M., «Kosovo’s antinomies», American Journal of International


Law, 93 (1999), n. 4, pp. 860-862; RONZITTI, N., «Raids aerei...», op. cit.
(nota 480), pp. 476-482; ROWE, P., «Kosovo 1999: the air campaign - Have
the provisions of Additional Protocol I stood the test?», Revue internationale de
la Croix-Rouge, n. 837, mars 2000, pp. 147-164; SIMMA, B., «NATO, the UN
and the use of force: legal aspects», European Journal of International Law, 10
(1999), n. 1, pp. 1-22; SUR, S., «L’affaire du Kosovo...», op. cit. (nota 483), pp.
280-291; ID., «Les aspects juridiques...», op. cit. (nota 483), pp. 44-62; ID.,
«Aspects de l’intervention au Kosovo...», op. cit. (nota 478), pp. 163-226;
VALTICOS, N., «Les droits de l’homme, le droit international et l’intervention
militaire en Yougoslavie - Où va-t-on? Eclipse du Conseil de sécurité ou réfor-
me du droit de veto?», Revue Génerale de Droit International Public, 104
(2000), n. 1, pp. 5-18; WECKEL, Ph., «Cour internationale de Justice, Affaires
relatives à la licéité de l’emploi de la force (Yougoslavie c. Allemagne et autres),
Ordonnances du 2 juin 1999», Revue Générale de Droit International Public,
103 (1999), n. 3, pp. 697-708; ID., «Le Chapitre VII de la Charte et son ap-
plication par le Conseil de sécurité», Annuaire Français de Droit International,
XXXVII (1991), p. 165; ID., L’emploi de la force contre la Yougoslavie ou la
Charte fissurée», Revue Générale de Droit International Public, 104 (2000), n.
1, pp. 19-36; ID., «OTAN/Yougoslavie» «Chronique des faits internationaux»),
op. cit, 103 (1999), n. 3, pp. 733-741.
V.
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión
(sobre el principio de libre determinación
de los pueblos)

1. RECORDANDO EL DERECHO DE LIBRE DETERMINACIÓN


DE LOS PUEBLOS Y SU EVOLUCIÓN

1.1. Una «civilizada» ocupación de bárbaros y salvajes


1.1.1. Del principio de las nacionalidades (...)

96. La nueva ideología sobre la soberanía nacional, que ema-


na de las revoluciones americana (1776) y francesa (1789) de fines
del siglo XVIII, destila a su vez el llamado principio de las nacio-
nalidades.
Según éste, toda nación, si es que quiere ejercer de manera
efectiva su soberanía, debe convertirse en Estado. Los Estados
plurinacionales se ven hostigados, así, por el principio, pero tam-
bién lo son aquellos que albergan parte de una nación fragmenta-
da, dividida en varias entidades estatales (...).

97. El siglo XIX se convierte pues en una época de eclosión


nacionalista, en Europa y aún fuera de ella. En Europa porque
van, poco a poco, apareciendo nuevos Estados nacionales, que
rompen los vínculos que les unían con entidades más amplias:
Así, Bélgica se separa de Holanda en 1831 y Grecia del Imperio
Otomano en 1832. La Revolución de 1848 suscita, asimismo, la
creación de nuevos Estados, que «salen» también del Imperio de
214 La disolución de Yugoslavia

la Sublime Puerta (como, en 1878, Serbia, Rumania o Montene-


gro), consiguiéndose además, desde la otra cara del espejo, la uni-
ficación de Alemania (en torno a Prusia) y de Italia.
Fuera de la Europa geográfica, la «Europa Americana» ve
fructificar igualmente en su seno las semillas aventadas en el
«Continente-Patria», y van convirtiéndose en Estados soberanos e
independientes (todo a lo largo del siglo XIX) las Repúblicas
Americanas, antiguas colonias de España, Portugal o de Gran Bre-
taña(...). Ahora bien, los pueblos de esas Jóvenes Repúblicas están
formados de la carne y la sangre de los conquistadores y coloniza-
dores, que desplazaron y marginaron a las poblaciones autóctonas
pero que, en el caso de algunos Estados europeos, también se fun-
dieron con ellas. Las Jóvenes Repúblicas Americanas son, en todo
caso, mayoritariamente «cristianas» y «europeas» en su formación
y cultura.

98. No es extraño, entonces, que nada más nacer los Estados


del continente americano pidieran que el Derecho Público Euro-
peo, el Derecho internacional de entonces, les fuera aplicado en
tanto que entidades soberanas iguales a los Estados (europeos) tra-
dicionales. Pero no se hizo exactamente según sus deseos. Más
adelante comprobaremos cómo el Derecho internacional de la
época trataba a los pueblos «no civilizados»; las Jóvenes Repúbli-
cas Americanas sí lo eran, pero no siempre fueron tratadas como
tales.
Técnicas distintas, desde luego, a las utilizadas contra bárba-
ros y salvajes, pero técnicas a la postre también de intimidación y
dominación (...). Cuando uno lee la anécdota que Antonio Re-
miro cuenta de Venezuela, Estado ya soberano, que tuvo que ce-
der a los Estados Unidos de América del Norte su representación
en el compromiso arbitral con Gran Bretaña sobre la adjudicación
de la Guayana Esequiba, así como admitir que fueran estadouni-
denses y designados por Estados Unidos los dos árbitros venezo-
lanos que con otros dos británicos y con el ruso Federico De Mar-
tens habrían de componer el Tribunal, no puede por menos que
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 215

rumiar interiormente que sí, que tiene razón el profesor de la Uni-


versidad Autónoma de Madrid cuando afirma:
«Desde más de un punto de vista la suerte de las repúbli-
cas latinoamericana no era mejor que la de los países bárbaros
del norte de África o del Extremo Oriente»520.

1.1.2. (...) A la Conferencia de Berlín (1884-1885)

99. En 1884 se inaugura en Berlín la Conferencia sobre el


África Occidental, con la participación de Alemania, Austria-
Hungría, Bélgica, Dinamarca, España, Estados Unidos de Améri-
ca, Francia, Gran Bretaña, Italia, Holanda, Portugal, Rusia, Sue-
cia-Noruega y Turquía.

100. El Acta General de la Conferencia, de 26 de febrero de


1885, marca un hito en la época521. En ella, se delimita una zona
de libre comercio para todas las naciones, se regula la navegación
por los ríos Congo y Níger, y se establece para la misma un régi-
men de neutralidad. Pero sobre todo, destacan sus artículos 34 y
35, en los que las Partes en el Acta se comprometen a informarse
recíprocamente cuando ocupen territorios situados en la costa del
continente que no poseían anteriormente, así como a mantener el
libre comercio en sus posesiones africanas. Su generalización por
parte de la doctrina llevó posiblemente a que se viera en ellos la
regulación jurídica concreta de la ocupación como uno de los
modos de adquisición territorial.
Y como en ninguna de dichas disposiciones se establecía, para
entender válida la ocupación de territorios, requisito alguno adi-

520. REMIRO BROTONS, A.,Civilizados, bárbaros y salvajes en el nuevo orden


internacional, Madrid, 1996, p. 141.
521. Vid. ad ex., MUNICH, F., «Berlin West Africa Conference (1884/1885)»,
en BERNHARDT, R. (ed.), Encyclopedia of Public International Law, vol. I (1992),
pp. 389-391.
216 La disolución de Yugoslavia

cional al de su notificación a las demás Potencias signatarias, pue-


de comprenderse que el instrumento firmado en la capital ale-
mana un 26 de febrero de 1885 se interpretase como una de las
manifestaciones clave del «reparto de África entre los Estados civi-
lizados de Europa»522.

1.1.3. El escaparate doctrinal

101. En la Conferencia de Berlín que hemos citado, por parte,


entre otros, de algunos miembros del Instituto de Derecho Inter-
nacional, se hizo la propuesta de desarrollar detalladamente las dis-
posiciones contenidas en los artículos 34 y 35 del Acta General.
A lo largo de 1887, 1888 y 1889, el mencionado Instituto es-
tudia un Proyecto de declaración internacional con vistas a determi-
nar las reglas a seguir en la ocupación de los territorios del continen-
te negro523. Esos debates permiten comprender en todo su alcance
cuál era la posición de la doctrina de la época sobre el estatuto ju-
rídico de los pueblos que entonces se llamaron «atrasados» (back-
ward) o «indígenas». Y puede ser importante reseñar que la parti-
cipación en el Instituto de los internacionalistas de mayor talla de
la época, dotaba a sus trabajos de una máxima autoridad jurídica
y científica524.

522. VON LISZT, F. (revisado por M. Fleischmann), Derecho Internacional


Público, traducción al español de la 12ª ed. alemana de D. Miral, Gustavo Gili
Editor, Barcelona, 1929, p. 36 (párrafo 4) (cursiva en el original).
523. Annuaire de l’Institut de Droit International, 9 (1887-1888) y sobre
todo volumen 10 (1888-1889), pp. 173-204.
524. «Los estatutos aprobados un par de años antes tampoco autorizan la
presencia de diplomáticos en activo entre los miembros de número del Institu-
to pero la autoridad de la abultada nómina de internacionalistas de la talla de
Bluntschli, Martens, Calvo, Lorimer, Field, Westlake o Mancini entre otros,
permiten juzgar las resoluciones, dictámenes y opiniones de esta asociación, sea
a través de su asamblea plenaria o por voz de sus respectivas comisiones de tra-
bajo, como generadoras de una communis opinio, de una autoridad doctrinal
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 217

102. Dos concepciones pueden observarse en este sentido: De


una parte, la de aquellos que consideran que los pueblos indíge-
nas tienen verdaderos derechos sobre la tierra en que viven, por lo
que la legalidad, de conformidad con el Derecho Internacional de
la época, de la ocupación de sus territorios estaba condicionada a
la concertación del respectivo acuerdo entre la Potencia europea y
la Nación o Pueblo indígena. Así, Engelhardt defendió un Pro-
yecto de declaración525 en el que mantenía como artículo 1 que la
necesidad previa de llegar a acuerdos con los jefes indígenas era
una práctica generalizada que se había convertido en la regla de las
ocupaciones de tierra respecto de países no civilizados526, y, en
todo caso que debería serlo, pues proporciona estabilidad a la
ocupación (...).
Por otra, están los que niegan a los pueblos indígenas incluso
el derecho a su propia tierra, tesis que a la postre resultó triunfan-
te en los debates del Instituto. Decía Rivier, al respecto:
«(...) nada menos serio que estos tratados [los concertados
por las potencias europeas con los pueblos en cuestión para
obtener la cesión de territorio], en los que un jefe sin impor-
tancia, un tiranuelo local, vende dudosos derechos de sobera-
nía a cambio de unas balas de algodón o algunas botellas de
ron (...). Lo que se pretende hacer, a la postre, es determinar

difícilmente superable por las tentativas inconclusas respecto a cuestiones aná-


logas provenientes de conferencias interestatales o los propios tratados entre
potencias» (GUTIÉRREZ VEGA, P., «Une question très délicate: La pendencia del
estatuto jurídico de las naciones indígenas en los debates del Instituto de De-
recho Internacional en el siglo XIX», en MARIÑO, F.M. y OLIVA, J.D. [eds.],
Avance en la protección de los derechos de los pueblos indígenas, Dykinson,
Madrid, 2004, pp. 45-62 [p. 45]).
525. El Proyecto, que figura en el Annuaire de l’Institut de Droit International
de 1987-1988, es en realidad el extracto de un artículo suyo anterior («Étude sur
la déclaration de la Conférence de Berlin relative aux occupations», Révue de
Droit International et de Législation Comparée, XVIII, 1886, pp. 433 ss. y 573 ss.).
526. Annuaire de l’ Institut de Droit International, 10 (1888-1889), pp.
181-182.
218 La disolución de Yugoslavia

las condiciones de la ocupación de territorios lejanos que per-


tenecen a pueblos bárbaros desprovistos de fe internacional. Y
si éstos no tiene la “fe” internacional, ¿cómo buscar en los tra-
tados la justificación de la ocupación? Estos tratados de cesión
con jefes indígenas, más o menos reales, más o menos legíti-
mos, no tienen valor serio alguno»527.
Y con mayor franqueza si cabe, en los comentarios al artículo
I del Proyecto de declaración presentado por Martitz al Instituto
(Proyecto que se abandonó en la Asamblea de Lausanne de 1888,
siendo sustituido por el ya citado de Engelhardt), texto en el que
literalmente se califica de nullius, esté habitado o no, toda región
que no se encuentre bajo la soberanía (o protectorado) de uno de
los Estados que forman parte de la sociedad internacional y se
rigen por el Derecho de gentes, se decía:
«Es una exageración hablar de soberanía en el caso de los
pueblos salvajes o semi-bárbaros. Está en contradicción con la
historia que el Derecho internacional haga depender de la
cesión de la soberanía la validez de una ocupación. Un trata-
do de cesión no puede llevarse a cabo sino por los Estados que
reconocen el Derecho internacional. Ciertamente, una ocupa-
ción de territorios habitados por salvajes tendrá a menudo por
base compromisos alcanzados con jefes indígenas. Podrá con-
denarse la violencia contra pueblos inferiores. No se podrá, in-
cluso sostener estrictamente que éstos están fuera de la comu-
nidad de Derecho de Gentes. Pero no son miembros de la
misma. El Derecho internacional no conoce “derechos de las
tribus independientes”. Los arreglos que regularmente se con-
ciertan con los jefes de las tribus salvajes pueden ser indispen-
sables para consolidarse en un territorio ocupado (...). Pero el
título de posesión internacional no es derivativo, sigue siendo
originario»528.

527. Ibíd., p. 181.


528. Annuaire de l’Institut de Droit International, 9 (1887-1888), p. 247.
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 219

Escribió, asimismo, Westlake, miembro a su vez del Instituto,


en un artículo doctrinal de la época529 que tuvo no poco impacto:
«A las tribus salvajes (...) debe reconocérseles todos los de-
rechos naturales, por supuesto, pues éstos nacen con el hom-
bre, constituyen su personalidad que el primitivismo no ex-
tingue, pero no pueden reconocerse a estas tribus, que no
tienen capacidad para dirigirse, derechos internacionales. Esas
tribus, nómadas o casi, no tienen internacionalidad. Por tal ra-
zón, no tienen soberanía constituida, que es sin duda un de-
recho político derivado de la civilización, y que por ello tiene
la civilización como base, como condición de ser. El Derecho
internacional moderno es un resultado de la civilización. Por
lo mismo, no considero como base razonable, suficiente para
alterar los derechos fundados sobre los hechos de los que se
acaba de hablar, las sucesivas cesiones de soberanía hechas por
los jefes indígenas, semi-salvajes ellos, al primer llegado que les
dé más, sin sanción jurídica válida alguna (...)».

103. Debe advertirse, en todo caso, que la negativa del Insti-


tuto de Derecho Internacional va a contracorriente de la tesis ma-
yoritaria. Lindley demostró que la práctica de los Estados de la
época confirma la tesis de que «las tierras en poder de los pueblos
atrasados que estén políticamente organizados no pueden ser con-
sideradas como que a nadie pertenecen»530. No puede ser de otro
modo, si queremos explicar el amplio recurso por las potencias
europeas de acuerdos o tratados con los jefes de las comunidades
indígenas en orden a la transmisión del territorio, práctica llevada
a cabo en todas las partes del mundo en las que se planteó un

529. «Le conflit anglo-portugais», Révue de Droit International et de Légis-


lation Comparée, XXIII (1891), pp. 248 ss. (la segunda parte del trabajo apa-
reció en la misma revista el año siguiente, XXIV, 1892).
530. LINDLEY, M.F., The acquisition and government of backward territory in
international law. Being a treatise on the law and practice relating to colonial
expansion, Londres, 1926, pp. 12 ss., 24 ss.
220 La disolución de Yugoslavia

tema de colonización aunque tuvo en África posiblemente su má-


ximo exponente531. Y ésta es también, por lo demás, la opinión, ya
en nuestra época, de la Corte Internacional de Justicia:
«Cualesquiera que hayan podido ser las diferencias de opi-
nión entre los juristas, la práctica estatal en el período perti-
nente revela que los territorios habitados por tribus o pueblos
que poseen una organización social y política no eran consi-
derados como terrae nullius. La práctica demuestra que en el
caso de dichos territorios la adquisición de soberanía no se
considera en general efectuada unilateralmente por la “ocupa-
ción” de terra nullius en tanto que título originario sino por
medio de los acuerdos concluidos con los jefes locales (...)»532.
No nos engañemos, empero. El «formalismo cínico», el «fari-
seísmo» de las potencias europeas son evidentes533: El Derecho in-
ternacional de la época reconoció posiblemente, según la interpre-
tación mayoritaria, a los poderes locales su derecho al territorio y
sancionó la validez de los tratados de cesión como un título perti-
nente de adquisición territorial534, pero no lo hizo por considera-
ciones humanitarias o simplemente altruistas sino para el ajuste de
los intereses de las potencias colonialistas; éstas se sirven de esos
tratados como un medio de prueba, inter se, de sus respectivas
ocupaciones territoriales. Prueba contundente de ello es que cuan-
do la vía convencional no resulta, digámoslo así, viable, los Esta-

531. SHAW, M.N., Title to territory in Africa. International Legal Issues,


Oxford University Press, Oxford, 1986, p. 38.
532. Dictamen consultivo de 16 de octubre de 1975, párrafo 80, asunto
sobre el Sahara occidental, CIJ Recueil 1975, p. 39.
533. Los términos son de ANDRÉS SÁENZ DE SANTAMARÍA, P., «El estatuto
internacional de los poderes indígenas locales», Hacia un nuevo orden interna-
cional y europeo. Estudios en homenaje al profesor don Manuel Díez de Velasco,
Tecnos, Madrid, 1993, pp. 67-77 (pp. 74, 75, 77).
534. Hasta el punto de que un internacionalista africano, ELIAS, T.O., es-
cribe «El Derecho consuetudinario internacional reconoce la validez de estos
“tratados desiguales”» (Africa and the development of international law, Dor-
drecht, 1988, 2ª ed., p. 19).
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 221

dos europeos no dudaron ni un segundo en recurrir a la fuerza ar-


mada (¡tan desproporcionada!) para sus conquistas territoriales535.

104. No, nos confundamos. No es que quienes defienden la


titularidad de los derechos que sobre sus tierras tienen los pueblos
atrasados consideren a éstos al mismo nivel que los Estados euro-
peos. A dichos pueblos no se les aplica el Derecho de Gentes, sino
a lo sumo las leyes o principios de humanidad. Tres disposiciones
de las propuestas en el Proyecto de declaración debatido en el Ins-
tituto de Derecho Internacional pueden traerse a colación como
claro botón de muestra de hasta dónde llegaba la protección «hu-
manitaria» que la sociedad internacional de la época estaba dis-
puesta a conceder a esos colectivos:
– Se proscriben en cuanto violación de los derechos de hu-
manidad, las guerras de exterminio contra las tribus salva-
jes, las crueldades inútiles, y la tortura incluida, la que pre-
tende practicarse a título de represalias (artículo VI).
– La Potencia ocupante tiene el deber de velar por la conser-
vación, educación y mejora de las condiciones morales y
materiales de las poblaciones indígenas (artículo VIII).
– La libertad de conciencia y tolerancia religiosa se garantiza-
rán tanto a los indígenas como a los extranjeros y naciona-
les (artículo XIX)536.

1.1.4. Recapitulación

105. En suma, la gran mayoría de la doctrina internaciona-


lista del siglo XIX veía en las entidades políticas y colectivos
humanos de África y Asia actores absolutamente al margen del
Derecho internacional de la época.

535. Vid. ANDRÉS SÁENZ DE SANTAMARÍA, P., «El estatuto...», op. cit. (nota
533), pp. 75-76.
536. Annuaire de l’Institut de Droit International, 9 (1887-1888), p. 252.
222 La disolución de Yugoslavia

John Lorimer, por ejemplo, uno de los fundadores del Insti-


tuto de Derecho Internacional, dividía a la humanidad en civili-
zada, bárbara y salvaje. Y sólo a la primera correspondía la aplica-
ción íntegra del Derecho internacional tanto racional como
positivo; los bárbaros eran objeto de reconocimiento público sólo
parcialmente lo que equivalía a la aplicación íntegra del Derecho
internacional racional pero sólo restringida y variable del positivo;
a los salvajes sólo el reconocimiento natural les alcanzaba, es decir,
el respeto únicamente de los principios humanitarios del Derecho
internacional racional (...)537.
Clasificaciones de esta naturaleza y similares (como la de Es-
tados civilizados, semicivilizados y no civilizados) fueron admiti-
das generalizadamente por la doctrina del Derecho internacional
el último tercio del siglo XIX538 y permitieron estructurar las cate-
gorías políticas y jurídicas que apuntalaron la colonización del
mundo por la civilización europea, cristiana y occidental.

106. Fue Lindley539 quien dividió en tres grupos a los juristas


de la época atendiendo a sus concepciones básicas en estos temas:
– En el primero, sitúa a los que consideran que los pueblos
no coloniales poseen soberanía sobre el territorio que habi-
tan, oponible a los Estados civilizados, incluyendo en él a
Vitoria, De Soto, Bartolomé de las Casas, Ayala, Brunus,
Gentilis, Selden, Grotius, Puffendorf, Kluber, Blackstone,
Heffter, Fiore, Woolsey, Pradier-Fodéré, Salomon, Bolfils,
Jeze, Despagnet.
– En el segundo, que sólo con restricciones o condiciones ad-
miten ese título de los pueblos indígenas sobre sus tierras,

537. The Institutes of the Law of the Nations. A treatise of the iural relations
of separate political communities, Londres, 1883-1884.
538. Y, en la descarnada expresión del profesor Remiro, «esnifadas acucio-
samente por los colonialistas» (REMIRO BROTONS, A., Civilizados..., op. cit.
[nota 520], p. 135).
539. Vid. supra nota 530.
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 223

se cita a Vattel, Phillimore, De Martens, Pinheiro-Ferreira


y Bluntschli.
– Y en el tercero, que niega todo derecho de esa naturaleza a
los pueblos indígenas, están Westlake, Hall, Lawrence,
Dudley, Field, Martens-Ferrero y Heimburger.

107. No se trata, por lo demás, sólo de opiniones teóricas ver-


tidas en un papel. No, no. Se aplicaron minuciosa, detallada, in-
misericordemente en la práctica.
Los bárbaros de Lorimer, esos pueblos a medio camino de la
civilización, tuvieron que pasar por capitulaciones540, cesiones te-
rritoriales en arriendo o la apertura de sus puertos al libre comer-
cio de los gai-jins (China, Japón, Siam...).
Los salvajes, pueblos no civilizados, vieron considerados sus
territorios ya como terra nullius ya como legítimamente cedidos,
y bien cedidos, a una potencia europea a cambio de unas cuentas
de vidrio y algunos espejitos de latón entregados al jefe indígena
local de turno (...). Leo al azar (el modo que el autor prefiere) en
el hermoso Relato-Río ya citado de Antonio Remiro, y bajo el en-
cabezamiento denso y sensual que los versos de Mutis le propor-
cionan («afuera el lento desorden de la selva..., adentro un aire suave
poblado de líquenes»), una referencia a la intervención del repre-
sentante británico en la Conferencia de La Haya de 1899, al de-
batirse la prohibición de las balas dum dum, que se fragmentan en
el interior del cuerpo de la víctima para causar heridas permanen-
tes y desfigurantes, oponiéndose a su supresión, pues consideraba
que este tipo de munición, que Gran Bretaña fabricaba en la India
y empleaba en sus guerras contra los pueblos salvajes, resultaba
absolutamente conveniente: Decía, Sir John Ardagh, que en una
guerra civilizada un soldado herido por un pequeño proyectil se

540. Sobre el régimen internacional de las capitulaciones vid. CASSESE, A.,


International law in a divided world, Oxford, 1986, pp. 40-42 (párrafo 20); ID.,
International Law, Oxford University Press, Oxford, 2005, 2ª ed., pp. 26-28.
224 La disolución de Yugoslavia

retiraba del campo de batalla, pero con el salvaje es diferente; in-


cluso herido dos o tres veces sigue adelante y antes de que hayas
tenido tiempo de explicarle que está violando la decisión de la
Conferencia (de La Haya) que obliga a todo combatiente herido
a retirarse (...), ¡zas! te ha cortado la cabeza.

108. Todo tiene su explicación, claro. Dejando aparte un re-


ducido grupo de «iluminados» (Bartolomé de las Casas, Vitoria,
Suárez, Roger Williams...), que defendían afrontar las relaciones
con los pueblos indígenas desde una base de igualdad541, la doc-
trina clásica construye con minucioso celo los hornos intelectua-
les en los que se fabricarán los pertrechos, los instrumentos y aún
las armas para llevar a cabo la colonización. Pero debemos re-
montarnos muy atrás, advierto:
– La doctrina aristotélica de la esclavitud natural es el inicio.
Según Aristóteles, algunos seres, desde el momento en que
nacen, están destinados a mandar, otros a obedecer (...).
– Fue, John Mayor, parece, el primero en aplicar esa tesis aris-
totélica a los pueblos indígenas. La influencia de este pro-
fesor escocés de La Sorbona en el puritanismo anglosajón
fue muy marcada, y sus ideas fueron asumidas por las Po-
tencias coloniales en general.
– A lo largo de los siglos, el pensamiento aristotélico penetra
y es adaptado por el cristianismo. La superioridad ya no
está en la «helenidad» sino en la «cristiandad». Se incorpo-
ran las ideas al proceso de «juridificación» del cristianismo
que el Pontificado lidera a partir del siglo XI, llegándose a
la doctrina de la jurisdicción absoluta y universal del Sumo
Pontífice, a la que están sometidos todos los pueblos del
Orbe, incluidos los no cristianizados.

541. Y que, tan lúcidamente, se ha calificado de «posición clásica “moder-


na”» (BLÁZQUEZ MARÍN, D., «Los derechos de los indígenas desde los clásicos»,
en MARIÑO, F.M. y OLIVA, J.D. [eds.], Avances en la protección de los derechos...,
op. cit. (nota 524), pp. 25-43 [pp. 35-38]).
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 225

– La versión definitiva del discurso occidental de la legitima-


ción del colonialismo y la conquista se lleva cabo por Ino-
cencio IV, que compatibiliza el cristianismo medieval con el
aristotelismo tomista basado en el Derecho Natural. La auto-
ridad del Papa sobre los infieles se debe a las contradicciones
de éstos con la ley natural (leída ésta, desde luego, de acuerdo
con la revelación divina, esto es, con la ley divina, o sea, las
normas del cristianismo aceptadas en el siglo XIII). Por otro
lado, esta tesis asume el principio aristotélico de la suprema-
cía de unos hombres sobre otros, pues quienes conocen la ley
divina, ergo la natural, son superiores a quienes no la conocen,
pero tienen además la obligación de «llevarla» a éstos (...)542.

1.2. La transición tranquila

109. Escribe Ermacora543 que, desde un punto de vista político


y jurídico, la historia de las colonización puede dividirse en tres fases:
– La primera tiene como «núcleo duro» la Conferencia de
Berlín (1885) y en particular el Acta General de la misma,
que supone la «coordinación» del proceso colonial en Áfri-
ca, es decir, el apogeo de la colonización. Es brillante, en mi
opinión, el término que se dio a este instrumento, por opo-
sición a la Resolución 1514 (XV) de 1960 de la Asamblea
General de Naciones Unidas a la que me referiré más tarde,
de Carta Magna de la Colonización.
– La segunda fase se abre con el Pacto de la Sociedad de Na-
ciones (1919), que supone un punto de inflexión en el pro-

542. Vid. más ampliamente la síntesis de lo que él llama «posición clásica


“tradicional”» en BLÁZQUEZ MARÍN, D., «Los derechos...», op. cit. (nota 541),
pp. 31 ss.
543. ERMACORA, F., «Colonies and colonial regime», en BERNHARDT, R.
(ed.), Encyclopedia of Public International Law, vol. 1 (1992), pp. 662-666 (pp.
663-664).
226 La disolución de Yugoslavia

ceso con el establecimiento del régimen de mandatos. Esta


segunda fase puede hacerse llegar, a mi juicio, hasta el texto
mismo de la Carta de la Organización de Naciones Unidas
(1946), porque en ésta, como en el Pacto, no se prohíbe
sino que se regulan las situaciones coloniales.
– En la tercera estalla la revolución colonial, iniciándose la
descolonización (...).

110. Seguiré este sencillo esquema, y habiéndome referido ya


a la primera fase abordo a continuación la segunda.

1.2.1. Del Pacto de la Sociedad de Naciones (1919)


y el caso de las islas Aaland (1920)

111. Si el principio de las nacionalidades se manifiesta, desde


finales del XVIII, a lo largo del siglo XIX, el que hoy llamamos
principio de libre determinación de los pueblos aparece en el
plano internacional a principios del siglo XX como una idea-
fuerza de alcance universal.
De alcance universal, digo, porque el principio se predicaba de
los pueblos en general. Así, en el Decreto sobre la Paz de 26 de oc-
tubre de 1917, el Gobierno soviético, aplicando las tesis de Lenin,
consideraba que toda nacionalidad, grande o pequeña, tiene el
derecho a expresar con claridad y plenamente sus deseos ya de
independencia ya de continuación en el seno de un Estado (...)
«independientemente del hecho de que dicha nación se encuentre
en Europa o en lejanos países de ultramar». También el Presiden-
te de los Estados Unidos Woodrow Wilson defendió a lo largo de
1918 en sus famosos discursos (entre ellos el de los Catorce y el
de los Cuatro Puntos) este principio con un carácter general544.

544. Sobre las tesis de Lenin y Wilson, vid. CASSESE, C., Self-determination
of peoples. A legal reappraisal, Grotius Publications, Cambridge University
Press, Cambridge, 1996, 2ª reimp., pp. 14-23.
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 227

Todos los pueblos pues (coloniales o minorías integradas en los


Imperios Austro-Húngaro y Otomano) tienen derecho de auto-
determinación.
Pese a su formulación universal, el principio de libre deter-
minación de los pueblos sólo se aplicó en la práctica a algunos
pueblos europeos (dando lugar, por ejemplo, al nacimiento del
Estado serbo-croata-esloveno, que, desde 1921, pasó a llamarse
Yugoslavia, esto es, País de los eslavos del sur), pero no a los pue-
blos coloniales. Y es que el sistema de mandatos previsto por el ar-
tículo 22 del Pacto de la Sociedad de Naciones (1919) para las co-
lonias alemanas y turcas (los perdedores de la Primera Gran
Guerra) siendo desde luego, como Yturriaga ha sostenido, «una
concesión a las ideas liberales» de la época545, no puede en modo
alguno confundirse con el principio de libre determinación de los
pueblos coloniales.
Mediante los mandatos, las colonias de los Estados que per-
dieron la Guerra, en particular todas las alemanas y los territorios
turcos de Siria, Palestina y Mesopotamia, se confiaron a una es-
pecie de tutela que en nombre de la Sociedad de Naciones se
ponía bajo la responsabilidad de determinados Estados (mandata-
rios). Los mandatos se clasificaron en tres grupos (A, B y C), re-
conociéndose a los del tipo A prácticamente la independencia,
con la única condición de aceptar los consejos y ayuda del man-
datario durante el interregno por transcurrir hasta la consecución
de un autogobierno efectivo, es este el caso de los antiguos terri-
torios turcos de Mesopotamia (Irak), Palestina y la Federación de
Siria y el Gran Líbano. Los mandatos del tipo B estaban integra-
dos por las colonias del África Central (Camerún, Tanganika,
Togo, Rwanda-Burundi), mientras que los del C se localizaban en
África del Sur y en el Océano Pacífico (territorio del Sudoeste afri-
cano y numerosas islas); el sistema de mandatos no había previs-

545. DE YTURRIAGA BARBERÁN, J.A., Participación de la ONU en el proceso


de descolonización, Madrid, 1968, p. 10.
228 La disolución de Yugoslavia

to en relación con éstos plazo alguno para acceder a un régimen


de autogobierno, obligándose únicamente a la Potencia mandata-
ria a cumplir (artículo 22 del Pacto de la Sociedad de Naciones)
con «la misión sagrada de civilización, de asegurar el bienestar y el
desarrollo de estos pueblos» (como del suyo propio [repárese,
como del suyo propio] podría añadirse)546.

112. Pero el principio de libre determinación de los pueblos


nace, y se mantiene a lo largo al menos de las seis o siete primeras
décadas del siglo XX, como una idea-fuerza de naturaleza política,
que no jurídica. Una Comisión de juristas de la Sociedad de Na-
ciones, en el caso de las islas Aaland (1920), que deseaban dejar
de ser finlandesas para pasar a ser suecas547, afirmó sin ambages:
«Aunque el principio de libre determinación de los pue-
blos ocupa un lugar importante en el pensamiento político
moderno, sobre todo desde la guerra mundial, conviene des-
tacar que no figura recogido en el Pacto de la Sociedad de Na-
ciones. Y la consagración de este principio en cierto número
de tratados internacionales no basta para considerarlo como
una de las reglas positivas del Derecho de Gentes (...). El De-
recho internacional positivo no reconoce, pues, a colectivos
nacionales, como tales, el derecho a separarse por un simple
acto de voluntad del Estado del que forman partes (...)»548.

546. Sobre el régimen de mandatos vid. ad ex., DIENA, G., «Les mandats
internationaux», Recueil des Cours, 5 (1924-IV), pp. 215-265; WRIGHT, Q.,
«Sovereignty of the mandates», American Journal of International Law, 17
(1923), n. 4, pp. 691-703.
547. Vid. MODEEN, M.T., «Aaland islands», en BERNHARDT, R. (ed.),
Encyclopedia of Public International Law, vol. 1 (1992), pp. 1-3; CASSESE, A.,
Self-determination..., op. cit. (nota 549), pp. 27-31.
548. Dictamen consultivo de 5 de septiembre de 1920, Journal Officiel de
la Sociedad de Naciones, suplemento especial n. 3, octubre 1920, pp. 3-19 (p.
5); también en COUSSIRAT-COUSTÈRE, V. y EISEMANN, P.M. (eds.), Répertoire
de la jurisprudence arbitrale internationale. Repertory..., Dordrecht, tomo II, vo-
lumen II (1919-1945), pp. 95 ss. (parágrafo n. 2096).
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 229

1.2.2. Al texto de la Carta de Naciones Unidas (1945)

113. La Carta de Naciones Unidas no establece con claridad


el principio de libre determinación de los pueblos. Si bien es cier-
to que su artículo 1.2 considera, como uno de los propósitos de
la Organización, el fomento de las relaciones de amistad entre los
Estados con base «en el respeto (...) de la libre determinación de
los pueblos», este objetivo programático no es luego recogido y
desarrollado. Todo lo contrario, pues la Carta acepta el hecho co-
lonial y regula su mantenimiento:
– Así ocurre con los territorios que pone bajo el régimen de
administración fiduciaria (capítulos XII y XIII: artículos
75-91), esto es, las colonias de los Estados vencidos en la se-
gunda guerra mundial (como la Somalia italiana), y los
mandatos de la Sociedad de Naciones del tipo B (pueblos
del África Central) y C (África del Sur e islas del Pacífico)549.
Es cierto que la administración de estos fideicomisos por la
Potencia administradora es controlable por la Organización
de Naciones Unidas mediante la exigencia de un acuerdo
de dicho Estado con el Consejo de Seguridad y la vigilan-
cia del Comité de Administración Fiduciaria, y también
que uno de los objetos básicos del régimen era el de «pro-
mover el adelanto político, económico, social y educativo
de los habitantes de los territorios fideicomitidos, y su desa-
rrollo progresivo hacia el autogobierno o la independencia»
(artículo 76.b; la cursiva es mía). Pero repárese en dos datos
que nos resultan de enorme significación: Uno, no se fija
plazo alguno concreto para la consagración efectiva de esa
independencia; y, dos, lo que es más revelador, ni siquiera
el objetivo programado desemboca en ese resultado necesa-
riamente, pues el desenlace final puede ser sencillamente el
autogobierno y no la independencia.

549. La Carta preveía incorporar también a este régimen a las colonias que
las Potencias metropolitanas designaran al efecto (...). Ninguna lo hizo.
230 La disolución de Yugoslavia

– Y, desde luego, la Carta avanza claramente en la aceptación


del hecho colonial en el caso de los territorios no autóno-
mos (capítulo XI: artículos 73-74), es decir, las colonias de
los vencedores o de los Estados no enemigos, algunos con
verdaderos imperios coloniales (como Francia o el Reino
Unido, entre otros). En relación con éstos, la Carta no es-
tablece control práctico alguno sobre la administración del
territorio por la Potencia administradora, salvo la remisión
a Naciones Unidas de un informe periódico sobre las «con-
diciones económicas y técnicas» del territorio.

114. En suma, la Carta, pese a proclamar el principio de libre


determinación, acepta el hecho colonial bajo la forma de los fi-
deicomisos y, sobre todo, los territorios no autónomos, y tiende,
por más que establezca controles y vigilancias, a regular su aplica-
ción550. La Carta incurre, por tanto, en una contradicción funda-
mental de la que sólo saldrá a finales de los sesenta.

1.3. ¡La revolución colonial!

1.3.1. La Resolución 1514 (XV) abre un proceso (...)

115. La tendencia rupturista con la posición contemporizado-


ra que la Carta de Naciones Unidas tenía respecto de la coloniza-
ción, triunfa arrolladoramente con la Resolución 1514 (XV), de 14
de diciembre de 1960, que incorpora una Declaración sobre la con-
cesión de la independencia a los países y pueblos coloniales. En la

550. Es en este sentido, como nos recuerdan GONZÁLEZ CAMPOS, J.D.,


SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, L.I. y ANDRÉS SÁENZ DE SANTAMARÍA, P., se ha habla-
do de una «administración colonial ilustrada» (Curso de Derecho Internacional
Público, Civitas, Madrid, 2003, p. 805); o de que «el período se caracterizó por
el paternalismo» (SALMON, J., «Le Droit international à l’épreuve au tournant
du XXIe. Siècle», Cursos Euromediterráneos Bancaja de Derecho Internacional,
VI (2002), pp. 35-363 (p. 270).
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 231

misma se condena el colonialismo, estableciéndose que todos los


pueblos coloniales, sea cual sea su grado de desarrollo o prepara-
ción, tienen derecho a su libre determinación. Y es que en virtud de
ese derecho deben determinar libremente su condición política y su
desarrollo económico y social. La ruptura radical con la ambigua
posición de la Carta misma quedó patente en uno de sus párrafos:
«En los territorios en fideicomiso y no autónomos y en
todos los demás territorios que no han logrado su independen-
cia deberá tomarse inmediatamente medidas para traspasar todos
los poderes a los pueblos de esos territorios, sin condiciones ni re-
servas, en conformidad con su voluntad y sus deseos libremen-
te expresados, y sin distinción de raza, credo ni color, para per-
mitirles gozar de una libertad y una independencia absolutas»551.

116. Dicha resolución abrió un proceso en el que deben ci-


tarse al menos otros dos jalones decisivos: Uno es la Resolución
1541 (XV), de 15 de diciembre de 1960, por la que se comple-
menta y aclara la Resolución 1514 (XV). En esta, en efecto, se asi-
mila el derecho de libre determinación con la independencia del
pueblo colonial, pero sólo un día después la Resolución 1541
(XV) modifica esta situación. Junto a la independencia, se admi-
ten otras dos formas a través de las cuales un pueblo colonial pue-
de ejercer su derecho: La asociación y la integración en un Estado
pre-existente (el metropolitano u otro)552. Naturalmente, lo deci-
sivo es que, sea cual sea el resultado, el pueblo colonial se mani-
fieste libre y voluntariamente. Por eso, la Resolución 1541 (XV)
exige que la preceptiva consulta se haga mediante «procedimien-
tos democráticos», que garanticen la auténtica expresión de la vo-
luntad popular; y, en su principio IX, dedicado a la integración,
se precisan más aún los requisitos de la consulta, al requerirse que
tales procedimientos sean aplicados imparcialmente y se basen en

551. Resolución 1514 (XV), párrafo 5 (la cursiva es nuestra).


552. Resolución 1541 (XV), principios VII, VIII y IX.
232 La disolución de Yugoslavia

el sufragio universal de los adultos, pudiendo ser vigilados en su


preparación, desarrollo y escrutinio mismo) por la Organización
de Naciones Unidas si esta lo considerase necesario.
El otro texto relevante es la Resolución 2625 (XXV), de 24 de
octubre de 1970, cuya Declaración de Principios aneja incorpora
un principio sobre la igualdad de derechos y de libre determina-
ción de los pueblos. En él, diez años después, se mantiene la lec-
tura amplia del derecho de libre determinación, de modo que el
ejercicio válido del mismo puede desembocar en:
el «establecimiento de un Estado soberano e independien-
te, la libre asociación o integración con un Estado indepen-
diente o la adquisición de cualquier otra condición política li-
bremente decidida por un pueblo (...)»553.
Repárese, entonces, que el llamado Plan Baker para el Sahara,
una autonomía importante para el pueblo saharaui en un Ma-
rruecos unido durante cinco años como paso previo a un referén-
dum de autodeterminación, sería una fórmula perfectamente vá-
lida si fuera libremente aceptada por las partes, en particular por
el pueblo colonial554.
Otro aspecto de interés cabe destacar sobre este principio en
la Resolución 2625 (XXV), que explicita un pasaje importante:
«El territorio de una colonia (...) tiene, en virtud de la Car-
ta de las Naciones Unidas, una condición jurídica distinta y
separada de la del territorio del Estado que lo administra, y esa
condición jurídica distinta y separada conforme a la Carta
existirá hasta que el pueblo de la colonia (...) haya ejercido su
derecho de libre determinación de conformidad con la Carta
y, en particular, con sus propósitos y principios»555.

553. Principio de igualdad de derechos y de libre determinación de los pue-


blos, párrafo cuarto.
554. Vid. infra nota 560.
555. Principio de igualdad de derechos y libre determinación de los pue-
blos, párrafo sexto.
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 233

Con dicho pasaje, y aparte de evitar la convalidación en el


plano internacional de técnicas empleadas por algunas Potencias
colonialistas en el pasado, como la de asimilar el territorio colo-
nial con el metropolitano (recuérdese la «provincialización» de las
antiguas colonias ultramarinas de Portugal, o las africanas de Es-
paña con la presencia como procuradores en Cortes por el «tercio
familiar» de saharauis ataviados con sus espectaculares ropas tra-
dicionales...), se siembran importantes consecuencias prácticas:
Así, la ilegalidad de la presencia metropolitana; o el derecho del
pueblo colonial a pedir y recibir ayuda de terceros si se le niega
por la fuerza su derecho de autodeterminación, sin que esta, de
prestarse, infrinja el principio que prohíbe la intervención en los
asuntos internos del Estado (metropolitano).
Habría que citar también el Pacto sobre derechos civiles y po-
líticos y asimismo el relativo a los derechos económicos y sociales
de Naciones Unidas (1966), en cuyo artículo 1.1 se establece que
«todos los pueblos tienen derecho de libre determinación (...)»;
formulación universal ésta que debidamente contextualizada apa-
rece referida en particular a las poblaciones de los fideicomisos y
territorios no autónomos y, en su caso, a la población de los Esta-
dos en general556.

117. Estos textos de Naciones Unidas, que encarnan una


convicción jurídica común de la sociedad internacional de la épo-
ca, han sido aplicados en la práctica. La descolonización pendien-
te es ya mínima. No quedan prácticamente pueblos coloniales por
ejercer este derecho. El principio de libre determinación y la re-
volución que desencadenó tiene ahora otros puntos de mira a los
que todavía no se ha disparado con precisión.

556. REMIRO BROTONS, A., «Desvertebración del Derecho internacional en


la sociedad globalizada», Cursos Euromediterráneos Bancaja de Derecho Interna-
cional, V (2001), pp. 45-381 (p. 110); SALMON, J., «Le Droit international...»,
op. cit. (nota 550), pp. 271-272 (parágrafo 8.4). Los Pactos de 16 de diciem-
bre de 1966 pueden consultarse en BOE de 30 de abril de 1977.
234 La disolución de Yugoslavia

En la aplicación práctica de las citadas resoluciones de Nacio-


nes Unidas, la independencia ha prevalecido sobre cualquiera de
las otras formas de ejercicio de este derecho. Y en este dato ponen
su esperanza no pocos pueblos no coloniales que viven en el seno
de Estados soberanos, algunos viéndoseles reconocido incluso un
muy confortable estatuto de autonomía (...) que parece que no
consideran bastante.

1.3.2. El derecho de libre determinación de los pueblos, norma


jurídica fundamental para la comunidad internacional
contemporánea (¿que acaso pierde fuerza?)

118. El principio que consagra el derecho de libre deter-


minación de los pueblos, aplicado extensa e intensamente a los
coloniales desde finales de los sesenta, se ha convertido en una
norma de Derecho internacional positivo.
Norma sí, y más en concreto consuetudinaria de carácter gene-
ral, al reunir los dos elementos precisos para la conformación en el
ordenamiento jurídico internacional de una costumbre: Numerosí-
simas resoluciones de Naciones Unidas, adoptadas por unanimidad,
sin votos en contra o por abrumadoras mayorías sobre casos concre-
tos y sobre problemas o enfoques generales del tema, la práctica de
los Estados con colonias, que han procedido, acatando estas resolu-
ciones, a descolonizar sus antiguas posesiones, la incorporación de
algunas de las disposiciones derivadas del derecho a la libre determi-
nación en tratados internacionales universalmente «consentidos»,
todos estos hechos analizados en su conjunto permiten sustentar la
existencia de una práctica general, uniforme y constante (elemento
material) realizada con el convencimiento de su obligatoriedad jurí-
dica (elemento espiritual u opinio iuris), es decir, de una norma no
escrita, una costumbre, del Derecho internacional contemporáneo.
Una interpretación de esta naturaleza se ve considerablemen-
te reforzada de un lado, por ser sustentada por un sector doctrinal
abrumadoramente mayoritario que ha analizado esta práctica, y,
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 235

de otro, y sobre todo, porque la Corte Internacional de Justicia ha


ratificado la naturaleza jurídico-consuetudinaria del derecho de
los pueblos coloniales a su libre determinación557.

119. Más aún, nadie duda hoy de que esta norma forma
parte del Derecho internacional imperativo, esto es, es de impor-
tancia fundamental para la comunidad internacional en su con-
junto. La Corte Internacional de Justicia y la Comisión de Dere-
cho Internacional lo han afirmado resueltamente558.
Lo cual implica, entre otras consecuencias, que su violación
grave supondrá para su autor el régimen de responsabilidad par-
ticular que, según el Proyecto de la Comisión sobre responsabili-
dad de los Estados, corresponde a quienes cometan ese tipo, par-
ticularmente grave, de hecho ilícitos559.

120. Claro que hay elementos recientes que plantean la inte-


rrogante de si la norma que consagra el derecho de libre determi-
nación de los pueblos coloniales no está perdiendo impulso y
fuerza (...).
La resistencia de algunos Estados, «interesados» al parecer
(como Estados Unidos y Francia), en que el principio de libre de-

557. Dictamen consultivo de 21 de junio de 1971, asunto de Namibia, pá-


rrafo 52, CIJ Recueil 1971, p. 31; dictamen consultivo de 16 de octubre de 1975,
asunto del Sahara occidental, párrafos 54-58, CIJ Recueil 1975, pp. 31-33.
558. Sentencia de 5 de febrero de 1970, párrafos 33-34, asunto de la Bar-
celona Tractions, CIJ Recueil 1970, p. 32; Sentencia de 30 de junio de 1995,
párrafo 29, asunto de Timor Oriental, CIJ Recueil 1995, p. 102. Por lo que a
la Comisión de Derecho Internacional se refiere vid. los comentarios 4 y 5 al
artículo 40 de su Proyecto de artículos sobre la responsabilidad del Estado por
hechos internacionalmente ilícitos, Informe de la CDI sobre su 53º período de se-
siones (23 de abril a 1 de junio y 2 de julio a 10 de agosto de 2001). Documentos
oficiales de la Asamblea General, 56º período de sesiones. Suplemento n. 10
(56/10), Nueva York, 2001, pp. 10-405 (pp. 306-307).
559. Para un análisis detallado del mismo vid. GUTIÉRREZ ESPADA, C., La
responsabilidad internacional (consecuencias del hecho ilícito), Diego Marín
Librero-Editor, Murcia, 2005.
236 La disolución de Yugoslavia

terminación se aplique al caso del Sahara occidental del mismo


modo que se había venido haciendo desde 1960 no es la única
frustración560; también, y ya me he referido a ella, la incongruen-
cia de la Corte Internacional de Justicia al calificar al citado prin-
cipio, en el asunto de Timor Oriental (1995), de obligación erga
omnes pero sin sacar procesalmente las consecuencias pertinentes;
y otras posiblemente conectadas con las «modulaciones» a la pos-
tre introducidas en los Proyectos de artículos que la Comisión de
Derecho Internacional había aprobado en relación con los críme-
nes contra la paz y seguridad de la humanidad y respecto de la res-
ponsabilidad del Estado por hechos internacionalmente ilícitos561.

121. Lo que nos preguntamos, habida cuenta de lo que pare-


ce «politización» y «agotamiento» del principio, es si ello va o no
a tener incidencia en la aplicación del mismo (¡porque este es el
futuro de la norma!) a otros pueblos que lo reclaman (...).

560. Sobre la situación actual en esta antigua colonia española vid. SOROETA
LICERAS, J., «El conflicto del Sahara occidental en el contexto del nuevo orden
mundial», Revista Española de Derecho Internacional, LIV (2002), n. 1, pp. 491-
497; y FERRER LLORET, J., «El conflicto del Sahara occidental durante 2003: La
Resolución 1495 (2003) del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas», Re-
vista Española de Derecho Internacional, LV (2003), n. 2, pp. 1083-1089. Y, con
mayor amplitud y profundidad, RUIZ MIGUEL, C., El Sahara occidental y Espa-
ña: Historia, Política y Derecho (Análisis crítico de la política exterior española),
Dykinson, Madrid, 1995, pp. 109 ss., sobre todo; SOROETA, J., El conflicto del
Sahara occidental, reflejo de las contradicciones y carencias del Derecho internacio-
nal, Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco, Bilbao, 2001; FERRER
LLORET, J., La aplicación del principio de autodeterminación de los pueblos. Saha-
ra occidental y Timor oriental, Publicaciones de la Universidad de Alicante,
Alicante, 2002; FUENTE COBO, I. y MARIÑO MENÉNDEZ, F.M., El conflicto del
Sahara occidental, Instituto de Estudios Internacionales y Europeos «Francisco
de Vitoria» (Universidad Carlos III de Madrid)-Escuela de Guerra del Ejército
(Ministerior de Defensa), Madrid, 2003 (sobre todo pp. 97-115).
561. Vid. al respecto REMIRO BROTONS, A., «Desvertebración...», op. cit.
(nota 556), pp. 97-101; ANDRÉS SÁENZ DE SANTAMARÍA, P., «La libre determi-
nación de los pueblos en la nueva sociedad internacional», Cursos Euromedite-
rráneos Bancaja de Derecho Internacional, I (1997), pp. 113-203 (pp. 160-165).
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 237

1.3.3. Derecho sí, pero de qué pueblos

122. ¿Hay otros pueblos aparte los coloniales? Sí, evidente-


mente que sí. Me refiero, naturalmente, a aquellos colectivos que
viven en el seno de un Estado soberano e independiente pero que
se singularizan del resto de su población, o de sus otros pueblos
en su caso, por su lengua, su historia, raza o religión, elementos
aglutinadores todos que han insuflado en ese colectivo, o en una
mayoría del mismo, un sentimiento «de personalidad propia», un
sentimiento «nacional».
Sí hay otros pueblos. Básicamente cabrían dividirse en dos
grupos: Uno, que hunde sus raíces en el pasado, en la historia (son
los pueblos indígenas); otro que se remite al futuro (los pueblos
nacionales). No nos ocuparemos de los pueblos indígenas, porque
su problemática es más concreta, diferente de las de los otros pue-
blos a los que aludiremos, y, acaso, de menor importancia (para
los demás), de menor importancia objetiva por tanto. Sí lo hare-
mos en relación con los pueblos no coloniales que viven en el seno
de un Estado soberano e independiente562.

123. En síntesis, y más detalles aflorarán en los párrafos que


siguen, el Derecho internacional concede a los pueblos nacionales
que viven en un Estado soberano derecho de libre determinación,
pero con un contenido diferente al de los pueblos coloniales:
– A éstos, el derecho les otorga, si ése fuera su deseo, la inde-
pendencia, pudiendo luchar, y pedir y recibir ayuda de Es-
tados amigos en esa lucha, si es que se les denegara el ejer-
cicio del mismo. Algunos lo sintetizan diciendo que el

562. En relación con la actual situación de los pueblos indígenas vid. TO-
RRECUADRADA GARCÍA-LOZANO, S., Los pueblos indígenas en el orden internacio-
nal, Dykinson, Madrid, 2001; MARIÑO MENÉNDEZ, F.D. y OLIVA MARTÍNEZ,
J.D. (eds.), Avance en la protección de los derechos de los pueblos indígenas, Ma-
drid, 2004; OLIVA MARTÍNEZ, J.D., El Fondo para el Desarrollo de los Pueblos
Indígenas de América Latina y el Caribe, Foro Indígena, La Paz (Bolivia), 2003.
238 La disolución de Yugoslavia

derecho de libre determinación asegura a los pueblos colo-


niales su autodeterminación externa.
– El derecho de libre determinación de los pueblos naciona-
les no coloniales concede a éstos derecho a no ser excluidos
del Gobierno del Estado ni ser perseguidos por su raza, cre-
do o color. Ni más ni menos: Ni derecho a la independen-
cia563 ni derecho a un régimen de autonomía tampoco; de-
recho, en fin, a ser tratado en pie de igualdad, de estricta
igualdad, con el resto de la población del Estado. Algunos,
aunque los términos me parecen equívocos en este caso, lo
sintetizan afirmando que en virtud de su derecho de libre
determinación los pueblos nacionales que viven en un Es-
tado soberano tienen un derecho de autodeterminación in-
terna (pero no externa). Si el Acuerdo de paz de Belfast
(1998), que busca la reconciliación de las dos Irlandas, pue-
de decirse que ha tenido un cierto éxito se debe precisa-
mente a que en él se consagra la plena realización del dere-
cho de autodeterminación interna de Irlanda del Norte, en
modo alguno el de autodeterminación externa.
Recientes acontecimientos, empero, en la Europa Central, en
los que pueblos que vivieron décadas en un Estado soberano (Yu-
goslavia) han roto por la fuerza de las armas sus lazos con él y son
hoy Estados, como él, soberanos e independientes, plantean la duda
de si el Derecho internacional está cambiando en relación precisa-
mente con esta norma y en su aplicación, precisamente, a los pue-
blos nacionales que forman parte de un Estado. No nos parece que

563. No somos los únicos: La mayoría de la doctrina, con base, repárese, en


la práctica estatal, se pronuncia negativamente sobre un derecho de secesión de
los pueblos no coloniales a tenor de la Resolución 2625 (XXV) (vid. ad ex.
CASSESE, A., Self-determination..., op. cit. [nota 544], pp. 123-124; ANDRÉS
SÁENZ DE SANTAMARÍA, P., «La libre determinación...», op. cit. [nota 561], p.
187; REMIRO BROTONS, A., «Desvertebración...», op. cit. (nota 556), pp. 110-
120; EUDES, M., «Retour sur une réussite passée inaperçue: L’Accord de Belfast
et la nouvelle lecture du droit à l’autodétermination», Révue Générale de Droit
International Public, 110 (2006), n. 3, pp. 630-646 (pp. 633 ss.).
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 239

el referido reconocimiento internacional que raudamente algunos


hicieron de Croacia o Eslovenia tuviera que ver con la intención, de
quienes con tanta rapidez lo llevaron a cabo, de aplicar jurídicamente
a esos pueblos el derecho de libre determinación puro y duro, tal
cual se aplicó a los coloniales; política y pragmatismo son términos
más adecuados en la búsqueda de una explicación al efecto (...)564.
Pero sí hay en todo caso un fenómeno que requiere mayor aten-
ción y que aparece directamente relacionado con nuestra cuestión:
Porque Kosovo era (y es) uno de los pueblos de Yugoslavia y por ese
pueblo y por las circunstancias que atravesaba se desencadenó en
1999 una guerra que enfrentó a la OTAN contra Yugoslavia. Y es
que los sucesos de Kosovo y su desenlace (...), hasta el momento,
constituyen, a nuestro juicio, un aviso importante que la comunidad
internacional no debería despreciar, como más adelante veremos.

1.4. ¿Una revolución pendiente?

124. Y si pendiente queda aún la concreción última del princi-


pio de libre determinación de los pueblos en su aplicación a los pue-
blos nacionales que forman parte de un Estado soberano, la verda-

564. «In order to try to control [escribe CHADWICK, E.] this new area of po-
litical instability» (Self-determination, terrorism and international humanitarian
law of armed conflict, M. Nijhoff, La Haya-Boston-Londres, 1996, p. 61); An-
tonio Cassese entiende que el reconocmiento de las ex-repúblicas yugoslavas es
alentado por la Comunidad Europea sólo «cuando queda claro que el proceso
de secesión es imparable», pudiendo por ello «esta calificarse de proceso revolu-
cionario que tuvo lugar más allá de las reglas de Derecho positivo vigentes» (Self-
determination of peoples. A..., op. cit. [nota 544], pp. 360, 270); y con términos
en esencia análogos MARIÑO MENÉNDEZ, F.M., «Naciones Unidas y el derecho
de autodeterminación», en MARIÑO MENÉNDEZ, F.M. (ed.), Balance y perspecti-
vas de Naciones Unidas en el cincuentenario de su creación, Universidad Carlos III
de Madrid-BOE, Madrid, 1996, pp. 77-110 (pp. 100-2101); y a «respuestas co-
yunturales» se ha referido también entre nosotros ANDRÉS SÁENZ DE SANTAMA-
RÍA, P., «La libre determinación...», op. cit. (nota 561), pp. 179-182.
240 La disolución de Yugoslavia

dera Revolución Pendiente del mismo radica en su aplicación a la po-


blación misma del Estado, del Estado unitario incluso o sobre todo.
Propuestas reiteradas en los últimos tiempos proclaman llega-
da la hora del Principio Democrático, esto es, del derecho de todo
pueblo a que le gobierne quien libérrimamente su voluntad de-
signe. Todo pueblo tendría derecho a un Gobierno democrático y
representativo (...). ¿Y si no (...)? ¡Ah, aquí radica el problema!:
¿Tiene ese pueblo derecho a pedir y recibir ayuda de Estados ter-
ceros para desembarazarse de un Gobierno no democrático ni re-
presentativo de la voluntad popular, pudiendo por tanto Estados
amigos proporcionársela sin quebrantar el principio que prohibe
la intervención en los asuntos internos (...)?565
125. «Guardémonos [ha escrito con razón Antonio Remiro]
de ir deprisa» en el asunto566, porque la práctica nos demuestra,
desde mediados por lo menos del siglo XX, lo fácil que es jugar
con la pretendida preterición de la soberanía popular en los ad-
versarios para buscar coberturas jurídicas a la intervención, inclu-
so a la intervención armada (...); y sí, desde luego, las coberturas
propuestas serán sólo pretendidas, pero una vez atado el nudo, un
nudo como el de Gordio, ¿qué haremos para desatarlo?, ¿llamar
tal vez a Alejandro el Magno y vuelta a empezar (...)?567
126. No creo, aparte el caso de regímenes particulares en los que
el Estado de Derecho y el Principio Democrático son conditio sine
qua non para formar parte de ellos, como, por no mencionar sino un
solo botón de muestra, la actual Unión Europea, por ejemplo568, y

565. Para todas las consecuencias que implicaría en el estado del Derecho in-
ternacional tal cual hoy es la introducción del Principio de Legitimidad Democrá-
tica, vid. SALMON, J., «Le Droit international...», op. cit. (nota 550), pp. 289-298.
566. REMIRO BROTONS, A., «Desvertebración...», op. cit. (nota 556), p. 131.
567. Para una valoración crítica de lo que él denomina, con referencia a las
exigencias del llamado Principio Democrático, «discours irénique» vid. SAL-
MON, J., «Le Droit international...», op. cit. (nota 550), pp. 298-303.
568. Así el Tratado que instituye una Constitución para Europa adoptado
por el Consejo Europeo de Dublín (17 y 18 de junio de 2004), y que sustituirá
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 241

en los que, no se olvide, el Sistema tiene previstos los oportunos con-


troles para su cumplimiento tanto en la fase de entrada al Club
como durante su permanencia en él569, no creo, decía, que pueda
descubrirse norma alguna de Derecho internacional general que
consagre, en aplicación de un derecho de libre determinación del
pueblo en cuestión, el derecho subjetivo de la población de todo
Estado a contar con un Gobierno representativo de verdad, y que
establezca mecanismos e instituciones para su control y aplicación
llegado el caso; no al menos todavía (...)570.
En consecuencia, las llamadas intervenciones pro-democráti-
cas llevadas a cabo por un Estado o grupo de ellos sobre la base de
su(s) propia(s) apreciación(es) no tienen cobertura jurídica en el
Derecho internacional contemporáneo571.

una vez en vigor a los actuales Tratados constitutivos de la Unión, determina que
los Estados miembros deben cumplir determinados requisitos de «pertenencia» y
para la «adhesión» a la Unión Europea (artículo 57.1): Respetar los valores men-
cionados en el artículo 2, a saber, «(...) respeto a la dignidad humana, libertad,
democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto a los derechos humanos (...)».
569. Que pueden desembocar, para un Estado miembro que viole grave y
persistentemente los valores en los que la Unión se basa, en la «suspensión» de
«determinados derechos (...) incluido los derechos de voto del Estado miembro
en el Consejo de Ministros» (artículo 58 en relación con el 2 del citado Trata-
do Constitucional).
570. Según J. Salmon, la única excepción a la situación actual (en la que el
juego conjunto de los principios de igualdad soberana y no intervención nos
lleva al «principio de equivalencia de los regímenes políticos») ha sido la con-
dena por la Asamblea General de Naciones Unidas de los regímenes «nazi y fas-
cista» (Resolución 36/162, de 16 de diciembre de 1981); ni el gobierno de
África del Sur en los tiempos más duros ni el régimen de los jhemeres rojos en
una llamada Kampuchea Democrática merecieron rigores tales (...) («Le Droit
international...», op. cit. [nota 550], pp. 273-274).
571. GUTIÉRREZ ESPADA, C., «La “contaminación” de Naciones Unidas o
las Resoluciones 1483 y 1511 (2003) del Consejo de Seguridad», Anuario de
Derecho Internacional, XIX (2003), pp. 71-88 (pp. 77-78, parágrafo 6). Vid.
más ampliamente, REMIRO BROTONS, A., «Desvertebración...», op. cit. (nota
556), pp. 126-135 y la bibliografía que en ellas se cita.
242 La disolución de Yugoslavia

2. EL ESTATUTO ACORDADO A KOSOVO (1999).


LA INDEPENDENCIA DE MONTENEGRO (2006). ¿Y DESPUÉS...?

2.1. El estatuto acordado a Kosovo (1999)

127. Los sucesos de Kosovo y su desenlace final constituyen,


asimismo, un aviso importante y que la comunidad internacional
no debería despreciar, sobre la presencia de nuevo entre nosotros
del fantasma del nacionalismo y sobre, acaso, la conveniencia de
encontrar, de una vez, una respuesta jurídica clara y firme para el
mismo, sobre la base de una reconsideración, si preciso fuera, del
principio de libre determinación de los pueblos.
Y es que la «guerra de Kosovo» arranca de un deseo de
autodeterminación del pueblo kosovar brutalmente reprimido
por el Estado del que forma parte. Si para el profesor Ghebali el
asunto de Kosovo se inicia en rigor en 1989 cuando el Gobierno
de Belgrado revocó (un 23 de marzo) el estatuto de autonomía de
Kosovo572, para el que ha sido hasta hace bien poco Representan-
te de la comunidad internacional para Bosnia-Herzegovina la
cuestión está también muy clara:
«Kosovo está detrás de la primera represión sangrienta de
una reivindicación nacionalista –la manifestación kosovar por
el estatuto de República en 1981– (...) Los (otros) dos gran-
des actos del problema de Kosovo (son) julio de 1990 y sep-
tiembre de 1991 (supresión de las instituciones políticas de la
provincia y proclamación de la “República de Kosovo”) y fe-

572. GHEBALI, V.-Y., «Le Kosovo entre la guerre...», op. cit. (nota 443), p.
63. Y por si hubiera duda alguna posible al respecto, me remito a la afirma-
ción escrita de un autor serbio que conectó (y justificó parece) la supresión de
la autonomía del territorio con el objetivo del Gobierno yugoslavo de «refor-
zar sus derechos soberanos sobre la totalidad de su territorio» (PETKOVIC, R.,
«Yugoslavia versus Yugoslavia», European Affairs, vol. I, 1991, febrero-marzo,
en p. 75).
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 243

brero de 1996 (primeros atentados del Ejército de Liberación


de Kosovo (UÇK)»573.

128. ¿Y qué enseñanzas se desprenden de la «guerra de Koso-


vo» en relación con el principio de libre determinación de los pue-
blos? Partimos del dato, machaconamente repetido, de que el ata-
que de la OTAN a Yugoslavia se debe al hecho (y se condiciona el
cese de los bombardeos a que Belgrado ceda en este tema) de que
el Gobierno yugoslavo no acaba de reconocer un amplio estatuto
de autonomía para Kosovo en el seno de Yugoslavia como Estado
soberano574.
En la Conferencia de Rambouillet, el plan definitivo que ofer-
ta a ambas partes el Grupo de Contacto está formado por diez
principios básicos, dos de los cuales son: El respeto a la integridad
territorial de Yugoslavia, y un alto grado de autonomía para Ko-
sovo575. Con dudas y reticencias ambas partes aceptan esos princi-
pios: Los albano-kosovares quieren la independencia o, al menos,
la celebración de un referéndum de autodeterminación tras la ex-
piración de un acuerdo transitorio de tres años, pero acaban fir-
mando el Plan de paz; el Gobierno yugoslavo acepta la autonomía

573. WESTENDORP, C., «Kosovo: Las lecciones de Bosnia», Política Exterior,


XIII, julio-agosto 1999, n. 70, pp. 45-58 (p. 45).
574. La preferencia por la opción autonomista sobre la independentista para
Kosovo se remonta a varios años atrás, al menos desde 1994, y tanto a nivel de
Naciones Unidas, como de la OSCE, el Consejo de Europa o la Unión Euro-
pea. Vid. ad ex., las referencias y documentos que aporta GONZÁLEZ VEGA, J.,
«La protección internacional de las minorías...», op. cit. (nota 56), p. 101.
575. Los otros ocho: Alto el fuego en el territorio, apertura entre ambas
partes de negociaciones de paz, un acuerdo de transición sobre Kosovo de tres
años, no suspensión o modificación unilateral de dicho acuerdo, respeto de los
derechos de todos los grupos nacionales en Kosovo, elecciones libres en la pro-
vincia supervisadas por la OSCE, una amnistía de presos políticos, y la presen-
cia de fuerzas internacionales de seguridad. Una síntesis del acuerdo se publicó
en El País, 4 de marzo de 1999; véase también DE LA GORCE, P.M., «La his-
toria secreta...», op. cit. (nota 475), p. 16.
244 La disolución de Yugoslavia

de Kosovo aunque en términos siempre ambiguos. Yugoslavia, fi-


nalmente, se niega a firmar el Plan de Rambouillet, al no resig-
narse a algunos de sus principios (el más importante sin duda la
presencia en Kosovo de una Fuerza internacional de seguridad).
La OTAN ataca y comunica su decisión de proseguir hasta
que Belgrado acepte el Plan de Paz, en el que se destaca que el
futuro del territorio pasa por su continuidad en el seno de Yugos-
lavía pero con un amplio estatuto de autonomía.
La evolución posterior de los acontecimientos confirma la
omnipresencia en toda la crisis de estos dos puntos:
– Así, en la Cumbre de la OTAN en Wasington de abril de
1999, con los ataques en marcha, la Declaración de Kosovo
que en ella se aprueba ofrece una aproximación de lo que
será el futuro status del territorio, según el cual este se con-
vertirá en una especie de protectorado bajo administración
internacional y, seguidamente, quedará «como una región
con una “sustancial autonomía” dentro de Yugoslavia».
– El 3 de mayo de 1999, el Gobierno de Belgrado ofrece una
salida al conflicto con base en un documento de cuatro
puntos, el tercero de los cuales sostenía la apertura de «un
proceso político y la definición de una amplia autonomía
para Kosovo en el marco de Serbia, sobre la base del prin-
cipio de la igualdad de todos los ciudadanos y de la igual-
dad de las comunidades nacionales».
– En la segunda semana del mes de mayo, el G-8, reunido en
Bonn, presentó una propuesta para acabar con la «guerra de
Kosovo», en la que se contemplaba la adopción por el Con-
sejo de Seguridad de la ONU, marginado absolutamente
de la intervención, de una resolución que incluyera siete
principios generales, el sexto de los cuales exigía la apertura
de un «proceso político dirigido al establecimiento de un
acuerdo-marco político interino, que prevea para Kosovo
una autonomía considerable, que tenga en cuenta los
acuerdos de Rambouillet y el principio de soberanía e inte-
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 245

gridad territorial de Yugoslavia y de los otros países de la


región, y la desmilitarización del Ejército de Liberación de
Kosovo (UÇK)».
– El Consejo aprobó el jueves 10 de junio de 1999, por
catorce votos a favor y con la única abstención de la Repú-
blica Popular de China, su Resolución 1244, en la que «en
virtud del Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas, 1.
Decide que la solución política a la crisis de Kosovo se ba-
sará en los principios generales manifestados en al anexo 1
y en los principios y condiciones más detalladas que figu-
ran en el anexo». En el Anexo 1, se reproduce la Declara-
ción publicada por el Presidente de la reunión de Ministros
de Asuntos Exteriores del G-8, celebrada en el Centro de
Petersberg el 6 de mayo de 1999576, y cuyo principio sexto
es el que he reproducido anteriormente.

129. La primera interrogante que surge de todo esto es la si-


guiente: ¿Es que el DIP obliga a Yugoslavia, para cumplir con el
principio de libre determinación de los pueblos, a conceder a uno de
sus pueblos un «amplio Estatuto de autonomía?». Todos creíamos
que, en el caso de los pueblos no coloniales (o no sometidos a una
ocupación extranjera o un régimen racista), el derecho de los pue-
blos a su libre determinación sólo daba a éstos derecho a participar
en pie de igualdad en la gestión de la res publica, sin discriminación
por su raza, credo o color. Un Estado que respeta este mínimo cum-
ple con el Derecho internacional en cuanto a la libre determinación
de sus pueblos-minoría, en virtud del párrafo séptimo del principio
de libre determinación de los pueblos de la Declaración aneja a la
Res. 2625 (XXV), de 24 de octubre de 1970577, reproducido prácti-

576. Sobre la misma vid. ad ex., «Chronique des faits internationaux», bajo
la dirección de BALMOND, L. y WECKEL, Ph., Revue Générale de Droit Interna-
tional Public, 103 (1999), n. 3, pp. 739 ss.
577. «Ninguna de las disposiciones de los párrafos precedentes se entenderá
en el sentido de que autoriza o fomenta acción alguna encaminada a quebrantar
246 La disolución de Yugoslavia

camente por la Res. 50/6, de 24 de octubre de 1995, de la Asamblea


General (Declaración con motivo del cincuentenario de las Nacio-
nes Unidas), viendo así protegida su integridad territorial por esta
cláusula de salvaguardia contra eventuales secesiones578.
Una interpretación de esta naturaleza, defendida con vigor
doctrinalmente579, parece confirmada por el Tribunal Supremo de
Canadá en su Declaración de 20 de agosto de 1998 a propósito
del asunto de Quebec; en esta decisión, el TS de Canadá citando
tanto la Resolución 2625 como la 50/6 en los pasajes aquí men-
cionados, acepta que los pueblos no discriminados y que están
representados sin distinción alguna respecto de los demás que
integran el Estado por el Gobierno del mismo, ven respetado su
derecho de autodeterminación, y queda garantizada la integridad
territorial del mismo, excluyéndose, pues, un derecho unilateral a
la secesión o a la independencia que sólo en el caso de los pueblos
coloniales u oprimidos (por una ocupación militar extranjera o un
régimen racista) y, acaso, los pueblos discriminados y no
representados por el Gobierno del Estado sin distinción alguna...
lo tendrían580. El profesor Cassese precisa que la cláusula de salva-

o menoscabar, total o parcialmente, la integridad territorial de los Estados sobe-


ranos e independientes que se conduzan de conformidad con el principio de la
igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos antes descrito y
estén por tanto, dotados de un Gobierno que represente a la totalidad del pue-
blo perteneciente al territorio, sin distinción por motivos de raza, credo o color».
578. En su párrafo 1 dedicado al tema de la paz, la Declaración reafirma el
derecho de libre determinación de los pueblos y reproduce el párrafo séptimo
del contenido en este principio en la Declaración de 1970 (supra nota ante-
rior), alterando sólo su parte final: «(...) de un Gobierno que represente a la
totalidad del pueblo perteneciente al territorio, sin distinción alguna».
579. Como, sin ánimo de exahustividad, CASSESE, A., Self-determination...,
op. cit. (nota 544), pp. 119 ss.; MARIÑO, F.M., «Naciones Unidas...», op. cit.
(nota 564), p. 105; CASTELLANO, J., International law and self-determination,
M. Nijhoff, La Haya-Boston-Londres, 2000, p. 40.
580. Supreme Court of Canada: Reference to secession of Quebec, august
20 1998, párrafos 126-139 (en International Legal Materials, XXXVII, n. 6,
noviembre 1998, pp. 1371-1374); repárese en las dudas que el TS de Canada
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 247

guardia con que se cierra el párrafo séptimo del principio sobre


libre determinación detallado en la Resolución 2625 (XXV) exige
tres requisitos distintos para que un pueblo que vive en el seno de
un Estado soberano pueda legítimamente invocar su derecho a la
secesión:
«Thus, denial of the basic right of representation does not
give per se to the right of secession. In addition, there must be
gross breaches of fundamental human rights, and, what is
more, the exclusion of any likelihood for a possible solution
within the existing State structure»581.

tiene respecto de esta tercera excepción (vid. sobre todo los párrafos 135 y 138
de su declaración, ILM cit, p. 1373). Sobre esta decisión vid. ad ex., RODRÍ-
GUEZ-ZAPATA PÉREZ, J., «Autodeterminación y Constitución», Revista General
de Legislación y Jurisprudencia, III época, n. 1, enero-febrero 1999, pp. 35-56,
en pp. 37-38, 43 ss.; y CASANOVAS Y LA ROSA, O., «Unidad y pluralismo en
Derecho internacional público», Cursos Euromediterráneos Bancaja de Derecho
Internacional, II (1998), pp. 35-267, en pp. 163-167; HALJAN, David P., «Ne-
gotiating Québec secession», Révue Belge de Droit International, XXXI (1998),
n. 1, pp. 190-216 (en especial 198-199); BAYEFSKY, A.F., Self-determination in
International Law. Québec and lessons learned, Kluwer, La Haya, 2000. Sabido
es que la «doctrina» sentada por el TS de Canadá ha sido incorporada por el
Gobierno en la llamada «ley de la claridad».
Las dudas sobre el derecho a la secesión de «los pueblos (que están) en Es-
tados independientes» se manifiestan incluso en autores que han destacado
cómo el derecho de «todos» los pueblos a su libre determinación es de algún
modo tributario del uso de la fuerza armada emprendido por ciertos movi-
mientos de liberación nacional (como CHADWICK, E., Self-determination..., op.
cit. [nota 564, p. 61) o que son nacionales de Estados soberanos muy jóvenes,
como Croacia, que formaba parte de Yugoslavia: Así para Budislav Vukas el
principio de integridad territorial de los Estados soberanos e independientes
debe ser en principio respetado, admitiendo que dicho principio podrá ser ig-
norado en determinados supuestos solamente: «(...)si se violan los derechos hu-
manos y libertades fundamentales, o la posición de un pueblo podría calificar-
se de estar bajo “dominación extranjera”, esto es bajo el dominio de otro
pueblo» («States, peoples and minorities», Recueil des Cours, 231, 1991-VI,
Nijhoff, Dordrecht, 1999, pp. 263-524, en pp. 422-423).
581. Self-determination..., op. cit. (nota 544), pp. 119-120.
248 La disolución de Yugoslavia

Repárese, entonces, en que el Derecho internacional no pare-


ce exigir ni con mucho, si esta interpretación es correcta, a los Es-
tados la concesión de «estatuto de autonomía» alguno cuanto más
que este sea «amplio y considerable»; si esto es así, ¿es que está
cambiando, ahora, este contenido? Debería, entonces, advertirse
con claridad y, en todo caso, estar atentos a la práctica.

130. El caso de Kosovo y su desenlace parece, por otra parte,


dar alas a las tesis reduccionistas que ponían en duda el reconoci-
miento de un derecho de secesión unilateral para los pueblos-
minoría incluso en el caso de no verse representados sin distinción
alguna en el Gobierno del Estado. El TS de Canadá, como antes
he apuntado, considera «poco claro» que esta «tercera propuesta
refleje actualmente un estándar bien establecido de Derecho
internacional (...)»582. Y digo esto porque dadas las circunstancias
del caso, si las medidas del régimen de Milosevic contra el pueblo
kosovar no suponen una distinción clara respecto del pueblo
serbio y su marginación por el Gobierno del Estado ¿qué debe
hacerse con un pueblo, entonces, para considerar el supuesto apli-
cable?583 La OTAN, en caso tal, ¿no hubiera debido apoyar la
independencia abierta y francamente?, ¿acaso el principio de libre
determinación de los pueblos-minoría, contrariamente a lo que
algunos creíamos, no permite un derecho de secesión ni siquiera
en estos casos extremos?584.

582. Declaración, op. cit., párrafo 135 (ILA, op. cit., p. 1373).
583. C. Hillgruber sí considera que la minoría albanesa es objeto de discri-
minación sistemática y de persecución en tanto que pueblo o grupo étnico por
el Gobierno del Estado; y es coherente con su conclusión, pues es de los pocos
que defiende, con base en esas consideraciones, el derecho de secesión de Ko-
sovo («The admission of new States to the international community», Euro-
pean Journal of International Law, 9 [1998], en p. 509).
584. Vid. ad ex., GUTIÉRREZ ESPADA, C., Derecho internacional público,
Trotta, Madrid, 1995, pp. 212-213; VUKAS, op. cit. (nota 580), loc. cit.; CHRIS-
TAKIS, Th., Le droit de l’autodétermination en dehors des situations de décolonisa-
tion, La Documentation Française, París, 1999, pp. 296 ss.; ABI-SAAB, G.,
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 249

Ésta es la conclusión a la que el asunto de Kosovo lleva, en


opinión reciente de algún autor, que se sube a la grupa de este ca-
ballo para cabalgar contra la que se ha denominado hipótesis de
la «secesión-remedio», que en su opinión no era admitida por el
Derecho positivo585. Personalmente, tengo que admitir que mi
creencia en una interpretación tanto de la Res. 2625 (1970)
como, posteriormente, de la Resolución 50/6 (1995), favorable al
reconocimiento del derecho de secesión de los pueblos dentro del
Estado despreciados y marginados de la Vida Pública o perse-
guidos sistemática y generalizadamente586, se ve muy duramente
puesta a prueba cuando en un supuesto como el de Kosovo (Go-
bierno del Estado que impone un régimen absolutamente discri-
minatorio a uno de sus pueblos, represión feroz que linda con el
genocidio, agotamiento de todo intento de solución pacífica...),
los Estados que deciden reaccionar contra tal estado de cosas se
enrocan en la defensa a ultranza de un estatuto de autonomía para
Kosovo pero dentro siempre del Estado yugoslavo. Concedo a
Olivier Corten que este caso «constitue certainement un prèce-
dent que témoigne de l’opposition des États à la consécration
d’un nouveau droit à la “secession-remède”»587.
Me gustaría añadir en todo caso, que aun admitiendo esta úl-
tima tesis, la OTAN no hubiera podido justificar con ella fácil-
mente su intervención armada directa contra Yugoslavia, sino
únicamente asistir militarmente (apoyo logístico, suministro de

«Cours Général de Droit International Public», Recueil des Cours, 207 (1987-
VII), pp. 9-464, en pp. 402-406; JIMÉNEZ DE ARÉCHAGA, E., «International
Law in the past third of century», Recueil des Cours, 159 (1978-I), pp. 1-344,
en p. 110.
585. CORTEN, O., «A propos d’un désormais “classique”: Le droit à l’auto-
determination en dehors des situations de décolonisation, de Théodore Christa-
kis», Revue Belge de Droit International, XXXII (1999), n. 1, pp. 329-349 (pp.
340-344); de la misma opinión, KOHEN, M.G., «L’emploi de la force...», op.
cit. (nota 519), pp. 127-129.
586. Supra nota 577.
587. «A propos...», op. cit. (nota 585), p. 344.
250 La disolución de Yugoslavia

armas y otros actos de apoyo indirecto) a las fuerzas del movi-


miento de liberación del territorio, sobre las conocidas bases de la
que la legitimidad de la lucha y petición de ayuda militar de los
pueblos se basa en el derecho de autodeterminación y no en la figura
de la legítima defensa588.

588. Cuando la Asamblea General de Naciones Unidas acepta, en su Reso-


lución 1514 (XV) de 1960, el derecho inalienable de todo pueblo colonial a su
libre determinación, los Estados que fueron surgiendo de ese proceso descolo-
nizador se esforzaron tenazmente en concretar ese derecho en varios extremos.
Uno de ellos consistía, a su juicio, en admitir que si el pueblo colonial tiene de-
recho a su libre determinación, la negativa de la Potencia administradora a ha-
cerlo posible legitima a ese pueblo a luchar, por cualquier medio, para conse-
guirlo y a pedir y recibir ayuda de Estados amigos con ese propósito. En la
Declaración de Principios aneja a la Resolución 2625 (XXV) de 1970, se llegó a
una fórmula de compromiso entre los Estados de Tercer Mundo y «socialistas»
con los Estados del grupo «occidental» según la cual, sin precisión mayor:
«Todo Estado tiene del deber de abstenerse de recurrir a cualquier medida de
fuerza que prive a los pueblos antes aludidos en la formulación del presente
principio de su derecho a la libre determinación y a la libertad y a la indepen-
dencia. En los actos que se realicen y en la resistencia que opongan contra esa
medida de fuerza con el fin de ejercer su derecho a la libre determinación, tales
pueblos podrán pedir y recibir apoyo de conformidad con los propósitos de la
Carta de Naciones Unidas» (principio de igualdad de derecho y libre determi-
nación de los pueblos, párrafo quinto). En el caso de la Definición de la Agre-
sión, aneja a la Resolución 3314 (XXIX) de 14 de diciembre de 1974, se insiste
en el tema con una disposición que, a mi entender, aporta pocos datos nuevos
(«Nada de lo establecido en esta Definición, y en particular en el artículo 3,
podrá perjudicar en forma alguna el derecho de libre determinación, la liber-
tad y la independencia, tal como surge de la Carta, de pueblos privados por la
fuerza de ese derecho, a los que se refiere la Declaración sobre los principios de
Derecho internacional referentes a las relaciones de amistad y cooperación
entre los Estados de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas, en par-
ticular de los pueblos que están bajo regímenes coloniales y racistas u otras
formas de dominación extranjera; ni el derecho de esos pueblos a luchar con
tal fin y pedir y recibir apoyo, de acuerdo con los principios de la Carta y en
conformidad con la Declaración antes mencionada» [artículo 7]).
La conclusión sobre el estado de la cuestión hoy puede ser la siguiente: 1)
Un sector minoritario de la sociedad internacional, en el que militan los integran-
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 251

131. ¿Cabe, después de todo lo sucedido, otra cosa que la in-


dependencia de Kosovo?; ¿será posible un estatuto que obligue a
convivir a serbios y albano-kosovares? No es sorprendente, desde
luego, que algunos sectores estadounidenses presionen a favor del
reconocimiento de la independencia, porque, a fin de cuentas,
¿por qué Kosovo debe tratarse de modo radicalmente distinto a
Bosnia o a Macedonia?, ¿qué lo justificaría convincentemente?

tes del antiguo grupo «occidental», acepta que en virtud del derecho de libre de-
terminación, un pueblo colonial puede luchar contra el Estado colonialista que
reprime su derecho por la fuerza e incluso pedir y recibir ayuda de terceros Es-
tados, pero este apoyo «extranjero» no puede ser de naturaleza militar, ni di-
recta ni indirecta. El que fue juez, de nacionalidad estadounidense, de la Cor-
te Internacional de Justicia, Egon Schwebel, encarna a la perfección tal postura:
(«Es decir, es lícito para un Estado o movimiento extranjero prestar asistencia
moral, política y humanitaria a un pueblo que lucha por su libre determina-
ción; pero no es lícito para un movimiento o Estado extranjero intervenir en
esa lucha por la fuerza o aportar armas, suministros u otro apoyo logísitico du-
rante la prosecución de la rebelión armada. Esto es cierto tanto si la lucha se
proclama en prosecución del proceso de descolonización o contra la domina-
ción colonial como si no tiene ese fin», opinión disidente, párrafo 180, asunto
sobre las actividades militares y paramilitares en Nicaragua y contra ésta [fon-
do], CIJ Recueil 1986, pp. 259 ss., en p. 351). 2) La mayoría de la sociedad in-
ternacional, incluido un cierto sector de la doctrinal «occidental», sostiene que
tanto el apoyo político, financiero o humanitario como la ayuda militar indi-
recta (suministro de armas, facilidades en su territorio, apoyo logístico...) son
conformes al Derecho internacional contemporáneo. No se admite, pues, la
que era tesis más radical del Tercer Mundo, que la lucha del pueblo colonial era
de legítima defensa y, por tanto en aplicación de la figura de la legítima defen-
sa colectiva, Estados amigos podían emplear contra el Estado colonialista la
fuerza armada tanto directa como indirectamente (CASSESE, A., «Article 51»,
en COT, J.P. y PELLET, A. [dirs.], La Charte des Nations Unies. Commentaire
article par article, París-Bruselas, 1985, pp. 769-794 [pp. 786-787]). Prestigio-
sos internacionalistas provenientes de países del Tercer Mundo han reconoci-
do, al menos, que la tesis de la legítima defensa colectiva en esta cuestión no
está, ni mucho menos, claramente admitida: Por ejemplo, ABI-SAAB, G., «War
of national liberation and the laws of war», en SNYDER, F.A. y SATHARITHAI, A.
(eds.), Third Wolrd attitude toward International Law. An Introduction, Dor-
drecht, 1987, pp. 125-140 (pp. 131, 139 [y nota 19 de ésta]).
252 La disolución de Yugoslavia

Posiblemente, sólo la prudencia política en la época en cues-


tión (1999 y tras un cruento conflicto armado que desgarró
Yugoslavia) y acaso una larga tradición jurídica internacional.
¿Acaso el Derecho internacional no ha sido reacio siempre a la in-
dependencia de los pueblos?; casi podría decirse que ha venido
manifestando «una tendencia (...) natural»589, propia de un orde-
namiento jurídico creado por Estados soberanos, contra las ambi-
ciones secesionistas de los nacionalismos. Un mundo de dos mil
Estados-nación no sería, seguramente, un buen lugar para vivir
porque ni sería particularmente pacífico, y por tanto gobernable,
ni progresaría como lo hemos hecho durante el pasado medio
siglo hacia la democracia y el respeto de los derechos humanos.
Como la democracia tiende a florecer en la diversidad, que re-
quiere mutuo respeto y acomodación de los diversos intereses, la
disolución de los Estados plurinacionales en sus diversas unidades
rompería esta necesidad de equilibrio y, en muchos casos, la
misma necesidad de una democracia podría desvanecerse. Refle-
xión, esta, de Franck590, que me recuerda enormemente en su
fondo a la propuesta por Carlos Westendorp591 cuando considera
que es preciso apostar, a pesar de todo, por la autonomía y no la
independencia, y ello a fin de evitar cuidadosamente que se repi-
ta en Kosovo la división en entidades políticas «étnicas», que sería
como dar la razón a Milosevic, consagrando una separación entre
serbios y albaneses como si no pudieran convivir nunca más en un
mismo territorio.
Prudencia política, sí, miedo en definitiva a hacer recortables
con los colectivos que habitan los Balcanes es, seguramente, lo
que está detrás de esa tenaz apuesta por la autonomía y no por

589. FRANCK, Th.M., «Personal self-determination: The next wave in cons-


tructing identity», ANGHI, A. y STURGESS, S. (eds.), Legal visions of the 21 st.
century: Essays in honour of judge Christopher Weeramantry, Kluwer Law Inter-
national, La Haya-Londres-Boston, 1998, pp. 241-260 (en p. 256).
590. «Personal self-determination...», op. cit., p. 255.
591. «Kosovo: Las...», op. cit. (nota 573), p. 55.
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 253

la independencia de Kosovo. El «protectorado de la OTAN»592


deberá serlo durante años porque sólo así la KFOR, esto es, «la
presencia internacional de seguridad con una participación con-
siderable de la OTAN (...) bajo un mando y control unificados»
(párrafos 7 y punto 4 del anexo 2 de la Resolución 1244, de 10
de junio de 1999, del Consejo de Seguridad), podrán determi-
nar el estatuto futuro definitivo de Kosovo teniendo en cuanta
los acuerdos de Rambouillet. Pasados seis años ya desde que uno
de nosotros escribiera estas palabras593, seis años de «protectora-
do», algunos, y no precisamente angelotes de Murillo o religio-
sos de Zurbarán, estarán batiendo palmas, pues creerán haber
oído, no muy lejos de allí, en Montenegro, las trompetas del
Desenlace Final.

132. Debe en cualquier caso reseñarse que la autonomía pre-


vista para Kosovo es mucha, mucha autonomía. Más de un co-
mentarista de los medios ha señalado, a propósito de los Acuerdos
de Rambouillet, que concedían a Kosovo una autonomía «lin-
dando con la independencia». El mismo Consejo Europeo de la
Unión llegaba a la conclusión, en 1997, de que la definición de lo
que sea «un alto grado» o una autonomía «considerable» para Ko-
sovo «(...) debería aspirar a establecer un marco jurídico justo que
vaya más allá del respeto del derecho de las minorías»594.
¿Bastará, o el drama de Yugoslavia vivirá, con un Montenegro
ya independiente, su, esta vez sí, último acto?

592. Sic en el «Editorial» de Política Exterior, XIII, n. 70, julio-agosto 1999,


pp. 5-8 (p. 6); Paolo Picone es también tan o más incisivo: «(una sorta di nuovo
protettotato nei Balcani), suscettibile di essere sfruttata “con mani libere” dai
vincitori» («La “guerra del Kosovo” e il Diritto Internazionale generale», Rivis-
ta di Diritto Internazionale, LXXXIII (2000), n. 2, pp. 309-360 (p. 358).
593. GUTIÉRREZ ESPADA, C., «Uso de la fuerza, intervención humanita-
ria...», op. cit. (nota 485), p. 118.
594. Conclusiones del Consejo Europeo de 29 de abril de 1997, Boletín de
la UE, 1997, n. 4, p. 146 (la cursiva del texto es mía).
254 La disolución de Yugoslavia

2.2. La independencia de Montenegro

133. El domingo 21 de mayo de 2006 tuvo lugar en Monte-


negro un referéndum en el que el 55,5% de los electores, frente a
un 44,5% por tanto, se decantó por la indepdendencia del país y
su separación de Serbia. La participación alcanzó nada menos el
86,3% del censo electoral.
La Comisión Electoral Central de Montenegro confirmó el
martes 23 de mayo la victoria de los independentistas mediante
una declaración de su Presidente, el diplomático eslovaco Franti-
sek Lipka. El porcentaje de «síes» alcanzado entre los votantes per-
mitía superar el umbral mínimo de votos (55%) y de participa-
ción (superior al 50%) que la Unión Europea había fijado a fin de
proceder al reconocimiento del nuevo Estado595.
Con esta decisión, Montenegro, que hoy forma parte del Es-
tado unificado de Serbia y Montenegro, se abre las puertas para su
acceso a la independencia como Estado soberano o, como algunos
prefieren decir, para recuperarla. Montenegro, en efecto, someti-
do al poder otomano y bizantino, alcanzó su independencia de
facto a fines del siglo XVIII y formalmente en 1878, año en que
con ocasión del Congreso de Berlín el pequeño principado balcá-
nico se vio reconocido por las grandes potencias europeas de la
época. En 1918, tras la primera guerra mundial, pasa a formar
parte del Estado serbo-croata-esloveno y después, en 1921, del
«País de los Eslavos del Sur», esto es, Yugoslavia. Y en ella perma-
neció cuando a principios de la década de los noventa la Repúbli-
ca Federativa Socialista de Yugoslavia saltó en pedazos con la in-
dependencia, sucesivamente, de Eslovenia, Croacia, Macedonia y
Bosnia-Herzegovina.
Con la próxima independencia de Montenegro se consuma
probablemente el penúltimo acto de la desintegración de la anti-

595. Diario El País, 23 de mayo de 2006 (http://www.elpais.es/internacio-


nal.html), así como en su edición impresa del miércoles 24 de mayo (pp. 32-33).
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 255

gua Yugoslavia. Queda pendiente el definitivo estatuto que se


otorgue a Kosovo, provincia autónoma de la extinta República y
que hoy forma parte de Serbia aunque esté, desde la «Guerra de
Kosovo» (1999), bajo adminitración internacional. No hace falta
haber bebido del agua de Nostradamus para «ver» que el hecho
que estamos comentando juega a favor de quienes, en Kosovo,
desean «salir» asimismo del Estado serbio; pero volveremos sobre
este extremo más adelante.

134. Montenegro lleva ya varios años intentando alcanzar su


plena independencia, pero fue a partir del 26 de octubre de
2001, con la Cumbre entre los líderes serbios y montenegrinos,
cuando en ambos países se llegó al convencimiento, por quienes
estaban en disposición política y jurídica de lograrlo, de que la
postura de ambas partes no era compatible, resultando inevitable
consultar mediante un referéndum la voluntad del pueblo de
Montenegro sobre su permanencia en el seno de un Estado uni-
ficado.
La Unión Europea intentó evitar esta nueva secesión en lo
que quedaba de la antigua Yugoslavia, a cuyo proceso de desin-
tegración quería ponerse fin ya de manera definitiva; y no tanto
o no sólo por la propia conveniencia del asunto, habida cuenta la
importancia de evitar nuevos factores de desestabilización en la
zona, sino también para evitar poner en cuestión el delicado es-
tatuto de Kosovo, nido de avispas que el apicultor internacional
que lo vigila a duras penas consigue mantener entre aturdido y
sedado.
El Alto Representante de la Unión para la PESC, don Javier
Solana Madariaga, ubicuo donde los haya desde las más altas
cimas de la política internacional, se implicó decisivamente en el
tema al proponer un acuerdo entre Serbia y Montenegro que
mantuviese la unión federal entre ambas Repúblicas. No es extra-
ño por ello que, firmado como enseguida veremos éste, el mismí-
simo Consejo Europeo expresara «su satisfacción por el acuerdo
que los dirigentes interesados alcanzaron en Belgrado el 14 de
256 La disolución de Yugoslavia

marzo sobre el principio de una entidad constitucional única para


Serbia y Montenegro»596.
El 14 de marzo de 2002, en efecto, se firma en Belgrado por
el Presidente de la República Federal de Yugoslavia y su Vice-
Primer Ministro, el Presidente de la República de Montenegro y
los Primeros Ministros de Serbia y de Montenegro, figurando
como testigo el Alto Representante de la Política Exterior y de Se-
guridad de la Unión Europea, un Acuerdo de principios de las rela-
ciones entre Serbia y Montenegro dentro de la unión del Estado597. En
él, Yugoslavia pasa a denominarse Serbia y Montenegro, estando
conformado por ambos Estados, que así se califican, y por las pro-
vincias autónomas, en el territorio serbio, de Voivodina y Kosovo.
Se crea una estructura institucional común muy simple, siendo
destacable la importancia que en él se da a las cuestiones econó-
micas y a la implicación en ellas de la Unión Europea: Se prevé,
así, la creación de un mercado interior entre ambos Estados que
asegure la libertad de circulación entre ellos de personas, bienes,
servicios y capitales; se fija como objetivo básico la adopción de
«las soluciones que permitan una más rápida integración en la
Unión Europea», respecto de la que se precisa su deber de «ayudar
al cumplimiento» de los objetivos económicos del Acuerdo y
«supervisar el proceso de manera regular»598. El Acuerdo de Bel-

596. Consejo Europeo de Barcelona (15 y 16 de marzo de 2002), Conclu-


siones de la Presidencia (Boletín UE 3-2002 [es]: I.1 http://europa.eu/bulle-
tin/es/200203/...]).
597. Texto en español en http://ue.eu.int/ueDocs/cms_Data/docs/pressda-
ta/ES/declarations/73448.pdf. Un comentario del mismo en TORRES CAZOR-
LA, MªI., «El último cambio de Yugoslavia: De la República Federativa de Yu-
goslavia [Serbia y Montenegro] a la Unión de Serbia y Montenegro», Revista
Española de Derecho Internacional, LV (2003), n. 1, pp. 487-492.
598. La Comisión de la Unión Europea elaboró al respecto un «Working
Paper» en el que se concretaban las reformas que ambos Estados debían adop-
tar para su ingreso en la Unión (Commission Staff Workin Paper: Report of the
preparedness of Serbia and Montenegro to negotiate a Stabilitation and Association
agreement with the European Union, Brussels, 12.IV.2005, SEC [2005] 478
final, pp. 1-55).
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 257

grado, en fin, prevé la adopción de una Carta Constitucional que


será el «texto legal de mayor rango del Estado unificado de Serbia
y Montenegro».
Uno de los aspectos esenciales del Acuerdo es el que en él se
denomina disposición sobre reconsideración, que faculta a los Esta-
dos miembros de la Unión «a iniciar procedimientos para un cam-
bio del estatuto del Estado, es decir, la retirada del Estado unifica-
do (...) una vez expirado un período de tres años» desde su entrada
en vigor, lo que se cumple en el presente año de Nuestro Señor
(2006). Se especifica en la misma que si Montenegro se retira, la
cuestión de Kosovo, y el territorio mismo de la provincia, serán
competencia y permanecerán en el Estado sucesor, que será Serbia.
En enero del 2003 se aprobó la Carta Constitucional de la Unión
de Estados de Serbia y Montenegro así como la Ley de Aplicación de la
Carta Constitucional de la Unión de Estados de Serbia y Montene-
gro599. El artículo 60 de la Carta Constitucional recoge y precisa la
disposición sobre reconsideración del Acuerdo de Belgrado600.

599. Pueden ambos textos, en serbo-croata y con una traducción al inglés,


consultarse en http://www.gov.yu/start.php?je=e8.id=34 (y link pdf size 532 Kb).
600. Dice la Carta Constitucional: «Upon the expiry of a 3-year period,
member states shall have the right to initiate the proceedings for the change in
its state status or for breaking away from the state union of Serbia and Monte-
negro. The decision on breaking away from the State union of Serbia and
Montenegro shall be taken following a referendum. The law on referendum
shall be passed by a member state bearing in mind the internationally recogni-
zed democratic standards. Should Montenegro break away from the state
union of Serbia and Montenegro, the international instruments pertaining to
the Federal Republic of Yugoslavia, particularly UN SC Resolution 1244,
would concern and apply in their entirety to Serbia as the successor. A mem-
ber state that implements this right shall not inherit the right to international
personality and all disputable issues shall be separately regulated between the
successor state [adviértase que ya se ha dado su nombre, Serbia] and the newly
independent state. Should both member states vote for a change in their res-
pective state status or for independence in a referendum procedure, all dispu-
table issues shall be regulated in a sucession procedure just as was the case with
the former Socialist Federal Republic of Yuogoslavia».
258 La disolución de Yugoslavia

Ya en mayo de 2005, las autoridades de Montenegro decidie-


ron realizar el referéndum, que se ha celebrado el domingo 21 de
mayo de 2006, sobre su independencia de la Unión. Las, al pare-
cer, mejores perspectivas de ingreso en la Unión Europea que
Montenegro tenía yendo en solitario estuvieron presentes en la
decisión. Algunos datos económicos podrían confirmar el presu-
puesto: la inflación en Montenegro lleva años por debajo del 3%
(en Serbia en torno al 15%), la tasa de paro en Montenegro (un
20%) se sitúa con todo diez puntos por debajo de la de Serbia, el
euro es la moneda montenegrina (el dinar la serbia) (...).

135. Repárese, por tanto, que la «salida» de Montenegro del


Estado unificado de Serbia y Montenegro ha sido pactada, al estar
prevista en los textos «constitucionales» de la Unión, desarrollán-
dose en la práctica de acuerdo con el procedimiento jurídicamen-
te estipulado en el Derecho interno del Estado del que formaba
parte.
Ello explica que el Presidente del Estado unificado, el serbio
Boris Tadic, nada más conocer el comunicado de la Comisión
electoral que anunciaban el triunfo de la opción independentista
se apresurara a hacer pública una declaración en la que aceptaba
los resultados y comunicaba su intención de cumplir la promesa
que hizo de ser el primer mandatario que viajase a Montenegro
para felicitar a los vencedores601.

2.3. ¿Y ahora qué?

136. Más allá de que la secesión de Montenegro pueda ser


invocada, desde luego incorrectamente en nuestra opinión como
veremos después, por los «nacionalismos» militantes que en la
Vieja Europa son, España incluida, como un modelo a imitar y

601. ABC, 24 de mayo de 2006, p. 32.


Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 259

como una especie de reconocimiento del derecho de libre deter-


minación de todos ellos (...), la independencia de ese pequeño
país puede convertirse en un torpedo que inevitablemente se
dirija hacia la línea de flotación de Kosovo, el gran problema
pendiente de una Yugoslavia menguada y aún, al parecer, men-
guante.
Kosovo (...), un territorio en Serbia que permanece, desde
1999, «en un limbo institucional» puesto que de hecho ni es pro-
vincia de nadie, ni Estado soberano alguno, ni quieren quienes lo
administran llamarlo protectorado (...)602.

137. Cuatro alternativas teóricas son las fundamentales en


una decisión sobre el estatuto jurídico de Kosovo603:
– Convertirse en una provincia más de Serbia. La realización
de reformas administrativas de cara a una nueva regionali-
zación del Estado permitiría, según algunos políticos y/o
juristas (D. Cosic, A. Despic...) incluir a Kosovo, dividido
en dos regiones (Kosovo y Metohija), como una provincia
serbia más en la que habría instituciones especiales para la
representación de la población de origen albanés. Ni Serbia
ni el Kosovo actual han aceptado el planteamiento.
– Conceder a Kosovo, en el seno del Estado serbio, un nuevo
estatuto de autonomía con más prerrogativas de las que
permitió el de 1989. Los líderes de Kosovo y sus principa-
les fuerzas políticas han rechazado esta opción, alegando
que ya tuvieron autonomía durante mucho tiempo y que
ello no sirvió para que la población de origen albanés viese
garantizados sus derechos fundamentales.

602. Los términos entrecomillados son de J.F. Blanco Viñas, militar espa-
ñol que en Kosovo ha desempeñado función algún tiempo (Kosovo, un status
jurídico por resolver, trabajo de investigación inédito, Instituto Universitario
Gutiérrez Mellado, Madrid, s.f., p. 109).
603. Entre otras (vid. BLANCO VIÑAS, J.F., Kosovo..., op. cit. [nota 602], pp.
119-124).
260 La disolución de Yugoslavia

– Se pensó hasta tiempos bien recientes, pero la idea como


entenderemos enseguida es ya historia, convertir a Kosovo
en un Estado soberano en el seno de la Unión de Serbia y
Montenegro, que pasaría a constituir el Estado Unificado
de Serbia, Montenegro y Kosovo. La solución hubiera com-
placido, posiblemente, a la comunidad internacional que
tanto ha luchado por dejar intactas las fronteras de lo que
quedó de la antigua Yugoslavia pero, y prescindiendo de
cualquier otra consideración, la ruptura de la Unión que la
independencia de Montegrero supone ha derribado de un
manotazo todo el castillo de naipes (...).
– La independencia de Kosovo parece recortarse cada vez con
más nitidez en el horizonte de los días por venir. Albano-
kosovares de acuerdo, Serbia claro es que no. Riesgos tiene
la alternativa sin duda: nuevas fronteras en la zona y, más al
fondo, una eventual fusión de Kosovo con la Madre Patria;
en suma ¡desestabilización! La independencia en todo caso
convendría mucho para la prosperidad del territorio y de su
población, hoy apartados de los flujos económicos y finan-
cieros internacionales (préstamos, inversiones, comercio...).
La eventual independencia de Kosovo ha planeado sobre al-
gunas de las últimas declaraciones del que en el Gobierno
español ha sido hasta hace poco ministro de Defensa, Sr.
Bono: Decía el entonces aún Ministro y hoy ya Consejero
de Estado (sábado, 24 de junio de 2006), sin que quienes
esto escriben acaben de «comprender» del todo (tan inson-
dable debe ser su pensamiento) el fondo y propósito último
de la mismas, que los efectivos militares españoles que en
dicho territorio se encuentran abandonarían este de inme-
diato si su independencia se confirmara, pues «no es lo mis-
mo que Kosovo siga siendo una provincia serbia a que se
proclame nación» en cuyo caso «España no debe ser parte
del ejército de un nuevo Estado»604.

604. Diario La Razón, miércoles 15 de marzo de 2006, p. 18.


Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 261

138. La secesión de Montenegro, por un lado, sopla vigoro-


samente las velas de Kosovo alejándolo de la Madre-Madrasta Ser-
bia; pero por otro despierta en los líderes de Belgrado deseos de
ganar, perdido todo ya, la última batalla y anclar a Kosovo defini-
tivamente en el seno del Estado.
La nueva Constitución de Serbia, una vez separado Montene-
gro, menciona en su Preámbulo que la provincia de Kosovo-
Metohija forma parte de Serbia; con todo, hay quien ha visto en
esa aparente firmeza un guiño a la primera de las cuatro opciones
anteriormente referidas605; y dicen las lenguas de doble filo que la
división en dos del Kosovo «primero» (Kosovo y Metohija) podría
facilitar que una de las partes se fuera mientras la otra seguiría en
el seno de la Madre Serbia.

3. A MODO DE CONCLUSIÓN (SOBRE EL DERECHO DE LIBRE


DETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS TRAS EL QUE PARECE YA
ÚLTIMO ACTO DEL DRAMA DE YUGOSLAVIA)

139. Tras la disolución de Yugoslavia, el derecho de libre deter-


minación de los pueblos en su aplicación a los colectivos nacionales
que viven en un Estado soberano ha cambiado muy muy poco.
Y si bien se mira, el cambio no ha sido «a favor» del mismo,
ampliándolo o robusteciéndolo, como muchos nacionalistas inte-
resados se han apresurado a proclamar, sino «en su contra», restrin-
giendo el que se creía era su alcance en determinados supuestos.
Mas conveniente será que aclaremos estas afirmaciones (...).

140. Las secesiones de Eslovenia, Croacia, Bosnia y Macedo-


nia no fueron manifestaciones prácticas del derecho de libre de-

605. Vid. ABC, jueves 17 de agosto de 2006, p. 27; http://www.srbija.sr.gv.


yu/vesti/vest.php?pf=1&id=27241 (3-10-2006, pp. 1-2 y 17-10-2006, p. 1);
http://newsvote.bbc.co.uk/mpapps/pagetools/print/news.bbc.co.uk/h....
262 La disolución de Yugoslavia

terminación de esos pueblos que formaban parte de la República


Federativa Socialista de Yugoslavia.
Su independencia lo fue de facto y arrancada por las armas. No
fue impulsada por la comunidad internacionmal ni explicable con
argumentaciones de naturaleza jurídica. La comunidad interna-
cional se limitó, comprobada la irreversibilidad del proceso, a in-
tentar fuera lo menos desestabilizador posible y procedió al reco-
nocimiento, con condiciones varias, de los nuevos Estados.
El Derecho internacional no ampara la secesión en el caso de
los pueblos que forman parte de un Estado; aunque no puede des-
cartarse que efectividades de hecho se consoliden (...); sólo en de-
terminadas situaciones, que tienen que ver con la aparición de un
nuevo Estado en un contexto de violación de ciertas normas im-
perativas, el ordenamiento jurídico internacional prohíbe el reco-
nocimiento del mismo606.

141. La secesión de Montenegro (2006) ha sido pactada y


prevista por el Derecho constitucional del Estado del que forma-
ba parte. El Derecho internacional, que no lo propicia, no prohí-
be desde luego que los Estados concedan a sus pueblos el derecho
de autodeterminación en su más amplio sentido. Y es lo que en
este caso ha ocurrido.

606. El Estado que ha cometido la violación grave de la norma que prohí-


be el uso de la fuerza armada, llevando a cabo una agresión contra otro y la ocu-
pación de parte de su territorio, no puede pretender luego que el territorio ocu-
pado proclame unilateralmente su independencia y esperar que sea reconocido
por la comunidad internacional; el Estado que mantiene un régimen institu-
cional de segregación racial no puede pretender que las zonas de su territorio
en las que se reubicó a ciertas etnias de la población sean reconocidas como Es-
tados independientes; una minoría racial no puede pretender que con su llega-
da al poder en una colonia, la comunidad internacional reconozca su indepen-
dencia y la legitimidad de su gobierno sobre la mayoría de la población, de raza
negra, que no ha sido consultada.Vid, sobre estas cuestiones GUTIÉRREZ ESPA-
DA, C., Derecho internacional público, op. cit. (nota 584), pp. 91-94.
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 263

Pretender por tanto que la misma es un precedente por el que


se reconoce internacionalmente el derecho de los pueblos que
viven en un Estado a salir de él si tal es su voluntad y que este es
aplicable en consecuencia a una situación de «realidades naciona-
les» como Cataluña o el País Vasco, que es lo que miembros de Es-
querra Republicana de Cataluña o del Partido Nacionalista Vasco
han afirmado o que es lo que, suponemos, podrían afirmar los
miembros del PSOE que en Andalucía han votado la naturaleza
de esta tierra como «realidad nacional», es una curiosa y desde lue-
go interesada manera de tergiversar las cosas. Cuando estos diri-
gentes políticos proclaman una y otra vez las «reglas del juego»
que, según ellos, la Unión Europea habría fijado para el ejercicio
del derecho de libre determinación de los pueblos que forman
parte de Estados miembros de la Unión (el 55% de los votos afir-
mativos de más del 50% de los electores censados)607 omiten in-
tencionadamente recordar que la Unión Europea no quería la
independencia de Montenegro sino al contrario buscaba, pospo-
niendo el referéndum y obligando al Estado de Serbia y Monte-
negro a adoptar políticas como la creación de un mercado interior
que permitiera el establecimiento de un sólida entramado de in-
terdependencia, evitarla y dar tiempo a superar ese sentimiento de
ruptura entre ambos pueblos. La Unión fijó esas reglas para una
secesión libremente prevista por los pueblos serbio y montenegri-
no que conformaban el Estado unificado y tras que su intento de
fijar la unidad del Estado fracasara por incompatibilidad entre
ambas partes. Ésta es la verdad y no ninguna otra (...).
Montenegro no ha ejercido su derecho de secesión amparán-
dose directamente en el Derecho Internacional, que no lo con-
templa ni le da cobertura, sino aplicando el sistema constitucio-

607. Tras haberse conocido las cifras alcanzadas en el referéndum del do-
mingo 18 de junio de 2006 en Cataluña, sobre el texto del nuevo Estatuto de
Autonomía (por debajo del 50% del censo y con un porcentaje de más del 20%
de «noes» así como casi un 6% de votos en blanco), un espeso manto de silen-
cio sobre esta particular cuestión envuelve a ese nacionalismo militante (...).
264 La disolución de Yugoslavia

nal y jurídico del Estado del que formaba parte. Lo que los na-
cionalistas catalanes y vascos deberían, en consecuencia, reclamar,
y nadie puede privarles de su derecho a hacerlo, es solicitar que el
sistema constitucional español reconozca para ellos lo mismo.
Aunque desde luego aplicando y cumpliendo rigurosamente la
Ley, y por tanto proponiendo la reforma de la Constitución vi-
gente de acuerdo con su artículo 168.
Por lo demás, la extrapolación del caso de Montenegro a nues-
tro país no resiste un análisis serio (salvo que, como el Alto Re-
presentante de la PESC, don Javier Solana, declaró a ciertos
Medios que se hicieron, claro, eco de ello con fruición de inme-
diato, el que lo pretenda sufra un ataque agudo de delirium
tremens): Ni Cataluña ni el País Vasco han sido nunca Estados in-
dependientes, ni fueron «absorbidos» por otros Estados después
de una guerra mundial, ni la Constitucion del Estado en el que
«viven» reconoce a las nacionalidades y regiones que lo integran el
derecho de secesión, ni integran una Federación multicultural
creada por los Estados Unidos y sus aliados (1918) que ha ido, por
lo demás desde principios de los noventa perdiendo, como una
granada, uno a uno sus granos (...). No, pese lo que pese a los na-
cionalistas y aún, por lo que se ve en ocasiones, a ciertos dirigen-
tes políticos que formalmente no lo son, España no es eso. No lo
es, al menos, aún.
Tampoco, entonces, la secesión de Montenegro ha añadido
dato nuevo alguno al Derecho internacional vigente acerca del de-
recho de libre determinación de los pueblos que forman parte de los
Estados soberanos e independientes que existen en la actualidad.

142. En cambio, sí tenemos datos que apoyan una conten-


ción del que se creía su alcance por muchos de nosostros.
Afirmó en 1998 el Tribunal Supremo de Canadá que el dere-
cho de secesión sólo era predicable de acuerdo con el Derecho In-
ternacional contemporáneo respecto de los pueblos coloniales, de
los sometidos a un régimen racista o de dominación extranjera y,
Los últimos coletazos generan sin duda una reflexión 265

acaso, pero con serias dudas, en el supuesto de los pueblos que


viven en un Estado que los discrimina y no los representa608.
En 1999, la práctica internacional no sólo refuerza esas dudas
sino que parece decantarse sin más, en este tercer supuesto, por
negar a dichos pueblos el citado derecho de secesión. La comuni-
dad internacional utilizó la fuerza armada para forzar a un Estado
a conceder a uno de sus pueblos, que discriminaba y al que mar-
ginaba de la «cosa pública», un amplio estatuto de autonomía
(...), no para obligarlo a concederle la independencia.
Transurridos ya casi siete años desde entonces, todo sigue
igual.

143. Con estos datos, parece más claro que nunca que la
comunidad internacional es hostil a la ruptura de la integridad
territorial de los Estados que la forman, aunque contengan más de
una «realidad nacional».
Cuando en 1970 se aprobó la Declaración de Principios ane-
ja a la Resolución 2625 (XXV), de 24 de octubre de 1970, y se
hizo por consenso, incluyendo en el párrafo séptimo del que se
dedica al principio de libre determinación su famosa cláusula de
salvaguardia, muchos creyeron, con apoyo incluso en sus trabajos
preparatorios, que dicha cláusula no protegía la integridad terri-
torial de los Estados que no cumplían respecto de sus pueblos el
derecho de libre determimanción esto es, los discriminaban y
apartaban del gobierno del Estado. El internacionalista italiano
Antonio Cassese escribió sobre ella, en 1995, que la misma no
formaba parte cuando se aprobó la Resolución 2625 (XXV) del
Derecho internacional consuetudinario sino que se trataba de una
propuesta que habría que ver cómo se desarrollaba609 (...). En
1998 el Tribunal Supremo de Canadá sigue sin ver en ella Dere-
cho internacional general. En 1999 la práctica internacional con-

608. Supra nota 580.


609. Self-determination. A legal..., op. cit. (nota 544), pp. 120-124.
266 La disolución de Yugoslavia

firma este punto de vista, sin que hasta el momento se detecten


indicios de cambios significativos; el estatuto de Kosovo, en el
2006, permanece (...).
Esta es, en sus crudos términos, la realidad. Lo demás nos
parecen sólo deseos, intereses o propuestas de lege ferenda.
Índice de autores

A BOISSON DE CHAZOURNES, L.,


ABI-SAAB, G., 248, 251 210
ALABRUNE, F., 98, 102 BOTHE, M., 15, 21, 210
ALETH, M., 67 BOUVARD, L., 80
ALTERMAT, C., 74, 78, 80 BOYLE, F.A., 38
ANDRÉS SÁENZ DE SANTAMARÍA, BROWNLIE, I., 34
P., 20, 193, 208, 220, 221, BRZEZINSKI, Z., 196
230, 236, 238, 239 BUGNION, F., 204
ANDREANI, G., 210 BUZZI, A., 178, 197, 208
ANTONOPOULOS, C., 210
C
B CAFLISCH, L., 67
BAGGETT, T., 177, 182, 185 CALOGEROPOULOS-STRATIS, S.,
BALMOND, L., 245 202
BAYEFSKY, A.F., 247 CALVO-GOLLER, N.K., 38
BEKKER, P.H.F., 210 CANNIZZARO, E., 217
BELL-FIALKOFF, A., 81 CASANOVAS Y LA ROSA, O., 247
BERMEJO GARCÍA, R., 37, 38, CASSESE, A., 210, 221, 226,
125, 182, 202, 203, 204, 208 228, 238, 246, 247, 251, 265
BERNER, M., 49 CASTELLA, S., 36
BERTRAND, Ch., 68 CASTELLANO, J., 246
BILD, C., 165 CASTILLO, M., 128
BLANC ALTEMIR, A., 21, 182 CASTRO SÁNCHEZ, C. DE, 192
BLANCO VIÑAS, J.F., 259 CERVELL HORTAL, MªJ., 121,
BLÁZQUEZ MARÍN, D., 224, 225 210
268 La disolución de Yugoslavia

CLARK, W.K., 210 ESCUDERO ESPINOSA, J.F., 91,


COICAUD, D., 108, 109, 145, 152 102, 118, 127
COICAUD, J.M., 105, 108, 112,
127, 153, 154, 160, 161
F
COMBACAU, J., 96
CONDORELLI, L., 88, 89, 116 FALK, R.A., 210
CORTEN, O., 210, 249 FERNÁNDEZ-FLORES, J.L., 202
CORTRICH, D., 96 FERNÁNDEZ LIESA, C., 36
COUSSIRAT-COUSTÈRE, V., 228 FERNÁNDEZ SOLA, N., 68, 69,
COX, M., 153, 162, 166 76, 80
CRAWFORD, J., 38 FERRER LLORET, J., 236
FRANCK, Th.M., 210, 252
FRIEDMANN, L., 25, 102
CH
FUENTE COBO, I., 236
CHADWICK, E., 239, 247
CHARPENTIER, J., 34, 39, 40, 42
CHICLET, Ch., 56, 180, 181 G
CHINKIN, C.M., 210 GARDE, P., 52
CHRISTAKIS, Th., 248 GASSER, H.P., 99
GAU, J., 202
D GEORGE, B., 80
GHEBALI, V.-Y., 68, 69, 73, 75,
DAADLER, I.H., 210
87, 177, 181, 192, 242
DASTIS QUECEDO, A., 31
GOERENS, Ch., 170
DAVID, D., 71
GONZÁLEZ CAMPOS, J.D., 230
DECAUX, E., 68
GONZÁLEZ ENRÍQUEZ, C., 36,
DESPRETZ, P., 186
172, 173
DIENA, G., 228
GONZÁLEZ VEGA, J., 36, 243
DINMORE, G., 188
GORCE, P.M. DE LA, 189, 191,
DUBUISSON, F., 210
243
DUGARD, J., 58
GOW, J., 13, 25
DUMOULIN, A., 172, 174
GOWLLAND-DEBBAS, V., 96
GRAF SPONECK, H.C., 99
E GRANT, Th.D., 34
ECONOMIDES, C.P., 36, 52, 56, GUERIN, X., 145
58, 59, 62, 210 GUTIÉRREZ ESPADA, C., 193,
EISEMANN, P.M., 228 203, 208, 211, 235, 241, 248,
ELIAS, T.O., 220 253, 262
ERMACORA, F., 225 GUTIÉRREZ VEGA, P., 217
Índice de autores 269

H MARTIN-BIDOU, P., 93, 98, 99,


HALJAN, D.P., 247 101
HELD, Ch.-E., 35, 48 MAZIAU, N., 154, 164
HELM, 71 MAZOWIECKI, T., 119, 123, 127,
HENKIN, L., 221 143
HERRERO DE LA FUENTE, A., 125 MCCOUBRAY, H., 211
HERRERO RUBIO, A., 202 MERON, T., 128
HILLGRUBER, C., 248 MODEEN, M.T., 228
MOMTAZ, D., 211
J MÜNCH, F., 215
JACQUE, J.-P., 34 MURPHY, S.D., 211
JIMÉNEZ DE ARÉCHAGA, E., 249 MYERS, J.A., 169

K N
KENNY, K.E., 118 NOUVEL, Y., 211
KHERAD, R., 47, 58, 60 NOVOSSELOF, A., 185, 199, 206,
KISS, A.-Ch., 37 208, 211
KOHEN, M., 211, 249
KRESACK, D.M., 81 O
KRITSIOTIS, D., 211 OBRADOVIC, K., 211
O’CONNELL, M.E., 96, 211
L OLIVA MARTÍNEZ, J.D., 237
LAPIDOTH, R., 38 ORTEGA TEROL, J.M., 20
LATTY, F., 211
LINDLEY, M.F., 219 P
LOPANCIC, D., 23 PAGNI, F., 100, 101
LÓPEZ-JACOISTE DÍAZ, E., 203 PAZARTZIS, Ph., 51, 53, 58, 61,
LÓPEZ MARTÍN, A.G., 98 64, 65
LUCRON, C.P., 26, 32, 33 PELLET, A., 29, 43, 44, 47, 50,
LUKIC, R., 22 128, 251
PERRY, D., 53
M PESIC, V., 12
MALANCZUK, P., 120 PETIFFLER, J., 53
MAREK, K., 53 PETKOVIC, R., 242
MARIÑO MENÉNDEZ, F.Mª, 67, PETROVIC, D., 88, 89, 101, 116
217, 224, 236, 237, 239, 246 PICONE, P., 253
MARQUES, J.L., 172, 173, 174 PIERRE-CAPS, S., 36
MARTEM, M., 171 PIGNATELLI Y MECA, F., 201
270 La disolución de Yugoslavia

Q SCHLOTTER, P., 14
QUEL LÓPEZ, J., 40, 44 SCHMIDT, Ch., 14, 21
QUENEUDEC, J.-P., 53, 58 SHAW, M.N., 220
SILBER, L., 151, 154
SIMMA, B., 211
R SIMON, D., 93
RAMET, S.P., 13 SINGLETON, F.B., 12
RAMÓN CHORNET, C., 36, 154, SIOUSSOURAS, P., 64
160, 161, 165, 192, 211 SOLANA, J., 198
RANCHARAN, B., 154, 160 SOREL, J.M., 154, 155, 159, 160
REINISCH, A., 99 SOROETA LICERAS, J., 236
REISMAN, W.M., 211 STARK, H., 48, 49, 130, 169
REMACLE, E., 25, 28, 70, 71, STRAZZARI, F., 178, 179, 193
168, 169, 172, 174 SUR, S., 54, 194, 207, 208, 211
REMIRO BROTONS, A., 192, 215,
221, 233, 238, 240, 241 T
RICH, R., 35, 60 TANCA, A., 49
RIPOL CARULLA, S., 193 TAVERNIER, P., 57
RODLEY, S., 25, 51 TECCO, S., 91
RODRÍGUEZ-PONGA, Y., 29 TORRECUADRADA GARCÍA-LO-
RODRÍGUEZ-ZAPATA PÉREZ, J., ZANO, S., 237
247 TORRELLI, M., 139, 140, 142,
RONZITTI, N., 191, 211 154, 159
ROUSSEAU, Ch., 50, 51 TORRES CAZORLA, MªI., 237
ROWE, P., 211 TOXOPEUS, R., 64
RUCZ, C., 75
RUIZ FABRI, H., 67 V
RUIZ MIGUEL, C., 236
VALTICOS, N., 211
VEIGA, F., 179
S VERHOEVEN, J., 34, 36
SALAMANCA, J., 29 VIRALLY, M., 35, 58, 59, 63, 201
SALMON, J., 34, 38, 230, 233, VON LISZT, F., 216
240 VUKAS, B., 247, 248
SALMON TREVOR, C., 169
SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, L.I., 43, W
230 WARBRICK, C., 48
SANTOS VARA, J., 68 WECKEL, Ph., 211, 245
SAPIRO, M., 68 WEHBERG, H., 202
Índice de autores 271

WELLER, M., 26, 28, 34, 72, 77, Y


88, 108 YTURRIAGA BARBERÁN, J.A. DE,
WESTENDORP, C., 243, 252 227
WESTLAKE, J., 219
WISE, H., 71 Z
WYNAENDTS, H., 22 ZAAGMAN, R., 73
Índice analítico de materias

A Bihac (zona de seguridad), 114


Abuso de derecho, 37 Bill Clinton, 153, 198
Acuerdo(s) Blitzdiplomatie, 115, 149
Belgrado sobre las relaciones Bloqueo, 101, 103-104
entre Serbia y Montenegro Bono (Ex Ministro de Defensa
dentro de la unión del Esta- español), 260
do, 256-257 Briquemont Francis (General),
de Brioni, 26, 28, 72 125
de Dayton, 115, 127 ss., 151,
152 ss., 175
de Ginebra sobre Bosnia, 149 C
de La Haya, 31 Carta constitucional de Serbia y
interino sobre Macedonia, 61 Montenegro, 257
y ss. Carta de París, 26
de los Patriarcas, 148 Cataluña, 262, 264
Tito-Subasic, 11 Centro de prevención de con-
Agresión, 96 flictos, 69
Alto Representante de la UE pa- Comisión de Arbitraje (Comi-
ra la PESC, 255, 264 sión Badinter), 29, 35-36, 42,
Arbitrariedad, 91 46 y ss., 75
Asistencia humanitaria, 119- Comisión Internacional sobre
120, 123 Intervención y Soberanía
(CISS), 199
B Comité de Altos Funcionarios,
Bárbaros, 222-223 69, 77-78, 80 y ss.
274 La disolución de Yugoslavia

Comité sobre el embargo de ar- Embargo de armas, 30, 88, 93 y


mas y sanciones, 94, 96-98, ss., 136
106 Emargo de Grecia a Macedonia,
Conferencia de Berlín, 215 y ss. 55 y ss.
Conferencia europea para la paz Eslovenia (declaración de inde-
en Yugoslavia, 28, 30 pendencia), 16 y ss., 25, 32
Conferencia de Ginebra, 131 Esquerra republicana de Catalu-
Conferencia de Londres, 131, 173 ña, 262
Conferencia de Londres sobre - Estado de emergencia, 31
balas dum dum, 223 Europa «Americana», 214
Conferencia de Londres sobre European Community Monito-
Bosnia, 143, 147 ring Mission (ECMM), 170
Congreso de Berín, 254
Croacia (decalración de inde- F
pendencia), 16 y ss., 31-32
Federación croato-bosnia, 130
Fondos (congelación de), 105
D
Fuerza de Policía Internacional,
Darfur, 121 161
Danubio, 100-101 Fuerza de Reacción Rápida
Declaración (FRR), 138 y ss.
Constitucional de la república FYROM, 52 y ss.
de Kosovo, 178
de la Comunidad sobre el re-
G
conocimiento, 40 y ss.
de Lisboa, 56 GATT, 20 y ss.
sobre la situación en Yugosla- G-8, 207-209, 244-245
via, 70 Genocidio, 102, 123
sobre Yugoslavia, 22, 28, 40 y ss. Genscher, D., 30
Derecho público europeo, 214 Grupo de Alto Nivel, 202-203
Desplazados, 31, 123, 127, 161, Grupo de Contacto, 131, 133,
186 142, 147, 153, 182-184, 187,
Doble llave, 144, 148, 158 189-190, 243
Documento de Moscú, 83 Guerras balcánicas, 19
Documento de Viena, 69
H
E Harzuilens (reunión de), 32
Efectividad (pricipio de), 22, 25, IIbrahín Rugova, 179, 189
32 IFOR, 115, 157, 159
Índice analítico de materias 275

Informe(s) Limpieza (desaparición) étnica,


Boutros-Ghali, 138 81, 91, 92, 102, 103, 118,
Fleiner, 75-76, 79 123, 132
John Thonson, 82 Legítima defensa, 250, 251
Internacionalización del conflic-
to, 89 M
Izetbegovic, 76, 81, 127, 150
Mandatos, 227
Mesic, 16
J
Milosevic (Slovodan), 13, 126,
Jimmy Carter, 136 129, 148, 149, 177, 185, 206,
252
K Minorías, 48
KFOR, 208, 253 MINUK, 208
Kosovo Misión de relatores sobre los de-
como Estado independiente, rechos humanos, 75, 79
179 Montenegro (Referéndum),
Conversaciones de Ramboui- 254, 258
llet, 189, 191, 207, 243- Acuerdo de Belgrado, 256-
244, 253 257
Declaración de la OTAN so- autodeterminación, 261, 263
bre Kosovo, 195, 244 secesión, 262-263
Derecho de autodetermina- Morillon (General), 86, 125,
ción, 178, 182, 227 y ss. 141, 146
Fuerza Decidida (operación),
??????? N
Guerra de, 165, 167 y ss., 175
y ss., 242 y ss., 255 Necesidades humanitarias, 100
observadores (de la OSCE), No intervención (principio de),
188-189 88, 90, 117
Plan de paz (de R. Hoolbroo- Nueva Macedonia, 56
ke), 187
Kosovo Polje (batalla de), 17 O
Kozyrev, 149 Observadores, 26
Krajina (ofensiva croata sobre ONURC, 114, 137
la), 114 Operación
Deliberate Force, 148
L Joint Endeavour, 159
Liga democrática de Kosovo, 179 Sharp Guard, 172
276 La disolución de Yugoslavia

Organización de la Conferencia S
Islámica, 121, 161 Sanciones, 80, 98 y ss.
OTAN, 122, 130, 132, 138, 141 Salvajes, 222, 223
Sarajevo (asedio de), 109
P Soberanía limitada, 12
Srebrenica (matanza de), 86, 153
País Vasco, 262, 264
asedio, 11, 141
Países islámicos, 93
bombardeo, 121
Partido Nacionalista Vasco, 262
caída, 141, 143
Pasividad (de la UE), 23 y ss.
Smith (Almirante), 159
Pedro I Karagjorjevic, 11
Sublime Puerta, 214
Pedro II, 11
Sucesión, 20 y ss.
Plan
Carrington, 134
de La Haya, 32 T
Vance-Owen, 133 Tadeus Mazowiecki (Relator Es-
Principios democráticos, 240 pecial), 118, 130, 143
Plan de paz Vance-Owen, 171 Terra nullius 220 Tito (Josip
Broz), 11, 12, 53, 85
R TPIY, 128, 129, 163, 184
Tratado de París, 154, 158
Racak (matanza de), 189 Trika (de mediación comunita-
Radovan Karadcic, 142 ria), 25
Reconciliación étnica, 166 Tribunal Supremo de Canadá,
Reconocimiento, 34 y ss. 246, 264
de Alemania (llanero solita- Tribus salvajes, 219
rio), 48
de Bosnia y Herzegovina, 50 y
ss. U
de Croacia y Eslovenia, 39 y UÇK (Ejército de liberación de
ss. Kosovo), 179 y ss., 184
de Macedonia, 51 y ss. UEO, 167 y ss..
Refugiados, 122-123, 127, 161 fuerza de interposición en
Responsabilidad de proteger, Croacia, 164
199 y ss. control marítimo en el Adriá-
Res publica, 245 tico, 171
Richard Hodbrooke, 147, 149, control sobre el Danubio, 172
187 misión de apoyo en Mostar,
Rilindja (diario albanés), 178 173
Índice analítico de materias 277

UNPREDEP, 116, 138 Yugoslavia residual, 19


UNPROFOR, 106 y ss., 129 y ss.
Z
V
Zona de exclusión aérea, 121,
Vergina (sol de), 52, 65 135, 145
Vukovar (asedio), 18 Zonas de seguridad, 122, 124,
126, 127, 135, 142, 14
Y Zonas protegidas, 104, 105,
Yasussi Akassi, 125, 129, 147, 109, 112
151 Zonas rosas, 109, 112
Astrolabio

ANTROPOLOGÍA Y ÉTICA
El viaje hacia la propia identidad / Eduardo Terrasa
La persona humana y su formación en Max Scheler / Sergio Sánchez-Migallón

ARQUITECTURA Y ARTE
El arte, expresión vital / Luis Borobio

CIENCIAS
Hablando de la relatividad / J. L. Synge
Plantas y animales de España y Europa (3.ª edición) / Harry Garms
Creación y misterio / Pascual Jordán
Introducción a la estadística (2 tomos) / M. J. Moroney
Plantas medicinales / Margarita Fernández y Ana Nieto
Tras la evolución. Panorama Histórico de las Teorías Evolucionistas / Carlos Javier Alonso
La agonía del cientificismo. Una aproximación a la filosofía de la ciencia / Carlos Javier Alonso
Historia básica de la ciencia / Carlos Javier Alonso
Homo Cybersapiens. La inteligencia artificial y la humana / Tirso de Andrés
La tierra prometida. Una respuesta a la cuestión ecológica / Pablo Martínez de Anguita
El evolucionismo y otros mitos. La crisis del paradigma darwinista / Carlos Javier Alonso

COMUNICACIÓN
La revolución empieza en Harvard y otras crónicas americanas de nuestro tiempo / Juan Antonio
Giner
Crónicas internacionales de nuestro tiempo / Pedro Lozano Bartolozzi
Persona y sociedad en el cine de los noventa (1990-1993). Tomo I / J. M. Caparrós Lera
Cómo entender las finanzas en la prensa / María Jesús Díaz González
Comunicación y mundos posibles (2.ª edición) / Juan José García-Noblejas
Elogio de la intolerancia / Carlos Soria
Medios de conspiración social (3.ª edición) / Juan José García-Noblejas
Pulitzer. Luces y sombras en la vida de un periodista genial (3.ª edición) / José Javier Sánchez Aran-
da
Comunicación borrosa. Sentido práctico del periodismo y de la ficción cinematográfica / Juan Jo-
sé García-Noblejas
Desmemorias / Francisco Gómez Antón
Los nuevo areópagos: 25 textos de Juan Pablo II en las Jornadas Mundiales de las Comunicacio-
nes Sociales (1979-2003) / Francisco J. Pérez-Latre
La Iglesia católica en la prensa. Periodismo, retórica y pragmática / Diego Contreras
El tsunami informativo / Pedro Lozano Bartolozzi

DERECHO
Divorcio (3.ª edición) / Autores varios
El Estado social y democrático de derecho / Francisco González Navarro
Cuestiones de Derecho canónico / Dominique Le Tourneau
España, nación de naciones. El moderno federalismo / Francisco González Navarro
Guía electoral. Nociones básicas sobre partidos políticos y elecciones (2.ª edición) / Asunción de la
Iglesia Chamarro y Carlos Vidal Prado
Lo fáctico y lo sígnico. Una introducción a la semiótica jurídica / Francisco González Navarro
La V República francesa / Javier Tajadura Tejada
El derecho a la vida / C.I. Massini y P. Serna (eds.)
¿Qué es el derecho? La moderna respuesta del realismo jurídico. Una introducción al derecho / Ja-
vier Hervada
Biotecnología, dignidad y derecho: bases para un diálogo / Jesús Ballesteros Llompart, Ángela Apa-
risi Miralles (eds.)
Ética y deontología para juristas / Ángela Aparisi Miralles

ECONOMÍA Y EMPRESA
Empresa y economía al servicio del hombre. Mensajes de Juan Pablo II a los empresarios y di-
rectivos económicos / Domènec Melé Carné
Hombre, Economía y Ética / Antoni Carol i Hostench
La mujer y su éxito (2.ª edición) / Juan Antonio Pérez y María Nuria Chinchilla
Por una empresa más humana / Luis Riesgo Ménguez

EDUCACIÓN
La educación como rebeldía (4.ª edición) / Oliveros F. Otero
Los adolescentes y sus problemas (7.ª edición) / Gerardo Castillo
Las posibilidades del amor conyugal (3.ª edición) / Rodrigo Sancho
La educación de las virtudes humanas (14.ª edición) / David Isaacs
El tiempo libre de los hijos (5.ª edición) / José Luis Varea y Javier de Alba
Autonomía y autoridad en la familia (5.ª edición) / Oliveros F. Otero
Preparación para el amor (3.ª edición) / Rodrigo Sancho
Educación y manipulación (4.ª edición) / Oliveros F. Otero
Los niños leen / José Luis Varea y Rosa María Sáez
La libertad en la familia (3.ª edición) / Oliveros F. Otero
El derecho de los padres a la educación de sus hijos / María Elton
Los padres y los estudios de sus hijos (3.ª edición) / Gerardo Castillo
La mujer frente a sí misma (5.ª edición) / Carmen Balmaseda
Qué es la orientación familiar (4.ª edición) / Oliveros F. Otero
Los padres y la orientación profesional de sus hijos (3.ª edición) / Gerardo Castillo
La educación para el trabajo (2.ª edición) / Oliveros F. Otero
Feliz Tercera Edad (2.ª edición) / David Isaacs, Luis María Gonzalo y cols.
Diálogos sobre el amor y el matrimonio (3.ª edición) / Javier Hervada
La educación de la amistad en la familia (3.ª edición) / Gerardo Castillo
Cuestión(es) de método. Cómo estudiar en la Universidad (2.ª edición) / R. de Ketele y cols.
Cartas a un joven estudiante / Alvaro d’Ors
Posibilidades y problemas de la edad juvenil. Un dilema: ¿intimidad o frivolidad? / Gerardo Cas-
tillo
Coeducación. Ventajas, problemas e inconvenientes de los colegios mixtos / Ingber von Martial y
María Victoria Gordillo
Desarrollo moral y educación / María Victoria Gordillo
Josemaría Escrivá de Balaguer y la Universidad / Autores varios
La rebeldía de estudiar. Una protesta inteligente (2.ª edición) / Gerardo Castillo
Política y educación / Antonio-Carlos Pereira Menaut
Guía de lecturas infantiles y juveniles / Yolanda Castañeda, María del Carmen Lomas y Elena Martí-
nez
Educación de la sexualidad / José Antonio López Ortega
Un veneno que cura. Diálogo sobre el dolor y la felicidad (2.ª edición) / José Benigno Freire
Cómo mejorar la educación de tus hijos / José Manuel Mañú Noáin
La hora de la familia (3.ª edición) / Tomás Melendo
Cómo entender a los adolescentes / Enrique Miralbell
Aprendiendo a ser humanos. Una Antropología de la Educación (2.ª edición) / María García Amil-
buru
La fiebre de la prisa por vivir. Jóvenes que no saben esperar / Gerardo Castillo
Humor y serenidad. En la vida corriente (5.ª edición) / José Benigno Freire
La creatividad en la orientación familiar / Oliveros F. Otero
Discursos sobre el fin y la naturaleza de la educación universitaria / John H. Newman
Ser profesor hoy (5.ª edición) / José Manuel Mañú Noáin
La pasión por la verdad. Hacia una educación liberadora / Tomás Melendo y Lourdes Millán-Pue-
lles
Educar con biografías / Oliveros F. Otero
¡Vivir a tope! En reconocimiento a Viktor Frankl (3.ª edición) / José Benigno Freire
Profesores del siglo XXI / José Manuel Mañú Noáin
Escuela del siglo XXI / José Manuel Mañú Noáin
Trilogía de la «Residencia de Estudiantes» / Eugenio d’Ors
Vivir y convivir en una sociedad multicultural / Jutta Burggraf
Flos Sophorum. Ejemplario de la vida de los grandes sabios / Versión de Pedro Llenera
La educación familiar en los humanistas españoles / Francisco Galvache Valero
El arte de invitar. El diálogo como estilo educativo / Patricia Bonagura
Anatomía de una historia de amor. Amor soñado y amor vivido / Gerardo Castillo
La vida escolar de tus hijos / José Manuel Mañú Noáin
Crecer, sentir, amar. Afectividad y corporalidad / Juan Ramón García-Morato
Retos educativos de la globalización. Hacia una sociedad solidaria (2.ª edición) / Francisco Altarejos,
Alfredo Rodríguez Sedano, Joan Fontrodona
¿Quieres enseñar en Secundaria? ¡Atrévete! / José Luis Mota Garay, Antonio Crespillo Enguix
Ocho cuestiones esenciales en la dirección de centros educativos / David Isaacs
Educación diferenciada, una opción razonable / José María Barrio Maestre (ed.)
Padre no hay más que uno / Diego Ibáñez-Langlois
Ayudar a crecer. Cuestiones de filosofía de la educación / Leonardo Polo
Aprendizaje Permanente / José Luis García Garrido e Inmaculada Egido Gálvez (Coords.)

ESPIRITUALIDAD
Mujeres valientes. Meditaciones sobre las mujeres en el Evangelio (4.ª edición) / Enrique Cases
Una cita con Dios. Pablo Cardona
I. Adviento y Navidad (2.ª edición)
II. Pascua
III. Tiempo Ordinario. Semanas 1.ª a 12.ª
IV. Cuaresma
V. Tiempo Ordinario. Semanas 13.ª a 23.ª
VI. Tiempo Ordinario. Semanas 24.ª a 34.ª
Hombres ante Dios. Meditaciones sobre los hombres en el Evangelio / Enrique Cases
Meditaciones para el Camino de Santiago / Tomás Trigo
A la luz de su mirada / Juan Ramón García-Morato
Dios sin idea del mal / Juan Miguel Garrigues
Vivir el domingo / José Antonio Íñiguez Herrero
Tres misterios de misericordia. Inmaculada Concepción - Presentación - Anunciación / Marie-Do-
minique Philippe, o.p.
Contemplación de los Misterios del Rosario / Jesús Martínez
Conversaciones con la Virgen / Pedro Estaún
El hombre frente a su muerte. ¿El absurdo o la salvación? / Marie-Dominique Goutierre
Cómo acertar con mi vida. La mirada del hombre ante su destino (2.ª edición) / Juan Manuel Ro-
ca
Meditaciones ante el retablo de Torreciudad / Antonio María Ramírez
Creados por amor, elegidos para amar / Juan Ramón García-Morato

FAMILIA
La más bella aventura. El amor conyugal y la educación de los hijos / Luis Riesgo Ménguez y Car-
men Pablo de Riesgo
CONVERSACIONES SOBRE EDUCACIÓN FAMILIAR
Luis Riesgo Ménguez y Carmen Pablo de Riesgo
I. Lo que los padres no deberíamos olvidar
II. Infancia
III. Adolescencia
IV. Juventud
V.Abuelos y nietos
El lugar al que se vuelve. Reflexiones sobre la familia (3.ª edición) / Rafael Alvira
Mujer y hombre frente a los nuevos desafíos de la vida en común / Jutta Burggraf
Casarse: un compromiso para toda la vida (3.ª edición) / Amadeo Aparicio Rivero
El matrimonio a examen / Amadeo Aparicio Rivero
Ocio y tiempo libre: un reto para la familia / Ignasi de Bofarull
FILOSOFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Manual sobre el aborto (2.ª edición) / Dr. J. C. Willke y esposa
Libertad en la sociedad democrática / Jean-Claude Lamberti
La última edad (2.ª edición) / Diego Díaz Domínguez
De Aristóteles a Darwin (y vuelta) (3.ª edición) / Etienne Gilson
Los herejes de Marx / Manfred Spieker
Analítica de la sexualidad / Autores varios
El enigma del hombre (2.ª edición) / Manuel Guerra
Introducción a la antropología filosófica (5.ª edición) / José Miguel Ibáñez Langlois
Agonía de la sociedad opulenta / Augusto del Noce
Crítica de las utopías políticas / Robert Spaemann
La supresión del pudor, signo de nuestro tiempo y otros ensayos (2.ª edición) / Jacinto Choza
Sobre el estructuralismo / José Miguel Ibáñez Langlois
Las raíces de la violencia / Sergio Cotta
Ética: cuestiones fundamentales (7.ª edición) / Robert Spaemann
Dimensiones de la realidad / Juan José R. Rosado
La barbarie de la reflexión. Idea de la historia en Vico / Juan Cruz Cruz
Al otro lado de la muerte. Las elegías de Rilke / Jacinto Choza
Alimentación y cultura. Antropología de la conducta alimentaria / Juan Cruz Cruz
Sentido del curso histórico / Juan Cruz Cruz
Elementos de Filosofía y Cristianismo / Jesús García López
Sobre la razón poética / María Antonia Labrada
El mundialismo económico frente a la Europa cultural / Jacqueline Ysquierdo Hombrecher
Libertad como pasión / Daniel Innerarity
La intimidad (2.ª edición) / Miguel-Angel Martí García
Razones del corazón. Jacobi entre el romanticismo y el clasicismo / Juan Cruz Cruz
Las virtudes / Peter T. Geach
El poder de la sinrazón / José Luis del Barco
La ilusión (2.ª edición) / Miguel-Angel Martí García
Libertad en el tiempo. Ideas para una teoría de la historia / Juan Cruz Cruz
Ciencia, ateísmo y fe en Dios (2.ª edición) / José Antonio Sayés
Tomás de Aquino. Vida, obras y doctrina / James A. Weisheipl
Los otros humanismos / Jacinto Choza
La renovación pragmatista de la filosofía analítica. Una introducción a la filosofía contemporánea
del lenguaje (2.ª edición) / Jaime Nubiola
La convivencia / Miguel-Angel Martí García
La irrealidad literaria / Daniel Innerarity
Sexo y naturaleza / Autores varios
La tolerancia / Miguel-Angel Martí García
Dignidad: ¿una palabra vacía? / Tomás Melendo y Lourdes Millán-Puelles
Tras las ideas. Compendio de Historia de la Filosofía (2.ª edición) / Carlos Goñi Zubieta
De dominio público. Ensayos de teoría social y del hombre / Higinio Marín
El pensamiento de Edith Stein / Michel Esparza
El taller de la filosofía. Una introducción a la escritura filosófica (4.ª edición) / Jaime Nubiola
Expertos en sobrevivir. Ensayos ético-políticos / Ana Marta González
Orden natural y persona humana. La singularidad y jerarquía del universo según Mariano Arti-
gas / Miroslaw Karol
El viviente humano. Estudios Biofilosóficos y Antropológicos / Alejandro Serani Merlo
El trabajo. Comunión y excomunicación / Nicolas Grimaldi
En busca de la naturaleza perdida. Estudios de bioética fundamental / Ana Marta González
El diablo es conservador / Alejandro Llano
Sueño y vigilia de la razón / Alejandro Llano
La verdadera imagen de Romano Guardini. Ética y desarrollo personal / Alfonso López Quintás
De Foucault a Derrida. Pasando fugazmente por Deleuze y Guattari, Lyotard, Baudrillard / Ama-
lia Quevedo
El misterio de los orígenes / Joaquín Ferrer Arellano
Breve teoría de la España moderna / Fernando Inciarte
La justicia política en Tomás de Aquino. Una interpretación del bien común político / Gabriel Chal-
meta
¿Sentido o sinsentido del hombre? / Edmond Barbotin
Nuevas cuestiones de bioética / José Miguel Serrano Ruiz-Calderón
Por un feminismo de la complementariedad. Nuevas perspectivas para la familia y el trabajo /
Ángel Aparisi y Jesús Ballesteros (eds.)
Filosofía y vida de Eugenio d’Ors. Etapa catalana: 1881-1921 / Marta Torregrosa
Una visión global de la globalización / Antxón Sarasqueta
La implantación de los derechos del paciente. Comentarios a la Ley 41/2002 /Pilar León Sanz (ed.).
El caos del conocimiento. Del árbol de las ciencias a la maraña del saber / Juan Arana
Deseo, violencia, sacrificio / Alejandro Llano
Siniestra. En torno a la izquierda política en España / Héctor Ghiretti
La filosofía analítica y la espiritualidad del hombre. Lecciones en la Universidad de Navarra /
G.E.M. Anscombe (Edición de J.M. Torralba y J. Nubiola)
Una filosofía de la esperanza: Josef Pieper / Bernard N. Schumacher
Derecho a la verdad. Valores para una sociedad pluralista / Andrés Ollero
La experiencia social del tiempo / Rafael Alvira, Héctor Ghiretti, Montserrat Herrero (Eds.)
Claves para una antropología del trabajo / Maria Pia Chirinos
Humanidades para el siglo XXI / Rafael Alvira y Kurt Spang (Eds.)
Peirce y el mundo hispánico. Lo que C. S. Peirce dijo sobre España y lo que el mundo hispánico ha
dicho sobre Peirce / Jaime Nubiola y Fernando Zalamea
Cultura y pasión / Alejandro Llano
La disolución de Yugoslavia / Romualdo Bermejo García y Cesáreo Gutiérrez Espada

HISTORIA
Grandes interpretaciones de la historia (5.ª edición) / Luis Suárez
Historia de las religiones / Manuel Guerra
I. Constantes religiosas (2.ª edición)
II. Los grandes interrogantes (2.ª edición)
III. Antología de textos religiosos (2.ª edición)
Civilizaciones del Este asiático / Wm. Theodore de Bary
Sacerdotes en el Opus Dei. Secularidad, vocación y ministerio / Lucas F. Mateo Seco y Rafael Ro-
dríguez-Ocaña
Rusia entre dos revoluciones (1917-1992) / Autores varios
La Gamazada. Ocho estudios para un centenario / Autores varios
Historia del feminismo (siglos XIX y XX) / Gloria Solé Romeo
Corrientes del pensamiento histórico / Luis Suárez Fernández
Cuba y España, 1868-1898. El final de un sueño / Juan B. Amores Carredano
Pablo Sarasate (1844-1908) / Custodia Plantón
Mi encuentro con el Fundador del Opus Dei. Madrid, 1939-1944) (3.ª edición) / Francisco Ponz
El matrimonio civil en España. Desde la República hasta Franco / Francisco Martí Gilabert
La vida de Sir Tomás Moro (2.ª edición) / William Roper (Introducción, traducción y notas de Alva-
ro de Silva)
¿Por qué asesinaron a Prim? La verdad encontrada en los archivos / José Andrés Rueda Vicente
Carlos IV en el exilio / Luis Smerdou Altolaguirre
Carlos V. Emperador de Imperios / Emilia Salvador Esteban
Filipinas. La gran desconocida (1565-1898) / Lourdes Díaz-Trechuelo
El conflicto árabe-israelí en la encrucijada ¿es posible la paz? / Romualdo Bermejo García
Josemaría Escrivá de Balaguer y los inicios de la Universidad de Navarra (1952-1960) / Onésimo
Díaz Hernández y Federico M. Requena (Eds.)
La Iglesia y la esclavitud de los negros / José Andrés-Gallego y Jesús María García Añoveros
La moda en la pintura: Velázquez. Usos y costumbres del siglo XVII / Maribel Bandrés Oto
Felipe V: La renovación de España. Sociedad y economía en el reinado del primer Borbón / Agus-
tín González Enciso
Cristianismo y europeidad. Una reflexión histórica ante el tercer milenio (1.ª edición; 1.ª reimpre-
sión) / Luis Suárez Fernández
Profetas del miedo. Aproximación al terrorismo islamista / Javier Jordán
El legado social de Juan Pablo II / José Ramón Garitagoitia Eguía
Joseph Ratzinger. Una biografía / Pablo Blanco Sarto
Los creadores de Europa. Benito, Gregorio, Isidoro y Bonifacio (1.ª reimpr.) / Luis Suárez Fernán-
dez
El nuevo rostro de la guerra / Javier Jordán y José Luis Calvo Albero
Los musulmanes en Europa / José Morales
España y sus tratados internacionales: 1516-1700 / Jesús M.ª Usunáriz
Intuición y asombro en la obra literaria de Karol Wojtyla / M.ª Pilar Ferrer Rodríguez
LENGUA Y LITERATURA
J. R. R. Tolkien. Cuentos de hadas / José Miguel Odero
El castellano actual: usos y normas (8.ª edición) / Manuel Casado
Octavio Paz: poética del hombre / Rafael Jiménez Cataño
La luz y la mirada. Aproximación a la autobiografía de Julien Green / Alvaro de la Rica
C. S. Lewis y la imagen del hombre / María Dolores Odero y José Miguel Odero
El centro del laberinto. Los motivos filosóficos en la obra de Borges / Juan Arana
Actitud modernista de Juan Ramón Jiménez / Pedro Antonio Urbina
Miguel d’Ors y los bachilleres del siglo XXI / Angel Cadelo y Angel Esteban
Antonio Machado, periodista / Alfonso Méndiz Noguero
Castellanopatías (Enfermedades del castellano de fin de siglo). Con un Diccionario de lo que no
hay que decir (2.ª edición) / Sergio Lechuga Quijada
La teoría poética de Miguel de Unamuno / Teresa Imízcoz Beunza
Femenino plural. La mujer en la literatura / María Caballero Wangüemert
La obra literaria de Josemaría Escrivá / Miguel Ángel Garrido Gallardo
El jardín de los clásicos / Ignacio Arellano
Persuasión. Fundamentos de retórica (1.ª reimpr.) / Kurt Spang

MÚSICA
La realidad musical / Juan Cruz Cruz (ed.)

RELIGIÓN
En memoria de Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer (2.ª edición) / Alvaro del Portillo, Francisco
Ponz y Gonzalo Herranz
Homenaje a Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer / Autores varios
Fe y vida de fe (3.ª edición) / Pedro Rodríguez
A los católicos de Holanda, a todos / Cornelia J. de Vogel
La aventura de la teología progresista / Cornelio Fabro
¿Por qué creer? (3.ª edición) / San Agustín
¿Qué es ser católico? (2.ª edición) / José Orlandis
Razón de la esperanza (2.ª edición) / Gonzalo Redondo
La fe de la Iglesia (3.ª edición) / Karol Wojtyla
Juan Pablo I. Los textos de su Pontificado
La fe y la formación intelectual / Tomás Alvira y Tomás Melendo
Juan Pablo II a los universitarios (5.ª edición)
Juan Pablo II a las familias (5.ª edición)
Juan Pablo II a los enfermos (3.ª edición)
Juan Pablo II y el orden social. Con la Carta Encíclica Laborem Exercens (2.ª edición)
Juan Pablo II habla de la Virgen (3.ª edición)
Juan Pablo II y los derechos humanos (1978-1981) (2.ª edición)
Juan Pablo II a los jóvenes
Juan Pablo II, la cultura y la educación
Juan Pablo II y la catequesis. Con la Exhortación Apostólica Catechesi Tradendae
Me felicitarán todas las generaciones / Pedro María Zabalza Urniza
Juan Pablo II y los medios de comunicación social
Creación y pecado (2.ª edición) / Cardenal Joseph Ratzinger
Sindicalismo, Iglesia y Modernidad / José Gay Bochaca
Ética sexual / R. Lawler, J. Boyle y W. May
Ciencia y fe: nuevas perspectivas / Mariano Artigas
Juan Pablo II y los derechos humanos (1981-1992)
Ocho bienaventuranzas (2.ª edición) / José Orlandis
Los nombres de Cristo en la Biblia / Ferran Blasi Birbe
Vivir como hijos de Dios. Estudios sobre el Beato Josemaría Escrivá (5.ª edición) / Fernando Ocá-
riz e Ignacio de Celaya
Los nuevos movimientos religiosos. (Las sectas). Rasgos comunes y diferenciales (2.ª edición) / Ma-
nuel Guerra Gómez
Introducción a la lectura del “Catecismo de la Iglesia Católica” / Autores varios
La personalidad del Beato Josemaría Escrivá de Balaguer (2.ª edición) / Autores varios
Señor y Cristo / José Antonio Sayés (agotado)
Homenaje a Mons. Álvaro del Portillo / Autores varios
Confirmando la Fe con Juan Pablo II / José Luis García Labrado
Santidad y mundo / Autores varios
Sexo: Razón y Pasión. La racionalidad social de la sexualidad en Juan Pablo II / José Pérez Adán
y Vicente Villar Amigó
Los doce Apóstoles (2.ª edición) / Enrique Cases Martín
Ideas éticas para una vida feliz. Guía de lectura de la Veritatis splendor / Josemaría Monforte Re-
vuelta
Jesucristo, Evangelizador y Redentor / Pedro Jesús Lasanta
Teología y espiritualidad en la formación de los futuros sacerdotes / Pedro Rodríguez (Dir.)
Esposa del Espíritu Santo / Josemaría Monforte
De la mano de Cristo. Homilías sobre la Virgen y algunos santos (2.ª edición) / Cardenal Joseph Rat-
zinger
Servir en la Iglesia según Juan Pablo II / Jesús Ortiz López
Iglesia y Estado en el Vaticano II / Carlos Soler
Un misterio de amor. Solteros ¿por qué? / Manuel Guerra Gómez
Pero, ¿Quién creó a Dios? / Alejandro Sanvisens Herreros
Las sectas y su invasión del mundo hispano: una guía / Manuel Guerra Gómez
Cristología breve / Enrique Cases
Qué dice la Biblia. Guía para entender los libros sagrados (2.ª edición) / Antonio Fuentes Mendiola
Comprender los Evangelios / Vicente Balaguer (Coord.)
Cristianos y democracia / César Izquierdo y Carlos Soler (Editores) (1.ª reimpr.)
El impacto de la Biblia. Textos que hablan y hacen cultura / Juan Luis Caballero (Editor)
El celibato sacerdotal. Espiritualidad, disciplina y formación de las vocaciones al sacerdocio / Juan
Luis Lorda (Editor)
Belleza y misterio. La liturgia, vida de la Iglesia / José Luis Gutiérrez-Martín

SALUD Y MEDICINA
Deporte para todos / Jörg Stäuble
Conozca su diabetes (3.ª edición) / Emilio Moncada Lorenzo
La enfermedad epiléptica / Francisco Abad Alegría
Dormir mejor. Causas y tratamiento del insomnio / Luis María Gonzalo
El buen hacer médico / David Mendel
Comentarios al Código de Ética y Deontología Médica (2.ª edición) / Gonzalo Herranz
Psicoterapia básica / Richard Parry
Muerte cerebral. Biología y ética / Jesús Colomo Gómez
SIDA: Aspectos ético-médicos / Juan Moya y Fernando Mora
Reflexoterapia: Bases neurológicas / Luis María Gonzalo
Homosexualidad y esperanza. Terapia y curación en la experiencia de un psicólogo (4.ª edición) /
Gerard van den Aardweg
Antropología del dolor. Sombras que son luz / Johannes Vilar i Planas de Farnés
La verdad sobre los tranquilizantes / Rafael Montoya Sáenz
El sueño, los sueños, un mundo misterioso. Los ritmos naturales de la vigilia y del descanso, los
más frecuentes trastornos de la noche, las conquistas de la medicina del sueño / Elio Lugares y
Luciana Omicini
La hipertensión. ¿Qué se puede hacer, qué debe evitarse? / Michele Lombardo
Deontología farmacéutica. Concepto y fundamento / José López Guzmán y Ángela Aparisi Miralles
Cerebro y afectividad / María Gudín
Romper el círculo vicioso. Salud intestinal mediante la dieta. Dietas para la enfermedad de Crohn,
la colitis ulcerosa, la diverticulitis, la enfermedad celíaca, la fibrosis quística y la diarrea crónica
(2.ª edición) / Elaine Gottschall
Teoría elemental de la gastronomía / Juan Cruz Cruz
Intervención dietética en la obesidad / Giuseppe Russolillo, Icíar Astiasarán, J. Alfredo Martínez
Consejos médicos para la tercera edad / Eduardo Alegría, Luis María Gonzalo, Juan Luis Guijarro, Je-
sús Ibáñez, Emilio Quintanilla, Jesús Repáraz, Ricardo Zapata
Cefaleas / Pablo Irimia Sieira, Eduardo Martínez Vila
La ansiedad. Un enemigo sin rostro / Javier Schlatter Navarro
Comer bien a cualquier edad / J. Alfredo Martínez, Susana Santiago, M. Iosune Zubieta
Depresión y enfermedad bipolar en niños y adolescentes / César Soutullo Esperón
Ejercicio y calidad de vida. Claves para mantener la salud mental y física / Luis María Gonzalo
(Coord.).
¿Sabemos realmente qué comemos? Alimentos transgénicos, ecológicos y funcionales / Amelia A.
Marti del Moral y J. Alfredo Martínez Hernández (Eds.)
Cómo prevenir y curar lesiones deportivas / Alfonso del Corral, Francisco Forriol Campos, Javier Va-
quero Martín
Comprendiendo la homosexualidad (1.ª reimpr.) / Jokin de Irala
Sin miedo. Cómo afrontar la enfermedad y el final de la vida / Miguel Ángel Monge

SOCIOLOGÍA
Introducción a la sociología (5.ª edición) / Antonio Lucas Marín
El laberinto social. Cuestiones básicas de sociología (3.ª edición) / Pablo García Ruiz
Lo femenino (2.ª edición) / Carlos Goñi Zubieta
Positivismo y violencia. El desafío actual de una cultura de la paz / José María Barrio Maestre
Sociología: una invitación al estudio de la realidad social (2.ª edición) / Antonio Lucas Marín

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