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EL TRES

LETRAS
historia y contexto del
movimiento de izquierda
revolucionaria

sergio salinas
El tres letras
RIL editores
bibliodiversidad
Sergio Salinas Cañas

El tres letras
Historia y contexto del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR)
324.20983 Salinas Cañas, Sergio
S El tres letras. Historia y contexto del Movi-
miento de Izquierda Revolucionaria (MIR) / Sergio
Salinas Cañas. -- Santiago : RIL editores, 2013.

364 p. ; 23 cm.
ISBN: 978-956-01-0040-5

1 Movimiento de Izquierda Revolucionaria

(Chile).

El tres letras.
Historia y contexto
del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)
Primera edición: noviembre de 2013

© Sergio Salinas Cañas, 2013


Registro de Propiedad Intelectual
Nº 230.013

© RIL® editores, 2013


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Composición, diseño de portada e impresión: RIL® editores

*NQSFTPFO$IJMFrPrinted in Chile

ISBN 978-956-01-0040-5

Derechos reservados.
Índice

Introducción .......................................................................13

Capítulo 1
Los hitos históricos: los hechos portadores de futuro ..........35
1.1 Estados Unidos en la Guerra Fría: entre la Alianza
y la seguridad nacional ............................................36
1.2 Fin del estalinismo ..................................................44
1.3 El tercermundismo...................................................46
1.4 Nace una teoría económica para la
Nueva Izquierda Revolucionaria..............................50
1.5 Las revueltas estudiantiles: de París, Praga
a Tlatelolco .............................................................56
1.6 La generación beat: la alucinación al poder .............64
1.7 The New Left en Gran Bretaña................................71
1.8 Los cambios en la Iglesia y el nacimiento de
la teología de la liberación .......................................75

Capítulo 2
El contexto regional: la revolución llega a Latinoamérica....81
2.1 La Revolución Cubana ............................................81
2.2 El foquismo como praxis para alcanzar
la revolución............................................................86
2.3 Diferencia del foquismo con la insurrección
leninista ...................................................................94
2.4 La nueva izquierda revolucionaria y su expansión
en América Latina....................................................99
2.4.1 La olvidada guerrilla venezolana...................100
2.4.2 Las primeras guerrillas en el Perú..................102
2.4.3 El Che Guevara en Bolivia ............................107
2.4.4 Los guerrilleros urbanos en Brasil ................110
2.4.5 Los tupamaros en Uruguay ...........................113
2.4.6 La guerrilla peronista y trotskista
en Argentina..................................................116
2.5 Diferencia del foquismo con la guerra
popular maoísta.....................................................122
2.6 El ejemplo de un cristiano en la guerrilla ..............125
2.7 El mesianismo en el imaginario en las oleadas
guerrilleras.............................................................128

Capítulo 3
El contexto chileno ...........................................................137
3.1 Chile: entre la polarización y los cambios ..............137
3.2 Coyuntura económica y cambios socioculturales ...140
3.3 El gobierno de Eduardo Frei y
«la revolución en libertad» ....................................147
3.4 La vía chilena al socialismo y el triunfo de
Salvador Allende....................................................153
3.5 Contexto general en las ciencias sociales................159
3.6 Movilización estudiantil: quiebres políticos
y reforma universitaria ..........................................167
3.7 Iglesia, cristianos de base y revolución en Chile .....183
3.8 Ámbito cultural: la Nueva Canción chilena ...........197
3.9 Ámbito cultural: el Nuevo Cine chileno .................208

Capítulo 4
Subjetividades y contextos. La formación del imaginario
político en el MIR ..............................................................215
4.1 Nacimiento y primeros pasos del MIR ....................215
4.1.1 El MIR y sus primeras reflexiones políticas ....232
4.1.2 El MIR y la Unidad Popular ...........................238
4.1.3 El golpe militar y el inicio de la resistencia ...262

Capítulo 5
Subjetividades: de la radicalización ideológica
a la radicalización política en los militantes del MIR ..........279
5.1 La radicalización ideológica...................................282
5.2 La radicalización política.......................................304
5.2.1 El inicio de la militancia................................307
5.2.2 Radicalidad política en el MIR: sentimientos,
sacrificios y abandonos .................................332

Conclusiones .....................................................................341

Referencias........................................................................347
Este libro está dedicado a mi familia.
Gracias por al apoyo y paciencia que me han entregado estos últi-
mos años. En especial, a mi padre por sus consejos y ayuda,
y a Félix, quien sigue presente en nuestros recuerdos.

La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia


del pasado. Pero no es quizás menos vano el hecho de preocuparse
en comprender el pasado si no se sabe nada del presente.
Marc Bloch1

La historia no va donde uno quiere, pero lo que uno quiere


puede influir sobre el curso histórico,
máxime cuando ese uno es el pueblo organizado...
Ignacio Ellacuría2

El Bío-Bío ocultaba sus voces en su mar de sangre hacia el mar,


las novias marineras bailaban cueca de lilas para distraer al enemigo,
lanzaban las gaviotas cautivas de su seno a la cielumbre...
Julio Huasi

1
Marc Bloch, Apología de la historia, Barcelona, Editorial Empúries, 1984.
37 p.
2
Jesuita y rector de la Universidad Centroamericana, José Simeón Cañas,
asesinado junto a otros cinco religiosos y dos mujeres en 1989. Ferrán
Cabrero, El camino de las armas: visiones de la lucha guerrillera y civil en
América Latina, Donostia, Gakoa Liburuak, 1998, p. 15.
Introducción

A los violentos enfrentamientos que se registraron el 2011


en Europa, África y Asia, y que recibieron nombres tan diversos
como «la primavera árabe», «revolución democrática árabe» o
«el movimiento de los indignados», se les han sumado nuevas
y más violentas protestas este año en Grecia y España. Estas
últimas movilizaciones han dejado al descubierto las dificultades
que enfrenta la Unión Europea para salir de la recesión que vive
y una crisis política variable en intensidad y magnitud según el
país que se trate.
En algunas de estas movilizaciones se han presentado una
serie de características comunes, la capacidad de autoconvoca-
toria vía redes sociales, la participación de jóvenes, cesantes, de
fuerzas sindicales y de inmigrantes. Junto con aquellas, se pre-
senta asimismo un sentimiento en contra de la representación
partidista tradicional y su modo de hacer política. No obstante,
la que se comparte en todas ellas es el uso de la violencia política,
como instrumento para la satisfacción de demandas político-
económicas o, incluso, para alcanzar el poder político.
La violencia política constituye un concepto límite en la mo-
dernidad occidental que ha sido poco estudiado, quizá debido al
peso fundamental que tiene el Estado-nación en el pensamiento
político. En la construcción del Estado-nación la articulación
con la violencia fue fundamental. Max Weber, en su obra Eco-
nomía y Sociedad1, concebía el Estado como aquel ente que se
1
Véase Max Weber, Economía y sociedad, México, Fondo de Cultura Eco-
nómica, 1969.

13
Sergio Salinas Cañas

otorgaba a sí mismo «el monopolio de la violencia legítima». La


racionalidad política moderna ha negado la violencia política,
expulsándola fuera de su universo simbólico, en tanto que su
aceptación implicaría una disolución del ente soberano.
Solo aquellos autores que han mantenido una posición crítica
con el proyecto moderno (Sorel, Lenin, Benjamin, entre otros)
han desarrollado una reflexión sustantiva acerca de la misma.
El fenómeno de la violencia política emerge tras cada uno de los
conceptos fundamentales que forman la arquitectura conceptual
del imaginario político moderno. La génesis del Estado-nación, la
separación de poderes, el reconocimiento de los derechos funda-
mentales, los derechos sociales y el derecho de autodeterminación
de los pueblos serían impensables sin la guerra de treinta años,
la Revolución Inglesa, la Revolución Francesa, las convulsiones
sociales del siglo XIX, las dos guerras mundiales y las luchas
por la descolonización constituyen su ambiente habilitador. La
violencia podemos verla también en los mecanismos represivos
de la autoridad como forma de control social.
Asimismo, durante toda la historia política de América Lati-
na, la violencia ha estado presente. Sin embargo, solo en la década
del sesenta se apoderó del imaginario de miles de personas, la
creencia en que la vía armada era el único camino para alcanzar
el poder y realizar las grandes transformaciones estructurales de
la sociedad. No cabe duda de que la Revolución Cubana fue un
factor desencadenante, pero no el único. Cuba había demostrado
que para realizar las grandes transformaciones sociales y políticas
que se requerían, la revolución era legítima y posible.
Esta praxis política, si bien presenta diferencias contextuales
y por cierto de magnitud, afectó la gobernabilidad y estabilidad
de democracias que eran frágiles2, con un modelo económico en

2
«La estabilidad del sistema, a diferencia de la gobernabilidad, dice relación
con la vigencia de la institucionalidad democrática. La estabilidad apunta
a la permanencia y proyección del sistema democrático por sobre los cam-
bios de gobierno a que dé lugar la alternancia en el poder, demostrando la
capacidad de absorber, canalizar y resolver por medio de los mecanismos
institucionales los diversos conflictos societales que se dan en su interior.
Siendo distintos los conceptos de gobernabilidad y estabilidad, entre ellos

14
El tres letras

crisis y que se veían desbordadas por las demandas de cambio


político y social. Los discursos rupturistas provenían de un lado
y otro del espectro político, del lado revolucionario y del lado
contrarrevolucionario. Finalmente, fue este último el que se im-
puso, con dictaduras militares que se instalaron en media docena
de países, con los resultados por todos conocidos.
A escala internacional, la Guerra Fría es un componente
esencial de este cuadro. América Latina no escapó, y no podía
escapar, al enfrentamiento planetario entre los dos proyectos
geopolíticos entonces dominantes.
La llegada del autoritarismo y las dictaduras militares a un
número importante de países de América Latina y la consecuente
represión contra el «enemigo interno», provocó –además de las
derrotas parciales de los primeros grupos partidarios de la vía
armada– el inicio de la crisis de esta opción de cambio, la que
se alargaría y se ahondaría en los procesos de transición a la
democracia.
En ese momento, el balance de la lucha –puesta en marcha
en medio del fervor revolucionario– era dramático para sus
participantes. Miles de muertos, desaparecidos, exiliados y
un imaginario político hecho trizas. No se puede hablar de la
historia de América Latina en los últimos 75 años3 sin analizar
esta experiencia.
En el caso chileno, el golpe de Estado de 1973 igual rompió
dramáticamente algunos de los mitos4 de su historia política: la
tradición democrática del sistema político y las fuerzas arma-
das respetuosas del orden constitucional y sin injerencia en la

hay una estrecha relación en cuanto a que el primero se cimentará en el


segundo». Sergio Salinas, «Consolidación democrática, gobernabilidad y
violencia política en América Latina», Centro de Estudios Miguel Enríquez,
 IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN"NFSJDB@MBUJOBBM@WHBNFSJDB@MBUJ-
OB@EH@QEG DPOTVMUBEPFMEFPDUVCSFEF

3
Algunos autores como Habermas denominan a este período como «un breve
siglo XX». Ver Jürgen Habermas, «Nuestro breve siglo», Revista Nexos, n°
248, agosto 1998, México DF, p. 41.
4
Véase con respecto a los mitos y la política, Gilberto Aranda y Sergio Salinas,
«Cronotopos y parusía: las identidades míticas como proyecto político»,
Revista Polis, n° 27, vol. 9, Santiago, Universidad Bolivariana, 2010.

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Sergio Salinas Cañas

política contingente. «Desde ese mismo día 11, con el simbólico


bombardeo de la casa de los Presidentes de Chile, las fuerzas
armadas dejaron en claro que Chile no había escapado de la
oleada autoritaria que azotaba a América Latina, y que se ins-
tauraba una dictadura militar al igual como había pasado antes
en Brasil, Argentina, Uruguay y Bolivia»5.
Por otra parte, la mayoría de los grupos pertenecientes a la
nueva izquierda revolucionaria (NIR) consideraban inevitable el
enfrentamiento armado, sobre todo en Latinoamérica, donde los
golpes de Estado eran la respuesta más habitual a la cuestión de
la lucha por el poder. Régis Debray calificó a los «golpes» como
«un rito esencialmente latinoamericano que se había enraizado
en la historia desde las luchas por la independencia»6.
El tres letras, como casi en silencio, apenas susurros, se de-
nominaba al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)7
durante la época de la dictadura militar, había vivido desde su
concepción y etapa embrionaria un profundo debate en torno a
la recepción y la apropiación del contexto intelectual y político
de la época. Luego vivió un nuevo debate, esta vez en torno a su
propio camino para establecer una justificación de la violencia
política. Porque, incluso si el zeitgeist8 era propicio, la lucha
armada era una opción y no una necesidad histórica.
A través de un fuerte debate interno, desde su fundación
el 15 de agosto de 1965, hasta mediados de 1969, se da una
primera etapa: «Justificación interna de la violencia armada».
Posteriormente, viene una segunda etapa: «Paso a la acción»,
que se representa con la irrupción en la escena política pública
del MIR con los asaltos a bancos. En otras palabras, el paso de

5
Rolando Álvarez, Desde las sombras. Una historia de la clandestinidad
comunista (1973-1980), Santiago, Lom Ediciones, Santiago, 2003, p. 9.
6
Véase Régis Debray, «El castrismo», Cuadernos de Ruedo Ibérico. Suple-
mento 1967,.BESJEIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN*EFBT@"VUPSFTEFCSBZ
EFCSBZQEG DPOTVMUBEPFMEFTFQUJFNCSFEF

7
De aquí en adelante se utilizará solo la sigla MIR.
8
Término alemán que literalmente significa «espíritu de la época». Alude a
la atmósfera intelectual y cultural de un período histórico.

16
El tres letras

la radicalización ideológica a la radicalización política, es decir,


vivir la revolucionariedad en el día a día.
Este «paso a la acción» escapa del debate interno y se
agrega al debate más general que se desarrollaba en el seno de
la izquierda. «El MIR debió también enfrentar las dificultades
materiales y los límites culturales, que se hacía necesario desde
ya tomar en cuenta. En el plano interno, por otra parte, las di-
ficultades suscitadas por el paso a la acción no fueron menores.
Lo político y lo militar que la dirección mirista se obstinaba en
hacer coexistir en cada militante, devinieron fuente de incesantes
debates internos, de oposiciones y de divisiones»9.
Pese a que no se reconocía abiertamente, esta generación de
militancia en la nueva izquierda revolucionaria latinoamericana,
reflejada en la figura del Che, enfatizaba el «voluntarismo»10, en-
tendido como la capacidad de los seres humanos de «construir»
su propia historia y no esperar el cumplimiento de leyes objeti-
vas del desarrollo de la naturaleza y de la sociedad tal como lo
afirmaba el materialismo histórico. Citando a uno de los poetas
favoritos de Ernesto Guevara, León Felipe: «en la aventura de
parirse a sí mismo»11.
Esta decisión trágicamente los colocaba en un camino sin
vuelta atrás que, por una parte, les permitía anticipar –a partir
de sus análisis– la inevitabilidad del enfrentamiento armado,
probablemente a través de los golpes de Estado y, por otra, tener
la conciencia de que no estaban en condiciones político-militares
para enfrentarlo. De cierta manera, no podían escapar de la
9
Eugenia Palieraki, «La opción por las armas. Nueva izquierda revolu-
cionaria y violencia política en Chile (1965-1970)», Revista Polis, n° 19,
4BOUJBHP 6OJWFSTJEBE#PMJWBSJBOB IUUQXXXSFWJTUBQPMJTDM
QBMJIUN DPOTVMUBEPFMEFTFQUJFNCSFEF

10
«Al rechazar el voluntarismo, el marxismo-leninismo señala el carácter rela-
tivo del libre albedrío, examina la voluntad de las personas como derivada
de las leyes objetivas del desarrollo de la naturaleza y de la sociedad (Fac-
tores objetivos y subjetivos de la historia)». Definición de «voluntarismo»
en Diccionario Rosenthal-Yudin (XXII Congreso PCUS
IUUQEJBNBUFT
(consultado el 21 de septiembre de 2012).
11
Véase Sergio Ramírez, «Consecuencia  revolucionaria: Desmitificar al Che
QBSBRVFTJHBDPNCBUJFOEPvIUUQXXXMBGPHBUBPSHDIFOVFWPTDIF@
IUN DPOTVMUBEPFMEFTFQUJFNCSFEF


17
Sergio Salinas Cañas

predestinación de su destino, no en el sentido religioso, sino que


por su propia elección racional. Y políticamente, no les quedaba
más que confirmar en el discurso y la acción el camino escogido.
Además, estaba presente la necesidad de reclutar militantes
y convertirlos en cuadros político-militares casi en una carrera
contra el tiempo. A lo que se suma –como afirma Jame Petras– el
problema de la intervención política y la educación «para crear
al sujeto revolucionario, condición básica para una revolución
social»12.
Este dilema fue muy bien expresado por el escritor argen-
tino Abelardo Castillo, en la editorial «Matar la muerte» de la
revista El Escarabajo de Oro, de noviembre de 1967, dedicada
a Ernesto Guevara:

Ustedes no han matado a nadie: han resucitado a un


hombre. Y a algo más. Hasta el 8 de octubre se podía
dudar [de] que haya seres capaces de pelear por los otros,
hacer una revolución, alcanzar el poder, abandonarlo todo
y comenzar de nuevo: renunciar a lo temporal, que es lo
mismo que negar el tiempo. Elegir y acatar un destino13.

Es por las razones anteriormente expuestas, que en este libro


nos centraremos, utilizando la metodología que han seguido otras
investigaciones similares realizadas principalmente en Europa,
en el período fundacional, de consolidación y de inicio de la
lucha armada. Esta etapa, el salto del discurso a la acción, del
MIR, porque es en ese momento cuando se establecen los rasgos
fundamentales de toda organización política. Estos primeros
pasos en el camino de la lucha armada marcaron a este partido
tal como los primeros años determinan el carácter y personalidad
de un niño. Este es el objetivo de este libro14.

12
James Petras, «Latinoamérica: 30 años después del Che Guevara», América
Libre Ož #VFOPT"JSFT IUUQXXXOPEPPSHBNFSJDBMJCSF
BOUFSJPSFTJOEFYIUN DPOTVMUBEPFMEFTFQUJFNCSFEF

13
Citado en Hugo Biagini, La contracultura juvenil. De la emancipación a
los indignados, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2012, 252 p.
14
Véase en el caso argentino a María Matilde Ollier. La autora, para mostrar
las fuentes del aprendizaje radical de los sobrevivientes, analizó la forma-

18
El tres letras

Este período va entre 1965 y 1973 (nacimiento y período


de afianzamiento como partido revolucionario en construcción)
y entre 1973 y 1975 (contrarrevolución, lucha por la sobrevida,
muerte de Miguel Enríquez y resistencia popular). No obstante,
no enfrentaremos de forma rígida y esquemática estos lapsos, ya
que ciertos hechos pueden tener nacimiento fuera de las fechas
establecidas.
Así este libro presenta como propuesta teórica una historia
social comprensiva que incluye el estudio de lo «subjetivo» de
la acción social. Interesa, por una parte, saber cómo se forjó el
sentido subjetivo que guió la acción de los militantes del MIR
y, por otra, conocer las causas «estructurales»15 de la violencia

ción de la identidad temprana a partir de presentar: 1) las imágenes que


internalizaron las experiencias ocurridas en ámbitos privados, públicos y
políticos sobre la política argentina como antinomia irresoluble, peronis-
mo/antiperonismo y 2) la estructura afectiva-valorativa cuyos ejes eran
libertad, justicia y verdad, que aprendieron en lo privado y en lo público.
Ambas volvieron creíble el discurso revolucionario. En algunos casos, los
protagonistas también aprendieron el discurso revolucionario en las esferas
privadas y públicas durante la niñez y adolescencia. Cualquiera haya sido
el caso, todos ellos sufrieron un proceso de radicalización ideológica previo
ingreso a la Izquierda Revolucionaria (IR). «En este capítulo trato de señalar
el proceso y las esferas donde la radicalización ideológica se produjo. Con
ese ecléctico mundo de ideas revolucionarias y movidos por su vocación
de intervención en el espacio público, decidieron entrar en la IR, es decir,
comenzaron su radicalización política. En este libro, planteo que el pase
de su radicalización ideológica a su radicalización política fue producido
por su vocación de intervención en el espacio público. Finalmente, describo
el universo político de la IR para ver cómo su discurso político temprano
es resignificado desde el paradigma de la IR». María Matilde Ollier, «El
BQSFOEJ[BKFSBEJDBMMPQÙCMJDP QSJWBEPZMPQPMÎUJDPvXXXDIPMPOBVUBT
FEVQF DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF

15
También se puede utilizar como sinónimo los conceptos de violencia es-
tructural y cultural, tal como lo han definido algunos autores, como mis
profesores en la Escola de Cultura de Pau de la Universitat Autònoma de
Barcelona, Vicenç Fisas y Johan Galtung: violencia estructural como la
violencia indirecta originada por la injusticia y la desigualdad como conse-
cuencia de la propia estructura social, ya sea dentro de la propia sociedad
o entre el conjunto de las sociedades (alianzas, relaciones entre Estados,
etcétera) y violencia cultural: aspectos de la cultura, materializados por
medio de la religión y la ideología, el lenguaje y el arte, y las ciencias en sus
diferentes manifestaciones, que justifican o legitiman la violencia directa o
la estructural. Este tipo de cultura hace que los otros dos tipos de violencia
parezcan correctos o al menos no equivocados.

19
Sergio Salinas Cañas

política armada en Chile. La intención es establecer una rela-


ción entre el conocimiento histórico-social objetivo y el análisis
de los mecanismos de formación, distribución y consumo de
sentidos socialmente construidos que realizan los actores en su
vida cotidiana. Con ello se pretende demostrar «la existencia de
una realidad histórica, tanto socio-real como socio-simbólica
imprescindible para interpretar y analizar la violencia política
armada»16.
Como sostiene Roberto Sancho17, entender las racionalida-
des de los actores individuales, colectivos y del propio conflicto,
supone superar las perspectivas maniqueas, de los buenos y los
malos, y pensar integralmente los problemas de la sociedad y
relacionarlos con el conflicto.
Cabe recordar que en América Latina los estudios sobre
la violencia18 política en las décadas de 1960 y 1970 se ajustan
principalmente a dos perspectivas: aquellos que examinan la
izquierda revolucionaria y los que abordan el tema de la «me-
moria», centrados en las víctimas del terrorismo de Estado.
Hay que aclarar que usaremos como categorías centrales
de este libro los conceptos de «violencia política» o «violencia
política armada». Por violencia política19 entenderemos, tal
como lo entiende Julio Aróstegui, «toda acción no prevista
en reglas, realizada por cualquier actor individual o colectivo,
dirigida a controlar el funcionamiento del sistema político de

16
María Matilde Ollier, «El aprendizaje radical...». Op. cit.
17
Roberto Sancho Larrañaga, La Encrucijada de la violencia política armada
en la segunda mitad del siglo XX en Colombia y España: ELN y ETA. Za-
ragoza, Tesis Doctoral, Zaragoza, Departamento de Historia Moderna y
Contemporánea, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Zaragoza,
2008, p. 22.
18
La violencia contiene y responde a factores etológicos (biológicos), psi-
cológicos (mentales), psicosociales, simbólico-culturales, políticos, éticos
e históricos, cuando menos. De ahí que muchas disciplinas tengan algo o
mucho que decir sobre ella.
19
Véase Julián Aróstegui, «Violencia, sociedad y política: la definición de
la violencia», Revista Ayer, n° 13, Madrid, Asociación de Historia Con-
UFNQPSÃOFB    IUUQXXXBIJTUDPOPSHEPDTBZFSBZFS@QEG
(consultado el 3 de junio de 2011).

20
El tres letras

una sociedad o a precipitar decisiones dentro de ese sistema»20.


Por su parte, «violencia política armada» ha sido utilizado en
diversas investigaciones, en variadas disciplinas, principalmente
en Europa. Es abarcador, ya que permite no solo la comprensión
de una organización, sino que además la comparación con otros
grupos, de modo que es posible el entendimiento del fenómeno
político-social de donde estas derivan. «De la misma manera,
permite interpretar que toda política tiene una dosis de violencia,
llegando en algunos casos a la vía armada»21.
Entendemos por «violencia política armada» la acción de
imponer la voluntad política propia a otro, por medio del uso
sistemático de la fuerza armada para producir un orden social
y político determinado. «Este concepto pretende retomar los
postulados clásicos de Weber frente al poder, así como la perspec-
tiva foucaultiana de que el poder sólo existe en el acto, y éste es
ante todo una relación de fuerza entre las partes en conflicto»22.
Ambos conceptos tienen un carácter de «medio alcance» y la
función es caracterizar la naturaleza del MIR.
En relación a las dos perspectivas principales de los estudios
sobre la violencia política en América Latina (aquellos que exa-
minan la Izquierda Revolucionaria y los que abordan el tema de
la «memoria»), es necesario señalar algunas precisiones23.
Como dice María Matilde Ollier en referencia al caso ar-
gentino, la reflexión en torno a los dos enfoques mencionados,
suma una larga lista de textos académicos, periodísticos, de tes-

20
Eugenia Palieraki, op. cit.
21
Roberto Sancho Larrañaga, op. cit.
22
Ibid., p. 14.
23
Diversas recientes tesis en Europa y Latinoamérica utilizan alguna de estas
dos categorías. Entre ellas, destacan la de Eugenia Palieraki (La opción por
las armas. nueva izquierda y violencia política en Chile 1965-1970), de la
Universidad de París I; la de Roberto Sancho Larrañaga (La encrucijada de
la violencia política armada en la segunda mitad del siglo XX en Colombia
y España: ELN y ETA), de la Universidad de Zaragoza; la de Miren Alcedo
(Militar en ETA: historias de vida y de muerte), Universidad del País Vasco; y
la de Javier Cervantes Mejía (Raíces, aparición e impacto del levantamiento
armado del EZLN, una aproximación a la historia de la guerrilla en México,
1960-1994), que si bien es tesis de licenciatura, trabaja en profundidad esta
temática, Universidad Autónoma del Estado de México.

21
Sergio Salinas Cañas

tigos materiales, de protagonistas, etcétera. Aunque se trate de


conjuntos bibliográficos diferentes, ambas perspectivas enfren-
tan a muchos investigadores con un problema ético-político: los
integrantes de la Izquierda Revolucionaria fueron las víctimas
centrales del terrorismo de Estado. Lo que por sí solo dificulta
la indagación del pasado reciente, ya que «extraer conclusiones
negativas sobre la izquierda revolucionaria significa promover
posiciones favorables al terrorismo de Estado»24.

En el caso chileno, los trabajos vinculados a la memoria,


principalmente los realizados por organizaciones que participa-
ron en el apoyo a los familiares de víctimas a los derechos hu-
manos han tenido un mayor desarrollo. Una interrogación nodal
ha sido: ¿de qué forma debe tratar una sociedad el tema de la
memoria y el olvido de los traumas sociopolíticos?, grave dilema
que se plantea a los individuos y a la sociedad. Para comprender
este complejo proceso, hay que tomar en cuenta las dimensiones
sociales, políticas, culturales y de significado que lo conforman.

Algunos de estos artículos afirman que se han realizado


diversas propuestas para enfrentar el tema de la memoria y el
olvido de las violaciones de derechos humanos. En términos
sociales, la propuesta de «olvidar» ha estado sustentada en la
ilusión de que de este modo se facilitaría la paz y la armonía de
las relaciones sociales.

«El olvido ha sido planteado por algunos sectores


sociales como una condición para lograr consensos y así
exorcizar el temor generalizado de nuevas confrontacio-
nes. Estos mismos sectores son los que han intentado la
instalación de una ‘memoria oficial’, término que usamos
parafraseando el concepto de ‘historia oficial’ planteado
por Martín-Baró. Una ‘memoria oficial’ ha pretendido

24
María Matilde Ollier, «Partidos en armas: Las tensiones entre la lógica
contestataria y la obediencia debida», San Martín, Escuela de Política y
(PCJFSOP 6OJWFSTJEBEEF4BO.BSUÎOIUUQXXXVOTBNFEVBSFTDVFMBT
QPMJUJDBDFOUSP@IJTUPSJB@QPMJUJDB0MMJFSQEG DPOTVMUBEPFMEFBHPTUPEF
2010).

22
El tres letras

silenciar, ocultar, olvidar y manipular acontecimientos,


promoviendo de esta forma un particular contexto polí-
tico-social, que escamotea la violencia vivida. Terminada
la dictadura en Chile fueron necesarios catorce años para
levantar el silencio forzado sobre esta forma de represión
política, la tortura, que estaba pendiente. Se ha dicho que
ésta es una tarea que enfrentan todas las democracias
en transición, dado que las dictaduras mantienen a sus
pueblos en una realidad disociada, en que la experiencia
social queda fragmentada»25.

Por otra parte, Chile ha construido un imaginario nacional


que sigue vigente hasta hoy, pero que cada vez es más cuestio-
nado. Como señala Eugenia Palieraki, no es la oportunidad
para analizar si esto corresponde a una verdad histórica o a una
construcción, fundada tanto a partir de los trabajos de politólo-
gos extranjeros como de los mitos de la historiografía nacional:
Chile es «un país de orden y con una larga tradición democrática
y republicana; un país donde la búsqueda de consensos ha sido
por largo tiempo –y sigue aún considerándose– como la fuerza
motriz de su historia»26.
Eugenia Palieraki, doctora en ciencia política griega afirma
que pese a que en los últimos años la historiografía chilena mues-
tra un claro interés por sujetos complejos y polémicos (Unidad
Popular y en menor medida los años sesenta), esto no ha signi-
ficado la emergencia de un verdadero debate y las lecturas que
se realizan están –muchas veces– sometidas a consideraciones
ideológicas o políticas. En cambio en Europa no que existen
estas consideraciones en los trabajos sistemáticos de estudio y
de conceptualización de la violencia política.
Pese a que existen pocas obras sobre estudios acerca de la
violencia política en Chile, normalmente vinculadas a una po-
sición política, cuatro principales interpretaciones se destacan:

25
Cristián Barría, Elena Gómez e Isabel Piper, «La construcción de la memoria
del trauma sociopolítico en el espacio intersubjetivo»: XXJMBTDMBSUJDVMPT
JMBT@BSU@DOC (consultado el 20 de marzo de 2010).
26
 &VHFOJB1BMJFSBLJ PQDJUWFSUBNCJÊOFOIUUQXXXDFEFNBPSHVQMPBET
1BMJFSBLJEPD DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF


23
Sergio Salinas Cañas

La primera consiste en negar prácticamente la existencia de


la violencia política: los «extremistas» (de izquierda, siempre)
serían asimilados a los criminales, a los delincuentes comunes.
Esta interpretación, defendida en el terreno de las ciencias políti-
cas y de la sociología por Talcott Parsons, ha hecho su aparición
en Chile sobre todo a través de los medios de comunicación de
centro y de derecha, y ello a partir de finales de los años sesenta27.
La segunda interpretación ve en la utilización de la violen-
cia política en Chile una imitación de modelos extranjeros: la
Revolución Cubana y la guerrilla guevarista. Curiosamente, ella
fue concebida y defendida con fervor por los intelectuales del
Partido Comunista, en las décadas de 1960 y 1970, y retomada
por los intelectuales ligados a la dictadura de Pinochet. «Para
los defensores de esta teoría, la violencia política era extranjera
a las costumbres nacionales y su adopción no podía ser sino una
influencia maléfica de otros países, deseosos de entrometerse en
los asuntos nacionales»28.
La tercera interpretación, a menudo vinculada a la ante-
rior, atribuye la violencia política a los extremos: a la aparición
simultánea en los dos extremos y que se retro-alimenta, o bien
como la violencia de la extrema derecha en tanto respuesta a la
violencia de extrema izquierda (la encontramos en los escritos y
la prensa del Partido Comunista y de la Democracia Cristiana). Se
trata de una versión chilena de la «teoría de los dos demonios».
En el caso argentino, ella ha sido formulada y defendida por el
presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de
Personas (Conadep), Ernesto Sábato, en el Informe Final, también
llamado Nunca Más. Esta es la más difícil de tratar, puesto que
es la más repetida y la que se ajusta mejor a la versión nacional
de una «historia de consenso». En una interpretación donde
los dos extremos se juntan, esta ultraizquierda extremista –que
por su radicalismo es vista como alejada de la historia y el tem-
peramento chileno– es presentada a la vez como colaboradora
de la extrema derecha, el movimiento menos significativo de la
27
Ibid.
28
Ibid.

24
El tres letras

izquierda chilena, y al mismo tiempo principal responsable de


la crisis de 1970-1973 y de la caída de Allende29.
En un registro completamente diferente, la cuarta interpre-
tación encarna la violencia política a través de dos actores que
se oponen sin tregua desde el alba de los tiempos: el Estado, por
una parte, y por otra los dominados; la violencia de las clases
dominantes contra la del bajo pueblo. Esta interpretación concibe
la violencia como una constante de la historia chilena, ocultando
toda dimensión temporal. En este marco interpretativo, la vio-
lencia del MIR llega a ser la traducción de la violencia popular;
y la represión después del golpe de Estado, «la repetición del
ciclo violencia popular-violencia del Estado. Teniendo el mérito
de integrar al actor-Estado en el debate sobre la violencia, esta
interpretación es a pesar de todo algo esquemática»30.
Eugenia Palieraki concluye que en las interpretaciones de la
violencia política de los años sesenta, la izquierda revolucionaria
es a menudo considerada como actor principal de la violencia
política. En segundo lugar, las otras corrientes políticas son ra-
ras veces tomadas en cuenta y el Estado menos aún. En tercer
lugar, las conclusiones son más dictadas por los fines ideológicos
que por un estudio histórico basado en las fuentes. Por último,
la violencia política es imaginada como una táctica propia de
ciertos movimientos o partidos políticos, una práctica innata,
sin que las razones que hayan conducido a su adopción y el rol
específico que cumple sean examinados.
Por estas razones –siguiendo a Roberto Sancho–, este libro
se posiciona frente a la disciplina histórica desde la constatación
del carácter eminentemente político, discursivo y comunicativo
de la historia y de las formas de comunicar el pasado, ya que la
experiencia histórica no es traducción directa y objetiva de una
realidad externa a las subjetividades de los individuos, así como
a las relaciones de poder que se establecen en una sociedad. «Con
ello la historia, para nosotros debe recurrir también a métodos

29
Ibid.
30
Ibid.

25
Sergio Salinas Cañas

interpretativos y comprensivos que se acerquen no solamente


a las condiciones materiales que constituyen las sociedades»31.
Como afirma Miguel Ángel Cabrera, «se hace imprescindible
reconstruir las creencias, las intenciones y el universo mental de
los sujetos, única manera de calibrar los efectos de la mediación
simbólica sobre su práctica porque el ser social es el ser percibido,
pues es en éste, y no en el primero, donde están inmediatamente
enraizadas la identidad y las acciones de los individuos»32.
De la misma forma, siguiendo a la historiadora Cristina
Moyano, podemos afirmar que la historia política está de vuelta.
«Detrás de la afirmación taxativa hay también una tesis clave: la
historia política ha comenzado a recuperar un sitial clave en la
producción historiográfica, no sólo nacional sino que también
en otros espacios latinoamericanos y anglosajones, así como en
la tradición de la escuela francesa de los annales»33.
En cuanto al marco metodológico, este libro se enmarca
dentro del campo de los estudios sobre memoria social, área que
se ha enriquecido en los últimos años en América Latina a partir
de los estudios sobre el pasado reciente, la violencia política y la
experiencia dictatorial principalmente.
La memoria social es una perspectiva multidisciplinaria que
aporta una visión analítica –entre otros temas– para interpretar
las luchas y conflictos entre las diferentes versiones del pasado
y entre las múltiples relaciones tejidas entre pasado, presente y
futuro; las distintas maneras de conmemorar y rememorar; las
diversas relaciones que se establecen entre memoria e identidad;
los múltiples lenguajes y narrativas con las que el pasado reciente
se relata; los diversos actores e instituciones que se encargan de
la gestión de esas memorias; los lugares físicos y simbólicos en

31
Roberto Sancho, op. cit., p. 23.
32
Miguel Ángel Cabrera, Historia, lenguaje y teoría de la sociedad, Madrid,
Editorial Cátedra, 2001, p. 31.
33
Cristina Moyano Barahona, «La historia política en el Bicentenario: entre
la historia del presente y la historia conceptual. Reflexiones sobre la nueva
historia política», Revista de Historia Social y de las Mentalidades, vol. 15,
nº 1, Santiago, Departamento de Historia, Universidad de Santiago, 228 p.

26
El tres letras

los que esas referencias al pasado se instalan en la ciudad y en


la sociedad; entre otras muchas temáticas.
La memoria social34 se presenta, en este sentido, como marco
de interpretación, como proceso social a ser estudiado, o como
fuente de herramientas metodológicas para abordar otros objetos
y procesos.
Sin embargo, no es esta la única temática que los estudios
sobre memoria abordan actualmente. En los últimos años, este
campo se ha enriquecido con aportes de investigaciones que tra-
bajan sobre problemáticas diversas vinculadas con la identidad
y el recuerdo de la militancia política en distintos momentos de
la historia35.
Además, en este libro pretendemos redimensionar la im-
portancia que tuvieron factores como el papel del «contagio»
ideológico y de las formas de lucha que se dio en muchos países
y en cientos de ciudadanos en un período relativamente corto.
Paradojalmente mientras que en la historiografía sobre el tema de
la violencia prima lo nacional, en la decisión de iniciar el camino
de las armas primó el ambiente revolucionario internacional.
Respecto de las fuentes hay que señalar que en este texto se
utilizaron fundamentalmente fuentes escritas, una exhaustiva
revisión de libros, documentos y tesis, algunas de las cuales con-
tienen entrevistas a militantes. Algunas de estas fuentes escritas
usadas son muy poco conocidas y pocas veces citadas. Dentro
de las fuentes se emplearon documentos del MIR; su órgano de
difusión El Rebelde (MIR); el archivo 1965-1973 de revista Punto
Final (MIR); el boletín informativo de la Agencia Informativa de
la Resistencia (AIR) y comunicados oficiales del período. Cabe
señalar que hay que leer a los autores citados pensando en el

34
Véase J. Fentress y C. Wickham, Memoria social, Madrid, Editorial Cátedra,
2003.
35
En América Latina se han desarrollado varias jornadas internacionales de
estudio sobre militantismo, como la desarrollada en Santiago el 5, 6 y 7
de julio de 2007, organizada por el Departamento de Ciencias Políticas de
la Universidad de Chile, IDEA-USACH, Arcis, ICAL, llamada «De las movili-
zaciones obreras al termundialismo. Europa y América Latina, siglos XX y
XXI».

27
Sergio Salinas Cañas

año en que escribieron, ya que muchos de ellos han cambiado


sus reflexiones, discursos y posiciones políticas.
Además, se utilizaron fuentes audiovisuales, como entrevis-
tas a Miguel Enríquez, películas nacionales y extranjeras que
mostraban el espíritu de la época y transmisiones radiales, como
las clandestinas realizadas por Radio Liberación a principios de
la década de los ochenta, que espero sea tema de un próximo
trabajo.
Y por último, se recurrió a fuentes orales36, en el entendido
de que en los últimos años la historia oral se ha convertido en
una herramienta al servicio de la comunidad científica, con una
metodología susceptible de ampliar la base de estudio de la
historia social. Cabe recordar que la historia oral es una técnica
de investigación histórica de carácter cualitativo y basada en la
memoria.
Es necesario explicar que solo algunas de las entrevistas
realizadas se citaron en este libro, ya que correspondían al
rango etario de los fundadores y primeros militantes, dejando
de lado otras que fueron realizadas a personas que iniciaron su
militancia luego del golpe de Estado, a pesar de que sus aportes
enriquecieron este trabajo.
Es importante afirmar que el uso de testimonios de vida como
instrumento de análisis social introdujo elementos nuevos que
reordenaron el discurso político jerarquizando a los protago-
nistas y desalojando de su lugar preferente a las élites de poder.
«Asimismo la primacía del estudio cuantitativo, series de precios,
salarios, conflictos..., fue cediendo terreno en favor del estudio

36
El interés de usar estas fuentes recae en la resignificación y en la legitimación
de voces, en un período donde estas no podían dejar otro tipo de registro,
por su carácter de enemigo interno y clandestino, y que en la memoria
oficial están cargadas de satanización y estigmas impuestos por quienes
detentaban el poder de la época. José Palma Ramos, Violencia política,
estrategia político-militar y fragmentación partidaria en el Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR) en Chile. 1982-1988. La guerra popular
de la vanguardia del pueblo, Memoria para optar al título de profesor de
historia, geografía y educación cívica, Santiago, Departamento de Historia
y Geografía, Facultad de Historia Geografía y Letras, Universidad Metro-
politana de Ciencias de la Educación, 2009, p. 13.

28
El tres letras

más cualitativo de biografías anónimas en donde aparecían temas


nuevos como la emoción, utilizada como una categoría nueva de
reflexión y toma de conciencia. Los/las historiadores/as orales
fueron los primeros en prestar una atención académica seria a la
significación de las motivaciones emocionales, en la formación
de imágenes del pasado»37.
Sin embargo, pese al «efecto democratizador y socializador
de este método, enfatizando su capacidad de rescatar el mundo
de las experiencias y de las estructuras de sentimientos»38, hay
que tomar ciertas precauciones en su aplicación. La historia oral
trae aparejado algunos problemas, «lo que vuelve a las razones
del escepticismo de muchos historiadores hacia el método»39.

Ronald Greele habla en este sentido de la polarización


entre un populismo entusiasta, en el que el historiador/a
desaparece para dar la voz al pueblo y una concepción
tradicional de historiografía objetiva en la que el histo-
riador-a/autor-a asume una posición privilegiada como
intérprete de los testimonios de sus entrevistados40.

Otro peligro que puede afectar a este tipo de estudios es el


NFNPSJBMJTNP EFàOJEPQPS%PSB4DIXBS[TUFJO41 como la mera
recolección anecdótica y contraproducente para lograr una
voz polifónica para la disciplina. «Es decir, no se trata sólo de
recopilar, sino también de interpretar, para no caer en el culto

37
Pilar Díaz Sánchez y José María Gago González, «La construcción y uti-
lización de las fuentes orales para el estudio de la represión franquista»:
IUUQIJTQBOJBOPWBSFEJSJTFTEPTTJFSEQEG DPOTVMUBEPFMEF
marzo de 2010).
38
 "OESFBT %PFTXJKL  j"MHVOBT SFáFYJPOFT TPCSF MB DPOTUSVDDJÓO Z FM VTP
EF GVFOUFT PSBMFT FO IJTUPSJBv IUUQXXXEIJVFNCSQVCMJDBDPFTEIJ
EJBMPHPTWPMVNFWPM@BUHIUNM DPOTVMUBEPFMNBS[PEF

39
Al respecto véase Paul Thomson, «La historia oral y el historiador», History
Today, nº 7, vol. 33, traducción de Tomás Austin 1990. Junio de 1983:
IUUQXXXMBQBHJOBEFMQSPGFDM0SBM)JTUPSZIJTUPSJBPSBMIUN DPOTVM-
tado el 13 de marzo de 2010).
40
Pilar Díaz Sánchez, op. cit.
41
Citado en Federico López, «Informe sobre la X Conferencia de Historia
Oral», Revista Voces Recobradas, n° 2, Buenos Aires, Instituto Histórico
de la Ciudad de Buenos Aires, agosto de 1998.

29
Sergio Salinas Cañas

a la anécdota pintoresca, en la memoria por la memoria y sin


perspectivas generalizadoras»42.
En relación a las fuentes orales, el método a seguir fue el de
entrevistas estructuradas, con preguntas preparadas y basadas
en conocimiento previo. Las preguntas estuvieron dirigidas,
fundamentalmente, a captar información sobre las motivaciones
personales que tuvieron los entrevistados para optar por la vía
armada y ver qué elementos del contexto mundial y nacional
impulsaron esta decisión, ejes fundamentales de este libro.
Además, cabe señalar que en los últimos años se han rea-
lizado variadas tesis académicas, reflexiones de exmilitantes o
cercanos, y compilaciones sobre discursos de sus dirigentes o sus
documentos oficiales referidas al MIR.
Por otro lado, existen libros e investigaciones sobre el MIR
y la violencia política en Chile, llenas de estigmas y satanización
derivadas de diferencias políticas y, por otra parte, cubiertas de
una visión heroica, cuasi mítica de la historia del MIR –debido
a que fueron realizadas por exmilitantes– que cuentan con una
carga política emocional muy fuerte. «Lo que complejiza aún más
este panorama, es que además de vivir el crepúsculo revolucio-
nario, estos historiadores y exmilitantes, terminaron muchos de
ellos en sendas distintas, producto de la división y atomización
del partido»43. Como señala el profesor Mario Garcés, «sin
querer desmerecer esos intentos, la mayor parte sólo se quedan
en especificidades y recalcando lo bueno, sin un balance autocrí-
tico de la primavera –los 60 y la UP– y el otoño de la izquierda
revolucionaria, la dictadura y los gobiernos concertacionistas»44.
En torno a la bibliografía del MIR, esta no es muy amplia si
la comparamos con la de otros partidos de izquierda de Chile,
como el Comunista y Socialista. Sin embargo, se puede men-
cionar algunos interesantes textos como Carlos Sandoval: MIR
una historia (tres capítulos); Julio Pinto (editor): Su Revolución

42
 "OESFBT%PFTXJKL op. cit.
43
José Palma Ramos, op. cit., p. 8.
44
Mario Garcés, Seminario: «El MIR en la historiografía», Museo Benjamín
Vicuña Mackenna, realizado el 9 de septiembre del 2008.

30
El tres letras

contra nuestra Revolución; Luis Vitale: Contribución a la historia


del MIR; Pedro Naranjo y Mario Garcés: Miguel Enríquez y el
Proyecto Revolucionario; y Mario Amorós: La memoria rebelde:
testimonios sobre el exterminio del MIR de Pisagua a Malloco
(1973-1975). Otros son el artículo de Cristián Pérez: Si quieren
guerra, guerra tendrán, e Igor Goicovic, con el libro Movimiento
de Izquierda Revolucionaria (Colección América, Editorial Esca-
parate, 2012) y los artículos: Teoría de la violencia y estrategia
de poder en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, 1967-
1986 y El contexto en que surge el MIR.
Con respecto a tesis de investigación, resaltan las tesis de
Sebastián Leiva, tanto en su trabajo de pregrado, llamado La
política del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)
durante la Unidad Popular y su influencia sobre los obreros y
pobladores de Santiago; y en la de magíster, Teoría y práctica del
poder popular: los casos del Movimiento de Izquierda Revolu-
cionaria (MIR, Chile, 1970-1973) y el Partido Revolucionario de
los Trabajadores - Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP,
Argentina, 1973-1976); Marlene Martínez, con La experiencia
política de los militantes del Movimiento de Izquierda Revolu-
cionaria (MIR): motivaciones, práctica partidaria y división de
la militancia. Chile (1973-1988). Otra centrada en la memoria
y los testimonios de Tamara Vidaurrázaga con Mujeres en rojo
y negro. Reconstrucción de memoria de tres mujeres miristas
(1971-1990); Pedro Valdés Navarro, con Elementos teóricos en
la formación y desarrollo del MIR, 1965 y 1970, y José Palma
Ramos, con Violencia política, estrategia político-militar y frag-
mentación partidaria en el Movimiento de Izquierda Revolucio-
naria (MIR) en Chile. 1982-1988.
En el plano internacional, destacan los dos avances de la
tesis doctoral de Eugenia Palieraki, con La opción por las armas.
Nueva izquierda y violencia política en Chile 1965-1970, primera
y segunda parte.
Este libro se estructuró de la siguiente manera: la Introduc-
ción, donde se presenta el problema de investigación; el Capítulo
1: Los hitos históricos: los hechos portadores de futuro, donde se

31
Sergio Salinas Cañas

analiza los más importantes acaecidos en el marco de la Guerra


Fría y los debates y cambios que comienzan a darse en la izquier-
da tradicional; el Capítulo 2: El contexto regional: la revolución
llega a Latinoamérica, en el cual se analiza el debate ideológico,
estratégico y táctico que se comienza a dar en la Nueva Izquierda
Revolucionaria; el Capítulo 3: El contexto nacional, donde se
analiza la situación política nacional y los cambios producidos en
las décadas de 1960 y 1970, como también el ámbito cultural que
se vivía en esa época; el Capítulo 4: Subjetividades y contextos. La
formación del imaginario político en el MIR, en el cual se describe
el nacimiento y primeros pasos del MIR; sus primeras reflexiones
políticas; el MIR y la Unidad Popular y el golpe de Estado y el
inicio de la resistencia armada; el Capítulo 5: Subjetividades: de
la radicalización ideológica a la radicalización política en el MIR,
donde se analizan los sentimientos, sacrificios y abandonos que
tuvieron que realizar los militantes de un partido revolucionario,
los cuadros político-militares de tiempo completo, y finalmente
un apartado con las conclusiones finales.
Finalmente, quiero agradecer al doctor Igor Goicovic, por
su guía, su aporte intelectual y los consejos que me ayudaron a
culminar con éxito mi tesis doctoral en estudios latinoamerica-
nos, base fundamental de este libro. A mis profesores del Centro
de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile. A mis
amigos-académicos, en especial a Gilberto Aranda del Instituto de
Estudios Internacionales de la Universidad de Chile por impulsar-
me a escribir y a mi compañero de la Universidad Autónoma de
Barcelona, Ferrán Cabrero, un intelectual viajero por el mundo.
Y por último, a mis profesores en el diplomado de cultura de
paz Cátedra UNESCO de la Universitat Autònoma de Barcelona,
quienes aportaron a mi conocimiento, un mundo nuevo: Vicenç
Fisas, Johan Galtung y John Paul Lederach, entre otros.

32
#BVUJTUBWBO4DIPVXFOZ.JHVFM&OSÎRVF[

Declaración de principios del Movimiento de Izquierda Revolucionaria


(MIR), Santiago, septiembre de 1965.

33
Miguel Enríquez y Marcello Ferrada-Noli (1967).

34
Capítulo 1

Los hitos históricos:


los hechos portadores de futuro 45

There’s a battle outside


And it is ragin’
It’ll soon shake your windows. And rattle your walls For the
times they are a-changin’.
Bob Dylan

Por los hitos históricos se entenderá aquellos sucesos a nivel


internacional que se convirtieron en hechos portadores de futu-
ro, es decir, tuvieron implicancia directa –tiempo después– en el
desarrollo y consolidación de la Nueva Izquierda Revolucionaria
(NIR) en América Latina. Esta selección de sucesos se desprende
de los documentos y comunicados del MIR y del testimonio de
los propios militantes.

45
Se incluye este concepto por ser útil para explicar de mejor forma los hitos
históricos según la teoría de conflictos. En términos precisos el concepto
de hechos portadores de futuro fue creado por Pierre Massé y recibió
importantes aportes de otros autores como Gaston Berger, Beltrand Jo-
uvenel, Maurice Blondel y Decouflé. Pierre Massé sostiene que los hechos
portadores de futuro están formados en su mayoría por factores de cambio,
políticos, económicos, tecnológicos o culturales, apenas perceptibles hoy,
pero que pueden constituir las tendencias importantes del mañana. Véase
Pierre Massé, Le plan ou l’anti-hasard, Gallimard, NRF, colección Idées,
1965.

35
Sergio Salinas Cañas

1.1 Estados Unidos en la Guerra Fría:


entre la Alianza y la seguridad nacional

La estrategia de Estados Unidos para enfrentar el período


generado después de la Segunda Guerra Mundial, llamado la
Guerra Fría46, tuvo dos proyectos claramente visibles en Latino-
américa: en lo económico, la Alianza para el Progreso y una nueva
estrategia militar: la doctrina de la seguridad nacional (DSN).
«Pero si por una parte la Revolución Cubana fue responsable
de la internacionalización de la movilización en el continente
en cuanto favoreció el desarrollo de la izquierda revolucionaria
latinoamericana; por otra, lo fue en parte también su contrapar-
te, las que en las actuales teorías de los movimientos sociales se
denomina una internacionalización de la represión»47.
La doctrina de seguridad nacional «como ideología, recono-
ció sus orígenes en una visión bipolar del mundo desde la que,
supuestamente, Occidente, liderado por los Estados Unidos,
representaba el bien, la civilización, la democracia y el progreso;
46
El origen del término «Guerra Fría» surgió tras la Segunda Guerra Mundial.
Si bien fue un invento periodístico que popularizó Walter Lippman median-
te una serie de artículos aparecidos en The New York Herald Tribune, su
contenido lo enunciaron los autores que formularon la Doctrina Truman
en 1947, especialmente George Kennan, Hans Morgenthau y Strausz-Hupé.
La invención del vocablo se atribuyó a Richard Baruch, pero en realidad
MP BDVÒÓ FM QFSJPEJTUB )FSCFSU #BZBSE 4XPQF  BVUPS EF VOB JOUFSFTBOUF
serie de reportajes sobre la Gran Guerra, que en 1946 era colaborador
del gobierno de Estados Unidos en la ONU. Pedro Rivas Nieto y Pablo
Rey García, «Bipolaridad y Guerra Fría en Iberoamérica. La Doctrina de
Seguridad Nacional en el mundo de bloques», Revista Espacios Públicos,
n° 24, vol. 12, Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México, 2009:
IUUQSFEBMZDVBFNFYNYTSDJOJDJP"SU1EG3FEKTQ J$WF
(consultado el 19 de noviembre de 2010).
47
Eduardo Rey Tristán, «La izquierda revolucionaria uruguaya 1955-1973»,
Sevilla, Serie Historia y Geografía n° 96. Diputación de Sevilla, Serie Nuestra
América n° 17, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela
de Estudios Hispano-Americanos n° 435, Universidad de Sevilla, 2003, 49
p.: <http://books.google.cl/books?id=5yXNjGlM5VQC&pg=PA51&lpg=
PA51&dq=%22nueva+izquierda+revolucionaria%22&source=bl&ots=x
VX"HQTJH+$I075Y$15H[:53G4ZU0@&IMFTFJV,
51$5#TNDO"FLR04+%HTB9PJCPPL@SFTVMUDUSFTVMUSFTOVN
WFE$#T2"&X"2WPOFQBHFROVFWBJ[RVJFSEB
SFWPMVDJPOBSJBGGBMTF DPOTVMUBEPFMEFPDUVCSFEF


36
El tres letras

mientras que la entonces Unión Soviética estaba al frente del


mal, el atraso y la dictadura»48.
De cierta manera, la doctrina de seguridad nacional es la
adaptación de una base filosófica moral y de mitos políticos
convertidos en herramienta para «los nuevos tiempos». La his-
toria norteamericana desde la misma independencia nos muestra
muchos de estos mitos fundadores, como el de la Divina Provi-
dencia presente en su «Destino manifiesto».
Otro mito se relaciona con la idea particular de Estados
Unidos, influida por la ética protestante  y la idea calvinista de
la purificación en el trabajo: La «Gran República» y su necesaria
exportación hacia otros pueblos, «para que encuentren el cami-
no». Esta idea de los llamados padres fundadores estará presente
en la Convención de Filadelfia en 1787. El imperativo básico es
el de un Ejecutivo fuerte y la ampliación de las relaciones comer-
ciales. Sin embargo, será en 1818 cuando se reafirme el supuesto
del liderazgo histórico de la «Gran Nación Norteamericana»,
sobre la base de dos principios: «la exportación del modelo y la
exclusividad de acción en el continente»49.
Posteriormente, en 1823, el presidente de EE.UU., James
Monroe, planteó como respuesta a la amenaza que suponía la
restauración monárquica en Europa y la Santa Alianza, lo que
se conocería como la Doctrina Monroe: «América para los
americanos».
Como afirma Cristián Fuentevilla «aquí se expresan por
primera vez unidos los conceptos de interés nacional y de área
de influencia en Latinoamérica. Su expresión concreta no es el
rechazo a la negociación, pero se expresa también en la justifi-
cación del recurso de la fuerza para la ‘satisfacción del interés y
48
Édgar Velásquez Rivera, «Historia de la Doctrina de la Seguridad Nacional»,
Revista Convergencia, n° 27, enero-abril, vol. 9, Toluca, Universidad Autó-
noma del Estado México, Facultad de Ciencias Políticas y Administración
Pública, 2002: <http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/src/inicio/ArtPdfRed.
KTQ J$WF DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF

49
Cristián Fuentevilla Saa, «El Destino Manifiesto en la representación de la
Doctrina de la Seguridad Nacional», Revista Polis, n° 19, Santiago, Uni-
versidad Bolivariana, 2008: <http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/src/inicio/
"SU1EG3FEKTQ J$WF DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF


37
Sergio Salinas Cañas

el crecimiento nacional’. Y será un corolario de intervenciones


en Panamá, Nicaragua, Haití y Honduras que resumen el interés
económico presente en estos países»50.
La primera convocatoria de la materialización de los intere-
ses hemisféricos en el marco de la doctrina de seguridad nacional
en construcción, fue la reunión del 2 de septiembre de 1947 en
Río de Janeiro, que constituyó el Tratado Interamericano de
Asistencia Recíproca (TIAR), también llamado Tratado de Río.
Según el artículo 3.1 de este tratado: «en caso de (...) un ata-
que armado por cualquier Estado contra un Estado Americano,
será considerado como un ataque contra todos los Estados Ame-
ricanos, y en consecuencia, cada una de las partes contratantes
se compromete a ayudar a hacer frente al ataque en ejercicio del
derecho inminente de legítima defensa individual o colectiva que
reconoce el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas»51.
En la década de 1950 a 1960, el Tratado Interamericano de
Asistencia Recíproca estuvo asistido y convocado a lo menos 20
veces, principalmente a partir del bloqueo a Cuba y del conflicto
entre Honduras y Guatemala. Este tratado además implica el
desarme de las FF.AA. de Costa Rica, ya que se consideraba que
el TIAR en su planteamiento cooperativo las hacía innecesarias.
Como sostiene Cristián Fuentevilla «los primeros presupues-
tos teóricos en función del carácter de la DSN, están sujetos a las
experiencias de las guerras de Liberación Nacional, en función
de crear una relación con las características contrainsurgentes de
estos conflictos y las materias que definirán el tipo de enemigo
que se configura en el marco de la DSN. Lo cierto y lo que se
evidencia hasta aquí, es que bajo los propósitos científicos de un
conflicto de contención la concepción del enemigo interno jugará
un rol gravitante, bajo el manejo cognitivo de las dinámicas de
resistencias a las políticas colonialistas europeas y la de EE.UU.»52.
En 1946, se crea la Escuela de las Américas, que funcionará
en Panamá hasta su traslado a Georgia (1984). Uno de los obje-

50
Ibid.
51
Ibid.
52
Ibid.

38
El tres letras

tivos de esta escuela era la de proveer de un instrumental teórico


en guerra psicológica y de manejo de información en el marco
de las detenciones y los posteriores interrogatorios.
Fuentevilla sostiene que «en este contexto permite además
socializar las experiencias de los golpes de Estado (del francés
coup d’État), en países que prematuramente estuvieron sujetos
a la represión, aniquilamiento y neutralización de las diferentes
expresiones de disidencia política. Por lo tanto, también sujetos
a sus experiencias en estos campos de acción. Probablemente,
Brasil sea el más emblemático en patentar una serie de ejercicios
de torturas como el pau-de-arara y otros, pero que se comien-
zan a diferenciar en 1964, de otros golpes militares previos en
Latinoamérica, como el de Uruguay en 1954 o el de Ecuador en
1963, Argentina en 1962 y Perú el mismo año, etc.»53.
Esta Escuela dictó cursos en español y portugués destinados
a «brindar» a los militares latinoamericanos una formación
que les permitiera contribuir a la seguridad de sus respectivos
países. Para Édgar Velásquez «en tales escuelas los cursos in-
culcaron una ideología anticomunista y una filosofía contrarre-
volucionaria. Estas concepciones del Pentágono dedicaron un
tiempo desmesurado al anticomunismo y al adoctrinamiento
pronorteamericano»54.
En septiembre de 1975 se habían graduado 33 mil 147
alumnos en la Escuela de las Américas, y muchos de ellos ocu-
paron altos cargos en sus gobiernos. En octubre de 1973, más de
170 graduados eran jefes de gobierno, ministros, comandantes,
generales o directores de los departamentos de inteligencia de
sus respectivos países. Los golpes de Estado en Perú, Bolivia,
Panamá y Chile fueron llevados a cabo por los más aplicados
oficiales que habían asistido a cursos en la Escuela. Velásquez
Rivera sostiene que «en los pocos países de la región donde no
hubo golpes de Estado, altos oficiales también egresados de la
USARSA, se vieron comprometidos con la violación sistemática
de derechos humanos, lo cual indujo a Organizaciones No Gu-
53
Ibid.
54
Édgar Velásquez Rivera, op. cit.

39
Sergio Salinas Cañas

bernamentales de Estados Unidos a presionar a su gobierno para


que se desmontaran estos centros»55.
Por otra parte, la religión tampoco fue excluida por la doc-
trina de seguridad nacional: esta se presentó como defensora
de la civilización cristiana contra el comunismo y el ateísmo.
Ofreció a instituciones eclesiásticas favores y privilegios, prestigio
y apoyo. Édgar Velásquez sostiene que «el cristianismo que la
DSN promovió fue uno centrado en los mitos, ritos, costumbres
y gestos de la ortodoxia judeocristiana. Un cristianismo sin com-
promiso popular. La DSN no concibió una Iglesia comprometida
con los grandes problemas estructurales y coyunturales del pue-
blo latinoamericano, sino con los principios tutelares del orden,
la autoridad, la defensa de la propiedad privada y, en general,
con los postulados del conservadurismo. La DSN promovió la
llegada de otras confesiones religiosas a América Latina desde
los años 60, las cuales se convirtieron a la postre en importante
base social de la derecha, con el propósito exclusivo de penetrar
en aquellos sectores sociales más vulnerables económicamente
y políticamente maleables y reventarles su capacidad de lucha
y organización por unas mejores condiciones de vida. La DSN
conspiró contra el clero comprometido social, política y evan-
gélicamente con el pueblo56».
Un buen ejemplo del punto anterior se da en noviembre de
1976, cuando un oficial encargado del servicio de comunicacio-
nes sociales del Gobierno chileno envió una circular a todas las
instituciones nacionales para recordar a la nación que –como
sostiene Rivas Nieto- «el mundo actual está en guerra. El impe-
rialismo soviético extiende cada vez más su dominación mediante
una guerra de conquista que usa todas las formas conocidas de
agresión moral, espiritual y física. Y era tan peligroso porque su
Dios –la dialéctica histórica– era santificado e identificado con
los fines últimos de la vida. Era un enemigo con el que por vez
primera en la historia no había nada en común»57.

55
Ibid.
56
Ibid.
57
Pedro Rivas Nieto, op. cit.

40
El tres letras

La definición más comúnmente aceptada del concepto de


seguridad nacional, especialmente por el «alcance político estra-
tégico» de la misma, es la propuesta por la Escuela Superior de
Guerra de Brasil y que señala lo siguiente según Andrés Nina:
«Seguridad Nacional es el grado relativo de garantía que, a tra-
vés de acciones políticas, económicas, psico-sociales y militares,
un Estado puede proporcionar, en una determinada época, a la
Nación que jurisdicciona, para la consecución y salvaguardia de
los objetivos nacionales, a pesar de los antagonismos internos o
externos existentes o previsibles»58.
En el caso chileno, la Academia Nacional de Estudios Po-
líticos y Estratégicos (Anepe) definió, en 1982, a la seguridad
nacional como «una necesidad vital del Estado-nación, cuya
satisfacción la obtiene alcanzando el conjunto de condiciones que
garanticen a la comunidad el logro de sus legítimas aspiraciones
e intereses permanentes, de acuerdo con las exigencias del bien
común, empleando para esta finalidad el potencial nacional»59.
Y en relación a la doctrina de seguridad nacional estadouni-
dense, el Ejército chileno señaló: «Tiene como finalidad básica
la de crear las condiciones favorables para evitar, y si ello no es
posible, enfrentar, un futuro conflicto internacional cuyos efec-
tos devastadores sin duda afectarán al territorio y la población
de ese país, aun en el supuesto caso de que no se utilicen armas
nucleares»60.
La doctrina de seguridad nacional en el marco de la Guerra
Fría aporta a lo menos dos momentos que constituyen una pri-
mera aproximación a un silogismo: el primero se da en la década
de 1950 en el contexto de la contención y el segundo se produce
en la década de 1960 bajo los impulsos de la contrainsurgencia.

58
Andrés Nina, «La Doctrina de Seguridad Nacional y la integración en
América Latina», Revista Nueva Sociedad, n° 27, noviembre-diciembre,
 IUUQXXXOVTPPSHVQMPBEBSUJDVMPT@QEG DPOTVMUBEP FM
22 de noviembre de 2010).
59
Ejército de Chile, La Seguridad Nacional, Santiago, Comando de Institutos
Militares, Academia de Guerra, 1984, p. 13.
60
Ibid, p. 4.

41
Sergio Salinas Cañas

Por contrainsurgencia entenderemos una característica de


las políticas represivas estatales, que utilizando diversas medidas
legales e ilegales, tiene como objetivo detectar y destruir a los
miembros y bases de apoyo de los eventuales grupos insurgentes.
Esta medidas pueden ir desde las tácticas militares (las que inclui-
rán la tortura como método de obtención de información) hasta
la labor social del ejército (cortes de cabello, arreglar aparatos
electrodomésticos, regalar despensas y dulces a los niños). Todas
estas acciones realizadas con el objetivo de obtener información de
qué fuerzas y quiénes son probables simpatizantes de las guerrillas.
La contrainsurgencia pasó a ser parte inseparable de los ob-
jetivos de la política de seguridad externa estadounidense, con la
aprobación de la Ley de Ayuda Exterior en 1961 por el presidente
John F. Kennedy. En este marco, Estados Unidos buscó además
la cualificación de la fuerza militar especializada para este tipo
de conflictos, para lo cual la Fuerza de Tarea del Comando Sur
siguió bajo el patrimonio de la Escuela de las Américas. De esta
manera, el mandatario pretendía frenar cualquier posibilidad de
expansión de la Revolución Cubana, mientras se mantuviera en
combate en Vietnam.
Recordemos que Estados Unidos justificó la guerra en Viet-
nam por la famosa «teoría del dominó». Se jugaba en ella el
crédito del país, porque –como sostiene Pedro Rivas Nieto– «si
se cedía en el Vietnam nadie creería en su determinación de de-
fender a sus aliados contra el comunismo. Los Estados Unidos,
que tras la Segunda Guerra Mundial habían ayudado a construir
un nuevo orden internacional, ayudado a rehabilitar Europa y
Japón, frenado la expansión soviética en Grecia, Turquía, Berlín
y Corea, y firmado sus primeras alianzas permanentes en tiempos
de paz, se embarcaron en una complicada aventura en Indochina.
Los Estados Unidos entraron en esa guerra porque, según sus
cálculos, Vietnam del Norte, controlado por China y ésta a su
vez por el Kremlin, atacaba el equilibrio internacional. Indochina
era además la piedra angular de la seguridad estadounidense en
el Pacífico»61.
61
Pedro Rivas Nieto, op. cit.

42
El tres letras

El otro proyecto estratégico norteamericano para enfrentar la


Guerra Fría en América Latina, y que era la otra cara de la mone-
da de la doctrina de seguridad nacional, fue lo que el presidente
John F. Kennedy denominó la Alianza para el Progreso (1961 y
1969). «Lo que en definitiva se traducía en la reedición de las po-
líticas desarrollistas en materia económica en Latinoamérica»62.
Como señaló el embajador estadounidense en Chile, Char-
les Cole, en el aniversario de la independencia de su país: «Y si
tenemos buen éxito, si nuestro esfuerzo es suficientemente audaz
y decidido, el fin de la década marcará el comienzo de una nueva
era en la experiencia americana. Subirá el nivel de vida de toda
familia de América; todos tendrán acceso a una educación básica;
del hambre no quedará recuerdo; la necesidad de ayuda exterior
considerable habrá desaparecido; la mayoría de las naciones
habrán entrado en un periodo en el que podrán crecer con sus
propios recursos, y aunque todavía quedará mucho por hacer,
cada república americana será dueña de su propia revolución de
esperanza y progreso»63.
Para el presidente Kennedy algunos de los puntos iniciales
principales de la Alianza para el Progreso eran los siguiente: una
década de esfuerzo máximo; una reunión del Consejo Económico
Social Interamericano para iniciar una planificación de la Alianza;
apoyo para la integración económica latinoamericana mediante
un área de libre comercio y de mercado común centroamericano;
y una renovación del compromiso de Estados Unidos de defender
a todas las naciones del continente.
Un año después de establecida la estructura básica de la
Alianza, el presidente Kennedy afirmó: «Estas reformas sociales
constituyen el corazón de la Alianza para el Progreso. Consti-
tuyen la condición previa de la modernización económica me-
diante el cual aseguramos al pobre y al hambriento, al obrero y
al campesino su plena participación en los beneficios de nuestro

62
Cristián Fuentevilla, op. cit.
63
Alianza para el Progreso, «Documentos básicos», declaración de Charles
$PMF EFKVMJPEFIUUQXXXNFNPSJBDIJMFOBDMBSDIJWPTQEGT
NDQEG DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF


43
Sergio Salinas Cañas

desarrollo y en la dignidad humana, que es el propósito de las


sociedades libres. Al mismo tiempo, comprendemos las dificulta-
des de rehacer estructuras sociales tradicionales profundamente
arraigadas. Pedimos que un progreso substancial y firme hacia la
reforma acompañe el esfuerzo para el desarrollo de las naciones
americanas»64.
El asesinato del presidente Kennedy (1963) y el paulatino
abandono de este proyecto, en muchos casos por los golpes de
Estado contra los presidentes partidarios de la iniciativa, hicieron
que a fines de los sesenta esta alianza estuviera agonizando. Las
críticas no obstante, principalmente desde la izquierda latinoa-
mericana, habían comenzado años antes. «La Alianza para el
Progreso, como lo anticiparon los espíritus lúcidos de América
Latina, nació muerta. Sólo vivió en las esperanzas de nuestros
pueblos que, engañados, creyeron que ella les garantizaría ocupa-
ción, alimento, techo y salud, seguridad social, educación, cultura
y esparcimiento. Hace seis años, en 1961, en este mismo lugar
de Punta del Este, los encargados de los diversos gobiernos del
continente practicaron un descarnado recuento de la miseria de
América Latina, para extender la mano en pos de la propina»65.

1.2 Fin del estalinismo

El proceso de desestalinización y el cambio de línea política


que ocurrió en la Unión Soviética luego de la muerte de Stalin y
lo ocurrido en el XX Congreso del Partido Comunista, en 1956,
provocaron cambios importantes en el movimiento comunista
internacional. Eduardo Rey Tristán afirma que «en muchos par-
tidos comunistas viejos dirigentes de la línea estalinista fueron
sustituidos por otros más acordes con las nuevas directrices
soviéticas. Por otra, la nueva política que Kruschev inauguró
64
Ibid.
65
Salvador Allende, «Crítica para la Alianza para el Progreso», discurso en
MB 6OJWFSTJEBE EF .POUFWJEFP FO  IUUQXXXTBMWBEPSBMMFOEF
cl/Documentos/1950-69/Critica%20a%20la%20Alianza%20para%20
FM1SPHSFTPQEG DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF


44
El tres letras

en 1956 provocó una importante polémica con el Partido Co-


munista Chino (PCCh) de profundas repercusiones en el campo
socialista»66.
Pero este proceso arrancó con gran dificultad y lentamente.
La nueva dirección del PCUS, encabezada por Nikita Jruschov,
debió superar la resistencia de por lo menos tres círculos de
«estalinistas» a ultranza. El interno representado por los di-
rigentes Beria, Malenkov, Mólotov y Kaganóvich. El segundo
está en los países de la esfera de influencia soviética: Hungría
(Matias Rakosi), Rumania (Jorge Georgiu Dej), Checoslovaquia
(Antonin Novotny), Polonia (Boleslav Bjerut), Bulgaria (Valko
Chervénkov), entre otros. Como afirma Dragomir Draganov «el
tercero está en el movimiento comunista de Europa Occidental.
Precisamente por ello, el XX Congreso del PCUS, que da la señal
oficial de arranque de la ‘desestalinización’, se celebra apenas
en febrero de 1956, es decir, casi tres años después de la muerte
de Stalin»67.
Luego de 1956 en los países de la esfera de influencia sovié-
tica comienzan procesos de cambios cualitativos en su sistema
político. Dragomir Draganov señala que «si se me permite
recurrir de nuevo a la terminología politológica, empieza una
transición lenta y paulatina del totalitarismo ‘mal desarrollado’
a regímenes personales típicos del autoritarismo»68.
Desde Moscú se impulsó la defensa de la coexistencia pacífica
entre las dos visiones de mundo hegemónicas en el marco de lo
que se denominó «Guerra Fría», buscando la lucha ideológica en
el campo económico: demostrar la superioridad del socialismo
sobre el capitalismo. A este respecto, Eduardo Rey Tristán afirma
que «defendía además la participación política de los comunistas
en aquellos países con democracias parlamentarias, para de ese
modo intentar acceder al poder y lograr una transformación

66
Eduardo Rey Tristán, op. cit., p. 52.
67
Dragomir Draganov, «1956 y los países del bloque del este sin desestali-
nización», Revista Historia Actual Online, n° 10, primavera, Cádiz, Área
de Historia Contemporánea. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad
de Cádiz, 2006, p. 127.
68
Ibid.

45
Sergio Salinas Cañas

pacífica al socialismo, así como también el apoyo a las fuerzas


progresistas del Tercer Mundo para que hiciesen avanzar sus
países en sentido socialista»69.
Si bien la pugna entre los partidos comunistas soviético y
chino solo se hizo pública a inicios de los años sesenta, su punto
de partida estaba también en el famoso XX Congreso de 1956.
Los chinos se opusieron al Informe Secreto de Jruschov en que
se condenaban al estalinismo y reafirmaron que la contradicción
principal de la época era entre el movimiento de liberación na-
cional y el imperialismo, y no entre capitalismo y socialismo. En
este sentido, reafirmaban que el triunfo frente al imperialismo
podía ocurrir únicamente a través de las luchas revolucionarias
en el Tercer Mundo.
En América Latina, la línea predominante siguió siendo la
soviética, eso sí con la caída de algunos viejos dirigentes producto
del proceso de fin de la desestalinización. Esta postura proso-
viética de los partidos comunistas del continente se reflejó en la
pugna con la naciente nueva izquierda revolucionaria o en la
postura sumida respecto a algunas conferencias internacionales
de la época como veremos más adelante. En relación a los grupos
prochinos en el continente latinoamericano, se puede señalar que
fueron grupos marginales con escasa gravitación en el escenario
político de la época, salvo algunas excepciones.

1.3 El tercermundismo

El proceso de descolonización iniciado a fines de la década de


los cuarenta había dado lugar al nacimiento de nuevos países en
los continentes africano y asiático. Estos nuevos Estados, influi-
dos por el contexto internacional de bipolaridad y Guerra Fría,
desarrollaron una política internacional independiente que no los
implicara en el conflicto de bloques. Como sostiene Eduardo Rey
Tristán «poco a poco fueron pasando de una neutralidad pasiva
a una no alineación activa y conformando una sólida fuerza in-
69
Eduardo Rey Tristán, op. cit., p. 49.

46
El tres letras

ternacional. Su conjunción como tal se produjo en la Conferencia


de Bandung en 1955, que en los siguientes años daría lugar al
Movimiento de Países No Alineados, definitiva consolidación del
lugar del Tercer Mundo en el sistema internacional»70.
En Bandung se celebró entre el 18 y 24 de abril de 1955, la
primera conferencia en que participaban países del Tercer Mun-
do. «Los antecedentes de la Conferencia de Bandung podemos
encontrarlos en el llamado Pansha Shila, los cinco principios de
la coexistencia pacífica que habían sido proclamados por Chu En
Lai y J. Nehru el 28 de junio de 1954. Dichos principios son: 1.
Respeto mutuo a la integridad territorial y a la soberanía. 2. No
agresión. 3. No intervención en los asuntos internos de otros Es-
tados. 4. Igualdad y ventajas mutuas. 5. Coexistencia pacífica»71.
En una de las conclusiones de esta conferencia se condenó
como una violación de los derechos humanos mantener a los pue-
blos bajo el dogal del yugo colonial y expresó su compromiso a
apoyar la lucha de los pueblos colonizados por su independencia.
Además, la declaración adhirió a la paz y a la colaboración entre
los países, reclamando solucionar los conflictos internacionales
por medios pacíficos; el respeto del derecho de cada nación a la
defensa individual; el respeto de la justicia y de las obligaciones
internacionales, y el reconocimiento de la igualdad entre todas
las razas y naciones, grandes y pequeñas.
Como afirma el diario cubano Granma: «en Bandung se vin-
culó la paz a que los pueblos gozaran de libertad, independencia
y soberanía. Allí no se tomó partido a favor del socialismo o del
capitalismo, intuyendo que el principio de autodeterminación de
los pueblos incluía el derecho de cada nación a definir libremente
su sistema político y social, aspecto este que fuera nítidamente
expresado en 1961 por los Países No Alineados»72.
Estas premisas provocaron, a su vez, la creación de postu-
lados teóricos nacionalistas y socialistas (fuera de la órbita so-
70
Ibid, p. 50.
71
Pedro Azze Besil, «A 50 años de la Primera Conferencia de Bandung», Gran-
ma -B)BCBOB EFBCSJM IUUQXXXHSBONBDVFTQBOPM
BCSJMNJFSCBOEVOHIUNM DPOTVMUBEPFMEFKVOJPEF

72
Ibid.

47
Sergio Salinas Cañas

viética), que reivindicaban la independencia frente a las grandes


potencias y la construcción de un socialismo nacional acorde
con las circunstancias particulares. Como afirma Eduardo Rey
Tristán «tal fue el caso de Argelia o de la República Árabe Uni-
da. En este marco hay que situar también las nuevas propuestas
revolucionarias y el uso de la violencia, de gran influencia en la
izquierda revolucionaria latinoamericana, surgida en muchos
casos de las propias luchas de liberación. Su máximo exponente
fue Franz Fanon y su obra Los condenados de la tierra, de gran
difusión en el continente»73.
Los condenados de la tierra, mBàSNB&SJD)PCTCBXNm «es-
crito por un psicólogo caribeño que participó en la guerra de
liberación argelina, se convirtió en un texto de enorme influencia
entre los intelectuales activistas a quienes estremecía su apología
de la violencia como una forma de liberación espiritual para los
oprimidos»74.
El tercermundismo, «la creencia de que el mundo podía
emanciparse por medio de la liberación de su ‘periferia’ empo-
brecida y agraria, explotada y abocada a la ‘dependencia’ de los
países centrales de lo que una creciente literatura llamaba ‘el
sistema mundial’, atrajo a muchos de los teóricos de la izquierda
del primer mundo»75.
En América Latina el movimiento tercermundista se conso-
lidó con la Conferencia Tricontinental, realizada en La Habana,
en enero de 1966. Esta reunión tenía como objetivo incorporar
a nuestro continente en la Organización de Solidaridad de los
Pueblos de África y Asia (OSPPA), heredera de las conferencias
de Bandung (1955) y El Cairo (1958). En dicha oportunidad,
Ernesto Guevara señaló: «América, continente olvidado por las
últimas luchas políticas de liberación, que empieza a hacerse
sentir a través de la Tricontinental en la voz de la vanguardia
de sus pueblos, que es la Revolución Cubana, tendrá una tarea

73
Eduardo Rey Tristán, op. cit., pp. 50-51.
74
 &SJD )PCTCBXN  Historia del siglo XX, Buenos Aires, Editorial Crítica,
1998, 442 p.
75
Ibid.

48
El tres letras

de mucho mayor relieve: la de la creación del segundo o tercer


Vietnam o del segundo y tercer Vietnam del mundo»76.
Tanto en la creación de la Tricontinental como en la consti-
tución de un Secretariado Permanente en La Habana, Cuba co-
menzó a tener un rol relevante entre los países del Tercer Mundo.
Como afirma Marta Harnecker «fruto de la Tricontinental se creó
la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y
América Latina (OSPAAAL), con organizaciones revolucionarias
de ochenta y dos países y el objetivo de unificar y promover los
movimientos de liberación en esos países»77.
La creación de la Tricontinental tuvo repercusiones impor-
tantes en la izquierda latinoamericana. Su celebración permitió
estructurar una red continental de delegaciones o comités nacio-
nales de cara a la participación en la conferencia. Como afirma
Eduardo Rey Tristán «esa red, controlada básicamente por La
Habana, contribuyó un año más tarde a la celebración de la Or-
ganización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), que pretendió
ser una especie de internacional revolucionaria latinoamericana
dirigida por Cuba»78.
El tercermundismo significó en lo ideológico para la nueva
izquierda revolucionaria en América Latina la posibilidad de
equiparar las luchas propias con las de los movimientos de libe-
ración de los países coloniales. Eduardo Rey Tristán afirma que
«en el discurso de la izquierda revolucionaria se entendían todas
ellas como las diversas partes de un proceso global de liberación,
comienzo de una nueva era. Las luchas en Latinoamérica eran

76
Ernesto Guevara, Escritos y discursos, tomo IX, La Habana, Editorial de
$JFODJBT 4PDJBMFT   IUUQXXXQBUSJBHSBOEFOFUDVCBFSOFTUPDIF
HVFWBSBFOTBZPTUSJDPOUJOFOUBMIUN DPOTVMUBEPFMEFPDUVCSFEF

77
Marta Harnecker, La izquierda en el umbral del siglo XXI: haciendo posi-
ble lo imposible, La Habana, Siglo Veintiuno de España Editores, tercera
FEJDJÓO  QIUUQCPPLTHPPHMFDMCPPLT JEX#[QR90.$
&pg=PA21&lpg=PA21&dq=OSPAAAL+marta+harnecker&source=bl&o
ts=TgDeXqNqD9&sig=N2SnE1djPD2jb6cX26ohsBWQuRk&hl=es&ei=
6@50)Z0D)"C-(#HTB9PJCPPL@SFTVMUDUSFTVMUSFTO
VNWFE$#H2"&X"2WPOFQBHFRGGBMTF DPOTVMUBEPFM
de octubre de 2010).
78
Eduardo Rey Tristán, op. cit., p. 51.

49
Sergio Salinas Cañas

también de liberación, por cuanto buscarían la consecución de


la segunda independencia, la real, frustrada en su día por las
oligarquías nacionales y las potencias extranjeras»79.
El último intento del tercermundismo por hacerse presente en
el escenario internacional lo constituyó la Declaración Universal
de los Derechos de los Pueblos, realizada durante una reunión
de las Naciones Unidas en Argel (4 de julio de 1976).

1.4 Nace una teoría económica


para la Nueva Izquierda Revolucionaria

Os amores na mente,
As flores no chão.
A certeza na frente,
A história na mão.
Caminhando e cantando
E seguindo a canção.
Aprendendo e ensinando
Uma nova lição...80
Geraldo Vandré

Después de la Segunda Guerra Mundial, el campo económi-


co en América Latina estuvo centrado en teorías del desarrollo;
la primera de ellas fue conocida como «de la modernización».
Existen algunos factores explicativos de esta situación: Estados
Unidos fortalecido como potencia mundial frente a una debilitada
Gran Bretaña, Francia y Alemania; posición de líder mundial
con la implementación del Plan Marshall para reconstruir a la
devastada Europa Occidental. «Además del apoyo político y
financiero dentro de la perspectiva de ‘contención y prioridades’
diseñada por George Kennan. Esta estrategia benefició economías

79
Ibid, pp. 50-51.
80
Extracto de la canción Pra não dizer que não falei das flores conocida
también como Caminhando.

50
El tres letras

FNFSHFOUFTDPNP5BJXÃO $PSFBEFM4VSZ+BQÓO QPSTPCSFMBT


prioridades de apoyo a la integración en Latinoamérica»81.
Un segundo factor es el efecto que provoca la expansión
del comunismo (Europa Oriental) y lo fortalecida que resulta la
Unión Soviética y su defensa heroica frente al nazismo. A lo que
se suma China y Corea.
El último factor que explica el desarrollo de esta teoría está
relacionado con la desintegración de los imperios coloniales
europeos en Asia, África y América Latina, dando lugar a nuevas
naciones-estados en el Tercer Mundo. Estas recién conformadas
naciones buscaban un modelo de desarrollo para promover sus
economías y aumentar su independencia política. La respuesta
podía estar en la teoría de la modernización que establecía que
«las sociedades modernas son más productivas, los niños están
mejor educados, y los necesitados reciben más beneficios»82.
El proceso de desarrollo es el proceso histórico social mismo,
«puesto que se encamina hacia el desarrollo económico, social,
cultural y político de determinada comunidad. Es el proceso
histórico-social de una comunidad porque, realmente, se orienta
hacia su creciente racionalización»83.
Además, estas sociedades, en el sentido político, presentan
tres aspectos fundamentales: diferenciación de la estructura
política, secularización de la cultura política (con la ética de
la igualdad) y una mayor capacidad de maniobra del sistema
político en estas sociedades.
Los principales supuestos de la teoría de la modernización
se basan fundamentalmente en concebir a la modernización
como un proceso que se realiza a través de fases. Giovanni Re-
yes sostiene que «de conformidad con la teoría del desarrollo
FDPOÓNJDPEF3PTUPX QBSBVOBTPDJFEBEFOQBSUJDVMBSFYJTUFO

81
Giovanni Reyes, «Principales teorías sobre el desarrollo económico y so-
cial», Nómadas, Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas, Madrid,
6OJWFSTJEBE$PNQMVUFOTFIUUQXXXVDNFTJOGPOPNBEBTHFSFZFT
IUN DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF

82
Ibid.
83
Helio Jaguaribe, Desarrollo económico y desarrollo político, Buenos Aires,
Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1968, p. 15.

51
Sergio Salinas Cañas

cinco etapas. Resumiendo, estas cinco etapas son: 1-) la sociedad


tradicional; 2-) precondición para el despegue; 3-) el proceso de
despegue; 4-) el camino hacia la madurez; y 5-) una sociedad de
alto consumo masivo»84.
1BSB3PTUPX MBTPMVDJÓOQBSBQSPNPWFSMBNPEFSOJ[BDJÓOFO
los países del Tercer Mundo es generar inversiones productivas,
entonces la manera de ayudarlos a esta solución es proveerles
ayuda en forma de capital, tecnología y experiencia. Giovanni
3FZFTEJDFRVFjMBTJOáVFODJBTEF3PTUPX FOFTQFDJBMFOMBEÊ-
cada de los sesenta, ilustran una de las aplicaciones que desde
un inicio tuvo la teoría de la modernización en el área de la for-
mulación e implementación de políticas económicas y públicas
en general. El Plan Marshall y la Alianza para el Progreso en
Latinoamérica son ejemplos de programas influenciados por las
UFPSÎBTQPMÎUJDBTEF3PTUPXv85.
Por otra parte, la teoría de la dependencia nace directamente
relacionada con la crisis del modelo desarrollista de la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) impulsado
en la década anterior. Eduardo Rey Tristán señala que «a través
del concepto de dependencia se quería explicar por qué no se
había logrado el desarrollo con aquel modelo –de industrializa-
ción por sustitución de importaciones– cuando las condiciones
económicas previas habían apuntado a su viabilidad»86.
Cabe recordar que la CEPAL, fundamentalmente producto
de las investigaciones de Raúl Prebisch, afirmaba que para crear
condiciones de desarrollo dentro de un país era necesario, entre
otros tópicos: controlar la tasa de cambio monetario, poniendo
mayor énfasis en las políticas fiscales que en las políticas mo-
netarias; promover un papel gubernamental más eficiente en
términos de desarrollo nacional; generar una mayor demanda
interna, incrementando los sueldos y salarios de los trabajado-
res; desarrollar un sistema seguro social más eficiente por parte
del gobierno, especialmente para los sectores pobres, a fin de

84
Giovanni Reyes, op. cit.
85
Ibid.
86
Eduardo Rey Tristán, op. cit., p. 52.

52
El tres letras

generar condiciones para que estos sectores puedan llegar a


ser más competitivos; e implementar estrategias nacionales que
sean coherentes con el modelo de sustitución de importaciones,
protegiendo la producción nacional al imponer cuotas y tarifas
a los mercados externos.
Para algunos autores la propuesta de Prebisch y de la CEPAL
fue la base de la teoría de la dependencia a principios de los años
cincuenta. Sin embargo, para otros autores como Faletto y Dos
Santos, luego del fracaso de las propuestas de desarrollo de la
CEPAL, surge propiamente la teoría de la dependencia.
A mediados de la década de los sesenta se publicó este mo-
delo teórico más elaborado. Entre sus principales autores de la
teoría de la dependencia, estaban André Gunder Frank, Raúl
Prebisch, Theotonio Dos Santos, Enrique Cardoso, Edelberto
Torres-Rivas y Samir Amin.
Para muchos autores es el neomarxismo y no el marxismo
ortodoxo clásico el que provee una base para la teoría de la de-
pendencia. Por ejemplo, el enfoque clásico se centra en el análisis
del papel de los monopolios extendidos a escala mundial, mien-
tras que el centro del neomarxismo es proveer una visión desde
las condiciones periféricas. Además, el marxismo clásico previó
la necesidad de una revolución burguesa en la introducción de
procesos de transformación; desde la perspectiva neomarxista
y basándose en las condiciones actuales de los países del Tercer
Mundo, es imperativo saltar hacia una revolución social, princi-
palmente porque se percibe que la burguesía nacional se identifica
fuertemente con posiciones de élite y de la metrópoli más que
con posiciones nacionalistas. Por último, «el enfoque marxista
clásico consideraba que el proletariado industrial tenía la fuerza
y estaba llamado a ser la vanguardia para la revolución social;
el enfoque neomarxista insistió en que la clase revolucionaria
debía de estar conformada por los campesinos para poder llevar
a cabo un conflicto revolucionario»87.
Por lo anterior, la teoría de la dependencia se convirtió en
un «apoyo científico al antiimperialismo militante, que reforza-
87
Giovanni Reyes, op. cit.

53
Sergio Salinas Cañas

ba la orientación latinoamericanista al considerar la situación


del continente como un todo (si bien con sus peculiaridades), y
que se oponía al postulado comunista respecto a la necesidad
de una etapa democrático-burguesa anterior a la revolución
socialista»88.
De acuerdo con la escuela de la dependencia tres son las
hipótesis principales relacionadas al desarrollo en los países del
Tercer Mundo:
Primero, el desarrollo de los países del Tercer Mundo ne-
cesita tener un grado de subordinación al centro en contraste
con el desarrollo de las naciones centrales cuyo desarrollo fue
históricamente y es hoy independiente.
Segundo, los partidarios de esta teoría consideran que las na-
ciones periféricas experimentan su mayor desarrollo económico
cuando sus enlaces con el centro están más débiles. «Un ejemplo
de esto es el proceso de industrialización que se desarrolló en
Latinoamérica durante los años 30 y 40 cuando las naciones del
centro estaban concentradas en resolver los problemas de la Gran
Depresión y las potencias occidentales estaban involucradas en
la Segunda Guerra Mundial»89.
Una tercera hipótesis indica que cuando los países del centro
se recuperan de su crisis y restablecen sus vínculos comerciales
y financieros, incorporan de nuevo al sistema a los países peri-
féricos, y el crecimiento y la industrialización de estos países se
tiende a ver subordinada. André Gunder Frank90 señala: «Cuando
los países del centro se recuperan de la guerra u otras crisis que
han desviado de su atención de la periferia, la balanza de pagos,
inflación y estabilidad política de los países del Tercer Mundo se
han visto afectadas negativamente. Por último, el cuarto aspecto
se refiere al hecho de que las naciones más subdesarrolladas que

88
Eduardo Rey Tristán, op. cit., p. 52.
89
Ibid.
90
Véase texto homenaje: Theotonio Dos Santos, «André Gunder Frank»,
Revista Contribuciones a la Economía, BCSJMEFIUUQXXXFVNFE
OFUDF DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF


54
El tres letras

todavía operan con sistemas tradicionales feudales son las que


tuvieron relaciones más cercanas con el centro»91.
Para Theotonio Dos Santos el paso teórico más importante
que ocurrió en las ciencias sociales latinoamericanas fue mostrar
que la dependencia no era un fenómeno externo que se podía
cortar a través del desarrollo económico y de una actitud polí-
tica más independiente. «Lo que se explicitó teóricamente fue,
sobre todo, el hecho de que la situación de dependencia en que
vivimos dentro del sistema capitalista mundial condiciona las
estructuras internas de nuestros países, haciéndolos dependientes
en su propia constitución»92.
Pero Theotonio Dos Santos avanza más allá de lo económico,
tocando tópicos políticos, especialmente en sus escritos realizados
durante su estadía en Chile. Para el economista brasileño en el
marco de la Guerra Fría se crean las condiciones para el surgi-
miento de guerras locales que pueden organizar paulatinamente
una insurrección popular.

En esas condiciones, las organizaciones políticas de


vanguardia no pueden seguir viviendo en las expectativas
de una situación insurreccional; pero pueden transformar-
se en una organización político-militar permanente que
organice, a largo plazo, un movimiento insurreccional.
El conjunto de esas acciones armadas (que asumen, de
acuerdo a características regionales, las más diversas for-
mas) se convierte en lo que se viene llamando la ‘guerra
popular’. El concepto de guerra popular elimina la tesis
del ‘foco’, elimina la contradicción foco-partido, la contra-
dicción campo-ciudad, todas ellas alternativas artificiales
creadas por la apreciación unilateral de la experiencia de
la Revolución Cubana93.

91
Ibid.
92
Theotonio Dos Santos, Dependencia y cambio social, Cuadernos de Estudios
Socioeconómicos n° 11, Santiago, Centro de Estudios Socioeconómicos
(CESO), Universidad de Chile, 1970, p. 7.
93
Ibid, p. 93.

55
Sergio Salinas Cañas

1.5 Las revueltas estudiantiles:


de París, Praga a Tlatelolco

En mayo del 68 nos tomamos la palabra,


así como en 1789 nos tomamos la Bastilla.
Michel de Certeau94

Para muchos cientistas sociales, 1968 marca una fecha clave


y simbólica en la historia de la segunda mitad del siglo XX, ya
que en dicha fecha se produjeron simultánea e inesperadamente
una serie de movimientos estudiantiles unidos por intereses y
demandas similares. En París, Praga, Berlín, Santiago, México,
Berkeley, Madrid95, pese a sus características distintivas y propias,
el movimiento estudiantil compartió el anhelo de libertad frente
a sociedades autoritarias, el cuestionamiento de las anquilosadas
estructuras de poder, la crítica a democracias que demostraban
sus debilidades y la valoración de la responsabilidad solidaria
frente al individualismo y la competencia. «Convertidos en su-
jetos activos de la historia, los jóvenes en todo el mundo convir-
tieron a la calle y los adoquines en un símbolo; con un discurso
fresco e imaginativo, propugnaron por una revolución sin armas
que transformase a la sociedad y a los sistemas educativos. Los
jóvenes del 68 rechazaron el orden establecido de un presente

94
Se vivió en la época una verdadera «embriaguez de la palabra», que dejó
traslucir muchas expresiones de cultura y comunicación, y que fue el mo-
mento cuando más hablaron los muros y paredes que permitieron aflorar
sentimientos reprimidos. Luis Ignacio Sierra Gutiérrez, «El poder de la
palabra: o la ‘mirada inversa’ de Michel de Certeau sobre el mayo francés»,
Revista Signo y Pensamiento XXVII, julio-diciembre de 2008: <http://redalyc.
VBFNFYNYTSDJOJDJP"SU1EG3FEKTQ J$WF DPOTVMUBEPFM
16 de noviembre de 2010).
95
Súbitamente, ese mayo francés –y desde allí el alemán, el italiano, el norte-
americano, el japonés– irrumpió en el campo de lo público para politizarlo
todo, y para que la politización fuese, a su vez, un cambio radical de la
vida. Romper fue el verbo heroico en que la existencia encontraba una
justificación casi estética. Para la brecha entre lo real y lo imposible, y entre
el deseo y su realización, fueron edificados los puentes de la metáfora, del
gesto, de la insurrección espontánea. Martín Hopenhayn, Ni apocalípticos
ni integrados. Aventuras de la modernidad en América Latina, Santiago,
Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 84.

56
El tres letras

para ellos inaceptable, e hicieron cobrar vida al futuro para crear


la posibilidad de un mundo venidero distinto y mejor»96.
Como afirmó uno de los dirigentes de la protesta estudiantil
en Francia, Daniel Cohn-Bendit, conocido como Dany el Rojo:
1968 fue una revuelta planetaria. «No se puede reflexionar so-
bre el significado de esta revuelta reduciéndola a un solo país,
aunque sí fue en Francia en donde la revuelta fue más intensa,
ya que, contrario a lo que pasó en los otros países, desembocó
en una huelga general. En ese sentido, existe entonces una espe-
cificidad francesa del 68, pero ésta se inserta en el marco de un
movimiento más general»97.
&MIJTUPSJBEPS&SJD)PCTCBXNDBSBDUFSJ[ÓBMNPWJNJFOUP
estudiantil del 68 como la gran revolución cultural del siglo
XX que dirigió sus críticas contra un mundo donde continentes
enteros vivían en la miseria física y moral, contra gobiernos que
ejercían el poder justificándose ante la amenaza de un «enemigo
externo» y contra modelos políticos de eterna permanencia en
el poder. «En 1968-1969 una ola de rebelión sacudió los tres
mundos, o grandes partes de ellos, encabezada esencialmente
por la nueva fuerza social de los estudiantes»98.
&SJD)PCTCBXNJODMVTPBàSNBRVFjMBSFWVFMUBEFNBZP
fue, tal vez, la máxima expresión –y la última– de politización
de la voluntad de ruptura con la cual todavía podemos iden-
tificarnos, aunque sólo sea parcialmente y como reflejo de lo
irrecuperable»99.
En los países socialistas, las críticas fundamentales se dirigie-
ron al orden comunista impuesto por el Kremlin y a la corrupción

96
Gilda Waldman, «Los movimientos estudiantiles de 1968 y 1999: contextos
históricos y reflexiones críticas», Revista Mexicana de Ciencias Políticas y
Sociales, XLIV, septiembre-abril de 2000, 279 p.: <http://redalyc.uaemex.
NYSFEBMZDTSDJOJDJP"SU1EG3FEKTQ J$WF DPOTVMUBEP FM 
de noviembre de 2010).
97
Virginie Laurent, «Mayo del 68, cuarenta años después. Entre herencias y
controversias», Revista de Estudios Sociales, agosto, Bogotá, Universidad
de los Andes, 2009, p. 30: <http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.
KTQ J$WF DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF

98
&SJD)PCTCBXN op. cit., p. 442.
99
Martín Hopenhayn, op. cit., p. 89.

57
Sergio Salinas Cañas

de la idea de libertad en el socialismo «realmente existente». Por


ejemplo, en Checoslovaquia desde mediados de los años sesenta,
algunos miembros del Partido Comunista plantearon la necesidad
de generar reformas a favor de los derechos civiles y la libertad
de expresión, pero los sectores más conservadores se opusieron.
Como resultado, el líder del movimiento, Alexander Dubþek,
consiguió la dirección del Partido Comunista de ese país.
Dubþek promovió reformas como la liberación de presos
políticos, la libertad de culto y el derecho de huelga, entre otras.
La Unión Soviética no estaba de acuerdo con el cambio, así que
desde el Kremlin fue presionado.

La edificación del socialismo en su aspecto inalterable-


mente estalinista comienza a jadear ya a comienzos de los
años 60. La nueva Constitución liquida, prácticamente, el
carácter federal del Estado y une en el agarre de la plani-
ficación central a la Chequia industrial y a la Eslovaquia
agraria. En 1963, la dirección del Partido Comunista
Checoslovaco rechaza las ideas de Ota Šik de introducir
elementos de la economía de mercado y continúa la línea
de industrialización total en la industria y la agricultura.
El descontento de la población se torna cada vez más evi-
dente, y en Eslovaquia crecen los ánimos contra ‘el diktat
de Praga’. Sumados, todos esos factores conducen a ‘la
Primavera de Praga’ de 1968100.

En agosto de 1968, el líder publicó los nuevos estatutos del


partido y escribió sobre los valores democráticos. Esto enfureció
a los soviéticos, quienes invadieron el país el 20 de agosto. Las
consecuencias: las reformas fueron nulificadas y la ocupación
duró hasta 1990. La Primavera de Praga inspiró otros movi-
mientos que se dieron en todo el mundo, incluso provocó los
primeros enfrentamientos discursivos entre la nueva izquierda
revolucionaria y la izquierda comunista tradicional. «Tampoco
queríamos un movimiento revolucionario dominado por el
estalinismo ni un Estado socialista policíaco. Luchábamos por
un ‘socialismo con rostro humano’, como decía el eslogan de la
100
Dragomir Draganov, op. cit., p. 129.

58
El tres letras

Primavera de Praga. Simplemente, ellos comprendieron antes


que nosotros esa realidad de opresión que conllevaría la derrota
estratégica del socialismo real en 1989. En pocas palabras, la
tentación totalitarista también existía en la izquierda y debía de
ser combatida, realidad que desgraciadamente no resultó ser tan
fácil de erradicar y de la cual tenemos que asumir las secuelas»101.
Por otra parte, en los países occidentales industrializados,
el movimiento estudiantil enfocó su crítica en «la racionalidad
instrumental del capitalismo, el orden sofocante de una moral
puritana, en las limitaciones de la función redistribuidora e
igualadora del Estado, en la saturación de riquezas del mundo
industrial a costa de países subdesarrollados que carecían de lo
elemental, en la separación tajante entre lo histórico y lo coti-
diano, y la inexistencia de un contrato social más acorde con los
deseos y necesidades de los jóvenes»102.
Como señala la socióloga chilena Gilda Waldman, en Fran-
cia, el movimiento estudiantil, profundamente crítico de un
mundo social conservador que alentaba el aburrimiento como
destino colectivo y de un orden cultural que había olvidado las
promesas humanistas de Sartre o Camus, rebasó a los partidos
de izquierda y a las organizaciones políticas tradicionales. «En
Alemania, el movimiento estudiantil luchaba por crear institu-
ciones políticas más democráticas e incidir sobre la enseñanza
universitaria para ir más allá de la educación especializada o
tecnocrática. En Estados Unidos, el movimiento estudiantil se
dirigió en contra de la guerra de Vietnam, la discriminación racial
y la falta de consolidación de los derechos civiles. En este país,
la rebeldía del movimiento estudiantil confluyó con la de otros
movimientos sociales, en una atmósfera de violencia política
que coincidió con la crisis en el imaginario social de uno de los

101
Arturo Taracena Arriola, «Las lecciones del 68», Revista Bajo el Volcán,
n° 7, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2008: <http://
SFEBMZDVBFNFYNYTSDJOJDJP"SU1EG3FEKTQ J$WF DPO-
sultado el 17 de noviembre de 2010).
102
Gilda Waldman, op. cit., pp. 279-280.

59
Sergio Salinas Cañas

principios fundamentales de la sociedad norteamericana: la de


vivir en democracia»103.
Diversos cientistas sociales coinciden en que distintos facto-
res desencadenaron esta revuelta estudiantil «de escala planeta-
ria»: primero, el gran crecimiento de la economía en la década
de los sesenta, unido con el impulso a la educación generadas
por el Estado de Bienestar que expandieron de manera notable
el sistema universitario; ello se tradujo en inconformidades estu-
diantiles en contra de las autoridades académicas, que se hicieron
luego extensivas a toda forma de autoridad.
Un segundo factor dice relación con la brecha generacional
entre los estudiantes –hijos de la posguerra– y sus padres –testi-
gos, actores y víctimas de la Segunda Guerra Mundial. De cierto
modo, implicó un tomar examen por parte de los jóvenes de lo que
aparecía a sus ojos como una deslegitimada generación anterior:
le reconocían a sus padres que pasaron riesgos y que pudieron
morir, pero también los interrogaron sobre su culpa histórica: el
nazismo en Alemania, el colaboracionismo en Francia o el fran-
quismo en España.
Un tercer factor lo da el contexto, es decir, el clima intelectual
y político en que se desarrolla la revuelta estudiantil: la guerra
de Vietnam y la participación de Estados Unidos; el asesinato
de Martin Luther King y el accionar de los Panteras Negras y el
Weather Underground; la Revolución Cubana; la Tricontinental
y su apoyo a los movimientos armados del Tercer Mundo; las
revoluciones anticolonialistas y su influencia en otros grupos
guerrilleros; la muerte de Camilo Torres y el Che, símbolos del
guerrillero que lucha por crear un «hombre nuevo»; la música de
Los Beatles que expresaba lo que los jóvenes sentían y deseaban
poner en práctica; los artistas y su compromiso social; los aportes
teóricos de Marcuse y la Escuela de Frankfurt; el movimiento
hippie y su camino de paz y libertad sexual.
La revolución cultural promovida por los jóvenes tuvo tres
características esenciales: «En primer término, la juventud dejó
de concebirse como una fase preparatoria de la vida adulta y se
103
Ibid, p. 280.

60
El tres letras

interpretó a sí misma como etapa final del desarrollo humano.


(‘No confíes en alguien de más de treinta’). En segundo lugar, los
valores juveniles se volvieron los valores dominantes en la socie-
dad; y, finalmente, la cultura juvenil se internacionalizó no sólo
gracias a la moda y los medios de comunicación, sino también
porque expresaba sensibilidades y estilos de vida comunes»104.
$PNP TFÒBMB )PCTCBXN  jMB SFCFMJÓO EF MPT FTUVEJBOUFT
occidentales fue más una revolución cultural, un rechazo de todo
aquello que en la sociedad representaban los valores de la ‘clase
media’ de sus padres»105.
En el caso francés, el mayo del 68 encuentra a este país regido
por el gobierno del general Charles de Gaulle, héroe de la Segunda
Guerra Mundial, reflejo de una Francia «fuerte» y «tradicional».
De hecho, su mandato inspira referencias a una «monarquía
republicana» dentro de un «sistema francés de autoridad». No
obstante, la Francia de la época está marcada por los efectos de
la descolonización; sobre todo, el caso de Argelia, que ganó su
independencia en 1962 al cabo de una larga y sangrienta guerra.
Frente a De Gaulle, el Partido Comunista Francés constituye la
principal fuerza de oposición, en un trasfondo de polarización
de la Guerra Fría y de las experiencias recientes de la Cuba de
Fidel Castro y de la Revolución Cultural en China.
En el nivel interno, Francia atraviesa un período de fuerte
transformación. Es la hora de los procesos de urbanización ma-
siva, de la mecanización de las explotaciones agrícolas, del auge
de la educación. En especial, la educación superior experimenta
un crecimiento impresionante del número de estudiantes: de
150.000 en 1958, a 500.000 en 1968. «A partir de dicho cre-
cimiento se hace perceptible la inadaptación de las estructuras
universitarias frente a la llegada masiva de estudiantes, en cuanto
a problemas de infraestructura, y también en cuanto a métodos
de enseñanza, obligando a formatos de clases magistrales en
auditorios superpoblados»106.

104
Ibid, p. 279.
105
&SJD)PCTCBXN op. cit., p. 443.
106
Virginie Laurent, op. cit., p. 31.

61
Sergio Salinas Cañas

Por su parte, el sector obrero enfrenta igualmente una serie


de cambios: mientras se difunde la creencia en el progreso, se
impone el modelo de la sociedad de consumo y se generaliza
el acceso a los electrodomésticos, incluso entre las capas más
populares de la población; por otro lado, crecen las necesidades
del sector empresarial de un personal cada vez más calificado
y técnico. «Paralelamente, empiezan a hacerse visibles, en las
grandes urbanizaciones, signos relevadores de chocantes des-
igualdades sociales: aparición y expansión de barrios de invasión,
construcciones masivas de viviendas subsidiadas, Habitations à
Loyer Modéré (HLM)»107.
Si bien el proceso de transfiguración de la sociedad francesa
es instigado en parte desde el Estado, por el gobierno De Gaulle,
se afirma un llamativo contraste entre la modernización econó-
mica que implica y el conservatismo extremo que se mantiene en
el campo de las relaciones sociales. Estas últimas, caracterizadas
por ser extremadamente cerradas y verticales, enmarcadas por
una serie de instituciones: Estado, empresa, sindicato, Iglesia y
escuela. El abismo francés entre modernización económica y
rigidez de los vínculos de convivencia contribuye al desencade-
namiento sorpresivo de Mayo del 68.
Por otra parte, en México, el movimiento estudiantil
también estaba inserto en el clima cultural de la década de los
sesenta: «el rock constituía ya parte de la ‘contracultura’ como
expresión de una actitud rebelde, los valores del movimiento
hippie habían impregnado las actitudes de los jóvenes mexi-
canos y un nuevo lenguaje descarnado asumía una dimensión
subversiva»108. Sin embargo, el movimiento en México tuvo un
carácter eminentemente político, convirtiéndose en el prota-
gonista de la protesta antiautoritaria contra el control vertical
de la sociedad, el autoritarismo político, el presidencialismo,
la supresión de la disidencia y la preeminencia absoluta del
Partido Revolucionario Institucional.

107
Ibid, p. 31.
108
Peter Waldman, op. cit., p. 282.

62
El tres letras

El movimiento estudiantil no cuestionó los logros económi-


cos que se vivían en el México de los sesenta (6% de crecimien-
to anual), sino que lo hizo en relación al cumplimiento de los
derechos civiles: cumplimiento de la Constitución, democracia,
apertura política, etcétera.

En medio del clima intelectual de una universidad en


la que se habían refugiado intelectuales y dirigentes de
izquierda, sus exigencias no se refirieron estrictamente
a demandas educativas, sino que rebasaron cualquier
particularismo, y se dirigieron al ‘pueblo’ en general. Sin
presentar un programa político propio, el movimiento
estudiantil denunciaba la falta de democracia en el país,
que no ofrecía cauces de participación social ni posibilidad
de disentir ni ejercer derechos ciudadanos109.

Las protestas del movimiento estudiantil mexicano culmina-


ron dramáticamente el 2 de octubre de 1968 en lo que se deno-
minó la «masacre de Tlatelolco». «De acuerdo con documentos
desclasificados por Washington y entregados a la Organización de
Archivos (NSA, por sus siglas en inglés). No se puede establecer un
número de muertos para el 2 de octubre. Se han recibido reportes
que señalan hasta 350 muertos. El estimado de la Embajada de
Estados Unidos en México cifró entre 150 y 200 las personas
que perecieron en la matanza del 2 de octubre de 1968»110.
Otros autores hablan de otras cifras, lo oficial no se conoce
hasta hoy. «Los choques con la fuerza pública culminan con la
matanza registrada en la plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco,
donde son asesinadas más de 500 personas»111.
Después de las revueltas estudiantiles del 68, ser joven, fuera
europeo, norteamericano, africano o latinoamericano, implica-

109
Ibid, p. 283.
110
Ignacio Carrillo Prieto, «Documento de la Fiscalía Especial para Movimien-
tos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP)», Documento desclasificado
NSA, Capítulo III&MNPWJNJFOUPFTUVEJBOUJMEFIUUQXXXHXV
FEV_OTBSDIJW/4"&##/4"&##@.PWJNJFOUPEF
QEG DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF

111
Daniel Avendaño y Mauricio Palma, El rebelde de la burguesía. La historia
de Miguel Enríquez, Santiago, Ediciones Cesoc, 2002, p. 90.

63
Sergio Salinas Cañas

ba casi una obligación de compartir un ideal revolucionario.


«Enfrentarse a un futuro en el que, casi de inmediato, todo era
posible. El horizonte era la utopía que da lugar a la aparición
de grandes luchas simbólicas»112.

1.6 La generación BEAT: la alucinación al poder

He visto a los mejores de mi generación destruidos por la locura,


muertos de hambre, histéricos, desnudos,
caminando por los barrios negros buscando la ansiada dosis.
Allen Ginsberg

El 15 de septiembre de 1970 se emite el cuarto comunicado113


del grupo de Nueva Izquierda Revolucionaria norteamericana,
Weatherman Underground, en que se adjudican la liberación de
Timothy Leary. «Con una cuota pagada por The Brotherhood of
Eternal Love (La Hermandad del Amor Eterno), sacaron a Leary
112
Norma Fóscolo, «Mayo 1968: acontecimiento y huella en la obra de Jean-
François Lyotard y Michel Foucault», La Lámpara de Diógenes, n° 16-17,
vol. 9, enero-diciembre de 2008, p. 100: <http://redalyc.uaemex.mx/src/
JOJDJP"SU1EG3FEKTQ J$WF DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSF
de 2010).
113
«September 15, 1970. This is the fourth communication from The Weath-
erman Underground. The Weatherman Underground has had the honor
and pleasure of helping Dr. Timothy Leary escape from the POW camp at
4BO -VJT 0CJTQP  $BMJGPSOJB %S -FBSZ XBT CFJOH IFME BHBJOTU IJT XJMM
BOEBHBJOTUUIFXJMMPGNJMMJPOTPGLJETJOUIJTDPVOUSZ)FXBTBQPMJUJDBM
QSJTPOFS DBQUVSFEGPSUIFXPSLIFEJEJOIFMQJOHBMMPGVTCFHJOUIFUBTLPG
DSFBUJOHBOFXDVMUVSFPOUIFCBSSFOXBTUFMBOEUIBUIBTCFFOJNQPTFEPO
this country by Democrats, Republicans, Capitalists and creeps. LSD and
grass, like the herbs and cactus and mushrooms of the American Indians
BOEDPVOUMFTTDJWJMJ[BUJPOTUIBUIBWFFYJTUFEPOUIJTQMBOFU XJMMIFMQVT
NBLFBGVUVSFXPSMEXIFSFJUXJMMCFQPTTJCMFUPMJWFJOQFBDF/PXXFBSF
BUXBS8JUIUIFNLFBOEUIF/PSUI7JFUOBNFTF XJUIUIF%FNPDSBUJD'SPOU
GPSUIF-JCFSBUJPOPG1BMFTUJOFBOE"M'BUBI XJUI3BQ#SPXOBOE"OHFMB
%BWJT XJUIBMMCMBDLBOECSPXOSFWPMVUJPOBSJFT UIF4PMFEBECSPUIFSTBOE
BMMQSJTPOFSTPGXBSJO"NFSJLBODPODFOUSBUJPODBNQTXFLOPXUIBUQFBDF
JTPOMZQPTTJCMFXJUIUIFEFTUSVDUJPOPG64JNQFSJBMJTN0VSPSHBOJ[BUJPO
DPNNJUTJUTFMGUPUIFUBTLPGGSFFJOHUIFTFQSJTPOFSTPGXBS8FBSFPVU-
MBXT XFBSFGSFFv#FSOBSEJOF%PISO <IUUQXXXBOUJBVUIPSJUBSJBOOFU
TET@XVPXFBUIFSXVP@DPNNVOJRVF@UYU DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSF
de 2010).

64
El tres letras

y a su esposa, Rosemary Woodruff Leary, de Estados Unidos y


los dejaron en Argelia. Su plan era refugiarse con el grupo de
Black Panther Party, pero el plan falló cuando, después de estar
con ellos por un corto tiempo, trataron de secuestrarlo»114.
Timothy Leary fue el más apolítico de los referentes de la
contracultura que marcharon contra la guerra de Vietnam. «Ex-
pulsado de Harvard en 1963 por sus investigaciones con ácido
lisérgico y otras drogas, fundó la Liga por el Descubrimiento
Espiritual (LSD, por sus siglas en inglés), organizó un centro
de rescate para adictos en Nueva York y ayudó a coordinar un
love-in en San Francisco en el 67 con más de treinta mil personas.
Junto a los activistas Jerry Rubin y Abbie Hoffman preparó el
Festival de la Vida de Chicago del 68, pero nunca llegó a parti-
cipar en las manifestaciones, en desacuerdo con la posibilidad
de invitar a la violencia»115.
Por otra parte, el grupo los Weatherman o The Weather
Underground fue una organización de izquierda radical de Es-
tados Unidos que actuó principalmente colocando explosivos,
desde 1969 hasta la mitad de los años setenta. Se crearon luego
del quiebre que hace la facción más radical de los Students for a
Democratic Society (SDS), organización nacional de estudiantes
de izquierda alineada con los movimientos de derechos civiles
y de los movimientos contra la guerra de Vietnam. Su nombre
fue tomado de la canción «Subterranean Homesick Blues», de
Bob Dylan.
Para el Ejército de Estados Unidos, la mayoría de los miem-
bros de The Weather Underground116 habían sido entrenados en
Cuba por las Brigadas Venceremos, en campamentos de la OLP en
el Medio Oriente y algunos en la Unión Soviética. «Los planifi-
cadores terroristas y los estrategas también han sido entrenados

114
Página/12, «Timothy Leary: la alucinación al poder», Buenos Aires,
 IUUQXXXQBHJOBDPNBSEJBSJPTVQMFNFOUPTSBEBSTVCOP-
UBTIUNM DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF

115
Ibid.
116
En mayo de 1972, The Weather Underground lanzó una de sus más grandes
ofensivas, atacando con explosivos el Pentágono (19.05), oficinas de los
gobiernos de Nueva York, Chicago y Los Ángeles.

65
Sergio Salinas Cañas

en Vietnam y en Corea del Norte. Mar Ruad, otro líder en la


ESD-Weathermen, recibió su entrenamiento de planificación y
estrategia en Cuba y Hanói»117.
Es el propio comunicado de los Weather Underground118 el
que vincula al mundo de la contracultura y el de la revolución,
dos mundos que a simple vista pudieran parecer tan distantes.
Timothy Leary es el representante de la contracultura norteame-
ricana, que había nacido años antes impulsada por la llamada
generación beat. Para este grupo de la nueva izquierda revolu-
cionaria119 norteamericana, la contracultura también expresaba
un rechazo al sistema y una opción válida más.
En los años cincuenta, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Neal
Cassady y William Burroughs se habían convertido en los funda-
dores de la llamada cultura beat, movimiento literario contracul-
tural, que abogaba por el desarrollo espiritual del individuo por
encima de sus necesidades (y deseos) materiales, basando tales
inquietudes metafísicas en cierta forma de identificación con los
principios del budismo. Su adicional apología de las drogas y la
libertad sexual los envolvió en controversia e ineludiblemente

117
Ejército de Estados Unidos, «Escuela de las Américas. Manual de guerrilla
y terrorismo», Centro de Estudios Miguel Enríquez, pp. 21-22: <http://
XXXBSDIJWPDIJMFDPN*NQFSJBMJTNPFTDV@BNFSJ64FTDBNFSJDBQEG
(consultado el 15 de junio de 2011).
118
Véase también la película-documental The Weather Underground (2004)
de los realizadores Sam Green y Bill Siegel, nominados al Oscar. Se puede
BERVJSJS FO IUUQXXXBNB[PODPN5IF8FBUIFS6OEFSHSPVOEOEQ
#-:',0 DPOTVMUBEPFMEFTFQUJFNCSFEF

119
El compromiso de los Weather Underground con la revolución se refleja
en las frases de David Gilbert, miembro del grupo, detenido el 20 de oc-
tubre de 1981 en una «expropiación bancaria» y condenado a 75 años de
prisión: «Desde luego que no me gusta estar en prisión, pero hubiera sido
peor si hubiese perdido mi compromiso con la lucha contra un sistema tan
increíblemente destructor de vidas humanas y de dignidad. Por lo de los
75 años, bueno el imperialismo no va a durar tanto tiempo. Ni tampoco
creo que vaya a pasar toda mi vida en prisión. Un revolucionario puede ser
asesinado, en el interior o en el exterior, pero si estamos hablando de cerca
de 30 o 40 años a la redonda, muchos cambios importantes, incluso cam-
bios revolucionarios, están destinados a suceder en todo ese tiempo». Véase
FOUSFWJTUB FO IUUQXXXBMBTCBSSJDBEBTPSHOPUJDJBT ROPEF
(consultado el 15 de junio de 2011).

66
El tres letras

en la crítica de los sectores más conservadores e integristas de la


sociedad norteamericana.
Los célebres beat: Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Gregory
$PSTP -BXSFODF'FSMJOHIFUUJP.JDIBFM.D$MVSF jBMNBSHFOEF
sus escándalos, las drogas y sus fachas desaliñadas, con sus furi-
bundos gritos nos recordaron brutalmente que la poesía no era
únicamente fría y cuidada técnica de composición de palabras;
sino, por sobre todas las cosas, inspiración y plegaria y diatriba,
que denuncia con ferocidad la podredumbre que envuelve a la
Humanidad»120.
En los sesenta el ser considerado beat se convirtió en estar
a la moda, por lo que los artículos de vestir, libros y accesorios,
destinados a la marcación de la identidad, se vendieron por
montones, «y los que comenzaron siendo simples espectadores
no tardaron en convertirse en reconocibles personajes entre las
calles. ¿Consecuencia? Poco tiempo después, el periodista Herb
Caen les asignó el término beatnik, pero ya no para referirse
al movimiento literario (léase: conjunto de ideas plasmadas
en pequeños objetos llenos de hojas sujetados por un lateral,
producto de largos períodos de reflexión y depuración), sino a
una especie de «sociedad» que vivía ya bastante más lejos de
sus iniciadores. En pocas palabras: «Beat era un modo de ser,
dijo el profeta (Ginsberg); Beatnik era ropa de moda. Beat era
identidad; beatnik era imagen» (The Beat Museum)»121.
La cultura beat junto con la hipster logró relacionarse
fuertemente con las formas culturales de la comunidad negra
de Estados Unidos. Además, la cultura beat traspasa el océa-
no y llega a Inglaterra a mediados de 1950. «Y es que, tras la
Segunda Guerra Mundial, una generación se descubre en un
mundo signado por el miedo, el vacío y una ausencia notable

120
Edmundo de la Sota Díaz, Una retórica de la antítesis: en los extramuros
del mundo de Enrique Versátegui, Tesis para obtener título de Licenciado
en Literatura, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Facul-
UBEEF-FUSBTZ$JFODJBT)VNBOBT &"1-JUFSBUVSB IUUQXXX
DZCFSUFTJTFEVQFTJTCJCEFMBTPUB@EFQEGEFMBTPUB@EFQEG DPOTVMUBEP
el 26 de noviembre de 2010).
121
Ibid.

67
Sergio Salinas Cañas

de seguridad ontológica, toda una experiencia vital que dará


forma a un sentimiento de desafiliación hacia aquella sociedad
dirigida por una clase política ante la cual crece la desconfianza
y la incredulidad»122.
Para Mario Maffi, este clima llevará a los jóvenes a cues-
tionar un orden social caracterizado por las tensiones sociales,
raciales y generacionales, lo que traerá consigo la gestación de
una «nueva sensibilidad» que adoptará la forma de una «cultura
alternativa» y, posteriormente, para los protagonistas de los años
sesenta, de una «contracultura». «Lo que Maffi ha denominado
‘cultura underground’ es, ante todo, un producto histórico, sín-
tesis de una serie de condiciones sociales, políticas y culturales
específicas, que, además, en sus orígenes, tendrá un determinante
generacional muy marcado: la generación beat, misma que tiene,
aparentemente, una particular conexión con los negros y lo que
ellos, se supone, representan. El beat vivía una relación imaginaria
con el negro-como-buen-salvaje, con ese negro heroico situado,
según la mitología, entre una ‘vida de perenne humildad’ y un
‘peligro siempre amenazante’, entre la servidumbre y la libertad’.
Esta visión romántica ya denota un cierto matiz cristiano en la
medida en que la pobreza se presenta como la oportunidad para
conquistar el mundo de lo espiritual y la pureza»123.
Posteriormente, otro movimiento convergió con los parti-
darios de la cultura beat. En 1964, los jóvenes universitarios en
Berkeley iniciaron el Free Speech Movement que rápidamente
se expandió a otras universidades. «Se trataba de una típica
protesta estudiantil que se convirtió en un movimiento para los
derechos civiles de largo alcance»124. De esta forma, una nueva

122
David García, «El lugar de la autenticidad y de lo underground en el rock»,
Revista Nómadas, n° 29, Bogotá, Universidad Central, 2008: <http://
SFEBMZDVBFNFYNYTSDJOJDJP"SU1EG3FEKTQ J$WF DPO-
sultado el 26 de noviembre de 2010).
123
Ibid.
124
Carles Feixa, «Generación XX. Teorías sobre la juventud en la era contem-
poránea», Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud,
n° 4, julio-diciembre de 2006: <http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/src/inicio/
"SU1EG3FEKTQ J$WF DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF


68
El tres letras

subcultura aparecía en Estados Unidos a mediados de los sesenta:


el hippismo.
El movimiento hippie trataba de demostrar que «la lucha
por el consumismo había agotado el deseo. Marcuse, el ideólogo
del Eros, pensaba que éste era el momento en que la civilización
occidental –máquina de guerra y de consumo– debía convertirse
en una sociedad pacífica y de amor»125.
Para varios autores, uno de los mejores ensayos sobre el mo-
vimiento hippie fue el de Stuart Hall llamado Los Hippies: una
contracultura (1977). Para Hall, el crecimiento del underground
generacional ocurrió entre dos polos: el expresivo y el activista.
Por ejemplo, la consigna del Mayo del 68, «la imaginación al
poder», capta estos dos polos contradictorios.
El polo expresivo acentúa lo personal, psíquico, subjetivo,
cultural, privado, estético o bohemio –elementos del espectro de
las emociones y actitudes políticas. «El polo activista, en cam-
bio, acentúa lo político, social, colectivo, el comprometerse en
la organización –la finalidad pública del espectro. El momento
expresivo de énfasis a un estilo revolucionario, el momento
activista al desarrollo de una estrategia revolucionaria. El expre-
sivo facilita a menudo el lenguaje a través del que se extrae el
combustible subterráneo, anárquico, psíquico de la rebelión –las
fuerzas del Ello. El activista facilita la energía social, modeladora,
organizadora, conductora»126.
Por último, es necesario señalar que muchas de las expresio-
nes juveniles de esta generación tuvieron su reflejo en una serie
de interpretaciones teóricas que aplaudieron el surgimiento de
la juventud como una «nueva clase» portadora de la misión
emancipadora que había dejado de representar el proletariado.
Los teóricos más radicales «utilizaron planteamientos filo-
marxistas para analizar en términos de clase las relaciones de
producción (materiales y sobre todo intelectuales) que los jóve-
125
Norma Fóscolo, op. cit., p. 100.
126
Carles Feixa, «De las bandas a las culturas juveniles», Revista Estudios sobre
las Culturas Juveniles, vol. 15, n° 15, Colima, Universidad de Colima, 2004,
QIUUQSFEBMZDVBFNFYNYQEGQEG DPOTVMUBEPFM
9 de diciembre de 2010).

69
Sergio Salinas Cañas

nes mantenían con los adultos»127. Por ejemplo, se volvió a leer


autores como Wilhelm Reich y aparecieron otros como Herbert
Marcuse128 y Theodore Roszak, quien en su libro The making of
a counterculture (1970), «bautizó a la oposición juvenil como
un intento coherente de alternativa cultural global a la sociedad
industrial, como una verdadera contra-cultura»129.
En un congreso internacional en torno al tema «Dialéctica
de la liberación», organizado por el Instituto de Estudios Feno-
menológicos130, participaron entre otros Herbert Marcuse, Paul
Goodman y Allen Ginsberg. En dicho encuentro, Marcuse señaló
respecto al movimiento hippie: «Me parece un fenómeno serio.
Si estamos hablando de la aparición de una reacción instintiva
contra los valores de la sociedad opulenta, pienso que aquí está
el sitio donde deberíamos buscarlo»131.
Al referirse a la polémica de los dos caminos de la izquierda,
Marcuse, quien había sido denominado por el The New York
Time como el líder ideológico de la nueva izquierda132, afirmó:
«Lenin se arrojó contra los radicales que enfrentaban un parti-
do de fuertes masas revolucionarias. Semejante partido masivo
revolucionario hoy no existe aquí. El Partido Comunista se ha
vuelto y se vuelve un partido del orden, como así se define a
sí mismo. En otras palabras, el zapato está hoy en el otro pie.
Ante la ausencia de un partido revolucionario, estos supuestos

127
Ibid.
128
Filósofo y sociólogo alemán, representante de la Escuela de Frankfurt,
cuyos libros Eros y civilización (1955) y El hombre unidimensional (1964)
tuvieron, en el marco de las protestas estudiantiles a fines de los sesenta,
una extraordinaria difusión en todo el mundo.
129
Carles Feixa, op. cit., p. 161.
130
Se realizó en Londres entre el 15 y el 30 de julio de 1967.
131
Herbert Marcuse, La sociedad carnívora, conferencia «Liberándose de la
sociedad opulenta», Buenos Aires, Editorial Galerna, 1969, p. 57.
132
La masiva venta de libros y su participación en conferencias en todo el
mundo pueden haber motivado el calificativo de líder de la nueva izquierda,
término que le molestaba mucho. «Nunca pretendí ser líder ideológico de
la izquierda y no creo que la izquierda necesite un líder ideológico. Hay
algo que la izquierda no precisa, y ello es otra imagen paterna, otro papito.
Y ciertamente yo no quiero ser uno». Ibid, pp. 83-84.

70
El tres letras

radicales infantiles son, así lo creo, débiles y confundidos, pero


verdaderos herederos históricos de la gran tradición socialista»133.

1.7 THE NEW LEFT en Gran Bretaña

En medio de los intensos debates que tuvieron lugar en


el seno de la izquierda en los años sesenta y setenta, surgió la
MMBNBEB jOVFWB J[RVJFSEBv /FX -FGU
 mZB SFTFÒBEB FO PUSBT
partes de este libro–, con gran presencia en Europa y Estados
Unidos. Es en Gran Bretaña donde la nueva izquierda134 tiene
uno de los más grandes desarrollos, con la característica de ser
un agrupamiento de excomunistas, socialistas académicos y
activistas, contrarios tanto al autoritarismo soviético como a la
cautela de los partidos socialdemócratas.

La recepción de Althusser y Poulantzas en Gran


Bretaña viene de la mano de los editores de la New Left
Review (NLR), dirigida por Perry Anderson, y puede ser
vista, en cierto sentido, como forma de saldar cuentas
entre las distintas corrientes que encarnaban trayectorias y
perspectivas diversas dentro de ese amplio conglomerado
de izquierda135.

La New Left Review se fundó en 1960 tras la fusión de los


consejos editoriales de la Universities and Left Review y The
New Reasoner, revistas que habían surgido de las repercusiones
políticas de las crisis de Suez y Hungría, en 1956, y que se distin-
133
Ibid. Conferencia «perspectivas de la nueva izquierda radical», pp. 97-98.
134
Sobre los primeros años de la nueva izquierda británica, véase Out of Apa-
thy, editado por el Oxford University Socialist Discussion Grou, Londres,
Editorial Verso, 1989.
135
 .BCFM5IXBJUFT3FZ Estado y marxismo: un siglo y medio de debates, Bue-
nos Aires, Prometeo Libros, 2007, p. 219: <http://books.google.com/books
JE)%R:X9P:"$QH1"MQH1"ER4UVBSU )BMM 3BQI
ael+Samuel&source=bl&ots=XdX3xRmRxZ&sig=cgfSDqLqNRBrtgTEs-
'STMH.Q"IMFTFJ1SOF5;P0T0GUXF.QSKM$2TB9PJCPPL@SF
TVMUDUSFTVMUSFTOVNWFE$%H2"&X"HWPOFQBHFR4UVB
SU)BMM3BQIBFM4BNVFMGGBMTF DPOTVMUBEP FM  EF
mayo de 2011).

71
Sergio Salinas Cañas

guían por su rechazo de la ortodoxia «revisionista» dominante


en el Partido Laborista británico, y el legado del estalinismo en
el Partido Comunista de Gran Bretaña, respectivamente. «La
Campaña para el Desarme Nuclear (Campaign for Nuclear
Disarmament, CND), el primer movimiento pacifista antinuclear,
dio a estas dos corrientes una perspectiva política común. En
las páginas de estos boletines, E. P. Thompson, Charles Taylor
y Alasdair MacIntyre debatieron el ‘humanismo marxista’, la
ética y la comunidad; Raphael Samuel indagó ‘la ausencia de
conciencia de clase’; e Isaac Deutscher analizó el comunismo
durante la distensión bajo Kruschev»136.
En el momento de mayor auge, 1960-1961, la Campaña
para el Desarme Nuclear logró influir circunstancialmente en el
programa laborista, que optó por las tesis unilateralistas en la
Conferencia de Scarborough, de octubre de 1960, venciendo las
resistencias de las Trade Unions. La conferencia de Blackpool,
de 1961, rechazó definitivamente las tesis unilateralistas; las ra-
zones de este abandono se encontraban en el carácter de partido
de gobierno del laborismo. La conquista de una mayoría social
resultaba incompatible con una política exterior al margen de
las decisiones de la OTAN, en un contexto internacional marcado
por la guerra fría.

Dentro de la nueva izquierda británica también se pro-


ducían incomprensiones respecto del significado y alcance
de la CND, sobre todo entre los marxistas británicos más
apegados a la tradición como el historiador Perry Ander-
son, que consideraban a la CND incapaz de hacer frente a
los desafíos de transformación de la sociedad británica,
al centrarse sólo en el tema de la paz y el unilateralismo,
atrapados en los análisis estructuralistas que ponían el
acento en el conflicto de clases137.

136
New Left Review  j-B IJTUPSJBv IUUQXXXOFXMFGUSFWJFX
FT QBHFIJTUPSZ DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF

137
Luis Otero Carvajal, «Verdes y alternativos», Revista Cuadernos del Mun-
do Actual. Historia 16, nº 75, .BESJE   IUUQXXXVDNFTJOGP
IDPOUFNQMFPDWFSEFTIUN DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF


72
El tres letras

En relación a la New Left Review, esta siempre se concibió


como el órgano de la nueva izquierda. Tenía un enfoque popular e
intervencionista, y trataba los asuntos más urgentes de la política
contemporánea. Sin embargo, el ocaso de la Campaña para el
Desarme Nuclear a finales de 1961 privó a la nueva izquierda
de buena parte de su impulso como movimiento, y debido a las
incertidumbres y escisiones dentro del consejo editorial del bole-
tín, en 1962 un grupo más joven y menos experimentado llegó a
encargarse de la revista. «De este modo, los dos primeros años de
la NLR (Nos 1-12) constituyen un período distintivo y autónomo,
caracterizado por un acercamiento novedoso a la comprensión
de la cultura popular y propuestas innovadoras para la demo-
cratización de la industria moderna de comunicaciones»138.
Más adelante estos dos temas serían investigados por Stuart
Hall y Raymond Williams en una serie de trabajos sumamente
influyentes. «Se reimprimiría repetidas veces un profético artículo
de C. Wright Mills, Letter to the New Left (‘Carta a la nueva
izquierda’), publicado en NLR 5, el cual puso en duda la ‘metafí-
sica del trabajo’ y ayudó a definir los intereses de una emergente
nueva izquierda norteamericana»139.
Entre 1962 y 1963 se dio un período vacilante, de transición,
en el que se redujo el ámbito de la revista. Al desintegrarse el
movimiento de la nueva izquierda propiamente dicho, la New
Left Review se convirtió en una publicación teórica cuyo perfil
intelectual se orientaba más hacia las nacientes preocupaciones
con la teoría de la Europa continental.
En 1967, se publicó por primera vez en la New Left Review
un trabajo de Nicos Poulantzas, un joven filósofo griego residente
en París. «Los editores incluyen una nota introductoria en la
que se refieren a la necesidad de superar el ‘provincianismo’ en
el que consideraban que había caído el debate marxista desde
los años 20»140.

138
New Left Review, op. cit.
139
New Left Review, op. cit.
140
.BCFM5IXBJUFT3FZ op. cit., p. 219.

73
Sergio Salinas Cañas

Estos nuevos intereses se reflejaron en artículos escritos


por Claude Lévi-Strauss, R. D. Laing y Ernest Mandel.
Durante esta época (Nos 15-22), la revista se concentró
en el Tercer Mundo más que el ámbito nacional, y se ca-
racterizó por una serie de artículos sobre Cuba, Argelia,
Irán y las colonias portuguesas que recurrieron a la socio-
logía comparativa y el análisis de clase. No se prestó casi
atención a la política británica durante los últimos años
del régimen conservador contemporáneo, aunque sí se
publicó un excelente ensayo sobre el filósofo Oakeshott141.

A principios de 1964, la New Left Review adoptó un nuevo


formato que duró, con algunos cambios, hasta finales de 1999.
Al mismo tiempo se desarrolló una orientación editorial más
amplia y ambiciosa. «Entre 1964 y 1966 (Nos 23-35) se creó un
‘modelo’ básico para la revista que le dio una identidad nueva y
particular. En cuanto a sus intereses temáticos, su enfoque sobre el
Tercer Mundo cedió ante el interés sobre todo por el Reino Uni-
do, aunque el énfasis analítico no había cambiado del todo»142.
Entre 1971 y 1975, la New Left Review desarrolló su
propio programa teórico mediante estudios críticos sobre, o
entrevistas con, destacados teóricos de la tradición marxista
occidental: Lukács, Althusser, la Escuela de Frankfurt, Sartre y
Colletti (que más adelante serían recopilados en una antología
de New Left Review). «Lo atractivo del marxismo occidental
consistía en su aceptación de las influencias vanguardistas no
marxistas y sus posibilidades para fundamentar una crítica de la
sociedad burguesa y del desgobierno burocrático en el Oriente.
Según fue desenvolviéndose, esta preocupación se expandió para
abarcar el análisis social e histórico tanto a nivel cognitivo como
sustancial»143.
Se hizo otra importante contribución política en esta sexta
fase (nº 68-90) a través de unos artículos que criticaron la po-
lítica exterior china y analizaron los procesos que se daban en
la URSS y en Europa occidental –sobre todo la aparición de los
141
Ibid.
142
New Left Review, op. cit.
143
Ibid.

74
El tres letras

disidentes rusos, la situación de Checoslovaquia y las rebeliones


obreras en Polonia. Este fue el primer período en el que la New
Left Review trató el ‘segundo mundo’ en profundidad; su mayor
interés era la necesidad de ajustar cuentas con los regímenes bu-
rocráticos de dichos países. «Además, se reanudó la publicación
en gran cantidad de artículos sobre el Tercer Mundo: no sólo
estudios sobre ciertos países, sino también debates más genera-
les sobre las características del estado poscolonial, así como la
controvertida afirmación de Bill Warren de que el capitalismo
iba ganando fuerza incluso en muchas regiones anteriormente
subdesarrolladas. Un debate sobre el trabajo doméstico procuró
vincular propuestas socialistas con enfoques feministas, mientras
que Enzensberger escribió artículos seminales sobre la ecología
y los medios de comunicación»144.
-B/FX-FGUFO(SBO#SFUBÒB OBDJEBMVFHPEFMPTTVDFTPT
de 1956 (invasión soviética a Hungría y la ocupación del Canal
de Suez por las tropas británicas y francesas) y fortalecida luego
de los sucesos del mayo francés de 1968, comienza a fines de los
setenta un período de agonía que se extenderá hasta otra fecha
importante: 1989, la caída del muro de Berlín y el colapso del
comunismo.

1.8 Los cambios en la Iglesia y el nacimiento


de la teología de la liberación

Creo en la nobleza del hombre,


de Dios su imagen.
Y en la voluntad de los hombres
que se levanten.
¡No me robarán la esperanza!145
Esteban Gumucio, SS.CC.

144
Ibid.
145
De la Cantata de los Derechos Humanos Caín y Abel, la Canción de la
esperanza. La música la compuso el conjunto musical Ortiga. Se presentó
en la Catedral Metropolitana el 25 de noviembre de 1978.

75
Sergio Salinas Cañas

Como señaló el teólogo Pablo Richard, la última etapa de la


crisis económica, política e ideológica que vivían varios países de
Latinoamérica la constituyó el fracaso de los modelos desarro-
llistas expresados en la Alianza para el Progreso (1961-1969),
en los proyectos de la CEPAL o en los gobiernos como los de
Juscelino Kubitschek (1956-1961) o Joâo Goulart (1961-1964)
en Brasil, o en Chile con la Democracia Cristiana de Eduardo
Frei (1964-1970). «Esta etapa implicó el hundimiento del pro-
yecto de la Nueva Cristianidad ligado a esos modelos. Se vive
el fracaso de las obras sociales de la Iglesia, de los movimientos
y partidos confesionales cristianos, de su sistema educativo, de
las Universidades Católicas, de la Doctrina Social de la Iglesia,
y de un determinado modelo de Pastoral»146.
Es en este contexto que el papa Juan XXIII proclamó en el
Concilio Vaticano II (1962) que la Iglesia había perdido contac-
to con el mundo afuera de sus propias puertas y que tenía que
reexaminar su misión para no perder también su relevancia. El
concepto de una «Iglesia de los pobres» –esgrimido por el Papa–
abrió un debate eclesial que fue ampliado durante la Conferencia
Episcopal de los Obispos Latinoamericanos realizada en Mede-
llín (1968), enfocado esta vez en la situación latinoamericana.
«El lenguaje ambiguo del Vaticano II tomó un tono más fuerte
y directo en Medellín, en cuanto a la necesidad de que la Iglesia
mostrara una solidaridad con los despojados de los países lati-
noamericanos. Durante esa época de intenso debate teológico,
el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez publicó Teología de la
liberación-Perspectivas (1971)»147.
El Concilio Vaticano II se inauguró el 11 de octubre de 1962
y se clausuró el 8 de diciembre de 1965. Contó con la presencia de
2.500 «padres conciliares», «siendo hasta ahora el más universal
en la historia de la Iglesia. En la asamblea se reunieron obispos

146
Ferrán Cabrero, op. cit., p. 96.
147
Steven Casadont, «Dos caminos ante la pobreza: Los padres Gabriel y Nés-
tor en la novela NicodemusIUUQXXXFOTBZJTUBTPSHDSJUJDBMJCFSBDJPO
DBTBEPOUHVUJFSSF[IUN DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF


76
El tres letras

de los cinco continentes con un peso importante y desconocido


hasta entonces de las iglesias jóvenes»148.
Una de las respuestas más inmediatas y visibles a lo sostenido
en estos encuentros fueron las Comunidades Eclesiales de Base
(CEB)149, que se masifican en toda Latinoamérica, transformando
de manera radical el papel de la Iglesia en varios países.
El Concilio incorporó a la reflexión eclesial, desde una
perspectiva más inductiva, los temas relacionados con la secu-
larización y la pobreza. La Iglesia tomó conciencia de ser un
grupo más dentro de la sociedad, aceptando a esta como una
realidad secular y pluralista. «Los cristianos deben transformar
el orden económico, social y político para que la justicia llegue a
todos. Eso supone comprometerse con los oprimidos, respetando
las particularidades de cada cultura y grupo. Esta inquietud es
compartida con los hermanos separados o los hombres sedientos
de paz»150.
Los conceptos claves que son debatidos por los teólogos de
la época, y que constituirían también la base de la futura teología
de la liberación, fueron:

r Una interpretación de la fe cristiana a través del sufri-


miento, la lucha y la esperanza de los pobres.
r Una crítica de la sociedad y de las ideologías que la
sustentan.
r Una crítica de la actividad de la Iglesia y de los cristianos
desde el punto de vista de los pobres.

148
Gustavo Morello, «El Concilio Vaticano II y su impacto en América Lati-
na: a 40 años de un cambio en los paradigmas en el catolicismo», Revista
Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, XLIX, enero-abril de 2007: <http://
SFEBMZDVBFNFYNYSFEBMZDTSDJOJDJP"SU1EG3FEKTQ J$WF
(consultado el 26 de noviembre de 2010).
149
«Estos movimientos comunitarios en Chile se dividen, más claramente que
en Brasil, en dos tipos distintos: comunidades eclesiales de base directamente
vinculadas con la Iglesia y comunidades cristianas populares con una mayor
conciencia política y que ejercen gran influencia en ciertas poblaciones como
Pudahuel, en el sector oeste de Santiago». Alain Touraine, Actores sociales
y sistemas políticos en América Latina, Santiago, PREALC-OIT, 1988, p. 99.
150
Ibid.

77
Sergio Salinas Cañas

La religión, en este caso, ya no es el ‘opio del pueblo’,


la superestructura y la herramienta para la dominación de
una clase, sino una fuerza de oposición con un potencial
para la movilización popular y, en algunos casos, para el
cambio social radical, revolucionario151.

La controversia provocada por la aparición de la teología


de la liberación se explicó por la radicalidad de su opción en
favor del cambio social. El radicalismo de la opción fue consi-
derado por sus enemigos como una «desviación ideológica» de
la doctrina social católica. «Si bien no perdió la originalidad de
su punto de vista teológico y religioso, tal opción no se puede
explicar fuera del contexto latinoamericano de los años sesenta
del siglo pasado. Este último estuvo marcado por la Revolución
Cubana y la efervescencia regional de movimientos revolucio-
narios y marxistas. En ese contexto, la teología de la liberación
identificó la lucha contra la pobreza y el subdesarrollo con la
lucha antiimperialista y anticapitalista»152.
Para Ignacio Ellacuría, la teología de la liberación es la
continuación de los trabajos de Jesús. «La Teología de la Libe-
ración se entiende a sí misma como reflexión desde la fe sobre
la realidad y la acción histórica del pueblo de Dios, que sigue
la obra de Jesús en el anuncio y en la realización del reino. Se
entiende a sí misma como una acción del pueblo de Dios en este
seguimiento de la obra de Jesús y, como sucedió con Jesús, trata
de poner en conexión vivida el mundo de Dios con el mundo de
los hombres»153.
Ellacuría opina que «la opción preferencial por los pobres
es una de las notas de la verdadera Iglesia (…). Una Iglesia que
en su teoría o en su práctica mantuviera que dicha opción no es
una parte constitutiva de su misión (…) sería herética, porque
151
Ferrán Cabrero, La revolución pactada, Barcelona, Flor del Viento Edicio-
nes, 2002, p. 94.
152
Malik Tahar Chaouch, «La teología de la liberación en América Latina:
una relectura sociológica», Revista Mexicana de Sociología, n° 69, julio-
septiembre de 2007: <http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.
KTQ J$WF DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF

153
Steven Casadont, op. cit.

78
El tres letras

está falseando uno de los datos intrínsecos de su propia esencia


(…), parece ser condición ineludible para que la teología sea
verdaderamente cristiana»154.
Para Gustavo Gutiérrez, la lucha por la justicia supone, ante
todo, una liberación socioeconómica y política, orientada a la
transformación de las estructuras sociales. «Pero ese cambio
de las condiciones, para ser eficaz, tiene que estar acompañado
por la transformación de las personas, por la conformación del
‘hombre nuevo’ con otros valores y actitudes»155.
Gutiérrez afirma también que la teología de la liberación es
una teología de la salvación en las condiciones concretas, his-
tóricas y políticas. «Pero el mismo autor escribe (en La fuerza
histórica de los pobres, p. 109) que esa teología ‘es una reflexión
a partir de la praxis del hombre’. Busca pensar la fe desde esa
praxis histórica y a partir de cómo es vivida la fe en el compromi-
so liberador. Entonces la teología viene después del compromiso,
derivando la teología en un acto secundario. En realidad esta
segunda orientación es más profunda y más central. Se trata de
una relectura del evangelio desde la solidaridad con el pobre y
con los oprimidos»156.

154
Ibid.
155
Alfonso Ibáñez, «Gustavo Gutiérrez: el Dios de la vida y la liberación hu-
mana», Revista Espiral, IX, enero-abril de 2003, Guadalajara, Universidad
de Guadalajara: <http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/src/inicio/ArtPdfRed.
KTQ J$WF DPOTVMUBEPFMEFOPWJFNCSFEF

156
Alain Touraine, op. cit., p. 97.

79
Asentamiento Arnoldo Ríos,
del Movimiento de Campesinos Revolucionarios (MCR).
Fotografía de Raymond Depardon, Cautín, 1971.
Capítulo 2

El contexto regional:
la revolución llega a Latinoamérica

Por toda América soplan vientos que no han de parar.


Hasta que entierren las sombras no hay orden de descansar.
Los Olimareños

Por contexto regional, entenderemos aquellos hechos y


discursos políticos que tienen una incidencia fundamental en la
emergencia de grupos de la nueva izquierda revolucionaria en
América Latina.

2.1 La Revolución Cubana

Uno de los ejes articuladores fundamentales para explicar


más de 50 años de la historia política de América Latina lo cons-
tituyó el concepto de «revolución». Es que este concepto –sobre
todo luego del triunfo de la Revolución Cubana y su posterior
inclinación al modelo socialista– conllevó enormes implicancias
para vastos sectores de la izquierda política latinoamericana.
En primer lugar, en el imaginario de este sector político se
instauró la idea de que «la revolución era posible en América
Latina». Atrás quedaba el referente situado a miles de kilómetros

81
Sergio Salinas Cañas

de distancia, la Unión Soviética, y a pocos kilómetros de la costa


de Estados Unidos surgía uno nuevo: Cuba.
Según el profesor Julio Pinto, luego de conocerse la entrada
de los «barbados» a La Habana, el 1 de enero de 1959, un efecto
alucinógeno se apoderó de cientos de jóvenes que veían como
sus referentes no amenazaban el orden y el modelo imperante.
Este efecto era estimulador y provocaba el deseo de imitar lo
sucedido en la isla caribeña. Los partidos comunistas y socialistas,
que desde principios del siglo XX habían conducido las banderas
del cambio social, comenzaron a ser fuertemente cuestionados
desde su interior por los sectores juveniles. Nuevos referentes
marcaron los primeros fraccionamientos que se dieron en estos
partidos en casi todos los países de América Latina157.
Como señala Marta Harnecker, «la victoria guerrillera en
la isla caribeña despierta la simpatía de la mayor parte de la
izquierda occidental, era la luz que asomaba en el oscuro ho-
rizonte conservador que entonces se vivía»158. Tenía todas las
cualidades para ser atractiva, especialmente para los jóvenes:
«espíritu romántico, heroísmo en las montañas, antiguos líderes
estudiantiles con la desinteresada generosidad de la juventud –el
más viejo apenas pasaba los 30 años–, un pueblo jubiloso en un
paraíso tropical que latía al ritmo de la rumba»159.
En estos años, un viraje se produce en el debate sobre el
uso de la violencia política. Primero, este último es mucho más
generalizado y no se limita a algunas fracciones marginales y
minoritarias de la izquierda. «Una franja importante de la iz-
quierda se desplaza lento pero seguro hacia el culto a la lucha
armada. Los debates se centran sobre la táctica y la estrategia, y
sólo se espera la insurrección de las masas o bien la aparición de
157
Doctorado en Estudios Latinoamericanos. Seminario «Problemas funda-
mentales de la Cultura de América Latina II. La Era Republicana», clase
del profesor Julio Pinto, 22 de junio de 2006.
158
Marta Harnecker, «Los hitos que marcan a la izquierda latinoamericana
desde la Revolución Cubana hasta hoy», textos preliminares del libro La
izquierda en el umbral del siglo XXI QSJNFSBQBSUFIUUQXXXBSDIJWP-
DIJMFDPN*EFBT@"VUPSFTIBSOFDLFSNUFYUUFPQPMIBSOFQPMJUFPQEG
(consultado el 18 de marzo de 2011).
159
 &SJD)PCTCBXN Historia del siglo XX, op. cit., p. 439.

82
El tres letras

un núcleo de elegidos que cumplirá con la misión. Este cambio


tiene relación con el período muy particular que fueron los años
1960. El contexto intelectual se presta. Y los ejemplos concretos
abundan: Cuba ante todo, pero también toda América Latina,
Argelia, Vietnam...»160.
El rol que juega la Revolución Cubana en este viraje del
debate fue central. Ella constituyó entonces, una referencia
ineludible para el conjunto de la izquierda latinoamericana
–y no solamente para aquella que le fue cercana. Mientras
que la Revolución Cubana confirmaba en los hechos que
en América Latina se podía llegar al poder por la vía de las
armas, el ejemplo del Che Guevara y sus escritos contribuían
a la formación de un discurso, de un imaginario, de una esté-
tica y de una nueva moral revolucionaria propia de los años
sesenta. «La violencia reaparecía como inherente a lo político.
No obstante, el impacto de la Revolución Cubana no puede
explicar todo. Evocar la ‘influencia extranjera’, creer en una
imitación ciega de los modelos venidos del exterior, para
explicar el nacimiento y el recorrido de la nueva izquierda
revolucionaria en Chile, y en general en América Latina, sigue
siendo un enfoque insatisfactorio»161.
En síntesis, el principal impacto de la Revolución Cubana
se produjo en el plano político y, a través de él, en el plano cul-
tural. «Efectivamente, el modelo cubano contribuyó de manera
importante a definir las características centrales del programa
revolucionario de la llamada ‘Nueva Izquierda’. Entre los as-
pectos fundamentales del mismo destacaba:

r Fija con exactitud a los enemigos de los sectores popu-


lares: la oligarquía criolla y el Imperialismo norteame-
ricano.
r Sugiere una estrategia política de conquista del poder:
la lucha armada guerrillera.

160
Eugenia Palieraki, op cit.
161
Ibid.

83
Sergio Salinas Cañas

r Plantea la construcción de la vanguardia popular, el eje


conductor del movimiento revolucionario, en el ejército
rebelde. En él se prueban y se legitiman los revolucio-
narios.
r Establece que en el contexto latinoamericano el conduc-
tor de dichos procesos es el proletariado, pero que al
campesinado le cabe una importancia significativa en el
proceso de constitución y desarrollo del ejército rebelde.
r Enfatiza, a partir del modelo guerrillero, una nueva
categoría ético social: el hombre nuevo. Eje proyectual
del guevarismo.
r Reivindica el internacionalismo proletario, entendido
como la participación activa de los combatientes revolu-
cionarios en cualquier frente de batalla antiimperialista
y antioligárquico162.

Desde la posición contraria, Hanna Arendt sostuvo que en el


curso de los sesenta, como lo refrenda el cuadro latinoamericano,
la nueva izquierda venía glorificando la violencia apoyándose
en autores como Fanon, Sartre y Mao, y aun en el viejo Sorel,
distanciándose de las tradiciones políticas de sus antecesores y
opositores marxistas, reformistas o pacifistas. La cultura política
de los guerrilleros y revolucionarios de todo el mundo quedó así
marcada por este acontecimiento ideológico, que operó como un
parteaguas en la historia de la izquierda mundial. «El elogio de
la violencia, como remedio frente al reformismo obrerista de la
vieja izquierda proclamado por Daniel Cohn-Bendit, atenuó los
efectos del estigma leninista sobre El izquierdismo, enfermedad
infantil del comunismo, aunque no siempre, si rememoramos el

162
Igor Goicovic, «El internacionalismo proletario en el Cono Sur. La Junta
Coordinadora Revolucionaria, un proyecto inconcluso», Centro de Estudios
Miguel Enríquez, ponencia a las II Jornadas de Historia Política de Chile,
Santiago, Departamento de Historia, Universidad de Santiago de Chile, 10
ZEFOPWJFNCSFEFIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN*EFBT@"VUPSFT
HPJDPJHPJDPQEG DPOTVMUBEPFMEFPDUVCSFEF


84
El tres letras

caso de los ‘enfermos’, la controvertida guerrilla mexicana de


Sinaloa a inicios de los setenta»163.
Mucho debate se ha dado a nivel de cientistas sociales con
respecto a las variables explicativas del triunfo de la Revolución
Cubana; sin embargo, por el objetivo de este libro, solo se men-
cionarán algunos puntos específicos.
Es importante destacar el carácter mismo de esta revolu-
ción que al principio no se planteó como marxista, pero que el
contexto la fue empujando a tomar esta decisión. En un primer
momento era una revolución democratizadora, antidictatorial,
antiimperialista, nacionalista y con una profunda dimensión ética
(sacar a Cuba de la corrupción y la inmoralidad).
En segundo lugar, tenía un carácter multiclasista. El Movi-
miento 26 de Julio fue el catalizador simbólico de un movimiento
social mucho más amplio, en el que participan sindicatos, estu-
diantes, entre otros actores, marcado por el antibatistismo. En
tercer lugar, es una victoria social más que estrictamente militar.
Lo que decide el resultado de la revolución no es el choque de
los guerrilleros que desembarcaron del Granma con el Ejército,
sino el desmoronamiento interno de la institucionalidad de
Fulgencio Batista.
No obstante, por sobre las condiciones objetivas analizadas
someramente en los párrafos precedentes, es el aspecto subjeti-
vo el que se impone en los sectores revolucionarios de América
Latina: un puñado de hombres –no muy bien armados ni capa-
citados– son capaces de hacer la revolución.
El predominio del aspecto subjetivo del triunfo guerrillero en
la Revolución Cubana hace que se convierta en un modelo viable,
para ser imitado en vastos sectores deseosos de cambios en nues-
tros países latinoamericanos. Una nueva ortodoxia surge para
la izquierda latinoamericana: la «teoría del foco guerrillero».

163
Ricardo Melgar, «Sacralización de la violencia en las guerrillas latinoameri-
canas», Revista La Memoria Sumergida, n° 164, México DF, 2002, también
FOIUUQXXXDFEFNBPSHVQMPBET-BNFNPSJBTVNFSHJEBQEG
(consultado el 4 de julio de 2011).

85
Sergio Salinas Cañas

En síntesis, se canonizan los aspectos subjetivos del triunfo


de la Revolución Cubana en muchos jóvenes y revolucionarios,
por el ejemplo, valentía y decisión de los «barbados cubanos».
Pero se olvidan aspectos fundamentales para no solo obtener
el poder con una revolución, sino que para mantenerlo, lo que
Lenin llamó a principios del siglo XX las «condiciones objetivas».
Y entre este aspecto subjetivo, también surge otro concepto
importante en el imaginario simbólico de esta izquierda revolu-
cionaria: la muerte. Algunos autores –que fueron parte de este
proceso– al hablar de este concepto lo asocian al «mesianismo»
o el «martirologio guerrillero».
Como señaló Raúl Sendic, líder del Movimiento de Libera-
ción Nacional Tupamaros del Uruguay, «cayeron muchos, cayó
el mismo Che Guevara en las selvas de Bolivia, pero no decayó el
impulso revolucionario. Fueron años bravos, vividos intensamen-
te. Y aquel que un día dijo: ‘es la hora de los hornos y no se verá
más la luz’, lanzó su propia vida a la hoguera, para atizarla»164.

2.2 El foquismo como praxis


para alcanzar la revolución

El antropólogo brasileño Darcy Ribeiro señaló que la


izquierda insurreccional de la primera oleada guerrillera «estaba
integrada principalmente por jóvenes que ven en la experiencia
cubana su paradigma de revolución social y además encuentran
en aquella experiencia una forma concreta de iniciar movimien-
tos revolucionarios, aparentemente capaces de difundirse como
insurrecciones generalizadas en la medida en que activen las
tensiones estructurales características del subdesarrollo»165.
De la misma manera, el exrevolucionario Daniel Pereyra se
refiere al surgimiento de las guerrillas en el continente, al señalar

164
Raúl Sendic, «Discurso del MLN Tupamaros en el homenaje al Che Guevara
organizado por la Liga Comunista Francesa», París, 21 de octubre de 1987,
reproducción del original.
165
Andrés Benavente y Jorge Jaraquemada, Movimientos insurreccionales en
Latinoamérica, Buenos Aires, Universidad de Belgrano, 1986, p. 12.

86
El tres letras

que la Revolución Cubana, victoriosa por medio de las armas,


la entrega de la tierra a los campesinos y la nacionalización de
las empresas extranjeras, sacudió profundamente a las masas en
toda América Latina.
Este hecho provocó un cambio profundo en muchos lucha-
dores sociales, antiimperialistas y sindicalistas. Por primera vez
les hizo ver la posibilidad de derrotar a las oligarquías nacionales
y sus modelos de desarrollo excluyentes por medio de la lucha
armada. Cuestionó a su vez la acción de la mayoría de las or-
ganizaciones populares existentes en el continente. Y planteó la
posibilidad de luchar en forma efectiva por una sociedad nueva,
una sociedad socialista. «Estas convicciones ni eran unánimes
ni similares en cada organización y cada país. Por el contrario,
la diversidad fue muy grande. Tuvo que ver con las tradiciones
y experiencias, con la ideología y la línea política, con la im-
plantación social de cada organización. Y todo se reflejó en la
variedad de criterios políticos-militares de los grupos armados,
en su evolución y destino ulterior»166.
Ya en 1963, el Che Guevara escribió un documento llamado
Guerra de guerrillas, un método en el que intentaba generalizar
las lecciones que había entregado la experiencia cubana a los
revolucionarios del continente:

r Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra


el ejército.
r No siempre hay que esperar a que se den todas las
condiciones para la revolución; el foco insurreccional
puede crearlas.
r En la América subdesarrollada, el terreno de la lucha
armada debe ser fundamentalmente el campo.

Esta respuesta implica un cambio radical de terreno «en


todas las acepciones del término»: no solo geográfico (el campo),

166
Daniel Pereyra, Del Moncada a Chiapas: historia de la lucha armada en
América Latina, 3ª ed., Madrid, Los Libros de la Catarata, 1997, p. 21.

87
Sergio Salinas Cañas

sino también sociológico (los campesinos). Salvo para Mariáte-


gui, el campesino nunca fue considerado sujeto activo.
Una de las razones por las cuales la izquierda tradicional no
supo «ver» al campesino revolucionario es la de que se planteaba
un «problema» en la que este no tenía lugar: el problema del
frente con la burguesía progresista para la revolución (pacífica)
nacional-democrática167.
La tesis central del texto se refiere al carácter socialista de la
revolución latinoamericana, estrechamente ligada al análisis del
papel de las burguesías nacionales, en la cual la guerrilla rural
es la forma fundamental de lucha dentro del carácter estratégico
de guerra prolongada. Con lo cual Guevara apunta a un camino
distinto a la insurrección clásica de las ciudades leninista y al
de la guerra prolongada clásica de tres etapas de Mao Zedong.
Para Guevara, la burguesía nacional en América Latina era
un aliado del imperialismo y del latifundio contra la revolución
popular. En las actuales condiciones históricas de América Latina,
la burguesía nacional no puede encabezar la lucha antifeudal
y antiimperialista. La experiencia demuestra que en nuestras
naciones esa clase, aun cuando sus intereses son contradictorios
con los del imperialismo yanqui, ha sido incapaz de enfrentarse
a este, paralizada por el miedo a la revolución social y asustada
por el clamor de las masas explotadas. Esto es lo que dice la
Segunda Declaración de La Habana y es una especie de dictado
de lo que ha de ser la revolución en América168.
El castrismo-guevarismo, que con el paso de los años solo
quedaría con el apellido de este último, supone una ruptura
radical con el «campo ideológico» de la izquierda latinoameri-
cana tradicional, ruptura que se produce tanto en el nivel de la
teoría como de la práctica política y cuyo principio motor hay
que buscarlo en la historia de América Latina.

167
Ibid, p. 303.
168
Ernesto Guevara, «Táctica y estrategia de la revolución latinoamericana»,
Revista Verde Olivo, La Habana, 6 de octubre de 1968: <IUUQXXX
OVFTUSBBNFSJDBJOGPMFFSIMWT DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF


88
El tres letras

Responde antiguas preguntas de la izquierda, pero con


fórmulas nuevas: ¿cómo romper el aparato militar del Estado
existente? Pregunta realizada por Marx y Lenin a la luz de la
experiencia histórica de la Comuna de París y de la Revolución
Rusa. Renovada y adaptada a las condiciones específicas de
América Latina (su experiencia propia en Guatemala, en 1954,
y Cuba).
Para Guevara, la insurrección debía llevarse a cabo median-
te la guerra de guerrillas, que es «la vanguardia combativa del
pueblo situada en un lugar determinado de algún territorio dado,
armada, dispuesta a desarrollar una serie de acciones bélicas
que la conducirían a su fin estratégico: la toma del poder. Está
apoyada por las masas campesinas y obreras de la zona y de
todo el territorio de que se trate. Sin esas premisas no se puede
admitir la guerra de guerrillas»169.
Para Guevara, «un movimiento popular auténtico, aun sí
conquista el poder mediante un proceso electoral –posibilidad
dudosa dice por lo arreglado de estos procesos– será derrocado
muy rápidamente por un golpe de Estado, más o menos san-
griento, puesto que el ejército siempre ha sido un instrumento
de la oligarquía dominante»170.
Luego de analizar el papel político social del ejército en la
historia del continente –a través de los golpes– concluye la revo-
lución de los trabajadores no puede realizarse sin la destrucción
del aparato militar-policíaco-burocrático del Estado burgués,
sin la ruptura sistemática y total de las estructuras del ejército
profesional del antiguo régimen. De ahí la tesis «que constituye
la fuente de la adhesión rigurosa, obstinada e intransigente de
Guevara a una estrategia de lucha armada»171.
Este problema, «cómo eliminar la máquina de represión es-
tatal», rige y gobierna las respuestas: el fundamento constitutivo

169
 &SOFTUP(VFWBSB j(VFSSBEFHVFSSJMMBT VONÊUPEPv FO.JDIBFM-ÕXZ El
marxismo en América Latina, México DF, Ediciones Era, 1982, p. 263.
170
 .JDIBFM-ÕXZ La teoría de la revolución en el joven Marx, México DF,
Siglo XXI Editores, 1972, p. 301.
171
Ibid, p. 302.

89
Sergio Salinas Cañas

de toda la teoría revolucionaria del Che, de toda su teoría de la


guerra de guerrillas.
Es decir, para Guevara «no hay más cambios que hacer: o
revolución socialista o caricatura de revolución»172, con lo que
rompe lapidariamente con una tradición de más de treinta años
de la mayoría de la izquierda latinoamericana (revolución por
etapas).
Cabe señalar que Guevara en sus escritos señala expresamen-
te que el triunfo de la guerra de guerrillas no se realizará sino a
través de su «unión con la clase obrera», que enriquece y desa-
rrolla ideológicamente el movimiento revolucionario y le permite
alcanzar su última y suprema etapa: la huelga general proletaria.
«El error más grave será considerar al ‘foco’ como el resurgi-
miento de cierto blanquismo. Aunque se trate, en un comienzo
de un grupo ínfimo –de 10 a 30 revolucionarios profesionales
enteramente consagrados a la causa y con miras a la toma del
poder–, el foco no tiende de manera alguna a conquistar el poder
por sí solo, mediante un golpe de audacia. No intenta tampoco
conquistarlo mediante la guerra, o por una derrota militar del
enemigo; cuenta sólo con poner a las masas en condiciones de
subvertir por sí mismas el poder establecido»173.
En esos años, Régis Debray sostiene que el rótulo de cas-
trismo-guevarismo debería desaparecer, ya que es el leninismo
recuperado y adaptado a las condiciones históricas de un conti-
nente que Lenin desconocía. «Si bien su aspecto puede cambiar
en cada país sudamericano, no está menos irreversiblemente
establecida una cierta relación orgánica de la lucha armada y de
la lucha de masas, bajo ciertas condiciones cuyo ‘centro activo’
es una forma superior»174.
Entonces, según Guevara, la guerra de guerrillas era la vía
correcta para alcanzar el poder en las condiciones de esos años
en América Latina por los siguientes argumentos:
172
Ernesto Guevara, «Mensaje a la Tricontinental», La Habana, abril de 1967:
IUUQXXXàMPTPàBPSHIFNEFQDSJSJIUN DPOTVMUBEP FM  EF
mayo de 2008).
173
Régis Debray, «El castrismo», op. cit.
174
Ibid.

90
El tres letras

r El enemigo luchará por mantenerse en el poder, por lo


que hay que destruir su ejército. En la lucha dura y larga,
en que el enemigo tiene fuerzas y medios superiores solo
el núcleo guerrillero rural, asentado en terrenos favo-
rables a la lucha, garantiza la seguridad y permanencia
del mando revolucionario. Lo que irá acompañado de
acciones desarrolladas por las fuerzas urbanas según las
órdenes del mando central.
r La destrucción de estos grupos, foco rural o urbano, no
hará morir el alma de la revolución que, desde la forta-
leza rural, seguirá impulsando el espíritu revolucionario
y organizando nuevas fuerzas para otras batallas.
r La situación general del campesinado latinoamericano
y el carácter cada vez más explosivo de su lucha contra
las estructuras feudales, en el marco de una situación
social de alianza entre explotadores locales extranjeros.
r El carácter continental de la lucha. «La cordillera de los
Andes está llamada a ser la Sierra Maestra de América,
como dijo Fidel, y todos los inmensos territorios que
abarca este continente están llamados a ser escenarios
de la lucha a muerte contra el poder imperialista»175.

Según Guevara, las fases de la guerrilla son tres, todas bajos


las premisas de movilidad, vigilancia y desconfianza constante
para su supervivencia:

r La fase foquista (en defensa estratégica), que consiste en


que un pequeño grupo establece una unidad de acción en
un territorio determinado; no está escondida para hacer
una defensa pasiva, sino que su defensa consiste en los
ataques limitados que puede realizar.
r La fase de guerra de guerrillas (en equilibrio estratégico),
que supone la proliferación prodigiosa del foco original,
lo que incluye desde la existencia de un común denomi-
nador ideológico hasta la necesidad de establecer una
175
Ibid, p. 267.

91
Sergio Salinas Cañas

dirección única. Empieza a introducirse el concepto de


la maniobra; columnas grandes que atacan puntos fuer-
tes; guerra de movimientos con traslación de fuerzas y
medios de ataque de relativa potencia.
r La fase de guerra revolucionaria, que no es sino el
enfrentamiento con el aparato institucional en condi-
ciones de derrotarlo con un ejército popular. «Aún en
este instante, marchando delante de las acciones de las
fuerzas principales, irán las guerrillas en su estado de
pureza, liquidando comunicaciones, saboteando todo
el aparato defensivo del enemigo»176.

Para la instalación del foco se buscaron zonas serranas y


selváticas poco pobladas que permitieran al núcleo pasar in-
advertido hasta el momento de comenzar a operar. El contacto
con la población era considerado más como un riesgo que como
una ventaja por razones de seguridad. «En general, estos grupos
carecían de relaciones en la zona elegida, no lograban incorporar
campesinos a sus filas ni tenían fuertes apoyos en las ciudades,
todo lo contrario de la experiencia cubana»177.
Debemos recordar que en este paradigma el actor clave
estaba constituido por un grupo de individuos conscientes,
activos, organizados en un foco. «Como este poseía la verdad,
podía reemplazar al partido proletario como vanguardia de la
revolución»178.
El supuesto básico de la vía armada para alcanzar el poder se
centra en la ilegitimidad y los abusos cometidos por un Estado,
expresados en políticas de exclusión. Estas afectarían a la ma-
yoría de la población y no favorecerían al pueblo. En el ámbito
internacional favorecerían «lo extranjero», al imperialismo; al
poder dominante, o a un número reducido de personas dentro
de una sociedad de clases. La guerrilla entonces se ubica fuera
176
Ibid, p. 270.
177
Daniel Pereyra, op. cit., p. 25.
178
Francisco Rojas, «La vía armada en América Latina: reseña de la falta de
integración y mesianismo», versión preliminar, Santiago, Centro de Estudios
del Desarrollo, sin año, p. 8.

92
El tres letras

de las normas del sistema, y por medio de la violencia busca


romper con el control social.
A este respecto cabe recordar los escritos de Alain Toura-
ine, cuando sostiene que en América Latina existen tres tipos
de conflictos, tres dimensiones en torno a la que se expresan la
construcción nacional y la integración social: a) los conflictos
vinculados a la integración nacional, en torno a los que se expresa
el reformismo y el populismo revolucionario; b) los conflictos
de clases que dan cuenta de la revolución social; c) las acciones
antiimperialistas, que recogen las luchas por la liberación na-
cional. Cada movimiento social puede tener un eje, la primacía
en uno de estos conflictos, pero su racionalidad y coherencia se
fundamentará en un universo discursivo y cultural que abarcará
de manera compleja las tres dimensiones.

En situaciones de no integración o de integración


nacional precaria el reconocimiento de la legitimidad
es débil. Más aún cuando no existen mecanismos para
efectivizar la participación en el sistema político e ins-
titucional. En regímenes patrimoniales o autoritarios la
respuesta a la falta de integración es un mayor grado de
exclusión. Las respuestas que surgen al ser reprimidas y
excluidas perciben en el camino de la contra violencia una
opción única. La cultura de la exclusión hace enfatizar
las opciones de la insubordinación179.

Touraine afirma que la legitimidad de la autoridad y su ca-


pacidad de ser obedecida y la constitución del monopolio del uso
de la violencia legítima solo serán posible si esta legitimidad se
construye y se sustenta en la legalidad, la autoridad y la legitimi-
dad del sistema político. «Si no existe ese reconocimiento cundirá
el disenso y se romperá el control social, es decir, la estructura de
normas y controles que circunscriben las relaciones sociales y las
organizan. En síntesis, la ilegitimidad en que se desenvuelve la
mayoría de los Estados en América Latina es la justificación para
rebelarse contra él y sus instituciones, a través de la creación de

179
Ibid, p. 8.

93
Sergio Salinas Cañas

guerrillas en todo el continente»180. Lo aseverado en esos años


por el sociólogo francés puede ser confrontado con el escenario
político actual de América Latina, lo cual genera muchas dudas
con respecto al futuro en muchos de nuestros países, sobre todo
con el retorno a una vieja modalidad actualizada para estos
tiempos: el populismo181.

2.3 Diferencia del foquismo


con la insurrección leninista

Vladimir Ilich Ulianov, conocido mundialmente como Nico-


lás Lenin, desarrolló una metodología insurreccional basada en
la experiencia rusa. Afirmó que en la historia de las sociedades se
debe distinguir entre períodos de desarrollo pacífico y períodos
revolucionarios. En los cuales la vanguardia revolucionaria se
prepara y analiza las condiciones objetivas y subjetivas que la
realidad muestra, para actuar en los momentos justos condu-
ciendo a toda la masa hacia la toma del poder.
Para Lenin, la insurrección es un arte, como la guerra, y como
en otros géneros de arte, está subordinada a reglas cuyo olvido
lleva a la ruina al partido que resulta culpable de no haberlas
observado. Nunca la masa debe lanzarse a ciegas –recomienda
Lenin– a la insurrección, sino que previamente debe llevar a cabo
una movilización social de carácter general, lo que le permitirá
estudiar el terreno de lucha, así como medir la eficiencia de su
estructura.

180
Ibidem.
181
En teoría de conflictos se habla de conflicto incipiente (diferencias entre
las partes, sin que halla reconocimiento del conflicto); conflicto latente
(hay reconocimiento del conflicto, pero no comportamientos conflictivos)
y conflicto manifiesto (expresiones de los conflictos en enfrentamientos de
las partes). En nuestro continente actualmente existen estos tres tipos de
conflictividad, en algunos casos unos más problemáticos que otros como
el manifiesto conflicto profundamente arraigado: étnico. Véase Sergio Sa-
linas, «Construcción identitaria en el conflicto mapuche: ¿reencuentro con
FMNJUPEFMXFJDIBGF v FO(JMCFSUP"SBOEBZ4FSHJP4BMJOBT Conflictos de
identidades y política internacional, Santiago, RIL Editores, 2005.

94
El tres letras

Es importante comprender –afirma el dirigente bolchevi-


que– que tanto en los períodos prerrevolucionarios como revo-
lucionarios el movimiento de masas se da por oleadas, pues no
tienen un ascenso constante, permanente. Después de intensos
combates económicos y políticos las masas se agotan; necesitan
tomar un respiro para recuperar fuerzas y continuar en la lucha.
En los períodos pacíficos, o de preparación, no existe una
acción política abierta de masas, no hay cambios sustanciales en
el régimen político, se avanza a pasos de tortuga y las condiciones
económicas no provocan profundas crisis ni engendran potentes
movimientos de masas.

En estos períodos pacíficos, de estancamiento las clases


explotadas arrastran en silencio su carga o se restringen
a formas de lucha aceptable para las clases explotadoras
como huelgas limitadas a reivindicaciones económicas,
lucha parlamentaria, etc.182.

El paso de una época de desarrollo pacífico a un período


histórico revolucionario no se da, sin embargo, de golpe, sino
a través de un ascenso gradual de la efervescencia política y so-
cial. Las revoluciones nunca nacen hechas, ni estallan de pronto
–dice Lenin–, constantemente son precedidas de un proceso de
efervescencia, crisis, movimientos, revueltas, que no siempre se
desarrollan hasta el fin; por ejemplo, si la clase revolucionaria
es débil.
Este período prerrevolucionario, que para Lenin se dio en
Rusia entre 1901 y 1905, es el que precede al parto revolucionario
propiamente tal. En él se encuentran muchos de los elementos
que, en un grado más intenso, estarán presentes cuando estalle
la revolución. Pero también existen diferencias cualitativas en-
tre ambos: en el período revolucionario la lucha de masas, que
empieza a constituir en el período prerrevolucionario una ame-
naza para la reproducción del régimen, pasa a adoptar formas

182
Marta Harnecker, La revolución social: Lenin y América Latina, Buenos
Aires, Editorial Contrapunto, 1986, p. 29.

95
Sergio Salinas Cañas

organizativas que se oponen de hecho al poder vigente sin que


este tenga ya fuerzas para arrasar con ellas.
Se produce un salto cualitativo tanto en el número de per-
sonas, hasta entonces inactivas, que ahora se integran a la lucha,
como en el tipo de acciones que realizan. Los sectores avanzados
del movimiento revolucionario pasan a realizar acciones de tipo
insurreccional y arrastran tras de sí a crecientes sectores del pue-
blo. Paralelamente al resquebrajamiento de la superestructura,
las masas populares comienzan a crear una nueva, es decir, crean
sus propios órganos revolucionarios de poder: soviets, comités
de fábricas, comités campesinos, comités de defensa, milicias
populares, su propia prensa, etcétera.
Es importante saber diferenciar estos períodos de calma,
que preceden a nuevas tempestades, de los períodos de estanca-
miento donde las condiciones objetivas para un nuevo ascenso
revolucionario ya han desaparecido, puesto que la táctica de
una vanguardia revolucionaria debe variar radicalmente de una
situación a otra. «Los períodos revolucionarios son lapsos rela-
tivamente cortos en los que surgen a la luz las contradicciones
que han madurado a lo largo de décadas y se manifiestan en
agudas crisis económicas y políticas, y donde la lucha de clases
madura hasta llegar a la guerra civil abierta, es decir, a la lucha
armada entre dos partes del pueblo»183.
Son períodos tempestuosos, de conmociones políticas en
que la situación objetiva cambia con brusquedad y rapidez, en
que la humanidad abandona el paso de carreta propio de los
tiempos pacíficos para avanzar con la velocidad de una locomo-
tora. Nuevos torrentes de movimientos sociales se incorporan a
la lucha y su número crece sin cesar. Lo que caracteriza a toda
revolución es la multiplicación del número de hombres capaces
de librar una lucha política, pertenecientes a la clase trabajadora
y oprimida, antes apáticas.
El último período que menciona Lenin es el contrarrevolu-
cionario, que se da cuando fracasa la revolución, y el régimen
sobreviviente a la insurrección impone nuevamente sus reglas en
183
Ibid, p. 27.

96
El tres letras

un país que no ha resuelto ninguna de sus contradicciones más


profundas. Tienen características parecidas a los períodos pací-
ficos previos a las rupturas revolucionarias, pero en los períodos
contrarrevolucionarios las causas que estuvieron en la base del
estallido anterior se mantienen.
Lenin define a la revolución como una ruptura violenta de
la superestructura política anticuada, cuyo antagonismo con las
nuevas relaciones de producción provoca en un determinado
momento su hundimiento, el «hundimiento que será tanto más
fuerte cuanto más tiempo se mantenga artificiosamente este
antagonismo»184.
La diferencia de los planteamientos de Lenin con los del Che
Guevara apunta a que el Ejército Rebelde cubano creía, según
su experiencia, que las condiciones revolucionarias había que
crearlas, y crearlas luchando con la guerrilla. Como señala Fidel
Castro, «un fósforo en un pajar: ese fue el movimiento guerrillero,
dadas las condiciones que existían en nuestro país. Poco a poco
la lucha se fue convirtiendo en la lucha de todo el pueblo. Fue
el pueblo, sólo el pueblo, el único actor en esa lucha, fueron las
masas las que decidieron esa contienda»185.
En abril de 1961, el Che Guevara señalaba: «Las condi-
ciones objetivas para la lucha están dadas por el hambre del
pueblo, la reacción frente a ese hambre, el temor desatado para
aplazar la reacción popular y la ola de odio que la represión
crea. Faltaron en América las condiciones subjetivas de las
cuales la más importante es la conciencia de la posibilidad de
la victoria por la vía violenta frente a los poderes imperiales y
sus aliados internos»186.
Sin embargo, desde el triunfo de la Revolución Cubana la
influencia de las tesis guevaristas y sobre todo su ejemplo, influen-
ció en mayor o menor grado a todos los grupos de izquierdas en
América Latina. Solo después del fracaso de este modelo surgie-

184
Ibid, p. 10.
185
Ibid, p. 100.
186
Francisco Rojas, op. cit., p. 8.

97
Sergio Salinas Cañas

ron voces que llamaron a volver a los paradigmas leninistas, pero


siempre entremezclándolos con elementos de la teoría del foco.
Como señala la exdiputada salvadoreña por el Farabundo
Martí para la Liberación Nacional y actual vicepresidenta de
la Conferencia Permanente de Partidos  Políticos de América
Latina y el Caribe (COPPPAL), Marta Valladares, más conocida
como Nidia Díaz: «Todos éramos marxistas-leninistas desde
la perspectiva del método de análisis dialéctico de la realidad,
si bien había más influencia para estudiar a Mao Tse Tung. Yo
en particular tenía grandes influencias de los revolucionarios
de América Latina, como Camilo Torres y el Che Guevara.
Más que de la revolución rusa de octubre, el Partido Revolu-
cionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) fue muy
influenciado de una forma creativa por el marxismo vietnamita.
Nuestros textos de estudio eran Tron Chin, Ho Chi Minh y el
general Giap»187.
En pleno auge de la primera oleada guerrillera en América
Latina, el Che Guevara encontró la muerte el 8 de octubre de
1967, en medio del más completo fracaso práctico de su teoría
en Ñancahuazú. Sin recibir el apoyo del campesinado, ni de
los partidos políticos de izquierda bolivianos, a excepción del
Partido Obrero Revolucionario (POR), de tendencia trotskista.
De otro lado, en su caso y en el de las demás experiencias
similares, no se pasó de la fase foquista, careciendo de cualquier
efecto multiplicador. «Analizando retrospectivamente el fenó-
meno, se puede decir que las guerrillas del 60 nunca llegaron a
poner en peligro la estabilidad de los Estados en que se dieron.
Su efecto principal fue provocar una crisis en las izquierdas
latinoamericanas y un abundante debate político-ideológico
en el mismo sector que termina por trascender a la sociedad
entera»188.

187
Ferrán Cabrero, El camino de las armas, op. cit., p. 18.
188
Andrés Benavente y Jorge Jaraquemada,«Movimientos insurreccionales»,
op. cit., p. 13.

98
El tres letras

2.4 La nueva izquierda revolucionaria


y su expansión en América Latina

Ernesto Guevara me supo enseñar


Cuál es el camino que debo tomar
Hacer en América muchos Vietnam189.
Dean Reed

El triunfo de la Revolución Cubana impulsó, entonces, la


polarización que comenzó a darse desde principios de los se-
senta entre la nueva izquierda pro-castrista-guevarista, que con
variaciones, optó por una acción revolucionaria más o menos
inmediata y que seguía –también con sus particularidades a
veces– los modelos revolucionarios difundidos por los cubanos.
«Y otra izquierda que, representada por los partidos comunistas,
aunque con excepciones, por supuesto, era reacia al apoyo a la
acción directa de tipo castrista y apostaba por una actitud mode-
rada, relacionada con la estrategia internacional y línea política
marcada por la Unión Soviética. La primera fue conocida en su
momento como izquierda revolucionaria o castrista y la segunda
como izquierda reformista»190.
Esta primera oleada de movimientos revolucionarios surgi-
dos bajo el influjo de la gesta cubana se extiende aproximada-
mente desde 1959 hasta 1968 aproximadamente. Las principales
organizaciones que se internaron en el monte con la esperanza
de concitar apoyo popular y construir un ejército rebelde son el
MIR (Américo Marín) y las FALN (Douglas Bravo) en Venezuela;
el trotskista MR-13 (Yon Sosa) y las FAR (Turcio Lima) en Gua-
temala; MIR (Luis de la Puente) y el ELN (Héctor Béjar) en Perú;
189
Canción «Hemos dicho basta».
190
Eduardo Rey Tristán, «La organización latinoamericana de solidaridad
(OLAS) y la polémica sobre las formas de la revolución latinoamericana. El
caso uruguayo», en Antonio Gutiérrez Escudero y María Laviana Cuetos,
Estudios sobre América: siglo XVI-XX, Sevilla, AEA   IUUQXXX
BNFSJDBOJTUBTFTCJCMPUFYUPTQEG DPOTVMUBEPFMEFPDUVCSFEF
2010). Véase también las definiciones de nueva izquierda e izquierda refor-
mista en Richard Rorty, Forjar nuestro país. El pensamiento de izquierdas
en los Estados Unidos del siglo XX, Barcelona, Editorial Paidós, 1999, p.
49.

99
Sergio Salinas Cañas

el ELN (Fabio Vásquez) en Colombia; el FSLN (Carlos Fonseca)


en Nicaragua y, por último, el ELN del Che Guevara en Bolivia.
Posteriormente, tras las derrotas militares y políticas, muchas
de estas guerrillas desaparecieron. En algunos casos, fue posible
encontrar a líderes de tales movimientos en la cotidianidad del
ejercicio político. Otros, en cambio, murieron combatiendo por
aquello que estimaban era su objetivo principal. Teodoro Petkof,
ministro de Estado en el segundo Gobierno del Presidente Calde-
ra; Hugo Blanco fue representante en el Congreso Constituyente
peruano de 1978; y Ernesto Che Guevara, muerto en la selva
boliviana y Camilo Torres, muerto en Colombia, son buenos
exponentes de estas dos categorías. A estas guerrillas se les llamó
«Las guerrillas precursoras y olvidadas».

El momento culminante de este proceso fue la realiza-


ción de la 1ª Conferencia de la Organización Latinoameri-
cana de Solidaridad en La Habana, el 31 de julio de 1967,
cuya declaración final define como rasgos fundamentales
del movimiento revolucionario latinoamericano: su inspi-
ración continental, la perspectiva socialista y el carácter
inevitable de la lucha armada191.

Estas guerrillas formaron parte de la primera oleada insu-


rreccional de América Latina, aquella que más directamente se
inspiró en la Revolución Cubana y en las tesis foquistas del Che
Guevara.

2.4.1 La olvidada guerrilla venezolana

Una de las guerrillas más próximas en el tiempo a la Revolu-


ción Cubana fue la venezolana. Sus primeros orígenes se encuen-
tran en los afanes de derrocar al general Marcos Pérez Jiménez de
la Presidencia de la República en la segunda mitad de la década
del cincuenta. El Partido Comunista concretamente había creado

191
Julio Santucho, Los últimos guevaristas, Buenos Aires, Editorial Punto Sur,
1988, pp. 105-106.

100
El tres letras

un aparato militar dirigido por Douglas Bravo, Teodoro Petkoff


y Eloy Ramírez. Sectores de Acción Democrática también veían
con simpatías la posibilidad insurreccional contra la dictadura.
Pérez Jiménez es derrocado, en definitiva, no por la guerrilla,
sino por una sublevación militar, tras lo cual se establece una
Junta de Gobierno que convoca a elecciones presidenciales. El
proceso transicional que se abre es claramente democrático,
donde las principales fuerzas políticas del país –Acción Demo-
crática, COPEI y Unión Republicana Democrática– convienen, en
el llamado Pacto de Punto Fijo, en que cualquiera que fuese el
vencedor electoral incluiría en el gobierno a los otros dos parti-
dos, en una suerte de asociatividad funcional a la consolidación
democrática.
El Partido Comunista, pese a apoyar al candidato de la Unión
Republicana Democrática, almirante Wolfgang Larrázabal,
exmiembro de la Junta de Gobierno, quedó excluido del Pacto,
lo que debilitó su adhesión al sistema, pese a haber logrado un
senador y seis diputados en las elecciones legislativas. Tal opo-
sición se fue radicalizando hasta que en 1961 derechamente se
llamaba a la insurrección nacional.
La radicalización del Partido Comunista fue coincidente con
la división del partido gobernante Acción Democrática, donde
surgió un grupo juvenil y radical que adoptó el nombre de Mo-
vimiento de Izquierda Revolucionaria. Eran jóvenes que habían
articulado la resistencia en contra del general Pérez Jiménez y
que no se avenían con la dirigencia tradicional de Acción De-
mocrática. Los «jóvenes disidentes se proclamaban marxistas-
leninistas. Consideraban que los líderes del período anterior
carecían de un método consecuente de analizar los problemas
sociales, económicos y aun políticos, tal como el provisto, a su
parecer, por el marxismo»192.
En mayo de 1962, el gobierno proscribe al Partido Comu-
nista y al MIR, los que conformaron una alianza denominada
Frente de Liberación Nacional, cuyo objetivo era ser la expresión
192
Robert Alexander, El Partido Comunista de Venezuela, México DF, Editorial
Diana, 1971, p. 86.

101
Sergio Salinas Cañas

política de la insurrección, en tanto que la expresión militar de


la misma serían las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional.
A este polo se sumaría un grupo disidente de la Unión Republi-
cana Democrática, cuyo líder era el diputado Fabricio Ojeda,
exmiembro de la Junta de Gobierno. Cuando el parlamentario
opta por la vía armada, declara: «Todos habríamos preferido que
la suerte de Venezuela se decidiera por la vía pacífica, por medios
no militares, porque esa solución habría evitado la pérdida de
vidas valiosas y la destrucción de herramientas y recursos que
podrían utilizarse para el progreso y el desarrollo. Pero desgra-
ciadamente las clases dirigentes han impedido esto por todos los
medios a su alcance. A nuestro pueblo no le queda otro camino
que la violencia»193.
Luego de algunos años de enfrentamientos y numerosos fra-
casos, poco a poco los guerrilleros de los diferentes grupos dejan
la opción armada a mediados de la década del sesenta. Se trata de
un final que llevará a Régis Debray a comentar: «Expulsada de la
sociedad venezolana como fenómeno político, y de las montañas
de Yaracuy y de las calles de Caracas como fenómeno militar, la
guerrilla –o las siglas que la resumen– instala sus penates en la
orilla izquierda del Sena, donde prospera a título póstumo como
fenómeno ideológico y literario»194.

2.4.2 Las primeras guerrillas en el Perú

En el caso de Perú, entre 1958 y 1964, cientos de campesinos


y trabajadores agrícolas, al grito de «tierra o muerte», se organi-
zaron y movilizaron, rescatando cientos de miles de hectáreas en
manos de latifundistas y dando un fuerte golpe a lo que se cono-
ció como gamonalismo. En el prólogo al libro Tempestad en los
Andes, de Luis E. Valcárcel, José Carlos Mariátegui señala: «La
miseria moral y material de la raza indígena aparece demasiado
193
Manuel Cabieses, Venezuela Okey, Santiago, Editorial del Litoral, 1963,
p. 229.
194
Régis Debray, La crítica de las armas, tomo II, México DF, Siglo XXI Editores,
1975, p. 107.

102
El tres letras

netamente como una simple consecuencia del régimen económico


y social que sobre ella pesa desde hace siglos. Ese régimen sucesor
de la feudalidad colonial, es el gamonalismo. Bajo su imperio, no
se puede hablar seriamente de redención del indio»195.
Es en este contexto de fulgor recuperativo de tierras por
parte del campesino que se da la primera experiencia guerrilla
peruana. Estos grupos revolucionarios siguen principalmente la
metodología foquista guevarista, pero sus raíces son anteriores,
tal como sucedería 15 años después.

Sus vertientes son de tres tipos, fundamentalmente.


Uno es el sector desgajado del APRA; otro proveniente
de las filas del trotskismo y un tercero derivará de un
sector juvenil del Partido Comunista, que como en el
resto de América Latina, por esa fecha rechazaba la vía
insurreccional. Son grupos ideológicamente marcados
directamente por el marxismo leninismo clásico196.

El primer sector provenía de las filas del APRA que en 1948


intentó provocar una insurrección para evitar el golpe militar
del general Odría, luego de que había vuelto a la legalidad bajo
el gobierno de Bustamante y Rivera.
Este intento insurreccional fue el más completo fracaso y la
orden de Haya de la Torre de detenerlo llegó cuando la marina
ya se había sublevado en Callao. La persecución que inició el
nuevo gobierno contra el APRA culminó en el cambio en los plan-
teamientos de Haya de la Torre, quien participó en los gobiernos
de Odría y luego de Prado.
Un sector radical al interior de este partido se mostró tremen-
damente crítico frente a la convivencia que se sostenía con el
presidente Prado. El 12 de octubre de 1959, en medio de un
Congreso Nacional del APRA, el grupo fue expulsado y forma
tienda aparte. Nace el APRA Rebelde, liderada por el abogado
Luis de la Puente.
195
José Carlos Mariátegui, Prólogo a Tempestad en los Andes: <IUUQXXX
NBSYJTUTGSPSHFTQBOPMNBSJBUFHPDUIUN DPOTVMUBEPFMEFKVOJP
de 2008).
196
Gilberto Aranda, Sergio Salinas y Miguel A. López, op. cit., p. 124.

103
Sergio Salinas Cañas

Rápidamente el APRA Rebelde rompe completamente con su


partido madre, incorporando a sus filas a elementos marxistas. El
partido tomará esa definición paulatinamente y al decir de Luis
Mercier, «así se mantuvo hasta que el desarrollo de la Revolución
Cubana generalizó una tendencia política castrista y legitimó,
en cierta forma a lo largo de su primera etapa, el pragmatismo
revolucionario que eludió la adhesión a una ideología plenamente
sistematizada»197.
El APRA Rebelde, luego de diversas discusiones políticas,
decide marginarse del sistema democrático, cambiando su nom-
bre por el de Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR),
proclamándose marxista leninista.
El MIR desarrolla cinco frentes de combate dentro de la tesis
foquista: Túpac Amaru, Atahualpa, César Vallejo, Manco Inca,
Pachacutec. El primer foco comenzó sus acciones en la zona de
Mesa Pelada, y establece un segundo frente, el Túpac Amaru, en
Púcuta, bajo el mando de Guillermo Lobatón.
Cuando el presidente Fernando Belaúnde recurre a las Fuer-
zas Armadas, capacitadas para la lucha contrainsurgente, para
enfrentar a la guerrilla, el destino del MIR estaba señalado. Los
seis meses de enfrentamientos, en que se movilizaron 5.000 hom-
bres del Ejército, Marina, Aviación y Fuerzas Policiales dejaron
38 bajas de su parte, 65 menos que las causadas por el Ejército
ecuatoriano en 1941.
«Por parte de los guerrilleros del MIR la derrota es total, sus
dirigentes muertos y los focos desarticulados. En 1966 se reunirá
su comité central arribando a dos conclusiones: afirman que la
actividad revolucionaria no alcanzó los niveles político militares
requeridos para la lucha armada, y además, que los guerrilleros
no conocieron en profundidad la sicología del campesinado, por
lo cual éste terminó prestándoles nulo apoyo»198. Como desta-
ca Alberto Flores Galindo, no habían podido confundirse con
la población serrana, lo que requería una labor paciente para
obtener confianza de los campesinos, sumado a que las armas
197
Luis Mercier, op. cit., p. 148.
198
Gilberto Aranda, Sergio Salinas y Miguel A. López, op. cit., p. 127.

104
El tres letras

llegaron tarde. «Ese fue el balance que muchos hicieron de aquel


desencuentro entre organizaciones políticas y el movimiento
campesino. Pese a ello el MIR desbrozó el camino por el que,
desde 1980, comenzaron a transitar importantes sectores de la
izquierda peruana»199.
Una segunda vertiente guerrillera proviene del trotskismo,
concretamente del Partido Obrero Revolucionario (POR). Destaca
allí Hugo Blanco, aunque también Ismael Frías (columnista de
Revista Equis). Blanco durante su estada en Argentina perteneció
al grupo Palabra Obrera, dirigido por el profesor de la Universi-
dad de La Plata Hugo Bressano, conocido mundialmente como
Nahuel Moreno, uno de los jefes de la IV Internacional.
Blanco, secretario general de la Federación Provincial de
Campesinos de La Convención y Lares, participa primeramente
en agitaciones campesinas, que luego se transformaron en huelgas
campesinas de carácter revolucionario. Blanco forma el Frente de
Izquierda Revolucionaria (FIR), integrado por el Partido Obrero
Revolucionario, por el Partido Comunista leninista (Luis Zapata
Bordero, que luego dará origen a Vanguardia Revolucionaria) y
sectores independientes.
Su acción se desarrolla principalmente en el Cuzco, y con-
cretamente en los valles de La Convención y Lares, en el sur
del Perú. En 1962, después del golpe de Estado que derroca
al presidente Prado, los militares –que ocupan por un año el
poder– detienen a la guerrilla, que apenas se había insinuado,
procediendo a derrotarla en sus núcleos originarios. Hugo Blanco
fue detenido y condenado a 20 años de cárcel. Fue amnistiado
por el gobierno del general Velasco Alvarado en 1970 y al año
siguiente deportado a México.

Es muy posible que la guerrilla rural sea una de las


formas que va a tomar la lucha armada en el Perú; pero
no podemos afirmar que sea la principal. Nos parece
que cuanto más extenso y uniforme sea el movimiento,
cuanto menos espontáneo sea, mayor importancia tendrán
199
Yehude Simon, Estado y guerrillas en el Perú de los 80, Lima, Instituto de
Estudios Estratégicos y Sociales, 1988, p. 78.

105
Sergio Salinas Cañas

las milicias, relativamente estables, tanto urbanas como


rurales. A nosotros, fue precisamente el aislamiento el
que nos obligó a convertirnos de milicia en guerrilla200.

El tercer grupo insurreccional que se convirtió en foco


guerrillero fue el salido del Partido Comunista, dirigido en un
principio por Javier Heraud, quien muere en un enfrentamiento
en la localidad de Puerto Maldonado, en mayo de 1963, cuando
se dirigía con otros guerrilleros a apoyar los levantamientos de
Hugo Blanco, y posteriormente por Héctor Béjar Rivera.
Este grupo junto con trotskistas disidentes y militantes de
diversos pequeños grupos, forman el Ejército de Liberación
Nacional (ELN). Sobre sus inicios Béjar dirá que el ELN no quiso
constituir un partido –y con ello no quiso ser vanguardia orga-
nizada–, por cuanto pensaban que el partido de la revolución
surgiría de la lucha misma.
Se consideraban una «asociación libre de revolucionarios»
y un equipo militar disciplinado. En cuanto al nombre repre-
sentaba más que una realidad presente, un objetivo futuro de la
tarea iniciada: la conformación del ejército revolucionario por
todo el pueblo, toda la masa sin partido.
Béjar posteriormente se incorpora a la vida política sisté-
mica a requerimientos del general Velasco Alvarado. Situación
similar sucedió con Hugo Blanco, quien incluso se presentó a
las elecciones presidenciales de 1980.
La principal crítica a las guerrillas del 65 provino de los
propios involucrados, por ejemplo Héctor Béjar, ex-comandante
del ELN, al analizarlas retrospectivamente afirma que «fueron
grupos surgidos de la pequeña burguesía, desencantada por el
no cumplimiento de las promesas del gobierno de Belaúnde, e
influenciados por la mística y por la ideología de la Revolución
Cubana, que a través de la insurrección pretendieron romper el
statu quo de la legalidad burguesa»201.

200
Hugo Blanco, Tierra o muerte: las luchas campesinas en el Perú, Lima, Siglo
XXI,1972.
201
Gilberto Aranda, Sergio Salinas y Miguel A. López, op. cit., p. 129.

106
El tres letras

Muchos militantes de los grupos guerrilleros del 65 se incor-


poraron a la vida política democrática, otros crearon facciones
que se mantuvieron latentes esperando un nuevo brote guerri-
llero, como ocurrió con el MIR Revolucionario, que participó
en la fundación del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru
(MRTA). Pero no fue sólo el análisis de los errores cometidos el
que los llevó a variar sus lineamientos estratégico-tácticos, sino
que la experiencia de los grupos guerrilleros urbanos de los 70,
el aporte de la triunfante Revolución Sandinista y la relectura de
Mariátegui se convirtieron en la luz que iluminó su accionar202.
Por otro lado, el fracaso de la teoría del foco y de las guerri-
llas urbanas en todos los países en que se implementó fortaleció
las posiciones de los maoístas miembros del PCP-Sendero Lumi-
noso, que luego de más de 10 años de paciente espera iniciaron
a comienzos de la década de los 80’ su ‘larga marcha’203.

2.4.3 El Che Guevara en Bolivia

Asimismo, la guerrilla boliviana de los años sesenta está


estrechamente asociada al Che Guevara. Para el argentino la
insurrección, en último término debía ser latinoamericana y una
vez comenzada la lucha guerrillera en un punto de Sudamérica,
todo el continente terminaría viéndose involucrado.
Después de un sonado fracaso en África, donde estérilmente
Guevara pretendió introducir la vía insurreccional en el Congo, se
instaló en Bolivia, país que en los proyectos iniciales fue desecha-
do como motor de la lucha armada por carecer de condiciones.
Así, «la falta de cuadros locales dispuestos a organizar una guerra
de guerrilla» daban a Bolivia un lugar de segundo orden en el
esquema. Aun cuando «se les dijo a los comunistas bolivianos
que debían comenzar a considerar la forma de promover en el
hecho la Revolución Boliviana»204.
202
Ibid, p, 130.
203
Gilberto Aranda, Sergio Salinas y Miguel A. López, op. cit.
204
Richard Gott, Las guerrillas en América Latina, Santiago, Editorial Uni-
versitaria, 1971, p. 399.

107
Sergio Salinas Cañas

En un inicio, el Partido Comunista de Bolivia participó en los


preparativos de la guerrilla. Sus principales dirigentes alcanzaron
a recibir entrenamiento. Luego, la dirigencia del partido entabla
conversaciones directas con el Ejército de Liberación Nacional
–nombre del grupo guerrillero– para convenir la plataforma
programática y política que seguiría el movimiento armado, y
posteriormente Mario Monje sube a Ñancahuazú con un grupo
de militantes apertrechados y bien entrenados que darían la par-
ticipación orgánica y física del Partido Comunista Boliviano en
la guerrilla. Sin embargo, toda esta disposición de colaboración
se entrabaría por un problema de poder, exigiendo Monje la di-
rección política y militar de la guerrilla para él, previa renuncia
a la Secretaría del Partido Comunista Boliviano.
El Che Guevara y el comisario político de la guerrilla, Inti
Peredo, no aceptaron tales condiciones, siendo acogidas en cam-
bio otras proposiciones de los comunistas, como la de buscar
apoyo político de otros partidos, pero no fue posible aceptar a
Monje como comandante de la guerrilla. Con la salida de Monje
de Ñancahuazú, se produjo un rompimiento serio entre la gue-
rrilla y el Partido Comunista Boliviano.
De tal manera que el Che tuvo que entrar en acción prema-
turamente con las fuerzas militares, lo cual fue un golpe duro
para el proceso. Además, hay que agregar que su insurrección
no contó con el apoyo que se esperaba dentro del campesinado
boliviano. Al aislamiento político producido por el quiebre de
Guevara con el Partido Comunista Boliviano, a la poca incor-
poración campesina a la guerrilla, hay que agregar el rápido
movimiento de las tropas bolivianas Rangers, entrenadas muy
bien por asesores estadounidenses. Tampoco debe olvidarse el
importante factor que fue la deserción de ciertos hombres de la
guerrilla, quienes capturados por las tropas del ejército, infor-
man de los movimientos del Che y los lugares exactos de los
campamentos del mismo.
Todo lo anterior hace que Guevara se encuentre con 17
guerrilleros rodeado en la Quebrada del Yuro, donde el líder
guerrillero es capturado y asesinado el 8 de octubre de 1967. De

108
El tres letras

este ataque solo logran escapar cuatro hombres: entre ellos, Inti
Peredo tendrá una importancia vital en el desarrollo de la guerrilla
posterior en Bolivia.
La experiencia guerrillera de Guevara en Bolivia es un desas-
tre no solo desde el punto de vista militar, sino también en el plano
político-insurreccional. No solo es derrotado su destacamento
armado, sino que su concepción foquista del desencadenamiento
de la subversión. La vanguardia era muy reducida y sus acciones
no despertaron ningún tipo de movilización social o política.
Pero pese a la doble derrota –militar y política– de la gue-
rrilla boliviana, la imagen del Che Guevara se transformó en
un mito universal. Jorge Castañeda aporta sobre la materia una
visión singular: el Ejército boliviano contribuyó decisivamente
a la construcción de la mitología. Tenía interés en mostrar al
mundo la imagen de un Guevara vencido y muerto: simbolizaba
el triunfo de las fuerzas regulares por sobre los insurrectos. A tal
efecto, limpiaron el cadáver, para hacerlo claramente reconocible
y lo expusieron a la prensa nacional e internacional.
Ahí, precisa con ironía Castañeda: «El Ejército boliviano
cometió su único error de campaña una vez consumada la captura
de su máximo trofeo de guerra. Transformó al revolucionario
resignado y acorralado, al indigente de la Quebrada del Yuro,
vencido con todas las de la ley, envuelto en harapos y con la cara
ensombrecida por la furia y la derrota, en la imagen crística de la
vida que sigue a la muerte. Sus verdugos le dieron rostro, cuerpo
y alma al mito que recorrería el mundo»205.
La disociación entre el mito y el proceso insurreccional de
aquellos años es claro: la figura del Che Guevara se proyecta en
la historia y en cambio, el planteamiento foquista que por ese
entonces caracterizaba al castrismo en América Latina decae
irremediablemente. O como escribía Jean Lartéguy, en años
próximos a la muerte del Che: «Hoy queda hecha la prueba de
que jamás volverá a haber otra Sierra Maestra, de que la Revo-
lución Cubana fue un fenómeno excepcional que ya no volverá
205
Jorge Castañeda, La vida en rojo. Una biografía del Che Guevara, Buenos
Aires, Editora Espasa Calpe, 1997, p. 17.

109
Sergio Salinas Cañas

a producirse en la misma forma y de que la revolución ya no se


conforma con el romanticismo y la improvisación, sin más»206.

2.4.4 Los guerrilleros urbanos en Brasil

En Brasil, en abril de 1964, es depuesto por un golpe mili-


tar el presidente Joâo Goulart, culminando de esta manera un
proceso de reformas sociales y políticas. Diversos grupos habían
presionado al saliente presidente por mayores y más profundas
reformas. Los principales grupos fueron el Partido Comunista
(prosoviético); el Partido Comunista del Brasil (prochino); el
Movimiento Revolucionario Tiradentes, primera expresión de
una izquierda revolucionaria, pero que no alcanzaba a traducir
en hechos sus proposiciones; la Acción Popular, que agrupaba
a sectores de cristianos de izquierda, y, por último, la corriente
nacionalista-populista de izquierda del Partido Trabalhista, que
acaudillaba Lionel Brizola, exgobernador de Río Grande do Sul.
Derrocado Goulart, se instala un régimen militar dirigido por
las Fuerzas Armadas, cuyo primer presidente será el mariscal
Humberto Castello Branco.
El primer movimiento insurreccional emerge de la corriente
de Brizola. En efecto, en 1966 nace el Movimiento Nacional Re-
volucionario, constituido esencialmente por militares llamados
a retiro después de la intervención militar, que además contaban
con apoyo de profesionales y estudiantes. Su plataforma consistía
en la instalación de un foco guerrillero, destinado a iniciar la
lucha contra el régimen militar.
Este foco debería actuar en el corazón de la economía bra-
sileña, es decir, tenía el carácter de urbano-industrial. El foco se
ubicó cerca de la Sierra de Caparao, en el límite entre los estados
de Río de Janeiro y de Espíritu Santo. Sus acciones se llevan a
cabo en 1967, pero no pasan de ser preliminares, ya que fueron
desmanteladas por el gobierno las instalaciones guerrilleras casi
antes de operar. El movimiento se diluye rápidamente. Con los
206
Jean Lartéguy, Los guerrilleros, México DF, Ediciones Diana, 1969, p. 343.

110
El tres letras

restos de este grupo se formó más tarde la Vanguardia Popular


Revolucionaria.
En 1969, emergerá un nuevo grupo formado por militares
marginados de las Fuerzas Armadas. Se trata del Movimiento de
Acción Revolucionaria, dirigido por los marineros Antonio Duarte
Dos Santos y Marco Antonio da Silva. Ellos protagonizan actos
de sabotaje en Río de Janeiro y tienen su centro de operaciones en
Angra dos Reis. Su presencia fue efímera, pues por sus «reducias
dimensoes, acabavam debaixo do primeiro golpe inimigo»207.
Dentro del Partido Comunista los grupos más radicaliza-
dos se marginaron para estructurar diferentes movimientos: el
Movimiento Revolucionario 8 de Octubre, también formado
en 1966, al cual terminaría por plegarse Carlos Lamarca, líder
guerrillero que tenía como antecedente el haber pertenecido al
Ejército. Por aquel tiempo renuncia al Partido Comunista el di-
rigente Carlos Marighella, quien funda la Alianza de Liberación
Nacional, que asume un perfil insurreccional, en tanto que del
Partido Comunista prochino salió el Partido Revolucionario de
los Trabajadores, con idéntico propósito.
En suma, se expresan una variedad de agrupaciones insu-
rreccionales, lo que llevará a Ruy Mauro a señalar que el rasgo
más dominante de la izquierda revolucionaria en Brasil «es la
multiplicidad de organizaciones y el trasvasamiento constante
de cuadros, sin que la variedad ideológica presentase la misma
riqueza. Las diferencias entre los distintos grupos eran más bien
de matices, y sólo se acusaban claramente cuando se referían a
problemas de operaciones y organizativos»208.
De todos esos grupos, el que encabeza Marighella va a ser
el más destacado, tanto en el plano de la guerrilla misma como
en el plano intelectual. Tuvo la particularidad de introducir a
los estudiantes en la cuestión insurreccional, como ya lo había
hecho Fidel Castro en la etapa final de la Revolución Cubana,
207
Jacob Gorender, Combate nastrevas. A Esquerda brasileira: das ilusoes
perdidas á luta armada, Sao Paulo, Editorial Ática, 1987, p. 126.
208
Mauro Marini Ruy y Vania Bambirra, «La lucha armada y lucha de clases
en Brasil», en Vania Bambirra et al., Diez años de insurrección en América
Latina, tomo II, Santiago, Ediciones PLA, 1972, p. 129.

111
Sergio Salinas Cañas

aun cuando las viejas premisas doctrinarias del marxismo y del


leninismo salieran algo resentidas con esa herejía.
Carlos Marighella había sido militante del Partido Comunis-
ta y diputado entre 1945 y 1952. Sus divergencias con su partido
comienzan en 1962 cuando en la Conferencia partidaria expresa
fuertes críticas al comportamiento comunista frente a la renuncia
de Janio Quadros a la Presidencia de Brasil, hecho ocurrido en
1960. En 1966 se margina del Comité Central del Partido, siendo
expulsado en 1967 cuando asiste, sin autorización, al Congreso
de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) en
La Habana. De regreso a Brasil funda la Alianza de Liberación
Nacional y entra a participar de la guerrilla. Fallece en 1969 en
un enfrentamiento con fuerzas de la policía.
En 1966, siendo todavía militante del Partido Comunista,
decía en un escrito: «La principal forma de lucha en el período
actual es la lucha de resistencia de masas con sus mil particula-
ridades. El partido debe ser el jefe de la oposición popular, para
no quedarse a remolque de la oposición burguesa que, como
todo lo indica procurará ir adelante, tratando de arrastrarnos
a su retaguardia». Lo anterior estaba estrechamente unido a la
adopción de la perspectiva insurreccional, cosa que el Partido
Comunista no aceptaba. Señaló: «Los hechos indican que el
proletariado frente al impacto del golpe de abril no tiene otro
recurso sino adoptar una estrategia revolucionaria que lleve a
destruir la dictadura. Se trata del camino no pacífico, sino vio-
lento, hasta la misma guerra civil. Sin el recurso de la violencia,
por parte de las masas, la dictadura será institucionalizada, por
un período de mayor o menor duración»209.
Los comunistas eran partidarios de hacer una activa opo-
sición política sin llegar a las armas. Tenían la experiencia de
1935, y veían con más posibilidades de triunfo, lograr imponer
sus criterios a través de un relevo político del gobierno militar.
De allí que privilegiara la tesis del Frente Unido, donde tenía
cabida el resto de la oposición política. El modelo chileno de la
209
Carlos Marighella, La guerrilla en Brasil, Santiago, Ediciones PLA, 1971,
p. 102.

112
El tres letras

Unidad Popular, por ese entonces vigente, le era más funcional


que el esquema guevarista del foco guerrillero.
La concepción de guerrilla de Marighella es coincidente con
la de Guevara en muchos y principales aspectos. La insurrección
en Brasil, en ese orden, se inserta en una acción que compromete
a toda América Latina. «El triunfo de la guerrilla se dará a partir
de la creación del ejército revolucionario capaz de aniquilar las
fuerzas armadas convencionales y de conducir a las masas a la
toma del poder, destruyendo el aparato burocrático militar del
actual Estado brasileño, sustituyéndolo por el pueblo armado»210.

2.4.5 Los tupamaros en Uruguay

Las primeras noticias que se tienen del Movimiento de


Liberación Nacional Tupamaros es que se inicia como brazo
armado del Partido Socialista del Uruguay. La fecha inicial de
sus acciones es el 31 de julio de 1963 cuando un grupo de sus
miembros sustrae del Club de Tiro Suizo de Colonia algunas
armas de fuego. El líder del sector socialista revolucionario era el
entonces estudiante de derecho Raúl Sendic. En agosto de 1965,
los tupamaros aparecían actuando como organización autónoma.
El nombre de Tupamaros proviene de Túpac Amaru, jefe inca
que a fines del siglo XVIII dirigió una rebelión contra los españoles
en Perú. En Uruguay, varios años después de la derrota militar
de José Artigas, líder de la independencia nacional, la prensa de
la época daba cuenta de la presencia en el medio rural de bandas
de asaltantes tupamaros que atacaban las grandes haciendas.
Un autor simpatizante del movimiento dirá que «se trataba
de los últimos síntomas de resistencia del diezmado ejército de
gauchos de Artigas que procuraban la recuperación del proceso
revolucionario derrotado por el acuerdo militar entre Portugal
y Argentina»211.

210
Ibid.
211
Antonio Mercader y Jorge de Vera, Los tupamaros. Estrategias y acción,
Barcelona, Editorial Anagrama, 1970, p. 30.

113
Sergio Salinas Cañas

La elección de la denominación tiene entonces un claro


significado simbólico por ambos lados, con lo cual se repite una
característica generalizada sobre los grupos insurreccionales
latinoamericanos: su invocación a la historia, al pasado, para
buscar legitimidad en la población.
Hasta 1968, los Tupamaros tienen encuentros esporádicos
con la policía y su acción es más bien latente. Su preocupación
central por esa fase será organizarse y armarse. En 1968, en Uru-
guay se da una coyuntura crítica en materia económica, lo cual
posibilita la emergencia de un descontento social, lo que aprove-
charán los guerrilleros para iniciar su lucha urbana. Luis Costa
dirá al respecto: «Los años 1968 y 1969 fueron la etapa Robin
Hood de los Tupamaros. Sus principales acciones se orientaron
a la autopropaganda a través de las denuncias de corrupción po-
lítica, de la sustracción de grandes cantidades de alimentos para
repartir entre las poblaciones marginales»212. Esto cambiará en
julio de 1970 cuando secuestra a funcionarios extranjeros para
canjearlos por guerrilleros detenidos. En esas acciones morirá el
secuestrado Dan Mitrione, ciudadano estadounidense, acusado
de ser agente de la CIA213.
Sus relaciones con la izquierda tradicional, aquella que
después constituirá el Frente Amplio, son buenas, aun cuando
la consideraban una izquierda retórica que no comprendía el
papel de las fuerzas revolucionarias. A juicio de los Tupamaros

212
Luis Costa, Crisis de los partidos tradicionales y el movimiento revolucio-
nario en el Uruguay, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1985,
p. 54.
213
«Entre mediados de 1970 y principios de 1971, los Tupamaros secuestraron
a Dan Mitrione, un agrónomo norteamericano, a un diplomático brasi-
leño y uno británico, pidiendo a cambio la liberación de 150 Tupamaros
detenidos por la policía. Luego de negociaciones bilaterales con familiares
y gobiernos extranjeros, la mayoría de las víctimas fueron liberadas a
salvo. Ante la política de no transigir con los secuestradores de parte de
los gobiernos uruguayo y de EE.UU., los Tupamaros mataron a Mitrione
y su cuerpo sin vida fue encontrado a principios de agosto de 1970. La
violencia entre la policía apoyada por los EE.UU. y los Tupamaros creció en
una espiral». National Security Archive, Nixon: Brasil ayudó a manipular
MBTFMFDDJPOFTVSVHVBZBT IUUQXXXHXVFEV_OTBSDIJWOTBFCC
OTBFCCJOEFYFTQIUNM

114
El tres letras

no era necesario la preexistencia de un partido o movimiento de


masas respecto de la lucha armada, pues hay que reconocer que
la lucha armada apresura y precipita el movimiento de masas,
siendo en esto tributarios claros de la teoría foquista de Guevara:
«A esta altura de la historia ya nadie puede discutir que un grupo
armado, por pequeño que sea, tiene mayores posibilidades de
éxito para convertirse en un gran ejército popular, que un grupo
que se limite a emitir posiciones revolucionarias»214.
La guerrilla tupamara fue una de las que más bregó por
«socializar el nacionalismo y nacionalizar el socialismo, inten-
tando romper el cortocircuito operado entre ambos polos de la
contradicción»215.
Otro rasgo ideológico del movimiento era su aceptación de
las posiciones cristianas. Ello se explica por dos razones: una es
el seguimiento de la tendencia revolucionaria que caracterizaba
al propio Guevara con su convocatoria a los cristianos a partici-
par de los procesos revolucionarios. La otra es que en Uruguay,
desde los tiempos de Batlle, el Estado y la clase política liberal
eran fuertemente anticlericales, por lo cual bien podía usarse
un argumento social cristiano radicalizado en contra de aquella
estructura institucional. En un documento tupamaro se puede
leer: «El camino que seguimos nos ha sido revelado por cristia-
nos y no cristianos. Otros lo siguen con nosotros. Es un camino
cargado de dolor, pero nos ha hecho descubrir y profundizar la
vida cristiana. Él nos transforma, Él nos hace conocer mejor el
Evangelio»216.
En las Actas tupamaras afirmaron: «Primero fue la acción,
la práctica y luego fue la teoría. Desde ese momento decidimos
que la sobriedad debía pautear nuestra conducta política como
reacción contra el verbalismo, pero también como forma de in-
terpretar y expresar el sentir de nuestro pueblo, ya cansado de
promesas, enunciados y propósitos que nunca se cumplieron En
214
Alain Labrousse, Los tupamaros, guerrilla urbana en el Uruguay, Monte-
video, Ediciones Tiempo Contemporáneo, 1971, p. 51.
215
Federico Fasano, Después de la derrota. Un eslabón débil llamado Uruguay,
México DF, Editorial Nueva Imagen, 1980, p. 183.
216
Luis Costa, op. cit., p. 65.

115
Sergio Salinas Cañas

lugar de palabras revolucionarias, nosotros proponemos hechos


revolucionarios»217.
En 1971, la acción tupamara era de tal envergadura que el
gobierno de Bordaberry vivió una clara crisis de gobernabilidad,
en tanto que la guerrilla urbana generaba temor y sensación
de desprotección en la población. En septiembre de ese año, el
gobierno, con apoyo parlamentario, dispuso que las Fuerzas
Armadas asumieran las tareas del combate a la guerrilla. Este
hecho es el antecedente directo del autogolpe de 1973218.

2.4.6 La guerrilla peronista y trotskista


en Argentina

En el caso argentino, los procesos insurreccionales se dan,


fundamentalmente, entre 1970 y 1976, es decir, los últimos años
del gobierno militar y los gobiernos peronistas de la década del
setenta. Los principales actores de la guerrilla argentina son
dos grandes grupos claramente diferenciados. De un lado, el
peronismo revolucionario, expresado en los Montoneros y otras
formaciones de menor relieve, y la guerrilla socialista trotskista,
de inspiración guevarista, materializada en el Ejército Revolu-
cionario del Pueblo.
La insurrección peronista estuvo conformada por varios gru-
pos, algunos de figuración efímera y otros cuya trayectoria cubre
todo el período: las Fuerzas Armadas de Liberación nacieron al
finalizar la década de 1960, como desprendimiento de sectores
marxistas tradicionales que actuaban en política, reflejándose
en este proceso de radicalización la influencia de la Revolución
Cubana. Su base de reclutamiento son los cuadros sindicales,
dado que el sindicalismo en Argentina ha sido un actor social

217
Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, Actas tupamaras, Buenos
Aires, Editorial Schapire, 1971, p. 255.
218
Con respecto al futuro político que siguieron los tupamaros, hoy gobierno,
en comparación con el MIR, diezmado, véase Osvaldo Torres, Democracia
y lucha armada: MIR y MLN-Tupamaros, Santiago, Pehuén Editores, 2012.

116
El tres letras

con enorme gravitación en el campo político, particularmente


después del paso del peronismo por el poder (1945-1955).
Sus orígenes están en la Resistencia Peronista que comenzó
en 1955 y en cuyo desarrollo tuvo una gran influencia el exdi-
putado John William Cooke. A lo largo de esa década y hasta el
día de su muerte, Cooke encarnó en cada detalle lo que podría
denominarse «peronismo combativo» o «peronismo revolucio-
nario». La asociación entre mito, partido y jefe revolucionario
forma parte del pensamiento de Cooke, como lo explicita en la
carta dirigida a Perón, el 14 de noviembre de 1957: «Una revo-
lución requiere partido revolucionario, jefes revolucionarios y
mito revolucionario, por un lado y la ocasión, por el otro (...).
Nosotros tenemos el Jefe revolucionario y el mito revolucionario:
Perón. A través de la unificación y la labor organizativa estamos
creando la fuerza revolucionaria. Después aprovecharemos la
ocasión»219.
En lo militar, las Fuerzas Armadas de Liberación tienen como
tarea construir un ejército popular, de modo que ellas se perciben
como transitorias «como un afluente de lo que será la vanguar-
dia». Su forma de lucha es predominantemente la urbana, por
las condiciones físicas del país, aun cuando abren posibilidades
de una guerrilla rural. Perciben el triunfo de la guerrilla no como
un hecho aislado, circunscrito al campo nacional, sino como un
fenómeno continental, tal como lo había teorizado Ernesto Che
Guevara, formando parte de la lucha revolucionaria mundial.
No tendrán mayor figuración después de 1970.
Por otra parte, los Montoneros se dan a conocer en mayo de
1970 con el secuestro del expresidente Pedro Eugenio Aramburu.
Al secuestrado se le somete a un «juicio popular», acusado de
ordenar el asesinato de dirigentes peronistas a fines de los años
cincuenta, siendo condenado a muerte.
Los Montoneros son el fruto de una larga proscripción del
peronismo luego de su caída en 1955, donde el sector más radi-

219
Guadalupe Rojo, La Resistencia Peronista, Buenos Aires, Cuadernos de la
.FNPSJB &M0SUJCBIUUQXXXFMPSUJCBPSHQEG(VBEBMVQF@3PKP@3F-
TJTUFODJB@QFSPOJTUBQEG DPOTVMUBEPFMEFKVOJPEF


117
Sergio Salinas Cañas

calizado cree que la alternativa que le queda, en vez de presionar


al sistema para su reinserción, es la de colocarse fuera de él y
desbordarlo con el uso de la fuerza. Se definen claramente como
peronistas. Un dirigente suyo dirá en 1970: «Somos peronistas,
aunque provengamos de distintos orígenes y formaciones. La
doctrina fue definida por el general Perón como profundamente
nacional, humanista y cristiana, respetuosa de la persona humana
sobre todas las cosas»220.
Se debe tener en cuenta que los militantes Montoneros pro-
vienen de diversas vertientes, incluso del catolicismo integrista
(grupo Tacuara). Llegan al peronismo, en cuanto este interpretaba
sus aspiraciones nacionalistas y antiliberales. Ya en el peronismo
irán derivando hacia el marxismo, en una trayectoria política
que no deja de ser singular.
Sobre la trayectoria montonera, Pablo Giussani dirá: «A los
Montoneros les tocó vivir una realmente dramática contradic-
ción entre la mayor oportunidad jamás concedida a un grupo
de izquierda en la Argentina para la construcción de un gran
movimiento político y la cotidiana urgencia infantil por inmolar
esa posibilidad al deleite de ofrecer un testimonio tremebundo
de sí mismos»221.
Su estrategia guerrillera fue la de la guerra popular, la que
debía ser total, nacional y prolongada. «Total porque supone la
destrucción del Estado capitalista y de su Ejército como previos
a la toma del poder por el pueblo. Nacional porque su sentido
es el de la emancipación del dominio extranjero a la par que
la reivindicación del pueblo argentino, y prolongada porque
hay que formar el Ejército Popular, lo que implica tiempo para
desarrollarlo».
Los Montoneros conforman una expresión guerrillera ur-
bana sui generis. No buscan el poder directamente –al menos en
los primeros años–, sino que son el brazo armado del peronis-
mo, de un peronismo concebido por ellos como portador de un

220
Andrés Benavente y Jorge Jaraquemada, op. cit., p. 92.
221
Pablo Giussani, Montoneros: la soberbia armada, Buenos Aires, Editorial
Sudamericana-Planeta, 1986, p. 40.

118
El tres letras

programa revolucionario. Lo hacen con Perón como líder hasta


1973, y como rescatadores del peronismo aun en contra del
propio general luego del viraje político de este cuando vuelve al
gobierno. Un autor dirá que como grupo guerrillero relegan «su
papel de vanguardia político-militar, ubicándose como formación
especial, como brazo armado de una táctica y una estrategia no
propia»222. Para ellos, la «contradicción política principal del país
estaba dada por la antinomia peronismo-antiperonismo, donde el
peronismo existía como polo supuestamente revolucionario»223.
Otro grupo es el Frente Revolucionario Peronista, que
emerge en el norte del país, como expresión de guerrilla rural.
Su primera meta primera era el retorno de Perón al poder, pero
concebido en términos rupturistas: «El retorno del líder de la
envergadura del general Perón, jamás puede estar supeditado a
los juegos y manejos de la Dictadura o de la burguesía, ya que
su pensamiento y definiciones populares y antiimperialistas,
condensadas en las consignas de justicia social, independencia
económica y soberanía política son una realidad en contra de
los intereses antinacionales y antipopulares que representan el
régimen militar y la burguesía»224. Es un grupo que no tendrá
mayor gravitación en los años setenta.
El último grupo de este tipo, son las Fuerzas Armadas Pe-
ronistas (FAP), que fueron los que más enfatizaron la confron-
tación ideológica con el comunismo argentino. No olvidaban
que el comunismo estuvo contra Perón en 1945, en su primera
elección presidencial, así como en su reelección en 1951 y festejó
su caída en 1955. Recordaban: «En 1955 fue la intelectualidad
revolucionaria la que salió a las calles alborozada a festejar la
caída de Perón, mientras que la clase obrera se quedaba con los
puños cerrados y eso el pueblo no lo olvida»225.

222
Norberto Ceresole, Nación y revolución. Argentina: los años setenta, Buenos
Aires, Editorial Puntosur, 1988, p. 148.
223
Ibid.
224
Entrevista a dirigente del Frente Revolucionario Peronista. Punto Final,
Santiago, septiembre de 1971.
225
Andrés Benavente y Jorge Jaraquemada, op. cit., p. 94.

119
Sergio Salinas Cañas

A juicio de las Fuerzas Armadas Peronistas, no era la hora


de jugarse por una confrontación abierta en la sociedad toda,
sino que, previamente, producir el enfrentamiento al interior
del movimiento peronista, para colocarlo al servicio de lo que
ellos llamaban el «ideal de la patria socialista», que sucederá a
la «patria peronista». Este grupo terminará fusionándose con
los Montoneros.
Lo distintivo de la experiencia guerrillera argentina es sin
duda la presencia de grupos peronistas en ella. No son fruto de
una influencia inmediata de la Revolución Cubana. Sin embargo,
terminan convergiendo con la posición marxista clásica y reco-
nociendo en Cuba un paradigma de insurrección triunfante. Lo
central en la guerrilla peronista es la proscripción que afecta al
movimiento y a su líder por más de una década y la condición
de que pese a ello, el peronismo fue siempre una fuerza política
gravitante en Argentina.
Al margen del peronismo, estaba el Ejército Revolucionario
del Pueblo, cuyo dirigente máximo es Mario Santucho Juárez.
Hace su aparición en julio de 1970, creado por el Partido Re-
volucionario de los Trabajadores, pasando a ser la organización
armada que combina sus actividades con las del partido que la
creó. La idea central a partir de la cual desarrolla su estrategia
es la de la guerra popular prolongada, donde no tiene cabida el
foquismo militarista, sino por el contrario, basa su acción en la
asunción por parte de las masas del concepto de enfrentamiento
armado con el enemigo que es la burguesía.
A su turno, el Partido Revolucionario de los Trabajadores
había sido creado en 1964 y se había dedicado a una lucha
ideológica dentro de la izquierda argentina. Está aliado a la IV
Internacional, es decir, al trotskismo. Con todo, su relación con
el trotskismo es muy flexible. El congreso partidario de 1970,
en el que se crea el Ejército Revolucionario del Pueblo se ratifica
la adhesión a la mencionada Internacional, pero ello no debe
obstruir, sino por el contrario, facilitar una estrecha relación con
las corrientes revolucionarias no trotskistas de todo el mundo,
«especialmente con las organizaciones combatientes de América

120
El tres letras

Latina, a cuyo lado, y sobre la base de un importante desarro-


llo de nuestra guerra, podremos lograr ser escuchados por los
partidos comunistas de los estados obreros revolucionarios».
En lo ideológico, Santucho define así al Ejército Revolucio-
nario del Pueblo: es una organización armada, creada y dirigida
por el Partido Revolucionario de los Trabajadores, un partido
obrero, de ideología marxista-leninista. Su programa es un
programa amplio, cuyos puntos centrales son la independencia
nacional frente a la dominación del imperialismo yanqui y otra
serie de reivindicaciones de carácter democrático, como ser las
libertades y al mismo tiempo reivindicaciones más profundas que
apuntan a la transformación económica y social de la sociedad
y a la eliminación del capitalismo como sistema injusto.
La relación entre lo militar y lo ideológico es compleja, pero
que en última instancia se dirime en favor de lo ideológico. En
efecto, al Ejército Revolucionario del Pueblo pueden ingresar todos
los que estén dispuestos a tomar las armas, en base a un programa
amplio, y cuyo objetivo central es terminar con la dictadura militar,
comprendiendo que el camino para lograrlo es la lucha armada,
con el término de dictadura militar se refieren a los gobiernos de
los generales Levingston y Lanusse. Pero estos combatientes pre-
cisan de una dirección política, «la que es entregada a un partido
marxista-leninista que utilizando la ciencia revolucionaria del
proletariado, pueda resolver todos los difíciles problemas que se
plantean en el curso de una guerra revolucionaria. Es decir, en
la conducción del proceso insurreccional ya no hay tal amplitud
programática, sino que una directriz ideológica muy definida, la
que por cierto no se agota con el fin de los gobiernos militares»226.
En cuanto a la implementación de la insurrección, ellos
postulan una guerrilla urbana, dentro de la cual realizan asaltos
a bancos y hostigamiento a fuerzas policiales y militares, para
después incorporar a las fuerzas que puedan reclutar en el cam-
po. Están conscientes de la existencia de otras organizaciones
guerrilleras, por lo que plantean a mediano plazo la formación
de una vanguardia única, que encabece el ejército revolucionario.
226
Andrés Benavente y Jorge Jaraquemada, op. cit., p. 91.

121
Sergio Salinas Cañas

El rasgo distintivo que tiene Argentina en comparación con la


mayoría de los países de América Latina es la base obrera que tie-
ne la militancia revolucionaria y los diversos grupos guerrilleros.

2.5 Diferencia del foquismo


con la guerra popular maoísta

La influencia guevarista en estos años no encontró un fuer-


te rival en las posturas maoístas que sostenían algunos grupos
antisistémicos en América Latina. Entre estos últimos solo des-
tacan el Partido Comunista de Brasil y el Partido Comunista
de Colombia-Ejército Popular de Liberación. En Perú surgía,
al mismo tiempo, una facción del Partido Comunista Peruano
maoísta, encabezada por Saturnino Paredes y Abimael Guzmán.
El PC de Brasil entre 1968 y 1971 se negó a comprometer en
la lucha armada desencadenada por las organizaciones castristas,
a las que acusó de aventurerismo. Levantó su propia experiencia
guerrillera en la Amazonia, la cual fue diezmada por el Ejército
brasileño.
Por su parte, el PC-EPL de Colombia surgió de una escisión del
partido prosoviético en 1963, recibiendo considerable influencia
del guevarismo. Es también uno de los pocos grupos maoístas que
emprendieron desde los años sesenta la lucha armada mediante
la creación de un núcleo guerrillero que un primer momento fue
muy importante.

Aún es necesario señalar que las fracciones o grupos


pro-chinos no toman partido por los focos guerrilleros allí
donde surgieren. Por ejemplo, en el Perú, en el momento
en que Luis de la Puente y Guillermo Lobatón lanzaron
el llamado al combate, y se abrieron ‘frentes’ en varios
lugares del país, Bandera Roja, el órgano del PC peruano
pro-chino, no dijo palabra sobre esta iniciativa227.

227
Luis Mercier, Las guerrillas en América Latina, Buenos Aires, Ediciones
Paidós, 1969, p. 71.

122
El tres letras

A diferencia de la insurrección clásica bolchevique que en


dos años logró ampliar una exitosa insurrección urbana hacia el
campo, los comunistas chinos se vieron forzados a comenzar de
nuevo en las remotas provincias rurales del noreste, y a iniciar
una guerra popular prolongada contra fuerzas superiores.
Tal como señala el investigador de Sendero Luminoso, Simón
Strong, el maoísmo comprendió esencialmente un desarrollo
del pensamiento comunista y su aplicación a las realidades de
China tal como Mao las veía, incorporando a Sun Tzú, sabio
chino del siglo V A.C., cuyos ensayos sobre el arte de la guerra
son considerados como los mejores jamás escritos.
Mao Zedong era muy consciente de sus diferencias con el
leninismo, y en la atrasada China escribió: «La tarea fundamental
del Partido Comunista no es dedicar un largo período a la lucha
legal antes de desencadenar una insurrección o una guerra civil.
Su tarea no es ocupar primero las grandes ciudades y en seguida
el campo, sino tomar el camino opuesto»228.
Sin embargo, esta estrategia de cercamiento partía de un su-
puesto leninista esencial: las masas (en particular los campesinos
tácticamente móviles) ya estaban despiertos. En muchas partes
del país –decía Mao– ya estaban organizados, pero incluso las
que no lo estaban, podían incorporarse rápidamente a la causa
revolucionaria en el curso de la guerra civil.
En su ensayo titulado Del conflicto prolongado, Mao Zedong
dividió la guerra revolucionaria en tres fases. La primera implica
la ofensiva estratégica de las fuerzas en el poder y la defensiva
estratégica de los insurgentes y en ella ocupa un segundo lugar
la táctica de guerra de guerrillas, después de la guerra móvil con-
vencional. La segunda fase cubrirá el período de la consolidación
estratégica del enemigo y la preparación para la contraofensiva.
«Es la más larga de todas y aquella durante la cual se eleva a
una posición predominante la guerra de guerrillas. Después de
este período de equilibrio, empieza la tercera fase, en la que los
insurgentes montan una contraofensiva y obligan al enemigo a
228
Richard Rubinstein, Los alquimistas de la revolución, Barcelona, Editorial
Granica, 1988, p. 257.

123
Sergio Salinas Cañas

hacer una retirada estratégica. La guerra de guerrillas asume otra


vez un papel secundario y adquiere importancia la de métodos
convencionales»229.
El Ejército de Liberación Popular chino no fue nunca una
banda de guerrilleros aventureros, sino una fuerza disciplinada
integrada tanto por unidades regulares como por guerrilleros que
actuaban bajo el control civil. Su tarea consistía en defender los
territorios liberados, hostigar a un enemigo momentáneamente
superior y por último, derrotar a ese enemigo en una guerra
convencional.
El pensamiento maoísta tuvo un fuerte dominio sobre
algunos intelectuales revolucionarios latinoamericanos, princi-
palmente peruanos, luego de la victoria tras 22 años de guerra
sobre el gobierno del Kuomitang en 1949. Pero incluso algunos
jóvenes que luego serían destacados dirigentes revolucionarios,
como Miguel Enríquez, también visitaron China para aprender
de esa experiencia. Muchos autores señalan que Perú fue quizá
el lugar más influenciado por este pensamiento, además de Mo-
zambique, Angola y Nepal.
Esta influencia en el caso peruano se vio reflejada al desa-
rrollarse entre los partidos comunistas las mismas tensiones que
se vivían entre la Unión Soviética y China, «cuyas relaciones
fueron tirantes desde el inicio, por el énfasis que colocaba Mao
en la base campesina de la revolución y el modelo económico
rural, lo cual para los estalinistas soviéticos era una desviación
’populista’ pequeño burguesa»230.
Pero la influencia de Mao y Guevara es tan grande en el
Perú que solo se puede comparar con la ejercida por el fundador
del Partido Comunista Peruano, José Carlos Mariátegui, quien
es reinterpretado y tomado como guía por la mayoría de los
grupos de izquierda peruanos, insurreccionales o participantes
del juego democrático.

229
 (SBOU8BSEMBX Terrorismo político, Madrid, Colección Ediciones Ejército,
1986, p. 101.
230
Simón Strong, Sendero Luminoso, Lima, Perú Reporting, 1992, p. 87.

124
El tres letras

Y en este cúmulo de influencias por las que atravesaron los


grupos de la primera oleada guerrillera es necesario apuntar a la
ejercida por sectores cristianos, que motivados por el triunfo de
la Revolución Cubana, también se involucran directamente con
las tesis guevaristas. Y cuyo simbolismo marcará por muchos
años la política en América Latina.

2.6 El ejemplo de un cristiano en la guerrilla

Donde cayó Camilo


nació una cruz
pero no de madera
sino de luz...231
Daniel Viglietti

Camilo Torres Restrepo es el precursor de lo que posterior-


mente se conocería como el movimiento de cristianos por el
socialismo o la Teología de la Liberación, que tuvo años después
su punto máximo con la designación de dos sacerdotes en los
ministerios de Cultura y Educación luego del triunfo sandinista
en Nicaragua, en 1979.
Camilo Torres representa la convergencia de los sectores
religiosos radicalizados y la lucha guerrillera. El sacerdote no
fue un político ortodoxo, ni un líder de masas; solo un sociólogo
y sacerdote rebelde que a través de su heroica muerte, el 15 de
febrero de 1966, pasaría a preceder al Che Guevara en el marti-
rologio de los revolucionarios latinoamericanos, en momentos
en que la izquierda insurreccional no necesitaba mártires sino
combatientes.
Como señalamos anteriormente, la polarización y la fiebre
ideológica que cruzaba a todo el sistema político latinoamericano
no fue ajeno a la Iglesia, que comenzó a tomar posturas en esta
contienda. En este marco, más la influencia de la Revolución
Cubana en los grupos insurreccionales, los sacerdotes dejaron de

231
Canción «Cruz de luz».

125
Sergio Salinas Cañas

interesarse únicamente por el hombre individual y empezaron a


pensar en la transformación de las estructuras societales.
Algunos de estos sacerdotes asumieron las premisas del
marxismo y roles radicales. La revolución para ellos es lo más
fundamental de su fe, evangelizar es concientizar a los pobres
para derribar las estructuras que los oprimen, hacer el reino de
Dios en la tierra. Solo siguiendo sus premisas se es buen cristiano,
oponiéndose únicamente se actúa al servicio de los intereses de las
clases altas, no siguiendo de este modo las enseñanzas de Cristo.
Como afirma Camilo Torres, «debemos quitarle el poder a
las minorías privilegiadas para entregárselo a la mayoría pobre.
Esto es revolución si se hace como debe. La revolución puede
ser pacífica si las minorías no ofrecen una resistencia violenta.
La revolución es la vía para obtener que un gobierno entregue
alimento al hambriento, ropa al desnudo, educación al ignorante,
que realiza obras de caridad, que ama a su prójimo, no sólo por
casualidad y al azar, en beneficio de unos pocos, sino en bene-
ficio de la mayoría de nuestros semejantes. Es por esto que la
revolución no sólo les está permitido a los cristianos, sino que es
obligatoria para aquellos que ven en ella el único camino eficaz y
de gran envergadura de realizar obras de caridad para todos»232.
Camilo Torres pertenece a este clero. Su oposición al pacto
conasociativo que firman liberales y conservadores, lo lleva a
participar en la fundación del Frente Unido, cuyo análisis de la
realidad colombiana apunta a la existencia de una minoría eco-
nómica que realiza las grandes decisiones políticas, no existiendo
una fuerza social capaz de oponérsele, por lo cual es necesario
crearla.
Durante 1965, el Frente Unido se extiende por Colombia,
publicando un periódico y participando en numerosas asambleas.
Además, toma contacto en ese período con Fabio Vásquez y el
Ejército de Liberación Nacional (ELN), con la idea de constituir
la organización urbana, ya que luego de seis meses de acciones
guerrilleras no provocaban ningún impacto en las ciudades.
Decide ingresar a la guerrilla, incorporándose al ELN.
232
Richard Gott, op. cit., p. 277.

126
El tres letras

Como señala Richard Gott, en su libro Las guerrillas en


América Latina, el Ejército de Liberación Nacional era el único
movimiento guerrillero castrista en América Latina que conside-
raba seriamente la necesidad de formar un movimiento urbano
de masas que reuniría a varios sectores políticos diferentes, como
lo había hecho el Movimiento 26 de Julio en Cuba.
La presencia de Camilo Torres en la guerrilla colombiana no
fue un aporte militar, sino un aporte simbólico: la incorporación
de un cura en la guerrilla, que dejaba de lado la Biblia y tomaba
el fusil, dejando la sotana por el traje verde oliva.
También en la Iglesia Católica repercutieron las luchas de
este período, y fueron numerosos los sacerdotes que se impli-
caron directamente. «Esto se reflejó en la II Conferencia del
Episcopado Latinoamericano, celebrado en Medellín en 1968,
en que una de sus resoluciones decía: ‘La mayoría de los líderes
católicos se inclinan cada vez más a considerar la función básica
de la Iglesia en el sentido de tener que orientar los valores de la
nueva sociedad, o mejor, de liderar el proceso de cambio social y
político’. El movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo surgido
en Argentina en los años 60 y la Acción Sindical de inspiración
cristiana en Uruguay, de igual época, los curas obreros, las co-
munidades cristianas de base, son ejemplos de implicación en
los movimientos sociales»233.
Algunos de los sacerdotes más destacados que se incorpo-
raron a los grupos insurreccionales fueron el sacerdote español
Manuel Pérez, jefe por muchos años del Ejército de Liberación
Nacional en Colombia, y el vocero público del MIR chileno en
los momentos más duro de la represión en Chile, el excapellán
del Palacio de la Moneda Rafael Maroto.
En una charla, el 6 de junio de 1984, en la Universidad
Técnica Federico Santa María en Valparaíso, el cura Maroto
afirmó: «No podemos señalar la violencia como un mal para
defendernos contra la fuerza de la violencia que se está ejercien-
do contra el pueblo. Deseamos, sí, que no sea necesario recurrir
a esa acción extrema, si usted quiere. No rendimos culto a la
233
Daniel Pereyra, op. cit., p. 22.

127
Sergio Salinas Cañas

violencia. Queremos ir por los caminos de la paz, queremos los


caminos más auténticamente democráticos, queremos por la gran
acumulación de fuerzas alcanzar eso. Pero si se cierran todas las
puertas, si no hay otra posibilidad, si no se ejerce más que una
violencia titánica contra el pueblo, compañero, el mismo pueblo
será el que tendrá que decidir, pero no podemos en forma total y
absoluta rechazar la posibilidad del camino de la violencia»234.

2.7 El mesianismo en el imaginario


en las oleadas guerrilleras

En el fondo somos gente muy conservadora:


hablamos de la revolución y nos enorgullece de inmediato
considerar que moriremos con toda seguridad235.
Roque Dalton

El aspecto subjetivo del triunfo de la Revolución Cubana,


principalmente del guevarismo presente en ella, no solo influenció
con su metodología: el foco guerrillero, sino que principalmente
por su efecto alucinógeno en el imaginario de la izquierda revo-
lucionaria latinoamericana.
Pese al sacrificio –la mayoría de los guerrilleros muertos
luego del desembarco del Granma–, los sobrevivientes podían
hacer la revolución. Si bien, el «hombre nuevo» de cierta manera
asemeja a los primeros santos cristianos, buscando evangelizar
y redimir a los pobres de sus dolores, conllevaba esta acción: el
sacrificio y la propia muerte.

En la hora de su muerte (Che Guevara) nos dio un


ejemplo a los que ya habíamos iniciado la lucha, incentivó
a los que todavía no se habían decidido. Aún sirve hoy de
ejemplo y estímulo a jóvenes que ni siquiera habían naci-
do cuando el Che Guevara fue asesinado... Y de pronto,
desde los más postergados de Latinoamérica, un grupo

234
Jorge Narváez, Maroto: testimonio de un cura revolucionario, Santiago,
Terranova Editores, 1986, p. 2106 (parte en la página 1973).
235
Poema titulado «Taberna».

128
El tres letras

de hombres de la más disímil extracción nos decía que


la Revolución era algo que teníamos que hacer nosotros
mismos. De repente la tercera persona en que habíamos
hablado siempre de estas cosas se transformaba en prime-
ra. Y quedamos ahí, anonadados ante una responsabilidad
histórica que nos abrumaba236.

Como señala el antropólogo e historiador peruano Ricardo


Melgar: «La violencia política en su desarrollo, y aquí mirada
desde el ámbito guerrillero, despliega su propia simbólica dentro
de sus procesos rituales (iniciación, combate, muerte) y, a veces,
ésta los trasciende. La construcción cultural de las virtudes vio-
lentistas en las guerrillas latinoamericanas, exaltan un patrón
de simbolización fuertemente masculinizado, que juega con la
equivalencia entre lo viril y lo heroico, combatir como ofrendar
o perder la vida es cosa de machos, independientemente de que
hayan o no guerrilleras ejemplares o heroicas»237.
Para Melgar, experto en estudios de movimientos sociales,
en las guerrillas guevaristas los referentes femeninos tienen que
ver con el reposo del guerrero, la muerte incluida. Una conocida
canción nos recuerda dos de sus sentidos fuertes con aquello de
«a parir madres latinas, a parir más guerrilleros».
Si bien, en el imaginario guerrillero, la muerte heroica
entendida como objeto de deseo, parece tener una olvidada y
densa carga simbólica, no hay que olvidar que la simbolización
y ceremonia de la muerte estaba ya presente desde hace muchos
años en las acciones de las oligarquías nacionales de cada país
y en sus modelos excluyentes de desarrollo.
De esta forma, la muerte del mítico guerrillero Ernesto Gue-
vara, impulsor de la teoría del foco guerrillero, produce esta im-
bricación de estos dos ámbitos simbólicos: violencia y sacrificio.
A este respecto, Elena Águila, en un trabajo sobre «la muerte
en el imaginario de la izquierda latinoamericana», interpreta
a Omar Cabezas, comandante del Frente Sandinista para la
Liberación Nacional y autor de La montaña es algo más que
236
Raúl Sendic, op. cit.
237
Ricardo Melgar, op. cit.

129
Sergio Salinas Cañas

una inmensa estepa verde (1982). Para Águila, Cabezas muy


claramente muestra al Che como su modelo ético:

Omar Cabezas dice: hay que ser como el Che. ¿Qué


significa ser como el Che? A estas alturas resulta más
que evidente, a mi juicio, que la figura (mítica) que está
detrás de la elaboración del mito del Che es la de Cristo.
En estas primeras páginas del testimonio de Omar Cabe-
zas la ecuación queda establecida: ser hombre (‘nuevo’,
podríamos agregar) = darlo todo por los demás (Cristo)
= ser como el Che. Cabezas la completará agregando que
‘en Nicaragua para ser como el Che hay que ser sandi-
nista’. En el centro del ideario sandinista estará entonces
el valor del auto-sacrificio (darlo todo por la felicidad de
los demás, la vida incluida)238.

Según Elena Águila, Omar Cabezas en otras partes de su


testimonio vuelve sobre esta idea, insistiendo en la raíz cristiana
de su perspectiva. Al describir el proceso de transformación que
experimentan los guerrilleros en la mítica «montaña», señala:
«Porque nosotros, como dicen los cristianos, nos negamos a
nosotros mismos ahí». Esta «negación de sí» será una de las
condiciones necesarias para alcanzar el ideal ético, esto es,
transformarse en «hombres nuevos». Y este «hombre nuevo»,
insistirá Cabezas, es aquel que «se sacrifica por los demás, un
hombre que da todo por los demás, un hombre que sufre cuando
sufren los demás»239.
En este sentido es posible entender las declaraciones del
guerrillero campesino peruano Hugo Blanco, quien –bajo la
posibilidad que se le aplicara la pena de muerte– escribió:

Ser revolucionario es amar al mundo, amar la vida, ser


feliz, por eso no huye de la vida, sabe que es su obligación
vivir para luchar y le gusta vivir. ¡Pero tampoco huye de
MB NVFSUF 1PSRVF UBNCJÊO NVSJFOEP TF DPNCBUF QPS-

238
Elena Águila, «La muerte en el imaginario simbólico de la izquierda latinoa-
NFSJDBOBv IUUQXXXDIJMFIPZEFPQJOJPO@FOTBZP@MBNVFSUF
IUN DPOTVMUBEPFMEFEJDJFNCSFEF

239
Ibid.

130
El tres letras

que también muriendo se transforma al mundo. ¡Porque


UBNCJÊONVSJFOEPTFBNBMBWJEB1PSRVFUBNCJÊONV-
riendo se vive. Por eso también le gusta morir. Y para el
revolucionario peruano no es desgracia morir. No puede
ser desgracia que mi sangre vaya a ese río combatiente
y rojo por donde está corriendo y luchando la sangre de
Lucho Zapata, de La Puente, de Lobatón, de Heraud, de
Vallejo, de Velando. No es desgracia dar un abrazo, ¡Tierra
P.VFSUFB3FNJHJP)VBNÃOFOMBTBOHSF1BESF MBEF
Túpac Amaru el eterno240.

Como señala Ricardo Melgar, esta representación simbólica


de la muerte que ofrece Hugo Blanco no se agota en la retórica
de separar el martirologio guerrillero más allá de sus filiaciones
orgánicas o espontáneas, del más amplio inserto en la cultura
política de la izquierda peruana o latinoamericana. «La visión
de Blanco revela también una clave etnocultural alusiva a Tú-
pac Amaru, ese personaje que años más tarde daría nombre a
la más famosa guerrilla urbana de América Latina en la lejana
Montevideo de los años setenta, así como a la última guerrilla
peruana de los ochenta»241.
Coincidente con estos puntos, Elena Águila afirma en su ar-
tículo que la negación de sí, el autosacrificio, preparan el terreno
para la aceptación o incluso el deseo de la propia muerte, como
expresión de máxima entrega:

Enfrentado a la muerte del que fuera su mentor en la


montaña, Tello, Omar Cabezas afirma: ‘amanecí (...) con
ganas de combatir, con ganas de probarme yo mismo con-
tra el enemigo y probarnos todos y con ganas de morirnos
y que sirviera nuestra muerte de afrenta al enemigo. Es
decir, amanecí con ganas de vivir para morirme y con ga-
nas de morir para vivir’. Según esta ideología de la muerte,
entonces, el sentido de la vida, y la vida misma, está en la
muerte (no puedo dejar de ver resonancias cristianas en
esto de ‘morir para vivir’)242.

240
Ricardo Melgar, op. cit.
241
Ibid.
242
Elena Águila, op. cit.

131
Sergio Salinas Cañas

Citando a Sergio Ramírez, novelista y vicepresidente de Ni-


caragua en 1984, Elena Águila afirma finalmente que la «ética
del auto-sacrificio» postula un ideal de vida que es en realidad
un «ideal de muerte, si se me permite la expresión. ‘Ser como
el Che’ significa, en última (o, más bien, en primera) instancia,
‘morir como el Che’. La propuesta de ‘vivir como los santos’ es
un llamado a ‘morir como los santos’. El ‘nuevo santoral’, explica
Ramírez, está encabezado por Sandino y el Che. Imitar sus vidas
implica imitar sus muertes»243.
Un texto de un guerrillero colombiano refleja este casi cul-
to a la muerte que se vivió en las guerrillas latinoamericanas:
«Reíamos, bailábamos, soñábamos y nos acostábamos con
ella. Cada día, cada minuto y cada segundo que vivíamos in-
tensamente era un instante que le hurtábamos a la muerte. No
hacíamos juramentos de amor, no prometíamos estrellas azules,
pero estábamos dispuestos a darlo todo, porque la vida no nos
pertenecía y en cualquier momento llegaría la bala asesina.
Empezamos entonces a rendirle un culto religioso a Thanatos.
Nuestros sueños, nuestras palabras, nuestros silencios, nuestros
versos y hasta nuestras consignas estaban impregnadas de un
hálito de muerte: los muertos no se lloran, solíamos gritar en
las marchas, se levantan sus banderas y la lucha continúa... Sin
embargo, en secreto llorábamos sus ausencias y lamentábamos
la oscura desgracia de estar sin ellos»244.
Finalmente, cabe señalar que pese a que el foco guerrillero
como metodología fracasó objetivamente con la muerte de su
promotor más heroico, el aspecto subjetivo de su ejemplo quedó
por muchos años más presente en el imaginario de la izquierda
latinoamericana.

243
Sergio Ramírez, Adiós muchachos: una memoria de la revolución sandinista,
Madrid, Editorial Aguilar, 1999.
244
Miguel Ángel Beltrán, «Carta a mis padres», Cárcel Nacional Modelo,
1BCFMMÓOEF"MUB4FHVSJEBE OPWJFNCSFEFIUUQXXXOPEPPSH
QMBUBGPSNBCPMJWBSJBOB0QJOJPODBSUBBNJTQBESFTIUN DPOTVMUBEP FM
10 de junio de 2011).

132
El tres letras

Como señala José Saramago: «Algunos dirían que la vida


cambió, que Che Guevara, al perder su guerra, nos hizo perder
la nuestra, y por tanto era inútil echarse a llorar, como un niño
a quien se le ha derramado la leche. Otros confesarían que se
dejaron envolver por una moda del tiempo, la misma que hizo
crecer barbas y alargar las melenas, como si la revolución fuera
una cuestión de peluqueros. Los más honestos reconocerían que
el corazón les duele, que sienten en el movimiento perpetuo de un
remordimiento, como si su verdadera vida hubiese suspendido
el curso y ahora les preguntase, obsesivamente, adónde piensan
ir sin ideales ni esperanza, sin una idea de futuro que dé algún
sentido al presente. Che Guevara, si tal se puede decir, ya existía
antes de haber nacido, Che Guevara, si tal se puede afirmar, con-
tinúa existiendo después de haber muerto. Porque Che Guevara
es sólo el otro nombre de lo que hay de más justo y digno en el
espíritu humano. Lo que tantas veces vive adormecido dentro de
nosotros. Lo que debemos despertar para conocer y conocemos,
para agregar el paso humilde de cada uno al camino de todos»245.
En medio de la efervescencia post Revolución Cubana, el
crear «un, dos, mil Vietnam en América Latina» indujo a numero-
sos grupos juveniles y también a viejos militantes de la izquierda
reformista a caer en la tentación de repetir mecánicamente las
formas de desarrollo de la Revolución Cubana, sin tomar en
cuenta el contexto histórico-político de la Cuba batistiana, lo
que condujo inevitablemente al fracaso más rotundo.
Este fracaso dio lugar al desarrollo de una línea de elabora-
ción en los grupos insurreccionales que apuntaba a completar la
estrategia de lucha armada con el trabajo político en el seno de
las masas, en el que la influencia de la experiencia de Vietnam
fue fundamental. Los golpes sufridos por los partidarios del
foco fueron fuertes, sobre todo la muerte del Che Guevara en
Bolivia en 1967, pero la opción de la vía armada era la única
que existía para los llamados revolucionarios, constituyendo

245
José Saramago, «Breve meditación sobre un retrato del Che Gueva-
SBv   EF PDUVCSF EF  IUUQXXXSFCFMJPOPSHIFNFSPUFDB
PQJOJPOTBSBNBHPIUN DPOTVMUBEPFMEFTFQUJFNCSFEF


133
un verdadero dogma, ya que la vía pacífica era asumida como de
los «reformistas» en medio de este clima de fiebre ideológica y
polarización que se vivía.

Poco a poco, sin embargo, las simplificaciones iniciales


fueron siendo superadas y se pudo asistir a la evolución de
algunas organizaciones y al surgimiento de otras nuevas que
realizaron interesantes experiencias y lograron alcanzar di-
versos grados de madurez e inserción política. La historia del
Frente Sandinista de Liberación Nacional, y en general de
la guerrilla centroamericana es ilustrativo a este respecto246.

A partir de 1968, al mismo tiempo que el Frente Sandinista


de Liberación Nacional trasladaba el eje de su actividad a las ciu-
dades, son los movimientos de guerrilla urbana del Cono Sur los
que pasaban al primer plano de la atención política continental.
En esta segunda generación de organizaciones sobresalen el PRT-
ERP (Roberto Santucho) en Argentina; el MLN-Tupamaros (Raúl
Sendic) en Uruguay; y el MIR (Miguel Enríquez) en Chile.
El debate que se vivió al interior de estos nuevos grupos insu-
rreccionales estuvo dado por dos estrategias distintas para lograr
la revolución y el cambio político en América Latina: el foco y
el pueblo en armas. Los énfasis puestos en una u otra estrategia
variaron de acuerdo a las condiciones de cada país, siendo el con-
junto de estas experiencias denominadas las guerrillas urbanas247.

246
Julio Santucho, op. cit., p. 107.
247
«Muchos militantes de los grupos guerrilleros del 65 se incorporaron a la vida
política democrática, otros crearon facciones que se mantuvieron latentes es-
perando un nuevo brote guerrillero, como ocurrió con el MIR Revolucionario,
que participó en la fundación del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru
(MRTA). Pero no fue sólo el análisis de los errores cometidos el que los llevó
a variar sus lineamientos estratégico-tácticos, sino que la experiencia de los
grupos guerrilleros urbanos de los 70 y el aporte de la triunfante Revolución
Sandinista se convirtieron en la luz que iluminó su accionar». Sergio Salinas,
«Las guerrillas en el Perú 1965-1980», Buenos Aires, Colectivo de Cultura
1PQVMBS&M0SUJCB IUUQXXXFMPSUJCBPSHHVFQFIUNM-BT@HVFSSJ-
MMBT@FO@FM@1FS$#"@@EPT@FYQFSJFODJBT@EJTUJOUBT@EB@
1BSUF@ DPOTVMUBEPFMEFPDUVCSFEF

Dos aspectos del Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR).

135
Arriba: Marcha de los Consejos Comunales de Trabajadores en Santiago.
Abajo: La recepción de El Rebelde entre el campesinado (Fotografía de Raymond Depardon).

136
Capítulo 3

El contexto chileno

Herminda de la Victoria
nació en el medio del barro
creció como mariposa
en un terreno tomado248.
Víctor Jara

Por contextos nacionales se entenderá aquellos hitos his-


tóricos, sucesos y discursos políticos, además de fenómenos
culturales, que se vivían en Chile y que se constituyeron en
otra importante fuente inspiradora para el nacimiento del MIR.
Reiteradamente estos hechos y este ambiente político-cultural
se repiten en los discursos y proclamas del MIR, así como en los
testimonios de los militantes, por su incidencia en su radicaliza-
ción ideológica-política.

3.1 Chile: entre la polarización y los cambios

Al analizar la historia política de nuestro país de los últimos


50 años destaca el período que va entre 1964 y 1973, producto

248
Del disco de 1972, La población, la canción «Herminda de la Victoria».

137
Sergio Salinas Cañas

de que es el momento en que se producen cruciales definiciones


y tensiones políticas que dejaron marcas imborrables en nuestra
historia. En este lapso hay tres hechos políticos que destacan
sobre los otros: la elección de Eduardo Frei Montalva y Salvador
Allende Gossens como presidentes de la República (septiembre
de 1964 y septiembre de 1970) y el Golpe Militar del 11 de
septiembre de 1973.
Un análisis más acabado nos permite afirmar que en este
período se produjo «una maduración y aceleración de diversos
procesos cuyas raíces se extienden en el tiempo hasta alcanzar
las postrimerías de la década del 40, y que serían susceptibles de
remontarse todavía un par de décadas más atrás»249.
Como vimos en el capítulo anterior, en el período de post-
guerra se produjo un fuerte proceso de modernización que pese
a que enfrentó resistencias y no tuvo una magnitud uniforme,
se expandió en todas las regiones del mundo. Como señaló Eric
)PCTCBXOj&TUBTEJGFSFODJBTOPOPTTPSQSFOEFO-PRVFFSBZ
sigue siendo mucho más interesante es que, grandes o pequeñas,
las mismas transformaciones pueden detectarse por todo el mun-
do ‘en vías de modernización’. Algo que resulta evidente, sobre
todo, en el campo de la cultura popular o, más concretamente,
de la cultura juvenil»250.
Este proceso alteró la vida cotidiana, la familia y el hogar;
las relaciones entre las generaciones y entre los sexos. «Una
transformación cultural que se había ido gestando casi impercep-
tiblemente y que, de pronto, se hace visible por todos los frentes a
través de una serie desordenada y conflictiva de procesos globales
y sectoriales, cuyas evidencias se van multiplicando y creciendo
geométricamente tanto en su magnitud como en su intensidad
durante los rebeldes y esperanzados años sesenta»251.

249
Ximena Goecke Saavedra, Juventud y política revolucionaria en Chile en
los sesenta, Tesis Instituto de Historia de la Facultad de Historia, Geo-
grafía y Ciencia Política, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1997,
$FOUSP EF &TUVEJPT .JHVFM &OSÎRVF[ IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN
UFTJT@UQUQQEG DPOTVMUBEPFMEFEJDJFNCSFEF

250
 &SJD)PCTCBXN Historia del siglo XX, p. 325.
251
Ximena Goecke Saavedra, op. cit.

138
El tres letras

En el caso de Chile, a fines de la década de 1940 se produce


un proceso de migración campo-ciudad, lo que cambia radical-
mente las bases sobre las que se asienta la estructura nacional.
Este proceso permite una alta concentración de sectores popula-
res en los llamados cordones periféricos de las grandes ciudades,
en las callampas, llamadas en otros países villas miseria (Argen-
tina), cantegriles (Uruguay) y favelas (Brasil). «Chile hasta ese
momento había sido una sociedad eminentemente rural, pero
se transforma en una sociedad eminentemente urbana ahora
con bolsones de pobreza. Entra un nuevo componente social:
los pobladores»252.
Otro hecho importante de esta década es la existencia de un
numeroso y politizado movimiento obrero, producido por un
amplio y sostenido desarrollo del proceso de industrialización.
Este movimiento se localiza en torno a los centros económicos
de las grandes ciudades. «En Chile, se produce –entonces– por el
proceso migratorio una ampliación del proletariado, entendido
como sector social protagónico de los procesos sociales»253.
Por otra parte en política, desde fines de los años cuarenta
y en la los cincuenta en el interior de la izquierda tradicional
comienza un fuerte debate en torno a ser una efectiva alternativa
para acceder al poder. En el caso de Chile, esto se da principal-
mente en el Partido Comunista (PC) y en el Partido Socialista
(PS). Tres hechos contribuyen a la situación descrita: el fin de la
estrategia de los Frentes Populares, producto de la persecución
que inicia contra sus exsocios en el gobierno (PC) González
Videla; la constitución en 1953 de la CUT (Clotario Blest) y la
creación del Frente Unitario de Acción Popular (FRAP), en 1956.
«La CUT plantea desde una perspectiva clasista independiente la
conquista del poder por parte de las clases populares»254.

252
Igor Goicovic, «El contexto en que surge el MIR», trabajo publicado original-
mente en la revista CEME, n° 6, 2000, Centro de Estudios Miguel Enríquez,
QQIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN DPOTVMUBEPFMEFEJDJFNCSFEF
2010).
253
Ibid, p. 5.
254
Ibid.

139
Sergio Salinas Cañas

Para la nueva izquierda revolucionaria, los grupos tradi-


cionales no realizaron una readecuación de los lineamientos
tácticos, por lo que el escenario político electoral sigue siendo el
escenario priorizado por la izquierda tradicional. «Pero ya estas
discusiones que se han comenzado a provocar al interior de las
filas de la izquierda están generando y provocando la escisión
de aquellos sectores política e intelectualmente más avanzados
dentro del PS y dentro del PC255».
En 1964, se produce la derrota electoral del FRAP a manos de
Eduardo Frei Montalva, lo que provoca o detona la agudización
de las contradicciones entre la izquierda tradicional y la nueva
izquierda revolucionaria. Un nuevo conglomerado se organiza
casi desde el mismo momento de la derrota y esta vez alcanzaría
el triunfo electoral: la Unidad Popular.

3.2 Coyuntura económica


y cambios socioculturales

El inicio de la Primera Guerra Mundial coincide con los


cambios en la estructura social y económica chilena que se pro-
yectarían hasta finales del siglo XX. La guerra ejerce una poderosa
influencia en el desarrollo de las actividades industriales internas,
que deben sustituir forzadamente muchas importaciones que el
país no podía obtener en el exterior. «La industria nacional venía
emergiendo lentamente en las décadas anteriores, sin por ello
desvirtuar el carácter de economía exportadora que predominaba
en el país. Con el estímulo de la sustitución de importaciones
forzada por la guerra se da un paso importante hacia una indus-
trialización que después de la crisis del 30 había de convertirse
en el eje central del proceso de desarrollo económico»256.
La industrialización sustitutiva (IS), al igual que otras formas
de industrialización, no consiste solo en un cambio de técnicas

255
Ibid.
256
Óscar Muñoz (editor), «Perspectivas históricas de la economía chilena: del
siglo XIX a la crisis del 30», Estudios Cieplan, n° 12, marzo, 1984, p. 7.

140
El tres letras

de producción y en una mayor diversificación de productos, sino


también en una profunda alteración de la división social del tra-
bajo, de las estructuras y relaciones de clases y del orden político.
Desde el punto de vista espacial, los efectos se dejan sentir en una
profundización de la división del trabajo entre campo y ciudad,
en la acentuación de las tendencias a la concentración urbana y
en una creciente especialización regional del sistema nacional de
ciudades en torno de un polo central de estructura diversificada.
El efecto de la industrialización sustitutiva en la concentra-
ción urbana tiene aspectos cuantitativos y cualitativos que des-
tacar. En el aspecto cuantitativo, acentúa las tendencias de con-
centración urbana producidas en el auge primario-exportador.
Las políticas de promoción industrial estimulan la transferencia
de capitales desde los sectores primarios a la industria, es decir,
desde las regiones hacia las ciudades principales. «Como gene-
ralmente la industrialización sustitutiva tiene un efecto negativo
sobre el sector agrícola, la emigración desde el campo hacia las
ciudades industriales se acelera, ya sea por la atracción de las
nuevas oportunidades abiertas en la ciudad industrial como por
el estancamiento del campo»257. A lo que se sumó la migración
de los obreros mineros del norte, «afectados por la crisis de los
años 20-30»258.
La literatura, en especial la llamada generación neocriollista
de 1940 (Nicomedes Guzmán, Alberto Romero, Gonzalo Drago,
Andrés Sabella y Volodia Teitelboim), es la que mejor retrata las
consecuencias cualitativas de la industrialización sustitutiva;
entre ellas, la injusticia social, la explotación, la vida miserable
de los suburbios, la degradación moral en la pobreza y la co-
rrupción en el poder.

257
Guillermo Geisse, Economía y política de la concentración urbana en Chile,
El Colegio de México Pispal, México DF, 1983, p. 115.
258
Guillermo Geisse y M. Valdivia, «Urbanización e industrialización en Chile»,
Revista EURE, vol. 5, n° 15, julio de 1978, Instituto de Estudios Urbanos
Z5FSSJUPSJBMFT6OJWFSTJEBE$BUÓMJDBEF$IJMF QIUUQXXXFVSFDM
OVNFSPVSCBOJ[BDJPOFJOEVTUSJBMJ[BDJPOFODIJMF EFTFQUJFNCSFEF
2012).

141
Sergio Salinas Cañas

La población fue instalándose en la periferia de la ciudad, en


poblaciones que aparecían de un día para otro, y en conventillos
que fomentaban las enfermedades y el mal vivir, lo que entre
otros factores explica por qué Santiago presentaba los índices
de mortalidad infantil más altos de América Latina. «Tancredo
Pinochet Le Brun, en un estudio elaborado en 1917 después de
recorrer diferentes lugares del país, afirmó que ‘todo Chile es un
matadero infantil’, concluyendo que las deplorables condiciones
de vida e higiene, el alcoholismo, la violencia y la precariedad de
las habitaciones, eran responsables de las muertes de los niños»259.
Como afirma el historiador Mario Garcés, el conventillo se
convirtió en ese momento «en el último bastión para albergar
a las clases populares con sus ingresos deprimidos, cuando los
tenía, y su salud quebrantada por las epidemias, el juego, el
alcoholismo y el hacinamiento. En este contexto era muy difícil
hablar de futuro»260.
Entre los libros destacados de esta literatura social, cabe
mencionar a La sangre y la esperanza (1943), de Nicomedes
Guzmán; a La viuda del conventillo (1930), de Alberto Romero;
Cabo de Hornos (1941), de Francisco Coloane, entre otros261..

259
Sin autor, «Ser pobre en Chile de comienzos del siglo XX», Narrando
Historias, Revista de Literatura e Historia Social, 20 de mayo de 2010:
IUUQXXXOBSSBOEPIJTUPSJBCMPHTQPUDPNTFSQPCSFFODIJMF
EFDPNJFO[PTEFMIUNM DPOTVMUBEPFMEFPDUVCSFEF

260
Mario Garcés, Crisis social y motines populares en el 1900, Santiago, Lom
Ediciones, 2003, p. 90.
261
En La sangre y la esperanza el contexto de tal historia, en el cual se inserta
la vida del protagonista, Enrique Quilodrán, es quizá lo más importante
de la novela: la clase del proletariado en aquella época, la huelga de los
ferroviarios de 1934 en el marco del gobierno de Arturo Alessandri Palma
Z NÃTQBSUJDVMBSNFOUF MBWJEBFOMPTDPOWFOUJMMPTDBQJUBMJOPTIUUQXXX
NFNPSJBDIJMFOBDMBSDIJWPTQEGT.$QEG DPOTVMUBEPFMEF
abril de 2012).
El comienzo de La viuda del conventillo refleja a cabalidad el resto del
libro: «Pintor, albañil, gañán al día. Hizo de todo, y cuando el maletín de
las profesiones se quedó vacío, el pobre hombre se arrimó al conventillo,
despacito, y fumando, fumando, pensó una porción de cosas, la vista per-
EJEB FO FM DJFMP BMUP Z B[VMv IUUQXXXNFNPSJBDIJMFOBDMBSDIJWPT
QEGT.$QEG DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF


142
El tres letras

Respecto a este último punto, el historiador Gabriel Salazar


afirma que hacia 1930 los cesantes del salitre que habían sido
albergados en Santiago tuvieron que salir escapando de sus
albergues (se habían reventado las alcantarillas) «y se tomaron
los primeros sitios eriazos que encontraron, tuvieron que levan-
tar a pulso en ellos, acaso sin saber lo que hacían, los nuevos
rancheríos del siglo XX: las ubicuas poblaciones callampas»262.
De esta manera, las «poblaciones callampas» se suman a los
«conventillos».
Una de las razones principales del estancamiento del campo
entre 1930 y 1960 fue la persistencia de relaciones de producción
atrasadas. Lo que se manifestaba principalmente en la estructura
monopólica de la propiedad de la tierra y, cuestión complementa-
ria, en la supervivencia de la pequeña propiedad de subsistencia
o de producción simple de mercancías. Los datos mostraban que
85% de las explotaciones agrícolas tenían superficies inferiores
a las 50 hectáreas. Salvo casos excepcionales, la gran mayoría
corresponde a pequeños productores que no ocupaban fuerza de
trabajo asalariado y, probablemente, en gran parte correspondían
a producción de subsistencia.
En cambio entre 1930 y 1960, el latifundio (de 201 a más
de 5.000 ha) correspondía a menos de 6% de los productores y
controlaba 87% de la superficie agrícola de Chile. «El monopolio
de la propiedad agraria provoca, como se sabe, un derroche de
recursos productivos y se constituye en un freno para la acumu-
lación de capital en la medida en que no obliga a utilizar a fondo
la tierra y a capitalizar al máximo el excedente, toda vez que el
latifundio no se encuentra sujeto a la competencia»263.
Dentro de los aspectos cualitativos, el historiador Igor Goi-
covic afirma que el proceso de migración campo-ciudad permi-
tió desde los años cuarenta una alta concentración de sectores
populares en lo que van a ser denominados posteriormente los
cordones periféricos de las grandes ciudades, lo que en el len-

262
Gabriel Salazar, Movimientos sociales en Chile. Trayectoria histórica y
proyección política, Santiago, Uqbar Editores, septiembre de 2012, p. 175.
263
Ibid, p. 166.

143
Sergio Salinas Cañas

guaje de la época se denominó las poblaciones callampas. «Chi-


le hasta ese momento había sido una sociedad eminentemente
rural, pero desde la época del cuarenta en adelante comienza
a transformarse rápidamente en una sociedad eminentemente
urbana, en la cual los bolsones de pobreza que se comienzan
a construir en los intersticios de las grandes ciudades, particu-
larmente Valparaíso-Viña del Mar, Concepción-Talcahuano y
todo lo que es la zona sur de Santiago, va a hacer irrumpir en el
escenario urbano un nuevo componente social, un nuevo actor
social, los pobladores»264.
Por otro lado, vamos a estar en presencia durante este mismo
período de un amplio y sostenido desarrollo del proceso de in-
dustrialización que permite que se articule en torno a los centros
económicos de estas grandes ciudades un más numeroso y cada
vez más politizado movimiento obrero. «El proceso migratorio
va a producir la ampliación en ese sentido del proletariado como
sector social protagónico al interior de los procesos sociales en
Chile»265.
Para Gabriel Salazar, la «toma», que implicaba una violencia
ejercida por los llamados «callamperos», consistía en legalizar,
a la larga, dos objetivos estratégicos del ser marginal de ese pe-
ríodo: a) la toma ilegal de un sitio urbano, y b) la integración a
la sociedad urbana mediante una transgresión autointegradora
promovida por los marginales266.
Por otra parte, el Estado que emerge al iniciarse la década
de 1930 tiene nuevos rasgos democráticos y nacionales. Entre
los primeros, conforma un nuevo ordenamiento institucional
basado en la Constitución promulgada en 1925, que rompe
con el parlamentarismo como núcleo de expresión oligárquica.
Promueve una amplia legislación laboral y sindical, la amplia-
ción del derecho al sufragio, la racionalización social del sistema
educacional, previsional y de salud. Al mismo tiempo, instaura

264
Igor Goicovic, «El contexto en que surge», op. cit., pp. 4-5.
265
Ibid.
266
Gabriel Salazar, Movimientos sociales, op. cit., p. 177.

144
El tres letras

el impuesto a la renta y, finalmente, sanciona la separación entre


la Iglesia y el Estado.
En suma, la crisis y el fin del ordenamiento comercial ex-
portador provocó un cambio político y social sustantivo. Se
desarrolló una nueva hegemonía política que se expresó en la
construcción de un Estado y un orden económico de marcados
rasgos democráticos y nacionales.
A partir de 1940, el Estado desarrolló una activa política
de inversión directa en industrias básicas nacionales: siderurgia,
petróleo, energía eléctrica, fundición y refinación de cobre de
la pequeña y mediana minería, materias primas agropecuarias
básicas, etcétera. A esto es necesario agregar la inversión pública
indirecta, es decir, los créditos de largo plazo del Estado para
el desarrollo de proyectos industriales. «La Corporación de Fo-
mento de la Producción (Corfo), fundada durante el gobierno
del Frente Popular de 1938, tuvo un rol destacado como banco
de fomento industrial. Todo ello se manifestó en que, en 1959, el
sector energía e industria recibió el 44% de la inversión pública
total. Entre 1960 y 1970, el sector donde la inversión pública
creció más rápidamente fue precisamente el sector industrial.
Todo ello se dio en un marco en que la inversión pública total
fue desplazando a la inversión privada. En efecto, a fines de la
década de 1960, aquella llegó a ser más del doble de ésta»267.
Para otros autores, como Fernando Henrique Cardoso268, el
proceso de industrialización y sustitución de importaciones que
aconteció entre las décadas de 1950 y 1960 en Latinoamérica,
tuvo como rasgo distintivo la presentación y participación de las
clases medias urbanas y de la burguesía industrial y comercial
en el sistema de dominación.

267
Guillermo Geisse, op. cit., p. 131.
268
Fernando Cardoso y Enzo Faletto, Dependencia y desarrollo en América
Latina, 23a ed., México, 1988, en Fahra Neghme y Sebastián Leiva, La po-
lítica del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) durante la Unidad
Popular y su influencia sobre los obreros y pobladores de Santiago, Tesis
para obtener el grado de Licenciado en Educación en Historia y Geografía,
USACH, Santiago, 2000, p. 29.

145
Sergio Salinas Cañas

Este proceso de industrialización respondió, de al-


guna manera, a una política de acuerdos entre sectores
agroexportadores y financieros como sectores medios e
industriales urbanos. También, en algunos casos, forma-
ron parte los sectores populares integrados por sus tres
componentes típicos: la masa obrera, la masa popular
urbana y la masa agraria. En esta propuesta populista,
formada por intereses contradictorios, se buscó generar
un consenso para legitimar el sistema que se presentó al
país como un programa de industrialización pluriclasista
que ofrecía beneficio a todos269.

Al igual que el movimiento obrero, el movimiento de pobla-


dores –como sostiene Mario Garcés– comenzaba ya en estos años
a convertirse en uno de los dos grandes protagonistas colectivos
del siglo XX. Cabe recordar que un alto grupo de hombres y
mujeres del pueblo nunca alcanzaron la condición obrera, de-
biendo permanecer en la categoría de «subproletariado». «Miles
de mujeres de pueblo permanecieron durante gran parte del
siglo como lavanderas de ropa ajena y del planchado, o como
sirvientas domésticas, y nunca alcanzaron la condición obrera
en sentido estricto; sin embargo, estas mismas mujeres fueron
protagonistas fundamentales del movimiento de pobladores, en
los años sesenta. Algo parecido ocurrió con esa gran diversidad
de ‘trabajadores de cuenta propia’, maestros de diversos oficios
o trabajadores temporales en tareas de sobrevivencia legales
e ilegales, que difícilmente se pueden asimilar a la noción de
‘ejército industrial de reserva’; sin embargo, muchos de ellos se
hicieron dirigentes del movimiento de pobladores en los años
sesenta y setenta»270.
El 30 de octubre de 1957 se realizó el primer modelo re-
conocido de una «toma planificada»: la población La Victoria.
Los protagonistas de esta toma no levantaron una «callampa»,
sino una «población», «razón por la cual ya no fueron llamado

269
Ibid, p. 30.
270
Mario Garcés, Tomando su sitio. El movimiento de pobladores de Santiago,
1957-1970, Santiago, Lom Ediciones, 2002, p. 5.

146
El tres letras

‘callamperos’, sino, técnicamente, ‘pobladores’. Allí nació, pues,


formalmente, para la historia, el movimiento de pobladores»271.
Así, en su lucha por obtener «un sitio en la ciudad», los po-
bladores y sus organizaciones maduraron discursos y plataformas
sectoriales, desarrollaron un «repertorio» de movilizaciones que
abarcó desde la toma misma de un terreno hasta la ocupación
de instituciones y oficinas estatales, aprendieron a relacionarse
(negociando y/o confrontándose) con los partidos políticos y el
aparato estatal, y «finalmente terminaron, ante la masividad de
las ocupaciones, modificando el espacio urbano»272.

3.3 El gobierno de Eduardo Frei


y «la revolución en libertad»

A los importantes cambios que se producían en casi todos los


ámbitos en la sociedad chilena, se le suma en 1964 uno gravitante
y que tendría consecuencias en el campo político: el triunfo de
la Democracia Cristiana en las elecciones presidenciales. Para
muchos cientistas sociales, en esta confrontación electoral se
modificó uno de los pilares de la estabilidad del sistema de par-
tidos políticos chilenos273: el papel que tradicionalmente cumplía
el centro político.

271
Gabriel Salazar, Movimientos sociales en Chile…, op. cit., p. 179.
272
Sebastián Leiva Flores, Teoría y práctica del poder popular: los casos del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR, Chile, 1970-1973) y el
Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del
Pueblo (PRT-ERP, Argentina, 1973-1976), Tesis para optar al grado de Ma-
gíster en Historia, mención Historia de América, Santiago, Departamento
de Historia, Facultad de Humanidades, Universidad de Santiago, 2007, p.
126.
273
«Los estudiosos de la política latinoamericana suelen comentar que el sis-
tema político de Chile se distinguió en forma significativa del resto de los
sistemas del continente. Federico Gil, en su libro clásico sobre la política
chilena, señala que esta diferencia se debió en gran medida al sistema chileno
de partidos, en el cual, al igual que en varios países europeos, las fuerzas
políticas estaban claras y nítidamente alineadas». Arturo Valenzuela, El
quiebre de la democracia en Chile, Flacso, Santiago, 1978, p. 35: <http://
XXXTBMWBEPSBMMFOEFDM#JCMJPUFDB7BMFO[VFMBQEG DPOTVMUBEP FM  EF
febrero de 2011).

147
Sergio Salinas Cañas

Desde el punto de vista de las fuerzas políticas, la


estabilidad del sistema se basaba, entonces, en una gran
medida, en el rol pendular jugado por el centro político
hasta 1964, en el que el Partido Radical es desplazado
por un nuevo centro, la Democracia Cristiana. Ese papel
pendular permitió la estabilidad, aun cuando la izquierda,
que era una fuerza ideológicamente anti-sistema, fuera
consolidando su importancia política y constituyera la
unidad entre socialistas y comunistas274.

La Democracia Cristiana tenía sus orígenes en grupos ca-


tólicos juveniles que a fines de los años treinta se separaron de
la influencia del Partido Conservador. Muchos de estos jóvenes
criticaban que ese partido no se adaptara a los nuevos tiempos;
por ejemplo, no incorporando a su doctrina temas como los
contenidos de la encíclica Rerum novarum. «Desde 1930, la
Universidad Católica y la Asociación Nacional de Estudiantes
Católicos (ANEC) fueron los lugares donde se incubó la renova-
ción, que combinó el mensaje integrista de Pío XI con los acentos
social cristianos provenientes del catolicismo belga. Es posible
que estos matices no se percibieran en un medio tan tradicional,
donde hasta la encíclica Quadragesimo anno, y su propuesta
corporativa, fue recibida con reticencias»275.
Estos jóvenes católicos universitarios se sentían más repre-
sentados con las posturas e ideas que se debatían en Lovaina,
Bélgica, que las sostenidas por los papas en Roma. Sus lecturas
JODMVÎBO B +BDRVFT .BSJUBJO  0TXBME 4QFOHMFS  +PTÊ 0SUFHB Z
Gasset y José Enrique Rodó. En 1938, constituyeron formalmen-
te la Falange Nacional, primer núcleo político específicamente
católico. «El nombre es engañoso: no los seducía Franco, ni
siquiera Primo de Rivera. A la hora de las definiciones, la crítica
274
Manuel Garretón y Tomás Moulian, La Unidad Popular y el conflicto
político en Chile, 2ª ed., Santiago, Cesoc y Lom Ediciones, 1993, p. 30.
275
Luis Alberto Romero, «Reseña de Eduardo Frei Montalva y su época, de
Cristián Gazmuri», Revista Historia, nº 36, Santiago, Pontificia Universi-
EBE $BUÓMJDB    Q  IUUQXXXTDJFMPDMTDJFMPQIQ TDSJQUTDJ@
BSUUFYUQJE4MOHFTOSNJTPUMOHFT
(consultado el 29 de enero de 2011).

148
El tres letras

al liberalismo no los llevó a admirar los regímenes de Portugal,


Austria o España, favoritos del papado. Más democráticos que
corporativistas, querían ubicarse más allá de las derechas y las
izquierdas. Durante la II Guerra Mundial, la Falange supo co-
laborar con el gobierno de centro izquierda heredero del Frente
Popular, y en ese campo buscaron preferentemente sus alianzas
políticas»276.
Tras el término de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo
de la Guerra Fría, la Falange continuó buscando ganarse un lugar
en el centro de la política, pese a la polarización que vivían las
otras opciones.
En 1946, paralelamente a la persecución política que em-
piezan a vivir los partidos Comunista y Socialista, la Falange
delinea su «tercera posición»: «se opuso al anticomunismo cerril
en nombre de la libertad, pero procuró diferenciarse claramente
del marxismo, con una propuesta que no era ni capitalista ni
comunista. Se afirmó como partido católico pero no clerical,
democrático, estatista y comunitarista, de acuerdo con las in-
fluencias, no del todo procesadas, de Maritain, Don Sturzo y
Teilhard de Chardin»277.
El 28 de julio de 1957, sin todavía tener definido su perfil
programático, la Falange, más el Partido Conservador Social
Cristiano, se transformaron en el Partido Demócrata Cristiano
(PDC). Posteriormente se sumaron grupos menores como el Par-
tido Nacional Cristiano y los llamados agrario-laboristas. En las
elecciones del 4 de septiembre de 1958, el PDC alcanzó el tercer
lugar tras la izquierda representada por Salvador Allende, y la
derecha, que consagró presidente a Jorge Alessandri.
Desde 1958, Eduardo Frei Montalva toma la conducción
de este partido, logrando un crecimiento sostenido tanto en la
militancia como en la adhesión ciudadana. «Simultáneamente,
hizo una fuerte oposición al gobierno derechista de Alessandri,
sabiendo que vencer a Allende implicaría captar una buena parte
de los votantes de derecha. Tarea difícil, y más porque la Demo-
276
Ibid.
277
Ibid, p. 441.

149
Sergio Salinas Cañas

cracia Cristiana, un partido multiforme, contenía tendencias que


abogaban tanto por una alianza con la izquierda cuanto, más
discretamente, por un acercamiento a la derecha. Ubicado en el
centro de su partido, más por conciliador que por principista,
Frei resultó respaldado por la serie de éxitos electorales de la
Democracia Cristiana, tanto en los comicios parlamentarios
cuanto en los estudiantiles y hasta sindicales, tradicionales ba-
luartes de la izquierda»278.
Frei logró consolidar en el PDC una mística ganadora, que
aglutinó a los militantes católicos y permitió definir un pro-
grama. «En él se integraba la tradición estatista de las décadas
del cuarenta y cincuenta con la reivindicación de justicia social
propia del pensamiento católico y las propuestas reformistas de
la Alianza para el Progreso. ‘Chilenización’ del cobre, reforma
agraria, promoción de la educación y la salud eran los puntos
salientes de un programa que se ajustaba a las propuestas am-
pliamente difundidas por la CEPAL»279.
Uno de los conceptos novedosos, proveniente de su raíz social
cristiana, que el PDC introdujo en el debate político, fue el de
«comunitarismo». «Como señala con precisión Gazmuri, tenía el
mérito inmediato de sonar atractivo, y el inconveniente de largo
plazo de ser algo indefinido y difícil de traducir en prácticas e
instituciones operantes»280.
Frei Montalva logró en los siguientes seis años convertir
a este nuevo partido político en una alternativa válida para
enfrentar al candidato de la izquierda, Salvador Allende. Uno
de los puntos claves que permitió el triunfo en las elecciones
presidenciales de 1964281 fue que Frei Montalva, antimarxista
declarado a diferencia de otros dirigentes, logró posicionar
278
Ibid.
279
Ibid.
280
Ibid, pp. 441-442.
281
El diario El Mercurio informó en primera página: «Don Eduardo Frei
Montalva fue elegido Presidente de la República por mayoría absoluta de
votos, en una elección que se caracterizó por la limpieza del proceso demo-
crático, el orden, la tranquilidad y el sentido de responsabilidad cívica de
la ciudadanía». El Mercurio, «El país eligió Presidente a Frei con mayoría
BCTPMVUBv 4BOUJBHP EFTFQUJFNCSFEFIUUQXXXNVTFPEFQSFOTB

150
El tres letras

en el imaginario político que la Democracia Cristiana haría


su «revolución en libertad», lejos de la «dictadura marxista».
«Mientras el programa atrajo a los jóvenes revolucionarios y
cristianos, ese antimarxismo convirtió a la Democracia Cristiana
en la menos mala de las alternativas para el tercio de votantes
de la derecha»282.
Para el historiador Cristián Gazmuri, la «revolución en liber-
tad» fue una fase del proceso de modernización de la sociedad
y la economía chilenas, y las políticas de Frei pueden ser vistas,
en el largo plazo, como parte de una intervención estatal, en la
dirección de la economía y la promoción de la equidad social,
que arranca en los años cuarenta y se proyecta al período de
Allende. «Los grandes programas de reformas de la presidencia
de Frei –la ‘chilenización’ de la industria del cobre, la reforma
agraria, la promoción social y la extensión de la educación–,
fueron en lo sustantivo continuada por Allende»283.
Durante el mandato de Frei Montalva el país continuó vi-
viendo una alta conflictividad social y una fuerte polarización
política. Por una parte, las derechas se unificaron y se fortale-
cieron en el Partido Nacional284 y, por otro lado, las izquierdas
aprovecharon la movilización social generada por la propia
política reformista del gobierno democratacristiano.
La paradoja que enfrentó el gobierno de Frei Montalva fue
que la modernización capitalista que favoreció, desencadenó su
propia decadencia. Por un lado, los movimientos de moderniza-
ción del sector industrial, que implicaron una favorable evolución
tecnológica, monopolización e internalización de la economía,
provocaron pese a ello un distanciamiento entre la DC y los
sectores de la burguesía industrial. «Por otro lado, ese mismo

DMFEVBSEPGSFJNPOUBMWBQSFTJEFOUF DPOTVMUBEP FM  EF GFCSFSP


de 2011).
282
Luis Alberto Romero, op. cit., p. 442.
283
Ibid.
284
La derecha estaba representada por el Partido Nacional, formado en 1966
mediante la fusión del Partido Conservador y el Partido Liberal, en un
esfuerzo por superar la continua erosión de su apoyo electoral. Arturo
Valenzuela, op. cit., p. 37.

151
Sergio Salinas Cañas

distanciamiento se produce respecto a los sectores latifundistas


debido a la reforma agraria del período. Ambos sectores entonces,
se reagruparon políticamente en la derecha, la que buscará un
camino propio a partir de una crítica radical al sistema político
que es visto como un obstáculo al desarrollo capitalista»285.
En la segunda mitad de los sesenta, la utopía revolucionaria
potenció la ilusión que la propia Democracia Cristiana había
generado; «en ese contexto, cualquier reforma debía resultar
lenta e insuficiente. La resistencia de las izquierdas fue mayor
debido a la incursión de los democristianos en terrenos que
juzgaban propios, cuando avanzaron en la promoción social o
la sindicalización campesina»286.
En este escenario, la Democracia Cristiana empezó a padecer
conflictos internos, lógica consecuencia de un crecimiento previo
muy rápido, de la falta de coherencia organizacional y de la in-
disciplina de sus militantes. Las mayores presiones provinieron
de los grupos que deseaban acercarse a las izquierdas, que termi-
narían constituyendo el MAPU, y más tarde la Izquierda Cristiana.
«La Democracia Cristiana perdió así muchos militantes, sobre
todo juveniles, y con ellos se fueron muchos compañeros de la
primera hora de Frei, cada vez más solo, y más asociado con el
ala derecha de su partido»287.
En las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de 1970,
el PDC obtuvo, con su candidato Radomiro Tomic, el tercer lugar
detrás de Jorge Alessandri y del triunfador representante de la
Unidad Popular, Salvador Allende. Debido a que ningún candida-
to obtuvo la mayoría absoluta, el Congreso Pleno debió decidir
entre las dos primeras mayorías relativas. De esta forma, el 24
de octubre de 1970, se ratificó la victoria de Salvador Allende,
con 153 votos a favor, contra 35 de Alessandri y 7 en blanco.
El 4 de noviembre del mismo año, Salvador Allende asume la
presidencia, siendo el primer presidente socialista de Chile.

285
Manuel Garretón y Tomás Moulian, La Unidad Popular…, op. cit., p. 27.
286
Luis Alberto Romero, op. cit., p. 442.
287
Ibid.

152
El tres letras

Frei Montalva, desde el ala derecha de su partido, asumió


con intransigencia su rol opositor. Criticó fuertemente al gobierno
de Allende y se sumó, sin demasiados matices, a las voces de la
derecha. Al tiempo, sostenía renovados combates con sus com-
pañeros de partido, que querían mantener abierto el diálogo con
la izquierda, una tarea difícil dada la radical politización. «La
Democracia Cristiana siguió desangrándose, y Frei no cesó de
alejarse de sus viejos amigos, incluso de los dos que, desde la déca-
da de 1930, lo acompañaron en ese emprendimiento: Radomiro
Tomic y Bernardo Leighton. Con los votos de la derecha, Frei
fue electo senador y luego presidente del Senado. Pudo haberse
convertido en la clave de una alianza política que derrotara a la
Unidad Popular, pero el Golpe Militar cerró esta posibilidad»288.

3.4 La vía chilena al socialismo


y el triunfo de Salvador Allende

La «vía chilena al socialismo» fue concebida por Salvador


Allende durante la década de 1960 como un proceso revolu-
cionario que sería desencadenado mediante su elección como
Presidente de la República por la ciudadanía y que estaría diri-
gido por un gobierno popular, sustentado en una amplia alianza
de partidos de izquierda e izquierdizados articulada en torno a
comunistas, radicales y socialistas, así como en el respaldo de
las organizaciones sociales de obreros, campesinos, pobladores,
intelectuales, jóvenes y mujeres.
Ese proceso de transición del capitalismo dependiente al
socialismo, que implicaba nada menos que el relevo en el poder
de la oligarquía por el pueblo, el desplazamiento de la hegemonía
de la burguesía por la de la clase trabajadora y la construcción
de una nueva economía predominantemente socializada y pla-
nificada, se haría en Chile de modo pacífico y en el marco del
Estado de Derecho que garantizaría el respeto a las prácticas
democráticas, el pluralismo político y las libertades ciudadanas.

288
Ibid, p. 443.

153
Sergio Salinas Cañas

Era esa voluntad de hacer la revolución, en el sentido de


llevar a cabo un cambio radical del orden económico y social
existente, y a la vez respetar y hacer respetar la institucionalidad
jurídico-política vigente, lo que hizo de la vía chilena de Allen-
de –tras su triunfo electoral y su ratificación como Presidente
Electo por el Parlamento en 1970– una experiencia inédita en la
sucesión de revoluciones socialistas u orientadas al socialismo
que jalonaron la historia mundial del siglo XX.
La referencia y la comparación con esas revoluciones son
históricamente pertinentes porque compartía con ellas su radi-
calidad en las metas de superar el capitalismo y crear una socie-
dad nueva e incluso un hombre nuevo. Ello era también lo que
distanciaba al proyecto de Allende de la concepción de reformas
más o menos profundas en el capitalismo que predominaba en
los partidos afiliados a la Internacional Socialista.
La primera mayoría relativa obtenida por el candidato de la
izquierda, el socialista Salvador Allende, le abrió el camino hacia
la Presidencia tras lograr el respaldo de la Democracia Cristiana
(DC) en el Congreso Nacional, llamado a definir entre las dos
primeras mayorías, al no haber alcanzado ningún candidato
superar el 50% en la votación popular.
Para lograr ese respaldo de la DC, Allende y su coalición –la
Unidad Popular (UP)– debieron plasmar en una reforma cons-
titucional el compromiso de realizar su programa de gobierno
con estricto respeto a las prácticas democráticas, el pluralismo
político y los derechos y libertades ciudadanas. Esa reforma cons-
titucional convirtió a la institucionalidad jurídico-política chilena
en una de las más avanzadas del mundo desde el punto de vista
democrático, a la vez que reforzó todavía más el aparentemente
paradójico vínculo entre revolución y legalidad.
De la lectura de la izquierda tradicional, el triunfo de la
Unidad Popular constituye la comprobación de lo efectivo de
su estrategia para alcanzar el poder, lo que queda claramente
establecido en las palabras del presidente Salvador Allende, el
21 de mayo de 1971: «Chile es hoy la primera nación de la tie-
rra llamada a conformar el segundo modelo de transición a la

154
El tres letras

sociedad socialista (…). No existen experiencias anteriores que


podamos usar como modelo; tenemos que desarrollar la teoría
y la práctica de nuevas formas de organización social, política
y económica, tanto para la ruptura con el subdesarrollo como
para la creación socialista»289.
Como señala Alfredo Riquelme Segovia290, los integrantes
de la izquierda chilena coincidían –con algunos matices– en la
necesidad y la inminencia de una revolución socialista u orien-
tada al socialismo. Pero esos matices se tradujeron en cientos de
artículos periodísticos, académicos y políticos en la década de
1960, el llamado debate acerca del «carácter de la revolución
chilena». Hacia 1970 se había alcanzado una aproximación –que
se plasmaría en el Programa de la Unidad Popular– entre el Par-
tido Socialista, que la consideraba ya una revolución socialista,
y el PC, que la entendía como una revolución que llegaría a ser
socialista en un futuro más o menos próximo.
En su Congreso de 1967, así lo afirmaba el Partido Socialis-
ta: «Como organización marxista-leninista, plantea la toma del
poder como objetivo estratégico a cumplir por esta generación,
para instaurar un Estado Revolucionario que libere a Chile de
la dependencia y del retraso económico y cultural e inicie la
construcción del socialismo»291.
Por su parte, el Partido Comunista, en su Programa de
1969, así lo expresaba: «En Chile está planteada la necesidad
de la revolución. País capitalista, dependiente del imperialismo
norteamericano, ha desembocado en una situación insostenible
para la gran mayoría. La imposibilidad de solucionar los proble-
mas del pueblo y de la nación dentro del actual sistema impone

289
Salvador Allende,Obras escogidas (1970-1973), primer mensaje presidencial
al Congreso Pleno, 21 de mayo de 1971, Barcelona, Editorial Crítica, 1989.
pp. 79-82.
290
Alfredo Riquelme Segovia, «Los modelos revolucionarios y el naufragio
de la vía chilena al socialismo», revista electrónica Nuevo Mundo Mundos
Nuevos, Coloquios, École des Hautes Études en Sciences Sociales, París,
IUUQOVFWPNVOEPSFWVFTPSHJOEFYIUNM DPOTVMUBEPFM
de diciembre de 2010).
291
Julio César Jobet, El Partido Socialista de Chile, 2ª ed., Santiago, Editorial
PLA, 1971, tomo II, p. 130.

155
Sergio Salinas Cañas

la obligación de terminar con el dominio del imperialismo y


de los monopolios, eliminar el latifundio y abrir paso hacia el
socialismo»292.
En el Programa Básico de Gobierno de la Unidad Popular se
señalaba: «La única alternativa verdaderamente popular y, por
lo tanto, la tarea fundamental que el Gobierno del Pueblo tiene
ante sí es terminar con el dominio de los imperialistas, de los mo-
nopolios, de la oligarquía terrateniente e iniciar la construcción
del socialismo en Chile. Las transformaciones revolucionarias
que el país necesita sólo podrán realizarse si el pueblo chileno
toma en sus manos el poder y lo ejerce real y efectivamente»293.
Es en este escenario discursivo en que se da el debate sobre
«la posibilidad o imposibilidad de hacer compatible la transición
al socialismo con la institucionalidad jurídico-política burguesa, y
el proceso revolucionario con una vía pacífica, lo que cada vez se
transformaría en el principal contencioso estratégico-ideológico
al interior de la izquierda histórica y de la nueva izquierda»294.
Para Riquelme, «con la denominación izquierda histórica,
nos referimos principalmente a los partidos Comunista (funda-
do en 1912 como Partido Obrero Socialista y que cambiaría su
nombre al afiliarse en 1922 a la Komintern) y Socialista (creado
en 1933). Denominamos nueva izquierda, a las organizaciones
políticas surgidas durante los gobiernos de Frei Montalva (1964-
1970) y Allende (1970-1973), como el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR), fundado en 1965; el Movimiento de Ac-
ción Popular Unitario (MAPU), creado en 1969 como una escisión
de la Democracia Cristiana; la Izquierda Cristiana (IC), nacida
de otra escisión de la DC; y el MAPU Obrero Campesino (MOC),
surgido de la división del MAPU en 1973. Al Partido Radical (PR)
lo calificamos como un partido histórico nuevamente izquier-
dizado hacia 1970, pues si bien era un partido cuya fundación
se remontaba a mediados del siglo XIX, su posicionamiento en
292
Programa del Partido Comunista de Chile (Folleto), Santiago, 1969, en
Alfredo Riquelme Segovia, op. cit.
293
Programa Básico de Gobierno de la Unidad Popular (Folleto), Santiago,
1970, en Alfredo Riquelme Segovia, op. cit.
294
Ibid.

156
El tres letras

el centro político y su oscilación entre la izquierda y la derecha


entre las décadas de 1940 y 1960 impiden situarlo en la izquierda
histórica»295.
En este marco de debate estratégico-ideológico sobre las
vías para alcanzar la revolución socialista en Chile que dividió
fuertemente a la izquierda chilena entre 1970 y 1973, se haría
permanente referencia a diferentes experiencias revolucionarias
en el mundo contemporáneo. A estos casos, las distintas po-
siciones les atribuían un carácter de modelo «o se convertían
en parábolas en las mentes de los dirigentes y seguidores de la
revolución chilena. Las principales referencias serían a la Revo-
lución Rusa de 1917 (la revolución triunfante), a la Guerra Civil
Española de 1936-1939 (la revolución aplastada), e incluso a la
Revolución Francesa de 1789-1793 y a la Revolución Mexicana
de 1910-1917 (las revoluciones limitadas)»296.
Por otra parte, para el presidente Allende la vía chilena al
socialismo constituía una experiencia inédita en la historia mun-
dial, consideraba que ninguna de las revoluciones socialistas u
orientadas al socialismo que la habían precedido a lo largo del
siglo en varios continentes –como la rusa, la china, la yugoslava o
la cubana– y que habían adoptado diversas formas de dictadura
revolucionaria, podía servirle como guía. Sin embargo, para los
partidos de la izquierda chilena, sus dirigentes e intelectuales,
esas experiencias sí revestían ese carácter modélico o parabólico
que Allende les negaba.
Las versiones predominantes de la ciencia de la revolución
que se confrontaban en la izquierda chilena de la época tenían en
común sus fundamentos en la mutación leninista del socialismo
que se difundiera por el mundo a partir de la toma del poder
de los bolcheviques en Rusia (1917) y de la organización de la
Internacional Comunista o Komintern. «Esta se caracterizaba
precisamente por su rechazo a la posibilidad de que las clases
trabajadoras accedieran al poder mediante la democratización de
los sistemas políticos liberales; y por su afirmación, en cambio, de
295
Ibid.
296
Ibid.

157
Sergio Salinas Cañas

que el único camino hacia el poder popular y hacia la hegemo-


nía de la clase trabajadora era la ruptura revolucionaria con la
institucionalidad jurídico-política existente y la implantación de
una dictadura en la que los verdaderos revolucionarios tuvieren
la hegemonía»297.
Sobre esa base, la cuestión de las vías y de los medios nece-
sarios para acceder al socialismo, había dejado de ser un tema
puramente estratégico en la izquierda mundial tras la Revolución
Rusa. «La adhesión a la violencia y a la dictadura revolucionarias
y la organización de una vanguardia jerarquizada y disciplinada
capaz de ejercerlas sería el sello de la mutación leninista y de sus
sucesivas variantes –como el estalinismo, el trotskismo, el post
estalinismo, el maoísmo y el castrismo– que se disputarían el
título de comunistas y/o marxista-leninistas en el mundo durante
el siglo XX»298.
En ese sentido, aunque las diferencias entre las distintas
tendencias de la izquierda se centraban en la concepción del
camino hacia el socialismo y en los medios a utilizar para acce-
der a esa meta, se trataba de un debate en que lo estratégico se
teñía fuertemente de ideología, expresándose como un debate
entre narraciones alternativas acerca del camino correcto y de
los medios necesarios para transitar hacia esa nueva formación
económica y social.
En todos los casos, se trataba de visiones fuertemente es-
tructuradas y que conformaban la identidad, pensamiento y
actitudes de los afiliados a cada organización revolucionaria
en una narración ideológica nacional, regional y global que se
asumía como el único relato correcto –e incluso científico– de
la historia en marcha.
A la izquierda de la Unidad Popular, el Movimiento de Iz-
quierda Revolucionario (MIR) proclamaba la inevitabilidad de
una resolución violenta del problema del poder, en el marco de
una lectura más radical de la realidad chilena que combinaba la
continua influencia del modelo cubano con una creciente afir-
297
Ibid.
298
Ibid.

158
El tres letras

mación del leninismo del cual los comunistas se habrían apar-


tado y que el movimiento de la nueva izquierda revolucionaria
reivindicaba para sí, junto a una valoración de la experiencia
revolucionaria rusa de 1917 y de los períodos más intensamente
confrontacionales de la historia del Komintern299.
Por su lado, el Partido Comunista viviría una permanente
tensión durante los tres años de gobierno, entre –por una parte–
su protagonismo en la experiencia de transitar del capitalismo
al socialismo en un marco pacífico, democrático, pluralista y de
respeto a la legalidad, de la cual ese partido había sido el princi-
pal impulsor en la izquierda chilena; y –por otra parte– lo que el
comunismo soviético, a cuya visión del mundo también adhería,
denominaba leyes generales de la transición del capitalismo al
socialismo y que no eran sino la proyección al mundo con un
carácter modélico de los elementos esenciales de su propia ex-
periencia de dictadura revolucionaria.
La adhesión a esas leyes pretendía salvaguardar lo que el
comunismo soviético consideraba lo esencial de la mutación
leninista en su adaptación a las nuevas realidades de la historia
mundial que, sobre la base del fortalecimiento y extensión del
sistema mundial del socialismo, la consecución de la liberación
nacional de los países dependientes y la consolidación de grandes
partidos comunistas en algunas potencias occidentales y en países
como Chile, hacía posible formular la posibilidad de transitar en
esos lugares hacia el socialismo de modo pacífico y a través de las
instituciones sobre la base de la mayoría electoral de una alianza
de izquierda y la hegemonía de los comunistas en su conducción.

3.5 Contexto general en las ciencias sociales

Entre 1967 y 1973, las ciencias sociales experimentaron


en Chile un triple fenómeno: de expansión de sus posiciones

299
Poco antes del Golpe de 1973, el MIR publicó el libro La insurrección ar-
mada, editado originalmente en 1928 por la Komintern (bajo el seudónimo
de A. Neuberg).

159
Sergio Salinas Cañas

académicas, de transformación de su estructura conceptual y de


cambio de su función en el campo intelectual.
Las oportunidades y condiciones que crea en 1967 el proceso
de reforma universitaria modifican el proceso de institucionaliza-
ción de las ciencias sociales (UC Santiago y UC Valparaíso). Junto
con aumentar el número de matriculados en ciencias sociales,
se experimenta un proceso ampliado de institucionalización: se
crean nuevas unidades académicas, institutos de investigación y
carreras profesionales.
La sociología experimenta un rápido crecimiento de su base
institucional estableciéndose nuevas escuelas o institutos. Se
forman asimismo centros interdisciplinarios de ciencias sociales,
especialmente en las universidades de Chile y Católica de Chile.
«Todo lo cual significa que el mercado de posiciones académicas
en este sub-campo disciplinario aumenta explosivamente, mul-
tiplicándose los puestos de investigadores, docentes y adminis-
tradores superiores en el caso de la sociología y especialidades
conexas»300.
En la Universidad Católica de Chile los dos principales
centros, el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN)
y el Centro de Estudios de la Planificación (CEPLAN), represen-
taban, respectivamente, las dos iniciativas más importantes de
la reforma en el campo de las ciencias sociales, uno con foco en
la sociología y el otro con foco en la economía.
En la Universidad de Chile, se observó un fenómeno similar,
aunque menos pronunciado. Se creó el Centro de Estudios So-
cioeconómicos (CESO), mientras se multiplicaron los programas
de economía y ciencias sociales en diversas facultades.
La expansión institucional impulsada por la reforma univer-
sitaria significó en el campo de las ciencias sociales vinculadas
a la sociología: el establecimiento de mercado de posiciones
académicas más amplio y complejo; el surgimiento de una inci-
piente jerarquía institucional en el campo de las ciencias sociales,

300
José Joaquín Brunner, «Las ciencias sociales en Chile: institucionalización,
política y mercado en el caso de la sociología», Documento de Trabajo n°
32, Santiago, Flacso, diciembre de 1986, p. 15.

160
El tres letras

ocupando las posiciones preeminentes los centros de investiga-


ción CEREN y CESO; la aparición de una naciente estructura de
comunicación académica en el subcampo, en particular mediante
la publicación de revistas especializadas como los Cuadernos
de la Realidad Nacional, del CEREN; Sociedad y Desarrollo, del
CESO; y Eure, revista del Centro Interdisciplinario de Desarrollo
Urbano (CIDU).
Las ciencias sociales cambian en Chile de orientación a partir
de 1967, pero sobre todo después de 1970, año del triunfo de la
Unidad Popular y de la formación del gobierno de la coalición
de izquierda. «En parte, este fenómeno representa el efecto de
una segunda recepción en la sociología chilena, esta vez bajo el
impacto de la crítica a la teoría empírica de las ciencias sociales
en el contexto de un ascenso de las ideologías de izquierda»301.
En esta situación, se difunde en Chile el modelo del marxis-
mo-ciencia que impulsará, en el campo de las ciencias sociales
universitarias, una rápida sustitución del programa de investiga-
ción articulado en torno a la teoría de la modernización por el
programa de investigación articulado en torno a la teoría de la
dependencia302. El modelo de marxismo científico proporciona

301
Ibid.
302
Por otra parte, hacia 1967 comienza una marcada radicalización política en
el país que se traduce luego en polarización desde 1970. Tales fenómenos
penetraron también en las universidades. Por un lado, a nivel institucional,
se transformaron sus estructuras de gobierno en un campo de lucha por el
poder, lo que en algunos casos se resolvió por la vía de crear instituciones
paralelas, especialmente en el ámbito de las ciencias sociales (Garretón,
1982). Por otro, hubo una ideologización temática y de los contenidos de
las ciencias sociales, con énfasis apologético o denunciativo de la realidad;
sumado a una combinación del uso del marxismo estructuralista althu-
seriano o poulantziano en el plano teórico, con el leninismo en el plano
político, que criticaban la visión estructural funcionalista predominante
hasta entonces, por considerarlas vinculadas a las visiones norteamericanas
de la guerra fría. En tercer lugar, el movimiento estudiantil y los alumnos de
ciencias sociales –mayoritariamente de izquierdas– tendieron a abandonar
la universidad y las disciplinas para involucrarse en los procesos de lucha
social y estrategias políticas que se jugaban más allá de las aulas. En el
horizonte, estaban presentes las elecciones presidenciales de 1970, donde
por primera vez la izquierda planteó un proyecto y un programa de socia-
lismo: conformar un área de propiedad social expropiando las empresas
monopólicas para ir abriendo paso al socialismo en el marco del régimen

161
Sergio Salinas Cañas

precisamente el paradigma sustitutivo y legitima este cambio


de orientación en las ciencias sociales, tornándose dominante
dentro del subcampo.
Pero este cambio de un programa de investigación a otro,
con la llegada del marxismo científico, implicó también una re-
definición completa de la propia disciplina. No solo cambió su
modelo conceptual predominante, sino que cambiaron además
los ideales explicativos de la ciencia y la identidad profesional
del científico social.
Así, la idea de la neutralidad valorativa de la ciencia que
había presidido la profesionalización de la disciplina es ahora
abandonada, siendo reemplazada por la noción del compro-
miso valorativo, que opone ciencia académica (o burguesa) a
ciencia comprometida o militante. «La vocación del científico y
del político tienden a fundirse en la imagen del sociólogo como
crítico de la realidad, como intelectual revolucionario o como
transformador de la sociedad»303.
En síntesis, a partir de 1970 el sociólogo se vuelve ideólogo;
en el campo académico mediante el recurso a un nuevo paradig-
ma de cientificidad (el marxismo) que le permite romper con la
sociología «académica» sin abandonar la pretensión de verdad,
y en el campo político-social donde se presenta ahora como un
organizador de discursos, con efectos directos en la política y
como un portador de proyectos de cambio de la sociedad304.
Otro tema importante en el contexto que presentan las
ciencias sociales, lo constituye la venida a Chile de importantes

democrático. Manuel Antonio Garretón, «Las ciencias sociales en Chile.


*OTUJUVDJPOBMJ[BDJÓO SVQUVSBZSFOBDJNJFOUPvIUUQXXXJOTVNJTPTDPN
MFDUVSBTJOTVNJTBT$JFODJBTTPDJBMFTFO$IJMFQEG DPOTVMUBEP
el 18 de noviembre de 2010).
303
Ibid.
304
Se trata, así, de una profundización, radicalización y crisis interna del mo-
delo fundacional, en que las ciencias sociales, especialmente la sociología,
se transforman en una expresión –en el campo académico e intelectual– de
los procesos y luchas políticas del instante. No es que no hubiera influencia
y luchas ideológicas en el momento de fundación e institucionalización
de las ciencias sociales; de hecho, las visiones marxistas aparecen como
respuesta a ellas, sino que ahora ellas se entrelazan más directamente con
los procesos políticos concretos. Ibid.

162
El tres letras

intelectuales europeos y brasileños de izquierda. Entre ellos, des-


tacaron los brasileños Theotonio Dos Santos, Ruy Mauro Marini
y Vania Bambirra, los que se vincularían al naciente Movimiento
de Izquierda Revolucionaria (MIR). De la misma manera, esta
situación se repetiría con uno de los más importantes autores de
la teoría de la dependencia, André Gunder Frank.

A repressão na Universidade de São Paulo, no início


de 1969, provoca uma onda de exílio em direção do
Chile. A experiência socialista da Unidade Popular atraí,
particularmente, os intelectuais brasileiros ávidos de
liberdade e de cultura. Além do interesse pela política, o
Chile propicia, a esses professores, condições de emprego
em suas instituições de pesquisa e em universidades. A
Universidade Católica do Chile, por exemplo, vai abrigar
alguns profissionais brasileiros, vítimas da repressão.
Durante os três anos de governo de Allende, esse país
transforma-se em uma espécie de melting pot onde se
misturam intelectuais latino-americanos, intelligentsia
francesa, como também militantes de esquerda de dife-
rentes partes do mundo305.

Dos Santos y Mauro Marini entre 1960 y 1964 estudiaron


sistemáticamente el marxismo como culminación de sus estudios
filosóficos. En estos años en Brasilia, realizaron un seminario de
lectura de El capital junto con Luis Fernando Víctor, Teodoro
Lamounier, Albertino Rodríguez y Perseu Abramo. Este mismo
seminario se reorganizó luego del exilio de estos intelectuales
en Chile.

El movimiento de lectura de El capital se transformó


en una fiebre mundial. En Sao Paulo, el seminario sobre
El capital reunió por varios años lo mejor de las ciencias
sociales y la filosofía de la USP. En Brasilia formamos
un grupo que reunía lo mejor del país en torno a este

305
Helenice Rodrigues da Silva, «Os exílios dos intelectuais brasileiros e chi-
lenos, na França, durante as ditaduras militares: uma história cruzada»,
revista electrónica Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Coloquios, École des
Hautes Études en Sciences Sociales, París, 2007: <http://nuevomundo.
SFWVFTPSH DPOTVMUBEPFMEFEJDJFNCSFEF


163
Sergio Salinas Cañas

seminario. En Chile organizamos con Fernando Henri-


que Cardoso, Francisco Weffort, Aníbal Quijano, Pedro
Paz y muchos más, un excelente seminario que luego se
extendió a otros temas306.

De la misma forma, se realizaron otros seminarios de lectura


de El capital en Cuba (organizado por Ernesto Che Guevara) y en
Francia, impulsado por Louis Althusser (resultó el libro Leer El
capital). A finales de la década de los sesenta se produjo el regreso
a América Latina de representantes de todas estas experiencias.
Entre ellos, volvieron a Chile, Marta Harnecker, discípula de
Althusser, y Ruy Mauro Marini, quien regresó desde México,
donde desarrolló su propio grupo de lectura.
Como señaló el propio Theotonio Dos Santos, «todas estas
experiencias paralelas confluían en un gran movimiento de lec-
tura y discusión del pensamiento marxista como nunca había
ocurrido en ninguna otra parte del mundo y llegaba a la vida
universitaria de manera insólita. Hasta en las escuelas de psico-
logía y en la de ciencias exactas se formaban grupos de lectura de
El capital y de autores marxistas clásicos y contemporáneos»307.
Cabe recordar que Theotonio Dos Santos tuvo una activa
militancia política y participación en movimientos sociales, que se
extiende a la clandestinidad después del golpe en Brasil de 1964,
hasta 1966, cuando se exilia en Chile. «El eje de su militancia
política era su participación en la POLOP de la que fue fundador
en 1961 y cuya dirección nacional asume en 1964. La POLOP
promovió una dura crítica a los partidos comunistas y al estali-
nismo y convocaba a una unión de la izquierda revolucionaria
contra la política de frente único con la burguesía, propuesta
por el PCB, que enmarcaba el movimiento de masas dentro del
nacionalismo burgués»308.

306
 $BSMPT .BSUJOT  j%FM JOJDJP QSFDP[ BM FYJMJPv IUUQXXXFVNFEOFU
DVSTFDPOFDPOPNJTUBTNBSUJOTUIFPUPOJPIUN DPOTVMUBEP FM  NBS[P
de 2010).
307
Ibid.
308
Ibid.

164
El tres letras

El trabajo de investigación desarrollado por Theotonio Dos


Santos lo convirtió en uno de los más importantes teóricos de la
dependencia. «Uno de los autores que más ayudaron a definir,
en el plano teórico y metodológico, el nuevo objeto de estudio,
fue el sociólogo brasileño Theotonio Dos Santos. Sus críticas a
la teoría del desarrollo y sus formulaciones sobre las diversas
‘formas de dependencia’, permitieron mostrar que el estudio de
esa problemática era un camino indispensable de análisis. Su libro
Imperialismo y dependencia, editado muy posteriormente, recoge
buena parte de los mejores trabajos desarrollados en esta época,
junto a estudios más recientes sobre el imperialismo y la crisis
mundial capitalista, temas hacia los que desplazó su atención»309.
Por su parte, Vania Bambirra también se integró al Centro
de Estudios Socioeconómicos (CESO), de la Universidad de Chile,
como integrante del equipo de investigación sobre las relaciones
de dependencia de América Latina. Este equipo se había consti-
tuido en 1968 bajo la dirección de Theotonio Dos Santos.
Vania Bambirra también se convirtió en una de las precur-
soras de la teoría marxista de la dependencia. «Al criticar la
tipología propuesta por Cardoso y Faletto entre economías de
enclave y economías con control nacional del proceso productivo,
desde aspectos metodológicos hasta aspectos de contenido, en su
libro El capitalismo dependiente latinoamericano»310.
Para Bambirra, claramente el objetivo que tenía el CESO y sus
estudios eran avanzar en superar el pensamiento desarrollista,
emprendiendo la tarea de sentar las bases para el desarrollo de
la teoría marxista de la dependencia. «El trabajo que intentába-
mos llevar a cabo en el CESO fue gratamente interrumpido por
la victoria de la Unidad Popular que necesitó la colaboración

309
Jaime Osorio, Crítica de la economía vulgar Reproducción del capital
y dependencia, Colección América Latina y el Nuevo Orden Mundial,
México DF, Miguel Ángel Porrua UAZ, 2004, p. 136: <http://rimd.reduaz.
NYDPMFDDJPO@EFTBSSPMMP@NJHSBDJPODSJUJDB@EF@MB@FDPOPNJB$SJUJDBQEG
(consultado el 7 de diciembre de 2010).
310
Ibid, p. 136.

165
Sergio Salinas Cañas

de parte de los miembros del equipo de estudios sobre la depen-


dencia para enfrentar prácticamente las tareas de su ruptura»311.
Otro intelectual brasileño que dejó huella no solo en Chile,
sino también en México fue Ruy Mauro Marini, quien es consi-
derado por muchos cientistas sociales uno de los más brillantes
intelectuales militantes de América Latina. «Se destacó por su
importante obra que subvirtió el pensamiento colonizado do-
minante y por su militancia coherente»312.
De cierta manera, la vida de Marini, rodeada de exilios
recurrentes, es el vivo resumen de uno de los períodos más in-
tensos de la historia política latinoamericana. Estuvo exiliado en
México, en 1965; en Chile, en 1969; y nuevamente en México,
en 1974. Su regreso definitivo a Brasil se había producido recién
en 1996. «Asimismo sintetiza al maestro y al intelectual riguroso,
integrado a las tareas políticas en la época de transformación re-
volucionaria y de contrarrevolución que le correspondió vivir»313.
Según el propio Marini, su venida a Chile se gestó por la
presión ejercida por sus amigos Theotonio Dos Santos y Vania
Bambirra; más la intervención de un político, el entonces sena-
dor Salvador Allende y de la Universidad de Concepción y de
su Federación de Estudiantes. «Efectivamente, aún en México,
yo había sido contactado por su presidente, Nelson Gutiérrez,
quien me conocía por mis trabajos y por las informaciones de
amigos brasileños, entre los cuales Evelyn Singer, profesora en
dicha universidad y que había militado conmigo en Brasil. Gutié-
rrez me había comunicado sobre la existencia de una vacante de
profesor titular en el Instituto Central de Sociología y me había
consultado sobre mi interés en ocuparla»314.

311
Vania Bambirra, El capitalismo dependiente latinoamericano, 15a edición,
México, Siglo Veintiuno Editores, 1999, p. 6.
312
Ruy Mauro Marini, «Escritos», página de presentación, México DF, Uni-
WFSTJEBE"VUÓOPNBEF.ÊYJDPIUUQXXXNBSJOJFTDSJUPTVOBNNY
(consultado el 7 de diciembre de 2010).
313
Ibid.
314
Ruy Mauro Marini, «Memoria de Ruy Mauro Marino Castellano», Centro
EF&TUVEJPT.JHVFM&OSÎRVF[IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN*EFBT@"VUPSFT
NBVSJOJSNTPCSFNBSJOJ@TPCSFQEG DPOTVMUBEPFMEFEJDJFNCSF
de 2010).

166
El tres letras

Al igual que sus colegas Do Santos y Bambirra, Marini desa-


rrolla sus estudios en torno a las características del capitalismo
dependiente, buscando generar la base para la comprensión
no solo de nuestro continente, «sino también de las diversas
formas de la superexplotación de la fuerza de trabajo y del
subimperialismo»315.
Para muchos autores, con el libro de Marini, Dialéctica
de la dependencia, «el marxismo latinoamericano alcanza su
punto más alto en tanto formulación de las leyes y tendencias
que engendran y mueven al capitalismo sui generis llamado
dependiente. Esto se alcanzaba luego de una década de arduos
estudios y discusiones sobre el tema»316. Marini también fue un
activo militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR), realizando numerosos escritos políticos, algunos de los
cuales serán analizados en capítulos siguientes.

3.6 Movilización estudiantil:


quiebres políticos y reforma universitaria

En la década de 1960, tal como aconteció en el contexto


internacional, en Chile los aires de cambio igual dominaron la
escena política. Los jóvenes irrumpieron como un relevante actor
social, crítico al orden vigente. La protesta social se radicalizó,
acompañada por la rebeldía generacional.
Es en esta década, con algunas diferencias de años, que las
ocho universidades que componían el sistema de educación su-
perior chileno experimentaron un profundo cambio, conocido
como la «reforma universitaria». «Ella modificó de manera
sustancial el contenido y las orientaciones de las funciones uni-
versitarias estableciendo una nueva estructura de autoridad y
poder que permitió la participación de la comunidad universitaria
en el gobierno de las universidades y se esforzó por buscar una

315
Jaime Osorio, op. cit., p. 138.
316
Ibid.

167
Sergio Salinas Cañas

mejor inserción de estas en los esfuerzos por lograr el desarrollo


y la modernización del país»317.
Las movilizaciones masivas de los estudiantes de educa-
ción superior comenzaron en 1967, casi un año antes del –ya
analizado– Mayo francés, con las tomas de las universidades
Católicas de Valparaíso y de Santiago. «Fue esta última la que
tuvo una carga simbólica mayor. El plantel tradicionalmente
visto como la cuna de los sectores privilegiados de la clase alta
católica, pasó a ser la punta de lanza de un proceso nacional de
reforma, marcado por los afanes de modernizar y democratizar
la educación superior»318.
En un discurso del vicerrector de la Universidad de Con-
cepción Galo Gómez Oyarzún319, afirmó que «comprometer a
las universidades con los cambios sociales fue una de las más
claras expresiones del proceso de Reforma Universitaria del
año 1968 en nuestro país. Frente a la Universidad enajenada y
desvinculada de la problemática social, este movimiento surgió,
fundamentalmente, entre los estudiantes, como una exigencia
por redefinir el papel que la Universidad debía jugar en el país y
porque sus estructuras fueran adecuadas a sus nuevos objetivos.
Se planteó entonces que la Universidad debía marchar al uníso-
no con la transformación de la sociedad chilena a través de los
hombres que forma, profesionales y académicos, quienes debían
alcanzar en ella conciencia de la responsabilidad histórica que les
corresponde en un país subdesarrollado y dependiente como los
nuestros de América Latina, para convertirse, en sus respectivos
campos de acción, en hombres capaces de incorporarse activa-
mente a las fuerzas sociales que propician los cambios. De este

317
Carlos Huneeus, La reforma universitaria 20 años después, Santiago,
Corporación de Promoción Universitaria, 1988, p. 9.
318
La Segunda, «Reforma universitaria: irrumpe una generación que marcará
a Chile», Suplemento Testigos de la Historia, 11 de noviembre de 2010.
319
Acto de despedida que por término de su mandato le ofreció la Federación
de Estudiantes de la Universidad de Concepción, el 20 de diciembre de
1972. Consejo de Difusión Universidad de Concepción, «Homenaje de la
Universidad de Concepción al rector Edgardo Enríquez y al exvicerrector
Galo Gómez, forjadores de la reforma universitaria», Concepción, Cua-
dernos de Difusión, Serie Documentos Universitarios n° 6, 1972, p. 15.

168
El tres letras

modo la Universidad se orienta en función de la sociedad en que


vive y asume una función consecuente»320.
Por otra parte, en la Universidad de Chile los primeros plan-
teamientos reformistas se dan en el marco de un proceso general
de reformas en el país, impulsadas por el gobierno democrata-
cristiano desde 1964. «Sostenemos que estos planteamientos
son la expresión a nivel universitario del proceso de reforma
que enfrentaba la sociedad chilena, en el sentido de adecuar la
universidad a las exigencias que provenían de una sociedad en
proceso de cambio. Los planteamientos reformistas se orientan
a posibilitar la coincidencia entre las demandas societales reno-
vadas y el producto universitario; y a transformar, por tanto,
a la universidad en un instrumento del proyecto reformista
societal»321.
En una publicación aparecida en El Mercurio (20 de junio
de 1968), el rector de la Universidad de Chile, Eugenio González
señaló: «El problema universitario es un problema político. Lo
hemos dicho en varias oportunidades: la democratización de la
universidad sólo será posible en forma cabal, cuando se demo-
cratice la educación nacional en su conjunto, lo que supone a la
vez cambios auténticamente revolucionarios en las estructuras
básicas –económicas, sociales y políticas. Mientras tanto, única-
mente es dable hacer limitadas reformas en la estructura y funcio-
namiento de nuestros servicios docentes, científicos y culturales,
modernizar planes y programas y métodos de enseñanza, esta-
blecer sobre fundamentos más amplios las jerarquías académicas
del saber y las jerarquías de gobierno y administración, preparar,
en fin, a la universidad para que pueda cumplir plenamente sus
funciones cuando las fuerzas progresistas de Chile configuren un
nuevo Estado al servicio de una nueva sociedad»322.
Estos objetivos generales de la reforma se tradujeron en
múltiples aspectos de la actividad universitaria. En primer lugar,
320
Ibid.
321
Manuel Antonio Garretón y Javier Martínez, La reforma en la Universidad
de Chile, Santiago, Biblioteca del Movimiento Estudiantil, Ediciones Sur.
Investigación realizada por Felipe Agüero, 1985, tomo III, p. 16.
322
Ibid, p. 14.

169
Sergio Salinas Cañas

la docencia fue organizada con contenidos y métodos que, más


allá del mero adiestramiento profesional buscado hasta entonces,
procurara una formación más amplia, humanista y participativa.
«Sin descuidar el estudio de las técnicas y conocimientos propios
de cada profesión, se pretendía que el estudiante participara en la
organización del currículo, al dársele la posibilidad de elegir entre
diferentes alternativas curriculares en los planes de estudios»323.
En segundo lugar, se hizo un esfuerzo por promover la inves-
tigación científica y tecnológica, que la universidad tradicional
no apoyaba adecuadamente, lo cual se tradujo en la destinación
de una gran cantidad de recursos para el aumento de las cátedras
de jornada completa o de dedicación exclusiva y para establecer
infraestructuras que permitieran el trabajo eficaz y creador de la
comunidad académica. «Un sólido desarrollo de la investigación
científica enriquecería la docencia, pues esta última se nutre de
los contenidos que le entrega aquélla»324.
En tercer lugar, se buscó promover el desarrollo y el inter-
cambio cultural con la sociedad, a fin de que la universidad se
le aproximara más tanto para entregar su propio aporte como
para conocer a través de ella las necesidades y esperanzas que
pudieran ayudar a enriquecer las proposiciones de prioridades
en la política universitaria.
En cuarto lugar, la reforma implicó una importante reorga-
nización administrativa, pues la universidad en vez de centrarse
en las carreras (lo cual había convertido a las escuelas en el
eje central de la universidad), se organizó en torno a áreas del
conocimiento, lo cual colocó a los departamentos como la base
fundamental. Este último cambio significó no solo un consi-
derable esfuerzo de racionalización administrativa, sino que
permitió mejorar las relaciones de trabajo entre los miembros
de la comunidad universitaria.

Por último, la reforma significó una amplia democra-


tización del gobierno universitario, expresada mediante

323
Carlos Huneeus, op. cit., p. 9.
324
Ibid.

170
El tres letras

la participación de la comunidad académica, –los profe-


sores de los diferentes niveles, los estudiantes y también
los administrativos–, en las decisiones de los órganos de
poder, compartiendo la responsabilidad en ellas325.

Pese a que, como hemos visto, en la mayoría de las univer-


sidades existía un consenso con respecto a los objetivos de la
reforma universitaria, su implementación fue lo que generó los
problemas principales. Por ejemplo, en lo referido a la partici-
pación de los estudiantes.
En el caso de la Universidad de Chile, fue precisamente el
tema del cogobierno el que causó conflictos al interior de la uni-
versidad y de la propia FECH, ya que las profundas diferencias
entre la DC y la izquierda generaron agudas disputas por cuotas
de poder. «De tal manera, y más allá de una eventual rigidez por
parte de la autoridad en negarse a entregar poder, la gravitación
de los partidos devino, en corto plazo, en la politización del
movimiento impulsor de la reforma. Así, el lema ‘Universidad
para todos’ fue relegado a un segundo plano, frente a la lucha
netamente política, derivada de la rápida aceptación de las de-
mandas por el cogobierno»326.
En un intento por descomprimir el conflicto, el rector
González aceptó la existencia de cuerpos colegiados, con lo
que tácitamente estaba aceptando la idea del cogobierno, aun-
que los estudiantes solo tendrían derecho a voz. Esta solución
325
La literatura sobre la reforma no es abundante. Las más estudiadas son
las organizaciones de la Universidad de Chile y la Universidad Católica de
Chile: Carlos Huneeus, La reforma en la Universidad de Chile, Santiago,
Ediciones CPU, 1975; Manuel Antonio Garretón, «Universidad y política
en los procesos de transformación y reservación en Chile, 1967-1977»,
Estudios Sociales, n° 26, 1980, pp. 83-110; José Joaquín Brunner, «La
Universidad Católica de Chile y la cultura nacional en los años 60. El
tradicionalismo católico y el movimiento estudiantil», en: J. J. Brunner y
S. Catalán, Cinco estudios sobre la cultura y la sociedad, Santiago, Flacso,
1985; José Navarría, «¿En crisis el sistema universitario chileno en 1967?
¿Por qué?», en Estudios y Política, Santiago, CPU, 1970. Huneeus, op. cit.,
p. 9.
326
 +BJNF3PTFOCMJUU j-BSFGPSNBVOJWFSTJUBSJBv IUUQXXXVO-
techoparamipais.org/chile/cis/images/stories/CATEDRA2010/SESION5/3.
QEG DPOTVMUBEPFMEFFOFSPEF


171
Sergio Salinas Cañas

fue aceptada por la dirigencia de la FECH, lo que provocó un


profundo quiebre entre los estudiantes, ya que la izquierda y
algunos demócrata-cristianos seguían anhelando el cogobierno
en su versión prístina y original, es decir, con participación del
alumnado en la elección de las autoridades.
La tesis del cogobierno fue sustentada con mayor énfasis
por la Facultad de Filosofía y Educación, donde una comisión
paritaria, compuesta por siete académicos y siete estudiantes,
elaboró un estatuto para la facultad que admitía la participación
de los alumnos en la designación de las autoridades. Así, se eligió
como nuevo decano al comunista Hernán Ramírez Necochea.
El 22 de mayo de 1968, y a instancias del decano de la Facul-
tad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Eugenio Velasco, el Consejo
Universitario decidió intervenir la Facultad de Filosofía y Edu-
cación para reorganizarla, lo que precipitó los acontecimientos.
«Esa misma tarde renunció el rector González y el Centro de
Alumnos del Instituto Pedagógico se tomó la Casa Central, reci-
biendo luego el apoyo de la FECH. El conflicto persistió durante
un año, lapso durante el cual se confeccionó un nuevo estatuto
que conciliaba las distintas posturas. El nuevo rector electo fue
Edgardo Boeninger»327.
Sin embargo, fue en la Universidad Católica de Santiago don-
de la reforma universitaria tuvo una mayor carga simbólica, ya
que para muchos esta universidad era el más claro exponente de
las ideas reaccionarias en el país. Lo sucedido en esta universidad
estuvo influenciado directamente por los profundos cambios que
experimentó la Iglesia católica a partir del Concilio Vaticano II
y por sus repercusiones en la Iglesia latinoamericana, «que en
los escritos de Medellín y Buga propugnaba un compromiso de
la educación superior y la cultura con los necesarios cambios
sociales»328.
Hasta antes del proceso de reforma, la Universidad Católica,
dirigida por monseñor Silva Santiago, permanecía impermeable
ante los nuevos vientos de cambio que soplaban en el ambiente.
327
Ibid.
328
Ibid.

172
El tres letras

Esta universidad conservaba el carácter elitista que la distinguía,


completamente ajena de su entorno social. Por eso los estudiantes
afirmaban: «Denunciamos la falta de vibración con los proble-
mas del pueblo que se experimenta en el interior de las aulas de
nuestra universidad»329.
Es importante señalar que en la Universidad Católica,
la Democracia Cristiana tenía una hegemonía sobre la masa
estudiantil, por lo que el candidato elegido en la asamblea es-
tudiantil DC era casi seguro el próximo presidente de la FEUC.
Sin embargo, al interior de los democratacristianos existían tres
sensibilidades distintas:
a) El grupo encabezado por Miguel Ángel Solar, cuya diri-
gencia pertenecía en su mayoría a la Acción Católica Universi-
taria (AUC). Es el grupo de la Parroquia Universitaria. El menos
político en sus planteamientos, se orienta principalmente hacia
la universidad. Al «deber ser» de esta lo define en términos de
«responsabilidad», «autenticidad», «compromiso», «comunita-
rismo», etcétera. Claramente mayoritario entre los estudiantes
y no vinculado orgánicamente al Partido Demócrata Cristiano.
b) El grupo encabezado por José Joaquín Brunner ligado al
Instituto de Humanismo Cristiano, órgano de reflexión y difusión
sociopolítica de los jesuitas. Más teñido por la perspectiva social;
el «fuera» de la universidad, la marginalidad y su superación,
etcétera. Con menos fuerza que el grupo Acción Católica Uni-
versitaria, al igual que este, tampoco milita en el PDC.
c) El grupo encabezado por José Fluxá: miembros casi todos
sus componentes del Instituto de Estudios Políticos de la DC
(IDEP). Grupo definidamente político en su proyecto, se orienta
completamente hacia la problemática nacional. Vinculado or-
gánicamente al PDC, e insinuándose crítico a la gestión freísta.
Claramente minoritario.

Los tres grupos se consideraban DC, pese a pertenecer


a ella sólo el grupo IDEP. Este alega la condición de mili-
tante como requisito para postular a la Federación, con

329
Ibid.

173
Sergio Salinas Cañas

lo que descalificaba a sus dos contendores. El conflicto


llega a la presidencia del PDC1BUSJDJP"ZMXJO BMBTB[ÓO
Presidente, se decide por la tesis del ‘criterio amplio de
militancia’ y Miguel Ángel Solar, cabeza de la fracción
más poderosa, sin ser demócrata cristiano de partido, va
a la FEUC como abanderado de la DCU330.

El 6 de junio de 1967, Miguel Ángel Solar plantea ante el


Consejo Superior de la Universidad las posiciones del movi-
miento estudiantil, tras 22 meses de tramitación de un nuevo
Reglamento de la Universidad por parte del mismo Consejo. Los
planteamientos se sintetizan en la consigna de «Nuevos hombres
para la nueva universidad».

En su exposición, el líder estudiantil señala las etapas


recorridas por el movimiento. En su etapa de crítica éste
señaló que la UC era: clasista, sin comunicación con el
medio social, sectaria y monárquica en su estructura de
poder, colegial en su espíritu, desordenada331.

La FEUC, por un lado, y la Rectoría y el Consejo Superior


por el otro, continuaron en los meses siguientes enfrascados en
una profunda polémica ideológica que se hizo cada vez más
profunda, hasta derivar el 11 de agosto de 1967 en la famosa
toma de la Casa Central, donde se desplegó el célebre cartel
que afirmaba: «El Mercurio miente». Este hecho marcó tal vez
el momento más emblemático de la reforma, en que el conflicto
llegó a su punto máximo de confrontación; con el fracaso del
diálogo entre las partes, la condenación de los amotinados por
parte del Consejo Superior y las unidades académicas más con-
servadoras (Ingeniería, Derecho, Agronomía y Economía), y el
fallido intento de los estudiantes gremialistas por reconquistar
violentamente los locales ocupados.

330
Manuel Antonio Garretón y Javier Martínez, La reforma en la Universidad
Católica de Chile, Santiago, Biblioteca del Movimiento Estudiantil, Edicio-
nes Sur. Investigación realizada por Cristián Cox, 1985, tomo II, p. 22.
331
Ibid, p. 25.

174
El tres letras

La propia Santa Sede tomó cartas en el asunto y


designó al Cardenal Raúl Silva Henríquez con plenos
poderes para poner término a la crisis; previamente, el
Presidente Frei y la FEUC le habían solicitado intervenir
como mediador. El 21 de agosto, Silva Henríquez ordena
el reinicio de las clases y pone fin a la toma, acepta las
reformas propuestas y nombra prorrector al arquitecto
Fernando Castillo Velasco, quien poco tiempo después es
elegido rector (el primer laico en ocupar dicho cargo) en
un claustro electoral que estaba compuesto en un 25%
por estudiantes332.

Castillo Velasco asume las demandas por los cambios y se


pone al frente del proceso de reformas, cuyo objetivo definió en
el siguiente trozo extraído del Plan de Desarrollo de la Univer-
sidad para el período 1968-1970: «Se acentuará la importancia
de la ciencia, la democratización en el mando y el acceso a las
aulas; especial realce se concede a la función crítica frente a las
alienaciones que asaltan al hombre y a los grupos sociales, y
mayor acento se dispensa al papel de inserción de la Universidad
en los procesos que suceden en su exterior»333.
A diferencia de lo sucedido en otras universidades, en la Uni-
versidad Católica también se avanzó en lo referido al postulado
de «Universidad abierta y para todos». Para el acercamiento de
la universidad al pueblo, la UC recurrió al instrumento de la «ex-
tensión» y se reflejó claramente en la creación del Departamento
Universitario Obrero Campesino (DUOC).

Otra singularidad de la reforma en esta universidad


es que a partir de 1968, el proceso quedó circunscrito al
ámbito de los académicos; puesto que ese año la Fede-
ración de Estudiantes pasó a manos de los gremialistas
–contrarios a los cambios– y, especialmente, a la partici-
pación del estudiantado en la elección de las autoridades.
El gremialismo le restó impulso a las transformaciones
y se opuso tenazmente a la labor de Castillo Velasco,

332
Jaime Rosenblitt, op. cit.
333
Ibid.

175
Sergio Salinas Cañas

denunciándolo por discriminación política y manejo


irregular de fondos334.

No obstante las serias dificultades que debió enfrentar, el


rectorado de Fernando Castillo obtuvo una serie de logros en
el camino de las reformas, los que consiguieron dejar atrás la
imagen de encapsulamiento que ostentaba la Universidad Ca-
tólica. Entre estos, se cuentan los acuerdos con universidades
y agencias internacionales para el desarrollo de las distintas
unidades académicas, de los que destaca –aunque a la larga
quedará claro que en un sentido opuesto al espíritu reformista–
el convenio entre la Escuela de Economía y Administración y
la Universidad de Chicago; la reorganización del Campus San
Joaquín según el modelo estadounidense de educación superior;
captación de recursos provenientes de organismos financieros
internacionales, como el Banco Mundial y el Banco Interameri-
cano de Desarrollo; planes de perfeccionamiento para docentes
mediante becas y patrocinios; creación de 14 institutos en diver-
sas unidades académicas; plan de departamentalización de las
mismas para mejorar su administración; creación de centros de
estudio interdisciplinarios dedicados a temas de interés social
y nacional, como el Centro de Estudios de la Realidad Nacio-
nal (CEREN), el Centro de Estudios de Planificación Nacional
(CEPLAN) y el Centro de Investigaciones de Desarrollo Urbano
(CIDU); realización del primer Claustro Pleno en mayo de 1971,
para poner en práctica la democratización del gobierno univer-
sitario; aumento de la planta de docentes (1.753; casi todos con
jornada completa); e inserción en el mundo popular a través
del Departamento Universitario Obrero Campesino (DUOC) y
el Programa de Estudios y Capacitación Laboral (PRESCLA).
En el caso de la Universidad Técnica del Estado (UTE), la
reforma universitaria había comenzado algunos años antes,
más exactamente en mayo de 1961. En esa fecha se produjo la
elección del director de la Escuela de Minas de Copiapó por
334
Ibid.

176
El tres letras

parte de la dirección de la UTE. Los estudiantes de ese estable-


cimiento repudiaron el método con que fue elegido. El exaca-
démico y expresidente de la FEUT Alejandro Yáñez Betancourt
señaló que en ese momento se dieron cuenta de que ese método
estaba establecido en la Ley Orgánica de la universidad. «De
allí cuestionar toda la institucionalidad universitaria fue cosa
de días. La huelga iniciada en Copiapó se extendió por todas
las escuelas de la UTE que terminaron tomadas en poder de los
estudiantes»335.
El movimiento de mayo de 1961 logró resolver el problema
del nuevo director de Copiapó, pero no tuvo fuerza suficiente ni
tampoco estaba aún maduro para hacer una reforma universitaria
integral. «Pero fue el inicio de todo lo que ocurrió después. Dejó
la tarea planteada y creó los actores que, más tarde, la haríamos
realidad»336.
De las movilizaciones realizadas en mayo de 1961 quedó una
declaración, llamada «25 de mayo», que resume las ideas que
ya circulaban en el ambiente universitario: «Los estudiantes de
la Universidad Técnica del Estado mantuvimos un movimiento
huelguístico, el que culminó con la toma de seis escuelas por
nuestra parte. En la historia de las luchas estudiantiles del país,
por problemas estrictamente legales, ha sido ésta la mayor ba-
talla. El hecho que motivara el conflicto es sólo un apéndice de
los problemas estructurales de la universidad. La hora llegó de
cortar la raíz misma de esos defectos. Los estudiantes pensamos
que ha llegado el momento de realizar una profunda reforma
universitaria»337.
En la Universidad Técnica del Estado, la lucha por la refor-
ma universitaria recibió un nuevo impulso en 1966 con el gran
movimiento huelguístico que levantó la exigencia de un mejor
presupuesto para la universidad.
335
Alejandro Yáñez Betancourt, «La lucha por la reforma universitaria en la
UTE (Universidad Técnica del Estado)», Centro de Estudios Miguel Enríquez:
IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN&YQFSJFODJBTFYQ@QPQV&91QPQVMBSFT
QEG DPOTVMUBEPFMEFGFCSFSPEF

336
Ibid.
337
Ibid.

177
Sergio Salinas Cañas

Obtener un mayor presupuesto para la universidad no


era algo que interesara sólo a los estudiantes. También
era aspiración del profesorado y de los funcionarios de
la UTE de todo nivel, así como de las propias autoridades,
desde el rector Horacio Aravena para abajo. La lucha por
mayor presupuesto para la UTE, que debía ser otorgado
por el Gobierno, unió a toda la Universidad y convirtió
a la FEUT en el organismo que representaba los intereses
de fondo de la comunidad universitaria»338.

El gobierno de Frei Montalva no aceptó elevar el presupuesto


más allá de lo que tenía previsto el Ministerio de Hacienda. Esto
llevó a la FEUT a decretar un paro nacional a fines de septiem-
bre de 1966 y convocar a su estudiantado a una marcha hacia
Santiago desde Antofagasta y Valdivia.
«En cada ciudad de provincias donde llegaban los estudiantes
de la UTE, se paralizaba la población, se reunían en su Plaza de
Armas a dar apoyo a nuestra lucha los sindicatos, los estudian-
tes, los pobladores y las autoridades municipales, incluso parla-
mentarios, acompañando luego hasta la salida de esa ciudad a
nuestros estudiantes, que seguían, en camiones, micros, en autos,
a dedo, su camino hacia Santiago»339. Luego de una semana de
movilizaciones, la marcha llegó a Santiago, alojándose cerca de
tres mil estudiantes de provincias en la Escuela de Artes y Oficios.
El gobierno de Frei Montalva finalmente cedió a las deman-
das y la UTE logró un mayor presupuesto. «En las elecciones de la
FEUT, de noviembre de 1966, fuimos reelegidos, por abrumadora
mayoría, el suscrito como presidente; Danilo Aravena, JS, como
vicepresidente; Luis Cerda, JJ.CC., como secretario general. Ya
estábamos confirmados como lo que efectivamente éramos: diri-
gentes reales y también formales de la Federación de Estudiantes
de la UTE»340.

338
Alejandro Yáñez Betancourt, «Allende y la reforma universitaria en la UTE»:
IUUQXXXHFOFSBDJPODMEPDVNFOUPTEPDT"MMFOEF@3FGPSNB@6@FO@
MB@65&QEG DPOTVMUBEPFMEFGFCSFSPEF

339
Ibid.
340
Ibid.

178
El tres letras

El año 1967 fue clave para hacer realidad la reforma uni-


versitaria en la UTE. Ese año, en septiembre, debía elegirse rector
conforme al Estatuto Orgánico vigente desde 1952. El rector en
ejercicio, Horacio Aravena, terminaba su segundo período de
cuatro años en el cargo. Sin cumplir con los compromisos asu-
midos con la FEUT por él y el Consejo Universitario, se llamó a
una sesión especial del Consejo Universitario, para el viernes 15
de septiembre, a las siete de la tarde, con el fin de designar una
terna que luego sería enviada al Presidente de la República para
que de ella, este nominara al nuevo rector por cuatro años más.
La noche anterior, la del jueves 14 de septiembre, la FEUT
se tomó la Casa Central de la UTE, impidiendo de esta manera
la sesión del Consejo Universitario, que por ley, no podía para
ese objeto trasladarse a otra parte distinta de donde había sido
citado «y, además, sorprendiendo a todos, la FEUT no llamó a los
estudiantes a paro nacional para el regreso de vacaciones, sino
a asistir a clases, como forma de lucha, y a entregar, curso por
curso, una Carta Abierta de la FEUT al profesor universitario,
llamándolos a incorporarse en la lucha por la reforma universi-
taria para cambiar el Estatuto Orgánico de la Universidad»341.
Durante toda la semana de Fiestas Patrias, y por cierto, el
lunes 25 de septiembre de 1967 en que se reiniciaban las clases,
la Casa Central se mantuvo en poder de los estudiantes. En dicha
oportunidad se entregó a los presidentes de curso, en Santiago
y en provincias, una Carta Abierta dirigida a los profesores, en
que se señalaba:

Profesores universitarios: a los estudiantes nos que-


dan pocos en quién creer, los hechos nos han golpeado
en nuestros ideales, ya no tenemos fe en las promesas
y compromisos de las altas jerarquías. Por eso en estos
instantes críticos hemos recurrido al último bastión moral
que existe, hemos recurrido a la Universidad. Queremos
que sea la Universidad la que hoy tome la palabra; que-
remos que sea ella quien resuelva la situación planteada.

341
Ibid.

179
Sergio Salinas Cañas

Queremos que se eleve la voz de los docentes junto a la


nuestra, indicando el futuro derrotero342.

A la semana siguiente, la FEUT, con el respaldo del profeso-


rado, llamó a paro nacional que se mantuvo hasta octubre de
ese año. Se nombró un rector interino y, en agosto de 1968, se
convocó a un claustro pleno constituido en 65% de profesores,
25% de estudiantes y 10% de funcionarios administrativos, que
en elección directa, donde participó toda la universidad, eligió
como rector a Enrique Kirberg Baltianski.
El caso de la Universidad de Concepción es distinto al vivido
en otras universidades, ya que esta era una institución vanguar-
dista y tenía ya un importante trecho recorrido en el camino de
las reformas, como una importante labor de extensión y estatu-
tos que contemplaban, desde 1928, la elección del rector en un
claustro pleno con participación estudiantil.
Además, había una presencia hegemónica de la masonería
en el cuerpo docente y en los directivos, lo que daba al claustro
pleno un carácter aclamatorio, ya que en la práctica era la Gran
Logia la que designaba al rector. «Por otra parte, el movimiento
estudiantil estaba dominado por el Movimiento de Izquierda
Revolucionario (MIR), por lo que su acción fue siempre con-
frontacional y violenta; de hecho, se rechazaba la reforma en
los términos en que estaba planteada»343. En este escenario, la
reforma en la Universidad de Concepción puede sintetizarse como
una confrontación abierta entre la masonería y el MIR.
El proceso de reformas en la Universidad de Concepción
nació tempranamente, siendo el primero en Chile. Se remonta
a la década de 1950, a partir del rectorado de David Stitchkin
(1956-1962), que le dio a su administración un carácter mar-
cadamente político. En 1957, Stitchkin introdujo una profunda
reorganización de la estructura académica sobre la siguiente:
«Establecer los Institutos como ejes de la estructura académica,
con el fin de reemplazar a las Facultades. Con el propósito de

342
Ibid.
343
Jaime Rosenblitt, op. cit.

180
El tres letras

institucionalizar la investigación científica y desarrollar una labor


de extensión cultural».
Dichos propósitos permitieron que la labor de la universidad
fuese accesible a un mayor número de personas y también que
surgieran los institutos de Física, Química, Biología y Matemá-
ticas. «Sin embargo, la labor de Stitchkin quedó trunca en 1962,
al negarse a postular a la reelección por un nuevo período. Su
sucesor, el doctor Ignacio González Ginouves, propuesto por la
masonería, intentó desmantelar sus realizaciones, propiciando
una explosiva reacción del estudiantado, aún dominado por los
partidos Comunista y Socialista, del que se escindirá el MIR»344.
En poco tiempo, los líderes más carismáticos del MIR, los
FTUVEJBOUFTEFNFEJDJOB.JHVFM&OSÎRVF[ #BVUJTUBWBO4DIPVXFO
y Luciano Cruz, lograron desplazar a los demás partidos de
izquierda del control de la Federación de Estudiantes (FEC),
«por lo que la confrontación con las autoridades escapó de los
marcos de la reforma, ya que veían a la universidad como una
plataforma de lucha revolucionaria que debía traspasarse al resto
de la sociedad»345.
Esta posición fue expresada por Miguel Enríquez en la
revista Punto Final: «La revolución universitaria, entendida
como la mera transformación que saque esa superestructura
del servicio a la sociedad de explotación y oprobio y la coloque
al servicio de obreros y campesinos, pasa por la lucha de las
reivindicaciones fundamentales de los estudiantes contenidas
en la Reforma Universitaria, enfatizando sí el cuestionamiento
del poder universitario, esto es, el cogobierno estudiantil, como
elemento indispensable para luchar en este período por la de-
mocratización de la Universidad, la defensa de la autonomía y
el acceso a ella de obreros y campesinos, y la lucha contra la
penetración norteamericana»346.
El 17 de noviembre de 1967, Luciano Cruz fue elegido pre-
sidente de la FEC, desplazando a la JDC, que se debatía en pugnas

344
Ibid.
345
Ibid.
346
Ibid.

181
Sergio Salinas Cañas

internas por el cuestionamiento de algunos sectores de su partido


al gobierno de Frei. Con el temor de que la FEC se transformara en
la punta de lanza para las acciones del MIR, la masonería decidió
confiar el manejo de la difícil situación a David Stitchkin para
que asumiera la rectoría por un nuevo período (1968-1972), ya
que además de su capacidad, se sabía que contaba con la simpatía
del presidente Frei y su partido.
Stitchkin fue elegido rector a fines de febrero de 1968 por
una amplia mayoría, muy lejos de su único oponente, el profesor
de ciencias políticas de la Universidad de Chile, Carlos Altami-
rano. En seguida se abocó a recomponer el proceso de reformas
interrumpidas por González Ginouves, y a someter la agitación
estudiantil. Como el MIR se enfrentaría con las autoridades por
cuestión de principios, la táctica del rector consistió en cooptar
a los alumnos menos politizados, aumentando la representa-
ción del estudiantado a 40% en el claustro pleno y a 25% en el
Consejo Superior.
Una vez controlados los focos de conflicto más apremiantes,
Stitchkin, a mediados de diciembre de 1968, renunció al cargo
e hizo elegir como nuevo rector a Edgardo Enríquez Frödden,
presidente del Partido Radical y padre del líder del MIR.
Edgardo Enríquez, unos años después, recordaría ese mo-
mento: «Ser rector de una universidad hoy día es algo sumamente
serio. Lo sabía cuando el 3 de enero de 1969 recibí el mando de
manos de mi distinguido amigo Dn. David Stitchkin Branover.
Ahora, que estoy a punto de entregarlo, puedo declarar que, si
bien he tenido mis apremios, mis penas, dolores y alegrías, he
contado siempre con la cooperación de Uds., mis queridos ami-
gos, del Consejo Superior, de los alumnos, de la inmensa mayoría
de los docentes y no docentes, de la opinión pública sana y no
apasionada, de los padres y apoderados que han comprendido
nuestros esfuerzos y propósitos»347.

347
Discurso pronunciado por el rector de la Universidad de Concepción,
doctor Edgardo Enríquez Frödden, el 26 de diciembre de 1972, en el hotel
El Araucano, con motivo de la manifestación en su honor y del vicerrector,
profesor Galo Gómez Oyarzún, ofrecida por personal docente y no docente

182
El tres letras

3.7 Iglesia, cristianos de base


y revolución en Chile

Si es necesario, es posible.
Clotario Blest

La Iglesia chilena no estuvo ajena a los cambios que se pro-


ducían a nivel latinoamericano y mundial. Es así como además
de las encíclicas papales, las orientaciones provenientes de los
encuentros del episcopado latinoamericano tuvieron también
profundas consecuencias en la tarea pastoral en el país.
De la misma forma, la jerarquía eclesial no estaba ajena a
la polarización ideológica que se vivía en el país. Luego de la
muerte del cardenal José María Caro, en diciembre de 1958, el
Arzobispado de Santiago estuvo tres años con «sede vacante».
La Santa Sede no se decidía por ninguno de los candidatos, por
considerar que estaban demasiado identificados con posturas po-
líticas: monseñor Manuel Larraín (sectores progresistas apoyado
por el Partido Demócrata Cristiano), monseñor Silva Santiago
(sectores conservadores) y monseñor Emilio Tagle. Esta «politi-
zación» de la elección al final convenció al Vaticano de designar,
en marzo de 1961, a alguien neutral, recayendo la designación
en el obispo de Valparaíso, monseñor Raúl Silva Henríquez.
Silva Henríquez había tenido un destacado rol en la Di-
rección de Caritas Internacional, en donde destacaba por sus
dones personales de liderazgo y carisma. Entre 1962 y 1965,
Silva Henríquez participó en el Concilio Ecuménico Vaticano II.
Al igual que en otros países, en Chile también se dio una
masificación de las comunidades cristianas de base. A lo que
se sumó la conformación de agrupaciones cristianas, formadas
por sacerdotes, pastores, religiosos y laicos, vinculadas a lo que
posteriormente se conocería como teología de la liberación. Entre
ellas destacaron la Iglesia Joven y el movimiento Cristianos por
el Socialismo.

de la Universidad de Concepción. Consejo de Difusión Universidad de


Concepción. Op. cit., p. 46.

183
Sergio Salinas Cañas

Anteriormente, un primer intento teórico de conciliar cris-


tianismo y marxismo lo habían impulsado en 1965 dos desta-
cados militantes democratacristianos, Jacques Chonchol y Julio
Silva Solar, quienes publicaron un ensayo donde perfilaron los
fundamentos de la llamada «vía no capitalista de desarrollo»,
que contribuyó a forjar un polo crítico al interior del Partido
Demócrata Cristiano.
El domingo 11 de agosto de 1968, un grupo de doscientos
laicos, siete sacerdotes y tres religiosas que trabajaban en las
poblaciones de Santiago, llamados movimiento Iglesia Joven,
ocuparon la catedral y colocaron en su frontis una pancarta que
rezaba: «Por una Iglesia junto al pueblo y su lucha».
En su manifiesto expresaron que deseaban volver a ser una
Iglesia del pueblo, «como en el Evangelio», viviendo y compar-
tiendo no solo su pobreza, sino también sus luchas; por tanto,
rechazaban el tradicional vínculo eclesial con la burguesía e in-
cluso la conciliación social. Más aún, se atrevieron a denunciar
la «violencia» que provocaban «los ricos y los poderosos», la
explotación e incluso «el engaño de una falsa democracia ma-
nejada por unos pocos», «la sumisión de las conciencias a través
de los monopolios, propietarios de los medios de información»,
«la segregación racial, cultural y económica», «la instrumenta-
lización de la educación en favor de las clases dirigentes», «la
división del pueblo para consagrar su dominación». En definitiva,
la Iglesia Joven quería trabajar «por una nueva sociedad que
dignifique a la persona humana y donde sea posible el amor».
«Aunque no empleaba las categorías de análisis marxistas, ni
planteaba el socialismo como meta, este movimiento impulsó
el debate sobre una profunda renovación de la Iglesia y planteó
una crítica virulenta de la sociedad capitalista»348.
La toma de la catedral finalizó a las seis de la tarde, hora
límite que Frei concedió antes de ordenar su desalojo violento, y
«a partir de entonces la derecha y sus medios de comunicación ya

348
Mario Amorós, «La Iglesia que nace del pueblo. Relevancia histórica del
NPWJNJFOUP $SJTUJBOPT QPS FM 4PDJBMJTNPv IUUQXXXSFCFMJPOPSH
EPDTQEG DPOTVMUBEPFMEFGFCSFSPEF


184
El tres letras

no cesaron de denunciar la ‘infiltración comunista’ en la Iglesia.


Por otra parte, la reacción del cardenal Raúl Silva Henríquez,
quien suspendió a divinis a los siete sacerdotes que participa-
ron en tal acción, aunque después revocó la sanción, anticipó
la querella que entre 1971 y 1973 enfrentó a Cristianos por el
Socialismo y el Episcopado»349.
Solo 13 días después de la toma de la catedral de Santiago,
empezó en Medellín la II Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano, cuyo objetivo era la adaptación de los acuerdos
conciliares a la realidad de la iglesia continental y que contó con
la presencia por primera vez en suelo americano del obispo de
Roma, el papa Pablo VI.
En el encuentro de Medellín, pese a que se condenó tanto
el «capitalismo liberal» y el «sistema marxista», se fortaleció
la opción prioritaria por los pobres, favoreciendo en algo a los
partidarios de la teología de la liberación y a los cristianos que
anhelaban transformar la Iglesia y el mundo. «Las conclusiones
de aquel cónclave también proclamaron que las comunidades
cristianas de base eran «el primero y fundamental núcleo ecle-
sial». Estas comunidades fueron impulsadas en Santiago de
Chile desde comienzos de los años 60 por la jerarquía ante la
escasez endémica de sacerdotes y la necesidad de abarcar todo
el territorio de una ciudad que crecía de manera acelerada, de
ahí el papel que otorgó a los laicos como vínculos eclesiales con
la comunidad»350.
La toma de la catedral fue un fenómeno paradigmático
dentro de la etapa histórica que vivía el país y de la propia
organización. Esta acción preanunciaba fenómenos religiosos
similares que sucederían posteriormente en las décadas de 1970
y 1980 en la Iglesia chilena.
La Iglesia Joven había nacido en barrios populares de Santia-
go, principalmente en las poblaciones João Goulart, Malaquías
Concha y las Barrancas. Sus miembros confluían tanto geográfi-
camente como ideológicamente, con una lectura política similar
349
Ibid.
350
Ibid.

185
Sergio Salinas Cañas

sobre la realidad nacional, de una fuerte impronta marcada por


la teoría de la dependencia.
Las primeras manifestaciones de la agrupación son anteriores
a la toma de la catedral y se remontan a junio de 1968, a propó-
sito del viaje del papa Paulo VI a América Latina. Un grupo de
católicos, entre ellos algunos sacerdotes, nucleados en torno a
la parroquia San Luis de Beltrán, de la población Las Barrancas,
envía al pontífice una misiva, que en lo esencial señala:

Sabemos que en Latinoamérica impera el sistema


capitalista, con la explotación del hombre y de todos sus
valores. Sabemos que hay una minoría que, a expensas
del pueblo, se afirma cada vez más (…). ¿Y a qué viene el
Papa (a Colombia)?, ¿a bendecir la miseria?, ¿a predicar
la paciencia en la injusticia?, ¿o viene como otro Cristo, a
denunciar la injusticia bajo todas sus formas, a compro-
meterse con los pobres que sufren, a gritarles a los ricos
la verdad del Evangelio?351.

En julio de 1968, una cincuentena de fieles solicitó la pa-


ralización de los trabajos en el Templo Votivo de Maipú. Entre
los firmantes, están los sacerdotes Carlos Langue, Francisco
Guzmán, Fernando Ugarte y Paulino García, futuros líderes de
Iglesia Joven y participantes de la toma de la catedral.
Entre los participantes de la toma destacaron asimismo,
Clotario Blest, expresidente de la CUT; Miguel Ángel Solar,
expresidente de la FEUC; Hugo Cancino, profesor de historia
medieval y miembro de la organización Camilo Torres; Diego
Palma, capellán de la Asociación Universitaria Católica; sor Clara
Larmignac, parroquia San Pedro y San Pablo de la población
Malaquías Concha; Patricio Hevia, médico; y Pedro Donoso,
presidente de la Juventud de Obreros Católicos.
La Iglesia Joven desde un comienzo se vio tensionada por
el conflicto entre quienes buscaban mantenerse fieles a la idea
351
Héctor Concha Oviedo, «La Iglesia Joven y la toma de la Catedral de San-
tiago: 11 de agosto de 1968», Centro de Estudios Miguel Enríquez: <http://
XXXBSDIJWPDIJMFDPN.PW@TPDJBMFTJHMFTJB@QPQVMBS.4JHMFQPQV
QEG DPOTVMUBEPFMEFGFCSFSPEF


186
El tres letras

prístina, es decir, esencialmente de denuncia y aquellos que as-


piraban a transformarla en un movimiento político-partidista,
instrumentalización siempre resistida por la mayoría de sus
integrantes. «Dicha tensión tendrá como corolario el fin de la
Iglesia Joven hacia mediados de 1971, ya instalada en el poder
la administración de Salvador Allende Gossens»352.
El fin de la agrupación se debió, entre otros motivos, a: el
inicio del gobierno de la Unidad Popular, con el cual se identifi-
can algunos miembros y que les lleva a integrarse en partidos de
la coalición; la persistente oposición de la jerarquía eclesiástica
católica; y los planteamientos de la Iglesia Joven son parcialmente
recogidos por Cristianos por el Socialismo (1971).
Si la Iglesia Joven estuvo formada por sacerdotes, religiosos
y laicos insertos en el medio popular y Medellín simbolizó la in-
fluencia de las posiciones liberadoras incluso entre los prelados,
la primera expresión de cariz político de todo este proceso fue la
fundación del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU),
propiciada por la crisis del Partido Demócrata Cristiano (PDC)
y el fracaso de su proyecto reformista.

Tras su acusado descenso en las elecciones parlamenta-


rias de marzo de 1969 y el asesinato de ocho pobladores
en la Pampa Irigoin por el Grupo Móvil, las disputas
ideológicas en el PDC se agudizaron hasta la ruptura en
mayo, cuando la Junta Nacional rechazó la alianza con la
izquierda (‘el camino de la Unidad Popular’ preconizado
por un documento presentado por los diputados Julio
Silva Solar y Alberto Jerez). Entonces, el senador Rafael
Agustín Gumucio, uno de los fundadores de la Falange
Nacional en 1937, y Silva Solar, Jerez, Jacques Chonchol
y Vicente Sotta renunciaron a su militancia353.

352
Ibid.
353
Mario Amorós, «La Iglesia que nace del pueblo: relevancia histórica del
movimiento Cristianos por el Socialismo», en Julio Pinto (coordinador-
editor) y otros, Cuando hicimos historia: la experiencia de la Unidad
Popular, Santiago, Lom Ediciones, 2005, p. 107.

187
Sergio Salinas Cañas

En la carta que estos cuatro últimos dirigieron a Jaime Casti-


llo, presidente del partido, expresaron su desazón por el balance
de los cinco años de gobierno, que habían consolidado el sistema
capitalista en Chile, y le comunicaron que abandonaban el PDC
para trabajar por la Unidad Popular, para «unirnos a la lucha
del pueblo por la justicia, por la democracia, por la revolución,
por la nueva sociedad comunitaria y socialista».
Un buen número de militantes y dirigentes, significativo en
el caso de una JDC liderada por Rodrigo Ambrosio, intelectuales
y profesores universitarios les acompañaron, y días después en
el teatro del sindicato de la Empresa de Transportes Colectivos
del Estado nació el MAPU, que eligió como secretario general a
Jacques Chonchol y el 9 de octubre participó en la fundación de
la Unidad Popular. «El MAPU reforzó el pluralismo de la nueva
coalición de la izquierda chilena, puesto que, por primera vez,
junto a marxistas, radicales, socialdemócratas e independientes,
participaba una fuerza de matriz cristiana»354.
Por tanto, en las elecciones presidenciales de 1970 Salvador
Allende obtuvo el apoyo (imprescindible, dada su apretada vic-
toria) de numerosos sacerdotes, religiosos y laicos que en 1964
confiaron en la «Revolución en Libertad». «La vieja condena
eclesial del marxismo se desmoronó en una parte de la base
social para alumbrar un diálogo muy fértil. Algunos sacerdotes
incluso participaron activamente en la campaña de la Unidad
Popular con la intención de neutralizar la recurrente propaganda
que, por ejemplo, suplicaba a la Virgen del Carmen que librara
a Chile del ‘comunismo ateo’, encarnado por cuarta vez en la
candidatura de un doctor marxista y masón»355.
Así, el sacerdote valenciano Antonio Llidó destinado en
Quillota, quien luego sería militante del MIR, escribió con ironía
a su familia el 17 de septiembre de 1970: «Andábamos conven-
ciendo a las viejas beatas para que votaran por Allende, pues de
lo contrario se iban a condenar sin remedio»356.

354
Ibid.
355
Ibid.
356
Ibid.

188
El tres letras

Después de las elecciones presidenciales los sacerdotes


que trabajaban en los sectores populares intensificaron sus
encuentros para compartir experiencias, con el objetivo de
profundizar su compromiso social y discernir cómo apoyaban
a un gobierno que se proponía impulsar profundas transforma-
ciones estructurales para construir junto a las grandes mayorías
un país más justo.
Muchos cristianos que habían respaldado al candidato
democratacristiano también decidieron apoyar a la Unidad
Popular, como explicó el sacerdote jesuita José Aldunate: «Yo
había votado por Tomic y el día que triunfó Allende fui a la
Alameda y vi llegar grandes olas sucesivas de la gente más pobre
de Santiago: venían contentos, bailando y cantando, porque
por primera vez en su historia tenían un Presidente que iba
a responder a sus anhelos y derechos. Ahí vi yo la esperanza
de ese pueblo y tomé la resolución de trabajar para que no se
viera frustrada»357.
El propio Aldunate menciona en sus memorias que «en oc-
tubre de 1970, en un encuentro de más de doscientos religiosos,
pesaba tanto la inquietud por la inminente llegada de la UP al
gobierno que el cardenal Raúl Silva les llamó a estar dispues-
tos incluso al martirio. Ni siquiera el Te Deum ecuménico al
que Salvador Allende asistió el mismo día de su investidura
presidencial, el 3 de noviembre, conjuró aquellos temores de
la jerarquía»358.
Posteriormente al triunfo de la Unidad Popular en las
elecciones municipales, entre el 14 y el 16 de abril de 1971, 80
sacerdotes se reunieron en una casa de la zona sur de Santia-
go para debatir sobre la participación de los cristianos en la
construcción del socialismo. El trabajo empezó con el análisis
político sobre la evolución del movimiento obrero chileno y el
programa de la Unidad Popular, después debatieron sobre la
participación de los cristianos en el proceso revolucionario y
finalmente abordaron los problemas prácticos que ello origi-
357
Ibid.
358
Ibid.

189
Sergio Salinas Cañas

naba en su trabajo pastoral y la conveniencia de articular un


grupo organizado.
El comunicado final de aquellas jornadas, difundido el 16
de abril, conocido como la Declaración de los Ochenta, aseguró
que el capitalismo era la causa esencial de la injusticia social
que sufría el pueblo y destacó las esperanzas de que el gobierno
presidido por Salvador Allende había despertado en las clases
populares con su firme propósito de iniciar la construcción del
socialismo. «Nos sentimos comprometidos con este proceso en
marcha y queremos contribuir a su éxito. La razón profunda
de este compromiso es nuestra fe en Jesucristo, que se ahonda,
renueva y toma cuerpo según las circunstancias históricas. Ser
cristiano es ser solidario. Ser solidario en este momento en
Chile es participar en el proyecto histórico que su pueblo se ha
trazado»359.
El movimiento Cristianos por el Socialismo constituye la
expresión más acabada del compromiso con los cambios revo-
lucionarios, a la vez que con su inserción en el mundo popular,
con su testimonio de vida y de lucha, sus militantes derrumbaron
los dogmas que históricamente habían enfrentado a marxistas
y cristianos.

Chile sufre dolores de parto. Si no nace una patria


nueva, el pueblo no podrá ser feliz. Los cristianos tratamos
de seguir los pasos del Señor Jesús. Él vivió y murió por la
libertad del pueblo. Como sacerdotes, pastores, religiosas
y laicos, creemos que Dios quiere la justicia y la igualdad.
Nos llamamos Cristianos por el Socialismo. Esto no es
un partido político. Somos cristianos que tratamos de
compartir el sufrimiento y la lucha de los pobres. Sabemos
que el futuro de Chile está en manos de los trabajadores.
Nuestra fe cristiana se fortalece en las luchas y esperanzas
de la clase trabajadora360.

359
Ibid.
360
Cristianos por el Socialismo, Declaración del secretario nacional, 20 de
octubre de 1972, Revista Pastoral Popular, nº 132, noviembre-diciembre
de 1972, p. 60, en Mario Amorós, op. cit.

190
El tres letras

La reunión de Los Ochenta coincidió con la Asamblea Ple-


naria Anual de la Conferencia Episcopal y, en una apresurada
respuesta, los obispos aseguraron que los sacerdotes podían
tener una preferencia política, pero no adoptar públicamente
posiciones partidistas. «La opción política del sacerdote, si se
presenta, como en este caso, a modo de lógica e ineludible con-
secuencia de su fe cristiana, condena implícitamente cualquier
otra opción y atenta contra la libertad de los otros cristianos»,
aseguraron los prelados361.
El 27 de mayo, el episcopado entregó su documento de
trabajo «Evangelio, política y socialismo», el más importante
de los que se aprobó durante el gobierno de la Unidad Popular.
«Preocupados ante las resoluciones de Los Ochenta, los obispos
elaboraron un denso texto con un marcado tono admonitorio
sobre los riesgos de colaborar con las fuerzas socialistas, cuya
afirmación esencial volvió a ser la imposibilidad para cualquier
representante oficial de la Iglesia católica de optar abiertamente
por un partido o grupo político determinado»362.
En julio, el comité coordinador de Los Ochenta expuso sus
reflexiones sobre el documento episcopal y, además de reafirmarse
en su compromiso con la construcción del socialismo, aseguró:
«Al propugnar la humanización del sistema capitalista y con-
denar el marxismo, los obispos apostaban de manera implícita
por una opción política concreta, la democratacristiana, a pesar
de su propia insistencia en el apartidismo»363.
En aquel invierno de 1971 también se produjeron otros
dos hechos relevantes. Por una parte, en julio, 200 sacerdotes se
reunieron en Santiago para debatir sobre su apoyo al proceso de
transformación social y la necesidad de renovar las estructuras de
la Iglesia, sin expresar un respaldo abierto al gobierno ni asumir
el marxismo como después lo hizo el movimiento Cristianos por
el Socialismo.

361
Mario Amorós, op. cit.
362
Ibid.
363
Ibid.

191
Sergio Salinas Cañas

Por otra parte, la unidad del PDC volvió a desgarrarse tras su


alianza con el Partido Nacional en las elecciones complementa-
rias de Valparaíso, ya que, cuando a finales de julio, su dirección
rechazó la propuesta de Bosco Parra de prohibir cualquier pacto
con la derecha, este renunció a su militancia y a principios de
agosto se consumó una nueva escisión, puesto que le acompa-
ñaron ocho diputados, algunos dirigentes y un sector de la JDC
para formar la Izquierda Cristiana (IC).

Sus fundadores criticaron la contradicción entre el


discurso progresista del PDC y su reciente alianza con la
derecha. En su reunión del 3 de agosto decidieron partici-
par en el proceso de construcción del socialismo y tres días
después anunciaron su adhesión al programa de la Unidad
Popular. A la IC llegaron también los tres parlamentarios
del MAPU (Rafael Agustín Gumucio, Alberto Jerez y Julio
Silva Solar) y el ministro de Agricultura, Jacques Chon-
chol, disconformes con la asunción por este partido de
los postulados marxistas-leninistas y convencidos de la
necesidad de ofrecer un cauce político propio a los sectores
cristianos que apoyaban o podían apoyar al Gobierno364.

En sus jornadas de abril, con la intención de evitar el pa-


ralelismo político y eclesial, Los Ochenta rehusaron fundar un
movimiento como los existentes en Argentina (Sacerdotes del
Tercer Mundo) o Colombia (Golconda) y solo eligieron un comité
coordinador compuesto por delegados de las diferentes zonas de
Santiago y algunas provincias.
Sin embargo, ante el peligro de ser un movimiento ambi-
guo, sin definiciones ni representantes, en su reunión del 1 de
septiembre de 1971, el comité coordinador decidió crear un
comité ejecutivo, la figura del secretario general (el elegido fue
el jesuita Gonzalo Arroyo, profesor de la Universidad Católica)
y un secretariado, financiado por los grupos de base y que contó
con un secretario ejecutivo y una secretaria dedicados a tiempo
completo a este trabajo. «En aquella reunión se dio al secreta-
riado la denominación de Secretariado Sacerdotal de Cristianos
364
Ibid.

192
El tres letras

por el Socialismo, aunque en la jornada nacional de diciembre


suprimieron el adjetivo ‘sacerdotal’ y más adelante hablaron tan
sólo de movimiento Cristianos por el Socialismo»365.
Aquel año se cerró con el histórico encuentro de casi un
centenar de sacerdotes de Cristianos por el Socialismo con Fidel
Castro, el 29 de noviembre, en los jardines de la Embajada de
Cuba. «Durante casi dos horas y en un clima de camaradería,
el comandante cubano expresó su sorpresa ante la fortaleza del
apoyo cristiano al proceso revolucionario y aseguró que la alianza
entre marxistas y cristianos era ‘estratégica’ y no ‘táctica’»366.
En el acto de despedida que le brindó el pueblo chileno en
el Estadio Nacional, el 2 de diciembre, Fidel Castro mencionó
en su discurso la indignación que su entrevista con el cardenal
Silva Henríquez y su encuentro con Cristianos por el Socialismo
habían suscitado en la derecha. Respecto a su reunión con estos,
aseguró: «Teníamos muchas cosas que conversar con la izquierda
cristiana y con los sacerdotes chilenos, amplias cosas, fundadas
no en oportunismos sino en principios; (...) en la convicción de
la conveniencia, de la posibilidad y de la necesidad de unir en el
ámbito de esta comunidad latinoamericana a los revolucionarios
marxistas y a los revolucionarios cristianos. (...) Porque muchos
han querido tomar la religión para defender, ¿qué? La explota-
ción, la miseria, el privilegio. Para convertir la vida del pueblo
en este mundo en un infierno, olvidándose de que el cristianismo
fue la religión de los humildes»367.
Fidel Castro invitó a una delegación de Cristianos por el
Socialismo a visitar Cuba, viaje que realizaron 12 sacerdotes en
marzo de 1972; entre ellos, el catalán Ignasi Pujades, miembro
de su secretariado. En su parroquia de Forestal Alto (Viña del
Mar), Pujades impulsó en octubre de 1971 la creación de la Co-
munidad de Cristianos Revolucionarios Néstor Paz, en homenaje
al guerrillero boliviano muerto un año antes, con el propósito
de vivir la fe cristiana desde el seno de la revolución chilena.

365
Ibid.
366
Ibid.
367
Ibid.

193
Sergio Salinas Cañas

Desde Barcelona, Pujades recuerda su participación en este


movimiento: «Todos estos sacerdotes teníamos esta semilla den-
tro e hicimos primero un proceso personal, determinado por la
experiencia vital, cotidiana, y descubrimos que los comunistas
no se comían a los niños, sino que eran gente normal, con una
gran inquietud social y propuestas avanzadas. Después fuimos
elaborando un cuerpo de pensamiento que se concretó en la crea-
ción de Cristianos por el Socialismo. Conseguimos que la Iglesia
ya no estuviera encuadrada en la derecha y el PDC, organizamos
un movimiento liberador y necesario»368.
La polémica entre el Episcopado y Cristianos por el Socia-
lismo se agudizó durante los primeros meses de 1972, a raíz de
la preparación de un encuentro latinoamericano de este movi-
miento en Santiago, discusión inaugurada el 12 de enero con
una misiva de monseñor Carlos Oviedo a las conferencias epis-
copales de América Latina, en la que advertía que desaprobaban
ese cónclave. Algunas semanas después el cardenal comunicó a
Gonzalo Arroyo que rehusaba patrocinarlo porque, después de
leer el documento de trabajo, consideraba que sería una reunión
política con el objetivo de implicar a los cristianos y la Iglesia en
la lucha por «la revolución marxista».
Arroyo le respondió con otra misiva, donde aclaró que, si un
amplio grupo de cristianos (católicos, protestantes, sacerdotes,
religiosas y laicos) se reunía para reflexionar sobre la injusta
situación de América Latina, la liberación de los oprimidos,
el comportamiento de los creyentes en la lucha política y la
incidencia de la fe en este proceso, tal encuentro tendría una
inevitable repercusión política, como, por otra parte, la tuvo
Medellín. También le explicó que el fin del encuentro no era la
propagación de la ideología marxista, ni reforzar a los partidos
de esta tendencia, sino reflexionar acerca de la liberación del
pueblo como una exigencia de la fe.
De esta manera, entre el 23 y el 30 de abril de 1972, pocos
días después de la celebración de la III Conferencia de la Unctad
en el Edificio Gabriela Mistral (construido por los trabajadores
368
Ibid.

194
El tres letras

chilenos en un tiempo récord), el sindicato obrero de la industria


textil Hirmas acogió el Primer Encuentro Latinoamericano de
Cristianos por el Socialismo, con la participación de 400 delega-
dos de todos los países americanos e invitados europeos, y bajo
la presidencia del único obispo que asistió, Sergio Méndez Arceo,
titular de la diócesis mexicana de Cuernavaca369.

El documento final del Primer Encuentro Latinoame-


ricano de Cristianos por el Socialismo proclamó que se
identificaban como cristianos que pensaban su fe a la luz
del proceso de liberación de los pueblos y de su com-
promiso con la construcción de una sociedad socialista,
única forma de enfrentarse al imperialismo y romper la
dependencia económica. Y constató que aumentaba la
conciencia de la necesidad de una alianza estratégica de
los cristianos revolucionarios con los marxistas, lo que
significaba ‘caminar juntos en una acción política común
hacia un proyecto histórico de liberación’370.

En su parte final, reprodujeron las conocidas palabras de


Ernesto Che Guevara que anhelaban convertir en proféticas:
«Cuando los cristianos se atrevan a dar un testimonio revolu-
cionario integral, la revolución latinoamericana será invencible,
ya que hasta ahora los cristianos han permitido que su doctrina
sea instrumentalizada por los reaccionarios»371.

Las últimas jornadas anuales de Cristianos por el


Socialismo, celebradas entre el 24 y el 26 de noviembre
de 1972 en la comuna de Padre Hurtado, demostraron

369
Giulio Girardi, teólogo italiano que había participado en el encuentro,
en un intento de destacar la importancia que tuvo, hacía un paralelismo
entre Medellín y Santiago: «Medellín es una expresión de la colegialidad
episcopal a escala continental. Santiago es a esta misma escala continental,
una expresión de renovación de la conciencia cristiana. Renovación que es,
por cierto, de la comunidad cristiana de base». David Fernández Fernández,
«Cristianos por el Socialismo en Chile (1971-1973). Aproximación histórica
a través del testimonio oral», Studia Zamorensia, nº 4, 1997: <http://dialnet.
VOJSJPKBFTTFSWMFUBSUJDVMP DPEJHP DPOTVMUBEPFMEFGFCSFSPEF
2011).
370
Ibid.
371
Ibid.

195
Sergio Salinas Cañas

el vigor que en tan poco tiempo había logrado este mo-


vimiento y de nuevo alcanzaron resonancia nacional, en
aquella ocasión por la ácida discusión entre la dirigente
comunista Mireya Baltra y Miguel Enríquez en el foro
político en el que además intervinieron Hernán del Can-
to (ministro secretario general de Gobierno y dirigente
socialista), José Antonio Viera-Gallo (subsecretario de
Justicia y dirigente del MAPU) y Bosco Parra (secretario
general de la Izquierda Cristiana) y en el que Radomiro
Tomic declinó participar372.

En diversas partes del país, se comenzaron a crear colectivos


de Cristianos por el Socialismo. Por ejemplo, en Quillota a lo
largo de 1972 se creó la Comunidad Quillotana de Cristianos por
el Socialismo, liderada por Antonio Llidó, «quien en mayo había
sido suspendido de sus funciones sacerdotales por Emilio Tagle y
quien en diciembre de aquel año asumió la jefatura política del
Comité Local Interior del MIR en la provincia de Valparaíso»373.
En el invierno de 1973, los Cristianos por el Socialismo,
como parte que eran del movimiento popular, se movilizaron
en defensa del gobierno contra la desestabilización política,
económica y social promovida por la oposición. El domingo 9
de septiembre de 1973, tuvo lugar la última acción pública de
este movimiento, cuando su secretario general se dirigió a todo
el país por Televisión Nacional para responder a Raúl Hasbún,
quien desde su tribuna diaria en el Canal 13 había exigido la
renuncia del presidente Allende.
El 13 de septiembre de 1973, el comité permanente del Epis-
copado también aprobó el documento «Fe cristiana y actuación
política», una condena inquisitorial en toda regla de Cristianos
por el Socialismo: «Por lo tanto, y en vista de los antecedentes
que hemos señalado, prohibimos a sacerdotes y religiosos (as)
que formen parte de esa organización...»374.
Sin embargo, Cristianos por el Socialismo decidió a lo largo
de varias reuniones clandestinas celebradas después del golpe de
372
Ibid.
373
Ibid.
374
Ibid.

196
El tres letras

Estado desaparecer como movimiento para facilitar la integra-


ción de sus miembros en las organizaciones eclesiales de base y
desde allí denunciar la represión y realizar un trabajo solidario
con los perseguidos, así como intentar avivar la esperanza y
alentar la resistencia a la dictadura entre las clases populares.
Según Pablo Richard, al menos 120 sacerdotes católicos, 30
pastores protestantes, 35 religiosos y 200 laicos que pertenecían
a Cristianos por el Socialismo fueron expulsados de Chile, buena
parte de ellos después de ser detenidos y torturados, mientras que
al menos 32 fueron asesinados; entre ellos, Joan Alsina, Miguel
8PPEXBSE &UJFOOF1FTMF (FSBSEP1PCMFUF 0NBS7FOUVSFMMJP
Antonio Llidó, el único de ellos que forma parte de la relación
de detenidos desaparecidos.

3.8 Ámbito cultural: la Nueva Canción chilena

Yo no canto por cantar,


ni por tener buena voz,
canto porque la guitarra
tiene sentido y razón375.
Víctor Jara

En la década de los años sesenta, al igual que lo sucedido en


la historia política de nuestro país, surgieron movimientos cultu-
rales que marcaron y dejaron recuerdos imborrables en nuestra
historia cultural. Entre ellos, destacaron la Nueva Canción y el
Nuevo Cine chileno. Ambos hechos no se entienden si no se toma
en cuenta el fenómeno capital de la década en el continente: la
Revolución Cubana.
Como señalamos en capítulos anteriores, la Revolución
Cubana remeció hasta sus cimientos la conciencia latinoameri-
cana. Nadie pudo sustraerse a sus efectos, unos adhiriendo los
impulsos revolucionarios y otros rechazándolos. «Más todavía, el

375
Canción llamada «Manifiesto».

197
Sergio Salinas Cañas

sentimiento asume un carácter pasional, exacerbado: se aplaude


la revolución con delirio o se la ataca hasta el paroxismo»376.
El campo cultural también es bañado por esta ola, los in-
telectuales y artistas se radicalizan, principalmente en las áreas
de creación con una historia más joven, como es el caso del
cine o la música. En cambio, la literatura era más antigua como
actividad creadora y más consolidada, por lo que los escritores
ya habían incursionado en la temática social desde fines de los
años treinta en América Latina (Pablo Neruda, César Vallejo,
Rómulo Gallegos, Miguel Ángel Asturias).
En el cine y la música «lo que aparece como tendencia domi-
nante es la búsqueda de una síntesis entre la temática de la obra,
el lenguaje en que ésta se expresa, y lo que el artista considera
su deber político y social. Nacen así poderosos movimientos de
renovación donde lo nuevo, por si hubiera alguna duda, empieza
por anunciarse en el nombre que consciente o inconscientemente
eligen: se habla de la Nueva Canción Latinoamericana, y del
Nuevo Cine Latinoamericano»377.
Paralelamente a la Nueva Trova cubana (Silvio Rodríguez,
Pablo Milanés); al discurso de la Tropicalia brasileña (Caetano
Veloso, Gilberto Gil), y al Nuevo Cancionero argentino (Mer-
cedes Sosa, Tito Francia), en Estados Unidos –Bob Dylan, Joan
Baez y Pete Seeger– introducían una poética de conciencia hasta
entonces inédita en el canto popular estadounidense. De la misma
manera, en Europa, la Nova Cançó catalana, con Joan Manuel
Serrat, Maria del Mar Bonet, Raimon y Lluis Llach, también
introducía temática reflexivas similares378.

376
Jacqueline Mouesca, Plano secuencia de la memoria de Chile. Veinticinco
años de cine chileno (1960-1985), Madrid-Santiago, Ediciones del Litoral,
 QIUUQXXXNFNPSJBDIJMFOBDMBSDIJWPTQEGT.$
QEG DPOTVMUBEPFMEFNBS[PEF

377
Ibid.
378
Sería en el Encuentro de la Canción Protesta que tuvo lugar en La Habana,
entre el 29 de julio y el 10 de agosto de 1967, el primero de una serie de
encuentros, donde se sentarían las bases, se perfilarían las ideas y se aunarían
las voluntades con importantes aportes por parte de sus participantes. Las
declaraciones allí vertidas nos pueden dar una idea de cuál era entonces la
estética y ética del canto. Juan Blanco, de Cuba, dijo: «Nosotros creemos

198
El tres letras

Como señalaba Bob Dylan: «Los tiempos están cambian-


do». «Y era inevitable que ese remezón cultural terminara por
filtrarse tarde o temprano en la canción popular chilena. Eran
los meses de la reforma universitaria, de las reacciones ante el
Concilio y de la incipiente liberación sexual; una época donde
los paradigmas sociales se verían cuestionados hasta modificarse
de modo definitivo»379.
En el caso de Chile, igual se sienten nuevos aires culturales
que entran en pugna con las tendencias prevalecientes. En el caso
de la música, alrededor de 1967 comienza a gestarse un nuevo
modo de composición e interpretación popular que un par de
años más tarde el disc jockey y comunicador Ricardo García
bautizara como Nueva Canción Chilena380. Esta se caracteriza-

que la canción protesta puede ser eficaz y de alta calidad trabajándose


sobre los esquemas de la tradición, pero creemos también que sobre for-
mas libres, igualmente puede hacerse un buen trabajo, un trabajo eficaz.
Lograr la mayor eficacia artística y política es quizá lo que debe pretender
la canción protesta». Ángel Parra, de Chile, definía la canción protesta o de
contenido social como: «Cualquier manifestación musical que se revela de
los cánones arcaicos, en lo instrumental, armónico y literario». El español
Raimon daba en la diana al comentar: «Yo estoy absolutamente en contra
de la denominación canción protesta; me parece muy estrecha y limitada
para una actividad que estamos realizando en distintas partes del mundo».
En Italia y Cataluña se llama también Nueva Canción. La Nueva Canción
supone la aparición de un fenómeno sociológico en todo el mundo. Tal
definición abarca muchísimo. José Manuel García, «La Nueva Canción
$IJMFOBvIUUQXXXDBODJPOFSPTDPNMWMBOVFWBDBODJPODIJMFOB
EFKPTFNBOVFMHBSDJBDBQJUVMPMBOVFWBDBODJPO DPOTVMUBEPFMEF
marzo de 2011).
379
 .BSJTPM(BSDÎB j-B/VFWB$BODJÓOVOGSVUPEFTVÊQPDBvIUUQXXX
OVFTUSPDMCJCMJPUFDBUFYUPTOVFWB@DBODJPOIUN DPOTVMUBEP FM  EF
marzo de 2011).
380
«En 1969 acuñamos el término de ‘Nueva Canción Chilena’ cuando or-
ganizamos el Primer Festival. De entonces hasta hoy ha habido una abun-
dante producción que ha alcanzado sus puntos más importantes en obras
de gran envergadura como la Cantata a La Fragua». Ricardo García, «La
Nueva Canción chilena da la vuelta al mundo». Revista Ramona, vol. 2,
n° 97, 4 de septiembre de 1973, Santiago, Sociedad Impresora Horizonte-
&EJUPSJBM2VJNBOUÙ QIUUQXXXNFNPSJBDIJMFOBDMBSDIJWPTQEGT
.$QEG DPOTVMUBEPFMEFFOFSP


199
Sergio Salinas Cañas

ba por recoger esa mezcla de fervor ideológico, raíz folclórica y


reacción ante el imperialismo cultural381.

Su intrínseco desprejuicio para fusionar ritmos y esti-


los, su apertura a toda colaboración y el marcado carácter
reflexivo de sus textos; unen a sus principales exponentes
con el espíritu crítico e inquieto que animaría luego a
toda fuerza musical disidente, marcando posteriormente
a una serie de protagonistas del llamado Canto Nuevo y
a no pocos integrantes de la generación rockera de los 80
y 90. Hasta hoy se le considera uno de los movimientos
artísticos más significativos surgidos nunca en Chile382.

La más grande compositora de la historia musical chilena,


Violeta Parra (1917-1967) fue considerada como la «madre» de
la Nueva Canción chilena. Cabe recordar que sus hijos, Ángel e
Isabel, fueron dos de los principales representantes de este movi-
miento. «Pero también resultan señeros el desprejuicio estilístico
de su labor artística y cómo integró el tema social a la canción
popular local. Composiciones suyas como ¿Por qué los pobres
no tienen?, ¿Qué dirá el Santo Padre? o La carta; son muestras
contundentes de cómo con guitarra y voz pueden llegar a cons-
truirse verdaderos manifiestos subversivos»383.
Violeta Parra afirmó: «La obligación de cada artista es la
de poner su poder creador al servicio de los hombres. Ya está
añejo el cantar a los arroyitos y a las florcitas. Hoy la vida es más
dura y el sufrimiento del pueblo no puede quedar desatendido
por el artista»384.
En sus Décimas autobiográficas ratifica estos conceptos:

Yo no protesto por mí
porque soy muy poca cosa,
reclamo porque a la fosa
van las penas del mendigo.

381
Véase Marisol García, Canción valiente. 1960-1989. Tres décadas de canto
social y político en Chile, Santiago, Ediciones B, 2013.
382
Ibid.
383
Ibid.
384
José Manuel García, op. cit.

200
El tres letras

A Dios pongo por testigo


que no me deje mentir,
no me hace falta salir
un metro fuera ‘e la casa
pa’ ver lo que aquí nos pasa
y el dolor que es el vivir385.

Las canciones de Violeta Parra fueron cantadas por casi


todos los miembros de este movimiento y su influencia es inne-
gable. Víctor Jara definió así este aspecto: «la presencia de Viola
Parra es como una estrella que jamás se apagará. Violeta, que
desgraciadamente no vive para ver este fruto de su trabajo, nos
marcó el camino; nosotros no hacemos más que continuarlo y
darle, claro, la vivencia del proceso actual»386.
Una de las temáticas más importantes para la Nueva Can-
ción chilena es la problemática social, lo que se puede apreciar
en las composiciones de la mayoría de los cantantes y grupos.
De la recopilación del folclore se pasaba entonces a la creación
de letras en que se reflejaba la realidad y el sufrimiento vivido
por obreros, campesinos y pobladores. Algunas de las composi-
ciones más destacadas en este ámbito son el disco La población,
de Víctor Jara, el que contiene canciones como «Herminda de
la Victoria» y «El hombre es un creador», y el LP El alma de mi
pueblo, de Rolando Alarcón, entre muchos otros. Alarcón seña-
ló al respecto que no solo se quedó en el disco, «sino que salí
a cantar por los lugares donde realmente estaba ‘esa alma’: las
empresas del área social, las poblaciones, los sindicatos, escuelas,
que es donde el artista encuentra su real creatividad y la esencia
del saber popular, corriendo paralelamente a la simpleza de la
vida, de la esperanza, de un mañana feliz»387.
Al igual que en el discurso de la izquierda revolucionaria
latinoamericana, otro de los temas recurrentes en la Nueva
385
Ibid.
386
Ibid.
387
Revista Onda, «Adiós Rolando: el silencio de una guitarra», Revista
Onda, Santiago, vol. 3, n° 38, 16 de febrero de 1973. Empresa Editora
/BDJPOBM2VJNBOUÙ QIUUQXXXNFNPSJBDIJMFOBDMBSDIJWPTQEGT
.$QEG DPOTVMUBEPFMEFNBS[PEF


201
Sergio Salinas Cañas

Canción chilena, tanto en sus creaciones originales como en el


repertorio incorporado de otros países del continente, fue el dis-
curso antiimperialista y más específicamente antiestadounidense.
Así se comprueba por la importancia que se otorga a la
guerra en Vietnam, lo que queda plasmado en discos como Por
Vietnam, de Quilapayún, en el que igual se incluyen temas de
la tradición de la canción revolucionaria mundial. Asimismo,
Víctor Jara y Rolando Alarcón editan discos dedicados al pueblo
vietnamita: El derecho de vivir en paz y Por Cuba y Vietnam.

La incorporación de temas de autores uruguayos


como Rubén Lenna y Daniel Viglietti al repertorio de los
artistas de la Nueva Canción Chilena es importante como
expresión de esta misma tendencia y resulta especialmente
significativa la composición de Lenna titulada ‘La segun-
da independencia’, en la que se formula una invitación
a unirse contra la presencia norteamericana y hacer de
América un continente feliz. De manera paralela se levanta
una nueva lectura de parte de la historia de América y
particularmente de los procesos de independencia, que
es reinterpretada a través de canciones que exaltan a
los libertadores y su legado como sucede con el tema de
Lenna ‘Simón Bolívar’, pero al que se pueden agregar
varios ejemplos chilenos, destacando las producciones
de Patricio Manns y Rolando Alarcón388.

El discurso antiimperialista presente en la Nueva Canción


chilena se fortalece aún más en la segunda mitad de los sesenta
cuando aumentan las críticas a la guerra de Vietnam y espe-
cialmente con la muerte del Che Guevara en Bolivia. Al Che se
le dedican una notable cantidad de canciones, poemas y otras
formas de homenaje. «En estos momentos la opción revoluciona-
ria armada parece ser la alternativa más atractiva para amplios

388
Claudio Rolle, «La nueva canción chilena, el proyecto cultural popular,
la campaña presidencial y el gobierno de Salvador Allende», Pensamiento
Crítico Ož 3FWJTUBEF)JTUPSJB 4BOUJBHP  QIUUQXXXVDDM
IJTUPSJBJBTQNQEG3PMMFQEG DPOTVMUBEPFMEFNBS[PEF


202
El tres letras

sectores de las izquierdas del continente y Chile no resulta una


excepción»389.
Así como sucedió con el Che Guevara, Cuba y su revolución
también fue el motivo de numerosas canciones, a los que se
suma como tópicos la lucha guerrillera. Por ejemplo, Víctor Jara
comienza a cantar «A desalambrar»; «Cruz de luz», dedicada al
cura guerrillero Camilo Torres; invita a irse a la guerrilla en «A
Cochabamba me voy»; canta «El Aparecido» y luego la «Zamba
del Che», homenajeando a Guevara. Sin embargo, al acercarse las
elecciones de 1970, Víctor Jara tomó su guitarra para participar
en el proceso electoral aceptando las condiciones que el juego
democrático planteaba. En la canción «A Cuba», afirma «nuestra
sierra es la elección», es decir, da cuenta de que el camino de la
revolución chilena pasa por las urnas en septiembre de 1970.

Víctor Jara participará en el esfuerzo por llevar la ima-


gen y el mensaje de Allende por todos los rincones de Chile
y se integrará al grupo de sostenedores del candidato de la
Unidad Popular que proclamaron que no hay revolución
sin canciones. En esta fase su trabajo es más bien indirecto,
pues como director artístico de Quilapayún o integrando
elencos de campaña contribuye a la lucha electoral. Quizá
si su canción dedicada a la Brigada Ramona Parra sea uno
de los más explícitos legados de este periodo390.

Una interesante definición de la Nueva Canción chilena la


entregó Víctor Jara en 1966, en la presentación del primer disco
del grupo Quilapayún: «El canto es esencialmente humano, brota
de la naturaleza compleja del hombre y cae en los demás como
la luz del sol o la lluvia, como un grito a su conciencia. Cada
canción es un ciclo que posee su propia atmósfera y sentido y
nosotros, en cada caso, hemos querido respetarlos. Frente a lo
autóctono, buscamos recrear la belleza y la fuerza vernacular y
frente a nuestras composiciones, nos sentimos libres en la forma
musical y el contenido: por supuesto, sin transgredir las normas

389
Ibid.
390
Ibid.

203
Sergio Salinas Cañas

rítmicas y musicales del canto popular. Nuestro repertorio va más


allá de las fronteras de nuestro país, las fronteras de la música
que consideramos nuestra son otras»391.
Un momento importante en el desarrollo de la Nueva Can-
ción chilena ocurre en 1968, cuando Quilapayún decide grabar
canciones con un tono político más alto que las grabadas hasta
la fecha. Ellos ya habían grabado dos discos EMI-Odeón, pero
dudaban de que su nuevo repertorio fuera aceptado por esta dis-
cográfica. Las Juventudes Comunistas deciden editarlo, naciendo
así la Discoteca del Cantar Popular (DICAP)392.

En DICAP grabó casi toda la Nueva Canción Chilena y


otros intérpretes folklóricos o foráneos de paso por Chile.
El sello de La Peña de los Parra se anexionó a DICAP, así
en una sola casa discográfica quedaron englobados estos
grupos o solistas que en cierta forma tenían relegada su
difusión pública y pudieron llegar a todo el país, más allá
de las peñas, por medio de grandes tiradas de sus discos y
por los programas radiales o conciertos que paralelamente
organizaba DICAP; pues anteriormente aunque era habitual
escucharlos en las emisoras de radio, solo se emitían las
canciones de contenido más tradicional ignorando las
más comprometidas, hasta incluso las tradicionales con
textos críticos o picarescos, como fue el caso de la can-
ción cantada por Víctor Jara ‘La beata’ que fue retirada
de todas las emisoras y posteriormente, por presiones de
la Iglesia, destruido el master393.

En sus cinco años de existencia en Chile, DICAP publicó


alrededor de sesenta discos. «Hoy las matrices están perdidas,

391
José Manuel García, op. cit.
392
«La etiqueta surgió en 1968 –originalmente bajo el nombre Jota Jota– como
el cauce alternativo por el cual distintos intérpretes pudiesen canalizar
aquellas composiciones que sus propios sellos consideraban excesivamente
ideologizadas, y terminó convirtiéndose en un privilegiado catálogo del
espíritu creativo de la época. Su primera publicación fue Por Vietnam
(1968), de Quilapayún, saludo al Noveno Festival Mundial de las Juven-
tudes Democráticas en Bulgaria». Marisol García, op. cit.
393
Así partía la estrofa inicial: Estaba la beata un día enferma del mal de amor,
el que tenía la culpa, era el fraile confesor… Ibid.

204
El tres letras

pero sellos como Alerce, Liberación o Warner están rescatando


este material poco a poco y volviéndolo a editar»394.
Otro de los grandes aciertos de la Nueva Canción chilena lo
entrega el grupo Quilapayún, al plantearse un trabajo musical
que rompiera cánones dentro de la canción popular y creara un
nuevo género musical: la cantata.
Si bien «existían referencias a las cantatas populares, prin-
cipalmente dentro de la música argentina (iniciadas por la Misa
criolla, del argentino Ariel Ramírez; Las coplas del payador
perseguido, de Atahualpa Yupanqui, o Mujeres argentinas, de
Félix Luna y Ariel Ramírez) y de la música chilena (Oratorio
para el pueblo, de Ángel Parra; El sueño americano, de Patricio
Manns, o Adiós al Séptimo de Línea, de Jorge Inostroza y Willy
Bascuñán), se debe considerar a la Cantata de Santa María de
Iquique como la obra cumbre de este género, llegando a con-
vertirse en el referente para un sinfín de cantatas posteriores,
incluso de artistas no chilenos»395.
La Cantata de Santa María de Iquique fue compuesta por
Luis Advis396 a fines de 1969 y estrenada y grabada por Quilapa-
yún en agosto de 1970. La obra se estructura como una cantata
barroca, con ciertas alteraciones. Así lo define el propio Advis
en la presentación del disco:
«Esta obra, dedicada al conjunto Quila-
payún, fue escrita siguiendo las líneas de una cantata
clásica. Hay, sin embargo, variantes que se refieren a:
Aspectos temático-literarios: el motivo religioso tradicional ha
sido reemplazado por otro de orden social y realista. Aspectos
estilístico-musicales: sin dejar de lado la tradición europea, se han

394
Ibid.
395
Ibid.
396
Luis Advis, compositor y profesor universitario, fue discípulo de Gustavo
Becerra. De formación clásica, empieza a interesarse por la música popular
al escuchar a Violeta Parra. Al igual que su colega Sergio Ortega, Advis
aporta con sus composiciones y arreglos a la Nueva Canción chilena un
sonido más complejo y completo, con la inclusión de polifonías o disonan-
cias más propias de la «música docta» que de la popular. Creador de una
vasta obra, tanto clásica como popular, Luis Advis es uno de los músicos
más interesantes de América Latina. Ibid.

205
Sergio Salinas Cañas

añadido a ella diversos giros melódicos, modulaciones armónicas


y núcleos rítmicos de raíz americana o hispanoamericana. Aspec-
tos instrumentales: de la orquesta usual sólo se ha conservado el
bajo (violoncelo y contrabajo) a modo de apoyo, agregándose a
él dos guitarras, dos quenas, un charango y un bombo. Aspec-
tos narrativos: el recitativo clásico cantado ha sido sustituido
por un relato hablado, el que, sin embargo, contiene elementos
rítmicos y métricos, con el objeto de no romper completamente
el movimiento»397.
Si bien el texto de la cantata hace referencia a la masacre
de obreros cometida en la Escuela Santa María de Iquique en
1907, casi a la par de ser entrenada se convirtió en un emblema
social de los años setenta. Como señalaba la «Canción final»,
refiriéndose al futuro: «estar alerta, Chile es un país tan largo,
mil cosas pueden pasar si es que no nos preparamos resueltos
para luchar».
Al acercarse las elecciones de 1970, la mayoría de los grupos
musicales de la Nueva Canción chilena adhieren a la candida-
tura de la Unidad Popular, pero otros cantantes, como Patricio
Manns, comienzan también a relacionarse con el Movimiento
de Izquierda Revolucionaria (MIR). En esa época, Quilapayún
grabó los dos más importantes himnos de la Unidad Popular:
Venceremos y El pueblo unido, de Sergio Ortega. «Otra buena
muestra del compromiso político es Canto al programa (1970), la
cantata de Luis Advis y Sergio Ortega registrada por Inti Illimani
en apoyo al plan de gobierno de Salvador Allende»398.
Es importante señalar que la Nueva Canción chilena no
tuvo un gran éxito en ventas, por lo que sus cultores debieron
buscar sus propios canales de financiamiento y difusión. «Quizás
el papel más importante lo jugaron las llamadas peñas, locales
nocturnos a los que se iba a escuchar música en vivo de modo
relajado, disfrutando de empanadas y vino tinto, y sin exigen-
cias por contar con la sofisticación de una sala de conciertos.

397
Ibid.
398
Marisol García, op. cit.

206
El tres letras

De entre todas ellas, sin duda que la Peña de los Parra399 fue el
centro neurálgico de la actividad en vivo de la época: no hubo
nombre de la Nueva Canción que no se presentara en la mítica
casona de Carmen 340, que además albergaba talleres de pintura
y artesanía, llegó a tener su propio sello grabador homónimo y
se mantiene hasta hoy como centro cultural»400.
La Peña de los Parra fue inaugurada en 1965 por Ángel e
Isabel tratando de repetir una creativa bohemia como la que
habían conocido junto a su madre en Francia. «Nombres fami-
liares del lugar eran Patricio Manns, Rolando Alarcón y Víctor
Jara. Luego llegarían Payo Grondona, Tito Fernández, Osvaldo
Gitano Rodríguez, Homero Caro y Quilapayún»401.
El triunfo de la Unidad Popular entregó un nuevo impulso
a la Nueva Canción chilena, aunque algunas críticas emergieron
en su propio entorno. El comunicador Ricardo García decía en
1971: «Debe existir una severa autocrítica. Reconocer que no
todo lo que se hace es de calidad. Que no todo debe ser aplau-
dido y elogiado por el solo hecho de ser comprometido con el
proceso de cambios»402.
En otras palabras, la Nueva Canción comenzó a ser vista
como la expresión instrumentalizada del mensaje oficialista, su-
mado a que el movimiento –sus discos, sus giras y festivales– se
encontraba en gran parte subvencionado por el propio gobierno.
Este debate se mantuvo hasta que el golpe militar del 11 de
septiembre de 1973 interrumpió violentamente no solo el desa-
rrollo de la Nueva Canción, sino que de toda tendencia artística
desarrollada entonces en Chile. «Las consecuencias de ese quiebre
tardaron décadas en evaluarse a cabalidad y acaso aún no pue-
dan comprenderse del todo. Las pérdidas más incomprensibles
fueron, por cierto, las humanas. Cinco días después del asalto a
La Moneda, el cuerpo sin vida de Víctor Jara fue reconocido por
su viuda en una morgue de Santiago. El cantautor había sido de-

399
Otra peña famosa fue: Chile Ríe y Canta, de René Largo Farías.
400
Ibid.
401
Ibid.
402
Ibid.

207
Sergio Salinas Cañas

tenido en la Universidad Técnica del Estado, su lugar de trabajo,


y trasladado junto a otros miles de prisioneros al Estadio Chile,
donde fue asesinado sin que hasta ahora se hayan identificado
testigos ni culpables del crimen»403.
Posterior al golpe militar, numerosos músicos y grupos
partieron al exilio. Otros como Patricio Manns, luego de vivir
en Cuba y Francia, se vincularon directamente al MIR, tanto a
través de su participación en el grupo musical Karaxú como
siendo vocero de la «resistencia chilena» que este grupo sostenía:

Al paso de Luciano hay pueblo innumerable


Y una mujer desgarra su nombre desde lo alto.
La oscura ceremonia de la muerte le lleva
Como sombra en la sombra del rito funerario,
El rito que le alumbra,
Que el pueblo ató a su mano,
Para que floreciera
La lucha de Luciano404.

3.9 Ámbito cultural: el Nuevo Cine chileno

Hermana política.
Madura, consecuente.
Tu amor a la vida y al hombre
te llevan a luchar
por la justicia al lado de tu pueblo405.
María Olimpo Bueno

403
Ibid. No obstante esta afirmación de la época, ahora se sabe quiénes fueron
sus asesinos: «El ministro en visita de la Corte de Apelaciones de Santiago
Miguel Vázquez Plaza dictó este viernes procesamiento en la investigación
por el homicidio del cantautor Víctor Jara Martínez, ejecutado el 16 de
septiembre de 1973, en el Estadio Chile. El magistrado encausó como autor
de homicidio calificado a Pedro Barrientos Núñez y Hugo Sánchez Mar-
monti; como cómplice de homicidio calificado a Roberto Souper Onfray,
3BÙM+PGSÊ(PO[ÃMF[ &EXJO%JNUFS#JBODIJ /FMTPO)BTTF.B[[FJZ-VJT
Bethke Wulf». El Mostrador, 28 de diciembre de 2012.
404
Patricio Manns, «La canción de Luciano», dedicada a Luciano Cruz Aguayo,
líder del MIR, muerto el 14 de agosto de 1971: <http://letras.terra.com.br/
QBUSJDJPNBOOT DPOTVMUBEPFMEFNBS[PEF

405
Poema llamado «A mi hermana Carmen».

208
El tres letras

En el cine latinoamericano se manifiesta un fenómeno pa-


recido al ocurrido con la Nueva Canción, presentando también
símiles en otras latitudes como el Cinema Novo brasileño o al
nuevo cine argentino y cubano. En el caso de Chile, el movimiento
de cineastas de izquierda se entiende y encuentra sus pilares en la
bullente realidad política y social de continente latinoamericano
en la década de los años sesenta.
Según numerosos autores su acta de nacimiento se encuentra
en el Festival de Cine de 1967 en Viña del Mar, porque antes
de ese momento los cineastas no habían articulado seriamente
entre sí sus trabajos artísticos. Este festival no solo agrupó a los
cineastas chilenos, sino que a gran parte de los latinoamericanos.
En el caso de Chile, el género que muestra un mayor auge
es el documental. Lo que queda ejemplificado en los mediome-
trajes de Sergio Bravo: La marcha del carbón (1963) y Banderas
del pueblo (1964); Por la tierra ajena, de Miguel Littin (1964);
Yo tenía un camarada (1964), El analfabeto (1965) y Érase un
niño, un guerrillero y un caballo (1967), de Helvio Soto; Solo,
de Aldo Francia (1967); Andacollo, de Jorge di Lauro (1967);
Testimonio, de Pedro Chasquel (1967), Reportaje a Lota, de
José Román y Diego Bonacina; Desnutrición infantil, de Álvaro
Ramírez(1969), y Electroshow, de Patricio Guzmán (1965). Este
último cineasta «terminaría por convertirse en el documentalista
chileno más importante»406.
Los «libros más preclaros de la historia del cine coinciden en
colocar el año 1967 como el año crucial en la historia del sépti-
mo arte nacional, como es el caso de Les cinemas de l’Amerique
Latine, de Guy Hennebelle y Alfonso Gumucio-Dagros»407.
Uno de los eventos más importantes que contribuye al
despegue de este movimiento lo constituye el Primer Festival de

406
Jacqueline Mouesca, Plano secuencia de la memoria de Chile, Veinticinco
años de cine chileno (1960-1985), Madrid-Santiago, Ediciones del Litoral,
op. cit., p. 30.
407
Aldo Francia, Nuevo cine latinoamericano en Viña del Mar, Santiago, Ce-
TPD&EJDJPOFT$IJMF"NÊSJDB  QIUUQXXXNFNPSJBDIJMFOB
DMBSDIJWPTQEGT.$QEG DPOTVMUBEPFMEFNBS[PEF


209
Sergio Salinas Cañas

Cine Latinoamericano. Esta jornada fue convocada por el Cine-


Club de Viña del Mar, «una institución modesta dirigida por el
médico Aldo Francia»408.
El Festival de Cine de Viña del Mar de 1967, dedicado al
corto y al mediometraje, fue seguido por otro similar en 1969,
pero ampliado ahora al largometraje. «Para los nuevos realiza-
dores latinoamericanos, ambos festivales equivalen a Medellín
y Puebla de los cristianos, vale decir, constituyen los puntos de
referencia para una nueva forma de enfocar el cine»409.
Las conclusiones del Festival de Cine de Viña del Mar de
1967 se pueden resumir en tres puntos fundamentales que confir-
man la premisa del arte puesto a disposición de la lucha política:

r Desarrollar una cultura nacional anticolonial.


r Abordar los conflictos sociales para concientizar las
masas.
r Actuar con una perspectiva continental.

Es interesante destacar además que los representantes brasi-


leños en este festival no se presentaron solo como cineastas, sino
como teóricos del movimiento al realizar una revisión crítica del
cine de Brasil sustentado en un análisis denominado «estética del
hambre y de la violencia». «El boliviano Jorge Sanjinés, junto con
el grupo Ukamau, expone los principios del denominado ‘cine
combatiente’. Fernando Birri sostiene que la misión del cineas-
ta y en particular del realizador documental es ‘documentar el
subdesarrollo’ apresando críticamente su realidad»410.
La «politización» del arte cinematográfico se hace más y más
patente conforme pasa la década de los años sesenta. En 1969,
Douglas Hübner presentó Herminda de La Victoria, película
que mostraba las luchas y enfrentamientos con la policía de
pobladores que se habían «tomado» terrenos411.
408
Ibid.
409
Aldo Francia, op. cit., p. 17.
410
Jacqueline Mouesca, op. cit., p. 32.
411
Según el historiador Mario Garcés, el movimiento de pobladores se
consolida con la primera toma de terrenos que se llevó a cabo en 1950.

210
El tres letras

El de 1970, al igual que en la música, constituye uno de los


momentos más intensos en cuanto a la politización del movi-
miento del Nuevo Cine chileno. Ese año «fue como se sabe el
año en que, convocado el país a elecciones presidenciales, una
mayoría popular se volcaría a favor de Salvador Allende como
presidente de la República»412.
En 1970, se entrenan una serie de documentales en los que el
discurso político es explícito: Casa o mierda, de Carlos Flores y
Guillermo Cahn; Venceremos, de Pedro Chasquel y Héctor Ríos;
Brigada Ramona Parra, de Álvaro Ramírez, Samuel Carvajal y
Leonardo Céspedes; Miguel Ángel Aguilera, de Álvaro Ramírez;
y Mijita, de Sergio y Patricio Castilla.
La creciente politización en el Nuevo Cine alcanza su punto
cúlmine con el Manifiesto de los Cineastas de la Unidad Popular,
documento político-cultural elaborado durante la campaña presi-
dencial de 1970 y dado a la publicidad a fines de ese mismo año.
«En este escrito, de evidente compromiso con nuestra realidad,
se estima que el cine es fundamentalmente un arte y se propugna
una cinematografía de ruptura de los esquemas tradicionales,
para la construcción del socialismo en Chile»413.
En el manifiesto, que firmaron como «cineastas chilenos
venceremos», señalaron que era el momento de emprender jun-
tos con el pueblo, la gran tarea de la liberación nacional y de
la construcción del socialismo. Era el momento de rescatar sus
propios valores como identidad cultural y política. «Basta ya

Aunque la primera toma de terreno se remonta a 1947, la que dio origen


a la población La Legua Nueva. Pero esta toma sería aislada debido a un
decreto de ley, para que posteriormente en 1957 este movimiento tomara
más fuerza y diera origen a la toma de La Victoria, la que posteriormente
se convertiría en población. Félix Fuentes, Reconstruyendo la historia de
Nueva Habana: Una mirada de pobladora, Memoria para optar al grado de
Licenciado en Historia, Santiago, Departamento de Artes y Humanidades,
Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Andrés Bello, marzo,
2007, p. 25.
412
Jacqueline Mouesca, Plano secuencia..., op. cit., p. 31.
413
Mariano Silva, «Una crítica mirada hacia el proceso que ha llevado a la
conformación del nuevo cine chileno en los años 60 y su evolución hasta
1971», Revista Mensaje, nº 208, NBS[PEFIUUQXXXDJOFDIJMF
DMBSDIJWPQIQ BSDIJWPJE DPOTVMUBEPFMEFNBS[PEF


211
Sergio Salinas Cañas

de dejarnos arrebatar por las clases dominantes, los símbolos


que ha generado el pueblo en su larga lucha por la liberación.
Basta ya de permitir la utilización de los valores nacionales como
elemento de sustentación del régimen capitalista. Partamos del
instinto de clase del pueblo y contribuyamos a que se convierta
en sentido de clase. No a superar las contradicciones, sino a
desarrollarlas para encontrar el camino de la construcción de
una cultura lúcida y liberadora»414.
Pero las discrepancias que se vivían en la izquierda chilena
entre los partidarios de la llamada vía pacífica, es decir, la po-
sibilidad de construir una sociedad revolucionaria, socialista,
recurriendo al cauce tradicional de las elecciones, y los partidarios
de la vía insurreccional también se perciben en el Nuevo Cine.
La película de Helvio Soto, Voto más fusil, muestra claramen-
te este diferendo ideológico. El filme fue hecho en el momento
mismo en que en el país empezaban a producirse cambios políti-
cos profundos. Más exactamente, según testimonio del realizador,
cuando fue anunciado el triunfo electoral de Allende ya estaba
preparada la mitad de la filmación, de modo que la otra mitad
quedaba abierta a los acontecimientos. Desde este punto de vista,
siempre según la opinión de Soto, la cinta debe ser juzgada ante
todo como un documento.
Voto más fusil415 aborda, en suma, el problema de las dis-
tintas posturas de la izquierda chilena, cuestión que el autor
volverá a recoger en películas posteriores. «El protagonista
de la historia es un militante del MIR, con el cual –declara– se
siente hasta cierto punto identificado. ‘Se parece a mí’, dice, en

414
Jacqueline Mouesca, op. cit., p. 32.
415
Junto con el desarrollo del cine en esta época se desarrolla el periodismo
cinematográfico con destacadas revistas y críticos. Muchos de ellos con
gran imparcialidad política y agudeza técnica. Por ejemplo, el número 1 de
la revista Primer Plano (Universidad Católica de Valparaíso) contiene una
crítica de la película Voto más fusil, escrito por Sergio Salinas Roco, en que
señala: no obstante la seriedad del acucioso trabajo artesanal de Soto, este
no logra ir más allá de una simple «novela política», a lo Costa-Gravas,
concepción fílmica, a juicio del crítico, «absolutamente errónea y falsa».
Jacqueline Mouesca, El cine en Chile: crónica en tres tiempos, Santiago,
Planeta-Universidad Andrés Bello, 1997, p. 181.

212
El tres letras

aquello de enfrentar la revolución con algo más que ‘un carnet


de pertenencia a un partido’, porque comprende la exigencia de
una ‘actitud moral’, ‘una participación total, aun a riesgo de la
propia vida’»416.
Su admiración por el mirista se expresa sobre todo, afirmó
Soto, a nivel existencial. La clave de estas explicaciones hay que
hallarla en el marco de referencia elegido por el cineasta y que
se sitúa de modo expreso «en el marxismo de Sartre». Tenien-
do en cuenta, concluye, la índole sartreana de la película, esta
«puede ser considerada de acuerdo con una clave de lectura muy
concreta»417.
Muchas de las películas filmadas durante el gobierno de la
Unidad Popular, a raíz del golpe militar de 1973418 no serán ter-
minadas en Chile, sino en el extranjero como La tierra prometida,
de Miguel Littin, o La batalla de Chile, de Patricio Guzmán. «Con
el exilio masivo de cineastas no murieron las premisas originales
del Nuevo Cine; sin embargo, estas serían reinterpretadas en el
cine en el exilio, ya en formato de denuncia, apuntando direc-
tamente a la represión del régimen militar, o bajo el sentimiento
de nostalgia por la revolución truncada»419.

416
Ibid, p. 44.
417
Ibid.
418
Tras el golpe, los estudios de Chile Films son allanados por la fuerza militar,
y miles de metros de películas consideradas subversivas son entregadas a
las llamas. Jacqueline Mouesca y Carlos Orellana, Cine y memoria del siglo
XX, Santiago, Lom Ediciones, Colección sin Norte, 1998.
419
Memoria Chilena, «El cine chileno (1950-2006): el nuevo cine chileno»,
IUUQXXXNFNPSJBDIJMFOBDMUFNBTEFTUBTQ JEDJOFDIOVFWP
(consultado el 24 de marzo de 2011).

213
Unión Campesina Revolucionaria.
(Fotografía de Raymond Depardon).
Capítulo 4

Subjetividades y contextos.
La formación del imaginario político
en el MIR

En la lucha contamos las horas,


a los ricos les llega su fin,
¡porque estamos seguros
de triunfar con el pueblo,
conciencia y fusil!420.
Nelson Villagra

4.1 Nacimiento y primeros pasos del MIR

«Nuestro partido surge en una época de crisis progresiva


del viejo patrón de acumulación y la democracia burguesa que
había surgido en la década de 1930, cuyos primeros signos ya
se manifestaban desde 1955 en adelante»421. Este diagnóstico
comienza a ser compartido a principios de los sesenta por di-
versas vertientes revolucionarias: viejos militantes del trotskismo
chileno, pequeños grupos autónomos, destacados dirigentes
sindicales de tradición anarquista y militantes desprendidos de

420
Himno del MIR llamado «Trabajadores al poder».
421
MIR (con la cobertura de «Varios autores»), Inmigración europea en el siglo
XIX (Nombre verdadero: Balance de la historia del MIR chileno. Documento
base para el IV Congreso. Documento de la minoría), Santiago, Editorial
Implesa, 1986, p. 6.

215
Sergio Salinas Cañas

las juventudes del Partido Socialista y Partido Comunista. Todos


estos grupos confluyen en el origen del MIR.
Uno de estos grupos autónomos es el M3N422 que en su
declaración de principios planteaba: «La coyuntura de la lucha
de clases chilena, en brazos del ascenso popular, hizo surgir
organizaciones y tendencias revolucionarias fuera y dentro de
los partidos de la izquierda tradicional... (El M3N) Rechaza toda
teoría de colaboración de clases que a través de la vía pacífica se
pueda derrocar la burguesía...423».
Esta organización contaba entre sus militantes a destacados
dirigentes de las más diversas gamas de la izquierda; entre los
que destacaban, Julio Benítez (PS); el anarco sindicalista Ernesto
Miranda; militantes trotskistas del Partido Obrero Revoluciona-
rio (POR), como Humberto Valenzuela y Luis Vitale.
Posteriormente, este grupo amplía su esfera de influencia: el
22 de octubre de 1961 nace el Movimiento de Fuerzas Revolucio-
narias (MFR) en el cual confluyeron el grupo anarquista Libertario
7 de julio, el Partido Obrero Revolucionario, el Movimiento
Social Progresista (escindido del Partido Radical), liderado por
Julio Estuardo, y sectores del Movimiento de Resistencia An-
tiimperialista «que orientaba Luis Reinoso».
En 1962, se fundó la Vanguardia Revolucionaria Marxista
(VRM), formado por grupos escindidos del PC, el grupo MRA424 y
Vanguardia Nacional Marxista (VNM), escindidos del PC (Trots-
kistas) conducido por Jorge Cereceda. En 1963, la Federación
Juvenil Socialista de Concepción y Santiago establece relaciones
con este grupo. «Entre los que se encuentran Miguel, Edgardo

422
El primer paso hacia la unidad de las fuerzas revolucionarias lo dio el pre-
sidente de la CUT, Clotario Blest, al formar el M3N –sigla surgida a raíz del
gran paro general y la concentración del 3 de noviembre de 1960 de cerca
de 50.000 personas en Plaza Artesanos. Luis Vitale, «Contribución a la
historia del MIR (1965-1970)», Centro de Estudios Miguel Enríquez: <http://
XXXBSDIJWPDIJMFDPN*EFBT@"VUPSFTWJUBMFMMWDMWDUFYUQPMQEG
(Consultado el 20 de marzo de 2011).
423
José Palma Ramos, op. cit., pp. 53-54.
424
Luis Vitale no tiene certeza si es el mismo núcleo que se une al Movimiento
de Fuerzas Revolucionarias o son otros sectores. José Palma Ramos, op.
cit., p. 55.

216
El tres letras

Z.BSDP"OUPOJP&OSÎRVF[Z#BVUJTUBWBO4DIPVXFO-VFHPTF
sumaría Luciano Cruz, Sergio Zorrilla, el trotsko Fuentes y Grez,
que rompía con las Juventudes Comunistas (JJ.CC.); y finalmen-
te en 1964, se une el Movimiento Revolucionario Comunista
(MRC), de tendencia maoísta, escindido de la JJ.CC., orientado
QPS(BCSJFM4NJSOPX425.
En 1962, habían viajado a Cuba los militantes de la Van-
HVBSEJB/BDJPOBM.BSYJTUB+PSÎO1JMPXTLZZ&SOFTUP#FOBEP 
a conocer la nueva experiencia revolucionaria. «Este evento y
la suma de la difusión de lo que pasaba en la isla, modificó la
intención revolucionaria que hasta ese momento existía en la
vanguardia. La VNM se transformaría en la Vanguardia Revolu-
cionaria Marxista en 1963»426.
También en 1963 se había creado el Partido Socialista Popu-
lar (PSP) luego de que convergen el Partido Obrero Revoluciona-
rio; un sector del Movimiento de Izquierda Independiente (MIDI),
encabezado por Enrique Reyes; la revista Polémica, dirigida
por Tito Stefoni; la mayoría del comité regional de Coquimbo
del PS, con su secretario regional, Mario Lobos; gran parte del
comité regional de Talca y núcleos socialistas del sur del país; la
Oposición Socialista de Izquierda (OSI), conducida por Gonzalo
Villalón; exdirigentes PS, Óscar Waiss, Dantón Chelén y los di-
rigentes poblacionales Víctor Toro y Herminia Concha.

De este modo, Miguel, el Bauchi y Luciano se inte-


graron al proceso de unidad revolucionaria que se estaba
dando entre VRM y el PSP desde 1964, proceso que con-
dujo al Congreso de Fundación del MIR el 15 de agosto
de 1965427.

425
Ibid, p. 55.
426
Pedro Valdés Navarro, Elementos teóricos en la formación y desarrollo
del MIR durante el periodo 1965-1970, Tesis académica para optar a los
grados académicos de Licenciado en Historia y Licenciatura en Educación
y al Título Profesional de Historia y Ciencias Sociales, Valparaíso, Instituto
de Historia y Ciencias Sociales, Facultad de Humanidades, Universidad de
Valparaíso, 2006, p. 89.
427
Luis Vitale, op. cit., p. 6.

217
Sergio Salinas Cañas

El 14 y 15 de agosto de 1965 en un local de la Federación de


Cuero y Calzado, en calle San Francisco en el centro de Santiago,
sede a su vez del grupo anarquista Movimiento Libertario 7 de
julio, se realizó el congreso constituyente del Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR).
Andrés Pascal Allende, al recordar esos días, afirmó: «No
creo que alcanzáramos a reunir medio millar de militantes. Pero
la importancia de la fundación del MIR no estuvo en el número,
sino en el hecho de que logró dar respuesta a la necesidad histó-
rica de una propuesta revolucionaria coherente y fue el primer
paso de una dinámica de confluencia política que perduró y se
extendió»428.
Por su parte, el dirigente sindical Clotario Blest rememoró
aquel momento de esta forma: «Aquí estamos todos los que nos
hemos cabreado con la obligación de cada seis años entregar
nuestro voto para terminar frustrados… debemos entender los
que somos la izquierda revolucionaria, marxistas, anarquistas y
cristianos que solo la transformación de las estructuras sociales
y políticas, a base de la acción directa, permita libertad y la des-
aparición de la explotación económica, que divide la sociedad
entre ricos y pobres»429.
Juan Saavedra, conocido como Patula, recordó aquel viaje
de Concepción a Santiago de los jóvenes disidentes del PS y PC.
«En el recorrido, efectuado en microbús, no faltó una botella de
aguardiente y rápidamente tuvieron que escapar de la estación
de Chillán, donde se quebró un lavatorio en el baño. El viaje
prosiguió lentamente y llegaron a la capital más tarde de lo

428
Andrés Pascal Allende, «MIR, 35 años». Corresponde a cinco capítulos
aparecidos en la revista Punto Final entre agosto y noviembre del 2000,
$FOUSPEF&TUVEJPT.JHVFM&OSÎRVF[ QIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN
FOUSBEBIUNM DPOTVMUBEPFMEFNBS[PEF

429
Mónica Echeverría, Antihistoria de un luchador: Clotario Blest, 1823-1990,
Santiago, Lom Ediciones, 1993, citado en Fahra Neghme y Sebastián Leiva,
La política del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) durante la
Unidad Popular y su influencia sobre los obreros y pobladores de Santia-
go, Tesis para obtener el grado de Licenciado en Educación en Historia y
Geografía, Santiago, USACH, 2000, p. 261.

218
El tres letras

previsto, por lo que la inauguración del mencionado Congreso


debió retrasarse por algunas horas»430.
Según Luis Vitale, los 70 delegados que participaron en el
Congreso eligieron como Secretario General al doctor trotskista
Enrique Sepúlveda, ocupando el resto del Secretariado General
(BCSJFM 4NJSOPX  %BOUÓO $IFMÊO  0TDBS 8BJTT Z )VNCFSUP
Valenzuela. Por su parte, el Comité Central quedó compuesto,
además de los ya señalados, por Clotario Blest, Luis Vitale, Mi-
HVFM&OSÎRVF[ #BVUJTUBWBO4DIPVXFO &EHBSEP$POEF[B +PSHF
Cereceda, Martín Salas, Pelao Zapata, Luciano Cruz, Mario
Lobos y Mandiola431.

Cuando fundamos el MIR en 1965, como se recordará


a partir de diversas vertientes ideológicas alternativas a la
izquierda tradicional, los de la corriente de pensamiento
con la cual yo personalmente me identificaba, no tuvimos
grandes problemas en que, en acuerdo con la ideología
anarquista, se escribiera en el primer párrafo de la Decla-
ración de Principios de 1965 que nuestro objetivo político
supraúltimo es la disolución del Estado y la instauración
de una noble y decente democracia directa (construir el
socialismo y extinguir gradualmente el Estado hasta llegar
a la sociedad sin clases)432.

La Declaración de Principios433 en su punto primero señala


que el MIR «se organiza para ser la vanguardia marxista-leninista
de la clase obrera y capas oprimidas de Chile que buscan la eman-

430
Daniel Avendaño, op. cit., p. 59.
431
Luis Vitale, op. cit., p. 11.
432
Marcello Ferrada-Noli, Nelson Gutiérrez. In memoriam, Estocolmo, 12 de
PDUVCSFEFIUUQXXXNFNPSJBOEPDPNOPUJDJBT
IUNM DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF

433
«Una de las primeras tareas que se dio la organización, fue la redacción de
su declaración de principios. En ella quedarían plasmados los propósitos
y la naturaleza de la nueva organización. Las definiciones políticas de las
pequeñas agrupaciones que antecedieron al MIR, ayudarán a conformar un
cuerpo homogéneo a nivel del marco teórico general. La diversidad estaba
en las diferentes estrategias que la organización debía implementar, en la
composición del partido y en la importancia de los distintos frentes. Esto
no se resolverá en el 1er congreso, pero sí distanciará más adelante a los
miristas». Pedro Valdés Navarro, op. cit., p. 110.

219
Sergio Salinas Cañas

cipación nacional y social. El MIR se considera el auténtico here-


dero de las tradiciones revolucionarias chilenas y el continuador
de la trayectoria socialista de Luis Emilio Recabarren, el líder del
proletariado chileno. La finalidad del MIR es el derrocamiento del
sistema capitalista y su reemplazo por un gobierno de obreros y
campesinos, dirigido por los órganos del poder proletario, cuya
tarea será construir el socialismo y extinguir gradualmente el
Estado hasta llegar a la sociedad sin clases. La destrucción del
capitalismo implica un enfrentamiento revolucionario de las
clases antagónicas»434.
En el punto dos, junto con fundamentar su acción revolucio-
naria en el hecho histórico de la lucha de clases, el MIR reconoce
al proletariado como la clase de vanguardia-revolucionaria
que deberá ganar para su causa a los campesinos, intelectuales,
técnicos y clase media empobrecida. «El MIR combate intran-
sigentemente a los explotadores, orientado en los principios de
la lucha de clase contra clase y rechaza categóricamente toda
estrategia tendiente a amortiguar esta lucha»435.
En el punto cinco, la declaración señala que las condiciones
objetivas están más que maduras para el derrocamiento del siste-
ma capitalista. El proceso revolucionario de las últimas décadas
ha producido una crisis en los partidos políticos tradicionales de
izquierda y han comenzado a surgir movimientos revolucionarios
nuevos que abren la perspectiva histórica para la superación de
la crisis de dirección del proletariado.
En el punto seis, la declaración rechaza la «teoría de las eta-
pas» que establece equivocadamente que primero hay que esperar
una etapa democrático-burguesa, dirigida por la burguesía indus-
trial, antes de que el proletariado tome el poder. «Combatiremos
toda concepción que aliente ilusiones en la burguesía progresista
y practique la colaboración de clases. Sostenemos enfáticamente
que la única clase capaz de realizar las tareas democráticas com-
434
MIR, Declaración de Principios. Centro de Documentación de los Movi-
mientos Armados (Cedema), importante papel tuvo en su redacción Luis
7JUBMF IUUQXXXDFEFNBPSHWFSQIQ JE DPOTVMUBEPFM
de abril de 2011).
435
Ibid.

220
El tres letras

binadas con las socialistas, es el proletariado a la cabeza de los


campesinos y de la clase media empobrecida»436.
El punto siete, que es uno de los más importantes, afirma
que el MIR rechaza la teoría de la «vía pacífica» porque desarma
políticamente al proletariado y por resultar inaplicable, ya que
la propia burguesía es la que resistirá, incluso con la dictadura
totalitaria y la guerra civil, antes de entregar pacíficamente el
poder. «Reafirmamos el principio marxista-leninista de que el
único camino para derrocar el régimen capitalista es la insurrec-
ción popular armada»437.
En el programa, que si bien salió en septiembre de 1965 se
le da también fecha 15 de agosto, se señala que solo podrá ser
realizado mediante la liquidación del aparato estatal represivo
burgués y su reemplazo por la democracia directa proletaria y
las milicias armadas de obreros y campesinos.

El MIR sostiene que el programa planteado sólo podrá


realizarse derrocando a la burguesía e instaurando un
gobierno revolucionario dirigido por los órganos de poder
de obreros y campesinos438.

En relación a los países socialistas, el programa439 del MIR


se pronuncia por su defensa en caso de agresión. «En los países
socialistas controlados por el reformismo o el revisionismo,
apoyamos al pueblo revolucionario y no a sus direcciones bu-
rocráticas que han deformado el proceso de construcción del
socialismo y han renegado del marxismo revolucionario»440.

436
Ibid.
437
Ibid.
438
Mauricio Ahumada, Mario Garcés, Pedro Naranjo y Julio Pinto, Miguel
Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile. Discursos y documentos del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, Santiago, Lom Ediciones-
Centro de Estudios Miguel Enríquez (CEME), 2004, p. 105.
439
El Programa en la acepción del MIR es el planteamiento general de lo que
pretende que el proletariado en el poder lleve a cabo en los diversos ámbitos
de la vida nacional, los objetivos finales de la lucha revolucionaria. Ibid, p.
44.
440
Ibid, p. 103.

221
Sergio Salinas Cañas

En relación a Cuba, el MIR proclama su apoyo a la revolución


por entender que sus métodos de lucha insurreccional, liquida-
ción de la oligarquía y burguesías nacionales, actitud antiim-
perialista y formas de construcción del socialismo, incluyendo
sus propósitos de no permitir el sectarismo ni el burocratismo,
constituyen un ejemplo para la conducta de los revolucionarios
del continente.

El MIR, basado en los principios del internacionalismo


proletario, mantendrá sin ningún sectarismo relaciones
fraternales con los partidos revolucionarios de todo el
mundo, conservando la independencia para resolver su
propia política nacional. En nuestro continente, el MIR
tenderá a formar un movimiento unificado de los grupos
y partidos revolucionarios de América Latina, con el fin
de coordinar y acelerar el proceso revolucionario441.

En el mismo Congreso Fundacional también se aprobó una


Tesis Político-Militar: «La conquista del poder por la vía insurrec-
cional», redactada por Miguel Enríquez con el apoyo de Bautista
WBO4DIPVXFO .BSDFMP'FSSBEBZTVTIFSNBOPT.BSDP"OUPOJP
y Edgardo. «Este documento fue un paso nuevo y significativo
en las definiciones teóricas de entonces, al precisar dentro de una
unidad el problema de la lucha armada en relación al partido
revolucionario proletario y la lucha de masas, distanciándose
de las posiciones foquistas que cuestionaban el rol de partido y
predominaban en grupos revolucionarios latinoamericanos de
entonces»442.
Entre 1965 y 1967, el MIR vive un período de estructuración
orgánica, homogeneización política y de crecimiento en sectores
populares, tres tareas que no estuvieron libres de problemas,
y en algunos casos no dejaban satisfechos a sectores internos,
como aquel donde se encontraba el futuro Secretario General,
Miguel Enríquez.

441
Ibid, p. 104.
442
Mauricio Ahumada y otros, op. cit., p. 44.

222
El tres letras

Para el director del Centro de Estudios Miguel Enríquez,


Pedro Naranjo, en estos dos años el desarrollo del MIR tuvo
dificultades por limitaciones en su cohesión ideológica, poca
claridad en el plano de la estrategia y la táctica, insuficientes
definiciones sobre carácter del partido y acentuación de rasgos
propagandísticos que no le vinculaban más estrechamente con
las masas. «Factores que impedían transformarlo en alternativa
revolucionaria real al reformismo y centrismo en el movimiento
popular»443.
Dos años después, el mismo Miguel Enríquez se refiere des-
pectivamente a este período como «la bolsa de gatos», en el cual
el MIR era una confusión de facciones, disputas, personalismos,
etcétera. «No había niveles orgánicos mínimos. Predominaba
el puro ideologismo. No había estrategia y menos aún táctica,
mostrándose aislado de las masas. No se intentaron seriamente
realizar acciones armadas si bien se hablaba de ellas y el movi-
miento se definía por la lucha armada»444.
Sin embargo, existen esfuerzos y avances puntuales que el
MIR logra en estos primeros pasos de existencia en algunos frentes
específicos: obreros municipales, proletariado industrial, minero,
pobladores, campesinos, empleados públicos y en sectores estu-
diantiles de Concepción y Santiago.
Luis Vitale plantea como ejemplos del crecimiento del MIR, la
elección de militantes miristas en la Federación de Estucadores,
en la Confederación Nacional de Trabajadores de la Salud, en
la Federación del Cuero y Calzado, en la Federación de Obre-
ros de la Construcción y en la Junta Nacional de los Obreros
Municipales.

A su vez, en el ámbito estudiantil se producen avances


en la FECH de Santiago, al obtener primeras mayorías
en Sociología, Psicología y Medicina, y el triunfo, en
octubre de 1967, de Luciano Cruz en la Federación de

443
Fahra Neghme, op. cit., p. 14.
444
José Palma Ramos, op. cit., p. 60. Lo relatado se explicita en el documento
interno de marzo de 1971: Algunos antecedentes del Movimiento de Iz-
quierda Revolucionaria.

223
Sergio Salinas Cañas

Estudiantes de Concepción. En otros ámbitos, se reclutan


los primeros mineros del carbón, se inician lentamente los
reclutamientos en los sectores industriales, y se empieza a
sembrar un trabajo poblacional a partir de Víctor Toro y
Herminia Concha, que posteriormente daría importantes
resultados445.

A mediados de 1966, se realiza el II Congreso del MIR en un


galpón en la comuna de Conchalí. En esta instancia se aprobaron
documentos sobre la coyuntura chilena, el programa y táctica
a seguir, y se procedió a elegir a la nueva dirección nacional
que quedó conformada casi por los mismos integrantes del año
anterior: Secretario General el doctor Enrique Sepúlveda, y el
resto del Secretariado General es conformado por Humberto
7BMFO[VFMB (BCSJFM4NJSOPX FMtrosko Fuentes y Luis Vitale.
De acuerdo a lo planteado por Pedro Naranjo, «los principa-
les avances de este segundo congreso, respecto del primero, son la
incorporación de análisis y políticas más concretas para algunos
frentes de masas, teniendo en cuenta que la gran debilidad de la
organización era la inserción social. En este período la principal
influencia social del MIR se dio especialmente en el frente estu-
diantil. Este trabajo fue sin duda uno de los elementos forjadores
de la identidad mirista y pilar fundamental en su desarrollo como
partido con influencia en el movimiento de masas»446.
Andrés Pascal Allende afirmó –con respecto a estos prime-
ros pasos del MIR– que la generación que asumió inicialmente
la conducción del MIR cumplió con mantener la memoria de
las experiencias y concepciones revolucionarias acumuladas
por el movimiento popular chileno, y traspasarlas a la nueva
generación, pero también fue una generación que, salvo algu-
nas excepciones, no logró superar los estilos de una militancia
extremadamente ideologizada y sectaria. «En teoría reconocían
445
Ibid.
446
José Leonel Calderón López. La política del Movimiento de Izquierda Re-
volucionaria (MIR) durante los dos primeros años de la dictadura militar
(1973-1975). Entre la lucha por convertirse en actor político y la lucha por
sobrevivir. Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia, Santiago,
Departamento de Historia, Facultad de Humanidades, USACH, 2009, p. 18.

224
El tres letras

la necesidad de lucha insurreccional, pero en la práctica no


empujaban el desarrollo de las tareas insurgentes justificándose
en que había que esperar a que las masas se levantaran, pues de
lo contrario caeríamos en una desviación, ¿foquista? Tampoco
impulsaban el accionar directo de masas. Criticaban el institu-
cionalismo reformista, pero terminaban subordinándose a sus
campañas electorales»447.
Luis Vitale agrega que después de este congreso, el secretaria-
do tomó como tarea reforzar o iniciar contactos con movimientos
revolucionarios latinoamericanos, especialmente el MIR de Perú,
Bolivia y Venezuela; el grupo trotskista peruano dirigido por
Hugo Blanco, líder de los campesinos del valle de La Convención;
con la URJE, del Ecuador; el PRT-ERP de Argentina; los tupamaros
de Raúl Sendic en Uruguay; con Política Operaria de Brasil. Estos
contactos posteriormente permitieron la creación de la Junta de
Coordinación Revolucionaria del Cono Sur (JCR) en 1973.
En 1967, Miguel Enríquez viaja también a Cuba, donde re-
cibe instrucción militar en Punto Cero, situado a 30 kilómetros
al este de La Habana. «Además, toma los primeros contactos
con las autoridades revolucionarias de la isla, en especial con
Manuel Barbarroja Piñeiro»448.
El 7 y 8 de diciembre de 1967 se realizó el III Congreso del
MIR en la llamada Casa Chile, sede del Partido Socialista en la
comuna de San Miguel. En este congreso se produce el cambio
generacional, y político, de la dirección del MIR. «Lo más im-
portante a destacar de este congreso fue el hecho de que (…) los
‘no tradicionales’ de Concepción y Santiago, asumen la mayoría
del Comité Central (10 de 15 miembros), la totalidad del Secre-
tariado Nacional (5 miembros) y la Secretaría General. A raíz
de ello se marginaron voluntariamente algunos ‘tradicionales’ y
el resto de esta facción se organizó como ‘oposición’ a la nueva
dirección»449.

447
Andrés Pascal Allende, op. cit.
448
Daniel Avendaño, op. cit., p. 65.
449
José Calderón López, op. cit., p. 21.

225
Sergio Salinas Cañas

El III Congreso del partido es considerado como uno


de los hitos en la historia del MIR debido a que se consi-
dera como ‘un antes y un después,’ ya que se comenzó a
superar el problema de la cohesión ideológica450.

A partir de este encuentro, el nuevo secretariado nacional451


desarrolla concepciones estratégicas y tácticas, formación de
cuadros, trabajo de inserción de masas y empieza a plantear la
discusión para iniciar las «acciones directas de masas» y acciones
armadas.

El nuevo secretariado planteó una intensa discusión


interna relativa a la política partidaria y tomó algunas
medidas: nuevas exigencias de ingreso y militancia, re-
estructuración de los sectores políticos y especialmente
de la organización, profesionalización de una parte de la
dirección nacional y algunos cuadros medios, traslado de
cuadros para multiplicar el trabajo del partido en lugares
y frentes prioritarios. Se dio inicio a las ‘acciones directas’
y a la autodefensa de masas para aumentar la penetración
del MIR en los frentes452.

Sin embargo, la polémica sobre las acciones directas de


masas, así como las acciones armadas, tensionará la discusión
dentro del Comité Central y el MIR en general, lo que se acen-
tuará aún más a la hora de tomar posiciones respecto de las
elecciones parlamentarias y presidenciales a realizarse en 1969
y 1970, respectivamente.
Este era el escenario interno cuando comenzó la preparación
del IV Congreso, instancia que se entendió como una clara opor-
tunidad de resolver estas disputas. La dirección del MIR inició la

450
José Palma Ramos, op. cit., p. 60.
451
La dirección quedó en manos de la llamada «nueva generación». Es elegido
como secretario general Miguel Enríquez. En el Secretariado Nacional son
FMFHJEPT-VDJBOP$SV[ #BVUJTUBWBO4DIPVXFO 4FSHJP;PSSJMMBZ4FSHJP
Pérez. Por su parte, en el Comité Central, además de los ya nombrados,
quedan Luis Vitale, Edgardo Enríquez, Grez, Patricio Figueroa, Winston
Alarcón, Nahuel Figueroa, Norman Gamboa, Genaro, Carlos Jara y Was-
hington Figueroa.
452
José Calderón López, op. cit., p. 22.

226
El tres letras

discusión a nivel de base con el documento titulado: «Sólo una


revolución entre nosotros puede llevarnos a una revolución en
Chile». En este escrito, «que a grandes rasgos redefinió la línea
política militar de la organización dejando atrás las tesis insu-
rreccionalistas de los primeros años y dando paso a la nueva
estrategia de ‘guerra revolucionaria prolongada e irregular’, esta
decisión estratégica fue tomada a nivel de dirección y agudizó
aún más las polémicas internas»453.
A lo que se sumó la polémica en torno a la posición del MIR
frente a las elecciones que aumentó la temperatura aún más. En
vista de la situación, el secretariado general del MIR decide a
comienzos de 1969 adelantar el IV Congreso para agosto. «En el
intertanto se producen dos hechos que alimentarán la discusión
y las tensiones. Primero, la aparición en la revista Punto Final de
un documento de Miguel Enríquez, donde a grandes rasgos se
plantea el no desarrollar actividad electoral de ningún tipo, y al
contrario, cuestionar la vía electoral como camino. Lo anterior,
según Vitale, acentuará el descontento que ya existía en algunos
regionales y bases, las que sin embargo esperarían la realización
del congreso para discutir sus posiciones»454.
El otro hecho importante es el llamado «caso Osses», en
el cual un comando mirista secuestra al periodista demócrata
cristiano Hernán Osses, en Concepción, el 6 de junio de 1969.
Este suceso provocó la persecución del gobierno y la clandestini-
zación del MIR, dificultando el desarrollo del congreso. Ante esto,
la minoría interna acusó al secretariado y a Miguel Enríquez de
promover esta acción para impedir la realización del IV Congreso.
El sector trotskista reaccionó realizando un congreso frac-
cional, lo que produjo que la mayoría del Comité Central (10
personas) decide, el 25 de julio de 1969, marginar del MIR a la
minoría (5 personas), retirándose posteriormente entre 20% y
30% de la militancia, parte de los cuales se agrupan en el Mo-
vimiento Revolucionario Manuel Rodríguez (MR-2) y el MIR-

453
Ibid, p. 23.
454
Fahra Neghme, op. cit., p. 16.

227
Sergio Salinas Cañas

Fuerzas Revolucionarias (MIR-FR), que apoyarían a Salvador


Allende en las elecciones.
Según Luis Vitale, restándole dramatismo a lo sucedido,
señaló que Miguel Enríquez le dijo: «Nosotros no los echamos,
nos separamos como amigos pero queremos que tú, Lucho, te
quedes con nosotros»455.
En el documento llamado «Sin lastre avanzaremos más
rápido», Miguel Enríquez plantea el tipo de militantes que se
necesita para el nuevo período: «Los militantes deben aceptar las
reglas de una rigurosa clandestinidad. El tipo de militante que
ingresará al MIR debe ser distinto al de antes. Los aficionados
deberán abandonar la organización (…). La entrega de sí mismo
deberá ser total. La organización decidirá si un militante debe o
no trabajar o estudiar, o donde habitar, etc.»456.
Recordando esos momentos, Aníbal457, militante del MIR,
afirmó que el partido constituía en esta etapa de su vida su se-
gunda familia, y quizá la única; era su espacio de socialización,
en él maduraban sus proyectos personales y colectivos; ahí se
encontraban sus amigos, sus compañeros, sus hermanos, sus
parejas... su vida. «El MIR era el partido de los hombres puros,
era lo mejor que podía existir, creo que era mirista de la uña de
los pies al último cabello de mi cabeza, o sea, era el MIR y no
había otra cosa... creía que el MIR era la única organización que
tenía la verdad absoluta... eso me marcó mucho»458.
Una vez madurado estos acontecimientos, el MIR se propu-
so reestructurar el partido enfocado al nuevo contexto que se
avecinaba: las elecciones y la posterior ascensión al gobierno

455
José Palma Ramos, op. cit., p. 62.
456
Daniel Avendaño, op. cit., p. 101.
457
«Hemos optado por mantener el nombre de Aníbal en reserva, debido a la
complejidad de parte de la información ventilada en el testimonio». Igor
Goicovic, «De la dura infancia, de la ardiente vida, de la esperanza... un
testimonio popular para la reconstrucción de nuestra historia reciente»,
Última Década, Viña del Mar, CIDPA, nº 6, enero de 1997, pp. 71-72: <http://
XXXDJEQBDMVEFDBEBUYUEFDBEBBSUQEG DPOTVMUBEPFMEFBCSJM
de 2011).
458
Ibid, p. 85.

228
El tres letras

de la Unidad Popular, además de establecer los lineamientos


estratégicos-tácticos a desarrollar.
El secretariado general se abocó a la tarea de reestructuración
del partido, conformándose los grupos político-militares (GPM),
estructuras orgánicas asentadas en un espacio territorial con
niveles de bases políticas, operativas, técnicas e infraestructura,
con las que se buscaba el desarrollo integral del partido y el
vínculo efectivo con el movimiento de masas. A la vez, a partir
de septiembre de 1969 se iniciaban las acciones armadas y se
intensificaban las acciones directas en los frentes de masas –tomas
de terreno, ocupaciones de fábricas. «Entre las primeras, que
darían pie para que se comenzara a construir la imagen del MIR
como una organización centrada en el tema militar, destacaron
algunos asaltos a bancos donde participaron directamente miem-
bros de la dirección, mientras que entre las segundas cobraron
particular notoriedad y masividad las tomas de terrenos desa-
rrolladas por los pobladores y campesinos que se identificaban
con la organización»459.
El 20 de agosto de 1969 se realiza la primera acción de
envergadura, la «expropiación» –en terminología mirista– de la
sucursal Santa Elena del Banco Londres con un botín de 92.317
escudos «y a raíz de la notoriedad de las acciones, el grupo co-
mienza a tomar ribetes de carácter nacional»460.
Los asaltos a bancos no eran delitos muy repetidos en Chile
debido a sus fuertes condenas. «El primero se produjo el 26 de
septiembre de 1961 cuando cuatro individuos armados logra-
ron un botín de 4.590 escudos desde la sucursal Las Condes del
Banco del Estado. Este asalto estuvo dirigido por José Roberto
Rubio, alias El Loco Pepe, quien fue condenado a 89 años de

459
Sebastián Leiva Flores, Teoría y práctica del poder popular: los casos del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR, Chile, 1970-1973) y el
Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del
Pueblo (PRT-ERP, Argentina, 1973-1976), Tesis para optar al grado de Ma-
gíster en Historia, mención Historia de América, Santiago, Departamento
de Historia, Facultad de Humanidades, USACH  QIUUQXXX
TBMWBEPSBMMFOEFDMUFTJT5FTJTVQEG DPOTVMUBEPFMEFFOFSP

460
Daniel Palma Ramos, op. cit., 63p.

229
Sergio Salinas Cañas

reclusión en la Penitenciaría de Santiago. Con los años, la prác-


tica fue dominada por bandas de delincuentes provenientes de
Argentina»461.
El 23 de febrero de 1970, a raíz de otra «expropiación» al
Banco del Trabajo realizada por la célula Rigoberto Zamora462,
el Secretariado del MIR señaló que esta acción se realizó porque
esta entidad pertenece al clan económico Hirmas, Cattan y Said.
«Este clan controla o influye, entre otras, en las siguientes em-
presas: Ladeco, Textil Hirmas, Algodones Hirmas, CAP, Licores
Mitjans, Vestex, Manufacturas Royle, Compañía Carbonífera
Colico Sur, Compac, Cobre Cerrillos, Compañía Industrial de
Construcciones, etc., y muchas más»463.
Añadían que «el MIR devolverá a todos los obreros y campe-
sinos del país esos dineros, invirtiéndolos en armar y organizar
los aparatos armados necesarios para devolver a todos los tra-
bajadores lo que se han robado todos los patrones de Chile, o
sea, para hacer un gobierno obrero y campesino que construya
el socialismo en Chile (…). Esta es una prueba más de que el MIR
nada tiene que ver con la delincuencia común»464.
El gobierno de Eduardo Frei reaccionó ante esta cadena de
asaltos bancarios, no todos cometidos por el MIR, solicitando un
ministro en visita para investigarlos. La responsabilidad recayó en
el recién llegado ministro a la Corte de Apelaciones de Santiago,
José Cánovas Robles465.
461
Daniel Avendaño, op. cit., p. 102.
462
El MIR dedica esta acción a la memoria de Rigoberto Zamora, militante del
MIR que murió combatiendo por la liberación boliviana a través del Frente
de Liberación Nacional, en 1969, en Bolivia. MIR, Expropiación al Banco
del Trabajo, México DF, Centro de Estudios de los Movimientos Armados,
EFGFCSFSPEFIUUQXXXDFEFNBPSHWFSQIQ JE DPO-
sultado el 11 de abril de 2011).
463
Ibid.
464
Ibid.
465
Al mismo juez le había tocado nombrar, como presidente de la Corte de
Apelaciones de Concepción, a Héctor Rocangliolo Duque como ministro
en visita para investigar el secuestro del periodista Hernán Osses. «Éste
ordenó el allanamiento del local de la Federación de Estudiantes de Con-
cepción (FEC) y el Hogar Central, residencia de jóvenes pensionados, ambos
ubicados en el barrio universitario». Cristián Pérez, «Años de disparo y
tortura (1973-1975). Los últimos días de Miguel Enríquez», Centro de

230
El tres letras

La revista Ercilla publicó, a mediados de abril, un artículo


titulado «Se encarga» con los nombres y fotos de los principales
dirigentes miristas, junto a la siguiente información: «Se encarga
la detención de las siguientes personas por estar implicadas en
MPTEFMJUPTEFBTBMUPTZSPCPTCBODBSJPT#BVUJTUBWBO4DIPVXFO
Vasey, Luis Mario, Luciano Cruz Aguayo, Miguel Humberto
Enríquez Espinosa, Edgardo Enríquez Espinosa, Rafael Hernán
Ruiz Moscatelli, Víctor Hugo Toro Ramírez, Víctor Paul Romeo,
Luis Alberto Barraza, Alejandro de la Barra Villarroel, Luis
Guillermo Herrera Muñoz, Humberto Eduardo Sotomayor, Luis
Alberto Maureira Sandoval, Andrés Eduardo Pascal Allende y
Max Joel Marambio»466.
En esta misma fecha, el MIR comienza las tomas de terrenos
urbanos en Santiago, las que dan origen a siete campamentos
entre enero y julio de 1970: 26 de enero, La Unión, 26 de Julio,
Rigoberto Zamora, Magaly Honorato, Ranquil y Elmo Cata-
lán, conformando estos tres últimos, hacia noviembre de aquel
año, la población Nueva Habana, el referente poblacional más
importante orientado por el MIR.

Por su parte, a nivel campesino, específicamente mapu-


che, entre mayo y septiembre de 1970 se llevaron a cabo
aproximadamente 15 ‘corridas de cerco’; entre ellas, las
desarrolladas por la comunidad Quinchavil (comuna de
Carahue) y Catrileo (comuna de Lautaro), continuando
y masificándose aquellas tomas de terreno durante todo
el período de la UP467.

El 25 de octubre es asesinado por comandos de ultradere-


cha el comandante en Jefe del Ejército, René Schneider. A raíz
de este asesinato se produce también un acercamiento de tipo
político-militar entre la UP y el MIR, lo que se concretiza con la
entrada de cuadros miristas con preparación militar en Cuba al
dispositivo de seguridad presidencial, Grupo de Amigos Perso-
&TUVEJPT .JHVFM &OSÎRVF[ IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN"SDIJWP@.JS
.JS@MJCSPT@TPCSFNJSMJCSPTQEG DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF

466
Daniel Avendaño, op. cit., p. 111.
467
Ibid.

231
Sergio Salinas Cañas

nales (GAP), constituido asimismo por militantes del PS. «Esto,


si bien no tenía relación con la conformación de un grupo como
Ejército revolucionario, sí refleja un acercamiento entre el MIR y
la UP. Ello se verá ratificado con el indulto otorgado por Allende
a la Dirección Nacional del MIR y algunos de sus militantes, que
permanecían en la clandestinidad o en la cárcel desde el período
de Frei Montalva. Actitud que tenía como objetivo integrar a la
vida política a quienes tomaban las armas, para fortalecer la vía
institucional-democrática»468.
Para la conformación del GAP, el Partido Socialista pone
cinco de sus militantes y el MIR colabora con la otra mitad,
«quienes bajo las órdenes de Ariel Fontana, nombre político de
Max Marambio, serían los responsables de proteger al futuro
presidente ‘hasta la muerte’»469.

4.1.1 El MIR y sus primeras reflexiones políticas

A partir de 1965, el MIR comienza a editar el periódico El Re-


belde470 y la revista teórica Estrategia, que en su primer número de
noviembre de 1965, incluye un artículo sobre «La etapa actual de
la revolución latinoamericana», de Luis Vitale, y el artículo llamado
«Metamorfosis», de Óscar Waiss, en donde analiza la evolución de
la izquierda chilena. También se incluye un documento del MIR pe-
ruano sobre la muerte de Luis de la Puente, titulado «El guerrillero».
En 1968, asume la dirección del periódico Bautista van
4DIPVXFO471. «Sin embargo, la mayoría de los editoriales fueron
468
Daniel Palma Ramos, op. cit., p. 66.
469
Daniel Avendaño, op. cit., p. 127.
470
Se publicó un periódico que llegó a ser mensual, y de 5.000 ejemplares (El
Rebelde). Se emitieron 4 o 5 ejemplares, desde fines de 1968 a principios de
1969. Miguel Enríquez, Algunos antecedentes del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria 1965-1971, Santiago, Centro de Estudios Miguel Enríquez,
 QIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPNFOUSBEBIUNM DPOTVMUBEPFM
de marzo de 2011). El nombre se tomó del diario que editaba la VRM desde
el 25 de febrero de 1962.
471
No es fácil encontrar los textos del mirismo histórico y se carece de una
investigación primaria que los rescate y establezca con cierta certeza su
PSJHFO&TUPFTQBSUJDVMBSNFOUFEJGÎDJMFOFMDBTPEF7BO4DIPVXFO BVORVF

232
El tres letras

escritos como producto de una discusión colectiva y algunos


fueron claramente escritos por otros miembros de la Comisión
Política y del Comité Central del MIR»472.
En la editorial de septiembre de 1968 se afirma que El Rebel-
de no es un periódico imparcial, ya que se ubica decididamente
en la trinchera de los obreros y los campesinos revolucionarios,
de los pobres del campo y la ciudad473. «Llamamos a la unidad
revolucionaria a todos aquellos que estén dispuestos a poner su
cuota de sacrificio para el inicio de esta larga y sacrificada guerra
social que conduce al socialismo por el camino por el cual el Che
derramó su sangre en las montañas de Bolivia. ¡Por la razón y
MBGVFS[B MPTUSBCBKBEPSFTBMQPEFSv474.
El contenido de esta editorial es necesario ubicarlo en el
contexto latinoamericano: importantes experiencias guerrilleras
en varios países latinoamericanos, contagiadas por el triunfo del
Movimiento 26 de julio en Cuba. «Perú (en donde estuvo Miguel
Enríquez entrevistando al comandante guerrillero Luis de la
Puente), Bolivia (de donde se tenían difusas noticias del Ejército
de Liberación Nacional) y Uruguay (con la guerrilla urbana de
los Tupamaros) eran escenarios de la lucha armada, en contra
de los gobiernos burgueses»475. Otros grupos guerrilleros eran
el ELN y las FARC en Colombia; el MIR en Venezuela y el Ejército
de Liberación Nacional (Carlos Marighella), el VAR Palmares y
el MR8 en Brasil.

gran parte de lo que escribió entre 1968 y 1973 fue publicado en el perió-
dico del MIR, El Rebelde, que él dirigía. Martín Hernández, El pensamiento
QPMÎUJDPEF#BVUJTUBWBO4DIPVXFO $FOUSPEF&TUVEJPT.JHVFM&OSÎRVF[ 
 QIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN)PNFOBKFTCBVDIJTPCSFCBV-
DIJTPCSFQEG DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF

472
Ibid, p. 86.
473
Al parecer este es el primer documento del MIR en el que aparece la expre-
sión pobres del campo y la ciudad, que luego será usada consistentemente
para caracterizar el núcleo clasista de la fuerza social revolucionaria. Ibid,
p. 57.
474
Ibid, p. 87.
475
Carlos Sandoval, «La estrategia mirista de 1967: la vía armada», Centro
EF&TUVEJPT.JHVFM&OSÎRVF[  QIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN
*EFBT@"VUPSFTTBOEPWBMBDTBOEPWBMBDQEG DPOTVMUBEP FM  EF
marzo de 2011).

233
Sergio Salinas Cañas

En la editorial del mes siguiente (octubre), llamada «Nuestra


estrategia: las elecciones de 1969 y 1970», se afirma que «el MIR
se propone no llevar candidatos ni apoyar a ninguno en las elec-
ciones que se avecinan (…), sumirnos en las elecciones es afirmar
y ratificar en los hechos un orden y una legalidad que rechazamos
(…), participar en las elecciones es mezclarse y confundirse con
todo lo gastado y desprestigiado del juego político tradicional
que por años a la espalda de la masa viene realizándose, sin ellas
obtener nada (…) nuestra política categórica, la de no participar
en las elecciones, no realizar actividad electoral alguna, rechazar
de plano la vía electoral, es la que nos permite hoy como nunca
levantar el único camino: la lucha armada»476.
Un mes antes, el MIR había emitido una importante decla-
ración pública en la que nuevamente se diferenciaba del Partido
Comunista, esta vez al manifestar su postura con respecto a los
sucesos de Checoslovaquia. En el documento llamado «El MIR
y los sucesos de Checoslovaquia», se afirma que el socialismo
checo se logró solo por la presencia del Ejército soviético, sin
que la población alcanzara conciencia y una moral socialista ni
que participara en una movilización de masas. «Nació en pleno
período estalinista, cuando las libertades se hacían aparecer como
antagónicas con el socialismo, cuando se reducía el socialismo
a la planificación de la economía y al aumento de la producción
en toneladas de acero, cuando ejercía el poder una capa de
funcionarios y militares, la burocracia, y no la clase obrera y el
campesinado»477.
El MIR, con esta declaración, repudiaba enérgicamente la in-
tervención militar en Checoslovaquia. «Esta intervención no fue
en defensa del socialismo, que habría estado bien salvaguardado
por obreros y campesinos checos, sino en defensa de los intereses

476
Mauricio Ahumada, op. cit., p. 56.
477
MIR, «El MIR y los sucesos de Checoslovaquia», Centro de Estudios Mi-
HVFM &OSÎRVF[    Q  IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN"SDIJWP@.JS
%PD@@B@@TFQU@NJSBQEG DPOTVMUBEP FM  EF BCSJM EF
2011).

234
El tres letras

de la burocracia de la URSS, y con claro contenido contrario a


los procesos de democratización socialista»478.
Por último, la declaración afirmaba que estaban conscientes
de que esta declaración podría ser utilizada por sus enemigos,
pero también estaban conscientes de que la izquierda revolucio-
naria del mundo tiene la tarea de demostrar «que ese no es el
socialismo por el cual combatimos, sino que es una desfiguración
heredada de los periodos más negros de las primeras repúblicas
socialistas del mundo»479.
Por otra parte, el nº 3 de la revista Estrategia (abril de
1966) estuvo dedicado a la «revolución peruana», con un largo
ensayo escrito por el sociólogo peruano Aníbal Quijano, que
lo suscribió con el seudónimo de Silvestre Condoruna. El nº 4
(junio de 1966) tuvo un tema central: Cuba, la Tricontinental y
la Revolución Latinoamericana. «Además de reiterar el apoyo a
Cuba, anteriormente publicado en el nº 4 de Estrategia, el MIR
hizo un saludo a la Tricontinental, pero objetó fraternalmente
las injustas críticas a la lucha armada de Yon Sosa en Guatemala
y a la construcción del socialismo en China»480.
En el nº 6 de esta revista (septiembre de 1966), Humberto
Valenzuela escribió un interesante artículo sobre «La comuna
obrera y las juntas de vecinos», y la primera edición chilena del
ensayo del Che Guevara sobre «El socialismo y el hombre». El
nº 9 de Estrategia (junio de 1967) publicó una de las últimas
cartas del Che y una resolución del movimiento revolucionario
brasileño Política Operaria.
Como se puede apreciar con claridad en los artículos rese-
ñados anteriormente, pese a la crítica que el MIR realizaba a las
tesis foquistas, la mayor cantidad de pensamientos y reflexiones
estaban directamente relacionados con las experiencias guerri-
lleras latinoamericanas de este tipo y la Revolución Cubana.
&O FM TFHVOEP TFNFTUSF EF   #BVUJTUB WBO 4DIPVXFO
presenta un resumen didáctico de los elementos planteados en

478
Daniel Avendaño, op. cit., p. 89.
479
Ibid, p. 3.
480
Luis Vitale, op. cit., pp. 12-13.

235
Sergio Salinas Cañas

las Tesis político-militares aprobadas en los Congresos de 1965


y 1967, llamado Estrategia Insurreccional. El dirigente mirista
no se limitó solo a hacer un resumen, «sino que le dio su propio
orden conceptual y teórico, incluyendo desarrollos conceptuales
(como lo que denomina ‘mediatizaciones’) que no figuraban en
los textos oficiales»481.
#BVUJTUBWBO4DIPVXFODPNJFO[BBDMBSBOEPFOFMEPDVNFOUP
que esta estrategia insurreccional no corresponde exactamente
al período que vive el MIR, sino que es, más bien, una vía, un
camino fundamental de toma del poder político. El documento
se divide en tres partes principales:

r Necesidad de la violencia y necesidad apremiante de la


lucha armada como objetivo predominante del actual
período.
r Posibilidad de la lucha armada en Chile.
r Carácter de la lucha armada en Chile: lucha de masas o
insurrección corta o guerra revolucionaria prolongada
e irregular.

En el primer acápite, señala que los revolucionarios, como


militantes de un partido que es vanguardia de los oprimidos y
que se plantea como objetivo único y principal la toma del poder
político, establecen que la única manera de tomar el poder es la
destrucción de aquel brazo armado: ejército, policía. «Es decir,
mediante el ejercicio de la fuerza, de la violencia revolucionaria,
tomaremos el poder, construiremos una nueva sociedad. Las
clases opresoras, magníficamente bien resguardadas por sus
organismos represivos, no nos imponen la violencia como una
de las salidas, como una posibilidad entre varias, sino como la
única salida y posibilidad. Lo demás sería engañarnos a nosotros
y engañar al proletariado, haciéndole esperar una posibilidad
que nunca ha existido, ni existirá»482.

481
Martín Hernández, op. cit., p. 59.
482
Ibid, pp. 61-62.

236
El tres letras

En el punto dos, llamado «Posibilidad de la lucha armada en


Chile», el dirigente mirista afirma que el papel de las vanguardias
no es de esperar a que se den las condiciones de la lucha, sino ser
un elemento dinamizador, especialmente en la primera etapa del
proceso revolucionario o etapa de inicio de la insurrección483.
Posteriormente discute una a una las «excepcionalidades»,
argumentos dados por la izquierda tradicional para explicar por
qué en Chile no se podía desarrollar una lucha armada: el tipo de
democracia chilena, el peso de las clases medias, el predominio
de la población urbana y el peso de los partidos de la izquierda
tradicional.
En el acápite tres, titulado «Carácter de la lucha armada en
Chile», el dirigente rojo y negro analiza la experiencia y las dis-
tintas visiones –principalmente Lenin y Trotsky– que existieron
en Rusia, antes de la revolución, sobre la lucha de masas o la
insurrección corta, concluyendo que en Chile y América Latina no
existe un tan alto grado de combatividad suficiente y uniforme.
«Creemos que el contexto sobre el cual se dio la Revolución rusa
ya no es posible repetirlo acá; si bien es cierto en las sociedades
latinoamericanas hay posibilidades de que lleguen a existir crisis
económicas y sociales, eso no implica la debilidad de las clases
dominantes ni una agonía del sistema»484.
1PTUFSJPSNFOUF 7BO4DIPVXFOTFSFàFSFBMBHVFSSBSFWP-
lucionaria prolongada e irregular, partiendo del criterio que no
porque una insurrección como levantamiento de masas no sea
posible, están cerradas las puertas para la lucha armada en Chile.
483
Una particularidad de la concepción estratégica del MIR en sus primeros
años es que utiliza el concepto de «insurrección» en un sentido amplio,
incluyendo en él no solo lo que denomina la «etapa de asalto y destruc-
ción del poder burgués», sino también la primera etapa «del inicio de la
insurrección», etapa que no es otra cosa que la guerra prolongada. La tesis
político-militar aprobada en el Congreso de Fundación llevaba precisamente
como título «La conquista del poder por la vía insurreccional», aunque
preconizaba una lucha de carácter prolongado. En esto hay una influencia
de las concepciones de Mao Zedong, quien conduce una guerra prolongada
precisamente a raíz del fracaso de las insurrecciones de los años veinte,
pero que para no abrir innecesariamente una discusión con Moscú, sigue
denominando insurrección a la guerra revolucionaria. Ibid, p. 68.
484
Ibid, p. 72.

237
Sergio Salinas Cañas

«De lo que se trata es de organizar un partido revolucionario


en las difíciles contingencias que se presentan. Es por ello que al
definir el carácter que tomará nuestra guerra es una forma prác-
tica de realizarla, adaptándola a las nuevas circunstancias»485.
La guerra en Chile, para el dirigente mirista, será eminen-
temente política, definiéndose por sus objetivos políticos pri-
mordialmente, atrás los acontecimientos militares. Las acciones
tendrán fines políticos sin una clara distinción entre lo político
y lo militar. Se levantarán planteamientos revolucionarios y la
lucha armada como única alternativa ante las masas populares.

El revolucionario armado no es un militar revolucio-


nario sino un político, el representante de una nación
oprimida por la cual está luchando. Su tarea principal es
hacer propaganda, agitación, diseminar las ideas revolu-
cionarias, y su elemento de agitación más importante es
la lucha armada en sí486.

4.1.2 El MIR y la Unidad Popular

Luego del triunfo de la Unidad Popular el MIR emite el


documento llamado El MIR y el resultado electoral, en el que
analiza el escenario político que se abría con el triunfo de Salva-
dor Allende, deduciendo lo que sería la actitud de los enemigos
internos y externos del futuro gobierno.
En el documento queda en clara evidencia la influencia de la
teoría de la dependencia, cuando afirma que no podía esperarse
que sectores importantes de la burguesía se aliaran con la UP para
llevar a cabo una política antiimperialista (una de las premisas
con las cuales contaba el futuro gobierno). También planteaba
que Estados Unidos, a corto o mediano plazo, desarrollaría una
política de intervención.
Así, señalaba: «Al parecer la estrategia predominante de
la burguesía y el imperialismo consiste en permitir que Allende

485
Ibid, p. 74.
486
Ibid, p. 75.

238
El tres letras

asuma, tratar de darle sólo unos meses de gobierno, ‘amarrarlo’


en la maraña de legalismo vigente, vigilar el cumplimiento de
esos ‘amarres’ por las Fuerzas Armadas, y así tener a la UP bajo la
amenaza permanente de un golpe militar reaccionario, buscando
así impedirle llevar a cabo sus planes fundamentales y resolver
los problemas de las aspiraciones de las masas. Desencadenar
al mismo tiempo la baja en la producción industrial, negarle la
renegociación de la deuda externa, disminuir la siembra en los
campos y de esta manera aumentar la inflación y la cesantía:
se intenta desprestigiar así un gobierno UP y entonces en base
a los grupos de derecha creados en el intertanto, arrastrar a las
Fuerzas Armadas a ‘salvar la patria’, e impedir ‘el desorden y el
caos’; sólo entonces derribar a Allende en circunstancias más
favorables para ella»487.
Agregaba el MIR, que las medidas que el programa de la
UP se proponía no eran absorbibles pasivamente por el sistema
capitalista chileno, lo que provocaría resistencias en los sectores
ligados al campo, la industria, la banca y el capital extranjero, es
decir, una «una contraofensiva imperialista y burguesa».
Las proyecciones anteriores constituirían la base sobre la
cual el MIR formularía sus primeros lineamientos políticos para
el período. En primer lugar, el MIR reafirmaba su línea estratégica,
señalando la vigencia de la lucha armada: «el enfrentamiento
sólo ha sido postergado, y cuando se lleve a cabo, será más legí-
timo y tomará un carácter masivo, lo que hace hoy más vigente
que nunca la estrategia de lucha armada. A su vez, mientras la
correlación mundial de fuerzas no varíe fundamentalmente, la
lucha definitiva por el poder habrá de tomar un carácter irregular
y prolongado»488.
En segundo lugar, planteaba que las tácticas de lucha se
mantendrían (acción directa, movilización de masas por métodos
revolucionarios y lucha callejera), haciendo las adecuaciones
pertinentes de acuerdo al momento político que atravesara el
país. En tercer lugar, planteaba para la coyuntura: la defensa
487
Sebastián Leiva Flores, op. cit., p. 32.
488
Ibid, p. 33.

239
Sergio Salinas Cañas

del triunfo frente a las acciones que realizaría la burguesía y el


imperialismo.
El MIR continuó –a través de sus frentes sociales– impulsando
la toma de terrenos rurales y urbanos, destacando particularmen-
te las «corridas de cerco» implementadas por el Movimiento de
Campesinos Revolucionarios (MCR) en la zona de Cautín y las
ocupaciones realizadas por el Movimiento de Pobladores Revo-
lucionarios (MPR) en Concepción y sus alrededores. El MIR de
esta manera busca incrementar la agitación que el movimiento
de masas desarrollaba y fortalecer los embrionarios lazos que
existían con él.

Se llegó a estudiar por frente de masa y por ciudad, las


calles y los lugares de trabajo en que esto se haría, coordi-
nando con la izquierda revolucionaria y con el PS e incluso
habiendo ensayado para los desórdenes callejeros del 8 de
julio. Contemplaba también la fabricación de artefactos
caseros. Por último envolvía también la instrucción AGP
(agitativa), que involucraba lucha callejera, ocupación de
fundos, de fábricas, etc. Se hicieron manuales para todo
ello y se dio instrucción a todas las unidades políticas y
en gran medida a las milicias489.

Por otra parte, la pugna con el Partido Comunista alcanzó un


punto cúlmine el 2 de diciembre de 1970, cuando en pleno Barrio
Universitario de la Universidad de Concepción, miembros de la
Brigada Ramona Parra del Partido Comunista asesinan a tiros al
estudiante mirista de periodismo, Arnoldo Ríos Maldonado490.
«El sangriento episodio obligó al mismo presidente Allende a
tomar cartas en el asunto y a través de su hija Tati, llamó a los
489
Miguel Enríquez, op. cit., p. 7.
490
La declaración pública del FER, a raíz del asesinato, señaló: «Llamamos a
todos los militantes de la izquierda revolucionaria, a los compañeros socia-
listas, mapucistas e incluso a los sectores comunistas que estén en contra
del sectarismo y el estabilismo, a cerrar filas contra el nuevo fascismo de
izquierda personalizado en la Brigada Ramona Parra, responsables del
asesinato, negándoles, desde ya, el amparo que estos homicidas pretenderán
encontrar en la Unidad Popular». FER, «Declaración pública por la muerte
EF"SOPMEP3ÎPTv EFEJDJFNCSFEFIUUQXXXTBMWBEPSBMMFOEF
DM.*3'&3EJDJFNCSFQEG DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF


240
El tres letras

más altos dirigentes de ambos partidos para que buscaran una


salida urgente, quienes se reunieron en una casa de seguridad
en Santiago, intercambiando fuertes palabras de recriminación
entre ellos»491.
En las elecciones del 5 de abril de 1971, la Unidad Popular
obtenía 49,23 por ciento de la votación. Todo parecía andar bien
en los primeros meses bajo el mandato de Salvador Allende. Sin
embargo, casi dos meses después, el 8 de junio, minutos antes de
las once de la mañana, un comando armado de la Vanguardia
Organizada del Pueblo (VOP)492, mataba al exvicepresidente de
la República, el demócrata cristiano Edmundo Pérez Zujovic,
luego de interceptar el automóvil en que viajaba desde su hogar
en Las Condes, hacia el centro de Santiago, acompañado de su
hija María Angélica.
Según el MIR, el asesinato de Pérez Zujovic provocaba un
cambio en el escenario político, una de cuyas consecuencias im-
plicaba el volcamiento definitivo a la derecha de la Democracia
Cristiana. Pese a que el MIR critica abiertamente493 el asesinato
del exministro, Edmundo Pérez Zujovic, las diferencias con la
UP se acrecientan aún más a raíz de este hecho.

El ataque terrorista provocó el quiebre de las conver-


saciones entre el MIR y el PC. Este último exigía que el
movimiento liderado por Enríquez entregara a Ronald
Calderón y que además, participara en la represión contra
la VOP, hecho rechazado tajantemente por los miristas. El

491
Daniel Avendaño, op. cit., p. 131.
492
Véase Jorge Andrés Pomar Rodríguez, «La Vanguardia Organizada del
Pueblo (VOP): origen, subversión y aniquilamiento. ¡El pan que con sangre
GVFRVJUBEP DPOTBOHSFTFSÃSFDVQFSBEPv 4BMBNBODB &TQBÒB 6OJWFSTJEBE
de Salamanca, 2010: <http://halshs.archives-ouvertes.fr/docs/00/53/12/04/
1%'"5@1PNBSQEG DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF

493
«Ellos, por encima de su arrojo personal, no entendieron la importancia
de la táctica y la racionalidad política. Expresaron en su accionar el odio
elemental de una clase esclavizada contra los patrones y asesinos de go-
biernos anteriores. No comprendieron que la situación había cambiado el
4 de septiembre en adelante». MIR, «El MIR frente a los obreros, estudiantes
y soldados», Centro de Estudios Miguel Enríquez, 16 de junio de 1971, p.
IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPNFOUSBEBIUNM DPOTVMUBEPFMEFBCSJM
de 2011).

241
Sergio Salinas Cañas

PC consideró que esa actitud no le ofrecía garantías, por


lo que rompió el diálogo iniciado en diciembre494.

El 13 de junio, en una acción conjunta de militares y poli-


cías, fueron localizados en el barrio Vivaceta dos de los autores
del crimen: Ronald Calderón, quien fue abatido a tiros por la
policía, y su hermano Arturo, uno de los indultados en enero por
el presidente Allende, quien decide suicidarse495.

El día 16, el tercer miembro del comando496 que asesi-


nó al vicepresidente de Frei Montalva lanzaba un ataque
suicida contra el cuartel central de Investigaciones, matan-
do a dos detectives e hiriendo a un tercero, para enseguida
destrozarse al activar varios cartuchos de dinamita que
llevaba entre sus ropas497.

Si bien este atentado no tiene una relación directa, igual


provoca una decisión definitiva por parte del Partido Socialista:
pedir al presidente Allende retomar la conducción del GAP, lo
que implicaba la salida del MIR.
Diversas situaciones anteriores se acumularon para que se
produjera esta decisión. Entre ellas, las críticas a la conducción
de Ariel Fontana (Max Marambio), «con la intención de superar
con rapidez estas dificultades, el MIR envió a Tonio (Humberto
Sotomayor), miembro de la Comisión Política, para que asumiera
la dirección en reemplazo de Ariel Fontana»498.

494
Daniel Avendaño, op. cit., p. 138.
495
Véase Diario ABC. «La policía y el ejército desarticulan la Vanguardia
Organizada por el Pueblo», Madrid, n° 20.351, 15 de junio de 1971,
p. 1: <http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/
BCDIUNM DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF

496
Se trataba del excarabinero Heriberto Salazar Bello, 45 años. Felipe del
Solar y Andrés Pérez, Anarquistas. Presencia libertaria en Chile, Santiago,
RIL Editores, 2008, p. 71.
497
Daniel Avendaño, op. cit., p. 138.
498
Cristián Pérez, «Salvador Allende, apuntes sobre su dispositivo de seguri-
dad: el Grupo de Amigos Personales (GAP)», Santiago, Centro de Estudios
1ÙCMJDPT    QQ  XXXDFQDIJMFDMENTBSDIJWP@@
SFW@QFSF[QEG DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF


242
El tres letras

También se sumó el uso de algunas instalaciones de la Pre-


sidencia para el entrenamiento militar de militantes del MIR, tal
como lo confirmó el mismo Andrés Pascal Allende. «La institu-
cionalización de la guardia armada civil del Presidente Allende
en la vida nacional le fue posibilitando al MIR la ejecución de
una serie de actividades encubiertas, bajo la apariencia de prestar
protección al Primer Mandatario y sus residencias. La organi-
zación implementó verdaderos cursos de formación paramilitar.
Las clases eran impartidas con la ‘ayuda de oficiales cubanos’.
Efectivamente, la dirección del GAP usaba las instalaciones
construidas en El Cañaveral, donde tenía una pequeña cancha
de entrenamientos, y los polígonos de tiro del Cuerpo de Cara-
bineros en La Reina para impartir conocimientos guerrilleros,
que incluían prácticas de tiro»499.
A lo que se sumó, como señala Isidro García, exmiembro
del GAP, que «algunos miembros del grupo empezaron a realizar
acciones de ‘financiamiento privado’. Estas acciones eran asaltos
cuyo dinero no ingresaba a los movimientos o partidos de iz-
quierda, sino a los bolsillos de quienes las ejecutaban. Miembros
del GAP que después se fueron de la organización sin entregar las
credenciales, efectuaron esas operaciones y cuando los pillaban
aparecían como gente del GAP»500.
Cabe recordar otro suceso anterior, ocurrido el Viernes Santo
(31 de marzo), que había gatillado la evaluación de la presencia
del MIR en el dispositivo presidencial por parte del mismo Sal-
vador Allende. En el pueblo de Curimón, departamento de San
Felipe, provincia de Aconcagua, una camioneta Chevrolet se
estrelló contra un poste de alumbrado público. El vehículo era
conducido en estado de ebriedad por Hugo Fernando Amaya
Sepúlveda501, GAP, exparacaidista del Ejército, quien portaba una
credencial de la Presidencia de la República. Amaya iba acom-

499
Ibid, p. 53.
500
Ibid, pp. 53-54.
501
Desapareció en julio de 1976 luego de avisar a su familia que era seguido
por los servicios de inteligencia.

243
Sergio Salinas Cañas

pañado por Guillermo Pardo Tobar502, excomando del Ejército


de Chile, Mario Delgado y Óscar Jesús Delgado Marín503 (negro
Puga), también excomando y paracaidista. «Luego del accidente
los dos primeros fueron detenidos y en su poder se encontraron
planos de instalaciones militares, una granada de ejército (espa-
ñola), dos cargadores para fusil Garand con 15 proyectiles cada
uno, dos cargadores para pistolas con ocho balas cada uno, 18
vainillas calibre 45 y 14 calibre 32. Mario Pérez y Óscar Delgado
lograron escapar»504.
Este choque provocó que se alertara la inteligencia del
Ejército sobre actividades en este mismo ámbito que realizaba
el MIR505, al parecer buscaban a Arturo Marshall, exboina negra
del Ejército, instructor del Frente Nacionalista Patria y Libertad.
Además, dejó en muy mal pie al GAP, comprometiendo de esta
manera al presidente Allende. La revista Qué Pasa tituló la noticia
como «Curimón, paracaídas se enredó en el poste»506.
Enérico García Concha, GAP y militante del MIR, en un
reciente libro, afirma además que este grupo llevaba dentro de
la camioneta las cuentas de agua y luz de todas las casas de se-
guridad de un grupo especial conformado por los miristas que
se habían retirado del GAP, llamado La Tropa.
Luego de los sucesos de Curimón, la Comisión Política del
MIR le habría entregado a Enérico García la tarea de interve-

502
Fue ejecutado el 10 de octubre de 1973 luego de estar detenido en el Estadio
Nacional.
503
Fue ejecutado el 5 de octubre de 1973 luego de estar detenido en el Estadio
Nacional.
504
Ibid, p. 54.
505
En un informe sobre las conversaciones MIR-UP se señaló que a partir del
incidente de Curimón se intentó por «parte de la clase dominante» bus-
car un período de represión contra el MIR, lo que se sumó a las marchas
y otros golpes efectistas que se estaban propinando al gobierno, «como
la denuncia alrededor de los autos de la Presidencia, del contrabando del
avión cubano, etc.». MIR, «Informe al Comité Central sobre las conver-
saciones del MIR-UP», 2 de mayo de 1972, p. 157, en MIR, Con todas las
fuerzas de la historia. Documentos del MIR: 1968-1970, Ediciones Segunda
*OEFQFOEFODJB 4FSJF&YQFSJFODJBTIUUQXXXTFHVOEBJOEFQFOEFODJBDM
XQDPOUFOUVQMPBET.*3@EPDVNFOUPTQEG DPOTVMUBEPFMEF
abril de 2011).
506
Revista Qué Pasa, n° 52, 13 de abril de 1972, p. 46.

244
El tres letras

nir las unidades operativas de Santiago. La primera misión es


revisar las casas de seguridad que habían sido abandonadas
rápidamente por los militantes. «En una casa había más de una
tonelada de dinamita exudada... por lo tanto absolutamente
inestable como explosivo, con la posibilidad de que cualquier
movimiento extraño, cualquier chispa, cualquier elemento que
lograra activarla, pudiera hacer explotar los mil kilos que tenían
guardados en esa casa (…); se tomó la decisión de ir a botar
toda esa dinamita a un lugar en donde realmente la dinamita
quedara inhabilitada como explosivo. No es posible movilizar
demasiada gente. Entonces, nos dividimos en dos grupos de tres
personas y fuimos trasladando la dinamita a distintos puntos,
por el Canal San Carlos»507.
«La desaparición de La Tropa en tanto estamento orgánico
partidario provoca un vacío en el partido, en los planes de desa-
rrollo de un embrionario ejército revolucionario. Por lo tanto se
decide la creación, a fines de 1971, de una estructura distinta, con
cuadros distintos y con un desarrollo político superior»508. Este
grupo sería conocido posteriormente como la Fuerza Central.
Para otros autores, como Fahra Neghme, Sebastián Leiva,
José Palma Ramos, el grupo se llamaba La Tropillita y se habría
formado con el armamento que logran sacar al retirarse del GAP.
«No sin antes llevarse parte del arsenal, los que darían forma
a un grupo que se conocería como La Tropillita, estructura de-
pendiente de la Fuerza Central (FC)»509.
Según Andrés Pascal Allende, el movimiento se llevó la mitad
del arsenal de la organización: «Entre las especies sustraídas ha-
bía dos cañones sin retroceso, algunas ametralladoras de calibre
punto 30, punto 50, fusiles AK-47 y rifles del campo capitalista,
FAL»510.
La Fuerza Central tenía como responsable por parte de la
Comisión Política a Arturo Villabela Araujo. Teniendo de jefe
507
Enérico García Concha, Todos los días de la vida. Recuerdos de un militante
del MIR chileno, Santiago, Editorial Cuarto Propio, 2010, p. 72.
508
Ibid.
509
Daniel Palma Ramos, op. cit., pp. 67-68.
510
Cristián Pérez, op. cit., p. 55.

245
Sergio Salinas Cañas

directo de la fuerza a Mario Espinoza Méndez. La Fuerza Central


se estructuró en un secretariado político que estaba compuesto
por Juancho como jefe, el Quila (Julio Carrasco) y Sergio Santos,
más cuatro escuadras de combatientes que estaban divididos en
dos subescuadras. «En ese momento la jefatura está compuesta
por el compañero Andrés, Patricio Urbina, el compañero Tino, el
Negro Felipe como jefe de la escuadra tres y el jefe de la escuadra
cuatro que era yo»511.
A principios de agosto de 1971 se produce el primer envío
de un contingente grande de militantes del MIR a la escuela
internacionalista de Punto Cero. La instrucción no iba a durar
más de 15 días y era una instrucción básica de tiro y de algunas
técnicas de lucha urbana. «El responsable global del grupo (éra-
mos unos 45, 50 personas) es Sergio Pérez Molina512. Pero su
tarea, en definitiva, es quedarse como representante del partido
en Cuba, por un período indeterminado»513.
El 14 de octubre de 1971, el MIR sufrió un duro golpe, al ser
encontrado el cuerpo sin vida producto de un accidente de su
dirigente, Luciano Cruz Aguayo, 27 años. Como señaló el actor
y dramaturgo Nelson Villagra (Chacal de Nahueltoro): «Luciano

511
Enérico García Concha, op. cit., p. 73.
512
«El 22 de septiembre de 1974 en su domicilio ubicado en calle Tocornal, del
sector sur de Santiago, Sergio Pérez Molina, cónyuge de Lumi Videla Moya,
estudiante de pedagogía y dirigente del MIR, fue detenido por agentes de la
DINA y trasladado hasta el centro de detención de José Domingo Cañas; y,
según testigos, respecto de quien los agentes de la DINA se ensañaron en la
aplicación de torturas, con electricidad y hasta el paso de una camioneta por
sobre su cuerpo; sus testículos fueron triturados; el 26 o 27 de septiembre
atendido el estado agónico en que se encontraba, fue sacado desde ese recin-
to, desapareciendo, sin que a la fecha se haya vuelto a tener noticia alguna de
su paradero, sin registrar entradas o salidas del país, sin que conste tampoco
su defunción. Enmarcándose este  hecho dentro de un patrón similar a los
ocurridos durante aquella época que se iniciaba mediante seguimiento y
vigilancia de la víctima hasta terminar en un secuestro violento». Codepu,
«Acusación formulada por el Ministro de la Iltma. Corte de Apelaciones 
de Santiago, Alejandro Solís, en el marco de la investigación criminal por
el homicidio de Lumi Videla Moya  y el secuestro de Sergio Pérez Molina»,
IUUQXXXDPEFQVDMJOEFYQIQ PQUJPODPN@DPOUFOUWJFXBSUJ
cle&id=736:condenados-los-asesinos-de-lumi-videla-y-sergio-perez&catid
QSPDFTPT*UFNJE DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF

513
Enérico García Concha, op. cit., p. 77.

246
El tres letras

fue sin duda, el dirigente más carismático que tuvo el MIR de


Chile a partir de 1969. Quienes alcanzamos a compartir con él,
lo sentimos siempre como un camarada amigo: acogedor, cálido,
valiente, sin perder nunca su buen humor, y su tranquilidad casi
despreocupada. Con Luciano inicié yo mis primeros pasos en el
MIR, cuando aún este Movimiento estaba en la clandestinidad,
bajo el gobierno de Frei Montalva. Una clandestinidad, podría-
mos decir ‘blanda’, si la comparamos con los duros días de la
resistencia mirista en contra de la dictadura de Pinochet»514.
Para el periodista José Carrasco Tapia515, Luciano Cruz «era
un combatiente revolucionario que se inscribe en toda la tradición
que abrió la Revolución Cubana, que selló el Che con su entrega
ejemplar a la causa del proletariado; como revolucionario pleno
no era sólo el agitador o el hombre entregado por completo a
las tareas orgánicas del partido, sino que en el curso mismo de
sus tareas era un hombre profundamente humano, preocupado
de sus compañeros»516.
El funeral de Luciano Cruz constituyó la mayor demostra-
ción de fuerza del MIR, al acompañar el cortejo más de 30.000
personas al coro de «Luciano, Guevara... el MIR se prepara».
En la oportunidad, Miguel Enríquez afirmó que «asaltamos
innumerables bancos en aquel tiempo, expropiamos el dinero
a quienes lo habían robado a los trabajadores para ponerlo al
514
 /FMTPO 7JMMBHSB  -VDJBOP $SV[ "HVBZP IUUQXXXTBMWBEPSBMMFOEF
FMIPNCSFDMXFCJOEFYQIQ PQUJPODPN@DPOUFOUWJFXBSUJDMFJEM
VDJBOPDSV[BHVBZPDBUJEQPSUBEBDFOUSBM*UFNJE DPOTVMUBEP
el 19 de abril de 2011).
515
José Carrasco Tapia, periodista, trabajaba en esos años para Punto Final
y era miembro del aparato de comunicaciones del MIR. Fue asesinado por
un grupo de hombres uniformados con tenidas verde oscuro que se hacían
llamar Comando 11 de Septiembre, en la madrugada del 8 de septiembre de
1986, en venganza por el ataque perpetrado horas antes al general Augusto
Pinochet en el Melocotón, realizado por miembros del Frente Patriótico
Manuel Rodríguez en la denominada Operación Siglo XX. Carrasco Tapia
fue encontrado con 13 balas en la cabeza, junto a un muro, en las cercanías
del cementerio Parque del Recuerdo. Daniel Avendaño, op. cit., p. 88.
516
José Carrasco Tapia, «Luciano Cruz: su vida y su ejemplo», Punto Final, n°
138, Suplemento Especial, Santiago, Centro de Estudios Miguel Enríquez,
 EF BHPTUP EF   Q  IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN)PNFOBKFT
MVDJBOPMVDJBOPQEG DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF


247
Sergio Salinas Cañas

servicio de la defensa de los intereses de los obreros y campesinos;


allí siempre estaba Luciano, disfrazado de bombero, de capitán
de Ejército, de cargador de la Vega o de lo que fuera; decenas
de veces arriesgó su vida (…). La muerte de Luciano Cruz es un
duro golpe para nosotros. Los trabajadores han perdido un líder,
los revolucionarios han perdido un compañero y nosotros un
militante, amigo y hermano de lucha. Juremos frente a nuestro
compañero de lucha combatir implacablemente a los enemigos
del pueblo, luchar por conquistar el poder de los trabajadores,
por instaurar un gobierno revolucionario de obreros y campe-
sinos y por construir el socialismo en Chile. Luciano: ¡Hasta la
WJDUPSJBTJFNQSFv517.
El 1 de noviembre de 1971, Miguel Enríquez, en el discurso
en homenaje a Moisés Huentelaf518, realizó un análisis de la po-
lítica seguida por la Unidad Popular en los últimos meses de ese
año, delineando los primeros pasos de una política alternativa
a la alianza de gobierno.

Según Enríquez, si bien algunas de las medidas econó-


micas tomadas por la UP habían herido los intereses de las
clases dominantes, el no incorporar efectivamente en este
proceso a las masas había impedido acumular el poder
suficiente para golpear a aquellos espacios del aparato
estatal donde esas mismas clases frenaban el avance del
proceso –el Parlamento, los tribunales, la Contraloría–,
con lo cual éstas mantenían su capacidad de limitar el
accionar de la UP y del movimiento popular»519.

En lo referido al sector agrario, el secretario general del MIR


afirmó que el resultado de una política débil y el hecho de que
el gobierno no haya asumido el liderazgo del movimiento cam-

517
 .JHVFM&OSÎRVF[ j-VDJBOP$SV[ `IBTUBMBWJDUPSJBTJFNQSFv EJTDVSTPFO
los funerales, reproducido en revista Punto Final, n° 138, Centro de Estudios
.JHVFM&OSÎRVF[ EFBHPTUPEF QIUUQXXXBSDIJWPDIJMF
DPN)PNFOBKFTMVDJBOPMVDJBOPQEG DPOTVMUBEPFMEFTFQUJFNCSF
de 2012).
518
Mapuche y militante del MCR muerto en la ocupación del fundo Chesque,
el 22 de octubre de 1970.
519
Sebastián Leiva Flores, op. cit., p. 36.

248
El tres letras

pesino, «obligó al movimiento campesino, al serle negados los


instrumentos legales por medio de los cuales encauzar su lucha,
a acudir a formas ilegales de movilización, entre las que están las
tomas de fundos, que hemos encabezado. El MIR no inventó la
lucha de clases en el campo, sólo hemos organizado y liderado
las únicas formas posibles de movilización campesina dadas las
condiciones impuestas por la política agraria del gobierno»520.
Miguel Enríquez afirmó que ante esta realidad no les queda
a los trabajadores otro camino que recobrar una cuota de la
confianza entregada, y apoyando las medidas positivas de este
gobierno, combatiendo sus concesiones, pasar a definir «un
camino propio».

El ‘camino propio’ señalado es ya un esbozo de pro-


grama alternativo, planteándose medidas que no sólo
golpeaban al conjunto de las clases dominantes, sino que
además definían las bases de lo que en 1972 se convertiría,
ya como un todo estructurado, en la política de ‘poder
popular’ de la organización521.

Estas políticas, que ya estaban siendo agitadas en los frentes


de masas (FER522, MCR, FTR) por el MIR, llamaban a la expropia-
ción sin indemnización de toda la inversión norteamericana en
Chile; el paso al Estado de todas las grandes fábricas; el control
obrero en la pequeña y mediana industria; la expropiación de las
grandes empresas de la construcción y la creación de la Empresa
Nacional de la Construcción; la estatización de la enseñanza;
520
Miguel Enríquez, «A conquistar el poder revolucionario de obreros y cam-
pesinos. Discurso en homenaje a Moisés Huentelaf», México DF, Centro de
Estudios de los Movimientos Armados (Cedema), 1 de noviembre de 1971,
QIUUQXXXDFEFNBPSHVQMPBET.*3QEG DPOTVMUBEPFM
4 de abril de 2011).
521
Sebastián Leiva Flores, op. cit., p. 37.
522
El Frente Estudiantil Revolucionario, uno de los primeros frentes de masas
que surgió a partir del MIR, nace en el Instituto Pedagógico de la Universi-
dad de Chile, en Santiago. Uno de sus primeros líderes fue el estudiante de
historia Raúl Sohr. Véase Punto Final, n° 12, en Daniel Avendaño, op. cit.,
p. 117. Véase la entrevista completa a Raúl Sohr en la revista Punto Final:
IUUQXXXQGNFNPSJBIJTUPSJDBPSH1%'T1'@QEG DPOTVMUBEP
el 14 de abril de 2011).

249
Sergio Salinas Cañas

la democratización de las fuerzas armadas y la expropiación de


toda la gran propiedad agraria, sin indemnización.
El 10 de noviembre de 1971 aterrizó en Chile el dirigente
cubano Fidel Castro, siendo recibido por el presidente Salvador
Allende. En un principio su visita solo sería de 10 días, pero
esta se extendió durante aproximadamente un mes, tiempo que
dedicó a recorrer gran parte del país.
Salvador Allende señaló, durante la entrevista realizada por
el periodista Augusto Olivares a ambos dirigentes: «Lo hemos
dicho muchas veces: los que han caído en Vietnam y caen en
Vietnam no sólo lo hacen por su patria, lo hacen también por
los insurrectos y los explotados del mundo. Los que cayeron en
Cuba señalaron un camino de esfuerzo y sacrificio para hacer
posible la Cuba de hoy, Primer Territorio Libre de América
Latina. Los que cayeron hace años en Chile hoy constituyen la
simiente de este proceso revolucionario. Los pueblos explotados
del mundo tienen conciencia de su derecho a la vida y por eso
el enfrentamiento está más allá de nuestra frontera y se hará en
sentido universal. Pero América Latina tendrá algún día la voz
que le corresponde a un pueblo hasta hoy día sometido para que
sea mañana la voz de un continente libre»523.
Durante su visita a Concepción, Fidel Castro recibió una
bienvenida de los estudiantes, y el discurso lo realizó el dirigente
universitario mirista Nelson Gutiérrez524: «Este es un país en
guerra. Un país partido por una guerra de clases, encubierto a
veces, abierto otras, que no podrá terminar sino con la victoria o
la derrota de uno de los dos grandes campos en pugna. El de los
trabajadores de la ciudad y el campo y el de las clases poseedoras
nacionales y extranjeras».

523
Salvador Allende y Fidel Castro, «El diálogo de América», Santiago, Cen-
USPEF&TUVEJPT.JHVFM&OSÎRVF[ OPWJFNCSFEF QIUUQXXX
BSDIJWPDIJMFDPN"NFSJDB@MBUJOBàEFMDMàEFMDMQEG DPOTVMUBEPFM
de abril de 2011).
524
18 de noviembre de 1971. Véase INEDH (Instituto de Estudios Estratégicos
para el Desarrollo Humano), El joven Nelson: discursos, Concepción, INEDH
Ediciones y Al Aire Libro Ediciones, 2009, p. 39.

250
El tres letras

El dirigente resaltó la importancia de la Revolución Cuba-


na para el MIR: «porque Cuba expresa su decisión de lucha sin
cuartel a los explotadores en su internacionalismo proletario,
en el Che, que en su entrega y en su ejemplo, mostró el carácter
continental de la lucha que Cuba abrió con el proceso armado,
que habrá de llevar a todos los pueblos al triunfo definitivo de
nuestra segunda independencia»525.
A mediados de 1972, la relación de confianza entre el MIR,
la Unidad Popular y el presidente Allende se había trizado. La
que continúa resquebrajándose a raíz del enfrentamiento entre
policías y pobladores en Lo Hermida526, el 5 de agosto de 1972.
La directiva del MIR527 denuncia la tortura de pobladores por
parte de la Policía de Investigaciones, en especial por la responsa-
bilidad política de Eduardo Coco Paredes, director (PS) y Carlos
Toro, subdirector (PC), lo que «causó malestar en la coalición
gobernante y en el presidente Allende»528.
Algunos días después del enfrentamiento y de las acusa-
ciones, el presidente Salvador Allende visitó la población Lo
Hermida, pero algunos integrantes del MIR y de otros grupos
como la Usopo, dirigidos por el comandante Raúl (conocido
posteriormente como el agente de la DINA, Osvaldo Guatón
Romo), trataron de impedir que ingresara. Según el GAP Enrique
Ramos, un grupo del dispositivo presidencial logró penetrar «a
la fuerza en la sede social y abrieron la puerta para que Allende

525
Ibid, p. 32.
526
Es posible observar la participación del MIR en la población Lo Hermida,
donde se congregaban 2 mil 500 familias agrupadas a su vez en cinco
campamentos –Trabajadores al Poder, René Schneider, Vietnam Heroico,
Lulo Pinochet y Asalto al Cuartel Moncada–, lugar donde el MIR compartía
la dirección con socialistas de izquierda y otros grupos de izquierda no
parlamentaria. Fahra Neghme, op. cit., p. 112.
527
«El gobierno debe aclarar su responsabilidad: o denuncia y castiga ejem-
plarmente a los funcionarios civiles o uniformados responsables, sean de la
jerarquía que sean, o se compromete históricamente con el derramamiento
de sangre del pueblo». MIR, «Declaración del Secretariado Nacional del
MIR frente a la masacre de Lo Hermida», 5 de agosto de 1972, en MIR, Con
todas las fuerzas de la historia..., op. cit., p. 172.
528
Cristián Pérez, «Salvador Allende, apuntes sobre su dispositivo de seguri-
dad», op. cit., p. 55.

251
Sergio Salinas Cañas

entrara y hablara con los pobladores, a fin de conocer la versión


que ellos tenían del suceso»529.
Otro hecho importante del período, se produce dos meses
después, con el llamado «Paro de octubre», convocado por las
organizaciones de comerciantes (Cámara Central de Comercio),
de transportistas, de empresarios agrícolas (Sociedad Nacional de
Agricultura, Confederación de Empleados Agrícolas), de indus-
triales (Sociedad de Fomento Fabril), de los constructores (Cáma-
ra Chilena de la Construcción) y de los Colegios Profesionales.
Esta movilización, que se inicia con demandas reivindicativas
correspondientes a cada gremio en particular, se va extendiendo
en el mismo proceso de negociación y movilizaciones hasta que
culmina con una plataforma de lucha conocida como el «Pliego
de Chile», que se presenta al gobierno como condición básica
para cualquier acuerdo.
Esta movilización se transforma en la mayor expresión de
la fuerza política y de movilización de los sectores sociales que
no compartían las políticas de la UP. «Estos sectores políticos
logran, a través de la movilización social, un importante grado
de unidad, aun cuando se disputan la dirección de la burguesía,
en el enfrentamiento político con la Unidad Popular. Además,
buscan lograr la conducción sobre la clase media y pequeña
burguesía»530.
Para Miguel Enríquez, el «paro de octubre» significó un gi-
gantesco paso adelante por parte de la clase obrera y el pueblo.
«En la crisis de octubre tomaron en sus manos el aparato produc-
tivo casi en su totalidad, demostraron que los patrones estaban
de más, como formulaban nuestras consignas; establecieron
control obrero sobre una enorme parte del aparato productivo
y distributivo, rompieron la polaridad gobierno-oposición y lo-
graron establecer una polaridad de clases... Habiendo germinado
en órganos, germinalmente de poder local en un ascenso que era
característico del período, pero que acá tomaba connotaciones
importantes, habiéndose generado más de medio centenar de
529
Ibid, p. 56.
530
Fahra Neghme, op. cit., p. 67.

252
El tres letras

Comandos Comunales que abrían embrionariamente la genera-


ción de poder popular...»531.
Asimismo, el MIR asumió como suyo el llamado Pliego del
Pueblo que se había levantado por diversas organizaciones revo-
lucionarias como respuesta al Pliego de Chile. Este documento
«tenía 14 reivindicaciones gruesas, cada una de ellas especificada
en proposiciones concretas, que incluían no sólo reivindicaciones
económicas y sociales, sino también reivindicaciones de poder
como ‘el derecho del pueblo a la contraofensiva política’»532.
La forma que los distintos sectores políticos y sociales en-
frentaron esta profunda crisis, y las consecuencias que de ellas se
derivan, marcan definitivamente el inicio de una nueva situación
en el país, caracterizada por el cambio en la correlación de las
fuerzas políticas.
Para resolver esta crisis, la Unidad Popular decidió constituir
un gabinete cívico-militar, integrando a algunos generales de las
Fuerzas Armadas al gobierno, acción que buscó dar muestras de
confianza a la oposición y evitar que se agudizara la polarización
de la sociedad. «Según Pedro Naranjo, el MIR rechazó esta al-
ternativa porque significó aceptar las imposiciones de las clases
dominantes, que buscaron reforzar al interior del gobierno un
componente básico del Estado burgués (las FF.AA.)»533.

La incorporación de los militares al gobierno de la


UP en medio de los enfrentamientos iniciados en octubre
de 1972, por exigencia de la DC produjo un importante
cambio en el carácter del gobierno, al punto que a poco
andar el MIR ya no hablaba de ‘gabinete UP-generales’,
sino ‘gobierno UP-generales’ y levantaba la consigna de
lucha por ‘un verdadero gobierno de trabajadores’. Este
cambio en el carácter de gobierno se expresó claramente
en la represión, devoluciones de industrias, etc. Los mi-
nistros militares impuestos por la DC que juraron el 2 de
noviembre fueron Carlos Prats (Interior), Ismael Huerta
(Obras Públicas) y Claudio Sepúlveda (Minería). Inmedia-

531
Ibid, p. 68.
532
Martín Hernández, op. cit., p. 128.
533
José Calderón López, op. cit., p. 59.

253
Sergio Salinas Cañas

tamente el ministro Prats da las garantías solicitadas por la


derecha y el paro patronal termina el 5 de noviembre»534.

La coyuntura electoral de marzo de 1973 presenta, luego de


muchos debates internos, una adecuación de la política del MIR.
Se decide participar en la contienda, pese a que siempre había
considerado las elecciones como un «mecanismo de consolida-
ción de la burguesía». «Como podemos apreciar el MIR le otorgó
bastante importancia a dicha coyuntura, y si bien no presentó
candidatos propios, decidió entonces apoyar a los candidatos
del PS y la IC que eran más afines a sus políticas»535.
Los resultados de las elecciones de marzo no fueron los
esperados por ninguno de los dos bloques: ni la oposición ni la
Unidad Popular consiguieron el resultado esperado. La UP en
medio de condiciones adversas mostró una gran fortaleza social y
«electoral», llegando a un 44% de las preferencias. Por su parte,
la oposición estuvo muy por debajo de sus aspiraciones de con-
trolar todo el Parlamento, lo que fue asumido como un fracaso.
En mayo de 1973, el MIR prepara un nuevo contingente para
ir a Cuba, producto que ya se veía claramente que la situación
política desembocaba en un enfrentamiento de carácter militar.
«El motivo era para recibir instrucción especial que se llamó
‘el caza tanques’ y que abordaba los elementos de la lucha en
localidades, la lucha contra los tanques, el uso de armamento
ya más pesado que un fusil, algunos morteros de bajo calibre.
Preparamos todas las cosas. Se viajaba un día D, a las seis de la
mañana. Me pasaban a buscar tres horas antes de la hora fijada
para el vuelo. Y cuando llegan los compañeros a buscarme, me
dicen que tome todas mis cosas pero que, antes la Comisión
Política del MIR quiere conversar conmigo»536.
El 29 de junio, una columna de tanques irrumpió en el cen-
tro de Santiago, apostándose frente a La Moneda con un claro
propósito sedicioso. «Este ‘ensayo de golpe militar’ demostró

534
Martín Hernández, op. cit., p. 128.
535
José Calderón López, op. cit., pp. 59-64.
536
Enérico García Concha, op. cit., p. 97.

254
El tres letras

que la oposición no vaciló en utilizar todos los medios posibles


contra el gobierno de Allende. En esta acción participaron altos
oficiales, civiles, dirigentes de los partidos de derecha e integrantes
de Patria y Libertad. Este acto sedicioso fue contenido por los
militares leales al gobierno, encabezados por Carlos Prats, y si
bien los golpistas no lograron el objetivo inmediato, es decir, el
levantamiento de otras unidades militares contra el gobierno; las
consecuencias de este hecho repercutieron profundamente sobre
el movimiento de masas»537.
Para el MIR, el «tanquetazo» dejó dos consecuencias eviden-
tes: «En primer lugar, quedó manifestada la poca capacidad de
respuesta militar que se tuvo como organización, y en segundo
lugar, las vacilaciones del gobierno permitieron que la oposición
siguiera ajustando sus planes golpistas con el fin de aplastar el
proceso revolucionario del pueblo chileno»538.
Andrés Pascal Allende confirma la primera consecuencia, al
narrar que el MIR intentó orientar una unidad de combate con
el objetivo de detener un tanque que había huido desde el centro
hacia la periferia de Santiago fracasando en el intento. «Miguel
orientó a una unidad de la fuerza central del MIR salir a enfrentar
el tanque, lo cual no se logró por lo lento que era poner en pie de
combate a unidades compartimentadas, con deficientes medios de
comunicación, cuyos miembros vivían y trabajaban en distintos
lugares, y cuyas armas debía recibirlas de una unidad de logística
que estaba a cargo de un depósito secreto. Igualmente lento fue
poner en funcionamiento la red clandestina que coordinaba a los
miembros de las FF.AA., los cuales habían sido acuartelados en
sus respectivas unidades militares, lo que dificultaba el contacto.
Se evidenciaron así las limitaciones tácticas que tenía nuestra
estrategia híbrida de construcción de fuerza»539.
Pascal Allende agregó que al día siguiente del «tanquetazo»,
se reunieron los miembros de la dirección del MIR para analizar
si tomaban en sus manos la iniciativa política. Es decir, con la

537
Ibid, p. 67.
538
Ibid, p. 68.
539
Andrés Pascal Allende, op. cit.

255
Sergio Salinas Cañas

participación de grupos de uniformados organizados, entregar ar-


mas a las organizaciones milicianas, ocupar las unidades militares
que fuera posible, y proceder a detener a los oficiales golpistas.

Para que resultara había que actuar de inmediato, esa


misma noche, aprovechando el desconcierto golpista. La
preocupación de Miguel era que, si dábamos ese paso,
había un grave riesgo de que el gobierno y el alto mando
nos reprimiera, la izquierda de la UP no nos apoyara, y
quedáramos políticamente aislados. No teníamos tiempo
para consultar a los sectores más afines de la izquierda.
Nunca el movimiento de masas había alcanzado tan
alto nivel de combatividad, estábamos seguros de que
la respuesta de los sectores populares más radicalizados
sería entusiasta. Pero tampoco podíamos cerrar los ojos
al hecho de que Allende y los sectores reformistas man-
tenían un fuerte liderazgo sobre el movimiento de masas
y podían neutralizar, o incluso poner en contra nuestra,
a los sectores menos radicalizados. Si teníamos éxito,
lograríamos un atajo que aceleraría la acumulación de
fuerza y generaría una situación revolucionaria, pero si
nos equivocábamos, el retroceso sería enorme. En la duda,
preferimos esperar. A veces pienso que hicimos bien, otras
me parece que por esa decisión perdimos la iniciativa
estratégica revolucionaria540.

Por lo descrito, días después, el MIR intensificó el llamado


a toda la izquierda y al movimiento de masas, para enfrentar la
«ofensiva reaccionaria», desatando una «contraofensiva revo-
lucionaria». A juicio del partido, la oposición daba por cerrada
su estrategia electoral para derrocar el gobierno de Allende,
comenzando la etapa de las conspiraciones para que la opción
golpista ganara cada vez más adeptos.

Para Pedro Naranjo, la prioridad de esta táctica fue el


desarrollar, organizar y defender las expresiones de poder
popular, además de impulsar una política para ganar a
los sectores democráticos de las FF.AA. En este período se
intensificaron las alianzas entre el MIR y los sectores de

540
Ibid.

256
El tres letras

‘izquierda’ al interior de la UP, en especial a nivel local y


en los frentes de masas, con el claro objetivo de disputar
el control del gobierno a los sectores más vacilantes y
reformistas541.

Esta disputa en la conducción revolucionaria se reflejó en


los profundos debates que surgieron entre los representantes del
gobierno que se encontraban a la cabeza de sindicatos, fabri-
cas, centros de estudiantes y militantes de otras organizaciones
de izquierda, que llamaron a tomar el control de las fábricas,
intensificar las tomas de terrenos, expropiar los campos sin
indemnización, movilizar a las universidades y liceos en pos de
los trabajadores y fomentar los vínculos entre las diversas orga-
nizaciones sociales a través de los comandos comunales.
La decidida defensa de la política de «poder popular», im-
pulsada en este contexto de agudización en la movilización de las
masas, significó el alejamiento definitivo del MIR con el gobierno,
sobre todo luego del llamado que hizo Allende de establecer un
diálogo con la Democracia Cristiana.

La gran confianza que el MIR tuvo en el movimiento


de masas y los altos niveles de movilización alcanzados
en el último período, permitieron al Movimiento realizar
lecturas optimistas sobre la correlación de fuerzas que
tendría la izquierda frente a un posible golpe542.

Para el MIR, los meses siguientes solo confirman que la ins-


titucionalidad chilena estaba en una crisis profunda que ya no
podía contener por más tiempo la lucha que pugnaba por romper
las añejas estructuras y por resolver la creación de una estructu-
ra nueva, de una estructura institucional revolucionaria. Como
TPTUJFOF#BVUJTUBWBO4DIPVXFO jFMOJWFMEFMBMVDIBEFDMBTFT
en Chile es de tal magnitud, ha llegado a tales límites, que se ha
polarizado y agudizado en tal forma, que amenaza con romper

541
José Calderón López, op. cit., p. 66.
542
Ibid, p. 67.

257
Sergio Salinas Cañas

y resquebrajar toda la estructura centenaria, institucional y de


dominación patronal en Chile»543.
Es por este escenario político que Miguel Enríquez, secreta-
rio general del MIR, vuelve a reiterar la necesidad de establecer
la alianza obrero-campesina-pobres de la ciudad dentro de los
Comandos Comunales. «A partir de esto, entendíamos que se
podían plantear las tareas del control del aparato burocrático del
Estado, en las cuales se reconociera la contradicción que había y
que hay entre el movimiento de masas y el aparato burocrático
del Estado. En estos comandos se encontraría la fuerza para ir
enfrentando a la burguesía, por un lado, y para ir generando los
órganos de poder, por el otro»544.
Andrés Pascal Allende agrega que a partir de julio, en una
nueva carrera contra el tiempo, procuraron intensificar la prepa-
ración de condiciones para un repliegue de las direcciones del MIR
y de su limitada fuerza militar hacia zonas rurales. El dirigente
afirma que ya no habían condiciones para una contraofensiva
revolucionaria, solo la idea de acompañar a los sectores de masas
más radicalizados en una resistencia urbana inicial para luego
replegarse con mayor fuerza y legitimidad.

El problema fue que en agosto nos dimos cuenta de


que la desmoralización y persecución de los oficiales y
suboficiales antigolpistas al interior de las FF.AA. era tanta,
que no podríamos contar con ellos para obtener armas.
Nosotros no alcanzábamos a reunir más de doscientas
armas de guerra, por lo que dependíamos de lo que pu-
diéramos obtener de las FF.AA. y los grupos de seguridad
del gobierno545.

El 7 de agosto, la Armada de Chile declaró públicamente


haber detectado movimientos subversivos entre sus filas. «Entre

543
 #BVUJTUBWBO4DIPVXFO j3FOEJNPTIPNFOBKFBVOBSFWPMVDJÓOQBSBIBDFS
la revolución. Discurso en el acto de homenaje a la Revolución Cubana
realizado en Santiago el 26 de julio de 1973», Centro de Estudios Miguel
Enríquez, citado en Martín Hernández, op. cit., p. 139.
544
Fahra Neghme, op. cit., pp. 143-144.
545
Andrés Pascal Allende, op. cit.

258
El tres letras

los instigadores de la sedición naval se aludía claramente a los


caudillos de la izquierda revolucionaria chilena: Óscar Guillermo
Garretón Purcell, diputado del MAPU; Carlos Altamirano Orrego,
senador y secretario general del PS, y Miguel Enríquez Espinosa,
jefe máximo del MIR»546.
&M  EF BHPTUP EF   #BVUJTUB WBO 4DIPVXFO  FO MB
editorial de El Rebelde, afirmó –con el título «El gobierno
ha capitulado. Las masas sólo podrán confiar en sus propias
fuerzas»– que se desmoronaban las esperanzas que un día los
desposeídos pusieron en la Unidad Popular». «Señor Allende,
señores reformistas: no ha sido el MIR el que se ha dado la mano
con la ultraderecha y el fascismo; no han sido los marineros
antigolpistas lo que han hecho ‘subversión’ en la Armada para
combatir legítimamente a los oficiales golpistas que han prolife-
rado y que se mantienen impunes por la debilidad del gobierno.
Más bien hay que decir que son los reformistas los que se han
dado la mano con el Estado burgués y las exigencias patronales
contra el pueblo»547.
Para el dirigente mirista Andrés Pascal Allende, a mediados
de agosto los altos mandos golpistas de la Marina y de la Aviación
eran mayoría, aunque en el Ejército todavía eran minoritarios.
La mayoría de los generales del Ejército se inclinaba todavía por
obligar a Allende a ceder el poder a las FF.AA., mediante un ga-
binete solo militar, o su dimisión. Esta forma de «golpe blando»
la DC lo alentaba en la expectativa de que Eduardo Frei, como
presidente del Senado, recibiría el poder. Los partidarios de un
«golpe duro» eran todavía minoría.
Pero ambos bandos se unieron para desbancar a los generales
constitucionalistas liderados por Prats que exigían respeto a la
institucionalidad y el acatamiento de la autoridad presidencial.
El instrumento fue una provocación de esposas de oficiales que
fueron a la casa del comandante en jefe a exigir su renuncia.

546
Daniel Avendaño, op. cit., p. 170.
547
 #BVUJTUBWBO4DIPVXFO j&MHPCJFSOPIBDBQJUVMBEP-BTNBTBTTÓMPQPESÃO
confiar en sus propias fuerzas», El Rebelde, n° 95, 14 de agosto de 1973,
en Martín Hernández, op. cit., p. 152.

259
Sergio Salinas Cañas

«Cuando Prats pidió al cuerpo de generales que firmara un do-


cumento de desagravio, más de la mitad se negó. Esto lo llevó a
presentar su renuncia indeclinable para mantener la unidad cor-
porativa, siendo reemplazado por Augusto Pinochet. Ese mismo
día 22 de agosto, la DC y la derecha aprueban una resolución
de la Cámara de Diputados declarando «ilegal» al gobierno. La
suerte del gobierno estaba echada»548.
Del 1 al 11 de septiembre fue un estado permanente de mo-
vilización. «Varios de esos días, la Comisión Política tuvo que
acuartelarse en alguna industria de la zona sur, esperando que
el golpe se produjera en cualquier momento. Vivimos en alerta
superior durante casi todo el final del mes de agosto y principios
de septiembre. Se implementaron distintos tipos de alarma en
las semanas previas al golpe»549.
Para el MIR, estratégicamente el golpe era inminente; sin
embargo, también se vio afectado por la sorpresa táctica de este.
La Comisión Política del MIR había recibido la noche anterior al
«11» información sobre el movimiento de tropas, y a la mañana
siguiente se reunió en una casa de seguridad en la comuna de
San Miguel, donde se decretó una alerta máxima para todo el
partido. La idea era advertir a todos los militantes de la situación
adversa que se estaba gestando para que ocuparan rápidamente
los puestos de combate, había que constituir direcciones y fuerzas,
desarrollar el plan militar definido, abrir los depósitos y distri-
buir las armas disponibles; había que desarrollar una ofensiva
general concentrando los focos de resistencia en los cordones
industriales y en las poblaciones.
Para Pedro Naranjo, «así debió ser», pero en realidad poco se
logró, «la sorpresa táctica del enemigo había sorprendido; había
muchos militantes dispuestos a empuñar las amas, pero estas no
llegan, además de medios de combate escasos, se evidenciaba la
falta de experiencia combativa»550.

548
Andrés Pascal Allende, op. cit.
549
Enérico García Concha, op. cit., pp. 103-104.
550
José Calderón López, op. cit., p. 77.

260
El tres letras

Para Soledad Aránguiz, militante secundaria en momentos


del Golpe, dentro del partido se manejaba de los análisis políticos
y de la información de inteligencia que se estaba gestando un
golpe militar. «Sin embargo, la preparación que se logró armar,
como algo más organizado, era principalmente en el plano polí-
tico: cómo crear las mejores políticas para enfrentar un posible
golpe de Estado, pero lejos de que esa preparación tuviera que
ver –por lo menos a nivel de trabajo de masas que hacíamos– con
algo más específico, en el plano de la resistencia específica, una
resistencia más miliciana, militar o lo que fuera... a diferencia de
todo lo que se ha orquestado, que teníamos planes y todo eso.
Nosotros, claro, teníamos un pequeño plan, que por ejemplo
como estudiantes era irnos al liceo Amunátegui. Ahí teníamos
el lugar de supuesto acuartelamiento»551.
Arinda Ojeda y Cristina Chacaltana recuerdan que a pesar
de las instrucciones pseudomilitares que supuestamente recibían
los miristas, la preparación armada de esta orgánica estaba lejos
de tener una magnitud que permitiera una respuesta ante las
Fuerzas Armadas golpistas. «Era como que se venía el lobo, se
venía, pero nunca vino. Pero en el fondo no lo creíamos, por lo
menos yo nunca me lo creí a fondo. De hecho si nosotros hacía-
mos depósitos552 era por algo. Pero también teníamos pistolitas
cuando los otros tenían medias armas»553.

551
Tamara Vidaurrázaga Aránguiz, Mujeres en rojo y negro. Reconstrucción
de memoria de tres mujeres miristas 1971-1990, Tesis para obtener el grado
de magíster en Género y Cultura con mención en Humanidades, Santiago,
Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile, 2005, p. 33:
IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPNFOUSBEBIUNM DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF
2011).
552
Escondrijos donde se depositaban armas y otros materiales clandestinos.
553
Ibid.

261
Sergio Salinas Cañas

4.1.3 El golpe militar y el inicio de la resistencia

Compañeros:
el pueblo debe prepararse para resistir,
debe prepararse para luchar,
debe prepararse para vencer
Trabajadores de Chile:
¡Adelante con todas las fuerzas!
¡Adelante con todas las fuerzas de la historia!554
Miguel Enríquez

El golpe militar del 11 de septiembre no solo sorprendió


al MIR, sino que al conjunto de la izquierda. La dirección del
MIR, luego del bombardeo a las radios leales al gobierno, tenía
la información de que el presidente Allende no iba a renunciar
a su cargo y su posición era permanecer en La Moneda. A me-
diodía miembros de la dirección se reunieron en una fábrica de
la comuna de San Joaquín, perteneciente al centro metalúrgico
Indumet, con algunos dirigentes del PS y el PC.

Participaron en dicho encuentro los dirigentes del MIR


Miguel Enríquez, Humberto Sotomayor y los socialistas
Ariel Ulloa, Rolando Calderón y Arnoldo Camus. El PC
fue representado por José Oyarce, cuyo partido tenía la
convicción de que los militares golpistas no cerrarían el
Congreso, por lo que era necesario esperar para entrar
en combate. En la reunión se acuerda juntar a todas las
fuerzas de la izquierda, aunque a esas alturas la conclusión
era lapidaria: ya era muy tarde para presentar batalla.
Miguel Enríquez decide volver más tarde para encontrarse
con Carlos Altamirano555.

Andrés Pascal Allende recuerda que «esa mañana, Miguel,


con intención de coordinar la resistencia, se había encontrado
temprano con dirigentes socialistas y un dirigente del Partido
Comunista, que manifestó que su partido estaba esperando a

554
Discurso del 17 de julio de 1973.
555
Daniel Avendaño, op. cit., p. 186.

262
El tres letras

ver si los militares cerraban o no el Parlamento para decidir qué


curso de acción seguir»556.
A su regreso, Miguel Enríquez, acompañado de Humberto
Sotomayor, Andrés Pascal y Arturo Villabela, es informado de
que Carlos Altamirano no había llegado. «Antes de que los di-
rigentes abandonaran la fábrica, esta comenzó a ser rodeados
por un nutrido contingente de efectivos de la policía uniformada,
desatándose un feroz combate»557.
Para Enérico García durante años se había pensado en la
posibilidad de un enfrentamiento a balazos, pero siempre era
hipotético. «Y de repente fue ‘ahora’. El enfrentamiento con el
enemigo empezaba en el minuto siguiente. Recuerdo haberme
acostado contra la pared y haber pensado ‘bueno, ya estamos,
quizás para esto nos preparábamos y aquí es donde tenemos
que demostrar que somos capaces de ganar’. El gran dolor de
ese momento fue la posibilidad de morir y, con eso, dejar de ver
cómo crecía mi hija»558.
Una vez roto el cerco impuesto por los uniformados, los
miristas se dirigieron a una casa de seguridad ubicada en el
sector sur de Santiago, donde empezaron a recibir las primeras
informaciones claras sobre la situación nacional: La Moneda
había sido bombardeada y el presidente Allende había muerto,
cumpliendo su palabra de no rendirse frente a los golpistas.

Las noticias recibidas evidenciaban que los focos de


resistencia eran muy dispersos y fragmentados, aislados en
algunas industrias, algunos francotiradores en el centro,
en algunas universidades y poblaciones, todos los esfuer-
zos fueron incapaces de detener el golpe sangriento y la
represión masiva que comenzaba a desencadenarse sobre
el movimiento popular559.

Algunos meses después, Miguel Enríquez afirmaría que las


condiciones objetivas ante la contraofensiva reaccionaria solo im-
556
José Calderón López, op. cit., p. 77.
557
Daniel Avendaño, op. cit., p. 186.
558
Enérico García Concha, op. cit., p. 112.
559
José Calderón López, op. cit., p. 77.

263
Sergio Salinas Cañas

ponían el repliegue. «Fue el momento de evaluar las condiciones


en las que se encontraba el movimiento popular y el partido, con
tal de definir pronto una táctica adecuada para el período»560.
En una entrevista dada en la clandestinidad561, el 8 de oc-
tubre de 1973, Miguel Enríquez afirmó que en Chile no había
fracasado la izquierda, ni el socialismo, ni la revolución, ni lo
trabajadores. «En Chile, ha finalizado trágicamente una ilusión
reformista de modificar estructuras socioeconómicas y hacer re-
voluciones con la pasividad y el consentimiento de los afectados:
las clases dominantes562».
Recién en diciembre de 1973, luego de semanas de reuniones,
discusiones, intercambio de opiniones y discrepancias, la Direc-
ción del MIR emitió el documento llamado «La táctica del MIR
en el actual período». En el informe se realizó un balance sobre
el accionar del MIR durante el gobierno de la Unidad Popular,
afirmando que el período «prerrevolucionario» había culminado
con una ofensiva reaccionaria que la clase dominante venía ges-
tando, «cristalizando así una victoria para la clase dominante y
una derrota para la clase obrera y el pueblo, abriendo un período
de contrarrevolución»563.
Para el MIR, el objetivo estratégico se mantenía: «constituir
la fuerza social que pueda iniciar una guerra revolucionaria y,
a partir de ella, construir el ejército revolucionario del pueblo,
capaz de derrocar a la dictadura militar, conquistar el poder
para los trabajadores e instaurar un gobierno revolucionario de
obreros y campesinos que complete las tareas de la revolución
proletaria»564.

560
Ibid, p. 78.
561
La entrevista habría sido realizada por la periodista María Leone, corres-
ponsal de la revista francesa Liberation, dirigida por Jean-Paul Sartre. Se
difundió por todos los países europeos provocando la ira de los servicios
de inteligencia chilenos.
562
Miguel Enríquez, «Entrevista de prensa», Santiago, Centro de Estudios
.JHVFM&OSÎRVF[ EFPDUVCSFEF QIUUQXXXBSDIJWPDIJMF
DPNFOUSBEBIUNM DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF

563
José Calderón López, op. cit., p. 86.
564
Cristián Pérez, «Años de disparo y tortura», op. cit., p. 360.

264
El tres letras

Y para el período 1973-1974, la meta táctica era « fortalecer


y acerar (…) el partido, constituir la fuerza social revolucionaria
y dar origen al ejército revolucionario del pueblo. A partir de
ello derrocar a la dictadura y conquistar el poder».

Como vemos, el MIR mantenía las metas con las que


había nacido; parecía no entender que la situación política
había sufrido un brusco cambio, que en la nueva etapa
la organización debía desarrollar sus actividades bajo un
régimen dictatorial que controla y persigue todo asomo
de disidencia, y que oponérsele podía significar tortura
y muerte565.

Para Lautaro Videla566, dirigente del MIR al momento del


Golpe, «teníamos una capacidad organizativa que había que
recomponer, porque al MIR lo golpearon muy poco en los prime-
ros días, estábamos medio desordenados pero ubicándonos en
las calles, teníamos una capacidad de reacción rápida y nuestra
gente mayoritariamente en su totalidad no se asiló y se reconectó
la gran mayoría»567.
Opinión diferente tiene Raimundo Elgueta: «El MIR en
Santiago había pasado bastante bien esos dos meses, porque en
realidad había tenido como 50 muertos. El drama fue en pro-
vincias, entre el 11 de septiembre del 1973 y el 31 de octubre
de ese mismo año, hay como unos 150 muertos y de ellos como
100 son de provincias, principalmente de las provincias del sur...
y de ahí el MIR es expulsado de las provincias en esos meses y es
cuando se empieza a producir la reagrupación de las colonias
en Santiago»568.

565
Ibid.
566
Lautaro Videla, dirigente histórico del MIR, al momento del Golpe era el
subjefe de la Estructura de Agitación y Propaganda del MIR que estaba a
DBSHPEF#BVUJTUBWBO4DIPVXFO'VFVOJNQPSUBOUFEJSJHFOUFTFDVOEBSJP 
estuvo en la estructura de comunicaciones ya mencionada, posteriormente
fue enviado al regional de Valparaíso y luego fue encargado del regional
Santiago hasta que se produjo su detención en enero de 1975. José Calderón
López, op. cit., p. 87.
567
Ibid, p. 87.
568
Ibid, pp. 87-88.

265
Sergio Salinas Cañas

Esta equivocación en la evaluación de los golpes recibidos


«se debe posiblemente a las precarias redes de comunicaciones
con las que contaba el partido después del Golpe, lo que distor-
sionó la lectura que el MIR hizo en los primeros meses sobre el
carácter de la represión, algo que tendría directas consecuencias
en la posterior toma de decisiones»569.
Como señala Andrés Pascal Allende, fue este conjunto de
factores y apreciaciones los que llevaron a la dirección a levantar
la consigna «el MIR no se asila» y a proponer mantener a todos
los dirigentes y los militantes en la clandestinidad. «Muchas
veces me han preguntado si acaso fue una locura, una política
errada. Es evidente que esa política fue motivada en parte por
una apreciación incorrecta sobre la profundidad de la derrota,
así como una subvaloración de la fortaleza política del gobierno
dictatorial y su capacidad represiva»570.
El dirigente rojo y negro agrega, en esta verdadera evaluación
de lo sucedido, que el MIR también se equivocó al creer que se
podría reconstruir en poco tiempo luego del golpe una clandes-
tinidad capaz de proteger al conjunto del partido e impulsar con
rapidez un vasto bloque antidictatorial.

Pero al mismo tiempo, nuestra opción tuvo una dimen-


sión ética y política correcta. En las semanas siguientes al
golpe, la mayoría de los dirigentes de los partidos de la
izquierda tradicional se asilaron por iniciativa propia u
orientación de sus partidos. Aunque fuera comprensible
que lo hicieran porque no tenían otra forma de evitar la
prisión, o incluso la muerte, esto provocó una imagen de
desbande y desmoralización en las bases del movimiento
popular que no tenía las mismas posibilidades de exi-
liarse y que se sintieron abandonadas. Ante esa situación
pensamos que era fundamental rescatar el ejemplo moral
del presidente Allende, que resistió a los golpistas con un
arma en las manos, sin abandonar la responsabilidad que
le había dado su pueblo571.

569
Ibid, p. 88.
570
Andrés Pascal Allende, op. cit.
571
Andrés Pascal Allende, op. cit.

266
El tres letras

Con respecto a la consigna «el MIR no se asila», Edgardo


Enríquez572 señaló: «Nadie se puede restar a la lucha. Por eso, y
no para sacar mezquinas ventajas partidarias frente a otros, el
MIR ha sido y es contrario al asilo y o al exilio de sus dirigentes
y militantes. Mi partido ha enviado al exterior el número estric-
tamente necesario de cuadros para el trabajo en ese frente, y bajo
la condición de regreso al país una vez cumplida su misión. Por
ello los poquísimos militantes del MIR que salieron al exterior
por su propia decisión sólo podrán recuperar su condición de
militantes a su regreso a Chile»573.
Durante los últimos meses de 1973, el MIR logra contactar-
se a regiones y la Dirección comienza a producir documentos
con la táctica para el período como el ya aludido. De la misma
manera, recibe dinero proveniente del Partido Revolucionario
de los Trabajadores (PRT) argentino, más el apoyo de la Junta
Coordinadora Revolucionaria (JCR)574 y como señala Roberto
Moreno, «recupera parte del armamento que los cubanos habían

572
Edgardo Enríquez, Simón, era hermano de Miguel Enríquez. Fue enviado
por este al exterior para encabezar el apoyo al MIR. En 1975 fue detenido
en Argentina por agentes secretos de ese país. Como parte de la Operación
Cóndor, habría sido enviado a Chile y entregado a la DINA. Permanece
detenido y desaparecido. Cristián Pérez, «Años de disparo y tortura», op.
cit., p. 362.
573
Edgardo Enríquez, «Conferencia de prensa en La Habana», 26 de junio de
1974, en Cristián Pérez, «Años de disparo y tortura», op. cit., p. 362.
574
Si bien los contactos eran anteriores, la reunión que marca el hito funda-
cional de la Junta Coordinadora Revolucionaria se realizó en noviembre
de 1972 en Santiago. En la oportunidad se reunieron ocho miembros de
la Comisión Política del MIR, los dirigentes históricos del PRT (Santucho,
Menna y Gorriarán), más tres dirigentes del MLN Tupamaros del Uruguay.
«En esa oportunidad Miguel Enríquez formalizó la propuesta política del
MIR en cuanto a constituir la JCR. De acuerdo con la definición de la JCR
recogida por Gorriarán, de labios de Miguel Enríquez, esta debía convertirse
en un ‘(…) instrumento de coordinación revolucionaria que implicara tanto
el intercambio de experiencias políticas como el intento de fijar posturas
comunes ante acontecimientos regionales y mundiales. Y el apoyo mutuo
para solucionar la situación de compañeros perseguidos, los problemas
financieros, de documentación, armamento». Igor Goicovic, «El interna-
cionalismo proletario en el Cono Sur», op. cit QQIUUQXXX
BSDIJWPDIJMFDPN*EFBT@"VUPSFTHPJDPJHPJDPQEG DPOTVMUBEPFM
de abril de 2011).

267
Sergio Salinas Cañas

guardado en una embajada de un país europeo. Habían planeado


el recambio de dirigentes regionales ‘quemados’»575.
Este levemente optimista escenario cambia dramática-
mente el 13 de diciembre de 1973 cuando es detenido Bautista
WBO4DIPVXFO NJFNCSPEFMB$PNJTJÓO1PMÎUJDBZVOPEFMPT
dirigentes históricos del partido, junto con Patricio Munita576,
su ayudante, y el sacerdote Enrique White577. Si bien, muchos
dirigentes habían sido detenidos o asesinados, como Florencio
Fuentealba Aguayo (hermanastro de Luciano Cruz), Mario
Melo Pradenas, Fernando Krauss Iturra y José Gregorio Liendo
(Comandante Pepe)578, esta era la primera caída de importancia
por su valor simbólico.
575
Cristián Pérez, Historia del MIR: «Si quieren guerra, guerra tendrán...» (La
frase es de Miguel Enríquez, en respuesta a la propuesta de rendición que les
hiciera el coronel Edgar Cevallos, del Servicio de Inteligencia de la Fuerza
Aérea de Chile. El documento fue dado a la publicidad el 10 de septiembre
de 1974, Revista de Estudios Públicos, n° 91, Santiago, Centro de Estudios
1ÙCMJDPT  QIUUQXXXDFQDIJMFDMENTMBOH@EPD@IUNM
(consultado el 20 de abril de 2011).
576
Patricio Munita Castillo tenía en esa fecha 23 años y estudiaba derecho
en la Universidad de Chile. Era conocido como James por su parecido al
actor norteamericano James Dean. Había llegado al MIR a través de Andrés
Pascal Allende, a quien conocía desde el colegio y por la vinculación de
ambos en comunidades de la Iglesia Católica. Daniel Avendaño, op. cit.,
pp. 195-196.
577
Durante toda la sesión de tortura hasta las muertes de Bauchi y James,
el sacerdote Enrique White fue testigo, a modo de escarmiento por haber
ocultado a personas por las que se ofrecía dinero por su cabeza. Luego,
y durante unos días, él también fue víctima de la tortura por parte de sus
captores que buscaban desesperadamente saber quién lo había contactado
DPO7BO4DIPVXFOZBTÎQPEFSMMFHBSBMPTBMUPTEJSJHFOUFTEFMMIR. Nancy
Guzmán, Un grito desde el silencio: Detención, asesinato y desaparición
de Bautista van Schouwen y Patricio Munita, Santiago, Lom Ediciones,
Colección Nuevo Periodismo, 1998, p. 61.
578
Entre el 3 y 4 de octubre de 1973 fueron fusilados, por una sentencia del
Consejo de Guerra de Valdivia, las siguientes personas, en su mayoría militan-
tes del MIR-MCR (Movimiento Campesino Revolucionario), todos acusados
de asaltar el Retén de Carabineros de Neltume el 12 de septiembre de 1973:
Pedro Purísimo Barría Ordoñez, 22 años, estudiante; José René Barrientos
Warner, 29 años, estudiante de filosofía, músico de la Orquesta de Cámara
de la Universidad Austral; Sergio Jaime Bravo Aguilera, 21 años, obrero ma-
derero; Santiago Segundo García Morales, 26 años, obrero maderero; Luis
Enrique del Carmen Guzmán Soto, 21 años, obrero maderero; Fernando
Krauss Iturra, 24 años, estudiante universitario, Secretario Regional del Mo-

268
El tres letras

A partir de 1974, el Servicio de Inteligencia de la Fuerza


Aérea de Chile (SIFA) y la Dirección de Inteligencia Nacional
(DINA) intensifican la persecución al MIR, dándole demoledores
golpes en todos los niveles de la estructura.

En efecto, el SIFA logró capturar a Coño Aguilar (Ar-


turo Villabela), quien cayó el 29 de marzo en la comuna
de La Reina cuando se dirigía a hacer un contacto; en el
enfrentamiento resultó herido con siete impactos de bala.
Permaneció algunos días en el Hospital Militar y luego
fue trasladado hasta las dependencias de la Academia de
Guerra Aérea (AGA)579.

Arturo Villabela580 en ese instante era miembro del Comité


Central, de la Comisión Política y máximo responsable militar
del MIR. También el SIFA detuvo a Víctor Toro, alias Melinka,
miembro del Comité Central, responsable de los pobladores;
a Roberto Moreno El Pelado, miembro del Comité Central y
la Comisión Política, y a Luis Retamar, dirigente del Regional
Santiago.

vimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR); José Gregorio Liendo Vera, 28


años, ex-estudiante de agronomía, militante del MIR y líder del Movimiento
Campesino Revolucionario (MCR) del Complejo Maderero y Forestal Pan-
guipulli, también conocido como Comandante Pepe; Luis Hernán Pezo Jara,
29 años, obrero maderero, Víctor Eugenio Rudolf Reyes, 32 años, obrero
maderero; Rudemir Saavedra Bahamondes, obrero maderero; Víctor Segun-
do Saavedra Muñoz, 19 años, obrero maderero; y Luis Mario Valenzuela
Ferrada, 20 años, obrero maderero. El Informe Rettig señaló que «se aplicó
a los reos un procedimiento y una penalidad de tiempo de guerra, que a la
época del ataque del que se les acusó, el 12 de septiembre de 1973, no se
encontraba decretado en el país, que lo fue por el DL Nº 5, publicado el
EFFTFNFTIUUQXXXNFNPSJBWJWBDPNFKFDVUBEPT&KFDVUBEPT-
KPTF@HSFHPSJP@MJFOEP@WFSBIUN DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF

579
Cristián Pérez, Historia del MIR..., op. cit., p. 20.
580
Arturo Villabela Araujo y los militantes Lucía Vergara Valenzuela y Sergio
Peña Díaz fueron acribillados el 7 de septiembre de 1983 en la calle Fuen-
teovejuna 1330, de Las Condes. Los tres habían regresado clandestinos al
país. Horas después, el mismo contingente dio muerte en la calle Janequeo
5707, de Quinta Normal, a Hugo Ratier Noguera y a Alejandro Salgado
Troquián en represalia por el atentado al intendente de Santiago Carol
Urzúa.

269
Sergio Salinas Cañas

Durante la detención de estos dirigentes se produjo un extra-


ño ofrecimiento de negociación, por parte del Servicio de Inteli-
gencia de la Fuerza Aérea a la dirección del MIR. Posteriormente
se produjeron algunas conversaciones en las que participaron el
coronel Edgar Ceballos, Inspector Cabezas, segundo al mando de
la inteligencia de la FACH; el obispo de Linares, Carlos Camus;
Laura Allende, hermana del expresidente Salvador Allende, y
Miguel Enríquez.

Al parecer, el coronel Ceballos, por medio de inter-


mediarios, le propuso a Miguel Enríquez liberar a los
prisioneros del MIR a cambio de que ellos cesaran toda
resistencia armada y reconocieran su derrota política; en
otras palabras, que el MIR capitulara; a cambio los miristas
serían indultados y podrían salir del país; la garantía era el
propio Ceballos. Para éste la negociación era una estrate-
gia que posibilitaba que el SIFA ganara la ‘guerra interna’
que mantenía con la DINA. Si la propuesta era aceptada
por la dirección del MIR, el Servicio de Inteligencia de la
Fuerza Aérea (SIFA) conseguía su mayor éxito581.

El MIR contestó finalmente al ofrecimiento del Servicio de


Inteligencia de la FACH con la declaración pública, «Respuesta del
MIR a los gorilas, fechada el 10 de septiembre de 1974 y apareci-
da en el Correo de la Resistencia 3-4. El documento comenzaba
señalando: «El miércoles 3 de julio de este año, el Servicio de
Inteligencia de la Fuerza Aérea (SIFA) hizo llegar a la dirección
del MIR una carta de los compañeros de nuestra Comisión Polí-
tica detenidos por el SIFA en marzo, Arturo Villabela y Roberto
Moreno, en la que el SIFA por intermedio de ellos, nos proponía
lo siguiente: que se realizara una conversación entre los jefes
del SIFA y el Secretario General del MIR, en la que el SIFA haría
una proposición para llegar a un ‘acuerdo’, que esta proposición
en principio tenía carácter extraoficial y que solo si surgía ‘una
base de acuerdo’ sería ‘puesto en conocimiento’ y sometido a la

581
Cristián Pérez, Historia del MIR…, op. cit., p. 20.

270
El tres letras

consideración del general Leigh y, por su intermedio, al resto de


la Junta Militar»582.
Luego el documento señalaba: «Exigían la absoluta reserva
de todo esto y precisaban que entretanto su persecución y ‘ata-
ques’ al MIR no cesarían y menos aún del resto de los aparatos
represores, ofrecían ‘garantías’ para la realización de la conver-
sación y abrieron la posibilidad de que nosotros enviáramos
emisarios a confirmar la veracidad de lo propuesto. Sugirieron
dos embajadores o personeros de la Iglesia a los que se les pre-
sentaría el asunto como ‘gestión’ de paz»583.
A continuación señalaban que «nuestros compañeros de-
tenidos hace ya varios meses, a pesar de haber sido torturados
salvajemente por el SIFA y de su situación concreta, en la misma
carta nos dijeron: ‘adelantamos nuestra opinión categóricamente
contraria a la aceptación de tal proposición’»584.
En el punto cinco del documento, el MIR manifestó su recha-
zo a la propuesta: «Hemos escogido el aniversario sangriento
de un año de dictadura gorila, para hacer público nuestro ca-
tegórico rechazo a semejante proposición. El MIR está en pleno
funcionamiento y crecimiento, se multiplican los Comités de
Resistencia del Movimiento de Resistencia Popular (MRP), en
las fábricas, fundos, poblaciones, oficinas, liceos, universidades.
La sola intención y el carácter de la negociación desenmasca-
ran la debilidad esencial de la Junta y la pésima calidad de sus
servicios de inteligencia. Sabemos que los gorilas intentarán de
desmentir su intento de negociación, fracasada ésta, solo los ha
desenmascarado»585.
El 16 de junio de 1974, la Comisión Política del MIR emitió el
documento «A fortalecer nuestro partido». Los golpes recientes,
algunas lecciones y la organización de las direcciones586 en el que

582
Mauricio Ahumada, op. cit., p. 337.
583
Ibid.
584
Ibid.
585
Ibid, p. 338.
586
En el mismo documento, la Comisión Política se refiere a lo sucedido con
#BVUJTUBWBO4DIPVXFOj/VFTUSPDPNQBÒFSP#BVUJTUBWBO4DIPVXFORVF
fuera torturado sanguinariamente durante semanas y meses sin hablar nada,

271
Sergio Salinas Cañas

se afirmaba que los militantes podían resistir la tortura, por eso


daba instrucciones precisas de que «si un militante era flagela-
do y entregaba información que permitiera la captura de otros
miembros de la organización, o se convertía en una colaborador,
(…) su nombre [sería] entregado a todos los militantes, al resto
de la izquierda y a movimientos revolucionarios del mundo.
(Y advertían que) se reservarán el derecho de aplicarle las más
duras sanciones y medidas, cuyo tenor será acorde con el grado
de desarrollo de la lucha»587.
Sin embargo, al contrario de lo que sostenía la Dirección del
MIR muchos militantes se «quebraron» y «hablaron» producto de
las sesiones de tortura, lo que sin duda puede ser entendido como
algo lógico, ya que como señala la abogada Magdalena Garcés,
que mantiene varios casos de miristas detenidos desaparecidos:
«Por definición (la tortura) busca quebrarte y causarte suficiente
dolor para que llegue un minuto donde te sacan información
(…); pretender que la gente resiste la tortura hasta el final y sólo
te arrancaron tres suspiros, es mentira, no es real, la tortura lo
que busca es provocarte el suficiente dolor hasta que te quiebra
(…) también es cierto que hay gente que la tocaron un poquito
menos y habló más, hay gente que aguantó muchísimo, pero
en definitiva la gente intentaba en el fondo cuidar la mayor in-
formación posible y buscar las estrategias de sobrevivencia que
tenían que ver con entregar lo mínimo’»588.
Este dramático escenario provocó un profundo dilema para
la militancia mirista: por una parte, la organización acusaba de
«traidores» a quienes hablaban, pero por otro lado, la tortura era
imposible de resistir. «Tampoco existen antecedentes de que la
dirección se haya hecho cargo de las víctimas de estos apremios.
Lentamente se fue creando entre la militancia una situación muy

respondiendo a las torturas, como atestiguan compañeros que estaban


siendo torturados en salas contiguas, con insulto a los torturadores y con
gritos de certeza en la victoria de la revolución obrera y campesina, y aún
no sabemos con seguridad si está vivo o está muerto». Martín Hernández,
op. cit., p. 3.
587
Cristián Pérez. «Años de disparo y tortura», op. cit., p. 368.
588
José Calderón López, op. cit., p. 121.

272
El tres letras

conflictiva y tensa que provocó la pérdida de las confianzas y la


estigmatización de muchos militantes que supuestamente no se
habían comportado de acuerdo a las exigencias del partido»589.
En agosto de 1974, luego de haber resistido dos grandes ofen-
sivas represivas, el secretario general del MIR, Miguel Enríquez,
en el comunicado público «A convertir el odio e indignación
en organización de la resistencia» (El Rebelde, n° 99, agosto
de 1974), estimaba que el partido había logrado adoptar las
medidas necesarias para resistir y evitar los golpes represivos.
«La resistencia –agregaba– ha ido tomando cada vez más fuerza,
uniendo desde abajo a la clase obrera, al pueblo y a la izquierda,
y creando miles de Comités de Resistencia. En este proceso, el
MIR se ha fortalecido y ha multiplicado su influencia en el seno
de la clase obrera, incorporando a sus filas a un crecido número
de la vanguardia proletaria»590.
En una transmisión clandestina de Radio Liberación, un
miembro de la resistencia popular afirmó: «¿qué por qué lucha-
mos? Nosotros somos patriotas, somos patriotas revolucionarios.
Somos patriotas en la Resistencia Popular. Y estamos en esta posi-
ción desde que el 11 de septiembre los antipatriotas y reaccionarios,
junto con asesinar al presidente Allende comenzaron la guerra
contra nuestra patria, o sea, contra nosotros, contra el pueblo»591.
El 21 de septiembre de 1974, la Dirección de Inteligencia
Nacional (DINA) detiene a Lumi Videla592 (la Negra, Luisa) y a
Sergio Pérez (Chico), su compañero, así como a algunos enlaces,
logrando algunos antecedentes sobre el paradero de Miguel En-
589
Ibid.
590
Rolando Álvarez, Julio Pinto y Verónica Valdivia, Su revolución contra
nuestra revolución. Izquierdas y derechas en el Chile de Pinochet (1973-
1981), vol. 1, Santiago, Lom Ediciones, 2006, p. 173.
591
Transmisión clandestina original en casete.
592
El 4 de noviembre de 1974 se encontró el cadáver de Lumi Videla en el lado
interior de una pared del jardín de la Embajada de Italia, en la comuna de
Providencia. La prensa de la época informó que habría sido víctima de los
asilados que se encontraban en la embajada, en el marco de una orgía. La
embajada, por su parte, desmintió que Lumi Videla se hubiera encontrado
BTJMBEBFOFMSFDJOUP.FNPSJB7JWB j-VNJ7JEFMB.PZBvIUUQXXX
NFNPSJBWJWBDPNFKFDVUBEPT&KFDVUBEPT7WJEFMB@NPZB@MVNJIUN
(consultado el 20 de abril de 2011).

273
Sergio Salinas Cañas

ríquez. En la operación participan Osvaldo Guatón Romo, la


Flaca Alejandra (Alejandra Merino, importante exmilitante del
MIR) y Basclay Humberto Zapata Reyes el Troglo.
En la tarde del sábado 5 de octubre, un numeroso grupo de
agentes de los grupos Halcón 1 y Halcón 2 de la agrupación Cau-
policán de la DINA, al mando de Miguel Krassnoff Martchenko
llegó hasta una casa azul ubicada en la calle Santa Fe, comuna de
San Miguel. Diversos autores afirman que se había llegado a esa
dirección interpretando numerosos fragmentos de informaciones
dispersas y no producto de delación debido a torturas.
En aquella casa vivían clandestinos Miguel Enríquez, José
Bordaz (Coño Molina), jefe de la Fuerza Central; Tito Sotomayor
(Tonio), miembro de la Comisión Política, segundo en la estruc-
tura de mando, y Carmen Castillo Echeverría (Catita, Ximena),
compañera de Miguel. Se produjo un fuerte enfrentamiento en el
que resultó muerto Miguel y herida de gravedad Carmen Castillo.
Los otros militantes pudieron romper el cerco militar y escapar
del lugar bajo un intenso tiroteo. «Al otro día Tonio y su mujer,
María Luz García (Marisa), lograron llegar a la Embajada de
Italia y pidieron asilo. Asilarse en una embajada sin autorización
contravenía la política de la organización. Posteriormente el MIR
obligó a Tonio a viajar hasta Cuba para dar explicaciones por su
comportamiento. En La Habana algunos miembros del partido
no le hicieron la vida agradable, pues lo culpaban de abandonar
a Miguel Enríquez en pleno combate593.
Al morir, Miguel Enríquez, el cargo de secretario general fue
asumido por Andrés Pascal Allende. «De ese modo, la organi-
zación continuaba su lucha; sobrevivía a la caída del líder y de
parte importante de la Comisión Política y del Comité Central,
pero las pérdidas difícilmente podrían recuperarse»594.
En los días posteriores cayeron detenidos otros cuadros
emblemáticos como el jefe del aparato militar, José Bordaz595 (el
593
Cristián Pérez, Historia del MIR..., op. cit., p. 20.
594
Ibid.
595
El 5 de diciembre de 1975 murió José Francisco Bordas Paz, ingeniero civil,
dirigente del MIR, quien luego de haber salvado con vida del operativo que
terminó en la muerte de Miguel Enríquez, falleció en un enfrentamiento

274
El tres letras

Coño Molina), Alejandro de la Barra, miembro del Comité Cen-


tral, y Ana María Puga, su esposa y militante. Ellos se sumaban
a otros importantes militantes caídos anteriormente: Bárbara
Uribe596Z&EXJOWBO:VSJDL TVFTQPTPFMQFSJPEJTUB.ÃYJNP
Gedda597, Martín Elgueta, Alfonso Chanfreau, María Angélica
Andreoli, Muriel Dockendorff598, entre otros. En esta operación
participó como delator el exmirista Leonardo Barba Schneider.
«Poco después comparecían ante las cámaras de televisión, en
lo que el partido calificó como un montaje propagandístico
del régimen, cuatro militantes detenidos599 por los aparatos de

con agentes del SIFA en el sector alto de Santiago tras una larga persecu-
ción en automóvil. Centro de Estudios Miguel Enríquez, «Bordas Paz,
+PTÊ 'SBODJTDPv IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN.FNPSJBMDBJEPT@NJS#
CPSEBT@QB[@KPTFQEG DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF

596
Bárbara Uribe Tamblay, «en el verano del 71 se incorporó a los trabajos
voluntarios junto al movimiento campesino y al sector de obreros de Tal-
ca. Su cambio fue radical. Salió de nuestra casa una lola de Providencia y
regresó una joven madura, de vestimentas más sencillas, con una mirada
que ofrecía nuevos horizontes: los sueños la envolvieron, la esperanza de
alcanzar el cielo, de tomar las estrellas, la hizo vibrar, crecer y entregarse.
Por eso se incorporó al trabajo poblacional mi hermana, en La Bandera y
en Nuevo Amanecer. Por eso entró al MIR y fue una activa militante, aunque
secretamente confesaba que le aburría la formación teórica de izquierda,
estaba convencida de que la injusticia no era una cuestión de libros, sino
que una acción permanente, un acto de servicio, un acto de amor». Viviana
6SJCF5BNCMBZ j#ÃSCBSB6SJCF5BNCMBZvIUUQXXXMBTIJTUPSJBTRVFQP-
EFNPTDPOUBSDMCBSCBSBIUN DPOTVMUBEPFMEFBCSJMEF

597
Máximo Gedda, militante del MIR, periodista de revista Punto Final, cineasta
y director de televisión en TVN, capturado por la DINA en julio de 1974.
Asesinado probablemente en septiembre de 1974.
598
En 1975, en julio, aparecen las fatídicas listas de los 119 chilenos que
habrían muerto en enfrentamientos en Argentina y Brasil.  Estas listas
fueron publicadas en los diarios Lea y O’Dia. Muriel aparece en una de
FTUBTMJTUBT.FNPSJB7JWB j.VSJFM%PDLFOEPSGG/BWBSSFUFvIUUQXXX
NFNPSJBWJWBDPNEFTBQBSFDJEPTEEHIUNM DPOTVMUBEPFMEFBCSJM
de 2011).
599
Los miristas que participaron en la conferencia de prensa fueron: Cristián
Mallol Comandari, Héctor Hernán González Osorio, Humberto Menanteaux
Aceituno y José Hernán Carrasco Vásquez. «Menanteaux y Carrasco salieron
en libertad en septiembre de 1975, para volver a ser detenidos por los agentes
de la DINA en noviembre de ese mismo año. Sus cuerpos fueron casualmen-
te encontrados, semienterrados, en las cercanías de Buin, en diciembre de
1975. Ambos tenían claros signos de haber sido torturados antes de dárseles
NVFSUFv.FNPSJB7JWB j"OTFMNP0TWBMEP3BESJHÃO1MB[BvIUUQXXX

275
Sergio Salinas Cañas

seguridad llamando al MIR a reconocer la derrota y a deponer


una resistencia que juzgaban inútil»600.
A comienzos de 1975, Andrés Pascal Allende realizó una
evaluación general del desempeño táctico del MIR en los 18 meses
transcurridos desde el golpe de Estado. En ella reconocía que
la «larga y salvaje ofensiva represiva» que tenía como blanco
principal al MIR había significado costos inmensos «incluyendo
la muerte y encarcelamiento de decenas de compañeros, la desar-
ticulación de estructuras y tareas, las desconexiones internas, el
repliegue, los efectos desmoralizadores de las campañas propa-
gandísticas de la dictadura en las masas, y aun, en una evidente
alusión al llamado televisivo a deponer las armas, el surgimiento
de actitudes derrotistas y deserción de algunos cuadros»601. Dra-
máticamente terminaba así el inicio del camino de las armas para
el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, aunque el grito de
«pueblo, conciencia, fusil, MIR, MIR» aún resonaba en algunos
lugares de Chile.

NFNPSJBWJWBDPNEFTBQBSFDJEPTESBOTFMNP@PTWBMEP@SBESJHBO@QMB[BIUN
(consultado el 20 de abril de 2011).
600
Rolando Álvarez, op. cit., p. 174.
601
Ibid.

276
Afiche realizado por la resistencia en el exilio.

277
Volante de la Resistencia al interior de Chile.

278
Capítulo 5

Subjetividades: de la radicalización
ideológica a la radicalización
política en los militantes del MIR

El guerrillero,
como elemento consciente de la vanguardia
debe tener una conducta moral
que lo acredite como verdadero sacerdote
de la reforma que pretende...
El soldado guerrillero debe ser un asceta.
Ernesto Che Guevara

Uno de los aspectos hasta ahora muy poco explorados de


los grupos de la nueva izquierda revolucionaria (NIR), pese al
creciente interés en las ciencias sociales y la historia por los años
sesenta y setenta, es el fenómeno de la radicalización política. Es
decir, reconstruir el proceso de aprendizaje ideológico-político
que dio lugar a la identidad política revolucionaria602 es aún un
campo de estudio nuevo en nuestro continente, pese a los diversos

602
Por identidad política revolucionaria entenderemos el universo ideológico
de los valores, los sentimientos y los modos de entender y hacer política de
los militantes del MIR en Chile. «Creyendo que la violencia –en cualquiera
de sus variantes– era la forma de lograr un cambio radical, esos jóvenes
erigieron al proletariado, o al pueblo, en agente clave de esa transforma-
ción». María Matilde Ollier, De la revolución a la democracia. Cambios
privados, públicos y políticos de la izquierda argentina, Buenos Aires, Siglo
Veintiuno Editores, 2009, p. 11.

279
Sergio Salinas Cañas

trabajos que existen al respecto, principalmente en Argentina y


Colombia603.
Para algunos autores, como María Matilde Ollier, el in-
greso de los jóvenes al campo revolucionario estuvo fundado
en una fuerte convicción de intervenir en el espacio público;
sin embargo, el pasaje de la radicalización ideológica (ser re-
volucionario en el mundo de las ideas) a la política (ejercer esa
«revolucionariedad»)604 fue vivido de manera conflictiva por
muchos de quienes llevaron adelante ese tránsito. Recordemos
que la militancia política representa uno de los grados más altos
de compromiso cívico, pues corresponde a la participación vo-
luntaria en una organización cuya principal preocupación son
los asuntos de interés público. Pese a su relevancia cívica, los mi-
litantes políticos constituyen una minoría dentro de la población
y los jóvenes militantes políticos revolucionarios «constituyen
más la excepción que la regla»605.
Los problemas del tránsito de la radicalización ideológica
a la política se vincularon a dos disyuntivas básicas. Primero,
armonizar lo privado y lo político en la militancia revolucionaria
y, por otra parte, a las dificultades para equilibrar lo político y
lo militar. «Este segundo conflicto, al desbalancearse en favor
del último dio lugar a la militarización de la política. Entonces,
una doble subordinación de lo privado a lo político y de éste
a lo militar, acabó colocando en el centro del activismo una
603
María Cristina Tortti, «Reseña La creencia y la pasión. Privado, público
y político en la izquierda revolucionaria. María Matilde Ollier», La Plata,
Cuadernos del CISH 6OJWFSTJEBEEF-B1MBUB  QIUUQXXX
GVFOUFTNFNPSJBGBIDFVOMQFEVBSBSU@SFWJTUBTQSQSQEG DPO-
sultado el 5 de mayo de 2011).
604
Véase en mayor profundidad este tema en María Matilde Ollier María,
«Partidos armados: La lógica oficial y las voces disidentes (Argentina 1976-
1977)», Revista Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Debates, París, 2008, p.
IUUQOVFWPNVOEPSFWVFTPSHJOEFYIUNM DPOTVMUBEPFMEF
mayo de 2011).
605
Vicente Espinoza y Sebastián Madrid, «Trayectoria y eficacia política de los
militantes en juventudes políticas. Estudio de la élite política emergente»,
KVOJP EF   Q  IUUQXXXHPCFSOBCJMJEBEEFNPDSBUJDBQOVEPSH
archivos/1282250365Libro%20Trayectoria%20y%20eficacia%20politi-
ca%20de%20los%20militantes%20%20en%20juventudes%20politicas.
QEG DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF


280
El tres letras

concepción militar de la política y en consecuencia, al ejercicio


personal de la violencia»606.
El discurso oficial de las organizaciones confrontaba estas
divergencias con una serie de argumentos y prácticas que gira-
ban en torno a la noción de compromiso, entendido como la
adhesión indiscutida a las órdenes impartidas; en una frase: a
mayor obediencia, mayor compromiso. «La culminación de la
entrega supeditaba lo personal/privado a lo colectivo/político,
entrenaba para la lucha militar y se disponía al ejercicio o al
padecimiento de la violencia, transformándose, cada militante,
en un eslabón más de la cadena de mando y obediencia que
estructuraba la organización»607.
María Matilde Ollier, al tratar el origen y desarrollo de la
«identidad revolucionaria», utiliza un esquema interpretativo que
combina los condicionantes más generales (el proceso de sociali-
zación) con el elemento más singular y aleatorio, sintetizado en
la noción de vocación de intervención en la esfera pública. Esta
vocación se constituye así en el rasgo diferencial que explica el
pasaje de la radicalización ideológica a la radicalización política,
es decir, a la decisión de ingresar a una organización de la nueva
izquierda revolucionaria.
«Así, a la manera de una verdadera ‘carrera’, la radicaliza-
ción atravesaría ‘ámbitos’ (privado, público y político) y ‘etapas’
(temprana y revolucionaria), y reconocería tanto ‘continuidades’
como ‘rupturas’»608 con la tradición política del país analizado.
De esta forma, la nueva izquierda revolucionaria les va a ofrecer
un paradigma desde el cual resignificarán sus valores e ideas
políticas tempranas, prerrevolucionarias. Los itinerarios de
aprendizajes, experiencias y valores sobre cuyas huellas cons-
truyeron aquella identidad colectiva aún son materia de debate
en el ámbito de las ciencias sociales e historia.

606
María Matilde Ollier, «Partidos armados...», op. cit., p. 5.
607
Ibid.
608
María Cristina Tortti, op. cit., p. 300.

281
Sergio Salinas Cañas

5.1 La radicalización ideológica en el MIR

Cuando el hombre llegó a la luna era de noche.


Ese 20 de julio de 1969, íbamos con Miguel
en el peor auto operativo del partido.
Miguel se reía mucho al pensar que nosotros
estábamos tratando de hacer la revolución,
tratando de canjear el estado de cosas en el mundo,
mientras que una nave espacial norteamericana se posaba
en la superficie de la luna y decía Miguel:
‘con qué enemigo nos estamos metiendo… ¿eh?609.

En la formación ideológica de los militantes del Movimiento


de Izquierda Revolucionaria convergieron diversas corrientes
teóricas y políticas, al igual que ciertos hechos sucedidos en el
campo internacional, que constituyen el sustento ideológico de
esta organización política, muchas de las cuales ya han sido
señaladas en capítulos anteriores. Pese a ello, destacaremos
algunas que el propio MIR dio más preponderancia; entre ellas,
el marxismo-leninismo, la Revolución Cubana, la teoría de la
dependencia.
En su declaración de principios, el MIR señaló que parte de
su matriz teórica surge a partir del marxismo-leninismo, y así
lo reflejó, en diversos documentos internos donde, en el análisis
de la realidad chilena, se intentó utilizar el método dialéctico,
asumiendo de hecho el materialismo histórico.

Desde esta perspectiva, hay algunos textos clásicos


del marxismo que marcan ideológicamente a toda una
generación, y en particular al MIR. En estos escritos están
bosquejados los fundamentos del marxismo, sobre los
cuales en la época no había mayor discusión, sino que
se compartían dichos planteamientos como parte de la
realidad de la época. Fundamentos como la lucha de
clases, la inminencia de la revolución proletaria como
determinación histórica, la concepción del Estado, y el
rol de la clase obrera y la vanguardia, son fundamentos
del marxismo leninismo que, afirmados en la experiencia

609
Enérico García Concha, op. cit., p. 17.

282
El tres letras

revolucionaria que se había acumulado en el mundo, nadie


se proponía discutir610.

Andrés Pascal Allende611 afirmó que el marxismo los influyó


grandemente en la formación del MIR, particularmente la influen-
cia de la Revolución bolchevique y de Lenin. «Nosotros leíamos
y estudiamos mucho esta revolución en sus primeras etapas, así
como también a través del trotskismo una visión crítica acerca del
socialismo de Estado y del estalinismo. Y a partir de ahí leímos
mucho sobre la Revolución China, hay que acordarse de que
existía una contradicción entre estos dos países, la Revolución
Vietnamita, en especial los textos de Ho Chi Minh, Von Nguyen
Giap, Le Duan»612.
Bajo este influjo, el MIR desarrolla su propia «teoría del
poder» compuesta de tres elementos centrales: Estado burgués,
órganos de poder del pueblo y partido revolucionario. «La ‘teo-
ría del poder’ previamente referida se constituyó en el principal
marco de referencia del MIR a la hora de diseñar sus lineamientos
políticos, entre ellos los que se plasmarían en sus propuestas de
‘poder popular’»613.
Esta herencia leninista en la concepción de partido, que les
exigía ir profesionalizándose como militantes revolucionarios,
es algo que la mayoría de los entrevistados, en diversas tesis,
recuerdan como pilar de la militancia. Como recuerda Pamela,
el MIR era «una organización marxista-leninista; con un férrea
concepción leninista de organización (...), Y por otro lado, eh, se
planteaba el tema de la formación de cuadros, es decir, la forma-
ción de sus militantes, y por lo tanto, con una fuerte formación
política e ideológica»614.

610
Fahra Neghme, op. cit., p. 21.
611
Entrevista realizada a Andrés Pascal Allende, el 19 de julio de 2011.
612
Ibid.
613
Sebastián Leiva Flores, op. cit., p. 25.
614
Alondra Peirano, Un cambio profundo en la relación de los exmiristas con la
realidad: de la militancia revolucionaria al compromiso social despolitizado
en el Chile neoliberal, Seminario de Grado para optar a la Licenciatura en
Historia, Santiago, Departamento de Ciencias Históricas, Facultad de Filo-
TPGÎBZ)VNBOJEBEFT 6OJWFSTJEBEEF$IJMF IUUQXXXDZCFSUFTJT

283
Sergio Salinas Cañas

Rebeca afirma que «en el tiempo de militancia yo sentía tal


mi nivel de ignorancia que hice un esfuerzo enorme por estudiar
marxismo y cualquier manual; y mi lectura fue por ese lado,
porque había una articulación teórica, una cantidad de conceptos
tan distinta a la que uno había escuchado en el colegio, en la
familia, que uno tenía que hacer un esfuerzo por entenderla»615.
Por otra parte, Pedro señala: «Me fui compenetrando de lo
que fue la línea del partido, que era bastante complicada, porque
había muchas cosas que aprenderse, porque era una institución
grande el MIR, no era un partido chico; entonces eso demandaba
harto tiempo, harto tiempo al estudio, al estudio de los textos del
partido, cosas orgánicas, había también estudio de la literatura
marxista propiamente tal»616.
Juan Patula Saavedra recuerda que las lecturas de estudio
incluso venían de los tiempos en que militaban en los grupos
previos a la fundación del MIR, como Vanguardia Revolucionaria
Marxista. «Nuestras lecturas eran variadas dentro de un mismo
marco, el marxismo clásico: Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Rosa
de Luxemburgo y otros autores relacionados; historia de las re-
voluciones, como la rusa (con Los 10 días que conmovieron al
mundo, de John Reed), la Mexicana, la Guerra Civil Española
o la Larga Marcha de Mao Tse Tung»617.
Asimismo, Gregory Randall, nacido en Estados Unidos,
relata que creció en el seno de una familia de izquierda. Primero
en México, donde los eventos de 1968 (la matanza de Tlatelolco
ya reseñada anteriormente) marcaron a su familia y los impulsa-

DMUFTJTVDIJMFQFJSBOP@BIUNMJOEFYIUNM DPOTVMUBEPFMEFNBZP
de 2011).
615
Marlene Martínez Ángel, La experiencia política de los militantes del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR): motivaciones, práctica
partidaria y división de la militancia. Chile (1973-1988), Informe Final
de Seminario de Grado para optar al Grado de Licenciatura en Historia,
Santiago, Departamento de Historia, Facultad de Filosofía y Humanidades.
6OJWFSTJEBE EF $IJMF   IUUQXXXDZCFSUFTJTDMUFTJTVDIJMF
NBSUJOF[@NIUNMJOEFYGSBNFTIUNM DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF

616
Ibid.
617
Juan Saavedra Gorriateguy, Te cuento otra vez esa historia tan bonita,
Santiago, Editorial Forja, 2010, p. 38.

284
El tres letras

ron al exilio en Cuba. «Luego en Cuba, desde los 8 años, crecí


como un hijo de la Revolución Cubana y como tal las luchas
revolucionarias que se desarrollaban en el continente eran parte
de nuestra vida cotidiana. Creo haber hablado de esto bastante
en mi libro»618.
Ocho años antes, en 1960, Gregory había nacido producto
de la decisión de su madre por tener un hijo; el elegido como
procreador fue Joel Oppenheimer, un poeta más reconocido. La
madre de Gregory trabajaba en los más diversos oficios buscando
convertirse en una poeta. «Mi madre era entonces una joven
poeta que buscaba su camino. Trabajaba en Spanish Refugee
Aid, una organización que colectaba y enviaba fondos para los
republicanos españoles, refugiados luego de la guerra civil en
Francia y África del norte. Joel ya era un poeta reconocido y
pasaba buena parte de su tiempo en la taberna The Lions Head,
en el Village. Mi madre desde el principio decidió tener un hijo
sin padre, de modo que ya desde entonces ella y yo estuvimos
unidos por lazos muy especiales. Los lazos que se forman por
estar solos en el mundo a pesar de los muchos amigos que siem-
pre nos rodearon»619.
De la misma manera, la Revolución Cubana no solo impulsó
insurrecciones y movimientos guerrilleros en el continente. Tam-
bién generó a su alrededor, producciones ideológicas relacionadas
con el mismo fenómeno, algunos de los cuales eran verdaderos
tratados revolucionarios, los que fueron leídos por miles de se-
guidores. Entre los últimos, está la Segunda Declaración de La
Habana, que constituirá uno de los documentos más importantes
para los jóvenes revolucionarios del continente. «Este discurso de
Fidel Castro pronunciado en febrero de 1962, es una verdadera
reconstrucción histórica de la explotación e injusticias de la hu-
manidad. Similar a la reconstrucción que elaborara Marx y Engel
en el Manifiesto Comunista, pero sin el ingrediente socialista, la
618
Entrevista con Gregory Randall, recibida sus respuestas el 12 de septiembre
de 2012. El cuestionario está referido, a diferencia de las otras entrevistas,
principalmente a su experiencia de vida en radio Liberación.
619
Gregory Randall, Estar allí entonces. Recuerdos de Cuba 1969-1983,
Montevideo, Editorial Trilce, 2010, p. 15.

285
Sergio Salinas Cañas

Declaración de La Habana servirá de fuente forjadora para los


miristas, en sus lecturas formativas»620.
La Segunda Declaración de La Habana les entregará a los
miristas razones para la emancipación, liberación y revolución
en el continente; las injusticias sociales, la intervención extranjera
y la explotación que durante décadas han sufrido los indígenas,
campesinos, obreros, el pueblo latinoamericano.
Como sostiene Cristián Pérez, «bajo el influjo de la Revo-
lución Cubana se fueron convenciendo de que la única opción
para hacer las transformaciones que Chile requería era la lucha
armada»621.
Tanto en los libros como en las entrevistas622 aparecidas en
diversas tesis, se muestra que la Revolución Cubana fue el ejem-
plo real que mostraba que la lucha armada era viable, y por ende
se transformó en un incentivo muy fuerte tanto en la génesis del
MIR como en el ingreso de los futuros militantes. Desde el punto
de vista de Felipe, «representaba el momento político, en el año
64-65, que se da el MIR como fenómeno político, ya teníamos la
Revolución Cubana, con toda la imagen que ella nos daba, ya se
habían creado una serie de movimientos en el resto de América
Latina, tratando de transformar la sociedad y de hacerla una
sociedad más justa»623.
Para Eduardo Carrasco, líder del grupo musical Quilapayún
y a fines de los sesenta estudiante de filosofía en el Pedagógico
de la Universidad de Chile, se vivían intensamente todas las
inquietudes políticas, fundamentalmente las provocadas por la
Revolución Cubana. Por esto «fuimos rápidamente conquista-

620
Pedro Valdés Navarro, op. cit., p. 154.
621
Cristián Pérez, Historia del MIR..., op. cit.
622
Véase esta afirmación en las siguientes tesis: Alondra Peirano, Un cambio
profundo en la relación de los exmiristas con la realidad: de la militancia
revolucionaria al compromiso social despolitizado en el Chile neoliberal;
Marlene Martínez Ángel, La experiencia política de los militantes del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR): motivaciones, práctica
partidaria y división de la militancia. Chile (1973-1988); Pedro Valdés
Navarro, Elementos teóricos en la formación y desarrollo del MIR durante
el período 1965-1970.
623
Alondra Peirano, Un cambio profundo, op. cit.

286
El tres letras

dos por el MIR, que por aquella época nada tenía que ver con lo
que fue después o es ahora. Entonces se trataba principalmente
de jóvenes muy idealistas y muy románticos, pero sin ninguna
organización seria»624.
Para el dirigente y fundador Andrés Pascal Allende625, la
Revolución Cubana y otros movimientos guerrilleros similares
tuvieron una influencia capital en la formación del MIR, como
el MIR de Venezuela y Perú, los grupos guerrilleros en Brasil,
«por las lecturas que hacíamos, la información que llegaba y
porque en los sesenta había un mayor tránsito por Chile de
personas de otros países. Pero nosotros hicimos una lectura en
Chile totalmente distinta a la de la Revolución Cubana. O sea,
no teníamos para nada una idea foquista. Nuestra lectura sobre
la Revolución Cubana era más bien de una lucha de carácter
nacional inicialmente. Siempre tuvimos claro que no podíamos
repetir en Chile lo que se había hecho en Cuba. Si bien, fuimos
partidarios de hacer ‘un, dos, mil Vietnam en América Latina’
no coincidíamos tampoco con la experiencia del Che en Bolivia.
Pese a aquello apoyamos al ELN en ese país»626.
Por ejemplo, Gregory Randall señala que además del ejem-
plo de Che en Bolivia, había otras personas que marcaban un
camino; entre ellos, menciona a Turcio Lima y Yon Sosa en
Guatemala; Carlos Fonseca en Nicaragua; Hugo Blanco en Perú;
Douglas Bravo en Venezuela; los hermanos Peredo en Bolivia;
Raúl Sendic en Uruguay; Miguel Enríquez en Chile; Roberto
Santucho en Argentina y Carlos Marighela en Brasil. «Hasta en
el mismo corazón de los Estados Unidos actuaban los Panteras
Negras, los Weatherman, los independentistas puertorriqueños.
Nos parecía que la ola imparable de la Revolución avanzaba
con fuerza y nosotros éramos parte de aquello. Las derrotas,
aunque numerosas, parecían puntuales y momentáneas. Yo ya

624
Ximena Goecke Saavedra, op. cit., p. 22.
625
Entrevista realizada a Andrés Pascal Allende, op. cit.
626
Ibid.

287
Sergio Salinas Cañas

estaba sumergido en ese mundo y vivía lo cotidiano como parte


de ese ambiente general»627.
1PSPUSBQBSUF QBSB#BVUJTUBWBO4DIPVXFO MB3FWPMVDJÓO
Cubana impactó poderosamente en el espíritu de los revolucio-
narios. «¿Y qué enseñaba la Revolución Cubana? Como Fidel
ya lo expresara en la Segunda Declaración de La Habana, la
Revolución Cubana enseña que la revolución es posible, que los
pueblos pueden hacerla y que en el mundo contemporáneo no
hay fuerza capaz de impedirla»628.
Para el dirigente, la Revolución Cubana enseñaba acerca
de la cuestión fundamental de toda revolución: el problema del
poder. Enseñaba también acerca de la innovación para crear y
recrear nuevos métodos de lucha, la lucha armada, apoyándose en
vastos movimientos de obreros y campesinos. Enseñaba, además,
la necesidad histórica, inevitable, cada vez más imprescindible,
de construir efectivamente un partido de vanguardia, un partido
revolucionario. «Se podría hablar mucho más de lo que ense-
ñaba y de lo que sigue enseñando la Revolución Cubana. Pero
es evidente que ella introdujo al ambiente político e ideológico
en América Latina un carácter cualitativamente distinto. Es este
ambiente el que remece a los espíritus despiertos y a los espíritus
asequibles a los sufrimientos centenarios de las masas, en donde
Luciano Cruz empieza a operar, empieza a descubrir las nuevas
variantes, los nuevos elementos de las circunstancias políticas»629.
Reafirmando la idea anterior, Juan Patula Saavedra sostiene
que en la juventud había penetrado con fuerza el triunfo de la
Revolución Cubana, «la imagen de Fidel y el mensaje contenido
en la Segunda Declaración de La Habana, de la que repetíamos
de memoria párrafos enteros»630.
Por otra parte, si bien el foquismo, como teoría y los escri-
tos de Régis Debray no tuvieron gran influencia en los jóvenes

627
Gregory Randall, Estar allí entonces…, op. cit., p. 27.
628
 #BVUJTUBWBO4DIPVXFO %JTDVSTPFOFMQSJNFSBOJWFSTBSJPEFMBNVFSUFEF
Luciano Cruz, 14 de agosto de 1972, Centro de Estudios Miguel Enríquez,
en Martín Hernández, op. cit., p. 107.
629
Ibid.
630
Juan Saavedra Gorriateguy, op. cit., p. 36.

288
El tres letras

miristas sí sucede con la figura de Ernesto Che Guevara. «Tanto


en lo teórico como en lo valórico, la figura del Che será una
constante en el ejemplo revolucionario. Desde las concepciones
del hombre nuevo, hasta la participación en las tareas fabriles
cotidianas con los obreros cubanos, llegaría como parte de un
síntoma del cambio posible. Cambio no sólo fomentado desde
las esferas del poder revolucionario, y dirigente, que a veces se
transformaba en burocracias, sino desde lo más basal y simple
en el trato humano diferente. Cierto o no, el Che plasmaba la
figura de un hombre íntegro y dedicado a la causa. Elementos
suficientes para impulsar la militancia mirista hasta límites no
recomendables para una organización revolucionaria, que quiera
además guardar y controlar ciertas medidas de seguridad»631.
La influencia de la Revolución Cubana sobre el MIR sería
años después reafirmada por Edgardo Enríquez, miembro de la
comisión política de ese partido, en el acto de homenaje a Miguel
Enríquez organizado por el Partido Comunista de Cuba el 21 de
octubre de 1974 en La Habana: «Fue el triunfo de la Revolución
Cubana, 1959, el que provocó un remezón en la conciencia de
los pueblos y de los militantes de la izquierda de América Latina,
en una época en que el dominio del imperialismo yanqui y de
las burguesías nacionales del continente parecía todopoderoso.
Fue el ejemplo de esta revolución, fue el ejemplo de Fidel y del
Che, los que despertaron a la vida política y encendieron el opti-
mismo revolucionario a toda una generación de revolucionarios
latinoamericanos, entre los cuales se encontraban Miguel y sus
compañeros. Fue el ejemplo de esta revolución, que rompió con
todos los escepticismos y esquematismos que se arrastraban des-
de décadas anteriores, el que influyó poderosamente en Miguel
Enríquez y sus compañeros, y el que en 1965 condujo a la for-
mación del MIR. Posteriormente, fue el ejemplo revolucionario e
internacionalista del Che, la vida, la obra y la muerte de Ernesto
Guevara, los que marcaron a fuego a toda una generación de

631
Pedro Valdés Navarro, op. cit., p. 158.

289
Sergio Salinas Cañas

revolucionarios latinoamericanos, entre los cuales estaba Miguel


Enríquez»632.
Como reafirma Juan Patula Saavedra, era «el Che Guevara
quien más los inspiraba, con sus obras El socialismo y el hombre;
su Carta a Fidel de despedida, para iniciar su lucha liberadora
en otras partes del mundo; su Mensaje a la Tricontinental, que
reunió en La Habana a representantes de movimientos de libe-
ración de África, Asia y América; y, finalmente, su Diario (del
Che en Bolivia), en que relataba día a día su experiencia de
guerrillero en Bolivia»633.
Pero estos textos no solo fortalecían el pensamiento ideo-
lógico mirista, sino también tenían un uso práctico concreto.
Como afirma César, en el MIR «discutíamos de todo (...) desde
el hombre nuevo, de cómo tenía que ser el hombre nuevo hasta
cómo tenía que ser el arte revolucionario, cómo teníamos que
hacer el trabajo de reclutamiento y formación de cuadros, cómo
teníamos que construir fuerzas, cómo debíamos actuar en los
diferentes frentes que teníamos... eran discusiones bastantes
enriquecedoras»634.
Andrés Pascal Allende sostiene que entre los grupos guerri-
lleros latinoamericanos de mediados de la década de 1960 el que
más los impactó fue el del Movimiento de Liberación Nacional
Tupamaros. «Nos era muy atractivo por el carácter urbano, pero
tampoco pretendimos copiarlos»635.
Gregory Randall afirma que, al igual que lo hacía la mayoría
de las personas que lo rodeaban, también le nació el sentimiento
por participar en la revolución continental. «Dentro de lo que
veía, la izquierda revolucionaria me parecía la más clara, conse-
cuente y verdaderamente revolucionaria»636.
Para Randall, «en esa isla empecé el cuarto grado de la
escuela primaria y antes de irme terminé los estudios de inge-
niería. Allí fui testigo y partícipe de una de las experiencias más
632
Fahra Neghme, op. cit., p. 34.
633
Juan Saavedra Gorriateguy, op. cit., p. 36.
634
Marlene Martínez Ángel, op. cit.
635
Entrevista realizada a Andrés Pascal Allende, op. cit.
636
Entrevista a Gregory Randall, op. cit.

290
El tres letras

interesantes del siglo XX y quizás de la historia de la humanidad.


No es común que una sociedad intente realmente construir un
mundo mejor, pensado en función de los intereses de las mayo-
rías. Y más raro aún que esa experiencia dure tantos años. Con
el paso del tiempo he aprendido a valorar lo excepcional de ese
proceso. Cuba me marcó profundamente. Estoy orgulloso de ser
un hijo de la Revolución Cubana»637.
Además agrega que «la teoría política no me fue ajena,
estudié tanto a nivel formal como por mi cuenta y los trabajos
que producía en ese entonces la izquierda revolucionaria (como
el MIR chileno), me parecían una buena síntesis entre los clásicos
marxistas, los aportes más actuales (teoría de la dependencia,
mayo del 68, feminismo naciente, etcétera) y la coherencia de
vida»638.
Otra de las vertientes que ayudó a conformar el ideario
mirista, fue la teoría de la dependencia. El MIR estuvo profun-
damente ligado a este pensamiento. Importante es señalar que
Luis Vitale fue uno de los fundadores de este partido, y que Ruy
Mauro Marini y Tomás Vasconi fueron, por lo menos hasta 1973,
militantes activos de este.

La dirigencia del MIR, en particular Miguel Enríquez,


mantuvo una permanente comunicación con ellos. Mar-
tín Hernández, dirigente del MIR, plantea: ‘Con la mayor
parte de los teóricos marxistas de la dependencia, incluso
con aquellos que son militantes de la Unidad Popular
como Theotonio Dos Santos y Vania Bambirra, Enrí-
quez tiene un constante intercambio intelectual. La base
de la convergencia intelectual entre Enríquez, formado
en la tradición trotskista, y los teóricos marxistas de la
dependencia radica en la ratificación que hace la teoría
de la dependencia de la idea central de un programa de
transición; a saber, la fusión de las tareas de liberación
nacional y socialistas’639.

637
Gregory Randall, Estar allí entonces, op. cit., p. 7.
638
Entrevista a Gregory Randall, op. cit.
639
Fahra Neghme, op. cit., p. 32.

291
Sergio Salinas Cañas

Andrés Pascal Allende sostuvo que junto con valorizar la


existencia de lo que se denominó Tercer Mundo, un mundo de
abajo, también se definió a estos países como dependientes del
capitalismo central. Y eso los llevó a una lectura desde la propia
realidad de América Latina y, en especial, de Chile640.
Los teóricos de la dependencia que más influyeron en el
MIR –de acuerdo a Andrés Pascal Allende– fueron André Gunder
Frank, muy cercano a ellos; Ruy Mauro Marini, que llega en el
gobierno de la Unidad Popular y que llega a ser parte del Comité
Central del MIR; Aníbal Quijano, que vivió a fines de los sesenta
en Chile. «En fin, esa intelectualidad que empieza a alejarse de
esa mirada tan eurocéntrica y comienza a mirar nuestras reali-
dades a partir de lo sucedido aquí, una mirada al período de la
Colonia, al desarrollo del capitalismo en Latinoamérica que es
distinto al mismo desarrollo en Europa»641.
Por otra parte, en la Declaración de Principios del MIR se
puede ver ya esta convergencia entre el pensamiento mirista y
la teoría de la dependencia. En el punto IV de esta se afirma que
las lucha por la liberación nacional y la reforma agraria se ha
transformado, a través de un proceso de revolución permanente
e ininterrumpida, en revoluciones sociales, demostrándose así
que sin el derrocamiento de la burguesía no hay posibilidades
efectivas de liberación nacional y reforma agraria integral, tareas
democráticas que se combinan con medidas socialistas. «Lo an-
terior muestra como el carácter de la burguesía, en contradicción
con los intereses de la liberación nacional, reflejó uno de los
puntos fundamentales en que convergió el pensamiento mirista
con los nuevos pensadores»642.
Otro suceso que tiene influencia directa en el MIR fueron
las movilizaciones de estudiantes que se daban a escala plane-
taria, cuyo «mayo francés» se convirtió en el símbolo de estas
movilizaciones a fines de los sesenta. Si bien, influenció en forma
directa, Andrés Pascal Allende agrega que el MIR participaba, en

640
Entrevista realizada a Andrés Pascal Allende, op. cit.
641
Ibid.
642
Fahra Neghme, op. cit., p. 32.

292
El tres letras

el caso de las movilizaciones por la Reforma Universitaria en


Chile, incluso antes de que se registraran sus símiles en Europa
y en otros países latinoamericanos643.
Además, influenció directamente al MIR el surgimiento de
teóricos de reconocido prestigio como Herbert Marcuse. Las
ideas esgrimidas tanto al calor de las movilizaciones como en
las páginas de los miembros de la Escuela de Frankfurt darían
nuevos relieves a la imagen que se estaba forjando: la del joven
revolucionario como contrapartida al inmovilismo en el que
había caído el proletariado industrial.
Andrés Pascal Allende agrega también como un impacto
cultural importante en la formación del MIR, además de las
movilizaciones estudiantiles, del mayo francés, al movimiento
contracultural que nació con los hippies en Estados Unidos. Este
movimiento «tiene un impacto en las relaciones sociales, en las
relaciones de pareja, en la crítica a la visión consumista que tenía
el capitalismo industrializado en ese momento. Pero esto tiene
una repercusión política, comienzas a ver la política desde lo
alternativo. Empezamos a imaginarnos la política no como parte
del sistema, sino en contradicción, en confrontación con él»644.
En una entrevista, Manuel Cabieses pregunta a Miguel
Enríquez sobre la crítica que hace al MIR de estar formado solo
por jóvenes y pequeño burgueses. El dirigente mirista responde
que «no aceptamos que sólo la clase obrera tenga un lugar en
el combate social. En caso alguno. En un plano teórico, por así
decir, muy pocos marxistas deterministas siguen defendiendo
la clase social a partir del lugar que el individuo ocupa en la
producción»645.
Luego, Enríquez afirma, apoyándose en Marx, que la con-
dición social dentro de la escala productiva no es esencial para
definir el lugar revolucionario, sino más bien lo importante es
su actuar, su papel en la lucha social, esto lo determina su prác-
tica revolucionaria. Esto está probado históricamente, señala

643
Entrevista realizada a Andrés Pascal Allende, op. cit.
644
Ibid.
645
Pedro Valdés Navarro, op. cit., p. 174.

293
Sergio Salinas Cañas

Enríquez, ya que a lo largo de las distintas luchas libradas por el


proletariado y el campesinado, diversos líderes han pertenecido a
grupos sociales ajenos al del obrero y campesino, clases sociales
motrices de la revolución, este es el caso de la Revolución Rusa
con Lenin y Trotsky, la revolución China con Mao y por último,
la Revolución Cubana con Fidel y el Che. «El papel combatiente
de los estudiantes de América Latina, incluyendo Chile, nadie
puede desconocerlo. La izquierda tradicional sólo puede echar
en cara al MIR la juventud de sus dirigentes. Porque la mayoría
de la dirección de esos partidos es también pequeño burguesa,
aunque más vieja que la nuestra»646.
Para Miguel Enríquez, «actualmente no existe proceso re-
volucionario en el que los estudiantes no desempeñen destacada
labor, es más, en muchos de ellos constituyen los estudiantes la
chispa, y a veces hasta son mayoría en la composición de las
fuerzas que se han lanzado a la insurrección. Si se quiere en
forma prematura, los estudiantes de izquierda que se dirigen al
medio social que los rodea, no van, como a principios de siglo, a
apoyar a los obreros en sus luchas reivindicativas o a convertirse
en simples cooperadores al desarrollo comunitario, sino que, ya
sea por métodos reformistas o revolucionarios, se proponen a
corto o largo plazo, la conquista del poder y la transformación
radical del país»647.
Otro de los sustentos ideológicos importantes del MIR
proviene de las ideas emitidas por la llamada Iglesia Popular o
de base, que posteriormente se conocerían como teología de la
liberación. Pese a que el MIR siempre se definió como marxista-
leninista, a través de la radicalización de sus ideas religiosas
cientos de cristianos militantes de base, sacerdotes y religiosas,
fueron acercándose lentamente hasta militar en este partido.
Dos de los casos más emblemáticos los constituyeron los
sacerdotes Rafael Maroto Pérez y Antonio Llidó Mengual, entre
muchos otros.

646
Ibid, p. 175.
647
Ibid, pp. 163-164.

294
El tres letras

Rafael Maroto como joven sacerdote tuvo por delante una


segura carrera eclesiástica. Brillante predicador y guía espiritual,
llegó a ocupar el cargo de vicario episcopal y capellán del palacio
La Moneda desde 1964 hasta septiembre de 1973. Eran los años
en que en toda América Latina y en la Iglesia Católica a nivel
universal, muchas cosas comenzaron a cambiar o, por lo menos, a
cuestionarse. «Rafael Maroto tenía una gracia muy excepcional:
la capacidad de bajar en los escalones institucionales y sociales,
para subir en calidad de militante y revolucionario»648.
Rafael Maroto, cura obrero, si bien fue párroco en la po-
blación La Legua, siempre trató de ser un poblador más. «En
el período en La Legua, creo que es uno de los períodos más
importantes de mi vida. Yo recibí en La Legua mucho. Mucho
más de lo que puede significar dar; siempre en las relaciones
humanas hay un dar y un recibir. Yo no digo que ni diera algo;
indudablemente, di, pero mucho más recibí que di»649.
Para el padre Maroto es difícil describir cómo se fue pro-
duciendo la evolución desde su compromiso social al político.
Afirma que su vivencia en la población La Legua, donde algunas
personas lo llamaban el padre Callampa, lo marcó profunda-
mente y lo hizo sentirse un hombre del pueblo pese a su origen
social alto. «Y se fue continuando en el tiempo, se fue haciendo
cada vez más fuerte, siendo que tuve otros cargos que no tenían
nada que ver con esa situación. Yo fui Vicario, por diez años fui
Vicario del Cardenal. Eso me separó un poco de ‘la papa’, donde
se está dando la lucha, pero la inquietud seguía muy fuerte»650.
El padre Maroto siempre buscó, como cura obrero, el ideal
de proletarización, es decir, trabajar como un obrero más. Este
tema ya lo había hablado con amigos sacerdotes en los años
cuarenta, a los que respetaba mucho como monseñor Francisco
Vives o el padre Alberto Hurtado. En esa oportunidad solicitó

648
Leo Wetli, «Rafael Maroto Pérez: Sacerdote, profeta y revolucionario»,
$FOUSPEF&TUVEJPT.JHVFM&OSÎRVF[ QIUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN
.FNPSJBMDBJEPT@NJS.NBSPUP@QFSF[@SBGBFMQEG DPOTVMUBEP FM  EF
mayo de 2011).
649
Jorge Narváez, op. cit., p. 2054.
650
Ibid, p. 2065.

295
Sergio Salinas Cañas

trabajar como obrero en la población La Legua, petición que


no fue aceptada. En 1974, logró trabajar como obrero por dos
años, primero ayudando a un fontanero y posteriormente en la
construcción del Metro de Santiago. «Entonces yo estuve ahí
trabajando metido en una gran empresa, en la cual había esa
convivencia y esa participación total dentro de la clase, lo cual
a mí me significó mucho»651.
Pero este compromiso social que el padre Maroto mostraba
ese año ya estaba acompañado de un compromiso político que
se había iniciado desde el mismo momento del golpe militar: su
militancia en el MIR. «Creo que en realidad me incorporé a la
Resistencia desde el primer momento. Mi intervención respondió
a una postura que entonces se vio como la única posible. El ejer-
cicio de esa resistencia se realizó a través de las organizaciones
que el pueblo se fue dando, tratando de participar realmente en
ellas, de ir clarificando pensamiento dentro del mismo pueblo,
animando, comprometiéndose con la realidad, e impulsando de
alguna manera la movilización»652.

En lo político cumplió con su papel de militante del


MIR. Más tarde, como miembro del Comité Central del
partido, Rafael logró sintetizar el pensamiento de obrero,
luchador social y militante con el de pastor, teólogo y
sacerdote. Se llegó de esa manera a configurar una cierta
anticipación de lo que más tarde sería la Teología de la
Liberación653.

Cabe recordar que junto con su militancia política, Rafael


Maroto fue uno de los primeros promotores de esta nueva teo-
logía654. De hecho, antes del golpe militar, en Calama, se habían
realizado reuniones de los partidarios de la teología de la libe-
ración, posteriormente muchos de los iniciadores tuvieron que
salir de Chile. «Otra parte constituida por chilenos continuamos
651
Ibid, p. 2066.
652
Ibid, p. 2095.
653
Leo Wetli, op. cit.
654
Véase a este respecto, Guy Boulanger, Theologie practique de Libération 
au Chili de Salvador Allende.

296
El tres letras

el movimiento en Chile, bajo la sigla de EMO (Equipo Misión


Obrera). Así pudimos añadir a la historia fundacional la praxis
efectiva del movimiento bajo la dictadura militar»655.
Uno de los iniciadores de este grupo y que tuvo que salir de
Chile después del Golpe fue Juan Caminada, teólogo misionero
con experiencia en Indonesia. «Este se proponía  responder a la
pregunta ¿cómo puede la Iglesia saldar la distancia que la separa
del mundo obrero? Ella había ensayado muchas iniciativas para
este efecto, pero todas habían fracasado. El obrero ‘no se hallaba’
dentro de los moldes de la Iglesia. Había, pues, que salir de estos
moldes y concebir otros, partiendo esta vez del mundo obrero»656.
Entre los chilenos partidarios de la naciente teología de
la liberación, estuvieron: Rafael Maroto, Mariano Puga, José
Correa, Santiago Fuster y José Aldunate. «Optamos por conti-
nuar. El Golpe nos dispersó, estuvimos algunos trabajando y en
1975 nos reunimos todos en Santiago. En Santiago, pues, nos
organizamos para rehacer el Movimiento Calama que debía de
ser semiclandestino, bajo el epígrafe de EMO (Equipo Misión
Obrera). La ausencia forzada de Juan Caminada nos favoreció
en cierta manera para adaptar su proyecto a las realidades de
un país y una Iglesia bajo una dictadura militar»657.
Lo primero que hicieron los sacerdotes participantes fue
rehacer el equipo, para lo que se organizó jornadas de coadapta-
ción, admitiendo en el grupo a religiosas y a laicos. «Se incorpora-
ron sacerdotes, como Roberto Bolton, Sergio Naser, y religiosas,
DPNP/BEJMF0EJMFZ.BSHBSFU8FTUXPPE NBUSJNPOJPT DPNP
el de Rolando Rodríguez y Katy Gallardo, agentes pastorales,
como Ana María Berten y Juanita Ramírez, y otros muchos.
Varios han hecho historia. Recordemos entre los muertos a la
pareja sacrificada con toda la familia Gallardo por la DINA, cuyos
cuerpos me tocó reconocer en la morgue. Katy tenía quemadas
las dos órbitas oculares. También murió Odile, condecorada
655
José Aldunate, «El movimiento Calama. Una experiencia que hizo historia
FO$IJMFvIUUQXXXDSPOJDBEJHJUBMDMOFXTDPMVNOJTUBTBMEVOBUF
IUNM DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF

656
Ibid.
657
Ibid.

297
Sergio Salinas Cañas

por su valor en rescatar vivos y muertos, algunos de ellos de las


aguas del Mapocho»658.
Como una forma de seguir la senda que les había marcado
Juan Caminada, se vincularon al trabajo: Rafael Maroto en el
Metro; Mariano Puga en un equipo que pintaba edificios; Ro-
berto Bolton en un consultorio; Sergio Naser en la rehabilitación
de alcohólicos, «Fuster en labores agrícolas, mujeres en la calle
Meiggs y en Mackay, etcétera. Yo estuve en la construcción, en
el PEM y otros trabajos. Vivimos todos el ‘éxodo’ y la ‘inserción’,
viviendo en barrios populares»659.
Si bien algunos de los participantes del EMO sólo desarrolla-
ron labor pastoral, otros se involucraron en política: ya sea en
la «denuncia» de violaciones a los derechos humanos como los
participantes del Movimiento Sebastián Acevedo o en política
contingente, como Rafael Maroto, que llegó a ser vocero del MIR.
Por otra parte, el sacerdote valenciano Antonio Llidó llegó
como misionero a Chile en 1969. La situación política que se
vivía en el país y el debate que ocurría en la Iglesia, hicieron que
rápidamente su compromiso social con los pobres creciera. De
esta forma, mantuvo una relación muy cercana con sus feligre-
ses en la ciudad de Quillota, ciudad en la que logró mantenerse
dictando clases de francés y castellano en varias escuelas de la
ciudad. Su trabajo lo realizó en las capillas de Nuestra Señora
de los Desamparados y de la Medalla Milagrosa.
En los períodos previos al golpe de Estado, su compromiso
social va dando pasos hacia un compromiso político, primero
uniéndose a los Cristianos por el Socialismo y posteriormente,
como cuenta en las cartas a su familia, producto de su escepti-
cismo respecto de la Vía Chilena al Socialismo y su creencia en
un enfrentamiento armado, vinculándose definitivamente al MIR
a mediados de 1971.

En 1971, Antonio Llidó participó junto a varios profe-


sores y alumnos del instituto local en un taller de Estudio

658
Ibid.
659
Ibid.

298
El tres letras

de la Realidad Nacional que le permitió profundizar en


las raíces de la injusticia social y las desigualdades que
veía a diario en las poblaciones donde ejercía su trabajo
pastoral y social. Aquellas jornadas de estudio y reflexión
compartidas, con los clásicos del pensamiento marxista
como principales referencias, pusieron de manifiesto
también las dificultades que entrañaba la Vía Chilena
al Socialismo y le persuadieron que, más tarde o más
temprano, estallaría un enfrentamiento armado entre la
burguesía y la clase obrera660.

En aquellos días escribió a su familia: «Entiendo cada vez


más mi religión y mi sacerdocio como un compromiso con la
sociedad en la que vivo, un compromiso con aquellos hombres
y mujeres que luchan por la instauración de un orden social que
impida la esclavitud, que capacite al hombre para acercarse cada
vez más a su plenitud, que haga la injusticia y la explotación cada
vez más difíciles y no el pan nuestro de cada día»661.
El padre Antonio Llidó, como dirigente del comité local
interior del MIR, impulsó la lucha por un socialismo democrá-
tico y profundamente revolucionario a partir de una amplia
participación y concienciación de los obreros y los campesinos.
«Este fuerte compromiso le enemistó con su vicario y su obispo,
Emilio Tagle, conocido por su conservadurismo, del que haría
gala en septiembre de 1973 para apoyar con entusiasmo el gol-
pe de Estado militar y en los años siguientes con su apoyo a la
dictadura»662.
El obispo Tagle, en abril de 1972, le suspendió de sus funcio-
nes sacerdotales y le pidió que regresara a España, pero Antonio
Llidó decidió permanecer en Chile, ya que consideraba que sus
vínculos con el pueblo que luchaba por hacer realidad el reino
de Dios en la tierra eran más importantes que los que le unían a

660
Mario Amorós: «Este dirigente del MIR y de Cristianos por el Socialismo
desapareció hace 31 años a manos de la DINA. 35 años sin Toño», revista
Rebelión Digital IUUQXXXSFCFMJPOPSHOPUJDJBQIQ JE
(consultado el 16 de mayo de 2011).
661
Ibid.
662
Ibid.

299
Sergio Salinas Cañas

un obispo comprometido con los sectores más reaccionarios. «En


mayo de aquel año, una manifestación de centenares de personas
en su apoyo en Quillota, que culminó con la toma y violento
desalojo de la principal parroquia de la ciudad, ocupó un amplio
espacio en la prensa regional y nacional, ya que mostraba como
la creciente lucha de clases que enfrentaba a la izquierda contra
la alianza de la derecha y la DC penetraba ya en la Iglesia»663.
El golpe militar del 11 de septiembre de 1973 hizo realidad
los augurios pesimistas que el padre Llidó había escrito a un
amigo en febrero de 1972: «Nunca en la Historia los poderosos
se dejaron arrebatar pacíficamente sus privilegios. Chile no va
a ser la excepción»664.
Aquella mañana Antonio Llidó se dirigió junto con sus com-
pañeros a la fábrica textil Rayón Said, ocupada por sus obreros
en febrero de 1971 y nacionalizada por el gobierno de Allende.
Después de conocer el bombardeo de La Moneda y ante la impo-
sibilidad de oponer resistencia a los militares que ya cercaban la
entrada principal, decidieron que sus dirigentes marcharan para
sumergirse en la clandestinidad. Durante un mes se escondió
junto con un compañero, Jorge Donoso, en casas muy humildes
del cerro Mayaca, Valparaíso y Viña del Mar.
En su penúltima carta, el 24 de agosto de 1974, Antonio
Llidó le escribe a Fusteret, un amigo de Benitatxell en Alicante,
señalándole: «Te escribo a la luz de una vela, en algún lugar de
Chile y en las condiciones en que puedes imaginar, ya que estoy
considerado un peligro para la seguridad nacional»665.
A mediados de octubre ya se encontraba en Santiago y como
dirigente del MIR se abocó a trabajar en la construcción de la
Resistencia Popular. «Pero 1974 fue el año de la gran razzia de
663
Ibid.
664
Ibid.
665
Mario Amorós, «Antonio Llidó, un cura revolucionario», en Pilar García
Jordan (y otros coordinadores), Estrategias de poder en América Latina,
Universitat de Barcelona, 2000, p. 308: <http://books.google.com/books?
id=LXLlUxLLe20C&pg=PA477&dq=Estrategias+de+poder+en+Am%C3
%A9rica+Latina,+Volumen+1999&hl=es&ei=CKXRTZCRL9PpgQeSmd
JX%"TB9PJCPPL@SFTVMUDUSFTVMUSFTOVNWFE$$L2"&X
""WPOFQBHFRGGBMTF DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF


300
El tres letras

la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) contra el MIR y en


septiembre, en la última carta a su familia, escribió, intuyendo
ya un posible trágico final: ‘Siguen cayendo compañeros todos
los días, pero hasta ahora yo me he podido librar. Ojalá la suerte
me siga acompañando (...). No quiero ponerme dramático, pero
alguna vez hay que decirlo. Si algo malo me ocurriera, quiero
que tengan claro que mi compromiso con esto que hago ha
sido libremente contraído, con la alegría de saber que esto es
exactamente lo que me corresponde hacer en este momento’»666.
El 1 de octubre de 1974 fue detenido por la DINA en el cen-
tro de Santiago y conducido a uno de sus centros clandestinos
de detención y tortura, situado en la calle José Domingo Cañas
1367. «De su estancia allí y posteriormente en el centro de
Cuatro Álamos existen numerosos testimonios que revelan que
no delató ante sus torturadores ni a la familia que le acogió en
la clandestinidad, ni a ninguno de sus compañeros, testimonios
que nos hablan de su humanidad y de su trato afectuoso hacia
sus compañeros de martirio. Hacia el 25 de octubre de 1974,
cuando tenía 38 años, fue llamado junto a otros detenidos de
Cuatro Álamos y desapareció para siempre»667.
El preso político Edmundo Lebrecht recuerda «haber oído
a los torturadores exasperados torturándole y preguntándole:
‘¿Y por qué no hablái, cura maricón?’. Él gritaba a esos tipos:
‘Por mis principios, por mis principios’»668.
Para Andrés Pascal Allende, todas estas influencias recién
reseñadas que recibe el MIR en el período de formación, tienen
una importancia capital cuando estos jóvenes revolucionarios
se van acercando a la práctica política.

666
Mario Amorós, «Este dirigente…», op. cit.
667
Hasta hoy todas las gestiones de sus familiares y sus compañeros por cono-
cer su trágico final han sido infructuosas, pero al menos su tenaz lucha por
la justicia y la memoria ha permitido que en septiembre de 2008 la justicia
chilena condenara a una parte de la cúpula de la DINA por su desaparición.
Ibid.
668
Testimonio filmado por Andreu Zurriaga (sobrino de Antonio Llidó) en
septiembre de 1998, en Mario Amorós, «Antonio Llidó...», op. cit., p. 308.

301
Sergio Salinas Cañas

Para el fundador del MIR, todos estos aportes contribuyen


en la formación de una visión crítica, en las que también entra
una reinterpretación de la historia de Chile669, de lo que se carac-
terizaba como la aristocracia obrera, sindicalismo oficial dentro
del sistema, y una valorización mayor de los pobres del campo
y la ciudad, como afirmaba Miguel Enríquez. «Es donde estaba
esa clase obrera más inestable, que era hija de una migración
del campo a la ciudad. De ahí, los movimientos de allegados, las
ocupaciones de tierras, los que después se expresa más adelante
en campamentos, en donde lo comunitario tiene una fuerza muy
grande. No porque venga de la teoría revolucionaria, sino porque
eran campesinos que venían de las haciendas que tenían una
vida comunitaria bajo el papel paternal del patrón, del rey»670.
Andrés Pascal Allende afirmó que la realidad descrita, pese
a que no ha hecho un trabajo sistemático, a veces no quedó
reflejada en los textos escritos miristas. «Siento a veces que hay,
no una cierta discordancia, sino falta de imbricación entre el
lenguaje, de los textos sobre todo escritos, todavía se habla de la
clase obrera y los pobres del campo y la ciudad, y la realidad»671.
El dirigente sostuvo que pese a que eran tributarios de la
idea que debería existir una intelectualidad, una vanguardia que
se funde con el movimiento social para fundar el partido para la
lucha revolucionaria, «la verdad es que, lo asumiéramos o no, la
realidad social y sus permanencias históricas, subalternas, desde
abajo, influían sobre el MIR»672.
Y tal es así, sostiene Andrés Pascal Allende, que cuando
el MIR es fundado existe en una concepción de conquista del
poder y ya para 1969 o 1970, existe otra concepción que es de

669
Andrés Pascal Allende contó que en una oportunidad estuvo presente en
una discusión, en la que participaban los hermanos Enríquez y Bautista
WBO4DIPVXFO TPCSFTFSQBSUJEBSJPEF+PTÊ.JHVFM$BSSFSBPEF#FSOBS-
do O’Higgins. El MIR optó por ser carrerista. Además, se leyó mucho a
Francisco Bilbao, Santiago Arcos, los sucesos de Ranquil, la matanza de
Santa María con una óptica distinta a la de la historiografía tradicional de
izquierda. Entrevista realizada a Andrés Pascal Allende, op. cit.
670
Ibid.
671
Ibid.
672
Ibid.

302
El tres letras

construcción del poder popular, desde lo alternativo, desde fuera


del sistema, desde lo comunitario. «Esto comienza a filtrarse en
nuestra literatura, en nuestra propaganda, en nuestro discurso.
Cosa que no fue nunca teorizada, porque la realidad no daba
para eso, porque era tanta la exigencia de la lucha cotidiana, de
la actividad, de la organización que no nos daba ni tiempo para
sentarnos a reflexionar y teorizar»673.
En ese sentido, Andrés Pascal señaló que siempre ha pensado
en escribir sobre la relación entre teoría y práctica en política
revolucionaria en lo cual el MIR es un adecuado ejemplo. «Como
la práctica, que viene de la historia, incluso de la conservadora
que viene del campo, la no progresista, la que opta por la con-
servación de sus formas comunitarias, o forma de relación y de
trueque, de esa vida local tradicional de relación, en un país en
que el 50% de la población todavía vive en el campo, se expre-
sa posteriormente revolucionariamente chocando con la forma
en que se había expresado históricamente el capitalismo en el
país»674.
Para el fundador del MIR, estas nuevas formas de acción
política que comienzan a desarrollar los pobres del campo y la
ciudad, sumado a sus formas tradicionales de relación social, se
enfrentan al pacto histórico político-social que el Estado lleva-
ba adelante, irrumpiendo con fuerza en el escenario político y
en la sociedad chilena. Y el MIR es la expresión política de esa
irrupción «que se da sobre todo desde 1967 en adelante al abrir
las compuertas del imaginario popular, el gobierno de Frei. No
la izquierda. Es el gobierno DC, con sus reformas, el que le está
diciendo a ese campesino, a ese poblador pobre, tú también
puedes acceder a la tierra, tú puedes acceder a una casa. Y la
movilización popular no se produce ni por la teoría ni por la
conciencia revolucionaria, sino que por el deseo de acceder al
cumplimiento de sus demandas: acceso a la tierra, a la comida,
a la vivienda, a una buena educación y no elitista, etcétera»675.

673
Ibid.
674
Ibid.
675
Ibid.

303
Sergio Salinas Cañas

5.2 La radicalización política

El 19 de septiembre, como siempre,


se hacía la parada militar...
Cuando los milicos empiezan a desfilar,
el ‘Chico’ Zorrilla corre y salta a los brazos de Luciano,
quien lo toma, mientras Zorrilla
le grita: ¡Huevón maricón!
No me habiai dicho que eran tantos...676.

Como vimos anteriormente, la radicalización ideológica, es


decir, de ser revolucionario en el mundo de las ideas, implica un
proceso radical y polarizado que llevan a cabo los individuos
antes de formar parte de un actor colectivo revolucionario. Es-
tas imágenes de la política –y las vivencias que ellas implican–,
generadas en la etapa de la radicalización ideológica, son las que
impulsan a transitar hacia la radicalización política, el vivir esa
«revolucionariedad».
El ingreso al MIR, es decir, al campo revolucionario, en parte
fue posible, dados su background valorativo y las imágenes que
tienen de la política. «Estos son fácilmente resignificados por el
discurso revolucionario, para dar lugar a uno nuevo. El discurso
de la IR fue verosímil a causa del background ideológico que ellos
traen. Lo que sí aparece como novedad es la idea de armarse
como un ejército paralelo a las FF.AA. para conseguir los cambios
que la sociedad reclama. Si bien no todos los grupos de la IR
acuerdan con esto, sí lo hacen sus núcleos más numerosos»677.
Como un fin meramente ordenador, hemos situado en el
ingreso, posterior a la decisión, a un grupo revolucionario, en
este caso el MIR, como el paso que marca la entrada en la radi-
calización política, es decir, la puesta en práctica de ese universo
ideológico-político.
Los nuevos militantes miristas muestran, al igual que sucedía
en otros países de América Latina, una clara vocación de inter-

676
Enérico García Concha, op. cit., pp. 17-18.
677
María Matilde Ollier, «El aprendizaje radical…», op. cit., p. 66.

304
El tres letras

vención en política, la que es encauzada por el MIR en medio de


una sociedad cada vez más polarizada.
En Chile, tal como sucede en el caso argentino, «ese pasaje
tiene elementos de continuidad y elementos de ruptura. Ambos
se combinan. La continuidad se ve en 1) las imágenes políticas
que reciben, 2) en la estructura afectiva-valorativa que constituye
la base de su mundo valorativo temprano, y 3) en el proceso de
gestación de la alternativa revolucionaria. Puede decirse que los
dos primeros llevan al tercero. La ruptura la constituye el hecho
de resignificar estos elementos de 1 y 2 en 3 con la decisión de
llevarlo a la práctica formando un ejército paralelo en el cual se
incorporaría el pueblo»678.
Además, la radicalización ideológica trae aparejado un
modelo de sociedad –en lo privado– muy diferente del tradicio-
nal, pero que es compartido por muchos chilenos. Entonces el
ingreso al MIR, es decir, la radicalización política, marca ya una
distancia con la radicalización ideológica de otros sectores de la
sociedad chilena. «En todo caso, fueron coherentes con su mundo
ideológico y queda por cuenta del lector elogiar o estigmatizar
esa coherencia»679.
Para Andrés Pascal Allende, el aspecto militar constituye una
influencia de primera importancia en el MIR, marcando, de esta
manera también, la radicalización política de sus militantes. Para
el dirigente, las lecturas y estudios de la Revolución bolchevique,
en su primera etapa, y el resto de las revoluciones, incluyendo la
cubana, hizo que incorporaran desde la hora temprana en sus
axiomas políticos el aspecto político-militar de esta organización
revolucionaria. «Considerábamos que las Fuerzas Armadas
(FF.AA.) eran un brazo de la dominación del Estado y que sin
resolver ese problema era muy difícil llevar a cabo una revolu-
ción profunda y socialista en la sociedad. Pero no vimos a las
FF.AA. como un enemigo completo. Por la influencia de nuestras
propias lecturas entendíamos que las FF.AA. tenían también una
composición de clases y que había que levantar una política de
678
Ibid.
679
Ibid.

305
Sergio Salinas Cañas

clase hacia las FF.AA. Y de ahí la política del MIR, que marca una
diferencia con el resto de la izquierda, de trabajar con los oficiales,
con las clases, soldados y marineros. En este sentido, levantamos
consignas como la de una sola carrera funcionaria, sin divisiones
entre oficiales y soldados, por ejemplo»680. El fundador del MIR
afirmó que este trabajo comenzó, en un primer momento, por
sus propios vínculos familiares y no por una conspiración.
En el aspecto militar, Andrés Pascal Allende afirma que estu-
diaron lecturas de las revoluciones triunfantes; del Movimiento
de Liberación de Argelia, en especial Los condenados de la tierra,
de Franz Fanon; además, textos de la experiencia en Tierra Santa,
en especial el libro de Menajem Beguin, La rebelión en Tierra
Santa: Memorias personales del Comandante en Jefe del Irgún
Tsevaí Leumí en Eretz Israel; más libros sobre la experiencia
antifascista en Europa y la Guerra Civil española. «Todo estos
estudios fueron teniendo importancia en la configuración de
nuestra política militar, en que no solo se viera como una ac-
ción guerrillera, sino en la cual se combinara trabajo miliciano,
trabajo con las FF.AA., para llegar finalmente a la conformación
de grupos con capacidad de acción»681.
Para el fundador del MIR, paralelamente a que se configurara
su política militar, iniciaron un trabajo de exploración en diversos
territorios de Chile, como Nahuelbuta, Neltume, etcétera. Lo
que se trataba era imaginar cómo se articularía la política con
lo militar, transitando desde la visión por etapas y mecánica a
una acumulación estratégica de fuerza social y política revolucio-
naria. Es decir, lo militar supeditado a lo político. «Esto estuvo
marcado a partir de 1967, a pesar de que comenzamos a realizar
ciertas acciones el año 69 como propaganda armada y asaltos
a bancos. Diría que solo un 10% de todas las actividades que
desarrollaba el MIR en esos años estaba dedicada a lo militar. El
grueso estaba dedicado a lo político-social»682.

680
Entrevista realizada a Andrés Pascal Allende, op. cit.
681
Ibid.
682
Ibid.

306
El tres letras

Para Andrés Pascal Allende, enfrentar el tema político mi-


litar los hizo volver a enfrentarse a su raíz cristiana, explícita o
no explícitamente, en cuanto a un sentido ético de la política.
«Asalta bancos ya, pero el primero que va a asaltar un banco es
Miguel (Enríquez) porque o si no nadie te creía. Y eso te da una
fuerza de comunidad, de identidad, te da la fuerza como para
arriesgarte a morir por la lucha, porque estás seguro de que tus
compañeros van a seguir adelante»683.

5.2.1 El inicio de la militancia

Para la mayoría de los militantes del MIR un hito funda-


mental en sus vidas lo constituyó el momento cuando toman la
decisión de comenzar a militar en el grupo revolucionario. Por
lo que se puede sostener que las motivaciones para militar en el
MIR no corresponden a una decisión fortuita, tal como relatan
otras experiencias personales en otros grupos revolucionarios
del continente.
Andrés Pascal Allende684 sostuvo que diversas razones fue-
ron las que pavimentaron el camino seguido hasta ingresar a la
nueva izquierda revolucionaria. En primer lugar, la socialización
proveniente de su núcleo familiar materno, ya que su padre era
empresario. Desde temprana edad, tuvo acceso a personas del
mundo de la política que visitaban a su familia en las casas que
tenían en Algarrobo y muchas veces acompañó a su madre a
visitar a su tío al Congreso Nacional. «Yo era muy, entre los
primos digamos, muy cercano con las hijas de (Salvador) Allende
y particularmente con la Tati (Beatriz). Entonces me tocó desde
chico conocer a Neruda, a Eduardo Frei Montalva, a una serie
de personajes que pasaban por Algarrobo e iban a la casa del
Chicho (Salvador Allende) y se ponían a conversar unas tertulias
y uno en una esquina escuchaba las cosas que hablaban»685.

683
Ibid.
684
Ibid.
685
Ibid.

307
Sergio Salinas Cañas

Sin embargo, Andrés Pascal señaló que su familia nunca


lo incitó a participar en política contingente, sino que su pre-
ocupación primaria fue «social», fundamentalmente nacida de
la enseñanza recibida en el ámbito escolar en el Colegio San
George hasta donde había llegado luego de ser expulsado de
The Grange School. «Fue un momento que me encantó porque
los curas que estaban ahí eran norteamericanos, en su mayor
parte de la Congregación Notre Dame, y estaban en un proceso
de radicalización, compromiso con la realidad social chilena, y
a mí me tocó acompañar esos primeros años. Estuve a cargo de
las misiones, entonces íbamos a las poblaciones, al campo, a los
sindicatos, por ahí comenzó mi preocupación»686.
El dirigente y fundador del MIR afirmó que si bien nunca
fue creyente, participó en la Juventud de Estudiantes Católicos
(JEC) y en algún momento de su vida pensó en ser cura, funda-
mentalmente porque desde esa posición podía realizar una mejor
labor social. «Te pagaban, tenías casa, tenías comida, tenías todo
resuelto y tenías una legitimidad para meterte en el mundo social
muy grande. Tuve que sopesar eso con que los curas no se podían
casar y cuando salí del colegio tuve mi primera polola, así que
dije este negocio no es para mí»687. En la misma época, Andrés
Pascal afirmó que se consolidó el tema de la lectura de textos
marxistas, que se había iniciado en los talleres de literatura y
filosofía en los últimos años escolares.
Sin embargo, la decisión de mayor trascendencia en este
camino de radicalización ideológica fue la de viajar a Cuba, dos
años después del triunfo de la revolución, en 1961, por consi-
derarlo un proceso muy atractivo y romántico. En esta opción
influyeron sus vínculos familiares, en especial los de Salvador
Allende con los hermanos Castro. «Decidí no estudiar en la
universidad, para espanto familiar, y se me abrió esta posibilidad
de ir a Cuba... mi papá tenía también una empresa de negocios

686
Ibid.
687
Ibid.

308
El tres letras

que exportaba a Cuba, cebollas y otros productos. Y por tanto


habían viajes en barco entre Chile y Cuba»688.
Andrés Pascal afirmó que pasó un año en Cuba, luego de
escoger desempeñarse en la agricultura cerca de Guantánamo,
porque algo había escuchado sobre la base norteamericana in
situ y pensó que sería un lugar conflictivo. El dirigente mirista
señaló que la decisión fue un error garrafal, ya que es el lugar
más caluroso de Cuba, pero que le había servido mucho. Se
desempeñó como campesino (cabe recordar que era el inicio de
la revolución y había un desorden completo), terminando como
administrador de una granja ya que era uno de los pocos que
sabía leer y escribir, más sumar y restar. Esta labor le permitió
acercarse a un director de la granja, militante comunista, con
quien leía y discutía de marxismo todas las tardes.
Al año de estadía, Andrés Pascal decidió regresar a Chile
producto de que tenía la idea que «¿cómo yo estaba disfrutan-
do una revolución que no había hecho? y que había que venir
hacer la revolución. Llegué acá y ahí me vinculé, a través de la
Tati, mi prima, con el Partido Socialista. Entré a las Juventudes
Socialistas, en las Brigadas Universitarias y a estudiar sociología
en la Universidad Católica, posteriormente en la Universidad de
Chile. Y ahí conocí a Edgardo Enríquez y a un grupo de jóvenes
socialistas en Santiago, que junto a otro grupo de socialistas de
Concepción, en los que hacía cabeza Miguel y el Bauchi, comen-
zamos a hacer una fracción»689.
A fines de 1963, y principios de 1964, tomaron la decisión
de retirarse finalmente del Partido Socialista y a través de la
gestión del Sergio Chepo Sepúlveda, socialista trotskista, se
incorporaron a la Vanguardia Revolucionaria Marxista (VRM).
«Y ahí confluimos varios grupos que posteriormente se reunirían
con otros grupos dando origen al MIR»690.
En el caso de Félix, la universidad y la pareja constituyen
las instancias de socialización que fomentaron su proceso de

688
Ibid.
689
Ibid.
690
Ibid.

309
Sergio Salinas Cañas

radicalización ideológica y política, hasta llegar a concretar su


militancia en el MIR.

En 1968 ingresé a estudiar al Pedagógico, luego de


venir de nada en el ámbito político. Mi familia era indife-
rente a esta instancia y solo en 1964, mi padre nos solicitó
por un tema de conveniencia participar en la Marcha de
la Patria Joven, para quedar bien él en el Ministerio de
Relaciones Exteriores donde trabajaba. No por convicción
de él ni nuestra691.

Félix afirmó que antes de la universidad, participaba más del


mundo espiritual, el camino de los hindúes, estudiando yoga y
estudiando música, quizá producto de sus muchos viajes por el
mundo. «Entré a la universidad y eso era un motín permanente.
Al principio molesto, luego asambleas, luego amistades. Además,
mi pareja, la madre de dos de mis hijos, también se le produjo
algo similar. Ella era hija de milico, de general de Ejército. Y
comenzó a producirse una convergencia entre sus búsquedas y
las que yo estaba observando en la universidad»692.
Ese tiempo de radicalización ideológica de Félix tiene una
breve pausa, cuando decide ir un par de años a Londres. Si bien
no tiene relación con la izquierda revolucionaria, sino con la
tradicional, Félix afirma que en dicho lugar recibió la influencia
de un chileno, Claudio Jimeno693, quien posteriormente el 11 de
septiembre de 1973 fue detenido en el Palacio de La Moneda y
engrosó la lista de detenidos desaparecidos. «Nos hicimos ami-
gos en un restaurante en Londres porque hablábamos ‘chileno’.
Era un tipo extraordinario que me consolidó en una postura
de izquierda, él era socialista, la que aún no estaba del todo
definida»694.
Félix afirmó que había decidido estudiar en Londres, Be-
havioural Science, carrera que duraba cuatro años, pero en no-
691
Entrevista con Félix, nombre político, realizada el 29 de julio de 2011.
692
Ibid.
693
Claudio Jimeno Grendi, 33 años, sociólogo, dirigente del Partido Socialista,
asesor del presidente Allende.
694
Entrevista con Félix, op. cit.

310
El tres letras

viembre de 1970, volvió a vivir el proceso de la Unidad Popular


desde una postura de izquierda aún no muy definida.
Dos hechos internacionales habían marcado fuertemente a
Félix en este proceso de radicalización vivido cerca de sus 20
años, el hippismo y la revolución de mayo del 68. «El hippismo,
aun cuando era mal visto por la izquierda, era una revolución
que sin duda hablaba de cambios radicales a la manera de ver y
mirar el mundo que me pareció absolutamente atractiva. Nada de
prejuicio en torno a eso, quizás de algunas prácticas o de algunas
versiones chilenas que eran muy burguesas y superficiales. Pero
el hippismo como fenómeno me parecía tan importante como
lo fue la revolución política»695.
Félix sostuvo que dentro de las izquierdas se produjo un
rechazo a la práctica hippista por el consumo de drogas, por una
cuestión más bien de relajamiento y de contemplación más que
de acción. «Pero visto a la luz del tiempo, yo diría que fueron dos
fenómenos paralelos que se dieron en el mundo: la caída de las
utopías que hace surgir el hippismo y también la izquierda que se
radicaliza y se difunde por el mundo como una forma colectiva de
avanzar en materia política. La Revolución Cubana, lo sucedido
en Laos, Camboya, Vietnam, la misma Unidad Popular, generó un
escenario de agitación que promueve e invitaba, a mí me invitó
al menos, a deliberar en torno a esa ecuación que se tejía en esos
minutos que era la izquierda al poder. No la izquierda como una
teoría que había que rumiar, sino una izquierda a la acción»696.
Por otro lado, para Félix los sucesos del mayo francés, que le
tocaron vivirlos en Europa, demostraron que era absolutamente
posible atacar al sistema a través de la movilización social. «El
mayo francés demostró que se podía de una manera disruptiva
atacar al sistema y tener eco. Se demostró de una manera contun-
dente que la movilización social era capaz de hacer cosas que no
eran plausibles en ese momento o no se habían concretado, eran
cuestiones muy esporádicas que ocurrían en hitos históricos. Eso
le da una especie de accesibilidad, de una manifestación colectiva
695
Ibid.
696
Ibid.

311
Sergio Salinas Cañas

mucho más accesible. No es el asalto al cuartel Moncada o la


toma de la Bastilla, cosas muy grandes. Esta era una cosa que
todos podíamos hacer»697.
Por otro lado, Félix sostuvo que en 1968 sucede otro hecho
importante en su radicalización ideológica, la muerte del Che
Guevara. En un principio, la figura en vida del Che era la de
un símbolo completamente inalcanzable, una figura histórica.
«No era lo que después se convirtió. Al revés, murió y se fue
transformando en una opción real, en un ejemplo. El Che fue
el máximo ejemplo de valentía, consecuencia, lucidez; además,
de representar el internacionalismo revolucionario. Lo sucedido
selló la imagen del Che Guevara como el máximo ejemplo a
seguir»698. Félix afirmó que se abstenía de decir que sería como
el Che, que continuaría la guerra revolucionaria e internacional,
sino, más bien, el ejemplo a seguir de consecuencia, de valentía
y una moral.
Félix afirmó que su decisión de ingresar al MIR, radicaliza-
ción política, se debe fundamentalmente al ejemplo de todos sus
líderes, Miguel Enríquez en especial, compromiso y riesgo; por
sus postulados de no al aparatismo y sí al sustento social que
iban teniendo progresivamente; había otros de la época que eran
foquistas. «No había movimiento revolucionario si no había
sustento social que lo respaldara. Eso era algo original que lo
supe yo en ese momento y que era algo original en los movi-
mientos revolucionarios de la época. Y era en mi movimiento
una exigencia, no que es mejor... y quizás nos da... no. Era una
exigencia»699.
Además, para Félix influyó en su decisión de ingresar al MIR,
el perfil político del mirista. Era prístino y novedoso en el mapa
chileno. «Me impresionó, además del perfil físico, el bigotito y
toda esa cosa, que la gente que me ayudó a entrar eran personas
muy sencillas, muy suaves, de muy buena actitud, muy solidarias,
muy sobrias y trabajadoras. Pero lo que más me impresionaba es

697
Ibid.
698
Ibid.
699
Ibid.

312
El tres letras

que siendo un movimiento revolucionario, era gente de una paz,


de un comportamiento pacífico. De una manera de relacionarse
con la gente de su propio partido y con los otros absolutamente
amigable, amistosa. Otra cosa eran sus postulados y el combate
que había que hacer en contra de sus enemigos»700.
La imagen que tenía Félix del perfil de un revolucionario
era de un tipo grave, más bien violento, de pocas palabras rim-
bombantes, que no sabe de dónde la sacó, pero que en el MIR se
encontró con todo lo contrario. «Encontré gente muy arrojada,
muy humilde de manera de ser, valiente, consecuente donde
una de las consignas que más me marcó fue: ‘Decir y hacer en
concordancia’. La teoría y la praxis revolucionaria en una sola
trenza»701.
De modo similar, para Gregory Randall igual influye el
conocimiento de personas y la socialización con ellas en su
radicalización política. «Recuerdo a los compañeros que em-
pezaban a llegar del Brasil. Gabeira era un miembro del grupo
guerrillero Movimiento Revolucionario 8 de Octubre (MR8),
que había participado en el secuestro del embajador norteame-
ricano en Brasil. Con esa acción habían logrado la liberación
de un numeroso grupo de presos políticos que llegaron a Cuba
junto al comando. Varios de ellos se hicieron buenos amigos
de mis padres y compartíamos algunas veladas. Con ellos fui a
aprender el tiro al blanco un par de veces. Entre los visitantes
asiduos de casa recuerdo también a Ceferino y un amplio grupo
de mexicanos que eran los restos de las guerrillas que lideraron
Genaro Vázquez y Lucio Cabañas en el estado de Guerrero. Al-
guna vez nos invitaron a comer sopa de caracoles, una rareza.
Eran campesinos de rasgos recios que cargaban sus recuerdos y
parecían estar allí definitivamente, sin grandes posibilidades de
volver a México»702.
Además, Gregory Randall, pese a su corta edad, afirma haber
estado muy influenciado por la Guerra de Vietnam. De hecho,

700
Ibid.
701
Ibid.
702
Gregory Randall, Estar allí entonces…, op. cit., p. 40.

313
Sergio Salinas Cañas

visitaba la embajada del país asiático en Cuba. «Nos daban clases


de vietnamita. Con orgullo contaba hasta 10 en ese idioma. Me
sabía de memoria los nombres de las batallas y de los héroes
vietnamitas como el general Giap. Iba llevando en la cabeza el
avance de las hostilidades. Yo era un niño, pero esa guerra me
marcó como a la generación de mis padres»703.
Otro hecho que marca claramente a Gregory Randall, suce-
dió a fines de 1974, cuando supo del enfrentamiento en calle San-
ta Fe, Santiago de Chile, donde había muerto Miguel Enríquez.
«Su figura de líder de la resistencia chilena contra Pinochet nos
conquistó a todos. Recorté una foto suya en el diario y convencí
a Manuel de que hiciera un óleo a partir de ella. Durante varios
días, quizás semanas, se esmeró haciendo la obra. Pasamos mucho
tiempo en el taller de pintura. Al final terminó un cuadro que
me parecía muy bien logrado y que regalamos a los compañeros
del MIR chileno con toda la pompa de que fuimos capaces»704.
La llegada de exiliados chilenos a Cuba provocó que Gre-
gory Randall conociera más de cerca lo sucedido en Chile y
que recibiera educación política de algunos miembros del MIR.
Posteriormente ingresa al Comité Cubano de Solidaridad con
Chile, junto con una docena de muchachos de diversos países
de América Latina. «El MIR de Chile nos proponía organizarnos
y trabajar en la solidaridad con su lucha. Para mí esas palabras
eran un canto dulce que esperaba hacía tiempo. Durante años
había visto pasar a los compañeros. Casi todos venían cargados
de historias heroicas. Algunos partían de nuevo, sigilosos, para
reincorporarse a la lucha, como Roque Dalton que había sido
asesinado en El Salvador pocos meses antes de esa reunión que
yo tanto había esperado»705.
Randall relata que dirigían este comité otros jóvenes como él,
quizá dos años más grandes. «Eran jóvenes, pero me parecieron
sabios a pesar de que seguramente ellos habían empezado su
propio camino en ese mundo poco tiempo antes. La primera tarea

703
Ibid, p. 43.
704
Ibid, p. 64.
705
Ibid, p. 109.

314
El tres letras

que tuve fue recopilar información sobre Manuel Cabieses, el


dirigente del MIR y director de la revista Punto Final, que estaba
preso en Chile y por cuya libertad se organizaba una campaña
internacional. Trabajé en ello con toda la seriedad de que fui
capaz y con el corazón henchido de orgullo»706.
Randall relata que en 1977, junto con un grupo de jóvenes
chilenos y latinoamericanos, habían comenzado a militar en la
juventud del MIR. «La gesta chilena nos había marcado a todos.
La actitud heroica de Miguel y de sus compañeros nos parecía
un ejemplo de coherencia revolucionaria»707.
Eran los tiempos del «Plan 78», pero esto es parte de otra
historia y de otro libro. Randall afirma, por último, que «los cu-
banos ofrecieron su más absoluto apoyo. Cientos de compañeros
llegaban a Cuba desde sus países de exilio legal. Se entrenaban
por meses y partían por sinuosos caminos hacia su puesto en
Chile. Se montó una estructura discreta que recibía a la gente,
la seleccionaba, la formaba y se encargaba luego de encaminarla
al frente. Algún día se deberá escribir la historia de ese aspecto
de la resistencia chilena, con sus errores y sus aciertos. Espero
que los que lo hagan logren transmitir la energía y la belleza de
esa entrega generosa»708.
Gregory Randall, siendo ya militante de la juventud del MIR
y estudiante de ingeniería en telecomunicaciones, fue contacta-
do por un compañero del MIR, quien le propuso trabajar en un
proyecto especial: radio Liberación. «La radio tenía la misión
de romper el cerco informativo y poder hacer escuchar la voz
de la resistencia. También era una herramienta de propaganda
y de combate a la dictadura, pues el solo lograr una transmisión
significaba en sí misma una acción victoriosa: algo que el régimen
no controlaba»709.
Por otro lado, Enérico García Concha cuenta que su mili-
tancia en el MIR comenzó en 1968. «Los caminos que llevan a

706
Ibid, pp. 109-110.
707
Ibid, p. 165.
708
Ibid, pp. 165-166.
709
Entrevista con Gregory Randall, op. cit.

315
Sergio Salinas Cañas

esa militancia tienen que ver con una serie de circunstancias, o


suertes, según se mire. Algunas relacionadas con el entorno fa-
miliar, abierto al mundo, sin duda alguna y sin que sea necesario
ahondar en este aspecto. Otras relacionadas con hechos mínimos,
accidentes o coincidencias. Como lo fue enfermarse de influenza
en 1961 y tener una radio. Del 15 al 20 de abril me tocó vivir
acostado en una cama con la radio prendida. Ocurre que esa
radio relataba minuto a minuto todos los acontecimientos que
estaban sucediendo en torno a la invasión de Bahía Cochinos.
Si la pregunta es por tanto: ¿cómo uno llega a la militancia
revolucionaria?, una respuesta posible es ‘enfermándose de in-
fluenza’; otra respuesta es ‘estando atento a una serie de hechos
que ocurrían en el mundo’ como la decisión norteamericana de
invadir Vietnam»710.
Enérico García también relata que el componente de «suer-
te» provino de contar con unos especiales amigos del barrio.
«Nosotros, a los 14 años, discutíamos y hablábamos sobre las
contradicciones chino-soviéticas, sobre la necesidad de recons-
truir un mundo diferente, porque el que había ya en esa época, no
nos gustaba»711. En una oportunidad relata –García Concha– el
grupo de amigos, entre los que estaban Carlos Ominami y Mario
Superby, roba unos duraznos al almacenero de calle Fleming, en
La Condes. Este los sorprende y les dice que si algunos de ellos
se comen 12 duraznos seguidos, lo pueden seguir haciendo. «El
que le puso más empeño fue Carlos Ominami. Llegó hasta once
duraznos y medio. Después vomitó. De cualquier manera, mis
anotaciones son al margen. No hay ninguna ley que impida
robar duraznos y discutir las contradicciones chino-soviéticas
a los 14 años»712.
En el caso de Juan Patula Saavedra, fundador del MIR, desde
que se marginó del Partido Radical, producto de su radicalización
ideológica provocada por la Revolución Cubana y la imagen de
Fidel Castro y el Che, de la heroica lucha del pueblo vietnamita,

710
Enérico García Concha, op. cit., p. 19.
711
Ibid.
712
Ibid.

316
El tres letras

a la disputa chino-soviética, las luchas de liberación nacional,


mantuvo un trabajo político independiente.

Un pequeño grupo de personas nos habíamos nuclea-


do en el Grupo Lautaro y, finalmente, nos sumaríamos
BM HSVQP EF .JHVFM &OSÎRVF[  #BVUJTUB WBO 4DIPVXFO 
Jorge Gutiérrez, Marcelo Ferrada y otros, que se habían
separado de la Juventud Socialista a comienzos de 1963,
por mantener ideas más avanzadas y radicales que las del
partido oficial713.

Juan Saavedra siguió trabajando codo a codo con los her-


NBOPT&OSÎRVF[ DPO#BVUJTUBWBO4DIPVXFOZMPTPUSPTKÓWFOFT
universitarios hasta confluir con las otras organizaciones revo-
lucionarias, integradas por sindicalistas, obreros, pobladores,
etcétera, que darían origen al MIR. «Llegué a la adolescencia re-
mecido por un terremoto e impactado por la Revolución Cubana
que me interpretaba; transcurrí mi vida de estudiante preparando
la revolución socialista continental a la que nos llamaba el Che
Guevara, y con ello participé en la fundación del Movimiento
de Izquierda Revolucionaria, MIR»714.

He visto varias monografías sobre la historia del


MIR, muchas de las cuales establecen que fue fundado
por estudiantes de la Universidad de Concepción. Creo
que se equivocan. A la constitución del MIR concurrieron
muchos que no tenían este común denominador; incluso
la delegación de Concepción estaba integrada no solo por
estudiantes, sino que también por miembros de grupos
trotskistas715.

Juan Patula Saavedra sostiene que sabían que las diversas


interpretaciones del marxismo, representadas por los partidos
tradicionales, no daban respuesta a sus inquietudes, ni posibili-
taban la revolución que anhelaban para Chile. Afirma, además,
que la propuesta del Che Guevara era interesante, pero su teoría
713
Juan Saavedra Gorriateguy, op. cit., p. 36.
714
Ibid, p. 14.
715
Ibid, p. 46.

317
Sergio Salinas Cañas

del foco guerrillero y que una vanguardia decidida era capaz de


desencadenar un proceso revolucionario, no parecía aplicable
en Chile, por su caracterización cultural, económica, geográfica,
demográfica y social. «Debíamos buscar algo nuevo, y esa era
la obsesión de Miguel, que plasmó en sus tesis revolucionarias,
donde la viga maestra era ‘Las condiciones básicas para el inicio
de la insurrección’»716.
Por otro lado, Arinda Ojeda, Cristina Chacaltana y Soledad
Aránguiz ingresaron al MIR durante la Unidad Popular, período
en que –a pesar de haber una mayor apertura política– el tra-
bajo en esta orgánica ya era clandestino. «Por ser un partido
de cuadros, donde cada integrante debía aspirar a su militancia
para ser aceptado, la forma masiva de ingresar era a través de
los frentes de masas, ya sea de trabajadores (Frente de Trabaja-
dores Revolucionarios, FTR) o estudiantes (Frente de Estudiantes
Revolucionarios, FER)»717.
Estas tres mujeres se integraron al MIR a través de estos
frentes, convirtiéndose luego en militantes. En los casos de
Cristina Chacaltana y Arinda Ojeda –quienes trabajaban para el
Estado–, su filiación política se mantuvo clandestina, a diferencia
de Soledad Aránguiz que aún cursaba la secundaria. «Mantener
la militancia en reserva tenía relación con lo radical que el MIR
era observado aún durante estos años de mayor libertad, tanto
por la preparación militar por la que este partido abogaba, así
como los asaltos bancarios que realizó anteriormente a modo de
‘recuperaciones de capital’. Exponer abiertamente la pertenencia
a esta organización implicaba posibles represalias al momento
de acciones no autorizadas o problemas de confianza, como en
el caso de Arinda Ojeda quien trabajaba para la marina»718.
En los testimonios de estas tres mujeres, dos argumentos
prevalecen respecto de la opción por ingresar al MIR: lo revolu-
cionario del cambio propuesto por esta orgánica, rasgo que la
diferenciaba del resto de partidos pertenecientes a la izquierda

716
Ibid.
717
Tamara Vidaurrázaga Aránguiz, op. cit.
718
Ibid.

318
El tres letras

tradicional; y las características personales de los y las miristas,


quienes las atrajeron por su consecuencia, integralidad y convic-
ción, según las palabras de estas militantes.
Arinda Ojeda señaló que entró al MIR en los años setenta.
«Provenía de una experiencia de comunidades de base, en esa
época yo era cristiana (...) llegué a Concepción a trabajar a los
21 años. Antes vivía en Temuco, estudiaba química en la Uni-
versidad de Chile en Temuco. Yo soy química analista. Estudié
en la Chile de Temuco y me vine a Concepción en el año 67 a
trabajar a Asmar, en los astilleros de la Armada, en Talcahuano
(...). En realidad primero fui FTR porque yo era trabajadora en
esa época, y fui FTR. Alcancé a estar en el FTR como un mes y me
plantearon que entrara al partido a militar. O sea, me salté las
otras instancias, y fue bien simpática la experiencia, porque yo
tenía mi bebé recién nacido, y como yo trabajaba en Asmar, era
militancia clandestina porque era dentro de las Fuerzas Armadas,
entonces me plantearon que renunciara públicamente en una
asamblea del FTR, que dijera que me iba. Fue simpático porque
el comentario de la gente fue, ‘claro, así son las mujeres, se fue
para su casa’. Entonces ya no fui más al FTR»719.
La radicalidad de la propuesta mirista fue crucial para Arinda
al momento de decidirse por esta orgánica izquierdista. «Con
la situación que se vivía en esa época, me di cuenta de que eran
puros parches y que en realidad en Chile lo que se necesitaban
eran cambios profundos, y eso llevaba a optar por una definición
política, y dentro del espectro político, a mí lo que me convenció
fue el MIR. No porque conociera programas y proyectos, sino que
porque no me convencían los partidos tradicionales, entonces
pensé en la izquierda revolucionaria»720.
Para Soledad Aránguiz, la gran diferencia del MIR respec-
to de los otros partidos de la época eran las cualidades de sus
militantes, a los que aún considera como los y las mejores. «La
gente del MIR tenía siempre los mejores argumentos, eran los
más informados, los que discutían mejor. Todavía hoy creo que
719
Ibid.
720
Ibid.

319
Sergio Salinas Cañas

los más coherentes, los más arriesgados, los más valientes, los
más argumentativos, estuvieron en el MIR. Muchas veces vi en
los miristas este grado de involucramiento. Los militantes se
destacaban porque eran integrales, muy buenos (...). Los miris-
tas tenía el poder de los argumentos, los otros tenían consignas,
pero no convencían. Y yo todavía creo que en toda la historia
de Chile, y hasta ahora, no ha habido mejor proyecto que lo que
quería hacer el MIR. Hubo una cultura mirista que todavía creo
es lo mejor que ha habido. Eran muy consecuentes e integrales
en muchos planos de la vida, no solo en lo político»721.
Para Soledad Aránguiz, también las amistades constituyeron
un faro a seguir. En este caso ella tiene una compañera de liceo
que constituía un referente: María Isabel Joui, tanto en el plano
ético e intelectual como en el estético, aspectos en los que era
imitada por Soledad Aránguiz y sus amigas del Frente de Estu-
diantes Revolucionario (FER).
María Isabel Joui722 representaba para sus compañeras un
ícono de la contracultura, vistiéndose al contrario de los dictá-
menes de la moda, y resaltando por ello entre las demás. «Al
imitarla, Soledad y sus amigas optaban por desechar lo superfluo
y el arquetipo femenino cuyo objetivo es agraciarse ante los ojos
masculinos. Los jeans y bototos marcaban una nueva moda entre
ellas, una estética ‘revolucionaria’ más acorde a sus ideales y que
todas seguían religiosamente»723.
Según cuenta Soledad Aránguiz, María Isabel Joui era respe-
tada por todos los del liceo, incluso los profesores, porque tenía
las mejores notas, y sabía discutir respetuosamente. «Hacía una
lectura de lo que decía el Che, y nos decía que teníamos que ser las

721
Ibid.
722
María Isabel Joui Petersen, 19 años de edad, estudiante de economía de la
Universidad de Chile, fue detenida el 20 de diciembre de 1974, por agentes
de la DINA, en calle Compañía 1741, departamento 4, de Santiago. Hasta la
fecha, María Isabel Joui Petersen y su esposo, «Renato Sepúlveda Guajardo
siguen en la calidad de detenidos y desaparecidos, sin que alguna autoridad
IBZBJOGPSNBEPTPCSFTVEFUFODJÓOZEFTUJOPvIUUQXXXNFNPSJBWJWB
DPNEFTBQBSFDJEPT%+NBSJB@JTBCFM@KPVJ@QFUFSTFOIUN DPOTVMUBEP FM 
de mayo de 2011).
723
Ibid.

320
El tres letras

mejores de las mejores en todo, tener buenas notas, informarse,


para que no tuvieran razones para echarnos aunque fuéramos
del FER. A ella, a pesar de que sabían que era del FER nunca la
echaron, nunca una profesora votó en el Consejo de Profesores
porque la echaran, ya que era la mejor, de cuarto medio salió
con promedio siete, o sea, que además era súper inteligente. Ella
tenía un carisma muy fuerte, muy seductor. Tenía un compañero
que se llamaba Renato. Él estudiaba medicina, pero recién en
primer año, y yo lo veía como un hombre grande. Ahora me da
risa pensar lo maduros que los veía, aunque en realidad eran
bien chicos de edad»724.
En el caso de Cristina Chacaltana, ella decidió entrar al MIR
tras observar lo que sucedía en otros partidos, especialmente la
Juventud Radical, en la que participó y con la que no se sintió
conforme. «Yo había escuchado del MIR, pero sin todavía estar
involucrada. Recuerdo que un día me invitaron a participar
en el trabajo voluntario y la tarea era limpiar un basural en la
comuna de Renca y había que transformarlo en una plaza. Allí
me encontré con distintos compañeros de las Juventudes Comu-
nistas, Socialistas y Radical Revolucionaria. Esto me sirvió para
percatarme de cómo se trabajaba. Entonces me di cuenta de la
cosa de clase. Fui descartando a los socialistas porque encontraba
que no me representaban. Después vi a los comunistas y tam-
poco, cuando trabajé con la Juventud Radical Revolucionarias
tampoco, porque nos tocó trabajar también ahí en Renca, en
unas casas que había en una toma, y me doy cuenta de que los
militantes, que eran militantes de años, eran súper clasistas»725.
Para Cristina Chacaltana los métodos radicales y los cambios
profundos que en política proponía el MIR terminaron por con-
vencerla para militar en la organización. «Siempre escuché que
eran los más rebeldes y en ese momento querían hacer todos los
cambios. En mi familia siempre escuché a mi papá que fue radi-
cal, decir que a través de los votos logras un tipo de democracia
donde no están exentas las divisiones, y que esto era algo normal
724
Ibid.
725
Ibid.

321
Sergio Salinas Cañas

que sucediera. Además, veía que el MIR estaba proponiendo algo


que no estaba probado, era diferente. Entonces decía: ‘Bueno,
a través de las armas a lo mejor las cosas son distintas’. Y eran
distintas de cómo llegar al poder y además nunca se había visto
un proceso así. Yo decía que a través de los votos son puras
discusiones, y como siempre escuché a mi papá que decía que
siempre en la política hay distintas opiniones pero se llega a lo
mismo, entonces yo decía que allí sería distinto»726.
Para Cristina Chacaltana, la entrega de los y las militantes
del MIR a la causa política constituía uno de los ejes del lirismo,
tal como había acontecido con el ejemplo de Ernesto Che Gue-
vara. «Veía en los compañeros del MIR gente sacrificada, no vi las
diferencias en el trabajo cotidiano que vi en otros lados. Veía que
ellos tenían otra actitud y no ponían condiciones para hacer sus
cosas: Iban a las poblaciones, eran entregados, hacían toda esta
parte de la organización de los campamentos, iban allá, conver-
saban con la gente. Veía que se movían, que eran organizados, y
no les ponían obstáculos a esas personas. Entonces era distinto
a lo que había visto, que por ejemplo en la juventud socialista
era más marcado, distinto»727.
Otro tema que resultó fundamental, para la decisión de mi-
litar en la agrupación fue tanto para Cristina Chacaltana como
para Soledad Aránguiz el tipo de dirigentes que tenía el MIR. Ellas
recuerdan con especial admiración a Miguel Enríquez y Bautista
WBO4DIPVXFORVFmBTVKVJDJPmSFQSFTFOUBCBOMPTNFKPSFTSBTHPT
de los y las miristas. Estos líderes fueron para Soledad Aránguiz
leyendas vivas a las que tuvo acceso: jóvenes idealistas que se
decidieron por el camino revolucionario a pesar de no necesi-
tarlo. «Cuando yo veía a dirigentes como el Miguel Enríquez o
el Baucha, que mucha gente criticaba porque era burgueses, yo
pensaba al revés, que si ellos están aquí –en el MIR– sin tener
necesidad, era porque lo que queríamos realmente era lo correc-
to, y por eso podían arriesgar hasta su vida. La gente criticaba
al MIR diciendo que lo habían fundado unos estudiantes, gente
726
Ibid.
727
Ibid.

322
El tres letras

burguesa que de aburridos inventaron el MIR, porque eran unos


rebeldes sin causa y estaban en contra de todo, nada les gustaba.
Pero yo lo tomaba de otra manera, porque precisamente porque
ellos no tenían necesidad de estar allí, e igual estaban, es que yo
también tenía que estar en el MIR. Había una consistencia, un
razonamiento que no se podía negar»728.
Soledad Aránguiz cuenta que cuando tenía como 16 años
locuteaba un programa en la Radio Nacional, que había sido
comprada por el MIR. En una «el Baucha pasó por ahí un día y
nos dio unos consejos de oratoria. Para mí era como ver un ar-
tista, como para pedirle un autógrafo. Tuve para estar contando
una semana que el Baucha había pasado por la radio y nos había
estado conversando. Ellos eran como héroes para mí, pero héroes
en vida. En el gobierno anterior habían estado clandestinos y
habían hecho hasta asaltos a bancos, o sea, que lo que hablaban
no era pura teoría, ellos se habían arriesgado, y eso también le
daba más sentido a nuestro proyecto. El MIR tenía una mística
que ni el PC ni el PS tenían ya; quizás el PC la tuvo antes con los
mineros o los obreros, pero ya no lo tenía. Estos dirigentes eran
seres vivientes, no eran historia sino presente»729.
Para Cristina Chacaltana, Miguel Enríquez y Bautista van
4DIPVXFOUBNCJÊOTFHSBCBSPOFOMPTSFDVFSEPTEFTVTQSJNF-
ros años de militancia. «Los miraba con mucha admiración.
Eran personas que en ese tiempo para mí eran claras. Primero
que nada veía a personas jóvenes, profesionales, pero que eran
líderes, que hablaban bastante claro y, eran coherentes, uno les
entendía, eran sencillos»730.
Soledad Aránguiz comenzó su militancia oficial en el verano
de 1973, durante los trabajos voluntarios del FER, donde partici-
paba como liceana. Por otra parte, Cristina Chacaltana lo hizo
durante su encarcelamiento en Villa Grimaldi, si bien ella siempre
se sintió parte del partido, dado el trabajo que realizaba desde la
Unidad Popular en el FTR. Al ser detenida el año 1975, Cristina

728
Ibid.
729
Ibid.
730
Ibid.

323
Sergio Salinas Cañas

Chacaltana trabajaba en la resistencia. «Hacíamos el trabajo


de agitación y propaganda en el centro de Santiago. Estando en
el campo de Tres Álamos una compañera me dijo que yo per-
tenecía al MIR y de simpatizante pasaba a ser militante después
de haber pasado por la tortura y por mi comportamiento en la
Villa Grimaldi731».
En el caso de Arinda Ojeda, ella se incorporó a militar a
través de un excompañero de universidad y no por su esposo,
a pesar de que él ya era un dirigente público del FTR. Incluso
ella se dedicaba a tareas clandestinas sobre las que su marido
no tenía manejo ni información alguna. «El que me empezó a
hablar primero fue un amigo con el que habíamos sido compa-
ñeros en la universidad. Él en esa época era democratacristiano,
de la época de la marcha de la Patria Joven, toda esa parte. A
mí me toca la universidad en los años en que sale Frei. Él era DC
y después me lo encuentro en el MIR (...). Con él empiezan las
primeras conversaciones»732.
Arinda Ojeda provenía de una experiencia de comunidades
de base cristianas, en la que participó junto a quien después se
convirtió en su marido. Si bien el cambio de las comunidades
cristianas al MIR no significó una crisis de fe, sí implicó decidir-
se por los cambios enérgicos que proponía esta organización
revolucionaria. «Yo estuve dentro de la Iglesia en ese momento
relacionada con los cursillistas, con el movimiento de Cristianos
por el Socialismo, con toda esa cosa. Pero me di cuenta de que
en realidad los cambios que se necesitaban en este país no era
para que los hiciera un movimiento cristiano, tenía que haber
una organización política, un partido. Y por supuesto cuando
entré al MIR no pensé lo que eso significaba de ahí en adelante
para mi vida. Yo no hice una opción así: ‘Yo, por la revolución’,
el resto se fue dando. Uno empieza a militar. Eran los terribles
años de la Unidad Popular, para nosotros, porque no se dormía,

731
Ibid.
732
Ibid.

324
El tres letras

sobre todo para los que eran trabajadores en esa época. Y sobre
todo trabajadores con militancia clandestina»733.
En el caso de Sandra, la explicación de su ingreso al MIR
se encuentra en la enseñanza política que recibió en su núcleo
familiar, especialmente a través de su padre. «Y nosotros desde
muy chicos empezamos a escuchar en la casa de Allende, del
sindicato, porque mi papi era dirigente en su sindicato, entonces
el día domingo cuando estaba todo el mundo sentado a la mesa
para comer, mi papá nos contaba cómo le había ido en la última
reunión del sindicato, cuántos puntos había ganado en el pliego
de peticiones, fuimos como muy politizados desde muy chicos,
crecimos en un ambiente así»734.
En el caso de Rebeca, son sus hermanos mayores los que
fueron entregándole ideas más progresistas, más laicas, más
de justicia social y «eso cristalizó que para las elecciones de la
Unidad Popular ya habían dos, una hermana y un hermano, que
eran partidarios de los cambios profundos»735. Posteriormente,
su hermana mayor «conoció en tiempo de la Unidad Popular a
un dirigente sandinista (...) y se involucró con toda la lucha del
Frente y se fue estando Allende en el poder; se fue a Cuba, en
realidad, para que allá se entrenara (...); con mi otra hermana
pasó lo mismo; pero ella se fue después del Golpe, se fueron y
las dos se hicieron sandinistas»736.
Rebeca también menciona a su madre como un impulso en
su opción revolucionaria. «Mi mamá era antinorteamericana, no
le gustaba las cosas como los valores de la sociedad dominante,
hipócrita, entonces ella de alguna manera transmitió una cosa
muy auténtica como persona y yo creo que ahí está la base de
por qué, en esta familia, la mayoría optó por este camino»737.
En el caso de Andrea, se vuelve a repetir la idea de la en-
señanza valórica como sustento explicativo de la opción por la
militancia revolucionaria: «Tenía un tío que era comunista y una
733
Ibid.
734
Marlene Martínez Ángel, op. cit.
735
Ibid.
736
Ibid.
737
Ibid.

325
Sergio Salinas Cañas

tía que era mirista (...) como que mi tío que era comunista era
más cobardón. Y mi tía que era mirista, era más osada, más com-
prometida y todo, y los dos más o menos de la misma edad»738.
Lucía argumenta su militancia revolucionaria como una
opción consecuente con su formación cristiano-valórica: «Tuve
una formación bajo la iglesia católica (…) y era militante católica
en ese tiempo, se podría decir, porque estuve en la JEC, en la Ju-
ventud de Estudiantes Católicos... o sea, yo tuve una formación
bien profunda en ese ámbito; soy de los sectores que llegaron
desde una opción católica, moral, ética, al mirismo»739.
De forma similar opina Julián Bastías Rebolledo, quien se-
ñala que fue una decisión muy difícil optar por ingresar al MIR,
fundamentalmente porque la utilización de la violencia iba en
contra de sus principios cristianos. «Yo veía que mis compañeros
de la Parroquia Universitaria que se acercaban al MIR o a posi-
ciones de ruptura con el régimen dominante, se daban el tiempo
de descubrir a los autores marxistas, las estrategias o tácticas
militares. Con mucho dolor trataban de entender, como yo, la
necesidad de la violencia revolucionaria»740.
Julián Bastías afirma que su «mundo cristiano» igual se pre-
paraba para una probable aguda lucha de clases, «se decía que
si el pueblo iba, nosotros íbamos. Había que radicalizarse con
nuestro pueblo. Él era ‘el único Señor de la historia’, como diría
Germán Cortés, sacerdote asesinado durante la dictadura»741.
Julián Bastías narra que eran pequeños embriones de
cristianos partidarios de la opción por los pobres que consti-
tuyeron posteriormente lo que se conoció como Cristianos por
el Socialismo, influenciados por Paulo Freire y una reflexión y
práctica pastoral referenciada años después como teología de
la liberación.
En 1966, Julián Bastías funda en la Universidad de Con-
cepción la primera asociación pro-indigenista, el grupo Ayllu,
738
Ibid.
739
Ibid.
740
Julián Bastías Rebolledo, Memorias de la lucha campesina, Santiago, Lom
Ediciones, 2009, p. 13.
741
Ibid.

326
El tres letras

ya militaba en el MIR desde el año anterior. Entre 1966 y 1968


asume como encargado campesino del Comité Regional de MIR.

En nuestras salidas con algunos miristas e ‘indigenistas’


se producía una convivencia que nos permitía a todos
aprender de los mapuches durante nuestra estadía en las
reducciones. Los lazos de fraternidad que cultivábamos
parecía que nos protegían de una realidad desconocida,
y más llevaderas nuestras críticas y autocríticas742.

Julián Bastías debatió con su amigo Darváez la idea de ir a


las reducciones mapuches más combativas, «con la frase favorita
de Luciano Cruz citando a Dantón: ‘Para hacer una revolución
se necesitan tres cosas: audacia, audacia, audacia’»743. La idea
era entregarle el apoyo solidario de parte de los universitarios,
del MIR, la Federación de Estudiantes de Concepción (FEC) y del
grupo Ayllu. «Lo que nos interesaba era que los mapuches más
combativos no se aislaran, que se sintieran apoyados y, por otro
lado, que los universitarios descubrieran la forma en que vivían
nuestros aborígenes»744.
Julián Bastías señala que el trabajo desplegado en la zona
conflictiva le permitió ganar la confianza de Miguel Enríquez,
-VDJBOP$SV[ #BVUJTUBWBO4DIPVXFO +PSHF'VFOUFTZPUSPT
«Buscaba asiduamente el reconocimiento de mis camaradas, sin
dejar de lado mi real compromiso con mi pueblo aborigen»745.
Sin embargo, en 1967 la discusión al interior del MIR –como
afirma Julián Bastías– sobre el trabajo con campesinos e indígenas
era intensa. «Los ideólogos, sociólogos y consejeros políticos del
MIR se apresuraron a volver a citar a Lenin, en donde criticaba
la conciencia política de campesinos y pueblos aborígenes»746.
Julián Bastías afirma que para seguir en el MIR le fue nece-
sario comprobar que los obreros eran permeables a los plan-
teamientos miristas y que los dirigentes supieran llegar a ellos.
742
Ibid, p. 12.
743
Ibid, p. 22.
744
Ibid.
745
Ibid, p. 23.
746
Ibid, p. 31.

327
Sergio Salinas Cañas

«En caso contrario, volvería al Partido Comunista, el partido


de la clase obrera chilena, en donde yo había militado desde
los 15 años»747. Lo que a juicio de Bastías finalmente ocurrió,
motivándolo para convertirse en un revolucionario profesional
y un activista campesino.
Para Julián Bastías el triunfo electoral de Salvador Allende
no cambiaba nada. El MIR había aprendido que la propaganda
teórica era insuficiente y que solo una participación en una lucha
real «podía hacer de un grupo social específico, que nos interesara
para nuestra estrategia, un grupo de apoyo para la guerrilla»748.
Desde la misma opción cristiana proviene Kiko, para quien
ciertos personajes y sucesos lo marcaron mucho en su radicali-
zación ideológica: el Che Guevara y Camilo Torres. «Entonces
me cuestioné seriamente los esquemas, esos que me habían en-
señado en el colegio... me di cuenta de que había una situación
de subdesarrollo económico-social aquí, y que la misión de la
universidad y la misión de una persona era contribuir a que
cambiaran esas cosas, y que la manera de hacerlo era a través
de un cambio de estructuras sociales, políticas y económicas... a
esas conclusiones llegué el año 1967»749.
Posteriormente, Kiko le solicita a los líderes de grupos políti-
cos que había en ese momento en la Universidad de Concepción
que le presentaran y mostraran el programa que tenía cada uno de
sus partidos (Democracia Cristiana, el Partido Radical, el Partido
Comunista, el Partido Socialista). «Y fui y conversé y estudié con
ellos. Entonces, ellos se extrañaban porque yo aparecía como
representante de la Democracia Cristiana, en una de las funciones
más importantes a nivel de la Federación de Estudiantes, donde
empezamos a hacer la reforma de la universidad750».

También me fui a conversar con algunas personas


cristianas que vivían en Arauco, y que habían hecho un
proyecto a mediados de los años sesenta. Vinieron de

747
Ibid, p. 37.
748
Ibid, p. 87.
749
Ximena Goecke Saavedra, op. cit., p. 47.
750
Ibid, p. 47.

328
El tres letras

la Universidad Católica de Santiago como un grupo de


profesionales recién egresados a trabajar a Arauco, porque
era la provincia de Chile más pobre en ese momento...
un sociólogo, un economista, un profesor, enfermeras,
matronas, y unos médicos estaban en Curanilahue. En-
tonces, había toda una dinámica de refundar una iglesia
más pobre y más auténtica, en lo cual yo estaba profun-
damente metido y profundamente imbuido, y de buscar
realmente qué es lo que era ese hombre nuevo acerca del
cual también el Che Guevara hablaba y Camilo Torres751.

Kiko afirma que comenzó a leer toda la literatura que estaba


a su alcance: Maritain, Pierre Teilhard de Chardin; las encíclicas:
Rerum novarum, Quadragesimo anno; la historia de los países de
América Latina, no como se la habían enseñado en los libros de
Francisco Frías Valenzuela... «de manera cronológica, estudiando
la fecha en que había ocurrido tal o cual evento, sin enseñar el
contenido. La significancia de ellos me sorprende que hasta el
día de hoy se siga empleando en la educación»752.
Posteriormente, conoció a Aníbal Quijano, a Clotario Blest,
a Luis Vitale, «que era otro de los fundadores del MIR, que era
trosko, que también estaba escribiendo una historia de Chile, y
me hablaba de ella, conocí a brasileños y argentinos que habían
venido a Chile y daban vueltas por Concepción; leí a los eco-
nomistas latinoamericanos de la época, empezando por los del
Banco Interamericano de Desarrollo»753.
Según Kiko se le llenó de ideas su cabeza hasta que se dio
cuenta de que lo mejor para llevarlas a cabo era esta gente joven,
que eran del Movimiento de Izquierda Revolucionaria y que
además tampoco coincidían con los comunistas y los socialistas.
«Ahora bien, el año ‘67, yo hice mi ingreso personal al MIR: un
día fui a donde uno de mis amigos con el cual trabajaba en la
Reforma Universitaria, que era un médico que había sido presi-
dente de la escuela [del Centro de Alumnos] y se llamaba Bautista
WBO4DIPVXFO ZMFEJKFA0ZF NJSBWFOHPBIBCMBSDPOUJHPB
751
Ibid.
752
Ibid, p. 48.
753
Ibid.

329
Sergio Salinas Cañas

propósito del programa del MIR...’ así como había hablado con
los otros (y que a todo esto son gente importante en la política
chilena o algunos están desaparecidos). Y él lo encontraba inau-
dito, porque habíamos estado (bastante tiempo) peleando ahí,
en la universidad, pero bien cordialmente»754.
Kiko cuenta que estuvo conversando con el dirigente mi-
rista tres a cuatro días. «Él me pasó los planteamientos y los
principios del MIR, y después me dijo inmediatamente... ‘Míra-
me, dijo, si quieres trabajar con nosotros, tú puedes ingresar al
MIR’. La verdad de las cosas que yo creo que después de haber
hecho la recorrida de todos las demás, al último fui donde el MIR
porque ya había, prácticamente, hecho mi opción... Entonces,
una de las cosas que me pidió Bauchi fue que, por la estructura
político-militar del MIR que pretendía darse, que mantuviera mi
anonimato como militante y que realizara tareas que no fueran
públicas»755.
Por su parte, Pamela señala que entró al MIR a los 18 años
en 1968: «Y entré por un proceso de concientización colectiva en
el fondo. Yo era parte de un grupo de gente entre las que había
amigos, familiares, mi hermana, referentes familiares mayores
que yo. Eh, y que en definitiva habían ido paulatinamente vin-
culándose a los hechos que estaban pasando en ese momento
en Chile. Te estoy hablando del gobierno de la DC, con Eduardo
Frei, digamos, con la ‘Revolución en Libertad’ (…). Entonces, en
mi familia empezó a haber todo un proceso inmediato de politi-
zación, de politización de discusiones en la mesa, y de empezar
a vincularse a lo que estaba pasando. Y en ese sentido fuimos
todos como de a poco haciendo ese proceso. (…) Porque uno
era parte de una marea que iba, que iba»756.
En el caso de Joaquín, este cuenta: «Entré al MIR el año 70
(en séptimo básico), (…) estaba en un colegio donde llegaron
estudiantes de la Universidad de Chile y de un liceo que estaba
en la misma comuna de La Reina, y nos convencieron de que en

754
Ibid.
755
Ibid.
756
Alondra Peirano. Un cambio profundo..., op. cit.

330
El tres letras

realidad teníamos que trabajar con gente de unos campamentos


que estaban donde estaba mi colegio, que después yo supe que
eran tomas de terreno757». En estos campamentos donde el MIR
tenía presencia, Joaquín conoce la pobreza dura, vive su radicali-
zación política y toma la decisión de ingresar a corta edad al MIR.
Carlos Sandoval, recordando una instrucción militar, se-
ñalará: «Eso duró unos días (los ejercicios físicos) y todo el
tiempo restante, deben haber sido unos diez o doce días, leer los
documentos del MIR y prácticamente memorizarlos, repetirlos, y
estaba el documento dos A, tres A, uno C, unas huevás gruesas y
horrorosas, los escribían el ‘Pelao’ Moreno, el Fernando Krauss,
escribía el Nelson, pero para arriba nada, eso de que de repente
yo me fuera a hacer un análisis de la situación, que yo la tirara
encima de la mesa para que en el ‘GP’ lo discutiéramos para des-
pués sacar una posición común y tirarlo para arriba, no, señor,
no, no. Si para eso estaba la editorial de El Rebelde, si estaba ahí
la verdad para qué vas a estar ‘hueveando’, por favor; además,
era pérdida de tiempo, si ya la verdad estaba hecha, por eso te
digo que hubo mucho de evangelismo, de dogma, una cuestión
religiosa, y religiosa en extremo...»758.
En el caso de Dagoberto Cortés, su infancia la vive en la pam-
pa nortina, en un pueblo de pescadores y mineros donde conoció
la pobreza e injusticia. Su madre se refería al lugar donde nació
Dagoberto, Salitrera Alemania, ex-Catalina, como «la tierra de
nunca más». A temprana edad se incorpora a las movilizaciones
de estudiantes y a las huelgas generales de los obreros. En 1968,
con mucho esfuerzo empieza a estudiar ingeniería en minas en
la Universidad del Norte en Copiapó. En dicha casa de estudios
conoce a algunos miristas, incorporándose inmediatamente al
grupo, «convirtiéndose en uno de los primeros integrantes del
Regional del Norte Chico»759.

757
Ibid.
758
Sebastián Leiva Flores, op. cit., p. 61.
759
MIR, «Dagoberto Cortés», Revista El Combatiente, n° 14, abril-mayo de
1990, p. 18.

331
Sergio Salinas Cañas

Charles Ramírez comienza su radicalización ideológica mien-


tras era un ferviente cristiano consecuente con la opción por los
pobres. «Su paso por las comunidades cristianas de la zona norte
de Santiago es recordada con cariño por quienes conocieron su
risa inocente, su mensaje claro y esa fuerza interior que reflejaba
su amor por la vida y la entrega apasionada por los pobres y des-
poseídos de nuestra patria»760. Este exestudiante de antropología,
soltero, siempre recordaba y hablaba de su formación cristiana y
como precisamente ella lo llevó a asumir cada vez mayores com-
promisos políticos hasta llegar en su proceso de radicalización
política a optar por convertirse en militante en el MIR.

5.2.2 Radicalidad política en el MIR:


sentimientos, sacrificios y abandonos

La idea del cuadro revolucionario profesionalizado en las


tareas de la revolución, muchas veces, en la vida cotidiana de
los militantes, significó grandes sacrificios a nivel personal. Y
en el caso de las mujeres, dichos sacrificios fueron mayores, por
cuanto decidirse por el camino revolucionario implicaba aban-
donar familias, hijos, amigos, en pos de los sueños anhelados a
nivel social.
Para Andrés Pascal Allende, el tema de cómo combatir la
incertidumbre fue uno de los problemas principales con los
cuales tiene que lidiar una organización revolucionaria. «Porque
en definitiva ningún plan estratégico se realiza, ninguna estra-
tegia es real, es más bien un norte o camino que te pones, una
historia que cuentas para adelante que le dé certidumbre a la
incertidumbre. Porque la práctica política es incertidumbre, no
sabes lo que va a pasar. Las correlaciones de fuerzas cambian de
etapa revolucionaria a etapa revolucionaria, aparecen conflictos,
coyunturas que no imaginabas para nada»761.

760
MIR, «Charles Ramírez», Revista El Combatiente, n° 15, junio-julio de
1990, p. 14.
761
Entrevista realizada a Andrés Pascal Allende, op. cit.

332
El tres letras

Como lo afirma Rebeca, en estos sacrificios descansaba la


demostración de la entrega del militante hacia la revolución.
No realizarlos implicaba no estar capacitada para asumir las
exigencias de la lucha revolucionaria. «Cuando yo quería tener
una guagua, un compañero me dijo ‘¡pero si tú tienes que ser un
DVBESP 
/PSNBMNFOUFZPTFOUÎBVOBTPCSFFYJHFODJB VOB
culpa muy grande, porque el deber ser era de hombre militante:
racional, rápido para tomar decisiones; y uno tenía toda una
manera de ser y vivir que eran de mujer, de mujer militante (...).
Entonces yo me decía ‘me tengo que superar, tengo que ser más
firme’. O sea, la disyuntiva era grande, porque tenías que ser
militante, pero asimilándote a un rol masculino, privándote de
tu derecho a ser mujer, o eras mujer de verdad y tomabas tareas
de ayuda, de retaguardia»762.
Como lo señalaban las «Notas sobre la formación de los
cuadros»763 del MIR: «El militante del Partido Revolucionario
del Proletariado es un proletario de vanguardia, esto es, debe ser
capaz de cumplir a escala, todas las tareas del Partido Revolu-
cionario, debe reunir el dominio de la teoría con la práctica, la
actividad intelectual con la actividad práctica revolucionaria, y
la lucha cotidiana por la transformación de la sociedad de clases
por la gestación y prefiguración de un nuevo tipo de hombre, con
la formación del revolucionario concreto como cuadro integral
y combatiente, eslabón en el camino hacia el hombre total del
socialismo»764.
En este mismo sentido, otro tema recurrente en los relatos
de miristas fue el referido al trabajo clandestino que tuvieron
que desarrollar como militantes. Por ejemplo, a Arinda Ojeda
en plena Unidad Popular, el MIR la separó de las manifestaciones
públicas que el partido realizaba, aunque en algunas oportuni-
dades transgredió las normas de clandestinidad que en aquella

762
Marlene Martínez Ángel, op. cit.
763
Véase texto completo en MIR, «Notas para la formación de cuadros», Cen-
USPEF&TUVEJPT.JHVFM&OSÎRVF[ EFKVOJPEF QIUUQXXX
cedema.org/uploads/NOTAS%20SOBRE%20LA%20FORMACION%20
%&-04$6"%304QEG DPOTVMUBEPFMEFNBZPEF

764
Marlene Martínez Ángel, op. cit.

333
Sergio Salinas Cañas

época no parecían tan urgentes, puesto que en general durante la


UP las represiones a los miristas cesaron. «Por las tareas en que
yo estaba nosotros no podíamos participar en tareas públicas, en
los actos ni en nada. Yo alguna vez me camuflé y como tenía el
pelo largo me echaba todo el pelo en la cara y partía camuflada.
(...) Me acuerdo de que una vez en Coronel me camuflé en una
marcha y apareció un compadre, el rata chico y me abraza por
atrás y dice ‘si ya vi que eras tú’. Y yo escondida. Ridícula total.
Era muy loco»765.
Sandra, al recordar el período de clandestinidad, señala: «Si
yo tuviera que definirlo, yo creo que más que el hecho de que a
veces pasíh hambre, te caguíh de frío... ¡es esa soledad a la que
UFDPOEFOÃJv766.
Sandra agrega: «A veces sentí que, en realidad, no soy tan
grande; que en realidad teníh que estar en tu casa, calentita ahí
con tu papi o con tu mami y que estái metida como en algo que
es pa’ gente más grande»767.
De similar manera opina César: «Fue un período con mucho
miedo, o sea, el miedo siempre estuvo presente, pero no salía en
las conversaciones (...), ese miedo salía en pesadillas en la noche,
todas las noches tenía pesadillas recurrentes, que me perseguían
y no podía arrancar, o soñaba con maremotos que me alcanza-
ban y me cubrían por completo (...). Fue un período de mucha
soledad, no tiene nada de romántico»768.
Para Ernesto: «Desde que uno entra al Partido es peligroso,
(…) uno sabe que tiene que dejar a los hijos, tiene que dejar a su
mujer, porque sí. Es que uno tiene que estar dispuesto a eso, (...)
entonces uno, uno tiene que tener clarito dónde está, el Partido
no es… el Partido era algo muy serio, demasiado serio»769.
Álvaro, por su parte afirma: «Militar en el MIR era mucho
más difícil que militar en el PS o en el PC, era una militancia de
cuadros muy jodida, exigía mucho tiempo (...). Normalmente
765
Ibid.
766
Ibid.
767
Ibid.
768
Ibid.
769
Alondra Peirano, Un cambio profundo..., op. cit.

334
El tres letras

tendían a (...) ir profesionalizando los cuadros, lo que llamába-


mos profesional nosotros, que fuera un trabajo de dedicación
exclusiva»770.
Para Félix, su participación política comenzó en el Frente de
Estudiantes Revolucionarios (FER), en 1971: desde ser candidato
a vocal hasta en enfrentamientos con estudiantes opositores,
comunistas, demócrata cristianos, incluso de la extrema izquier-
da que existía en el Pedagógico, como algunos militantes de la
Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP).
Después, a mediados de 1972, Félix ingresó al Frente de
Trabajadores Revolucionarios (FTR) ayudado por un militante,
Máximo Gedda771. «Trabajaba políticamente yo, en la zona
de calle Diez de Julio, en Santiago Centro, con la gente de las
fábricas cercanas. Y naturalmente, el trabajo militar era apar-
te y se basaba en aprender técnicas y tácticas no de guerra de
guerrillas, sino instrucción básica de saber cargar y limpiar un
arma, de seguridad e inteligencia. Yo te diría que en el FTR, el
trabajo implicaba muchos más compromisos que en el FER, en
horarios hasta altas horas de la noche y todo el día completo
por meses y meses772».
Félix señala que lo que más le costó en esta etapa de su
militancia revolucionaria fue la vida familiar cada vez menos
frecuente, por los horarios extendidos. Además, luego del golpe
militar, «la inseguridad personal y el miedo. Pero jamás se me
pasó por la mente retirarme, pese a que tenía hijos recién nacidos.
Pero lo que más dolor me provocó fue la falta de seguridad, no
la inseguridad porque ya la dictadura estaba plantada, sino la
seguridad que no fue provista por el partido. En este escenario

770
Ibid.
771
Máximo Antonio Gedda Ortiz, periodista, militante del MIR, dirigió los
programas Una vez un hombre y Aquí, la CUT, en Televisión Nacional.
Colaborador en Punto Final, poeta y compositor, ganó un festival de
la canción de Corfo. Fue dirigente sindical en TVN y candidato a la CUT
regional. Fue detenido por la DINA, el 16 de julio de 1974, engrosando la
lista de detenidos desaparecidos. Más antecedentes en Centro de Estudios
.JHVFM&OSÎRVF[IUUQXXXBSDIJWPDIJMFDPN.FNPSJBMDBJEPT@NJS(
HFEEB@PSUJ[@NBYJNPQEG DPOTVMUBEPFMEFBHPTUPEF

772
Entrevista con Félix, op. cit.

335
Sergio Salinas Cañas

aparece un miedo prolongado, un estado permanente de miedo


que duele, directamente duele»773.
Para Félix lo que le entregaba fuerza a sus convicciones, en
este dramático escenario, era la amistad, una estrecha amistad
con personas «como dije, desprovistas de arrogancia, de prepo-
tencia, no había esta autoridad que manda, sino todo lo contrario.
Y en especial digo, Máximo Gedda, el Augusto Pelao Carmona774,
que luego lo mataron en una calle por la espalda y era el marido
de Lucía Sepúlveda. Ellos eran tipos de una suavidad, de una
candidez casi como para no creer que pertenecían a este grupo.
Y eran tipo que andaban armados y que tenían mucho arrojo y
capacidad combativa enorme. La amistad total. Un motivo de
adhesión y de adherencia a los mismos postulados. A pesar de que
después del Golpe se manifiesta, como es obvio, el abandono»775.
Pese a esta situación, Félix sigue desarrollando mucho tra-
bajo político durante 1974 y 1975, y por no ser completamente
clandestino, con enormes riesgos de seguridad. Además, realizaba
cobertura para dirigentes del Comité Central, entre otros para
Juan Carlos Perelman y Gladys Díaz. «Ellos eran ídolos para
mí y a pesar de esta precariedad total, a mí me impresionó esa
precariedad que partió el mismo 11 de septiembre y que fue dis-
persión y no diáspora, porque nos mantuvimos con mística»776.
Félix cuenta que siguió hasta enero o febrero de 1975 rea-
lizando las mismas labores para el partido. En ese momento, la
DINA visitó su casa, «fueron a mi casa a buscarme a mí y a mi
mujer, siendo nuestros hijos chiquitos. Y gracias a que yo ofrecí
colaboración nos dieron una semana de plazo, para juntar an-
tecedentes y teléfonos. El abandono, te digo, era casi total, al
punto de que en la segunda visita de la DINA a mi casa que fue

773
Ibid.
774
Augusto Carmona fue jefe de prensa de la emisora del MIR, Radio Nacional,
y miembro del Consejo de Redacción de Punto Final. En 1973, se desem-
peñó como jefe de prensa de Canal 9 de Televisión de la Universidad de
Chile y fue líder de la toma de la estación. Fue asesinado el 7 de diciembre
de 1977, tenía 38 años, dos hijas de 3 y 12 años.
775
Entrevista con Félix, op. cit.
776
Ibid.

336
El tres letras

antes del cumplimiento del plazo de una semana, una vez comu-
nicada a nuestros enlaces la decisión fue asílense, métanse a una
embajada, pese a que la consigna era no hacerlo. El abandono,
la dispersión y la desprotección de todos, porque no era yo,
sino que todos andábamos perdidos, habían matado a Miguel,
más ese miedo prolongado que era de todos los días. Entonces
pese a la prohibición nos dijeron váyanse, asílense. Esto lo digo
a propósito de la mística, la amistad es el elemento central que
aglutina, que amalgama mi persistencia en pertenecer, trabajar
y hacer cosas por el MIR. Las que continué desarrollando en el
exilio»777.
En el caso de Dagoberto Cortés778, es luego del golpe militar,
siendo miembro del Comité Central, que opta por la dura deci-
sión de pasar a la clandestinidad, para recomponer el partido en
Santiago. El 5 de febrero de 1975 es detenido cuando camina por
el paradero 12 de Gran Avenida por hombres que se movilizan
en seis vehículos. Según algunos relatos, fue salvajemente tortu-
rado en Villa Grimaldi, incluso le quiebran las piernas pasándole
una camioneta sobre ellas sin sacarle palabras. «Enyesado y con
muletas llega a Tres Álamos, donde sus compañeros lo apodan
el ‘cojo maldito’ por sus constantes tallas. Luego es enviado a
Puchuncaví, donde es uno de los impulsores de la primera huelga
de hambre por los detenidos desaparecidos»779.
Charles Ramírez, luego de ser detenido y torturado y para
seguir militando, se ve obligado a dejar a su familia y pasar a la
clandestinidad. «En la estructura miliciana fue querido y respe-
tado por sus compañeros, tanto como conductor político como
jefe militar, destacando por su trabajo, tesón, estilo y personali-
dad muy propios»780.

777
Ibid.
778
El 28 de noviembre de 1982, Dagoberto Cortés Guajardo,Yamil, 33 años,
dirigente del MIR, resultó muerto luego de producirse un enfrentamiento con
efectivos de Carabineros que intentaron detenerlo en calle Aldunate, altura
5009, de Santiago.
779
MIR, «Dagoberto Cortés», op. cit., p. 18.
780
Ibid.

337
Sergio Salinas Cañas

Charles Ramírez781 participa en la construcción de las Mili-


cias de Resistencia Popular y en la primera operación miliciana
de relevancia y repercusión internacional, como fue el robo de
la bandera chilena sobre la que se juró la Independencia.

De las milicias, pasa a formar parte de la estructura


de la Fuerza Central de Santiago, llegando a ser jefe de
un grupo de combate. Participó en las más importantes
acciones armadas de esos años: el asalto al supermercado
AGAS, los dos triples asaltos a los bancos de la calle Santa
Elena, el triple asalto a los bancos de Macul con Irarráza-
val y acciones antirrepresivas contra la CNI, Carabineros e
Investigaciones; entre ellas, el ataque al cuartel de la CNI
de calle José Domingo Cañas782.

Las historias anteriores, solo algunas entre muchas, pre-


tendieron mostrar la radicalización política a la que se vieron
sometidos los cuadros revolucionarios del MIR y los sacrificios
a nivel personal que tuvieron que realizar en el cumplimiento
de sus ideales. Un extracto de un poema, llamado «¿Quién va
conmigo?», de Nelson Villagra, escrito en 1974, refleja lo seña-
lado anteriormente:

Permiso, pues, ya me despido. No tengo dirección que darte.


Si deseas escribirme recibiré tus cartas a través de las luchas
de tus oprimidos. De todas formas mi casa será un fusil,
un panfleto clandestino o lo que ordene el partido.

781
El 22 de junio de 1981 durante el asalto a la sucursal del Banco de Chile en
el Faro de Apoquindo, Charles Ramírez ordena al resto de los participantes
escapar del lugar, mientras él se queda dándoles cobertura, muriendo en la
acción.
782
MIR, «Charles Ramírez», op. cit., p. 14.

338
Fotografía de propaganda de Radio Liberación del MIR.

El dirigente sindical Clotario Blest y el sacerdote Rafael Maroto.

339
340
Conclusiones

Papá, cuéntame otra vez


ese cuento tan bonito
de gendarmes y fascistas,
y estudiantes con flequillo,
y dulce guerrilla urbana
en pantalones de campana,
y canciones de los Rolling,
y niñas en minifalda.
Ismael Serrano

Este libro pretendió investigar las causas históricas o raíces


del fenómeno de la violencia política, a partir del estudio de los
primeros pasos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria
chileno.
Se decidió esta perspectiva, ya que permite superar la visión
hegemónica de los estudios del fenómeno de la violencia política,
centrada principalmente en la historiografía nacional, es decir, en
las singularidades o idiosincrasias de los países y que considera
que los actores armados nacen como reflejo de esas condiciones
objetivas.
Estudiar y escribir sobre procesos de violencia política en
este libro fue un desafío que valió la pena, pese a que, como
señalan muchos autores de diversas disciplinas, todo intento de
reconstruir el pasado supone un ejercicio de simplificación de
la realidad histórica. Como afirman Nordstrom y Robben783,

783
Véase Carolyn Nordstrom y Antonius Robben, Fieldwork under FIRE: con-
temporary Studies of violence and culture, Berkeley, University of California
press, 1996.

341
Sergio Salinas Cañas

cualquier esfuerzo por imponer orden sobre el desorden de un


conflicto armado a través de relaciones narrativas está condenado
a producir un relato incompleto de la realidad.
Sin embargo, a pesar de este presupuesto, como investiga-
dores sociales, tal como sostiene Roberto Sancho Larrañaga784,
debemos transmitir la complejidad de los fenómenos estudiados,
buscando sistematizar el conocimiento sobre las formas de la
violencia, sus causas y sus efectos. Es por estas razones que este
texto profundizó en diversos ámbitos del fenómeno, como los
hitos históricos internacionales, los contextos sociopolíticos re-
gionales y nacionales, las representaciones e imaginarios de los
militantes de estas organizaciones armadas, el contexto cultural
y de socialización, entre otros.
A través de las páginas precedentes hemos reconstruido el
proceso de aprendizaje ideológico-político, es decir, de radica-
lización, que dio lugar a la identidad política revolucionaria de
los militantes del MIR en Chile.
El ingreso de hombres y mujeres al campo revolucionario
estuvo fundado en una fuerte convicción de intervenir en el es-
pacio público, pero el pasaje de la radicalización ideológica (ser
revolucionario en el mundo de las ideas) a la política (ejercer
esa «revolucionariedad») fue vivido de manera muy diversa y
en muchos casos de forma conflictiva por algunos de quienes
llevaron adelante ese tránsito.
En este proceso de radicalización, el MIR ofreció y entregó
a estos futuros militantes un paradigma (conformado por una
ideología, un discurso común, apropiaciones similares de los hi-
tos históricos, de los contextos regionales y nacionales, similares
creencias y una moral revolucionaria) desde el cual resignificaron
sus valores e ideas políticas tempranas, prerrevolucionarias.
La situación internacional ocurrida en la segunda mitad del
siglo XX explica en gran medida, aunque no es el único factor
como se establece en este trabajo, la emergencia de «focos re-

784
Véase la tesis, muy citada en este libro, de Roberto Sancho Larrañaga, op.
cit., p. 498.

342
El tres letras

volucionarios» en diversas partes del mundo y una numerosa


simpatía hacia estos procesos.
Por ejemplo, las consecuencias de la Guerra Fría tuvieron
implicancias directas en América Latina. Por una parte, la res-
puesta contrarrevolucionaria, fomentada por Estados Unidos,
se hizo visible a través de la doctrina de seguridad nacional,
sumado a estrategias políticas y económicas como la de contra-
insurgencia y la Alianza para el Progreso; por otra, los procesos
vividos en, la parte revolucionaria, la Unión Soviética también
tuvieron repercusiones en el surgimiento de una nueva izquierda
revolucionaria (NIR), como el de desestalinización y la pugna
chino-soviética. Además, se sumaron otros hechos como las
luchas de los movimientos de liberación nacional en África y
Asia, incluyendo ignotos lugares como Cabo Verde y Timor; el
movimiento tercermundista; los cambios en la anquilosada Iglesia
católica; el nacimiento de una contracultura y la emergencia de
un nuevo actor político: los estudiantes.
Estos hitos internacionales, se sumaron al contexto que se
vivía en nuestro continente, activando el imaginario político de
cientos de personas, con una creencia poderosa: la revolución
era posible y estaba al alcance de la mano.
Entre estos hitos del contexto regional, se destacaron la Re-
volución Cubana y el foco guerrillero, la teoría que permitiría la
toma del poder; la pérdida de influencia de la Unión Soviética;
el nacimiento de vertientes cristiano-revolucionaria; la crítica,
sobre todo, de sector juveniles, a los partidos comunistas tradi-
cionales; los golpes de Estado y la pérdida de creencia en la vía
electoral, entre otros. Rápidamente, en importantes sectores de
la izquierda, no en la mayoría, se pasó de una simpatía hacia
otras experiencias revolucionarias armadas a un proceso de
identificación con el mismo. Lo que se tradujo en la necesidad
de recurrir a similares métodos de lucha, que habían demostrado
ser exitosos. El discurso ideológico de los grupos de la nueva
izquierda revolucionaria fue el encargado de adecuar estas «rea-
lidades externas» a los «intereses internos», legitimando el uso
de la violencia política.

343
Sergio Salinas Cañas

En el caso del MIR, estas otras experiencias revolucionarias


se convirtieron en una importante fuente impulsora tanto de
su nacimiento como de ayuda en sus primeros pasos. Cada ex-
periencia revolucionaria exitosa se convirtió en un ejemplo, no
discutible, de cómo hacer otra revolución; cada éxito táctico de
un grupo armado en alguna parte del mundo, fue exportado y
se intentó replicar adaptándolo a los contextos propios.
Sin lugar a dudas, tal como se establece en este libro, el
mayor impacto en el MIR lo constituyó la experiencia revolucio-
naria cubana, así como su influencia en la construcción de un
imaginario revolucionario cuyo referente simbólico fue la figura
del Che Guevara. El «hombre nuevo», mezcla de voluntarismo
personal y compromiso social, impactó en estos jóvenes revolu-
cionarios e inspiró el «cuerpo moral-doctrinal» que orientó la
lucha revolucionaria del MIR.
Pero además de los hitos históricos y del contexto regional,
es necesario destacar que la propia historia y el contexto social-
político-económico que se vivía en los sesenta en Chile fueron una
fuente inspiradora en el nacimiento y los primeros pasos del MIR.
En el caso de Chile, un proceso de polarización política y de
demanda urgente de cambios sociales compartidos por un amplio
sector de la sociedad, cuyas expresiones más visibles fueron un
gobierno demócrata cristiano, con su programa de «revolución
en libertad», y el gobierno de la Unidad Popular, con su «vía
chilena al socialismo», primera experiencia socialista a través
de la vía electoral a escala mundial.
Este es el ambiente, internacional y nacional, de agitación
revolucionaria que vivieron, sintieron y creyeron muchos mili-
tantes de partidos de izquierda, lo que impulsó la fundación del
MIR en Chile.
Asimismo, como se señaló durante esta investigación, esta
realidad histórico-política concreta se fundió con una dimensión
subjetiva y discursivo-simbólica que legitimó el uso de la violen-
cia política, otorgando, de este modo, sentido a la cosmovisión
del MIR y permitiéndole utilizarla como un llamado efectivo a
la acción.

344
El tres letras

Este universo mental orientó al MIR creando pertenencia,


una lógica de lucha común coherente para los militantes, for-
taleciendo además, una de las características más importantes
de los grupos de la nueva izquierda revolucionaria, su «visión
mesiánica»: redimir (al individuo y a los pobres) o morir (sacri-
ficio heroico por la causa).
La lucha revolucionaria se asimiló a una promesa de reden-
ción social, a una cuasi guerra santa. La capacidad de sacrificio
de los revolucionarios, su abnegación, la renuncia a una calidad
de vida por un mundo de privaciones, el martirio por la causa
y la posterior elevación al panteón de los «santos» revoluciona-
rios, constituyeron el camino a seguir para muchos hombres y
mujeres en América Latina en general y en Chile, en particular.
Por ende, el paso desde la radicalización ideológica a la po-
lítica no fue fácil. Era una decisión difícil para un pre-militante
revolucionario ingresar a una colectividad como el MIR. Era el
final del proceso, la culminación de su entrega a la organización,
ya que no solo implicaba supeditar lo personal/privado a lo co-
lectivo/político, sino que hacer real su aceptación racional del
ejercicio o padecimiento de la violencia política, transformán-
dose, cada militante, en un eslabón más de la cadena de mando
y obediencia que estructuraba la organización.
Una vez dentro de la organización es probable, como sos-
tienen algunas teorías que tratan de explicar el fenómeno de la
radicalización política, que los militantes comenzaran a tomar
decisiones arriesgadas porque el riesgo se percibía como com-
partido y, por tanto, menos amenazador. Pero esto es materia
de otro libro.
En síntesis, la existencia de subjetividades, valores y ca-
tegorías discursivo-simbólicas similares, reforzadas por la
existencia de contextos nacionales e internacionales específicos
y una historia de lucha social, hicieron posible que personas
pertenecientes a un grupo político determinado en Chile (MIR)
optaran en el último tercio del siglo XX por la aceptación de
la vía armada como una opción válida para la consecución de
sus fines políticos.

345
Sergio Salinas Cañas

Esperamos que este libro permita, en el caso chileno, conti-


nuar profundizando en el conocimiento sobre el uso de la vio-
lencia política en nuestra historia cercana, siguiendo el camino
de otras investigaciones y libros realizados en el último tiempo.
Los itinerarios de aprendizajes, experiencias y valores sobre
cuyas huellas construyeron aquella identidad colectiva revolu-
cionaria, que se entregan en este texto, probablemente seguirán
siendo parte del debate en el ámbito de las ciencias sociales y la
historia. Pero solo de esta forma, realizando estudios en esta te-
mática, avanzaremos para entender el contexto en que se inicia el
camino de las armas, en este caso en el tres letras, el Movimiento
de Izquierda Revolucionaria (MIR).

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361
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Teléfono: 225-4269 / ril@rileditores.com
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impacto medioambiental, pues ocupa estrictamente el
papel necesario para su producción, y se aplicaron altos
estándares para la gestión y reciclaje de desechos en toda
la cadena de producción.
L a violencia política ha sido una realidad en la historia contempo-
ránea de Chile y de América Latina. Sin embargo, ello no siempre
estuvo acompañado de una investigación rigurosa al respecto: este li-
bro constituye un notable aporte en dicho sentido.
El autor se centra en el período fundacional, de consolidación y
de inicio de la lucha armada desarrollada por el MIR. Se trata de la
etapa en la que se pasa del discurso a la acción, porque es allí cuando
se establecen los rasgos fundamentales de toda organización política.
«El tres letras» era el nombre silencioso, apenas susurrado, con el
que se denominaba al Movimiento de Izquierda Revolucionaria du-
rante la época de la dictadura militar. Había vivido desde su concep-
ción y etapa embrionaria un profundo debate en torno a la recepción
y apropiación del contexto intelectual y político de la época, y luego
continuó con una nueva discusión: la de su propio camino para esta-
blecer una justificación para la lucha armada.

ISBN 978-956-01-0040-5

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