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CLACSO

CATEDRA FLORESTAN FERNANDEZ


Seminario Virtual 1703

Resumen Teórico

“PENSAMIENTO SOCIAL LATINOAMERICANO Y DEMOCRACIAS POPULARES EN EL SIGLO XX”

INTRODUCCION

En este curso planteamos una aproximación dialógica y crítica sobre la conformación,


configuración y vigencia del pensamiento social latinoamericano. La revisión histórica de las
corrientes de pensamiento a lo largo del siglo XX, promueve al análisis del impacto sobre los
actores sociales, políticos, económicos y culturales. La reflexión sobre los niveles de influencia
e impacto en los procesos sociopolíticos que se han generado y generan desde el pensamiento
social, abre nuevas y necesarias líneas de investigación y trabajo.

Esta influencia en los círculos académicos y científicos o en los niveles de decisión de política
gubernamental refuerza la idea de Varsavsky sobre el cientificismo que impregna el quehacer
universitario y de reflexión intelectual cuando está condicionado al logro de resultados y al
financiamiento de los programas de investigación imperantes en el momento histórico-
político, lo cual dificulta la difusión y socialización de un “pensamiento” propio y movilizador.
La problemática, aun no resuelta, sobre la efectividad en la movilización del conocimiento
hacia los actores sociales y políticos de base o a la sociedad como un “universo cultural” que
permita la transformación integral de los proyectos societarios como región, ya sea a través de
la construcción de un “paradigma” de lo latinoamericano o del planteamiento de alternativas
en los procesos de construcción de una ciencia social politizada y móvil, refuerza la necesidad
de “revisar”, “cuestionar”, “rescatar” el aporte de los intelectuales propuestos: Mariátegui,
Martí, Faletto, y otros: Haya de la Torre, H.C.F. Mansilla, Octavio Paz, García Linera, Guillermo
O´Donell.

EL PENSAMIENTO SOCIAL LATINOAMERICANO EN EL CONTEXTO HISTÓRICO GLOBAL.


CONSIDERACIONES TEÓRICAS

El tiempo histórico y las condiciones complejas y fluctuantes de los sistemas sociales, requiere
de herramientas intelectuales más afinadas y propositivas. El cambio político, económico,
social y cultural a nivel global, ha condicionado en una medida todavía no cuantificada el
pensamiento social latinoamericano. Esta afirmación, en apariencia redundante, pretende
generar el análisis y la reflexión sobre la originalidad, consistencia y coherencia de dicho
pensamiento; además de cuestionar dialécticamente su ontología y validez. La existencia y el
trabajo de pensadores latinoamericanos y de corrientes de pensamiento de gran valía y
relevancia, es una evidencia del esfuerzo por responder a la dinámica histórica del continente
y podría constituirse en la línea argumental que responda a la propuesta.
Las sociedades contemporáneas están viviendo procesos de cambio que parecen conducir, al
mismo tiempo, hacia la regeneración socio cultural, hacia el caos y hacia la modificación de
patrones sociales organizativos que parecían perennes. Toda sociedad puede evolucionar
tanto hacia órdenes regresivos como hacia órdenes progresivos y, con frecuencia, la velocidad
de los cambios produce tensiones y desacuerdos que engendran desasosiegos e
incertidumbres en los distintos actores sociales y políticos. Las mismas reglas del juego y el
orden democrático están hoy en día cuestionados, e incluso las teorías y metodologías se
encuentran desfasadas por la velocidad de los cambios producidos en una sociedad y una
política cada vez más internacionalizadas, pero al mismo tiempo, y paradójicamente más
desconectadas.

Para comenzar, debemos comprender que los procesos históricos son el resultado de la
confluencia azarosa de condiciones económicas, ecológicas y tecnológicas. Las diferencias en
las condiciones de inicio determinan en la mayoría de los casos las posibilidades de desarrollo
de una sociedad. La ubicación geográfica, el clima y la disponibilidad de recursos naturales
forman un entramado específico que permite a los grupos y sociedades consolidarse en un
espacio, generando de esa forma una matriz de identidad (Diamond,2006). Es precisamente
sobre esta concepción de la multidimensionalidad y complejidad de los procesos históricos,
que descubrimos dentro del Pensamiento Social Latinoamericano, una línea temática central y
al mismo tiempo articuladora sobre los grandes problemas y desafíos de nuestras sociedades.

Parafraseando a Enzo Faletto, todos los estudios sobre Latinoamérica (económicos, políticos,
culturales y principalmente sociales) están marcados por una continuidad en las temáticas
planteadas que se agrupaban aleatoriamente, para la “constitución del tema” -como
acostumbraba decir- de lo nacional popular en los procesos políticos latinoamericanos.

Es sobre esa “constitución del tema” que proponemos en la clase tres momentos, léanse, tres
espacios de discusión crítica y reflexiva: el primero pretende consolidar para avanzar, la
relevancia fundacional del pensamiento social latinoamericano de principios del siglo XX, sobre
todo el de Mariátegui, Martí e incluimos como uno de los primeros en plantear una propuesta
de acción política cultural desde lo indígena a Fausto Reynaga. El segundo momento, el más
clásico, revisa, analiza y cuestiona, la pertinencia e impacto de la visión histórica-estructural,
de los pensadores latinoamericanos después de la segunda guerra mundial: desarrollismo,
dependencia, colonialidad, etc; los trabajos del mencionado Faletto, Cardoso, Florestán
Fernandes, y por supuesto, aquellos que desde la concepción integradora de las ciencias
sociales en general, pero desde la ciencia política en particular, han contribuido al
planteamiento del pensamiento social latinoamericano en esa etapa histórica.

Es, sin embargo, el propósito principal de la clase el traer al momento histórico y político
actual, las temáticas planteadas conjugándolas en ese tercer momento a través del estudio y
análisis del pensamiento latinoamericano en el siglo XXI. El trabajo se apoya en las propuestas,
intelectuales, académicas e incluso de acción política de pensadores como Álvaro García
Linera, Hugo C. Felipe Mansilla, Heinz Dieterich, Alain Touraine y Guillermo O´Donnell.
Un proyecto de modernidad, como ha enfatizado Octavio Paz (1987), es un proceso de
resignificación constante de los hechos fundamentales de nuestra historia. Sólo redefiniendo
críticamente el significado de tales hechos se puede enfrentar los avatares de la vida moderna
o, si se quiere, postmoderna. Conviene, entonces, esbozar a la luz de nuestras actuales
circunstancias algunos de los elementos principales de ese patrón histórico de larga duración
al que hicimos referencia.

Ese patrón tiene por lo menos tres fuentes socio históricas fuertemente interrelacionadas. Por
una parte un tejido socio-histórico múltiple, que vincula constantemente relaciones de orden
intercultural, intersocial e interregional y que se refiere a las distintas redes de relaciones
entre las diversas culturas que habitan la regións, a los sistemas de estratificación de clase y a
las articulaciones en y entre las sociedades regionales o locales y el Estado central.

Por otra parte, conviven distintos tiempos históricos y culturales que se originan en el mundo
precolonial y que, aunque parecen haberse superpuesto unos a otros, en realidad se
ampliaron y complejizaron a lo largo de la historia. En este proceso, el hecho colonial tiene una
importancia decisiva, pues es durante la colonia que se llegó a conformar ese patrón-societal
de largo alcance que, de alguna manera, establece los límites y las potencialidades de la
sociedad latinoamericana.

A pesar de los múltiples cambios que aquella las transformaciones históricas y políticas de
finales del siglo XX y principios del actual introdujeron la realidad latinoamericana, todavía
persiste un patrón histórico caracterizado por una sociedad heterogénea y desarticulada.
También persiste uno de los problemas principales en todas las épocas y que se plantea como
un desafío todavía no resuelto: el de realizar, de una manera que sea fructífera para el
conjunto de la sociedad, su integración al mundo a partir de un acervo cultural propio.

LA TRADICIÓN DEL PENSAMIENTO SOCIAL LATINOAMERICANO EN EL SIGLO XXI,


PERTINENCIA HISTÓRICA Y NECESIDAD POLÍTICA

El reconocimiento de lo complejo como condición de partida en la lectura de la realidad


latinoamericana, promueve el diseño y construcción de nuevas herramientas de aproximación
(estudio- investigación) a los modelos (marxismo, liberalismo, nacionalismo, populismo) que
han predominado en el siglo XX y que permanecen en gran medida en nuestro siglo.

Desde la revisión conceptual e histórica del pensamiento social se llega a la evaluación y


análisis comparativo de los modelos de Desarrollo implementados a nivel global y regional con
las propuestas y resultados del modelo de Desarrollo basados en el paradigma “Vivir Bien” o
en las propuestas del Socialismo del siglo XXI y de los nuevos liberalismos.

El dialogo entre actores y sectores sociales con diferentes matrices culturales ha demostrado
una eficacia más allá de las iniciales propuestas de reconocimiento político. El proceso
dinámico y complejo que gestó dicho dialogo se asienta en la Interculturalidad como
herramienta, sobre todo cuando comprendemos que las diferencias en el pensamiento son el
resultado de diferencias en las matrices de construcción socio-cultural (Mancilla). La
pretensión, de “uniformar” el pensamiento en función de tendencias ideológicas y
coyunturales, no ha logrado construir el imaginario colectivo más allá de la intencionalidad
primigenia.

Si aceptamos la premisa de que el orden político se construye al interior de legados históricos,


contextos culturales, condiciones geográficas y no menos, coyunturas críticas creadas por el
azar (Acemoglu, Robinson), debemos analizar entonces los procesos de desarrollo de las
democracias latinoamericanas -formales, populares, etc- durante el siglo XX, como el producto
de un conflicto permanente y no resuelto entre modelos “occidentales” (marxismo,
liberalismo, nacionalismo) y modelos “autóctonos” (indigenismo, comunitarismo…); los
resultados de esa confrontación se materializan en los hechos políticos y sociales que han
caracterizado a la región durante su decurso histórico republicano.

Las experiencias de la última ola de democratización (Schmitter, O¨Donell), nos muestra que
no son suficientes elecciones correctas y limpias para la edificación de instituciones sólidas
para consolidar un orden estable de pluralismo democrático y convivencia razonable. En la
mayoría de los regímenes democráticos establecidos a partir de 1980 el funcionamiento
aparentemente aceptable de sus instituciones democráticas, han sido sistemas que al mismo
tiempo exhiben tasas elevadas de corrupción, mantienen mentalidades autoritarias, no
disminuyen el nihilismo social característico del fin de siglo (Lipovetsky) y manifiestan un
desempeño económico mediocre.

La ineptitud y corrupción administrativas, practicadas por las élites denominadas


“neoliberales” en América Latina, son los motivos importantes para el rechazo popular y el
descalabro del sistema de partidos, condición en apariencia sine qua non, para la vigencia del
orden democrático.

Si el resultado de los regímenes neoliberales de finales del siglo XX puede ser calificado como
de una desilusión colectiva, la alternativa de los modelos populistas, nacionalistas y socialistas
es igualmente cuestionable. Estas razones, que tienen que ver mucho con las premisas
propuestas, nos inducen a pensar que los diversos regímenes, tanto populistas como liberales,
pueden ser calificados como “democracias sin demócratas” (Mansilla). Estas condiciones han
conducido a un agotamiento, tanto en el plano cultural como en la esfera específicamente
política de los modelos y proyectos pensados desde la independencia (Ilustración,
Modernidad) en cuanto imagen movilizadora para el futuro.

Este agotamiento conlleva el riesgo de disolución de un control democrático efectivo sobre las
políticas públicas, concentrando la atención de las sociedades al logro económico y vinculando
el mismo al modelo político requerido para cumplir ese objetivo. El poder puede ser
democratizado, dice Habermas, el dinero no. La participación en la toma de decisiones se ve
difuminada en función de un exitismo siempre circunstancial y dependiente en América Latina,
operando con una lógica mercantilista que desconoce límites ideológicos o de criterios como el
bien común (Offe).

Una crítica convencional que surge desde ese análisis se dirige al núcleo de la democracia
moderna, haciendo énfasis en la “crisis de representatividad” y la necesidad de recuperar el rol
y figura del pueblo soberano mediante mecanismos de mayor participación directa
(movilización, politización de la sociedad y del individuo) de múltiples y diversos sectores
populares. Sin embargo en ocasiones, los valores normativos que promueven esa
participación-movilización, plantean tangencialmente una visión acrítica e idealizada de la
democracia, consecuencia también de ese agotamiento “posmoderno” y “relativista” de lo
político. La exaltación de la acción colectiva, la participación permanente, cotidiana, real de la
democracia de la igualdad, la comunicación directa con las masas evitando el formalismo
institucional, son la contracara de la propuesta fallida del sistema tradicional.

Las democracias populares se gestan entonces como una alternativa más cercana y
contextualizada a la especificidad histórica latinoamericana. Esta concepción rescata las
identidades colectivas tradicionales, la solidaridad redistributiva y la participación directa y
comunitaria. Estos enfoques hermenéuticos están asociados al comunitarismo y son críticos
con los valores universalistas del liberalismo clásico, en la práctica concreta cuestionan
mediante la acción política directa e indirecta a las instituciones políticas clásicas, al mercado
como solución general y al derecho codificado con pretensiones universalistas. Ese análisis
histórico contextualizado consideraría a la institucionalidad democrática y a sus normativas
como cualquier otro sistema social construido según necesidades ideológicas particulares. En
última instancia, según estas nociones, la democracia sería obra de la casualidad y, por lo
tanto, una creación institucional como cualquier otra (Mansilla). Entonces la exigencia de
cambio y/o transformación de las bases constitutivas de la cultura imperante se hacen
evidentes, no solamente por el fracaso histórico, sino por una necesidad de reconocimiento de
una identidad especifica de lo latinoamericano.

Queda por analizar si estas críticas sobre el sistema y su desvalorización entre las masas no
repiten una también vieja tradición europea: Walter Benjamin, Herbert Marcuse, que
retomando la revalorización de la voluntad popular, invocaban a la lucha de clases como la
única opción frente al dominio totalizador de la razón, lo que ocasionó un déficit de lo político.
Una vez más surge la cuestión primigenia sobre la vigencia, impacto u originalidad del
pensamiento social latinoamericano y su influencia real en construcción de modelos
alternativos a las corrientes dominantes, en este caso las referidas a la democracia como
paradigma universal. No solamente la Escuela de Frankfurt a mediados del siglo XX ha ejercido
una notoria influencia en el marxismo y la llamada Filosofía de la Liberación (Dussel); también
las teorías de la revolución representadas por Foucault, Derrida y más cercano en el tiempo
Ernesto Laclau han generado una corriente intelectual que comprende y justifica el
surgimiento de movimientos sociales alternativos y neo-populismos, como una mejora
sustancial a la democracia representativa.

Los resultados ambivalentes de la democracia pluralista representativa deben ser sometidos a


una análisis más severo y profundo, pero al mismo tiempo se debe reflexionar sobre los
efectos de la dilución de los principios fundamentales de la democracia y a redescubrir los
elementos genuinamente democráticos contenidos en los regímenes que sostienen una
democracia popular como fundamento de su acción gubernamental.

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