La primera conclusión que debe subrayarse es que la sociedad uruguaya es discriminadora y
que los afrodescendientes sufren esta discriminación en forma personal y directa, más allá de la segregación estructural que supone su condición de pobreza. Estas formas actuales de la discriminación se unen a la determinación siempre presente de un pasado de esclavitud que aún marca, en forma cualitativa y simbólica, la identidad y el lugar social de los descendientes de esclavos, tanto para ellos mismos como para la cultura hegemónica blanca. La integración social, vivida en términos más positivos, está relacionada con la música (en Montevideo, particularmente con el candombe), aunque, por momentos, esta integración adquiere connotaciones de expropiación. Estas fuentes múltiples de discriminación colaboran en la construcción de una identidad auto desvalorizada, que se recorta a sí misma posibilidades de desarrollo y que impone niveles de sufrimiento evitables. Forma parte de este perfi l una visión fatalista de la vida, que se refleja tanto en las actitudes individuales como en la debilidad de las iniciativas colectivas. A pesar de que predomina esta posición, hay una percepción de una evolución social positiva, ya que la mayoría coincide en que han mejorado las condiciones sociales con respecto a lo que vivieron anteriores generaciones. Se empiezan a vislumbrar algunos cambios: una mayor autoafirmación que revela que las acciones de las organizaciones del colectivo afrodescendiente, así como las aún escasísimas políticas de acción afirmativa, están dando frutos, otorgan mayor visibilidad a esta población y a sus derechos. Por ejemplo, en este estudio aparecen algunas propuestas, con distintos grados de elaboración y dirigidas a distintos niveles de la sociedad, que surgen entre aquellos que se atreven a pensar que la realidad es modificable. A continuación se presenta un resumen de esas propuestas: realización de campañas de sensibilización acerca del tema, dirigidas a la sociedad uruguaya en general; campañas de afirmación de la población afrodescendiente y de movilización del resto, que vayan más allá de la «postal turística». Por ejemplo, mientras no se trabaje sobre el tema de la esclavitud como único referente histórico que ofrece un modelo a los afrodescendientes uruguayos, no se valoricen otras actividades y contribuciones a la historia y la identidad nacional, no se profundice y difunda la información sobre los orígenes africanos, será un grupo humano que seguirá teniendo dificultades para trascender su lugar de minoría políticamente excluida. Esto quiere decir adoptar políticas públicas de acción afirmativa que estén en las calles, en los medios de comunicación y en las instituciones educativas. Se plantea que los cambios pasarán por la educación en las instituciones formales y en el hogar. Este último caso se considera como un ámbito muy sensible al moldeamiento, tanto por parte de la ed Así como es considerado el ámbito más discriminador, la escuela es el espacio en el que se depositan mayores expectativas de promover cambios. Sin embargo, estas expectativas no se traducen en la formulación de ideas concretas para encomendarle. Una de las escasas sugerencias de este tipo consiste en proponer la creación de un museo sobre los aportes de los negros a la cultura uruguaya. Otra es darle visibilidad al problema de la discriminación en los planes de estudio de la escuela y el liceo. En general, los afrodescendientes desconocen los mecanismos que podrían utilizar para defender sus derechos, y aquellos que los conocen no recurren a ellos por falta de confianza. Es comprensible que haya mucho sufrimiento acumulado que sustente esta desconfianza, pero hay quienes se hacen cargo de que el problema no esté realmente dimensionado para la sociedad en su conjunto («el Estado de esto no sabe nada»), y consideran que es también una responsabilidad del colectivo hacer saber, difundir y reclamar. Hay algunas ideas para proponer en el ámbito legislativo, que se refieren tanto a leyes sancionatorias de las actitudes de discriminación como a políticas públicas de acción afirmativa. Estas ideas no tienen una formulación acabada, pero revelan una predisposición favorable, una oportunidad de introducir dispositivos a los que la sociedad uruguaya aún no está acostumbrada. Estos podrían ser generadores de polémica, pero constituirían un aporte a la «visibilización» del tema. El instrumentar un seguimiento efectivo de la Conferencia de Durban, incluirla en la difusión pública y en la educación, forma parte de las más importantes ambiciones, ya que la mayoría de la población (sea o no afrodescendiente) desconoce de qué se trata, e implicaría trabajar contra diversas formas de discriminación en forma sinérgica. Finalmente, es necesario destacar un par de apuntes a partir de las reflexiones del equipo de investigación. El candombe es un rasgo de identidad y de comunión del colectivo afrodescendiente, sumamente destacado y valorado, sobre todo en Montevideo, aunque en el interior está comenzando a serlo a partir de una política de promoción del propio colectivo. Se percibe, y esto es bastante novedoso, un deseo o necesidad de buscar un lugar social menos estereotipado. Es una responsabilidad de la sociedad uruguaya en su conjunto trabajar sobre la identidad cultural y sus distintas vertientes, y valorarlas a todas por sus contribuciones a la riqueza compartida. La mayoría de los negros uruguayos aún no se sienten afrodescendientes, se sienten más marcados como descendientes de esclavos, y esto se debe fundamentalmente a que este fue el destino que el Uruguay les impuso. Es también una responsabilidad social encontrar el espacio de articulación que mantenga los rasgos particulares de una minoría y que integre lo particular a lo complejo. Al parecer, la caricatura del negro con el tambor o la pelota de fútbol se está agotando como referente. ¿Hay alternativa?