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23 Mayo, 2018 | Josué Ortiz
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Ministerio
Las páginas de la Biblia son avivadas por el poder de Dios, son el vehículo que Dios eligió
para revelarse a los seres humanos y dar sabiduría para salvación eterna (2 Ti. 3:15). Por lo
tanto, la Palabra de Dios no puede ni debe ser aburrida. Si lo está siendo, entonces hay un
claro problema sistémico ya sea en la forma en que el lector la está leyendo, o peor aun, la
persona no tiene al Espíritu Santo de Dios (Jn. 14:16; 1 Co. 2:14).
Cualquier predicador puede caer en la rutina de predicar y, sin darse cuenta, comenzar a
predicar sermones cada vez más tediosos y repetitivos. ¿Qué se puede hacer para
remediarlo? ¿Cómo predicar sermones que semana a semana impacten la vida de los
oyentes? Aquí algunos consejos sencillos.
Jesús nos da el modelo y patrón para nuestra predicación. Nuestra predicación no debe ser
ambigua, diluida con filosofías vanas y humanistas (Ti. 3:9). Una predicación directa es un
mensaje con un particular propósito en mente, con una meta en vista, y que se comparte a la
audiencia con la autoridad dada por Dios a los mensajeros del evangelio. ¡Es un mensaje de
poder! En las palabras de Pablo: “No me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de
Dios para la salvación de todo el que cree” (Ro. 1:16). Sé claro en tu mensaje, sé valiente
en tu postura, sé ávido en tu hablar, y sé directo con tus oyentes, porque el mensaje es
plenamente claro.
Una predicación directa es un mensaje con un particular propósito en mente, con una meta
en vista, y que se comparte a la audiencia con la autoridad dada por Dios a los mensajeros
del evangelio. ¡Es un mensaje de poder!
Cuando Jesús dice en Mateo 4:17, “porque el reino de los cielos se ha acercado”, se refiere
a la llegada de Cristo a la tierra tal y como había sido prometida por los profetas (Miq. 5:2).
Así que la predicación de la Palabra tiene que ser Cristocéntrica ya que el mensaje de la
Biblia gira en torno a la persona y obra de Dios Hijo. Pedro predicaba: “Arrepiéntanse y
sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados,
y recibirán el don del Espíritu Santo” (Hch. 2:38).
La predicación de la Palabra debe ser un emocionante relato de cómo el hombre puede ser
rescatado, sostenido, transformado, y perseverado hasta ver a Jesús. La predicación de la
Biblia debe ser apasionadamente energética porque el mensaje de salvación en Cristo es el
elemento más crítico que el ser humano necesita. Y esto no solo para incrédulos sino
también para creyentes por igual.
La predicación de la Palabra debe ser un emocionante relato de cómo el hombre puede ser
rescatado, sostenido, transformado, y perseverado hasta ver a Jesús.
4. Escúchate a ti mismo
Una forma práctica de evitar la predicación aburrida es escucharte a ti mismo. Si te es
difícil escuchar tu propio sermón porque lo encuentras sin dirección, sin sentido, y
francamente, aburrido, entonces puedes saber que tu audiencia tiene el mismo problema
que tú. Escucharte predicar ya sea por audio, o mejor aun, verte por video, te ayudará a
percatarte en qué áreas estás fallando. Muchas veces el problema es la falta de estudio y
preparación. Esto se refleja en la repetición de frases, en la falta de cohesión en las ideas, en
la confusa introducción, o en una conclusión deficiente. Escucharte a ti mismo te ayudará a
identificar palabras que están siendo de distracción a los oyentes y que obstruyen la fluidez
de tu hablar. Te ayudará a darte cuenta si es que te hace falta mayor variedad de
vocabulario, o si estás ocupando palabras que son demasiado técnicas o difíciles de
entender.
Lee cuidadosamente en las predicaciones de Jesucristo. Mira la sencillez con que exponía
los grandes temas de la salvación. Examina la manera en que se comunicaban los profetas y
los apóstoles. Lee a aquéllos que han tenido un impacto piadoso en la causa del evangelio.
Hazlo un hábito. Lee libros técnicos, libros teológicos, libros prácticos, libros de autores
reformados, puritanos, y autores del siglo XIX, así como autores contemporáneos que te
ayudarán a tener un informado entendimiento de la homilética y de la predicación que es
usada por Dios. Lee libros que te enseñen a predicar mejor. Sé un estudiante de la
predicación.
Así que esfuérzate en ser un expositor de la Palabra de Dios que no dañe la credibilidad de
la Biblia por la falta de preparación y pasión al momento de predicar. Ten un temor santo
de Dios. Que como Pablo, en cada ocasión que te levantes a predicar puedas decir con una
consciencia pura: “Por tanto, conociendo el temor del Señor, persuadimos a los hombres”
(2 Co. 5:11). Recuerda: tú eres solamente el mensajero. Pero ser “solamente” el mensajero
quiere decir ser un mensajero convencido del mensaje y enamorado de tu Señor. Cuando
hables de Dios comunica sus palabras, y que nadie te quite la emoción de proclamar al Rey
que es sobre todos los reyes y Señor sobre todos los señores.
Imagen: Lightstock.
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