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Desbordamientos. Tres formas ideales de construir


Cronotopías en la el espacio-tiempo local
local ¡dad r 1 tratamiento de la idea de cultura
tardomoderna como organización de las relaciones
sociales en el tiempo y el espacio
parece haber ganado terreno en la última déca-
da. Antropólogos, historiadores y sociólogos
vienen prestando una atención creciente al
problema, clásico desde Durkheim, de la géne-
sis y la imbricación de tales categorías kantia-
nas a priori con el trascurrir de la vida social,
Francisco Cruces Villalobos en lo que podría verse como una suerte de
«temporalización» y «espacialización» cre-
ciente de las ciencias sociales (Ramos, 1990;
Munn, 1992).
Esta tempo-espacialización puede ser leída
como el resultado de una preocupación genui-
namente moderna por procesos que vienen
afectando de forma radical la estructuración de
las coordenadas de las sociedades contemporá-
neas. Tiempo y espacio se habrían vuelto teó-
ricamente relevantes justamente en la medida
en que las transformaciones tecnológicas, eco-
nómicas y políticas de la modernidad avanza-
da propenden a despoj arlos de su contenido
tradicional. Así, se han venido acumulando
expresiones que traen explícitamente el espa-
cio-tiempo a primer plano del análisis de la
cultura: «desterritorialización», «aceleración
del tiempo», «vaciamiento del tiempo», «com-
presión del espacio», «modernidad-mundo»,
«globalización», «desanclaje», «fin de la his-
toria», «no—lugares»...
Independientemente de su valor conceptual,
esta tendencia es indicativa del desbordamien-
to de algunos presupuestos de la organización
local de las culturas. Objetos clásicos de la
antropología —cual son el entorno comunita-
río, la memoria colectiva, los límites de la
identidad, la relación entre cultura y territorio,
los vínculos presenciales y la monitorización
práctica de la acción— aparecen cada vez más
trastocados por reordenaciones de largo alcan-
ce bajo condiciones universales. El escenario
privilegiado de dicho reajuste es el de la ciu-
dad tardomoderna y sus instituciones; pero,
más allá de él, afecta a las estructuras mismas
de la localidad. Como veremos, esto no impi-
de que la especificidad cultural de los diferen-
tes loci se continúe manifestando en formas

Francisco Cruces Villalobos,


Política y Sociedad, 25 (1997), Madrid (pp. 45-58)
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de reflexividad peculiar, las cuales amalga- campo; entre la construcción abstracta de un


man o fracturan desde su propia lógica tales mapa y la constitución difusa de la realidad
coordenadas. local. Finalmente, tales preguntas vienen a
En lo que toca específicamente a la investi- resumirse en una: ¿estamos los antropólogos
gación antropológica, algunos autores han abocados a hacer una antropología ruralista en
venido señalando que el marco convencional el pueblo y una antropología cosmopolita en la
desde el que se escribe la etnografía debería ciudad?
ser sensible a este juego de reajustes. En un El presente articulo explora algunos aspec-
artículo reciente, Marcus invoca la necesidad tos de esta relación entre espacio-tiempo,
de una etnografía multilocal que persiga las globalización y práctica etnográfica, cuestio-
conexiones ocultas entre esferas aparentemen- nando la forma en que la tradición antropoló-
te distantes o segregadas en el seno del siste- gica tiende inercialmente a concebir sus con-
ma-mundo (1995). Asimismo, en su trabajo textos de trabajo como unidades espacial y
sobre la hibridación cultural en Latinoamérica, temporalmente integradas, autocontenidas.
García Canclini ha venido reclamando unas Para ello propone una distinción entre tres
«ciencias sociales nómadas», capaces de reco- tipos ideales de construcción del espacio-
ger en su heterogeneidad multitemporal la tiempo local: el modelo «insular», el «abs-
imbricación de lo popular, lo culto y lo masivo tractivo» y el «cronotópico». Esta tipología
en la cultura globalizada de las urbes (1990: supone, sin lugar a dudas, una reducción con-
15). Y Cruces y Díaz de Rada han señalado la siderable; de hecho, los tres forman parte de
tnexistencia, para el caso del antropólogo nuestras maneras habituales de representar el
urbano, de un rol de forastería fundamentado marco de la realidad local. No obstante, tra-
en relaciones de alteridad radical equiparable taré de ilustrar su valor analítico cara a una
al que éste suele adoptar al integrarse en una mejor comprensión de las coordenadas tem-
comunidad rural (1991). En todos estos casos, poespaciales de la localidad en la moderní-
las fronteras indefinidas, mudables o fractura- dad tardía.
das de los nuevos (y viejos) objetos de estudio
aconsejan revisar estrategias y supuestos here-
dados del trabajo de campo clásico.
La práctica etnográfica constituye por sí El desbordamiento de las islas y
misma una fuente permanente de cuestiona- los ciclos
miento crítico sobre los limites, centralidad y
consistencia de los objetos antropológicos.
Indefectiblemente, hacer trabajo de campo 1 modelo que he denominado «insu-
conlíeva ejercicios de topologización y sincro- lar» se caracteriza por el trazado de
nización de la cultura en estudio. En el esfuer- limites nítidos en tomo a la cultura
zo por ajustar sus desplazamientos a un tern- objeto de estudio. Desde los Argonautas de
tono abarcable y por sintonizar sus actividades Malinowski, este rasgo vino a considerarse
con un ritmo de vida extraño (o, por ponerlo a distintivo de la obra de los antropólogos, hasta
la inversa: en sus esfuerzos por mapear los el punto de que éstos podían ser identificados
lugares y abstraer de las acciones nativas el individualmente según el pueblo que hubieran
esqueleto temporal), todo etnógrafo se ve me- estudiado —los Kwakiutl de Boas, los Hopi de
vitablemente confrontado con ciertos interro- Whorf, los Tikopia de Firth, los Nuer de Evans
gantes. ¿En qué punto de observación situarse Pritchard, etc. i, En el caso de Malinowski, su
para construir la visión de conjunto? ¿Qué hay área de estudio fue, efectivamente, un archi-
de común entre contextos dispares? ¿Cómo piélago. Mas la idea de «isla cultural» puede
convertir los retazos fragmentados de observa- entenderse en un sentido más amplio, como
ción en una totalidad? ¿A qué coordenadas de una metáfora feliz del tipo de unidad que el
espacio y tiempo adscribir el punto de vista de antropólogo tiende a buscar. La isla designa un
actores diversos? Son preguntas que giran en espacio culturalmente homogéneo y holistica-
tomo a un problema central: el del encaje entre mente abarcable por el observador: un territo-
las coordenadas (representadas) de la escritura rio bien demarcado, apropiado por un grupo
etnográfica y las coordenadas (vividas) del humano netamente definido, integrado simbó-

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licamente y discontinuo con respecto a cual- coordinaciones de la acción in praesentia y.


quier otra isla adyacente. por el otro, los ejes dominantes de referencia
La idea de ciclo equivale, en el plano tem- espacio-temporal.
poral, a esta comprensión insular de la cultura. Pondré un ejemplo de lo que quiero decir.
Un ciclo es un dispositivo de medida del tiem- Hace tres años, durante la realización de un
po dotado de su propio alfa y omega, de uni- trabajo de campo en el Valle del Jerte (Cáce-
dades de duración distintivas, de un ritmo de res) asistí a la fiesta patronal de una de las
sucesiones diferenciado y de una orientación poblaciones. Como en muchos otros lugares
peculiar del conjunto que lo polariza en tomo de la España central y meridional, la forma
a ciertas fechas, eventos y conmemoraciones canónica de la fiesta mayor es una procesión
clave, compartidas por todo el grupo social, con el santo patrón por las principales calles, a
Un ciclo recorta un tiempo aparte, cerrado la que asiste la comunidad en pleno.
sobre si mismo, eternamente renovado La primera cosa que me llamó la atención
mediante la perenne reiteración de sus fiestas, fue el aparente desapego de los jóvenes.
Por ello el tiempo cíclico habla de la autono- Supuestamente son ellos los que, por tradición,
mía de una comunidad humana sobre los asun- deben sacar en andas al santo. Como apenas
tos que le conciernen. asistieron quintos a la misa, el cura anunció
No es azaroso el hecho de que los modelos que no habría procesión. Inmediatamente
de la isla y el ciclo tengan tanto peso en nues- salieron a buscar a alguien que se prestara a
tra formación como antropólogos. Pues es cargar la imagen; quienes finalmente lo hicie-
precisamente por la constitución de una isla ron no bajaban de los treinta años. Después de
espacial y un tiempo cíclico —es decir, de una todo, la procesión pudo realizarse, pasando
localidad, un lugar—, por lo que la gente puede con una solemnidad escasa frente a los grupos
llegar a identificarse y ser identificada como de jóvenes que, descamisados y bebiendo cer-
diferente 2 Podríamos incluso decir que es veza en los soportales de la plaza, remedaban
mediante la expresión, simbólicamente mar- en tono poco piadoso los cánticos de sus
cada, de la discontinuidad entre los espacios mayores. Antes de que el cortejo completara
locales y de la asincronia entre los ciclos su recorrido, alguien instó a terminar con
como la diferencia cultural se organiza en sis- aquel expediente. «Meter deprisa al santo, que
temas. Esto no implica, desde luego, que his- vienen las Mamachichos».
tóricamente sea operable una desconexión Las «Mamachichos» habían sido anuncia-
absoluta entre el tiempo y el espacio de cada das como plato fuerte de la programación
lugar (como unidades de análisis culturalmen- municipal: el número consistía en un desfile
te densas) y la trama supralocal que siempre de bailarinas brasileñas a ritmo de tambor por
ha trascendido dichos limites. Pero en su cali- las mismas calles por donde minutos antes
dad de construcción con gran poder de per- pasara el apóstol Santiago. La denominación
suasión simbólica, la insularidad se manifies- hace alusión a un programa televisivo cuya
ta a ojos de los agentes como una verdad principal característica es la desnudez y opu-
aparente, incluso incuestionable, en la afirma- lencia de las presentadoras. Ese, precisamen-
ción de su identidad. El trabajo descriptivo del te, era el único rasgo en común con el espec-
antropólogo, al acotar su objeto a tales límites, táculo de samba. Cuatro o cinco intérpretes
contribuye de alguna manera a sancionarlos morenas, escasas de ropa, interpretaron dan-
en lo que bien podría denominarse un «efecto zas acordes con lo que quienes nunca hemos
de certificación». estado en Rio de Janeiro imaginamos que son
La fertilidad heurística de este modelo sus carnavales. Entre los miembros del públi-
implícito del espacio-tiempo tradicional de co hubo opiniones variadas sobre el mérito y
las culturas no está en cuestión. Pero lo cier- moralidad de la actuación; de lo que no cupo
to es que ha sido desbordado en la moderni- , duda es de que opacaba el protagonismo de la
dad avanzada por procesos de transforma- procesion.
ción que producen una suerte de hiato o Algunos detalles del caso merecen desta-
desfase creciente entre, por una parte, las carse. Primero, la presencia tanto de la desnu-
prácticas locales, y, por otra, las fuentes de dez femenina como de personas de color en
su valor y legitimidad; entre, por un lado, las las calles de estos pueblos; algo chocante

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hasta hace poco. Segundo, el hecho de que el un proceso de reconversión simbólica del cual
show evoque un tópico tan distante como el hay otros ejemplos. En algún caso, se trata de
carnaval de Río y su comprensión llegue antiguas ferias de ganado que se refuncionali-
mediada por nombres tomados directamente zan como citas de encuentro. Aunque ya ape-
de la televisión nacional. Finalmente, hay que nas se venda ganado, los jóvenes de retorno
señalar que lo que se da no es propiamente veraniego a la casa paterna hallan ocasión para
una sustitución de tiempos (fiestas de verano beber juntos en la discoteca del lugar. Otro
vs. fiestas de carnaval), ni de un tipo de prác- caso es la paradójica intensificación, debida a
tica pasada de moda por otra puesta al día la presencia de turistas y curiosos, de ciertas
(procesión vs. show), sino una revoltura de fiestas de corte foiclórico. Por ejemplo, en la
esas distintas cosas, que coexisten de forma quema de un Judas en Semana Santa, la revita-
más o menos conflictiva. lización condujo a una suerte de espectaculari-
La irrupción de las mamachichos brasileñas zación creciente: como cada año había más
con su samba extemporánea en el espacio de público, los que hacían el muñeco cada vez le
las montañas cacereñas resulta especialmente metían más pólvora. Llegó un punto en que el
sintomática teniendo en cuenta que viene a estallido accidental de los petardos del Judas
producirse justamente en la fiesta del patrón hizo reventar de golpe los cristales de todo el
-el momento tradicionalmente marcado para pueblo.
afirmar la renovación del ciclo. La fiesta En otro sitio hemos analizado con mayor
mayor jerarquiza los tiempos de las demás, detalle el sentido de estos procesos complejos
que tienen en ella un origen o un fin (Velasco, de re-tradicionalización y renovación festiva
1982). Es que, por más que en último término (Cruces y Díaz de Rada, 1992; Velasco et. al.
toda isla sea ilusoria, hay momentos rituales 1996). Lo que aquí interesa es el hecho de que
de reproducción social que se espera queden a suponen el desbordamiento de los limites ten-
salvo de irrupciones foráneas. toriales y temporales que venían contenidos en
Por otro lado, el ejemplo es indicativo de la el modelo de la fiesta local, tradicional y
biestacionalidad actual de la vida de estos pue- comunitaria. Hoy día no cabe mirar los hechos
bbs, con la presencia ocasional y a veces inva- de identidad al margen de los circuitos mediá-
siva de los veraneantes/emigrantes. Una pre- ticos, políticos y de mercado que los resitúan
sencia que tiene el efecto de escindir en dos la en una órbita supralocal. Los valores locales se
temporalidad de dichas comunidades entre su aplican a prácticas globales, y, a la inversa, las
tiempo propio —marcado por la sucesión de las prácticas identitarias no agotan su valor en el
estaciones y los cultivos—, y el tiempo general sentido interno que les puedan otorgar los par-
de la sociedad —marcado por la sucesión entre ticipantes, sino que son tasados en una red de
tiempo laboral y vacaciones (cf. García, et al. intercambios simbólicos, en un espacio mediá-
1991). tico transnacional y en un cuadro de relaciones
Así, la anécdota remite a un proceso de político-administrativas.
transformación de la fiesta que se ha venido ¿Por qué etiquetar a este proceso como un
produciendo en toda la comarca, tendente a «desbordamiento» de lo local? Sería igual-
situar las formas heredadas bajo una nueva mente válido hablar de un borramiento o una
luz. No se trata sólo, como a menudo se fractura en sus límites convencionales. Mas
lamenta, de que se abandone antiguas prácti- ese término apunta a un hecho importante: las
cas; de hecho, muchas de ellas vienen siendo coordenadas de espacio y tiempo a las que
revitalizadas, en consonancia con lo que remite un show mediático como el arriba men-
durante la pasada década sucedió en distintas cionado son, hasta cierto punto, difusas, abier-
partes de Europa (Boissevain, 1992). Ni tas, indefinidas. No existe una esfera bien aco-
siquiera es el caso, como hemos señalado, de tada que las contenga —ya sea la de lo regional,
que unas sean mecánicamente reemplazadas lo étnico, lo clasista, lo nacional o lo interna-
por otras. Lo que en realidad se produce es una cional. Instituyen un tiempo confuso, un espa-
superposición más o menos conflictiva de cio imaginario.
prácticas dispares que altera el sentido del con- Esto difiere un tanto de la tesis clásica —que,
junto. La presencia de «mamachichos» junto por otra parte, suscribo— de que la esfera local no
al patrón Santiago es un momento peculiar de puede ser plenamente aprehendida en términos
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de sus propias auto-definiciones espaciales y virtud del cual la práctica se disocia respecto a
temporales. Ciertamente, las estructuras de la las condiciones locales de presencia interperso-
localidad dependen de las estructuras más nal. Este proceso evolutivo, ligado íntimamente
amplias en las que ésta se inserta, es decir, de al desarrollo del capitalismo, tendría un alcance
los niveles de organización regional y nacio- mundial y expansivo.
nal. Pero lo que parece ser el caso es que inclu- Esta aproximación al problema supone un
so aquellas esferas de integración alguna vez enfoque «desde arriba», en la medida que hace
tomadas como sólidas y definitivas están sien- hincapié en los grandes determinantes estruc-
do, a su vez, desgastadas o rebasadas (por turales que afectan a las islas y los ciclos.
encima y por debajo) por rápidos procesos de Estos, sin desaparecer del todo, se muestran
rearticulación. Es precisamente el alcance de atravesados por una universalización del tiem-
tales cambios en las estructuras de la localidad po y una compresión del espacio inherentes al
el que resulta aún difuso y variable Así, el
~. nódulo mismo del proceso modernizador.
desbordamiento del espacio-tiempo local ten- De manera más precisa, cabria reconocer
dna poco que ver con el conocido mapa cultu- tres grandes líneas de tratamiento de dicha
ral favorecido por las definiciones liberales del evolución. La primera se concentra en el desa-
Estado-nación: lo local-encapsulado en lo rrollo histórico de tendencias al control, la
regional-encapsulado en lo nacional-encapsu- estandarización y la medida, en conexión con
lado en el sistema de naciones. Fuera de cada la disciplina productiva del primer capitalismo
pequeño islote, la realidad es más ambigua y industrial y los dispositivos de racionalización
confusa de lo que sugiere tal juego de muñecas burocrática que lo acompañaron. Un segundo
rusas. Es difícil decidir en qué medida las aspecto se refiere a fenómenos espaciales de
Mamachichos del ejemplo pertenecen al ámbi- des-territorialización y dislocación de la cultu-
to de lo local, lo nacional o lo global: proba- ra asociados a la fragmentación geográfica de
blemente sean todas esas cosas a la vez, los procesos de producción, circulación y con-
sumo. Finalmente, cabe centrarse en la difu-
sión contemporánea de un ethos de mobilidad
Modernidad, universalización ~ y cambio apropiado a tales transformaciones,
susceptible de encarnarías subjetivamente en
desanclaje disposiciones, sentimientos y experiencias
especificas.

E l que he denominado «modelo abs-


tractivo» del espacio-tiempo se
halla ligado a la tradición sociológi-
1. El primero de estos cambios consiste en
el control del tiempo y su universalización. En
un trabajo ya clásico, Thompson señalaba que
ca y al estudio de la historia europea. Particu- la transformación capitalista fue, entre otras
larmente, se fundamenta en la evolución de los cosas, una transformación en el sentido tempo-
conceptos de tiempo y espacio en aquellas ral de la población europea entre los siglos
sociedades occidentales que se desarrollaron XVII y XIX (1985). Impuesta desde arriba a
más tempranamente. La pregunta fundamental las formas de la cultura popular, no se produjo
a la que trata de responder es la siguiente: sin grandes resistencias. En la fase de implan-
¿cómo ha afectado el despliegue de la moder- tación de las relaciones de producción indus-
nidad al tiempo y al espacio como categorías trial resultaba un imperativo de primer orden
socioculturales? erradicar prácticas tradicionales de sociabili-
La respuesta está inmejorablemente sintetiza- dad del artesanado urbano (como el «San
da en el concepto de Giddens de «desanclaje». Lunes», el absentismo periódico y el consumo
Este se define como «el ‘despegar las relacio- de alcohol). La población artesana y agrícola
nes de sus contextos locales de interacción y se hallaba tradicionalmente disciplinada por
reestructurarías en indefinidos intervalos espa- una «orientación al quehacer», es decir, a los
cio-temporales» (1994: 32). Desde esta pers- ritmos y demandas propios de cada tarea,
pectiva, los desbordamientos del espacio-tiem- según criterios vinculados al mundo de la vida
po local aparecen como resultado de un proceso cotidiana y a las necesidades del grupo pro-
de creciente abstracción y universalización, por ductor. Por el contrario, la conversión de la
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fuerza de trabajo en mercancía exigía disposi- surgió el proceso de reforma de los calenda-
ciones radicalmente diferentes respecto al uso rios nacionales que se abre con la Revolución
y conceptualización del tiempo, «orientadas al Francesa y llega hasta nuestros días, con la
trabajo regulado», es decir, sometibles a los reducción de festivos, la secularización de sus
ritmos de la máquina y las exigencias de una motivos de celebración y el reagrupamiento de
división de funciones a gran escala. los períodos no laborales para no estorbar la
La metáfora fundante de estas disposiciones actividad productiva 6•
productivistas e higiénicas es: «el tiempo es Ya en la época en que Thompson formuló
oro». En un caso se considera que el tiempo su argumento se identificaban nuevas tenden-
sencillamente «pasa», en el otro «se gasta». No cias en el capitalismo desarrollado, cultural-
es de extrañar que la medida del tiempo se con- mente contradictorias con las propias de un
viniera en uno de los primeros terrenos de lucha «capitalismo de producción». Como él mismo
entre la burguesía y la naciente clase obrera~‘. se ha encargado de sugerir, el capitalismo de
Esta manifestación de la lucha de clases en consumo y la sociedad de servicios implican
la definición y usos legítimos del tiempo ha reformulaciones profundas de esta inicial dis-
sido documentada tanto en la formación del ciplina puritana del tiempo, fundamentada en
movimiento obrero en Europa como en con- el valor del ahorro (donde el tiempo es dinero
textos no europeos. En ambos casos, el con- y viceversa) y otras señas de contención mdi-
flicto por la definición del tiempo laboral tien- vidual como la higiene, la moderación en el
de a extenderse al conjunto de las costumbres comer, la abstinencia y el motivo de logro. Al
artesanales y agrícolas, en virtud de la organi- igual que la producción industrial precisó
zación temporal que llevan implícita. En el inculcar una ascesis productiva, también las
caso colombiano, por ejemplo, los historiado- nuevas disposiciones hacia el consumo cons-
res han hecho énfasis en la guerra abierta por picuo hubieron de aprenderse gradualmente.
las élites contra el consumo de chicha entre Así, los valores del gasto, el «ocio» y el
los trabajadores; guerra que, iniciada en el «entretenimiento», que parecieran desdibujar
XIX con las cruzadas abstemias, no concluirá el ethos dominante de una etapa anterior,
sino con la prohibición legal de produciría ya vinieron a incorporarse a lo largo del siglo XX
entrados los años cuarenta (Archila, 1991; al proceso de universalización. En fenómenos
Londoño 1994). En lo tocante al caso español, como el progresivo aumento del tiempo vaca-
es conocida la disputa secular de algunas éii- cional en Europa o las generalizadas revitaii-
tes contra distintas formas de expresión festi- zaciones festivas (que no indican un retorno al
va entre los estratos populares del país; una pasado, sino la buena salud de la fiesta como
polémica que data por lo menos de la época mercancía simbólica) puede verse un reflejo
del informe de Jovellanos sobre festejos y de esta tendencia sobre la conformación de los
espectáculos públicos, calendarios. También valga como ejemplo lo
Pero el capitalismo no se limitó a estandari- que alguien ha denominado la «ciudad de
zar, medir, regular y controlar el tiempo. Al veinticuatro horas», marcada más por la ilimí-
desvincular esta medición de las acciones y tada optatividad en los usos del tiempo citadi-
condiciones locales, lo universalizó. El capita- no que por una disciplina única, homogenei-
lismo exigía una sincronización de alcance zante y constrictiva.
global, de manera que los distintos agentes de 2. El segundo proceso moderno que afecta
producción y distribución pudieran coordinar- a la organización espacio-temporal de la cultu-
se en un cronograma común con independen- ra es su desterritorialización. Si en términos
cia del lugar. Existe por tanto una relación temporales el proceso de abstracción y desan-
estrecha entre la constitución de un tiempo claje significa un vaciado de las determinacio-
universal y homogéneo, unificado más allá de nes sociales del tiempo, en términos espaciales
las fronteras culturales y nacionales (aunque supone una separación entre el espacio y el
fraguado a partir del baremo occidental, Julia- lugar -en el sentido del asentamiento físico de
no-Gregoriano) y los requerimientos del una actividad.
moderno espíritu de racionalización que alien- En términos de Giddens, con la moderniza-
ta en las tareas de la burocracia, el comercio, ción el espacio «se contrajo». Como conse-
la industria y la ciencia De esta necesidad
~. cuencia, las islas culturales que componían el
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rosario territorial de las sociedades fueron 1991). La desterritorialización se manifiesta en


dando paso a una integración creciente No ~. este caso como un fenómeno de descentratnien-
se trata solamente de que las nuevas tecnolo- to, de desdibujamiento de las relaciones entre
gías comunicacionales permitieran unir los centro y periferia. Nada tan elocuente de las
lugares seriándolos en una línea temporal modificaciones de este esquema -que organizó
común -es lo que hace el horario de un tren—. espacialmente la ciudad industrial del XIX y la
En último término, la acción de la tecnología primera mitad del XX— como la metáfora con
obedece a una motivación de orden cultural: que sociólogos y urbanistas se suelen referir al
la circulación de mercancías, personas y crectmiento urbano en las megápolis: «la man-
conocimientos como principio socialmente cha urbana». Esta metáfora pictórica que se
dominante (Martín Barbero, 1994). Este pro- cuela en la jerga científica habla del desborda-
ceso de integración en una red de circulación miento continuo de los limites del casco urbano
e intercambio, ligado inicialmente a la conso- en ciudades como México D.F., con más de die-
lidación de los Estados nacionales, rebasó los ciséis millones de habitantes, donde a la pers-
limites de estos a lo largo del presente siglo, pectiva de una pérdida del centro o su reformu-
en lo que algunos autores llaman «globaliza- lación en centros diferenciados -el centro
ción» y otros «mundialización» U histórico, el centro industrial, el centro cultural,
El carácter desterritorializador de la moder- el centro universitario, etc.— se añade el embo-
nidad tiene múltiples perfiles. Uno de ellos se rronamiento creciente de los bordes. Según
produce en el nivel de la producción, con la tienden a preguntarse quienes allí investigan,
creciente desmembración del proceso indus- ¿qué podría considerarse hoy con propiedad la
trial. Con independencia del origen de marca «periferia» de la Ciudad de México? Como un
de un producto, es usual que sus componentes borrón extendiéndose en el mapa, la «mancha»
hayan sido fabricados en países e incluso con- alude a los límites difícilmente abarcables de
tinentes distantes y que el capital de la casa una ciudad cuya totalidad se pierde de vista, sin
que lo vende se halle igualmente repartido. que por ello pase a cumplir casi ninguna de las
Con objeto de abaratar costos, las grandes fir- funciones tardomodemas (provisión de servi-
mas fragmentan el proceso, fabricando en cios, centro de información estratégica) que la
diversos paises las piezas que serán montadas teoría del sistema-mundo atribuye a las ciuda-
posteriormente (García Canclini, 1995: 13 y des-flujo metropolitanas (cf. Ward, 1990; Gar-
ss.). cía Canclini, 1995).
En el nivel del consumo, la desterritorializa- Otro de los perfiles de la desterritorializa-
ción hace referencia a la difusión generalizada ción ha sido captado por el antropólogo M.
de patrones de comportamiento y estilos de Augé bajo el concepto del no-lugar (1992).
vida similares en lugares distantes. Así, entre Los «no-lugares» son espacios de circulación
los profesionales de clases medias urbanas de de personas y cosas caracterizados por su falta
ciudades tan alejadas como Sao Paulo, Marse- de dimensión local. Frente a la densidad histó-
lía y Tokio, seria posible encontrar más puntos rica y simbólica de los rincones de las ciuda-
en común de los que estas mismas personas des —los territorios significativos y codificados
probablemente compartan con muchos conciu- del barrio o la casa—, aparecen enclaves me-
dadanos. Al menos así induce a pensarlo la quivocamente modernos, poblados por una
operatoria de los estudios de administración, mobilia universal, señalizados de manera fun-
distribución y marketing global, los cuales tra- cional y extendidos por doquier: el supermer-
bajan con categorías de consumidores y usua- cado, el centro comercial, el aeropuerto, el
nos transversales a su distribución geográfica hotel. La desterritorialización de la cultura
y cultural (por ejemplo, las basadas en tipolo- implica la proliferación de este tipo de
gías de ¡¿fe style). ambiente cuya capacidad para evocar un senti-
Así lo hace pensar también la consideración miento de familiaridad en el usuario estriba,
creciente de ciertas urbes más en su condición paradójicamente, en haber abolido suficiente-
de nodos de flujos cosmopolitas y regionales mente toda marca particular.
que como unidades cerradas en sí mismas (cuyo 3. El tercer tipo de cambios alude a ciertos
ejemplo paradigmático es el eje New York-Lon- patrones estéticos y éticos del sujeto moderno
dres-Tokio como ciudad financiera; y. Sassen, en su relación con el espacio-tiempo. Contra-
52 Francisco Cruces Villalobos

facticidad, presentisnio y aceleración denotan moderna parece ensanchar las dimensiones


formas específicas de sensibilidad asociadas a del presente, difuminando las del futuro e ms-
una cultura urbana y cosmopolita -o, en el tér- trumentalizando las del pasado. Se trata,
mino feliz de Benjamin, al «sensorio» con el empero, de tendencias ya claramente prefigu-
que el hombre moderno percibe la realidad radas en la descripción que Simmel hiciera a
externa en su conjunto. Pues los cambios no se comienzos de siglo de la moda y la que deno-
producen sin más en el entorno tecnológico y minara actitud blasé —la búsqueda incesante
económico sin afectar las formas de ver, oír y de novedad del sobreestimulado habitante
sentir. urbano—:
Una dimensión de ese ethos tiene que ver
con la orientación de los actores en el conti- «Entre las razones por las que la moda
nuo temporal pasado-presente-futuro. En domina hoy día tan poderosamente la
tanto que estudiosos del pasado, o de un pre- conciencia está también el hecho de que
sente que sólo tuviera pasado -aunque se trate, las convicciones fundamentales, perma-
desde Malinowki, de un pasado que obedece a nentes e incuestionables han ido per-
las razones del presente-, se diría que los diendo fuerza de manera creciente. Con
antropólogos han tendido a ignorar la proyec- ello, los elementos de la vida cambiantes
ción de los agentes hacia el mañana. Mientras y efimeros ganan espacio libre. La rup-
que han abundado los trabajos antropológicos tura con el pasado... concentra cada vez
sobre la construcción social de la memoria, es más la conciencia sobre el presente. CIa-
poco lo que se ha dicho sobre las anticipacio- ramente, este énfasis en el presente es, al
nes o las imágenes de futuro entre las gentes mismo tiempo, un énfasis en el cam-
estudiadas. bio...» [cit. en Frisby, 1994: 345. La tra-
A juicio de algunos autores, dicha proyec- ducción es mía].
ción hacia el porvenir resulta fundamental
para entender la reflexividad propiamente Según Ortiz, este ethos de lofugaz responde
moderna en relación con la estructuración y a la aceleración de los ritmos de la vida
los usos del tiempo (Beck, 1992). La idea de impuesta por los procesos de obsolescencia y
contrafacticidad apunta a una racionalidad competencia que regulan el mercado. La rapi-
temporal sometida a las ideas de proyecto, dez no es una cualidad restringida al mundo
programa y plan -con su tensión hacia adelan- empresarial, permea la vida de los hombres:
te-, y a la racionalidad artificialista inmanente «perder tiempo» significa estar desacompasa-
a las instituciones de la modernidad. Estas do con el orden de las cosas. Ese orden de ace-
nociones forman parte de un movimiento por leración se manifiesta en todas las áreas de la
el cual la lógica instrumental de la manipula- existencia cotidiana -desde el fast-food hasta el
ción técnica se desplaza al manejo abstracto tipo de estética hiperrealista dominante en las
de las relaciones entre personas. Con todo ello representaciones de la cultura masiva interna-
no se está diciendo que las sociedades moder- cional, fundamentada, como ocurre en Disney-
nas sean sociedades sin tradición, sino que landia, en la réplica exacta de lo conocido y en
son aquellas que han acotado un espacio de la imposibilidad de escapar a él (Ortiz, 1994:
legitimidad limitado para las diversas formas 83, 132 y ss.).
de la tradición.
Frente a esta proyección ideal de las luces
decimonónicas «hacia adelante», algunos ana- El modelo cronotópico y la
listas tienden a subrayar el presentismo de
facto de la cultura tardomoderna; es decir, la reflexividad nativa
invasión generalizada de toda dimensión tem-
poral por el aquí-y-ahora. Contribuyen a ello
los medios de comunicación masivos, con su na descripción genérica de los
capacidad inagotable para la sustitución de las cambios expuestos no llega a dar
relaciones sociales reales por sus referentes cuenta del estallido de rearticula-
mediáticos, marcados por el signo de la simul- ciones particulares de lo local que proliferan
taneidad y la inmediatez. La sociedad tardo- bajo dicho régimen, aparentemente uniforme,
Desbordamientos. Cronotopías en la localidad tardomoderna 53

de representación del tiempo y el espacio (el para no tener que sentir tanta miseria y
«régimen general de la velocidad», en tanta soledad».
expresión de Virilio). Mi argumento es que «Los principiantes son los más dedi-
una perspectiva «desde abajo» —es decir, calientes. Usted los ve por ahí en las
desde la construcción in situ de la globalidad esquinas esperando quien les caiga con
en las estructuras locales— ha de hacerse trabajo. Se dejan dar estarte de cualquie-
cargo de esta diversidad, a menudo tratada ra que les muestre un billete. Se mascan
demasiado genéricamente en la teoría social a una persona como mascarse un chicle.
contemporánea en términos de segmenta- Se vuelven tan lacras que no matan por
ción o fragmentación. negocio, sino por deporte». (Salazar,
En continuidad con la tradición antropológi- 1990: 55, 114. El énfasis es mío.)
ca, tal enfoque se centra en los modos sutiles
de imbricación entre espacio-tiempo local y La filosofía vital de los jóvenes sicarios
reflexividad nativa. Se entiende por tal el con- parece resultar de un entrecruzamiento entre
junto de los dispositivos de autorreconoci- la aceleración del tenipo moderno y el parón
miento inscritos en el discurso y la práctica de las posibilidades reales de vida, haciendo
cotidiana de los agentes, por medio de los cua- de la necesidad virtud en un entorno donde
les regulan su acción y construyen su sentido. convergen la violencia política heredada, la
El abanico de tales dispositivos es muy pobreza, la guerrilla y el narcotráfico -pero
amplio; del ritual colectivo a las variantes idio- también la tradición patriarcal paisa del
sincráticas del habla; de las técnicas corporales «varón que no se arruga», el consumismo
al entorno arquitectónico. La materialización urbano con su «fiebre de moto», las imágenes
del espacio-tiempo vacío en los mundos vivi- mediáticas de gansters y pistoleros, las poses
dos pasa por tales mediaciones, por lo que la ascéticas del malevaje y las hedónicas de la
resultante —al menos la resultante cultural— salsa. La dimensión temporal se halla en el
dista de ser tan lineal, predictible y homogénea centro del fenómeno. No en vano, expresiones
como parecería sugerir un modelo esquemáti- como «no-futuro» y «desechables’> hacen
camente evolutivo. referencia a un tiempo coartado, limitado,
Consideremos, a título ilustrativo, los reía- para designar a las personas de sectores mar-
tos biográficos recogidos por Salazar a pro- ginales. Mientras las expectativas de sobrevi-
pósito del fenómeno del sicariato y las ban- vir a la adolescencia se reducen, un culto de la
das juveniles en la comuna nororiental de prisa y el goce inmediato estructura el conjun-
Medellín, en Colombia (1990). Las mismas to de las prácticas de la banda: del asesinato
disposiciones a la fugacidad y lo efímero que en raudas motocicletas a la celebración desor-
se encarnan en las inocentes ficciones de denada que derrocha sin demora, en fiestas de
Disney o en la asepsia funcional de no-luga- varios días, el dinero así conseguido. Explica
res como el aeropuerto, la autopista y la red dicho autor:
informática, vienen a insertarse también
como una realidad determinante en la vida de «El sicario ha incorporado el sentido
las gentes en contextos densamente «locali- efímero del tiempo propio de nuestra
zados>~. La sentencia de uno de los informan- época. La vida es el instante. Ni el
tes, que da título al libro, es sobradamente pasado ni el futuro existen. Este hecho
elocuente de la incorporación de un ethos de lleva a una valoración distinta de la
la aceleración en el propio curso vital: «no vida y de la muerte: ‘Vive la vida hoy,
nacimos pa semilla» —es decir, para perdurar aunque mañana te mueras’» (Salazar,
en este mundo: 1990: 200).

«Lo que me duele es que no me hubie- Una lectura posible es que cuanto sucede en
ran llevado de una, sin tener tiempo de el espacio barrial está atravesado por las
un suspiro, de sentir un dolor, sin poder estructuras de poder político y económico que
decir siquiera me mataron... Es que no hacen del sicariato su instrumento (significati-
importa morirse, a fin de cuentas uno no vamente, hacer un negocio es «un cruce»).
nació pa’ semilla. Pero morirse de una, Como afirma Giddens, bajo un régimen de

P~MT~Pit
54 Francisco Cruces Villalobos

modernidad «los aspectos locales son penetra- continuista. Al postular un no-lugar, un orden
dos en profundidad y configurados por post-nacional o una cultura des-territorializa-
influencias sociales que se generan a gran dis- da, se pone en cuestión que las antiguas cate-
tancia» (1994: 30 y 133). Pero el ejemplo godas teóricas basten para dar cuenta de los
muestra también —con la elocuencia de una fenómenos culturales emergentes en la moder-
extrema violencia— hasta qué punto descono- nidad avanzada.
cemos las fórmulas concretas de esa articula- En todo caso, existen razones empíricas
ción y sus múltiples hibridaciones, sólo vaga- para el escepticismo. Cualquier aproximación
mente contempladas en el concepto de a la abstracción del tiempo y el espacio habrá
«reanclaje». Las recon versiones de la locali- de dar cuenta de ciertos rasgos constitutivos
dad distan de ser un efecto mecánico de ten- de la acción humana que tienden a poner
dencias globales: se ajustan a ellas según su límites a su total desanclaje. Pues como la
propia lógica. Acaso el «lugar» tardomoderno enunciación, la práctica social incluye obliga-
no sea, por tanto, tan fantasmagórico como toriamente una autorreferencia implícita a los
Giddens sugiere. Al menos, no lo es en grado agentes en su aquí-y-ahora (Certeau, 1979).
semejante en todas partes, ni de la misma Es imposible encontrar, estrictamente hablan-
manera. do, casos de un tiempo o un espacio plena-
¿Hasta qué punto son posibles la abstrac- mente «vacíos» -de igual modo que lo seria
ción y racionalización del espacio-tiempo? dar con un habla libre de acento o un conoci-
¿Existen límites al carácter universalizante de miento libre de cultura. En la elocuente for-
la radicalización de la modernidad? Desde un mulación de Hastrup, «todos somos nativos
punto de vista conceptual, resulta llamativo el de algún mundo» -en el sentido de la familia-
hecho de que los términos empleados para des- ridad con cierto entorno social que somos
cribir el proceso de abstracción, tales como capaces de reconocer de manera práctica sin
~<desanclaje»,«tiempo vacío» (Giddens), «no- necesidad de aprehenderlo conscientemente
lugar» (Augé), «desterritorialización>~ (Ortiz, (1993: 175) ~.

Martin-Barbero), tengan un carácter esencial- La pregunta resultante es, por tanto, de


mente negativo: dicen lo que el tiempo y el naturaleza etnográfica: ¿cómo se articula en
espacio ya no son, pero no son tan elocuentes cada caso el espacio-tiempo de la localidad
acerca de en qué puedan consistir, en términos con los procesos de abstracción universalis-
sociales, un tiempo y un espacio despojados de ta tendentes a vaciarlo de sus formas? Ese es
su conexión con la localidad. Por reducción al el problema central de un modelo de la loca-
absurdo: las ideas de un control absoluto del lidad que podríamos denominar «cronotópi-
tiempo humano, de un calendario por comple- co», en alusión al concepto literario de Baj-
to desocializado, de un espacio abolido o píe- rin de una noción situacional, dialógica y
namente comprimido constituyen una suerte enunciativa del lugar. El cronotopo novelís-
de aporía. Al- igual que todo «año cero» de la tico es definido como «la conexión intrínse-
historia resulta de una convención calendarial ca de relaciones temporales y espaciales que
más o menos subrepticia, el «tiempo y espacio se expresa de forma artística en la obra lite-
vacíos» son el horizonte de un autoconcepto raria» (1981: 84). Describe un modo especí-
moderno deslastrado del peso del lugar y de la fico de vincular entre si espacio y tiempo, y
memoria. Mas tras cada nueva operación de éstos a su vez con la narración como acto
vaciado, control, compresión o deslocaliza- enunciativo.
ción cabe esperar un residuo refractario a la Así pues, un modelo cronotópico se centra
misma. Las resistencias al desanclaje no son en los esquemas prácticos y discursivos que
historia pasada, son también tendencias del conectan/desconectan las coordenadas del
porvenir, contexto local y las de la sociedad global. Esa
Parece que estamos ante conceptos-herra- clase de conceptualización está en buena
mienta, formulados estratégicamente con medida por desarrollarse, aunque se halla
miras a producir una ruptura epistemológica implícita en formas contemporáneas de hacer
con la tradición sociológica dominante -la cual y escribir etnografía. Algunos de sus rasgos
aún reposa sobre los pilares clásicos de la podrían sintetizarse, por contraste con los
Nación y el Sistema. De ahí su carácter dis- modelos precedentes, en la siguiente tabla:
Desbordamientos. Cronotopías en la localidad tardomoderna 55

Modelo insular Modelo universal Modelo eronotópico


Territorio Desterritorialización Reterritorialización

Ciclo Tiempo vacio Temporalización


Lugar No lugar Loci híbridos

Orientación al pasado Contrafacticidad y presentismo Hererosincronias


Integración de tiempo y espacio Separación de tiempo y espacio Saltos de plano y compromisos

En este nivel, el tratamiento del espacio y el de la historia conceptual (la concatenación de


tiempo es de naturaleza prioritariamente tácti- las épocas).
ca; se asocia a la actividad silenciosa de los El carácter híbrido hace referencia al resul-
agentes en su condición de usuarios-consumi- tado de la acción local. No obstante, desde el
dores (sobre la distinción «táctica» vs. «estra- punto de vista de su operatoria lo destacable
tegia» cf. Certeau, 1979). Los universales sólo son las discontinuidades a que está sujeta. La
pueden existir en formas concretas; es en la experiencia de nuestra época se distingue por
acción de los sujetos donde toman cuerpo. En una llamativa convivencia entre lo familiar y
consecuencia, éstos tratan de «temporalizar» lo extraño. De ahí que la principal trama de
el tiempo universal, así como de «posicionar- este enfoque sean precisamente las fracturas y
se» en el espacio abstracto (cf. Munn, 1992). hiatos entre temporalización local y tiempo
Tales operaciones se corresponden con aspec- abstracto; entre distancias cara a cara y com-
tos de las instituciones de reanclaje aún esca- promisos anónimos; entre coordinaciones
samente trabajados. Por ejemplo, un modelo locales y cruces globales. Para hacer con-
cronotópico de la localidad habrá de hacer gruentes sus dominios de acción, los agentes
frente a la paradoja de las instituciones univer- se ven forzados a una suerte de continuo zap-
salistas en busca de raíces -tratando de dotarse ping sociocultural, al que el etnógrafo también
de un rostro local y de encamaciones presen- ha de confrontarse (al pasar, por ejemplo, del
ciales-, así como a las astucias de los actores espacio público de «la calle» al dominio priva-
para retomar individual o colectivamente cier- do de «la casa», con sus diferenciados conjun-
to control de sus espacios y sus tiempos. tos de reglas espaciotemporales. Cf. Da Matta,
Ambos casos sugieren que la condición de 1994). Los saltos y atajos que siguen los acto-
lugar/no lugar es gradual, permitiendo mezco- res para situarse entre niveles de realidad
lanzas y pastiches de distintas ciases. En el inconmensurables, fragmentados o híbridos
plano temporal, esto significa sustituir la idea son de naturaleza tanto pragmática (paso de un
cerrada del ciclo y la escatológica del tiempo contexto a otro) como lógica (lo que Hoffstat-
lineal por el reconocimiento de heterosincronías ter llama jootzing o salto de nivel entre domi-
(es decir, la convivencia de temporalidades nios categoriales). Un caso anecdótico: uno de
heterogéneas sobre un mismo espacio). García mis informantes en Ciudad de México aprove-
Canclini ha acuñado ese concepto para descri- chaba para ir a cortarse el pelo en las escasas
bir el carácter híbrido y contradictorio de la ocasiones que retomaba al barrio de su infan-
modernidad en América Latina (1990), pero cia (céntrico y a varios kilómetros de casa) con
algo parecido puede aplicarse a la abigarrada objeto de visitar a una anciana tía. Ante la
superposición de scripts temporalizadores que perspectiva de hacerse cortar el pelo por
conforma la memoria histórica de las comuni- «extraños», prefería asociar ese servicio al
dades locales: los del tiempo biológico (la ámbito de unas visitas familiares cada vez más
sucesión de las edades), los del tiempo biográ- obstaculizadas por el crecimiento y el vértigo
fico (la secuenciación de la experiencia vivi- de la ciudad.
da), los de la historia vincular (la sucesión de La metáfora del «atajo», aplicada a las dis-
las relaciones), los de la historia cronológica continuidades entre el lugar y el régimen espa-
(la progresión de las fechas), los de la historia cio-temporal, es particularmente pertinente.
evenemental (la ocurrencia de los hechos), los Pues dicha actividad puede llevar a configurar,
56 Francisco Cruces Villalobos

en contextos de modernidad periférica, un ben a la metáfora insular, componen sus etno-


auténtico modo de cultura iO Queda por dilu- grafías sumando descripción local más teoría
cidar hasta qué punto tales tácticas locales global (Marcus, 1995). La atención a procesos
estructuran totalidades con sentido o se limitan concretos debiera servir para mostrar cómo el
a ser retazos, piezas fragmentadas y efímeras espacio-tiempo mundializado que conecta las
de un espejo hecho trizas. En cualquier caso, localidades entre si dista de ser una superficie
dichos saltos son responsables de los llamati- uniforme. Por decirlo figuradamente, está
vos efectos de anacronía, exotismo y margina- dotado de texturas y densidades diferenciales.
lidad a los que nos habituamos en el campo. El desbordamiento de la metáfora cíclico-
Por ejemplo, en ciudades del llamado Tercer insular al que se refiere este articulo no es, por
Mundo, la antropología urbana se enfrenta, tanto, una conclusión de llegada, sino un punto
junto a la descripción de procesos urbanizado- de partida. Sin duda, los antropólogos hemos
res en su sentido clásico, a procesos paralelos de seguir las enseñanzas de nuestros anteceso-
de ruralización de la calle y desurbanización res en cuanto al cultivo de parcelas culturales
de los núcleos históricos. Es que, paradójica- en forma de islas y ciclos. Algunos queremos
mente, en muchos de sus efectos, la moderni- contribuir con ello a reafirmar la capacidad de
zación atrasa. la vida social para reproducir mundos compar-
Si la marca de la modernidad es la separa- tidos. No obstante, debemos tomar nota de los
ción -entre tiempo y espacio; entre espacio y reajustes radicales en la legitimidad y valor de
lugar; entre presencia y agencia-, las prácticas esos mundos al encastrarse en un solo sistema,
sociales frecuentemente persiguen obtener unitario y universalista. Nos sobra espacio —o
algún tipo de integración que haga tolerables nos falta, según se vea— para aplicar sin más
las reconversiones implicadas. Tales compro- las rutinas de nuestra herencia disciplinar. Y
misos conectan con formas particulares de siempre cabrá concebir tales desbordamientos
reflexividad grupal; normalmente, lo que se como la constitución conflictiva de un nuevo
negocia no es ni más ni menos que la identidad ciclo, una nueva isla de dimensiones planeta-
de los agentes. Este último aspecto justifica los rias, no exenta de su singular y mundializada
paralelismos del modelo con una teoría de la memoria.
enunciación. Sin embargo, cabe establecer una
diferencia en relación con el cronotopo bajti-
niano. Mientras que en el discurso literario el NOTAS
tiempo sirve para representar el espacio, en
muchas circunstancias de la vida real es justa- ¡ El componente de invención autorial implícito en

mente a la inversa: el espacio sirve para soste- este fenómeno ha sido señalado por Hastrup al decons-
ner la memoria colectiva y estructurar los truir la categoría de «nativo» como un lugar de encuen-
tiempos comunitarios (cf Velasco, 1992). fo entre la actividad nomencladora del etnógrafo y los
modos de autorreferencia local. No sólo hay pueblos,
Resumiendo, una aproximación cronotopica como los Tallensi estudiados por Fones, que no se reco-
es situacional y dialógica en tanto no concibe nocían en dicho nombre; también hay nombres (como el
el tiempo-espacio social como dados de una de los Mayas, Gitanos o Bretones) sujetos a una apropia-
vez por todas, sino constituidos en las relacio- ción disputada por grupos diferentes (1993: 174).
nes sociales mismas en virtud de procesos de 2 Fernández
tono se haalreferido,
a Malinowski, valor dedurante un bello
la metáfora recorda-
insular para
poder, negociación y conflicto. Tematiza la la antropología como expresión de la tensión constituti-
reforma de la escena local bajo condiciones va de toda cultura entre intercomunicación y aislamiento
universales, si bien persiguiendo las sinuosida- (1993). Sobre la noción de ciclo como representación
des del punto de vista de agentes concretos, simbólica de identidad y discontinuidad social, véase
más que la perspectiva ideal de un actor Fernandez,
Vienen1994;
aquí alVelasco 1992:
caso los 24 y en
debates Velasco
torno 1994.
a los pro-
omnisciente situado en el centro del espacio- cesos de etnogénesis, los nacionalismos y la crisis del
tiempo (y no en sus márgenes). Algunas visio- Estado-nación. Todos estos procesos implican reestruc-
nes sociológicas, al adoptar dicha perspectiva, turaciones profundas de relaciones establecidas entre el
proyectan un cierto institucionalismo. En rea- campo político y el cultural. Por supuesto, no cabe ver en
lidad, una teoría comprehensiva del sistema ellos un destino postnacional; pero sí el fin de las defini-
ciones monopólicas de la cultura legítima dentro de cada
mundo está por hacerse. Pese a ello, los antro- territorio. Lo que parece estar en crisis no son los Esta-
pólogos contemporáneos, cuando no sucum- dos, sino la identificación simple entre cultura, lengua y
Desbordamientos. Cronotopías en la localidad tardomoderna 57

Estado que ha nutrido las autodefiniciones ideales del ARIÑO, A. (1991): «El calendario y la organización del
Estado-nación y su doctrina política, tiempo», en La ciudad ritual. La fiesta de las fallas,
Thompson relata cómo algunos empresarios de la Barcelona, Anthropos.
industrialización temprana llegaban a manipular en su AuÑo, A. (1993): El calendan festín a la Valéncia
favor el único reloj de la fábrica, impidiendo a los traba- contemporánia (1750-1 936), Valencia, Alfons el
jadores que llevaran reloj propio. También hace mención Magnanim.
del proceso progresivo de adquisición de relojes de bol- AUGÉ, M. (1992): Non-Lieux, Paris, Seuil.
sillo como objeto suntuario por parte de las clases traba- BAKHTJN, M. M. (1981): «Forms of time and chronotope
jadoras (1985). in the novel», en The Dialogic Imagination. Austin,
Por ejemplo, el articulista de un almanaque madri- University of Texas Press.
leño de 1864 hacía la siguiente consideración: BECK, U. (1992): Risk Society. Towards a New Moder-
«El historiador, el comerciante, el diplomático, nity, Londres, Sage.
cualquier particular, tropieza a todas horas con la EolssnvÁJN, J. (ed) (1992): Revitalizing European
diferencia de fechas que resulta de la diferencia de Rituals, Londres, Routledge.
calendarios. La reducción exacta de unas a otras, CERTEAU, M. de, (1979): Linvention du quotidien. JArts
difícil siempre de entregar ala memoria, pudiera, sin defaire, Paris, Union Générale d’Editions.
embargo, obtenerse con poca dificultad, si a los CRUCES, i~ DIAZ DE RADA, A. (1991): «El intruso en su
calendarios políticos u oficiales no siguieran otras ciudad. Lugar social del antropólogo urbano», en
divisiones del tiempo, otras correcciones y aún per- Malestar cultural y conflicto en la sociedad madrile-
severancia de empirismo, que varios pueblos han ña, Madrid, Asociación Madrileña de Antropología,
introducido o conservado». (Almanaque del periódi- págs. 101-111.
co Las Novedades, 1864). CRUCES, E; Dtxz DE RADA, A. (1992): «Public celebra-
6 La Revolución Francesa es el momento más claro tions in a Spanish Valley», En J. Boissevain (ed.), op.
de ruptura en la organización calendarial, con la consti- cit.
tución de un nuevo tiempo cero sobre bases enteramen- DA MATrA, R. (1994): A casa e a rua. Espago, cidada-
te seculares. No obstante, el proceso de transformación fía, muíher e morte no Brasil, Sño Paulo, Brasiliense.
del calendario romano, especialmente en lo referente a FERNÁNDEZ, J. W. (1993): «Islas», mimeo, palabras
la reducción de fiestas, venía prefigurado en un proce- introductorias al homenaje a Malinowski en Icod de
so anterior que empieza con la reforma calendarial de los Vinos durante el VI Congreso de Antropología.
1642 por Urbano VIII y continua con las reformas de FERNÁNDEZ, J. W. (1994): «Las esencias que celebramos
Pío IX en 1867 y Pío X en 1911 (cf. Arillo, 1991 y y conmemoramos. Un comentario ‘diplomático’
1993). sobre dos ponencias que tratan del ‘encadenamiento
Para Giddens, el ‘vaciado temporal’ es una precon- del tiempo’ y de la cohesión social», Antropología,
dición para el ‘vaciado espacial’, y como tal tiene prion-
dad causal sobre éste porque «la coordinación a través n. 8, Octubre, págs. 139-150.
FRísnY, D. (1994): «Georg Simmel: First Sociologist of
del tiempo es la base de control del espacio». Mientras Modemity», en D. Frisby (ed.): George Simmel. Crí-
que la precondición del primero es la separación entre tical Assessments, Londres, Routledge, págs. 49-67.
espacíoytiempo, laprecondición del segundo es la sepa- GARCÍA, J. L.; VELASCO, E. etal. (1991): Ritualesypro-
ración de espacio y lugar (1994: 28).
Ortiz emplea esta distinción para diferenciar los ceso social. Estudio comparativo en cinco zonas
procesos de integración en el terreno económico de sus españolas, Madrid, IRCBC.
consecuencias específicamente culturales, las cuales, aún GARCíA CANCLíM, N. (1990): Culturas híbridas. Estrate-
respondiendo a procesos de cambio global, no implican gias para entrar y salir de la modernidad, México,
necesariamente una homogeneización niveladora (1994, Grijalbo.
1996). GARCÍA CANCLíNI, N. (1995): Consumidores y ciudada-
Hastrup diferencia entre «saber» o conocimiento nos, México, Grijalbo.
implícito (know) y «entender» o conocimiento implícito GIDDEN5, A. (1994): Consecuenc,as de la modern,dad,
(understand), como modos correspondientes al conoci- Madrid, Alianza.
mtento local y el saber científico respectivamente (1993: IiLxsrau~, K. (1993): «The native voice -and the anthropolo-
175). gical vision», Social Anthropology, 1, 2, págs. 173-186.
LO Otras conceptualizaciones metafóricas del mismo LONDOÑO, R.~ SALDARRIACA, A. (1994): La Ciudad de
problema son las de la «resistencia», la «trayectoria», el Dios en Bogotá. Barrio Villa Javier Bogotá, Funda-
«escape», la «apertura/cierre», la «frontera» y la «inva- ción Social.
sión», segun se haga enfasís en el sentido integrador o MARCUS, O. E. (1995): «Ethnography in/of te Wordl
separador de las operaciones del agente local respecto a System: The Emergence of Multi-Sited Ethno-
las coordenadas universales. graphy’>, Annual Review of Anthropology, 24, págs.
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