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Desbordamientos. Cronotopías en la localidad tardomoderna 47
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hasta hace poco. Segundo, el hecho de que el un proceso de reconversión simbólica del cual
show evoque un tópico tan distante como el hay otros ejemplos. En algún caso, se trata de
carnaval de Río y su comprensión llegue antiguas ferias de ganado que se refuncionali-
mediada por nombres tomados directamente zan como citas de encuentro. Aunque ya ape-
de la televisión nacional. Finalmente, hay que nas se venda ganado, los jóvenes de retorno
señalar que lo que se da no es propiamente veraniego a la casa paterna hallan ocasión para
una sustitución de tiempos (fiestas de verano beber juntos en la discoteca del lugar. Otro
vs. fiestas de carnaval), ni de un tipo de prác- caso es la paradójica intensificación, debida a
tica pasada de moda por otra puesta al día la presencia de turistas y curiosos, de ciertas
(procesión vs. show), sino una revoltura de fiestas de corte foiclórico. Por ejemplo, en la
esas distintas cosas, que coexisten de forma quema de un Judas en Semana Santa, la revita-
más o menos conflictiva. lización condujo a una suerte de espectaculari-
La irrupción de las mamachichos brasileñas zación creciente: como cada año había más
con su samba extemporánea en el espacio de público, los que hacían el muñeco cada vez le
las montañas cacereñas resulta especialmente metían más pólvora. Llegó un punto en que el
sintomática teniendo en cuenta que viene a estallido accidental de los petardos del Judas
producirse justamente en la fiesta del patrón hizo reventar de golpe los cristales de todo el
-el momento tradicionalmente marcado para pueblo.
afirmar la renovación del ciclo. La fiesta En otro sitio hemos analizado con mayor
mayor jerarquiza los tiempos de las demás, detalle el sentido de estos procesos complejos
que tienen en ella un origen o un fin (Velasco, de re-tradicionalización y renovación festiva
1982). Es que, por más que en último término (Cruces y Díaz de Rada, 1992; Velasco et. al.
toda isla sea ilusoria, hay momentos rituales 1996). Lo que aquí interesa es el hecho de que
de reproducción social que se espera queden a suponen el desbordamiento de los limites ten-
salvo de irrupciones foráneas. toriales y temporales que venían contenidos en
Por otro lado, el ejemplo es indicativo de la el modelo de la fiesta local, tradicional y
biestacionalidad actual de la vida de estos pue- comunitaria. Hoy día no cabe mirar los hechos
bbs, con la presencia ocasional y a veces inva- de identidad al margen de los circuitos mediá-
siva de los veraneantes/emigrantes. Una pre- ticos, políticos y de mercado que los resitúan
sencia que tiene el efecto de escindir en dos la en una órbita supralocal. Los valores locales se
temporalidad de dichas comunidades entre su aplican a prácticas globales, y, a la inversa, las
tiempo propio —marcado por la sucesión de las prácticas identitarias no agotan su valor en el
estaciones y los cultivos—, y el tiempo general sentido interno que les puedan otorgar los par-
de la sociedad —marcado por la sucesión entre ticipantes, sino que son tasados en una red de
tiempo laboral y vacaciones (cf. García, et al. intercambios simbólicos, en un espacio mediá-
1991). tico transnacional y en un cuadro de relaciones
Así, la anécdota remite a un proceso de político-administrativas.
transformación de la fiesta que se ha venido ¿Por qué etiquetar a este proceso como un
produciendo en toda la comarca, tendente a «desbordamiento» de lo local? Sería igual-
situar las formas heredadas bajo una nueva mente válido hablar de un borramiento o una
luz. No se trata sólo, como a menudo se fractura en sus límites convencionales. Mas
lamenta, de que se abandone antiguas prácti- ese término apunta a un hecho importante: las
cas; de hecho, muchas de ellas vienen siendo coordenadas de espacio y tiempo a las que
revitalizadas, en consonancia con lo que remite un show mediático como el arriba men-
durante la pasada década sucedió en distintas cionado son, hasta cierto punto, difusas, abier-
partes de Europa (Boissevain, 1992). Ni tas, indefinidas. No existe una esfera bien aco-
siquiera es el caso, como hemos señalado, de tada que las contenga —ya sea la de lo regional,
que unas sean mecánicamente reemplazadas lo étnico, lo clasista, lo nacional o lo interna-
por otras. Lo que en realidad se produce es una cional. Instituyen un tiempo confuso, un espa-
superposición más o menos conflictiva de cio imaginario.
prácticas dispares que altera el sentido del con- Esto difiere un tanto de la tesis clásica —que,
junto. La presencia de «mamachichos» junto por otra parte, suscribo— de que la esfera local no
al patrón Santiago es un momento peculiar de puede ser plenamente aprehendida en términos
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de sus propias auto-definiciones espaciales y virtud del cual la práctica se disocia respecto a
temporales. Ciertamente, las estructuras de la las condiciones locales de presencia interperso-
localidad dependen de las estructuras más nal. Este proceso evolutivo, ligado íntimamente
amplias en las que ésta se inserta, es decir, de al desarrollo del capitalismo, tendría un alcance
los niveles de organización regional y nacio- mundial y expansivo.
nal. Pero lo que parece ser el caso es que inclu- Esta aproximación al problema supone un
so aquellas esferas de integración alguna vez enfoque «desde arriba», en la medida que hace
tomadas como sólidas y definitivas están sien- hincapié en los grandes determinantes estruc-
do, a su vez, desgastadas o rebasadas (por turales que afectan a las islas y los ciclos.
encima y por debajo) por rápidos procesos de Estos, sin desaparecer del todo, se muestran
rearticulación. Es precisamente el alcance de atravesados por una universalización del tiem-
tales cambios en las estructuras de la localidad po y una compresión del espacio inherentes al
el que resulta aún difuso y variable Así, el
~. nódulo mismo del proceso modernizador.
desbordamiento del espacio-tiempo local ten- De manera más precisa, cabria reconocer
dna poco que ver con el conocido mapa cultu- tres grandes líneas de tratamiento de dicha
ral favorecido por las definiciones liberales del evolución. La primera se concentra en el desa-
Estado-nación: lo local-encapsulado en lo rrollo histórico de tendencias al control, la
regional-encapsulado en lo nacional-encapsu- estandarización y la medida, en conexión con
lado en el sistema de naciones. Fuera de cada la disciplina productiva del primer capitalismo
pequeño islote, la realidad es más ambigua y industrial y los dispositivos de racionalización
confusa de lo que sugiere tal juego de muñecas burocrática que lo acompañaron. Un segundo
rusas. Es difícil decidir en qué medida las aspecto se refiere a fenómenos espaciales de
Mamachichos del ejemplo pertenecen al ámbi- des-territorialización y dislocación de la cultu-
to de lo local, lo nacional o lo global: proba- ra asociados a la fragmentación geográfica de
blemente sean todas esas cosas a la vez, los procesos de producción, circulación y con-
sumo. Finalmente, cabe centrarse en la difu-
sión contemporánea de un ethos de mobilidad
Modernidad, universalización ~ y cambio apropiado a tales transformaciones,
susceptible de encarnarías subjetivamente en
desanclaje disposiciones, sentimientos y experiencias
especificas.
fuerza de trabajo en mercancía exigía disposi- surgió el proceso de reforma de los calenda-
ciones radicalmente diferentes respecto al uso rios nacionales que se abre con la Revolución
y conceptualización del tiempo, «orientadas al Francesa y llega hasta nuestros días, con la
trabajo regulado», es decir, sometibles a los reducción de festivos, la secularización de sus
ritmos de la máquina y las exigencias de una motivos de celebración y el reagrupamiento de
división de funciones a gran escala. los períodos no laborales para no estorbar la
La metáfora fundante de estas disposiciones actividad productiva 6•
productivistas e higiénicas es: «el tiempo es Ya en la época en que Thompson formuló
oro». En un caso se considera que el tiempo su argumento se identificaban nuevas tenden-
sencillamente «pasa», en el otro «se gasta». No cias en el capitalismo desarrollado, cultural-
es de extrañar que la medida del tiempo se con- mente contradictorias con las propias de un
viniera en uno de los primeros terrenos de lucha «capitalismo de producción». Como él mismo
entre la burguesía y la naciente clase obrera~‘. se ha encargado de sugerir, el capitalismo de
Esta manifestación de la lucha de clases en consumo y la sociedad de servicios implican
la definición y usos legítimos del tiempo ha reformulaciones profundas de esta inicial dis-
sido documentada tanto en la formación del ciplina puritana del tiempo, fundamentada en
movimiento obrero en Europa como en con- el valor del ahorro (donde el tiempo es dinero
textos no europeos. En ambos casos, el con- y viceversa) y otras señas de contención mdi-
flicto por la definición del tiempo laboral tien- vidual como la higiene, la moderación en el
de a extenderse al conjunto de las costumbres comer, la abstinencia y el motivo de logro. Al
artesanales y agrícolas, en virtud de la organi- igual que la producción industrial precisó
zación temporal que llevan implícita. En el inculcar una ascesis productiva, también las
caso colombiano, por ejemplo, los historiado- nuevas disposiciones hacia el consumo cons-
res han hecho énfasis en la guerra abierta por picuo hubieron de aprenderse gradualmente.
las élites contra el consumo de chicha entre Así, los valores del gasto, el «ocio» y el
los trabajadores; guerra que, iniciada en el «entretenimiento», que parecieran desdibujar
XIX con las cruzadas abstemias, no concluirá el ethos dominante de una etapa anterior,
sino con la prohibición legal de produciría ya vinieron a incorporarse a lo largo del siglo XX
entrados los años cuarenta (Archila, 1991; al proceso de universalización. En fenómenos
Londoño 1994). En lo tocante al caso español, como el progresivo aumento del tiempo vaca-
es conocida la disputa secular de algunas éii- cional en Europa o las generalizadas revitaii-
tes contra distintas formas de expresión festi- zaciones festivas (que no indican un retorno al
va entre los estratos populares del país; una pasado, sino la buena salud de la fiesta como
polémica que data por lo menos de la época mercancía simbólica) puede verse un reflejo
del informe de Jovellanos sobre festejos y de esta tendencia sobre la conformación de los
espectáculos públicos, calendarios. También valga como ejemplo lo
Pero el capitalismo no se limitó a estandari- que alguien ha denominado la «ciudad de
zar, medir, regular y controlar el tiempo. Al veinticuatro horas», marcada más por la ilimí-
desvincular esta medición de las acciones y tada optatividad en los usos del tiempo citadi-
condiciones locales, lo universalizó. El capita- no que por una disciplina única, homogenei-
lismo exigía una sincronización de alcance zante y constrictiva.
global, de manera que los distintos agentes de 2. El segundo proceso moderno que afecta
producción y distribución pudieran coordinar- a la organización espacio-temporal de la cultu-
se en un cronograma común con independen- ra es su desterritorialización. Si en términos
cia del lugar. Existe por tanto una relación temporales el proceso de abstracción y desan-
estrecha entre la constitución de un tiempo claje significa un vaciado de las determinacio-
universal y homogéneo, unificado más allá de nes sociales del tiempo, en términos espaciales
las fronteras culturales y nacionales (aunque supone una separación entre el espacio y el
fraguado a partir del baremo occidental, Julia- lugar -en el sentido del asentamiento físico de
no-Gregoriano) y los requerimientos del una actividad.
moderno espíritu de racionalización que alien- En términos de Giddens, con la moderniza-
ta en las tareas de la burocracia, el comercio, ción el espacio «se contrajo». Como conse-
la industria y la ciencia De esta necesidad
~. cuencia, las islas culturales que componían el
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de representación del tiempo y el espacio (el para no tener que sentir tanta miseria y
«régimen general de la velocidad», en tanta soledad».
expresión de Virilio). Mi argumento es que «Los principiantes son los más dedi-
una perspectiva «desde abajo» —es decir, calientes. Usted los ve por ahí en las
desde la construcción in situ de la globalidad esquinas esperando quien les caiga con
en las estructuras locales— ha de hacerse trabajo. Se dejan dar estarte de cualquie-
cargo de esta diversidad, a menudo tratada ra que les muestre un billete. Se mascan
demasiado genéricamente en la teoría social a una persona como mascarse un chicle.
contemporánea en términos de segmenta- Se vuelven tan lacras que no matan por
ción o fragmentación. negocio, sino por deporte». (Salazar,
En continuidad con la tradición antropológi- 1990: 55, 114. El énfasis es mío.)
ca, tal enfoque se centra en los modos sutiles
de imbricación entre espacio-tiempo local y La filosofía vital de los jóvenes sicarios
reflexividad nativa. Se entiende por tal el con- parece resultar de un entrecruzamiento entre
junto de los dispositivos de autorreconoci- la aceleración del tenipo moderno y el parón
miento inscritos en el discurso y la práctica de las posibilidades reales de vida, haciendo
cotidiana de los agentes, por medio de los cua- de la necesidad virtud en un entorno donde
les regulan su acción y construyen su sentido. convergen la violencia política heredada, la
El abanico de tales dispositivos es muy pobreza, la guerrilla y el narcotráfico -pero
amplio; del ritual colectivo a las variantes idio- también la tradición patriarcal paisa del
sincráticas del habla; de las técnicas corporales «varón que no se arruga», el consumismo
al entorno arquitectónico. La materialización urbano con su «fiebre de moto», las imágenes
del espacio-tiempo vacío en los mundos vivi- mediáticas de gansters y pistoleros, las poses
dos pasa por tales mediaciones, por lo que la ascéticas del malevaje y las hedónicas de la
resultante —al menos la resultante cultural— salsa. La dimensión temporal se halla en el
dista de ser tan lineal, predictible y homogénea centro del fenómeno. No en vano, expresiones
como parecería sugerir un modelo esquemáti- como «no-futuro» y «desechables’> hacen
camente evolutivo. referencia a un tiempo coartado, limitado,
Consideremos, a título ilustrativo, los reía- para designar a las personas de sectores mar-
tos biográficos recogidos por Salazar a pro- ginales. Mientras las expectativas de sobrevi-
pósito del fenómeno del sicariato y las ban- vir a la adolescencia se reducen, un culto de la
das juveniles en la comuna nororiental de prisa y el goce inmediato estructura el conjun-
Medellín, en Colombia (1990). Las mismas to de las prácticas de la banda: del asesinato
disposiciones a la fugacidad y lo efímero que en raudas motocicletas a la celebración desor-
se encarnan en las inocentes ficciones de denada que derrocha sin demora, en fiestas de
Disney o en la asepsia funcional de no-luga- varios días, el dinero así conseguido. Explica
res como el aeropuerto, la autopista y la red dicho autor:
informática, vienen a insertarse también
como una realidad determinante en la vida de «El sicario ha incorporado el sentido
las gentes en contextos densamente «locali- efímero del tiempo propio de nuestra
zados>~. La sentencia de uno de los informan- época. La vida es el instante. Ni el
tes, que da título al libro, es sobradamente pasado ni el futuro existen. Este hecho
elocuente de la incorporación de un ethos de lleva a una valoración distinta de la
la aceleración en el propio curso vital: «no vida y de la muerte: ‘Vive la vida hoy,
nacimos pa semilla» —es decir, para perdurar aunque mañana te mueras’» (Salazar,
en este mundo: 1990: 200).
«Lo que me duele es que no me hubie- Una lectura posible es que cuanto sucede en
ran llevado de una, sin tener tiempo de el espacio barrial está atravesado por las
un suspiro, de sentir un dolor, sin poder estructuras de poder político y económico que
decir siquiera me mataron... Es que no hacen del sicariato su instrumento (significati-
importa morirse, a fin de cuentas uno no vamente, hacer un negocio es «un cruce»).
nació pa’ semilla. Pero morirse de una, Como afirma Giddens, bajo un régimen de
P~MT~Pit
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modernidad «los aspectos locales son penetra- continuista. Al postular un no-lugar, un orden
dos en profundidad y configurados por post-nacional o una cultura des-territorializa-
influencias sociales que se generan a gran dis- da, se pone en cuestión que las antiguas cate-
tancia» (1994: 30 y 133). Pero el ejemplo godas teóricas basten para dar cuenta de los
muestra también —con la elocuencia de una fenómenos culturales emergentes en la moder-
extrema violencia— hasta qué punto descono- nidad avanzada.
cemos las fórmulas concretas de esa articula- En todo caso, existen razones empíricas
ción y sus múltiples hibridaciones, sólo vaga- para el escepticismo. Cualquier aproximación
mente contempladas en el concepto de a la abstracción del tiempo y el espacio habrá
«reanclaje». Las recon versiones de la locali- de dar cuenta de ciertos rasgos constitutivos
dad distan de ser un efecto mecánico de ten- de la acción humana que tienden a poner
dencias globales: se ajustan a ellas según su límites a su total desanclaje. Pues como la
propia lógica. Acaso el «lugar» tardomoderno enunciación, la práctica social incluye obliga-
no sea, por tanto, tan fantasmagórico como toriamente una autorreferencia implícita a los
Giddens sugiere. Al menos, no lo es en grado agentes en su aquí-y-ahora (Certeau, 1979).
semejante en todas partes, ni de la misma Es imposible encontrar, estrictamente hablan-
manera. do, casos de un tiempo o un espacio plena-
¿Hasta qué punto son posibles la abstrac- mente «vacíos» -de igual modo que lo seria
ción y racionalización del espacio-tiempo? dar con un habla libre de acento o un conoci-
¿Existen límites al carácter universalizante de miento libre de cultura. En la elocuente for-
la radicalización de la modernidad? Desde un mulación de Hastrup, «todos somos nativos
punto de vista conceptual, resulta llamativo el de algún mundo» -en el sentido de la familia-
hecho de que los términos empleados para des- ridad con cierto entorno social que somos
cribir el proceso de abstracción, tales como capaces de reconocer de manera práctica sin
~<desanclaje»,«tiempo vacío» (Giddens), «no- necesidad de aprehenderlo conscientemente
lugar» (Augé), «desterritorialización>~ (Ortiz, (1993: 175) ~.
mente a la inversa: el espacio sirve para soste- este fenómeno ha sido señalado por Hastrup al decons-
ner la memoria colectiva y estructurar los truir la categoría de «nativo» como un lugar de encuen-
tiempos comunitarios (cf Velasco, 1992). fo entre la actividad nomencladora del etnógrafo y los
modos de autorreferencia local. No sólo hay pueblos,
Resumiendo, una aproximación cronotopica como los Tallensi estudiados por Fones, que no se reco-
es situacional y dialógica en tanto no concibe nocían en dicho nombre; también hay nombres (como el
el tiempo-espacio social como dados de una de los Mayas, Gitanos o Bretones) sujetos a una apropia-
vez por todas, sino constituidos en las relacio- ción disputada por grupos diferentes (1993: 174).
nes sociales mismas en virtud de procesos de 2 Fernández
tono se haalreferido,
a Malinowski, valor dedurante un bello
la metáfora recorda-
insular para
poder, negociación y conflicto. Tematiza la la antropología como expresión de la tensión constituti-
reforma de la escena local bajo condiciones va de toda cultura entre intercomunicación y aislamiento
universales, si bien persiguiendo las sinuosida- (1993). Sobre la noción de ciclo como representación
des del punto de vista de agentes concretos, simbólica de identidad y discontinuidad social, véase
más que la perspectiva ideal de un actor Fernandez,
Vienen1994;
aquí alVelasco 1992:
caso los 24 y en
debates Velasco
torno 1994.
a los pro-
omnisciente situado en el centro del espacio- cesos de etnogénesis, los nacionalismos y la crisis del
tiempo (y no en sus márgenes). Algunas visio- Estado-nación. Todos estos procesos implican reestruc-
nes sociológicas, al adoptar dicha perspectiva, turaciones profundas de relaciones establecidas entre el
proyectan un cierto institucionalismo. En rea- campo político y el cultural. Por supuesto, no cabe ver en
lidad, una teoría comprehensiva del sistema ellos un destino postnacional; pero sí el fin de las defini-
ciones monopólicas de la cultura legítima dentro de cada
mundo está por hacerse. Pese a ello, los antro- territorio. Lo que parece estar en crisis no son los Esta-
pólogos contemporáneos, cuando no sucum- dos, sino la identificación simple entre cultura, lengua y
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Estado que ha nutrido las autodefiniciones ideales del ARIÑO, A. (1991): «El calendario y la organización del
Estado-nación y su doctrina política, tiempo», en La ciudad ritual. La fiesta de las fallas,
Thompson relata cómo algunos empresarios de la Barcelona, Anthropos.
industrialización temprana llegaban a manipular en su AuÑo, A. (1993): El calendan festín a la Valéncia
favor el único reloj de la fábrica, impidiendo a los traba- contemporánia (1750-1 936), Valencia, Alfons el
jadores que llevaran reloj propio. También hace mención Magnanim.
del proceso progresivo de adquisición de relojes de bol- AUGÉ, M. (1992): Non-Lieux, Paris, Seuil.
sillo como objeto suntuario por parte de las clases traba- BAKHTJN, M. M. (1981): «Forms of time and chronotope
jadoras (1985). in the novel», en The Dialogic Imagination. Austin,
Por ejemplo, el articulista de un almanaque madri- University of Texas Press.
leño de 1864 hacía la siguiente consideración: BECK, U. (1992): Risk Society. Towards a New Moder-
«El historiador, el comerciante, el diplomático, nity, Londres, Sage.
cualquier particular, tropieza a todas horas con la EolssnvÁJN, J. (ed) (1992): Revitalizing European
diferencia de fechas que resulta de la diferencia de Rituals, Londres, Routledge.
calendarios. La reducción exacta de unas a otras, CERTEAU, M. de, (1979): Linvention du quotidien. JArts
difícil siempre de entregar ala memoria, pudiera, sin defaire, Paris, Union Générale d’Editions.
embargo, obtenerse con poca dificultad, si a los CRUCES, i~ DIAZ DE RADA, A. (1991): «El intruso en su
calendarios políticos u oficiales no siguieran otras ciudad. Lugar social del antropólogo urbano», en
divisiones del tiempo, otras correcciones y aún per- Malestar cultural y conflicto en la sociedad madrile-
severancia de empirismo, que varios pueblos han ña, Madrid, Asociación Madrileña de Antropología,
introducido o conservado». (Almanaque del periódi- págs. 101-111.
co Las Novedades, 1864). CRUCES, E; Dtxz DE RADA, A. (1992): «Public celebra-
6 La Revolución Francesa es el momento más claro tions in a Spanish Valley», En J. Boissevain (ed.), op.
de ruptura en la organización calendarial, con la consti- cit.
tución de un nuevo tiempo cero sobre bases enteramen- DA MATrA, R. (1994): A casa e a rua. Espago, cidada-
te seculares. No obstante, el proceso de transformación fía, muíher e morte no Brasil, Sño Paulo, Brasiliense.
del calendario romano, especialmente en lo referente a FERNÁNDEZ, J. W. (1993): «Islas», mimeo, palabras
la reducción de fiestas, venía prefigurado en un proce- introductorias al homenaje a Malinowski en Icod de
so anterior que empieza con la reforma calendarial de los Vinos durante el VI Congreso de Antropología.
1642 por Urbano VIII y continua con las reformas de FERNÁNDEZ, J. W. (1994): «Las esencias que celebramos
Pío IX en 1867 y Pío X en 1911 (cf. Arillo, 1991 y y conmemoramos. Un comentario ‘diplomático’
1993). sobre dos ponencias que tratan del ‘encadenamiento
Para Giddens, el ‘vaciado temporal’ es una precon- del tiempo’ y de la cohesión social», Antropología,
dición para el ‘vaciado espacial’, y como tal tiene prion-
dad causal sobre éste porque «la coordinación a través n. 8, Octubre, págs. 139-150.
FRísnY, D. (1994): «Georg Simmel: First Sociologist of
del tiempo es la base de control del espacio». Mientras Modemity», en D. Frisby (ed.): George Simmel. Crí-
que la precondición del primero es la separación entre tical Assessments, Londres, Routledge, págs. 49-67.
espacíoytiempo, laprecondición del segundo es la sepa- GARCÍA, J. L.; VELASCO, E. etal. (1991): Ritualesypro-
ración de espacio y lugar (1994: 28).
Ortiz emplea esta distinción para diferenciar los ceso social. Estudio comparativo en cinco zonas
procesos de integración en el terreno económico de sus españolas, Madrid, IRCBC.
consecuencias específicamente culturales, las cuales, aún GARCíA CANCLíM, N. (1990): Culturas híbridas. Estrate-
respondiendo a procesos de cambio global, no implican gias para entrar y salir de la modernidad, México,
necesariamente una homogeneización niveladora (1994, Grijalbo.
1996). GARCÍA CANCLíNI, N. (1995): Consumidores y ciudada-
Hastrup diferencia entre «saber» o conocimiento nos, México, Grijalbo.
implícito (know) y «entender» o conocimiento implícito GIDDEN5, A. (1994): Consecuenc,as de la modern,dad,
(understand), como modos correspondientes al conoci- Madrid, Alianza.
mtento local y el saber científico respectivamente (1993: IiLxsrau~, K. (1993): «The native voice -and the anthropolo-
175). gical vision», Social Anthropology, 1, 2, págs. 173-186.
LO Otras conceptualizaciones metafóricas del mismo LONDOÑO, R.~ SALDARRIACA, A. (1994): La Ciudad de
problema son las de la «resistencia», la «trayectoria», el Dios en Bogotá. Barrio Villa Javier Bogotá, Funda-
«escape», la «apertura/cierre», la «frontera» y la «inva- ción Social.
sión», segun se haga enfasís en el sentido integrador o MARCUS, O. E. (1995): «Ethnography in/of te Wordl
separador de las operaciones del agente local respecto a System: The Emergence of Multi-Sited Ethno-
las coordenadas universales. graphy’>, Annual Review of Anthropology, 24, págs.
95-117.
MAnN BARBERO, J. (1994): Mediaciones urbanas y nue-
vos escenar,os de la comunicación, Caracas, Fundarte.
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ARCRILA, M. (1991): Cultura e identidad obre ra. Colom- ORTIZ, R. (1994): Mundializa~zao e Cultura, Sao Paulo,
bia, 1910-1945, Bogotá, CINEP. Brasiltense.
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