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MISIÓN

“Formar profesionales innovadores para la


educación básica, sustentada en los avances
de la ciencia y la tecnología de manera
interactiva, reflexiva y propositiva, a través de
un trabajo colaborativo, con el fin de potenciar
holísticamente las competencias
profesionales; en el marco de una cultura
axiológica, que responda con calidad, calidez
y compromiso social y pertinencia para
responder a las expectativas y retos de la
sociedad actual”.

VISIÓN
“Somos una institución de Educación
Superior formadora de profesionales de la
docencia, comprometidos con una educación
innovadora de calidad, orientada a elevar los
procesos de la Capacidad, Competitividad
Académicas y Gestión Estratégica que
responda a los retos y desafíos de la “Formar para transformar con calidad, calidez y
sociedad hacia la excelencia educativa”. compromiso social”

Cortés García Gerardo

3º II
Lic. Educación Secundaria con
Especialidad en Lengua Extranjera (Inglés)

Atención educativa a adolescentes en


situación de riesgo.
Prof. Oscar Fernando González Soria.
Adolescentes y situaciones de riesgo.
Adolescentes y situaciones de riesgo.
“A los jóvenes se les educa,
se les prepara, se les recluye, se les castiga y,
pocas veces se les reconoce como otro”.
-Alayon, Norberto (1997).

Introducción.
El presente documento tiene como finalidad responder a la siguiente cuestión: ¿Por qué
no es correcto afirmar que todos los estudiantes de secundaria, por ser adolescentes, están
en situaciones de riesgo? La pregunta está formulada con la intención de analizar las lecturas,
y otros materiales que se han estudiado durante el curso Atención educativa a adolescentes
en situación de riesgo. Para poder responderla comenzaré con el análisis de lo que es una
situación de riesgo. Dicho análisis se llevó a cabo durante las primeras sesiones de este curso,
para ello se buscaron definiciones y se socializaron en el salón de clase, también se realizó el
escrutinio de la lectura “conflictos generacionales” de Ronald Gibson. En segundo lugar,
retomaré el estudio de las conductas de riesgo, retomando la exposición de Magda Sarlé i
Gallart sobre el tema, también revisada durante una de las sesiones. Contrastar ambos
términos es una cuestión que me parece sumamente importante y en lo cual se ha hecho
hincapié porque ambas cuestiones arrojan luz sobre las circunstancias en las cuales una
situación de riesgo puede o no afectar al estudiante de secundaria, lo cual se debe, en la
mayoría de los casos, a una yuxtaposición entre circunstancias y conductas.
En seguida retomaré las investigaciones expuestas por mis compañeros así como la
lectura de Graciela Morgade sobre diversas situaciones a las que se enfrentan los estudiantes
de secundaria así como conductas que pueden poner en riesgo su integridad, tales como
embarazo precoz, abuso sexual, enfermedades crónicas, adicciones, aceptación de pares del
mismo sexo, aceptación del propio cuerpo, los mensajes y propagandas de los medios de
comunicación.
Finalmente, la conclusión será una respuesta a la pregunta generadora así como una
reflexión sobre mi formación como docente y mi propia experiencia.

¿Qué es una situación de riesgo?


Es el momento en el que se llevan a cabo actividades que, aun cuando los individuos
involucrados consideren que están en control de la situación, pueden estar poniendo en
peligro su integridad física, mental o emocional. Esto se debe a que las circunstancias escapan
al control del individuo, puesto que están involucrados elementos que desde su perspectiva
no son registrados en su totalidad.
Un ejemplo de esto puede ser una fiesta donde un grupo de adolescentes consuman
sustancias enervantes. Aunque los individuos involucrados puedan creer que están en control
de la situación, el consumo de sustancias desconocidas conlleva un riesgo inherente de dañar
el organismo de manera momentánea o permanente, implicando un perjuicio para la integridad
mental y emocional del mismo individuo, además de afectar su entorno familiar. Otro ejemplo
puede ser cuando un alumno de secundaria está determinado por sus condiciones
socioeconómicas a transitar por un área peligrosa, con índices delictivos que pueden, de igual
manera poner en riesgo su integridad, exponiéndolo a violencia, robos u otro daño.
Las situaciones de riesgo pueden estar relacionadas con el contexto aunque no
dependen de él. Esto quiere decir que aún dentro de un contexto benigno, se pueden encontrar
situaciones que pongan en riesgo la integridad de un individuo, por ejemplo dentro de una
escuela, aunque el ambiente sea disciplinado y ordenado, un accidente puede producir
heridas graves a un alumno. O se pueden alojar individuos que lleven a cabo alguna forma de
maltrato psicológico o incluso físico sin que la autoridad lo sepa.
El término situación de riesgo se refiere al momento en el que te encuentras; está
relacionado con las actividades, es decir, con las acciones concretas que se desenvuelven en
torno a un individuo.
Existe, por otra parte, el término condiciones de riesgo que, aunque puede confundirse
con el término anterior, después de analizarlo en clase hemos descubierto que son cuestiones
completamente diferentes aunque interconectadas. Las condiciones son las que
efectivamente se refieren estrictamente al contexto del individuo, a su entorno. Cuando las
actividades del individuo no son, en realidad las generadoras del conflicto, sino que además
de tener una inclinación de riesgo por su actitud, también se encuentran en un ambiente que
propicia el conflicto, es decir, cuando, independientemente de las acciones del individuo, sin
importar que estas sean o no adecuadas o estén encaminadas a resguardar su integridad, el
entorno en el que se encuentra es adverso y conlleva, por el simple hecho de transitar a través
de este o permanecer en el mismo un peligro para la salud del individuo.
Retomando los ejemplos anteriores, el primero, donde los individuos están consumiendo
las sustancias enervantes, es claramente una situación de riesgo, puesto que son los propios
adolescentes los que están llevando a cabo acciones concretas que ponen en riesgo su
integridad.
El segundo ejemplo, cuando el estudiante se ve inmerso en un ambiente peligroso,
podemos hablar de una condición de riesgo, en la que claramente el adolescente está inmerso
un contexto que no advierte sus acciones concretas y representa un peligro para él.
Ahora que podemos diferenciar entre condición y situación de riesgo, surge la pregunta
¿cómo podemos determinar si una situación o una condición representan un riesgo para el
individuo? La respuesta sencilla es: cuando una situación pone en peligro la integridad del
adolescente, pero no siempre es fácil determinar dicho peligro, especialmente cuando el
individuo mismo es el que se encuentra inmerso en esta situación por lo que difícilmente
logrará descubrir que su propia integridad se encuentra amenazada. Es aquí donde entra en
juego la labor docente. Como maestro podemos identificar si las condiciones y situaciones
propician un riesgo, cuando el entorno genera ansiedad, alerta, miedo, inseguridad en el
individuo y esto se ve reflejado en su conducta.
¿Qué es una conducta de riesgo y cómo puede ser
identificada como tal?
Las actuaciones individuales o colectivas que se llevan a cabo a veces incluso de forma
inconsciente deben estar encaminadas, según nuestra lógica interna e incluso nuestro propio
instinto de preservación hacia la mejora de nuestra calidad de vida y la satisfacción de
nuestras necesidades, sin embargo, no siempre será así, especialmente cuando se trata de
satisfacer necesidades que no son enteramente fisiológicas tales como la necesidad de
pertenencia y de reconocimiento. Ya vimos anteriormente cuando hablábamos de los
componentes físicos y psicológicos de la etapa de la adolescencia y la pubertad que en ese
momento de su desarrollo psicosocial los individuos están enfrentados a un profundo cambio
en todo el organismo, no sólo en el aspecto biológico modulado por y en un determinado
marco sociocultural, sino en el aspecto psicológico personal y social que se desarrolla en total
interacción con los pares del mismo sexo y a través de la identificación con los individuos más
dominantes de su entorno (Gallart, 2009). Cuando el adolescente intenta satisfacer dicha
necesidad de integración a grupos de sus pares puede verse en la necesidad de realizar actos
que no sean del todo éticamente correctas.
Cuando el adolescente se enfrenta a su propio desarrollo como adulto, surge el instinto
de confrontación hacia la autoridad, esta confrontación es un mecanismo a través del cual el
propio adolescente mide sus fuerzas, sus alcances y los límites de la sociedad a la que se le
está pidiendo que se una de forma productiva (Engel, 1977). Es imposible tener una
comprensión completa del desarrollo juvenil aparte de su aspecto biológico, familia,
comunidad, contextos culturales e históricos.
El deseo de confrontación hacia la autoridad puede dar paso a conductas consideradas
delictivas, estas son aquellas que a pesar de poder ser consideradas criminales, por diversas
razones no llegan ante la justicia, en ocasiones por ser consideradas como conductas
“juveniles” o simples conductas antisociales (Rutter y Giller, 1983). Por otra parte, existe una
relación entre trastornos considerados diametralmente distintos como delito y abuso de
sustancias (alcohol y drogas ilegales), entre delito y dificultades en la lectura, entre delito y
suicidio y entre trastorno de la conducta y depresión (Harrington et al., 1991). Además, los
estudios de Rutter demuestran que en su mayoría estas conductas antisociales suelen ser
transitorias y que, alejándose de la creencia popular, estas conductas pueden ser practicadas
tanto por hombres como mujeres. La condición socio-económica también juega un factor,
aunque éste no es decisivo, en general, los factores que mayor influencia tienen están
vinculados al núcleo familiar: las relaciones afectivas y los valores inculcados desde la
infancia.
“Podemos considerar el afecto como la dimensión clave del estilo democrático también
durante la adolescencia, ya que muestra una asociación muy significativa y poco controvertida con
el desarrollo y ajuste adolescente. Esta fuerte relación no se ve afectada por el contexto cultural,
como puso de manifiesto el análisis de Khaleque y Rohner (2002) sobre muestras de 43 estudios
realizados en los cinco continentes, donde se encontró que el afecto explicaba el 26% de la varianza
en el ajuste de niños y adolescentes. A pesar del relativo distanciamiento afectivo y comunicativo
que se producirá en muchas díadas con la llegada de la adolescencia, lo cierto es que chicos y
chicas van a seguir beneficiándose de unos padres comunicativos, cercanos y afectuosos, que les
apoyen en los momentos difíciles que tendrán que atravesar a lo largo de estos años. Cuando el
afecto, el apoyo y la comunicación positiva caracterizan las relaciones entre padres y adolescentes,
estos últimos muestran un mejor ajuste psicosocial, incluyendo confianza en sí mismos (Steinberg
y Silverberg, 1986), competencia conductual y académica (Steinberg, Lamborn, Dornbusch y
Darling, 1992), autoestima y bienestar psicológico” (Oliva, A. 2006).

Esta dimensión afectiva tiene una vinculación inmensa en el desarrollo o la ausencia de


otro tipo de trastornos conductuales tales como desórdenes alimenticios (anorexia y bulimia),
depresión, conductas agresivas, desafío de la autoridad, embarazo precoz, violencia física o
sexual, etc. Todas esas conductas se ven disminuidas cuando el entorno familiar es sólido
con una disciplina basada en los valores, el afecto, la disciplina y la comunicación, de esa
manera, estamos comenzando a enfilarnos hacia una respuesta a la pregunta generadora de
este ensayo.

¿Por qué no es correcto afirmar que todos los estudiantes de


secundaria, por ser adolescentes, están en situaciones de
riesgo?
La respuesta es: porque la adolescencia no es un factor determinante para encontrarse
en una situación de riesgo. Como vimos, las situaciones se derivan de las acciones que el
individuo está llevando a cabo, por lo que, sin importar la edad, cualquier individuo puede estar
inmerso en una situación de riesgo. La diferencia con el adolescente, es quizá, la
vulnerabilidad que esta etapa representa, sin embargo, con la guía adecuada, con la
comunicación necesaria y un entorno familiar positivo, el peligro que puede afrontar un
adolescente es reducido al mínimo. La clave para prevenir o atender al adolescente en
situación de riesgo es poner atención en las conductas que pueden ser el síntoma de un
problema mayor.

Bibliografía
Krauskopf, Dina, (1996), “Procesos psicológicos centrales en el adolescente”, en
Hablemos de sexualidad: Lecturas.
Delval, Juan, (1997), “La pubertad y la adolescencia”, en El desarrollo humano, México,
Siglo XXI (Psicología), pp. 531-544.
Rutter et all (1998), “La conducta antisocial de los jóvenes”, en antología de Atención
educativa a adolescentes en situación de riesgo.
Oliva, A. (2006), “Relaciones familiares y desarrollo adolescente”, Anuario de Psicología
2006, vol. 37, nº 3, 209; 2006, Facultat de Psicologia Universitat de Barcelona.

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