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Resumen:
Quisiera aprovechar esta breve ocasión para hablar rápidamente
del cuerpo de carne como radical de toda actividad humana. El
cuerpo interpuesto es la zona de cruce de todos los problemas
“humanos”. Dicha concepción, que debe de entenderse más como
un plural que engloba a todos los “cuerpos humanos vivientes”: los
cuerpos interpuestos; sirve como clave para emprender la
comparación de dos actividades que, desde un nivel lógico se
encuentran alejadas, pero que desde un nivel ontológico aparecen
como parte de una y la misma cosa, claro está, con algunas vías
diferentes: el Arte y la Filosofía. Esto es así, debido a que, en dicho
nivel ontológico, mismo que pasa horizontalmente sobre todas las
lógicas existentes, todo ser es en el mundo como cosa o cuerpo
sintiente rodeado de una red de cosas o útiles y otros como
nosotros. Red desde donde se dona y subsiste la Lógica, por cierto,
pero que se encuentra tejida u enlazada por algo ilógico o
arracional: la carne.
El cuerpo humano entendido mediante la carne, del francés Chair,
(concepto de Maurice Merleau-Ponty) nos ayuda a comprender al
cuerpo como nuestro medio de comunicación y expresividad. En
Merleau-Ponty el cuerpo es expresión de lo que significa ser
humano, estar vivo en la red. El ente que aprende a ver sin que
nadie le enseñe la técnica del ver y de igual forma a hablar sin la
técnica del lenguaje o la gramática, comienza a especializarse en la
producción de ideas a través de su sensibilidad y del tiempo.
Logrando con esto último, llegar en algún punto no solo a producir
una imagen o una palabra, sino a crear imágenes o palabras
materialmente, con un estilo propio que viene a proponer algo al
mundo y el sentido que se genera en la red a partir de lo arracional.
Pensar al cuerpo interpuesto es pensar en aquella tara ontológica
que aparece en toda actividad o producción humana, conduciéndola
en silencio y esperando ser llevada a la expresión.