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Como Las Casas Blancas , La Casa Blanca, o ya como lo conocemos Casa Blanca, aparece en las
referencias documentales que desde el siglo XVII mencionan a este antiguo pago aruquense en
los primeros libros de asiento de partidas de la parroquia de San Juan. Obviamente, la
existencia en el paraje de una o varias construcciones situadas en medio de alguna de sus
haciendas agrícolas, y albeadas de tal color originaron el topónimo.
Casablanca fue uno de los más antiguos lugares donde se asentó la incipiente población de la
entonces villa de Arucas. En sus tierras regadas por las aguas que bajaban desde los barrancos
que lo cercan y resguardan (Azuaje y Firgas) se ubicaron familias ligadas desde sus comienzos
con la historia de Arucas después de la conquista: Medinas, Marreros, Ponces de León,
Guerras, descendientes de conquistadores de los primeros linajes grancanarios como el
fundador de Guía Sancho de Vargas o el Alférez Mayor de la conquista Alonso Jáimez de
Sotomayor; y otros tantos que consiguieron laboreando sus tierras,donde las cálidas
temperaturas de su cercanía a la costa y las aguas que entonces no escaseaban tanto como en
los tiempos presentes, conseguían hacer de todo el pago un excelente lugar de producción
agrícola que se vió con el paso de los años enriquecido con el progresivo aumento de su
vecindario.
Todo ello contribuyó a que ya entrado el siglo XIX, cuando se constituye el municipio y
parroquia de Firgas, independizándose de Arucas; Casablanca fuese uno de sus más
importantes barrios. Pese a ello, ni documentos tan rigurosos como los del historiador Viera y
Clavijo o el Diccionario del ministro Madoz hacen mención al lugar y a su abundante
imparable crecimiento y que se aceleró los buenos tiempos de la producción platanera,
paradójicamente nos dejó un barrio joven, vigoroso, de enormes inquietudes. Esta creciente
población fue siempre muy inquieta y religiosa, por lo que comenzaron a pensar en la
posibilidad de tener un lugar sagrado propio que evitase el desplazamiento de su vecindario
hasta Arucas, Firgas o alguna de las ermitas cercanas.A ello ayudó la presencia de muchas
personas interesadas en la vida religiosa de las gentes de estos parajes; como uno, ya casi
olvidado, pero que sirvió humildemente en los inicios del pasado siglo a implantar las ganas de
poseer templo propio: el misionero Collado. Don Antonio Collado Alonso, el Padre Collado,
nació en la calle de La Peregrina de Las Palmas de Gran Canaria el 12 de mayo de 1864, hijo de
Antonio Collado y Suárez, natural de Tafira, y de Rafaela Alonso y Talavera, natural de Santa
Brígida. Se ordenó sacerdote y ejerciendo su vocación misionera llegó a todos los municipios
grancanarios y hasta la isla de La Graciosa. En Casablanca también misionó e inculcó el afán de
iglesia, pidiendo de puerta en puerta, tal como hiciera en La Milagrosa de San Lorenzo, Lomo
Magullo de Telde o para el nuevo templo de San José del Caidero en Gáldar.
Estos hombres y mujeres, vecinos, propietarios, unos de grandes fincas y otros de pequeños
canteros se unieron para conseguirlo. Todos ellos y ellas tuvieron una participación destacada
en el proceso que llevó a la construcción del templo, el desarrollo de la advocación del Pilar y
sus fiestas y la posterior erección en parroquia por Pildain hace 75 años. La solicitud de
licenciade construcción se elevó al obispado el 4 de junio de 1923 con las firmas de Francisco
Guerra Navarro, Manuel Rodríguez Falcón y muchos más. Destacaría el matrimonio formado
en Casablanca por uno de sus más relevantes propietarios, el nombrado Francisco Guerra
Navarro, natural de Los Bañaderos, y Maria del Pilar Medina Navarro, natural de El Recinto de
Teror y que sería madrina de la nueva construcción. Habían contraido matrimonio en la iglesia
de Nuestra Señora del Pino el 25 de septiembre de 1905. El era hijo de Domingo Guerra
Marrero, de una antigua familia de Arucas, y de Eva Navarro del Toro, natural de las sureñas
tierras de Tirajana. Doña Pilar había nacido en Teror del matrimonio del rico indiano Sebastián
Medina y de su esposa María Dolores Navarro, ambos naturales de la Villa Mariana.
Don Miguel Serra y Sucarrats, obispo de la Diócesis de Canarias, autorizó el inicio de las obras
en un solar cedido por los vecinos, colocándose la primera piedra el 15 de julio del mismo año
de la solicitud. Tan sólo dos años después, el 24 de octubre de 1925 (ustedes han celebrado
recientemente este aniversario) el cura de Firgas don Juan Quintana Rivero, natural asimismo
de la villa terorense, bendijo la nueva ermita y a la imagen de la Virgen del Pilar. Una muestra
más del entusiasmo y dedicación que los vecinos de entonces pusieron en su empeño.
La historia de las décadas transcurridas desde entonces no ha hecho otra cosa que venir a
aumentar con creces y demostrar el respeto debido al fervor de aquellos agricultores de
principios del siglo XX que instauraron en medio de sus tierras de cultivo uno de los pocos
templos que en Canarias estaba por entonces dedicado a la Virgen del Pilar. El actual
vecindario del barrio no desmerece en nada esta herencia recibida y contribuye cada año a
mantenerla.
Quizá sea debido a que a la fuerza genética que le da el que un gran porcentaje de su
población, sin que tan siquiera sean conocedores del detalle, sean descendientes del último
gobernante aborigen de la isla, Tenesor Semidán, el que luego por todos los avatares
consiguientes a la conquista sería conocido como Fernando Guanarteme.
Y llegamos al aniversario que celebramos y que debemos al entusiamo del obispo Antonio
Pildain Zapiain.
El 27 de enero de 1936, con un país preparándose para las elecciones de aquel mismo año, La
Diócesis de Canarias quedaba vacante al ser trasladado a Segorbe el catalán Miguel Serra y
Sucarrats, donde sería fusilado el 9 de agosto de aquel terrible verano en el que se inició la
devastadora guerra que a todos perjudicó durante décadas.
Por ello, aunque el 18 de mayo de 1936, Antonio Pildain y Zapiain fue preconizado como su
sucesor, por razón de los sucesos que acontecieron aquel año no llegaría al Puerto de La Luz
hasta la mañana del 19 de marzo de 1937. No se arredró por ello, el obispo que inició Visitas
Pastorales -la primera a los pocos meses- o sus famosas y constantes “Cartas Pastorales” (un
total de 24 hasta los años 60) en las que fue desgranando y analizando no sólo los aconteceres
religiosos de la Diócesis de Canarias, sino también los múltiples problemas sociales,
económicos y políticos que él creyó de interés para realizar correctamente su labor, aunque en
ello fuese, poco a poco, distanciándose, del devenir de la sociedad canaria..
Por ello, nada más llegar al archipiélago, comenzó a darse cuenta de lo que él consideraba una
incorrecta distribución de la población en parroquias, fruto de la indebida actuación de sus
antecesores. En la carta “Nueva organización parroquial de Las Palmas”, publicada el 7 de
diciembre de 1938, lo expuso perfectamente.
“…una de las impresiones más hondas que recibimos, desde nuestra llegada a esta
encantadora ciudad de Las Palmas, fue la de la desproporción enorme que existía entre el
número de sus habitantes y el de sus parroquias. ¡Cinco parroquias, para casi cien mil almas!
He aquí -hubimos de decirnos -un caso típico de la excesiva multitud de feligreses de que habla
el Código de Derecho Canónico, como uno de los motivos fundamentales que reclama la
división de las parroquias existentes y la creación de otras nuevas. Nuestras visitas hasta los
barrios más apartados, comenzadas desde casi el día mismo de nuestra llegada, hubieron de
confirmarnos plenamente en esa nuestra primera apreciación. Y en consonancia con la misma,
y con diligencia que acaso algunos calificasen de apresurada, dimos comienzo a la labor de
divisiones y creaciones de parroquias”
Desde 1937 hasta 1943 erigió 52 nuevas parroquias. Pildain entendía que “el sacerdote como
pastor debía conocer personalmente a su grey”, estar cercana a ella. Por eso lo hizo.
Tamaraceite y Tenoya, en 1937, comenzaron la lista; que se continuó con las diez parroquias y
seis vicarías de Las Palmas, a la que dividió en 21 sectores.
E inició algo que fue una constante en todos aquellos terribles años de pobreza y subdesarrollo
de la sociedad canaria: las visitas a todos los rincones, por muy alejados que estuvieran, por
caminos empedrados, a lomos de mulos.. en ellos, el obispo visitó, preguntó y habló con todo
el mundo. Así pudo percibir que ese abandono era casi vergonzoso en lugares que estaban tan
sólo a unos kilómetros de la cosmopolita capital de la provincia.
Esta carrera contra lo que Pildain consideraba un abandono inexplicable e injusto tuvo su
momento álgido hace 75 años, con diferencias en fechas si se considera la inauguración en sí o
su publicación en el Boletín de la Diócesis, el obispo Pildain y Zapiain hizo surgir casi de la nada
las siguientes parroquias, que sirvieron, hasta mucho después de su muerte, para estructurar
la vida social de miles de canarios en decenas de barrios. Es asombroso visto desde la
perspectiva actual lo que todo aquello significó y dar un vistazo al listado nos hace apreciar la
magnitud del hecho en toda su importancia. En marzo de 1943, aparecieron:
El Santísimo Cristo Crucificado (Las Palmas de G.C.), San José y San Juan Evangelista (Monte
Lentiscal, Santa Brígida); Ntra. Sra. del Carmen (Santidad, Arucas); San Pedro (Valle de Agaete);
La Sagrada Familia (Alcaravaneras, Las Palmas de G.C.); Ntra. Sra. del Rosario (La Goleta,
Arucas); San Andrés Apóstol (San Andrés, Arucas); San Felipe Apóstol (San Felipe, Arucas); San
Pedro (La Atalaya de Guía, Sta. Mª de Guía); Ntra. Sra. de Las Nieves (El Palmar, Teror); Santa
Mónica (Utiaca, San Mateo); Santo Cristo Milagroso (La Atalaya de Sta. Brígida, Santa Brígida);
Ntra. Sra. la Virgen del Madroñal (El Madroñal, Santa Brígida); La Milagrosa (La Solana, Tejeda),
otras tantas hasta pasar la treintena, y en tre las que también creó la de Nuestra Señora del
Pilar de Casablanca, en Firgas.
Algo inaudito que, como repito, estructuró socialmente, decenas de lugares que utilizando las
parroquias pudieron dar los pasos necesarios para movimientos asociativos, obreros o incluso
políticos pudieron ser posibles, a partir sobre todo del momento de la Transición.
Y entre los de Teror, los futboleros de Firgas estaban permanentemente picados con los de mi
barrio natal, los de El Palmar de Teror. El que el “Juventud Palmar” estuviese presidido desde
su aparición hace 75 años por mi abuelo Sinesio Yánez, y luego desde 1974 hasta su
desaparición por mi propio padre hace que lo traiga aquí. Las Fiestas del Pilar de Casablanca de
mi infancia siempre estuvieron significadas por los campeonatos de fútbol, que se vivían como
verdaderas cruzadas de conquista y dominio.
Valga para adornar ello, estos datos anecdóticos que a continuación les reseño:
Sirva todo lo dicho para proclamar mi absoluta cercanía y querencia hacia este lugar; hacia sus
familias que son mi familia ya que mis hijos hunden aquí sus raíces de sangre; mi respeto con
las personas que desde su presencia, humilde y modesta pero incansable, han ido durante
estos setenta y cinco años hilvanando sus nombres como los mantenedores de devoción y
fiesta. Nombres que se olvidarían si en actos como éste, no se tuviera el gesto de lanzarlos al
aire. Luis, Juan, que con sus arreglos florales y vistiendo imágenes ponían sus horas al servicio
de las horas de los demás; Mónica y su sobrina, la buena amiga Montse Hernández; don Juan,
siempre respetado y recordado, de gesto severo y amable trato; Sarito siempre alegre e
ilusionada en la tarea de servir; Juanito, amigo siempre; don Germán que desde San Roque
aquí baja a pregonar las grandezas de Dios y a recordarnos nuestras humildades;y, como no,
mi cuñado Domingo Guzmán, el grupo de canto; a por supuesto, a mi suegra, Edelmira Mejías
que se sabe de memoria las letanías de tanto repetirlas. La ausencia de párroco se nota pero
no detiene la vida religiosa de Casablanca.
Vaya para ellos y ellas y para toda esta población mi más profunda admiración hacia lo mucho
que han conseguido y mi apoyo incondicional para todo lo que les quede por conseguir.
Y aquí termino pregonando a toda la isla las Fiestas a Nuestra Señora del Pilar del barrio
firguense de Casablanca en este año de 2018.
Cúmplese el aniversario
La fiesta y la devoción
El fervor y la emoción
¡Casablanca y El Pilar!
¡Muchísimas gracias!