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(1) El Libro
• Esquema:
Filipenses es un libro que nos habla acerca de gozarse y regocijarse en el progreso del evangelio.
Capítulo 1 Capítulo 2
Combatiendo unánimes Combatiendo como siervos
Capítulo 3 Capítulo 4
Cristo nos provee con el poder de su resurrección Cristo nos provee en sus riquezas
• Versículos Claves: Fil. 1.27 (el gran llamado) / Fil. 2.21 (el gran peligro).
“Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya
a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu,
combatiendo unánimes por la fe del evangelio”. Fil. 1.27.
“Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús”. Fil. 2.21.
• Palabras Claves: Gozo(12), regocijo(4), evangelio(9), gloria(7), día de Cristo(2) / día de Jesucristo (1), todo (a/os/as)(41),
combatir(2), irreprensibles(3), unánimes(2), prisiones(4), tristeza(3), progreso(1).
• La Ubicación del Libro: La carta fue escrita por Pablo aproximadamente en 61 d.C. desde sus prisiones en Roma
(note que se menciona el pretorio en Fil. 1.13 y la casa de César en Fil. 4.22). Al momento de escribir la carta,
Pablo estaba a la espera de su proceso judicial delante del emperador romano (Fil. 1.19-20).
• Las 3 Aplicaciones:
1. Histórica: Esta carta fue escrita por Pablo desde Roma a los cristianos macedonios de la ciudad de Filipos
para agradecerles por su ayuda en el ministerio, actualizarlos en cuanto a sus prisiones y proceso
judicial, y animarlos a mantenerse gozosos en las pruebas que estaban pasando por causa del evangelio.
2. Doctrinal (Profética): Esta epístola corresponde a las instrucciones a la iglesia misionera tal y como se la
describe en Apoc. 3.7-13. En este sentido las iglesias de Filipos y Filadelfia se corresponden porque
estaban haciendo bien el trabajo de llevar el evangelio a otras regiones. Encontramos este patrón en la
iglesia misionera que trabajó desde 1500 d.C. a 1900 d.C. evangelizado todo el mundo.
3. Personal: Si queremos ser cristianos e iglesias comprometidos con la misión de ir y hacer discípulos a las
naciones, y experimentar el gozo que viene de Dios mientras estamos bien metidos en el combate por el
progreso del evangelio, la carta de Filipenses nos da instrucciones, dirección y ánimo para hacerlo bien.
(3) Mensaje
A. Introducción.
Hemos recorrido un largo camino estudiando Primera y Segunda de Corintios, y hemos visto cómo Dios nos lleva a través
de sus enseñanzas, desde la inmadurez espiritual hasta la firmeza en el ministerio. Sabemos que el siguiente paso es
proseguir hacia la perfección, descubriendo y desarrollando nuestro ministerio conforme a los dones que cada uno tiene.
Esto es simplemente el vivir cristiano. No tiene nada de extraordinario, aunque nos parece que sólo personas
extraordinarias se atreven a andar de esta manera, porque la mayoría somos apáticos e indiferentes. Sin embargo no se
debe a que Dios no pueda llevarnos de la mano por ese camino, sino a que los cristianos hemos dejado de obedecer el
mandato de vivir a Cristo y trasmitir a Cristo.
Si nos dejamos utilizar por Dios tal como está escrito en la Biblia, seremos hombres y mujeres con un propósito eterno,
ocupados en cumplir la misión de los hijos de Dios en esta tierra.
Misioneros. Es una palabra que se ha rodeado de romanticismo vacío. Pero a pesar de cómo se ha torcido el término, si
estamos en Cristo eso es precisamente lo que somos. Cada uno de nosotros es un misionero en donde sea que estemos y
a toda hora. Y puesto que ocupamos comprender mejor cómo es y cómo vive una congregación misionera, debemos
estudiar una iglesia en la Biblia que apoye y trabaje en misiones, para imitarla. Esa es la iglesia de los filipenses.
Por esta razón estaremos unos meses dedicados al estudio expositivo de este libro, capítulo por capítulo y versículo por
versículo. A través del estudio de esta epístola deseamos llevar a su corazón el gozo y el regocijo que proviene de un
andar con el Señor, y que compensa con creces el desgaste de accionar en la misión que tenemos que cumplir.
B. Cuerpo.
“Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la
palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo
permitió. Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas. Y se le mostró a Pablo una visión de
noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y
ayúdanos. Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por
cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio”. Hch. 16.6-10.
▪ Al principio no pudieron predicar como era la costumbre de Pablo (reuniéndose primeramente con los
judíos los días de reposo), pues no existía sinagoga.
▪ Así que dada la necesidad fueron fuera de la puerta, junto al río (a las fuentes), en donde se hacía
oración.
“Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y
sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido”. Hch. 16.13.
“Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que
adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a
lo que Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado
que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos”. Hch. 16.14-15.
▪ Luego de muchas penalidades, finalmente encontraron al varón macedonio que Pablo había visto en
visión, cuando el carcelero también escuchó el evangelio y lo creyó, junto con su familia.
“El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y
de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree
en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a
todos los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les
lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos. Y llevándolos a su casa, les
puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios”. Hch. 16.29-34.
▪ Esta iglesia, junto con las otras iglesias de Macedonia (en Tesalónica y Berea) se establecieron antes de
la visita de Pablo a Corinto.
▪ Al partir Pablo, Silas y Timoteo, Lucas se queda en Filipos para trabajar en la obra en esa región.
“Entonces, saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos,
los consolaron, y se fueron”. Hch. 16.40.
▪ Pablo volvió a visitar Filipos seis o siete años después, en su tercer viaje misionero, cuando se disponía a
ir a Jerusalén. Ahí Lucas se le une nuevamente para acompañarlo hasta el final de la narración del libro
de Hechos de los Apóstoles (Hch. 20.5-6; 28.16).
◦ Motivo de la carta.
▪ La epístola a los filipenses fue escrita por Pablo aproximadamente en 61 d.C. desde sus prisiones en
Roma (note que se menciona el pretorio en 1.13 y la casa de César en 4.22).
▪ Al momento de escribir la carta, Pablo estaba a la espera de su proceso judicial delante del emperador.
“Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará
en mi liberación, conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes
bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo,
o por vida o por muerte”. Fil. 1.19-20.
▪ Los filipenses desde el principio habían apoyado a Pablo económicamente para que pudiera continuar con
la obra en otras ciudades.
▪ Ya pasaron unos diez años y ahora ellos finalmente pueden enviar una nueva ayuda hasta Roma, por
medio de Epafrodito.
“En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí;
de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. […] Pero todo lo he
recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis;
olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios”. Fil. 4.10, 18.
▪ Epafrodito enfermó gravemente, pero luego se repuso y Pablo quiso enviarlo a los filipenses para que ya
no estuvieran preocupados, para agradecerles por el donativo, y para actualizarlos sobre sus prisiones.
“Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no
solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza. Así que le
envío con mayor solicitud, para que al verle de nuevo, os gocéis, y yo esté con menos
tristeza”. Fil. 2.27-28.
▪ Ante el peligro de que las aflicciones desanimaran o intimidaran a los discípulos, Pablo les alienta con
noticias positivas respecto al progreso del evangelio.
“Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien
para el progreso del evangelio”.
▪ Así que la ocasión de la carta es animar e instar a los hermanos a mantenerse gozosos a pesar de las
pruebas que pudieran sobrellevar por causa del evangelio.
“¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es
anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún”. Fil. 1.18.
“Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya
a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu,
combatiendo unánimes por la fe del evangelio”. Fil. 1.27.
“Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús”. Fil. 2.21.
C. Conclusión.
Esta carta a la iglesia misionera se escribió desde una cárcel, a personas que padecían diversas persecuciones y carencias,
en un tiempo donde el mensaje del evangelio era perseguido para azotes, apedreamientos, torturas y muerte. Y sin
embargo es la carta del gozo y del regocijo. ¿Cómo es posible?
La historia de la ciudad de Filipos está llena de grandes personalidades. Muchos grandes comerciantes y altos funcionarios
posiblemente pasaron por ahí. Importantes generales romanos fueron desterrados de Italia y encontraron en Filipos su
refugio. Grandes batallas se libraron en sus alrededores, y sin embargo la Biblia no tiene nada qué decirnos sobre estos
sucesos, más que lo que podemos sacar por asociación al ver el detallado relato que Lucas nos dejó en Hechos 16.
Pero un varón macedonio aparece en visión de Dios, rogándole a los hermanos que pasen a ayudarlos. Un varón que
resultó ser el hombre más insignificante de la ciudad: un simple carcelero que tenía su casa en la misma cárcel. Este varón
se regocijó con toda su familia como no pudieron hacer los emperadores y generales romanos.
“Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído
a Dios”. Hch. 16.34. [Énfasis mío].
Así comenzó la iglesia misionera de Filipos. A estos hombres y mujeres les escribió Pablo agradeciéndoles por su
generosidad y dedicación en el evangelio, y animándolos a continuar el gozo y el regocijo aún cuando tuvieran que padecer
por causa de la Palabra que estaban predicando. ¿Seremos nosotros como este carcelero y los que vinieron después de él?