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Pedro Montt y la Guerra Civil de 1891

Tras llevar algunos años de política activa en el Congreso, Montt trabajó junto a José
Manuel Balmaceda, con quien, mucho tiempo antes de que fuese electo como Presidente de
la República, tenía una relación cercana, tanto con él como con Emilia Toro, su esposa.1 En
efecto, ambos compartieron cartas en las cuales se muestra que tuvieron negocios en común.2
Este vínculo lo llevó a formar parte de su gobierno, el que, al cabo de unos años, comenzó a
decaer fruto de la crisis política que comenzó a incubarse en el Congreso. Ante la situación,
Montt renunció al gobierno de Balmaceda y la relación entre ambos se quebró
definitivamente, a un punto tal de que Montt se transformó en uno de sus mayores opositores.
Para conmemorar la renuncia de Montt y de otros ministros al gobierno de Balmaceda, el
26 de febrero Carlos García Huidobro organizó un gran banquete en Valparaíso, en el Salón
de la Filarmónica, lugar que estaba cuidadosamente alhajado y decorado con árboles y
elementos relativos a la naturaleza. La comida, que fue preparada por el Café de la Bolsa, fue
abundante, y estuvo acompañada por sopa, champaña y mucho licor. Asistieron más de 140
personas al evento, donde Montt dio un discurso que resumen su pensamiento frente a la
manera de ver la política y de los acontecimientos que estarían por ocurrir:

“Los gobiernos libres no son tiendas levantadas para el sueño: son campamentos en que
dominan la vigilancia, la actividad y el trabajo. Estas virtudes robustecen la energía del
carácter y despiertan sentimientos generosos que no se ponen en acción cuando no hay
una noble causa que los invoque.
La obra en que estamos empeñados es de las más grandes que pueden ocupar a un pueblo.
En nuestro suelo se batieron la civilización y la barbarie: triunfó la civilización.
Lucharon también la independencia y el vasallaje; venció la independencia. Hoy se bate
el gobierno parlamentario y el gobierno personal; ¿de quién será la victoria? La respuesta
depende de la voluntad de nuestros conciudadanos, de su cultura y patriotismo, que
tienen tan numerosos y legítimos representantes en esta escogida reunión.
Y no se trata, señores, de aniquilar el poder ejecutivo. El gobierno parlamentario consiste
en que la unión de las miras políticas del Ejecutivo con las miras políticas del Congreso
es una condición indispensable de la marcha de los negocios públicos. Esa unión que se
ha destruido es lo que debe restablecerse, para volver a la letra y al espíritu de la
Constitución y para respetar la voluntad bien pronunciada del país.

1
Existen algunas cartas entre José Manuel Balmaceda y Emilia Toro con Pedro Montt, que denotan la cercanía
existente entre ellos. Se encuentran disponibles en el salón de microformatos y en la Sala Medina de la
Biblioteca Nacional.
2
Esto se puede apreciar en la correspondencia compartida entre ambos. Tuvieron negocios ligados al mundo
agrícola.
El próspero estado de la hacienda pública debe aprovecharse para fomentar el progreso
nacional y aliviar las cargas de los contribuyentes, en especial de los más menesterosos.
Y ha de tenerse presente que las rentas fiscales son el producto del trabajo de los
ciudadanos para que se consideren deber primordial todo el celo y diligencia que
aseguren su discreto y correcto empleo.
Las cantidades que no han de invertirse con el debido estudio y vigilancia en vista de los
recursos y elementos del país, en ninguna parte se hallan más seguras que en el bolsillo
de los contribuyentes: allí fomentan el trabajo y es donde dan un producto más abundante
y beneficioso para la república.
Presupuestos excesivos engendran graves peligros; despiertan ambiciones de toda clase,
debilitan el espíritu de trabajo, relajan la administración y disminuyen el vigor y la
energía de los caracteres.
Si por fortuna necesitamos todavía mirar fuera del país para hallar la confirmación
práctica de estas consecuencias, no cerremos los ojos ante el peligro que nos amenaza,
y siguiendo el rumbo trazado por el Congreso en sus últimas sesiones, usamos nuestros
esfuerzos y pidamos la cooperación de nuestros conciudadanos para que la próxima
elección sea el legítimo resultado de la opinión popular, para que se respete el gobierno
parlamentario garantido por la Constitución y para que la República lo defienda y lo
conserve mediante las virtudes y el patriotismo de sus hijos”3

Al empeorar el ambiente político-social de la época y al desencadenarse la crisis de la


administración Balmaceda y la Guerra Civil de 1891, Montt vio como su entorno cercano se
vio afectado ante estas situaciones, debido al accionar de las fuerzas represoras de su
gobierno. Vio como muchos de sus cercanos eran apresados y maltratados, por lo que decidió
esconderse mientras ayudaba, con sus conocimientos jurídicos, a sus cercanos. Esta situación
cambió el 29 de abril de aquel, época en la que la Junta de Gobierno de Iquique llevaba un
tiempo instalada. Montt recibió una carta de ellos, enviada el día 20, y remitida también a un
grupo de opositores a Balmaceda.4 En dicha misiva, se les comunicó el comienzo de una
mediación para sumariar a la Guerra Civil, designando a un almirante inglés para efectuar
este trabajo por indicación de los ministros de Inglaterra y Alemania, y a las ocho personas
para que efectuasen las Conferencias a celebrarse en un buque de guerra o en alguna de las
Legaciones5.

3
Ver Gran banquete dado por los Partidos Independientes de la Convención Liberal a los ex ministros de
Estado, señores Juan Castellón, Isidoro Errázuriz, Luis Barros Borgoño y Pedro Montt, el 26 de febrero de
1890 (Valparaíso, La Patria, 1890)
4
La mediación diplomática en la revolución de 1891 (Santiago, Universitaria, 1950). Es un relato póstumo de
Montt. Muestra que los miembros de la Junta de Gobierno se comunicaron con él y con un grupo de opositores
para buscar la salida de Balmaceda
5
Íbid. A esto, Montt añadió: “Mi mujer, que me llevó los documentos, me dijo que a ella se los había entregado
Luisa Pardo de Orrego, sin agregarle otro caso sino que a las 4 de la tarde volvería por la respuesta. No sabía
quien los enviaba, y se le había encargado prevenirme que diera por escrito mi opinión. No tenía ninguna idea
de esta negociación. Días antes había oído, como rumor, que Balmaceda había pedido al almirante inglés Mr.
Montt se mantuvo encerrado en la casa de su madre por prácticamente todo el primer
cuatrimestre de 1891, tras haber abandonado su propiedad en enero. Pasó algunos días en la
Legación de Colombia y otros en la Argentina, gracias a José Félix Uriburu, quien lo recibió.
No conocía lo que estaba ocurriendo en Iquique, y poco sabía de Santiago, sin saber muy
bien como proceder frente a lo que estaba ocurriendo más allá de presentar recursos para
salvar a sus amistades y correligionarios. Aprovechando que su encierro lo compartía con su
cuñado, Máximo del Campo, además de José Manuel Infante y Carlos Varas, les comentó su
parecer y llegó a la conclusión que debían ejecutarse tres pasos para solucionar el conflicto:
Debía haber un avenimiento pacífico, tenían que imperar la Constitución y las Leyes, y era
necesario que Balmaceda abandonase la Presidencia, discutiendo si se podría llevar a cabo
una amnistía.
Luego de recibir la carta, aceptó intervenir, y el sábado 2 de mayo, a las 11 de la noche,
recibió a los diplomáticos extranjeros, como el ministro estadounidense Patrick Egan, el
brasilero Enrique Barros Cavalcanti de LaCerda, y el francés deFrance, quienes venían con
buenas noticias. Según ellos, Balmaceda quería terminar la Guerra Civil, y solicitaba juntarse
con la comisión de opositores, por lo que le llevaron a Montt un salvo conducto para poder
efectuar una reunión. Sus sospechas frente al hecho de que estos ministros se anticiparon a
los diplomáticos inglés y alemán, lo llevaron a consultar si existían garantías para llevar
adelante esto. Sin embargo, existían muchos recelos entre los opositores, sobre todo tras los
hechos del Blanco.6
A pesar de que conminaron a Montt para que optase por la paz para Chile, mantuvo la
desconfianza ante un posible acuerdo. Fue así como llegó a la primera de las conferencias
estipuladas, juntándose antes con Pedro Marcoleta, quien también estaba escondido en su
casa. Tras almorzar escondidos de los sirvientes, para no ser vistos por nadie, se dirigieron
juntos a la casa de Patrick Egan a las 20:30 p.m. Acá Montt pudo ver los efectos del encierro
en el aspecto de sus camaradas, por el crecimiento de los pelos y barbas de ellos, lo que no
lo afectó en dicho aspecto gracias a Carlos Varas.7

Hosham, que ofreciera su mediación, y que con este motivo Mr. Hosham había partido a Iquique; pero como
después había ocurrido el hundimiento del Blanco, no había vuelto a acordarme del asunto, creyendo que no
tuviera fundamento”.
6
Íbid.
7
Íbid. Montt comenta: Estábamos reunidos todos los comisionados menos Don Alejandro Vial; que de la
Penitenciaría había salido para Europa después de sufrir toda clase de vejaciones y de rendir fianza o hacer un
En estas reuniones, que se repitieron el domingo 3, el lunes 4 y martes 5 en el día y en la
noche, se supo que Balmaceda no aceptaba como interventores al ministro inglés Kennedy y
al alemán Gutschmidt. Las opiniones, sobre el conflicto, eran divididas. Algunos querían que
Balmaceda dejase el poder mientras que otros esperaban que se derogasen los decretos
aprobados por él. A pesar de sus diferencias, redactaron los primeros borradores para generar
un acuerdo, uno hecho por Altamirano y otro por Walker Martínez, dominando el primero.
Este documento les fue entregado a los diplomáticos. El trato era que Balmaceda no debía
saber de este documento antes de que él escribiese uno y le fuese mostrado a la comisión.
El domingo 3, Montt volvió a su casa. Al día siguiente, fue visitado por varias señoras
que tenían a sus maridos en la cárcel, como Irene Herrera y Beatriz Matta. Ellas tuvieron un
lugar importante en el proceso, ya que gestionaron las comunicaciones de los detenidos con
Montt, quienes le solicitaron no ceder en ningún punto.8
Un punto de conflicto ante un posible acuerdo lo representaba Patrick Egan. Se dijo que le
servía de agente a Balmaceda, opinión que Eduardo Matte, quien estaba alojado en su casa,
no compartía. La situación hizo que el miércoles 6 comenzasen a fracasar las negociaciones.
Al respecto, Domingo Concha y Toro le envió una misiva a Montt donde le comunicó que
Balmaceda quería conocer las bases para el acuerdo y se negaba a seguir avanzando si no se
le comunicaba esto. Montt le respondió que optaba por salir de Chile. Esta opción la tomó
por dos razones. Una era la de no presentarse como un cercano a Balmaceda y la otra era la
de evitar una captura por parte de las fuerzas de gobierno. Los rumores eran amplios, ya que
se le había comunicado que los movimientos de él y de la comisión estaban siendo seguidos.

depósito de $ 50.000 en unión de Barrios, Javier Riesco y Juan Castellón, que habían sufrido las mismas
vejaciones y hecho igual depósito.
8
A esto, agrega: En la noche, Don Teodosio Cuadros, que a causa de grave enfermedad había podido salir de
la cárcel al hotel donde continuaba en calidad de preso, me mandó preguntar con Moisés Garrido, que había de
las negociaciones pues temía que pudiéramos ceder de las declaraciones que había hecho el Congreso. Le
expliqué en general, y le encargué que le preguntara el Sr. Cuadros si a su juicio debía o no exigirse la salida
de Balmaceda. Garrido me trajo al día siguiente la respuesta de Don Teodosio. Él había pensado mucho en el
asunto, y no encontraba otro camino compatible con el decoro que la salida de Balmaceda, que si nosotros
hallábamos algún otro, enhorabuena, pero que él no había podido hallarlo. Esta era la contestación de una
persona enferma, y preso, y viejo. Puede por ella juzgarse el temple de los demás. A las 5 de la tarde me vuelvo
a casa, donde encuentro a Teresa Foster de Boda, que por encargo de su marido venía a preguntarme si había
peligro de que hiciéramos alguna concesión. Le contesté tranquilizándola, pues las conferencias podían darse
por concluidas en vista de la noticia de Don Melchor Concha.
Ese mismo día, Adelina Ortúzar fue a visitar a Montt para comentarle que, hace pocos
instantes, habían tomado detenido a su amigo Carlos Walker Martínez. Ella le solicitó tener
cuidados porque la intención era detener a todos los miembros de la comisión. Partió, por
este hecho, a la casa de su mamá, donde también funcionaba la legación colombiana, a las 6
de la tarde, descartando las invitaciones de los ministros inglés y francés a sus residencias.
La situación comenzó a empeorar. Llegó Godoy, por parte de Balmaceda, señalando que
los diplomáticos mediadores dijeron que los miembros de la comisión opositora eran unos
bandidos y que si el gobierno los atrapaba, podían ser colgados en la plaza. Además, se echó
a correr el rumor de que arrojaron bombas a los ministros de Balmaceda, estallando una de
ellas. Los salvoconductos, por su parte, fueron puestos en riesgo. Por tales motivos, Montt
decidió volver a esconderse, esta vez escapando de Santiago, porque temía que algún
sirviente o alguna otra persona le dijera a las fuerzas de gobierno que lo habían visto. Por tal
motivo, decidió partir a Iquique, para asistir a la Junta de Gobierno, por lo que recurrió a los
diplomáticos para poder viajar y así evitar cualquier tipo de represalias por parte de las
fuerzas balmacedistas.
Balmaceda exigió que Montt y el resto del grupo opositor firmase un compromiso para
no ayudar a los revolucionarios, y así permitirles salir. En caso contrario, no dejaría que se
embarcasen. Así fue como Montt detuvo por un instante sus planes de viajar, para lo cual,
aprovechó de leer mientras se encontraba encerrado.9 La actitud de Egan siguió generando
todo tipo de comentarios, y se terminó de deducir que era un balmacedista. Por tal motivo, el
miércoles 13 recibió al ministro de France, quien rechazó la conducta de sus colegas y obligó
a Balmaceda a cumplir el pacto para permitir el viaje, declarando que si algo ocurría con
Montt o alguno de los comisionados, se tomaría como un ataque al diplomático francés.
Gracias a estas garantías, le aseguró a Montt que el viaje se podía hacer sin problemas.
Para ello, de France, ofreció el buque de guerra francés situado en Valparaíso, que era el
Volta, una fragata de tamaño pequeño. El plan era que Egan llevaría a Montt, a Altamirano,
a Concha y Toro y a Prats, hecho que Sara del Campo criticó por temer que los podría
entregar a Balmaceda en el camino. Por este temor, debieron tranquilizar a sus esposas para

9
Íbid. De hecho, Montt señala: Mucho he leído en estos meses. La Historia de San Martín por Mitre, en casa
del señor Uriburu, que me la prestó; la de la fundación del Imperio Alemán por Sybel, la de Europa durante la
Revolución Francesa, por el mismo autor; la Vida de Lord Liverpool; las obras de Le Play, las sesiones del
Congreso de 1810 a 1826, varias obras de Amunátegui, la geografía de Strabon y muchas otras.
poder realizar este viaje. Finalmente, Concha y Toro con Prats desistieron de viajar, por lo
que Montt partió con Altamirano y con Egan a las 12 de la noche en un tren expreso. A bordo,
llevaron un canasto con fiambres y champaña, cortesía de Spooner.10
El mismo día se supo que el Baltimore salió persiguiendo al barco Itata, que había
escapado de San Diego días antes, hecho que también aumentó la desconfianza hacia Egan.
Aún así, a las 5 de la mañana, llegaron a Valparaíso. Poco antes de partir, Montt reflexionó
“¿Cuánto tiempo duraría el viaje? ¿Qué habrá por el norte? ¿Qué pasará en Santiago? ¿A qué
excesos no se entregará Balmaceda? Pero en el norte puedo prestar algún servicio, y aquí en
Santiago no presto ninguno. Por lo demás, Dios proveerá”11. Era un viaje donde reinaba la
incertidumbre, y no se sabía lo que iba a ocurrir con la Guerra Civil. Casi una hora después,
abordaron el Volta.12
Al ingresar al vapor fueron recibidos por su comandante, Mr. Huguet. No era un buque
cómodo, pero esto no les importó ante la tranquilidad que significaba salir del país y poder
librarse de las amenazas de Balmaceda. Luego de reunir carbón, zarparon a las 8 de la mañana
del sábado 16. Querían llegar a Ilo, pero Huguet les ofreció dejarlos en Pisco, a lo cual
aceptaron.
Acá llegaron el sábado 23 de mayo, a las 10:30 a.m. No había disponible vapor a Iquique,
y las comunicaciones estaban malas, por lo que decidieron continuar hacia El Callao. Los
acompañó el Comandante Huguet, a quien Montt le regaló, por sus servicios, una botella de
pisco peruano de 10 litros que le costó 10 soles plata. Recorrieron la ciudad y fueron a ver al
vicecónsul francés Mr. Pradinet. Tras recorrer la ciudad, volvieron al Volta.

10
Íbid.
11
Íbid.
12
Íbid. Montt señala también que: El Volta es un buque de guerra antiguo, de 1.200 toneladas y 6 cañones.
Había llegado hoy a Valparaíso viniendo de Coquimbo y de la Nueva Zelanda. El comandante Mr. Huguet nos
recibió con mucha amabilidad y nos hospedó en su salón. El 1º comandante es M. Blaise. El vapor no anda más
de 6 o 7 millas por hora. 164 individuos de tripulación y 4 agregados. Aunque el buque no ofrece mucha
comodidad, la conducta levantada de M. de France y las atenciones del capitán reemplazaban todo lo que podía
faltar. El estar fuera del alcance de Balmaceda era bastante para considerarnos en un paraíso, sin estar a cada
momento recelando una sorpresa o una asechanza. Podíamos respirar libremente. No había un espía vecino. El
vapor ocupó el día en tomar carbón para salir al siguiente. M. y Mme. De France volvieron a almorzar. Más
tarde llegaron Jorge Saavedra, un joven Anwandter y Roberto Huneeus, que andaban buscando cómo irse al
norte. Eduardo Ovalle, embarcado en el Bolivia para el Huasco, me mandó aviso con un fletero, y le contesté
que les avisara la persecución del Itata por el Baltimore por si no salían.
El domingo 24 de mayo llegaron a El Callao, con la noticia de que el incidente del Itata,
el cual expondremos en el próximo apartado, se había solucionado. En la ciudad se reunieron
con Luis Ossa y José Besa, quien también había huido de Balmaceda. Junto a Altamirano
visitaron una Exposición, y compartieron con chilenos residentes en la zona y con peruanos.
La tranquilidad volvió a Montt, quien señaló que “Volvemos a gozar de la libertad de andar
por las calles y estar tranquilos en la inquietud de ser sorprendidos a cada momento por
espías. No se conoce lo que esto significa sino cuando se recupera después de haberlo
perdido.”13
Dos días después, se trasladaron a Lima, ciudad donde compartieron en el hotel con
Zorobabel Rodríguez, su hijo Simón y Carlos V. Risopatrón. Acá recibió un telegrama desde
Iquique, donde Errázuriz le solicitó que se fuera a Estados Unidos en calidad de agente
confidencial, labor que aceptó en el acto. La idea era que viajase junto a Antonio Varas, quien
había sido nombrado Secretario en Washington gracias a la propuesta de Montt, mientras que
Altamirano partió a Iquique para integrar la Junta. Antes de partir, pidió una carta de
recomendación al ministro americano en Perú, Hicks, para conocer a James Blaine. El 7 de
junio llegó Varas con José María Santa Cruz, marino que los acompañó. Mientras,
aprovecharon la estadía para convencer a los peruanos de estar en contra de Balmaceda, quien
estaba presionando para pedir fragatas y recalar en territorio extranjero.
De esta manera, el martes 9 de junio Montt abordó junto a Antonio Varas y José María
Santa Cruz el Santiago, para trasladarse a Panamá desde El Callao. Le destinaron un
camarote completo. Llegaron el miércoles 10, a la localidad peruana de Trujillo, donde
pasearon en ferrocarril. Hicieron varias paradas antes de llegar a Panamá, bordeando
Ecuador, donde recorrieron Guayaquil y otras localidades.

13
Agregó: “A las 2 fuimos con Altamirano a la Exposición. El almuerzo duraba todavía; y la vista de tantos
compatriotas nos produjo muy grata impresión. Estaban en la mesa Javier Vial, Lorenzo Montt, Agustín Arrieta,
Justino Pellé, Enrique Vergara y de peruanos el almirante Montero, Don M. María del Valle, Freire, capitán de
puerto del Callao, el ministro de España Sr. Ojeda y muchos otros. El Sr. Ojeda es muy amigo de nuestra causa,
y por todas partes lo anuncia. Javier Vial es agente confidencial del gobierno de Iquique, y Lorenzo Montt, su
secretario. Hice visitas a Doña Ester Pinto de Sarratea y al general La Puerta, que como siempre me recibió con
el mayor cariño. Me dijo que sabiendo que estaba perseguido, le había preguntado a Benicio Álamos como
podría hacernos llegar una carta con seguridad, y Álamos le había contestado que no era posible. La señora
Pinto de Sarratea y sus hijas tan opositoras como las señoras de Santiago.
Finalmente, arribaron a Panamá el 16 de junio, donde se encontró con Gerónimo Ossa,
antiguo compañero del Instituto Nacional. Esa misma tarde, luego de recorrer un poco la
zona, abordaron el City of Pará, que los llevaría con dirección a Nueva York. Montt corrió
con los gastos del traslado, pero como sólo traía letras del Banco Nacional, un doctor
norteamericano que venía en el vapor, de apellido Field, le prestó 60 dólares para concretar
su viaje. Llegaron a Nueva York el 24 de junio.
En Estados Unidos, Pedro Montt junto a Antonio Varas encontraron a diplomáticos
partidarios de la causa revolucionarias, como Julio Foster, Osborn y Grace, y comenzó a
hacer gestiones para dar cuenta, ante autoridades como Mr Noble, ministro del Interior, de lo
que estaba sucediendo en el país. Un relato, al respecto de las gestiones que realizó, sigue a
continuación:

“A la 1 1/2 fui a ver a don Matías Romero, ministro de México, que me había contestado
con una tarjeta la carta de introducción del Sr. Elmore. Romero está muy mal informado
y mal impresionado a nuestro respecto, y me dijo que así estaban este gobierno y el de
México. Creía que el Congreso había terminado su periodo y después de esto se había
alzado en armas contra el Presidente, que era un mandatario respetuoso de la
Constitución y las Leyes. Hablamos largo, tres horas, se interesó por conocer el origen
de la situación, le referí todo, y no fue pequeña su sorpresa cuando supo la verdad de las
cosas. Finalmente no quedó con la misma impresión”14

Este trabajo que realizó en Montt no fue fácil. La prensa estadounidense y las autoridades
manejaban una información distinta, cercana a la de Balmaceda. Creían que los congresistas
estaban incitando un golpe de Estado, a lo que se sumaba el hecho de que Patrick Egan no
era cercano a la posición del Congreso Nacional. Esto también fue comentado por Montt en
otro párrafo:

“La situación de nuestra causa respecto del gobierno de este país es muy adversa para
nosotros por ignorancia de lo ocurrido en Chile, y hay mucho que hacer para dejar las
cosas en un pie conveniente. El gobierno nos considera como los rebeldes confederados
de la guerra de secesión de 1861, y además parece que Mr. Egan ha informado que
Balmaceda busca fomentar en Chile la influencia y los intereses americanos, mientras
que nosotros fomentamos y representamos las influencias inglesas. Dada la rivalidad de
las dos naciones, se comprende el efecto de estas insinuaciones, y como se ignora en

14
Carlos Sanhueza y Pamela Maturana, “Diario de viajes de Pedro Montt en los Estados Unidos. Memorias de
un agente confidencial (1891-1892)”. En Boletín de la Academia Chilena de la Historia. N°120. 2011. pp 29-
129.
absoluto lo que sucede en Chile no se sospecha siquiera la extravagancia y falsedad de
semejantes informaciones.”

La situación era desfavorable para Montt, ya que no lo querían recibir. Luego de hacer
varias gestiones, comenzó a recibir, poco a poco, apoyos en Estados Unidos, como el de
Berriak Watkins, uno de los editores del Washington Post, con quien conversó sobre Chile.
Lo respaldó en lo que necesitase, entregándole la plataforma del diario para desmentir a la
opinión pública norteamericana y desautorizar a Balmaceda, quien quería contratar un
empréstito para hacerle frente a los Congresistas. También consiguió el apoyo del ministro
de Marina, Tracy, a quien logró conocer gracias al senador Plumb, gracias al cual se pudo
acercar a Blaine. Su encuentro con aquel ministro lo relató de la siguiente manera:

“En la noche fuimos a ver a Mr. Tracy que nos aguardaba en su casa. La conversación
duró más de dos horas. Le referí desde sus orígenes, las causas y estado de las cosas en
Chile, pues no conocía nada, y se impuso de todo con interés. Le reiteré especialmente
que no buscábamos absolutamente ni protección ni auxilio, ni injerencia de ninguna
clase del Gobierno americano en nuestros asuntos, sino solo instruirle de la verdad de
las cosas para que no fuera influenciado por los informes parciales de Mr. Egan. Mr.
Tracy nos dijo que era un error creer que el gobierno americano protegía a Balmaceda
pues deseaba guardar la más estricta neutralidad. Le observé que el hecho de negarse a
oír a una de las partes no parecía compatible con la neutralidad, máxime cuando la
audiencia en forma privada y confidencial había sido pedida por un Senador de los
Estados Unidos. El hombre se descartaba con habilidad, y sin prometernos nada, me dejó
la impresión de que estaba bien dispuesto a nuestro favor como me había dicho Mr.
Plumb, y que algo se proponía hacer. Fue muy cortés y amable y me dejó buena
impresión. Me esforcé por hacerle desechar la idea de que representábamos sentimientos
adversos a los Estados Unidos, cosa que Mr. Egan ha tratado de hacer creer según me
dijo Mr. Plumb”15

De hecho, en otro momento Montt escribió, sobre el senador Plumb “Nos decía que el
Attorney general Mr. Miller creía que Balmaceda era combatido solo por la aristocracia y el
clero, y apoyado por el pueblo, de modo que su causa era la de la democracia: así son las
noticias que ha transmitido Mr. Egan. ¡Qué sarcasmo llamar pueblo al populacho más bajo y
miserable!”16. Acá encontró un apoyo sólido para poder dar a conocer el testimonio de
aquellos que huyeron de Chile escapando de Balmaceda. Por esto, y para comunicar mejor

15
Íbid.
16
Íbid.
en Estados Unidos lo que estaba ocurriendo en el país, Plumb le solicitó a Montt, a fines de
junio, la redacción de un folleto donde debería enumerar los sucesos de la Guerra.
De esta forma, y fruto del conflicto nació, a lo largo del mes de julio, la única obra formal
que Pedro Montt escribió en su vida, titulada Exposition of the illegal acts of the ex President
Balmaceda which caused the civil war in Chile. Este trabajo, que luego utilizó en el Congreso
estadounidense para dar a conocer los hechos ocurridos en Chile, fue respaldado por los
diplomáticos Julio Foster y por Mr. Walker, quienes se encargaron de traducirlo al inglés y
de corregir su redacción respectivamente. El escrito, que se publicó íntegramente en aquel
idioma, consiste en presentar y denunciar ante la comunidad internacional la situación de
Chile antes de 1890 y en los hechos cometidos por José Manuel Balmaceda, resaltando como
su gobierno de transformó en una Dictadura, y en la ilegalidad en la cual había caído aquella
administración. Además, incluye las resoluciones que adoptó la Junta de Gobierno
opositora.17
Para realizar este folleto, Montt le destinó algunas semanas, ya que hizo un pequeño
trabajo de investigación al respaldar su testimonio con la Constitución Política de Chile, por
lo que, al no contar con un ejemplar, debió ir a la Biblioteca. Además, Augusto Matte le
remitió desde Europa los decretos aprobados por Balmaceda, que le sirvieron como fuente
para redactar este escrito.
La publicación estuvo lista los primeros días de agosto, tras ser revisado varias veces. Fue
repartida entre diversos políticos estadounidenses, pero se aprecia la intención de Montt de
que se distribuyese en grandes cantidades para cumplir con su objetivo y para, nuevamente,
dar a conocer el nombre de Chile. Sobre los ejemplares editados, se calcula que fueron más
de 15 mil, de los cuales 300 envió a diversas bibliotecas públicas estadounidenses, mientras
que distribuyó otros cinco mil entre Parlamentos y Universidades, y con intelectuales de
aquel país como Nicolas Staubs y Emerson W. Morre.
Un organismo que recibió el folleto fue la Boston Public Library, Biblioteca que constaba,
a la fecha, con más de 500 mil volúmenes, y la Cámara de los Comunes de Canadá, tras ser

17
El folleto tiene 42 carillas de extensión, donde la mitad corresponde al escrito de Pedro Montt y la otra mitad
a la transcripción de las disposiciones de la Junta de Gobierno de 1891.
robados. Incluso, Montt recibió una carta de la Bodleian Library de Oxford, en la que se le
agradecía por el envío de un ejemplar.18
De esta forma, Montt logró exponer la visión de los congresistas ante el accionar de
Balmaceda y su gobierno. Hubo de estar por varios meses en Estados Unidos, representando
a la Junta de Iquique, pero un par de situaciones hicieron que la relación entre este país y
Chile viviese momentos muy tensos, ante lo cual Montt debió asumir nuevas
responsabilidades. Estos fueron los casos del Itata y del U.S.S. Baltimore, que
desarrollaremos enseguida.

Los Casos Itata y Baltimore. Gestión de Montt en la relación entre Chile y EE.UU

Desde la década de 1880, las relaciones de Chile con Estados Unidos no vivían su mejor
momento. Mientras se desencadenaba la Guerra del Pacífico, el secretario de Estado, James
G. Blaine, sostuvo una posición contraria a la chilena por los intereses que el gobierno
norteamericano tenía en Perú, por el interés de adquirir Chimbote para construir una base
naval y aumentar su hegemonía en el Pacífico, lo que fue intervenido por Jorge Montt, quien
llegó a la zona antes que la Pensacola, el barco de guerra norteamericano.19
Tras salir del cargo por un tiempo, y volver por solicitud del Presidente electo, Benjamín
Harrison, a Blaine le tocó administrar la relación con Chile mientras ocurría la Guerra Civil
de 1891, ante la cual y a nombre del gobierno norteamericano, se mantuvieron neutrales, a
diferencia de Inglaterra y otros países europeos que veían con buenos ojos la causa
revolucionaria. La presencia de Patrick Egan, quien como vimos tendió a respaldar a
Balmaceda, tampoco gustó a los simpatizantes de la Junta de Gobierno de Iquique, quienes
miraban con malos ojos al gobierno norteamericano sobre todo por una serie de rencillas,
como las acusaciones de espionaje por parte de los miembros de la Junta hacia los
norteamericanos.20

18
La carta, de acuerdo a lo que relata Pedro Montt, dijo lo siguiente: Deseábamos mucho un trabajo de este
tipo, y deberíamos estar muy agradecidos por todas las demás publicaciones del gobierno chileno que podrían
estar dispuestos a enviarnos en cualquier momento (La traducción es mía), Diarios de Viaje de Pedro Montt
19
Para conocer detalles de su accionar frente al conflicto, ver Cecilia Morán, Jorge Montt (1846-1922), Del
Curso de los héroes a Presidente de la República (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2015)
20
Ver José Miguel Barros, El caso del “Baltimore” (Santiago, Editorial no identificada, 1950); Manuel Antonio
Matta, Cuestiones recientes con la Legación y el Gobierno de los Estados Unidos de América (Santiago,
Imprenta Cervantes, 1892)
Antes de los hechos del Baltimore, el caso del Itata se tomó la agenda en las relaciones
bilaterales entre Chile y Estados Unidos, tras un incidente serio que ocurrió cuando comenzó
la Guerra Civil. Los congresistas querían adquirir armas en el exterior, ante lo cual
Balmaceda buscó mecanismos para evitar la compra, aludiendo a que los Estados no debían
involucrarse en conflictos internos, y también para eludir una derrota. Los revolucionarios
enviaron a Estados Unidos un agente para comprar armas y pertrecho, llamado Richard
Trumbull, quien mediante la casa Grace y con dinero de Agustín Ross, que estaba en Europa,
y Augusto Matte, a cargo de la agencia secreta de la Junta, juntaron 24 mil libras esterlinas
para adquirir armas.21
Por su parte, la Junta envió el Itata, un barco de transporte, para ir a buscar las armas a
California, desde donde debían zarpar con dirección a Chile. Sin embargo, Prudencio
Lazcano, ministro en Estados Unidos, realizó las gestiones para detener a la Robert and
Minnie, fragata norteamericana que llevaba la carga, y al Itata, para así evitar el embarque,
aludiendo a las leyes de neutralidad estadounidenses. Aún así, logró zarpar por orden de
Trumbull, quien cayó preso por violar la legislación. El vapor fue perseguido y logró llegar
a Chile, pero debió volver a Estados Unidos con la carga. Se siguió una investigación y en
octubre, tras las gestiones hechas por Montt y por el cuerpo diplomático, el barco logró volver
al país, pero ya había acabado la revolución.
Esta situación tensionó aún más las relaciones entre ambos países, lo que estos
antecedentes, sucedieron los hechos del 16 de agosto de 1891 en el bar True Blue, situado en
El Arrayán, en Valparaíso. Los hechos comenzaron porque un grupo de marineros ebrios,
pertenecientes al U.S.S. Baltimore, bajaron del barco y se trenzaron a pelear con chilenos.
Sucedió de la siguiente manera:

“Poco después de las seis de la tarde, tras un cambio de palabras más o menos vivas
entre un marinero chileno y dos del “Baltimore”, los americanos lanzaron algunas
pedradas al chileno, el cual cayó al suelo. Los americanos huyeron enseguida hacia la
calle del Arenal y se introdujeron a un carro.
Un buen número de paisanos y algunos marineros chilenos que salieron de las tabernas,
siguieron tras los yankees, a los cuales parece que sacaron del carro, no sin trabar antes
una lucha. Uno de los americanos quedó herido, en el suelo, y para evitar que fuese
ultimado lo levantaron dos policiales y un sargento, y sosteniéndolo de los brazos lo
conducían a una botica próxima”. En ese momento y cuando costaba gran trabajo a los

21
Se compraron 5.000 rigles y 2.000.000 cartuchos
policiales que conducían al herido abrirse paso, se sintió una detonación y el marinero
caía al suelo con la garganta atravesada por una bala
El desorden duró no menos de dos horas, porque a las ocho de la noche todavía recorrían
la Avenida Errázuriz y calles del Arrayán, San Martín, etc., grupos más o menos
numerosos. La policía comenzó a recoger a cuanto marinero chileno y americano
encontraba, tanto por si habían tomado parte en el desorden como para evitar que éste
continuara. Al efecto, recogió treinta marineros del Baltimore y diez chilenos de diversos
buques, pues aparece que su número era inferior al de los americanos”22

El resultado de este hecho fue un marinero norteamericano muerto, cinco con heridas
graves y un chileno con lesiones leves. La policía hizo investigaciones, encontrando entre la
tripulación del Baltimore siete navajas junto a un trozo de hierro usado para peleas de box.23
Además, se denunció el carácter conflictivo de los norteamericanos, que se manifestaba en
Valparaíso.
Esta situación ocurrió justo en momentos donde Montt estaba realizando gestiones para
que Estados Unidos tuviese una mejor actitud con los congresistas chilenos. Se molestó con
el hecho de que el gobierno norteamericano tuviese una actitud ambigua para con ellos. Así
lo relató en un momento, en el que dijo:

“No es Ud. justo Mr. Foster, le contesté. Mi presencia en Washington es un testimonio


vivo de lo contrario. Yo no he venido ni permanezco por paseo o diversión, y después
de la respuesta que a principios de julio di al senador Mr. Stewart al Departamento de
Estado, he debido aguardar alguna insinuación de su parte para saber que se encontraba
dispuesto a entrar en relaciones conmigo. Yo no podía tomar otra vez la iniciativa, más
encima no teniendo credenciales por no haber salido todavía tiempo para recibirles de
Chile por la distancia. Si la confirmación que se hizo el viernes, se me hubiera hecho un
mes antes, hace un mes que yo había tenido el gusto de que se hicieran muchas
conferencias”24

Con respecto al caso Baltimore, el rol que adquirió Pedro Montt se puede apreciar en las
cartas que le envió a Augusto Matte, quien a la fecha ejercía como ministro chileno en
Francia. Entre este intercambio epistolar, Montt le deja ver lo difícil que fue llegar a un
acuerdo con Blaine, al comentarle: “Dice Mr. Blaine que pidió informe al cónsul de
Valparaíso, y no a Mr. Egan, sobre los sucesos del 16, y las noticias que ha recibido le han

22
José Miguel Barros, El caso del “Baltimore” p.40
23
Íbid.
24
Carlos Sanhueza y Pamela Maturana, “Diario de viajes de Pedro Montt en los Estados Unidos. Memorias de
un agente confidencial (1891-1892)”. En Boletín de la Academia Chilena de la Historia. N°120. 2011. pp 29-
129.
producido mala impresión porque conforman todo lo que aquí se ha dicho. El Presidente está
en mala disposición, y Mr. Blaine agrega que en un mes no ha dicho Chile una palabra de
excusa o sentimiento por lo ocurrido”. Además, la situación del Baltimore fue compleja desde
un inicio, porque la declaración de los marineros para dar cuenta de los sucesos debía ser en
privado. Por ello, Montt le comentó a Matte “No tiene Ud. idea cuanto daño nos ha causado
el que el sumario sea firmado en secreto. Es imposible hacer entender a esta gente que esa es
la ley, y se imaginan que hay en ello algún propósito torcido. Les he explicado todo muchas
veces, y dicho que los marineros no han podido firmar nada que no les hubiera sido leído y
explicado por un intérprete. 25
Finalmente, el conflicto se solucionó a inicios de 1892 gracias a que Jorge Montt, junto a
su gabinete, decidieron disculparse ante los incidentes ocurridos, dejando de lado la
investigación que se estaba realizando.26 Además, se le pagaron $75.000 a las familias de los
marineros que habían sido asesinados en la pelea. Con esto concluyó una etapa difícil para
las relaciones internacionales chilenas, en tiempos donde Montt decidió descansar por un
tiempo para pasar junto a Sara del Campo algunos meses en Europa, tras lo cual regresó al
país y se reintegró, rápidamente, a la actividad política.

Retorno a Chile

Al volver a Chile en 1892, Montt retomó sus actividades administrativas, siendo la


dirección del hospital San Vicente de Paul una de sus ocupaciones. Al año siguiente, en el
mes de abril, fue llamado por Jorge Montt para ocupar el cargo de ministro del Interior, por
lo que debió presidir el gabinete.27 En este cargo, tuvo que controlar cualquier amenaza que
podía significar el balmacedismo, a pesar de que respaldó la ley de amnistía dictada para
todos los delitos ocurridos entre enero y agosto de 1891, exceptuando a los responsables de
la matanza Lo Cañas. A los liberales democráticos los aceptó dentro del Congreso pero

25
Carta de Pedro Montt a Augusto Matte, foja 441, 11 de nov 1891, Archivo Fernández Larraín (Archivo
Nacional Histórico) El resto de las cartas se encuentra en la misma ubicación.
26
Cecilia Morán, Jorge Montt (1846-1922)
27
Dicho cargo lo asumió junto a Ventura Blanco Viel, en Relaciones Exteriores, Culto y Colonización,
Alejandro Vial en Hacienda, entre otros.
declaró que no colaboraría con ellos, idea que cambió años después, tras las elecciones de
1906.
Desde su puesto de ministro, Montt se ocupó en establecer varias formas a la Beneficencia
Pública, entidad que había sido reformada en 1886 por Domingo Santa María y José Ignacio
Vergara. Para esto, creó un reglamento en el que dispuso que el ministerio del Interior
regularía su funcionamiento, y también buscó la manera de inyectarle recursos, en especial a
la Casa de Orates, donde volvió a su administración tras dejar el gabinete. Mediante su
gestión, la remodeló completamente, construyó nuevos pabellones, convirtió el antiguo
huerto frutal que existía en su interior en un gran parque para esparcimiento de los insanos y
una gran biblioteca. En cuanto a sus servicios, ayudó a crear un Instituto de Anatomía
Patológica y un gabinete donde introdujo la electricidad. La renovación de la Casa de Orates
fue completa, desde las cocinas, hasta los baños, y su administración alcanzó grandes mejoras
al establecerse un servicio estadístico, que permitió crear memorias todos los años para
conocer el estado de la casa. Incluso, gestionó la construcción de un teatro con fines
terapéuticos, el cual se materializó en 1897 gracias a la donación de Manuel Silvestre Grez,
filántropo y padre del crítico de arte Vicente Grez, edificio que se conserva hasta la
actualidad.28
Luego de estar inmerso nuevamente en la escena política nacional, sus ideas de gobierno
parlamentario adquirieron ciertos matices al apreciar y cuestionar como se estaban
desarrollando en Chile, gracias a su experiencia como diputado. Por ello, en 1893 señaló que:
En un gobierno parlamentario, cuya base es el respeto y el sometimiento a la voluntad de la
mayoría, ¿qué es más correcto y conveniente? ¿Qué se haga lo que una Cámara, casi por
unanimidad quiere, o que se haga lo que quieren cuatro de sus miembros?29 Unos años
después, dijo que “la acción del gobierno se ha debilitado y es preciso robustecerla”. 30 En el
fondo, ocurrió que Montt comenzó a decepcionarse sobre la aplicación que había tenido el
régimen parlamentario en Chile, gracias las obstrucciones permanentes que en el Congreso
se hacía a los gobiernos de turno, realidad que les tocó vivir a Federico Errázuriz Echaurren
y Germán Riesco. Aún así, se negó a pensar en la posibilidad de volver al sistema
presidencialista, ya que a pesar de criticar con fuerza la manera en que se había ejecutado el

28
El lugar fue declarado recientemente como Monumento Histórico Nacional
29
Sesiones ordinarias de la Cámara de Diputados, 21 de agosto de 1893
30
Sesiones ordinarias de la Cámara de Diputados, 14 de agosto de 1896
régimen, consideraba que el parlamentarismo era una “voz democrática” que era necesario
mantener en el país.31
Al cabo de unos años, en 1901, asumió uno de sus mayores desafíos, que fue el presentarse
como candidato a la Presidencia de la República, en momentos donde Federico Errázuriz
Echaurren gobernaba el país. Dicha apuesta no prosperó, por lo que en 1906 volvió a
intentarlo, resultando electo. Ambas campañas tuvieron un gran nivel de violencia, donde
Montt fue cuestionado públicamente por sus adversarios. El transcurso entre ellas y su
llegada a la primera magistratura lo analizaremos en el próximo capítulo.

31
Sesiones ordinarias de la Cámara de Diputados, 18 de agosto de 1904

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