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FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS

ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

CURSO:

TEMA:

LA JUSTICIA EN LA SANTA INQUISICIÓN

ALUMNO:

YULY RAQUEL AREDO ZAVALETA

TRUJILLO – PERÚ

2018

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................... 3

LA JUSTICIA EN LA SANTA INQUISICIÓN ................................................................................. 4

1. DEFINICIÓN: ........................................................................................................................ 4

2. LOS PROCESADOS Y CONDENADOS ............................................................................. 4

3. LOS VEREDICTOS DEL SANTO OFICIO ......................................................................... 5

4. MOTIVOS PARA EL ESTABLECMIENTO DEL TRIBUNAL EN EL NUEVO MUNDO

................................................................................................................................................ 6

5. EL TRIBUNAL EN LIMA..................................................................................................... 7

6. INSTRUMENTOS DE HUMILLACIÓN PÚBLICA ............................................................ 9

7. LOS APARATOS PARA TORTURAR .............................................................................. 10

8. INSTRUMENTOS DE PENA CAPITAL ............................................................................ 11

9. INSTRUMENTOS DE TORTURA CONTRA MUJERES ................................................. 12

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INTRODUCCIÓN

Todo el mundo tiene una idea más o menos clara de lo que era la Inquisición y de sus

proverbiales crueldades. Veremos aquí cuánto hay de verdad en ello y cuánto de fantasía.

Conocido también como El Tribunal del Santo Oficio con jurisdicción en España y América,

ha sido usado por los países protestantes como el sumo de todos los horrores. Es hoy

comúnmente aceptado, incluso por los católicos, que la Inquisición española torturaba

sistemáticamente durante horas o días, y quemó en la hoguera a miles y miles de herejes y

brujas. Se nos habla de instrumentos de tortura de todo tipo, a cual más horrible, de reos que

sobrevivían mutilados de por vida, y de inquisidores sádicos que tenían a toda la sociedad

aterrorizada.

No vamos a decir aquí que la Inquisición fue algo maravilloso, pues la justicia toda la justicia

de aquellos siglos de maravilloso no tenía nada, pero a cada uno lo suyo, y los países del norte

de Europa, con sus tribunales eclesiásticos, torturaron y quemaron en la hoguera a muchas más

brujas y herejes que las inquisiciones del sur de Europa, y particularmente la española. La

Inquisición ha sido objeto de una desmedida exageración y una flagrante falsificación de la

realidad hasta el punto de que la visión que aún hoy se tiene de ella en muy poco se corresponde

con la realidad. El actual imaginario popular está más alimentado por películas, novelas y

documentales que por datos históricos reales, y en esos medios los anglosajones, protestantes,

dominan por completo el panorama. Nuestra actual visión de la historia es la que ellos nos están

dando hasta el punto de que una visión radicalmente diferente nos parecerá ya falsa.

A continuación presentamos un resumen de lo que fue este organismo religioso.

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LA JUSTICIA EN LA SANTA INQUISICIÓN

1. DEFINICIÓN:

La Inquisición era un organismo religioso al servicio del Estado, no de la

Iglesia. El papa luchó por mantener algún tipo de control sobre la institución creada por

el rey, pero no lo consiguió, más allá de la autoridad moral que su cargo ejercía sobre

todos. Igualmente el papa luchó por el derecho de los acusados de apelar al papa pidiendo

clemencia, tal como siempre habían tenido y tuvieron en la Inquisición de otros países,

pero casi desde el primer momento, los reyes españoles bloquearon en la práctica ese

derecho de modo que nadie aquí pudo ejercerlo, bajo amenaza de pena de muerte si lo

intentaban.

El Santo Oficio pretendía ser el tribunal más clemente de todos porque sus fines

no eran la administración de una justicia rígida y automática, sino la reconciliación del

delincuente. Confesarse culpable con el Santo Oficio era obtener el perdón.

El Inquisidor era tanto Padre Confesor como juez, que pretendía no una

condenación, sino acabar con un extravío y devolver al rebaño la oveja descarriada. Por

eso se instaba constantemente al acusado a que recordase la diferencia fundamental entre

la Inquisición y los tribunales ordinarios y que su finalidad no era el castigo del cuerpo,

sino la salvación del alma y por lo mismo se le imprecaba a que tratara de salvarse por

medio de la Confesión.

2. LOS PROCESADOS Y CONDENADOS

La Inquisición registró minuciosamente todos sus juicios y pesquisas como nadie

lo había hecho, y la mayoría de sus archivos se han conservado. Es ahí donde

encontramos la verdad sobre su funcionamiento y naturaleza y no en las fantasías que los

protestantes tan magistralmente nos han sabido vender. Ha sido fundamentalmente a

partir de mediados del siglo XX cuando los investigadores han empezado a analizar

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detenidamente esos archivos, y sus descubrimientos nos dibujan una Inquisición muy

diferente de la idea popular.

Los estudios modernos sobre la Inquisición española estiman que en todos sus

siglos de historia el número de ejecuciones fue bajo, sorprendentemente bajo si lo

comparamos con el funcionamiento normal de la justicia de aquella época.

En las ciudades estaban también lejos de ser el Gran Hermano opresor que todo lo

veía y controlaba, como se nos quiere hacer creer, pues ellos eran un poder en conflicto

con otros poderes que luchaban por disminuir su influencia.

Peor era aún la situación en las Américas, donde había solo tres sedes para todo el

continente: México, Lima y Cartagena de Indias. Ciertamente la Inquisición ejerció un

control sobre la sociedad, pero menos que el rey y desde luego mucho menos de lo que la

leyenda nos ha hecho creer. Si la gente temía a la Inquisición, más temor aún causaba la

guardia y los tribunales del rey o los desmanes despóticos de los poderosos.

3. LOS VEREDICTOS DEL SANTO OFICIO

El proceso podía ser “suspendido”, con lo que en la práctica el acusado quedaba libre,

aunque bajo sospecha, y con la amenaza de que su proceso se continuase en cualquier

momento. La suspensión era una forma de absolver en la práctica sin admitir

expresamente que la acusación había sido errónea.

El acusado podía ser “penitenciado”. Era el menor de los castigos que se imponían. El

culpable debía abjurar públicamente de sus delitos (abjuración de levi si era un delito

menor, y abjuración de vehementi si el delito era grave), y después cumplir un castigo

espiritual o corporal. Entre éstos se encontraban el sambenito, el destierro (temporal o

perpetuo), multas o incluso la condena a galeras.

El acusado podía ser “reconciliado”. Además de la ceremonia pública en la que el

condenado se reconciliaba con la Iglesia Católica (el auto de fe), existían penas más

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severas, entre ellas largas condenas de cárcel o galeras, y la confiscación de todos sus

bienes. También existían castigos físicos, como los azotes. Los reconciliados no podían

ocupar cargos eclesiásticos ni empleos públicos, así como tampoco podían ejercer

determinadas profesiones, como recaudador de impuestos, médico, cirujano o

farmacéutico. La inhabilitación se extendía a sus hijos y nietos, aunque éstos podían

librarse de ella pagando una multa llamada de composición.

El máximo castigo era la “relajación” al brazo secular, que implicaba la muerte en la

hoguera. Recibían esta pena los herejes impenitentes y los “relapsos” (reincidentes). La

ejecución era pública. Si el condenado se arrepentía, se le estrangulaba mediante el

garrote vil antes de entregar su cuerpo a las llamas. Si no, era quemado vivo. Los casos

más frecuentes eran los de que, bien por haber sido juzgados in absentia, bien por haber

fallecido antes de que terminase el proceso, eran quemados en efigie.

La distribución de las penas varió mucho a lo largo del tiempo. Según se cree, las

condenas a muerte fueron frecuentes sobre todo en la primera etapa de la historia de la

Inquisición (según García Cárcel, el tribunal de Valencia condenó a muerte antes de 1530

al 40% de los procesados, pero después el porcentaje bajó hasta el 3%). Kamen confirma

esta tesis de que las condenas a muerte pasado el primer periodo se redujeron

drásticamente, como lo muestran los datos de los tribunales de Valencia y de Santiago.

En Valencia entre 1566-1609 sólo el 2 por 100 fueron quemados en persona y el 2,1 por

100 en efigie; en Santiago, entre 1560 y 1700, el 0,7 en persona y el 1,9 en efigie. En el

siglo XVIII las "relajaciones" disminuyeron aún más y así durante los veintinueve años

de los reinados de Carlos III y Carlos IV sólo cuatro personas murieron en la hoguera.

4. MOTIVOS PARA EL ESTABLECMIENTO DEL TRIBUNAL EN EL NUEVO

MUNDO

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Las principales motivaciones para el establecimiento del Santo Oficio en las colonias

hispanoamericanas fueron las siguientes:

 Los continuos ataques de los corsarios y piratas protestantes, principalmente ingleses,

holandeses y franceses, quienes inclusive pusieron en riesgo el dominio hispano sobre

sus colonias. Éstos no sólo atacaban las embarcaciones españolas para adueñarse de

éstas y sus mercaderías, también secuestraban a las tripulaciones y a los pasajeros para

exigir rescates, mientras que en otros casos los vendían como esclavos. A todo ello se

añaden innumerables abusos y asesinatos. Ninguna población costeña o cercana a la

costa se hallaba segura. Así lo demuestran los ataques realizados en Veracruz,

Cartagena, Maracaibo, Santa Marta, Callao, Paita, Arica, La Habana, Puerto Rico,

Santiago de Cuba, Santo Domingo, Jamaica, etc. La enorme mayoría de los

enjuiciados por la Inquisición por tales motivos fueron sentenciados a un periodo de

prisión. En cambio, los piratas procesados por los tribunales civiles eran condenados a

la horca.

 A raíz de la conquista se había producido un relajamiento de la moral pública y

privada. La vida de los hispanos en Indias resultaba escandalosa y se daban muchos

casos de poligamia, blasfemia, idolatría, brujería, etc. Ante ello, las autoridades

virreinales así como los cabildos, las autoridades eclesiásticas y numerosos personajes

entre ellos fray Bartolomé de las Casas solicitaron a la corona el establecimiento de la

Inquisición para que se corrigiesen tales desviaciones.

En Hispanoamérica hubo tres tribunales: Lima y México, establecidos por Felipe II

en 1569, y Cartagena, establecido por Felipe III en 1610.

5. EL TRIBUNAL EN LIMA

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El Tribunal comenzó sus acciones en un local alquilado que se ubicaba al frente de la

Iglesia de la Merced, en el actual jirón de la Unión; pero, como este era muy céntrico y

resultaba poco propicio para su funcionamiento, en 1584 se trasladó a la casa de Nicolás

de Rivera el mozo, donde funcionó hasta que fue abolida.

Por disposición del Rey Felipe II los indígenas estuvieron exceptuados del fuero

inquisitorial. La acción del Tribunal sólo comprendía a las minorías blanca, mestiza o

negra.

Las mayores sanciones que aplicó el Tribunal durante sus años iniciales recayeron

generalmente en protestantes extranjeros hacia los cuales existía no sólo animadversión

religiosa sino, sobre todo, política. El primer condenado al quemadero fue el francés

Mateo Salado en el auto de fe del 15 de noviembre de 1573. Otros condenados a igual

pena, por el mismo motivo, fueron los flamencos Juan Bernal y Miguel del Pilar. Muchos

de los procesados como luteranos en realidad eran piratas. Cabe recordar que, por aquel

entonces, Inglaterra y otras potencias europeas los utilizaba en su lucha contra España

para destruir su poderío económico y militar, establecer puntos de penetración en el

Nuevo Mundo y asegurar su control sobre los mares. A la Inquisición fueron llevados

algunos como Juan Drake (sobrino del famoso Francisco Drake), Juan Butler, Juan

Exnem, Thomas Xeroel, Richard Ferruel, etc. Ellos fueron acusados de luteranismo así

como de realizar proselitismo a favor de las sectas protestantes. La mayoría de ellos

terminó reconciliada mientras que tres acabaron sus días en la hoguera: Walter Tiller,

Eduardo Tiller y Enrique Oxley (05-04-1592).

En cuanto al trato proporcionado a las brujas la Inquisición resultó sorprendentemente

benigna para su época. Mientras en los países protestantes se cuentan por decenas y aún

cientos de miles las víctimas de la caza de brujas que terminaron sus días en la hoguera,

el Tribunal consideraba que se trataba de un delito debido a la ignorancia de las gentes y

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que no tenía más realidad que la que sus mentes le asignaban y la viveza de algunas

personas que ganaban dinero aprovechándose de la credulidad ajena.

Por otro lado, los brebajes utilizados por las brujas, entre ellos sustancias venenosas,

representaban un peligro para la salud pública. A las personas culpables se les

sentenciaba a recibir una cantidad variable de azotes que fluctuaba entre los 50 y los 200.

Se podía añadir, dependiendo de la gravedad de los hechos, el destierro por tiempo

determinado, la prestación de servicios en hospitales y presidios, el pago de alguna multa

e, inclusive, la confiscación de sus bienes.

En sus dos siglos y medio de existencia (1569-1820) el Tribunal procesó 1477

personas en 1526 juicios. El número de juicios es mayor porque varias personas fueron

procesadas en más de una oportunidad.

El Tribunal de Lima sentenció a muerte a 32 personas, la mitad de ellos quemados

vivos y otros tantos condenados al garrote. De los condenados a muerte, 23 (71.88%) lo

fueron por judaizantes (15 portugueses, 7 españoles ─de los cuales 4 eran hijos de

portugueses─ y un criollo, también hijo de portugueses); 6 (18.75%) por luteranos (3

ingleses, 2 flamencos y 1 francés); 2 (6.25%) por sustentar y difundir públicamente

proposiciones heréticas (uno de ellos fue el limeño Juan Bautista del Castillo

(1608), mientras que el otro era español) y 1 (3.12%) por alumbrado (español).

Del total de procesados 1.253 (84.84%) fueron hombres y 224 (15.16%) mujeres.

6. INSTRUMENTOS DE HUMILLACIÓN PÚBLICA

Con estos aparatos se castigaban infracciones menores y se exponía a las víctimas

al escarnio de la multitud, que al ver a alguien con tal artefacto, lo hacía objeto de ofensas

físicas y verbales.

Entre los instrumentos que se presentan en esta muestra destacan las Máscaras

Infamantes, que se imponían a quienes habían manifestado su descontento hacia el orden

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establecido, contra las convenciones vigentes. Pero tas víctimas preferidas eran aquellas

mujeres que se rebelaban contra la esclavitud doméstica o los continuos embarazos, es

decir, contra el despotismo de los hombres. Otro instrumento de humillación pública era

el Cepo, con el que se exponía en las plazas a la víctima con las manos y los pies

aprisionados en las aberturas correspondientes. La chusma castigaba al delincuente

golpeándolo, embadurnándolo con cuánto quisiera, o aplicándole cosquillas en manos

y pies, cuando no mutilándolo.

Quienes blasfemaban o pronunciaban palabras soeces eran torturados con La

Flauta del Alborotador cuyo collar de hierro se cerraba detrás del cuello de la víctima,

colocando sus dedos - como los de un músico bajo las muescas que eran apretados a

voluntad del verdugo. Por su parte, los borrachos eran expuestos al público vituperio

con la Picota en Tonel, que era de dos tipos: la cerrada en el fondo, dentro de la cual se

colocaba a la víctima junto con orines y estiércol o simplemente con agua podrida; y

las abiertas, para que la víctima caminara por las calles con La Picota a cuestas,

con mucho dolor por el enorme peso de ésta.

7. LOS APARATOS PARA TORTURAR

Estos artefactos tenían como finalidad infligir un largo tormento, que no

necesariamente debía culminar con la muerte de la persona, aunque a veces ello

ocurriera por la severa infección de las heridas ocasionadas o como consecuencia lógica y

natural de la tortura.

Destaca entre estos instrumentos La Dama de Hierro, que consiste en un

sarcófago de hierro en cuyas puertas se encuentran puntas afiladísimas que se ajustaban de

manera movible para penetrar en los brazos, piernas y aquellas partes donde no causara

heridas mortales a la víctima. El propósito era que el torturado resistiera varios días antes

de morir.

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La Cuna de judas también es digna de mencionarse, pues en algunas partes sigue

utilizándose. Al torturado se le levantaba de pies y manos, para luego dejarlo caer sobre la

punta de una pirámide, y ahí se le soltaba para que su peso reposara sobre el

punto situado en el ano o en la vagina. El verdugo podía variar la presión poniéndole

más peso al cuerpo, o sacudiendo a la víctima, siempre siguiendo indicaciones

de los interrogadores.

Un utensilio básico para el inquisidor era La Silla de Interrogatorio, cuya

heredera tecnologizada es la silla eléctrica. Los pinchos de La Silla de Interrogatorio sobre

la víctima desnuda producían un dolor inenarrable, incrementado por el verdugo que

sacudía al interrogado o le aplicaba golpes en brazos y piernas, y cuando se quería hacer

más cruel la pena, se solía calentar el asiento, que era de hierro.

No podemos dejar de destacar el ampliamente conocido Potro, cuya acción era el

estiramiento o desmembramiento por medio de tensión longitudinal que se usó desde los

tiempos de las antiguas Babilonia y Egipto, y que el conquistador utilizó en. América

Central contra indígenas,

8. INSTRUMENTOS DE PENA CAPITAL

Su función única era la eliminación de la víctima, generalmente después de un

doloroso tormento. En esta categoría hay que ubicar a la Guillotina, inventada por el

médico francés Joseph Ignace Guillotín, para conceder una muerte rápida e indolora a los

condenados. Ello significó la igualación en la muerte de los hombres, sin importar su

condición social. Bajo su cuchilla rodaron las cabezas lo mismo de presos comunes y

plebeyos que de nobles. Con ello, la muerte fácil dejó de ser privilegio de los aristócratas.

Así, la guillotina es un símbolo de la igualdad, y de la Revolución Francesa.

De los instrumentos incluidos en esta muestra, el garrote es el que se ha empleado

públicamente hasta nuestros días. Existen dos versiones: “la española, en la cual el tornillo

hace retroceder el collar de hierro, matando a la víctima por asfixia; y “la catalana“, en la

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cual un punzón de hierro penetra y rompe las vértebras cervicales al mismo tiempo que

empuja todo el cuello hacía adelante, aplastando la tráquea contra el collar fijo, con lo cual

la víctima perecía tanto por asfixia como por lenta destrucción de la medula espinal.

El Aplasta cabezas es un aparato diabólico que todavía se usa de manera clandestina.

El procedimiento consistía en colocar la barbilla de la víctima en la barra inferior, en tanto

que el casquete era empujado hacia abajo por el tornillo. El final es predecible.

9. INSTRUMENTOS DE TORTURA CONTRA MUJERES

Decidimos hacer una categoría especial porque los archivos europeos demuestran que

durante tres siglos y medio, alrededor del 85% de las víctimas de tortura y de muerte en la

hoguera fueron mujeres. Acusadas de brujas o de diferentes crímenes se diseñaron aparatos

para ser utilizados contra las féminas.

Pinzas y Tenazas, usadas en frío, pero casi siempre al rojo vivo, se destinaban para

lacerar o arrancar pezones, pero según la creatividad del verdugo, también podía utilizarse

para otras partes del cuerpo.

La Pera Oral, Rectal o Vaginal se introducía en tales partes del cuerpo, y allí se iba

abriendo y desgarrando por medio de un tornillo. La parte del cuerpo afectada quedaba

irremediablemente dañada pues las puntas que sobresalen del extremo servían para

desgarrar mejor el fondo de la garganta, del recto, o del útero.

Respecto del Cinturón de Castidad existe la discusión de si es o no un instrumento de

tortura. La respuesta es un sí rotundo, en virtud de que las mujeres debían colocárselo, no

para salvaguardar su castidad en ausencia del esposo -como reza la creencia popular- sino

para evitar la violación en épocas de acuartelamiento de soldados en las ciudades y

durante estancias nocturnas en posada cuando viajaban.

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