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Èl trabaja seis días por semana. Ella también. Ambos salen cansados de sus respectivos
trabajos y les espera su pequeño hijo que pasa la mañana en la escuela y la tarde con una
niñera como un paciente. Semejante a éste es el estilo de vida que, debido a las presiones
económicas, muchas parejas llevan. Cada cónyuge dedica la mayor parte de su energía y su
tiempo al trabajo; poco queda, pues, para los hijos (si los hay) y la pareja.
Este fenómeno, acentuado por el consumismo, “por la presión social que viene de los
medios de comunicación, está causando la destrucción de la familia”, asegura Ángel
Enrique Pacheco, psicólogo y terapeuta familiar y marital. Según Pacheco, en nuestro país
aproximadamente el 50 por ciento de los matrimonios terminan en divorcio, en gran parte
por la presión socioeconómica. Esta última genera gran estrés y, como consecuencia, la
actitud del individuo ante la toma de decisiones en el hogar es altamente negativa. El
hombre y la mujer de hoy se encuentran, pues, ante una gran disyuntiva: cómo combinar
eficazmente el trabajo y la familia.
Así las cosas, sólo el compromiso mutuo puede asegurar la supervivencia de la unión. En
ese sentido, la mejor propuesta es recuperar la confianza mutua y trabajar con un
presupuesto de gastos mensuales que cuente con la participación de ambos compañeros.
“Eso solamente puede significar el triunfo o el fracaso de un matrimonio”. Por otro lado, se
debe establecer claramente la necesidad de colaboración de ambos esposos en la educación
de los hijos, y se deben definir los mecanismos de diálogo y de toma de decisiones justas
para los dos. Estas pautas generales aportadas por el sicólogo Pacheco están basadas en el
supuesto de que la pareja esté dispuesta a hablar y a cuidarse mutuamente. Quienes no
puedan asumir compromisos, simplemente, “no merecen estar juntos”.