Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
CICLO : X
ALUMNO :
2018
CAPÍTULO XX
Armas
La principal arma que Steve Jobs le daba a sus trabajadores era la confianza.
Pero para a esto buscaba personas especializadas y profesionales
multifacéticos, esto quiere decir que podrían cumplir varios roles dentro de la
misma compañía. No importaba el sector del que viniera el trabajador, solo
quería personas talentosas para darles el espacio y que pudieran brillar,
siempre y cuando siguieran adelante con el mensaje básico de Apple.
Esta confianza en los empleados de los que se esperaba que cada uno cumpla
su función de forma correcta sin requerir supervisión. Esto demuestra la
importancia de trabajar de forma simultánea y actualizada para lograr unos
objetivos determinados.
Las fortalezas
el príncipe que teme más al pueblo que a los extranjeros debe construir
fortalezas; pero el que teme más a los extranjeros que al pueblo debe pasarse
sin ellas.
El autor considera que el príncipe para ser estimado debe dar su ejemplo con
su propia persona y sus hazañas, que por más deben ser raras y maravillosas;
debe conseguir que el pueblo tenga una sensación de seguridad con respecto
a él; debe darle a conocer a sus gobernados el reconocimiento de sus talentos
y honrarlos, entre otras cosas.
Steve Jobs regresa en 1997 después de ser despedido por la junta directiva de
Apple en 1987. Para salvar Apple de la bancarrota con un financiamiento de
150 millones de dólares por parte de Microsoft, Una cantidad que hoy estaría
valorada en casi 80.000 millones de dólares.
Estas hazañas hicieron que steve Jobs se gane el respeto y seguridad no solo
de toda una empresa si no de las diferentes empresas en todo el mundo
considerándolo un genio en el mundo empresarial.
CAPÍTULO XXII
El príncipe tiene que saber elegir a los ministros que lo acompañara, que sean
aptos y fieles, para así no cometer errores después.
Hay tres clases de cerebro: El que discierne por sí solo, el que no discierne
pero entiende lo que los otros disciernen y el que ni discierne ni entiende lo que
los otros disciernen. Un príncipe con el primer cerebro, podrá corregir a un
ministro ya que entenderá sus actos y este último, al saber que no podrá
engañar a su superior, se mantendrá honesto y fiel.
Para conocer a un ministro hay un modo que no falla nunca. Cuando se ve que
un ministro piensa más en él que en uno y que en todo no busca sino su
provecho, estamos en presencia de un ministro que nunca será bueno y en
quien el príncipe nunca podrá confiar. Porque el que tiene en sus manos el
Estado de otro jamás debe pensar en sí mismo, sino en el príncipe, y no
recordarle sino las cosas que pertenezcan a él.
El príncipe siempre tiene que decir la verdad y solicitar a los demás que digan
siempre la verdad, que no se ofende a nadie por decir la verdad, así se evitará
a los aduladores.
CAPÍTULO XXIV
El príncipe nuevo que siga con prudencia las reglas que acabo de exponer
adquirirá la consistencia de uno antiguo y alcanzará en muy poco tiempo más
seguridad en su Estado que si llevara un siglo en posesión suya. Siendo un
príncipe nuevo mucho más cauto en sus acciones que otro hereditario, si las
juzgan grandes y magnánimas sus súbditos, se atrae mejor el afecto de éstos
que un soberano de sangre inmemorial esclarecida, porque se ganan los
hombres mucho menos con las cosas pasadas que con las presentes. Cuando
hallan su provecho en éstas, a ellas se reducen, sin buscar nada en otra parte.
Con mayor motivo abrazan la causa de un nuevo príncipe o si éste no cae en
falta en lo restante de su conducta. Así obtendrá una doble gloria: la de haber
originado una soberanía y la de haberla corroborado y consolidado con buenas
armas, buenas leyes, buenos ejemplos y buenos amigos. Obtendrá, por lo
contrario, una doble afrenta el que, habiendo nacido príncipe, haya perdido su
Estado por su poca prudencia.
CAPÍTULO XXV
Refiriéndome ahora a casos más concretos, digo que cierto príncipe que
prosperaba ayer se encuentra caído hoy, sin que por ello haya cambiado de
carácter ni de cualidades. Esto dimana, a mi entender, de las causas que antes
explané con extensión al insinuar que el príncipe que no se apoya más que en
la fortuna cae según que ella varia. Creo también que es dichoso aquel cuyo
modo de proceder se halla en armonía con la índole de las circunstancias, y
que no puede menos de ser desgraciado aquel cuya conducta está en
discordancia con los tiempos. Se ve, en efecto, que los hombres, en las
acciones que los conducen al fin que cada uno se propone, proceden
diversamente; uno con circunspección, otro con impetuosidad; uno con maña,
otro con violencia; uno con paciente astucia, otro con contraria disposición; y
cada uno, sin embargo, puede conseguir el mismo fin por medios tan
diferentes. Se ve también que, de dos hombres moderados, uno logra su fin,
otro no; y que dos hombres, uno ecuánime, otro aturdido, logran igual acierto
con dos expedientes distintos, pero análogos a la diversidad de sus respectivos
genios. Lo cual no proviene de otra cosa más que de la calidad de las
circunstancias y de los tiempos, que concuerdan o no con su modo de obrar.
CAPÍTULO 26
Para finalizar, Maquiavelo hace una última reflexión sobre si sería posible en
esos tiempos que surgiera un nuevo príncipe que instaurase un gobierno que
hiciese feliz a todo el pueblo italiano. Es más, lo ruega. Dice que podría ser, ya
que la situación es perfecta: era necesario que se encontrase esa Italia
oprimida, desorganizada, sin leyes ni jefes claves, que se viera castigada,
despojada e invadida para que alguien la liberara.
Solo hace falta alguien virtuoso que siguiese los pasos del autor, basándose en
esos hombres ejemplares (o evitando imitarlos).
Jobs redujo de 350 proyectos que tenía Apple en desarrollo a 50, y después a
10. Enfocándose en crear “la siguiente gran cosa”, lanzó la iMac, el iPod,
iTunes y el iPhone. También restauró la imagen de Apple, siendo quizás el
mejor giro de eventos de la historia; bajo el liderazgo de Jobs, las acciones de
Apple subieron 9,000 por ciento.
CONCLUSION