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3 Mitos Acerca de La Movilización Social-Aurelio Sainz
3 Mitos Acerca de La Movilización Social-Aurelio Sainz
Hay muchos mitos, pero sólo pretendo reflexionar sobre aquellos que
considero más importantes. El primero es el que llamaré “Mito de la
movilización individual”. El mito de la movilización individual
considera que la acción colectiva por la justicia social es resultado
simplemente de la suma de muchas movilizaciones individuales.
Imagina a los individuos aislados en sus casas, haciendo un cálculo de
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Nos ofrece igualmente otra lección muy importante. Nos enseña que
el mito no es una simple mentira, sino que tiene un cierto anclaje en la
realidad. Ese anclaje no es que el ser humano sea egoísta por
naturaleza, ese no es sino otra versión del mismo mito. El anclaje es
que la división, la separación, la individualización de los que sufren la
injusticia es una estrategia puesta en marcha de manera diversa pero
continuada por el poder para impedir que se coordinen o al menos
para bloquear la lucha cuando la movilización ya ha comenzado.
No otro es, por ejemplo, el efecto de las multas administrativas que las
subdelegaciones del gobierno de toda España están poniendo a los
activistas contra del expolio social que los poderosos y corruptos están
realizando con excusa de la crisis. Las multas administrativas no
frenan sólo porque suponen un gasto económico adicional, sino
porque individualizan al multado o multada. Separan su acción de la
protesta colectiva, único contexto donde ésta tiene sentido. La aíslan
como si aquello que hicieron los manifestantes nada tuviera que ver
con la política de vulneración de derechos sociales decidida por los
mismos que ponen las multas.
Esta vez voy a utilizar otro dilema llamado “del prisionero” para
mostrar la imposibilidad del mito de la conciencia informada. Existen
múltiples versiones que exponen el dilema. Pero voy a probar a
hacerlo con una nueva por razones que se verán más adelante.
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–Si ninguno de los dos confesáis haber robado el arroz, les dijo
primero a Me y luego a Ti, sólo os daré con mi bastón dos golpes en la
cabeza a cada uno. Más que nada para recordaros que soy el maestro y
vosotros sólo discípulos. Si tú (Me o Ti) confiesas, a ti te daré un
golpe en la cabeza por robar el arroz, pero a tu compañero le daré
ocho golpes por callarse. Y si confesáis los dos, os daré seis golpes a
cada uno, porque, no me negarás que lo tendréis bien merecido por
ladrones. Y recuerda, terminó, no se te ocurra hablar de este asunto
con tu compañero porque en ese caso recibiríais diez palos en cada
cabeza”.
–Si dices que esta vara es real, te golpearé con ella. Si dices que esta
vara no es real, te golpearé con ella. Si no dices nada, te golpearé con
ella".
En la versión zen del dilema del prisionero, en efecto, hay una opción
que no puede pasar desapercibida después de leer esta segunda
historia. En realidad, si Me y Ti hablaran entre ellos, seguramente no
optarían por no confesar y así recibir sólo dos golpes cada uno. Ni
tampoco esperarían pasivamente los diez golpes con los que el
maestro buscaba impedir a toda costa esa opción. Es muy probable
que si hablaran, su cooperación se dirigiera hacia una acción colectiva
mucho más útil: quitarle al maestro el palo y el arroz.
El mito del fin del mundo, el tercero de esta serie de mitos acerca de la
movilización social, afirma que la acción política colectiva sólo está
justificada si su propósito es evitar una catástrofe, algo que en nuestra
imaginación se aproxime al fin del mundo.
El mito del fin del mundo posee, además, otra cara. Supone que no
tiene sentido intentar cambiar ninguna situación de injusticia a no ser
que la existencia de “nuestro” mundo corra peligro. Cuando “nuestro”
mundo no se encuentre al borde de la extinción, la resolución de los
problemas sociales, afirma el mito, se confiará a las formas
establecidas de delegación política.
No es sólo que un fin sea más fácil de imaginar que otro. La paradoja
va más lejos. Buena parte de las películas que retratan el fin del
mundo suponen, en una arriesgada pirueta de fantasía, la continuidad
del capitalismo, incluso después de acabado el mundo...
El agente Smith dice más. Si el entorno virtual más apropiado para los
humanos es el sistema capitalista, se debe, según él, a que los
humanos llevan en su misma esencia la pulsión capitalista: son como
virus que parasitan y destruyen todos los espacios que habitan y tienen
que desplazarse continuamente de un medio a otro. Smith repite así, y
no por casualidad, la misma descripción que el Dr. Zaius había hecho
de los humanos en las escenas finales de El planeta de los simios.
El absurdo del mito del fin del mundo reside, entonces, en que no es
más que una excusa para dar rasgos de inmortalidad, de
invulnerabilidad al sistema dominante. De la misma manera que, en el
Apocalipsis cristiano, el fin del mundo es para mayor gloria de Dios,
en el cine de las últimas décadas, las catástrofes planetarias son para
mayor gloria del capitalismo (y acompañantes).
Fuente:
http://cuencaalternativaopinion.blogspot.com.es/2013/04/mitos-
acerca-de-la-movilizacion-social.html