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Inmortalidad (adaptación)

Silvia Peláez.

- En el departamento, el escritorio está cubierto con un mantel y sobre él están dos copas con
restos de vino y una botella, así como restos de comida.

Melisa. Por lo menos no se te ocurrió venir a la casa

Hernaldo. No podía avanzar con este viento. Tuve un encuentro extraño.

Melisa. Hernaldo, ¿crees en los vampiros?

Hernaldo. Claro que… ¿Cómo dices?

Melisa. Olvida lo que dije

Hernaldo. Claro que sí. Si creo.

Melisa. Vaya, qué alivio. Pensé que no me habías escuchado.

Hernaldo. ¿Has visto alguno?

Melisa. No precisamente. Sueño con uno.

Hernaldo. ¿Sueñas? ¿Qué tipo de sueño es, Melisa?

Melisa. Muy real. Como si yo me transportara a otro mundo. Y el detective que nos visitó el otro día tiene
una foto de él. No se cómo, pero es el. Los vampiros no se reflejan ni salen en las fotos, ¿no?

Hernaldo. ¿Y después del sueño queda en el ambiente un olor a gardenias?

Melisa. ¿Cómo lo sabes?

Hernaldo. Lo conozco.

Melisa. ¿Lo has visto?

Hernaldo. Quizá.

Melisa. Mariano dice que es un simple sueño.

Hernaldo. Nada de eso. Mariano no sabe de esto

Melisa. Por eso quería contártelo a ti.

Hernaldo. ¿Y Mariano es indiferente o celoso?

Melisa. Celoso, ya ves cómo es. Piensa que cada hombre que conozco quiere llevarme a la cama y yo
simplemente creo que es una proyección suya.

Hernaldo. Bueno, yo no metería las manos al fuego.

Melisa. Pero es tu amigo.

Hernaldo. Sí, pero ya no tanto.


Melisa. Fíjate, hasta tiene celos de ti.

Hernaldo. ¿Estás segura?

Melisa. Sí, me ha dicho que me miras de manera especial, yo le digo que solo eres de mis mejores amigos
y que eso es todo.

Hernaldo. ¿Y qué pasa en el sueño?

Melisa. El vampiro es un hombre muy alto, con un rostro frio y hermoso (pausa) Tal vez te estoy
aburriendo con esto.

Hernaldo. No, Melisa. Te escucho con los ojos, atento. Al cien por ciento.

Melisa. Sus pómulos le dan un aire de príncipe y tiene el cabello muy largo. Es muy pálido y de manos
largas y finas.

Hernaldo. Pareces describir a alguien que amas.

Melisa. No, cómo crees. Amo a mi Mariano.

Hernaldo. Últimamente te veo como si se hubiera apagado esa flama del amor entre ustedes.

Melisa. No tanto, pero Mariano trabaja demasiado, y luego sus amigos, y luego…

Hernaldo. ¿La cocaína?

Melisa. Sí. Ha cambiado.

Hernaldo. ¿Te sientes sola? Sé que Mariano no es el mejor esposo, pero…

Melisa. ¿Te sirvo café?

Hernaldo. No quieres hablar de eso, ¿verdad?

Melisa. Quiero a Mariano, aunque no sé si después de siete años… el amor cambia.

Hernaldo. Hay amores que nunca cambian.

Melisa. Hernaldo, ¿y tú? ¿a quién amas? No te conozco novia.

Hernaldo. ¡Qué buen café! Sígueme contando del sueño.

Melisa. Ya veo. (pausa) Él llega y susurra algo a mi oído.

Hernaldo. ¿Qué te dice?

Melisa. Algo de inmortalidad… Pero cuando despierto lo he olvidado. ¿Es peligroso?

Hernaldo. Cuando un vampiro susurra al oído significa que ha traspasado las líneas del mundo y que cada
vez está más cerca.

Melisa. ¿Cerca de mí?

Hernaldo. No dudo que cualquier noche se aparezca junto a ti, en tu cama.

Melisa. ¿Tú puedes percibirlo?

Hernaldo. A veces sí.

Melisa. Eres misterioso, amigo.


Hernaldo. A ti te lo puedo decir. Hace tiempo, en el centro de la ciudad, hubo una serie de asesinatos
extraños que no lograban resolver. La policía me pidió que laborara con ellos para identificar en el
laboratorio algunas muestras de tejido. Lo hice, y resultaron ser células vampíricas. Ya ves, desde hace
semanas están ocurriendo crímenes en serie.

Melisa. ¿Crees que estén relacionados con aquellos otros?

Hernaldo. Entonces se guardó el secreto. Buscamos al vampiro, pero parece haber saltado la barda del
tiempo y desapareció de nuestra dimensión posible.

Melisa. ¿Crees que haya regresado? El detective Linares cree que sí.

Hernaldo. No lo sé. ¿Quién es ese Linares?

Melisa. Un detective. Trabajaba en la policía, pero lo corrieron.

Hernaldo. No me da confianza. ¿Qué le has dicho?

Melisa. No mucho. Él tiene sus ideas.

Hernaldo. Me gustaría conocerlo.

Melisa. Te avisaré cuando vuelva.

Hernaldo. Cuéntame mas de tus sueños, Melisa.

Melisa. De niña soñaba con fantasmas terribles. Luego, dormida, no podía estar quieta en la cama, y
amanecía con la cabeza hacia abajo. Ahora el viene, me susurra al oído y me lleva. Me jala, me conduce.

Hernaldo. ¿A dónde te lleva?

Melisa. Atravesamos líneas de luz, horizontales, como una cerca. Y llegamos a otra época.

Hernaldo. Ya veo.

Melisa. Dime, ¿qué puedo hacer? ¿crees que deba dejarme llevar?

Hernaldo. Resiste Melisa, resiste como yo.

Melisa. ¿Cómo tú? ¿Tú lo has visto?

Hernaldo. Muy rico tu café. Bueno, es tarde. Debo irme. Mañana volveré con unas gotas que te ayudarán.

Melisa. Me siento inquiete. Gracias, amigo.

Hernaldo. De nada, Melisa. Ten cuidado. No hables con extraños.

Melisa. No. Me lo dices como si fuera una niña.

Hernaldo. Y lo eres. Para él, sobre todo. Eres una niña indefensa. Cuídate. ¿Qué te lleva al lado oscuro? Tu
sabes a qué me refiero. Tu alma a veces puede buscar la negrura del bosque.

Melisa. Me sorprendes. Nunca habías hablado así de Mariano.

Hernaldo. Me tengo que ir. Adiós, Melisa.

Sale Hernaldo
Melisa se sienta frente al escritorio. Entra Uriel, pero ella no lo ve.
Melisa. Tengo estas marcas que Mariano tomará como besos ajenos. Mis piernas están débiles, como si la
sangre desistiera de fluir. Y mi cabeza está dividida entre dos mundos.

Uriel. Melisa, eres la hermosura en persona, caminas con la belleza en ti como el Sol y las noches
estrelladas. Tus ojos vivaces me invitan a la vida que ya me ha sido negada.

Melisa. Una mujer sola en su cuarto ¿qué hace? Peina su cabello y divaga en pensamientos del mundo.
Siento su aliento en mi cuello, y todo mi cuerpo vibra. ¿Es esto infidelidad? Dejar cimbrar mi cuerpo al
calor del aliento de otro que no es Mariano.}

Uriel. (Susurra al oído de Melisa) Mujer de magnifico porte, dame una gota de tu miel, un mendrugo de
tu savia, para volver a la vida humana. Yo, que en otros tiempos fui caballero, hoy estoy condenado a
vagar a través de las líneas del mundo sin ser visto, a hurtadillas, hurgando en las vidas humanas para
encontrar el alimento eterno que me obliga a permanecer siendo.

Sale Uriel
Melisa. ¿Qué diría Mariano si le contara todo lo que siento? Si supiera que no sólo durante la noche sino
también de día siento la presencia de este ser. ( Se mira las marcas en el espejo) Parecen marcas de
Vampiro.

Entra Mariano.
Mariano. ¿Con quién hablas?

Melisa. Ah, ya llegaste. Con nadie. Conmigo misma.

Mariano. ¿Viste a Hernaldo?

Melisa. No. Estuvo ocupado en el laboratorio.

Mariano. Ah vaya, me parece percibir su olor.

Melisa. (Juguetona) Y tu pareces un ogro celoso. “Huelo a carne humana, huelo a carne humana.”

Mariano. Ya Melisa, deja ese juego.

Melisa. (Se le acerca cariñosa) ¿Cómo te fue?

Mariano. En lugar de llamarte Melisa deberías llamarte Melosa.

Melisa. Te amo y te extraño cuando te vas de casa.

Mariano. ¿Y qué hace tú todo ese tiempo?

Melisa. Escribo

Mariano. Me gustaría creerte, pero sabes lo que pienso.

Melisa. Eres muy celoso y muy tonto. (lo besa)

Mariano. Déjame, estoy cansado.

Melisa. ¿Qué te pasa? Ya sé, ya no me quieres.

Mariano. No, no es eso. Es que…

Repentinamente entra Uriel y abre la ventana, provocando una ráfaga de viento en la habitación, sale.
Mariano se interrumpe y corre a cerrar. Melisa bebe vino.
Melisa. (Murmura) Está aquí.

Mariano. Parece que se acerca una tormenta en pleno marzo (Desenvuelve un papel y distribuye cocaína
sobre un espejo) Espejito, espejito…
Melisa. El clima ya no es como antes. La vida ha cambiado. Tú no eres como antes Mariano.

Mariano aspira la cocaína


Otra vez con eso, Mariano

Mariano. Sí, y qué

Melisa. Pues que te hace daño, y acabamos dañados.

Mariano. Mira, Melisa, vamos a poner algo en claro.

Melisa. Sabes que te amo.

Mariano. Eso no importa ahora, esto que ves es mi salvación. Sin esto no podría con lo cotidiano.

Melisa. No te entiendo. La vida tiene suficiente adrenalina.

Mariano. Tú me haces llegar a esto. Tú sola eres la culpable.

Melisa. ¿Ah, sí? Ahora resulta que soy yo quien te obliga a meterte eso hasta por el ultimo poro. Para que
después me culpes por ponerte a gritar hasta la madrugada como un maldito lunático.

Mariano. No quiero oírte, eso no te importa.

Melisa. Me importa porque te amo

Mariano. Tu forma de amar es agobiante. Ojalá pudiera meterme en tu mente para ver que sientes, qué
sueñas Melisa.

Melisa. Son solo tus celos sin rumbo.

Mariano. Solo me intereso por ti.

Melisa. Si te interesara de verdad, no te meterías tanta cocaína.

Mariano. Ya, déjame en paz. Eres una cerda impositiva, ¿a qué hora vino Hernaldo?

Melisa. Inventas cosas.

Mariano. No te creas, piensa mal y acertarás.

Melisa. ¿Sabes qué? Voy a dormir

Mariano. Yo no pegare los ojos en toda la noche.

Melisa. Pues que te aproveche

Mariano. Igualmente. (Aspira cocaína)

Sale Mariano
Melisa. Como me gustaría que me volvieras a amar. Aunque sé que es imposible. Es como si de pronto me
odiaras, como si el amor que decías tenerme se hubiera transformado en un líquido viscoso y sucio. Como
si quisieras que desapareciera. (Duerme.)
Entra Uriel
Uriel. La mejor vena no es la yugular, pues la sangre está contaminada, viene de regreso. La sangre pura
viaja a través de su vecina la carótida.

Melisa. (Despierta) ¿Quién eres?

Uriel. El que puede susurrar sin ser visto. El que ansía, el que busca con éxtasis, el que regenera y
mantiene la llama de la vida con el liquido precioso. Mi nombre es Uriel, fuego de Dios.

Melisa. ¿Y qué dice Dios de esto?

Uriel. Dios no tiene nada que ver.

Melisa. ¿Qué quieres?

Uriel. Añoro la vida

Melisa. Te alimentas de vida. ¿Eres tú el misterioso asesino?

Uriel. (Ríe) Ratas, perros, animales de zoológico, lo que sea. Antes la sangre humana no tenía tantas
enfermedades. Ahora no sé. El sida, la tuberculosis, la porfiria o la gonorrea.

Melisa parece hipnotizada. Sale Uriel.


Melisa. Y la sombra avanza… avanza… avanza, parece, con su trágica envoltura, el alma ingente, plena de
amargura, de los que han de morir sin esperanza.

Entra Mariano, se asusta de ver a Melisa en ese estado y se acerca a ella cuidadosamente.
… y la sombra avanza…

Mariano. ¿Qué tienes Melisa? ¡Melisa!

Melisa. Y la sombra avanza… avanza… avanza, parece, con su trágica envoltura, el alma ingente, plena de
amargura, de los que han de morir sin esperanza. (Toma el hombro de Mariano). ¿No lo sientes? Él está
aquí, Ha venido por mí.

Mariano. (Sacude a Melisa) Ya, deja de estar jugando.

Melisa. Es como si me llamara, como si fuera a poseerme.

Mariano. (Toca a Melisa de la cara, nota que tiene fiebre) Estas hirviendo (Se dirige a la cocina por un
poco de hielo y se lo coloca en la frente)
Melisa despierta del trance.
Melisa. ¿Qué pasó?

Mariano. Repetías ese verso.

Melisa. Me duele la cabeza.

Mariano. Tienes fiebre.

Melisa. Llama a Hernaldo

Mariano. ¿Hernaldo?

Melisa. El sabe
Mariano. Es la culpa, te acostaste con Hernaldo. Lo sé, voy a matarlo.

Melisa. Tengo náuseas.

Mariano. Perdóname, Melisa, no puedo hacer nada por ti.

Melisa. Sálvame.

Mariano. Yo… todavía te amo

Melisa. Pero desconfías de mí.

Mariano. (La besa) Es porque te quiero.

Melisa. Mariano, alguien nos observa y no es la luna.

Mariano. (Exasperado) ¿Quién, eh? ¿Quién? Yo no veo a nadie.

Melisa. Es alguien con quien he soñado, pero que no conozco.

Mariano. (Se acomoda en la cama para dormir) Ya deja de hacerle caso a tus sueños.

Uriel entra lentamente, se dirige hacia Melisa.


Melisa. En serio, Mariano. Siento una fuerte mirada, incluso, percibo su aliento.

Mariano. Es luna llena, y cuando hay luna llena tus sueños parecen reales, tú misma me lo has dicho.

Melisa. Tienes razón, lo mejor será descansar. (Se incorpora a lado de Mariano) buenas noches.

Melisa apaga la luz, ambos parecen dormir. Uriel llega a la cama.


Uriel. Un solo beso, que chupa y extrae la vida. Un solo beso que me reconfortara de este dolor, Melisa.

Melisa se queja suavemente, Uriel se acerca a su oído.


Vamos, tú y yo, cuando la noche caiga sobre la Tierra, a través de calles desiertas y sordas. Vámonos, tu,
lánguida, y yo te llevare como un paciente anestesiado a través del vaho amarillo que acaricia las
ventanas.

Melisa despierta.
Melisa. ¿Eres un fantasma?

Uriel. ¿Has visto tu rostro en el espejo, Melisa?

Melisa. ¿Qué quieres?

Uriel. Llevarte a mi mundo, ya que no puedo vivir en el tuyo.

Melisa. Estoy comprometida.

Uriel. Eso crees, Ahora tu corazón es mío. Con cada palabra que ha entrado a tu oído me lo he ido ganando
(Le susurra al oído) Vámonos Melisa, vámonos.

Melisa. No puedo, no debo.

Uriel. Tus cejas de arrebol y tu cuello de mariposa me hacen perder el sentido.

Cuando Uriel está a punto de morderla Melisa se aleja de él.


Melisa. No, aun no…
Uriel. Uriel.

Melisa. Aún no, Uriel.

Uriel. Mi reino es la oscuridad y solo tu podrás iluminarlo.

Melisa. Por favor, no hables así

Uriel. Mira tus manos (Las toma) qué tibias. Mi amor es como fuego, y yo soy hielo, Melisa. Pero Mariano…

Melisa. No te atrevas a hacerle daño. Si me llegase a ir contigo es por mi voluntad, pero a él déjalo
tranquilo.

Uriel. Tu eres todo lo que necesito para seguir mi camino.

Se escuchan ruidos en la puerta de entrada.


Melisa. Debes irte.

Uriel. Volveré por ti, Melisa

(Oscuro)

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