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Silvia Peláez.
- En el departamento, el escritorio está cubierto con un mantel y sobre él están dos copas con
restos de vino y una botella, así como restos de comida.
Melisa. Muy real. Como si yo me transportara a otro mundo. Y el detective que nos visitó el otro día tiene
una foto de él. No se cómo, pero es el. Los vampiros no se reflejan ni salen en las fotos, ¿no?
Hernaldo. Lo conozco.
Hernaldo. Quizá.
Melisa. Celoso, ya ves cómo es. Piensa que cada hombre que conozco quiere llevarme a la cama y yo
simplemente creo que es una proyección suya.
Melisa. Sí, me ha dicho que me miras de manera especial, yo le digo que solo eres de mis mejores amigos
y que eso es todo.
Melisa. El vampiro es un hombre muy alto, con un rostro frio y hermoso (pausa) Tal vez te estoy
aburriendo con esto.
Hernaldo. No, Melisa. Te escucho con los ojos, atento. Al cien por ciento.
Melisa. Sus pómulos le dan un aire de príncipe y tiene el cabello muy largo. Es muy pálido y de manos
largas y finas.
Hernaldo. Últimamente te veo como si se hubiera apagado esa flama del amor entre ustedes.
Melisa. No tanto, pero Mariano trabaja demasiado, y luego sus amigos, y luego…
Hernaldo. Cuando un vampiro susurra al oído significa que ha traspasado las líneas del mundo y que cada
vez está más cerca.
Hernaldo. Entonces se guardó el secreto. Buscamos al vampiro, pero parece haber saltado la barda del
tiempo y desapareció de nuestra dimensión posible.
Melisa. ¿Crees que haya regresado? El detective Linares cree que sí.
Melisa. De niña soñaba con fantasmas terribles. Luego, dormida, no podía estar quieta en la cama, y
amanecía con la cabeza hacia abajo. Ahora el viene, me susurra al oído y me lleva. Me jala, me conduce.
Melisa. Atravesamos líneas de luz, horizontales, como una cerca. Y llegamos a otra época.
Hernaldo. Ya veo.
Melisa. Dime, ¿qué puedo hacer? ¿crees que deba dejarme llevar?
Hernaldo. Muy rico tu café. Bueno, es tarde. Debo irme. Mañana volveré con unas gotas que te ayudarán.
Hernaldo. Y lo eres. Para él, sobre todo. Eres una niña indefensa. Cuídate. ¿Qué te lleva al lado oscuro? Tu
sabes a qué me refiero. Tu alma a veces puede buscar la negrura del bosque.
Sale Hernaldo
Melisa se sienta frente al escritorio. Entra Uriel, pero ella no lo ve.
Melisa. Tengo estas marcas que Mariano tomará como besos ajenos. Mis piernas están débiles, como si la
sangre desistiera de fluir. Y mi cabeza está dividida entre dos mundos.
Uriel. Melisa, eres la hermosura en persona, caminas con la belleza en ti como el Sol y las noches
estrelladas. Tus ojos vivaces me invitan a la vida que ya me ha sido negada.
Melisa. Una mujer sola en su cuarto ¿qué hace? Peina su cabello y divaga en pensamientos del mundo.
Siento su aliento en mi cuello, y todo mi cuerpo vibra. ¿Es esto infidelidad? Dejar cimbrar mi cuerpo al
calor del aliento de otro que no es Mariano.}
Uriel. (Susurra al oído de Melisa) Mujer de magnifico porte, dame una gota de tu miel, un mendrugo de
tu savia, para volver a la vida humana. Yo, que en otros tiempos fui caballero, hoy estoy condenado a
vagar a través de las líneas del mundo sin ser visto, a hurtadillas, hurgando en las vidas humanas para
encontrar el alimento eterno que me obliga a permanecer siendo.
Sale Uriel
Melisa. ¿Qué diría Mariano si le contara todo lo que siento? Si supiera que no sólo durante la noche sino
también de día siento la presencia de este ser. ( Se mira las marcas en el espejo) Parecen marcas de
Vampiro.
Entra Mariano.
Mariano. ¿Con quién hablas?
Melisa. (Juguetona) Y tu pareces un ogro celoso. “Huelo a carne humana, huelo a carne humana.”
Melisa. Escribo
Repentinamente entra Uriel y abre la ventana, provocando una ráfaga de viento en la habitación, sale.
Mariano se interrumpe y corre a cerrar. Melisa bebe vino.
Melisa. (Murmura) Está aquí.
Mariano. Parece que se acerca una tormenta en pleno marzo (Desenvuelve un papel y distribuye cocaína
sobre un espejo) Espejito, espejito…
Melisa. El clima ya no es como antes. La vida ha cambiado. Tú no eres como antes Mariano.
Mariano. Eso no importa ahora, esto que ves es mi salvación. Sin esto no podría con lo cotidiano.
Melisa. ¿Ah, sí? Ahora resulta que soy yo quien te obliga a meterte eso hasta por el ultimo poro. Para que
después me culpes por ponerte a gritar hasta la madrugada como un maldito lunático.
Mariano. Tu forma de amar es agobiante. Ojalá pudiera meterme en tu mente para ver que sientes, qué
sueñas Melisa.
Mariano. Ya, déjame en paz. Eres una cerda impositiva, ¿a qué hora vino Hernaldo?
Sale Mariano
Melisa. Como me gustaría que me volvieras a amar. Aunque sé que es imposible. Es como si de pronto me
odiaras, como si el amor que decías tenerme se hubiera transformado en un líquido viscoso y sucio. Como
si quisieras que desapareciera. (Duerme.)
Entra Uriel
Uriel. La mejor vena no es la yugular, pues la sangre está contaminada, viene de regreso. La sangre pura
viaja a través de su vecina la carótida.
Uriel. El que puede susurrar sin ser visto. El que ansía, el que busca con éxtasis, el que regenera y
mantiene la llama de la vida con el liquido precioso. Mi nombre es Uriel, fuego de Dios.
Uriel. (Ríe) Ratas, perros, animales de zoológico, lo que sea. Antes la sangre humana no tenía tantas
enfermedades. Ahora no sé. El sida, la tuberculosis, la porfiria o la gonorrea.
Entra Mariano, se asusta de ver a Melisa en ese estado y se acerca a ella cuidadosamente.
… y la sombra avanza…
Melisa. Y la sombra avanza… avanza… avanza, parece, con su trágica envoltura, el alma ingente, plena de
amargura, de los que han de morir sin esperanza. (Toma el hombro de Mariano). ¿No lo sientes? Él está
aquí, Ha venido por mí.
Mariano. (Toca a Melisa de la cara, nota que tiene fiebre) Estas hirviendo (Se dirige a la cocina por un
poco de hielo y se lo coloca en la frente)
Melisa despierta del trance.
Melisa. ¿Qué pasó?
Mariano. ¿Hernaldo?
Melisa. El sabe
Mariano. Es la culpa, te acostaste con Hernaldo. Lo sé, voy a matarlo.
Melisa. Sálvame.
Mariano. (Se acomoda en la cama para dormir) Ya deja de hacerle caso a tus sueños.
Mariano. Es luna llena, y cuando hay luna llena tus sueños parecen reales, tú misma me lo has dicho.
Melisa. Tienes razón, lo mejor será descansar. (Se incorpora a lado de Mariano) buenas noches.
Melisa despierta.
Melisa. ¿Eres un fantasma?
Uriel. Eso crees, Ahora tu corazón es mío. Con cada palabra que ha entrado a tu oído me lo he ido ganando
(Le susurra al oído) Vámonos Melisa, vámonos.
Uriel. Mira tus manos (Las toma) qué tibias. Mi amor es como fuego, y yo soy hielo, Melisa. Pero Mariano…
Melisa. No te atrevas a hacerle daño. Si me llegase a ir contigo es por mi voluntad, pero a él déjalo
tranquilo.
(Oscuro)