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HISTORIA

Desde el 600 d.C. la Cordillera Oriental fue gradualmente ocupada por diversos pueblos
de la familia lingüística chibcha, originaria de Centroamérica. Los europeos encontraron
en 1536 a los muiscas, guanes, laches, chitareros y otros grupos que mantenían
relaciones económicas, rituales y simbólicas y se reconocían como parientes cercanos.
Pectorales de hombres-ave y múcuras de cerámica indican esa visión compartida del
mundo.
La vida de los chibchas estaba profundamente imbuida de preceptos religiosos. Los
sacerdotes, llamados jeques, inhalaban un alucinógeno para comunicarse con seres
míticos, y reestablecían el equilibrio del universo por medio de ofrendas de figuras de
hombres, mujeres, seres asexuados y escenas, multitud de animales y objetos cotidianos,
que depositaban en ofrendatarios con formas humanas, animales, fálicas o de bohío.
Incluso durante la Colonia, los cuerpos de personajes importantes fueron preservados
como momias y colocados en cuevas profundas, envueltos en varias capas de mantas,
redes y pieles, con figuras votivas.

ECONOMIA

Los Muiscas o Chibchas desarrollaron una economía bastante activa, para sus
intercambios utilizaban monedas circulares hechas de oro, y para la medición utilizaban
hilos de algodón, mientras que para la valorización de los objetos los colocaban en
montones y los intercambiaban según el producto; los intercambios económicos como
producto del excedente produjeron relaciones económicas no sólo internas, sino externas
con otras tribus y comunidades de la región; la economía Muisca estaba dominada por
tres grandes aspectos que se describen a continuación:

Comercio Cultura Muisca


Sobresalieron por su habilidad como mercaderes; practicaron el intercambio mercantil entre
sus tierras frías y las de los llanos. Esto lo hacían a través de caravanas por sus caminos
empedrados algunos y puentes colgantes, o en medio de trochas que les permitían llegar
ante sus interlocutorescomerciales. Se concentraban para sus mercados en Funza,
Tocancipá y Turmequé.Uno de los principales productos que los Muiscas intercambiaron a
través del sistema de trueque fue la sal, a cambio de la cual recibían oro, que luego
trabajaban a su manera para volverlo a intercambiar. Lo mismo pasaba con las esmeraldas,
amatistas y topacios, piedras preciosas que cambiaban por sal y después regresaban a sus
antiguos dueños, pero esta vez pulidas y talladas, y por lo tanto, con mayor valor agregado.
Caso similar sucedía con el algodón, producto del que carecían. Lo obtenían mediante el
intercambio mercantil y con él elaboraban ruanas o ponchos, que tejían y decoraban con
estilo y colorido particular. De esta manera lograron desarrollar una industria textil de gran
aceptación, incluso en nuestros días.La versatilidad comercial de los Muiscas se
complementó con el desarrollo que lograron en los medios contables crediticios, ya que
supieron diferenciar el producto y su equivalente luego de agregarle más trabajo. De la
misma manera llegaron a establecer tasas de interés sobre créditos comerciales, lo que
quedó sustentado en una legislación de acuerdos comerciales entre las partes, que debía
respetarse, so pena de recibir sanción de tipo social o económico, mediante la confiscación
de sus bienes. También usaban como monedas discos de oro.

AGRICULTURA
La base esencial de la economía muisca fue la agricultura; cultivaron principalmente el
maíz de diferentes variedades, que se convirtió en la base de la alimentación. Además,
sembraron algodón, yuca, batata, calabaza, hibia, arracacha, piña, aguacate, coca,
tabaco, etc.Las técnicas agrícolas eran rudimentarias; emplearon el azadón, la coa de
macana y el sistema de roza. Además, hay evidencias del uso de canales de riego y
terrazas en las laderas en Chocontá, Facatativa, Tocancipa y Tunja.

Textiles Cultura Muisca

Esta industria fue de gran significado en los altiplanos fríos de Cundinamarca y Boyacá. El
Cronista Fray Pedro Simón, refiere que los muiscas usaban mantas coloradas en señal de
luto. Los indios de Lenguazaque las usaban de diversos colores y los cortesanos de Tunja
muy ricas y decoradas; los sugamoxis envolvían los cadáveres de sus antepasados en
mantas de algodón. En estas mantas pintaron una gran variedad de motivos geométricos,
al parecer de carácter simbólico.
Gracias a las exploraciones realizadas por Eliécer Silva Celis, se sabe que las coberturas
de las momias eran telas de algodón, mallas de fique y pieles de animales. La industria del
tejido tenia para los indios una importancia extraordinaria; todos los acontecimientos de la
vida los festejaban con regalos de mantas. Para decorarles usaban como colorantes
numerosas plantas. También utilizaron los colorantes de origen mineral o especie de barro
a base de tierras de colores.

Mineria Muisca
La posesión de la sal, permitió a este grupo indígena obtener una ventaja natural sobre las
tribus circunvecinas; la extraían de las salinas de Zipaquirá, Nemocón, Sesquilé y Tausa.
Tales minas constituían el tesoro del soberano muisca y su principal recurso fiscal. El
reconocimiento del prestigio que las minas de sal representaban a la soberanía de los
Muiscas, se descubre por el comercio con las demás tribus. Según los cronistas, en
Barrancabermeja los españoles encontraron algunos panes de sal, por lo que
comprendieron el sendero que debían seguir para encontrar el pueblo civilizado.
Los muiscas explotaron los yacimientos de esmeraldas existentes en Somondoco. Para
extraerlas, removían la tierra con barras de madera resistentes y hacían correr agua con el
fin de descubrir y recoger las piedras preciosas. La extracción se realizaba en época de
lluvias. Con las esmeraldas hacían intercambio comercial por lo que fueron conocidas y
apreciadas por tribus lejanas.
Mérito especial de los muiscas entre todos los grupos indígenas americanos fue el haber
empleado el carbón mineral de Sogamoso, Tópaga, Gámeza, Corrales y Tasco, así para
quemarlo en sus hogares como para el uso industrial de sus artesanos y en los hornos que
concentraban la sal. Para obtener carbón abrieron con hachas de piedra y de macana largas
y profundas galerías de donde extraían el material.

Alfarería y Ceramica Muisca


Notables alfareros fueron los muiscas, así para fabricar sus vasijas de cocina como los
vasos o múcuras en que bebían la chicha. Fabricaban vasijas en forma de hombres, a las
cuales les abrían un agujero, o en el vientre o en la cabeza, para guardar en ellas los tunjos
y esmeraldas, vasijas estas que guardaban en los bohíos dedicados a sus dioses.
Los Alfareros muiscas, con los artificios de su tosca industria llenaban otras necesidades,
tales como: husos y torteros de hilandería, rodillos labrados para impresión de relieves,
bruñidores, crisoles y matrices de fundición, ocarinas y otros instrumentos musicales, así
como multitud de pequeños implementos cuya aplicación no se ha podido establecer.
La cerámica muisca aparece también muy constantemente adornada con formas
zoomorfas, es decir, representando animales, entre los cuales la preferencia de ellos se iba
hacia la rana, la lagartija, el armadillo y la serpiente. Los grandes talleres de cerámica
artística, estuvieron en los pueblos circunvecinos a Tocancipá, Gachancipá, Cogua,
Guatavita, Guasca y Ráquira, cuyas arcillas especiales ofrecían materia prima excelente
para estas labores.

Alfarería y Cerámica
La alfarería se desarrolla en lugares cercanos a las fuentes saladas para hacer
las gachas o moyos en que se compactaban los panes de sal. Los grandes talleres de
cerámica artística, estuvieron en los pueblos circunvecinos a Tocancipá, Gachancipá,
Cogua, Guatavita, Guasca y Ráquira, cuyas arcillas especiales ofrecían materia prima
excelente para estas labores.
Los Alfareros chibchas, con los artificios de su tosca industria llenaban otras necesidades,
tales como: husos y torteros de hilandería, rodillos labrados para impresión de relieves,
bruñidores, crisoles y matrices de fundición, ocarinas y otros instrumentos musicales, así
como multitud de pequeños implementos cuya aplicación no se ha podido establecer.

MATERIALES DE LA MINERIA

Los españoles que los vieron trabajar tras la Conquista contaron en sus escritos y
crónicas que los indígenas eran expertos en estos trabajos; que usaban bateas de
madera y cerámica para lavar con agua la arena de los ríos, que construían acequias,
canales y acueductos para desviar las aguas y llevarlas hasta los sitios de extracción; que
quemaban y rozaban potreros para hacer aflorar los depósitos auríferos y recoger el metal
en las raíces de las plantas carbonizadas; que atravesaban redes y mallas en los ríos
correntosos para atrapar las pepas grandes del metal; que abrían socavones de hasta
seis metros de profundidad y que para romper las peñas en busca del oro las calentaban
con grandes hogueras y las bañaban luego con agua fría.
Los instrumentos mencionados para la perforación eran la coa o macana con la punta
endurecida al fuego y rudimentarias pero efectivas herramientas talladas en piedras
duras. En canastos de fibras vegetales se transportaba la tierra y el material aurífero.
Hachas, martillos o barretones de piedra sin duda pudieron servir para abrir socavones y
canales y seguir las vetas de los metales. Hoy los arqueólogos podemos identificar
certeros vestigios de las actividades mineras cuando dentro de las tumbas, el difunto,
presumiblemente un minero, fue enterrado junto con pepitas o chicharrones de oro o con
oro en finas lentejuelas, producto del bateaje.
El oro obtenido en forma de chicharrón o pepita era triturado en morteros de piedra con la
ayuda del agua de arroyos cercanos. Los minerales de cobre tenían que ser fundidos
junto con otras sustancias para separar el cobre metálico de otras impurezas. Esto se
realizaba en hornos construidos en las laderas de las montañas para aprovechar las
corrientes de aire, de manera que éstas ayudaran a mantener el fuego. En hornos
cavados en la tierra el fuego era mantenido por la acción de varios indígenas que se
turnaban en la tarea de soplar a través de cañas verdes, delgadas y largas con los
extremos protegidos del calor por tubos cerámicos o toberas. Las toberas presentan
diferencias de color y de diámetros en sus extremos. Algunos son cilíndricos con un borde
en forma de cono y otros tienen forma de conos alargados unidos por su base. Dos de la
colección del Museo del Oro están decoradas con rostros humanos.
No sólo se fundió en hornos cavados en la tierra, también en hornillas o braseros
portátiles que estaban en uso en la época de la Conquista. Hechas en cerámica, están
formadas por una base dentro de la cual se soplaba por un tubo al que se ensamblaba
una caña, y tienen varios pequeños orificios por donde el aire pasaba de la parte inferior a
la superior a través de las brasas de carbón vegetal. El aire a presión avivaba así el fuego
para obtener las temperaturas superiores a los 1.063° necesarias para la fundición.
Los minerales se fundían dentro de crisoles de cerámica refractaria, al fondo de los cuales
quedaban pequeños tejuelos o lingotes redondos y planos del metal listo para ser
trabajado. Fundiendo en un crisol oro argentífero y cobre se creaba la aleación que
conocemos como tumbaga.
Los orfebres de la Cordillera Oriental, del Altiplano Nariñense y de la Sierra Nevada de
Santa Marta usaron piedras duras, resistentes y muy lustrosas como utensilios de trabajo.
En piedras negras y verdes con diferentes composiciones de minerales de hierro, basaltos
u obsidianas, tallaron yunques, punzones, cinceles, repujadores y pulidores. En algunos
de estos artefactos se ven ralladuras doradas que delatan su uso en el trabajo de los
metales. Martillos los hubo de diferentes tipos de piedra, tamaños y formas, según el tipo
de lámina que se necesitara hacer, el avance del trabajo e incluso la aleación del metal
trabajado, puesto que el oro se podía martillar mucho más fácilmente que la tumbaga, que
es relativamente dura.
Cinceles, punzones y repujadores también se hicieron en metal para cortar y repujar las
láminas metálicas haciendo presión sobre ellas. Era usual que fueran de tumbaga o
incluso de cobre endurecidos a golpes de martillo hasta quedar más duros que el material
sobre el que se trabajaba. En muchas ocasiones un solo instrumento tenía doble función
o se usaba engastado en mangos de madera.
Además de los martillados y repujados, gran cantidad de adornos y recipientes fueron
hechos por la técnica de la fundición a la cera perdida. El orfebre limpiaba, colaba y
amasaba la cera obtenida de los panales de abejas sin aguijón para hacer modelos con la
forma que deseaba darle a las figuras de metal. Sobre mesas de piedra estiraba la cera
con rodillos de piedra para volverla láminas o hilos que cortaba con cinceles, cuchillos y
espátulas de piedra o metal. Estos utensilios le servían también para alisar y pulir la figura
delicadamente armada en cera. Para crear un molde el orfebre cubrió luego cada uno de
sus modelos de cera con arcilla, primero muy líquida y mezclada con carbón molido, luego
más consistente. Una vez seca la arcilla, calentó el molde: la cera se derritió y salió por
unos canales dejados para ese efecto, y su lugar —y su forma— fueron ocupados por el
metal fundido que el orfebre vertía desde el crisol. Alguna forma de pinza debieron usar
los metalurgos para tomar el crisol de entre las brasas ardientes y llevarlo hasta el molde
con el metal fundido.
Hay un largo camino entre la veta o las arenas auríferas y el objeto ya pulido, retocado y
bruñido que el orfebre podía mostrar con orgullo a su cacique y su comunidad, o
depositar, como ofrenda, en lo profundo de un bosque o en las aguas de una laguna. Ese
camino está registrado en las mútiples herramientas que preserva la colección del Museo
del Oro.
Orfebrería Muisca
Los muiscas elaboraron piezas en oro utilizando la técnica de la tumbaga, que consistió
en la utilización de una mayor proporción de cobre en la aleación del oro. Trabajaron el
oro por el sistema de martillado de láminas de delgadas, con aplicaciones de motivos
hechos con alambre; también utilizaron el sistema de moldes como el de cera perdida.
Los tunjos no se caracterizaban por su belleza. Parece que eran representaciones de los
personajes sobresalientes (deidades o gobernantes), destacándose la incidencia de
figuras femeninas. Los muiscas utilizaron el dorado por oxidación, para darle a la tumbaga
la apariencia de oro fino. Según los cronistas, los indígenas usaban el zumo de una planta
para lavar la tumbaga, luego la ponían al fuego, de modo, que el cobre se oxidaba,
produciendo una película de óxido de cobre. Este óxido era limpiado y la superficie
quedaba recubierta de una capa delgada de oro. Esta técnica fue utilizada por los
muiscas para engañar a los españoles cuando tuvieron preso a Sagipa, el último Zipa, por
el cual pedían un rescate en oro. Cuando la baja calidad del oro fue descubierta por
Quesada, recayó su furia sobre el zipa.

Tumbaga

Pectoral quimbaya realizado en tumbaga.

La tumbaga es el nombre que los españoles le dieron a una aleación de oro y cobre que
fabricaban los orfebres indígenas deAmérica.
Aparte los indígenas de la cultura lambayeque (cultura peruana) le decían tumbaga a la
mezcla de oro con cobre y plata concobre.
Numerosas culturas precolombinas que destacaron por su rica orfebrería, como la de la Tolita,
la tairona o la quimbaya, utilizaron la tumbaga para elaborar diversos objetos ceremoniales y
adornos.

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