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El Magistrado Monroy Cabra:

Entre el conservadurismo cultural y la solidaridad social1

Alejandra Azuero Quijano


Daniel Bonilla Maldonado
Juanita Goebertus Estrada
Paola Larrahondo Cuesta
Jeison Larrota Acevedo
Marta Maya Calle

Grupo de Derecho de Interés Público


Facultad de Derecho
Universidad de los Andes2

Introducción

Los tribunales constitucionales juegan un papel central en las democracias liberales


contemporáneas como la colombiana. Ellos son los encargados de garantizar la supremacía
de las Constitución, cargar de sentido sus preceptos y proteger los derechos de los
individuos y grupos de las acciones indebidas de los funcionarios estatales. Sin embargo, en
Colombia, la discusión pública sobre la manera como se eligen los jueces de la Corte
Constitucional, las decisiones que toman y el rol institucional que tienen en nuestro sistema
político es, en general, pobre. El ciudadano del común sabe muy poco de la Corte y de los
magistrados que la componen. Estos temas son considerados importantes y debatidos con
precisión e interés sólo en algunos círculos especializados de abogados y científicos
sociales.

El perfil que se presenta a continuación, tiene como objetivo contribuir a modificar


esta tendencia. Los magistrados de la Corte Constitucional y las decisiones que éstos toman

1
Los contenidos de este perfil son el producto de una detenida revisión bibliográfíca de los libros y
jurisprudencia del magistrado Marco Gerardo Monroy Cabra, así como también de una serie de entrevistas
concedidas por él mismo, todos los miembros de su despacho y algunos de sus amigos y conocidos.
2
También participaron en la labor investigativa que antecedió a la redacción del perfil los siguientes
miembros del G-DIP: Carolina Nieto, Andrés Palacios, Santiago Pargo, Andrés Rodríguez, Polonia Forero,
Luz María Mercado y Wilman Abondano. Agradecemos igualmente los valiosos comentarios de Magdalena
Holguín, Esteban Restrepo, Isabel Cristina Jaramillo y Antonio Barreto.
(por lo menos las mas importantes) deben ser conocidos y examinados en nuestra esfera
pública; estos temas no deben ser de propiedad de los especialistas. No hay que perder de
vista que las decisiones que toma la Corte Constitucional determinan de manera importante
los contornos de la estructura básica de nuestra sociedad. No hay que olvidar tampoco que
en los próximos dos años el Senado nombrará siete nuevos magistrados para la Corte
Constitucional de ternas que serán enviadas por el presidente, la Corte Suprema de Justicia
y el Consejo de Estado.

De igual forma, el perfil busca acercar al magistrado Monroy Cabra a los ciudadanos.
Intenta explicitar las diversas variables que se entrecruzan para que este magistrado
solucione de una u otra manera los conflictos que llegan a su despacho. El perfil pretende
darle a los ciudadanos herramientas útiles para entender y evaluar las sentencias expedidas
por el magistrado, y a través de éstas, entender aspectos importantes relacionados con
temas políticos y jurídicos mas generales como, por ejemplo, las maneras en que se puede y
debe interpretar una Constitución, las relaciones entre las ramas del poder público, los
distintos conceptos de derecho que hoy en día se disputan la imaginación jurídica y política
de jueces y ciudadanos y el rol que tienen elementos extra-jurídicos en la solución de los
llamados casos difíciles.

La investigación y redacción del perfil del magistrado Marco Gerardo Monroy Cabra
fue realizada por el Grupo de Derecho de Interés Público de la facultad de derecho de la
Universidad de los Andes (G-DIP). Durante aproximadamente un año, el G-DIP se dedicó a
leer e interpretar la jurisprudencia y los libros escritos por el magistrado. De igual forma,
durante este periodo, el equipo de trabajo entrevistó al magistrado, todos los miembros de
su despacho y algunos de sus colegas y amigos.

Este documento hace parte de un proyecto que tiene como objetivo elaborar el perfil
de los nueve magistrados de la Corte Constitucional. En este proyecto el G-DIP trabaja en
alianza con el Observatorio de Derecho Constitucional de la facultad de derecho de la
Universidad de los Andes.
A la una de la tarde, cuando sus compañeros de primer semestre de la Universidad
del Rosario salían a descansar, Marco Gerardo Monroy Cabra se dirigía a la recién
inaugurada Biblioteca Luís Ángel Arango. Entraba, se apoderaba de una mesa al final de la
sala y pasaba horas leyendo, fijándose en cada uno de los detalles de los argumentos
expuestos, siguiendo cada uno de los pasos argumentativos que daba el autor para defender
sus ideas y prestando juiciosa atención a los pies de página. Incluso, cuando la luz del sol se
agotaba y los trabajadores salían, el ahora magistrado seguía sumergido en sus libros
preferidos. Inquieto por encontrar un concepto, según él, “universal del derecho”, rara vez
dedicaba su tiempo libre a una actividad distinta al estudio de temas jurídicos. Curioso y
disciplinado, no se conformó nunca con las explicaciones de sus profesores de derecho;
prefirió siempre buscarlas él mismo.

La pasión que sentía por el derecho y su disciplinado y riguroso método de estudio


llevaron a que Monroy Cabra se graduara como Colegial Mayor del Rosario y a que se
convirtiera posteriormente en profesor de la misma institución. Muy joven empezó a subir,
dos días a la semana, al tradicional estrado desde el cual aún sigue impartiendo su cátedra.
Muy joven empezó a poner en práctica todo lo que había aprendido en su vida como
estudiante. De la mano de su interés por la academia y de su labor en la judicatura, Monroy
Cabra encontró uno de los temas que más lo entusiasmaría el resto de su vida: el papel que
juegan y deben jugar los jueces en un ordenamiento jurídico. Este tema lo ha abordado no
sólo desde el punto de vista teórico; también lo ha hecho desde la práctica. Monroy Cabra
ha ocupado diversos cargos en la administración de justicia: Juez Civil Municipal, Juez
Civil del Circuito, Magistrado del Tribunal y Comisionado de la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos. Hoy en día, continúa en la judicatura como uno de los nueve
Magistrados de la Corte Constitucional colombiana.

Profesor, académico y juez, son tres facetas de su vida profesional que se


entremezclan en el contexto cambiante de una trayectoria de casi 43 años. El curso de ésta
se vio influenciado tanto por su educación jurídica tradicional, predominante en la
Universidad del Rosario para la época en que estudió, como por su espíritu inquieto de
académico y juez, que distaba mucho del perfil clásico de los abogados rosaristas que, en
ese entonces, se dedicaban principalmente al litigio en el sector privado.

El profesor y académico

Aún hoy, Monroy Cabra continúa dictando clases los lunes de nueve a once y los
jueves de siete a nueve de la mañana, con una puntualidad extrema tanto para iniciar como
para terminar sus clases. Ha sido profesor ordinario, profesor titular, profesor emérito y
profesor honorario de varias universidades en el país. El magistrado, confiesan sus
alumnos, los intimida. Sin embargo, exaltan su ecuanimidad a la hora de calificar y su
dedicación para resolver sus preguntas. Es tanto el aprecio que llegan a sentir sus
estudiantes por él, que cuando se realizan las conocidas parodias que los estudiantes del
Rosario hacen sobre sus profesores, Monroy Cabra sale muy bien librado.

Autodidacta en la selección de los autores a partir de los cuales fue construyendo una
visión del derecho, leyó a Kelsen, Jellinek y Carré en derecho público. En derecho
internacional se interesó por las obras de Charles Rosseau y de Andrés Bello; Carrara,
Ferri, y Beccaria fueron sus favoritos en derecho penal; profundizó en derecho civil de la
mano de los hermanos Mazeaud, Claro Solar y Fernando Vélez, y no se conformó con los
autores tradicionales colombianos de derecho procesal como Devis Echandía, Hernando
Morales Molina y Álvaro Leal Morales, ahondando en el tema a través de autores como
Carnelutti, Chiovenda y Calamandrei. Lector incansable, se preocupó siempre por acudir a
las fuentes primarias en teoría y dogmática jurídica, fuentes primarias que se convertirían
en un insumo fundamental para la redacción de sus escritos académicos.

Monroy Cabra ha escrito ya más de veinte libros que, en su época, lo convirtieron en


uno de los pocos juristas académicos a nivel nacional. Sus colegas se asombran de la
manera como dedica una gran parte del día a escribir; y no es para menos, su producción
académica es no sólo extensa sino increíblemente variada: abarca desde el derecho
internacional hasta el de familia, pasando por procesal, introducción al derecho, penal y
constitucional. Sin embargo, sus libros son criticados por las nuevas generaciones de
académicos jurídicos debido a que responden a una forma tradicional de escribir en
derecho. Para sus críticos, estos libros constituyen compendios de doctrina y jurisprudencia,
basadas en una metodología conceptualista que tiene como fin fundamental la
sistematización del derecho. En estos textos, afirman sus críticos, el autor asume la función
de articular definiciones, clasificar y ordenar las fuentes de derecho existentes frente al
tema que es objeto de estudio. No obstante, hasta sus críticos más duros reconocen que su
producción es prolífica y que sus más de veinte obras dan cuenta de una disciplina digna de
admiración. Sus obras siguen siendo hoy parte esencial de las bibliotecas de los estudiantes
de primeros años, y continúan teniendo un gran peso en la educación jurídica colombiana.

Al magistrado, su etapa de estudiante y su trabajo como profesor, no sólo le dejaron


conocimientos académicos y un profundo interés por la teoría del derecho, sino que lo
convirtieron también en miembro activo de la comunidad jurídica rosarista. Quienes lo
rodean lo identifican como “un rosarista”; él mismo se describe de esta manera. Sin
embargo, a la hora de definir qué significa ser rosarista y cuáles son en la práctica los
valores rosaristas, los conceptos resultan difíciles de aprehender. Al menos en el caso de
Monroy Cabra, algunos de los valores que parecen caracterizar esta categoría, y que se
evidencian tanto en sus decisiones judiciales, como en la conformación de su despacho, su
carrera profesional y sus amistades, incluyen la lealtad al Rosario como institución
universitaria, la solidaridad, el catolicismo y la defensa de la tradición en vez de la
innovación.

Si bien su agenda es tan apretada como la de cualquier magistrado de la Corte, para


nadie es un secreto que es posible encontrarlo en el Claustro Mayor de la Universidad
almorzando. Casi a diario, Monroy Cabra recorre a pie la distancia que separa el Palacio de
Justicia de esta universidad, pasando desapercibido entre la multitud que a mediodía se
agolpa sobre la avenida séptima, entre la calle 11 y la Avenida Jiménez. Difícilmente
quienes de forma casual se topan con este hombre adusto y solitario, que pareciera
esforzarse por no llamar la atención, pueden imaginar que se trate de uno de los nueve
magistrados de la Corte Constitucional.
El Juez

Desde su época de estudiante, Monroy Cabra fue un abogado inquieto que se interesó
tanto por la investigación académica como por la judicatura, cuando el contexto jurídico en
el que se movía generalmente dirigía a los jóvenes abogados hacia el sector privado. Desde
joven desarrolló un interés, inusual para la época, por seguir la carrera judicial, y tuvo
siempre como reto personal elevar el nivel de la argumentación dentro de la justicia. Como
él mismo lo afirma “yo me di cuenta de que en la Universidad la gran mayoría de mis
compañeros iban a las empresas privadas y les iba muy bien en la asesoría privada, pero
pocos se dedicaban a la administración de justicia, que quedaba en manos de gente que no
tenía ningún nivel y, entonces, el sentido de redactar una sentencia y de hacer justicia en
cada caso me llamaba la atención”.

Aún cuando el hermetismo que lo ha caracterizado en la Corte es tan fuerte como


para que algunos consideren que el hecho de haber concedido una entrevista constituye casi
un milagro, para conocerlo basta con entrar a su despacho. Modesto, con poca decoración,
mesas y estanterías de madera, un escritorio en una esquina y un crucifijo en la pared.
Monroy Cabra abre personalmente la puerta, saluda mirando a los ojos y aprieta fuerte la
mano. El menudo magistrado toma asiento y escucha detenidamente las preguntas que se le
hacen, luego inicia su respuesta, hablando despacio, pensando cada palabra y en voz muy
baja; es un hombre tranquilo, serio y tímido. Sin embargo, aun cuando al magistrado le
toma mucho tiempo entrar en confianza, sus respuestas fluyen con la tranquilidad propia de
alguien que conoce muy bien los temas sobre los que se le pregunta. Responde como un
hombre conciliador. Ante preguntas sobre su posición filosófica frente al derecho, por
ejemplo, busca siempre encontrar un justo medio, examinar caminos que le permitan evitar
los extremos. Sin embargo, frente a temas en los que están en juego sus convicciones
morales, la firmeza reemplaza a su actitud conciliadora.

Monroy Cabra afirma, sin embargo, que las convicciones morales, religiosas o no, no
determinan la manera como los magistrados de la Corte Constitucional administran justicia.
Al respecto señala que para “ninguno de los magistrados pesa la pertenencia a una religión”
cuando se trata de tomar una decisión. Del mismo modo, defiende con firmeza la poca
influencia que ésta tiene en su labor como juez. Así, señala que “siendo yo católico, en mi
trabajo como magistrado no ha pesado el que el Cardenal esté de un lado o esté de otro
lado, ni mucho menos, sino que lo que hago es un análisis estrictamente jurídico”. No
obstante, para muchos miembros de la comunidad jurídica, su defensa de la neutralidad
moral y política del juez entra en tensión con algunos de sus fallos. Para nadie es un secreto
que el magistrado, en su práctica judicial, es percibido en los círculos jurídicos como un
conservador en lo cultural; si se considera que frente a los temas relacionados con los
dogmas católicos sus posiciones reflejan una visión rigurosamente tradicionalista.

Las sentencias que declaran la constitucionalidad del castigo penal al aborto, el


salvamento de voto al fallo en el que posteriormente éste fue despenalizado en casos
excepcionales (si la salud o la vida de la madre están en peligro, si el feto es producto de
algún tipo de violencia sexual o si éste sufre de una grave malformación), así como la
defensa que continuamente hace del concepto tradicional de familia y el salvamento de
voto frente a la sentencia en la cual se declara inconstitucional que los representantes de las
distintas confesiones religiosas tengan voz y voto acerca de que películas se exhiben en las
salas de cine del país, son algunos de los ejemplos que continuamente se citan para
evidenciar que los valores católicos sí influyen en las decisiones del magistrado Monroy
Cabra.

Sin embargo, las posiciones críticas más agudas y serias no argumentan que el
magistrado sencillamente haga prevalecer su visión moral sobre el derecho; argumentan
que sus compromisos morales son uno de los instrumentos, tal vez uno muy importante, a
través del cual carga de sentido las normas de textura abierta que interpreta o resuelve las
tensiones o contradicciones al interior de un ordenamiento jurídico complejo como el
colombiano. Es decir, que sus compromisos morales juegan un papel más o menos
importante en la solución de los llamados “casos difíciles”. Aún mas, estas posiciones
indican que el rotulo de “conservador” con el que usualmente se califica al magistrado,
muchas veces no permite acercarse a los puntos de vista complejos que éste defiende en
torno al derecho, por ejemplo, la manera como entiende el derecho natural.

El derecho natural y la decisión judicial

No es extraño para ninguno de los miembros de su despacho que Monroy Cabra sea
catalogado como un iusnaturalista. El iusnaturalismo es la corriente del derecho según la
cual existen principios morales y de justicia universalmente válidos y considera que sólo
pueden ser normas jurídicas las que no contradicen aquellos principios. En sus escritos
académicos, el magistrado hace afirmaciones muy cercanas, sino claramente
comprometidas, con el iusnaturalismo. Monroy Cabra indica que “la idea básica del
derecho es la justicia”3, que “implica valores”4, que “es un conjunto de principios de
justicia”5 y, “está en la naturaleza humana y en último término en Dios”6. En este sentido,
para el magistrado existe una relación recíproca entre el derecho y unos principios de
justicia universalmente válidos7. Si bien no llega a señalar que si el derecho no es justo no
existe, sí afirma que “si no existiera Dios, si suponemos la inexistencia de la ley eterna, no
habría orden alguno, no existiría derecho”8.

El iusnaturalismo defendido por el magistrado Monroy Cabra, para muchos de los


intérpretes de su jurisprudencia, está fuertemente influenciado por principios que coinciden
con la ética tomista y la moral católica. Para estos intérpretes, afirmaciones bien conocidas
de Santo Tomás, como aquellas en donde se dice que, “una ley injusta es una ley humana
que no tiene su origen en la ley eterna y en el derecho natural. [Y que] toda norma que
enaltece la personalidad humana es justa; [y] toda norma que degrada la personalidad
humana es injusta”9 influyen fuertemente en las posiciones defendidas par el magistrado.
De hecho, en algunos de sus textos académicos Monroy Cabra acepta el “iusnaturalismo

3
MONROY CABRA, Marco Gerardo. Conceptos Preliminares del Derecho En: “Introducción al Derecho,”
Temis, 13 edición, Bogotá, 2003. p. 3.
4
Ídem. p. 6
5
Ídem. p. 11.
6
Ídem.
7
Ídem p. 95.
8
Ídem. p. 14.
9
Citado En: LUTHER KING, Martin. Carta desde la Cárcel de Bimingham, 16 de abril de 1963.
católico [según el cual] existe un conjunto de reglas jurídicas eternas, inmutables y
universales, que han sido creadas por Dios y reveladas por él a los hombres, quienes
pueden descubrirlas a través de la razón”10.

De igual forma, se señalan como evidencia del iusnaturalismo católico defendido por
Monroy Cabra sus críticas al relativismo ético11 y su compromiso con la idea de que existen
derechos inherentes al ser humano12. Finalmente, para explicar el compromiso que tiene el
magistrado con el iusnaturalismo católico, sus intérpretes hacen referencia a la importancia
que esta corriente de filosofía del derecho, históricamente, ha tenido en el programa de la
facultad de jurisprudencia de la Universidad del Rosario. En la facultad donde Monroy
Cabra se formó, autores como Tomás de Aquino y Giorgio Del Vecchio resultaban
referentes ineludibles para profesores y estudiantes; sus categorías generaban la estructura
básica de su imaginación política y jurídica. Al describirse a sí mismo el magistrado afirma:

Yo primero empecé con Del Vecchio en el iusnaturalismo clásico. Pero


después de la segunda guerra mundial fui evolucionando con Radbruch y
Kaufmann, y toda la nueva filosofía Iusnaturalista porque me di cuenta de
que la única manera de proteger los derechos humanos frente al Estado y
frente al poder, era sosteniendo que la persona por su propia naturaleza
tiene derechos que son inalienables, que son fundamentales, que el Estado
no se los otorga sino que se limita a reconocerlos. Yo pertenezco al
iusnaturalismo, pero no al clásico sino al neo iusnaturalismo de Dworkin y
de otros autores que tratan de conciliar el positivismo con el iusnaturalismo,
y sobretodo con el derecho por principios, por valores.

Puede verse como paradójico que Monroy Cabra se defina a sí mismo como neo
iusnaturalista y que afirme compartir la visión de Dworkin al respecto. Bajo esa
interpretación, Monroy Cabra tendría que aceptar que sus fallos como juez constitucional
deberían implicar un análisis de la moralidad política implícita en el derecho, así como que
éstos son fruto de la conducta de un juez activo que combina reflexión moral y análisis

10
Ídem. p. 12.
11
MONROY CABRA, Marco Gerardo. La mal denominada cultura de la muerte: reflexiones sobre el drama
de Colombia. En: MONROY CABRA, Marco Gerardo, VÉLEZ GARCÍA, Jorge y VIDAL PERDOMO,
Jaime. “Premoniciones y Realidades sobre la Paz,” Ediciones Academia Colombiana de Jurisprudencia,
Bogotá, 2003. p. 95.
12
Ídem. p. 100.
jurídico. Tal visión, estaría en tensión con la de un juez auto restringido13 y moralmente
neutral como la que Monroy Cabra defiende. Sin embargo, al examinar más detalladamente
las posiciones defendidas por el magistrado, se puede ver que, por lo menos desde el punto
de vista teórico, no hay ninguna paradoja, en la medida en que el magistrado considera que
la moral implícita en el derecho colombiano es la moral cristiana, y por lo tanto el juez
tiene el deber de usar esta perspectiva moral para interpretar el ordenamiento jurídico de la
mejor manera posible. En esta labor interpretativa, el juez no estaría imponiendo sus
compromisos morales a los ciudadanos. Más bien, lo que haría el juez es describir y hacer
uso de los valores que la mayoría defiende – y que fundamentan el derecho – para cargar
de sentido las reglas y principios del ordenamiento jurídico.

Así, la posición que el magistrado asume al describirse dentro del ámbito jurídico y
académico como neo iusnaturalista, supone la aceptación de que el Derecho debe responder
a principios de justicia, a la vez que implica la negación de la posibilidad de que el juez
permita que sus valores o creencias personales interfieran en su labor judicial. Esto
significaría que el juez puede aplicar neutralmente principios morales, implícitos en el
derecho e identificables con la moral cristiana en el caso colombiano, para la resolución de
los conflictos jurídicos que enfrenta diariamente.

Ahora bien, para los críticos del magistrado Monroy Cabra, este neoiusnaturalismo
resulta cuestionable desde el punto de vista teórico y práctico. Sus críticos argumentan que
la identificación que éste hace entre la moral que justifica el derecho colombiano y el
catolicismo es errada, y que de los principios de la moral cristiana que se pueden encontrar
implícitos en el ordenamiento jurídico colombiano no se deducen necesariamente las reglas
conservadoras que el magistrado defiende. Se argumenta que los fundamentos morales del
derecho colombiano tienen diversos orígenes (además de la moral cristiana se podrían
rastrear, por ejemplo, morales utilitaristas o liberales) y que, en los ámbitos donde la moral
cristiana efectivamente justifica las normas jurídicas, es razonable llegar a resultados no
conservadores – resultados a los que usualmente el magistrado no llega.

13
Un juez autorestringido es aquel que considera que su función como juez no involucra la creación de
derecho.
Para sus críticos, también resulta problemático que en los casos difíciles donde el
derecho es oscuro o contradictorio, y donde diversas perspectivas morales puedan ser
utilizadas legítimamente para interpretar el derecho, el magistrado Monroy Cabra siempre
termine privilegiando la perspectiva católica. De igual forma, se critica que este tipo de
análisis, que busca apelar a la moral implícita del derecho, sólo se lleve a cabo frente a
ciertos temas culturalmente pertinentes para la religión que profesa el magistrado. Así, para
sus críticos, Monroy Cabra enfrenta de manera diferente dos tipos de problemas jurídicos:
aquellos que comprometen valores morales defendidos por el catolicismo y aquellos en los
que no se presenta dicha tensión. Frente al primer supuesto, es posible sostener que Monroy
Cabra ha demostrado que no está dispuesto a hacer concesiones y que está dispuesto a
hacer primar los valores católicos; mientras que en el segundo escenario, el magistrado
busca respetar el precedente, ser conciliador y acogerse a las decisiones de la mayoría.

Para algunas de las personas entrevistadas, un ejemplo importante que ilustra las
tensiones que genera esta diferenciación en la manera como Monroy Cabra se aproxima a
los problemas jurídicos, es el tema de la familia y la homosexualidad. En cuanto al
concepto de familia Monroy Cabra mantiene una posición conservadora, refiriéndose
siempre a la noción consagrada en el artículo 42 de la Constitución, donde familia se
entiende como la célula básica de la sociedad, conformada únicamente por un hombre y
una mujer, quienes se unen para procrear. La consecuencia directa de esta interpretación de
la Constitución es que los homosexuales quedan inmediatamente excluidos de la
posibilidad de hacer parte de esta institución. Adicionalmente, de esta visión tradicional de
la familia, los críticos señalan que Monroy Cabra ha derivado el argumento según el cual, a
los homosexuales no se les puede encargar la tarea de criar hijos, pues debe prevalecer el
interés del menor, y este interés parece implicar el que los niños crezcan en familias
conformadas por heterosexuales.

Según el magistrado, “esos temas se han dado, no porque esté en juego el


iusnaturalismo o el positivismo, o la prevalencia de la religión católica o no, sino por una
interpretación de lo que es la familia en la Constitución”. Sus críticos, sin embargo, enfocan
el asunto desde un punto de vista distinto. Para ellos, el compromiso de Monroy Cabra con
la defensa de los derechos fundamentales de grupos vulnerables, supondría la defensa de
los homosexuales como grupo que, dada su condición de minoría sistemáticamente
discriminada dentro de la sociedad occidental, se encuentra en una situación de debilidad
manifiesta. Sin embargo, en este caso, el magistrado no está dispuesto a hacer prevalecer
postulados esenciales del ordenamiento jurídico como la igualdad, pues dicho tema entra en
conflicto con sus creencias religiosas y sus valores morales. En este sentido, en un ejercicio
de ponderación entre la igualdad, por un lado, y la familia constitucionalmente definida por
el otro, Monroy Cabra subordina la igualdad.

Para los críticos, la tensión presente en las sentencias de Monroy Cabra también se
evidencia en el empeño del magistrado por reiterar que los principios y valores que usa para
resolver casos culturalmente difíciles, no están influidos por la religión católica. Frente al
aborto argumenta, por ejemplo, que “la tesis mía no es tanto teológica ni religiosa. La tesis
mía es que hay que defender la vida como derecho fundamental y la vida desde el punto de
vista médico”. El problema para Monroy Cabra, no es político o moral; es, más bien, un
asunto jurídico.

En suma, Monroy Cabra es, para algunos sectores de la academia y la práctica


jurídicas, decididamente iusnaturalista y definitivamente conservador en su concepción del
derecho. Sin embargo, esto no se traduce en una producción jurisprudencial exclusivamente
conservadora. Así, algunos miembros de su despacho afirman que,

Ciertamente en esos asuntos, por ejemplo, de moral puede ser de


derecha, pero en algunos otros asuntos, digamos sociales, no puede ser
calificado así. Es una persona con una gran conciencia social, le
concede muchísima importancia a la orientación social del Derecho y
es proteccionista principalmente de los sujetos de especial protección,
o las personas en situación de debilidad manifiesta, de la clase
trabajadora, de la maternidad, de las mujeres cabeza de familia.

En tales casos, señalan algunos miembros de su despacho, el magistrado incluso hace


una revisión menos estricta de los requisitos de procedibildad de tutela, con el fin de que
los derechos sean garantizados efectivamente.
Los fallos en donde se evidencia la sensibilidad social de Monroy Cabra son
múltiples. Un primer ejemplo es la sentencia T-030 de 2007, en la cual el magistrado le da
gran importancia a las especiales circunstancias de la persona que presentó la tutela. La
accionante en este caso era una mujer que se encontraba en una precaria situación
económica, y quien estaba a la espera de que el distrito de Bogotá le pagara una suma de
dinero. Al revisar la tutela por violación del derecho fundamental a la vida digna, la salud y
el mínimo vital, Monroy Cabra ordena que se haga una excepción, y se inaplique el orden
de prelación de créditos establecido por la ley para los acuerdos de reestructuración del
Estado, de forma tal que la accionante pueda recibir la suma que se le adeuda antes de lo
previsto en la norma. En este fallo, así como en la sentencia T-439 de 2006, donde la Corte
revisó una tutela interpuesta por un grupo de reclusas de la cárcel de Villa Josefina en
contra del centro penitenciario, la decisión judicial del magistrado resulta profundamente
influida por la condición de vulnerabilidad de las accionantes, así como por el deber del
Estado de realizar acciones positivas encaminadas a garantizar la dignidad humana de los
ciudadanos. Respecto a la vulnerabilidad y dignidad de las reclusas de Villa Josefina,
Monroy Cabra señala,

La imposición de una medida preventiva o una sanción penal…no


significa la pérdida de sus derechos fundamentales y, en particular, de
su dignidad…La suspensión de la libertad de locomoción y la libertad
personal, y la limitación de otros derechos fundamentales que ello
conlleva, colocan al imputado en una situación de vulnerabilidad que se
evidencia, por ejemplo, en el hecho que no puedan proporcionarse a sí
mismo las prestaciones necesarias para la garantía de su mínimo vital,
como la alimentación, la atención en salud, etc. Esta situación origina
una relación de especial sujeción del recluso a la Administración…

La protección de los derechos fundamentales de los sectores más vulnerables de la


población también se evidencia en las varias sentencias donde Monroy Cabra protege a las
madres cabeza de familia. Solamente en lo que va corrido del 2007, Monroy ha concedido
cuatro tutelas relacionadas con el tema de la licencia de maternidad, en todas ellas,
inaplicando la norma que exige un periodo mínimo de cotización para que se pueda hacer
efectivo el pago de la licencia (T-053, T-056, T-122, T-144). En estos casos se evidencia
cómo el magistrado flexibiliza los términos legales de cotización, en aras a hacer realidad
una prestación que garantiza los derechos de la madre y el niño, en particular su derecho al
mínimo vital. Al respecto señala Monroy Cabra,

No se puede aplicar de manera mecánica, en todos los casos, el


requisito según el cual la mujer embarazada, para obtener el pago de la
licencia de maternidad, debe haber cotizado durante todo el período de
gestación, pues tal exigencia, en ciertas circunstancias, haría que el
derecho a la prestación económica referida fuera inocuo… la Corte
Constitucional ha inaplicado las normas que regulan un período
mínimo de semanas de cotización igual al de la gestación para que se
reconozca el pago de la licencia de maternidad, y en su lugar ha dado
aplicación a las normas superiores que regulan esta garantía
doblemente reforzada por la calidad de sujetos de especial protección
que tiene la madre y su hijo (T-053/07).

El compromiso social de Monroy Cabra también se explicita en casos relacionados


con la protección de los derechos de las minorías raciales, vendedores ambulantes y
personas internas en cárceles. En relación con el primer tema, en la sentencia T-375 de
2006, por ejemplo, Monroy concede una tutela a favor de una mujer negra que no fue
admitida en una facultad de medicina de una universidad pública. La mujer pretendía que
se le otorgara uno de los cupos que la universidad, por mandato legal, ofrece para los
miembros de comunidades afro-colombianas. La universidad negó la petición debido a que
el color de piel de la candidata, en su parecer, no permitía que ésta fuera calificada como
afro-descendiente. Desde el punto de vista de Monroy Cabra, la decisión de la universidad
desconoció el derecho a la igualdad. Para el magistrado, luego de reconocer la importancia
de las acciones afirmativas y de las normas que buscan la protección de la diversidad
cultural, indicó que la raza no podía ser el criterio fundamental para determinar la
pertenencia a una comunidad afro-colombiana. Indicó también, que la conciencia de
pertenecer a ella debería ser el criterio aplicable en tales casos.

Por otra parte, frente a los vendedores ambulantes, la sentencia T-813 de 2006
resulta un ejemplo paradigmático. En este fallo, Monroy Cabra concede una tutela en favor
de un vendedor ambulante a quien se le prohibió adelantar su actividad económica dentro
de las instalaciones de un aeropuerto. La persona había trabajado durante 25 años
vendiendo tintos con autorización de la administración del aeropuerto. En esta sentencia,
Monroy Cabra pondera el derecho al mínimo vital del vendedor y la potestad de las
autoridades aeroportuarias para restringir el acceso de vendedores. En este caso Monroy
Cabra pone de manifiesto – nuevamente – cómo el Estado social de derecho está
comprometido con la realización efectiva de la dignidad humana. Este mandato, para el
magistrado, implica que la actuación estatal considere las condiciones concretas del
vendedor informal al decidir sobre su permanencia en el espacio público.

Finalmente, para entender la posición del magistrado en relación con los internos en
cárceles, es menester acercarse a la sentencia T-376 de 2006. En esta sentencia, Monroy
Cabra concede una tutela en favor de una persona que solicita que se le adjudique un
espacio y un horario para practicar su credo religioso dentro del establecimiento carcelario
en el que está internado, así como que se permita la entrada de un pastor que pueda
adelantar los ritos propios de su confesión. Estas peticiones son negadas por la
administración del penal. Para Monroy Cabra, esta decisión viola el derecho de igualdad
del reo que presenta la tutela, en tanto que a internos de otras religiones, de conformidad
con la ley, se les resolvieron positivamente las mismas peticiones. Monroy indica además,
que en un Estado social es deber de las autoridades actuar de forma tal que los derechos de
las personas, en este caso el derecho de libertad de culto, se hagan efectivos.

Aún más importante para entender la importancia que tienen los derechos
fundamentales de las personas que pertenecen a grupos vulnerables para Monroy Cabra, es
el hecho de que en este fallo, el magistrado nuevamente aborde el tema de los reos como
sujetos en situación de especial sujeción frente al Estado (al igual que en el caso de Villa
Josefina) y señale que esta circunstancia condiciona la limitación de los derechos de los
presos a un juicio de proporcionalidad. La prisión, indica el magistrado, no hace que los
derechos fundamentales de los internos desaparezcan.

La defensa fuerte que hace Monroy Cabra de los derechos fundamentales de las
personas más vulnerables de nuestra sociedad tiene que ver, por lo menos en parte, con sus
compromisos religiosos. Desde esta perspectiva, su visión del derecho en temas sociales
coincide con aquella de la caritas católica, la cual busca combatir la pobreza, la exclusión,
la intolerancia y la discriminación, a través de la asistencia, el desarrollo y el servicio social
en función de la protección de la dignidad de la persona humana. Así, para algunos
intérpretes de su jurisprudencia, la manera progresista como Monroy Cabra ve ciertos
temas de la realidad social (personas en situación de debilidad manifiesta, personas de la
clase trabajadora, mujeres cabeza de familia, etc.) no sólo no entra en conflicto con ninguna
de sus creencias religiosas, sino que hace parte de ellas.

Ahora bien, en términos jurídicos, la perspectiva defendida por Monroy Cabra se


presenta de manera razonable en su jurisprudencia como una forma de hacer efectivos los
postulados del Estado Social de Derecho. Desde este punto de vista, el Estado no se
compromete simplemente a respetar las libertades consagradas como derechos en el sistema
jurídico, sino que se compromete a garantizar el efectivo cumplimiento de los derechos
consagrados en la Constitución, particularmente para aquellos que son más débiles en la
comunidad política. Esta perspectiva también se presenta y se justifica razonablemente a
través de los valores y principios iusnaturalistas defendidos por Monroy Cabra. Para el
magistrado, los seres humanos tienen derechos que les son inherentes; estos derechos
naturales serían los instrumentos a través de los cuales los individuos se protegerían de la
indebida intervención del Estado. Los derechos naturales serían la espada y el escudo a
través del cual las personas se defienden de los abusos cometidos por los funcionarios
públicos.
El internacionalista dentro de la Corte

Para comprender adecuadamente las posiciones que Monroy Cabra defiende como
juez, es preciso abordar la forma cómo el magistrado concibe el Derecho Internacional.
Reiteradamente es señalado por los demás magistrados como el experto internacionalista
dentro de la Corte y sus puntos de vista sobre la materia son oídos con atención por sus
colegas. Monroy Cabra asume gustoso el calificativo que le han asignado sus compañeros
de trabajo y se describe a sí mismo como monista: para él, el derecho internacional es un
orden jurídico supremo y las normas nacionales deben estar subordinadas a las normas
internacionales. A pesar de esto, se considera moderado porque no comparte tesis como la
de la supra-constitucionalidad de los tratados, esto es, la idea de que los tratados
internacionales son superiores, y que por lo tanto están por encima de la Constitución de un
país. Esta tesis permitiría, por ejemplo, hacer una revisión de la “constitucionalidad” de una
Constitución haciendo uso de las normas contenidas en los tratados internacionales
firmados por un Estado.

De esta perspectiva del derecho internacional se deriva una visión amplia del bloque
de constitucionalidad dentro de la cual, siendo estrictos en el argumento, podrían estar
incluso algunos instrumentos de derecho blando (soft law). Tradicionalmente se ha
planteado una distinción entre el derecho internacional duro (hard law) y el derecho
internacional blando (soft law). Según dicho planteamiento, el derecho internacional duro
está integrado por los convenios y tratados internacionales firmados por los Estados
soberanos, mientras el derecho internacional blando se refiere a las decisiones tomadas por
los órganos jurisdiccionales y de monitoreo encargados de la vigilancia y control de los
acuerdos internacionales. Desde la perspectiva monista defendida por Monroy Cabra, el
bloque de constitucionalidad en Colombia, esto es, el grupo de normas que ocupa el nivel
más alto del ordenamiento jurídico, estaría compuesto no solo por la Constitución (como
usualmente se cree) sino también por los tratados internacionales de derechos humanos y
por los pronunciamientos de los entes encargados de su interpretación y aplicación.

Esta posición es vista por muchos como una muestra más del compromiso de Monroy
Cabra con los derechos fundamentales. Las normas que pertenecen al ordenamiento
jurídico colombiano, así como las acciones u omisiones de agentes estatales, deben cumplir
con estándares muy altos. Deben respetar no solo la Constitución, sino todos los tratados
internacionales de derechos humanos suscritos por Colombia, y las decisiones adoptadas
por los órganos encargados de materializar sus mandatos.

Sin embargo, desde el punto de vista de sus críticos, al igual que frente a otros temas,
su ubicación teórica en el monismo se transforma cuando se enfrenta a casos que
involucran valores católicos. Así, por ejemplo, se señala que si bien el magistrado dice
defender en abstracto el peso de fuentes no formales de derecho internacional dentro del
ordenamiento jurídico nacional, en el caso de la sentencia inhibitoria del aborto esta
posición se desdibuja. En ese momento la Corte señaló que,

En la demanda no se demuestra que Colombia haya ratificado un


nuevo tratado del cual se derive el mandato imperativo a que
alude la demandante o que éste haya sido interpretado con
autoridad en ese sentido por el órgano internacional competente.
En la demanda se citan algunas recomendaciones de alcance
indeterminado que, en principio, no están dirigidas
específicamente a imponer la despenalización del aborto por parte
de los jueces14.

El magistrado, siguiendo el argumento de la mayoría, justificó el fallo señalando que


en relación con el aborto,

No hay ningún tratado, no hay jurisprudencia internacional, de tribunales


internacionales; sólo hay decisiones de organismos internacionales, de
soft law, resoluciones de comités de distintas organizaciones, como
CEDAW, pero yo he sostenido que esas resoluciones no son obligatorias,
no tienen carácter vinculante de fuentes de derecho, a menos que el
Tratado le dé la posibilidad de serlo. Entonces, por un lado esas
resoluciones no son obligatorias, por otro lado no hay tratado y además
no hay jurisprudencia internacional al respecto.

Otro ejemplo, continuamente citado, de la forma en que las interpretaciones del


magistrado en cuestiones relacionadas con el derecho internacional se ven influenciadas por
sus posiciones religiosas, está relacionado con aquellos que son considerados actores del
sistema internacional. Monroy Cabra considera que pueden ser actores de dicho sistema
todos aquellos que sean susceptibles de regulación directa por parte del ordenamiento
jurídico internacional, es decir, todos aquellos cuyo comportamiento sea objeto de control
por este tipo de normas. Por lo tanto, sostiene que las personas internacionales no están
restringidas solamente a los Estados, sino que, por el contrario, percibe como sujetos de
Derecho Internacional a todas las personas o colectividades que posean capacidad o
competencia internacional. Según él, “en el derecho moderno tienen la categoría de sujetos
de derecho internacional los Estados, la Santa Sede, la Orden de Malta, el individuo, las

14
Sentencia C-1299 de 2005. M.P. Álvaro Tafur Galvis.
organizaciones internacionales, la Cruz Roja, y los rebeldes cuando han sido reconocidos
como beligerantes”15.

Este punto de vista se ve reflejado de forma concreta en el salvamento de voto a la


sentencia C-074 de 2004, en el cual Monroy Cabra, junto con el magistrado Escobar Gil,
defiende la firma y ratificación del Concordato y, por consiguiente, propone una
constitucionalidad condicionada de la norma que permite el divorcio en Colombia (Artículo
14 transitorio de la Ley 25 de 1992). Según el magistrado, la constitucionalidad sin
condición, esto es, que la Corte declare constitucional la norma que permite el divorcio en
Colombia sin ningún tipo de aclaración adicional, hace posible que el vínculo religioso de
un matrimonio sea disuelto por parte de las autoridades judiciales civiles. A Monroy Cabra
le preocupa que las autoridades civiles tengan la potestad de decidir sobre cuestiones
propias de la religión católica y sus instituciones. Así, alega que “bien hubiera podido la
Corte aceptar la exequibilidad condicionada para dejar a salvo los efectos canónicos y la
indisolubilidad del vínculo matrimonial católico. De esta forma se hubiera hecho
compatible la legislación colombiana con la Constitución y con el Concordato de 1973,
respetándose el derecho a la libertad religiosa de los católicos y la legislación canónica”16.
Lo anterior se explica porque, contrario a lo que sostiene la mayoría de la sala plena, para
Monroy Cabra, el Vaticano es un sujeto de Derecho Internacional. Así, según él, “el
Concordato no es un tratado sui generis como dice la sentencia mayoritaria de la Corte sino
un verdadero tratado que fue negociado por sujetos del derecho internacional, siguió las
etapas de todo tratado, produce efectos jurídicos y se rige por el Derecho Internacional”17.

La separación de poderes y la auto-restricción judicial

Otro aspecto relevante para comprender la visión que Monroy Cabra tiene del papel
que juega en el tribunal constitucional, está relacionado con el hecho de que se muestre

15
MONROY CABRA, Marco Gerardo. “Derecho Internacional Público,” Editorial Temis, Bogotá, 2002. p.
125
16
Salvamento de Voto: Marco Gerardo Monroy Cabra, Rodrigo Escobar Gil. En: Sentencia C 074/04,
Magistrada Ponente: Clara Inés Vargas Hernández. Bogotá D. C., tres (3) de febrero de dos mil cuatro (2004).
17
Ídem.
hacia el exterior como un juez reservado; como un juez que prefiere pasar desapercibido.
Esta no es una mera característica de su personalidad. Detrás de esta actitud hay toda una
convicción de cuáles son las virtudes del juez y cuál debe ser su papel dentro del
ordenamiento jurídico. Para el magistrado, los jueces deben auto-restringirse y no interferir
en las órbitas de acción de las otras jurisdicciones o de las otras ramas del poder público;
los jueces deben ser respetuosos de las leyes, otorgarle un gran valor a la seguridad jurídica
y respetar el precedente. Estos compromisos políticos y jurídicos están directamente
relacionados con el hecho de que es un hombre prudente y cauteloso que busca no rebasar
las facultades que el constituyente primario le otorgó a la Corte Constitucional.

Esta idea de la auto-restricción judicial aparece continuamente en su jurisprudencia,


en la cual, por ejemplo, se enfatiza en la necesidad de respetar las facultades legislativas del
ejecutivo. Al respecto, en su salvamento de voto frente a la decisión tomada en la Sentencia
C-1024 de 2002 – en la cual la Corte hace control previo al Decreto Legislativo que creó
las zonas de rehabilitación y consolidación – el magistrado señala que los jueces no
deberían ir más allá de lo que estrictamente les dictan las normas. Según él, “en aquellos
casos en los cuales salvamos nuestro voto respecto de inexequibilidades pronunciadas por
la Corte, siempre se debe a la adopción de criterios de control excesivamente rígidos,
fundados en una supuesta falta de precisión o de justificación de las medidas que se
adoptaban en las normas declaradas inconstitucionales y no en que ellas en sí mismas
fueran contrarias a la Carta o a la Ley estatutaria de estados de excepción”18. Lo mismo
sucede en el salvamento de voto a la sentencia C-1172 de 2001, en el cual Monroy Cabra
señala que “los condicionamientos señalados en la Sentencia rebasaron las facultades
propias del control constitucional”19. Para Monroy Cabra, preguntarse por la justificación
de las medidas adoptadas por el ejecutivo, implica hacer un control político y no
meramente jurídico de las normas, que equivaldría a un activismo judicial indeseable, y
rebasaría las facultades del juez constitucional.

18
Sentencia C-1024 de 2002. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
19
Sentencia C-1172 de 2001. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
Otro de los temas frente al cual Monroy Cabra esgrime argumentos relacionados con
la auto-restricción de los jueces y la seguridad jurídica, es el de la tutela contra sentencias.
Sin embargo, frente a este tema el magistrado, a pesar de no haber liderado ninguna
ponencia al respecto, votó a favor en una de las más recientes sentencias de la Corte sobre
el tema20. Esta sentencia amplió la teoría de la vía de hecho, desarrollando nuevas causales
para su procedencia, como lo son el desconocimiento del precedente y la violación directa
de la Constitución.

De esta forma, la visión del papel del juez que se auto restringe se refleja y a la vez
se matiza por la posición de Monroy Cabra frente al precedente. El magistrado está
convencido de la obligatoriedad del precedente y, en la práctica, es un fiel seguidor de las
decisiones adoptadas por la Corte Constitucional. De hecho, una de las principales
funciones de su despacho es encontrar la doctrina constitucional frente a problemas
específicos y presentársela al magistrado. En este sentido, miembros de su grupo de trabajo
afirman que el magistrado de ninguna manera se opondría a un proyecto de sentencia con el
que en principio estaría en desacuerdo, si las posiciones que en él se presentan están
fundamentadas en jurisprudencia de la propia Corte.

Esta afirmación adquiere pleno sentido si se analiza la posición de Monroy Cabra en


el reciente fallo de la Corte Constitucional sobre derechos de las parejas del mismo sexo21.
A pesar de ser éste uno de los temas frente a los cuales Monroy ha defendido una postura
conservadora que privilegia la familia heterosexual y monogámica sobre el derecho a la
igualdad, Monroy votó a favor de la exequibilidad condicionada de la Ley 54 de 1990. Este
voto se justifica en la medida que se llegó a un consenso entre los magistrados, sin afectar
el precedente que sobre familia ha sido desarrollado por el tribunal constitucional
colombiano y del cual Monroy Cabra es un férreo defensor. El voto de Monroy se une a
una sólida mayoría, con la cual la Corte logra avanzar en materia de igualdad, en un intento
por conciliar su propio precedente con el cambio social.

20
Sentencia C-590 de 2005 M.P. Jaime Córdoba Triviño
21
Sentencia C-075 de 2007, MP: Rodrigo Escobar Gil.
Así, no resulta sorprendente que quien entiende la función del juez como aquella de
aplicar y no de crear derecho, le de un gran valor al precedente judicial. El magistrado
acepta el valor del precedente como fuente principal de derecho en materia constitucional,
pero se auto restringe como juez para no crear nuevos precedentes. Al respecto, algunos de
los miembros de su grupo de trabajo describen las labores que desempeñan así: “nosotros
nos fijamos mucho en la jurisprudencia precedente antes que tratar de innovarla, creemos
que hay que ser respetuosos del precedente. No somos el despacho innovador por
naturaleza. Y él no lo es. Atenerse a lo que dice el precedente, sí; cambios bruscos de
jurisprudencia, no.” Esta posición no es para nada gratuita; se fundamenta en un profundo
respeto por la separación de poderes, pues para Monroy Cabra, el juez no puede crear
derecho y sobrepasar sus funciones constitucionales al punto de interferir en las funciones
propias de otras ramas del poder, particularmente en las del legislativo. Así, a pesar de
aceptar que la jurisprudencia pueda ser fuente principal y no meramente auxiliar de
derecho, defiende la restricción de los jueces para crear nuevos precedentes.

El juez en su despacho

Conocer quiénes hacen parte del despacho de un magistrado y las dinámicas de


trabajo que tiene el mismo, resulta fundamental para la construcción del perfil de un juez, y
por tanto, para comprender integralmente su jurisprudencia. El trabajo que usualmente se
realiza en los despachos de los altos tribunales es un trabajo colectivo que involucra a
personas que son elegidas directamente por los magistrados. Los magistrados auxiliares, y
muchas veces, otros miembros del grupo de funcionarios que están al servicio de los
magistrados titulares, son quienes realmente redactan las sentencias. Los magistrados, sin
duda, las discuten con su equipo, las critican, sugieren cambios y son quienes finalmente
las aprueban y firman. Sin embargo, tampoco hay duda de la influencia que tienen estos
proyectos de sentencia en la manera como los magistrados abordan y evalúan los temas
sobre los cuales deben pronunciarse. Esta metodología de trabajo, que es común en la Corte
Constitucional, así como en la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado
colombianos, y en muchos altos tribunales del mundo, evidencia los límites que tiene
intentar caracterizar a un magistrado únicamente a partir de su jurisprudencia.

En el caso del despacho de Monroy Cabra, resulta importante señalar que de nueve
personas que componen el despacho, siete son mujeres y dos hombres. Además, si bien la
mayoría de estas personas son abogados egresados de la Universidad del Rosario,
actualmente también hay un abogado del Externado, uno de la Universidad Católica y otro
de la Universidad Manuela Beltrán. En el pasado, sin embargo, el despacho estuvo
conformado por un número importante de egresados de la Universidad de la Sabana.

El despacho llama la atención de muchos por su hermetismo, así como por las
dinámicas a través de las cuales se comunican el magistrado y su equipo de trabajo. Se
podría decir que, en contraste con otros despachos de la Corte Constitucional, en éste, el
trabajo es fundamentalmente individual y de contactos directos entre cada funcionario y el
magistrado. Al respecto dice uno de los miembros de este despacho,

Nosotros hacemos un trabajo que es bastante individual acá. Cada uno


tiene un reparto de expedientes y uno responde por éste y le hace una
propuesta de fallo ya elaborada. Cuando se presenta el proyecto
directamente a él, él lo discute, hace sus anotaciones al margen, a veces
critica y, a veces, cuando ve que el proyecto está muy bien, pues
simplemente hace unas pequeñas correcciones.

Esta dinámica de trabajo es, en parte, consecuencia del carácter reservado, poco
gregario, del magistrado. Las personas que trabajan en su despacho coinciden en que
Monroy Cabra es un excelente jefe. Es común que sus subordinados hablen de su
caballerosidad y gentileza. Sin embargo, también lo es, que mencionen su carácter
reservado, aquel que les permite conocer muy poco acerca de su vida fuera de la Corte y
que propicia poco el encuentro entre los distintos miembros de su equipo de trabajo.
Es de suponer entonces, que aproximarse al magistrado es una labor difícil y
conocerlo en profundidad requeriría más que una entrevista con él, y varias con quienes
integran su despacho. Aún así, algunos de los miembros del Grupo de Derecho de Interés
Público de la facultad de derecho de la Universidad de los Andes, en la entrevista que le
hicieron, pudieron reconocer en su comportamiento las bondades que se le atribuyen:
gentileza, caballerosidad y respeto hacia el otro. Sin embargo, resulta llamativo el hecho de
que los miembros de su equipo de trabajo, en el momento de ser entrevistados, parecieran
sorprendidos con algunas de las reflexiones que los entrevistadores planteaban en relación
con el magistrado. Para ellos, se trataba de detalles de su vida y su carrera que desconocían
por completo. De hecho, a pesar de que Monroy Cabra viaja con cierta regularidad a
encuentros de jueces y académicos del derecho por fuera del país, sus colaboradores casi
nunca se enteran de los lugares que visita, ni del producto del diálogo con sus pares.

El análisis que aquí se hace de su jurisprudencia, algunos aspectos de su vida y su


trabajo como profesor y académico, no es suficiente para conocer todo aquello que, además
de las normas jurídicas, motiva al magistrado Monroy Cabra a fallar de una u otra manera
en los casos difíciles. Sin embargo, lo que sí permite señalar este análisis es que se trata de
un magistrado que, aunque conservador en materia cultural, es también altamente solidario
en materia socioeconómica. Su vida académica y profesional se ha entretejido en una
compleja visión de qué es el derecho y cuál es el papel del juez en un ordenamiento
jurídico. Se trata de un hombre que, a pesar de defender su imparcialidad frente a su visión
de la justicia, está ampliamente comprometido con los valores católicos.

Un juez que se cuida de interferir en las otras ramas del poder y de vulnerar la seguridad
jurídica auto restringiéndose, pero que, a la vez, defiende el precedente como fuente
principal de derecho. Un jurista revolucionario para su época por haberse dedicado a la
academia en un tiempo en el que nadie lo hacía, pero cuyos compromisos con el
conceptualismo y, por tanto, sus afanes de sistematización estática del derecho, lo ubican
dentro de una posición que hoy muchos consideran reevaluada. Un profesor serio pero
carismático. Un jefe distante y reservado pero a la vez respetuoso y admirado por los
miembros de su despacho. En suma, el magistrado Monroy Cabra encarna un modelo de
juez criticado por muchos y defendido por otros pero que, sin lugar a dudas, debe tener
cabida en una democracia pluralista como la colombiana.

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