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Breve Historia Del Dip Hasta Principios Del Siglo Xix-1
Breve Historia Del Dip Hasta Principios Del Siglo Xix-1
Soberanía e igualdad
El rasgo fundamental de esta sociedad de Estados, es la de estar
compuesta por sujetos que quieren tener a su entera disposición la libertad de
decisión sobre su misma existencia, de tal modo que el interés primario e
inmediato en ellos es el particular y propio de cada uno de ellos. El principio
conductor primario de su actuar en el ámbito internacional es el
favorecimiento de sus propios intereses y no el del común y general. Se
establece así una tensión desde el punto de la filosofía jurídico política, de la
sociedad internacional y en el que nuestros clásicos (Vitoria, Suárez, etc.)
vieron el fundamento mismo del Derecho internacional: el bien común
general, y las formas existenciales concretas de esta sociedad internacional.
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Pero los Estados están forzados a coexistir en un mundo cerrado y,
forzados a aceptar una solidaridad de hecho que impone la propia
coexistencia. Sobre esta base mínima de solidaridad se asientan las primeras
formas del Derecho internacional de la yuxtaposición. La «autoridad superior»
que estos entes soberanos reconocen no tiene formas institucionalizadas, es
la de las reglas jurídicas, que ellos mismos han contribuido a crear. En este
Derecho de yuxtaposición las reglas fundamentales consagran primariamente
deberes de abstención o facultades de autotutela, que les autorizan a tomar
en mano propia la defensa de sus derechos, o de los que cada Estado, según
su libre apreciación, juzga ser tales (legítima defensa, ejercicio del derecho de
represalia y, en los casos extremos, recurso a la guerra).
A la vista de un orden jurídico de tal naturaleza es evidente que las
normas jurídicas, establecidas por común consentimiento, sólo pueden ser un
elemento más en la solución final que reciban los distintos conflictos
internacionales. Un presupuesto a toda ordenación jurídica interna en los
Estados modernos es que el conjunto de deberes y derechos jurídicos,
organiza y orienta la conducta de los ciudadanos. No ocurre así en la
sociedad internacional, la regla jurídica internacional es siempre un elemento
en la solución final del conflicto, pero su grado de eficacia, está muy lejos de
aquél conseguido por el Derecho interno. Más aún, el Derecho internacional,
tiene como fin principal, la regulación de la existencia pacífica, pero, en sus
formas más tradicionales, han escapado sistemáticamente a la acción de este
Derecho los factores beligerantes que comporta la propia estructura de la
sociedad internacional. La producción y comercio de armas entre Estados, la
eliminación de las grandes diferencias entre Estados «ricos» y pobres son
factores generadores de conflictos que escapan a la acción de las normas
internacionales.
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El principio de igualdad soberana de todos los Estados y el gobierno de
hecho de las Grandes Potencias :
La igualdad jurídica de los Estados sigue siendo uno de los elementos
estructurales de la sociedad internacional que consagra la Carta de las N.U.
Este principio formal se establece en función de la cualidad que todos tienen
de ser «soberanos», con abstracción de sus condiciones históricas, grado de
desarrollo cultura, etc. El Derecho internacional, tanto el consuetudinario
general como el de las organizaciones internacionales, lo recoge en multitud
de reglas. Pero la realidad política es muy otra; en la sociedad internacional
ha habido siempre Estados mucho mejor dotados para un ejercicio prepotente
del poder.
Fuera de las pretensiones hegemónicas mantenidas por España,
Francia e Inglaterra desde los siglos XVI y XVII hubo siempre un grupo de
Estados que se destacaron y ejercieron una función rectora.
Durante el siglo XIX los Estados que se reconocieron como grandes
potencias, formaron el denominado Concierto Europeo, y ejercieron
colectivamente sobre los demás Estados, un gobierno internacional de hecho.
Si en el sistema jurídico internacional general este rasgo estructural no pudo
encontrar reflejo adecuado en las normas internacionales, lo ha encontrado
en la organización internacional. Primeramente fue el Consejo de la Sociedad
de las Naciones quien, sin plasmarlo en norma precisa, establece de facto
una representación permanente de las Grandes Potencias, al lado de la
cambiante y coyuntural de los demás Estados; hoy está consagrado en la
composición del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Diremos –entonces- que el Derecho Internacional nace en la
modernidad como consecuencia del nuevo sistema europeo de Estado-
Nación gestado a partir del renacimiento y la reforma (proceso que culmina
con la Paz de Westfalia). Se convierte en el ordenamiento jurídico de la
sociedad de Estados (o comunidad internacional).
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NOTA: A fin de lograr una mayor comprensión del concepto moderno de Estado, se
acompaña a este apunte sobre la evolución del Derecho Internacional, una aproximación a la
Teoría del Estado como fue concebida con posterioridad a la Paz de Westfalia. Este complejo
teórico, expresado a través de los diversos pensadores que le fueron dando forma (en la
búsqueda del mejor gobierno) es el que acabó por definir al Estado como sujeto y actor
principal de las relaciones internacionales tal como las conocemos hoy.
ABSOLUTISMO
La concepción del Estado como poder centralizado de amplio ámbito
territorial advino con la Edad Moderna.
Con la Reforma cobraron fuerza las teorías del absolutismo estatal.
Hay un absolutismo que calificamos de pagano, porque elimina toda
consideración religiosa o teísta; y otro absolutismo religioso o cristiano que
monta su posición sobre supuestos divinos, o por lo menos no los rechaza.
En el absolutismo pagano encuadran Maquiavelo y Hobbes. En el
absolutismo religioso o cristiano, Bodín, Jacobo I.
El absolutismo pagano deja de lado toda consideración ética y
religiosa, “la razón” del Estado está en el Estado mismo. Hobbes ignora a
Dios y a la ética como soluciones prácticas y positivas en la organización
política. El absolutismo religioso no elimina a Dios ni a la ética, sea que como
Bodin, mantenga limitaciones al poder provenientes de la ley divina y de la ley
natural; sea que, como Jacobo I, predique la investidura directa del rey por
Dios y su total irresponsabilidad ante los súbditos, siempre hay algún
elemento religioso que juega e influye para que el absolutismo político tenga
en su óptica una mirada puesta más allá de la tierra, en Dios.: El Estado y el
rey son absolutos, pero la “razón” del Estado no está en el Estado mismo.
Antes del absolutismo priva en el continente europeo el regionalismo.
Coexisten en Europa dinastías que se enredan en pleitos hereditarios o en
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antagonismos de poder.
Francia no alcanza la unidad monárquica sino después de intrínsecas
disputas.
Las luchas en las islas británicas fueron largas y complicadas. La
revolución en Escocia se extiende a Inglaterra. Bajo Jacobo I se produce la
unidad y la casa de los Estuardo reina en Inglaterra y en Escocia.
En Alemania predominan los príncipes; los príncipes y las ciudades
tenían autoridad y prerrogativas propias y actuaban independientemente.
Este régimen quedo restringido bajo Carlos V, pero sus sucesores no
pudieron sostenerlo y el regionalismo volvió.
Tal era el cuadro en Europa cuando la Reforma y la Contrarreforma
estallan, la centralización monárquica salva a la sociedad de la anarquía.
En el siglo XVI predomina en Europa la monarquía centralizada. La
nobleza ha perdido poderío.
El absolutismo ha tenido sus principales sostenedores en reformadores
como Lutero y Calvino. “El Príncipe” de Maquiavelo, es el breviario del
absolutismo.
El poder real ha quedado afianzado a expensas de la nobleza, el clero,
las ciudades libres y de los parlamentos.
En la Edad Moderna, se acentúa el concepto de que no hay nada
superior al Estado. La Iglesia como reino visible, dejó de ser rival del Estado.
El monarca lo centraliza todo, el poder regio llegó a ser arbitrario y con
frecuencia opresor. Se acepta en varios países la tolerancia en materia
religiosa.
JEAN BODIN
Bodin nació en Francia, se dedicó al derecho, la filosofía y las ciencias
exactas, fue funcionario de la administración real; formó parte del grupo
ideológico “los políticos”.
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Apoyó la causa de quien sería Enrique IV de Borbón, porque veía en el
un pacificador de Francia.
El absolutismo de Bodin es diferente al de Maquiavelo y Hobbes. En
Bodín “ab-soluto” significa “desligado, absuelto”; el gobernante es absoluto
porque está exento de rendir cuentas al pueblo. Pero el poder de ese
gobernante reconoce límites.
Con el nombre de República (empleado en el título de su obra), Bodín
designa al estado, como en el lenguaje romano medieval, cosa pública o de
todos Para él la comunidad política es una agrupación de familias, cuyo
orden está dado por el soberano, que une a los miembros en un cuerpo.
La soberanía consiste para él, en una potestad absoluta y perpetua
que se ejerce sin restricciones legales. Quienes son soberanos no están
sujetos al mando de otros, y pueden dar leyes a los súbditos sin
consentimiento de nadie. El primer signo de soberanía o potestad soberana
es la potestad de legislar. Le siguen el poder de hacer la guerra, de juzgar,
de otorgar gracia, de acuñar moneda, de recaudar impuestos. No obstante,
Bodin asigna ciertos límites al poder soberano: la ley divina, las leyes
naturales, las leyes fundamentales del reino, los tratados con otros estados,
los contratos con los propios súbditos. Sin justificar la rebelión, prevé como
posible la desobediencia de los súbditos, cuando el mando contraría aquellos
límites.
HOBBES
Tomás HOBBES nació en Inglaterra, vivió entre fines del siglo XVI y
parte del XVII. Estudió en Oxford, se mezclan en su espíritu las enseñanzas
escolásticas de Oxford, la moral puritana de su país, y la tendencia
humanista, con el cartesianismo recogido en el ambiente francés. Refugiado
en París por su militancia en el regalismo, dirigió la educación del futuro
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heredero del trono, el príncipe de Gales (que sería Carlos II), quien se había
radicado allí con su corte.
La obra que le hizo famoso y que tuvo extraordinaria repercusión fue el
“Leviatán” (obra precursora del totalitarismo contemporáneo, y tributaria del
absolutismo laico de su época). Se editó en 1651 y le valió la vuelta a su
tierra. También escribió sus tratados “Del ciudadano”, “Del cuerpo” y “Del
hombre”.
Al restaurarse la monarquía, y quedando en malas relaciones con los
partidarios de los Estuardo, fue perseguido. Se retira al campo y escribe una
historia de la guerra civil de Inglaterra titulada “ Behemont o el Parlamento
Largo”.
EL PACTO
Su pensamiento racionalista hace arrancar el origen del estado de un
pacto o contrato. Antes de él, los hombres han vivido en un estado de
naturaleza bélico dominado por el egoísmo y la lucha de todos contra todos.
De no salir de ese estado, la especie humana se destruiría.
Hobbes propone la tesis del origen artificial y voluntario del Estado. Los
hombres pactan voluntariamente, por miedo, por conveniencia, por interés
(para defenderse, protegerse). Y pactan ellos solos y entre sí, para crear el
Estado y erigir su gobernante (que lo proteja). El gobernante es un tercero
ajeno al contrato. Hobbes admite un contrato único rechazando el pacto de
sujeción entre la comunidad y el gobernante. De su contrato único surge un
gobernante que no queda obligado con la comunidad porque no ha pactado
con ella... El contrato unánime entre todos impide su revocación. La
transferencia de todos los derechos de los hombres contratantes ha sido total
y definitiva, una verdadera abdicación o renuncia que implica su entrega al
Leviatán...
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Estamos ante un absolutismo crudo, un despotismo sin límites. La ley
humana es la única medida de la justicia; los hombres no tienen derechos
naturales.
El gobernante, extraño al pacto, no está sujeto a las leyes que dicta.
Los súbditos carecen de derecho de resistir al gobernante en caso de exceso
o tiranía, conservan sin embargo, el derecho de defender su vida y de negar
la obediencia en el caso extremo de que el gobernante es incapaz e
impotente para mantener la seguridad cuya defensa ha sido el objeto del
pacto.
El Estado asume también la jurisdicción espiritual, el poder espiritual
queda absorbido por el poder temporal, con lo que el absolutismo totalitario
del hobbismo llega a su cima.
JOHN LOCKE
Nació en Wrington, se dedicó a la enseñanza de la retórica, y la
filosofía; se dedicó a la medicina y más tarde se entregó a la diplomacia.
Podemos decir que Locke es el padre del constitucionalismo moderno
Su teoría puede sintetizarse en la defensa del poder limitado, limitación
que nace del hecho de que no es la soberanía del príncipe sino la del pueblo
la que funda el Estado
Sostiene que el orden y la razón existen en el estado de naturaleza.
Del estado de naturaleza se va al estado social por el consentimiento
de los hombres libres. En el estado de naturaleza tienen libertad e igualdad,
entonces renuncia a esa situación para estar aún mejor en el nuevo estado
social, en el que conserva todos sus derechos naturales. Por el pacto social
todo hombre se une en sociedad para proteger sus derechos naturales.
El pueblo es el soberano, y aunque delegue la soberanía, la conserva
siempre en forma potencial.
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El gobierno absoluto no es legítimo; ante un poder absoluto y tiránico,
el pueblo tiene derecho de resistencia, lo que Locke llama “apelación al cielo”;
los súbditos pueden revocar a un gobierno.
La propiedad es atributo del individuo, nace con él, y su fuente es el
trabajo
Los poderes de los hombres al ser delegados se encauzan en tres
sentidos: el legislativo, el ejecutivo (que abarca el judicial) y el federativo... El
poder ejecutivo y el legislativo deben recaer en diferentes personas para
evitar los abusos Todos los poderes deben ser limitados.
En materia religiosa, proclama la tolerancia. Los asuntos espirituales
están fuera de la órbita política, el poder del gobierno civil afecta a las cosas
temporales.
Sus ideas influyeron en el desarrollo de las ideas democráticas de las
colonias americanas: a) Todos los hombres son por naturaleza igualmente
libres e independientes. B) todo poder reside en el pueblo c) el gobierno debe
ser instituido en beneficio común.......
MONTESQUIEU
Carlos de Secondat, barón de la Bréde y de Montesquieu nació cerca
de Burdeos; sus estudios se encaminaron hacia el campo del derecho, fue
consejero del Parlamento, desempeñó el cargo de magistrado.
Tres son las obras principales. “Cartas persas”, “Consideraciones
sobre las causas de la grandeza y decadencia de los romanos”, y el “Espíritu
de las leyes”. En el primero se ocupa de la decadencia de los parlamentos y
de la nobleza y critica la situación social francesa.
En “El espíritu de las leyes” dice Montesquieu que ellas no son más
que “las relaciones derivadas de la naturaleza de las cosas”, todos los seres
tienen sus leyes, la divinidad tiene sus leyes, el mundo material tiene sus
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leyes, los animales tienen sus leyes, el hombre tiene sus leyes. Mas adelante
dice que tratará sobre el espíritu de las leyes, cómo surge el derecho y cómo
se adapta al momento y a las necesidades de cada país.
Para Montesquieu hay tres especies de gobierno: el republicano, el
monárquico y el despótico. Cuando en la república el poder soberano reside
en el pueblo entero, se está ante una democracia; en cambio, cuando el
poder soberano está en manos de una parte del pueblo, se está ante una
aristocracia; monárquico, cuando gobierna uno solo por leyes fundamentales.
En los Estados despóticos no hay leyes fundamentales ni depositarios de las
leyes, es el gobierno absoluto e irresponsable.
La virtud es la base de la república, el honor de la monarquía y el
temor del despotismo.
La libertad es el derecho de hacer lo que las leyes permiten.
Montesquieu desarrolla su teoría de la división de poder, y dice, que
en cada Estado hay tres clases de poderes:
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(De las cosas que dependen del derecho civil) castiga
Judicial: los delitos y juzga las diferencias entre particulares.
No debe ser ejercido por un senado permanente, sino
por personas salidas de de la masa popular y
alternativamente designados de la manera que la ley
disponga
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Del Vecchio explica: El contrato social de Rousseau debe concebirse
de la siguiente manera: es necesario que los individuos por un instante
confieran sus derechos al estado, el cual después se los reintegra a todos
con e nombre cambiado: ya no serán derechos “naturales” sino derechos
“civiles”
La voluntad general, es una voluntad que busca y tiende al interés
general, no al particular de cada uno; por eso es infalible y .objetivamente
ética.
El pacto engendra una soberanía absoluta. El soberano es el pueblo.
La soberanía no puede ser alienada ni representada. Por eso Rousseau
acoge la democracia directa y rechaza la representación. Los diputados sólo
pueden ser sus comisarios, nunca sus representantes; tampoco admite la
división de poderes, porque la soberanía es indivisible. La soberanía es
infalible, no puede equivocarse y tiende siempre al interés general; y es
absoluta, porque el pacto social confiere al cuerpo político un poder absoluto
sobre todos sus miembros
La ley es la expresión de la voluntad general. La voluntad general es
siempre recta, pero el juicio que la guía no siempre es claro. Es necesario
obligar a unos a conformar sus voluntades particulares con su razón, y
enseñar a otros a conocer lo que quieren. De ahí la necesidad de un
legislador.
Los gobernantes son oficiales y no amos del pueblo, éste puede
establecerlos y destruirlos cuando les plazca.
Es necesario destacar que la democracia directa a la que describe,
está referida únicamente al ejercicio de la función legislativa.
Sin embargo, con la Guerra de los Siete Años, que se peleó tanto en
Europa como en ultramar, los conflictos militares se volvieron tan caros que
debieron buscarse nuevas formas de solventarlos. Los ingleses impusieron
nuevos impuestos en las colonias americanas. En parte como consecuencia,
éstas se sublevaron, y la Revolución (Norte)Americana dio luz a una nueva
era. Por razones similares, Luis XVI convocó a los Estados Generales para
imponer nuevos impuestos, y la consecuencia en su caso fue la Revolución
Francesa de 1789. El resultado de la combinación de ambos sucesos sería el
nacimiento de un nuevo mundo en Occidente, un mundo en el que el
ciudadano habría de tener mucha más influencia y autonomía que en el
pasado.
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no podría durar indefinidamente. El mundo de ultramar no podría ser por
siempre dominado, y no tenía sentido adquirir más imperio a muy altos
costos.
LA REVOLUCIÓN NORTEAMERICANA
LA REVOLUCIÓN FRANCESA:
Al finalizar el siglo XVIII, encontramos en Francia un campesinado libre
pero con penuria económicas y la masa de trabajadores manuales limitada en
sus posibilidades adquisitivas (retribución magra), y por otro lado, una
nobleza que vivía a expensas de sus arrendatarios, se destacaba la clase
media, la burguesía, favorecida por el progreso de la industria y el comercio
(revolución industrial de Inglaterra) que conquistaba posiciones y gravitaba
cada vez mas en el movimiento nacional.
Francia era una monarquía absolutista y centralizada. El despilfarro y
el lujo caracterizaban al mundo oficial, sustentado por el trabajo de las clases
productoras. La desigualdad era la nota saliente de la constitución de la
época.
Las provincias, no obstante la centralización monárquica, mantenían
ciertas diferenciaciones que revelaban falta de unificación jurídica... El
derecho romano era aplicado en el norte, mientras que en el centro regía el
derecho consuetudinario.
El republicanismo de los Estados Unidos de América, con los principios
igualitarios inscriptos en la Constitución de Virginia, tuvo amplia difusión en
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Francia
Las obras de Locke, Montesquieu, Rousseau, fueron instruyendo a
grupos de dirigentes que pugnaban por una nueva organización social.
Entre los precursores de la revolución se destacan: el abate Sieyes, el
marqués de Condorcet y el conde de Mira Beau. Los tres publicaron
esquemas de declaraciones de derechos que reflejan la corriente democrática
y liberal de la época.
Primera etapa
La revolución francesa estalla durante el reinado de Luis XVI, al
convocar éste a los Estados Generales, que no se reunían desde 1614. Los
Estados Generales son una asamblea de representantes (equivalentes al
parlamento) de los tres sectores que componían la población: el clero, la
nobleza y el estado llano o tercer estado. En mayo de 1789 se realiza la
apertura de los Estados Generales, cuyos diputados llegan provistos de
instrucciones expresas que se llaman “cuadernos”. La mayoría de
representantes pertenecen al estado llano, pero su triunfo no queda
asegurado mientras se aplique el sistema del voto por cuerpo en vez de voto
por cabeza.
En junio, el tercer estado se proclama constituido en Asamblea
Nacional, transformada en julio en Asamblea Constituyente.
El 14 de julio, bandas armadas salen a la calle y asaltan la Bastilla,
símbolo del absolutismo real.
En pleno fervor, la Asamblea redacta su famosa “Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano” en 1789, con su trilogía de libertad-
igualdad-fraternidad, y su enunciado de los derechos a la libertad, la
seguridad, la propiedad y la resistencia a la opresión; se establece que la
soberanía reside en la nación, y la división de poderes; nadie está obligado a
hacer lo que la ley no ordena ni puede ser privado de los que esta no prohíbe
y el principio de igualdad ante la ley, la libertad de opinión, de religión y de
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prensa; los impuestos de distribuyen proporcionalmente de acuerdo con la
riqueza.
El rey no se pronuncia sobre las resoluciones. El 5 de octubre la
multitud asalta en Versalles el palacio real, al día siguiente, el monarca y su
familia se instalan en las Tullerías. Se destacan dos tendencias principales: la
de los jacobinos y el de los cordeliers.
El rey jura la constitución. Intenta huir de Francia, pero fue detenido y
conducido nuevamente a París, la Asamblea lo suspende en su cargo, pero
luego es restablecido aceptando sus excusas.
La Asamblea dicta en 1791 la primera constitución escrita de la etapa
revolucionaria, estableciendo una monarquía constitucional. Los poderes de
ésta se delegan en el rey, en el poder legislativo y en el poder judicial. El
monarca tenía facultades limitadas. Podía ejercer el derecho de veto
suspensivo ante las sanciones del poder legislativo, que votaba las leyes,
declaraba la guerra y la paz y determinaba los impuestos
El veto no era ilimitado, pasado un plazo de cuatro años, la Asamblea
de los Diputados podía insistir en la sanción, y entonces el rey debía
aceptarla. El voto era calificado: tenían derecho al sufragio los contribuyentes
que pagaran un impuesto equivalente a tres días de trabajo. Los jueces eran
elegidos por el pueblo, como los diputados. Se introducía el sistema popular
de juicios por jurados en los procesos criminales.
Segunda etapa:
Con la Asamblea Legislativa que sucedió a la Constituyente se inicia la
primera etapa de la Revolución eliminando la monarquía absoluta
remplazándose por una monarquía constitucional. En esta nueva etapa se
impondrá la República
En la Asamblea ya se destaca la tendencia de la izquierda,
representada por los jacobinos
El rey de Prusia y el emperador de Austria en un manifiesto condenan
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la revolución; la Asamblea declara la guerra a Austria.
Mientras la guerra seguía su curso, la Asamblea dispuso convocar a
una Convención Nacional... Esta Convención fue elegida por sufragio
universal. Sus diputados estaban divididos en dos partidos: los girondinos,
que eran los moderados, y los jacobinos, que eran los radicales. La
Convención abolió definitivamente la monarquía y proclamó la República.
Debatieron la suerte del rey, quien fue condenado a muerte.
En 1792 derogan la constitución, y en 1793 se dicta una segunda; se
extiende el sufragio a todos los varones adultos, el parlamento se reúne
anualmente; se sustituye la división de poderes y se crea un consejo
administrativo. La constitución no entra en vigencia, y dos años después se
dicta una ley fundamental del Estado, que introduce modificaciones. Se
restablece la división de poderes, se crea un parlamento bicameral, con un
Consejo de Ancianos y una Cámara de los Quinientos, y un ejecutivo
centralizado, el directorio. Este es un período de anarquía y desorientación.
Así se llega a la Constitución de 1800, obra de Sieyes, adaptada a las
ideas de Napoleón, partidario el centralismo.
Al iniciarse la hegemonía napoleónica, quedan sin embargo en pie los
principios democráticos e igualitarios que pugnaron por afianzarse en el
territorio francés.
Mientras tanto, la ciudad de Buenos Aires, que era desde principios del
siglo XVIII el centro de importación de esclavos para el extremo sur del
Imperio Español, creció rápidamente como consecuencia del establecimiento
del nuevo virreinato. Se desarrolló una clase comercial, alimentada por la
nueva inmigración española. Esta clase comercial dominaba el comercio con
lo que posteriormente sería Bolivia, que se conocía como el Alto Perú. Así los
comerciantes de Buenos Aires pudieron desarrollar un beneficioso comercio
de exportación al Alto Perú, a cambio de metálico de ese origen.
Más hacia el norte encontramos una dura competencia entre las antiguas
misiones jesuíticas y Paraguay. Luego de la expulsión de los jesuitas en
1767, las misiones, que estaban organizadas como comunidades indígenas,
se pusieron en contacto clandestino con colonizadores españoles, y su
población decreció rápidamente, en su mayor parte debido a las migraciones
de indígenas hacia el sur. Las Misiones continuaron con su producción de
algodón, exportando textiles primitivos y yerba mate, cuyo uso los jesuitas
habían difundido por una vasta región que llegaba hasta Quito. Pero su
producción decreció, y esto benefició a la competencia paraguaya, que ganó
antiguos mercados jesuitas y también salió gananciosa de la promoción de la
producción de tabaco llevada a cabo por España.
En Paraguay, el idioma dominante, usado tanto por los indios como por
los mestizos, era el guaraní, a pesar del contexto de una cultura casi
totalmente hispanizada. Este factor diferenciaba al Paraguay de otras
subregiones del virreinato. Por otra parte, la mayoría india y mestiza estaba
bajo la dominación de una élite criolla que se percibía a sí misma como
étnicamente española. En contraste, en las Misiones existía una sociedad
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indígena que rápidamente sufría un catastrófico colapso.
Gran parte del comercio del Litoral, sin embargo, estaba dominado por
comerciantes de Buenos Aires, ya que a los comerciantes locales les faltaba
capital y tenían deudas con los comerciantes porteños. La más importante
exportación al exterior era el cuero, mientras que las carnes saladas eran en
su mayor parte vendidas al Brasil para el consumo de esclavos.
Del otro lado de los Andes, en el valle central de Chile, que no era parte
del Virreinato del Río de la Plata sino una capitanía que formalmente estaba
bajo la jurisdicción de Lima aunque en la práctica era casi autónoma, se
produjo un considerable crecimiento a fines del siglo XVIII y principios del
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XIX. Creció la producción y exportación de metales preciosos. Esta era su
principal riqueza, sin embargo. Lima era el mercado tradicional para el trigo
chileno, y Perú sufría una crisis severa, debido en parte a que la creación del
Virreinato del Río de la Plata había sacado de su domino al Alto Perú y su
plata. Consecuentemente, la demanda de trigo chileno decayó, lo que impidió
la expansión de la producción de ganado en Chile. El mismo problema se
daba con la exportación de cebo chileno al Perú. Al mismo tiempo, los cueros
chilenos perdieron en la competencia con los de Buenos Aires debido a la
ventaja geográfica de estos últimos.
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reducida fuerza de trabajo. En verdad, la producción relacionada con el
transporte de carreta era un sector importante en algunas de las economías
provinciales, como por ejemplo la del Tucumán. En parte gracias a estos
esfuerzos, antes de producirse la crisis de la Independencia existía una
integración limitada dentro del Imperio, que nos permite establecer un curioso
paralelo con la Europa del siglo XV: encontramos una multitud de pequeñas
economías situadas muy lejos unas de otras y conectadas por un costoso
sistema de rutas comerciales. Estas unidades compartían no sólo su
conexión con la metrópoli sino también su cultura y lenguaje.
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nacido en Caracas fuera verdaderamente "extranjero" en Santiago de Chile.
Por el contrario, un hombre nacido en Buenos Aires podía llegar a ejercer
funciones públicas en Chile, y luego nuevamente en su ciudad natal, sin que
se lo considerara una anomalía. Hay ejemplos muy ilustrativos de este
fenómeno, como el de Andrés Bello, que habiendo nacido en Venezuela,
representó primero al grupo revolucionario de su provincia en Londres; luego
al gobierno independiente de Venezuela en Inglaterra; más tarde, también en
Londres, a otros gobiernos hispanoamericanos además del suyo; y finalmente
se mudó a Chile, dónde le tocó ser el arquitecto de la primera política exterior
estable de ese Estado. Casos análogos (entre muchos) son el presidente de
la Primera Junta revolucionaria de Buenos Aires, Cornelio Saavedra, que era
boliviano; el director supremo interino de las Provincias Unidas del Río de la
Plata, general Ignacio Álvarez Thomas, peruano de Arequipa; el primer
embajador de Bolivia en Buenos Aires, nacido cordobés, el deán Gregorio
Funes; y el fundador del Colegio Militar boliviano, que no fue sino el exiliado
Bartolomé Mitre, allá por los mismos tiempos en que Domingo F. Sarmiento
era funcionario chileno. Para comprender cabalmente por qué fenómenos
como los mencionados, que hoy nos parecen tan anómalos, eran entonces
moneda corriente, hay que enfatizar que cuando decimos que las diversas
jurisdicciones y comarcas de la región tenían en común lengua, religión,
costumbres y un pasado en gran medida compartido, estamos sintetizando
una verdadera multitud de características comunes de orden cultural,
económico y social, que ayudaban a cimentar una identidad a través de un
contexto social y una experiencia histórica que eran en gran medida
compartidas:
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2. Además, (dejando de lado grupos radicalizados) en el ámbito cultural
durante siglos fue preponderante la influencia de los pensadores
españoles. La gente instruida leía lo mismo en toda Hispanoamérica.
Esta situación generó un clima cultural de grandes similitudes en todo
el mundo colonial, contribuyendo a conformar identidades
comparables, a partir de raíces comunes.
3. Otra experiencia compartida fue el carácter y la evolución de los
mercados de la región. Un elemento de dicha experiencia fue el
monopolio comercial, que además de establecer una única vía de
entrada, uniformó los productos con que toda Hispanoamérica se
abastecía (exceptuado el contrabando). Las restricciones a la entrada
de libros afectó a todo el Imperio americano. Además, la región
compartió graves vicisitudes, no siendo la menor la catástrofe
demográfica del siglo XVII, provocada por la sobrexplotación de la
población indígena. Desde México a Tucumán, la agricultura debió ser
reemplazada por la cría de ganado debido a la escasez de mano de
obra. Las comunidades indígenas agrarias, de las cuales los españoles
habían obtenido rentas y trabajo, fueron a veces sustituidas por las
haciendas españolas, manejadas directamente por los peninsulares.
Pero el mismo decrecimiento de la población limitaba la producción de
las haciendas debido al insuficiente mercado de consumo. Y el trabajo
no era libre sino forzado: aun donde había nominalmente trabajo libre,
las deudas de los peones con sus terratenientes anulaban esta
libertad. El verdadero trabajo asalariado requirió siglos para
desarrollarse. En este plano, como veremos, la situación del Río de la
Plata era particularmente primitiva, pero era tan sólo un caso extremo
de un fenómeno que en menor medida y con variantes locales se
había registrado en varios momentos y lugares de la historia de
Hispanoamérica.
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4. Otro aspecto común a toda la América española era la diferenciación
social en términos de casta, que creció en relevancia cuando el
período colonial llegaba a su ocaso. En algunas regiones, como la
andina, las diferencias de castas eran paralelas a las diferencias
económicas, pero éste no fue siempre el caso. Por el contrario, allí
donde la movilidad económica generó la posibilidad de suprimir las
diferencias de casta, los derechos diferenciales de las castas fueron
acentuados por las élites dominantes, con el propósito de estabilizar la
sociedad. Así, hasta la crisis de la independencia, el acceso a la
administración, el ejército y la Iglesia del estrato urbano más bajo fue
vedado, a la vez que el ascenso económico conseguido a través de
otros medios carecía de relevancia social en ese contexto cultural.
5. Otra característica común a la América española luego de las reformas
borbónicas de 1778 fue el resentimiento hacia los españoles nativos,
quienes inmigraron en gran número como consecuencia de estas
reformas, y tendieron a desplazar a los criollos blancos y a los
mestizos de las posiciones más codiciadas, en un contexto en el cual
la franja media de la población (la que se encontraba entre los muy
ricos, que eran muy pocos, y la inmensa mayoría, que sobrevivía en
condiciones de extrema pobreza) era verdaderamente muy pequeña.
Hacia el final del siglo XVIII casi la mitad de los trece millones de
habitantes oficialmente reconocidos vivían en México, e incluso allí se
concentraban en Anahuac.
31
España, desde la segunda mitad del S. XVIII hasta la crisis de la
independencia en el Río de la Plata
32
recuperada por los españoles en 1777. El Tratado de San Ildefonso de 1777
entre España y Portugal reconocía a Colonia y las Misiones jesuíticas como
españolas.
33
engendró sentimientos antiespañoles. Aun cuando la mayoría de los intereses
locales habían sido beneficiados por las reformas, la nueva situación hacía
más visible la injusticia de la discriminación a favor de los españoles.
34
5. La quinta configuración toma forma con la entrada de Napoleón en el
panorama político de Europa continental. Este hecho no podía sino afectar a
todos los factores sistémicos que condicionaban a las colonias españolas en
América. Al principio Portugal intentó una difícil neutralidad, mientras que
España se convirtió en aliada de la Francia revolucionaria y napoleónica en
1795. Esta evolución tuvo importantes consecuencias políticas e ideológicas
en la misma España. Aun los más leales defensores de la Corona no podían
dejar de preguntarse si la monarquía española no caería, tal como había
ocurrido con la francesa. En Hispanoamérica las dudas eran aún más fuertes,
y ésta fue una de las razones por las cuales a partir de 1795 el poder español
en Hispanoamérica comenzó a sufrir una creciente crisis.
35
económicas y administrativas de 1778-82. El aislamiento incrementó el
resentimiento criollo. Y Gran Bretaña tampoco estaba dispuesta a estar
desconectada del comercio con las colonias españolas indefinidamente,
hecho que, combinado con el anterior, conspiraría contra la integridad del
Imperio Español.
Aunque los ingleses no llegaron como libertadores, se puede decir que las
invasiones inglesas de 1806-1807 fueron el primer paso hacia la
independencia del Río de la Plata. Aunque no fueron desplazadas, las
autoridades españolas locales se vieron forzadas a inclinarse ante los deseos
de los criollos que habían derrotado a los ingleses. La legalidad no se rompió,
pero el régimen colonial se había resquebrajado y las masas habían adquirido
un peso en la política local que habría de durar durante muchas décadas.
36
potosino que en el período anterior a 1805. Si bien cabe reconocer que dicho
aporte a su vez sufrió una importante declinación (de 19.487.906,1 pesos
entre 1791-1805 a 3.635.272,0 ¼ pesos entre 1806-1810), esta merma fue
compensaba por el ascenso en el aporte de otros centros ubicados dentro y
fuera del virreinato (entre los que se destacó Chile).
37
era la única regla verdadera, la tendencia por la cual los grandes Estados se
anexaban a los chicos se revirtió, y en América el número de Estados pronto
comenzaría a aumentar.
38
enviaron expediciones a Guinea en busca de oro, cera, añil y cueros. El
Tratado bilateral de Alcaçobas, del 4 de septiembre de 1479, repartió entre
Castilla y Portugal el nuevo mar trazando una línea horizontal por el paralelo
del cabo Bojador, y puso temporario fin al conflicto. Según el mismo, la
Guinea, todas las islas y el mar adyacente, salvo las Canarias, correspondían
a Portugal. Los españoles no podrían navegar sus mares sin permiso del rey
lusitano. No obstante, dicho tratado no modificaba la adjudicación de tierras
ya resuelta por la bula pontificia de 1454, y fue ratificado por Sixto IV
mediante la bula Aeternis Regis Clementis del 22 de junio de 1481. Los
portugueses sacaron inmenso provecho del mismo con las minas de oro y el
tráfico negrero, que posteriormente adquirió un gran desarrollo en las colonias
españolas.
39
El Papa Alejandro VI otorgó a los reyes Católicos, por la primera bula
Intercaetera del 3 de mayo de 1493, la posesión de las tierras descubiertas o
por descubrirse que no pertenecieran a ningún príncipe cristiano. La
ambigüedad de este documento no agradó a los monarcas y entonces la
diplomacia castellana consiguió una segunda bula Intercaetera antedatada el
4 de mayo de 1493, que concedía a Castilla las comarcas descubiertas o por
descubrirse, que se hallasen hacia el Occidente o el Mediodía, en dirección a
la India, o a cualquiera otra parte del mundo, siempre que estuviesen situadas
más allá de una línea que fuese de polo a polo, ubicada a cien leguas, por el
Poniente y Mediodía, de cualesquiera de las islas Azores y Cabo Verde.
Nuevamente los términos confusos de este documento suscitaron diversas
interpretaciones pero resultaba claro que al autorizar expediciones
castellanas hacia el Mediodía, invalidaba la pretensión portuguesa que
sostenía la extensión al Poniente del paralelo del cabo Bojador, como se
había pactado en 1479. Estas y otras nuevas bulas que favorecieron
alternativamente a Castilla y Portugal, como dice Molinari, "a fuerza de tanto
conceder concluyeron por no conceder nada", y las dos coronas debieron
buscar la solución de sus pleitos coloniales por medio de arreglos directos.
40
Sin embargo, y como era de esperarse, a medida que Holanda y Gran
Bretaña desarrollaron su poder naval no respetaron la resolución pontificia ni
el posterior acuerdo entre Castilla y Portugal. Al fundar su prosperidad en el
tráfico marítimo y los beneficios del intercambio comercial, necesariamente
navegaron por el «mare closum» y arribaron a las islas y costas americanas.
Como consecuencia de la extensión de las rutas comerciales, la piratería (que
era tan común en el Mediterráneo) apareció en el Atlántico.
43
Sacramento por los portugueses. Se consideraba como definitivo y resuelto el
"dominio de la dicha Colonia y uso del campo para la corona de Portugal",
con la única restricción de no admitir buques aliados en los puertos
portugueses, quedando expresamente anulado el Tratado Provisional de
1681, que contradecía este arreglo. Este era el precio que España pagaba
para obtener el reconocimiento del futuro rey Felipe V, nieto de Luis XIV y
aspirante al trono de España. Por cierto, el Tratado de Lisboa se encuadraba
ya en el contexto histórico que conduciría casi inmediatamente a la Guerra de
Sucesión Española, que se extendió desde 1701 hasta 1713.
44
gobernación de Buenos Aires. Sin embargo, antes que transcurrieran diez
años la diplomacia portuguesa, apoyada por Gran Bretaña y auxiliada por el
desenlace de la Guerra de Sucesión, recuperaría la Colonia del Sacramento.
45
privilegios y ventajas al tráfico marítimo británico: los barcos británicos no
serían molestados por las autoridades españolas salvo que fueran
sorprendidos comerciando ilícitamente.
Las ventajas que obtuvo Gran Bretaña con los tratados celebrados con
España en Utrecht le permitió absorber todo el comercio del Río de la Plata y
llevar sus mercaderías hasta el Perú. Sus ganancias no derivaban tanto del
tráfico esclavista como de la franquicia para introducir libres de derechos las
quinientas toneladas de sus navíos de permiso.
47
entre los dominios, la conquista y la ocupación efectiva", es decir, el uti
possidetis juris. Se consiguió así un convenio de límites, el cual no obstante
no llegó a concretarse debido a la muerte de Juan V. Sin embargo, los
esfuerzos del ministro Carvajal consiguieron reanudar las negociaciones con
Pedro III, el cual estaba influido por Gran Bretaña, y es así como se firmó el
Tratado de Permuta del 13 de enero de 1750.
48
A pesar de que el gobernador Pedro de Cevallos conocía con
anticipación la firma del Tratado de El Pardo, comunicó al gobernador
portugués de la Colonia que evacuara las tierras españolas que en las
inmediaciones de la plaza ocupaban los portugueses, así como las islas
Martín García y Dos Hermanas. Al coronel Osorio le pidió que devolviera las
poblaciones en el Río Pardo y Chuy.
Fue inútil la protesta del conde de Bobadilla (virrey de Brasil que había
sido por muchos años gobernador de la Colonia) y su alegato de que las
tierras que ocupaban los portugueses eran propiedad de Portugal.
49
guerra de los Siete Años (1756-1763), y ayudar a los futuros Estados Unidos
en su lucha por la independencia (1776-1783). En lo que se refiere a sus
posesiones americanas, una de las principales preocupaciones de Carlos III y
sus ministros fue asegurar el dominio español en el Río de la Plata, suprimir
el comercio clandestino, y vigorizar política y económicamente a Buenos
Aires.
50
del Plata sin ofrecer a Portugal ninguna compensación por la posesión de la
Colonia. Mientras las dos cortes discutían la neutralidad de Portugal, el
marqués de Soria invadió su territorio con un ejército de 45.000 soldados, el
30 de abril de 1762, al mismo tiempo que Francia le enviaba 12.000 hombres
para reforzarlo. Cuenta Cárcano que Soria “entró a Portugal con los fines más
gloriosos y útiles a la corona y súbditos de Portugal, como el rey Carlos III
tenía siempre declarado a su amigo y cuñado el rey fidelísimo. Con una
proclama semejante el general Souza (portugués) invadiría años después la
provincia Oriental. El cinismo es manifiesto en las dos oportunidades”.
51
los navíos y la Compañía de las Indias Orientales se hizo cargo de este
negocio, que terminó en un desastre. La escuadra, inutilizados sus mejores
navíos, se retiró.
52
expulsión de los jesuitas, para extender sus posesiones desde el Uruguay al
Paraguay. El virrey de Brasil nombró a Bohm inspector general de todas las
fuerzas armadas portuguesas, cuyos subordinados habían vencido a las
fuerzas españolas de Vértiz en 1774 y 1776, antes de la creación del
virreinato. De tal modo, la importante región que el Tratado de París había
adjudicado a España fue conquistada íntegramente por los lusitanos.
54
1795. No obstante el traspié, España no sufrió pérdidas territoriales. Al año
siguiente, Godoy sostuvo la necesidad de volver a la amistad con Francia, y
el 18 de agosto de 1796 firmó en San Ildefonso un Tratado de Alianza
ofensiva-defensiva con el Directorio francés. Desde entonces hasta su caída,
Napoleón tuvo un papel preponderante en la política española.
55
monopolio comercial establecido por la Corona durante los siglos XVI y XVII y
parte del XVIII: España no permitió el comercio intercolonial, y como
resultado, Buenos Aires debió comerciar a través de Panamá a un costo entre
500% a 600% por encima de su costo original. El Río de la Plata tenía una
doble desventaja: además de la enorme distancia respecto de los puertos
habilitados por el monopolio comercial español en el área del Caribe, el Río
de la Plata no tenía productos de gran valor que pudiesen ser transportados
fácilmente y con provecho.
56
Chile y Buenos Aires. El 12 de octubre del mismo año, nuevas regulaciones
legales abrieron al comercio español trece puertos españoles y veinticuatro
coloniales. Para 1789, la mayoría de los puertos españoles y coloniales
disfrutaban de este privilegio. En consecuencia, Buenos Aires mejoró
enormemente su posición comercial, llegando a ser uno de los mercados más
grandes de Sudamérica. El comercio del Interior creció en forma acorde. Los
vinos de Mendoza, aguardientes de San Juan, telas tucumanas, tabaco,
yerba y madera del Paraguay fluían hacia el mercado de Buenos Aires. Las
medidas borbónicas de liberalización comercial potenciaron las exportaciones
principales del área rioplatense: carne salada, cueros, y lana generaron la
fase inicial de la emancipación de dicha área, al cortar la dependencia
económica del Perú.
Estimulados por la crisis del poder español imperial, hacia fines del
siglo XVII los sectores criollos habían logrado obtener una independencia
económica de facto respecto de la Corona española, basada en el ascenso
económico y social de la clase comerciante y terrateniente criolla de las
distintas regiones del Plata. Será esta autonomía la que resistirían a perder
cuando a partir de 1765 la corona española resolvió fortalecer el control
imperial.
58
estas contundentes palabras de Simón Bolívar:
59
la etapa colonial tres intereses separados, y que centraban su atención en
Buenos Aires, mientras crecía en ésta el antagonismo criollo-peninsular y en
la España invadida por Napoleón, las juntas revolucionarias luchaban para
restablecer la soberanía:
60
"nación" con los de "Estado" y "gobierno" hasta su edición de 1884, y hasta
esa fecha definía a "nación" simplemente como "el agregado de habitantes de
una provincia, un país o un reino" . Nos cuenta Elie Kedourie que mucho
antes de eso, en la Edad Media, las "naciones" de la Universidad de Paris
eran grupos de estudiantes pertenecientes a diferentes grupos lingüísticos:
por ejemplo, "la honorable nación de Francia" incluía a franceses, españoles
e italianos, pero se diferenciaba de la "fiel nación de la Picardía", "la
venerable nación de la Normandía" y "la constante nación de la Germania"
(que incluía a ingleses). Aun antes, en tiempos romanos, "nación" significaba
un grupo humano de origen similar, mayor que una familia pero menor que un
clan o un pueblo: por ello, se hablaba del Populus Romanus, no de la natio
romanorum.
61
identidades se han ido conformando de maneras muy diferentes y fluctuantes.
Por cierto, aunque los Estados-naciones son una creación política moderna, y
aunque aun las "naciones" (definidas en términos étnicos) no eran fenómenos
de tanta relevancia política en el pasado, la humanidad siempre se ha
dividido en función de identidades diferenciadas. Lo que ocurre es que el eje
estructurante de la identidad pasaba por otro lado, y ésta es la gran
contribución a la reflexión sobre estos temas introducida por Benedict
Anderson, cuyo ensayo ya citado nos brinda una fascinante aproximación a la
comprensión del tránsito de un tipo previo de comunidad imaginada, la
comunidad pan-europea del cristianismo occidental, a un tipo nuevo, la
nación (con o sin su Estado propio).
62
No solamente era el latín un lazo de unión de esta intelligentzia
paneuropea bilingüe (que manejaba además algún vernáculo muy local), sino
que era además una suerte de "lengua-verdad", porque era la que se utilizaba
en los rituales de intermediación entre los hombres y la divinidad. En este
contexto, más allá de las identidades naturales de pequeñas comarcas en las
que existía un contacto directo entre los pobladores, emergió una identidad
común a todos los que profesaban el mismo culto católico: gentes que
hablaban vernáculos muy distintos y que podían vivir a miles de kilómetros de
distancia, pero que se relacionaban con la divinidad en la misma lengua
antigua a través de la intermediación de sus sacerdotes, y cuyos gobernantes
también se comunicaban entre sí a través de esta "lengua-verdad".
63
cruzadas. Aquel mundo, por lo tanto, era simultáneamente muy segmentado y
sorprendentemente universal: la comunidad imaginada de la cristiandad
occidental era mucho más incluyente que las posteriores comunidades
imaginadas nacionales, a la vez que el latín obraba como una suerte de
cemento lingüístico paneuropeo, restringido a las clases gobernantes y
eclesiásticas.
64
vernáculo de esa ciudad pasara a dominar la región circundante, con lenguas
distintas pero muy afines: unos vernáculos se convirtieron en "lenguas-de-
imprenta", otros pasaron a ser dialectos vulgares. Comenzó así un proceso
inverso al que había tenido lugar con la caída de Roma, que había generado
una segmentación creciente de los romances derivados del latín. Ahora los
vernáculos (fueran o no romances) tendieron a aglutinarse en torno a
lenguas-de-imprenta, y entre las lenguas-de-imprenta afines también tendió a
generarse una estratificación, determinada por el hecho de que una lengua-
de- prensa coincidiera o no con la ubicación de un centro de poder político.
Estos vernáculos, que de meras lenguas vulgares ascendieron primero a
lenguas-de-prensa y luego a "lenguas-del-poder", cobraron prestigio, y es así
que en 1539 un vernáculo "francés", el de Paris, antes considerado apenas
una forma corrupta del latín, se convirtió en la lengua oficial de las cortes de
justicia del reino de Francisco I. En regiones menos romanizadas, como
Inglaterra, cierto vernáculo había llegado a a ser la lengua-del-poder con
anterioridad al surgimiento de la imprenta de caracteres móviles (el early
English, mezcla del anglo-sajón con el francés normando, sustituyó al latín en
las cortes y el parlamento en 1362), pero de cualquier modo fue la imprenta lo
que aglutinó a los diversos vernáculos ingleses en torno de la versión
utilizada como lengua-del-poder.
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los"Quando bien comigo pienso mui esclarecida Reina: í pongo
delante ojos el antiguedad de todas las cosas: que para nuestra
recordacion y memoria quedaron escriptas: una cosa hállo y sáco
por coclusion mui cierta: que siempre la lengua fue compañera del
imperio: y de tal manera lo siguió: que junta mente comencaron.
crecieron. y florecieron. y despues junta fue la caida de
entrambos."
67
sentidos de identidad y de otros "nosotros" entre los funcionarios que se
movilizaban de una punta a otra de un imperio. Entre los europeos estos
itinerarios en alguna medida reemplazaban a los antiguos peregrinajes
religiosos, que antes habían permitido generar un "nosotros" mucho más
inclusivo, que incluía a extremeños, bávaros, bretones y napolitanos que se
encontraban, por ejemplo, en Compostela.
68
productos. De este modo, en la América española la identidad de español
americano (o peninsular) estaba superpuesta a otra identidad local,
circunscripta al ámbito de circulación de periódicos. Uno podía ser porteño,
cordobés, limeño, caraqueño, y a la vez español americano o peninsular, pero
todavía no se podía ser argentino, peruano o venezolano, a no ser que por
"argentino" entendamos el sentido original del término, que no fue otro que
vecino del Río de la Plata, o sea básicamente porteño.
69
El Congreso de Viena reunió en 1815 a los representantes de los
principales países europeos, y tenía como fin hacer un reajuste en el mapa de
Europa, que había cambiado mucho después de 25 años de revoluciones y
guerras, específicamente la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas.
70
Mientras la Corona española mantuvo una política excluyente, Gran Bretaña
apoyó las pretensiones de los portugueses sobre la Banda Oriental. Pero
cuando la Colonia del Sacramento quedó irremediablemente bajo el poder de
los españoles en 1777, Gran Bretaña dejó de entrometerse seriamente en la
cuestión del Río de la Plata, excepción hecha del frustrado intento de invasión
de 1806-1807, que comenzó con la aventura individual de un jefe naval
británico.
Desde 1810 hasta 1816 el gobierno británico desarrolló una política cuyo
objetivo era frenar el deseo portugués de conquistar la Banda Oriental y tal
vez incluso de lograr que Buenos Aires se supeditara a su autoridad. Ya hacia
1815 el perfil de un Estado tapón se había comenzado a insinuar para
Uruguay. En tal sentido, es interesante observar que las restricciones
impuestas por los británicos a los portugueses ayudaron a establecer las
71
circunstancias por las cuales se eliminó primero el poder español en la Banda
Oriental, y luego el poder de ambos Buenos Aires y Brasil.
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mediación. Durante este período, Gran Bretaña, que tenía un indiscutible
predominio comercial en el Río de la Plata, optó por adoptar una posición
prudente -o si se quiere, equidistante- respecto tanto del reconocimiento de la
independencia de las nuevas repúblicas sudamericanas como de la política
de intervención impulsada por las monarquías europeas -especialmente por
el zar Alejandro de Rusia- en el seno de la Santa Alianza, tendiente a sofocar
procesos revolucionarios.
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período en las relaciones con Inglaterra. La forma elegida para hacer efectivo
el reconocimiento fue la negociación de tratados comerciales, la ratificación
de los cuales completaría el proceso. El ministro Canning, sucesor de
Castlereagh, era partidario de evitar todo reconocimiento en términos
precisos y prefería que se diera por establecida la independencia presunta.
No obstante, era importante que el reconocimiento apareciera ligado a la
regulación del comercio que había sido el motivo principal para que aquél se
realizara. De esta manera los nuevos Estados se vieron obligados a aceptar
estos tratados.
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