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Miradas Opuestas Michharu
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Esther García...
La enfermera entró como cualquier otro día en urgencias, con aquella expresión de
quien ha vivido mucho y la mayoría ha sido malo. Hacía una semana que lo había
dejado con su novio... si a alguien que le llamaba los fines de semana (Siempre que no
hubiese fútbol) para echarle un polvo rápido en la entradita de casa sin llegar nunca más
adentro, ni de su hogar ni de su corazón... se le podía llamar novio. El caso es que a sus
35 años todos aquellos sueños del príncipe azul y el corcel blanco se habían desecho
irremediablemente. De hecho había llegado a aquel punto en que se preguntaba
frecuentemente ¿Soy yo o son ellos? Y en alguno de aquellos momentos en que tenía el
rostro inundado de lágrimas, casi tanto como el corazón, se había prometido que hasta
no tener la respuesta a esa y otras preguntas... iba a pasar del amor, claro, como si
aquello fuese tan fácil, como si con un razonamiento lógico pudiera hacer que su
corazón dejará de encapricharse, mayormente de personas inadecuadas, aunque eso la
había ayudado a actualizar su definición del amor...
Amor (Según ella): Eso que te hace suspirar con cara de panoli por alguien que a la
mínima oportunidad te abandonará, te golpeará, te robará o... las tres cosas a la vez
Por supuesto, con tal concepto del amor, ella no estaba por la labor de enamorarse y
mucho menos de tener pareja. Aunque a veces se le planteaba un ligero inconveniente...
se sentía sola, pero no sola a secas, no, jodidamente sola. No era en plan, estamos muy
ocupados todos, no podemos quedar, pero están ahí, no, era más bien en plan... no hay
absolutamente ni una persona que se preocupe aunque sea un poco de mí, ni una migaja
de cariño, ni nada, solo este estúpido vacío que se empeña en llenarme
La cosa es que había comenzado como siempre, cada vez que conocía un chico
adaptaba sus gustos a los de él (Más bien absorbía los de él como si fuese un camaleón,
solo que aquélla vez, en vez de drogarse, gritar insultos al arbitro, beber cerveza o
(durante un breve pero intenso período) ser heavy... había ido a parar a una ONG) El
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chico... un tipo medio hippie y porreta que había terminado en una discoteca pija de
house en Ibiza y que estaba enganchado a las drogas sintéticas... el sitio, una pequeña
ONG que comenzaba a crecer y recién estaba elaborando proyectos para el extranjero,
con falta de recursos pero grandes esperanzas. Y por primera vez, aquél vacío se había
llenado un poco, era como un bálsamo para sus heridas, hacer algo, sabiendo que iba a
ayudar, de que habría gente que lo necesitaba, que ella les iba a ayudar... era lo que
necesitaba, lo que cada vez más, en cada misión de ayuda humanitaria, llenaba aquello
que tenía dentro. Vale, su jefa era una manipuladora de cuidado... pero bueno, tampoco
se le pueden pedir peras al olmo
Y allí llegaba ella, a su edad, con el peso del mundo en los hombros, una sonrisa que
solo aparecía en misiones humanitarias, trabajando en un hospital en el que era
prescindible y que a pesar de llevar siete años allí, ninguno de sus compañeros la
conocían realmente
E: Buenos días... (Era el saludo automático que soltaba al llegar a recepción, donde los
ojos curiosos de aquélla mujer llamada Teresa y que bien podía haber sido su vecina del
quinto la esperaban)
T: Hija, buenos días, que mala cara traes ¿Eh? No habrás dormido casi ¿No? Pues yo
del tirón, hija, mi pequeño se fue a cenar a casa de su novia, y estuvo toda la noche allí,
por fin un poco de soledad que a mi Paco y a mi nos hacía falta, no habíamos estado
solos desde... bf... ¡Ya ni me acuerdo!
A los ojos de Esther, Teresa era la típica mujer sesentona que se refería a todo dios como
hijo o hija, llamaba ‘mi pequeño’ a un hombre te treinta años hecho y derecho, más
hecho que derecho tal vez, y a la que solo le faltaba venir a trabajar con un albornoz y
unas zapatillas de estar por casa de color rosa con florecillas cantonas estampadas, todo
ello a juego con unos rulos y una redecilla en la cabeza para encontrarse en su salsa. Eso
sí... era encantadora
A pesar de que su trabajo le gustaba notablemente, odiaba urgencias. Tener que ir detrás
de los pacientes para que no se tomaran el hospital como un centro de vacaciones en el
que podían moverse a su antojo, detrás de las visitas para que no utilizaran cualquier
rincón como sala de fumadores y por defecto cualquier cosa como improvisado
cenicero, para que no usaran el móvil y que cuando les decías algo te miraban como si
fueses el mismísimo Satanás reencarnado en una enfermera de metro sesenta con cara
de niña buena, y sobre todo... ir detrás de los médicos para que firmasen las altas, o
fueran ver a tal paciente que se quejaba o cualquier otra cosa, y es que allí, los médicos
tenían el don del ‘escaquismo’, léase, salían por patas en cuando veían que les ibas a
pedir algo. Y tú seguías dando vueltas por el hospital detrás de ellos, cuando en realidad
lo que quería era echarse un cafecito y durante tan solo cinco minutos no escuchar aquel
grito aberrado de: ¡Enfermeraaaaaaaaaaaaaaa!
Una de las pocas personas que la conocían un poco más, seguramente porque la doctora
Laura Llanos tampoco es que hubiese tenido mucha suerte en el amor, estaba
completamente enamorada del doctor Sotomayor (un pijo con aires de clase media)
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casado y con un hijo en camino, era incapaz de mantener una relación con cualquier
otro, ni siquiera con aquél psicólogo guaperas que le tiraba los trastos descaradamente
Sin duda la parte más interesante de aquél trabajo, el momento pinchazo, en que cada
paciente reaccionaba de forma diferente, ignorarla, mirándola mal, apretando sus
músculos aún sabiendo que así duele más, poniendo cara de buen apersona e intentando
camelársela para que no lo hiciera, sobornándola con dinero o regalos, poniéndose en
plan niña exorcista (sin duda el más divertido ya que tenían que sujetarlo dos mientras
la otra le asestaba el ‘mortal’ pinchazo) o huyendo (Sí, no era la primera vez que se
había visto a alguien con la bata aquella que no tapaba nada correteando por el hospital
o escondido en los lavabos), aunque sin lugar a dudas, el caso más divertido era cuando
una única persona pasaba por todas aquella reacciones en menos de cinco minutos... lo
de las multi-personalidades era raro, pero aún había casos
L: Por cierto, el café a las once, que Javier (léase doctor por el que ella perdía el culo
instantáneamente) nos ha dicho a todos que vayamos a cafetería que nos tiene algo que
decir
E: Sí, vale... nos vemos allí
Entró en los vestuarios, si a dos metros cuadrados llenos de trozos de hierro llamados
taquillas, se le podía decir así. Buscó en su bolso la llave de la suya. Normalmente en
cualquier otra persona no le habría llevado mucho, pero Esther parecía llevar siempre la
casa a cuestas, en su caso, metida a presión en el bolso, llevaba de todo, recuerdos,
guarradas varias que por no moverse hacia una papelera iba acumulando en uno de los
bolsillos y aún así le quedaba sitio para las llaves de casa... pero las de la taquilla... esta
claro que no. Seguramente estarían en el recibidor de casa sonriendo burlonas. Miró
alrededor a ver si ya les habían llevado los uniformes limpios, victoriosa se acercó al
montón perfectamente colocado al lado de la puerta y buscó el suyo, hasta que recordó
que los tenía apilados en el fondo de la taquilla para lavarlos en casa porque el
detergente del hospital le causaba sarpullidos
Una hora después estaba harta del día, del trabajo, del sarpullido que la había convertido
en una llama andante, de los picores que la hacían rascarse como si tuviera una colonia
de pulgas saltando por su cuerpo, de pasearse por allí embutida en aquél uniforme que
por marcarle le marcaba hasta los pelos del brazo y que amenazaba con estallar en
cualquier momento, haciendo saltar los botones que con la suerte que tenía irían a para a
la calva del director, que la echaría a la calle, por lo que no podría pagar al barrigón de
su casero y por lo que acabaría volviendo a casa de su madre, junto con sus siete
hermanos, donde había que pedir hora con meses de antelación para ir al baño y donde
se pensaba en el asesinato a la hora de comer... Sí, la vida era bella
Macarena Wilson...
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Se despertó tarde, como siempre, tal vez porque la noche anterior la cena de gala había
durado más de lo previsto o porque le encantaba dormir, acurrucarse entre las suaves
sabanas, arropada por el calor de su propio cuerpo y con aquel olor a hierbabuena que
siempre había en las habitaciones y pasillos de aquella mansión. El sol se colaba entre
las blancas cortinas de seda, despertándola suavemente. Abrió los ojos y sonrió a la
estupenda mañana que se presentaba en tierras jerezanas
Miró a un lado, sobre la pequeña mesita que había al lado de su cama, descansaba una
bandeja de plata, sonrió, Carmen siempre se adelantaba a sus peticiones. Zumo de
naranja recién exprimido, tostadas untadas con manteca colorá echa por la propia
cocinera de la familia, café en su punto justo traído del Brasil, una rosa con los pétalos
perfectamente definidos y ordenados, seguramente de los numeroso rosales que
inundaban el jardín, y una servilleta de seda
Deslizó la sabana a un lado, con la suavidad del que toca algo preciado, se desperezó
tranquilamente y se acercó a la ventana, descorriendo levemente las cortinas, los
jardineros trabajaban en el cuidado de las numerosas plantas que su madre había hecho
traer de infinidad de lugares, quería el jardín más hermoso y exótico de Jerez, y lo había
logrado, era envidiado por mucho de los invitados a las fiestas de los Wilson, y copiado
por muchos otros. Más allá de los jardines se podían ver hectáreas de viñedos,
dibujando líneas y más líneas, formando un perfecto entramado de color verde intenso.
Desvió la mirada hacia el pequeño lago que había a la derecha, junto a los establos y
sonrió, era un gran día para montar
Macarena siguió desayunando, con un poco menos de placer que antes, odiaba cuando
le decían que no existía ese amor puro, grande y sin fin. Y es que ella... creía en el amor,
en ese amor, por encima de todo. Tal vez lo veía desde la perspectiva de alguien que
siempre ha tenido todo lo que deseaba, nunca le había pasado nada malo, nunca había
recibido un no como respuesta, y ese amor, ese amor tampoco se le iba a negar, era
Macarena Wilson, ¿Cómo se le iba a resistir? La cosa estaba en encontrarlo...
Ella soñaba con una gran mansión, un marido encantador que se desviviera por ella, que
le diese todos sus caprichos, desde el más pequeño al más grande, un par de niños,
mejor niñas, que serían educados como ella en el arte de la danza y en la equitación,
unas niñeras que se hicieran cargo de ellos mientras ella paladeaba lentamente el
placentero sabor de tenerlo absolutamente todo, de ser feliz por todo lo que le rodeaba,
y ese final feliz de las fábulas
Obviamente Macarena desconocía como era el mundo real, era una mujer informada
como se exigía en alguien de su status social, pero todo pasaba a través de los ojos de
una mujer de 35 años que no sabe lo que es pasar hambre ni por asomo, en ningún
sentido. Aunque a veces, en raras ocasiones, aquella sonrisa se desdibujaba un poco,
imperceptiblemente, a veces pensaba en el mundo. No en el que ella conocía, lleno de
lujos y copas de plata. No. El mundo de fuera, el real, el desconocido, el misterioso, en
el que vivía más del 80% de la humanidad. Aunque solo lo hacía porque como toda niña
caprichosa, quería tenerlo todo, incluso lo que no conocía, y es que zambullida en un
jacuzzi con una sirvienta preparada para abrigarte con la toalla al salir... era difícil tener
pensamientos limpios de todo el oro que impregnaba su vida
Antonio: Bien hija, bien. (Ambos sabían que no era cierto, dormía solo desde que un
mes atrás Rocío, su esposa y madre de Macarena, decidiera mudarse a una de las
habitaciones de invitados, de las numerosas que tenían, y su padre la quería, a pesar de
los años y de que el amor no era algo propio de su clase, al menos el desinteresado, aún
la amaba) ¿Estás muy ocupada?
M: Quería ir a montar, hace una mañana espléndida
Antonio: Bien, pero me gustaría hablar contigo en algún momento del día
M: ¿Algo grave?
Antonio: Sabes que no hija, solo negocios. Disfruta del paseo, estaré en mi despacho
Por muy niña que pudiese llegar a ser en algunos aspectos, aquella ironía en lo que
hacía no se le escapaba, sobre todo en la ayuda humanitaria, ella daba una pequeñísima
parte de su dinero, algo tan imperceptible entre los millones y millones que poseían que
no se daban ni cuenta, lo daba por el único motivo de la publicidad, anunciaban a cada
donación a bombo y platillo como todos los demás, utilizaba el hambre que jamás
llegaría a experimentar, el horror que vivían miles de familias en el mundo para su
beneficio, para tener más y más. Y para aquellas familias... les daban alimentos, ropas y
mejoraban su calidad de vida, les procuraban medicamentos y todo lo que necesitaban...
Eran héroes, hipócritas, pero héroes. Ambos se utilizaban, unos para sobrevivir... otros
por pura ambición. Una vez le había entrado curiosidad, quería ver los rostros a los que
les mandaban aquel dinero, o tal vez solo quería asegurarse que el dinero llegaba donde
tenía que llegar y no se quedaba en manos de algún burócrata, pero después de
informarse un poco sobre las condiciones ‘salvajes’ en las que vivían aquellas personas,
había desistido, una Wilson entre salvajes, impensable... y sin agua caliente ¡Que atraso!
Removió un poco más la espuma, se acomodó y colocó un apequeña toalla sobre sus
ojos, apoyó la cabeza en un pequeño cojín en el filo y suspiró. Sí, la vida era bella
Cuando Esther estaba toda concentrada en ver como clavar la aguja para extraer sangre
a un hombre que tenía tics en el brazo, apareció de nuevo Laura, le recordó a Esther que
eran las once, esta la miró con una ceja alzada. Hay lo tienes... el amor. La doctora
Llanos estaba tan enamorada de Sotomayor, que si este estornudaba, ella ya estaba
pidiéndole la baja, preparando un caldo y forzando la cerradura de farmacia para darle
algún medicamento... todo a la vez. Esther ya se la podía imaginar, en cuclillas delante
de la puerta de farmacia, con un pasador del pelo en la mano y trasteando la cerradura.
Aunque con lo torpe que era, seguramente acabaría por romper con una silla el cristal y
dar un salto dentro al más puro estilo Lara Croft... y todo eso... por amor ¿Bonito
verdad? A Esther le entraban nauseas...
Sí, quizás no era exactamente la actitud de una enfermera, al menos no de una buena,
pero después de media hora intentando que aquel tic parase, o al menos no le afectase
cada vez que se acercaba a él... ¿Qué esperaba? El tipo ya tenía suerte de que Esther no
le hubiese cruzado la cara, como en las películas, para que reaccionara de una vez, ¡Qué
con la tontería del tic la enfermera había recibido más leches que en toda su vida!
Uy... pensó la enfermera... sí, genial... Ir a una celebración Sotomayor, rodeada de gente
que utilizaba billetes de 500 para secarse las manos, que no veían más allá de sus
ombligos perfectamente retocados por todo un artista de lo artificial y que acudían a su
clínica privada porque se habían roto una uña al salir del jacuzzi... vale, quizás estaba
exagerando... también podía ser saliendo de la sauna, ¡No había que ser tan extremistas!
J: Bueno... os preguntaréis que ascesis aquí ¿No? (Bromeó mientras Esther fulminaba
con la mirada a Laura, ella sabía que hacía allí, y tanto que lo sabía) Mañana mi familia
da una fiesta por todo lo alto con motivo de mi cumpleaños y he pensado que no hay
mejor forma de celebrarlo que con ellos y mis amigos, entre los que estáis todos
vosotros (Varios aplausos, sonrisitas, caras de horror por no saber que ponerse y
Teresita, que parecía brillar con luz propia de la ilusión que se le había metido en el
cuerpo, ¡Lo que iba a poder cotillear con sus amigas!)
Después de que Teresa se acoplará y no parará de hablar durante una media hora, de
cosas trascendentales, como que llevar a la fiesta y quién asistiría, Esther decidió que
era el momento justo para desaparecer, fue a encerrarse un rato a enfermería con la
excusa de hacer el inventario. Había decidido que no iría a la fiesta de Javier, primero
porque prefería pasarse la noche dándose cabezazos contra la pared que ir a una fiesta
de pijos, segundo, porque aunque quisiera ir ¿Qué se iba a poner? Su armario no se
consideraba precisamente una delicatessen en moda. Así que... no iría. Aunque claro, a
veces el mundo conspira contra tus intereses, o te echa un cable, según como se mire, en
aquel caso, y después de la llamada que iba a recibir, Esther podía afirmar que el mundo
se lo pasaba en grande con ella. Y el mundo era Marisa, en aquella ocasión, la directora
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Aquel ‘¿Qué tal todo?’ de Marisa, traducido por Esther, venía a significar: “Necesito tu
ayuda... y por cierto, no te va a gustar” Así que Esther se preparó para lo peor, y siendo
Marisa, lo peor... podría ser muy malo
E: Bien...
Marisa: ¿Sí? ¡No sabes cuanto me alegro!
Traducción: “¿Sí? ¿No tienes nada roto? Entonces me vas a ayudar”
E: Gracias...
M: ¿Qué tal la familia? (Un escalofrío recorrió la espalda de la enfermera)
Traducción: No te va a gustar... NADA
E: Como siempre... Oye.. ¿Qué tal tú? ¿La familia? ¿La vecina del tercero?
Marisa: Bien, todo, hasta la vecina (Risita de te vas a enterar) Que te he llamado
porque quería preguntarte algo...
E: Ajá... (“Y... ¡Ahí viene!”)
Marisa: ¿Conoces a Sotomayor? (Otro temblor la sacudió, y casi se le escapa un taco
por la boca)
E: Mhmh... no sé... hay muchos Sotomayores... (Primera opción: hacerse la loca)
Marisa: Cierto.. pero a mi me interesa el Dr. Sotomayor que trabaja en urgencias de tu
hospital... (“¿Para que pregunta si ya lo sabe?”)
E: Oh... ese Sotomayor... es que conozco varios ¿Sabes? Uy... en mi barrio hay uno, se
llama Rober ¿Segura que no es él? Aunque ese creo que es Sotomenor, pero bueno,
viene a ser lo mismo ¿No? (Tuvo un flash de aquella canción... “Tu dirás que estoy loco,
loco, loco, loco, pensarás que estoy loco, loco de atar y es verdad que estoy loco, loco,
loco loco...”)
Marisa: Ya, sí, vale. Mañana es su cumpleaños, hace una fiesta, una fiesta importante,
eres amiga suya ¿No?
E: Bueno... amiga lo que se dice amiga... yo más bien diría conocida... ¿sabes? Es que
estamos en diferentes ondas y eso...
Marisa: Sí, sí ¿pero te ha invitado o no?
E: Pues... (“A ver realmente... ¿Qué posibilidades tenía de funcionar el plan de hacerse
la loca? YO te lo digo, cero patatero. Sobre todo conociendo a Marisa”) Sí, me ha
invitado, voy a ir ¿No? (Ya solo le quedaba la resignación y la aceptación... vale,
también despotricar durante media hora)
Marisa: Esa es mi chica... necesitamos que una familia en concreto se interese mucho
por nosotros, pero mucho, mucho ¿Eh? Y adivina... tú vas a despertar su interés
E: ¿Grito de alegría ya o espero a que cuelgues?
Marisa: Disfruta de la fiesta, te doy los detalles luego (Y colgó, total, ya había
conseguido lo que quería, Esther iría a la fiesta de Sotomayor a lamerle el culo a algún
engreído rico para que subvencionase los proyectos de la ONG, refunfuño por lo bajini
y siguió con el inventario)
Después de llamar al servicio para que dispusieran el traje de montar y una vez vestida,
bajó cruzando el ala este de la mansión y utilizando la gran escalinata en la que solían
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recibir a los invitados en las fiestas, no por educación sino porque verles en lo alto
imponía mucho. Se encontró con su madre e intercambiaron una inclinación de cabeza,
cuidada al milímetro, para que no pareciesen arrogantes a los ojos de la otra, fue todo el
tiempo que se dedicaron. Macarena salió por la puerta principal donde un elegante pero
práctico jeep la esperaba, de uso exclusivo para ir de la mansión hasta el establo, unos
500 metros o así. Juan Pablo, el chofer, le abrió la puerta y Macarena sonrió levemente
antes de subir elegantemente al jeep, hasta en casa debían conservar las formas. No
tardaron ni dos minutos en llegar al establo, donde Federico, el encargado, la esperaba
en la puerta
Subió con cuidado al caballo y le hizo andar un poco, para comprobar cuanto de cierto
había en lo que le habían comentado, no parecía que ‘Biscuit’, como se llamaba el
caballo, tuviese problemas, intentó con un trote más ligero y notó como zozobraba de
una pata, suspiró y maldijo a su hermano antes de devolver el caballo al establo. No
quería dañarlo por nada del mundo, era lo único a lo que podía decir que amaba
Regresó a la mansión y se cambió de ropa para ir a ver a su padre, una de las mujeres
del servicio le comunicó que Fernando de Castro había llamado en su ausencia,
Macarena empezaba a cansarse de las atenciones de aquel rico encantador, asintió a la
sirviente y fue hacia el despacho de su padre. Los nudillos acariciaron la puerta
emitiendo un leve sonido, suficiente para que al otro lado la profunda voz de Antonio
Wilson la invitase a pasar
Se sentó en una de las sillas que había delante de la mesa y esperó a que su padre dejara
los papeles que fingía leer atentamente
Antonio: Bueno... tengo trabajo para ti. (Alzando la vista y colocando las manos
cruzadas bajo la barbilla, con aire pensativo) Este año aún no hemos colaborado en
ningún acto benéfico... (Sacando una carpeta y dándosela a Macarena) En dos meses
tengo pensado entablar relaciones con DelValle, es uno de los nuevo ricos aficionado al
rollo naturista ese, sin duda que llegue a sus oídos que hemos hecho una importante
donación nos beneficiará, al menos hará que las negociaciones sean más... fluidas. Mis
contactos me han dado eso (Señalando las carpetas) Son proyectos por los que ese
hombre tiene un especial... interés. Como relaciones de la empresa me gustaría que les
echases un vistazo, a ver que sacamos ¿Mhm?
M: Por supuesto, padre, en cuanto volvamos de Madrid las miraré. (Su padre miró serio
hacia la ventana)
Antonio: El señor DelValle es una persona importante, muy influyente... (Arrastrando
las palabras con pesar)... y si las negociaciones llegasen a buen puerto... me colocaría en
una posición ventajosa
M: Padre, ya estás en una posición ventajosa. (La mirada de su padre se clavó en ella, se
distinguía cierto toque de curiosidad)
Antonio: Me sorprende lo poco que te pareces a mí a veces... (Suspiró levemente) Me
refería a una posición aún más ventajosa. Cada detalle es muy importante... incluida tú
elección. DelValle asistirá mañana a esa celebración... quiero que hables con él, tenéis
muchas cosas en común (Irónico) El amor por los demás... háblale del proyecto que
para entonces ya habrás elegido, simpatiza con él, gánatelo. Creo que sería una buena
forma de romper el hielo ¿no?
M: Sí, sin duda. (Su padre sonrió satisfecho)
Antonio: Bien... tienes mucho que leer y pensar (Maca se levantó, aquélla era la forma
de decirle que la reunión había terminado, tomó las carpetas y se dirigió a la puerta,
cuando ya tenía el picaporte en su mano escuchó de nuevo su voz) Macarena (Ladeó la
cabeza para mirarle) confío en que has la mejor elección
M: La haré...
Una hora antes de la celebración, Esther estaba sentada en unos escalones de su casa
esperando a Rusti y Teresa, que iban acompañados de sus parejas, Queca y Tomás. Al
final Esther había conseguido un vestido... bueno, en realidad era un disfraz de una
vecina, que quitándole cuatro cosas que colgaban (y que Esther no había podido
averiguar que demonios eran) hasta le daba un toque elegante, con aquel color verde
que cambiaba de tono sutilmente con la luz y aquella sencillez, aunque claro... para que
engañarnos, Esther llevaba media hora delante del espejo y lo único que veía era a un
clon de la rana Gustavo... vamos, solo le faltaba abrir la boca mucho y colgarse un
pañuelo verde más claro al cuello ¡Y ahí la tienes! ¡Doña Gustava!
Así que con cierto complejo de rana (en cualquier momento se ponía a dar saltitos y a
croar) y sentada en un frío escalón que le estaba dejando el trasero tieso, vio aparecer
una furgoneta, que no era la de las tortugas ninjas pero vamos... poco le faltaba, quizás
era más rollo equipo A, se estaba riendo ella sola cuando a través del cristal distinguió
quien iba dentro. Genial... la rana gustava en las filas del equipo A... a lo mejor debía
pedirle a su vecino rapero que le dejase algún medallón, para ir a juego más que nada.
Aunque lo peor vino después, cuando Teresa y Qeuca se bajaron, Esther ya se echó a
Miradas opuestas 11
reír por no llorar, adivinad lo que vio... Verde, por todas partes, lo llenaba todo. Eso y a
Rusti tirado en el suelo partiéndose de la risa. Eso también lo vio
Esther se fijó en el detalle de que cada vez que las miraba por el retrovisor se partía de
la risa, por no entrar al trapo y decirle que el parecía el hermano feo de chanquete, se
concentró en la ventanilla, primero reconocía las calles, la panadería de la Juani, el bar
del Pablo, el callejón, luego calles que podrían haber sido las de cualquier ciudad y más
tarde le dio una colleja a Rusti
Esther volvió a mirar por la ventanilla, estaba claro, por allí no había pasado en su vida,
todo eran casa con jardines y grandes verjas, y cámaras de seguridad que cada vez que
pasaban con la furgoneta cerca les seguían. Para no seguirles, con aquél trasto en un
barrio como aquel lo raro era que no les hubiesen parado ya
R: Macho... fijo que tienen hasta policía propia... (Mirando alrededor como todos,
Esther suspiró, parecía que estuviesen buscando un objetivo para mangarles hasta la
cubertería)
Miradas opuestas 12
Media hora después llegaban cansados y sudorosos a la casa, la madre que parió a
Tomasín, ya lo podía haber dicho estando más cerca. El guarda les miró de arriba y
abajo
La limusina que el padre de Javier Sotomayor había puesto a disposición de los Wilson,
grandes viejos amigos de otros tiempos, les recogió a la puerta del hotel. La familia al
completo bajó, en parejas cogidas delicadamente del brazo, se acomodaron en los
asientos de la parte de atrás y el chofer bajo el cristal que separaba os dos
compartimentos
Las calles de Madrid le resultaban frías a Maca, acostumbrada a la calidez del sur,
estaban ausentes de brillo, siempre le daba aquella sensación, por suerte la capital no era
un lugar que pisase mucho, de hecho, ella evitaba desplazarse de Jerez, adoraba aquella
tierra casi tanto como a los caballos. Aunque Madrid tenía algo que la seducía, aquel
contraste, aquella variedad cultural propia de las grandes ciudades, aquel ir y venir
apresurado... todo tenía un toque de vida, una vida gris pero llena de movimiento. En
cada rincón, fuese la hora que fuese, era capaz de encontrar algo que llamase su
atención, bien eran cosas sin importancia, cosas de gente sin importancia, y es que en
Madrid la clase reinante era la media, tirando hacia baja en algunos barrios, excluyendo
obviamente al que se dirigían. Pero hasta la gente rica a veces se para a mirar a su
alrededor, si bien normalmente para mirar si es el que más tiene, en raras ocasiones, por
el simple placer de ver movimiento, más vidas más allá del propio ombligo
Antonio: Hija, ¿Ya has hecho tu elección? (Aunque era una pregunta el tono de su
padre le advertía de la respuesta que esperaba)
M: Sí, padre. (Asintiendo levemente y mirando por la ventana al tiempo que Jerónimo
se acercaba a su padre para recibir su atención)
Jero: Creo que primero deberíamos saludar a los Mercante, son buenos amigos de
DelValle y tienen un hijo de la edad de Macarena, muy arrogante y muy bocazas
también, pero es un buen punto de partida, Macarena podría dejarle caer lo del proyecto,
con las ganas que tiene de ascender ese tipo, seguro que ira a contárselo a DelValle, para
ganarse su aprecio. Esperemos que Macarena se lo gane al mismo tiempo. ¿No, padre?
Antonio: Me parece una estupenda estrategia ¿Macarena?
M: Sí, si creéis que eso nos beneficiará... pero no voy a soportar al hijo de Mercante
mucho tiempo. En lo de bocazas y arrogante te quedas corto Jerónimo
Rocío: Aguantarás lo que haga falta. Es por el bien del apellido Wilson
Antonio: Cariño, no creo que esa estrategia surta efecto con tu hija. Macarena... (Esta le
miró sabiendo de sobras lo que iba a decir) Sí haces esto... tendrás todo lo que desees...
M: Bien, padre (Aunque lo que deseaba era precisamente aquello que no estaba al
alcance de las poderosas manos del patriarca de la familia... su príncipe azul, eso no se
lo podía dar)
Miradas opuestas 14
El guarda que habían puesto en la puerta les hizo una leve inclinación de cabeza,
correspondida más levemente aún por la familia, entraron por la gran puerta y fueron a
para al gran salón de la mansión, la mayoría de invitados ya se encontraban presentes.
Rápidamente localizaron a sus objetivos y cada uno se dispersó hacia su presa
Javier se acercó a la plantilla del hospital, que había replegado posiciones cerca de una
de las numerosas mesas del catering y que no tenían intención de abandonar. Todos les
había mirado, algunos aún lo hacían, Esther había comprobado que no iba en bolas
varias veces, topándose con Gustava, lo que la dejaba tranquila. Hacía rato que se habría
Miradas opuestas 15
ido, de vez en cuando les llegaban las voces de algunas conversaciones y le entraban
ganas de plantearse seriamente el suicidio... o el asesinato ¿Cuántos años caían por eso?
Y ni siquiera la comida le gustaba, porque piernas y dices... ricos... dinero... fiesta...
muchísima comida... llegas toda ilusionada a la mesa esperando ponerte hasta más
arriba y lo único que encuentras es un montón de cositas enanas, muy cucas eso sí, que
se te cuelan entre diente y diente... aunque Rusti había ideado el plan perfecto, había
pedido lonchas de pan de pagés y metía un montón de aquellas cositas entre loncha y
loncha, nombrado oficialmente, ‘Bocadillos de cucadas’ por Laura, que iba y venía,
bueno, moverse no se movía, pero Esther la pillaba casi todo el tiempo buscando a
Javier. Pobre chica... lo que hace el amor
Mientras tanto en otro lado de la sala, Macarena aguantaba con una falsa sonrisa la
charla trascendental de Arturo Mercante, que le estaba mostrando las interesantes
ventajas del polo sobre la regata... Era tan típico en los hombres de su clase, que
Macarena a veces dudaba que fuera a enamorarse de ellos. Por suerte llegó un conocido
jinete, uno de los grandes de aquella temporada con el que mantuvo una más que
agradable charla sobre hípica, a Arturo parecía que aquello le daba igual, no estaba por
la conversación, sí por las piernas de ella, a lo que Macarena respondía con indiferencia.
DeLaCrua, un competidor del apuesto jinete, se acercó a saludarle, quedando cautivado
por la señorita Wilson
Se dirigieron hacia un pequeño grupo que había a un lado, Macarena distinguió a Javier
Sotomayor, el hombre con el cabello blanco y el traje negro debía ser DelValle, que
hablaba animadamente con una mujer que llevaba un sencillo vestido verde, esta estaba
de espaldas a Macarena, pero sus movimientos la delataban como de clase inferior, sin
duda una de las invitadas del pequeño de los Sotomayor. Arturo se paró a saludar a un
conocido mientras Macarena le seguía observando. DelValle parecía muy atento con
aquella mujer, ¿Una amante? Examinó bien a la chica, piernas esbeltas, con cierta clase,
cuerpo fino, un lunar en el hombro izquierdo que podía resultar sensual, unas manos
delicadas por lo que pudo ver, demasiadas gesticulaciones con ellas al hablar, era el
fallo que la delataba, pero por lo demás parecía encontrarse cómoda, la chica ladeó la
cabeza para decirle algo a Javier y Macarena contempló el perfil de su rostro... era
guapa, no una belleza como muchas de las que había allí, pero tenía un algo que atraía.
DelValle quiso llamar su atención enseguida, tomándola brevemente por el brazo.
Amantes. Un nuevo punto de ataque. Hazte con la amante y te harás con el gran hombre
Esther se lo estaba pasando en grande con aquél tipo, vale, le había pillado como un par
de veces mirándole el escote... quizás más. Pero estaba ‘deseoso’ de participar en el
proyecto, incluso se acababa de ofrecer como voluntario, por lo que Esther se estaba
partiendo de risa por dentro, quedaba poco fino hacerlo delante de sus morros, pero es
que cada vez que le miraba se le venía la imagen de aquel tipo rico, viejo y verde (casi
tanto como su vestido) en medio de la selva, sin poder ducharse y luchando contra los
piojos y los mosquitos... todo un espectáculo
DelValle: Pues sí, sí, señorita, yo ya he estado en otras misiones humanitarias, aunque
la apariencia le engañe estoy echo todo un aventurero (Esther frunció el ceño con una
sonrisita nerviosa ¿Aquel tío le acababa de guiñar un ojo)
Miradas opuestas 17
Antonio: DelValle... (Acercándose a aquel hombre, Esther se giró, un tío pijo con una
tía igual de pija, con lo bien que se lo estaba pasando)
DelValle: ¡Arturo! Ven, quiero presentarte a alguien increíble... (Mirando con ojitos a
Esther, a esta se le vino otra vez aquella imagen y no le quedó otra cosa que taparse la
boca con una mano)... esta señorita es Esther García, trabaja en una ONG ¿No es
emocionante? (Sonriéndole)
Arturo: Sí, eso es genial. Soy Arturo Mercante, a su servicio. (Esther intentó no tener
arcadas ¿A su servicios? Ese tipo no se escuchaba a si mismo ¿No? Porque vaya
palabritas que usaba...)
E: Un placer... (Consiguió decir sin apenas reírse)
J: ¿Maca? (Al darse cuenta de la presencia de la mujer)
Esther la miró mientras saludaba y felicitaba a Javier, era de aquellas mujeres que
descartaba rápidamente como posible amistad, bueno, era de aquellas a las que miraba y
se sentía mal, tan altiva, con aquella mirada tan arrogante, una niña que lo había tenido
todo, y lo seguía teniendo, seguro que era muy superficial y que no miraba más allá de
su ombligo... vamos... una pija de cuidado. Eso sí... como todas las pijas... Era guapa,
seguro que tenía a un tipo de esos como los de las revistas, de esos guapetones, no es
que ella quisiese uno de esos, de hecho... no quería ninguno. Pero le daba rabia que
hubiese gente que lo tenía todo porque sí y otra que no tenía ni donde caerse muerta.
Eso sí, muy guapa pero DelValle no le quitaba ojo a su trasero, ya se empezaba poner
nerviosa
DelValle: Señorita Wilson ¿Me equivoco? (Esther sonrió, se iba a librar de las miradas
calenturientas de aquel tío)
M: No se equivoca, aunque dudo que un hombre como usted lo haga alguna vez.
(Sonriendo de oreja a oreja)
Esa sonrisa es más falsa que judas, a ver si no va a ser pija y solo es una trepa, seguro
que es amante de alguno de estos, así, como en la tele, que le quita todo el dinero a los
viejos ricos... y claro, aquí el ‘cachondo’ encaja a la perfección en el tipo, sumida en
tales pensamientos no se había dado cuenta de la mirada desafiante que le había echado
a aquella mujer, mirada que al darse cuenta esta fue correspondida. A Macarena no le
gustaba que la desafiasen, mucho menos una chica de barrio como aquella
J: Maca, te presento a una amiga.. Esther, esta es Maca una vieja conocida de la
familia... Maca, ella es Esther compañera de trabajo y amiga. (Las dos mujeres seguían
desafiándose con las miradas)
Macarena estaba asombrada del aguante que tenía aquella mujer, Esther se llamaba
¿No? Lo debía reconocer, pocas eran capaces de soportar su mirada, quizás aún tenía
más instinto de territorio que ella, se la imaginaba en uno de esos barrios llenos de
bandas, por un lado aquella idea la asustaba, ella era muy buena tratando con los de su
clase, pero los de clases más bajas... eran capaces de todo
DelValle: Arturo, le estaba diciendo a Esther que contasen conmigo para ir a una
misión, como antes
Antonio: Esa es una idea estupenda. (Esther lo caló al instante, la palabra pelota
apareció en su mente en mayúsculas)
Miradas opuestas 18
DelValle: Sí, aunque me gustaría saber algo más del proyecto. (Esther se echó de nuevo
a reír, ¿Cómo alguien tan educado podía ser tan descarado ¡Le había vuelto a mirar el
trasero!)
J: ¿Cómo está tu hermano? (Pues vaya guardaespaldas se había buscado, ¿Javier estaba
tonteando con aquella pájara? Anda que como lo viese Laura, vaya... eso podía animar
un poco la fiesta)
M: Bien, seguro que en breve pasa a saludarte, ya le conoces, el sucesor de los Wilson.
(Bromeó)
J: Sí, ya me lo conozco
Antonio: DelValle, Macarena me comentaba que su familia va a hacer una importante
donación a una ONG de aquí. ¿No te parece interesante?
DelValle: Mucho, aprovechando que tenía que venir a la fiesta para hacer negocios
¿No? (Riendo divertido)
M: Lo cierto es que se trata de todo lo contrario, no te lo tomes a mal Javier.
(Acariciando su brazo) Pero he venido a Madrid para hacer una visita a la sede que
dispone aquí la ONG
DelValle: Eso sí que es interesante.. (Mirándola asombrado) No esperaba eso de un
Wilson, ya se sabe... rumores
M: No hay que hacer caso a todo lo que se escucha
DelValle: Sin duda... ¿Y de que ONG se trata?
M: Bueno, recién se acaba de estrenar ahora en proyectos grandes, de hecho, en el que
vamos a colaborar es en Rwanda. (Una voz de alarma saltó en la cabeza de Esther
¡Venga ya! ¿En serio? Su ONG era la única de Madrid que en aquellos momentos tenía
en mente un proyecto allí)
DelValle: ¡Eso es maravilloso! Esther trabaja en esa ONG. (Sonriendo a las dos
mujeres, que volvieron a retarse, Macarena intentaba convencerse de que se la tenía que
ganar, pero aquella mirada no podía serle indiferente)
M: Sí, espléndido...
E: Sí, claro...
Jero: ¡Javier! ¡Felicidades, hermano! (Jerónimo lo estrechó entre sus brazos) ¡Ay!
Perdonad... es que a veces se me olvida eso del protocolo. (Macarena lo miró divertida,
su hermano era un gran actor) Jerónimo Wilson señores, señorita...(Besando la mano de
Esther)
¿Y ese? ¿De donde había salido? Al menos no parecía tan arrogante como el resto,
aunque el apellido... era pariente de la estirada. ¿Tal vez el chico malo de la familia?
E: Sí, y el señor DelValle también. (Jerónimo dudó un momento, al final optó por no
mostrar su sorpresa)
Jero: Eso es genial, me parece formidable, si no tuviese tantos compromisos como
tengo con la empresa, yo mismo iría. (Macarena pensó lo falso que podía llegar a ser su
hermano, aunque era algo de familia, ella lo llevaba siendo toda la noche)
DelValle: ¿Y tu Macarena? ¿No te animas? Sería un honor ir acompañado de dos
bellezas tan asombrosas como vosotras. (Jerónimo miró a su hermana sonriente,
Macarena supo en aquel momento lo que pasaba por la cabeza de su hermano, pero
estaba segura de que su padre no aprobaría aquella idea, una cosa era ser ambicioso y
otra muy diferente era mandar a su propia hija a lo que debía parecerse al infierno)
M: Pues no creo que pueda, a pesar de no cargar con tanto peso de la empresa como mi
hermano, mi agenda está bastante ocupada, mantener las relaciones con todos nuestros
socios y conocidos es una tarea a veces bastante complicada
Jero: Bueno, pero siempre se puede hacer un huequito, además, seguro que te mueras
de ganas por ir ¿No? (Esther rió divertida, a aquella pija la desafiaba hasta su hermano,
le había caído bien el tal Jero)
M: Sí, claro
DelValle: Esther ¿Qué te parece si mañana nos pasamos Macarena y yo por la ONG y
nos explicas más detalladamente el proyecto, o mejor... os invito a cenar al mejor
restaurante de Madrid, Esther te encantará ese sitio
M: No creo que...
Jero: ¡Eso sí que es genial! Maca, tranquila, que yo te respaldo ante papa ¿Eh?
(Macarena miró con rabia a su hermano, era un manipulador, incluso sobre ella, miró a
la mujer que parecía muy divertida con todo aquello)
M: ¿Algún inconveniente, Esther? (Alzando una ceja)
E: No, no... será interesante. (Mientras empezaba a imaginarse a aquella mujer en
Rwanda, eso sí que sería todo un espectáculo, aunque seguro que aquella pija se echaba
atrás, en cuanto se informase mínimamente sobre la situación del país... aunque,
pensándolo bien ¿Y si no lo hacía? ¿Soportar durante tres meses a una niña engreída
quejándose cada cinco minutos? Ni de coña...) Aunque, DelValle, debería pensárselo
mejor, lo de ser voluntario... será duro por todo lo que esta pasando allí...
DelValle: Soy consciente de ello... pero contaremos con protección ¿No?
E: Por supuesto, sería un suicido si no tuviésemos...
E: ¿Supongo que ya sabrás como están las cosas por allí Macarena? (Y encima aquella
mujer tenía la desfachatez de volver a retarla, y esta vez no solo con miradas sino con
palabras también, no iba a consentir tal cosa, su orgullo estaba por encima de aquella
mujer y de lo que pudiese haber en Rwanda)
M: Lo sé, por eso hago la donación y por eso intentaré hacer un hueco en mi agenda,
aunque no lo crea posible
E: Ya... muy ocupada... (Sonriendo divertida, Macarena estaba a punto de abofetear
aquel rostro, pero era demasiado educada y refinada para tal muestra de violencia,
apretó los puños y siguió sonriendo mientras deshacía con la mirada a Esther, o al
menos lo intentaba)
DelValle: Sin duda va a ser un viaje interesante si decide acompañarnos, Macarena.
(Esta miró a su hermano, seguro que le estaba haciendo las maletas mentalmente)
Miradas opuestas 20
El resto de la fiesta pasó entre miradas amenazantes entre ellas dos, aguantar la charla
de un Rusti algo más que bebido en el caso de Esther y de un Arturo extremadamente
interesado en la ropa interior de Macarena, era increíble que alguien de su clase se
mostrase así y Macarena ya había conseguido lo que quería de él, que le presentase a
DelValle, además, empezaba a pensar que quizás aquella insulsa mujer era mejor puerta
de entrada que no el pequeño Mercante
Esther tuvo que volver a casa en taxi, primero porque Rusti no estaba para conducir,
segundo porque alguien había llamado a la grúa para que se llevase la furgoneta...
seguro que alguno de aquellos pijos diciendo que rompía la estética del barrio, vale, no
era algo que se viese normalmente por allí ¿Pero tan difícil era no avisar a la grúa?
Porque vamos, hasta a un pijo con un mínimo de capacidad de razón se le hubiese
ocurrido que aquella cosa tenía dueño. Después de pagar un ojo de la cara y medio de la
otra por la carrera se metió en el portal, tenía los pies que ya ni los sentía, vamos, sabía
que estaba ahí porque seguía de pie en vez de estar arrastrándose hacia el ascensor en
plan zombie, que si no... para colmo al llegar a la puerta del ascensor vio un papel
enganchado con un chiclet en el que ponía algo como:
E: Genial, perfecto, joder... (Iba refunfuñando mientras subía las escaleras, en el tercero
se encontró con una parejilla que creía haber encontrado un sitio intimo... ¡En medio de
la escalera! Y ni siquiera se habían dado cuenta de que una sudorosa Esther los miraba
con mala leche, vamos... eso... o eran un poco bastante exhibicionistas) Perdón...
¿podéis?
Jero: Así que la semana que viene nos harán una visita a las bodegas, seguramente
cerremos el trato entonces ¿Qué te parece, padre?
Antonio: Muy bien hecho, naciste negociando hijo. (Orgulloso de su primogénito)
¿Macarena?
M: Sobreviví a la conversación de Arturo...
Rocío: Hija, creo que eso no es lo que tu padre te pregunta
M: Esta noche cenaré con DelValle y una trabajadora de la ONG. Él mismo nos invitó
Antonio: Algo me comentó Jerónimo. (Mirando a su hijo un momento) ¿Qué has
pensado hacer?
M: Ir, hablar con ellos, mostrarme interesada, ganarme a DelValle y conseguir lo que
todos queremos
Jero: Hermanita, creo que lo ves demasiado fácil... (Desafiándola) Padre, DelValle se
mostraba mucho más interesado en esa mujer que en Macarena, de hecho, creo que la
invitación a cenar fue una mera formalidad, lo que él quiere es conseguir a esa chica.
Creo que para llegar a él, hay que hacerse con ella
M: No pienso hacerme con ella. No hará falta. Después de esta noche DelValle estará a
nuestros pies
Antonio: No te muestres tan segura Macarena, yo tampoco creo que sea tan sencillo,
además... corremos el peligro de que esa chica este interesada en el dinero de DelValle,
y siendo un viejo falto de cariño podría llegar a dárselo todo, cosa que obviamente no
nos interesa...
M: Ya he pedido un informe de ella, por asegurarme de quien es, pero no creo que sea
necesario
Jero: ¿Y eso? (Frunciendo el ceño)
M: Venga, es una muerta de hambre pero tiene valor, aguantó mucho anoche, las
miradas de un montón de gente sin apenas inmutarse, es orgullosa y fuerte, no creo que
necesite a un viejo rico para conseguir lo que quiere
Jero: ¿Y eso cuando lo describiste, antes o después de casi pegarle?
M: Lo sé y punto. Padre, no te preocupes, esta noche DelValle se interesara más por los
Wilson
Miradas opuestas 22
DelValle: ¡Por fin! Pensábamos que se te había olvidado... (Saludándola con una
inclinación de cabeza y agarrado del brazo de Esther)
Esther la miró con una ceja alzada, pensando que seguramente había tardado tanto
porque estaba retocándose el pelo, pintándose las uñas o decidiendo si se pondría un
vestido Armani o uno de Versace. Mientras que ella iba disfrazada de chica pija por
culpa de que el viejo verde se había empeñado, para rematar la faena aquel viejo había
escogido un vestido que le apretaba el trasero y con el que apenas podía moverse
¿Balzac?¿Que nombre era ese? ¿Extranjero? Genial, Esther ya se veía volviendo a casa
hambrienta y llamando a alguna pizzería, pero claro, con la gente que iban lo de ir a
Casa Paco no era lo adecuado ¿No? Con los filetes que pone paquito, con su juguito y
todo... ¿Y la pija que estaba mirando? ¿La estaba mirando a ella? Vaya nochecita que le
esperaba...
Miradas opuestas 23
Macarena la miraba, sí, eso no lo podía negar, se lo estaba pasando en grande con las
caras que ponía la enfermera, era muy poco sutil, sus expresiones lo decían todo. En
aquel momento le decían que no le gustaba aquello y que quería estar en otro sitio. Y al
ver la limusina su rostro le dijo que aquel vestido no le gustaba, su rostro y la mano que
se llevó a la cintura sosteniendo la costura, aquel tipo se había equivocado con la tala de
Esther, una talla menos, lo suficiente para que se lo pudiera poner pero que le apretase.
Esther subió primera y Macarena justo detrás de ella, no pudo evitar pensar en que
DelValle era un viejo verde muy listo. No se había equivocado de talla, el trasero de
Esther estaba enmarcado con precisión
Cuando se tuvieron que bajarse Esther se lo pensó dos veces, más que nada porque le
daba la sensación de que aquel vestido se había roto, pero no, estaba de suerte, al salir lo
llevaba aún puesto, lo notó cuando se puso de pie y seguía sin poder respirar. Estúpido
DelValle. Estúpida Macarena. Estúpido modista. ¡Estúpida jefa que se había ido a
buscar! Ya cuando vio al tío disfrazado de pingüino que cogía la limusina y se la llevaba
tuvo un mal presentimiento, y cuando entró y vio el ambiente del local... pero lo bueno
fue cuando se sentó en la mesa y vio toda una cubertería a su disposición ¿Para que era
todo aquello? ¡Si con un tenedor, una cuchara y un cuchillo ya le valía! Se fijó en la
mirada divertida de Macarena, aquella pija se lo estaba pasando en grande riéndose a su
costa, eso sí que no, jamás. Cogió decididamente la carta y la leyó fingiendo elegancia...
aunque por dentro estaba pensando si tenía algún diccionario a mano, o una guía de
cocina para tontos ¿Qué eran todas aquellas cosas? ¿Y el otro pingüino? ¿Iba a seguir
allí todo el rato? ¡Así no había quien se concentrase! A ver, Esther, no es difícil... pide
algo que te suene ¡Ya está! Ensalada de... ¿Eso que es? Bueno, el azar nunca falla, así
que mientras Esther cantaba el pito-pito gorgorito en su cabeza Macarena la observaba,
igual que DelValle, que parecía querer a una Esther como primer plato. Al final tendría
que hacer ese viaje
DelValle: Bueno, Esther, cuéntanos cosas del viaje. (Concentrado en sus pechos y
labios más que en lo que decía)
E: Bueno, vamos allí, hacemos lo de siempre y volvemos. Más o menos. (Distraída
mientras se decía que el pito-pito le había fallado)
M: Creo que es algo más complicado que eso, ese país está en guerra, es un suicido ir
allí
E: Vaya ¿Sabes que esta en guerra? (Sonriendo sarcástica)
M: Sí, y que no vamos a poder hacer nada por ellos también. Es más, te sorprenderías
de las cosas que sé
E: Bueno, y si tanto sabes y es un suicidio... ¿Por qué vas?
M: Aún no he dicho que vaya a ir...
DelValle: Eso sería una lástima y Macarena sí que podemos hacer cosas por ellos.
(Macarena miró a DelValle, maldijo, su hermano tenía razón, pelearse con Esther no era
buena idea, tenía que hacerse con ella)
M: No lo suficiente, es un proyecto poco ambicioso, ¿Qué abarca? ¿Una comunidad?
¿Dos? El país entero se muere de hambre. Y no digo que no podamos hacer nada, algo
sí, y más contando con gente experimentada como Esther (DelValle sonrió complacido,
genial, iba a tener que hacerle la pelota a la enfermerucha) pero no es suficiente
E: Macarena, nunca es suficiente, el mundo siempre estará así mientras haya sitios
como este. (Señalado a su alrededor) Sí hay un sitio tan lujoso, tiene que haber uno
Miradas opuestas 24
desastroso. No puede ser que unos tengas tanto, el único motivo por lo que lo tienen es
porque otros no tienen nada
M: Esther, todo esto está construido a base de esfuerzo y esa gente no se ha esforzado
en mejorar, se limitan a extender la mano
E: Eso no es verdad, están luchando por sobrevivir, y nosotros les estamos intentando
ayudar en todo lo que podemos. Es el trabajo de una ONG ¿Sabías?
DelValle: Hay tienes toda la razón Esther
M: Tal vez sí, o tal vez no ¿Merecen que les ayudemos?
E: Todos merecen unas condiciones de vida dignas. Tener un plato de comida, un sitio
caliente donde dormir y una salud buena. No puedes decir quien merece y quien no,
nadie puede hacerlo. (En su mirada había enfado, igual que en la de Macarena, ¿Cómo
iba a hacerse con aquella chica?)
DelValle: Señoritas... ¿Pedimos? (Mirando al camarero)
M y E: Claro... (Un respiro, Macarena pidió pensando en como hacerlo, como
conseguir lo que se había propuesto, ganarse a DelValle para restregárselo a su
hermano, como ganársela a ella...)
Esther estaba harta, aquella mujer era una pija engreída sin corazón, ¿Cómo podían salir
tantas tonterías de aquella boca? Con lo guapa que estaba callada la niña, pero no, tenía
que abrir aquella bocaza, normal que el mundo fuese como iba, mientras hubiese gente
de su calaña. Y encima aquel vestido seguía asfixiándola, por lo que su cabreo
aumentaba. Si no fuera porque necesitaban el dinero de aquellos dos se iba de allí
mismo cagando leches
Les trajeron el primer plato, Esther lo observó detenidamente ¿Aquello era una
ensalada? ¡Venga ya! Suspiró y cogió un tenedor cualquiera y empezó a removerla
¿Dónde estaba la lechuga? ¿Y el tomate? ¿Y las olivitas? ¡¿Dónde estaban las olivitas?!
DelValle carraspeó mirándola, Esther frunció el ceño ¿Qué quería ese? Estaba ocupada
buscando ¿Qué era aquello rosa? Ay, madre...
DelValle comenzó a hacer algo que si no fuese porque se trataba de un señor de buena
familia hubiese pensado que era tirarles los trastos descaradamente...
Miradas opuestas 25
DelValle: Bueno, pero seguro que una mujer tan hermosa como tú deja encandilados a
todos, incluso a los guerreros con los que nos encontremos, hasta el más fiero de los
hombre se daría cuenta de tu belleza
Vale, sí, le estaba tirando la caña, la caña, el cebo, el sedal y todo lo que encontraba a su
paso el gran conquistador. ¿Dónde estaba la pija? ¡Al menos delante de ella se cortaba
un poco!
Muchas dice, para no ver muchas, si tiene que tener por lo menos... como... no sé... ¿El
bicho verde de las guerras de las galaxias? Por ahí andará...
E: Gracias... (Esther miraba todo el rato hacia donde se había ido Macarena, ¿Qué
demonios estaba haciendo aquella mujer en el baño? Oh, claro... las pijas necesitarían
todo un proceso para echar una meadita...) Bueno... ¿Ya le han dicho que salimos en
cuatro días? Si aun quiere venir
DelValle: Por supuesto... (Cogiendo su mano por encima de la mesa y acariciándola) no
me lo perdería por nada del mundo. (Esther sonreía mientras intentaba sacar aquello de
encima de su mano, probó a echarla a un lado, pero aquel viejo tenía reflejos, la echó
hacia ella, pero solo sirvió para que él sonriente se acercase más, intentó compensar
tirándola hacia delante y el tío se limitó a ponerla sobre su pecho, blando... muy blando.
La enfermera estaba calculando la posibilidad de utilizar uno de aquellos tenedores para
apartarlo, pero la pija se ve que ya había cumplido con el ritual y apareció por arte de
magia de pie entre los dos)
M: Perdonad... (Cogiendo una botella de vino y arrastrándola por la mesa hasta ella,
consiguiendo en su camino apartar las manos de aquellos dos, sonrió y se sentó botella
en mano, sirvió un poco a Esther y otro a ella y le pasó la botella a DelValle) A pesar de
no ser un vino Wilson, no esta mal. Pruébelo... (Sonriendo de oreja a oreja y con una
Esther más que descolocada mirándola ¿Cuándo la habían abducido los extraterrestres?
Aunque casi prefería a la pija... porque aquella le daba un mal rollo... ¿A qué venía tanta
amabilidad?)
DelValle: Tienes razón Macarena, es un vino muy bueno, aunque yo prefiero un buen
Wilson
Ese tío coqueteaba hasta con la pata de la mesa, a Esther le resultó gracioso y una tímida
sonrisilla apareció en su rostro, Macarena la vio y sonrió a su vez
significa que por el dinero que llevamos podemos llevar más a los poblados que
visitaremos que no si lo trajésemos de España. Mientras algunos hacen esto, otros
iremos a ‘negociar’ con las fuerzas armadas del país, intentaremos hablar con el
presidente o con algún delegado para asegurarnos de que podemos adentrarnos en el
país con cierta seguridad, al menos que no nos metan un tiro la primera vez que nos
vean. Esa parte es muy difícil, ya que allí, el gobierno, cree que no necesita la ayuda de
nadie, mucho menos de extranjeros, y tal vez no acceda a darnos su beneplácito
M: ¿Y si eso sucede? ¿Volvemos a casa? (Esther la miró un momento, la pija parecía
asustada, aunque disimulaba muy bien)
E: Bueno... si eso sucede, tendremos que ir con más cuidado, solo eso
M: ¿Estás diciendo que si el gobierno no acepta nuestra presencia allí nos meteremos
igualmente en un país que está lleno de soldados?
E: Más o menos, sí
DelValle: ¡Va a ser toda una aventura! (Esther le sonrió y Macarena lo miró con una
ceja alzada, apartó discretamente la copa de DelValle, aquél tipo ya había bebido
demasiado)
M: Es un suicidio...
E: Eso ya lo sabías ¿No? (Divertida)
M: Sí... ¿Y luego? ¿Llegamos al poblado y?
E: Llegamos al poblado y empezamos a trabajar, lo primero es hacer una evaluación
medica a la comunidad, como son pueblos pequeños, con poca gente, no nos llevará
mucho tiempo. Se determina quiénes son los que más cuidados necesitan y el
tratamiento más adecuado, teniendo en cuenta cosas como la compatibilidad con el
organismo, la posibilidad de seguir con el tratamiento cuando nos vayamos y el precio
de este, que viene a entrar dentro de la posibilidad de seguimiento. Al mismo tiempo, se
contabilizan las raciones diarias que les toca a cada uno, sobre todo a los niños, porque
si ya crecen mal nutridos luego es muy difícil que se recuperen. También hay que
empezar a echar una mano en lo que se refiere a la creación de infraestructuras, en ello
trabajan algunos de allí, así que simplemente nos ofreceremos para ponernos a sus
ordenes
M: ¿Infraestructuras? Algo así como colegios, centros médicos en los poblados y eso
E: Exacto, aunque claro, un centro medico en cada poblado es un sueño, eso no lo
conseguiremos, seguramente ellos tendrán estudios de los lugares estratégicos donde
poner esos centros. Ya sabes, para que queden a una distancia que se pueda superar en
una jornada y cosas así
M: ¿Una jornada para ir al medico? (Sorprendida)
E: Bueno... allí los vehículos son un bien preciado, la mayoría de la población se
traslada a pie, si no tiene para comer mucho menos para gasolina, Macarena ¿Es de
lógica, no?
DelValle: Bueno, Esther, entiéndela, nosotros no estamos acostumbrados a esas cosas,
bueno, yo sí, ya te dije que he colaborado en otros proyectos, y creo que todo eso que
vamos a hacer ayudará mucho a aquella comunidad, es un gran proyecto, sí
E: Bueno, lo ideamos entre muchos
DelValle: ¿Participaste en su elaboración? ¡Eso es genial! Ya sabía yo que algo tan
planificado y organizado debía provenir de alguien como tú. (Mirándola intensamente,
Macarena miró a Esther que parecía no saber dónde meterse, no le gustaba DelValle eso
estaba claro, y estaba aguantando mucho por conseguir el dinero para llevar el proyecto
a cabo ¿Cómo podía importarle tanto? No había visto a aquella gente nunca, y aunque lo
hubiese hecho, eso no explicaba aquel brillo en sus ojos, Macarena no lo entendía,
preocuparse por agente a la que no conoces, gente que no sabe nada de ti, ni siquiera
Miradas opuestas 27
que existes, y aún así, ¿Preocuparse por ellos? Aquello le resultaba imposible, ella no se
preocupaba ni por su familia... solo por sus caballos, y a ellos al menos les había visto
crecer)
Después de llevar a su habitación a un paciente que creía que las papeleras eran
urinarios y de pelearse con una mujer que se empeñaba en abrir la válvula del suero a
tope para ver si así dejaban de ponérselo y a la que tenía que vigilar para que no se
escapase a la maquina de comida que había en cafetería, decidió que era hora de un
descanso, así que dejó a la nueva, una tal Begoña no se que a cargo de la mujer y se fue
a tomarse un zumo. Lo pilló con desgana mientras echaba un vistazo a las mesas, al
único que conocía era a Javier, que jugueteaba con aquel chisme que llevaban a todas
partes en el cuello y que era lo primero que enchufaban al llegar un paciente, tuviese lo
que tuviese
Antonio: Macarena, hija... (Macarena se temía lo peor) Cuatro días... quizás deberías
implicarte más, a DelValle le encantará
M: Padre, voy a ir a Rwanda a morirme de hambre... creo que no puedo implicarme más
Antonio: ¿Quién se encarga de los preparativos?
M: Pues... no lo sé... supongo que Esther o alguien de la ONG, ni idea
Antonio: Uhm... (Asintiendo serio mientas se centraba en un edificio de oficinas que
había a lo lejos, imponiendo su figura en el perfil de la ciudad) Creo que deberías
participar en los preparativos, a DelValle le encantará
M: Él no participa...
Antonio: Hija, eso es cosa suya, lo que queremos es que sienta agrado por el apellido
Wilson, de eso debes encargarte tú, si sabe que participas hasta en los preparativos lo
sentirá, a demás, seguro que se pasa en algún momento. Esa Esther... ¿Sabes como
localizarla?
M: Pues... supongo que en el hospital donde trabaja Sotomayor...
Antonio: ¿Porque no te dejas caer y le ofreces una mano? (Macarena miró a su padre
sorprendida)
M: Padre, ya voy a ir a Rwanda por no haber conseguido lo que esperábamos, DelValle
se va a aislar estos cuatro días, algo con lo que no contaba, creo que yo debería hacer lo
mismo y prepara una estrategia para el viaje, no jugar a niña buena con la enfermerucha
Miradas opuestas 29
Una hora después Esther salía del hospital, estaba agotada y aún tenía que ir a la ONG,
aunque aquello le gustaba, pero aquél día estaba harta de todo, se sentó en la parada del
bus después de mirar los horarios, diez minutos mirando la calle ¡Genial! Con suerte se
dormiría y se le escaparía el autobús, ya se veía roncando a pierna suelta en la parada y
el autobús pasando de largo. Intentó mantenerse despierta mirando hacia la calle...
arriba... abajo... a un lado... al otro... ¡Eh! Sus ojos se abrieron como platos ¿Qué hacia
la pija allí? ¿Por qué se movía? Y lo más preocupante... ¿Por qué se movía hacia ella?
Esther la siguió con la mirada ¿Qué se veían allí? ¿A dónde iba la pija? ¿A la sede?
¿Para que? Oh, claro, iría a decir que se echaba atrás, si ya lo sabía ella, esa no
aguantaba ni dos segundos. Espera... ¿Estaba subiéndose al asiento del conductor? ¿Los
pijos saben conducir? ¿No tienen chóferes por eso? Y mientras en su cabeza zumbaban
tan trascendentales cuestiones, Macarena le daba la contacto de su coche, aquélla mujer
se lo iba a poner muy difícil, y es que para llevarse mínimamente tenían que tener algo
Miradas opuestas 30
en común, y ellas... bueno, más bien era lo contrario la una de la otra, Macarena iba a
tener que interesarse por el ‘rollo humanitario’ para ganársela, aunque aquel jueguecito
de haber quien tiene la mejor respuesta... lo cierto es que hasta le gustaba, miró hacia la
parada donde una Esther con la mirada en el cielo seguía con sus pensamientos,
Macarena la observó unos segundos. DelValle interesado en alguien como ella...
bueno... tenía algo ¿El que? Se le escapaba, pero había algo en ella atrayente, suspiró,
empezaba a odiar aquel trabajo y todo lo que tenía que hacer por un viejo verde y por su
padre, salió de allí disparada en dirección a la sede
Media hora después y habiendo superado a la abuelita que se había sentado a su lado en
la parada y que le había contado media vida, la otra media al subir al autobús, al obrero
que se había sentado a su lado al bajar la abuelita y que parecía no haberse duchado en
días, al perro que al bajarse del autobús se le había tirado a la pierna y hacia gestos
‘raros’ según una pobre niña que pasaba por allí, al del restaurante chino que había
tirado un cubo de agua sucia a la calle con la suerte de darle en los bajos de tejanos y
que le había dejado un olor a pescado por el que la mitad de los gatos del barrio la
seguían en la distancia, y sobre todo... la visión de un mini aparcado una calle más
abajo... ¡Había conseguido llegar a la sede! Abrió la puerta desganada, y provocando un
montón de maullidos que ni los corderos de la peli aquella, y se coló dentro. Alzó la
vista y se encontró con Raquel, otra de las voluntarias que viajarían a Rwanda
A ojos de Esther era excéntrica, bueno, rara, porque los excéntricos son los raros con
dinero, siempre iba con aquellos leotardos de rayas con más colores que el paint, una
falda desaliñada de la que colgaba cientos de hilillos por todas partes y que parecía ir a
desmontarse en cualquier momento y unas camisetas descoloridas con su pañuelo a
juego en la cabeza, era una inconformista, decía que no era feminista, solo que la mujer
estaba por encima del hombre, una actitud que a Esther no le gustaba mucho, pero
bueno, eran sus ideas, y después de verla defendiéndolas con aquella pasión tan suya...
cualquiera le decía algo. También era la defensora numero uno de todo lo que
concerniese a la ONG, de hecho, era a la que mandaban en casos extremos a hablar con
los que hacían donativos, nadie era capaz de dormir tranquilo después de uno de sus
discursillos y eso a Esther le encantaba. Aquella mujer era capaz de quitarle el sueño a
gente sin corazón. Era toda una heroína del mundo moderno
Marisa: Es buena... (Parándose a su lado) Y nos ha dejado una pasta para el proyecto...
deberías ir más a menudo a esas fiesta. (Esther le lanzó una mirada que Marisa captó
enseguida echándose a reír) Tranquila, a la próxima va Raquel, si tú has conseguido a
estos dos.. ella consigue a media fiesta
Miradas opuestas 31
E: Pues nada, haberla mandado a ella y así yo no tendría que haber aguantado a estos
dos
Marisa: Sí mujer, para que me monte un numerito de los suyos... quita, quita
Esther observaba a Macarena, una pija trabajando ¿Dónde habría una cámara de video
para grabar aquello? Estaba ayudando a bajar las cajas de medicamentos de un camión y
colocándolas en el almacén para hacer el inventario luego, parecía concentrada, con la
camisa arremangada hasta los codos y el gesto serio. Estaba hasta guapa trabajando, es
lo que tienen las niñas de papa, están guapas siempre, eso sí... los chicos... trabajar lo
que se dice trabajar poco, la mitad se habían parado a mirarle el culo... la otra mitad las
tetas ¡Hombres!
Macarena llevaba ya media hora trabajando, y no su trabajo no, uno de verdad, y estaba
ya harta, se había arremangado hasta las mangas de su camisa de 500 euros para que no
se le manchara con toda la porquería que traían aquellas cajas, que además pesaban
como demonios, encima tenía que aguantar a todos aquellos babeando a su alrededor,
cosa que no le gustaba en lo más mínimo, que la mirasen solo le gustaba cuando lo
hacía gente con clase, si eran unos barriobajeros como aquellos que se les notaba a la
legua que iban algo calentitos no. Para colmo Esther no llegaba, se había ofrecido a
echar una mano para cuando la enfermera hiciera aparición, seguro que con aquello
conseguía al menos un punto, pero nada, Esther habría decido ir a pie sin perro
corriendo detrás de ella, porque anda que no tardaba. Notó una mirada diferente sobre
ella, ya había llegado, miró de reojo y la vio parada al lado de Marisa, la directora de
todo aquello, hablaban en susurros y Esther no le quitaba ojo, Macarena se concentró
para ver si pillaba algo de la conversación mientras sacaba las cajas del camión y las
ponía en palés, nada, no pillaba nada. Sintió que la enfermera se acercaba y se acercó a
coger otra caja
M: Felipe, otra. (Indicándole con las manos que se la acercarse porque no llegaba,
Felipe lo iba a hacer pero miró por encima del hombro de Macarena y se la dio a uno de
los chicos, Macarena sonrió un momento, Esther debía estar detrás suyo) Venga, Felipe,
que no soy de cristal ¿eh?
E: Pues yo tengo mis dudas sobre eso... (Macarena se giró y medio sonrió divertida)
M: Vaya, al final has conseguido llegar viva... Notó cierto aroma ¿Qué es...
E: Calla y sígueme. (Dándole la espalda y metiéndose por una de las puertas que daban
al almacén)
M: A sus ordenes... (Bromeando y siguiéndola)
lado de un hombre, su mejilla tenía varias cicatrices, que por la pinta en otro tiempo
habían sido heridas desgarradoras
Siguieron por el pasillo hasta llegar al final, había dos puertas, en una se leía un cartel
con el nombre de Marisa, la otra era una sala de reuniones, Esther abrió la puerta
empujándola suavemente, un chico y cuna chica estaban sentados en la mesa, delante de
un ordenador tecleando sin parar
Siguió echando un vistazo, había todo tipo de mapas, y en todos la misma zona
marcada, la de los lagos, Macarena miró a Esther
Salieron otra vez al pasillo y Esther le enseñó diferentes habitaciones donde algunas
personas trabajan en otros proyectos, Macarena le iba haciendo preguntas a las que
Esther a veces contestaba... Y a veces solo se quedaba con ella, pero la pija tenía
respuestas para todo y el tira y afloja la estaba agotando ¿Cuándo se pensaba ir?
Terminaron pronto y en cuanto Esther vio a Marisa decidió dejarle a la pija allí mismito
E: Marisa, oye, que esto ya está. Voy a ayudar con el inventario ¿eh? (Saliendo
disparada)
Marisa: Señorita Wilson. Si tiene alguna duda o algo
M: No, la verdad es que no, Esther se explica muy bien (“Mentira...”) ¿Puedo mirar
como hacen el inventario?
Marisa: Claro, siéntase como en su casa. (Sonriendo y alejándose)
Macarena se apoyó en la pared, mirando como Esther coordinaba un poco el caos que
había, con unas listas en la mano se iba acercando a cada grupo de cajas y los
voluntarias y voluntarios iban sacando medicamentos que Esther anotaba, de vez en
cuando ella se ponía a buscar, como si faltase algo y sonreía al encontrarlo, cuando no
cogía un pequeño post-it rosa y lo pegaba a la caja en cuestión. Parecía encontrarse en
su salsa, no como en la fiesta de Sotomayor, se la veía tranquila y relajada, aunque de
vez en cuando la miraba a ella y su gesto cambiaba hacia el de fastidio. Estaba claro que
solo se había ganado un pequeño punto, ella desconfiaba... le quedaba mucho trabajo
por delante, se despidió con un gesto en la mano que Esther se limitó a observar y se fue
al hotel
Macarena se despertó temprano por casi primera vez en su vida, se había dado una
ducha rápida y había bajado a dar una vuelta por Madrid, quería comprar ropa para el
viaje y todo lo que le hiciese falta, el problema es que no sabía donde encontrar aquella
ropa así que vagabundeó un rato hasta que dio con un par d tiendas que le parecieron
adecuadas, los dependientes la miraban raro, era la primera vez que aquello le pasaba, a
las tiendas que ella iba normalmente nada más entrar ya tenía a la encargada diciéndole
“Señorita Wilson bienvenida” “Señorita Wilson me parece una elección excelente”
“Señorita Wilson tenemos un vestido exclusivo que...” y cosas por el estilo, allí una se
limitó a mirarla de arriba abajo y poner los ojos en blanco, el que se encargaba de cobrar
le echó un vistazo por encima de la revista y volvió a lo suyo. Que falta de modales por
su parte. Observó que la gente cogía la ropa y se iba a los probadores... ellos mismos, no
había modelos para que se las probaran, ¡Te la tenías que probar tú! Estuvo a punto de
marcharse pero recordó su camisa de 500 euros arrugada y tirada a la basura y se metió
detrás de una de aquellas cortinas. Después de pasar por todo aquello, un autentico
suplicio para ella, se fue a una cafetería cercana al hospital, el café dejaba bastante que
desear pero al menos podía pensar un rato antes de ir al hospital. Se le había ocurrido
llevar a Esther a Jerez, así no se perdía las carreras y no dejaba de lado su ‘trabajo’. La
cosa estaba en convencer a aquella mujer de que la acompañase, lo tenía muy difícil
Miradas opuestas 34
Esther se había tirado toda la mañana maldiciendo, desde que un paciente medio tarado
le hiciera un corte en la frente, a la altura de la ceja, no había sido nada, un par de
puntos, pero ¡Ya le valía! Aunque también se lo había buscado, le había entrado la vena
heroica cuando escuchó al paciente discutir con otra enfermera, eso o el orgullo cuando
el tipo dijo que las enfermeras eran todas tontas, no servían para nada y cosas por el
estilo. El caso es que allí se plantó, cual superman en un plis plas, mirando amenazante
al paciente y pidiéndole que se callase, la otra enfermera la miró como preguntándose
que se habría tomado aquella mañana. Pero nada, Esther estaba en plan superwoman, y
cuando el tío se intentó escapar porque decía que le querían matar esta le cerró el paso,
el tipejo se sintió amenazado y cogió lo primero que tuvo a mano, una jeringuilla con la
que pretendía sentirse protegido, y que balanceaba de una lado a l otro como Dartacan.
Una lucha intensa que se saldó con el tipo inconsciente en el suelo (Vilches le había
inyectado un sedante rápido, el corte en la frente de Esther del que salío bastante sangre
y la otra enfermera dándole pataditas en la pierna al tío en forma de venganza... todo un
show. Para colmo había tenido que aguantar una charla del director del hospital, que le
había dado permiso para irse a Rwanda, pero si no soltaba su discursito sobre
responsabilidad y chorradas varias no se quedaba a gusto, y sin aquello de:
D: Pues nada, pásatelo bien allí ¿eh? Y cuidado con los leones, a ver si te nos van a
devolver en dos cajas
E: Teresa...
T: ¡Esther! Mira. (Señalando a Macarena, esta la miró y se percató del pequeño corte)
M: Ey ¿Qué te ha pasado?
E: Como me digas que te preocupa me tiro a la carretera... Teresa, ¿Sabes donde se ha
metido la nueva? Se me ha escaqueado...
T: La he visto hablando con Javier por allí, yo creo que esa es un poquito trepa, y Laura,
no veas, está todo le rato pululando a su alrededor, a mí me da un miedo...
E: Es el instinto... la hembra vigila al macho infiel, acechando desde la lejanía,
preparada para atacar a su presa en cualquier momento. (Imitando voz de documental,
Macarena no pudo evitar una leve sonrisa) ¿Tú que? ¿Te he gustado o que?
M: Ahora que lo dices... (Alzando una ceja) ¿Tienes tiempo para un café?
E: Sí. (Mirándola un momento y poniéndose a hablar con Teresa, Maca suspiró y se
apoyó en el mostrador mirándola fijamente) ¡¿Qué?!
M: Café... tú y yo... ¿Ahora?
E: Dios, si al final va a ser verdad que eres mi perrita ¡Me sigues a todas partes!
M: ¿Eso es un sí?
E: Eres rara... Quiero que lo sepas. (Macarena rió y tomó el brazo de Esther)
M: Bueno, eso no lo puedo cambiar, ¿Aquí tenéis cafetería?
E: Sí bueno... pero no te va a gustar
M: Mhmh... haré el esfuerzo ¿Eh?
Esther la guió hasta cafetería, ¿Qué demonios quería la pija? Porque algo quería, si no a
que venía tanta sonrisita y amabilidad por su parte, uy, uy, ¡¡¡que esta iba a ser como
Miradas opuestas 35
Marisa, se la estaba camelando para pedirle algo!!! ¡Algo que no la iba a gustar!
Temiéndose lo peor cogió un zumo y un café para la pija y se sentaron en una mesa
Después de cuatro horas de su encuentro con la pija y de haberse pasado por la sede a
ver como iba todo llegaba a casa, tirando las llaves por ahí y dejándose caer en el sofá-
“Piénsatelo... piénsatelo” ¿Qué iba a pensarse? Ya los iba a atener que aguantar en
Rwanda, y mucho, porque fijo que les iban a dar problemas y encima allí no tendría
intimidad, estaría las veinticuatro horas del día con ellos, al menos con la pija seguro,
que todas las mujeres dormían en la misma tienda. Marisa no veía los problemas que
iban a darles, claro, como ella no iba a estar allí, ella solo veía el dinero que iba a hacer
posible aquel proyecto y muchos otros, la subvención, era injusto, que gente que quería
de verdad ayudar tuviese que depender de personajillos como aquellos. Se removió en el
Miradas opuestas 36
sofá y encendió la tele. Pero vamos.. ¿Era necesario que viniesen? Vamos, ¿No podían
ser como el resto? De los que dan algo de dinero y se despreocupan totalmente, ni
siquiera se aseguran de que llegué el dinero donde debe llegar, no, aquellos tenían que
ser de los toca... Se levantó a por una cerveza y volvió al sofá. Y encima la pija la estaba
intentando camelar ¡Lo que le faltaba! Lo que le preocupaba era que no sabía el porque,
aunque seguramente tenía algo que ver con aquello de ir a Rwanda, mismo motivo, fijo,
¡El viejo verde! ¡Claro! Pero no, Macarena se veía de aquellas mujeres que tenían a un
hombre rico y guapo y perfecto y todo lo bueno, sí, además, Javier le había dicho que
Maca creía en el príncipe azul, y DelValle... azul lo que es azul... no... y príncipe,
bueno... si es por el dinero por ahí a lo mejor se salva. Pero mira que llega a ser pija e
insoportable pensaba mientras le daba un sorbo a su cerveza. Ahí toda guapa ella
siempre, con sus respuestas a todo, ese aire de diva que me trae... pija, sin más. ¿Y que
iba a hacer en Jerez? ¿Ver correr caballitos? ¡Venga ya! Tenía mil preparativos que
hacer antes del viaje... ¿Y porque se estaba intentando convencer de que no iba a ir? ¡Ni
que quisiera ir! Iba a darle otro sorbo pero su mano se congeló en el aire... no. No. ¡No!
Y ahí estaba, como siempre que tomaba una decisión, la melodía de misión imposible
salía a todo volumen del móvil, maldijo el día que puso la dichosa cancioncita, misión
imposible, más directa no podía ser, la tendría que cambiar, algo más alentador... no sé...
¿I will survive? ¡Sí! Esa era perfecta. Habiendo decidido cambiar de canción miró la
pantalla, que va, aquella canción ya le iba bien para Marisa
E: El número al que llama esta apagado o fuera de cobertura... NO lo intente más tarde
Marisa: Esther... que es mucho tiempo ya...
E: Cambiar la voz la próxima vez... ¿Qué pasa?
Marisa: Llévate una chaqueta... en Jerez refresca por la noche. (El tonillo de guasa no
le pasó desapercibido)
E: Va bien estar informada del tiempo en otro sitios... pero teniendo en cuenta que no
me voy a mover de Madrid hasta que me suba al trasto que nos lleve a Rwanda... me da
un poco igual ¿Eh?
Marisa: DelValle ha llamado. Quería hablar contigo, dice que está encantado de que le
hayas invitado a Jerez (¡Alarma! ¡Alarma!)
E: Que yo he... ¡¿Qué?!
Marisa: Invitado a él, que se lo dijiste a la Wilson. (Que tramposos que llegan a ser los
pijos... ¿Por qué hacia todo aquello?) No iras a defraudarle ¿No?... (Se va a enterar la
Macarenita)
E: No, no, claro que no. Por supuesto que no
Marisa: Genial, cuídales mucho, son nuestro futuro (Riendo)
E: ¿Cuidar? Sí... tranquila... (El pequeño demonio que había en su hombro izquierdo
daba saltitos de alegría, el angelito de la derecha negaba con la cabeza y miraba hacia
otro lado)
Marisa: Ya te llamaré cuando estés allí
E: Sí, sí, venga Marisa, nos vemos en dos días
Colgó, se acercó al bolso y empezó a buscar la dichosa tarjetita que no sabía ni porque
había guardado, peor lo había hecho, y allí estaba, con un paquete de chicles pegado en
el nombre, lo quitó y lo tiró por allí... ¿A los pijos que se les dice cuando se les llama
por teléfono? Bah, tú a lo tuyo, marcando...
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Macarena estaba sentada en la terraza del hotel, disfrutando de un poco de sol madrileño
y con una copa de vino en la mano, había reservado dos habitaciones en un hotel de
Jerez, una cosa era que tuviese que trabajar allí y otra muy diferente era llevarse el
trabajo a casa. Sobre todo cuando el ‘trabajo’ era una enfermerucha medio amargada o
totalmente, y un viejo verde que dejaba un rastro de babas al ver a Esther. Había
mentido a DelValle, pero no se sentía culpable, en cuanto le dijo que era Esther la que le
invitaba y no ella enseguida dijo que sí, aquello le molestaba, que aquella mujer se
hubiese ganado a su objetivo... y que por ello se la tuviera que ganar. Esperaba que
DelValle no metiese la pata, que no dijera nada, aunque si eso sucedía ya haría algo para
remediarlo. Mentir a Esther... ya lo había hecho una vez, y aunque aquello sí que le
molestaba, podría hacerlo de nuevo sin mayores complicaciones, lo llevaba haciendo
toda la vida, era lo que le habían enseñado. Y Esther no iba a ser diferente en eso, por
mucho que admirase su orgullo que no a ella
Macarena pasó a buscar a Esther por su casa a las nueve, tal y como habían quedado,
DelValle le había llamado diciendo que él se había adelantado para hacer algunos
preparativos, aquello no le gustaba nada, ella lo tenía todo preparado y seguramente
DelValle se lo iba a echar por tierra. Pero estaba feliz. Todo aquel lío en el que se había
metido no iba a impedir que disfrutará en Jerez, iba a tenerlo todo, como siempre.
Miraba atentamente el portal de Esther, al ver su figura saliendo le pidió al chofer que
subiera los seguros, los había hecho bajar nada más entrar en aquel barrio. El chofer se
bajó y ayudó a Esther con la pequeña mochila que llevaba, poniéndola en el maletero,
una de aquellas tejanas desgastadas con una chapa que ponía ‘Fuck you’, Macarena
suspiró, y se acomodó en su asiento. Al poco rato la enfermera subía al coche,
sentándose lo más pegada a la puerta que podía, vamos... lo más alejada de Maca que
podía
E: ¿DelValle?
M: Mhmhm... ¿Ya le echas de menos? (Mirándola con una ceja alzada) Lo vuestro es
más fuerte de lo que pensaba
E: No, no le echo de menos, pero estamos aquí para trabajar y sin él, me bajo de este
coche ahora mismo
M: Relájate un poco Esther. Nos espera en Jerez. (El coche arrancó suavemente camino
del aeropuerto)
E: Genial (Mirando por la ventanilla)
M: Si quieres le llamó y le digo que nos vaya a buscar al aeropuerto con un ramo de
flores para ti
E: Si quieres le llamo y le digo que el ramo te lo traiga a ti. (Las dos se miraban viendo
quien aguantaba más)
M: A mi no me lo traerá, le van chicas más bajas
E: O más personas tal vez
M: O más brutas
E: O más normales
M: O más feas. (Esther desvió la mirada ¡La había llamado fea! ¿Cómo podía ser tan...
tan... tan... ¡Gilipollas!, Macarena sintió algo dentro... como... ¿Culpabilidad? Venga...
ella se lo había buscado)
E: O a lo mejor es que te tiene calada... (Susurrando)
M: ¿Qué has dicho?
E: Que si quieres una calada... (Sacando un paquete de cigarrillos)
M: En este coche no se fuma
E: ¿Le molesta el humo a la señorita? (Encendiéndolo)
M: Me molesta que alguien como tú me vaya a hacer coger un cáncer
E: Dios no lo quiera. (Bajando la ventanilla)
M: ¡No! (Mirándola con los ojos como platos)
Miradas opuestas 39
Llegaron al aeropuerto, sitio que Esther había visto muchas veces, claro que nunca de la
mano de una Wilson, aquello abría una de puertas, que no veas. Que si sala VIP con
champan y mini-comida de aquella, que si sillones de piel para esperar el vuelo, que si
musiquita relajante, que si masajista para los nervios... dios, que asquito le daba todo
aquello ¿Cuándo iban a subirse en el avión? Y encima la pija no hacía más que mirarla,
descaradamente ¿Eso no estaba prohibido? La estaba examinando... lo sabía...
sopesando al contrincante, como en el reportaje aquel de cabras de montaña que había
visto, igualita
Esther la miraba, pasaba una pagina... y otra... fruncía el ceño ¿Qué estaba leyendo? En
la portada había una cabeza de caballo, buen primer plano
Mientras Esther seguía jugueteando con el cuadro Macarena la miraba, era como una
cría... no... era una cría. Se estuvo riendo un rato al verla agarres y dar vueltas alrededor
del aparato con el ceño fruncido y tocándolo por todas partes, al final se cansó de verla
así
M: Díselo
E: ¿Cómo?
M: Dile ‘Cambia de canal’. (La tele cambió de canal, Esther la miró sorprendida)
Miradas opuestas 40
E: Vaya chorrada más grande... (Sentándose de nuevo y mirando por uno de los
ventanales)
Macarena la miró sorprendida ¿Ya está? ¿Media hora dándole vueltas al aparatejo y
cuando descubría cómo funcionaba se sentaba a mirra por la ventana? Aquella mujer era
rara, pero rara, rara. Suspiró y siguió leyendo la revista, en breve las llamarían para
embarcar, se pondría los cascos y el antifaz y dormiría hasta llegar a Jerez
En la puerta del aeropuerto las esperaba DelValle, con una flamante limusina y un ramo
de rosas en la mano, todo sonriente él. Esther miró las flores... ¿El viejo verde le iba a
dar eso?
DelValle: ¡Esther! Bienvenida a tierras jerezanas. (Plantándole dos besos que más bien
parecieron dos lametones en las mejillas y dándole el ramo) Un pequeño obsequio por la
invitación. (Macarena le miró un momento y miró a Esther, esta sonrió y aceptó las
flores)
E: No hay porque, la verdad es que me apetecía mucho ver Jerez con usted. (DelValle
hizo como se sonrojaba y abrió la puerta de la limusina)
DelValle: Pasa, pasa, lo he dispuesto todo ya. (Macarena se vio obligada a toser
levemente para que DelValle se diese cuenta de su presencia, aquel tipo empezaba a
sacarla de sus casillas) ¡Macarena! Por favor, sube tú también
M: Claro, gracias señor DelValle
Subieron y el chofer arrancó sin preguntar donde se dirigían, estaba claro que DelValle
ya había calculado todo, estaba sentado delante de Esther preguntándole sobre el viaje y
otras cosas, la enfermera por su parte se había propuesto asesinarla con aquel ramo de
rosas, continuamente le daba en la cabeza con ellas, Macarena había intentado ponerse
al lado de DelValle, pero la opción lo le gustaba del todo, así que resignadamente seguía
recibiendo ‘golpecitos’ por parte de aquellas dichosas flores, al menos tenía la seguridad
de que a Esther no le gustaban las rosas, parecía que aquel tipo no se había informado
tan bien como ella
DelValle: Sí, tengo una pequeña finca a las afueras de Jerez, muy humilde (Esther
pensó que si la finca era humilde ella sería monja, pero se calló y volvió a darle con las
flores a la pija, aquello le estaba gustando) Espero que sea de tu agrado
E: ¿Nos vamos a quedar en tu casa? (Macarena miró a DelValle, será... todos sus planes
por tierra)
DelValle: Por supuesto, allí estaremos muy tranquilos. (Macarena sonrió, tranquilidad,
aquel tipo no quería tranquilidad precisamente)
Miradas opuestas 41
M: Señor DelValle, lo cierto es que ya había reservado una suite a Esther en un hotel.
Aquí mismo en la capital, para dos días que va a estar aquí sería una lástima que se
perdiese la ciudad, hay cosas muy bonitas de ver. (Mirando a la enfermera, se podía ver
la duda en sus ojos ¿Prefería irse a casa de aquel viejo verde que aceptar su invitación
en un hotel? Aquella mujer estaba definitivamente mal)
DelValle: Bueno, por ese lado tal vez tengas razón Macarena. ¡Ya sé! Me quedaré en el
mismo hotel, así podré acompañarte y enseñarte la ciudad ¿Qué te parece, Esther?
E: Pues... Sí, claro, pero a lo mejor ya no quedan habitaciones...
DelValle: Tengo contactos, eso no será problema
M: Me anticipé a sus deseos y le reservé otra habitación, DelValle
DelValle: Espero que bien cerquita de la de Esther. (Bromeó, Macarena sonrió, algo así
como en la otra punta del hotel, miró a Esther que la miraba suplicante, le guiñó un ojo
y siguió mirando por la ventanilla)
DelValle: Bien, creo que el primer sitio donde deberíamos ir (Mirando única y
exclusivamente a Esther, detalle que no le pasó desapercibido a Macarena) sería a la
mezquita de palacio, es la única que se conserva en la ciudad de las muchas que hubo,
seguro que te gustará
E: Bueno, la verdad es que preferiría parar en el hotel un momento, dejar esto
(Señalando con la cabeza las flores) Y dejar la mochila y eso
DelValle: Supongo que en el Hotel Jerez, cerca de las carreras
M: Lo cierto es que me decanté por el Grand Hotel Palmera Plaza. Sin duda es
excelente en todos sus sentidos y creo que allí se encontrarán muy a gusto
E: ¿Tú no te quedas con nosotros?
M: Mi casa resulta mucho más cómoda que cualquier hotel, y así prepararé todo lo
necesario para Rwanda en los descansos que tengamos
Pero... ¿Me ha traído a Jerez para dejarme a solas con el viejo este? Lo que me faltaba,
esta ya no sé que quiere, creía que estaba interesada en el tipo, pero si se va a ir a su
casa no la vamos a ver el pelo, vamos que él no la va a ver ni el pelo, y si está
interesada... tendrán que verse ¿No? ¿Y porque este no deja de mirarme las piernas?
Que voy en tejanos, hombre, que no los vas a desgastar hasta poder ver lo que hay
debajo... ¿O sí?
Poco después descendían a la entrada del hotel que Macarena había escogido, Esther lo
miró de arriba a abajo ‘Bienvenida al píjerio andaluz’, agarró su mochila y sin esperar al
resto se metió en el interior, era lujoso, pero el aire andaluz le daba un toque hogareño a
todo, por primera vez no se sentía fuera de lugar entre tanto lujo, hasta que se le
acercaba alguien del servicio o veía a los demás huéspedes, pero el sitio no estaba mal,
eso sí, no le iba a decir a la pija que le había gustado ni en broma
M: Esther, tu habitación está en el último piso, es la suite que hay al final del pasillo.
(Sonriendo y dándole una tarjeta que le acababa de dar un chico del servicio)
E: Nos vemos en un rato. (Cogiendo la tarjeta y metiéndose en uno de los ascensores)
DelValle: Esta mujer.. (Sonriendo) ¿Última planta, no?
M: Verá, resulta que ha habido un pequeño contratiempo con las habitaciones, ya sabe,
tienden a liarse a veces, y resulta que a usted lo han hospedado en la primer planta...
DelValle: No será nada que no tenga arreglo... (Acercándose a recepción, Macarena
sonrió, sabía perfectamente que no quedaban más habitaciones en la última planta, de
hecho solo había quedado una libre y Macarena tenía la llave en el bolsillo de su
chaqueta)
Miradas opuestas 42
Esther entró en la habitación, bueno, en el mini-piso que tenían allí montado, era más
grande que el suyo, y total, la gente que podía permitirse pagar aquellas habitaciones
normalmente iba sola, de negocios, y solo paraban para dormir, Esther no se los
imaginaba con cinco hijos, las cosas de la playa y el perro o gato. ¡Va ser que no! Tiró la
mochila por ahí y se asomó a la terraza, no si... la pija tenía buen gusto, desde allí se
veía el casco antiguo de la ciudad, era precioso. Ella había estado en muchos sitios, pero
siempre se maravillaba de alguna cosa, algo que la sorprendía, pequeños detalles, que
por mucho que dijesen que todas las ciudad eran iguales, no lo eran, cosas que las
caracterizaban, allí era el perfil del casco antiguo, a lo lejos el circuito, la escuela de
equitación y aquel aire andaluz que impregnaba cada rincón dándole una alegría y una
luz que hasta dolían en los ojos. Aspiró profundamente el aire, sabiendo que lo tenía que
disfrutar, en Rwanda el calor y el ambiente impedían que disfrutases de cosas tan vanas
como respirar profundamente. Decidió darse una ducha, a ver si así se quitaba la
pegajosa mirada del tipo aquel, ‘Habitación cerquita’ dice ‘Mi casa es muy tranquila’
dice... ¡Bah! ¡Ese lo que quiere es llevársela a la cama! Se secó con la toalla, bueno, más
bien se daba golpes con ella pensando en lo que iba a tener que soportar, en porque
estaba allí en aquel momento y sobre todo... en aquella mirada haciéndole una
radiografía. ¿Y la pija? Anda que como se atreviese a dejarla a solas con aquel... se iba a
enterar, encima de que todo aquello era culpa suya, que lo había montado ella con vete
tú a saber que propositos, encima la dejaba tirada, con esa ya ajustaría cuenta, ya. Sonó
el teléfono de su habitación
DelValle: Mañana en las carreras, primero... ¿Te apetece dar un paseo por la ciudad?
(“Ya que mañana te vas a tirar todo el día viendo correr a caballitos... ¡Que leñe!”)
E: Sí, me encantaría ver la ciudad, sí
DelValle: ¿Te parece adecuado que quedemos en el hall del hotel dentro de media hora?
E: Sí, vale, media hora. (Colgó y se fue a cambiar, poniéndose ropa más cómoda, si
quería ver la ciudad en un día iban a tener que ir ligeritos)
Puntual con un reloj, cámara en mano, gorrita para el sol y sonrisa radiante bajaba del
ascensor, enfrente suyo... ¿Un cantante de opera? ¿Un camarero enjoyado? No...
DelValle, ataviado como si fueran a ir al sitio más chic e in de toda la ciudad
A aquella cuando le entraban las prisas, no veas, Esther la había perdido de vista,
¿Dónde se habría metido? Seguramente en el tocador, pensaba divertida Esther mientras
miraba a su alrededor, una gran sala que hacía las veces de recepción y de exposición de
trofeos y fotografías, realmente aquel sitio era bueno, vamos, tenía más trofeo que las
ultimas olimpiadas, se acercó a uno de ellos, vale, lo de los caballos le daba
exactamente igual, no entendía que podía dar montar a un caballito y ganar a otro tipo
montado en otro caballito, pero sabía reconocer los sentimientos. Eso se le daba
bastante bien. El esfuerzo por llegar a conseguir lo que querían, ese fuerza al hacerlo,
esa convicción y esa dedicación, era lo que ella hacía en la ONG y que intentaba hacer
en el hospital... aunque allí más bien entrenaba su paciencia y su aguante, el primer año
de enfermería tenía la manos destrozadas de tanto apretarse los puños, aquello de tener
que cerrar la boca por educación... no le iba mucho
M: Ese lo ganó mi abuelo. (Esther metió un bote al notarla a su lado ¿Aquella tenía
teletransportador o que? Bah... seguro que sí, es más... tal vez su familia también
fabricase teletransportadores en serie, algo así como ‘Wilson teletransportadores, le
llevamos por mil dólares” Fijo...) ¿Esther? (La enfermera la miró, genial, con aquella
cerca tenía la capacidad de evadirse en cuestión de segundos, a ver si la pija le iba a
resultar des-estresante) ¿Esther? ¿Hay alguien ahí dentro? (Dándole unos golpecitos en
la cabeza suavemente)
E: A mi no me toques ¿Eh? Que porque tengas dinero no te vas a librar de la denuncia...
¿O sí? ¿Vosotros sois de los que tenéis eso de los sobornos?
M: Uy, sí, la guardia civil al completo, mitad de la policía nacional y un cuarto del
FBI... (Riendo y dirigiéndose a una puerta que daba a un gran terreno de césped y tierra)
E: Lo del FBI... eso no me lo creo.. (Murmurando y siguiéndola) ¿Vas a tenerme detrás
de ti todo el día? Podías ir más despacio...
M: Nadie te obliga a seguirme. (Sonriendo de espaldas a Esther) Pero vamos... si no
puedes aguantar el ritmo... (Por encima de su hombro y acelerando el paso un poco más)
E: Cusha, se me está espabilando la niña...
Llegaron a unos grandes establos, en la puerta les esperaba un tío que saludó con la
mano a Macarena, uy, ¿Eso entraba dentro del protocolo? ¿Y porque no le habían dado a
ella uno? ¿Y quien demonios se había inventado tamaña estupidez? Y... ¿Qué era
aquello?
M: Eduardo, ¿Crees que nos pondrán alguna pega si sacamos a dos de paseo?
Eduardo: No creo, la hija de los Wilson tiene bastante preferencia. (Riendo y
guiñándole un ojo)
M: Perfecto. (Sonriendo y mirando a Esther) Este para ti. (Dándole las riendas)
Miradas opuestas 45
Eduardo sacó otro caballo muy parecido al primero y Macarena subió con la experiencia
y la seguridad de cualquier jinete que se precie, Esther sujetaba con fuerza las riendas y
miraba de reojo al animal aquel. Macarena la observaba con la ceja alzada, divertida
mientras acariciaba el cuello del suyo
Venga, aquello no podía ser tan difícil, había visto a niños de cinco años subirse a
aquellos trastos, pero claro, ellos contaban con ayuda, pero pedírsela a la niña de papa,
nada, ella se subía a él como que se llamaba Esther García. Primer intento ¿Qué había
hecho Maca? Sí, poner el pie en el chisme este, mientras tanteaba a meter el pie iba
refunfuñando lo que hacer, nada, aquellos se movía que no veas
M: ¿Piensas hacer que el estribo se meta en tu pie por arte de magia... o a base de
mamporros? (A Macarena aquello le resultaba muy entretenido, la cara de Esther
cuando algo no le sabía bien y quería que le saliese bien... para no perdérsela)
E: ¿El estri que en donde? (Mirándola un momento)
M: Esther... que en un momento yo te ayu...
E: ¡No! ¡Toma ya! (Consiguió meter el pie y una gran sonrisa se dibujó en su cara...
Hasta que vio que a no ser que fuese a montar el caballo de espaldas... se había
equivocado de pie) Juer...
M: Bueno, cuando te canses, te espero en la entrada ¿Mhm? (Con los brazos cruzados)
E: Vaya, perdone la señorita que tenga que esperar, pero es que no todos nacimos con
una silla de montar debajo del culo
M: Ya, igual que no todas nacimos con ese vocabulario digno de reinas
E: Perdona, ¿Eso lo dice quien hace un momento ha dicho ‘mamporrazos’? Porque he
de decir que creo que esa palabra no sale en el diccionario
M: Eso es porque los adjetivos a tus acciones no salen nunca en él
E: Claro, pero eso es porque tienen denominación de origen
M: ¿Made in carabanchel alto?
E: Al menos no es Made in Cibeles. (Vale, tenía un pie en el estribo ese o como se
llamase... ¿Y ahora que? ¿Qué hacía con el otro pie? ¿Se lo cortaba?)
M: Tal vez a este paso consigamos llegar hasta la siguiente manzana antes de que
anochezca
E: Tal vez si cierras tu preciosa boquita consiga subirme a esto
M: Si le sigues llamando ‘esto’ te dará una coz
E: ¿Una que?
M: Un mamporro. (Sonriendo de oreja a oreja)
E: Eso no tiene gracia. Esto no tiene gracia. Pero claro, las pijas no sabéis andar como
las personas normales, no, tenéis que ir en caballitos o en cochecitos o en cositas.
Andando no, ¿Para qué andar?
M: ¿Siempre eres tan quejica?
E: Sí, pero contigo más. (Después de varios saltitos consiguió subirse encima,
aferrándose al cuello del caballo con los brazos y con los ojos cerrados)
M: ¡Bien! (Aplaudiéndole) Anda, vamos
E: ¿Qué hay más?
Miradas opuestas 46
M: Anda...
Después de muchos intentos y muchos te ayudo y bastantes más no’s, consiguieron salir
de la escuela de equitación, Macarena ajustaba el trote de su caballo al de Esther, que
parecía tener ciertas dificultades, ¿Pero y lo que disfrutaba con aquello? Sobre todo
sabiendo que en Rwanda, sería Esther la que sabía hacer todo y ella la que nada, era su
pequeño momento de venganza por lo que iba a venir en un futuro. Y ya que tenía que
alejarla de DelValle para que este no se encaprichara más... al menos se lo pasaría bien
Le enseñó los lugares más importantes de la ciudad jerezana, de vez en cuando hacían
un alto en el camino para que Esther tomará fuerzas, aunque Macarena disimulaba que
se paraba a ver el paisaje para que esta no se diese cuenta de su piedad, que la tenía
pocas veces, pero es que el rostro de Esther había cambiado al de exasperación, y total,
ya se había reído bastante, aun le quedaba otro día más para hacerlo, tampoco había que
gastar todas las balas en el primer día
M: ¿Volvemos ya? Llevas mucho rato callada, ¿No se te ocurre ninguna barbaridad que
decirme? (Mirando como Esther fruncía el ceño)
E: ¿Cree la señorita que ya hemos terminado por hoy?
M: Sí, mañana más ¿Mhm?
E: Sí, vamos, a primera hora de la mañana... (Mientras intentaba dar la vuelta al caballo
para volver)
Una hora después Esther y Macarena subían en el ascensor del hotel, Esther tenía los
muslos destrozados, se iba cargando de mala leche, aquella pija le había hecho aquello
apropósito, vamos, que si no fuera porque parecía un bebe con pañal la hubiese
perseguido por todo el hotel cuchillo jamonero en mano
concentradas en los labios de la otra como para darse cuenta de que los suyos también
eran observados y menos mal que los ricos nunca tienen nada que hacer y siempre
hacen las apariciones en el momento justo)
DelValle: ¡Esther! ¿Qué tal el paseo?
Mientras ellas se repetían esa pregunta, DelValle le decía a Esther la hora en la que irían
a cenar, aunque a parte de las paredes no le escuchaba nadie
Esther estaba flipando, no se le ocurría una explicación al hecho de que sus ojos se
hubiesen fijado en aquellos labios, bueno sí, se le ocurría una... era gilipollas, al menos
esa parte de su anatomía. ¿A quien se le ocurre mirar los labios de la pija, y si solo fuera
mirarlos bueno, los ojos a veces se aburren y se dan un paseito por las caras, pero es que
lo que había sentido al mirarlos, eso, eso no era normal. Al menos no su concepto de
normal, no es que le molestase que fuese una mujer, vamos, solo había estado con
hombres, sin mucha suerte, pero que no se iba a morir si le gustaba alguna mujer, pero..
¿Tenía que ser esa? Precisamente la señorita pija arrogante que dormía en un colchón de
plumas... No había más ¿no? Hasta en eso tenía mala suerte. ¿A quien demonios le
había hecho tanto daño como para merecer aquello? Y encima el DelValle ahí dándole
que te pego a la lengua
A ver, a ver, a ver, racionalicemos ¿Qué has mirado? Sus labios.. ¿Por qué? Ni idea...
bueno, todo tenía una explicación lógica, seguro, vamos que ¡Ya está! Sus ojos habían
visto moverse los labios de aquélla y por acto puramente instintivo, ha mirado hacia
ellos, pero no tiene porque ser más, era eso, los reflejos, vamos que ni en broma se le
había pasado por la cabeza nada, lo del beso un momento de... locura transitoria, eso,
locura, había sido eso. Ya está, todo resuelto... que carita que pone... ¡Macarena Wilson!
Esa mujer que estás mirando es una barriobajera maleducada que no tiene donde caerse
muerta. ¿Y por qué la miras? Vale, normalmente no tratas con gente de su clase, debe
ser eso, la curiosidad... Debería despejarme un poco, ir a casa, relajarme, tal vez mañana
invite a Fernando a acompañarme, seguro que dice que sí, pero sería una distracción..
¿No es eso lo que quieres?
Y el hombre este... ¿No se da cuenta de que ella no quiere nada con él? Y pensar que...
Macarena abrió los ojos como platos, se había olvidado por completo de porque estaba
allí, acompañada de aquellos dos, el objetivo, SU objetivo. Debía ganarse a DelValle
por el bien de los Wilson, Esther solo era una pieza en el tablero, alguien a quien
manejar para sus propósitos ¿Cómo había podido olvidarlo? Aquella mujer tenía un
efecto negativo sobre ella, sin duda alguna, ella era una pieza, solo una estúpida pieza, y
Macarena era la jugadora que debía mover esa pieza, para su beneficio, para ganar la
Miradas opuestas 48
partida a DelValle. Había cometido un gran error, dejar que aquella mujer le calase
alguna de sus estúpidas ideas de piedad y ayudar por un momento
E:... la verdad es que no me encuentro muy bien, estoy agotada... así que si no te
importa, me voy a la cama. (Metiéndose rápidamente en la habitación y cerrando la
puerta tras de si)
DelValle: ¿Ha pasado algo señorita Wilson?
M: No, no... un día muy largo, hemos ido a montar a caballo. (DelValle sonrió) Una
gran jinete
DelValle: Tal vez cuando volvamos de Rwanda pueda ir a montar con ella
M: Tal vez... (Mirándole a los ojos, ganárselo...) Si quiere, usted y yo podríamos cenar
DelValle: Esa es una excelente idea. (Sonriendo y acercando su brazo a Macarena)
Señorita...
M: Muy amable caballero
Fueron a uno de los mejores restaurantes de Jerez, durante la cena hablaron de mil
cosas, bueno, DelValle hablaba y Macarena se mostraba complaciente, actuaba, aunque
de vez en cuando bajase la guardia en su cabeza, al lado suyo había una familia
cenando, seguramente habían ahorrado durante dos meses para cenar allí, parecía que
era el cumpleaños del padre, una niña de unos diez años le estaba dando un regalo,
sonriendo, había visto sonrisas como aquellas pocas veces, y casi todas había sido
recientemente. En la fiesta de Javier, los amigos de Esther, Esther misma...
DelValle: ¿Crees que Esther se interesaría por alguien como yo? (“¡¿Qué?! El don de
la oportunidad, si es que piensas en ella y mira lo que pasa...”)
M: Pues... (“Ganártelo, ganártelo, ganártelo...”) La verdad es que no veo porque no. Es
usted un hombre elegante, educado y atento, a parte de tener un considerable colchón
mullido en el que descansar. Un buen partido como diría mi abuela (Riendo
suavemente)
DelValle: Creo que Rwanda puede ser un buen sitio... pero... tal vez necesite algo de
ayuda, no creo que sea fácil estar a solas con ella
M: Bueno, en tres meses seguro que encontrará el momento
DelValle: Sí, pero... no soy un hombre al que le guste esperar el azar... no sé si me
entiendes
M: Aumentar las posibilidades hasta que sepas seguro que va a suceder. (Conocía bien
el juego)
DelValle: Exacto... te has hecho muy amiga de ella ¿Verdad? (Macarena le miró,
ocultando su sorpresa, aquél tipo quería que ella le ayudase en su objetivo particular,
Esther... y lo bueno es que si le ayudaba... lo tendría en el bote, no pensó, no escuchó
más bien, hizo lo que era mejor para ella y su objetivo, en aquel juego todos tenían una
meta, los medios... cualquiera, incluso meter en la cama de aquel tipo a Esther, aunque
aquella idea le desagradará muchísimo, era lo que debía hacer, acabar con todo aquello
y volver a su vida normal, sin aquellos sentimientos tan extraños en ella que
últimamente se colaban en su cuerpo y en su mente)
M: Cuente conmigo DelValle, todos merecemos una oportunidad
DelValle: Me alegra escuchar eso, sin duda eres una gran mujer Macarena
M: Espero que su idea no cambie. (Bromeó provocando una leve sonrisa en DelValle)
Miradas opuestas 49
E: ¡Dime!
Marisa: ¿Muy ocupada con nuestros socios? (Riendo)
E: Uy sí, de una ocupación... fascinante ¿Ha pasado algo?
Marisa: No, solo quería saber como iba la cosa
E: Llevo un día con esos dos y sigo viva, no esta mal ¿Eh?
Marisa: Ya...
E: Deberías darme un premio, algo así como ‘A la mejor relaciones públicas de la
ONG’... ¿Un contrato firmado en el que diga que no me harás pasar por esto otra vez?
Marisa: Pero si les tienes encantados Esther
E: Creía que solo interesaba DelValle...
Marisa: Tu pija también
E: No es mi pija. (Negando con la cabeza “¿Qué sabía aquella? ¡Venga Esther! Si ni
siquiera tú sabes que ha pasado, vale, que eres tonta, pero a parte de ese detalle...”)
Marisa: Bueno, la señorita Wilson, ¿Mejor?
E: Sí. ¿Está todo preparado? No quiero sorpresitas como la última vez ¿Eh? Que
acabábamos en medio de la selva a patita...
Marisa: Todo preparado, tranquila ¡Soy la jefa!
E: Bah, todo el mundo tiene su cruz...
Marisa: Tendréis que estar mañana aquí, tráemelos vivos...
E: ¿Es necesario? Les podría convencer para que nos pusieran en su testamente y que
luego tuviesen un pequeño... accidente
Marisa: Anda, nos vemos mañana
E: Clarooooooooo. (Colgó y se volvió a la ducha... tu pija, tu pija... será... ¡Jefa!)
Macarena por su parte llevaba ya un buen rato despierta, la verdad es que no había sido
capaz de descansar mucho, que su cabeza le hiciese caso era un problema, era la
primera vez que su corazón... o lo que fuese, le llevaba la contraria, normalmente no
decía nada.. o tal vez es que no lo había escuchado mucho, le había sido fácil ignorarlo,
pero se había vuelto tan esquivo como ella misma, y tan listo, lo suficiente como para
colarse en su subconsciente y proporcionarle una maravillosa pesadilla con la imagen de
DelValle y Esther... juntos...
Fueron a las carreras de caballos, DelValle se la pasó toda entera tirándole los trastos a
Esther, así que esta entre tener que ver los caballitos y aguantar al viejo verde estaba
harta, en un momento dado se excusó para ir al baño y salió disparada dejando a aquel
tipo solo. La pija hacía rato que había desaparecido, su hermano había ido a buscarla y
se habían ido los dos entre susurros. Intentó encontrar lo baños, pero lo que encontró fue
otra cosa, en uno de los pasillos interiores estaba Macarena y su hermano, hablando con
una pareja mayor, por los rostros podría decir que eran familia, seguramente los padres,
pensó en acercarse a saludar, Jero le caía bien, más que la pija, y ya de paso le
preguntaba donde estaba el baño, pero al acercarse un poco más escuchó a conversación
que mantenían
Esther salió pitando de allí, aunque alguien se dio cuenta de su huida. Eso era, el motivo
de que la pija no se separase de ella y DelValle, estaba intentando ganarse al viejo para
quitarle toda su fortuna, su poder, todo era un maldito y estúpido juego, no debería
haber esperado más, no de gente como aquella, pero la verdad es que en algún momento
se había engañado a sí misma pensando que tal vez, aquellos dos querían ayudar de
verdad ¡Y una mierda! DelValle solo quería tirársela, Y Macarena solo quería la pasta de
DelValle. Tenía que volver a Madrid, alejarse de toda aquella hipocresía que se
Miradas opuestas 51
respiraba allí, pasar un día tranquilo y viajar a Rwanda, ya los dejaría tirados en
cualquier parte, quizás podría convencer a Marisa de que no fuesen al viaje ni DelValle
ni la Wilson. Era posible. ¿Cómo la había engañado? Y ella aceptando hasta aquella
maldita habitación, solo era parte de su plan, ganarse a DelValle. Siguió paseando por
Jerez, no quería volver a pisar el hotel, pero tenía sus cosas allí, durante horas se intentó
calmar con el aire que se respiraba en tierras andaluzas, calándose de él. Pero nada,
imposible, aquellos dos la habían metido en su juego de ambición y poder, iría al hotel,
cogería sus cosas y se volvería a Madrid, convencería a Marisa de que no fueran al viaje
esos dos y ella sí que iría. No volvería a verles nunca, a ninguno de aquellos dos.
Estúpido DelValle. Estúpida Macarena
Y allí estaba, apoyada en la pared de enfrente del ascensor, aquella maldita pija era un
autentico incordio, Esther la miró con rabia y salió del ascensor, caminando hacia su
habitación
M: Claro, la chica de las grandes esperanzas, llena de sueños sin sentido que se
preocupa por la paz mundial y el hambre en el mundo, no tienes tiempo para jugar ¿Eh?
(Esther la miraba con rabia, iba a responderle pero Maca no la dejó) Entonces dime
¿Qué hacías aquella noche en la fiesta de Sotomayor? Y no mientas, porque sé lo que
hacías
E: ¡Eso es diferente!
M: ¡No! No lo es. Es lo mismo... jugar. Tú ganaste esa vez... tal vez puedas ganar en
esta también
E: No quiero nada que tú puedas ofrecerme
M: ¿No? ¿Estás segura? Tu tienes proyectos que requieren dinero, yo dinero que
requieren proyectos. ¿Crees que no sé que estás trabajando para crear una ONG? ¿Qué
no sé que ese es tu sueño desde que te picó el gusanillo? ¿Crees que no lo sé?
E: Eres una...
M: Una mujer muy inteligente que puede cumplir tus sueños...
E: Me da igual lo que puedas cumplir... no quiero tener que deber nada a alguien como
tú
M: ¿Estás segura? Sin alguien como yo jamás lo lograrás
E: Mira, puede que en tu mundo las cosas se hagan con engaños y jueguecitos
estúpidos, en el mío se hace con el esfuerzo de cada uno, y lo lograré
M: No lograrás una mierda Esther, y lo sabes. Sin el dinero no tienes nada que hacer
E: Lo conseguiré por otro medios, unos en los que no tenga que vender mi alma al
diablo
M: Fracasarás... eres demasiado ingenua para conseguirlo
E: Puede que sea una ingenua, pero no soy gilipollas, y no pienso aliarme contigo, no
me rodeo de gente sin corazón
M: Pues la gente sin corazón es la que triunfa señorita, y a ti me parece que te sobra
mucho
E: Al menos tengo algo por lo que vivir, tú no tienes nada
M: ¿Qué no tengo nada? (Rió divertida) Tengo todo lo que quiero
E: Uy, sí, ya lo veo... ¿Sabes el problema? Que todo lo que tienes lo has comprado... por
lo que no debe ser muy importante si tiene precio
M: Mira, no espero que alguien como tú lo entienda. La gente que no tiene nada dice
eso para consolarse, pero en realidad siente envidia de todo lo que tenemos
E: Pues a mi solo me das pena. (Desafiándola con la mirada, notando como la ira de
Maca se adueñaba de su mirada)
Perder el control... dejar de pensar, de razonar... dejarse llevar por tu cuerpo, por el
deseo que recorre cada fibra, cada parte, por el cosquilleo que eriza la piel y que acelera
tu respiración, por los latidos que se extienden hasta las puntas de los dedos, haciendo
que los temblores se sucedan en tu interior... perder el control de tu mente, de tus actos y
simplemente... disfrutar de las emociones...
¿En que momento lo perdieron? ¿En que momento de aquella estúpida conversación
que mantenían se habían perdido? Daba igual... no había nada más que el cuerpo que
tenían delante... Y ella lo buscó, con la necesidad del aire al estar bajo el agua, pasó su
mano por su espalda, apretando aquel cuerpo contra sí, estremeciéndose al notarlo
contra ella, encendiéndose, la empujó hasta la pared, atrapándola para no dejarla huir y
se perdió. Se perdió mordiendo aquellos labios, luchando contra aquella lengua, con
más ganas a cada momento, con más necesidad, quería aquel cuerpo con el suyo, quería
follarla allí mismo, en el pasillo de aquel hotel. Y le faltaba el aire, pero le daba igual,
Miradas opuestas 53
cegada no podía apartar sus labios y su lengua de aquellos otros, que luchaban contra
ella con la misma fuerza, el mismo deseo, la misma excitación
Y Maca lo sabía, porque a ella le pasaba lo mismo, quería el sexo de Esther, quería su
boca, sus manos, todo, y cuanto más lo pensaba más le dolía, y con más ganas la besaba,
y con más ganas la apretaba, sentía que no podía más, le faltaba el aire, pero el echo de
separarse de aquellos labios no se le pasaba por la cabeza, notaba los pezones duros de
Esther clavados en sus pechos, y eso la excitaba mucho, lo suficiente como para querer
más. Colocó rápidamente una de sus piernas entre las de Esther, haciendo presión en el
sexo de esta, notando como a la enfermera le flojeaban las piernas. Ahora atacaba con
una de sus manos sus pechos, apretándolos y dejándolos ir, notando su dureza en la
palma de la mano, los masajeaba rápidamente, sin descanso, sin dejar que Esther se
recuperase, no quería que lo hiciese, quería ver su rostro al correrse allí mismo, y
presionaba la rodilla y Esther mordía el lóbulo de su oreja con fuerza, gimiendo,
pasando sus manos por la espalda de Maca y apretándola con fuerza, queriendo hacer
más presión entre ellas, y se mordía el labio, sin remedio, y suspiraba
Esther sentía que no podía más, que si no la paraba tendría un orgasmo allí mismo, le
dolían los pechos, su propio sexo, le dolía todo, la tensión se había acumulado hasta el
punto en que no le quedaba aire, y lo buscaba con ansiedad, abriendo la boca para
cogerlo, pero solo le salían gemidos, era incapaz de respirarlo un poco, y la rodilla de
Maca la estaba torturando, cada vez la movía con más rapidez, y lo único que tenía claro
era que quería más. Su cuerpo desnudo a su disposición, y que si Maca lograba hacer
que se corriera allí no habría ese más. Tenía que actuar, y hundiendo su lengua en la
boca de Maca, bajaba rápidamente una de sus manos por el vientre, presionando, hasta
llegar entre sus piernas, esperando unos segundos, conocedora de que Maca sabía donde
estaba su mano, tan cerca, y mordía el labio de Maca para luego chuparlo, besarlo,
atraparlo entre los suyos succionándolo
Y obligaba a Esther a subirse encima de ella, y la enfermera la rodeó con sus piernas,
mientras Maca bajaba una de sus manos hasta su sexo, acariciándolo con fuerza por
encima del pantalón, apretando con ganas, la otra en los glúteos de Esther, impidiendo
que cayera. Como pudo, a trompicones, entre batallas de lenguas y caricias llegaron
hasta la habitación de al lado a la de Esther, Maca sacó con una mano la tarjeta
rápidamente y la pasó por el lector, mientras apoyaba a Esther contra la puerta,
mordiendo su cuello
Miradas opuestas 54
E: Agh... ahh... abre... (Su voz sonaba ronca por la excitación, mientras cerraba los ojos,
de todas formas no veía nada, sentía los mordiscos de Maca, cuando su mano guardó la
tarjeta y empujó la puerta, volviendo acto seguido a acariciar su centro)
Y Esther obedeció, mientras Maca la arrastraba hasta la cama, echándose sobre ella,
quedando encima, abriendo las piernas para dejar que Esther tuviese más espacio,
atrapando con una mano uno de sus pezones, estirándolo y haciendo que Esther apretase
más sus manos, mordiendo y lamiendo el otro pezón, sin tregua. Con la mano libre
Esther tiraba de la camisa de Maca, que se abría ante la fuerza y que rápidamente era
apartada, y atacaba, movía pieza hundiéndose en el cuello de Maca, mientras su otra
mano apartaba a un lado su tanga, y la jerezana la ayudaba desprendiéndose de la ropa
interior y del pantalón con rapidez, quedando desnuda, montada a horcajadas sobre ella,
y luego seguía quitando ropa, la falda de Esther desaparecía entre batallas de tomar e
control, luchando por bien quien acababa encima, al igual que desaparecía su ropa
interior. Completamente desnudas se sentaban, con sus torsos desnudos uno contra el
otro, sus pechos hinchados, sus piernas rodeando sus caderas y sus sexos rozándose,
contagiándose del calor, de la humedad, de los latidos que sentían cada uno
Maca mordía los pezones de Esther, mientras esta apretaba con sus manos su cabeza,
queriéndola más fuerte, más adentró, y sus caderas se movían instintivamente, rozando
sus sexos, apretándose uno contra otro, y llegaba un momento en el que ya no podían
morder, ni besar, ni nada, sus labios solo buscaban aire, mientras sus sexos solo
buscaban más contacto. Las manos de Esther bajaban por la espalda, clavándose en los
glúteos de Maca y atrayéndola más hacia sí, notando como su sexo casi explotaba ante
aquella torturante presión
E: Aghhh... aghhhhh...
M: Rápido... aahhgghh... más... ahhhh...
Y se apretaron más, hasta casi traspasarse, agotadas por el esfuerzo aún sacaban sus
últimas fuerzas, fuerzas que les llegaban desde el centro mismo de su sexo, a punto de
estallar, y sus caderas seguían balanceando frenéticamente, a un ritmo vertiginoso, y sus
gemidos iban creciendo más y más, hasta que un último esfuerzo las llevó al borde del
grito, notando como sus cuerpos se destensaban de golpe, notando de golpe todo más
húmedo, todo más borroso, todo menos real. Aun apretadas buscaban el aire, poco a
poco se recuperaban, notando el cansancio y el dolor de sus músculos, notando lo
mojadas que habían quedado, llenas de sudor, ambas apoyaban las manos hacia detrás,
separando sus torsos, manteniendo el contacto entre sus piernas, no se miraban, tenían
los ojos cerrados
Miradas opuestas 55
Notaba el sol colarse por la ventana y achicharrarle la cara, tenía mucho sueño así que
se dio la vuelta, consiguiendo que en vez de achicharrarle la cara le quemase la espalda,
refunfuñó un par de minutos, escondiéndose debajo de la sabana y de la almohada, hasta
que abrió los ojos y miró alrededor. ¿Dónde demonios estaba? Era en el mismo hotel,
sin duda, pero aquella no era su habitación, pequeños flash de la noche anterior
asaltaron su cabeza... ¡¿Me he acostado con la pija?! Pues... va a ser que sí ¿Mhm? Al
ver el sujetador de Maca tirado en el suelo, que poco elegante, dejárselo allí encima de
la alfombra. Recogió sus cosas y la prenda de Maca y salió al pasillo ¿Qué hora sería?
Entró en su habitación y miró el reloj... ¡No!
Media hora después, con la ropa embutida en la mochila, a medio peinar y unas ojeras
que le llegaban al suelo, consiguió entrar en el aeropuerto, iba maldiciendo su descuido,
mira que quedarse dormida... aunque claro, teniendo en cuenta el ‘esfuerzo’ nocturno
¡Para no dormirse! Y allí estaba de nuevo, con un maletón a un lado y sentada tan
elegantemente como siempre en una silla de la sala de espera VIP, DelValle estaba de
pie enfrente suyo, hablando animadamente, la pija se había hecho con su objetivo
¿Tenía algo que ver lo de la noche anterior? No, seguro que no, el viejo verde quería
llevársela a la cama, no que otro, en este caso otra, hiciese la faena. Respiró hondo, no
quería que la pija notase nada raro, seguramente se la había tirado por capricho, Esther
no iba a darle el placer de verla diferente ¡Ni de coña! Ella en su línea... pasota... y no le
iba a costar mucho, porque aun tenía más ganas de librarse de ella y del viejo que antes
DelValle: ¡Esther! Ven por aquí. (Sonriendo y acercándose a ella) ¿Has pasado mala
noche? (Entrando con ella en la sala)
E: Malísima. Tengo que ir a facturar el...
DelValle: No, no y no. De eso se encarga alguien de aquí. (Hizo una seña a un mozo
que se acercó corriendo, vamos, que perdía el culo por atenderles cosa que a Esther le
hizo mucha gracia) Facture el equipaje de la señorita
Mozo: Por supuesto, señorita ¿Cuáles son sus...
E: Toma. (Entregándole la mochila desgastada y sentándose en uno de los asientos toda
pancha)
DelValle: ¿Has desayunado ya? Podemos pedir que nos traigan unos aperitivos
E: Pues... la verdad es que no me ha dado tiempo...
M: Ni a peinarte... (Abrió por primera vez la boca, con la vista fija en una revista,
Esther se fijo ¡Como no! Caballitos...)
E: El estilo desordenado está a la orden del día, me sorprende que a alguien como tú se
le escape eso, pero claro, a los caballos no se les peina ¿No?
M: Pues la verdad es que sí, hasta se les hacen tocados para las grandes competiciones.
(Encogiéndose de hombros muy tranquila)
E: ¿Tocados? ¿Va en serio? (Mirando al viejo que estaba... ¿Mirando sus piernas? No
veas, si que tenía ánimos el hombre, ya de buena mañana)
DelValle: No son exactamente tocados... pero sí, cuando se hacen paseos de galas o
competiciones de doma se les suele peinar de forma especial. ¿Ya tienen todo preparado
en Madrid?
Miradas opuestas 56
E: Sí, sí, todo listo, de todas formas cuando lleguemos yo iré a mirar como va todo,
salimos mañana por la mañana temprano
DelValle: Te acompañaré, quiero asegurarme yo también. ¿Macarena? (Mirándola
significativamente)
M: Aun me quedan algunas cosas por comprar. (Mientras DelValle sonreía complacido
Esther ponía los ojos en blanco... vete tú a saber lo que iría a comprar, aunque... también
podía tener que ver con lo que había escuchado el día anterior ¡Claro! Les dejaba a solas
para que DelValle la conquistase, una sonrisita traviesa apareció en su rostro, ¡La
llevaban clara aquél par!)
Poco después les llamaban para subir al avión, Esther subió con la mano en el bolsillo
del jersey, apretando algo que tenía dentro y sonriendo divertida, se sentó en su asiento,
entre DelValle y Maca y se puso los cascos con algo de música
DelValle: Macarena, ¿Con que muchas cosas por comprar? (Aprovechando que Esther
‘no’ les escuchaba)
M: Ni se imagina cuantas DelValle. (Mirándole y guiñándole un ojo)
DelValle: Eres una mujer admirable...
M: Me viene de familia. (“Y lo buena actriz también maquita, que te dejas eso”,
pensaba Esther mientras trasteaba con el cable de los cascos)
DelValle: Sí, una gran familia para haber criado a alguien como tú. Pero.. hay algo que
me preocupa
M: ¿El que?
DelValle: Ayer noche quise prepararle algo a Esther, como se había ido así de las
carreras, pero no la encontré en su habitación, aunque en recepción me dijeron que la
habían visto subir...
M: Estaría en el bar. (Estaba tranquila pues sabía que el servicio del hotel no delataría
su presencia la noche anterior, ella ya se había encargado de ello, Esther contenía los
puños ¿En el bar? Sí, claro, eso o en tu cama haciéndolo, no tenía morro ni nada la pija
¿Cómo se había dejado hacer aquello? Oh, sí... le habían entrado ganas ¡Hasta su cuerpo
estaba en contra de ella!)
DelValle: Uhm... aunque... ¿Podrías averiguarlo?
M: Lo intentaré. (Sonriendo ampliamente) Si no te importa (Sacó su antifaz y se lo
enseñó a DelValle)
DelValle: Por supuesto que no, yo también aprovecharé para descansar (Guiñándole un
ojo y sacando otro antifaz, ambos se lo pusieron y al cabo de un rato Esther se sacaba
los cascos, miraba a ambos y sonreía, dejó algo sobre Maca y se levantó para ir al baño)
E: No, no, no. (Parándola) Soy una chica muy educada, te lo dejaste ayer noche y te lo
devuelvo. (Sonriendo con maldad) Pero nada, si quieres le preguntamos su opinión a
DelValle
M: No pienso dejar que lo mandes todo a la mierda por un momento de locura
¿Entendido? (Susurrándoselo enfadada)
E: Macarena... cuida ese vocabulario. (Riendo y achuchando a DelValle para que se
despertase)
DelValle: ¿Mhm?
E: El cinturón, no querría que le llamasen la atención
DelValle: Muy generoso por su parte. (Sonriendo y bromeando)
Habían quedado en el aeropuerto de Madrid, donde cogerían lo que llamaban ‘el pájaro’
para llegar a Rwanda, era el avión con los pasajes más baratos, todo ahorro era poco, y
también era el que más horas de vuelo llevaba... vamos, de hecho, según Esther aquel
trasto volaba desde 1951, echa cuentas, un montón de horas... Aquella vez quien llegó
tarde fue Macarena y DelValle, Esther estaba ayudando a meter las cosas en el avión
cuando les vio llegar, con su limusina pararon dudosos delante del avión, DelValle bajó,
miró el avión y negando con la cabeza se acercó a Marisa, Macarena bajó un segundo
después y... ¿De donde había sacado aquella ropa?
Eli: Que mona va esta chica siempre. (Riendo y empujando una caja rampa arriba)
E: Monísima, va a ser la Naomi Campbell de la selva... (Negando divertida y
empujando su caja)
Macarena había optado por un modelo de camuflaje muy majo él, con sus pantaloncitos,
su camisita, si gorrito con mosquitera y variedades por el estilo, muy cuca ella, claro, en
aquél momento y al ver que los demás (A excepción de DelValle) Iban con tejanos y
camisetas, se sentía un poco fuera de lugar, pero la ropa se la había aconsejado un
experto aventurero que realizaba documentales pre-pago para cualquier rico ¿Habían
engañado a una Wilson? Aquello le resultaba fastidioso
DelValle: Realmente no creo que eso nos pueda llevar a Rwanda, si es por el dinero
puedo conseguir un jet privado en un momento
Marisa: Mire, es la forma en que hacemos las cosas, cuanto menos gastemos en el
viaje, más podremos invertir en el proyecto, y tranquilo, este avión reúne todos los
requisitos de seguridad e higiene actuales
Carlos: Sí, claro... si viviésemos en 1971. (Riendo con una pequeña caja entre sus
manos)
Marisa: No haga caso a Carlos, es algo bromista
DelValle: Eso espero, si morimos durante el viaje no servirá de nada su proyecto
Marisa: Tal cosa no sucederá. ¡Esther!
E: ¡No estoy! (Mirando a Eli y poniendo los ojos en blanco)
Marisa: ¿Cuándo vuelvas podrías mirar donde se han metido el resto?
E: ¡Claro! ¡Estoy en ello! (Sentándose encima de una caja)
Carlos: ¿Una última cervecita? (Sonriendo y sacando tres cervezas de una caja)
Eli: Tío, ¿De donde las has sacado?
Carlos: Eh, que allí no tiene cerveza, y para las noches de pasión desenfrenada no viene
mal. (Riendo y acercándoselas)
Miradas opuestas 58
E: Vamos que las has traído para ver si emborrachas a alguna y se acuesta contigo.
(Cogiéndola)
Carlos: Elemental, mi querida Esther. (Macarena se asomó por la puerta del avión)
Vaya, vaya, vaya, Esther, no creía que tu perrita viniese
E: Ya ves, le hace falta un buen paseo. ¿Has revisado todo?
Eli: Lo he hecho yo, este ha llegado hace una hora
Carlos: Perdona, pero el retraso justo y adecuado es elegante, no lo de estos dos.
(Señalando con la cabeza a la pija)
Eli: Anda, ¡Maca! ¿Una cervecita?
DelValle: ¡Yo si querré una! (Subiendo y sentándose al lado de Esther, Eli le guiñó un
ojo a la enfermera que hizo el gesto de meterse un tiro en la cabeza)
Eli: Señor DelValle, Esther me ha hablado mucho de usted. (Aquella se lo estaba
pasando bomba)
DelValle: Espero que todo bueno. (Sonriendo)
Eli: Espera bien
Raquel: ¡Venga! ¡Que aun quedan cajas! (Asomándose) ¿Qué? No le deis ninguna a
Raquel ¿Eh?
Carlos: Ten. (Lanzándole una)
Piloto: ¿Y yo? (Saliendo de la cabina del piloto)
Eli: Sácale una anda, que el viaje es muy largo
E: DelValle, te presento a parte del equipo, los otros estarán en camino. Estos son Eli y
Carlos, expertos en el terreno y más o menos multiusos (Guiñándoles un ojo), aquella es
Raquel, la diplomática por así decirlo (Todos rieron y Raquel hizo un gesto con la
mano) faltan Isabel y Roberto, doctores, y... ¿Dónde anda Luís?
Carlos: Pobre Luisito... tan joven y ni siquiera a durado un minuto, lo hemos puesto ahí
atrás en un rincón...
DelValle: ¿Qué?
E: Que está durmiendo la mona, ya lo conocerás cuando lleguemos a Rwanda
DelValle: ¿Y él? (Señalando al último que había pedido una cerveza)
E: ¿Él? Bah, el piloto
DelValle: ¿El piloto? Esto es...
Piloto: A ver, que a mí esto no me hace nada ¿eh? ¿Ve? (Levantándose y tambaleándose
un poco) Nada de nada ¿Nos vamos ya? ¡Hip! Perdón.. (Riendo)
Marisa: ¿Ya os habéis divertido bastante? (Llegando con el resto del equipo)
Piloto: No te creas... aun podemos exprimirlos más... (Riendo y bajando del avión) ¡A
por esas cajas! Isa, Rober, sus toca por ser los últimos
Roberto: Venga, tío, no me jodas
Piloto: ¡Eso jamás de la vida!
Isa: ¡Paco! ¡Que hemos pillado un atasco!
Piloto (Paco): Me da igual.. (Canturreando)
Eli: Creo que a tu perrita le han quitado la lengua... (Susurrándole al oído)
E: Debe estar rezando para que todo esto sea un sueño. (Guiñándole un ojo)
Después de subir todo lo necesario y de un sermón apoteósico que DelValle escuchó con
gran interés, Macarena aburrida y los demás ni escucharon ocupados en mirar el suelo,
las uñas, el cielo o cualquier otra cosa subieron al ‘pájaro’. DelValle se quedó más
tranquilo al observar las credenciales de los pilotos de verdad, que no de Paco, que
también tenía credenciales, era psicólogo, algo loco, pero psicólogo. De esta forma,
pusieron rumbo a Rwanda
Miradas opuestas 59
Durante el viaje el equipo iba bromeando, sobre todo cachondandose del último
discursito de Marisa. DelValle y Macarena charlaban en los asientos traseros,
compartiendo sus miedos por aquel viaje y sorprendiéndose de la falta de seguridad y de
profesionalidad de aquella gente. Esperaban otra cosa de aquellos, solo eran una panda
de tipejos y tipejas que parecían que iban de aventura a cualquier lugar del mundo
Eli: Ey, ¿Por qué no les dices que se vengan, pobres? (Señalando levemente a la parejita
del fondo)
E: Con lo monos que están...
Raquel: Venga, va, que la tía me cae bien
E: Genial, será tu amiguita ¿Mhm?
Eli: Y el viejo el tuyo ¿No?
E: Uy, sí... tenemos una amistad tan, tan profunda que... no sé, creo que estamos unidos,
almas gemelas. (Riendo a carcajadas)
Carlos: Va a ser eso. Esthercita, si tú sabes que estas loquita por mis huesos
E: Carlos, no empecemos que te tiro por la ventanilla... y sin paracaídas
Carlos: Caída libre... debe ser guapo eso. (Bromeando)
E: ¿Quieres probarlo? (Alzando una ceja divertida y provocando las risas de los demás)
DelValle se acercó a ellos y se sentó al lado de Eli, a falta de un hueco cerca de Esther,
trasteaba con una cámara de fotos de última generación
Primer impacto... pero imposible. Nada más llegar al aeropuerto de la capital ruanesa
fueron detenidos por las ‘fuerzas de seguridad’, no les dio tiempo ni a bajar las cajas de
medicinas y otras cosas que habían traído desde Madrid, Carlos y Raquel les intentaban
explicar quienes eran en inglés, pero aquellos tipos eran sordos... o tenían ordenes muy
claras. Les llevaron a unas ‘dependencias’ del aeropuerto, dos habitaciones de apenas
dos metros cuadrados que apenas tenían ventilación (Un agujero enano en el techo) y
que apestaban a meado y otras sutilezas por el estilo, separando a los hombres con las
mujeres. Les dejaron allí durante dos horas interminables, hasta que alguien entró en la
‘suite’ de los chicos, escuchaban las voces de DelValle, Carlos, Paco, Roberto y Luís
(Que con el follón había despertado de su particular coma etílico) y un par de voces que
hablaban en swahili
Eli e Isa intentaban pillar algo con las orejas pegadas a la pared, cosa que Maca no haría
en la vida, aquellas pared tenían distintas capas de mugre, seguro que eran un caldo de
cultivo para los microbios, así que permanecía en el centro de la sala en absoluto
silencio y procurando no tocar nada
La puerta se abrió de golpe, dos tipos armados entraron y las hicieron sentarse a todas
contra una pared, incluida a Maca, a la que para derribarla tuvieron que empujarla,
podía más su miedo a las infecciones que a aquellos tipos, con... ¿Mala suerte? Calló
sobre Esther, que de otro empujón la apartó a un lado, mientras Maca la miraba con
rabia por el poco tacto que tenía, Esther se concentraba en escuchar a aquellos tipos...
lástima que no tuviesen nada que decir. Permanecían como estatuas a ambos lados de la
puerta
Miradas opuestas 61
M: Podías haber... (Uno de los tipos la abofeteó con fuerza, haciéndolo un corte en el
labio, Esther la miró y le mando callar con un dedo)
Poco después un hombre trajeado de unos dos metros entró por la puerta, las miró una a
una, daba miedo, no era su rostro, ni el hecho de que tuviese que agacharse para no
darse con la cabeza en el techo, su mirada, completamente vacía... de todo
Hombre: Perdonar recibimiento. (En un castellano con fuerte acento africano) Mis
guardas pensar vosotros malos. Vosotros ayudar pueblo. (Todas asintieron con la
cabeza, quizás así las dejaría ir) Vosotros invitados honor. (Se miraban confusas) Mi
casa. (“Teléfono... ¡Esther! Vale, vale, a ver, por partes, este hombre... ¿No es el
presidente de Rwanda? ¿Ese del que nos tenemos que vigilar? Genial...”) ¡Guardas!
Las dos estatuas se movieron y las levantaron una a una del suelo, con señas les
indicaban que les siguieran, salieron de la habitación, les hicieron cruzar por un pasillo
estrecho que daba a una gran explanada detrás de las pistas de aterrizaje, dos camiones
militares estaban parados, en uno vieron como subían a los hombres, a ellas las pusieron
en el otro, junto con los dos guardas y enseguida emprendieron camino hacia algún
lugar
El sol asfixiante quemaba la tela que les protegía, creando una acumulación de vapor y
calor dentro del camión, combinado con el olor a sudor que parecía desprender el
mismo camión, Maca llevaba un buen rato, estaba muy pálida y el corte en el labio aún
no había dejado de sangrar. Esther suspiró resignada e intentó decirles a los guardas que
ella se lo curaría, pero no le hacían ni caso, vamos, estaban muy ocupados sosteniendo
aquellas ‘pistolitas’ que llevaban. En una curva aprovechó para hacer como que se caía
al suelo, y al volverse a sentar lo hacía al lado de la pija, no quería soportar sus quejas
durante el resto del viaje, seguro que les denunciaba por no atenderla en mitad de una
situación como aquella, sacó un pañuelo de su bolsillo y lo colocó sobre la herida
Eli: Además... ¿Tú no eras mudo? (El guarda hizo gesto de acercarse)
Raquel: Eli, te quieres callar, que nos van a matar
Eli: ¿A dónde te crees que nos llevan? Vamos a ser el banquete de una tribu caníbal...
Guarda: ¡Callar! ¡Todas! (Se sentó y miró al otro guardia) Mwanamke1... (Estallaron en
carcajadas)
Esther consiguió ver la selva a través de la tela que ondulaba en la parte trasera del
coche, llevaban cerca de una hora en aquel coche, y por sorprendente que pareciese el
silencio reinaba, vale, los guardas habían dejado clarito que como hablasen iban a
utilizar esos juguetitos que llevaban colgados del hombro, y sí, por la forma y el color...
aquellos ‘juguetes’ eran reales. Buscaba la mirada de Raquel, era la única capaz de
convencer a cualquiera de cualquier cosa, pero tenía la cabeza agachada, seguramente
meditando... eso o se había vuelto creyente y rezaba para salir de allí. Cosa que sin duda
la pija estaría haciendo, la miró de reojo, tenía la cabeza apoyada contra el asiento y los
ojos cerrados, parecía agotada, acojonada, o ambas cosas a la vez. Le jodía preocuparse
por ella, pero mirándolo objetivamente era la más débil, vamos, que allí aquella no tenía
mucho que hacer, por no decir nada
Eli: ¿Qué? Es verdad, lo estáis pensando todas, hasta la pija. Si es que piensa ¿Eo?
(Maca se había quedado otra vez en la parra)
E: A mí me preocupa el avión, hemos dejado todo allí, joder
Raquel: No creo que toquen nada, sería crear un conflicto
Isa: ¿Más conflicto que esto?
E: Vale... la pija me preocupa. (Macarena observaba con detalle un retrato que colgaba
de la pared)
M: Vete a la...
E: Todo lo bueno se pega. (Cortándola) ¿Pasa algo?
M: Conozco a ese. (Señalando la fotografía)
Raquel: ¿Estás segura?
M: Sí, creo que alguna vez ha estado en Jerez, cuando era pequeña
Raquel: Es el presidente
M: Uhm... (Asintiendo y mirando atentamente el retrato) Que mal le sientan los años a
algunos. (Todas se miraron y pusieron los ojos en blanco, justo en ese momento
volvieron los guardas)
Media hora después vieron a la primera mujer desde que habían llegado a Rwanda,
entró como si ellas fueran fantasmas... o al revés, vamos, ni las miró, Raquel intentó
comunicarse con ella en aquel swahili tan básico que parloteaba, pero esta las ignoraba
dejó unas telas en una silla y desapareció con el mismo silencio que había entrado
Una cosa era que gracias a que los pijos eran una especie de secta fueran a salir de allí,
otra muy diferente que ella se lo agradeciera a Maca, ni en broma, jamás. Y el jamás
venía a ser una hora después. Cuando, después de una más que tensa charla con el
presidente Kagame y de que Maca aceptará por ellas ser invitadas de honor en aquella
mansión, coincidieron en uno de los balcones de la mansión, bueno, Maca pasó por allí
y vio a Esther apoyada en la baranda
Ambas miraban hacia el mismo punto, la selva, con las mismas ganas, vamos... ninguna,
en realidad estaban pendientes de los movimientos de la otra, mirándose de vez en
cuando y apartando la vista enseguida, hasta el momento en que coincidieron
M: ¿Fin de la tregua?
E: Te la has cargado al hacerte amiga de un asesino...
M: Mira, Esther, el hacerme ‘amiguita’ de ese tipo va a hacer que en dos días estemos
en esas aldeas, con tu proyectito de buena samaritana, en vez de muertas o vete tú a
saber
E: ¿Pero tú sabes algo aparte de los caballos o que?
M: Seguro que sé muchas más cosas que tú
E: Sí, claro, las chicas de barrio no vamos a la escuela ¿En qué mundo vives?
M: No me refería a eso, pero tú me atacas y yo me defiendo
E: Claro, no vaya a estar la señorita por debajo
M: No nos vamos a llevar bien ¿Verdad?
E: No. A no ser sea para sexo del malo como tú le llamas. (Entrando en la casa y
dejando a Maca en el balcón)
¿Sexo del malo? No había sido eso lo que quería decir, pero lo que realmente quería
decir era inadecuado, fuera de lugar, había sido un momento de locura, consentido, pero
solo un momento de locura, una forma de acabar con toda aquella tensión, con todas
aquellas ganas de tenerla en su cama a todas horas, pero no le había bastado. Si Esther
lo supiese seguramente le diría que eso se debía a ser una niña de papa, siempre
queriendo más, nunca siendo suficiente nada, suspiró y miró el paisaje. Tan diferente a
su Jerez, contempló la selva, pronto estarían allí, y aunque le daba cierto miedo no lo
iba a demostrar, debía mostrarse impasible, no como aquellas que habían perdido los
nervios. Debía ser fuerte... Una Wilson. Y sobre todo debía descubrir el paradero de
DelValle, no podría dejarlo tirado, su padre no se lo perdonaría jamás
M: Tomando el aire
Eli: Esther te asfixia ¿Eh? (Riendo y sentándose en la barandilla)
M: Para nada
Eli: Mira, ponte en su lugar ¿eh? Ella odia a la gente con dinero, pero tiene motivos, y
ahora una de esas personas ricas le ha salvado el culo, no es fácil de asimilar
M: Tú lo has asimilado
Eli: Sí, pero Esther es muy fuerte en sus ideales, no los deja de lado así porque sí, y
estar aquí para ella es la más grande de las ofensas, y esta aquí por tu culpa, así que...
bueno, no esperes mucho de ella
M: No espero nada de ella, es una mal educada
Eli: Las dos lo sois, este viaje va a ser muy divertido
M: Seguro... (Sarcástica) ¿Qué tiene en contra de Kagame? No parece mal tipo
Eli: Bueno, Kagame es... un asesino, no tiene las manos manchadas pero lo es. Cuando
se hicieron las lecciones su partido ganó por una mayoría aplastante, mayoría que
compró y consiguió a base de matar a sus oponentes. Nada demostrable. Pero lo hizo.
Un dictador en cierta forma. Comprenderás que no estemos muy cómodas estando en su
casa
M: Mi padre no negocia con asesinos
Eli: No, negocia con dinero, sin fijarse en nada más. Quizás deberías repasar tus ideas.
Aquí no eres una Wilson, solo eres Maca, tal vez hagamos de ti persona. (Sonriendo y
bajándose de la baranda) No sé que te traes con Esther, aunque creo que sospecho algo
y... no te la vas a ganar con tu apellido, créeme
M: ¡No quiero ganármela!
Eli: Ya, DelValle ¿No?
M: ¿Cómo lo sabes?
Eli: ¡Venga ya! ¿Una pija en misión humanitaria? Si ni siquiera te importa tu familia,
solo lo que piensen. ¿Por qué ibas a venir con la ONG? Es obvio
M: Espero que para DelValle no
Eli: Tranquila, ese está demasiado ocupado mirándole las tetas a Esther. (Maca la miró
molesta) Venga... ese viejo quiere hacérselo con ella, la cosa es que solo no lo va a
conseguir ¿Vas a dársela?
M: Esa estúpida es demasiado arrogante como para dejarse dar. (Con una media
sonrisa)
Eli: ¿Y eso te gusta o no? (Maca la miró, Eli sonrió, había cosas que no podía negar,
aquella era una de ellas, le gustaba que Esther no se fuera a dar a alguien como
DelValle, y le gustaba el hecho de que si se hubiese dado a ella) Quiero que te acuerdes
de esta palabra ‘mimi-baghami’ así te la ganarás (Sonrió de nuevo y se fue)
Macarena pasó aquel día deambulando por la casa, las demás habían intentado
escabullirse para ir a comprobar que las cosas siguieran en el avión, pero teniendo en
cuenta que una parte del plan consistía en enrollar sabanas y dejarse caer por la
ventana... dudaba que lo hubiesen conseguido, seguramente estarían en una de las
habitaciones, maquinando como salir de allí. Algo que a ella no le preocupaba mucho,
no es que no creyera lo que le habían dicho de Kagame, aunque tampoco se lo
imaginaba así, cuando ella lo vio, bastantes años atrás, parecía diferente, más como
ellos... quizás fuese eso. Allí se sentía en casa, con todas las comodidades del mundo,
poco importaba que a cien metros literales la gente se muriese de hambre. Ella estaba
bien. Estaba allí y no le apetecía irse. Ese era su mundo, entre aquellas paredes, no el
que había fuera. Aunque no podía negar cierta curiosidad por lo que hubiese allí fuera,
eso que Esther defendía con tantas ganas y por lo que se enfadaba con ella
Miradas opuestas 67
Acabó en una de las escaleras, sentada en un escalón se miraba los pies, empezaba a
aburrirse, necesitaba hacer algo, pero allí lo único entretenido era meterse con Esther, y
esta no había dado señales de vida, al igual que a las otras, bueno... le había parecido ver
a Eli cargada con un montón de ollas, pero no le había prestado atención, sabía que en
su grupo era ‘non grata’ y le daba un poco igual, cada vez menos igual, pero antes se
moría de aburrimiento que interesarse por los estúpido planes de aquellas. Poco después
una puerta delante de ella se abría, un guarda y Esther aparecían por ella, la enfermera
llena de hierba y tierra por todo el cuerpo y el pelo y mirando fastidiada a aquel hombre
M: Se dice gracias...
E: Vete a la mierda. (Corriendo escaleras arriba con Maca a sus talones, entró en una
habitación, las chicas estaban sentadas en el suelo en circulo, trasteando con un viejo
aparato de radio) ¿De donde habéis sacado eso? Da igual Tenemos que encontrar a
DelValle, tiene el dinero
DelValle: ¿Esther? (Se escuchaba crepitar la radio)
E: ¿Eh?
Raquel: Estoy hecha toda una manitas. (Sonriendo) He encontrado esto y lo he hecho
funcionar, Carlos ha hecho lo mismo estén donde estén
E: Eso es genial. (Tomó el emisor) ¿Chicos? ¿Estáis bien?
DelValle: Sí, sí, creíamos que nos iban a matar pero al final no se que ha pasado, que
han cambiado de opinión
E: Cosa de la Wilson ¿Me pones con Carlos?
DelValle: Claro, ¿Vosotras estáis bien? ¿No te habrán tocado, no?
E: No, no, estamos bien, gracias a Maca (Esta abrió los ojos sorprendida, Esther
hablaba bien de ella a DelValle, allí había gato encerrado)
DelValle: Bien, bien, dale las gracias de mi parte
E: Claro ¿Carlos?
Carlos: Estoy aquí
E: ¿Dónde estáis?
Carlos: Pues... no lo sé exactamente... en una casa eso sí, bastante lujosa...
E: Vale, asómate a la ventana
Carlos: Estoy
E: ¿Qué ves?
Carlos: Pues... veo... ehm... ¡Gahinga! ¡Veo el monte Gahinga!
E: Raquel
Raquel: Voy... a ver... joder ¿Cómo es ese monte?
Isa: Trae inculta... (Apartándola de la ventana) ¡Nueve en punto jefa!
E: Nueve en punto
Carlos: Tenemos que estar cerca ¿A qué distancia?
Raquel: Venga lista, calcúlale
Isa: ¡Eli! ¡Ven para acá!
Eli: Traed bonitas, que no se os puede dejar solas... pues... mhmhm... Así a huevo... ¡Yo
que sé! (Volviéndose a sentar ante las risas de las otras)
M: Veinte quilómetros... (Todas la miraron incrédulas) ¿Qué? ¿No puedo saber de
distancias?
Todas: NO
M: Veinte. (Mirando fijamente a Esther, que era la que más fuerte había dicho no)
E: La pija dice que veinte
Carlos: Vale, debemos de estar unos tres quilómetros por delante de vosotras... ¿Veis
algo por esa zona?
Miradas opuestas 69
Raquel: Selva, más selva... ¡Espera, espera! (Todas la miraban atentamente) Más selva
E: No vemos nada. (Negando con la cabeza sonriente)
Carlos: ¿No veis algún claro? Delante nuestro hay uno bastante grande...
E: Buscad un agujero...
Eli: ¡Lo tengo! ¡Allí!
E: Lo ven
Carlos: Bien, ¿Podéis llegar hasta aquí?
E: Pues... Lo tenemos complicado...
Carlos: Esther, nosotros vamos a probar de escapar ¿Vamos a buscaros?
E: No, no, esos tíos van armados... ¿A cuanto crees que estaremos de los lagos?
Carlos: No creo que a más de diez quilómetros, al menos del primero...
E: ¿Punto de encuentro?
Carlos: Bien... ¿Cuándo lo vais a probar?
E: Tenemos que pensar, están muy pendientes, ya lo hemos intentado, habrá que hacer
un buen plan...
Carlos: Bien, tenemos que cortar esto
E: Suerte
Carlos: ¡Mucha mierda chicas!
M: ¿Funcionará?
E: Joder, no voy a poder salir tranquila a tomar el aire
M: Vengo en son de paz
E: ¿Paz? ¿Tú y yo?
M: ¿Funcionará o no?
E: Eso espero
M: ¿Por qué lo has hecho?
E: ¿El que?
M: Hablarle bien de mí a DelValle...
E: Maca, ¿estamos a punto de jugarnos el pellejo y a ti solo te importa esa estupidez?
M: Ya sabes, a las pijas solo nos importan tonterías. (Esther alzó una ceja con una
sonrisita)
E: Cuanto antes te lo ganes, antes te iras... así de fácil
M: ¿Tantas ganas tienes de librarte de mí?
E: No lo sabes bien...
M: No estoy tan segura yo ¿Eh?
E: ¿Y eso?
M: La otra noche no decías lo mismo...
E: La otra noche no podía hablar por culpa de tu lengua hurgando en mi boca...
M: Ya... pues yo no escuché precisamente quejidos... más bien gemidos...
E: Bueno, siempre he pensado que vosotros escucháis lo que queréis...
M: Va a ser eso...
E: Sí...
Eli: ¡Chicas! ¡Vamos a dormir que ya es de noche! (Gritando por el pasillo)
Miradas opuestas 70
E: ¡Uy sí! ¡Que sueño! (Saliendo disparada de la terraza como si hubiese visto un
demonio, demonio que la siguió tranquilamente con una sonrisa juguetona en los labios)
Sigilosas salieron por la puerta, abajo se escuchaban las voces de los guardas, Eli se
adelantó dando una voltereta por el suelo y pegándose a una pared, echó un vistazo
abajo y les hizo señas para que se acercaran
La idea era que la única persona a la que se la consideraba importante entre ellas, al
menos para Kagame, fingiera hacerse daño, Raquel y Eli, harían como que la ayudaban
mientras las otras dos se escabullían por la puerta de atrás hacia el garaje. Pero claro...
cinco chicas alteradas en una escalera, con la que tenía que fingir atrás del todo... pues
pasó lo normal y lógico, al intentar pasar entre ellas, tropezó y cayó por la escalera,
yendo a parar a los pies del guarda con un grito de dolor
Miradas opuestas 71
Rápidamente Raquel y Eli bajaban, esta última con el palo escondido detrás de la
espalda, movieron a Maca con la ayuda de unos confusos guardas hasta un sofá, que no
paraban de discutir entre ellos. Esther e Isa aprovecharon para bajar en silencio y
meterse rápidamente en el pasillo que llevaba a la puerta trasera
M: ¡Agh!
Eli: Tranquila, Raquel haz algo
Guarda: ¿Daño?
Eli: No, si te parece chilla y pone cara de estreñida porque sí
Raquel: Tranquilidad, ¿Maca?
M: Hijas de... (Raquel le tapó la boca y sonrió a los guardas)
Raquel: ¿Tela con agua?
Mientras los guardas se miraban intentando decidir que hacer, Esther e Isa descubrían
que la puerta trasera estaba cerrada con llave, un pequeño inconveniente, escucharon
como Raquel pedía una tela con agua, gran cagada, más que nada porque si uno de
aquellos iba a la cocina las pillaba de pleno, no tenían mucho tiempo así que Esther optó
por poner en práctica lo que había aprendido de unos de sus novios, cogió una horquilla
del pelo de Isa y empezó a trastear la cerradura
M: Sois unas...
Raquel: Calla, anda, que ahora te curamos, ya verás, todo va a ir bien
Eli: ¿Lo dejo KO ya? (En un susurro)
Raquel: Te voy a meter una... calla un rato maja. (Mientras fingía examinar a Maca)
En el garaje Esther se colaba en el coche y buscaba las llaves, si la puerta estaba abierta
es que a lo mejor las guardan dentro, pero nada, no las encontraba, suspiró
profundamente, solo le había hecho un puente a un coche una vez... y había tardado
media hora, en aquel momento no tenían tanto tiempo ni de coña, se agachó debajo del
volante y empezó a trastear con los cables, mierda, ni siquiera recordaba cuales eran los
que tenía que coger
Miradas opuestas 72
El guarda volvió con el paño húmedo, que Raquel colocó sobre la zona dañada, más o
menos, porque se confundió de lado y los guardas la miraron raro, al darse cuenta
cambio el paño de sitio y sonrió nerviosa, pero ambas guardas se miraban
Los guardas seguían mirándose, ajenos a los susurros que intercambiaban aquellas tres,
al final uno de ellos se fue de la habitación escaleras arriba, seguramente a comprobar
que las otras estuviesen allí, todo se iba a ir al traste, ya estaban pensando en lo que les
harían al descubrir la ausencia de Esther e Isa, cuando escucharon un motor, era la
señal. El guarda que quedaba se giró hacia el ruido, Eli saltó y le dio con el palo en la
nuca dejándolo tirado al suelo, salieron corriendo, sujetando a Maca que se había hecho
daño de verdad y no podía moverse, Isa las vio pasar y corrió detrás de ellas, dieron un
bote para saltar al jeep que ya se encontraba fuera del garaje y Esther aceleró, por el
retrovisor vieron salir a uno de los guardas que empezó a disparar
E: ¡Joder!
Eli: ¡Métele caña! ¡Que nosotras no tenemos de esas!
Raquel: A esto se le llaman relaciones diplomáticas... sí, señor...
Se escurrieron por un camino de tierra que parecía cruzar la selva, iban a toda leche y
Esther creía que en cualquier momento se estrellarían contra un árbol, pero los faros de
otro coche reflejados a veces en el retrovisor hacían que acelerará más, no le apetecía
acabar la noche tirada en el suelo a base de balazos
Tuvo que dar un volantazo mientras apretaba el freno, el camino terminaba de golpe al
hacerse más densa la selva, Esther golpeó con rabia el volante, miró hacia atrás, los
faros del coche se acercaban y no había ningún sitio donde ir, al menos no con el jeep,
paró el motor y miró a las chicas
Eli: ¡Corred!
Miradas opuestas 73
Saltaron todas del jeep, bueno, Maca se dejó caer al suelo, mientras las demás se
adentraban en la selva ella intentaba seguirles el paso, pero el tobillo le dolía un
montón, y ella no estaba acostumbrada a eso
E: ¡Maca!
M: ¡No puedo! (Eli y Raquel volvieron atrás y la cogieron cada una por un lado, el
coche ya casi había llegado hasta el jeep)
Eli: ¡Mierda! ¡Corred, corred!
Siguieron corriendo por la selva, hasta que se dieron cuenta de que no les seguían, se
habían quedado donde el jeep, pararon un momento, apoyándose en los árboles que las
rodeaban. Raquel dejaba caer a Maca junto a un árbol, mientras Isa se agachaba a
examinarle el pie
E: ¿Vas bien?
M: Sí. (Apoyando la cabeza en su hombro)
E: Mira que como estés fingiendo para que te lleve a cuestas... te tiro aquí mismo
M: Preferiría ir andando que ir así...
E: No es la primera vez que estás tan pegada a mí
M: Y a este paso tampoco la última (Ignorando las insinuaciones de la enfermera)
¿Siempre hacéis las cosas así?
E: ¿Sigues pensando que nos deberíamos haber quedado? ¿No has visto como nos
perseguían para matarnos?
Miradas opuestas 74
M: No, solo he visto los faros de un coche y escuchado algún disparo. Tal vez no eran
ellos
E: Y tal vez llueven ranas del cielo. (Riendo y siguiendo hacia delante)
Caminaron durante casi tres horas, hasta que salieron a un arroyo, seguramente venía o
iba a los lagos, una vez encontrado el camino no les costaría mucho llegar, aunque
seguía estando bastante lejos, decidieron parar y que algunas hiciesen guardias, al
menos se habían alejado lo suficiente del jeep como para temer ver a los guardas,
tendrían que tener cuidado con el motivo de que no se hubiesen adentrado con ellas. El
primer turno les tocó a Eli y a Esther, que apoyadas en una roca mantenían los sentidos
alerta
Eli: Creo que es de las misiones más divertidas que hemos tenido
E: Al menos no nos aburriremos
Eli: No, no, con la de cosas que tenemos que hacer, encontrar a los chicos, recuperar las
cosas del avión, llegar a las aldeas...
E: Buf, y encima vamos a tener a los guardas de Kagame pendientes de donde estamos
Eli: No nos libraremos de él ¿No?
E: No lo sé. Quizás el padre de Maca pueda hacer algo, pero... ¿Cómo se va a enterar de
que su hija está perdida en medio de la selva con unos burros persiguiéndola para
matarla?
Eli: Pues no sé... porque aquí cobertura... (Bromeando) al menos seguimos enteras,
menos ella, que esta un poco para allá
E: Sí... (Mirando hacia donde Maca no paraba de dar vueltas)
Eli: Parece que el golpe le ha sentado bien...
E: ¿Mhm?
Eli: Sí, mírala, hace unas horas ni quería pegarse a las paredes de aquel cuchitril y ahora
esta rebozándose en el suelo de la selva
E: Eso es porque le debe doler mucho... ¿Isa no hizo algún curso sobre plantas
medicinales?
Eli: Creo que sí... pero creo que lo hizo en América...
E: Quizás haya algunas plantas comodín, ya sabes, en todas partes
Eli: Oye, que tampoco le viene mal un poco de dolor...
E: Ya...
Eli: Alegra esa cara mujer. (Riendo) Sobrevivirá
E: No estoy preocupada
Eli: Venga ya, si te falta ponerte como su almohada para que esté más cómoda
E: Anda, anda...
Permanecieron en silencio un rato, Esther miraba a la pija, vaya susto se iba a meter
cuando despertará y viera que estaba llena de barro y bichos por todas partes, eso iba a
ser divertido, se fijó en que fruncía el ceño, alguna pesadilla o el dolor del pie, para no
tener pesadillas, desde luego, nada había salido como esperaban. Maca se movió y abrió
los ojos, encontrándose con los de Esther, esta esquivó la mirada y siguió atenta a los
ruidos
M: Venga. (Se cambiaron de sitio, Maca se sentó al lado de ella y Eli se tiró en el trozo
que ella había estado sobando) ¿Qué tal estás?
E: ¿Vas a hacerte mi amiga solo porque te duele el pie?
M: No, era por hablar de algo, pero vamos, me callo y ya está
E: Bien
M: Bien. (Tras unos minutos de escuchar a las demás roncando Esther miró el pie de
Maca)
E: ¿Te duele?
M: ¿Qué te importa?
E: No
M: Bien. (Se calló y la miró un segundo) Me duele un poco, pero poco...
E: Me alegro...
M: ¿De que me duela o de que me duela poco?
E: Tal vez las dos cosas. (Mirándola jugando)
M: Vaya... Que bien ¿No?
E: Uhm...
M: ¿Vamos a morir verdad?
E: Seguramente. (Ambas rieron)
M: Eso sí que va a estar bien... morir en medio de la selva con barro hasta las cejas...
E: Y con unas barriobajeras, no lo olvides...
M: Ya... es que ahora mismo me preocupan más los bichos estos que me trepan por las
piernas
E: ¡Vaya! Estamos por encima de los bichos de la selva ¡Gracias!
M: De nada, tonta
Raquel: ¡Eh! ¡A dormir! (Medio ronca y revolcándose por el suelo)
M y E: Shshshs... (Mirándose y riendo al verse hacer el mismo gesto)
Siguieron haciendo guardia durante un par de horas más, en completo silencio, con
miradas cómplices cuando alguna de las demás se movía y repitiendo el gesto de
callarse. Disfrutaban de un poco de paz en aquella especie de vínculo que se había
creado entre ambas. Por primera vez estaban relajadas juntas, seguramente por la
sensación de haber estado a punto de acabar a dos metros bajo tierra, o porque aquella
tensión entre ellas no tenía cabida en aquel momento, en medio de una selva africana
con los ronquidos y los grillos de fondo
Esther abrió los ojos topándose con tres miradas graciosillas en ella, frunció el ceño e
intentó levantarse, pero algo en su hombro derecho se lo impedía, miró hacia allí y vio
una cabeza apoyada
Siguieron andando siguiendo el curso del río, bueno.. Esther pateaba el suelo, Raquel e
Isa se arrastraban medio dormidas, Eli se acariciaba la cabeza, justo donde Esther le
había dado una colleja y Maca iba agotada. Llevaban horas andando, y solo habían
conseguido averiguar que iban en la dirección adecuada, pero el hambre empezaba a
hacer mella, y sus estómagos rugían alertando a cualquiera que estuviese a dos
kilómetros de allí. Esther las hizo parar unos metros más adelante, había escuchado
algo, las demás también lo escucharon, voces y gritos, se escondieron entre unos
arbustos, nada, no se acercaban, seguían viniendo del mismo punto
E: Deberíamos ir a ver...
Raquel: ¿Esa no es la voz de Carlos?
Eli: Como te la conoces, eh, pillina. (Dando codazos y recibiendo una mirada asesina)
Pero.. ¡Es verdad! ¡Es él!
Raquel: Cómo te la conoces ¿Eh? (Haciéndole burla y corriendo hacia las voces, las
demás la siguieron)
E: Jo...
Eli:... der... (Es lo único que salió de sus bocas al llegar a los chicos)
E: ¡Ni se os ocurra! (Escondiéndose detrás de quien tenía más cerca, por casualidades
de la vida era Maca, que ladeaba la cabeza mirándola de reojo para no tener que mirar al
frente)
Esther volvió con unas cuantas hojas y ramas. Deshizo con cuidado las improvisadas
vendas, el tobillo aun seguía hinchado, era normal, por mucha sujeción que le habían
puesto, no lo había podido reposar
E: En cuanto tengamos las cosas del avión habrá que ponerte crema... para bajar la
hinchazón
M: Uhm, uhm
las moscas, y porque lo de acabar cosidos a balazos no les resultaba muy tentador que
digamos
Llegar a los poblados era duro, pero no difícil, solo tenían que seguir el río arriba, por el
camino tal vez pudiesen coger algo para comer, ocultarse de los guardas... eso iba a ser
bastante más complicado, todos sabían que estaban situados en las zonas conflictivas y
la de los grandes lagos era la peor, y también sabían que tenían infiltrados entre la
población a los soldados, aunque en aquella región era improbable, ningún soldado
quería pasar mucho tiempo allí, aunque seguro que hacían rondas, solo debían
evitarlas... y recuperar las cosas del avión, eso iba a ser una autentica misión imposible
Solo contaban con el dinero de DelValle y el apellido de Maca, pero el dinero era algo
que podían robarles y luego tomarlos como presos igualmente, así que solo quedaba el
apellido Wilson. La idea de Raquel, la loca idea de Raquel, consistía en que Maca
volviese a la mansión o hablase con el primer guarda que se encontrará por el camino,
llegar de nuevo hasta Kagame y dialogar con él. Aunque la verdad, la pija no estaba por
la labor, y muchos no estaban de acuerdo con el plan, vale, que el apellido les salvase en
una ocasión, pero teniendo en cuenta la huida seguramente Kagame estaría furioso y
habría ordenado abrir fuego al verles, a cualquiera de ellos, era un riesgo que no podían
correr
M: ¡No pienso hacerlo! (Raquel llevaba media hora intentando convencerla, diciéndole
que la orden de dispara era improbable)
Raquel: Maca... anda, que no te va a pasar nada
M: Perdona, ¿Qué me conviertan en un colador no es pasar nada?
Raquel: Que no, mujer, que eso no va a pasar, te llevarían hasta él
M: para que me mate en persona, genial. ¡No lo haré!
Raquel: Que no mujer
E: Raquel, déjala
M: ¿Qué? (Mirando a la enfermera) ¿Crees que no me atrevo?
E: No. Creo que es una locura. (Seria)
M: Bueno... tal vez esté un poco loca
E: Eso no te lo discuto. (Sonriendo divertida) Raquel, Maca no va a ir, nadie va a ir
Raquel: Pero...
E: ¿Quieres ir tú? A ver si te matan o no ¿Mhm?
Raquel: No.. no
Carlos: Venga, calmémonos un poco, estamos hambrientos y algo tocados, creo que lo
mejor es un descanso ¿No creéis?
DelValle: Yo estoy a favor. (Parándose al lado de Esther)
M: Yo voy a ver si me despejo un poco. (Mirando a Raquel y metiéndose en la selva)
E: Ehm... voy con ella, no vaya a ser que perdamos nuestro posible seguro...
DelValle: Te acompaño.. (Eli le detuvo un momento)
Eli: Que te quería comentar yo unas cosillas, ven hombre, siéntate (Sonriendo de oreja a
oreja)
Maca pateaba las piedras, los tronco y todo lo que pillaba ¡Estaban todos locos! Mira
que querer mandarla a una muerte prácticamente segura, al menos no habían sido todos,
aunque no sabía que era pero, porque Esther le había sacado las castañas del fuego...
vale, no negaba cierta atracción hacia ella, vamos que no tenía reparos a la hora de
Miradas opuestas 79
reconocer que le podía atraer sexualmente una mujer, al fin y al cabo el cuerpo de las
mujeres era admirable por su perfección
Cada una de sus curvas, irremediablemente sensuales, tentadoras como ninguna, como
si cada una de ellas te pidiese a gritos que la acariciases, no una caricia ruda y apretada
no, la adoración transmitida con las puntas de los dedos suavemente, subiendo por las
largas piernas, resiguiendo las caderas en su semicírculo perfecto, dibujando el
abdomen hasta los senos, abarcarlos con una mano y darse cuenta de que encajan al
milímetro, como si el estado natural fuera ese, las clavículas debajo de los hombros,
rogantes de suspiros desde los que contemplar el deseado cuello, los labios, incitadores
a la más exquisita de las locuras, mostrándose tiernos, sensuales, húmedos... ¿Cómo no
sentirse atraída por una mujer? Pero... ¿Tenía que ser aquella precisamente? ¿De entre
todas las mujeres del mundo? ¿Aquella que le tiraba piedras y luego se las sacaba de
encima?
Escuchó unos pasos tras de ella y dio un salto escondiéndose en unos matojos, sus
sentidos se pusieron alerta, como nunca había tenido que hacer, se sentía desprotegida y
el temor se adueñaba de ella... hasta pasar al cabreo que se cogió al ver a Esther de
brazos cruzados, mirándola con una sonrisita estúpida en la cara
E: ¿Qué haces?
M: Creí.. creí... (Se sacudió los pantalones mientras se levantaba) Creí que podían ser
los de Kagame
E: Ya... no deberías ir sola por aquí
M: Necesitaba pensar
E: ¿Haces eso? (Maca le dio un leve empujón y siguió caminando) Venga tonta..
(Riendo y siguiéndola)
M: ¿Te gusto o que?
E: Creía que era yo la que te gustaba a ti
M: Ya, claro, nos gustamos mutuamente
E: ¡Claro! ¡Va a ser eso! (Siguieron caminando un rato) Oye.. no te vamos a obligar a
hacer nada
M: Claro, para eso estas aquí... para convencerme de lo que haga
E: No. No quiero que lo hagas. (Mirando las copas de los árboles, Maca se giró para
mirarla, el sol jugaba a dibujar extrañas figuras en el rostro de la enfermera)
M: ¿Ah no?
E: Nop. (Mirando al frente) ¿Tú quieres hacerlo?
M: Pues... no, no quiero morir aún
E: Claro, ¿Qué iban a decir en tu entierro? Macarena Wilson... murió antes de ser
persona...
M: ¡Eh! (Dándole un palo en el brazo)
E: ¿Qué? Es verdad, no llegas ni a media persona
M: Eso no es verdad enfermerucha
E: Eso sí que no es verdad pijilla. (Ambas se miraron y rieron) Si Raquel convence a
DelValle...
M: NO
E: Bueno, estás haciendo muchas cosas por él
M: Vale que haga muchas cosas, pero no pienso dejar que me maten por ese viejo verde
E: ¿Viejo verde? Que desilusión se llevaría si te escuchase
M: Tú piensas lo mismo...
Miradas opuestas 80
Cuando llegaron allí vieron que solo estaban DelValle y Eli, preguntaron por los demás,
habían ido a buscar fruta, Maca se sentó al lado de DelValle, hablando con él, Eli le hizo
señas a Esther y se acercaron a la orilla del río
Eli: Es un pesado...
E: Tú te lo has buscado. (Riendo al ver la expresión de Eli)
Eli: Deberías darme las gracias...
E: ¿Por qué?
Eli: Venga ya... (Riendo esta vez ella)
E: ¡¿Por qué? (Confusa)
Eli: Joder, Esthercita, a ti lo de blanco y en botella leche, como que no ¿No?
E: Leche... (Imitando la cara de un conocido personaje de animación)
Eli: Se te cae la babita mona. (Dándole una palmadita en la espalda)
E: Ya te digo...
Un rato después aparecieron el resto, traían algunas piezas de fruta, al verlas Esther y
Eli prácticamente se abalanzaron sobre ellas, metiéndoselas en la boca con ansias, Maca
y DelValle las observaban
Carlos: ¿DelValle? (Tirándole una pieza de fruta, este la cogió y la restregó suavemente
contra la manga de su camisa) ¿veis? (Mirando a Esther y Eli, ambas sentadas en una
roca con la boca llena de fruta)
E: Wjkjhkjskhkjkskh...
Eli: Grfgfgfrgrfgf...
Carlos: Sí, vale... genial. (Todos reían mientras comían, Maca miraba la fruta pero no
probaba nada, de vez en cuando venía como Esther se metía la comida en la boca y su
expresión variaba unos grados para pasar a cierto gesto de preocupación)
Eli: Maca, come algo anda, nos va a hacer falta tener fuerzas
Carlos: Creía que ya habías olvidado hablar normal (Riendo a carcajadas)
Eli: Te quieres callar majete. Come. (Tirándole una pieza de fruta que la pija esquivó
dando un salto y mirándola atentamente) No muerde...
M: Morder no, pero debe estar infectada con vete tú a saber, no deberías comérosla.
(Mirando casi únicamente ala enfermera)
E: Con lo rica que está... (Riendo y metiéndole otro bocado a la fruta)
M: Vale, tú cométela, pero cuando estés a cuarenta de fiebre delirando, yo no te voy a
cuidar
E: Que desilusión más grande. (Sacándole la lengua y siguiendo en su afán de acabar
con la comida)
M: Ya... (Sentándose de nuevo y mirándola enfadada)
Raquel: Dios, sois como crías, a ver quien hace enfadar ala otra primero
Miradas opuestas 81
La noche enseguida se les hecho encima, con la misma frescura que la anterior... vamos
que se estaban quedando congelados allí tirados, y disimuladamente cada vez que uno
abría un ojo se movía para pegarse más a los demás, así que acabaron hechos una piña
contra un árbol. A Esther le entró demasiado calor, Carlos estaba pegado a ella por un
lado y DelValle por el otro, se escabulló como pudo y se sentó en la orilla del río, con
los pies descalzos jugando en el agua, al menos se refrescaba un poco, notó que alguien
se sentaba a su lado y miró de reojo, una media sonrisa se dibujo en su rostro
Ambas se miraban a los ojos, perdidas por completo y sin moverse de allí, Maca decidió
acabar con aquello y anduvo hacia el grupo, Esther miró sus ropas empapadas y caminó
hacia la selva, a medio camino cada una de sus respectivos objetivos pararon en seco
estaban tensos, sus pulmones vacíos de aire y habiendo olvidado que tenían que respirar,
solo sentían el calor de la otra y su boca, su lengua, rápida, potente, adueñándose de
todo lo que encontraba a su paso
Esther puso su mano en la nunca de Maca, queriendo profundizar más y más, sabiendo
que ya no había donde ir, pero sin poder apaciguar aquel deseo que la invadía al sentirla
entre sus brazos, Maca por su parte deslizó sus manos por la espalda de Esther,
apretando, queriendo marcar aquella piel, odiándola por provocarle aquello, pero a la
vez amándola por permitirle tenerla, apretó los glúteos de Esther, clavando sus cuerpos
aún más, Esther apenas soportaba la presión ejercida, sus piernas le fallaban, segura de
que Maca no la soltaría las cruzó rodeando su cintura, mientras la pija la apretaba más
contra ella
Quiso llevársela lejos, lejos de los ronquidos de los demás, lejos de los ruidos de la
selva, lejos de todo y todos, pero no podía, y tampoco llegaría muy lejos teniéndola así,
caminaba lentamente hacia los árboles, buscando un refugio para amar aquel cuerpo de
diosa que se restregaba contra el suyo, que palpitaba entre sus brazos, que se aceleraba a
un ritmo vertiginosos cuando mordía el lóbulo de su oreja. Sus piernas empezaron a
fallarle, la excitación que sentía en su interior no podía más, la apretó contra el tronco
de un árbol y Esther mordió su cuello, volviéndola prácticamente loca. Tiró de su
camiseta, quitándosela y arrojándola a un lado, su boca no era paciente, no esperó a
deshacerse del sostén de Esther, empezó a descender desde el cuello hasta su escote,
mordiendo y lamiendo, sin tregua, con ansias
Esther notaba como Maca se adueñaba de ella por momentos, perdiéndola por completo
y le daba igual, le daba igual que fuera la pija la que empezaba a acariciar con sus
manos sus pechos, la que le arrancaba de un tirón el sostén, rasgándolo y tirándolo, la
que atrapaba con su boca uno de sus pezones, succionándolo, mientras con una mano
pellizcaba el otro, como advirtiéndole de que en breve estaría entre sus dientes, siendo
mordisqueado, estirado, lamido, besado, le daba igual que fuese ella, le daba igual todo
en aquel momento. Solo sentía aquel calor, adueñándose de ella, subiendo hasta sus
orejas, notando como quemaban, notando como sus sienes empezaban a palpitar, como
su sexo se humedecía a pasos agitadamente, gimió al notar la rodilla de Maca
incrustándose en él, haciendo que se pusiera de puntillas por la sorpresa y que
descendiera al momento buscando más
Maca conocía lo que le provocaba a Esther, sabía que ella también perdía el control y
que tenía que aprovechar aquellos breves momentos en que ambas se dejaban de llevar,
sabía que en breve ya no se sucederían más, en cuanto ella consiguiese lo que quería y
se marchara de aquella horrenda selva, dejándola allí tirada, por eso la amaba, en aquel
momento, por eso desbordaba su pasión en tortuosas caricias, en besos sedientos y en
suspiros jadeantes. La quería allí y en aquél momento. Y la tenía, completamente y sin
remedio, la tenía. Su excitación era la suya, su respiración ahogada y frenética, sus
gemidos, su cuerpo entero
Buscó la cintura del pantalón a tientas, mientras notaba como Esther se estremecía,
notaba sus pezones en su boca, hinchándose y endureciéndose cada vez más, notaba la
tensión de sus músculos al tocarla, notaba como buscaba el aire, tiró del pantalón hacia
abajo, metiendo la mano entre él y su ropa interior, colocándola en su entrepierna y
apretando con fuerza, Esther gimió una vez más, alzando la cabeza hacia arriba, dejando
Miradas opuestas 83
Esther miró a Maca, agotada, a medias, frustrada, se mordía el labio con rabia, Maca
metió su lengua por última vez en la boca de Esther y corrió hacia el grupo, segundos
después llegaba Esther, tan acalorada como la pija y con la camiseta a medio poner, pero
los demás estaban tan distraídos o más bien, tan concentrados en otra cosa, que no
percibieron el calor que desprendían los cuerpos de Maca y Esther, que no sentían como
se abrasaban hasta estando a un metro de distancia
Raquel: ¡Son ellos! (Señalando a lo lejos, al otro lado del río, dos guardas de Kagame
se tiraban al agua para cruzarlo, mientras gritaban y les señalaban con sus armas)
E: ¡Corred! (No hubiese hecho falta que lo dijese, porque una décima de segundo antes
todos habían echado a correr, metiéndose en la selva, esperando que los árboles les
protegieron de las balas, como lo habían hecho de las miradas)
Corrían sin ver, ciegos, notaban como las ramas les golpeaban, como algunas se
clavaban en su piel dejando marcas y pequeñas herida, pero no se detenían por nada del
mundo, las voces de los guardas acercándose se lo impedían. Esther luchaba por abrirse
hueco en lo que parecía cada vez una selva más espesa, le dolían las piernas y los brazos
de los arañazos, y el calor que su cuerpo había experimentado se había convertido en
una fuerza invisible que la empujaba hacia delante, sin mirar atrás, sin ver que Maca la
seguía, chocando con las mismas ramas, tropezando con las mismas pierdas, detrás de
ella Carlos echaba algún vistazo hacia atrás, hasta que pudo ver las caras de los guardas
Carlos: ¡A un lado!
Todos se lanzaron a un lado, tirándose sobre lo que pillaban, con la mala suerte que tres
de ellos cayeron por un terraplén, sin llegar a ser detenidos por los árboles, más bien
golpeados hasta magullarles enteros y dejándolos tirados veinte metros más abajo, se
arrastraron como pudieron para esconderse detrás de una roca, apretándose los tres para
ocultarse si los guardas miraban, pero los guardas no miraban, uno seguía a dos de ellos
a través de la selva, el otro rastreaba la zona buscando a los demás
Esther notaba como el cuerpo de Maca, pagado al suyo temblaba, la miró de reojo,
estaba llorando y se agarraba el pie con fuerza, los labios se apretaban queriendo
silenciar os gemidos de dolor que sin duda alertarían al guarda que había arriba, la
enfermera deslizó su mirada por las piernas de ella, acabando en el tobillo, estaba muy
hinchado y la luna le permitía ver un tono morado en él, pero no podía hacer nada por
ella allí, nemos con aquél tipo buscándolas arma en mano. Cerró los ojos con fuerza y se
concentró en escuchar los movimientos del hombre de Kagame
Al cabo de unos minutos solo se escuchaban los ruidos propios de la selva, nada más,
Esther asomó la cabeza por encima de la piedra, mirando a las alturas, no se veía nada,
se agachó de nuevo, poniendo la espalda contra la piedra y sentándose sobre la tierra
Miradas opuestas 84
DelValle: ¿Qué hacemos ahora? (Esther miraba al suelo, con el ceño fruncido, aquello
no le podía estar pasando a ella, todo estaba saliendo fatal) Crees que.. ¿Los han
cogido?
E: No lo sé, joder. (Golpeando con el puño la hierba)
DelValle: Macarena ¿Estás bien?
M: Sí... (En un susurro ahogado)
E: Déjame... (Haciendo que Maca colocase el pie entre sus piernas, apartó la mano de la
pija y examinó más atentamente el tobillo, tenía un aspecto desalentador, toda la zona
estaba amoratada y encima alguna rama le había hecho un corte que atravesaba la
inflamación) Yo...
M: Tranquila... (Llevándose la mano al tobillo)
DelValle: No podríamos... inmovilizarla de nuevo...
E: Sí, pero... no tendrá que ser una atadura dura, no podrá flexionar el pie para nada y
con ella así, no vamos a ir muy lejos
DelValle: ¿Dónde vamos a ir?
E: Hay que arriesgarse a llegar a los poblados... aquí no estamos seguros, o los hombres
de Kagame han perdido el miedo... O han hecho un trato con los que fueran que
temían...
DelValle: Eso no puede ser bueno
E: No lo es. No sabemos quienes son, Quizás sean ellos a los primeros que encontremos
para pedirles ayudas, y no tendremos ni idea
DelValle: No debemos confiar en nadie
E: En nosotros tres. En el resto del grupo. Nadie más
M: Esther... (Esther se perdió en los ojos doloridos de Maca, no soportaba verla así)
E: Voy a buscar algo para... (Señaló el tobillo e hizo el gesto de levantarse, la mano de
Maca en su muñeca la frenó)
M: Es peligroso...
E: Puede... (Soltándose y andando agachada hacia unos árboles, buscando ramas fuertes
para inmovilizar el pie de ella)
DelValle: Maca... (Acercándose a ella sin querer separarse de la roca) Deberíamos
volver a Madrid...
M: ¿Ya? (Conocía a la perfección lo que aquello significaba, para el resto sería una
huida de un par de pijos que no habían tenido valor, para DelValle sería ganarse su
cariño, por consiguiente conseguiría lo que quisiese de él, para Esther... Esther la odiaría
y confirmaría todo lo que había pensado de ella, desde el principio, la miró buscando
ramas para intentar mitigar el dolor que ella sentía, miró a DelValle, con la cara
enrojecida, sudado y con el pánico en sus ojos) ¿Y esa gente?
DelValle: No les servimos de nada muertos, además, si nos vamos podremos volver,
negociaré con Kagame, tú y yo negociaremos con él. Nos llevaremos a Esther con
nosotros...
M: No querrá...
DelValle: Convéncela...
M: Me odiara, y eso no te ayuda mucho en tu plan de conquista...
DelValle: Ya pensaré en otro en Madrid, pero Maca... ayúdame a sacarla de aquí...
Mientras Esther rebuscaba por el suelo de aquella selva algunas ramas fuertes, Maca la
observaba hundida en sus pensamientos, otra oportunidad inmejorable para ganarse a
DelValle, y estaba a punto de echarla a perder por culpa de algo que sentía, y que sabía
perfectamente que no debería sentir, quizás lo mejor sería volver a Madrid, volver a su
vida, la que conocía, no aquélla que la descolocaba a cada segundo, pero lo cierto es que
Miradas opuestas 85
aquella sensación innovadora de estar perdida le gustaba, le encantaba las sorpresas que
le estaba deparando aquel viaje, la emoción, sentía su cuerpo lleno de adrenalina,
bombeando por cada una de sus venas, estaba en estado permanente de excitación, no
solo la que la embriagaba hasta perder el control cuando estaba con la enfermera, no,
otro tipo, todas ellas tal vez. Se sentía bien y viva aún más que cuando cabalgaba entre
los viñedos de su casa. Sí, estaba extasiada de toda aquella novedad
Por otro lado, por muy extasiada que estuviese, el objetivo de todo aquello lo tenía
claro, aunque a veces le gustase ignorarlo un rato y simplemente dejarse llevar, pero era
algo que no podía ignorar, si lo hacía... no podría volver a Jerez, no con los ‘suyos’,
sería una deshonra para el apellido Wilson, y su vida cómoda y apacible a la que tan
acostumbrada estaba se esfumaría ante sus ojos sin darle oportunidad ni de despedirse
de ella. Así que lo tenía que hacer, debía convencer a Esther de volver a Madrid junto
con DelValle, debía dar aquel último golpe de gracia y llevárselo en el bolsillo a Jerez...
pero a su debido tiempo, no servía de nada convencerla si no tenían vías adecuadas para
escapar de allí, esperaría, lo suficiente e imprescindible como para que al segundo de
convencerla se fueran, no debía darle tiempo a pensar a Esther, así era como hacían las
cosas, los pensamientos eran sus enemigos y había que eliminarlos de la ecuación
Una punzada se extendió por toda su pierna, atravesando su cuerpo y pegándose a sus
sienes, aquella mujer tenía la sensibilidad de un porco-espín. ¡Aquello dolía! Más
incluso que cuando corría como una loca por la selva, aunque claro, en aquel momento
no había asimilado el dolor, solo corría
E: ¿Vas bien? (La mirada asesina que recibió bastó para que se diese prisa con aquello)
DelValle: ¿Esther? ¿No deberíamos ir a pedir ayuda?
E: Sí, en cuanto inmovilicemos este piececito iremos río arriba, hay que llegar a los
poblados, allí conseguiremos algo para el dolor
DelValle: Pero.. ¿Y los guardas?
E: Solo hay que esquivarlos, si no nos dejamos de mover no nos encontraran
M: Perdona... pero yo no estoy para mucho movimiento que digamos
E: Te cargaremos entre DelValle y yo
Miradas opuestas 86
Dicho y hecho, minutos después recorrían la selva, buscando el río de nuevo con el peso
muerto de Maca sobre sus hombros, con en vendaje apenas podía flexionar nada, y lo de
ir dando saltitos a la pata coja... no era buena idea. Así que convencida de que no podía
con su peso intento echárselo encima a DelValle, por lo que iba ladeada para estar cerca
suyo, le hubiese gustado más ir hacia el otro lado, pero no quería escuchar las quejas de
Esther sobre cuanto pesa un pija y otras barbaridades
M: ¡Lo veo!
E: Grita más ¿Mhm? (Refunfuñó)
M: La emoción... (Sacándole la lengua)
DelValle: Deberíamos para a descansar ¿Eh?
M: Venga, hombre, que no se diga de ti ¿Esther? ¿tú estás cansada?
E: Para nada...
M: ¿Ves?
DelValle: Yo lo decía por vosotras ¿Eh? Que yo tampoco estoy cansado. (Ambas lo
miraron incrédulas el pobre iba con los goterones de sudor cayéndole por la frente y
bajando por sus mejillas completamente acaloradas)
E: Venga, va, descanso
M: ¿Por qué?
E: Tú calla que solo te falta alguien abanicándote. (Soltándose de ella y apoyándose
contra un árbol, miraba alrededor atentamente, como cada dos por tres desde que habían
emprendido el camino)
M: ¿Qué buscas?
E: Ver si el resto han pasado por aquí...
M: ¿Les esperamos?
E: No, en estos casos lo mejor es ir a los poblados, ellos los saben, llegaran antes o
después que nosotros
DelValle: ¿Y si los tienen aquellos tipos?
E: Bueno, en los poblados tal vez encontremos la forma de recuperarlos. Pero desde
aquí no podemos hacer nada, a parte de arriesgarnos a que aquellos vuelvan y nos tomen
como prisioneros otra vez
DelValle: ¿Hay vehículos?
E: Sí, un par de coches de las ayudas de aquí, los tiene por si alguien se pone muy grave
y hay que llevarle a algún lado y para transportar cosas de un poblado a otro. (DelValle
miró significativamente a Maca, está sintió con la cabeza, el sitio era en el poblado)
Bueno ¿Seguimos?
DelValle: Claro
Horas después distinguían humo a través de unos árboles, se pararon a un lado del río,
observando atentamente y en completo silencio, se escuchaban voces, pero no sonaban
autoritarias ni nada por el estilo, al revés, parecía que estuviesen celebrando algo, a
medida que ese aproximaban aquella idea cobraba forma con más nitidez, se asomaron
entre unos arbustos y lo vieron
Había una gran fogata en el centro de un claro, con algunas pequeñas cabañas alrededor,
una docena de niños correteaban alrededor del fuego, armando un escándalo
impresionante, un par de hombres despellejaban aun animal en el otro extremo,
quitándole la piel mientras las mujeres avivaban el fuego y controlaban a los niños, era
un poblado pequeño, seguramente alguna división de uno mayor, no había más que tres
chabolas, once niños, dos hombre y tres mujeres, tal vez hubiese más, no se veían
Miradas opuestas 87
ancianos, Esther sabía que participaban poco en los ritos diarios, más bien se pasaban el
día metidos en las chabolas
DelValle: ¿Qué hacemos? (Susurró, no lo suficiente como para que un niño mirase en
su dirección)
Era alto y debía tener unos diez años, los huesos se le marcaban por todas partes y
llevaba puestas una vieja camiseta llena de jirones y unos pantalones cortos, los pies
estaban descalzos y con numerosas heridas y cortes ya cicatrizados, el vientre estaba
hinchado, uno de los síntomas de la hambruna, tenía algunas ronchas por el cuerpo, y
los labios amoratados, cogió un palo del suelo y se acercó lentamente, manteniendo el
palo en alto, como si esperase que al otro lado hubiese algún animal, otro de los niños se
acercó a él y lo imitó
Las caras que pusieron al apartar los matorrales eran un poema, durante un segundo
permanecieron allí parados, mirándoles, Esther se preguntaba que veían, seguramente a
tres blancos llenos de tierra hasta las orejas con cara de enfermos y mirada asustadiza.
Gran primera impresión
Niño 1: ¡Babu! ¡Babu! (¡Abuelos! ¡Abuelos!) (Mientras corría hacia una de las cabañas,
los hombres dejaron de pelar el pobre animal y se acercaron a ellos, los examinaron
detenidamente y los hicieron salir del matorral, poniéndolos al lado de la hoguera, al
poco empezaron a salir una serie de ancianos de la cabaña donde el niño se había
metido, las mujeres les sacaron una especie de sillas echas con algunos trozos de
madera cruzados y los ancianos se sentaron, lo miraban por todos lados)
Bauru: Vosotros venid con nosotros mañana, montaña arriba, poblado Dimbwikubwa.
Buscar señor con... ¿Coche?
E: ¿Gari? (El anciano asintió) Ashante
Bauru: ¡Umma! (¡Gente!)
De inmediato los hombres volvieron a su trabajo con el animal, los niños los observaban
a la distancia, comentando entre ellos vete a saber tú el que, y las mujeres se acercaron a
ellos y los llevaron dentro de una cabaña, a DelValle lo llevaron a la de los ancianos, y
Maca y Esther entraron en otra que había al lado, una vez allí las comenzaron a
desvestir y a mojar paños en un agua que debía ser la que usaban para lavarse ellos y la
fruta. Ambas se dejaban hacer, Maca por no poder entenderse con aquellas mujeres,
Esther porque no quería ofenderlas por nada del mundo, habían conseguido ayuda, era
lo único importante en aquél momento
Esther descubrió algo bueno mientras aquellas mujeres las desvestían y les pasaban los
paños mojados en agua, no se excitaba para nada, lo que quería decir que aquel subidón
hormonal que le había dado en la selva se había esfumado, así que podría dedicarse a las
cosas serias en vez de ir buscando a la pija para un revolcón, hablando de ella, se estaba
quejando cuando una de las mujeres le quitaba las vendas. Esther puso los ojos en
blanco y cogió uno de los trapos, humedeciéndolo y apoyándolo levemente contra el
tobillo de Maca
M: Gracias...
E: No hay de que, no es por ti. Solo que no quiero que se asusten con tus gritos
M: Ya, claro...
Después de asearse un poco las mujeres les dieron algo de ropa seca, mientras la otra la
extendían en el tejado de una choza para secarse, Esther se rió al ver a Maca, su cuerpo
estaba bastante mejor que antes, al menos limpio, pero eso le recordaba a la Maca que
había conocido en Madrid, y el verla con aquellas ropas, imaginándose a aquélla Maca...
es que le podía, la pija le tuvo que dar más de un coscorrón para que se callase. Se
encontraba bastante bien, y debía reconocer que en parte era por aquel asqueroso
ungüento que le habían puesto en el tobillo, aun lo tenía hinchado pero apenas le dolía.
Como tenía que hacer reposo ella se quedo en la choza mientras Esther salía afuera
Enseguida percibió que ni los ancianos, ni los hombre ni DelValle estaban fuera, debían
estar en alguna choza, sabía que era muy probable que se encontrase en una comunidad
altamente machista, y la verdad que el echo de que aquel anciano, Bauru, se hubiese
dirigido a ella y no a DelValle, la había sorprendido, suponía que el contacto con otros
le habría enseñado que las mujeres eran iguales a los hombres, y no le había importado
hablar con una para dar a bienvenida, pero para hablar de cosas más serias, seguramente
lo haría con DelValle
Se sentó a un lado de la hoguera y el mismo niño que les había visto nada más llegar se
sentó a su lado
Upendo: Esssster
E: Abe. (Sonriendo de oreja a oreja a aquel pequeño)
Upendo: Bauru enseñar poco idioma
E: Eso está muy bien. Tienes que saber muchos. (Hablaba lentamente para darle tiempo
a entenderlo, pero parecía que el niño la entendía a la perfección, lo que le costaba era
comunicarse en castellano)
Upendo: ¿Nombre mío?
E: Amor. Significa amor
Upendo: Bueno
E: Muy bueno. (Riendo al ver como el niño sonreía orgulloso)
Upendo: ¿Tú ayudar nosotros?
E: Sí, todo lo que podamos
Upendo: ¿Tú quitar dolor? (Alzó su camisa y Esther pudo ver numerosas llagas y
manchas, a parte de una sería desnutrición el chico era muy probable que tuviese el
SIDA, su cuerpo parecía tan débil, pero su sonrisa, su sonrisa era de una fuerza
increíble)
E: Lo intentaré, sí. (Aquello la mataba por dentro a la vez que le daba vida, el estado de
aquel niño le rompía el corazón, pero el saber que talvez podrían ayudarle con las
medicinas que había en el avión... era increíblemente bueno)
Maca se apoyó en el marco de aquella choza observando a Esther, sentada junto a aquel
crío que se veía a la legua que debía estar muy enfermo, como el resto del pueblo, temía
que le pegasen lo que fuera, pero la verdad es que se sentía bien. Mirarla
intercambiando risas y gestos cariñosos con aquel pequeño la llenaban de una forma que
lo hacían muy pocas cosas, por no decir ninguna, y su firmeza se iba al traste al verla
acariciar la mejilla de aquel chico con un cariño infinito. Se acercó a ellos y se sentó. El
chico la miró curioso
E: ¿Paramos?
M: No. (Poniéndose toda recta ella para dar la sensación de que estaba bien)
E: Ya... vale... ¿Hacemos footing? (Estalló en carcajadas al ver la cara de pánico de
Maca)
M: Eso no ha tenido gracia listilla
E: ¿Listilla? Que va, ese premio lo tienes tú
M: Te gusta meterte conmigo
E: Tanto como a ti hacerlo conmigo
M: Cierto, no te lo discuto (Sonriendo)
Llegaron a un terraplén y se sentaron sobre una roca, Esther para descansar y Maca para
acariciarse el tobillo a escondidas poniendo cara de dolor
E: ¿Qué te ha parecido?
M: ¿El que?
E: Esa gente... son a los que vamos a ayudar
M: Bueno... no tienen nada
E: Ya, por eso se les ayuda
M: Sí bueno, tampoco es que se lo trabajen mucho
E: ¡¿Cómo?! (Mirándola sorprendida)
M: Pues que.. bueno... no tienen nada porque no hacen nada... se conforman con cazar
algún bicho y poco más, si tuvieran algo de ambición irían a una ciudad más grande,
esta claro
E: Eres... gilipollas, en serio, creía que habías cambiado un poco, que lo que hemos
pasado estos días te habría abierto los ojos, pero sigues siendo la niña de papa mimada y
engreída de Madrid
M: ¡Eh! Solo digo la verdad, si te molesta es porque llevo razón
E: O porque estás jodidamente equivocada Macarena, ¿No ves que no tienen medios?
¿Que no pueden hacer más de lo que hacen? Mantenerse con vida
M: Venga ya, Esther, no seas ilusa, si se empeñaran conseguirían mejorar
E: ¿En serio crees que esos críos van a pensar más allá de en comer algo hoy? Para
nosotros es fácil pensar eso, pero cuando no comes durante días, la ambición se limita a
conseguir algo para llevarse a la boca
M: Vale, lo que digas
E: No, lo que diga no, la verdad
M: Que sí, que sí
E: ¡A mi no me des el sí de las tontas ¿Eh?!
M: Que va... (Aguantándose la risa, a Esther se le había hinchado una vena del cuello)
Venga, anda, solo quería picarte un poco, lo echaba de menos ¿No puedo?
E: Eres... eres... ¡Buf!
M: Tenemos que recuperar el avión
E: Vaya, ya piensas con la cabeza y no con el culo...
M: Le he dicho a ese niño que le ayudaría... y lo voy a hacer. (Esther se la quedó
mirando unos segundos pensativa)
E: Eso es... bonito. (Frunciendo el ceño y viéndola por nos segundos como otra cosa, no
la pija, sino algo más... Real)
M: Gracias. ¿Vamos? (Poniéndose de pie)
E: Sí... claro.. (Sonriéndole y levantándose también)
M: Tres puntos... (Susurrando por lo bajo)
Miradas opuestas 91
Esther no se dio cuenta del susurro de Maca, cosa que esta agradeció al mismo instante
de darse cuenta, si la llega a escuchar pierde todos sus progresos, pero es que aquello le
estaba costando mucho y cada avance era motivo de gritos de alegría, encima que se
contenía y solo susurraba, aunque no había hecho suficientes avances, porque la muy
jodida apartaba las ramas y luego las soltaba dándole en la cara, fijo que lo hacía a
propósito, ya se la imaginaba pensando, ¡Ahí va otra! ¡Rama va! ¡Toma ya, en toda la
frente! Y cosas por el estilo, por suerte su educación era espléndida y aguantaba los
ramazos que recibía con gesto heroico
Por fin terminaron los ramazos, habían llegado de nuevo al claro, la hoguera seguía
encendida y los restos del pobre bicho que hubiesen matado descansaban en un palo, el
poblado entero estaba sentado alrededor de la hoguera, con DelValle entre ellos
comiendo. El niño que antes había hablado con Esther, el tal Upendo se acercó a ellas
con dos cuencos de madera hechos a mano y trozos tostados de algo en su interior
acompañados de unas hierbas, Esther tomó el suyo sonriente y acarició la cabeza del
chico
¿Qué era aquello? Ya no lo había distinguido cuando el bicho estaba entero, pero a
trozos y quemado era demasiado ¿Y si era malo? Los demás lo comían, pero claro,
Esther ya le había dicho que no tenían muchos alimentos por lo que aquella gente se
comería cualquier cosa ¿Y las hierbecitas? Para pasar el mal trago, fijo, y lo más
importante ¿Dónde estaban los cubiertos? Miró a los demás y vio como hundían las
manos en los cuencos, sacando los trozos de carne y las hierbas y llevándoselas a la
boca, contempló las manos de uno de los hombres ¡Joder! Aún tenía restos de sangre...
su cuerpo no pudo con aquello y excusándose salió pitando camino a la selva buscando
un hueco en el que echar lo que llevaba dentro, poco elegante pero es que aquello la
superaba ¡No pensaba comer mientras durará aquella locura de viaje!
E: Mhmhmh... está rico ¿Qué es? (Ignorando que Maca se hubiese ido, más que nada
porque sabía porque y por dentro estaba descojonándose de risas, pobrecita la niña)
Bauru: Gisifakiri. (Llevándose un trozo de carne a la boca)
DelValle: ¿El que?
E: Lagarto. (Riendo) Tamu. (Sonriendo a Bauru y comiendo más carne, de vez en
cuando echaba un vistazo alrededor sonriendo siempre)
Era una sensación extraña, verles comer, a pesar de que el hambre les apremiaba se lo
tomaban con calma, disfrutando de cada sabor, de cada textura, paladeándolo todo, era
increíble, sus expresiones, sus rostros de felicidad y satisfacción por tener aquel
gisifakiri para comer, indescriptible. A Esther se le encogía el corazón, algo que le
pasaba habitualmente cuando estaba trabajando en la ONG, ya se había acostumbrado,
pero eso no quitaba que se emocionase cada vez que sucedía, no tenían nada, y eran
felices, completamente felices, una felicidad que no podrían comprar ni todos los
dolares ni euros del mundo, salía de ellos mismos, de sus logros, estaban orgullosos y
Miradas opuestas 92
ese orgullo les hacía especiales por encima de cualquier otra persona en la tierra. La
enfermera se sentía a gusto allí, entre aquella gente
Maca volvió con dos kilos de menos al claro, por suerte para ella y para su pobre
estomago ya habían terminado de comer, las mujeres se afanaban en limpiar los
utensilios utilizados, los hombres descansaban en un rincón, hablando animadamente,
DelValle intentaba seguirles pero no tenía ni idea de swahili, y a pesar de las
traducciones de Bauru se perdía bastante. Maca se acercó a Esther, que ayudaba a las
mujeres hundiendo los cuencos en... ¡Venga ya! ¿Aquel era el cuenco de agua con el que
las habían limpiado? Se aguantó las ganas de irse otra vez y se sentó al lado de Esther
E: ¿Ya lo has echado? (Riendo y pasando un cuenco de madera a otra de las mujeres
que los colocaba sobre una roca para que se secaran)
M: Muy graciosa... no sé como te lo has comido...
E: Estaba muy rico, las hierbas le daban un toque dulzón muy rico
M: Uy, sí, una delicatessen de la alta cocina
E: No deberías ser tan exigente, es lo único que hay para comer
M: Pues no comeré, a dieta. (Esther rió y siguió lavando) ¿Qué se trae DelValle?
E: Pues no tengo ni idea, lleva todo el rato con ellos...
M: ¿Le echas de menos? (Riendo y mirándola mientras se apoyaba con las manos en el
suelo)
E: Locamente.. me preocupa lo que pueda decir...
M: Es todo un diplomático
E: Allí, aquí solo es un viejo blanco... y verde, eso no deja de serlo, ha desnudado a
todas las mujeres del poblado con la mirada
M: Tiene métodos poco... sutiles. (Mirando hacia él, Bauru le susurraba algo al oído y
DelValle asentía con una sonrisa falsa) ¿Cuándo iremos a... la ciudad esa?
E: ¿Dimbwikubwa? (Maca asintió aunque no tenía ni idea, por ella como si se llamaba
Cuchupipi) Mañana con suerte
M: ¿Con suerte?
E: Bueno, pueden pasar mil cosas, estamos en épocas de lluvias, nadie se adentra en la
selva muy lejos cuando hay tormenta, es peligroso
M: Pero allí hay coches
E: Sí, pero si nos matamos en la selva no servirá de nada que haya coches, relájate,
estamos a salvo
M: ¿Cómo estas tan segura?
E: Dios Maca, deja de pensar y tómatelo con calma ¿Mhm? Estamos vivas, tenemos
comida y un sitio donde dormir, no hay prisa, esta gente nos necesita ¿Sabes?
M: Me doy cuenta, pero también me doy cuenta de que la única salida está en ese sitio
E: Y seguirá ahí pasado mañana. (Miró a las otras mujeres) ¡Tayari! (¡Listo!)
Las mujeres sonrieron y se levantaron llamando a los niños, era la hora del baño, todos
se pusieron en pie y se metieron en la selva, Bauru se quedó un poco rezagado para
hablar con los ‘invitados’
Upendo sonrió feliz y empezó a corretear por la orilla, lanzándoles agua de vez en
cuando, Esther jugaba con él, con la mitad del cuerpo sumergido en el agua del río, daba
Miradas opuestas 94
saltos y salpicaba con las manos al crío, Maca solo pensaba en dos cosas, la
hiperactividad de aquel mocoso y los pechos de Esther arriba y abajo... arriba otra vez...
y ahora abajo... ¡Macarena! Se imponía cierto autocontrol, pero al ver que no era posible
nadaba río arriba
Upendo: Cuidado con los mamba. (Le gritó el niño mientras Esther le hacía una
ahogadilla)
M: ¿Los que?
E: ¡Los mamba! (Riendo cuando Upendo se le subió a la espalda y empezó a
despeinarla)
M: ¿Qué es un mamba?
Upendo: ¿Cómo dice? (A Esther)
E: Cocodrilo... (Susurrándoselo al oído)
Upendo: ¡Cocorilo! ¡Cocorilo! (Empezó a canturrear dando saltos en el agua)
M: ¿Cocori... ¡Cocodrilo! (Desde luego, aquella mujer debía haber sido una gran atleta
en otro tiempo, medalla de oro en las olimpiadas, a Esther no le dio tiempo ni ver como
salía del agua, un segundo estaba dentro y al siguiente entre los árboles agachada,
Upendo Y Esther empezaron a reírse de la broma, no había cocodrilos, al menos no en
aquella zona, pero la cara de Maca era un poemario completo)
E: ¡Maca! ¡Que es broma!
M: ¡¿Qué?! (Miraba las caras divertidas de Esther y Upendo, se lo estaban pasando en
grande a costa suya, pero bien, por un momento puso la mente en blanco y sonrió con
malicia fingida) ¡Os vais a enterar! ¡Gamberros! (Corriendo hacia ellos mientras huían a
nado, Maca no tardó en alcanzarles y comenzaron a jugar los tres juntos)
Sus juegos fueron interrumpidos por los gritos de una de las mujeres, ambas salieron
disparadas poniéndose la ropa por el camino, Upendo corría mucho más que ellas por el
terreno selvático y cuando llegaron al grupo él estaba parado con los otros niños,
encima de un tronco caído mirando hacia el grupo de mayores, que habían hecho una
pina a un lado del río. Esther se abrió paso entre ellos y llegó hasta el centro, una mujer
yacía en el suelo, con un charco de sangre entre las piernas y una mueca de dolor
tatuada en su rostro, Maca observaba por encima de los hombros de los demás
Esther echó un vistazo entre las piernas de la mujer, algo iba mal, estaba totalmente
dilatada, pero aquella cantidad de sangre no era normal, miró a Bauru, que por su
expresión conocía la gravedad del asunto, dio unas instrucciones a las demás mujeres y
salieron disparadas hacia el poblado, los niños despejaron la zona ante la orden de
Bauru, los hombres y los ancianos se sentaron a un lado a observar
E: El más pequeño tiene diez años, fue antes de aquello, seguramente nacerían en un
hospital
M: Aquello...
E: La matanza que hubo aquí, Maca
M: Uhm. (Las mujeres aparecieron con un cuenco grande echando humo y unas telas
viejas)
E: Maca, pon las telas en el agua
M: Vale
Los gritos de la mujer se fundían con las instrucciones que Esther daba tanto a Maca,
como a las demás mujeres, la chica se llamaba Ekao, y tenía treinta y dos años según
Bauru, el padre era él. Esther se había desinfectado las manos en el agua hirviendo,
quemándoselas ligeramente, pero en aquél momento le daba igual, colocaron algunas
telas entre sus piernas, justo a la salida del útero, otras las conservaron para envolver al
recién nacido
E: Bauru, tienes que pedirle que empuje con todas sus fuerzas ¿Vale?
Bauru: Sí, Ekao ¡Weweguta! ¡Weweguta!
La mujer hacia fuerza, pero Esther no veía aparecer la cabeza del bebé, debía estar
atascado en alguna parte
Un grito desgarrador salió de la garganta de la mujer, Esther colocó sus manos de forma
que la presión del cordón se ejerciera en ellas y no en el cuello del bebe, Maca vio
aparecer una cosa viscosa
M: ¿Qué es eso?
E: ¡Más! ¡Rápido!
Miradas opuestas 96
M: ¡Es una cabeza! (Se anotó mentalmente no quedarse embarazada, aquello no era un
bebé, era viscoso y le daba grima tocarlo)
E: Venga, Maca, tira de él con suavidad, tenemos que ayudarla
M: ¿Qué toque eso? (Recibió una mirada asesina y al segundo siguiente sostenía la
cabeza de ‘aquello’ entre sus manos) ¿Así?
E: Sí, lo estás haciendo muy bien. Bauru, necesitamos que haga un último esfuerzo
Bauru: Vale. ¡Ekao!
La mujer volvió a empujar, medio cuerpo del bebe se encontraba fuera, junto con las
manos de Esther, esta pidió el cuchillo y cortó rápidamente el cordón, terminaron de
sacarlo y Maca lo sostuvo entre sus brazos mientras Esther anudaba el cordón y
limpiaba levemente al bebé, que ante los ojos de Maca iba tomando una forma más
nítida, de repente su boca se abrió y empezó a llorar, todos aplaudían y saltaban
mientras la madre yacía exhausta en el suelo, el bebe abrió los ojos y miró alrededor
curioso
M: ¡Ha abierto los ojos! ¡Ha abierto los ojos! ¡Me está mirando! (Reía sin parar, Esther
la miraba sonriente para luego atender a la mujer)
Horas después Maca y Esther descansaban con las tres mujeres del poblado y el recién
nacido, que dormía plácidamente entre los brazos de su madre, Esther le había tenido
que explicar a Maca porque el niño era no más que un manojo de huesos, y porque su
situación era tan delicada, era muy posible que el bebé no sobreviviera más de unos
días, pero si era fuerte, tal vez dentro de poco el poblado se enorgullecería de tener doce
niños
Esther y Maca compartían camastro, si a un trozo de barro seco alzado con unas mantas
por encima se le podía llamar cama siquiera, la enfermera dormía a pata suelta, vamos,
solo le faltaba roncar, demasiadas emociones en un día, nada más dejarse caer se había
quedado grogui. Para Maca era un poco más complicado, no por la comodidad, aquello
era mejor que el suelo de la selva y hacía algo menos de frío, tal vez por aquella
sensación en el pecho que le había inundado al ver al recién nacido. Instinto maternal,
descartado, le gustaban los niños pero no quería tener uno ni en broma, sacar algo así...
de allí, no, no, eso no entraba en sus planes ya, era otra cosa, quizás tuviese que ver con
haber ayudado a alguien, con sostener entre sus manos una vida tan frágil que pedía a
gritos que la ayudasen... o porque una de las tres mujeres sí que roncaba, vamos, parecía
la orquesta sinfónica en pleno apogeo
Achuchó a Esther con la esperanza de hablar con alguien, era su único recurso, DelValle
estaba con los dos hombres y los cuatro ancianos en otra cabaña, y lo de meterse en la
de los críos... va a ser que no. Así que como quien no quiere la cosa fue dándole codazos
a Esther
Bauru le dio un golpe cariñoso en la cabeza y rieron, poco después los cinco
atravesaban la selva, debían ir más lentos por el tobillo de Maca, que a pesar de haber
mejorado notablemente con la ‘crema’ que le habían puesto aún le molestaba y por
DelValle, que por mucho que fingiese, se agotaba a menudo
Upendo: No forma. (Susurró a Esther mirando al viejo, esta sonrió mientras veía como
el chico saltaba de árbol en árbol jugando)
E: ¡Te vas a hacer daño!
Bauru: ¿Upendo? Él creció saltando como los monos, de hecho su segundo nombre es
Tumbiri. (Riendo)
E: Así que amor mono. (Riendo con él)
Miradas opuestas 99
Upendo: Wanajeshi
Bauru: Kern?
Upendo: Wawli
DelValle: ¿Qué sucede?
Bauru: Upendo ve dos soldados más allá. Nos desviaremos. (Se internó por una senda
que se abría a su derecha) Perderemos una hora por aquí, no entiendo que hacen aquí
esos soldados, no se adentran tanto. (Miró a Esther serio) ¿Qué les habéis hecho?
E: Pues... nada tan grave, Bauru, no os pondríamos en peligro. Sabíamos que nos
buscaban, pero no sabemos con cuántas ganas lo hacen
Bauru: Parece que con muchas... debéis ser importantes para Kagame. (Esther miró
disimuladamente a Maca para después seguir los pasos de Upendo y Bauru, aquella
relación Wilson-Kagame la tenía con la mosca detrás de la oreja, pero no era el
momento de discutir aquello)
Durante aquel día caminaron sin parar, Bauru calculó que si pasaban la noche en la
selva llegarían a media tarde a la ciudad, todos se mostraron de acuerdo en parar, sobre
todo Maca y DelValle, que llevaban la lengua fuera desde hacía un par de horas. Bauru
decidió parar en una pequeña explanada y empezó a hacer una hoguera para
resguardarse un poco del frío
Bauru: Corren muchas leyendas e historias por la selva, muchas son historias buenas...
otras, sin embargo, no lo son tanto... (Su voz ronca y aquél leve acento hacían que por
alguna razón los demás se concentrarán en la historia, eran transportados con las
palabras de Bauru al mismo lugar de fantasía en el que se desarrollaba) Cuentan que
había una pequeña familia en algún lugar recóndito de esta selva, dos padres y sus dos
hijas, una de ellas, Kali, se pasaba todo el día sentada sin ayudar a su familia, mientras
los demás cocinaban, cazaban o buscaban madera para las hogueras, ella permanecía
allí, siempre sentada. Era una niña muy perezosa, tanto que siempre era la última en ir a
bañarse, remoloneaba por los alrededores hasta que oscurecía, muchas veces así se
libraba del baño. Pero un día sus padres la obligaron a acudir por la noche al río a
bañarse, ya que estaba muy sucia, Kali convenció a su hermana para que la acompañase,
y mientras Kali bajaba al río, su hermana preparaba telas secas para llevárselas. Aquella
noche, Kali se metió dentro del río a bañarse, escuchaba ruidos a su espalda, y pensando
que era su hermana le pidió que le frotara la espalda... entonces... fue cuando lo notó...
un olor fétido y unas cosas punzantes en sus espalda, parecían las garras de un jaguar,
Kali se dio la vuelta y se encontró con Ibilisi, el demonio. Cuando su hermana llegó con
las ropas no encontró a Kali en ningún lado, buscó y buscó sin halarla, al final,
pensando que Kali le estaría gastando una broma volvió con sus padres y se fue a
dormir... dicen, que a la mañana siguiente, al amanecer, la hermana despertó y se
encontró sola, sus padres habían desaparecido. Ibilisi se había llevado a Kali por no
hacer nada en todo el día... y a sus padres por no enseñarle a hacer nada... la hermana
pequeña fue la única que se libró de las garras de Ibilisi, pero aún así, no volvió a
adentrarse en la selva de noche, ya que Ibilisi y los bilisi habitan en la noche...
Upendo: ¡Yo daré Ibilisi con palo! (Bauru rió con ganas)
Bauru: Tú dormirás con el resto, sin separarse
Esther se levantó y buscó un lugar cómodo en el que tumbarse, Maca fue a tumbarse a
su lado, iba a hacer frío y necesitaba un cuerpo al que pegarse y los otros tres... como
que no. Pero claro, no contaba con el pequeño ‘amor mono’ que se coló rápidamente
entre los brazos de Esther y se acurrucó a ella
Al cabo de un rato a Maca le dolían las manos, Upendo se apretaba demasiado contra
Esther por el frío y sus manos quedaban aplastadas en medio, decidió deslizarlas como
pudo hasta la cintura de Esther, buscando un rincón calentito bajo su camiseta
Esther notó la mano de Maca juguetear en su cintura hasta colarse poco sutilmente
debajo de su camiseta, vamos, solo le faltó levantar con la otra mano la camisa, a pesar
de eso, sonrió escondida en el cuello de Upendo, intentó dormir a pesar de que la mano
de Maca le quemaba la piel, calor que se extendía por todo el cuerpo. Upendo empezó a
revolverse entre ellas
Esther notaba la risa de Maca en su cuello, se achuchó contra ella, porque hacía frío,
Maca se apretó también porque hacía frío, escondió su cuello en el de Esther, porque
hacía frío y amanecieron abrazadas la una a la otra y con sus rostros pegados... Porque
hacía mucho frío
Maca empezó a moverse, tenía media parte del cuerpo congelada y la cara helada, se
apretó contra aquello que le daba calor y suspiró
Cuando notaron que lo que les daba claro a ambas era un cuerpo pegado al suyo
abrieron los ojos y se miraron
M: Hola...
E: Uhm... (Esther se notó observada y se encontró los rostros de Bauru y Upendo
mirándolas sonrientes)
M: ¡Joder! (Apartándose de golpe)
Upendo: ¡Susto! (Señalando a Maca y riendo)
E: ¡Ven aquí! (Atrapando al chico y dándole un abrazo mientras le revolvía el pelo con
la mano) ¿Te parece bonito?
Upendo: ¡Susto! ¡Susto! (Seguía riendo, Maca los observaba sentada en el suelo y
negaba con la cabeza sonriente, miró a Bauru)
Bauru: El desayuno ya está listo. Habrá que despertar a DelValle...
M: Upendo... (El chico la miró) A mi no susto, pero a él... los que quieras. (El niño
corrió hacia DelValle y saltó encima de él despertándolo de golpe)
E: Que bestia eres hija.. (Riendo y levantándose) Mhmhmh... fruta... (Sonriendo se
acercó a la hoguera)
Todos disfrutaban de la fruta ligeramente tostada que había preparado Bauru, menos
Maca, que los miraba apoyada en un árbol con las manos en el estómago
DelValle: Maca deberías comer algo ¿No es cierto Esther? (Pasándole un brazo por
encima del hombro)
E: Síp... (Cogiendo otra fruta y separándose así de DelValle)
M: No tengo hambre
Upendo: Tripas rugir de noche. (Todos rieron el comentario del chico)
E: Es verdad. (Maca la miró con una ceja alzada, la enfermera puso los ojos en blanco y
se levantó con la fruta en la mano acercándose a ella) Come
M: No
E: Come
M: No quiero. (Cerrando la boca todo lo que podía)
E: No seas cría...
M: Lo soy, mimada y consentida
Miradas opuestas 103
Esther iba pensando en que iba a ser muy divertido, arrastrar aquellos dos pesos muertos
con la muy alta posibilidad de que acabasen todos de nuevo en el borde del acantilado,
lo que era muy divertido, sí, señor, encima miró para adelante y vio que la pendiente se
hacía cada vez más pronunciada, al final había que escalar unos cinco metros... genial,
iban a encontrarles vete tú a saber cuando, ya se imaginaba los titulares “4 gilipollas se
suicidaron con una cuerda atada al cuerpo” “Sacrificio de tres turistas y un rwandés en
el acantilado del machupichu” o cualquier nombre, seguramente lo bautizarían como
‘La pendiente de la muerte’ o algo por el estilo
M:; Graciosilla, la fuente de ingresos está a dos metros de ti ¿Vas a esperar a que se
acerque a tu culo?
E: Tonta. (Negando con la cabeza y siguiendo a Bauru)
Llegaron al muro de cinco metros con algún que otro esfuerzo, y algún susto por parte
de DelValle, algún resbalón tonto que hacía que todos se agarrasen a lo primero que
pillasen y rezasen para que la rama, tronco o lo que fuera no cediese
Maca se sorprendió de la facilidad con la que Esther trepaba, sin duda ya se había visto
en esa situación otras veces, Bauru y Upendo iban mucho más rápidos que ella, pero de
todas formas era admirable, en sus gestos, en su forma de agarrarse, en su forma de
moverse y balancearse, en la búsqueda de apoyos para los pies, se notaba que aquello le
gustaba y lo sabía hacer, en el borde Bauru le extendió las manos para izarla, Maca
pensó que seguramente era innecesario, Esther lo podría haber hecho perfectamente sola
Bauru: ¡Tened! (El extremo de una cuerda llego hasta ellos, Maca y DelValle se
miraron)
M: Tú primero. (Cogiéndola cuerda y dándole el extremo)
DelValle: No sé escalar...
M: Ni yo... pero si caes ya te cogeré como pueda
DelValle: ¿Quién te coge a ti? No me gustaría que te matases, tenemos cosas que hacer.
(Señalando con la cabeza a Esther)
M: Tranquilo, no creo que eso pase
E: ¡DelValle! (Este miró con los ojos encendidos hacia arriba, Maca puso los ojos en
blanco y pateó una piedra) ¡Átate la cuerda a la cintura y te subimos!
DelValle: ¡Vale! (Se ató la cuerda y esperó a notar estirón)
Bauru: Tienes que echarnos una mano, ve subiendo, nosotros sujetaremos la cuerda
DelValle: A eso iba, a eso iba
Se acercó ala pared y empezó a trepar, un centímetro, mirada abajo, diez centímetros,
mirada abajo y sudor en la frente, veinte centímetros, mirada abajo, sudor en la frente y
ojitos de cordero degollado... así hasta que ya dejó de mirar abajo, se quedó quieto
colgando de la cuerda y lloriqueando
DelValle: ¡Subidme! ¡Subidme! ¡Por favor! ¡Subidme! (Bauru reía y miraba a Esther
que se encogía de hombros, poco después los fuertes brazos de Bauru se cernían sobre
DelValle para subirlo)
E: ¡Maca! ¡Te toca! (Lanzándole la cuerda de nuevo)
M: Voy
Se hizo un nudo como pudo y empezó a trepar, aquello no era tan difícil, pie aquí, pie
allí, manita por allí, otra mano en el nudo de la cuerda para asegurarse que está bien
cogido, perfecto, tres metros más y ya está, oyó un crujido y notó como debajo de sus
pies todo desaparecía, uno de los apoyaderos había cedido, por suerte Bauru y Esther
Miradas opuestas 105
estaban atentos y tensaron la cuerda lo justo como para que no se zarandease hasta caer,
aunque no la salvaron de un corte en almejilla al chocar con la pared
E: ¡¿Estás bien?!
M: ¡En la gloria! (Sarcástica a más no poder)
E: Venga, Maca, tú puedes
M: Quieres tirar de la cuerda y dejar de decir tonterías
E: Que imbécil que eres
M: Mucho, y cuando he estado a punto de matarme... más
E: Si son dos metros de nada. Vale, vale, ya te subimos. Bauru...
Bauru: Tira con fuerza a la de tres...
Tres horas después contemplaban el trasto en el que habían venido desde España,
empotrado contra unos árboles, el morro lo tenía completamente destrozado, Esther se
acercó corriendo y miró en el interior, nada, no había nada, ni rastro de alguno del grupo
ni de las cosas, maldijo por lo bajo mientras se preguntaba que demonios hacia el avión
allí. El ruido de un motor la sacó de su ensimismamiento, miró hacia el ruido
Isa: ¡Esther! (Esther se abrazó a su amiga, para esas alturas todos habían salido y
saludaban al grupo)
E: ¿Tú también de militar? ¿Qué demonios habéis hecho?
Isa: Nena... es una larga historia. (Riendo y pasándole un brazo por encima del hombro
sonriente) ¿Qué tal con los pijos?
E: Tiene su punto... (De repente dejó de reír, miró a las dos que faltaban, no iban de
militares, de echo apenas llevaban ropa, unos trozos de pieles a lo amazona y un montón
de pintura de colores por todo el cuerpo, si no fuese por la piel blanca que las delataba...
habrían pasado por parte de cualquier tribu africana)
Raquel: Una sola risita y os mato... (Con un dedo alzado)
Eli: Venga, Raquel... sí esto tiene un morbito... (Riendo y dando vueltas)
Carlos: Quien fuera ese trapito...
Eli: Quien fuera tu cerebro.. sin hacer nada todo el día
Carlos: Ya te gustaría a ti estar tan dentro de mí...
Eli: No, de hecho con estar bien lejos ya me conformo
Raquel: ¡Vale pareja!
Carlos: No te me pongas celosa, cariñín
E: Venga, chicos, chicas, tenéis que contarme todo. (Abrazando a Eli con cariño)
Eli: Sigues viva... ¿Qué tal con la pija?
E: Se han portado bien...
Eli: Ya, claro... pero.. ¿Bien o... muy bien? (Esther le dio un palo en el brazo) ¡Cómo
está mi pija favorita? (Abrazando a Maca)
M: Contenta de que me entretengáis a Esther, ya estaba harta de ella
Eli: Claro, claro. ¡DelValle!
Mientras los demás se terminaban de saludar Esther se acercó a Bauru y a Upendo, que
estaban en un segundo plano, el chico se abrazó a su cintura y Esther le acarició el pelo
mirándole sonriente
Subieron todos al coche y Carlos puso rumbo a un almacén de la ciudad, allí habían
guardado todas las cosas, Raquel y Eli habían elaborado un austero mapa de las
comunidades indígenas más desfavorecidas, comunidades que no habían contado al no
encontrarse en los mapas comunes ni en los informes de las ONG’s locales,
seguramente el pretexto oficial era que estaban en tierra de nadie, termino por el que se
conocía a todo aquello situado en una frontera o en lugares de imposible acceso, al
menos no accesibles con los coches y camiones con los que se solía mover una ONG
Carlos: Que te ha gustado demasiado eso de la selva. (Riendo mientras esquivaba los
baches de la pequeña carretera)
Eli: Claro, como aquí el señorcito ha estado a cuerpo de rey con los militares...
E: No entiendo nada. ¿Habéis estado con los guardas de Kagame?
Carlos: No señorita, hemos estado con los rebeldes, muy simpáticos ellos, nos han
dejado este coche y ofrecido el almacén, lo tenían como punto estratégico, vacío, nos lo
ofrecen hasta que la cosa se ponga fea y todo empiece de nuevo
Bauru: Siempre esperan la guerra... (Carlos miró por el retrovisor al viejo que iba
sentado al lado de Esther)
Carlos: La guerra ya está en marcha, solo es cuestión de tiempo que se realice con
armas...
Bauru: Cierto... (Mirando el polvo que levantaban del asfalto al pasar)
E: ¿Cómo vamos a quedarnos aquí? Kagame nos encontrará...
Bauru: Esta ciudad es territorio rebelde... si ponen los pies aquí morirán... y la guerra
estallará, él no está preparado aún
E: Así que estamos a salvo... siempre y cuando no salgamos de aquí...
Bauru: Vosotros habéis estado fuera y estáis vivos Esther
E: Eso ha sido por tu ayuda y la de Upendo. (El chico estaba absorto en sus pies desde
que habían subido al coche)
Bauru: Necesitaréis nuestra ayuda... mi pueblo conoce bien la selva...
Eli: También tenemos la protección de una tribu, los Masuka o algo así...
Bauru: Los fantasmas. (Dijo sorprendido Bauru) ¿Habéis estado con ellos?
Raquel: ¿De donde te crees que venimos vestidas así?
E: Raquel, no seas borde. (Dándole una colleja) ¿Quiénes son los Masuka?
Bauru: Son una antigua tribu... los Masaka o Tobaini... Fantasmas, que no se ven, viven
en la selva, no les gusta la... modernidad... son uno con la naturaleza, si no quieren ser
encontrados... no lo son... por eso me extraña que acogieran a tus amigas. No es normal
en ellos
Eli: Uhm, ¡Esa me la sé! Se estaban muriendo, descubrimos que la principal fuente de
agua de la que se suministraban estaba contaminada, o al menos eso creemos,
prometimos volver para confirmarlo
Bauru: Los Masaka ya se habrán ido, son nómadas...
Eli: No, esperaran tres días, un ritual, debe celebrarse allí
Bauru: Uhm, uhm... debe ser su bienvenida a otra época
Raquel: Algo así, dijeron algo de los tiempos del Baobab
Bauru: El baobab representa entre muchas cosas la fuerza en tiempos difíciles... los
Masaka son considerados por muchos.. ¿Cómo les llamáis? Ven en el futuro...
E: Videntes
Bauru: Sí, eso, deben haber visto algo... por eso estarán celebrando el rito, van a venir
tiempos difíciles
Carlos: Y a mí que todas estas historias me dan escalofríos. (Apretó el freno de golpe
delante de una vieja casa, Esther miró alrededor, no se había fijado en que ya se
encontraban dentro de la ciudad, Carlos y el resto bajaron del coche, el grupo de Esther
los siguió y se metieron en aquella casa medio derruida) ¡Hogar dulce hogar!
(Sentándose sobre una caja)
E: ¿Está todo? (Empezando a contar los paquetes)
Eli: Hija, sí, relájate. (Riendo)
Bauru: Esther... (Tomando su brazo) Upendo volverá al poblado con medicinas y yo os
guiaré a las demás aldeas...
E: No, no, tenemos a los Masaka Bauru, además, tu pequeño te necesita
Miradas opuestas 108
Maca miró a Esther, que la contemplaba atenta, con una aleve sonrisa en sus labios, tal
vez aquel fue el momento en que se dio cuenta de que ese estaba alejando de aquella
mujer que siempre había sido, de la brecha que se empezaba a abrir entre ella, Macarena
Wilson... y Maca, o tal vez ya se había dado cuenta antes, y no había sido capaz de
reconocerlo
M: Sí, aprendo... Esther sonrió a Maca y pasó una mano por detrás de Upendo,
acariciando su espalda levemente)
E: Hablaremos con Bauru ¿Vale, Upendo? Tal vez encontremos la forma de que al
menos te deje quedar unos días
Upendo: ¿Sí? (Miró esperanzado a un lado y a otro)
M: Claro. (Acariciando su pelo)
E: Ya le tocas... no está mal...
M: Nada mal...
Miradas opuestas 109
DelValle apartó a Maca de todos los oídos presentes, salieron afuera con la excusa de
tomar el aire, a nadie le pareció importarle mucho, todos estaban ocupados
M: Lo intentaré...
DelValle: Bien hecho. (Dándole una palmada en la espalda) Bien hecho. (Entró de
nuevo dejando allí afuera, Esther la iba a matar, y si conseguía llevársela a Madrid... la
iba a matar muy despacito)
Convencieron a Bauru de pasar la noche allí, se habían provisto de unas camas más o
menos cómodas, y Esther le había prometido que al día siguiente comprarían víveres
para llevar al poblado, la madre debía estar muy fuerte y alimentarse bien para que la
leche de sus pechos hiciese fuerte al pequeño, con este argumento Bauru no objetó nada,
y Upendo y él se acostaron en una de las camas. Maca por su parte no sabía como
plantearle aquello que rondaba en su cabeza, Esther no atendería a razones y lo
Miradas opuestas 110
consideraría como una huida, aprovechó un momento en el que Esther salía a tomar el
aire, mientras los demás dormían para acercarse a ella, sabía como hacerlo, no sabía lo
que decir llegado el momento
La enfermera estaba apoyada en un pequeño muro, con los brazos sobre él, sus hombros
temblaban, como todas las noches refrescaba, aunque allí algo menos que en la selva,
Maca se acercó en silencio y rodeó su cintura, apoyando la cabeza en su hombro
M: ¿Tienes frío?
E: Un poco... (Dejándose abrazar por ella) Has estado muy bien antes...
M: ¿Uhm?
E: Con Upendo... ha sido bonito lo que has dicho...
M: Bueno... algo le tenía que decir... (Esther notaba su cálida respiración en el cuello,
acariciando su piel y erizándole el pelo, despertando su cuerpo)
E: Pues... me ha gustado...
M: Me alegro... (Empezó a dibujar un reguero de besos, trazándolo desde detrás de la
oreja de Esther, descendiendo por el cuello, por la nuca, por detrás de hombro, por
encima de él, mientras sus manos atrapaban las de Esther, acariciándolas, trazando el
mismo dibujo con las yemas de sus dedos)
E: De... deberíamos descansar...
M: Uhm... (Repitiendo el mismo camino en el otro lado) No tengo sueño...
E: Pero... debemos dormir... en las aldeas no...
M: Esther... DelValle quierer volver a Madrid. (Esther se separó, zafándose de las
manos de Maca, se giró y la miró a los ojos)
E: El equipo se alegrará de no tener que cargar con vosotros. (Frunciendo el ceño)
M: Esther... ven con nosotros
E: ¿Te estás escuchando?
M: Sí, me estoy escuchando, este país está con la amenaza de una guerra en cualquier
momento, no es seguro
E: ¿Y que? ¿Crees que porque no sea seguro debemos rendirnos?
M: Creo que hay momento y momentos...
E: Mira, si tú quieres irte, bien, hazlo, no me importa, pero yo no voy a moverme de
aquí
M: Esther por favor... ven conmigo
E: No (Maca vio lo que esperaba en la mirada de Esther, estaba convencida, creía en lo
que hacía y no iba a volver a casa, no sin antes ayudar a aquella gente)
M: Piénsatelo... solo piénsatelo
E: No me hace falta
M: Esther, allí... puedo darte todo lo que...
E: ¡Ni se te ocurra Maca! ¿Sabes? Creía que empezabas a tener corazón, que la pija
empezaba a desaparecer, pero veo que no, aquí está de nuevo, intentando comprarme,
pues lo siento, pero ni mis ideas ni mis actos están en venda
M: Esther, es por tú bien, por el de ellos, volveremos después, cuando no sea peligroso,
te lo prometo
E: Maca, lárgate, ve con DelValle, haz con él lo que quieras... Yo me quedo
M: Estás loca... (Susurró pasando sus manos por su cintura, mirando el suelo un
momento)
E: Mucho
M: Prométeme que lo tendrás en cuenta... si las cosas empeoran, prométeme que lo
harás, si estamos en serio peligro...
Miradas opuestas 111
E: ¿Por qué quieres que te lo prometa? ¿Para tener algo que decirle a ese viejo?
M: Tal vez... o tal vez no... (Sus ojos se perdieron en algún punto, en las cientos de
tonalidades marrones que jugueteaban entre ellas en los ojos de Esther, respiró
profundamente, suspiró al oír el leve sí de Esther, se abrazó con fuerza a ella, queriendo
atraparla en aquel abrazo y no soltarla) Gracias...
E: No vamos a estar en más peligro que ahora... (Intentó bromear)
M: No te creas...
Se separó lentamente, embriagada por el olor de su piel, miró aquellos labios que ya
había gozado una vez, se sabía su sabor, aunque no de memoria pero empezaba a
aprenderlo, atrapó el labio inferior de la enfermera en un leve mordisco, la apretó más
contra ella y el mordisco se convirtió en una caricia de su lengua, que aventurera, se
colaba en su boca, antes de que aquello pasara a más se separó levemente, mirándola a
los ojos
M: Gracias...
E: Uhm...
M: ¿Vamos a dormir? (Suspirando en el cuello de la enfermera)
E: Sí, ya va siendo hora, tenemos mucho que hacer. (Pasó su mano por la mejilla de
Maca mientras la miraba a los ojos con dulzura, aquella preocupación por ella la
sobrepasaba, viniera de quien viniera, pero si encima era de la pija, era demasiado)
Maca no quiso dormir con ella como otras noches, de hecho nada más entrar al almacén
se fue a su cama y se acostó, Esther sonrió y se fue a la suya. A primera hora
acompañaría a Eli y a Raquel a comprar víveres, todos los que pudieran, y seguramente
tendría que preparar las cosas para el poblado de Bauru
Amanecieron junto con el sol, tenían mucho que hacer, Carlos y Paco prepararon un
pequeño desayuno, Roberto e Isa aprovecharon para explicar algún detalle más a Bauru,
que se concentraba todo lo que podía, aunque en ocasiones necesitara de los resúmenes
de Esther, la enfermera reía de vez en cuando al ver la cara de Bauru, aquel par cuando
empezaba a soltar ‘palabros’ técnicos no paraban. Upendo, Maca y Eli estaban a su
lado, trasteando con algo entre las manos, Esther miró un momento y descubrió que Eli
les estaba enseñando lo que consideraba alta cocina, que traducido a un idioma normal
significaba que les enseñaba como hacer sándwiches con cualquier cosa, creando
auténticos monstruos que provocaban dolor de barriga durante semanas, menos a Eli,
que debía estar acostumbrada a comerse aquello
Eli: Yo no me preocuparía por lo que le puedan hacer... más bien por lo que él pueda
hacer
M: Perdona, no creo que él...
Eli: Maca, sé que le tiene afecto y tal, pero reconoce que es un gilipollas en letras
mayúsculas
Raquel: Eso no es...
Eli: Vale, sí, llámalo como quieras, pero no deja de significar lo mismo, es un viejo
verde gilipollas
Bauru: Para nosotros las personas mayores son fuente de sabiduría, han estado más
tiempo que nosotros viviendo y saben más, nos ayudan a afrontar la vida con sus
consejos
Eli: Sí bueno, no dudo que DelValle pueda aconsejarnos mucho, por ejemplo sobre pelis
porno, pero no creo que sea comparable con vosotros, con mi primo de quince años tal
vez, pero no con vosotros, son mundos diferentes
Bauru: A veces es ese contraste lo que hace valorar las cosas, tal vez para que los
sabios existan hace falta gente menos sabia
Eli: O sea, gilipollas
E: ¡Eli!
Eli: Tú calla, que ya me dirás que cuchicheáis ahí, y no me mires a mí, creo que no soy
la única a la que le interesa eso. (Señaló con la cabeza hacia Maca, que rápidamente
fingió estar concentrada en sus uñas, hasta a ella misma le parecía un gesto
terriblemente superficial y absurdo)
A las doce del mediodía el grupo volvía a separarse, Raquel y Eli querían ir a ver a los
Masaka, Esther tenía mucha curiosidad por aquella tribu, a parte de unas ganas
tremendas de ponerse en acción, Upendo se había encariñado de ella y no pensaba
soltarla, como demostró al aferrase a su pierna cuando Bauru le insinuó que volviera al
poblado con él, al no conseguir que el niño entrará en razón decidió que él iría al
poblado con Roberto e Isa y se reunirían días más tardes en aquel mismo almacén, el
resto del grupo buscaría a DelValle, que a aquellas horas aún no había parecido, dato
que empezaba ser preocupante. Maca se quedó con ellos, sospechando que DelValle ya
estaría organizando la huida, y con cierta tristeza o algún sentimiento parecido que le
hacía sentirse mal, tal vez por no poder conocer a aquella misteriosa tribu, la verdad que
le apetecía, o por dejar a Esther ir sola, tampoco es que ella fuese muy útil, vamos que
en el apellido Wilson no venía nada de aventurera, seguramente sería más un estorbo
que otra cosa... pero aún así la idea de separarse de Esther la hacía sentir, ¿Cuál era la
palabra exacta? ... perdida
Horas después Eli, Raquel, Upendo y Esther se acercaban a su destino, Eli y Raquel
parecían conocer bien el camino, aunque de vez en cuando dudaban y Esther se ponía
nerviosa, sobre todo cuando en un momento Eli soltó un: ‘Que fuerte, estamos
completamente perdidas’ y Raquel le dio una colleja, vamos, que aquel ‘pequeño’
detalle no es que diese precisamente confianza, por lo que Esther iba marcando los
árboles, como viese una de sus marcas más ‘adelante’ ¡Se las cargaba!
Raquel: La pija ni se ha despedido... (¿Qué mejor forma de distraer a alguien que darle
algo en lo que pensar? Sobre todo cuando ese algo era Maca, que lo reconociera o no,
era una pequeña obsesión para la enfermera)
Miradas opuestas 114
Eli: Que falta de consideración por su parte... podría ser la última vez que nos vio y no
dijo nada. Podrían devorarnos los mosquitos... atacarnos esos monos tan graciosos... ser
devoradas por una tribu caníbal... caer en una trampa de cazadores...
E: ¡Ya! ¡Sí! ¿Morirnos? NO hace falta que des detalles
Eli: Solo os ponía en situación. (Encogiéndoos de hombros mientras apartaba unas
ramas)
Upendo: Poder picar serpiente. (Comentó sonriente Upendo)
Eli: ¡Gracias! (Riendo y acariciando su hombro) él está conmigo
E: Ya lo veo... (Suspirando resignada)
Siguieron haciendo bromas, la enfermera fingió no escucharles, ni a las dos locas que
tenía como compañeras ni a Upendo, que parecía aprender las malas formas de aquel
par a un ritmo vertiginoso. Se había dado cuenta del interés que tenían en Maca, al
menos en hablar de la pija delante de ella, la estaban estudiando, a las dos, y sabía
porque, a veces, por unas milésimas de segundo, en algunos momentos, entre Maca y
ella había un algo, no aquel deseo salvaje, hasta hiriente que había sentido aquella vez,
algo diferente, igual de fuerte pero más... suave. Aunque aquellos momentos se
esfumaban cada vez que Maca se comportaba como una autentica Wilson, y Esther
odiaba cuando hacía aquello. Y de alguna forma que no llegaba a comprender, lo malo
que sentía hacia Wilson tan solo acentuaba lo bueno que sentía hacia Maca, cosa que la
confundía, estaba empezando a diferenciar una parte de la otra, olvidando que eran la
misma persona, estaba enamorándose de una y odiando a la otra.`
Mientras ellas deambulaban por la selva en la ciudad parecía respirarse una calma
sobrecogedora, esa que suele preceder a la tormenta, todo parecía ir a un ritmo más
lento del normal, de hecho, cuando Carlos y Maca salieron con el jeep a buscar a
DelValle al aeropuerto se fijaron en la poca gente que había, Carlos comentó que otros
días a esas horas las calles estaban llenas, sus temores se confirmaron al salir de la
ciudad, junto a las últimas casas había un grupo de rebeldes, habían cortado la carretera,
Carlos conocía a un par y le dejaron pasar, pero les advirtieron que fueran con cuidado,
a primera hora uno de los suyos había visto a soldados del estado acercándose y creando
pequeños campamentos alrededor suyo, estaban rodeados y las principales carreteras
cortadas
Carlos: ¿Crees que DelValle no habrá conseguido un guía nativo? Él no sabe nada de
esta ciudad, ha tenido que conseguir la ayuda de alguien. Es posible que ya este en el
aeropuerto
M: ¿Vale la pena?
Carlos: Bueno... es miembro del equipo, no dejamos a los nuestros atrás, ni siquiera si
cometen la locura de ir solos, le encontraremos y le traeremos de vuelta, no me gusta
esto. (Señalando a los rebeldes que estaban quitando la barrera del camino para que
pudiesen avanzar)
La carretera que salía de Dimbwikubwa estaba igual de solitaria que siempre, avanzaron
por el pedregoso camino unos kilómetros en el más absoluto silencio, descubriendo con
algo de temor que el único ruido alrededor de ellos era el del motor del jeep, hasta la
selva parecía anticiparse a los acontecimientos, quedándose mudos ante la estupidez
humana. Un par de kilómetros más y divisaron el primero de los muchos campamentos
militares que descubrirían en su búsqueda, era absurdo esquivarlo, Carlos confiaba en
que estuviesen lo suficientemente distraídos para no dar importancia a su presencia, eso
o que los confundieran con rebeldes y aun no quisiesen empezar la guerra
Al pasar cerca de ellos, Maca intentó agachar la mirada, pero al ver a los soldados,
sentados en pequeños grupos, limpiando y manejando fusiles arriba y abajo su mirada se
congeló, no era broma, iban a empezar la guerra, se intentarían hacer con
Dimbwikubwa, los rebeldes les plantarían cara, unos con la excusa de defender su tierra,
los otros con la excusa de conquistarla para el soberano del país, dueño de todo, se
entregarían a la tradición por excelencia de la humanidad, ni los siglos habían podido
con ella, o tal vez es que en el fondo a nadie le interesaba eliminarla, al fin y al cabo los
que mandaban no estaban en aquellos campamentos, estaban en sus mansiones
protegidos por decenas de guardas, a salvo de cualquier peligro, solo perderían algunos
hombres y a cientos de inocentes, era una perdida que ellos, los poderosos, bien podían
permitirse. Se sorprendió de tener un pensamiento como aquel, pero su lógica, su razón
en lo referente a la gente que estaba en el poder, era tan aplastante, tan real, que se
preguntó como le había importado tan poco aquello antes
Aunque la respuesta la conocía, aquella guerra no era para ella como las otras, aquella
vez ella estaba allí, ella conocía os rostros, tanto de un lado como del otro, aquella vez
la gente inocente eran Bauru, Upendo, la gente del poblado, aquellos rebeldes que les
habían ayudado, se dio cuenta de lo que conocer aquellos rostros significaban, aquella
ya no sería una guerra en un país africano, aquella era un guerra contra gente que
conocía, gente a la que le había tomado cariño, se había convertido en algo personal.
Fue entonces cuando comprendió la ira y la rabia de Esther, todo se reducía a eso, para
ella todo era personal, cada gesto afectaba a gente que conocía, y aunque no los
conociese no le era difícil imaginar sus rostros, iguales a los de las personas que
intentaban ayudar cada vez que empezaban un proyecto. Y entendió porque Esther la
odiaba, aunque en vez de odio bien podía ser rencor o tal vez prudencia, eso no lo sabía,
pero vio sus motivos, en su cabeza repitiéndose una y otra vez, su coraza se desgarró en
aquel momento, mirando a través del retrovisor el campamento militar, deseando que no
tomarán la ciudad, ni los poblados cercanos, deseando que no se acercaran al poblado,
que aquel bebé que había nacido en sus manos estuviese a salvo
Guiños parecidos recibía Esther por parte de Eli y Raquel, aunque hacía un rato que le
costaba seguirlas, aquel par parecían pocahontas de toda la vida. No parecía que sudaran
un agota, sin embargo Esther estaba empapada, con la lengua fuera y cogiendo aire
como si fuese un pez fuera del agua
paciencia, quizás se mostraran reacios a la presencia de dos más. Así que estaban
sentadas en un pequeño claro de la selva, esperando y entreteniéndose con bromas.
Upendo parecía preocupado, sentado al lado de Esther jugueteaba con la tierra del suelo,
con semblante serio, a la enfermera le sorprendió verle así, su rostro manchado por el
polvo de la selva, aquella mirada tan adulta y a la vez con ese brillo infantil que da vida
y la quita, en aquel caso la quitaba, estaba asustado, el temor centelleaba en sus ojos, la
fotógrafa que Esther llevaba dentro salió breves momentos, sacándole una fotografía
con su vieja cámara, Upendo al verla sonrió y Esther le sacó una nueva, grabando
aquella sonrisa en ella
E: Así estás más guapo. (Le dijo cariñosamente mientras guardaba de nuevo la cámara)
Upendo: ¿Puedo? (Señalando la mochila de Esther)
E: Claro, mira...
Eli: Videntes no... pero... que saben más que nosotras, firmemente
E: ¿Y ahora que hacemos?
Raquel: Esperar pacientemente. (Estirándose y cerrando los ojos)
Un día y medio después escucharon ruidos en la selva, no debían ser los miembros de la
tribu ya que ellos no eran tan escandalosos, debían ser otras personas... o animales. Se
agruparon en un corrillo, como si eso les fuese a servir de algo si algún animal les
atacaba. Unas ramas delante de ellas empezaron a moverse y al poco dos figuras
salieron de la penumbra que les rodeaba
E: ¿Maca?
Raquel: ¡Carliños! (Riendo)
Eli: Que bonito es el amor... (Refunfuñó poniendo los ojos en blanco)
Eli se sentó al percatarse de las miradas desaprobatorias del resto, sobretodo de Esther y
Maca que habían aprendido a darse por aludidas en cualquier comentario sobre el amor,
más cuando venía de Eli, más cuando la susodicha estaba tatareando el ‘love is in the
air’ y mucho más cuando lo hacía mirándolas a ellas
Carlos: Bueno ¿Qué hacen mis chicas favoritas por aquí perdiditas?
Raquel: Estamos esperando a la tribu, se han ido un momento
E: Día y medio más bien. (Maca la miró de reojo un momento, antes de concentrarse en
Raquel que les contaba lo mismo que ya habían contado a Esther)
M: ¿Estás bien? (Susurró muy bajito mientras seguía con la vista a Eli, lo útimo que
quería es que soltara otro de sus graciosos, simpáticos y oportunos comentarios)
E: Uhm. (Asintió levemente) ¿Tú? (Jugueteando con la punta de su zapatilla en el
suelo)
M: Uhm. (Sonrió echando la cabeza para atrás y mirando las copas de los árboles) Me
alegra que estés bien
E: Y a mí
M: ¿Qué lo este yo... o tú?
E: Yo, por supuesto. (La miró divertida y Maca le guiñó un ojo brevemente, observó
que Eli las estaba mirando con una sonrisa ladeada y una mirada traviesa) ¿Bonito
paisaje?
Eli: Es un dilema estoy entre el vuestro y ese... (Señaló a Carlos que retiraba un mechón
de pelo de la cara de Raquel)
E: Carlitos... me voy a poner celosa... (Bromeó la enfermera)
Carlos: ¡Nunca, mi vida! (Metió un bote y se sentó entre Esther y Maca, para alivio de
una y fastidio de la otra) Sabes que tú eres la única
E: Más te vale, porque sino hablaré con algunos de aquí a ver como arreglan ellos lo de
las infidelidades
Eli: Creo que la castración podría ser uno de esos métodos
Carlos: Vale, vale, yo y mis pequeños nos vamos a dar una vuelta. (Todas reían
mientras Carlos fingía cara de susto y se llevaba las manos a la entrepierna
protegiéndose) Que os vaya bien señoritas
Miradas opuestas 120
Esther se despertó por el frío, Carlos estaba abrazado a ella, pero por la espalda había un
hueco, recordó que Eli había prácticamente empujado a Maca para que se colocase allí,
ladeo la cabeza buscándola en la penumbra, un metro más allá sentada sobre un tronco
medio caído estaba ella. Esther frunció el ceño e intentó zafarse de las manos de Carlos,
se apuntó darle una colleja por haber puesto la mano en su culo, sacudió su ropa en un
gesto bastante absurdo, la tierra ya formaba parte de su piel, y se acercó a ella,
sentándose a su lado
Al mismo tiempo que Maca asentía Esther apoyó sus dedos en los labios de ella,
silenciando sus posibles palabras, Maca la miró y Esther señaló su oído. La pija deseó
que hubiese algún tipo extraño de mono roncador durmiendo por encima de ellas, pero
no, ni un ruido, al menos no ronquidos. Sintió como la mano de Esther se alejaba de sus
labios
estaban preparadas para decirlo, no en voz alta, ni tan siquiera con las miradas, ya que el
miedo lo ocupaba todo en ellas, no quedaba nada de aquel deseo sexual que sentían la
una por la otra, o tal vez es que ese deseo casi animal había sido eclipsado por algo
mucho peor por algo que podía dañar muchos más, por algo que podía terminar de
perderlas por completo. El amor
M: Estoy cansada...
E: Y yo... (Ambas sabían que no era algo físico, que aquel cansancio abarcaba muchas
cosas más, cosas contra las que luchaban, separándose y alejándose)
E: Mhm...
M: ¿Mhm? (Sonrió una vez más y abrió los ojos) ¡Mierda! (Con los ojos desorbitados
se aferró al cuerpo de Esther en un acto reflejo, protegiéndola de aquel tío de color gris
que parecía un zombie y que estaba mirándola a escasos centímetros) ¡¿Quién demonios
eres tú?!
E: ¿Ves lo que le enseñas? (Aún riendo por el tono rojizo que estaban tomando las
mejillas de Maca) A mí me ha gustado el de ‘ni se te ocurra’ le ha faltado poner un baby
detrás y lo clava. (Bromeaba también la enfermera)
Eli: Oh, sí, rollo termi, ‘Sayonraa, baby’. (Hay gente que no debería imitar a termi... Eli
es una de ellas)
Raquel: ¿Qué le ibas a hacer si la tocaba? ¿Eh? ¿Darle con la mochila en la cabeza?
M: ¡Vale ya! ¿No? Podrías dejar de meteros dos segundos conmigo y explicarme quien
es ese
Raquel: Masaka
Eli: ¿Ya han pasado los dos segundos? ¡Genial! ¿Maquita, porque pareces un tomatito?
M: ¡Mi... (Esther le tapó la boca)
E: Ya ¿Mhm? (Maca refunfuñó y se cruzó de brazos)
Carlos: Que tierno. ¡Ya sabemos quien lleva los pantalones en casa!
E: ¡Oye!
Eli: ¿Qué? Es verdad (Se encogió de hombros tranquilamente y se sentó al lado de
Maca) Venga, mujer, que no has estado tan mal, a mi me hubiese gustado que hiciesen
eso por mí
E: Eli, déjala pobre. (Con la mirada fija en el hombre) Bueno, ya han vuelto ¿Y ahora
que?
Raquel: Bueno, mientras vosotras dormíais tranquilamente, abrazaditas, amorosas...
Eli: Tortolitas...
Raquel: Sí, eso también, gracias Eli
Eli: Para eso estamos. (Guiñándole un ojo y riendo las dos)
Raquel: Bueno, a lo que vamos, quieren que vayamos a su poblado, el que han hecho a
un día de aquí, quieren estar cerca de esta zona cuando llegue la época de los baobabs
y... bueno, ahora que la intoxicación por el agua parece haber desaparecido deberíamos
comprobarlo y ver el estado de salud del pueblo
E: Bien ¿Qué hacemos aquí parados?
Eli: ¿Esperar a la parejita?
E: Bien, pues ya no hay que esperar ¿Vamos? (Levantándose de un salto)
El hombre repitió la mueca que a partir de ahora llamaremos sonrisa y empezó a andar,
los demás le siguieron, dándole un respiro a Maca, Esther se quedó unos segundos con
ella, mirándola con la cabeza ladeada
M: ¿Qué?
E: ¿Le ibas a dar con la mochila? (Con una sonrisita juguetona)
M: ¿Tú también? (Refunfuñó cogiendo su mochila y echando a andar)
E: Maca... (Cogió su mano parándola, Maca no quería darse la vuelta, estaba molesta
por toda aquella situación, pero al notar el pulgar de la mano de Esther acariciando la
suya se giró, la enfermera estaba allí parada, mirando su mano, viendo sus propios
dedos deslizándose por la mano de esta) Gracias...
M: Yo... (Suspiró y miró al resto, sus espaldas se adentraban en la selva) Vamos a
perderles... (Echando a andar, con la mano de Esther sujeta a la suya aún)
E: Hay algo que quiero preguntarte... (Mientras avanzaban sin soltar sus manos)
M: ¿ElL que?
E: Pues... ehm.. ¿Qué haces aún aquí?
M: ¿Cómo?
E: Maca, por si no te has dado cuenta, por lo que ha explicado Carlos... va a estallar una
guerra, y tú estás aquí cogiendo mi mano en vez de estar huyendo a Jerez... ¿Por qué?
Miradas opuestas 123
A aparte de las malas vibraciones que les daba el hecho de que aquel tipo pareciese
flotar en vez de caminar, cual grácil mariposa suspendida en el aire... O como un
fantasma de alguna película de segunda japonesa. Estaba también el hecho de que
llevaban cinco horas andando sin descanso, vamos, ni un segundo para apoyarse en un
árbol, detenerse significa perder de vista a aquel tipo, y teniendo en cuenta que no
tenían prácticamente idea de donde estaban ni a donde iban, no era aconsejable perder
aquella espalda gris toda tatuada
Maca la miró unos segundos, su mente a cien por hora, calibrando las consecuencias de
su respuesta, buscando dentro de ella el sí o el no. Estaba a punto de estallar una guerra,
lo que imposibilitaría salir del país en un tiempo, no había nadie que pudiera verla y
comunicar en Jerez nada de lo que hacía, su imagen permanecería intacta pasase lo que
pasase, lo que sucedía en la selva, se quedaba allí
Eli: Muy graciosa señorita Wilson (Maca rió) No, solo es una forma de ver la vida. ¡Te
pondré un ejemplo!
Raquel: ¿Qué hacéis por allí atrás?
Eli: Convertir en una mujer a Maca
M: ¡Eh! (Notó la mirada de Esther y se giró hacia ella)
E: Hola
M: Hola
Eli: Vale, sí muy tierno, primero aprendes, luego practicas. (Esther la miró sin entender
y negó sonriente con la cabeza para seguir con su camino)
M: Adivino, la sutileza no es una de tus cualidades
Bien, o aquella gente vivía en cabañas invisibles o allí faltaba algo, un pequeño detalle
sin importancia ¿Un poblado? Para empezar ¿Gente? Lo segundo. Pero el hombre
parecía muy contento y sonriendo una vez más señaló hacia arriba. Aquí es cuando llegó
el verbo impresionar
Una telaraña de rústicos y tambaleantes puentes unían los troncos de los árboles, a estos
había sujetas pequeñas y grandes plataformas de madera, en algunos puntos pequeñas
lamas, resplandores anaranjados, centelleaban al atardecer. Había miembros de la tribu
por todas partes, unos niños sentados al filo de una plataforma observándoles, hombres
y mujeres pasando por los puentes, cargados de comida, troncos y mil cosas, dos
ancianos fumando unos tallos de hierba de color dudoso y sabor igual de dudoso
mirándoles, una madre con su hija, una pareja observando las copas de los árboles,
imaginando como el sol se ponía al otro lado tal vez, o riendo las gracias de un grupo de
monos que saltaban en las ramas más altas de los árboles. Era como transportarse a
alguna película de Robin Hood o a algún libro de aventuras. Un mundo irreal, difícil de
imaginar, pero que estaba allí, estaban allí, con los pies en el suelo, la vista en el cielo y
la boca abierta de par en par
Hombre: Subir (El tipo señaló unos trozos de madera a forma de escalones que había
en un tronco alejado)
Upendo: ¡Subir! (Claro, para Upendo era fácil, tenía complejo de mono, pero para los
demás no era tan... divertido)
Carlos: Me siento como tarzán (Bromeó Carlos mientras se agarraba a los trozos de
madera e iba ascendiendo)
E: Pues yo como chita (La enfermera se estaba peleando con uno de los escalones, sin
encontrar el hueco seguro donde poner el pie, Maca iba detrás de ella, hablando con Eli)
M: Que va en serio... (Riendo y mirando el pie tambaleante de Esther)
Miradas opuestas 126
Eli: ¿En serio te recuerda a tu infancia? (Maca cogió el tobillo de Esther con una de sus
manos y lo guió hasta la madera, acariciándolo levemente mientras seguía hablando con
Eli)
M: Sí, mi hermano quiso tener una cabaña en un árbol en casa, cuando era pequeño y
no era tan... ¿Wilson? (Rieron cómplices mientras Esther murmuraba un gracias a
Maca) Es que no me apetece dormir aquí colgada (La miró Maca y la enfermera puso
los ojos en blanco)
Al estar arriba pudieron contemplar las numerosas cabañas que descansaban sobre
plataformas. Un hombre estaba terminando de encender las antorchas para recibir la
noche, un niño le seguía curioso, unos hombres y mujeres preparaban la comida ante la
mirada de algunos críos que jugueteaban cerca suyo con un objeto de madera, en una
plataforma un hombre anciano estaba contando alguna historia, un pequeño grupo le
escuchaba atentamente, absorbiendo cada palabra que murmuraba el anciano, más a lo
lejos dos mujeres se regalaban caricias, un chico contemplaba a los monos divertido
Les condujo por aquella telaraña hasta una cabaña, en la puerta estaba el jefe de la tribu,
acompañado de la jefa, resultó que en aquella tribu se nombraba a una jefa y a un jefe,
sin que tuviesen que existir lazos de ningún tipo entre ellos
Maca y Esther siguieron a la jefa de la tribu, como les habían indicado, compartirían
cabaña, al igual que lo harían Raquel y ELi, y Upendo y Carlos. Era una pequeña
cabaña que a diferencia de las otras y al igual que la de sus compañeros tenía puerta y
cortinas hechas con cáñamo
Mujer: Para vosotras es importante la intimidad, esperemos sea suficiente, tenéis agua
caliente y comida dentro
E: Muchas gracias. (La mujer desapareció por uno de los puentes)
M: ¿Estos son los que no se relacionaban con nadie?
E: Pues se les da bastante bien... (Maca rió y entró en la cabaña)
Como la mujer había dicho dentro las esperaba una tina con agua caliente y sobre un
tronco a modo de mesa, un montón de alimentos exóticos. Se había olvidado
comentarles lo de la pila de ropa limpia pulcramente ordenada y la cama, una cama, dos
personas. Maca no se dio cuenta del último detalle, estaba ocupada jugueteando con el
agua con una de sus manos
Miradas opuestas 127
M: ¡Está perfecta!
E: ¿Maca?
M: ¿Sí? (Se giró para mirarla, Esther señalaba la cama) Mhmh... bueno... yo... puedo
pedir otra cabaña si no quieres...
E: NO, no (Agachó la cabeza) Voy a ver a ELi y a Raque mientras te bañas ¿Vale?
M: Sí, claro... pero se te va a enfriar el agua
E: Ya me bañaré allí. (Salió casi corriendo de la cabaña)
M: ¿Y ahora que le pasa? (Se encogió de hombros y se desvistió, el agua la llamaba a
gritos)
A Esther solo le hizo falta buscar una cabaña con puerta, a parte de ser la única de la que
saliesen gritos, a dos puentes de la suya. Entró sin llamar y se encontró a Eli dando
saltitos en pelotas y a Raquel frotándose la espalda como podía
E: Esto es tan...
Eli: ¿Ves? ¡Que va! ¡Eso es a dos puentes de aquí! (Riendo)
E: Graciosa... (Comentó sarcástica mientras se acomodaba en el suelo)
Raquel: ¿Lleváis dos segundos viviendo juntas y ya te ha echado?
E: Me he ido yo... ¡Eh! (Mirando un punto concreto) ¿Por qué tenéis dos camas?
Raquel: Pues.. ¿Por qué nos las han puesto así?
E: No me lo puedo creer (Negaba fastidiada con la cabeza)
Eli: ¡Uy, uy! (Pasó un brazo por los hombros de Esther) A que a la parejita solo le han
puesto una
Raquel: ¡Que putada! ¡Y a nosotras no! Eli no tienen en cuenta para nada nuestro amor
oculto
Eli: Bah, seguro que si te ponen con Carlos también tendríais cama doble
Raquel: ¿Qué estas insinuando?
Eli: Pues nena, que ahí hay tomatito
Raquel: Perdona, pero eso no es verdad
Eli: Sí, claro, Carlos no está por ti, tu estas por él, Esther no está por Maca, Maca no
está por Esther. ¡Aquí nadie está por nadie!
E: ¿Hola? ¿Podemos hablar de mi problema? Yo, Maca, una cama
Eli: Sabía que algún día llegaría este momento, dios, Raquel, nuestra niña... (Fingió
sollozar)
Raquel: Lo sé, lo sé. (Le frotaba la espalda con gesto triste) Pero es el momento de
hacerlo
E: ¿Se puede saber de que demonios estáis hablando?
Eli: Verás Esther... mierda, no puedo, Raquel, no puedo, voy a acabar con ella,
destrozaré todas su ilusiones y sueños, no puedo, lo siento
Raquel: Esta bien, cariño, lo haré yo. Verás, Esther... Los niños no vienen de parís
E: Genial, ¿Sabéis? Lo sospechaba, nunca había visto a una cigüeña con un bebe por el
cielo. (Se las quedó mirando seria) ¡Chicas!
Eli: Oh, claro, ella necesita la versión bollo ¿Tenemos versión bollo?
Raquel: Mhmhm.. no, creo que no tenemos versión bollo, pero podemos utilizar
aquello de las necesidades de una persona
Eli: ¡Claro! ¡Comer, beber y foll...
E: ¿Chicas! ¡Va en serio!
Eli: Vale, vale, ¿Cuál es el problema? ¿Las dos preferís el lado izquierdo de la cama?
(Esther alzó una ceja y le lanzó una mirada amenazante) Oks, no quieres dormir con ella
Miradas opuestas 128
Raquel: ¿Por algún motivo en especial? Porque... bueno, no es por nada... pero me da
que ya lo habéis hecho
Eli: ¡Aquella vez no durmieron! (Riendo y llevándose miradas amenazantes por parte
de las dos)
Raquel: Me refiero a aquí
Eli: Oh... claro
E: No solas, con cierta intimidad, sin estar casadas y... pudiendo
Eli: Venga, Esther... sientes algo por ella, ahora no me lo irás a negar
E: Es el problema... que lo siento, siento algo por una pija egocentrista ávida de dinero
¿Sabíais que ha venido hasta aquí solo por conseguir un trato con DelValle? Solo le
mueve el dinero, el poder. Es... Joder, es todo lo que yo odio
Eli: Bueno, ¿Estás segura de que es todo eso?
E: Eli, venga... Sabes que es cierto
Eli: Mira, solo sé que he conocido a dos Macarena Wilson, una parece que la tienes
calada, la otra creo que es la que te tiene así...
Raquel: Sí, no creo que una pija egocentrista ávida de dinero se preocupase tanto por ti,
te cuidase tanto, no guiaría tus pies hasta sitio seguro, ni te abrazaría por la noche, ni
haría muchas cosas que la hemos visto hacer
E: ¿Y si esta actuando? ¿Y si todo es fingido?
Eli: ¿Y si lo que finge es que está fingiendo? (La miraron extrañadas) Bueno.. joder, no
es tan difícil de entender, por primera vez ha topado con algo que la hace débil, y ella no
puede ser débil, así que ya que no puede ocultar lo que siente ¿Por qué no disfrazarlo de
actuación?
Raquel: Yo es que no veo que finga... tiene momentos en que es ella y momentos en
donde recuerda su apellido
Eli: Es posible. Pero da igual, en ambos casos ella está en la misma situación que tú
E: Sí, pero cual es la que se va a quedar. ¿Wilson o Maca?
Raquel: No creo que eso sea importante
E: Pues para mí lo es
Raquel: Pues no debería. Mira, mi abuelo me enseñó muchas cosas, no mezclar
alcoholes, a no ahogar las penas, a esperar dos horas antes de volver a casa después de
una noche de juerga y un montón de cosas por el estilo. Pero en los extraños momentos
en que estaba sereno también me enseñó algo que me ha ayudado mucho. Estar con
alguien no significa verla perfecta, significa ver sus defectos y aceptarlos, igual que las
virtudes. Acepta que es superficial igual que aceptas que se preocupa por ti
Eli: ¡Amen, hermana!
E: Yo... es que no sé si soy capaz de aceptar sus defectos
Eli: Bueno, no creo que los aceptes estando aquí con nosotras, deberías estar con ella,
no te agobies, deja que las cosas fluyan
Raquel: Vale, pequeño saltamontes. (Dándole un golpecito en la cabeza a Eli) Tú al
baño. Tú a tu cabaña. YO... yo...
Eli: ¿Me frotas la espalda?
E: Para no ser lesbianas... Mira que os gusta ¿Eh? (Bromeó)
Raquel: ¿Te sientes amenazada por nosotras? Tranquila, Maca no es de mi tipo. A mi
me gustan más locas
Eli: Cariño, que se enfría el agua. (Despidieron a Esther entre risas)
eso siempre le pasaba cuando se libraba de aquella gris ciudad. Se sentía diferente, sin
las capas de amargura que tenía en casa, sin la monotonía de despertar cada mañana con
los cantos del loro de su vecina, sin las peleas en el metro por conseguir un sitio en el
que sentarse, sin aguantar a pacientes majaras
Suspiró y miró hacia su cabaña, Maca estaría terminando de bañarse. Una distracción.
Eso era aquello. Debería estar preocupanse por el tiempo que estaban perdiendo en
aquella misión en vez de preocuparse por lo de compartir cama con ella. Estaba
perdiendo de vista sus prioridades. Bien. No podía permitírselo. Una noche de libertad y
en cuanto saliera el sol se pondría a trabajar, a hacer lo que había querido hacer nada
más llegar. Pero necesitaba esa noche. No pensar en nada, dejarse llevar, dejar fluir las
cosas, eso le había dicho Eli. Ser egoísta por una vez
Una vez comieron y se bañaron algunos Masaka fueron a buscarles, ya había oscurecido
por completo y parecía que se preparaba algo, bajaron al claro entre bromas, y fueron
recibidos por los silenciosos fantasmas de la selva. A un lado habían colocado un tronco
caído, para que los ‘invitados’ se acomodasen. Una vez colocados y servidos con unos
cuencos con una crema grisácea, os Masaka empezaron un pequeño ritual
Todos colocados en círculo, con las luces de las antorchas reflejándose por sus cuerpos
y sus pinturas tribales, se balanceaban, levantando un pie y clavándolo con fuerza en el
suelo, repitiendo el gesto con el otro pie, creando un latido fuerte y seguro que brotaba
de ellos, un latido tranquilo. Dos de los Masaka, situados en extremos opuestos de
círculo cambiaban de ritmo, acelerando sus movimientos, mirándose amenazantes el
uno al otro, los demás procuraban mantener el ritmo tranquilo del principio, pero
aquellos dos se empeñaban acelerando sus golpes. En la selva se escuchaban los latidos
de los demás, contrapuesto a aquellos nuevo más veloces y fuertes, poco a poco ambos
se iban confundiendo, y los demás Masaka eran arrastrados en la espiral de rapidez. Un
único latido, acelerado, mientras los dos Masaka que habían iniciado el nuevo ritmo se
adentraban en el círculo, enfrentándose con las miradas, amenazándose con gestos, a
cada paso que daban acercándose los demás aumentaban el ritmo, hasta que era una
confusión de latidos, uno tras otro, sin parar, fuera de control, los dos Masaka fingían
luchar, abatiéndoos el uno al otro, cuando el grupo creía que los pies de los demás iban
a romperse por el ritmo, de golpe, pararon, al mismo tiempo que los dos Masaka del
centro se caían al suelo y quedaban inmóviles. Mientras ellos yacían allí, el resto de los
Masaka volvía a repetir el ritmo inicial
Y una vez más repetían los mismos pasos, excepto cuando otros dos Masaka empezaban
a acelerar el ritmo, esta vez el resto cerró el círculo, dejándolos fuera, manteniendo el
ritmo tranquilo mientras los otros fingían querer saltar dentro del circulo para luchar,
pero las manos unidas del circulo impedían que pudiesen tocarse, poco a poco sus
rostros mostraban gestos abatidos y sus saltos eran menos enérgicos, más cansados,
volvían a golpear el suelo tranquilamente y el circulo se abría acogiéndoles de nuevo.
Los Masaka que había en el suelo se levantaban, les lanzaban dos tambores hechos de
madera y lianas y se sentaban espalda contra espalda mientras empezaban a tocar una
Miradas opuestas 130
alegre melodía. El círculo se rompía una vez más y empezaban a bailar dando saltos
sonriendo
Los Masaka comenzaban un nuevo ritmo, esta vez con tambores, uno de ellos se
acercaba a Raquel y la conducía al centro del claro, un hombre y una mujer danzaban a
su alrededor mientras el Masaka anciano le quitaba la ropa
M: ¿Qué...
Eli: Nos dan la bienvenida a su tribu... (Susurró Eli al ver como el anciano tomaba el
cuenco que Raquel sujetaba entre sus manos y untaba una especie de pincel en él)
El Masaka dibujaba los mismos tribales que llevaban ellos en su cuerpo, serpiente sy
espirales realizadas con gruesos y seguros trazos, la hoguera que estaban encendiendo a
un lado comenzaba a alumbrar casi exclusivamente a Raquel, al anciano y a los dos
bailarines. A medida que el cuenco empezaba a quedarse sin nada, el cuerpo de Raquel
se llenaba de extraños y suntuosos trazos, una vez terminaron el anciano sonrió y se
acercó a Eli. Uno a uno fueron pasando por las artísticas manos de aquel Masaka, que
creaba dibujos diferentes en cada uno de ellos, mientras susurraba palabras en un
extraño idioma, como si estuviese contando una historia y el lienzo sobre el que sucedía
fuera el cuerpo de alguno de ellos. Carlos. Upendo. Esther. Maca
Todos tenían su pequeña historia dibujada en sus cuerpos. Aunque ellos no sospecharon
jamás que aquellos extraños dibujos significaban su vida. No se percataron de un punto
en común, un cruce dibujado en la espalda que en cada uno de ellos tomaba caminos
diferentes, aunque en todos había un camino idéntico, en algunos los caminos idénticos
eran dos, tampoco se dieron cuenta de la forma abrupta que los trazos terminaban en sus
piernas, desdibujándose como si a partir de aquel punto todo fuese confuso. Solo se
miraban sonrientes y se sentaron a escuchar a los Masaka tocar
La noche se consumía entre golpes, bebían una extraña bebida entre risas, bebida que
relajaba sus cuerpos, poco a poco las bromas, las palabras iban desapareciendo, hasta
que solo quedaban las miradas y los gestos. Mientras la tribu representaba otra de sus
historias con sus tambores, Esther acarició la mano de Maca, mirándola a los ojos, en
silencio se levantaron, siguiéndose la una a la otra
Fuera aun se escuchaban los pausados ritmos de los Masaka, la selva les rendía
homenaje callándose, al igual que ellas, avanzando en silencio, Esther acariciaba la
mano de Maca, deslizando las yemas de sus dedos por ella, sintiendo el tacto de su piel,
desnudas entraron en la cabaña
Esther colocó sus manos en los hombros de Maca, apretándola brevemente contra ella,
sintiendo el dulce calor de su piel, luego, entre caricias, dejaba la espalda de Maca a su
merced, esta agachaba la cabeza mientras sentía las manos de Esther deslizándose por
ella. Cerró los ojos, imaginando los trazos que ella reseguía, las espirales de sus
omoplatos, la serpiente que descendía por su columna, el cruce de caminos al final de su
espalda, los que subían indecisos dando marcha atrás, sintió un leve mordisco de Esther
en su hombro. Cuando las manos volvían a aquel cruce, tomando los caminos restantes,
os labios de Esther descendían al encuentre de sus manos, alternando leves besos,
apenas roces, con pequeños mordiscos
La jerezana sintió los círculos en sus glúteos, las manos de Esther deslizándose por sus
caderas, su respiración llegando a aquellos círculos, el beso intenso que la enfermera le
regaló en ellos, las yemas de sus dedos siguiendo la serpiente que adornaba su cintura,
enredándose debajo de su ombligo, mientras su respiración iniciaba el camino a la
perdición y los besos de Esther se hacían más intensos. Más provocadores. Trepando
por ella, hasta llegar a su cuello. Sus manos se estrecharon sobre su vientre, apretando
los cuerpos, clavándose el uno en el otro, mientras su lengua, sus labios, sus dientes se
adueñaban de cada rincón del cuello de Maca
Y a fuera los tambores comenzaban a tronar, golpeándose con fuerza, resonando por
toda la selva, rompiendo en sus oídos cuando Maca se dio la vuelta incapaz de contener
aquel calor, cuando su boca se aferró a la de Esther y cayeron sobre la cama, cuando
perdieron el control, cuando los tambores estaban a punto de estallar y cuando sus
cuerpos se tensaron, amenazando con romperse
Y no sonó nada más en la selva. En el claro, los Masaka reunían los tambores y los
lanzaban entre susurros a las llamas, que los devoraban con rapidez, consumiéndolos.
Todos volvían a sus cabañas. La noche pronto daría paso a un nuevo día
Hacia rato que se había despertado, con las piernas de ella entrelazadas con las suyas y
sus manos colgadas de su cintura, se había separado como había podido de ella, dejando
un beso en su hombro, después de vestirse había salido a saludar el sol
Horas después era ella la que despertaba, se dio la vuelta en la cama y notó la ausencia
de aquel cuerpo, suspiró y abrió los ojos. Un buenos días susurrado a la nada y en
marcha. Salió de la cabaña y se encontró con Eli y Raquel en uno de los puentes,
apoyadas en la baranda
Se sentaron a esperar que el desayuno estuviese preparado, Eli y Raquel bromeaban con
Maca, bueno, más bien la picaban para ver si se le soltaba la boca, pero no fue así. Tal
vez porque esta última no paraba de mirar alrededor, quería vela, mirarla a los ojos y
saber si la noche anterior había sido un sueño o no
La enfermera apreció entre los árboles, riendo con Upendo, Carlos les seguía de cerca
bastante más serio que sus acompañantes, los Masaka estaban sirviendo el desayuno, el
jefe y la jefa de la tribu habían decidido bajar al claro a desayunar con los invitados
enfermera actuaba como si nada, aunque Maca tampoco había hecho nada por acercarse
un poco más ‘íntimamente’ a Esther, tal vez fuese eso. En ese caso la cosa tenía fácil
arreglo
Upendo: ¿Por qué Esther echar? (Preguntó Upendo mientras andaba delante de ella)
M: No lo sé, cuando volvamos se lo preguntas, así me lo ahorro yo
Upendo: Esther buena
M: Un cielo, sí. Nos manda de paseo en cuanto puede pero un cielo. (El niño rió)
Upendo: ¿Vivir en misma cabaña?
M: Cosa de los Masaka
Upendo: Allí en casa
M: Oh, no, no, yo vivo en un sitio muy diferente. Con mucho campo
Upendo: ¿Tú ir mucho al campo?
M: Sí, tengo un caballo y suelo pasear por allí con él
Upendo: Esther tener razón
M: ¿En que?
Upendo: Gustar lo que ver. (El niño sonrió y se echó a un lado)
Delante suyo pudo ver el cielo, al acercarse se dio cuenta de que estaban en lo alto de un
terraplén, un pronunciado barranco descendía a sus pies, cayendo hasta llegar a un gran
manto de un verde luminoso. Centenares de colinas se dibujaban allí, con llamativos
tonos de verdes, a lo lejos, se podía ver un gran lago, como puntualizó Upendo, aunque
bien podía pasar por mar. Maca sonrió de oreja a oreja, recordó lo que le acababa de
comentar a Upendo sobre su caballo, le encantaría tenerlo allí para poder cabalgar por
allí, aunque seguramente el terreno que se ocultaba bajo aquel manto sería mucho más
duro
M: Es precioso
Upendo: Sí
Estuvieron durante horas hablando, observando el paisaje, Upendo le contaba sus cosas,
como era su vida, Maca se sorprendió escuchando con verdadero interés a alguien, y no
solo a alguien, a un niño, sin duda aquel viaje la estaba cambiando y la sensación que
sentía le gustaba, seguramente el cambio era para bueno
M: Shshsh... (Acarició su pelo y se tumbó a su lado, sin tocarla más, solo la miraba, el
ceño fruncido, los ojos cerrados, la boca entreabierta)
E: Déjalo... (Gruñó de nuevo)
M: ¿Qué?
E: Deja de mirarme...
M: ¿Quién te dice que estaba mirándote?
E: Yo...
M: Pues te equivocas
Miradas opuestas 135
E: Ya... (Se medio incorporó e hizo una mueca de dolor llevándose la mano a la
espalda)
M: ¿Qué te pasa?
E: Que no tengo veinte años
M: ¿En serio? Y yo que te echaba... veintitrés. (Esther la miró y puso los ojos en
blanco) Ven aquí... (Separó sus piernas dejando un hueco entre sus piernas)
E: ¿Cómo? (Puso cara de susto, Maca medio sonrió y suspiró)
M: Las pijas, a parte de gastar dinero y montar a caballo, también aprendemos cosas,
para complacer a nuestros maridos ricos ¿Sabes? Y yo sé dar masajes
E: Enhorabuena
M: Anda Esther, no seas tonta
E: Maca, tengo muchas cosas que hacer aún ¿Vale? (Levantándose de la cama, Maca le
cogió la mano y tiró de ella, colocándola entre sus piernas)
M: Solo es un masaje, si quieres te cobro
E: ¿No me vas a dejar hasta que me esté quieta no?
M: Exacto, así que trata de relajarte
E: Que sea rapidito
M: Mhmhm... yo no hago nada rapidito...
E: ¡Maca!
M: Vale, vale... (Comenzó a masajear los hombros de Esther) ¿Qué tal ha ido todo?
E: Bien, están muy sanos para haber pasado por una intoxicación, se recuperan rápido
M: Eso es bueno ¿No?
E: Sí... aquí estamos perdiendo el tiempo, esta gente no nos necesita y hay gente que sí
M: Pero estamos aquí, a salvo... ¿Sabes? Upendo me ha llevado a un sitio precioso...
E: Uhm...
M: Me dijo que tú dijiste que me gustaría
E: Sí, no sé, puede. Mhmhm... Un poquito más abajo (Las manos de Maca descendieron
unos centímetros, acariciándola) Ahí...
M: ¿Por eso le has pedido que me llevase?
E: No... quería hablar con la jefa y el jefe...
M: ¿De que?
E: Verás... ninguno de ellos tiene el VIH, es raro, que en un poblado que vive sin nada
no haya ni un solo caso, más en esta zona del país, por un momento pensé que... no sé...
tal vez sabían como...
M: ¿Curarlo?
E: Fue una tontería, simplemente siempre han tenido cuidado
M: Pero a Upendo lo tratan como los demás, ahora mismo se ha ido a jugar con algunos
niños
E: Tener cuidado no es encerrarlo en una burbuja, simplemente conocen como se
contagia y pueden prevenir el riesgo de contagio...
M: Lo siento...
E: No pasa nada... los retrovirales harán su efecto...
M: Seguro que sí, es un niño muy fuerte...
E: Sí...
M: Hemos hablado mucho...
E: Uhm
M: Se me da bien esto ¿Eh?
E: Sí... (Maca dejó un breve beso en el hombro de Esther) Maca...
M: ¿Sí?
E: Yo... no quiero... yo...
Miradas opuestas 136
Esther puso los ojos en blanco, aquella mujer siempre se salía con la suya, y lo peor es
que ella estaba dispuesta a dejarse llevar un poco, a dejar que aquella mujer cumpliese
lo que tenía que hacer, disfrutar, le sonaba tremendamente tentador, demasiado tentador
E: Solo aquí...
M: Solo aquí... (Comentó una risueña Maca)
E: ¿Más abajo?
M: ¿El que?
E: El masaje ¿Te habías olvidado de donde estaban tus manos?
M: No, que va. (Riendo acarició la espalda de Esther descendiendo un poco más,
dibujando círculos con sus pulgares) Oye... ¿Crees que esta cabaña está insonorizada?
(Susurró en su cuello)
E: ¡Maca! (Riendo le dio un empujón, Maca calló sobre sus codos y Esther se colocó
rápidamente encima) No
M: ¿No? (Levantó una ceja)
E: No
M: Jo... (Fingió poner morritos)
E: Eh... Aún no me has contado que ha sido de tu objetivo principal
M: ¿La tengo encima de mí? (Colocando sus manos en el trasero de Esther y
apretándola contra ella)
E: Sí, claro, ¿Y que más?
M: Esther, no es importante ahora mismo ¿Mhm?
E: Yo creo que sí...
M: ¿No echarás de menos a ese viejo verde?
E: Perdona, no es un viejo verde, solo está falto de cariño
M: ¡Y yo también! Y estoy más cerca que él, así que... mientras llega ¿Por qué no me
mimas a mí? (Repartía pequeños besos por sus mejillas)
E: Porque tú siempre has sido una mimada
M: Oh, claro, ¿Y la vida de ese viejo aventurero ha sido muy diferente?
E: Pues... No sé... (Coló su mano por debajo de la camiseta de Maca) Tal vez...
M: Perdona, él es igual de... ¡Eh! (Esther empezó a reír a carcajadas) ¡Eso no vale!
(Maca empezó a hacerle cosquillas por todas partes, Esther se revolvió sobre ella,
intentando esquivarla)
Eli: ¡Vale, soy menor para ver esto! (Se tapó los ojos y se dio la vuelta)
Miradas opuestas 137
Raquel: ¡Eli! (Le dio una colleja y miró a las chicas) ¿Podrías... dejar de... lo que sea
que estéis haciendo?
E: Ehm, sí, sí, claro. (Se quitó de encima de Maca ay se sentó a su lado) Esto... ¿Qué
pasa?
Upendo: ¡Venir soldados! (Saltando animad e la cama y sentándose entre las dos)
E: ¿Qué?
Raquel: Bueno, pues que si en vez de jugar a los médicos hubieras estado ahí afuera
sabrías que hay una decena de soldados de Kagame apostados cerca de aquí
Eli: Dales un respiro
M: ¿Estás bien? (Susurró a Upendo mientras le acariciaba la cabeza)
Upendo: ¿Jugar a médicos? (Maca echó una mirada desafiante a Raquel)
E: ¿Habéis avisado a los Masaka? (Levantándose de la cama)
Carlos: Sí, yo les he avisado
E: Bien ¿Y que teneos que hacer?
Eli: Es el problema... no quieren que hagamos nada
E: ¡¿Qué?!
Raquel: Dicen que ya lo sabían desde hace días, antes incluso de que nosotros
llegásemos
E: ¿Y porque no se fueron?
Eli: Bueno, parece que creen que no saben de la existencia del poblado, vamos... que es
casualidad que estén a menos de una hora de aquí
M: Bueno... hasta ahora no se han equivocado ¿No?
E: Pero no podemos correr el riesgo... ¡Están locos!
M: ¿Y que pensáis hacer? ¿Coger unos palos e ir a metérselos en los ojos a los soldados
mientras duermen?
Eli: ¿Por qué me parece buena esa idea? (Raquel la golpeó en el brazo y miró a Esther)
Raquel: Bueno, deberíamos hablar con ellos ¿No?
E: Bufff... no lo sé... no lo sé...
Carlos: Chicas, yo esperaría, esta gente es bastante inteligente, vamos, saben cosas que
no deberían saber... ehm.. tal vez tengan razón y solo... no sé... estén de paso...
Raquel: ¿De paso por el medio de la selva? Sí, claro, esto les pilla de paso entre la selva
y la selva ¡Carlos!
E: Deberíamos localizar al resto del grupo
Eli: ¿Cómo?
E: No lo sé, pero si esos soldados deciden atacar... vamos a necesitar medicamentos y
otras cosas... Hay que ir a la ciudad a buscarlos
Raquel: Puede que ya estén en camino, podríamos cruzarnos por la selva con ellos
E: ¿Y que propones? ¿Nos quedamos de brazos cruzados?
M: Esther, esta gente... dijiste que estaba muy sana ¿No?
E: Ehm... sí...
M: Saben cuidarse solos, tal vez tengan algunas medicinas alternativas, al menos para
tratar las heridas
Raquel: ¿Esto es una locura! ¡Tenemos que irnos!
Eli: ¿Puedo abofetearla? (Su compañera la miró con el ceño fruncido) En las pelis
funciona...
Carlos: Raquel, anda, vamos a dar un paseo ¿Mhm? A ver si nos relajamos todos un
poco
E: Carlos, tened cuidado
Carlos: Sí, princesa (Tomó la mano de Raquel y salieron de la cabaña)
Miradas opuestas 138
Eli se había quedado allí parada, Upendo seguía entre Maca y Esther, que se miraban de
vez en cuando ante el repentino silencio que se había hecho
A un par de cabañas de allí l jefe y a jefa de los Masaka observaban las copas de los
árboles tranquilamente. El jefe sostenía unas toscas agujas con las que había estado
tejiendo y la jefa simplemente las tenía cruzadas sobre el vientre
Dos días después, lo que unos esperaban y otros deseaban que no pasará... pasó. Con el
amanecer se escucharon los primeros disparos, los soldados habían entrado en el
poblado y revisaban cada cabaña, alguno de los Masaka ofrecía resistencia, y los
soldados son dudaron en usar las armas. Carlos recordó algunas cosas que los rebeldes
le habían enseñado, e intentó plantarles cara, pero era prácticamente imposible
Todo el día, hasta que ya no hubo munición, hasta que ya no quedó apenas nadie, los
que sobrevivieron de Kagame huyeron, los tres rebeldes que quedaron fueron a buscar a
la gente para avisarle. La escena al volver al poblado... se pusieron todos a echar una
mano, a buscar a los heridos que no habían podido huir, a atender a los que tenían las
heridas más graves, Carlos, Luís y Paco montaron un improvisado hospital con unas
telas, Roberto e Isa se encargaban de las heridas más graves, mientras que Esther
ayudada por Eli lo hacían de las leves. Raquel ayudaba a los Masaka a recuperar los
cuerpos caídos. Maca entretenía a los niños con Upendo. Bauru hablaba con el jefe y la
jefa de la tribu, les ofrecía que se instalasen en su poblado
DelValle entró en el hospital e intentó hablar con Esther, pero esto no fue posible hasta
que habían atendido a casi todos, ya solo quedaban heridos muy leves y Esther decidió
que Eli debía tomarse un descanso esta estaba tan agotada que ni rechistó, al quedarse
sola el viejo aprovechó el momento
DelValle: Esther, menos mal que estás bien, estaba muy asustado por ti
Miradas opuestas 139
El tono que utilizó bastó para que DelValle se batiera en retirada, había conseguido un
transporte para salir de allí, y quería que Esther le acompañase. Maca y Carlos habían
salido antes que ellos a buscarlos para eso, para que Maca convenciese a Esther, pero
parecía que la jerezana no había hecho muy bien su trabajo, DelValle iba maldiciendo,
todo el esfuerzo para nada, aunque a esas alturas si Esther no venía allí se quedaba, él
iba a salir de aquel maldito país en unas horas y nadie lo iba a impedir. Se cruzó con
Maca que había dejado a los niños con Bauru
Maca puso los ojos en blanco al verle alejarse enfurecido, miró hacia el pequeño
hospital y suspiró, Esther debía estar acordándose de toda su familia y más, mejor era
esperar un poco
La enfermera vio a Maca allí parada y suspiró, había tenido mucho tiempo para pensar,
tomando una decisión y no quería que Maca influyese en ella, intentó no prestarle
atención recogiendo cosas allí y allá, pero Maca no tenía intención de irse sin hablar con
ella
M: ¿Puedo pasar?
E: ¿Te has hecho daño?
M: No, estoy bien
E: ¿Entonces? (Dándole la espalda mientras recogía unas jeringas que tenía
desparramadas por la mesa)
M: ¿Podemos hablar?
E: Lo estamos haciendo
M: No, estoy hablando con tu nuca, y aunque es preciosa prefiero hacerlo contigo. ¿Es
mucho pedir o que?
E: ¿Cuándo os vais?
Miradas opuestas 140
M: En tres horas... está todo preparado. (Se acercó y se paró detrás de ella, lo suficiente
como para que su mano pudiese llegar a tomar la de Esther si quisiese)
E: Uhm...
M: Mírame...
E: ¿Qué? (Se dio la vuelta y la miró con la decepción dibujada en sus ojos)
M: Yo...
Frunció el ceño, su mente quería decir unas mil cosas en aquél breve espacio de tiempo
en el que disponía de su atención. Y a pesar de ello allí seguía, mirándola y sin separar
los labios para decir ni una sola de aquellas mil cosas. Era algo que solo Esther
conseguía, con su sola presencia ¿Cómo aquella enfermera le causaba aquello? ¿Por qué
demonios no podía decirle lo que realmente quería decirle? ¿Cómo era capaz de ponerla
tan nerviosa en un segundo? Hasta el punto de que sus palabras se atropellaban para
salir y que ni una solo lo hiciese porque se quedaban atascadas. Con tanto miedo de que
las que saliesen fueran precisamente las que no quería, las que la apartaban de ella...
miedo con motivos, porque su boca se abrió para decir la única cosa que podía apartarla
de su lado, las que no echaban abajo aquel muro que se había construido durante años
M: Ven conmigo...
E: No...
M: Esther, acabamos de estar en medio de un tiroteo, vale que esta gente te necesita,
pero no veníamos preparados para esto, es una locura quedarse
E: Bueno, es mi locura. (Mirándola fijamente y segura de sus palabras)
M: Pero...
E: Macarena (Esta se sorprendió, hacía mucho que no escuchaba aquel nombre, le
sonaba como algo ajeno a ella, aunque le dolía si venía de aquellos labios) tú eres libre
de hacer lo que quieras, y es comprensible que te vayas, tú no viniste por los mismo
motivos que nosotros y no esperabas una guerra. Pero yo vine por ellos. Y siguen ahí.
Con guerra o no. ¿Y sabes? Están esperando que les ayudemos y no vamos a dejarles
tirados, no yo
M: Pero no sería dejarles tirados, volveríamos, de verdad, volveríamos mucho mejor
preparadas, conociendo la situación exacta, haciéndolo mejor. (Las palabras se
atropellaban las unas a las otras, seguramente porque era consciente de que pasará lo
que pasase ella se iba a ir con DelValle, pero consciente también de que quería a Esther
a su lado en el avión)
E: Maca, tú tienes tus prioridades, yo tengo las mías, muy claras además, sería la mujer
más infeliz del mundo si regresará contigo ahora mismo
M: ¿Aunque sea para volver?
E: Aún con eso. Y ahora... (Le dio la espalda por segunda vez) tengo cosas que hacer
M: ¿Nos... vemos luego? (Aquella batalla estaba perdida, Y Maca ya lo había sabido de
antemano, había querido gastar el último cartucho)
E: Voy a estar muy ocupada, así que buen viaje
Es curioso eso de los movimientos, hay de mil formas distintas, y todos y cada uno de
ellos son importante, un solo movimiento puede cambiarlo todo, si Esther se hubiese
dado la vuelta habría visto la tristeza reflejada en los ojos de Maca, y si ella hubiese
puesto su mano, aunque solo fuese un instante, en el brazo de la enfermera, esta habría
dejado salir todas aquellas lágrimas que se estaba guardando, aquellas llenas de dolor y
decepción, desilusión y amargura. Pero ni Esther se dio la vuelta ni Maca la tocó, dio un
paso atrás, volviendo por donde había llegado, retrocediendo mientras miraba por
Miradas opuestas 141
encima de su hombro, y es que la esperanza es algo común en todos, y algo que no por
surte o no... no nos abandona nunca
Hay movimientos que acercan y movimientos que alejan, aquél sin duda era de los que
alejaban ¿Habrías más de aquellos o las cosas cambiarían?
La enfermera tenía muchas cosas que hacer, debían acabar de atender al poblado,
asegurarse de que todo fuera bien y buscar otros poblados que hubiesen sufrido los
ataques de los soldados del gobierno. Por suerte dos rebeldes se iban a quedar para
acompañarles, como protección y Carlos se empeñaba en que le enseñasen todo lo que
supieran, aprendía rápido, en poco tiempo tendrían tres excelentes guardaespaldas
Debían racionar bien los suministros, tanto de medicinas como de alimentos, ya que iba
a ser difícil conseguir provisiones de nada estando en guerra, Bauru y Upendo les
acompañarían, el bebé estaba perfectamente, así que no les faltarían alimentos naturales,
siempre y cuando no hubiese llegado nadie antes que ellos. Y debía comenzar a hacer el
recuento con Raquel y Eli y hacer las mochilas
Y aún con todo eso estaba allí parada, en uno de los puentes colgantes, observando las
huellas del jeep rebelde que se había llevado a DelValle y a Maca. Hacía tres horas que
se habían marchado, tal vez ya hubiesen despegado rumbo a Madrid, tal vez ya no les
volvería a ver. Maca volvería a su cómoda vida en Jerez y olvidaría Ruanda, y con eso a
ella y lo que había pasado entre las dos. Y eso le molestaba, le molestaba que se hubiese
asustado, le molestaba que se hubiese largado sin más, aunque tal vez lo que más le
molestaba es que antes de que se marcharan había estado fingiendo que tenía mucho
trabajo con tal de no despedirse de ellos, de ella
Ambas se quedaron calladas, Esther seguía mirando aquellas huellas y Eli sabía lo que
estaba mirando, así que optó por darle algo de tiempo, ver si ya estaba preparada para
hablar, pero parecía que no era el caso, después de quince intensos minutos con los
murmullos de los monos, Esther seguía igual de hipnotizada por aquellas huellas
Eli: Bueno... estamos en nuestra cabaña... Cuando acabes ¿Nos vemos allí?
E: Sí, claro, voy enseguida
Eli: Ok
DelValle: Maca, no te he agradecido que hayas intentado cumplir mis deseos. (Comentó
DelValle sentado a su lado, con una copa de licor en su mano)
M: No lo he conseguido
DelValle: Cierto, pero creo que esa mujer es un caso perdido... (Maca miró a DelValle,
el hombre tenía puesta la mirada en una azafata)
M: No es un caso perdido, solo hay que... quererla
DelValle: Sea como sea, valoro lo que has hecho por mí, y ahora que volvemos a casa
¿Por qué no os pasáis tú y tu padre por mi casa un día? Una comida informal ¿Qué te
parece?
M: Genial... (Desvió la mirada hacia la ventanilla, ya solo se veía el azul del cielo, con
algunas nubes a lo lejos)
Su padre y su hermano iban a dar saltos de alegría, tal vez su hermano no tantos, ya que
Maca lo había conseguido antes que él, pero su familia en general se alegraría mucho de
tener a DelValle como amigo. Sí, iban a hacer grandes cosas juntos. Sin embargo ella no
estaba tan contenta, sentía un hueco extraño dentro de sí, como si al subirse al jeep, o al
avión, se le hubiese caído algo de ella
Se había asustado tanto, los disparos, la sangre, la gente muerta, los heridos, no quería
ser uno de ellos, no podía ser uno de ellos, no había querido quedarse, y le hubiese
encantado que los demás regresarán con ellos, eran unos barriobajeros, pero eran buenas
personas, mucho más que algunos conocidos, conocidos como aquel viejo que apretaba
el puño mientras disfrutaba de la visión del culo de la azafata ¿Qué estaría haciendo
Esther? Seguramente estaría muy ocupada. No la había visto. Ni siquiera cuando el jeep
se alejaba del claro, con paso dificultoso colándose entre los árboles justamente. Habían
estado todos. Pero ella no. Tal vez la odiaba. Y reconocía que no le faltaban motivos,
pero no iba a jugarse la vida porque Esther no la odiase, prefería seguir viva, dándose
bañitos relajantes y montando a caballo
Que mentira más grande acababa de soltar, suspiró y llamó a la azafata para regocijo de
DelValle y para pedirle unos cacahuetes
Se veía parada en medio de una gran sala, parecía que se estuviese celebrando una
fiesta, una gran fiesta, parejas bailaban en la pista y hombres de esmoquin susurraban en
pequeños corros, fumando puros habanos y saboreando sus copas. Y ella estaba allí,
pero no hacía nada, solo permanecía sentada en una silla, mirando alrededor. Como si
todo aquello no fuese con ella. Escuchaba la música pero no la sentía. Escuchaba las
risas pero no se le pegaban. Era como si no quisiese estar allí
De repente, vio cambiar el paisaje, ya no estaba en una sala, estaba en la selva, rodeada
de árboles, en el centro de un claro, se veía a si misma mirando hacia arriba, y entonces
la veía, una gran sonrisa dibujada en su rostro, seguía su mirada y allí estaba el poblado
Masaka, uno de los puentes colgantes, todos estaban allí, todo el grupo excepto Esther,
y ella les saludaba con la mano. Notó algo en el cuello y cuando se iba a girar para mirar
un portazo la sorprendió
M: ¿Te jode?
Jero: Veo que se te han pegado las formas de esos. Todo es por el beneficio de la
familia, claro que no me molesta
M: Jerónimo, tengo sueño, déjame en paz
Jero: Como quieras, pero padre te espera para hablar con él
M: Está bien, dile que ahora voy
Jero: Por supuesto (Contestó sarcástico)
Maca se quedó de nuevo sola, se pasó la mano por la frente, intentando borrar el sueño,
pero se dio cuenta de que no funcionaba. Algo había cambiado en ella. Ya no le
resultaba tan fácil ignorar las cosas, al menos aquello ¿Dónde demonios estaba Esther
en su sueño? Suspiró y se preparó para lo que sería una larga y condescendiente charla
con su padre
El despacho de su padre seguía igual que siempre, era de esperar, en los últimos años
apenas había cambiado ¿Por qué iba a hacerlo después de su viaje? Aunque para ella el
viaje se le hubiera hecho una vida
Antonio: Hija mía, me alegra tenerte en casa. (Empezó cuando Maca tomó asiento en la
silla de enfrente)
M: Yo me alegro de estar aquí. (Sonrió como su padre, como hacía tiempo, falsamente,
no es que no se quisieran, pero el trato entre ellos era como el que tenían con los demás,
falso y frío, interesado)
Antonio: Cuéntame, ¿Qué tal el viaje de vuelta?
M: Menos accidentado de lo que imaginé
Antonio: Me han comentado que estuviste en un tiroteo, lo lamento, no creía que fueras
a estar en peligro
M: Han cuidado de mí, tranquilo padre
Antonio: Bueno (Se recostó en su asiento y la miró por encima de sus manos cruzadas)
Supongo que Jerónimo ya te habrá comentado sobre la llamada de DelValle
M: Algo me ha dicho, sí. (Su padre la miraba serio)
Antonio: DelValle nos ha invitado a su casa este fin de semana, una comida informal
M: Disfrutad del viaje, padre
Antonio: Macarena, tú y yo, tu hermano no ha sido invitado y es de mal gusto llevarle
la contraria al anfitrión
M: Sobre todo cuando ese anfitrión está rebosante de billetes. (Fue apenas un murmuro,
pero en el silencio del despacho resonó por cada centímetro de pared, Antonio se
levantó haciendo caso omiso a la salida de tono de su hija, tan impropia de ella, se
acercó a la ventana con las manos cruzadas en la espalda, examinaba el estado de los
jardines)
Antonio: Te encargarás de los negocios con DelValle
M: Padre, Jerónimo está más cualificado para eso (Antonio Wilson se giró y miró a
aquélla mujer)
Antonio: Es la primera vez que le haces un cumplido a Jerónimo y la primera que
intentas evadir algo que yo te he mandado
M: No lo evado, solo digo que a Jerónimo se le daría sin duda mejor el traro con ese...
señor. (El padre detectó algo en la hija, un flash cruzó momentáneamente su cabeza,
viajando a muchos años atrás, a la mirada penetrante de una camarera que se había
cruzado con la de él, su esposa, la madre de Maca, aunque aquel era un secreto muy
Miradas opuestas 145
bien guardado, y la mirada de su mujer se había desgastado con los años, la misma que
ahora reconocía en su hija)
Antonio: Hagamos un trato, consigue que ese viejo acepte a tu hermano y no tendrás
que hacer nada más
M: De acuerdo, si es lo que quieres
Antonio: No, lo que quiero es que seas una Wilson, pero parece que ya no lo eres ¿No?
M: ¿Qué significa eso?
Antonio: Que te apareces a tu madre, Macarena, aunque no lo sepas ver. Ahora, si no te
importa, tengo otros asuntos que tratar
En Ruanda, el grupo de preparaba para marcharse, los Masaka les habían indicado
caminos seguros para llegar a otros poblados, y habían aconsejado a los rebeldes. Nunca
les habían explicado porque no huyeron, porque esperaron la visita del resto y los
rebeldes, no lo hicieron al despedirse y todos sabían que no lo harían, sería uno más de
los extraños misterios que rodeaban a aquella tribu. Les habían entregado un amuleto a
cada uno, un cordón con una extraña piedra, para darles suerte
Llegaron al primer poblado que los Masaka les habían indicado, cuatro cabañas de
cañas medio derruidas
Las cabañas aparecían chamuscadas en algunos puntos, había astillas de madera por
todo el suelo, seguramente habían saltado de la madera al recibir algún disparo, como
parecían indicar las paredes de las cabañas, los techos habían cedido por completo, en el
suelo, a unos pasos de una de las cabañas había una pequeña muñeca de trapo sucia y
con una mancha de algo rojizo en la vieja tela que le hacía de vestido. Esther la guardó
en su mochila
Miradas opuestas 146
Horas después la hoguera que habían preparado empezaba a arder, habían encontrado
los cuerpos de tres personas, dos mujeres y una niña, seguramente a los hombres se los
habrían llevado para utilizarlos como defensa más adelante
Raquel: ¿Alguien quiere decir algo? (Nadie tenía ánimos, y el gesto de Bauru de
acercarse y murmurar algo a los cuerpos antes de que empezaran a consumirse en las
llamas les había parecido suficiente)
Rebelde: No llevaban mucho tiempo allí... tal vez fuesen los mismos soldados
(Comentó uno de los rebeldes al cabo de un rato)
Carlos: Entonces no hay tiempo que perder, si están siguiendo esta ruta pasarán por los
mismo pueblos
E: Hay que llegar antes que ellos, hay que adelantarles y avisar a la gente
Bauru: Upendo puede encargarse de ello ¿Verdad?
Upendo: ¡Correr! (El niño salió como una flecha sin dar tiempo a pensar a los demás,
Esther esperó que la idea que tenía de Bauru fuese cierta, sabía moverse por la selva
como nadie y era muy listo, no le pasaría nada malo)
E: Alguien debería quedarse hasta que... se apague
Raquel: Yo me quedo
Eli: Y yo, os alcanzáremos en una hora, seguid
Carlos: Tened esto. (Les entregó un pequeño fusil) Solo si es necesario
R: Eso no hace falta que lo digas (Pasándoselo a Eli se apoyó sobre un tronco mirando
el fuego)
Eli: Esto es una mierda...
E: Tened cuidado, que no se haga una Mérida más grande ¿Mhm?
Raquel: Tranquila, nos vemos dentro de un rato para pararles los pies a esos capullos
Rebelde: Mi compañero irá a pedir refuerzos e informarse de cómo está la situación en
la ciudad, quedaremos con ellos el cuarto pueblo
Carlos: Bien, ¿Paco? ¿Luís?
Paco: Voy con él
Luis: Sí, traeremos más munición
R: Carlos deberías enseñarnos a usar esas cosas
Carlos: Por el camino ¡Vamos!
E: Eli, Raquel...
Eli: Vete, nos veremos en tu boda con la pija ¿Vale? (A pesar de la broma que intentaba
hacer no apareció ninguna sonrisa en su rostro, tampoco en el de Esther, ambas se
miraron y asintieron)
Una vez más el grupo se separó, preparándose para lo peor que podía pasar, tener que
enfrentarse a aquellos soldados cara a cara, ojalá los refuerzos llegaran a tiempo, ojalá
que hubiese refuerzos ¿Qué estaría pasando en la ciudad?
M: ¿Qué es eso?
Atravesaban la selva con rapidez, a pesar de que el sendero se había hecho mucho más
estrecho, pero podían más que las ganas y los cruces que encontraban a su paso. Carlos
les había explicado como utilizar los fusiles, aunque a Esther le costaba bastante, sentir
el frío metal en sus manos, llevar una de aquellas cosas, iba en contra de ella, aquellos
trastos habían sido creados para destruir, aunque muchas personas dijeran que era para
mantener la paz ¿Cómo mantenerla con algo capaz de matar entre las manos? Era tan
hipócrita, ella estaba siendo tan hipócrita al cargar con aquello por la selva
Carlos: ¡Veo algo! (Carlos se detuvo junto al rebelde, a unos metros se veía otro
poblado)
Rebelde: La próxima vez no grites. Si están cerca nos habrán escuchado... (Susurró
mirando hacia las cabañas)
Carlos: Lo siento yo...
Rebelde: Tú y yo aseguraremos la zona
Roberto: Deberíamos alejarles... Por si nos han escuchado, hacerles creer... no sé...
Isa: Tomaremos ese camino haciendo mucho ruido (Mirando a su compañero)
E: No, si ya han pasado por aquí van a necesitar médicos. ¿Bauru?
Bauru: Vamos...
Después de practicar el torniquete y sabiendo que las posibilidades de que aquel hombre
sobrevivieran eran prácticamente nulas, se sentaron a esperar una mejoría peligrosa o el
inminente final
Maca estaba tumbada en su cama, se estaba preparando una pequeña fiesta y ella no
tenía ganas de participar, así que con la esperanza de que la dejaran en paz se había
encerrado allí. La cuestión era que no tenía mucho que hacer, podía coger alguno de
aquellos libros con los que a veces se entretenía, pero su mente no estaba dispuesta a
entretenerse así, era incapaz de concentrarse en nada. Decidió ir a picar algo a la cocina,
al salir se fijó en que la puerta que llevaba a las golfas estaba entreabierta, frunció el
ceño, allí no subía nadie desde... ¡Ni lo sabía! Siempre había estado cerrada. La abrió y
ascendió por el pequeño tramo de escaleras, su padre estaba sentado en una silla viendo
un viejo álbum de fotos
M: Hola padre
Antonio: Hola... (No miró a su hija, parecía muy concentrando en las desgastadas
fotografías)
M: He visto la puerta abierta y me ha extrañado, nadie sube aquí
Antonio: Sí... solo el servicio de vez en cuando
Miradas opuestas 150
M: Sí... (Volvía a tener la misma extraña sensación que había tenido en su despacho)
¿Va todo bien?
Antonio: Sí, solo estaba viendo esto ¿Me acompañas?
M: Claro.. (En realidad no tenía nada mejor que hacer, y seguro que allí nadie la
encontraba, se sentó junto a él y le miró)
Antonio: Esta de aquí es tu madre... (Comentó señalando una de las fotografías, Maca
frunció el ceño)
La fotografía parecía muy vieja, y si su padre decía la verdad y aquella mujer era su
madre, realmente era muy vieja. En ella aparecía una enfermera con un impecable
uniforme blanco y un pequeño gorrito con una cruz medica estampada en él. La chica
sonreía a la cámara de oreja a oreja, parada en medio de un largo pasillo sin ningún tipo
de decoración, seguramente el de un hospital
M: No puede ser...
Antonio: Lo es... (Sonrió a la joven de la foto) en otra vida lo fue. Es el día que nos
conocimos...
M: Ella... ¿Era enfermera? (Dejó de lado el toque de humor que aquello tenía)
Antonio: Sí, hasta que un ambicioso joven apareció en su camino y la convirtió en lo
que es ahora. Yo
M: Tú... ella... creía que era de familia rica
Antonio: Todo el mundo lo creyó ¿Cómo iba a enamorarse el prometedor Wilson de
una enfermera cualquiera? Pero tenía algo... algo que tú empiezas a tener
M: ¿El que?
Antonio: Nunca lo supe explicar, pero era algo que transmitía, en nuestro circulo la
forma de expresarse, de moverse, de pensar es una, la misma para todos. Pero tu madre
hacía locuras, sonreía con la boca abierta y te miraba bien despierta, dispuesta a debatir
cualquier cosa que le planteases, era diferente a lo que yo conocía, y eso era tan...
excitante
M: ¿Y yo soy ella?
Antonio: Sí, poco a poco. Creo que ese viaje te ha sentado realmente bien hija. A pesar
de que seguramente te aleje de nosotros
M: Padre, estoy aquí. Soy de esta familia
Antonio: Y eso no va a cambiar Macarena, pero... olvida un momento quien soy y
quien eres tú. ¿De acuerdo? Hay muchas formas de vida, cada uno elige la suya, yo
tomé mi decisión hace mucho, tengo un futuro fructífero, un hijo que dentro de poco me
jubilará anticipadamente, una mujer a la que quiero a pesar de que gaste miles de euros
en esas fiestas suyas y una hija... una hija que espero que no me aparte de su lado en
cuanto descubra quien es realmente, cuando elija su vida, que no tiene porque parecerse
a nada de lo que conocemos, una vida que no la consuma, sino que le haga ser mejor.
Una vida que quiero ver, sea cual sea, soy demasiado viejo para que me importe lo que
digan los demás
M: Padre... (Por segunda vez en aquellas golfas se sorprendió, los ojos de su padre se
veían humedecidos)
Antonio: Debes hacer lo que te mande el corazón, yo lo hice, y aunque me he atrapado
a mi mismo, estoy orgulloso de haber tomado aquella decisión. Igual de orgulloso de no
dejarte atrapada conmigo. Aún estás a tiempo de ser libre. De tomar tus propias
decisiones
M: ¿Porque no me habías dicho esto nunca?
Miradas opuestas 151
Antonio: Porque creía que eras como tu hermano, ya está atrapado, pero este viaje, este
viaje te ha liberado, te ha dado una oportunidad, hija, tienes que aprovecharla. Date
tiempo y toma una decisión, seguro que será la acertada, como siempre
Le pasó el álbum de fotos a su hija y se levantó, Maca sonrió al fijarse en otra foto,
aparecía la misma enfermera, esta vez acompañada de un apuesto joven, por el porte y
el traje, sin duda era Antonio Wilson. Ambos sonreían a la cámara abiertamente
El niño les puso al día sobre la situación, como le había dado tiempo a avisar a todo el
mundo, los soldados se habían marchado hacia la ciudad, bastante cabreados. Más tarde
supieron por el resto del grupo que en la ciudad las cosas estaban muy mal, habían
vuelto con tiendas de campaña grandes y todo lo necesario para montar un hospital
ambulante, incluidos los pacientes, que les habían seguido hasta allí
La voz corrió y pronto todos los inocentes que resultaban heridos entre los dos fuegos
iban allí, también los rebeldes que eran heridos mortalmente, los que podían mantener
en pie seguían luchando con todas sus fuerzas. Creían que todo mejoraría cuando
Kagame y sus solados se fueran, lo creían tan fuertemente, que les daba igual quedarse
en el camino y no poderlo ver con sus ojos, convencidos que sus hijos si que lo verían
Lo primero que vio al entrar a la tienda fue a ella, de espaldas, recogiendo cosas de la
mesa, como la última vez que la vio, como cuando se despidió de ella. Maca sonrió y se
acercó sin hacer ruido, deleitándose con los breves momentos en que la enfermera no
conocía su presencia, llenándose de su cuerpo con miradas. A medio camino vio un leve
temblor en los hombros de Esther. Lo sabía. De alguna forma lo sabía
Se colocó justo detrás de ellas, lo suficiente lejos como para no quemarse con el
contacto de su piel, lo suficientemente cerca para notar su calor, aquel calor cálido que
desprendía Esther. Vio como una de sus manos se echaba hacia atrás, y sus dedos
sucumbieron a la pequeña tentación de deslizarse por su palma, resiguiendo las líneas
que se dibujaban en ella, lo que sintió al notar de nuevo aquella piel la embriagó,
buscando un punto de apoyo, algo que no permitiese que cayera apoyó su frente en la
nuca de la enfermera
No supo porque, pero su mente se fue muy lejos, a cierta conversación que había tenido
con Eli, y aquellas palabras de las que aún desconocía su significado brotaron en un
susurro que acarició la piel de Esther
M: Mimi-baghami... (Esther sonrió sabiendo que Maca no la podía ver, dejó que
siguiera acariciando su mano) Mimi-sikitika...
La enfermera se dio la vuelta, enfrentándose a aquellos ojos marrones, Maca sintió una
punzada de temor, los ojos de Esther no le decían nada, ni sus gestos, ni una sola pista
que le enseñase lo que iba a pasar, nada. Tenía que arriesgarse ella, lanzarse a la piscina,
en la caída ya vería si esta estaba llena o vacía. Levantó su otra mano y la colocó a unos
milímetros de la mejilla de Esther, pero seguía sin decirle nada, permaneció allí unos
segundos, como si la enfermera fuese a moverse para que su mano la tocará, pero no fue
así. Decidió arriesgarse un poco más, acariciando aquella mejilla mientras sus ojos se
perdían si remedio en los de ella
Su mano, caprichosa, quería más, así que suavemente se deslizaba por el rostro de ella,
por su barbilla, aprendiendo como era exactamente la curva que dibujaba, sus labios,
aprendiendo de su suavidad, su nariz, memorizándola, pasando entre sus ojos para llegar
a su frente, deslizando las yemas de sus dedos por sus cejas, volviendo así hasta su
mejilla. Fue entonces cuando notó la señal, la mano de Esther apretó un instante la suya,
Maca sonrió y su mano se deslizó por su cuello, adorando sus hombros con sus dedos,
sus brazos. Saltando de ellos a la cintura de la enfermera, sin dejar de perderse en sus
ojos, intentando descifrar lo que había en ellos, mil sentimientos encontrados que se
peleaban, ansiosa por saber quien ganaría
Deslizó sus manos hasta acabar bajo el ombligo de Esther, colando algunos por debajo
de su camisa y empezando a subírsela con cuidado, con miedo a que se deshiciera, las
manos de Esther siguieron a las de Maca, desprendiéndose de la prenda para luego
desprenderse de la blusa de Maca. Maca paseó su mirada por el torso de Esther,
siguiéndolo con sus manos, acariciando los abdominales de la enfermera, riendo al notar
que temblaba. Esther sonreía y dejaba que Maca la mirase como en aquél momento,
sintiéndose la única persona en el mundo, sintiendo que fuera de allí no había nada,
seguramente ni siquiera había un allí ni un aquí, solo ellas dos en ninguna parte
Miradas opuestas 153
Y sus manos seguían acariciándola, esta vez en su espalda, deslizándose por ella sin
dejar ningún trocito sin tocar, cerrando los ojos ante su suavidad. Se miraban sonrientes.
Maca puso su mano sobre el botón del pantalón de Esther y la miró traviesa, la
enfermera rió y acarició su cara mientras esta desabrochaba el pantalón y veía como
caía al suelo. Esther colocó sus manos en la cintura de Maca para quitarle los pantalones
como ella lo había hecho, rieron al ver como estos se resistían encallándose en sus
rodillas, Maca movió las piernas ante la sonrisa de Esther y terminaron de caer. Intentó
acallar aquella pequeña carcajada que emitía Esther sus manos empezaron a deslizarse
de nuevo por su cuerpo, acariciando su ropa interior por los bordes, hundiendo su
respiración en su cuello, notando el contacto entre los dos cuerpos, prácticamente
desnudas
Se terminaron de quitar la ropa entre sonrisas y gestos cómplices, Maca empujó a Esther
hasta la camilla y riendo se dejó caer sobre ella, la enfermera aprovechó para acariciar
su nuca y descender por su espalda mientras Maca apoyaba la cabeza sobre su hombro
Poco después sus labios buscaron los de ella, resiguiéndolos con su lengua y
mordiéndolos un poco, provocando más sonrisas, Maca se sentó a horcajadas sobre
Esther mientras la tomaba de las muñecas y las ponía por encima de su cabeza, la
enfermera sonrió y movió su cadera buscando el contacto con Maca. Esta se apartó con
una gran sonrisa mientras besaba el contorno de sus pechos. La enfermera se tensó,
doblando una rodilla que presionó entre las piernas de Maca, soltando un leve gemido,
Esther sonrió triunfante y Maca le dio un mordisco en el hombro antes de soltarle las
muñecas
La enfermera se movió hasta que quedó encima de Maca, para no cederle todo el
terreno, esta se medio incorporó, quedando sentadas la un afrente a la otra, sus labios se
encontraron, sin cesar de acariciar sus espaldas, Esther le mordió en el cuello al notar
que Maca empezaba a mover sus caderas, buscando aquel contacto que deseaban, la
enfermera se retiraba de vez en cuando, deleitándose con la cara que le ponía Maca y
riendo ambas
Los besos se fueron haciendo más húmedos, más profundos, más largos, ya que el
apartarse de los labios de las otra se les hacía completamente absurdo ¿Pudiendo estar
allí, para que ir a otro sitio? De vez en cuando guerreaban con pequeños mordiscos
mientras sus caderas se acoplaban al mismo ritmo, acelerando y decelerando para
alargar el momento, queriendo que este no acabase
Pero el calor y la tensión las empujaba a acabarlo, y la enfermera ya no pudo más y coló
una de sus manos entre las piernas de Maca mientras mordía su labio sonriente y Maca
hundía después su cara en el cuello de Esther, esta acarició su centro antes de colar sus
dedos en su interior, antes de que sus yemas probasen las diferentes texturas que
encontraban, Maca siguió los pasos de Esther, mientras seguían en su particular lucha,
jugaban a ver quien lo pedía, torturándose dulcemente la una a la otra, acercándose y
alejándose, provocando mutuamente. Las dos perdieron o vencieron a la vez, según
como se mire
E: Tengo una duda... ¿Te has tenido que ir parea aprender suahili? (Preguntó sin ningún
tono especifico en su voz, sin el menor movimiento para acercarse o alejarse de ella)
M: Me aburría en el avión... Aunque lo del baghami no lo he encontrado...
E: Bueno... no es nada que yo no supiera ya...
M: ¿Ah no?
E: ¿Qué eres tonta? Si lo saben todos. (Comentó riendo cuando Maca le dio una
palmada en el trasero)
M: La voy a matar... (Esther la miró apoyando su barbilla sobre el pecho de Maca,
Maca sospechó lo que iba a pasar antes de que la pregunta saliese de los labios de la
enfermera)
E: ¿Qué haces aquí?
FIN
¿Inesperado? Bueno... Es posible... pero esta historia no trataba sobre una vida, solo
sobre un momento, un cambio, un lugar concreto. Así que en cuanto superéis la
sorpresa... tengo una proposición para vosotras, que seguramente nadie hará, pero allí va
mi idea...
Os regalo el final de este fic ¿Cómo? Bien... existe la posibilidad de que imaginéis lo
que os hubiese gustado, la remota posibilidad de que escribáis algo, una línea, un
párrafo, dos.. quince, la infinita posibilidad de que colguéis ese final vuestro y lo
compartáis con las demás, incluida yo. Y la no tan infinita ni remota posibilidad de que
eso sea algo grandioso
Hagáis lo que hagáis, el final es solo vuestro, ha sido un verdadero placer, como
siempre me quedo con lo mejor, vosotras, las que escriben, leen o me dan la brasa con
sus locuras Gracias a todas
¿FIN?
UN POSIBLE FINAL
... Todo lo que empieza acaba de alguna manera... Aquella guerra también. Tal vez por
agotamiento de los contendientes se acabó firmando el armisticio, ni vencedores ni
vencidos... todos asumieron que su papel era mejorar la situación del país para bien de
Miradas opuestas 155
todos. Bueno Kagame no, Kagame vive actualmente en la Costa Azul de las rentas de
sus cuentas suizas pero les ha dejado en paz
Su cabeza rememora aquella carrera y cómo siempre llegaba antes y con tiempo para
que todos se salvaran. Fue entonces cuando decidió que él quería seguir salvando vidas
El ruido de un motor al pararse le hace volver al presente, mira hacia el jeep y sonríe al
reconocer a la persona que ha descendido de aquel y se acerca sonriente a saludarle
Desde entonces sus donaciones y una visita al año han conseguido esto que a él le colma
todas sus aspiraciones
Maca y Esther, a veces con Eli, Raquel y Carlos, a veces con otros, han seguido
visitando zonas, en guerra o no, han seguido ayudando a la gente y amándose sobre el
suelo de selvas y valles recónditos o en cabañas de muy diversos materiales... pero
siempre, cada mañana, Maca despierta a su chica con el mismo ritual