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J o a q u ín G a r c ía -H u id o b r o
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E l d e s a f ío d e l r e l a t iv is m o é t ic o y e l o r ig e n d e l a f il o s o f ía m o r a l
accidente, han quedado en estado vegetal, con una vida sin consciencia.
Con todo, los hom bres prefieren una vida consciente, aunque no sea
sencilla. Sólo de m anera poética podía decir Rubén Darío:
ni mayor pesadumbre
/ que la vida consciente"4.
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El d e s a f ío d e l r e l a t iv is m o é t ic o y e l o r ig e n d e l a f i l o s o f ía m oral
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J o a q u ín G a r c ía -H u id o b r o El d e s a fío d e l r e la t iv is m o é t i c o y e l o r ig e n d e l a f i l o s o f í a m o r a l
El conocer las costumbres de otras sociedades, hace reflexionar de Aristóteles. Desde distintos puntos de vista, estos autores procuraron
inmediato acerca del valor de las propias prácticas. Se plantea entonces desarrollar teorías éticas que no estuvieran afectadas por el relativismo.
si acaso todas las norm as que se siguen en una sociedad tienen sim En particular, pensaron que existe una medida para juzgar entre las
plemente el valor de aquella que indica que se saluda dando la mano diversas culturas y prácticas hum anas. Esa medida es la naturaleza
derecha, es decir, si todas las norm as son m eram ente convencionales. (physis), pero sobre este tema volverem os más adelante.
Bien podem os concebir un pueblo en donde se salude con la mano iz
quierda, o sin ninguna mano, sino haciendo una reverencia, como los III. LA CO M PARACIÓ N ENTRE CULTURAS
japoneses. Por otra parte, se presenta el problema de cóm o podemos
8. El relativismo admite diversas formas. Una de ellas consiste en
juzgar si las costum bres de los otros pueblos son m ejores o peores.
sostener que lo bueno y lo malo dependen completamente del sujeto.
N aturalm ente, n o podem os tom ar com o criterio de juicio nuestras
Es, por decirlo así, una forma extrem a de relativismo, que m uy pocos
propias costum bres. Los atenienses no pueden decir que las costum
sostienen. Lo más habitual es una forma moderada, que consiste en decir
bres funerarias de los egipcios son peores porque no corresponden a
que los criterios m orales dependen de la cultura, del medio social, de la
las que se practican en Atenas. Otro tanto, con los m odos de adquirir
época en que se vive o de otras causas semejantes. Com o se ve, no es un
la propiedad o de llevar a cabo la guerra.
relativismo radical, porque admite que, dentro del ámbito de que se trata,
Si las propias costumbres fueran el criterio de juicio último, enton existen parámetros que son comunes para todos los que participan de ese
ces no habría posibilidad de entendimiento, pues bien podrían decir los ámbito (incluso podría considerarse com o una forma de objetivismo, en
otros pueblos exactam ente lo contrario, o sea, sostener que son los otros la m edida en que se aceptara la validez universal del principio "se debe
los que están equivocados porque “no hacen las cosas com o nosotros las seguir las prácticas de la propia sociedad"). No debe entenderse, enton
hacem os". Pero parece difícil encontrar unas costumbres que sirvan de ces, com o una consagración del capricho individual. Lo que niega es que
criterio para todos, porque estas no existen en abstracto, sino siempre existan principios m orales de valor universal o supracultural. Además,
son las costumbres de un pueblo determinado. De ahí, entonces, que m uchas veces el relativismo se conecta con el empeño por m ostrar que
algunos piensen que tratar de encontrar cosas que son buenas o malas en la diversidad supone un valor en una sociedad, es decir, algo positivo, y
sí m ism as y no sólo "buenas para m í" o "buenas para ti" es tanto como que los pueblos mantienen legítimamente costumbres m uy distintas. No
intentar saltar sobre la propia sombra. N o se puede. Las norm as moralesA hay un m odo unívoco de ser humanos, cosa que parece m uy razonable,
entonces, dependen radicalmente del lugar y la cultura en donde se halle aunque no necesariamente autoriza a sacar las conclusiones que derivan
el sujeto en cuestión. Esta es la conclusión que sacaron muchos de los que los relativistas a partir de ese hecho.
pertenecían a ese grupo de intelectuales que llamamos "sofistas".
9. Aunque im portante, el tema de los principios supraculturales
7. Los sofistas eran los representantes m ás típicos de lo que se ha no es sencillo. De partida, si por principios supraculturales se entienden
denom inado la ilustración ateniense del siglo V a. c. Se caracterizaban principios que no están incluidos en ninguna cultura, la conclusión obvia
por su confianza en la ciencia y la técnica, por su talante dem ocrático e es que no existen tales principios. Pretender algo así, sería com o intentar
igualitarista, por sus concepciones evolucionistas en materias biológicas, que hubiese un lenguaje que no fuera ni castellano ni alemán, ni latín,
y m u y particularmente por su relativismo m oral y por su rechazo a la sino lenguaje puro. Esto no parece posible. El lenguaje vive en un idioma,
religión tradicional. Varios de ellos pusieron de manifiesto una distinción aunque sea éste muy rudimentario. Algo parecido pasa con los principios
que desde entonces sería patrimonio de toda la historia de la filosofía, a m orales. Resulta notorio que ellos residen en una cultura determinada.
saber, la que se da entre naturaleza (physis) y convención (nom os). Sostu La pregunta es si todo su valor deriva del hecho de que esa cultura los
vieron que no cabría hablar de cosas justas o injustas por naturaleza, sino acepte o si, por el contrario, tienen una validez supracultural.
que, en el cam po de la ética, todos los criterios son convencionales. Quienes adm iten esos principios supraculturales no sostienen,
El desafío de los sofistas suscitó una reacción intelectual de gran tam poco, que hay ciertos principios que de hecho son necesariamente
en v erg ad u ra, cuyas figuras más con ocid as son Sócrates, Platón y reconocidos por todas las culturas. Puede que los haya, pero eso sólo im-
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V. SUPUESTOS D EL RELATIVISMO
13. Detrás del relativismo m oral parece haber dos convicciones
que no son acertadas. La primera es que, del hecho de que las opiniones
m orales sean diferentes, cabe sostener que la moral es relativa. Sin em
bargo, no hay una relación estricta entre ambas cosas. Es perfectamente
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posible que las opiniones sean relativas y la moral no. Así pasa, por eso es lo que quieren. Desde el m om ento m ismo en que los hombres
ejemplo, con las opiniones acerca de la astronom ía, que h an cambiado distinguen entre el bien y el mal, y reconocen que está a su alcance
m ucho a lo largo de la historia, mientras que las órbitas de los plane el hacer el primero y om itir el segundo, son conscientes tam bién del
tas y su relación con el sol han perm anecido inalterables. La cuestión carácter dialógico de la m oral, es decir, de la necesidad de dar razones
de las distintas opiniones éticas se sitúa en el cam po del conocim iento, que sean aceptables para las otras personas.
m ientras que el de la relatividad o no de los principios m orales está en C ada vez que los hombres dialogan están suponiendo que existe
el orden del ser. N o cabe pasar de uno a otro cam po sin tom ar ciertas una fuente externa a sus deseos y preferencias que perm ite contrastar
precauciones. Alguien podría decir que el ejemplo de la astronom ía si lo que dicen es acertado o no9. La m ism a actividad científica carecería
no es adecuado, pues los juicios sobre ella son juicios de hecho, o sea, de sentido si no se piensa que existe alguna verdad a la que podem os
objetivos, mientras que los que se refieren a materias m orales son jui aproxim arnos, aunque nunca lleguemos a poseerla plenam ente, como
cios de valor y, p or tanto, subjetivos y relativos. Pero, sin perjuicio de la cu rva asintótica nunca termina de tocar la recta, pero sólo podem os
las limitaciones del ejemplo, eso es precisam ente lo que el relativismo llam arla así si sabem os que existe una recta a la que se aproxim a gra
debe dem ostrar, y no cabe darlo a priori por probado. dualm ente sin llegar a tocarla. Otro tanto sucede en m aterias morales.
La segunda convicción que subyace al relativismo es sorprenden Si no se supone la existencia de una verdad, el diálogo carecería de
te. Consiste en suponer que la ética tiene que ser una tarea sencilla. sentido, sería m era propaganda para convencer a otro o, en el mejor
En efecto, ¿cóm o justificar que alguien se extrañe de la diversidad de de los casos, algo parecido a un recíproco análisis de las preferencias
opiniones éticas y derive de allí el relativism o? Sólo cabe explicarlo de cada uno, en donde los interlocutores se limitan a señalar cuáles
porque parte de la base de que la ética debe ser algo sencillo, fácil de son las emociones o movim ientos del espíritu que les parece que están
conocer y explicar. Al relativismo le sucede lo que a la zorra de la fá experim entando en ese momento.
bula, que com o no puede alcanzar las uvas, termina por decretar que Por otra parte, los hombres no sentimos la necesidad de justificar
están verdes. Si partiera de un supuesto distinto, es decir, si pensara cualquier cosa, sino sólo aquellas que nos parecen relevantes. No jus
que el conocim iento de lo bueno y lo m alo es una tarea lenta, laboriosa tificam os por qué nos pusimos prim ero el calcetín del pie izquierdo
y que requiere el trabajo conjunto de m uchos, entonces las variaciones hoy en la mañana. Y lo relevante o irrelevante no lo determ inam os
le parecerían explicables. Es más, se sorprendería del hecho de que, a nosotros caprichosam ente, sino que depende de ciertas circunstancias
pesar de las notables dificultades de esa tarea intelectual, se produjeran
externas, que constituyen como el horizonte donde nuestras acciones
tantas coincidencias.
se observan y adquieren significado. Es posible que en algún caso sea
relevante el ponerse prim ero el calcetín izquierdo, por ejemplo, porque
VI. EXIGENCIAS D EL DIÁLOGO es parte de una obra de teatro destinada a m ostrar el papel del lado
14. Com o se dijo antes, los anim ales no tienen el problem a de izquierdo en la vida de los hombres, pero nuevam ente eso no es algo
poner límites a sus acciones. Las fronteras de lo que puede hacer un que se determine caprichosam ente o que dependa de cad a individuo
león están dadas sólo por el alcance de sus fuerzas y por las circuns en particular. Si nosotros fuésemos capaces de dar, de m odo pleno y
tancias de hecho que lo rodean. Si fracasa en su intento de cazar una absoluto, el significado último y la valoración de nuestros actos, en
gacela, tam poco se reprocha nada. A parte de la molestia de tener el tonces el diálogo perdería toda su razón de ser.
estóm ago vacío, está en perfecta paz consigo mismo, porque carece 15. Cuando discutimos con otra persona porque nos ha hecho algo
de una instancia que le permita desdoblarse, observarse desde afuera m alo, no estam os diciendo simplemente que no nos gusta lo que hizo,
y som eterse al propio juicio o al de los demás. Los hom bres, en cam sino que afirmamos que ha incumplido un principio que él m ism o co-
bio, requieren justificación, ya sea ante los demás, ante Dios o ante sí
m ism os. N ecesitan encontrar razones de por qué han hecho o van a 9 Para lo que sigue, cfr. T a y l o r , Ch.; La ética de la autenticidad, Paidós, Barcelona,
hacer algo, y de ordinario no basta con que digan sim plem ente que 1994, p. 67-76.
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noce ("no m entir", "no robar", u otro por el estilo) y que puede cumplir.
Y la respuesta de la otra persona norm alm ente no va en la dirección
de negar la norm a. Más bien, "casi siempre trata de dem ostrar que lo II
C a p ítu lo
que ha estado haciendo no va contra la norm a, o que, si lo hace, hay
una excusa especial para ello"10. Lo m ism o sucede con experiencias EL CONOCIMIENTO I
com o la indignación moral. Si no existen algunos criterios intersubje
tivos de valoración y si no admitimos la posibilidad de conocerlos, la
indignación moral tiene tanto alcance com o la decepción del veraneante
cuando se levanta y ve que el día está nublado.
Es un hecho que no termina de sorprender el que en nuestra época
m uchas personas adhieran al relativismo m oral y, al m ism o tiempo,
defiendan con ahínco ciertos derechos que consideran inalienables o
I. E L EMOTIVISMO
reprochen con todas sus fuerzas determ inadas prácticas o situaciones
't La difusión del relativis
que lesionan la dignidad hum ana. Esto m uestra que, en el cam po de
la praxis, estam os suponiendo ciertos parám etros que no dependen -L W a ctitu d es y propuestas fili
de lo que diga la legalidad vigente o la voluntad de los poderosos. Una de ellas es el em otivism o é t
Cuando los hom bres exigen un respeto absoluto para ciertos atributos que tiene gran im portancia en h
o prerrogativas de la persona, no siempre son conscientes de que un los hom bres estaban convencic
alcanzar la verdad, los nuestro:
respeto absoluto requiere, al mismo tiempo, un fundam ento que tenga
el m ism o carácter. Las razones por las que puede producirse esa diso que está detrás del emotivismo
ciación entre lo que se niega en teoría y lo que se adm ite en la práctica son (o pueden ser) juicios racio
son m uy variadas y no es del caso tratarlas aquí. Sin em bargo, a buena preguntándonos si cabe encont
hora se produce esa incoherencia, porque, aunque el reflexionar sobre cuestión es im portante, porque 1
el fundam ento teórico de las acciones tiene im portancia, lo decisivo en alabanza y de reproche, decimc
que están m al, afirm am os que c
el cam po de la ética es lo que se hace.
que otras deben ser exigidas )
En sum a, aunque la difusión del relativismo sea explicable por
tienen estas afirmaciones?
diversos factores, entre los que se cuenta el desconcierto que produce
A lgunos autores piensan
la diversidad de opiniones éticas, hay buenas razones para no caer
en él. Entre ellas, algunas de carácter negativo, com o la dificultad del racionales, sino sólo emotivos
relativism o para fundam entar la obediencia a las leyes, y otras de ín tortura es m ala" en realidad lo
m e desagrada la tortura". ¿Por (
dole positiva, com o el hecho de que una serie de actividades nuestras,
entre ellas el diálogo y la exigencia de un respeto absoluto de ciertos respuesta es m uy sencilla: pon
afirmaciones tienen m ás peso, i
derechos hum anos, suponen la existencia de una verdad a la que se
com o la com ida, la m úsica o e
trata de acceder.
gusta" una com ida decimos qu<
esté m al preparada, pero usai
que está bien cocinada. El trac
10 L ewis , C. S.; Mero cristianismo, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1994, p. 17. 11 DK 22 B 123
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