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Mi chica

CELIA TERRONES
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Para mamá.
Sólo vive el que sabe.
CONTENIDO

Agradecimientos I

1 Capítulo 1 1

2 Capítulo 2 8

3 Capítulo 3 14

4 Capítulo 4 18

5 Capítulo 5 22

6 Capítulo 6 26

7 Capítulo 7 29

8 Capítulo 8 36
AGRADECIMIENTOS

Gracias a Gisele Maza, la foto que inspiró esta historia era


hermosa, espero que te guste, ¡Y gracias por prestarme tu
nombre!
Gracias a Lizeth Flores y mi familia online que siempre están ahí
incluso en los días en que (temporalmente) odio las
computadoras.
Gracias a las chicas sin medidas, incondicionales siempre. Una
parte de mi corazón es suya.
Gracias a todas las lectoras que de nuevo dan una oportunidad a
mis historias y para los que lean por primera vez, espero que
sigamos compartiendo letras.

i
CAPÍTULO 1

Voy a llegar tarde, voy a llegar tarde, voy a llegar tarde.

La frase se repetía en mi cabeza continuamente, traté de


cambiarla por un pensamiento mucho más optimista pero no
lo logré, aún estaba medio dormida, corría por la calle lateral
de la escuela, mi falda se metía entre las piernas, sentía un
sudor pegajoso en mi cuello y espalda, esa sensación a
primera hora de la mañana incluso cuando no ha pasado la
primera clase era horrible, mi cabello se cruzó por mi rostro
y soplé para alejar los mechones mientras llegaba a la
esquina, sentí un tremendo alivio al observar a los siempre
presentes autos frente a la entrada y los estudiantes
corriendo para llegar a los salones al pase de lista.
Troté un poco más, con la respiración o la falta de ella,
evidenciando mi falta de condición física y sentí como si
hubiera terminado un maratón cuando cruce la entrada, el

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vigilante en la pequeña caseta que revisaba que todos
portáramos correctamente el uniforme pareció divertido al
verme, fruncí el ceño y seguí caminado hasta que pudo
observar mi reflejo en una de las ventanas de las oficinas
administrativas.
Mi cabello estaba tan revuelto por el aire que parecía una
peluca de película de terror, me pasé los dedos por las
puntas que caían por mis hombros y seguí caminando hacia
el salón de clases que para mi desgracia estaba subiendo
las escaleras.
Odiaba quedarme dormida en el autobús, casi siempre
escuchar la música de mi reproductor era suficiente para
permanecer alerta y bajarme en la parada a dos cuadras de
la preparatoria.
Llegué hasta el salón y miré al cielo entre agradecida y
molesta, el maestro de Biología no había llegado, lo cual era
bueno pero provocaba que todas mis prisas hacia ese
instante perdieran su brillo victorioso.
Saludé con la mano a Bere, Fabiola y Lily, eran lo más
cercano a una amistad que tenía en la escuela, en la
descripción más básica de la palabra, ya que Diana, mi
mejor amiga desde primaria acababa de mudarse a España,
carecía de BFF por ahora, al menos sin una conexión de
internet de por medio.
El maestro seguía sin aparecer y eso me dejó el tiempo
suficiente para divagar sobre mi atropellada mañana, miré

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los otros salones, tratando de adivinar si en alguno de ellos
estaría el chico del autobús.
Él habría podido decir algo, yo lo hubiera hecho. Cuando
me subí al transporte público él estaba sentado en el lado
de la ventana, solo había dos lugares disponibles, el del
pasillo a su lado y en la parte de atrás, éste último
aseguraba un dolor de espalda inminente, me senté junto a
él, tratando de que no me importara que su costado
chocaba con el mío, los asientos del autobús estaban hecho
para chicas delgadas, a veces compartir el espacio con otra
persona rompía la burbuja personal.
Había notado de reojo que él llevaba el uniforme de la
escuela, no recordaba haberlo visto anteriormente y no
podía mirarlo fijamente, era lo suficientemente guapo para
saber que si me le quedaba mirando era por su atractivo.
Debía ser alto porque sus rodillas chocaban con el
asiento de enfrente lo cual me resultó divertido y no pude
evitar soltar una risita que mi mamá siempre decía que era
contagiosa, él me miró y yo reí más.
Ahora que lo pienso, que no me avisara que era la parada
debió ser su venganza, me había quedado medio dormida al
punto que cuando él me pidió permiso para salir del asiento,
solo me hice a un lado y miré su espalda antes de
reaccionar varios segundos más tarde cuando el autobús ya
había avanzado al menos una cuadra, el chofer, todo un
amor, me había bajado hasta la siguiente parada después

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de dos cuadras y media más.

Parpadeé cuando el murmullo de mis compañeros de


clase comenzó a ser lo bastante alto como para anunciar
algo importante, miré hacia el frente y me ahogué con mi
saliva, tosí varias veces, Luis, el chico a mi lado en la
siguiente fila me dio dos palmadas en la espalda sin ninguna
delicadeza.
-Lo siento, mi síndrome de Munchausen, ya saben-, todos
se rieron, era lo que se esperaba de mí.
El maestro me miró negando con la cabeza y medio
sonriendo de forma paternal mientras que ÉL mostraba una
sonrisa de mil voltios.

El chico del autobús.

-Buenos días, antes de comenzar la clase, les presento a


su nuevo compañero de clase, su nombre es Dag Romero,
acaba de mudarse, les pedimos que lo ayuden para que se
adapte lo más pronto posible al semestre.
El murmullo pasó a ser casi ensordecedor, el maestro
pareció no darse por enterado y comenzó a escribir en el
pizarrón.
Traté de no mirar al nuevo y observé a mis compañeros,
las chicas estaban casi vibrando de emoción, la entrada de
alguien nuevo no era muchas veces vista, todo era más

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emocionante si ese alguien parecía alto, atlético y con un
rostro atractivo, pestañas que cualquier chica envidiaría
adornando unos hipnóticos ojos chocolate, todo un modelo.
Fabi alzó las cejas emocionada y yo me reí, antes de que
Lily señalara hacia mí, tardé varios segundos en entender,
oh, oh.
Por cosas del destino o quizás solo simple suerte, había
en el salón dos sillas vacías que el chico nuevo podía
ocupar, una estaba detrás de mí, la otra frente al escritorio
del maestro, cualquier estudiante de preparatoria que se
preciara de ser al menos un poco respetable huiría de este
último lugar.
Dag no fue la excepción, ante la mirada ávida de todos,
sonrió y se sentó tras de mí.

Genial, ahora tendría una vista en primer plano de los


nudos que seguro tendría mi cabello en la nuca.

-Hola-, escuché que alguien le hacía conversación y traté


de desconectarme de las interminables charlas de
presentación.
El maestro llamó por nuestra atención y la clase siguió a
pesar del estado de excitación de todos los presentes.

Si bien no me sentaba en el lugar cercano al escritorio del


maestro en turno, era la más cercana a ellos al tener el

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nombramiento de jefe de grupo, en realidad me gustaba el
pequeño trabajo que conllevaba, los anuncios, la logística.
Cuando llegó el receso después de tres clases, dos de
Biología y una de Inglés, todas estábamos medio
enamoradas del chico nuevo, digo todas porque yo no era
de plástico, sabía que era la novedad, lo más probable es
que la siguiente semana él pareciera tan normal como todos
los demás chicos, los que lo veían ahora como una especie
de ejemplo al cual imitar.
Volviendo al punto, Dag tenía ciertos trucos bajo la
manga, hablaba inglés fluidamente y según él era divertido
hacerlo con acento británico.
Salí del salón de clases, me disculpé de Fabi y las chicas
cuando me llamaron emocionadas para que me reuniera
con ellas y seguramente hablar de la novedad, casi me
quede, porque hubiera sido divertido oírlas, al final ganó mi
necesidad de terminar el libro que había estado leyendo
durante semana.

Las clases llegaron a su fin y antes de irme fui a la oficina


de Control Escolar para preguntar si ya tenían noticas sobre
la convocatoria para las becas estudiantiles.
Me di la vuelta con los formularios en la mano y casi
choco con el chico del autobús.
Quizás debía dejar de llamarlo así.

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-¿Siempre andas deprisa?
-La vida es corta, eso dicen ¿no?-, logré contestar
mientras daba un paso atrás, burbuja personal, burbuja
personal.
-Pues deberías de tomar un descanso, eso evitaría que te
durmieras en lugares poco apropiados.
Argumentó y entró a la oficina dejándome con la boca
abierta y mi mano arrugando los papales que sostenía.
Caminé hacia la parada hablando entre dientes todo el
camino.

Corrección, mi enamoramiento por el chico nuevo terminó


el mismo día que comenzó.

Me senté en la banca del transporte público a esperar y


miré los coches pasar durante el tráfico de medio día.
Algo tocó mi hombro y alcé el rostro para verlo a mi lado.
-Lo siento, no debí burlarme de ti-, dijo pero aún parecía
que lo estuviera haciendo.
Me encogí de hombros.
-¿Cómo te llamas?-, preguntó y yo volví a mirarlo,
viéndolo ahora, el sol hacia parecer casi rubio su cabello.
-Gisele.
-Bonito nombre
-Le diré a mi mamá tu cumplido cuando la vea, a fin de
cuentas ella es la que me lo puso.

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Dag se rió, un sonido que me gusto, mucho.
-Parece que te gusta hacerte la chistosa.

Volví a encogerme de hombros, en realidad me gustaba,


hacer reír a la gente hacía mejor la vida, aunque también
me había acostumbrado al tópico de ser la chica graciosa,
esa que es medio gordita, medio simpática, no precisamente
el centro de nadie pero si en la periferia de todos.
Nos quedamos callados durante un buen rato, al principio
deseé que el autobús pasara rápido pero después me relajé,
en realidad no era un silencio incómodo.
El camión llegó y Dag subió detrás de mí, me senté en el
primer asiento que encontré al lado de una señora mayor y
él fue a la parte trasera, cuando bajé después de unos
quince minutos de camino él ya no estaba.

Llegué a casa y dejé la mochila en mi habitación mientras


comenzaba a medio recoger, medio bailar por la sala,
preparé una sopa de arroz y bistec y comencé a hacer la
tarea.
Mi mamá era enfermera en el Centro de Salud, sus turnos
eran alternados, cuando llegó después de la cinco de la
tarde, le sonreí y ella se sentó a mi lado mientras me
preguntaba sobre mi día.

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Por la noche mientras me daba el cepillado número
treinta en el cabello recordé el sonido de la risa de Dag y
sonreí, quizás no fuera a decírselo a nadie pero aún estaba
un poquito atontada.

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CAPÍTULO 2

Una mano conocida me puso la taza de leche con café


frente a mí y yo le sonreí aun sintiéndome un poco
inestable, mi cabeza ansiaba de nuevo estar sobre una
superficie plana, la mesa se miraba lo suficientemente lisa,
tomé un sorbo del líquido caliente sintiendo como viajaba
por todo mi cuerpo, aunque sabía que era imposible, me
gustaba pensar que mi bebida favorita animaba a todas las
células que me conformaban, una especie de gasolina solo
para mí.

-¿Has hablado con Diana esta semana?-, la voz de


mamá atrajo mi atención
Negué con la cabeza, extrañaba mucho hablar con ella,
era mi más íntima confidente, pero el distanciamiento suele
suceder cuando hay varios miles de kilómetros de distancia
entre las personas, habíamos prometido que no dejaríamos
de escribirnos, ya tenía preparado un gran correo
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contándole todo sobre mi día a día, desgraciadamente no
había tenido tiempo para ir a la plaza comercial y disfrutar
de internet gratis.
-Voy a tratar de pasarme mañana por Centro Cosmo-,
dije con la voz aun pastosa por el sueño.
Mamá sonrió un poco y miró su café mientras comía su
concha de chocolate.
-Espero de verdad que pronto podamos contratar el
servicio.
Negué con la cabeza y señalé los dos libros que había
ido a pedir prestados a la biblioteca el fin de semana
pasado.
-No lo hagas mamá, ser uno de los pocos adolescentes
que aún no han sido atrapados por el internet 24/7 me hace
especial.
Ella sonrió y volvió a tomar de su café.
-Te quiero mucho, Gisele.
-Y yo a ti mamá, le sonreí y mordí uno de los extremos de
mi pan dulce.
Decíamos esas palabras al menos una vez al día,
habíamos aprendido a hacerlo cuando papá aún estaba con
nosotras, él era una persona alegre, llena de amor y de
entusiasmo por la vida, el cáncer lo fue apagando poco a
poco pero hasta el final, la mayoría de los días nos decía
cuanto nos amaba y lo agradecido que estaba por haber
tenido la oportunidad de querernos.

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Tomé un poco más de mi gasolina personal y por fin sentí
que el sueño se alejaba del todo de mi cuerpo, eran apenas
las seis de la mañana, mamá tenía que salir al trabajo
dentro de poco, casi todos los días ajustábamos nuestros
horarios para comer juntas al menos una vez.
-Podrías recostarte un rato más-, me dijo ella con una
sonrisa mientras yo reprimía un bostezo.
-Puedo ocupar el tiempo y avanzar con el libro.
-¿Aun sigues con Hamlet?
-Terminado, estoy con El perfume.
Mi mamá frunció el ceño y luego chasqueó los dedos.
-De ese han hecho una película hace poco, la veré y
luego cuando termines el libro podremos tener un debate.
Eso sonaba como un buen plan.

Cuando subí al autobús, él ya estaba allí, hace una


semana que conocía a Dag, su popularidad solo iba
aumentando más y más, no habíamos hablado desde
nuestra conversación en la parada del transporte público.
En la escuela no se podría decir que quisiera comenzar
una conversación, estaba siempre entre varios chicos y
chicas del grupo, quería tanto contarle a Diana mis
impresiones acerca de este tipo que a veces maldecía que
se hubiera mudado, repito, la extrañaba.
No tuve que sentarme junto a él en el camión como la

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primera vez, lo cual agradecí.

Me había cansado de escuchar los murmullos de todas


hablando de lo perfecto que era, yo no lo describiría así,
estaba bueno y era sumamente divertido cuando se lo
proponía pero nadie era perfecto, las imperfecciones de las
personas eran lo que te hace amarlas.

Para la tercera clase estaba deseado que llegara el


receso y seguir donde había dejado el libro en casa.
-¿Siempre ha tenido una invasión en su cabeza?-, su voz
me hizo cosquillas en la nuca, había susurrado tan bajo que
solo yo podía escucharlo, el maestro de Geografía estaba
preparando sus cosas para pasar lista, reprimí una risita y
algo de irritación, si bien era cierto que Dag no hablaba
conmigo, parecía dispuesto a hacerme reír en clases.
Sabía a lo que se refería, el profesor en turno era alto y
delgado, su cabello había sido complemente blanco hasta
que se lo tiñó, no era ni el primero ni el último hombre que
lo había hecho, lo que lo hacía destacar es que por alguna
razón parecía haber tenido una reacción adversa y parecía
que el tinte se había hecho grumos pequeños en su casco,
hacía dos semanas que su cabeza lucia así, el hombre
estaba de pésimo humor y era entendible, había escuchado
que lo más recomendable era rasurarse la cabeza pero él

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no quería hacerlo.
-No se llama invasión cuando traes a los visitantes, se
llama reunión-, murmuré girando mi rostro hacia la ventana,
escuché a Dag reír, alguien le llamó y su atención se
dispersó.

Cuando por fin llegó el receso me dirigí hacia el tercer


edificio de la escuela, caminé hacia la parte trasera donde
habían puesto varios pupitres con alguna falla, había uno
casi intacto que me servía como lugar de lectura.
Abrí el libro dispuesta a continuar con la lectura, me
fascinaban los libros de suspenso y misterio, El Perfume
tenía eso y mucho más.

Escuché el sonido de los pasos sobre la hierba que


crecía en donde me encontraba, levanté la vista y quise por
un momento aventarle algo al visitante inesperado, ¡este
espacio era mío!, los estudiantes más rebeles elegían detrás
de las gradas para comportarse mal lo que me dejaba este
lugar para mi sola, ahora Dag lo sabía.

-Así que aquí es donde te metes todos los días.


No le hice caso, bajé la mirada al libro pero ya no podía
concentrarme, sentía las mejillas ardiendo y un ligero
temblor en mi cara, estaba tan avergonzada y lo peor es que
no sabía por qué.

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-Lo siento.
Dijo después sentándose frente a mí, parecía no
importarle que su pantalón fuera a ensuciarse, lo miré, sin
entender muy bien porque se disculpaba, Dag estaba
sonriendo, no parecía muy apenado.
-Cada persona tiene un lugar que es suyo, el cual nadie
puede traspasar sin ser una agresión, es como si invadieran
tu cuerpo sin invitación-, alzó las cejas sugestivamente y yo
entrecerré los ojos imaginándome que tenía el poder de esa
Jane de la saga Twilight.
-Hablo en serio, lo sé, no quería romper tu espacio, es
simplemente que tengo curiosidad acerca de ti y tú sigues
sin hacer cosas normales, no sabía a dónde ibas a cada
receso, te busqué en casi todo la escuela estos días.
Bajé la mirada al libro, me estaba sonrojando de nuevo.
-Pues ya me encontraste-, fue lo único que se me ocurrió
decir.
-Sí, ya te encontré-, dijo él mirándome a los ojos, con una
sonrisa electrizante y un significado mucho mayor en su
mirada del que dejaban entre ver sus palabras.

Se levantó y alzó la mano en gesto de despedida, rodeé


los ojos y bajé por tercera vez mi mirada.

-¿Gisele?
-Mi espacio, no romperlo, ¿recuerdas?

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Él se rió.
-¿Gisele?
-¡Que!-, exclamé aunque me estaba riendo, nervios,
burla, no sabía que más brotaba de mi pecho.
-Ojala un día me invites a venir.

No pude concentrarme más en el libro por ese día, en mi


casa, tomé la portátil que mamá había comprado para mi
gracias a los ahorros del año pasado, abrí el documento
donde tenía lo que iba a mandarle a Diana y escribí justo
debajo.

¡No entiendo a Dag!... quizás justo por eso sigue


gustándome.

Al día siguiente en el receso casi espere que volviera a


aparecer en mi espacio, pero no lo hizo, no había
necesidad, había dejado un papel pegado con cinta
adhesiva en mi asiento preferido.

Disfruta la lectura.

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CAPÍTULO 3

Centro Cosmo era una plaza comercial que quedaba a


unos veinte minutos de casa yendo en autobús, había salas
de cine, área de comida rápida, área de juegos y varias
docenas de tiendas de todo tipo.

Justo después de la escuela había ido a casa, me cambie


el uniforme por unos pantalones de pana (mis favoritos) y
una blusa, tomé la portátil y me dirigí hacia Cosmo.

Después de decidirme por un refresco de tapa rosca y


obtener gracias a esa compra el acceso al wifi del área de
comida, accedí a mi cuenta de correo y envié mis
divagaciones a Diana.
Esperé un rato, en España sería de noche en esos
momentos, si tenía suerte aun estaría despierta.

Aproveché para buscar algo de la tarea de investigación


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que el maestro de Historia había dejado, en lo personal
prefería las investigaciones hechas en la biblioteca, las
líneas sacadas directamente de los libros, pero a veces
Wikipedia era toda una bendición.

El sonido inconfundible de un saludo en el chat me hizo


sonreír.

Yo: Hola Diani


Diana: Hey Gi
Yo: ¿Cómo va todo por allá?, ¿Algo que quieras
contarme?, ¿Te casaras con un tío majo en cuanto seas
mayor de edad?
Diana: Muy graciosa, desviando la conversación cuando
tú eres la que tiene los detalles interesantes.
Yo: No tengo ni idea de que hablas.
Diana: JA, JA, JA

Justo es esos momentos mientras intercambiaba con ella


todas mis impresiones sobre el chico nuevo en la escuela
sentí que el ligero peso en mi pecho se extinguía, a pesar
de la distancia, no la perdería.

Diana: Te gusta, te gusta, te gusta.


Yo: ¿Y la repetición tiene algún propósito?
Diana: Deja de usar ambos signos de interrogación!!!

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No contesté a eso.

Diana: Entonces... q vas a hacer con Dag


Yo: Nada, suena aburrido ¿cierto?, si deseara perder mi
virginidad joven e incauta él sería una buena elección.
Diana: No es tan malo
Yo: Ni tan bueno
Yo: Basta ya, cuéntame que tal la tierras españolas.

Casi media hora después Diana debía irse a dormir y yo


volvía al mundo real donde mi mejor amiga estaba muy
lejos, al menos físicamente, cerré mi cuenta de correo y abrí
una de las tantas páginas de carteles graciosos, me
quedaría un poco más y reiría de la vida.
Cuando estaba apagando la portátil miré mi refresco a la
mitad, prefería las bebidas calientes aunque en verano
aquello era muy engorroso, miraba la botella decidiendo si
tirarla o no cuando lo vi acercándose, directamente hacia la
mesa.
-Hola
Dag se sentó sin esperar permiso y echó un vistazo a la
computadora que había terminado de apagarse.
Le sonreí o hice una mueca que intento pasar por una
sonrisa amistosa, lo malo de escribir sobre él y mi virginidad
hace unos momentos es que inevitablemente me había

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puesto nerviosa al tenerlo cerca.
Él parecía llegar a su propia conclusión por mis titubeos.
Alzó las manos divertido.
-No te estoy siguiendo, lo juro-, se disculpó, con sus ojos
picaros no dejando en claro sus palabras.
-Ok-, me encogí de hombros, odiaba ser tan poco
elocuente, piensa Gisele, piensa, una frase chistosa, algo
divertido.
-Prometo no poner una orden de restricción, me tengo
que ir-, sonreí contenta por no sonar como una tonta
adolescente babeante.

Se levantó y comenzó a caminar a mi lado mientras


recorría el largo pasillo de tiendas comerciales hasta llegar a
la salida este del Cosmo.
-¿Ni un poquito acosador?-, pregunté y Dag puso su
mejor cara de inocente.
-Solo quiero ser tu amigo.
Me toqué el pecho de forma dramática.
-Acabas de romperme el corazón, yo que penaba que te
había conquistado a primera vista.
-Técnicamente no pudo ser a primera vista porque en ese
encuentro tú estabas medio dormida, apenas y me notaste.
Le saqué la lengua y él se rió mientras llegábamos a la
salida.
No pude contenerme de preguntar.

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-¿Qué haces por aquí?-, traté de sonar casual.
Dag se encogió de hombros y señaló hacia dentro de la
plaza.
-Me entrevistaron para preparar sándwiches.
Me quedé por un momento con la mente en blanco
mirándolo, nunca me hubiera imaginado esa respuesta,
aquello solo lo hacía más interesante.
Señalé la parada del autobús a unos metros, Dag sacó de
detrás de su pantalón una gorra de tela azul y se la colocó
en la cabeza.
Justo en ese momento noté lo bien que se le miraban la
camiseta gris y los vaqueros.
-Aún tengo otros pendientes, ha sido muy placentero
verte.
-Lo haces a propósito-, dije, “placentero” se escuchaba
sexy en su tono de voz, si Diana me viera en este momento,
coqueteando con él, todo como una gran broma tonta, claro
está.
-Contigo, siempre-, dijo antes de despedirse.

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CAPÍTULO 4

No saludé a Dag cuando subí al autobús, ya era nuestra


costumbre intercambiar solo una mirada de entendimiento,
algo así como:

-Tú eres el chico al que no puedo sacarme de la cabeza.

-Tú eres la chica a la que me gusta intimidar.

Quería preguntarle si había conseguido el trabajo en


Green & Green pero parecía demasiado condenatorio.
Tenía casi la certeza que ya estaba trabajado después de
clases, no había estado en la parada del autobús después
de la escuela toda la semana anterior.
Saqué mis audífonos e intente olvidarme del chico unos
cuantos asientos detrás de mí, sobre todo de la forma en
que no había dejado de mirarme.

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Es extraño como la simple mirada de cierta persona
puede causar en ti, me gusta mi cabello, mis ojos y hasta mi
cara redonda sin imperfecciones como el acné, había
llegado a un entendimiento con mis manos gorditas y mis
caderas anchas, pero una sola mirada de Dag bastaba para
que todo mi cuerpo vibrara como si estuviera a punto de
ganar un premio de Miss Universo, ojala no se necesitara de
los ojos de un hombre para conseguir el efecto.
Ese día después de clases, en casa y frente al espejo de
mi habitación traté de verme de la manera en que él lo
hacía, me encontré sonriéndole a mi reflejo sin mucho
sentido.

Mi clase favorita era bastante obvia para cualquiera que


conociera un poco de mí, era bastante predecible, Lectura y
Escritura II era impartida por la profesora Hayde Venegas,
una de mis mujeres favoritas a las que tenía la fortuna de
conocer.

Hasta el día de hoy siempre esperaba sus clases con


ansia, Dag estaba riendo a mi espalda por algo que algunos
chicos estaban diciendo, la maestra Hayde entró y después
de pasar lista y pedir que leyeran algunos de los resúmenes
que había dejado de tarea, se levantó emocionada y

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comenzó a repetir uno y dos, señalando a cada uno de mis
compañeros, tarde solo unos segundo en entender...
PAREJAS.
Mi estómago dio volteretas y mis manos sudaban
mientras escuchaba la voz lejana de la maestra
enumerando bajo el pitido de mis oídos, el momento llegó, el
uno me señalaba a mí, el dos a Dag.

-La actividad consiste en ejemplificar lo que les toque en


la rifa, tienen esta hora para ponerse de acuerdo, si es
necesario tendrán que trabajar en casa, para el miércoles
todos harán su presentación.
La maestra siguió explicando un poco más entre los
gemidos adolescentes, yo hubiera estado pletórica de no
sentir la respiración de mi compañero de trabajo justo en mi
nuca.

Escuchábamos los nombres que iban saliendo: poesía,


debate, fabula, obra teatral, los nombres seguían pasando,
la maestra había pensado en bastantes para tantas parejas,
Dag me indicó que fuera yo la que sacara el papelito.
-Novela epistolar-, había un ligero tono de interrogación
en mi voz.
-Ejemplifiquen un intercambio de cartas-, explicó la
maestra.
-Eso no me lo esperaba-, anunció Dag, todos estábamos

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reunidos con nuestras parejas tratando de llegar a un
acuerdo.
-Es el tipo de cosas que hace la maestra Hayde.
Y que hasta hace unos momentos adoraba.

Ejemplificar un intercambio de cartas podría considerarse


fácil, no quería hacer un vago ejemplo de intercambio de
papelitos en clase, no quería fingir que intercambiaba
sentimientos por carta con Dag, era simplemente extraño.
-Podríamos intentar pensar en lo que le diría un hijo a su
madre en época de guerra.
Dag me miró, una lenta sonrisa formándose en sus
labios.
-Suena interesante, pero ambos sabemos que todos
estarán esperando cartas de amor.
-Eso es tan obvio
-No con lo que tengo en mente.

Debo admitir que miré su boca al decir las palabras, luego


sus ojos brillando con emoción.
Por más que insistí Dag no me dijo nada por el resto de la
clase, pidió que lo encontrara alrededor de las cinco en
Cosmo, cuando acababa su turno de cuatro horas. Así que
salí de la escuela y comí con mamá, le avisé sobre el
trabajo y ella me dijo que tuviera cuidado antes de comenzar
arreglar sus cosas para su turno de noche.

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No pude evitar reírme al ver a mi compañero de trabajo
en su uniforme de polo verde y gorra color camel, solo por el
simple hecho de hacer algo y no quedarme babeando, ¿en
serio?, incluso hasta vestido así me ponía nerviosa, traté de
ignorar el hecho y comencé a sacar un cuaderno de la
mochila esperando que él se sentara en la mesa.
-¿Qué haces Gisele?-, la forma en que pronunció mi
nombre me hizo sonreír, agradecí que mi cabello tapara mi
rostro en ese momento.
-Tratando de iniciar nuestra tarea.
-Claro-, Dag tomó mi mochila, metió el cuaderno y sujetó
mi mano.
Puse algo de resistencia, le pedí la dirección de su casa y
comprobé que no estuviera la bastante lejos de la mía.
Para mi mala fortuna, estábamos a quince minutos uno
del otro.
Me sorprendió que viviera en un edificio de esos con
departamentos demasiado pequeños para una familia, al
entrar pude notar la limpieza del lugar y los muebles de
buen gusto, en un estilo minimalista y nada recargado, Dag
me invitó a sentarme en el sofá de color ladrillo y fue directo
hacia una pecera con varios peces multicolor, les dio de
comer y se giró a mirarme.
-No pude conseguir un perro.
Le sonreí, mi mente comenzó a comprender que no
saldría una madre cariñosa a recibirnos, estábamos solos.

26
-Entonces...
-¿Quieres algo de tomar?
-Nada, gracias, el trabajo ¿recuerdas?
Dag arqueó una ceja al mirarme y se sentó a mi lado.
-¿Me dirás cuál es tu idea?-, pregunté mirando sus
manos.
-Ejemplificaremos el amor entre dos hombres que se
envían cartas.

27
CAPÍTULO 5

Al escuchar la propuesta de Dag me levanté con si un


resorte se hubiera salido del sofá, mirándolo un tanto
sorprendida y un poquitín molesta, eché mi cabello hacia
atrás, el pareció seguir el movimiento con la mirada.
¡Maldito chico!

-¿Es una broma?-, pregunté y él frunció el ceño.


-Para nada, será algo original de hacer, creí que no
querías ser obvia.
-No me voy a prestar para algún tipo de burla que estés
planeando para quedar como un ídolo ante todos en el
salón, sinceramente me extraña, ya los tienes en la palma
de la mano-, le aseguré y Dag por primera vez dejó de
sonreír al mirarme, eso calmó mi enfado.

Dag se levantó del sofá y fue hasta el mueble tipo librero

28
de la sala, justo al lado del televisor había un pequeño
cuaderno, un álbum de fotos, hasta ahora no me había dado
cuenta que era de las pocas casa que conocía sin marcos
fotográficos por todas partes.
Me tendió el álbum abierto y señalando una foto.
-Las burlas mezquinas no me van.
La foto señalada mostraba a Dag en medio de dos
hombres jóvenes de unos treinta años a lo mucho, quizás
menos, uno era sin lugar a dudas su hermano o algún
pariente cercano a eso. El mismo cabello castaño, los ojos
oscuros y brillantes, el otro hombre que parecía estar
abrazando al hermano de Dag era el más alto de los tres, de
piel color chocolate y mirada amable.

-Esa es mi familia ahora, mi hermano y Jahir son todo lo


que tengo, deberías ser menos propensa a juzgar rápido.
Ellos vivían aquí con él, eran su familia, me sentía tan,
tan tonta.
Bajé la vista y seguí escuchando las palabras de Dag...
"esa es mi familia ahora", él conocía la perdida, lo entendí,
sentí mi dolor profundamente enterrado y el suyo.
Una mano cálida levantó mi barbilla.
-¿Comenzamos el trabajo Gisele?-, preguntó con una
de sus sonrisas, simplemente le sonreí de regreso
ignorando la humedad en mis ojos.

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Le mostré las cartas a mamá al día siguiente, le
sorprendió el giro que le habíamos dado y afirmó que papá
hubiera estado feliz por la originalidad. Simplemente asentí,
quería contarle sobre Dag, sobre todo, a ella y a Diana, pero
ese momento en el apartamento de él, lo guarde para mí
misma, para después.

En la presentación del miércoles ambos nos vestimos


de negro, playera y pantalón, me recogí el cabello en un
moño y nos colocamos gorras para enfatizar la expectación.

"... ¿Por qué tengo que sentir culpa de tocar tu cabello?"


"Recuerdo nuestras aventuras infantiles, siempre has estado
a mi lado, como una bendición..."

La voz de Dag era baja y profunda, yo comencé


tímidamente y con voz clara aunque un tanto ronca.

"Hoy te mire y quise decirte cuando te quiero, tocar tu mano,


estar a tu lado"
"... odio no ser valiente, lo odio"
"Al menos en esta hoja déjame ser atrevido, déjame
pronunciar nuestros nombres juntos y pensar en que
mañana podre estar a tu lado, te quiero Sergio, te quiero..."

Cuando terminé, leyendo la firma de Raúl, mi personaje,

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hubo un pequeño momento de silencio y después loa
aplausos de todo el salón, la maestra nos dio un punto extra
para el semestre.

Miré a Dag y él me sonrió, esta vez por una extraña


razón no desvié la mirada.

El recuerdo de aquel momento quizás fue el culpable de


que el sábado fuera a Cosmo cuando mamá salió hacia el
trabajo, le dije que iría para mandarle un correo a Diana, lo
cierto es que Dag se estaba convirtiendo en mi secreto
culposo.

Podría haberme sentido tonta por estar dos horas


leyendo en el área de comida rápida de la plaza, pero
cuando Dag se sentó a mi lado en la mesa al salir de
trabajar y me sonrió todo pareció perfecto.

Nota para el siguiente correo de Diana: ¡Me estoy


volviendo cursi!

Era bueno que nadie supiera hasta donde llegaba mi


atracción por el chico frente a mí.

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-¿Ahora quién es el acosador?-, bromeó él mientras yo
seguía intentando leer.
-Decidí que tal vez me gustaría que fueras mi amigo.
Dag arqueó una ceja y deliberadamente recorrió mi
rostro con su mirada hasta llegara mis labios.
-Sera un placer.

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CAPÍTULO 6

Fuimos a las máquinas de juegos y me sentí orgullosa


de ganarle al menos en los que utilizaban pistolas.
-Que conste en el acta que necesito lentes-, afirmó
mientras yo reía.
De camino a la parada del autobús no pude refrenarme
por más tiempo, esta compulsión por saber más de él, era
demasiado.
-¿Hace mucho que vives con tu hermano?-, pregunté en
voz baja mirando hacia el suelo mientras caminábamos, sus
pasos eran más largos que los míos, debía verme
demasiado patosa y voluminosa a su lado, aunque no me
sentía así, sino más bien, nerviosa, expectante.
Pareció por un momento preocupantemente serio antes
de contestar.
-Desde hace un año y medio, el cambio de casa y
escuela fue porque los gastos eran excesivos, Jahir es
contador, Tiago es pintor, regularmente vende una o dos

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piezas a tiendas de arte, eso les bastaba cuando eran solo
dos, pero mis papás murieron en un accidente y...

Dag se detuvo, dejó de caminar y sin pensarlo tomé su


mano, entrelazando mis dedos con los suyos. Él me dio un
apretón y sonrió.
-No aceptan que les ayude con los gastos, mi hermano
dice que con el seguro de papá es suficiente para que
tengamos algo cuando entre a la universidad pero prefiero
hacer algo, preparar comida parece una buena forma de
ganar dinero por ahora.
Me sentí como una niña consentida, cuando le
detectaron cáncer a papá, ni él ni mamá habían hablado de
despedidas pero me di cuenta hasta tiempo después que
habían creado una cuenta para mi futuro, la misma en la
que prefería que mamá depositara algo antes de poner
internet en casa o comprarme ropa de marca.
No tenía necesidad de trabajar aun, aunque ahora
mismo me di cuenta que podría hacer más.
No hablamos mucho en el autobús, aunque nuestras
manos siguieron unidas.

Las siguientes tres semanas seguimos un patrón casi


rutinario, durante la semana apenas compartíamos unas
palabras en la escuela, chistes y sarcasmos en la mayoría
de las ocasiones, pero el sábado era para nosotros, ser

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amiga de Dag significaba encontrar a una persona que no
me hacía sentir rara, sabía que ambos habíamos pasado
por cosas difíciles, cada uno reaccionaba a su manera pero
juntos era mucho más fácil.
La segunda semana conocí a su hermano y a Jahir,
fueron a recogerlo a Cosmo y Dag aprovechó para
presentarme como su nueva mejor amiga por ahora.
El "por ahora" hizo reír a los dos hombres apuestos
frente a mí. Me había acostumbrado al coqueteo bromista
del chico, sabía que no pasaría de eso, era un mantra que
tranquilizaba mi corazón y mi estómago.

Se cumplía un mes de estar esperándolo el sábado


cuando Dag cambió la rutina y después del trabajo salimos
de Cosmo y tomamos un taxi que nos llevó a una de las
librerías del centro.
-No tengo dinero para otro libro.
-Yo te lo voy a regalar.
Lo admito, fui feliz por varios segundos.
-¡No, no, no!, Dag sé que esta no es tu idea de gastar
dinero, en serio, es una tontería, completamente
innecesario, solo vámonos.
Dag sonrió enmarcando mi rostro con sus manos,
haciéndome callar.
-Ok, no te compro nada si me das un beso-, su aliento
chocó contra mi piel

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¿Qué?
Esto no era parte del juego, ¿Cómo iba a hacer su
amiga y darle un beso?, ¿Cómo iba a poder seguir soñando
con él si una probada de la vida real borraría el lustre de mis
sueños?
Le dio un gancho al hígado de forma juguetona.
-Buena broma, vámonos-, me giré dispuesta a buscar
alguna ruta que nos llevara de regreso cuando él tomó mi
brazo y me jaló, atrayéndome a su cuerpo.

Sentí sus labios tersos, secos y dulces sobre los míos,


antes de que presionara un poco más, moviendo
ligeramente la cabeza generando un roce electrizante.

Me quede helada por un minuto antes de que mi cuerpo


se estremeciera, solté el aliento contra sus labios y eso
generó otra nueva sensación, ambos entreabrimos los
labios, mas sensaciones, mas humedad.

Ni siquiera pasó por mi cabeza que estábamos en plena


calle peatonal.
Solo era consiente de él y de sus labios, de él y de la forma
en que me hacía sentir.
Al final regresé a casa con un nuevo libro y los labios
llenos de su esencia.

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CAPÍTULO 7

-Cuéntame sobre tu papá-, pidió Dag desde donde


estaba sentado frente a mí, de nuevo sin importarle si se
ensuciaba la ropa, sabía que no era buena idea cuando le
dije que podía acompañarme durante el receso, siendo
sincera no creí que lo hiciera, no tenía sentido, él seguía
siendo uno de los reyes del salón y de varios grupos más en
la escuela, ser popular en preparatoria era el sueño de todo
adolescente ¿no?
Miré el libro en mis manos pero no leí nada.
Sabía que no estaba preguntando sobre la enfermedad
ya le había contado a grandes rasgos lo que habida pasado,
no, no era eso, Dag estaba preguntando sobre los
momentos felices, sobre los recuerdos que ayudaban en los
momentos de tristeza.
Parecía algo demasiado íntimo compartirlos.

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-Siempre estaba haciéndole bromas a mamá,
asustándola, haciéndole cosquillas, me divertía mucho
viendo como ella intentaba parecer enojada pero siempre
terminaba abrazándolo, acariciando su mentón. Cuando era
niña me cargaba todas las noches hasta mi cama y me
decía que nunca creciera.
Dejé de hablar y me traté de centrar de nuevo en mi
libro, ya no dolía como una herida abierta pero aun sentía
una tristeza honda al darme cuenta que mi papá nunca
volvería a decirme aquello, ya había crecido y él no estaba
para verlo.
Sentí las manos de Dag en las mías, se había movido
hasta estar de rodillas frente a mí, en esa posición sus
hermosos ojos oscuros eran todo para mí, cerré los ojos no
queriendo que mis sentimientos se notaran.
A pesar de que desde hace varios días habíamos
estado besándonos cada que era posible, antes de la
escuela, en Cosmo, en su apartamento, la escuela era un
terreno peligroso, su mano simplemente rozó mi mentón.
-Creo que ya es hora de que me invites a tu casa ¿no
crees?
Después me daría cuenta que no había tenido dobles
intenciones con aquella solicitud pero al estar con él todo
tenía varias aristas, todas entrelazadas.

Dag tenía el día libre en Green & Green y yo sabía que

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mi mamá no llegaría a casa hasta después de las ocho así
que no pude encontrar ningún motivo por el que pudiera
negarme a su petición.

La casa lucía limpia, ni mamá ni yo éramos muy dadas


al desorden, era mejor poner cada cosa en su lugar en su
momento que tener trabajo casero todo el fin de semana,
ella estaba demasiado cansada y yo prefería una buena
tarde con un libro, Dag negó cuando le invité un vaso de
agua o refresco, se sentó en mi sala más tradicional que la
suya y me senté a su lado.

-¿Has pensado que estudiaras?-, preguntó, faltaba


menos de un año para cumplir dieciocho, comenzar la
universidad, todo iba a cambiar, todo estaba cambiando.
-Me gustaría ser maestra, ¿Tú?
-Voy a estudiar psicología infantil, me gustaría ser
consejero estudiantil o trabajador social.
Lo miré un tanto sorprendida y él se encogió de
hombros.
-No eres ni la mitad de chico malo que aparentas ser-,
murmuré y él se acercó.
-Eso sonó a reto, Gisele-, tomó mi rostro entre sus
manos anclándome más en el sofá, esta vez, no nos
detuvimos en la serie interminables de besos, lo abracé y él
nos recostó contra la mullida superficie.

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-¿Quieres cambiar eso de que no soy un chico malo?-,
preguntó sonriendo aunque para mi satisfacción su
respiración era desigual.
-No-, mi respuesta tuvo el efecto deseado, él volvió a
besarme.

Mi cuerpo temblaba, mi estómago y vientre


hormigueaban, mis manos ansiaban tocar más, todo, había
leído bastantes escenas como está pero las sensaciones,
ahora comprendía, eran indescriptibles.
-Soy un chico malo, tengo un tatuaje y todo-, insistió y lo
miré sorprendida antes de levantarme provocando perder su
peso sobre el mío.
-¿Tienes un tatuaje?
-Debería sentirme insultado.
Lo ignoré.
-Enséñamelo.
-Tendría que quitarme la camiseta-, advirtió arqueando
una ceja.
-Prometo no lanzarme contra ti-, alcé la mano en señal
de promesa y él hizo un puchero ridículo.
-Lastima.
Dag se quitó su camiseta roja con un estampado de
guitarra eléctrica, no le había creído del todo lo del tatuaje
hasta que lo vi, era una frase escrita con hermosa letra
sobre su costado izquierdo.

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Sólo vive el que sabe.

Lo entendí por completo, lo amé por ello, quise tocar las


palabras y vivir.
Mis ojos dejaron del lado las letras de tinta, viajaron por
la extensión de piel al descubierto, piel blanca, músculos
ligeramente marcados, delgados pero fibrosos.
Encontré sus ojos, parecían hablar por si solos, ansiaba
tocarlo pero parecía paralizada por un extraño miedo.

-Me lo hice hace unos meses, Tiago tuvo firmarme un


permiso especial por tener diecisiete, aunque no puso
muchas objeciones.
-Lo entiende-, le respondí.
-Tú también-, afirmó con voz profunda, casi inadecuada
para ser solo un chico.
Mi cara ardía con un calor interno.
-Quiero verte también-, murmuró y yo negué con la
cabeza.
Quizás podía gustarle a Dag pero esa clase de intimidad
física era otra cosa completamente distinta.
-¿Por qué no?
-Simplemente acepta la negación, chico nudista
-Lo haría si supiera que es por las razones correctas, no
lo deseas, no estás lista...

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-No lo estoy.
-Tienes miedo, piensas demasiado en tu aspecto.
-No haré dietas ni me mataré de hambre por bajar los
kilos "extras", me alimento saludablemente y sé que en
algún momento tendré que hacer ejercicio para mantener la
forma pero...

-Te quiero

Sus palabras me dejaron muda, completamente


paralizada, mi corazón latió frenéticamente contra mi pecho.

-Confía en mi Gisele.
-No estoy lista.

Él me hizo mirarlo y sonrió mientras se inclinaba para


besarme murmurando su acuerdo, mis manos tocando su
espalda provocaron sensaciones completamente diferentes.
Cerré los ojos, forcé mis manos a moverse y en un solo
movimiento me quite la blusa, mi sostén lila de copas
pequeñas quedo a la vista, mi estómago que se curvaba
contra la cintura de mi pantalón, visible.
Dag no dijo nada, su mano recorrió con reverencia
desde mi hombro hasta la palma de mi mano, solo la punta
de sus dedos tocando el tirante de mi sostén.
Toqué su rostro y él se recargó en mi palma solo un

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momento antes de comenzar a besarnos, amando la
sensación de piel contra piel, de sentimientos contra
sentimientos.
Sus manos abarcaron mis pechos, me estremecí
internamente mientras besaba mi cuello, quise detenerlo,
quise acercarme, Dag bajó aún más la cabeza, cubriendo
con su boca la piel hormigueante, los puntos sensibles.
Mi cuerpo se llenó de sensaciones maravillosas que me
hicieron creer que no podía haber nada mejor que eso, era
como estar en la montaña rusa y comer chocolate, poco a
poco dejamos de besarnos y Dag volvió a sonreírme.
-Hermosa.

Nos miramos casi tímidamente cuando él salió del baño


minutos después. Parecía ligero aunque algo apenado.
Pedimos una pizza para comer y el tiempo paso
volando, no platicamos mucho, no parecía necesario.
Cuando me di cuenta la hora de llegada de mi mamá
era evidente, no estaba segura de por qué no le había
contado sobre Dag antes, por qué lo había mantenido como
si fuera un sucio secreto, me sentí mal.
Ella llegó diez minutos después y las presentaciones
comenzaron, mamá parecía desconcertada porque hubiera
estado toda la tarde sola con un chico y mi sonrojo no hizo
más que empeorar la situación.
Sabía que ella estaba molesta aunque no lo dejo ver.

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-Mamá, él es Dag Romero, un amigo de la escuela-,
justo al terminar de decirlo supe que había cometido un
error, amigo parecía una palabra infinitamente corta para
todo lo que Dag era para mí, pero si lo admitía todo sería
real ¿no?, decir te quiero cuando estas excitado no es lo
mismo que después, con la cabeza fría y los recuerdos
latentes.

Dag me miró un momento, después sonrió a mamá.


-Mucho gusto señora Salas.
Todo fue torpemente realizado después de eso, Dag
mencionando que era tarde, mamá preguntándole algunas
cosas sobre la escuela, él y yo despidiéndonos.
Cuando por fin solo quedamos mamá y yo, ella
comenzó a hablar.
-Traicionaste mi confianza.
Me puse a la defensiva instintivamente.
-Que rápido me has juzgado.
-¿Por qué no me dijiste que tenías novio Gisele?-,
preguntó respirando hondo, me daba cuenta que ella no
quería una confrontación, desafortunadamente yo sí.
-Porque no lo tengo.
-¿Crees que soy tonta?-, gritó y después volvió a
respirar hondo hablando más pausadamente.
-Tengo muchos más años que tú, tu papá y yo también
tuvimos nuestras tardes de besos y...

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Dag no es papá, Dag no es papá.

-No es mi novio, no quiero uno, no necesito uno-, mi


garganta se cerró, las lágrimas salieron sin poder
contenerlas
Algo en los ojos de mamá me dijo que ella sabía,
parecían decir: Estas aterrada.
-No es lo mismo, no es lo mismo ¿entiendes?, la historia
no se repite, yo no, yo no...
Corrí a mi cuarto poniendo el seguro y lloré hasta que el
sueño me venció.

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CAPÍTULO 8

Dag trató de hablar conmigo en los días posteriores a


esa tarde pero simplemente le dije que no había pasado
nada, dejé de leer en mi lugar habitual a la hora del receso y
elegí la biblioteca en su lugar, al menos ahí Dag no podía
hablar, aunque una vez permaneció mirándome al otro lado
de la mesa de lectura.
El sábado siguiente no fui a esperarlo después del
trabajo, me quede en casa sin siquiera abrir el libro en turno,
Demian no parecía interesarme lo suficiente.
El lunes traté de salir de casa lo más temprano posible,
sería mucho mejor no ver a Dag en el autobús, me quede
paralizada al verlo en la esquina de mi calle.
-Vas a hablar conmigo Gisele.
Traté de quitarle seriedad al asunto, Dag había sido una
de las mejores cosas que me habían pasado después de la
muerte de papá, pero justo por eso, el simple recuerdo de la

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perdida me hacía querer correr en dirección contraria.
-No me culpes a mí de tu insomnio, si te has caído
temprano de la cama no es por mí.
Comencé a caminar hacia la parada del autobús con el
aire fresco de la mañana chocando contra mis mejillas.
-Estaba enojado contigo, por llamarme amigo como si
fuera un simple conocido, uno de tus tantos compañeros de
clase con los que te esfuerzas en no relacionarte.
No dije nada.
-¿Olvidaste lo que dije esa tarde?, Te quiero.
-No lo haces, nos conocemos hace poco menos de
cuatro meses, no confundas amor, con... con...
Me di cuenta que no podía menospreciar lo que
habíamos sentido, lo que habíamos vivido, mis sentimientos
o los suyos.
-¿Crees que eres la única con miedo?
Negué con la cabeza.
-Podemos hacerlo juntos Gisele.
Cerré los ojos queriendo tocar su mano, abrazarlo.
-No puedo.

Subí al autobús pero Dag no hizo lo mismo, ese día


llegó dos horas tarde a la escuela y no intentó ni una sola
vez hablar conmigo.
Casi escuchaba la voz de Diana, lo que diría al saber
que había dado a espalda a ese chico que parecía volverme

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loca y entenderme tan bien. Pero no le había enviado
ningún correo, permanecía lo más alejada de Centro Cosmo
como fuera posible.
Fabiola y Bere se acercaron a mí antes de que pudiera
llegar a la biblioteca a la hora del receso.
-Espera Gisele-, llamaron acercándose a mí.
Sonreí deteniéndome, fue más una mueca, pero estoy
en etapa de negación, así que...
-¿Qué pasa chicas?
-Necesito saber si tengo alguna posibilidad con Dag-,
anunció Fabiola, parecía estar hablando completamente en
serio, lo busqué a los alrededores para asegurarme de que
no era una broma.
Ahogué la ligera punzada de celos.
-Eso deberías preguntárselo a él ¿No crees?
Fabiola hizo una mueca y Bere rodeó los ojos.
-Sabes que solo tiene ojos para ti.
No creía que nadie de la escuela se hubiera dado
cuenta de... nada.
-Chicas, en serio, esto es ridículo.
-Para que lo sepas ya le había preguntado a él
directamente y dijo que no había posibilidad-, anunció Fabi
con una sonrisa cómplice, me guiñó un ojo y se fueron de
largo.

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Terminaba de lavar los platos de la cena mientras
luchaba contra la culpabilidad y la incertidumbre, había
herido a Dag y aun así él le había dicho a Fabiola que no
podía salir con ella.
-Creo que ya está lo suficientemente limpio-, murmuró
mamá detrás de mí, había estado lavando el mismo traste
una y otra vez.
Sabía que ella esperaba que dijera algo y sin darme
cuenta empecé a contarle todo sobre Dag, su historia, su
forma de ser conmigo, la forma en que yo me sentía junto a
él.
Hablamos casi toda la noche y ambas lloramos aunque
no hubo esa tristeza de antes.

-A tu papá no le gustaría que tuvieras miedo de vivir-,


murmuró ella mientras me abrazaba.
-No tengo miedo de vivir, tengo miedo de perderlo
-¿Así que eliges dejarlo?, no tiene sentido.
No lo tenía.
Recordé el tatuaje de Dag, “Sólo vive el que sabe”, creí
que entendía su significado pero no lo había hecho hasta
este momento.

Releí al menos tres capítulos de Los juegos del Hambre


ese sábado antes de que Dag se acercara a la mesa en la
que estaba en el área de comida rápida de Cosmo.

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-¿Qué haces aquí Gisele?-, preguntó sentándose a mi
lado y quitándose la gorra del trabajo.
-Tengo algunas cosas que decirte.
-Solo me interesa si vas a decir que estás lista-, sabía
que estaba retándome, sabía que estaba molesto, sabía que
lo quería muchísimo.
-Estoy lista.
Dag se sorprendió solo por un momento luego arqueó
una ceja y sonrió.
-¿En serio?, yo diría que quitarnos las camisetas aquí
causara un gran revuelo.
Omití su broma. Ambos sabíamos de qué estábamos
hablando.
-Te quiero.
-Esa es mi chica-, dijo sonriendo y tomando mi mano.

Ese día cuando regresamos a casa tomados de la


mano me pareció que la vida real era mucho mejor que
cualquier libro.

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ACERCA DE LA AUTORA

Celia Terrones es una joven mexicana que disfruta una buena


tarde de lectura, ir al cine o teclear en la computadora un capítulo
tras otro.
Informática de profesión, en su tiempo libre echa a volar la
imaginación creando historias.
Siempre le gustó leer, adora la poesía y las novelas históricas,
desde hace unos años, escribe sin que pueda imaginar
detenerse, lo que explica su variedad de libros navegando por la
red.

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Terrones/237385249711568
http://www.compartamosunplacer.blogspot.mx/

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