Todo empieza en la época en la que mortales e inmortales
convivían en un mismo mundo. En los banquetes, los dioses debían escoger primero la mejor pieza de comida, dejando para los demás el resto. Harto de esto, Prometeo decidió un día revestir de los mejores pellejos la peor carne y viceversa, consiguiendo engañar a los dioses, pero provocando que, una vez fuera descubierto el engaño, los mortales fueran desterrados.
Prometeo, buscando siempre el bien para los humanos, robó el
fuego a los dioses para dárselo a los mortales y así lograr todas sus ventajas. Zeus, colérico por este robo, decidió enviar un “castigo” a los hombres. Creó a Pandora, una mujer modelada por dioses como Hefesto, Hermes, Afrodita o Atenea con sus mejores características. Pandora fue enviada a casa de Prometeo, donde su hermano Epimeteo, a pesar de los avisos del primero, se casó con ella.
Pandora era tremendamente curiosa, por lo que no dudó ni un
instante en abrir una caja que existía en la casa de Epimeteo en la cual se encontraban encerrados todos los males que podrían perjudicar a los humanos (y que Zeus quería que fuera abierta). Al abrirla, todos empezaron a esparcirse por la Tierra, sembrando cada rincón con un mal. Pandora, asustada, intentó cerrar la caja lo más rápido que pudo, pero sólo pudo evitar la fuga de la Esperanza, que quedó encerrada en la caja. Al comunicarle lo sucedido a Prometeo y a su marido, Epimeteo, Pandora les dijo que lo único a lo que siempre podrían recurrir era a la Esperanza, pues era lo único que quedaba en la caja y, por lo tanto, lo último que se podría perder.