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autor : José Miccio

Los raros
Mis modelos de conducta, de John Waters, Buenos Aires, Caja Negra, 2012

1. Ahora que el mal comportamiento es la consigna de un hit subcontinental, que la pedagogía pibefriendly lo reinterpreta como lugar de enunciación heterodoxo y que hasta una
bonita diputada argentina lo propone como virtud y gancho electoral, un libro de John Waters –el rey del vómito, el cruzado del mal gusto, el marica camp, el Incorrectísimo– es lo
mejor que le puede ocurrir al interesado en averiguar qué queda para la desobediencia además de un lugar en el reino de las vaguedades progresistas. Pues bien, lo que queda no es
la siempre añorada épica contracultural sino algo más humilde y tal vez más sugerente: la ternura incondicional por los extravagantes y un dandismo recobrado. En otras palabras,
lo que queda esMis modelos de conducta: una nueva colección de raros.

2. La carrera de Waters como director de cine se puede dividir en dos etapas. La primera, desarrollada fundamentalmente en los años 70, es la de sus títulos más desquiciados:
Mondo Trasho,Multiple Maniacs,Pink Flamingos,Femmale Trouble. Luego de este conjunto de películas ultratrash, y habiendo pervertido en ellas todos los valores –de la familia a
la religión, de la sexualidad a la belleza–, en 1981 Waters comienza conPolyester una nueva etapa, menos salvaje en sus formas, narrativa y apta para estrellas de uñas limpias con
la inteligencia suficiente como para jugar a ser parte del circo en su periodo de irreverencia tranquila. A este tiempo, que puede subdividirse en dos, pertenecen, obviamente,
Hairspray,Cry Baby y la encantadoraSerial Mom, sus intentos más comerciales; pero también sus últimas tres películas,Pecker,Cecil B. Demented yA Dirty Shame, suaves y
cariñosamente irónicas evocaciones de los tiempos feroces.

3. Más allá de las quejas monótonas de los puristas, que Waters pasara del under más profundo al mainstream barato no es tan difícil de entender. Como buen dandi poswarholiano
Waters siempre se sintió atraído por los raros ocultos y los raros famosos, y no hizo diferencia entre ellos, iguales en su rechazo de la sensatez, la corrección estética y los proyectos
de vida socialmente aceptados. Por eso es lógico que en los diez capítulos de Mis modelos de conducta reconozca la influencia en su vida y su obra de celebridades y desconocidos,
millonarios y pobres, como si existiera entre todos ellos un vínculo superior, una misma aura escabrosa que en el último y fundamental capítulo Waters denomina “santidad
radical”.

4. El modelo de santidad de Waters es Santa Catalina, que bebió el pus de un enfermo para domar su asco.

5. Pasolini, Kenneth Anger y Armando Bo podrían haber formado parte del libro, tal como sugiere al pasar el mismo Waters. Pero, más allá de que cada capítulo menciona raros
que merecen un lugar en este devocionario invertido, los protagonistas consiguen imponerse, y si uno se sorprende pensando en algún momento en qué bueno hubiera sido que el
libro incluyera un capítulo sobre Rus Meyer o sobre Visconti (¡o sobre los dos juntos!) no es porque los personajes que ocupan efectivamente el centro de la escena carezcan de
encanto sino porque entusiasman verdaderamente. Las estrellas deMis modelos de conducta son figuras de la canción como Little Richards y Johnny Mathis, escritores como
Tennessee Williams y Ivy Compton-Burnett, la diseñadora de moda Rei Kawakubo, los artistas plásticos Mike Kelley y Cy Twombly, la stripper lesbiana Lady Zorro, los outsiders
del porno Bobby García y David Hurles y la ex chica Mason Leslie Van Houten.

6.Hay dos historias en el libro que funcionan como relatos de origen. En la primera, perteneciente al capítulo dedicado a Little Richards (el inspirador del bigote de lápiz que
Waters convirtió en su emblema), el niño John, de once años, roba el singleLucille en un negocio de baratijas. Al llegar con sus padres a la casa de su abuela materna lo pone en el
tocadiscos y detiene el universo: la familia blanca y burguesa de Baltimore tiembla ante los gritos del negro Richards, y el niño John aprende de su modelo de conducta que el susto
ajeno puede ser la verdad propia.

7. La segunda historia pertenece al capítulo dedicado a Tennessee Williams. John tiene ahora doce años y concurre asiduamente a la biblioteca pública de su ciudad; no ha leído a
Williams pero sabe que es un enemigo de las almas bellas: en casa y en la escuela le han hablado pestes del responsable de la obra de teatro y el guión detrás de la recientemente
estrenadaBaby Doll, la película de Elia Kazan sobre un pobre tipo y una nena mala que aparece en el cartel publicitario chupándose el dedo. Para John las cosas son claras: cuanto
más sucio, mejor; pero la biblioteca no presta libros de Williams a niños como él. Un día, aprovechando una distracción del bibliotecario, John roba del estante ubicado detrás del
mostrador una colección de cuentos firmada por el réprobo,Un brazo y otros relatos. La lee en casa, y a pesar de no entender bien todos los textos entiende bien su verdad última:
no hay por qué encajar.

8. En las dos historias, el robo es un énfasis de la ruptura: del lado de la ley queda la vida fea; del otro lado la aventura. Verdaderos umbrales, los modelos de conducta ponen al
inquieto en la pista de su camino. Tal vez el nexo entre rebeldía y revelación que se desprende clásicamente de estas historias explique el único error de la magnífica edición de
Caja Negra; en las primeras líneas de la página 95 se lee: “Siempre me importó la vestimenta, pero me revelé tempranamente contra el look pacato que mis padres deseaban que
tuviese.”

9. La condición de discípulo que con orgullo ostenta Waters durante todo el libro va de la mano con su autoridad como maestro, de manera queMis modelos de conducta
posee una doble dirección pedagógica: trata de lo que su autor aprendió y de lo que puede enseñar. Como buen maestro, Waters aprovecha cualquier ocasión para dirigirles a sus
lectores algunos buenos consejos. Dice en “Porno outsider”: “Háganse amigos de sus neurosis”. En “Rei Kawakubo”: “No necesitan diseñadores de moda cuando son jóvenes.
Tengan fe en su propio mal gusto”. En “Líder de culto”: “Giren su cinturón a la derecha para que la hebilla esté a cuarenta y cinco grados del centro. No hay nada más sexy: el
signo secreto de que sus armas están cargadas”.

10. Lógicamente, esta pedagogía para descarriados está llena de humoradas y autotomaduras de pelo, pero es indudable que Waters cree en su obligación más íntima: la defensa
tenaz del estado de ánimo. En este sentido, su discurso más cercano es el rock. Al respecto, una de sus mejores frases: “Una vez que hayamos identificado y abrazado nuestra
enfermedad, ¡tendremos fuerza!”

11. El momento más famoso del cine de Waters es sin dudas el coprófago final dePink Flamingos. Como la coexistencia en un mismo plano del pájaro y el cocodrilo, la imagen de
Santa Divine comiendo el excremento que un perro acaba de depositar en la calle es un momento baziniano por excelencia: la ontología del cine en su versión más asquerosa. En
nuestro presente digital y computarizado, las clásicas ideas de Bazin sobre el cine están más en crisis que nunca, pero en este punto Waters es hijo de su juventud, de ahí que su
interés por el porno de baja fidelidad exprese también un modo torcido del realismo moderno.

12. El capítulo sobre los pornógrafos Bobby García y David Hurles es el más curioso; de hecho, como si sus dos protagonistas no fueran lo suficientemente raros, Waters termina
con un desfile de personajes secundarios con costumbres aún más inusuales que tener sexo en cámara con Marines o editar libros de fotografía con nombres comoAutofelación y
masturbación. Pero a decir verdad, si hay un capítulo que sobresale enMis modelos de conducta es el que protagoniza Leslie Van Houten. Como recordará quien haya visto las
primeras películas de Waters, la familia Mason era una de sus obsesiones. EnMultiple Maniacs Divine mantiene bajo control a David Lochary diciéndole que él mató a Sharon Tate
en un viaje de ácido;Pink Flamingos está dedicada a las chicas Mason “Sadie, Katie y Les” yFemmale Trouble a uno de sus chicos, Charles Watson. Ahora, cuarenta años después
de aquellas provocaciones, Waters pide con muy buenos argumentos la libertad condicional de Leslie, cuenta la historia de su vínculo con ella y piensa en su propia familia
cinematográfica, pasada de ácido también, como análoga y alternativa a la de Mason.

13. La revisión de sus películas más salvajes a la luz de la locura de Mason conduce a Waters a la conclusión de que bien pudo haber sido la estética, el juego con la representación
y sus límites, lo que contuvo el maltrip, la bronca y las pulsiones más oscuras de su propia familia; el resumen de esta idea es la definición que da de la escena final dePink
Flamingos: “nuestro propio Tate/LaBianca cultural” (en la frase Waters subrayanuestro; el capítulo entero es un subrayado decultural). Ciertamente, no era necesario pasar por
Mason para reconocer la dimensión catártica de las performances antisociales de aquellas películas, pero dentro de la estructura argumentativa del capítulo es perfectamente lógico,
porque Waters quiere dejar en claro que puede comprender, y que si Leslie se hubiera cruzado con su familia cinematográfica tal vez habría comido mierda de perro en lugar de
haber participado del asesinato del matrimonio LaBianca.

14. Dentro de un libro dedicado a los raros, Leslie Van Houten ocupa un lugar único; no es posible para ella celebrar anomalías o recurrir a graciosos relatos ejemplares como
Waters; no puede recibir epítetos como “Papa de la basura” o “Almodóvar de los anos”, que en el mundo deMis modelos de conducta son premios invalorables. Por donde anduvo
Mason no crece nada, y menos el juego de la desobediencia o el orgullo de la vida alternativa. De manera que con Leslie Van Houten, Waters procede exactamente al revés que con
todos sus otros personajes: dice que merece la libertad porque ha demostrado durante sus años de cárcel que está sinceramente arrepentida y que puede vivir en sociedad. Es decir,
que es una persona normal.

15.En “Ratón de biblioteca”, el capítulo dedicado a su pasión por los libros, Waters da un consejo muy bueno, y además muy adecuado para terminar la reseña y recomendar
Mis modelos de conducta. Dice: “Nunca deberían leer solo por ‘placer’. ¡Lean para ser más inteligentes! Menos sentenciosos”. Amén.

(Actualización noviembre – diciembre 2012 – enero – febrero 2013/ BazarAmericano)

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