Neurociencias y Liderazgo "Neuroliderazgo"

Bases de la Neurosicoeducación aplicadas a las organizaciones.

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Conceptos de Neurosicoeducación XIV

para el Desarrollo Humano (000815/03)

El intérprete
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 CONCEPTOS DE NEUROSICOEDUCACIÓN XIV – EL INTÉRPRETE

Tal como lo hemos visto en la clase 1, la teoría del intérprete fue formulada por el
neurocientífico Michael Gazzaniga, quien lo considera el encargado de dar una
base narrativa a las cosas que hacemos y a cómo nos sentimos.

Aunque los motivos de muchas de nuestras acciones están fuera de la consciencia,

el intérprete se las ingenia para urdir un relato que enhebre los hechos que está
observando, aun cuando desconozca totalmente la causa de los mismos. De esta
manera, logra crear la ilusión de que las acciones que emprendemos son
articuladas de forma intencional y nos lleva a considerar lo mismo con las otras
personas.

Se ocupa de que todo lo que hagamos o digamos nos resulte coherente con quien
consideramos que somos. Cuando algún detalle no encaja, el intérprete acomoda
el relato mediante la eliminación o ajuste del mismo.

Siempre está a nuestra disposición para crear argumentos razonables

―racionalizaciones― para justificar acciones que de otra forma serían difíciles de
explicarnos a nosotros mismos y a los demás. Por ejemplo, nos hace relatar un
hecho del siguiente modo:

“Yo soy incapaz de cometer semejante acto, pero esta persona me pone tan mal
que me lleva a reaccionar de este modo inusual para mí”.

Si bien existió una acción inapropiada, el intérprete nos hará sentir que lo hecho
no fue nuestra responsabilidad. Se encargará de engañarnos a nosotros mismos,
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para que nuestra historia sea creíble ante los ojos de los demás. Por ello se lo
puede llamar también pensamiento justificador.
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En 1977 Richard Nisbelt y Timothy Wilson publicaron un experimento al respecto,

que intentaba verificar cuán realistas eran las personas cuando debían explicar sus
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acciones. Para ello colocaron una mesa con muchos pares de medias frente a un
conjunto de mujeres, pidiéndoles que escogieran las que más les gustaran. Luego
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se les solicitó que justificaran sus preferencias y todas mencionaron distintas

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virtudes de los productos elegidos, como la textura o la transparencia. Sin

embargo, en realidad todas las medias eran iguales. Este ensayo, como tantos

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 otros, no hizo más que confirmar que las personas tendemos a justificar las causas
internas de nuestros juicios racionalizando.

La función interpretativa, en cierto modo, nos ayuda a sentirnos coherentes, pero

desde otro lado puede llevarnos a resistirnos al cambio, o a mejorar, ver y aceptar
qué cosas debemos ajustar.

La sensación de coherencia es sumamente importante ya que un animal que duda

pone en peligro su supervivencia, del mismo modo que lo haría si cambiara
fácilmente sus modos de actuar.

Imaginemos que viene un estímulo en el mundo natural y dudamos en el modo de

actuar o responder ante éste. Si ese impulso fuera un depredador, sin duda
tendríamos muchas posibilidades de ser su alimento del día. El accionar anterior es
excelente en el mundo natural y frente a quien desea que seamos su almuerzo.
Ahora supongamos lo mismo pensando en nuestro comportamiento en la empresa:
sin lugar a dudas lo que fue una ventaja pasa a ser una limitación. En este punto
encontramos otro de los posibles motivos de la resistencia al cambio, ya que
sentirnos "coherentes" y "racionalizar" puede ser una barrera difícil de pasar si
desconocemos su existencia.
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 Otra investigación que permitió observar cómo opera el intérprete y la
racionalización fue realizada por Gazzaniga y Joseph Le Doux en pacientes con
cerebros divididos (pacientes a quienes para tratar sus epilepsias y que el foco no
pase de un hemisferio cerebral al otro se les cortó el cuerpo calloso).

Ambos profesionales sabían que la información presentada a un solo hemisferio de

un paciente con el cerebro dividido resultaba inaccesible para el otro y por ello
tomaron esta idea como modelo de comprobación para distinguir cómo se
racionaliza la información generada por un proceso inconsciente.

En su estudio, en primer lugar, le daban instrucciones al hemisferio derecho de las

personas para que ejecutaran determinada acción (por ejemplo, agitar la mano).
Cuando el paciente cumplía con lo solicitado, le preguntaban por qué había
realizado esa tarea. El que debía responder era el hemisferio izquierdo que se
ocupa del habla, pero como estaba desconectado del derecho, la persona sólo
había podido observar la acción, sin saber que había recibido una orden.

No obstante, tal como lo esperaban, los pacientes daban explicaciones como si

supieran los motivos por los cuales habían movido su mano, y tranquilamente
expresaban cosas verosímiles, pero falsas, como, por ejemplo, que acababan de
ver a un amigo y lo habían saludado. Las explicaciones verbales eran adecuadas a
la acción que habían observado, pero no provenían de un real conocimiento de sus
causas.

Gazzaniga y Le Doux llegaron a la conclusión de que, generalmente, todos

actuamos por razones que desconocemos ―debido a que gran parte de la
actividad cerebral es inconsciente― y que una de las principales tareas de la
consciencia es hacer que la vida nos parezca coherente.

Para lograr este cometido, el intérprete genera explicaciones sobre nuestro

comportamiento, partiendo de la imagen que se tiene de uno mismo, de los
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recuerdos del pasado, de las expectativas del futuro, de la situación emocional del
momento, de la o las personas con las que se está y del entorno físico en que se
produce la conducta, entre otros muchos elementos.
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Esto lleva a que no seamos totalmente imparciales ante los sucesos, y que no nos
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demos cuenta de ello. Pues, como ya vimos, el intérprete es un relator que no se

caracteriza precisamente por su veracidad. De ahí que pueda seleccionar y
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componer la información archivada en la memoria, a su gusto y necesidad.

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 Conocer que tendemos a racionalizar permite desarrollar una mejor auto-
observación ya que nos faculta sin juicios, justificaciones, ni incomodidad ver
aquellas cosas que pueden resultarnos poco agradables de nuestra persona, para
así mejorarlas.

Sin ver claramente, difícilmente sabremos lo que tenemos que cambiar de nuestra
identidad para poder crecer y alcanzar la verdadera dimensión de ser seres
humanos. En el caso de los líderes es fundamental para lograr obtener la
flexibilidad necesaria para acompañar a las personas en sus funciones dentro de la
organización.

Un líder debe ser capaz de auto-liderarse y por ello la capacidad de auto-

observación es un factor primordial para el cambio y la mejora personal, así como
también para la facultad de modelación emocional.
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