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PROEMIO

Cuando el texto despierta el interés del lector, merced a la originalidad de sus


estrategias estilísticas, lo sumerge irremisiblemente en un placentero viaje espiritual,
pleno en degustación y fruición comunicativa. El ensamble de la sensibilidad con la
contemplación es imprescindible para ello, tanto en el entramado del texto cuanto en
el ethos del lector. Por otra parte, la función estética del lenguaje no se singulariza en
la fría cuantificación de técnicas narrativas, sino en la cualificación de su universo
diegético mediada por la sensibilidad, la claridad y la sencillez. Con una palabra bien
pronunciada se puede asombrar al mundo. ¿Es eso lo que pretende Jorge Pereira, con
este breve manojo de “Estampas Cajamarquinas”, que nos entrega con indisimulada
pasión y acaso humanismo regionalista?

Hoy que vivimos certezas de incertidumbre, vértigos de impredecibles caos, soledades


en hacinada compañía, exilios y contra exilios, mórbidas mitomanías ahítas de fobias
y odios en nombre de la democracia, la inclusión social y la interculturalidad. Hoy que
estamos en el centro de la Sociedad Red, donde el conocimiento privilegia la lógica en
desmedro del corazón de la emoción; es decir, la poesía. Surgen afinadas y
sintonizadas con las voces atávicas de la tierra, estas breves estampas bucólicas con
aire de sonora melancolía, como una requisitoria ineluctable, para cantar a la raíz
histórica, episódica, ancestral de la querencia y el lar; es decir, a Cajamarca.

Con razón decía Cicerón "Los pueblos que olvidan su historia están condenados a
repetirla". Por eso, Jorge Pereira, asume un discurso sutil pero provocador, para
hablarnos de interculturalidad sin mencionar siquiera a este ya casi manido término.
En efecto, aquí en Cajamarca hay una gran historia y dentro de ella otras historias y
dentro de esas otras historias hay aun otras interminables que es preciso descifrar.
Qué equivocados estamos al pensar que somos los únicos y directos sobrevivientes de
los incas. “Nosotros somos hijos del agua. Ellos son hijos del sol”. Reclama con
encendida emoción, Jorge Pereira.

Es verdad, Cajamarca fragmentada necesita reinventarse, y reintegrarse en la línea del


tiempo y en su sincronía histórica, para encontrar el ritmo cósmico y vital, en el buen
decir de Mariano Iberico Rodríguez. Antiguas voces de los Culles proclaman a
Catequil, Dios del Rayo, y al Gran Cuismanco Cápac, el último defensor de Tantarica
que enfrentó a los invasores Quechuas. “El Valle de Cajamarca, pues, es mucho más
sagrado que el Valle Sagrado del Cusco”. Sentencia con pasión y desafío el autor de
estas nutridas estampas eglógicas. Por eso, nos parece inédito y original el profundo
mensaje pleno de vindicante orgullo y genuino sentimiento de identidad: “Cajamarca,
te amo. ¡Cómo quisiera conocer el melifluo idioma del Culle para cantar eternamente
tu grandeza!”.

Jorge Pereira, fue en un tiempo un trashumante viajero, un cazador de sueños. En el


país del Norte, EEUU, trabajó como periodista durante varios años. Desde las atalayas
de esa otra cultura, nimbada por la tecnología, la ciencia y el capital, conoció la
deshumanización y la crisis espiritual del hombre. No obstante, nunca perdió en su
corazón a su añorada Cajamarca. Ahora, que sus pasos han tornado a esta tierra
reclama con voz cotidiana y persistente: “Todo por Cajamarca, nada contra
Cajamarca”.

Su canto regionalista, nos recuerda a aquel gran maestro y poeta Manuel Ibáñez
Rosazza, quien también cantaba, al paisaje, a los carnavales, a las costumbres y
tradiciones, en una suerte de melódica fotografía de la cultura cajamarquina.

Que nuestros Apus sigan favoreciendo, en buena fortuna, la pluma creativa de Jorge
Pereira y que estas estampas elogiosas dedicadas a Cajamarca, se difundan en todos
los recintos familiares y educativos de nuestra tierra. Así sea.

Cajamarca, julio 2013

Ricardo Cabanillas Aguilar

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