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Moderadora
DANIELA HERONDALE

Traducción
LVIC15
SARITA
NEERA
REBECATRR

Corrección
IN POETESS

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Recopilación, Revisión y diseño
DANIELA HERONDALE
SINOPSIS........................................ 5 CAPÍTULO 22 ............................ 151
PRÓLOGO .................................... 6 CAPÍTULO 23 ............................ 159
CAPÍTULO 1 .................................. 8 CAPÍTULO 24 ............................ 163
CAPÍTULO 2 ................................ 12 CAPÍTULO 25 ............................ 171
CAPÍTULO 3 ................................ 20 CAPÍTULO 26 ............................ 176
CAPÍTULO 4 ................................ 26 CAPÍTULO 27 ............................ 181
CAPÍTULO 5 ................................ 32 CAPÍTULO 28 ............................ 186
CAPÍTULO 6 ................................ 37 CAPÍTULO 29 ............................ 199
CAPÍTULO 7 ................................ 42 CAPÍTULO 30 ............................ 206
CAPÍTULO 8 ................................ 46 CAPÍTULO 31 ............................ 209
CAPÍTULO 9 ................................ 48 CAPÍTULO 32 ............................ 217
CAPÍTULO 10 .............................. 56 CAPÍTULO 33 ............................ 221
CAPÍTULO 11 .............................. 64 CAPÍTULO 34 ............................ 225
CAPÍTULO 12 .............................. 68 CAPÍTULO 35 ............................ 233

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CAPÍTULO 13 .............................. 77 CAPÍTULO 36 ............................ 236
CAPÍTULO 14 .............................. 81 CAPÍTULO 37 ............................ 240
CAPÍTULO 15 .............................. 91 CAPÍTULO 38 ............................ 242
CAPÍTULO 16 .............................. 98 CAPÍTULO 39 ............................ 244
CAPÍTULO 17 ............................ 106 CAPÍTULO 40 ............................ 248
CAPÍTULO 18 ............................ 112 CAPITULO 41 ............................ 256
CAPÍTULO 19 ............................ 122 CAPÍTULO 42 ............................ 265
CAPÍTULO 20 ............................ 129 EPÍLOGO ................................... 270
CAPÍTULO 21 ............................ 142 SOBRE LA AUTORA .................. 272
En un país devastado por años de guerra, plagas, y muerte, las
brujas y los magos son culpados por el estado del mundo y cazados
por el gobierno de Estados Unidos. Kenadee Coria era sólo una niña
cuando su hermano fue apresado por tener poderes mágicos.
Ahora con dieciséis, Kenadee descubre que también tiene
poderes mágicos y debe enfrentarse a los hechos: el gobierno está
vigilándola y tiene planes para ella. Le asignan una misión mortal y un
ultimatum imposible: las vidas de un grupo oculto de magos y brujas
refugiados o el retorno a salvo de su hermano perdido desde hace
tiempo.

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CUANDO ELLOS VINIERON, FUE en medio de la noche oscura
mientras el mundo a nuestro alrededor dormía.
Estaba por gritar cuando escuché los gritos, pero mi padre pensó
diferente. Apretó sus grandes y callosas manos sobre mi boca mientras
me tomaba en sus brazos, un refugio en la furiosa tormenta a punto de
establecerse.
Siempre había un lugar en el que me escondía cuando Eli y yo
jugábamos a las escondidas. Nuestro padre construyó un almacén de
alimentos en nuestra pequeña casa, preparándonos para largos
meses de invierno sin comida. Era profundo y oscuro, ubicado detrás
de una imagen en la pared.
Ahí es donde me escondió esa noche. Recuerdo haber llorado
por él, agarrando firmemente su camisa de franela con mis gordos
dedos infantiles mientras él me ponía en pie frenéticamente.
—Vuelvo pronto, Mija —susurró en su dulce cadencia española.
Sus ojos dijeron otra cosa. Estaban enloquecidos de miedo, y eso es lo
que más me asustaba. La habitación negra como la brea me tragó
mientras me encerraba; la pintura de dos niños, tomados de la mano

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en un prado, era lo único que ocultaba mi presencia en nuestro hogar.
Los sonidos fueron lo peor. Identifiqué a los soldados por su tono
enojado, cruel, como un perro con rabia, loco, listo para matar. Luego
la voz de mi padre, por lo general tan tranquila, tan confiada, ahora
suplicante.
El trueno de las balas retumbando en nuestra casa.
El grito de mi madre.
No pude evitarlo. Tenía curiosidad, miedo. Salí de mi escondite,
empujando la parte posterior del marco hasta que cayó, rompiéndose
en el suelo.
Mi mundo se convirtió en un embudo; todo borroso en los bordes.
Brumoso, como si estuviera en un sueño.
Mi padre estaba boca abajo en un charco de sangre, plagado
de balas. No escuché el grito que provenía de mí, solo sentí el peso
agobiante de la pena.
Risas de los soldados, arrogantes, crueles. Hombres viles, actos
viles.
Mi madre llora. Ella todavía estaba suplicando.
Estaba tan perdida en el momento que no me había dado
cuenta de la verdadera razón de su ataque. Esposado, sin fuerzas en
sus manos, estaba Eli.
Mi único hermano, su cabeza golpeada, chorreando sangre. Sus
largos brazos esposados detrás de él mientras se desplomaba, su
cabeza cayendo mientras lo arrastraban.
Traté de luchar por ellos. Traté de patear y gritar, lanzar el ataque
más grande que pude reunir. No podían alejarlo de mí. Tendrían que
llevarme también.
Salté hacia adelante como una serpiente venenosa, golpeando,
tratando de encontrar debilidad. No iba a dejar que se lo llevaran. No
pude. Inmediatamente, mi frente se encontró con la culata de un
arma golpeándome con una fuerza brutal. Mi mundo se derrumbó a
mí alrededor. Lo último que vi fue el cuerpo sin vida de mi padre y un
charco de sangre.
Creo que se fueron justo después de eso. Ya no estoy segura de

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nada.
RECUERDO UN TIEMPO CUANDO la vida realmente valía algo. O
al menos eso pensaba. Ahora, mientras estoy con el cadáver de
Joshua Rivers a mis pies, me doy cuenta de lo ingenua que era
realmente.
Conozco a la familia Rivers desde que era una niña. Eli y yo
jugábamos durante horas con Joshua, moviéndonos entre los árboles,
perdidos en medio de un juego caprichoso. Después de que se
llevaran a Eli, me refugié en Joshua, uno de mis únicos amigos cuando
el mundo me dio la espalda.
El aguijón de las lágrimas quema en las esquinas de mis ojos,
bajando por mis mejillas y aterrizando en mis labios con un beso
salado. La Guerra de las Brujas no sólo se ha llevado vidas, se ha
llevado nuestra humanidad, y no hemos hecho nada al respecto.
Todo comenzó por el presidente Malen. Él no era sólo magia. Era
un monstruo. Quería una cosa, y sólo una cosa: poder.
La nación lo observó, conteniendo una respiración colectiva. No

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sé si estaban demasiado aterrados, o si eran simplemente demasiado
insensibles como para hacer cualquier cosa. Todo lo que sé es que
permitieron que lo hiciera.
Evolucionó de Presidente a otra cosa mientras disolvía el
congreso, robaba la constitución de los EE.UU., la Declaración de
Derechos. Escuchamos sobre gente así antes. Gobernantes, asesinos.
Sin embargo, cuando la historia reapareció... dejamos que pasara.
Se produjo la guerra. Nuestro país fue devastado. La gente perdió
sus casas, sus seres queridos, sus vidas. Nos barrió hasta condiciones
medievales y una falta de atención médica adecuada. Esto llevó a
una plaga.
Cuando Malen fue asesinado, la mayor parte del país habían sido
eliminado.
Entonces, entró el vicepresidente Thomas Reed.
Si Malen fue el fuego, entonces, Reed fue el incendiario. Malen
era explosivo, descuidado, y esa fue su caída. Pero Reed, Reed era
inteligente. Reavivó las llamas, controló la quemadura. Sabía que la
nación estaba enfadada y cansada de la guerra. Tomó unas pocas
chispas del incendiario para ganar su lealtad.
Durante años, han tenido como objetivo la población mágica de
los Estados Unidos.
Los afortunados, tales como la familia Rivers, terminaron
sacrificados. Otros, como mi hermano, fueron llevados a prisiones y
campos de concentración, para que nunca se volviera a hablar de
ellos.
He pensado sin fin sobre donde podría estar Eli —si todavía está
vivo. Eli era todo lo que yo nunca podría ser. Tenía el carisma de mi
padre y su sonrisa fácil. Mostraba esa sonrisa con hoyuelos y arrugaba
su nariz pecosa y todas sus maldades eran perdonadas. Siempre he
sido todo lo contrario: tímida y seria, siempre preocupándome.
Mientras que Eli tomaba el centro del escenario, yo me escondía en el
fondo.
Cuando se produjo la detención, sorprendió a nuestra
comunidad. Amigos y vecinos lo llamaron una tragedia, una
maldición. De repente, las conversaciones cambiaron y Eli se convirtió
en ese niño enfermo. A sus ojos, se convirtió en un criminal. La gente

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empatizó con mi madre. Murmuraban acerca de lo difícil que debía
ser para ella. Con el tiempo, dejaron de hablarnos. Todavía hay
miradas indiscretas cada vez que vamos a la ciudad. Chismean y se
ríen, mirándonos como si fuéramos una especie diferente. Somos la
familia Coria, en desgracia por ese niño y el padre que murió
defendiéndolo. Los soldados ahora nos visitan mensualmente.
Verificándonos por “la enfermedad”, como si la magia fuera una
bacteria que fácilmente puede propagarse a través de la tos o un
estornudo descubierto. Han pasado nueve años desde ese día. Nueve
años de ojos entrecerrados y palabras crueles, pesadillas y una familia
rota.
Sólo había una familia en toda la ciudad de Denver que parecía
preocuparse. Los Rivers se quedaron con nosotros, incluso después de
la desaparición de mi familia. Nos ayudaron cuando las cosas se
pusieron difíciles. La vida siguió adelante lenta y dolorosamente, pero
su amistad siempre se mantuvo fiel.
Joshua se convirtió en mi amigo más cercano, tan cercano, de
hecho, que los adultos siempre se burlaban sobre nuestro futuro
matrimonio. Secretamente queríamos lo mismo. Recuerdo una noche
en la que subimos a un árbol juntos y nos quedamos allí sentados en
silencio, nuestros dedos entrelazados mientras mirábamos las luces
parpadeantes de la ciudad. Tomó sólo un segundo para que llegaran
los aviones del gobierno, viniendo y dejando caer sus bombas con un
grito ensordecedor. Miramos durante horas mientras la ciudad
resplandeciente se quemaba y parpadeaba. El humo y la ceniza se
desviaron hacia el cielo y besaron las constelaciones mientras mis
lágrimas borrosas juntaban los colores de un mundo derrumbándose.
Me arrodillo junto al cuerpo de Joshua, que está roto y flácido
como una muñeca de trapo. Se ve tan tranquilo, sus ojos rojizos
enmarcados por largas pestañas negras, mirando hacia el cielo
pintado encima. Un sollozo tembloroso se me escapa mientras mis
dedos trazan la piel de cobre de su mejilla, llegando a sus párpados y
cerrándolos. Me inclino ligeramente, plantando un suave beso en su
frente.
—¿Kenadee? —los pasos de mi madre son ligeros, haciendo crujir
los escombros caídos de otoño.

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No me giro hacia ella. No quiero que vea mi dolor
—Ya voy.
Se detiene un momento y luego responde, su voz con su habitual
tono plano.
—No te puedes quedar —los soldados vendrán pronto a recoger
los cuerpos.
Cuando no digo nada, sus pies se mueven a mi lado mientras se
arrodilla, sus ojos color avellana —los ojos de Eli— calmados mientras
estudian los restos rotos de una familia que amábamos.
—Se han ido, Kennie. No hay nada que podamos hacer. Conoces
los peligros de amarles —sólo acabarás muerta.
—N-nunca lo supe —tragué, mis palabras traicionándome.
—Yo tampoco, pero sabes que lo mejor para nosotras es
alejarnos. Te guste o no, Joshua te mintió. Él tenía magia… era un
criminal, y es por eso por lo que está muerto.
Me muerdo el labio, una súbita ira brotando dentro de mí. Quiero
gritar, tirar cosas, llorar como una niña, pero sé que no sirve de nada.
Los Rivers están todos muertos. Como Eli, como mi padre, y no hay
nada que pueda hacer al respecto.
Asiento, sin palabras, mientras mi madre me da palmaditas en la
espalda y se va andando por la calle. Me levanto mientras el viento
empieza a soplar, jugando con mi pelo. Hay un sonido de aleteo, el
golpeteo de papel, débil entre los árboles susurrantes. Me vuelvo
hacia la casa, el cuerpo de Heather Rivers tirado sobre los pasos
manchados de sangre, un documento agarrado en su puño.
Me encuentro cada vez más cerca, dejándome caer en cuclillas
al lado de su cuerpo sin vida. Mis dedos sacan el papel de sus manos
mientras dejo escapar un suspiro tembloroso. Desdoblo la página
manchada de sangre y dejo que mis ojos se muevan sobre el
garabato desordenado de un escritor a toda prisa.
Cazar o ser cazada, señorita Coria. Es la supervivencia del más
apto.

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No puedo evitarlo. La bilis se eleva en mi garganta y vomito en el
jardín frontal de los Rivers. Tengo que alejarme de aquí. La piel de
gallina acelera por mis brazos mientras me pongo de pie y corro por
la acera, jadeando desesperadamente por aire.

Mi mente corre. ¿Quién hubiera hecho esto? ¿Por qué iban a


dejar una nota así? Alguien había sabido que yo estaría allí. Esto no
fue solo una incursión: este fue un mensaje para mí.

—¿Qué pasa? —mi madre frunce el ceño cuando llego


irrumpiendo en la casa, lágrimas en mi cara y sin aire en mis pulmones.

—Y-yo, los Rivers... —me quedé boquiabierta, inclinándome sobre


mis rodillas mientras trataba de llevar el aire a mis pulmones. Con toda
la prisa, había dejado la nota en la escena.

—¿De qué estás hablando? ¿Qué pasa contigo? ¿Kenadee? —


ella me sigue a través de nuestra pequeña casa mientras me voy,
camino a mi pequeña habitación y cierro mis persianas.

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—Alguien me dejó un mensaje —susurro, tratando de controlar mis
manos temblorosas.

—¿Qué? —exclama, la alarma se apodera de sus facciones. Sus


ojos recorren mi rostro frenéticamente y, por un momento, parece que
no sabe qué decir. Se vuelve hacia la ventana, evaluando la situación
mientras la historia sale de mis labios.

Cuando no responde, avanzo hacia ella, una niña pequeña que


necesita la guía de su madre.

—¡Mamá! ¡Por favor! Tenemos que hacer algo.


Ella no se vuelve de la ventana. Sus dedos nudosos y artríticos
agarran su chaqueta, tirando de ella con más fuerza alrededor de ella.
Su voz es fría y silenciosa, sin la emoción que la llenó momentos antes.

—Fue solo una broma, Kenadee. Si te hubieras ido cuando te pedí


que... Nada bueno viene de escabullirse así. ¡Tienes suerte de que no
hubiera soldados cerca! ¿Sabes qué hubiera pasado?

Asiento, tratando de ocultar el hecho de que mi estómago se está


retorciendo en nudos. Mi madre me mira por un largo momento, luego
me pone una mano debajo de la barbilla, la inclina hacia arriba para
que encuentre su mirada.

—Tu hermano y tu padre están muertos. Tú, de todas las personas,


debe saber los peligros que conlleva asociarse con esas personas
mágicas. Solo ocurren cosas malas, Kenadee. Sigue así y terminarás
igual que ellos —sollozo mientras ella me aparta el cabello de la cara—
. Ahora ve a lavarte para la cena. No quiero volver a escuchar sobre
esto.

Sabiendo que no debía discutir con ella, me dirigí al baño, sin


poder evitar la sensación de que algo malvado acecha.

***

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Sueño con mi hermano otra vez esta noche. Es tan real que me
despierto con el sabor de las lágrimas saladas que corren por mis labios
agrietados.

Éramos niños, jugando en el bosque como siempre lo hacíamos,


cuando, de repente, una trampa estalló en el suelo y le aplastó la
pierna. No pudo escapar. Seguí corriendo, riendo, pensando que era
una broma que él me estaba jugando. Siempre solía jugar bromas.
¿Qué fue tan diferente esta vez? Las travesuras de Eli no me
engañarían.

No esta vez.
Solo cuando comenzó a gritar me di cuenta de que no era una
broma y que realmente necesitaba mi ayuda. Me volví para correr,
pero mis pies pesaban como piedras. Era como si mi cuerpo fuera una
estatua, de repente no pude hacer nada más que pararme
completamente quieta.

Solo podía mirar, congelada por cualquier cruel giro del destino
que me mantenía a raya, mientras él se desvanecía, con los brazos
extendidos, alcanzándome mientras las sombras lo tragaban entero.
No podía gritar, no podía moverme. Una vez más, me lo quitaron, y
luego, en un instante, se fue. Nunca podría rescatarlo.

Cazar, o ser cazado. Supervivencia del más apto.

En algún lugar cercano, un coyote llora su triste melodía. Los otros


en la manada lo siguen, un estribillo agudo para los cielos de
medianoche. Miro la ventana, abrazando mis rodillas contra mi pecho
mientras las lágrimas caen libremente.

El día que descubrimos que Eli tenía poderes, estábamos jugando


en los bosques que rodean nuestra casa. Fue por puro accidente
cuando agité la vieja cuerda que colgaba del árbol. Éramos
demasiado jóvenes, demasiado temerarios como para preocuparnos
de que la cuerda se estuviera deshilachando. Lo siguiente que supe
fue que estaba cayendo por el aire, con un pedazo de cuerda rota
en cada pequeño puño. Estaba demasiado lejos para hacer nada
más que mirar horrorizado. Sus manos salieron disparadas y me atrapó

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una fuerza inexplicable en el medio del aire. Flotante.

Él me había atrapado.

Cuando fui presumiendo ante mis padres, mi madre supo


instantáneamente lo que teníamos que hacer. Pensó que sería mejor
entregarlo, para salvar a la familia del problema. Si lo atraparan de
otra manera, nos arrestarían junto a él. Ella estaba buscando
ahorrárnoslo. Esa fue la situación en la que había visto más enojado a
mi padre. Se gritaron el uno al otro toda la noche, manteniéndonos a
los dos despiertos. Nos escondimos en las sombras, los dedos tapando
nuestros oídos. Todavía podía distinguir fragmentos, fragmentos de
palabras como enfermedad y monstruo. Lloré por la súplica de mi
padre, ese profundo clamor por justicia.

—Emily, ¡es nuestro hijo!

Al final, su pelea ni siquiera importaba.

No vuelvo a dormir después de la pesadilla. Me quedo en ese


lugar, acurrucada junto a la ventana hasta que el amanecer pinta el
cielo de nuevo. Me gusta estar despierta por el amanecer. Es el
momento melancólico del día antes de que el resto del mundo
despierte y la realidad golpee con más fuerza. Siempre siento que
nada puede hacerte daño por las mañanas.

Lentamente, todo se lava con una luz naranja desteñida. Es lunes


por la mañana, es hora de prepararse para la escuela. Me estremezco
cuando tiro las mantas y mi piel es saludada por el aire fresco del
otoño. Me apresuro a agarrar la ropa, poniéndomela rápidamente,
ansiosa por calentarme. Meto mis congelados pies en las zapatillas
junto a mi cama y me dirijo al fregadero, salpicándome los ojos
hinchados con agua.

—Enfócate, Kenadee —susurro, mirando mi reflejo de ojos rojos en


el espejo. Lloré toda la noche en un dolor silencioso, llorando al niño
que una vez amé, que dejé con el mismo destino que la familia que
había perdido.

No puedo hacer esto. No puedo tener miedo. Me muevo lo mejor

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que puedo en la oscuridad, cepillándome los dientes y retorciendo mi
oscuro cabello en una pequeña coleta en la nuca. Se pega en un
millón de direcciones diferentes, demasiado corto para cooperar de
la manera que quiera. Cuidadosamente, sujeto los pelos del bebé
enmarcando mi cara, lo que siempre me hace parecer un poco
salvaje. Definitivamente no necesito eso ahora. Todavía tengo la cara
enrojecida por las lágrimas, los ojos hinchados y la cabeza palpitante.
Me veo lo suficientemente salvaje.

Me dirijo a la cocina, tratando de evitar golpear los armarios


mientras encuentro una cuchara, la jarra de leche y algo de avena.
Mi madre ya se fue a trabajar, y la casa está en silencio. Se siente
forzado y antinatural hacer ningún ruido. Además, me gusta la
tranquilidad. Me ayuda a pensar.

Cuando termino, pongo mi ligera chaqueta sobre mis hombros y


salgo al moribundo frío de la mañana, con mi mochila colgada de mi
hombro. El sol apenas está empezando a asomarse sobre las cumbres
irregulares de las montañas, reflejando la escarcha húmeda que trae
la mañana, que lentamente comienza a evaporarse.

El bosque a mi alrededor es dorado, cubierto por un trío de oro,


naranjas y vivos rojos otoñales, mezclado con el verde intenso de los
pinos. Por mucho que trate de sacarlo de mi cerebro, todo en lo que
puedo pensar es en la familia Rivers, los ojos de Josh mirando fijamente
al cielo.

Alguna broma.

— ¡Bueno, oye, Speedy-Gonzales! —mi amiga, Beth, grita en


broma, corriendo hacia arriba desde el camino de tierra y apretando
juguetonamente mis costados. Ella ríe maliciosamente mientras salta—
. ¡Ni siquiera tuve que esperar cinco horas por ti hoy! Llegaste
temprano, por una vez.

Mis labios se tensaron en una sonrisa.

— ¡Sí, sí! —me río, embistiendo mi hombro contra ella


juguetonamente—. Tal vez llegas tarde.

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Además de Joshua, Beth es mi única otra amiga. La conocí en el
jardín de infantes cuando anunció en voz alta que iba a ser su mejor
amiga. Desde entonces, nuestra amistad se ha establecido. Somos
dos opuestos: Beth, salvaje y extrovertida, yo, tranquila y castigada.

—¡No, no creo que sea eso! —se da vuelta y me mira, su expresión


tiene ese aspecto materno de "sé todo"—. Bien, ¿qué pasa?

—¿Qué? Nada —miento, pero ella entorna los ojos. Beth me


conoce demasiado bien. Es la única persona a la que puedo llorar por
cualquier cosa. Conoce las cosas que acechan mi cerebro, y ni
siquiera le importa que sea ilegal.
Ella mira los árboles adelante mientras camina.

—¿Esto es sobre ellos?

Asiento, parpadeando para contener las lágrimas que amenazan


con derramar.

—Lo siento —dice, su voz un susurro triste—. Sé lo que significaron


para ti.

Sigo asintiendo, esforzándome por mantener la compostura.

No aquí, nunca. No puedo, no pensaré en ellos.

—Está bien. Ya está hecho —lo borro con prisa, desesperada por
cambiar de tema—. Entonces, ¿estás lista para esa prueba hoy?

Solo ríe, sacudiendo sus cabellos castaños rojizos de su hombro.

—Oh, cariño. Yo nací lista. Y con eso, quiero decir, me olvidé de


todo hasta ahora.

Llegamos a clase unos minutos antes de que el enjambre de


estudiantes entre en conversaciones ruidosas. Me siento en silencio,
prefiriendo la soledad mientras reviso mi agenda escolar para parecer
ocupada. Beth se sienta a mi lado, hablando animadamente con
Gentry Davis, la hija del alcalde, conocida por rebelarse contra su
padre estricto haciendo fiestas salvajes y durmiendo con los chicos
más pobres que puede encontrar. En este mundo, los ricos se quedan

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entre los ricos. Los pobres solo mueren.

La señorita Harver, nuestra maestra, recorre la habitación,


mirando impaciente el viejo reloj en su muñeca, esperando que
comience la lección. Últimamente, hemos estado estudiando la
historia de los Estados Unidos. Es mi clase favorita, imaginando cómo
era la vida cuando existía la Constitución; cuando los presidentes
tenían elecciones y los periódicos podían imprimir lo que querían.
Parece algo maravilloso cuando ahora todo lo que sabemos es guerra
y muerte.
Suena la campana de la mañana y, de repente, las
conversaciones perdidas se apagan. La señorita Harver es una de las
maestras más estrictas aquí. No querrás que ella te pille hablando, o
serás castigado de inmediato. Una vez, hizo que dos chicos frotaran el
piso con cepillos de dientes solo por hacerse una pregunta sobre su
tarea.

Ella toca una regla en el tablero, señalando el comienzo de la


clase. Pero, antes de que pueda hablar, se ve interrumpida por el
zumbido del intercomunicador.

—¿Señorita Harver? —la voz nasal de la secretaria llena el


pequeño salón de clases.

—¿Sí? —frunce los labios con impaciencia. Es bastante gruñona


como es, y mucho más cuando alguien interrumpe su clase.

—¿Podrían mandar a Kenadee Coria a la oficina del director


inmediatamente? Es importante.

Toda la atención de la clase se dirige a mí. Algunas personas se


ríen y susurran, otros me miran con ojos grandes y asustados. No soy
una alborotadora. De hecho, apenas hablo. ¿Qué podría haber
hecho posiblemente para ganar esto? Me levanto rápidamente,
recojo mis cosas y trato de evitar los ojos curiosos de mi clase, las risitas.
¿Pudo haber sido la conversación con Beth antes? Tal vez nos
escucharon.

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¿Qué me pasará ahora?

Los ojos de la señorita Harver se encuentran con los míos, ardiendo


con una curiosidad perversa. Ella nunca me ha gustado mucho. No es
que lo tome personalmente, a ella no le gusta nadie. Sus ojos brillantes
no se apartan de mi cara cuando responde al intercomunicador que
cruje.

—Está en camino.

Nadie habla mientras estoy de pie, nerviosamente tirando mi


mochila al hombro. Mientras me muevo por el aula abarrotada de
escritorios, puedo sentir cada par de ojos siguiéndome.
Mi corazón late fuertemente en mi pecho mientras me dirijo
lentamente a la oficina del director, el terror me llena el cuerpo. Quiero
gritar. Me invento una excusa en la cabeza por hablar con ellos. Sin
duda, todo esto es un gran malentendido. Puedo explicarlo todo. Haré
cualquier cosa para demostrar mi inocencia, para quedarme aquí
con mi madre. Soy una cobarde, trato de evitar la ley. Mintiéndome
acerca del arresto.

Pero ¿y si no me creen? ¿Qué pasa si estoy a punto de terminar


como mi hermano? Detenida ¿por qué? ¿Traición? Esposada y
enviada a morir. Mi nombre nunca volverá a ser dicho y mi madre,
oficialmente estará sola, solo con susurros de su familia robada.

Niego, cerrando los ojos para apartar el pensamiento de mi


mente. Eso no va a suceder. No hice nada malo. No me dejaré ser otra
víctima de esta guerra.

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La secretaria, la Sra. Haines, me da una sonrisa forzada y redonda
cuando entro en la gran oficina.
―¡Hola, querida! ―dice brevemente, parándose lentamente y
golpeando con el puño la puerta del director Geartan tres veces.
Desde detrás de las persianas, puedo ver un grupo de personas
rodeando su mesa; hombres vestidos con trajes. Mientras la Sra. Haines
me conduce adentro, se vuelven y miran, mirándome como
depredadores mirando a su presa.
Cuando me ve, el director Geartan se para rápidamente,
extendiendo una mano para llevarme hacia adelante. Sus ojos
marrones se encuentran con los míos, pareciendo tan curioso —y tan
preocupado— como yo.
―Aquí esta ella. Caballeros, señor Presidente, señores, me gustaría
presentarles a la señorita Kenadee Coria.
Me estremezco. ¿Presidente?
Mis ojos se encuentran con los suyos y doy un paso atrás,
chocando con el brazo del director Geartan. El director no parece

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notarlo. Él mira al presidente nerviosamente, como un ratón delante
de un gato.
El presidente Reed es mucho más pequeño, más frágil en persona.
Observo cómo su sonrisa petulante crece mientras ve mi viejo jersey
maltratado y mis jeans llenos de agujeros. Mi boca se seca con
vergüenza. Con los dedos entrelazados en el escritorio, se inclina.
—Señorita Coria, el placer es todo mío. Tome asiento.
Hago lo que dice, manteniendo mi cabeza baja mientras tomo la
silla más cercana a la puerta. El presidente viene al frente del escritorio
y se recuesta contra él, doblando una pierna sobre la otra.
―¿Espero que hayas recibido el obsequio que te dejaron ayer en
la casa de tu amigo?
Mi sangre se enfría. Sabía que sus hombres fueron los que
atacaron, pero ¿El Presidente Reed estaba detrás de la nota dejada
en la mano de la Sra. Rivers? ¿Por qué?
―¿Y bien? ―golpea sus dedos impacientemente contra el
escritorio, ladeando la cabeza para tratar de ver mi cara agachada―.
¿Acaso tu asquerosa madre no te enseñó ningún tipo de modales?
Por lo general, cuando te dan un regalo, dices gracias ―escupe la
palabra asquerosa como si fuera una palabra ofensiva. Supongo que
eso solo significa las asquerosas cucarachas que mi familia debe ser
para él.
―Gra… gracias ―le susurro, perdida para cualquier otra palabra.
Para mi sorpresa, el presidente solo se ríe. Es un hombre delgado,
de mediana edad con espeso pelo gris y una barba blanca y negra.
Sus ojos son lo que más me asusta: un oscuro, casi sin pupila marrón y
llenos de odio.
―Kenadee ¿Puedo llamarte así? ―asiento, dudando que
realmente tenga una opción en el asunto―. Bueno. Bien, Kenadee, nos
gustaría que esta reunión sea lo más breve posible, así que
comencemos. Estamos aquí para hablar con usted sobre un proyecto
nuestro muy especial y confidencial ―la voz de Reed es ronca y
tranquila con la edad, falsas sutilezas persisten en su tono.
―¿Qué tipo de proyecto? ―pregunto, confundida. ¿Cómo podría
ser de ayuda para él? No soy más que una chica de dieciséis años.

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Frunzo el ceño, miro hacia él―. Espera, entonces, ¿no estoy en
problemas?
El presidente y sus hombres comienzan a reírse en silencio,
intercambiando miradas condescendientes como si fuera una broma
interna y soy una niña ignorante que no comprende.
―No, claro que no. A menos que tengas razón para estarlo ―juega
con el globo en el borde del escritorio del director Geartan, girándolo
con sus largos dedos. Después de un momento dice―. Sabes, conocí
a ese hermano tuyo en mi prisión. Buen chico... para un mago de todos
modos. Aprendió rápidamente cómo comportarse después de unos
pocos golpes desafortunados ―detiene el globo con su palma y fija su
mirada calculadora en mí―. Probablemente no entiendas el motivo
de su arresto, ¿Verdad?
Rabia late por mis venas ante la sonrisa burlona en los labios del
presidente mientras menciona a Eli. ¿Cómo se atreve?
Le frunzo el ceño al hombre cuya sonrisa solo se agranda ante mi
incomodidad.
―¿Bien? ¿Sabes por qué se llevaron a tu hermano?
―Debido a que es mágico ―no puedo ocultar el temblor de mis
palabras.
Los ojos oscuros del presidente brillan.
―Muy bien. Sí, esa es la razón ―su mano se inclina sobre mi hombro
y me alejo. Él solo se ríe―. Dulce, joven Kenadee, temo que es posible
que no te parezca una tarea muy tentadora. Mi temor es que no
actúes a mi gusto. Hoy en día, es difícil saber en quién puedes y no
puedes confiar.
Aprieto mi mandíbula mientras se detiene frente a mí, alcanzando
una lupa en el escritorio de Geartan y volteándose hacia mí. La
sostiene en su ojo y me observa a través de ella. Después de un breve
segundo, la limpia en su camisa y la vuelve a colocar
cuidadosamente.
―La guerra no ha terminado. No sé si alguna vez realmente
terminará... Como líder de la nación, eso me deja en un aprieto.
¿Alguna vez has oído hablar del famoso dilema, el problema del
tranvía, Kenadee?

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Asiento con la cabeza lentamente.
―Hay un tranvía fuera de control, se dirige directamente hacia
cinco personas que están atadas e incapaces de moverse...
―¡Exactamente! ―Reed da un destello de esa sonrisa de gato―.
Pero, en el otro carril, hay una persona. Ahora, eres la que está al lado
de la palanca. Tienes el poder de elegir: salvar una vida, o cinco.
―Estoy confundida. ¿Qué tiene esto que ver conmigo?
Su expresión se vuelve seria.
―Estoy hablando de que nos ayudaras a ganar esta guerra. La
magia ha plagado a nuestra nación por demasiado tiempo. ¿Tú tienes
qué? ¿Catorce?
―Dieciséis ―digo bruscamente.
―De todos modos, eso es todo lo que has conocido, ¿no? Guerra,
bombas, enfermedad y muerte... ¿Nunca te preguntas cómo era la
vida antes que la magia nos quitara todo?
―Yo-yo ―la verdad es que sí. Siempre soñé con una vida en la que
Eli y mi padre formaban parte. Una vida donde podría hacer amigos,
tener novio y no tener que preocuparme de que terminen muertos.
Reed ve mi vacilación y sonríe.
―¿Y si te dijera que podrías tenerlo de regreso?
Inhalo bruscamente. ¿Él? Como en…
No, no podría ser.
Denso silencio llena la habitación y por el rabillo del ojo, puedo
ver al director Geartan voltearse y mirar. Él tampoco esperaba esto.
Me pregunto cuánto sabe realmente sobre lo que está sucediendo.
¿Estaba enlazado en este último minuto como yo?
El presidente Reed rompe la quietud con una risa áspera.
—Sé lo que estás pensando, y sí, estoy hablando de tu querido
hermano, Eli. Él está muy vivo. Incluso te lo devolveré, si haces algo por
mí primero.
Paso una mano sobre mi frente con incredulidad, abriendo mi

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boca y cerrándola de nuevo. Lágrimas arden en mis ojos,
amenazando con derramarse.
―Está bien, asimila todo. Solo escucha mientras explico ―Reed
dice en voz baja―. Tu hermano está vivo. Tu madre fue secuestrada
esta mañana. Queríamos plena seguridad que cooperarías. No se
verán perjudicados, siempre que hagas lo que digo.
Trago saliva, mirándolo con ojos llorosos.
―¿Cómo sé que lo que dice es verdad? Podría estar inventando
todo esto.
―¡Srta. Coria, muerde tu lengua! ―grita el director Geartan, pero
el Comandante en Jefe solo agita una mano en desprecio.
―Chica inteligente. La desconfianza es algo sabio de tener en
estos tiempos. Es por eso por lo que trajimos pruebas ―se recoloca en
el escritorio y asiente a sus hombres, de pie detrás del director Geartan
con expresiones graves. Un hombre con cabeza calva brillante y líneas
permanentes de ceño cruje sus nudillos y sin palabras extiende sus
manos. Geartan y yo jadeamos cuando una escena emerge frente a
nosotros. Nebulosa al principio, estrecho mis ojos para intentar ver
mejor.
―Esto fue temprano esta mañana ―explica Reed mientras la
imagen se aclara. Pongo una mano sobre mi boca cuando mi madre
aparece. Ella está de pie en nuestra pequeña cocina, cabello amarillo
aureolado por la corriente de luz de la mañana en la ventana de la
cocina. Puedo escuchar el zumbido de la radio mientras escucha, una
vieja canción que ella tararea. Hace una pausa por un momento, su
cara gira hacia la ventana. Un parche de luz ilumina su rostro, lleno de
preocupación.
―¿Mamá? ―respiro, luego más fuerte― ¡Mamá!
Ella se ve tan real, como si pudiera extender mi mano y tocarla.
No debe ver nada, mientras deja escapar una risa silenciosa y
murmura algo para sí misma. El cabello cae en cascada sobre sus
hombros mientras coloca un dedo en su cuenco y lo presiona contra
sus delgados labios para probar. Satisfecha, alcanza el cuenco, abre
el horno y…
La vieja puerta de pantalla que lleva a la cocina se abre por la
patada de una bota. El cuenco sale volando mientras ella suelta un

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grito. Los soldados tardan unos segundos en empujarla contra la pared
y presionar las esposas en sus muñecas.
La imagen se desvanece a medida que golpeo una lágrima
perdida. Puedo sentir los ojos de todos en mí, pero me niego a apartar
la mirada mientras la imagen se vuelve a enfocar. Esta vez, estoy en
una habitación oscura y acerada. Hay cadenas colgando del techo,
una figura inerte dentro de su confinamiento. Tomo una respiración
temblorosa, esta vez, sin luchar contra las lágrimas mientras caen en
cascada por mis mejillas.
―Señor Coria ―dice la voz de Reed mientras la imagen comienza
a enfocarse. Ahora está a la vista, un bate rebota contra su palma
mientras rodea al prisionero―. No has hecho nada malo esta vez.
Piensa en esto como un momento de... motivación.
Él clava el bate en su espalda con un ruido sordo mientras el
prisionero, Eli, grita. Siento que lloro, a pesar de que no pueden oírme.
La figura de Eli se enfoca. Apenas reconozco a mi hermano. Nueve
años lo han convertido de un chico a hombre. Su cabello se ha
oscurecido, su estructura ósea se ha vuelto aguda y áspera. Diminutas
cicatrices parecen tan comunes en su rostro como las pecas que una
vez cubrieron ligeramente su nariz. Sus ojos color avellana parpadean
hacia su torturador y sus labios agrietados se separan, como si
estuviera a punto de hablar. Él no tiene ninguna posibilidad, ya que el
bate vuela hacia su estómago.
―¡Detente! ―me alejo, sintiéndome enferma. La imagen se
detiene y la figura de Reed se congela a medio golpe. Miro al
verdadero Reed frente a mí y lloro―. Lo haré. Pero debes jurar que los
mantendrás a ambos a salvo. ¡No más tortura!
Reed asiente una vez a su soldado, quien apaga su magia. La
imagen se disuelve en el aire y la oficina vuelve a la normalidad.
―Me alegra que veas las cosas a mi manera. No te preocupes.
Soy un hombre de palabra. Mientras hagas lo que te pida, prometo
dejarlos en libertad. Sin embargo, tu incumplimiento a mis demandas
dará lugar a sus muertes prematuras, ¿Lo entiendes?
Respiro hondo, preguntándome cuánto lamentaré mis próximas
palabras.
―Dime lo que quieres que haga.

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La malicia brilla en los ojos del presidente.
―Ven conmigo.
Antes de que pueda parpadear, los soldados de Reed están a mi
lado, sus esposas deslizándose sobre mis muñecas.

—Solo una precaución en caso de que decidas intentar algo —


dice Reed, sacudiendo la mano del director Geartan y murmurando
algo en voz baja.

No tengo más remedio que dejar que sus hombres me tomen en


el pasillo y atraviesen las puertas de la escuela. Una SUV negra espera
afuera en el estacionamiento, con guardias de trajes oscuros que la
rodean.

—¡Cuida tu cabeza, niña! —gruñe uno de los soldados detrás de


mí mientras abre la puerta y me empuja hacia adentro. Intento
desesperadamente reajustarme, sintiendo las esposas clavadas en mi
piel cuando Reed se desliza a mi lado.

—Ahora que todo está arreglado —Reed se ajusta la corbata y


suaviza su traje impecable mientras el auto comienza
silenciosamente—, supongo que puedo explicar por qué estás aquí.

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¿Qué sabes del mundo mágico, Kenadee?

Trago saliva. Mi mente aún se tambalea por la escena en la


oficina del director. Eli realmente está vivo. Después de nueve años de
diferencia, finalmente pude ver a mi hermano mayor otra vez. Miro
pasar el mundo afuera, un mar de cobre se ve a nuestro alrededor,
repitiéndolo una y otra vez en mi mente.

Eli está vivo.

Está vivo, lo que significa que haré lo que sea para recuperarlo.

—¿Y bien? —pregunta el presidente, con el tono entrecortado por


la impaciencia.
Trago saliva, avergonzada de que mi voz tiemble.

—¿Magia? Honestamente, no sé mucho.

Él quita una pelusa de su manga, sacudiéndola antes de que su


conjunto de ojos color carbón caiga flotando hacia mi cara.

—Entonces, ¿nunca has practicado el arte de la magia?

Siento que se me hiela la sangre. Ver mi incomodidad solo hace


que la sonrisa de Reed se ensanche.

—No te preocupes, Kenadee. Estoy seguro de que es algo que


siempre te has preguntado. Después de todo, tu querido hermano Eli
está contaminado. También tu amante, Joshua. Hay tantos de ustedes
flotando, más allá de nuestro alcance...

—¿Qué? —Niego por la estupidez de la sugerencia—. No soy…

—Oh, pero lo eres —su sonrisa envía escalofríos por mi espina


dorsal. Quiero llorar, gritar, salir de este auto y alejarme de este
hombre. No puedo ser mágica. Años de análisis de sangre e
investigaciones han probado mi inocencia. El presidente está
equivocado.

Cuando no digo nada, él se reclina en su asiento.

—Lo sé, esto es bastante devastador de escuchar. Déjame


explicar. Te hemos estado observando, Kenadee. De hecho, los

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resultados de tus pruebas fueron positivos, simplemente ocultamos ese
hecho.

—Pero... ¿por qué? —susurro, tomando aliento.

—Si supieras que eres mágica, podrías intentar usar tus poderes.
Queríamos mantenerte alejada tanto como pudiéramos, dejarte
madurar y avanzar en nuestros estudios. Siempre estuvimos mirando:
había cámaras instaladas en tu casa, espías y maestros evaluando tu
comportamiento. Sabíamos los riesgos de tener a alguien en
funcionamiento libre de magia, pero pensamos que tal vez, cuando
fuera el momento adecuado, podríamos utilizarte.
—Este era tu plan desde el principio: llevar a mi madre, torturar a
Eli, matar a los Rivers... todo para convencerme de hacer tu trabajo
sucio —respiro, recordando el cadáver esparcido de Joshua y el
mensaje en la mano de su madre.

—Llámalo como quieras —examina sus bien arregladas uñas,


pareciendo aburrido—. Pero estás aquí, ¿verdad?

—¿Pero por qué yo? ¿Por qué no me arrestaste como lo hiciste


con mi hermano? ¿O matarme como a Josh?

Sus ojos parpadean hacia mi cara, una sonrisa de gato se


extiende por sus labios.

—Ahora esa es la parte interesante. Mira, estudiamos tu análisis de


sangre de manera intensiva, como hacemos con cualquier bruja o
asistente que probemos. No eres una bruja ordinaria, Kenadee Coria.

—¿Qué se supone que significa eso?

—He estudiado magia muy extensamente a lo largo de los años,


gracias a los muchos prisioneros que he tenido, pero tu habilidad
mágica es una de las más poderosas que he visto en mi vida. Poderes
así... no vienen fácilmente, y es por eso que tengo grandes esperanzas
en tu éxito.

—Entonces, ¿qué? —frunzo el ceño—. De alguna manera


aprendo a usar esta magia que he tenido toda mi vida, hago lo que

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sea qué esperas que haga, ¿y mi familia está libre? ¿Cómo puedo
saber que puedo confiar en ti?

Él se ríe.

—Oh, sí. Crees que puedo estar mintiendo. Admito que también
sería cauteloso si estuviera en tu situación. Pero puedo asegurarte que
soy completamente serio acerca de esta transacción. Eli y tu madre
no se verán perjudicados mientras hagas exactamente lo que yo digo.
No tomo amablemente a los que intentan engañarme. Intenta huir,
traicióname y personalmente te llevaré al juicio, donde tu mami y tu
hermano mayor tendrán horribles y lentas muertes. Los mataré sin
dudarlo.
Desafortunadamente, le creo puedo ver la verdad de sus
palabras escritas en sus características presumidas. Él lo dice en serio.
Suspiro, mi cuerpo descoordinado con mis manos detrás de mi
espalda, meciéndose cuando el auto golpea un gran bache.

—Bien. ¿Qué quieres que haga?

—Bueno, vuelve a la experiencia del tranvía. Puedes pensar en


salvar el número más grande. Después de todo, es una vida por cinco.
Pero, ¿y si son el motivo de esta guerra en primer lugar? ¿Qué pasa si
su gente es la que destruyó todo? ¿Y qué? ¿Todavía los perdonas,
independientemente de sus pecados?

No respondo cuando el automóvil desacelera hasta detenerse en


una luz roja. Reed continúa sin dudar—: Estoy hablando de un grupo
de brujas y magos rebeldes que se hicieron cargo de una ciudad
abandonada a unas tres horas al oeste de aquí. Terroristas,
conspirando contra nosotros desde los confines de su pequeña casa
sagrada. ¿A quién salvar? ¿Tu hermano, tu madre? ¿O ellos?

Arrugué mi frente, confundida.

—Si son un problema, ¿por qué no puedes enviar a tu ejército y


terminar con eso? ¿Por qué me necesitas?

Él se inclina hacia atrás, mirando por la ventana.

—Si bien tengo muchos jóvenes empleados de magia con

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poderes excepcionales que felizmente se dedican a librar a la nación
de estos grupos radicales, no hay forma de que podamos entrar en sus
fronteras. Sus líderes son bastante despiadados, ¿sabes? Han
aprendido a proteger su pequeño escondite con la ayuda de su
gente, prohibiéndonos desde adentro hacia afuera.

—¿Y crees que puedo entrar? —Casi me río ante la idea—. ¡No sé
nada de magia! ¡Acabo de enterarme de que tengo poderes! ¿Qué
te hace estar tan seguro de que puedo ser yo quien haga esto?

—Tus poderes son de élite —dice en voz baja—. Son más fuertes
que cualquier otro. Este grupo no puede mantener a todos afuera.
Han creado este tipo de barrera mágica. Con eso, lograron hacer
barricadas entre ellos y todos los demás. Es mi culpa, de verdad. Envié
a algunos de mis soldados mágicos hace unos meses, y no terminó
bien. Por eso, este grupo sospechará cuando llegues. Es por eso que
debes alimentarlos con una mentira convincente, ganarte su
confianza para que ellos confíen en ti, te entrenen. Puedes aprender
tu oficio, podrías ser mi soldado más poderoso. Nadie se interpondría
en tu camino.

Me muerdo mi labio inferior cuando Reed me mira con cuidado.


Finalmente, él suspira, rompiendo el contacto visual y mirando por la
ventana.

—El fallecido presidente Malen fue mágico, como sabes. Él


destruyó a su propia clase. Él tuvo esta venganza dentro; un hambre
que aún no he visto en nadie más. Es la magia; es malvada. Convierte
a las personas a una oscuridad de la que nunca pueden liberarse.
Malen no estaba bien practicado en eso. Lo descubrió a unos pocos
años de su búsqueda. Si él hubiera estado a pleno rendimiento y
supiera de lo que era capaz, podría fácilmente haber destruido todo
—frunce el ceño y me mira con una expresión que casi creo que es
genuina—. Al contrario de tu creencia, no soy un monstruo. Sí, encerré
a tu hermano. He arrestado a muchos que eran mágicos antes que él.
No lo disfruto, pero haré lo que sea necesario. Intento detener un
desastre antes de que ocurra; por eso me enfrento a tantos jóvenes
soldados mágicos. Si puedo redirigir sus poderes y hacerles ver la
verdad, entonces tal vez nos ayuden a salvar el mundo. No podemos
funcionar en un mundo como el de Malen, lleno de poderes horribles.

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No importa lo que pienses de las personas con las que te encuentres
en tu misión, son terroristas, plagan nuestras tierras. Al entregarlos, al
trabajar para mí, le estás haciendo un gran servicio a tu país. Sé que
es mucho para asimilar, pero Kenadee, tienes todo este poder
increíble. Necesitamos que lo uses y nos ayudes a encontrar una
manera de destruirlos.

Observo cómo los edificios se vuelven árboles de color otoñal en


el exterior de la ventanilla del automóvil, mordiéndome el labio. Me
guste o no, ahora pertenezco a Reed. Soy su soldado. Si no hago lo
que me pide, me matarán junto a mi familia. Si solo una misión es lo
que se necesita, entonces es lo menos que puedo hacer para salvar
a los que amo.

Reed parece saber lo que tengo en mente.

—Piensa en la situación del tranvía. ¿A quién salvar? ¿Un pequeño


grupo de criminales o estadounidenses inocentes que están siendo
atacados por este pequeño grupo rebelde? —No espera a que yo
responda mientras sus ojos brillan perversamente—. Entrégalos y serás
un héroe estadounidense. Salvaras las vidas de tu familia Una vez que
hayas terminado de servirme, los dejaré en paz a ti y a tu familia. Se te
pagará una buena cantidad de dinero, un hogar y mucha comida.
Podrías vivir el resto de tu vida libre y feliz. Métete en sus paredes y
ayúdame a derribarlos desde adentro. Descubre sus secretos.
Cuéntame sus debilidades, espera, mientras construyo mi ejército, los
hago más fuertes. Juntos, los eliminaremos en cuestión de meses y
estarás en camino a la libertad.

Dejé escapar un suspiro, considerando el trato del presidente


Reed. Esta podría ser la clave de todo. No tendríamos que
preocuparnos por el futuro. Pude volver a ver a Eli... Si lo que tengo
que hacer es entregar a un grupo de delincuentes, no hay dudas. Lo
haré.

—Entonces... ¿tenemos un trato?

Asiento, dejando escapar un fuerte suspiro.

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—Sí, supongo que sí.
El coche cruza sobre la grava mientras se detiene en un largo
camino de entrada. A donde sea que vayamos, está enclavado en lo
profundo de una ensenada de árboles. Me incorporo un poco más
derecha, las esposas clavándose en mis muñecas mientras trato de
ver hacia dónde nos dirigimos. Nadie dice nada cuando nos
detenemos frente a un gran edificio rectangular, un gris liso y acerado
con una sola ventana junto a la pesada puerta de metal.
—¿Qué es este lugar? —no lucho cuando me sacan del auto.
Reed nos recibe en la puerta de entrada.
—Bienvenida al centro de entrenamiento. Los tengo esparcidos
por todo el país para el uso de mi gente. Aquí te prepararás para tu
misión.
Los sigo, mirando a mí alrededor con el corazón acelerado. Las
paredes interiores son tan claras como fuera, un gris metálico con
nada más que mapas para la decoración. Con los brazos cruzados
sobre mi pecho, camino alrededor de la gran mesa de conferencias,
sintiendo sus ojos siguiéndome mientras miro más de cerca a uno de

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los mapas. Cuenta con todo EE. UU., diminutas banderas rojas en
grupos alrededor de Colorado, Oregón, Montana y Wyoming.
No escucho a Reed acercarse a mi lado. Su voz me hace saltar.
—Esas son las pocas ubicaciones conocidas de brujas y magos
escondidos. Conquistamos las regiones del este y sur del país.
—¿Por qué no huyen a Canadá o México si saben que los estás
buscando? ¿Eso no los mantendría a salvo? —pregunto, y luego de
inmediato lamento mi pregunta.
Él muestra una sonrisa malvada.
—Ellos estaban tan destrozados por la guerra de Malen como
nosotros. ¿De verdad crees que tomarán nuestra magia? —no
respondo, y él continúa—. Si podemos acabar con los últimos aquí,
estaremos mucho más cerca de librarnos de la magia para siempre.
Estás ayudando con este campamento —su dedo toca un lugar en el
mapa cerca de la frontera de Colorado y Wyoming, marcado con
una pequeña bandera roja—. La ciudad anteriormente conocida
como Steamboat Springs. Ahora es el hogar del grupo que mencioné
antes.
Frunzo el ceño ante la pequeña bandera roja, un recuerdo
borroso de la ciudad en mi mente. Alguna vez fue una estación de
esquí, un destino turístico. Cometieron el error de tratar de esconder a
las brujas en un edificio público en lugar de entregarlas al gobierno
cuando las redadas estaban en marcha. El tío Sam se enteró y trajo
las bombas unas horas más tarde. No hubo sobrevivientes.
Miro hacia Reed.
—No debería quedar nada de Steamboat... Pensé que la ciudad
entera estaba prácticamente borrada del mapa. Además... si están
tan bien protegidos, ¿cómo se supone que debo subir?
—No será fácil —admite Reed—. Este no es un grupo ordinario.
Ellos saben muy bien cuáles son mis planes para ellos, y tienen la
intención de usar todo lo que esté a su alcance para garantizar que
no suceda —se quita la chaqueta de los hombros y la coloca en el
respaldo de una silla—. Saben de mis agentes, tanto mágicos como
no mágicos. Si creen que trabajas para mí, estarás en un gran
problema y no habrá forma de que yo pueda salvarte. Pisa con
cuidado, aprende sobre su campamento y estudia esa barrera.

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—¿Y entonces qué? ¿Quieres que la destruya?
—Eventualmente, sí. Pero primero, solo quiero que observes y
aprendas tu magia. Edifícalo, Srta. Coria, porque la barrera requerirá
la destrucción de todo un ejército de magos. Si puedes establecer sus
puntos débiles y entrenarte en tu oficio, podemos encontrar una forma
de destruirlos.
—¿Qué pasa después de eso? —trago saliva, tratando de
contener mi mente en movimiento—. ¿Qué vas a hacer con ellos una
vez que estén abajo?
Los ojos de Reed brillan oscuramente.
—Tendrás respaldo, por supuesto, cuando derribes la pared.
Encontraremos una forma de desactivarlos. Entonces, los militares
intervendrán. Si no cooperan, los mataremos.
Me apoyo contra la mesa, a punto de responder cuando una
puerta se abre y un chico de aspecto áspero con un zumbido muy
corto sale corriendo. Él no mira hacia mí mientras saluda a Reed, quien
lo despide con desdén.
—Ah, ahí estás, finalmente. Markus, conoce a la Srta. Coria.
Kenadee, Markus será quien te prepare para tu misión.
Markus me mira con frialdad y extiende una mano rígida.
—Encantado de conocerte.
—Ahora —Reed da vueltas alrededor de la mesa para darle la
espalda. Los dos miramos mientras él escribe una plétora de números
y la puerta de hierro se abre con un clic—. Déjame mostrarte a qué
más te enfrentas. Un factor más molesto.
Lo seguimos, bajamos dentro de una habitación parecida a un
búnker, cargada con armas de todos los tamaños y habilidades. Un
jadeo se me escapa cuando Reed se planta frente a una pantalla
grande.
—Cuando te conté sobre los peligros de estas personas, no estaba
bromeando. De hecho, hay uno en particular en el que me gustaría
que siempre tengas ojos. Ella es un miembro influyente de sus filas, uno
responsable de varios ataques contra nuestra gente. Markus, por
favor.

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Markus chasquea los dedos y la pantalla parpadea. Reed lo mira
con un odio que nunca había visto antes en mi vida. Una foto policial
de una chica unos años mayor que yo.
—Harlow Creston, de veintiún años. Un prisionero mío que se
escapó —gruñó el presidente—. Me da vergüenza admitir que la
señorita Creston me ganó la vida. En ese momento, la juzgué mal y
ella usó eso para su ventaja. Ahora se me ha escapado dos veces, y
aunque la han recibido, bueno... —intercambia una mirada petulante
con Markus—. Ha sido castigada. Eso la hace aún más empeñada en
mi destrucción.
Los escalofríos enredan mi espina dorsal, pero no digo nada. Reed
se planta a mi lado, todavía mirando venenosamente la foto de
Harlow Creston.
—La observarás cuidadosamente; ella es inteligente como un
zorro, uno de los mayores terroristas de nuestra nación; su fallecimiento
significaría grandes cosas para nuestro país. Quiero que intentes
acercarte a ella. Tómala con grandes medidas, mantente en su lado
bueno. Sobre todo: ten cuidado con su engaño.
Estudio su cara, decidida a memorizar cada característica. Su
imagen me devuelve la mirada, con los ojos de un azul intenso. En la
foto, luce un ojo morado y un labio cortado como si hubiera estado
en una pelea.
Harlow Creston, de veintiún años. Altamente peligrosa.
—Ahora, con los negocios —dice Reed, abriendo un cajón y
hurgando en él mientras Markus apaga la pantalla—. La Srta. Creston
no es el único peligro allí. Ella es la única que conocemos. Si aparece
algún daño, esperamos que uses esto.
Él me da un pequeño dispositivo que se ilumina con el
movimiento. Es extremadamente liviano en mi palma, y lo
suficientemente pequeño como para poder rodearlo con mis dedos.
—Es un comunicador. Tómalo, guárdalo con tu vida. La
tecnología funcionará dentro de los confines de las barreras, siempre
y cuando no te atrapen con ella. Markus, llama a Kenadee.
Markus hace lo que le ordenó con el ceño fruncido. Jadeo

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cuando aparece una pantalla en el aire, la cara de Markus es blanca
electrónica.
—Lo usaremos para informarnos el uno al otro. En caso de
emergencia, puedes hacer clic aquí —Reed toca un botón en la
esquina inferior e inmediatamente comienza a parpadear. Todo el
dispositivo se pone rojo, zumbando maniáticamente contra la
superficie dura de la mesa—. Lo llevamos con nosotros siempre, por lo
que siempre habrá alguien cerca si lo necesitas. Cuando estés allí,
esperaré que respondas las llamadas todas las noches a las nueve en
punto desde la seguridad de tu propia habitación. Quiero que seas
una mosca en la pared. Tomes notas, informes cualquier cosa y todo
lo que planeen. Mantenlo en un lugar seguro.
Asiento, sintiendo un peso en la boca del estómago mientras
meto el dispositivo en las profundidades de mi bolsillo. Todo lo que
tengo que hacer es esta única cosa. Una cosa para ganar la libertad
de mi familia. Una cosa es ganar mi propia libertad.
Puedo hacer esto.
Tengo que hacer esto.
Mis manos tiemblan cuando mi mente corre por todo lo que he
aprendido hasta ahora. Todavía quedan muchas preguntas sin
respuesta. ¿Por qué siento que esta misión podría ser mi muerte?
Me muerdo el labio cuando Reed se pone la chaqueta que había
dejado colgada en el respaldo de una silla, se enderezó el cuello de
la camisa y saludó con la cabeza a uno de sus hombres, que se deslizó
por la puerta y se subió para arrancar el automóvil.
—Ahora tengo negocios a los que atender. Aquí es donde te dejo,
Srta. Coria. Markus trabajará contigo para asegurarse de que estés
preparada para este puesto. Mis hombres volverán a recogerte dentro
de dos días, así que te sugiero que aproveches al máximo tu tiempo
aquí.
Antes de que pueda detenerlo, lo llamo, la pregunta sale de mis
labios con una sacudida embarazosa.
—¿Qué pasa si no puedo hacerlo?
—Mataremos a tu familia y te arrestaremos. Te puedo prometer
una vida de tortura y podredumbre en prisión. Dulce cosita... —la
sonrisa regresa, torcida y malvada—. No quieres ponerte en mi

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camino. Te estoy haciendo un favor aquí. Sería sabio no olvidar eso.
—Entendido —le susurro. Mi rodilla rebota nerviosamente mientras
trato de recordar toda la información que me acaban de dar.
Campamento en el bosque. Harlow Creston. Magia. Soy mágica.
—Me alegro de nos entendamos. Adiós, Kenadee Coria. Estoy
seguro de que no pasará mucho tiempo hasta que nos volvamos a ver
—se desliza por la puerta, tan silencioso como un gato de montaña.
Veo el auto rebotar por el camino de grava, escupiendo tierra y una
nube de polvo cuando desaparece a la vuelta de la esquina. Me
vuelvo hacia Markus y sus armas, lista para comenzar.
―¡De nuevo!
A las palabras de Markus, dejo escapar un bufido molesto
mientras rebobina el video y apaga los subtítulos.
―Esta es la milésima vez que veo esto. ¿Es realmente necesario,
Markus?
No responde, jugando con el control remoto. Aprovecho la
oportunidad para quejarme más fuerte, aunque él ni siquiera parece
estar escuchando.
―Te das cuenta de que hemos estado en esto todo el día,
¿Verdad? ¿De qué sirve aprender a leer los labios de todos modos?
Acabo de averiguar que tengo todos estos poderes geniales.
¡Probablemente podría encontrar algún truco que me diga todo lo
que están diciendo!
Se levanta del escritorio.
―¿Quieres un violín pequeño? Porque creo que hay una tienda
de música a pocos kilómetros de distancia.

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―Quiero aprender a pelear y disparar. Si son tan peligrosos como
dice Reed...
―Entonces un arma no te ayudará hasta que tengas todo un
ejército detrás de ti. Ellos tienen poderes, Coria, peligrosos. ¿Por qué
crees que Reed sigue trayendo brujas a sus filas? Con nuestras armas,
no tenemos ninguna posibilidad contra ellos.
Pienso en esto por un momento, mirando a Markus por el rabillo
del ojo. Hay algo en la forma que su expresión se oscureció cuando
dijo esas últimas palabras, como si se diera cuenta de lo que soy. Una
bruja, una corrupta...
Un monstruo.
Mis dedos golpean nerviosamente contra mi pierna cuando
Markus pasa rozando, evitando mi mirada. Me giro un poco en mi silla,
poniendo una pierna doblada sobre el almohadón y cubriendo con
mi brazo el respaldo de la silla cuando una repentina desesperación
por probarme a mí misma me baña.
―¿Podemos al menos cambiar el video para poder practicar?
Casi he memorizado todo lo que han dicho, así que no tiene sentido
leer sus labios.
Él ya está en la puerta, presionando su hombro contra ella
mientras un pequeño rayo de la luz del día brilla a través.
―Si regreso de hacernos el almuerzo y puedes leer mis labios,
entonces seguiremos adelante.
***
Después del almuerzo y de algún intento fallido de leer los labios
de Markus, avanzamos de todos modos. Mientras cava a través de un
armario, murmurando palabrotas ocasionalmente por frustración,
examino el arsenal de armas brillantes en la pared. Cuando él no está
mirando, tomo una pistola y la peso en mis manos.
―¿Qué estás haciendo? ¿Tienes cinco años? Ponla abajo
―chasquea, dándose vuelta y agarrando el arma de mis manos. Las
sostengo con fingida inocencia, viendo su cara ponerse del color de
un tomate. Después de algunas respiraciones profundas, dice―.
Simplemente no toques nada, ¿de acuerdo?
Hago lo que dice, apoyándome contra la pared mientras se

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vuelve hacia el armario y hurga a través él.
―Entonces, ¿cómo terminaste aquí? Solo en el medio de la nada,
entrenando gente como yo...
Su voz queda amortiguada mientras continúa cavando.
―Haré cualquier cosa para ayudar a la causa si saca la magia de
este mundo.
―¿Realmente crees que es malvado? ―pregunto después de un
momento.
Sus hombros se tensan y él aparece, una caja en sus manos. Se
acerca al mostrador y la baja, luego se vuelve hacia mí con una
pequeña voz.
―Si, lo hago. Mi papá era mágico. Intentamos esconderlo
durante años hasta que un día perdió el control, se volvió loco... Mi
madre trató de protegernos y fue asesinada en el proceso. Así que, sí...
estaba contento de ser reclutado. Significaba que podía hacer mi
parte para acabar con la magia. He visto lo que puede hacer.
―Lo siento mucho ―le susurro mientras se limpia los ojos,
agachando la cabeza. Se ve increíblemente joven, incluso para la
nueva edad de reclutamiento. Cuando ocurrió la guerra, muchos de
los hombres de la nación murieron. Cada año desde entonces, la
edad de alistamiento parece reducirse a medida que Reed se vuelve
más desesperado por tener soldados sanos. Markus no puede tener
más de catorce años, y, sin embargo, ya está tan lleno de odio.
De espaldas a mí, se recoge a si mismo lo suficiente como para
soltar un ladrido enojado.
―¿Bueno? ¿Qué estas esperando? Ven aquí ―hago lo que dice,
sintiendo que justo ahora no sería momento de empujar a Markus más
lejos de lo que ya hice. Cierra la caja antes que pueda ver lo que hay
dentro y la deja en el suelo del armario.
―¿Qué estás haciendo? ―pongo las manos en mis caderas
mientras, naturalmente, él me ignora, colocando una llave dentro de
la cerradura y moviéndola de un lado a otro. Satisfecho, se vuelve
hacia mí con una expresión severa.
―Antes que puedas saber qué hay en la caja, debes abrir con
éxito esta cerradura.

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***

Durante dos días, paso mi tiempo viendo videos viejos en silencio


para tratar de leer sus labios, entrenando en técnicas básicas de
lucha, maldiciendo mientras trato de abrir la cerradura con horquillas
y aprendiendo qué información buscar cuando llegue al
campamento. Parte de mi frustración proviene de Markus y sus
deslucidas habilidades de entrenamiento. Cuando los soldados
vienen a buscarme el último día, me siento solo un poco más
preparada para lo que está por venir.
― Ahora, recuerda ―Markus me recuerda mientras el auto se
detiene lentamente―, permanece en las sombras. Las cosas que
aprendiste aquí solo se usarán en casos extremos. No pelees, no
ataques a menos que sea completamente necesario. Necesitan
confiar en ti, y la confianza se gana. No puedes entrar sin que te dejen
entrar. Así es como funciona la barrera. Ellos sospecharán, así que
debes inventar una mentira convincente sobre cómo los encontraste.
Siempre permanece en el punto de vista público, justo donde puedan
verte. Cuanto más encajes, más aprenderás. Si causas problemas…
―Lo sé, lo sé ―la cremallera de mi vieja mochila escolar sisea
cuando la cierro. Solía estar cargada con cuadernos y bolígrafos;
ahora está llena con un botiquín de primeros auxilios, una botella de
agua, varias comidas listas para comer, el comunicador, una navaja,
una chaqueta, fósforos y una linterna―. Si me equivoco, me matarán.
Prometo que voy a ir a lo seguro. Las vidas de mi familia dependen de
eso.
―Bien, porque hay mucho que descansa sobre tus hombros.
Tendrás éxito en llevar a estas personas ante la justicia. Estaremos
contigo en el camino. Ahora, estamos en un paso llamado Rabbit Ears,
a solo unos kilómetros de la ciudad. Caminarás el resto del camino,
solo sigue la carretera. ¿Tienes el mapa, por si acaso?
Asiento, produciendo que el viejo papel se arrugue en mi regazo.
Markus asiente satisfecho.
―Bien. Oh, y una advertencia justa: la patrulla estatal recorre esta
área con bastante frecuencia. Sólo porque estás trabajando para

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Reed no significa que lo creerán. Ahora estás en el Registro Nacional
de Magos, así que, si ellos te encuentran, te arrestarán.
―Es bueno saberlo ―susurro en voz baja, evaluando las calles
vacías a mi alrededor. Solía ser una parte concurrida de la ciudad,
pero con la maldición del tiempo y la mano dura de la guerra,
lentamente se convirtió en menos y con menos población.
―¡Oh! ―Markus alcanza debajo del asiento y saca la caja que
había rescatado del armario. Nunca llegué a ver dentro. Cuando abrí
la cerradura, Markus, a cambio, confiscó mi tesoro y me dijo que lo
haría más tarde.
No dudo cuando la pone en mis manos, desgarrando la caja
como un niño el día de Navidad. Saco un objeto diminuto, del tamaño
de una hormiga y lo sostengo en mi palma, mirando a Markus por
algún tipo de explicación.
―Es el micrófono más pequeño del mundo ―dice con una sonrisa
burlona― pero no dejes que su tamaño te engañe. Ha sido refinado a
través del tiempo en una de las mejores piezas de tecnología que
existe. Recogerá el sonido de cualquier habitación,
independientemente del tono de voz o el ruido de fondo. Cuando
llegues al campamento, póntelo. Mantenlo fuera de la vista, no
permitas que nadie vea que lo usas. Debería ser bastante simple de
ocultar. El presidente Reed y su equipo tienen los suyos que se
conectarán con el tuyo para poder escuchar todo lo que tú puedas.
Hablarás con el presidente cada noche durante tus llamadas.
Asiento, manteniendo mi boca en una línea firme mientras
deposito el pequeño dispositivo cuidadosamente en el bolsillo
delantero de mi mochila y lo cierro. Reed estará escuchando, sin
importar lo que diga y haga. El pensamiento cuelga sobre mi cabeza
como una nube siniestra.
―Supongo que eso es todo ―Markus me da una larga mirada final
antes de que la puerta se abra detrás de mí y los hombres de Reed
me agarren de los brazos―. Adiós, Kenadee. Confío en que no
decepcionarás al líder de nuestra nación.
―¡Espera! ―digo, parpadeando a plena luz del día mientras las
puertas del auto se cierran de golpe. De repente, todo se siente tan
abrumador. Estoy haciendo esto, realmente me estoy dirigiendo a un
campo de criminales sin escrúpulos. Soy una espía del gobierno. No

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estoy lista. Alcanzo la manija de la puerta mientras el elegante coche
negro comienza a ronronear, ya alejándose.
Me quedo en la carretera desierta, mirando, incluso mucho
después de que el automóvil desaparece al doblar.
Mis botas hacen un ruido metálico desagradable contra el
pavimento mientras camino, sintiendo el ligero aire de la montaña
tomando su peaje en mis pulmones y maldiciendo el cuero nuevo en
estos zapatos a medida que me irritan la piel. Una brisa fresca
atraviesa los álamos, enviando entre ellos una ráfaga susurrante. Me
estremezco, inclinando la cabeza hacia atrás para examinar el cielo
grisáceo. Efectivamente, una sola gota de lluvia aterriza en mi mejilla.
Momentos después, el golpeteo suave de la lluvia comienza a chocar
con el pavimento.
—¡Vamos! —gimo, agachando la cabeza y deslizándome por
debajo de un árbol. Apoyo mi bolsa contra él y remuevo y cavo en su
interior, en busca de mi abrigo. Una vez que lo encuentro, lo deslizo
sobre mis brazos en piel de gallina y busco de nuevo por el mapa. He
estado caminando por lo que parecen horas —¿dónde está el
campamento?
La lluvia cae más duro y el estallido de un trueno ruge,
reverberando a través del bosque. El mapa se arruga ruidosamente en

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mis manos, ya húmedo y decolorándose a pesar de mis esfuerzos por
mantenerlo seco. Lo cierro con un suspiro. No sirve para nada. El
bolígrafo rojo que Markus había usado para marcar mi camino ahora
sangra a través del mapa en un borrón de color.
Metiendo el mapa de nuevo en el bolsillo de mi bolsa, me preparo
para escapar. Me guste o no, tengo que seguir moviéndose.
Quedarme y esperar a que pase la tormenta no es una opción; a este
ritmo, todo en mi bolsa se ensuciara. Si Markus estuviera aquí, se reiría
de mis pobres habilidades de supervivencia. Estoy a punto de agarrar
la bolsa y seguir mi camino cuando un destello de plata hace que mi
corazón se caiga en mi pecho.
Un hombre de la patrulla estatal aparece por el lado de la
carretera, justo detrás de los árboles.
—Mierda —siseo, agachándome. Las palabras de Markus se
burlan de mi mente; si me pilla la policía, ninguna de las promesas de
Reed importará. Seré arrestada, enviada a morir. Nunca tendré la
oportunidad de salvar a mi familia.
Miro hacia el bosque, luego de nuevo a la patrulla de carreteras.
Hay una posibilidad de que esté lo suficientemente bien escondida
entre los árboles para que no me vean. Puedo ir más profundo y
esperar a que se vaya, pero…
Otro fuerte trueno cruje entre los árboles.
Si hay una tormenta eléctrica, entonces, rodeada de un montón
de árboles es el último lugar donde quiero estar. ¿Me atrevo a
arriesgarme a entrar más en el bosque?
Me arrodillo junto al tronco del árbol, entrecerrando mis ojos para
tratar de ver al oficial en su interior. Toma un sorbo grande de una taza,
entonces alcanza algo en el asiento tras él. Aguanto la respiración
mientras otro coche patrulla se detiene detrás suyo.
Tengo que moverme. No me puedo quedar aquí.
Me giro y corro hacia el bosque, corriendo tan rápido como
puedo a pesar de la maleza amenazando con hacerme caer. No veo
el tronco hasta que es demasiado tarde, mi tobillo deja escapar un
crujido repugnante y choco con un grito contra el suelo del bosque
fangoso.

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—¿Quién está ahí? —viene el grito de un hombre.
Me esfuerzo a sentarme, reprimiendo el grito mientras trato de
mover mi pie. Un dolor rojo sofoca mi visión mientras los gritos son cada
vez más fuertes.
¡No, no, no! Tengo que salir de aquí.
La lluvia choca con mi piel mientras miro a mi alrededor, tratando
de calmar mi acelerado corazón. Una rama de un árbol cuelga a unos
centímetros encima de mí, si puedo alcanzarla, puedo tratar de
levantarme. Deslizando mi mochila de mis hombros, la tiro al aire,
tratando de poner la correa contra la rama. Se engancha en el
extremo, doblándose bajo el peso, y envía la bolsa contra el suelo.
Los pasos se acercan mientras ambos oficiales aparecen tras de
mí, sus pistolas levantadas.
—Las manos en el aire donde podamos verlas! —brama uno.
Esto no puede estar pasando...
Mi cuerpo tiembla, una mezcla de dolor y frío. Alzo mis
temblorosas manos en el aire mientras doy unos pasos hacia adelante.
Un hombre larguirucho con un tupido bigote va hacia mi mochila,
mientras que el otro, el hombre más grande que vi en el primer coche
se arrodilla al lado de mi pie lesionado. Dejé escapar un grito agudo
mientras alcanza mi bota. Hace una mueca y alcanza la radio
sonando en su camisa.
—Necesitamos un 10-52...
Busco entre los árboles desesperadamente por una salida. Tengo
que hacer algo, no voy a quedarme aquí sentada y ser arrestada. De
repente, una extraña sensación me invade; una sensación
abrumadoramente eléctrica, construyéndose, demasiado como para
contenerla. Todo parece moverse a cámara lenta mientras mi cuerpo
toma completamente el control.
Es el encender de una mecha, el resplandor del relámpago
eléctrico en llamas por el cielo.
De repente, no soy una adolescente aterrada. Soy miedo y fuego,
la muerte encarnada.
—¿Qué demon…? —el policía espigado cae sobre sus pies con
un movimiento lento de mi mano, la mochila sale de su agarre y

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aterriza en algún lugar lejos. Le deposito junto a la forma encogida del
oficial más grande. El poder sigue atravesándome y espero por un
momento que nunca se detenga. Soy poderosa; soy peligrosa.
Nunca han visto nada como yo.
Suelto una risa maníaca y levanto mis manos hacia arriba. Las
llamas se elevan desde el suelo, pequeñas al principio, luego más
grandes bajo mi mando. La lluvia cae aún, la niebla todavía es una
espesa cortina que nos rodea, pero el fuego sigue bailando. Se enreda
en torno a ellos en un círculo, atrapando a los oficiales en su alcance
mortal.
Miro de la escena a mis manos. Mis manos poderosas,
aterradoras. Tiemblan de alegría, dolor y miedo. Respiro
entrecortadamente, dándome cuenta de lo que acabo de hacer.
Magia.
Hice magia.
¿Pero cómo?
Todo vuelve dentro de una vez. Mi visión se nubla y mi tobillo
duele. La lluvia comienza a disminuir cuando miro a los policías, ahora
rodeados por un muro de fuego.
Hay un ruido de pasos detrás de mí, después, un aplauso lento.
Los dos policías miran arriba con horror, la realización mostrándose en
su rostro.
Una voz femenina baja viene de detrás de mí, enviando
escalofríos por mi columna vertebral.
—Bueno, no dejen de gritar por mí, señores.

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—Ahora, ahora, no tan rápido. No muerdo —dice la voz mientras
levanto mis manos, tratando de invocar la magia que había venido
tan fácilmente antes. Ella emerge detrás de mí, caminando
lentamente mientras asimila mi patética forma. Siento que mi
mandíbula se abre. Conozco a esta chica.
Harlow Creston. De la que Reed me advirtió.
Me mira con curiosidad, su rubia cabeza ligeramente inclinada
hacia la derecha, sus ojos pálidos y entusiastas, notando todo. Se ve
como un lobo, calculadora y feroz. Hay algo inquietante en ella, algo
mortal.
Su voz no fluctúa desde su ronroneo silencioso.
—Tienes una oportunidad para decirme lo que estás haciendo en
este bosque, o te romperé el otro pie y te dejaré para morir. Tu
elección.
Trago saliva. Odio que me siento tan pequeña y aterrorizada en
su presencia. Si descubre la verdad, probablemente me mate aquí y
ahora. Las palabras salen de mi boca en un grupo nervioso.

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—Hay este campamento, lo estaba buscando. Es para gente
como yo... —hago un gesto de mirar a los policías y bajar la voz—.
Gente mágica.
En un abrir y cerrar de ojos, está a mi lado, con las manos en
equilibrio mientras una fuerza invisible se envuelve alrededor de mi
cuello. Mis pulmones lloran desesperadamente por aire.
—¿Qué sabes sobre el campamento? —sisea. Cuando no
respondo, sus manos se tuercen, la magia me aprieta más fuerte. Mis
manos vuelan hacia mi garganta, tratando de liberarse.
Finalmente logré farfullar una mentira.
—Solo que es para brujas y magos. Soy mágica. Quería
encontrarlo, ¡mi madre me echó!
No dice nada, pero suelta su control y me envían cayendo hacia
atrás. Todo duele cuando el mundo se vuelve momentáneamente
borroso. Lucho por el dolor, viendo como Harlow baja la pared de
fuego y habla con el policía en voz baja. Después de un momento,
solo asienten y se dirigen tranquilamente hacia sus autos, sin mirar
atrás.
—¿Qué hiciste? ¿Qué hiciste con ellos? —mi voz es confusa y
ronca. Me duele el cuerpo…
Harlow se agacha a mi lado, con una cruel sonrisa en los labios.
—Estás de suerte. Tienes que volver conmigo.
Antes de que pueda reaccionar, sus manos se mueven y todo
comienza a disolverse. Ella dice algo que no puedo entender ya que
el mundo a mí alrededor se desvanece.

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Mi mente zumba mientras el mundo se precipita hacia mí. Mis
pensamientos y recuerdos son los siguientes. El bosque, la policía, el
fuego. Harlow. Acampar.

¿Qué me hizo ella?

Mis ojos se abren y me estremezco ante la luz demasiado brillante


que me devuelve la mirada. Ignorando la bilis que se eleva en mi
garganta, me fuerzo a sentarme. Mi corazón late ansiosamente, el
tono profundo de un tambor en mi pecho mientras miro a mi
alrededor.

Estoy en una habitación de hospital. Acostada en una cama


vieja, con las muñecas esposadas y vestida con una bata de hospital
moteada de blanco y azul. Los suaves pitidos de las máquinas son el
único sonido en la habitación además de mi respiración temblorosa.

La puerta se abre y una chica de cabello oscuro se asoma.


Parece de mi edad, con una hermosa piel oscura y un cuello largo y
elegante.

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―¡Bien, buenos días, sol!

―¿Qué, dónde estoy? ―mi voz es floja y débil.

La chica me ignora y toma una silla del rincón más alejado,


deslizándola al lado de la cama. Se deja caer y usa un estetoscopio
para escuchar mi corazón.

―Solo respira normalmente.

Hago lo que dice, tratando de contener las millones de preguntas


que me gustaría hacer.
Satisfecha, saca el estetoscopio y lo coloca en el mostrador
detrás de ella, la silla rodando ruidosamente contra el azulejo.

―Tuviste un pie roto. Afortunadamente, fue una fractura limpia,


por lo que fue fácil de remediar. El hechizo que lanzaste sobre ti fue
realmente único, te dejó aturdida por unos días.

Bueno, eso lo explica. Mi mente reproduce la escena en el


bosque. Harlow debe haberme noqueado para poder llevarme de
vuelta al campamento.

Me vuelvo hacia la chica, curioseando aún más. Debo


asegurarme de que esto es realmente así. Por lo que sé, Harlow podría
haberme enviado a algún lado y haber seguido su camino.

―Entonces, ¿dónde estoy, exactamente?

Me da una pequeña y triste sonrisa.

―No creo que se me permita responder eso. Asustaste a mucha


gente con tu llegada aquí. Creo que a los líderes les gustaría hablar
primero contigo.

Entonces, es verdad. Estoy aquí, estoy en el campamento.

La chica se ríe ante mis ojos desorbitados.

―No te preocupes, no estás en problemas. Ellos solo están curiosos


principalmente. Tienes que admitir que es extraño que una chica

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como tú estuviera caminando sola por el bosque. Sin embargo, te ves
mucho mejor. Sin ánimo de ofender, pero cuando Harlow te trajo, no
parecías demasiado caliente.

Actúo atontada.

―¿Harlow? ¿La que me amenazó allí?

La chica se ríe alegremente.

―En su defensa, pensó que eras un problema. Ella no esperaba


encontrar a alguien capaz de hacer magia vagando por el bosque.
¿En qué estabas pensando? ―usando una linterna, dirige luz en cada
uno de mis ojos, una mano suavemente en mi frente.

―Yo… Yo... realmente no sé... ―mascullo, preguntándome qué


parte de la historia Harlow les contó.

―¡Bueno, eso fue estúpido de tu parte! No es seguro en ninguna


parte para nosotros.

No digo nada, inclinando la cabeza como un niño mientras me


regaña.

Garabatea en un portapapeles y lo coloca al final de la cama.

―Está bien, bueno, te voy a advertir ahora. Los líderes se


detendrán más tarde para charlar. No están muy convencidos de tus
intenciones ―se quita los guantes y los arroja sobre sus hombros.
Parpadeo sorprendida mientras desaparecen en el aire. La chica no
parece darse cuenta―. Por cierto, soy Delia. ¡Es un placer conocerte
finalmente! Ahora que estás despierta, quiero decir.

Suspiro, recostándome en mi almohada, con el estómago


revuelto por la ansiedad cuando Delia me da una cálida sonrisa y
desaparece en el pasillo. Han sucedido tantas cosas en los últimos
días. Hay mucho en juego, podría haberlo volado todo. A medida que
mi mente se desplaza hacia Reed, un terrible pensamiento me invade.

Mi mochila todavía está en el bosque.

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El comunicador, el micrófono oculto... cualquier forma en que
podría haberme comunicado con Reed. Todos se han ido.

El horror empaña mi mente. No puedo evitar el pensamiento


abrumador de Reed cuando se dé cuenta que no estoy cerca para
responder sus llamadas. ¿Qué piensa él ahora? Mi corazón se acelera
por mi madre, sola en casa del asesino. Probablemente esté en la
Casa Blanca con el presidente, siendo amenazada y torturada. Y Eli.
Han sido años de encarcelamiento. Si está vivo, supongo que no será
por mucho más tiempo.

Simplemente arruiné todo.


***

Unas pocas horas más tarde, un golpe suave viene de mi puerta.


Delia asoma la cabeza de nuevo, una sonrisa despreocupada ilumina
su rostro.

―Tienes visitantes..., ―dice en un tono cantarín. Abre la puerta más


ampliamente para revelar a un joven de cabello oscuro con hermosos
ojos verde profundo seguido por Harlow.

Apenas la reconozco después de estar tan desorientada en el


bosque. Esta limpia, con el cabello rubio recogido por un broche y
usando una blusa con cuello metida prolijamente en sus pantalones.
No puedo evitar pensar que ella se ve diferente a la chica en la foto
policial. Desprovista de tierra, barro y moretones, es una de las chicas
más lindas que he visto. Los únicos signos de que una vez estuvo
prisionera son las dos cicatrices tenues, como fantasmas en sus
pómulos.

Harlow no espera un instante para pasar junto al chico, frunciendo


el ceño mientras se planta en una silla.

―Delia, si pudieras darnos un momento, ¿por favor? ―la mirada


gélida de la rubia nunca abandona mi cara.

Delia frunce los labios, metiendo sus manos en los bolsillos, pero

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obedece.

―Fue un placer conocerte, Kenadee. ¡Ustedes dos no la


desgasten!

Harlow espera que Delia se vaya mientras el chico toma una silla
a su lado. Hay algo juvenil y cortés en su aspecto todo americano
mientras me inspecciona con una especie de curiosidad tímida.

Harlow, por otro lado, frunce el ceño mientras inclina la cabeza


en dirección al chico.

―Este es Bryce Coughlin. Somos los líderes que manejan este lugar.
―Encantado de conocerte ―Bryce me muestra una sonrisa
educada, extendiendo una mano bronceada.

Miro de su mano extendida a las esposas en mis muñecas con el


ceño fruncido. Al darse cuenta del dilema, se aleja, dejando caer una
mirada avergonzada al suelo. Harlow sonríe.

―Mira ―digo rápidamente, esperando que el desconcierto que


siento no llegue a mi cara―. Sé lo que estás pensando, pero estoy aquí
por la misma razón que tú. Quiero protección de Reed.

Una mentira, pero continúo con la misma verdad a medias que le


dije a Harlow. Me habían expulsado por mi magia y estaba
preocupada por ser atrapada. Escuchan en silencio, mirándome
cuidadosamente mientras cuento mi historia.

Después de un momento, los ojos de Bryce se encuentran con los


míos otra vez, rebosantes de preguntas.

―¿Cómo supiste de este campamento? Está destinado a ser un


secreto. Solo ciertas personas lo saben.

Mantengo contacto visual, decidida a hacer esta mentira creíble.

―Un amigo me contó los rumores de que había un campamento


lleno de brujas en una antigua ciudad abandonada. No sabía si era
cierto, pero no tenía nada más que perder...

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―Oh, por favor, corta la mierda ―se burla Harlow―, tomamos
precauciones adicionales para garantizar que este campamento se
mantenga a salvo. Nadie lo sabe a menos que trabajen para una
cierta bolsa de limo, así que ¿por qué no dejas de perder el tiempo
con mentiras y nos dices la verdadera razón por la que estás aquí?

―¡Har! ―espeta Bryce, mirando a su compañera― ¡Deja de


intentar asustar a la chica! ―intercambian miradas sombrías antes de
que Bryce se vuelva hacia mí con una expresión más amable―. Mira,
te protegeremos, solo queremos saber que nos estás diciendo la
verdad. ¿El presidente Reed te puso en esto?
Una imagen de Eli, lánguido, ensangrentado y encadenado,
aparece en mi cabeza.

Trago y niego con la cabeza.

―Bueno ―dice Bryce después de un momento―, supongo que eso


es todo entonces. Bienvenida a nuestra casa.

―¿Qué? ―Harlow gruñe, alzándose en su silla― ¡Absolutamente


no! Ella está mintiendo entre dientes.

―¡Harlow!

Ella niega con la cabeza.

―Estoy presionando, Bryce. No la dejamos vagar por ahí, libre de


hacer lo que quiera. ¡Las vidas de las personas están en riesgo!

―¿Puedo hablar contigo afuera, por favor? ―la voz de Bryce es un


gruñido bajo.

Harlow se pone de pie un instante.

―Pensé que nunca preguntarías.

Bryce me lanza una sonrisa de disculpa por encima del hombro


mientras se apresuran a salir por la puerta. Miro a través de la pequeña
ventana mientras Bryce levanta sus manos en el aire, cada palabra
cubriéndose más de frustración. Harlow, por otro lado, mantiene el

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control. Su tono es tranquilo y constante, demasiado bajo para ser
escuchado a través de las paredes.

Ella dice algo y Bryce se burla.

―No todos están dispuestos a atraparnos, Har. ¡Algunas personas


realmente necesitan ayuda! ¡Estaba buscando un lugar seguro donde
no la atraparan!

Harlow dice algo que no puedo entender.

―¿Qué sugieres entonces? ―pregunta Bryce― ¿Echarla? ¿Darla al


gobierno? Tú de todas las personas deberías saber cómo funciona eso.
Ella lo calla, en voz alta.

―¿Quieres que todo el campamento te escuche? ―su voz baja


otra vez, y me inclino para intentar escuchar―. Mira, no la quiero aquí.
Nadie debería saber sobre este campamento a menos que trabajen
para Reed. Tenemos vidas que intentamos proteger, Bryce.

Él dice algo que no puedo escuchar. Me alejo, sintiendo nauseas.


Ella tiene razón, no debería estar aquí. Todo lo que voy a hacer es
causar destrucción y dolor.

La puerta se abre y entran. Mi corazón se acelera. Mientras que


la cara de Harlow es una cuidadosa máscara, Bryce lleva visiblemente
frustración en sus rasgos.

¿Eso significa que Harlow ganó? ¿Me expulsarán, me dejarán ir al


presidente con la cola entre las piernas?

Bryce se revuelve el cabello castaño con la mano, la derrota


irradia desde sus hombros caídos.

―Está bien, Kenadee. Eres libre de quedarte, pero te vigilaremos


a menudo.

¿Eso es?

―Por supuesto ―trato de ocultar el alivio que inunda mi cuerpo ―


¡Muchas gracias!

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―Esta es tu única advertencia. Un paso fuera de línea, y el castigo
será honrado ―continúa Bryce―, no perdonaremos si pones en peligro
las vidas de nuestra gente.

Asiento rápidamente, forzando una sonrisa en mi cara.

―Excelente ―Bryce se pone de pie, aparentemente satisfecho


con nuestra reunión―. Entonces está decidido. Volveré por ti esta
noche o mañana, siempre que Delia decida que es hora de que te
den de alta. Tendremos todo preparado para ti mientras tanto. Estoy
seguro de que estás lista para salir de aquí.

―Estoy tan lista.


―Bien ―Bryce sonríe, una mano ya en el pomo de la puerta―.
Vamos Har, tenemos una reunión a la que llegar.

Harlow me lanza una última mirada lobuna antes de seguir a


Bryce. La oigo, justo cuando la puerta se cierra, suena un gruñido bajo.

―Lo que sea que ella haga, Bryce, solo sé que está sobre tus
hombros. No los míos.

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Delia vuelve varias horas agonizantes después, haciendo un baile
feliz en la entrada.

―¡Estás a punto de ser liberada! Lo sé, lo sé, esperar es lo peor,


pero Bryce está en camino para encontrarte. ¿Necesitas algo antes
que te dé alta de aquí?

―No, estoy bien, de verdad ―prometo ansiosamente. Muevo los


dedos del pie por si acaso―. Mi pie ni siquiera duele.

Se quita los rizos oscuros de su hombro, claramente complacida.

―Bueno, espero que no. He trabajado como sanadora durante


años y me gusta pensar que hago un buen trabajo.

Sonrío cortésmente, mirando como sus palmas giran hacia el


techo y todos los tubos y las máquinas siguen su guía mágica. Con un
movimiento tipo empujón, mueve sus manos a la derecha, y cualquier
signo de equipo médico se va. Sonríe y junta sus manos, librándolas de
polvo imaginario.

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Desde allí ella se vuelve hacia mí, buscando a tientas algo.

―Lo siento, hechizo secreto. Se supone que no debo dejar que


nadie vea. Déjame desbloquear tus restricciones ―se gira con una
brillante llave de bronce en la mano. Me froto las muñecas cuando las
cerraduras se abren, haciendo una mueca cuando mis dedos trazan
el punto sensible donde las esposas rozaron mi piel.

―Lo siento por eso. Parece que estaban un poco apretadas...


―Delia se estremece, mirándome con remordimiento―. Te daré una
bolsa de hielo para que lleves contigo a tu habitación. Déjame ir a
buscar a Bryce y decirle que estás lista. Mientras esperas, ¿por qué no
te cambias a estos?

Ella produce una camiseta de color rosa brillante, vaqueros, y


algunos zapatos sin cordones para que me ponga. Se ven muy
grandes, pero estoy emocionada de poder salir de la terrible bata de
hospital. Se necesita un esfuerzo extra de mi cansado cuerpo, pero me
relajo con mi ropa nueva y espero, aprovechando la tranquila
habitación para pensar. Tengo que idear un nuevo plan, y rápido. De
alguna manera, voy a tener que encontrar una manera de
comunicarme con Reed sin obtener más sospechas de los líderes. Aún
no estoy fuera de peligro con Harlow. Está claro que ella no cree todo
lo que dije. Voy a tener que andar con mucho cuidado hasta que
pueda ganarme su confianza.

La puerta raspa el suelo mientras se abre, fuerte y pesada. Salto


al ver a Bryce, tan feliz de salir de esta habitación mal ventilada que
creo que podría besarlo. Él ríe por mi reacción.

―¡Veo que alguien está sufriendo depresión de hospital!

―¡Sácame de aquí! ―bromeo.

Lo despido mientras intenta ayudarme a salir de la cama, ansiosa


por salir de la habitación gris oscuro con su decoración deprimente.
Sin embargo, me muevo demasiado rápido y tengo que recostarme
en la cama para volver a orientarme. Bryce ofrece una mano
estabilizadora, preocupación escrita en su entrecejo.

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―Estoy bien ―respiro―, he estado acostada demasiado tiempo,
eso es todo.

―Te mostraré tu habitación, de esa forma puedes descansar un


poco si lo deseas ―dice mientras lentamente me vuelvo a parar. La
puerta se abre de golpe y Delia entra danzando a la habitación, una
bolsa de hielo en una mano, una bolsa blanca en la otra.

El contenido de la pequeña bolsa suena mientras ella la sostiene.

―Aquí hay un poco de algo para tu dolor, si vuelve. Es bastante


común sentir algunos dolores y molestias durante un tiempo; la magia
puede curar mucho, pero tiene sus límites. Solo toma el medicamento
si lo necesitas. ¡Asegúrate de comer algo con eso! Si tienes alguna
pregunta, estaré cerca.

―Gracias, Delia ―digo, tomando la bolsa de hielo y envolviéndola


alrededor de mi muñeca palpitante. Delia le entrega la bolsa de
prescripción a Bryce para que la sostenga mientras nos despedimos y
salimos.

―Entonces, ahora que estamos solos, quería disculparme por


nuestra primera pequeña reunión ―dice Bryce, coincidiendo con mi
paso lento mientras trato de pasar a través de la multitud de personas
y las sillas de ruedas que obstruyen los pasillos―. Harlow es...

―¿Intensa? ―digo, solo medio en broma. No quiero admitir cuánto


me aterra realmente Harlow Creston.

―Esa es una palabra para eso ―responde―, la confianza es un


concepto realmente difícil para ella a veces. Ella ha estado
mejorando al respecto, solo hay ciertas cosas que parecen
desalentarla.

Hacemos un último giro a la derecha por los sinuosos pasillos antes


que dos grandes puertas de vidrio aparezcan. Un brillante rayo de sol
brilla en mis ojos mientras el aire fresco inunda mis sentidos.

― ¡Esto se siente como el cielo! ―Jadeo, arrojando mi cabeza


hacia atrás para mirar amorosamente el pálido cielo azul. Bryce suelta

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una risa afable. Hay algo diferente sobre él, en la cálida luz del verano.
Sus hombros cuadrados están sueltos y relajados, el cabello corto
arrugado por la tarde bochornosa. Cuando me sonríe, es una sonrisa
fácil y genuina.

―Si quieres ―ofrece―, puedo mostrarte tu lugar para que puedas


descansar un poco antes de la cena.

Niego con la cabeza. Tal vez sea el resplandor de la tarde o


simplemente el alivio de salir del hospital, pero aún no estoy lista para
estar encerrada en el interior. Esta noche, me preocuparé por llamar
a Reed y ponerme del lado bueno de Harlow.
Pero primero, digo:

―¿Me puedes mostrar los alrededores?

―Por supuesto ―mira a mi pie herido y luego a mí―, pero


probablemente deberíamos hacer un hechizo. De lo contrario, es una
caminata larga.

Intentando superar lo extraño que sonó esa frase, lo dejé alcanzar


mi mano. Con una mano todavía libre, hurga en su bolsillo y saca un
pequeño dispositivo con intrincadas tallas en su cara. Lo sostiene para
que yo lo vea.

―Usamos estos para movernos. Te llevará a donde sea que


necesites ir solo haz el hechizo y pondrá la latitud y longitud de
cualquier ubicación que desees. Metí uno en tu cesta de bienvenida
en tu lugar. Todos aquí usan uno.

―¿A dónde sea?

Él asiente.

―Bueno, supongo. No he tratado la luna ni mucho menos, pero si


eso es lo tuyo, ¿quién sabe?

―¡Genial! ―susurro, mientras Bryce se ríe y cierra sus ojos. Sus dedos
se tensan alrededor de los míos mientras una niebla repentina
aparece alrededor de mis pies. Lentamente, se arrastra hacia mis

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rodillas, luego mis caderas. Presa del pánico, miro a Bryce, que ni
siquiera se mueve.

La niebla se mueve cada vez más rápido, ahora en mi torso. Miro


hacia abajo para ver que la mitad inferior de mi cuerpo se ha
desvanecido dentro de la pesada manta de bruma mágica. Se
arrastra más rápido subiendo hasta mi cuello, mi boca y la parte
superior de mi cabeza.

La niebla toma el control, un mundo de blanco puro. Siento que


estoy en un túnel interminable, sin señales de luz, sin forma de escapar.
Lo siguiente que sé, es que estoy arrugada en el suelo jadeando por
aire y la mano de Bryce está alcanzándome para ayudarme a
levantarme. Dejo que me tire de mis rodillas para ponerme de pie,
donde me tambaleo como el alcohólico que vivía al lado.

―Lo siento ―dice Bryce con remordimiento―, es un poco raro las


primeras veces que lo haces. ¡Te acostumbrarás!

Estoy a punto de responder, pero entonces miro alrededor.


Estamos en lo que parece ser el centro de Steamboat. No hay señales
de que alguna vez ninguna bomba haya destruido algo aquí.
Personas de todas las edades se mueven por las calles, charlando
alegremente, ya que no hay un presidente tratando de matarlos y
ninguna guerra que una vez convirtió esta ciudad en escombros. Los
restaurantes se alinean en las aceras, las personas se sientan afuera y
beben lentamente sus bebidas. Los carteles en la calle se jactan de
las ventas de liquidación de verano, o nueva ropa de otoño. Las
montañas se sientan orgullosamente en el fondo, el sol reduciéndose
en sus picos.

Siento que dejo escapar un fuerte suspiro mientras me giro hacia


Bryce.

―Es como... si nada hubiera pasado aquí.

El sol lo golpea en los ojos, haciendo el verde esmeralda más


pronunciado mientras mira hacia mí.

―Hace unos años estábamos desesperados. Reed estaba en


nuestras colas y no nos quedaba lugar a donde ir. Entonces, vinimos

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aquí, protegimos las fronteras, y enlistamos a todos en la
reconstrucción de este lugar. Se ha convertido en un hogar para
muchos de nosotros. Todos trabajamos juntos para que funcione.

―Hay mucha más gente de la que esperaba...

Se encoge de hombros, siguiendo mi mirada hacia la vida que


zumba a nuestro alrededor.

―Harlow y yo... comenzamos hace unos años salvando prisioneros


de diferentes campos de internamiento. Entonces Reed respondió
construyendo este ejército mágico, y honestamente, son fuertes. Se
apoderaron de algunos de nuestra gente e hicieron un gran
espectáculo de sus muertes. Simplemente no podíamos arriesgarnos
enviando a nadie más allí.

―Eso es horrible ―siento mi corazón hundirse en mi pecho. Por un


momento, quiero decirle todo a Bryce. Pero no puedo. La verdad es,
todos son criminales aquí. Por lo que dijo Reed, ellos están planeando
un ataque. Puedo entregarlos y recuperar a mi familia, o puedo
alinearme con ellos, probablemente terminando con las muertes de
americanos inocentes mientras buscan su venganza.

Tengo que elegir a Reed.

Cuando Bryce me da una pequeña sonrisa triste, con las manos


en sus bolsillos, cambio de tema.

―Entonces, ¿hay entrenamiento para personas como yo que son


nuevas en magia?

Él toma el tema de cambio con una sonrisa de agradecimiento y


gira sobre sus talones, todo negocio.

―Vamos. ¡Déjame mostrarte algo!

Bryce no detiene su marcha de piernas largas hasta que entramos


en un alto edificio de cristal que mira hacia el paisaje azuloso de la
montaña.

Cuando entramos, mi mandíbula cae. Estamos en la biblioteca

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más grande que he visto en mi vida. Miro boquiabierta en la escalera
en espiral que desaparece en el nivel superior. Bryce no duda en
trepar, agarrándose a la barandilla con una mano y señalando
ansiosamente con la otra.

―Una de mis cosas favoritas que hemos construido aquí. Tenemos


libros solo por entretenimiento, pero lo que estás buscando está en
realidad aquí en el segundo piso.

Llegamos al rellano y él dirige a través de los estantes, entrando y


saliendo de su oscura madera de cerezo. Se detiene repentinamente
frente a una sección atestada de cubiertas antiguas y lomos rotos. El
olor a páginas mohosas llena mis fosas nasales mientras miro
boquiabierta todos los hermosos libros.

Bryce alcanza el estante superior e inclina la parte superior de un


libro para que caiga en sus manos.

―Estos son grimorios. La magia es un poco diferente para cada


persona. Todos podemos tener diferentes formas de hacer un hechizo,
ya sea verbal o físico, que depende de la persona. Luego hay
sanadores, como Delia. No pueden simplemente reparar una lesión,
generalmente crean pociones para diferentes dolencias. Los grimorios
nos ayudan a documentar nuestros hechizos para que sepamos qué
funciona y qué no ―quita la capa de polvo de la cubierta y abre el
viejo libro encuadernado en cuero en sus manos. Las páginas están
amarillentas con la edad y la escritura es apenas lo suficientemente
clara para leer.

Me inclino más cerca para ver mientras él continúa.

―Los grimorios que encontrarás aquí son los terminados.


Generalmente lleva años completar uno. Nos gusta mantener
documentación del trabajo de todos aquí en la biblioteca para que
los recién llegados como tú estudien y practiquen. Nunca se sabe qué
funcionará para ti y qué no.

―¡Esto es increíble! ―digo, hojeando las páginas.

―Agarra todos los que quieras. Llévalos contigo para estudiar.

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Lo miro emocionada.

―¿Puedo hacer eso?

―Es una biblioteca, ¿no?

No necesito ningún otro estímulo. Me pongo de puntillas y busco


cubiertas en diversos estados de deterioro y edad. Cuando ambos de
nuestros brazos están llenos y estoy inhalando polvo mohoso de libro,
decido que probablemente es suficiente.
―Está bien, aquí está la cosa ―Bryce levanta el cuello para ver
más allá de la gran pila en sus brazos―. Dije que tomaras tantos como
quisieras, realmente debería haber enfatizado la importancia de no
tomar toda la biblioteca. No hay forma de que leas todo esto antes
de su vencimiento.

―Mira ―me río, tomando precauciones adicionales para no bajar


las escaleras considerando que no puedo ver hacia dónde voy―.
Estoy ansiosa por aprender mi magia, ¿de acuerdo? Si esto es lo que
se necesita, ¡entonces que así sea!

Él presiona su espalda contra la puerta para abrirla y caminamos


a la luz del día.

―Dije que los estudies, no dije que serían tu único método de


entrenamiento.

―¿Qué quieres decir?

Se detiene, tratando de equilibrar la torre de grimorios mientras


busca en su bolsillo el dispositivo de transporte. Cuando lo encuentra
momentos después, mira hacia atrás con un encogimiento de
hombros indiferente.

―Harlow entrena a los recién llegados. Trabajarás con ella


principalmente cuando se trata de magia. Estudiar es solo una gran
idea para que puedas practicar.

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Casi respondo, pero él ya está alcanzando mi mano, el frío metal
del dispositivo en su palma. Somos arrastrados por la niebla.
Me encuentro extendida sobre el césped, inmovilizada por los
grimorios en un giro completamente irónico.
—Tengo que aprender a aterrizar sobre mis pies —gruño, trepando
mientras Bryce alcanza los libros caídos. Enterarme de que Harlow
Creston, de todas las personas, va a ser mi instructora de magia me
tomó completamente por sorpresa.
Tal vez sea una buena cosa. Después de todo, Reed dejó muy
claro que él quiere que esté cerca de ella. Pero, por otro lado, es
Harlow. Lo que significa que la vida va a ser muy difícil.
—¿Bien? ¿Qué piensas?
Mis ojos se mueven del césped bien recortado sobre el que
acababa de estar estirada a la pequeña casa azul hacia la que Bryce
señala con sus cejas levantadas.
—Me encanta... ¿de quién es?
—Tuya, por supuesto.

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—¿Mía? —repito, siguiéndole por las escaleras de madera hacia
la puerta. Dos sillas de mimbre, una mesa pequeña y una gran planta
en una maceta decoran el porche mientras Bryce se gira hacia mí.
—Ahora, como casi todo en esta ciudad, esta casa está hecha
con magia. Hemos firmado tu nombre en la lista de propietarios esta
mañana, por lo que ahora sólo tú puedes abrirla. Es muy sencillo, no te
preocupes. Todo lo que tiene que hacer es presionar tu mano contra
la puerta.
Asiento, poniendo los libros en una de las sillas de mimbre y
presionando mi palma contra la puerta de madera oscura.
Hay un clic mecánico y la puerta cruje al abrirse.
Suelto una risa excitada, haciéndome a un lado para dejar que
Bryce entre.
La casa está ordenada y brillante por dentro, la luz bañando las
cortinas pálidas. Entramos en la sala de estar donde hay un sofá
marrón de cuero, un televisor en la pared, una mesa de café, y dos
sillas de aspecto cómodo.
Bryce deja los grimorios en la mesa y se gira hacia mí, pasando
una mano por su pelo castaño.
—Así que, hemos provisto la casa para que puedas sobrevivir unos
días, pero si no tienes ganas de hacer la cena esta noche, hay un
comedor justo en el centro. Honestamente, estás a sólo una manzana
de distancia. Estaré allí a las seis, si quieres venir. Me reuniré con
algunos amigos.
Asiento cortésmente, sin saber si realmente me siento social esta
noche. Ahora que Bryce está a punto de salir y estoy a punto de estar
sola, la realidad me llena. Tendré que averiguar qué hacer sobre la
reunión con Reed.
Bryce usa su cabeza para señalar un pasillo.
—La cocina está por allí. Harlow y yo dejamos algo de dinero
antes, en caso de que necesites suministros. También te dejaré un
programa de entrenamiento para que puedas trabajarlo con Harlow
para tu magia. Si necesitas algo, hay un mapa de la ciudad y una lista
de contactos de emergencia en la nevera. Puedes presionar nuestros
nombres en el papel y Harlow y yo sabremos que nos necesitas.

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—Entendido —digo, lanzándole una pequeña sonrisa. Se pone de
pie torpemente, frotándose la parte posterior de la cabeza. Alcanzo
su brazo, apretándolo suavemente—. Oye, gracias por todo, de
verdad.
—Por supuesto —se encoge de hombros como si no fuera gran
cosa—. ¡Bienvenida al campamento! Estamos contentos de que estés
aquí.
Mientras cierra la puerta tras él, abandono la pila de libros y voy
por el pasillo. Efectivamente, una pequeña cocina se abre a mi
izquierda. Hay una olla de café al lado de la cocina, un horno, una
pequeña despensa, una nevera y un microondas. Una mesa está
contra la pared del comedor, que está pintada de un amarillo alegre.
Vuelvo por el pasillo hasta que entro al dormitorio. Una cama más
grande que mi vieja cama se encuentra entre dos mesitas de noche.
Me doy cuenta al abrir la puerta del armario y encender la luz, que no
tengo ropa extra. Parece como que los líderes estaban preparados,
sin embargo, dado que una chaqueta, unas pocas camisetas, un par
de tejanos y mis antiguas botas de montaña están en la parte de atrás.
Apago la luz y voy directa al baño.
Es la primera vez que en realidad me he visto en no sé cuánto
tiempo, y estoy aterrada por mi reflejo. Soy un desastre irregular de
pelo rebelde y suciedad apelmazada. Bolsas violetas cuelgan bajo mis
ojos oscuros como si fuera más zombi que niña.
Decido tomar una ducha, viendo la sangre, las hojas y la suciedad
bajar por el desagüe mientras presiono mi cabeza contra el azulejo,
dejando que todo caiga. ¿Qué hará Reed cuando se dé cuenta de
que no respondo al comunicador, o que no llevo el micrófono?
Una imagen aleccionadora de Eli siendo torturada nubla mi
mente.
A toda prisa, apago la ducha, temblando mientras envuelvo una
toalla alrededor de mi cuerpo frío. Me visto con una camiseta y unos
pantalones vaqueros de color púrpura, pasando un peine por mi pelo
enredado, después voy hacia la sala de estar. Me dejo caer en el sofá,
seleccionando un grimorio y abriéndolo en mi regazo.
Seguramente en algún lugar de uno de estos, hay un hechizo de
comunicación que pueda emitir. Tiene que haber una manera de que
pueda enviar un mensaje a Reed.

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Trazo cada línea con el dedo, rozando las páginas con la
esperanza de encontrar lo que necesito. Cuando no encuentro nada
en el primer libro, me tiro a un lado con un gemido y alcanzo otro. Dos
golpes fuertes en la puerta me sacan de mi concentración.
—¿Quién está ahí? —salto para ponerme de pie, esperando
encontrarme a Bryce al otro lado de la puerta, pero no hay nadie allí.
Sólo una pequeña caja está sobre la alfombra de bienvenida,
cerrada perfectamente con cinta adhesiva. Confundida, la agarro,
explorando las calles por cualquier signo de la persona que dejó esto.
No hay nadie. Cierro la puerta tras de mí y corro a la cocina,
deslizando un cuchillo a través de la cinta.
Mis dedos alcanzan dentro, temerosa de lo que podría encontrar,
aterrizan sobre algo fresco y elegante mientras saco el comunicador.
Mi comunicador, polvoriento y lleno de suciedad, como si lo hubieran
encontrado en el bosque.
Mi corazón se congela. No respiro.
Una pieza pequeña de papel arrugado se desliza por el
mostrador. Mis manos tiemblan al abrir la nota.
Creo que podrías necesitar esto de vuelta.

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Tengo que salir de esta casa.

Alguien en este campamento sabe quién soy y cuál es mi


propósito. ¿Pero quién?

Miro el reloj verde brillante en el microondas, el cual dice 5:45.


Reed no llamará hasta las nueve; tengo aproximadamente tres horas.

Tomo algunas calmantes respiraciones. El presidente sabrá qué


hacer, cómo manejar esto. Por ahora, necesito seguir el consejo de
Markus y mantenerme en el ojo público. Tengo que fingir que las cosas
están bien, incluso si no lo están.

Voy al armario y me pongo la chaqueta sobre los hombros. La


tormenta de la tarde está empezando a retumbar en la distancia. A
juzgar por los cielos grises, la lluvia no está muy lejos.

Me dirijo hacia la apertura en el camino, mirando algunos edificios


en la distancia. Bryce dijo que el comedor estaba a solo una cuadra
de distancia pero al cruzar la concurrida calle de antes, no estoy

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segura de qué camino tomar. Afortunadamente, una voz detrás de mí
salva el día.

—Entonces, ella decidió venir, ¿eh?

—¡Hola, Bryce! —le doy una tímida sonrisa—. Me alegra que estés
aquí. Creo que estoy perdida.

Se ríe, metiendo sus manos en los bolsillos de su chaqueta de


cuero.

—Bueno, estás de suerte, entonces. Por este camino, señorita.


Nos apresuramos hacia la acera, agachándonos debajo de los
diversos toldos de los edificios mientras la lluvia comienza a caer.
Finalmente se detiene frente a una puerta roja brillante y la mantiene
abierta.

—¡Kenadee! ¡Bryce! —llama Delia, parándose para saludarnos.

El comedor tiene varias mesas de colores brillantes con sillas


desiguales a su alrededor. Miro a mi alrededor en busca de la línea de
comida, dándole a Bryce una mirada confundida.

—¿De dónde sacamos la comida?

—Todo lo que tienes que hacer es encontrar tu lugar en la mesa,


y vamos a explicarte a partir de ahí —grita Bryce sobre el ruido de los
cubiertos y las voces.

—¡Oh!, ¡Dios mío, finalmente! ¡Pensé que ustedes dos se habían


perdido! —dice Delia, mirando con impaciencia a mí y a Bryce. La
mesa está abarrotada de un gran grupo de personas de mi edad que,
mientras Delia habla, se vuelven y me miran con la expresión de gente
que acaba de ser atrapada chismorreando.

Cruzo mis brazos conscientemente sobre mi pecho, haciendo un


pequeño gesto con la cabeza a la multitud de aspecto sospechoso
frente a mí.

Ignorando las miradas sucias, Bryce me presenta.

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—Hola chicos, me gustaría que conocieran a nuestro miembro
más nuevo. ¡Esta es Kenadee!

—Hola —digo nerviosamente mientras varios pares de ojos me


miran. Nadie responde, lo que hace la situación mucho más
incómoda. Afortunadamente, solo se necesita un ritmo para que Delia
intervenga.

—Kenadee, este es Benson, Kenzie y Tess. —Hace un gesto hacia


un chico con cabello color chocolate y pómulos marcados. Apenas
me mira, demasiado ocupado fingiendo estar inmerso en su comida.
Junto a él está Kenzie, sus largas ondas morenas que fluyen libremente
por su espalda. Ella no dice nada, pero se encuentra con mi mirada
con una risita antes de volverse hacia Benson y susurrar algo.

Tess, una pelirroja con pecas que divisa toda su cara, es la única
que sonríe. Ella se desliza sobre el banco y toca el asiento.

—¡Ven aquí, siéntate a mi lado!

Agradecida, rápidamente voy a tomarlo, agachando la cabeza


para evitar las miradas críticas de los demás. Bryce se desliza a mi lado,
lanzándome una mirada de disculpa.

—Entonces, ¿cómo funciona esto? —pregunto, desesperada por


cambiar de tema—. ¿Te sientas y llega la comida?

—Espera... —dice Delia, apuñalando un trozo de brócoli con su


tenedor.

Segundos más tarde, un pequeño estallido de naranja aparece


en el aire, transformándose en un menú que flota como una pluma en
mis manos abiertas.

—¿Ves? Toca con el dedo lo que quieras comer y aparecerá


cuando lo terminen de cocinar —explica.

—Magia. Es genial, ¿no? —Tess agrega con entusiasmo.

Después de leer detenidamente el menú, decido una


hamburguesa grande y jugosa, tocando la imagen como me

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indicaron. Se evapora un momento después de mi contacto,
dejándome con asombro en la mesa frente a mí.

—Entonces, Kenadee, ¿cuál es tu historia? —Tess pregunta


mordiendo una zanahoria que es casi del mismo color de su cabello.

Mierda. ¿Qué les digo?

Decido mentir. Haga lo que haga, necesito mantenerme alejada


de las sospechas que ya tienen sobre mí.

Decido hacerme la tonta.


—Uh, ¿qué quieres decir?

—¿Sabes cómo terminaste en nuestro campamento? ¡Bryce y


Harlow han sido muy estrictos al respecto! Todo el mundo ha estado
inventando sus propias versiones de por qué estás aquí y cómo nos has
encontrado —ella mira furtivamente a Bryce, que nos ignora,
hablando animadamente con Benson y Kenzie.

—Bueno, es una historia realmente larga... —me encojo de


hombros, pasando mi dedo por los patrones en la mesa—.
Probablemente no quieras e…

—¡Ah, aquí está ella! ¡Nos preguntamos dónde estabas! —Bryce


capta toda nuestra atención cuando se levanta para saludar a
alguien. Echo un vistazo al cabello rubio arena.

Harlow.

Ella no parece verme, riéndose mientras Bryce dice algo que no


puedo entender. Todo lo que sé es que Harlow Creston es la última
persona con la que me gustaría enfrentarme.

Desafortunadamente para mí, Delia agita para llamar la atención


de la rubia.

—¡Oye! Har, mira quién está aquí!

Los ojos color hielo de la niña se dirigen hacia mí, su sonrisa vacila

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al verla. Su mirada se vuelve cruel y fría, tomándome como si fuera un
pequeño error que está a punto de romper.

—Hola —digo en voz baja, dándole un pequeño saludo.

Me mira de arriba abajo en silencio antes de volverse hacia el otro


líder.

—Pensé que estábamos de acuerdo en que se suponía que debía


estar bajo vigilancia, Bryce.

—Har… —dice Bryce, dándole una mirada de advertencia—.


¿Podemos no hacer esto aquí? —toda la mesa está en silencio
mientras miran.
—Bien. Hablaremos más tarde —dice Harlow con calma, su voz
peligrosamente baja.

El peso del silencio en la mesa golpea fuerte. Me odia. Todos lo


hacen. ¿Cómo se supone que me ganaré su confianza cuando no les
agrado? ¿Y la vigilancia? ¿Qué pasa si necesito reunirme con el
Presidente? ¿Cómo le avisaré si están allí escuchando?

Delia se inclina mientras Bryce y Harlow debaten silenciosamente


al otro lado de la mesa.

—Ignórala. Ella puede ser un poco difícil de manejar al principio,


pero estará bien.

No le creo, pero estoy agradecida por el intento de hacerme


sentir mejor.

—Está bien, bueno, si no quieres hablar sobre el campamento, ¿al


menos puedo preguntarte de dónde eres? —Tess lame una cuchara
antes de sumergirla en sopa, mirándome con cálidos ojos marrones,
pecas moteando sus mejillas que aparecen con su sonrisa.

Mi plato aparece, pieza por pieza, cayendo ante mis ojos. Está
atestado de comida deliciosa que no he probado en mucho tiempo.
Inmediatamente me sumerjo, prácticamente babeando por el
hambre.

—Oh, umm, soy de Denver —le digo, aclarando mi garganta.

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Tengo que contenerme de limpiar todo el plato de comida ante mí.
Estaba mucho más hambrienta de lo que pensaba.

Tess se apoya en sus codos.

—Entonces, ¡no estás muy lejos de casa! Ese no es el caso para mí.
Soy de Minnesota. Sin embargo, no puedo decir que la extrañe tanto.
Está muy frío.

Estoy demasiado concentrada en mi comida como para reunir


cualquier respuesta, más que una sonrisa cortés.
—Bueno, estamos contentos de que te estés quedando. Es
divertido conseguir gente nueva aquí. Hay mucha gente, pero la
mayoría se mantiene aislada. No muchos jóvenes de nuestras edades.
De hecho, no sé cómo lo manejan los líderes. Son más jóvenes que la
mayoría de los miembros aquí, pero fueron elegidos como líderes
porque básicamente crearon todo este campamento. ¡Todo el
mundo simplemente los ama!

Casi resoplo. ¿Harlow? Por alguna razón, parece bastante difícil


amarla.

—Oh, hablando de eso, vienes a la hoguera, ¿no? —añade Delia


mirándome expectante.

—¿Qué es eso? —pregunto, tomando un sorbo de mi agua.

—¿Qué, el amable anfitrión no te contó? Es este gran evento que


tenemos algunas veces al año. La mayoría del campamento
aparece. Hay juegos, atracciones, premios, algo así como los
carnavales. ¿Recuerdas aquellos de cuando éramos niñas? ¡Los amo!
—Tess me recuerda a un niño ansioso, exclamando en voz alta por la
emoción.

—Deberías venir —coincide Bryce, volviendo a nuestra


conversación—. Es mañana. Puedes pasar el rato si quieres.

Resisto la sonrisa que amenaza con levantarse. Ha pasado tanto


tiempo desde que tuve amigos, personas que se preocupan lo

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suficiente como para invitarme a las cosas. Sin mencionar, esta es la
oportunidad perfecta para ver a la gente, para tomar notas sobre el
tipo de personas que viven aquí en este campamento.

—Sí, eso suena divertido —en el fondo, mi mente arde por el dolor
que estoy causando a esta gente.

Estoy en camino de destruir sus vidas. ¿Cómo puedo sonreír y


seguir?

Supongo que todos tenemos un monstruo en nosotros.

***
Despierto la mañana siguiente secando las manchas de baba en
mi almohada y los rayos de sol que se filtran a través de las persianas
cerradas de mi ventana. Bostezo y al darme la vuelta, un grimorio se
desliza desde mi estómago hacia la cama. Me froto los ojos antes de
girar el despertador hacia mí.

2:12 por la tarde. Definitivamente me quedé dormida.

Cuando volví de cenar anoche, esperé y esperé nerviosamente a


que Reed llamara. Cuando el reloj dio la medianoche y me di cuenta
de que Reed estaba probablemente profundamente dormido en su
mansión, me acurruqué bajo las sábanas para leer un grimorio y tratar
de calmar mi mente acelerada.

Aparté mis mantas y tiré de mi dolorido cuerpo hasta quedar


sentada. Hoy, necesito enfocarme en Reed y su misión. Quien dejó el
mensaje en la puerta de mi casa necesita ver que no tengo miedo. Si
actúo como si estuviera haciendo algo mal, podría estropear toda la
operación. Sería justo lo que Harlow está buscando. Solo podía
imaginar su placer entonces.

Pateando mis piernas de la cama, voy directamente a la cocina


para hacer café. Cuando la cafetera comienza a retumbar,
encuentro una taza del color del sol y una cuchara en el cajón. En
algún lugar fuera un cortacésped ruge a la vida y considero lo extraño
que es este pequeño pueblo. Qué tan seguro se siente. Esta sería mi
vida si nunca hubiera existido la guerra.

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Una vez que la olla está llena y el vapor se eleva desde la parte
superior, mezclo mi café con un poco de leche de la nevera,
removiendo mientras el sonido metálico de la cuchara se encuentra
con la cerámica. Me lavo la cara con un jabón que huele a frambuesa
del armario y me paso un peine por el pelo desordenado.

Satisfecha, me pongo la primera ropa que puedo encontrar: una


camiseta granate y unos tejanos desteñidos y me siento descalza en
el porche, café en una mano, un mapa de la ciudad en la otra. Un
grupo de niños se ríe mientras corren por las calles frente a mí mientras
tomo asiento en una de las sillas de mimbre. Técnicamente, podría
intentar usar mi magia para transportarme en lugar de intentar
memorizar un mapa. Después de todo, mis poderes funcionaron ese
día que Harlow me encontró en el bosque. La parte de "cómo" es lo
que no puedo entender.

Muerdo el interior de mi labio, una repentina idea vino a mí. Al


mirar alrededor para asegurarme de que nadie está mirando, levanto
mi mano sobre el mapa.

No pasa nada.

Me trago con frustración, intentando de nuevo. No es que espere


que ocurra algo grandioso, ni siquiera sé el hechizo por el que estoy
tratando de hacer el trabajo, solo quiero ver si mis poderes volverán.
Ese día en el bosque fueron tan fuertes, tan terroríficos. Es como si me
controlaran. ¿Es eso realmente lo que es la magia, o era el calor del
momento, el miedo que sentía tan profundamente?

—Probando tus poderes, ¿verdad? No te preocupes, la magia es


meticulosa. Cuanto más practiques, mejor será —levanto mi cabeza y
encuentro una mujer elegante con la piel dorada y una sonrisa
presidencial en el porche. Está vestida con un vestido blanco y
sandalias, con una mano en su estómago lleno de embarazo y la otra
con un plato de galletas—. Soy Nadine, tu vecina de al lado. Pensé en
pasar, presentarme y traerte algunas golosinas.

—Soy Kenadee —digo tímidamente, tomando las galletas—.


¡Gracias por esto! ¿Te gustaría entrar?

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—Oh, no, cariño, será mejor que no. Soy parte de la junta asesora
de la ciudad y los líderes convocaron a una reunión de último minuto.
¡No puedo llegar tarde!

—¿Ah? —pregunto, tratando de actuar de manera mucho menos


curiosa de lo que realmente siento. Tal vez Nadine es la clave para
encontrar nueva información para Reed.

—Sí. Reed aparentemente está haciendo algo de nuevo —ella


pone los ojos en blanco para enfatizar cuán molesto encuentra este
hecho.
Siento mi respiración atascada en mi garganta. Esta reunión no
podría ser sobre mí, ¿o sí? ¿Harlow finalmente está convenciendo a la
gente de que estoy tramando algo?

Nadine suspira profundamente, volviéndose para irse.

—Pero ¿qué puedes hacer, verdad? De todos modos, ¿necesitas


algo antes de que me vaya? Probablemente sea bastante confuso
aquí sin magia.

—En realidad, sí... —admito—. ¿Dónde puedo encontrar a los


líderes? Bryce dijo algo ayer sobre un cronograma y la búsqueda de
trabajo.

—Sus oficinas están en el ayuntamiento. Aquí —extiende su mano


hacia el mapa que sostengo. Canta algo extraño en voz baja, y un pin
rojo brillante aparece en la parte superior de un edificio. Me lo
devuelve con una sonrisa—. Ahí. El hechizo te mostrará el camino. La
reunión solo durará media hora y luego deberían regresar.

Le agradezco nuevamente con una sonrisa genuina cuando


Nadine saca un dispositivo de transporte similar a Bryce de su bolso. En
un instante, se fue.

Me dirijo hacia la puerta con un plato de galletas en la mano,


recordándome a mí misma que no estoy aquí para hacer amigos.

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Una hora más tarde, vago por el centro, frunciendo el ceño ante
el mapa en mis manos donde una flecha de color rojo brillante me
dice que gire a la izquierda.
Sigo sus indicaciones hasta que, en letras luminosas intermitentes,
el mapa dice que he llegado. Inclino mi cabeza hacia atrás,
entrecerrando mis ojos contra los rayos del sol miro a un viejo edificio
de ladrillo rojo y naranja de cerca de tres pisos de altura. En el interior,
sus salones están tranquilos y en silencio, oscurecidos por la falta de
ventanas. Un directorio flota en el aire, nombres en negrita y flechas
señalando en qué dirección ir.
Después de encontrar los nombres de los líderes, me señala que
vaya a la derecha. Efectivamente, llego a una puerta que pone
HARLOW CRESTON Y BRYCE COUGHLIN, LÍDERES DEL CAMPAMENTO
sobre una placa de oro.
Las oficinas están tan silenciosas como el pasillo. Soy la única
persona aparte de la recepcionista, que habla animadamente con

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una imagen flotante que se encuentra en el aire. Curiosamente, no
puedo oírla haciendo ruido. ¿Es eso un teléfono? Espero con
impaciencia, apoyando mis codos en su escritorio mientras miro
alrededor de la habitación. Las ventanas dan hacia el exterior, las
primeras que he visto en el edificio, y puedo ver los árboles de álamo
altos afuera mientras algunos grupos de personas ocasionalmente
pasan por su lado, disfrutando del sol de la tarde.
La secretaria todavía hace caso omiso en favor de su
conversación con la cabeza flotante. Cada vez más impaciente, me
giro para estar justo en su punto de vista.
—Disculpe, señora. Busco a Bryce.
Ella me frunce el ceño y pone sus ojos en blanco hacia quien sea
con quien está hablando.
—Dame un segundo, hay una persona que claramente no puede
esperar.
Extiende su mano, usando sus dedos en un movimiento de
pellizco, congelando la pantalla de la foto. Sonrío educadamente,
ignorando la mirada asesina que recibo a cambio.
—¿Qué quieres? —pregunta con frialdad.
—¿Está Bryce aquí? Necesito hablar con él —repito, tratando de
hacer mi voz agradable.
—El señor Coughlin no está aquí en este momento —responde
impasiblemente.
—¿Va a volver pronto? —pregunto—. La cosa de la puerta decía
que se supone que está aquí en este momento. Sus horas son de nueve
a cuatro, ¿verdad?
Resopla, mirándome de manera inquebrantable.
—Dije que no está aquí, ¿verdad? Tuvo que salir por alguna
emergencia. No he tenido más información. No soy su niñera, lo crea
o no. La señorita Creston está aquí, ¿le gustaría hablar con ella en su
lugar?
—Uh, bien.
Si quería irme, es demasiado tarde. Harlow emerge de una de las
habitaciones, vestida con pantalones negros y un top de encaje que

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parece demasiado delicado teniendo en cuenta la personalidad de
Harlow.
—Está bien, Julie. Me voy —dice, de espaldas a nosotras mientras
cierra la puerta.
La recepcionista, Julie, me traiciona.
—¿Sabes cuándo Bryce estará de vuelta? Esta chica nueva insiste
en hablar con él —hace estallar su goma de mascar, atendiendo de
nuevo a la pantalla del ordenador.
Harlow se vuelve hacia mí, una mueca burlona en sus labios.
—Ah, ¿Bryce finalmente te ha dejado sola? ¿Qué harás?
Me sonrojo, negando mientras me vuelvo hacia la puerta.
—Volveré más tarde.
La voz de Harlow me detiene.
—Tuvo una emergencia. No se sabe cuándo va a volver. Por
desgracia, es mi trabajo ayudarte y ser servicial en este tipo de
escenarios. ¿Que necesitas?
Me enfrento a ella de nuevo, suspirando.
—Mencionó un programa de entrenamiento. Sólo estaba
siguiéndolo.
Chasquea su lengua.
—Por suerte para ti, estás hablando con la persona a cargo de la
formación. Reúnete conmigo mañana en el gimnasio, a las seis en
punto de la mañana. No llegues tarde.
Asiento lentamente, girándome para salir cuando el enfado se
revuelve en mi estómago. Me giro hacia ella, las palabras saliendo
antes de que pueda pararlas.
—¿Cuál es tu problema? ¡No te he hecho absolutamente nada!
Sólo quería encontrar el campamento.
La rubia se ríe en silencio, con sus brazos cruzados sobre el pecho
mientras da unos pasos hacia adelante. Su mirada tan llena de odio,
que una parte de mí desea poder arrastrarse bajo las sábanas y
ocultarse.
—¿Crees que nací ayer? La gente no aparece, así como así a
menos que tenga un plan. Trabajamos duro para mantener este

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campamento en secreto. ¿Sabes por qué? —no digo nada mientras
viene hacia mí, tan peligrosa como un depredador—. Reed y sus
soldados han tratado de entrar en este campamento. Nos quieren a
todos muertos. La última vez casi tuvieron éxito, así que perdóname si
miro más allá de tu pequeño acto de chica dulce. ¿Por qué no me
cuentas tu plan? ¿Hmm?
—Quiero hablar con Bryce —replanteo, tratando de evitar que el
temblor asuma el control mi voz. No puedo hacerle saber cuánto
miedo realmente tengo.
Se burla.
—Por supuesto que sí. Sólo mantén tu cabeza hacia abajo, chica
nueva. Continúa besando el culo de Bryce. Él puede pensar que eres
inocente, pero yo no. He tenido mi parte de delatores antes y conozco
a la gente como tú. Si le haces daño a alguien, juro por Dios que te
voy a arruinar.
—No lo soy —escupo, mintiendo entre dientes—. Parece como
que no tienes nada de qué preocuparte.
Ella lo sabe. Va tras de mí.
Me golpea en el hombro mientras se va, sin molestarse en decir
otra palabra. La puerta se cierra tras ella, nada más que decir.
Julie y yo nos miramos en un silencio incómodo, sin saber a dónde
ir desde aquí. Ella vuelve a activar el sonido del teléfono como si de
repente recordarse la conversación que tenía antes de que tan
groseramente la interrumpiera.
Salgo sola, tratando de calmar el pánico que amenaza con
desbordarse.

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—¿Más libros? ¿No tuviste suficientes ayer?

Cuando Bryce me encuentra unas horas más tarde, estoy en la


biblioteca, buscando entre la gran cantidad de libros antiguos,
tomando consuelo en el familiar aroma a moho de papel que me ha
servido para una larga vida.

—Ja. Ja —digo deliberadamente, mordiéndome el labio para


mantener la sonrisa a raya. Dirijo mi atención de nuevo a los libros. No
puedo hacer esto. No me puede gustar una persona a la que voy a
traicionar.

—Pero en serio. ¿Qué estás haciendo? Puede que seas mágica,


¡pero no hay manera de que puedas haber leído todos esos grimorios!
—se inclina contra el estante con su hombro, mirándome con esos
vivos ojos verdes. Está muy cerca, a solo unos centímetros de distancia.
Capto su aroma a café, loción para después del afeitado y trago.

—Quiero estar preparada. Comienzo a entrenar mañana.

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Lo que no digo es que no quiero darle a Harlow ninguna influencia
al no poder actuar a su gusto.

—Oh, sí, Harlow dijo que viniste a la oficina. Lamento no haber


estado allí, tuve una emergencia inesperada. Los poderes de un niño
se salieron de control por accidente y, para abreviar, tuve que
despegar su mano de su frente.

—¿Qué? ¡No! Eso es horrible —jadeo, olvidando que se supone


que no debería estar mirando a Bryce mientras él reprime una
carcajada. Lo empujo bromeando en el hombro—. No te rías. Eso
suena como algo que me pasaría a mí.
—Entonces tienes suerte de que vivas en un lugar lleno de magia,
siempre podemos arreglarlo. Bueno, el noventa y cinco por ciento de
las veces al menos...

—¿Solo noventa y cinco? Eso es reconfortante —me río—. ¿Puedo


preguntar sobre el otro cinco por ciento?

Él ríe, agitando una mano como si no fuera nada.

—Bueno, están jodidos, por decirlo amablemente. De todos


modos, Harlow te hizo un horario para el resto del mes —saca algunos
papeles de su bolsillo y me los ofrece.

—Gracias —los despliego, presionando el pliegue con mis dedos


y mirando el programa de entrenamiento—. Wow, ¿todos los días?
Harlow no pierde el tiempo.

—Pero ella es la mejor entrenadora que jamás tendrás —me


estudia por un momento y luego dice—: Si no te importa que
pregunte... ¿qué pasó entre ustedes dos? Harlow estaba
completamente enojada como si hubiera estado en una pelea, y me
gusta, lo hace, pero sé cómo puede ser. ¿Te dijo algo?

—Um, quiero decir, ella respondió algunas de mis preguntas por


mí —no lo miro a los ojos, las palabras contundentes de Harlow se
reproducen en mi cabeza. Ella sabe y me va a matar en el momento
en que se dé cuenta de la verdad. Le mentí en su cara y lo sabe.

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—Solo dime lo que dijo. Confía en mí, pasa mucho. No es una
persona que filtre sus palabras. Siempre parece dejar sentimientos
heridos. ¿Cómo te ofendió? —su tono suena con exasperación,
claramente acostumbrado al método de Harlow de tratar con la
gente.

—Solo que no confía en mí y me va a arruinar si, cito, intento algo.

Bryce suspira, sacudiendo la cabeza.

—Ella ciertamente no anda por las ramas, se lo daré. Lamento


mucho que haya hecho eso. Prometo que hablaré con ella al
respecto. Se acostumbrará a ti lo suficientemente pronto y te dejará
en paz. Simplemente está nerviosa por algo que ha estado
sucediendo últimamente.

—¿Qué quieres decir? —me entrometo.

Sus ojos se encuentran con los míos, las finas vetas de luz solar
hacen que un ojo parezca del color del apio.

—Realmente no debo decírtelo. Es un tema confidencial.


Realmente no deberías preocuparte por eso, de todos modos.
Estamos preparados para manejarlo.

Me muerdo en mis labios, al escuchar la noticia que más temía.


¿Qué digo cuando estoy en peligro, el ladrón acechando en las
sombras, esperando golpear?

—Bueno, seguramente, si estamos en peligro, hay algo que


podríamos hacer, ¿verdad?

¿De qué tipo de peligro, exactamente, está hablando?

Hace su mejor esfuerzo para sonreír, pero no llega a sus ojos.

—No, no te preocupes por nada. Estás segura. Ni siquiera debería


haberlo mencionado.

Asiento, insegura de qué más decir. Voy a tener que informar esto
al presidente cuando llame.

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—En una nota más feliz, la hoguera es esta noche. Todavía vienes,
¿verdad? Sería bueno para ti salir y conocer a todos. Este es el único
evento en el que la gente realmente aparece —dice Bryce, su tono
cada vez más brillante ante el cambio de tema. Su sonrisa hace que
mi corazón se salte un latido.

—Sí, probablemente me pase un rato —realmente no quiero ir,


pero sería bueno. Puedo trabajar para ganarme la confianza de la
gente y ver cómo funciona el campamento.

Él lanza una sonrisa torcida en mi dirección.


—¡Sí! Me alegro. Incluso podrías escucharme arruinar una canción
con mi terrible toque de guitarra.

—Es todo lo que siempre he soñado.

Él mira su reloj.

—Bueno, tengo otra reunión a la que llego tarde, así que Harlow
podría asesinarme, pero si no, ¿te veré esta noche?

Cuando se marcha, mis esperanzas mueren. Nunca podré


tenerlo. Después de todo, soy yo quien ve su destrucción. La mancha
de Harlow sobre mí. Parte de mí desea que él también lo haya visto,
que no tenga que vivir en un mundo lleno de mentiras. La nota de
Reed del bosque se reproduce en mi cerebro. Supervivencia del más
apto.

Necesitan aprender eso también, antes de que sea demasiado


tarde.

***

Puedo oír a Tess y a Delia discutiendo en mi porche incluso antes


de abrir la puerta.

—Si te congelas esta noche, es tu culpa —dice Delia, haciendo


un gesto hacia los pies calzados con sandalias de Tess.

—¡Delia, es agosto!

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Cierro la puerta detrás de mí mientras Delia se burla.

—Prácticamente septiembre. El clima de otoño está llegando. Ya


sabes, haces esto siempre, ¡T! —la imita con una voz
melodramáticamente aguda—. ¡Soy de Minnesota! ¡No tengo frío
como tú! Luego, se pone oscuro y te das cuenta de que ya no hay sol
sobre ti, ¡entonces comienza el lloriqueo! Kenadee, ¿podrías decirle,
por favor?

Ambas se vuelven hacia mí mientras tiro mis manos en el aire.

—Solo estoy aquí para la hoguera.


—Lo que sea. ¿Y a mí que me importa? No es como si fuera tu
madre —exclama Delia. Tess saca la lengua mientras Delia sostiene el
dispositivo de transporte—. ¡Ahora vámonos! Ya ha comenzado.

Aterrizamos en algún lugar a las afueras de la ciudad. La


oscuridad se está poniendo alrededor de nosotros, el sol
escabulléndose cada vez más bajo las montañas. El aire es fresco y
suave; el olor fresco del bosque me recuerda a mi hogar.

La gente está en todas partes, las voces se llenan de emoción.


Tess me hace una pregunta que no escucho porque estoy buscando
entre la multitud caras conocidas.

—Lo siento... ¿qué?

—¿Dónde está tu cabeza esta noche? Definitivamente no aquí —


pregunta Delia, mirándome con preocupación—. ¿Estás bien?

—Sí, estoy bien —le dije rápidamente—. Es solo mucho que digerir.

—¿Estás segura? —Tess me mira con atención, como si pudiera


ver a través de mí. Asiento brevemente, evitando sus ojos. Puedo decir
que no me cree, pero lo deja caer.

—¿Sabes lo que pienso? —pregunta, temblando mientras


camina—. Creo que debes soltarte un poco. Diviértete un poco. ¡Te
presentaremos por aquí!

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—Sí, pero tienes que salir de tu caparazón. ¡Vamos, ahora! —Delia
se adelanta, agarrando mi mano y arrastrándome delante de Tess. No
puedo evitar reír, incluso cuando prácticamente arrancan mi brazo de
su sitio. Subimos a la colina y puedo ver el parpadeo naranja del fuego
lamiendo el cielo oscurecido. Bancos gigantes se centran alrededor
de la zona de la hoguera, donde mucha gente se mueve. A medida
que nos acercamos, mis oídos se sintonizan con el rasgueo en calma
de una guitarra acústica y una voz suave y dulce canturreando.

—Oh, sí, debería haberte advertido. Siempre hay música. Te


acostumbrarás. Es como un maldito concierto todo el tiempo.
Especialmente con Bryce.
—¿Ese es Bryce? —pregunto, sorprendida, escuchando mientras
toca una canción de Elvis. Mi papá solía escuchar a Elvis, meciendo a
uno de nosotros en su cadera mientras bailaba mientras preparaba la
cena. Cierro los ojos ante el dulce recuerdo.

—Sí, Bryce siempre canta algo. Podrás detectarlo desde una milla
de distancia. ¡Después de unos días, te cansarás! —Tess y Delia
intercambiaron una mirada con las cejas levantadas.

A medida que nos acercamos, puedo comenzar a distinguirlo.


Está encorvado sobre una guitarra rodeada por un grupo de personas
mientras toca animadamente. Se ve feliz y despreocupado, perdido
en la música.

Encontramos los lugares más cercanos al fuego, justo enfrente de


Bryce. Cerca, veo a Kenzie, la chica del comedor. Está inmersa en
conversaciones, bromas y risitas en un mar de chicas, claramente el
centro del entretenimiento. Harlow se sienta en el otro extremo a unos
metros de distancia, pareciendo perdida en sus pensamientos
mientras mira inexpresivamente hacia el fuego.

Escucho mi nombre y miro justo cuando Kenzie y el grupo de


chicas estallaron en carcajadas. Me sonrojo y hundo la punta de mi
zapato en la tierra.

—Déjalo, Kenz —dice Tess, su voz sorprendentemente cruel. La


chica solo se burla, claramente no acostumbrada a que se le haga
frente. Se levanta y se va, su grupo de admiradores detrás de ella

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como una bandada de patos.

—Ignórenlas —dice Delia, volviéndose hacia mí y bloqueando a


Kenzie de la vista—. Están celosas. Kenz puede ser una verdadera
perra cuando quiere. Es solo un espectáculo para tratar de llamar la
atención de Har. Kenzie siempre besa su culo porque es una líder.
Puedo decir que vuelve loca a Harlow.

—Estoy acostumbrada a chicas abusivas —le digo, limpiándome.


He tenido mi parte justa en la escuela desde que mi hermano y mi
padre fueron encontrados criminales culpables.
—Eso no lo hace correcto. Prometo que mejorará. Dale tiempo —
Tess sonríe amablemente, pero no le creo. Algo me dice que Kenzie
no cambiará pronto.

—Entonces, ¿cuánto te gusta del campamente hasta ahora? —


Delia se acerca más, tratando de hablar por encima del ruido de la
guitarra y la multitud. La brisa se levanta, haciendo que las hojas que
nos rodean crujan en el ahora oscuro cielo.

—Ha sido genial hasta ahora. La mayoría han sido amables.


Comienzo a entrenar mañana.

Tess gime.

—Recuerdo esos días de entrenamiento. No es divertido.

—Tienes que trabajar con Har, ¿verdad? —pregunta Delia, tirando


del borde de su manta hasta los hombros.

Asiento.

—Desafortunadamente. Lo que significa que podrías


encontrarme muerta en alguna parte.

—Uy. Recuerdo entrenar con ella. Fueron algunos de los


momentos más intensos de mi vida —dice Tess en voz alta, luego mira
al otro lado del fuego. Afortunadamente, Harlow no parece haber
escuchado—. Solía odiar ir a clase con ella porque es muy dura. Pero,

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es la mejor maestra de magia que tenemos aquí. Todos los que alguna
vez entrenaron con ella pueden demostrarlo.

—No sé... Realmente me odia, chicas.

—Oh, por favor, no te odia —resopla Delia—. Tienes que tomarla


como un grano de sal. Le toma mucho tiempo para aceptar a la
gente. Estuvo encerrada durante años con Reed. Fue arrestada dos
veces. Nunca hablará de eso, pero todos saben que él le hizo algo
horrible.

Considero preguntar más, pero la música se detiene y los ojos de


Bryce se posan en mí. Mi corazón se salta un latido. Él saluda felizmente
mientras Delia y Tess comienzan a susurrar sobre otra cosa. Bryce se
pone de pie y deja la guitarra, diciéndole algo a Harlow que arranca
su distante mirada del fuego por primera vez desde que llegamos. Ella
lo ve desaparecer en las sombras, luego debe sentirme mirar. Los ojos
azules se clavan en los míos y, por primera vez, no están llenos de odio
y fríos. Están... embrujados, confundidos, como si ella hubiera estado
en otro lugar completamente.

Se escucha un estallido, el estrépito de los fuegos artificiales, y


salta, mirando hacia la fuente del ruido.

—¡Oh, mira! —Tess se levanta de su asiento, distrayéndome


mientras señala el aire—. ¡El espectáculo de fuegos artificiales! Esta es
la parte más genial. Nadie puede verlo o escucharlo desde afuera del
campamento. ¿No es asombroso? ¡Espero que tengan los cantantes
este año! ¿Alguna vez has oído hablar de ellos, Kenadee? No, no
importa, supongo que no lo harías. ¡Espera hasta que lleguen! ¡Los
amarás! —se apresura hacia delante, empujándose entre la multitud
tratando de obtener una mejor vista.

Los fuegos artificiales estallan vívidamente en el cielo,


enmarcados por un fondo de estrellas blancas y brillantes moteadas.
Delia gime.

—Será mejor que vaya a buscarla. Lo juro, Tess es la niña más


grande que he conocido a veces. Probablemente no debería ser
dejada sola. ¿Quieres venir?

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Niego, sintiéndome satisfecha frente al cálido fuego.

—Nah, creo que me quedaré. ¿Hablamos más tarde?

—¡Sí, por supuesto! Vendremos a buscarte después. Tess y yo


estamos teniendo una buena fiesta de pijamas esta noche, si quieres
unirte a nosotras! —ella guiña un ojo antes de desaparecer en la gran
masa de cuerpos.

La mayoría de todos han rotado de esa manera ahora, limpiando


el círculo de fuego. Me siento sola por un momento, agradecida por
el segundo de silencio para mí. Esta podría ser la oportunidad perfecta
para tomar algunas notas para Reed.
Saco la libreta que metí en mi bolsillo antes de llegar a la hoguera.
Es de un color azul marino desteñido y tan pequeño que me veo
obligado a escribir en minúsculas letras. Miro a mí alrededor. Nadie
está mirando, lo que hace que el tiempo sea perfecto.

Tomo notas de lo que Bryce mencionó antes, sobre el peligro en


los campos. No sé si Reed estará tan interesado, pero al menos es un
tema que cubrir. También escribo el nombre de todos hasta el
momento que conocí.

Harlow - sospechosa. Líder del campamento. Mi maestra de


magia

Bryce - también un líder. Muchas reuniones. Dice que hay peligro

Delia - enfermera

Nadine -

Mi pluma hace una pausa en el aire mientras suenan los gritos del
espectáculo de fuegos artificiales seguido de un gigantesco flash
blanco. Miro hacia arriba justo a tiempo para ver como una gran llama
atraviesa el aire, un enorme fuego artificial que se despliega desde sus
profundidades. Se transforma en un pájaro, luego en un elefante,
demasiado grande y demasiado brillante. La gente está nerviosa,
retrocediendo lentamente. No se desvanece como otros fuegos
artificiales. En cambio, solo crece más y más brillante.

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Intrigada, miro la llama transformadora mientras se eleva por el
cielo. Justo cuando parece llenar todo el cielo, comienza a dispararse
hacia la multitud de campistas.

Me levanto, dando tumbos hacia atrás sobre el tronco mientras


observo con horror. En algún lugar entre el polvo y la tierra, pierdo el
rastro de mi cuaderno. La gente está dispersa por todas partes,
empujando, gritando, tratando de salir.

La bola de fuego golpea el suelo, haciéndolo temblar mientras


explota entre los árboles, arrojando a las personas hacia atrás de sus
pies.
Más y más fuegos artificiales flameados vuelan en el aire,
tomando solo un segundo antes de que exploten, uno por uno,
cayendo del cielo. Estoy perdida en un mundo de humo, caos y
confusión. La muchedumbre es demasiado pesada para que pueda
pasar o ver a alguien que pueda conocer.

¿Qué está pasando? ¿Es esto un ataque?

—¡Oye! —alguien golpea contra mí con toda su fuerza,


empujándome hacia atrás. No se detienen, sino que desaparecen
una vez más en los árboles. Acostada sobre mi espalda, la
desorientación golpea más fuerte. Miro al cielo, ahora cubierto por
una pesada manta de niebla y humo.

—¿Eres estúpida? —alguien grita sobre el rugido de la gente.


Harlow aparece a la vista, parada sobre mí con pánico en sus ojos. Ella
alcanza mi mano para ayudarme a levantarme.

—¡Entra! —me ordena una vez que estoy de pie. Comienza a


alejarse mientras le agarro el brazo.

—¿Qué está pasando? —pregunto en voz alta, sintiendo el humo


en mi garganta.

—¡No tengo tiempo para esto! —grita, tirando de su brazo de mi


agarre. La sigo, agarrando su hombro esta vez. Ella se balancea, sus
ojos se llenan de miedo.

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—Harlow, ¿qué está pasando? —repito, sosteniéndola
firmemente. Por un breve segundo, sus asustados ojos se encuentran
con los míos.

—No lo sé. Entra, haz entrar a la gente y hablaremos.

Hago lo que ella dice, soltando su hombro y girándome para


unirme a la multitud, echando una última mirada mientras su rubia
cabeza desaparece en la locura y la niebla.
Todo el mundo se dirige al edificio más cercano, que es una
furiosa tormenta de pánico y lágrimas cuando entro. Me veo obligada
a empujar, avanzando lentamente entre la multitud de personas
agrupadas. Hasta ahora, no veo caras familiares. Poniéndome de
puntillas, hago mi mejor esfuerzo para mirar sobre el mar de enjambres
y personas más altas que yo, la ansiedad forma un nudo apretado en
mis entrañas. ¿Cómo los encontraré en todo este lío? ¿Cómo sé que
están bien?

El sudor, los sonidos, el olor a fuego todavía atrapado en mi nariz


es insoportable. La bilis se eleva en mi garganta cuando me pongo
una mano en los labios y apenas alcanzo el bote de basura. Agarro
sus bordes de plástico, vomito cayendo en picado en sus
profundidades. Todo lo que quiero saber es qué pasó. ¿Es este el
peligro del que Bryce estaba hablando? o ¿era otra cosa?
Inmediatamente, una imagen de Reed aparece en mi cabeza. Lo
sacudo.

No, no puede ser. ¿Cómo sería?

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Vuelvo a arrojarme a la basura, limpiando mi cara débilmente
mientras mis nudillos blancos cierran las manijas. Me dejan de lado
cuando alguien me golpea con fuerza masiva.

—¡Ay! ¡Cuidado! —gimo. A pesar de su pequeño tamaño, Tess es


fuerte y su abrazo es aún más fuerte. Ella se agarra a mí con fuerza, sus
trenzas rojas sucias con pelos sobresaliendo en todas direcciones, su
ropa apesta a humo.

—¡Oh!, ¡Dios mío, estaba intentando encontrarte, pero te habías


ido! ¡Nunca más me asustes así! —me regaña una vez que finalmente
me deja respirar de nuevo. Ella mira hacia el bote de basura,
observando mi barbilla cubierta de vómito—. ¿Estás bien?

—¿Yo? Si estoy bien. Solo un poco nerviosa. Me alegra que estés


aquí, sin embargo. ¿Dónde está Delia? —pregunto, mirando a mi
alrededor. Por lo general, el par es inseparable.

—Es doctora, así que tuvo que quedarse en la escena para ver a
quién podía encontrar. Ayuda a las personas que salieron lastimadas.

—Oh, ¿sabes lo que pasó? —pregunto, limpiándome la barbilla.

Ella se encoge de hombros tan perdida como yo.

—No lo sé, fue una locura. Quiero decir, parecía este hechizo...
pero lo extraño es que son ilegales aquí en el campamento. Si te
encuentran haciéndolo, te echan. Es así de malo —dice nerviosa,
mordiéndose el labio mientras mira alrededor de la habitación.

El golpeteo de un micrófono captura inmediatamente la


atención de la multitud. Todos nos volvemos hacia el frente donde
Bryce y Harlow se paran con miradas de cansancio en sus caras,
esperando que las conversaciones se apaguen. Lentamente, las
voces comienzan a callarse mientras todos los ojos se vuelven hacia
los líderes. De inmediato puedo decirles que, sea lo que fuere, fue
inesperado.

—Hola a todos, tranquilícense, por favor —comienza

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educadamente Bryce, la alegría habitual se fue de su tono—. Todos
estábamos allí para presenciar, y todos sabemos lo que pasó, así que
voy a hacerlo bien. Hubo un ataque sobre nosotros esta noche de
fuentes desconocidas. Por ahora, no tenemos víctimas mortales por la
explosión y solo unas pocas están heridas. Los que resultaron heridos
ya fueron llevados al hospital y permanecen bajo cuidados intensivos.
Tenemos fuerzas especialmente entrenadas buscando en el terreno
mientras hablamos, buscando evidencia. No tenemos mucha
información en este momento, pero podemos asegurarles que
estamos haciendo todo lo que está en nuestro poder para encontrar
al culpable. Una vez que lo hagamos, prometemos que pagarán un
alto precio por el peligro que nos trajeron a todos esta noche.
La multitud comienza a gritar, hablando entre sí en voces llenas
de ira y desesperación.

—Todo el mundo necesita calmarse para que yo pueda... —


comienza Bryce, pero todos están demasiado asustados. Él se ahogó
por el rugido de la multitud.

Harlow se acerca, agarrando el micrófono con impaciencia de


Bryce.

—¿Qué tal si todos se callan y escuchan? —su voz es baja, casi


inquietantemente calmada, pero la gente escucha de inmediato,
pasando por varios “shh” odiosos cuando el ruido una vez más se
apaga.

—Gracias, Har —dice Bryce, su voz goteando de gratitud mientras


continúa—. De todos modos. Como no sabemos quién hizo esto o por
qué, nos gustaría ofrecer lecciones gratuitas para todos los campistas
en magia defensiva. Creemos que actos como este se pueden
detener si nos mantenemos fuertes. Vengan a vernos para una hoja
de inscripción si están interesado. Estamos agregando una nueva
regla para garantizar la seguridad de todos aquí…

Una vez más, lo interrumpen, su voz se ahoga por los gritos


asustados y los gritos furiosos de las personas que buscan la razón. Él
comienza a hablar más alto, su voz aún perdida en toda la confusión.

—Es solo por nuestra seguridad. ¡Por si acaso!

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—¡Hey, gente! —Harlow dice un poco más intensa esta vez,
dirigiendo el micrófono a su cara—. ¿Quieren escuchar esto o no?

Una vez más, el zumbido de la multitud se apaga, esta vez,


mientras la gente mira ceñuda a los dos líderes que se paran frente a
ellos.

Bryce continúa nerviosamente, su voz es anormalmente alta y sus


ojos verdes traicionan su preocupación.

—A partir de mañana, tendremos un toque de queda obligatorio.


Todos ustedes deben estar adentro a las 9 p.m. Deben tener un
permiso especial de uno de nosotros si tiene alguna excepción o
circunstancias únicas. Lamento que tenga que llegar a esto, pero
creemos que es lo mejor para todos...

Esta vez, cuando la muchedumbre enojada retoma, él no intenta


luchar contra ella. Murmura algo dócilmente en el micrófono antes de
volverse hacia Harlow, la preocupación escrita en sus rasgos.

Puedo ver cuán tensos están aquí. Como si estuvieran


discutiendo. Como si sintiera mis ojos en ellos, Harlow se vuelve hacia
mí, frunciendo el ceño. Algo en su expresión me dice que ella cree que
soy yo la culpable de esto. Sintiéndome ansiosa, miro hacia otro lado,
agarrando el hombro de Tess.

—¿Deberíamos salir de aquí?

Puede que no haya causado esto esta noche, pero soy un espía.
Estoy causando terror en privado al reunirme con el presidente y
contarle todos sus secretos para que pueda encontrarlos. Voy a
matarlos a todos.

Reed es un monstruo, eso está claro. Puede que no haya hecho


esto, pero estoy segura de que tiene mucho más planeado para ellos.
Desearía tanto poder contarles todo. La culpa me está devorando,
una carga que siento que no puedo soportar. Ya me estoy
desmoronando, llevándolos conmigo, cada vez más y más a los
rincones de la desesperación.

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Sin un lugar donde esconderme, las lágrimas amenazan con
derramarse.

Casi las dejo.

—¡Bryce! —grito, tratando de abrirme paso a través de la


multitud—. ¡Bryce!

Después del discurso, todos se fueron en un grupo masivo, por lo


que es difícil respirar. Puedo verlo delante de mí, su cabeza de espeso
cabello oscuro. Incluso puedo escucharlo, tratando de explicar los
motivos de las nuevas reglas a algunas personas furiosas. Puedo
escuchar sus gritos, preguntándome por qué los líderes no están
compartiendo más información, acusándolos de mantener la
información de su propia gente.

Una parte de mí también se pregunta eso. Había algo en la forma


en que parecían discutir después del discurso, su lenguaje corporal
tenso y el nerviosismo de Bryce. ¿Solo estaban asustados por los
ataques o hay más en la historia? Recuerdo que Bryce dijo que había
peligro. Ni siquiera debería decirte esto...

—¡Bryce! —mi voz se tensa mientras hago mi mejor esfuerzo para


llamar su atención. Al escuchar su nombre, se da vuelta, confundido.
Cuando sus ojos se encuentran con los míos, él da una sonrisa débil,
una que no llega a sus ojos.

—Hablaremos mañana cuando todo se calme un poco. ¡Ven a


verme a mi oficina y te lo explicaré! —le ofrece a la mujer enojada con
la que estaba discutiendo. Ella pone los ojos en blanco, pero se da
vuelta y sale por la puerta.

—Oye —dice acercándose a mí, el cansancio hace que su voz


sea ronca.

—¿Qué pasó realmente allí? —pregunto, sin molestarme con las


sutilezas. Sé que algo está pasando, y quiero saber de qué se trata.

—Bueno, ¿no eres solo la cosa más dulce? —Harlow aparece por
detrás, burlándose mientras me mira de arriba abajo—. ¿Crees que
puedes caminar hasta aquí y exigir una respuesta? ¿Quién crees que

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eres?

—Har… —advierte Bryce, pero no retrocedo. No esta noche.


Quiero saber.

Haciendo caso omiso de ella, me dirijo a Bryce.

—Quiero respuestas. Lo mismo que hacen todos los demás.


Sabemos que algo está pasando. No puedes simplemente mentirnos.
Estas son las personas que se supone que debes proteger, sin ocultar
secretos.
El pánico desaparece un poco. Si pensaban que yo estaba detrás
de eso, no hay duda de que Harlow me estaría interrogando en este
momento. Deben tener otras razones y quiero saber exactamente qué
tienen en mente.

—¿Sabes qué, chica nueva? Acabas de llegar y ya estoy harta de


tu actitud. ¿Qué tal si te vas a la cama como los demás y nos dejas
encargarnos de los problemas? —Harlow está lista para la pelea. Las
dos somos muy tercas para nuestro propio bien.

—Ustedes dos, ¿pueden por favor simplemente parar? —


pregunta Bryce, el cansancio delata su molestia.

Lo ignoro, mi temperamento llameante.

—Bueno, ¿no deberías estar diciéndole a la gente lo que está


pasando? Si la gente está en peligro, deberías sacarlos de aquí. Tienen
derecho a saber si están en riesgo.

Por mí. Deberías sacarlos por mi culpa.

—Tal vez deberíamos renunciar y dejar que te encargues —


escupió Harlow. Ella se acerca, una cabeza más alta que yo,
dándome la bienvenida a una pelea.

—Tal vez debería hacerlo —gruñí de vuelta.

—¡Paren! —grita Bryce esta vez, empujando entre nosotras—. Esto

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es ridículo. Todos estamos en el mismo equipo aquí. Sin ofender,
Kenadee, pero lo estamos manejando. Eres nueva aquí de todos
modos. No sabes nada de este campamento o de los problemas que
tenemos. Te he dicho muchas veces que no te preocupes.

Intento no golpear a Harlow mientras una sonrisa se forma en sus


labios. Esto es lo que ella estaba esperando. Yo presiono demasiado,
para demostrarle que no soy inocente. Ahora, definitivamente no
retrocederá.

—Bien —giro sobre mis talones para irme, con la frustración


gritando dentro de mí.
No paro hasta que alguien me agarra por detrás, forzándome a
girar.

—¡Oye! —gruñe Harlow.

—¿Qué? —grito más fuerte de lo que había planeado. Estoy


furiosa, principalmente conmigo misma. ¿Cómo podría ser tan
estúpida? Ella está sobre mí, aún más ahora. Se suponía que debía
estar de su lado bueno, no hacer enemigos.

Su rostro está a solo centímetros del mío, sus ojos color hielo se
clavan en los míos.

—Te lo advertí, niña nueva. ¿Eres realmente tan estúpida? Estoy


segura de que estás detrás de esto, y en el momento en que
encuentre información sobre tu ataque, estás acabada. Ni siquiera
sabes la magnitud de lo que haré.

—No le temo a tus amenazas. No he hecho nada malo —escupí,


fingiendo la confianza que me falta.

No dice otra palabra mientras arranco mi brazo de su mano y me


alejo. Puedo sentir el frío de la mirada de Harlow siguiéndome,
haciéndome sentir tensa. Mi cerebro canta la misma canción una y
otra vez, provocándome con los fantasmas que estoy a punto de
crear. No puedo negar lo que ella dijo, no puedo odiarla por eso; es la
verdad.

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Soy el monstruo que está a punto de destruirlos.
Mi corazón corre mientras cierro la puerta detrás de mí. Lanzando
mi chaqueta a través de la sala de estar en una súbita oleada de
emoción, dejo que las lágrimas calientes rueden libremente por mis
mejillas.

¿Cómo voy a lograr esto y salirme con la mía? La gente aquí me


atrapará, o seré arrestada y obligada a ver morir a mi familia. No tengo
a donde ir.

Un golpe fuerte me hace gritar de sorpresa, tropezando hacia


atrás cuando el dispositivo de comunicación de Reed me asusta,
desplegándose en una gran pantalla ante mis ojos. Aparece una
mujer, escribiendo rápidamente en una computadora, sus ojos
escondidos detrás de un par de gafas con montura cuadrada.

—¿Señorita Coria? —dice brevemente, dándome una rápida


mirada mientras sus dedos vuelan sobre el teclado.

—Uh, ¿sí? —con manchas de lágrimas en las mejillas y cabello

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revuelto por la ceniza y el humo, debo verme como un completo
desastre.

—Bien, te transferiré al presidente —dice, inclinándose para


presionar un botón en su escritorio. Abro la boca para protestar, pero
la mujer ya se ha ido. Las ondas estáticas se apoderan de la imagen
cuando reaparece la pantalla, revelando al presidente, otro vaso de
alcohol en la mano. Admira mi apariencia salvaje, una lenta sonrisa
de gato se extiende por sus labios.

—Parece que has pasado por el estallido —dice secamente.

Resoplo.
—Bueno, si hubieras visto…

Él comienza a reírse, una risa sagaz, inducida por el alcohol.

—No tienes que explicar lo que sucedió esta noche. Eran mis
planes, después de todo.

—¿Qué? ¿Cómo? —el presidente me dijo que no podía ingresar


al campamento.

Él resopla.

—¿De verdad, Kenadee? No creías que solo estaría confiando en


ti para este trabajo, ¿verdad? Tú no eres el único espía allí. ¿Quién
crees que te trajo el comunicador? Los mandé a cuidar a la señorita
Creston para conseguir más de ti. También trataron de encontrar tu
libreta, pero debes haberla perdido en algún lugar de ese bosque
dejado de la mano de Dios.

Estoy boquiabierta. Si hay otro espía por aquí, tengo que trabajar
muy duro para demostrar mi lealtad. Si Reed incluso cree por un
segundo que yo podría estar de su lado, él no dudará en hacerme
pagar.

—Cierre la boca, señorita Coria. Me ha subestimado. ¿No pensó


que haría algo como esto? ¿Necesito recordarte que esto es guerra?
No paro hasta que obtenga lo que quiero.

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Tiemblo, ya sea con miedo o enojo, no estoy muy segura.

—Había niños allí. Tú... tú... ¡Podrían haber muerto! No han hecho
nada...

—¿Cree que me importa, señorita Coria? No saldrán ilesos esta


vez. Justicia será servida. No cesaré hasta que me lo entreguen, ¿me
entiendes? —el humor se ha ido de su voz mientras me desafía a
desobedecerlo—. La guerra no es bonita. La gente muere, y eso
incluye a los niños. Puedes enojarte conmigo, pero no cambia nada.
Toda la población de usuarios de magia será entregada en algún
punto. ¿Estarás conmigo o contra mí? Recuerda de lo que soy capaz;
las frágiles vidas de tu familia están en mis manos.
Esnifo, recordando a Eli siendo torturado e intentando controlar la
furia que amenaza con soltarse.

—Estoy de tu lado.

—Bien, bien —una vez más, una lenta sonrisa se extiende a sus
labios—. Entonces dime lo que has aprendido hasta ahora.

Respiro hondo algunas veces. Tengo que hacer esto. No se trata


de mí, se trata de Eli y mi madre. Tengo que cuidarlos.

—No mucho. Uno de los líderes, Bryce, mencionó que había


peligro.

—¿Peligro? —el presidente arquea una ceja, meciéndose en su


silla mientras escucha.

—Mhm. Eso es todo lo que dijo.

Él se inclina hacia adelante.

—Interesante. Quiero que investigues más. Haz lo que tengas que


hacer para entrar, para saber más sobre la magia. Mira lo que están
haciendo con eso.

Asiento en respuesta, mirándome a los pies.

—Oh, y Kenadee, intenta ser más feliz. Pronto, tendrás todo lo que

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siempre has querido.

Sin otra palabra, la pantalla se vuelve negra y Reed se va, sus


palabras me atormentan.

***

—¿No iras a comer? —Tess me mira con visible preocupación con


sus ojos de perrito. Se ve miserable. Todos lo hacemos. Todo el
comedor parece como si un hechizo profundo y oscuro hubiera sido
lanzado sobre él. La amenaza nos ha asustado a todos. Nadie parece
saber qué peligro acecha más allá de las paredes de la barrera.
Bueno, espera por mí y el otro títere de Reed.

—No, no tengo hambre —murmuro en mi café, batiendo


lentamente un paquete de azúcar. Espero una pelea, o al menos una
gran conferencia, pero ella debe decidir perdonarme hoy. Todos
estamos de un humor raro, demasiado cansados y asustados para
molestarnos. Incluso Tess y Delia, por lo general tan llenas de
conversación y buen humor, no parecen preocuparse.

—Entonces, ¿empiezas a entrenar hoy? —pregunta Delia,


haciendo todo lo posible para aligerar el ambiente en la mesa.

Asiento con tristeza.

—En quince minutos, en realidad.

—Sí —Tess hace una mueca—. Lo siento. Te diría que estuvo bien,
pero todos sabemos que no es bueno estar del lado malo de Harlow.
La gente estaba hablando de esa discusión que ustedes dos tuvieron.
¡Sonó muy ma… ¡Ouch! ¡Delia! —se enfurruña y frota el lugar donde
Delia le dio un codazo, mirando a su mejor amiga.

Levanto las cejas.

—Ella piensa que hice el hechizo. Ni siquiera sé cómo usar mi


magia, y mucho menos hacer eso —mi mente se desvía hacia la

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libreta que había perdido en el desastre. ¿Quién sabe dónde podría
estar ahora o quién podría poseerlo? Hago una nota mental para
buscar en los terrenos después de entrenar esta noche.

—Mira, todos estábamos un poco desorientados anoche. Estoy


segura de que ella no lo dijo en serio. Solo ve a hacer lo tuyo, aprende
magia y vete. Haz un buen trabajo y ella verá cuán duro estás
trabajando. Estoy segura de que esto explotará y ella lo olvidará por
completo.

—Espero que tengas razón —dije dudosamente.


—Estarás bien —afirma Delia, pero puedo sentir que está
mintiendo.

***

Algunas horas después, definitivamente puedo ver que las cosas


no van a mejorar con Harlow. Estamos en el enorme gimnasio, pintado
de un gris intenso, con esteras cubriendo los pisos de concreto.

—De nuevo —instruye mientras lucho en mi última flexión.

Gimo en voz alta, cayendo de rodillas.

—Harlow, por favor, ¿podemos hacer otra cosa? No lo sé...


¿magia?

Ella camina a mi alrededor como un gato montés merodeando.

—¿Magia? ¿Es por eso por lo que estamos aquí? —responde, el


sarcasmo se filtra en su tono.

—Mi punto es… —jadeo—. Simplemente no veo qué tiene que ver
esto con el entrenamiento de magia.

No dice nada, dándome la espalda y chasqueando los dedos.

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—¿Qué estás haciendo? —me pongo de pie, mirando con
asombro mientras sus manos bailan en pequeños movimientos. La
habitación comienza a girar, transformándose lentamente ante
nuestros ojos. En un abrir y cerrar de ojos, el área de entrenamiento
tipo cueva está llena de equipos: armas, baratijas y una pared de
libros. Siento que se me escapa un aliento de asombro.

—Está bien, escucha. Solo voy a explicar esto una vez. La magia
funciona de manera diferente para cada persona, pero puedes
contar con algunos ingredientes clave. La primera y más importante
es la física —comienza Harlow, su expresión ilegible mientras se gira
hacia mí—. Tienes que quererlo. Debes ser consciente de tu propia
fuerza, estar en sintonía con tu mente y tus músculos. Todo es relativo.

—Bueno…

—No he terminado. Regla número uno: escuchar. No me


interrumpas, ¿entiendes? Soy la maestra aquí, tú eres la alumna. Eso
significa que tu trabajo es sentarte y callarte. ¿No quieres hacerlo?
Entonces estás fuera, ¿entendido?

No dije nada.

—Bien —sus ojos azul hielo perforan los míos—. Vamos a hacer
entrenamiento físico todos los días para llevarte a donde debes estar.
La mediocridad es inaceptable a mis ojos. Odio el fracaso, la estupidez
y la pereza. Aprenderás magia. Entrenarás. Escucharás.

Me muerdo el labio nerviosamente mientras me acerca una silla.

—Ahora déjame explicarte el tipo de cosas que hacemos aquí.


Todos los días entrenarás para convertirte en un luchador más fuerte.
Si eres débil, tu magia también lo será. Claro y simple —apoya los
codos en las rodillas, inclinándose—. Antes de que podamos
profundizar en la magia, quiero que estudies magia. Necesitas
conocer su historia, sus leyes.

—¿La magia tiene leyes?

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—Sí, al igual que cualquier otra cosa en este mundo, tiene
limitaciones. La magia necesita algo de lo que alimentarse. No puedes
simplemente conjurar algo de la nada. Eso requiere una... rara forma
de magia.

Pienso en la magia que me brindó ese día en la tienda. Reed


había dicho que tenía un tipo especial de poder... ¿De eso era de lo
que estaba hablando?

—¿Qué quieres decir con magia rara? —limpié mis manos


sudorosas en mis pantalones, mirando la cara de Harlow con cuidado.

Sus labios se tuercen en una sonrisa torcida.


—Una rara forma de magia que solo posee un pequeño
porcentaje de la población de magia. Es el tipo de magia que
construyó la barrera e hizo del campamento lo que es. También es la
magia más fácilmente atraída por la oscuridad —trago saliva cuando
se pone de pie y se apoya en el respaldo de la silla—. Pero,
guardaremos las cosas pesadas para otro día. Ya casi nos hemos
quedado sin tiempo.

Me levanto y la sigo hasta el centro de la colchoneta mientras


explica.

—La magia es física, pero también es control. Tienes que ser capaz
de controlarte a ti misma, tus deseos y necesidades. Puede ser
peligroso y rápido, si no tienes cuidado. Entonces, comencemos con
las cosas divertidas —Harlow se quita la gorra de béisbol desteñida de
la cabeza y la arroja al suelo—. Vas a hacer que eso se mueva.

Veo sus manos moverse hacia arriba y hacia abajo mientras


ordena.

—¡Levítate!

La gorra sigue su mano, girando en círculos como si volara,


imitando los movimientos de su mano.

—¿Ves? Es sencillo. Ahora, tu turno —dice, dejando caer la gorra


y se hace a un lado para mirar. Parece bastante fácil, así que sigo su

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ejemplo.

Levanto mis manos en el aire y grito.

—¡Levítate!

No pasa nada.

—De nuevo —exige Harlow.

Respiro profundo, centrándome en lo que tengo que hacer.

Hice magia antes; puedo hacerlo otra vez. Sé que puedo.


Mis manos tiemblan, vacilantes, inseguras de su propia fuerza.
Todo este poder escondido dentro de mí. Un aliento suave se escapa
de mis labios abiertos mientras mis nervios parecen encenderse.

Los pozos de poder dentro de mí, una cosa tímida y temerosa.

Lo hago con todas mis fuerzas, y…

No pasa nada.

La sonrisa de Harlow es una malvada.

—De nuevo.

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Algunas horas después me siento en mi porche, enojada,
tratando de encontrar un hechizo de levitación en uno de estos
grimorios.

La práctica de esta mañana se detuvo con cuidado cuando mi


magia finalmente apareció, pero en un extraño giro de los
acontecimientos logró destruir todo lo que había en la habitación y ni
siquiera tocar el sombrero.

Harlow no tuvo que decir una palabra mientras silenciosamente


producía una escoba desde el aire y la empujaba en mi dirección.
Como si fuera el mejor momento de su vida, ella tuvo una
conversación unilateral todo el tiempo mientras comía papas fritas.
Cosas como, ‘Faltó un lugar’ o ‘Mira el lado positivo. A este ritmo,
probablemente no puedas avergonzarte más de lo que ya lo has
hecho.’

Cuando hice la estúpida pregunta de por qué ella no usaba su

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magia, solo se rió y dijo, ‘Mi horario es gratis hasta la hora del almuerzo.
Tengo toda la mañana para llenar.’

No es necesario decir, que el entrenamiento no está yendo como


quiero.

Tomo un sorbo de mi café, tratando de librarme del recuerdo.

―¡Allí está, nuestra bruja más nueva! ―Bryce aparece de la nada,


cortesía del dispositivo de transporte, y avanza hacia el porche.
Parece agotado, pero alegre de todos modos―. Solo vine a dejarte
estos libros. Harlow los eligió para que estudies antes de tu próxima
clase. No pensé que te importaría que me ofreciera a traerlos mientras
ella está en una reunión.

―¿No son suficientes los grimorios? ―pregunto, frunciendo el ceño


mientras los deja en la mesita del patio.

Él me mira con simpatía.

―Es Harlow. A veces es mejor no discutir.

―Cierto ―admito, entonces un terrible pensamiento me invade―.


¿Ella eh... te contó lo que pasó?

―Oh, ella lo hace siempre ―se ríe, entonces, mientras golpeo mi


frente con mi mano, agrega rápidamente―. Pero no te preocupes por
eso. A todos les lleva un tiempo acostumbrarse. Creo que Har a veces
olvida que todos fuimos principiantes en un punto.

No miro hacia arriba.

―Bueno, llevé malo a un nivel completamente nuevo. Estoy


bastante segura que hice el ridículo más grande de mi vida.

―Estoy seguro de que no fue tan malo.

―Oh, créeme, fue malo. Me avergüenza incluso que ella tuvo que
verlo ―dejo escapar una risa mortificada, luego señalo hacia la casa―.
Oye, ¿quieres un café o té?

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Sorprendentemente, él asiente.

―Suena genial. Té de hierbas, si tienes.

Me sigue adentro, pateando sus zapatos en la puerta y revelando


sus calcetines desiguales. Pongo la tetera sobre la estufa mientras él
mira alrededor. Él parece apreciar cada detalle de la casa, una leve
sonrisa en sus labios mientras mira por la ventana hacia el patio trasero.
Lo miro por un momento, tratando de luchar contra la sonrisa que tan
mal deseo.

En algún lugar en los últimos días él ha dejado de lado esa


personalidad líder a mi alrededor. Él no es solo el rostro amistoso del
campamento, saludando a todos por su nombre y preguntando por
sus familias. Él ha dado otra pista de la persona que está debajo. Y
mientras se vuelve hacia mí con una sonrisa feliz, esos ojos brillantes y
radiantes, mi corazón salta en mi pecho.

Salto al silbido de la tetera, agradecida por la distracción. De


espaldas a Bryce, me recuerdo a mí misma por qué estoy aquí.

No te acerques. Él va a ser arrestado. Él y todos los demás aquí.

―¿Estás bien? ― viene detrás de mí.

―¡Por supuesto! ―miento, buscando una taza y vertiendo el agua


caliente dentro. La levanta como si fuera a decir gracias, luego deja
caer el paquete de té en el lugar inclinado.

―¿Quieres saber algo? ―pregunta, ahora a la altura de mis ojos


mientras me arrastro para sentarme en el mostrador.

―¿Qué? ―tomo un sorbo, mirándolo por encima del borde.

―Creo que estarás bien aquí... y eso viene del corazón ―dice con
falsa seriedad, acariciando su pecho.

―No estoy tan segura de eso. Yo podría ser la bruja sin magia aquí.
Entonces, ¿qué será de mí? ―pregunto, solo medio en broma.

Chasquea su lengua.

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―Bueno, no sé, señorita Kenadee. Supongo que tendremos que
mantenerte, independientemente.

Por un segundo nuestros ojos se encuentran, y no quiero nada más


que besar sus labios. No puedo hacer eso. Nunca. Me aclaro la
garganta y ambos miramos hacia otro lado, de repente inmersos en
todo menos el uno en el otro.

Cada parte de mí desea poder contarle todo. Admitir todo aquí,


ahora mismo. Pero en el momento que lo haga, Reed lo sabrá. Estoy
segura de ello. Entonces, no habría forma de salvar a mi familia. Ellos
se habrán ido en minutos.
―Entonces, uh, ¿cómo están las cosas en el centro de mando?
―pregunto suavemente, rompiendo el pesado silencio―. Después del
ataque de la noche pasada, quiero decir.

Hace una mueca, tomando un sorbo de té y haciendo una


mueca al calor.

―No tan bien. Todos están bastante agitados por eso. Y el asunto
es, no podemos entender cómo sucedió. Ni siquiera puedes hacer
esos hechizos debajo de la barrera. Debería ser físicamente imposible
a menos que... ―se detiene. Una vez más, dijo demasiado.

―¿A menos qué? ―presiono, curiosa.

―No importa. No podría ser. De todos modos, estoy seguro de que


llegaremos al fondo de eso y las cosas volverán a la normalidad.

―Mhm. ¿Te refieres a esta vida perfecta en esta ciudad perfecta


que construiste? Sin bombas, sin Reed... Todo rayos de sol y arco iris.

Se ríe.

―Al contrario. Ni siquiera tenemos unicornios residiendo aquí.

Lo golpeo bromeando.

―Sabes a qué me refiero. El resto del país está destrozado y luego


está este pequeño campamento, que prácticamente no se inmutó.

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Juega con su taza, girándola con sus manos. La cerámica punza
contra la encimera y me preocupa que lo ofendiera. Me da una
mirada solemne.

―Es nuestro trabajo proteger a todos aquí, Kenadee. Somos muy


afortunados de vivir cómodamente, pero si no fuera por la guerra en
primer lugar, no estaríamos aquí.

― No estaba diciendo…

―Lo sé ―dice rápidamente―, solo escúchame. Nuestra gente es


lo primero. Reed ha tratado de matarnos durante años, él ha hecho
cosas horribles. El resto del país nos odia. Ellos nos quieren muertos.
¿Qué otras opciones tenemos?

―Por supuesto, lo siento ―niego con la cabeza―. Ignora lo que


digo, estoy nerviosa después del entrenamiento de esta mañana.
Entonces, dime, ¿cómo consigues todas estas cosas aquí? ¿Toda la
comida y qué no?

Toma un trago y sonríe maliciosamente.

―Bueno... de algunos de los momentos no tan gloriosos, hemos


tenido que utilizar todo lo que podamos. Usualmente involucra
hechizos mentales en los conductores de camiones, trayéndolos aquí
en lugar de Denver...

Miro boquiabierta bromeando.

―¡Bryce Coughlin!

Levanta las manos.

―Si quieres ser técnica, es Harlow quien lo hace. ¡No puedo hacer
hechizos mentales!

―¿Por qué es eso?

Justo cuando está a punto de responder, algo en su bolsillo


comienza a chillar en voz alta. Suspira profundamente y lo extrae, un

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pequeño dispositivo que se parece a mi comunicador.

―El deber llama. Gracias por el té, pero será mejor que tome esto.

―Sí, ve ―le digo, aunque de repente estoy llena de curiosidad.


¿Por qué Bryce no puede hacer este llamado hechizo de mente? Lo
miro desde la esquina mientras se detiene, una última reflexión en su
rostro.

―Oh, ¿y Kenadee?

―¿Hmm?
―Ve a mostrarle a Harlow que puedes patear traseros. ¡Creo en ti!
―me da un guiño pícaro antes de desaparecer, y no puedo evitar reír.

Durante un pequeño segundo, la preocupación se desvanece de


mi mente, reemplazada por felicidad pura y absoluta; como una
idiota, me siento y sonrío para mí misma.

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Una semana más tarde, corro por el bosque, jadeando mientras
trato de coincidir con las largas zancadas de Harlow. El aire fresco de
la mañana prende fuego a mis pulmones mientras salto sobre un
tronco caído, viendo desesperadamente como la rubia desaparece
sobre la ladera. Me detengo para recuperar el aliento, las manos en
mis rodillas, y pienso en lo decepcionado que estaría Markus de mi
desempeño.

Pasos crujen sobre las hojas que se han esparcido por todo nuestro
camino cuando Harlow reaparece, levantando sus manos en el aire.

―Dime, ¿tratas de ser tan patética o es algo natural?

Me río sin humor.

―¿Tratas de ser tan perra todo el tiempo, o es solo tu


personalidad?

Para mi sorpresa, ella suelta una pequeña sonrisa.

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―Alerta a los medios: ella bromea. Ahora, date prisa si quieres
recibir entrenamiento hoy. Si me derrotas, ni siquiera te obligaré a
hacer flexiones.

―¡Trato!

Con un estallido de energía, me voy, dejando a una Harlow


sorprendida en el polvo. Momentos después, la escucho detrás de mí.
Está a mi lado en un instante, corriendo a paso lento.

―Estoy impresionada, eso es mejor. Ahora, ve más duro; si es lo


mejor, no es lo suficientemente bueno.
Lucho para coincidir con su ritmo a medida que el campamento
vuelve a mi línea de visión. Luz dorada brilla a través de los árboles
como miel derramada, y a excepción de nosotras dos, no hay un solo
sonido en el bosque. El sendero llega a su fin, abriéndose en la pradera
cubierta de hierba donde se encuentra el edificio. Me esfuerzo aún
más, no del todo lista para dejar que la rubia me gane.

Ella entra corriendo al edificio conmigo pisándole los talones. Con


la sala de entrenamiento a la vista, avanzo con una oleada final de
energía, apenas tocando la puerta primero.

Mi corazón corre en mi pecho con adrenalina mientras ella


coloca las manos en sus caderas, jadeando. Sus mejillas y la punta de
su nariz se sonrojan por el aire frío mientras sonríe levemente.

―Mírate, chica nueva. Sin flexiones hoy. Finalmente hiciste algo


notable.

Las capas cálidas que originalmente me había puesto para el frío


de la mañana ahora hacen que el sudor me corra por la espalda.
Tomo un largo sorbo de mi botella de agua mientras ella toma la gorra
de béisbol en su cabeza y la ondea hacia mí.

―Sabes qué hacer.

Cierro los ojos, tomando respiraciones profundas y calmantes.


Puedo escuchar sus pasos silenciosos detrás de mí mientras camina,

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observando.

Tienes esto.

Recojo mis pensamientos y levanto mi mano lentamente en el


aire, tratando de encontrar la fuerza detrás de ello. Cuando creo que
estoy lista, dejo salir un firme―: ¡Levítate!

Abro un ojo. La gorra no se ha movido. Detrás de mí, Harlow


resopla.

―Oh vamos. Tienes que decirlo en serio, chica nueva. Tienes que
querer mover la gorra. Cada parte de ti. De nuevo.
Burbujas de frustración en mi pecho. Vamos, Kenadee. Hazlo.

Comienzo de nuevo, centrándome en la gorra, en el movimiento.


Intento relajarme, respirando profundamente y lentamente elevo mis
manos hacia el techo.

Solo hazlo moverse. Eso es todo lo que necesitas hacer.

―¡Levítate! ―grito, forzando mi energía hacia la gorra.

Un estremecimiento atraviesa la gorra, haciéndola saltar unos


pocos centímetros en el aire, luego vuelve a caer en espiral al piso,
deslizándose a los pies de Harlow.

Harlow no se impresiona.

―Eso estuvo mejor, pero estás demasiado tensa. No lo quieres lo


suficiente. Relájate y ve de nuevo.

―¡Lo estoy intentando! ―me quejo―. Tal vez algo anda mal...

―No te engañes a ti misma. Levítate ―se para delante de mí, y en


un movimiento rápido, levanta la gorra en el aire. Gira en círculos,
siguiendo el flujo de sus manos. Ella deja caer sus manos de lado,
haciendo que la gorra se amontone junto con ellas―. No trates de
darme esas excusas de mierda. Sabes lo que siento por ellas.

―¡Levítate! ―empujo mis manos en el aire, pero esta vez, no

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obtengo un solo movimiento de la gorra. Nada más que quietud.

―Vamos, chica nueva, no eres tan incompetente. Todo lo que


tienes que hacer es levantar la gorra. Usa tus poderes. Están gritando
para salir de ti. Puedo decirlo con solo mirarte ahora mismo.
¿Enfadada? ¿Frustrada? Bueno, haz algo al respecto ―dice Harlow.

―¡Lo estoy intentando! ―no me vuelvo para mirarla mientras


camina a mi alrededor. Mi corazón se acelera y mis dedos palpitan
con una ira repentina. No puedo calmarme.

―¿De verdad? No se ve así. Todo lo que veo es fracaso. ¿Quieres


fallar?
―¡No estás ayudando! ¡Se supone que eres mi maestro!

―No trates de culparme por tus propios fracasos ―ella se acerca,


esta vez, junto a mi oído. Burlándose, riendo―. Eres la única que no lo
está haciendo. Te estás deteniendo. Tienes que quererlo. Entonces,
muéstrame. Muéstrame qué vas a hacer para que suceda.

Estoy furiosa.

―Han pasado solo dos días. Estoy haciendo todo lo posible.

Ella ríe, plantándose directamente frente a mí, con los brazos


cruzados sobre el pecho.

―¿Oh si? ¿Sabes qué? Creo que estás llena de eso. Creo que
también lo sabes. No estás intentando...

―No es verdad…

―Hoy me venciste, lo que me dice que no es incompetencia.


¿Eres perezosa? ¿Es eso?

―Cállate ―digo con los dientes apretados, mis puños apretados.

―¿Qué vas a hacerme? ¿Qué tal si me callo si me demuestras que


puedes levantar esa estúpida gorra?, ¿eh? ―levanta una ceja,
extendiendo una mano hacia la gorra. Esperando. Lentamente, la
sonrisa burlona se extiende en sus labios―. Está bien. Tienes demasiado

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miedo. ¿Qué es, novata? ¿Miedo de ser un fracaso? ¿Qué fallarás en
la misión para la que fuiste enviada aquí?

Me pilla por sorpresa. Dejo caer mis manos, girando hacia ella con
alarma.

―¿D…De qué estás hablando?

Miro con horror mientras saca mi libreta de su bolso, colgándola


frente a mí con una ceja arqueada.

Mi silencio es su respuesta.
―Te he estado siguiendo desde que llegaste. No iba a permitir que
Bryce ganara y poner el campamento en peligro. ¿Qué te ofreció
Reed, chica nueva? Debe ser bastante bueno si estás dispuesta a
sacrificar un campamento completo de personas. Lástima que no te
dará lo que prometió. Él nunca lo hace ¿Qué? ¿Te dijo que te
devolverá a tu hermano?

¿Eli? ¿Ella sabe?

―¿Cómo sabes sobre Eli? ―alarma suena en mis oídos. Ella sabía
todo desde el principio.

Harlow se inclina, recogiendo su gorra del piso y quitándole el


polvo antes de ponérsela en la cabeza.

―Sé muchas cosas. He estado observando a Reed justo como él


te envió aquí para que lo hicieras conmigo. El caso es, siempre
estamos varios pasos por delante. Tenemos magia. Tenemos poder. No
va a vencer eso a menos que lo arruinemos a lo grande. En cuanto a
tu hermano mayor, digamos que él y yo somos buenos amigos.

Levanta su mano para que la vea. En la parte posterior hay una


serie de números y letras, se lee HD476804.

―Mi identificación de prisión. El “HD” significa altamente peligroso.


Estaba bajo seguridad intensiva, al igual que tu hermano. Tuvimos
muchas conversaciones geniales cuando no estábamos siendo

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torturados.

―¿Cómo estás aquí? ―pregunto estúpidamente.

―Escapé. Tampoco pienso volver allí, así que deberías encontrar


un nuevo plan ―tira su cola de caballo por el agujero de su gorra―.
Realmente espero que no seas tan tonta como para pensar que Reed
te va a dar lo que prometió. Ambas sabemos que él no es ese tipo de
hombre. Está jugando contigo. Ha estado jugando contigo desde que
naciste. Es lo que hace.

No digo nada, cruzando los brazos defensivamente sobre mi


pecho. Harlow me mira con una mirada fija, luego suspira,
suavizándose un poco―. Por mucho que odie decirlo, sé la situación
en la que te encuentras, y te doy una última oportunidad. No contaré
tu secreto si nos ayudas. Eres una de nosotros ahora.

Lágrimas en las esquinas de mis ojos, el miedo de repente


tomando el lugar de la ira que tuve momentos antes.

―¿Pero cómo? Él tiene a mi familia, Harlow. Él se llevó a mi madre


también.

―Y llegaremos a ellos. Pero debes entender que hacer su trabajo


sucio, entregarnos a él, no te hará ningún favor. Te garantizo que tiene
una celda con tu nombre. Puedes ayudarnos. Podemos ir a buscar a
tu hermano y tu madre, liberarlos. Podemos vencer a Reed. Él no es
una buena persona ―me mira con atención, buscando mi reacción.

―¿Qué pasa si se entera? Los matará...

―Va a matarlos sin importar qué, a menos que podamos


ayudarlos. Es por eso por lo que tenemos que intensificar.

Lanzo la idea por un segundo. Harlow lo sabe, y ella derribará mi


cubierta si no estoy de acuerdo. Voy a tener que convencer a alguien
de que estoy de su lado. ¿Pero a quién? ¿En quién puedo confiar?

Me pasa la libreta, arrojando su bolso sobre su hombro y


deslizando su gorra sobre su cabeza. Su mano ya está en el pomo de
la puerta cuando voltea por última vez.

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―Piénsalo. Te daré esta noche. Pero piensa en ello si él llama.
Piensa en las vidas que estás destruyendo. ¿Y para qué?

La puerta se cierra detrás de ella, dejándome en la oscuridad. De


repente, es demasiado para soportar. No me molesto en sacar mis
cosas de la habitación, un error estúpido ya que desaparecerá
inmediatamente después que nos vayamos. Las habitaciones siempre
se van a menos que estén programadas para su uso. La magia es
maravillosa y algo molesta de esa manera. Eso ni siquiera cruza por mi
mente.

En cambio, solo corro.


Huyo de la escena, huyendo de mí misma, de Reed, del ciclo
constante de juegos y guerra. No puedo respirar; no me puedo
enfocar. No puedo vivir de esta forma por más tiempo. Tengo que
tomar el aire fresco, salir y ver la luz del sol. Tengo que alejarme de
estas paredes, avanzando cada vez más cerca, aplastándome dentro
de ellas.

La gente mira mientras paso junto a ellos, demasiado


embelesada por el miedo y la ira que salen de mí. Alguien me alcanza,
Bryce, la sonrisa feliz en su rostro. Lo rozo, ignorando sus gritos. No paro
hasta que estoy más allá de los edificios, una sombra entre los árboles.
Dentro de su asilo, me hundo en un tronco y lloro, las lágrimas hirviendo
desde mi interior, todo demasiado para manejarlo.

―¿Kenadee? ―escucho a Bryce antes de verlo aparecer entre los


álamos. Hago mi mayor esfuerzo para limpiar mis lágrimas, aunque es
inútil. Soy un desastre. No levanto la mirada cuando Bryce viene y se
sienta a mi lado en el tronco, a solo centímetros de distancia―. ¿Qué
pasa?

―Nada. Solo necesitaba un segundo ―miento, limpiándome la


nariz con la manga y evitando sus ojos, tratando de hacer sonar mi voz
más fuerte.

―Mmm, ya veo ―nos sentamos en silencio por un segundo


mientras inhalo―. Sabes, cuando aprendí por primera vez a usar mis
poderes, prendí fuego al cabello de mi instructor ―dice con

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naturalidad, torciendo su rostro en una sonrisa divertida.

―¡Oh, sí!

―Mhm. Terminó afeitándolo todo para ocultarlo. Cosas bastante


intensas.

―Lo puedo decir.

―Pero ya es suficiente de mí. ¿Qué está pasando? ¿Por qué estás


tan molesta?

―Nada... solo un entrenamiento estresante ―me vuelvo a recostar


con un aliento desigual, mirándome las manos.
―¿Estás segura de qué solo eso? La mayoría de las personas no
lloran por entrenamientos estresantes. Parece que tienes algo más en
juego.

Casi le digo. Si no tomo el lado de Harlow en esto, ella dará la


noticia primero. Y si eso sucede, Reed lo sabrá de inmediato.

―Lo siento, solo extraño un poco mi hogar.

Tantas mentiras.

Se ríe en voz baja.

―Vas a estar bien. En este momento, las cosas están tensas y todos
se levantan en armas, pero lo superaremos. Lo prometo. Las cosas
morirán en los próximos días y será como si nada hubiera pasado. Solo
un pequeño susto, nada que no podamos manejar. Y la magia vendrá
más fácil. Es difícil ahora mismo. Siempre lo es para principiantes.

No digo nada, no me siento consolada o inclinada a hablar en


este momento. No importa que haga, personas saldrán heridas. No sé
qué más decirle a Bryce cuando todo lo que puedo ofrecerle son
mentiras.

―Oye ―me da un codazo, sus ojos brillan con malicia―. ¿Quieres


ver algo?

Apenas asentí y dejo que mi mano se deslice sobre la suya.

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Llámalo imprudente o estúpido, pero todo lo que necesito es escapar.
Perderme en el bosque con Bryce, olvidar todo lo demás.

Me lleva por un sendero serpenteante, entrando y saliendo de los


árboles, su gran mano descansando sobre la mía más pequeña. Se
ajustan muy bien.

Nos detenemos en un claro, donde diminutas y delicadas flores


silvestres brotan desde suelo en colores brillantes. A nuestro alrededor,
los árboles forman un círculo gigantesco lo suficientemente separado
como para permitir que, entre el sol, que brilla intensamente en el suelo
del bosque lleno de escombros.
―¡Mira! ―susurra Bryce, extendiendo una mano para decirme que
esté quieta, y usando la otra para señalar a un cervatillo que nos mira
perezosamente desde unos pocos metros de distancia.

Me recuesto contra un árbol sombreado, viendo a Bryce intentar


acercarse, sintiendo la somnolencia que siempre trae el sol de la tarde.
Me recuerda mi infancia, jugando en el bosque con Eli. Corríamos
durante horas, solo dos niños sin preocupaciones sobre el futuro. Nos
íbamos con los estómagos llenos y los dedos manchados de bayas,
felices y jóvenes, nuestras mentes vivas y nuestras responsabilidades
inexistentes.

Bryce me rueda, con los ojos brillantes de emoción. Él está a solo


unos centímetros de distancia.

―¡Ven aquí! ―susurra suavemente.

Me arrastro lentamente para no asustar al ciervo. Agachándome


al lado de Bryce, miro cómo el ciervo nos mira con indiferencia y
vuelve a su pasto.

―¡Aquí, chica! ―dice en voz baja, chasqueando la lengua. Las


puntas de sus dedos rozan las mías mientras estira mi mano, girándola
hacia el cielo. Ella se interesa, con la nariz contrayéndose mientras
recorre mi palma en busca de comida. Me hace cosquillas, y cuando
río, huye, saltando hacia la seguridad de los árboles multicolores.

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Ninguno de nosotros se mueve. La voz de Bryce es baja, sin
embargo, tan fuerte entre la quietud y las hileras de árboles.

―Es un hábito realmente malo, pero la gente lo hace de todos


modos. Los ciervos son bastante mansos porque todos los mimamos
alimentándolos.

Pasa un momento mientras lo miro, su hombro contra el mío, su


mano todavía en la mía. Traga y su manzana de Adán vibra. Estoy
paralizada en el lugar, incapaz de apartar la mirada de su conjunto
de cálidos ojos veraniegos.

No puedo hacer esto. No debería hacer esto.


No estoy destinada a enamorarme de él. Tengo la intención de
matarlo.

Sus labios se separan como si estuviera a punto de decir algo,


pero decide no hacerlo. En cambio, se inclina hacia adelante, sus
manos rozando mis mejillas. Nuestro beso es eléctrico, maravilloso y
lento. Un escalofrío me recorre, aunque no hay brisa, ni frío en el aire.

La realidad golpea con la fuerza de una ola estrellándose. Lo


aparté, mis dedos volando a mis labios, trazando el lugar donde
habían estado los suyos.

Su rostro se tuerce avergonzado.

―Oh, Dios mío. Lo siento mucho. Yo…

―No puedo hacer esto ―susurro, y juro que nada duele más que
esas cuatro palabras.

Él asiente lentamente, comprendiendo.

―No debería haberlo hecho, soy un líder. Yo… yo, eh, me tengo
que ir ―antes de que pueda detenerlo, desaparece de nuevo en los
árboles.

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―Espera... ¡¿Te besó?! ―chilla Tess, golpeando su mano con
entusiasmo en la mesa de la biblioteca y recibiendo una mirada de
muerte de la bibliotecaria. Todas las cabezas en la sala se vuelven
para mirarnos, pero a Tess no le importa. Se retuerce en su silla como
un cachorro demasiado excitado.

La callo.

―Grita un poco más fuerte la próxima vez, ¿por qué no? No creo
que te hayan escuchado en Canadá.

―¡Dímelo todo! ―insiste.

Niego con la cabeza.

―Mira, estoy tratando de estudiar para una de las estúpidas


pruebas de Harlow, así que si no te importa...

―¡No te preocupes, no me estás molestando! ―apoya sus

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brillantes zapatos de color rosa sobre la mesa y se balancea en su
asiento―. ¡Aquí, incluso te ayudaré!

―¿Harías eso?

―¡Claro! He sobrevivido a algunas de las pruebas de Harlow en mi


época. ¿En qué estás atascada?

―Bueno... ―hojeo las páginas polvorientas del libro de texto hasta


que encuentro el comienzo del capítulo. Se supone que debo estudiar
los orígenes de la magia, pero tal vez pueda averiguar algo de Tess,
algo para darle a Reed―. ¿Qué sabes sobre los hechizos de
protección? ¿Como la barrera aquí en el campamento?
―Fácil ―chilla, sus mejillas cubiertas de pecas se levantan en una
sonrisa―. Nuestro equipo de seguridad del campamento la creó.
Cualquier persona normal caminando por el bosque solo ve árboles, y
si no son mágicos, literalmente caminan a través de ella sin entrar
realmente. La hicieron después de una violación de seguridad hace
unos meses. Algunos de los soldados de Reed habían intentado entrar
al campamento, por eso Harlow sospechaba tanto de ti.

―¿Intentaron entrar? ¿Qué pasó? ―sigo el juego.

Hace una mueca.

―En ese momento, la protección de la barrera no era lo que es


ahora. Entraron, nos pillaron desprevenidos y mataron gente.
Afortunadamente, Harlow los alcanzó antes de que hicieran
demasiado daño.

Junto mis cejas, pensando en el miedo de Reed.

―Si somos mágicos y tenemos todo este poder, ¿por qué nos
estamos escondiendo? ¿Por qué no matamos a Reed?

Tess suspira tristemente.

―Reed pretende que el país está en peligro por nosotros, pero en


verdad, él es una amenaza mucho mayor de lo que podríamos ser. Ha
estado reclutando soldados mágicos por un tiempo, entrenándolos en
hechizos mucho más oscuros que cualquier cosa que podamos lograr.

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―Pero, Harlow dijo que ese tipo de magia es rara... ―susurro,
pensando en mis propios poderes. Reed los llamó elite. Al escuchar
esto ahora, todo tiene sentido. Reed está reclutando solo a aquellos
con magia oscura. Si es tan poderoso como dice Harlow, Reed no
tardará en matar a la población mágica para siempre.

―Lo es, pero Reed los está rastreando. No hay muchos, pero lo
que les falta en números, lo compensan en poder. Sus poderes no son
como los nuestros, no hay muchos límites físicos en donde están
involucrados. Si quieren crear aleatoriamente algo de la nada,
pueden. Lo único que funciona en contra de ellos es que la mayoría
de los soldados de Reed son nuevos, lo que significa que tienen un
arsenal bastante limitado. Ese tipo de magia es más oscura, por lo que
los debilita. Los inexpertos tiran algo fácil si usan demasiado a la vez.
Sin embargo, sus poderes son más fuertes, sus hechizos básicos podrían
matarnos. Tomaría mucho para derrotar incluso a uno nuevo.

Escalofríos se alzan en mi espina dorsal. Reed dijo que me había


querido por mi poderosa magia, pero no mencionó esto. Todo este
tiempo, ha reclutado solo a aquellos que son como yo. El resto de la
población mágica termina muerta o en prisión, pero los que son como
yo... se convierten en soldados. Asesinos. Ese tipo de magia podría
gobernar el mundo.

―No quise asustarte ―dice Tess, estirándose y apretando mi


mano―. Creo que es bueno saber la verdad. Tenemos que hacer todo
lo posible para asegurarnos que eso no suceda.

―Sí. No, por supuesto. Estoy de acuerdo ―me encuentro con su


mirada de ojos saltones y fuerzo una sonrisa.

―¿Qué tal si vamos a buscar un café y luego te ayudo a estudiar


más? ―se pone de pie y acomoda su silla―. ¿Ah, y Kenadee? No
puedes perder todo este tema de Bryce para siempre. ¡Tengo la
sensación de que ustedes dos son una pareja hecha en el cielo!

―Claro ―resoplo―. ¿Considerando el hecho que me ha evitado


en los últimos días? Hemos tenido un gran comienzo.

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Me da una sonrisa de complicidad.

―Se paciente. ¡Las cosas buenas están por venir, amiga mía!

No respondo mientras se aleja en la distancia, tarareando para sí


misma y casi chocando con un transeúnte. Por primera vez desde que
llegué, la gravedad de la situación golpea con más fuerza: voy a
traicionarla. Voy a traicionarlos a todos.

***
Deje la biblioteca tarde, en parte porque Tess no sabe cómo dejar
de hablar, lo que probablemente se debe al hecho de que roció unos
diez paquetes de azúcar en su café, y porque Harlow hace las pruebas
aún más difíciles que sus sesiones de entrenamiento. Tess bosteza,
estirándose como un gato.

―Eso fue agotador. Sin ánimo de ofender, ¡pero nunca te ayudaré


con una prueba otra vez!

―Aww maldición ―pretendo estar decepcionada, cuando en


realidad, Tess hizo cualquier cosa menos ayudarme. Después de tomar
café, se pintó las uñas, se quejó de que yo tardaba demasiado y luego
fue a tomar más café. Me pregunto cómo duerme por la noche.

Ella me sigue a la oficina de Harlow, sin tomar un solo respiro entre


sus oraciones. Son las diez en punto y la oficina está en silencio. Harlow
no está aquí, y tampoco Julie, la secretaria grosera. Solo una franja
dorada de luz brilla debajo de la puerta de la oficina de Bryce. Incluso
con ella cerrada, puedo escucharlo cantar suavemente para sí
mismo. Sonrío ante la idea, pero vuelvo a la realidad cuando Tess
dice―: Kenadee, ¡es tu oportunidad!

―¿Qué? No. Démonos prisa y salgamos de aquí ―digo


rápidamente. Nos hemos estado evitando el uno al otro por días. Ni
siquiera sé qué decirle a Bryce, y mucho menos cómo volver a donde
estábamos antes. Lo extraño, pero no sé si alguna vez podré hablar
con él sin preguntarme qué pudo haber sido. Hay tantas posibilidades,

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y en un mundo lleno de Reed, no puedo determinar cuáles podrían
ser.

―¡Kenadee! ―intenta susurrar Tess, pero susurrar para Tess es


prácticamente un grito suave―. ¡Tienes que hablar con él!

―¡Shh! ―siseo, presionando el papel contra la puerta de Harlow.


La madera cruje y gime bajo mi magia, tragándolo hasta que el papel
se ha ido por completo, ahora en algún lugar en las profundidades de
la oficina de Harlow.

Estoy buscando a Tess y tratando de empujarla hacia la salida


cuando hay un suave estallido, y otra puerta se abre. La cabeza de
Bryce aparece, entrecerrando los ojos al principio mientras intenta
descifrar qué hay detrás del ruido, y luego ensanchándolos cuando se
da cuenta de quién es. Ambos nos congelamos, paralizados mientras
Tess intenta, y falla, en contener su emoción. Ella mira hacia adelante
y hacia atrás con una sonrisa engreída, luego finge bostezar.

―Bueno, he tenido suficiente emoción por esta noche. ¡Adiós


ustedes dos!

―¡Tess! ―siseo, extendiendo la mano hacia ella, pero su brazo


delgado se libera. Salió por la puerta en un abrir y cerrar de ojos,
dejándome maldiciéndola silenciosamente. Me volví lentamente
hacia Bryce, preguntándome qué diablos podría decir para arreglar
las cosas entre nosotros.

Mi corazón revolotea como un pájaro en mi pecho cuando


digo―: Mira, Bryce...

―No ―dice, interrumpiéndome―, sé lo que vas a decir. No debería


haberte besado. Soy un líder aquí, yo… yo simplemente no debería
haberlo hecho.

―Oh... ―susurro, sintiendo el aguijón de sus palabras. Tiene razón,


no podría haber funcionado. No debería haber sucedido. No estoy
aquí para enamorarme. Y todavía…

La palabra mágica: todavía.

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Cuando él no dice nada, envuelvo mis brazos sobre mi pecho, de
repente desesperada por esa pequeña y vana comodidad.

―¿Sabes qué? ¡Estoy enojada de que me hayas besado! No


porque no me gustara, sino porque ahora ¿qué vamos a hacer?
¿Hmm? ¿Ignorarnos el uno al otro? ¿Fingir que las cosas nunca
pasaron?

Sus cejas se unen y toma esto por un largo momento.

―¿No es eso lo que quieres?


―¿Lo qué quiero? ―me burlo. Es una pregunta válida porque ya
no lo sé. Todo lo que sé es que no debería. No puedo―. ¡Lo que quiero
es recuperar a mi amigo! Lo que quiero es... es...

―¿Ves? ¡Ni siquiera lo sabes! ―lanza sus manos en el aire―. ¿Qué


soy para ti, Kenadee? ¿Esta persona con la que puedes revolcarte?

Me acerco unos pasos peligrosos, bajando la voz de una forma


que Harlow estaría orgullosa.

―¿Realmente estás sugiriendo lo que creo que estás sugiriendo?

Me da una mirada.

―No lo sé. Nunca lo pensé, pero me he equivocado con la gente


antes.

Dejé escapar un fuerte suspiro, la ira se elevó como llamas dentro


de mí, y luego me golpeó. Él tiene razón, y ni siquiera lo sabe. Estoy
jugando con él, estoy jugando con todos aquí. Mis hombros se hunden
cuando me encuentro con su mirada verde. Ya no me siento enojada.
Me siento horrible.

―Entonces lo haré fácil para nosotros ―sus ojos se suavizan


cuando comienzo a girar. El espacio frente a él donde había estado
parada segundos atrás está desierto y vacío. Si este fuera otro mundo,
otra situación, podría tener a Bryce Coughlin como mío. Podría ser libre
para besarlo, para amarlo―. Adiós, Bryce.

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Las lágrimas borran mi visión mientras camino hacia la puerta y él
me deja. Dejo que la puerta caiga detrás de mí, toda la tristeza y la
rabia nadan hacia arriba. Un gemido amortiguado se escapa de mis
labios mientras me llevo la mano a la boca, llorando lo que podría
haber sido.

Oigo la puerta detrás de mí, pero me niego a mirar hacia atrás.


Una mano alcanza mi hombro, cepillándolo con los toques más
ligeros.

―¿Ken?
Trago, odio estar llorando, sentirme así; odio a Reed por obligarme
a hacer esto.

―Vete.

―No ―una palabra, una sílaba, y hace toda la diferencia en el


mundo.

Me vuelvo hacia él, no estoy segura de cómo reaccionar ante


eso. Todo lo que puedo reunir es―: ¿Qué?

―Dame este momento ―suplica su voz, y pierdo cada onza de


lucha dentro de mí―. Danos este momento antes de que te vayas.
Seremos los únicos, quienes determinaremos si esto fue en vano o no.
Déjanos decidir, Ken. Nadie más.

Lo beso, con todo el significado del mundo. Él es todo, todo en


uno: el cielo del mañana bañado en un millón de colores diferentes,
las páginas en blanco de una historia no escrita, el mar quieto después
de una tormenta furiosa. Sus manos en mi cabello, el fuego en mi
sangre. Él es algo intocable, un tesoro no destinado para mí.

Él no es mío para quedarse. Él es mío para matar.

Y todavía…

La palabra se hunde en mis huesos, dejándome sin aliento.

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Todavía. Todavía. Todavía…
—¿Te das cuenta de que mirar un grimorio cerrado no te ayudará
a memorizarlo? Confía en mí, en mis días de aprendizaje de magia, lo
intenté —Bryce saca una silla, haciéndola sonar contra el concreto y
se sienta, deslizando mi café hacia mí.

—Oh, solo dame mi café, ¿verdad? —pretendo fulminarlo con la


mirada, empujando el grimorio fuera del camino.

—Sheesh, alguien no es una persona madrugadora. Simplemente


estaba señalando que mi yo más joven, más desmotivado y lleno de
angustia, habría encontrado la forma de dejar de estudiar magia. No
era un ambicioso —bromea Bryce, mirando la hora—. ¿Cuándo tienes
que volver a entrenar?

—Seis, en punto. Más tarde Harlow encontrará una nueva forma


de torturarme. Es como ver un juego de cómo Kenadee se humillará a
sí misma después.

Él frunce el ceño, vaciando un paquete de azúcar en su café,

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luego presionando la tapa hacia abajo.

—Pensé que las prácticas iban mejor.

—Están llegando allí... —tomo un sorbo, haciendo una mueca


cuando la bebida caliente me quema la lengua y pienso en la última
sesión de entrenamiento que tuve con Harlow. Claro, mi magia está
muy bien. Después de un montón de práctica con los grimorios y
encontrar lo que funciona, he logrado levantar el sombrero y mucho
más. Harlow me ha desafiado con muchos hechizos nuevos,
haciéndolos cada vez más difíciles. Puedo sentirme más fuerte cada
día, pero ese no es el problema.
El verdadero problema radica en lo que sabe Harlow. Se espera
que haga una elección, elegir un lado. Quiero confiar en ella. Quiero
contarle todo. Quiero estar con ella y con Bryce al derrotar a Reed,
pero él tiene una cosa que me detiene: mi familia.

No puedo dejarlos morir por mi culpa.

Reed aún no ha mencionado nada, pero también me preocupa


este otro espía. Quien está en el campamento conmigo sabe quién
soy. Han estado en mi casa, han atacado abiertamente dentro de las
paredes del campamento. No puedo asociarme con Harlow, hacer
planes para arruinar a Reed, sin la posibilidad de que se enteren.

Luego está el otro problema. El mayor problema: Bryce Coughlin.


No puedo dejar que siga, pero tampoco puedo soportar la idea de
detenerlo. Claro, comenzó conmigo tratando de obtener información,
pero rápidamente se convirtió en otra cosa. Bryce es la única cosa
que parece que no puedo dejar ir, sin importar cuánto lo intente.

Él mira la hora una vez más y luego empuja su silla.

—Maldita sea, es tarde. Tengo que irme. Tengo una reunión previa
al encuentro con el equipo de seguridad —agarra el café con una
mano y se inclina para besarme la frente. Mi corazón se salta un latido
mientras se aleja—. ¿Qué tal si te preparo la cena esta noche?

—No puedo. Soy niñera de Nadine y Jay. Ya sabes, porque irán a

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la reunión posterior a la reunión —me levanto también, buscando mi
mochila. Ya casi es tiempo del entrenamiento y no quiero llegar tarde.

Finge hacer pucheros, acercándome más.

—Bueno, no debería ser demasiado tarde. Podrías venir después.

—Tengo otra prueba mañana —miento—. Tengo que estudiar.

No quiero decir que tengo que estar en casa para atender la


llamada telefónica de Reed.

—Bien —bufó—. ¿Entonces mañana?

—Mañana por la noche —afirmo—. Es una cita.


Él me besa una vez más antes de alejarse, mordiendo su labio
inferior para ocultar la sonrisa. Le devuelvo la sonrisa hasta que se da
vuelta y la culpa se apodera de mí.

***

Hoy, voy a mentirle a la cara a Harlow Creston.

Lo repito una y otra vez en mi mente cuando entro en la sala de


entrenamiento, pero todavía no puedo creerlo. ¡Es más estúpido que
estropearlo con Reed! Harlow, quien podría matarme en un instante y
probablemente lo haría felizmente.

¿Realmente voy a hacer esto? ¿Soy realmente tan estúpida?

La puerta de la sala de entrenamiento está abierta cuando llego


y puedo ver la espalda de Harlow mientras hojea un libro. Levanta la
vista cuando entro, con el café en la mano, y cierra el libro con la
característica presunción, que aún tengo que ver, de Harlow.

—Finalmente, estás aquí. Me alegro de no interrumpir tu pequeña


cita de café, pero te dije que llegaras a tiempo o que no vinieras,
¿recuerdas? Como te gusta perder el tiempo, ¿qué tal si pierdo el
tuyo? Estoy agregando veinte flexiones más, dos rondas por cada diez

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minutos que te perdiste. Vamos.

Esperando un castigo más grande que las flexiones adicionales,


no discuto. Termino el set y me pongo de rodillas, un montón de sudor
y dificultad para respirar, sin que ella se dé cuenta.

Tomando un trago grande de mi botella de agua, veo su magia


emitir brillantes chispas plateadas mientras dos sillas de color rojo
brillante vuelan desde el techo y aterrizan limpiamente en el suelo. Ella
desempolva la suciedad imaginaria, complacida, y gira para
enfrentarme.
—Bien, estamos haciendo algunas cosas mentales hoy. Es un
poco más difícil de lo que estás acostumbrada, pero creo que estás
lista.

—Genial —digo, tratando de parecer optimista, aunque mi


estómago se siente como una roca. Lanzo la botella de agua a la
parte superior de mi bolso y tomo asiento frente a ella. Nos
enfrentamos, tan cerca que nuestras rodillas casi se tocan. Sonrío,
canalizando mi interior. Tengo un espectáculo para realizar.

—Primero, y lo más importante, necesito que quites esa sonrisa


estúpida de tu rostro —dice Harlow, poniendo los ojos en blanco.
Fruncí el ceño, pero obedecí, sentándome pulcramente e imitando su
expresión solemne—. Hoy vamos a explorar la mente.

—¿Qué significa eso? —le pregunté, arrugando la frente. Mi


cabeza gira ansiosamente. Si lee mis pensamientos, entonces puede
saber exactamente lo que he estado haciendo con Reed.

—Significa que vas a entrar en mis pensamientos. Este es un


hechizo realmente bueno para usar si necesitas controlar la mente.
Solo debe usarse en una emergencia, pero es muy útil. Puedes usarlo
en cualquier persona para manipular sus pensamientos, ver sus
recuerdos y más. Además, ni siquiera se darán cuenta de que estuviste
allí. Puedes borrar cualquier rastro de eso.

—¿Esto es legal?

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Ella me mira con ironía.

—Si lo usas en el campamento, obviamente no. Pero el ejército


de Reed está creciendo. Conocen hechizos que te darían pesadillas
por el resto de tu vida. Si tenemos que luchar, tenemos que luchar
sucio.

—¿Por qué me estás enseñando esto? —niego—. ¿Pensé que no


confiabas en mí?

Su mirada lobuna me evalúa.


—Porque confío en que harás lo correcto. Si no, te mataré yo
misma. Estás atrapada, te guste o no. El hecho de que estés aquí me
dice que tampoco quieres que Reed gane. Ahora, ¿hemos terminado
de jugar veinte preguntas? ¿Podemos comenzar?

El pánico me suda las palmas y asiento, tratando de


concentrarme.

—Bien. Quiero que entres a la mía primero. De esa forma puedes


practicar. No te preocupes, hice un hechizo de protección para que
no puedas estropear mi cerebro —dice, captando mi expresión de
preocupación—. Todo lo que necesitas hacer es concentrarte, pensar
en mí. Sé yo para entrar en mi mente y ver mis recuerdos. No te
enseñaré la parte de control por razones obvias. ¿Suficientemente
fácil?

—¿Qué digo? —pregunto, mordiéndome el labio.

—Nada. Este es un hechizo silencioso. Uno físico. Ni siquiera los


grimorios tienen sustitutos que puedas usar. Tienes que quererlo, tienes
que ir por eso. Eso es todo.

Asiento, asimilando sus palabras con un trago gigante.

Cierro los ojos, me quiero enfocar. Tomando una respiración


profunda, pienso en Harlow. Tengo que entrar en su cabeza. Tengo
que ser ella.

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Entra en su mente. Eso es todo lo que tienes que hacer.

Albergando la energía dentro de mí, aprieto más los ojos y me


lanzo mentalmente hacia adelante.

Es como un túnel, una especie de visión nubosa. ¿Es esto lo que


es estar en la cabeza de alguien? Estoy acelerando, soy un mero
espectador viendo esta nueva cosa extraña. Puedo ver el mundo
girando, pero es como si fuera demasiado rápido. Recuerdos. Tienes
que tener sus recuerdos. Algo comienza a aparecer ante mí, una
escena, pero está borroso. No puedo ver nada Es muy…
Sin una advertencia, todo se vuelve negro. Siento que me vuelven
a golpear contra la silla, mi cabeza golpea. Miro a Harlow, que solo se
ríe, reclinándose en su silla casualmente, como si fuera la cosa más
fácil del mundo arrojarme de su cabeza.

—¡Ay! ¡Eso duele! —digo, frotándome la cabeza.

—Lo que sea —se burla—. Hazlo de nuevo. Lo hiciste bien para ser
la primera vez, pero tienes que hacerlo en serio —se inclina aún más
hacia atrás, levantando una ceja, burlándose de mí.

De acuerdo, concéntrate. Puedes hacerlo. Métete en su cerebro,


eso es todo lo que tienes que hacer.

Siento que rompo a través de sus barreras una vez más, flotando
en la inmensidad de la etapa intermedia. Estoy a la mitad del hechizo,
solo tengo que llegar a sus recuerdos. Siento que mi cuerpo se pone
tenso, centrado en el resultado.

Ve a sus recuerdos.

Siento algo, algún tipo de poder cuando se precipita hacia


adelante, agarrándose a algo. Debe ser Harlow. Tiene que ser. Un
destello de algo destella demasiado rápido para ver. No me puedo
agarrar... Con un ataque y una gran cantidad de fuerza, me envían
de vuelta.

—¡Ay! —maldigo, mirando a Harlow, quien se ríe desde su asiento.

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—No es tan fácil, ¿verdad? No puedes dejar que la gente te
saque de esa manera. Tienes que esforzarte más para entrar o no vas
a llegar a ningún lado. Inténtalo de nuevo, y esta vez, hazlo en serio.
Quieres entrar en mi cabeza, ¿verdad? Intenta más, piensa más. Sé
mejor que yo.

Suspiro, tomando una respiración profunda y dejándola salir


lentamente.

No dejes que la frustración te afecte. Tú tienes esto. Tú estabas


adentro. Hazlo mejor. Harlow. Sé Harlow.
Imágenes de su flujo a través de mi cerebro, el halo de cabello
rubio y ojos azules, las cicatrices apenas visibles en sus mejillas, el
acento desteñido de Nueva York, a veces aparece en sus vocales...

Con un gran esfuerzo final, empujo mis poderes hacia adelante,


pensando en entrar en la mente de Harlow. Haz esto, hazlo. ¡Sé que
puedes! Con un estallido, una repentina luz blanca, me encuentro
perdida en su mente.

El blanco se ha ido. En cambio, una escena está frente a mí. Estoy


en sus recuerdos, finalmente.

De repente, mi, no, su mundo comienza a desacelerarse,


desvaneciéndose y luego apareciendo.

Soy Harlow, pero una versión mucho más joven, notablemente


malhumorada. Ella no puede tener más de cuatro o cinco. La casa
que nos rodea está abarrotada y atestada de luz tenue. Junto a
nosotras hay un bebé, apenas lo suficientemente mayor para
caminar, con un crayón rojo brillante en las manos. ¿Harlow tiene
hermanos?

Observo a la joven Harlow mientras tararea alegremente, con los


pies extendidos frente a ella y sin una sola preocupación en el mundo.

Dentro de su mente, puedo sentir el mundo real de Harlow


tensarse, nerviosa cuando alguien en su memoria aparece a la vuelta

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de la esquina.

—¡Harlow, basta ya! ¡No soporto ese sonido! —una mujer se para
en la cocina, con un cigarrillo entre sus dedos, que están apretados
alrededor de una botella de cerveza. Incluso desde muy lejos, puedo
ver cuánto se parece a Harlow. Ella tiene el mismo cabello de color
pálido, el mismo pequeño marco.

—¡Mami, mira! ¡Es para ti! —mini Harlow se levanta, corriendo


hacia su madre, con el dibujo a cuestas.

Su madre no se da vuelta, poniendo los ojos en blanco cuando


Harlow tira de su pierna en busca de atención.
—¡Fuera de mi vista, Harlie! —grita la mujer, su ira hirviendo—. Dios,
estoy harta de tropezar con niños estúpidos. Siempre necesitan esto y
aquello. ¿No pueden dejarme en paz por un maldito segundo?

La puerta se abre, sorprendiéndolas a los dos.

—¡Papá! —grita mini Harlow, corriendo hacia él. Él no se parece


en nada a ella excepto por los ojos pálidos. Puedo sentir la piel de
gallina formarse sobre mi piel cuando él le da una mirada fría una vez
más, luego pasa más allá de ella bruscamente.

La madre de Harlow apaga su cigarrillo y pone la cerveza en el


mostrador como si tratara de esconderla, con la espalda rígida por el
miedo. Él es alto, se alza sobre ella mientras se inclina hacia adelante,
agarrándola.

—¿Es esa una de las mías? —gruñe el hombre. Es apenas


distinguible de donde se sienta Harlow.

De repente, temo por esta mujer. Todavía puedo sentir la vida real
de Harlow frente a mí, su tristeza, miedo y rabia nublando sus
recuerdos.

—¿Eres estúpida? ¿Qué acabo de preguntarte? —el hombre


demanda, su voz amenazante, lista para explotar.

Sus sílabas son más descuidadas que el débil acento neoyorquino


de Harlow.

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—Lo siento, cariño —ella le da una sonrisa temblorosa—. Tuve un
día estresante, eso es todo. Estos malditos niños me dan ganas de
arrancarme el pelo. Mi…mira, ¡estoy haciendo bistec solo para ti! He
vendido lotes hoy y pensé que te compensaría por haberte enojado
ayer.

Gruñe, claramente satisfecho con la promesa de bistec.

—Simplemente no bebas más de mis cosas, ¿entendido? Lo que


es mío es mío. Ya sabes cómo me siento al respecto Sharin.
La imagen a mi alrededor se difumina lentamente,
desapareciendo de ese recuerdo en la sala de estar. Reaparece,
transformándose ante mis ojos. Ahora estoy en los recuerdos de una
más vieja Harlow, probablemente de doce o trece años.

Sus amigos hablan en voz alta mientras sus zapatos chocan contra
la acera. No creo que ella esté escuchando, sin embargo. Puedo sentir
el miedo dentro. Ella no quiere irse a casa.

Se despide con un gesto de despedida cuando se encuentran


con un ladrillo de piedra rojiza, deteniéndose con los dedos en la
puerta antes de entrar.

—¡Harlie! —la voz estridente suena en toda la casa. Su madre está


en la cocina otra vez, esta vez meciendo a un nuevo bebé en su
cadera. Llora ruidosamente.

—Oye, mamá... —la voz de Harlow es mucho más fuerte, más


joven.

—Sé de gran utilidad, ¿quieres y quita esto de mí? Estoy harta de


esto. —su madre se adelanta, empujando al bebé hacia Harlow, quien
lo toma y comienza a rebotarlo sobre su cadera.

—Tiene hambre. ¿La alimentaste hoy? —pregunta Harlow, un


poco de irritación familiar se arrastra en su voz. Su madre ya está a la
vuelta de la esquina, sin escuchar—. ¿Mamá?

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Ella sigue la pista de su madre, el bebé ahora tranquilo sobre su
cadera, ya que se adhiere a su camisa. Está acostumbrada a Harlow.
Está claro que ella es más madre que su madre real.

Dobla la esquina hacia su madre en la cama, que está llena de


ropa sucia y botellas de cerveza.

—¿Qué quieres ahora? —chilla su madre, tratando de esconder


un paquete de algo a sus espaldas—. ¡Ve y alimenta a los niños!

Harlow obedece. Puedo sentir la decepción que ella tiene, sus


sentimientos cuando la veo pasar. La vergüenza, el miedo... la tristeza.
Ella agarra una sartén en el fregadero, zumbando con moscas. Una
vez limpio, toma un poco de pan, coloca un poco de mantequilla y
queso y prepara dos sándwiches de queso a la parrilla.

—¡Harlow! —un niño viene corriendo, solo unos pocos años más
joven que ella. El bebé del primer recuerdo. Él agarra su cintura, y ella
lo abraza con la misma fuerza.

—Oye, amigo —dice en voz baja. Es extraño escucharla de esta


manera. Suave no es la palabra que usaría para describir a Harlow,
pero aquí, es como si fuera una persona diferente—. Wow, ¿qué pasó?
—la cara de su hermano está ensangrentada y magullada. Ella lo
examina, preocupada.

—Um, algunos niños en la escuela —el niño murmura


tímidamente—. No es nada.

—¡Sí lo es! ¿Se lo mostraste a mamá?

Asiente.

—Me dijo que estaba demasiado ocupada para mirar.

Ella examina la herida en su frente, el más preocupante de sus


cortes. Es lo suficientemente profundo como para ser peligroso si no se
atiende. Necesita puntadas.

Ella suspira, mirando a su alrededor nerviosamente.

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—Está bien, no le digas a nadie sobre esto. ¿Entendido? O estaré
en un gran problema —se arrodilla, al nivel de su frente—. Sano —dice
en voz baja. Ella tiene confianza. Ha hecho esto antes.

Su frente inmediatamente comienza a remendarse, curando la


curva en la nariz y el labio gordo. El hematoma alrededor de su ojo se
desvanece, todo nuevo. La magia hace que todo sea mejor. Como si
nada hubiera pasado. Él le sonríe, claramente emocionado.

—¡¿Qué diablos fue eso?! —Harlow no había visto a su padre


doblar la esquina. Ella ni siquiera sabía que estaba en casa. Ahora, él
la mira con sus ojos inyectados en sangre, con las aletas de la nariz
ardiendo.
Ella se encoge de forma natural cuando se acerca,
preparándose para recibir el golpe.

—¡Eres uno de ellos! —grita, agarrando su brazo y enviándola


volando hacia atrás contra la pared. El bebé, todavía en la cadera
de Harlow, comienza a llorar por la caída. Harlow lo agarra
instintivamente, abrazándolo mientras llora, protegiéndolo de la ira de
su padre.

—¡Llama a la policía! —le grita su padre a nadie en particular—.


¡Y aparta a los malditos niños de ella!

Mi mundo se desvanece una vez más cuando el recuerdo se


aleja, parpadeando en uno nuevo. Las piernas de Harlow están
atadas hacia abajo; ella está acostada en una mesa. Instintivamente
trata de luchar, pero apenas puede moverse. Está atrapada.

—No luche, señorita Creston. Solo lo empeorará —una voz se filtra


en la habitación desde un intercomunicador colocado encima de
ella. Varias cámaras se colocan alrededor de la habitación, teniendo
en cada movimiento, todo lo que hace Harlow.

—¡Por favor, no haga esto! —se lamenta, aprieta los puños


mientras lucha inútilmente contra las ataduras. Esta no es la Harlow
genial que conozco. Este es alguien completamente diferente,
asustada, sola.

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Ella es ignorada por el intercomunicador, en cambio, la puerta se
abre de golpe cuando un equipo de guardaespaldas entra
pululando, rodeando al presidente mismo. Aunque es una versión más
joven, Reed se ve casi exactamente igual.

Incluso en forma de memoria, la visión de Reed envía escalofríos


por mi espina dorsal.

—Hola, señorita Creston, estoy seguro de que sabe quién soy. El


presidente Malen no pudo estar aquí hoy, así que pensé que le daría
la bienvenida personalmente al Centro de Control Mágico.

—¿Qué va a hacer conmigo? —llora, el miedo gotea de su voz. El


presidente solo se ríe.
—Por qué, querida, no te preocupes. No estamos por matarte, si
eso es lo que te estabas preguntando. Eres muy útil para nuestra
causa, señorita Creston. Puedo prometerle que si se une a nosotros,
será honrada como un héroe. Seremos poderosos, tendremos el
mundo a nuestro alcance. Podemos gobernar, pero necesitamos tu
ayuda. Necesitamos tu magia —dice simplemente.

—¡Púdrete! No quiero participar en esto —la Harlow que conozco


se eleva en ella. Le escupe, haciéndolo retroceder. Su feliz fachada se
desvanece inmediatamente, su ceño fruncido se hace más profundo
mientras la mira a los ojos.

—Ah, eres una joven enérgica, ¿verdad? De lo que no se da


cuenta es de que a partir de su arresto, eres nuestra. No tienes
elección en el asunto. Podemos hacerlo más fácil o podemos hacerlo
difícil. ¿Cuál preferirías, jovencita? —a pesar de sus palabras enojadas,
el presidente se ve conmocionado. Es como si estuviera asustado de
ella, indefenso en su presencia. Él debería. Si no estuviera
encadenada, podría destruirlo fácilmente.

—Dije…

Reed la interrumpe, sabiendo claramente qué obscenidades está


a punto de decirle.

—Caballeros, vamos a encerrarla por un tiempo. Sin comida, sin


agua. Cualquier golpiza que sea necesaria. Tal vez lo piense dos veces

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acerca de las cosas que va a decir.

Los hombres detrás de Reed asienten obedientemente,


sosteniendo su cabeza hacia abajo mientras uno de ellos inyecta
medicina en una jeringa larga, su aguja se refleja en las luces de arriba.

Harlow grita, pero son demasiado fuertes. Ella no puede ganar


esto y lo sabe.

Los recuerdos traicionan su pánico cuando la aguja fría se


encuentra con su piel y, lentamente, su mundo se vuelve negro.

Soy arrancada de la cabeza de Harlow, jadeando mientras las


manos desvaídas de la magia me devuelven a la silla. Lentamente, el
mundo real regresa. Nos sentamos en la sala de entrenamiento, sillas
en los mismos lugares exactos. Harlow me mira, jadeando. Hay algo
diferente en su rostro, esa misma mirada atormentada en sus ojos que
vi durante la hoguera. Se va en un instante cuando la burla habitual
toma su lugar.

—Y pensar que solía ser un pequeño gatito tierno como tú.

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—Ese era el presidente Reed —tartamudeo estúpidamente,
escaneando la cara de Harlow en busca de una explicación.

Ella pone los ojos en blanco, recostada en su silla.

—Wow, nada se te escapa.

Sus recuerdos corren por mi mente. Malen y Reed la tenían y


querían usarla para algo. ¿Pero qué?

—Harlow, ¿de qué estaba hablando cuando dijo que necesitaba


tu ayuda?

—Reed y Malen tenían planes especiales para mí porque, ¿qué


puedo decir? Solo soy una chica con suerte —todavía puedo ver la
desesperación en sus ojos, como una persona cuyos recuerdos la
agobian día y noche. Sus manos tiemblan, a pesar de que trata de
ocultarlas. Está asustada—. Hay diferentes tipos de magia, supongo
que podrías decirlo. Algunos son más poderosos que otros, y algunos

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son... más puros. ¿Recuerdas lo que te conté sobre la magia oscura?

Asiento y continúa.

—Soy una de esas brujas. Así como tú… ¿no es así? Creo que Reed
ha dejado que te escapes, ¿no?

Déjala pensar que estás de su lado.

—Sí, lo hizo... —lo admito.

—Me lo imaginé. Prácticamente cualquier bruja que recluta lo


tiene. Y es la opción obvia: nuestra magia es más oscura que el resto.
Más poderosa y mortal. También está influenciado por las intenciones:
cuanto más hacemos magia oscura, más afecta a nuestra alma.
Malen tenía el mismo tipo de poderes: dejó que lo volviera malvado.

—¿Podría eliminar nuestra humanidad? Eso... en realidad explica


mucho en el caso de Malen.

Asiente.

—Él lo descubrió todo también. Consigue golpear el punto del


alma, si lo harás. Sabía que si podía encontrar suficientes personas
como nosotros, tendría un ejército entero, fácilmente influenciado a su
disposición. En toda realidad, Reed simplemente sigue sus pasos.

La piel de gallina cubre mis brazos.

—Pero seguramente él no podría hacer eso. La gente no lo


escucha...

Ella levanta una ceja.

—Ah, ¿sí? Explica la guerra entonces. Explica cómo consiguió


tantos de su lado. Es más fácil de lo que piensas. La gente es tonta. No
sería difícil para él influir en el lado más oscuro de nuestros poderes. Ya
sabes cómo funcionan. Tortura, amenazas, chantaje: juegan sucio
para salirse con la suya. Eso es lo que Reed hizo contigo, ¿verdad?

—Harlow... —susurro, pensando en las últimas semanas. Toda la


magia, las mentiras, la traición. Ella tiene que creer que estoy de su

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lado—. Reed... me dijo que me eligió por mis poderes.

Para mi sorpresa, Harlow solo sonríe.

—Por supuesto, lo hizo. Tus poderes son extraordinarios. Puedo ver


por qué te deseaba.

Harlow frunce el ceño, frotando el tatuaje en el dorso de su mano


distraídamente. Después de un momento, se pone de pie, un
pensamiento brillante en sus ojos.

—¿Qué estás haciendo? —la sigo, mirando con confusión


mientras deja escapar un suspiro, pasándose una mano por el pelo
mientras hace una pausa, con la mirada distante.
—Por supuesto —susurra, pero no estoy segura de sí es para mí o
para ella—. Todo tiene sentido.

—¿Qué tiene sentido?

Se vuelve hacia mí, emoción en sus ojos. Es una nueva apariencia


para ella.

—Pensé que lo hiciste a propósito esa noche, pero no lo hiciste,


¿verdad?

—¿Qué? —me burlo—. No sé de lo que estás hablando. ¿Estropee


tu cerebro después de todo?

Ella tuerce sus manos en un hechizo similar al que hizo en la oficina


de Reed, donde me mostraron de primera mano la tortura que estaba
pasando mi hermano. Ella no me mira mientras explica.

—Te he estado siguiendo desde que viniste aquí. Esa noche fuiste
tú quien prendió esos fuegos artificiales.

—Está bien, creo que tienes que acostarte.

Harlow niega.

—Tenías la guardia baja. Reed intervino con uno de los suyos y


tomó el control de ti. Ni siquiera sabías que estaba sucediendo.

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—Eso no es posible. Estuve con Tess y Delia toda la noche.
Excepto... —pausa, la comprensión se acerca a mí. Estuve con ellas la
mayor parte de la noche, pero se fueron para ver los fuegos
artificiales—. No... ¡no hay manera! Recuerdo que estaba allí
sentada...

Esa noche cobra vida en la pequeña sala de entrenamiento,


todos sentados tal como habían estado alrededor de la hoguera. Los
fuegos artificiales comienzan a aparecer en la distancia. Tess y Delia
se paran y se van y yo me quedo, garabateando en mi cuaderno.
Señalo hacia la escena.

—¿Ves? ¡Estaba allí mismo!


—¡Mira! —señala, justo cuando me paro, casi robóticamente, y
guardo el cuaderno en el que había estado escribiendo. Las llamas
anaranjadas bailan hacia el cielo, y yo no soy más que una sombra
silueteada. Mis manos bailan con los ingredientes de un hechizo, una
corriente de chispas de bronce vuela desde mis dedos. En la distancia,
los fuegos artificiales comienzan a moldearse. Los escalofríos me
hormiguean en la columna vertebral, ya que momentos más tarde
empiezan los gritos.

Harlow agita el hechizo y se gira hacia mí, mirando con su manera


de lobo.

—Lo extraño es... en ese momento eras nueva, inexperta y sin


entrenamiento. No hay forma de que seas capaz a menos que alguien
se aproveche de esos poderes. Te estaban controlando, Kenadee.

—Pero, pero ¿cómo no recuerdo nada de eso? —mi mano se


aferra a la pared, desesperada por algo a lo que aferrarse mientras
gira mi cabeza.

—Los hechizos de lavado de cerebro son más fáciles de lo que


piensas. Probablemente te limpió la memoria o lo haya convertido en
lo que quería que vieras. No sé por qué no puse dos y dos juntos.
Estaba tratando de descubrir cómo lo hiciste, pero no fuiste tú en
absoluto...

Escalofríos recorren mi espina dorsal, mi corazón late demasiado

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rápido para mi pecho. Parece que no puedo recuperar el aliento. Les
hice esto. Es mi culpa. ¿Qué más podría haber hecho Reed conmigo
sin mi conocimiento?

—Mira —Harlow se inclina hacia adelante, una inusual amabilidad


en sus profundos ojos azules—. Descubriremos cómo lo hizo, pero
debes saber que no fue cosa tuya.

—Harlow... —mi mente se acelera, no sé lo que estoy haciendo.


De repente, ya no estoy fingiendo. Respiro entrecortadamente y
digo—. Él tiene a mi hermano y mi madre. Harlow, los matará.

—Créeme, sé cómo trabaja Reed. Debes animarte, porque tú y


yo… somos nosotras quienes tenemos la magia para detenerlo. Ahora,
ambas sabemos en el fondo que no va a darte a tu familia. Él te
arrojará lejos, también, justo después de que hayas terminado con
nosotros. Pero aquí, en este campamento, personas inocentes están
en peligro. ¿Realmente vas a matar a todos por un hombre que ambas
sabemos que es un monstruo? —su voz es baja, pero me da escalofríos
en los brazos.

—Pero ¿cómo? Él tiene ojos alrededor del campamento. Me lo


dijo. Y si tiene gente trabajando para que él pueda, que puedan
hacer eso... —me estremezco al pensar que me poseen. Estaban
dentro de mí y ni siquiera sabía...

—Fácil. Seguimos practicando tu magia, construyéndola. Te estás


volviendo más fuerte todos los días. Te enseñaremos cómo no ser
vulnerable, cómo evitar que te influencien. Y lucharemos; si él quiere
la guerra, le daremos una guerra infernal. Tengo asuntos con él de
todos modos.

—¿Qué pasa si nos atrapa? —mi voz es suave, casi un gemido—.


Me hizo ver un video de él torturando a mi hermano. Harlow, no puedo
dejar que vuelva a pasar.

Harlow se encoge de hombros en su sudadera y pega una mano


en el tirador de la puerta.

—No te voy a mentir. Definitivamente no son arcoíris y unicornios.


He visto lo que ese hombre puede hacer y todavía tengo pesadillas.

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Pero vale la pena pelear si lo destruimos. Creo que estoy dispuesta a
arriesgarme por la causa. Realmente no me gusta la idea de que él
tenga poder sobre el mundo. Él es un mal tipo. ¿Realmente quieres
todas nuestras muertes en tus manos?

Ella me da una leve sonrisa antes de salir por la puerta.

***
Salto cuando una voz familiar grita mi nombre, demasiado
perdida en mis pensamientos para notar a Tess corriendo para
alcanzarme detrás.

—¡Oye! —digo, sorprendida.

—Lista con el entrenamiento, ya veo —señala Tess cuando ve mi


ropa manchada de sudor y mi cabello desordenado—. ¿Cómo va
eso?

—Bien, está mejorando —digo un poco demasiado rápido—. De


todos modos, estaba por regresar a mi casa. ¿Nos vemos más tarde?

Tess me agarra del brazo y me detiene.

—Um, en realidad, me preguntaba si querías dar un paseo


conmigo por un segundo.

Miro hacia la dirección de mi casa, considerando esto. Aunque


caminar es lo último que quiero hacer en este momento, algo en la
expresión de Tess me obliga a estar de acuerdo.

—Claro, uno rápido, ¿de acuerdo? Debo prepararme para cuidar


a los niños esta noche.

—Muchas gracias. Yo solo... no sé. Me siento un poco rara hoy y


necesito a alguien con quien hablar... —se aleja, mirando alrededor
ansiosamente.

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—No te preocupes. Estoy aquí —miro ansiosamente a la pelirroja.
Algo definitivamente la está molestando. Su alegría habitual se ha ido,
reemplazada por morderse las uñas y gotas de sudor en la frente.

Caminamos por el ajetreado centro de la ciudad mientras la


gente pasa. Hay muchas personas afuera, caminando, hablando en
voz alta y disfrutando el corto lapso de tiempo antes de que el otoño
termine. No será largo. Esta semana ya hemos tenido algunas
nevadas. Afortunadamente, no se ha estancado. Todavía.

—Entonces, ¿qué pasa? —pregunto, empujándola con mi


hombro—. Me estás preocupando.
—No lo sé. Solo tengo esta sensación realmente extraña de que
no puedo dejar de temblar hoy. Es estúpido. Simplemente no puedo
superar la sensación de que algo malo está por suceder.

Sus palabras me dan escalofríos, miro alrededor para asegurarme


de que no haya nadie escuchando y la arrastro suavemente hacia el
borde de la acera, bajando la voz.

—¿Qué quieres decir? Como... ¿Muerte?

Al igual que Harlow y yo hablamos. ¿Están a punto de hacer algo


de nuevo?

—Como dije, es estúpido. Solo ignórame, estoy siendo una


exagerada. —niega, sacudiéndola por completo. Pero justo cuando
lo dice, los gritos vienen detrás de nosotros. Ambas nos volvemos justo
a tiempo para ver a la gente dispersarse, una gran multitud
interrumpida cuando tropiezan con ellos mismos.

Una chica se para en el medio, joven con su larga cola de caballo


que llega a su espalda baja. Las lágrimas corren por su cara mientras
ella jadea, llorando.

—Lo siento, no puedo con…

Como si algo se rompiera, las lágrimas de la niña se detienen de


inmediato, su expresión se vuelve vidriosa. Uno de los niños avanza
tembloroso mientras sus manos bajan de su posición defensiva.

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—¿Alex? —pregunta tímidamente.

La niña estalla en una risa maníaca, sus ojos lejanos, vidriosos y


extraños.

—Estás muerto y estás muerto y tú también.

Todo lo que necesita es una botella de agua y, levantando su


mano, convoca el líquido. Se mueve en espiral a su alrededor, un arco
brillante, luego se endurece, se cristaliza y se convierte en hielo.

En un segundo, trozos de hielo vuelan en todas direcciones.


Alguien a mi izquierda grita de dolor cuando aterriza en su objetivo.
Me agacho justo a tiempo cuando un carámbano particularmente
afilado se hunde en el árbol detrás de mi cabeza.

Miro a mi alrededor en un ataque de adrenalina. ¿Me atrevo a


probar el hechizo de la mente? ¿Terminar esto ahora? Pero acabo de
aprenderlo y qué pasaría si...

Oímos un grito cuando todos en la cancha se congelan


momentáneamente con esperanza. Benson, el chico gruñón del
primer día, aparece a la vuelta de la esquina, con Bryce a cuestas.

Levantan la mano en el aire como señal de rendición. Ella envía


una ráfaga de carámbanos como cuchillos en su dirección,
colocando uno en el brazo de Bryce. Él lo agarra, retrocediendo con
sorpresa.

—¡No te acerques más! —advierte con un cantado tono burlón.


Sus ojos se ven tan duros de repente, tan... dementes—. O uno de estos
terminará en tu corazón.

—No te preocupes, nos vamos a parar aquí, Alex. Pero debes


escuchar con mucho cuidado. Esta no eres tú —dice Bryce, su voz
tranquila y cuidadosa, incluso mientras rasga el trozo sangriento de
hielo de su brazo con una mueca de dolor.

Alex suelta una risa horrible y perversa.

—Tienes razón, no lo es. Ella se ha ido. Y también tú y tú y tú.

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¡Muerto, muerto, muerto!

Bryce abre la boca para hablar de nuevo, esta vez el horror visible
en sus ojos.

—Al…

Él no termina su oración antes de que la niña se estremezca y la


Alex de antes vuelva a sí misma. Casi robóticamente, un trozo de hielo
se levanta en sus manos. Alex gime, incapaz de detenerse.

—Lo siento —solloza mientras lo lleva en su pecho.


Estoy vagamente consciente de los gritos que llenan el aire
cuando la chica vomita sangre, cayendo de rodillas.

Reed. Él sabe. Él lo sabe e hizo esto.

Tropiezo hacia atrás, dominada por el miedo. Ignoro las lágrimas


feas que corren por mi nariz y mi cuello, un horrible gemido sale de mi
garganta.

La luz disminuye en los ojos de Alex cuando el sacrificio se entrega


a las chispas del pirómano.

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Me siento con las piernas cruzadas en la cama de Mia, una de las
hijas de Nadine y Jay, leyéndole una historia antes de dormir con una
voz ridículamente aguda que la hace reír. Desafortunadamente, no
puedo fingir que estoy tan feliz, los pensamientos sobre Alex siguen
llegando a mi mente. Justo a plena luz del día con personas en todas
partes. El atacante claramente no estaba preocupado por ser
atrapado.

—¿Por favor? ¡Léelo de nuevo! —dice Mia, sacándome de mis


pensamientos mientras termino la historia y cierro el libro. Ella arruga su
pequeña nariz de la manera más linda mientras meneo la cabeza.

—Lo he leído tres veces. Y ya pasó tu hora de dormir.

—Pero…

—¡Sin peros! Tu mamá y tu papá estarán de vuelta cuando te


despiertes. Además, debes estar despierta y temprano para la escuela
mañana. ¡Buenas noches!

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Cierro la puerta, haciendo caso omiso de sus protestas, y espero
un momento para asegurarme de que no se está levantando de la
cama. Cuando ella no sale, voy de puntillas arriba para limpiar la
cocina, devastada por las costras de pizza, salsa derramada y migas
como polvo en los asientos. Me duelen los ojos, hinchados por el llanto,
mi mente todavía completamente entumecida por los
acontecimientos de hoy.

Alex... nunca la conocí, pero siempre la vi por el campamento.


Ella era dulce y amable, si no un poco tímida. Era el tipo de persona
que todos aman automáticamente, alguien genuino. Y ahora está
muerta por mi culpa.
Miro hacia arriba cuando la puerta se abre y aparece Nadine, su
esposo justo detrás de ella.

—Kenadee, siento mucho llegar tarde. Esa reunión tomó un poco


más de tiempo teniendo en cuenta, bueno... ya sabes —se aclara la
garganta, y luego en un rápido cambio de tema dice—: Este es mi
esposo Jay. ¿Se han conocido ustedes dos?

—¡No, no nos hemos encontrado! Le daría la mano, pero uh… —


sostengo la mía para mostrarle los restos de nuestra noche de pizza.

Él ríe, una risa profunda y estruendosa.

—Ah sí, limpiar es siempre una aventura. ¿Fueron buenos al


menos?

Justo cuando pregunta, aparece una pequeña voz. Mia corre


hacia su madre y apoya su cabeza en su cuello.

—No puedo dormir.

Nadine me lanza una sonrisa de disculpa.

—¡Gracias, Kenadee! Jay, paga a la pobre chica por favor. Voy


a meter a esta pequeña en cama —las risas de Mia resuenan mientras
desaparecen por las escaleras.

Jay toma su billetera y se deja caer en una silla. Es un hombre de

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mediana edad con líneas de expresión y cabello canoso. Parece el
tipo de persona que siempre tiene una sonrisa. Él me da un gran pago.

—Aquí hay algo extra, teniendo en cuenta que te quedaste hasta


tarde. Lo siento de nuevo.

—¿Encontraron algo sobre el ataque? —curioseo, mirándolo


mientras guardo el dinero en mi bolsillo.

Él niega con tristeza.

—Nadine y yo podríamos estar necesitándote mucho aquí, si estás


interesada. Tengo que entrenar a todo mi equipo de seguridad en
algunos nuevos hechizos de defensa, se ha vuelto a hablar de la
incursión y quiero asegurarme de que estén preparados para
enfrentarse a los soldados de Reed.

—Espera... ¿Incursión? —trago, recordando a Reed diciéndome


que estaban planeando algo. Pensé que todo era mentira...

—Oh, es cierto, me olvido de que eres nueva en este


campamento —Jay suspira—. Antes de que comenzara el verdadero
peligro con Reed y todos sus aliados soldados mágicos, irrumpimos en
sus prisiones. Sacar a quien podamos, ¿sabes? Harlow de alguna
manera ha estado mirando todo lo que está haciendo y descubrió
que está sacando a la mayoría de sus soldados mágicos de las
cárceles. Entonces, si atacamos, y le quitamos la oportunidad, le
faltará el ejército que necesita para atacar.

Mi mente se dirige instantáneamente a Eli y mi madre. ¡Serán


salvados! No tendré que preocuparme más por Reed, puedo
recuperarlos.

Sonrío estúpidamente para mí.

—¡Eso es... eso es maravilloso! —entonces viene un pensamiento


terrible. Hay otro espía que seguramente le contará todo a Reed. Su
ejército lo sabrá, pelearán. Empujo mi flequillo hacia atrás con mi
mano y miro a Jay—. ¿Pero cómo lo ocultamos de Reed? Todos estos
ataques son de alguien que depende de él.

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—Bueno, tendríamos que proporcionar algún tipo de distracción.
Desafortunadamente, esa es la parte que tendríamos que resolver —
su boca se endereza en una línea—. ¿Quién sabe incluso que
sucederá? Todo depende de nuestra gente. No están demasiado
decididos a dejar la seguridad de estas paredes o poner en riesgo
nuestro campamento. Quién sabe si incluso encontraremos los
números para llevarlo a cabo, ¿sabes?

—Sí —respondo, pensando durante un largo momento. Este es el


momento más emocionante que he sentido desde que llegué. La idea
de liberarlos, de alejarnos de Reed de una vez por todas. Podría vivir
una vida feliz aquí con mi familia.
Por muy tonto que pueda ser, me despido de Jay y me traslado a
la oficina de Harlow. Ella todavía está allí, la puerta se abre y la luz se
filtra. Su cabeza se levanta de su papeleo cuando llamo, sus ojos se
abren con sorpresa.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Miro para asegurarme de que somos solo nosotras, luego cierro la


puerta detrás de mí, sintiendo como si esta fuera la cosa más estúpida
que alguna vez haya hecho. Y, sin embargo, las palabras salen de mi
lengua tan fácilmente.

—Quiero entrar.

Ella me mira por un segundo como si tratara de decidir si estoy


bromeando o no, luego debe decidir en contra de ella mientras
mueve un dedo y las persianas se cierran. Se acerca al borde de su
escritorio y se inclina contra él, señalando hacia la silla.

—Siéntate y hablemos.

—No puedo quedarme —me lamo los labios nerviosamente y miro


el reloj. Reed llamará en cualquier momento—. Y tampoco puedo
dejarlo saber. Él los matará Harlow, y no dejaré que eso suceda. Todo
lo que sé es que los quiero de vuelta. Tenemos que recuperarlos.

—Lo haremos —promete, y sé que ella lo dice en serio—. Haré


todo lo que esté en mi poder para asegurarlo. Sigue diciéndole a Reed

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lo que quiere escuchar por ahora. No le des ninguna razón para
causarles daño. Me ocuparé de todo lo demás.

La esperanza se hincha en mi pecho y asiento ansiosamente,


dándole una pequeña sonrisa.

—Gracias, Harlow. Por esto.

Su sonrisa torcida parece casi más cálida cuando aparece.

—No, gracias a ti por ayudarme a patear un culo presidencial.

Busco mi dispositivo de transporte y desaparezco de la


habitación, su sonrisa es lo último que veo.
***

Llego a casa justo cuando el comunicador se ilumina,


encendiendo las luces mientras la secretaria da un muy dramático
suspiro.

—Te tomo demasiado tiempo, Srta. Coria llamamos tres veces —


regaña amargamente mientras me dejo caer en el sofá frente a ella.

—Creo que lo superará —solté. Ella mira con odio, pero no dice
una palabra más ya que automáticamente me transfiere al
presidente.

—Oh, entonces estás viva —se burla, mirando su reloj para


enfatizar—. Mi secretaria estaba a punto de tener un ataque.

—Me había... ido —respondo, poniendo mis fríos pies en el sofá y


cubriéndolos con una manta a rayas.

—Bueno, soy un hombre impaciente, señorita Coria, lo


comprende, ¿no?

Asiento, mordiéndome el interior de la mejilla.

—Bueno. Me alegra que estemos en la misma página. ¿Y espero


que entiendas por qué me vi obligado a matar a esa chica?

—No, no lo entiendo —sale antes de que pueda detenerme. Lo

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miro sin esperanza, preguntándome si incluso quiero la respuesta.

Él se ríe maliciosamente, haciéndome querer arrancarle la


garganta.

—Bueno, es simple. Te he visto, solo para asegurarme de que has


estado haciendo tu trabajo. Algunos de estos hechizos son tan
complicados, incluso superaron a la Sra. Creston. Impresionante.
Aunque parece que tus lealtades están un poco confusas
últimamente.

El pánico me inunda cuando dejo escapar una mentira.

—Solo le estaba mintiendo a Harlow. Intentando que ella me crea.


—Ella se hizo parte de esto hace mucho tiempo, señorita Coria.
Cuando escapó de mi prisión con muchos otros, liberándolos. No lo
tomo muy amablemente.

—¿Qué? —ella mencionó estar encerrada con mi hermano. ¿Por


qué ella no lo tomó también?

—Por supuesto, lo hizo. Es inteligente como un zorro, se lo otorgo.


Pero la señorita Creston y yo no hemos terminado. Ella pagará el
precio por lo que hizo.

—¿Qué significa eso?

Él se ríe de nuevo, divertido por su propia crueldad.

—Lo verás cuando me la entregues.

Comienzo a tartamudear, tratando de encontrar una excusa.

—Yo…

—El punto es que sé todo lo que has estado haciendo, Kenadee.


Sé de tu pequeño romance con Bryce Coughlin, de tus
conversaciones con la Sra. Creston y de tu nueva fuente de
información: el ataque. ¿Pensabas decírmelo?

—¡Lo estaba, lo prometo! Me acabo de enterar hace unos


minutos; es posible que ni siquiera puedan seguir adelante.

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Una sonrisa se dibuja en su rostro.

—Oh, me estoy asegurando de que no lo harán. Les estamos


quitando la oportunidad. Mañana en el funeral de esa chica, me
entregarás a la Sra. Creston.

—¿Q…qué?

Él quiere a Harlow.

Mañana.
—Me escuchaste, querida niña. Mis soldados y yo ya estamos
preparados. Sabemos que no será problema para ti. Has tenido todo
este tiempo, seguramente ya sabes cómo romper la barrera. Solo
necesito unos minutos.

—No es así de fácil…

Levanta una mano.

—Pensé que podría llegar a esto. Tu hermano está con guardias


mientras hablamos. Una palabra puede terminar en su muerte así que,
si quieres que él viva, harás exactamente lo que yo pido —trago,
asintiendo con lágrimas en los ojos.

—¡Sí, está bien! ¡No lo lastimes!

—Lo que debes hacer es simple. Déjanos entrar en el


campamento, y nos encargaremos desde allí. Si haces lo que te pido,
tu familia se salvará por el momento. Si tratas de engañarme, estarán
muertos, ¿entiendes?

—¿Qué vas a hacer con Harlow? —pregunto sin esperanza. Creo


que ya sé la respuesta. Él ya ha demostrado ser un monstruo. Su
venganza contra Harlow es clara: la niña lo ha engañado demasiadas
veces. Lo que sea que haga para hacerla pagar, no será bonito.

Para mi cierre, el presidente se ríe con su risa horrible, su sonrisa


cruel.

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—No veo cómo eso es asunto tuyo, Kenadee. Ten en cuenta que
Harlow ha intentado implacablemente poner en peligro nuestra
misión. Ella tiene suerte de que no la mate en el momento en que la
tenga en mis manos.

El miedo en mi estómago. Tengo que idear un plan. Él va a lastimar


a Eli si no se la doy. No hay forma posible de sacarlos a los dos de esto.
Solo tengo una opción.

—¿Cómo sé que no dañarás a nadie más en el campamento?


—No soy un mentiroso. No es su momento... todavía no —toma un
sorbo de su alcohol y se aclara la garganta—. Considera esta una
lección: Te estoy mirando, Kenadee Coria, y haré todo lo que esté a
mi alcance para asegurarme de ganar. Después de que nos
entregues a la Srta. Creston, descubrirás cómo aumentar tu poder lo
suficiente como para mantener esa barrera abajo para siempre.
Ponte en mi camino, y Eli pagará.

Asiento rápidamente.

—Lo entiendo.

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Golpeo mis nudillos en la puerta del edificio de seguridad,
diciéndome por enésima vez que esto es por mi familia, y que
podemos salvar a Harlow si el campamento continúa con el ataque.
No puedo salvar a mi hermano si está muerto.
Antes de que pueda derribar la barrera para Reed, tengo que
encargarme del sistema de seguridad. Originalmente esperaba poder
usar un hechizo mental para que los guardias lo derribaran, pero
desafortunadamente, el hechizo requiere más que su magia básica.
Requiere poderes oscuros, como el mío.
Entonces, primero lo primero, necesito asegurarme de que el
equipo de seguridad no sea una amenaza.
El pomo de la puerta se agita y aparece un guardia, dándome
una mirada molesta mientras sale al pasillo.
—¿Qué deseas?
—¿Puedo entrar? —bato mis ojos para el efecto.
Sus cejas oscuras se surcan.

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—Lo siento, soy el único de servicio, necesito estar trabajando,
no…
Él es lento. Lanzo mis poderes con todas mis fuerzas. Harlow me
había enseñado solo los conceptos básicos del hechizo de la mente,
no el aspecto real del control. Aprieto los dientes, sintiendo que mi
magia atrapa algo.
Cogido por sorpresa, su mente está abierta. Me deslizo adentro,
mirando como sus pensamientos y recuerdos pasan a toda velocidad.
Casi me río de emoción. ¡Lo hice!
Sonriendo dulcemente al guardia, pongo a prueba mi control.
—Ahora, aléjate y déjame pasar.
Él hace lo que le pido, movimientos parecidos a los de un
perezoso mientras mantengo un estricto control sobre su mente.
Pateando mis tacones negros designados para el funeral, cierro la
puerta detrás de mí. Se queda quieto, demasiado atrapado en mi red
mágica para ser liberado.
—Reiniciarás el hechizo de seguridad esta noche. No antes, no
más tarde.
Él asiente obedientemente y se aparta mientras vuelvo mi
atención a deshacer el hechizo que rodea la ciudad. Es casi como los
sistemas de alarma que solíamos tener en el mundo no mágico; ciertos
hechizos o acciones pueden desencadenarlo. Muevo mis manos
sobre el ojo de la cerradura y comienzo a cantar. Hay un ligero crujido
en toda la habitación, luego explota mi magia, corriendo a través de
mí con furiosa intensidad. Sonrío para mis adentros porque hay un
fuerte crujido y todo se calma nuevamente. Algo pesado y frío al tacto
aterriza en mis manos.
Una llave.
Me concentro una vez más en el ojo de la cerradura, tratando de
recordar el hechizo del grimorio. Era uno viejo que encontré en el
fondo de mi pila de libros, espolvoreado y mugriento, pero con una
notable cantidad de hechizos de magia oscura.
Tenía todo lo que una persona podía imaginar, desde hechizos de
defensa básicos hasta hechizos de seguridad como este y control
mental. Me quedé despierta leyéndolo toda la noche, sin poder

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dormir. Quien lo donó a la biblioteca claramente olvidó que este
hechizo estaba allí. Me pregunto por qué esto cuando la clave se
desliza dentro y el hechizo se deshace con un zumbido eléctrico
moribundo.
Me vuelvo justo a tiempo cuando una puerta detrás de mí se
abre, un guardia sorprendido me mira boquiabierto. No espero un
segundo, poniendo un hechizo de defensa a prueba. Lo aprieto
contra la pared, pero se da cuenta de lo que está pasando. Él se
retuerce, haciendo que mi agarre mágico vacile un poco.
Hago mi movimiento, soltándolo y reemplazando el antiguo
hechizo con control mental. Él lo ve venir y levanta una mano. La luz
crepita arriba mientras el guardia la saca del dispositivo, brillantes
chispas emiten desde arriba. Apenas tengo tiempo para saltar del
camino cuando choca contra la pared detrás de mí con un estallido
horroroso.
Yo no espero. El hechizo de la mente se arrasa desde mí una vez
más, atrapado en un solo recuerdo.
Lo veo desplegarse: este guardia, una niña, mirándolo fijamente
con los ojos muy abiertos. Ella sonríe tímidamente, mientras el guardia
se inclina.
Mientras fuerzo esta memoria para reproducir, el control del
guardia disminuye.
—Así es —le susurro—. Solo déjalo ir.
—Suéltame... —repite, dejando que sus manos caigan inerte a los
costados. Me muevo lentamente, como si fuera un animal que trato
de no asustar. Suspiro, sintiendo mis manos temblar con la intensidad
de controlar a ambos guardias a la vez—. Ahora. Ambos se olvidarán
de todo esto. No sabes nada sobre el campamento siendo atacado.
Es un día normal y seguro, y ustedes solo estaban haciendo
mantenimiento en la frontera. Regresen a su trabajo, olviden mi cara.
Miro hacia adelante y hacia atrás entre los guardias. Ellos se
quedan boquiabiertos, bocas abiertas. Juntos, asienten. Aprieto la
mandíbula, alejándome de sus mentes.
Mientras caen al suelo, alcanzo mis tacones y escapo al pasillo.
Los preparativos del funeral han comenzado.

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***

Me aseguro de que nadie esté mirando antes de tomar el sendero


que corre a través del bosque, donde Harlow y yo solemos ir a correr.
La gente ya está ingresando a la iglesia donde se realizará el funeral...
No puedo llegar tarde.
Me detengo en un árbol de forma extraña. Harlow nunca pasaría
más allá de este punto, declarando que estaba al borde de los límites
del campamento. Solo los líderes están permitidos fuera de la barrera,
y ella nunca estuvo dispuesta a dejarme pasar.
Me arrastro hacia adelante hasta que mis manos chocan contra
la suave pared invisible. Doy un paso atrás, quitándome una goma de
pelo de la muñeca y recogiendo mi cabello en una cola de caballo.
Una vez que termino, pongo el libro frente a mí.
Este no es cualquier hechizo. Es raro, antiguo. En uno de los
muchos libros de Harlow que tuve que leer para entrenar, aprendí que
la magia más antigua ha sido reemplazada. La mayoría de la magia
moderna solo requiere un movimiento rápido de la mano, el
entrenamiento de la mente, la voluntad de hacerlo obedecer.
Algunos hechizos antiguos, sin embargo, no fueron cambiados.
Algunos eran simplemente demasiado poderosos para ser tratados, y
fueron desechados durante siglos. Algunos, para la magia oscura
como la nuestra, rara vez se practican y son temidos por su brutalidad,
fuerza y oscuridad.
Hojeo las páginas del grimorio hasta que aterrizo en la esquina
doblada que había doblado la noche anterior. De pie y sacudiendo
mis miembros, mis manos encuentran la pared invisible. Las palabras
del hechizo comienzan a brotar de mi lengua, melódicas y extranjeras.
Muros frangere.
Muros frangere.
Muros...
Fallo por un momento cuando la barrera parece temblar debajo
de mis dedos, gentil al principio, luego creciendo en su furia. Dejo
escapar un suspiro de alivio y sigo cantando, e inclino mi cabeza hacia
atrás para ver como la pared empieza a iluminarse.
De hecho estoy rompiendo las paredes del campamento.

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Retrocedo para examinar mi obra, nada más que un tramo de
carretera y bosque más allá de los límites de la ciudad. Las fronteras
están abiertas. Ahora, Reed puede entrar a las paredes del
campamento.

Justo a tiempo, mi comunicador zumba en el bolsillo de mi vestido,


el código de Reed me dice que está en camino.

Echando una última mirada alrededor, me doy vuelta y regreso al


campamento, mi vestido polvoriento, pantimedias rotas, y un nuevo
dolor en mis huesos por usar tanto poder. No debería haberme
arriesgado a presionarme tanto como lo hice, y sin embargo...
funcionó. No puedo creer que logré esto. Es como la sensación
cuando rodeé a los policías en el ring de fuego. Nunca supe cuán
intoxicante podría ser la magia, cuán fuerte podía sentirme con estos
poderes a mano.

La capilla no se encuentra lejos de la entrada del campamento.


Fuera de sus puertas hay un mar de negro a medida que la gente se

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arremolina, con algunas cabezas mirando mi aspecto harapiento. Los
ignoro, agradeciendo en silencio la altura que mis tacones me dan
mientras mis ojos escudriñan a la multitud en busca de Harlow.

—¡Kenadee! ¡Oye! ¡Aquí! —me estremezco ante el sonido de la


voz de Delia detrás de mí. Antes de que pueda escabullirme, está a mi
lado, con el cuello alargado como un cisne, pendientes largos
colgando de su piel bronceada—. Esto es tan horrible, ¿verdad?

Asiento cuando Tess aparece a su lado, dándome una sonrisa


triste.

—Hola.
—Probablemente deberíamos buscar un asiento. Empezará en
unos pocos minutos —dice Delia, luego frunce las cejas—. Hola, Ken,
¿estás bien?

—¿Qué? Sí... —digo distantemente—. ¿Alguna de ustedes ha visto


a Harlow? Quiero hablar con ella antes de que todo comience.

—¿Ustedes dos son amigas ahora? Considérame impresionada —


Delia se ríe—. Y sí, está allí.

Efectivamente, Harlow se apoya en la puerta de la capilla junto a


Bryce, estrechándole la mano y distribuyendo programas. Está vestida,
con un vestido negro de encaje y tacones, y sus largos rizos rubios le
cubren los hombros. A su lado, Bryce usa un suéter negro sobre una
camisa con cuello, cabello oscuro gelificado cuidadosamente. Sus
ojos miran hacia arriba, pero me niego a encontrarlos.

—¿Kenadee? —Tess vuelve sus ojos como de cierva sobre mí—.


Nos dirigimos hacia adentro. ¿Vienes?

Trago saliva, mirando a mis amigas.

—Estaré allí en un segundo, ¿de acuerdo? ¿Me guardan un


asiento?

—¿Harlow?

Cuando Bryce se agacha a la vuelta de la esquina, alcanzo su

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hombro, tomándola por sorpresa. Ella salta, alejándose. Cuando ve
que soy yo, suspira.

—Lo siento. Solo, necesito tomar un poco de aire. ¿Me disculpas?


—su voz tiembla, apenas cuando pasa, abriéndose paso por la puerta.

Mi mano alcanza el comunicador en mi bolsillo. Se demora un


momento en el botón mientras la culpabilidad me revuelve el
estómago.

Es por mi familia. Tengo que hacerlo.


Hago clic dos veces en los botones para decirles que está afuera,
y me lo guardo en el bolsillo antes de deslizarme por las puertas
delanteras. Ahora, solo necesito distraerla.

La sigo afuera, viendo su rubia cabeza desaparecer en la esquina


de los árboles. Mi talón cruje ruidosamente sobre una hoja, rompiendo
la quietud del bosque. Si ella escucha, no lo revela, un cigarrillo
sostenido cuidadosamente entre dos dedos.

—¿Harlow? —llamo, dando un paso para ver su rostro. No me


mira, pero se lleva el cigarrillo a los labios, inhalando profundamente.

—Por favor, no digas nada. Yo solo... tuve que salir —su voz es un
susurro tembloroso, lo cual me asusta. Nunca he visto este lado de ella,
incluso después de invadir su cabeza y ver los recuerdos dentro.
Harlow no se descompone. Ella no llora. Harlow pelea.

—¿Quieres caminar? —pregunto, usando mi cabeza para señalar


el camino. Necesito alejarla del edificio, por si acaso alguien llega a
ver. No dice nada, se cruza de brazos y camina a mi lado.

—¿Conociste bien a Alex? —pregunto después de un momento.

Ignorando mi pregunta, ella atrapa mi mirada en su cigarrillo y da


una risa corta, sin humor.

—Lo sé, júzgame todo lo que quieras. Fue lo único que pudo
ayudarme después de que escapé. Reed lo hizo realmente bien.

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Nunca supe qué era un ataque de pánico hasta que un día estaba
en una reunión con Bryce. Algo me disparó y lo perdí. Llorando,
gritando, todo. Afortunadamente era Bryce, pero ya no podía
manejar la vida cotidiana —ella se detiene, inhalando, y exhalando
lentamente—. No lo hago mucho, excepto cuando realmente lo
necesito. Tess me sorprendió una vez y me gritó sobre tener cáncer
durante tres días seguidos. Le dije que no me importaba. ¿Por qué
debería?

Niego.

—¿Qué se supone que significa eso?


Sus ojos azules se encuentran con mi mirada antes de bajarlos,
apagando su cigarrillo con su pie y chasqueando los dedos para
hacer desaparecer sus restos.

—Ya tomó su revancha. La primera vez que lo rechacé, él me


marcó. ¿Ves esto? Ella se da vuelta, quitándose la manga del vestido.
Un gran tatuaje adorna su omóplato, extendiéndose hacia su espalda.
Me doy cuenta de que se mueve, un temporizador de arena, lleno de
movimiento. El fondo está casi lleno, con solo un cuarto de arena en
la parte superior.

—Que… —tartamudeo, confundida.

—Es mi sentencia de muerte —ella patea una piedra enojada con


su pie—. ¿No es Reed dulce? Él lo eligió porque mata mi cuerpo
lentamente. Hace que sea más divertido morir. Fue tu hermano, en
realidad, quien lo hizo. Reed lo torturó, se hizo una idea, hizo que me
diera el tatuaje. Reed me dijo que me lo quitaría si lo ayudo. Como eso
nunca sucederá, creo que soy una bomba de tiempo.

—¿Cómo escapaste?

—La primera vez no fui yo, sino otro poderoso mago quien nos
sacó a todos. Desafortunadamente, todos fuimos atrapados y se nos
dieron estas bellezas por la desobediencia. Reed tiene una
sorprendente cantidad de personas mágicas que trabajan para él,
pensando que les facilitará la salida. Se supone que es una muerte

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horrible —dice, tirando del hombro de su vestido de nuevo.

El comunicador zumba tres veces en mi bolsillo: tienen ojos en


nosotros.

Me abro más, manteniendo su atención en mí.

—Bueno, entonces, ¿cómo escapaste la segunda vez? —pateo


la tierra con mi tacón, ignorando cuán polvoriento se está volviendo
mientras hago mi mejor esfuerzo para apartar mis emociones del
camino.

La nueva y más vulnerable Harlow responde tranquila,


sorprendentemente a todas mis preguntas.
—Fue un día que supe que tenían una seguridad limitada. El
presidente tiene rabietas y acababa de despedir a un grupo de
guardias. Yo, eh, maté al guardia distraído y robé las llaves. Algunos
de nosotros salimos antes de que Reed se diera cuenta de lo que
estaba sucediendo.

—Dios, no tenía idea... —niego, asqueada por todo. Está a punto


de regresar, y no hay nada que pueda hacer al respecto. Yo soy la
que se la entrega al mismísimo diablo.

—No sientas lástima por mí —una chispa del Harlow original se


eleva del dolor del momento—. Se acabó. Él sacó mi cabeza de las
nubes y le agradezco por eso. La humanidad no existe, y es por eso
que la guerra sí. Él me hizo verlo.

Hay un movimiento en el rabillo del ojo.

—Harlow —susurro, girando a la chica hacia mí cuando, de


repente, aparece un guardia alrededor de un árbol—. ¡Lo siento
mucho!

Un guardia baja de los árboles. Luego otro, y otro.

Harlow me mira con puro terror en sus ojos.

El primero dispara su magia hacia ella, pero Harlow no tarda en


enviarlo gritando, volando por el aire. Cada vez aparecen más
soldados saliendo de los árboles. Ella está rodeada, un pájaro en una

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jaula. Un hechizo vuela hacia ella y con un golpe de su mano, ella lo
refleja de nuevo a su dueño. Otra ronda de chispas azules brillantes
emite de las manos de alguien. Lo ve, pero no es lo suficientemente
rápida. Una segunda persona se une, combinando sus poderes. Luego
un tercero y un cuarto, y…

Harlow se dobla, agarrándose la cabeza y gritando de dolor.


Alguien más aumenta su dolor, enviando una ráfaga de sacudidas
rojas a su estómago. Está luchando, tratando de volver a subir, pero
puedo ver sus miembros temblando desde aquí.

Las lágrimas calientes me queman los ojos mientras me obligo a


ver cómo se deshace Harlow. Le hice esto, arruiné su vida.
Ella hace un último intento débil para usar sus poderes. Puedo ver
sus manos elevarse, pero las chispas solo giran en espiral hacia el suelo,
ardiendo con su fuerza. No le queda nada por dar.

Un lento aplauso viene desde mi derecha, haciendo que mi


columna se arrastre. El presidente aparece a mi lado, con paso lento
y pausado, gafas de sol que protegen sus ojos, escondiéndolos tanto
del sol como de mí.

—Buen trabajo, señorita Coria, debo decir que estoy


impresionado. ¡Eres una gran actriz!

Me quedo firme y no digo nada. Todo lo que puedo pensar es que


esto es todo. No hay vuelta atrás ahora. Fuera de mi visión periférica,
los soldados jalan a Harlow para que se ponga de pie. Hay otro
destello de luz, un zumbido de electricidad, y ella grita de dolor,
desplomándose al suelo.

—Ah, Harlow Creston. Debo decir que estoy feliz de verte


nuevamente —el presidente se burla cuando el guardia la obliga a
sentarse. Está flácida, apoyada como una muñeca de trapo en los
brazos del soldado. Su mano cubre su barbilla mientras ella se
estremece—. Lo siento, tuvo que suceder de esta manera. Pero la
señorita Coria te engañó, ¿no? ¿De verdad creías que ella estaba de
tu lado, aunque sabías que yo estaba detrás de todo? Esperaría ver a
ese joven líder denso, Bryce, pero no a ti. Odiaría verte cada vez más
débil.

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A pesar de que su boca está ahora cubierta, puedo escuchar las
obscenidades claras como el cristal. El presidente se ríe, volviéndose
hacia mí.

—Se ata a prueba de magia. Inventado por mis propios soldados


mágicos. Ellos son un milagro Ellos silencian los poderes para que no
puedan defenderse. Esto también ayuda —él saca una aguja brillante
de su bolsillo, tomándose su tiempo para llenarla. Harlow grita, pelea y
patea mientras se lo clava en el cuello, luego se derrumba contra el
guardia. La arrastran hacia el bosque.
—No te preocupes. Tu amiga, Harlow, está bien —me mira,
riéndose de mi expresión—. Es solo un sedante. Lo encuentro
particularmente útil para criminales peligrosos.

No respondo. Las lágrimas saladas gotean de mis mejillas y


tercamente las aparto. Hice lo que tenía que hacer.

—Hice lo que me pediste. ¿Ahora están a salvo?

—Bueno, eso es algo que debo discutir contigo, Kenadee —él


simula una mueca, aunque puedo ver cómo sus ojos brillan—. Estoy un
poco preocupado acerca de dónde están tus lealtades, querida niña.
Pareces luchar con esto también.

—¡Hice todo lo que me pediste! —señalo hacia el lugar donde


había estado Harlow—. ¡Yo… yo la traje a ti!

—No soy tonto. Has estado omitiendo la información a propósito


por un tiempo, tratando de mantener su lado oculto. Pensé que tal vez
podrías usar un poco de... motivación para ayudarte a recordar para
quién trabajas.

Él asiente hacia un guardia y aparece la imagen. Parece como si


estuviera en la habitación: un búnker gris oscuro con una luz
fluorescente y... sangre. La sangre salpicaba como tinta por todas las
paredes.

El pavor se apodera de mí cuando me doy cuenta de lo que está

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sucediendo. La puerta se abre de golpe y mi madre es arrastrada a la
habitación. Ella está flácida y cubierta de sangre. Doy una palmada
en la boca con horror.

—¡No! ¡Por favor no!

Reed aparece, con una bebida en la mano mientras él camina


despacio a su alrededor. Él susurra algo, bajo en su oreja, luego se
vuelve hacia el soldado más cercano a él.

—Mátala.
Grito, sin poder hacer nada. Las lágrimas corren por su rostro
mientras veo a mi madre retorcerse en sus brazos. Es de mi tamaño,
apenas más de cinco pies de altura. Se necesita un soldado para
enviarla gritando al suelo. Sus voces cantan en un hechizo bajo y
melodioso. Lo reconozco de un grimorio al instante. Es un hechizo de
magia oscura, para que el ejército de Reed lo logre.

Mi madre comienza a golpear violentamente en el suelo,


gritando, llorando por misericordia, pero no se detienen. Siento un
aullido desigual escapar de mi pecho mientras me hundo de rodillas.

Hice esto. Yo maté a mi madre. Yo…

Sus gritos se vuelven más bajos, más débiles, mientras sus


miembros crispados se vuelven flácidos. Reed camina sobre su forma
quieta, casi pateándola. Todo el aire se ha ido de mi pecho. Todo lo
que puedo hacer es mirar fijamente su cuerpo sin vida en estado de
shock.

La habitación se disuelve y el verdadero Reed sonríe a mi lado.


Sus palabras apenas se registran en mi cerebro, como un eco distante
y burlón.

—La próxima vez, recordarás de qué lado estás. Adiós, señorita


Coria.

La pantalla se apaga y continúo mirando el lugar donde había

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estado mi madre. La maté. La maté. La maté.

Inclino mi cabeza hacia atrás, de repente no me importa quién


oye mientras grito, un grito hueco, desgarrado y dolorido.
Me encuentro bajo mis cobijas, sintiéndome enojada con el sol
por ser demasiado brillante y enojada con el mundo por seguir
adelante. Mi reloj brilla hacia mí con una cara verde madura,
provocándome por acostarme en la cama todo el día. Son las 3:54 y
estoy aquí, incapaz de moverme, sin poder importarme nada.

Mi madre está muerta. Quién sabe dónde está Eli, o si Reed


cumplió su promesa, y a Harlow, la traicioné. La entregué a un hombre
que tortura su propia existencia. Soy un monstruo. ¿Cómo podría
haberme enojado con Bryce cuando fui yo quien traicionó a la chica
que me ofreció una segunda oportunidad?

En cambio, elegí al hombre que asesinó a mi madre. Lo odio con


cada parte de mí.

Tocan a la puerta, pero no me muevo, esperando que se vayan.

No hay tanta suerte, ya que se abre y la voz de Tess suena


alegremente desde el pasillo.

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—¿Kenadee? ¿Dónde estás?

—¡Vete!

Las mantas se arrancan de su posición sobre mi cabeza y aparece


Delia, con los brazos cruzados sobre el pecho. Ella levanta una ceja
burlona.

—Bien. Explica lo que estás haciendo llorando en la cama a las


cuatro de la tarde.

—¿Tal vez está enferma? —sugiere Tess, apareciendo junto a su


mejor amiga y mirándome con la cabeza ladeada.
—Puedo oírte.

Delia se deja caer sobre la cama, metiendo un rizo retorcido


detrás de su oreja.

—¿Has comido hoy? —niego y ella suspira—. Voy a prepararte


algo de comida y vas a decirnos qué demonios te está pasando.
¡Vamos, fuera de la cama!

Para un médico, Delia no sabe que está a punto de sacar mi


brazo de mi órbita mientras me levanta y me empuja a una silla en la
cocina. Me paso la mano por los ojos, agotada.

—Así que ¿Qué pasa? —pregunta Delia, caminando hacia el


armario más alejado y revolviendo la comida—. Sin ánimo de ofender,
pero te ves como un desastre.

Llaman a la puerta otra vez y Tess se lanza hacia la puerta.

—¡Bryce está aquí!

Él aparece detrás de ella antes de que yo pueda reaccionar,


frunciendo el ceño mientras mira el mapa.

—¿Alguna de ustedes ha visto a Harlow? Ella nunca llegó hoy, no


estaba en casa y no aparece en el mapa —se detiene, levanta la vista
y me ve—. Wow ¿qué pasó? ¿Estás bien?

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Todas las cabezas se vuelven en mi dirección mientras me muerdo
el interior de la mejilla. Reed asesinó a mi madre. Fui estúpida por
confiar en él, estúpida al pensar que la perdonaría. Aprovechó la
oportunidad para declarar su poder sobre mí, para hacerme ver como
la había asesinado. Me volví en contra de Harlow para tratar de
salvarlos, y mi madre murió de todos modos.

¿Cómo pude haber sido tan tonta?

Esnifo, cubriendo mis puños con las mangas de mi suéter mientras


niego hacia Bryce.

—No... no estoy bien. ¿Puedo hablar contigo?


Él asiente, luciendo preocupado.

—Sí, sí, por supuesto. ¿Esto es sobre el ataque, porque...?

—No —digo rápidamente, mientras Tess y Delia intercambian


miradas curiosas—. Es algo más.

—Sí, está bien —puedo decir que está confundido, pero no le doy
nada más para que se calme en este momento. Tengo que decirle.
Tengo que dejarlo salir.

Mientras nos alejamos, puedo oír a Delia fuerte y clara.

—Bueno, eso fue extraño.

***

Bryce toma la silla frente a mí cuando salimos al porche. La brisa


se levanta, soplando un montón de hojas por el suelo mientras tiemblo,
metiendo las piernas en la silla.

—Es mi culpa —digo después de un largo momento, mirándolo


para ver si se da cuenta.

—¿Qué quieres decir? —pregunta lentamente, la sospecha


brillando en sus ojos. Me encanta la calidez en ellos, la profundidad de

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su mirada. Bryce, siempre tan dulce y amable, siempre tratando de ver
lo bueno en las personas. Bueno, probablemente hasta ahora.

Suspiro, tratando de componer mi voz temblorosa mientras


derramo todo. Le cuento sobre el presidente Reed enviándome aquí
para espiar y capturar a mi familia. Le hablo sobre las explosiones, las
llamadas telefónicas y Alex. Finalmente, y lo peor de todo, le cuento
cómo llevé a Harlow a Reed y sus hombres, como ovejas al matadero.
Él me mira incrédulo, con los labios ligeramente abiertos y la frente
arrugada. Sus ojos buscan en mi rostro, desesperado por una
explicación. Están decepcionados, asustados. Hice esto. Soy el
monstruo que destruyó el campamento. Yo soy quien traicionó su
confianza.
—Entonces... ¿hiciste todo tú? —finalmente pregunta, su voz
ronca. Se niega a mirarme mientras llega a un acuerdo, buscando en
todas partes menos en mí.

Parpadeo para lavar las lágrimas.

—No todo. Reed no me contó sobre la explosión hasta más tarde.


Yo no lo hice No sé cómo lo hizo... ¿y Alex? No la controlé. Yo solo…

Lo alcanzo, tratando de hacerle entender mi lado. Él se aleja.

—¡No me toques! Ya sabes, te acogimos. Harlow te acogió y nos


traicionaste a todos. ¿No crees que podrías habernos dicho?
¡Podíamos tomarlo! ¡Esas personas fueron puestas en peligro por nada!

No puedo contener las emociones por más tiempo.

—Lo siento mucho, Bryce. Pensé…

—Lo que sea, Kenadee —su voz es fría y dura, me desgarra con
fuerza brutal—. Solo hazme un favor y aléjate de todos nosotros. Has
hecho suficiente daño.

—Bryce… —lloro, pero él ya se ha ido, desapareciendo en las


profundidades de los árboles.

***

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Estoy sentada entumecida, insegura de a dónde ir o cómo
sentirme. Mis ojos se sienten extrañamente secos, como si no me
quedaran más lágrimas para dar. Tess y Delia se arrastran por la puerta
después de que él se va, preguntándose sobre todos los gritos.

Paso una mano por mi cabello, demasiado agotada para


explicarme.

—Bryce te contará todo, estoy segura.

—Está bien… —dice Delia frunciendo el ceño—. Bueno, ahora


está caminando por la acera con Jay, así que...
Mi cabeza sube y por un momento, la esperanza me atraviesa. Tal
vez estoy perdonada. Quizás Bryce o Jay me ayuden.

—¿Qué es esto? —susurro.

Sus ojos están fríos mientras se inclina contra la barandilla. Bryce


ya no es el chico del que me enamoré, sino un extraño.

—Lo consideré, Kenadee, y Harlow tenía razón todo el tiempo. No


confié en ella... Debería haberlo hecho. Ella conoce los juegos de
Reed más que nadie y... y yo la dejé —Jay evita mi mirada cuando
viene detrás de mí. Las esposas de metal se incrustan firmemente en
mis muñecas cuando Bryce traga, su nuez de Adán se balancea—. Así
que estoy haciendo lo que Harlow haría. No te entregaré a Reed, pero
estaré condenado si vuelves a poner en peligro este campamento.

—Wow, ¿qué? —Tess mira hacia adelante y hacia atrás, con la


boca abierta.

—Bryce —lucho contra Jay mientras agarra mi brazo—. Por favor


escúchame…

—¡No! —dice, con los ojos brillantes. Mi corazón se acelera


mientras se acerca a mí. En lugar de eso, solo baja la voz hasta
convertirlo en un susurro áspero, ojos esmeraldas como dagas—. En
este momento, estás mejor que Harlow. Piensa en eso mientras te
pudres en una celda.

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Jay me lleva en silencio por la oficina de Bryce y de Harlow,
llevándome más allá de Julie, hacia una puerta de armario en el
extremo de la habitación. Sus dedos tocan la puerta de la bóveda en
un patrón extraño, cada movimiento haciendo un sonido de clic
profundo.
—Da un paso atrás —advierte con voz ronca, agarrándome justo
a tiempo cuando la puerta se abre de repente, casi llevándome con
su fuerza.
Trato de seguir adelante para mirar dentro de la habitación, pero
el hombre se lanza a por mi brazo.
—Todavía no —tenemos que esperar a las escaleras.
—¿Las escaleras? —repito con voz ronca.
Un clic mecánico fuerte ahoga su voz mientras me giro. Las luces
parpadean, una por una hasta que toda la habitación está iluminada.
Efectivamente, las tablas de madera vuelan por todas partes,

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organizándose cuidadosamente pieza por pieza en forma de una
gran escalera. Una vez que llegan a nuestros pies, me empuja hacia
adelante.
No hay nadie más aquí, a pesar de la línea de celda en cada
pared. No nos detenemos hasta llegar a la última, que se ilumina con
luces fluorescentes cegadoras. Hay un único catre y un inodoro tras lo
que supongo es una barrera clara.
Jay me empuja contra una pared, una vez más, haciendo caso
omiso de mis protestas cuando clava una aguja en mi brazo. Una vez
que ha acabado con el líquido azul, abre mis cadenas y me empuja
dentro de la celda.
—¿Qué fue eso? —mi cabeza se siente mareada. Parpadeo,
apoyándome contra el catre.
Chasquea sus dedos mientras el cierre del gabinete negro suena
y se abre. Remueve a través de un montón de archivos, sin mirarme.
—Un sedante para brujas y magos. Restringe los poderes, te
debilita para que no puedas utilizar tu magia.
Fijo mi mirada en mis manos temblorosas, ahora inútiles bajo el
hechizo de la droga. Jay garabatea su firma en un trozo de papel y lo
pega en lo que asumo que es mi archivo, después chasquea los dedos
de nuevo, mientras el gabinete se cierra. Vuelve hacia mi celda,
mirándome con ojos marrones oscuros.
—No sé cómo lo conseguiste, Keenade Coria, pero me temo que
estás metida en muchos problemas.
Trago.
—Lo sé.
Se pasa la mano por su barba, haciendo una mueca.
—Mira, Bryce está enfadado ahora. todo el mundo, y con razón
así que…
—Yo…
Levanta una mano para detenerme.
—Pero Bryce me contó tu historia. No estaba seguro de qué hacer
con la traidora que tan desesperadamente quería salvar a su
hermano... —da un paso más, con bondad en sus ojos—. No quiero

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que renuncies todavía. Lucha con todo lo que tienes, niña, porque
mirándote sé que no estás satisfecha con tus decisiones. ¿Sabes por
qué Bryce es tan bueno en lo que hace?
Niego y él sonríe.
—No porque tenga el cerebro de Harlow o habilidades de
combate. No... lo que hace de Bryce un gran líder es su compasión.
Tiene esta rara, y a veces ingenua, tendencia a ver lo mejor de la
gente. Si eres inteligente, podrás cambiar esto y empezar a actuar
como la Kenadee Coria que él ha visto. Incluso un viejo como yo podía
ver lo enamorado que estaba de ti.
Y con eso, me deja con mis pensamientos.
***

Pierdo la cuenta de los días en confinamiento. Un día se convierte


en semanas cuando me quedo a solas con nada más que las paredes
blancas mirándome, burlándose de mí con su soledad.
Jay viene varias veces al día para traerme comidas e inyectar el
sedante. Como mi única compañía, he llegado a esperar incluso esas
pequeñas interacciones, momentos que me mantienen conectada a
la tierra. Nunca tiene noticias de la incursión, aunque le pregunto
repetidamente. Dice que no se le permite compartir esa información
conmigo.
—Entonces, dime, ¿qué tengo que hacer para conseguir un baño
por aquí? Creo que mi olor podría estar matando esos insectos —
pregunto un día, mientras la puerta se abre. Casi salto por la sorpresa
cuando no es Jay quien aparece, sino Bryce, frunciéndome el ceño—
. Oh…
—Enviaré a alguna vigilante mujer para que te ayude con eso. No
querrías matar a los insectos, ¿verdad?
—N…no sabía que eras tú —murmuro, mortificada.
No sonríe, pero coge el taburete de Jay de una esquina y lo deja
en frente de la celda.
—Mira, Bryce…

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Mueve su cabeza, pasándose una mano por su pelo de castaño
en frustración.
—No sé qué hacer, Ken, pero Jay insistió que viniera a hablar
contigo. ¿Cómo podemos arreglar esto?
—No estoy segura —suspiro, apoyada en la pared.
Sus ojos esmeralda parpadean.
—No puedo simplemente olvidarlo. Sé que lo estabas haciendo
por tu familia. Entiendo que Reed te ha estado amenazando, pero…
—Pero ¿qué, Bryce? —elevo mis manos al aire, sin poder hacer
nada—. Dime, ¿qué harías? ¿Harías todo lo posible por salvar a tu
familia, Bryce? ¡Porque ese es el tipo de persona que soy! Tal vez soy
egoísta, pero no pretendas por un momento que no me siento mal por
cada cosa que he hecho desde que vine aquí. No puedo dormir, casi
no puedo comer. Todo lo que veo es la cara de Harlow cuando la
entregué. ¡Mírame, Bryce! ¡No te des la vuelta! —mi voz se quiebra con
el ruego, pero me obedece.
Hay emoción pura nadando en esos ojos verdes brillantes. Siento
mi corazón rompiéndose en varias piezas mientras se queman. Por un
segundo, él es mío de nuevo y esto nunca ha ocurrido. Pero cuando
él rompe el momento, bajando su mirada, sé que las cosas no serán
nunca iguales.
Su mirada penetrante no se eleva de nuevo. Después de un
segundo, dice:
—Tendremos una reunión de campamento para salvar a Harlow.
Haremos lo que podamos para salvar también a tu familia.
—Déjame ayudar —le ruego.
Su mandíbula tensa.
—Mira, hablamos como grupo y la única razón por la que te
dejaré salir, es porque vas a venir a la Casa Blanca con nosotros a
liberar a Harlow y al resto de prisioneros. Necesitamos tus poderes, son
más fuertes que los nuestros, son la única oportunidad que tenemos.
Hicimos el hechizo de seguimiento para que podamos ver cada uno
de tus movimientos. Estarás monitorizada veinticuatro siete. Cualquier
cosa sospechosa y acabarás de vuelta aquí, ¿entendido?
Asiento rápidamente, la emoción brotando dentro de mí. Lo

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vamos a hacer. Vamos a liberar a Eli.
—¡Gracias!
—No me des las gracias. Sólo pruébame que eres buena para
algo —susurra, acercándose a la barrera y poniendo su palma contra
su umbral. Cierra sus ojos en concentración mientras la barrera
empieza a temblar.
Me quedo en silencio, mientras parpadea, y luego se deshace.
Bryce abre sus ojos, mirándome.
—Eres libre de irte —dice en voz baja.
—Bryce…
No sonríe mientras se hace a un lado para permitir que pase.
—No creas que esto cambia nada.
—¿Puedo por lo menos intentarlo? —quiero tan
desesperadamente que diga que sí, que me agarre, que me sostenga
cerca. En cambio, se queda firmemente plantado, su ceño fruncido y
un vago interés en sus ojos. Continúo—. Os puedo contar lo que Reed
ha previsto para este campamento. Te diré todo lo que sé.

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Estoy sentada en la silla de la oficina al otro lado de Bryce mientras
se inclina sobre su escritorio, escuchando en silencio. Le digo todo lo
que sé, todo lo que debería haber dicho desde el momento en que
puse un pie en el campamento. Cuando acabo, él exhala
bruscamente y se balancea hacia atrás en su asiento.
—Vaya... No puedo creerlo. Realmente hay más como tú…
¿espías?
—Yo era un espía —le corrijo—. Y sí. Sólo uno por lo que sé. Se lo
conté a Harlow antes…
—¿Y no tienes ni idea de quién podría ser?
—No —admito— ¿Pero puede el equipo de seguridad averiguar
algo?
Se muerde el labio, perdido en pensamientos.
—No es tan simple. No ha habido ninguna actividad sospechosa
en absoluto... quien sea, ha estado en la sombra desde hace un
tiempo. Miraré en la oficina de Harlow y buscaré… si alguien averiguó

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algo, sería ella.
Me retuerzo las manos, mariposas en mi estómago.
—Así que, cuéntame nuestro plan. ¿Cómo vamos a salvarla?
—No es nuestro plan. Mi plan —dice con firmeza—. No vienes,
¿recuerdas?
—¡Vamos, Bryce! ¿No te parece que le debo el ayudarla?
Además, mi hermano y mi madre están ahí... Tengo que hacer algo.
¡No puedo simplemente quedarme sentada de brazos cruzados!
—No —dice, caminando hacia la puerta y manteniéndola
abierta—. Ahora ve a limpiarte antes de la reunión de esta noche. Sin
ofender, pero tu comentario sobre matar insectos no estaba tan
alejado de la realidad.
—Pero…
—Vete.
Golpeo la pared furiosamente mientras la puerta se cierra tras de
mí, saltando cuando me doy cuenta de que no soy la única en la
habitación. Julie la secretaria se ríe por lo bajo mientras paso por su
lado.
—¡Adiós pequeña presidiaria enfadada!

***

Cuando Jay golpea en la puerta para acompañarme a la


reunión, ya estoy duchada, recién vestida, y todavía infantilmente
molesta con Bryce.
La sala es un enjambre de cuerpos mientras Jay y yo entramos en
la cafetería, los asientos ya completamente llenos de espectadores
nerviosos. Jay y yo estamos en la orilla de la habitación, escondidos
contra la pared. Veo a Delia y a Tess entre la multitud, mirándome con
expresiones sombrías. He perdido la confianza de todos, todos saben
las cosas terribles que hice.
La puerta se abre y Bryce entra rápidamente, una energía
determinada en su rostro. Trota más allá de mí, sus ojos

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obstinadamente dirigidos adelante. La conversación se tambalea
mientras los ojos de todos ansiosamente siguen a uno de sus líderes.
Escucho algunos susurros, menciones del nombre de Harlow. Miro
adelante, mordiéndome el labio.
En el podio, Bryce espera pacientemente, mirando a todas las
caras hasta que el ruido se silencia por completo. Su cara tiene un
aspecto diferente de esta noche, tiene un inusual ceño fruncido, sus
labios fruncidos por la preocupación. Evita por completo mirarme,
mirando a todas partes excepto a mí.
La traidora
—Quiero agradeceros a todos por estar aquí esta noche. Me
disculpo porque sea tan tarde, sin embargo, tenemos un problema de
riesgo de la seguridad que todos tenemos que discutir. Dado que nos
estamos acercando a la hora de la cena, voy a hacerlo breve.
La habitación está misteriosamente silenciosa, todos los ojos
mirando hacia adelante. Bryce se aclara su garganta y continúa.
—Amigos, una fuente me ha dicho que ha habido más de una
persona asociada con Reed en este campamento —muchas cabezas
giran en mi dirección mientras Bryce continúa—. Todo
comportamiento sospechoso tendrá que ser reportado
inmediatamente. De no hacerlo, significa que estáis poniendo en
peligro el campamento, y se aplicarán las sanciones
correspondientes.
Hace una pausa, sus dedos bailando con nerviosismo en el borde
del podio.
—Para aquellos que no lo saben, hace poco Harlow fue
entregada al presidente. Hemos aprendido por una fuente interna
sobre los planes de Reed. Pronto, temo que él también vendrá por
nosotros.
Cierro los ojos, luchando contra el aguijón de sus palabras, la
verdad tras ellas. El público comienza a parlotear fuertemente por la
preocupación.
—Entonces, ¿qué vas a hacer? —suena la voz de un hombre entre
la multitud.
Cruzo mis brazos, mordiéndome el labio. Tengo que estar
tranquila. Tengo que probarme a mí misma, demostrarme que puedo

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hacer esto. Puedo redimirme a mí y a este campamento. Por
desgracia, sólo hay una forma que asegure que ganemos. Tenemos
que combatir fuego con fuego. Tenemos que derrotar a Reed. A
juzgar por las caras preocupadas de la multitud, parece que todos lo
saben también.
La cara de Bryce revela el miedo que todos estamos sintiendo.
Está tan preocupado como nosotros. Sin Harlow, no tiene a nadie con
quien tomar las decisiones. Está totalmente sólo, con todas estas
personas por las que preocuparse y cuidar. Tiene miedo de fracasar.
—Tenemos que luchar. Es la única manera —admite con
nerviosismo.
Una mujer grita, su voz aguda por el miedo.
—¡Tenemos niños! ¿Esperas que luchemos? ¿Contra Reed, de
todas las personas? Él tiene todo el país de su lado. ¡No hay manera
de que podamos ganar!
—Sé que da miedo. Pero no se detendrá hasta que llegue a
nosotros, eso está confirmado. ¿Todas esas cosas que hizo, la gente
que usaba y destruyó? ¿Alex? ¿Harlow? Es un juego para él. Viene por
nosotros; está tratando de atraernos para que salgamos. Y creo que
tenemos que luchar. No podemos dejar que nos haga esto, a nuestra
gente. Abrid los ojos. ¡Es nuestro turno de ganar! —dice Bryce,
furiosamente—. Entiendo que todos en el campamento tenemos
familias, niños, ancianos, es por eso por lo que estoy pidiendo
estrictamente sólo a voluntarios. Si creéis en esta lucha. Si queréis la
libertad, entonces por favor apoyadnos.
Por el rabillo del ojo, veo la cabeza de Delia girándose hacia mí.
Capto su mirada por un breve segundo antes de que baje sus ojos
marrones al suelo.
A mi lado, Jay eleva su mano en el aire para captar la atención
de Bryce.
—¡Cuenta conmigo! —dice como voluntario.
—¡Gracias, Jay! —esta vez Bryce le reconoce, mirando más allá
de mí, decidido a ignorar mi presencia—. Alguien…
—Voy a luchar también —es interrumpido por Benson, de todas
las personas, quien, a pesar de ofrecerse voluntario para la causa, no
se ve como si le importase nada en el mundo.

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Poco a poco, la gente comienza a levantarse de sus asientos.
Hago contacto visual con Tess y Delia mientras se levantan para
ofrecerse voluntarias. Unas pocas filas tras ellas, Kenzie se levanta,
moviendo su largo pelo marrón sobre su hombro mientras lo hace. Hay
como una docena de personas, que no es mucho, pero al menos es
algo.
Bryce está visiblemente satisfecho, con una sonrisa en sus ojos
cuando mira orgulloso a su nuevo ejército.
—Gracias a todos lo que os habéis ofrecido voluntarios. Nos
encontraremos a las 8:00 a.m. mañana por la mañana para discutir la
estrategia. No lleguéis tarde.
Sus ojos se posan finalmente sobre mí, una advertencia silenciosa.
La escucho alto y claro. Ni se te ocurra hacer nada.

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Tengo mucho cuidado de lavarme el pelo a la mañana siguiente,
masajeando mi cuero cabelludo con cuidado al esparcir las
espumosas burbujas a través de ella. Cierro los ojos y dejo que el agua
corra por mi cara mientras descanso mi cabeza contra las baldosas.
Bryce vino a mi puerta anoche después de la reunión de estrategia de
la redada a la que no se me permitió asistir, y me dijo que nos íbamos
esta mañana a las siete.

Todo lo que puedo pensar es en que lo que está sucediendo, hoy.


Estamos liderando esta rebelión, recuperando a nuestros prisioneros y
nuestros hogares.

Voy a recuperar a mi hermano.

No importa cuántas veces me lo diga a mí misma, no puedo creer


que sea cierto. Me pregunto cómo será Eli ahora. Siempre fue un niño
guapo cuando crecía, el niño que perseguía a las chicas y tenía
muchas novias cuando estaba en jardín infantil. Era algo en sus

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hoyuelos, o la arruga de su nariz. La gente lo adoraba. Me pregunto
cuánto ha cambiado, cuánto ha llegado Reed a él. No sé si estoy más
ansiosa o emocionada.

Tan pronto como estoy fuera de la ducha, paso un peine


suavemente por mi cabello enredado y me lo recojo en un pequeño
moño en la nuca. Me lavo los dientes y encuentro mi pantalón más
viejo, pensando que sería mejor si se arruinaran. Me pongo una
camiseta de manga larga y una sudadera negra. El invierno nos
amenaza cada día. Últimamente, incluso hemos tenido algo de nieve.
No pasará mucho tiempo antes de que llegue una tormenta de
invierno furiosa.
—Buenos días, Jay—le digo automáticamente cuando lo
encuentro apoyado en el porche—. ¿Alguna vez te fuiste a dormir
anoche?

Se ríe.

—Por unas horas. No lo ves, pero otro guardia toma mi lugar de la


noche hasta la mañana. Me preocupo por ti eso es todo, pero
también necesito dormir un poco.

Bromeamos mientras caminamos al exterior de las fronteras del


campamento, donde el grupo espera. Hoy, parece que todos quieren
estar listos. Estamos demasiado nerviosos como para no estarlo. Bryce
aplaude a medida que llegamos, y coloca a todos en un circulo
apretado como un equipo. Hay muchas caras que ya conozco: Tess,
Delia, Benson, Jay y Kenzie. También hay algunos nuevos. Gente que
he visto alrededor del campamento. Una chica se llama Emery, una
barista en la cafetería, con una melena rizada, grandes ojos de color
ámbar y una línea recta en su boca. Está con su pequeña hermana,
Olive, que sin duda es lo opuesto a su hermana, enérgica y ruidosa, y
se ve prácticamente idéntica a pesar de tener el pelo más corto y
coinciden sus ojos con su nombre.

Al otro lado de Olive está Kai, uno de los amigos de Bryce. Un


joven probablemente de unos veintitantos años, con los pómulos
inclinados y el pelo azabache que le llega a las orejas. Él mira
alrededor de la habitación oscuro, como si estuviera evaluando si

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realmente quiere estar aquí o no.

—Bien, parece que todos estamos aquí. Todos listos para la


Operación: ¿Infiltrarse en la Casa Blanca?

Él es saludado por una docena de diferentes gritos de batalla, el


fresco aliento húmedo de la mañana.

—La primera parte requiere la participación de todos. Todos,


Kenadee —escucho mi nombre como si fuera una maldición.

—Lo tengo —digo, asintiendo. Puedo hacerlo. Tengo que hacerlo


por mi equipo, para recuperar a los demás y ganar. Él me mira
fijamente, sus ojos verdes se encuentran con los míos por primera vez
en días. Sé que todavía está molesto y herido, pero estoy contenta de
que estemos progresando al menos. El contacto visual es un comienzo.

—Muy bien, entonces, vámonos. ¡Dispositivos de transporte


afuera! ¡En tres! ¡Uno, dos, tres, vamos!

Cierro los ojos y me imagino el césped que vi en el mapa. Jardines


elaborados, arbustos recortados y guardias sin fin. Antes de darme
cuenta, me siento como si mis pies estuvieran siendo arrastrados en el
aire.

Abro la boca para gritar, pero no sale nada. Estoy perdida en un


mar de aire mientras volamos, más cerca y más cerca de nuestras
muertes.

Estamos cayendo, ¿por qué nadie hace nada?

Cierro los ojos una vez más, ya no me siento lo suficientemente


valiente para ver. Si voy a morir, no voy a ver cómo sucede.

Espero que duela, pero no siento nada cuando abro mis ojos con
el sol cegador. Los árboles se elevan por encima de mí, arrojando sus
hojas de color rojizo. Incluso uno cae sobre mi nariz, revoloteando
suavemente en el viento.

Gruño, tirando de mí hasta quedar sentada.

Estoy en una acera, los lugares y los sonidos de la ciudad por todas

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partes. A lo lejos suenan las sirenas, la gente está a nuestro alrededor,
sin importarle nuestras formas esparcidas.

—Bryce... no pueden vernos, ¿verdad? —pregunto, mirando mis


manos para asegurarme de que todavía están visibles.

Él se pone de pie.

—No. Hice un hechizo de camuflaje. Pensé que la gente llamaría


a las autoridades de inmediato si nos veían aparecer de la nada.
Temen a la magia, no necesitamos llamar más la atención sobre
nosotros.
—Buen pensamiento, jefe —dice Jay, mirando hacia la valla de
hierro que nos separa de la Casa Blanca—. ¿Qué vamos a hacer con
los guardias que vienen hacia nosotros?

—¡Pensé que habías dicho que esto era un hechizo de camuflaje!


—lloro mientras varias figuras se acercan a las puertas.

Se encoge de hombros, con los ojos puestos en línea recta.

—Quise decir no mágicos. Los magos de Reed, por otro lado... nos
pueden ver. Tienes que bajar la barrera ahora Kenadee.

No lo dudo. Mis manos encuentran el borde suave del mármol


que nos aleja de Reed y su mundo mientras me concentro. Sintiendo
como irradia la magia de la punta de mis dedos, empiezo a cantar.

Uno por uno, cada miembro del equipo toma su posición, listos
para luchar. Más guardias comienzan a aparecer, sus radios zumban
fuertemente en voz alta. La pared no se mueve.

Aprieto los dientes, sintiendo que se acercan cada vez más. Todas
esas semanas en prisión tomaron su peaje: mi magia vacila debajo de
mis temblorosas manos.

—¿Por qué no está funcionando? —Tess grita. Su pequeña voz es


ahogada por una cascada de magia, dirigida directamente hacia
nosotros.

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—¡No la sueltes! —Bryce ordena—: Mantente en el suelo.
¡Prepárate para luchar cuando se rompa la barrera!

Un sonido escalofriante surge, es música para mis oídos. Una


fractura fina aparece en las paredes de la barrera debajo de mis
dedos.

—¡Esta funcionando!

Alguien grita cuando la magia chisporrotea en su carne, su


cuerpo golpea en el concreto con un ruido fuerte. En algún lugar
dentro de la Casa Blanca, una alarma atraviesa el aire.
La fractura se expande, dividiéndose más y más. Casi me rio en
voz alta con alivio, ya que se expande lo suficiente...

Lanzo mis poderes hacia delante con toda la fuerza que puedo
encontrar. Los demás son lanzados a la fuerza mientras mi hechizo
golpea la grieta. Con un sonido como un vidrio roto, la barrera se
rompe.

Estamos todos de pie en un instante. Mientras que Jay, Benson y


Bryce se colocan frente al guardia, Delia se arrastra junto a la forma
arrugada de Kai. Hay quemaduras rojas en su piel. Una mano se posa
en su hombro, sosteniéndolo hacia abajo, mientras con la otra mano
extiende un bálsamo que ella había sacado de su bolso. Él grita y se
revuelve de dolor mientras levanto mi mirada.

Kenzie, Olive y Emery están con los chicos al instante, estrechando


sus manos mientras comienzan a cantar. Algo me golpea en la parte
de atrás de la cabeza mientras me voy cayendo al suelo, mientras voy
viendo estrellas. Una guardia femenina se para detrás de mí y mueve
su mano. Me siento levantada de mis pies, cayendo por el aire. Jadeo,
poniéndome de rodillas para recuperarme mientras se acerca.
Chasqueo los dedos, pero mi magia no viene. Mi aliento baja
mientras ella toma un paso amenazador; quemé mis poderes con el
hechizo de barrera. Si no fuera por Bryce y los sedantes que me había
dado en prisión, estaría bien.

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En algún lugar, mis amigos continúan hablando. En lo alto, la ligera
brisa se convierte en huracán; sus voces se hacen más fuertes a
medida que la guardia femenina mira horrorizada. Aprovecho su
distracción, los entrenamientos de Markus y Harlow me ponen en
marcha. Me alejo de la guardia y me pongo de pie, golpeándola
como un jugador de fútbol.

—¡Kenadee! ¡Cuidado!

Miro hacia arriba justo a tiempo mientras el torbellino viene hacia


mí. Las manos de alguien agarran mi brazo mientras me sacan del
camino.
Los guardias son levantados por el viento, lanzados al aire como
muñecas indefensas de trapo y barridos en la distancia. Los vemos
girar hacia la derecha en el horizonte antes de desaparecer para
siempre.

Bryce me mira como si acabara de darse cuenta de que todavía


se aferra a mí con fuerza. Él me suelta rápidamente y mira hacia arriba.

—¿Quién necesita hechizos mentales cuando tienes viento? ¡Bien


pensando ustedes tres! ¡Ahora vengan! ¡No hay tiempo que perder!

—¡Mira! —todos seguimos la mirada de Emery hacia el césped,


donde las sirenas todavía suenan. Un gran grupo de guardias corren
hacia nosotros.

—¡Ustedes vayan, los tenemos! —dice Jay en voz baja.

—¿Estás seguro?

Jay solo me mira, con una pequeña sonrisa en sus labios.

—No serán un problema. ¡Solo vamos!

No decimos nada más. Jay y Benson saludan a los guardias con


sus poderes mientras el resto de nosotros los esquivamos. Nos
apresuramos más allá de la fuente y a través del césped

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cuidadosamente recortado antes de escondernos detrás de un árbol
de olmo. La entrada frontal se encuentra en diagonal desde donde
nos encontramos, escondida detrás de cuatro pilares gigantescos.

Subimos corriendo los escalones, llegando a las puertas del frente,


donde varios guardias más están listos. Con un solo golpe, Bryce llama
los ladrillos de sus pies. Son barridos de sus pies, y Bryce está enviando
al instante los ladrillos que se derrumban sobre sus cabezas. No
dudamos antes de deslizarnos dentro y mirar boquiabiertos la mansión
que nos rodea.
El vestíbulo de la Casa Blanca es magnífico. La araña de cristal se
refleja en los suelos de mármol recién pulido y la gran escalera está
decorada con una lujosa alfombra roja....

—Bien. Equipo uno, vaya a la prisión principal. Recuerden, llévelos


a todos al campamento lo más rápido que puedan. Nos reuniremos
cuando acabemos aquí. Equipo dos —me hace un gesto—, Emery y
Olive —que se paran silenciosamente detrás de Tess. —Ustedes viene
conmigo. Vamos a hacer un recorrido panorámico por la mansión.
¿Todos bien?

Algunos se lanzan en su dirección y asiente brevemente.

—Bien equipo, hagamos esto.

Nos separamos, mientras los otros se apresuran. Bryce nos hace


señas con impaciencia a las dos hermanas y a mí, mirando hacia atrás
para asegurarse de que no haya nadie alrededor.

—Agárrense de las manos, tenemos que transportarnos hacia allí.

—¿Qué? ¿Por qué? —Olive frunce el ceño.

Emery se coloca un rizo suelto detrás de su oreja y toma mi mano.

—Reed hizo que sus guardias mágicos lo ocultaran. Todas sus

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prisiones están fuera del mapa. Tienen que transportarse dentro y
fuera, sus guardias tienen que llevarlo si quiere visitarlos. Hay que
pensar en ellos como habitaciones secretas.

Todos cerramos los ojos e imaginamos la prisión. Mi mente se


distrae con Harlow y mi familia. Estoy tan cerca que puedo sentirlo...

Nos lleva por el reino de la magia y nos da la bienvenida un duro


suelo de mármol. Gimo mientras me levanto, considero cuántas veces
la magia me ha golpeado hoy.
—¡Vuelve! —Bryce sisea de repente. Usando su brazo, nos empuja
contra la pared a toda prisa. Olive murmura un hechizo en voz baja y
nuestros cuerpos desaparecen en la pintura de color crema.

A la vuelta de la esquina, oigo voces. Dos hombres, viniendo


directamente a nuestra dirección.

Los Guardias mágicos de Reed. Han sabido que veníamos todo el


tiempo. Han estado esperando…

No respiro mientras pasan, sus hombros casi rozan mi frente.

—¿Cuál es ese? —pregunta el guardia más lejos de mí.

El otro guardia se ríe, su rubia cabeza se inclina sobre un papel en


sus manos.

—Creston. ¿Recuerdas? Ella fue la más difícil de romper, pero lo


hicimos.

Se me revuelve el estómago.

Harlow. Están hablando de Harlow.

Miro a mis compañeros, pero no puedo verlos. Todavía se están


mezclando con la pared. Puedo sentir la tensión mientras se paran, no

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me atrevo a respirar.

—¿Y qué quiere que hagamos con ella? —pregunta el primer


guardia.

Intento estirar el cuello para que pueda oír como lentamente sus
voces se desvanecen alrededor de la curva de la sala. No puedo
hacerlo.

Nuestros cuerpos reaparecen, y todos suspiramos por aire.

—Sigamos —dice Bryce, asintiendo con la cabeza hacia la sala


en que desaparecieron.
Nos arrastramos a lo largo de las paredes, nuestra espalda contra
la pintura de color crema mientras observamos, cuidando de no
acercarnos demasiado.

Se hacen más y más difícil tomar cada giro. Aceleramos cada


paso a nuestro ritmo, decididos a no perderlos. Miramos desde la
esquina mientras el par de guardias hacen su camino hasta otra
escalera alfombrada adornada con rojo y oro, y una barandilla
blanca nacarada.

Tenemos que actuar ahora.

Ignorando las protestas de Bryce, corro hacia la escalera, mirando


a ambos lados en busca de los guardias de Reed. Simplemente... han
desaparecido.

Algo se envuelve en mi garganta, viscoso, fresco. Como una


correa, me tira del cuello y me tira al suelo. Jadeo, tratando de darme
la vuelta.

—¿Qué tenemos aquí? —el guardia se ríe, con las botas


acolchadas contra la alfombra—, ¿mmm? una pequeña bruja.

—¡Suéltame! —gruño.

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—¿Qué fue eso? ¿Más apretado? —él cierra su mano en un puño,
y el aire se escapa de mis pulmones. Jadeo en el piso como un pez
fuera del agua cuando un fuerte golpe cruza el pasillo. El guardia que
me retiene se tambalea de sorpresa, soltándome por un segundo
mientras tomo el control.

Me pongo de pie y luego lo empujo hacia atrás con todo el poder


que puedo ejercer. Lo arrojo sobre la barandilla, mirando como él
aterriza con fuerza, rompiéndose los huesos.

Me giro para encontrar a Bryce justo detrás de mí. El guardia que


combate salta en acción con las manos tragadas por las llamas.
Jadeo cuando una bola de fuego vuela mientras se acerca a mi
cabeza y casi se lleva a Emery. Afortunadamente, Olive está lista. Ella
contrarresta el hechizo, haciendo un remolino en el aire y enviándolo
hacia atrás como un boomerang.

El guardia grita mientras las llamas se lamen hacia arriba, desde


la manga de su camisa hasta su pecho.

Nos dirigimos a la escalera, donde el vestíbulo da un giro a la


izquierda y termina abruptamente, nada más que una gran puerta de
hierro. Bryce deja salir un suspiro aliviado.

—¡Esta debe ser!

—¿Cómo entramos? —Olive levanta una ceja—, ni siquiera hay


una manija.

Emery levanta los hombros y se desliza delante de su hermana.


Ella examina la puerta por un momento, con la cabeza inclinada.

—¡Espera... lo sé! —se calla, cerrando los ojos hasta que sus dedos
brillan con un tono verde lima.

—Hermana, ¿sabes que estás brillando? Porque creo que


podríamos tener un problema si no...

—¡Shh! —dice Emery, sin mirarnos—. Ahora todos den un paso

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atrás.

Olive grita cuando la puerta se abre, una abolladura aparece en


su superficie. Hay otra, luego otra, con un último estallido de energía,
Emery hace que la puerta se estrelle hacia adentro, volando de sus
bisagras. Todos nos fijamos en un cuarto blanco brillante.

—Está bien —Olive le da un codazo a su hermana con alegría—,


¡retiro cada cosa mala que he dicho sobre ti! ¡Vamos chicos!

Mi corazón late en mi pecho. Podría estar a unos pasos de mi


hermano. Él podría estar en esta misma habitación.
Me muevo primero, mis pasos ruidosos contra el piso de concreto.
Las luces se sacuden y parpadean por encima, de color blanco. Es tan
silencioso y quieto. Mi respiración parece demasiado fuerte a medida
que voy más adentro, me encuentro con una celda a cada lado, me
aplasta fuertemente. Cada celda es pequeña y estrecha, con
paredes estrechas y sin muebles. La mayoría están vacías. Contengo
la respiración mientras caminamos, cuatro pares de pies en esta
habitación demasiado silenciosa.

Mi corazón late con el sonido del nombre de mi hermano. Eli, Eli,


Eli. Tan cerca. Tiene que ser.

—¿Estás bien? —susurra Bryce detrás de mí. Su expresión es aún


dura, pero sus ojos verdes me miran con tristeza.

Asiento, tomando un gran trago.

—No estoy segura. Vamos a encontrarlos y salir.

—Chicos, aquí —nos llama Emery, la preocupación se siente en su


voz. Ella se para en una celda solitaria con un niño adentro. Las puertas
no se mueven mientras empuja, tratando de sacarlo. El niño se encoge
de miedo, tiene cortes y moretones por toda la cara.

Bryce susurra un hechizo mientras el vidrio se rompe y el niño llora.

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—Estas bien. Estás a salvo —Emery dice en voz baja—. Estamos
aquí para sacarte.

Continúo caminando, sintiendo como mi corazón va a explotar


en mi pecho. Esta prisión parece interminable, como si pudiera durar
para siempre con sus enormes paredes blancas. Finalmente, nos
acercamos a otra celda con una forma arrugada dentro.

—¡Harlow! —grita Bryce, corriendo hacia el cristal. Me detengo a


hacer una doble toma. La celda es sangrienta y oscura, con una
bombilla parpadeante y sin muebles, al igual que los demás. Harlow
parece diminuta y frágil, con los brazos en grilletes encima de su
cuerpo caído, los pies desnudos y los tobillos cubiertos de sangre seca.
Ella no se mueve cuando Bryce rompe las paredes y se arrodilla a su
lado.

—¡Har, Har, despierta! —Bryce la sacude suavemente, el pánico


está en su voz.

Lentamente, suavemente, sus pestañas se agitan y sus ojos azules


desenfocados se encuentran con los de Bryce. Jadea, lágrimas en sus
mejillas. Esto estaba muy cerca de una llamada.

—Har, te estamos sacando. ¿Puedes caminar?

Apenas puede asentir, mientras Bryce envuelve su brazo


alrededor de su hombro para ayudarla a levantarse. Tan pronto como
intenta levantarse, sus piernas se desploman y Harlow cae débilmente
al suelo. Bryce la atrapa rápidamente, tomándola en sus brazos.

—Está bien, no te presiones.

—Oye, hemos comprobado que son todos los prisioneros aquí —


Olive viene corriendo, jadeando mientras recupera el aliento.

—¿Qué? ¡No! Mi hermano debería estar aquí. Y mi madre —digo,


sacudiendo la cabeza definitivamente.

Olive solo se encoge de hombros.

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—Puedes verificar, pero fueron solo estos dos los que
encontramos. Revisamos cada celda.

—Vamos a comprobar de nuevo. Está bien. Los encontraremos —


los ojos de Bryce se encuentran con los míos, tranquilos.

Pero antes de que nos podamos mover, los pasillos blancos se


iluminan con una luz roja brillante y los chirridos de una sirena. Las
alarmas.

—¡Mierda! ¿Otra vez? —jura Olive— ¿Cómo sucedió eso?


—No lo sé, pero nosotros…

—Simplemente no fuiste lo suficientemente rápida —una voz


familiar de mujer resuena detrás de mí. Siento escalofríos en mi cuello—
. Hola, Kenadee —dice mi madre.

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Mamá.

Siento como mi boca se abre mientras veo como se me queda


mirando la mujer.

—Reed te mató.

—La magia es una cosa maravillosa, ¿no? —ella se encoge de


hombros, oigo el repicar de sus tacones contra el piso a medida que
se acerca —. Tienes un alma tan confiada, que ni siquiera cuestionaste
la acción.

Mis mejillas se sonrojan mientras ella aparta mi pelo de mi cara y se


ríe. Huele a perfume caro y champan. Miro su ropa, un traje ajustado
y tacones brillantes, me siento disgustada.

—Tú nunca has sufrido un día así ¿Es Eli…? —estoy a punto de decir
si es un traidor también, pero me detengo.

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—No he sufrido porque tomé el lado correcto. ¿Nunca pensaste
realmente de dónde venía tu magia? ¿Nunca pensaste que yo era
como tú? Pasé tanto tiempo con miedo de mí misma, miedo a mis hijos
porque sabía que compartían mi poder. El presidente Reed me ayudó
a superar ese miedo. Él me ayudó a ver lo que podría llegar a ser. Eli
es como tú. No ve que estamos tratando de ayudar al mundo.

—¿Ayudar al mundo? —me burlo—. ¡Reed no ha hecho nada más


que tomar vidas inocentes!

Mi mamá hace un pequeño sonido en el fondo de su garganta, y


se gira hacia los guardias detrás de ella.
—Bueno, piensa lo que quieras, pero voy a necesitar que todos
vengan con nosotros. No intentes resistirte, estas esposas han sido
creadas por el equipo mágico del presidente para que ni siquiera tú
puedas romperlas.

Un guardia detrás de mí me jala el hombro hacia atrás. Puedo oírlo


saltar mientras juntas mis muñecas en las esposas del metal frio. Me da
la vuelta mientras los otros guardias hacen lo mismo con el resto del
equipo. Se necesitan varios para jalar a Harlow de los brazos de Bryce
y someterlo lo suficiente como para encadenarlo.

—Déjalos en paz! —me oigo gritar mientras los guardias intentan


forzar a Harlow a sus pies. Sus piernas se derrumban, y la arrastran en
su lugar.

Mi madre junta sus manos de la emoción.

—Buen trabajo, hombre. Llévalos a la oficina del presidente. Vino


todo el camino desde casa para esta pequeña reunión.

Nos llevan a la Oficina Oval, donde los guardias nos detienen y mi


madre golpea la puerta parcialmente abierta. Puedo escuchar su voz,
baja y callada, pero espeluznante como siempre, mientras habla con
alguien invisible. No puedo entender sus palabras, pero su voz me
recuerda a una serpiente, suave y peligrosa. Parece estar
amenazando a quien tenga la desafortunada suerte de estar en esa
habitación. Mientras mi madre golpea, su voz se detiene. Hace una

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pausa solo un breve segundo antes de que todo cambie por
completo. Su tono se vuelve falsamente agradable mientras nos llama.

Nuestros captores inclinan su cabeza con respeto mientras la


puerta se abre. Me muerdo el labio, negándome a mirar a ese
monstruo a la cara. El presidente está delante de ellos, con los brazos
cruzados mientras se inclina contra el escritorio.

—Sr. presidente, señor. Los tenemos —dice mi madre en un tono


oficial.

—Puedo ver eso, gracias. Kenadee, es bueno verte de nuevo.


Desafortunamente tiene que ser en estas condiciones —estamos
arrodillados en la alfombra justo en frente de sus zapatos negros
brillantes, no se mueven cuando él toma nuestras figuras rotas —. ¿De
verdad crees que fue una idea inteligente? ¿Realmente pensaste que
podías ganarme? Ahora mírate. Patética.

—Jódete —escupo, ganando una patada rápida, justo en la


parte de atrás, de mi guardia. Arrojando la cabeza hacia atrás, el
presidente se ríe cruelmente.

—Sabes, Kenadee, me has decepcionado mucho. Eso es lo que


pasa con ustedes, la gente mágica. Tu lealtad es inestable en el mejor
de los casos. Siempre viviendo para servirte a ti misma, ¿verdad? —los
ojos oscuros de Reed se alejan de mi rostro, al de Bryce, y se quedan
allí por un momento mientras se miran el uno al otro. Algo cuelga en el
aire como una nube pesada, un secreto, algo no hablado. Pero antes
de que pueda preguntar, el escrutinio de Reed está de vuelta en mí—
. Honestamente pensé que fingir la muerte de tu madre sería suficiente
para guiarte en la dirección correcta. Claramente, no has aprendido.
Entonces, ¿qué debo hacer para hacerte llegar el mensaje? ¿Cuántas
veces te debo explicar antes? bueno, ya sabes —tráelo. Uno de los
hombres de Reed asiente y abre la gran puerta blanca, convocando
a alguien afuera. Segundos después, entran varios guardias más,
empujando hacia delante a un joven. Han pasado años, pero lo
reconozco de inmediato.

—¡Eli! —grito, empujando todo en mi camino hacia adelante. O,


al menos, tratando de hacerlo. El guardia me agarra, me jala hacia
atrás para que caiga a sus pies. Mi hermano. Aquí. Está vivo.

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Está amordazado y puedo ver el shock en sus ojos color avellana.
Sus gritos amortiguados suenan a través de la habitación mientras el
presidente continúa riendo.

—Pobre Señor Coria. ¿Qué te va a pasar? Debo decir que


lamento verte partir. Pero le prometí a tu hermana que sería testigo de
tu muerte si me desafiaba.

—¡No! —grito, tambaleándome hacia adelante otra vez. Golpeo


y lucho mientras el guardia trata de detenerme—. No lo toques.
Los guardias de Eli lo tiran a sus pies mientras patea y da codazos,
tratando de liberarse a pesar de las fuertes restricciones que lo ataban.
Puedo sentirme gritar y las lágrimas rodando por mis mejillas mientras
me arrastran hacia atrás. En este punto, ya no me importa nada más
que Eli.

Reed casualmente saca una pistola de su bolsillo, tomándose su


tiempo para cargarla. Una bala.

Se dirige a mi hermano, apuntando directamente al corazón. Mis


ojos se nublan con lágrimas mientras grito y pataleo. Él no puede hacer
esto, ¡No puede!

—Con el debido respeto, señor, ¿por qué no deja sus armas? —


un tranquilo y lento acento hace que mi corazón salte un latido.

Jay está en la puerta, con las manos alrededor del cuello delgado
de mi madre. El presidente retrocede, sorprendido cuando todo el
equipo entra por las puertas. Nuestro equipo, nuestros héroes. Ellos
volvieron.

Los guardias de Reed toman posición inmediatamente.

—Ahora no haría eso si fuera tú —dice Jay, chasqueando la


lengua—. Odiaría romperle el lindo cuello cuando ha sido una sirvienta
tan obediente.

Pero Reed solo ríe, encogiéndose de hombros indiferente.

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—Mátala. Encontraré otra.

Es la única señal que sus hombres necesitan. Entran en acción, el


poder gira en espiral por la habitación. Me aprieto contra el suelo
mientras los hechizos vuelan por encima. Necesito encontrar una
manera de salir de estas esposas. Un cuerpo cae, una mano aterriza
sobre mi brazo. Es el guardia que me había estado agarrando, pero
ahora mira al techo con los ojos en blanco. Me estremezco y me alejo,
casi aterrizo encima de Bryce.

—¿Cómo salimos de esto?


—Yo... no sé, sus ojos escanean frenéticamente la caótica
habitación. Necesito un hechizo.

Se produce un choque y más guardias entran por las puertas.


Levanto la vista justo a tiempo para ver a Reed huir de la habitación,
con tres guardias a cuestas.

Mierda.

—No te preocupes —dice Emery— ¡Conozco un hechizo! —ella se


agacha a mi lado y pone sus manos en las esposas—. Lo siento, esto
podría arder.

Un silbido agudo se me escapa, como es bastante seguro, el


metal comienza a calentarse. ¡Se tiñe contra mi piel y estalla!

Las esposas caen contra el suelo.

—¡Gracias Emery! —me froto mis muñecas doloridas, las


quemaduras del hechizo hacen que mi piel adquiera una tonalidad
rosada. En todas partes, la gente pelea. Me giro justo a tiempo para
ver cómo la cabeza de Tess se estrella contra la pared. El guardia
camina sobre su cuerpo sin vida con una sonrisa.

—¡Déjala en paz! —lloro, y los ojos de la mujer se giran hacia mi


cara. No le doy tiempo—. ¡Praemium! —la mujer se congela en el aire,
mirándome mientras se da cuenta de lo que está sucediendo. Pasa
un segundo, y con un gran estruendo, la mujer explota.

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Me arrodillo junto a Tess para asegurarme de que aun respira. Hay
sangre goteando por su frente, pero su pecho se eleva con cada
respiración profunda y constante. Suspiro con alivio, y luego me
levanto. Mi equipo lucha duro, pero puedo ver la fatiga escrita en casi
todas sus caras. Saben que no hay manera de que ganemos esto. No
contra la oscuridad de esta magia.

Una idea aparece en mi mente.

Corro hacia mi hermano, usando mi poder para derribar a un


guardia hacia la pared.
—¡Eli! ¡Te necesito, ven aquí! —no me vuelvo para ver si me está
siguiendo mientras me arrodillo junto a Harlow. Ella está desplomada
contra la pared, apenas consciente, pero su cabeza gira ligeramente
hacia mí. Alcanzo a mi hermano, ayudándolo a bajar mientras le
explico—. Necesito que ambos combinen su magia con la mía. Esta
débil, pero con tres de nosotros podría funcionar. Denme sus manos.

Eli frunce el ceño, pero obedece en silencio. Cierro los ojos


cuando los débiles dedos de Harlow agarran los míos. Inhalo
profundamente y me concentro en nuestros poderes. Cada nervio en
mi cuerpo comienza a hormiguear a medida que se eleva, ganando
fuerza, dejándome construirlo.

En algún lugar hay un grito. Libero sus manos, mirando hacia


arriba justo mientras un guardia se dirige hacia nosotros. Ella levanta
una mano, pero yo soy más rápida. Soy más poderosa. Envío el
escritorio del presidente que vuela hacia ella, desordenado volando
desde su parte superior y golpeándola contra la pared. Estoy de pie
en un abrir y cerrar de ojos, sintiéndome más fuerte que alguna vez
haya sentido. La magia prácticamente se filtra de mi piel cuando
golpeo a los guardias de Reed como si fuera una línea de fichas de
domino.

—¡Kenadee! —hay una voz de advertencia. Mi madre es la única


guardia que no se ve afectada, se ve calmada mientras camina hacia
mí. No espero. Le prendo fuego a la oficina del presidente, haciendo
señas a mis amigos más cerca. Jay envuelve el brazo de Harlow

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alrededor de su hombro mientras la ayuda a levantarse, y Benson
toma el otro lado. Una sangrienta Tess parece estar a punto de
desmayarse, y Kenzie la ayuda a lucir. Bryce ya está buscando el
dispositivo de transporte cuando la magia de mi madre se desgarra
por el aire.

—¡Abajo! —grito, empujando a Eli justo a tiempo para evitar el


hechizo.

Olive… es demasiado tarde. Emery grita mientras la sangre brota


de la boca de su hermana, sus orejas y su nariz. Delia agarra a Emery,
tirando de ella hacia atrás cuando Olive cae hacia atrás.
Muerta.

Bryce murmura algo que no puedo oír, y desaparecemos a la luz


del día.

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Mi reunión con Eli es corta, mientras Delia le lleva al hospital unos
pocos minutos después. Demasiado cansada como para discutir, me
voy a casa y me ducho, conciliando el sueño tan pronto como mi
cabeza toca la almohada.
Delia es la primera persona que veo a la mañana siguiente
mientras atravieso los oscuros pasillos del hospital, la emoción en mi
pecho ante la idea de ver a mi hermano.
¡Mi hermano está aquí! ¡Está aquí de verdad!
—¡Kenadee! —frunzo el ceño mientras Delia surge de detrás de la
enfermería y se planta frente a mí—. Me he estado preguntando
cuando vendrías.
—¿Ah sí? —pregunto, confundida. Ninguno de mis amigos ha sido
exactamente amable conmigo desde que he vuelto de la prisión.
—¡Por supuesto! Oye, ¿quieres dar un paseo? Le prometí a tu
hermano que le llevaría el desayuno. Pero dado que estás aquí,

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¡puedes venir conmigo!
—Eh... bueno, iba a ver a Eli…
—Le puedes ver cuando vuelvas. ¡Vamos! —agarra mi brazo,
guiándome a través de las grandes puertas de cristal y hacia la
cafetería del hospital—. He ordenado con tiempo. La cocinera dice
que ya lo tienen preparado para nosotros. Ordené para tu hermano y
Harlow, si es que ella tiene ganas de comer.
El nombre de Harlow hace que mi mente se me inunde de culpa.
El recuerdo de ella arrugada en la celda, cubierta en sangre. Pasó por
mi culpa.
—¿Estás bien? —la voz de Delia me hace volver a la realidad. Sus
profundos ojos marrones me miran con preocupación—. No hemos
hablado desde hace tiempo y bien... que pensé que probablemente
necesitarías una amiga.
Niego lentamente.
—Es mi culpa Delia. Estaba tan concentrada en proteger a mi
familia que me volví igual de mala. Vine aquí con las intenciones de
acabar con todos. Soy una…
—¿Sabes lo que pienso? —interrumpe Delia, una expresión
pensativa en su rostro—. Creo que necesitas darnos a todos un poco
de tiempo. Fue una cosa horrible lo que hiciste, y lo entiendo, de
verdad, pero no cambia el hecho de que nos traicionaste. La
confianza no se gana tan fácilmente después de algo así.
Niego.
—Hice cosas tan horribles. Harlow… —las lágrimas llenan mis ojos
mientras trato de encontrar la comprensión dentro de mí.
—Mira, Harlow fue bastante golpeada, pero ella siempre lo supera
todo. Es dura. Y probablemente estará molesta, ¿pero no tiene
derecho a estarlo? Tienes que arreglar las cosas con ella. Pienso que
se merece al menos eso, ¿verdad?
Trago.
—Sí, lo merece. Pero no sé cómo puedo siquiera explicárselo.
—Oh por favor. Ella parece mala y dura, pero la chica es
realmente una gran blandengue. Sólo ve a hablar con ella. Arregla las
cosas. Averigua cómo hacerlo.

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Sostengo abierta la puerta de la cafetería para Delia, a punto de
responder cuando se detiene a mitad de un paso en la puerta. La
cafetería está extrañamente llena de cuerpos, todos reunidos
alrededor de una televisión flotante en medio de la habitación,
murmurando intensamente. Compartiendo una mirada curiosa, Delia
y yo nos apresuramos adelante para ver la pantalla.
Una periodista con un feo vestido amarillo habla con severidad al
micrófono, de pie delante de la cerca de la Casa Blanca.
Oh no.
—Sí, Henry, hace días los terroristas invadieron la Casa Blanca y
liberaron a cientos de brujas y magos de alta peligrosidad. Se cree que
los terroristas poseían magia también y la usaron contra los guardias.
El presidente Reed habló de ello hoy en una rueda de prensa,
llamándolo acto de guerra —para dramáticamente mientras la
cámara cambia a la rueda de prensa, donde Reed se encuentra en
un gran podio, haces parpadeantes de luz blanca de las cámaras
parpadeando en el fondo.
—Compatriotas, me temo que nuestra seguridad se ha visto
comprometida. Estas brujas y magos que siguen asolando nuestro país
han sido un problema durante mucho tiempo. ¡Guerra, pobreza y
destrucción! Cada uno de éstos es el resultado de la influencia oscura
de la magia en nuestra amada nación. Por tanto, os prometo a
vosotros, a los ciudadanos de los Estados Unidos de América, que no
voy a descansar hasta que cada bruja y mago sea traído ante mí, vivo
o muerto. ¡Vamos a hacerles pagar por lo que han hecho!
La bilis se eleva en mi garganta mientras la cámara muestra ahora
las calles de Washington DC. Las personas marchando, los disturbios.
Brillantes llamas rojo-naranja lamiendo los lados de las paredes y de los
vehículos. Gritos enfadados y clamores de muerte.
La gente está furiosa, y no van a descansar.
En mi cabeza, puedo escuchar la voz de Alex, distante y débil
mientras la pistola gira incontrolable. Estás muerta, estás muerta, y tú
también.
Disparos de bala, alto y claro, uno por uno, proyectil tras proyectil.
Muerto, y muerto, y...

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Me detengo en la puerta de mi hermano, sintiéndome nerviosa y
tímida. Este no es el Eli que conocí. Se ha ido, reemplazado por este
joven que no conozco. ¿Cómo puedo hablar con mi hermano que se
ha ido por nueve años? ¿Cómo puedo pretender relacionarme con lo
que está pasando?

—Oye —dice Delia cálidamente, alcanzando mi mano y


exprimiéndola —. Él está aquí. Eso es todo lo que importa.

—No sé qué decir... —la miro sin poder hacer nada.

—En este momento —responde Delia—, ni siquiera se trata de


palabras. Piensa en lo que ha pasado. En este momento, lo que Eli más
necesita es que alguien esté allí.

La dejo abrir la puerta, siguiendo tímidamente sus pasos. Eli


levanta la vista de su cama, vestido con una bata blanca de hospital
y rodeado de mantas. Él se ve tan diferente. Nueve años de prisión le
han dejado las mejillas vacías y la piel marcada por cicatrices. Todavía
es guapo, con ojos color avellana que ahora son oscuros y

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atormentados y con hoyuelos visibles en las comisuras de la boca.
Cuando sus ojos se encuentran con los míos, tardan un segundo en
saber quién soy.

No sé por dónde empezar. Me escabullo junto a su cama y me


siento en la silla junto a él.

—¿Como te sientes?

—Muy bien —murmura cansado, y luego agrega—. Es mucho por


asimilar, eso es todo.

—No te preocupes —dice delicadamente Delia, colocando la


caja de espuma de polietileno rellena con tostadas francesas, huevos
revueltos y dos tiras largas de tocino en la mesa frente a él—. Llegarás
ahí. Has pasado por mucho... nadie se cura de la noche a la mañana.

Le agradece por la comida, y luego la abre. Ella se detiene en la


puerta con una mano en la cadera.

—Tómatelo con calma, o te pondrás enfermo, tu apetito necesita


construirse de nuevo. Voy a darle esto a Har y llamar a Bryce.
¿Necesitas algo? —pregunta Delia, con ojos preocupados.

—No, estamos bien. Vamos a esperar aquí —le doy una sonrisa
forzada, mi corazón palpita en mi pecho. Pienso en las noticias. ¿Qué
significa todo esto? ¿Viene Reed a nuestro campamento? Hasta
ahora, parece que tiene a todo el país de su lado.

Eli espera que la puerta se cierre detrás de Delia antes de girarse


hacia mí.

—¿De qué se trataba todo eso? —levanta su tenedor de plástico


y corta un trozo de huevo.

Suspiro, alisando la manta en el borde de sus pies.

—El presidente no está contento con lo que hicimos ayer.

Él arquea una ceja con curiosidad.

—¿Pensaste que lo tomaría bien?

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—Bueno... no —admito, frotándome las manos—. Estoy
preocupada por lo que hará.

Eso es un eufemismo. Me aterra lo que hará. Todavía hay cárceles


por todas partes y, a juzgar por la cantidad de personas que se
ofrecieron voluntariamente ayudar con esta redada, no tendremos la
fuerza suficiente para liberar a nadie más. Si Reed continúa
construyendo y fortaleciendo su ejército, seremos los primeros que
buscaran.

Eli saca su tenedor de la comida, jugando con ella más que


comiéndosela.
—Lo has hecho antes —responde finalmente—. Lo que hiciste
cuando todos esos guardias estaban allí... simplemente los sacaste.

Pienso en el hechizo de combinación del que habla y me encojo


de hombros.

—Todo lo que hice fue combinar nuestros tres poderes —le cuento
sobre la magia oscura, y cómo sé que lo tiene porque hizo el
temporizador de muerte en Harlow—. Fuimos realmente nosotros tres
los que lo hicimos. No podría haberlo hecho yo sola.

—En cualquier caso —dice en voz baja—. Fue por ti que salimos.
Date más crédito.

Estoy a punto de responder, pero luego alguien golpea


suavemente la puerta. Se cruje suavemente, revelando a Bryce, su
rostro lleno preocupación.

—¿Puedo entrar?

—Claro —dejo escapar un suspiro tranquilo, viendo a Bryce entrar


nerviosamente en la habitación. Su garganta se agita mientras sus ojos
me encuentran.

—Uh… lo siento. ¿Puedo robarte un momento?

En la luz fluorescente del salón, puedo ver las profundas bolsas


bajo los ojos de Bryce y la barba incipiente en su barbilla. Él me mira

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por lo que se siente como la primera vez en años, algo más que odio
en sus ojos.

—Mira, lo siento por las cosas que dije. Estaba frustrado y enojado,
pero sé por qué lo hiciste. Reed tiene una forma de jugar con la gente.

—Bryce, detente. Tienes todo el derecho de estar furioso


conmigo, estoy enojada conmigo misma por creer en él —dudo,
encontrándome con esos ojos verdes claros—. Pero, tengo que
preguntar... ¿Qué tiene Reed contigo?

Su ceja se junta.

—¿De qué estás hablando?


—No te hagas el tonto, Bryce. Vi la mirada. ¿Qué pasó entre
ustedes dos?

Se muerde el labio, claramente contemplando qué decir.

—Él mató a mis padres cuando era joven. Fue antes de que
alguien supiera que era mágico, incluso mis propios padres. Él vino por
mi madre. Ella también era mágica. Nadie sabía que tenía poderes
hasta que los guardias trataron de atraparme, los usé para liberarme
—él niega con la cabeza, con la voz quebrada.

Las lágrimas pican en mis ojos.

—Bryce...

Él me interrumpe.

—Mi papá... él me dijo que corriera y yo escuché. Escuché,


Kenadee. ¿Qué tipo de niño hace eso? ¿Quién corre cuando su
madre está siendo atacada? ¡Ni siquiera intenté ayudarlos!

—Nadie… —lo intento, pero él no está escuchando.

Él niega con la cabeza tristemente.

—Nadie. Me odio a mí mismo por eso, Ken. ¿Quieres saber cómo


me enteré de que estaban muertos? —él no espera una respuesta—.
Estuve aquí, en el campamento. Seguro y libre, desayunando cuando

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llegaron las noticias. Mi madre fue un ejemplo. La ataron a ella y a mi
papá a las sillas y prendieron fuego a la casa. Filmado todo y luego
dijo que yo era el siguiente...

Lo alcanzo, atrayéndolo hacia mí con lágrimas en mis ojos. Lo


único que puedo decir es un simple:

—Lo siento mucho.

Puedo sentirlo asintiendo con la cabeza.

—Lo sé —se aleja, casi desesperadamente, sacudiendo la


cabeza—. Yo... no puedo hacer esto, Ken. No ahora. Lo que hiciste…
Y así solo, juro que siento que mi corazón se rompe en un millón
de pedazos. Tomo una respiración entrecortada y asiento a mis pies.

—Lo sé.

De repente, la distancia entre nosotros parece un mar entero. Nos


quedamos en silencio, inseguros de nosotros mismos, el uno del otro,
de lo que sucederá después. Un hueso se mueve en su mandíbula
mientras traga, mirando hacia el pasillo donde la voz de Tess hace eco
y empuja la pared.

—Oh, uh, originalmente venía a decirte que tenemos una reunión


sobre las noticias reciente. Estamos todos en la habitación de Harlow
si quieres venir.

—Uh, seguro —finalmente logro susurrar. Estaba tratando de


posponer cualquier interacción con Harlow hasta que pudiera
averiguar qué decirle a la chica.

Varias cabezas se giran cuando entramos a la habitación, con la


sospecha en sus ojos mientras me miran. Delia se sienta con las piernas
cruzadas en el suelo con la cabeza de Tess en su regazo mientras
trenza su pelo. Ella es la única que me saluda con la mano, todavía se
ve un poco aturdida por su lesión en la cabeza, a pesar de que ha
sido curada en su mayoría por el toque de Delia. Me abrazo con un
brazo incómodo contra mi pecho y me detengo a su lado.

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La habitación es oscura y gris, similar a la de Eli. La cama de
Harlow está en el centro de la habitación, decorada con ropa de
cama blanca y monótona. Ella está sentada, pero se ve pálida y
pequeña, moretones negros y azules están en los brazos y una herida
cosida en la frente. Mira por la ventana con expresión preocupada, su
mirada de ojos azules distante y triste. Apenas parpadea cuando
Bryce comienza la reunión, lanzándole una mirada de ansiedad en el
proceso.

—Muy bien muchachos, estoy orgulloso de decir que nuestro


ataque a la Casa Blanca fue bien, pero hoy, me temo que tenemos
asuntos más pesados para discutir.
—Oh, Dios mío, por favor dime que se trata de esas
desagradables excusas para los burritos en la cafetería —sugiere Delia,
tratando de aligerar el estado de ánimo.

Algunas risas suenan alrededor de la habitación, incluso Bryce


intenta ocultar su sonrisa.

—Un no. Lo siento. Aunque, tengo que decir que estoy de


acuerdo con esas cosas del burrito. Pero no, esto es sobre el presidente
Reed. Estoy seguro de que todos ustedes escucharon su mensaje de
hoy.

Todo el grupo se tensa un poco ante su nombre, y nadie parece


respirar mientras miramos a Bryce, esperando lo que dirá a
continuación.

—Todos sabíamos que volvería por nosotros. Pero ahora, también


ha convencido al público en contra de nosotros. No quiero crear
pánico en el campamento, pero creo que es hora de que
comencemos a planificar una invasión. Reed es poderoso y está
formando un ejército civil y de magos que nos quieren muertos.
Necesitamos considerar los riesgos y mover a los miembros de este
campamento a un lugar más seguro donde las familias y los niños no
se verán perjudicados. En cuanto a nosotros, creo que debemos hacer
algo con respecto a Reed de una vez por todas.

Jay levanta una mano, acariciándose la barba de su barbilla con

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los dedos.

—¿A dónde planeas mover a todos? Quiero decir, aunque suena


como un gran plan en teoría... ¿No nos encontrará Reed?

—Sí, tengo que admitir que estoy preocupado por eso. Sin
embargo, hay muchos campamentos que han ofrecido llevar a
nuestra gente. Sus únicas condiciones son que se mantengan alejados
de la guerra y permanezcan ocultos. Temen que su seguridad corra
peligro.

—Creo que, si conseguimos que todos en el campamento se


unan contra él, podríamos vencerlos —dice Delia, con la esperanza
en su voz.
—Quizás, pero seamos honestos: nadie realmente quería pelear
antes. Todo el campamento sabe lo que Reed puede hacer y están
aterrorizados. Éramos los únicos que incluso se ofrecieron como
voluntarios para hacer algo. ¿Qué te hace pensar que podemos
convencer a la gente de luchar esta vez? —Bryce argumenta.

—Sí —dice Kenzie—. ¡Especialmente porque todos tienen magia


oscura!

Me aclaro la garganta y todos los ojos, excepto los de Harlow, se


giran hacia mí.

—Bueno, esta vez tenemos mucho más en juego. Tenemos


prisioneros, por ejemplo, que fueron tomados cautivos por él. Dudo
que les importe un poco de venganza.

—Quizás, pero creo que también es aterrador para ellos. Han


pasando tanto tiempo encerrado en celdas, que probablemente no
estén buscando más riesgos. Si los atrapan, les sucederán cosas peores
que eso —dice Kai.

—Pero si no luchamos, moriremos. Eso es todo lo que hay que


hacer —dice Benson, rompiendo su habitual racha silenciosa. Sus ojos
oscuros se encuentran con los míos, y le sonrío por apoyarme. Él mira
hacia otro lado rápidamente, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Aww, mírate Bens. ¿Por qué la has besado de repente? —Kenzie

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dice, su voz llena de sarcasmo. Benson se sonroja, mirando hacia
abajo a sus manos.

—Kenz —advierte Bryce, pero ella no escucha.

—Es curioso, cómo Bryce dijo que la niña nueva sería encerrada y
vigilada, sin embargo, ella todavía estaba allí y lucha. Siempre pensé
que una vez que eres un traidor, siempre serás traidor.

—Sí, pero ustedes deberían saber que… —empiezo, pero ella solo
ríe con malicia.

—Deja de fingir que estás de nuestro lado. No te importa nadie


más que tú misma. ¿Cuál es el plan esta vez? Haz que todos peleen
por ti, luego arrójanos como si fueras un montón de ganado mientras
obtienes una estrella dorada de Reed. ¿Es así? ¿Convirtiéndonos a
todos como lo hiciste con Harlow? —Kenzie sonríe maliciosamente,
sabiendo muy bien que acaba de decir algo que es cierto.

Al mencionar su nombre, Harlow se gira a la conversación,


luciendo confundida. Kenzie continúa:

—Huh, Harlow, tengo razón, ¿verdad? Ella te entregó a Reed. ¡Es


su culpa que todo esto haya sucedido!

Por un breve segundo, los ojos de Harlow se giran hacia los míos
antes de mirar hacia la ventana.

—Déjalo, Kenzie —su voz es ronca y áspera mientras murmura.

—¿Qué... estás...? —balbucea Kenzie, desconcertada.

—Me escuchaste —dice Harlow secamente mientras se vuelve


hacia Kenzie—. No es el lugar.

La habitación se silencia con una tensión cuando Kenzie mira


boquiabierta a Harlow y Tess y Delia se ríen a carcajadas.

Bryce es el primero en romper el silencio de la habitación.

—Nos guste o no, somos un equipo y solo deberíamos tener un


enemigo. Reed es el problema aquí. Voy a llamar para una reunión de

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todo el campamento y veremos si podemos conseguir más voluntarios
para la causa. En este momento, es su trabajo estar preparados
mental y físicamente. Entrenen, practiquen. Hagan lo que tienen que
hacer para que podamos ganar. No dejaremos que Reed nos
destruya. Es un problema que hemos tenido por mucho tiempo.
¿Quién está adentro?

La sala estalla en vítores y gritos, emocionados por la causa.


Podemos ganar esto. Mi madre, el presidente Reed, pagarán por sus
crímenes. Pagarán por los asesinatos y las torturas, todas las muertes
que han causado. Si son juegos que quiere Reed, son juegos que
obtendrá.
En el día de la gran reunión, la cafetería está más llena que nunca
con los cuerpos. Las personas se abren camino paso a paso,
encontrando manchas en el piso, contra la pared, incluso en los
pasillos, donde estiran el cuello para ver.
Los niños entran y se salen de las filas, algunos nuevos con su
libertad mientras juegan con los niños del campamento original,
gritando y riendo mientras encuentran lugares de escondite. Los
miembros más viejos parecen inquietos, rebotando sus piernas y
apenas haciendo una pequeña charla mientras sus ojos se mueven
nerviosamente alrededor de la habitación. Creo que muchos de ellos
no están seguros de qué hacer o qué esperar. Todo lo que saben es
que Reed declaró la guerra ayer, y si no tenemos cuidado, vamos a
estar muertos.
Delia me ve venir y se da vuelta, palmeando el asiento vacío que
está a su izquierda.
—¡Me preguntaba por ti! ¿Estás bien?
Muevo una mano desdeñosa, cruzando una pierna sobre la otra

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mientras me recuesto en mi silla.
—Estoy bien. No es nada…
—¿Sabes quién más está bien? —Tess se ríe, alisándose con los
dedos su pelo que sale de sus trenzas y gesticulando hacia Eli, que
acaba de salir del hospital esta mañana. Se pone de pie con Bryce en
la sala, hablando—. Tu hermano mayor. ¿Por qué no nos dijiste que era
tan guapo?
Todos nos giramos a mirarlo. Eli sigue avanzando cautelosamente,
siempre al límite como si tratara de no llamar la atención. Sonríe
débilmente cuando habla con Bryce, pero sé que es todo un
espectáculo. Reed y mi madre hicieron cosas horribles con todos los
prisioneros y mi hermano no fue la excepción. No importa cuán bien
lo esconda, el daño es evidente.
—Está triste —le digo, en voz baja, sin girarme hacia los demás.
Puedo sentir sus miradas hacia mí, luego a Eli.
—Sí, todos lo están. Reed es un hombre horrible y fueron prisioneros
durante mucho tiempo. Tiene que ser difícil de superar. No creo que
Ha... —Tess me corta, cierra la boca y mira a lo lejos.
—¿Qué? —pregunto, mirando de persona a persona. Me miran
tímidamente.
—Nada. Nada en absoluto —Tess dice un poco apresurada.
—No, ¿qué?
Tess niega con la cabeza, su trenza de color cobre se agita.
—Es solo que Harlow no es la misma. Reed le hizo algo esta vez,
incluso peor que a los demás. Fue arrestada por él varias veces, pero
nunca la había visto así antes. Es como si ella apenas estuviera aquí.
Delia toma mi mano mientras mi estómago se tuerce en un nudo.
Todo lo que puedo pensar es que Harlow está arruinada por mi culpa.
Reed la lastimó y permití que sucediera. Delia gira su cabeza para
obligarme a mirarla a los ojos.
—Kenadee, sé lo que estás pensando. Esto es culpa de Reed. Él
fue quien lo hizo. No la torturaste, no lo hiciste...
Mi voz es más dura de lo que quiero decir.
—Ella estaba allí solo por mí. La entregué. No hubiera soportado

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nada de eso si no lo hubiera hecho. Seguimos a algunos guardias
cuando hicimos el ataque a la Casa Blanca que hablaban de ella...
dijeron que era la más dura, pero finalmente la rompieron. Como si
mereciera algún tipo de premio. Y no puedo evitar pensar
constantemente que es mí...
Me detengo cuando las dos chicas se llevan sus dedos a los labios.
Harlow está justo detrás de mí, haciendo una pausa mientras ella
claramente escuchaba todo.
—Harlow, estoy…
Ella me interrumpe, mirando con obstinación hacia Tess y Delia.
—¿Has visto a Bryce? —su voz todavía es ruda, sus ojos llenos de
una emoción indescifrable.
—Sí, él está allí con Eli —Tess mira hacia adelante y hacia atrás
como un ciervo atrapado en los faros, mirando a la puerta en caso de
una pelea.
—Gracias —dice Harlow rápidamente, luego se aleja antes de
que pueda decir una palabra más. La vemos irse, cojeando
dolorosamente. Su cola de caballo rubia se abre paso a través de la
multitud cuando la veo encontrar a Bryce, inclinándose para hablar.
Las tres nos sentamos en silencio, la multitud está inquieta y Bryce
y Harlow encuentran un lugar en los micrófonos. Nadine y Jay están de
pie junto a ellos, así como algunos otros empleados del gobierno. Eli
aparece a mi lado mientras me levanto para darle un asiento. Bryce
sonríe cálidamente, sus ojos escaneando a la gran cantidad de
personas.
—Hola a todos, y gracias por venir hoy. Harlow y yo no estábamos
seguros de cómo decirles esto, pero lo voy a decir sin rodeos —se toma
un momento para mirar a su alrededor, con una pequeña y triste
sonrisa en los labios: — Sabemos que Reed ha estado mirando este
campamento por un tiempo. Si no has escuchado las noticias,
después de nuestra interrupción, Reed insinúa sobre un ataque.
La habitación no tarda en explotar.
—¿Qué vas a hacer al respecto? —un hombre de mediana edad
se pone de pie ferozmente, apuntando con un dedo a los dos líderes

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en la parte delantera de la sala—. ¡No podemos vivir de esta manera!
—Créeme, estamos haciendo todo lo que podemos…
—¡Reed no va a parar! —el hombre escupe, interrumpiendo a
Bryce, claramente enfadado con el tema.
—Tienes razón, él no va a detenerse. Es por eso que tenemos que
intensificar y luchar. Necesitamos voluntarios para que se una a
nuestra resistencia. Todos. Joven, viejo, tenemos que luchar porque no
se detendrá hasta que tenga a cada uno de nosotros. Todos tenemos
un deber y un campamento para proteger. Sin embargo, para
aquellos de ustedes que no desean quedarse y pelear, los líderes de
varios campamentos y yo hemos estado trabajando en un método de
evacuación. Creamos una red clandestina, el lugar más seguro que
no podrá alcanzar Reed y sus guardias. Vamos a comenzar a evacuar
inmediatamente, familias primero y pequeños grupos para que no
atraiga la atención. Se esconderán y protegerán.
El hombre se ve sorprendido y mira alrededor nerviosamente. La
gente comienza a murmurar. Mi hermano, sorprendentemente,
levanta una mano en el aire.
—Sabes que te ayudaré. Quiero decir… ¿qué puede hacerme
que no lo haya hecho ya? —algunas risas salen de la habitación
cuando, una por una, la gente comienza a morder el anzuelo. Me
quedo con ellos, levantando la mano en el aire para reconocer la
pelea.
—¡Bien, bien! —Bryce dice felizmente—. ¡Sigan así, muchachos!
Necesitamos más que el plan de la Casa Blanca. No podemos luchar
con solo unas pocas brujas y magos. ¡Necesitamos un ejército!
¡Tenemos que vencerlo!
Estoy sorprendida por el mar de gente, de pie como soldados. Hay
al menos unos cientos de cuerpos, principalmente jóvenes, pero
también algunos más viejos. Otros en el campamento se apiñan
estrechamente, abrazándose unos a otros con miedo. No los culpo. Sé
lo que el presidente está dispuesto a hacer para salirse con la suya,
incluso si eso significa arrancar a los niños de sus familias y torturarlos.
Cada vez más personas suben al estrado y les devuelven la sonrisa
a los dos líderes con orgullo. Están dispuestos a luchar, ansiosos por
proteger nuestro mundo. La esperanza revolotea en mi pecho y no

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puedo evitar sonreír. Juntos, lo detendremos.
Quiero ver su rostro cuando muera, cuando vea lo que se siente
morir una muerte lenta y dolorosa, como las que fueron asesinadas en
sus manos.
Nosotros somos a los que Reed tendrá miedo, los que lo destruirán
a él y a su legado, de una vez por todas. Una energía eléctrica
sobrepasa la habitación, y lentamente, un canto comienza a elevarse,
cada vez más fuerte, haciendo eco en las paredes. Podemos hacer
esto. Somos uno.
La evacuación se inicia casi inmediatamente al día siguiente.
Todos, excepto el puñado de brujas y magos en la resistencia se irán
a los diferentes campamentos a través del país. Reed ha estado en
este hotel antes y estoy segura de que no pasará mucho tiempo antes
de que sus soldados encuentren una manera de romper nuestra
frontera. Cuanto antes podamos sacar a la gente, mejor.
Desde mi habitación, puedo oír las puertas abriéndose y
cerrándose mientras la gente va por el pasillo. Puedo oír sus voces
haciendo eco mientras se apresuran, ansiosos por escapar de un
peligro inmediato, listos para pasar a su nueva vida.
Cuando llego al comedor para desayunar, encuentro la sala casi
vacía. La mayoría de la gente ha comido pronto para poder
comenzar a empacar. Con un libro bajo el brazo, encurto un lujoso
puesto ubicado en la esquina. Mira hacia afuera, de modo que pueda
ver al resto del mundo, mientras pasan por allí. Me pido un café y
gachas de avena, distrayéndome con la arrugada espina y las viejas

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páginas de mi última lectura.
Mi desayuno aparece y dejo mi libro a un lado, marcando la
página para más tarde mientras algo más llama mi atención. La
televisión gigante que se desplaza de habitación en habitación por el
campamento ahora ha aparecido aquí en la cafetería. Me inclino,
tratando de escuchar al periodista de aspecto nervioso.
—Noticias de última hora. Ha habido un ataque hoy en Chicago
durante un desfile en honor al presidente. Se cree fue acto de un
grupo terrorista de ciudadanos mágicos —la cámara parpadea,
ahora mostrando imágenes de las calles mientras explosiones parecen
golpear cada flotador, golpear a la gente directamente desde el aire
mientras las llamas devoran todo lo que se ve.
Un hombre está de pie ante la escena, mirando solemnemente a
la cámara.
—Gracias, Judy. Estoy aquí, en las calles de Chicago, que están
salvajes con el miedo y la destrucción tras el ataque terrorista. El
presidente habló hoy sobre el tema, calificándolo de acto atroz contra
la raza humana. Las personas están siendo llamadas a la acción, y
sorprendentemente, también el mundo mágico. Resulta que los
soldados mágicos están haciendo cola para ayudar en la causa
contra estos grupos de renegados.
Incendios, edificios rotos y multitudes de personas enfadadas son
mostradas en la pantalla, dejando grafitis dirigidos a nosotros. Ahora
se acerca de nuevo al primer periodista, que tiene el ceño fruncido
mientras empieza a hablar.
—Gracias, Jim. Aunque no tenemos una para cada individuo
preso fugado, tenemos fotos policiales para esos que son
considerados como las brujas y magos más peligrosos. Por favor, si os
encontráis con ellos, no tratéis de interactuar con ellos. Llamad a
vuestra policía local inmediatamente y ellos se harán cargo de la
situación.
Aparecen las fotos policiales, haciendo que mi estómago se
inquiete. Harlow, Eli, e incluso algunos niños pequeños se encuentran
dentro de las prisiones.
De repente ya no tengo hambre. Agarro mi libro y me paro de la
mesa mientras el periodista dice sus nombres, describiéndolos uno por

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uno. En el vestíbulo, rompo a correr, ni siquiera tomándome la molestia
de parar cuando accidentalmente golpeo mi hombro con una chica
joven. Puedo oír sus gritos de enojo, pero sigo adelante, decidida a
encontrar a Bryce.
No paro cuando alcanzo el mostrador de Julie, sino que giro a su
alrededor y doy la vuelta a la esquina. No está aquí.
—¿Dónde está Bryce? —no puedo controlar el miedo en mi voz,
lo que obviamente preocupa a Julie. Sus ojos se ponen redondos de
miedo mientras me lleva adentro como una loca.
—¿Entonces hay alguien aquí? —exijo una vez más, ralentizando
mis palabras para enfatizarlas.
—Harlow —dice Julie simplemente, examinando sus uñas.
No respondo. Corro a la puerta de Harlow y grito en voz alta.
—¿Hola?
Ella mira hacia arriba brevemente mientras entro, después,
inmediatamente vuelve la mirada a su trabajo.
—Vete.
—¡Harlow, por favor! —le ruego—. ¡Escúchame!
—¿Escucharte? —se burla, haciendo una pausa con el bolígrafo
en el aire—. Tienes suerte de que esté demasiado adolorida como
para matarte.
—Lo sé, y tienes que creer que estoy muy arrepentida…
—Bueno, en ese caso... —chupa su labio entre sus dientes—. No
me importa. Dime lo que tienes que decir y déjame en paz.
—Bien —me inclino en mi silla con un suspiro—. He visto las noticias
hoy en la cafetería. Ha habido un ataque en Chicago y nos están
culpando. Dijeron que hay más soldados magos oscuros alistándose,
Harlow. ¿Qué nos dice eso? ¡Su ejército se está haciendo más fuerte!
Ella lo procesa en silencio, pensando un momento antes de hablar
de nuevo.
—Está bien, ¿eso es todo?
—¿Qué? —tartamudeo, sorprendida por su calma exterior.
—Te pregunté si eso es todo —dice un poco más severamente
esta vez, la vieja Harlow saliendo.

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—Harlow, no creo que lo entiendas. Tienen vuestras fotos
policiales y descripciones por todas partes. Tenemos que hacer algo.
—No... —se burla—. Nosotros no haremos nada, lo haré yo. Puedes
ir a hablar sobre lo mal que te sientes con Tess y Delia si deseas. Estoy
segura de que te van a escuchar.
—Mira —golpeo mis manos sobre el escritorio, tratando de llamar
su atención mientras ella escribe algo en un bloc de notas—. Sabes
cuánto lo siento. Hice algo horrible y nunca te lo podré compensar.
Pero al menos quiero tratar de hacer las cosas mejor.
—Ah, ¿sí? —el fuego de repente es liberado en sus ojos azules—.
Eso es realmente genial por tu parte. Realmente genial. ¿Por qué no
vas a decírselo a otra persona? Ya he terminado contigo. Tuviste tu
oportunidad. Te la ofrecí yo misma y me mentiste. No sabes nada de
lo que es capaz de hacer Reed. ¿Le dijiste a todo el mundo que lo
hiciste por tu familia? Eso es realmente dulce, a Reed le encanta la
familia. Él tiene a mi hermano, le recuerdas, ¿de cuándo viste mis
recuerdos? Sí. Bueno, él trabaja ahora para Reed. Mi dulce hermano
pequeño es uno de sus mejores soldados llenos de odio.
Las lágrimas le llenan los ojos, desesperada y enfadada.
—Le dejaron tocar ese nuevo y divertido dispositivo de tortura,
sólo para nosotros las personas mágicas. Oh, sí, es maravilloso. Nunca
he sentido un dolor tan intenso; cuatro palizas en un día. Está bien.
Tuvieron cuidado de no hacerlo durante demasiado tiempo, porque
no me querían muerta antes de que mi tiempo se agotase. Debe ser
una muerte muy especial, ¿eh? Así que porque no das tú un paso al
lado y confías en mí cuando digo que estoy haciendo todo lo que
puedo para mantenerlo lejos de nosotros, porque no puedo dejar de
pensar en las cosas que él puede hacer. Simplemente ve con tus
nuevos amigos y tu hermano y Bryce y llora con ellos sobre lo mal que
te sientes. Quizás les importe.
—Lo siento —digo finalmente en voz baja, sintiendo las lágrimas
calientes caer por mis mejillas.
La consciencia aparece en sus ojos azules mientras se limpia una
lágrima perdida y se aclara la garganta, constantemente cambiando
de apariencia. Aprieta sus manos temblorosas en puños y en una voz
quebrada dice.

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—Puedes irte.
El entrenamiento comienza temprano en la mañana, mientras el
campamento está tranquilo y dormido. El invierno casi se acerca. Me
pongo una sudadera con capucha y pantalones térmicos para evitar
el frío de la mañana, tomo una manzana y salgo por la puerta.

Todos ya están en la sala de entrenamiento, estirándose y


calentando mientras hablan con entusiasmo. Elijo un rincón por mi
cuenta para estirar mis piernas cansadas mientras me preparo para
cualquier cosa que esta sesión de entrenamiento pueda incluir. Ignoro
a Kenzie mientras ella se quita la cola de caballo de sus hombros y me
mira.

—¿Cómo está todo esta mañana? —todas las cabezas se giran


en estado de shock cuando Bryce entra a la habitación en lugar de
Harlow, quien usualmente maneja el entrenamiento mágico. Él esta
sorprendentemente alegre mientras tira sus cosas a un lado y nos
dice—. Vamos a empezar con algunos ejercicios de calentamientos.
Tres juegos de diez flexiones. ¡Vamos!

El grupo gruñe colectivamente mientras caemos de rodillas y

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hacemos el ejercicio. Ha pasado un tiempo desde la última vez que
entrené con Harlow, y mis miembros duelen en señal de protesta.
Seguimos las flexiones con sentadillas, tablones, saltos y eructos.

Bryce es el primero que termina. Él salta a sus pies, claramente el


único energizado por todo esto. Él mira hasta que todos terminamos,
animándonos como un deportista exaltado.

—¡Buen trabajo! Descanso por agua, entonces luego nos


enfocaremos en hechizos de defensa. Tienen tres minutos antes de
que regresen aquí.
Me desplomo de rodillas, jadeando. Delia se ríe, mirándome
desde su lugar contra la pared.

—¿De verdad, novia? Creí que Harlow te había puesto en forma


antes.

—Lo hizo, pero dejé de entrenar cuando... bueno, ya sabes —dije


tímidamente, tomando un gran trago de agua.

Delia hace una mueca.

—Lo sé... espero que ella esté bien. Quiero decir, que ella pierda
un entrenamiento como este es inusual. Es como si ella simplemente...
estuviera cerrada...

Estoy agradecida con Tess cuando viene rebotando hacia


nosotras, un torbellino de energía. Habla tan rápido, que me cuesta
mantener el ritmo.

—Dios mío, esto es muy difícil, olvidé cuánto odiaba el ejercicio.


Por qué no puedo comer y no engordar. Entonces nunca tendría que
hacer ejercicio. Por qué…

Mi mente, acostumbrada a desconectar los muchos paseos de


Tess, se aleja. Todos hemos estado preocupados por el próximo
movimiento de Reed. Él parece estar siempre un paso adelante. Su
próximo movimiento será astuto. Será cruel y calculador, como el
propio presidente. Como mi madre. Como todos los drones sin mente

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de Reed. Él tiene todo el país a su disposición. Mi piel se arrastra para
pensar en lo que nos harían si se apoderan de nosotros.

Bryce se une a mí en la pared, sacudiéndose el sudor de la frente


con la parte posterior de su brazo. Lo miro por un momento mientras
vuelvo a enroscar la tapa en mi botella de agua.

—Entonces, no hemos hablado. ¿Cómo van las evacuaciones?

Él me da una mirada arrepentida, bajando la voz a un susurro.

—Estamos bastante preocupados. Los túneles solo funcionarán un


tiempo antes de que los guardias de Reed nos rastreen... tenemos
suerte de que tengamos más números, pero aún debemos encontrar
la manera de mantenerlos fuera para siempre.

—Tienen magia oscura, Bryce. Si es algo así como el mío,


entonces...

Frunce el ceño.

—Eso es de lo que nos asusta. Ya han estado vagando por el


bosque. Hemos tenido que enviar a nuestros guardias para atacar...

—¿Qué? —jadeo—, no mencionaste que ya estaban aquí... Eso


significa ...

—Lo sé —susurra, sus ojos color esmeralda moviéndose en mi


cara—. Además, no podemos encontrar nada sobre ese maldito espía
que mencionaste. Quien quiera que sean, han estado mintiendo
durante bastante tiempo. Creemos que solo son un observador
silencioso y le cuentan todo a Reed.

—¿No puedes mirar imágenes de los ataques? ¿Algo para rastrear


su magia?

Él niega con la cabeza.

—Miramos varias veces. Es lo raro... ha sido manipulado. Harlow


ha estado investigando a cada guardia, pero hasta ahora, nada...

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—Entonces —le pregunto, tan tranquilamente como puedo—,
¿qué hacemos?

Se lanza de la pared y arroja el agua en su bolsa.

—Entrenamos y seguimos avanzando. Es todo lo que podemos


hacer. Hablando de eso…

—Por supuesto. Vamos.

Él agrupa a todos juntos y volvemos a la sesión, esta vez,


emparejándonos en grupos de cuatro para los hechizos de defensa.
Bryce camina por el pasillo con la ayuda de Jay, colocando cuencos
de agua frente a cada asociación.
—La mayoría de nosotros aquí, salvo uno —asiente en mi
dirección—, tienen poderes limitados. Esto significa que podemos usar
y manipular objetos directamente en frente de nosotros.

—¡Bostezo! —dice Kenzie—. Lo aprendimos hace mucho tiempo.


¿Cual es tu punto?

—Gracias por el comentario innecesario, Kenz. Si me dejaras


hablar, llegaría allí —dice Bryce gratamente mientras me rio
burlonamente—. De todos modos, podemos usar cualquier cosa,
siempre que esté disponible. Un chorrito de agua, por ejemplo, puede
recorrer un largo camino.

Retrocede un paso para demostrar, endereza los hombros y


extiende sus manos. Lentamente, se elevan al aire, los espirales de
agua relucientes siguen cada uno de sus movimientos. Saca sus manos
a cada lado y el delicado arco de agua se ensancha, expandiéndose
hasta que cae al suelo como una cascada. Todos saltamos hacia
atrás cuando el agua cae sobre nuestros tobillos antes de disolverse
en las esteras.

—¿Ves? —dice Bryce, arqueando una ceja—. Tan simple como


eso. Quiero que todos lo intenten con sus parejas.

***

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Estoy de regreso en la habitación, apenas deslizando una camisa
limpia sobre mi cabeza cuando en la habitación comienza a sonar la
alarma de una llamada. No tengo que mirar para saber quién es. Reed
quiere hablar. Me apresuro rápido, tirando de la camisa y
encontrando a la secretaria. Ella no me mira, como siempre,
golpeando su chicle con el mismo aburrimiento que veo en ella cada
vez.

—Señorita…
—Lo sé, lo sé, solo tráelo… —le digo secamente, interrumpiéndola
sin escuchar el resto.

La chica pone los ojos en blanco hacia mí, aparentemente


ofendida, pero no deja de llamarme. La cara del presidente Reed
aparece momentos después, con el vaso de alcohol habitual en la
mano y una sonrisa engreída transformando sus labios.

—Ah, ahí está ella. ¿Cómo está mi adorable niña? —dice


lentamente, el alcohol haciendo su deber.

Ignoro su pregunta y le devuelvo la mirada.

—¿Por qué me llamas? —levanta su mano, grande, con dedos


retorcidos y manchas envejecidas en su piel.

—Por favor, Kenadee, no vayas más lejos. Tú conocías las


consecuencias de tus acciones. Estoy seguro de que has llegado a un
acuerdo con eso.

La rabia se envuelve a través de mí, haciéndome apretar los


puños.

—¿Como se atreve? Tú…

Él me corta con una mano levantada antes de que pueda dejar


que los insultos salgan de mis labios.

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—Kenadee, te hemos estado observando muy de cerca, y no
estábamos contentos con los resultados que obtuvimos.
Especialmente no apreciamos tu parte de irrumpir en la Casa Blanca.
¿No te advertí lo suficiente sobre lo que sucedería?

—Eres un monstruo. Pensaste que ibas a salirte con la tuya.

—Oh, eso es injusto, ¿no? Prometo que todos ustedes pagarán y


por completo será tú culpa. ¿Crees que puedes robarme mis
prisioneros? ¿Crees que no te encontraremos? —se ríe en voz baja,
como si fuera una broma graciosa—: Encontraré el camino hacia ese
campo tuyo y te haré pagar. Mataré a todos y cada uno de ustedes
si eso es necesario. Señorita Coria, siempre me salgo con la mía. No
luches contra esto.

No le digo nada más al hombre. No puedo...

Echando la cabeza hacia atrás, se ríe de su victoria.

—Siempre es un placer, Kenadee. Desafortunadamente, la


próxima vez que nos veamos estaremos bajo circunstancias más
sombrías. Que tengas una buena noche, querida niña.

La pantalla se dobla mientras aprieto los puños, tratando de


luchar contra la mezcla de ira y miedo que recorre mi cuerpo. ¿Por
qué no nos deja? Reed ha arrastrado a toda mi familia a este lío. No
me molesto en ahogar mis sollozos. El dispositivo pesa mucho en la
palma de mi mano mientras lo mando a través del aire, golpeando
directamente en la pared con un crujido nauseabundo. Mi corazón
late como un tambor en mi pecho cuando el próximo movimiento se
vuelve claro. Haré que paguen por lo que han hecho.

Marca mis palabras.

***

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Bryce llega a mi puerta de ATMY poco después de la reunión con
Reed, sus ojos verdes enloquecieron de confusión al verme.

—¿Qué pasa?

—R-Reed... —me las arreglo para escupir.

No dice nada más, posa una mano gentil sobre mi hombro para
llevarme al sofá.

Es todo lo que puedo hacer para disculparme, una y otra vez,


mientras él tranquilamente me consuela.
—Ken, sé que tienes miedo, pero ¿me dirás lo que pasó? —la voz
de Bryce es tranquila y suave, trayéndome lentamente a este mundo,
olvidando momentáneamente mis temores.

Tomo algunas respiraciones temblorosas, limpiándome los ojos


mientras comienzo mi explicación.

—Reed, él... él me llamó. Él tiene este dispositivo que hace un


video chat, lo usó varias veces antes cuando, bueno, ya sabes...

Bryce junta sus cejas oscuras.

—Espera... ¿hablaste con él? ¿Justo hoy?...

Me muerdo el labio, sin decir nada mientras asiento. Puedo sentir


su ira desde aquí mientras lanza sus brazos en el aire.

—¡Eso es genial, Ken! ¡Pensé que habías terminado de ayudarlo!

—¡Ya terminé, Bryce! —siseo— ¡Él me llamó a mí! No al revés. ¡Me


olvidé de que estaba incluso en mi habitación!

Bryce abre la boca y luego cierra la mandíbula. Hay una


expresión de ferocidad en sus ojos que nunca había visto antes.

Rompo el intenso silencio.

—Te juro que no estoy ayudando a Reed. Lo ha destruido todo,

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Bryce. Todo lo que quiero es hacerle sentir un poco de ese dolor.

Él me mira por un segundo antes de asentir lentamente.

—Te creo. En este momento, él nos está destrozando sin siquiera


intentarlo. Si todos vamos a trabajar juntos, debemos ser capaces de
confiar el uno en el otro. Dime lo que dijo.

Abrazo mis rodillas a mi pecho, un vano intento de consuelo.

—Bryce... Creo que estamos fuera de tiempo. Lo hizo sonar


como...

La comprensión amanece sobre sus rasgos.


—¡Maldición! —Bryce se pone de pie, pasándose las manos por su
corto cabello castaño.

No lo miro. Me miro los pies, en cambio, una loca idea llena mi


cerebro. Mi corazón parece correr un poco más rápido mientras me
pongo de pie.

—Bryce ... sé lo que podemos hacer.

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Siempre he pensado que yo era algo inmortal. Mi madre siempre
me dijo que tuviera cuidado y vigilase mis acciones—. ¡No te hagas
daño! —me advertía. Siempre la había ignorado, demasiado perdida
en mi propia ingenuidad, hasta que llegué a casa llorando por un
accidente en bicicleta o una rodilla raspada por hacer algo estúpido.
Mi madre echó la culpa a los años de la infancia, diciendo que los
niños siempre piensan que van a vivir para siempre. Pero no lo hacen.
Bryce me mira con horror cuando la idea sale de mis labios. Le
toma sólo cuestión de segundos negarlo completamente.
—¡Absolutamente no! ¡No puedes volver allí! ¿Estás loca?
—¡Sólo escúchame! —ruego.
—¡No, es definitivo! Nadie volverá allí. ¡Es demasiado peligroso!
Me burlo.
—No puedes decirme qué hacer, Bryce. Además, esto es sólo una
idea. ¡Tal vez le dé a todos el tiempo suficiente para huir!
Toma una respiración profunda, claramente tratando de

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calmarse.
—Mira, Ken, puedes simplemente… ¡simplemente no lo hagas! No
tienes que hacerte la heroína. Puedo garantizarte que Reed y sus
hombres están ahí fuera, en este momento, viniendo a por nosotros.
Tenemos suerte de que no pueden entrar, pero todos sabemos que es
sólo cuestión de tiempo. Es nuestro trabajo sacar a nuestra gente de
aquí. Estas paredes son el único lugar donde la magia puede ser
utilizada libremente sin ser rastreada. Vamos a centrarnos en evacuar
a las personas que dependen de nosotros para estar a salvo. Ir allí para
encontrar a Reed sólo empeorará las cosas. Por favor, escúchame
cuando digo que esta es la única forma.
Mastico el interior de mi mejilla, ocultando todas las palabras que
realmente quiero decir. Sé que buscar a Reed en este momento es
una idea loca, pero si desvía su atención, aunque sea por un segundo,
podría salvar a nuestro pueblo. No sabemos quién está sentado fuera
de los muros del campamento esperándonos. En cuanto Reed
encuentre una manera de entrar estaremos muertos.
Bryce y yo nos sentamos en silencio durante un minuto, sin saber
qué es lo siguiente. Desvío mi atención a la ventana, fingiendo mirar
una escena abajo. Mi patio trasero tiene vistas a las lejanas montañas.
Normalmente me encanta la vista, pero hoy, se siente un
confinamiento. ¿Qué enemigos acechan más allá de nuestras
fronteras? Miro a los niños pequeños debajo mientras se mueven entre
los bancos de nieve, apareciendo frente a sus padres quienes llevan
grandes cargas de bolsas.
—¿Qué dices? —pregunta Bryce finalmente, rompiendo el
silencio mientras se une a mí en el cristal de la ventana.
—Tienes razón. Es probable que sea un plan imprudente —admito.
Y todavía…
Mientras Bryce toma un lugar a mi lado en la ventana, me
pregunto cuán imprudente estoy dispuesta a ser.

********

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Voy a dar un paseo, incapaz de manejar la idea de estar sentada
en el interior.
La gente alrededor está en pleno modo evacuación. Un gran
portal está abierto en el centro de la ciudad mientras la gente escapa
a su nuevo hogar, donde quiera que sea. El equipo de seguridad se
encuentra muy cerca, con las manos entrelazadas tras su espalda. Ya
han tomado precauciones adicionales, lanzando el mismo hechizo
barrera que mantiene a todos los demás fuera del portal. Sin embargo,
ellos están al acecho cerca, como si el propio Reed estuviera a punto
de aparecer.
Voy a tomar un café, deslizando una propina en el frasco mientras
el barista me mira mal. Por desgracia, todo el mundo sabe lo que he
hecho, lo que significa que las caras amigas no son algo que haya
estado experimentando. Doy gracias al barista de todos modos y
salgo al frío aire del invierno.
Tomo sorbos cuidadosos, las botas crujiendo ruidosamente sobre
la nieve mientras observo a la gente moviéndose con sus cajas. Salgo
del camino y voy hacia la antigua ruta que tomábamos Harlow y yo
para correr. Huele a abetos mentolados y madera ahumada flotando
fuera de las chimeneas. Pequeñas pistas en la nieve revelan que un
zorro había estado cazando a un ratón.
Alcanzo dentro de mi bolsillo y me pongo los guantes en las
manos, no mirando a dónde voy hasta que es demasiado tarde. Mi
bota cae en un borde nudoso haciéndome caer al suelo.
—¿En serio Kenadee? En serio —me susurro a mí misma, con furia,
mirando los restos de mi café, ahora salpicado por mi camisa y toda
la nieve. Me pongo de pie en una rabieta, tratando de alcanzar mi
taza de café vacía cuando algo me llama la atención un poco más
allá de un árbol de pino particularmente grueso.
Algo rojo.
Doy un paso más cerca para examinar la escena.
Es un mensaje, tallado en el tronco de un árbol de álamo antiguo
con letras mayúsculas, dentados.
Estás muerta, estás muerta, y tú también.
Grito.

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Encuentran los cuerpos unas pocas horas después, colgando sin
vida de los árboles. Han sido colgados y sé exactamente quién es el
responsable.
Bryce y Harlow están de pie con Jay, Nadine, y Benson,
discutiendo la escena en voz baja. Interrumpo la conversación en una
voz baja.
—Tenemos que hablar. Ahora.
—Disculpa —dice Bryce urgentemente mientras me siguen fuera
hacia los árboles.
Cuando estoy segura de que nadie más está escuchando, hablo.
—Quien quiera que sea este espía, ya no está escondiéndose.
¿Cómo está haciendo esto?
Bryce frunce el ceño.
—Había guardias por todas partes. No debería haber sido capaz
de hacerlo sin ser visto.

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—Eso es porque tiene poderes como los nuestros —los ojos de
Harlow aterrizan sobre los míos—. ¿Ves esas marcas de arrastre en la
nieve? Las víctimas fueron literalmente atacadas por esas cuerdas en
el árbol. Si me preguntas, el asesino tiene un verdadero y enfermo
sentido del humor.
Las cejas de Bryce se elevan.
—Bien, genial... has entrenado prácticamente a todo el mundo
en este campamento. Tenemos registros. ¿Por qué no encontramos
simplemente a los que tienen poderes oscuros?
—No es tan simple. Quien quiera que sea, ha sido lo
suficientemente inteligente como para ocultarse desde el primer día.
—¿Y qué? ¿Nos sentamos a esperar? —Bryce señala en la
dirección de los cuerpos colgados—. ¿Ver a más personas morir?
—No he dicho eso —dice Harlow con un suspiro—. Este idiota está
ayudando Reed a jugar con su comida. El hecho de que sea tan
arrogante es lo que me aterra; creo que Reed sabe algo que nosotros
no.
—¿Crees que es más fuerte de lo que aparentaba? —pregunto,
dándome cuenta.
Bryce parece que está a punto de ponerse enfermo mientras su
boca se abre y cierra.
—Pero... no tiene sentido. ¿Por qué no viene y ataca?
—Por qué —Harlow cojea hacia el árbol más cercano y se apoya
en él—. Giro argumental: Los milagros existen y a Kenadee finalmente
le creció un cerebro.
—Ja, ja —ruedo mis ojos mientras Harlow se ríe hacia a sí misma. A
Bryce le digo—. ¿Recuerdas cuando me necesitasteis para romper la
barrera?
Asiente
—Es la única cosa que mantiene a Reed lejos de nosotros.
—Exactamente. Hicisteis tal trabajo con la seguridad que él no
pudo atacar hasta que estuvo abajo. Sabía que no podía comenzar
la guerra hasta que lo hubiera averiguado. Estos ataques... ¿nunca
ocurrieron antes de que yo viniera?

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Ambos niegan. El horror me atraviesa cuando finalmente lo
entiendo.
—Está declarando la guerra porque voy a romper la barrera.
Bryce parpadea, mirándome con una expresión dura.
—¿Repítelo?
—Por supuesto... —dice Harlow en voz baja—. Eso tiene mucho
sentido. Este espía suyo no podía hacerlo, así que te usará en su lugar.
—¡Para! —Bryce se mete entre nosotras—. ¿De qué estás
hablando?
—La noche de los fuegos artificiales, ¿recuerdas? Era nueva con
la magia, era débil. Se metió dentro y me usó para hacer ese hechizo.
—No... —dice, sus ojos muy abiertos por el horror—. ¡No dejaremos
que suceda!
Trago, mi estómago retorciéndose. ¿Como evito algo que ni
siquiera sé que está pasando? Si Reed tiene acceso al campamento,
los matará a todos.
—T…tengo que hacer algo —susurro.
—En realidad es bastante simple. Te lobotomizaremos —sugiere
Harlow.
—¿Qué? —retrocedo, notando el brillo malicioso en los ojos de
Harlow.
Bryce mira a Harlow.
—No se llama realmente hechizo lobotomizador, es sólo la
manera de Har de ser divertida. El hechizo básicamente defiende tu
mente, te mantiene protegida de cualquier magia exterior. La única
cosa es que no dura mucho tiempo.
—No te preocupes, no revolveré tu cerebro —se burla la rubia—.
Pero tendrás que permanecer bajo supervisión constante para que
sepamos que no estás haciendo el trabajo sucio de Reed.
Si no me sentía mal antes, estoy segura de que sí ahora. Lamento
las palabras en el momento en que salen de mis labios.
—Haz lo que tengas que hacer.
—Muy bien, entonces está decidido. Ven a mi habitación esta
noche y haré el hechizo —dice ella—. Pero ahora, a la parte divertida.

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Tenemos que hablar de guerra.
—No podemos correr el riesgo —Bryce se cruza de brazos, con voz
firme—. Él tiene un creciente ejército de poderes oscuros, un ejército
regular con armas y bombas, y…
—Pero, sin mí para derribar la barrera, tenemos ventaja —le
recuerdo—. Siempre y cuando hagáis ese hechizo, entonces no
pueden entrar. Tu equipo de seguridad altera el hechizo para
bloquear a su ejército, ¿verdad? —Bryce asiente—. ¡Entonces es
perfecto! Eso significa que sus armas tampoco pueden entrar.
—Olvidas que Reed también es consciente de ello. Tiene a gente
como tú bajo su radar —Harlow se frota su mano tatuada con aire
ausente. Sus dedos están ligeramente torcidos, como si se hubiera
fracturado la mano y nunca hubiera sanado adecuadamente. Me ve
mirándola y deja caer sus manos a un lado, dirigiéndose a Bryce.
—Convoca una reunión de equipo para todo el mundo que
estuvo involucrado en el ataque a la Casa Blanca. Voy a trabajar con
el equipo de seguridad para crear una barrera más fuerte. Kenadee,
ven conmigo. Hará falta toda la energía que podamos conseguir.
—¿Y entonces qué? Nuestra gente está todavía en peligro.
Se aparta del árbol donde estaba apoyándose y da una vuelta
lenta alrededor de Bryce.
—Ayudarán, les guste o no. Esta es también su casa. van a
ayudarnos a jugar a su juego.
—¿Jugar a su juego? —la cara de Bryce se contorsiona—. Todo lo
que hace es matar para salirse con la suya. ¿Estás sugiriendo…?
—Me duele que siquiera digas eso. Lo creas o no, no soy una
psicópata, Bryce —se burla, llevándose una mano sobre su pecho
para simular una ofensa—. Todo lo que estoy sugiriendo es que
recuperemos a nuestra gente.
—¿El ejército mágico? —pregunto. Una ráfaga de viento frío hace
que las hojas tiemblen encima mientras me cierro mi abrigo hasta mi
barbilla.
Harlow asiente, sus ojos relucientes.
—Exactamente —golpeémosles un poco hasta que vean lo que
se están perdiendo.

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—Estás disfrutando de esto demasiado, sabes.
Levanta sus manos, caminando hacia atrás.
—Me estoy muriendo, Bryce. Permíteme devolvérsela a Reed y
divertirme hasta que pueda.
Bryce mira al cielo, exasperado mientras Harlow vuelve al
campamento sin más palabras, su sombrero azul marino de esquí lleno
de nieve.
—Que el Señor nos ayude. Sabes, en realidad temo por Reed
cuando Har ponga sus manos sobre él.
El bibliotecario me mira con los ojos abiertos mientras entro
atropelladamente a través de la puerta y piso la nieve fuera de mis
botas sobre la alfombra. Estiro el cuello para verla sobre los grimorios,
mi último botín fue mi más pequeño, sin embargo, sólo nueve. Desde
que los líderes dejaron claro que no querían que atendiera las
reuniones de seguridad, he tenido un montón de tiempo para mí.
Dejo la pila en una pequeña mesa y los libros vuelan por las
escaleras hacia sus lugares de descanso. Limpiando el polvo de mis
manos contra mis vaqueros, sigo su guía hacia la sección de grimorio,
el olor a humedad de sus viejos lomos llenando mi nariz. Mi mano
aterriza sobre un diario particularmente en mal estado con las páginas
amarillentas que se pegan mientras trato de apartarlas. Entrecierro mis
ojos, captando un título en una página en negrita que capta mi
interés. Hojeo el libro hasta que lo encuentro, poniendo mi dedo bajo
las palabras.
EL CONTROL EN LA MAGIA OSCURA.

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Me dejo caer al suelo con entusiasmo. Conozco este grimorio, era
del mismo autor del último libro de magia oscura que encontré. Pensé
que estaba aquí por accidente, pero ahora...
Exploro los garabatos casi ilegibles a toda prisa hasta que
encuentro lo que he estado buscando.
Conjuros: el método más común para obtener el control sobre la
víctima deseada. Son simples, pero sólo duran mientras el usuario está
en la cabeza de la víctima.
Temporizador mortal: tatuaje colocado sobre la piel de la víctima.
Causa tanto un efecto mental como físico a su portador. La mayoría
de las personas no son conscientes de que el T.M. es considerado el
más poderoso hechizo de control, ya que debilita los órganos de la
víctima, haciéndolos presa más fácil para aquellos que buscan a largo
plazo, un control total de la mente y el cuerpo de la víctima.
Leo las últimas líneas una y otra vez. Reed no debe saberlo, o
hubiera tenido a Harlow sirviendo en sus filas. Acerco mis rodillas a mi
pecho y elevo el libro mientras continúo leyendo.
Venenum: hechizo vocal, apodado “hechizo venenoso”. Menos
común. Requiere un objeto encantado para conseguir el control sobre
otra víctima. Deben ser usados a menudo si el usuario quiere
asegurarse de que funciona plenamente. Es a largo plazo mientras el
objeto continúe encantado, y la víctima continúe usándolo. Se
pueden lanzar hechizos a la mente de la víctima sin que ésta lo sepa.
Control total de la mente y el cuerpo. La víctima sufre pérdidas de
memoria.
Cierro el libro de golpe, metiéndolo bajo mi axila. Todo tiene
sentido: el comunicador. Tuvo que haber sido eso. Lo utilicé todos los
días antes de que lo devolvieran a mi puerta, debían haberlo
encantado.
Aterrizo en mi sala de estar y alcanzo en el cajón de basura de la
mesa de café. Lo recojo con mi magia para no tocar el dispositivo, y
susurro la palabra.
—Praemium.
El comunicador explota en un millón de piezas, cayendo en
espiral sobre la alfombra y parpadeando como estrellas rotas.

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Salgo de la ducha, emergiendo en un ciclón de vapor. Mientras
seco mi cabello con una toalla, me congelo. En algún lugar de la casa,
una puerta se cierra.
Me pongo la ropa lo más rápido que puedo, sintiendo un extraño
pánico sobreviniéndome.
—¿Eli? —grito, mi corazón latiendo más rápido con cada paso
que doy por el pasillo silencioso—. Eli, ¿eres tú?
Silencio.
Después de comprobar todos los rincones de la casa, entro en la
sala de estar, mis ojos al instante aterrizando en el lugar donde había
estado mi grimorio. En su lugar hay una nota.
El hecho de que destruyeras el comunicador no significa que eres
libre. Gírate.
Los pelos de mi nuca se elevan mientras me giro lentamente, sin
esperar lo que pueda encontrar. Directamente frente a mí, donde

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había sido destruido, el comunicador empieza a zumbar.
Salto hacia atrás, cayendo sobre mi sofá mientras Reed y mi
madre aparecen en la pantalla.
—Kenadee —Reed se balancea en su silla— espero que no te
hayan asustado demasiado.
—¿Dónde está el libro de magia? —siseo.
Reed sonríe débilmente.
—Oh, no te preocupes por esa vieja cosa. Está siendo bien usada.
—¿Qué quieres de mí? —pregunto en voz baja—. Ya no trabajo
para ti.
—Au contraire. Sabemos muy bien lo que te motiva, querida niña.
Te hemos estado estudiando muy de cerca. Odiaría que alguien
muriese porque te negaste a ayudar.
No. Esto no puede estar ocurriendo de nuevo.
Reed se vuelve hacia mi madre, y ella hace uno de esos hechizos.
Suspiro al comprender lo que están viendo. Mis amigos están afuera,
ayudando con las cajas y el caos de las evacuaciones.
—En este momento, tengo ojos en todos y cada uno de ellos. Hay
tantos a los que podríamos hacer daño, así como así —chasquea los
dedos para crear un efecto—. Mira a tu hermano, por ejemplo —él
aparece bajo el hechizo del ojo vigilante, señalando algo en la
distancia mientras habla con Benson—. Pobre, pobre Eli. Nueve años
de tortura... realmente podría usar un descanso de todo el dolor, ¿no
te parece? O ahí está la pequeña y dulce Tess, tan llena de optimismo.
Delia, la sanadora de gran corazón. Ella es una de tus únicas amigas,
¿verdad?
—Déjalos en paz —gruño.
Él simplemente continúa.
—No he llegado siquiera a los buenos. Ahí está siempre Harlow —
acerca el ojo a la rubia mientras ella deja caer una caja en el portal—
. Sabes cuánto amo verla sufrir. O Bryce. El niño que perdiste. ¿Y si lo
perdiste para siempre?
—No —niego—. ¡Por favor, no! Voy, voy a hacerlo, ¡simplemente
déjalos en paz!

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Mi madre cierra el hechizo mientras él junta las puntas de sus
dedos con malicia.
—Vas a romper la barrera, y a entregarte a mí. Te quiero en mi
ejército, Kenadee, y no voy a aceptar un no por respuesta.
—Está bien —trago—. Bien... pero déjalos en paz.
Él no reconoce esto, sólo eleva una ceja.
—Tienes hasta la mañana. Te sugiero que le saques el máximo
provecho.
Me deslizo por los oscuros pasillos como un fantasma, mi corazón
rompiéndose con cada paso que doy.
Odio irme, abandonarlos en este momento de peligro, pero sé lo
que tengo que hacer.
No llevo nada excepto la ropa a mi espalda: camisetas en capas,
una chaqueta, botas, y guantes para mantener el calor. Todo lo que
necesito es magia.
Me detengo ante la puerta de mi hermano, tragándome las
lágrimas.
Siempre prometí no volver a dejar que mi hermano se fuera de mi
lado, y ahora, soy yo la que le dejo. Espero que me perdone algún día.
Me arrodillo y meto la nota bajo su puerta, limpiando furiosamente
una lágrima que cae en cascada por mi mejilla. Tomo una respiración
estremecedora para contenerme, y me muevo a la habitación de
Bryce.

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El chico que era mío. No sólo era un líder, sino alguien que trató
de ver lo bueno en todo el mundo. Era el hombre con los dedos
callosos rasgueando su guitarra constantemente, que tenía los ojos
brillantes color esmeralda y la sonrisa más amable que he visto nunca.
El chico que creo que amo.
Por lo tanto, como la cobarde que soy, meto la nota de
despedida a través de la grieta por debajo de su puerta y me levanto.
Me voy rápido por el pasillo y hago una última parada en la
puerta de Harlow, apretando fuertemente el papel en mi mano. Ésta
es la nota de despedida más dura, el mensaje que he estado
posponiendo por demasiado tiempo.
Harlow,
No tengo mucho que decir. Espero que sepas cuánto lo siento por
las cosas que he hecho. Tú especialmente no te mereces las cosas que
te han pasado. No sé si alguna vez te lo compensaré, pero seguro
como el infierno que lo voy a intentar.
La verdad es que he sabido durante algún tiempo que ésta
podría ser la única opción. Sólo que nunca realmente quise
enfrentarme a ello. Tan pronto como leas esto, evacúa a la gente del
campamento. Id a algún sitio seguro, así cuando Reed me haga
romper esta barrera, no habrá nadie a quien matar.
Lo siento mucho, Harlow. Espero que lo entiendas.

Sinceramente,

Kenadee

(P.D: Hazme un favor y vigila a Eli, ¿quieres?)

La empujo por la grieta y luego me levanto. Mis palmas sudorosas


y mi cabeza llena de ansiedad. Esto es real. Me voy…
Me obligo a mirar hacia otro lado, sollozando mientras reenfoco
mis pensamientos en la tarea por delante. Es el momento perfecto de

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la mañana para escapar, cuando todo es del extraño color gris oscuro
de la noche, pero el sol empieza a asomarse desde detrás de su
refugio en las siluetas de las montañas. Me dará mucha luz una vez
que esté fuera del campamento, y no tendré que preocuparme por
andar a escondidas en la oscuridad del bosque. Eso me trae todo un
nuevo mundo de peligros que no me importa enfrentar.
Kai está de guardia esta mañana. Puedo ver su cuerpo desde mi
escondite en el balcón mientras observo desde las grandes ventanas
que dan al exterior. Está apoyado contra un árbol, tallando algo con
lo que parece un cuchillo para mantenerse ocupado.
Voy abajo rápidamente y atravieso las puertas delanteras del
campamento. Kai mira con sorpresa mientras escucha mis botas
crujiendo en la nieve.
—Qu-qué estás haci…
—¡Lo siento mucho!
Se levanta de pie, tan ágil como un gato, pero es demasiado
tarde, lo pongo a dormir con un movimiento de mi mano. Miro
alrededor por cualquier señal de peligro mientras se desploma contra
el suelo, asegurándome que ningún otro guardia lo ha notado.
Cuando estoy segura de que nadie más está alrededor, me escondo
entre las sombras.
Corro hasta que encuentro el árbol del rayo deformado y el borde
del campamento con el que me he familiarizado. Mis manos golpean
contra la superficie dura mientras respiro un poco para calmar mi
acelerado corazón.
Eso es todo. Todo lo que tengo que hacer es conseguir atravesar
estas barreras.
El poder aumenta caliente dentro de mí mientras recito el hechizo.
Se rompe fácilmente bajo mi guía, deseoso de obedecer. Aprieto mis
puños fuerte hasta que la barrera se rompe en el aire.
Dejo escapar el aire que he estado conteniendo con alivio. Las
sirenas comienzan a sonar en el campamento, una alerta de
seguridad que tomo como mi señal para irme.

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Alguien detrás de mí aclara su garganta.
—¿Dónde crees exactamente qué vas, chica nueva?
—¡Harlow! —grito, girando y llevándome una mano al pecho—.
¡Me has asustado! ¿Cómo sabías que estaría aquí?
—¿Qué puedo decir? Tengo pesadillas. Pero, en realidad, estoy
más preocupada por esto —ella tira de la nota de su bolsillo y la
sostiene ante mí.
Suspiro.
—Tengo que hacerlo, Harlow. Nunca va a parar a menos que lo
haga.
—¿Qué tiene sobre ti?
Niego.
—No puedo decirlo. Todo lo que sé es que es tienes que encontrar
al otro espía tan pronto como sea posible. ¡Harlow, no puede esperar!
Reed…
—Reed es un matón. Sabe que puede asustarte para someterte,
no le dejes Kenadee.
Miro hacia el lugar donde una vez estuvo la barrera, y luego de
vuelta al campamento, mi mente corriendo. No puedo desafiarle. Los
matará…
Harlow da un paso más cerca, obligándome a mirarla a los ojos.
—Te odiaba por lo que hiciste, sabes. Pero... sé por qué lo hiciste.
Y si alguna vez repites esto, lo negaré, pero supongo que te he tomado
cariño y no quiero que Reed te haga daño.
Le doy una sonrisa maliciosa.
—Sabes que hay una palabra para eso, ¿verdad?
Ella pone sus ojos en blanco, pero no trata de ocultar su sonrisa
ladeada.
—Dilo y te golpearé.
Es un honor, la verdad. La gran Harlow Creston me considera una
amiga. Y sólo se la veía ligeramente enferma mientras lo decía.
—¿Qué pasa?
Las cejas de Harlow se fruncen mientras mira en dirección al

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campamento donde la alarma todavía resuena.
—Las alarmas llevan sonando varios minutos y nadie las ha
reestablecido.
—Esto es porque están tomando algunos visitantes ahora —dice
una voz familiar. Mi madre emerge de entre las sombras—. Y al
Presidente no le gustan los anfitriones groseros.
—Oh, vamos —Harlow gime al ver a mi madre—. Ni siquiera son
las cinco de la madrugada y éste ya es un día terrible. No puedo tomar
mi café primero.

—¿Te callas? —le susurro a Harlow.

—No, está bien —dice mi madre, dando un paso más cerca—.


Estoy muy acostumbrada a la señorita Creston y su mala actitud. Tal
vez sólo necesita una pequeña lección de respeto.

—¡No! —grito cuando las llamas salen de sus manos, corriendo


hacia Harlow con ardiente furia.

Mis gritos son efímeros, sin embargo, cuando Harlow levanta una
mano aburrida y las llamas rebotan, girando en espiral hacia la
cabeza de mi madre. Mi mamá los redirige justo a tiempo.

Harlow frunce el ceño, la cabeza ladeada.

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—Maldición. Lo eché de menos.

Hago el siguiente movimiento, usando ambas manos para


invocar mi magia, inmovilizándola contra el árbol. Ella me mira
sorprendida, luego su rostro se tuerce en otra cosa. Algo lleno de furia
y horror.

—¿Por qué estás aquí, mamá? ¡Tú y Reed me acaban de llamar


de D. C.!

—Espera, qué —Harlow se burla a mi lado— ¿Es por eso por lo que
te ibas? ¿Para ir a jugar a la casa con el presidente?

Mi madre la ignora, posa sus ojos en mí.


—Nosotros vimos a la Sra. Creston venir y sabíamos que no lo
harías. Decidimos tomar la situación por nuestras propias manos…

—Así que... ¿dónde están todo el mundo? —respiro, el aire se


empaña en la noche azul marino, mirando a mi alrededor. Sin
soldados.

Mi madre sonríe maliciosamente.

—Están en el campamento, por supuesto. Destruiste toda la


frontera de la ciudad, después de todo. Incluso nuestra otra pequeña
rata no pudo hacer eso.

—¿Quién es la rata? —escupí, retorciendo mi mano mientras ella


jadeaba de dolor.

—Sabes —jadea mientras la agarro con más fuerza—, la magia es


muy divertida. Nunca supe lo que me estaba perdiendo todos estos
años al no practicar. Ahora puedo hacer cosas como esta.

Ella lanza los dos brazos a sus rodillas y Harlow y yo somos arrojadas
hacia atrás en la nieve. Los pies de mi madre crujen hacia nosotros.

—Magia oscura... Se siente tan maravilloso, no es así, sólo ir.

Harlow golpea, pero mi madre es demasiado rápida. Es su turno


de inmovilizar a la rubia contra el árbol.

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—No veo por qué todos te tienen tanto miedo. Estás tan... rota,
¿verdad?

—¡Déjala ir! —golpeé a mi madre en el estómago con mi magia y


ella se dobla, pero no afloja su agarre. Con las fosas nasales
encendidas, ella también me saca de los pies y me empuja hacia el
árbol.

—Kenadee, tenemos que agradecerte nuevamente por ese


maravilloso grimorio. La información fue simplemente fabulosa.
Aprendí algo nuevo que podría probar esta noche.

Me doy cuenta de que mi madre se vuelve hacia Harlow.


—Al final, los temporizadores de la muerte es el mejor tipo de
sirvientes. Es la única forma en que podría controlar a alguien con
poder como el tuyo. Tu vas a ser mi arma.

Antes de gritar, mi madre deja caer a Harlow, con la mano


volando hacia el hombro que luce el tatuaje. Hay un brillo en sus
manos, un azul enfermizo, y los gritos de Harlow. Trato de retorcerme,
patear y luchar contra el hechizo que me detiene.

Es demasiado tarde.

Mi madre me suelta y Harlow cae al suelo mientras da un orgulloso


paso hacia atrás.

—¿Harlow? —lloro.

Ella está de rodillas jadeando. Apenas escucho las palabras


mientras ella las asfixia.

—Kenadee, corre.

—No yo…

—¡Corre!

Tomo una respiración temblorosa, echando una última mirada


hacia mi madre, y corro hacia los árboles. Tengo que matarla, pero...
ahora tiene a Harlow. Si muere mientras controla a Harlow, ¿qué

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significa eso?

El campamento está a la vista. Mi corazón se detiene cuando veo


humo saliendo de sus entrañas, llamas anaranjadas lamiendo las
paredes. Llego muy tarde.

Algo me agarra de los pies y me lanza al aire como un muñeco


de trapo. Me golpeo contra el suelo, sintiendo que todo el aire
abandona mi pecho mientras miro la estrellada lona del cielo. Pasos
leves se acercan, y Harlow se arrodilla a mi lado. Solo que... no es
Harlow.
Sus ojos son duros y vacíos, mirándome fijamente con odio. Su
característica sonrisa torcida se ve aún más malvada, ya que se estira
en sus labios.

—No puedo matarte, pero aún puedo divertirme —me golpea


con un hechizo que parece un cuchillo en el estómago. Grito,
tratando de escaparme. Ella solo sigue, merodeando a mí alrededor
con esa expresión oscura—. Después de todo lo que me has hecho
pasar, esto es lo menos que puedo hacer para darte las gracias.

—Harlow —balbuceo, el líquido caliente me baja por la nariz y las


orejas. Lo limpio y encuentro sangre en mis dedos—. Esta no eres tú.
¡Lucha de nuevo!

Ella tuerce su mano y la sangre se acumula más rápido. Lo


saboreo en mi boca, trago, mientras su mano da un grito agudo. Mi
cabeza parece que está a punto de estallar... Presiono mis manos
contra ella, cegada por el dolor. Subo dolorosamente a las rodillas y
vomito por todo el suelo del bosque mientras el ruido se detiene y la
risa de Harlow lo sustituye.

—Para ser justos —dice la voz de mi madre, ligera como


aparece—, ella te advirtió que huyeras. ¿No es esto tan divertido,
Kenadee? Ella es como un títere sostenida en cuerdas.

—Déjala ir —me atraganté. A lo lejos, los gritos llenan el


campamento.

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Mi madre se toca el mentón, como si lo estuviera considerando.

—No, no creo que lo haga.

—¡Entonces te haré…! —gruñí, saltando hacia ella. Mi madre


jadea mientras el agua brilla en mis manos. Le doy vuelta, dejándolo
crecer y…

—¡Harlow! —grita mi madre.

La rubia está sobre mí en un instante, golpeando mi cabeza


contra un árbol. Mi espalda se raspa contra la dura corteza, pero veo
mi siguiente movimiento. Envío mis poderes directamente a la pierna
mala de Harlow. Ella grita, la pierna se dobla debajo de ella mientras
la agarro momentáneamente desprevenida. Dando vueltas sobre mi
madre, dejé que la ola se reformara en mis manos. Se cuelga en mis
palmas, las mareas me hacen cosquillas en la piel. Lo arrojo a su
manera y ella es barrida por debajo.

—¿Kenadee? —Harlow agarra un árbol en busca de apoyo,


mirando a su alrededor con horror. Todos los signos de control se han
ido, sus ojos están claros mientras me mira—. ¿Qué...? —ella se calla,
el cuerpo doblándose.

—¡No, Harlow! —lloro—. ¡No la dejes entrar!

—Sal de aquí —ella se atraganta, alejándose cuando extiendo la


mano para ayudar.

—No me voy a ir.

Los ojos preocupados parpadean.

—No puedo luchar contra eso. Tienes que irte ahora antes de que
yo... —no termina la frase cuando, como un suspiro de alivio, se
endereza y se relaja. El control vuelve a aparecer y se desliza sobre sus
pálidos ojos azules.

Comienzo a retroceder, sintiendo mi corazón tratando de


arrancarse de mi pecho.

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—Harlow, detente. No dejes que ella te haga esto, ¡contraataca!

Ella ríe fríamente.

Escucho a mi madre a lo lejos y ambas volteamos,


momentáneamente tomadas por sorpresa. Mi madre arrastra a Jay a
su lado con una sonrisa cruel. Una enorme herida sangrienta fresca
sobre su ojo.

—¿Mira a quién encontré? Ella te estaba buscando, así que pensé


que podría unirse a la diversión. Harlow, ¿podrías hacer el honor?

Cargo hacia adelante, pero mi madre es la que me rechaza. Miro,


paralizada en el lugar, queriendo gritarle a Jay, advertirle. En un
instante, las palmas de Harlow se elevan hacia el cielo. Jay vomita, la
sangre que brota de sus labios. Se ahoga, mirando fijamente a Harlow,
que mira inexpresivamente hacia atrás.

Mi garganta está en carne viva con el grito que no puedo soltar.


Los ojos de Jay se deslizan hacia los míos cuando por fin, se desploma
en el suelo.

Los ojos de mi madre brillan.

—¿Quién sabía las cosas que podía hacer con esta chica? Ahora
todo lo que necesito es que tengas un temporizador de muerte
también. Imagina ese poder. Piensa en la posibilidad.

No puedo responder, así que solo la miro fijamente, esperando


que ella sepa que estoy mirando. Ella se ríe, lanzando sus manos en el
aire.

—A este paso, no hay que salvar a tus amigos. Ese pequeño


pueblito. Tu pequeño hogar... ¿Realmente pensaste que duraría?

Paralizado o no, siento mis poderes calientes, irradiando a través


de mí. Si pudiera hacer algo con ellos. El humo se eleva en la distancia,
llegando a mi nariz. Solo por el rabillo del ojo, puedo ver el naranja
danzante de las llamas de los árboles. Alguien está prendiendo fuego
a la ciudad.

No puedo moverme cuando escucho el grito, entonces de

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repente, me estoy cayendo al suelo. Jadeo, probando que el hechizo
se rompe mientras muevo los dedos y Delia corre hacia mi lado.

—¡Delia! ¡Cuidado! —la mano de Harlow mueve los árboles,


dejándolos envolver contra el cuerpo de Delia. Ella es arrastrada,
jadeando por el aire mientras las enredaderas y las hojas se arrastran
hacia arriba.

Golpeo de nuevo la pierna mala de Harlow, esta vez susurrando.

—Confractusfemoris
Chasquea ruidosamente como una ramita que se pisa. Me pongo
de pie y libero a Delia mientras Harlow intenta, y falla, pararse.

Mi madre aparece frente a nosotros. Busco la mano de Delia,


tratando de empujarla detrás de mí, pero Emily Coria ya tiene un
asimiento en su mente. Ella sonríe, no dulcemente, a la enfermera.

—No podemos reparar la lesión de Harlow allí, incluso con nuestro


poder de élite. ¿Serías tan amable?

—Sí —responde Delia robóticamente.

Ella pone sus manos en la pierna de Harlow mientras mi madre me


da vueltas.

—¿Cuándo vas a rendirte? Hmm ¿No ves que estás superada?

Delia termina y sin mirar, mi madre la deja caer al suelo.

—No te preocupes, ella está viva por ahora.

Cierro los ojos, tratando de encontrar mi poder. Está debilitado,


toma más tiempo ahora para construirlo de nuevo. Mi aliento entra en
los pantalones mientras giro sobre mis talones y corro justo en el pecho
de alguien.

—¡Benson! —lloro de alivio— ¡Tienes que ayudarme!

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Algo en su expresión me detiene. Él me mira con tranquilos ojos
oscuros. Él dice en voz baja:

—No creo que eso vaya a suceder.

De repente, me elevo en el aire. Grito cuando las ramas de un


árbol se envuelven a mí alrededor, girando alrededor de mis brazos y
mis tobillos para que no pueda moverme.

Benson está parado sobre mí, con una mueca burlona en sus
labios.

—¡Has sido tú todo el tiempo! —logré silbar.


Benson levanta una ceja.

—He vivido aquí durante años y nadie ha sospechado. Luego


viniste y comenzaste a hablar de espías.

—¿Cómo pudiste? —gruñí, luchando contra mis ataduras. El humo


es denso en mis pulmones, por lo que es difícil respirar—. ¡Te mataré,
Benson! ¡Lo juro, lo haré!

Echa la cabeza hacia atrás y se ríe.

—¿Tú? ¡Tú no eres nada! Habla todo lo que quieras, no vas a


ganar esto.

Es el único desafío que necesito. Yo llamo a todo mi poder


restante hacia adelante, sintiéndolo en mis manos. Con un estallido
final, los dejo explotar.

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Cada uno de nosotros vuela en una dirección diferente. El árbol
se suelta mientras aterrizo limpiamente sobre mis pies. Ahora yo soy la
que tiene el control.

—Te dije que te mataría —me burlo, pasando por encima de la


forma arrugada de Benson. Él me mira, pero no es la arrogancia
habitual, es el miedo, escrito en cada línea de su rostro.

Su cuerpo se tensa mientras mi magia toma el control. Aplasto el


aire de sus pulmones, apretándolo lentamente, dolorosamente. A mi
derecha, mi madre se mueve. Se está despertando, y Harlow ya se
está sentando.

Reenfoqué mi atención a la cara pálida de Benson. La vida está


drenando de él. Sonrío, sintiéndome tan malvada como Reed.

Mi madre se sienta, sus ojos se abren mientras ve lo que está


sucediendo.

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—¡No te muevas! —le ordeno.

Ella hace lo que le pido, sonriendo dulcemente. Sus pies


permanecen firmemente plantados, pero su voz es fuerte, rompiendo
el silencio.

—Harlow, querida, desgarra tu garganta.

—¡No! —grito, mirando con horror como las manos de la rubia


funcionan como garras en su cuello. La sangre gotea por su frente
mientras ella jadea.

Mi madre levanta una mano, deteniéndola. Los dedos de Harlow


se congelan en el aire, paralizados en su lugar.
—Suéltalo —ordena mi madre. Yo lo hago y ella lo ayuda a
levantarse—. No tengo que controlar tu mente para obtener lo que
quiero. Tratas de huir, desobedecer, pero una pequeña amenaza
contra la vida de tu amiga y aquí estás. Eres débil, protegiéndolos
sobre ti misma.

—Haré lo que me pidas, solo déjala ir. Por favor. Deja ir a Harlow...
—le suplico, colocando mis manos en una posición de rendición.

—El destino de Harlow depende de tu comportamiento.

Me trago el miedo.

—Bueno.

Mi madre presiona las esposas a prueba de magia contra mis


muñecas mientras Harlow espera a un lado y Benson va a buscar a
Delia. Me empuja hacia adelante, me dirijo de regreso a la ciudad.
Miro el lugar que alguna vez llamamos hogar y dejamos escapar un
sollozo estrangulado. Los cuerpos están en todas partes. Los edificios
no son más que un esqueleto carbonizado, meros huesos del hogar
que todos amamos. Una fina capa de humo todavía se enrolla de sus
restos, serpentea por el aire con una gracia delicada y letal.

Todo lo que puedo pensar es en mis amigos. ¿A dónde fueron?


¿Están vivos?

¿Donde está todo el mundo? La ciudad está vacía. Sin signos de

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vida.

Escucho la terrible cadencia de su voz antes de verlo. Reed


gratamente, alegre de su nueva victoria. Él brilla más fuerte cuando
mi madre me empuja hacia adelante.

—¡Ah, espléndido, allí está ella, justo a tiempo! Ahora puedes ver
lo que le has hecho a tus amigos.

Lucho contra el impulso de escupirlo. Es lo menos que puedo


hacer encadenada como un animal. La otra parte de mí quiere
matarlo, usar la magia de la que tiene tanto miedo, usarla para un
propósito final, incluso si me mata. Él es el motivo de tantas muertes
crueles, todas por mentiras que comenzó inútilmente en primer lugar.
¿Por qué nos odia tanto?

Nunca viviremos para saber.

Miro más allá de él en la lamentable escena que tiene lugar. Hace


que mi estómago se retuerza. Militares, se ponen de pie con orgullo
mientras agarran a mis amigos.

—¿Eli? —lloro—, ¡Bryce!

Eli no se mueve, mirándome en silencio. Bryce, por otro lado, lucha


contra sus ataduras, grita contra la mordaza que silencia su voz.

—¡No! —grito mientras el guardia se lleva una mano a la cabeza.


Bryce cae de rodillas, la sangre le cae por la cara.

Los soldados que me agarran me patean la parte de atrás de las


rodillas y me doblo también. Cuando agarran mi cola de caballo y
tiran de mí con la cabeza hacia atrás, miro a mi madre. Ella se ríe en
silencio.

—La próxima vez, lo matarán. Piensa cuidadosamente sobre tus


acciones. Afectarán el futuro de Harlow, ¿recuerdas?

—¡Ah, espléndido! Lo lograste, Emily —Reed observa orgulloso a


Harlow—. Mire usted, Sra. Creston, finalmente jugando bien después
de todos estos años.

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Se da vuelta y comienza a caminar lentamente, avanzando
lentamente por la línea de nuevos prisioneros: un puñado de ellos, mis
amigos: Bryce, Emery, Kai, Kenzie. Se detiene en Eli, sonriendo.

—¿Dime cómo se siente ser traicionado por tu propio miembro del


equipo? Estabas planeando un ataque sobre mí, ¿verdad? Entonces
ella decidió interceptar —todos los ojos siguen el acusador dedo de
Reed, apuntando directamente hacia mí.

—Ahora, sé lo que estás pensando. ¡No mentiría! Kenadee es uno


de los mayores traidores de todos. Estaba a punto de dejarte en un
momento de necesidad. Ella derribó la barrera para mi sobrino,
Benson, y eso es lo que nos dio la ventaja. Ella trabaja para nosotros,
incluso si no siempre lo sabe. Ella se parece más a su maravillosa madre
de lo que ella siquiera sabe.

—¡Ibas a lastimarlos! —le devolví la voz.

—¿Lo estaba? —responde el presidente gratamente—. ¿Qué


piensas? —se da vuelta, y mi madre da un paso adelante.

—Eli —dice ella brevemente, como si fuera un extraño al que


acaba de conocer—. Me alegro de verte.

Él la mira con una mezcla de miedo e ira.

—Responda mi pregunta, por favor, Sra. Coria. ¿Qué piensas de


tu hija? Creo que ella es una gran adición a nuestra causa, ¿verdad?
Tú, ella y la Sra. Creston aquí serían un magnífico grupo de brujas.

—¡Estaba intentando salvarlos! —discuto, pero nadie parece


escucharme. Bryce me mira sin esperanza, por una vez parece
pequeño y frágil.

—Nunca quise... —continúo, pero el soldado detrás de mí susurra


y me encuentro amordazada e incapaz de hablar.

Reed deja escapar un dramático suspiro.

—La verdad está fuera, te guste o no —dirigiéndose a sus

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guardias, dice: — Todo este humo en el aire está haciendo mella en
los pulmones de un anciano. Cárgalos. Todos los otros prisioneros que
atrapamos han sido transportados. Lleva a Kenadee y Eli a la Casa
Blanca. Todos los demás pueden ir a los campos de internamiento, por
lo que a mí respecta.

—¡Sí, señor! —me puso de pie y me empuja hacia adelante. El


pavor se lava en cada parte de mí. Si no estoy del lado de Reed, ¿qué
me sucederá? ¿Para mis amigos? ¿Para la gente del campamento?

Nunca sobreviviremos a esto. Nunca.

—¡Muy bien, muchachos! ¡Vamos! —el presidente sonríe


maniáticamente mientras somos conducidos hacia los grandes
camiones militares. Una larga fila de soldados, que habían estado de
pie detrás de Reed, emergen, dejando escapar furiosos rugidos
mientras corren hacia nuestro amado campamento. Sus poderes se
unen como una granada, chispeando, estallando, chisporroteando
en el aire. Los soldados salen corriendo y nuestros captores nos
arrastran más cerca de los árboles para cubrirse.

El campamento explota como un fuego artificial contrastando el


cielo azul cielo. Puedo escuchar mis gritos, sentir las lágrimas rodando
por mis mejillas mientras me desplomo. Todo se ha ido.

Reed junta las manos lentamente, disfrutando de la exhibición de


los guardias que nos rodean. Apenas puedo distinguir a alguno de ellos
a través del denso humo que cubre el aire a nuestro alrededor.

No lucho cuando mi captor me levanta, arrojándome a la parte


posterior de uno de los muchos vehículos militares al borde de la
carretera. Hay un banco a cada lado del camión, repleto de nuestros
cuerpos, apretados juntos. Los ojos de Bryce se encuentran con los
míos, desesperados, sin esperanza. Asustado.

Algunos guardias abarrotan su camino, de pie junto a las altas


paredes mientras la puerta se cierra detrás de nosotros. La camioneta
vibra y se aleja por el camino áspero. Nos miran nerviosos, con las
pistolas apretadas en sus manos, como esperando que uno de
nosotros haga un movimiento. Deben temernos como todos los
demás, temerosos de atacarlos o dañarlos, creyendo los viles rumores

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que el presidente ha difundido.

A mi lado, Eli se balancea con la camioneta, con los ojos fijos en


el suelo.

Frente a mí, el pie de Bryce golpea contra el mío, como si quisiera


decirme algo.

—¡Oye! —ladra uno de los guardias.

Bryce se encoge de hombros inocentemente.


Deben creerlo, porque se reclinan, mirándonos con expresión
cansada. Me encuentro con la mirada de Bryce, curioso. Él me da una
pequeña sonrisa.

Verlo usualmente me consuela. Hoy, lágrimas en mis ojos. Sé que


su sonrisa es una mentira, no importa lo mucho que quiera creer en su
silenciosa confianza. Él no puede pretender que las cosas van a estar
bien. Reed se salió con la suya de una vez por todas.

***

El viaje parecer durar para siempre. Ojalá pudiera ver afuera.


Quiero desesperadamente saber qué hora es, respirar aire fresco y ver
el cielo. Apesta a sudor y humo en la caravana llena, como golpe tras
golpe, mi cuerpo se vuelve más inquieto e inquieto. La quietud en el
aire es casi imposible de soportar, ya que todos evitamos la mirada del
otro.

Si pudiéramos distraer a los soldados que nos rodean con algo...


cualquier cosa. Si pudiéramos hacer eso, tal vez, solo tal vez,
podríamos hacer un hechizo mental. Si tan solo pudiera decirles a los
demás...

Mi corazón se acelera. No puedo hacer nada con estas esposas


en mis muñecas. Son las mismos a prueba de magia de antes. Intento

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encontrar la mirada de Emery, pero ella no mirará hacia mí.

Suspiro, golpeando mi cabeza contra la pared. Haría cualquier


cosa por discutir esto con mis amigos otra vez. Si pudiéramos tener un
solo segundo para elaborar un plan, para distraerlos y eliminarlos... eso
es todo lo que se necesitaría. Podríamos destruirlos fácilmente y
alejarnos, pero no con ellos mirando cada movimiento que hacemos.
A juzgar por sus reacciones, de hecho creo que están aterrados de
nosotros. Ellos saben lo que podemos hacer, y están tomando muchas
precauciones.

Estábamos tan seguros de nosotros mismos hace unos días. Lo que


cambió sopla mi mente. De alguna manera, tenemos que hacer esto.
Podemos, lo sé. No hemos venido hasta aquí para fallar y perder en el
juego de Reed. Si vamos a jugar, quiero ganar.

Con un chirrido de los frenos, el vehículo se detiene. Todas las


cabezas aparecen en confusión. Esta no fue una parada planificada.

—Espera aquí con ellos —ladra uno de ellos. Él tiene el pelo rojo
brillante que casi coincide con el de Tess.

Los otros obedecen, mirando a su alrededor nerviosamente


mientras sus dedos rozan los gatillos de sus pistolas. Afuera, está en
silencio. Todavía.

Comparto una mirada con Bryce, mirándome con salvajes ojos


verdes. Esta podría ser nuestra oportunidad.

Otro soldado decide seguir la iniciativa de la cabeza roja. Abre la


puerta, revelando la nieve demasiado brillante que brilla bajo el sol.
Puedo oír sus botas crujiendo contra la nieve

Mientras cierra la puerta de golpe, dejándonos en la penumbra.

Es silencioso... inquietantemente silencioso.

¿Dónde está Reed? ¿Que pasó? No escuché nada de ellos ... tal
vez se estén escondiendo, como nosotros.

Un grito suena, sacudiendo mi núcleo. Me hundo más en mi

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asiento, la piel de gallina ahora arrastra mis brazos. Los otros soldados
se miran asustados y parecen no saber qué hacer a continuación. Se
quedan allí estúpidamente, mirándose con una pregunta persistente
en sus ojos.

—¿Quién era? —finalmente uno de ellos pregunta en voz baja.


Los otros se encogen de hombros.

—Creo que es mejor... vamos... eh, mira eso —dice otro, sus ojos
oscuros traicionando su miedo.

—¿Por qué no te vas? Nos quedaremos aquí y los protegeremos


—el primer soldado lanza sus ojos oscuros hacia adelante. A
regañadientes, abre la puerta y asoma la cabeza. Él da un signo claro
detrás de él antes de sacar un pie, luego el otro...

La puerta se abre de par en par con su movimiento, y todos


miramos con anhelo hacia el aire libre, la libertad, más allá de estos
vínculos. De repente, es barrido en el aire, agitando
desesperadamente a medida que va más y más alto. Los otros
guardias gritan, cerrando de golpe la puerta y presionando su peso
contra ella.

Eli me da un codazo y los ojos color avellana se encuentran con


los míos. Puedo decir que estamos pensando lo mismo. Mágico. Pero,
¿quién podría estar haciendo eso? Todos estamos esposados, no hay
forma de que podamos ser ninguno de nosotros.

—¿Cómo lo hiciste? —gruñe uno de los guardias, ganando


compostura mientras agita su arma de cara a cara—. ¿Huh?
¡Confiesa! Sabemos que fue uno de ustedes.

Solo lo miramos, atados y amordazados, completamente inútiles.

Sin otro abrir y cerrar de ojos, la caravana explota y somos


barridos. Los trozos de metralla caen cuando mis oídos resuenan con
ese ruido imposible y agudo. Hay un calor en el aire cuando jadeo de
dolor y trato de sentarme, a pesar de que el lazo me retiene los brazos.
El fuego ahora arrecia a nuestro alrededor, rodeándonos por
completo cuando unos pocos vehículos crujen y gimen. No veo

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cuerpos, ni los restos de los soldados que nos rodearon hace unos
momentos. Se han ido, perdidos por la explosión.

Tan pronto como comenzó, el fuego que nos rodea comienza a


morir, hundiéndose cada vez más hacia el grupo mientras la ceniza
escupe hacia el brillante cielo azul. Solo un segundo más y se ha ido,
como un producto de mi imaginación.

Los pasos suenan más cerca, mientras nos acurrucamos juntos,


tratando de entender lo que acaba de pasar. Algunos de nosotros
luchamos para ponernos de pie, con las manos a la espalda. Una niña
aparece, trepando graciosamente a través de los escombros mientras
se planta frente a nosotros. Su cabello es corto, y tiene ojos alegres y
una delicada nariz respingona. Debe ser más o menos de mi edad,
pero se ve increíblemente joven y frágil, a pesar de la destrucción que
asumo que acaba de causar.

—Entonces, ¿quieren salir de aquí, o qué? —ella dice con una


ceja levantada—. Porque no creo que tengan mucho tiempo.

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Delia es la primera en preguntar lo que todos estamos pensando,
la mordaza cayendo alrededor de su cuello.
—¿Quién eres tú?
La chica suspira, chasqueando sus dedos y sacando una llave.
—Aquí déjame coger eso —sus botas crujiendo ruidosamente
mientras va alrededor de cada persona, usando el mismo hechizo que
Emery para deshacerse de las horribles esposas. Me froto las muñecas,
contenta de sacarme el peso de encima. Miro a la chica moverse
rápida y graciosamente, viéndose más como una de esas hadas sobre
las que solía leer en los libros.
Cuando termina, la chica comienza a alejarse, mirándonos por
encima de su hombro pues estamos todavía congelados en el lugar.
—Vamos. Tenemos que irnos. Os lo explicaré a medida que
avancemos.
Hacemos lo que dice, expresiones cansadas en el rostro de cada

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uno. A la chica no parece importarle mientras entra y sale de los
escombros, haciendo un camino sin realmente ver a dónde va.
—Soy Anna —dice, sin molestarse en mirarnos—. Estoy aquí para
ayudar a salvarlos el culo.
Bryce agarra mi mano, apretándola mientras suelto de sopetón.
—¿A dónde nos llevas? ¿Dónde está el presidente?
La chica no responde, pero se para en seco. Nos detenemos
también, viendo exactamente lo que ve.
Reed está de pie, esperándonos con Benson, Harlow, y mi madre
a su lado.
Cuando ve a Anna, el presidente Reed nos sorprende a todos
estallando en un ataque de risa.
—Por supuesto —resuella través de su ataque de risa—. ¿Por qué
no pensé en ti? Querida y dulce Anna, ¿cómo estás?
—Estupenda, Reed. ¡Gracias por preguntar! ¿Y tú? —la voz de la
chica está en calma. Intercambio miradas con mi equipo, y todos nos
ponemos en posición, preparados para lo peor. Se conocen entre sí...
¿esta chica estaba trabajando para Reed? ¿Cómo le conocía?
—Oh, maravilloso, excepto por verte. Anna, siempre te las arreglas
para echar a perder la diversión.
¿Qué diversión? ¿De qué está hablando?
—Oh, bueno, no puedo dejar que destruyas el mundo, ¿verdad?
—responde la chica con amargura. Puedo sentir el odio desde aquí.
Reed inclina su cabeza hacia atrás y se ríe.
—Ah, pero ahora es tu magia la que está destruyendo. Así como
juraste que no harías. Siempre has dicho que no erais monstruos, pero
supongo que esto prueba que era todo mentiras. Tan parecida a tu
padre.
Anna le lanza dagas con la mirada.
—No soy como tú.
Él levanta sus manos en falsa rendición, obviamente disfrutando
de esto.
Miro a Anna, conmocionada. ¿Es la hija de Reed? Le da una

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sonrisa forzada, cruzando sus brazos sobre el pecho.
Nadie habla, mientas la sonrisa del presidente crece.
—Eso hiere mis sentimientos, dulce Anna. Sabes que no me
considero un mal hombre. Me considero un hombre que hace lo que
sea necesario para salvar a su país. La magia es una plaga. Se ha
demostrado una y otra vez.
—Estás mintiendo, Reed. ¿Qué hemos hecho, excepto
protegernos contra ti? —gruñí, mi voz baja.
—Malen…
—Era malo, sí. Pero nosotros no.
—¿En serio? —ladea su cabeza—. Piensa en esos agentes
inocentes que casi matas. No podías controlarlo, ¿verdad?
—¿De qué está hablando, Ken? —pregunta Eli, su ceño fruncido.
La horrible sonrisa de Reed crece.
—Incluso lo disfrutaste, ¿verdad?
—¡Cállate! —aprieto mis puños.
Reed ni siquiera se inmuta.
—No hizo falta mucho control por parte Benson en ninguno de
esos ataques. Lo que pasa es que la oscuridad te tira. No importa
cuánto te esfuerces, tus poderes destruyen. Son malos. Se apoderarán
de ti.
—¿Kenadee? No lo escuches… —dice Bryce, mirando mis puños
cerrados. Es demasiado tarde. Mis poderes explotan antes de que
pueda detenerlos, aterrizando directamente entre los guardias detrás
de Reed. Gritan con horror mientras sus cuerpos caen contra el suelo.
Huesos se rompen y quiebran con una repugnante fuerza mientras las
lágrimas queman mis ojos.
—Y…yo —me siento dando un paso atrás mientras Reed me mira
con una expresión nivelada. Mis amigos me miran, el miedo
deformando sus rostros. Los soldados continúan gimen de agonía. Es
demasiado y no puedo pararlo.
—¡Kenadee!
—¡No! —lucho mientras Bryce me agarra por los hombros. Las

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súplicas de los soldados llenan mis oídos. Es demasiado…
Sus ojos verdes se mantienen firmes, sin miedo.
—Todo lo que tienes que hacer es dejarlo ir. Deja ir la ira.
—No puedo… —me ahogo—. Les es… estoy matando. No puedo
parar.
Los gritos se desvanecen cuando los ojos de Bryce se cierran y
deja escapar un suave suspiro.
Les maté.
Me alejo del agarre de Bryce, obligándome a ver la escena
delante de mí. Sus cuerpos están mutilados y retorcidos, con las bocas
abiertas de angustia y silenciadas. Todo el aire se escapa de mis
pulmones. Eran tan jóvenes, adolescentes todavía, creyendo todo lo
que el presidente decía. Eran niños, colocados en una situación
terrible.
Justo como nosotros.
—¡No me toques! —grito mientras Bryce me alcanza. Los otros
simplemente me miran fijamente, como si fuera alguien irreconocible.
Reed pasa por encima de sus soldados, luego se vuelve a mis
amigos, una sonrisa de suficiencia pintada en sus labios.
—¿Ahora ves lo que estoy diciendo? Crees que puedes, Kenadee,
pero te juro sobre mi tumba que ésta es la verdad. Eres peligrosa, y
alguien tiene que poner fin a vuestra clase.
—Entonces, ¿por qué no nos matas? —espeta Kai, señalando a su
alrededor—. ¿Por qué crear este espectáculo? ¿Hmm?
—No he dicho que ya no pudiera utilizaros —Reed se encoge de
hombros, cerrando los ojos de uno de los cadáveres mutilados—.
Tengo un ejército para la magia, como ya sabes muy bien. Por lo
general sólo quiero a los que tienen ciertos poderes, como los de
Kenadee, los de Eli, los de Harlow... Una vez que estén entrenados y
controlados, podrán hacer cosas muy milagrosas. Harlow lo ha
probado para nosotros hoy.
—Todos lo aceptareis cuando os deis cuenta de cuán peligrosa
es vuestra existencia —Reed se pone en pie y nos mira—. Malen era
demasiado poderoso, nunca fui capaz de derrotarlo. Es todo lo que
jamás quise, y alguien se hizo cargo de él. Cuanto antes la magia se

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haya ido del mundo, antes…
—Oh, por favor —resopla Anna—. Bueno todos sabemos lo que
realmente quieres, papi. Quieres magia de tu lado para poder
dominar. Quieres ser como Malen, pero no puedes con nosotros aquí.
Estas amenazado…
Su risa es fuerte y cruel, su sonrisa de complicidad. Éste ha sido su
plan desde el principio.
De repente, la risa para bruscamente cuando sangre comienza a
salir de su boca. Tose y tiene una arcada, su boca formando una “O”
de sorpresa.
Es Anna quien le tiene, elevándole lentamente en el aire mientras
Reed se ahoga en su propia sangre, agarrándose la garganta
desesperadamente. Muriendo.
Ahora es Anna, quien se ríe, rompiendo el silencio con risas
crueles.
—Bueno, papá, lo siento por decir esto, pero no te voy a echar de
menos.
Arquea su brazo hacia atrás, después le envía con fuerza contra
el frío metal del camión. Benson alcanza un dispositivo de transporte.
—¡No! —grito mientras mi madre alcanza a Harlow y Harlow
obedece—. ¡Prometiste que la dejaría ir!
—Cariño, ¿cuándo vas a aprender que no se puede confiar en
nadie? —responde mi madre. Y en un instante, se han ido.
La voz de Anna me devuelve a la realidad.
—Mira, tenemos que irnos. ¡Ahora! ¡Podemos salvarla más tarde!
—insta, volviéndose hacia nosotros. Mis ojos se giran hacia Reed,
ahora desplomado contra el camión.
Muerto.
Anna grita algo que no puedo entender, cerrando sus ojos con
fuerza. Antes de poder pensar, somos arrastrados, directamente al
aire. Reed lejos, lejos detrás de nosotros.

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PRESIDENTE REED

Puedo oír el sonido de la gente a través de las paredes de la Casa


Blanca como un rugido constante. Imperecedero es su amor por mí.
Un héroe, creen que soy. Es tan simple, unas palabras apasionadas,
una sonrisa de preocupación, y el padre de la nación les tiene
comiendo de la palma de su mano.
—¿Estás listo para tu regreso de la muerte, señor presidente?
Emily Coria está detrás de mí, una mezcla de sus dos hijos. Los ojos
de su hijo, la boca preocupada de su hija. Ajusta mi corbata con
manos como de pájaro, mirándome con los ojos de un lunático, como
los de todos mis admiradores. Me aclaro la garganta.
—Tan listo como jamás estaré.
—¿Y cómo te sientes? —pregunta vacilante.
—Para haber regresado de entre los muertos, ¿quieres decir?

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Estaré bien, Emily. Tú y la señorita Creston hicisteis un trabajo
maravilloso. ¿Dónde está, por cierto?
—Ahí mismo —dice Emily con una sonrisa. Harlow Creston se mete
en la habitación con la pose de una bailarina y la letalidad de un lobo.
Sus ojos azules piedra inmediatamente volando hacia Emily por
órdenes.
—Harlow, te ves maravillosa —elogia Emily, pellizcando las mejillas
de la chica para darle color. Pienso que, si fuera la vieja Harlow
Creston, el puño ya estaría aterrizando de golpe en la nariz de Emily,
incluso por tocarla. Pero ésta... ésta es la nuevo Harlow. La mejorada,
un fantasma de una niña que una vez fue. Tenía mis dudas cuando
Emily me mostró el hechizo. La chica se defendió en un primer
momento, pero no fue suficiente. La notamos a veces en destellos,
trata de resistirse, pero Emily es rápida en someterla de nuevo. Todos
estos años, todo el tiempo que gastamos tratando de destruirla, y esto
es lo que la ha derrotado. No es nada más que una marioneta, un
arma.
Un arma viva, que respira y no tiene mente.
—¿Está lista, señorita Creston? —le extiendo mi brazo para que se
agarre. Ella toma su lugar a mi lado, sus dedos cerrándose alrededor
de la parte interna de mi codo y me responde con un robótico.
—Sí, señor presidente.
Las cámaras destellan y la multitud grita afuera mientras los
guardias alcanzan las puertas.
—Estoy deseando nuestra alianza, señorita Creston.
Ella me mira a la cara con sus ojos pálidos, cruel y oscura.
—Yo también, señor presidente.
Y así, damos un paso al balcón, y me levanto de las cenizas como
un ave fénix.

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Jessica Prather comenzó a escribir su primera novela, The Traitor's
Crux, en el 2015. Ahora es un libro #1 en ventas.
Le encanta escribir desde que tiene memoria, blogs, revistas,

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historias...
Contando cuentos de luz y oscuridad, y cosas que chocan en la
noche. Es lo que hace, y no podría vivir si ello.
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