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ROMANO GUARDINI

Religión y Revelación
Ediciones Guadamarra, Madrid 1964, 274 pp.

Esta obra condensa toda la experiencia como docente de Filosofía de la Reli-


gión de Romano Guardini, y por ello, tiene el carácter de curso de lecciones más
que de tratado. Por esta razón no se encuentran en ellas referencias bibliográficas ni
citaciones. Esto se debe también a la finalidad de la obra, que es la de presentar el
fenómeno de la religiosidad y de la experiencia religiosa, y en cuanto fenómeno, no
cabe más que una descripción de lo constatado, sin referencias a argumentos y estu-
dios.

El autor considera que por un lado tenemos la ciencia humana que se encarga
del estudio de la religiosidad o de la religión, desde un punto de vista histórico, psi-
cológico, filosófico; y por otro lado tenemos la investigación de la Revelación bí-
blica, que también puede analizar desde este punto de vista las religiones. Ambas
esferas pueden correr cada una por su cuenta, pero aquí se trata de ponerlas en rela-
ción, de referir la una a la otra y conectarlas. Se parte, por ende, de la existencia de la
Revelación como «manifestación absolutamente válida de la verdad divina», sin por
esto dejar de considerar los hechos de la religiosidad natural en su significación pro-
pia. Esto también se debe a que, como se aclara en la Introducción, la obra se encuadra
en la Weltanschauung cristiana, un esfuerzo del autor por describir la imagen del
mundo vista desde la Revelación.

El índice divide la materia a tratar en tres capítulos bajo las palabras «Primera
Parte / La Religión Inmediata». Pero no se presenta en la obra ninguna segunda parte, lo
cuál nos lleva a plantearnos la hipótesis de que exista una segunda parte o que la
obra esté inconclusa.

En el primer capítulo se describe lo que es la experiencia religiosa. El autor


describe distintas situaciones o realidades que posibilitan al hombre la percepción
de la realidad que está allende las cosas. Y esa percepción es lo que constituye la ex-
periencia religiosa.

Antes de pasar a los diversos orígenes de la experiencia religiosa, se hacen algu-


nas observaciones que se refieren a la metodología. El autor busca establecer qué es
lo que entiende por fenómeno, aclarando que se trata de lo que aparece o se manifiesta.
Esto le sirve para afirmar la objetividad del fenómeno como algo que se impone al
que lo percibe y que le es independiente. Como la religiosidad del hombre es algo
complejo, el método consistirá en partir de diversos puntos de vista y «ensamblar-
los» para «rodear» el fenómeno.

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Filosofia della Religione Torres, Andrés F.

La primera experiencia que analiza es la de lo sagrado. Guardini define lo sa-


grado como «aquello ante lo cual, en personas bien nacidas, responde el sentimiento
de deber inclinarse: inclinarse de un modo como no podría hacerlo ante algo que
fuera solamente terrenal. Es algo misterioso y, sin embargo, determinado; es algo
extraño y, sin embargo, hondamente familiar». A esta experiencia se la llama tam-
bién la percepción de lo Otro, lo divino, lo numinoso. Su percepción puede darse a
partir de la contemplación de la creación (el autor ejemplifica con la contemplación
del cielo estrellado), o también a partir de un hecho, como un infortunio, en que se
percibe una suerte de amonestación de un poder rector, o una providencia. Podría
también derivar de la interioridad de la persona, como quien se siente imperado por
el deber moral y percibe en ello una «validez eterna, una altura», que la liga; o como
una toma de conciencia repentina de una presencia misteriosa y extraña que llega a
lo íntimo.

En todas estas experiencias la impresión de lo sagrado es diversa de aquello en


que aparece, y es a la vez extraño y familiar, tocando algo en el hombre que tiene ca-
rácter análogo a lo que se le está manifestando, «un anhelo que sólo encuentra cum-
plimiento en eso santo; ese cumplimiento que designamos con la palabra
“salvación”» (p. 35).

Someramente, el autor comenta la dificultad de definir en qué se sustenta la


experiencia religiosa por parte del sujeto, para decir luego que se trata del «límite»
del hombre, lo más profundo y donde él termina, luego de lo cual está lo «Otro».

El contacto con lo sagrado siempre presenta una exigencia, y le hombre puede


descuidar esa experiencia, rechazarla, olvidarla o cultivarla. Siempre pide la purifica-
ción de la existencia y la asunción del riesgo de buscarlo.

Luego, en «El carácter simbólico de las cosas», Guardini afirma que los objetos
que contemplamos en las cosas tienen un carácter de significación de lo espiritual.
Los cuerpos nos llevan a las formas que los organizan, a sus esencias, y si bien esto
no es algo que se capta con los sentidos, no por ello deja de ser captado. Así, un ros-
tro sonriente nos habla de la existencia de un alma, y esto es algo objetivo. De ma-
nera análoga, el mundo, que no se explica ni se sostiene por sí mismo, nos remite a
algo que no es temporal o parcial como él sino eterno, lo sagrado, y esto se percibe
de un modo objetivo. Esto sería lo que da origen a la doctrina metafísica platónica
de las Ideas; pero el autor aclara que aquí se trata de algo que está más allá de las
Ideas, algo de lo que las Ideas son todavía símbolo, lo que Platón llama el «ἀγαθόν»,
cuya irradiación da sentido a las cosas y es auto-manifestación de Dios. Esta expe-
riencia ha sido interpretada diversamente a lo largo de la historia, pero aunque a ve-
ces haya llegado a la fantasía, el núcleo de su autenticidad no deja por ello de ser
válido.

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Religión y Revelación Recenzione

En la edad Moderna, las cosas van perdiendo cada vez más su carácter simbó-
lico ante el hombre, que las observa con una actitud cada vez más racional y extra-
yendo de ellas meros datos que solo alcanzan la captación física. Pero de este modo
nunca pueden adquirir las cosas ante el hombre su plenitud de sentido, que solo se
la da lo «Otro». Esto genera una religiosidad desligada del mundo y de las cosas, y
por ende del culto y la liturgia; una religiosidad relegada a lo interior, a pensamien-
tos y sentimientos. Los hombres de la Antigüedad eran muy contrario modo, y la
captación de aquella inmensidad a que conducen las cosas llegaba a hacerse tan
abrumadora que daba origen a los diversos dioses.

Otro elemento que puede despertar la experiencia religiosa son los procesos de
generación y corrupción, la potencia vital y amorosa que se encuentra en el hombre,
la experiencia del eros, y su contrapartida que es la muerte. De modo especial el ca-
rácter misterioso que tienen estas fuerzas impulsivas, y el poder de formar un des-
tino. Esto ha sido proyectado cósmicamente en la historia de las religiones, como las
figuras de «padre» y «madre» aplicadas al cielo y a la tierra, cuya unión engendra la
vida. También se aplica esto a las fuerzas que organizan la vida en sociedad, por esto
la figura del rey ha sido tan significativa en la historia de las religiones.

A continuación, el autor describe aquellas experiencias existenciales que pue-


den despertar una captación de lo «Otro». La primera es la captación de la no-obvie-
dad de la existencia. Esta se desencadena cuando se descubre que las cosas, si bien son,
no deberían ser en absoluto. La experiencia de la inseguridad, de la complejidad de
la vida anímica y de la propia libertad, hacen ver al hombre que su existencia no es
obvia, y que se tiene en sus propias manos; esto engendra la posibilidad de errar. La
vida se presenta compleja, variada y desordenada, y el hombre no puede dominar
todos los aspectos de su vida. Surge así el concepto de caos. Este caos también existe
dentro del hombre, y todos estos riesgos que impiden al hombre asegurar su exis-
tencia hacen aparecer en el fondo del alma la angustia «por la existencia y ante la
existencia» (p. 67).

En todos estos fenómenos el hombre descubre algo que está velado, como es-
condido detrás, pero auténtico. Por esto, el autor va a decir que pueden ser conside-
rados «revelación» en un sentido lato (p. 103). Y plantean una exigencia de
trascendencia, un ir a buscar y hacer, un salto que implica un riesgo.

Esta manifestación de lo absoluto viene a colmar un anhelo interior del hom-


bre. Y la experiencia religiosa, dirá el autor comporta en sí misma la conciencia de
su realidad, su conocimiento se apoya «en la evidencia de nuestra conciencia» (p.
109).

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Filosofia della Religione Torres, Andrés F.

En el capítulo segundo, La configuración de la experiencia religiosa, Guardini pre-


senta algunas formas básicas de religiosidad que se han dado y repetido a lo largo de
la historia de las religiones.

La experiencia religiosa, por sí misma, queda infecunda. Plantea problemas que


el hombre debe resolver. Pero para lograr su concreción, se debe poner en relación
esa experiencia con el mundo, con la vida, con las obras. Y aquí es cuando la expe-
riencia se configura (p. 135).

La primera configuración que describe es la de la religión mítica. El hombre


primitivo vive a merced de los fenómenos naturales y externos a él. Depende de los
ciclos climáticos, estaciones y demás fenómenos. No tiene un control ni una expli-
cación sobre ellos, y esto hace que su experiencia religiosa se dé de modo conti-
nuado ante cada evento. En este contexto el mito surge como una expresión
simbólica de aquello que el hombre primitivo no puede explicar, y pasa a formar
parte del culto de esas «divinidades» que someten al hombre. A medida que se da
una racionalización de los fenómenos, este subyugamiento se ve cada vez más res-
tringido, pero solo cuantitativamente, porque siempre habrá algo que el hombre no
llegará a explicar. La única liberación cualitativa vendrá de la Revelación (p. 146).

La siguiente configuración que menciona Guardini es la de la responsabilidad es-


piritual. El hombre, con el paso del tiempo se vuelve más autónomo respecto de la
Naturaleza. Comienza a considerar los mitos como representaciones de sabiduría
que enseñan lo justo. Se va espiritualizando la religiosidad. Luego se comienza a
considerar a los dioses por lo que tiene en común, y mediante la reflexión filosófica
se llega a la noción de la perfección que debe estar por encima de todo, la divinidad
última, suprema. Surge de este modo la religiosidad filosófica.

Otra es la religiosidad de la unificación (p. 160). La experiencia de lo «Otro» puede


ser tan fuerte que desposea de valor las cosas del mundo, dando origen así a las reli-
giosidades de tipo ascético, en las que el hombre se esfuerza por desligarse de todas
las cosas para fundirse con lo Otro en una contemplación que busca ser cada vez
más sencilla y unitaria.

Para finalizar este capítulo, se trata el tema de la expresión negativa de la reli-


giosidad, el ateísmo. Éste puede tener como causa algún interés de otro orden por el
cual al ateo es conveniente la crítica de la religión, o también puede radicarse en la
experiencia de falsos modelos de religiosidad que hastían el espíritu, como así tam-
bién depender de desequilibrios psicológicos. Guardini considera que el ateísmo
puede tener una función «positiva» si se lo considera como estado de pasaje hacia
una meta religiosa más alta (p. 178); pero esto si se tiene apertura a la verdad y hay
esfuerzo por pasar a la religiosidad positiva.

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Religión y Revelación Recenzione

En el capítulo tercero, Religión y Teoría, nuestro autor se pregunta si existe una


teoría de lo religioso, a qué convicciones se puede llegar en la consideración de la
experiencia religiosa como experiencia de la realidad divina; y pasa luego a describir
las trayectorias de pensamiento más notorias a que a lo largo de la historia se ha
visto llevada la razón a partir de la experiencia religiosa.

En primer lugar, se considera la unidad entre lo que se capta religiosamente


como lo Otro y lo que el pensamiento concibe como absoluto. El hombre se pre-
gunta el por qué de las cosas, la razón por la que son de este modo concreto y no de
otro, la razón de la finitud de las cosas. De este modo llega a captar que la finitud
exige un fundamento en lo absoluto, y ese absoluto es una clarificación, ordena-
miento racional de la experiencia religiosa.

Esta indagación puede darse también «hacia adelante», como la consideración


de la necesidad de que haya un proyecto del devenir. En todos los procesos se ve
que hay un proyecto planteado en sus principios, y esto provoca el pensamiento so-
bre el fin del devenir, el planteo teleológico. Lo divino se manifiesta como principio
y fin (p. 199). O puede darse «hacia arriba» con la concientización de las realidades
supratemporales y trascendentales. Guardini menciona tres: la verdad, la norma
moral, y la exigencia de cumplimiento de la propia esencia que pide satisfacción y
que surge de la confrontación de la persona como «yo» frente a un «tú» que debe ser
absoluto.

En definitiva, todas estas formas se fundan en que el hombre y el mundo son


finitos, y no pueden por lo tanto darse el propio sentido.

Pero la comprensión intelectual puede verse frustrada por la falta de una «con-
vicción viva» (p. 224) y una falta de fidelidad a la experiencia. Hay un abismo entre
el finito y el infinito, y por esto la entrega a lo religioso comporta un salto de riesgo.

Luego vienen las clarificaciones sobre el concepto de Dios, sobre los conteni-
dos que debe tener ese absoluto para cumplir su función de fundamento: omnipo-
tencia, sabiduría, señorío, etc. Como los hombres son diversos en su constitución
física y anímica, los contenidos que pondrán en el concepto de Dios pueden variar,
e introducirse así diversos errores y diferencias en las diversas religiones.

Respecto de las imágenes de Dios, nuestro autor considera que la representa-


ción de la divinidad puede tener en un primer momento la función de expresar
aquello que la inteligencia aún no ha aferrado de modo claro, como un concepto en
formación. Pero aún después de obtenido el concepto, la imagen puede mantener
su significación, como algo que solo se puede expresar de ese modo, y transfor-
marse en una intuición. Cumple la función de poner ante la vista algo que no se
puede decir conceptualmente (p. 242); y cumple también la función de mantener
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Filosofia della Religione Torres, Andrés F.

unidos el elemento espiritual y el corporal en la religiosidad, pues el hombre es


alma y cuerpo.

En El recuerdo del encuentro primitivo con Dios, Guardini trae a colación un ele-
mento que se encuentra en las diversas religiones: la situación originaria de comu-
nión del hombre y Dios en el Paraíso. El recuerdo de esta forma de vida se expresa
históricamente como mitos y leyendas, perviviendo como un «trauma» o herida
nunca saneada.

Para concluir la obra, se realiza un balance de lo dicho. El autor hace notar que
la cultura religiosa ha existido siempre en el hombre, y que solo en la Edad Mo-
derna se ha intentado separar la religiosidad del hombre como tal, queriendo relegar
la religiosidad a lo interior y exiliándola de su relación con el mundo. La religiosi-
dad es de suma importancia para el conjunto de la existencia, y sin ella se produce
un adelgazamiento en la profundidad de sentido de las cosas y del mundo.

Respecto del hombre, la eliminación de la dimensión religiosa le hace perder


valor en cuanto a su personalidad, en la paradoja de que el hombre pretende ser más
libre en el rechazo de la religión, para sucumbir ante su propia obra y ante un Es-
tado que cada vez instrumentaliza más al hombre eliminando sus iniciativas (p.
268). El Estado totalitario pasa de este modo a reemplazar el elemento unitivo de la
sociedad que estaba dado por la religiosidad.

Finalmente, lo divino es lo que define al hombre como tal: «en la medida en


que el hombre reconoce lo divino, se reconoce ahí a sí mismo; al definirlo, se define
a sí mismo. En la historia de la idea de Dios se encuentra a la vez la historia de la
idea del hombre mismo, pero también la de la formación propia del hombre»
(p.271).

Considero que esta obra tiene un gran valor descriptivo de lo que es el fenó-
meno religioso en gran amplitud. Encontramos en ella tratados los principales te-
mas que hacen a la religiosidad, desde la descripción fenoménica de la experiencia
religiosa hasta la conformación de los contenidos conceptuales que de ella brotan,
pasando por sus principales formas históricas. Sin embargo, creo que faltaría una
fundamentación más profunda del hecho de que la experiencia de lo «Otro» tenga
carácter de verdadero y taxativo. Aquí encontramos como única fundamentación la
consideración del hecho como realidad de experiencia.

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