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Clínica con la muerte

Alcira Mariam Alizade

Clínica con la muerte

Segunda Edición
Alcira Mariam Alizade
Clínica con la muerte. - 2a ed. - Buenos Aires : Biebel, 2012.
240 p. ; 23x16 cm.

ISBN 978-987-1678-27-3
Para mi hermano Miguel Ángel Alizade.
1. Psicoanálisis. I. Título.
CDD 150.195 Para Eduardo Palá.
Fecha de catalogación: 16/07/2012

© Alcira Mariam Alizade


© Ediciones Biebel, 2012
© 1ª edición, Amorrortu Editores, 1995
© 2ª edición, Ediciones Biebel, 2012

Ediciones BIEBEL
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ISBN: 978-987-1678-27-3

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Realización de tapa: Ramiro Pazo
El motivo de tapa pertenece a Kandinsky,
“Ravine Improvisation”, 1914
Índice

Prólogo a la segunda edición 11


Prólogo a la primera edición 15

Primera parte. Uno morirá

1. Los idearios de la muerte 21


I. Introducción 21
II. Antropología de la muerte 23

2. Uno morirá 37
I. Introducción 37
II. Las marcas de ser mortal 41
III. La vejez como pre-muerte (una marca de
ser mortal fisiológica) 43
IV. Ética y muerte 46
V. La representación de la muerte 50
VI. La sacralidad de la muerte 55
VII. La festividad de la muerte 56

3. Los tiempos con la muerte 59


Cronología de la muerte 59
I. La muerte durante la vida 59
II. Las pre-muertes 60
III. El moribundo 66
IV. La muerte 69
V. La pos-muerte 70
VI. El viviente y sus muertos 75

7
4. La muerte psíquica 89 9. La primera entrevista entre un analista y
I. Introducción 89 un paciente con la vida amenazada 171
II. Muerte psíquica y resurrección 92
III. Muerte psíquica en sentido negativo 95
10. A portes del psicoanálisis a la técnica 179
I. Introducción 179
5. El narcisismo terciario 89 II. Premisas técnicas 182
I. Introducción 105
II. El narcisismo terciario 110
11. La couvade o de la intersubjetividad 197
I. La couvade en los tiempos de la muerte 197
Segunda Parte. Clínica con la muerte II. Observación de Vera. Pre-duelo, couvade
inconciente y mecanismos primitivos 201
6. Saber y no saber 125
I. Los espacios del saber.
Metapsicología del saber 125 12. Construir la muerte 203
II. Construir la vida o el desafío diagnóstico. 133 I. La amenaza de la muerte como crisis.
Observación de Leo 133 El sistema de apoyo. El «entre dos crisis» o
III. Elaborar y no elaborar la muerte 135 «entre dos muertes» 203
II. Notas sobre el dolor 206
III. Construir la muerte 208
7. La angustia, el narcisismo y IV. Morir solo-morir acompañado 215
los mecanismos de defensa 141 V. Observación de Pedro (la construcción
I. La angustia 141 de un continente paliativo) 217
II. El narcisismo y la libidinización del yo 142
III. Los mecanismos de defensa 145 Bibliografía 219

8. El silencio. Las envolturas de silencio 149


I. Introducción 149
II. Semiología del silencio 153
III. Las envolturas de silencio
(las envolturas de la muerte) 156

8 9
Índice de casos Prólogo a la segunda edición

Alan, 132
Alberto, 186 Ha pasado más de una década y Clínica con la muerte
Camila, 189 sigue viva, transitando caminos. Me llegan ecos de agrade-
Carla, 139 cimiento desde diversos lugares con el relato de la ayuda
Federico, 131 que ciertas líneas aportaron a distintas personas en diversas
Ignacio, 138 circunstancias, y en la cercanía de la finitud, tanto propia
Ileana, 185 como de un ser querido.
Iris, 196 Es un placer presentar esta segunda edición. La primera
Leo, 133 data de 1995 y fue publicada por Amorrortu Editores. Agra-
Leonarda, 190 dezco a Ediciones Biebel el interés que mostró en volver a
Marcos, 192 dar a luz este libro.
Mariela, 194 Una segunda edición es un segundo nacimiento. Y tam-
Natalia, 101 bién es una renovación. Las páginas son las mismas, pero el
Nora, 130 tiempo ha dejado marcas en las letras y este prólogo preten-
Oscar, 191 de agregar algunas palabras más acerca de la clínica con la
Paula, 96 muerte.
Pedro, 217 En este libro cuento mi experiencia en el contacto con
René, 167, 195 seres que estaban por morir. Me enseñaron, ayudé, nadé en
Roberto, 138 aguas de angustia, me alejé y acerqué alternativamente…
Sara, 183 conviví mentalmente con ellos.
Sofía, 133 Un día, moriremos. Uno a uno, en diversos momentos
Teo, 164 y circunstancias. Este universal de existencia deja huellas,
Valeria, 188 visibles o invisibles, en nuestro diario transcurrir. No sabe-
Vera, 201 mos cuándo, no sabemos de qué exactamente, no sabemos
Yvonne, 166 cómo. Abarajamos hipótesis: ¿Enfermedad? ¿Accidente?
¿Longevidad?
En general, nadie quiere morir… la mayoría se aferra a las
raíces terrenales y desea permanecer en su carácter de vivien-
te. Es natural y comprensible. La muerte se presenta como
una enemiga acechante que nos hace sufrir. Nos amenaza
con quitarnos lo que más amamos. Nos ausentará del mundo
definitivamente y perderemos el precioso don de la vida.
Sabemos que somos pasajeros pero, ¿no será mejor no
pensar en eso? Nos arraigamos a nuestro hábitat conocido,

10 11
por duras que sean las circunstancias que nos toquen tran- llega la muerte, a ellos, a sus esposas, sus hijos, sus amigos,
sitar. Lo desconocido de la muerte aterra. La desesperación y los sorprende desprevenidos, qué tormentas de pasión no
por la extinción incentiva patologías de poder y creencias los abruman entonces, qué llantos, qué furor, qué desespe-
ciegas de dominio que facilitan actividades destructivas tan- ración...
to a nivel individual como social y político. Para empezar a privar a la muerte de su mayor ventaja
Por otra parte, es tan maravillosa la existencia cuando sobre nosotros, adoptemos una actitud del todo opuesta a
aprendemos a apreciar las mil maravillas que nos rodean: el la común; privemos a la muerte de su extrañeza, frecuen-
sol, la luna, la sonrisa, el verde de tal árbol, mi pisada en la témosla, acostumbrémonos a ella; no tengamos nada más
vereda, la pequeña compra de alimentos, el cruce con otro, presente en nuestros pensamientos que la muerte... No sa-
el niño que vemos… ¿por qué habríamos de dejarla? bemos dónde nos espera la muerte así pues, esperémosla en
Enemiga desprolija, la muerte no respeta edades, da sor- todas partes. Practicar la muerte es practicar la libertad. El
presas feas. Es intempestiva, irrespetuosa, no avisa. Nada hombre que ha aprendido a morir ha desaprendido a ser
le importa: si tenemos hijos por criar, proyectos a medio esclavo”.
cumplir, una boda en puertas… ¿será mala la muerte? Esta ¿Será posible “aprender a morir”, como indica el filóso-
pregunta me ronda a veces. fo? ¿Cómo convivir en el día a día con la expectativa de la
Y por sobre todo, es enemiga porque la tememos. ¿Qué finitud?
podría ella enseñarnos? Una alternativa es amigarse con la idea de la transito-
Pienso en el Diálogo de Fedón de Platón, cuando Só- riedad. Este trabajo, lento y seguro, cultivado de muchas
crates, ya próximo a ingerir la cicuta, retoma su famoso “no maneras, iría desatando los excesivos lazos de apego a lo te-
sé” y lo aplica al morir. ¿Por qué estar tristes y llorar si no rrenal y develaría que vivir es atravesar un tiempo de aven-
sabemos qué nos espera allende la vida? Propone un morir tura y de privilegio por haber nacido. Partir equivaldría a un
sereno, noble, valiente, curioso, incluso feliz. nacimiento al revés, al cierre de un ciclo natural. De ocu-
¿Reencarnación? ¿Resurrección de la carne? ¿Juicio final? rrir esta especie de milagro mental, fruto de una profunda
¿Descanso pacífico en la nada? ¿Trasmutación de energía? elaboración, la vida entera se irá transformando para bien.
Todo es posible y misterioso. La muerte estará presente en cada bello amanecer, en cada
Escuchemos a Montaigne en una célebre página de sus instante de vida lúcida y agradecida. Empezamos a morir
Ensayos: al nacer y terminaremos de morir al extinguirnos definiti-
“No hay lugar en la tierra donde la muerte no pueda vamente. La muerte incluso podrá perder su nombre y se
encontrarnos, por mucho que volvamos constantemente la convertirá en un pasaje, un salto vital a otro lado, una tras-
cabeza en todas direcciones como si nos halláramos en una mutación de energía… una fuente de extraña vitalidad.
tierra extraña y sospechosa... Si hubiese alguna manera de La conciencia de transitoriedad inmediata, el movimien-
resguardarse de los golpes de la muerte, no soy yo aquel que to constante y lúdico ser-no ser más, nos acerca a estados
no lo haría... Pero es una locura pensar que se pueda conse- psíquicos de mayor lucidez, modifica la cosmovisión y nos
guir eso... humaniza al sensibilizarnos a la gran ola de lo efímero. La
Los hombres vienen y van, trotan y danzan, y de la muer- conciencia se expande y se aproxima a un plus de realidad
te ni una palabra. Todo muy bien. Sin embargo, cuando que linda con lo impensable. La mente se libera de temores

12 13
y se armoniza con la totalidad. Nos aproxima una y otra Prólogo a la primera edición
vez al otro, al extranjero que forma parte del todo en que
estamos inmersos. Aprendemos a corregir errores de pen-
samiento, a domesticar impulsos negativos fruto de hábitos
de cultura milenaria regidos por el miedo y la creencia en Este libro fue naciendo de a poco, por efecto de la re-
el poder de acopiar, de tener, de competir, de consumir, de flexión entre una clínica que lidiaba con la muerte y una
quitarle al prójimo en provecho propio. La angustia por sa- teoría que se entrelazaba con ella. Fue creciendo a través de
bernos mortales es fuente de múltiples errores humanos. múltiples notas y observaciones llevadas a cabo a lo largo de
La educación desde la inf�ancia en el arte de vivir sin los últimos quince años. Darlo a conocer se trasforma en
temor a la muerte y en estado de gratitud y amor por el una suerte de imperativo. Tengo la impresión de que po-
don recibido, familiarizará a las futuras generaciones con la drá ser de utilidad no solamente para los especialistas en el
naturalidad de la travesía por la vida, con un principio y campo de la psicología, sino también para el equipo tratante
un fin. Al aprender, en forma lenta y sostenida a aceptar la que enfrenta a diario una multiplicidad de situaciones di-
impermanencia, bordearán la sabiduría y se incrementará el fíciles que requieren de la mayor cantidad de herramientas
vivir generoso, humilde, valiente. posibles. Toda clínica, en tanto aproximación a un sujeto
Imagino que morir ha de ser como atravesar una cuarta viviente, implica la participación de la ausente presencia de
o quinta dimensión, como lanzarse a un vacío infinito. En la muerte. En el registro de pacientes que forman parte de
el acto de soltar amarras con la tierra, el ser se lanza a lo este libro, la muerte física tanto se yergue como realidad
desconocido. inminente como se asoma en el horizonte de las posibilida-
El adiós será suave, pese a las apariencias, la desaparición des mediatas. Su título podría también haber sido “Clínica
una evanescencia natural, sin tragedia, y, de alguna manera con la muerte natural”. El agregado de la palabra “natural”
difícil de explicar, la irradiación de este trabajo abrirá en enfatiza que no habrá de tratarse de la muerte intencional en
muchos otros, pequeñas puertas incipientes hacia una soli- cualquiera de sus formas, sino de aquella muerte que, inevi-
daridad interminable, y un mundo rescatado de las luchas table, nos ha de alcanzar un día a todos los aún vivos. Deja-
fratricidas y de la ignorancia. mos de lado la consideración de la fascinación por la muerte
Quizá vivir sea un periplo en busca de un saber oculto: que y la importante temática del potencial genocida humano. Es
somos eternos, milagrosos, dignos de felicidad, privilegiados un libro acerca de la cotidianidad de la muerte. Esta habrá
por tener la oportunidad de experimentar una vida terrenal. de emerger en su vertiente dramática y escandalosa, por un
“Luz, más luz”, pedía Goethe al morir. Yo pido luz cada lado, y en su vertiente natural o “familiar”, por el otro.
día, porque cada día es día magnífico para vivir y morir. Re- Una pregunta se impone en esta semiología introducto-
clamo la consubstanciación en el alma de vida y muerte para ria de la muerte: ¿vamos a vérnoslas en estas páginas sólo con
librarnos de vanos derroteros mentales secos y yermos, para la muerte física, con la amenaza al estado de viviente, con el
abrirnos al gran misterio de estar vivos, a la delicia de existir, aniquilamiento del cuerpo orgánico, o vamos a considerar
al amor en plural hacia el universo inagotable, al abrazo con también los vericuetos de la muerte psíquica, vale decir, la
el más allá, hoy, y en el instante del gran viaje. dimensión de lo inerte, de lo destruido, de lo “aniquilado”
en el mundo interno?

14 15
Si bien el énfasis de este libro está puesto en considerar Paola fomentó mi interés invitándome a tomar contacto
al “por morir” en su condición humana de mortal, enfren- con el Hogar San Francisco. Allí empecé a entrevistar pa-
tado a la inminencia de la descomposición de su carne, no cientes. Concomitantemente asistía a la sala de Ginecología
he podido evitar la inclusión de un capítulo de reflexiones del Hospital de Clínicas, cuyo jefe era el doctor di Paola
acerca de la muerte psíquica. En esas líneas se hace presente hijo, y luego trabajé en el Hospital Rivadavia con el doctor
la otra muerte, la de adentro, la que mata potencialidades Dante Calandra. Un nuevo proyecto de investigación tuvo
vivientes, la que nos enseña acerca de la visita de la muerte lugar en un servicio de oncología del Hospital de Clínicas
dentro de nuestras mentes, muerte que empobrece la cali- con los doctores Perazzo, Brosio y Sparrow. A todos ellos
dad de la vida. les debo el haber podido moverme cómodamente exploran-
Vivir implica un constante combate lúdico contra las do en sucesivas entrevistas distintas situaciones y distintos
amenazas de la pulsión de destrucción vertida sobre noso- aconteceres psíquicos.
tros mismos. El “oficio de vivir”, como lo denominaba Pa- El cuerpo, ese poderoso regidor de nuestro destino,
vese, exige un reto perpetuo, un afianzar palmo a palmo el emerge en estas páginas en primer plano imponiendo su
estado de viviente, cultivando la vida y sorteando los obstá- viva presencia mortal. El mundo de las representaciones
culos negativos. La muerte misma puede ser experimentada frente a la muerte, el campo de los afectos donde la angustia
como una experiencia final mayor dentro del contexto de juega un rol predominante habrán de ser investigados. Pero
la vida o servir de pretexto para empobrecer la calidad de la el libro no se detiene en el muerto mismo. Va a explorar
vida cotidiana. también el duelo, o sea, el territorio del dolor psíquico en
El dualismo freudiano opone la vida y la muerte, la cons- los sobrevivientes, e igualmente considerará, desde los apor-
trucción y la destrucción, lo positivo y lo negativo. Muchos tes de la antropología, los idearios de la muerte para ubi-
conceptos del campo de la teoría, tales como masoquismo, carla en diversos contextos socioculturales. Se abre camino
principio del Nirvana, dolor psíquico, pulsión desobjetali- entonces hacia el luto, los rituales de la muerte, el concepto
zante (Green, 1986), núcleos aletargados (Cesio, 1958), ha- del cadáver, las ceremonias funerarias, los actos eutanásicos,
cen hincapié en los procesos que desgarran, rompen, sideran el tiempo de la agonía, el problema del dolor. En algunas de
el aparato psíquico. Lo “no vivido”, lo “no permitido vivir” estas temáticas me detendré especialmente. Otras aflorarán
constituyen espacios del dominio de lo muerto. al correr de la pluma dando cuenta de la complejidad del
Mi experiencia clínica con pacientes “por morir” se rea- fenómeno muerte.
lizó principalmente en el campo de la oncología. En 1980 Es inherente a la vida lidiar con el sufrimiento que, como
asistí en la ciudad de Boston a un workshop sobre “Stress, bien señalaba Freud en 1930, procede de múltiples fuentes:
factores emocionales y cáncer”. Lo lideraba el grupo Simon- del mundo externo natural, donde la catástrofe es moneda
ton. En su centro de trabajo, las estadísticas revelaban una siempre posible bajo múltiples formas (maremotos, inunda-
sobrevida en pacientes graves del doble de lo esperado. Mi ciones, incendios, terremotos, tornados, huracanes, tormen-
veta de investigadora recibió un estímulo y ya en Buenos tas, etc.); del mundo externo humano (guerras, asesinatos,
Aires decidí intentar corroborar por mí misma ciertas pre- accidentes, pérdida de seres queridos, etc.); del propio cuer-
misas planteadas. Me acerqué con esos fines a Lalcec (Liga po (enfermedades, amenazas de muerte, etc.); de las rela-
Argentina de Lucha Contra el Cáncer), donde el doctor di ciones entre los hombres (desamparos, peleas, rivalidades,

16 17
abandonos, separaciones, malos tratos, etc.). El sufrimiento
en tanto lucha frente a los obstáculos de la existencia invoca
a la vida. La muerte, en cambio, se dirige a la inmovilidad y
al “nunca más”.
También está el hombre como un gran matador ya sea en
la realidad ya sea en la fantasía. El deseo vehemente de ejer- Primera parte
cer la muerte se expresa a través de sus deseos inconcientes o
concientes de dar muerte a otros o a sí mismo. La naturaleza Uno morirá
violenta humana se manifiesta de diversas formas. Muer-
te física y muerte psíquica se entrelazan. Freud (1915a, p.
684) enuncia al respecto impactantes frases como: “Somos
los descendientes de una incontable sucesión de asesinos” o
“La sed de matar está en nuestra sangre”.
La pulsión de vida (Eros) triunfa decididamente cuando
el sujeto opera intrapsíquicamente el movimiento de tras-
formación del narcisismo (Alizade, 1987, véase cap. V) que
da acceso a un cierto montante de sabiduría y a un estar en
positivo en la vida tomando en consideración al semejante.
La alteridad cobra relevancia en el marco de una ética. La
existencia se inserta en la primacía del principio de la rela-
tividad y la pulsión de destrucción logra ser domesticada
(Freud, 1937). A esta trasformación del narcisismo habré de
dedicarle un lugar de importancia.
Como en un rompecabezas, los capítulos se irán orde-
nando desde un caos inicial. Un cierto comando inconcien-
te dictará las secuencias de escritura dando forma final al
libro. Al lector le está encomendada la tarea de hojear el
índice y elegir de acuerdo con sus intereses y su inserción
científica qué líneas habrá de leer, cuáles le podrán servir
en el manejo de sus pacientes, ya provenga del territorio de
la medicina, de la enfermería, de la asistencia social, de la
psicología, del psicoanálisis, etc., y cuáles le podrán servir
quizás en el sendero de reflexión acerca de su propia vida.

18
1.
Los idearios de la muerte

I. Introducción
En este primer capítulo se enriquece el psicoanálisis con
aportes de otras disciplinas que destacan la complejidad fe-
noménica que rodea al suceso “muerte”.
La antropología de la muerte pone sobre el tapete el en-
tramado entre vertientes intrapsíquicas y socioculturales.
En sus avatares constitutivos se entrecruzan la filogenia y la
ontogenia.
Los idearios de la muerte comprenden las ideas y los
afectos que determinado contexto sociocultural engendra
respecto de ella. La manera de considerar a la muerte de-
pende enormemente de los aspectos sociales del superyó de-
terminado por las creencias sociales y “la opinión pública”
(Freud, 1914).
En estas páginas se tomarán en cuenta el pasaje entre la
vida y la muerte, la manipulación del cadáver, los ritos fune-
rarios y la categoría de ex viviente.
La tipología de las muertes muestra cuánto depende el
hombre de su entorno tanto para vivir como para morir.
Cuesta pensar, inmersos en el trajín de una vida de Occi-
dente de fines del siglo XX, que morir pudiera haber consti-
tuido alguna vez una experiencia de máxima trascendencia,
manejada en gran medida voluntariamente, con un mínimo
de angustia y un máximo de cortesía en un ámbito de natu-
ral familiaridad.
La demarcación entre vida y muerte no es siempre dema-
siado precisa. Los que se van influyen sobre los que quedan
y los que quedan dialogan imaginariamente con los que ya
han partido. Se constituyen territorios psíquicos interme-

21
dios donde vivos y muertos interactúan y se comunican. Las veces mercachifles y tenderetes. En 1231 el concilio de Ruán
religiones y las creencias primitivas facilitan esta circulación. prohíbe que se baile en el cementerio o en la iglesia so pena
Los rituales del luto y el proceso de duelo están impregnados de excomunión. En 1647, un texto expresa el malestar ge-
de un intercambio necesario con el muerto como presencia nerado por la coexistencia en un mismo lugar de sepulcros
psíquica con quien deben llevarse a cabo determinadas ce- y de “las quinientas diversiones que abundan bajo estas ga-
remonias en el mundo externo y en el mundo interno. El lerías [...]. En medio de tanto barullo (escritores públicos,
muerto está activo y “vive” desde su lugar de muerto. lenceras, libreros y merceras) había que proceder a una in-
humación, abrir una tumba y sacar cadáveres que aún no se
habían consumido, dándose el caso de que, aun en época de
La inmortalidad, privilegio de los dioses, es considerada mucho frío, el suelo del cementerio exhalara olores mefíti-
un máximo bien desde una fantasía que inventa un lugar sin cos” (Aries, p. 30).
sufrimiento alguno. Es interesante al respecto consignar lo Durante un milenio la gente había tolerado perfecta-
que en nuestro medio ha investigado Cordeu (1983) en sus mente lo que Aries denomina “la promiscuidad entre vivos
trabajos de campo con los ishir y chamacocos, quien con- y muertos”. Y lo que es más importante aún es que “el es-
cluye que la condición edénica resaltada por Mircea Eliade pectáculo de los muertos, cuyos huesos afloraban a la su-
como la “nostalgia del paraíso” no es en el fondo tal pues –a perficie de los cementerios, como la calavera de Hamlet, no
la manera del retorno de lo reprimido–, en los mitos para- despertaba entre los vivos más sobresalto que la idea de su
disíacos, “la inmovilidad primordial es semejante en todo propia muerte. Tan familiares les eran los muertos como fa-
a la de la muerte”. La muerte vuelve a aparecer allí donde miliarizados estaban con su propia muerte”.
la creíamos destituida para siempre. La vida edénica, libre,
plena, donde no hay pesares ni esfuerzos, resulta una vida
no-humana, aburrida y carente de interés, ya que no favo-
rece el despliegue de las fuerzas vitales. En la vida terrena, II. Antropología de la muerte
con sus obstáculos y luchas, la muerte emerge como “una
experiencia extrema fundante de sentido” y adquiere valor a. El primitivo y la muerte
en su contrapunto existencial con la vida.
Muerte y vida constituyen un par dialéctico en interac- He de distinguir el hombre primitivo, por un lado, y
ción permanente; cada uno de estos términos obtiene su ri- el pensamiento primitivo, por el otro, perteneciente este al
queza semántica en su vinculación con el otro. hombre de antaño y muchas veces presente en el hombre
La historia da pruebas de la circulación entre vivos y moderno como restos inconscientes vinculados con afectos
muertos. En la lengua medieval, la palabra “iglesia” com- e ideas arcaicas.
prendía “la nave, el campanario y el cementerio”. Estos Lévy-Bruhl (1922) se ha ocupado de recabar informa-
lugares se fueron convirtiendo en lugares públicos. El ce- ción sobre la mentalidad primitiva. Al leer su obra, uno
menterio era también un lugar de asilo que con el tiempo debe intentar penetrar en formas de pensamiento que nos
se convirtió en lugar de encuentros y reuniones, como el resultan bizarras en tanto se alejan de los procesos de pen-
foro de los romanos. Pegados a los osarios, se instalaban a

22 23
samiento habituales del hombre civilizado y se manejan por prácticas de muerte y resurrección para curar enfermedades
un pensamiento mágico que es indiferente a las causas me- (magia homeopática o imitativa). Escribe J. Frazer, (1890,
diatas y que aplica un juicio de máxima certeza fundado p. 48): “Hay una rama prolífica de la magia homeopática
en un imaginario bizarro. Indígenas de distintas partes del que obra por medio de los muertos; del mismo modo que
planeta experimentan a la muerte de la misma manera: no un muerto no puede ver, oír ni hablar, así se puede, basado
se muere de muerte natural, uno es siempre muerto por una en la regla de la magia homeopática, dejar a la gente ciega,
potencia mística invisible. Coexisten para ellos el mundo de sorda y muda por el uso de huesos de difuntos o de cual-
la percepción sensible (visible) y el mundo de los espíritus quier otra cosa que esté contagiada por la corrupción de la
(invisible). El cuerpo se presta como receptáculo para dar muerte: por ejemplo, entre los galeses, cuando un mozo va a
entrada o salida a un espíritu en una suerte de circulación galantear por la noche, coge un poco de tierra de una tumba
sin fronteras. Al soñar, uno se trasforma en un recién muer- y la esparce sobre el techo de la casa de su novia exactamen-
to y el espíritu visita a los ancestros y dialoga con el otro te sobre el lugar donde los padres duermen. Imagina que
mundo. Por eso Lévy-Bruhl es taxativo cuando enuncia que así prevendrá que no se despierten mientras él habla con su
(p. 65) “para comprender la mentalidad primitiva es nece- amada, puesto que la tierra de la tumba les dará un sueño
sario renunciar de antemano a la idea que nosotros tenemos tan profundo como el de la muerte”.
de la muerte y de los muertos...”. Una persona es declarada Muerto no quiere decir inexistente o ineficaz. Lo muerto
a veces muerta antes de morir cuando se considera que su hace. Hace con lo que queda de él, con la materialidad so-
espíritu ya ha partido y es enterrada viva; una persona grave- brante (huesos, cenizas, restos), y con una parte de sí que no
mente enferma, de no morir de inmediato, es abandonada a desaparece nunca. Me refiero al espíritu, al “alma” que sigue
sí misma pues el estado de pre-muerte inminente e incierta planeando sobre la superficie de la tierra. Invisible acorpo-
inspira terror. El muerto se convierte en malo y daña, casti- reidad que debe temerse, reverenciarse y llamar a veces en
ga, etcétera. nuestro auxilio.
¡Cuán extrañas nos parecen estas formas de pensamiento! El pensamiento salvaje (Lévi-Strauss, 1962) está domi-
Freud (1919) nos enseña que estos mecanismos “superados” nado por la ciencia de lo concreto. En los ritos funerarios de
en el hombre civilizado no lo están totalmente y retornan los fox, por ejemplo, tienen lugar ceremonias de adopción
adoptando el carácter de lo siniestro en múltiples ocasiones. por medio de las cuales se sustituye un pariente muerto por
Impera en esos momentos la omnipotencia de las ideas, el otro vivo, lo que permite la partida definitiva del alma del
pensamiento mágico, el reinado de lo sobrenatural, el ani- difunto. Los ritos funerarios muestran la gran preocupación
mismo, etc. Los límites entre fantasía y realidad se desdibu- por deshacerse de los muertos, para asegurarse de que el
jan. Los seres civilizados no han desalojado por completo al “fantasma” del muerto no retorne a vengarse o a molestar a
hombre primitivo con su narcisismo ilimitado y su trato con los vivos. Los vivos “deben mostrarse firmes ante los muer-
las fuerzas naturales y sobrenaturales. tos: los vivos harán comprender a estos que no han perdido
Lo siniestro se mezcla con lo espeluznante cuando entra nada al morir, pues recibirán regularmente ofrendas de taba-
en relación con cadáveres, con el animismo de lo muerto, co y de alimentos. En cambio, se espera de ellos que a título
con espectros, con fantasmas. La vida de los muertos emerge de compensación de esta muerte, cuya realidad recuerdan a
en su doble carácter de invisible y de eficaz. Se juega con los vivos, y del pesar que les causan por su deceso, ellos les

24 25
garanticen una larga existencia, vestido y algo que comer” La muerte amaestrada
(pp. 56-57).
El alma y el cadáver interactúan. Sus poderes deben ser Esta muerte es difícil de representar hoy día. Así tuvo lu-
controlados. gar la muerte durante un milenio, vale decir que es la forma
También se simboliza a la muerte con propiedades de la de vivir con la muerte que más tiempo ha ocupado. Puede
naturaleza. En Portugal, a todo lo largo de la costa de Gales llamársela también “la muerte avisada” dado que los seres
y en algunas partes de la costa bretona prevalece la creencia humanos están “avisados” de antemano de que van a morir.
de que los nacimientos se verifican cuando sube la marea y Escribe Aries (1977): “La antigua actitud para quien la
de que la gente muere cuando está bajando (Frazer, p. 53). muerte es a la vez algo familiar, cercano y atenuado, indi-
El fenómeno muerte recibe desplazamientos y concretiza- ferente, se opone sobremanera a la nuestra, temerosa de la
ciones en los múltiples sucesos de vida y muerte que ocurren muerte hasta el punto de que no nos atrevemos a pronun-
en la vida natural. ciar su nombre. Por eso, esta muerte familiar recibe aquí el
Todo en la naturaleza vive, muere, y renace bajo formas título de muerte amaestrada. No quiero decir con ello que
metamorfoseadas. El fantasma o espíritu del muerto implica antes la muerte se hallara en estado salvaje, por haber dejado
una metamorfosis imaginaria. El cadáver también se trasfor- de serlo. Quiero decir, al contrario, que hoy se ha vuelto
ma, el alma emigra y se trasmuta. salvaje”.
Los muertos constituyen una suerte de especie oculta: efi- Acerquémonos a ella: el caballero se apresta a morir. Es-
caces, eternos, positivos o negativos, omnipresentes... tamos en el siglo de los romances medievales, de las cancio-
nes de gesta. La muerte amaestrada es una muerte noble en
la mejor acepción del término.
b. Tipología de la muerte (semantización cultural Aprestarse a morir constituye un acto fundamental en la
de la muerte) vida de un hombre de aquellos tiempos. Toda su vida se le
ha enseñado que “su ser en el mundo”, “su esencia misma
Una mirada a vuelo de pájaro sobre distintas formas de de ser viviente”, “su dignidad” dependen de la grandeza con
encarar la muerte en diferentes épocas de la humanidad po- que lleve a cabo las ceremonias de la despedida. Se ansía ser:
sibilita relativizar el contrapunto vivo-muerto. protagonista de la propia muerte. Nada más triste y torpe
Aries (1977), en sus investigaciones sobre tumbas y ritos que morir abruptamente sin haber asistido a los rituales de
funerarios, ha contribuido en gran medida a echar luz acerca la antesala de la muerte. De la muerte súbita (pestes, acci-
de esta fascinante cuestión. Distingue la muerte amaestrada, dentes, etc.) no hay nada que decir. Está signada por un
la muerte propia, la muerte ajena y la muerte prohibida, criterio desvalorizante. El muerto se ha perdido su muerte
en el orden enunciado. Habré de repasarlas brevemente e y eso es lamentable. Todos ansían protagonizar el momento
incluiré también otras dos formas: la muerte desorbitada y de pasaje de vivo a muerto, conmemorar los rituales de la
la muerte súbita. despedida y ser recordados por los sobrevivientes en la gran-
deza de esta gesta máxima que se denomina “morir”.
Tratábase de una muerte sencilla, de un tranquilo movi-
miento final. Esta es la muerte de Rolando de la canción de

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gesta, la del Quijote, de Tristán, de Lanzarote. Uno muere cido? El propio nombre de muerte domesticada remite a la
“atento a sí mismo”, familiarmente. contención de las ansiedades de muerte en aras de un bien
Cuando Aries cita a Rolando, describe los pasos tragi- mayor: morir como el superyó (la opinión pública) lo esti-
cómicos con que prepara su muerte. La primera parte de la pula. Si se siente miedo, se lo oculta. La angustia es domina-
ceremonia consiste en lamentar la vida ya pasada, evocando da, lo que permite que el moribundo se retire en calma con
los logros alcanzados y la travesía realizada (las tierras con- la paz del deber cumplido (cumplir la vida).
quistadas, la dulce Francia, Carlomagno que lo crió, etc.). La muerte amaestrada implica una “concepción colectiva
El personaje llora con intensidad pero muy brevemente del destino” (Aries, p. 32). El individualismo llegará más
pues, como bien precisa Aries, “el momento pertenece al tarde para modificar el significado de la muerte y desvirtuar
ritual” y debe pasar de inmediato a la segunda parte: trátase su naturalidad.
del perdón de los compañeros que rodean al moribundo
por cualquier pesar que le hubieran podido causar en vida. La muerte propia
El agonizante encomienda a Dios a los que sobreviven. El
cuarto del “por morir” está repleto de visitas que asisten a Esta tipología de la muerte aparece en el siglo XII. Dis-
las pompas finales. No es cuestión de defraudar al público. tintos fenómenos observados por Aries en los ritos funera-
Nunca faltan niños en esas habitaciones. La muerte amaes- rios y en el minucioso registro de lápidas y sepulturas lo
trada es una muerte en compañía, es una muerte-ejemplo, conducen al trazado del camino hacia la personalización de
socialmente valorizada. Es una muerte-nacimiento. Tanto la muerte.
el “por morir” como el “recién nacido” gozan de prerroga- La representación del Juicio final sufre modificaciones.
tivas narcisistas. En un principio los muertos pertenecientes a la Iglesia
Saldadas las cuentas con la vida, llega luego la hora de habrán de despertar un día en el Paraíso. No hay juicio ni
pensar en Dios. El “por morir” inicia sus plegarias. Primero condena. No hay responsabilidad individual. Más tarde,
un mea culpa, el gesto de los penitentes, y luego la plegaria una balanza rigurosa pesa las buenas y las malas acciones. La
por la salvación del alma. Acto seguido, el sacerdote le con- vida se extiende. Ya no cuenta tanto el momento preciso del
cede la absolución. morir sino el último día del mundo al final de los tiempos.
Escribe Aries (1977): «Después de la última plegaria, ya Otro elemento que interviene junto al lecho del agoni-
sólo queda esperar la muerte que ha de venir sin tardanza. zante es la última prueba que sustituye al Juicio final. Los
Y así Oliveros: “El corazón le falla, su cuerpo entero se des- grabados de época (siglo XV) así lo atestiguan. Esta prueba
ploma. El conde ha muerto, no le alcanzó más demora”. Si «consiste en una última tentación. El agonizante verá la to-
ocurre que la muerte tarda algo en venir, el moribundo la talidad de su propia vida, tal como la contiene el libro, y se
espera callado: “Dijo (su última oración) y luego ya no soltó sentirá tentado, bien sea por la desesperación de sus faltas,
prenda”». o por la “gloria vana” de sus buenas acciones, o por el amor
El silencio no habrá de ser llenado con palabra vana. No apasionado de las cosas y los seres. Su actitud, en la exhala-
es cuestión de romper la estructura ritual de los actos de la ción de este momento fugaz, borrará de golpe los pecados
partida. de toda su vida, si rechaza la tentación, o, por el contrario,
¿Dónde quedaba el miedo, la angustia ante lo descono- anulará todas sus buenas acciones, si cede».

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Empiezan los tiempos de la interrogación personal. Co- cuerdo inspiran durante los siglos XIX y XX el nuevo culto
incide con el interés por lo macabro. La descomposición de de tumbas y cementerios” (Aries, p. 43). Sobre el otro se
la carne, la figura del cadáver cobran relevancia. «La “morte dibuja la muerte y se la colma tanto de romanticismo como
secca” (huesos, esqueleto) se propaga por todas las tumbas de lo macabro. La muerte queda asociada al amor; la agonía,
y hasta penetra en el interior de las casas, instalándose en al trance amoroso. Sexo y muerte se alían intensamente. El
muebles y chimeneas» (Aries, 1977, p. 37). duelo adquiere un carácter ostentoso.
Algunos autores (Tenenti, Aries) entienden este horror Se hace del morir un culto y se lo adorna de atributos
de la muerte como un síntoma del amor a la vida. El horror magníficos. Cuenta Aries (p. 45): «Dos novios de esta familia
a la descomposición se hace presente en la poesía (siglos XV que no llegan a veinte años, se pasean por los maravillosos
y XVI). Pero el horror no se reserva a la putrefacción sino jardines romanos de Villa Pamphili. “Nos pasamos una hora
que “está intra vitam en la enfermedad y en la vejez” (Aries, hablando -comenta el muchacho en su diario- de religión, de
p. 37). inmortalidad y de qué dulce sería morir, decíamos, en estos
Se toma conciencia de la presencia universal de la corrup- jardines tan hermosos”. Y añadía: “Morir joven, siempre lo
ción. El esquema cristiano se altera. El hombre de fines de la deseé”. Se cumplirían sus deseos. Unos meses después de su
Edad Media tenía una conciencia aguda de ser un muerto a boda, el mal del siglo, la tuberculosis, lo llevaría a la tumba.
plazo fijo y al mismo tiempo sentía una pasión intensa por Su mujer, una alemana protestante, cuenta así su último sus-
vivir, lo que le hacía rechazar con espanto todo indicio de su piro: “Sus ojos, ya fijos, se habían vuelto hacia mí... y yo, su
fin siempre próximo. Ese hombre sentía un desaforado amor mujer, sentí lo que nunca hubiese creído, sentí que la muer-
por lo que se entendía por las temporalia que englobaban a te era la felicidad”“. Y comenta enseguida Aries: “¿Quién se
las personas, los animales, el jardín, vale decir, todos los en- atrevería a leer semejante texto en la América actual?”.
seres terrenales que procuraban placer de vivir. El culto a los muertos les confiere una suerte de inmorta-
La muerte propia implica un reencuentro con la tumba lidad en el recuerdo. Abundan los monumentos conmemo-
propia. Con ella surge la vivencia de fracaso. El hombre deja rativos que indican la idea de perennidad.
de estar consustanciado con la naturaleza y se instala en la
mentalidad que impera en la segunda Edad Media, donde La muerte prohibida
prima un mundo ávido de riquezas y honores, mundo que
cubre los siglos XIV y XV, cuando el carácter perecedero de Según Aries, los cambios a través de los siglos en lo que a
la vida provoca desilusión y sensación de fracaso. La muerte la muerte respecta son tan lentos que no son advertidos por
deja de ser rendición de cuentas para transformarse en la los contemporáneos. Desde hace un tercio de siglo, la muer-
muerte física, la carroña, la muerte macabra. te, otrora familiar, “se ha convertido en algo vergonzoso que
es causa de interdicto”.
La muerte ajena El embuste, la mentira al enfermo acerca de su enferme-
dad, el cerco de silencio, se tornan moneda corriente. Ya no
A partir del siglo XVI, el hombre ya no se preocupa tan- se muere en casa sino en el hospital, a solas. La vida obliga-
to por su propia muerte y la muerte es ante todo la muerte damente feliz debe alejar toda idea de muerte. Las aparien-
ajena. “Se trata de la ausencia del otro cuya añoranza y re- cias de “siempre vivo” predominan en la sociedad.

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“Todas estas muertecillas silenciosas han remplazado y La muerte súbita
eclipsado la gran acción dramática de la muerte” (p. 56). Se
esconde el paso de la muerte, se la disfraza a los niños. El Quiero agregar esta forma de morir dentro de la tipo-
muerto debe ser evacuado lo antes posible. Entonces el luto logía de las muertes. El individuo es tomado por sorpresa
se hace en la intimidad y se comparte poco el dolor. sin rituales de despedida y sin agonía previa. Es una muerte
Escribe Aries: “Se equivocaría por completo quien iden- totalmente imprevista que impregna de estupor a los deu-
tificara esta huida ante la muerte con una indiferencia hacia dos. Trátase, para los sobrevivientes, de una experiencia de
los muertos. En realidad, lo que de verdad ocurre es al revés. brusca y sorpresiva máxima ruptura.
En la sociedad de antaño, los clamores del duelo oculta- Desde un saber inconsciente, poco antes de morir suelen
ban apenas una resignación rápida: cuántos viudos volvían iniciar movimientos de despedida sin entender ellos mis-
a casarse pocos meses después del fallecimiento de su mujer. mos por qué lo hacen, como si presintieran oscuramente
Hoy, en cambio, prohibido ya el luto, comprobamos que (inconscientemente) que la muerte se avecina. En apariencia
la mortalidad de viudos y viudas al año siguiente de la de- súbita, a nivel inconsciente la muerte fue haciendo señales
función del cónyuge es mucho más frecuente que la de la que fueron registradas y que llevaron a que esa persona ac-
muestra testigo de la misma edad”. tuase de una manera que luego, una vez muerta, será resig-
La muerte prohibida pertenece a una sociedad indus- nificada por los sobrevivientes como de aviso y preparación
trializada donde priman los valores narcisistas de felicidad, para la partida.
poder, lucro. Esta muerte suele ser envidiada por muchos pacientes
que padecen enfermedades largas e invalidantes como el
La muerte desorbitada cáncer, ya que evita el sufrimiento de tomar conciencia del
deterioro orgánico, el dolor físico y el dolor psíquico ante la
Observada en diferentes culturas –amok malayo, olón de proximidad de la muerte.
los tunguses, locura ártica (Cordeu y Montevechio, 1992)–
, esta muerte se singulariza por carecer de toda norma y,
como su nombre lo indica, por presentar características de c. La muerte en la actualidad: una mirada
desborde: crisis de despersonalización, convulsiones, efusio- desde el psicoanálisis
nes emocionales intensas, etc. Son duelos trágicos donde se
manifiesta un terror sagrado, un sentimiento de derrota ante Resuenan en mi pensamiento la diversidad de muertes
la muerte, y se padece la “sumersión desidentificante de los en este breve e intenso recorrido a través de la historia y sus
seres primordiales” (Pagés Larraya, 1982, p. 50, citado por costumbres.
Cordeu y Montevechio, 1992, p. 16). En el fenómeno muerte se entrecruzan niveles: somático,
psicológico, social, cultural.
Reflexiono acerca de la muerte desde mi praxis. Si bien
es cierto que la muerte prohibida impera, las tabicaciones
no son rígidas. También hoy día alguien muere en forma
domesticada. La muerte del ser humano del siglo XX ha sido

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atravesada por esta profusa legión de tipologías. Las formas Sobre todo en lo que respecta a las vicisitudes del narcisismo
se imbrican y los movimientos de englobamiento y de dis- y a la perversidad humana (véase cap. 5). La “locura razo-
criminación entre unas y otras se suceden. Encontramos así nante” de los hombres en pugna por poseer bienes terrenales
sujetos que mueren de muerte propia (individual) domesti- en desmesura como si fueran eternos o como si esta pose-
cada en una conjunción sincrónica y diacrónica correspon- sión calmase las ansiedades de muerte da cuenta de nume-
diente a estas dos formas. Están solos (como el timonel al rosos estragos sociales.
frente de su barco) y se despiden con adecuados rituales no La omnipotencia narcisista interviene en las patologías
necesariamente religiosos. En todo caso, son muertes dignas del racismo y de los nacionalismos destructivos. En la cresta
y singulares para ese sujeto y nadie más. del furor narcisista, mato al enemigo por poder. El indivi-
La consideración de los fenómenos del inconciente am- duo experimenta la omnipotencia en el aparente dominio
plía el abanico conceptual de las maneras de morir. El psi- de la muerte.
coanálisis presenta así su contribución a la investigación de La muerte en sí es un momento mítico (Aulagnier,
los fenómenos psíquicos a la hora de morir. 1979). Nadie sabe a ciencia cierta de antemano cómo ha-
En cuanto a la muerte ajena, siempre constituyó un es- brá de atravesar la última jugada. El cuerpo entero somete
pejo donde uno miraba la muerte del otro y en ese espejo a veces al psiquismo a estados de confusión o de dolor que
aprehendía vivencialmente en forma parcial que también era impregnan los últimos instantes tornando imposible toda
mortal aun en los casos de negación extrema. Lo perecedero buena despedida. Otras veces, el psiquismo desobedece, por
(hombre, animal, árbol, casa, etc.) de la materia viviente e así decir, al dolor y al deterioro y el sujeto extrema los actos
incluso de lo inanimado pone “ante los ojos” la realidad de de la partida.
la polaridad vivo-muerto. Al pie del lecho del muriente caen todas las tipologías de
La muerte ajena es muerte propia proyectada y provoca la muerte y en esa experiencia única, definitiva, se plasma
curiosidad. A veces una parte del propio cuerpo que muere un mosaico de conductas, emociones y palabras singulares.
(amputación, anestesia parcial, etc.) también es catalogada
del lado de la muerte ajena.
En el imaginario se puede jugar fácilmente la fantasía de
inmortalidad. Las religiones apuntalan el psiquismo y apor-
tan aliviadoras respuestas. Aun así, al acercarse a morir el
cuerpo, el sujeto al final se entrega pero no sin cierto escozor
ante tanto desconocido acechante, tanta aventura de desin-
tegración, de trasmigración, de viaje al más allá todavía por
vivir. La muerte se convierte en el tiempo de otra vida, en el
inicio de una temporada diferente donde se espera persistir
en el “ser” y en el “estar” no importa cuáles sean las condi-
ciones imperantes.
Al psicoanálisis le interesa prioritariamente esclarecer los
efectos que la representación de la muerte ejerce en la vida.

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