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Si

tú me amas
Larissa Saravia

-Sinopsis-




El amor es un sentimiento maravilloso y único.

Mi primer amor, ha sido duradero, al menos para mí.

He llorado por amor, me he lamentado y he hecho tonterías
como todos. Hasta que descubrí la realidad sobre el amor, hasta que
descubrí mi verdadero amor, y no hay otro que se acerque más que la
realidad, a mi amor real.

Índice


-Sinopsis-

-1-

-2-

-3-

-4-

-5-

-Sobre la Autora-

-Buscando su Felicidad-



-1-




Las historias de amor son muchas, son maravillosas, y más de
alguna nos ha hecho llorar como niños pequeños. Yo lo he hecho, he
llorado y adorado esas historias.

Pero he llorado más por mi historia de amor, la única que
para mí es de amor de verdad. No conozco otra más real.

Quisiera decir que soy una romántica empedernida, a la que le
encanta leer y ver películas de romance y disfrutarlas con alguna persona,
no importa si fuera mi pareja o algún familiar. Decirles que soy una de
esas chicas que anda suspirando a cada instante. Pero no es así.

Para cada tesis hay una antítesis.

La antítesis del amor, es la indiferencia.

Y eso, es justo mi historia de amor. Más bien, un amor
unilateral que solo tira para un lado porque el otro ni siquiera se da cuenta
de lo que siente.

Vale decir que mientras escribo solo me puedo acordar de él,
de su rostro, de su sonrisa, de su mirada tierna, pero… son recuerdos de
hace mucho, recuerdos que ni el tiempo ha borrado.

Me doy cuenta de lo obsesionado y terrible que suena estar
enganchada de un chico al que no le intereso en lo más mínimo. Y es así.

Tristeza inunda mi alma al pensar en todo lo que pasamos y
sobre todo, todo lo que yo he pasado. Lagrimas se acumulan en mis ojos,
pero nada de eso importa ya.

¿Saben? Cuando uno tiene un gran amor, es indispensable
saber cuál es el tiempo para actuar. Yo nunca lo supe y heme aquí, estoy
sola y sin ninguna posibilidad de olvidarlo.

La verdad es que por más que yo quisiera, las cosas no
podrían mejorar de ninguna forma.

El tiempo paso y con ello… quede fuera de su vida.

No hay marcha atrás.

Lo malo de cuando uno está triste y desea con toda su alma
estar en una escena de esas películas románticas en donde la lluvia se
confunde con las lágrimas, es que eso no pasa. El mundo es cruel por no
sentirse igual que yo, por no hacer que la noche sea más silenciosa, o al
menos más lúgubre, tampoco hace que caiga una gran tormenta para que
pueda llorar a gusto. En cambio, me regala una bella noche, con los
grillos cantando y la luna resplandeciente.

No quisiera que llegara el día, porque ahí todo empeora.
Llega el momento en el que te tienes que sacudir las lágrimas y aparentar
que no te pasa nada, que eres una roca sentimentalmente. Tienes que
sonreír todo el día, fingir que estas conforme con tu vida y que no quieres
nada más.

¡Oh, Dios, cuanto odio el día!

La luz resplandece en el rostro de las personas, iluminando
sus almas, pero la mía esta tan escondida bajo la coraza que me pongo al
amanecer que la pobre parece más blanca que el mismo papel.

Al menos tengo una satisfacción; no escribo mi historia para
que él la lea y luego venga corriendo a mis brazos. La escribo porque es
mi forma de olvidar, mi forma de decirle adiós de una buena vez a su
recuerdo.

Hace años que tuve que haberlo enterrado en lugar de llorar
muchas noches, noches en las que he pasado en vela.

El amor, solo se pude describir así mismo. Cada persona
siente que es una cosa diferente, y para mí, el amor, es un golpe en el
corazón que me ha dejado sin ganas de vivir y sin lágrimas que llorar.

La peor y la mejor etapa de una persona, es cuando se
enamora.

Yo por mi parte, no recibí ese primer flechazo que otros
reciben, lo mío fue paulatino, y se intensifico con el paso de tiempo.
Comenzó como compañerismo, amistad, y luego fue subiendo poco a
poco.

Llegar a amar a una persona requiere esfuerzo físico, mental
y emocional. Y sobre todo un desgaste que nos deja a la mayoría atontados
en las demás actividades.

La realidad antes de estar enamorado cambia cuando lo llegas
a estar.

La mía cambio en un momento fijo, un momento que he
revivido mucho tiempo, del que no puedo sacar de mi cabeza por más que
duerma mi mente con el sol de cada mañana.

Paso hace ocho años.

***

Escuche el claxon de un carro que iba justo detrás de nosotros.

La gente es insistente con algunas cosas, y una de esas es usar
esa tonta bocina para intentar que los otros conductores manejen más
deprisa, pero eso no funciona. Ya deberían saberlo a estas alturas.

En el asiento voy sentada con uno de mis amigos. Estamos en
la última fila del microbús, que nos llevaba del colegio hacia nuestra casa.

Normalmente no tiendo a sentarme con él a solas, siempre
vamos por todo el microbús, haciendo uso de todas las filas de los
asientos y compartiendo con los demás tripulantes. Pero hoy, paso
diferente, llámenlo casualidad.

Martín y yo somos compañeros desde hace ya unos buenos
dos años, y viajamos juntos desde así casi un año.

De repente, escuchamos de nuevo el claxon del auto de atrás,
es muy molesto.

Yo volteo mi cuerpo y al hacerlo, mi mano y la de Martin se
tocan, nuestras manos quedan unidas por un lapso de tiempo. Yo veo mi
mano sobre la de él y luego lo miro y rápidamente quito mi mano. No sé
lo que ha pasado, pero ha sido de las cosas más extrañas que ha tenido mi
corta vida hasta el momento.

No sentí esa ráfaga de electricidad que algunos dicen, sino
algo así como la calidez y confort.

La mano de Martin es cálida y mucho más grande que la mía,
pero esa intimidad no creo que sea muy propia de los amigos.

Trato de disimular y no hacer gran alboroto por lo que acaba
de pasar, pero nuestra platica queda sumergida en el ayer. Ninguno de los
dos se siente con ánimos de hablar, aunque no estoy segura de porque me
pasa, y no puedo leer sus pensamientos para resolver esa encrucijada.

Yo no creo que sea para tanto, vamos que soy Lara Sarda, la
chica que no siente sentimientos por los chicos, bueno exceptuando a
Daniel. Pero eso es harina de otro costal. Yo no puedo sentirme así por
Martín.

Además, el momento en el que nuestras manos estuvieron
unidas vi sus ojos y no reflejaban nada, se supone que se debe ver el amor
que una persona profesa por otra, pero yo solo… me veía a mí, y no me
refiero a que me reflejaba en su pupila ni nada romántico, sino que algo
raro paso en mí, y el tiempo se detuvo pero solo quede yo.

¡Ah, Lara! Deja de pensar tantas sandeces que al fin y al cabo
vas a terminar dándole la razón a tu mamá y acabaras de aplazar lenguaje.
En este momento, lo que más necesito es concentración no armar un
cuento por el leve toque de manos entre mi amigo y yo.

Para mi suerte, ya lo pasaran dejando a su casa y todo acabara,
nos olvidaremos del papelón en que nos metí por ver a ese tonto del carro
de atrás.

Solo déjalo ir de tu mente. No pasó nada de lo que haya que
acordarse, solo es un leve apretón de manos sin importancia. Ni para él, ni
para mí.

Me siento apenada, porque si no fuera por mi culpa, esta
situación no habría pasado.

Su mano ya estaba ahí antes que la mía, y tuve que haber
respetado eso, pero es que ese tonto del auto… me distrajo.

El tráfico está un poco fluido, pero no hay mucho que ver por
la ventana.

Las casa aquí, en el centro de la ciudad son un poco viejas,
pero no por eso bonitas. Y hay comercios pequeños por doquier.

¿Por qué cambiamos de ruta justo hoy? Ah, sí, ya recordé. Fue
porque había que recoger al fastidioso de mi hermano.

¡Genial! Para lo que sirven los hermanos mayores…

Recogemos a mi hermano y él como siempre, se sube
animado por ver a Martín, pero fastidiado al verme a mí.

-¡Eh, Martín! –lo saluda con un choque de manos, muy
varonil.

-¿Qué hay Rafael? –pregunta Martín de lo más casual.

Yo me limito a observar la plática de estos dos. Mi hermano y
mi amigo. Vaya pareja dispareja.

Me parece increíble que siendo mi hermano mayor que yo por
tres años, se lleve tan bien con un chico menor que él por dos años.
Rafael, tiene 15 años, y Martin tiene 13, lo que hace una gran diferencia de
edad entre los adolescentes. Yo solo tengo 12 y por eso a veces me
excluyen de sus pláticas de “adultos”, que se limitan básicamente a hablar
de carros o alguna otra cosa de lo que sea que hablen; ya no escucho con
mucho cuidado lo que dicen.

El microbús, pasa dejando a otros niños antes de pasar
dejando a Martín.

Él, como siempre se despide de todos.

Por último, estamos nosotros tres, siempre somos los últimos
en llegar a casa.

-Lara… –me llama mi mamá, que por cierto, es la que maneja
el microbús. Si, ella es muy pionera en esto. Es de las primeras mujeres
que veo que anda trayendo y dejando a niños.

Mi mamá, es de las mejores. Ella hace lo que sea por
nosotros, incluso manejar todo el día para que nosotros podamos tener
una buena educación, porque los colegios salen caros y hay que hacer de
tripas corazón para pagar la mensualidad, que no es poca porque somos
tres.

Mi hermana mayor y yo, estudiamos en un colegio cristiano,
y mi hermano (porque no saco buenas notas el año anterior, y si no lo
cambiaban iba a aplazar el año) estudia en uno adventista. Para el caso,
ambas instituciones son religiosas, con la diferencia que, a la que vamos
mi hermana y yo es más cara, solo como unos cuarenta dólares encima.

Mi hermana es cinco años mayor que yo, y suele darme
mucha lata, al igual que mi hermano. Los dos se empeñan de molestarme
bastante. Pero, así son las familias, tan funcionales como disfuncionales.

-Lara –me llama otra vez mi mamá- ¿ya estudiaste para el
próximo examen de lenguaje, verdad? –pregunta acusadoramente.

¡Hay que ver la poca confianza que me tienen!

Muevo la cabeza indicando que ya lo hice, pero la verdad es
que ni siquiera he leído un poco, mucho menos estudiar, y ya no se diga de
aprenderme las cosas.

Al llegar a la casa, corremos como locos porque tenemos
hambre y hay que hacer el almuerzo. Eso era lo bueno de vivir donde
vivíamos antes, hace unos meses (casi un año), que cuando llegábamos la
comida estaba preparada. Mi papá, se había quedado sin trabajo hace
algunos años, y mi mamá tuvo que trabajar más para poder pagar las
cuentas, y como forma de retribuir, mi papá se armó de sus pantalones y
se puso el mandil.

Antes, mi papá hacia la comida, pero ahora que él tiene otro
trabajo y que justo por eso nos mudamos… hay que llegar a hacerla.

-Lara, te toca cocina –me grita mi hermana desde la sala, bien
campante viendo televisión.

Gruño un poco, pero me voy a la cocina a preparar la comida.

-¿Y qué hago? –grito para que me escuchen al otro lado de la
casa, o bien puede ser de la ciudad.

-Coliflor con tomate –dice mamá que ya trae un poco el
micrófono integrado y no necesita gritar mucho.

Comienzo a preparar todo porque no hay remedio, hay que
comer y esta gente no se va a levantar a hacerlo.

Mientras parto la Coliflor, pienso en ese pequeño roce de
manos.

NO LARA. Detente, no vayas por ahí, mira que ya una vez te
“enamoraste” de un amigo y lo arruinaste todo. Hay que ver que soy bien
tonta.

Mejor no pensar en nada más.


-2-



Y decir, que ese es el primer recuerdo que tengo del comienzo
de este enamoramiento.

Solo era una niña un poco rara que no sabía identificar entre
el amor y la obsesión.

Para ese entonces pensé que estaba enamorada de Daniel, pero
no era así. Claro, como buena despistada que soy, lo vine a descubrir
muchos años después, cuando ya había estropeado todo.

¡Cómo, no!

Los días pasaron y concluimos un años más. Sería el último
día en el colegio cristiano donde estaba, el último que pasaría con mis
compañeros desde que estaba en preparatoria, de eso ya, ocho años atrás.
Y de los que habíamos entrado al colegio en esos años, solo habíamos
quedado cuatro.

***

-Hey, Lara, ¿ya supiste lo que anda haciendo Daniel? –se me
acerca a contar Carla.

-No –niego repetidas veces con la cabeza, bastante extrañada.

No tengo ni la más mínima idea de a que se refiere Carla. Lo
he mirado hablando con algunas chicas, pero además de celos, no supe
que estaba pasando; y claro los celos eran míos, por lo que no sé qué está
tratando de contarme.

-¿Y qué es? –pegunto intrigada.

-Pues, que le ha andado diciendo a todas si quieren ser sus
novias por cinco minutos ¿podes creerlo? –se queda un momento callada-.
¿Ya te lo pregunto?

-No –conteste lentamente, sintiendo como me abofeteaban.

-Ahh, bueno. Seguro lo hará después –trata de reconfortarme,
aunque ella no sabe que Daniel me gusta, de cualquier forma.

Se levanta y con la misma facilidad en que vino, se ha ido.

Me parece increíble como es Carla de loca.

¡¿Y dicen que yo soy la rara aquí?!



El día pasa tranquilamente y casi es hora que nos venga a traer
el microbusero. Desde que mi mamá dejo de transportar niños hace unos
meses, nos hemos estado yendo con un señor al que ella conocía, aunque
eso solo lo hacia los días que salíamos tarde, o cuando ella se lo pide.
Como hoy.

Desde el accidente que tuvimos, que ni fue grave, mi mamá, lo
tomo como una señal de que ya no lo siguiera haciendo. Y desde entonces
nos han pasado trayendo y dejando ellos, o el microbusero que nos llevara
hoy.

Camino por la pista de correr con unas compañeras y amigas.

-Va enserio, ya no voy a estudiar acá –trato de convencerlas.

Ha sido definitivo, es mi último año en este colegio. Mis
papás no pueden pagar la colegiatura que ya era cara, pero que para el
otro año han aumentado mucho más.

-Siempre decís lo mismo –me recriminan Ana.

-Eso no es cierto –contesto sintiéndome molesta.

-Sí que lo es –responde Sara-. Ya vas a ver cómo vas a venir
el otro año.

Yo las dejo que hablen, pero la plática se termina cuando se
nos une Daniel.

-Hey, Lara, te quería preguntar si… ¿quieres ser mi novia por
cinco minutos?

No sé si está nervioso o no. con Daniel, es difícil interpretar
cuál de las sonrisas está dando, todas se ven igual, incluso las que no son
de conquista. Sus labios siempre se hacen a un lado.

-No –le respondo-. Anda ver a quien fregas.

Con esa contestación, me despido de todos con un saludo de
manos y me voy a donde ya me espera el microbús.

-Lara –corre un poco hacia mi Daniel.

-Aja –le digo sin inmutarme mucho.

Creo que estoy medio en piloto automático.

-¿Te vas a conectar hoy verdad? –pregunta mirando hacia el
microbús.

-Si –le respondo tranquilamente-. Salú, pues –le digo antes de
entrar a mi transporte.


-3-



Es increíble como esa fue la última vez en que realmente
hable con Daniel, y creo que eso al final fue un problema para poder
darme cuenta de lo que tenía justo enfrente.

A veces las personas somos unas ingenuas y no nos damos
cuenta de lo que sentimos por otras hasta que ya es muy tarde. Pero
cuando creemos que queremos a alguien y al otro lo tenemos “seguro”, es
más difícil que eso ocurra.

Por mi parte, eso aumento cuando comenzó el siguiente año
escolar, y vaya cuanto aumento.

¡Pero que despistada, de verdad!

***

Nunca he ido a un nuevo colegio, nunca he sido la nueva.

Mi estómago da un millón de vueltas mientras trato de
mantenerme serena, frente a este nuevo día.

Quisiera haberme quedado en el colegio donde estaba, pero es
obvio que eso no podía ser, porque aumentaron demasiado la colegiatura.

Estamos a unas cuantas cuadras del colegio, ¿o debería decir
Liceo? No sé, pero eso es lo que menos importa. Lo que interesa en este
momento es que tengo que ser alguien diferente, ya quiero dejar de ser la
rara y puedo comenzar a ser la chica genial que siempre he querido ser.

Llegamos al colegio y nos bajamos los tres, mientras mi papá
se despide.

Mi hermano no está feliz del todo porque nosotras hemos
tenido que venir aquí, y sobre todo porque Ivana no puedo pasar el año y
va a repetir primero de bachillerato con él. Definitivamente Rafael no está
muy contento con ello.

¡Que se aguante!

Entramos al colegio y lo primero que miro es a Martín.

¿Cómo es que esta aquí con nosotros?

Nos saludamos todos porque obviamente, él y mis hermanos
se llevan de maravilla. Creo que lo consideran más hermano que a mí.

Tocan el timbre y todos vamos a nuestras aulas, al menos
vamos en pareja, aunque Martín y yo no somos hermanos, casi como si lo
fuéramos.

Entramos al salón y no puedo creer que haya tan pocos
alumnos en esta aula. Este colegio de verdad necesita más alumnos y
menos escaleras, porque miren que hacernos subir hasta el tercer piso…
no es de Dios.

Con Martín nos sentamos juntos. Por el momento somos los
únicos que conocemos.

Como cosa típica de cada año, lo maestros nos hacen
presentarnos a todos, y supuestamente la mayoría ya se conoce. Lo que
quiere decir que eran menos, o que ya se fue la mayoría. De cualquier
forma esto sí que es muy extraño para mí, y supongo que también para
Martín.

Llegamos al primer receso y los dos nos ponemos a platicar
entre nosotros. Ninguno ha entablado ninguna conversación con otros.

¡Sí que somos antisociales!

Bueno, al menos nos tenemos al uno al otro, ¿verdad?


-4-



Hay cosas que ni uno puede prever.

Ese fue el año en el que me convertí en todo lo que yo no era,
lo que incluye ser una mitómana, una falsa, una coqueta y sobre todo una
manipuladora.

Al principio no fue así, al principio todo marchaba normal,
con la única diferencia que en este colegio me veían bonita, y me sentía
sexy cada vez que me ponía algo socado, aunque eso solo empeoro las
cosas con el tiempo. Porque mi problema fue verme sumergida en el
egocentrismo.

Si tan solo en lugar de ser tan egocéntrica me hubiera fijado
más en Martín, en lugar de enterrar todo lo que puedo haber surgido entre
nosotros.

Pero, no puedo pretender que en realidad hubiera pasado algo,
eso solo sería mentirme. Tal vez nunca le he gustado a Martín, y esa es la
única verdad.

En el amor, las cosas se vuelven imprecisas y sobre todo las
personas nos volvemos muy locas. Y para mí, el peor error fue no abrir
los ojos bien, pues si lo hubiera hecho me habría dado cuenta que no me
gustaba Daniel, sino que Martín.

¡Dios! Purgue una condena al estar “enamorada” de Daniel.

Quizás cuando lo jodí todo más, fue en la ocasión en donde le
pregunte a Martín una cosa.

De las cosas que me arrepiento haber hecho en mi vida, esa
esta sobre muchas cosas, aunque no es la primera.

***

Gracias a Dios hoy hemos podido venir de particular, y
también gracias a que hoy es día del alumno.

Me he puesto una falda muy ajustada que por poco y ya no me
queda, y mi camisa favorita de cuadros semi-formal, manga tres cuartos y
de un lindo color café con rayas verdes y rojas que forman los cuadros.

También le he quitado unos zapatos de tacón a mi hermana.

Fue raro que Ivana me los prestara, pero sucedió y ahora me
miro unos centímetros más alta de lo que soy, al menos unos seis
centímetros, lo que ya me hace una mujer de 1.59 metros.

Ya sé que no será mucho, pero para mí me veo sexy y algo
más madura.

Vamos bajando las escaleras con Martín, y frente a mí,
aparece uno de los chicos más lindos del colegio, y es una lástima que
vaya a un grado menor que yo, pero al menos tiene mi misma edad. Es
verdaderamente guapo.

-Hey, Martín –volteo a ver a mi amigo.

Hoy iremos a tomar algo con algunos amigos de mis
hermanos, será genial, pero ahora mismo tengo que preguntarle algo a
Martín. Porque vean que necesito una opinión masculina, pero es una
desgracia que si le pregunto a Rafael… solo me molestara y se lo contara
a medio mundo.

-Aja –responde cuando dejamos de bajar las escaleras y nos
quedamos a mitad del último tramo.

-¿Crees que le guste a Daniel? Es que una vez me pregunto si
quería ser su novia por cinco minutos, pero luego me dejo de hablar. Pero
uno no le pide a las personas que sean sus novias o novios porque si –
hablo rápido.

-No sé –responde sin ponerme mucha atención.

-No importa –termino la plática.

Espero que si son amigos aun, no le cuente nada.

No necesito que Daniel me mire que estoy obsesionado con él.


-5-



El año escolar termino, y la situación de nosotros era incierta.

A pesar de que mis padres no pagaban los mismo por los tres
porque al final yo había tenido buenas notas y me habían admitido con
algún tipo de media beca, aun así, para los últimos meses después de que
mi papá perdiera el trabajo, se les hacía difícil pagar la colegiatura.

Yo era una loca, pero una loca con buenas notas, tanto que
tenía el segundo lugar, pero había un problema, yo faltaba todos los lunes
a clases y no me lo podían dar porque era parte del “reglamento”.
Acordaron que supuestamente me quedaría con el tercero, pero eso
tampoco paso. Mis padres debían unas mensualidades y no podían darme
nada.

Nos mudamos nuevamente a la casa en la que vivíamos antes,
que antes estaba alquilada y era de donde más o menos sacábamos los
ingresos para subsistir, pero cuando ya no podían sostener el alquiler de la
casa en la que vivíamos y los recibos, nos volvimos a mudar. Al menos en
esta casa, que es en la que ahora vivo, ya no tendríamos que pagar tanto en
luz y demás. Pero eso hacía imposible que yo siguiera estudiando en
donde estaba, aun con una beca, ellos no podían pagarme un transporte
que me llevara y trajera.

Para mí fue difícil dejar todo, todos mis compañeros y aun
mis amigos. Tenía amigos, hombres, pero eran mis amigos.

Con uno de ellos, con Jacob, me comunicaba por teléfono
cada cierto tiempo, y siempre le consultaba algunas cosas sobre los
demás. Le preguntaba sobre Martín, porque con él deje de tener contacto.

Me entere que al final de noveno grado, él había obtenido el
segundo lugar e iba poder regresar al colegio en el que los dos nos
conocimos. Ya no tendría por qué seguir en el Liceo.

Yo por mi parte, había comprendido que los estudios eran
importantes, y más cuando por primera vez, tuve que estar en una
institución pública. Mi abuelo me recomendó antes de entrar, que un
alumno no se hace por la institución, sino por lo que él es, así que podía
ser buena estudiante donde quiera que fuera.

Ese principio me ha guiado a lo largo de mi carrera.

Por años no pasó nada, yo como que ni siquiera me acordaba
de él, hasta que un día mi hermano había venido de vacaciones (porque
estaba estudiando un técnico muy lejos de nosotros y vivía con mis
abuelos), y me conto que se había encontrado con Martín y con Daniel.

Daniel iba a irse a estudiar a la capital, que justamente es lo
que yo iba a hacer, pero en diferentes universidades.

Y por otro parte, Martín, iba a estudiar donde había dicho que
iba a estudiar siempre y de casualidad la misma carrera que yo.

De cualquier forma, fue la única información que obtuve de
ellos.

Cuando se creó Facebook, de los primeros que agregue o me
agrego, no lo recuerdo, fue a Daniel. Curiosamente no me acordaba para
nada de Martín, uno de los verdaderamente amigos que he tenido a lo
largo de mi vida.

Al pasar el primer año de universidad, yo ya la había dejado.
Solo había aguantado lejos de mi casa unos cuantos días, bueno meses en
realidad. Pase el primer ciclo de la universidad y todas las cinco materias
que llevaba, pero cuando comenzó el siguiente ciclo, las cosas se pusieron
un poco feas para mí.

Me sentía deprimida, sola y no tenía ganas de nada.

Antes de hacer los primeros exámenes del segundo ciclo, yo
ya había regresado a mi casa.

Pase un tiempo sin que pudiera estudiar, y como no si había
perdido la oportunidad de estudiar en la universidad más barata del país, al
menos para mí. Estudiar en la universidad Nacional, a diferencia de otros
países, es un privilegio que no todos podían alcanzar porque habían un
proceso de admisión riguroso, que incluía un examen que no todos
pasaban. Yo lo pase en la segunda ocasión, y eso a pesar de que llevaba
buenas notas.

Para mí, era mi fin.

¿Cómo iba a poder estudiar si las demás universidades eran
muy caras para que mis padres pudieran pagarlas?

Nunca hemos sido una familia rica, y las cosas no han
cambiado con el tiempo. Seguimos teniendo limitaciones para poder
pagar ciertas cosas. Y mis padres hacen un gran esfuerzo para pagar las
colegiaturas de mi universidad, que por gracia de Dios, no es tan cara
como la de los jóvenes que han ingresado hace unos dos años.

A comienzo del que sería mi segundo año de universidad, mis
padres decidieron que iba a estudiar, sí o sí.

Me inscribieron o mejor dicho me inscribí en la universidad
donde Martín estaba estudiando, aunque ni siquiera le puse atención a eso,
ya que mis compañeros de instituto también estaban ahí. Era de las
universidades más recurridas para los que vivíamos en la ciudad, porque
era la que estaba más cerca.

El primer día de clases, me dijeron que como yo había
entrado por equivalencia, tendría una semana más de vacaciones, lo que
fue un alivio. Los nuevos tendrían un curso propedéutico.

Después del curso, volví a la universidad y como no tenía la
primera clase porque ya había pasado la materia, espere fuera del edificio
en el área verde, pero estaba desesperada como no tienen ni idea.

Paseaba de un lado a otro.

Me puse un rato frente al edificio donde tendría clase, y lo vi.
Vi a Martín.

Él estaba en la segunda planta del edificio y platicaba con un
amigo.

Como buena cobarde que siempre he sido, me escondí antes
de que ellos me vieran. No podía verme, y aun no sé qué es lo que paso
por mi cerebro como para hacerlo.

Así que, en el primer ciclo que pase en la universidad, yo tenía
clases en el piso de arriba a las que él las tenía, y lo más estúpido de la
situación es que solo nos vimos una vez, en la que medio hablamos de
cómo nos estaba hiendo. Una conversación que duro solo unos dos
minutos como máximo. Y solo estábamos los dos en las gradas, porque no
habían acabado las clases y yo solo había bajado porque quería usar el
baño.

Ah, los dos fuimos bastante escuetos y no preguntamos nada,
pero yo estaba feliz con ello. Al fin mi viejo amigo, podía volver a ser mi
amigo.

Pasó un tiempo más para que pudiera volver a verlo, pero esta
vez, fue ligeramente diferente.

Yo iba para clases, e iba con unas compañeras que ya ni
siquiera estudian en la universidad, pero en ese entonces eran las únicas
“conocidas” que tenía. A veces siento que elijo mal mis amistades y ellas
fueron de esas elecciones erróneas. Pero eso no fue nada en comparación
con la decepción que me lleve con Martín.

Él estaba en las gradas, sentado con los que supongo que eran
sus amigos, y yo pase justo a la par de él, pero no me hizo caso, me
ignoro peor que a un perro callejero.

Al final no sé si lo hizo porque no le gustó la idea de saludar a
alguien como yo, porque, ya dije que soy rara y me visto como se me
pega la gana. Pero, de cualquier forma, fue cuando me di cuenta que
nuestra amistad estaba catapultada.

Bueno eso según yo, porque la verdad es que bien pudo haber
sido que no se dio cuenta, pero en ese instante no pensé, solo creí lo peor.

¿Y saben que es lo malo de pensar tanto…?

Lo malo es que nunca se sabe lo que piensa la otra persona,
solo tienes tus sentimientos en una dirección, no hay respuesta del otro
lado, aun en las relaciones es normal que suceda.

Desde ese momento cada vez que me lo encontraba, que
tampoco fueron muchas ocasiones, lo ignoraba. Mi orgullo podía más. No
iba a dejar que otra vez me sintiera tan mal como me sentí cuando me
ignoro.

Y así pasó otro año más.

¡Jesús, que rápido pasa el tiempo cuando solo vez hacia atrás
y no lo estás viviendo!

Al siguiente año, yo tenía problemas con mis materias porque
no podía cursar unas porque tenía problemas con las equivalencias, me
faltaba un tonto papel y como la universidad donde estudie no la tenía
cerca y es una gran burócrata, iba a tardar los papeles en salir.

¡Y vaya, cuanto tardo!

Purgue otra cadena al tener que esperar por esos estúpidos
papeles. Llore, refunfuñe e hice de todo por esos papeles, pero no pude
hacer nada hasta hace como un año.

El caso es que cuando llegue a inscribir tuve que hablar con la
administradora, porque no podía llevar todas las meterías, y al final
resolvieron que llevara materias solo “materialmente”, que es básicamente
lo mismo pero sin estar verdaderamente inscrito.

Yo esperaba a hablar con la administradora, sentada, mientras
Martín entro por la puerta preguntando si ya se podían sacar los carnet
universitarios, y le dijeron que no.

Ese día, al llegar a mi casa estuve pensando en lo que había
pasado y concluí que era una tontería de niños lo que había pasado, eso de
ignorarnos debía quedar atrás, así que busque su perfil de Facebook, pero
no me vi como para mandarle una solicitud.

Además, también había eliminado a Daniel, porque pensé que
sería lo mejor para olvidarme de él.

Paso unos meses antes de que me decidiera enviarles una
solicitud de amistad a tres chicos que de cierta forma habían sido mis
amigos y me habían gustado. Lo irónico es que el único que si había sido
mi amigo era Martín y fue el único que no acepto.

La vida se empeña en ponerme uno tras otro problema.

Daniel, la acepto, pero él ya no me importaba, había
comprendido que no me gustaba. Y el otro me acepto también, pero
tampoco me interesaba.

¡Vaya tragedia que, el único que de verdad quería que aceptara
fue el que no lo hizo!

¿Pueden creerlo? Me mando a seguidores porque así tenia
configurado su Facebook.

Yo no quería eso, estaba molesta porque a mí me conocía
quizás más que a mucho de sus amigos que presumían serlo en Facebook.
Así que, otra vez mi enojo gano y quite que lo seguía.

Estaba muy molesta y no podía creer lo inmaduro que era
conmigo.

Me negué a dejar que eso me afectara, pero eso es mentira, me
afecto, era mi amigo y siempre me había sentido ligeramente atraída por
él, aunque no exactamente por su físico.

Siempre me había gustado la manera en la que él trataba a las
mujeres, en general a todos y siempre me sentía cómoda con él. Lo que
solo hace que el golpe fuera más grande.

Pero eso me ayudo a aclarar mis ideas, eso me ayudo a ver
que él, Martín, me gustaba, y no solo como amigo.

Lo malo, como ya dije, soy un poco obsesivo.

Pero aquí comenzó mi verdadero amor.

Al comprender que al fin sentía algo real por alguien fue lo
que me ha impulsado a creer que soy humana, que si tengo sentimientos,
aunque sea por alguien que no los tenga por mí.

Yo, sin dudarlo, pondría mis manos al fue por él, por lo que
fuera.

Sé que ya no lo conozco tanto como antes, pero las personas
guarda un poco la esencia de quienes son durante toda su vida, y eso es a
lo que me he aferrado durante un tiempo.

Me aferre a que tarde o temprano alguno se disculparía
aunque no tenía razón de ser esa disculpa, y al menos volveríamos a ser
amigos.

Porque les confesare una cosa, a pesar de que con él descubrí
que se siente estar enamorada, también es un hecho que lo prefiero como
amigo a no tener nada. No me importaría no tener una situación romántica
con él.

Y esa es la cuestión.

El amor unilateral se conforma con cualquier migaja.

Pero no todo es un lúgubre destino.

Yo quería que eso pasara o terminara de una vez.

Idee que tal vez si podía mandarle un mensaje podía ver si de
verdad había arreglo para nuestra rota (demasiado rota) amistad.

Pero mira tú que antes me gano la cobardía y decidí
consultárselo a una amiga.

De eso hace unos días.

No le quise contar mucho, no necesitaba detalles, no tenía por
qué dárselos de todas formas. Solo le conté lo básico, y ella me animo a
mandárselo, pero como no lo tenía de contacto en Facebook, no se podía
mandar el mensaje como lo hace uno usualmente, así me acojone y no lo
mande.

Al final, un día, hace una semana, estaba sin poder dormir
porque padezco de insomnio, y nunca me puedo dormir, así que estaba
leyendo algo y me di cuenta de que era ahora o nunca, por lo que escribí
un mensaje, un mensaje para Martín y se lo mande antes de arrepentirme.

Pero, estuvo durante una semana el mensaje bailando solo en
la bandeja de entrada. Nunca recibí respuesta y lo entendí.

En el amor, se sufre tanto como uno quiere.

El amor en una dirección no existe, solo es amor cuando
involucra a dos, y lo mío nunca fue amor. Es lo más cercano que estuve al
amor, y si, en efecto, para mi será el único amor real que he conocido,
porque si no has estado enamorado nunca… no puedes saber que es por
más que te lo muestren en películas y libros.

El amor depende de cada persona y de cómo le ha tocado
vivirlo.

A mí, me toco quizás una de las peores formas de conocerlo,
pero no por eso dejare de creer en él.

He visto el amor que se tienen mis padres, mi cuñado y mi
hermana Ivana. También veo el cariño que nos tenemos entre nosotros, y
no hay nada más certero que el amor fraternal o filial, ese no se rompe
por más que pasen los año, por más que se peleen las personas, ese dura y
lo vez todo los días.

No me quejo, la vida no ha sido tan mala, porque aun cuando
mis hermanos me molestaban, nunca dejaron que alguien más lo hiciera.

Todo eso es amor.

Y ahora, solo falta dejar que Martín desaparezca de mi mente,
dejar que siga con su vida tal y como ahora la tiene.

Me siento feliz, porque al menos descubrí que yo no le
importo así como él a mí.

Nunca se debe pretender que el amor no es bueno porque no
es así.

Las lecciones que da la vida vienen de diferentes formas, y el
amor es una de ellas y hay que aceptar como viene, sin pensar si
terminaremos heridos, porque lo más probable es que eso llegue a pasar.
Llegará, una veces más rápido que otras. Pero, tarde o temprano
encontraremos nuestro amor verdadero, aunque ocasionalmente se trate
de nosotros mismos.

En mi caso, estoy llena de felicidad, felicidad por mí, porque
pienso avanzar y dejar el pasado atrás. Dejar todo lo que eso representa y
solo llevar conmigo las lecciones que aprendí.

Correr por un chico puede ser la mejor y la peor decisión que
puede tomar una mujer.

Y a pesar de ello, yo sigo recomendado mejor sufrir un
momento e intentar que pasen las cosas, a no hacer nada y luego vivir
sufriendo toda una vida.

No sé, quizás mi “media naranja” este allá fuera y no la he
descubierto, quizás ni siquiera la conozco, pero una cosas es segura, esta
vez, cuando llegue, aprovechare las oportunidades que se me den, lo hare
a tiempo y como es debido. No dejare que mi miedo a lo desconocido y al
que “pasara” traicione mis sentimientos.

Y eso es lo único que importa.

Saber que vendrán cosas malas, pero de ellas surgirán muchas
cosas mejores.


-Sobre la Autora-


Larissa G. Saravia Arce, nació en un pequeño país


Centroamericano, El Salvador.

Estudiante Licenciatura de Ciencias Jurídicas, de Veinte años de edad.

Una de sus mayores aspiraciones es culminar su carrera y llegar a ser
una excelente abogada y escritora en sus ratos libres, viajar por el mundo
y conocer las diferentes culturas.

“Buscando su Felicidad”, es su primera publicación
terminada.

La puedes encontrar en su fanpage como:

https://www.facebook.com/saravialarissa

O en sus correos electrónicos: larissa_saravia@hotmail.com

O en su blog:
https://magialiterariael.blogspot.com

-Buscando su Felicidad-


¿Alguna vez han sentido lo que es estar en un


callejón sin salida, en donde sienten como las paredes se achican cada vez
más?

Bueno pues es así como me siento.

Después de largo rato de reflexionar y darle vueltas al asunto, tratar de
hallar una solución alterna al problema grave que me persigue y que con
cada minuto no hace más que ponerse más difícil –si claro como si
pudiera serlo aún más-.

Por momentos pienso que lo mejor es dejar las cosas así
como están, después de todo ¿Qué es lo más grave que puede suceder?
¿No cumplir un último deseo?

Pero luego me pongo a pensar en las consecuencias que
acarrea, que a mi forma de ver no son nada fáciles de aceptar. Ósea hablo
de no poder ser capaz de perdonarme, no tener ni la fuerza en un futuro de
verme al espejo, en fin sentirme la basura más grande del planeta. Pero
eso sería poco en comparación con ver el sufrimiento en sus ojos, su
decepción y quedarme con eso para siempre como mi responsabilidad.

Pero la verdadera pregunta aquí es ¿Qué soy capaz de
sacrificar para ver su felicidad? ¿Hasta qué consecuencias llegaría para
conseguirlo?

---

Melissa es una joven mujer de 27 años de edad, que sólo ha
tenido un novio -Mark-, pero en el día de su primer aniversario y tras la
grave enfermedad de su madre, él la engaña con su compañera de trabajo.

Sin novio ya, la situación de su madre empeora y la dan como
desahuciada. Y su último deseo es verla casada.

Pero ¿Será Melissa capaz de encontrar un marido antes de que
fallezca su madre y hacerla feliz?

Conoce la historia de Melissa.

Y date cuenta que a veces las decisiones más difíciles son la
que se deben tomar con el corazón.



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